Subido por XIMENA VALERIA MEDRANO NOBLECILLA

El sabor agridulce de los programas asistencialistas

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PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA DEL
PERÚ
ESTUDIOS GENERALES LETRAS
TRABAJO INDIVIDUAL
Título:
El sabor agridulce de la implementación de políticas y programas
asistencialistas por parte del Estado peruano hacia su erradicación
de la informalidad laboral juvenil
Nombre: Medrano Noblecilla, Ximena Valeria
Tipo de evaluación: Ensayo Final
Curso: Argumentación (HUM113)
Horario: 0696
Comisión: 1
Profesor: Maribel Cuenca
Jefe de Práctica: Benjamín
SEMESTRE 2020-1
En el Perú actual, existen diversas problemáticas en torno al sujeto joven. Una de ellas, la cual es
bastante significativa, es la informalidad laboral juvenil y la respuesta que ha tenido el Estado
ante ella, pues según la Asociación Peruana de Recursos Humanos, cada año son más los jóvenes
que ingresan al mercado laboral, pero el 84% de ellos trabajan en condiciones de informalidad
(citado en The Adecco Group 2019: 1). Esto pone en evidencia una gran problemática que debe
ser abordada, ya que, a pesar de los esfuerzos por parte del Estado en implementar políticas y
programas en búsqueda de una solución, estas solo se han limitado en ser asistencialistas y no
orientadas a la inclusión social.
Ante ello, el presente ensayo abordará lo siguiente: en primer lugar, desarrollar el fenómeno de
la informalidad y cómo ha perjudicado este a los jóvenes peruanos debido a factores que ha
condicionado la situación actual de su mercado laboral juvenil. Además, la demanda de jóvenes
que se solicita en un mercado limitado ha conllevado a que gran cantidad de ellos se encuentren
en la exclusión social y por lo tanto opten en buscar otras oportunidades.
En segundo lugar, la presente investigación, para el conocimiento del lector, afrontará el debate
sobre la implementación de las políticas y programas asistencialistas por parte del Estado peruano
al ser impulsados en el Perú y si verdaderamente están funcionando hacia la inserción de los
jóvenes en un mercado laboral formal. Sin embargo, desde mi perspectiva, demostraré mis
motivos por los cuales no solo se debería impulsar su implementación de aquellas políticas y
programas asistencialistas para solucionar la informalidad laboral.
Finalmente, lo percibido a lo largo del texto, se evidenciará en la creación de programas
asistencialistas impulsados por el Estado como “Pronabec” y “Jóvenes a la obra” los cuales denota
la falta de atención ante su realidad de aquellos jóvenes y, asimismo, la exclusión que se presenta
en los jóvenes peruanos.
Aunque este fenómeno, la informalidad laboral juvenil, donde convive diversas realidades los
cuales demuestran que existe un fuerte vínculo entre informalidad, pobreza y exclusión social. Lo
más preocupante son las altas tasas de informalidad en las cuales se desempeñan los jóvenes
peruanos y la “solución” que ha tenido el Estado ante ella, pues no ha sido de gran ayuda para
combatirla. Por ello, esta situación hacia los jóvenes genera desaliento y frustración entre quienes
sienten que nunca encontraran las oportunidades que se merecen y en las condiciones adecuadas.
En este sentido, es de vital importancia abordar la problemática, ya que estamos frente a la
generación más educada que hayamos tenido, en países donde la pobreza se ha reducido, pero
estas mejorías no son evidentes para los jóvenes que salen en busca de un empleo digno.
