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Gia para padres de niños muy inquietos y despistados - Eli'sa Vaca & Bel+®n Pozo

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Guía para padres de niños muy inquietos y
despistados
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Proyecto Editorial
SABER EDUCAR
COORDINADORAS
Elena Berazaluce
Estíbaliz Diego
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Guía para padres de niños muy inquietos y
despistados
Elisa Vaca
Belén Pozo
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Consulte nuestra página web: www.sintesis.com
En ella encontrará el catálogo completo y comentado
© Elisa Vaca y Belén Pozo
© EDITORIAL SÍNTESIS, S. A.
Vallehermoso, 34 - 28015 Madrid
Tel.: 91 593 20 98
http://www.sintesis.com
Reservados todos los derechos. Está prohibido, bajo las sanciones penales y el resarcimiento civil previstos en las
leyes, reproducir, registrar o transmitir esta publicación, íntegra o parcialmente, por cualquier sistema de
recuperación y por cualquier medio, sea mecánico, electrónico, magnético, electroóptico, por fotocopia o por
cualquier otro, sin la autorización previa por escrito de Editorial Síntesis, S. A.
ISBN: 978-84-995841-7-1
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Índice
PRÓLOGO
INTRODUCCIÓN
1 El niño de 0 a 12 meses
Introducción
La exploración del entorno
El temperamento del bebé
Jugar a imitarse
Preguntas y respuestas
2 El niño de 12 a 24 meses
Introducción
Adaptación personal
Comida
Sueño
Motricidad
Desarrollo de la atención y la memoria
Preguntas y respuestas
3 El niño de 2 a 4 años
Introducción
Rabietas
Hace mucho ruido mientras juega
Cuando vamos de viaje, se suelta y se mueve por todo
el coche
No obedece las normas de conducta
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Grita
Preguntas y respuestas
4 El niño de 4 a 5 años
Introducción
Sobrestimulación
Cambia constantemente de una tarea a otra
Siempre se tiene que salir con la suya
No mira a los ojos mientras se le habla
Cuando vamos de tiendas, lo toca todo
Preguntas y respuestas
5 El niño de 6 a 8 años
Introducción
Siempre está enfadado
Molesta a otros niños
El niño solitario
Tiene mal perder
Pierde sus cosas
No termina los deberes
Actúa sin pensar
No para de mover el pie
Siempre tiene que ser el primero
Sabe sumar, pero siempre se equivoca
Preguntas y respuestas
6 El niño de 9 a 11 años
Introducción
Se queja de las normas
No para de interrumpir en las conversaciones
Demora mucho los deberes
Hace el ejercicio sin leer el enunciado
Es muy olvidadizo
Es muy inquieto
Preguntas y respuestas
7 El niño de 12 a 14 años
Introducción
Discute con sus hermanos
9
No deja que entren en su cuarto
“No puedo hacer las cosas bien”
Se queda ensimismado, está en las nubes
Suspende en el colegio
Preguntas y respuestas
8 El niño de 15 a 18 años
Introducción
No reflexiona al actuar
No comprende lo que lee
No para de hablar
Está diagnosticado de déficit de atención
No se entera de nada en clase
Preguntas y respuestas
9 Sobre el TDAH
Introducción
Atención
Hiperactividad-impulsividad
Cuáles son las causas
Cómo se detecta
Exploración médica
Exploración neuropsicológica
Síntomas para requerir la atención profesional
¿Se le puede ayudar?
Tratamiento psicológico
Farmacología
Dónde acudir
Preguntas y respuestas
REFLEXIONES FINALES
BIBLIOGRAFÍA
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Prólogo
Es bien conocido en ciencia, en especial en ciencias sociales, que el oscurantismo, el
decir las cosas de forma compleja y difícilmente inteligible, es mala señal. Si lo que se
tiene que decir es poco interesante es mejor que no se entienda, disfrazarlo con un
lenguaje complejo. El libro de Sokal y Bricmont Imposturas intelectuales pasa revista de
forma precisa y despiadada a esta forma de intentar dar “gato por liebre” en la ciencia.
Esta obra es un ejemplo de todo lo contrario. Ante determinados problemas infantiles y
juveniles, como los de atención, concentración, autoestima, no seguir normas, discutir
con todos, no organizarse, molestar a los demás, actuar sin pensar, no parar de hablar, no
comprender lo que se lee, frecuentes rabietas y enfados, no terminar los deberes… es
mejor que se entienda con claridad en qué consisten esos problemas. Establecer con
precisión qué conductas señalan la presencia de problemas y cuáles no, si realmente se
dan en determinado niño o no y, finalmente, qué se puede hacer para solucionar o aliviar
los problemas detectados.
Las autoras, Belén Pozo y Elisa Vaca, psicólogas especializadas en el área de
Psicología Clínica Infanto-Juvenil, han desarrollado una obra que resulta sencilla, clara,
muy fácil de leer, muy fácil de entender y, además, ágil y amena. Sin duda las autoras
tienen cosas interesantes que decir. La Psicología tiene mucho que decir y ellas saben
hacerlo en su nombre.
El objetivo de la obra es de gran interés: los niños que parecen presentar problemas
de atención, impulsividad, concentración, autocontrol, de interacción social o escolares.
En realidad la mayoría, o incluso todos los niños, en algunas ocasiones presentan este
tipo de problemas. La etiqueta de Trastorno de Déficit de Atención con Hiperactividad
(TDAH) planea sobre ellos, pues es una denominación que está de moda así como su
aplicación (autoaplicada por los padres) con demasiada frecuencia sin motivos, aunque
una vez aplicada esta etiqueta sí que afecta al niño que la recibe. Como señalan las
autoras, el TDAH se ha convertido hoy en día en un “cajón de sastre”, donde se
incluyen una gran cantidad de casos muy diferentes y que en muchas ocasiones poco o
nada tienen que ver con los criterios exigidos para establecer un diagnóstico clínico
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adecuado. Muchas de estas conductas son completamente normales en niños y jóvenes
normales que están desarrollándose normalmente y en los que una inadecuada
preocupación o “etiquetado” por parte de padres o profesores puede alterar este normal
desarrollo.
En consecuencia nada mejor que abordar estos comportamientos teniendo como
marco de referencia el proceso de evolución normal de niños y jóvenes, lo que permitirá
sin duda entender de forma más sencilla el porqué de algunas de estas conductas y su
valor funcional en el desarrollo evolutivo. Ésta es la perspectiva adoptada por las autoras,
relacionar todas estas conductas que pueden preocupar a padres o profesores con el
desarrollo evolutivo de los niños. Así se van abordando y analizando diferentes
conductas que pueden o suelen aparecer en los niños a lo largo de su proceso evolutivo y
que tienen que ver con los problemas ya indicados. Es decir, conductas que pueden tener
parecidos evidentes con las que se presentan en el TDAH, pero sólo eso, ciertos
parecidos.
Como resultado de este abordaje destaca el interés en “normalizar” muchas
conductas que con frecuencia pueden alarmar a padres y profesores. Es normal que en
las etapas iniciales y no tan iniciales de la vida en las que las personas han de desarrollar
una gran cantidad de habilidades nuevas (en realidad todas), más de una vez las
realizaciones no sean las correctas. Sin embargo, con frecuencia los padres perciben
inmediatamente el error (¿Esperan que sus hijos sean perfectos desde el primer día?, me
temo que sí) y se dispara la alarma… Rápidamente sigue la atención constante y
desmedida hacia esas conductas, lo que con frecuencia colabora a su mantenimiento, o el
intento de modificarlas acudiendo a remedios que a veces son peor que el problema: “He
visto en internet…”, “A un amigo mío le funcionó muy bien…”.
La presente obra, dirigida a revisar estos planteamientos, de forma sencilla y
asequible, pero con el respaldo de décadas de investigación y desarrollos profesionales
aplicados, supone una alternativa mucho más interesante. Pero no sólo es destacable que
sea un abordaje sencillo y claro del tema, también es un abordaje práctico. Es evidente
que la Psicología puede ayudar y orientar a los padres preocupados por estos problemas,
que como se ha señalado antes son mayoría. También es muy importante, cuando las
conductas son indicativas de problemas reales, identificarlas lo antes posible, a fin de
poner remedio de forma rápida e impedir su cronificación o deterioro progresivo.
Para lograr este objetivo la obra, dirigida especialmente a padres y personas
próximas –profesores, tutores, etc.– a los niños y jóvenes, adopta un formato de
divulgación científica muy válido ya que, tras cada conjunto de afirmaciones, se ilustran
con un ejemplo los contenidos abordados. Un aspecto especialmente novedoso es el que,
tras la exposición de muchos de los ejemplos, se consideran tanto el posible punto de
vista de los padres como el de los niños en relación con las conductas consideradas.
Ciertamente éste es un ejercicio arriesgado, que en algunos casos puede ser cuestionado,
pero es innegable el valor que tiene para hacer ver posibles explicaciones alternativas a
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las que habitualmente manejan los padres. Estas reflexiones en voz alta, que se incluyen
cono “Voz de los padres” o “Voz del niño”, son de especial valía a la hora de entender
algunos de los problemas que se considera que presentan los niños.
También es destacable la abundante presencia de ejemplos de casos individuales, la
presentación de problemas concretos y las consiguientes directrices sobre la forma de
abordarlos, la presencia de pautas de actuación sobre el modo de proceder, o muchas
reflexiones personales sobre qué hacer y qué actitud mantener. En otros momentos los
problemas y formas de actuación en consecuencia se presentan en forma de preguntas y
respuestas, o de normas y pautas de acción, o incluso juegos para ayudar al niño a
desarrollar estrategias de autocontrol. Muchas formas diferentes para hacer más ágil y
atractivo el acceder a conocer los aspectos fundamentales de este tipo de conductas. El
hecho de que todo parezca sencillo y lógico no debe impedir ver que esa sencillez es
posible si hay detrás un marco de conocimientos técnicos muy apropiado, que pueda
hacer fácil lo complejo.
Por ejemplo, es curioso uno de los procedimientos propuestos para el desarrollo de
habilidades de relajación en niños por medio del juego de las marionetas (véase capítulo
6): “Jugar a las marionetas. El juego consiste en moverse y, cuando se diga la palabra
‘marioneta’, hay que quedarse quieto en la última posición. Luego uno de los jugadores
hará como si tuviera unas tijeras e irá cortando los hilos de las distintas partes del cuerpo
dejando caer esa parte. Se empezará por los brazos, luego la cabeza y después el
tronco.”
Con todo, el trastorno por déficit de atención con o sin hiperactividad (TDAH) es un
problema realmente importante y afecta a un número no despreciable de niños, y sus
efectos se mantienen durante años, por lo que es importante el capítulo que dedican al
tema, dirigido tanto a identificar su presencia, como a establecer posibles pautas de
actuación que orienten a padres y profesores. Eso sin perder de vista que no existe un
problema sino una persona con problemas, de forma que muy diversos factores, como el
medio en el que se desarrolla, tanto físico como familiar, la capacidad de aprendizaje, el
sistema educativo, el género, la edad, las pautas educativas, el inicio de los problemas y
la forma en que intentan hacerles frente los padres y personas próximas, el nivel socioeconómico, los amigos, el tipo de conductas de ocio e interacción social, y un montón de
factores más pueden estar influyendo de forma decisiva en el desarrollo y mantenimiento
de estos problemas. Por todo ello, señalan las autoras, lo que le funcionó a tu vecino no
tiene por qué funcionarte a ti con tu hijo. Es más, una actuación del profesional de la
Psicología Clínica puede ayudar de forma eficaz y rápida a poner solución a muchos de
estos problemas, recurrir a ellos es lo más sensato que puede hacer un padre por su hijo.
Además, como indican las autoras, el tratamiento psicológico tiene como posibles
efectos secundarios durante y después del tratamiento:
– La risa y un aumento del sentido del humor
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– Aumento del número de cumpleaños que invitan al niño
– Más amigos a los que invitar a casa
– Incremento del número de elogios recibidos a través del profesor
– Subida del número de aprobados en las próximas notas
– Aumento de la felicidad familiar
– Mejor sentimiento y aceptación de la autoestima del niño
En resumidas cuentas, una obra sencilla, orientada a los padres y personas próximas
a los niños y jóvenes que orienta de forma sencilla y precisa sobre los problemas y no
problemas relacionados con atención, concentración, autoestima, no seguir normas,
discutir con todos, no organizarse, molestar a los demás, actuar sin pensar, no parar de
hablar, no comprender lo que se lee… y un largo etcétera. Una obra que sin duda
ayudará a entender estas conductas, y lo que es más importante, a actuar de manera
adecuada cuando aparezcan. Mis felicitaciones a las jóvenes autoras por el trabajo
realizado. Desde el punto de vista de la Psicología, “objetivo cumplido”.
Francisco Javier Labrador
Catedrático de Modificación de Conducta
Universidad Complutense de Madrid
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Introducción
¿Qué se pretende con este libro?
Con este libro queremos, por un lado, ayudar a padres y profesores, o a aquellas
personas que están alrededor del niño con el fin de que aprendan a manejar y a
enfrentarse a determinadas conductas, que a veces se pueden hacer difíciles de llevar, y
para las cuales seguramente se habrá probado de todo sin efecto alguno, y por otro lado,
ayudar a todos los niños que sin tener un Déficit de Atención con/sin Hiperactividad, se
han visto etiquetados, y que muy lejos de ayudarlos, están siendo estigmatizados y
tratados de algo que realmente no tienen, y que probablemente, muy a pesar de los
padres, no estén siendo ayudados, sino todo lo contrario. Porque al fin y al cabo, hoy en
día todo el mundo está capacitado y entiende para diagnosticar, algunos con un simple
vistazo, y otros a través de cuestionarios subjetivos, donde si lo quieres ver, lo ves. Lo
cierto es que un dentista es experto en dientes y un logopeda experto en el lenguaje.
También pretendemos ayudar a entender por qué a veces los niños y adolescentes se
comportan de determinada manera y que no todo tipo de comportamientos han de ser
etiquetados de la misma forma. Hoy en día distintas formas de actuar y de ser son
explicadas como déficit de atención con o sin hiperactividad. Sin embargo, nuestra
experiencia y trabajo día a día con este tipo de casos nos demuestra que no todos los
signos mostrados son explicados por este trastorno.
En las últimas investigaciones se indica que este trastorno se da en la población entre
un 3 y 7%, es decir, que encontraríamos un niño por clase. Cuando actualmente los
profesores dicen tener hasta 4 y 5 niños por clase que presentan estas características.
Esto apoya nuestra hipótesis de que hay muchos niños diagnosticados con una etiqueta
que no les corresponde.
El libro se estructura en dos planteamientos, en el primero nuestro objetivo ha sido
exponer a través de etapas evolutivas una serie de conductas comunes en los niños, pero
que se asemejan a los síntomas que muestra un niño hiperactivo. Y que actualmente son
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indicios que sirven a muchos profesionales para confirmar un caso de TDAH.
También queremos presentar las distintas formas de mirar el mundo para así
ayudarnos a cambiar el color del cristal con el que estamos acostumbrados a mirar y
analizar lo que nos rodea. Las cosas se pueden interpretar en función del cristal que nos
ponemos, por lo que debemos estar abiertos a usar otro tipo de colores y no empeñarnos
en mirar siempre por el mismo.
También sugerimos una serie de pautas de actuación para enfrentarse a los
problemas o dificultades que presentan los niños a cada edad.
En el segundo planteamiento de este libro nuestro objetivo ha sido ayudar a entender
los síntomas del TADH y los procesos cognitivos y conductuales implicados. Qué se
debe hacer y a qué profesionales se debe acudir en caso de una sospecha, cómo saber si
se dispone de un informe diagnóstico que evalúe los factores necesarios que determinan
la existencia de este trastorno. Y por último se dan unas orientaciones sobre qué se puede
hacer en el caso de que nuestro hijo haya sido diagnosticado, y sobre cómo debe ser una
adecuada intervención con el fin de ayudarle a superar sus dificultades lo antes posible.
¿A quién va dirigido?
Este libro va dirigido a padres y profesionales que conviven día a día con el niño, para
aquellas personas que se interesan en educar y que han probado miles de formas para
acabar con las conductas no deseadas y que intervienen en la vida del niño, sin haber
tenido la eficacia esperada.
Las pautas presentadas no pretenden ser una receta mágica que acabe con nuestros
problemas, sino una forma de acercarnos con éxito a la solución de las dificultades
diarias. Si se aprende a ver las cosas de otra forma, teniendo en cuenta la manera de ser
de nuestro hijo, para así adecuar las diferentes estrategias que se van adquiriendo, se
tendrá una mayor probabilidad de resolver con éxito las distintas situaciones, ya que no
hay una regla de oro aplicable a todos los niños, no se puede recetar la misma pastilla
para todos, la eficacia de ésta depende de cómo sea el niño así como del entorno en el
que se desenvuelve.
Los educadores se enfrentan a muchas dificultades y problemas con los niños, ante
los cuales responden de la mejor manera posible, al igual que no nacemos sabiendo
hablar o conducir un coche, no tenemos una regla de oro para solucionar todo lo que le
pasa a nuestro hijo. Como padres se intenta actuar del mejor modo posible, probando
todas aquellas cosas que se nos pasan por la cabeza, y el hecho de que no funcionen a
veces no significa que seamos malos padres, hay cosas que se escapan de nuestro control
y necesitan de ayuda profesional. Si nuestro hijo tiene un simple dolor de cabeza
sabemos cómo podemos ayudarle, pero si este dolor de cabeza se mantiene de manera
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prolongada en el tiempo, o bien aparecen nuevos síntomas, ahora es probable que no
estemos preparados para saber qué debemos hacer. Al igual que en estos casos nos
dirigimos al especialista, en los problemas de conducta o dificultades cognitivas debemos
acudir a un psicólogo, que nos oriente sobre cómo actuar y determine el porqué de estas
dificultades.
De todas formas, como psicólogas nosotras tenemos una cosa clara, y es que, si está leyendo esto, tiene un
gran interés por su hijo o alumno. Y estamos seguras de que es un buen padre o educador.
Seguramente habrás oído multitud de consejos sobre cómo actuar, desde familiares,
compañeros de trabajo, amigos… la gente opina como si todos los niños fuesen iguales o
al menos como los suyos. Pero tú que conoces a tu hijo, sabes mejor que nadie lo que en
cada momento es más conveniente.
La importancia de la psicología y la neuropsicología infantil
Al igual que hay pediatras que están especializados en salud infantil, es necesario e
imprescindible que los problemas conductuales y dificultades cognitivas, como es en este
caso el TDAH, sean diagnosticados y tratados por psicólogos y neuropsicólogos
infantiles. La infancia es una amplia etapa en la que se dan muchos cambios a nivel
psicológico y neurológico, y es necesario un amplio conocimiento de estos fenómenos
para poder determinar si un comportamiento es normal o patológico, así como la forma
mejor y más eficaz de ayudarle.
Al igual que un catarro es muy parecido entre un niño y un adulto, existe un
pediatra, médico especializado en niños, para tratarlo. Sin embargo las manifestaciones
de los problemas psicológicos son muy distintas entre un adulto y un niño, por ejemplo,
la depresión en adultos se manifiesta mediante el llanto y la apatía, mientras que en los
niños aparecen otra serie de signos como conductas agresivas, pesadillas… A pesar de
ello, no existe en España una titulación de psicología infantil, que cada día es más
exigida, a pesar de ello podemos contar con buenos profesionales especializados en esta
área, los cuales se han ido formando una vez acabados sus estudios universitarios en
Psicología, a través de estudios de posgrado y experiencia centrada en niños.
El hecho de que profesionales no especializados traten casos para los cuales no están
suficientemente preparados lleva a repercusiones emocionales, cognitivas y sociales tanto
en los niños como en su entorno.
Hoy en día, debido a la falta de conocimiento de lo que es y hace un psicólogo, y a
la cantidad de mitos que se mantienen, resulta por desgracia mucho más cómodo derivar
al niño a otros profesionales. Dado el tabú que existe aún en nuestra sociedad en torno a
las visitas al psicólogo, es más fácil decir a un padre que su hijo vaya a cualquier otro
tipo de especialista o pseudoespecialista.
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Esperamos que lo que lea a continuación le ayude a:
– Entender mejor la conducta de su hijo.
– Detectar la problemática en la que se encuentra.
– Ver otros casos similares de los cuales poder aprender algo nuevo.
– Manejar mejor las situaciones en las que se encuentra.
– Vislumbrar el porqué de la problemática.
– Saber qué hacer y adónde acudir en caso de que las cosas se mantengan o se
agraven.
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El niño de 0 a 12 meses
Introducción
Al nacer, el niño se enfrenta a un mundo nuevo donde todo está por aprender. Cientos de
miles de millones de neuronas se encuentran predispuestas a formar nuevas conexiones,
que facilitarán al niño la adaptación al entorno a través de la exploración de éste, por
medio de los sentidos y las habilidades motoras. Este proceso es tan rápido que en los
primeros 24 meses de vida el peso del cerebro se triplica.
Es fundamental proveer al niño de un entorno rico que ayude a desarrollar sus
capacidades cognitivas y motoras, este enriquecimiento facilitará nuevos aprendizajes que
de otra manera se darían en etapas posteriores.
Esta etapa se caracteriza por una gran plasticidad neuronal, al igual que un lienzo
adquiere su forma a través de las pinceladas, el cerebro es capaz de moldearse en
función de las experiencias adquiridas. Si una parte del cerebro sufre algún daño, otra
parte se encarga de adquirir las funciones para las que no estaba en un primer momento
predeterminada.
Cada bebé es distinto de los demás y su desarrollo depende de múltiples factores
genéticos, sociales y personales.
Las capacidades que el niño va a desarrollar se adquieren de forma independiente
unas de otras. Este desarrollo no es uniforme ni lineal en el tiempo, ni se da por igual en
todos los niños.
Son cinco las áreas de desarrollo que darán lugar al boceto del lienzo que se crea en
esta etapa: personal-social, adaptativa, motora, cognitiva y del lenguaje.
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– El área personal-social comprende las distintas capacidades que permiten al niño
interaccionar consigo mismo, con sus iguales y con sus progenitores.
– El área adaptativa engloba conductas de autoayuda que permiten al niño adquirir
más autonomía: estas conductas comprenden el aseo, alimentarse y vestirse.
– En el área motora el niño desarrolla la capacidad para coordinar las distintas
partes del cuerpo y conseguir una mayor independencia.
– El área cognitiva engloba un conjunto de capacidades y habilidades que permiten
al niño percibir, memorizar y responder de manera adecuada a los estímulos y
situaciones que le rodean.
– El área de la comunicación comprende las habilidades que permiten al niño
transmitir y recibir información con su núcleo familiar y social.
Un área puede desarrollarse rápidamente y de repente, quedar estancada durante
cierto tiempo. Este proceso se produce de distinta manera de un bebé a otro. Las
diferencias nos hacen ser seres únicos y diferentes a los demás, su existencia permite la
idiosincrasia del ser humano.
El primer año de vida del niño es el llamado periodo sensoriomotor, donde el bebé
aprende a coordinar las experiencias sensoriales con la actividad física y motora. El niño
va a ir superando una serie de etapas imprescindibles para su buen desarrollo físico y
psicológico, los hitos de desarrollo se adquieren a través de la interacción consigo mismo
y el entorno, en especial del contacto con sus padres.
Cuadro 1.1. Algunos hitos destacados del desarrollo
Edad
1-3 meses
4-6 meses
Hitos evolutivos
• Fijación de la mirada
• Perfeccionamiento visual
• Agarrar sonajeros y seguir los
movimientos de éstos
• Sonrisa mimética, precursora de la sonrisa
social
• Vocalizaciones prelingüísticas (gorjeo)
• Seguimiento visual de movimientos
horizontales
• Se mira las manos
• Localiza objetos visualmente en cualquier
dirección
• Carcajada como sonrisa social
• Juego con su propio cuerpo
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7-9 meses
10-12 meses
12-18 meses
• Extensión de los brazos para alcanzar
objetos
• Fase del saltador
• Deja poco a poco su cuerpo y empieza a
explorar su entorno
• Golpea todos lo juguetes
• Imitación de acciones simples
• Juego del Cucú-Trastrás
• Búsqueda visual de un objeto que
desaparece de su campo visual
• Exploración del entorno → “El niño
investigador”
• Conductas comunicativas intencionadas
• Señala con el dedo lo que quiere
• Se detiene ante el “no”
• Inicio del lenguaje
• Comienza a andar, lo que le proporciona
más autonomía
• Muestra interés por otros niños
• No para
• Prefiere juegos solitarios
• Empieza a mostrar atención y capacidad
de atender a los aprendizajes
• Imita gestos
En lo que respecta a la atención es imprescindible un adecuado desarrollo perceptivo
previo, precursor necesario de la atención que evitará posibles retrasos o dificultades en
esta área.
Percibir es un acto que permite incorporar la información del entorno, mientras que
la atención es un proceso activo que selecciona aquella información que es relevante,
mientras que ignora la que en ese momento no es útil para los objetivos que las funciones
superiores determinan.
La exploración del entorno
Pablo tiene 3 meses de edad. A sus padres les llama mucho la atención que cada vez que va a casa
de su abuela y ella le da de comer, tarda mucho tiempo e insiste en echar sus manos hacia su cara,
dando manotazos, lo que hace que sea muy difícil darle de comer.
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Voz de los padres
“Se queda siempre ensimismado mirando a su abuela, es increíble, y eso que dicen que
los niños no distinguen tan pequeños las caras. No nos explicamos cómo le llama tanto la
atención la cara de su abuela.”
Voz del niño
El hecho de que los bebés mantengan su mirada en ciertos objetos sí y en otros no,
prestándoles atención durante más o menos tiempo varía según la edad y desarrollo
madurativo del bebé. La novedad de los objetos así como la complejidad de éstos
determinarán la preferencia por unos u otros.
Pautas de actuación
La agudeza visual del bebé progresa muy rápidamente desde el nacimiento lo que, unido
a la mejora de la capacidad de adaptación del cristalino, hace que a los 6 meses de edad
el niño sea capaz de percibir de manera semejante a como lo hace un adulto.
Nada más nacer el niño dirige su atención a aquellos estímulos del entorno que la
evolución de su especie ha seleccionado como relevantes para preservar la vida, por lo
que hay estímulos que de manera innata llamarán más su atención. Esto está relacionado
con el reflejo de orientación, por el cual el niño ante un ruido o ciertos aspectos del
entorno, girará la cabeza. Por esta razón los niños de estas edades prefieren mirar
durante más tiempo unos objetos a otros, como son las luces, el movimiento, los sonidos,
los contrastes de colores y los objetos brillantes.
Prefieren aquellas caras de adultos que tienen bigotes, por el contraste de color, o
gafas, debido al reflejo que puedan dar. Poco a poco este proceso va evolucionando y el
niño deja de ser tan dependiente de las características del estímulo para empezar a poder
regular su atención por otros factores como la motivación o intereses.
Según avanza el bebé en su desarrollo evolutivo hay dos factores determinantes de
la orientación de su atención:
– Discrepancia. Si el bebé percibe algo muy distinto a lo que está acostumbrado
“despertará” su atención hacia dicha novedad. Este fenómeno aparece según
avanza el desarrollo, ya que un bebé de un mes no tiene los recursos cognitivos
necesarios para ello, por lo que a medida que el niño crece su interés por lo
discrepante aumenta.
– Complejidad. A medida que el niño crece se siente más atraído por los estímulos
que presentan un mayor número de partes diferentes a las que atender. Un niño
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de un mes preferirá un simple oso suave de un color llamativo, mientras que
uno de 6 meses se inclinará por uno lleno de actividades que incluyan botones,
cuerdas, cremalleras y distintas texturas. Los niños más pequeños no tienen la
capacidad de procesar estímulos complejos.
Estos fenómenos se producen debido a la maduración del sistema nervioso así como del desarrollo
cognitivo del niño.
En lo que se refiere al desarrollo de la percepción de los objetos cabe destacar que
durante los 2 primeros meses de vida, el bebé dirige su mirada hacia las partes externas
de los objetos así como a sus contornos. Es a partir del tercer mes cuando empiezan a
explorar los rasgos internos, mostrando una especial preferencia por los ojos. A los 4
meses de edad ya han adquirido las capacidades perceptivas que les permiten captar el
todo así como las partes de los componentes.
El temperamento del bebé
Ana tiene seis meses de edad. Es una niña muy inquieta y despierta. Nunca come a su hora.
Cualquier pequeño cambio diario, como ir a visitar a un amigo, hace que no pare de llorar. Por las
noches no hay forma de que nadie duerma en casa, duerme a intervalos cortos de tiempo, y se
despierta al menor ruido. Sus padres no saben cómo calmarla, han probado de todo pero nada les
funciona.
Voz de los padres
“No sabemos qué hacer con Ana. Estamos desesperados, no conseguimos calmarla. No
tuvimos este problema con su hermano, era un niño muy bueno, dormía toda la noche de
un tirón y sólo se despertaba para comer.”
Voz del niño
“Me gusta ver todo mi entorno y explorar todas las cosas nuevas que hay a mi alrededor.
Otra vez quiere mi madre que coma, pero no tengo hambre. No quiero salir de casa, me
coge gente extraña y tengo miedo, no los conozco. Por la noche siempre me quedo con
hambre y no puedo dormir.”
Los niños nacen con un determinado temperamento. Se han de enfrentar a un
mundo desconocido para ellos, todavía no han aprendido cómo responder a las nuevas
situaciones, y actúan por impulsos. La ayuda de la que disponen para estructurar tanto
caos son las rutinas que les proporcionan sus padres.
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Pautas de actuación
A menudo los padres tienen miedo a estar haciendo algo mal. Los primeros años de vida
son muy difíciles, preocupados por que sus hijos se desarrollen adecuadamente. Prueban
todo tipo de estrategias para conseguir calmar y habituar a los niños a unas rutinas, pero
cada niño es diferente, tiene su propio temperamento y es muy importante primero que
conozcan bien a su hijo, y después adaptarse a él.
Al entrar en una guardería por primera vez, se puede observar en los niños distintas
formas de responder ante un extraño, unos se acercarán con curiosidad y mostrarán el
juguete que tienen en sus manos, otros comenzarán a hacer pucheros por temor a lo
nuevo, otros huirán a una esquina a observar desde la distancia y otros sonreirán desde la
trona deseosos de ser cogidos en brazos.
Cuadro 1.2. Características del temperamento
Nivel de actividad
Ritmicidad
Adaptabilidad
Acercamiento-Retraimiento
Umbral de respuesta
Intensidad de reacción
Humor
Distraibilidad
Persistencia
y
capacidad
de
Actividad motora diaria del niño
durante la interacción con su
entorno
Grado de regularidad de las
funciones biológicas del bebé en
cuanto al ciclo del sueño, aseo y
comida
Facilidad
o
dificultad
para
adaptarse a los cambios del entorno
Respuestas
positivas
(acercamiento)
o
negativas
(retraimiento) ante la novedad
Nivel de intensidad en un estímulo
(p. ej., ruido) necesario para que
emita una respuesta
Nivel de reacción de la respuesta
emocional (sonrisa, llanto…) ante
un estímulo
Tendencia a estar alegre frente a
triste/enfadado
Grado de distracción mientras hace
otra tarea si aparece un nuevo
estímulo
Constancia en la realización de una
tarea y tiempo que permanece
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atención
haciéndola
atención
y
manteniendo
su
Estas diferencias que hacen que cada niño responda de manera distinta vienen
determinadas en parte genéticamente por el temperamento del bebé y por otro lado por
factores ambientales que modulan su forma de interaccionar.
El temperamento es la forma que tienen de responder y expresar sus sentimientos
frente a las distintas situaciones a las que se enfrentan. Se compone de nueve
características que se configuran dentro de un continuo, dando lugar a tres tipos de niños:
el bebé fácil, el difícil y el lento.
– Un niño fácil es aquel que suele estar siempre alegre, tiene curiosidad ante lo
nuevo, se adapta muy bien a los cambios y tiene unas rutinas establecidas.
– Un niño difícil casi siempre está llorando, tiene mucha actividad motora, no se
adapta a los cambios y no respeta las rutinas.
– Un niño lento duerme casi todo el día, su humor es cambiante, extraña y evita
todo lo nuevo.
Cuadro 1.3. Tipos de niños
¿Qué hago si mi hijo tiene un temperamento difícil?
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– Conoce a tu hijo. Cada niño es diferente y necesita un entorno que se adapte a
él, es necesario conocer cómo reacciona, lo que le gusta y le disgusta para poder
entenderle y así enseñarle estrategias que le ayuden a desenvolverse con éxito
en las diversas situaciones que se le presenten. No todas las recomendaciones
valen para todos los niños. Nadie mejor que sus padres saben lo que su hijo
necesita en cada momento.
– Establece unas rutinas. Las rutinas son necesarias para dar sentido a su vida, le
proporcionan seguridad al ayudarle a predecir lo que va a pasar a continuación.
Es conveniente establecer unos horarios de comidas, baño y sueño, que han
de ser siempre los mismos y todos los días. Así, poco a poco conseguiremos
que aprenda a estructurar su mundo e ir estableciendo unos hábitos beneficiosos
que le enseñen a regular su conducta. Debemos darles un tiempo a lo largo del
día en el que pueda liberar su exceso de actividad motora.
– Mostrarle calma. Para ello lo primero que debemos hacer es no perder los
nervios porque le transmitiremos inseguridad. Debemos mantener la calma y
hablarle con un tono de voz sosegado y monótono, para proporcionarle
seguridad y tranquilidad. También podemos cantarle susurrando canciones
populares infantiles. Una postura que nos puede servir de ayuda es colocarlos
tumbados boca abajo, sobre el antebrazo, con la cabeza mirando hacia el codo y
las piernas y brazos colgando a ambos lados.
Jugar a imitarse
Ana tiene 11 meses de edad. Su madre nos comenta que es una niña que está en su mundo, no
hace caso cuando se la llama y no para, va de un lugar a otro constantemente tocándolo todo. Coge
un juguete, lo mira medio segundo y lo tira al suelo.
Voz de los padres
“Parece como si estuviera en las nubes. Cuando tenía 3 meses no nos sonreía cuando la
hacíamos carantoñas, incluso nos desviaba la mirada, parecía como si no quisiera cuentas
con nosotros. Siempre hemos intentado jugar mucho con ella, por eso la hemos
comprado muchos juguetes desde bebé pero nunca ha cogido ninguno.”
Voz del niño
La conducta de imitación es necesario potenciarla, pues es un proceso anterior al
desarrollo del lenguaje, sin ella no somos capaces de aprender, pues la mayoría de los
aprendizajes se darán a través de un proceso llamado modelado. Pero para que se dé se
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ha de fomentar antes un adecuado desarrollo de la atención.
Pautas de actuación
Para conseguir una buena atención, se puede estimular desde casi el primer mes de vida
con el fin de prevenir un posible déficit futuro en esta área. La atención es un proceso
susceptible de ser desarrollado desde el nacimiento hasta los 16 años de edad. La
capacidad de atención irá aumentando según avancen los años, al principio será de pocos
segundos, hasta llegar a conseguir horas, necesarias para el buen desarrollo de un estudio
académico a los 18 años de edad.
En esta etapa del desarrollo, podemos realizar una serie de actividades con nuestro
hijo dirigidas a conseguir este objetivo, como son:
– Colocar encima de la cuna del niño un móvil con luz y sonido, con el fin de
llamar su atención y que así aprenda a fijar su mirada.
– Sujetar objetos brillantes, como una bola de navidad, a unos 15-20 centímetros
de los ojos del niño y moverlos suavemente para atraer su atención.
– Cuando el niño fije su mirada en algún objeto, definirle lo que está mirando, tanto
las partes como los colores.
– Cubrirse la cara con un pañuelo y jugar al Cucú-Trastrás.
– Jugar a “Te voy a agarrar”, consiste en hacer que se va a coger al niño, sin llegar
a cogerlo, mientras otra persona le cogerá en brazos y correrá en dirección
contraria para no ser cogidos. De este modo mantendrá la mirada en el adulto
para ver si viene.
– Colocar la mano encima de la cabeza del niño y jugar a que es un avión mientras
se hace ruido y a su vez se mueve la mano. De repente hacer que el avión se
cae sobre el niño y va a parar a tripa.
Una vez conseguido que el niño atienda durante cortos intervalos de tiempo se
puede empezar a jugar a imitarse. Para ello en primer lugar el adulto debe imitar al niño
cuando balbucea en los primeros meses, así como en los gestos posturales como giros de
cabeza o cuando levantan las extremidades, de este modo el niño, al ver que el adulto lo
hace, mediante el aprendizaje por observación, aprenderá poco a poco a imitar a través
del juego.
Sin imitación no hay lenguaje
Otros juegos de imitación que favorecen la atención y el aprendizaje pueden ser:
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– Cantar al niño canciones populares en las que se hacen gestos a la vez que se
canta como, por ejemplo: “Saco una manita”, “Pica, pica el pollito”, “Hola don
Pepito”, “5 Lobitos”, etc.
– Hacer gestos exagerados delante del niño, como por ejemplo tensar mucho las
partes del rostro y luego relajarlas.
– Cuando el niño mueva la cabeza hacia un lado, imitarle.
– Cuando golpee el juguete mientras juega, hacer lo mismo que el niño.
Para comunicarnos con nuestro hijo debemos colocarnos frente al niño cara a cara para favorecer el
contacto ocular.
Preguntas y respuestas
Ana tiene 5 meses de edad, su madre está preocupada porque pueda tener problemas de atención,
en la guardería le han dicho que no mantiene la mirada más de 5 segundos en el mismo objeto y no
sigue visualmente un objeto que se desplaza de un lado a otro. ¿Qué se puede hacer? ¿Es normal?
Alrededor de los 5 meses, los bebés empiezan a mantener la mirada en un mismo
objeto durante al menos 5 segundos y están más tiempo mirando una lámina con color
que otra en blanco y negro. A partir del segundo semestre siguen con la vista un objeto
que se mueve horizontalmente y son capaces de ver cómo una pequeña pelota se
desplaza a corta distancia.
El proceso madurativo no se produce al mismo tiempo en todos los niños, hay áreas
que pueden quedar estancadas y de repente, desarrollarse mucho en poco tiempo. Por lo
que es normal que el niño muestre algo de retraso respecto a sus iguales, pero puede ser
beneficioso estimular aquellos aspectos menos evolucionados.
En casa, aprovechando las rutinas diarias, se colocará cerca del cambiador un objeto
que llame su atención, generalmente suelen ser los objetos brillantes y luminosos los que
más les gustan, así nos acordaremos a diario de hacer una serie de ejercicios que pueden
estimular dicha área, para ello:
– Primero moveremos el objeto haciendo círculos muy despacio a una distancia de
20-25 cm del niño, para que lo siga con la mirada.
– Una vez que sea capaz de mantener la mirada siguiendo el movimiento, se
colocará el objeto a la altura de la nariz, respetando los 25 cm desde su cara, y
lo desplazaremos lentamente de izquierda a derecha.
– Conseguido el seguimiento en el desplazamiento horizontal, pasaremos a moverlo
de arriba abajo partiendo otra vez desde la posición de su nariz.
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– Si no se consigue atraer su atención, se debe cambiar el objeto por uno que tenga
sonido o más color y lo agitaremos para conseguir captar su mirada. También
procederemos a cambiar la distancia y velocidad.
•••••
Cristina tiene 3 meses de edad, es una niña muy inquieta y nerviosa, llora mucho por las noches y
no consiguen calmarla con nada. Sus padres se preguntan si siempre será así o estas dificultades
aumentarán con la edad, y temen no hacerse con ella cuando cumpla los 3 años.
Es muy pronto para saber cómo será la niña en un futuro. Su personalidad se
formará sobre la base del temperamento que la predispone cuando es pequeña a actuar
de una forma determinada. Pero los factores del entorno, como son las pautas educativas
parentales y las consecuencias que obtenga de sus actos, tendrán igual peso o más en la
configuración de su personalidad. Es muy importante en estas edades asegurarnos de que
tengan satisfechas todas las necesidades biológicas básicas como que no se queden con
hambre, algo habitual en estas edades ya que muchos de ellos toman pecho por lo que no
se sabe exactamente la cantidad tomada; se debe consultar al pediatra sobre la posibilidad
de añadir alguna toma de biberón antes de irse a la cama.
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2
El niño de 12 a 24 meses
Introducción
En la etapa anterior el niño se adaptaba a las situaciones nuevas, mostrándose más
pasivo, a partir de esta etapa el niño comienza a ser más independiente en sus acciones,
creándose esquemas sobre cómo funciona el mundo, a través de la relación causa-efecto.
Al ver que puede modificar el entorno, repite una y otra vez ciertas conductas como el
hecho de tirar objetos al suelo. Sólo a través de la repetición se produce el aprendizaje, el
niño necesita repetir sus acciones para generar en su cerebro una huella de memoria
sólida que no le haga olvidar lo ya aprendido. Cuanto más fuerte es la huella en la
memoria, menos susceptible es de ser olvidado. Una huella de memoria fuerte sólo se
consigue a través de la repetición.
Según se va avanzando en esta etapa, el niño pasa de repetir la misma acción a
introducir variaciones, realizando pequeños experimentos que le permiten entender el
mundo que le rodea. La búsqueda de acciones nuevas le lleva a pasar del egocentrismo,
donde el niño sólo percibe el mundo desde su punto de vista centrándose sólo en él, a ver
el mundo a través de lo que le rodea y los cambios que en él se producen. Al modificar
su forma de actuar va cambiando y añadiendo huellas de su memoria así como
asimilando las variaciones, lo que le lleva a poder resolver los diferentes problemas a los
que tiene que enfrentarse, a su vez fomentando una forma flexible de pensar y actuar.
Un pensamiento flexible es el último eslabón en el desarrollo de las funciones ejecutivas,
pilar deficitario en niños con problemas de atención e hiperactividad. Estos niños, a la
hora de solucionar un problema, son rígidos, les cuesta encontrar alternativas a los
problemas que se plantean y actúan a través del ensayo-error, es decir, prueban a aplicar
los esquemas que tienen una y otra vez para ver si funcionan, pero no analizan
previamente si éstos serán efectivos o no.
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Al final de la etapa ya no necesitan experimentar, pues son capaces de combinar
varios esquemas de manera interna para conseguir solucionar los problemas a los que se
enfrentan. Poco a poco empiezan a tener la capacidad de poder representar mentalmente
los problemas del entorno, lo cual facilita su autonomía.
