GROOMING Qué es En ocasiones, los adultos se hacen pasar por menores en Internet o intentan establecer un contacto con niños y adolescentes que dé pie a una relación de confianza, pasando después al control emocional y, finalmente al chantaje con fines sexuales. A esta práctica se la conoce como grooming, y tiene diversos objetivos: Producción de imágenes y vídeos con connotación o actividad sexual, destinados al consumo propio de pederastas o a redes de abuso sexual a menores. Encuentros en persona con el menor y abuso sexual físico. Explotación sexual y prostitución infantil. En situación Ya hacía tiempo que quedaban casi todas las tardes para chatear. Lidia había conocido a Hugo a través de Instagram y empezaron a hablar. Eran muy parecidos, los dos tenían 14 años, les gustaban los mismos libros, las mismas series y pelis. Fue fácil entablar amistad. Se gustaban y eso llevó a conversaciones más subidas de tono... Un día, él le pidió entre bromas que se levantara la camiseta delante de la webcam. A Lidia le daba vergüenza, pero al final lo hizo. Fueron unos segundos, se puso roja como un tomate y no podía con la risa, pero nunca imaginó los problemas que eso le traería. A la semana siguiente él volvió a sugerir que lo hiciera otra vez, pero ella se negó entre risas. Hugo contestó al segundo, y Lidia no se esperaba algo así: — Pues o lo haces, o envío el vídeo del otro día a todo el mundo. Ella se echó a reír, pero a los pocos segundos paró. Hugo le acababa de enviar el vídeo en el que ella se levantaba la camiseta. No era una broma, le estaba chantajeando: o se desnudaba o lo publicaría y lo vería todo el mundo. ¿Cómo ocurre? Habitualmente el contacto entre ambas partes comienza a través de algún servicio de Internet, preferentemente redes sociales, plataformas de juego o comunidades online. Son servicios muy utilizados por los menores y todos ellos tienen funcionalidades de chat para conversar. El atacante suele utilizar el engaño para facilitar ese primer contacto, creando perfiles falsos con edades y gustos similares a los del menor, de manera que le resulte atractivo e interesante, para que acepte su solicitud de amistad. Puede llegar a proponerle seguir conversando en privado por mensajería instantánea o videollamada, como por ejemplo WhatsApp o Skype. Una vez iniciada esa relación de amistad, ganarán confianza. El objetivo es hacer que el menor se sienta cómodo y comprendido, incluso puede que le engatuse con algún regalo, físico o virtual (un móvil nuevo, dinero, saldo para hablar por teléfono o créditos para su videojuego favorito), o con la promesa de una relación perfecta. De este modo, poco a poco podrán intimar, subir el tono de las conversaciones y conseguir que el menor baje la guardia, para que le confíe una imagen o vídeo comprometido, o algún secreto privado. Esto se utilizará como arma de chantaje: una vez que tiene en su poder material para manipular al menor, le exigirá más imágenes y vídeos, o incluso llegar a un encuentro en persona. Si no cumple con sus deseos, le amenazará con hacer públicos todos esos contenidos comprometidos. ¿Cuáles son las consecuencias? Las consecuencias pueden ser de diferente gravedad dependiendo del alcance del delito, aunque en cualquier caso, el riesgo de daños para el menor es alto: o Abuso y agresión sexual. La petición de imágenes o vídeos de carácter sexual es en sí mismo un abuso. Aunque a veces es el menor el que envía este contenido de forma “voluntaria”, manipulado en cualquier caso por parte del agresor, en otras ocasiones la víctima es chantajeada para que facilite los materiales comprometidos. En último término, el agresor podría llevar a cabo agresiones sexuales físicas comprometiendo la seguridad física y emocional del menor. o Ansiedad y depresión. Entre las consecuencias psicológicas más habituales aparecen la ansiedad y la depresión, presentándose secuelas muy diversas en función del abuso, su duración, el apoyo recibido y otras variables. o Problemas derivados en el rendimiento académico, sociabilidad y afectividad. Enfrentarse a una situación de grooming afecta seriamente a todos los ámbitos de la vida del menor, desde daños a su autoestima y la confianza en sí mismo, hasta la disminución de la concentración y la atención en clase, o la pérdida de amistades. También puede aparecer desinterés por sus actividades de ocio favoritas o dificultades a la hora de relacionarse con otras personas, entre otros. En una situación de grooming, las víctimas tienden a ocultar las consecuencias por sentimientos de vergüenza o culpabilidad. Pueden incluso pensar que la relación que mantienen con el agresor es real, y no ser conscientes de que están siendo o han sido víctimas de un abuso. Prevención Establecer unos hábitos de navegación seguros. Acordar unas normas de uso de Internet en casa favorecerá su responsabilidad y su seguridad al conectarse. Debemos establecer unos horarios de uso y cuál será el lugar para usar esos dispositivos, procurando que sean espacios comunes. Extremar la precaución al conversar online. Para los menores, un desconocido puede dejar de serlo si ya han hablado un par de veces por Internet. Puede incluso que el atacante sea una persona que sí conocen en persona. Por ello, en cualquier conversación online debemos ser cautos a la hora de compartir nuestra información personal y mantenernos alerta: no todo es lo que parece. Evitar prácticas de riesgo. En Internet es bastante fácil que alguien se haga pasar por quien no es. Por ello, es recomendable evitar prácticas como el sexting, así como no contactar o quedar con personas a las que no conocemos en persona. Siempre que alguien proponga un encuentro, comunicárselo a un adulto de confianza. Ser conscientes del uso que hacen de la cámara del móvil o WebCam. Es necesario plantearnos si son suficientemente maduros para tener su propio móvil o dispositivo, con la responsabilidad que eso conlleva. Enviar fotos o realizar videollamadas es un riesgo sobre el que no siempre reflexionan, pueden producir un contenido comprometedor o íntimo sin que ellos sean conscientes de ello. Mientras no se estén usando, las cámaras deben estar tapadas, y sólo utilizarse de forma meditada y con precaución. Comunicación y sensibilización. Hablar con naturalidad del amor y la sexualidad les ayudará a diferenciar las relaciones saludables de las que no lo son. Deben conocer con claridad cómo ocurre una situación de grooming y sus consecuencias para saber cómo protegerse. Además, una buena comunicación nos permitirá conocer sus hábitos en Internet y sus amistades online. Frente a un problema, podrán acudir a nosotros o a un adulto de referencia con el que se sientan cómodos. Acompañamiento y supervisión. El acceso de los menores a Internet debe ser progresivo y contar con el respaldo de un adulto, para que aprendan poco a poco cómo utilizar las nuevas tecnologías de forma segura y responsable. Para los más pequeños, podemos además instalar sistemas de control parental en los dispositivos, para limitar su uso y supervisar su actividad. Cómo reaccionar en caso de problemas Red de apoyo. Deben saber que pueden acudir a los adultos de su confianza en busca de ayuda, ya que se trata de un problema de gravedad. Es el momento de transmitir al menor una actitud de seguridad y madurez para que se sienta protegido. Ser prudentes y mantener la calma. Si el menor ha decidido dar el paso de contarnos lo que está sucediendo, debemos valorar el esfuerzo que eso supone y no dudar o cuestionar sus palabras. No culpabilizar a la víctima y reafirmar nuestro apoyo incondicional. Recoger información. No debemos dejarnos llevar por la situación o actuar irreflexivamente. Contactar con el acosador o borrar información (contenidos enviados, conversaciones, perfiles en redes sociales, etc.) puede dificultar la resolución del problema o incluso agravarlo. Nunca aceptar un chantaje. Si nos encontramos ante un agresor que tiene (o dice tener) alguna información