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esquema causalidad e imputacion objetiva (1) (2) (1)

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GRADO E DERECHO
DERECHO PEAL I
ESQUEMAS SOBRE RELACIÓ DE CAUSALIDAD E IMPUTACIÓ
OBJETIVA
Prof. Julia Ropero
I. LA CAUSALIDAD
1. La relación de causalidad. Concepto y evolución
La relación de causalidad es el nexo físico existente entre la acción y el resultado.
La imposibilidad de verificar la relación de causalidad impide la apreciación de un
delito consumado, pero puede darse responsabilidad por tentativa. Por ejemplo: si un
sujeto intenta matar a otro envenenándole, pero este último muere por otras causas antes
que el veneno haga efecto, al primer sujeto no le podemos castigar por homicidio
consumado, pero sí por tentativa de asesinato.
La causalidad es un tema discutido en las ciencias naturales y en la filosofía. Por
ejemplo, la física cuántica (comprensión de los fenómenos de las ondas y partículas en
el campo atómico), ha llegado a la hipótesis de que los procesos que se dan en el átomo
no están determinados causalmente, sino que obedecen a leyes estadísticas que
únicamente admiten predicciones de probabilidad. Por otra parte, la teoría de la
relatividad ha puesto de manifiesto que la representación de una sucesión causal de los
acontecimientos en el tiempo sólo tiene sentido en dimensiones muy limitadas. Sin
embargo, esto no impide que el jurista pueda seguir trabajando con el concepto
tradicional de causalidad, pues todo lo señalado antes no impide que podamos confiar
en las leyes causales con certeza prácticamente absoluta en el mundo de la vida
cotidiana, que es el que tiene que tratar el jurista. Es posible afirmar que se sigue
utilizando un criterio de causalidad, pero como leyes de predecibilidad o explicabilidad
de acontecimientos sucesivos, de tal modo que en el caso en cuestión lo que hay que
determinar es la conformidad a determinadas leyes naturales, a través de los
conocimientos que las ciencias nos ofrecen.
2. Teorías sobre la relación de causalidad y grupos de casos
A) Teoría de la equivalencia de las condiciones
Esta teoría es ya utilizada en el siglo XIX por el autor alemán VON BURI,
aunque después fuera especialmente promovida por el magistrado también alemán
Julius GLASER. Según esta teoría, “causa” de un resultado es toda condición que
concurre para la producción del mismo. Todas las condiciones son iguales porque todas
causan el resultado. Esta teoría plantea el problema de que se pueden presentar un
número infinito de causas que producen el resultado: esta fórmula ha sido criticada
porque no realiza ninguna selección entre las innumerables condiciones que contribuyen
a la causación del mismo, sino que se consideran equivalentes.
a) Esta teoría opera, en primer lugar, con la llamada fórmula de la supresión
mental o “condicio sine qua non”. Según esta fórmula habrá que examinar la acción en
concreto y partir de una suposición mental: “hay relación de causalidad cuando, si
suprimimos mentalmente la acción, desaparece también el resultado”. Es decir, se
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considera “válida” como causa toda “condicio sine qua non”, toda condición según la
cual no se habría producido el resultado.
A esta fórmula de la supresión mental se le han presentado dos objeciones: en
primer lugar, se le ha criticado que no aporta nada a la averiguación de la causalidad.
Pensemos por ejemplo en el “caso de la colza”, en el que se establecía la necesidad de
determinar la relación causal entre la ingestión del aceite de colza con la producción de
las terribles secuelas físicas que en algunos casos llegaron incluso hasta la muerte.
Realmente, la fórmula de la supresión mental sólo puede operar si previamente sabemos
que es el aceite de colza el causante de las muertes. Si no es así, la fórmula no puede ser
aplicada. En segundo lugar, la utilización de la fórmula puede llegar a resultados
insatisfactorios en los casos de causalidad adelantada: imaginemos que un sujeto es
envenenado, y mientras se encuentra agonizando es disparado por otro, lo cual le causa
la muerte. En estos casos, si se suprime la acción que adelanta el resultado (en el
ejemplo, el disparo), no se suprime por ello el resultado, ya que el curso causal
interrumpido seguiría su curso, por lo que tras la aplicación de la fórmula habría que
negar la relación de causalidad. Sin embargo, la acción que adelanta el resultado es
claramente causa del mismo.
b) Ante los problemas de la fórmula de la supresión mental, se ha impuesto entre
la doctrina mayoritaria la fórmula de Engisch, que señala que hay relación de causalidad
cuando se dan los siguientes requisitos: la acción produce modificaciones en el mundo
exterior; las modificaciones son cronológicamente posteriores a la acción; las
modificaciones constituyen un resultado típico; por último, la acción y las
modificaciones se encuentran vinculadas entre sí de acuerdo a las leyes de la naturaleza.