Adaptación personal
Es importante que los niños adquieran una autonomía personal que les permita conocerse
a sí mismos, satisfacer sus necesidades y establecer una relación directa con su entorno
inmediato. El niño pasa de una dependencia absoluta en el útero de la madre a una
independencia progresiva en el avance de las etapas evolutivas. El objetivo de esta etapa
es fomentar unas conductas de sueño y alimentación adecuadas a través de la aplicación
de unas pautas preestablecidas, que han de tener una continuidad temporal. Esta
autonomía favorece el desarrollo de una buena autoestima, que a la vez le proporciona
una seguridad en sí mismo necesaria para explorar y conocer el mundo. Sin esta
seguridad los niños se muestran miedosos y dependientes de la figura de un adulto
cercano, cuya función es proporcionarles una seguridad externa que no son capaces de
conseguir por sí mismos.
Comida
Miguel es un niño de 22 meses de edad. A la hora de la comida sólo quiere comer purés. Su madre
ha probado de todo para intentar que poco a poco coma otras cosas. Cuando era pequeño le costó
mucho trabajo que pasara del biberón al puré. La hora de la comida es una lucha, en cuanto ve los
trocitos de fruta, tira el plato y se pone a llorar.
Voz de los padres
“Cuando se acerca la hora de la comida, voy avisando a Miguel de que comeremos
trocitos muy pequeños de jamón york, para ir preparándole. He probado diciéndole que
si se come todo, le compraré por la tarde unas chuches en el parque. Pero no hay forma,
se pone como loco a llorar y patalear.”
Voz del niño
“No quiero comer trocitos de jamón porque me cuesta mucho trabajo masticarlos. El
puré es suave y pasa solo. Además, me encanta que mamá juegue conmigo a hacer
tonterías que me divierten y nos reímos los dos, pero al final, no sé por qué, siempre se
enfada y yo acabo llorando.”
Es una época llena de cambios constantes que desbordan al bebé con todos los
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aprendizajes que va a tener que superar en poco tiempo. Es necesario facilitarle que estos
cambios sean pequeños, rutinarios y de manera secuencial.
Pautas de actuación
La comida es la preocupación más importante que tienen los padres, que les lleva a hacer
todo lo posible para que sus hijos coman. Los padres se han de relajar ante este hecho
pues al fin y al cabo no pasa nada porque el niño se salte una comida, pues la siguiente la
hará con más ganas. Los niños conocen este hecho y lo utilizan para conseguir la
atención de sus padres, necesidad básica en esta etapa.
Procuraremos ir facilitando el proceso de adaptación de líquido a sólido, para ello,
iremos acostumbrándole muy poco a poco a los distintos sabores y texturas, empezando
por lo que le gusta al niño en pequeños trozos dentro del puré e ir incrementando poco a
poco el tamaño de éstos, hasta llegar a presentárselos solos.
Se recomienda que la comida sea siempre a la misma hora, para ello podemos poner
una alarma que anticipe al niño que se aproxima el momento de comer. Es conveniente
que participe de una forma lúdica en su preparación, para ello puede poner la mesa,
puede ser el encargado de llevar las servilletas y el pan… Una vez sentados, le
serviremos su comida y procuraremos no hablar de ello, ignorando cualquier queja o
llanto.
Lo más importante es no perder la calma y evitar que la hora de la comida sea un
momento de lucha entre ambas partes.
En caso de que el niño tirase el plato, debemos ignorar el hecho. Se traerá un
barreño y un trapo, se cogerá su mano con el trapo y se le ayudará a recoger lo
manchado. Lo más importante durante todo el proceso es ignorar, para ello no le
hablaremos ni le dirigiremos la mirada. Y una vez limpiado le volveremos a poner otro
plato de comida, con la misma cantidad que le quedaba, y sujetaremos el plato hasta que
acabe.
Para comer se le dará un tiempo límite, antes de empezar a comer le explicaremos
que si se come todo lo que hay en el plato en un tiempo estimado, podrá elegir el postre,
para ello se le darán dos opciones, como plátano o manzana, y se dejarán encima de la
mesa para que pueda verlos, pero sin que estén a su alcance. En el caso de que no se
coma todo o tarde más tiempo del establecido, se le avisará de que no podrá elegir postre
y comerá lo que su madre elija. Si se negara a comerlo y pasara el tiempo, le quitaremos
el plato y le daremos un postre que no sea su preferido.
Sueño
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María tiene ya casi 14 meses de edad. Desde que nació no sabe dormir sola, siempre tiene que
dormir en brazos de alguien y desde que la pasaron a la cama, la madre se mete con ella, hasta que
se quedan dormidas las dos. Si se despierta en mitad de la noche, llora hasta que su madre la coge
en brazos.
Voz de los padres
“Era un momento muy especial para las dos, me gustaba tumbarme a su lado y darle la
mano, me encantaba contemplar su carita mientras dormía. Pero ahora llego muy
cansada de trabajar y no tengo tiempo para mí. Las noches se me hacen interminables y
no consigo que duerma sola.”
Voz del niño
“Siempre he dormido con mis padres, me siento seguro y calentito a su lado. No
entiendo por qué a veces me dejan solo, tengo miedo y frío.”
Los niños, desde que están en el vientre de la madre, sienten su presencia a través
de los latidos del corazón, además, están a una temperatura ideal y tienen todas sus
necesidades cubiertas. Cuando nacen, empiezan a conocer las sensaciones de frío y
calor, el hambre… y dejan de oír ese ruido tan tranquilizador para ellos que son los
latidos del corazón. Cualquier estado que se asemeje a las condiciones que tenía antes de
nacer le proporcionará seguridad y tranquilidad. Para ellos, lo normal es sentir la
presencia cercana de sus padres y dejarles solos es algo extraño, a lo que no están
habituados, y no saben cómo enfrentarse al miedo y la inseguridad de esta nueva
situación.
Pautas de actuación
Cuando los padres deciden que es hora de que el niño duerma solo, prueban todo tipo de
estrategias sin éxito, se crea entre los tres un círculo vicioso en el que el cansancio
acumulado por los padres lleva a dejar al niño a dormir con ellos, y el niño se acostumbra
a estar acompañado durante la noche.
No existe una solución mágica que nos asegure que nuestro bebé dormirá toda la
noche, pero sí podemos sugerir unas pautas que facilitarán enormemente este proceso.
Durante los tres primeros meses de vida, el sueño depende de variables fisiológicas
que han de estar controladas para que transcurra con normalidad, como son el hambre y
la sed. Aún su cerebro no tiene adquiridos los patrones de vigilia y sueño, y tampoco
tiene unas pautas establecidas de alimentación. Los bebés reaccionan según la necesidad
que tengan en ese momento. A partir del sexto mes se acomodan a unos periodos
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definidos de comida y sueño, empiezan a dormir más durante la noche y permanecen
despiertos más tiempo por el día. Alrededor del año tienen más agitación motora y les
cuesta desactivarse, por lo que pueden surgir algunas dificultades a la hora de irse a la
cama.
Para conseguir unos buenos hábitos de sueño, el niño debe aprender a distinguir dos
periodos distintos a lo largo del día. Por la noche, la habitación ha de estar totalmente a
oscuras y en silencio, mientras que por el día debe haber algo de luz y no estar
totalmente aislado del ruido.
El sueño es un nuevo aprendizaje y como todo aprendizaje lo adquirirá antes si el
proceso se repite en el tiempo. Los bebés tienen preferencia por todo lo que se repite,
llama su atención e intentan dar un sentido a este fenómeno. Para adquirir unos hábitos
saludables, por la tarde primero se le bañará, después se le pondrá el pijama, se le dará
de cenar y se le acostará. Estas pautas se harán siempre a las mismas horas y todos los
días para favorecer la ritmicidad en sus rutinas.
En este periodo previo a dormir, se evitarán las actividades muy movidas y bebidas
excitantes que le dificultarían el sueño, favoreciendo así una desactivación fisiológica
necesaria para su buen descanso.
Si el niño no consigue conciliar el sueño, una posible idea es acostarle junto a un
suave peluche que antes se ha de frotar sobre la piel de la madre, que le recordará su
presencia aunque no esté.
De todas formas, hay niños que por su temperamento o condiciones situacionales,
como estar enfermo, quedarse con hambre, haber tenido un día lleno de emociones…,
necesitarán dormir más o menos, por lo que no se pueden imponer unas reglas estrictas
que sean iguales para todos.
Motricidad
Ángel es un niño de 20 meses de edad y no para. No aguanta más de cinco minutos sentado, ni
siquiera para ver su película preferida. Cuando se pone a jugar, cambia de una actividad a otra sin
haber terminado la primera. Cuando llega la hora de dormir salta encima de la cama y no quiere
ponerse el pijama.
Voz de los padres
“No me deja hacer nada, tengo que estar todo el día detrás de él. Por las noches
acabamos muy cansados y él sigue queriendo jugar, no se cansa nunca. Coge todo lo que
encuentra a su alrededor aunque le digamos que no lo haga. Además, tenemos miedo de
que se caiga y se pueda hacer daño.”
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Voz del niño
“¡Por fin! Ya puedo andar y alcanzar el mando de la tele. Me encanta ver todo lo que me
rodea ¡Hay tantas cosa nuevas por coger! Pero mamá y papá siempre me están
regañando.”
Cuando el niño comienza a andar, empieza a descubrir un lugar que explorar lleno de
atracciones para él, todo es nuevo y lo quiere coger. Cuando era bebé no podía alcanzar
aquello que quería, mientras que ahora un mundo nuevo de posibilidades se abre a su
alrededor.
Los niños, a través de la locomoción, adquieren una gran autonomía pudiendo
conseguir todo aquello que necesitan y elaborándose poco a poco una representación del
mundo. Perciben parte del entorno y van descubriendo a su vez que pueden actuar sobre
él.
Pautas de actuación
Los padres en esta etapa comienzan a tener que desprenderse de su bebé, que siempre
estaba en sus brazos, y les cuesta acostumbrarse a la nueva situación, donde el niño
empieza a tener una mayor autonomía. Por otro lado, a través de excesivos límites
pretenden proteger e intentar que a su pequeño bebé no le pase nada.
El recién nacido dispone de una serie de recursos innatos que van a facilitar su
adaptación al nuevo medio. Estos recursos son los reflejos, respuestas automáticas a
determinados estímulos.
Podemos distinguir cuatro grupos de reflejos según su utilidad para el bebé:
– Los reflejos que le protegen de una posible falta de oxígeno como el hipo, el
estornudo y el movimiento de brazos y piernas ante la presencia de algo que
pueda tapar su nariz.
– Los que ayudan a regular la temperatura corporal son llorar, encogerse o temblar
ante el frío, y quedarse quietos cuando tienen calor.
– Los que facilitan su alimentación, siendo el más importante el reflejo de succión,
que le lleva a realizar este movimiento siempre que detecta algo en sus labios.
– Otros reflejos que no están relacionados con la supervivencia, pero que son
básicos para predisponer neurológicamente al niño a futuros aprendizajes, serían
el de la marcha ya que si se sostiene al bebé de los brazos y se le apoyan los
pies sobre una superficie, tiende a mover las piernas como si estuviese andando;
y el que se puede observar si tocamos su palma de la mano, porque tenderá a
cerrar la mano y coger con fuerza aquello que le ha tocado.
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A partir del tercer mes tienden a desaparecer debido al desarrollo madurativo del
niño, por lo que son un indicador de éste. A partir de ahora el niño empezará a tener un
mayor control para coordinar las distintas partes de su cuerpo. El primer hito evolutivo
del desarrollo motor del niño se da cuando es capaz de sostener su cabeza para pasar a
controlar los movimientos de ésta, a continuación seguirá con el control del movimiento
de los brazos, después de las manos, tronco, piernas y por último de los pies.
Cabeza → Brazos → Manos → Tronco → Piernas → Pies
La habilidad motora comprende una serie de movimientos aprendidos que pueden
ser desde dar un salto, hasta intentar quitarse una pegatina que se le ha pegado en el
jersey.
La motricidad fina son pequeños movimientos voluntarios del cuerpo que les
permiten dibujar, escribir en el ordenador, coser, intentar tocarse la nariz con la lengua o
mover los labios. A los 4 meses los bebés pueden agarrar sonajeros y sostenerlos,
durante un corto periodo de tiempo. A partir de los 6 meses empiezan a mirar los objetos
que han cogido, lo que les facilita que los puedan manipular durante más tiempo, todo
ello da lugar al inicio de la coordinación viso-motora. A los 12 meses son capaces de
coordinar ambas manos, y al final de los 2 años es cuando se da un perfeccionamiento en
la coordinación de los dedos.
La motricidad gruesa implica amplios movimientos del cuerpo. Existen tres factores
que influyen en su buen desarrollo: la fuerza muscular, la maduración de la corteza
motora en el cerebro y la práctica.
Cuadro 2.1. Pautas del desarrollo motor
0-2 meses: Mueve la cabeza de un lado a otro
2-3 meses: Levanta la cabeza, hombros y pecho
3-4 meses: Mantiene erguida la cabeza y permanece sentado con ayuda
7-8 meses: Se mantiene sentado sin ayuda
10 meses: Comienza a gatear
12 meses: Comienza a andar con ayuda
14 meses: Empieza a dar sus primeros pasos sin ayuda
18 meses: Empieza a subir y bajar escaleras él solo
24 meses: Es capaz de correr
A medida que el niño va creciendo y comienza a poder desplazarse por sí mismo es
normal que tenga mucha actividad motora, ya que ahora podrá alcanzar todo aquello que
llamaba su atención cuando estaba sentado en su trona. Los niños en esta etapa necesitan
estar activos, por lo que es muy recomendable hacer actividades que impliquen mucho
movimiento para, a su vez, satisfacer su curiosidad por lo nuevo. Para ello se les puede
bajar a jugar con la arena del parque, apuntarles a natación, comprarles correpasillos que
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estimulen su desarrollo motriz o llevarles a visitar el zoo.
Desarrollo de la atención y la memoria
Mario va a cumplir dos años de edad. Cuando se le habla no suele mirar a los ojos. Es un niño que
nunca obedece a la primera, hay que repetirle las órdenes muchas veces para que haga caso, y
cuando lo hace, sólo se acuerda de la mitad de lo que se le ha pedido.
Voz de los padres
“Si le pido que vaya a la cocina y traiga una servilleta y una cucharilla para tomarme las
natillas, cuando regresa, con suerte trae la cucharilla. La mayoría de las veces al llegar al
pasillo ya no se acuerda y tiene que volver a preguntarme qué quería.”
Voz del niño
Mientras Mario está muy entretenido jugando con su último juguete oye un eco dentro
de su cabeza: “¡Marioooooo, tráeme de la coci…illas”.
Mario se levantará de manera automática y se dirigirá hacia la cocina sin saber para
qué, ni por qué va pero, de repente, le viene a la memoria el final de lo que dijo su
madre, “illas”, y la primera palabra que le viene a la cabeza es “natillas”, que es su postre
preferido. Las palabras familiares son aquellas que al ser escuchadas más veces forman
conexiones neuronales más fuertes y duraderas, por lo que es más probable que
aparezcan si buscamos otra palabra que suene parecido. Lo que provocará que Mario
lleve antes las natillas que la cucharilla a su madre.
Pautas de actuación
Los padres frecuentemente se quejan de que sus hijos no obedecen. Pero con sus
conductas favorecen sin darse cuenta la dispersión y la no atención de sus hijos.
Normalmente suelen trabajar ambos padres y andan demasiado ocupados, además de
atender la casa y sus hijos, tienen otras responsabilidades como sacar al perro o cuidar de
alguna persona mayor. Hoy en día, el tiempo del que disponemos es un recurso limitado,
lo que lleva a los padres a dar muchas órdenes seguidas de manera rápida y además lo
suelen hacer desde otra habitación. Sin fijarse ni siquiera si el niño atendió a lo que se le
pedía o le estaba escuchando.
La atención es una capacidad que se va formando a medida que el niño madura
cognitivamente, por lo que es necesario que pase por determinadas etapas en las que irá
adquiriendo una serie de estrategias imprescindibles para el éxito en aprendizajes
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posteriores.
Al acercarse el primer cumpleaños, su atención es dispersa y exageradamente
dependiente de los estímulos del entorno. El niño puede estar jugando atentamente con
su coche preferido, y al pasar cerca de un trozo de chocolate, que se le había caído
anteriormente encima de la alfombra, inmediatamente dejará de prestar atención al coche
y se fijará en el nuevo estímulo que aparece en su campo visual.
En el segundo año de vida, el niño ya dispone de una atención que le permite estar
concentrado durante un cierto tiempo en tareas repetitivas y rígidas. Esta atención es
muy superficial y con objetos de su propia elección, pues la motivación desempeña un
papel importante a la hora de regular la conducta. En esta etapa, los niños son descritos
como testarudos por su conducta rígida, autodirigida y poco cooperativa con el adulto.
No permiten que nadie intervenga en la tarea en la que están inmersos, porque esta
atención está regulada por las preferencias del niño.
Es muy importante redirigir la atención del niño y no sobrecargar el entorno, cuando
juega con un juguete no debe tener muchos a su alrededor, si quiere coger otro, antes
debe guardar el primero. Podemos ayudarle a enfocar su atención enumerando las partes
del objeto y definiendo lo que está haciendo.
Respecto a la memoria, los bebés durante el primer año de vida tienen dificultades
para recordar. Tendrán más facilidad de recordar un hecho si éste ocurre con algo por lo
que estén mostrando una gran emoción. La forma más simple de memoria es el
reconocimiento, que consiste en percibir algo y acordarnos de haberlo visto
anteriormente y el cual está presente desde el nacimiento.
En función del tiempo existen varios tipos de memoria:
– La memoria inmediata, que consiste en retener y recuperar la información a los
pocos segundos de haberse expuesto a ella.
– La memoria a corto plazo, que nos permite manejar la información para poder
transferirla a la memoria a largo plazo. Es de corta duración y la cantidad de
información que se puede almacenar es muy limitada.
– La memoria a largo plazo, que nos permite almacenar información durante
periodos largos de tiempo y tiene una gran capacidad de almacenamiento.
Es importante la repetición de las tareas diarias para facilitar su aprendizaje, así les
permitimos establecer relaciones entre lo que pasó ayer y lo que está pasando hoy. Con
la repetición conseguimos causar una mayor huella en nuestra memoria, lo que
repercutirá en un menor olvido y un aumento de nuestro almacén de datos.
Después de los 6 meses pueden recordar durante periodos de tiempo más largos y
con un menor aprendizaje, su memoria a largo plazo ahora empieza a desarrollarse poco
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a poco.
A la hora de recordar un hecho de forma inmediata, se recuerda mejor la
información presentada en primer y último lugar, esto se llama efecto de primacía y de
recencia, respectivamente. Por esta razón, y puesto que la memoria inmediata es de
capacidad limitada, si se quiere que el niño haga caso a una orden, ésta debe ser corta
para no saturar su almacén. Una vez hecha la petición, le pediremos que repita lo que le
acabamos de decir, para asegurarnos de que ha atendido y ha comprendido lo que le
hemos pedido; de esta manera, además, le estamos enseñando una estrategia
nemotécnica para recordar información que le será muy útil a lo largo de su vida: repetir
la información que queremos recordar para que no se nos olvide.
Si se quiere que el niño obedezca a lo que le vamos a pedir, es conveniente seguir
unas pautas, sobre todo si la petición se produce mientras está entretenido con sus cosas:
– Ir a su habitación y ponerse a su altura.
– Esperar a que nos mire para empezar a hablarle, si no lo hace, se le cogerá de la
cara para redirigir su atención.
– Una vez que nos mire, se le hablará claro y despacio, y se le sonreirá para
reforzar el hecho de que nos mire.
– Se le dará una petición con pocas palabras, para que pueda recordarlo.
– Se le pedirá que repita lo que le acabamos de pedir para comprobar que sabe lo
que queremos.
– Una vez cumplida la orden, se procederá a dar la segunda.
– Se le premiará con elogios cada vez que cumpla una petición, así se favorecerá
este tipo de conductas por parte del niño.
De este modo el niño se acostumbrará a usar el contacto ocular, requisito que
facilitará la comunicación y la posterior adquisición del lenguaje.
Preguntas y respuestas
Vanesa tiene 22 meses de edad, en la guardería nos comentan que no quiere comer, su madre
durante el fin de semana intenta obligarla pero lo único que consigue es que vomite. Últimamente
se ha vuelto muy irritable y protesta por todo. En clase se aísla del resto de los niños y se va a una
esquina si entra alguien nuevo. Su madre dice que antes no era así y ante los repentinos cambios
de humor su familia la dice que está muy consentida. ¿Qué debe hacer? ¿Lo estará haciendo mal?
Los padres suelen echarse la culpa de los problemas que puedan tener sus hijos y
como progenitores intentan hacerlo lo mejor posible, pero no pueden controlarlo todo,
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otros factores a veces no se pueden cambiar. Como el hecho de tener que llevarle a una
guardería, que quizá no sea la solución ideal, pero a veces no queda más remedio al no
haber otras opciones.
Un cambio en la conducta del niño puede ser una llamada de atención ante algún
problema físico que pueda estar ocurriendo, por lo que es importante, ante estos
repentinos cambios de humor, determinar si se ha producido algún cambio significativo
en el entorno del niño o en sus rutinas, con el fin de confirmar o refutar la existencia de
un problema físico.
Lo primero que se debe hacer es consultar al pediatra, para descartar cualquier
problema físico que pueda estar ocurriendo. Este tipo de comportamiento es
característico en niños con intolerancia al gluten, de ahí la importancia de comprobar que
no haya problemas médicos.
•••••
Mi hijo tiene tan sólo 23 meses de edad pero no podemos con él. Nunca está quieto, no hay quien le
haga sentarse ni para comer, incluso mientras ve los dibujos animados se levanta constantemente.
Desde muy pequeño siempre ha sido muy movido y torpón. Estamos pensando en llevarle al
neurólogo porque tememos que sea hiperactivo. ¿Qué debemos hacer?
En estas edades son características las conductas de exceso de movimiento en el
niño, ya que todo lo que hay a su alrededor le interesa. Además este tipo de
comportamientos es necesario para un adecuado desarrollo cognitivo. Es demasiado
pronto acudir a un especialista para determinar si es hiperactivo o no, ya que el niño no
tiene desarrolladas todas las funciones cognitivas ni la corteza prefrontal, es a partir de
los 5-6 años de edad cuando sí es recomendable acudir a un profesional si este
comportamiento se mantiene y deteriora la vida del niño y/o familia. Es muy importante
tener en cuenta que el Trastorno por Déficit de Atención y/o Hiperactividad (TDAH) es
algo más que el simple hecho de que el niño sea movido, es un cuadro de síntomas
conjuntos deteriorantes.
40
3
El niño de 2 a 4 años
Introducción
Comienza una etapa hiperactiva, ahora el niño se puede mover libremente y conseguir
por sí mismo todo aquello que le parece interesante. Esta etapa se caracteriza por una
incesante actividad motora, que es un excelente indicador de una buena salud y adecuado
desarrollo intelectual.
Correr, saltar, tirar objetos, revolcarse, echarse el agua por encima, encontrarse todo
el salón lleno de patatas fritas por el suelo… son conductas normales. Su curiosidad por
el entorno y, todavía, su falta de autocontrol le llevan a no poder estar quieto. No se
puede pretender que un niño de esta edad se pase mucho tiempo jugando él solo
tranquilamente, o sentado viendo un cuento. Debemos tener en cuenta que el
autocontrol, la precisión de sus movimientos y el control de sus emociones se desarrollan
poco a poco y se necesita un tiempo de maduración. Todas estas conductas del niño que
en determinados momentos nos pueden parecer agotadoras son necesarias para su
adecuado desarrollo cognitivo y consecuencia de sus aprendizajes.
Es un tiempo de grandes cambios, donde el niño torpe de 2 años se convertirá en
uno habilidoso capaz de ser más preciso en sus movimientos, adquiriendo un mayor
control de su propio cuerpo.
Cuadro 3.1. Motricidad entre los 2 y 4 años
Desarrollo motor entre los 2 y 4 años
2 años
• Corre sin caerse más de 3 metros
• Pasa páginas de un libro de una en una
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3 años
4 años
• Sostiene un vaso de agua en las manos
• Arroja una pelota al aire, sin perder el
equilibrio
• Chuta la pelota en la dirección indicada
• Come solo con una cuchara
• Dibuja líneas en una hoja y sujeta la hoja
en la que dibuja
• Ensarta cuentas en un hilo
• Construye una torre de 9-10 cubos
• Monta en un triciclo y pedalea
• Se mantiene con un pie en equilibrio unos
segundos
• Es capaz de caminar de puntillas
• Anda hacia atrás sin volver la cabeza
• Aprende a montar en bicicleta con ruedines
• Salta sobre un pie
• Se cepilla los dientes
• Se sienta con las piernas cruzadas
• Aprende a nadar con flotador
Rabietas
Lucía acaba de cumplir 3 años. Desde que cumplió 2 siempre quiere salirse con la suya y si no lo
consigue, se pone a gritar y patalear hasta que lo consigue. Todo lo que quiere lo quiere ya, y si no
se lo dan en el momento, no para de llorar.
Voz de los padres
“No puedo llevarla de compras porque cada vez que vamos siempre hay algo que le
gusta y lo quiere conseguir a toda costa. Siempre que entramos en una tienda pide lo
primero que ve y si no se lo compro llora, patalea, grita e incluso a veces me insulta o
intenta pegarme. Últimamente he optado por no llevarla y la dejo en casa, lo que ha
empeorado aún más las cosas, pues se enfada mucho.”
Voz del niño
“Cuántas cosas tan bonitas hay a mi aldededol, lo quiedo pada mí. ¡Oh, qué bonito, eso
que está encima del mostladol, lo quiedo ya! ¡Mamá, mamá, lo quiedo, lo quiedo!”
Lucía por fin lo consigue y se lo da su madre, pero al tenerlo lo observa, mira a su
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alrededor, y de repente llama su atención un gran caramelo envuelto en papel amarillo
y… “Lo quiedo mamá, eto no, quiedo eso, lo quiedo, vamos mamá, lo quiedo”.
Probablemente a estas alturas, la madre ya estará harta, por lo que no le comprará el
caramelo, y esto desencadenará que la niña comience a llorar, patalear y gritar para
conseguir aquello que quiere.
Debido a que la madre le dio lo que quería, no entiende que ahora no se lo den,
tampoco entiende por qué no puede tener todo lo que quiere.
Pautas de actuación
Los padres en estas situaciones se encuentran desbordados ante un problema que
intentan solucionar de la mejor manera que saben, pero se sienten frustrados por no
encontrar la solución. Es lógico que intenten evitar este tipo de situaciones que les hacen
pasar mucha vergüenza en los sitios públicos.
Las rabietas son un fenómeno normal en el desarrollo evolutivo del niño, que
aparece entre los 2-3 años de edad. A medida que se va desarrollando su corteza
prefrontal, tienden a disminuir su frecuencia por lo que lo normal es que entre los 5 y 6
años hayan desaparecido o al menos que haya aprendido que con este comportamiento
consiga casi todo lo que quiere. Cuando éstas se prolongan más allá de los 6 años o
regresan una vez desaparecidas, son un indicador de que algo no funciona bien a nivel
emocional, por lo que es importante intentar analizar la causa para poder así poner
remedio al problema. Las posibles causas pueden ser:
– Necesidad de cariño y afecto
– Celos de los hermanos
– Un suceso estresante en la vida del niño, como un cambio de colegio, la muerte
de un ser querido, un cambio en las rutinas diarias, separación de los padres…
– Discrepancia en las pautas educativas
Las rabietas forman parte del desarrollo de su personalidad y surgen como
autoafirmación ante un entorno que le pone límites. Los niños en esta edad son muy
egocéntricos, todo gira en torno a ellos y por eso todo lo que quieren, lo quieren ya. Es
un pensamiento rígido que les hace creer que todos piensan como ellos. No son capaces
de entender que no pueden tenerlo todo y que sus padres no pueden darles todo lo que
se les antoje.
A este hecho se le une el que a veces sí consiguen lo que piden y otras veces no, por
lo que no tienen claro cuándo no lo van a conseguir. También aprenden que después de
llorar un buen rato a veces lo consiguen, lo que les lleva a insistir e incluso aumentar su
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rabieta, con la esperanza de que esta vez sí lo obtengan. Todo ello se debe a una
inconsistencia e incoherencia de las pautas educativas del adulto.
En esta edad no son capaces de controlar sus emociones, lo que les lleva, ante el no
de sus padres, a una expansividad emocional descontrolada.
Los niños, al no saber qué es lo que está bien o mal, van probando hasta encontrar
los límites, que han de ser especificados por los padres. Estos límites han de ser claros,
siempre deben ser los mismos y deben estar predefinidos.
Las rabietas son una buena oportunidad de enseñar a los niños a tolerar la
frustración en un entorno protegido como es la familia. El niño tiene que aprender que no
se puede tener todo en esta vida. Este aprendizaje, si no se le enseña en casa, lo
aprenderá en otros sitios como en el colegio y a través de métodos menos instructivos.
En el ca so de que no interiorice estas estrategias, tendrá muchos conflictos con sus
iguales.
Cómo actuar ante las rabietas:
1. No perder los nervios, para ello se puede respirar hondo y pensar que es normal
y que antes o después se le acabará pasando. Se debe pensar que se está
haciendo lo mejor que se sabe hacer y que es bueno para su desarrollo
emocional.
2. Cuando comience la rabieta, se le dirá: “Así no se piden las cosas. Se piden por
favor”. De este modo, no se debe dar por sabido que sabe cómo comportarse, y
se le ha de enseñar una conducta alternativa adecuada como es pedir las cosas
por favor. Se han de fomentar las conductas adecuadas, para ello cada vez que
el niño pida algo empleando el término por favor, se le premiará inmediatamente
con elogios y abrazos cada vez que se dé en cualquier situación, para ello le
diremos: “Muy bien, las cosas se piden por favor”.
3. Si el niño continúa con la rabieta, se le advertirá que como siga así se le llevará a
pensar.
4. Si a pesar del aviso sigue, se le llevará al rincón de pensar. Para ello, se le
cogerá del brazo, sin mirarle, sin reprocharle y sin hablarle y se le conducirá a
un sitio seguro, en el que no pueda distraerse (por ejemplo, en una esquina de la
habitación, de cara a la pared) y se le dejará allí hasta 10 segundos después de
que se haya calmado o disminuido la rabieta. Como es pequeño y es probable
que no permanezca solo en el sitio donde se le dejó, se le sujetará dándole la
espalda para que no se mueva. En aquellas situaciones en las que el niño intente
pegar, se le agarrará por los brazos para no permitírselo. Se ha de recordar que
lo más importante durante todo el proceso es ignorar al niño con el fin de no
atender a su llamada de atención.
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5. Una vez calmado el niño se le sacará del lugar devolviéndole a la normalidad, no
se le reprochará su actuación, olvidando lo pasado y actuando como si no
hubiese ocurrido.
Se evitará usar el castigo como método para eliminar las conductas no deseadas, ya que se fomenta este
tipo de comportamientos y no se le enseña a actuar de forma adecuada.
Hace mucho ruido mientras juega
Jaime es un niño de 3 años, por las tardes cuando juega solo en su cuarto, se le oye desde el salón.
A veces incluso sus padres tienen que cerrar la puerta de su cuarto, porque no se puede oír la
televisión. Se oyen golpes, gritos y los llama constantemente.
Voz de los padres
“No entendemos cómo no es capaz de estar quieto y sentado mientras juega. Mientras
leo el periódico, le damos un libro para que se siente a nuestro lado y esté un ratito
quieto, y lo único que conseguimos es que pase del libro y no me deje leer, intente
quitarme el periódico y al final acabe en su cuarto jugando él solo. Desde el cuarto se le
oye gritar y golpear los objetos contra el suelo y la pared. Al final siempre le acabamos
regañando.”
Voz del niño
“¡Qué aburrido es este cuento, siempre con los mismos dibujos! Intento jugar con papá,
pero nunca quiere jugar conmigo. Siempre me acaba echando a mi cuarto. Allí puedo
correr, saltar y dar volteretas. Pero me acabo aburriendo y quiero jugar con mamá o
papá; es mucho más divertido, pero nunca lo hacen.”
Los niños prefieren jugar acompañados que solos, pero nuestra ajetreada vida hace
que cada vez dispongamos de menos tiempo para dedicárselo. Ellos harán todo lo posible
para llamar nuestra atención.
Pautas de actuación
Hoy en día intentamos que los niños se parezcan a nosotros y no se debe olvidar que en
esta etapa no sólo es normal que se muevan sino que además es necesario para un buen
desarrollo cognitivo y motor.
Los padres usan el juego como una forma de mantener a los niños entretenidos y
como un medio para obtener un tiempo de descanso necesario después de la jornada
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laboral. Pero la función principal del juego es el aprendizaje de una serie de estrategias
cognitivas, afectivas y sociales que le facilitarán su integración en el mundo. Gracias al
juego aprende a relacionarse, interactuar con los demás, a esperar turnos y a organizar su
sistema cognitivo.
Todos los cachorros de la mayoría de las especies juegan, y mediante el juego
aprenden a desarrollar habilidades que los ayudarán a desenvolverse ante diferentes
situaciones. En los animales, cuanta mayor capacidad cognitiva, más tiempo de juego y
más variado es el tipo de juego. Los monos juegan en mayor proporción en comparación
con el resto de los animales, debido a que, evolutivamente, se asemejan más a la especie
humana.
Cuando el niño es pequeño predomina un tipo de juego sin estructurar, donde el
objetivo es explorar primero su cuerpo y las partes de éste, para pasar a aprender a
establecer relaciones causaefecto entre lo que ellos hacen y lo que ocurre como
consecuencia en el medio.
Un poco antes del tercer cumpleaños del niño son típicos los juegos que implican
mucho ruido. Es una época donde surge la imaginación, que junto con sus necesidades
fisiológicas de movimiento, le llevan a tirar, golpear objetos y explorar. Un objeto que al
caer es capaz de producir un gran ruido, para el niño es algo emocionante por las
características novedosas que ha sido capaz de producir como efecto de su conducta.
Además de otro tipo de consecuencias secundarias como que se rompa el juguete, que
mamá venga a regañarle o sencillamente obtener la atención del medio que le rodea.
Al principio el niño juega solo, pero a medida que crece, demanda la compañía de
sus padres como compañeros de juego para, por último, jugar con sus iguales.
Cuadro 3.2. Áreas favorecidas por el desarrollo del juego
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Los niños imitan la conducta de sus padres trasladándola al juego; de este modo
adquieren estrategias y habilidades sociales y afectivas, a través del conocimiento de las
reglas, turnos y el desarrollo de la empatía. Es típico el juego de imitar a la madre, para
ello cambian al muñeco, le regañan, le dan de comer, le llevan de paseo.
Del juego con los padres aprenden a seguir reglas, como esperar turnos. Este
aprendizaje es necesario para un adecuado conocimiento social que le permita
interaccionar y jugar con sus iguales. De lo contrario, no tendrá éxito en los
acercamientos con otros niños, y es probable que acabe jugando solo y que ninguno
quiera jugar con él, porque quiera imponer siempre sus reglas y no respetar las propias
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del juego.
Cuando el juego más inmaduro y agresivo se prolonga en el tiempo o es más intenso
y frecuente de lo normal, es probable que esté intentando llamar nuestra atención.
Los niños necesitan y quieren jugar con los adultos, que enriquecen y dan
significado a este tipo de actividades. Si no les dedicamos un tiempo diario a esto, nos lo
reclamarán de todas las formas posibles. Y aunque lo único que consigan es una atención
negativa a base de regañinas y castigos, estamos entrando en su juego, que era cubrir una
necesidad no satisfecha de contacto y afecto.
Cuando vamos de viaje, se suelta y se mueve por todo el coche
Daniel tiene 4 años de edad. Cuando va en coche se desabrocha el cinturón de seguridad y se pone
a jugar por todos los asientos e intenta irse al asiento de delante. Se pone de pie en los asientos de
detrás y pone sus juguetes en la bandeja.
Voz de los padres
“Es imposible realizar un viaje con él porque tiene que estar parando el coche en todos
los semáforos. Me da miedo sufrir un accidente, pues tengo que estar pendiente del niño
y temo que pueda salir disparado en caso de frenazo.”
Es normal que los padres estén muy preocupados ante este tipo de situaciones,
donde la vida de sus hijos puede estar en peligro. Son situaciones que se escapan a su
control, ya que tienen que estar prestando atención a la conducción.
Voz del niño
A los niños les supone un gran esfuerzo estar tanto tiempo sin moverse, pues no
debemos olvidar que esta etapa se caracteriza por el exceso de movimiento. Les cuesta
entretenerse ellos solos, sobre una misma actividad o juguete, pues su juego no es aún
estructurado y se basa en el movimiento. Esta conducta normal debemos diferenciarla de
la que muestran los niños hiperactivos, los cuales se mueven siempre: en el coche, en el
colegio, viendo la televisión, viendo su programa preferido, mientras comen…
Pautas de actuación
Este tipo de comportamientos son muy difíciles de controlar, pero para ello sugerimos
una serie de pautas que ayuden a manejarla:
– Sería conveniente realizar los viajes largos por la noche, con el fin de que vayan
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el mayor tiempo posible dormidos.
– Si es por el día, se planificarán varias paradas y se las comunicaremos al niño con
anterioridad.
– Se puede colocar un DVD portátil en el respaldo del asiento delantero, y poner su
película de animación favorita.
– Se puede jugar a ver quién es capaz de mantenerse el mayor tiempo sentado, el
que se levante antes pierde.
– Otro tipo de juegos, para que el niño vaya entretenido, pueden ser el Veo Veo,
adivinar a qué se parecen las nubes, quién es el que mayor número de coches
rojos ve, contar el número de postes de luz y cantar o inventar una canción.
Si a pesar de todo este tipo de pautas, no lo conseguimos, pasaremos a establecer
una serie de premios. Para ello debemos especificar al niño las siguientes condiciones
antes de comenzar el viaje:
1. Estableceremos un tiempo mínimo “X” en que el niño sea capaz de estar
sentado.
2. Luego premiaremos con tarjetas si permanece quieto el tiempo que hemos
establecido previamente:
– La primera tarjeta la conseguirá transcurrido el tiempo “X” que hemos
estimado.
– La segunda tarjeta la conseguirá pasados el tiempo “X” + 10 segundos.
– La tercera, pasados “X” + 10 + 10 segundos.
– Y así sucesivamente.
3. Estas tarjetas pueden ser canjeables en la próxima parada.
En caso de que nuestros esfuerzos sigan sin obtener resultados, podemos probar a
decirle que le daremos cinco tarjetas al comenzar el viaje, que igualmente podrán ser
canjeables por un premio nada más bajar del coche. Cada vez que se levante o
desabroche el cinturón de seguridad, se le quitará una de ellas. Para ello colocaremos en
el parasol del acompañante las cinco tarjetas que pueden ser postits, e iremos quitando
una a una en caso de que el niño no cumpla lo establecido. En el caso de que el niño se
suelte, los postits se quitarán también si dada la orden de sentarse no lo realiza en menos
de tres segundos que se contarán en voz alta.
Recuerda que los premios materiales han de ser elegidos por el niño con el fin de que sean un potente
motivador. Y razonables, como paquetes de cromos (uno por tarjeta conseguida), chucherías…
Y si tampoco funciona te recomendamos… coger el autobús o atarle a la silla.
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Y si por fin lo consigues… ¡Felicidades! Eres un fenómeno de la Psicología.
No obedece las normas de conducta
Juan tiene 4 años y hace siempre lo que le da la gana. A la hora de la comida sólo come lo que le
apetece y no está sentado, se levanta todas las veces que quiere. Los padres tienen que hacer lo
que diga el niño, pues aunque han intentado probar que les haga caso, al final siempre se sale con
la suya.
Voz de los padres
“El ‘NO’ es su palabra preferida, no hay quien le haga entrar en razón. Parece que está
siempre enfadado, da igual lo que le digamos, porque siempre hace lo que le da la gana.
A la hora de la comida no hay forma de que coma lentejas, antes de hacer la comida le
pregunto qué quiere comer, y aun así siempre acaba cogiendo otra cosa de la nevera.”
Los padres de Juan han aprendido a hacer lo que su hijo quiere. Su madre ha
aprendido a no servirle lentejas, ya que al final siempre acaba tirándolas a la basura. Su
padre ha dejado de pedirle que le lleve el periódico, ya que nunca lo consigue.
Voz del niño
“Mi madre quiere que me coma las lentejas, pero no me las pienso comer, no me gustan,
si insisto en decir que no, al final comeré lo que quiera. Al final siempre hago lo que
quiero. A veces cuando digo que no, no me hacen caso, pero si chillo muy fuerte e
insisto, acabo saliéndome con la mía. Yo quiero hacer las cosas que yo quiero.”
Pautas de actuación
Las conductas oposicionistas aparecen en la mayor parte de los niños, como parte del
desarrollo, por un lado para desarrollar su autoestima y personalidad y por otro para
probar límites y aprender qué se puede hacer.
En el desarrollo normal aparecen comportamientos oposicionistas funcionales que le
proporcionan al niño estrategias de actuación. Las conductas oposicionistas de los niños
se manifiestan de diversa manera: por ejemplo aquellos que siempre dicen “NO” ante
cualquier orden; o los que simplemente ignoran la orden. Este último tipo de
oposicionismo es menos problemático para los padres, ya que son niños tranquilos y
sumisos. Podemos observar diferentes conductas desobedientes:
– No hacen lo que les dicen de manera inmediata, sino que tardan mucho en
hacerlo. Los padres en este caso tienden a repetirles de manera reiterada las
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órdenes, lo que conlleva además entrar en un círculo vicioso, en el que los
padres empezarán a elevar el tono de voz, y a su vez el niño se opondrá más a
la orden, círculo que será roto mediante el castigo.
– Responden a la orden en un tiempo razonable pero no mantienen su conducta.
Los niños que muestran este comportamiento suelen tener dificultades para
mantener la atención a la hora de hacer una tarea y se distraen con mucha
facilidad ante cualquier estímulo nuevo.
– Oposición constante ante cualquier norma establecida por el adulto. Este tipo de
oposicionismo es más problemático y difícil de manejar por los padres. Si se
mantiene en el tiempo, llevará a crear en el ambiente familiar un círculo de
hostilidad que generará problemas futuros. En este caso es muy útil no entrar en
conflicto con el niño, sino que ante una discusión se debe salir de dicha
situación y dejar que pase el tiempo. Una vez que se han calmado tanto los
padres como el niño, se dialogará con él utilizando mensajes no acusatorios; en
lugar de ello empezaremos a hablar con él, reflejando nuestros sentimientos así
como lo que nos ha molestado de su conducta, sin acusarle, ni etiquetarle, ya
que así evitaremos entrar en un círculo de discusión. Por ejemplo, si ha
empezado una pelea porque no quiere comer, una vez pasado el tiempo se irá a
su habitación y se le dirá: “Juan, estoy muy triste, cuando no quieres comer y
empiezas a tirar la comida, me haces sentir mal, me gustaría que la próxima vez
intentaras hablar antes conmigo o comer un poco más”.
