Subido por JC Casvar

SAJ 49 2020.

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A TRAVES DE LA HISTORIA, LA EUCARISTÍA DA VIDA E IDENTIDAD A LA
IGLESIA
(Octubre y noviembre 2020)
Nos preguntamos: ¿Qué sentido hay en conocer la historia y el desarrollo de la
Eucaristía? La respuesta es simple: conociendo su pasado podremos comprender
el significado de la Eucaristía actual, y cuanto más aprendamos sobre su origen y
desarrollo, tanto más aprenderemos a apreciarla y a amarla.
LA PALABRA DE DIOS
Según el Antiguo Testamento, el pueblo de Dios se reunía delante del Arca de la
Alianza que contenía las tablas de la Ley de Dios y el vaso del maná, pan ácimo
sin levadura que evocaba la huida de Egipto, y que era comida de salvación y
liberación para el pueblo. Se sacrificaba un cordero y su sangre, lanzada por los
sacerdotes, borraba los pecados del pueblo.
Según el Nuevo Testamento, la Misa fue instituida por Jesús durante la Última
Cena con sus apóstoles. Fue Jesús quien instituyó el sacrificio eucarístico de su
Cuerpo y Sangre en la Última Cena como memorial de su muerte y Resurrección,
ordenando a sus apóstoles celebrarla hasta que vuelva, de manera que a través
de la Eucaristía se le reciba a Él mismo como alimento.
Luego, Jesús resucitado quiso confirmar la celebración de la Eucaristía un día
después de su Resurrección cuando, camino hacia Emaús, encontró a dos de sus
discípulos y accedió a la invitación de ellos para compartir la cena. Los dos
discípulos reconocieron a Jesús cuando, a mitad de la cena, bendijo el pan y el
vino y lo compartió con ellos (Lucas 24:13-35). Esta ceremonia en el camino a
Emaús marcó el orden litúrgico a seguir en nuestra Iglesia Católica. Primero la
Palabra de Dios y luego el banquete eucarístico.
Los primeros cristianos se reunían diariamente y escuchaban las enseñanzas de los
apóstoles. Pero, pronto surgieron 2 temas que originaron la confrontación entre
cristianos con paganos y judíos.
- El primero fue la acusación de los paganos contra los cristianos diciendo que
estos practicaban el canibalismo. Esto fue debido a las palabras de Jesús
relacionadas con el rito eucarístico: “Esto es mi cuerpo… este es el cáliz de mi
Sangre… Si no comen la Carne del Hijo del hombre y no beben su Sangre…” (Jn
6). Los paganos creían que ser cristiano era participar de unos ritos extraños,
hasta que los Santos Padres las interpretaron para los paganos, demostrando su
significado cristiano.
- El segundo surgió debido a la celebración del Día del Señor. Mientras que los
judíos siempre han mantenido que ese día debe ser el sábado, en el cristianismo
se considera que el Día del Señor debe ser siempre el domingo, ya que este fue el
día de la Resurrección de Jesús. Tal es así, que desde los primeros cristianos el
domingo ha sido el día de reunión litúrgica, donde se escucha la Escritura y se
celebra la Eucaristía, con el fin de comulgar el Cuerpo y la Sangre del Señor Jesús.
Ya la primera comunidad cristiana: “perseveraban en la doctrina de los apóstoles
y en la comunión, en la fracción del pan y en las oraciones” (Hch 2:42). San
Pablo siempre reveló su preocupación por transmitir de forma precisa la liturgia,
subrayando la importancia de la doctrina de la presencia real, indicando al
mismo tiempo las consecuencias en no creer en la Eucaristía: “Todo el que come
y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condena” (1 Cor. 11:29).
SEGÚN NUESTRA TRADICIÓN
La celebración de la Eucaristía de los primeros cristianos se basaba tanto en los
ritos como en las Sagradas Escrituras. Jesús instituyó la Eucaristía durante la cena
pascual y su acción eucarística se perfeccionará con su propio sacrificio pascual.
Esta conexión era clara para los primeros cristianos.
Desde el inicio de la Iglesia, la celebración de la Eucaristía, siempre fue una gran
preocupación, porque era y es el centro de la vida cristiana y lo que, al mismo
tiempo, da identidad a los seguidores de Cristo.
