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TEXTOS PARA PENSAMIENTO CRÍTICO 04

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CHARLIE DEL CID CUMMINGS
Pensamiento
crítico para la
Felicidad
2019
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Save Me from My self
(Sálveneme de mí mismo)
Brian "Head" Welch
¿Qué es el amor?
-Tú sólo te quieres a ti mismo. Tú no amas a nadie-. Esas palabras me
dolieron mucho. Puede que sea verdad. No sé amar; pero quiero aprender o
morir en el intento.
Un día, un amigo escuchó de un confesor: -Tú estás enamorado del amor. Te
enamoras de amores imposibles.¿Cómo podemos saber si de verdad amamos? Para no andar por las ramas,
caigamos de una vez en San Pablo:
El amor es paciente, es servicial; el amor no es envidioso, no hace
alarde, no se envanece, no procede con bajeza, no busca su propio
interés, no se irrita, no tiene en cuenta el mal recibido, no se alegra
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de la injusticia, sino que se regocija con la verdad. El amor todo lo
disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. ( 1 Corintios
13, 5-7)
Esto es para santos… Muy elevado. Es la lectura que muchas parejas escogen
para el día de su boda. ¿Quién puede amar así?
Se aprende a amar. Yo creo, con Aristóteles y Santo Tomás de Aquino que
nacemos tabula rasa –mente en blanco-. Vamos aprendiendo. A diferencia de
ellos, Platón creía que nuestro disco duro ya venía con información. Nuestra
alma preexistía en el mundo de las ideas y allá aprendía las formas perfectas.
Cuando llegaba a este mundo, con el propósito de salir de aquí –mundo
imperfecto– para volver al perfecto, el cerebro traía ideas innatas. En ese lo
apoyaron muchos filósofos, entre ellos, Descartes y Malebranche.
Este debate duró casi 25 siglos. Hoy, gracias a la psicología profunda y otras
ciencias, se dice que nacemos con las capacidades de aprender, con instintos,
propensiones –a la nicotina, por ejemplo, si mamá fuma durante el embarazo-.
Pero todo ello tiene que ser activado por las experiencias diarias.
Nacemos con la capacidad de aprender a amar y recibir amor. Esos son de los
atributos que provienen de haber sido hechos a imagen y semejanza de Dios,
quien es amor. Pero tenemos que aprender a amar y a recibir amor. Si no
recibimos amor, no vamos a poder aprender a amar. Casi como que podemos
aprender a manejar bicicleta. Nuestro cuerpo tiene las aptitudes para aprender
la destreza del ciclismo, tal vez no a la manera de Miguel Induráin, pero lo
suficiente para dar un paseo. Aprendemos por experiencia. Nuestra inteligencia
–capacidad de aprender, me decía un estudiante de manera brillante– requiere
de estímulos para empezar a desarrollarse. Tenemos el hardware, pero
requerimos unos estímulos para que nuestro cerebro se mueva a aprender.
¿Cómo aprendemos a amar? Mamá, papa, los abuelos, los hermanos, los tíos…
son el primer núcleo que nos da amor. Muchos niños están naciendo de familias
no tradicionales,; es decir, donde falta alguno de los progenitores, sobre todo el
padre se ausenta. Algunas madres lo suplen con éxito; un abuelo, una abuela
pueden suplir, pero algo falta a ese niño.
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Algo falta y debe ser reemplazado. Algo tiene que llenar ese vacío, esa
carencia. Cosas, posesiones, sexo, licor, drogas, juegos, etc.
Un ser incompleto y limitado
El hombre es un hermoso proyecto de realización. Nos realizamos en
comunidad y con los demás. Un bebé no puede subsistir sin ayuda de alguien.
Desde que somos concebidos, dependemos de los demás. Y eso dura toda la
vida. Los ermitaños y anacoretas son excepciones a la regla. La vida se un
conjunto de relaciones de amor que nos hacen ser personas y no cosas. Pero
el tema del amor lo retomaremos más adelante. Quiero hablarte de dos
elementos que son signo de la limitación humana: el sufrimiento y la muerte.
Estos son fundamentales para entender al ser humano y plantear la necesidad de
ética.
El sufrimiento es uno de los misterios de la vida humana, pues en nuestra
naturaleza está como inscrito un código o un microchip que dice: "Quiero ser
feliz". El dolor y el sufrimiento se nos hacen contrarios a nuestro proyecto de
vida . Y es verdad. La Biblia nos dice que en El Paraíso el hombre no sufría,
lo tenía todo (no había que hacer cartas de Navidad para recibir regalos). ¿De
dónde viene el mal, el dolor, el sufrimiento?
La explicación a este misterio la han dado miles de hombres: doctos,
cultos, sin educación, ricos y pobres... Es un misterio. Las antiguas filosofías
tuvieron que acercarse al misterio del dolor y del mal. Una respuesta fue la del
dualismo, que veía en el mundo dos divinidades, dos fuerzas: una del bien y otra
del mal, que en constante pugna explicaban el contraste y la presencia de
situaciones adversas al querer del ser humano. Ahí podríamos ubicar el
Zoroastrismo, el Taoísmo, el Maniqueísmo, y otros cultos más.
La respuesta de los epicúreos es muy curiosa. Ellos creían que el mal se podía
eliminar si se combatía la superstición y se invertían muchos fondos a la ciencia
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y la investigación. Esta idea también fue defendida por los filósofos de la
Ilustración (siglo XVIII al XIX), quienes creían que la razón y la ciencia harían
progresar la humanidad hasta eliminar los males y el sufrimiento. Pero el mal
sigue ahí.
