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JA APROXIMACIÓN CRÍTICA AL CAPÍTULO I DE LA OBRA “UN ENFOQUE CRISTIANO A LA FILOSOFÍA” DE WARREN YOUNG

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APROXIMACIÓN CRÍTICA AL CAPÍTULO I DE LA OBRA “UN
ENFOQUE CRISTIANO A LA FILOSOFÍA” DE WARREN YOUNG
Por: Jairo Abelardo Arango Morales
A modo de introito. El capítulo I del Libro Un enfoque cristiano a la filosofía
(S/F) del Dr. Warren Young deja sentado con claridad que la obra tiene un
propósito de servir de introducción al estudio de la disciplina filosófica tanto desde
un punto de vista histórico-general, como desde el punto de vista de la perspectiva
cristiana, cosmovisión a la cual el autor se adhiere desde un principio.
De ésta manera, es imposible introducir al estudiante en los conceptos
básicos del quehacer filosófico, sin realizar una aproximación teórico-conceptual e
incluso histórica, al vocablo “filosofía”, por cuanto éste último es un término
multívoco, que ha evolucionado en el devenir del tiempo y del espacio, conforme
los cambios en el pensamiento y cosmovisión del hombre mismo se han ido
operando.
Así mismo, el Dr. Young realiza un intento de clasificación de las diferentes
disciplinas filosóficas, de acuerdo a dos esquemas (uno más tradicional que el
otro), por lo demás insuficientes. Claro está desde un principio que la obra de
Young no tiene un carácter exhaustivo ni enciclopédico, por cuanto él mismo
declara que “El novicio en filosofía quizás se sorprenda de que se necesiten
muchos años de cuidadoso estudio para alcanzar verdadera eficiencia en
cualquiera de las muchas ramas de la misma…” (p. 18).
La obra del Dr. Young intenta entonces ofrecer una aproximación bastante
práctica y sencilla a problemas relacionados con la episteme del hombre en la
actualidad, desde diversos puntos de vista teoréticos desde las visiones que
ofrecen en general naturalismo, idealismo y cristianismo, como grandes ejes
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temáticos desde los cuales explica el entramado de las diferentes categorías y
conceptos filosóficos que evolucionan a través de las diferentes épocas históricas.
Desde éste último punto de vista, el libro se convierte en una aproximación
teórica igualmente valiosa a la apologética cristiana, aunque ésta no sea su
finalidad principal, tal y como el mismo Young lo declara en el prefacio: “Si bien es
cierto que ésta obra no es principalmente apologética, la función defensiva no ha
sido esquivada, puesto que ello resultaría imposible. En general puede decirse
que todas las introducciones son defensas de un determinado punto de vista…” (p.
10).
En cuanto al significado del término “Filosofía”. No es factible definir a
la “filosofía” antes de ejercitarla, de allí que la mayoría de los autores hoy por hoy,
se entretienen en disgresiones históricas (Briceño, 2007) que aunque de mucho
valor metodológico, bibliográfico, y como antecedente investigativo (válido para el
abordaje de trabajos críticos sobre la materia), carecen de valor a la luz de la
posibilidad de establecer una categoría adaptada a la marcha del pensamiento
epistemológico de la actualidad, y, mucho más, adaptada a plenitud a la
cosmovisión cristiana. De acuerdo con el autor objeto del presente análisis, “El
significado de la palabra ha cambiado en el transcurso de los siglos, de modo que
diversos pensadores la usan dándole muchos matices en su significado” (Young,
S/F, p. 16).
