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W. E. Best - La Libre Gracia En Contra Del Libre Albedrio.

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LA LIBRE GRACIA
EN CONTRA
DEL LIBRE ALBEDRÍO
por
W. E. Best
WEBBMT
P. O. Box 34904
Houston, Texas 77234-4904 USA
Copyright © 1992
by W. E. Best
Título del original:
FREE GRACE VERSUS FREE WILL
por
W. E. Best
Este libro es distribuido por el
W. E. Best Book Missionary Trust
P. O. Box 34904
Houston, Texas 77234-4904 USA
CONTENIDO
Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1
1 La Libertad De La Voluntad
Efesios 1:11 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5
2 La Esclavitud De La Voluntad
Juan 5:40 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 17
3 La Depravación De La Voluntad
Santiago 1:14, 15 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 29
4 Dios Destronado Por El Libre Albedrío
Juan 5:40; Los Hechos 18:27; I Pedro 1:18-25 . . . 37
5 La Predestinación Y La Agencia Libre
Romanos 8:29, 30; Efesios 1:5, 11 . . . . . . . . . . . . . 49
Índice De Escritura . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 57
Lista De Libros . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 62
W. E. Best Book Missionary Trust expresa
gratitud a los que participaron en el proceso de
traducir este libro.
El texto Bíblico corresponde a la versión ReinaValera, 1960, y a la Biblia De Las Américas [del
texto de Nestle] (BLA) cuando se indique. Se
indican las traducciones directamente del texto
griego por la palabra “traducción” después el
versículo.
INTRODUCCIÓN
“El labio veraz permanecerá para siempre...” lee Proverbios 12:19. Claro que, la verdad es la verdad, pero la verdad
puede llegar a ser adulterada. De esto nos debemos cuidar. El
hombre de Dios nunca debe torcer las Escrituras o adulterarlas
(II Ped. 3:16; II Cor. 4:2). El siempre debe recordar que la
verdad está basada en el sentido de la Escritura más bien que
de su sonido. La Escritura debe ser comparada con la
Escritura para descubrir la verdad de cualquier tema Bíblico.
Esto especialmente se aplica en la discusión continua de la
libre gracia en contra del libre albedrío. Juan 6:37, que dice,
“y al que a mí viene, no le echo fuera,” suena a muchos como
si cualquiera pudiera venir a Cristo. Sin embargo, el sentido
del versículo es completamente diferente. La primera parte
del versículo declara, “Todo lo que el Padre me da, vendrá a
mí....” Así que, sólo aquellos dados al Hijo por el Padre vienen
a El.
Las posiciones opositoras de la libre gracia en contra del
libre albedrío, el Calvinismo y el Arminianismo, tienen sus
raíces en el pensamiento de Agustín y Pelagio, respectivamente. Agustín (354-430) reveló su posición en este punto en
sus CONFESIONES. El creyó que cuando Adán cayó, toda
su posteridad cayó con él. “Todos los hombres son
depravados,” dijo Agustín. El creyó que los hombres no
tenían voluntades libres, pero están esclavizados en el pecado. Pelagio (360-420), por otra parte, negó la depravación total
del hombre. El acentuó que el hombre tiene un libre albedrío
y puede ser salvo cuando él lo desee.
Como Agustín, Juan Calvino creyó en la libre gracia; y
como Pelagio, Jacobo Arminio creyó en el libre albedrío del
hombre. No había compatibilidad entre las ideas de Agustín
y las de Pelagio, y no había ninguna entre los puntos de vista
de Calvino y aquellos de Arminio. Además, no hay en el día
de hoy armonía intelectual entre aquellos quienes creen en la
libre gracia y aquellos quienes creen en el libre albedrío. La
anterior sostiene que el Dios soberano está sobre el trono y el
hombre está a Sus pies; la posterior da crédito al hombre con
autoridad para elegir a Dios o rechazarle.
Los defensores de la libre gracia aceptan la doctrina Bíblica
de la predestinación. Ellos también aceptan estas verdades
Bíblicas:(1) El hombre es una criatura caída y no tiene un libre
albedrío para hacer lo que es espiritualmente bueno. (2) La
justificación es mediante la fe, que es don de Dios. (3) Los
dones y llamamiento de Dios son dados sin el arrepentimiento
de parte de Dios como así también del creyente.
Los defensores del libre albedrío niegan la doctrina Bíblica
de la predestinación y afirman las siguientes: (1) La raza
humana posee un libre albedrío para hacer lo que es bueno. (2) La justificación viene por una fe que merece la salvación. (3) Puesto que la fe del hombre viene de sí mismo, él no tiene
la seguridad de que un día no la perderá. (Los arminianos
están divididos en dos grupos sobre este asunto. Algunos
creen que una persona puede ser salva el día de hoy y mañana
estar perdida. Los otros creen que una vez que una persona
es salva ya es siempre salva.)
Ahora que las posiciones básicas han sido esbozadas,
consideremos lo que dicen las Escrituras en lo concerniente
a la libre gracia en contra del libre albedrío.
1
LA LIBERTAD DE LA VOLUNTAD
Efesios 1:11
La idea Bíblica de la libertad de la voluntad sólo puede ser
entendida al estudiarla desde el principio de la Biblia. Pero
entonces, un estudio de cualquier verdad Bíblica debe comenzar en esta manera. Así como las teclas equivocadas de un
órgano tocados equivocadamente traen distorsiones, así unos
pocos versículos de la Escritura tomados aisladamente fuera
del contexto parecen enseñar cosas que no armonizan con
todo la enseñanza de la Palabra de Dios.
La libertad absoluta de la voluntad sólo puede pertenecer
a Dios. No hay ley que restrinja la voluntad de Dios, porque
El es Su propia ley. Puesto que Dios es soberano, no hay poder
que pueda vencer Su voluntad. El es omnipotente. El “...hace
todas las cosas según el designio de su voluntad” (Ef. 1:11). La voluntad de Dios es irresistible, fija, y eterna: “...¿Quién
ha resistido a su voluntad?” (Rom. 9:19). Es eterna porque
Dios no cambia: “Porque yo Jehová no cambio...” (Mal. 3:6). El Señor Jesucristo, la segunda Persona de la Deidad, es el
mismo ayer, y hoy, y por los siglos (Heb. 13:8). Con Dios
“...no hay mudanza, ni sombra de variación” (Sant. 1:17). La
voluntad de Dios no puede ser cambiada por lo mejor porque
Dios no puede ser mejor. No puede ser cambiada por lo peor
porque Dios no puede ser menos de lo que El es.
La voluntad de Dios no está sujeta a nadie, pero la voluntad
de todo hombre está sujeta a Dios. Dios no determinó salvar
a los hombres sobre la base de su voluntad de ser salvo. Si así
se hubiera resuelto, la voluntad del hombre determinaría la
voluntad de Dios. Pero esto es imposible (y herético)—la
libertad de Dios indica que El no está bajo ninguna
compulsión fuera de Sí Mismo. El actúa según la ley de Su
ser. Dios es auto-movido, e incapaz de pecar.
El más intenso el poder de auto-determinación, la más
intensa la libertad. Consiguientemente, la libertad de la voluntad es atribuible sólo a Dios. Toda criatura es responsable a
El. Una voluntad auto-determinada a la santidad absoluta—la
voluntad de Dios—es marcada por la libertad más alta. La
libertad en Dios es la inmutable auto-determinación; viceversa, la libertad en un ser finito—Adán antes de la caída—es la
mutable auto-determinación. La verdad de que la libertad en
Dios es la inmutable auto-determinación es la llave al
remanente de la discusión de la libertad de la voluntad.
La voluntad de Dios es la ley del universo, no la voluntad
del hombre. Si no hubiera tal ser como el supremo y determinante Jehová, el universo vendría a ser rápidamente
caótico. Si no hubiera libre-elegido amor, todo ministro
cerraría sus labios, y todo pecador se sentaría en la muda
desesperación. Las Escrituras no registran un ejemplo de una
limitación a la voluntad de Dios. Su voluntad de propósito es
suprema, y es realizado sin la derrota (Rom. 9:19; Sant. 1:17). Pero nosotros necesitamos distinguir entre la voluntad de
Dios de propósito y Su voluntad de mando. Los hombres son
responsables de cumplir con la posterior, pero la voluntad de
Dios de propósito no es revelada totalmente al hombre: “Las
cosas secretas pertenecen a Jehová nuestro Dios; mas las
reveladas son para nosotros y para nuestros hijos para
siempre...” (Deut. 29:29).
¿Pero qué de la voluntad de Adán y su auto-determinación?
Adán fue creado en un estado de rectitud. La rectitud es un
estado más alto que la inocencia: “...Dios hizo al hombre
recto, pero ellos buscaron muchas perversiones” (Ecl. 7:29). Algunos refieren a la rectitud de Adán como “justicia
original”; otros la llaman “justicia creada”; y algunos la
clasifican “santidad.” La rectitud de Adán fue en un sentido
la justicia y la santidad, pero no fue absoluta. La santidad de
Adán, justicia, o la rectitud fue mutable, porque Dios no
puede crear Dios. Cualquier cosa que Dios crea debe ser
menos que Sí Mismo.
Algunos creen que Adán fue creado en un estado de equilibrio o indiferencia. El no fue inclinado ni hacia lo bueno ni
hacia lo malo. Así que, él podía volver al Creador o a la
criatura. Puesto que volvió a la criatura, él hizo el escogimiento equivocado. Este punto de vista erróneo ha sido refutado
por grandes eruditos del pasado. La Escritura refuta la
afirmación de que Adán fue creado en un estado de indiferencia.
Un estado actual de indiferencia nunca se ha sabido que
exista; una voluntad no entregada nunca ha ocurrido dentro
de la consciencia humana. De todos modos, no es necesario
asumir una indiferencia absoluta a la santidad y al pecado para
explicar la caída de Adán.
La inocencia no describe suficientemente la condición de
Adán de la rectitud. La rectitud original consistió de
cualidades positivas. Las cualidades positivas intelectuales y
morales de Adán antes de la caída fueron manifestadas en su
capacidad para nombrar a los animales (Gén. 2:20) y en su
compañerismo con el Creador (Gén. 2:15-25). Algún conocimiento de las características de los animales fue necesario
para nombrarlos. Además, la rectitud positiva fue necesaria
para disfrutar de un compañerismo positivo con Dios.