sensible en su poder, nunca debemos ceder a la manipulación, ya que empeorará la situación. Denuncia. Ante una situación de grooming es imprescindible contactar con las Fuerzas y Cuerpos de seguridad. Es un delito complejo y ellos sabrán indicarnos los pasos que debemos seguir. Además, puede haber otros menores afectados por un mismo acosador: con nuestra denuncia nos implicaremos en su detención. Ayuda psicológica. Las consecuencias pueden ser difíciles de afrontar, tanto para el menor como para su familia. El centro de salud y su centro educativo pueden ofrecer apoyo emocional y seguimiento si es necesario. SEXTING Qué es En nuestra sociedad, el sexting empieza a ser un término cada vez más habitual. No es un problema de seguridad en sí mismo, sino una práctica de riesgo, sobre todo cuando implica a los menores de edad. Mediante el sexting, se envían a través del teléfono móvil u otro dispositivo con cámara, fotografías o vídeos producidos por uno mismo con connotación sexual. El riesgo está en que una vez enviados estos contenidos, pueden ser utilizados de forma dañina por los demás. El sexting se distingue de otras prácticas por ciertas características: Voluntariedad. Los mensajes, imágenes y videos son creados conscientemente por sus protagonistas y enviados inicialmente por ellos mismos a otras personas. Carácter sexual. Los contenidos tienen una clara connotación sexual: desnudez o semidesnudez, así como muestra o descripción de actividades sexuales. Uso de dispositivos tecnológicos. Lo más habitual es que utilicen su móvil o smartphone, pero también puede realizarse usando la webcam de la tablet, el ordenador portátil o de sobremesa. En caso de realizarse durante una videollamada o una sesión de chat con webcam se denominaría sexcasting. También es posible que el envío de este tipo de contenidos sea involuntario, ya que otra persona puede utilizar el dispositivo en el que están almacenados (robo o pérdida de móvil, uso sin permiso, etc.) y reenviarlos. También puede ocurrir que una persona sea grabada por otra sin su consentimiento. En ambos casos, los riesgos en lo que respecta a la difusión de ese contenido son similares al sexting. En situación Lucía y Miguel llevan meses mensajeándose por el WhatsApp. Todo empezó por un trabajo de clase, pero poco a poco fueron hablando de temas más personales y tonteando con la idea de algo más. No son novios todavía, pero Lucía está loca por él. Sus amigas le han aconsejado cosas como que “si te gusta más te vale que le des algo antes de que se canse” y “son todos iguales, si no le das lo que busca, encontrará a otra”. Esa noche, su conversación diaria fue un poco más “subidita de tono”, y a la hora de despedirse, Lucía escribió: “Toma guapo, un regalo, te lo mereces por ser tan especial” y le envió una foto. Cuando a Miguel le llegó la foto, no se lo pensó dos veces: cuando sus amigos viesen la foto que Lucía le había mandado sería la envidia de todos. 20 segundos después 6 de sus compañeros de clase ya habían recibido la foto. Otros 2 minutos después, estos se la habían enviado a otros 15. Antes de acostarse, Lucía ya había recibido su propia foto a través de 3 amigas que le avisaban de que estaba circulando por los móviles de todo el instituto. Por qué es un riesgo para los menores Los riesgos de esta práctica comienzan con la divulgación de estas imágenes o vídeos entre personas que no eran los destinatarios. Al tratarse de contenidos íntimos, su difusión conlleva sin duda una pérdida de privacidad, de tal modo que se produce un daño en la reputación de la víctima, deteriorando su imagen pública. El sentimiento de humillación y traición que implica puede provocar falta de confianza en futuras relaciones, además de problemas psicológicos como ansiedad, depresión, etc. Asimismo, esta divulgación también puede acarrear consecuencias más complejas: o Ciberbullying. La humillación pública puede dar pie a conductas de acoso al protagonista, derivando en una situación de ciberacoso. o Extorsión y chantaje. El contenido también puede utilizarse como herramienta de chantaje, solicitando cualquier “recompensa” (económica o de otro tipo) a cambio de no difundirlo. o Grooming y acoso sexual. En los casos de acoso sexual o de acercamiento de adultos a menores con intenciones sexuales es habitual esta extorsión para exigir que se envíen más contenidos, o incluso contacto sexual directo. o Riesgos físicos. Estos contenidos pueden utilizarse por agresores para seleccionar a sus víctimas. En ocasiones los contenidos muestran elementos que ayudan a determinar la localización fácilmente (centro donde estudian, domicilio, geolocalización, etc.) o cuando los metadatos señalan el posicionamiento donde se han grabado. Respecto a las consecuencias legales, dependiendo del papel de cada implicado en esta práctica y de sus edades puede incurrirse en diferentes delitos como: o Exhibicionismo y provocación sexual a menores. o Generación, producción, difusión y tenencia de contenido sobre abuso sexual a menores . o Revelación de secretos y delitos contra la intimidad y el honor. o Delitos contra la libertad sexual. Por qué hacen sexting los menores Despertar sexual. En esta etapa, el desarrollo de su sexualidad comienza a tener un papel importante, pero no siempre está establecida de forma saludable. Para ellos estas prácticas pueden suponer una prueba de confianza en pareja o una manera “más adulta” de flirtear o atraer a alguien. Posicionamiento social. En la adolescencia también es natural buscar la pertenencia al grupo de iguales, la inclusión social y la valoración de los demás. La práctica del sexting puede tener como objetivo presumir ante las amistades o no sentirse excluido. Inconsciencia y exceso de confianza. Los adolescentes suelen minimizar los riesgos a los que se enfrentan e ignorar las repercusiones futuras. Esto les lleva a asumir más riesgos y creer que nunca pasará nada. Falta de cultura de privacidad. Actualmente, en nuestra sociedad existe una creciente tendencia a mostrar la intimidad. Esto les lleva a considerar normales conductas como compartir información que los adultos consideran personal y privada. Impulsividad. Combinada con la rapidez de la interacción a través de Internet, la impulsividad de los menores hace que actúen o respondan rápidamente, sin reflexionar sobre lo que van a hacer y sus posibles consecuencias. Por este motivo, conflictos como rupturas o decepciones sentimentales pueden desencadenar en los adolescentes una difusión precipitada con ánimo de venganza. Expansión de dispositivos móviles. La universalización entre adolescentes de tablets y móviles con cámara y conexión a internet facilita este tipo de prácticas. Prevención y fomento del uso seguro Pretender que ningún menor lleve a cabo este tipo de prácticas puede resultar algo poco realista en la actualidad, cuando desde la sociedad se fomentan roles excesivamente sexualizados y el concepto de privacidad es cada día más confuso. Debido a este contexto, la prevención debe centrarse en la reducción de riesgos y el desarrollo de la capacidad de crítica del menor, para que actúe de forma responsable: Concienciar y promover el cuidado de la privacidad. Es necesario hacerles partícipes de las implicaciones y riesgos que supone no proteger la privacidad, tanto en la actualidad como de cara al futuro, mostrando las consecuencias de forma que comprendan lo que está en juego. No fomentar el sexting ni participar en su difusión. Concienciar a los menores de la peligrosidad de esta práctica, tanto como protagonistas de los contenidos (para valorar si quieren tomar parte), como receptores (para que respeten la confianza otorgada, la privacidad e intimidad de la otra persona). Desarrollar la autoestima y las habilidades sociales. Saber decir no y defender sus argumentos de forma adecuada les permitirá no ceder ante la presión social. Para ello, es positivo promover una autoestima saludable y aprender a valorarse a sí mismos, para no