Esta fórmula resulta más apropiada en la medida en que no acude a valoraciones
subjetivas o a hipótesis mentales, si no que utiliza los datos objetivos y científicos de la
naturaleza. Por tanto, habrá que tener en cuenta, a partir de los hechos probados, cuáles
son las causas de producción del resultado, según los informes médicos, datos forenses
y demás medios de prueba. Lo cierto es que en la fórmula de Engisch en sí misma
tampoco es una herramienta para la averiguación de la causalidad: pero al menos, no
enmascara el problema, sino que deja la verificación de la causalidad en manos de
procedimientos científicos, sin recurrir a hipótesis mentales. Cuando según estos
procedimientos la causalidad no alberga dudas, la fórmula resulta útil para evitar
confusiones, impidiendo que la causalidad sea negada por la aplicación de una simple
hipótesis mental. Y cuando, por el contrario, no sea posible verificar desde un punto de
vista científico natural la certeza de la relación causal, entonces habrá que aplicar el
principio “in dubio pro reo”, que impedirá la responsabilidad por el resultado.
En consecuencia, la teoría de la equivalencia de las condiciones es la que en la
actualidad se ha implantado entre la mayoría de la doctrina como la más certera para la
determinación de la causalidad. Según la misma, son causales todas las contribuciones
que inciden en el resultado de un modo u otro. La regla general, por tanto, es la de que
toda modificación del suceso es causal: el que hiere al que después muere en el
accidente que sufre la ambulancia que va hacia el hospital, el que mata al moribundo o
el que hiere al que después muere en el hospital en el que está siendo atendido por las
heridas sufridas. Una condición no es causal únicamente si resulta irrelevante para el
modo y la forma, así como para el tiempo y lugar de la realización de un elemento del
tipo. ROXIN recurre al siguiente ejemplo: si un sujeto modifica la raja que otro hace a
un jarrón de porcelana, si tenemos en cuenta el resultado previsto en el delito de daños,
podemos decir que también ese sujeto “causa” los daños al jarrón. Ahora bien, si lo que
hace el sujeto es pintar el jarrón que otro sujeto después destruye, su actuación no es
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causal con relación a los daños, porque para el resultado recogido en el tipo de daños, la
pintura del objeto no es relevante.
No obstante, la teoría de la equivalencia de las condiciones presenta algunos
problemas que requieren una revisión. Veamos los grupos de casos:
A. CURSOS CAUSALES CUMULATIVOS.
En los cursos causales cumulativos existen varios procesos causales que se
yuxtaponen. Se pueden dar las siguientes posibilidades:
1. Causalidad alternativa. En primer lugar, imaginemos la hipótesis de que dos
sujetos quieren envenenar a otro, echando cada uno de ellos una parte de veneno
en el café. Supongamos también que hay acuerdo entre estos dos sujetos y que la
dosis aportada por cada sujeto era suficiente para causar la muerte. En este caso,
habrá que atender los análisis efectuados por el forense para decidir lo siguiente:
si se demuestra que ambas sustancias han cooperado a la muerte, entonces cabe
el castigo a los dos sujetos como coautores de asesinato. Si se comprueba que el
veneno de uno de los dos sujetos ha provocado la muerte antes de que el otro
haga efecto, entonces se castigaría como autor de asesinato consumado al sujeto
que hubiese dado ese veneno a la víctima, mientras que al otro sujeto sólo se le
podría castigar por tentativa de asesinato (si el análisis señala que sólo un
veneno era eficaz, pero no se puede demostrar que proceda de uno u otro sujeto,
entonces, por la aplicación del principio “in dubio pro reo”, sólo se podría
castigar a ambos por tentativa).