El hecho de que Dios creó a Adán en rectitud significa que
Adán tuvo conocimiento de Dios. Esto es expuesto así: Las
tres facultades o los poderes en el alma humano son (en este
orden) el entendimiento, el afecto, y la voluntad. El orden no
puede ser revertido. El pecado de Eva averigua el orden de
las facultades del alma. Ella ganó conocimiento de la fruta
prohibida por verla. Su afecto salió hacia la fruta de la cual
había ganado conocimiento. Ella entonces ejerció su voluntad
al tomar la fruta. Por lo tanto, puesto que Adán fue creado con
una comprensión de Dios, una voluntad no entregada fue
imposible. La consciencia siempre informa a una voluntad
inclinada, no a una voluntad indiferente. Esta es la razón
porque la rectitud de Adán estuvo fuera de la inocencia
simple.
La rectitud incluye varias características. Adán fue creado
recto, un adulto, un espíritu y con una voluntad. El no vino al
mundo como todos los otros. El primer hombre fue creado
maduro, sin la necesidad del crecimiento y del desarrollo
físico y mental. La idea de que Adán tuvo etapas avanzadas
en el conocimiento y en el conocimiento es contraria al
pensamiento de una madurez creada. La madurez de Adán
prueba que él tuvo una voluntad inclinada. El no estuvo en
un estado de equilibrio, pero su voluntad estuvo inclinada
hacia Dios, su Creador.
En la madurez creada, las facultades intelectuales de Adán
contuvieron patrones e ideas innatas. Por lo tanto, su madurez
le capacitó no sólo para nombrar a los animales pero también
para tener compañerismo con Dios. Adán fue creado un
espíritu (Gén. 2:7). La creación de una mente finita, o el
espíritu, implica la creación de la rectitud. El espíritu debe ser
distinguido de la materia. Los muebles son materia y debe ser
movida por fuerza. Adán fue auto-determinado desde dentro.
Su capacidad para moverse desde dentro significa su libertad.
El fue auto-motivado y no movido por una fuerza externa. El
auto-movimiento es la auto-determinación, y la autodeterminación es el hecho de la voluntad.
La voluntad de Adán fue una libre voluntad porque fue
auto- determinante. Lo que no es forzado desde fuera es
libre—pero no absolutamente. Adán fue responsable a Dios. El fue libre en el sentido de que fue inconsciente de cualquier
necesidad impuesta sobre él. La libertad de Dios es inmutable,
pero la libertad de Adán fue mutable auto-determinación.
Por el hecho creativo, la voluntad de Adán fue inclinada a
Dios—y eso fue antes que hiciera cualquier escogimiento. El
fue creado espíritu, y fue auto-determinado al instante que fue
creado. Su auto-determinación fue creada con su voluntad. Adán no pudo haber sido creado no inclinado. La creación
santa de Adán en la justicia original (o la rectitud) fue ambos
creada y auto- determinada. Considerado con referencia a
Dios, fue creado. Considerado con referencia a Adán, fue
auto-determinante, auto- gobernante, y no forzado desde fuera.
Adán vino al mundo inclinado hacia Dios. La inclinación
santa fue al mismo tiempo el producto del Creador y la
actividad de la criatura. Adán no se encontró a sí mismo en
una posición para elegir al Creador o a la criatura como un
final definitivo. El fue inclinado hacia el Creador. Su misma
rectitud fue dada por Dios, y no procedió desde su capacidad
propia. De hecho, la mutable auto-determinación condujo a
su caída, y después de la caída su voluntad fue esclavizada al
pecado.
Después de su caída, Adán pasó de la inclinación hacia
Dios a la inclinación hacia el pecado. El cambio radical de su
voluntad no puede ser explicado por un escogimiento antecedente desde un estado indiferente de la voluntad. El cambio
radical no pudo haber ocurrido si Adán hubiera sido creado
en un estado de equilibrio. El cayó de un estado de rectitud
mutable. El caer de un estado de indiferencia no hubiera sido
una caída tan trágica.
Desde la caída de Adán, la voluntad de toda persona está
inclinada hacia el pecado por naturaleza. Permanece así hasta
que el Espíritu de Dios lo regenera. Entonces, su voluntad es
inclinada hacia Dios por la gracia. La obra de la regeneración
en el individuo produce así un cambio radical como la caída
causó en Adán. Un hombre regenerado ha sido creado nuevamente en Jesucristo: “Porque somos hechura suya, creados en
Cristo Jesús para buenas obras...” (Ef. 2:10). El hombre nuevo
es “...revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del
que lo creó” (Col. 3:10). “Y él os dio vida a vosotros, cuando
estabais muertos...” (Ef. 2:1). “...Dios es el que en vosotros
produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad”
(Fil. 2:13). Dios da un corazón nuevo y un espíritu nuevo
(Ezeq. 36:25-27).
La rectitud original de Adán fue auto-determinada pero no
auto-originada. Su caída, sin embargo, fue ambos auto-determinada y auto-originada. La doctrina de concurrencia—la
cooperación—no puede ser conectada con el pecado de Adán
o con su caída. Dios no es el autor ni del pecado de Adán ni
de su caída.
La primera existencia de una virtud no podría haber venido
desde el hombre, porque Dios es la causa original de todas las
cosas. Sin embargo, Dios usa las causas segundas. Adán, la
segunda causa, fue creado en un estado de la mutable autodeterminación, que permitió la posibilidad de su caída. Y sí
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cayó cuando se fue desde una inclinación hacia Dios a una
egoísta, ego-céntrica inclinación. La inclinación pecaminosa
es el producto de la criatura y su actividad.
Adán mutable, diferente de su Creador inmutable, podría
y sí perdió su rectitud. Adán fue capaz de perseverar en su
santa auto-determinación, pero también fue capaz de comenzar una auto-determinación pecaminosa. Su autodeterminación fue para un final definitivo y no para un
escogimiento de medios hacia un final.
La inclinación difiere de la volición como el final difiere
de los medios. Adán cayó en su corazón antes de que comiera
la fruta prohibida. Eva, el vaso más débil, fue engañada pero
Adán no fue engañado. El fue auto-determinado; esto es,
deseó comer para poder estar con su esposa. La inclinación
precedió a su escogimiento. También Eva había pecado en su
corazón antes de que pecara externamente.
No es el hecho de cometer un pecado lo que hace a uno un
pecador. Uno es ya un pecador antes de que el hecho sea
cometido. El Señor Jesucristo identificó el pecado como aquel
que procede del corazón: “...cualquiera que mira a una mujer
para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón” (Mat. 5:28). El deseo que precede la volición es pecado.
Comer la fruta prohibida no originó la inclinación de Adán,
sino que así se manifestó. Su voluntad se inclinó a un final, y
escogió los medios para realizar el resultado final. La voluntad escoge porque está inclinado ya.
Esta es la razón por la que no hay compatibilidad entre el
evangelio social y el evangelio presentado en la Palabra de
Dios. Aquellos quienes proclaman un evangelio social afirman que los hombres no son responsable por los hechos de
pecado. Ellos atribuyen el pecado a condiciones sociales o
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ambientales, que alivian a los pecadores de su responsabilidad
al cometer pecado. Pero esto es un disparate. El pecado no
puede ser atribuido a otra persona o cosa. Adán culpó a Eva
por su pecado, y sutilmente puso la culpa en Dios Mismo,
quien le había dado Eva. Pero la racionalización de Adán no
alteró los hechos. El había pecado responsablemente. El había
ido desde la inclinación hacia Dios hasta la inclinación para
satisfacer su propio deseo perverso.
La determinación pecaminosa de Adán se originó dentro
de sí mismo. Dios no colaboró en la perversa autodeterminación de Adán. El creó a Adán una persona libre. Los
arminianos mantienen que un hombre no puede actuar libremente a menos que tenga la capacidad de cancelar su hecho. Sin embargo, esto no es válido. Si un hombre se avienta de
un edificio para suicidarse, aunque cambie su mente mientras
se está cayendo, él no puede volver a la punta del edificio. Su
auto-determinación es un hecho libre, pero él no puede revertir el hecho. En este mismo sentido, una vez que Adán pecó
no pudo volver a su estado original. El cayó—cuerpo, alma,
y espíritu.
La caída del hombre ha sido comparada al derrumbamiento
de un edificio dilapidado de tres pisos. El espíritu del hombre
puede ser comparado con el piso de arriba, su alma con el
segundo piso, y su cuerpo con el sótano. El primero en ser
afectado por la caída fue su mente, o espíritu. Sus emociones
fueron influenciadas, y ambos el intelecto y las emociones
influenciaron su cuerpo. El piso de arriba cayó en el segundo,
y ambos cayeron en el sótano. El hombre fue totalmente
afectado en la caída. Esta es la razón por la que la gente muere
físicamente (Rom. 5:12). Una vez que Adán fue auto-determinado para volver desde Dios y satisfacer sus propios
deseos, él no pudo volver a su estado original de justicia.
Una volición puede cambiar una volición, pero nunca
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puede cambiar una inclinación. Un escogimiento puede cambiar a otro, pero no puede cambiar el deseo original. Una
persona puede escoger cometer homicidio, y antes de tirar del
gatillo del revólver, cambiar su mente. El ha hecho un escogimiento. Su segundo escogimiento ha contrariado la
primera, pero no borró la inclinación perversa de homicidio
que estuvo en su corazón. La inclinación puede ser quitada
sólo por la gracia de Dios. Solo el poder de Dios puede vencer
y hacer lo que el hombre no puede hacer por sí mismo.
Entonces, por lo tanto, la potencialidad para revertir una
inclinación pecaminosa no es necesaria para hacer a una
persona responsable por la inclinación. La única cosa
necesaria es que él la origine. Adán originó su autoinclinación pecaminosa. El no sólo fue el causante sino que
también fue activo en el origen. Antes de la caída, el poder
para auto-determinar la maldad fue innecesario a la santidad
auto-determinante de Adán.