En las siguientes líneas, se pretende sistematizar un poco más
esquemáticamente el orden de abordaje del Dr. Young, a efectos de lograr una
más completa comprensión de sus ideas, complementando éstas con algunas
obras especializadas que pueden arrojar luz metodológica, conceptual e histórica
a las mismas, recordando que todo filosofar y todo intento de aproximación a la
historia de la filosofía, necesariamente ha de apoyarse en la tradición: “un filosofar
que ignora la tradición es diletantismo: no logra la buscada relación directa con los
problemas” (Briceño, 2007, p. 25) así como “Un amplio conocimiento de la
tradición, sin filosofar, además de ser necesariamente superficial, no pasa de ser
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árida erudición” (op. cit., ibíd.); por todo lo anterior, en cuanto al análisis del
concepto, se tiene lo siguiente:
a) Sentido de la voz filosofía en el mundo pre-socrático: la palabra
“filosofía” viene de “dos voces griegas: philia (amor) y sophia (sabiduría). El
filósofo era “el que amaba la sabiduría” (Young, S/F, p. 16). Así, se tiene que en la
antigüedad, filósofo es el amante de la sabiduría, significado éste que en la
historia del pensamiento humano no va a durar mucho tiempo: “En Heródoto, en
Tucídides, quizá en los presocráticos, alguna vez, durante poco tiempo, tiene éste
significado primitivo de amor a la sabiduría. Inmediatamente pasa a tener otro
significado: significa la sabiduría misma” (García Morente, 1938/1982, p. 5).
De ésta manera nos podemos hacer varias preguntas, tanto en referencia
con el mundo histórico antiguo, como con respecto a una posible actualización en
función con nuestra contemporaneidad: (i) ¿qué clase de saber es el saber
filosófico?, (ii) ¿Cuál es su método?, (iii) ¿Cuál es su objeto específico del
conocimiento, vista la amplitud del término?, (iv) “¿No están las ciencias
sustentadas y dirigidas por un valor supremo – la verdad – cuya naturaleza es
problemática? … ¿Hay una jerarquía absoluta de valores?” (Briceño, 2007, p. 22).
Es de destacar, que líneas después, el Dr. Young al referir los orígenes
filosóficos, aborda la cosmovisión de los primeros filósofos de los que la
humanidad tiene noticia reciente, puesto que “No cabe duda de que los hombres
han sido siempre filósofos, aunque sólo sea en menor grado; pero formalmente
hablando, la historia de la filosofía occidental puede muy bien datar de los días de
Tales” (p. 21). De ésta manera, la lista de filósofos y su respectiva cosmovisión
viene de la siguiente manera: (i) Tales (que fija el origen de todo en el agua como
elemento fundamental), (ii) Anaximandro (que fija el origen de todo en la categoría
del infinito), (iii) Anaximenes (que fija el origen de todo en el aire, como elemento
fundamental), principiando con los antes señalados “una línea de desarrollo
intelectual que habría de hacer sentir sus efectos sobre la cultura de occidente con
una fuerza tal que sólo es superada por la del cristianismo” (Young, S/F, p. 21).
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b) Sentido de la filosofía ática (filosofía clásica): la filosofía clásica
griega, representada por Platón y Aristóteles, elabora su sistema a partir de la
disyunción del término “saber”, divisible en opinión y conocimiento racionalmente
fundado. Desde ésta perspectiva, inicia Platón su filosofía, distinguiendo “doxa”
(opinión) de “episteme” (que viene a significar “ciencia”, como saber al que accesa
el ser humano porque lo ha buscado intencional y racionalmente).
Señala el Dr. Young, de manera insuficiente y por medio de una paráfrasis
no documentada en el respectivo aparato bibliográfico, que para Platón “es filósofo
el que capta la esencia o realidad de las cosas, en contraste con el que percibe
solamente las sombras o apariencias” (S/F, p. 16). Lo anterior, se presume
extractado conceptualmente y a manera de paráfrasis o inferencia (no está
referenciado, vuelvo a insistir) del libro de La República de Platón, mas ello queda
en el aire.
En virtud de lo anterior, es conveniente complementar la información
referida, con palabras de García Morente (1938/1982), para quien en Platón, la
voz “filosofía” ya no tiene mucho que ver con “amor al conocimiento” ni con saber
en general, sino que representa “el sentido del saber reflexivo que encontramos
después de haberlo buscado intencionalmente” (p. 6).
