Subido por Fernanda Werge

EL EXPRESIONISMO A TRAVES DEL TIEMPO

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EL EXPRESIONISMO
A TRAVÉS DEL TIEMPO
EL EXPRESIONISMO
A TRAVÉS DEL TIEMPO
Joan Andreu Busquets
EDICIONES NOVARTE
COLECCIÓN ENSAYOS SELECTOS
Diseño de portada: Hernán Sevillana
Diseño editorial: Ana Cecilia Trujillo
Primera edición: 2020
Producción: EDICIONES NOVARTE
Colección Ensayos Selectos
D.R.
© Joan Andreu Busquets, 2020
© Ediciones Novarte, 2020
Editado en México
Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, almacenada o
trasmitida en manera alguna ni por ningún medio, sin permiso previo del
editor.
El deseo por expresar a través del arte aquellas ideas que interesan
apasionadamente y que conmueven a los artistas plásticos, los ha
llevado en diferentes etapas de la historia a experimentar con los
recursos disponibles en el bagaje cultural que la sociedad del
conocimiento ha puesto a su disposición.
Esa exploración les ha permitido referenciar movimientos que
han configurado sistémicamente el ámbito de las artes plásticas en el
transcurso de la historia; en el proceso de búsqueda hacen uso de tales
recursos tanto por sus méritos técnicos como por su capacidad para
conceptualizar la realidad a la que hacen referencia.
Tal referenciación del conocimiento -a la que muchos
académicos denominan, adecuadamente, apropiación- es una realidad
excepcional del humanismo del siglo XXI, con la que los creadores
contemporáneos iluminan el sendero por el que transitan actualmente.
1
En ese sentido, este texto presenta tres propuestas artísticas que
coinciden a pesar de que ocurren en momentos históricos diferentes.
Suceden, así lo creo, por la inevitable necesidad de afrontar situaciones
que se repiten en la historia del ser humano; son propuestas que revelan
el lado pesimista de la vida generado por las circunstancias históricas del
momento, y denuncian la cara oculta de la modernización: la alineación,
el aislamiento y la masificación que se hicieron palpables en las grandes
ciudades.
Los artistas abordados en este ensayo debieron sentirse
obligados a captar los sentimientos más íntimos del ser humano
victimizado en dicho contexto: la angustia existencial es, pues, el
principal motor de su estética.
Edvard Munch (1863-1944), David Alfaro Siqueiros (1896-1974) y
Graciela González Duque (1957) pertenecen a diferentes geografías y a
momentos históricos disímiles. Los hace coincidir su deseo por potenciar
2
el impacto emocional del espectador distorsionando y exagerando los
temas representados en sus creaciones pictóricas. Representan las
emociones sin preocuparse de la realidad externa, sino de la naturaleza
interna y de las impresiones que despiertan en el observador. La fuerza
psicológica y expresiva se plasma a través de los colores fuertes y puros,
las formas retorcidas y la composición agresiva. No importa ni la luz ni
la perspectiva, ambas alteradas con la mayor premeditación.
Los tres se inscriben en el Expresionismo, corriente artística que
busca la expresión de los sentimientos y las emociones del autor más que
la representación de la realidad objetiva, esperando un acto reflejo por
parte del espectador.
En los tres casos, encontramos que sus representaciones rompen
con las convicciones tradicionales de las anatomías para sumergirse en el
mundo interior.
Y es justamente con el noruego Munch con el que se inicia un
período preliminar del Expresionismo.
3
“Queremos más que una simple fotografía de la
naturaleza. No queremos pintar cuadros bonitos para ser
colgados en las paredes del salón. Queremos crear, o al
menos sentar las bases de un arte que le dé algo a la
humanidad. Un arte que los atraiga y enganche. Un arte
creado de su corazón más íntimo”.
Edvard Munch.
4
 EDVARD MUNCH
Edvard Munch (1863-1944) fue un pintor y grabador noruego,
reconocido por evocar en su obra la angustia existencial humana. Es
considerado el precedente más importante de la estética Expresionista y
el pintor más influyente en el expresionismo alemán de comienzos del
siglo XX.
Un aspecto poco conocido de Edvard Munch fue su gusto por la
escritura, lo que derivó en la configuración de un pensamiento literario
que influyó fuertemente en su producción pictórica. Desde su juventud, y
durante toda su vida, escribió –y conservó- anotaciones en diarios,
bocetos literarios, poemas en prosa, colaboraciones en periódicos,
5
contratos, listas de tareas por realizar, y, por supuesto, cartas. Su obra
pictórica es, pues, excepcionalmente narrativa, lo que quizá explica la
posibilidad de una lectura fácil de su trabajo.
