Contra el punitivismo individualista sobre-culpabilizante en el psicoanálisis burgués: el anti-goce como necesidad histórica del marxismo Gabriel Rodriguez Varela y Emiliano Exposto Cátedra Abierta Félix Guattari en Universidad de los trabajadores (IMPA) “Del original ´Conócete a ti mismo’ se ha arribado a ´Hazte cargo´. Además de estar en contra, en oposición absoluta, a esta orientación en psicoanálisis (no por supuesto para la justicia o la ciencia forense) dejo bien fundada la lectura que establece que la incorporación a los fundamentos del psicoanálisis de la ´responsabilidad subjetiva´ no es una posición del psicoanálisis obtenida de su práctica específica ni de las concepciones de Lacan, sino una concesión del psicoanálisis a la moral capitalista en la que habita”, Alfredo Eidelsztein1. 0. Lxs “gigantes del Sillón”, tal como llamaba Massota a los sectores dominantes de la burguesía psicoanalítica, son los encargados de divulgar la tendencia hegemónica de la orientación burguesa del psicoanálisis en Argentina; esto es: el millerianismo como forma concreta del freudo-lacanismo pos-dictatorial2. En todas y cada una de las prácticas de poder, saber y subjetivación psi sobre los que ha avanzado el “despotismo de la Maquina-Miller”, lxs gigantes y cuadros medios operan la función de adoctrinarnos a lxs practicantes de base (futurxs o actuales) a través de una serie de referencias cardinales que harían a la quintaescencia del quehacer clínico en psicoanálisis. 1. Enseñan lxs gigantes del Sillón: tomen nota y nunca lo olviden si quieren hacer psicoanálisis. En lo fundamental, hacer Psicoanálisis es esto: si alguien no puede dejar de sufrir por “x” es porque inconscientemente, aunque no lo sepa, “aunque no quiera saber nada de Eso”, está gozando. En la repetición de ese sufrimiento, la persona que sufre, obtiene una ganancia; una satisfacción pulsional sustitutiva y paradojal, un beneficio del cual no “quiere” renunciar (¿inducen a imaginar o explicitan lxs gigantes del Sillón: “se queja pero le gusta”?). Hay que hacer que se asuma responsable en tanto sujeto de un tal goce. Es menester que se advierta de esa ganancia que obtiene en el sufrir; al final, tendrá que atravesar el síntoma, aceptando Eidelsztein Alfredo. “La responsabilidad subjetiva”. El Rey está desnudo N° 8, año 8, 2015, p. 11. Hemos desarrollado los problemas y los campos delimitados como “psicoanálisis burgués” y “psicoanálisis marxista” en El fracaso del psicoanálisis. Hipótesis para un manifiesto. Disponible en: http://lobosuelto.com/el-fracaso-del-psicoanalisis-hipotesis-para-un-manifiesto-catedra-felix-guattaripsicoanalisis-y-marxismo-fracaso-del-psicoanalisis-lila-mariafeldman/?fbclid=IwAR20vmke_h6wlFkFHTZ6_o5Jxu5KADpmaDZxuy0YTP-zQ_ej8NFcyxlzJGE 1 2 que ese goce de origen, esa satisfacción constitutiva en el sufrir singular, es destino. No podrá hacer-ser otra cosa. Es por constitución garante de su goce (privado). Pero atención: es menester mantenerse impasible en torno a la presuposición de mala fe respecto al analizante. Siempre hay que sostener un estado de sospecha respecto a las “no ganas” de dejar de sufrir, de dejar de gozar, de quien consulta y también de quien se analiza. Nadie “quiere” renunciar al goce (¿inducen a imaginar o explicitan lxs gigantes del Sillón: “sufre, se queja, pero goza”?). Si en análisis alguien expresa que sufre, o que no puede dejar de sufrir por “x” asunto, en realidad lo que pasa es que no quiere dejar de gozar. Si el tratamiento se ve interrumpido es porque el analizante no quiere renunciar a su goce. No ha sido lo suficientemente valiente, adolece de “coraje moral”. “No quiere hacerse responsable”. No se anima. 2. No lo saben pero lo hacen. La metabolización de tales referencias cardinales para la práctica psicoanalítica involucra la (re)producción de un punitivismo individualista sobreculpabilizante de la persona que sufre (“sufre porque le gusta”; “se queja pero le gusta”; “se queja pero no quiere dejar de sufrir”; “no deja de sufrir porque no quiere dejar de gozar”, son todos enunciados que hacen a la tan mentada “imaginación” clínica transmitida por lxs gigantes del Sillón). Las formaciones discursivas que hacen al punitivismo psi fundan y legitiman una suerte de sospecha paranoica de mala fé como estado de ánimo paradigmático. El problema, obviamente, no son, no somos, lxs practicantes, aunque tampoco lo son lxs gigantes en tanto que personas particulares, sino la práctica concreta de las relaciones sociales en inmanencia a las cuales se organizan las funciones, los agentes y las fuerzas de producción, distribución, intercambio y consumo del psicoanálisis hegemónico en Argentina. 3. La cuestión del goce en el millerianismo actualiza la eficacia de la edipización psicoanalítica puesta en cuestión por El Anti-Edipo de Guattari y Deleuze. He allí la plena vigencia del psicoanálisis como “policía del alma” (Foucault). El constructo milleriano en torno al goce garantiza la jurisprudencia burguesa y su patíbulo a nivel de la producción inconsciente de la dominación patriarcal-capitalista en la práctica clínico-terapéutica del psicoanálisis. Por su eficacia fetichista, la Máquina-Miller es un problema cardinal para el marxismo y las teorías críticas cuando se disponen intervenir, intersectarse o dialogar con el archivo del psicoanálisis. Lxs practicantes y docentes, en gran medida lxs divulgadorxs y cuadros medios, como productos y productores de un tal aparato de sujeción/subjetivación, se encuentran dificultadxs (cuando no imposibilitados por ciertos compromisos editoriales, epistemológicos, institucionales, afectivos, etc.) a poner en cuestión la dinámica interpretativa de la que son producto y la cual asimismo reproducen. También parecen impedidos de calibrar los efectos políticos infamantes que involucran las afirmaciones en las que fundan sus quehaceres clínicos establecidos por “la clase dominante y la clase de palabras dominantes” (Guattari) en psicoanálisis: el lacanismo. 4. En lo que hace al problema del goce, la tendencia hegemónica de la orientación burguesa del psicoanálisis, es decir la orientación lacaniana, opera como un bloque más o menos homogéneo. El millerinismo teórico (el Lacan establecido por Miller) subsume las diferencias surgidas por rencillas de poder entre las diferentes escuelas e instituciones. En lo que atañe al saber no hay diferencias, sino relaciones de fuerzas prontamente neutralizadas. Sobre el problema del goce hacia el interior del psicoanálisis lacaniano, solo caben distinciones significativas en torno al programa que dinamiza el “psicoanálisis eidelsztenino” (APOLa). En general en la tendencia hegemónica del psicoanálisis burgués es evidente la eficacia histórica de una serie de prácticas discusivas que se tensionan sobre un fondo de positividades que cercena desde-el-vamos los términos del debate. No hay nada por decir: Lacan ya habría sido elucidado. El psicoanálisis, se escucha, es esencialmente subversivo; es quintaesencia del criticismo radical; es libertario, se lee. No hay que dar razones de lo que se dice. Con el lacanismo milleriano en el poder, el psicoanálisis ha devenido mística (o en el “mejor” de los casos, poesía). ¿Cuánto de monoteísmo secularizado hay en la transmisión del Verbo, es decir la enseñanza establecida y dogmatizada, de Lacan? 