Es importante entender que la comprensión de Adán fue
inalterable, pero su voluntad sí fue mutable. Ciertos hechos,
tales como los rudimentos de aritmética, no pueden ser no
entendidos. Sin embargo, la voluntad puede ser radicalmente
y totalmente cambiada. La caída de Adán fue una revolución,
no una evolución.
Vamos a resumir. Adán en su caída no escogió entre Dios
y la criatura. El pecado de Adán en el jardín del Eden no fue
cometido en un estado de indiferencia, como si Dios estuviera
a su diestra y el deseo perverso a su izquierda. El estuvo en
un estado de rectitud, inclinado hacia Dios, pero por la
auto-determinación se volvió de Dios a la maldad. Este no fue
un escogimiento entre el Creador y la criatura. El se fue desde
una inclinación hacia Dios a una inclinación hacia la maldad,
y ésta fue su caída.
13
La espontaneidad en un animal es simplemente el instinto
físico, pero la espontaneidad en un hombre está basada en una
capacidad para razonar y comprender. El es un ser racional y
no actúa por simple instinto. La inclinación precede el hecho
del hombre. Algo apela a su comprensión, sus afectos son
influenciados, y consiguientemente actúa con su voluntad. Los arminianos, por otra parte, afirman que la voluntad es
ambos el determinante y el determinado. Esto indicaría que
la voluntad es ambos la causa y el efecto. Pero nosotros hemos
visto que la voluntad es la última de las tres facultades
ordenadas del alma. No causa una inclinación. Si es que la
voluntad causa el entendimiento, fácilmente podemos decir
que la cola menea al perro. Si una persona tiene una mente
espiritual y ha oído cosas espirituales, sus afectos son
movidos hacia esas cosas, y él actúa consiguientemente.
Después de la caída, la voluntad de Adán fue esclavizada
al pecado y había perdido su libertad natural. Permítanos
afirmar aquí que la libertad moral no es esencial a la libertad
natural. Un hombre puede escoger a su esposa, profesión,
hogar, etcétera, pero él no tiene el poder para escoger lo que
es espiritual. No es necesario para un hombre tener la
capacidad espiritual para que su voluntad actúe naturalmente.
Los hechos de la voluntad del hombre son de dos tipos: (1)
Las acciones del alma que son manifestadas en hechos físicos.
Uno decide hacer algo y se mueve en esa dirección. Muchos
siguen un hecho del alma cuando pasan al frente al altar, ante
la congregación de la iglesia afirmando que están siguiendo
a “Jesús.” (2) Las acciones del alma que ocurren dentro del
alma misma. Esto sucede cuando uno quiere amar a Dios. No
puede ser realizado por el hombre natural quien odia a Dios
(Rom. 3:8-18; Juan 3:19-21). Si el deseo de una persona de
conocer al Señor es sinceramente motivado por el Espíritu de
Dios, él no busca al Señor en vano (Mat. 7:7). El que sinceramente busca al Señor da evidencia de la obra interior de la
14
gracia de Dios; haremos bien en recordar que Dios no comienza algo que El no va a terminar.
Desde la caída, el hombre por naturaleza sólo puede hacer
lo malo. Sin embargo, cuando una persona es nacida de
nuevo, él tiene la potencialidad de hacer el bien. Aunque él
sea inclinado fuertemente hacía el bien, él todavía es tentado
y a veces hace lo malo. Cuando se llegue a la gloria esto ya
no será más el caso pues el hombre será inclinado sólo a hacer
el bien.
15
16
2
LA ESCLAVITUD DE LA VOLUNTAD
Juan 5:40
Hubo un cambio radical en la voluntad de Adán en la caída,
y él fue capacitado para volver a Dios por otro cambio radical.
No fue Adán quien buscó a Dios, sino más bien Dios quien
buscó a Adán. La voluntad esclavizada no puede por sí misma
amar a Dios. Entonces, los hombres quienes aman a Dios lo
hacen porque Dios les amó primero (I Jn. 4:10).
La voluntad esclavizada es controlada por sus afectos, que
son terrenal, animal, y diabólica (Sant. 3:15). Como la voluntad de Adán actuó según su naturaleza después la caída, así,
la voluntad de cada pecador es libre sólo para actuar según su
naturaleza. La acción de la voluntad es determinada por la
naturaleza de la persona que hace el escogimiento. La mente
carnal es enemistad contra Dios (Rom. 8:7). Solo la gracia de
Dios puede cambiar la voluntad que es esclavizada al pecado
y causarla llegar a ser esclavizada a Jesucristo. La libertad
verdadera es encontrada sólo en esta esclavitud: “Porque el
que en el Señor fue llamado siendo esclavo, liberto es del
Señor; asimismo el que fue llamado siendo libre, esclavo es
17
de Cristo” (I Cor. 7:22). El testigo Bíblico a la libertad es
limitada a la relación del hombre a Dios.
La esclavitud del hombre no significa impotencia pero más
bien pecado, culpabilidad, rebelión, y alienación del Omnisciente. El pecado del hombre no manifiesta su libertad pero
su esclavitud. La primera lección que una persona debe
aprender es que él no tiene ni la voluntad ni el poder para
salvarse a sí mismo. Dios da ambos en la regeneración. El
cambio de la voluntad en la regeneración es tan radical como
el cambio en la voluntad de Adán cuando cayó. El disfrutó la
libertad antes de su caída; después su voluntad se hizo
esclavizada. Ninguna persona desde Adán jamás ha tenido un
libre albedrío. Los hombres son agentes libres, pero ellos no
tienen libre albedrío. Una persona quien atribuye la salvación
al libre albedrío del hombre no sabe nada de la libre gracia.
Uno que se adhiere a la doctrina del libre albedrío del
hombre recientemente hizo las siguientes declaraciones:
Desafortunadamente Dios no tiene poder sobre la voluntad
del hombre; es decir, que Dios no puede salvar a una persona
contra su voluntad, pero a la vez, El no quiere que ninguno
perezca. Dios ha hecho posible que todos los hombres sean
salvos, pero la Biblia indica que la salvación depende en la
disposición del hombre para ser salvo. Sería un tipo de tiranía
si Dios salvara a la gente en contra de sus voluntades. Y por
el libre albedrío del hombre, es obvio por la misma definición
de las cosas que el hombre puede negar la voluntad de Dios
y frustrar Su plan benévolo.
Las declaraciones arriba son hechas frecuentemente por la
gente quienes creen en el libre albedrío. Ellos deshonran al
Dios soberano y enaltecen al hombre caído. Los hechos aquí
son de que la voluntad de toda persona no salva es esclavizada
al pecado. El es libre para ir en una sola dirección. Como una
cascada, él es libre para ir hacia abajo. Los pecadores son
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libres de actuar según sus naturalezas depravadas. El hombre
no tiene ni la voluntad ni la capacidad para venir a Cristo:
“Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no
le trajere...” (Juan 6:44). “Y no queréis venir a mí para que
tengáis vida” (Juan 5:40).
La controversia ha existido y continúa existiendo en cuanto
a la (1) naturaleza, (2) libertad, y (3) poder de la voluntad:
1. Aquellos quienes creen que la naturaleza de la voluntad
del hombre es tal que él puede ser salvo en cualquier tiempo
que él lo desee siguen la enseñanza de Pelagio. Los arminianos creen que la voluntad se determina a sí misma. Ellos
hacen que la voluntad sea soberana, declarándola ser el
determinante y el determinado. Así que, su creencia hace que
la voluntad sea separada de las otras facultades y la coloca
primero en el orden de los poderes del alma humana.
Los semi-pelagianos creen que la voluntad del hombre es
libre pero necesita alguna asistencia del Señor. Uno de los
dogmas de los Católicos Romanos los colocan en esta
categoría concerniente a la naturaleza de la voluntad.
Durante la Reforma entre los años 1545 y 1563, la jerarquía
de la Iglesia Católica Romana se juntó intermitentemente para
formular su dogma. Su cuarta ley del canon afirmó, “Si
cualquiera dice, que el libre albedrío del hombre, movido y
excitado por Dios, por asentir a Dios excitando y llamando,
en ninguna manera coopera hacia disponerse y prepararse
para obtener la gracia de la justificación; que no puede negar
su consentimiento, si lo hiciera, pero que, a veces inanimado,
no hace ninguna cosa y es simplemente pasivo; que sea
anatema.” El propósito para la reunión del concilio no fue
sólo para definir la doctrina como ellos la creyeron pero para
condenar a los Reformadores.
19
Los Reformadores primitivos enseñaron que había dos
facultades del alma humana—entendimiento y voluntad.
Ellos verdaderamente afirmaron que el entendimiento es
primero la cognoscitiva, o perceptiva, capacidad de la mente,
y el entendimiento es comprendido no sólo del intelecto pero
también de la conciencia del hombre. Sin embargo, un estudio
más completo del tema reveló que había tres facultades en el
alma humana—el entendimiento, la sensibilidad, y la voluntad. Luego, los teólogos creyeron que las tres facultades
fueron mejor expresadas por referirlas como el entendimiento, el afecto, y la voluntad. (El afecto fue metido en el lugar
de la sensibilidad.) Y así, vemos que el alma es una trinidad:
Su intelecto es el poder de saber; sus afectos son el poder de
sentir; y su voluntad es el poder de escoger. La voluntad es
influenciada por lo que es oído y entendido; los afectos son
afectados por el entendimiento; y la voluntad es influenciada
a volición.
La voluntad del hombre no puede ser el determinador y
determinado, la causa y el efecto, o el soberano y sirviente. Esto colocaría la voluntad primero en el orden de las facultades del alma. Afirmar que la voluntad está aparte de las otras
facultades del alma afirma que hay un hombre dentro de un
hombre quien puede revertir el hombre y atacarle y quebrarle
en pedazos. La idea que la libertad de la voluntad ordena,
determina, e influye a sí misma a escoger es contradictorio. Si la voluntad es influenciada, o determinada, como los
arminianos declaran, algo debe causar que sea influenciada,
o determinada.