2. Autoría accesoria. Este supuesto tiene lugar en aquellos casos en los que cada
acción del sujeto por sí misma no es suficiente para provocar el resultado: en el
ejemplo, supongamos que la dosis de veneno aportada por cada sujeto no es
suficiente para causar la muerte, sino que ésta sólo se produce cuando se suman
las dos dosis. En este caso hay que diferenciar. Si existe acuerdo entre los
sujetos, entonces, en principio, responden por coautoría, siempre que se
demuestre con un análisis clínico que ambas sustancias han cooperado a la
muerte (hay relación de causalidad entre cada acción y el resultado producido, y
también se cumplen los requisitos de imputación objetiva). Si no hay acuerdo, a
pesar de que ambas aportaciones son causales, pueden faltar otros presupuestos
del delito (habría que examinar la imputación objetiva y el conocimiento del
sujeto de la aportación realizada por el otro). Si no se verifica la creación del
riesgo jurídicamente relevante y el conocimiento de la otra aportación, entonces
responderían únicamente a título de tentativa.
B. SUPUESTOS DE CAUSALIDAD INTERRUMPIDA O ADELANTADA.
En estos casos, un curso causal se interfiere en otro y adelanta el resultado.
Ejemplo: Un sujeto A, quiere envenenar a otro, B, para lo cual, le administra una dosis
de veneno; pero antes de que el veneno produzca efectos, B resulta muerto por los
disparos de C. En este caso, la serie causal puesta en marcha por el sujeto A ha sido
interrumpida o adelantada por una segunda serie (la puesta en marcha por el sujeto B, el
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disparo) de tal modo que se ha interrumpido la operatividad de la primera. El intento de
envenenamiento no ha repercutido de ningún modo en la muerte de B. Por tanto, no hay
relación de causalidad entre la acción envenenar y la muerte de B por los disparos. El
resultado sería distinto si B, tras los primeros síntomas de malestar por el veneno,
hubiese acudido al médico y durante el camino hubiese sufrido un accidente mortal. En
ese caso, sí que persistiría operativa la primera serie causal puesta en marcha por A, ya
que se encuentra en el vehículo que sufre el accidente debido a que tiene que acudir al
médico por el malestar generado por la ingestión de veneno. El criterio decisivo, para
determinar si el suceso posterior interrumpe o no el nexo causal, es el de la continuidad
de la operatividad de la primera serie causal. Si la segunda serie causal elimina la
operatividad de la primera, entonces interrumpe la causalidad.
C. CURSOS CAUSALES HIPOTÉTICOS.
Los cursos causales hipotéticos son aquellos en los que una acción provoca el
resultado, pero posteriormente se demuestra que el resultado se hubiera producido
también aunque no se hubiese realizado esa acción. Ejemplo: A mata a B de un disparo.
Pero B tenía en el bolsillo un billete de avión para un vuelo, en el que murieron todos
tras un accidente en el transcurso del mismo.
Estos supuestos son más frecuentes en los delitos imprudentes. Ejemplo: se
opera a un niño, aplicándose como anestesia una sustancia que no era la prescrita por las
reglas médicas. Después se demuestra que, aunque se hubiera aplicado la sustancia
correcta, se hubiera producido el mismo resultado.
En estos casos hay relación de causalidad entre la acción del sujeto y el resultado
producido, ya que lo que hipotéticamente pudiera haber pasado no tiene relevancia para
la determinación de la causalidad. Sin embargo, la teoría de la supresión mental llega a
soluciones erróneas ya que según ella, si se suprime la acción no se suprimiría el
resultado, ya que de todos modos éste seguiría produciéndose. Esto conduciría a la
negación de la causalidad, lo cual es incorrecto.
D. CURSOS CAUSALES IRREGULARES.
En ellos la acción pone en marcha otras causas que son las que directamente
producen el resultado. Existen varias posibilidades:
-
Si la acción primera pone a la víctima en una situación en la que el resultado
tiene lugar por un accidente o por la intervención imprudente de otra persona,
sigue habiendo relación de causalidad, en la medida en que es la serie causal
puesta en marcha por el autor de la acción primera la que continúa operativa. Por
ejemplo, si un sujeto A, lesiona a otro B, y B muere en el accidente que sufre la
ambulancia en la que viaja, la acción de A sigue siendo causal con relación a la
muerte. Al mismo resultado hay que llegar si B muere en el hospital (donde está
siendo atendido por las lesiones causadas por A) por la actuación imprudente de
un médico o por un incendio que se haya desencadenado en el edificio.
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-
También hay relación de causalidad cuando aparece la conducta dolosa de un
tercero (por ejemplo: Josefa, tras haber sido apuñalada por su marido, Manuel,
es trasladada al hospital, donde se le suturan las heridas y se le somete a una
transfusión de sangre; estando en esta situación, Leandro, que sabe que Josefa es
testigo de Jehová y no puede recibir transfusiones, le retira el catéter de la
transfusión, produciendo un schock hipovolémico que le produce la muerte; en
este caso, la acción de su marido, las puñaladas, siguen siendo causales con
relación al resultado final).