La informalidad laboral juvenil es un fenómeno recurrente y persistente en el Perú actual la cual
continúa perjudicando a los jóvenes del país, a pesar de los esfuerzos del Estado. En Perú, una
alta cantidad de población trabaja en el sector informal, pues del 2018 al 2019 se percibió que el
66.6% de la población peruana se desarrolla en un empleo informal a diferencia del sector formal
que fue el 33.4% de peruanos (INEI 2019: 11-19). Los jóvenes se encuentran comprendidos en
esta realidad, ya que según el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI), los jóvenes
de 14 a 24 años representan altas tasas de informalidad; es decir, de cada 100 jóvenes ocupados,
87 se desempeñan en un ámbito informal. Además, clasificados por su género, expone que 86
hombres de cada 100, así como 88 de cada 100 mujeres laboran en la informalidad (INEI 2018:
121).
Asimismo, la situación actual del mercado laboral no ayuda a que el joven pueda insertarse en él
y esto se evidencia con que existe una alta tasa de desempleo registrada en comparación a los
adultos, ya que en el 2017, llegó a 12.8% mientras que la de los adultos fue 3.2% siendo la primera
cuatro veces mayor, lo que nos indica que hay más jóvenes que están buscando trabajo y no lo
encuentran (IPE: 2017). Esto se debe a que existieron diferentes fenómenos que condicionaron
la situación actual de su mercado laboral. El crecimiento demográfico fue una de las causas, pues
la población del Perú aumentó cuatro veces más en la segunda mitad del siglo XX lo que generó
la aparición de una nueva multitud con edades entre 18 a 30 años quienes se insertaron en el
mercado laboral entre fines de los ochenta y sobre todo en los noventa. Este fenómeno dio
comienzo al incremento de personas que aspiraban a un trabajo, principalmente jóvenes, y esto
originó una mayor competencia y dificultad por un puesto en el mercado laboral. Además, otro
fenómeno fue la caída en la demanda de la mano de obra y el excedente laboral, pues esta se
incrementó entre los setenta; y el Producto Bruto Interno (PBI) empezó con una inclinación
decreciente la cual permaneció hasta principios de los noventa. A consecuencia de lo anterior, al
caer la producción, la mano de obra se vio seriamente perjudicada, ya que al no haber producción
no había mayor demanda de trabajo. Por lo tanto, el crecimiento de la oferta y la caída en la
demanda generó un gran excedente de mano de obra que no pudo acceder de manera adecuada al
mercado laboral y entre ellos muchos jóvenes (GRADE 2000).
Por ello, posteriormente a los anteriores fenómenos, en la primera mitad del año 2011 existían 8.2
millones de jóvenes entre 15 y 29 años que representaba gran parte de la población peruana, pues
este grupo nació en los ochenta y noventa, en el periodo de crisis social y económica del país.
Este grupo de jóvenes pudo acceder al mercado laboral en la primera década de este siglo donde
el Perú había crecido económicamente en un promedio del 6% anual, el cual fue mayor al
crecimiento poblacional. Este crecimiento generó que solo los jóvenes con altas calificaciones y
competencias puedan acceder a empleos en empresas de alto índice de crecimiento; sin embargo,
todavía persiste otro grupo de jóvenes que no han podido acceder a oportunidades de empleos en
aquellas empresas (Chacaltana y Ruiz 2012: 291).
Es importante poner en relieve que, en el año 2016, según el Informe Nacional de la Juventud
Peruana, el 62.5% de los jóvenes entre 15 y 29 años de edad estaban buscando trabajo o estaban
laborando; sin embargo, de este total el 90.1% se encontraba ocupada y el 9.9% desocupada.
Asimismo, el 37.5% restante es la población que se encuentra inactiva. Esta situación, pone en
evidencia que, si bien algunos jóvenes se encuentran ocupados o laborando en algún empleo
obtenido por ellos, no necesariamente este se considera “decente” (Chacaltana y Ruiz 2012: 292).