En los tres tipos de comportamientos anteriores, es de vital importancia tener
siempre presente una premisa, Una vez planteada una norma, se ha de mantener
siempre, ya que si no el niño, al ver que a veces se cumple y a veces no, intentará por
todos los medios salirse con la suya. Si no se es constante en la aplicación de lo
establecido, no se obtendrán los resultados deseados y se cronificará el problema.
En los casos más difíciles, donde el niño se niega totalmente a cooperar, los padres
han de empezar con pasos muy sencillos: por ejemplo si queremos que ponga la mesa, el
primer paso para reforzar sería simplemente que mirara al plato; y al conseguirlo, los
padres deberán reforzarlo verbalmente (¡Qué bien, ya has mirado el plato!) y darle un
premio relacionado con la comida (tres gusanitos). El siguiente paso será tocar el plato,
después cogerlo, luego colocarlo…
Los niños necesitan que sus padres les pongan límites, pues les proporcionan
seguridad. La función más importante de los padres es educar, que significa establecer
límites. Educar es enseñar; en contra de lo que algunas personas puedan pensar, educar
no significa castigar, pues castigando no se enseñan las conductas adecuadas y a largo
plazo tiene más consecuencias negativas que positivas.
Los padres deben enseñar a sus hijos cuáles son los derechos y los deberes que
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tienen, no se debe suponer que el niño los sabe, sino que deben quedar bien claros y
especificados.
Grita
Ana tiene 3 años de edad, a sus padres les extraña una conducta que realiza últimamente. Cuando
ve algo en la televisión o un juguete que le gusta, grita. También lo suele hacer mientras juega si el
juego es muy divertido y se lo está pasando bien.
Voz de los padres
“No entendemos por qué grita. Además nos da vergüenza pues no sólo lo hace en casa
sino también en sitios públicos como en las tiendas o en el cine. La hemos regañado
varias veces y hemos intentado razonar con ella pero no hay forma de que deje de
hacerlo.”
Voz del niño
“¡Aaaaaaaaaaaaaaaaaahhhhhhhh!”
Los niños en estas edades no piensan, actúan. Una vez ocurridas las consecuencias
cambian o no su conducta, pero de manera irreflexiva. Actúan por ensayo-error. Además
este tipo de niños suelen ser bastante impacientes, interrumpen a menudo cuando los
demás están hablando y suelen emplear un tono de voz elevado.
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Figura 3.1. Dibujo de Daniel, de 5 años. “Yo grito y papá y mamá también.”
Pautas de actuación
Es probable que ante los gritos del niño los padres le hagan callar elevando también el
tono de voz, lo que contribuye no a solucionar el problema, sino a cronificarlo. Es
conveniente en estos casos recordar al niño las pautas que le ayuden a controlarse y
entender que es un niño. Este tipo de comportamientos es habitual, por lo que el resto de
las personas suelen entender estas conductas.
Estos niños no parecen aprender de la experiencia, al actuar por ensayo-error no
analizan la situación y esto, unido a la falta de autocontrol, los lleva a equivocarse
constantemente. En esta edad los niños son muy dependientes de los estímulos que se
encuentran a su alrededor y no son capaces muchas veces de controlar sus impulsos,
actuando de manera automática y sin pensar. Su tiempo de reacción, es decir, el tiempo
que transcurre desde la aparición del estímulo hasta la realización de la respuesta, es muy
corto. No son capaces de demorar la respuesta para analizar las consecuencias y pensar
sus actos y así dar una respuesta más adecuada. Esto último es lo que se llama
autocontrol, que es una habilidad que se adquiere con el tiempo y mediante el
aprendizaje de estrategias observadas en su entorno.
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Un niño impulsivo cuando grita no mira a su alrededor para evitar que le riñan o
para llamar la atención. Para él en ese momento, sólo existen él y lo que está realizando.
En general este tipo de actuaciones se dan en casi todos los niños, pues aún no han
adquirido las estrategias que les ayudan a reflexionar y madurativamente su cerebro
todavía no está preparado. El problema surge cuando este hecho se prolonga en el
tiempo.
El autocontrol es un rasgo que se distribuye dentro de un continuo en el que uno de
los extremos sería la impulsividad y el otro el autocontrol. Este rasgo viene determinado
por los deseos personales y las urgencias del niño. Dentro del continuo podemos definir
los dos extremos:
– El niño impulsivo responde siempre a sus deseos, le cuesta reprimirse ante las
situaciones que requieren demora de sus necesidades. Muestra una falta de
inhibición de su conducta. Son niños inconformistas e irresponsables, aunque
son animosos y abiertos al cambio.
– El niño reflexivo es capaz de inhibir sus impulsos así como de demorar sus
deseos y respuestas. Se muestra atento a las normas y a la reacción de los
demás. Suelen ser niños prácticos, perfeccionistas y serios.
Es preferible que se tienda a lo reflexivo, ya que se adquirirán estrategias más
adaptativas a las demandas del entorno. Pero un niño extremadamente reflexivo carece
de otras estrategias esenciales como son la apertura a la experiencia, la tendencia a probar
lo nuevo… Los niños excesivamente reflexivos tienen demasiada preocupación por las
consecuencias de su conducta, lo que les lleva a tardar mucho en decidirse ante la
novedad; y tienden a una autoexigencia máxima, lo que les produce una baja autoestima
así como sentimientos de ansiedad y frustración. Por otro lado, los niños situados en el
polo de la desinhibición muestran también conductas desadaptativas, lo que los lleva a
una inadecuada estabilidad emocional, que desemboca en unas relaciones sociales
inestables debido a sus bajas habilidades sociales, al no tener en cuenta a los demás antes
de actuar. Todo ello sumado a su gran cantidad de fracasos en su experiencia pasada les
lleva a tener sentimientos de incapacidad y una muy baja autoestima.
Desde la infancia se debe fomentar un estilo reflexivo de actuación, que consistirá en
demorar la respuesta. Pararse a pensar en las posibles soluciones y sus ventajas e
inconvenientes antes de actuar.
A continuación proponemos 3 juegos que permiten desarrollar estrategias de control
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de la conducta.
1. Si no te lo comes, te comes 2. Se sentará el niño en una silla y se le pondrá en la
mesa, delante de él para que lo pueda ver y tocar, un “sugus” o gusanito. A
continuación se le pasarán a explicar las reglas del juego, que consiste en
aguantar sin tocar ni comerse el premio durante un tiempo hasta que el adulto
dé la señal de “ya”. Si lo consigue ganará los 2 “sugus”.
2. ¡STOP! Consiste en hacer cantar al niño su canción preferida y jugar a parar de
cantar nada más oír la palabra “STOP”, dicha por el adulto. También, si se
dispone de sitio, se pueden poner canciones infantiles movidas y cuando deje de
sonar la música se debe parar de mover, como si fuera una estatua, quedándose
en la ultima posición en la que estaba.
3. Pienso, luego actúo. En las situaciones en las que percibamos que el niño pierde
el control, le diremos “Para” y le enseñaremos una tarjeta roja, para que se pare
antes de actuar. Según pase el tiempo, sólo se le enseñará la tarjeta y será el
niño el que en voz baja se lo diga a sí mismo. Finalmente conseguiremos que el
niño interiorice el Pienso, luego actúo.
Preguntas y respuestas
Sara tiene 3 años de edad, es una niña muy inquieta y esto la lleva también a hablar muy rápido.
Su madre está preocupada porque a veces tartamudea y por más que la corrige, ella sigue
haciéndolo. Teme que pueda presentar hiperactividad.
Es propio en esta edad el exceso de actividad, esto también se refleja en los
pensamientos. A veces al niño le vienen muchas ideas a la cabeza que quiere expresar,
para las que su sistema fono-articulatorio no está aún preparado. Es normal que niños de
entre 3 y 5 años tartamudeen, forma parte del desarrollo del lenguaje y es algo que tiende
a desaparecer con el tiempo si no se le presta atención. Si por el contrario le llamamos la
atención y damos así importancia a los errores, fomentaremos en el niño la conciencia de
éstos y se puede facilitar que se cronifique el problema.
•••••
Íker es un niño de 2 años y medio, en la guardería han informado a los padres que puede tener un
problema de atención. La profesora comenta que la mayoría de las veces no hace caso a las
instrucciones dadas por ella previas a la realización de una tarea. Comenta que es un niño muy
cabezota que nunca hace caso si le manda hacer algo a él solo; sin embargo cuando las tareas son
en grupo tarda en hacerlo pero sí lo suele hacer.
En muchas ocasiones los problemas de falta de atención se confunden con otras
dificultades, como es el caso de Íker. Al acudir a un psicólogo, el niño es evaluado con el
55
objetivo de valorar las posibles causas de su conducta. Tras la evaluación se descartan
los problemas de atención y se establecen sus problemas de comprensión auditiva.
También fue derivado al otorrino, que descartó problemas auditivos. Al no comprender,
es incapaz de seguir órdenes sencillas a no ser que sean realizadas por el grupo, donde
entonces el niño las realiza por imitación. Así, Íker era capaz de llevar a cabo las tareas
grupales pero no era capaz de entender las instrucciones cuando iban dirigidas a él solo.
La comprensión del lenguaje es anterior a la expresión, es necesaria para adquirir el
léxico de una lengua y la estructuración de las frases para expresar una idea. Por eso en
los bebés el proceso de comprensión se produce mucho antes que el de expresión.
Para valorar si nuestro hijo tiene dificultades para entender, podemos hacer una
prueba sencilla que consiste en pedirle que cumpla una orden sencilla para luego ir
aumentando la complejidad de las siguientes.
1. Ejemplo de orden sencilla: “Señala el vaso”.
2. Orden de dificultad intermedia: “Coge el tenedor y ponlo encima de la servilleta”.
3. Orden compleja: “Señala la botella, dame la cuchara y pon el vaso encima del
plato”.
Es importante no dar pistas visuales sobre la acción que han de realizar, así nos
aseguraremos de que el niño nos mira a los ojos mientras se le realiza la petición.
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4
El niño de 4 a 5 años
Introducción
En esta edad comienzan los aprendizajes escolares que le reclaman una mayor exigencia
atencional, durante la Educación Infantil, el niño debe responder a demandas externas
que le van a requerir un mayor autocontrol y resistencia a la distracción. Tendrá que
estar sentado un mayor tiempo realizando actividades escolares y dirigir su atención hacia
la profesora para escuchar las instrucciones que ésta le da, con el fin de poder realizar la
tarea con éxito.
Al igual que el desarrollo motor, el cognitivo en estos años sufre importantes
cambios. Debido a los numerosos aprendizajes adquiridos en esta etapa, unidos al
proceso de mielinización, por el cual se recubren las neuronas para hacer más rápida la
transmisión de información en el cerebro, se producen numerosas conexiones neuronales
que hacen que el peso encefálico alcance el 90% del peso del cerebro adulto.
Por esta razón un niño de 2 años tardará más tiempo en vestirse o realizar una tarea
que uno de 15 años.
Por otro lado, el área que regula la atención y el control de los impulsos en la corteza
cerebral, llamada corteza prefrontal, es la última parte del cerebro en madurar. Gracias a
estos avances se producen beneficios como:
– Progresivamente el sueño se vuelve más estable y los niños muestran un patrón
de sueño más regular; pasan de tener dos periodos de sueño a lo largo del día a
uno, y durante la noche comienzan a dormir de un tirón.
– Se produce un mayor control de las emociones y aumenta la variedad de las
mismas; ahora serán más específicas para cada situación.
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– Disminuyen las rabietas debido a un mayor control de sus impulsos.
– La risa y el llanto incontrolables van controlándose paulatinamente.
Sobrestimulación
Cristina tiene 4 años de edad. Se levanta nerviosa para ver qué le han traído los Reyes Magos y
encuentra bajo el árbol un montón de regalos. Los abre todos y se encuentra rodeada de un montón
de luces, sonidos y colores. No sabe cuál coger, todos llaman su atención. Coge uno, lo suelta y al
poco coge otro.
Voz de los padres
“Después de que le hemos comprado todo lo que pidió, no presta atención a nada. Coge
un juguete y no lo tiene más de 15 minutos, luego coge otro y otro y así sucesivamente.
En el colegio está a muchas cosas y no se entera de nada. Cuando se pone a hacer una
tarea que le pone su profesora, se distrae con facilidad y nunca la acaba a tiempo.”
Voz del niño
“Cuántas cosas para jugar a mi alrededor. No sé por cuál empezar. Tengo todo lo que
pedí a los Reyes. Cojo un coche teledirigido, pero mamá me enseña un puzle, mientras
que a la vez papá me llama para que mire la pistola de pelotas. No sé a qué atender
primero, quiero jugar con todo.”
Pautas de actuación
Vivimos en una sociedad donde el tiempo es un recurso escaso y estamos inundados de
gran cantidad de información a la que tenemos que atender. Las prisas nos llevan a tener
que procesar una gran cantidad de estímulos a la vez, es normal ver a una madre
preparando la cena a la vez que habla por teléfono, atiende a las demandas de su hijo
pequeño y pide a su marido que ponga la mesa. Sin querer estamos enseñando a los
niños a tener la atención en varias fuentes, en lugar de centrarnos en una sola cosa. Por
otro lado hoy en día los niños disponen de una gran cantidad de estímulos, como
juguetes, televisión, internet y consolas. Al igual que sus madres, aprenden a jugar con el
coche mientras ven la televisión y meriendan. Estas conductas favorecen la dispersión y
la no atención a un solo estímulo. Este comportamiento se convertirá en un hábito que se
extrapolará al ámbito escolar, lo que les llevará a que les cueste concentrarse y prestar
atención en la tarea, dificultando sus aprendizajes, ya que estarán atentos a otros
estímulos, como a si suena la campana, si habla el compañero de detrás o si a la
profesora se le cae la tiza.
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Para evitar la dispersión se debe:
– Evitar que el niño juegue con varios juguetes a la vez o realice varias tareas al
mismo tiempo. Si juega con uno y decide coger otro, ha de guardar antes el
primero.
– Tener cuidado de no tener la televisión encendida mientras se realizan las tareas
escolares.
– No permitir dejar al niño jugar mientras se come, se cena o se merienda, se debe
hacer siempre en el mismo lugar. Debe estar sentado hasta que acabe y no se le
debe permitir levantarse hasta que termine.
– Las tareas se empiezan y se acaban, no se dejan a medias. Cuando se empieza
una tarea se ha de seguir hasta que se acabe. Por ejemplo, si el niño empieza a
hacer una ficha del colegio, no se levantará hasta que la acabe.
Cambia constantemente de una tarea a otra
Jaime tiene cinco años recién cumplidos, la profesora ha comentado a los padres que nunca acaba
la ficha en clase, se distrae con mucha facilidad y no sigue el ritmo de la clase. Sus compañeros
están empezando ya a leer pero sólo conoce las vocales.
Voz de los padres
Su madre nos comenta que cuando por la tarde se sientan a hacer fichas de refuerzo de
lectura, Jaime se distrae con cualquier cosa: si ve restos de la goma de borrar sobre la
mesa, deja de trabajar y se pone a jugar con los trocitos; si ve el sacapuntas, deja los
trocitos de goma y se pone a sacar punta…
Los padres están muy preocupados porque su hijo pueda tener un déficit de atención
y que esto pueda desembocar en un posterior fracaso escolar.
Voz del niño
“Estoy triste. Hoy la profesora me ha vuelto a regañar por no haber acabado la tarea.
Los demás niños la han terminado y yo no. Empecé a hacerla pero mi compañero se
puso a hablar y no me dejó, luego se puso a llover a cántaros y cuando me quise dar
cuenta la profesora ya estaba recogiendo la ficha de mi compañero de delante, me puse
corriendo a hacerla, pero ya no me dio tiempo.”
Pautas de actuación
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En el proceso normal de desarrollo encefálico, podemos ver en algunos niños de 5 años,
a nivel atencional, que su cerebro aún no ha madurado lo suficiente. Mientras tanto,
otros son capaces de regular su conducta ante estímulos distractores, debido a una pronta
maduración. La corteza prefrontal es lo último en desarrollarse, por eso en esta edad las
diferencias entre unos y otros son muy grandes, por lo que forman un grupo muy
heterogéneo en lo que respecta a la capacidad de atención.
Cuadro 4.1. Hitos destacados del desarrollo de la atención
Edad
2-3 años
3-4 años
4-5 años
Hitos evolutivos
• Atención rígida e inflexible
• Llega a concentrarse durante cierto tiempo en algo que él
mismo elige
• No permiten la intervención del adulto en su tarea, debido a
que su atención aún es muy inestable
• Su comportamiento es rígido, autodirigido y no deja al
adulto intervenir
• Logra concentrarse durante un determinado tiempo. Siempre
y cuando la tarea sea repetitiva y rígida y haya sido elegida
por él
• Atención orientada unilateralmente: visual. Necesita mirar al
foco que le proporciona la información para llevar a cabo la
tarea
• Atención más flexible
• Atención dirigida por el adulto
• Permite la intervención del adulto mientras está inmerso en
su tarea, y es capaz de volver de nuevo a ella
• Debe ser el adulto el que establezca el foco de atención,
antes de darle las instrucciones. P. ej., antes de darle alguna
instrucción, decirle que nos mire, nos escuche…
• Necesita al adulto para desplazar y/o cambiar su foco de
atención cuando está realizando una tarea
• Comienza a controlar por sí mismo el foco de atención
• Comienza a dirigir la atención por sí mismo antes de que se
lo indique el adulto
• Control lento del foco de atención. Se le debe dejar tiempo
para que termine la tarea, y dejarle tiempo para que nos
preste atención
• Al final de este estadio empieza a ser capaz de asimilar la
instrucción que le dan, a la vez que continúa haciendo la
tarea y desplazando el foco de atención hacia el que le
60
5-6 años
6 años
habla
• Es capaz de asimilar las instrucciones que le indican
relacionadas con la tarea en la que está, sin tener que mirar
directamente al que las emite. Atención doblemente
orientada: visual y auditiva
• Atención integrada en periodos cortos
• Atención bien integrada y sostenida
Hasta los 6-7 años de edad la atención no está totalmente establecida. Actualmente
no existen pruebas que permitan diagnosticar un déficit de atención antes de esta edad.
La atención es algo más que mantenerse un tiempo haciendo la tarea, es una capacidad
que incluye varios procesos como seleccionar la información y filtrarla para no atender a
estímulos distractores, analizar los detalles en una actividad de buscar diferencias, ser
capaz de regular la conducta para no actuar o contestar sin pensar de manera impulsiva.
Todo esto se va desarrollando de manera paulatina, a medida que el niño se va
enfrentando a situaciones que le exigen ir desarrollando una serie de estrategias
atencionales, lo que favorece la maduración prefrontal.
En la etapa de Educación Infantil la mayoría de los niños muestran dificultades
atencionales y de exceso de actividad, pero estas conductas suelen ser pasajeras y
propias del desarrollo evolutivo del niño. Éste pasa de estar casi todo el tiempo haciendo
actividades lúdicas a tener que aprender a estar quieto, sentado y en silencio durante
muchas horas seguidas, por lo que ha de aprender por sí solo a regular su
comportamiento.
Muchas veces se confunde la falta de motivación y la distracción con un problema
específico de atención, por lo que es importante, además, descartar problemas de
audición, ya que muchas veces los problemas de atención enmascaran problemas
auditivos.
Ante la aparición de las conductas anteriores, así como de dificultades de
aprendizaje en la lectura y escritura, es importante descartar otras posibles causas antes
de establecer un problema de atención.
Entre las posibles causas de dificultades en la adquisición de la lectura y escritura
que se deben descartar, estarían los siguientes problemas:
– Visuales, para lo que es conveniente hacer una visita al oftalmólogo por si el niño
necesitase gafas.
– Auditivos, pues en esta edad son muy frecuentes las otitis repetidas o los tapones
en el oído, que repercuten de manera significativa en los aprendizajes. Esto
puede repercutir en una posterior discriminación pobre de los sonidos del habla.
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– Perceptivo-visuales, consiste en la dificultad para reconocer los objetos y sus
relaciones en el espacio. El niño, a partir del conocimiento de su esquema
corporal, aprende las distancias y relaciones con los objetos, para después
aprender las relaciones y distancias entre los objetos. Los niños que no han
aprendido cuál es su derecha y su izquierda, es probable que tengan más
dificultad para establecer la diferencia entre la /d/ y la /b/.
– La percepción del tiempo es más compleja que la adquisición del espacio, hasta
los 2 años y medio de edad no comienzan a adquirir los conceptos temporales
abstractos de mañana, tarde y noche. Al no conocer el discurrir del tiempo les
cuesta secuenciar la lectura y escritura. Así confundirán el /tra/ con el /tar/.
– Motricidad fina, la falta de madurez motriz puede repercutir en una lentitud y
dificultad en los movimientos gráficos. En niños hipotónicos el trazo suele ser
débil y las letras incompletas. Los niños hipertónicos realizan trazos con mucha
presión y con movimientos rígidos de muñeca, que les producen dolores cuando
están un rato escribiendo.
– Motivación, para cualquier aprendizaje el niño ha de tener interés y obtener una
gratificación. Es importante reforzar con halagos cualquier pequeño avance que
haga, pues si no apreciamos y valoramos estos pequeños avances, que para él
suponen un gran esfuerzo, probablemente le desanimaremos sin darnos cuenta
en esa labor que para él es un mundo.
Cuando un niño ha de estar concentrado durante un tiempo prolongado en una tarea,
es necesario que aprenda a regular su conducta para ignorar los estímulos distractores del
entorno. Este tipo de atención se conoce como atención sostenida y requiere de
mecanismos como el autocontrol y la planificación que son dependientes del desarrollo
madurativo de la corteza prefrontal. Este proceso es también fruto del aprendizaje de una
serie de estrategias cognitivas que se suelen adquirir en el desarrollo. La regulación de la
conducta en el niño implica en un primer momento una serie de verbalizaciones dirigidas
a sí mismo. Al principio se formulan en voz alta para pasar luego a ser un lenguaje
interno del niño. Este lenguaje autodirigido le permite mantener la atención sobre algo, a
través de la planificación de la tarea, y no distraerse hacia otras fuentes de estimulación.
Se puede ayudar a facilitar este proceso, en el caso de niños que se distraen con
facilidad, enseñándoles unas estrategias de planificación que les ayuden a estructurar la
tarea y acabarla con éxito en un tiempo determinado. Primero el niño las dibujará en
cartulinas, para aprenderlas y facilitar su adquisición. Todos los días antes de comenzar a
trabajar sería conveniente repasarlas antes en voz alta y realizar la tarea según los pasos
indicados.
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Figura 4.1. Autoinstrucciones para regular la atención y planificar la conducta.
Siempre se tiene que salir con la suya
Laura tiene 5 años de edad, es una niña muy difícil, sus padres comentan que si no se sale con la
suya se enfada mucho y se comporta como si fuese más pequeña. Además, cuando se enfada no
consiguen calmarla con nada a no ser que consiga lo que quiera.
Voz de los padres
Sus padres no saben qué hacer; si no le dan lo que pide o no se sale con la suya, se
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enfada. A veces no les queda más remedio que dárselo o ceder porque es la única forma
de conseguir calmarla. Les han comentado que este tipo de comportamientos es típico de
niños hiperactivos.
Voz del niño
“Ya me queda poco para conseguir mi colección de muñecos. Me faltan sólo dos. Entro
en una tienda y… ¡sorpresa! Por fin, el muñeco que me faltaba para completar mi
colección, con lo difícil que es encontrarlo. ¡Lo conseguí! Se lo pido a mamá y no me lo
quiere comprar. Ella se compra todo lo que quiere y a mí no me lo compra. Además,
siempre me compra todo lo que pido y hoy no quiere. No lo entiendo.”
El niño no entiende por qué unas veces sí le dan lo que pide y otras no. Además
para él conseguirlo es un derecho y sus padres están obligados a dárselo, pues al fin y al
cabo es a lo que probablemente esté acostumbrado.
Pautas de actuación
Es cierto que este tipo de conductas se dan en niños impulsivos, que no suelen pensar las
consecuencias de sus actos previamente. No porque se dé esta conducta, el niño va a
tener un problema de hiperactividad; para que sí lo sea, se ha de dar en varios contextos
y ha de interferir en su vida diaria. Los niños hiperactivos suelen no tolerar la frustración
porque son muy impulsivos, esta falta de reflexión se puede comprobar al formularles
una pregunta a la que darán respuesta sin pensar y de manera automática.
La tolerancia a la frustración es el proceso por el cual se aprende que no se puede
conseguir todo lo que queremos. Los niños actuales están acostumbrados a tener todo lo
que quieren, pues vivimos en una sociedad consumista.
No frustrarse es una habilidad que se ha de ir adquiriendo poco a poco. Actualmente
muchos padres procuran que a sus hijos no les falte de nada por el simple hecho de que
ellos, de pequeños, no tuvieron esa oportunidad y no quieren que su hijo pase por ello.
Por esta razón les dan todo lo que piden o incluso más. Pero el niño no puede conseguir
todo lo que se le antoje, pues, si es así, cada vez querrá cosas más difíciles de conseguir
que no siempre van a estar a nuestro alcance. Además, en su vida adulta encontrará
situaciones en las que no podrá conseguir lo que quiere y no dispondrá de las estrategias
necesarias para afrontar estas situaciones, lo que le llevará a un gran sufrimiento. Es
habitual que ambos padres trabajen y tengan poco tiempo para dedicar a sus hijos; en
ocasiones esta falta de tiempo les lleva a sentirse culpables e intentan compensarlo por
medio de regalos materiales. En contra de lo que pueda parecer, los niños prefieren que
dediquemos un ratito todos los días a jugar con ellos o simplemente a escucharlos.
Desde pequeños conviene enseñarles que no siempre pueden conseguir lo que
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quieren, así les ahorraremos muchos sufrimientos futuros cuando lleguen a la etapa
escolar, donde se les puede antojar el juguete de otro niño y éste no se lo quiera dejar,
además su compañero de clase tendrá todo el derecho del mundo a no dejárselo si no
quiere. O tal vez en la etapa adulta deseen con todas sus fuerzas un puesto de trabajo
que al final sea para otro candidato. No siempre se puede conseguir todo lo que se desea.
Para ello ignoraremos cuando se enfade por no haber conseguido lo que pedía y
fomentaremos las conductas alternativas de solución de problemas y de pensamiento
tolerante. Este tipo de aprendizaje podemos enseñárselo a partir del modelado, es decir,
que nosotros vivamos primero el problema dando soluciones y estrategias en voz alta
para que luego él las aprenda e interiorice y pueda aplicarlas en situaciones similares.
Para ello, por ejemplo, si pasamos por una tienda y vemos un bolso que nos
encanta, podemos decir en voz alta, para que el niño nos preste atención: “¡Qué bolso
tan bonito! ¡Me encanta! ¡Lo quiero, me lo voy a comprar! Pero es muy caro y no tengo
dinero. ¡Vaya, qué mala suerte!, con lo que me gustaba. ¿Qué puedo hacer? Si me
enfado no me va a valer de nada y me voy a encontrar mal y triste. Así que no es una
buena solución”. Podemos hacer participar al niño para que nos diga soluciones
alternativas para no ponernos tristes. Al final, daremos con una solución que le sirva de
estrategia de actuación para otras situaciones similares: “No pasa nada, tengo otros bolsos
en casa, además éste no me hace falta y pensándolo bien… no tiene cremallera, por lo
que se me podrá perder el monedero”.
Pasos que se deben seguir en este tipo de conflictos:
1. Definir qué quiero conseguir y por qué: “Quiero el bolso porque me gusta”.
2. Definir por qué no lo puedo conseguir: “Porque es muy caro”.
3. Buscar alternativas a no conseguir el fin: “Tengo otros bolsos”.
4. Buscar alguna cualidad negativa de lo que deseo y del hecho de conseguirlo: “No
tiene cremallera, si lo compro, puedo perder el monedero”.
5. Felicitarse por la conducta. “Soy muy bueno razonando, no me he enfadado”.
Cada vez que el niño no se enfade por no conseguir lo que quiere, conviene reforzar y alabar este tipo de
conductas, a través del abrazo y elogios verbales. Esto facilitará que la conducta tienda a repetirse.
Cuando juguemos con él, conviene que no gane él siempre, aunque se enfade. Para
ello podemos establecer unos premios, que consistirán en lo siguiente:
– El ganador será felicitado por el perdedor.
– El jugador que pierda, si no se enfada, se llevará una chuche.
No mira a los ojos mientras se le habla
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Fran tiene 5 años de edad, no se entera cuando se le habla. Su madre le ha llevado al otorrino para
descartar un problema de oído, pues desde pequeño siempre ha tenido otitis repetidas. En el colegio
le han dicho que su lenguaje es como el de un niño de 4 años. Tiene pocos amigos y prefiere jugar
solo con juegos electrónicos.
Voz de los padres
“Lo que me resulta más difícil en su educación es que me haga caso. No sé qué pensar,
si es que me está tomando el pelo o no comprende lo que le digo. Su padre tiene menos
paciencia y al final Fran siempre acaba llorando. El otorrino, después de hacerle todas las
pruebas, nos ha dicho que no tiene ningún problema.”
Voz del niño
Muchas causas pueden ocasionar que el niño no haga caso: problemas auditivos que han
de ser descartados, llamadas o problemas de atención, afirmación de la autoestima,
exceso de actividad que le impida estarse quieto para atender a lo que se le está hablando
y también puede ser una conducta aprendida, bien por imitación o bien por haber sido
reforzada.
Pautas de actuación
Hay una serie de conductas previas a la adquisición de todo aprendizaje, y más en
concreto en el caso del lenguaje. Para aprender a hablar hay que llevar a cabo diversas
estrategias que facilitarán este proceso como mantener el contacto ocular en el emisor del
mensaje, esperar turnos, imitar y aprender a interpretar el mensaje en función del
contexto en el que se da. Todo este tipo de conductas prelingüísticas son un requisito
indispensable para establecer y mantener la comunicación entre el emisor y el receptor.
En la actualidad, debido al ritmo de vida que llevamos, se tiende a no mirar a
nuestros hijos cuando nos dirigimos a ellos, pues solemos estar preparando la cena,
doblando la ropa o viendo la televisión, por lo que, con ello, estamos enseñando a
nuestros hijos a no atender.
En el caso de Fran, los problemas de lenguaje y de comprensión, en el fondo,
escondían un problema de atención aprendido, debido a que no había adquirido la
conducta de mantener el contacto ocular cuando se le hablaba. Esto le había llevado a
desarrollar menos su lenguaje, pues al no mirar, no imitaba y con ello no disponía de
suficiente vocabulario, lo que repercutía en que no fuera capaz de comprender lo que se
le decía.
Fran no era capaz de mirar a los ojos durante más de tres segundos a la persona que
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le hablaba. La conducta de falta de atención en este caso es aprendida, debido a que los
padres facilitaban su dispersión, pues mientras el niño estaba jugando en la alfombra, la
madre, a una distancia de dos metros y sin asegurarse que la miraba, le daba
instrucciones. El niño no llevaba a cabo las instrucciones, no porque no la escuchara,
tuviera un problema de atención, no la entendiera o no quisiera hacerlo a propósito, sino
porque simplemente no le estaba prestando atención. Fran no había escuchado a su
madre, sólo la oía, su cerebro clasificaba lo que le decía su madre como un ruido, al igual
que mientras estamos trabajando concentrados dejamos de escuchar el ruido de los
coches que pasan cerca de nuestra casa, a no ser que voluntariamente prestemos
atención, para centrarnos en la tarea y llevarla a cabo.
Para fomentar este tipo de conductas necesarias en esta edad se presentan a
continuación unas pautas que facilitarán el aprendizaje de estrategias de atención que
favorecerán la comunicación y el desarrollo del lenguaje:
1. Siempre que queramos dirigirnos al niño, nos agacharemos para ponernos a su
altura y le cogeremos la cara para facilitar que nos mire.
2. Estando en la posición anterior sólo le hablaremos cuando nos mire, y si deja de
mirarnos, pararemos de hablar y continuaremos en cuanto nos vuelva a mirar.
(Esto se convertirá en un juego divertido para ellos, intentando a veces
engañarnos y mirar y no mirar a propósito. Sin darnos cuenta, con ello
favorecemos la atención selectiva así como los turnos, requisito también
imprescindible para un buen desarrollo del lenguaje a través de la conversación.)
3. Utilizaremos como reforzador una señal gestual, que consiste en poner el dedo
índice y el corazón en forma de “v”. Primero se colocarán los dedos señalando
nuestros ojos y a continuación con los dedos en forma de “v” los dirigiremos
hacia los del niño y de nuevo hacia los nuestros, repitiendo esta secuencia varias
veces. Acompañaremos todo ello de un refuerzo verbal y llamaremos su
atención diciendo su nombre.
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Figura 4.2. Señal gestual.
4. La señal anterior se usará siempre y en todas las situaciones para recordar al niño
que ha de mirar a los ojos.
5. Una actividad que favorece este tipo de conductas consiste en jugar con el niño a
ver quién aguanta más tiempo manteniendo la mirada en el otro. El ganador se
llevará un premio (p. ej., una chuche).
Cuando vamos de tiendas, lo toca todo
Javier acaba de cumplir 4 años, es imposible ir de compras con él. En las tiendas se distrae con
cualquier cosa, recorre todos los pasillos, toca y tira todas las prendas. En los centros comerciales,
entre tienda y tienda, corre sin parar y se mete en la primera tienda que ve. Entra en los bares, se
sube a los taburetes y se pone a sacar las servilletas y a tirar todos los palillos al suelo.
Voz de los padres
“No se puede ir de compras con él, no te deja ver nada. Al final hemos decidido dejarle
en casa, aunque nos gustaría ir toda la familia junta. No hay quien le haga quedarse a
nuestro lado. Cuando intentamos que se esté quieto lo único que conseguimos es que se
ponga a chillar y a tirarse por el suelo y cuando nos descuidamos ya se ha vuelto a ir.
Nunca se cansa.”
Los padres están preocupados porque les han comentado que este tipo de
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comportamientos es típico de niños hiperactivos. Les han aconsejado que deberían
llevarle al pediatra para que le derive al neurólogo. Los padres conocen a niños
hiperactivos que están medicados y ellos no quieren llegar a ese punto.
Muchas veces se tiende a comparar los comportamientos de unos niños con los de
otros sin tener en cuenta que una misma conducta puede deberse a diferentes causas, por
lo que aquello que funciona con un niño no tiene por qué hacerlo con otro. Es muy
importante tener en cuenta diversas variables en el comportamiento de los niños, ya que
no es lo mismo un niño que no para de moverse en determinada situación, como por
ejemplo ir de compras, que un niño que nunca se está quieto en varias situaciones.
Voz del niño
“¡Qué guay otra vez con mamá y papá de compras! Cuánto sitio para correr. Cuántas
cosas tan bonitas para coger. Mamá y papá están todo el rato regañándome. No me gusta
que me regañen, no lo hago todo mal. Yo también quiero mirar cosas como mamá y papá
pero no me dejan tocar nada, así que lo pienso tocar.”
El niño no muestra frustración ni tristeza cuando no se le deja hacer algo o se le
recrimina todo el rato porque hace las cosas mal. En lugar de ello muestra agresividad
como una manera de encauzar sus sentimientos.
Pautas de actuación
Una actitud agresiva y desafiante, así como una necesidad compulsiva de llamar la
atención, son formas de expresión de la baja autoestima en los niños.
En esta etapa el niño construye su identidad, es decir, va creando su autoconcepto,
por lo que necesita sentirse diferente. Por todo ello se retan tanto a sí mismos, probando
a hacer cosas que no saben para ver si son capaces, como a los demás. Crean su
autoconcepto a través de los resultados de sus acciones y sobre todo de lo que los demás
dicen de ellos.
Niños que continuamente son regañados por sus padres se valoran de manera
negativa, por lo que su autoestima se ve afectada.
Experimentar sensaciones de agrado como el abrazo o el beso lleva al niño a sentirse
querido, percibe que sus padres le valoran, por lo que su autoestima se ve beneficiada.
Es importante que el niño se vea aceptado por sus padres y su entorno, sintiéndose de
este modo querido y además proporcionándole con ello la seguridad que necesita para un
desarrollo de la autoestima positiva. El niño que es constantemente recriminado,
mediante valoraciones negativas, no se siente aceptado y tendrá miedo de no ser querido
y de ser abandonado. Necesita que le digan cosas positivas ante sus pequeños avances, lo
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que le hará sentirse bien y manejar sus inseguridades y miedos cuando éstos aparezcan,
ya que se verá capaz y se valorará positivamente. Los niños con baja autoestima, cuando
algo les sale bien, creen que ha sido suerte o que era muy fácil de hacer y cuando algo les
sale mal lo atribuyen a la falta de habilidad (no puedo, no soy capaz…).
Debemos ayudarles a tener un pensamiento más positivo sobre su forma de actuar,
“ellos son los responsables de su éxito”. Si el niño tiene alguna dificultad, se ha de
aceptar que en esa área tiene un problema, y se le ha de apoyar emocionalmente
disminuyendo el efecto que tendrá sobre su autoestima el hecho de haberse equivocado.
Al educar, se suele insistir en los aspectos negativos de nuestros hijos y suelen pasar
desapercibidas las cosas que hacen bien, al ser consideradas normales, recibiendo sólo
información negativa de las cosas que hacen. Todo esto llevará a los niños a sentirse
fracasados, formándose una imagen negativa de sí mismos.
Pautas para desarrollar una autoestima positiva:
– Reconocer lo que los niños han hecho correctamente. Si no han cumplido con lo
que se esperaba, darles una nueva oportunidad, repitiendo nuevamente las
instrucciones.
– Facilitar un clima que favorezca la creatividad, dejando que todos opinen y
siendo tolerantes con la forma de pensar de los demás.
– Darles un apoyo emocional cálido y participativo, ante los intentos de actuación,
para que el niño se sienta reconocido.
– Reforzar sus logros, para que los pueda incorporar a su autoestima como éxitos
personales. Aprenden de este modo a atribuir sus éxitos a su valía. Se deben
celebrar sus éxitos y pequeños avances en cualquier terreno.
– Se ha de mostrar confianza en sus capacidades y habilidades, a través de
verbalizaciones como “Sé que puedes hacerlo”, “Confío en ti”, cuando se
enfrente a una tarea.
– Se les enseñará a buscar soluciones y respuestas adecuadas a sus conflictos, más
que a resolverlos en términos de bueno-malo o de ganar-perder.
– Se debe animar a los niños a tener responsabilidades; esto les demostrará que se
confía en ellos. Las responsabilidades asignadas deben ser acordes con la edad y
desarrollo del niño.
– Poner metas que puedan ser alcanzables por los niños con un esfuerzo razonable.
Elogiar y celebrar los logros.
– Aprovechar cualquier mínimo esfuerzo del niño para aplicar de manera moderada
adjetivos positivos (bueno, listo, guapo…).
– Enseñar a los niños a felicitarse a sí mismos y a los demás.
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– Buscar aquellas habilidades en las que el niño muestre más destreza y, sobre
todo, preferencia para fomentarlas y desarrollarlas.
Preguntas y respuestas
Los padres de Manuel se han dado cuenta de que al escribir los números a veces escribe alguno al
revés, por ejemplo, el seis lo suele hacer con la panza hacia la izquierda en lugar de la derecha. Han
buscado información en internet y no están seguros de si tiene problemas de atención o puede ser
otro tipo de trastorno como la dislexia.
En caso de dudas no se aconseja buscar información en internet, pues lo más
probable es que encontremos mucha desinformación, lo cual nos generará ansiedad y no
nos ayudará a encontrar soluciones. Se debe consultar a un especialista que nos aclare lo
que puede estar pasando y nos diga qué debemos hacer. Por lo comentado, Manuel
puede que tenga problemas perceptivos y/o de orientación espacial, probablemente no ha
adquirido todavía bien los conceptos de derecha e izquierda, prerrequisitos necesarios
para los aprendizajes de la lectura y escritura.
•••••
David tiene 5 años de edad, la profesora de este año nos ha comentado que no para en clase, no
cesa de moverse en la silla y contesta mal a sus compañeros. Si se le dice a algo que no, tiene una
pataleta como si fuera un niño de 3 años. En el colegio nos han dicho que es probable que tenga
hiperactividad, debido a su comportamiento impulsivo. A nosotros no nos parece que pueda ser así,
pues este comportamiento lo tiene desde hace poco. Además en casa de los abuelos se porta
fenomenal, y puede estar horas tranquilamente viendo la tele o pintando.
Los comportamientos que muestra un niño pueden deberse a otras causas y no
tienen por qué ser siempre hiperactividad. Hay que tener en cuenta si estas conductas se
han dado siempre o han empezado a raíz de un acontecimiento estresante en la vida del
niño, como puede ser el cambio de colegio o la muerte de un ser querido. Los niños
suelen mostrar la tristeza a través de conductas agresivas y malos comportamientos, ya
que no tienen las estrategias necesarias para canalizar sus emociones y malestar de otro
modo. Estas estrategias las van adquiriendo a medida que maduran cognitiva y
emocionalmente, pero en esta etapa todavía no tienen capacidad para ello. Por todo ello,
ante cambios de conducta en los niños es muy importante determinar desde cuándo
ocurren y si ha pasado algo en su vida que les haya podido afectar.
71
5
El niño de 6 a 8 años
Introducción
Esta etapa coincide con el comienzo del primer ciclo de Educación Primaria, el niño se
enfrenta a muchos cambios, el entorno escolar le exige dejar de ser un niño inmaduro
para pasar a asumir una serie de responsabilidades cada vez mayores. Las conductas
típicas de la etapa anterior como los berrinches, la dispersión, la necesidad de unas
rutinas preestablecidas… tienden a mejorar de manera paulatina, pues su cerebro
presenta una mayor interconexión neuronal y se especializan los hemisferios, así como la
conexión entre ambos. Esto, sumado a las experiencias que el niño ha adquirido a lo largo
de la primera infancia, conduce a que empiece a ser capaz de analizar las posibles
consecuencias de su conducta y a saber lo que está bien o mal. La corteza prefrontal,
que es la encargada de regular, así como de planificar las conductas del niño ante un
determinado objetivo, ha alcanzado ya un mayor grado de madurez, lo que le permite
lograr un mayor control mental y, así, controlar su conducta, pudiendo mantener en la
mente un objetivo prefijado que le lleve a conseguir un fin determinado. Empiezan a
dejar de ser tan dependientes de los estímulos del entorno y a esperar para obtener un
premio a medio plazo.
