Reflexión Santa Misa 17 de abril “El que viene a mi” Textos de la Palabra: Hech. 8,1-8 Sal. 65,1-3. 4-7 Jn. 6,35-40 1 - Motivaciones para creer. Vaya si no las va suscitando la Palabra en torno al discurso del Pan de Vida. Pero claro, las puede ver como tales, quien está en la búsqueda, el que quiere responderle al Señor. Para quién no cree, todo lo revelado para el bien salvífico del hombre, queda ahí, para quienes como dice la misma Escritura tuvieron oídos y no oyeron, ojos y no vieron. El Señor sigue como insistiendo con verdades profundas, a la efectos de “mover” al hombre a ir a Él. Hasta encontramos en la invitación una apertura de parte del Señor, que llama a la confianza: “El que viene a mi jamás tendrá hambre….” “El que cree en mí jamás tendrá sed…” “El que venga a mí yo no lo rechazaré….” “El que ve al Hijo tiene Vida eterna….” 2 - Movidos por la fe. Pero claro, esto significa el proceso al que referíamos ayer, que no todos están dispuesto a realizar. Algunos hicieron el camino sacramental (recibieron la comunión) esa era su motivación, y ahí se quedaron. Otros por falta de fe no han hecho ningún camino. Otros por otras motivaciones del mundo, no dan lugar a las cosas de Dios. Etc. Por otro lado, está también lo que referíamos oportunamente, el hombre de hoy cree a su manera, a veces en el marco de una religiosidad popular, sin llegar a la verdad del encuentro que nos viene proponiendo el Señor en torno a este discurso de Juan 6. Motivar desde la fe, sustentadas en verdades evangélicas, y no sólo con discursos de razones humanas, que mueven a la conveniencia salvífica para que el hombre vaya a Dios, es parte de la misión de la Iglesia. Disponer la voluntad del hombre a la voluntad de Dios, su querer, que es que “ninguno se pierda”, supone enfrentar el desafío de la obra evangelizadora y catequética que suscite la fe y la adhesión a la propuesta del Señor: “Que el que ve al Hijo y cree en él tenga Vida eterna y que yo lo resucite en el último día”. 3 – La misión. “Por tanto, la Iglesia recibe la fuerza espiritual necesaria para cumplir su misión perpetuando en la Eucaristía el sacrificio de la Cruz y comulgando el cuerpo y la sangre de Cristo. Así, la Eucaristía es la fuente y, al mismo tiempo, la cumbre de toda la evangelización, puesto que su objetivo es la comunión de los hombres con Cristo y, en Él, con el Padre y con el Espíritu Santo” (Ecclesia de eucaristía 22) La responsabilidad que nos cabe a quienes regularmente frecuentamos el “Misterio de nuestra fe” pero no la de muchos, a quienes somos enviados luego de cada eucaristía. Suscitar la fe en Jesús, y en el misterio eucarístico, el volver a hacer el camino como los discípulos de Emaús, imitando al Señor: escuchar a la gente, por qué no recibe a Jesús eucaristía; explicarles las Escrituras para que encuentren fundamentos que los motive; que lleguen a hacer la experiencia en torno a la mesa de la Palabra y del Pan de Vida, es una tarea de todo, en la razón de ser de la iglesia: evangelizar.