La voluntad es una agente auto-determinante, pero no es
ambos determinador y determinado. ¿Cómo puede la mente
actuar primero y, por su propio hecho de escoger, determinar
cual motivo será la razón para su escogimiento? Eva escogiendo y comiendo la fruta prohibida fue influenciada:
Satanás la engañó, al decirle que ella sería como los dioses. 20
Por lo tanto, su intelecto fue influenciado, su afecto se fue a
la cosa prohibida, y escogió tomarla. Tomar la fruta fue un
hecho de la voluntad, pero su voluntad fue influenciada.
El hombre tiene el poder para discernir, discriminar, y
expresarse a sí mismo. El intelecto percibe lo que será hecho;
la conciencia instruye a la mente en lo que debe ser hecho. Por lo tanto, el entendimiento es la facultad estacionaría del
alma. Puede ser pervertido mediante la instrucción inadecuada, pero no puede ser radicalmente cambiado.
Adán retuvo sus capacidades intelectuales después de su
caída, y continuó haciendo escogimientos naturales. Todo
pecador escoge las cosas naturales. No obstante, él no puede
hacer escogimientos espirituales porque él es depravado, es
un enemigo de Dios, aborrece a Dios, y su voluntad no está
inclinada hacia Dios. Aborrece la luz y no viene a la luz, para
que sus obras no sean reprendidas (Juan 3:19-21).
Toda persona no salva es auto-céntrica y aborrece cualquier
cosa que intervenga con su concentración en sí mismo. El
desea su propia voluntad, no se preocupa acerca de la voluntad de otros, y desprecia la voluntad de Dios. Su voluntad
queda en aquella condición hasta que es cambiada por la
gracia de Dios. El corazón naturalmente duro debe ser quitado
por Dios y reemplazado con un corazón nuevo (Ezeq. 36:26).
Aunque los Israelitas fueron la gente escogida de Dios,
ellos tuvieron que ser traídos al fin de sí mismos. La providencia de Dios les causó ir a Egipto y servir bajo capataces hasta
que conocieron su impotencia. Dios les dio el deseo para el
rescate, y ellos clamaron a El para recibirlo. Dios oye el
clamor de toda persona en cuyo corazón El ha hecho la obra
de gracia, y da el deseo para el rescate de las cosas mundanas
y una delicia en cosas espirituales. Ninguna persona desea la
salvación en vano, porque el Dios quien da el deseo también
21
satisface.
La persona quien desea oír el evangelio y es atraído al
hecho que Dios de tal manera le amó que dio Su Hijo para
morir en su lugar como el Sustituto tiene una obra de gracia
ya en su corazón. La voluntad, la última facultad del alma, es
determinada por cosas precedentes—el entendimiento de la
mente y afecto del corazón.
Después que uno ha comenzado el andar Cristiano, su
deseo para el Señor y las cosas del Señor nunca disminuyen. Lo que es mejor, el celo aumenta con el crecimiento en la
gracia y conocimiento. La seguridad, la estabilidad, y la
esperanza son ganadas mediante el conocimiento que Dios
trae a la fruición cualquier cosa que El comienza.
2. La controversia existe sobre la libertad de la voluntad. Los pelagianos mantuvieron que hay libertad absoluta de la
voluntad. Los semi-pelagianos creyeron que Dios da
capacidad igual a todos los hombres, y que algunos la usan
para llegar ser Cristianos, y los otros la usan para rechazar a
Jesucristo.
El diccionario define al libre albedrío como la doctrina que
la acción humana expresa el escogimiento personal y no es
determinada por fuerzas divinas o físicas.
Los arminianos definen el libre albedrío como un poder en
la voluntad humana por el cual una persona puede aceptar o
rechazar la salvación. Su creencia que el libre albedrío del
hombre lo capacita para escoger lo bueno o lo malo niega a
la depravación. (La mayoría entre los religiosos son
clasificados con los arminianos.)
Sin embargo, la Escritura declara que no hay uno que puede
resistir la voluntad de Dios (Rom. 9:19). Si una persona fuera
22
de Jesucristo tiene la capacidad en su propia voluntad de
aceptar o rechazar a Jesucristo, él tiene mayor capacidad que
un Cristiano, porque la voluntad de un Cristiano está sujeta a
la voluntad de Dios (Fil. 2:12, 13).
Los defensores de la libre gracia adecuadamente distinguen
la agencia libre del libre albedrío. La voluntad del hombre no
es libre. Por su caída, la voluntad del hombre es predispuesta
naturalmente hacia la maldad. Siempre está inclinada hacia
lo que a Dios deshonra. El hombre caído es libre para actuar
según su naturaleza depravada. El es libre de la justicia y libre
al pecado: “Porque cuando erais esclavos del pecado, erais
libres acerca de la justicia” (Rom. 6:20). Aun las cosas
correctas y honradas (desde el punto de vista de la justicia
cívica) son desempeñadas de motivos egoístas y no para la
gloria de Dios. Uno debe poseer la gracia de Dios para hacer
algo para la gloria de Dios.
Un agente libre tiene el poder para desear y para actuar
como dicte su voluntad. La agencia libre es el poder para
decidir según el carácter de uno. Toda persona es un agente
libre porque no es forzado desde afuera, pero él no tiene un
libre albedrío hacia Dios. Todo individuo es atado desde
dentro y sólo puede actuar según su propia naturaleza
depravada.
Libre albedrío asume una capacidad en la voluntad misma
para escoger lo bueno o lo malo. Por supuesto, esto no puede
ser cierto en una voluntad depravada. Una voluntad que
espontáneamente y de sí misma escoge la santidad no puede
ser llamada depravada. Pero tal voluntad no existe en
cualquier ser humano. Ninguna persona puede aceptar a
Jesucristo por su propia volición. La voluntad humana es
depravada naturalmente. Un individuo hace lo que su voluntad desea. El va hacia abajo como un automóvil sin un motor
hasta que Dios por Su gracia cambia su curso. Uno quien
23
ejercita su voluntad para aceptar a Cristo, entonces, ya se le
ha sido dado una voluntad nueva y cambiada en la
regeneración.
En la caída el hombre no perdió las facultades necesarias
para hacerle una persona responsable. El no perdió su razón,
conciencia, o libertad de escogimiento; pero sí perdió su
libertad moral, el poder para hacer escogimientos espirituales.
El hombre no es un agente moral y libre porque él no puede
escoger entre lo bueno y lo malo. El sólo escoge la maldad.
La auto-determinación de Adán a la maldad comenzó y
terminó con sí mismo. Dios no fue involucrado en ello.
Viceversa, el cambio radical que ocurre en la regeneración es
auto-determinación impulsado por el Espíritu de Dios. En la
regeneración, la dureza que previene la voluntad a actuar en
la dirección de Dios es quitada (Ezeq. 36:25-27). Por lo tanto,
por el poder de la gracia, la voluntad que una vez fue inclinada
a la maldad es ahora inclinada a Dios. La operación de Dios
en la voluntad esclavizada no es forzada desde fuera. El hace
la voluntad tierna y flexible desde dentro. El Espíritu Santo
es la causa eficiente, y el espíritu humano es el recipiente de
la involucración del Espíritu en la inclinación de la voluntad
hacia Dios.
3. La controversia existe acerca del poder de la voluntad. Los arminianos creen que la voluntad tiene la capacidad para
ordenar, determinar, e influenciar sí misma para actuar con
respecto a lo bueno o lo malo. Ellos creen que el hombre no
puede ser libre sin aquel poder. Pero ellos confunden la
disposición del hombre con su capacidad.
Si uno admite el libre albedrío (en el sentido que la
determinación absoluta de sucesos es colocada en las manos
de los hombres), él pondría al hombre en una posición mayor
que Dios, haciendo la voluntad de hombre principal y la
24
voluntad de Dios secundaria. Pero nosotros sabemos que la
voluntad de Dios precede a la voluntad del hombre. No es
dependiente de la voluntad de ninguno. El arminiano hace un
dios de su propia voluntad. Consiguientemente, él debe creer
que hay tantos dioses como tantas voluntades libres, lo cual
es un tipo de politeísmo.
No hay validez en la declaración del arminiano que Dios
dio la misma capacidad a todos y algunos la usan para aceptar
a Jesucristo mientras que otros la usan para rechazarle. Esto
confunde la repugnancia del hombre para responder a Cristo
con su inhabilidad. Sin embargo, los dos deben permanecer
separados.
Agustín negó que el hombre caído tenía la capacidad de sí
mismo para venir a Dios. El hizo algunas declaraciones
importantes concerniente a la voluntad humana: (1) La libertad del hombre antes de la caída fue la potencialidad para
pecar o no pecar. (2) Desde la caída, el hombre tiene libertad
para pecar pero no capacidad hacer el bien. (3) En el cielo, el
hombre tendrá libertad para hacer el bien pero no el mal.
Agustín es correcto en su negación que el hombre caído
tiene la capacidad de sí mismo para venir a Dios. Sus distinciones concerniente a la voluntad humana son también correctas. En contraste con Agustín, el Cristianismo profesante
es quitado lejos de la enseñanza de la Iglesia Primitiva. Lo
más lejos que los hombres lleguen de la enseñanza primitiva
y apostólica, lo mayor de su apostasía. Agustín afirmó que la
libertad de hombre antes de la caída fue la capacidad para
pecar o no pecar. Esto es como decir que Dios dio poder al
hombre para perseverar o no perseverar. (Adán fue una persona pecable y no perseveró.) Agustín distingue entre la
agencia libre y el libre albedrío en su declaración que desde
la caída el hombre tiene la libertad para pecar. Como un agente
libre, el hombre tiene la libertad para pecar, pero él no tiene
25
la capacidad para hacer el bien. Como Agustín declaró, el
hombre tendrá la libertad de hacer el bien en el cielo.
Antes de la caída, Adán fue un agente libre. El hombre es
un agente libre ahora, y él será un agente libre en la eternidad. Pero él está caído ahora y no puede dejar de pecar: “Tienen
los ojos llenos de adulterio, no se sacian de pecar...” (II Ped. 2:14). El hombre en la gracia tiene conflicto con el pecado
(Rom. 7), pero él puede confesar sus pecados y así ser
restaurado al compañerismo con el Señor. El curso general
del hombre en la gracia es siempre hacia arriba: “...la senda
de los justos es como la luz de la aurora, Que va en aumento
hasta que el día es perfecto” (Prov. 4:18). En el cielo, el
hombre tendrá la libertad para hacer el bien, pero él no será
capaz de hacer lo malo. A lo largo de la eternidad él usará su
agencia libre para alabar y honrar el Señor.