Hay males naturales, como catástrofes, fenómenos climáticos o sísmicos, pero
hay otros que causa el propio hombre. San Agustín (no sé si ya lo mencioné,
pero vivió en el siglo IV d.C.) fue uno de los primeros en dar una explicación
en clave cristiana (antes había sido maniqueo, pero se desilusionó de Mani).
Agustín dice que el mal físico es permitido por Dios en vista a bienes mayores
futuros, y por ende hay que mirarlo con ojos de fe, pues a la larga las
recompensas serán mayores. El mal moral, el pecado, ése sí que es mal de
verdad, y si no nos arrepentimos antes de morir, no podremos hacerlo después.
Es decir, tiene remedio: acercarnos a la misericordia de Dios y obtener de él
ayuda oportuna. Si no lo hacemos, iremos a la muerte segunda: el infierno
(algunos dicen que no existe, pero esto es tema para otro ensayo).
El mal y el sufrimiento son el “agridulce de la vida” diría el padre Carlos.
Nos acompañan. El hombre ha introducido mucho de ese mal por su egoísmo,
pues la avaricia hace que no haya una justa distribución de las riquezas, de las
tierras, de la educación. Una manera de corregirlo es, como he dicho antes, la
solidaridad.
El mal y el dolor nos golpean y hasta provoca reclamarle a Dios como
hizo el justo Job. Este personaje encarna al justo que sufre sin tener culpa. Los
hebreos creían que el sufrimiento y el dolor era el pago por el pecado de los
padres o de los antepasados. Job viene a decirnos que no es así. Hay ocasiones
en que a los malos les va de maravilla y los buenos no levantan cabeza. ¡Qué
misterio! Jesús es el punto culminante de esto: El bueno condenado en lugar
de los malos (tú y yo deberíamos haber estado en esa Cruz). Ahí se esclarece
el misterio de dolor: Dios mismo ha querido asumir nuestro dolor para darle
un valor redentor
. El dolor aceptado con amor, puede convertirse en méritos para esta vida y
para la otra. ¿Cómo? Es una gracia. Mira más allá. Durante la Segunda
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Guerra Mundial, los judíos sufrieron el Holocausto. Cerca de seis millones de
ellos murieron en manos de los nazis y sus secuaces: cámaras de gas,
incineradores, trabajos forzados, campos de concentración. Un día uno de ellos
veía el espectáculo del ahorcamiento de un niño. En el clímax de lo
incomprensible dijo en su interior: ¿Dios dónde estás? Al rato sintió en su
interior algo que le decía: "Ahí estoy colgado". Casi como decir: "Yo también
sufro con el dolor de la humanidad".
Cristo Jesús viene a mostrarnos el verdadero rostro de Dios: no hay
sufrimiento del hombre que Dios no sienta. Él está de nuestra parte, y aunque
a veces pareciera impotente, como pensaban los epicúreos, Él tendrá la última
palabra. Ya lo demostró al resucitar a su Hijo cuando todo parecía acabar en
derrota, muerte, dolor.
Dicen que los poetas y los místicos son quienes mejor expresan esas cosas
que son inefables, inexpresables. Hace unos años compuse una canción que
trataba de explicar el misterio del dolor. Léela con el corazón:
Compañero inesperado llegas sin invitación me provoca rechazarte ¡oh
misterio del dolor!
Vas tocando a nuestras puertas no ves raza, ni color, pobres, ricos, todos
sufren tú no haces distinción.
En la Cruz, Tú lo asumiste su sentido se cambió, no es castigo que nos
mandas puede hacerse redención.
Te entrego mi sufrimiento, Señor, lo uno a tu Pasión, quiero sentir la
fuerza de tu Resurrección
Le la verdad ha sido una pasión inmemorial del hombre. Es curioso que Eva,
en la primera mentira de la historia, dijera “«La serpiente me engañó y he
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comido.» O sea que el problema de decir la verdad o buscarla es algo más viejo
que Matusalén, diría mi papá.
Como te decía, para los modernos, el problema de la verdad, giraba en torno a
los métodos para hallarla, no tanto sobre la esencia de la verdad.
De eso se había preocupado nuestro viejo amigo Aristóteles y un admirador
suyo, que lo estudió casi 800 años después de muerto el Estagirita, llamado
Tomás de Aquino. Para algunos una de las inteligencias más notables que ha
caminado por este mundo desde que el Homo se hizo sapiens.
Según Aristóteles, la verdad es la concordancia entre lo que hay en mi mente y
la realidad; también dijo que verdad era decir que es cierto lo que es verdadero
y falso lo que es mentira. Parece un trabalenguas pero tiene mucho de verdad.
Cuando tu mente esta en concordancia con la realidad, estás en la verdad; por
el contrario, si te evades y renuncias a tener los pies sobre la tierra ( ojo cuidado
con los astronautas) y rechazas vivir en la realidad, estás en la mentira.
En la otra esquina, la mentira es decir que lo verdadero es falso y que lo falso
es verdadero. Cuántas mentiras se dicen por intereses económicos, por placer,
por diversas excusas. Hay que estar atentos sino vamos a acabar recibiendo
“borriguero por iguana” o “gatoski por liebreski” como diría mi amigo
Gorbachev.