Además, existe una exclusión social por la demanda de competencias, capacidades y habilidades
que no todos los jóvenes pueden cumplir. La falta de educación, características culturales entre
otras razones es una forma de exclusión hacia ellos exponiéndolos a la aceptación o inserción al
sector informal. Esto se denota en el informe del Instituto de Economía y Desarrollo Empresarial
(IEDEP) de la Cámara de Comercio de Lima que señalo en el 2017 que la población juvenil de 7
millones 340 mil entre el rango de 15 a 29 años de edad ascendió con respecto al 2016 y dentro
de este grupo se encuentra la población que no estudiaba ni trabajaba que fue el 19.2% de la
anterior población total (IEDEP 2018: 7).Es decir, no se encontraban en el mercado laboral y no
tenían ingresos por falta de estudios o experiencia laboral. Los jóvenes al encontrarse en un estado
de exclusión caen en desempleo y aunque estén en la búsqueda de uno, tampoco lo encuentran,
ya que los distintos requisitos que demandan las empresas formales no van de acuerdo al perfil
profesional de este sector causada por una educación precaria (Gamero 2013: 62-63). Esto es
probado por los datos presentados a continuación: El Instituto Nacional de Estadística e
Informática (INEI) señala que la informalidad ha perjudicado más a los menos calificados, pues
el 93.8% de los ocupados con educación primaria o menor nivel cuentan con un empleo informal,
entre las mujeres este porcentaje fue de 94.3% y en los varones de 93.2%. En comparación, entre
los ocupados más calificados, aquellos que cuentan con educación universitaria el 39.6% se vio
afectado por la informalidad, entre las mujeres el 41.6% y en los hombres el 38.0% (INEI 2018:
121).
Asimismo, lo anteriormente expuesto no solo denota la problemática en la que se encuentran los
jóvenes, sino en el Perú desde los años 70 y 80 existen las “trabas legales” como barreras hacia
la formalidad, pues los costos que suponen las políticas de la formalidad como las licencias,
registros, costos laborales y regulación del estado conllevan al impedimento de que los jóvenes
no accedan a la formalización (Gamero 2013: 66). Lo que dificulta aún más el acceso del joven
al sector formal, ya que todas estas trabas impiden su deseo de los jóvenes al querer formalizarse.
De esta manera, las políticas públicas deberían bajar costos y sobrecostos en los diversos trámites
lo cual ayudaría a que sea más fácil el acceso a la formalización.
En este contexto, cabe poner en relieve, que la informalidad laboral juvenil se inició en
Latinoamérica a partir de los diversos procesos de transformación económica, social y cultural
causadas por políticas neoliberales las cuales conllevo a la desaparición de proyectos industriales
que generaban empleos estables y bien renumerados. Dicho cambio se generó por el
debilitamiento de los gobiernos lo cual conllevo a que estos se vean en la obligación de encargarse
del bienestar de las personas. Sin embargo, nunca de desarrollo de manera adecuada. Por ello, se
dio origen a la pobreza y por lo tanto se incrementó de manera exponencial la informalidad.
Además, específicamente, los gobiernos se orientaron en ayudar mediante programas sociales;
por ejemplo, acceso a alimentos básicos, becas escolares, oportunidades de empleos entre otros
hacia los sectores vulnerables (Ziccardi 2008: 9-11).
Ante la realidad descrita anteriormente, el Perú no fue la excepción a dicha realidad, ya que a lo
largo del tiempo también se encargó de implementar políticas y programas asistencialistas. A
pesar del esfuerzo por parte del Estado peruano, aún existe una discrepancia sobre si realmente
las políticas y programas asistencialistas que se ejercen en el Perú ha sido de gran ayuda para
erradicar la informalidad laboral juvenil. Bariabar señala que las políticas y programas
asistenciales son objetivos que a pesar de que se logren a mediano y largo plazo es un escape a la
situación de pobreza y esto, una vez se haya concretado, facilitarían a las personas vulnerables
(2014: 2). Incluso, tal es el caso de los jóvenes peruanos que se encuentran en estado de
vulnerabilidad tengan la posibilidad de acceder al mercado laboral mediante la ayuda de algún
programa asistencial y por lo tanto a todos los beneficios que les ofrece el Estado peruano.