1. LA DIDAJÉ
El escrito cristiano más antiguo que ha llegado hasta nuestros días es un manual
litúrgico, parecido a un misal, el cual se titula Didajé, que en griego significa
Enseñanzas, y que también se le conoce como Doctrina del Señor a las naciones
del mundo por medio de los Doce Apóstoles.
La Didajé se escribió en Antioquía, entre los años 50 al 110 d.C. La Didajé utiliza
4 veces la palabra Sacrificio para describir la Eucaristía. De la Didajé aprendimos
que el día habitual de la liturgia es el Día del Señor, y que era costumbre
arrepentirse de los propios pecados antes de recibir la Eucaristía: “En cuanto al
Día del Señor, una vez reunidos partan el pan y den gracias después de haber
confesado sus pecados, para que su sacrificio sea puro” (cap. 4, vers. 1).
Sobre el modo de realizar el Sacrificio eucarístico, la Didajé ofrece una plegaria
eucarística, tal como se manifiesta en el siguiente verso:
1. “Así como este trozo estaba disperso por los montes y reunido se ha hecho
uno, así también reúne a tu Iglesia de los confines de la tierra en tu Reino.
Porque tuya es la gloria y el poder por los siglos por medio de Jesucristo. Nadie
coma ni beba de esta Eucaristía, a no ser los bautizados en el nombre del
Señor” (Cap. 9, vers. 4).
2. SAN IGNACIO DE ANTIOQUÍA
Otro testimonio de la celebración de la Eucaristía, de los primeros cristianos es
del año 107. San Ignacio, obispo de Antioquía, escribió acerca de la Eucaristía
mientras viajaba, camino de su martirio: "Tengan cuidado, de tener sólo una
Eucaristía. Pues sólo hay una Carne de nuestro Señor Jesucristo, y un cáliz para
mostrar en adelante la unidad de su Sangre; un único altar, como hay un solo
obispo junto con los sacerdotes y diáconos, mis consiervos" (carta a los cristianos
de Filadelfia).
En su carta a la Iglesia de Esmirna, Ignacio arremete contra los herejes que
estaban negando la doctrina: "Se mantienen alejados de la Eucaristía, porque no
confiesan que la Eucaristía es la Carne de nuestro Salvador Jesucristo". Instruye
sobre la liturgia: "Que sea considerada una Eucaristía apropiada la que es
administrada por el obispo o por uno al que se lo haya confiado".
3. SAN JUSTINO
En el año 155, san Justino, escribió una carta al emperador Antonino Pío
describiendo lo que reconocemos como Eucaristía: "El día que se llama día del sol
tiene lugar la reunión en un mismo sitio de todos los que habitan en la ciudad o
en el campo. Se leen las memorias de los Apóstoles y los escritos de los
profetas... Cuando el lector ha terminado, el que preside toma la palabra para
exhortar a la imitación de tan bellas cosas. Luego nos levantamos todos y juntos
oramos por nosotros y por todos los demás donde quiera que estén, a fin de que
seamos hallados justos en nuestra vida y en nuestras acciones, y seamos fieles a
los mandamientos para alcanzar así la salvación eterna. Cuando termina esta
oración nos damos la paz unos a otros… Luego se lleva al que preside a los
hermanos pan y una copa de agua y de vino mezclados. El presidente los toma y
eleva alabanza y gloria al Padre del universo, por el nombre del Hijo y del
Espíritu Santo, y da gracias largamente porque hayamos sido juzgados dignos de
estos dones. Cuando terminan las oraciones y las acciones de gracias, todo el
pueblo presente pronuncia una aclamación diciendo: ‘Amén’… Cuando el que
preside ha hecho la acción de gracias y el pueblo le ha respondido, los que entre
nosotros se llaman diáconos distribuyen a todos los que están presentes pan,
vino y agua eucaristizados y los llevan a los ausentes" (San Justino, Apología, 1,
6567).
Cada obispo era responsable de la celebración de la Eucaristía en su territorio y
en diferentes regiones desarrollaron su propio estilo de práctica litúrgica: siríaca,
romana, galicana, etc. Es digno de subrayar, cuánto conservaron en común todas
estas liturgias siendo variadas.