-
También persiste la relación causal cuando el resultado se produce por la acción
imprudente de la propia víctima tras recibir sobre sí la acción primera. Si A
lesiona a B, y éste último, en lugar de acudir a un Centro de Salud, se marcha a
casa, produciéndose su muerte por no haber sido debidamente atendidas las
heridas causadas por A, la agresión de A sigue siendo causal.
-
Hay causalidad aunque la causa decisiva radique en la constitución corporal de
la víctima. Si A pega un puñetazo en el estómago a B, y éste muere porque el
puñetazo sumado al deterioro orgánico que padece (derivado de una
enfermedad) ocasiona una hemorragia interna, la acción de A sigue siendo
causal con relación al resultado.
-
Por último, hay que afirmar también la causalidad en los casos de influencia
psicológica. Ejemplo: Un sujeto A, manda a otro B, a un bosque durante una
tormenta, con la esperanza de que la caiga un rayo y le produzca la muerte, cosa
que ocurre. Algunos autores niegan la causalidad porque señalan que el otro es
libre de ser influenciado. Pero sí que la hay porque la decisión en concreto ha
sido motivada por la influencia, y da igual que también haya cooperado la
voluntad presuntamente libre del sujeto. Estos casos requieren un análisis
pormenorizado, que haremos a continuación.
En conclusión, el carácter anómalo o inusual del curso causal no impide la
afirmación de la relación de causalidad. Ahora bien, conviene detenerse en una
serie de supuestos que, por su complejidad, someten a revisión esta teoría de la
equivalencia de las condiciones:
1. Conviene comenzar por el último caso que hemos planteado: los supuestos de
influencia psicológica. Hay que señalar que la discusión en torno a la existencia del
libre albedrío introduce algunos elementos de desconfianza sobre la posibilidad de
encontrar una explicación causal en estos casos. Sin embargo, también es posible
admitir la causalidad en los procesos psíquicos: no hay razón para no entender que
en el caso concreto la decisión de una conducta pueda venir propiciada o motivada
por la influencia de otras personas, así como del resto de circunstancias exteriores.
3. También plantean problemas los denominados “cursos causales no
verificables en su totalidad”.
La validez en Derecho penal del principio “in dubio pro reo” determina que en
aquellos casos en los que la prueba de un determinado elemento incriminatorio no
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sea posible, la única solución admisible ha de ser la negación de dicho presupuesto,
lo que conduce a la ausencia de responsabilidad. De este modo, si no se puede
determinar la causalidad “en su totalidad” o completamente, tal vez habría que
concluir que no hay relación causal y que, por tanto, el sujeto no puede responder
por el resultado consumado.
Sin embargo, incluso con la utilización de procedimientos científicos, la
verificación de los procesos causales “en su totalidad” resulta en ocasiones
imposible, cuando sin embargo, sí que se ha procedido a la comprobación de
determinados elementos indiciarios de la relación causal. Es preciso advertir que no
se está aludiendo a los problemas de prueba en el caso concreto, sino a las propias
dificultades de comprensión completa de los procesos físicos y psíquicos, que se
deriva tanto de la complejidad de alguno de estos fenómenos, como de las
limitaciones del conocimiento humano y de las herramientas que este posee para el
análisis y verificación de los mismos.
Estas dificultades se ponen de manifiesto en algunos casos. Los ejemplos que se
suelen citar son el “caso Contergan” en Alemania (medicamento que fue recetado a
las embarazadas en la década de los 70 del siglo pasado, produciéndose en casi todo
los casos, graves malformaciones fetales), o el “caso de la Colza” o “síndrome
tóxico” en España. En estos procesos, los abogados defensores intentaron negar la
responsabilidad de la empresa farmacéutica o de los distribuidores del aceite
indicando que en algunos supuestos de ingestión del medicamento o del aceite de
colza no se habían producido los resultados de lesiones o muerte. Esta circunstancia
significaba que era imposible establecer una ley general según la cual “todos los que
toman aceite” o “todos los que toman el Contergan” sufren lesiones o mueren. Sin
embargo, en el caso de la colza el TS español sentó jurisprudencia en el sentido de
admitir la causalidad cuando se ha demostrado que una concreta condición (en el
caso, el aceite) es causante de los daños, sin necesidad de probar la cadena completa
de condiciones que componen el proceso ni la ley general a la que se ajusta.
