Subido por Herminia Hernandez

ApuntesQué es leer, que es escribir

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¿Qué es leer?
Leer
es
la
habilidad
que
permit e
comprender el lenguaje escrito, descifrar
y llegar a co mprender el sentido del
mensaje; lo que se desarrolla en un
proceso dinámico de const rucción de
habilidad y conocimiento, en situaciones
de comunicación real.
.
Texto tomado de:
https://www.uv.mx/epl/files/2015/08/protocolovfinal_yasmin_rodriguez_diaz.pdf
La lectura forma parte de la vida del ser humano, no sólo en la etapa escolar, sino en
cada momento de su vida; pues el individuo intenta descifrar, comprender todo aquello
que pasa a su alrededor. La lectura es un medio de aprendizaje y en nuestros días es
considerada como una herramienta indispensable para la construcción de sociedades
críticas y productivas. Asimismo, Cassany (2006) plantea que leer es comprender,
y que para comprender es necesario desarrollar varias destrezas mentales como la
anticipación, la realización de hipótesis y su verificación, la elaboración de inferencias
y de esta manera construir un significado. Por otra parte, Kalman (2005) dice que la
lectura es una actividad social en la que intencionalmente buscamos resonancia
entre el texto y nosotros mismos; y remarca “leer es, finalmente, un asunto de
convivencia humana” (p.32) Visto lo anterior, entonces, ¿quién es un lector?; un lector
es alguien que lee habitualmente, que hace suya la imagen impresa o la palabra
escrita, que la puede comprender, que la interpreta y la incluye en su realidad.
Un lector da vida a lo que lee, ya sea que lea en voz alta, transmitiendo a otros
sentimientos o emociones, o para sí mismo, en cuyo caso la mente crea, construye
escenarios, juega con las palabras o con las imágenes. Un lector analiza, da un nuevo
significado, encuentra utilidad a lo leído y de esta manera llega al conocimiento y
recreación de la realidad. La lectura en la primera infancia es importante, ya que
si en esta etapa se realizan actividades de lectura, se puede sentar un
antecedente que influya de manera significativa en la formación del hábito
lector. El período que abarca la primera infancia, según la UNESCO, es el período
que va desde el nacimiento hasta los ocho años de edad y es cuando se sientan las
bases del aprendizaje posterior. Es también importante destacar que la lectura en los
más pequeños inicia mucho antes de ingresar al ámbito escolar. Al respecto Cabrejo
(2003) dice que “hay una lectura anterior a la lectura de los textos escritos, es la lectura
del texto oral. Esta lectura es inherente a la puesta en movimiento del pensamiento”
(p.12). Así, la voz de los padres es el primer libro con el que el ser humano tiene
relación y a partir del cual comienza a dar sentido a las cosas. Aunado a esto,
Garrido (2004) manifiesta que cuando a un niño desde su nacimiento se le arrulla, se
le canta, se le cuentan cosas; puede que a nivel intelectual no entienda, pero sí puede
hacerlo en el plano emocional. Por otra parte, resulta imperante hablar del hábito
lector, el cual puede iniciar en la etapa en la que el niño está aún en la formación de
las conductas que serán la base de su comportamiento posterior; es decir, en la
primera infancia. Según el Diccionario de Psicología (2010) el hábito es una “pauta
de conducta adquirida mediante el aprendizaje que se manifiesta a sí misma
mediante una mayor facilidad o frecuencia de desempeño” (p. 134). Y por su
parte, Covey (2004) define al hábito “como una intersección de conocimiento,
capacidad y deseo. El conocimiento es el paradigma teórico; el qué hacer y el por qué,
la capacidad es el cómo hacer. Y el deseo es la motivación, el querer hacer” (p.59).