depender de la opinión de los demás. Conocer las opciones de privacidad y seguridad. Configurar correctamente los dispositivos y aplicaciones para evitar perder el control de la información que guardan, haciendo un uso correcto de contraseñas de acceso y almacenando la menor cantidad posible de contenidos de riesgo. Facilitar un ambiente de confianza. Para que el menor sea capaz de pedir ayuda y consejo cuando lo necesite, es importante mantener la comunicación familiar acerca de estas problemáticas. Esta confianza ayudará a una resolución rápida de los problemas e incluso a evitar que lleguen producirse. Valorar la edad y madurez necesaria. Debemos valorar si el menor es suficientemente responsable como para utilizar de forma autónoma su propio dispositivo, sin ponerse en riesgo ni caer en prácticas peligrosas. Cómo reaccionar en caso de conflicto Responder con calma. Estamos para apoyarles y ayudarles a resolver el problema, no para reaccionar de manera exagerada o negativa. Todos debemos enfocarnos a buscar una solución y proteger al menor. Contacto con los difusores. Es recomendable contactar, si es posible, con quienes estén difundiendo los contenidos e incluso con quienes los hayan recibido para evitar que se sigan enviando y pedir su eliminación. Asimismo, contactar con el centro educativo puede ser de utilidad, ya que pueden colaborar con asesoramiento y concienciación. Reporte al proveedor de servicios. Para que los contenidos se eliminen en muchos casos es necesario comunicarse con el proveedor de servicio (Instagram, Facebook, Twitter, etc.) alertándoles sobre el caso. Esto no garantiza que alguien no haya hecho alguna copia, pero sí limita en buena medida su difusión. Denuncia. Además, dado que los contenidos incluyen información sensible de menores, es posible que sea necesario denunciar formalmente los hechos ante las Fuerzas y Cuerpos de seguridad, sobre todo en casos de extorsión y grooming. En estos casos, será necesario hacer capturas de pantalla y guardar todas las pruebas. Apoyo psicológico. Las consecuencias derivadas por este tipo de prácticas son graves, y el menor puede necesitar apoyo psicológico y emocional. El centro de salud y su centro educativo pueden ofrecernos orientación si es necesario. PRIVACIDAD Qué es Cuando un menor utiliza Internet proporciona gran cantidad de información sensible sobre sí mismo, construyendo la imagen que encontrarán los demás sobre él en la Red: su identidad digital. La forma en que se maneja toda esa información personal que generamos y publicamos de forma voluntaria en la Internet se conoce como gestión de la privacidad. Es un concepto personal y subjetivo, por ello debemos buscar un equilibrio entre las ventajas que nos ofrece la exposición de información personal y los riesgos asociados. Cuidar nuestra privacidad es cuidar nuestra reputación online, es decir, procurar que nuestra imagen en Internet sea positiva, ya que puede tener serias implicaciones sobre nuestro futuro desarrollo personal y profesional. Al contrario de lo que muchos adultos piensan, los menores sí cuidan su privacidad, pero entendiéndola de una forma diferente: buscan evitar que personas adultas como sus padres y profesores tengan acceso a su información en Internet. Sin embargo, no dan tanta importancia a las consecuencias de sus actos en Internet y les cuesta pensar en términos de futuro. Se trata de establecer qué información queremos mantener al alcance sólo de algunas personas, en un ámbito privado, por nuestra seguridad. Este puede ser más íntimo o más amplio, y limitarse a más o a menos personas según nuestras preferencias. Además, no toda la información (datos personales, imágenes, aficiones, localización,…) que hay sobre nosotros en Internet la hemos publicado conscientemente, también puede tener otras procedencias: Publicación inconsciente. Información que se puede deducir a partir de una publicación propia. Publicación ajena. Datos de un usuario publicados en Internet por otras personas. Publicación automática. Información generada y publicada de forma automática por programas o servicios que los usuarios utilizan (por ejemplo última hora de conexión, sitios web visitados, geolocalización, versión del navegador utilizado, etc.) En situación Laura ha empezado el instituto hace unos días, y como recompensa por este cambio, sus padres le han regalado su primer móvil. Llevaba meses deseando que llegara este momento. Muchos de sus amigos ya tenían uno, y no soportaba tener que usar el móvil de sus padres para mandar mensajes de WhatsApp. Ahora ya tiene total libertad para hablar con quien quiera y cuando quiera… Una de las primeras cosas que quiere hacer es hacerse un perfil en las redes sociales que tienen sus amigos. Decide hacerse unas cuantas fotos divertidas y atrevidas, y publicarlas en sus perfiles: no quiere seguir siendo una niña pequeña… Unas semanas después, le llega un rumor en el Instituto: dicen que una de sus fotos más “atrevidas”, en las que salía en bikini, está circulando por ahí. Después comprueba que es cierto, su foto está en otras páginas de Internet, grupos de WhatsApp, ¡e incluso impresas en papel colgadas por el instituto! Laura se siente humillada, no dejan de difundir las imágenes y llegarle comentarios ofensivos al respecto. La situación está descontrolada. Laura nunca pensó que pudieran hacerle esto, y ahora se arrepiente de no haberlo pensado bien antes de publicar esas imágenes. Está intentando eliminar esos contenidos, pero no es fácil, ya lo tiene todo el instituto… Cómo afecta a los menores Una mala gestión de la información personal en Internet puede acarrear diversas consecuencias para los menores. La pérdida de privacidad es el principal riesgo al compartir información privada, conllevando la exposición pública de la intimidad de los menores. Una vez publicados en Internet, puede resultar difícil borrar esos contenidos, generando más problemas en el futuro. Esto puede suponer además: o Daños en su reputación. Al exponer contenidos privados, estos pueden influir negativamente en la imagen que ofrecen a los demás a través de Internet. o Suplantación de identidad o perfiles falsos. La publicación de información personal y privada puede facilitar la suplantación de identidad (creación de perfiles falsos), simplificando la deducción de contraseñas o preguntas de seguridad que permiten el acceso a cuentas personales. o Riesgos para la seguridad personal. La publicación de información referente a ubicaciones, como domicilios, centros educativos o lugares de ocio habituales, así como horarios o rutinas, puede llegar a acarrear problemas ya que facilita que el menor pueda ser localizado físicamente. o Ciberacoso. Cualquier contenido publicado en Internet puede ser utilizado en un acoso, siendo más grave cuanto más íntima es la información. Un ejemplo de ello es la publicación de confidencias privadas para dañar o ridiculizar a la víctima. o Sexting. Esta práctica de riesgo implica enviar a otra persona contenidos íntimos a través de Internet, como imágenes o vídeos, perdiendo en ese momento el control sobre los mismos. o Grooming. Cuando un adulto trata de establecer relación con un menor a través de Internet teniendo intenciones de carácter sexual, el acercamiento suele incluir episodios de chantaje. El adulto utiliza la información íntima del menor como elemento de extorsión, para que éste acceda a sus deseos bajo la amenaza de hacer pública esa información. o Pérdidas económicas. La información publicada puede facilitar datos de forma indirecta, como horarios, direcciones o nivel adquisitivo, de tal modo que puedan allanar el camino a ladrones y delincuentes. En otros casos puede proporcionar datos para el acceso a cuentas de banca y comercio online. Prevención y fomento del uso seguro La prevención siempre comienza fomentando una comunicación sana con los menores y haciéndoles partícipes de los riesgos a los que se enfrentan al administrar su información personal en