Los cuadros de Munch narran la vida de las personas y pueden
leerse: reproducen fragmentos de una narración. “En lugar de palabras,
puntuación, sintaxis y tipografía, en la composición de sus cuadros
Munch utiliza colores, textura, extractos y elementos de motivos: narra
con los recursos que le ofrece el medio. Y del mismo modo que la forma
lingüística no puede separarse del texto, tampoco la forma del cuadro
puede separarse de la obra de arte. La forma es el texto, es la obra de
arte. Así, los textos literarios de Munch nos recuerdan que sus cuadros
también pueden leerse como narraciones y, desde este punto de vista, los
textos y los cuadros están estrechamente emparentados”1.
1
Edvard Munch. El friso de la vida. Prólogo de Hilde Bøe. Traducción de Cristina
Gómez-Baggethun y Kirsti Baggethun. Nørdicalibros. España, 2015. Pág. 12. ISBN:
978-84-16440-21-4
6
Y fue desde su capacidad para hilar narrativas pictóricas que
Munch abordó la problemática de la existencia humana.
Sus obras han sido consideradas como “variaciones constantes
sobre la gran sinfonía de la existencia humana en sus lados diurnos,
pero aún más, como es congruente con la sensibilidad finisecular, en los
nocturnos. El amor y el odio, el deseo y la angustia, las pasiones y las
emociones, son elevados a arquetipos de la vida anímica del hombre
moderno o, incluso, de la propia condición humana”2.
Munch se consideraba a sí mismo una suerte de cirujano del
alma, y al diseccionarla produjo una obra pictórica de enorme valía para
la posteridad, en las que los sentimientos y las desdichas humanas fueron
el pivote de cuadros como la soledad (Melancolía), la angustia (El Grito,
quizá su mejor obra), la muerte (Muerte de un bohemio) y el erotismo
(Amantes, El beso).
Simón Marchán Fiz, Las vanguardias en las artes y la arquitectura (1900-1930), I, Espasa,
Madrid, 2000, pág. 57. ISBN: 978-84-239-7898-4
2
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El Grito (1893) refleja sus propios temores y tormentos. Su
fuerza expresiva se debe en gran medida a las técnicas y efectos
pictóricos empleados, la estridencia del colorido y la sinuosidad de las
líneas. El grito de terror trae consigo la tensión y el pánico interior que
destruyen la materialidad anatómica. Los rasgos faciales desaparecen
bajo el gesto. No hay nada de realismo, se representa el interior y no el
exterior.
La figura del primer plano, el personaje que grita, oprime las
manos contra el rostro como representación de la desesperación y la
angustia, contrastando con el segundo plano donde se distinguen las
siluetas de dos hombres con sombrero en actitud distante, representando
la falta de empatía en situaciones de desconsuelo.
El paisaje del fondo de El Grito participa en esa desazón: el cielo
encendido de colores rojizos trasmite una sensación de desorden y
descontrol, produciendo un
ambiente
arrebatado
que
envuelve
amenazadoramente al personaje que grita. Las líneas curvas y onduladas
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que transmiten fluidez y movimiento vinculan a esta obra con el
Modernismo, tan de moda en esa época. Los colores cálidos y fríos no
están compensados, su efecto es agresivo, ofreciendo una imagen
angustiada de la realidad y del mundo interior.
Sobre El Grito, el propio Munch afirmaría, en 1892: “Iba por la
calle con dos amigos cuando el sol se puso. De repente, el cielo se tornó
rojo sangre y percibí un estremecimiento de tristeza. Un dolor
desgarrador en el pecho. Me detuve; me apoyé en la barandilla, preso
de una fatiga mortal. Lenguas de fuego como sangre cubrían el fiordo
negro y azulado y la ciudad. Mis amigos siguieron andando y yo me
quedé allí, temblando de miedo. Y oí que un grito interminable
atravesaba la naturaleza”.
El expresionismo inscribió en la historiografía una característica
importante en el manejo de la realidad: la des-figuración y las pinceladas
gestuales contenedoras de significados emocionales que le dieron
preponderancia a la materialidad pictórica.