5. El proyecto de reconstitución colectiva de una orientación marxista del psicoanálisis, en su confrontación deliberada con la burguesía psicoanalítica en general y con los dirigentes del movimiento en particular, no escamotea tras las bambalinas de la “neutralidad”, el “corporativismo psi”, la “cientificidad”, etc., la pretensión de politizar radicalmente desde una perspectiva crítica el asunto del goce. El gesto es teórico-político. No moral. Ni moralista. “No son mala gente”, son burgueses que reproducen el modo de vida capitalista en la práctica psicoanalítica. Lo hacen, a veces lo siente, pero incluso sabiéndolo, no podrían dejar de hacerlo en la medida en que están orientados por la matriz hegemónica de subjetivación de la clase dominante. Escrutar el problema estrictamente teórico del goce conlleva también poner sobre relieve las consecuencias políticas que implica lo que habitualmente se afirma; incluso, o sobre todo, cuando se hace desde las “mejores intenciones”. 6. Si no resulta útil la demarcación del psicoanálisis que nosotros llamamos burgués, es posible sortear nuestra distinción categorial. Se podría incluso recurrir a las connotaciones en boga: las fenomenológicamente evidentes. Por caso, considerar que cuando hablamos de tendencia hegemónica del psicoanálisis burgues, una tal delimitación comprende tanto a las derivas millerianas abiertamente neoliberales como también a ciertas variables populistas (a veces confundidas con encomiables pretensiones autonomistas). Pues en torno al problema categorial, analítico y político del goce no se observan diferencias relevantes entre tales tendencias del psicoanálisis hegemónico en la actualidad post-dictatorial del campo psi argentino. El cuestionamiento teórico y político que desde una orientación marxista hacemos en torno al concepto burgués de goce que subtiende los esquemas actuales del psicoanálisis, pretende interpelar también a nuestros aliados de la izquierda lacaniana, el marxismo lacaniano de herencia zizekiana, o la izquierda freudiana. Frente único e independencia de clase. Pero se delimita sobre todo del millerianismo neoliberal: forma concreta de la burguesía psicoanalítica por excelencia, de escaso o nulo intereses en orientar en un sentido comunista, ni siquiera de manera críticoradical, la politización de la cuestión; enemigos de clase, lisa y llanamente. 7. Para reconstruir un psicoanálisis marxista, el problema del goce es un punto cardinal de la confrontación teórica y política que nos disponemos dar al interior tanto del campo psi como así también del campo general de las “nuevas teorías críticas de la sociedad”. En el marco de una orientación clínica de la crítica y una orientación crítica de la clínica, se torna evidente que, en cierto sentido y hasta cierto punto, el problema en el campo teórico del psicoanálisis ya no es Edipo. O al menos, no inmediatamente. De seguro, no a nivel de la auto-percepción que prima en el mundo lxs practicantes y lxs gigantes del Sillón. Repetir El Anti-Edipo en el siglo XXI implicaría desarrollar una teoría, una clínica y una política marxista del psicoanálisis que se funde en problematizar, abolir y superar la consideración burguesa del goce en psicoanálisis. El goce milleriano es el nombre “actual”, por apelar a los términos del enemigo, del Edipo. Ese goce es Edipo Coronado. O si se prefiere, la fase superior de la edipización en psicoanálisis. En la actualidad, allí se configuran los enunciados que luego delimitan los visibles, los audibles, los legibles, o los perceptibles de las prácticas (clínica, política, etc.). Y concomitantemente, lo que quedara forcluido de los fenómenos que produce la experimentación en cuestión. He allí el meollo categorial que anuda al psicoanálisis con la reproducción del mundo burgués. 8. El psicoanálisis freudiano, tal como es leído a la luz del freudo-lacanismo milleriano, sostendría que el síntoma es una solución de compromiso que implica cierta satisfacción pulsional: una satisfacción sustitutiva. El cual tiene, además, una faceta psíquica (representación, identificación, fantasía) y una faceta energética (pulsión, afecto, cuerpo). No nos detendremos en los mecanismos del mismo (representación ligada a afecto, mociones pulsionales inconsciente, represión, sobredeterminación, etc.) y en sus diferenciaciones (neurosis, histeria, etc.). Señalamos que el síntoma, a grandes rasgos, implicaría cierta “ganancia económica” para el sufriente. Una satisfacción paradójica inconsciente que, empero, conllevaría un beneficio para el que sufre. El psicoanalista Bruno Bonoris, a quien seguimos en su artículo “La invención lacaniana del concepto de goce” (2016), desde la órbita eidelszteniana que pretende refundar los fundamentos teóricos del psicoanálisis lacaniano, resume esta cuestión con una claridad meridana. En sus palabras puede leerse entonces que para el Freud que establece y del que se sirve el freudo-lacanismo milleriano: “1. Todo síntoma se compone de dos caras heterogéneas: una energética y otra representacional. 2. Un psicoanálisis solo puede tratar el aspecto psíquico del síntoma. La pulsión no puede eliminarse, en última instancia se deben buscar otros destinos pulsionales que impliquen un menor sufrimiento (como, por ejemplo, a través de la sublimación). 3. La pulsión y, por lo tanto, la satisfacción, provienen del interior del organismo. Es una exigencia de lo corporal a lo psíquico. 4. El síntoma implica una ganancia desconocida para el individuo. 5. El individuo deberá hacerse responsable de esta satisfacción en la medida en que proviene de su interior, de su propio ser”3. 8. Para el freudo-lacanismo milleriano, la “roca viva” del síntoma se la asocia a lo incurable, y con ello, a lo “gozoso de síntoma” (goce privatizado, “singular”, inefable, “insuperable”, impolitizable). He allí lo sustancial del síntoma, aquello que resiste a lo simbólico: lo “real del cuerpo viviente”. Se trataría de “saber hacer algo con eso”. Hacer algo con la sustancia viva y “singular” que somos, fuimos y seremos. Origen y destino (extraña amalgama ontológica cuando se pretende una filiación freudiana) están soldados desde-siempre-ya por la sustancia del goce en la persona del individuo. Hay que reconocerse allí; identificarse en el goce y responsabilizarse como “sujeto” del mismo. Hacerse cargo de lo incurable del “propio ser-hablante”. El ser-hablante se yuxtapone en extensión, en el cuerpo 3D, con la porción de la materialidad social e histórica del individuo burgués (extraña coincidencia). Entonces, el goce para el millerianismo es satisfacción sustitutiva de la pulsión en el síntoma; paradójico beneficio del “sujeto” en el sufrir. Bonoris delimita el problema con suma precisión: “1. Todo síntoma está compuesto por una cara simbólicoimaginaria (semblante) y una real. 2. El aspecto simbólico-imaginario del síntoma es aquel que puede ser tratado y modificado a través de la interpretación; la cara real, en un sentido estricto, no se puede eliminar. El goce del síntoma es incurable. El objetivo del análisis será, por lo tanto, saber-hacer con este. 3. El goce es un acontecimiento del cuerpo viviente, en otras palabras, del cuerpo real. 4. El síntoma implica goce, es decir, una satisfacción, una ganancia para el ser hablante. 5. Por último, en la medida en que el goce implica una satisfacción para el ser hablante, este Bonoris Bruno. “La invención lacaniana del concepto de goce”. Afecctio Societatis Vol. 13, N° 25, 2016, p. 126. 3 deberá reconocerse en esa satisfacción; en otras palabras, responsabilizarse subjetivamente de su síntoma”4. 