Internet. Para ello, es fundamental aprender a diferenciar qué tipo de contenidos pueden ser públicos y cuáles deberíamos mantener en privado. “Pensar antes de publicar” siempre es una buena pauta. Antes de compartir contenido deben reflexionar sobre qué pensará quien lo vea, cómo lo podrá utilizar y qué posibles consecuencias podría tener, tanto en el presente como en el futuro. Fomentando un uso más cuidado y menos impulsivo de su información personal también trabajamos la responsabilidad y la actitud crítica de los menores. Fomentar este pensamiento crítico no sólo incluye pensar en la propia privacidad, sino también en la de los demás. A la hora de compartir información sobre otras personas, es necesario pedir permiso y guardar su intimidad. Además, existen multitud de medidas tecnológicas que nos ayudarán a proteger la información que publicamos: Opciones de privacidad. Configurarlas adecuadamente es imprescindible en cada aplicación o servicio que utilicen los menores. A menudo puede resultarles complejo, por lo que podemos apoyarnos en los centros de ayuda de cada servicio y en los recursos que están a nuestra disposición, como la Guía de Privacidad y Seguridad en Internet de la OSI y la AGPD. Opciones de seguridad. Hoy en día cualquier servicio (redes sociales, servicios online, etc.) o dispositivo (ordenadores, tablets y teléfonos móviles), contiene mucha información privada que debe protegerse. El uso correcto de contraseñas robustas, bloqueo de pantalla, preguntas de seguridad y otras opciones de acceso es esencial para limitar el acceso. Control de contactos y amistades. Es habitual que los menores añadan en sus redes sociales a personas que realmente no conocen, con lo que su información acaba en manos de personas totalmente extrañas. Es importante promover una lista de contactos segura, para que puedan controlar con quién comparten la información. Sincronización. Muchas aplicaciones conectan nuestra cuenta de usuario con otras aplicaciones (como por ejemplo, para tuitear automáticamente las fotos de Instagram). Debemos revisar los permisos de privacidad de cada aplicación, para evitar publicar información no deseada. Uso de equipos públicos. Es recomendable evitar su uso si se va a gestionar información sensible o privada. No obstante, de hacerlo, se recomienda utilizar la opción de navegación privada del navegador, no guardar las contraseñas y cerrar sesión de los servicios al finalizar para evitar que cualquiera que utilice el equipo a continuación pueda acceder a nuestro correo electrónico, redes sociales, banca online, etc. Selección de aplicaciones y redes sociales. Es importante leer las condiciones y permisos de cada servicio para saber si son adecuadas o suponen una amenaza para la privacidad. Esta situación también aparece al utilizar aplicaciones de terceros dentro de otros servicios, como juegos en redes sociales. Cómo reaccionar en caso de conflicto Apoyo al menor. Es fundamental reaccionar con calma y no culparle de la situación, manteniendo la comunicación y la confianza: cuenta con nuestra ayuda y comprensión. Establecer nuevas medidas de seguridad. Si observamos que existe información privada publicada sin consentimiento, es necesario cambiar las contraseñas de los servicios online utilizados, ya que alguien puede haber accedido a ellos sin permiso. Comunicación. Si otra persona ha difundido información personal del menor, la primera opción es contactar y hacerle ver que esa información es privada y debería borrarla. Reporte al proveedor de servicios. Si el paso anterior no es suficiente, se debe contactar con los responsables del servicio donde se ha publicado para que tomen medidas. Denuncia. Ante una situación de ciberacoso, grooming, o suplantación de identidad, así como problemas derivados de la práctica del sexting, es importante contactar con las Fuerzas y Cuerpos de seguridad. El centro de salud y su centro educativo pueden ofrecer al menor apoyo psicológico y emocional si es necesario. VAMOS A JUGAR https://www.cybereduca.com/ ¿Quieres prevenir el ciberacoso en las redes? No publiques nunca estos 5 datos PantallasAmigas abril 16, 2019 Ciberbullying, Prevención Las redes sociales se han convertido en un diario compartido y abierto al público, máxime cuando nuestros perfiles no son privados. A menudo, publicamos imágenes que contienen más información de la que realmente queríamos dar e incluso a veces, sin darnos cuenta, permitimos a la plataforma desvelar datos sensibles de nuestra intimidad. ¿Te acuerdas de esa foto de ti y tus amigos frente a la puerta del instituto que subiste a ‘Instagram Stories’ hace unos días? Puede que, casi sin pretenderlo, hayas insinuado a tus contactos dónde y a qué hora aproximada pueden encontrarte. Debes tener cuidado con los motivos identificativos que puedan aparecer en las imágenes que compartes. Distintivos como un uniforme, un cartel, el nombre o el logotipo de un establecimiento o una pared característica pueden llevar a adivinar sin problema la ubicación donde te encuentras. Si a esto le sumamos la hora de publicación, cualquiera puede construirse una pequeña idea de tu rutina. Dependiendo de las manos en las que caiga, la información que publicamos puede utilizarse para hacernos daño. También puede crear situaciones desagradables en entornos académicos o laborales, e incluso poner nuestra vida en peligro. Evita compartir estas cinco cosas Si no quieres que tu móvil se convierta en un foco de insultos o que te esperen a la salida de tu urbanización, te recomendamos que evites publicar estos cinco datos en tus perfiles sociales a toda costa: Tu fecha de nacimiento A excepción de tus seres queridos, quienes por supuesto ya conocen tu cumpleaños, a nadie le importa qué día naciste. Ubicación actual Aunque las redes sociales te permiten ubicar cada contenido que compartes en la dirección donde te encuentras, te aconsejamos que no cedas a la oferta. No, al menos, si te encuentras ahí en el momento de la publicación o se trata de un lugar que frecuentas asiduamente. Guárdate este tipo de información para aquellas personas con las que te gustaría disfrutar de ese momento o de tu íntima confianza. Evitarás ponerte en riesgo de que te acosen o coincida misteriosamente contigo alguien que no es de tu entero agrado. La dirección de tu domicilio Resérvate tus señas para amistades o familiares de confianza. Dejar saber a cualquiera en las redes dónde vives sólo incentivará que aquellos a los que no les sobran las buenas intenciones merodeen por los alrededores de tu casa y conozcan al dedillo cuándo entras y sales. El número de teléfono ¿Por qué facilitarías tu número de teléfono al público? Seguro que no es algo que acostumbres a hacer en el día a día offline. Al hacerlo, estarías poniendo en manos de esos compañero/as que te molestan diariamente otra vía de acoso. También podrías empezar a recibir incontables llamadas de números que no conoces. Los departamentos comerciales estarían frotándose las manos y tu terminal ardería constantemente. Y ya sabemos lo agresivas e insistentes que pueden resultar a veces este tipo de comunicaciones… Tu correo electrónico Si compartes con la comunidad online tu dirección de correo, tu bandeja de entrada probablemente se convierta en un hervidero de spam y otros contenidos no deseados. Además, corres el riesgo de que te envíen mensajes con algún archivo malicioso que consiga infectar tu dispositivo y/o acceder a tu información personal. ¡Compartir! 