Las iglesias siguieron a San Pablo a la hora de transmitir las palabras que
transforman el pan y el vino en el Cuerpo y la Sangre de Cristo: "Esto es mi
Cuerpo... éste es el cáliz de mi Sangre". (San Justino).
4. HIPÓLITO DE ROMA
Hacia el 215, Hipólito de Roma escribió su obra: “Tradición Apostólica”, en la
que estableció las enseñanzas litúrgicas que la Iglesia de Roma había conservado
desde los Apóstoles, donde propone un guion para la celebración de la liturgia
Eucarística. Del cual hemos heredado (Ritual Romano).
5. Siglos IV a VIII
En este tiempo la Iglesia se masificó, por lo que la Eucaristía salió de las casas y
pasó a celebrarse en basílicas. Y dado que el emperador acudía a ella, apareció el
rito de entrada con procesión. Al mismo tiempo las celebraciones pasaron a ser
con mucha gente, perdiéndose la asamblea en comunidades y donde todos se
conocían. De esta forma el Sacerdote tomó más relevancia. Además, en esta
época, se instauró la práctica de la confesión individual, que aprovechaba la
confesión como una oportunidad para catequizar y corregir a los cristianos que
no vivían de acuerdo a su fe. Muchos nuevos cristianos apenas eran catequizados
y entendían erróneamente la Eucaristía.
6. Siglos VIII – XVI
Debido a que el latín empezó a derivar en lenguas diferentes y que el pueblo
cristiano estaba poco catequizado, la liturgia de la palabra no se comprendía: el
valor de la Palabra de Dios se había perdido entre el pueblo. Esto llevó a la
introducción de oraciones durante la misa que los fieles podían rezar mientras
observaban lo que ocurría en el altar. También se dio énfasis al misterio del
sacrificio de Cristo, pues los fieles entendían que con sólo mirar al altar donde
algo grande pasaba en él, era suficiente (comunión de mirada). Por otro lado, se
empiezan a cometer abusos en las misas, como la misa solitaria, con ritos o
disposiciones supersticiosas, etc.
Además, los fieles no se acercaban a comulgar, ni a la confesión. Contra estas dos
cosas, el concilio de Letrán (1123), declaró: “Todo fiel… después que hubiere
llegado a los años de discreción, confiese él solo por lo menos una vez al año
todos sus pecados al sacerdote, y procure cumplir según sus fuerzas la penitencia
que le impusiere, recibiendo en Pascua, la Eucaristía.
7. CONCILIO DE TRENTO (1545 – 1563)
Lutero, viendo los abusos que se cometían y tratando de volver a los orígenes
bíblicos de la Eucaristía, eliminó el sentido de la Eucaristía como paso del Señor,
Sacramento y Sacrificio. Sin embargo, con su reforma, que incluía también la de
la Eucaristía, arrastra a una gran parte de la cristiandad al error. Así pues, el
Concilio de Trento trató de atajar los abusos y negar el error de Lutero. Y lo hizo
fijando, el canon de la misa, que permaneció casi invariable desde ese momento
hasta el Concilio Vaticano II.
El concilio de Trento decreta: “Prohíban absolutamente las condiciones de pagos
de cualquier especie, los contratos y cuanto se da por la celebración de las Misas
[…] Después de esto, para que se evite toda irreverencia, ordene cada Obispo en
sus diócesis, que no se permita celebrar Misa a ningún sacerdote vago y
desconocido. Tampoco permitan que sirva al altar, o asista a los oficios ningún
pecador público […] Aparten también de sus iglesias aquellas músicas en que ya
con el órgano, ya con el canto se mezclan cosas impuras y lascivas; así como
toda conducta secular, conversaciones profanas, paseos y vocerías; para que,
precavido esto, pueda con verdad llamarse casa de oración la casa del Señor.
Últimamente, para que no se dé lugar a ninguna superstición, prohíban por
edictos y con imposición de penas que los sacerdotes celebren fuera de las horas
debidas, y que se valgan en la celebración de las Misas de otros ritos que estén
aprobadas por la Iglesia […] y enseñen al pueblo cuál es, y de dónde proviene el
fruto divino de este sacrosanto sacrificio. Amonesten a su pueblo a que
concurran con frecuencia a sus parroquias, por lo menos en los domingos y
fiestas más solemnes”.