9. La invención lacaniana en lo que al goce respecta, según Bonoris, que sigue en este punto la orientación del psicoanálisis establecida por Alfredo Eidelsztein, a contrapelo de lo que establece el millerianismo freudo-lacaniano, estaría ligada al hecho de reenviar el goce al discurso, al saber, al significante, al Otro, al “afuera” del cuerpo privado. El goce no es ni se confunde con el ser del “individuo-hablante”. Para el proyecto colectivo de reconstitución de los fundamentos teóricos de un psicoanálisis an-burgués, este movimiento conceptual de desambiguación es fundamental. Puesto que, como bien demostró Marx con la economía política clásica, hay teoría y práctica de cuño burgués precisamente allí dónde se incurre en el ejercicio de hipostasiar una realidad relativa a la modernidad como realidad transhistórica (absoluto), o en su defecto, individualizarla; es decir, quedar atrapado en alguno de los dos polos del fetichismo de la mercancía (objetivismo sin sujeto, subjetivismo sin objetividad) y, con ello, presentar una parte (aunque la misma sea la diferencia, la contingencia, o la potencia plurívoca de los de abajo) como el todo. Esa infértil paralogismo de la extrapolación, esa unilateralidad reificada del pensamiento, sobredetermina el fetichismo epistemológico en lo que hace a la teoría psicoanalítica. De tal modo, para el programa de una orientación marxista del psicoanálisis, el trabajo en torno al goce realizado por el “psicoanálisis eidelsztenino” es necesario aunque no suficiente. Es imprescindible por ciertas razones, algunas de las cuales daremos a continuación. En principio dispendia al marxismo en particular y a las teorías críticas en general de los lineamientos mínimos para reconstruir como posibilidad la elaboración de un (psico)análisis no individualista, no privatizante, no deshistorizante y no naturalista (aquel que sostiene, a la freudiana, que la cuestión en último término viene del cuerpo propio, de lo intra-somático más o menos biologizado; de la hidráulica energética del quimismo sexual; de la propiedad corporal del individuo burgués). Se destaca también el hecho de contribuir a desambiguar el problema del goce en virtud de sortear la soldadura que en la actualidad amalgama una tal categoría como epifenómeno del individuo-hablante; y a este con lo singular o irreductible. Desambigua, asimismo, el problema categorial del goce de una yutaposición e indistinción que habitualmente opera de esta con coordenadas conceptuales y clínicas de otros territorios teóricos y políticos como las dinámicas del placer-displacer, la voluptosidad, el disfrute, etc. Aunque insuficiente para una orientación marxista, el “psicoanálisis eidelsztenino” nos advierte entonces, sea cual sea la retórica libertaria, distribucionista, o ilustrada que se asuma, que sin tal desambiguación la consideración freudo-lacaniano del goce está cargada 4 Ibíd., 129. teóricamente y conduce en términos estrictamente políticos al ejercicio de un punitivismo individualista sobre-culpabilizante del que sufre. 10. La insuficiencia de un decisionismo teórico-político que explore la pregunta por el funcionamiento del goce con la radicalidad anticapitalista que la misma habilita (con Lacan pero asimismo necesariamente contra él, dado el sesgo burgués del psiquiatra y sus inversiones idealistas), incluso en los exámenes más lúcidos, encuentra solución de compromiso en la sobre-culpabilización individualista de los actores particulares y/o agentes colectivos ante la experimentación de sufrimiento que resulta como producto de la caída del peso de la objetividad del goce en la modernidad (“sufre porque goza”). Esta sobre-culpabilización tiene eficacia tanto en lo que hace a la extensión del psicoanálisis por parte del marxismo hacia su campo de problemas como así también a nivel del quehacer de lxs practicantes del psicoanálisis hegemónico. Al parecer todo sería sencillo si se resumiera a una cuestión cuantitativa: regular la distribución (“democratización del goce”) y bajar/aumentar el consumo de goce (“mucho goce”, “poco goce”). Pero el problema responde a una cuestión cualitativa: el goce es una forma históricamente determinada de dominación ciega de las relaciones de producción capitalista extendidas en todo el campo social. Yendo hacia esa raíz del asunto, no para desestimar el consumo y la distribución sino para explicitar que todo es producción (producción de producción, producción de reproducción, producción de distribución, producción de consumo), se accede a los verdaderos problemas. 11. La sobre-culpabilización de los particulares respecto al sufrimiento en la que incurre el psicoanálisis de orientación burguesa forcluye toda la potencialidad anticapitalista que anida en el problema del goce en la modernidad. Para el proyecto de reconstrucción intergeneracional de una orientación marxista en psicoanálisis, contra el punitivismo psi en el que pretende adoctrinarnos el millerianismo y sus correas de transmisión editorial-institucional, se presenta el desafío teórico de relanzar el problema desde un materialismo comunista que asuma una perspectiva de crítica inmanente y radical de la totalidad social del patriarcado capitalista. En ese marco, para nosotros, la pregunta, ya no por el quién, sino por el qué del goce en la modernidad, encuentra como referencia ético-política la siguiente afirmación marxiana: “mi punto de vista (…) menos que ningún otro podría responsabilizar al individuo por relaciones de las cuales él sigue siendo socialmente una creatura por más que subjetivamente pueda elevarse sobre las mismas”5. Entiéndase, no se trata con esto de prescindir de la categoría de responsabilidad, sino de intentar calibrar la realidad 5 Marx Karl. El capital. Crítica de la economía política. Buenos Aires, Siglo XXI, 2011, p. 9. que la misma encuentra en la modernidad en general y respecto al problema del goce en particular. No se trata de negar la eficacia histórica de la jurisprudencia burguesa; tampoco las potencialidades que podrían anidar en el aparato político, jurídico y represivo del Estado burgués del capital; o en los usos políticos que pueden hacerse del derecho moderno. En cambio, es necesaria una politización tendiente a la desfetichización de la responsabilidad burguesa partiendo de la complejidad que nos constituye como individuos partidos. Nosotrxs no podemos dejar de experimentarser sujetos de la acción/pasión en las práctica concretas. Es cierto. Ahora bien, también es cierto que las personas y/o grupos que encarnan la función sujeto, en una y la misma porción de la materialidad social, no podemos sino ser realmente objetosagentes de auto-valorización del valor. La burguesía psi forcluye una y otra vez este segundo momento erigiendo lo que llaman “responsabilidad subjetiva”, y escotomizando el hecho de ser productores inconscientes de la dominación, individuación y violencia impersonal del capital. Así pues, por ejemplo, si Marx destaca la producción detrás de la circulación-intercambio y las feministas develan la reproducción social como condición de posibilidad de la producción de mercancías, nosotros nos preguntamos por la producción inconsciente como proceso transversal a la producción y a la reproducción en la moderna sociedad. 