Los Reformadores enseñaron que la agencia libre pertenece a Dios, los ángeles, los santos en la gloria, los hombres
caídos, y Satanás mismo. Los Puritanos afirmaron que el
hombre no tiene la capacidad para cambiar su estado moral
por un hecho de voluntad.
Los Reformadores estuvieron correctos en su afirmación. Dios es un agente libre, pero El no puede hacer la maldad. El
hace lo que a El le place pero no puede hacer nada contrario
a Su naturaleza. Los escogimientos pueden ser hechos sólo
según la naturaleza de uno. Por lo tanto, el hombre fuera de
Jesucristo no puede hacer escogimientos positivos o
espirituales. Una persona puede mejorar sus circunstancias y
ambiente, pero sin un cambio en la naturaleza, él no puede
mejorar su condición espiritual. De hecho, su final será peor
que su principio (Mat. 12:43-45; II Ped. 2:20-22).
Satanás no puede recobrar la bendición perdida por un
hecho de su propia voluntad; ni puede el hombre. Ninguna
26
provisión fue hecha para la recuperación de Satanás, y ninguna provisión se ha hecho para la recuperación de los ángeles
caídos. Los ángeles caídos son reservados en cadenas
esperando el castigo (II Ped. 2:4; Jud. 6). Cuando Dios eligió
algunos de los ángeles, El los guardó de una caída. Sin
embargo, El no previno la caída de toda la humanidad en
Adán. Algunos de entre la humanidad caída fueron escogidos
para ser salvos. Por lo tanto, hay esperanza para los elegidos
en Jesucristo de entre la humanidad, pero no hay esperanza
para los ángeles caídos.
Satanás tuvo el poder de auto-determinación. El no fue
tentado desde adentro como fue Eva (o como fue Adán
tentado mediante Eva). No había nada fuera de Lucifer para
tentarle. Esta es la razón por la cual su caída lo dejó sin
esperanza.
Los Puritanos correctamente afirmaron que el hombre no
tiene la capacidad para cambiar su estado moral por un hecho
de la voluntad. El hombre debe ser un agente libre para ser
responsable a Dios. Sin embargo, uno no puede atribuir la
agencia moral al hombre. La agencia libre es el poder para
decidir según el carácter de uno. El libre albedrío es el poder
de cambiar el carácter de uno por volición o escogimiento. La
agencia libre pertenece a todo hombre, pero el poder para
cambiar el carácter de uno por el ejercicio de la voluntad no
pertenece a la humanidad. El hombre es libre para usar su
mano, pero la mano no es libre. Sólo hace lo que el hombre
le manda. Es un esclavo a sus músculos. Una persona no salva
debe actuar en armonía con su naturaleza engañosa,
depravada, y malvada. El no puede actuar al contrario de lo
que se le es mandado por su corazón.
El mismo Dios quien ha ordenado todos los sucesos ha
ordenado la agencia libre del hombre en medio del curso de
los sucesos que El preordenó. El evangelio no es forzado
27
sobre los elegidos contra sus voluntades (Sal. 110:3). Sus
voluntades son cambiadas mediante la regeneración, que los
hace dispuesto a aceptar el evangelio.
28
3
LA DEPRAVACIÓN DE LA VOLUNTAD
Santiago 1:14, 15
Hay un relato proverbial que el pecado es un niño a quien
nadie quiere reclamar. Ninguna persona en su estado de
depravación quiere admitir que el niño es suyo. Los hombres
están ansiosos por cometer pecado, pero ellos son reacios para
admitir que lo concibieron o lo dieron a luz.
El apóstol Santiago trazó el pecado desde su propia fuente
a su resultado final (Sant. 1:13-15). La tentación para pecar
no es de Dios, pero de uno mismo. En cada sociedad, los
hombres han comenzado muy temprano en la vida buscando
echar fuera la carga del pecado de sí mismos a otro. “Se
descarriaron hablando mentira desde que nacieron” (Sal. 58:3).
Santiago indicó el origen del pecado de hombre cuando
dijo que todo hombre es tentado cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. El apóstol no dijo que el
hombre es atraído por Dios, las circunstancias, o Satanás. La
palabra tentación es usada en dos maneras en la Escritura: (1)
29
Significa prueba cuando es atribuida a Dios. Dios probó la fe
de Abraham (Gén. 22:1-14). Por ser sobrenatural la fe de
Abraham, él fue capaz de soportar la prueba. (2) Esta indica
un empeño por la pretensión u otros medios para atraer a una
persona en el pecado (Sant. 1:13-15). Esa tentación no es de
Dios pero del corazón propio del hombre.
El hombre es tentado cuando es atraído por su propia
concupiscencia. Aquí Santiago no sólo se estaba refiriendo a
la impureza sexual. El hablaba de la corrupción que poseen
todas las facultades respectivas del alma—el entendimiento,
el afecto, y la voluntad.
Algunos han estado equivocado en tratar de determinar las
causas del pecado. Los hombres han culpado a Dios Mismo
por el pecado. El decreto de Dios no es una causa de pecado. La distinción apropiada debe ser hecha entre el decreto de
Dios y la acción actual que trajo el pecado a la existencia. El
decreto de Dios no tiene influencia causal en la acción
pecaminosa, puesto que un decreto no opera a efectuar la cosa
decretada. El propósito de Dios es una cosa y Su hecho actual
en traer en existencia lo que ha propuesto es otra. El pecado
entró en el mundo por la caída de Adán y no por la mano
creativa de Dios.
Toda cosa decretada se llevará a cabo en el tiempo, pero la
presciencia de Dios de una acción no hace necesaria la acción.
Cualquier cosa que el hombre hace, buena o mala, la hace con
tanta disposición como si estuviera realmente libre su voluntad. La presciencia de una acción no influye activamente la
acción en sí. Dios permanece omnisciente, y El sabe todas las
cosas que el hombre hará. No obstante, debemos distinguir
entre la presciencia de Dios de una cosa y la actividad de la
cosa preconocida.
Los hombres también han culpado a cuerpos celestiales por
30
la maldad sobre la tierra. Pero las estrellas y los planetas no
influyen en nada sobre hombres ni los impelen a hacer el mal.
La astrología es una ciencia falsa que profesa interpretar la
influencia de los cuerpos celestiales en cuanto a los asuntos
terrestres. La llamada ciencia de astrología es un ataque
directo a Dios. El intercambio entre estrellas y un alma
humana es imposible porque el intercambio entre objetos
inanimados y animados es imposible. (El sol, la luna, y las
estrellas influyen las cosas que tienen una naturaleza común
con sí mismos.)
Los astrólogos no saben nada acerca de la gracia de Dios. La Biblia los condena, clasificándolos con magos y encantadores (Dan. 1:20; 2:2, 10, 27; 4:7; 5:7, 15). Isaías los llamó
los que observan las estrellas y los que cuentan los meses para
pronosticar (Isa. 47:13), y rogó a la gente que se libraron de
ellos.
Ni son la providencia, los tiempos, la gente, y las circunstancias las causas del pecado. Solo son las ocasiones para
pecar. Estos son medios indirectos por los cuales los hombres
acusan a Dios con su propio pecado. Un hombre niega su
responsabilidad para el pecado cuando echa la culpa a algo o
a alguien para su propio pecado. Los Cristianos rehúsan
atribuir su pecado a Dios. Cuando la providencia de Dios puso
a Betsabé ante los ojos de David, David no acusó a Dios con
su pecado de adulterio. La providencia de Dios puso un barco
a la disposición de Jonás, pero Jonás no acusó a Dios con su
pecado de huir en el barco y de buscar evitar cumplir con la
comisión de Dios a él. La corrupción de los tiempos sólo
sirven como una ocasión para traer a luz la manifestación de
las voluntades depravadas de los hombres perdidos.
Ni es la constitución y condición del cuerpo de hombre una
causa de pecado. La reacción a ciertos químicos en el cuerpo
de una persona no le causa a pecar. El cuerpo fue hecho para
31
servir, no para ordenar. La causa de la maldad se encuentra
más profundo de lo que es revelado en el hecho del pecado
mismo. Muchas irregularidades del cuerpo realmente vienen
del corazón, y no viceversa: “Engañoso es el corazón más que
todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?” (Jer. 17:9). Toda maldad procede desde el corazón: “Pero lo que sale de
boca, del corazón sale; y esto contamina al hombre. Porque
del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los
adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias: Estas cosas son las que contaminan
al hombre...” (Mat. 15:18-20). El cometer actual de los hechos
de pecado no causa la culpabilidad de la persona por estos
hechos. Más bien, la determinación de la voluntad del hombre
lo hace un alcohólico, un adúltero, un ladrón, o un mentiroso:
“Tienen los ojos llenos de adulterio, no se sacian de pecar,
seducen a las almas inconstantes, tienen el corazón habituado
a la codicia, y son hijos de maldición” (II Ped. 2:14). Una
persona con ojos llenos de adulterio es uno quien es prendido
totalmente y ocupado en la mente, el corazón, y la voluntad
por mirar con el deseo. Esto mismo es verdad con todo tipo
de pecado.
Ni puede el hombre justamente acusar a Satanás por su
pecado. Satanás es el tentador, y él es detenido como responsable por la tentación, pero aquellos quienes ceden a su
tentación no tienen excusa. Un hombre puede planear un robo
y encargarle a otro hombre efectuar sus planes, pero el segundo hombre no es libre de culpa. El también es responsable por
el crimen. En la misma manera, los individuos quienes ceden
a las tentaciones de Satanás son responsables por su consentimiento.
¿Cuál, entonces, es la causa del pecado? Se encuentra en
la voluntad depravada del hombre. Jacobo Arminio declaró
que todos los hombres no regenerados, por su libre albedrío,
tienen el poder de resistir al Espíritu Santo, rechazar la gracia
32
ofrecida de Dios, condenar el consejo de Dios concerniente a
sí mismos, rechazar el evangelio de gracia, y rehusar abrir sus
corazones a El quien toca. Esto es herejía. Un arminiano más
reciente, siguiendo la enseñanza de Arminio, correctamente
afirmó que el hombre es totalmente incapaz de salvarse a sí
mismo, pero heréticamente afirmó que el hombre es capaz de
ejercitar sus facultades de razonamiento y libertad de la
voluntad y el escogimiento.