En el colegio, a nivel conductual, se espera de ellos prácticamente lo mismo que de
un niño de 6º de Primaria: debe mantenerse sentado en una silla durante muchas horas
seguidas, al igual que niños de más edad. El niño que hace unos meses estaba todo el día
jugando y moviéndose de un lado a otro, ahora debe aprender a controlar sus impulsos
así como a cambiar sus hábitos de comportamiento, de un día para otro. Esto al principio
le supone un gran esfuerzo que se suma al hecho de que el primer año debe adquirir el
aprendizaje de la lectura, sin tener en cuenta el desarrollo evolutivo de cada niño. En el
periodo de adaptación del niño a estas normas, muchos de ellos pueden parecer
72
hiperactivos, pues numerosas veces se suelen levantar de la silla, interrumpen la clase,
hacen ruido con el lápiz, dan muchos paseos a la papelera, se cuelan y empujan en la
fila… Estos comportamientos forman parte del proceso de adaptación a esta nueva
situación y no han de ser tenidos en cuenta si no se prolongan en el tiempo o no
aumentan en su frecuencia. El profesor ha de ser constante con las normas y debe hacer
que todos las respeten, las normas han de quedar claras y se han de cumplir. También ha
de ser consecuente en su aplicación, pero teniendo en cuenta las necesidades específicas
de cada niño, favoreciendo así la interiorización y asimilación de lo establecido. Cada
niño es diferente y hemos de adaptarnos para ayudarles en este proceso.
Otros niños pueden no estar aún preparados madurativamente para la adquisición de
determinados aprendizajes como la lectura, en el que intervienen múltiples estructuras
neuronales. Este tipo de niños suelen huir de las tareas que les son muy costosas, y
parecen no estar atentos, por lo que intentan evadirse y cualquier estímulo les sirve para
no hacer frente a su dificultad. Un problema de atención en esta etapa ha de ser valorado
por especialistas en dicha área con extrema cautela. Y siempre después de una extensa
valoración psicológica y médica que descarte otro tipo de causas, evitando etiquetar así al
niño sin haber sido evaluado, pues esto favorecerá en el niño este tipo de
comportamientos y afectará a su estabilidad emocional. Las etiquetas predisponen a que
el niño sea visto de una determinada manera y, al tratarle como tal, el niño adquiere un
rol donde se comportará como los demás esperan que lo haga. El niño neurológicamente
empieza a estar preparado para elegir a qué estímulo atender cuando se le presentan
varios, en las áreas implicadas en este proceso a nivel cerebral se produce un aumento de
un neurotransmisor, la serotonina, que favorece que los niños sean más reflexivos. Esta
habilidad es imprescindible para un desempeño escolar adecuado, este tipo de atención se
denomina atención selectiva. Los progresos en la atención selectiva permiten que
atiendan al profesor en clase e ignoren el ruido producido por los compañeros, así como
que sean capaces de tomar notas en la agenda.
Siempre está enfadado
Rebeca tiene 6 años y medio. Rara vez está contenta con lo que hace. Siempre que realiza las
tareas de clase se muestra enfadada y no deja que miren lo que ha hecho. Nunca está contenta,
todo le parece mal. Siempre está corrigiendo a los demás, también le parece que los demás lo hacen
mal.
Voz de los padres
“Es una niña con un carácter muy difícil, siempre está enfadada, nosotros hacemos todo
lo posible para que se ponga contenta y la mayoría de las veces rechaza nuestro cariño.
Tiene que hacerlo todo bien y nunca le parece que lo esté. En las tareas de clase aprieta
mucho el lápiz contra la hoja y la verdad es que nunca le salen bien las cosas. Empieza a
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hacer las fichas muy contenta, pero quiere sabérselas ya, además no le gusta que nadie le
corrija, ni que le ayuden. También intenta hacerlas rápido y ante la menor dificultad
abandona la tarea y la esconde para que nadie se dé cuenta de que no supo hacerlo.”
Voz del niño
“¡Qué bien, hoy voy a empezar a escribir! Voy a aprender a escribir la letra “b” y ya voy
a saber leer. ¡Qué contentos se van a poner mamá y papá cuando vean que ya sé
escribir!”
Pautas de actuación
En estos casos, los padres, ante la ansiedad de que sus hijos hagan bien las tareas
escolares, se ponen a trabajar con ellos y les transmiten este miedo. Pretenden que desde
el primer día el niño haga la tarea, esté sentado y lo haga bien y en estos niños los
avances son muy pequeños y muy dependientes del refuerzo del adulto.
Algunos niños cuando se enfrentan a una tarea lo hacen con ganas, pero si perciben
que tienen una dificultad, se frustran rápidamente y abandonan. Un pasado lleno de
errores les lleva a tener un autoconcepto o imagen de sí mismos negativo. Empiezan a
compararse con su grupo de iguales y si advierten que su rendimiento es peor, se sienten
frustrados y lo expresan a través del enfado consigo mismos y con el mundo que los
rodea. En niños con TDAH (Trastorno por Déficit de Atención y/o Hiperactividad) este
tipo de conducta es común, son niños con la autoestima baja ya que, al ser tan
impulsivos, tienden a cometer muchos más errores de los normales. Esto produce
muchas críticas o correcciones por parte de su entorno.
Este tipo de niños suelen atribuir sus éxitos a factores externos a ellos que no están
bajo su control, como la suerte, o a que la tarea es muy fácil; y sus fracasos a factores
internos como su falta de capacidad o su falta de esfuerzo.
Hay que enseñarles a atribuir los éxitos a su capacidad y a felicitarse a sí mismos por
el esfuerzo realizado en lugar del resultado de la ta rea. Para ello a través del modelado
podemos enseñarles este tipo de atribuciones, por ejemplo mientras estamos cocinando
podemos decirnos en voz alta: “Esta comida no me ha salido muy bien, pero no importa,
me he esforzado mucho y el postre está muy rico, mañana si me sigo esforzando me
acabará saliendo fenomenal”. También es importante enseñar a los niños a felicitarse,
estamos acostumbrados a insultarnos y decirnos siempre las cosas que hacemos mal, así
como a ignorar lo que hacemos bien, lo consideramos normal. Para ello, debemos
empezar a decirnos en voz alta elogios verbales como “Qué buena soy trabajando”, “Soy
genial”. Los niños acaban siendo lo que creen que son, que no es nada más ni nada
menos que lo que los de más les dicen que son. Si queremos que sean buenos
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estudiantes, tenemos que empezar por decírselo, para que acaben creyéndoselo.
Los fracasos se han de afrontar de forma positiva, reconociendo los errores como
oportunidades para mejorar. Es importante hacer ver a los niños que no sólo se
equivocan ellos, nosotros también a veces hacemos las cosas mal.
Hay ciertas veces en que, si el niño tiene una muy baja autoestima, es mejor hacer la
vista gorda con los errores, e incluso llegar a atribuirlos a la mala suerte o a la dificultad
de la tarea y valorar el esfuerzo sobre la misma.
Hemos de evitar una autoestima negativa a través de:
– Sustituir la crítica al fracaso y hacer hincapié sobre los éxitos y el esfuerzo. Se
han de valorar y felicitar los pequeños avances aunque nos parezcan
insignificantes.
– Huir del perfeccionismo que les hace sentirse inseguros y les deja la sensación de
no lograr nunca las metas.
– No descalificar al niño a través de atribuciones generales a su persona y corregir
su conducta concreta en ese momento. Por ejemplo, si no se le dan bien las
multiplicaciones, debemos precisar: “Esta operación no te ha salido bien, la
próxima vez debes repasar la tarea”, y no decir: “Eres torpe en matemáticas”.
Se ha de usar un lenguaje preciso.
– Evitar decir constantemente mensajes negativos que inciden en las características
negativas del niño, ya que le harán pensar que él es incapaz o que casi todo lo
hace mal.
– Eludir referirse siempre a lo que la persona cree que son “verdades sobre el
otro”, que no sirven para nada y lo único que consiguen es que el niño se ponga
a la defensiva y no nos escuche. Es preferible que aprendan a decirse lo bueno,
lo malo, probablemente, ya se lo han hecho saber con más frecuencia de lo
deseado y no es útil señalarlo y, menos aún, en público.
Los niños que tienen una autoestima negativa suelen mostrar conductas
oposicionistas o de enfado como actitud de defensa y forma de mostrar su tristeza, por lo
que a veces resulta muy difícil identificar la verdadera causa del problema, como una
baja autoestima. Y así los padres responden de manera negativa a estas conductas y poco
a poco se crea un círculo vicioso que fomenta la autoestima negativa de sus hijos.
Molesta a otros niños
Rosa tiene 6 años. En clase no puede estar callada e interrumpe constantemente a otros
compañeros. A veces se levanta y tira los estuches de los demás. Pide la goma, el lápiz o el
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sacapuntas a otros compañeros. Se queda a veces mirando un rato por la ventana y, si algo le llama
la atención, avisa a los demás para que también miren. La profesora está desesperada y no sabe
qué hacer con ella.
Voz de los padres
“Todos los días recibimos un toque de atención de su profesora, pues no para en clase.
Le hemos explicado de mil formas que no puede comportarse así en el colegio, pero no
hace caso. Estamos desesperados y no sabemos qué hacer. También hemos probado a
castigarla pero tampoco funciona.”
Muchas veces los padres no se explican este tipo de comportamientos en clase y por
mucho que intentan explicarles a los hijos que deben atender en clase no lo consiguen. Es
importante analizar las causas y no usar el castigo de manera indiscriminada, porque se
produce una situación de conflicto familiar en la que se acumulan los castigos y llega un
momento en que éstos pierden efecto.
Voz del niño
“Me aburro mucho en clase, la profesora repite todo el rato lo mismo. No puedo estar
quieta sin hacer nada.”
Este tipo de comportamientos es típico de niñas hiperactivas que exteriorizan así su
exceso de actividad. Los chicos hiperactivos lo muestran con un exceso de inquietud
motora ya que socialmente es menos problemático este tipo de conductas en ellos que en
ellas, mientras que la falta de autocontrol de las niñas se muestra de una manera
socialmente más aceptada dentro de su rol social. Por esta razón es más difícil detectar a
las niñas con este problema. Pero este tipo de niños no se da en un porcentaje muy
elevado en la sociedad, por lo que no es fácil encontrar uno. Un mismo comportamiento
puede ser debido a múltiples causas por lo que es muy importante evaluar los factores
que lo determinan así como las distintas situaciones en las que sucede.
Pautas de actuación
En el caso concreto de Rosa, este tipo de conductas se debían a sus altas capacidades
cognitivas en matemáticas. A través de su comportamiento, demandaba más información,
ya que se aburría durante las explicaciones. Estos niños necesitan menos ejemplos de lo
normal y adquieren los conceptos de manera más rápida, ya que su velocidad para
adquirirlos es mayor. En este caso como en otros muchos, lo importante y principal fue
determinar las causas de su conducta, para así tomar las decisiones adecuadas. Por
ejemplo, sería muy conveniente llevar a cabo registros de la conducta del niño durante
una semana en las distintas materias, con el fin de descubrir en qué clases o en qué horas
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el niño muestra una mayor dispersión. En este caso se descubrió que en las clases de
matemáticas Rosa se mostraba más dispersa, por lo qué se decidió llevar a cabo una
adaptación curricular, acorde con sus necesidades específicas. El hecho de registrar la
conducta es muy importante en todos los casos, ya que tal vez la bajada de atención se
dé a determinadas horas del día o en determinadas materias por motivos como:
– Un sueño no reparador, en el que el niño, a pesar de que duerme las horas
suficientes, no descansa, por lo que al final de la jornada escolar se muestra más
disperso.
– Un desayuno inadecuado, que causa que el niño, a media mañana, descienda en
su rendimiento y le cueste más concentrarse.
– Problemas perceptivos y de orientación espacial, que se reflejan en dificultades
en tareas de cálculo, por lo que la dispersión aumentará en las clases de
matemáticas.
Con independencia de las causas, estas conductas inadecuadas deben ser corregidas,
para lo cual:
– El profesor, junto con los padres, llevarán a cabo un pacto con el niño. Si se
mantiene concentrado y atento en clase, al final el profesor le pondrá una marca
en la agenda, como por ejemplo una estrella. Si lo consigue, los padres al llegar
a casa le darán un pequeño premio, pactado previamente con el niño, como una
chuche o un cromo. Si consigue las 5 marcas de la semana, por el buen
comportamiento, recibirá un premio algo mayor, como puede ser ir al cine con
sus padres, conseguir el álbum de los cromos o jugar con los padres.
– Los profesores pueden pactar una señal visual con el niño, cuando empiece a
realizar la conducta inadecuada o se muestre más inquieto, se le avisará
haciendo una señal que pase desapercibida para el resto de compañeros como,
por ejemplo: el profesor se puede acercar a la mesa y mover un bolígrafo que el
niño tenga en el pupitre o ponerle una goma, como aviso. El aviso se realizará 3
veces; si el niño, a pesar de ello, continúa con su actitud, no conseguirá la
estrella en la agenda; si por el contrario consigue regular su conducta al segundo
aviso, conseguirá la marca.
– Fomentar las conductas alternativas adecuadas, felicitando al niño por los
periodos de tiempo en los que no interrumpe, a través de elogios verbales y
señales gestuales.
El niño solitario
Álvaro tiene 8 años de edad, no sabe acercarse a otros niños, aunque lo intenta porque siempre
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está solo y quiere jugar con ellos. Pero cada vez que intenta jugar con alguno acaba de nuevo solo.
Si los niños están en el parque jugando al fútbol, se acerca y les quita la pelota, entonces los demás
niños se enfadan y no le dejan jugar. Entonces Álvaro se enfada, les vuelve a coger la pelota y sale
corriendo para que no se la quiten.
Voz de los padres
“Cada vez que vamos a buscarle al colegio, alguna madre de otro niño está enfadada
porque ha pegado a algún niño o ha roto algún juguete. No podemos bajarle al parque
pues siempre acaba pegándose con algún niño. No tiene amigos y siempre está solo en el
recreo. Nunca le invitan a los cumpleaños.”
Voz del niño
“Otra vez estoy solo en el recreo, me intento juntar con otros niños para jugar, pero
nunca me dejan. Si veo unos niños jugando al fútbol, les cojo la pelota, para que me
miren y pedirles que me dejen jugar, pero siempre se enfadan conmigo por haberles
quitado la pelota.”
Pautas de actuación
Muchos padres sufren al ver que sus hijos no son invitados a los cumpleaños de otros
niños de la clase. Las habilidades sociales deben ser aprendidas desde pequeños en el
entorno familiar. Los adultos, a través de su manera de actuar con el niño, pueden estar
fomentando este tipo de conductas poco asertivas. Cuántas veces vemos a los adultos en
nuestra vida cotidiana con comportamientos agresivos ya sea conduciendo, en el fútbol o
en la cola del cine. Los niños que tienen escasas habilidades sociales no han aprendido la
manera óptima de pedir que les permitan jugar con los demás. La diferencia entre unos
niños y otros se debe a que algunos han aprendido estrategias sociales facilitadoras, que
les permiten una adecuada interacción. Otros que no disponen de este tipo de estrategias
intentan acercarse a otros lo mejor que saben, y no entienden por qué no les funciona.
Los niños hiperactivos muestran un déficit en habilidades sociales y por causa de la
impulsividad tienden a mostrarse agresivos. Estos niños no piensan sino actúan. Pero
generalmente la falta de habilidades sociales en estas edades suele ser no aprendida.
El niño ha de aprender a identificar que hay tres tipos de comportamientos para
analizar el suyo y sus consecuencias tanto emocionales como sociales, para ver así cuál
es la mejor forma para relacionarse.
Hay tres formas de reaccionar en un bar, cuando el camarero nos pone un vaso
sucio:
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1. “¡Camarero!, este vaso está sucio, son ustedes unos guarros”. Este tipo de
conducta nos lleva a tener un malestar emocional, pues hacemos que la otra
persona se ponga a la defensiva o bien igual de agresiva, por lo que generamos
un conflicto. Este tipo de conducta lleva a conseguir pocas relaciones de
amistad, muy superficiales y por el interés. Éste es el estilo agresivo.
2. “Jo, qué asco me da el vaso. Pero me da vergüenza decir nada, a lo mejor hago
el ridículo. Mejor me callo”. Estas personas no saben decir ¡No!, siempre hacen
lo que los demás les dicen y no saben defender sus opiniones. Esto a la larga les
produce sentimientos de tristeza y agresividad reprimida, así como una
autoestima baja. Éste es el estilo pasivo.
En estos dos casos la persona no se hace respetar ni es valorado por los demás.
3. Levanta la mano para que el camarero se acerque y en voz baja le comenta:
“Perdone, ¿sería tan amable de cambiarme el vaso?, es que está algo sucio”. Es
una persona que expresa su opinión teniendo en cuenta los sentimientos de los
demás. Hace que los demás le traten adecuadamente y que le valoren,
haciéndose respetar. Es el estilo asertivo.
Pautas para explicárselo a los niños. Se presentarán mediante los personajes que
vienen a continuación:
– El ogro. Es aquel que siempre se quiere salir con la suya y no tiene en cuenta los
sentimientos de los demás. Es muy explosivo y violento. Utiliza a los demás
para su propio beneficio. Cree que es mejor que los demás. Siempre habla mal
y parece estar enfadado. Tiene amigos pero éstos no son de verdad, cuando
realmente los necesita nunca están.
– El gusanito. Es muy tímido y retraído. Nunca dice lo que quiere. No sabe
defenderse y los demás siempre se aprovechan de él. No tiene amigos.
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Figura 5.1. Personajes para entrenamiento en asertividad.
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Figura 5.2. Figuras para el entrenamiento en identificación de emociones.
– El niño. Es capaz de expresar sus sentimientos con respeto y teniendo en cuenta
los de los demás. Sabe defenderse y decir “no” de manera educada. Tiene
muchos amigos de verdad.
A continuación proponemos unos ejercicios para trabajar en casa con tu hijo:
1. Adivina quién actúa así (el ogro, el gusanito o el niño):
– Para pedir un sacapuntas diría…
a) ¡Eh, tú!, déjame ahora mismo tu sacapuntas o te enteras.
b) No diría nada y no haría los ejercicios de la ficha porque su lápiz no
tiene punta.
c) Por favor, Ana, ¿serías tan amable de dejarme el lápiz?
– Para pedir a unos niños que le dejen jugar en el patio del recreo diría…
a) No diría nada y se arrimaría a otros niños para ver si le dicen algo.
b) Les quitaría la pelota y si no le dejan jugar se la llevaría.
c) “Me encantaría jugar con vosotros, ¿me dejáis?”
– Se le olvida el bocadillo en casa y tiene mucha hambre en el recreo…
a) Le quitaría el bocadillo a algún niño.
b) No diría nada y se quedaría mirando el bocadillo de otros mientras se lo
comen con cara de pena para ver si le dan.
c) Diría: “Rosa, es que se me ha olvidado el bocadillo en clase y tengo
mucha hambre, me está empezando a doler la tripa. ¿Serías tan
amable de darme un trocito?”.
2. Cómo te sentirías si otro niño… (Dibuja una cara enfadada, triste o contenta).
– Te quita el juguete con el que estás jugando.
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– Te dice: “Eres genial, me caes muy bien”.
– Se te queda mirando fijamente el bocadillo mientras lo comes, con cara de
pena.
Ser asertivos significa saber defender nuestros derechos y respetar los de los demás, saber decir no o saber
hacer peticiones, consiguiendo que los demás te respeten y respetándoles tú a ellos.
Tiene mal perder
Daniel tiene 7 años. Desde siempre le ha costado hacer amistades con niños de su edad, y siempre
prefiere la compañía de los adultos. En el patio del colegio siempre tiene algún conflicto con los
demás, pues intenta poner él las reglas del juego y hace trampas para no perder. Cuando pierde se
enfada, da patadas y tira las cosas.
Voz de los padres
“No se puede jugar con él a nada. Siempre intenta imponer sus reglas y las cambia
durante el juego varias veces. Siempre acaba enfadado y tirando o rompiendo el juego.
Al final acabamos dejándole ganar para que no se enfade.”
Voz del niño
“No puedo perder, tengo que ganar. Si pierdo seré un perdedor. Los mejores siempre
ganan.”
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Pautas de actuación
Este tipo de niños son impulsivos y no piensan en las consecuencias de sus actos. No se
dan cuenta de que así nadie quiere jugar con ellos. Pero como a veces se salen con la
suya mantienen su comportamiento. Los adultos les acaban dejando ganar para no
aguantar sus rabietas, que suelen ser muy intensas, lo cual es contraproducente, ya que
hacen que el niño tenga cada vez peores conductas para conseguir su fin, que es salirse
con la suya. Así, lo que consiguen es que el niño no sea capaz de jugar con sus iguales,
pues producirá el rechazo de los demás. Desde pequeños, nuestra sociedad enseña a los
niños que lo importante no es participar sino ganar. Han de ser los primeros en todo. Hay
una constante competición entre unos y otros por ser los mejores. Esto se fomenta
mediante comparaciones continuas con los hermanos, primos, amigos… Al peor se le
nomina y… ¡nadie quiere ser expulsado!
En el principio de la etapa escolar los amigos son aquellos que comparten sus
juguetes o que quieren jugar con ellos. Las amistades no son duraderas, acaban cuando
el amigo no les deja sus cosas, no les deja jugar con ellas o no les deja ganar. Según
avanzan en edad la amistad empieza a percibirse como basada en la confianza y el apoyo
mutuo. No implica sólo el hecho de compartir actividades o juegos, sino que se asienta
en el hecho de ayudar al otro, cumplir promesas o pedir perdón a quien has hecho daño.
Las amistades son fundamentales para una buena adaptación en la vida adulta. Nos
protegen del estrés y ayudan a mantener una buena estabilidad emocional.
Los niños, en el entorno familiar, deben aprender que no siempre se pueden salir con
la suya. Tienen que aprender a ver lo positivo de las cosas cuando no consiguen lo que
quieren.
Si se acostumbran a conseguir todo lo que desean, ante un fracaso o dificultad
reaccionarán en un primer momento con agresividad, y posteriormente les dejará un
profundo sentimiento de tristeza. Es muy importante hacerles ver el lado bueno que
tienen las cosas y no sólo fijarse en lo malo, han de aprender de sus fracasos y buscar
otros caminos para llegar al fin deseado. Los errores son buenos, pues nos permiten
mejorar. Aquellos que no tienen errores nunca mejoran.
Que a veces nos ocurran cosas malas o desgracias es positivo, pues nos ayuda a ser
más humanos y tolerantes con los demás. Hace que aprendamos a ser mejores personas
y a valorar lo que tenemos, el día a día. Algunas personas viven en el futuro, en lo que
van a ser, lo que van a tener, lo que van a conseguir… y esto no les permite disfrutar de
lo que tienen, siempre se sienten frustrados. Tienen unas expectativas muy altas que no
se ajustan a la realidad. La gente que tiene poca tolerancia a la frustración no acepta las
cosas que le vienen, se lamentan y no buscan nuevas soluciones, esperan a que la suerte
u otros les solucionen sus problemas.
Toda esta forma de pensar se la transmitimos a nuestros hijos, que muchas veces
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son un reflejo de nosotros mismos.
Se proponen a continuación unas pautas para aprender a afrontar las dificultades de
manera positiva:
– Siempre que ocurra algo que no sale como habíamos planificado, se buscará el
lado positivo de lo ocurrido. Por ejemplo, si se pensaba bajar al parque, pero se
pone a llover, le haremos ver al niño lo positivo de la situación: “Así
aprovecharemos y tendremos tiempo para hacer el pastel de chocolate que tanto
querías”.
– Cuando ocurra algo malo no se le echará la culpa a los demás, sino que
analizaremos lo que ha ocurrido y buscaremos posibles soluciones. Por ejemplo,
si se le olvida al niño llevar algo al colegio, que no eche la culpa a su madre por
no habérselo preparado. La próxima vez lo puede preparar él antes de irse a la
cama.
– Cuando ocurran cosas distintas a lo que se espera y se vea que no tiene solución,
y no se puede hacer nada para cambiarlo, se debe aceptar que hay cosas que no
se pueden cambiar. Por ejemplo, si llegamos tarde del trabajo y no podemos
jugar con el niño, y éste empieza a enfadarse, hay que decirle que ahora
tenemos que cenar, que mañana intentaremos salir antes.
– Procurar no estar mucho tiempo quejándose por el problema o la dificultad
encontrada, sino tratar de darnos ánimos y seguir luchando. Por ejemplo,
cuando nos invadan los pensamientos negativos, daremos una palmada y
diremos en voz alta ¡Basta!, y los cambiaremos por otros más positivos que nos
permitan mirar de manera optimista al futuro.
Conclusión: En vez de “soy un desgraciado, siempre me suspenden a mí”; cambiarlo por “soy como los
demás, a veces me salen bien las cosas y a veces mal”.
Pierde sus cosas
Pablo tiene 8 años de edad. Todos los días se deja algo olvidado en el colegio. Al principio perdía la
agenda o las cosas de gimnasia, y ahora llega a perder el abrigo o incluso olvida el paraguas en un
día de lluvia.
Voz de los padres
“No sabemos qué hacer con él. Este año le hemos llegado a comprar 3 pares de zapatillas
de deporte. Todos los meses nos gastamos mucho dinero en reponer todo lo que ha
perdido. Incluso ha llegado a perder un zapato.”
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En general, ante conductas como las anteriores, se tiende a aplicar castigos que no se
relacionan con la conducta del niño, sino que en el momento en el que ocurre, guiados
por la rabia y la impotencia, se le impone el castigo que primero viene a la cabeza, como
es el hecho de quedarse sin ver la televisión. De este modo, el niño no percibe ni
relaciona su conducta con las posibles consecuencias, no aprende que determinada
conducta conlleva determinadas consecuencias relacionadas con el acto en sí.
Voz del niño
“Ya es la hora de salir, qué bien ahora iré a jugar al parque, voy a meter corriendo la ropa
de deporte en la bolsa.” Después de merendar, su madre le dice que le falta una zapatilla
de deporte. “Mamá, es que Andrés estaba todo el rato fastidiándome, y no me dejaba en
paz, entonces la profe dijo que era la hora de irnos, y yo metí todo en la bolsa, las
zapatillas tienen que estar ahí.” Ante esto la madre de Pablo no le dejó comer el bollo de
chocolate.
La reacción de la madre de Pablo consiste en castigarle para que no lo vuelva a
hacer. Pero le vuelve a comprar las zapatillas, por lo que para Pablo el hecho de perder
las cosas no tiene consecuencias, porque siempre tendrá otras nuevas iguales, realmente
no las pierde.
Pautas de actuación
Desde pequeños los niños hoy en día tienen de todo, se les acostumbra a que tienen todo
lo que piden, sin estar obligados a hacer nada a cambio. Por lo que lo normal para ellos
es salirse siempre con la suya. Cuando no lo consiguen, se sienten frustrados. No están
acostumbrados a no tener lo que piden y lo achacan a que los demás no son justos con
ellos. Lo justo es que se lo den. Esto hace que tampoco valoren lo que tienen, nunca
están conformes con lo que tienen, siempre quieren más.
Siempre quieren lo que tienen los otros, aunque sea peor que lo suyo. Piensan: “Soy
lo que tengo, si tengo muchas cosas, soy más y mejor que los demás”.
Debemos enseñarles a valorar las cosas, para ello no se deben aplicar castigos de
manera incondicional ni irreflexiva. En lugar de ello, una vez que cese la conducta,
dejaremos que pase un tiempo para tranquilizarnos y no actuar con la impulsividad del
enfado, sino para reflexionar en la consecuencia. De este modo, además, enseñaremos al
niño a controlarse ante una situación de conflicto, aprendiendo a salirse de la situación,
reflexionar para tomar una adecuada resolución del conflicto. Se deben aplicar las
posibles consecuencias relacionadas con el acto del niño, por ejemplo, si pierde algo
como puede ser su lápiz preferido…
1. Le avisaremos que la próxima vez que lo pierda, se tendrá que llevar un lápiz que
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nosotros elijamos.
2. En caso de que lo pierda, elegiremos uno cualquiera que tengamos por casa, uno
que a él no le guste.
3. Se le dirá que si no lo pierde en 2 semanas, se le comprará uno que le guste aún
más.
Con los castigos a corto plazo conseguimos que deje de realizar la conducta, pero:
a) A largo plazo la hará de nuevo con mayor intensidad buscando de sus padres la
atención negativa.
b) Le estamos enseñando una forma inadecuada de actuación (gritos) que puede
crear más impulsividad y agresividad en el niño que genere un círculo vicioso,
ya que los padres le chillarán y él hará lo mismo.
c) No enseña al niño a controlar su conducta. Los niños no tienen establecido el
control, no saben qué está bien o mal, actúan por impulsos. Se les debe enseñar.
d) A corto plazo es cierto que deja de hacer la conducta pero no impide que se
repita de nuevo el comportamiento.
e) Si el castigo es desproporcionado y demasiado largo, el niño olvidará el porqué de
nuestro castigo y nosotros acabaremos cediendo.
f) Enseñamos al niño a mentir para evitar el castigo.
g) Le enseñamos lo que no debe hacer, pero no la conducta adecuada.
El castigo debe ser la última opción. Debe ser un castigo en proporción a la conducta, corto e inmediato.
Muchos niños con problemas de atención muestran este tipo de olvidos, pues son
niños que están abstraídos en su mundo y presentan desorden y falta de rutinas. Todo
ello, en clase de gimnasia, los lleva a meter todo lo que está a la vista rápidamente, sin
fijarse en lo que están haciendo y sin seguir unas pautas ordenadas. En estos casos, es
más importante, si cabe, el hecho de que tengan unas rutinas bien establecidas y
ordenadas, para comprobar que llevan todo:
– Todas las noches deben preparar la mochila y asegurarse de que llevan todo. Se
debe incluir esta conducta dentro de un horario preestablecido, por ejemplo
hacerlo después de lavarse los dientes y antes de irse a la cama.
– Antes de salir del colegio, deben comprobar que han apuntado todo en la agenda,
y si no es así preguntarle a otro compañero.
– En clase de gimnasia, tienen que seguir siempre el mismo orden para meter las
cosas en la mochila. Primero la camiseta, luego el pantalón y por último las
zapatillas. Es necesario hacer este juego en casa para enseñarle y que lo
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automatice. Si durante una semana no pierde u olvida ninguna cosa, le daremos
un pequeño premio (cromos, caramelos…) al llegar a casa cada día de gimnasia,
y un premio grande (ir al cine con los padres, escoger qué hacer el fin de
semana entre 2 opciones elegidas por los padres o algo que el niño quiera
conseguir) al final de la semana.
– Hay que aprovechar los viajes, para que el niño, junto con el adulto, haga una
lista de lo que se quiere llevar, y según lo vaya metiendo en la maleta lo tache de
la lista. De este modo se le enseña a planificar y establecer un orden de
actuación.
No termina los deberes
Paula tiene 8 años de edad. En el colegio piensan que pueda tener problemas de atención, pues si le
mandan hacer una tarea de lengua, tarda mucho en ponerse y nunca la acaba. Siempre tiene
muchos deberes para casa porque tiene que hacer, además de los que le mandan, los que no ha
acabado.
Voz de los padres
“Estamos muy preocupados, siempre tenemos que ponernos a estudiar con ella, si no, no
le da tiempo. Cuando lee un texto nunca se entera de lo leído, pensamos que no presta
atención. Le cuesta mucho hacer los problemas de matemáticas. Y a la hora de escribir
en el cuaderno es muy desordenada.”
Voz del niño
“Siempre tengo muchas tareas para casa, y no me da tiempo para jugar. Al resto de mis
compañeros les da tiempo a todo y no sé cómo lo hacen. Cuando leo algo a veces no
entiendo lo que pone, mi madre me lo tiene que leer para que yo lo entienda. Siempre me
dicen que no atiendo, pero sí lo hago.”
Pautas de actuación
Los padres, ante las dificultades escolares, tienden a sentarse con ellos para ayudarlos en
las tareas escolares. Así, los niños se acostumbran a ser dependientes de una ayuda
externa, lo que no favorece que sean autónomos y que aprendan a motivarse por sí
mismos frente al estudio. Aprenden a delegar su responsabilidad en los otros. Por otro
lado, los padres insisten en trabajar sobre las consecuencias sin rápidos resultados, lo que
resulta muy frustrante tanto para el niño como para ellos. Existe una tendencia
generalizada a atribuir los problemas de aprendizaje, que suelen pasar desapercibidos, a
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una falta de atención del niño. Pero múltiples causas pueden ser las responsables de estas
dificultades. Equivocarse al leer puede parecer un despiste del niño, pero también puede
ser debido a problemas a la hora de discriminar letras, como la /d/ y la /b/.
Los niños con dificultades de atención ante una tarea son incapaces de abstraer la
idea general, quedándose sólo en los detalles, no saben a qué atender. Esto les lleva a
cometer pequeños errores que influyen de manera global en la capacidad para
comprender el texto. Estos niños también tienen un déficit en las funciones ejecutivas
que les lleva a enfrentarse a la tarea sin haberla planificado antes. Todo esto les lleva a
tener dificultades de aprendizaje, como es la falta de comprensión de lo leído tanto en
lengua como en la resolución de los problemas matemáticos. Pero en la mayoría de los
niños que tienen dificultades en estas áreas, éstas no suelen deberse a un déficit de
atención, sino a otras causas como:
– Problemas perceptivos: consiste en la dificultad de discriminar entre las relaciones
espaciales, lo que produce una desorientación espacial. Una falta de aprendizaje
del propio esquema corporal y de conceptos como derecha e izquierda dificultan
el posterior aprendizaje de las letras y los números que son similares
gráficamente, pero que se diferencian en su posición en el espacio. Estos niños
perciben que el número 6 y el 9 son iguales, lo que les lleva a confundirlos a la
hora de escribirlos. Asimismo el 7 puede ser escrito en espejo.
Pautas de actuación: se aconsejan juegos que impliquen el conocimiento de
derecha e izquierda. Una vez adquiridos estos conceptos, se jugará a adivinar la
posición de los objetos del entorno respecto a su propio cuerpo y, por último, en
relación con los demás.
– Falta de planificación: es un déficit de estrategias a la hora de establecer
prioridades de actuación sobre el material, así como una falta de análisis de las
consecuencias a las que nos llevará una determinada decisión, que conllevan
una mayor probabilidad de equivocarse. Pues piensan y actúan según la primera
estrategia que les viene a la cabeza, sin valorar las probabilidades de éxito.
Pautas de actuación: se harán listas de posibles soluciones ante un
problema y se valorarán las consecuencias tanto positivas como negativas de
tomar cada una de las soluciones dadas. Para ello se puede jugar a “A ver cómo
vas a…”, por ejemplo, ante situaciones cotidianas como poner la mesa, el padre
dirá en voz alta: “Primero voy a poner el mantel, después los cubiertos…”
siguiendo el orden adecuado pero cometiendo algunos errores que el niño ha de
detectar, como que servir el agua no puede ir antes de poner el vaso. Luego se
intercambiarán los papeles.
– Memoria de trabajo: es la capacidad de retener, trabajar y dar una respuesta ante
un material presentado. Los niños con dificultades en este proceso tienen
problemas de aprendizaje porque no transfieren los aprendizajes a la memoria a
88
largo plazo.
Pautas de actuación: podemos reforzarla con juegos sobre adivinar lo que
el otro piensa, para ello se le darán pistas sobre dónde está, con qué se usa,
quién lo usa y para qué sirve… Las pistas se dirán de una en una en intervalos
de 30 segundos, si el niño no lo ha adivinado antes. Por ejemplo, para una
escoba diremos…: “Está en la cocina, se usa con las manos, la usan mamá y
papá, y sirve para limpiar el suelo. ¡Gana el que lo adivine!”.
– Memoria a largo plazo: consiste en una falta de estrategias a la hora de adquirir
un nuevo concepto. Esta falta de elaboración de la nueva información con la ya
almacenada les lleva a guardarla en su memoria de manera caótica. Esto
repercute en una dificultosa recuperación posterior del material previamente
almacenado.
Pautas de actuación: al leer un texto se irá parando en cada punto y el niño
se imaginará visualmente lo que ha leído, también se puede relacionar con su
propia experiencia, y con lo que ya leído anteriormente.
– Falta de motivación: debido a su historia de fracasos es probable que el niño no
tenga interés en una tarea que le exige mucho esfuerzo y de la que obtiene tan
pocas gratificaciones.
Pautas de actuación: se reforzarán verbalmente con elogios los pequeños
avances y los intentos de aproximación, así como el esfuerzo llevado a cabo.
– Procesos léxicos y sintácticos: consisten en la falta de competencia lingüística que
se produce por el escaso vocabulario adquirido y por el poco manejo de las
relaciones entre los componentes de la oración. Así no es lo mismo leer: “Al
perro lo persigue el gato” que “El perro persigue al gato”.
Pautas de actuación: se intentará aumentar el vocabulario a través de fotos
de animales, viajes o revistas. Para mejorar los procesos sintácticos se jugará
por turnos a formar frases cada vez más largas, para ello la primera persona dirá
el inicio de una frase y el resto de los jugadores deberán de ir añadiendo
información. Por ejemplo:
El primer participante dirá: El perro
El segundo participante dirá: El perro muerde
El tercero participante dirá: El perro muerde el árbol
El cuarto participante dirá: El perro muerde el árbol del jardín
Etcétera.
Actúa sin pensar
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Carlos es un niño de 6 años de edad, en clase formula preguntas sin levantar la mano y mientras
habla la profesora. Intenta constantemente llamar la atención, y si nadie le hace caso comienza a
tirar los estuches de sus compañeros o a lanzarles gomas. Cuando quiere algo simplemente se lo
quita al que lo tenga. Comete muchos errores cuando hace las tareas del colegio, y si alguien
intenta ayudarle se enfada y arroja todo al suelo.
Voz de los padres
“No deja hablar a nadie, interrumpe continuamente las conversaciones. Cuando se pone
a hacer las tareas del colegio tarda más en sentarse que en hacerlas, no se fija en lo que
está haciendo, sólo quiere hacerlas rápido. Como siempre las hace mal, intentamos que
las repita, y nos sentamos con él, pero es imposible porque se levanta y tira todas las
cosas de encima de la mesa al suelo. Cuando hace esto es imposible mantener la calma,
entonces los que perdemos los nervios somos nosotros, porque no hay quién le controle,
no sabemos qué hacer.”
Voz del niño
“Estoy cansado de que todo me salga mal y que todo el mundo me culpe de todo.
Cuando las cosas me salen mal siento un cosquilleo en el estómago que me pone muy
nervioso y no sé controlar. Papá y mamá no me entienden, no se qué hacer, y no paran
de regañarme.”
Los niños ante las frustraciones, como el adulto, tienen sentimientos de ira, pero
ellos no los saben controlar y tienden a expresarlos a través de conductas impulsivas y
agresivas. Este hecho les lleva a realizar comportamientos impulsivos, que sus padres
perciben como una provocación. Los niños no saben cómo controlar estos sentimientos y
sensaciones, por lo que se fijan en el entorno, y es a través de la imitación como
adquieren estrategias.
Pautas de actuación
A conductas como la anterior es muy difícil hacerlas frente ya que en las situaciones en
las que el niño pierde el control, los padres siempre intentan que éste no se salga con la
suya, porque no quieren que sea el niño el que tenga “la sartén por el mango”. Este
hecho lleva a los padres a perder el control, lo que desemboca en gritos y castigos
excesivos e incoherentes. Los padres quieren dejar claro que son ellos los que imponen
las normas, pero a través de la obligación se genera un círculo de tensiones y falta de
control.
Este tipo de conductas impulsivas constituye la característica esencial y más fácil de
identificar en los niños con déficit de atención con hiperactividad, por lo que es muy
90
común confundirlo con un TDAH. La impulsividad cognitiva, actuar sin pensar, lleva a
los niños a no ser eficaces a la hora de solucionar los problemas, ya que usan muchas
estrategias ineficaces y de manera aleatoria, sin planificarlas. No prevén las posibles
consecuencias de las estrategias que van a aplicar, lo que les lleva a cometer muchos
errores, y todo ello desemboca en una historia de fracasos. Además, los niños con este
tipo de conductas, ante la posibilidad de conseguir un premio, lo exigen de manera
reiterada y urgente, no son capaces de demorarlo. Este hecho en cierto modo se debe a
factores como la dificultad que muestran para dar respuestas inmediatas y eficaces al
conflicto que se genera. En lugar de ello actúan de manera impulsiva a través de quejas
y, además, muestran afrontamientos inadecuados de la situación, debido a la utilización
de estrategias ineficaces, ya que creen que no se lo dan porque no les quieren, porque
son malos o porque siempre se portan mal.
Ante estos comportamientos del niño es muy importante no perder el control, para
ello:
– Cuando el niño empieza a chillar, tirar cosas, etc., hay que decirle cómo se está
comportando y qué nos hace sentir, por ejemplo: “Mamá se pone triste cuando
chillas”. De este modo le estamos mostrando por un lado cómo se está
comportando, para que se dé cuenta, y por otro las consecuencias de su
comportamiento. Así le enseñamos a identificar sentimientos.
– No gritarle. Si le chillamos, al principio conseguiremos que cese en la conducta,
pero para ocasiones posteriores sólo habremos conseguido que chille más y que
adquiera este tipo de estrategias ante una situación conflictiva. Además, de este
modo entraremos en un círculo de gritos del que es muy difícil salir.
– No entrar en discusiones. No intentar razonar con él, ya que lo único que se
conseguirá es reforzar su comportamiento y aumentar la discusión.
– No poner un castigo de manera inmediata. En situaciones de conflicto, se tiende a
aplicar castigos impulsivos, que no se piensan, y que suelen ser
desproporcionados y no relacionados con lo que ha hecho el niño.
Un truco para no perder el control es salir de la situación. Saldremos de la habitación y esperaremos a que
se calmen los ánimos. De este modo enseñamos al niño que ante una situación conflictiva hay que pararse y
reflexionar.
Estos niños se sienten arrepentidos en el momento, pero los padres se suelen quejar
de que luego lo vuelven a hacer. Los niños no tienen las estrategias para evitar reaccionar
de ese modo ante una situación estresante, por lo que volverán a actuar de la misma
manera, a pesar de que se arrepienten de verdad y se sienten mal por comportarse así.
Para estos niños es muy importante hacer deportes como el yudo, que les enseña a
controlar y regular su conducta.
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No para de mover el pie
Felipe es un niño de 8 años, en el colegio la profesora dice que no para: da golpecitos en la mesa
con el bolígrafo, no para de mover las piernas, busca cualquier excusa para levantarse en clase…
Además en el recreo se cae constantemente.
Voz de los padres
“Mientras comemos o está haciendo los deberes, no para de mover el pie. Cuando era
más pequeño y dormía con nosotros en la cama, no paraba de moverse, y por la mañana
aparecía en los pies de la cama. Como nos recomendaron que practicase a algún deporte
le hemos apuntado a baloncesto, fútbol y natación, pero no conseguimos que se canse.