Lo fregado de esto es cuando la mentira se institucionaliza, y los seres humanos
no analizamos lo que se nos presenta; todo lo tragamos sin eructar, diría mi
papá. Un gran predicador de la Palabra de Dios decía: “ellos tienen las
mentiras y las predican como si fueran verdades; nosotros tenemos la verdad y
las predicamos como si fuera mentira.”
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Hoy ocurre como en tiempo de los sofistas (unos tíos del siglo V antes de
Cristo) para quienes lo importante no era la verdad, pues era inalcanzable, sino
convencer a la gente de que lo que ellos decían era la verdad. Algo así como lo
que hacen muchos políticos, mentalistas, brujos: la demagogia.
Algunos publicistas, especialistas en marketing, comunicadores sociales,
cineastas, constructores de sueños nos venden la idea de que necesitamos esto
o aquello. Nos presentan la última maravilla del mundo y todos quedamos
creyendo. ¿Qué podemos hacer para no caer en las redes de tanto engañador?
Incluso los medios de Comunicación social: la radio, la tele, los periódicos a
veces nos engañan. Hoy el sentido crítico es más importante que nunca. Pero
¿quién nos forma en un sano criterio? Como dirían en el Chapulín Colorado:
“¿Y ahora quién podrá defendernos?”
La verdad es una señora con la que todos han bailado. Hay quienes dicen
que ella se hace la importante y es inalcanzable, como los escépticos. Otros, los
dogmáticos dicen que ella es la encontradiza y se le halla sin problemas. Otro
bando se ha preocupado por afirmar que no hay verdades absolutas; algo así
como "todo es según el color del cristal con que se mira". Estos amigos
relativistas afirman que algo puede ser verdadero para un grupo, una cultura,
pero no forzosamente para todos. ¡Cuán sumidos en el relativismo estamos
todos nosotros¡ Algunos han defendido que la verdad depende de la utilidad,
o sea, algo es verdadero si da resultados eficientes y no pocas veces materiales.
Una corriente que ha tomado mucha fuerza hoy es aquella que manifiesta
que la verdad es un consenso; el consenso de la mayoría. Eso es un ideal, pero
no es la verdad: la mayoría podrían equivocarse (piensa en lo que hicieron con
Cristo). A los políticos les fascina este campo; se la pasan consensuando, y no
pocas veces aprueban leyes que son inmorales.
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La verdad es la verdad, la aceptes o no. Tú y yo estamos llamados a ser
buscadores de la verdad ( a lo mejor Indiana Jones se nos une). No podemos
claudicar; descansar sí, pero no abandonar la lucha. Y cuando la encuentres,
diría San Agustín, no llegaste a la meta; al contrario tienes que profundizar en
ella, y sobre todo enseñarla a otros. Sobre la verdad, parodiando a Juan Pablo
II, pesa una hipoteca social, tienes que compartirla y ser un servidor de ella. (Un
diácono de la verdad)
Algún filósofo ha dicho que “el absoluto mata la búsqueda”. Un
romántico llamado Lessing afirmaba que entre la verdad y el placer de la
búsqueda él prefería el último. Sin duda que pone el énfasis en el sujeto que
busca y no en la verdad como tal, y la tarea se convierte en orgullo y presunción.
Santa Teresa decía “humildad es andar en verdad”. ¿De qué presumes? ¿Qué
tienes que no hayas recibido? Si hasta la razón y la inteligencia son un don de
Dios; de que le sirve al hombre ganar el conocimiento si pierde su alma,
podríamos decir. San Jerónimo, ese gran intelectual del siglo IV a.C. quien
tradujo la Biblia del hebreo y griego al latín, decía que la ciencia, en ocasiones,
puede llevar a la soberbia.
Hay una verdad única y a ella se llega desde diversas perspectivas, pero
esa verdad está en la realidad, nosotros no la inventamos, sólo la conocemos.
Ya decía San Agustín “nosotros conocemos las cosas porque son, pero ellas son
porque Tú las conoces.” Hay una verdad indivisible en el universo y nos
acercamos a ellas desde variadas ópticas. Dios la puso en el universo al crearlo,
y las cosas son verdaderas en la medida en que cumplen con el plan que Dios
les ha encomendado.
¿Y la verdad de las cosas creadas por el hombre? Claro que sí. Esa
verdad depende del hombre, pero el hombre no crea de la nada, sólo transforma
lo que ha recibido en administración.
¿Estás decidido a ser un buscador, defensor y propagador de la verdad?
Hoy más que nunca, ella cuenta contigo, pues en el clima tolerante en que
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vivimos, una simple opinión pasa como verdad; o lo que es peor la mentira se
presenta como verdad. Como diría Jesús: “lobos con piel de oveja”.
Quisiera sugerirte un hermoso texto atribuido a Salomón, de quien se dice
que era extremadamente sabio:
“Oh Dios de mis padres y Señor de misericordia, que hiciste todas
las cosas por medio de tu palabra, y con tu sabiduría formaste al
hombre, para que fuese señor de las criaturas que tú hiciste, a fin de
que gobernase la redondez de la tierra con equidad y justicia, y
ejerciese el juicio con rectitud de corazón; dame aquella sabiduría
que asiste a tu trono, y no quieras excluirme del número de tus hijos”
(Sabiduría 9,1-4)
Sentir antes que pensar
La ética es la rama de la Filosofía que tiene que ver con el hacer. ¿Qué
tengo que hacer con mi vida? ¿Debo hacer algo o no hacer nada? ¿Por qué
tengo que trabajar? ¿Qué tengo que hacer para ser feliz? ¿Qué es lo mejor?