Todo ello ha llevado a que un importante sector de la doctrina invoque la validez
de las leyes estadísticas para aplicar la fórmula de Engisch en el caso concreto,
cuando no es posible establecer con total validez una ley universal en el sentido
antes indicado. De este modo, se pone de manifiesto que el conocimiento basado en
leyes universales no siempre es posible ni tampoco perfecto con relación al caso
concreto, ni permite la verificación completa de los procesos o fenómenos físicos.
En definitiva, se asume que la disyuntiva no se encuentra entre estimar
completamente demostrado un proceso o invocar el principio “in dubio pro reo”,
sino que la auténtica cuestión se ciñe a determinar en el caso concreto si un proceso
causal está suficientemente probado invocando leyes generales y estadísticas, de tal
modo que se alcance una probabilidad “prácticamente excluyente de imaginables
hipótesis contrarias”, o si se presentan “dudas razonables” para considerar
demostrado el curso causal.
B) Teorías del Tribunal Supremo español sobre la causalidad.
a) Teorías individualizadoras
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En muchas decisiones, el TS español ha utilizado en la verificación de la
causalidad las denominadas teorías individualizadoras, que niegan la igualdad de las
condiciones (en contra de lo mantenido por la teoría de la equivalencia de
condiciones) y buscan entre las distintas condiciones que se reúnen para la
producción de un resultado aquélla que sea la “auténtica” causa del resultado. En
este sentido se han utilizado distintos criterios: la “condición más eficaz”, la
“condición eficiente”, la “condición de mayor poderío”, la “más idónea”, etc. Sin
embargo, lejos de solucionar los problemas, estas teorías aportan mayor inseguridad
pues resultan imposibles de aplicar en el plano lógico, y además requieren ciertas
valoraciones de carácter subjetivo que no se encuentran sometidas a un criterio
seguro y objetivo.
b) Teoría de la interrupción del nexo causal.
Esta teoría se construye fundamentalmente ante la necesidad de limitar la
imputación del resultado en determinados cursos causales irregulares, en los que la
aplicación de la teoría de la equivalencia de las condiciones parecía arrojar
resultados insatisfactorios, pues permitía conectar resultados con conductas que
claramente no fundamentaban en sí mismas la responsabilidad penal. Con este
propósito, es decir, el de limitar la causalidad, el TS desarrolla una teoría que no
establece presupuestos para afirmar la relación de causalidad sino que señala
algunos criterios que indican cuándo no hay causalidad:
-
el nexo causal se interrumpe cuando entre la acción y el resultado se produce un
accidente extraño o imprevisible. Por ejemplo: en el caso de la ambulancia, entre
la acción (lesiones) y el resultado (muerte), se produce un factor que interrumpe
el nexo causal que es el accidente sufrido por la ambulancia. Por tanto, no habría
relación de causalidad y el sujeto sólo podría responder por las lesiones
inicialmente causadas, pero no por la muerte.
-
El nexo causal también se interrumpiría en los casos de intervención dolosa o
imprudente de un tercero o de la propia víctima (caso de Josefa).
-
Sin embargo, esta “interrupción” no se produciría en los casos de factores
preexistentes o concomitantes (predisposición de la víctima, por ejemplo).
Como hemos visto antes, realmente esta “interrupción” es ficticia, ya que las
actuaciones de los terceros, de la víctima, o la producción del accidente no
interrumpen el nexo causal puesto en marcha inicialmente por el sujeto, sino que
éste continúa operativo, hasta el punto de que el resultado finalmente producido se
logra únicamente en la medida en que la condición posterior incide sobre el mismo.
En consecuencia, esta teoría no resulta válida, por cuanto recurre a un criterio, el de
la “interrupción”, que se basa en una ficción.
C) La teoría de la adecuación.
La teoría de la adecuación fue originariamente concebida como una fórmula para
explicar la relación de causalidad, ante las consecuencias insatisfactorias que en algunos
casos ofrecía la teoría de la equivalencia de las condiciones. Su propósito, por tanto, es
similar al que guía a las teorías manejadas por el Tribunal Supremo español. Su
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fundador es el lógico y médico v. KRIES. Esta teoría utiliza un concepto normativo de
causalidad: sólo es causal, en sentido jurídico penal, aquella conducta que posee una
tendencia general a provocar el resultado típico, mientras que las condiciones que sólo
por casualidad han desencadenado el resultado son jurídicamente irrelevantes.