Yo le entiendo porque cuando era pequeño tampoco paraba, incluso ahora mientras
trabajo siempre tengo que estar jugando con el bolígrafo. Sin embargo, su hermano nos
pone de los nervios porque tiene demasiada pachorra.”
Voz del niño
“Siempre me están regañando en el cole por hacer ruido, dicen que molesto a los demás,
pero no me doy cuenta hasta que no me han avisado. Yo soy como papá, hago muchas
cosas y soy muy bueno en deportes, no como mi hermano que siempre está tumbado en
el sofá o jugando al ordenador. Papá siempre le regaña porque tarda mucho en hacer las
cosas.”
A los niños acostumbrados a tener un exceso de actividad, les resulta difícil
desactivarse para concentrarse en hacer tareas o incluso para quedarse dormidos. Para
todos los niños es muy importante la aprobación de sus padres en estas edades, se
sienten muy orgullosos de parecerse a ellos y por otro lado quieren diferenciarse de los
hermanos.
Pautas de actuación
Los padres con este tipo de actitudes transmiten a los hijos que lo bueno es ser activo,
hacer muchas cosas y con rapidez, mientras que lo que no valoran es ser demasiado
calmoso o tranquilo. Al comparar a los niños con ellos mismos, por un lado, refuerzan
ese comportamiento y, por otro, les transmiten lo orgullosos que se sienten de que se
parezcan a ellos, por lo que los niños tienden a hacerlo más.
Otra de las características para diagnosticar TDAH es el nivel de actividad. Para que
sea realmente un TDAH, este nivel de actividad no tiene que ser sólo elevado sino que
tiene que producirse en varios contextos (escolar, social y familiar) y ha de ser
desadaptativo impidiendo el aprendizaje de lo que corresponde al curso escolar. Todo
92
esto se verá reflejado en el rendimiento académico. El exceso de actividad se puede
deber a varias causas: estar reforzado socialmente, hoy en día este exceso de actividad,
que se traduce en hacer muchas cosas, está muy valorado y potenciado por el exceso de
competitividad; estar reforzado por el ambiente familiar; puede ser reflejo de inestabilidad
emocional o puede ser una respuesta a algún problema o acontecimiento vital.
Este tipo de niños que tienen un nivel de actividad física más elevado suele estar,
suele estar fomentado a su vez por el entorno. En los casos en los que tienen una
actividad más normalizada como parte de su forma de comportarse, ante una variación
en ésta la perciben en seguida e intentan disminuirla. Sin embargo, en personas que
muestran un nivel elevado como forma de actuar, como están acostumbrados a estar
activados, para ellos es normal esta activación por lo que no hacen nada para que
descienda y no identifican que a largo plazo es contraproducente. Además esto se ve
reforzado por el hecho de que lo atribuyen a una característica de su personalidad
estable, por lo que lo ven inevitable y no hacen nada para cambiarlo. Sin embargo, lo
cierto es que esta característica que ellos perciben como estable a largo plazo podrá tener
consecuencias como la ansiedad y se debe modificar a través del aprendizaje de diversas
técnicas de relajación.
Todo ello además se ve reforzado por el hecho de que vivimos en una sociedad en la
que vivimos muy rápido y estresados, y se lo transmitimos a los niños.
Los niños que están muy activados necesitan mucho tiempo para desactivarse y esto
les dificulta el hecho de hacer determinadas actividades que requieren concentración, así
como el simple hecho de quedarse dormido. Por todo ello es muy importante, por
ejemplo, que antes de dormir no realice conductas que conlleven mucha actividad, sino
todo lo contrario y a su vez hay que evitar tanto situaciones como alimentos excitantes.
Lo primero de todo es enseñar a los niños a identificar estos excesos de actividad a
través de la observación de la modificación de ciertas variables fisiológicas como la
respiración o los latidos del corazón; esto se puede llevar a cabo mediante juegos como,
por ejemplo, poner música muy “movida”, con la que se bailará y correrá de manera
estrepitosa y, cuando se acabe la música, tumbarse en el suelo, ponerse la mano en la
tripa y ver cómo sube y baja rápidamente; luego hacer lo mismo con música más lenta y
andando despacio. De este modo el niño percibirá las diferencias de estar activado o
desactivado.
Una vez el niño sepa diferenciar e identificar estas sensaciones físicas, se le
entrenará en técnicas de relajación concretas con la realización de ejercicios como:
– Jugar a ser “Supermán”. Primero subir los brazos hacia el techo, como si fuera
“Supermán” y luego dejarlos caer. Hacerlo varias veces.
– Dejar caer la mandíbula y que la boca quede entreabierta.
– Respirar con el diafragma. Explicarle que la tripa es como un globo, que se ponga
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una mano encima del ombligo y otra en el pecho. Tiene que intentar llenar el
“globo” haciendo que suba la mano que tiene en la tripa.
Siempre tiene que ser el primero
María tiene 7 años de edad. Su profesora de gimnasia se queja de que nunca espera su turno,
siempre está empujando e intenta ser la primera, para lo que usa las técnicas que hagan falta para
salirse con la suya. Cuando realiza las actividades de clase, si no acaba la primera se enfada y es
capaz de romper el ejercicio de los niños que lo intenten entregar antes.
Voz de los padres
“En la exhibición de natación de fin de curso, arruinó la actuación, porque saludaba
constantemente a la cámara de vídeo pues sabía que le estábamos grabando, lo que
impedía que siguiese el mismo ritmo que sus compañeros. También chocaba contra los
que estaban a su lado y el colmo fue en la cola para subir por las escaleras del trampolín.
Todos los niños estaban en la fila, y ella tenía la novena posición, entonces empezó a
pelear y empujar a todos y llegó a subir la segunda.”
Voz del niño
“Quiero ser la mejor y la primera para que la profesora vea que soy la que lo hace mejor
y fenomenal. Cuando mamá nos da la sopa en la comida, quiero ser la primera en
terminarla y siempre se enfadan conmigo y no entienden que si no se me queda fría. No
entiendo por qué me tocó a mí en la actuación ser la número nueve de la fila, cuando se
me da tan bien tirarme por el trampolín.”
Nuestra sociedad enseña que debemos ser los primeros en todo y los mejores. Nos
comparamos constantemente con los demás sin tenerlos en cuenta. Y creemos que se
puede hacer cualquier cosa para ser mejores. María, cuando su madre le pone la sopa,
no es consciente de que a los demás también se le quedará fría; ella está acostumbrada a
ser la primera en todo.
Pautas de actuación
Es fundamental disponer y fomentar una buena empatía, que es la capacidad de ponerse
en el lugar del otro y entenderle. A veces sólo se mira por uno mismo y no se tiene en
cuenta a los demás, pues pueden llegar a ser un enemigo para nuestro autoconcepto. Si el
otro tiene más o se considera que ha triunfado en algo y nosotros no, se atribuye a que
hemos fracasado y esto produce un sentimiento negativo. Si por el contrario, el otro tiene
o es menos, entonces nos sentimos orgullosos de nosotros mismos. Nos vemos obligados
94
a hacer lo que sea para ser más que los demás y para que el otro sea menos que
nosotros. Esto se ve reflejado en la escasez de valores que se transmiten a los niños a
través de los medios de comunicación, en el colegio, en casa… Valores como ser
responsable, honesto, generoso, el compañerismo, el esfuerzo… son sustituidos por otras
premisas como el delegar las responsabilidades y culpas en el otro, salirse siempre con la
suya, que para conseguir las cosas hace falta poco esfuerzo, etcétera.
Esta forma de pensar lleva a María a actuar de manera impulsiva sin tener en cuenta
al otro, lo que puede parecer un problema de hiperactividad por impulsividad, cuando en
el fondo lo que se esconde es una falta de valores.
Se debe enseñar a los niños desde pequeños a conocer las emociones y luego a
identificarlas en el otro, para que puedan ponerse así en su lugar, y de este modo
entender al otro. También es importante inculcar valores que lleven a respetar al prójimo
y a valorar lo que se tiene.
Los niños adquieren valores mediante las relaciones con los demás y el juego, para
ello pasan por una serie de etapas de desarrollo en las que se adquieren las bases de
conductas prosociales.
En esta etapa de los 6 a los 8 años es el momento óptimo para inculcar ciertos
valores de los cuales algunos se indican a continuación:
– El valor de la familia. Aprender que sus padres los quieren de manera
incondicional y que les enseñan a respetar a los demás y a desenvolverse en la
vida diaria.
– El valor del colegio. El hecho de poder ir al colegio es un privilegio, pues no
todos los niños pueden hacerlo. Gracias al hecho de ir al colegio se hacen
amigos y se aprenden conocimientos muy útiles como leer o escribir; que son
necesarios para desenvolverse en la vida.
– El valor de quererse a sí mismo. Los adultos no nos felicitamos cuando hacemos
las cosas bien, sino que solemos hacer hincapié en los errores. Esto lo ven los
niños y aprenden de ello. Es muy inusual el felicitarnos por hacer las cosas bien,
sin embargo, si lo llevamos a cabo, por un lado, el niño aprenderá a valorarse de
manera positiva y, por otro, mejorará su autoestima y su autoconcepto.
Cuadro 5.1. Desarrollo de conductas prosociales
Edades aproximadas
Preescolar
Descripción
• Los niños se preocupan de las
consecuencias que le pueden afectar a
ellos mismos
• Ayudan al otro para obtener un beneficio
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Preescolar y Educación Primaria
Final de la Educación Primaria
Educación Secundaria
Final de la Educación Secundaria
propio a cambio.
• Ayudan al otro porque lo necesitan a nivel
social
• Anteponen sus necesidades a las del otro
• El niño se preocupa por las necesidades de
los otros aunque entren en conflicto con
las propias
• Empiezan a ceder sus bienes en beneficio
del que lo necesita
• Interiorizan los estereotipos respecto a
personas “buenas” y “malas”
• El hecho de ser aceptado por los otros se
usa para realizar o no conductas
prosociales
• Hacen las cosas para ser aceptados por los
otros
• El amplio desarrollo del razonamiento lleva
a adoptar estrategias y sentimientos
basados en la empatía hacia el otro
• Si sienten que el otro se siente mal,
intentan ayudarle
• Se sienten mal por no ayudar al que lo
necesita
• La elección de actuar moralmente se basa
en valores interiorizados
• Creencia en la igualdad
• Deseo de obrar en beneficio de los otros
• Actúan en respuesta a sus valores, se
sentirían mal por no respetar éstos. “Me
siento mal por no ayudar a ese niño,
vería que no sigo mis pensamientos”
– El valor del compañerismo. Todos somos distintos, todos tenemos cosas buenas
y no tan buenas. Es muy importante que se transmita que hay que valorar los
aspectos del otro y ser tolerantes con los demás. No se debe olvidar que los
demás son un factor de protección psicológico ante problemas emocionales y
dificultades de la vida; les necesitamos.
– El valor de obedecer. Todos tenemos que obedecer: a los padres, a los
profesores, a los jefes o a las leyes. Obedecer es una forma de demostrar
respeto y cariño al otro, además con ello conseguiremos que lo hagan también
96
con nosotros. Si queremos que nos respeten tenemos que respetar al otro para
recibir lo mismo.
Sabe sumar, pero siempre se equivoca
Paula es una niña de 8 años recién cumplidos, en el colegio la profesora ha llamado a los padres
porque suspende todos los exámenes de cálculo. La profesora dice que comete errores absurdos,
que no presta atención cuando los hace. Les ha recomendado que la lleven a un neurólogo para
descartar un posible problema de atención.
Voz de los padres
“Si nos ponemos con ella a hacer las cuentas las hace bien, pero si la dejamos a ella sola
siempre se equivoca. Sabe sumar perfectamente, pero es muy desordenada a la hora de
hacer operaciones y no presta atención.”
Voz del niño
“Otra vez he vuelto a suspender cálculo. ¡Jopé!, otra vez me he equivocado en la misma
operación. Tengo que mejorarlo, pero por mucho que intento esforzarme no lo consigo.”
Resulta frustrante para los niños querer hacerlo bien, esforzarse y no conseguir los
resultados deseados. Además sus padres y profesores los regañan por no fijarse cuando
no siempre se trata de este problema, hay niños que realmente sí se fijan, pero necesitan
unas estrategias que los ayuden a mejorar su trabajo.
Pautas de intervención
Estos pequeños despistes, que se ven claramente en cálculo o en problemas de
matemáticas, son típicos en niños con dificultades de atención. Suelen tenerlas en la
capacidad de memoria de trabajo, es decir, en la capacidad para retener información
durante un breve tiempo, trabajar con ella y dar una solución.
97
Figura 5.3. Paula, 8 años. “Siempre me equivoco al sumar.”
Pero hay niños que sin tener un problema específico de atención muestran estas
dificultades por una falta de estrategias o una actuación impulsiva en la realización de
tareas numéricas.
Los niños empiezan con el aprendizaje de las matemáticas alrededor de los 2 años y
medio, cuando comienzan a repetir los números todavía no son capaces de comprender
el concepto matemático, se limitan a repetir lo que mantienen en su memoria. Al
comienzo de la escolarización empiezan a dar un significado a cada número, después
empezarán a sumar o restar. Un factor que implica una buena realización de estas
operaciones por escrito es la orientación espacial, que consiste en colocar cada cifra en su
lugar, requisito imprescindible para tener éxito en estas tareas. Pero la dificultad llega
cuando se han de realizar sin papel, para ello el niño primero debe comprender lo que le
piden, retener los números que le dijeron, realizar alguna operación con ellos como
98
sumar, restar… y por último dar el resultado. Sin una buena capacidad de planificación
es imposible realizar estas tareas. La planificación es un proceso que se lleva a cabo en la
corteza prefrontal del cerebro, esta área suele ser la más afectada en niños con TDAH,
poco hábiles como hemos dicho anteriormente en tareas de planificación. Por eso, una
dificultad con el cálculo aritmético hace sospechar a los profesionales de este tipo de
problemas, al estar implicada la memoria de trabajo y la planificación.
Trucos para favorecer la realización de tareas matemáticas:
– A la hora de realizar una suma verbalmente, por ejemplo 3 + 5, tomar el número
más alto, 5, y decir 5 + 3 = 6, 7 y 8.
– Descomponer números en otros más sencillos para favorecer la operación a partir
de las operativizaciones adquiridas por el niño a través del aprendizaje como,
por ejemplo, que un número más 1 es el siguiente o la suma de los dobles (2 + 2
= 4, 3 + 3 = 6…). Por ejemplo 5 + 8 = 5 + 5 + 8 ; 4 + 5 = 4 + 4 + 1.
Los niños, ante los problemas matemáticos, actúan de manera automática y sin pensar, de foma impulsiva.
Se les deben enseñar estrategias que les lleven a pensar, para que obtengan la solución del problema
teniendo en cuenta las posibles soluciones y que de este modo aprendan a generar estrategias propias para
resolver problemas nuevos.
Preguntas y respuestas
Mi hija tiene 6 años de edad, estamos muy preocupados porque desde hace 3 meses no deja de
molestar a la profesora y a los compañeros, se niega a realizar las tareas y no para de levantarse de
su sitio. Hace cuatro meses se murió su abuelo, pero no parece haberla afectado, de hecho no ha
llegado a llorar.
Muchas veces se confunden los problemas de hiperactividad con otro tipo de
dificultades. Ante situaciones estresantes, como puede ser la muerte de un familiar,
muchos niños en lugar de expresar la tristeza por medio del llanto o la pena lo hacen a
través de conductas agresivas y oposicionistas. Este modo de expresión de los
sentimientos no es entendido por los adultos, ya que a veces esperan que expresen estos
sentimientos de manera similar a como lo hacen ellos. Por todo esto es muy importante,
ante cualquier cambio de conducta en los niños, ver si ha pasado algo y si éste se
mantiene en el tiempo.
•••••
Mi hija Ana es una niña de 8 años de edad, en el colegio siempre está atenta y levantando la mano,
pero sus resultados en los exámenes no son muy buenos. La profesora planteó que la evaluaran, ya
que sus resultados no se correspondían con su trabajo. Mi hija dice que aunque le gusta mucho leer
no es capaz de hacerlo porque, cuando lleva sólo 2 hojas, no se acuerda de lo leído. ¿Qué le puede
pasar?
99
Muchos niños compensan las dificultades atencionales mediante estrategias que ellos
mismos generan, para así regular su conducta. En el caso de Ana, como desde pequeña
ya se perdía en clase, aprendió a formular preguntas a la profesora sobre lo que estaba
explicando, lo que la ayudaba a mantener un nivel de atención óptimo. Sin embargo, a la
hora de tener que realizar una tarea individual, como es el hecho de leer un libro, no era
capaz de mantener la atención ni de reorganizar las ideas ya leídas; pero este hecho no es
fácilmente visible, y puede llevar a la conclusión de que Ana presenta problemas de
comprensión. Todo ello puede esconder un posible problema atencional.
100
6
El niño de 9 a 11 años
Introducción
Es la etapa de los años escolares. A nivel cognitivo, los procesos de control cobran una
mayor importancia. A los 8 años el niño ya tiene totalmente desarrollada la atención
selectiva, que es la capacidad de aprender a seleccionar un estímulo e inhibir los demás
distractores. Esta capacidad favorece determinados aprendizajes escolares y les ayuda a
poder pensar o razonar con mayor profundidad en un determinado problema. También
son capaces de organizar y dirigir su actuación para regular así su conducta, por ejemplo,
si observamos una clase de Educación Infantil, vemos que los niños, mientras trabajan,
hablan a la vez con sus compañeros y miran por la ventana. Sin embargo, en una clase
de 4.º de Primaria realizan las tareas por lo general sin distraerse y son capaces de
controlar sus impulsos para levantar la mano si tienen alguna duda sin llegar a interrumpir
la clase. Estos procesos de autocontrol se desarrollan con la edad, pero también mediante
la cultura y el entorno. En un primer momento aprenden ciertas estrategias enseñadas de
manera explícita y para casos concretos que, una vez asimiladas, empiezan a aplicar para
solucionar otros problemas, así como para generar otro tipo de estrategias. Los aspectos
atencionales son establecidos de manera implícita por la cultura, la cual establece a qué
hecho debemos atender y en qué determinado momento.
El paso a 3.º de Educación Primaria supone un cambio muy importante en todos los
niños, que les lleva a enfrentarse a muchos de ellos a su primer suspenso o mala nota. El
papel de los padres consiste en encontrar el equilibrio y enseñarles a aceptar el fracaso de
forma positiva como una oportunidad de aprender, explicándoles el porqué de los
resultados obtenidos y enseñándoles a no abandonar ante la primera dificultad. De este
modo aprenderán a tolerar la frustración así como a llevar a cabo un afrontamiento
adecuado de las dificultades, lo cual fortalecerá su autoestima y sus capacidades para
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desenvolverse en la vida adolescente y adulta.
En esta etapa se pasa de la dependencia de los padres para todo lo que hacen, a ir
poco a poco separándose de ellos y acercándose más a sus iguales, preparándose para la
etapa de la adolescencia. Empiezan a aparecer los primeros atisbos de independencia y
mayor autonomía. Pero a pesar de esta aparente autonomía, siguen necesitando la
atención del adulto. Es una buena etapa para enseñarles a comprender el funcionamiento
del mundo, no sólo en lo referente a los aprendizajes relacionados con las materias del
colegio, sino para entender las relaciones sociales o lo adecuado e inadecuado en cada
situación.
Es fundamental establecer unos hábitos saludables de alimentación, descanso,
estudio o deporte que les serán útiles para afrontar la difícil etapa de la adolescencia.
Según pasan los años, los niños se sienten y buscan ser distintos del resto, ya que
están creando su personalidad a través de las experiencias. Por todo ello es muy
importante que los padres observen a sus hijos para así tratarlos a partir de sus
diferencias individuales.
Se queja de las normas
Antia acaba de cumplir 8 años, nunca está contenta con lo que se le dice que tiene que hacer.
Siempre está protestando. Esto la lleva a intentar imponer su razón y a discutir con toda la gente
que la rodea. Las discusiones con ella se vuelven interminables, siempre encuentra argumentos
para todo y la forma de llevar la contraria.
Voz de los padres
“No hay quien le haga entrar en razón. Digamos lo que digamos, siempre nos lleva la
contraria. Es imposible razonar con ella. Por ejemplo, le decimos que se bañe, y ella dice
que no quiere, que está viendo la televisión y que prefiere hacerlo después de cenar.
Nosotros le explicamos que después de cenar no puede porque le puede dar un corte de
digestión, pero le da igual y no hace caso. Dice que por qué siempre le tienen que estar
diciendo lo que tiene que hacer, que ella ya es mayor.”
Al tener mayor capacidad de razonamiento, los niños consiguen que los padres
siempre entren a debatir las normas establecidas. Una vez que se entra en este juego de
discusión, no se conseguirá llegar a ninguna solución, ya que el niño lo que busca es
salirse con la suya, y puede generar una gran cantidad de argumentos.
Voz del niño
102
“Yo ya soy mayor. Mis padres siempre hacen lo que ellos quieren y yo no, no me dejan
en paz. Mi padre muchas veces se baña después de cenar y a mí no me dejan. Lo del
corte de digestión es una excusa de mi madre para que haga lo que ella dice, pues a mi
padre nunca le ha pasado, ni se lo dice.”
Es muy importante que el niño vea que en su entorno se cumplen las normas, ya
que de este modo evitaremos conflictos. Aprenderán que todo el mundo respeta las
normas y que es innegociable. La mejor forma de enseñar es con el ejemplo.
Pautas de actuación
Este tipo de comportamientos constituye una característica secundaria, pero muy visible,
en niños con problemas de hiperactividad, lo que lleva en ocasiones a que a niños que
muestren este comportamiento se les tienda a etiquetar como hiperactivos sin que
realmente lo sean, sino que simplemente les cuesta ajustarse a las normas. Esta
característica secundaria puede derivarse de los continuos fracasos, lo que les lleva a
intentar demostrar a los demás que sus opiniones también son válidas y no siempre están
equivocados como todo el mundo dice.
Existen tres tipos de padres a la hora de educar a sus hijos:
– Autoritarios. Son muy estrictos con las normas. No muestran afecto ante una
conducta bien hecha, sino que sólo reflejan lo negativo. Creen que deben
hacerlo así porque la vida es muy dura y prefieren enseñarles ellos a que sea la
vida la que les enseñe. Imponen castigos excesivos, en ocasiones retirando el
cariño a sus hijos.
– Democráticos. Establecen normas a través del diálogo y del razonamiento.
Mantienen estas normas y hacen que se cumplan. Elogian los avances de sus
hijos y les demuestran que su cariño es incondicional. Ante un fracaso les
enseñan a mejorar mediante estrategias de afrontamiento adecuadas.
– Permisivos. No establecen normas, piensan que sus hijos son lo suficientemente
mayores como para responsabilizarse de las cosas. No les enseñan a ser
responsables de sus actos y atribuyen el fracaso a algo externo como la suerte.
A cualquier edad han de existir unas normas, ya que éstas dan seguridad a los niños,
les enseñan a saber lo que pueden y no pueden hacer. La sociedad está llena de normas
que hacen que la vida sea más fácil para todos. Debemos aprender a tolerar y respetar las
normas que nos imponen los demás, si queremos que los demás toleren y respeten las
nuestras. Los padres, al hacer respetar unas normas en casa, enseñan a sus hijos a saber
enfrentarse y a actuar en el mundo en el que vivimos. Este tipo de niños disponen de
unas habilidades, adquiridas en casa, que les facilita el adaptarse a la vida adulta.
103
Ante la queja constante y el no respeto a las normas se puede:
– Hacer partícipes a todos en la creación de las mismas. Junto con los niños,
escribir una cartulina donde se especifiquen claramente y con detalle las normas
que debe seguir la familia. A continuación poner estas normas en un sitio visible
para todos.
Figura 6.1. Normas de la casa. Javier, 10 años.
104
– Al establecer una norma se debe ser constante en su aplicación. Se debe cumplir
siempre, con independencia de nuestro estado de ánimo.
– Establecer de antemano unas consecuencias para el incumplimiento de las
normas, para evitar imponer castigos de manera impulsiva y excesiva. Las
consecuencias de no cumplir las normas han de estar especificadas en la
cartulina y establecidas entre todos.
– No entrar en conflicto ante la queja sobre la norma. Avisarle una vez, repitiéndole
la norma o llevándole al lugar donde está puesta la cartulina. Si continúa, se
debe ignorar la queja y aplicar la consecuencia.
– No intentar razonar con el niño, simplemente recordarle la norma una vez.
Se ha de recordar que la mejor forma de enseñar es mediante el ejemplo, por lo que los primeros que
debemos cumplir las normas somos los adultos.
No para de interrumpir en las conversaciones
Belén próximamente cumplirá 11 años. A pesar de su edad sigue interrumpiendo a los demás
cuando tiene algo que decir. En las conversaciones no espera los turnos y se adelanta a hablar
según le viene la idea a la cabeza. Su habla es rápida y a veces carente de sentido, se solapan las
ideas según se le ocurren, sin un orden determinado.
Voz de los padres
“Se hace muy pesado dialogar con ella, pues está todo el rato hablando sin dejar que los
demás participen en la conversación. Cuando estamos hablando con alguien, se comporta
como una niña más pequeña, pues está todo el rato interrumpiéndonos y llamando
nuestra atención.”
Los padres, ante este tipo de interrupciones, piensan que las otras personas
valorarán este hecho como falta de educación, lo que les hace pasar una gran vergüenza.
Voz de los niños
“Me vienen muchas ideas a la cabeza y quiero contarlas. No puedo aguantarme porque
me parece que es algo muy importante y que a los demás les va a parecer muy
interesante. Pero mis padres siempre me regañan por interrumpirles, aunque estén
leyendo o con el ordenador.”
A los niños a veces les cuesta ponerse en el lugar de los adultos y no caen en la
cuenta de que si se les interrumpe, pierden la idea en la que están concentrados, y luego
les supone un gran esfuerzo o tiempo volver donde estaban antes de la interrupción. Los
105
niños piensan que en ese momento lo más importante es lo que ellos tienen que decir.
Pautas de actuación
La hiperactividad no tiene por qué ser siempre a nivel motor, por lo que a veces no es
fácil de ver. Este hecho se comprueba sobre todo en las niñas, pues está socialmente
mejor visto que éstas no se muevan tanto como sus compañeros, pero sí que hablen más
y exterioricen sus pensamientos y emociones, por lo que es más difícil asociar esto a las
dificultades atencionales y de hiperactividad. Esta hiperactividad en las niñas se da más a
nivel cognitivo, donde muchas ideas discurren rápidamente por su cabeza y de manera
caótica y su falta de control las lleva a ponerlas en voz alta.
Estas conductas pueden deberse a otras causas como falta de autoestima o pautas
aprendidas.
En el caso de Belén, su conducta era adquirida y reforzada. Su madre y su abuela
hablaban constantemente y de manera muy rápida por lo que, por un lado, Belén
aprendió por imitación este modo de comunicación y, por otro, su abuela la justificaba,
ya que cada vez que hablaba de ella, decía que era muy lista y dicharachera y que todo el
mundo se divertía con todas las ideas que se le ocurrían.
Por todo esto debemos reforzar aquellas veces en las que el niño no interrumpa en
las conversaciones, para ello se puede establecer un sistema de puntos que se irán
ganando a medida que la niña sea capaz de esperar su turno. Para ello se establecerá que
si consigue “X” puntos podrá aspirar a un premio final elegido por ella.
– Ganará dos puntos cada vez que no interrumpa o espere su turno para hablar.
– Perderá un punto cada vez que interrumpa en la conversación.
Además, cada vez que realice la conducta la ignoraremos y la haremos caso cuando
hable más despacio.
También se puede grabar a la niña para que sea consciente de cómo interrumpe y así
intente cambiarlo. Para ello se puede grabar una fiesta de cumpleaños y hacerle ver cómo
se sentiría si la interrumpen a ella.
Para fomentar que hable más despacio se puede jugar con ella:
– Hablar dando una palmada por cada palabra.
– Delante de cada sílaba, siempre añadir Ti-: “Tiyo tiqui-tie-tiro ti-un tilá-tipiz”.
– Cuando se cuente algo, tanto la niña como sus padres, jugar a hacer preguntas
como ¿qué pasó?, ¿quién estaba?, ¿dónde estaba?, ¿qué pasó al final?
106
Demora mucho los deberes
Enrique tiene 9 años, casi nunca lleva los deberes terminados al colegio. Él se queja de que le
ponen muchos, y que nunca le da tiempo a hacerlos. Cuando no los lleva se justifica diciendo que se
aburre. La profesora dice que no participa en clase y está siempre distraído. Cuando alguna vez los
lleva hechos, los hace de manera desordenada, pone un ejercicio en cada parte de la hoja sin
numerarlo y sin enunciado. Esta actitud repercute de manera negativa en la evaluación final.
Voz de los padres
“Todas las tardes son una lucha. O nos sentamos a hacer los deberes con él o no los
hace. Nada más llegar a casa se pone a jugar a los videojuegos mientras merienda a la
vez. Cuando le decimos que tiene que ponerse a hacer los deberes, siempre pide que le
dejemos un ratito más. Cuando conseguimos que apague la televisión, se sienta en el sofá
a hacer los deberes levantándose constantemente y buscando siempre alguna excusa.”
En cuanto al estudio, es básico el establecer un orden y adquirir estrategias de
organización, para así conseguir un máximo rendimiento. Es muy importante que, desde
el principio, se establezcan unos hábitos que se han de respetar todos los días.
Voz del niño
“Llego muy cansado a casa y con un montón de deberes por hacer. Para descansar me
pongo a jugar un rato con mi videojuego preferido. Cuando me doy cuenta, papá ya ha
llegado de trabajar, y eso que mi madre dice que siempre llega tarde. Cuando llega se
enfada y me dice que me ponga a hacer los deberes. Subo a mi cuarto para coger las
cosas y cuando bajo mamá me regaña porque ya es casi la hora de cenar. Me siento en el
sofá mientras papá ve la tele, pero de repente me doy cuenta de que me he dejado el
cuaderno de mates en mi habitación, entonces subo. Al poco tiempo bajo y me pongo
con el primer ejercicio, y de repente mi madre nos llama para cenar.”
Si el niño está haciendo una actividad que le gusta, se le pasa muy rápido el tiempo
sin darse cuenta del rato que lleva haciéndola. Si hacemos que deje de hacer esta
actividad para que haga los deberes, supondrá un castigo para él, ya que tendrá que
abandonar algo que le gusta por algo que no. Todo ello puede derivar en que el niño
pierda motivación hacia el estudio, e incluso llegue a evitarlo.
Pautas de actuación
Los niños con problemas de atención se distraen con facilidad ante cualquier tarea, no
sólo la escolar, y les cuesta mantenerse atentos y sentados trabajando.
107
Muchos niños de hoy en día tienen una carencia de hábitos de estudio que les causa
no llevar los deberes al colegio o suspender los exámenes, y todo ello se refleja en el
ámbito escolar. Ante esto, los padres tienden a ayudarlos en sus tareas para evitar que
suspendan en el colegio, lo que les hace muy dependientes de ellos. Este hecho empeora
aún más la situación, porque los niños aprenden a delegar en los padres en el estudio,
perdiendo así toda motivación. De este modo los niños no adquieren la motivación
intrínseca, sino que actúan por motivación extrínseca, es decir, que no tienen iniciativa
para hacer las cosas, sino que sólo lo hacen si alguien externo se lo ordena. No aprenden
a ser responsables y a sentirse orgullosos de sus esfuerzos, ya que todo lo que hacen
depende del medio externo.
Se deben establecer unos hábitos y rutinas diarios de estudio:
– Se le ayudará a organizarse. Debe acostumbrarse a organizar el tiempo, para ello
podemos elaborar junto con el niño una tabla donde se especifique cómo se va a
distribuir el tiempo de estudio cada día nada más llegar del colegio. Véase
cuadro 6.1. Horario de estudio.
Nada más llegar del colegio, el niño podrá ponerse a merendar, pero se evitará que antes de estudiar se
ponga a ver la televisión o a jugar, pues si el niño está realizando una actividad muy placentera, percibirá que
estudiar es una conducta de castigo. Para saber el tiempo que el niño debe dedicar a estudiar todas las
tardes, es conveniente consultárselo a su tutor.
– En cuanto a la organización de las asignaturas que tiene que estudiar, se
procurará intercalar materias de diferentes dificultades, pero comenzando por
las más difíciles.
– Se fijará un sitio adecuado como lugar de estudio. Se procurará que sea un sitio
tranquilo, donde no haya muchos ruidos para evitar así distracciones, y a ser
posible, que esté bien iluminado y con una temperatura adecuada. La silla y la
mesa deben adaptarse a la edad del niño. Es muy importante que el niño
siempre haga los deberes en el mismo sitio.
– Antes de empezar a trabajar, el niño se ha de asegurar de que dispone del
material que vaya a necesitar. El lugar de trabajo ha de estar ordenado, para que
si necesita usar algo lo pueda encontrar rápidamente y no perder tiempo en ello.
El responsable de todo lo referente al estudio ha de ser él, tanto de que disponga
del material que vaya a necesitar, como de que todo esté ordenado.
– Nos aseguraremos de que el niño tenga unos hábitos de sueño, alimentación y
ejercicio físico saludables, necesario todo ello para una disposición óptima del
rendimiento en el estudio. El niño necesita dormir 8 horas diarias
aproximadamente para descansar y fijar los conocimientos adquiridos durante el
día. El ejercicio físico le ayudará a mantenerse activo, lo que favorecerá un
bienestar psicológico y físico. En cuanto a la alimentación, es importante que
108
ésta sea equilibrada. Antes de los exámenes es muy importante que haga un
desayuno adecuado, ya que favorecerá un rendimiento adecuado. Por otro lado
se deben evitar comidas copiosas justo antes de ponerse a estudiar, así como
ponerse a estudiar nada más terminar de comer, puesto que el estado de alerta y
atención decrece.
Cuadro 6.1. Horario de estudio
109
110
•
•
•
•
Cada asignatura tiempo aprox. 30 min. (o hasta acabar la tarea). Si no tengo deberes de algo, pasar a la
siguiente asignatura por orden.
Trabajaré sola durante el tiempo de cada asignatura. Sólo estará mamá conmigo y la llamaré cuando acabe los
deberes de esa asignatura. Si me surgen dudas las apuntaré aparte y se las preguntaré a mamá en el tiempo
de descanso.
Durante los descansos podré levantarme, pero no encender la televisión ni el ordenador, sí podré hablar con
mamá…
Si trabajo sola, al final del día conseguiré 1 punto; si consigo todos los puntos de la semana podré pedir un
deseo el fin de semana, por ejemplo, ir al cine, que me compren un paquete de pegatinas…
También se favorecerá la lectura. Hay que dedicar todos los días un rato a
esta actividad, por ejemplo antes de dormir. Deberá ser el niño el que elija qué
leer, y lo hará durante unos 10 o 15 minutos. Esto favorecerá la adquisición de
una velocidad lectora adecuada, que se reflejará en las tareas escolares. Los
padres podrán comentar lo leído por el niño, o le harán preguntas para favorecer
de este modo la comprensión lectora.
– Se valorará el trabajo bien realizado del niño. No se debe dar por hecho que lo
que hace bien es sólo su deber, sino que se tiene que hacer hincapié en el
esfuerzo realizado, así como en el cumplimiento del horario, de este modo se
conseguirá que aumenten este tipo de conductas, pues toda conducta que
conlleva un refuerzo positivo tiende a repetirse.
Hace el ejercicio sin leer el enunciado
Javier tiene 10 años. Siempre suspende los exámenes de problemas matemáticos, a pesar de
haberlos estudiado. Sin llegar a entender lo que se le pide en el problema, se pone a resolverlo
basándose simplemente en su parecido con otro realizado anteriormente. En otras asignaturas
también le suele pasar, sobre todo cuando el enunciado es muy largo.
Voz de los padres
“Cuando estudiamos con él, le repetimos constantemente que debe leer despacio todo el
enunciado antes de contestar, pero nunca lo hace, no tiene paciencia y quiere responder
para acabar rápido. No entendemos cómo se pone a responder a las preguntas de los
exámenes sin saber lo que le piden. Por más que se lo decimos no hay forma de que
cambie su manera de trabajar.”
Los adultos insistimos en que los niños hagan las cosas de una determinada manera,
pero sin enseñarles cómo. Para ello debemos primero actuar como modelos para que así
aprendan a hacerlo.
111
Voz del niño
“Mis padres no comprenden que, por más despacio que lo lea, no entiendo lo que me
piden, puedo leerlo treinta veces si quieren, pero sé que seguiré sin entenderlo. En los
exámenes de matemáticas dan poco tiempo y no puedo pararme a pensar en lo que me
piden o preguntan, pues si no, no me daría tiempo a acabar el examen. Los problemas de
matemáticas me resultan especialmente difíciles, aparecen muchos números y no me
queda claro qué es cada cosa.”
Los niños se esfuerzan por trabajar y hacer los deberes sin haberse planificado
antes, esta falta de orden que puede parecer un problema de atención, se ve
especialmente reflejado a la hora de resolver problemas matemáticos.
Pautas de actuación
La falta de orden y planificación al realizar la tarea lleva a los niños a responder de
manera impulsiva y aleatoria, tendiendo a adivinar la respuesta más que a pensarla. Sin
una previa planificación anterior a la realización, difícilmente tendremos éxito en la
resolución de la misma, pues se aglutinarán los datos de manera caótica.
Es muy importante enseñar a los niños a planificar, es decir, a pensar cómo van a
trabajar antes de empezar a hacerlo, así como a tener en cuenta el tiempo del que
disponen para hacerlo.
Para ayudarles a estructurar el tiempo se puede trabajar con un reloj encima de la
mesa, y se apuntarán los tiempos que vamos a dedicar a cada parte:
1. En primer lugar se establecerá un tiempo para leer el enunciado, el cual se debe
respetar. Si acaba antes de tiempo, se le deberá decir que la próxima vez lo lea
más despacio y si le sigue sobrando tiempo, deberá volver a leer el enunciado
hasta que consuma el tiempo establecido. Aproximadamente será una sexta
parte del tiempo total que dedicaremos al ejercicio.
2. Después se dedicará otra sexta parte del tiempo a realizar un plan, para ello, se
especificará por escrito cómo vamos a realizar el ejercicio antes de hacerlo.
Por ejemplo, en los problemas matemáticos se deberá dibujar lo que nos
piden y señalar en el dibujo los datos numéricos que aparecen en el enunciado.
3. Se realizará el ejercicio según las pautas del plan de actuación que hemos
desarrollado en el punto anterior, siempre se ha de respetar el plan de trabajo. El
tiempo aproximado será de cuatro sextos del tiempo total del ejercicio.
4. Por último y no menos importante, se debe repasar toda la realización del
ejercicio. Repasar es volver a hacer el ejercicio para asegurarnos de no habernos
112
equivocado.
5. Nada más acabar, el niño se debe felicitar por haber realizado el ejercicio de
manera ordenada y planificada. Es importante que el niño reciba un feedback
del trabajo bien realizado resaltando los aspectos de organización y realización
de los pasos anteriores ya que de este modo tenderá a repetirlo con mayor
probabilidad. Y por otro lado se consigue que mejore su autoestima, pues suelen
tener una larga colección de fracasos que les lleva a una desmotivación ante el
trabajo, y así volverán a conseguir la confianza perdida en sí mismos y el placer
por un trabajo bien hecho.
Es fundamental que escriba el ejercicio con buena letra y sea especialmente
ordenado en la resolución de problemas matemáticos, para no equivocarse.
Es de gran ayuda usar varios lapiceros de colores para ir dibujando las instrucciones
que nos van dando en el enunciado.
Para ayudar a los niños a comprender lo que se les pide, podemos subrayar de un
color toda la frase desde un punto y seguido hasta el próximo. Así el texto quedará
subrayado por distintos colores. Cada color indicará una idea importante que tener en
cuenta en la parte de la toma de datos del plan de trabajo, donde se usará el mismo color
de subrayado de la frase; así el niño aprenderá también a relacionar las ideas del
enunciado del problema con la resolución del mismo.
Es muy olvidadizo
Nacho tiene 10 años, y no para de perder cosas del colegio. Pierde de todo, desde un jersey a los
libros o la mochila. La profesora manda todos los días notas a sus padres porque siempre le falta
material escolar. Además, en clase está como perdido, no se va con nadie en el recreo y a veces es
muy agresivo con los compañeros de clase, sobre todo con los más calladitos.
Voz de los padres
“No entendemos cómo se puede olvidar de sus cosas. No valora lo que tiene porque sabe
que otra vez se lo volvemos a comprar. Llega a tanto su despiste que un día hasta vino
sin un zapato, entonces nos enfadamos muchísimo con él, porque somos incapaces de
entender que pueda perder un zapato.”
Los padres ante este tipo de situaciones regañan a sus hijos y los castigan sin
conseguir nada. Lo primero es establecer las causas de por qué se le olvidan o pierde sus
cosas para luego poder aplicar el remedio adecuado. Sin saber las causas del problema y
establecer un cambio en ellas, es muy difícil poder evitar las consecuencias.
113
Voz del niño
“Mis padres en cuanto llegan a casa me regañan por lo que no llevo. Últimamente se
dedican a mirar con lupa todas mis cosas para ver qué se me olvidó esta vez. Además,
también se lo cuentan a otras personas como si fuese un chiste, dicen lo muy despistado
que soy y que no estoy atento a mis cosas. No son capaces de ver por qué se me olvidan
las cosas y se limitan a culparme de ello.”
Los niños a veces no nos cuentan lo que les puede estar pasando y esperan a que
sus padres lo adivinen.
Pautas de actuación
Estos olvidos son una característica típica de los niños con dificultades atencionales o de
impulsividad, sin embargo, si se producen de manera aislada no indican que sea ésa la
causa, sino que puede deberse a otros muchos motivos como problemas de memoria,
acoso escolar, falta de planificación, falta de motivación por los estudios, tristeza…
En ocasiones, las pérdidas continuas y muy frecuentes de material escolar, sobre
todo aquellas que nos llaman especialmente la atención, como un zapato o la mochila
entera o un móvil, unidas a cambios en el estado de ánimo, en las rutinas o bajada del
rendimiento escolar de manera brusca, pueden indicar signos de acoso escolar o que se
están metiendo con el niño en el colegio o le están aislando socialmente.
Ante un posible acoso escolar, lo primero que se debe hacer es, si observamos
alguna señal de alarma, preguntar al niño sobre el tema pero sin hacer juicios. Una
manera de fomentar que nos lo cuente es mantener una buena comunicación con nuestro
hijo, ayudarle a que exprese sus preocupaciones y aceptarle y mostrarle que estamos con
él de manera incondicional.