Desde tiempos inmemoriales la humanidad ha buscado diversos caminos éticos
casi todos asumen que el hombre busca la felicidad, lo que puede variar son los
caminos.
Sócrates decía que la felicidad era el autodominio. Platón decía que la
contemplación del bien luego de salir de este mundo. Los epicúreos y todo el
utilitarismo, que campea en nuestros días, afirma que hay que aumentar el
placer y quitar l dolor. Para los estoicos la vía es aceptar el destino como nos
llega. Para Santo Tomás es buscar el bien de acuerdo a los fines propios de la
naturaleza humana inscritos en nuestro interior por Dios. Según Kant la clave
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es tratar a los demás como fin en sí mismo y no como medios. Para el marxismo
es luchar por erradicar las clases sociales y buscar la igualdad para todos. En
el caso del liberalismo y neoliberalismo es obtener una calidad de vida óptima.
Últimamente para las éticas de la comunicación la llave es la búsqueda de un
consenso... Ojo a veces la mayoría no tiene la razón...
Los postmodernos creen que sentir es lo más importante. Por eso vemos un
montón de deportes extremos que nos llevan a experimentar nuevas
sensaciones, pues ya estamos aburridos de todo.
Me contaba un amigo que en una discoteca de la ciudad algo lo maravilló.
En un momento de la noche, en las pantallas de video empezaron a proyectar
imágenes de la película Twister (Huracán o Tornado), La proyección iba
acompañada de efectos especiales. En ciertos puntos del salón había jóvenes
con unos tanques de aire de 100 libras y dejaban escapar sobre el público una
fortísima ráfaga de viento. ¡Qué sensación tan especial! me dijo. Y luego una
tanda de música Trance.
Empiezo a entender los deportes extremos. Nuestros jóvenes han
experimentado de todo, muchas veces antes de tiempo. Se entiende que
tengan que inventar situaciones extremas que los saquen del hastío y vacío
en que estamos. Se tiran de un puente o de una grúa telescópica, y quien sabe
cuántas cosas más.
Creo que por ahí también va la música electrónica: Ritmos sin letras. Mover
el cuerpo sin mover el cerebro: sentir y no pensar.
¿Cuál es el camino para ser feliz? Como filósofo cristiano sería
incongruente que no te dijera que busques a Dios. Sin Dios no puede haber
respeto por la dignidad del otro. Ya lo ha dicho alguien que la muerte de Dios,
de la que se ufanaron algunos filósofos del siglo XIX y XX, se ha convertido
en la muerte del hombre.
Somos criaturas en manos del Creador; Él te ha dado todo, ha puesto todo
bajo tus pies, pero sin El no podemos hacer el bien; no podemos edificar una
sociedad humana que camine hacia la eternidad. Ponte en camino hoy.
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Querido joven te escribo a ti que eres la esperanza. Tal vez los mayores no
hemos sido los mejores testigos de Cristo en el mundo, pero no puedes quedarte
en el pasado. Hoy es posible cambiar las cosas, la situación que te rodea. Es
muy probable que no puedas cambiar el universo, pero si tú cambias todo habrá
cambiado. Se puede. Se puede. Te lo repito se puede. No te rindas. No dejes
que apaguen tus sueños.
Termino con una cita de San Juan en su primera carta:
Os escribo a vosotros, hijos míos, porque se os han perdonado los
pecados por su nombre. Os escribo a vosotros, padres, porque
conocéis al que es desde el principio. Os escribo a vosotros, jóvenes,
porque habéis vencido al Maligno. Os he escrito a vosotros, hijos
míos, porque conocéis al Padre, Os he escrito, padres, porque
conocéis al que es desde el principio. Os he escrito, jóvenes, porque
sois fuertes y la Palabra de Dios permanece en vosotros y habéis
vencido al Maligno. ( I Juan 2, 12-14)
¿Qué es la felicidad?
Hace unos años en Harvard, tal vez la universidad más famosa del mundo, se
están dando unos cursos para enseñar a ser feliz. Se matriculan unos 1400
estudiantes por semestre en las clases de psicología positiva, que son dictadas
por un importante gurú para quien la felicidad no es un accidente, sino una
ciencia. Leyendo el resumen de recomendaciones que se dan a lo largo del curso
la lista es interesante: Practica algún ejercicio; desayuna; agradece a la vida todo
lo bueno que tienes; sé asertivo; gasta tu dinero en experiencias no en cosas;
enfrenta tus retos; pega recuerdos bonitos, frases y fotos de tus seres queridos
por todos lados; siempre saluda y sé amable con otras personas; usa zapatos que
te queden cómodos; cuida tu postura; come saludable, arréglate y siéntete
atractivo(a).
¿Qué necesitas para ser feliz? ¿Cuándo somos felices? Aristóteles decía que la
felicidad es alcanzar los fines propios de cada especie. Alcanzar las metas que
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como seres humanos son parte de nuestra naturaleza. Como tal, afirmó que el
ser humano es feliz cuando vive racionalmente; yo añadiría cuando es dueño de
sus pasiones e instintos y no deja que los rasgos animales triunfen sobre la razón.
En este mundo postmoderno en el que es más importante sentir que pensar,
pareciera que los instintos de cualquier índole van ganándole la batalla a la
razón.