El hábito se adquiere, y uno de los factores más poderosos para adquirirlo es el
deseo. Por esto mismo se debe despertar el deseo por la lectura en el individuo
a edad temprana; un don que los cuentos proporcionan: Si a los niños les
ofrecemos cuentos que les fascinen, desearán, cuando aprendan a leer, seguir
leyendo, porque estarán seguros, por haberlo comprobado, que en los libros
hallarán todo tipo de historias apasionantes. Y querrán leer relatos de ficción,
porque seguirán siendo su inmejorable mapa emocional, pero, a la vez, querrán
también leer libros de conocimientos, porque verán satisfechas con ellos su curiosidad
innata, su conducta exploratoria. (Abril, 2003, p.22) A su vez Goldin (2006) declara
que la literatura para niños ha cambiado y que de ser una literatura para ser escuchada
y hablada ha pasado a ser una literatura que propicia de diferentes maneras el diálogo
y la participación activa de los niños en el mundo. En este punto, es necesario contar
con una definición de lo que es promoción de lectura, la cual Cristía y Rodríguez
(2008) describen como “una actividad social que persigue transformar o
modelar la percepción de las personas, con relación a los textos exaltando la
función y beneficios de la lectura en el desarrollo personal y sociocultural.” (p.5).
Para ser promotor de lectura, el requisito primordial es ser lector; pues así, de
manera natural se puede transmitir el gusto por la lectura. El promotor debe ser
creativo, investigador, sensible y observador, puesto que la lectura tiene que ver
mucho con estas características, y es a través de ella que desarrollamos la
imaginación, aprendemos cosas nuevas, se transmiten emociones y podemos mirar a
nuestro alrededor de manera diferente, al igual que dentro de nosotros mismos.
(…)
La naturaleza del ser social se forja mediante el uso del lenguaje cotidiano, aquel que
utilizamos dentro de todo aquello que nos rodea, padres , hermanos, con los amigos
del vecindario, en la tienda, en el autobús; es decir, en las interacciones ordinarias de
nuestro contexto social. Asimismo, establece que aunque el niño aún no domine su
lengua materna ya posee un sistema lingüístico que le permite comunicarse
expresando algunos significados mediante sonidos.
Al respecto Halliday refiere que: Todo niño se educa en una cultura y debe aprender
los patrones de esa cultura durante el proceso en que se hace miembro de ella. El
medio principal por el que la cultura se pone a su alcance es el lenguaje: el lenguaje
no es el único conducto, pero sí es el más significativo. Incluso la relación personal
más íntima, la del niño con su madre, se canaliza desde temprana edad mediante el
lenguaje, que desempeña algún papel prácticamente en todo el aprendizaje social.
(Halliday 1982, p.278). Establece siete etapas funcionales iniciales del lenguaje en los
niños, proceso mediante el cual, el niño aprende a significar. Estas etapas son:
1. Instrumental (“quiero”), el lenguaje es utilizado para satisfacer necesidades
materiales;
2. Reguladora (“haz lo que te digo”), a través de él se regula el comportamiento
de los demás;
3. Interactiva (“ yo y tú”), aquí su uso busca involucrar a otras personas;
4. Personal (“aquí estoy”), cuando se utiliza para identificar y manifestar el yo;
5. Heurística (“dime por qué”), en esta etapa tiene la finalidad de explorar el
mundo exterior e interior;
6. Imaginativa ( “finjamos”), el lenguaje es utilizado para crear un mundo
propio; e
7. Informativa (“tengo algo que decirte”), cuando comunica nuevos informes,
para que la lengua sea un medio de aprendizaje, es necesario que el niño
codifique con lenguaje la experiencia con personas y objetos que forman
parte del mundo exterior.
De esta manera, Halliday (1982) manifiesta que “el lenguaje es la habilidad de
“significar” en los tipos de situación o contextos sociales que son generados por la
cultura” (p.41); de esta manera, establece que las condiciones en las que se aprende
el lenguaje se determinan en gran medida por la cultura.
Un niño aprende el lenguaje que oye a su alrededor; es decir, aprende de su entorno
lingüístico, el cual, forma parte de la cultura. Por tanto, nuestros patrones de
comportamiento se definen en gran medida por la cultura; el niño aprende el lenguaje
dentro del marco de conducta que ésta le provee, y a su vez, por medio de lenguaje
logra aprender el sistema de valores y modelos de conducta de la cultura en la que se
desarrolla.
Tomado
de:
http://aprende.colombiaaprende.edu.co/sites/default/files/naspublic/familias_lectoras.
pdf
¿Cuál es la relación entre oralidad y escritura?