8. CONCILIO VATICANO II (1962 – 1965)
El Concilio de Trento puso énfasis en el sacrificio de Cristo y en la eficacia de los
Sacramentos por su esencia. Sin embargo, perdió de vista los signos externos
propios de los primeros siglos, que hacían presente el paso de Dios, la
importancia de la Palabra y la asamblea. Por eso, el Concilio Vaticano II, trató de
recuperar los signos propios de la liturgia de la Palabra, el uso de la lengua del
pueblo para facilitar la comprensión, la asamblea reunida en el altar, la oración
de los fieles, el rito de la paz, la comunión con las dos especies y la participación
de los fieles en la liturgia. Es decir, trató de recuperar algunos de los signos de la
celebración original.
Esto ha dado lugar a una celebración litúrgica más cercana al pueblo; pero
también ha dado lugar a algunos abusos propios de la ignorancia de todo lo que
la Eucaristía significa. Es por ello que es necesaria una formación permanente,
según lo que el Vaticano II ha restaurado para la Iglesia, como por ejemplo: “el
catecumenado de adultos, dividido en diversos grados”. Dicho proceso de
formación cristiana lo estamos realizando en la tercera etapa de nuestro Plan
Pastoral de “Renovada Evangelización Diocesana” (RED), profundizando en la
doctrina de los sacramentos. En estos tres últimos años lo estamos haciendo en la
Eucaristía, entendido como milagro de comunión para la misión, es decir, que
estamos llamados a reconocer que en este Sacramento nos unimos a Cristo para
darlo a conocer con nuestra vida, participando en las diversas estructuras de
comunión y misión que nos ofrece la Iglesia. El Documento de Aparecida nos
dice: “El encuentro con Cristo en la Eucaristía suscita el compromiso de la
evangelización y el impulso a la solidaridad; despierta en el cristiano el fuerte
deseo de anunciar el Evangelio y testimoniarlo en la sociedad para que sea más
justa y humana…solo de la Eucaristía brotará la civilización del amor que
transforma…” (Discurso inaugural, N° 4)
Para dialogar: ¿Cómo serían nuestras parroquias si todas las familias y agentes
pastorales amáramos y viviéramos la Eucaristía?
PAN COMPARTIDO, PEQUEÑA COMUNIDAD UNIDA.
(Diciembre 2020 – Enero 2021)
1.- NUESTRA REALIDAD: Estamos viviendo tiempos difíciles que nos desafían en
nuestro proceso de evangelización, por ejemplo: Migración constante de las
familias de las zonas rurales a la ciudad, en muchas zonas de la sierra solo
quedan pocas familias; indiferencia a Dios y a la Iglesia, divisionismo, corrupción
que impide el desarrollo de nuestros pueblos y que contamina a la
sociedad…todo esto como que ha llevado a los agentes pastorales al desánimo y
al pesimismo, diciendo que ya no se puede hacer nada porque nadie quiere
participar en la Iglesia ni mucho menos asumir responsabilidades; algunos hacen
pobres comentarios sobre nuestro Plan Pastoral, diciendo que es un plan
“obsoleto” que no responde a la problemática que vivimos, por lo tanto hay
que cambiar la manera de evangelizar. Pero vale preguntarnos, ¿el plan de
evangelización que tenemos como Diócesis realmente no responde a los nuevos
retos? ¿No será más bien que nosotros los agentes pastorales estamos perdiendo
el entusiasmo y el interés de trabajar con el plan de conjunto? ¿O será más bien
que poco lo entendemos? ¿o nos estamos olvidando de lo que significa el don
sagrado de nuestra vocación? La verdad es que estamos descuidando de
aprovechar todas las potencialidades que ofrece nuestro Plan Pastoral, sobre
todo, la pastoral comunitaria, que implica organizar y preparar creativamente las
Fiestas de Fraternidad y las Pequeñas comunidades, que es la manera de llegar a
todos con el mensaje cristiano, motivando a todas las familias a que se sientan
Iglesia, poniendo sus dones y talentos al servicio de la comunión y misión.