Estos días tuve que montar buses porque mi carro estaba dañado. El
presupuesto no me daba para taxis, así que decidí pasear en metrobús y diablos
rojos en vías de extinción. En uno de los trayectos tuve que sentarme casi en la
parte de atrás. Tuve que escuchar la conversación de un hombre, supongo que
con algunos tragos, que le decía, por teléfono, a su concubina o pareja, que él
ya había matado y que no le importaba nada con la vida de aquélla. Le pedí a
Dios que tuviera misericordia de ambos, porque tal vez era el próximo
femicidio. Los instintos, no bien conducidos, nos llevan a la tumba antes de
tiempo, o acaban con la vida de otros.
¿Antes que Harvard abriera su curso, cómo aprendía uno a ser feliz? En la
familia. Nuestros padres y abuelo, con sus vidas y sus consejos, con sus regaños
y nalgadas nos enseñaron qué hacer y qué evitar. Claro, si tenemos un país sin
familias, la felicidad se traslada a consumir, tener, aparentar y quién sabe qué
más. San Agustín, gran maestro en la búsqueda de la felicidad, decía
“ama y haz lo que quieras.” Yo añadí, en una canción que compuse, “pero no
llames amor cualquier pasión”. Tener amor y dar amor es lo que nos hace
felices. El amor es algo muy serio, que el mundo actual ha prostituido. El amor
es una decisión, no es un sentimiento. El amor implica sufrir, sacrificarse, pero
como este mundo huye del sacrificio, apenas surgen dificultades se acaba el
amor. El amor que perdona y pide perdón es uno de los niveles más altos de
humanidad.
El amor es vertical y horizontal. Debemos amar a Dios y dejarnos amar
por él –vertical-. Sin Él, llamémoslo como queramos –ser supremo, energía
cósmica- no tendremos no tendremos fuerzas para amar y perdonar. Debemos
amar a los demás–horizontal-; si nuestra pareja e hijos son felices entonces es
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que los hemos amado. Si hacemos felices a los que nos rodean, entonces, la
felicidad se nos retornará.
La Familia
Entre las cosas que inventó Dios está la familia. A imagen suya nos creó.
Dios es una familia, una comunidad de amor: Padre, Hijo y Espíritu Santo. El
Padre ama a su Hijo, desde toda la eternidad; el Hijo ama al Padre; y el amor
entre ambos –entre quienes se aman, hay amor– se da un amor tan grande que
es una Persona: el Espíritu Santo. No existen familias perfectas, ha dicho Papa
Francisco en varias ocasiones, pero es el sitio en el que podemos ser felices.
Allí aprendemos roles sociales, allí aprendemos a amar y a recibir amor. Allí
podemos ser felices. Hoy se inventan modelos de familias, pero no era así al
principio (Mateo 19, 8). La dureza de nuestro corazón, las malas decisiones,
hacen que las familias se rompan. Nos hacen pensar que es imposible volver a
encender el amor primero en nuestra relación de pareja.
Los hijos son muy importantes para la familia, pero aunque parezca absurdo la
relación de los cónyuges es prioritaria. Un sacerdote decía: nunca decimos mi
ex hijo o mi ex hija. Pero se escucha con frecuencia mi exesposa o exesposo.
¿Por qué? Hemos descuidad el amor entre nosotros la pareja. El trabajo, las
necesidades económicas, nuestro ego que no quiere humillarse… Tantas
razones. Y por supuesto el engaño de creer que otras personas nos van a dar lo
que se nos perdió en casa. El engaño es que el problema tal vez somos nosotros
que no sabemos amar.
Me gusta ir al supermercado. Hace años, un señor al que conocía, me contó el
placer humano que significaba para él ir a uno de estos locales durante su estadía
fuera del país y lejos de su familia. Cuando la nostalgia lo invadía, el súper le
recordaba los lazos de la vida hogareña. Él había viajado por razones de estudio;
ya era un hombre con tres hijos, pero su compañía de trabajo necesitaba que
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tomara una especialización; hoy lo llaman diplomado. Lejos de casa, recordaba
a los suyos con mucho amor.
El susodicho local es una de las invenciones de la sociedad capitalista. Seguro
que en los lares socialistas también existe; los defensores de Wall Street dirán
que en el mundo liberal no hay el desabastecimiento que ocurre en los mercados
izquierdosos. Los herederos de Marx saben repartir, pero no producir; a la larga
la gente no produce nada para abastecer los mercados.
De veras que ir al súper da una sensación de placer y libertad. Me hace sentir
que soy un hombre que ha logrado satisfacer las necesidades de su familia. Ir al
súper implica que trabajé muy duro o busqué los medios para comprar y eso da
una sensación de orgullo que llena el corazón.
¡Qué sensación tan engorrosa cuando no tienes sino lo justo y necesario!
Cuando estás en la fila para pagar, vas haciendo los cálculos de qué se va a
quedar en el carrito. Si tus hijos van contigo, tienes que aprender a decirle “no”,
a algunas de sus solicitudes. No se puede comprar todo. No hay plata para todo.
Y más aún, debes aprender a sobrevivir con el llanto de los infantes que no
entienden eso de presupuesto y gastos controlados.
En estas épocas de lucha y búsqueda de estabilidad presupuestaria, me toca a
mí hacer el súper. Yo decido qué se compra y qué no. Ir al súper es todo un
ejercicio de aritmética. Hay que maximizar los recursos y buscar el mercado
más económico, sin dejar de pensar en la sanidad e higiene.