12. El capitalismo, como orden social institucionalizado, supone el establecimiento de ciertos límites históricos e inmanentes que dividen las relaciones de producción de las relaciones de reproducción, lo humano de la naturaleza no-humana, lo económico de lo político, etc. Pero para el marxismo, también en psicoanálisis, solo hay un Sujeto de la sociedad: el de la totalidad contradictoria: el capital en tanto que valorque-se-auto-valoriza. El capital es responsable como Sujeto; al que es necesario destruir a través de la construcción colectiva de un sujeto antagonista en la lucha política. El antagonismo de clase es segundo en el orden de las determinaciones. Nosotros, por tanto, estamos instados a responder de la posición que le asignamos al sujeto (“De nuestro planteo, concepto, postulación del sujeto somos siempre responsables”6, en la traducción eidelszteniana del dictum lacaniano). En nuestro caso, la posición que le asignamos al sujeto no se reduce a una porción extensa de la materialidad social históricamente determinada a la persona-hablante (y deseante), ni a la estructura transhistórica del lenguaje como apriorismo trascendental, sino que remite a la dinámica contradictoria de la totalidad social en la modernidad burguesa. 13. En nuestra confrontación deliberada con la burguesía psicoanalítica (lucha de clases también en la praxis psicoanalítica), la consideración de la realidad pre-individual y 6 Eidelsztein Alfredo, Ob. Cit., 2015, p. 14. objetiva (“se goza”, “eso goza”, “se es gozado”) del goce anónimo del capital porta consigo una doble finalidad teórica y política. Por un lado, en términos decididamente teóricos, la cuestión reside en captar la sujeción de los actores particulares y agentes colectivos que se encuentra involucrada en la satisfacción compulsiva del capital. Es decir, dar cuenta de la abstracción real del goce vacio e impersonal en tanto que función compulsión/sujeción introducida por la explotación de lo inconsciente capitalista. Siendo lo inconsciente, como máquina impersonal, el proceso diferencial de producción histórica de un principio equivalencial (valor) de determinaciones tendenciales que, en tanto que dominación por abstracción, operan de espaladas a la voluntad de la conciencia particular e incluso en contra de los intereses de clase y anhelos pre-concientes de grupo. En lo inconsciente capitalista se re-funcionalizan las dinámicas de larga y mediana duración del patriarcado, el lenguaje, el monoteísmo, la dominación masculina y el colonialismo. También las variables de corta duración de lo familiar, lo personal, etc. Lo inconsciente no está dado, se produce en inmanencia a las relaciones sociales bajo ciertas dominancias (clasistas, sexistas, racialistas, coloniales, capacitistas, etc.) sobredeterminadas por las contradicciones de la lógica del capital, las crisis y los antagonismos de la lucha de clases. Los heterogéneos “sistemas de valores” (simbolico-imaginarios) están en contradicción con la homogeneidad del “valor capitalista” (real). Es contradicción, aunque inmanente al carácter bifacético de lo inconsciente capitalista (diferencial y equivalencial, subjetivo y objetivo), es potencialmente conflictiva para las vivencia de las relaciones sociales situadas. Pero el proceso histórico de lo inconsciente se produce, cada vez, como un orden (simbolico) de determinaciones (reales) que constituye (imaginario) a los sujetos que asimismo lo producen y reproducen activamente en sus prácticas concretas. Por otro lado, en términos estrictamente políticos, una tal problematización se inscribe el marco de que lo denominamos giro malestarista a los fines de entablar una discusión abierta con las teorizaciones, politizaciones y terapéuticas del “malestar” que proliferan actualmente en los activismos y teorías críticas de la sociedad. 14. Para un psicoanálisis marxistamente orientado, el goce no podría ser una positividad imposible de negativizar (Miller), sino una categoría negativa de la sujeción anónima al capital. El cuerpo afectivo que una persona es (el cual no coincide con el sujeto, y viceversa) no goza en el sufrimiento. Si el Sujeto Automático del metabolismo social moderno no podría ser otro que el capital social global, como bien señala Marx en El capital, entonces toda ganancia, excedente y goce también lo son. El capital produce las diferencias pero en un proceso de subsunción de las mismas bajo la equivalencia del valor. En tanto que fuerzas de trabajo-deseante somos empleados y explotados por el movimiento de dominación e individuación de lo inconsciente capitalista. Todo resto concreto tiende a ser usufructuado por la máquina del capital. Pues si ahora mismo es posible conjeturar que persisten “zonas del mundo de la vida” no subsumidas a la dinámica del capital, no obstante la tendencia del capitalismo es probablemente subsumir todo lo existente en un automatismo autotélico y desigual. Los límites cambiantes entre la “esfera de valor” y la “esfera de no-valor” (Scholz), o entre lo “mercantil” y lo “no-mercantil” (Fraser), tienen a ser re-configurados en las crisis de la producción y reproducción de la sociedad. En un proceso que, directa o indirectamente, satisface el goce idiota del capital. Pero ese goce no sirve para nada, diremos con Lacan, en la medida en que el capital se produce, con indiferencia respecto a cualquier necesidad concreta, como la instancia improductiva (“antiproducción”) que se apropia de todo excedente (incluso los excesos corporales y desechos devienen contables); motivo ciego orientado a la ganancia (plus-valía) que satisface la acumulación. El capital, que es producto de las potencias enajenadas del trabajo vivo, se auto-pone como fundamento de la producción social. Una organización de las relaciones históricas de saber, poder y subjetivación, donde lo condicionado deviene condición incondicionada de lo condicionante. Esa inversión originaria se ubica en el centro del problema del goce. Allí nadie gana con el Goce, puesto que si bien hay ciertos sectores (los dueños de los medios de producción) que obtienen ganancia de eso evidentemente, los mismos no controlan el proceso compulsivo de la valorización sino que son sus siervos privilegiados. Desde el punto de vista de la totalidad, las clases sociales, en su antagonismo irreconciliable, son apéndices del capital. El capital sólo existe a través de la lucha de clase, pero la lucha de clases, como también la oposición plurificada entre capital y trabajo, o entre reproducción del capital y sostenibilidad de las vidas, es inmanente a las categorías reales (trabajo abstracto, mercancía, dinero, etc.) de mediación objetiva-subjetivas del capital. Esas categorías no son sólo económicas, sino que atraviesan y forman todas las relaciones sociales de la modernidad. Donde ello valoriza, allí cuando la dinámica automática del valor se autonomiza del sufrimiento de los particulares y colectivos, entonces eso (la lógica del capital) goza. Se trata de pasar del quién goza, al qué goza y al cómo se produce. Si acaso hubiera pérdida en el metabolismo inconsciente de la producción social, semiótica y deseante, eso sólo responde al hecho según el cual la misma valorización del valor tiende a su propia desvalorización destructiva. 15. El goce, en un psicoanálisis marxista, es satisfacción del capital en la autonomización del automatismo del valor-que-desea-más-valor respecto al sufrimiento desigual que produce en las personas y/o grupos que asimismo lo (re)producen. Satisfacción en la independización impasible de una lógica histórica automática de explotación clasista, sexista, racialista, etc. y subsunción totalista que se reproduce con indiferencia y sin miramientos respecto de los padecimientos que suscita. 