El arminiano proclama, “¡libre albedrío!” como si la voluntad sola se hubiera escapado de la caída—como si el pecado
de Adán no hubiera afectado aquella noble facultad virgen. Cuando un arminiano conservador y un liberal discuten el
tema del libre albedrío de hombre, el arminiano afirmará que
el hombre tiene un libre albedrío, y el liberal declarará que él
tiene una chispa divina. Sin embargo, el libre albedrío y la
chispa divina esencialmente no difieren. Los dos puntos de
vista son erróneos.
El hombre es depravado—esclavizado al pecado. ¿Si el
hombre tiene un libre albedrío para escoger lo bueno o lo
malo, por qué universalmente los hombres escogen la maldad? La razón es que su depravación alcanza aún a sus
voluntades: “Y no queréis venir a mí para que tengáis vida”
(Juan 5:40). Los hombres aman a las tinieblas porque sus
obras son malas. Ellos aborrecen la luz y a ella no vendrán
porque no quieren que sus obras sean expuestas (Juan 3:1921).
Según los arminianos, el pecador posee el libre albedrío
sólo mientras que es un pecador. Cuando uno llega a ser un
hijo de Dios, él se sujeta a la voluntad de Dios. Los arminianos
dicen que todos los hombres pueden creer, pero la Biblia
enseña que ellos no pueden creer a menos que sean ovejas de
Cristo (Juan 10:25-27). Los arminianos afirman que todos los
hombres pueden venir a Cristo, pero la Biblia enseña “nin33
guno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le
trajere...” (Juan 6:44).
Los arminianos hacen el mayor subordinado a el menor,
pero la Biblia prueba que Dios es mayor que los hombres. Por
lo tanto, no hay compatibilidad entre las filosofías de aquellos
quienes creen en el libre albedrío y aquellos quienes creen en
la libre gracia. Todos quienes han recibido la gracia del Dios
soberano siguen la enseñanza de la Palabra de Dios acerca la
libre gracia.
El hombre depravado es engolosinado y engañado voluntariamente, atraído por su propia concupiscencia. El es
provocado desde su propia concupiscencia: “...la corrupción
que hay en el mundo a causa de la concupiscencia” (II Ped. 1:4). El mundo es sólo el objeto, no la causa de su pecado. La
concupiscencia significa el deseo para y la inclinación hacia
las cosas ilícitas. El deseo para placeres ilícitos es el vicio de
la sensualidad. El deseo para riquezas ilícitas es la fundación
para el fraude. El pecado de la ambición causa a uno usar
métodos corruptos. El deseo para la religión sin Cristo es la
fundación de la idolatría y la superstición.
Satanás sabe que la sugerencia es impotente sin la concupiscencia. La llama es del diablo, pero la madera para el
incendio está en el ser del hombre. El hombre tiene el poder
para desear y hacer cosas naturales (mundanas), pero no tiene
el poder hacer las cosas espirituales. Como una ramera, la
concupiscencia atrae su víctima en su abrazo y entonces
concibe, o llegue a estar encinta. Todo hombre es atraído por
su propia concupiscencia y seducido. La concupiscencia,
después que ha concebido, da a luz el pecado. El pecado,
siendo consumado, da a luz la muerte. La concepción es
producida por la unión de la concupiscencia y la voluntad. El
sugerir pasa a el propósito. El deseo pasa a la determinación.
34
El hombre depravado es peor que un títere o un robot. Un
títere es guiado por la mano hábil del titiritero, pero el hombre
no salvo es guiado por la depravación de su propia voluntad
esclavizada. El hombre es agente libre en que él no es forzado
desde fuera; pero él no tiene libre albedrío porque él está atado
por dentro. La facultad de la voluntad del hombre fue afectada
en la caída. El es capaz de razonar y entender las cosas
naturales, pero no es capaz de entender las cosas espirituales:
“Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del
Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede
entender, porque se han de discernir espiritualmente” (I Cor. 2:14).
El hombre no puede determinar su voluntad hacia el bien;
solo la gracia de Dios puede determinar esa dirección de la
voluntad del hombre. Una voluntad enferma no puede
proveer una cura espiritual—la cura debe venir de afuera del
hombre. Semejanza produce semejanza; por lo tanto, una
voluntad depravada produce una voluntad depravada.
Los defensores del libre albedrío creen que a menos que el
hombre esté completamente libre, Dios le manda hacer lo que
no puede. El pecado del hombre debe ser considerado en este
punto. Dios no es la causa del pecado de hombre; ni es la causa
de la condición caída del hombre.
Nosotros todos estaríamos de acuerdo en que una persona
tiene el derecho de demandar el pago de un ladrón por las
cosas robadas de su hogar—aunque el ladrón pueda o no
pueda pagar. En este mismo sentido, Dios tiene el derecho de
demandar la rectitud del hombre quien es incapaz de hacerlo
por su propio pecado. Dios le ordenó al hombre que tenía una
mano seca extenderla (Luc. 6:6-10). Aunque Lázaro había
estado en la tumba cuatro días y apestaba, el Señor le dijo
venir fuera (Juan 11). Aunque el hombre está impotente, no
obstante él es responsable. El es incapaz de arrepentirse y
35
creer aparte de la gracia, pero Dios le manda hacer las dos
cosas (Hech. 17:30; 20:21). Cuando aún éramos débiles,
Cristo murió por los impíos (Rom. 5:6). El plan entero de
gracia es construido sobre el hecho de que aunque todos los
hombres son incapaces ellos son responsables, y entre ellos
Jesucristo murió por los suyos.
La libertad de la coacción es una cosa, pero la libertad desde
adentro es otra. El hombre caído es desprovisto de poder
espiritual, y la muerte espiritual está escrita sobre toda persona. Como Nicodemo, el hombre está cerrado al nacimiento
nuevo (Juan 3:1-18); y como el leproso, él está cerrado a la
voluntad de Dios (Luc. 5:12). La Biblia detiene al hombre
responsable, pero también quita de poder espiritual al hombre
caído. Toda jactancia es excluida, y toda gloria es dada al Dios
soberano (Rom. 3:26-28).
El hombre en su condición natural es incapaz de estar
dispuesto o no dispuesto ser capaz a venir a Cristo. Su
voluntad es totalmente depravada, que es el resultado de su
condición caída. Debe ser hecho claro que la capacidad
natural e la incapacidad espiritual difieren. La capacidad
natural de una persona le capacita a asistir al lugar donde la
Palabra de Dios es proclamada. La capacidad natural de Lidia
le dio poder para ir al lugar donde oyó a Pablo exponiendo la
palabra de Dios. Sin embargo, fue un hecho del Dios soberano
el que abrió su corazón para entender la proclamación por
Pablo (Hech. 16:13, 14). La capacidad natural de un individuo
le hace responsable para su pecado, pero su depravación le
hace espiritualmente incapaz de venir a Cristo. La
depravación de la voluntad se debe al pecado, y el pecado es
la causa de la concupiscencia del hombre. No hay esperanza
para cualquiera aparte de la gracia de Dios.
36
4
DIOS DESTRONADO POR EL LIBRE ALBEDRÍO
Juan 5:40; Los Hechos 18:27; I Pedro 1:18-25
La herejía del libre albedrío destrona a Dios y entroniza al
hombre. Los defensores del libre albedrío insisten que Dios
sería injusto y tiránico en controlar la voluntad de hombre. Ellos no ven nada egoístico o Satánico en intentar encadenar
y dirigir la voluntad de Dios. Estos hombres de mentes
naturales suponen que sus propias voluntades necias no
pueden ser gratificados a menos que el Dios todo sabio
permita abandonar Su voluntad. La doctrina del libre albedrío
de hombre rasga las riendas de gobierno de las manos del Dios
soberano. El carácter de Dios es difamado por toda persona
quien cree en el libre albedrío. Las naturalezas depravadas
hacen a los hombres maldispuestos a someterse a sí mismos
a la voluntad de Dios. Su incapacidad les previene el venir a
Jesucristo: “Y no queréis venir a mí para que tengáis vida”
(Juan 5:40).
La teoría arminiana es politeísta en su concepto de la
primera causa. Concede a la misma tentación de Satanás que
Eva concedió en el jardín de Eden: “...y seréis como Dios...”
37
(Gén. 3:5). El libre albedrío es atractivo a los hombres
naturales porque apela a su orgullo. Impresiona sobre ellos el
hecho que tienen poder sobrenatural que les da autodeterminación hacia Dios, justicia, y santidad. ¡Es blasfemo
pensar que un hombre tiene la capacidad dentro sí mismo de
controlar la voluntad de Dios!
El concepto arminiano conduce a los hombres a creer que
deben primero ascender a Dios antes que Dios descienda a
ellos. Los ministros y los otros quienes siguen esta noción
apelan a los hombres venir a Cristo, diciéndoles que si vienen
a Cristo, Cristo vendrá a ellos. Esto es contrario a la Escritura.
El Señor ve la aflicción de Su pueblo y desciende para
librarlos. Los Israelitas no ascendieron primero a Dios—el
Dios soberano descendió para ayudar Su pueblo desamparado
y elegido (Ex. 3:7, 8). El Señor Jesucristo salió del cielo y de
toda su gloria para venir al mundo para salvar aquellos a
quienes el Padre Le dio en el pacto de la redención: “Porque
el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había
perdido” (Luc. 19:10).
Solo el Espíritu Santo tiene la prerrogativa de mandar la
gente a venir a Jesucristo. El les da poder para venir por la
regeneración. Un ministro quien manda a sus oidores dejar
sus asientos y venir al frente, dando la impresión que ellos
pueden venir a Jesucristo por su fe, asume la prerrogativa del
Espíritu Santo. Ninguna persona puede usurpar la obra oficial
del Espíritu Santo de llamar eficazmente a la gente a la
salvación. Los ministros sólo pueden proclamar la Palabra de
Dios, señalando a los hombres el Cordero de Dios (Juan 1:29).