Sin embargo, si las políticas y programas asistencialistas, expuestas anteriormente por Bariabar,
por las cuales ha optado el Estado peruano hubiesen funcionado en su totalidad, actualmente no
se confirmaría jóvenes de 14 a 24 años insertados en la informalidad y además de cada 100
jóvenes ocupados, 87 se desempeñan en un ámbito informal (INEI 2018: 121). Entonces, desde
esta perspectiva, ¿verdaderamente las políticas y programas asistencialistas están funcionando en
combatir la problemática de la informalidad laboral juvenil?
Para Soldano y Andrenacci, las políticas y programas asistencialistas han constituido, a través de
los años, intervenciones públicas como políticas de trabajo, servicios universales y asistenciales
capaces de regular la forma en que las personas vulnerables se reproducen y socializan; es decir,
estas políticas y programas asistenciales ayudan a que las personas que se encuentran en
situaciones de vulnerabilidad puedan sobrevivir físicamente, insertarse de manera adecuada al
mercado laboral y en el espacio sociocultural del Estado y Nación. De este modo, las políticas y
programas asistencialistas, protegen a la población de situaciones que ponen en riesgo estos
procesos (Soldano y Andrenacci 2005: 11). En este sentido, estas intervenciones públicas
expresadas en políticas de empleo generan salarios formales, regulan un contrato de empleo para
consolidar un trabajo y generan sistemas de seguros sociales. Con respecto a las políticas de
servicios universales, ha sido la forma de expandir el sistema de educación pública, crear una red
de salud pública y ofrecer infraestructura social gestionados por el Estado. Las políticas sociales
mediante el trabajo y políticas públicas suponen la desaparición de estos grupos vulnerables o que
se encuentran en riesgo (Soldano y Andrenacci 2005: 69). Por lo tanto, la política asistencial sigue
constituyéndose en programas sociales hacia los ciudadanos que se encuentran en condiciones de
pobreza hasta que ellos ya no se desarrollen en su ámbito de vulnerabilidad.
No obstante, se crea un debate desde mi perspectiva, las políticas y programas de asistencialismo
que ha implementado el Estado peruano han sido soluciones superficiales y temporales, ya que
no se han enfocado en la estructura de la problemática de la informalidad laboral juvenil. Esto es
afirmado a su vez por Alayón quien expone que el asistencialismo es solo la esencia de un
paliativo para detener aquellos problemas que se suscitaban históricamente, pero estos programas
sociales o asistencialistas que se han realizado durante años por las clases dominantes no se
centraban en garantizar una verdadera solución frente a las causas generadoras de los problemas
sino solo ser un alivio (1980: 1-3).
Sin embargo, a pesar de lo expuesto anteriormente, los programas asistencialistas han sido
soluciones superficiales, La Rosa, ex ministra de Desarrollo e inclusión en el gobierno de Martín
Vizcarra, señalo que las políticas y programas sociales que se realizan tienen como finalidad
buscar la implementación de oportunidades para cada peruano o peruana en el marco de la
Constitución. Asimismo, afirmó que “el asistencialismo es necesario si la gente se está muriendo
de hambre, si la gente la está pasando mal, si la gente no tiene acceso a la salud, es necesario
asistirla. Hay que complementar a esa mirada asistencial su participación efectiva en la
organización para salir de la pobreza y en articulación con la producción” (Ideele 2018).
Si bien es cierto que la pobreza fue y sigue siendo una problemática a nivel latinoamericano y
nacional debido a procesos de transformación económica, social y cultural. El escenario del Perú
nos muestra según el Instituto nacional de Estadística e Informática (INEI) que el 20.2% de la
población del país estuvo en condición de pobreza en el año 2019 siendo una tasa parecida a la
del 2018; es decir, 24 336 ciudadanos cayeron en condición de pobreza durante el 2019.Además,
señalo que 9 de cada 10 peruanos en condición de pobreza se encontraba laborando en un empleo
informal; es decir, que del 94,7% de la población en condición de pobreza tiene un empleo
informal y solo el 5.3% estaba en la formalidad (INEI 2019). Incluso, los jóvenes no están exentos
a esta realidad, como se ha percibido a lo largo del texto, pues aún se encuentran laborando en la
informalidad y según la Encuesta Nacional de Hogares (ENAHO) entre los jóvenes pobres, la
informalidad laboral juvenil alcanzó el 95% en el 2016 (citado en GRADE 2018: 23-24).