16. Donde eso valoriza, goza. El capital social global es el sujeto del proceso de vida material. Los dueños del capital constante (la clase capitalista) y los poseedores de capital variable (la clase obrera como personificación de la mercancía-fuerza-detrabajo) son inmanentes al proceso del valor. Algo, no alguien, se satisface en la valorización del valor. El goce, que no se reduce en último término a una economía del placer-displacer, tampoco se define en tanto goce del Otro (simbólico), o goce del cuerpo (imaginario). Por el contrario, afirmamos: no hay goce sino de lo real. Decir “ella goza”, “él goza”, “tú gozas”, “yo gozo”, “nosotrxs gozamos” es un robinsonismo absurdo (lo mismo cabe para afirmaciones tales como “Yo deseo…”). La sujeción anónima de la sociedad bajo el capital se realiza allí donde lo concreto, en tanto forma material, deviene mero soporte de goce de lo abstracto (forma social abstracta). En el capitalismo, “está inversión por la cual lo concreto-sensible cuenta únicamente como forma en que se manifiesta lo general-abstracto, y no, a la inversa, lo generalabstracto como propiedad de lo concreto, caracteriza el valor. Y es esto también lo que dificulta su comprensión”, escribe Marx en un conocido pasaje. Las relaciones sociales en el capitalismo se producen orientándose con arreglo a la reproducción del automatismo de repetición capitalista (valor-que-desea-plus-valor). Líricamente dicho: la sed de goce del Capital es ilimitada, pues no cuenta con otro límite más que su propia determinación ciega y tautológica (D-M-D´). Ese goce, sed vacía, tampoco es hambre de nada en concreto sino reproducción abstracta y cuantitativa, indiferente a las cualidades concretas, presentada como imposibilidad de llenazón por su misma lógica de crisis inmanente. 17. El goce clasista del Capital supone el ejercicio (encarnado) del proceso abstracto de valorización inconsciente, el cual se fundamenta en una articulación lógica de la totalidad antagónica (es decir, desagarrada por el antagonismo de clase) que no depende de las voluntades concientes de las personas y no responde a la deliberación colectiva de los agentes colectivos. La forma social del goce remite a la sujeción impersonal de los particulares involucrada en la satisfacción compulsiva del valorque-se-auto-valoriza. Tanto los burgueses como los proletarios participamos de manera inconsciente, como agentes de las relaciones sociales en la práctica concreta, de la satisfacción del valor. Estamos en contra de nosotros mismos como agentes del valor. La forma social de las categorías reales del capital expresan el singular modo de organización histórica de las relaciones sociales de producción, intercambio (simbolico, afectivo, etc.), distribución, consumo y reproducción. Las categorías del capital, obviamente, son las formas de mediación fundamentales del capitalismo: constituyen modos de dominación y de subjetivación. El valor es el patrón elemental de individuación. La mercancía es el fantasma elemental que subtiende todo fantasma (individual y de grupo). Todas las formas de existencia, en el capitalismo, tiende a asumir la forma social de las categorías del capital. Lo inconsciente capitalista está formalmente estructurado por las categorías del capitalismo. Estas últimas no son sino formas-límites de mediación abstracta (indiferentes del contenido concreto) que dominan las conductas, decires, afecciones y representaciones de los actores particulares de espaldas a sus intenciones, expresiones y representaciones. Tal es así que la lógica del goce del Capital configura una enajenación auto-propulsada que se desarrolla a expensas de los contenidos que la constituyen, imponiéndose por sobre los individuos y las clases como una forma social a la que siempre-ya es necesario ajustarse incluso para combatirla. El capital lanza una exigencia imposible de saciar en tanto la valorización de valor recubre todo el campo social, semiótico y libidinalpulsional. El capitalismo, conforme se intensifica el tiempo abstracto y se expande el espacio funcional a la dinámica del valor, se convierte en una violencia material insensible que, como relación histórica, produce y obtura las contingencias de lo social. Donde la forma social del proceso de valorización se torna el sujeto autotelico de la producción inconsciente, la sociedad se encuentra direccionada a la extracción de excedentes (sobre-trabajo, plus-productos, plus-valor) para la ganancia capitalista. 18. El goce capitalista no tiene como función colmar una necesidad determinada, sino satisfacerse a sí mismo en un ciclo imposible de saciar, el cual se desarrolla a cuestas de la sustentabilidad de las vidas. La forma-capital constituye un goce imposible de colmar por definición. Las necesidades concretas (cualitativas, vivas, multidimensionales) conforman meros medios para la satisfacción ampliada de las necesidades (cuantitativas, muertas, unidimensionales) del capital como Sujeto de la totalidad. La universalidad homogénea del valor capitalista está en contradicción con la universalidad heterogénea de la reproducción de las vidas. Pero ambas son inmanentes al carácter bifacético de las relaciones sociales, pues el mismo nexo social moderno tiende a plurificar las riquezas sociales y formas de vida en el mismo movimiento en que las unifica bajo la meta inapelable del beneficio. La lógica del capital es inconsciente porque no supone una conciencia intencional que guie sus desarrollos; escapa a todo control social. El capital constituye una forma semoviente que es más que la mera adhesión empirista de las particularidades (sea que esta se atribuya a la sumatoria de capitales, la peculiaridad de los pueblos, la avaricia de los burgueses, las prácticas concretas y las diferencias, etc.), o la dispersión ontologicista de las contingencias. Esa lógica de articulación transversal, que atraviesa todas y cada una de las relaciones sociales pero de manera no cerrada ni teleológica, no se reduce a ser un modo homogeneizante de producción de objetos. Es también una máquina heterogenetica de subjetividades. El Sujeto-Capital es realmente el asunto de la lógica de la sociedad moderna. Máquina abstracta y universal que, al producirse cada vez en situaciones concretas y prácticas sociales, no se superpone ni confunde con las funciones de lo particular: la persona (social), el cuerpo individual (biológico), el ciudadano (civil), el proletariado (económico) o el propietario (burgués). Desde Marx, el capital constituye una relación social tendencialmente universal y, a su vez, es la singular forma histórica del metabolismo social inconsciente. 19. Eso que goza en el sufrimiento es la lógica del capital. Lo cual no se confunde con el goce mortífero, la pulsión de muerte, el goce fálico, o con lo que el millerianismo, traficando cuasi sin mediación su posicionamiento ideológico-político patriarcal y burgues, establece como goce femenino. Insaciable y vacio, el goce-capital no es una energía que proviene de la sustancia viva. Si bien no está en ninguna parte, sin embargo se produce en todo el espacio-tiempo social puesto que no tiene un contenido determinado, ni una ubicación concreta empíricamente verificable. El goce no es lo dado e inmediato; tampoco queda por fuera (como resto incalculable, real incurable, excedente sin proporción) respecto de la inscripción tendencialmente universal de la forma abstracta de mediación capitalista. Los idealistas de siempre insisten en la no proporción-relación social (sexual y política), pero olvidan que la lógica material y polimórfica del capital halla en el valor de las mercancías la proporción equivalencial de todas las “cosas”. Cuando son materialistas, olvidan la historicidad; cuando son historicistas, olvidan la materialidad. El goce se origina en la explotación de las fuerzas de trabajo-deseante en la valorización del valor. No es solo hecho sino también efecto de la máquina abstracta llamada capital. 