Una vez que se ha confirmado la sospecha, lo primero de todo es acudir al colegio e
informar de ello para buscar una solución conjunta. Desde casa los padres, ante un
posible acoso o conductas en contra de su hijo, pueden mostrarle modelos de resolución
de conflictos, como la forma de salir de la situación. Lo más importante de todo es que el
niño se sienta apoyado, ya que estos niños no cuentan lo que les ocurre por miedo al
agresor y por temor a que no les crean.
Las pérdidas continuadas de material también pueden deberse a una falta de
motivación en los niños, unida a una falta de responsabilidades. Normalmente son niños
desmotivados, debido a su historial de fracasos, por lo que no obtienen un refuerzo o
beneficio de su esfuerzo. Para mejorar la motivación en el niño es muy útil dividir sus
metas en muchas más pequeñas y elogiarle por el intento y el esfuerzo en lugar de por el
resultado final. De este modo el niño percibirá que su esfuerzo merece la pena.
114
Cuadro 6.2. Signos de alerta en caso de acoso
• Bajada repentina del rendimiento escolar
• No es hábil en los juegos
• No habla en clase
• Se muestra distraído
• Está muy triste
• Cambio de humor repentino
• Conducta agresiva
• Llora con facilidad
• Poco hábil en actividades físicas
• Preocupación excesiva por que le hagan daño
• No invita a amigos a casa
• No le invitan a fiestas
• Pierde cosas muy a menudo
• Se relaciona mejor con niños más pequeños
• Rechaza todo lo relacionado con el colegio
• Es excluido en clase
• Se muestra callado y pasivo
• Pone excusas para no ir al colegio
Por otro lado, en la actualidad, hay una tendencia a no dar responsabilidades a los
niños, lo que desemboca en que no se hagan responsables de las consecuencias de sus
actos. Para mejorar este aspecto es importante dejarle que sea responsable y no
sobreprotegerle, dejándole crecer. Es muy importante desde la primera infancia otorgarle
responsabilidades, como ser el encargado de poner cierto elemento en la mesa, bajar la
basura o comprar el pan. Con ello fomentaremos su responsabilidad y haremos que se
sienta una parte importante de la familia.
Ante los olvidos, no se le debe enjuiciar, decirle que es un desastre ni recordárselo
continuamente. En lugar de ello, se le debe enseñar a asumir dicha responsabilidad, es
decir, que tendrá una consecuencia, de este modo además se le enseña a aprender de sus
acciones. Fracasar es bueno ya que de ese modo aprenderá de los errores y a buscar
otras alternativas de actuación.
Para favorecer la memoria es recomendable enseñarles estrategias y facilitadores
externos como el uso de diarios, agendas, postits recordatorios de lo que hay que hacer,
alarmas en el móvil, hacer listas con las cosas que hemos de repasar en casa para llevar
al colegio y no se nos olviden. En contra de lo que pueda parecer, estas ayudas son
buenas para la memoria, ya que organizan la información y favorecen el recuerdo de
éstas.
115
Es muy inquieto
Manuel ya tiene 9 años y sus padres se quejan de que aún sigue siendo tan movido como cuando
tenía 3. Pensaban que con el tiempo este exceso de actividad iría disminuyendo. Pero al no ser así,
empiezan a estar preocupados porque sea un problema de hiperactividad.
Voz de los padres
“Estamos empezando a cuestionarnos si es que el niño no puede realmente estar quieto o
es que no quiere. Tiene una energía inagotable, no hay quién le canse. Le hemos
apuntado a todos los deportes desde pequeño, pero él sigue igual. Cuando tenía 4 años le
llevamos al pediatra y nos comentó que con el paso del tiempo, al madurar, se le pasaría,
pero sigue igual. Su hermano, que tiene ahora 4 años no es tan movido. Estamos muy
preocupados.”
Hay una tendencia a comparar el comportamiento de los niños con los de conocidos
o familiares. Hay que tener en cuenta que no todos los niños son iguales, y que depende
mucho del temperamento de cada uno, determinado genéticamente y reforzado por el
entorno. Es muy importante tener claro este aspecto, ya que no todos los niños movidos
tienen problemas de hiperactividad.
Voz del niño
“Me encanta hacer deporte, me lo paso genial. Necesito hacer cosas, no puedo estar
sentado viendo la televisión durante horas, es un rollo. Me gusta mucho hacer fútbol,
natación, baloncesto… Es muy divertido hacer muchas cosas. Mi papá también hace
muchas cosas, trabaja mucho entre semana y los fines de semana nunca nos quedamos
en casa.”
No todos los niños son iguales, algunos necesitan mucho movimiento y actividad y
otros prefieren estar tranquilos leyendo o viendo la televisión. No todos los niños que se
mueven son hiperactivos, ni todos lo que no se mueven no muestran este tipo de
problema, ya que además la hiperactividad, a medida que los niños crecen, decrece en
intensidad, y cobran más importancia las dificultades de atención. No hay que olvidar
que el que un niño se mueva mucho, no quiere decir que sea hiperactivo. Para que este
exceso de actividad sea realmente un problema debe interferir de manera significativa en
la vida del niño.
Pautas de actuación
A pesar de que el exceso de actividad es el síntoma más fácil de determinar, así como el
factor más llamativo de ciertos trastornos, no hay que olvidar que la aparición aislada de
116
este hecho no indica necesariamente un problema.
Hay niños que temperamentalmente son más nerviosos y ansiosos, están más
activados y necesitan más actividad. Son niños que de pequeños han sido muy movidos
pero en los que este hecho no ha interferido en su rendimiento escolar, social ni familiar.
Este tipo de niños son muy creativos y emprendedores, no pueden estar sin hacer nada.
Debido a que necesitan mucha actividad, es muy importante por un lado
proporcionársela, es decir, apuntarles a actividades para que descarguen el exceso de
energía que tienen. Por otro lado es beneficioso para ellos el aprendizaje de técnicas de
relajación, que se le pueden enseñar mediante diversas actividades:
– Lo primero de todo es que aprendan a expresar cuándo están tensos, para ello
cada vez que se les vea nerviosos, se les podrá decir: “Parece que estás
nervioso, yo también estoy nervioso a veces. Cuando me pasa siento como
cosquilleo en el estómago, me duele la cabeza…, ¿a ti te pasa?, ¿qué sientes?”.
– Enseñarles a pensar en cosas divertidas y agradables. Por ejemplo, jugar a cerrar
los ojos y que se imagine en su lugar preferido y hacerle preguntas de dónde
está, qué lleva puesto, cuánta gente hay… para que centre su atención en la
imagen agradable.
– Jugar a las marionetas. El juego consiste en moverse y, cuando se diga la palabra
“marioneta”, hay que quedarse quieto en la última posición. Luego uno de los
jugadores hará como si tuviera unas tijeras e irá cortando los hilos de las
distintas partes del cuerpo dejando caer esa parte. Se empezará por los brazos,
luego la cabeza y después el tronco.
– Respiración profunda. Se le animará a que antes de acostarse y nada más
levantarse lleve a cabo el ejercicio. Tumbado sobre la cama y con una mano en
la tripa y otra en el pecho, tendrá que respirar intentando que suba sólo la mano
que tiene en su tripa, respirará hondo por la nariz, retendrá el aire unos
segundos y lo soltará despacio por la boca. Se harán 5 respiraciones.
Preguntas y respuestas
Mi hijo tiene 10 años de edad, cuando lee un texto nos hemos dado cuenta de que se salta algún
reglón y a veces se come las palabras, lo que le lleva a no comprender lo que lee. Nos han dicho que
podría ser por un problema de atención.
Este hecho no sólo puede ser debido a un problema de atención, ya que un
problema real de este tipo se vería reflejado además en otras asignaturas y situaciones.
Puede deberse a otras causas como problemas de comprensión lectora o no tener
automatizado el proceso lector. Lo más recomendable sería una evaluación psicológica
117
exhaustiva para ver qué es lo que puede estar pasando, esta evaluación debería incluir
pruebas que valoren los procesos cognitivos y los procesos que intervienen en la lectura
como la velocidad o los procesos sintácticos o de formación de oraciones.
•••••
Tenemos un niño de 9 años que ha suspendido todas las asignaturas y me han dicho que le lleve al
neurólogo para ver si tiene un problema de atención. Siempre le ha costado resolver los problemas
de matemáticas y cálculo, pero en las demás asignaturas no ha tenido inconvenientes hasta ahora.
¿Qué debemos hacer?
Lo primero es ir a hablar con la profesora para averiguar si la conducta del niño ha
cambiado y, en este caso, a qué cree que se puede deber el cambio. Es poco habitual que
los problemas de atención se den de manera brusca, suelen comenzar en edades
tempranas. Una bajada en el rendimiento escolar puede deberse a múltiples factores. Lo
mejor es hablar con él y si continúa, acudir lo antes posible a un psicólogo infantil que
valore las posibles causas a través de pruebas psicométricas y establezca un plan de
acción. Es importante ver a qué se debe esa dificultad de siempre con las matemáticas,
pues puede ser debido a una falta de conceptos básicos que no han sido adquiridos. Esto
puede estar afectando a la mala o a la no adquisición de conceptos posteriores más
abstractos. También se debería descartar un problema físico como la mala visión o
audición.
•••••
A la madre de Ana, de 8 años de edad, al ser diagnosticada de TDAH, le han recomendado en el
colegio que se cambie a otro donde las clases sean menos numerosas, pues en la clase actual de
Ana hay 34 niños. La madre no sabe si este cambio podrá ser beneficioso para su hija o no.
Depende del niño, pues dependerá del grado en que estas dificultades interfieran en
el ámbito escolar. Antes de cambiarle de colegio sería recomendable hacer una
adaptación curricular, así como dar unas pautas al profesor que ayuden al niño a regular
su conducta. Sería recomendable que se sentara en primera fila para favorecer que preste
atención, así como ayudar al niño a regular el exceso de actividad como, por ejemplo,
permitiéndole levantarse a borrar la pizarra, cuando el profesor lo necesite. El cambio de
colegio supone un cambio en su entorno y sus amistades, no sabemos cómo afrontará la
niña la nueva situación. Por otro lado, el entrar en una clase nueva donde los grupos de
amistades ya están preestablecidos le puede dificultar su integración.
118
7
El niño de 12 a 14 años
Introducción
“iYa no soy un niño! ¿Cómo soy? ¿Qué quiero llegar a ser?”. Éste es el sentimiento
predominante en la primera adolescencia. El niño deja de ser niño, y comienza una
búsqueda de su propia identidad, quiere diferenciarse del resto, y por ello tiende a
compararse con su grupo de iguales. La adolescencia está llena de diversos cambios,
difíciles de asumir e integrar por parte del adolescente:
– Se dan cambios en el propio esquema corporal, es decir, en la imagen interna que
el adolescente tiene de sí mismo. Este cambio conlleva la necesidad de
adaptarse a la nueva imagen determinada en su mayor parte por las valoraciones
hechas por sus iguales, de ahí la necesidad de aprobación de los mismos. De
todo ello, así como de la valoración que el adolescente haga de este esquema a
través de comparaciones, dependerá su autoestima. En respuesta a todos estos
cambios, el adolescente tiende a centrarse en sí mismo, a buscar un espacio de
reflexión, de ahí que pase una gran parte del tiempo encerrado en su cuarto o
que se quede mirando al infinito mientras estudia o hace otra tarea, lo que en
ocasiones es percibido por los adultos como vaguería o falta de concentración,
cuando en realidad es un hito del desarrollo necesario para poder reorganizar el
concepto desí mismo. Son típicas las cuestiones que se formula el adolescente
sobre si es normal o igual al resto. Un aspecto por el que se preocupa en mayor
medida es su físico, ya que el aspecto exterior es visible para su entorno y será
una de las primeras variables que él crea que los demás valoran.
– A nivel cognitivo su capacidad y manejo de conocimientos adquiere una gran
eficacia. El adolescente entra en la llamada etapa de operaciones formales, que
conlleva una serie de capacidades y habilidades muy significativas que irá
119
adquiriendo de manera progresiva, todas ellas básicas para un adecuado
desarrollo en la adolescencia:
• Consideración de más de una opción a los problemas teniendo en cuenta
las posibles consecuencias de todas ellas. El adolescente, ante un problema
o elección, poco a poco barajará las posibles soluciones y tiende a elegir
aquella que le ha planteado su grupo de iguales ya que al valorar las
consecuencias determina que es muy importante formar parte del grupo, y
si lleva la contraria a éste tal vez deje de formar parte de él, lo cual
conllevaría un desequilibrio emocional.
• Comparación de manera razonable de diversas hipótesis y determinación
de la veracidad de éstas, lo que le lleva a poder determinar la verdad o
falsedad de los acontecimientos y opiniones.
• Pensamiento sobre el propio pensamiento y razonar sobre él mismo.
Capacidad importante en la adolescencia, en la que se lleva a cabo una
búsqueda de identidad basada en la valoración de los pensamientos que
tiene sobre sí mismo así como de la percepción y valoración que el
adolescente cree que el entorno y sus iguales hacen de él.
• Capacidad para entender los posibles estados que las cosas pueden tomar
y así diferenciar lo que es posible de lo que realmente es. Todo ello
favorece la rebeldía de la adolescencia, ya que, ante un acontecimiento o
situación, se plantean las posibles opciones valorando cuál es la mejor para
ellos, cuestionando lo establecido por el adulto y eligiendo lo que, según
ellos, es lo más adecuado.
Todas estas capacidades a veces llevan al adolescente a ser egocéntrico, no
diferencia los intereses propios de los ajenos ya que sólo se preocupa de sí
mismo, cree que todo el que le rodea está pendiente de lo que él hace. Además,
este egocentrismo le lleva a creer que es único y que no tiene por qué estar
sometido a las leyes que afectan a todos los demás.
– A nivel emocional muestra muchos cambios psicológicos dándose un
desequilibrio en este nivel. Muestra altibajos en su estado de ánimo que se
expresan en sus comportamientos incoherentes y cambiantes, explosiones de
afectividad y cariño frente a irascibilidad y negativismo. Manifiesta una
reactividad emocional extrema, ya que sus reacciones son desproporcionadas a
los hechos, lo que en ocasiones le lleva a mostrar comportamientos impulsivos.
A través de todo ello y de la manera que el entorno le ayude a encauzarlo
aprenderá a controlar y modular la expresión de sus impulsos y emociones.
Emocionalmente quiere diferenciarse de los adultos, necesita ser él mismo y
definirse como persona, se rebela ante aquello que a él le recuerda al niño que
antes era.
120
– A nivel social. Establece relaciones muy cercanas e íntimas con iguales del mismo
sexo. Se establecen vínculos muy estrechos, que le ayudan a conseguir cierta
estabilidad emocional y le hacen sentirse comprendido. La relación con
miembros del otro sexo tiende a hacerse en grupo y no de manera
individualizada. Estas relaciones le llevan a desidealizar a las figuras de
autoridad, distanciándose de éstas, ya que al comparar se da cuenta de que sus
iguales son más similares a él y le entienden más. A lo que se une el hecho de la
necesidad de pertenecer a un grupo para una adecuada adaptación social futura.
El distanciamiento del adulto así como el enfrentamiento a la autoridad es
necesario para un adecuado desarrollo.
Discute con sus hermanos
Carlos tiene 12 años de edad. Es un niño muy impulsivo que siempre está discutiendo con sus
hermanos. Es el mediano de los tres. En el momento de la discusión siempre reacciona de manera
brusca y agresiva. Con sus profesores nunca se calla y siempre tiene que decir la última palabra.
En una llamada de atención del profesor, sin pensarlo, le arrojó un lapicero, lo que le supuso la
expulsión del colegio durante dos días.
Voz de los padres
“Es muy impulsivo, no se para a pensar. En casa todos los días tiene un enfrentamiento
con sus hermanos, que como ya le conocen y saben que siempre entra al trapo, le
buscan. A pesar de sus múltiples arrepentimientos una vez pasado el enfado, vuelve a
actuar de la misma manera. En la última, al cerrar la puerta, lo hizo con tanta fuerza que
rompió el cristal y se cortó.”
Los padres, en las discusiones entre hermanos, intentan mediar para solucionar el
conflicto, buscando quién tiene la razón, para así solucionar el problema de los hijos,
pero lo único que consiguen es empeorar aún más las cosas.
Voz del niño
“Mis padres nunca me dan la razón. Nadie me comprende. Cuando mis hermanos me
insultan, sé que lo hacen aposta para picarme, pero no puedo evitar el enfadarme, me
enfado tanto que sin querer soy capaz de tirar algo o pegarles. En el colegio siempre me
echan la culpa, pero yo nunca empiezo. Me tienen manía.”
Pautas de actuación
En el inicio de la adolescencia el niño se encuentra perdido y asustado ante tantos
121
cambios y muchas veces, como respuesta a todo ello, reacciona de manera negativa con
aquellos que están a su alrededor. La mayoría de los adolescentes se enfadan enseguida y
no saben controlarse, tienden a reaccionar de manera agresiva e impulsiva, que es la
única forma que conocen para expresar su malestar. Debido a esta manera de actuar,
siempre son vistos como los culpables de todo lo que ocurre y son a los que siempre se
castiga, y esto les genera mucha frustración que hace que estén más predispuestos a
volver a actuar así, pues realmente no saben hacerlo de otra manera. Es muy importante
enseñarles estrategias alternativas a responder de manera agresiva.
Muchas veces ante los conflictos reaccionan de manera impulsiva y sin pensar, pero
esto no indica que tengan un problema específico de hiperactividad, sino que la mayoría
de las veces suele ser una falta de habilidades en la solución de problemas y autocontrol.
Estas conductas pueden ser aprendidas y reforzadas por el entorno al reaccionar del
mismo modo que él ante su conducta, de este modo se le enseña que es la forma
apropiada de responder ante este tipo de situaciones.
La posición que se ocupa respecto a los hermanos favorece ciertas conductas
preestablecidas socialmente. Existen una serie de etiquetas que predisponen al
adolescente o niño a actuar conforme se espera de él, así del mayor se espera que sea “el
responsable” y se le toleran menos cosas, mientras que el pequeño será más consentido
ya que siempre será “el gracioso”. Queda el mediano, por lo general, sin saber dónde
ubicarse y sin una etiqueta predefinida, lo que le lleva a una mayor probabilidad de
desarrollar celos y de probar distintas conductas para captar la atención.
Es normal que entre hermanos haya peleas constantes, por lo general todos
intentarán que les demos la razón, pero hagamos lo que hagamos, nunca se sienten
satisfechos y siempre piensan que se favorece al contrario. Es habitual que entre los hijos
surjan celos aunque los padres intenten tratar a todos por igual. Esta práctica no se debe
hacer, pues cada uno tiene sus características y demanda una serie de atenciones
distintas. Si se les trata del mismo modo, se fijarán más en la manera en la que tratamos
a los hermanos y buscarán diferencias en nuestro trato y las encontrarán aunque no
existan.
Ante las peleas como padres debemos tener como principios generales:
– No intervenir, dejarles que ellos mismos aprendan a solucionar sus conflictos.
– En las situaciones en las que se eleve demasiado el tono de la pelea sí deberemos
intervenir.
Gracias a los conflictos entre hermanos y a nuestra manera de reaccionar ante ellos aprenderán la manera
de responder en este tipo de problemas, lo cual les será útil para desenvolverse en otras situaciones sociales.
¿Qué debemos hacer?
– Se les dejará a ellos solos para que acaben llegando a un acuerdo. Este hecho no
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ocurrirá al principio, ya que están acostumbrados a que siempre mediemos entre
ellos.
– Cuando la situación de pelea se alarga o agrava:
• Se les mandará a cada uno a su cuarto, ignorando cualquier queja por ambas
partes.
• No se les dará la razón a ninguno de los dos. Se puede decir: “Me da igual lo
que haya pasado, ahora es mejor que cada uno os vayáis a vuestra
habitación y os calméis”.
• Una vez que se haya calmado la situación, iremos a la habitación de cada
uno por separado, con el fin de hacerles razonar. Cuando se hable con el
que no tenía razón, le dejaremos que se explique y que cuente su versión.
Se le preguntará cómo cree que se sintió su hermano, para que así sea
capaz de ponerse en el lugar del otro.
• Cuando se hable con el que tiene razón, se le apoyará y se le dirá que
sabemos que no ha sido su culpa. Se le escuchará y se le hará pensar sobre
cómo salir de la situación cuando ocurra de nuevo.
– En caso de que continúen las peleas o sean muy intensas y/o frecuentes, se
deberá determinar y especificar el porqué de éstas, ya que tal vez escondan
otros problemas o necesidades en los hijos.
– Las peleas, con el tiempo, si no intervenimos para que aprendan a resolverlas, no
se pasarán sino que empeorarán.
No deja que entren en su cuarto
Borja es un adolescente de 12 años. No deja que nadie entre en su cuarto. Sus padres se quejan de
que tiene el cuarto muy desordenado. Es habitual ver camisetas tiradas por el suelo, ropa encima
de la mesa de estudio o la cama sin hacer. La ropa sucia se almacena en un rincón del dormitorio.
Su mochila está llena de revistas deportivas y de hojas sueltas de los cuadernos.
Voz de los padres
“Siempre tiene la puerta cerrada, cuando conseguimos entrar tiene la habitación hecha un
asco. Así que le castigamos sin el móvil o el ordenador. Pero no conseguimos nada. No
podemos ya con la situación, hemos probado de todo, pero no lo conseguimos. La
relación con él últimamente se limita a regañinas.”
Voz del niño
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“Estoy harto de que me controlen, en mi cuarto puedo tener mis cosas como me da la
gana. Me da igual que me castiguen pues ya estoy sin móvil, sin messenger, sin paga…”
Pautas de los padres
Es muy importante en estas edades conseguir una adecuada comunicación, la actitud
pasota y desafiante típica de esta edad les hace perder los nervios a los padres. Es muy
difícil controlarse en estas situaciones, donde los padres ya han probado de todo y se
encuentran sin armas para poder hacer frente a la situación. El castigo no es un método
adecuado para educar o para cambiar la conducta en nuestros hijos. La violencia genera
violencia. Y el castigo genera resentimientos y conductas opuestas a las deseadas, así
como un ambiente de hostilidad en la familia.
Los niños hiperactivos tienen dificultades en la planificación y organización tanto de
su propia conducta como del entorno. Esto es un comportamiento típico en algunos
adolescentes, lo cual no implica que necesariamente sean hiperactivos.
Un cuarto desordenado es indicio, muchas veces, de falta de responsabilidad en su
vida y dependencia de los padres, son poco autónomos y están acostumbrados a que se
les haga todo, incluso que se les recoja la ropa.
Es importante establecer unas pautas de convivencia familiar que deben ser
respetadas de manera incondicional, entre ellas está recoger su cuarto, y si no lo hace
deberá tener unas consecuencias establecidas previamente. Es importante no entrar en
conflicto con él y no entrar en eternos diálogos que no llevan a ningún fin, sino que
fomentan el malestar y el deterioro de las relaciones con el adolescente.
El adolescente necesita encontrarse a sí mismo y buscar su ubicación en la vida, esta
razón hace que sea necesario que le permitamos tener su propio espacio y tiempo.
A pesar de su negativa a la norma, el adolescente sigue necesitando reglas, no sabe
ni dónde está ni a dónde va, la atracción por el riesgo en ocasiones le asusta. Tiende a
rechazar cualquier norma impuesta por el adulto, como resultado de una dicotomía, por
un lado quiere alejarse de sus padres para definirse como persona, pero por otro lado
está asustado y no sabe realmente qué hacer. Para disminuir la probabilidad de respuesta
negativa a la norma es importante que el adolescente participe en el establecimiento de
éstas. Es de vital importancia que ambos padres coincidan en la definición de las normas,
sus consecuencias y que sean inflexibles y consecuentes con éstas.
Ante la situación de conflicto descrita en el caso, donde el adolescente no deja entrar
en su cuarto:
– Se evitarán sermones y charlas, así como mensajes acusatorios que llevarían la
situación a un círculo de conflictos continuos.
124
– Se intentará dirigir su comportamiento de forma sutil y adecuada, guiarle sin que
él lo note, porque si no se opondrá a cualquier pequeño esfuerzo de cambio por
nuestra parte.
– Se prestará atención a sus intereses y reforzará continuamente su conducta
adecuada. No sólo hay que fijarse en lo negativo.
– Se evitará la atención negativa. El adolescente está acostumbrado a que le
castiguen por todo, se debe evitar el castigo, ya que en esta edad no surte
efecto. En lugar de ello, ante una conducta inadecuada, quitarle privilegios (p.
ej., si no cumple con alguna de sus responsabilidades, no podrá jugar ese día a
la PlayStation). No se deben llevar a cabo castigos desproporcionados y
excesivos.
Como se ha comentado anteriormente, la mejor solución para evitar conflictos
familiares con los adolescentes es el desarrollo de una adecuada comunicación, para ello
se deberá:
– Escoger el lugar y momento adecuados. En el momento de hostilidad no se
intentará razonar con él, mejor dejarlo para un momento más tranquilo: “Si no
te importa podemos seguir hablando en otro momento”. Si se le va a recriminar
alguna conducta, hacerlo a solas con él, y si le elogia, hacerlo en grupo.
– Dejarle hablar y escucharle. Para ello se prestará atención a lo que dice y cómo
lo dice. Se mantendrá el contacto ocular en todo momento y sin interrumpirle.
Se realizarán gestos de afirmación, con el fin de que se sienta comprendido y
escuchado.
– Empatizar. Cuando el hijo acabe de hablar, se hará un resumen de lo dicho
utilizando sus palabras. No se deberá enjuiciarle, pero tampoco se le ofrecerá la
solución, sino que le plantearemos o sugeriremos el modo de hacerlo, para que
sea él quien tome la decisión.
– Hacerle saber lo que se piensa y siente. Antes de comenzar a hablar, se le
valorará verbalmente algo positivo de lo que nos ha comentado anteriormente,
con esto se pretende mejorar la predisposición del adolescente a escucharnos.
Se usarán mensajes en primera persona, mostrando los propios sentimientos y
explicando por qué nos sentimos así. A continuación le haremos saber lo que
nos gustaría que hiciese u ocurriera la próxima vez.
– Llegar a acuerdos en lugar de imponer. De este modo se le hará reflexionar. Para
ello, en vez de imponer le ofreceremos posibles soluciones y él deberá elegir o
plantear otras opciones.
“No puedo hacer las cosas bien”
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Carlos tiene 14 años y sus padres comentan que lleva una temporada larga triste y sin ganas de
nada. En el colegio los profesores comentan que a veces está como ausente y apartado. Siempre
hace comentarios negativos en cuanto a que no consigue lo que quiere y que le gustaría ser
distinto. No presta atención en clase.
Voz de los padres
“Cuando se tiene que poner a hacer los deberes siempre tenemos que estar detrás de él,
no quiere hacerlos, y se inventa la excusa de que siempre le salen mal. Dice que aunque
lo intenta siempre le sale mal, por lo que ahora ya ni siquiera lo intenta. En el colegio le
están mandando notas todos los días sobre que no lleva los deberes hechos. Estamos
cansados de regañarle y decirle que haga las cosas en condiciones, pero no cambia.
Siempre ha sido así y a pesar de que hemos estado encima de él desde que era pequeño,
no hemos conseguido nada.”
Voz del niño
“Mis padres no me entienden. No comprenden por qué no quiero hacer las cosas,
piensan que no me da la gana. Pero no es que no quiera, es que siempre que lo intento
hacer me sale mal. Estuve toda la tarde estudiando el examen de matemáticas pero al
final saqué un tres. Perdí toda la tarde para nada. A veces lo intento, pero no me sale. Sé
que no valgo para los estudios.”
Pautas de actuación
La adolescencia es una etapa de cambios continuos. El adolescente se siente perdido y
solo en una situación estresante para él. Es muy importante que los adultos se pongan en
el lugar de él, ya que de este modo se le transmitirá comprensión y apoyo para
enfrentarse a todo lo nuevo. Es necesario demostrarle que su opinión también cuenta y
que no sólo el punto de vista del adulto es el válido. Los adolescentes tienen ideas muy
buenas y beneficiosas para aportar en las relaciones familiares y si se les demuestra que
las tenemos en cuenta, por un lado haremos que su autoestima mejore y por otro lado se
creará una dinámica familiar de diálogo. Todo ello se debe tener en cuenta a la hora de
establecer las normas y obligaciones con el adolescente, por lo cual es muy importante
cuidar la manera de transmitirlas para favorecer su cumplimiento.
Independientemente de que el adolescente tenga alguna dificultad o no, como déficit
de atención, dislexia…, debe saber que todos tenemos unos deberes y derechos que
hemos de cumplir. Derechos porque tiene derecho a tener una casa, ropa, unos estudios,
un colegio, unos profesores y el amor incondicional de sus padres: que éstos se encargan
de proporcionárselo. Y deberes, que son el tener su cuarto recogido, estudiar, hacer las
tareas todos los días o recoger la mesa después de cenar.
126
Para todo ello se debe favorecer la autonomía personal del adolescente a través de la
asignación de pequeñas responsabilidades. Hacerle partícipe de las tareas domésticas,
junto con toda la familia, que participe en la asignación de éstas teniendo en cuenta que
pueda realizarlas según sus posibilidades. Cualquiera de los padres puede enseñarle
directamente la tarea así como la responsabilidad de llevarla a cabo, actuando de modelo
y alabando al adolescente cuando intente hacer algo por sí mismo por insignificante que
parezca.
Si se pretende instaurar una conducta en el adolescente, no se puede esperar que lo
haga de golpe y siempre, sino que como todo aprendizaje se realizará poco a poco. Para
ello hay que valorar cualquier mínimo cambio al principio, y cualquier aproximación a lo
que pretendemos que haga. Primero se darán las aproximaciones y según se valoren o
no, aparecerán después pequeños avances; y si éstos se continúan alabando, poco a poco
nos iremos aproximando a la meta que nos habíamos propuesto.
Somos lo que creemos que somos, que viene determinado por lo que los demás creen que somos.
Las opiniones y la manera de actuar hacia nosotros nos influyen. Si los demás
piensan que somos unos vagos e irresponsables, acabaremos siendo vagos e
irresponsables. A veces los demás no nos lo dicen de manera explícita, pero se
comportan con nosotros como si lo fuéramos. Si esto se repite de manera continua,
acabaremos creyendo que somos como ellos creen, lo que determinará que nos
comportemos como los demás esperan. Si pensamos bien de nosotros mismos y
actuamos según este pensamiento, haremos que los demás nos vean así y nos traten de
ese modo. Aquellos que piensan cosas negativas sobre sí mismos, además de
transmitírselo a los demás, se sienten tristes con ellos mismos. En la adolescencia se
producen altibajos constantes, debido en cierta medida a los cambios hormonales;
dependerá de cómo reaccione el entorno a estos cambios, el afrontamiento que lleve a
cabo el adolescente y su repercusión en la autoestima.
Si se quiere que nuestro adolescente sea estudioso, responsable y/o colaborador,
primero debemos convencerle de que lo es; ¿cómo? Pues diciéndoselo tantas veces que
acabará por creérselo, para ello cualquier pequeña aproximación de comportamiento
hacia el atributo que queramos que adquiera, será el momento de decirle lo muy bueno,
responsable o trabajador que es; el objetivo que usemos dependerá de aquello que
queremos fomentar en él. Es muy importante tener en cuenta que no porque el
adolescente se comporte de manera rebelde es un rebelde, el que un día se comporte de
cierta manera no determina que siempre sea así. Es muy importante tener en cuenta este
aspecto y evitar el adjudicar calificativos categóricos al adolescente; en lugar de ello, se
debe definir el comportamiento de ese momento.
Otro factor que entra en juego en este proceso es el de las expectativas: “Si todos
piensan que soy un vago me va a dar igual las asignaturas que suspenda. Es lo que los
demás esperan de mí, por lo que no me voy a esforzar por aprobar ya que nadie me lo
127
valorará y esperan que suspenda”. Si, por el contrario, el adulto hace saber al adolescente
lo que espera de él, y no lo da por hecho o valora cualquier cambio de manera explícita,
establecerá en él unas expectativas, y éste intentará no defraudarle.
En algunos casos, es importante que el adolescente aprenda sin errores, pues éstos le
desmotivan. En algunos casos como en la ortografía, el cometer errores refuerza éstos en
nuestra memoria, lo que nos lleva a que la próxima vez que escribamos la palabra
tengamos más probabilidades de volver a escribirla mal.
Una manera de que el adolescente tome responsabilidades en el estudio y adquiera
unos hábitos es establecer un horario que se deberá respetar. Para favorecer que se dé
este cambio podemos usar dos técnicas:
– Tabla de puntos. Para instaurar la conducta de que estudie solo. Se elaborará una
tabla en la que aparecerán los días de la semana. Si trabaja solo, lo registrará en
dicha tabla, poniendo una cruz, y a su vez los padres le elogiarán y felicitarán
por el logro conseguido cada día. Cuando haya registrado que ha trabajado solo
durante toda la semana recibirá una recompensa previamente establecida. Es
muy importante que los padres refuercen verbalmente los avances y no
castiguen el hecho de que no lo consiga, simplemente no lo registrará en la tabla,
ni se le elogiará, pero tampoco se le reprochará el que no lo haya conseguido,
sino que le animaremos a que al día siguiente lo consiga. Según vaya avanzando
necesitará más conductas para conseguir la recompensa, hasta que finalmente lo
haga de manera más rutinaria y ya no sea necesario el premio, aunque nunca
hay que olvidar el elogio verbal ante una conducta bien hecha.
– Contrato conductual. Para que cumpla su horario de estudio. Una vez
establecido el horario de estudio, haremos un contrato en el que figurarán las
conductas que se compromete a realizar, la frecuencia con la que se
compromete a hacerlas y las contingencias o bonificaciones acordadas.
Ejemplo de contrato
Yo, __________________________, a día ______________, me comprometo a cumplir el horario que hemos
hecho, y como consecuencia de que cumpla el horario conseguiré llegar a casa _____ minutos más tarde de la
hora que suelo llegar cuando salgo los viernes, pero si incumplo lo arriba explicado tendré que llegar _____
minutos antes de la hora que me dicen mis padres.
Se queda ensimismado, está en las nubes
Laura es una niña de 12 años de edad, tanto sus padres como su profesora se quejan de su falta de
atención. La describen como una niña más infantil de lo normal para su edad, con una gran
imaginación y que siempre está pensando en sus cosas. Es una niña soñadora que constantemente
se imagina historias.
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Voz de los padres
“Cuando se pone en su cuarto a estudiar siempre está distraída. A veces nos asomamos
por la puerta para ver lo que está haciendo y está ensimismada, abstraída en sus
pensamientos. La profesora nos ha dicho que tiene que madurar, pues en clase le tiene
que estar llamando continuamente la atención para que atienda. Siempre está distraída
pensando en sus cosas.”
Voz del niño
“Desde pequeña me han dicho que soy muy imaginativa, me encanta inventarme
historias en las que todo el mundo es feliz y todo sale como yo quiero. Cuando llego a
casa después del colegio mis padres siempre están enfadados y discutiendo. Por cualquier
cosa mi madre siempre me regaña, aunque no haya hecho nada. Desde que mi padre se
fue de casa, no para de gritarme. Me gustaría que papá volviera pronto, no sé si lo hará,
hace mucho que no le veo, probablemente me haya dejado de querer. Cuando todos
están en la cama, a veces me pongo a llorar.”
Los niños también tienen preocupaciones, aunque los adultos intenten hacerles ver
que todo está bien, ellos se dan cuenta de todo lo que ocurre. Pero a diferencia del
adulto, no verbalizan dichas preocupaciones, sino que elaboran estrategias, de manera
inconsciente, para afrontar la situación, protegerse y evadirse.
Pautas de actuación
La falta de atención de la que informa el colegio a los padres les lleva a éstos a sospechar
de posibles dificultades de atención en su hija.
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Figura 7.1. Enrique, 12 años.
Pero esto puede ser debido a otros factores como preocupaciones de la niña, típicas de la
adolescencia temprana; a unas altas capacidades cognitivas que pueden ser la causa del
aburrimiento en clase; a una alta creatividad que la llevará a estar ensimismada en su
mundo o a posibles dificultades de aprendizaje que hacen que le cueste mucho seguir la
clase por lo que la niña tiende a distraerse, entre otras.
Al igual que el adulto, los adolescentes muestran preocupaciones sobre lo que están
viviendo. Su manera de afrontarlas es muy diversa y distinta a la del adulto por lo que a
veces resulta muy difícil detectarlas. En ocasiones las expresan a través de conductas de
ira y enfado, comportándose mal, para que de este modo el adulto tome la decisión o
busque la solución a la preocupación que tanto les interfiere. A veces este tipo de
comportamientos se confunden con posibles problemas de conducta, rebeldía extrema o
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incluso de hiperactividad. En ocasiones estas respuestas impulsivas les perjudican en su
rendimiento escolar, sumado a las conductas disruptivas que las acompañan; otras veces
el adolescente se evade de la realidad a la que tiene que enfrentarse, se adentra en su
mundo interior y en su búsqueda de identidad, lo cual se percibe exteriormente como una
falta de atención.
Si este comportamiento aparece de manera repentina como una posible causa de
algún acontecimiento vivido o imaginado puede indicar que el niño está preocupado o
que no sabe enfrentarse a una determinada situación. Sin embargo, si esto se desarrolla
de manera paulatina y no interfiere significativamente en la vida del adolescente, será
señal del desarrollo normal de la adolescencia que se caracteriza por el egocentrismo y la
búsqueda del sí mismo.
En el caso de que el adolescente muestre la característica de quedarse pensando en
sus cosas desde siempre, como mirando al infinito, lo cual le ha llevado en ocasiones a
mostrar ligeras dificultades a la hora de hacer sus deberes escolares debido a la lentitud
de la ejecución de los mismos, puede ser reflejo de otras muchas cosas como un posible
déficit de atención.
A pesar de la actitud negativa del adolescente respecto a la relación con sus padres, y
en concreto ante su opinión, el ambiente familiar es muy importante para un adecuado
equilibrio psicológico y emocional, tan importante en esta etapa para sentir la seguridad
que tanto demandan. Por todo ello, cualquier problema familiar suele afectar de manera
significativa al adolescente, y dependerá de cómo lo maneje el entorno el que lo afronte
de una manera u otra. Los adultos en muchas ocasiones evitan de todas las maneras
posibles el divorcio, sin embargo se ha demostrado que la situación creada en un
ambiente de hostilidad es más perjudicial para el adolescente a nivel emocional y
psicológico que una separación a tiempo.
Cuando un adolescente se muestra preocupado es recomendable:
– Tomarse un buen rato para hablar con él.
– Explicarle que entendemos cómo se siente, reflejar sus sentimientos: “Entiendo
que estés preocupado porque tu amiga no te haya llamado, a mí también me
pasaba cuando era como tú. Es normal que te sientas así, tenemos que buscar
una solución”.
– Hacerle ver que si contamos lo que nos preocupa, nos sentiremos mejor, para
ello cuando se tenga una preocupación se la diremos y razonaremos juntos la
posible solución.
– Mostrarle que cuando se tiene un problema hay que intentar solucionarlo, para lo
cual es muy bueno pedir ayuda a otra persona.
– Enseñarle que si deja que las preocupaciones crezcan, cada vez se harán más
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fuertes y grandes e interferirán más en su vida diaria.
– Demostrarle que estamos para ayudarle. Para ello se dedicarán todos los días 10
minutos a hablar con él de cómo ha pasado el día.
– Exponerle nuestros sentimientos. Hacerle ver que es normal que a veces nos
sintamos tristes y otras cansados, para ello cuando nos ocurra se lo
verbalizaremos. De este modo aprenderá y tenderá a expresar aquello que
siente.
– Cuando sepamos lo que le preocupa, es muy útil que lo escriba para que lo
exteriorice y exprese.
Ante los conflictos familiares a veces es necesario una reorganización de la familia,
como puede ocurrir en el caso de una separación, muerte de un familiar, enfermedades
crónicas o la incorporación de un nuevo miembro a la familia, como un nuevo
nacimiento o la llegada de los abuelos. La salud psicológica del adolescente dependerá
más de la forma en que se produzca la reorganización que del hecho en sí, es decir, en el
modo de afrontarla por parte del entorno. Se puede tomar la llegada del abuelo como
algo positivo porque va a ser uno más con el que va a poder jugar, divertirse o contarle
cosas; o por el contrario, como algo negativo que llevará a discusiones constantes en casa
al considerar un problema su llegada. Los cambios conllevan una etapa de adaptación a la
nueva reorganización, esto exigirá un tiempo de adaptación. Se ha de intentar mantener al
adolescente al margen de los conflictos y discusiones que puedan surgir en este periodo.
Se le ha de transmitir seguridad en todo momento, haciéndole saber que siempre puede
contar con el apoyo de sus padres y que su amor es incondicional, que pase lo que pase
nunca le van a dejar de querer.
Suspende en el colegio
Marcos es un niño de 12 años de edad. Desde que comenzó el segundo ciclo de Primaria suspende
prácticamente todas las asignaturas. En los últimos años los padres han optado por ponerle un
profesor particular que acude todas las tardes a su casa con el fin de ayudarle a hacer todos los
ejercicios y preparar los exámenes.
Voz de los padres
“Estamos cansados de que suspenda, ya no sabemos qué hacer. Antes nos poníamos con
él a hacer los deberes, pero siempre acabábamos discutiendo y la vida en casa era
insoportable. La hora de los deberes era una lucha. Ahora tiene que estar dependiendo de
las clases particulares del profesor; si no, él no hace nada; a veces parece que pasa de
todo; es una desesperación. Hay que estar supervisando todos los días que lleve a casa
apuntados los deberes y que los haga, y ya no tiene 6 años, es hora de que poco a poco
132
sea responsable. Cuando tiene exámenes estudia del libro el último día y sólo si nos
ponemos con él, como se nos ocurra dejarle cinco minutos a él solo se levanta una y otra
vez con cualquier excusa.”
Voz del niño
“Siempre suspendo todas las asignaturas, así que estoy castigado. Me da igual estar
castigado. Siempre estoy castigado. Me da igual aprobar o no. Es un rollo estudiar, ¿por
qué tengo que hacer deberes todos los días?, ya trabajo en clase. Además, me da igual lo
que haga porque de todas formas voy a estar castigado, aunque no sé con qué me van a
castigar la próxima vez porque no tengo de nada. Da igual lo que haga, ya no tienen con
qué castigarme.”