Asimismo somos testigos de que gran parte de nuestra Diócesis, sobre todo, las
provincias de Ayabaca y Huancabamba, están siendo amenazadas por las
empresas transnacionales que están buscando con todas las estrategias explotar
los recursos minerales y naturales, generando mal estar en la población y
causando divisionismo y enfrentamientos de violencia entre hijos de un mismo
pueblo, cobrando vidas humanas.
Por otro lado, el relativismo religioso va haciendo mucho daño a la fe cristiana.
Muchos viven al margen de Dios y de la Iglesia. No creen y no entienden, por
ejemplo, que los sacramentos son encuentros de fe con el Señor que renueva la
vida y nos pide compromiso de trabajar por su reino de paz y de justicia. En
estos tres últimos años estamos profundizando en el Sacramento de la Eucaristía,
entendido como milagro de comunión para la misión. Pero todavía a muchos
nos falta dar ese paso de conversión personal y comunitario, para vivirlo como
impulso de renovación de las diferentes estructuras de participación y
evangelización que nos ofrece la Iglesia.
ILUMINACIÓN BÍBLICA DOCTRINAL:
1.- Eucaristía, signo de unidad de la Iglesia: El apóstol San Pablo expresa
claramente que la Eucaristía es signo de unidad de la Iglesia de esta manera: “La
copa de bendición que bendecimos, ¿no es comunión con la sangre de Cristo? El
pan que partimos, ¿no es comunión con el cuerpo de Cristo? Uno es el pan y
uno es el cuerpo que todos formamos porque todos compartimos el único pan”
(1Cor. 10, 16 – 17)
En la Eucaristía participamos todos de una misma mesa. Si participamos, si
comemos de una mesa se da por razón de la mesa, una unidad simbólica entre
todos los comensales. Además, la comida es el pan formado por muchos granos
y sin embargo es uno, simboliza la unidad de la Iglesia; muchos miembros, pero
una sola Iglesia. El vino formado por muchos racimos, sin embargo, es un solo
vino, simboliza la unidad de la Iglesia formada por muchos y sin embargo, es
una sola. La misma asamblea que participa de la Eucaristía presidida por el
ministro, es signo de unidad de la Iglesia. En este sentido la Eucaristía es la que
crea la unidad, la produce, la realiza.
San Juan Pablo II decía: “La Iglesia, mientras peregrina aquí en la tierra, está
llamada a mantener y promover tanto la comunión con Dios trinitario como la
comunión entre los fieles. Para ello, cuenta con la Palabra y los Sacramentos,
sobre todo la Eucaristía, de la cual vive y se desarrolla sin cesar, y en la cual, al
mismo tiempo, se expresa a sí misma. No es casualidad que el
término comunión se haya convertido en uno de los nombres específicos de este
sublime Sacramento” (Eclesia de Eucharistía, N° 34)
Si la Eucaristía es fuente y fuerza de unidad de la Iglesia, ¿Por qué entonces
muchos bautizados dividen el Cuerpo de Cristo, la Iglesia? Esto es por falta de fe
y falta de amor en este don admirable de Dios. “La Eucaristía se manifiesta, pues,
como culminación de todos los Sacramentos, en cuanto lleva a perfección la
comunión con Dios Padre, mediante la identificación con el Hijo Unigénito, por
obra del Espíritu Santo” (Eclesia de Eucharistía, N° 34)
Todos los bautizados estamos llamados a ser promotores de la unidad y la
comunión del pueblo de Dios, porque las razones que nos unen son más fuertes
que las que nos pueden dividir: “Una sola fe, un solo bautismo, un solo Espíritu
y un solo Dios Padre de todos, que está sobre todos, entre todos, en todos”
(Efesios, 4, 5 – 6)
Nunca se debe sobre poner intereses personales, sociales o políticos al proyecto
de Dios, porque de lo contrario contradecimos lo que creemos y celebramos. Si
hiciéramos de este misterio un encuentro de fe personal y comunitario, nos
iríamos transformando en eucaristías vivientes, sanadores de tantas heridas de
violencia y divisionismo que todavía sufren nuestras familias y nuestros pueblos.