Esto quiere decir que, las políticas y programas de asistencialismo implementados por el Estado
peruano, si bien es cierto, se han orientado en ayudar a los jóvenes en condición de pobreza. Sin
embargo, no ha contribuido para aquellos jóvenes que aún continúan desarrollándose e
insertándose en un mercado laboral informal. Asimismo, tampoco genera apoyo hacia aquellos
jóvenes que desean insertarse en un mercado laboral formal.
En este contexto según la Organización Internacional del Trabajo (OIT) indica que la creación de
programas asistencialistas solo se ha enfocado en atender la desigualdad y vulnerabilidad social,
como la situación de pobreza en la que se encuentran los jóvenes, pero los efectos que se da en el
mercado laboral no han sido una prioridad por parte de estos programas. Incluso, gran parte de
estos programas asistencialistas implementados para generar empleo hacia los jóvenes priorizaron
en atender sus diversas situaciones de vulnerabilidad y anteponen, en la actualidad, solo generar
un alivio hacia la pobreza o sostener ingresos frecuentes hacia ellos, pero no para erradicar la
problemática de la informalidad laboral juvenil (OIT 2015: 57-58). Incluso, Grassi sostiene que
las políticas y programas asistencialistas solo han formado parte de la intervención del Estado
para cambiar la forma de condiciones de vida de los pobres y de aliviar sus necesidades básicas,
pero no sirve para combatir la pobreza y en este caso la informalidad laboral juvenil. Además,
señala que esta problemática no se soluciona con programas asistenciales, sino a partir de la
creación de oportunidades económicas como crear empleos donde los jóvenes puedan insertarse
de manera adecuada, construir escuelas públicas y hospitales (citado en Baraibar 2009: 143-145).
Por otro lado, a pesar del esfuerzo por parte del Estado peruano en implementar políticas y
programas asistencialistas considera que ha contribuido en atender sus condiciones de
vulnerabilidad de los jóvenes. Esto quiere decir, que el Estado ha tomado en cuenta la realidad
del nuevo sujeto joven para su inclusión social y su inserción en el mercado laboral formal
mediante la creación de programas asistencialistas como Pronabec y Jóvenes a la obra. Esto lo
denota la Contraloría General de la República que señala las políticas y programas sociales o
asistencialistas cuya finalidad es mejorar las condiciones de vida de la población y disminuir la
pobreza. Para ello la implementación de diversas políticas y programas asistencialistas que realiza
el Estado tiene como objetivo reducir la vulnerabilidad, reforzar capacidades y generar
oportunidades de empleos. Además, los programas sociales, mencionados anteriormente, han
permitido que gran cantidad de la población peruana entre ellos jóvenes peruanos accedan a
empleos y oportunidades que se les ofrece (2008: 11-16).
Sin embargo, al parecer esto no se evidencia por parte del Estado, ya que al momento de crear
políticas y programas de asistencialismo no ha tomado en cuenta las diferentes transiciones que
el joven ha pasado. Según Canclini, afirma que a causa de la globalización al atravesar sus vidas
de estos jóvenes genera una revisión y reorganización de su ámbito socio-cultural. Esto, a su vez,
ha traído como consecuencia la construcción de una nueva identidad en su estructura social y
económica; por ejemplo, crisis en la escuela, desigualdad en el mercado laboral y medios como
agencia de socialización privilegiada, temas que deben ser estudiados e incluidos al implementar
estos programas (citado por Balardini; 2002: 5).