Pautas de actuación
Los padres, ante el fracaso escolar, tienden a buscar un profesor particular. A veces esta
solución lleva a los niños a hacerse cómodos, ya que en ocasiones no aprenden el modo
de estudiar, sino que delegan su responsabilidad en el otro. Se comportan de manera
pasiva en el estudio en detrimento de su motivación por el estudio en sí. Los profesores
particulares son útiles siempre y cuando enseñen a estudiar razonando los conceptos y
ayuden al niño a estructurar los aprendizajes mediante técnicas de estudio.
En otras ocasiones, ante los suspensos repetidos y los olvidos en los deberes, pero
tienden a llevar a cabo castigos. Éstos al principio parecen surtir efecto, pero el niño
vuelve a suspender en muchas ocasiones o a olvidar los ejercicios, lo que en ocasiones
conduce a una cadena de castigos continuados difíciles de mantener. Ante estos castigos
mantenidos el adolescente se desmotiva y acaba por no afectarle el castigo, ya que
siempre está castigado y nadie reconoce sus pequeños avances, que son considerados
dentro de la normalidad. Sin darse cuenta entra en un círculo de conflictos y pasotismo
del que es incapaz de salir. Realmente no quiere continuar en este círculo pero no sabe
cómo salir de él. No quiere mostrar al adulto de manera explícita que está equivocado, lo
que le lleva a provocar al adulto para conseguir no tener que ser él el que tome la
responsabilidad. La familia entra en un círculo vicioso donde los padres le regañan
constantemente y le castigan, consiguiendo así que el adolescente se ponga a la defensiva
y no sepa cómo salir de la situación.
Las causas del fracaso escolar suelen ser múltiples, puede llevar de manera implícita
algún componente de dificultad académica, como en los casos de niños con dislexia,
déficit de atención, hiperactividad o discalculia; o simplemente puede ser por una falta de
motivación, de hábitos de estudio, una baja autoestima o demasiadas presiones por parte
del entorno. Muchísimas variables han de ser valoradas si queremos establecer las
causas. A veces se puede confundir una falta de motivación con un problema de
133
atención, que conduce en estos casos a tomar unas medidas que no son acordes con la
necesidad del estudiante.
Pero lo que suele fallar en casi todos los casos comentados anteriormente son unas
escasas técnicas de estudio. Éstas le ayudan a ser más eficaz con menos tiempo y menos
esfuerzo.
Se debe enseñar y fomentar en los hijos:
– Tomar apuntes en clase intentando hacer buena letra para entender después lo
que se ha escrito. Para ello se seguirán unas pequeñas pautas que facilitarán el
trabajo:
• Debe empezar en una hoja nueva por cada asignatura.
• Deberá dejar márgenes amplios a ambos lados del folio para poder hacer
anotaciones posteriormente.
• Los títulos deben ir destacados del resto, así como los ejemplos.
• Debe tomar los apuntes lo más limpios posible para luego no tener que
pasarlos a limpio, así ahorrará tiempo.
• Debe enumerar los folios de los apuntes.
• Debe revisar los apuntes al acabar la clase. Así, podrá completar datos que no
tomó con algún compañero o si no podrá preguntarle al profesor.
– En casa:
• Se realizará una primera lectura del texto de manera rápida para ver de qué
trata. Se elaborará una frase con la idea principal.
• A continuación, se realizará una segunda lectura, subrayando las ideas más
importantes que después debemos estudiarnos. A la vez, se anotarán las
palabras que no entienda para buscarlas posteriormente en el diccionario.
• Se realizará un esquema-resumen de lo que acabamos de subrayar. El
esquema servirá para facilitar el estudio y posterior recuerdo antes del
examen y para concretar las ideas del tema, le ayudará a tener una idea
general del tema y cómo se estructura, lo que facilitará el recuerdo del
material aprendido.
Aunque al principio pueda parecer mucho trabajo, al final, se ahorra
mucho tiempo.
– Al estudiar debe subrayar las palabras clave del esquema-resumen hecho, que
será de gran ayuda al repasar lo estudiado.
134
– Tiene que tomar notas de dudas que le hayan podido surgir para poder
preguntárselas al profesor en la siguiente clase.
– Se debe animar al niño a que se autofelicite por el trabajo bien hecho. Al fin y al
cabo, ¡se lo ha merecido!
Hacer un esquema diario de una de las asignaturas facilitará la estructuración de los conocimientos y
mejorará el aprendizaje. Todo ello hará que a la hora de estudiar para los exámenes todo sea mucho más
sencillo.
Preguntas y respuestas
Ana ha sido derivada a consulta por un posible problema atencional. La orientadora del colegio la
remite debido a sus dificultades para concentrarse en la tarea y su facilidad para distraerse en
clase. Su profesora nos comenta que aunque éste trabajando en la tarea a veces contesta a
preguntas que no van dirigidas a ella. Su mayor dificultad académica ha sido siempre la
comprensión tanto de problemas matemáticos como de lectura de textos, así como la redacción,
donde cuenta las ideas que se le vienen a la cabeza sin ningún orden y queda inconexa. A veces
llega a perder la idea original sobre lo que había empezado a escribir, es capaz de comenzar a
redactar sobre las amapolas y terminar poniendo lo que hizo ayer por la tarde con las amigas.
Muchos síndromes o problemas en un primer momento pueden confundirse con un
déficit de atención. En el caso de Ana, después de una evaluación exhaustiva se
detectaron importantes dificultades en la planificación y organización de la información,
esto corresponde a un síndrome frontal, donde la capacidad de control y planificación de
los lóbulos frontales se encuentra afectada, lo que la lleva a actuar y trabajar sin una
previa planificación que es indispensable en la resolución de ciertos problemas como los
matemáticos. Además, en la resolución de un problema tiende a perseverar sobre una
misma respuesta errónea más de lo que cualquier chica de su edad haría. Esto la hace ser
altamente ineficaz en llevar a cabo tareas con éxito.
•••••
La madre de Miguel está muy preocupada por el futuro laboral de su hijo, porque al tener déficit de
atención no sabe en qué tipo de trabajos podrá adecuarse para obtener unos buenos resultados
laborales. Es un niño muy despistado, que incluso se pierde en las conversaciones o viendo una
película en el cine, por lo que tiene miedo a que el día de mañana, cuando encuentre un trabajo, su
falta de atención le lleve a cometer errores o a no enterarse de lo que se habla en las reuniones
que pueda tener.
Otros factores pueden ser más importantes a la hora de determinar una exitosa
carrera laboral, como una correspondencia entre sus aptitudes y el trabajo que
desempeña. Es importante conocer así los puntos fuertes y débiles de cada uno con el fin
de elegir un trabajo que se adapte lo mejor posible a nosotros y así poder demostrar todo
nuestro potencial. Hay personas más verbales, tienen un mayor índice de inteligencia
135
verbal y otras más visuales, que rinden mejor con los razonamientos abstractos y con
figuras visuales; esto es un factor que se debe tener en cuenta para elegir entre una
carrera de periodismo y una de arquitectura. Pero sí es verdad que una persona con
déficit de atención es probable que rinda mejor en tareas más creativas y peor en las
administrativas, donde es más probable que cometa errores. Otro factor es la motivación,
porque no sirve de nada que el niño tenga unas buenas aptitudes para una profesión si
luego no le gustan las actividades que va a desarrollar: para ser enfermero o médico, no
te tienes que marear al ver sangre y te tiene que gustar el trato con los pacientes.
Lo más importante es realizar un informe psicológico que determine para qué áreas
laborales el niño tiene más competencias, lo que repercutirá en una mayor probabilidad
de éxito laboral.
Durante nuestra experiencia como psicólogas, hemos encontrado padres de niños
que acuden a la consulta, que actualmente son personas importantes de reconocido
prestigio o famosos artistas, con un claro déficit de atención con hiperactividad
probablemente no diagnosticado. En estos casos, como podemos observar, una aparente
desventaja a la larga y para ciertas profesiones, se ha convertido en una clara ventaja
frente a sus compañeros de trabajo.
136
8
El niño de 15 a 18 años
Introducción
Estas edades comprenden la segunda etapa de la adolescencia en la que, poco a poco, el
adolescente va integrando su nueva imagen corporal, así como su nuevo rol social.
Necesita encontrarse a sí mismo y reflexionar, para lo cual lleva a cabo una búsqueda de
identidad propia a la que se añade un deseo de estar un tiempo a solas para llevar a cabo
dicha reflexión. Por otro lado, necesita diferenciarse de sus padres para así abandonar al
niño que era. Es en este rango de edad cuando el grupo de iguales adquiere una
relevancia máxima y es muy importante la pertenencia a un grupo porque gracias a ésta
podrán:
– Aprender a manejar su conducta e interacción social.
– Compartir sus sentimientos y preocupaciones.
– Adquirir las destrezas e intereses propios de la edad y compartirlos.
Las relaciones con los iguales durante la adolescencia le sirven como base de sus
relaciones adultas futuras; el adolescente que no aprende a relacionarse de manera
adaptativa con su grupo de iguales se encontrará con obstáculos que le harán más
difíciles las interacciones sociales futuras y la adaptación a éstas.
El adolescente tiende a asumir los valores de su grupo de iguales, lo que lleva a
aumentar la distancia entre los padres y el adolescente, tomando este último sus
decisiones en función de lo que piensan sus iguales.
Comienza a alejarse de sus padres y tiene en cuenta más a su grupo de iguales, los
cuales repercutirán enormemente en su toma de decisiones. Todo lo anterior le va a
137
llevar a hacerse cambios de imagen drásticos y a variar su forma de pensar; para así
sentirse más cerca de su grupo, produciendo en el entorno familiar algunos temas de
conflicto.
El papel de los padres resulta imprescindible para la educación de los hijos, y es de
suma importancia también en la adolescencia. Los cambios que comporta esta etapa
adentran a los jóvenes en su mundo interior huyendo del mundo adulto, para ellos
frustrante, en el que no encuentran su rol. Entran en competencia con los padres, se
muestran agresivos y críticos, e imaginan soluciones idealizadas para el problema de la
búsqueda de su libertad. Quieren autonomía e independencia, para así encontrar su lugar
en la sociedad y diferenciarse de los padres.
El grupo de iguales les proporciona seguridad y confianza, pero a veces les lleva a
adoptar comportamientos que les enfrentan con sus padres. Los conflictos típicos que
surgen en esta etapa se reducen favoreciendo la autonomía y la responsabilidad y
fomentando el acuerdo entre las dos partes.
La comunicación entre padres e hijos resulta difícil porque, en ocasiones, los
primeros desautorizan a los segundos, sin analizar las causas de las demandas de éstos,
sin escuchar a la otra parte y sin tener en cuenta sus argumentos. En esta etapa es muy
importante el guiar a los hijos en su crecimiento, pero no de una manera autoritaria, sino
razonando el porqué, dándoles su autonomía y sobre todo reflejando sentimientos
mostrados en ese momento por ambas partes.
Junto con todos los cambios psicológicos se producen unos cambios físicos, como
aumento de la musculatura y variaciones hormonales importantes, que le llevan a una
mayor atracción por las actividades de riesgo, así como a probar los límites. Es una etapa
de búsqueda de sensaciones constantes; empiezan a abrirse al mundo y ansían conocer,
saber y experimentar.
Todos estos cambios hacen que los padres puedan entrar en conflicto con ellos por
muchas razones, pero es muy importante no olvidar que todos los comportamientos
mostrados en la adolescencia son respuesta a todos los cambios que experimentan, y no
por el deseo de llevar la contraria. Aunque con su actitud demuestren un oposicionismo a
las reglas, en realidad necesitan los límites incluso más que nunca, ya que no saben
quiénes son ni dónde van, y aunque se quejen continuamente de los padres, les
necesitan. El adolescente quiere romper con la imagen de niño y crear una de adulto,
pero tiene que tomar muchas decisiones y enfrentarse a muchas situaciones desconocidas
él solo, quiere tomar él mismo las decisiones, pero está asustado y necesita la ayuda de
sus padres. Actúa bajo una contradicción, por un lado quiere distanciarse de ellos, pero
por otro lado los necesita, expresará esta dicotomía a través de conductas disruptivas por
las que demandará ayuda, todo ello será percibido por los padres como una provocación
ante la cual impondrán sus criterios y tomarán la decisión por él. El adolescente tiene
sentimientos contrapuestos, por un lado siente necesidad de libertad y de probar cosas
138
nuevas, pero por otro lado tiene miedo porque no sabe cómo enfrentarse a ello. Pero este
temor lo va a expresar de manera explícita pocas veces, incluso ninguna; es mediante la
provocación como consigue que sea el adulto el que tome la decisión por él. Lo que
molesta al adolescente no son tanto los límites, sino el modo en el que sus padres se los
imponen, por esto ante la actitud agresiva de los padres, el adolescente se niega a seguir
lo que éstos dicen aunque esté de acuerdo con lo que le planteen. Los padres deben
establecer hasta dónde puede llegar a través del diálogo y del razonamiento, hay que
empezar a ser más flexibles, pero con un límite.
A la hora de guiar al adolescente es muy importante hacerle partícipe de las
decisiones, no imponérselas; y sobre todo el hecho de reflejarle, en este diálogo mutuo,
que comprendemos sus dudas y preocupaciones. Para todo ello es muy importante no
usar mensajes acusatorios y cambiarlos por preguntas con reflejos de sentimientos; en
lugar de “Siempre llegas tarde” es mejor decir “¿Qué te ha pasado, estaba muy
preocupada, por qué has llegado hoy tarde?”.
A nivel cognitivo su cerebro está totalmente desarrollado, su pensamiento es más
eficaz, lo que les permite planificar el futuro tanto a nivel académico como de su propia
vida. Su capacidad para poder dividir sus objetivos en pequeñas metas que debe
conseguir, les permite alcanzarlos con mayor facilidad aunque sean establecidos a largo
plazo. Las funciones ejecutivas del cerebro avanzan mucho durante la adolescencia,
consiguiendo buscar argumentos y organizarlos para defender sus opiniones así como
poder prever la conducta del otro y anticiparse para así cambiar las estrategias en función
de éstas.
No reflexiona al actuar
Ainhoa acaba de cumplir 17 años, sus padres se quejan de que hace todo sin pensar. En el colegio
tiene dificultades para hacer amigos entre sus compañeros, pues siempre está metida en todos los
follones que se presentan. Ha tenido varios enfrentamientos con chicas de su clase. Ella dice todo lo
que quiere en el momento, sin pensar; suelta lo primero que le viene a la cabeza.
Voz de los padres
“No sabe relacionarse con los niños de su edad. Siempre quiere tener razón y lleva todo
a los extremos, todo lo que pasa lo ve como muy positivo o muy negativo, para ella no
existe un punto intermedio. La verdad es que sí sabe hacer amigos, pero no sabe
mantenerlos. Todos creen que tiene mal corazón, pero a veces no puede evitarlo.”
Voz del niño
139
“A veces, no sé cómo, pero acabo chillando a mis amigas. No tienen razón, nadie me
entiende. En ocasiones, cuando discuto con ellas no puedo evitar decir todo lo que se me
viene a la cabeza, luego me arrepiento mucho pues sé que a veces digo cosas que pueden
hacer mucho daño pero en el momento no puedo aguantarme”.
Pautas de actuación
La impulsividad cognitiva que presentan los adolescentes constituye una falta de control
que les lleva a decir sin pensar lo primero que se les pasa por la cabeza y no piensan en
las consecuencias, lo que les lleva después a arrepentirse de sus actos. Esto puede afectar
a sus relaciones sociales, resultados académicos o relaciones familiares, a todos los
aspectos relacionados con él.
La impulsividad cognitiva conlleva una reducción del tiempo necesario para
responder a lo que se solicita. Las personas que la presentan no reflexionan ni analizan la
respuesta; de este modo, se equivocan muchas veces, ya que no piensan antes de actuar
sino que llevan a cabo lo primero que les viene a la cabeza sin valorar la eficacia o
adecuación de dicha conducta.
En diversos experimentos se ha observado cómo este tipo de personas, en una tarea
en la que deben pulsar un botón cuando aparece un 9 delante de un 6, se precipitan y,
antes de ver el 6 y nada más ver el 9, pulsan el botón y después se les oye arrepentirse al
darse cuenta que no viene detrás el 6 como ellos esperaban. Este ejemplo es una medida
pura de impulsividad. Otro ejemplo en la vida cotidiana de un adolescente es el hecho de
interrumpir continuamente conversaciones, contestar antes de que se termine de formular
la pregunta o no poder esperar un turno en actividades diversas, desde una conversación
a un juego deportivo.
Los estilos cognitivos se refieren a cómo la persona elabora la información para dar
una respuesta, es decir, de qué manera la persona contesta a una tarea tras la captación
de las instrucciones y la elaboración de las mismas. Dentro de los estilos cognitivos nos
movemos en un continuo en el que en uno de los extremos se encuentra la reflexividad y
en el otro la impulsividad. Que un estilo de respuesta esté más cercano a uno u otro polo
del continuo viene determinado por dos variables: la latencia de respuesta, que es el
tiempo que tarda la persona en analizar la información para contestar, a más tiempo
empleado en realizar la tarea en nuestra cabeza, se acercará más al polo reflexivo; y la
precisión, que es la cantidad de aciertos y de errores que cometemos valorando todas las
respuestas dadas.
Los sujetos impulsivos analizan los estímulos de manera superficial, sin prestar
atención, analizándolos de forma inadecuada, lo que les lleva a cometer más errores.
Estos datos están relacionados con el rendimiento académico, el alumno que tiende a la
reflexividad suele tener mejores notas, prestará más atención, tendrá un mayor
140
autocontrol y una mejor capacidad para resolver los problemas.
Un alumno impulsivo es un adolescente creativo, con muchas ideas, son aquellos
compañeros con quienes el tiempo discurre de manera divertida, son definidos como
elocuentes, por lo que si su impulsividad no afecta de manera significativa a su
rendimiento escolar y además tiene unas capacidades medias-altas puede pasar
desapercibido.
Como siempre ambos extremos no son buenos, lo óptimo sería algo intermedio. Un
adolescente extremadamente reflexivo tarda mucho tiempo en realizar las tareas, en
solucionar los problemas, en ocasiones se queda ensimismado pensando en sus
preocupaciones o en detalles insignificantes, además suelen ser adolescentes que tienden
a la ansiedad al estar siempre analizando todas las posibles consecuencias. Mientras que
un adolescente extremadamente impulsivo dispone de muchas ideas, pero sin organizar, y
tampoco sabe sacar provecho de ellas al tener dificultad para distinguir cuáles son las
mejores y las más oportunas en el momento adecuado, no evalúa las consecuencias
futuras.
Cuadro 8.1. Estilos de respuesta del reflexivo-impulsivo
Existen cuatro tipos de personas en función de los datos obtenidos en el cuadro:
– Personas ineficaces: son lentas en su tiempo de respuesta y cometen muchos
errores.
– Personas impulsivas: son rápidas en el tiempo de respuesta y cometen numerosos
errores.
– Personas reflexivas: tardan mucho en dar la respuesta y cometen muy pocos
errores.
– Personas eficaces: consiguen un equilibrio entre el tiempo de respuesta y los
errores.
Proponemos unas pautas específicas para aumentar el tiempo de reflexión, y así
141
evitar de este modo la respuesta impulsiva:
– Cuando haga una tarea en casa se establecerán los tiempos adecuados para
realizarla y, una vez decididos, el adolescente deberá respetarlos dedicando el
tiempo estipulado. En estos casos debemos felicitarle no por el trabajo bien
realizado, sino por haber sabido respetar el tiempo.
– Ante una situación de conflicto, se saldrá fisicamente de ella y escribirá en una
hoja todo lo que le hubiera gustado decir en ese momento o todo lo que hubiera
hecho. Al día siguiente deberá leerlo y escribirá a continuación las
consecuencias tanto positivas como negativas de haber actuado tal y como lo
habría hecho.
– En las situaciones sociales, antes de responder a una pregunta, puede usar una
estrategia que, primero, le recuerde que ha de reflexionar y, segundo, le ayude a
organizar lo que va a decir. Para ello deberá dar un golpecito por segundo con
cada dedo de la mano sobre su pierna, antes de contestar. Aquí se le podrá
reforzar por haber dado una mejor respuesta.
– Otra estrategia consiste en esperar a tener dos ideas y después elegir la más
adecuada. No se podrá responder antes de no haber tenido las dos.
Proponemos una pauta específica para disminuir el número de errores y así mejorar
la eficacia en tareas de discriminación visual:
– En tareas de discriminación visual, se descompondrá una figura en la que se ha
de de buscar diferencias en cuatro cuadrantes, se empezará a explorar el área
del cuadrante ubicado en la parte superior izquierda y posteriormente se pasará
al de la derecha, el movimiento de los ojos ha de realizarse en el sentido de las
agujas del reloj, pues este tipo de rastreo visual favorece la eficacia en este tipo
de tareas.
142
Figura 8.1. Búsqueda visual.
No comprende lo que lee
Nayara acaba de cumplir 16 años y la profesora ha llamado a sus padres porque parece no enterarse
de nada. En los exámenes de matemáticas siempre suspende por los problemas, es muy buena en
cálculo, pero nunca acierta qué operación hacer. Cuando iba a Primaria los profesores en un
principio creían que tenía un problema de atención, pero tras hacerle pruebas lo descartaron.
Voz de los padres
“Estudia mucho y es muy trabajadora, pero le cuesta aprenderse las cosas, tarda mucho
tiempo. Cuando me pongo a estudiar con ella y se lo explico con esquemas parece que se
entera un poco más. Yo creo que tarda mucho en estudiar porque lee muy despacio,
cuando era pequeña le costó mucho aprender a leer y a veces cambiaba las letras, pero
con el tiempo se le pasó.”
Voz del niño
“No me gusta que me regalen libros, pues no me entretienen. He intetado leer el último
libro que me regalaron en mi cumpleaños varios días, pero me aburre. Cuando voy por la
tercera página me doy cuenta de que no me acuerdo de lo que ponía en las anteriores,
143
entonces tengo que empezar a leer desde el principio para poder enterarme.”
Es muy frustrante tener que leer varias veces la misma página para poder enterarse
de algo. Así a nadie le gustaría leer, ni le resultaría divertido o entretenido. El rato de ocio
es para divertirse y los libros son un instrumento para ello, pero pueden convertirse en
algo evitable en el caso de no comprender lo que se lee y tener dificultades de
concentración o de leer demasiado lento.
Pautas de actuación
En ocasiones, los problemas en el aprendizaje de la lectura o la mala automatización del
proceso lector dificultan adquisiciones posteriores. Estas desventajas a veces no se
perciben de manera llamativa, por lo que se detectan demasiado tarde. Es muy
importante que en el ambiente familiar se fomente el hábito de la lectura ya que es la
base de los aprendizajes escolares.
Para leer de manera adecuada es necesario prestar atención durante determinado
tiempo y saber discriminar las diferencias gráficas entre unas letras y otras. Por todo ello,
el proceso de la atención es muy importante en esta tarea. Existen también otros
mecanismos imprescindibles para que la lectura sea adecuada y con ello se favorezca el
que pueda llegar a resultar placentera, como son:
– Velocidad lectora. Un buen lector ha de tener automatizado el proceso. A la hora
de leer podemos utilizar dos vías: una silábica, que solemos usar cuando
estamos aprendiendo a leer o hace poco que aprendimos, en la que tenemos que
pasar del símbolo gráfico a lo verbal descifrando símbolo por símbolo y uniendo
los sonidos, leyendo sílaba a sílaba, lo que nos lleva mucho tiempo, y otra
global en la que percibimos la palabra en su conjunto y la identificamos en
nuestro léxico, es decir, en nuestro “diccionario mental” elaborado con el
historial de aprendizajes. A través de la automatización del proceso lector vamos
elaborando nuestro propio diccionario mental gracias al cual mejoraremos
nuestra velocidad, ya que al ver la palabra la identificaremos de manera
automática. Aquellos que no tienen automatizado el proceso lector tienen una
velocidad lenta y leen de manera silábica, lo que les lleva a saturar la memoria
de elementos así como a utilizar muchos procesos cognitivos en el
desciframiento. Todo ello ocasiona que no tengan ni espacio en la memoria ni
recursos cognitivos para relacionar las ideas leídas y comprender lo que han
leído.
– Comprensión lectora. Comprender significa abstraer la información del texto y
relacionarla con experiencias previas y con las ideas leídas previamente. Para
llevar a cabo este proceso, se necesitan recursos cognitivos, los cuales quedarán
libres si tenemos automatizado el proceso lector.
144
Se debe consultar a un especialista si observamos que nuestro hijo:
– No pide que le compremos libros o no los compra.
– No muestra interés por escribir y evita todo lo que esté relacionado con esto.
– Le cuesta ordenar historias de forma temporal, qué ocurre antes y qué ocurre
después.
– Lee muy rápido o por el contrario demasiado lento.
– Le cuesta entender lo leído.
– Cuando lee en voz alta se inventa palabras.
– No puede hacer sus deberes o estudiar de forma autónoma.
– Le cuesta concentrarse en una actividad concreta.
– A partir de una escena, le cuesta significativamente inventarse una historia.
Se propone a continuación un ejercicio para mejorar la velocidad lectora:
– Con el fin de mejorar la velocidad lectora de nuestro hijo, es decir, que lea más
cantidad de palabras o textos más largos en menos tiempo, escogeremos un
texto sencillo y corto, que deberá leer varias veces seguidas y durante algunos
días. Se irá registrando el tiempo que tarda; para ello se le pedirá que vuelva a
leerlo y que intente mejorar el tiempo anterior empleado. Se pueden ir
registrando los tiempos en un gráfico donde el niño pueda ver sus progresos.
– Puede fijar la mirada cada dos o tres palabras con el fin de ir aumentando su
campo de visión. Para ello subrayaremos una palabra cada dos o tres, con el fin
de que fije su atención en las mismas y/o pondremos un punto sobre dicha
palabra. Con menos golpes de vista para leer un texto, se lee más rápido y se
tienen más recursos cognitivos para llevar a cabo la comprensión.
– Es importante que el niño tenga una adecuada velocidad lectora ya que, como se
ha planteado en otras ocasiones, ningún extremo es bueno. Para ello haremos
que ante las comas y puntos y seguido cuente uno mentalmente y ante los
puntos y aparte y finales cuente hasta dos. Una excesiva rapidez lectora le
llevaría a un detrimento de su comprensión, de este modo no le daría tiempo a
asimilar los conceptos leídos.
Para mejorar la comprensión lectora:
– Antes es fundamental tener una buena velocidad lectora, ni demasiado lenta, ni
demasiado rápida. Se recomienda empezar leyendo textos pequeños y de poca
complejidad, para luego ir pasando a otros de dificultad creciente. Según se va
leyendo el texto, se irá parando en los puntos, y se realizarán pausas para
145
intentar relacionar lo leído con algo que nos haya pasado antes, o para imaginar
la escena que el texto acaba de narrar.
– También se le debe enseñar a distinguir las ideas importantes del texto, para ello
puede subrayar lo que le parezca más importante. Se le puede ayudar
preguntándole: “¿de qué trata el párrafo?”, “¿dónde pasó?”, “¿cuándo?” o “¿por
qué?”.
Si se quiere que los hijos lean, nos tienen que ver leer.
No para de hablar
Ana tiene 18 años de edad. Es una chica que no para de hablar, a veces habla tanto que las personas
llegan a evitarla. Tiene pocos amigos, muy escogidos por ella, pero los que tiene son muy buenos.
Otra conducta típica en ella es que no para de morderse las uñas.
Voz de los padres
“Siempre ha sido una niña extravertida y más o menos habladora, pero últimamente no
para de hablar. Es algo exagerado, a veces hasta le llamamos pesada, pero la da igual, ella
no se calla. Habla tanto que la gente le ha llegado a decir que parece que tiene la lengua
hiperactiva.”
Voz del niño
“Es cierto que la gente me dice que no paro de hablar, pero no creo que sea para tanto.
No puedo evitarlo, no paro de dar vueltas a las ideas que tengo en la cabeza. Y necesito
decirlas porque me parece que son interesantes. Me gusta hablar.”
Pautas de actuación
A veces se da por hecho y se tiende a justificar algunos de los comportamientos de los
adolescentes y de los que nos rodean. Se atribuyen a que es su forma de actuar y forma
parte de su personalidad. Se piensa que como es así no se puede hacer nada para que
cambie. De esta forma permitimos que siga haciéndolo y le justificamos; todo ello
refuerza este comportamiento y hará que se repita con más probabilidad.
Los adolescentes, al igual que los adultos, pasan por momentos de una menor
estabilidad emocional, hay ocasiones en los que una preocupación excesiva, bien por una
causa o por muchas, pueden derivar en una falta de concentración, inquietud motora,
irritabilidad, fatiga o alteraciones del sueño. Lo que queda claro es que estas
146
preocupaciones pueden afectar a las capacidades reales que el adolescente posee, y
suponer un deterioro de las mismas.
Las preocupaciones son típicas en la adolescencia, debido a las situaciones nuevas a
las que el adolescente se enfrenta, lo que le lleva muchas veces a actuar de formas
diversas que van desde el aislamiento a conductas agresivas y negativas. Todo ello
repercute en su rendimiento escolar y muchas veces es confundido con otros problemas
como una dejadez por los estudios, negativismo, rebeldía o problemas de atención; pero
puede deberse a otras muchas causas entre las cuales las más difíciles de identificar son
las preocupaciones. El hecho de que el adolescente tenga un gran número de
preocupaciones y que éstas afecten a su vida diaria es difícil de evitar. Una sugerencia
práctica es potenciar siempre la comunicación con los hijos, así como hacerles ver que
pueden contar con nosotros. Para ello es útil seguir las pautas que se enumeran a
continuación, mediante las cuales se favorecerá que el adolescente no perciba al adulto
como alguien extraño que no muestra interés por sus preocupaciones ni tiene en cuenta
su opinión:
– Ponerse en su lugar. Hay que dejar de pensar que el punto de vista del adulto es
el único válido. Los adolescentes tienen sus ideas y es muy importante
demostrarles que las tenemos en cuenta; si no, se favorecerá una falta de
comunicación y una sensación de falta de apoyo en el adolescente. Si percibe
que su opinión se tiene en cuenta, tendrá mas ganas de participar en la vida
familiar.
– Establecer normas reales y consensuadas. Se ha de tener en cuenta que ya no
son niños. Las imposiciones a la fuerza nunca funcionan y mucho menos
durante la adolescencia, sino que consiguen el efecto contrario al que buscamos.
Para establecer una norma con el adolescente se debe negociar con él y llegar a
un acuerdo en el que ambas partes tengan su responsabilidad.
– No invadir la intimidad del adolescente de manera brusca. Para los adolescentes
es muy importante su privacidad, ya que es en ella en la que muestran sus
preocupaciones y dudas. Los adultos, por miedo a que les pase algo, la invaden,
lo que produce que lleven a cabo conductas peligrosas para llevar la contraria.
En el caso de que se sospeche de alguna conducta peligrosa, previamente se
deberá hablar con el adolescente sobre el tema, antes de violar su intimidad de
manera brusca.
– No evitar hablar de ciertos temas. Los adolescentes se encuentran perdidos y no
saben a lo que se enfrentan. Los adultos, al ver que el adolescente muestra una
conducta negativa, tienden a no hablar de ciertos temas como las drogas o el
sexo, pero ellos necesitan más que nunca esa información.
– Favorecer el diálogo con ellos. Se evitarán los inacabables sermones y decirles
que tenemos la exclusividad de la verdad. El adulto, con la intención de que el
147
adolescente no sufra ni se equivoque, tiende a intentar que no cometa sus
mismos errores, pero lo hace a través de la imposición de su experiencia y no
mediante el diálogo. Es muy importante hacerle ver que le escuchamos y que
tenemos en cuenta sus sentimientos. Para ello se le dejará hablar y se le
escuchará. Mientras se le escucha es muy útil reflejar que entendemos lo que
siente, para ello se le puede expresar con nuestras palabras lo que creemos que
siente: “Entiendo que estés cansado y no te apetezca…”.
– Establecer un tiempo al día para escucharle y hablar de los temas que le gustan.
– Pedir perdón cuando sea necesario. Si lo hacemos, aprenderán a hacerlo.
Las preocupaciones son ideas o pensamientos negativos que acampan en nuestra
mente y nos hacen sentir mal, son automáticas, aparecen sin quererlo y luego son muy
difíciles de eliminar, a pesar de que hagamos grandes esfuerzos para que desaparezcan.
Estos esfuerzos voluntarios para no pensar suelen producir el efecto contrario. Las
consecuencias fisiológicas de estas preocupaciones son: palpitaciones, nerviosismo,
sensación de ahogo, dolores musculares, insomnio y/o cansancio.
La farmacología es útil en situaciones límites ya que elimina todos los síntomas
anteriores de manera inmediata, pero en el día a día o cuando se enfrente a otra situación
similar o estresante o ante cambios estacionales, estos síntomas reaparecerán.
Se vive en un mundo rápido donde estas sensaciones pasan desapercibidas;
convivimos con el estrés como si fuera parte de nuestra forma de ser, lo que lleva a que
estos síntomas se mantengan escondidos durante mucho tiempo y desemboquen a largo
plazo en problemas físicos y psicológicos.
La farmacología es útil para acabar con los síntomas de manera rápida pero
superficial, ya que no se aprende a controlarlos ni a equilibrarlos. Al igual que se aprende
a conducir un coche, lo que nos facilita enormemente la vida, es necesario adquirir
estrategias y mecanismos que nos ayuden a controlar o hacer desaparecer estos
pensamientos para acabar definitivamente con ellos.
Está diagnosticado de déficit de atención
Gonzalo tiene 17 años de edad. Es un adolescente que fue diagnosticado cuando tenía 11 años de
déficit de atención, estuvo tomando medicación durante cierto tiempo pero le recomendaron dejarla
debido a los efectos secundarios que le producía, como dificultades para conciliar el sueño y falta de
apetito, que también repercutían en sus estudios, al estar más cansado, y le hacían estar más
irritable. Lleva bastantes años acudiendo a pedagogos y academias que le ayudan en sus estudios.
Voz de los padres
148
“Estamos muy preocupados por sus estudios, este año está repitiendo y creemos que no
va a ser capaz de sacarlo adelante. En el colegio nos han comentado que no creen que
pase este año, pues su historia de fracasos en todos los años anteriores y su falta de
motivación en éste, teniendo en cuenta los apoyos extraescolares recibidos, hacen que les
parezca imposible que pueda aprobar.”
Después de varios años escolares con suspensos y pasando los cursos con muchas
dificultades, los padres llegan a un punto de desesperación donde ya no saben qué hacer.
Se encuentran perdidos y no saben qué decisiones han de seguir tomando. Durante los
años escolares todo parece estar claro, pero cuando encuentran que éstos se acercan a su
fin y que probablemente su hijo no obtendrá el título, un mar de preguntas se les pasa
por la cabeza como dónde va a ir sin los estudios mínimos, de qué va a poder trabajar o
qué podrá seguir estudiando. Esta situación les provoca una gran ansiedad y
preocupación.
Voz del niño
“No sé para qué tengo que acudir a otra consulta más. Estoy cansado de estar siempre
acudiendo a sitios para nada. Seguro que otra vez voy a realizar las mismas fichas para
trabajar la atención que no sirven para nada. Yo creo que con acudir sólo a la academia
en la que me ayudan a hacer los deberes y me hacen esquemas que luego me estudio es
suficiente. No va a valer para nada ir a otro sitio más.”
Es normal que el niño esté cansado de acudir a apoyos extraescolares que le
suponen un gran esfuerzo y donde no ven los resultados que esperan tanto él como sus
padres. Esta situación le produce una gran frustración y desesperanza. Por un lado
quisiera seguir estudiando con sus amigos y no quiere que le puedan cambiar en el
colegio a otro aula para alumnos con dificultades, pues esto le supone perder ciertas
amistades en clase, así como reconocer que no es un niño normal, lo que teme que
pueda afectar a la imagen que los demás tienen de él, sobre todo a su novia, que va a la
misma clase que él.
Pautas de actuación
En estos casos la actuación de los padres es difícil pues ya han probado de todo en los
años anteriores y no han conseguido encontrar los resultados deseados, al contrario, se
encuentran ante un fracaso escolar y un adolescente totalmente desmotivado en los
estudios. Estos niños suelen tener una actitud pasiva que espera a que los demás hagan lo
que ellos por sí solos deberían hacer. Son totalmente dependientes de la figura de un
profesor que les ayude a hacer sus deberes o los esquemas que más tarde estudiarán
juntos para el examen y así, la verdad, es imposible que encuentren una motivación real
para el estudio. Por otro lado ha encontrado en su etiqueta de “tener déficit de atención”
149
una postura de sujeto paciente que padece una disfunción que le impide ser como los
demás, esta postura le crea una actitud de inactividad hacia su propia conducta, creyendo
que él no puede hacer nada al respecto, es un sujeto resignado con lo que le pasa, y se
comporta como tal. Esta actitud empeora aún más su situación.
Lo primero que se debe hacer es cambiar su actitud de sujeto paciente; para ello,
evitaremos transmitirle con nuestras palabras este sentimiento, así como protegerle en
exceso. Le ayudaremos a tener una actitud activa y le empujaremos a hacer lo mismo
que los demás, y en caso de que se equivoque le ayudaremos a hacerlo de otra forma
más planificada para que no repita el error.
Sería conveniente poco a poco ir liberándole de todas las apoyos externos que tenga
y que le hacen ser dependiente de los demás, poco autónomo y le ayudan a crear una
idea de sí mismo de incapacidad. Para ello se le animará a que vaya haciendo primero las
tareas de poca dificultad él solo y se le reforzará verbalmente con elogios sus pequeños
progresos y esfuerzos. Después se le irán exigiendo tareas más difíciles también para él
solo.
Sólo si es autónomo conseguiremos que realmente encuentre la motivación
intrínseca para el estudio.
Debemos ayudarle con las herramientas necesarias. Si queremos que obtenga
lechugas, le daremos para labrar el campo un azadón, semillas y abono; pero no le
debemos dar las lechugas, pues así, si faltamos nosotros, no sabrá cómo obtenerlas él
solo.
Es importante ponernos desde un principio en las manos adecuadas de un buen
profesional con experiencia y con la formación necesaria para tratar este tipo de
dificultades. De lo contrario, la autoestima y la motivación, a lo largo de años de
acumulación de esfuerzos que no valieron para nada, los llevan a una actitud difícil de
cambiar que probablemente requerirá la intervención de un psicólogo.
No se entera de nada en clase
Ana tiene 16 años de edad y está repitiendo curso. Siempre ha tenido que dedicar muchas horas al
estudio, pero a pesar de ello siempre ha ido aprobando los cursos por los pelos y con muchos
esfuerzos. En clase dice que no se entera de nada de lo que explica el profesor y que muchas veces
cuando se pone a hablar con sus compañeros es para preguntarles por dónde van, qué ha dicho el
profesor o qué hay que hacer. Cuando los padres han ido a hablar con el tutor les ha dicho que
nunca toma apuntes, que parece que no tiene interés por nada y que ni siquiera subraya lo indicado
por los profesores.
Voz de los padres
150
“La verdad es que cuesta que se ponga a estudiar, pero se pone. Aunque por mucho que
estudie en casa, parece que no le vale para nada, pues luego en el examen casi siempre
suspende. Nosotros le preguntamos la lección antes del examen cuando estudia en casa y
se la sabe tal cual pone en el libro, podría decir hasta las comas, pero no sabemos qué le
puede pasar cuando llega al examen, si es que se pone nerviosa, no se entera de las
preguntas o no contesta aposta para llamar la atención.”
Voz del niño
“En clase no me entero de nada de lo que explica el profesor; intento atender, pero me
pierdo. Entonces me aburro y me pongo a dibujar grafitis en el cuaderno para pasar el
rato o escribo cartas a mis amigas. Creo que este curso no lo voy a pasar, es imposible.
No valgo para estudiar. Me tiro muchas horas estudiando y no me sirve para nada,
siempre acabo suspendiendo.”
Las personas, cuando no ven una correlación entre los esfuerzos puestos y los
resultados obtenidos, se frustran y se desmotivan ante sus objetivos. Es importante
averiguar la causa de este desajuste con el fin de que no siga ocurriendo.
Pautas de actuación
Los resultados finales académicos están determinados por múltiples factores, además de
por las capacidades y aptitudes personales como son la forma de estudiar o la manera en
la que el adolescente se enfrenta a un examen. En el caso de los adolescentes que han ido
pasando curso tras curso por los pelos, los conocimientos que han adquirido han sido
asimilados de manera superficial debido a que se han aprendido a última hora, lo que no
facilita una elaboración del material adquirido y hace que se les olvide fácilmente
repercutiendo en la adquisición de los conocimientos posteriores, así como en los
esquemas de aprendizaje.
Una de las consecuencias a largo plazo de un déficit de atención no diagnosticado a
tiempo es el deterioro en el rendimiento escolar que a veces acaba en un fracaso escolar,
ya que en estos casos el niño o adolescente va acumulando conocimiento adquirido de
manera superficial a lo que se le unen ciertas lagunas de conceptos en todas las materias.
Todo ello lleva a que en cierto momento no pueda avanzar a nivel escolar ya que el
aprendizaje de unos conceptos depende de haber adquirido otros previos que forman la
base. De este modo nos encontramos con adolescentes que carecen de la base necesaria
para adquirir nuevos conocimientos, lo cual, sumado a la carencia de hábitos y técnicas
de estudio, hace que repitan consecutivamente los cursos, aunque ésa no es la solución al
problema ya que le siguen faltando conceptos previos básicos imprescindibles y
necesarios para un adecuado desarrollo escolar.
151
En ocasiones las dificultades en el rendimiento se ven influidas por el hecho de que
el adolescente tiene un vocabulario inferior al de sus compañeros, lo que dificulta la
expresión de lo aprendido y la elaboración del conocimiento para su posterior almacén y
recuperación.
El adolescente con dificultades en su retentiva y con una falta de vocabulario suele
desarrollar más su memoria visual o verbal inmediata al haber tomado como estrategia
estudiar grandes cantidades de información el día antes del examen. El hecho de estudiar
de este modo le lleva a no elaborar ni sintetizar los conocimientos que tiene que asimilar
y memorizar, por lo que no los transfiere a la memoria a largo plazo, lo que provoca que
nada más acabar el examen lo olvide y queden lagunas en la base de sus conocimientos.
En algunos casos su capacidad de razonamiento verbal es escasa, debido en parte a su
bajo nivel de vocabulario, lo que le lleva a no comprender lo que lee o lo que el texto le
quiere decir. Si se le pregunta lo que acaba de estudiar con otras palabras o sobre algo
que no venga expresado de forma literal en el texto, es probable que no sepa contestar y
que insista en que eso que se le pregunta no viene en el libro, ya que él ha memorizado
visualmente lo estudiado y no lo ha elaborado ni razonado.