Nutrir la niñez con oralidad es tan importante como lo es el calostro en la lactancia. La
tradición oral educa el oído y la sensibilidad hacia formas más elaboradas del lenguaje
que encontramos luego en los libros. Sin embargo, oralidad y escritura, aunque se
relacionan, son dos maneras diferentes de poner la lengua en acción. Los niños
necesitan desde pequeños, además de vivir la oralidad, la presencia de los libros en
su cotidianidad, entendidos tanto como objetos culturales —a la par que los juguetes—
como posibilidades de acceso a una sintaxis del lenguaje más elaborada; Luz María
Chapela lo expresa de forma clara y poética así: En movimiento constante, la
lectura/escritura convierte a los menores (…) en constructores libres que trabajan a
partir de un catálogo de los distintos modelos de ser, pensar, anhelar que les ofrecen
los libros y su entorno; en expertos conocedores, especializados, por ejemplo, en
hormigas y hormigueros; en laboratorios ambulantes de dudas y preguntas; en centros
de atención (cuando tienen un libro en la mano) alrededor de los que otros se aglutinan
y charlan; en investigadores asiduos que buscan en su ambiente evidencias concretas
de lo que dicen los libros; en demandantes incansables de palabras nuevas que les
permitan nombrar la cosas de su círculo cercano; en valientes tertuliantes capaces de
poner a debate sus más delica das creencias; en inclementes solicitantes de
explicaciones, puntos de vista y opiniones; o en creadores sutiles de propuestas,
diálogos, preguntas, cuentos y relatos nuevos (Chapela: 2010, pág. 24).
Los libros abren infinidad de puertas que conectan al niño con el mundo de múltiples
maneras. Cada texto, cada historia, cada imagen es diferente y ofrece al lector una
experiencia única e irrepetible. Este trasegar por los libros —narrativa, poesía, drama,
libros informativos— va generando en los niños y niñas lectores un tejido de
significaciones que amplía su comprensión del mundo y les ayuda a encontrar un
sentido más rico y profundo de sus vidas.
Las estrategias
Realice lecturas en voz alta o de «viva voz».
Las primeras experiencias lectoras se viven a través del oído. Es importante continuar
con esta práctica, dirigida tanto a los niños, niñas y jóvenes como a los padres de
familia. Para poder educar al lector literario es importante aprender a percibir los
ritmos, las cadencias, la sonoridad y demás rasgos de estilo de los textos, y la mejor
manera es escuchando textos leídos en voz alta.
Implemente proyectos de lectura, escritura y oralidad de largo plazo. Las últimas
investigaciones han demostrado que esta manera es más eficaz para que los niños,
niñas y jóvenes comprendan los diferentes usos y apropiaciones de la lectura y la
escritura. Dice Delia Lerner al respecto: «El trabajo por proyectos permite, en efecto,
que todos los integrantes de la clase —y no solo el maestro— orienten sus acciones
hacia una finalidad compartida» (2001, pág. 53). Esto que aplica para los proyectos
de aula puede concretarse también en proyectos en los que se involucre a las familias.
Elaborar una guía turística de la localidad, editar una colección de cuentos o diseñar
un fichero informativo de personajes mitológicos son algunos ejemplos. Promueva el
voluntariado para el apoyo de actividades de lectura, escritura y oralidad. El trabajo
voluntario es un aliado de las actividades y programas de promoción de lectura.
Puede, por ejemplo, organizar grupos de madres voluntarias para la lectura en voz
alta, para los talleres o para los eventos especiales relacionados con la lectura y la
escritura. También puede convocar a jóvenes voluntarios para apoyar un programa
de lectura con los abuelos y abuelas.
¿QUÉ ES ESCRIBIR?
Tomado
escribir-
de:
https://sites.google.com/site/lectoescriturainves/-que-es-leer-que-es-
Todo escrito cumple una función social porque se escribe, principalmente, para
comunicar algo a alguien. Quien escribe lo hace para expresar sus vivencias, sus
angustias, sus sueños, sus deseos; para solicitar algo que le interesa, para informar,
para conservar sus ideas en el tiempo; para disfrutar por el placer de hacerlo; pero lo
escribe porque percibe que lo que comunica puede ser valorado por los demás.
Escribir no es, tampoco, una tarea mecánica de codificación, no es suficiente conocer
los signos y saber construir con ellos combinaciones. La escritura debe entenderse,
desde que se aprende, como un recurso de comunicación que permite representar el
lenguaje oral para transmitir mensajes.