Es decir, el filósofo (en sentido platónico) se constituye en el individuo que
busca accesar a la verdad a través del método de la dialéctica, método que a su
vez “consiste en suponer que lo que queremos averiguar es tal cosa o tal otra; es
decir, anticipar el saber que buscamos, pero inmediatamente negar y discutir esa
tesis o esa afirmación que hemos hecho y depurarla en discusión”, con lo que la
voz “filosofía”, adquiere el sentido del saber racional, reflexivo y adquirido por
medio del método dialéctico (op. cit., p. 7).
Por su parte Aristóteles, concibe a la filosofía como la ciencia universal, que
subsume dentro de sí diferentes ramas del humano saber: matemáticas, física,
lógica, ética, política, entre otras, con lo que se hace filósofo aquel que posee un
conocimiento extenso (Young, S/F, p. 16). De tal manera, el término “filosofía”
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tiene en Aristóteles el volumen enorme de comprender dentro de sí a la totalidad
del conocimiento humano: “El hombre conoce reflexivamente ciertas cosas
después de haberlas estudiado e investigado. Todas las cosas que el hombre
conoce y los conocimientos de esas cosas […] lo designa Aristóteles con la
palabra filosofía” (García Morente, 1938/1982, p. 7), susceptibles de ser
agrupadas bien sea al amparo de la lógica, bien de la física, bien de la ética (op.
cit., pp. 7-8).
c) Medioevo y “filosofía”: al respecto, Warren Young realiza un paseo
histórico muy breve por el Medioevo, citando a Plotino, Filón de Alejandría y
Agustín, de modo profusamente sumario (Young, S/F, p. 22), sin señalar la
importancia que también tuvieran para la época, la escolástica de Tomás de
Aquino (haciendo simplemente una mención contingente y marginal con referencia
a su derrumbe y desviacionismo hacia el panteísmo, lo cual, a efectos de
establecer pautas sobre el posible significado del término “filosofía”, y de sus
aportes en cuanto a cosmovisión, es irrelevante).
Es precisamente con la Patrística y la Escolástica, que la filosofía medieval
se convierte en todo un hito en el pensamiento de la humanidad, por cuanto
prácticamente se equipara, se ponen a la par, las categorías que tanto la teología
del cristianismo como la filosofía clásica ofrecen. Young (S/F) señala que con
Agustín de Hipona reaparece el movimiento neoplatónico sobre el siglo iii d. C.,
iniciando un sistema de filosofía cristiana de gran vitalidad, que prácticamente
dominara al mundo durante un milenio, con lo que se convierte “el racionalismo
griego en puntal de la teología revelacional hebreo-cristiana” (op. cit., p. 22).
Es necesario entonces, dejar sentado a manera de análisis esta
insuficiencia en la obra de Young, y cubrirla, señalando que para los pensadores
de la edad media, la filosofía como disciplina, implica dentro de sí a todos los
conocimientos humanos acerca de las cosas de la naturaleza, hecho del que no
escapa el conocimiento de Dios, como creador de aquella (de allí que para el
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pensador medieval la disciplina teológica se retroalimenta a su vez del quehacer
filosófico y viceversa).
Así mismo, caracteriza al quehacer filosófico medieval, una extrema
severidad en cuanto a la aplicación del método, severidad que arropa por igual a
las dos grandes escuelas que se disputan primacía en éste período (la Patrística y
la Escolástica). Resulta entonces curioso observar la acuciosidad de los
pensadores escolásticos, particularmente a Tomás de Aquino, cuando intentan
completar “el método de la prueba, el método del silogismo, con una especie de
reviviscencia de la dialéctica platónica” (García Morente, 1938/1982, p. 25), no
deduciendo solamente de principios generales los principios particulares de la
cuestión sometida a escrutinio, sino incluso analizando las opiniones de los más
diversos autores, realizando críticas de unas y otras, confrontándolas para “extraer
de ellas lo que puede haber de verdadero y lo que puede haber de falso” (op. cit.,
p. 26).
