A TRAVES DE LA HISTORIA, LA EUCARISTÍA DA VIDA E IDENTIDAD A LA IGLESIA (Octubre y noviembre 2020) Nos preguntamos: ¿Qué sentido hay en conocer la historia y el desarrollo de la Eucaristía? La respuesta es simple: conociendo su pasado podremos comprender el significado de la Eucaristía actual, y cuanto más aprendamos sobre su origen y desarrollo, tanto más aprenderemos a apreciarla y a amarla. LA PALABRA DE DIOS Según el Antiguo Testamento, el pueblo de Dios se reunía delante del Arca de la Alianza que contenía las tablas de la Ley de Dios y el vaso del maná, pan ácimo sin levadura que evocaba la huida de Egipto, y que era comida de salvación y liberación para el pueblo. Se sacrificaba un cordero y su sangre, lanzada por los sacerdotes, borraba los pecados del pueblo. Según el Nuevo Testamento, la Misa fue instituida por Jesús durante la Última Cena con sus apóstoles. Fue Jesús quien instituyó el sacrificio eucarístico de su Cuerpo y Sangre en la Última Cena como memorial de su muerte y Resurrección, ordenando a sus apóstoles celebrarla hasta que vuelva, de manera que a través de la Eucaristía se le reciba a Él mismo como alimento. Luego, Jesús resucitado quiso confirmar la celebración de la Eucaristía un día después de su Resurrección cuando, camino hacia Emaús, encontró a dos de sus discípulos y accedió a la invitación de ellos para compartir la cena. Los dos discípulos reconocieron a Jesús cuando, a mitad de la cena, bendijo el pan y el vino y lo compartió con ellos (Lucas 24:13-35). Esta ceremonia en el camino a Emaús marcó el orden litúrgico a seguir en nuestra Iglesia Católica. Primero la Palabra de Dios y luego el banquete eucarístico. Los primeros cristianos se reunían diariamente y escuchaban las enseñanzas de los apóstoles. Pero, pronto surgieron 2 temas que originaron la confrontación entre cristianos con paganos y judíos. - El primero fue la acusación de los paganos contra los cristianos diciendo que estos practicaban el canibalismo. Esto fue debido a las palabras de Jesús relacionadas con el rito eucarístico: “Esto es mi cuerpo… este es el cáliz de mi Sangre… Si no comen la Carne del Hijo del hombre y no beben su Sangre…” (Jn 6). Los paganos creían que ser cristiano era participar de unos ritos extraños, hasta que los Santos Padres las interpretaron para los paganos, demostrando su significado cristiano. - El segundo surgió debido a la celebración del Día del Señor. Mientras que los judíos siempre han mantenido que ese día debe ser el sábado, en el cristianismo se considera que el Día del Señor debe ser siempre el domingo, ya que este fue el día de la Resurrección de Jesús. Tal es así, que desde los primeros cristianos el domingo ha sido el día de reunión litúrgica, donde se escucha la Escritura y se celebra la Eucaristía, con el fin de comulgar el Cuerpo y la Sangre del Señor Jesús. Ya la primera comunidad cristiana: “perseveraban en la doctrina de los apóstoles y en la comunión, en la fracción del pan y en las oraciones” (Hch 2:42). San Pablo siempre reveló su preocupación por transmitir de forma precisa la liturgia, subrayando la importancia de la doctrina de la presencia real, indicando al mismo tiempo las consecuencias en no creer en la Eucaristía: “Todo el que come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condena” (1 Cor. 11:29). SEGÚN NUESTRA TRADICIÓN La celebración de la Eucaristía de los primeros cristianos se basaba tanto en los ritos como en las Sagradas Escrituras. Jesús instituyó la Eucaristía durante la cena pascual y su acción eucarística se perfeccionará con su propio sacrificio pascual. Esta conexión era clara para los primeros cristianos. Desde el inicio de la Iglesia, la celebración de la Eucaristía, siempre fue una gran preocupación, porque era y es el centro de la vida cristiana y lo que, al mismo tiempo, da identidad a los seguidores de Cristo. 