Por ello, en este sentido, los jóvenes en la actualidad siguen demandando más y mejores
oportunidades para satisfacer sus necesidades individuales en sus diferentes ámbitos como la
educación y el trabajo. En el caso de Perú, según los jóvenes también se encuentran comprendidos
en la realidad, mencionada por Canclini, pues a pesar de la implementación de políticas y
programas asistenciales no se ha tomado en cuenta las transiciones que el joven ha pasado como
la diferenciación social entre jóvenes pobres frente a los de la clase media, la ausencia de la figura
paterna lo cual afecta al joven que está en búsqueda de su identidad masculina. Además, en cuanto
a la maternidad temprana, esta es producto de violencia en la vida de las jóvenes. Igualmente, en
la escuela, la cultura de la calle se inserta con más protagonismo y la convivencia que se crea se
imposibilita a causa de la indisciplina y agresión lo que conlleva a que el estudiante renuncie a su
educación y así buscar otras alternativas en la sociedad (Balardini 2002: 9-15). Esto trae consigo
que los jóvenes se inserten en un mercado informal para subsistir en su vida cotidiana.
Esta problemática que se ha venido percibiendo a lo largo del texto, se evidencia en la
implementación de programas asistenciales por el Estado peruano las cuales son soluciones
superfluas que no benefician completamente al joven peruano en su inserción a la formalización
laboral. Esto se refleja en los siguientes programas asistencialistas: “Pronabec” y “jóvenes a la
obra”.
En primer lugar, el Programa Nacional de Becas y Crédito Educativo (PRONABEC), a cargo del
Ministerio de Educación (MINEDU) desde el 2012 responsable del monitoreo y gestión del
programa. De esta manera, PRONABEC tiene como finalidad de aportar igualdad en la educación
superior, promoviendo su acceso con permanencia y culminación para las y los jóvenes de bajos
recursos económicos sobre todo con un alto rendimiento académico. Es decir, el programa
mediante sus productos como las diversas becas y créditos educativos ha logrado ofrecer a los
jóvenes con alto potencial académico, en condición de pobreza o pobreza extrema, la oportunidad
de una educación superior y de esta manera contribuir al país (MEF: 5). Sin embargo, este
programa no incluye en su totalidad a todos los jóvenes peruanos, pues esto se refleja según la
Estadística de la Calidad Educativa (ESCALE) que 3 de cada 10 jóvenes accede a educación
superior en el Perú y el hecho que no estudien dificulta su acceso a un trabajo estable y formal.
Posteriormente, esto trae como consecuencias que muchos jóvenes entre 15 y 29 años se inserten
en trabajos informales con condiciones precarias (citado en USMP 2019). Esto pone en evidencia,
que este programa al ser dirigidos solamente hacia jóvenes talentosos con un gran alto
rendimiento académico excluye a otros que no pueden acceder a estas becas para una educación
superior. A consecuencia de lo anterior, optan por la búsqueda de otras oportunidades en un
empleo informal.
Además, las evaluaciones de diseño y Ejecución Presupuestal (EDEP) cuyo objetivo tiene analizar
la gestión y desempeño con eficacia, calidad y eficiencia, encontró problemas con el diseño y la
implementación. Por ejemplo, la inserción de los jóvenes becarios en el mercado laboral
demuestra que el programa no cuenta con objetivos que acredite la integración de actividades que
apoye, impulse y monitoree de manera adecuada la inserción de los becarios al mercado laboral
(MEF: 16-17). A pesar que, según el Ministerio de Educación (MINEDU) busca por parte del
becario egresado que obtenga cualidades laborales entre ellas la capacidad de insertarse en la
formalidad (MINEDU 2016: 9). Este programa Pronabec, específicamente, en el caso de Beca 18
al tener gran impacto en la vida de los jóvenes se crea en ellos una nueva perspectiva de su futuro
y que deberán afrontar por ellos mismos. No obstante, el Estado al no tomar en consideración el
incremento poblacional de becarios, igualmente, la demanda de becarios que egresan de sus
centros de estudios que buscarán insertarse en un limitado mercado laboral, donde además el 70%
labora en empleos informales. Esto supone que los y las jóvenes competirán con más jóvenes que
siguen saliendo de universidades e institutos. Consecuentemente, dada a la falta de oportunidades
laborales optan hacia una búsqueda que tenga mayor acceso para ellos como es la informalidad
la cual satisface sus necesidades (Cotler 2016: 57-58).