20. Las personas en la modernidad no podemos dejar de estar involucrados en la (re) producción inconsciente de la dinámica autoreferencial y tendencialmente totalista del capital. Eso no implica que “debamos” hacernos cargo de una tal dinámica como Sujetos de la misma. “Hay que acotar el goce”, “esa persona tiene poco o mucho goce”, “sufre porque tiene un goce del que no quiere renunciar”; son frases que matrizan la intelegibilidad del freudolacanismo milleriano, redundando en las formaciones de poder del absurdo individualismo de la burguesía y en consecuencias político-clínicas punitivistas infamantes en su subrecupabilización de la persona que sufre. La más de las veces, es menester volver a destacarlo, (re)producidas desde las “mejores intenciones”. Como personas y/o grupos impedidos de prescindir de experimentarnos sujetos de la acción/pasión es posible, y necesario, politizar nuestra condición agrietada en tanto que objetos del capital y agentes inconscientes de la valorización del valor. 21. La satisfacción del goce-capital responde a un circuito automático cuya repetición, mediante la explotación sistemática de las fuerzas de trabajo-deseante, lo vuelve a desplazar en un nivel cualitativo y cuantitativo siempre más allá (plus-de-goce). El goce se repite por una necesidad lógica del modo de producción dominante. La forma históricamente específica del goce es un acontecimiento del capitalismo. Según Lacan, la relación entre cuerpo y goce se funda en una exclusión que es al mismo tiempo una inclusión. El capitalismo es el sistema más inclusivo, y a la vez, el más excluyente de la historia. Los actores particulares y colectivos, en cierta forma y hasta cierto punto, estamos determinados cada vez más como engranajes superfluos de la máquina abstracta: objetos-agentes inconscientes del desmesurado ciclo global que motoriza las exigencias de la valorización capitalista. La objetividad del insoportable imperativo de valorización (¡valoriza-te!) cae sobre nuestros cuerpos afectados de inconsciente. El goce implica una exigencia de imposible satisfacción plena (crisis) del capital global hecha hacia el cuerpo, puesto que la forma social, a pesar de su carácter abstracto, no puede sino estar encarnada como modo de existencia particularizada. Así, el cuerpo “significantizado”, la “materia=energía” calculada, el significante “corporeizado” no son más que soportes concretos en donde se elabora, activa y conflictivamente, el goce impersonal de lo abstracto. 22. Donde el valor se valoriza, el capital goza. En cuanto goza con lo sensible vuelto desecho y predicado de sí, la Sustancia-Sujeto es indiferente respecto de sus efectos. Si el goce capitalista es insoportable, esto responde a que este proceso no conoce otro fin que la acumulación y la constante reproducción ampliada de la misma como concentración y centralización tendencial, ya que lo humano, la reproducción, la técnica y la naturaleza no-humana son meros medios de la auto-valorización-del-valor. Hay una indiferencia radical y destructiva de las formas sociales respecto del sufrimiento desigual que producen. Esto involucra un desarrollo sin miramientos por el padecimiento (actual o virtual). Este proceso tiene un potencial destructivo inmanente que tiende a reproducir condiciones de vida miserables. Para el marxismo en psicoanálisis, es un desafío teórico-político indelegable, contra el punitivismo sobreculpabilizante que campea en las tendencias hegemónicas del psicoanálisis burgués, sostener que las personas no gozan en el sufrimiento. No hay satisfacción paradojal en el padecer. Nadie goza en el sufrimiento que produce la sujeción compulsiva a la lógica del capital. Los proletarios no obtenemos una ganancia sustitutiva en la explotación. La única ganancia, la que se produce eventualmente en la producción inconsciente del sufrimiento social particularmente experimentado, es del capital social global. Cualquier ejercicio concreto de politización anti-capitalista del síntoma empieza por aquí. Crítica radical inmanente y política comunista del síntoma. 23. Los conflictos del campo subjetivo elaboran, verifican y debaten más bien las contradicciones de la valorización que (se) hace desear. Los conflictos subjetivos son el reverso afectivo de las contradicciones objetivas que matrizan la moderna sociedad burguesa. El sufrimiento, parafraseando a Adorno, es la caída conflictiva del peso de la objetividad contradictoria sobre el sujeto. El capital es el esqueleto lógico del sufrimiento informado en cuanto síntoma paradigmático del campo subjetivo en la modernidad. La producción de la conflictividad subjetiva se encuentra consustancialmente afectada por la dinámica de la lucha de clases y los antagonismos sociales. En la moderna sociedad, la disposición a la producción de cualesquiera producción sintomátológica inconsciente responde a los conflictos que produce, a nivel del campo de experimentación subjetivo, la forma social (no el contenido) involucrada en la autonomización del automatismo capitalista: lo real de las crisis de la lógica del capital y la lucha de clases. La experimentación del sufrimiento, las represiones propiamente dichas, las satisfacciones sustitutivas que vienen a realizar parcialmente los síntomas, todo eso que a nivel personal se registra y pretende cernir en su causa el freudo-lacanismo milleriano, es elaboración afectiva corporalmente particularizada de determinaciones pre-individuales objetivas y abstractas inherentes a la dinámica contradictoria de la dominación impersonal del capital. 24. Qué horror haber alojado el goce en el “sujeto particular”, o en su defecto, en el cuerpo pseudo-biologizado. En la sociedad de la mercancía, hay un sólo y mismo goce; indiferente a la multiplicidad de sufrimientos producidos. Somos aquello que se goza y es gozado en el proceso de satisfacción de esa abstracción incolmable llamada capital. La lógica del fetichismo de la mercancía es al fin de cuentas la cúspide del sometimiento. La sumisión incondicional como fuente de goce del Capital. El verdadero sujeto es el capital, los seres humanos seguimos sus dictámenes. Reproducimos inconscientemente los automatismos que la forma del valor motoriza, lo hacemos sin saberlo. La determinación social de las cosas, las palabras y los seres como mercancías, se torna universal porque debido a la mediación dineraria el modo de producción capitalista tiende a convertir a cada recoveco de la fuerza de trabajo (deseo, imaginación, comunicación, los sueños, etc.) en una mercancía que se autonomiza de la voluntad de sus portadores. Las prácticas sociales fetichistas, inherentes a las relaciones sociales, se encuentran dominadas por una forma política de compulsiones anónimas y autonomizadas. Esas compulsiones no son neutrales, puesto que lo cuenta es que las mismas sean padecidas como tales. Hete aquí el “terrible descubrimiento de Marx”: “que no hay nadie que lleve las cuentas del sufrimiento y del goce, y que ésa es la dominación que ejerce el dinero-capital”7. 