1. LA DIDAJÉ El escrito cristiano más antiguo que ha llegado hasta nuestros días es un manual litúrgico, parecido a un misal, el cual se titula Didajé, que en griego significa Enseñanzas, y que también se le conoce como Doctrina del Señor a las naciones del mundo por medio de los Doce Apóstoles. La Didajé se escribió en Antioquía, entre los años 50 al 110 d.C. La Didajé utiliza 4 veces la palabra Sacrificio para describir la Eucaristía. De la Didajé aprendimos que el día habitual de la liturgia es el Día del Señor, y que era costumbre arrepentirse de los propios pecados antes de recibir la Eucaristía: “En cuanto al Día del Señor, una vez reunidos partan el pan y den gracias después de haber confesado sus pecados, para que su sacrificio sea puro” (cap. 4, vers. 1). Sobre el modo de realizar el Sacrificio eucarístico, la Didajé ofrece una plegaria eucarística, tal como se manifiesta en el siguiente verso: 1. “Así como este trozo estaba disperso por los montes y reunido se ha hecho uno, así también reúne a tu Iglesia de los confines de la tierra en tu Reino. Porque tuya es la gloria y el poder por los siglos por medio de Jesucristo. Nadie coma ni beba de esta Eucaristía, a no ser los bautizados en el nombre del Señor” (Cap. 9, vers. 4). 2. SAN IGNACIO DE ANTIOQUÍA Otro testimonio de la celebración de la Eucaristía, de los primeros cristianos es del año 107. San Ignacio, obispo de Antioquía, escribió acerca de la Eucaristía mientras viajaba, camino de su martirio: "Tengan cuidado, de tener sólo una Eucaristía. Pues sólo hay una Carne de nuestro Señor Jesucristo, y un cáliz para mostrar en adelante la unidad de su Sangre; un único altar, como hay un solo obispo junto con los sacerdotes y diáconos, mis consiervos" (carta a los cristianos de Filadelfia). En su carta a la Iglesia de Esmirna, Ignacio arremete contra los herejes que estaban negando la doctrina: "Se mantienen alejados de la Eucaristía, porque no confiesan que la Eucaristía es la Carne de nuestro Salvador Jesucristo". Instruye sobre la liturgia: "Que sea considerada una Eucaristía apropiada la que es administrada por el obispo o por uno al que se lo haya confiado". 3. SAN JUSTINO En el año 155, san Justino, escribió una carta al emperador Antonino Pío describiendo lo que reconocemos como Eucaristía: "El día que se llama día del sol tiene lugar la reunión en un mismo sitio de todos los que habitan en la ciudad o en el campo. Se leen las memorias de los Apóstoles y los escritos de los profetas... Cuando el lector ha terminado, el que preside toma la palabra para exhortar a la imitación de tan bellas cosas. Luego nos levantamos todos y juntos oramos por nosotros y por todos los demás donde quiera que estén, a fin de que seamos hallados justos en nuestra vida y en nuestras acciones, y seamos fieles a los mandamientos para alcanzar así la salvación eterna. Cuando termina esta oración nos damos la paz unos a otros… Luego se lleva al que preside a los hermanos pan y una copa de agua y de vino mezclados. El presidente los toma y eleva alabanza y gloria al Padre del universo, por el nombre del Hijo y del Espíritu Santo, y da gracias largamente porque hayamos sido juzgados dignos de estos dones. Cuando terminan las oraciones y las acciones de gracias, todo el pueblo presente pronuncia una aclamación diciendo: ‘Amén’… Cuando el que preside ha hecho la acción de gracias y el pueblo le ha respondido, los que entre nosotros se llaman diáconos distribuyen a todos los que están presentes pan, vino y agua eucaristizados y los llevan a los ausentes" (San Justino, Apología, 1, 6567). Cada obispo era responsable de la celebración de la Eucaristía en su territorio y en diferentes regiones desarrollaron su propio estilo de práctica litúrgica: siríaca, romana, galicana, etc. Es digno de subrayar, cuánto conservaron en común todas estas liturgias siendo variadas. Las iglesias siguieron a San Pablo a la hora de transmitir las palabras que transforman el pan y el vino en el Cuerpo y la Sangre de Cristo: "Esto es mi Cuerpo... éste es el cáliz de mi Sangre". (San Justino). 