62 Shares acoso en las redes, acoso escolar, bullying, ciberacoso, ciberacoso entre iguales, ciberbullying, cyberbullying, perfiles públicos, privacidad en las redes, redes sociales Del sexting al suicidio, pasando por el ciberbullying o la sextorsión PantallasAmigas octubre 25, 2012 Artículos, Ciberbullying, Noticias, Sucesos (Artículo de Jorge Flores para SER Consumidor, de la Cadena SER.) Pero, ¿qué es el Sexting? Sexting, en su significado más puro y actual, es la producción de imágenes propias (fotografías o vídeos) de alto contenido erótico o pornográfico y su envío a otra persona mediante el teléfono móvil. Realizar sexting, por lo tanto, no supone un daño en sí mismo para quien lo realiza salvo que su producción o envío pudiera tener consecuencias legales directas, como ocurre en alguno de estos casos donde, por ejemplo, la imagen: puede ser calificada de pornografía infantil. incluye otras personas que no han consentido su producción o difusión. es de alto voltaje y enviada a menores o incapaces. ¿Por qué es una práctica de riesgo? Pongamos el caso de una mujer adulta que genera un vídeo íntimo de sí misma, donde puede ser reconocida, y lo envía a su pareja con el deseo y convencimiento de que no será compartido con nadie. Los problemas pueden comenzar cuando esas imágenes llegan a otras personas, son publicadas online, o están en manos de un chantajista que, en ocasiones, puede incluso ser el destinatario original del envío. Si la fotografía o grabación alcanza difusión pública, bien por haber sido publicada en Internet, bien porque se ha distribuido entre smartphones de forma profusa se produce una primera afectación del honor, la intimidad y la propia imagen. Este problema en muchas ocasiones viene aderezado con hostigamiento social que, en el caso de una persona pública como Olvido Hormigos, alcanza incluso repercusión mediática. En los incidentes con personas menores de edad suele adquirir la forma de ciberbullying. Cuando las imágenes llegan a manos de un chantajista, el problema sería el de la sextorsión, esto es, la solicitud de determinadas concesiones (dinero, imágenes, mantenimiento de relaciones sexuales o sentimentales…) a cambio de que la comprometida grabación no sea publicada online o enviada al círculo relacional de su protagonista. Otras prácticas con similares consecuencias Existen otras situaciones que, sin constituir sexting, a la postre nos ponen directamente en uno de los casos anteriores: imágenes íntimas y privadas en manos de terceros. Pueden ser imágenes delicadas producidas pero no enviadas de forma voluntaria sino robadas, como ya ha ocurrido, por ejemplo, con intrusiones en los smartphones o activación mediante malware de la webcam. También es común el caso en el que se practica cibersexo o se muestran actitudes sexuales o desnudos vía webcam y quien está al otro lado de la pantalla graba de forma permanente un show que cuyo protagonista pensaba era temporal y privado. También pueden ser imágenes cedidas de forma voluntaria por medio de engaños u obligatoria bajo presiones y amenazas. Este es el caso de Amanda Todd, adolescente de 15 años que se acabó suicidando el pasado 10 de octubre víctima de ciberbullying sustentado en unas imágenes de sus pechos que mostró por la webcam. La crueldad de una parte de su entorno de relaciones, potenciada por el alcance de Internet y las redes sociales, acabó con ella. Violencia sexual digital y reformas legislativas Las estadísticas y las consultas nos dicen que en mayor medida son las mujeres, adolescentes y jóvenes, quienes sufren las consecuencias de la existencia de imágenes íntimas en manos inadecuadas. La sextorsión, por lo general, se traduce en solicitudes de tipo sexual. Se trata de violencia de género en la Red, es violencia sexual digital. Constituye un fenómeno alarmante y creciente al que esperamos contribuyan a poner freno las recientes reformas propuestas para el código penal que solicitan un año de cárcel por difusión de imágenes íntimas aun cuando la grabación de las mismas hubiera sido consentida. Información y recursos educativos sobre temas relacionados: Sexting Sextorsión Cyberbullying Violencia Sexual Digital Uso de la webcam Cuidado de la imagen ¡Compartir! adolescentes, amanda todd, chantaje, ciberbullying, ciberdelitos, código penal, consejos, españa, expertos, honor, imagen, intimidad, jorge flores, legislación, menores, niños, olvido hormigos, pantallasamigas, peligros, pornografía infantil, riesgos, sexcasting, sexting, sextorsión, smartphones, sucesos, teléfono móvil, webcam ¿Qué es el Ciberbullying? El ciberbullying es el uso de los medios telemáticos (Internet, telefonía móvil y videojuegos online principalmente) para ejercer el acoso psicológico entre iguales. No se trata aquí el acoso o abuso de índole estrictamente sexual ni los casos en los que personas adultas intervienen. ¿Qué no es el ciberbullying? Por tanto tiene que haber menores en ambos extremos del ataque para que se considere ciberbullying: si hay algún adulto, entonces estamos ante algún otro tipo de ciberacoso. Tampoco se trata de adultos que engatusan a menores para encontrarse con ellos fuera de la Red o explotar sus imágenes sexuales. Aunque hay veces en que un/a menor comienza una campaña de ciberbullying que puede acabar implicando a adultos con intenciones sexuales. ¿Cuándo estamos ante un caso de ciberbullying? Estamos ante un caso de ciberbullying cuando un o una menor atormenta, amenaza, hostiga, humilla o molesta a otro/a mediante Internet, teléfonos móviles, consolas de juegos u otras tecnologías telemáticas. Según el Estudio sobre hábitos seguros en el uso de las TIC por los menores publicado por el INTECO en marzo de 2009 el ciberbullying se define como acoso entre iguales en el entorno TIC, e incluye actuaciones de chantaje, vejaciones e insultos de niños a otros niños. ¿Qué tiene que ver el ciberbullying con el bullying o acoso escolar? No son tan similares como podría pensarse. En ambos se da un abuso entre iguales pero poco más tienen que ver en la mayoría de los casos. El ciberbullying atiende a otras causas, se manifiesta de formas muy diversas y sus estrategias de abordamiento y consecuencias también difieren. Sí es bastante posible que el bullying sea seguido de ciberbullying. También es posible que el ciberbullying pueda acabar también en una situación de bullying, pero desde luego esto último sí que es poco probable. ¿Por qué es especialmente grave el ciberbullying? El anonimato, la no percepción directa e inmediata del daño causado y la adopción de roles imaginarios en la Red convierten al ciberbullying en un grave problema. Sinónimos Además de la adaptación del neologismo inglés (cyber-bullying) se utilizan en castellano otros términos para denominar al ciberbullying, combinando el prefijo ciber- o los adjetivos online o virtual con las palabras matonaje, matoneo o abuso, asociadas con la denominación de matones o abusones para los que efectúan el bullying. Así podemos encontrarnos con los siguientes sinónimos de ciberbullying: ciberabuso, cibermantonaje, cibermatoneo; abuso online, mantonaje online, matoneo online; abuso virtual, matonaje virtual, matoneo virtual. Además, en inglés también se utilizan ebullying y online bullying. ¿Cómo se manifiesta el ciberbullying? Las formas que adopta son muy variadas y sólo se encuentran limitadas por la pericia tecnológica y la imaginación de los menores acosadores, lo cual es poco esperanzador. Algunos ejemplos concretos podrían ser los siguientes: Colgar en Internet una imagen comprometida (real o efectuada mediante fotomontajes) datos delicados, cosas que pueden perjudicar o avergonzar a la víctima y darlo a conocer en su entorno de relaciones. Dar de alta, con foto incluida, a la víctima en un web donde se trata de votar a la persona más fea, a la menos inteligente… y cargarle de puntos o votos para que aparezca en los primeros lugares. Crear un perfil o espacio falso en nombre de la víctima, en redes sociales o foros, donde se escriban a modo de confesiones en primera persona determinados acontecimientos personales, demandas explícitas de contactos sexuales… Dejar comentarios ofensivos en foros o participar agresivamente en chats haciéndose pasar por la víctima de manera que las reacciones vayan posteriormente dirigidas a quien ha sufrido la usurpación de personalidad. Dando de alta la dirección de correo electrónico en determinados sitios para que luego sea víctima de spam, de contactos