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Una de las características de la pintura moderna es, justamente,
la materialidad que se sumó de manera irreversible a la temática elegida
por el artista. Ese fue, quizá, uno de los aportes más sobresalientes con
que se ha distinguido a la pintura moderna
Y es a través de esta materialidad, explícitamente emocional, que
podemos vincular el expresionismo con la obra de Siqueiros.
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 DAVID ALFARO SIQUEIROS
José de Jesús Alfaro Siqueiros, más conocido como David Alfaro
Siqueiros (1896-1974), fue un pintor y militar mexicano. Por su obra
mural, es considerado uno de los tres grandes pintores exponentes de la
Escuela Mexicana de Pintura, junto con Diego Rivera y José Clemente
Orozco.
A diferencia de Rivera y Orozco, Siqueiros tuvo una agitada vida
política que derivó en un lenguaje estético tributario de la retórica
declamatoria que le exigía su radicalismo político, y de la estética
expresionista europea que supo aunar a las preocupaciones de la
tradición popular mexicana.
11
Al cumplir la mayoría de edad, Siqueiros y varios de sus
compañeros de la Escuela de Bellas Artes se adhirieron al Ejército
Constitucionalista de Venustiano Carranza para combatir al gobierno de
Victoriano Huerta.
Posterior a la caída de Huerta, en 1914, Siqueiros continuó en la
lucha interna posrevolucionaria, pues el Ejército Constitucionalista tuvo
que enfrentar las facciones políticas opuestas a Carranza: las de Pancho
Villa y Emiliano Zapata.
Los viajes militares que realizó Siqueiros por gran parte del
territorio nacional le permitieron conocer la riqueza de la cultura
mexicana. Después de que las fuerzas de Carranza tomaran
definitivamente el control del país, Siqueiros regresó brevemente a la
Ciudad de México para pintar, antes de viajar a Europa en 1919. En París
pudo conocer el cubismo, a través de Cézanne, cuya obra le intrigaba por
el uso de grandes bloques de color intenso.
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Fue en París donde conoció a Diego Rivera, otro pintor
mexicano de “los tres grandes” justo al comienzo de una fructífera
carrera en el muralismo. Ambos viajaron por Italia para estudiar a los
grandes pintores al fresco del Renacimiento3.
Gracias a ello, produjo una obra que puede ser considerada
seriamente como una alegoría política que concuerda con valores
ideológicos afines al hombre del siglo XX, época en la que desarrolló su
trabajo pictórico.
Uno de sus trabajos que resumiría su interés en abordar temas
sociales y políticos es el mural Nueva Democracia, tríptico que
actualmente está resguardado en el Palacio de Bellas Artes de la Ciudad
de México.
3
Philip Stein, Siqueiros. His life and works. New York: International Publishers. ISBN:
978-07-178-0706-2.
13
Del mural Nueva Democracia, destaca el panel titulado
originalmente México por la Democracia y la Independencia cuyas
dimensiones (5.50 x 11.98 m) pueden dar una idea del gran trabajo
realizado, en especial en aspectos técnicos como la perspectiva de la
composición.
Dicho panel fue inaugurado en 1944 y en él se puede observar
una mujer con los brazos extendidos y el torso desnudo emergiendo de
un volcán al tiempo que rompe las cadenas que la ataban, como una
alegoría de la liberación de la opresión.
La mano izquierda de la mujer empuña una flor amarilla que
simboliza la ciencia y el arte, mientras que la mano derecha porta una
antorcha que representa el fuego nuevo, símbolo del nacimiento de un
nuevo indigenismo. La mujer viste en su cabeza un gorro frigio,
emblema de la libertad en la Revolución francesa: de su costado
izquierdo sale un brazo con la mano empuñada y un soldado alemán
muerto: un símbolo del triunfo contra el fascismo.
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En la pintura de Siqueiros, la materialidad se impone por la
fuerza en el tratamiento de sus personajes y los ambientes en que se
desenvuelven, pero también es mostrada por lo evidente de los elementos
o componentes empleados en ella, además del procedimiento que resalta
las texturas, enfatiza las pinceladas y agrega volúmenes, jugando con lo
bidimensional y lo tridimensional en espacios que en ocasiones abarcan
el piso, los muros y el techo, que en otras son cóncavos o convexos, o en
el recurso de la escultopintura.
Otras características de su obra son la tendencia a la
monumentalidad y a un movimiento contenido. Esto lo logra con
descomunales figuras, con escorzos efectistas y perspectivas múltiples
que se perciben desde la poliangularidad.