4. HIPÓLITO DE ROMA Hacia el 215, Hipólito de Roma escribió su obra: “Tradición Apostólica”, en la que estableció las enseñanzas litúrgicas que la Iglesia de Roma había conservado desde los Apóstoles, donde propone un guion para la celebración de la liturgia Eucarística. Del cual hemos heredado (Ritual Romano). 5. Siglos IV a VIII En este tiempo la Iglesia se masificó, por lo que la Eucaristía salió de las casas y pasó a celebrarse en basílicas. Y dado que el emperador acudía a ella, apareció el rito de entrada con procesión. Al mismo tiempo las celebraciones pasaron a ser con mucha gente, perdiéndose la asamblea en comunidades y donde todos se conocían. De esta forma el Sacerdote tomó más relevancia. Además, en esta época, se instauró la práctica de la confesión individual, que aprovechaba la confesión como una oportunidad para catequizar y corregir a los cristianos que no vivían de acuerdo a su fe. Muchos nuevos cristianos apenas eran catequizados y entendían erróneamente la Eucaristía. 6. Siglos VIII – XVI Debido a que el latín empezó a derivar en lenguas diferentes y que el pueblo cristiano estaba poco catequizado, la liturgia de la palabra no se comprendía: el valor de la Palabra de Dios se había perdido entre el pueblo. Esto llevó a la introducción de oraciones durante la misa que los fieles podían rezar mientras observaban lo que ocurría en el altar. También se dio énfasis al misterio del sacrificio de Cristo, pues los fieles entendían que con sólo mirar al altar donde algo grande pasaba en él, era suficiente (comunión de mirada). Por otro lado, se empiezan a cometer abusos en las misas, como la misa solitaria, con ritos o disposiciones supersticiosas, etc. Además, los fieles no se acercaban a comulgar, ni a la confesión. Contra estas dos cosas, el concilio de Letrán (1123), declaró: “Todo fiel… después que hubiere llegado a los años de discreción, confiese él solo por lo menos una vez al año todos sus pecados al sacerdote, y procure cumplir según sus fuerzas la penitencia que le impusiere, recibiendo en Pascua, la Eucaristía. 7. CONCILIO DE TRENTO (1545 – 1563) Lutero, viendo los abusos que se cometían y tratando de volver a los orígenes bíblicos de la Eucaristía, eliminó el sentido de la Eucaristía como paso del Señor, Sacramento y Sacrificio. Sin embargo, con su reforma, que incluía también la de la Eucaristía, arrastra a una gran parte de la cristiandad al error. Así pues, el Concilio de Trento trató de atajar los abusos y negar el error de Lutero. Y lo hizo fijando, el canon de la misa, que permaneció casi invariable desde ese momento hasta el Concilio Vaticano II. El concilio de Trento decreta: “Prohíban absolutamente las condiciones de pagos de cualquier especie, los contratos y cuanto se da por la celebración de las Misas […] Después de esto, para que se evite toda irreverencia, ordene cada Obispo en sus diócesis, que no se permita celebrar Misa a ningún sacerdote vago y desconocido. Tampoco permitan que sirva al altar, o asista a los oficios ningún pecador público […] Aparten también de sus iglesias aquellas músicas en que ya con el órgano, ya con el canto se mezclan cosas impuras y lascivas; así como toda conducta secular, conversaciones profanas, paseos y vocerías; para que, precavido esto, pueda con verdad llamarse casa de oración la casa del Señor. Últimamente, para que no se dé lugar a ninguna superstición, prohíban por edictos y con imposición de penas que los sacerdotes celebren fuera de las horas debidas, y que se valgan en la celebración de las Misas de otros ritos que estén aprobadas por la Iglesia […] y enseñen al pueblo cuál es, y de dónde proviene el fruto divino de este sacrosanto sacrificio. Amonesten a su pueblo a que concurran con frecuencia a sus parroquias, por lo menos en los domingos y fiestas más solemnes”. 