El ocaso de las artes visuales Javier Rodríguez Canales. Lima agosto de 2012. El mundo del arte es muy amplio. Dado que soy artista plástico enfocaré mis reflexiones desde el campo de las artes visuales. Los linderos del arte No es el momento de hacer un panorama detallado del arte actual. Para hacernos una idea de la dificultad de dicha empresa, es interesante considerar que sólo en New York hay 50,000 artistas visuales luchando por obtener un poco de fama y reconocimiento. Es por esta razón que simplemente señalaré algunas de sus manifestaciones más influyentes. Las artes visuales contemporáneas prácticamente han cruzado todos los linderos posibles y por ello no es fácil clasificarlo. Para tratar de establecer un orden acudiré al esquema asumido por Eduardo Moll, quien agrupa el arte en; Figurativo, No figurativo y Conceptual. El arte figurativo es aquel en el cual se distingue algún tipo de forma existente. El no figurativo vendría a ser el arte en el que no se reconoce forma alguna y cuya fuerza está en la composición, el trazo y el color. El arte conceptual es aquel que subordina el soporte y la técnica a la idea, que por lo general es ideología política. Al mismo tiempo, los diversos estilos, corrientes y vanguardias están contenidos en cada uno de estos ámbitos (Figurativo-No figurativo-Conceptual). El arte conceptual se subdivide a su vez en propuestas como la instalación (que básicamente es una ambientación), el happening (suceso efímero en el cual participan varias personas), la intervención (el incidir en un ambiente o en un objeto a través de una acción o un producto material), la performance (usar el propio cuerpo como medio de expresión, confundiéndose en algunos casos con la danza), el body art (usar el cuerpo como soporte y como medio para pintar), el video arte, el foto montaje, el ready made (que consiste en poner un objeto en un contexto diferente en el cual fue encontrado, como el urinario de Duchamp), el ensamblaje y muchas otras expresiones más. En el análisis del arte es fácil caer en opiniones apresuradas, subjetivas y poco precisas. Con el ánimo de ser lo más objetivo posible, es que haré una selección de algunos artistas que tienen una influencia evidente en el arte contemporáneo y describiré algunas de sus obras. En un segundo paso intentaré esbozar una opinión sobre el sustrato cultural que puede encontrarse detrás. En cuanto al arte figurativo vemos que Ron Mueck y Don Eddy vienen desarrollando un hiperrealismo difícil de superar técnicamente hablando. Ron Mueck: Nacido en 1958, es un escultor australiano. Proveniente del mundo de los efectos especiales para el cine, dio el salto a la fama en 1997 con su participación en la polémica muestra colectiva denominada; “Sensation”. En esa oportunidad presentó la obra titulada “Papá muerto” que es una escalofriante escultura del cuerpo muerto de su propio padre. Entre sus obras nos encontramos con un niño recién nacido embadurnado en líquido amniótico, una mujer que acaba de dar a luz, hombres desnudos en estado de soledad, ancianos decadentes y un ángel derrotado por el aburrimiento. Don Eddy: Pintor hiperrealista norteamericano, nacido en 1944, busca representar la realidad de manera mecánica y exacta, sus temas son los objetos y las escenas de la vida cotidiana. En sus cuadros intenta a toda costa no dejar evidencias de su trabajo manual. Al pintar por capas de Cian, Magenta y Amarillo pretende superar la técnica fotográfica. El arte no figurativo y minimalista de Agnes Martin o de Ad Reinhardt ha llegado a un nivel de abstracción tal que sólo quedaría la disolución del lienzo y del color. Agnés Martin: 1912-2004. Calificada como pintora minimalista, trabajó varios años en New York. Al experimentar el vacío del ambiente artístico de su tiempo, se retiró a vivir en el desierto de Nuevo México. En su juventud abrazó el budismo y por ello algunos sostienen que sus cuadros reflejan ideas taoístas, sin embargo ella prefería definirse a sí misma como expresionista abstracta. Ad Reinhardt: Pintor norteamericano, 1913-1967. Amigo de Thomas Merton y excelente dibujante. Desde la segunda mitad de los 50, pinta cuadros monocromos, por lo general negros y con transparencias que permiten ver otros colores. En su libro “Arte como arte” dice que la obra artística debe responder a la necesidad de una negación absoluta. Orlan, artista francesa nacida en 1947, ha tomado como soporte artístico su propio cuerpo. Al someterse a un sinfín de cirugías plásticas para reflejar diversos personajes busca finalmente hacerse irreconocible a sí misma. Su tema favorito es la opresión a la cual ha sido sometida la mujer a lo largo de la historia y su propuesta apunta a un ser humano que pueda auto repararse a sí mismo arbitrariamente. El alemán Joseph Beuys (1921-1986) es conocido como el padre del conceptualismo. En 1974, realizó la performance titulada “Me gusta América y a América le gusto yo”. En dicha ocasión el artista se encerró con un coyote