De manera indiscutible, la obra de Siqueiros es humanista; centra
su interés en la condición humana, las emociones, el sufrimiento y el
dolor, siempre con la idea de transformar la realidad para vivir en un
mundo mejor. Su tratamiento está ligado al expresionismo, uno en el que
15
privilegia la buena construcción de la figura como un atractivo en sus
composiciones. Sin embargo, el estudio del mundo interior y la tragedia
están presente: nos lo advierte el rostro pesaroso de la mujer en Nueva
Democracia, como representación del esfuerzo que vive en el momento
de su liberación.
La temática de esta obra, como muchas otras de Siqueiros,
confirma un compromiso contra la injusticia que se hace evidente en la
expresividad emocional de sus personajes.
Ese compromiso contra la injusticia es un punto de encuentro
entre Edvard Munch, David Alfaro Siqueiros y Graciela González
Duque. Ésta última, pintora potosina cuya obra también refleja esa
preocupación haciendo uso de la figura humana como una elección
estilística que contribuye en la construcción de un discurso sensible que
empatiza con la causa humana.
16
 GRACIELA GONZÁLEZ DUQUE
Graciela González Duque (San Luis Potosí, México, 1957) suele utilizar
en su obra un diálogo entre la naturaleza y sus personajes con el que
representa la vorágine posmoderna a la que hemos sido arrojados los
seres humanos en pleno siglo veintiuno, y al torrente de actos
infortunados que ocurren a cada momento de nuestras vidas cotidianas,
conmoviéndonos y orillándonos a la introspección para enfrentar la
incertidumbre.
En sus telas, impregnadas de un lirismo sincero, Graciela
González Duque nos urge a cavilar en torno a las desventuras humanas
en el contexto de una posmodernidad que nos impone su impronta, y nos
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hace preguntar con vehemencia, parafraseando a Leonard Cohen, What
happens to the heart.
En sus pinturas coexiste una suerte de ritmo estético con
representaciones de tiranía y opresión, además de la falta de libertad del
individuo.
Vale decir que la pintora potosina nació en una época marcada
por el cambio profundo manifestado en las ideas políticas locales; fue
una época singular, marcada por la efervescencia política ante la
proximidad de las elecciones federales para la presidencia de México -en
las que triunfaría Adolfo López Mateos- y las elecciones locales para las
presidencias municipales en San Luis Potosí, al tiempo en que diversos
grupos políticos locales comenzaron a congregarse para distanciarse de
Gonzalo N. Santos y desmantelar su cacicazgo, en un movimiento
inspirado en el respeto a la autonomía universitaria y que, en perspectiva,
18
puede considerarse precursor del Navismo, con la figura principal de
Salvador Nava Martínez4.
Bajo ese tenor, los seres humanos somos representados por los
personajes que se revelan tribulados en las telas de González Duque:
somos la personificación de esa preocupación constante a la que hemos
sido sometidos en el tiempo, más allá del romanticismo y después de la
modernidad; hemos sido empujados por el apuro y la urgencia que nos
obligan a hacerlo todo y hacerlo ya, obligándonos a dejar atrás ilusiones
para dar paso al amor que carcome, a los lamentos desoídos, a la
fragilidad del ser, a los hechos dolorosos del pasado…
Esa interpretación de la realidad es uno de los méritos de esta
autora, quien despierta en nosotros, los espectadores, y a través de su
pintura, una imperiosa necesidad de transformar lo que vivimos en
4
María Isabel Monroy Castillo y Tomás Calvillo Unna, Historia Breve de San Luis
Potosí. México. Fondo de Cultura Económica, 1997. ISBN: 968-16-5324-6.
19
códigos y fragmentos mensurables; su obra es una reinterpretación de lo
cotidiano y una rebelión total a nuestra circunstancia.
Otro hecho que cobijó el entorno en el que creció la artista
potosina fue la modernización urbana en su ciudad natal, iniciada a
finales de los años cincuenta y que tuvo su mayor auge durante las
siguientes dos décadas, debido a las crecientes necesidades de
desarrollos habitacionales, hacia el norte y el oriente de la urbe, así como
la descentralización del comercio desde el centro hacia varios puntos de
la misma, entre ellos el poniente de la capital, con la correspondiente
renovación de la estructura vial.