El hombre no tiene capacidad para llamar a otros de la
obscuridad a la luz.
El enfoque arminiano es erróneo. El pecador no puede
primero subir a Dios antes que el Señor descienda para
ayudarle. Las dos verdades del Antiguo Testamento del orden
38
de los vasos del tabernáculo (Ex. 25-40) y el orden de las
ofrendas (Lev. 1-5) nos revelan que Dios toma la iniciativa.
El arca del pacto con su propiciatorio representa el lugar
donde Dios está. La descripción de Dios de los vasos comenzó
con Sí Mismo y descendió con cada vaso—el incensario de
oro, el candelabro, la mesa de los panes de la proposición, la
fuente, y finalmente, el altar de bronce donde El se encontró
con el pecador. El holocausto, que representa quien es
Jesucristo a Dios, fue el primero en el orden. Siguió la ofrenda
de harina, mostrando lo que El es en Su naturaleza humana e
impecable; y después la ofrenda de paz, la ofrenda de pecado,
y la ofrenda de expiación, donde Dios se encuentra con el
pecador. Este orden divino es revertido por toda persona quien
cree en el libre albedrío.
Los arminianos creen que la voluntad del hombre precede
a la de Dios. Sin embargo, la voluntad de Dios no sólo planeó
y proveyó la salvación sino que también la aplica. La
aplicación de Dios de la salvación es resistida por el libre
albedrío de los arminianos—la auto-voluntad es la esencia de
las religiones anti-Cristianas. Su suposición de que Dios es
un tiránico al salvar a una persona contra su voluntad es un
mal entendimiento de la salvación. Dios obra en una persona
para hacerla dispuesta cuando El imparte la regeneración: “Tu
pueblo se te ofrecerá voluntariamente en el día de tu poder...”
(Sal. 110:3).
Los arminianos afirman que el libre albedrío pertenece
tanto al hombre como a Dios. Sin embargo, solo la voluntad
de Dios es absolutamente libre. Al momento que una persona
acepta que el Creador es subordinado a la criatura, él ha
juntado las fuerzas con todas las filosofías vanas del mundo. La religión del hombre le pone a él sobre el trono y subordena
a Dios. Dios no vive para la humanidad—antes que Dios
creara al hombre o a cualquier criatura, El vivió para Sí
Mismo; y El continúa haciéndolo. Dios es inmutable, y El
39
vivirá para Sí Mismo para siempre: “Porque de él, y por él, y
para él, son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos...”
(Rom. 11:36).
La teoría arminiana es contraria a la Escritura porque niega
la depravación, indicando que la voluntad del pecador puede,
aparte de la gracia, hacer un escogimiento espiritual y tiene
dentro de sí poder para volver de la maldad. Los arminianos
insisten que si una persona no salva estuviera contra Cristo,
él no podría venir a Cristo, y puesto que él puede venir a
Cristo, él no es contra Cristo. Pero la Escritura dice que la
voluntad depravada es contra el Señor Jesucristo: “El que no
es conmigo, contra mí es...” (Mat. 12:30). Nótense que Cristo
no dijo, “El que no es conmigo no es contra mí,” pero, “El
que no es conmigo contra mí es.”
Sea Satanás o el Señor Jesucristo que domina a todo
individuo bajo el cielo. Toda persona no salva es dominada
por Satanás. El anda según la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire. El es por la naturaleza
un hijo de ira (Ef. 2:1-3). Los hijos de Dios, por otra parte,
son dominados por el Señor Jesucristo. Ellos han sido librados
desde la esclavitud a Satanás y son hechos esclavos de
Jesucristo (I Cor. 7:22, 23).
El Arminianismo está en contra de la doctrina de la elección
divina. Sus seguidores piensan que su doctrina del libre
albedrío destruye aquella verdad Bíblica. Pero deja lo que es
llamado el libre albedrío hacer todo lo que puede—no puede
evitar el pecado y asegurar el perdón si Dios retiene al Espíritu
de regeneración. ¿Si el libre albedrío es lo mismo en todos
los hombres, por qué logra la salvación en algunos y no en
todos? Los arminianos no pueden contestar esta pregunta. La
respuesta se encuentra en la libre gracia. “...Y creyeron todos
los que estaban ordenados para la vida eterna” (Hech. 13:48). La gracia de Dios es lo que hace a los creyentes reaccionar en
40
una manera diferente de los no creyentes.
La teoría arminiana rechaza la doctrina Bíblica de la
reprobación. Sin embargo, la Escritura enseña que Dios
negativamente y positivamente reprueba a los hombres por
su propia condición pecaminosa.
Hay por lo menos siete verdades que los arminianos no
saben o voluntariamente rechazan en la cara de las evidencias
Bíblicas:
PRIMERO: Los arminianos rechazan el hecho de que la
voluntad no renovada está puesta contra la verdad de Dios. La voluntad no renovada del hombre no puede entender las
cosas espirituales (I Cor. 2:14). El aborrece a la verdad divina
(Juan 3:19-21). El no busca al Señor (Rom. 3:11). Conclusivamente, el entendimiento, el afecto, y la voluntad del
hombre son depravadas. Puesto que su entendimiento no
comprende las cosas espirituales, él no tiene afecto para las
cosas de Dios, y su voluntad no puede ser determinada para
las cosas de Dios.
Puesto que el deseo para la verdad debe ser dado por el
Señor, la verdad siempre es ofensiva al no regenerado. Los
hombres naturales aman a las tinieblas más que a la luz porque
sus almas con todas sus facultades son depravados (Juan 3:19,
20). Aborrecen todo lo que pertenece a la justicia, la verdad,
y Dios porque sus hechos son malos. La persuasión por
cualquier medios no puede atraer a una persona a Cristo. Un
individuo no puede efectuar dentro de sí mismo un deseo para
remediar su condición. Es incapaz para ser dispuesto. El debe
ser atraído por un poder afuera de sí mismo.
SEGUNDO: Los arminianos rechazan el hecho de que la
voluntad no renovada debe ser afectada por el poder divino.
Si la voluntad de un hombre no regenerado nunca fue afectada
41
a menos que por la persuasión moral, nunca hubiera sido
sujeto a el evangelio de Jesucristo. El hombre natural tiene la
luz con la que fue nacido: “Aquella luz verdadera, que
alumbra a todo hombre, venía a este mundo” (Juan 1:9). El
es capaz de considerar ciertos asuntos. El tiene una conciencia
que le acusa o le defiende: “...hacen por naturaleza lo que es
de la ley, éstos, aunque no tengan ley, son ley para sí mismos,
mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando
testimonio su conciencia, y acusándoles o defendiéndoles sus
razonamientos” (Rom. 2:14, 15).
La conciencia debe ser purificada por la sangre de Jesucristo para hacerla libre de injuria (Heb. 9:12-14). Toda persona
tiene dentro de sí mismo conocimiento intuitivo suficiente
para disculparle ante Dios. El tiene la capacidad para
reconocer las evidencias que testifican de la existencia del
Creador (Rom. 1:19, 20). Pero el hombre natural no puede
tener luz espiritual hasta que el Dios soberano en Su
beneplácito se la de. La Luz de vida (Juan 8:12) es poseída
solamente por aquellos quienes han sido regenerados por el
Espíritu de Dios (Rom. 8:1-4).
TERCERO: Los arminianos rechazan el hecho de que la
impotencia natural de la voluntad no puede ser curada por la
persuasión moral. Esta es la actitud general entre el Cristianismo profesante; por lo tanto, los arminianos adoptan trucos y
tácticas diferentes para atraer a la gente a sus lugares de
adoración. La mayoría de ellos tolerarán alguna doctrina,
mientras que ellos pueden tener una parte en un lugar en la
operación del programa de la iglesia. Ellos consideran la
doctrina secundaria porque sienten que están alcanzando a la
gente con sus programas. Sin embargo, solamente la
regeneración por el Espíritu de Dios persuade a los hombres
para Cristo (I Ped. 1:20, 21).
CUARTO: Los arminianos rechazan el hecho de que la
42
voluntad no renovada del hombre no desprecia a la verdad
simplemente porque no la entiende. Algunos argumentan que
el pecador recibirá el evangelio si se le es hecho claro a él. Esta es la razón por la cual los hombres recientemente han
recopilado muchas versiones de la Biblia. Pero si la
explicación por sí sola pudiera convencer a los hombres para
Cristo, ellos amarían a la verdad y rechazarían el error—y este
no es el caso.
Cualquiera quien ha sido nacido de nuevo por el Espíritu
de Dios puede entender la Biblia, pero aparte del nacimiento
nuevo, él no puede entender la Palabra de Dios a pesar de su
interpretación por el hombre. Un Cristiano tiene la mente de
Dios, y ha sido iluminado por el Espíritu Santo. Sus afectos
son movidos por lo que oye con su mente iluminada. Su
voluntad es inclinada y auto-determinada para aceptar lo que
su entendimiento ha recibido y su afecto desea y ama.
El apóstol Pablo supo que a menos que el Espíritu de Dios
iluminara a las mentes de aquellos quienes escucharon, ellos
no hubieran podido entender, a pesar de la manera en que la
Palabra haya sido proclamada. Esto es la razón que el apóstol
nunca pidió oraciones para que el evangelio fuera simplemente declarado o expuesto en una manera que pudiera ser
entendido por la gente no salva. Solo pidió oraciones para que
él pudiera tener la libertad del Espíritu para proclamar la
Palabra (II Tes. 3:1).
La filosofía arminiana concerniente a la simplificación de
la Palabra para el beneficio de los hombres es una negación
de la verdad de que el hombre es depravado. La voluntad no
renovada del hombre es puesta en contra a la verdad de Dios. Lo más claro que la verdad esté puesta delante de él y la
urgencia puesta sobre él, lo más que aumenta su odio. Esa
reacción entre los hombres fue demostrada en la respuesta a
las palabras del Señor Jesucristo Mismo (Juan 6:41, 52, 60,
43
66). Ellos “contendían entre sí” (v. 52), y dijeron que las
palabras del Señor fueron “duras” (v. 60), y “ya no andaban
con él” (v. 66). Las palabras del Señor fueron llenas con la
compasión, el Espíritu, y la verdad. Un predicador nunca ha
sido mayor que El. No obstante, aquellos oidores no fueron
persuadidos. Y viceversa, todos quienes han sido regenerados
por el Espíritu de Dios responden a la palabra de Dios en el
mismo sentido que hizo Pedro, el portavoz para los doce,
cuando a él le fue hecha la pregunta por el Señor: “...¿Queréis
acaso iros también vosotros? Le respondió Simón Pedro:
Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Y
nosotros hemos creído y conocemos que tú eres el Cristo, el
Hijo del Dios viviente” (Juan 6:67-69). Esta es la respuesta
dada por toda persona quien cree las doctrinas de gracia.