por tres días, rodeado de periódicos norteamericanos que simbolizaban el capitalismo. Poco a poco el hombre y el animal se van acostumbrando hasta que al final Beuys abraza al coyote. En general, su obra destaca el discurso político sobre la propuesta estética. Los rasgos de un rostro indefinido La muestra “Sensation”, promocionada por Charles Saatchi, marcó un indudable hito en el arte de nuestro tiempo. Saatchi es un empresario que a finales de los 90 compró las obras de un grupo considerable de artistas ingleses jóvenes. En dicha muestra podemos contemplar los animales sumergidos en piscinas de formol de Damien Hirst, la cabeza hecha de sangre humana congelada de Marc Quinn, la carpa de Tracy Emin donde figuran los nombres de las personas con las cuales tuvo relaciones sexuales y las pinturas de mujeres obesas sometidas a los tormentos de la cirugía plástica de Jenny Saville. Es evidente que la exposición “Sensation” generó un escándalo de grandes proporciones, sin embargo, sucedió que en la medida en que crecía el ruido mediático, crecían los ingresos económicos a causa de la masiva concurrencia de un público curioso y morboso. Lo interesante de la colección de Saatchi, está en haberse constituido en un espejo del arte post moderno dominante. Una descripción sugerente de este fenómeno la encontramos en el libro de Javier Esparza, titulado “Los ocho pecados capitales del arte contemporáneo”1. Según el autor español, el arte sufre de las siguientes enfermedades; la búsqueda obsesiva de la novedad, la desaparición de significados inteligibles, la relativización de los soportes, la tendencia a lo efímero, el nihilismo, la sintonía con el poder subversivo, el subjetivismo individualista del artista y la prescindencia de toda noción de belleza. Todos estos pecados pueden verse materializadas en la muestra “Sensation”. Se ha escrito mucho sobre la decadencia del arte de nuestro tiempo, entre ellos Mario Vargas Llosa, sin renunciar al liberalismo que lo caracteriza, ha señalado algunos de los problemas más evidentes de la civilización del espectáculo. La aparición de tantas criticas es un signo del inconformismo existente frente a un arte que resulta incomprensible y desagradable, sin embargo, si la crítica se queda en la queja frívola o en la denuncia superficial, se le hace un flaco favor a la cultura ya que el sistema artístico dominante vive del escándalo o de cualquier cosa que mueva la opinión pública. Considero, pues, de suma importancia ensayar una mirada sintética de la estructura de la crisis por la cual atraviesa el arte y desde allí esbozar una propuesta sólidamente fundamentada. 1 Javier Esparza, Los ocho pecados capitales del arte contemporáneo, Almuzara, 2007. Muchos coinciden en decir que nos encontramos ante un sistema artístico cerrado, aparentemente blindado, se trata del ecosistema conformado por los que mueven el arte, los que lo producen y las víctimas que lo consumen. Entre los que mueven el arte tenemos el sistema conformado por los críticos, los galeristas, los museos y los grupos contracultura, los cuales han convertido a las artes en mercancía y en arma ideológica, esto es, en dinero y poder. Veamos un par casos curiosos descritos por James Gardner en su libro ¿Cultura o basura?2; resulta que en el año 1990, el Museo Guggenheim adquirió unas obras valuadas en 35 millones de dólares, la cuestión es que las obras no existían en la realidad, lo que existía era un contrato con los artistas, un certificado útil para la especulación económica y en el fondo un arte convertido en un bien de consumo vaciado de contenido y fríamente comercializado. Por otro lado, en la bienal de Withney de 1993, según Gardner, se impulsó una agresiva campaña ideológica por medio de la cual se orquestó a los artistas para que promovieran el lesbianismo, la homosexualidad, las minorías negras e hispanas. Estos son sólo dos ejemplos que sirven para graficar un fenómeno generalizado. Parece que el mercado y la ideología política se han hermanado para manipular el arte, sin embargo se trata de una fraternidad aparente ya que el mercado termina engullendo al arte contracultural “utilizable” que sale del mundo subterráneo de los marginales, convirtiendo sus manifestaciones en productos de consumo que luego desecha sin piedad. Los grupos contraculturales suelen quejarse de este maltrato, sin embargo la fama (aunque sea efímera) y el dinero son demasiado poderosos para resistirse. En cuanto a los que producen arte, me atrevo a decir que la base cultural dominante sobre la cual descansa el quehacer artístico actual es el nihilismo. Esto no significa que no existan rasgos e inquietudes auténticamente humanas, incluso en una obra tan polémica como la de Mark Rothko, pero dichos rasgos aparecen como accidentes, accesorios, como breves chispazos o gritos de auxilio en medio de una avalancha que se precipita hacia el abismo. La nada es negación del ser y quien se ha dejado envolver por el nihilismo, no comprende