25. En resumidas cuentas, no negamos el hecho según el cual el que goza en la experimentación del sufrimiento, siempre, sea el Sujeto. No obstante, prescindimos de ejercitar una denegación político-intelectual respecto a los aportes que ofrece al 7 Lyotard Jean-François. Economía libidinal. México, Fondo de Cultura Económica, 1989, p. 116. archivo marxista de la crítica de la economía política. Y en ese sentido, resulta para nosotros marxistas imposible no sostener que, en el capitalismo, hay un solo y mismo Sujeto (capital). Sostenemos que el Sujeto respecto del cual la teoría lacaniana presupone un goce (y que en su declinación clínica, tal como señalamos, suele reducirse torpemente al individuo corporal), en última instancia, no es sino el capital (el cual es, en último término, el Sujeto del inconsciente). Por añadidura, entendemos que el goce en tanto que goce del Sujeto no podría ser sino goce del Capital, al ser el capital el Sujeto de la totalidad. A este respecto, los actores particulares, al tiempo que se experimentan como sujetos de la acción/pasión, se constituyen asimismo como objetos-agentes de satisfacción de una tal objetividad gozante. En torno a esta faceta de la constitución dividida y escindida de los actores particulares, el psicoanálisis de orientación burguesa en su conjunto (ya no solo su tendencia hegemónica) no suele hacer recuerdo. La grieta del sujeto no es entre saber y verdad. La fractura del sujeto no es entre S1 y S2. Es entre el hecho de ser, en el mismo espacio-tiempo, objetos/agentes-causa del capital y sujetos de la acción/pasión. Por eso no es el discurso, como dice Lacan, lo que detenta los medios del goce. Es el nexo social del capital lo que detenta los medios de producción del goce en tanto y cuanto es el Sujeto de la totalidad social. No hay falta constitutiva del sujeto; tampoco carencia estructural transhistorica. Lo que nos falta históricamente son los medios sociales, semióticos y deseantes de producción. A raíz de tal carencia históricamente específica, el capital global es una lógica negativa y destructiva que se goza a sí misma a través del padecimiento que suscita y con nuestra participación concreta en su producción y reproducción inconciente, pero a pesar de nuestra explotación inconsciente y anhelos pre-concientes, o en contra de nuestros intereses (de clase). 26. Una sociedad que tiende a reducir toda actividad vital a la categoría real de trabajo abstracto realizado de manera privada por poseedores de mercancías de manera independiente, no podría sino resumir todas las excedencias en un mismo y solo Goce Abstracto. El trabajo de lo inconsciente capitalista media, directa o indirectamente, todas las formas concretas y complejas de trabajo (productivo, reproductivo, improductivo, formal, informal, etc.). En términos políticos, el capital es un anti-goce. El cuerpo empírico es medio de goce. La indistinción y la indiferencia del capital respecto de la materialidad concreta, es condición de goce. El valor-que-valoriza es Sujeto de la totalidad en tanto que goza. Ahora bien, estamos advertidos de lo que Jacques Lacan ya demostró con creces: la relación interna (“la homología”) entre “plus-valía” y “plus de gozar”. Lacan, en el Seminario 17, entiende que allí donde el plus de goce se contabiliza y se totaliza, la acumulación de capital marcha en su lugar. No obstante, señalamos que la radicalidad de la hipótesis lacaniana se debilita por su pre-comprensión categorial de la forma a priori de organización inconsciente de las relaciones productivas y reproductivas en la economía política capitalista. Lacan entiende que Marx parte desde la función del mercado y que la novedad es el lugar donde sitúa el trabajo como algo que se compra y vende en el espacio social del mercado de trabajo. Eso es lo que permitiría a Marx demostrar algo inaugural: la plusvalía. He aquí el problema: Marx no parte de la función del mercado, del hecho de que el trabajo se compre y se venda, incluso no se resume a la denuncia de la extracción de plus-valor y la circulación del valor de cambio en el mercado regulado por el Estado y la propiedad privada. Parte de la forma dual de la mercancía y del carácter bifacético del trabajo (concreto y abstracto) que la produce para explicar la representación abstracta de la riqueza material en el valor y, de allí, derivar la lógica que articula la totalidad del modo de producción capitalista. El intercambio en el mercado no es el supuesto lógico del capital (circulacionismo), de igual manera que el plus-valor no debería explicar al valor. Sino al revés. El marxismo tradicional, al que Lacan reproduce sin mediaciones y al parecer sin demasiado problema, dio por supuesto el valor y el trabajo como algo positivo (ontología del trabajo) y sólo consideró que la tarea era re-distribuirlos mejor. Pero el valor y el trabajo abstracto son las categorías básica de la producción de la sociedad en cuanto tal y, en cuanto tales, constituyen formas negativas y dominantes. Lacan invierte el orden lógico de las determinaciones y ontologiza las categorías históricas, labrando una teoría fetichista que da por supuesto aquello que debería explicar y criticar (el goce y el valor). De lo que se trata es de remontarse a la singular forma límite de las condiciones derivadas examinadas por Lacan. Repensar la génesis de la forma del valor y la forma del goce como momentos internos del movimiento de la unidad de la relación social general. 27. El capital constituye la sustancia gozante de la totalidad social. Una tal sustancia (ni psíquica, ni yoica, ni conciente) encuentra condiciones históricas en que el capital, en tanto forma límite del metabolismo inconsciente, no podría sino satisfacerse compulsivamente al extraerse sujetando realmente como predicado de sí al conjunto de la materialidad social. Esto es, en la necesidad histórica relativa al impulso a gozar en tanto que Sujeto de la totalidad. Eso opera convirtiendo a la humanidad entera en algo tendencialmente superfluo desde el punto de vista de la acumulación, atributos explotados por la sed insaciable de la sustancia gozante autonomizada. Con Lacan, es posible afirmar que la sustancia gozante capitalista no se confunde con: a) la sustancia extensa, puesto que el goce del Capital no ocupa un lugar en el espacio tridimensional; y b) la sustancia pensante, ya que el goce del Capital se sustrae a toda conciencia y representación de un “sujeto”. La lógica incompleta e inconsciente del goce del Capital, es decir su despliegue como dinámica contradictoria y antagónica con crisis sistémicas regulares, se satisface compulsivamente al autonomizarse de modo automático la producción de valor de espaldas, pero con el indefectible concurso, de los actores particulares que lo reproducen y en contra de los intereses de los agentes colectivos que la producen, sin miramientos por el sufrimiento desigual que produce en los mismos. Estrictamente: el goce del Capital no podría sino satisfacerse, es decir explotar como momento de sí al conjunto social, en tanto se autonomiza la dinámica automática del valor respecto del sufrimiento informado que produce de manera desigual en los actores particulares y agentes colectivos. Ese es el sentido del goce en el capitalismo. Y por eso, es necesario abolirlo. 