2.- La Eucaristía renueva nuestras Pequeñas Comunidades: La Eucaristía siempre
ha motivado a las familias a la comunión fraterna y ha sido fuente de vida y
renovación de toda comunidad cristiana: “Se reunían frecuentemente para
escuchar las enseñanzas de los apóstoles, y participar en la vida común, en la
fracción del pan y en las oraciones” (Hechos, 2, 42). La comunión de fe, de vida
y alegría de las primeras comunidades cristianas, es motivo de esperanza para
todos los agentes pastorales de seguir apostando por las Pequeñas Comunidades,
y en este aparente cansancio, donde muchos dicen: “ya no se puede”, es urgente
hacer nuestra la invitación que los discípulos de Emaús hicieron al Señor:
“Quédate con nosotros, Señor, porque atardece y el día ya ha declinado” (Lc,
24, 29) Únicamente Cristo en la Eucaristía nos conforta y anima para a anunciar
la alegría de su resurrección a todos nuestros hermanos, a través de las Fiestas de
Fraternidad y de las Pequeñas comunidades. Cuanto más organizamos este nivel
comunitario de nuestro Plan Pastoral, mejor será la respuesta de fe de las
familias integrándose a participar en la Iglesia.
La Eucaristía es fuente de vida que une y renueva las Pequeñas Comunidades,
para que se conviertan cada vez más en el “ámbito propicio de la escucha de la
Palabra de Dios, para vivir la fraternidad, para animar en la oración, para
profundizar procesos de formación en la fe y para fortalecer el exigente
compromiso de ser apóstoles en la sociedad de hoy. Ellas son lugares de
experiencia cristiana y evangelización que, en medio de la situación cultural que
nos afecta, secularizada y hostil a la Iglesia, se hace todavía mucho más
necesarias” (DA, 307). Así sean pocas las familias que se reúnan a orar y
compartir la Palabra de Dios, la fe nos anima a creer que ahí está presente el
Señor: “Donde hay dos o tres reunidos en mi nombre, yo estoy en medio de
ellos” (Mt. 18, 20). Además, debemos tener en claro que trabajar con las
Pequeñas Comunidades, es de alguna manera dar una respuesta a la crisis
vocacional que sufre nuestra Iglesia en la actualidad porque “ellas mismas son
fuente segura de vocaciones al sacerdocio, a la vida religiosa, a la vida laical con
especial dedicación al apostolado. A través de las Pequeñas Comunidades se
podría llegar a los alejados, a los indiferentes y a los que alimentan descontento
o resentimiento frente a la Iglesia” (DA, 310)
La Eucaristía es fiesta de alegría en el Señor, porque es encuentro con Cristo vivo
que da sentido a nuestro ser y a nuestro obrar. En Él encontramos amor pleno y
misericordia que cambia y da sentido a la vida. Zaqueo era cobrador de
impuestos y muy rico porque había sido medio “corrupto” en su trabajo; pero el
encuentro personal y comunitario con Jesús, cambia su vida y su vida familiar (Lc
19, 1ss) De la misma manera las familias que se encuentran con Cristo a través de
su Palabra, la oración y la Eucaristía reunidas en pequeña comunidad, se
transforman en vida que renuevan la Parroquia y la comunidad zonal. Es bonito
ver cuando en las Fiestas de Fraternidad las familias se organizan y distribuyen
responsabilidades por Pequeñas Comunidades, haciendo que la celebración se
convierta en fiesta de fe y de alegría. Es la Eucaristía que se transforma en vida de
comunión fraterna en todas las familias.
Para dialogar:
 ¿Por qué es importante seguir promoviendo las pequeñas comunidades en
nuestra parroquia?
 ¿Qué es lo que más dificulta el trabajo en este nivel de pastoral
comunitaria?
3.- La Eucaristía impulsa a las Pequeñas Comunidades a ser comunidades
proféticas: La Eucaristía no es mera repetición del gesto de Jesús, no es mero rito.
Las comunidades no dividen la fe y el compromiso transformador. La Eucaristía
es un momento fuerte de compartir la Palabra y el Pan, es también el momento
de compartir la vida, de denunciar las injusticias y tomar una posición firme por
la justicia del Reino de Dios.