Tal progreso trajo consigo un nuevo rostro a la arquitectura de la
capital potosina y a la correspondiente percepción estética de sus
habitantes durante esas décadas que: “quedaron marcadas por la
producción de obra arquitectónica pública y privada de corte moderno y
funcional. El gobierno fue el principal promotor, y aun bajo la consigna
del nacionalismo, se promovió un urbanismo y arquitectura con cierta
20
identidad. La urbe prehispánica, los materiales de la región y la
idealización del fenotipo mexicano les otorgaron acento propio a la
arquitectura y al urbanismo de ese momento”5.
El drama político de su ciudad natal y el desarrollo urbanizador
concurrente han inducido a Graciela a la observación detallada de su
entorno, el contexto en el que creció y en el que desarrolló para sí misma
una suerte de conciencia social que más tarde aplicaría en su pintura,
esbozando temas existencialistas en torno a la vida interior de los seres
humanos que, aun cuando ignoramos de manera consciente, la
experimentamos de manera cotidiana.
En consecuencia, la pintora logra sus representaciones mediante
una paleta cromática de atributos umbrosos y trazos gestuales que
privilegian el desconsuelo de los rostros y cuerpos que habitan su obra,
en una suerte de definición del sentido conceptual de su trabajo pictórico
5
Angélica Castrejón Paniagua. Urbanismo moderno en México: el Plan Regulador de
San Luis Potosí en los años sesenta y la creación de lugares en los años setenta. Revista
de Arquitectura. Universidad de Los Andes, Colombia. 2013. ISSN: 2011-3188
21
que se apropia del expresionismo a través de las pinceladas que
configuran entornos impresionistas con un cierto halo surrealista.
Tal es el caso de la obra titulada Hombre pulpo realizada al óleo
sobre tela de lino, de 115 centímetros de altura por 180 centímetros de
anchura. En esta pieza, realizada en el año 2019, Graciela González
prescinde de hermosismos: los rasgos preciosistas como cualidades de la
pintura de caballete ceden su lugar a la exaltación anímica de siete
rostros cuya expresividad resulta del caminar opresivo y avasallador de
un personaje que se alza por encima de ellos.
Es ese personaje, el hombre pulpo, la personificación del
desasosiego psíquico y emocional que apresa tentacularmente a la
septena de semblantes desencajados (representación de la humanidad)
que se muestran impotentes ante un presente y un devenir plagado de
peligros que nos exaltan emocionalmente de manera cotidiana.
Esos rostros, representados en el horizonte inferior del cuadro, es
decir, bajo la opresión amenazante, carecen de torso como una forma de
22
enfatizar el agobio en las expresiones faciales de los personajes que
adquieren su experiencia de manera inconsciente dentro de los límites de
su habitus, en el sentido expresado por Pierre Bourdieu.
Para ello, González Duque infunde una suerte de angustia en sus
personajes “cuya contemplación nos permite conocer su mundo interior
para replicarlo en el nuestro, en el de todos nosotros que aún nos
atrevemos a echar un vistazo a una pintura heredera del expresionismo
de principios del siglo XX, y que se circunscribe en la actualidad
contemporánea por su carácter trágico y existencialista”6.
El estilo expresionista de la obra de Graciela es complementada
con el tratamiento pleinarista (en el mismo sentido que se aplicaría a los
pintores impresionistas) con el que aborda el paisaje que sirve de fondo a
la escena y en el que el cielo de tonos rojizos, acentúa el simbolismo del
Hombre pulpo, anunciando tiempos borrascosos.
6
Teresa Beriguistain Cortez. Improntas del ser. Una mirada a la obra de Graciela
González Duque. Ediciones Arte Morado. México. 2020.
23
La manera expresionista, en el estudio de la obra de los tres autores,
Edvard Munch, David Alfaro Siqueiros y Graciela González Duque, es
un punto de encuentro que nos hace admitir que en la producción
artística actual existe el uso retrospectivo del conocimiento, tal cual, para
generar una suerte de arte retroactivo con un discurso contemporáneo
que no descarta la posibilidad de nutrirse de corrientes estilísticas
anteriores.
El acto retroactivo implicado, que podríamos definir como
prevalencia artística, impugna -voluntariamente o no- los dogmatismos
del arte contemporáneo para adherirse a una propuesta pictórica
preexistente.
El fenómeno es digno de estudiarse y queda como un reto para
los académicos, historiadores y analistas, que podrían encontrar
similitudes en otros ámbitos de las artes…
24
El grito. Edvard Munch. 1893. Óleo, temple y pastel sobre
cartón. 91 cm x 74 cm. Galería Nacional de Noruega, Oslo,
Noruega
25
Nueva democracia. David Alfaro Siqueiros. 1944. Piroxilina
sobre celotex. 550 x 1198 cm. Palacio de Bellas Artes. Ciudad de
México. México.