la fuente del profundo malestar que lo aqueja, siente rabia y encuentra en la contradicción y en el conflicto la resonancia que le hace experimentar ilusoriamente “que vive”. Si la realidad material es un frágil cascarón que envuelve a la nada, la agonía del “otro” y el escándalo es lo único que puede hacer sentir todavía algo al espectador. Se trata de un proceso que negando el fundamento metafísico, se resuelve como un violento 2 James Gardner. ¿Cultura o basura? Acento Editorial 1996. ejercicio de poder condenado de suyo a la decadencia y finalmente a la disolución absoluta. Desde esta plataforma es que la nada se debate en el interior del artista expresándose en tres campos de batalla que son; el cuerpo, la emoción y la sociedad. La artista Barbara Kruguer, desarrolló un fotomontaje titulado “tu cuerpo es un campo de batalla”. La misma idea se percibe en el arte de Jenny Saville y en nuestro medio, en las pinturas de algunas egresadas de Corriente Alterna. Amén de la ideología feminista que les sirve como plataforma creativa, no deja de ser cierto que la sociedad de consumo ha reducido el cuerpo femenino a carne comercializable, por eso se comprende la ira que expresan estas mujeres en sus propuestas. Pienso que se trataría de un reclamo justo y un signo de humanidad si no fuera porque esta ira proviene y se alimenta de la nada. El resultado final es que dichas obras terminan siendo recicladas por el sistema nihilista de mercado. Los ejemplos de artistas que literalmente se auto mutilan, que degradan y maltratan el cuerpo humano, son innumerables. Por alguna misteriosa razón el nihilismo posee una lógica interna que se revela como el paso de la obsesión por el sexo como sucede en la obra de Egon Schiele y Klimt a la cruel destrucción del mismo realizada una y otra vez en las performances de Chris Burden. Con respecto al ámbito de la emoción estética, tengo la impresión que la batalla se libró hace mucho tiempo y sólo queda una multitud de cadáveres y algunos heridos abandonados. Entre los caídos podemos reconocer la búsqueda de lo sublime en Caspar Friedrich, las emociones básicas de Rothko y la espiritualidad minimalista de Agnes Martin, mientras que la provocación de sensaciones fuertes como la rabia y la melancolía a través de la ironía o el escándalo es el clima emocional agonizante que predomina en el arte contemporáneo. Llama la atención la cantidad de artistas de las décadas pasadas que han asumido el budismo zen, es como si la nada hubiera ido carcomiendo el sentimiento y la razón hasta dejarnos las sobras de las emociones humanas más primarias y finalmente una carne sin vida. En el campo social, la batalla se libra entre el artista contracultural y el sistema dominante. Esta dialéctica es el humus en el cual crecen las propuestas post modernas que luego son transformadas en productos de consumo. No se ve por donde este dinamismo, fundado en la contradicción y la aceleración de la demanda, pueda generar propuestas novedosas y consistentes, tal vez por eso abundan los famosos remakes o la iconografía lúdica de la reinterpretación. Un ejemplo de artista contracultural fue Andy Warhol, quien con cinismo y resignación se burló sistemáticamente de un consumismo norteamericano que, como suele suceder, lo engulló, asimiló y comercializó eficazmente. En el Perú se hace una copia burda de dicho movimiento, básicamente por la mediocridad intelectual del medio y la debilidad de nuestro sistema institucional; “Mientras más vigorosas sean las instituciones que rigen una sociedad, más interesante será la contracultura artística que produzca. De allí que el arte contracultural peruano sea tan endeble. Fuera de la Iglesia Católica –la única institución verdaderamente sólida en el país-, nuestras instituciones son bastante pobres”3. Según lo que hemos visto; el arte contemporáneo aborda el cuerpo, la emoción y la sociedad desde la ligereza que caracteriza a la nada. Al haberse perdido la densidad y profundidad es lógico pensar que estos tres ámbitos sean objeto de la burla y la destrucción. Al contemplar el panorama actual, hoy más que nunca, recuerdo lo que Michael Ende nos dice en su libro “La Historia sin Fin”; “La nada es el vacío que queda, la desolación que destruye este mundo”… “La nada lo está destruyendo todo”. Las reflexiones ofrecidas el día de hoy son como pinceladas negras sobre un fondo negro, sin embargo, una gota de blanco, por más pequeña que sea, puede hace sentir su presencia. En el momento de mayor oscuridad es más fácil ver la luz más insignificante y los grandes cambios han surgido de los rincones menos esperados de la humanidad, un ejemplo de ello es el nacimiento del Niño Jesús en Belén. Curiosamente, el mordaz Gardner, guarda la esperanza de que en algún punto ajeno al sistema, se esté generando un arte auténtico y profundo que vuelva a emocionar al ser humano que desde siempre ha buscado la verdad, la bondad y la belleza. 3 Antonio Fortunic. El dominical, Lima 7-8-11.