La dimensión profética y liberadora de la Eucaristía no está solamente en lo que
se denuncie o anuncie en la homilía sino también en la participación
verdaderamente igualitaria y con el compromiso con los más vulnerables de
nuestros pueblos. La Eucaristía debe ser semilla de un mundo más justo y
fraterno, y de una Iglesia comunión, donde todos nos sintamos familia. Las
Pequeñas Comunidades no dejan que la Iglesia se olvide de eso: que todos
podamos ser considerados hermanos con derechos iguales y con posibilidad de
poner nuestros dones al servicio de la comunión y misión. Todo esto brota de la
Pascua de Jesús y de la Misión de Jesús.
No puede haber Eucaristía sin justicia. Las Pequeñas Comunidades que celebran
y viven de la Eucaristía, están llamadas a defender los derechos de los más
pobres y a promover la defensa de la creación – la casa común – ante un mundo
tan amenazante por la destrucción de la naturaleza, no con violencia, sino
mediando para que se imponga el diálogo antes que la fuerza, “y haciendo
pequeñas acciones cotidianas y educando a las familias hasta conformar un estilo
de vida” (LS, 211)
Dialogar: Como Pequeña Comunidad, ¿qué acciones concretas podemos hacer
para cuidar creación de Dios?
TAREA PASTORAL
 Con esta breve reseña de la historia de la Eucaristía, pretendemos que se
puedan comprender un poco mejor los motivos por los que la Eucaristía
actual es como es, y por qué y en qué ha variado desde la última cena de
Jesús. Pero lo fundamental no es conocer al detalle estas cosas, sino
aprender a vivir con fe y amor la Pascua y el Sacrificio de Cristo en cada
Eucaristía, que es donde Jesús se nos da como alimento espiritual y nos
fortalece para seguir firmes en nuestra misión pastoral.
 Es urgente una conversión pastoral, de tal manera que asumamos con
amor nuestro Plan Pastoral, porque es un plan que a través de sus cinco
niveles nos ayuda a llevar el mensaje cristiano a todas las familias de
nuestra Diócesis. Algunos dicen que hay que cambiar de plan, pero eso no
es la solución. El secreto está en no romper la comunión con Dios que da
sentido a nuestra vocación, trabajando junto a los demás con entusiasmo
y alegría en todo lo que hacemos en nuestra misión.
El Papa Francisco nos dice: “La reforma de estructuras que exige la
conversión pastoral solo puede entenderse en este sentido: Procurar que
todas ellas se vuelvan más misioneras, que la pastoral ordinaria sea más
expansiva y abierta, que coloque a todos los agentes pastorales en
constante actitud de salida y favorezca así la respuesta positiva de todos
aquellos a quienes Jesús convoca a su amistad” (EG, 27)
 Debemos gastar todas las fuerzas y los medios en organizar cada día
mejor la pastoral en nuestras parroquias. Jesús cuando dijo a sus
discípulos: “Vayan, que yo los envío como ovejas entre lobos…por el
camino no saluden a nadie” (Lc 10, 3 – 4), quería decirles que no pierdan
el tiempo en cosas secundarias, sino ir a cumplir lo más pronto y con
fidelidad la misión encomendada: Anunciar la Buena Noticia a todas las
familias de los diferentes pueblos y hacer más discípulos. Nosotros para
esto hemos sido consagrados, convocados y enviados para cumplir la
misión encomendada por el Señor.
 Debemos cuidar que la Visita Pastoral a las zonas no se reduzca solamente
a la celebración de la Misa y otros sacramentos, sino que sea realmente
una verdadera fiesta de fraternidad e integración con sus tres momentos:
liturgia o Misa – Asamblea zonal - y convivencia, donde participen todas
las familias e instituciones de la comunidad. Es el momento para
acompañar al pueblo de Dios y sentirse uno más en la comunidad.
Compartiendo con las familias se evangeliza más que dando largos
sermones.
 Celebrar la Eucaristía con las familias de cada Pequeña Comunidad, es la
mejor manera de animarles en su fe; es una bonita oportunidad para
reorganizarlas y formarlas en su ministerio. Esto exige dedicación y un
poquito de esfuerzo en el trabajo pastoral.
-
Se puede reflexionar en Grupos:
¿Qué podemos hacer concretamente para que la Eucaristía sea el centro de la
comunión en la familia, en la zona, en la parroquia?...
-
Canto: Eucaristía CNF # 85
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