Por otro lado, tenemos el programa social “Jóvenes a la obra” que consiste en la formación y
capacitación de jóvenes entre los 15 y 29 años para así facilitar el acceso de ellos al mercado
laboral formal. Este programa tiene la finalidad de ofrecer formación técnica de forma gratuita
(MTPE).
Sin embargo, según Varela el programa, anteriormente mencionado, al contribuir con las
competencias básicas para la inserción de jóvenes en el mercado laboral, ellos solo permanecen
por un corto periodo en la empresa. La situación anterior, se debe porque los jóvenes optan por
abandonar su posición laboral en la que se encontraban, ya que diversos factores constituyen en
su vida como problemas familiares, estrés, presión por parte de la empresa, inmadurez entre otros.
Además, indicó que el 11% de los jóvenes manifestaron abandonar su puesto de trabajo porque
estaban disconformes con la remuneración que recibían por parte de las empresas. En este
contexto, sostiene que la inconformidad se despliega del hecho que los jóvenes tienen que
adecuarse a las normas; es decir, los descuentos que se realizan hacia su pago con respecto a la
ley (Varela 2018: 123-124).
Finalmente, los jóvenes buscan otra oportunidad donde se les puedan pagar una remuneración
mayor tal es el caso de trabajos informales o generar su propio trabajo informal, donde no se les
ofrecen ningún tipo de beneficio social para aquellos jóvenes que desertaron de su empleo donde
laboraban. Lo anteriormente mencionado denota que el Estado debe realizar un seguimiento a los
jóvenes insertados en el mercado laboral, aunque sea durante los tres primeros meses.
En conclusión, lo citado denota que siguen existiendo demandas que no son atendidas por el
Estado peruano, a pesar del transcurrir del tiempo, el conocimiento de la realidad anteriormente
expuesta y de la existencia de algunas políticas y programas asistencialistas que no han podido
solucionar la problemática de la informalidad laboral juvenil a pesar de la gravedad que trae
consigo hacia los jóvenes del Perú. Tales son los casos, que se expusieron, como Pronabec y
Jóvenes a la obra los cuales demuestra que han sido soluciones superficiales con la finalidad de
erradicar la pobreza, pero no ha priorizado la inserción de estos jóvenes hacia un mercado decente.
Adicionalmente, la falta de atención hacia la realidad de los jóvenes, confirma que los programas
asistencialistas creados con la finalidad de contribuir a su ayuda han sido solamente paliativos
hacia la problemática de la informalidad. Incluso, muchos de ellos se han encontrado en la
exclusión social a causa de una preferencia hacia jóvenes con un “alto rendimiento” y no hacia
aquellos que no han podido obtenerlo por diversas transiciones, mencionadas, y por lo tanto se
han visto en la obligación de desempeñarse en un empleo informal. Por ello, el Estado peruano
tiene la responsabilidad de orientar y crear nuevas políticas donde incluya de manera social a
todos los jóvenes en un mejor mercado laboral de calidad tomando en cuenta la realidad en la que
se encuentran y no solo impulsar programas asistencialistas los cuales como se ha percibido no
han funcionado en su totalidad para los jóvenes peruanos.
Mejoras en la parte contraargumentativa, con respecto a lo presentado en el Avance 2, pero igual
hay ajustes que hacer. Debes ejercitarte más en la gestión de la información en un texto
argumentativo, pues, por momentos, esta te desborda y el hilo argumentativo se torna difuso y tu
redacción menos clara.
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