con desconocidos… Usurpar su clave de correo electrónico para, además de cambiarla de forma que su legítimo propietario no lo pueda consultar, leer los mensajes que a su buzón le llegan violando su intimidad. Provocar a la víctima en servicios web que cuentan con una persona responsable de vigilar o moderar lo que allí pasa (chats, juegos online, comunidades virtuales…) para conseguir una reacción violenta que, una vez denunciada o evidenciada, le suponga la exclusión de quien realmente venía siendo la víctima. Hacer circular rumores en los cuales a la víctima se le suponga un comportamiento reprochable, ofensivo o desleal, de forma que sean otros quienes, sin poner en duda lo que leen, ejerzan sus propias formas de represalia o acoso. Enviar menajes amenazantes por e-mail o SMS, perseguir y acechar a la víctima en los lugares de Internet en los se relaciona de manera habitual provocándole una sensación de completo agobio. Decálogo para una víctima de ciberbullying Se ha recorrido ya un largo camino para sensibilizar e informar sobre la amenaza del ciberacoso. Se ha conseguido llamar la atención sobre este fenómeno para movilizar a la ciudadanía y a las diversas administraciones públicas que, en muchos casos y especialmente en el ámbito escolar, han activado planes y recursos preventivos. Sin descuidar lo anterior, porque la lucha es constante, hay que avanzar un paso más y crear recursos y procedimientos para la intervención… ¿qué hacer cuando se produce un caso?. Es preciso establecer tanto servicios de apoyo como protocolos de intervención para la gestión autónoma. Cuando se descubre una situación de este tipo, la comunidad educativa trata de dar una respuesta basada en el conocimiento del bullying tradicional y los planes de convivencia diseñados. Sin embargo, son muchos los matices y diferencias en relación al tradicional acoso escolar y demasiado importantes las consecuencias como para permitirnos el lujo de equivocarnos. Cada minuto que pasa la víctima está a un click de sus acosadores. Intervenir de inmediato y hacerlo de forma adecuada es clave. En ocasiones la iniciativa debe ser de la propia victima y, en todo caso, es precisa su colaboración. Decálogo para una víctima de ciberbullying 1. Pide ayuda. Si eres menor recurre a tu padre o tu madre o, en su defecto, a una persona adulta de confianza. Asegúrate de que esa persona conoce y entiende estas pautas para que ambos podáis remar en el mismo sentido y para que, en su ánimo de protección, no haga cosas que acaben siendo perjudiciales. 2. Nunca respondas a las provocaciones. Hacerlo no te ayuda en nada y, sin embargo, es un estímulo y una ventaja para quienes te acosan. Mantén la calma y no actúes de forma exagerada o impulsiva en ningún caso. 3. No hagas presunciones. Puede que ni las circunstancias ni las personas que parecen implicadas sean como aparentan. Mantén un margen para la duda razonable porque actuar sobre bases equivocadas puede agravar los problemas y crear otros nuevos. 4. Trata de evitar aquellos lugares en los que eres asediado en la medida de lo posible hasta que la situación se vaya clarificando. Si se trata de redes sociales o comunidades online no te será difícil. Si el acoso llega por el teléfono móvil, no descartes cambiar de número. 5. Cuanto más se sepa de ti, más vulnerable eres y más variado e intenso es el daño que pueden causarte. ¿Imaginas una mentira ridiculizándote construida sobre datos privados reales escrita en tu muro? ¿qué pasaría si alguien, haciéndose pasar por ti, insulta a tus amistades?. Es momento, por lo tanto, de cerrar las puertas de tu vida online a personas que no son de plena confianza. Para ello: 1. Evita intrusos. Para ello debes realizar, en orden, estos pasos: Realiza un chequeo a fondo de tu equipo para asegurarte de que no tienes software malicioso (troyanos, spyware…) que puede dar ventajas a quien te acosa. Es importante. Dispones de herramientas gratuitas para ello en la dirección www.osi.es. Cambia las claves de acceso a los servicios online que usas, pero nunca antes de haber realizado el paso anterior. Recuerda que deben ser complejas de adivinar y llevar combinados números y letras. 2. Depura la lista de contactos. Revisa y reduce la lista de contactos que tienes agregados en las redes sociales (o en otros entornos sociales online). 3. Reconfigura las opciones de privacidad de las redes sociales o similares en las que participes y hazlas más estrictas. Asegúrate de que sabes bien cómo funcionan estas opciones y sus implicaciones. 4. Comprueba qué cuentan de ti online. Busca la información sobre ti publicada otras personas y trata de eliminarla si crees que puede ser utilizada para hacerte daño. 5. Repasa la información que publicas y quién puede acceder a ella y poner, a su vez, al alcance de terceras personas. 6. Comunica a tus contactos que no deseas que hagan circular informaciones o fotografías tuyas en entornos colectivos. 7. Ejerce tu derecho sobre la protección de datos personales. Tú decides el uso que se puede hacer de ellos, incluyendo tu fotografía. 6. Guarda las pruebas del acoso durante todo el tiempo, sea cual fuere la forma en que éste se manifieste, porque pueden serte de gran ayuda. Trata también de conocer o asegurar la identidad de los autores pero, en todo caso, sin lesionar los derechos de ninguna persona. 7. Comunica a quienes te acosan que lo que están haciendo te molesta y pídeles, sin agresividad ni amenazas, que dejen de hacerlo. Recuerda que no debes presuponer hechos o personas en tu comunicación, por lo que debes medir muy bien cómo lo haces, sin señalar a nadie en público, pero a la vez tratando de asegurarte de que se entera la persona o personas implicadas. 8. Trata de hacerles saber que lo que están haciendo es perseguible por la Ley en el caso de que el acoso persista. Les puedes sugerir que visiten webs como www.elegales.net o www.ciberbullying.net para que lo comprueben por sí mismos. 9. Deja constancia de que estás en disposición de presentar una denuncia, si a pesar del paso anterior continúa el acecho. Manifiesta que cuentas con pruebas suficientes recopiladas desde el inicio y que sabes cómo y dónde presentarlas. Debes indicar que, si el acecho persiste, te verás obligado a acudir a la policía. 10. Toma medidas legales si la situación de acoso, llegado este punto, no ha cesado. 10 Consejos básicos contra el ciberbullying No contestes a las provocaciones, ignóralas. Cuenta hasta cien y piensa en otra cosa. Compórtate con educación en la Red. Usa la Netiqueta. Si te molestan, abandona la conexión y pide ayuda. No facilites datos personales. Te sentirás más protegido/a. No hagas en la Red lo que no harías a la cara. Si te acosan, guarda las pruebas. Cuando te molesten al usar un servicio online, pide ayuda a su gestor/a. No pienses que estás del todo seguro/a al otro lado de la pantalla. Advierte a quien abusa de que está cometiendo un delito. Si hay amenazas graves, pide ayuda con urgencia. CONTENIDO INAPROPIADO Qué son Nuestros hijos e hijas pueden acceder en Internet a multitud de contenidos perjudiciales para su desarrollo personal. Un ejemplo de estos contenidos son las imágenes o videos perturbadores, las modas que promueven valores negativos, riesgos para la salud o malos hábitos, o las informaciones falsas o carentes de rigor que circulan por la red. Por ello es necesario que velemos para que consuman contenidos ajustados a su madurez, a la vez que les vamos educando en su capacidad crítica y de respuesta. En situación Dani tiene 7 años, y cada fin de semana tiene permiso para jugar una hora con el ordenador. No tiene ordenador en su cuarto, por lo que utiliza el de sus padres, que está en el salón de su casa. Su madre dice que así está más tranquila, sabiendo que, al estar a la vista, no se va a atrever a entrar en páginas web “peligrosas” para su edad. Dani acepta de buen grado esta norma familiar, ya que lo único que le interesa es poder jugar en Internet. Entra en