Esta teoría ofrecía resultados más satisfactorios que la teoría de la equivalencia
en algunos cursos causales irregulares especialmente raros (por ejemplo, el caso
Leandro y Josefa, o el del sujeto que muere en el incendio que se declara en el hospital).
Desde la teoría de la equivalencia, la responsabilidad en estos casos sólo podía ser
negada revisando el dolo o la imprudencia, donde se tenía en cuenta la previsibilidad del
curso causal.
Según esta teoría, en consecuencia, la causalidad depende de un “juicio de
adecuación” que debe ser llevado a cabo (por el juez) desde un punto de vista “ex ante”,
teniendo en cuenta el criterio de un observador objetivo situado en el momento de la
acción que tenga en cuenta las leyes de la experiencia y además el saber especial del
autor. Por tanto, si A convence a B para que haga un viaje, en el que el avión se estrella
como consecuencia de un atentado con una bomba, normalmente no habrá colocado una
condición adecuada para la muerte de B, ya que, antes del vuelo, un observador medio
inteligente habría considerado tal suceso completamente improbable. Distinto sería si A
supiera que se había planeado un atentado con bomba contra el avión, pues como ese
saber especial también se le puede atribuir al juez, éste habría considerado el viaje como
muy peligroso (A habría interpuesto una condición adecuada y podría ser castigado por
homicidio doloso).
En la actualidad, la fórmula de la adecuación ha sido colocada en el puesto que
realmente le corresponde: esta teoría no señala cuándo hay causalidad, sino que
determina, entre las distintas condiciones causales, aquella que alcanza la relevancia
jurídico penal y por tanto puede ser imputada al sujeto. El criterio de la adecuación, en
consecuencia, es un presupuesto de imputación y no una fórmula de causalidad.
II. LA IMPUTACIÓ OBJETIVA
1. Surgimiento de la teoría de la imputación objetiva
El elemento de la imputación objetiva es una creación de la doctrina que tiene como
objeto establecer criterios de imputación del resultado a la acción del sujeto que se
basan en consideraciones sobre el fin de la norma (teleológico – normativas).
Ante la incapacidad del criterio de la causalidad como elemento decisivo para la
imputación, algunos autores (Honig, Roxin, Gimbernat), han elaborado una serie de
criterios para determinar cuándo cabe imputar objetivamente un resultado. Para ello,
han tomado como base la consideración de que la norma jurídico penal es una norma de
motivación que, para evitar la lesión de los bienes jurídicos, trata de influir en los
ciudadanos para que se inhiban en la comisión de delitos. Si este es el fin de la norma o
su función (punto de partida funcionalista), entonces al Derecho penal no le interesa
prohibir todas las conductas que “causan” el resultado, sino sólo aquellas que en un
momento “ex ante”, cuando el sujeto va a emprender su conducta y puede valorar las
motivaciones realizadas por la norma, aparecen como peligrosas para el bien jurídico
objeto de protección.
Como vemos, con la imputación objetiva se lleva a cabo un proceso de selección
entre las distintas condiciones que causan el resultado como conductas susceptibles de
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recibir la imputación del resultado, similar al que realizaba la teoría de la relevancia o
de la adecuación, con el objeto de indicar que sólo eran causa del resultado aquellas
condiciones que, desde el punto de vista de las leyes de la experiencia aparecían como
adecuadas para causar el resultado en un momento ex ante. Sin embargo, la imputación
objetiva no utiliza dichos criterios para afirmar la causalidad, sino que con esta teoría la
relación de causalidad aparece como una cuestión independiente y previa.
2. Concepto
En consecuencia, cabe afirmar que la imputación objetiva es un elemento
autónomo dentro del tipo objetivo de los delitos de resultados. Con carácter general
puede ser definida como una relación de riesgo entre la acción y el resultado. Para que
una acción de lugar a la existencia de un tipo penal, no sólo tiene que haber causado en
resultado, sino que tiene que mantener una determinada relación de riesgo con el
resultado producido.
3. Presupuesto.
Para que haya imputación objetiva tiene que ser demostrada previamente la relación
de causalidad, como nexo físico entre la acción y el resultado. Es preciso que, teniendo
en cuenta las leyes de la naturaleza, sea posible afirmar que la acción llevada a cabo por
el sujeto es una de las condiciones que se reunió para la producción del resultado, de tal
manera que influyó en el sí y en el cómo de dicho resultado (en las circunstancias de su
producción), siguiendo lo indicado por la teoría de la equivalencia de las condiciones y
la fórmula de Engisch. Esto es MUY IMPORTANTE: SI NO SE CONSIGUE
DEMOSTRAR LA RELACIÓN DE CAUSALIDAD, NO HAY QUE EXAMINAR LA
IMPUTACIÓN OBJETIVA. Por tanto, cabría como mucho la responsabilidad del
sujeto a título de tentativa, o a través de un delito de peligro.