Para conseguir la adquisición óptima del conocimiento nuevo en el estudio se ha de
ir asimilando lo que se lee y elaborando la información con otros conocimientos ya
aprendidos y de su propia experiencia. Este proceso no sólo requiere de la comprensión
lectora, si no también de extraer las ideas importantes e integrarlas con material de la
memoria a largo plazo almacenado previamente. De este modo se va formando el
conocimiento y el saber.
Es muy importante establecer un adecuado hábito de estudio desde edades
tempranas, basado en el cumplimiento de un horario diario; de este modo no se dejará la
materia para el último día antes del examen y se evitará que se estudie todo mediante la
memoria fotográfica. Además del hábito de estudio es muy importante que el adolescente
o niño relacione lo que está estudiando con otro conocimiento que haya adquirido
previamente, para lo cual en lugar de preguntarle la lección de manera literal podremos
decirle que nos cuente lo que recuerde o lo que ha entendido, que nos lo explique; le
haremos preguntas y se lo relacionaremos con nuestra vida diaria. Un buen coloquio
favorece la elaboración el estudio.
Aprobar no es sólo pasar de curso, es adquirir conocimiento que después será útil
para poder adquirir nuevos aprendizajes y desenvolvernos en nuestra vida diaria. Tener
una base sólida y elaborada de conocimientos es un requisito importante para conseguir
una buena adaptación en la vida, lo cual facilitará la adquisición de nuevos aprendizajes.
Cuando un adolescente o niño muestra una dificultad o problema, hay que observar
su evolución así como llevar a cabo una búsqueda de las causas y de las posibles
soluciones, ya que la detección tardía de cualquier problema desemboca en una pérdida
de conocimientos y habilidades necesarias para un adecuado desarrollo.
152
Preguntas y respuestas
La madre de Carolina ha sido derivada a consulta por la orientadora del colegio debido a los
problemas que presenta su hija para atender y concentrarse. La profesora se queja de que, cuando
se le habla, no mira a los ojos y apenas a su interlocutor. Además siempre ha sido mala estudiante;
es una niña que casi no mira a la pizarra cuando la profesora está explicando el tema. Parece que
está abstraída en su mundo. Con dificultad ha ido superando todos los cursos, pero este año le han
recomendado que se cambie a un curso de Garantía Social dados sus resultados académicos y la
posible sospecha de un leve retraso cognitivo y problemas de atención.
Lo primero en este caso es valorar a la niña para ver sus aptitudes cognitivas. La
evaluación indica que tiene buenas capacidades cognitivas, así como una buena atención
sostenida o capacidad para concentrarse, lo que descartaría problemas de atención. Un
cuestionario de personalidad nos indica que la adolescente es retraída y dependiente, se
acomoda a todas las situaciones, no sabe explicar sus puntos de vista y no sabe
enfrentarse a situaciones nuevas, sino que prefiere huir de ellas. Todos estos datos nos
confirman una excesiva timidez y falta de habilidades sociales. Esta actitud y forma de
enfrentarse a las relaciones con otras personas la lleva a no mirar a los ojos, no como una
dificultad para mantener la atención, sino como muestra de sus dificultades sociales. Se
recomienda a la madre un curso de habilidades sociales, así como de inteligencia
emocional, donde aprenderá a relacionarse con los demás, a conocer sus emociones y
expresarlas.
•••••
Cuando mi hijo tenía 16 años, pasamos una temporada en que tenía muchos despistes y era muy
desordenado. Mostraba muchos cambios de humor y se negaba a seguir estudiando, decía que
estaba harto de suspender y que en el colegio le tenían manía. Sólo pensaba en salir con los amigos
y no se preocupaba por los estudios. La gente me decía que todo esto era normal por la
adolescencia, pero ahora tiene 18 años y ha ido a peor, se ha vuelto intratable. Tiene un carácter
muy difícil, no para de perder las cosas y parece que todo lo hace para fastidiarnos. Al final se puso
a trabajar porque no quería seguir estudiando, pero ha tenido varios empleos en los que no dura
más de un mes.
Muchas veces se dejan pasar ciertas dificultades que presenta el adolescente,
pensando que ya se arreglarán o que son cosas de la edad, pero la mayoría de las veces
lo que suele ocurrir es que se alargan y cronifican en el tiempo, afectando a otras áreas
como la social, laboral o familiar. Ante un problema se ha de consultar con un
profesional, no se debe dejar pasar para ver cómo evoluciona y mucho menos atribuirlo a
la etapa de la adolescencia, en la cual está justificado casi todo.
153
9
Sobre el TDAH
Introducción
El Trastorno por Déficit de Atención con o sin Hiperactividad (TDAH) se ha convertido
en uno de los motivos de preocupación de los padres y profesores más frecuentes en los
últimos tiempos. Se caracteriza por dificultades en la capacidad de prestar atención y/o
inquietud motora que puede ser también a nivel cognitivo. A pesar de que algunos
pretendan delimitar todas las etiquetas que se les atribuyen a este tipo de niños, en
realidad no existe un niño modelo ya que presentan múltiples variaciones en función de
los diversos factores que determinan cualquier conducta como son el entorno, el
aprendizaje, el nivel socioeconómico, el sistema educativo, el género, la edad, el inicio de
los problemas, cómo los padres afrontan los problemas, las pautas educativas, el
temperamento del niño, la alimentación, el tipo de respiración, si es diafragmática o
pulmonar, el tiempo que pasan con los abuelos, el tipo de ocio que el niño tiene y el tipo
de amistades que tenga, entre otras muchas razones. Por todo ello lo que le funcionó a tu
vecino no te tiene por qué funcionar a ti con tu hijo.
Para que se pueda determinar que el niño muestra un trastorno por déficit de
atención con o sin hiperactividad éste tiene que interferir en varias áreas en la vida del
niño:
– En el área académica. Son niños a los que les cuesta aprender a leer y a
comprender lo leído. Su lenguaje oral es desorganizado, amontonan las ideas
que quieren expresar en un tremendo caos, que lleva al oyente a tener
dificultades para entender lo que el niño quiere decir, y además usan un ritmo de
habla rápido. En cursos posteriores se suelen equivocar en los cálculos
matemáticos y en la resolución de problemas. A pesar de que se van haciendo
mayores, siguen usando los dedos para realizar las operaciones matemáticas.
154
Además se observa una falta de planificación a la hora de estudiar que les hace
ser muy ineficaces en sus resultados académicos.
– En el área escolar. Interrumpen constantemente el ritmo del aula y desesperan al
profesor, pues sus múltiples llamadas de atención para controlar el
comportamiento del niño suelen quedar en el vacío. Otros se quedan ausentes,
ensimismados en su mundo, como si con ellos no fuera la clase y pueden pasar
horas y horas abstraídos en sus historias como si el tiempo se hubiese parado. A
veces, el casi inaudible ruido de una mosca les lleva a seguirla con la mirada
durante todo su trayecto, y a olvidar que el profesor sigue de pie, en la pizarra,
explicando las divisiones con llevadas.
– En el desarrollo emocional. Suelen tener afectado el concepto sobre sí mismos.
Su historia de fracasos los conduce a una autoestima baja que repercute en su
estado de ánimo y conducta. Estos sentimientos les causan una baja tolerancia a
la frustración, son niños que no dejan que nadie les corrija. Aunque pueda
parecer algo negativo, esta manera de actuar es realmente positiva para ellos,
pues lo necesitan porque funciona como un mecanismo de defensa que les
permite que su autoestima no se vea más afectada aún. Antes de enseñarles a
tolerar la frustración, es necesario mejorar su autoestima pues de lo contrario las
consecuencias emocionales en el niño pueden ser catastróficas.
– En el desarrollo social. Si nos pudiésemos asomar por una ventana para observar
lo que ocurre en el patio del recreo, éste sería el niño que se sienta solo en un
rincón sin tener con quién jugar, o aquel que está metido en plena pelea en
medio del bullicio. Suelen ser niños agresivos porque nadie les enseñó a actuar
de otro modo, ellos intentan salir de las situaciones a las que se enfrentan de la
mejor forma, o única, que saben. Quieren relacionarse pero no saben cómo y
esto les hace sufrir mucho.
– En el ámbito familiar. En los largos paseos diarios para sacar al perro es el único
que al llegar a casa no tiene la lengua fuera. Es al único al que no se acerca el
gato. Tiene hábitos extraños como hacer gimnasia al llegar la hora de irse a
dormir, sobre la cama salta intentando tocar la lámpara del cuarto y desde la
almohada intenta dar una triple voltereta mortal en el aire para caer antes de
llegar al final de la cama. Y es capaz de declarar la guerra a toda la familia con
el fin de salirse con la suya.
Atención
La atención es el mecanismo responsable de la activación y funcionamiento de los
procesos encargados de seleccionar la información relevante e ignorar aquellos aspectos
que no lo son. Este proceso no se da de manera automática, sino que requiere un
155
esfuerzo cognitivo para ser realizado.
La atención es uno de los procesos cognitivos más tardíos en la maduración
neuropsicológica. Se puede hablar de una atención más perceptiva y otra dirigida que es
dependiente del lóbulo frontal. En el largo periodo del desarrollo evolutivo se produce
una gran interconexión entre lo biológico y las estrategias adquiridas a través de la
experiencia. Tanto lo biológico como lo aprendido tienen un peso importante para un
buen funcionamiento del proceso atencional.
Existen varios procesos atencionales:
– Atención selectiva. Es la capacidad para seleccionar cierta información e ignorar
el resto.
– Atención sostenida. Requiere mantener la concentración sobre una tarea
monótona durante un periodo largo de tiempo.
– Atención dividida. Consiste en realizar una tarea atendiendo a dos estímulos a la
vez.
La atención tiene un componente perceptivo, que nos permite escudriñar la
información; uno motor, que dirige la acción y otro límbico, que predispone
motivacionalmente para la realización de la tarea. Por este motivo el componente
motivacional es un regulador de la conducta y tiene un papel muy importante en el
proceso atencional. Por esta razón hay niños que, a pesar de tener dificultades de
atención, se pueden pasar horas viendo la televisión o jugando al ordenador, según sus
padres suelen comentar.
En el proceso atencional desempeña un papel muy importante las llamadas funciones
ejecutivas, que se localizan en el córtex prefrontal. Éstas se encargan de organizar y
regular las conductas. Gracias a estas habilidades cognitivas se puede dirigir la atención
de manera flexible, generar conductas hacia un fin, prestar atención a diferentes cosas al
mismo tiempo, resolver problemas después de llevar a cabo una planificación, resistir a
las distracciones y organizar y manejar el tiempo, entre otras muchas funciones. El
periodo de mayor desarrollo de este proceso se produce entre los 6 y los 8 años.
A nivel atencional los sujetos que muestran trastorno por déficit de atención (TDA)
muestran dificultades para:
– Explorar estímulos complejos de forma adecuada.
– Ignorar estímulos distractores. Muestran una gran dependencia del medio que los
lleva a tener una atracción inusual por todo lo que los rodea y a no poder
ignorar los estímulos distractores del entorno. Un estímulo que normalmente es
ignorado, por ser monótono y repetitivo, en ellos no pasa desapercibido y no
pueden evitar estos estímulos que interfieren en su actuación.
156
– Mantener la atención o concentración durante un periodo largo de tiempo en una
tarea.
– Organizar la información y seleccionar lo más importante.
En las personas que muestran problemas atencionales y/o de hiperactividad, las
funciones ejecutivas pueden verse alteradas, lo que les lleva a mostrar en algunos casos
algunas de las siguientes dificultades:
– Incapacidad de inhibir la conducta impulsiva, controlar los sentimientos,
expresarlos y adaptarlos a la situación.
– Falta de previsión de las consecuencias.
– En interiorizar el lenguaje, lo que repercute en la organización de su conducta y
pensamientos. La interiorización del lenguaje nos ayuda a regular nuestra
conducta así como a planificarla. El lenguaje es un potente regulador de la
conducta a través de las autoverbalizaciones dirigidas sobre su comportamiento.
Éste es un proceso que los niños adquieren en su desarrollo, en un principio las
verbalizaciones se hacen de manera externa y luego se interiorizan, de hecho es
habitual ver a niños de 3 años diciéndose en voz alta lo que tienen que hacer.
Este lenguaje no es que desaparezca, sino que pasa a ser interno.
– En planificar sus conductas. Muestran dificultad para iniciar y llevar a cabo
acciones dirigidas a una meta, ya que no prevén las consecuencias a largo plazo;
pueden llevar a cabo rutinas complejas aunque sean largas, pero, ante una
nueva conducta que requiere una planificación y elección, fallan. Para llevar a
cabo una meta es necesario un plan, que consiste en pensar y preparar los pasos
que se van a dar así como anticipar las consecuencias, los sujetos con TDAH
muestran dificultades en estos aspectos. Además de todo lo anterior, muchas
veces es necesario ir adaptando los planes en función de los cambios producidos
en el contexto, todo ello relacionado con la flexibilidad cognitiva.
– En la memoria de trabajo. Se trata de almacenar cierta información en la
memoria y realizar una tarea teniendo que manipular y manejar el material
almacenado para dar respuesta a dicha tarea.
Hiperactividad-impulsividad
Tanto la hiperactividad como la impulsividad reflejan la incapacidad para controlar su
actividad. Esta falta de control de la actividad se puede ver expresada de diferentes
formas:
– Hiperactividad física. Se entiende como exceso de movimiento. Se refleja en
dificultades para mantenerse sentado durante cierto periodo de tiempo para
157
hacer una tarea, así como no parar de hablar.
– Hiperactividad cognitiva o impulsividad. Se percibe como una falta de control, no
se estudian las posibles estrategias que se pueden tomar ni las consecuencias de
las mismas, lo que los lleva a cometer muchos errores. Una forma de medir la
impulsividad consiste en ver el tiempo de respuesta consumido para realizar una
tarea, es decir, el tiempo que pasa desde que se le dan las instrucciones hasta
que emite la respuesta. Las personas impulsivas tienen un tiempo de respuesta
corto.
Dentro de estos conceptos desempeña un papel muy importante en el sujeto los
estilos cognitivos de reaccionar ante la presencia de varias opciones de respuesta. El
estilo de respuesta puede definirse dentro de un continuo en el que en un polo estaría la
impulsividad y en el otro la reflexividad, definidas por el tiempo de respuesta, así como
por el nivel de exactitud de éstas. Según estos dos factores y la relación entre ellos, el
sujeto puede llevar a cabo una actuación caracterizada por:
– Tardar poco tiempo en dar la respuesta y cometer pocos errores. Es una persona
eficiente, que reflexiona y planifica su acción, lo que le lleva a cometer pocos
errores. Emplea el tiempo óptimo para planificar y llevar a cabo la estrategia
más adecuada.
– Tardar mucho tiempo y tener muchos errores. Es una persona ineficaz, reflexiona
durante demasiado tiempo y elige la estrategia inadecuada, lo que le lleva a
cometer muchos errores.
– Tardar poco tiempo en dar la respuesta y tener muchos errores. Es una persona
impulsiva, que actúa sin planificar su acción, lo que se refleja en una gran
cantidad de errores.
– Tarda mucho tiempo y tiene pocos errores. Son personas que dedican
demasiados recursos y tiempo a la reflexión, lo que les lleva a cometer pocos
errores, debido a que su reflexión, a pesar de ser muy larga, es eficaz.
Cuáles son las causas
El TDAH, como otros muchos trastornos, es multicausal, es decir, no hay una única
causa que lo explique sino que depende de múltiples factores y de su interrelación.
No hay factores que lo desencadenen, el TDAH no surge de manera brusca, sino
que los síntomas se van desarrollando con la edad.
Se puede hablar de ciertos factores que pueden predisponer a tener dicho trastorno y
que hacen que el sujeto tenga una mayor probabilidad de presentarlo:
158
– Disfunciones a nivel neuroquímico. Desequilibrio de ciertas sustancias cerebrales,
dopamina y noradrenalina, en ciertas partes del cerebro, lóbulo prefrontal,
encargados de las funciones ejecutivas.
– Consumo de alcohol y tabaco excesivo durante el embarazo.
– Lesiones cerebrales en el niño producido tanto antes del parto como durante el
alumbramiento.
– Partos prematuros, bajo peso al nacer y/o desnutrición.
– Daños frontales producidos por traumatismos, tumores, hemorragias cerebrales y
otras causas.
Es importante también tener en cuenta que estos problemas atencionales y de exceso
de actividad pueden ser mantenidos y/o aumentados por factores del entorno como las
pautas educativas, el sistema de refuerzos o el sistema educativo.
Cómo se detecta
Para detectar el TDAH no hay ninguna prueba específica que determine su existencia.
Para detectarlo hay que llevar a cabo diversas pruebas y en distintos ámbitos:
Exploración médica
El pediatra, después de hablar con los padres y determinar los síntomas que muestra el
niño o adolescente, decidirá según su juicio clínico el derivarlo o no para seguir
haciéndole las pruebas pertinentes. Sería conveniente que descartara posibles problemas
de visión y/o audición. Además, a veces, se pueden llevar a cabo pruebas de
neuroimagen en las que se descartarían posibles disfunciones cerebrales, tanto a nivel
estructural como bioquímico. Raramente se detecta mediante estas pruebas la existencia
del trastorno, ya que las disfunciones que se dan en éste son en muchas ocasiones
mínimas y difusas. Las pruebas de neuroimagen más habituales que se suelen hacer son:
– EEG (Electroencefalograma). A través del cual se registrará la actividad cerebral
del niño. Analiza los patrones de las ondas cerebrales mediante un ordenador,
permitiendo distinguir entre niños con TDAH y niños sin él, así como también
muestra el efecto o no de la medicación.
– Resonancia Magnética. A través de ella se obtiene información sobre la estructura
del cerebro y sus partes. Ofrece cortes cerebrales en 3 dimensiones. Se aplica
para descartar posibles malformaciones o atrofias en las estructuras
características relacionadas con el TDAH.
159
Exploración neuropsicológica
Actualmente es el método que con mayor probabilidad puede detectar el TDAH.
Consiste en una evaluación de los diferentes procesos cognitivos implicados, o no, en
este trastorno para detectar otras causas o problemas. Todo ello se lleva a cabo a través
de pruebas estandarizadas y validadas psicométricamente aplicadas tanto a padres y
profesores, como al mismo niño. El hecho de que se evalúe en varios ámbitos al niño se
debe a que los problemas mostrados por éste se deben mostrar en diferentes áreas (como
mínimo en dos) para que se pueda hablar de un TDAH real.
La evaluación con los padres y profesores se realiza a través de cuestionarios. Éstos
incluyen una serie de preguntas o afirmaciones sobre la conducta del niño que se han de
contestar bien a través de la elección de una respuesta entre varias alternativas, o
mediante la elección de verdadero o falso para determinar si el niño o adolescente
muestra o no determinada conducta. Esta evaluación es subjetiva, es decir, se basa en la
percepción de los padres o profesores sobre la conducta del niño, por lo que puede estar
contaminada por las atribuciones que apliquen ellos a ésta. Por todo ello es importante
que tanto profesores como padres coincidan en la identificación de los diversos síntomas.
Otro factor que se debe tener en cuenta en la aplicación del cuestionario, para que
éste detecte de manera fiable el trastorno, es que los padres y profesores dispongan de un
índice de fiabilidad que permita al profesional valorar la veracidad de las respuestas, pues
pueden ser extremadamente negativas o positivas. Además de todo lo anterior, es
importante considerar el hecho de que el TDAH en la actualidad está a la orden del día,
lo que hace que muchas veces tanto padres como profesores, al conocer los síntomas de
manera superficial, identifiquen este trastorno con una mayor probabilidad de la que
realmente se da.
La evaluación con el niño consiste en la aplicación de un conjunto de pruebas
psicométricas que determinarán aquellos procesos en los que presenta un déficit. La
evaluación debe ser individual y el tiempo aproximado oscila entre 3 y 6 horas según los
resultados obtenidos. Durante la evaluación se empieza con un conjunto de pruebas más
generales, para pasar después a otras más específicas en función de los resultados
obtenidos en las primeras. Éstas deben incluir:
– Cociente intelectual. Nos indica el funcionamiento general del niño a nivel
cognitivo. Esta puntuación se suele calcular a través de otros factores que son:
• Comprensión verbal. Evalúa la capacidad del niño para razonar con material
verbal. Es una medida de la inteligencia cristalizada dependiente de la
estimulación del entorno, tiene que ver con los aprendizajes adquiridos.
• Razonamiento perceptivo. Evalúa la capacidad del niño para razonar y
manipular con material no verbal. Este factor mediría la inteligencia fluida, es
decir, el potencial de inteligencia.
160
• Memoria. Evalúa la capacidad disponible tanto para retener la información
como para trabajar con ella.
• Velocidad de procesamiento. Evalúa la rapidez para trabajar en una tarea de
manera eficaz.
– Pruebas específicas que evalúen la atención, y que valoren de manera
independiente tanto la atención sostenida como la selectiva.
– Pruebas neuropsicológicas que evalúen las funciones ejecutivas, y más
concretamente capacidades de planificación y organización, así como de
inhibición de conductas impulsivas.
– Pruebas que exploren los aprendizajes de la lectura y la escritura para desechar
problemas específicos en los mismos, lo que descartaría el TDAH.
Síntomas para requerir la atención profesional
Los problemas atencionales e hiperactivos mostrados en el niño se pueden presentar de
múltiples maneras y en diversos ambientes. Cuando se dan de manera intensa y repetida
e interfieren en la vida familiar y/o escolar, se debe acudir a un profesional con el fin de
descartar un posible TDAH.
Se debe acudir si el niño o adolescente muestra varias de las siguientes conductas de
manera frecuente:
– No muestra demasiada atención a los detalles o tiene numerosos despistes en las
tareas escolares
– Le cuesta mantener la atención en las tareas o actividades que realiza
– No suele escuchar cuando se le habla
– Le cuesta organizar su tiempo extraescolar y sus tareas escolares
– Pierde cosas
– Se distrae con cualquier cosa mientras hace una tarea
– No acaba sus tareas
– Se mueve en exceso
– Mueve mucho las manos o los pies
– Se levanta mucho de la silla
– Interrumpe en las conversaciones
– Habla en exceso
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– No respeta turnos de juego ni de conversación
– Actúa sin pensar ante los demás
– Reacciona de manera impulsiva cuando no puede hacer lo que quiere
– Interrumpe constantemente las actividades de los demás
¿Se le puede ayudar?
Existen diversos tratamientos posibles, pero lo óptimo es que se lleve a cabo un
tratamiento multidisciplinar e individualizado adaptado a las características y necesidades
específicas del niño. En función de los síntomas y de su gravedad, así como de los
resultados del informe, se llevarán a cabo los diversos tratamientos.
Tratamiento psicológico
Dadas las características concretas de estos niños y adolescentes, se debe comenzar con
un tratamiento individual que enseñe una serie de habilidades y estrategias específicas
que posteriormente se generalizarán al entorno familiar y escolar.
Dentro de este tratamiento es muy importante el entrenamiento de los padres, en el
que se les enseñarán las características del trastorno y se les mostrarán las diversas
pautas educativas en función de los antecedentes y consecuencias del comportamiento de
sus hijos. En este entrenamiento se les impartirán técnicas para manejar las conductas de
sus hijos así como estrategias de comunicación, de resolución de problemas y
autocontrol.
También se darán pautas de actuación a los profesores tanto para generalizar los
resultados obtenidos en el trabajo psicológico como para reforzar y extinguir las
conductas que se estimen oportunos.
Dentro del tratamiento con los niños se deben tener en cuenta diversas áreas que se
han de trabajar:
– Autocontrol. Con el fin de que aprendan a regular su conducta y empleen un
estilo cognitivo más reflexivo.
– Atención. Con el fin de mejorar sus habilidades perceptivas, así como para
mantener su ejecución en el tiempo.
– Autoestima. Debido a sus experiencias pasadas, estos niños y adolescentes suelen
tener un concepto negativo de sí mismos, que repercute en sus motivaciones
para adquirir nuevos aprendizajes y enfrentarse a nuevas tareas.
162
– Habilidades sociales. Debido a la impulsividad no suelen tener muchos amigos, ya
que suelen ser agresivos en las relaciones sociales; quieren siempre salirse con la
suya.
– Apoyos en las dificultades de aprendizaje. Debido a sus dificultades suelen
mostrar retrasos en comparación con el resto de los niños de su edad. Es
importante atajar estas pequeñas diferencias lo antes posible con el fin de que
no se incrementen con el paso de los cursos escolares.
Además de estas áreas, es conveniente reforzar otras como la memoria de trabajo,
pues los últimos estudios parecen indicar que aumentando ésta hay una mejora en el
rendimiento.
El tratamiento psicológico es básico para el avance y mejora de los niños y
adolescentes con TDAH, ya que es el único modo de que adquieran las estrategias y
habilidades para obtener un rendimiento óptimo, así como un desarrollo emocional
adecuado.
Farmacología
Cuando el TDAH interfiere mucho y negativamente en la vida del niño, se opta por los
fármacos. Éstos ayudan a centrar la atención y a disminuir la actividad motora.
Destacan varios tipos:
– Metilfenidato. Es un psicoestimulante del sistema nervioso central que se encarga
de equilibrar el déficit de la dopamina en el cerebro. Suele ser el fármaco de
primera elección. Se puede presentar en dos formas:
• Liberación inmediata. La liberación del componente es de manera rápida, con
lo que su efecto dura entre 2 y 4 horas.
• Liberación prolongada. El efecto dura entre 10 y 12 horas.
– Atomoxetina. Es un inhibidor de la recaptación de la noradrenalina, hace que se
produzca un mayor equilibrio de esta sustancia en el cerebro. El efecto de este
fármaco no es inmediato. Esta opción de tratamiento farmacológico suele
hacerse cuando se dan trastornos asociados al TDAH como la ansiedad,
depresión o tics.
Dónde acudir
Ante la sospecha de problemas atencionales y/o de exceso de actividad, se deberá acudir
al pediatra, que estudiará el caso y recomendará acudir a los especialistas pertinentes, que
pueden ser: un oftalmólogo, otorrino, neurólogo infantil y/o psicólogo infanto-juvenil, que
163
puede estar especializado en neuropsicología.
A la hora del tratamiento se debe tener cuidado con la elección del lugar de la
aplicación de éste. Se han de tomar en consideración ciertos aspectos que garanticen una
eficaz intervención:
– Debe estar especializado en la infancia y adolescencia.
– Hay que asegurarse de que ofrecen un tratamiento individualizado y adaptado a
las necesidades específicas.
– El profesional debe estar especializado en el conocimiento de los procesos
cognitivos así como de las funciones ejecutivas. Debe ser un gran conocedor de
la conducta, los aspectos emocionales y la autoestima, áreas de trabajo
imprescindibles en este tipo de casos.
– Los padres deben ser informados de manera periódica sobre lo que se está
trabajando con el niño, así como los nuevos objetivos que se plantean
conseguir.
– Deben proporcionar pautas de actuación para aplicar en casa y en el colegio, con
el fin de que el niño generalice los resultados obtenidos en el centro.
Es importante elegir un profesional adecuado y con la suficiente experiencia en estos casos, de lo contrario
se corre el riesgo de que el niño se frustre al ver que sus esfuerzos no obtienen los resultados que serían de
esperar.
Preguntas y respuestas
La madre de Álvaro tiene dudas sobre el diagnóstico de su hijo, le han comentado que puede ser
TDAH, pero no lo tiene claro. Le han recomendado que debería medicarle, pero ella tiene alguna
duda sobre el diagnóstico y quiere estar segura antes de tomar la decisión.
Lo primero que se debe hacer ante cualquier duda sobre el posible diagnóstico de
nuestro hijo es pedir una segunda opinión a otro experto, el cual confirmará o pondrá en
tela de juicio la evaluación. A este especialista se debe acudir con el informe por escrito
de la evaluación anterior, donde han de estar especificadas las pruebas efectuadas, así
como las puntuaciones. Seguramente pasará pruebas paralelas a las ya aplicadas, éstas
miden las mismas aptitudes y capacidades que las previamente evaluadas pero de otra
forma, con el fin de que el aprendizaje de las primeras no influya en el resultado de las
segundas. El examen debe incluir una prueba específica de atención sostenida, que haya
sido aplicada al niño de manera individual, pues suele ser la función más implicada en el
TDAH, ya que es la única forma objetiva de valorar hasta qué punto el niño presenta una
diferencia significativa respecto a los niños de su edad. El resultado suele ser una
puntuación percentil que indica la posición del niño si se le compara con otros 100. Así,
164
un percentil de 20 indica que de cada 100 niños evaluados, nuestro hijo supera a 20
niños en su ejecución y que 80 tienen un rendimiento superior a él.
•••••
Laura ha sido diagnosticada de TDA en el hospital. A la madre de Laura le han comentado que debe
ser medicada, pues es la única forma de corregir sus problemas de atención. Le han dicho en el
hospital que una intervención psicológica no sirve para nada. Sin embargo, otros compañeros de
Laura están acudiendo a centros donde los ayudan y sí se ven cambios importantes. Se pregunta
qué debe hacer.
Algunas teorías sostienen que sólo la medicación es suficiente para regular los
neurotransmisores responsables en estos casos de problemas de atención o falta de
control. Pero los estudios actuales demuestran que un tratamiento combinado de
medicamentos-psicólogo es la mejor opción, pues no son excluyentes. Para las personas
que trabajamos con el niño es mucho más cómodo que esté medicado, pues son niños
más tranquilos, que permanecen más tiempo sentados y que tardan menos tiempo en
aprender lo explicado. Hay casos muy extremos en los que sí puede ser necesario dada
su excesiva actividad. Pero en la mayoría de los casos se ha de intentar trabajar con el
niño y, en caso de que no se vean avances importantes, se habría de valorar el posible
tratamiento farmacológico. La medicación ayuda al niño a fijar su foco de atención ya
que regula el desequilibrio neurobiológico, pero no les enseña cómo deben hacerlo, ni
cómo aplicarlo. La medicación no le dice al niño que para buscar diferencias en un dibujo
ha de empezar por el cuadrante superior izquierdo y seguir hacia la derecha en el sentido
de las agujas del reloj, ni tampoco que frente a un problema, antes de dar la solución, se
han de valorar las ventajas e inconvenientes de las posibles soluciones antes de decidirse
por una de ellas. Tampoco ayudan a adquirir los conocimientos escolares retrasados ni el
modo de asimilarlos de manera más fácil. Por todo lo anterior el tratamiento psicológico
nunca puede ser reemplazado o descartado.
•••••
Los padres de Daniel se cuestionan si su hijo debe seguir tomando la medicación después de leer
sobre sus efectos secundarios. Se han alarmado al conocer a través de internet un caso donde un
niño murió de un ataque cardiaco y estaba tomando la misma medicación que su hijo.
Como todos los medicamentos, la lista de efectos secundarios es muy alarmante y
causa de un posible abandono de éstos. Pero las probabilidades reales de que ocurran
estas consecuencias son mínimas. Con un solo caso que se haya dado en todo el mundo,
las empresas farmacéuticas están obligadas a ponerlo en sus prospectos. Pero muchos
factores determinan que se presenten o no ciertos efectos secundarios. Nuestra
experiencia sí nos dice que efectos como el insomnio, la dificultad para conciliar el sueño,
la falta de apetito o el decaimiento emocional que les hace parecer más abatidos, sí es
muy probable que aparezcan en el niño. Otro hecho muy llamativo es la tendencia de
165
algunos niños medicados por coleccionar o la aparición de manías, como tener que llevar
a casa todos los días tres piedras, obsesionarse con las pelusas o tener que colocar todas
las sillas en clase antes de salir al recreo. Es muy importante que ante cualquier cambio
brusco o mantenimiento de los efectos anteriormente descritos, se acuda al especialista
con el fin de que revise la medicación.
•••••
Mi hijo tiene 15 años y no ha sido diagnosticado de TDA hasta este año. Nunca ha sido movido pero
es muy despistado, hasta límites insospechados. En Primaria llevaba muchos deberes a casa, ya que
nunca los acababa en el colegio y perdía continuamente las cosas. Según fue creciendo el problema
fue empeorando, llegando a olvidar fechas de exámenes o la hora y el lugar donde había quedado
con sus amigos. En el colegio los profesores le tenían por un niño pasota y en casa se pasaba horas
y horas estudiando, pero no era eficaz pues siempre suspendía unas cuantas asignaturas.
El hecho de haber sido diagnosticado tan tarde de TDA sin hiperactividad, suele ser
debido a que un niño que no es movido ni molesta en clase pasa más desapercibido.
Esto se debe a que son niños que no interrumpen el ritmo de la clase en
comparación con los que sí presentan el componente hiperactivo que, por el contrario, sí
suelen dar bastantes problemas al profesor en clase, lo que hace que sean derivados antes
y con mayor frecuencia al especialista.
•••••
Soy un padre de un niño de 8 años con TDA, yo de pequeño era un niño “vago” y “trasto”. Ahora
tengo 37 años y mi mujer y mis compañeros de trabajo se quejan de que no les escucho mientras
me hablan, así como de que interrumpo constantemente las conversaciones y hablo muy rápido. De
pequeño los profesores de matemáticas me suspendían porque no prestaba atención en clase y era
muy movido, aunque acababa aprobando en septiembre siempre. Por eso, muchas veces me siento
identificado con mi hijo.
Este trastorno no es un descubrimiento del siglo XXI, siempre han existido niños con
TDAH, pero eran llamados de otra forma, como “niños vagos”, “malos estudiantes” o
“niños imaginativos”. Hoy en día muchos de estos niños son ahora padres con hijos con
TDAH, ya que en este trastorno hay un gran componente hereditario. Muchas veces
acuden a consulta padres solicitando ayuda porque su hijo es muy movido, y ellos
durante la sesión no paran de mover la pierna y no dejan apenas hablar al resto con su
elocuente fuga de ideas. Debido a que ya esta serie de síntomas tienen nombre, se tiende
a etiquetar a todo el que parece presentar alguno de los síntomas característicos. Esto
ocasiona que “el etiquetado” tienda a comportarse según el estereotipo asignado, lo que
repercute en su autoestima y favorece este tipo de comportamientos.
166
167
10
Reflexiones finales
Hoy en día el TDAH es el “cajón de sastre” donde se guardan una gran cantidad de
casos diferentes, al igual que en años anteriores fue la dislexia. En la actualidad se ha
puesto de “moda” este trastorno, como en su día lo estuvieron las anginas, lo que lleva a
todo el mundo a ver estos problemas en los niños que les rodean. Llega incluso a ser un
valor en alza, pues todos hemos oído hablar de personajes importantes en la historia que,
al parecer, una vez muertos han sido diagnosticados en la actualidad de TDAH. Es cierto
que este trastorno siempre ha existido aunque no estuviera definido, pero no todo lo que
se diagnostica en la actualidad como TDAH lo es, ya que es necesaria una evaluación
exhaustiva, así como un seguimiento.
Hay una tendencia a etiquetar todo lo que ocurre, y esto se extrapola a los
problemas o comportamientos en los niños. Por ello, se suele encasillar en exceso a los
niños y a los adultos sin tener en cuenta la heterogeneidad del ser humano. Esto induce a
los niños a comportarse como le decimos que lo hacen, facilitando de este modo que
asuman un rol y lo lleven a cabo. Así los adultos justifican sus conductas, lo que hace
que el niño se mantenga en su comportamiento, incluso empeore, y no se esfuerce por
cambiar. Antes de dar nombre a algo que no sabemos lo que es, se debe determinar el
porqué. Pero lo más importante es que ante una conducta inadecuada o adecuada,no se
debe evaluar a la persona o justificarla, sino definir la conducta de manera específica y
no generalizar su conducta como una característica de su persona. Las etiquetas hacen
que el niño se comporte como los demás esperan; por ejemplo, si llamamos a nuestro
hijo “Daniel el Travieso”, el niño se verá en la obligación de no defraudar las expectativas
que el adulto pone en él y se creará un autoconcepto de lo que le dicen: él es travieso. De
este modo se favorecen las conductas traviesas en el niño.
En todos los problemas y conductas donde lo psicológico es lo que está afectado, a
veces, aspectos como la motivación, el deseo de cambio, la atribución propia que se haga
168
del problema, el entorno o los apoyos sociales desempeñan un papel mucho más
importante que lo biológico que, de hecho, incluso puede tener un mínimo peso.
Existe una tendencia generalizada a vivir y a enfrentarse a los problemas de manera
pasiva, es decir, se espera que alguien o algo lo resuelva. Cada vez hay más
comodidades, lo que nos lleva a ser menos activos, ya que nos dan todo hecho. Si
tratamos a los niños como sujetos pasivos ante los problemas o dificultades que se
pueden encontrar, no les estamos enseñando las estrategias que les llevarán a
desenvolverse de manera adaptativa en la vida y, en consecuencia, a ser felices. Todavía
no se ha inventado una pastilla que enseñe inglés con su sola ingestión. Ante una
enfermedad física, como una gripe, esperamos a que el sistema inmunitario nos defienda,
y si no lo consigue le ayudamos con la farmacología, por lo que en este proceso el ser
humano tiene un papel pasivo. Pero ante un problema psicológico, como las
preocupaciones del día a día, los fármacos pueden constituir un apoyo o refuerzo, pero
necesitamos un “sistema inmunitario” de la mente, del cual carecemos, y que se forma a
través de un papel activo por parte del sujeto en la resolución y afrontamiento del
problema.
Un niño con TDAH que no aprende las estrategias necesarias para regular sus
conductas con los años se convertirá en un adulto con dificultades en sus relaciones
sociales y laborales y a quien le costará mantener una relación estable. No habrá
aprendido a adaptarse al mundo ni a controlar los aspectos psicológicos que interfieren en
su vida y desarrollo emocional. Al igual que nadie puede correr de un día para otro una
maratón de 50 kilómetros, no podemos de la noche a la mañana cambiar nuestra manera
de pensar o nuestras dificultades cognitivas, este proceso requiere un entrenamiento en
habilidades cognitivas. Al igual que acudimos al gimnasio a entrenar los músculos,
podemos ir a un psicólogo a que nos enseñe a ejercitar nuestra mente para estar
preparado ante las preocupaciones, la tristeza, las situaciones estresantes o las
dificultades de concentración y memoria.
Nuestra experiencia como psicólogas con niños con TDAH, nos lleva a concluir que
el tratamiento psicológico basado en un buen entrenamiento en las áreas deficitarias lleva
a cambios y mejorías importantes percibidas por el entorno del niño en las diversas áreas
tanto escolares como de su vida. La adquisición de estas estrategias es para toda la vida,
lo que le facilitará la resolución de ciertas situaciones en su vida adulta. Este tipo de
aprendizajes favorece la autonomía del niño. Esto, en muchas ocasiones, le lleva a poder
prescindir de otros medios de apoyo.
El tratamiento psicológico tiene como posibles efectos secundarios durante y
después del tratamiento:
– La risa y mejor sentido del humor
– Aumento del número de cumpleaños que invitan al niño
169
– Más amigos a los que invitar a casa
– Incremento del número de elogios recibidos a través del profesor
– Buenas notas
– Mayor felicidad familiar
– Mejor sentimiento y aceptación de la autoestima del niño
Con un buen tratamiento psicológico se corre el “riesgo” de conseguir ser más feliz.
170
Bibliografía
Álava Reyes, M. J. (2007): El no también ayuda a crecer. La Esfera de los Libros.
Aldecoa, J. (2005): La educación de nuestros hijos. Temas de Hoy.
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a 12 años. Síntesis.
Barkley, R. A. (2003): Niños hiperactivos. Cómo comprender y atender sus necesidades
especiales. Paidós.
Grean, C. (2005): El niño muy movido o despistado. Medici.
Orjales Villar, I. (1998): Déficit de atención con hiperactividad. Manual para padres y
educadores. CEPE.
Saz-Marín, A. I. (2007): SOS Adolescentes. Aguilar.
Direcciones de interés
http://psicopedagogias.blogspot.com
www.educarbien.es
www.f-adana.org
www.psicologoinfantil.com
www.psicologoinfantil.es
www.psicopedagogia.com
www.trastornohiperactividad.com
171
Índice
Portada
Créditos
Índice
PRÓLOGO
INTRODUCCIÓN
1 El niño de 0 a 12 meses
2
7
8
11
15
19
Introducción
La exploración del entorno
El temperamento del bebé
Jugar a imitarse
Preguntas y respuestas
19
21
23
26
28
2 El niño de 12 a 24 meses
30
Introducción
Adaptación personal
Comida
Sueño
Motricidad
Desarrollo de la atención y la memoria
Preguntas y respuestas
30
31
31
32
34
37
39
3 El niño de 2 a 4 años
41
Introducción
Rabietas
Hace mucho ruido mientras juega
Cuando vamos de viaje, se suelta y se mueve por todoel coche
No obedece las normas de conducta
Grita
Preguntas y respuestas
4 El niño de 4 a 5 años
41
42
45
48
50
52
55
57
Introducción
Sobrestimulación
Cambia constantemente de una tarea a otra
172
57
58
59
Siempre se tiene que salir con la suya
No mira a los ojos mientras se le habla
Cuando vamos de tiendas, lo toca todo
Preguntas y respuestas
63
65
68
71
5 El niño de 6 a 8 años
72
Introducción
Siempre está enfadado
Molesta a otros niños
El niño solitario
Tiene mal perder
Pierde sus cosas
No termina los deberes
Actúa sin pensar
No para de mover el pie
Siempre tiene que ser el primero
Sabe sumar, pero siempre se equivoca
Preguntas y respuestas
72
73
75
77
82
84
87
89
92
94
97
99
6 El niño de 9 a 11 años
101
Introducción
Se queja de las normas
No para de interrumpir en las conversaciones
Demora mucho los deberes
Hace el ejercicio sin leer el enunciado
Es muy olvidadizo
Es muy inquieto
Preguntas y respuestas
7 El niño de 12 a 14 años
101
102
105
107
111
113
116
117
119
Introducción
Discute con sus hermanos
No deja que entren en su cuarto
“No puedo hacer las cosas bien”
Se queda ensimismado, está en las nubes
Suspende en el colegio
Preguntas y respuestas
8 El niño de 15 a 18 años
119
121
123
125
128
132
135
137
173
Introducción
No reflexiona al actuar
No comprende lo que lee
No para de hablar
Está diagnosticado de déficit de atención
No se entera de nada en clase
Preguntas y respuestas
9 Sobre el TDAH
137
139
143
146
148
150
153
154
Introducción
Atención
Hiperactividad-impulsividad
Cuáles son las causas
Cómo se detecta
Exploración médica
Exploración neuropsicológica
Síntomas para requerir la atención profesional
¿Se le puede ayudar?
Tratamiento psicológico
Farmacología
Dónde acudir
Preguntas y respuestas
REFLEXIONES FINALES
BIBLIOGRAFÍA
154
155
157
158
159
159
160
161
162
162
163
163
164
168
171
174
Descargar