8. CONCILIO VATICANO II (1962 – 1965) El Concilio de Trento puso énfasis en el sacrificio de Cristo y en la eficacia de los Sacramentos por su esencia. Sin embargo, perdió de vista los signos externos propios de los primeros siglos, que hacían presente el paso de Dios, la importancia de la Palabra y la asamblea. Por eso, el Concilio Vaticano II, trató de recuperar los signos propios de la liturgia de la Palabra, el uso de la lengua del pueblo para facilitar la comprensión, la asamblea reunida en el altar, la oración de los fieles, el rito de la paz, la comunión con las dos especies y la participación de los fieles en la liturgia. Es decir, trató de recuperar algunos de los signos de la celebración original. Esto ha dado lugar a una celebración litúrgica más cercana al pueblo; pero también ha dado lugar a algunos abusos propios de la ignorancia de todo lo que la Eucaristía significa. Es por ello que es necesaria una formación permanente, según lo que el Vaticano II ha restaurado para la Iglesia, como por ejemplo: “el catecumenado de adultos, dividido en diversos grados”. Dicho proceso de formación cristiana lo estamos realizando en la tercera etapa de nuestro Plan Pastoral de “Renovada Evangelización Diocesana” (RED), profundizando en la doctrina de los sacramentos. En estos tres últimos años lo estamos haciendo en la Eucaristía, entendido como milagro de comunión para la misión, es decir, que estamos llamados a reconocer que en este Sacramento nos unimos a Cristo para darlo a conocer con nuestra vida, participando en las diversas estructuras de comunión y misión que nos ofrece la Iglesia. El Documento de Aparecida nos dice: “El encuentro con Cristo en la Eucaristía suscita el compromiso de la evangelización y el impulso a la solidaridad; despierta en el cristiano el fuerte deseo de anunciar el Evangelio y testimoniarlo en la sociedad para que sea más justa y humana…solo de la Eucaristía brotará la civilización del amor que transforma…” (Discurso inaugural, N° 4) Para dialogar: ¿Cómo serían nuestras parroquias si todas las familias y agentes pastorales amáramos y viviéramos la Eucaristía? PAN COMPARTIDO, PEQUEÑA COMUNIDAD UNIDA. (Diciembre 2020 – Enero 2021) 1.- NUESTRA REALIDAD: Estamos viviendo tiempos difíciles que nos desafían en nuestro proceso de evangelización, por ejemplo: Migración constante de las familias de las zonas rurales a la ciudad, en muchas zonas de la sierra solo quedan pocas familias; indiferencia a Dios y a la Iglesia, divisionismo, corrupción que impide el desarrollo de nuestros pueblos y que contamina a la sociedad…todo esto como que ha llevado a los agentes pastorales al desánimo y al pesimismo, diciendo que ya no se puede hacer nada porque nadie quiere participar en la Iglesia ni mucho menos asumir responsabilidades; algunos hacen pobres comentarios sobre nuestro Plan Pastoral, diciendo que es un plan “obsoleto” que no responde a la problemática que vivimos, por lo tanto hay que cambiar la manera de evangelizar. Pero vale preguntarnos, ¿el plan de evangelización que tenemos como Diócesis realmente no responde a los nuevos retos? ¿No será más bien que nosotros los agentes pastorales estamos perdiendo el entusiasmo y el interés de trabajar con el plan de conjunto? ¿O será más bien que poco lo entendemos? ¿o nos estamos olvidando de lo que significa el don sagrado de nuestra vocación? La verdad es que estamos descuidando de aprovechar todas las potencialidades que ofrece nuestro Plan Pastoral, sobre todo, la pastoral comunitaria, que implica organizar y preparar creativamente las Fiestas de Fraternidad y las Pequeñas comunidades, que es la manera de llegar a todos con el mensaje cristiano, motivando a todas las familias a que se sientan Iglesia, poniendo sus dones y talentos al servicio de la comunión y misión. Asimismo somos testigos de que gran parte de nuestra Diócesis, sobre todo, las provincias de Ayabaca y Huancabamba, están siendo amenazadas por las empresas