El niño que aprende a escribir debe percibir primero que a cada expresión del lenguaje
oral le corresponde una representación gráfica, así a cada fonema le corresponde una
grafía pero, también, existen otros signos o símbolos que se utilizan en esta
representación, como: las tildes que representan la fuerza con que se pronuncian
algunos fonemas, los signos de interrogación y exclamación que representan
determinadas entonaciones que usamos al hablar, las comas y puntos que
representan las pausas, los espacios en blanco entre palabras que representan el final
de un término y el inicio de otro... Ir enseñando esto de manera integral y no de manera
aislada, mostrarlo en textos completos, usarlos desde el inicio en la producción de
textos, ayuda a que el niño entienda la escritura como el sistema que registra el habla
y que, tal como ocurre con el lenguaje oral, el lenguaje escrito sirve para comunicar lo
que se quiere decir.
Lo más importante, entonces, en el aprendizaje inicial de la escritura no es aprender
las “letras” sino aprender el sentido (comunicar) y el mecanismo (representar) del
lenguaje escrito; junto con ello se va aprendiendo el trazo de las grafías y su
mecanismo de articulación, pero siempre partiendo de un contexto significativo que
tiene que ser un mensaje.
Otro aspecto importante, que debe darse simultáneamente, es el de producir
mensajes (no sólo copiar textos o escribir textos dictados) ya que la producción de
textos desarrolla el pensamiento y la capacidad comunicativa. El niño debe, desde el
principio, tratar de traducir ideas y pensamientos propios al lenguaje escrito, usando
todos los recursos disponibles a su alcance (imágenes, grafías conocidas, grafismos
propios) hasta que esté en capacidad de ir reemplazando sus símbolos por los
convencionales.
En este proceso de creación irá perfeccionando su escritura, pues será necesario
revisar y mejorar lo escrito para hacerlo comprensible al destinatario. Llegar a ser buen
escritor resulta tanto o más difícil que ser buen lector, porque la habilidad de producir
un texto exige práctica continua y constante. Requiere leer y escribir mucho, en un
proceso continuo de reflexión que facilita el desarrollo progresivo del manejo de la
lengua, esto fortalece la habilidad comunicativa. Escribir es la habilidad de producir
textos, con autonomía, para comunicar mensajes a otros. Requiere intensa actividad
cognitiva en situaciones de comunicación real.
12 estrategias para motivar a niños escritores
Tomado de: https://eresmama.com/12-estrategias-motivar-ninos-escritores/
Los niños escritores suelen demostrar, desde sus primeros años, un gran interés hacia
la lectura. Es ahí donde se adquieren las bases para comenzar a idear las historias
propias. Por eso, uno de los tips más importantes para incentivar la habilidad
escritora, es fomentar el amor por la literatura.
«Los garabatos, muchas de las rayas que los niños y niñas menores de 6 años
hacen imitando la escritura de los adultos, y los dibujos que muchas veces
“leen” a los adultos como si fueran texto, corresponderían a etapas de una
evolución en la cual los niños y niñas van modificando sus concepciones
lingüísticas.»
– Ferreiro y Teberosky –
Ya sabemos que los pequeños son una fuente inagotable de ideas y de anécdotas que
su imaginación les dicta. Es precisamente esa la materia prima que se debe
aprovechar para desarrollar la capacidad de capturarlas en el papel. A continuación
verás algunas recomendaciones útiles para que acompañes a tus niños escritores en
sus procesos creativos.
¿Cómo estimular a los niños escritores a desarrollar sus habilidades?
Bríndales materiales variados.
Elige lápices de diferentes formas y colores, papeles bonitos y con texturas,
marcadores y tableros. Por sencilla que parezca esta estrategia, puede multiplicar
la motivación de los pequeños hacia la escritura.
2. Adecúa un espacio en casa que esté libre de distracciones. Esto permitirá que la
concentración de tu hijo esté al 100 % y que pueda escuchar las ideas que su cerebro
le grita.
3. Ayúdales a aumentar su vocabulario. Los niños requieren instrucciones sencillas y
directas durante sus primeros años. Sin embargo, a medida que crecen, puedes
utilizar términos más sofisticados para comunicarte con ellos. Usa con ellos sinónimos
y palabras nuevas, eso les da más herramientas para expresar sus ideas.
4. Integra la escritura a las demás áreas. Describir problemas matemáticos o las
tareas de ciencia, les ayudará a ver que todo puede escribirse. Los niños escritores
también pueden practicar mediante el uso de un diario en el que relaten sus
experiencias cotidianas.
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