d) La “filosofía” como ciencia total de las cosas: entre el final del
Medioevo, pasando por el renacimiento hasta incluso llegar la edad moderna, se
sigue designando con el término “filosofía” a todo conocimiento, incluso, hasta
muy entrado el siglo xvii, pudiéndose hoy por hoy, en plena posmodernidad,
encontrarse algunos reductos conceptuales que otorgan ese sentido totalitario a la
palabra “filosofía”. Es digno ejemplo de la situación descrita, el libro en el que
Isaac Newton expone su famosa teoría de la gravitación universal: “Philophiae
naturalis principia mathematica”, es decir, “Principios matemáticos de la filosofía
natural […] en tiempos de Newton, la palabra filosofía significaba todavía lo mismo
que en tiempos de la Edad Media o en tiempo de Aristóteles: la ciencia total de las
cosas” (García Morente, 1938/1982, p. 9).
Claro que innegablemente a partir del siglo xvii la filosofía empieza a
desgajarse, a deslindarse de ese sentido de totalidad, y se empieza a constituir en
ciencia verdaderamente autónoma, pues tanto los cultivadores de la filosofía, así
como los científicos propiamente dichos se empiezan a especializar y súper
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especializar: “Si a todo el saber humano se le quitan las matemáticas, la
astronomía, la física, la química, etc., lo que queda, eso es la filosofía” (op. cit., p.,
10).
En éste punto, conviene hacer una paráfrasis y comentario de la obra de
Young, en el sentido de otorgar el justo reconocimiento a determinados
pensadores, que en menor o mayor medida contribuyeron con éste desgajamiento
de la filosofía y en su constitución como ciencia autónoma: (i) el empirismo, con
Francis Bacon, fundador de la investigación moderna y que deviniese en el
moderno naturalismo, teniendo éste último por base al mismo Bacon, Hobbes,
Locke y Hume; (ii) el racionalismo francés, representado en Descartes y su
Discurso
del
método,
así
como
los
posteriores
pensadores
llamados
contractualistas y enciclopedistas (Rousseau, Voltaire, entre otros); (iii) el
pensamiento de síntesis implicado en el idealismo trascendentalista de Inmanuel
Kant y Federico Hegel, cuyas obras han servido como sólida base epistémica y
metodológica a las más modernas escuelas de filosofía (Young, S/F, pp. 22-23).
e) Actualidad y confluencia protestante: también al respecto, el autor
ofrece sumariamente información de la que se infiere, va a profundizarse en
capítulos posteriores de su obra. De acuerdo con Young (S/F), Russel equipara
“filosofía” con “lógica”, haciendo de la filosofía un simple recurso metodológico
(que restringe a ésta simplemente al campo de la metodología): posición un poco
radical y que se cae por su propio peso, sobre todo al analizar en profundidad
obras tales como Realidad y Ficción (1962) y Fundamentos de filosofía (1972),
ambas de Bertrand Russell (tal vez la posición de Young depende más de una
valoración prejuiciada de la condición ateísta de Russell como pensador, lo cual,
no le quita mérito a éste último en lo que respecta a sus contribuciones
académicas innegables, muy especialmente en los campos de la lógica
matemática, la gnoseología y la filosofía del lenguaje).
Basta para ilustrar la no contradicción de los valores estándar de la filosofía
como ciencia con respecto a la espiritualidad cristiana, el hecho de que en plena
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posmodernidad, se la defina como “el esfuerzo inusitadamente obstinado por
alcanzar el conocimiento verdadero” a lo que se agrega que “los errores filosóficos
en las creencias del sentido común no sólo producen confusión en la ciencia, sino
que también perjudican a la ética y a la política, a las instituciones sociales e
incluso a la conducta de nuestra vida cotidiana” (Russell, 1972, pp. 16-17).