transnacionales que están buscando con todas las estrategias explotar los recursos minerales y naturales, generando mal estar en la población y causando divisionismo y enfrentamientos de violencia entre hijos de un mismo pueblo, cobrando vidas humanas. Por otro lado, el relativismo religioso va haciendo mucho daño a la fe cristiana. Muchos viven al margen de Dios y de la Iglesia. No creen y no entienden, por ejemplo, que los sacramentos son encuentros de fe con el Señor que renueva la vida y nos pide compromiso de trabajar por su reino de paz y de justicia. En estos tres últimos años estamos profundizando en el Sacramento de la Eucaristía, entendido como milagro de comunión para la misión. Pero todavía a muchos nos falta dar ese paso de conversión personal y comunitario, para vivirlo como impulso de renovación de las diferentes estructuras de participación y evangelización que nos ofrece la Iglesia. ILUMINACIÓN BÍBLICA DOCTRINAL: 1.- Eucaristía, signo de unidad de la Iglesia: El apóstol San Pablo expresa claramente que la Eucaristía es signo de unidad de la Iglesia de esta manera: “La copa de bendición que bendecimos, ¿no es comunión con la sangre de Cristo? El pan que partimos, ¿no es comunión con el cuerpo de Cristo? Uno es el pan y uno es el cuerpo que todos formamos porque todos compartimos el único pan” (1Cor. 10, 16 – 17) En la Eucaristía participamos todos de una misma mesa. Si participamos, si comemos de una mesa se da por razón de la mesa, una unidad simbólica entre todos los comensales. Además, la comida es el pan formado por muchos granos y sin embargo es uno, simboliza la unidad de la Iglesia; muchos miembros, pero una sola Iglesia. El vino formado por muchos racimos, sin embargo, es un solo vino, simboliza la unidad de la Iglesia formada por muchos y sin embargo, es una sola. La misma asamblea que participa de la Eucaristía presidida por el ministro, es signo de unidad de la Iglesia. En este sentido la Eucaristía es la que crea la unidad, la produce, la realiza. San Juan Pablo II decía: “La Iglesia, mientras peregrina aquí en la tierra, está llamada a mantener y promover tanto la comunión con Dios trinitario como la comunión entre los fieles. Para ello, cuenta con la Palabra y los Sacramentos, sobre todo la Eucaristía, de la cual vive y se desarrolla sin cesar, y en la cual, al mismo tiempo, se expresa a sí misma. No es casualidad que el término comunión se haya convertido en uno de los nombres específicos de este sublime Sacramento” (Eclesia de Eucharistía, N° 34) Si la Eucaristía es fuente y fuerza de unidad de la Iglesia, ¿Por qué entonces muchos bautizados dividen el Cuerpo de Cristo, la Iglesia? Esto es por falta de fe y falta de amor en este don admirable de Dios. “La Eucaristía se manifiesta, pues, como culminación de todos los Sacramentos, en cuanto lleva a perfección la comunión con Dios Padre, mediante la identificación con el Hijo Unigénito, por obra del Espíritu Santo” (Eclesia de Eucharistía, N° 34) Todos los bautizados estamos llamados a ser promotores de la unidad y la comunión del pueblo de Dios, porque las razones que nos unen son más fuertes que las que nos pueden dividir: “Una sola fe, un solo bautismo, un solo Espíritu y un solo Dios Padre de todos, que está sobre todos, entre todos, en todos” (Efesios, 4, 5 – 6) Nunca se debe sobre poner intereses personales, sociales o políticos al proyecto de Dios, porque de lo contrario contradecimos lo que creemos y celebramos. Si hiciéramos de este misterio un encuentro de fe personal y comunitario, nos iríamos transformando en eucaristías vivientes, sanadores de tantas heridas de violencia y divisionismo que todavía sufren nuestras familias y nuestros pueblos. 2.