4. Requisitos de la imputación objetiva y criterios para su exclusión
Para que haya imputación objetiva, tienen que darse una serie de requisitos:
En primer lugar tenemos que estar ante una acción desvalorada jurídicamente en
cuanto representa la creación de un riesgo para un bien jurídico. Por tanto, el
requisito mínimo para que haya imputación objetiva es que estemos ante una
acción peligrosa. Ahora bien, el problema que se plantea es el siguiente:
¿cuándo es una acción peligrosa? Hay que tener en cuenta que al Derecho penal
no le interesa cualquier riesgo, sino aquél que es jurídicamente relevante. Por
tanto, no basta con que estemos ante una acción peligrosa, sino que es preciso
que sea una acción que contiene un peligro jurídicamente relevante. Y el
peligro alcanza la relevancia cuando contiene una determinada tendencia de
producción del resultado: es necesario que la acción contenga una seria
probabilidad (entendida como probabilidad no insignificante) de producción
del resultado. (SERIA PROBABILIDAD NO ES LO MISMO QUE ALTA
PROBABILIDAD).
1.
2.
En segundo lugar, ha de cumplirse el requisito de la previsibilidad: el
peligro ha de ser recognoscible “ex ante”. Si la función de las normas
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penales es la de incidir sobre el sujeto antes de la lesión del bien jurídico, en
el momento en el que éste va a actuar, para que se abstenga de realizar
comportamientos peligrosos para bienes jurídicos, este fin sólo se podrá
cumplir si el sujeto en ese momento es capaz de reconocer qué es peligroso
y qué no. Por ejemplo: un sujeto que dispara un arma contra una persona
sabe, antes de apretar el gatillo, que su acción contiene el riesgo de producir
el resultado muerte, ya que según las leyes de la experiencia conocidas por
el ciudadano medio, el disparo de un arma puede causar, con una seria
probabilidad, la muerte de una persona. Ahora bien, si un sujeto golpea
levemente en la cara a otro, no puede reconocer en ese momento que su
acción contenga el riesgo de producción del resultado muerte, que tiene
lugar cuando el lesionado es trasladado al Centro de Salud para curar sus
lesiones, por un accidente del vehículo. El problema es el de cómo medir
la previsibilidad. Para ello, hay que tener en cuenta el criterio del ciudadano
medio, situado en un momento “ex ante” (cuando va a realizar la acción):
habrá que determinar si al ciudadano medio le hubiese parecido previsible el
desarrollo posterior de los hechos, teniendo en cuenta dos elementos de
valoración:
a) Las leyes de la experiencia, que nos indican las probabilidades de
producción de determinados eventos.
b) Los conocimientos del sujeto que va a actuar. Este elemento también es
importante, ya que puede ocurrir que en un caso estemos ante una
situación específica o singular que se aparta de las leyes de la
experiencia. Por ejemplo: asestar un puñetazo en el estómago a otra
persona, normalmente (según las leyes de la experiencia), no crea le
riesgo de producción del resultado muerte. Pero en un caso concreto, al
padecer la víctima una situación específica (por ejemplo, una
enfermedad que le ha causado un deterioro físico importante, el SIDA),
sí que se puede crear ese riesgo. En estos casos, sólo habrá imputación
objetiva si el sujeto activo conocía esa situación específica, porque sólo
de ese modo podemos decir que era consciente del peligro que creaba.
3.
El riesgo creado por la acción ha de estar jurídicamente desaprobado. En
ocasiones puede ocurrir que la acción contenga realmente un riesgo, y que se
produzca un resultado. Pero no hay imputación objetiva, porque el riesgo
contenido en la acción no está jurídicamente desaprobado, sino que está
permitido. Ejemplo: la acción proporcionar un puñetazo en un combate de
boxeo, contiene un riesgo de que se produzca una lesión. Pero en este caso,
el riesgo está socialmente permitido. Se trata de supuestos de actividades
peligrosas, que tienen capacidad para producir resultados lesivos en bienes
jurídicos, pero cuyo peligro está socialmente aprobado. Estas actividades se
encuentran permitidas por razones de utilidad o costumbre social (deportes
arriesgados como el boxeo, automovilismo u otros; también el tráfico
rodado, aéreo o naval, etc.). Estas conductas están permitidas por el
Ordenamiento, siempre y cuando se realicen de acuerdo con unas normas
que pretenden disminuir el riesgo. Por tanto, si estas conductas se realizan
conforme a esas normas, aunque se produzcan resultados lesivos, no se
pueden imputar objetivamente a la acción que desde un punto de vista
meramente causal fue la que los produjo.