páginas que ofrecen juegos gratuitos, son los que están más de moda. Este sábado quiere probar un juego nuevo que le han recomendado sus amigos. Al entrar en la página, saltan varias ventanas de publicidad. Está acostumbrado, es lo que tiene jugar gratis… así que va cerrando una por una. Hasta que un anuncio le hace abrir los ojos como platos. En la publicidad se muestran imágenes de personas manteniendo relaciones sexuales de forma explícita. Su madre irrumpe en la mesa del ordenador intentando cerrar el anuncio lo antes posible, recriminando al niño por usar el ordenador para buscar “tonterías”. Dani responde que él no ha buscado nada… Cómo afectan a los menores Las consecuencias de la exposición de los menores a este tipo de información son tan variadas como los contenidos a su alcance: o Daños psicológicos y emocionales. El menor posee una madurez y una autoestima en desarrollo, por lo que es más vulnerable a nivel emocional si tropieza con información que no es capaz de asumir o frente a la que no sabe cómo reaccionar, como por ejemplo contenido pornográfico o violento. Estos les pueden resultar demasiado complejos e incluso perturbadores. o Desinformación, manipulación y construcción de falsas creencias. Los contenidos falsos y sin rigor pueden confundir a los menores y son especialmente peligrosos cuando tratan temáticas relacionadas con la salud y la seguridad. o Establecimiento de conductas peligrosas o socialmente inapropiadas. Los menores pueden asumir determinados contenidos como ciertos y positivos, y adoptarlos en forma de conductas o valores dañinos: sexismo, machismo, homofobia, racismo, etc. o Daños para la salud física. Algunos contenidos tienen como objetivo la promoción de desórdenes alimenticios (anorexia y bulimia), conductas de autolesión o consumo de drogas. Otros pueden animar a los menores a realizar actividades potencialmente peligrosas para su salud, como algunos vídeos o cadenas virales. o Inclusión en grupos y colectivos dañinos. Acceder a determinados contenidos puede acercar al menor a colectivos extremistas, violentos o racistas, así como a sectas de carácter ideológico o religioso, grupos políticos radicales, etc. El factor emocional es importante a la hora de hacer frente a esta información que puede ser perjudicial o malintencionada, dado que una baja autoestima, o aquella que esté aún en desarrollo, aumenta la vulnerabilidad del menor. o Adicciones. El acceso a contenidos inapropiados sobre drogas, sexo y juegos de azar puede favorecer trastornos de adicción, dado que los menores pueden no tener suficiente capacidad crítica para gestionar los riesgos asociados a este tipo de actividades. o Gastos económicos. Los fraudes o intentos de engaño destinados a estafar a los usuarios para hacerse con su dinero o sus datos pueden acarrear pérdidas económicas directas, como ocurre por ejemplo con las suscripciones de SMS Premium. Además, los menores son más vulnerables a la hora de interpretar y gestionar la publicidad excesiva a la que están expuestos en Internet ya que puede generar en ellos la necesidad de consumir impulsivamente, como sucede con las compras en juegos y aplicaciones. Asimismo, no siempre el contenido de los anuncios es, en sí mismo, adecuado para ellos. Formas de acceso a la información Búsqueda directa. Es natural y saludable que los menores tengan curiosidad por saber y aprender. Internet ofrece mucha información y está siempre disponible, el riesgo está en que no siempre ofrece un contenido adecuado a la hora de dar respuesta a esa curiosidad. Búsqueda indirecta. En ocasiones encuentran contenidos inapropiados de forma indirecta al buscar otros. También pueden acceder a comunidades virtuales buscando determinada información, pero una vez dentro reciben contenido de riesgo. Videojuegos y otros contenidos de ocio (cine, series y música online). Los videojuegos pueden esconder gran cantidad de contenidos inapropiados para los menores, y a menudo se trata de contenido explícito: violencia, sexo, conductas y valores extremistas, etc. Mensajería y redes sociales. A través de mensajería instantánea, correo electrónico, redes sociales son habituales los fraudes, escondidos detrás de promociones, cupones de descuento y comercio online, así como el intercambio de contenidos inapropiados entre menores (imágenes, vídeos, etc.) Publicidad. En el entorno de las TIC la publicidad está siempre presente, y es independiente a la edad del consumidor. La mayor parte del contenido que encontramos en Internet es público y “gratuito”, lo que implica que el beneficio económico se consigue por otros medios. El más habitual es la publicidad, ya sea en forma de ventanas emergentes, banners, vídeos, redes sociales, blogs, etc. Prevención y fomento del uso seguro La mejor herramienta de prevención se basa en conjugar educación y comunicación con los menores: Si queremos evitar que encuentren información inapropiada para su edad, debemos anticiparnos a su curiosidad y ofrecerles respuestas y contenidos adaptados a su nivel de comprensión y madurez. De este modo, estaremos promoviendo el desarrollo de su capacidad crítica. También es positivo que en sus primeras andaduras en la red estén acompañados por un adulto que les pueda transmitir conductas adecuadas a la hora de navegar por Internet, facilitando contenidos de calidad ajustados a la madurez del menor. Trabajar sus habilidades sociales y fomentar el cuidado de sus amistades favorecerá que tengan mejor capacidad de reacción y menor predisposición a los efectos negativos de estos contenidos. Además, podemos apoyarnos en las opciones que nos ofrecen las nuevas tecnologías para fomentar un uso seguro de Internet, como son los controles parentales, programas, extensiones y complementos específicos para menores. El empleo de estas herramientas debe adaptarse a su edad y madurez. COMUNIDADES PELIGROSAS Qué son Internet es una herramienta muy valiosa para los jóvenes en cuanto a compartir intereses e inquietudes con otras personas, puesto que permite superar las barreras físicas a la vez que facilita el contacto con usuarios afines. En este sentido, es fácil encontrar grupos o comunidades en línea de carácter social, educativo o de ocio en los que enriquecerse y desarrollar esos gustos e intereses, aunque también existen grupos con un trasfondo perjudicial, al tratar temas peligrosos o inapropiados para los menores, como por ejemplo: El extremismo, odio y violencia: promoción de la intolerancia, discursos de odio, la discriminación y la violencia por motivos étnicos, políticos, religiosos, de género, de identidad sexual, de clase social, etc. Los riesgos para la salud: movimientos proanorexia, probulimia, de promoción de alcohol y drogas, de incitación a la participación en retos peligrosos, de fomento de la autolesión y el suicidio, etc. El abuso sexual de menores: incitación al abuso sexual de los menores, la justificación de esas conductas, la captación de posibles víctimas, la desensibilización de los menores frente a contenidos sexuales y pornográficos. En situación Fran es un chico de 12 años a quien le encanta el fútbol. Además de jugar con los amigos, sigue todos los partidos de su equipo favorito. Tiene su propia tablet desde hace tiempo, y la utiliza para jugar, ver vídeos, estar al tanto de la liga, gestionar su propio equipo en una liga virtual, etc. Nunca ha tenido problemas en clase, por lo que sus padres se han extrañado mucho al recibir una nota de su tutora en la que les convoca para hablar de sus actitudes intolerantes y comentarios despectivos hacia algunos compañeros. ¿Cómo es posible?, ¿qué ha podido pasar para que su hijo muestre esa actitud hacia sus iguales? Cuando le preguntan, él responde que son cosas que ha estado hablando con sus “colegas del grupo”. Profundizando un poco, los padres descubren que hace unas semanas Fran empezó a frecuentar un grupo de ultras de su equipo en una red social… ¿Por qué son tan dañinas? Los menores, especialmente