Por otra parte, señala Young que “El desenvolvimiento de la filosofía
realista cristiana moderna principió con el retorno al cristianismo bíblico de la
reforma protestante” (S/F, p. 23), ocupándose así de las presunciones básicas que
informan la visión cristiana del mundo, y de la exposición eficiente de sus
conceptos fundamentales. Lo anteriormente señalado, tampoco se halla en
contradicción con la aspiración metodológica más general de la filosofía como
ciencia, por cuanto ésta, hoy por hoy, es considerada como “posibilidad, actividad
y producto del hombre” (Briceño, 2007, p. 9), que se dirige hacia el valor,
tematizándolo “lo problematiza, toma consciencia de su orden jerarquizándolo,
trata de descubrir su naturaleza” (op. cit., pp. 21-22) para explicarlo (es decir, para
producir de aquel una suerte de exégesis), referenciando así a todas las ciencias
en general, y contribuyendo en la medida de sus posibilidades, con la reflexión
crítica humana.
En cuanto a la división de la filosofía. Las ramas propuestas por Young a
efectos de dividir el saber filosófico, se limitan a la metodología, la epistemología,
la metafísica, la axiología, la ética, la estética, la filosofía de la historia y las
“filosofías especiales”, ramas que en general, escapan del alcance de la obra de
Young, que aborda sólo a efectos informativos (op. cit., pp. 19-20). Vale la pena
señalar la misma advertencia del precitado autor, cuando refiere que “No existe
una forma única en la cual deban tratarse los problemas filosóficos. Varios
escritores encuentran igualmente satisfactorias diferentes maneras de enfocarlos”
(op. cit., pp. 18-19).
Ahora bien, para complementar la información que ofrece Young, resulta
valioso en éste punto explicitar la forma de división del quehacer filosófico de
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acuerdo con Tomás de Aquino (citado por Brugger, 1962, pp. 217-218) que utiliza
como criterios de organización a efectos de lograr la mencionada división:
(a) El orden del ente, que la razón encuentra delante de sí (gnoseología:
estudio de la razón en cuanto descubridora del ser, y del conocimiento como
objeto mismo de conocimiento; metafísica: el estudio de lo que se halla más allá
de la física; ontología: ciencia del ser y metafísica general que desenvuelve las
cuestiones relativas a todo ente en cuanto tal; teología natural: ciencia del ser de
Dios y metafísica general que desenvuelve las cuestiones relativas a Dios en
cuanto a origen primero de todas las cosas; cosmología: metafísica especial que
aplica los conocimientos obtenidos a los círculos fundamentales de lo creado a fin
de dilucidar a la naturaleza misma; psicología: como estudio del alma humana y
finalmente la antropología, como estudio filosófico del hombre).
(b) El orden de obrar que ella realiza o las clases de hacer (la lógica, que
estudia la rectitud del pensar; la ética y la filosofía de la religión, que se encargan
de estudiar la bondad de la acción interior, como elemento perfeccionador del
hombre entendido en su totalidad; la filosofía de la cultura: que en sus diversas
ramas considera la obra de la creación externa que desenvuelve diversas
actuaciones parciales).
(c) La relación entre praxis y teoría, que permite subdividir a la filosofía en
“teorética” o “especulativa” (abarcando todo lo concerniente al saber) y filosofía
“práctica” (abarcando todo lo concerniente al obrar en cuanto tal), ésta última
subdivisión es propuesta por Lotz (Brugger, 1962, p. 218).
Referencias Bibliográficas
Briceño, G. (2007). ¿Qué es la filosofía?. Mérida (Venezuela): Biblioteca J. M.
Briceño Guerrero / Centro Editorial “La Castalia”.
Brugger, W. (1962). Diccionario de filosofía. Barcelona (España): Herder.
10
García Morente, M. (1938/1982). Lecciones preliminares de filosofía. Buenos
Aires: Losada.
Russell, B. (1962). Realidad y Ficción. Madrid: Aguilar.
________. (1972). Fundamentos de Filosofía. Barcelona (España): Plaza & Janés,
S. A., Editores.
Young, W. (S/F). Un enfoque cristiano a la filosofía. El Paso (Texas, EE. UU. De
N. A.): Casa Bautista de Publicaciones.
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