- La Eucaristía renueva nuestras Pequeñas Comunidades: La Eucaristía siempre ha motivado a las familias a la comunión fraterna y ha sido fuente de vida y renovación de toda comunidad cristiana: “Se reunían frecuentemente para escuchar las enseñanzas de los apóstoles, y participar en la vida común, en la fracción del pan y en las oraciones” (Hechos, 2, 42). La comunión de fe, de vida y alegría de las primeras comunidades cristianas, es motivo de esperanza para todos los agentes pastorales de seguir apostando por las Pequeñas Comunidades, y en este aparente cansancio, donde muchos dicen: “ya no se puede”, es urgente hacer nuestra la invitación que los discípulos de Emaús hicieron al Señor: “Quédate con nosotros, Señor, porque atardece y el día ya ha declinado” (Lc, 24, 29) Únicamente Cristo en la Eucaristía nos conforta y anima para a anunciar la alegría de su resurrección a todos nuestros hermanos, a través de las Fiestas de Fraternidad y de las Pequeñas comunidades. Cuanto más organizamos este nivel comunitario de nuestro Plan Pastoral, mejor será la respuesta de fe de las familias integrándose a participar en la Iglesia. La Eucaristía es fuente de vida que une y renueva las Pequeñas Comunidades, para que se conviertan cada vez más en el “ámbito propicio de la escucha de la Palabra de Dios, para vivir la fraternidad, para animar en la oración, para profundizar procesos de formación en la fe y para fortalecer el exigente compromiso de ser apóstoles en la sociedad de hoy. Ellas son lugares de experiencia cristiana y evangelización que, en medio de la situación cultural que nos afecta, secularizada y hostil a la Iglesia, se hace todavía mucho más necesarias” (DA, 307). Así sean pocas las familias que se reúnan a orar y compartir la Palabra de Dios, la fe nos anima a creer que ahí está presente el Señor: “Donde hay dos o tres reunidos en mi nombre, yo estoy en medio de ellos” (Mt. 18, 20). Además, debemos tener en claro que trabajar con las Pequeñas Comunidades, es de alguna manera dar una respuesta a la crisis vocacional que sufre nuestra Iglesia en la actualidad porque “ellas mismas son fuente segura de vocaciones al sacerdocio, a la vida religiosa, a la vida laical con especial dedicación al apostolado. A través de las Pequeñas Comunidades se podría llegar a los alejados, a los indiferentes y a los que alimentan descontento o resentimiento frente a la Iglesia” (DA, 310) La Eucaristía es fiesta de alegría en el Señor, porque es encuentro con Cristo vivo que da sentido a nuestro ser y a nuestro obrar. En Él encontramos amor pleno y misericordia que cambia y da sentido a la vida. Zaqueo era cobrador de impuestos y muy rico porque había sido medio “corrupto” en su trabajo; pero el encuentro personal y comunitario con Jesús, cambia su vida y su vida familiar (Lc 19, 1ss) De la misma manera las familias que se encuentran con Cristo a través de su Palabra, la oración y la Eucaristía reunidas en pequeña comunidad, se transforman en vida que renuevan la Parroquia y la comunidad zonal. Es bonito ver cuando en las Fiestas de Fraternidad las familias se organizan y distribuyen responsabilidades por Pequeñas Comunidades, haciendo que la celebración se convierta en fiesta de fe y de alegría. Es la Eucaristía que se transforma en vida de comunión fraterna en todas las familias. Para dialogar: ¿Por qué es importante seguir promoviendo las pequeñas comunidades en nuestra parroquia? ¿Qué es lo que más dificulta el trabajo en este nivel de pastoral comunitaria? 3.- La Eucaristía impulsa a las Pequeñas Comunidades a ser comunidades proféticas: La Eucaristía no es mera repetición del gesto de Jesús, no es mero rito. Las comunidades no dividen la fe y el compromiso transformador. La Eucaristía es un momento fuerte de compartir la Palabra y el Pan, es también el momento de compartir la vida, de denunciar las injusticias y tomar una posición firme por la justicia del Reino de Dios. La dimensión profética y liberadora de la Eucaristía no está solamente en lo que se denuncie o anuncie en la homilía sino también en la participación verdaderamente igualitaria y con el compromiso con los más vulnerables de nuestros