10
4.
Por último, hay que encontrar la conexión entre la acción peligrosa y el
resultado producido: el riesgo creado por la acción ha de materializarse en el
resultado que en concreto se produjo. Y es que puede ocurrir que a pesar de
estar ante una acción peligrosa, finalmente sea el riesgo que proviene de otra
acción el que se materializa en el resultado (caso de la mujer que le retiran el
catéter).
ADVERTENCIA: Estos requisitos han de ser examinados todos. Lo más normal
es que si no se cumple el primero no haya que seguir, pero hay que revisar
todos.
5. Supuestos problemáticos
Es preciso diferenciar:
A) Casos en los que se produce una disminución del riesgo
Cuando la conducta que efectivamente causa el resultado, lo que pretendía era
evitar la producción de otro resultado más grave en un mismo bien jurídico, se entiende
que la conducta no ha creado un nuevo riesgo sino que ha disminuido otro. Existe un
riesgo preexistente de producción de un resultado más grave (para el mismo bien
jurídico). Ejemplo: un sujeto observa como otro apunta y dispara sobre un tercero con
clara intención de matar; con la finalidad de que el tiro no alcance su blanco, el sujeto
empuja al tercero que cae al suelo y se rompe un brazo (supuestos que consisten en
desviar un golpe). En este caso no se puede imputar objetivamente el resultado lesiones
a la acción empujar, porque aunque esta contenía un riesgo que se ha materializado, se
entiende que no crea un nuevo riesgo, sino que disminuye otro existente. En estos
supuestos no hay imputación objetiva.
B) Incremento del riesgo
Vamos a ver por último unos supuestos en los que sí que puede decirse que
HAY imputación objetiva, a pesar de la discusión en la doctrina: aquéllos en los
que se produce un incremento del riesgo.
Atención: este no es criterio para determinar cuando no hay imputación objetiva,
sino para afirmarla en unos casos específicos: supuestos causales hipotéticos en los que
existe imprudencia.
Se trata de casos en los que el sujeto se comporta de un modo imprudente
(infringe una norma de cuidado y genera un riesgo con su actuación) y causa un
resultado típico, que de todos modos se hubiese producido, aunque el sujeto hubiese
actuado de una manera negligente. Ejemplos:
- un médico administra mal la anestesia y el paciente muere, pero se demuestra
que aunque la anestesia se hubiese administrado correctamente de todos modos se
hubiese producido la muerte del paciente.
- un médico opera a un niño de un tumor cerebral de una forma incorrecta,
produciéndose el fallecimiento del niño; con posterioridad se demuestra que el niño
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hubiese muerto de todos modos, aunque se le hubiera operado correctamente, puesto
que la enfermedad era irreversible.
- el dueño de una fábrica de pinceles hace que sus empleados fabriquen pinceles
con pelos de cabra que, pese a las advertencias no hace desinfectar. El material es
portador de bacterias y su manipulación produce la infección y muerte de varios
empleados. Posteriormente se demuestra que aún sometiendo a los procedimientos de
desinfección conocidos, no se habría eliminado el riesgo de contagio.
Estos casos son discutibles, y la doctrina está dividida:
- Un sector entiende que sólo se afirmará la imputación objetiva cuando el
comportamiento contrario al deber de cuidado haya implicado un incremento del riesgo
de la producción del resultado.
- Otro sector opina que hay que afirmar la imputación objetiva siempre en estos
casos, porque cabría esperar que de haberse comportado el sujeto correctamente, el
resultado no hubiera aparecido.
- Un tercer sector doctrinal mantiene que hay que negar aquí la imputación
objetiva, en atención al principio in dubio pro reo, ya que no puede afirmarse que si el
sujeto se hubiese comportado correctamente, el resultado no hubiese aparecido.
La postura que vamos a mantener en clase es la de que no basta con contribuir al
incremento del riesgo, sino que hay que producirlo, hasta tal punto que se materialice en
el resultado. Si esto se prueba, es independiente, para determinar imputación objetiva,
que hubiera pasado o no.
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