en la adolescencia, se encuentran en una etapa de desarrollo con grandes cambios a nivel físico, emocional y social. En esta etapa entran en juego la inexperiencia y curiosidad innata propia de su edad, así como la búsqueda de una posición social dentro de su familia y de sus grupos. Esto suele traducirse en una búsqueda de identificación personal a través de otros roles incluso contrarios a los que les vienen dados, así como en una cierta rebeldía frente a las normas, lo que les hace más proclives a los riesgos y sus consecuencias. De esta manera, acaban por exponerse voluntariamente y entran en contacto con nuevos grupos de referencia. El contacto con comunidades peligrosas puede suponer un riesgo importante para el desarrollo y la integridad personal del menor, más aún si el menor se encuentra en situación de vulnerabilidad familiar o social. A través de ellas, el menor puede acceder a contenidos susceptibles de ser malinterpretados o mal utilizados ya que, además, son espacios en los que los usuarios no suelen contrastar la información a la que tienen acceso. Algunos de los contenidos de riesgo que pueden tratarse en estas comunidades son los discursos de odio y violencia, que promueven el racismo, la xenofobia y otros comportamientos discriminatorios hacia otras personas o grupos, las ideas extremistas ligadas a ideologías o movimientos sociales, las conductas peligrosas para la salud, como son la anorexia, la bulimia o los retos que afectan a la integridad física o mental y la pornografía, que favorece la propagación de estereotipos distorsionados sobre sexualidad. ¿Cómo captan su atención? Las comunidades peligrosas suelen disfrazar su actividad de fondo a través de otras aparentemente inocentes. No suelen estar localizadas, sino más bien dispersas a través de diferentes redes sociales, foros y webs, y se configuran frecuentemente como grupos privados, por lo que resultan difíciles de controlar. Además, el contacto con ellas puede darse también a través de canales de mensajería instantánea, chats de juegos online, etc. Los jóvenes más vulnerables ante las comunidades peligrosas en línea suelen presentar una serie de aspectos en su perfil que son tomados como referencia por los grupos con ánimo de captar a menores: o Suelen ser adolescentes introvertidos, con baja autoestima o enfadados frente a aquellos conflictos con familiares o compañeros que no son capaces de gestionar. o Se refugian en las redes sociales buscando reconocimiento o evitando, precisamente, la presión social que encuentran en la vida real. Esto, junto con el propio proceso natural de la adolescencia, interfiere en la toma de decisiones razonadas y éticas. o En ocasiones son jóvenes con escasas habilidades o un bajo criterio y capacidad emocional para reaccionar frente a las agresiones. La falta de sociabilidad, la timidez y la tendencia al conformismo ahondan en ello. Para hacer frente a estas comunidades, las redes sociales cada vez más están incorporando mecanismos de control de eventos o grupos peligrosos. Al tiempo que se activan, también son burlados con cierta facilidad, mediante la suplantación de perfiles o la creación de otros ficticios cuya apariencia resulta normal e inocente. Prevención Como sucede ante muchos de los riesgos para los menores que plantea el uso de Internet, las pautas de prevención son fundamentales para que el menor pueda enfrentarse a una situación peligrosa, en este caso, en el contacto con comunidades perjudiciales: Fomentar un juicio crítico. A través de la educación y del diálogo en familia se puede enseñar a los hijos a contrastar información e identificar fuentes de confianza. Con ello, lograremos que el menor no sea un consumidor pasivo de contenidos y, por tanto, sea menos manipulable. Promover las habilidades sociales y las pautas de netiqueta. A través de la educación y del diálogo en familia se puede fomentar aspectos como la empatía, los valores de convivencia y el respeto al que piensa diferente. Así, les orientamos para que sean conscientes de la existencia real de riesgos y de su capacidad de gestión emocional ante contenidos y relaciones que de otra manera pueden sobrepasar al menor e, incluso, confundirle derivando en comportamientos y actitudes no deseables. Acompañar y compartir el conocimiento con los menores. Esta tarea ha de ser bidireccional: por un lado como padres o tutores podemos compartir nuestras experiencias y conocimientos con ellos, tratando de ser un modelo a seguir para ellos. Por otro lado, debemos escuchar y entender sus inquietudes y la manera en la que se comunican con sus iguales. Supervisar los controles de acceso a sitios web. El acceso a muchos sitios de Internet está filtrado por una simple comunicación de edad fácil de burlar al no conllevar una comprobación adicional, o por carecer de control de acceso para menores (habitualmente se da esta situación en servicios establecidos en países con legislaciones laxas en este aspecto). Por ello, resulta crucial pensar en una prevención que se adelante a la posibilidad de contacto con alguna de estas comunidades peligrosas. Mantener la alerta sobre los cambios de comportamiento. Algunos de estos cambios pueden ser los conflictos de identidad, la desconfianza, la necesidad de atención, el aislamiento o la bajada del rendimiento escolar. Todos ellos pueden ser avisos de problemas que no estemos detectando directamente y tras los que puede camuflarse el contacto con alguna persona, grupo o comunidad peligrosa. No compartir indiscriminadamente este tipo contenidos. Las comunidades peligrosas promueven actividades que persiguen efectos nocivos tanto físicos como emocionales, apoyándose en contenidos peligrosos. Debe evitarse la difusión de los mismos. Cómo reaccionar ante una comunidad peligrosa Apoyo familiar sin culpabilizar al menor. Si tenemos conocimiento de que un menor está involucrado en una comunidad peligrosa, es fundamental afianzar su confianza en nosotros como adultos para que nos tenga como referencia y soporte ante los problemas. En este sentido, no se le ha de culpabilizar de la situación ya que probablemente sea víctima de la misma. Debemos reafirmar nuestro apoyo incondicional y la posibilidad de encontrar una solución. Ayuda psicológica. En caso de que un menor se vea envuelto en la actividad de una comunidad peligrosa, hay que evaluar la posibilidad de un apoyo psicológico. Dependiendo de la gravedad incluso para los propios progenitores o tutores, ya que ello puede revertir positivamente en pautas adecuadas para la situación del propio menor. Reunir información. Ante la existencia de una de estas comunidades peligrosas, es importante recabar aquellas informaciones que evidencien su peligro y el fomento de actividades perjudiciales que puedan afectar a los menores. Estas informaciones servirán como prueba electrónica en caso de requerir acciones contra estos grupos perjudiciales. Conocer los mecanismos de reporte, bloqueo y rectificación. Las principales redes sociales disponen de mecanismos y canales para reportar situaciones que están afectando al menor y activar funciones de bloqueo de usuarios que están instigando o promoviendo conductas peligrosas, eliminación de mensajes o imágenes, enfriamiento de conversaciones, cancelación de perfiles falsos que están siendo utilizados para promover conductas peligrosas, etc. Línea de Reporte. Utilizar nuestra línea de reporte tanto para denuncias CASI (contenido de abuso sexual infantil) como para el reporte de situaciones relativas a comunidades peligrosas. Denuncia. Denunciar frente a los responsables del servicio en el que opere la comunidad peligrosa. También ante las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad. Además de las actividades promulgadas por estas comunidades, muchos de los contenidos que ofrecen y sus métodos de captación constituyen en sí mismos un delito además de un riesgo evidente. Estas denuncias pueden ayudar a terminar con este tipo de espacios en Internet.