pueblos. La Eucaristía debe ser semilla de un mundo más justo y fraterno, y de una Iglesia comunión, donde todos nos sintamos familia. Las Pequeñas Comunidades no dejan que la Iglesia se olvide de eso: que todos podamos ser considerados hermanos con derechos iguales y con posibilidad de poner nuestros dones al servicio de la comunión y misión. Todo esto brota de la Pascua de Jesús y de la Misión de Jesús. No puede haber Eucaristía sin justicia. Las Pequeñas Comunidades que celebran y viven de la Eucaristía, están llamadas a defender los derechos de los más pobres y a promover la defensa de la creación – la casa común – ante un mundo tan amenazante por la destrucción de la naturaleza, no con violencia, sino mediando para que se imponga el diálogo antes que la fuerza, “y haciendo pequeñas acciones cotidianas y educando a las familias hasta conformar un estilo de vida” (LS, 211) Dialogar: Como Pequeña Comunidad, ¿qué acciones concretas podemos hacer para cuidar creación de Dios? TAREA PASTORAL Con esta breve reseña de la historia de la Eucaristía, pretendemos que se puedan comprender un poco mejor los motivos por los que la Eucaristía actual es como es, y por qué y en qué ha variado desde la última cena de Jesús. Pero lo fundamental no es conocer al detalle estas cosas, sino aprender a vivir con fe y amor la Pascua y el Sacrificio de Cristo en cada Eucaristía, que es donde Jesús se nos da como alimento espiritual y nos fortalece para seguir firmes en nuestra misión pastoral. Es urgente una conversión pastoral, de tal manera que asumamos con amor nuestro Plan Pastoral, porque es un plan que a través de sus cinco niveles nos ayuda a llevar el mensaje cristiano a todas las familias de nuestra Diócesis. Algunos dicen que hay que cambiar de plan, pero eso no es la solución. El secreto está en no romper la comunión con Dios que da sentido a nuestra vocación, trabajando junto a los demás con entusiasmo y alegría en todo lo que hacemos en nuestra misión. El Papa Francisco nos dice: “La reforma de estructuras que exige la conversión pastoral solo puede entenderse en este sentido: Procurar que todas ellas se vuelvan más misioneras, que la pastoral ordinaria sea más expansiva y abierta, que coloque a todos los agentes pastorales en constante actitud de salida y favorezca así la respuesta positiva de todos aquellos a quienes Jesús convoca a su amistad” (EG, 27) Debemos gastar todas las fuerzas y los medios en organizar cada día mejor la pastoral en nuestras parroquias. Jesús cuando dijo a sus discípulos: “Vayan, que yo los envío como ovejas entre lobos…por el camino no saluden a nadie” (Lc 10, 3 – 4), quería decirles que no pierdan el tiempo en cosas secundarias, sino ir a cumplir lo más pronto y con fidelidad la misión encomendada: Anunciar la Buena Noticia a todas las familias de los diferentes pueblos y hacer más discípulos. Nosotros para esto hemos sido consagrados, convocados y enviados para cumplir la misión encomendada por el Señor. Debemos cuidar que la Visita Pastoral a las zonas no se reduzca solamente a la celebración de la Misa y otros sacramentos, sino que sea realmente una verdadera fiesta de fraternidad e integración con sus tres momentos: liturgia o Misa – Asamblea zonal - y convivencia, donde participen todas las familias e instituciones de la comunidad. Es el momento para acompañar al pueblo de Dios y sentirse uno más en la comunidad. Compartiendo con las familias se evangeliza más que dando largos sermones. Celebrar la Eucaristía con las familias de cada Pequeña Comunidad, es la mejor manera de animarles en su fe; es una bonita oportunidad para reorganizarlas y formarlas en su ministerio. Esto exige dedicación y un poquito de esfuerzo en el trabajo pastoral. - Se puede reflexionar en Grupos: ¿Qué podemos hacer concretamente para que la Eucaristía sea el centro de la comunión en la familia, en la zona, en la parroquia?... - Canto: Eucaristía CNF # 85