En eso de ser discípulos del Maestro, conversar y mirar a la gente a los ojos es
imperante. Lo más valioso son las personas; independientemente de lo que nos
ocurra, de la procesión que llevemos por dentro, de los temores y angustias que
nos ataquen; lo más importante son las personas y del trato que les demos
dependerá nuestro paso a la vida eterna. Ya lo dice San Juan de la Cruz: Al
atardecer de la vida, seremos juzgados por el amor. Por el amor que demos a los
que se topen con nosotros; ricos o pobres, ateos o creyentes…
Supongo que San Juan estaba pensando en la parábola del pobre Lázaro, el rico
Epulón y en el juicio final: Tuve hambre y me diste de comer, estuve enfermo,
pobre, necesitado… Mirar a la gente a los ojos y escucharla es un signo de que
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nos interesan. Emanuel Levinas nos habla de la Mirada del otro que me exige
atención. Esto de mostrar respeto por la gente es vital. La gente se da cuenta si
les prestamos atención. Mis hijos y mi esposa se dan cuenta si de verdad me
interesan.
Una noche fui al supermercado. Tenía que comprar carne o algún derivado de
proteína animal, diría mi endocrinóloga. No había mucha gente en el local. El
carnicero se atrevió a intercambiar palabras conmigo.
-¡Oiga yo no sé cómo hacen estos tipos!- me dijo mientras lanzaba una mirada
hacia sus compañeros despachadores de carnes, aves o peces.
-¿A qué se refiere? -me atreví a preguntarle
-Yo no sé cómo haces estos tipos. Uno dice que tiene dos mujeres, el otro que
tres. Y tienen para darle todo, a todas –dijo el hombre con perplejidad. Y luego
añadió la joya de sabiduría que inspiró este ensayo-: -Yo sólo tengo una y no
puedo hacerla feliz. ¿Cómo hacen ellos? Dicen que todas están felices.
¿A cuántas personas podemos hacer felices? ¿A cuántas familias puedo hacer
felices? ¿Mis hijos son felices? ¿Mi cónyuge, mi compañera o compañero es
feliz?
Libertad, Amor, Ética
Antes de volver al amor debo hablar de la libertad, pues un requisito para el
amor es que sea libre. Si te obligan a amar, ya no es amor.
La libertad se conquista. San Agustín diferenciaba en libre albedrío y
libertad: el primero es la capacidad que tenemos los humanos de decidir nuestros
fines, medios, acciones, pensamientos y omisiones; la segunda es la máxima
felicidad que se encuentra cuando utilizamos bien el libre albedrío. Nuestra
naturaleza humana está herida, pero no incapacitada. Lutero decía que no
podíamos nada, que el pecado original había destruido nuestra voluntad y
nuestra razón. Lo único que nos salvaba era la fe; nuestras acciones siempre
iban a estar manchadas por la herencia pecaminosa que adquirimos de Adán y
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Eva. Santo Tomás de Aquino afirmaba que estamos heridos, pero no
incapacitados para ejercer bien nuestro libre albedrío.
Si analizamos la vida humana, desde los primeros años, vemos como nuestros
instintos nos llevan al egoísmo, -para algunos esta es la verdad de Thomas
Hobbes, el hombre nace con la maldad, es un lobo para el otro hombre. Para
los que creemos la Revelación Cristiana, es la herencia del pecado, la
concupiscencia que está en nosotros. Los padres tenemos la tarea de ir educando
a nuestros hijos en los valores de la solidaridad: el mal de los otros es mí mal y
debo luchar por erradicar la maldad y el egoísmo del mundo.
Tengo libertad, pero tengo una serie de instintos animales que debo
domesticar. La ley de la selva está dentro de mí. La libertad es la capacidad
de domesticar todos estos instintos, encauzarlos hacia el bien. Dios no se
equivocó cuando nos dio libertad. La libertad es una herramienta preciosa para
obtener méritos. Los animales y las plantas no obtienen méritos: sus acciones
son instintivas, ya están reguladas. En cambio nosotros podemos decidir
nuestro destino. Tú haces tu destino con la libertad que Dios te dio. Claro que
hay circunstancias que podrían influir en nosotros: crecer en una barriada
plagada de delincuencia, drogas, libertinaje. Pero incluso esas circunstancias
difíciles se convierten en méritos, pues al vencerlas, recibo más méritos.
Para los que creemos en Dios, todo concurre para bien de nuestra libertad
(Romanos 8, 28); hasta nuestros cabellos están contados. Todo está en manos
de Dios. Pero mi libertad es fundamental para redimir mi historia: sin ella Dios
no puede hacer nada. Él necesita de mi libertad; no para utilizarme, sino para
potenciarme y llevarme a alcanzar lo más alto: mi plena humanidad.
Sartre afirmaba que si existía Dios, no podía haber libertad. Dios por lo tanto
es el enemigo de la libertad humana, pues sus leyes siempre son prohibitivas.
Sin duda que esto es un episodio más de la primera rebelión. El hombre quiere
ser creador y no creatura. El hombre quiere decidir por sí, y no reconocer que
cuando él llegó al Universo, hacer dos millones de años, ya la historia cósmica
llevaba cerca de quince millones de años. Pero con todo, somos la única
creatura que Dios ha querido en sí misma. Somos los únicos con capacidad de
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amar. Santo Tomás de Aquino afirmaba que el hombre es un viador –statu via, perfectible. Dios nos hizo con la capacidad de perfeccionarnos. Somos
naturaleza, pero también vocación y elección. Cada uno decide qué hacer con
su libertad.