26
Hombre pulpo. Graciela González Duque. 2019. Óleo sobre lino.
115 x 180 cm. Colección particular.
27
Edvard Munch nació el 12 de diciembre de 1863 en Loeiten, Noruega.
Tras permanecer un año, donde había iniciado estudios de ingeniería, en 1880
En el año 1879 inició estudios en la carrera de ingeniería, en la Escuela Técnica
de Oslo, pero al año siguiente toma la decisión de dedicarse a la pintura, y con
ese propósito se inscribe en la Escuela de Dibujo de la ciudad.
En 1885 una beca le permitió seguir estudiando en París.
Participó por primera vez en la exposición de otoño de Cristianía (Oslo) donde
estableció relaciones con el círculo de literatos y artistas de la capital.
La mayor parte de su producción artística la realizó entre París y Berlín. En el
año 1892, la exposición de sus cuadros en Berlín impresionó tanto a las
autoridades que cerraron la muestra.
En 1908 sus problemas nerviosos, agravados por su alcoholismo, le obligan a
permanecer internado ocho meses en una clínica psiquiátrica de Copenhague.
Restablecido, regresa a Noruega e inicia un periodo en el que su obra muestra
una nueva vitalidad. Realiza los murales de la Universidad de Oslo.
La estilización de la figura, la prolongación de las líneas y, en ocasiones, el
intenso dramatismo y la intensidad cromática, hicieron del estilo pictórico del
noruego Edvard Munch uno de los modelos estéticos del expresionismo de las
primeras décadas del siglo XX.
28
José de Jesús Alfaro Siqueiros (David Alfaro Siqueiros) nació el 29 de
diciembre de 1896 en Ciudad de México, México.
Cursó estudios en la Escuela de Bellas Artes de México y en la escuela de Santa
Anita de esta ciudad.
En 1914 se incorporó a la Revolución Mexicana alcanzando el grado de coronel
en el Ejército Constitucionalista.
Tomó parte en el renacimiento de la pintura al fresco efectuada bajo el
patrocinio gubernamental de las decoraciones murales en edificios públicos.
Fue uno de los tres grandes del muralismo mexicano junto con José Clemente
Orozco y Diego Rivera.
Residió en París, Barcelona y Estados Unidos. En 1921 publicó en Barcelona un
único número de la revista Vida Americana, que contenía su “Manifiesto para
los artistas de América”, en el que exponía sus ideas sobre el muralismo.
A su regreso, organizó el sindicato de pintores, escultores y grabadores
revolucionarios. El gobierno le encargó los primeros grandes murales, el
primero de los cuales no pudo terminar, debido a una huelga estudiantil.
Formó parte del Partido Comunista Mexicano y fundó el periódico El Machete.
Es encarcelado unas siete veces y otras exiliado a causa de su ideología
Marxista-Stalinista.
29
Graciela González Duque nació el 22 de septiembre de 1957 en San Luis
Potosí (San Luis Potosí, México,) donde vivió su infancia y su adolescencia.
Durante su educación secundaria cuando tuvo sus primeros contactos con el
quehacer artístico, en el taller de pintura del maestro Fernando Domínguez. A
los dieciséis años comenzó estudios en el Instituto Potosino de Bellas Artes, en
la ciudad de San Luis Potosí, bajo la tutela de la maestra Cristina Newman.
Eventualmente realizó estudios de Odontología en la Escuela de Estomatología
de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí donde el estudio de la
Anatomía del cuerpo humano, la Fisiología, la Histología y la Embriología entre
otras áreas de estudio la acercaron al dibujo del cuerpo humano y sus diferentes
elementos, realizando ilustraciones con diferentes técnicas a lápiz y a color.
Su gusto por la representación pictórica la estimuló para profundizar sus
estudios en pintura, al lado de diversos maestros con los que ha realizado
estudios de pintura y grabado, principalmente; entre ellos Armando Belmontes
Ruiz, Artemio Rodríguez, José Ángel Robles, Jesús Ramos Frías, Jorge Cabrera,
Verónica Gómez.
Ha presentado su obra de manera colectiva e individual en varias exposiciones,
y actualmente vive en su ciudad natal, donde se desempeña como profesional
de la Odontología y se dedica a la práctica artística, con énfasis en la pintura.
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