28. Horizonte estratégico. El desafío teórico-político de un psicoanálisis marxista estriba en reenviar la compulsión del goce a una satisfacción realmente imposible de resignar por el Sujeto de la totalidad, es decir por el capital. Todo y cada uno de los síntomas que se efectúan a nivel del campo subjetivo implican goce; no negamos eso. Precisamente, involucran una satisfacción contradictoria y conflictiva, pero donde aquello que se satisface en el sufrimiento no es otra cosa que la lógica social total: el capital. Es por ello que el goce en el síntoma no es “incurable”. De hecho, la orientación marxista en psicoanálisis establece como horizonte estratégico el abolir el goce del Capital. O mejor dicho: suprimir el trabajo inconsciente del deseo que satisface el gozar del capital. Esta perspectiva abolicionista no define una visión transhistorica que propugnaría por la abolición definitiva de todo goce posible en una sociedad post-capitalista. No sabemos qué pasará con eso en un más allá del capitalismo. Por lo pronto, se trata de abolir la forma social de organización históricamente determinada que asume la satisfacción del Sujeto (el capital) en la sociedad moderna. La crítica y la clínica radical en psicoanálisis tiene como objetivo político la supresión revolucionaria de la forma social del goce inconsciente como derivado histórico de aquella lógica social de sujeción reificada en la cual un Sujeto se pone como principio universal de mediación ciega, individuación y dominación impersonal, en la inmanencia del padecimiento que no puede sino producir. Y esto por el hecho de reproducirse automáticamente allende la decisión conciente de los particulares, sin miramientos respecto de las consecuencias que una tal satisfacción (la del valor que se valoriza) conlleva, en términos de sufrimiento informado, para aquellos que asimismo lo satisfacen. En función de un tal horizonte estratégico, para la recomposición de un psicoanálisis marxista, sin negar ni denegar la especificidad e “incumbencias particulares” relativas a la praxis política-revolucionaria y la praxis clínico-terapéutica del psicoanálisis, sortear la inmixión de las mismas resulta lisa y llanamente imposible. Corte-esquizoanalitico, si se quiere. 29. Definiciones programáticas I: No hay y no podría haber, dado los límites inmanentes del capital, un goce del cuerpo particular y/o colectivo. En el marco del giro malestarista que atraviesa las perspectivas críticas en la actualidad, una tal afirmación se justifica a los efectos de confrontar el sensualismo vitalista y el descriptivismo pseudo-empirista que oficia como plataforma epistémica desde el cual se aborda el problema del sufrimiento capitalista. Entiéndase, el goce no es la satisfacción (orgánica en último análisis) de la pulsión. El cuerpo se es gozado por su opresión en la máquina-capital. No remite ni podría remitir a una manifestación epifenoménica de un cuerpo particularmente vivido, sino a la eficacia objetiva del valor-que-desea-plus-valor. Marx define al capital como un “sujeto automático”. Lógica histórica enajenada y ciega. Hablamos de una dinámica de relación social que es indistinta a las posibilidades de reproducción material del “mundo de la vida”. Y tan sólo orientada conforme al imperativo de auto-valorización del valor. El capital es valor que se autovaloriza en un proceso tan encarnado como autonomizado de los cuerpos, sustrayéndose automáticamente al control social y socavando sus propias bases materiales. El capital se erige como Sujeto de la modernidad, en la medida en que gobierna el movimiento del conjunto antagónico bajo una lógica que persigue la ganancia por la ganancia misma y la producción por la producción. Para que se entienda, el cuerpo particular que un Yo es no goza. El goce, no remite a la energía viva de un cuerpo que anida como resto no aprehendido e inaprensible para el influjo de “La Cultura” (torpe remake de la dicotomía romántico-vitalista entre naturaleza y cultura); tampoco remite a la pulsión de muerte naturalizada como tendencia a lo inorgánico. El goce se desprende de las personas, se autonomiza de los cuerpos que lo producen, para desperdigarse en la abstracción expandida del capital. El cuerpo en extensión, un cuerpo 3D, afectivo y pensante, siempre particularmente vivido, no goza en el padecimiento, sino que se goza y es gozado por esa salvaje dinámica de explotación y sometimiento llamada capital. 30. Definiciones programáticas II: No hay y no podría haber, dados los límites internos del capitalismo, un goce de los particulares. El goce no remite a vaya a saberse cuales “beneficios secundarios” de los actores particulares respecto a cualesquiera sufrimiento que podría estar padeciendo. Entiéndase, para el marxismo en psicoanálisis si un actor particular dice que sufre, lisa y llanamente, sufre. No goza. No “sufre porque quiere”; “no sufre porque le gusta”. Sufre. Asimismo si dice que se alegra, se alegra. No goza. Si dice experimentar tristeza, estará en tal caso triste. Pero no gozando (la producción de nuevas significaciones relativas a la experiencia social particularizada, en tanto momento indelegable de la eficacia terapéutica en psicoanálisis, no conlleva necesariamente a redundar y cernir todo “x” al goceprivado; podríamos incluso señalar que la productividad significante, en tanto que dinámica de destrucción-producción de significaciones, involucra necesariamente poner en suspenso los estrechos márgenes que, para la imaginación clínica de lxs practicantes de base sujetados por la Máquina-Miller, determina respecto a la significancia la fijación de un goce-privado en tanto que sentido último; o causa-sui del padecer en particular y de la experiencia social en general). Sin eufemismo, hemos dicho: el beneficio del goce siempre, y todas las veces, es del capital. Hay goce del Capital porque históricamente se universaliza la dinámica enajenada de un Sujeto social semoviente que explota a los particulares como un momento de su automediación contradictoria y opresiva. La comprensión de la lógica capitalista como sujeto articulador de la totalidad social antagónica es lo que permite, en fin de cuentas, bloquear la postulación metafísica de un principio activo y auto-centrado inherente a los particulares. El Sujeto-Capital es, en cierto punto, un anti-sujeto: la heteronomía de sus categorías tiende a descentrar y reducir coactivamente las posibilidades de las acciones concientes y decisiones volitivas. Todo goce y excedente-de-goce, en el capitalismo, es motivo de ganancia capitalista. Nuestro padecer, el de actores particulares y/o colectivos, se ubica como sujeción que se goza y es gozado en la satisfacción compulsiva, anónima e impersonal del capital. 31. Atribuir un goce que remita a cualquier “beneficio secundario” o “satisfacción paradojal” de los actores particulares o agentes colectivos en la experiencia del sufrimiento, en última instancia, redunda en una inversión fetichista en el orden de las determinaciones. La posición teórico que se presupone y la posición política a la cual conlleva esa inversión, por sobre todas las cosas, es una verdadera canallada. El problema, parafraseando a León Rozitchner, es politizar, destruir y eventualmente superar la reproducción inconsciente del terror capitalista que oficia en el individualismo burgués que matriza el psicoanálisis lacaniano históricamente hegemónico en la Argentina post-dictatorial. Lucha de clases en psicoanálisis. Poner en crisis estas cuestiones es, para nosotros, la primera tarea negativa en el proceso intergeneracional de reconstitución colectiva de un psicoanálisis marxista.