Libre de... Libre para...
La expresión, en el contexto contemporáneo, se atribuye a Víctor Frankl,
psiquiatra y filósofo, quien sobrevivió el Holocausto de la Segunda Guerra
Mundial. Los dolores que padeció, perder a su esposa y familiares, lo llevaron
a descubrir el sentido de la vida y a reflexionar sobre la libertad. ¿Qué sentido
tiene la vida humana? ¿Se puede hallar sentido en medio de tanto dolor,
inhumanidad y sufrimiento?
La mayoría de nosotros afirmamos ser libres, estar libres. Sólo los presos,
detenidos en cárceles, están sin libertad, decimos. Somos libres de elegir qué
hacer y qué no hacer. Somos libres de comprar o ahorrar. Somos libres de ir al
casino o tomarnos unos tragos. Se ha vuelto común que el alcohol es
indispensable para nuestras veladas, fiestas o reuniones sociales: no puede
faltar. ¿No será esto una esclavitud? ¿Quién sabe beber unas copas sin
sobrepasarse?
El mundo contemporáneo heredó de la Revolución Francesa el valor de la
Libertad. La Democracia moderna es el máximo ejercicio de la libertad. El
capitalismo defiende la libertad y sus componentes. So pretexto de liberalismo
se nos esclaviza en el consumo de alcohol, en la pornografía, en la ludopatía,
en el adulterio. El hombre necesita algo a lo que dedicar su libertad y su
energía, entonces escoge alguno de estos.
Un conocido que había entrado en el mundo de las drogas - lo hizo al dejar
la escuela, pues la educación le parecía aburrida- me explicaba el mecanismo
de dependencia. Su isla era visitada por barcos atuneros. Los jóvenes eran
contratados para trabajar en el barco y dejaban la escuela. El anzuelo era
empezar a ganar dinero rápido. En el día iban al barco, en la tarde se bajaban
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para dormir en sus casas. Cuando les pagaban, invertían su dinero en sexo,
drogas y alcohol. No tenían otras metas. Ahí empezaba la esclavitud.
El ser humano necesita algo absoluto a lo que dedicar su libertad: vicios o
virtudes. La clave es descubrir la mentira de los vicios y eso es un combate
que implica morir a nosotros mismos. Aceptar los propios vicios es un proceso
de muerte y de negación. Tienes que descubrir que estás esclavizado y que eso
te está destruyendo. Luego deberás buscar ayuda profesional y espiritual. Sólo
no podrás vencer esos gigantes. Sin Dios no se pueden dejar los vicios, porque
ellos no son sólo algo humano, sino que son esclavitudes espirituales: pecado.
Claro para quien no cree, eso no son vicios, son libertades y goces humanos.
Recuerdo una estudiante que defendía a capa y espada el sexo prematrimonial
y libre. Defendía el uso de anticonceptivos.
Ella decía “yo no creo en Dios, ni en la religión. Para mí la vida es sólo aquí y
ahora”.
Cuando te liberes de los vicios, estarás listo para descubrir la “libertad
para”. Serás libre para amar a tus seres queridos, a tus amigos, a tu trabajo, a
tu iglesia, a Dios…
Lo preocupante es que a veces nos gusta la esclavitud, pues tememos la
libertad. Esto suena un poco absurdo. ¿Miedo a la libertad? Tal vez miedo a la
esclavitud. La esclavitud es espantosa. Desde la Antigüedad ha sido un medio
de crear imperios y de amasar fortunas a costa de otros. Los seres humanos, por
el pecado original, nos hemos vuelto “lobos para los otros hombres”. Esta es la
discusión de Hobbes y Rousseau. El primero afirmaba que el hombre nace malo
por naturaleza, en cambio el segundo decía que el hombre nace bueno es la
sociedad la que lo corrompe. Los cristianos creemos que Dios hizo el universo,
el mundo, al hombre... y todo lo hizo bien. Perfectible y no perfecto. Es decir
le dio todos los medios y leyes al universo para que marchara en verdad, bondad,
justicia y amor.
Quisiera resumir esto sobre la libertad, con una iluminación de un amigo
español:
Libertad-autonomía: puedo ir donde quiero.
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Libertad-autodominio: puedo dominar mis instintos.
Libertad-autodonación: puedo comprometer mi libertad con el amor y con
valores elevados.
El pecado introdujo un desorden que ha sometido nuestra libertad e
incluso a la naturaleza como dice San Pablo
“Yo considero que los sufrimientos del tiempo presente no pueden
compararse con la gloria futura que se revelará en nosotros. En
efecto, toda la creación espera ansiosamente esta revelación de los
hijos de Dios. Pues quedó sujeta a la vanidad, no voluntariamente,
sino por causa de quien la sometió, pero conservando una
esperanza .también la creación será liberada de la esclavitud de la
corrupción para participar de la gloriosa libertad de los hijos de
Dios. Ya que la creación entera, hasta el presente, gime y sufre
dolores de parto. Y no sólo ella: también nosotros, que poseemos
las primicias del Espíritu, gemimos interiormente anhelando que
se realice la plena filiación adoptiva, la redención de nuestro
cuerpo.” (Romanos 8, 18-23)
Derechos y Deberes
La libertad es difícil, pues exige valentía y responsabilidad. De hecho
cuando descubrimos que podemos hacer fracasar nuestra vida, a veces
preferimos que otros manejen la nave de nuestra libertad. De esta manera
podernos culpar a otros de nuestros errores. Viene a mi mente la historia del
canario que pidió a los marineros de su barco que lo soltaran de su cautiverio.
El cantor ya no quería vivir en la seguridad de su jaula, anhelaba surcar por el
océano y gozar del placer de la libertad. El ave voló muy lejos y los primeros
días era felicísima. El asunto fue que, después de una semana, en medio del
mar, con lluvia unas veces y sol inclemente otras, no había donde descansar.
El pajarito pensó, no tengo casi fuerzas; voy a morir. Creo que puedo llegar al
barco en unos cuantos días. Allí tengo alimento y seguridad. Cuentan los
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marinos que tan pronto llegó al buque, pidió que lo enjaularan nuevamente y
botaran la llave. La libertad no es tan fácil nada.
No es tan sencillo, porque estamos obligados a decidir. De alguna manera
Sartre tenía razón cuando decía que estamos condenados a ser libres; no hay
determinismo. Eres libre de hacer lo que creas conveniente.
El pequeño detalle es que la máxima libertad se realiza cuando hacemos
el bien. Parece contradictorio verdad. Seguro pensarás que no eres libre nada,
si se te impone el bien. El mismo Sartre afirmaba que la existencia de Dios era
contradictoria con la libertad del hombre, pues las reglas y normas divinas son
enemigas de nuestra absoluta libertad. La conclusión lógica es una moral
relativista y circunstancial. No hay espacio para una esencia humana, con fines
ya establecidos a partir de una ley natural. Por eso, el francés afirmaba que la
existencia, en el caso del hombre, precede a la esencia: cada hombre decide su
esencia por su existencia. No hay reglas, normas, morales. Dios es casi como
un enemigo que me prohíbe las cosas buenas de la vida. En este contexto se
comprende la campaña mediática del ateo más famoso del tercer milenio.
Richard Dawkins ha montado un slogan que reza:
“Goza la vida. No te preocupes. Probablemente, Dios no existe”.
Según esto, Dios es alguien que no le gusta que tú seas feliz. De tal forma
que es mejor sacarlo del libreto. Algo así planteaba Nietzsche para quien es
mejor creer que Dios ha muerto, que creer en un Dios que permite la maldad.
Este mismo filósofo decía que el Cristianismo es antihumano, pues la mayoría
de sus valores fundamentales son sinónimo de debilidad: humildad,
mansedumbre, perdón, misericordia, buscar los últimos puestos, servir en lugar
de ser servido...
El borrar a Dios del mapa es un plan del Enemigo desde los tiempos del
Edén. Es que el mal es más atractivo, la tentación siempre se presenta preciosa.
El Creador nos dio una ley natural, que está inscrita en nuestro ADN y que nos
invita a hacer el bien y evitar el mal. Claro ahí viene el pecado y la
concupiscencia que se inclinan a lado oscuro de la fuerza diría Darth Vader.
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Me gusta contar esto de la Ley Natural con un ejemplo, pues no es tan fácil
de comprender. Todo fabricante -de lo que sea que fabrica- establece el modelo
de su obra. Alguien que construye computadoras establece velocidad,
capacidad; igual con los vehículos. Así es con el hombre; el Creador estableció
una ley interior a nosotros mismos que nos dice el bien y el mal y que nos habla
en eso que llamamos conciencia. Depende de nosotros ir desarrollando nuestro
oído interno para que la conciencia nos pueda advertir. Lastimosamente la
conciencia es a veces obnubilada, oscurecida por una sociedad que nos dice
que no hay bien, ni mal: Todo es relativo.
Es aquí donde vienen a jugar un papel fundamental los padres de familia y los
educadores: formadores de conciencias rectas. Los medios de comunicación
deben apoyar la formación del criterio, pero no pocas veces se convierten en
propagadores de costumbres inmorales o amorales. Algún dueño de medio se
defiende diciendo “nosotros presentamos lo que la sociedad desea ver y
escuchar”. Afirman igualmente que el entretenimiento es distinto a lo
educativo; el entretenimiento paga, pero a veces está lejos de la verdad.
Seguro que te estarás preguntando y por qué Charlie está tan seguro de la
verdad. Tenemos que definir si hay verdad. Esta discusión la lleva casi cuatro
mil años, y a los hombres nos encanta rebelarnos de la verdad.
Queremos ser los que establecen la verdad y no nos gusta reconocer que cuando
llegamos al universo, ya existían unas leyes básica que descubrimos, no
inventamos.
La libertad es uno de la valores de la sociedad moderna. Y en no pocas
ocasiones los hombres se han atrevido a ofrendar la vida con tal de obtener su
libertad y sus derechos. ¿Y los derechos de Dios? ¿Dios tiene derechos por
habernos creado? ¿Tenemos algún deber para con Dios? ¿Le debemos culto,
amor, adoración? El decidió nuestro ADN. El decidió compartirnos la libertad
de la que Él goza. Pero somos criaturas, Él es el Creador.
La figura del ave, atada con un cordel de oro, es de San Juan de la Cruz.
Dice el gran doctor de la Iglesia, que da lo mismo estar atados por cadenas y
grilletes, que por un cordel de oro: igual estamos esclavizados. Hoy es
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necesario que rompas cualquier atadura que te impide volar hacia el Señor,
hacia tus metas y proyectos. El proceso durará toda la vida: he ahí nuestra
santificación. Ir liberándonos para ser plenamente humanos.
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