QUINTO: Los arminianos rechazan el hecho de que la
incapacidad del hombre para cumplir con la ley no proviene
de la naturaleza de la ley pero de la corrupción de la voluntad
del hombre. Sin embargo, no es posible que el hombre no
regenerado pueda cumplir con la ley de Dios. El no puede
amar al Señor con todo su corazón, alma, mente, y fuerza y
su prójimo como a sí mismo (Luc. 10:27). Nunca puede amar
al Señor hasta que primero haya sido amado por el Señor. El
amor es recíproco: “En esto consiste el amor: no en que
nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a
nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros
pecados” (I Jn. 4:10). No obstante, Dios puede mandar al
hombre hacer lo que por su propia condición pecaminosa no
sea capaz de hacer (Hech. 17:30).
SEXTO: Los arminianos rechazan el hecho de que la
voluntad no renovada del hombre está esclavizada al pecado
y al ego. Pero la Escritura enseña que la voluntad del hombre
está esclavizada al ego y por lo tanto está esclavizada al
pecado. Un ranchero rico demostró esta verdad en Lucas
12:18-19. No tuvo suficiente lugar para almacenar sus frutos
44
y demostró su voluntad egoísta diciendo, “...Esto haré:
derribaré mis graneros, y los edificaré mayores, y allí
guardaré todos mis frutos y mis bienes; y diré a mi alma....”
Cuatro veces refirió a su propia voluntad. La voluntad de Dios
no entró en sus pensamientos.
La mayoría entre los Cristianos profesantes no tolerarán la
enseñanza de que la voluntad del hombre es depravada porque
no quieren creer que sus propias voluntades son depravadas. Ellos prefieren la felicidad hipócrita y no quieren estar turbados. Pero es sin embargo la verdad que la voluntad del
hombre no regenerado está espiritualmente muerta. Es hecha
activa solamente por la obra de Dios en la regeneración.
Juan 1:12 es usado frecuentemente para sostener la teoría
del libre albedrío. Sin embargo, su contexto prueba lo contrario. Las palabras “mas a todos...” implican una antítesis. Uno no puede probar la doctrina del libre albedrío de estos
versículos en el primer capítulo de Juan. El poder, el
privilegio, o el derecho a hacer los hijos de Dios no es
potencial sino actual. El privilegio no indica ninguna facultad
de medio—el privilegio es pleno y completo. El poder es dado
a aquellos quienes han creído ya.
Los arminianos confunden la potencialidad indefinida con
el resultado presente. Los hombres llegan a ser hijos de Dios
(en el sentido familiar) por la regeneración, y llegan a ser hijos
de Dios (en el sentido legal) por la adopción. Aquellos quienes
creen ya han sido regenerados. La fe fluye desde su fuente—la
regeneración–y no viceversa. Cuando el Señor respira la fe
en un individuo, El lo regenera en una manera oculta y secreta
no conocida a esa persona.
SÉPTIMO: Los arminianos rechazan el hecho de que el
querer y el correr del hombre son los frutos de la gracia y la
gracia no es el fruto del querer y el correr. Pero las ideas de
45
la libre gracia y el libre albedrío están diametralmente opuestas. Todos quienes son los defensores estrictos para el libre
albedrío son extranjeros a la gracia del Dios soberano. El
querer y el correr son los frutos de la gracia: “Así que no
depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que
tiene misericordia” (Rom. 9:16). Los hombres no obran ni se
afanan por conseguir un boleto para ir al cielo. Esto fue
provisto para los elegidos en la obra redentora de Jesucristo. Como un recipiente de la obra redentora de Cristo, uno vive
y trabaja para Cristo. Un creyente está dispuesto morir a sí
mismo diariamente (I Cor. 15:31).
Contrario a la enseñanza arminiana que el hombre tiene la
voluntad para creer, la Escritura afirma que él cree mediante
la gracia: “...los hermanos le animaron, y escribieron a los
discípulos que le [Apolos] recibiesen: y llegado él allá, fue de
gran provecho a los que por la gracia habían creído” (Hech. 18:27). Algunos afirman que la palabra “gracia” en este
versículo aplica al evangelio, y otros piensan que se refiere a
la elocuencia de Apolos. Ninguna de estas interpretaciones
permanecerán la prueba de la Escritura. El Dios de la
naturaleza es también el Dios de la gracia. Su influencia en
una dimensión corresponde fuertemente con Su agencia en la
otra. Dios no sólo trae las criaturas al mundo de la naturaleza,
sino que también provee para su sostenimiento.
La salvación genuina consiste más de un asentimiento
mental de la mente a unas ciertas verdades: “Porque con el
corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para
salvación” (Rom. 10:10). Primero una persona cree con su
corazón; después confiesa esa salvación con su boca. El
estado de su corazón corresponde con su mente.
Un peligro de decepción proviene desde la muy parecida
semejanza entre la fe falsa y la genuina. En el tiempo una
persona prueba si a él se le ha dado un simple asentimiento
46
mental a unas verdades históricas o ha sido regenerada por la
libre gracia. El individuo en cuyo corazón el Señor ha hecho
una obra de gracia desea la Palabra de Dios por la cual podría
crecer (I Ped. 2:2). Las obras buenas siguen la purificación
del corazón por la fe (Hech. 15:9; Sant. 2:17-26). La fe obra
por el amor (Gál. 5:6).
Por lo general la gente impía da crédito a las Escrituras pero
impide la verdad de Dios en la injusticia (Rom. 1:18). Los
hombres tienen una tendencia de ser satisfechos con un
simple asentimiento de la mente, que es vacío sin la obediencia del corazón (Rom. 6:17).
La fe salvadora es mediante la gracia (Ef. 2:8-10). Desde
la fuente de gracia, el Objeto de fe viene como una revelación.
El Señor Jesucristo, el Verbo Encarnado, es el Objeto de fe. La Palabra Escrita que revela el Verbo Encarnado es también
un objeto de fe.
La fe salvadora es traída a la existencia por la producción
divina. Cristo Mismo atribuyó su origen al Dios el Padre:
“...no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en
los cielos” (Mat. 16:17). El ejercicio de fe viene de aquella
fuente divina. Entonces es ejercida en cada condición de la
existencia de uno. Es manifestada durante la prosperidad, la
adversidad, la salud, y la enfermedad, y en la devoción y servicio.
Puesto que la fe dada por Dios es mantenida por la intercesión
de Cristo, no puede ser perdida. El Señor Jesucristo oró por Pedro
para que su fe no faltara (Luc. 22:32). La obra intercesora de
Jesucristo garantiza el mantenimiento de la fe de uno.
Ninguna persona puede creer en el Señor Jesucristo sin la
asistencia de la gracia de Dios (I Ped. 1:18-21). Primero debe
ser regenerado por el Espíritu de Dios. Los creyentes no son
los recipientes pasivos de la gracia de Dios. Su fe dada por
Dios tiene un efecto purificador en sus vidas.
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El creyente en Jesucristo necesita asistencia constante
durante su peregrinación terrestre. Una persona puede cuestionar la realidad de su fe, pero los Cristianos nunca niegan
la eficacia de la fe sobrenatural y divina. Puesto que la fe viene
de la gracia de Dios, los hombres están equivocados al pensar
que el hombre tiene la virtud, la capacidad, o el poder para
ejercitar su propio libre albedrío y escogimiento. Los Cristianos son lo que son por la gracia de Dios (I Cor. 15:10).
La gracia de Dios conduce a sus recipientes sentir sus
deficiencias en el conocimiento, la santificación, y la competencia. Ellos no saben nada como deben de saber (I Cor. 8:2), pero Dios ha provisto asistencia para todos Sus hijos. El
ordenó la iglesia con sus ancianos divinamente elegidos para
instruir y guiarles para que no fueran llevados por doquiera
(Ef. 4:11-16).
48
5
LA PREDESTINACIÓN Y LA AGENCIA LIBRE
Romanos 8:29, 30; Efesios 1:5, 11
¿Cómo es que una persona puede ser un agente responsable
y libre si sus acciones fueron predeterminadas desde la eternidad? “Agente responsable y libre” indica que una persona
inteligente actúa con auto-determinación racional. El término
predeterminación significa que desde la eternidad Dios hizo
cierto la corriente de los eventos que ocurren en la vida de
cada persona y en la corriente de la naturaleza. El mismo Dios
quien ordenó todos los eventos ordenó la agencia libre del
hombre en el medio de estos eventos predeterminados. La
agencia libre está bajo la soberanía absoluta de Dios.
El evangelio no es forzado sobre ninguno en contra de su
voluntad. Si la determinación absoluta de eventos estuviera
en las manos de hombre, el hombre hubiera llegado a ser
superior a Dios. Su voluntad hubiera llegado a ser primaria y
la de Dios, secundaria. Y viceversa, la Biblia enseña que la
voluntad de Dios es suprema y no depende del hombre. La
voluntad de Dios hace la voluntad de hombre dispuesta para
aceptar el evangelio al que por la naturaleza está en contra.
49
La palabra predestinación es una traducción de la palabra
griega prooridzo que es constituida de dos palabras griegas. El sufijo horidzo significa marcar fuera, nombrar, decretar,
determinar, u ordenar. El prefijo pro significa pre, en la frente
de, con anterioridad a, o antes. Entonces, la palabra compuesta traducida predestinación significa determinar o nombrar de
antemano. Esto pone una limitación sobre alguien de antemano, y trae a una persona dentro de la esfera de un cierto
futuro, o destino. Conclusivamente, los conocidos de antemano han tenido limitaciones puestas alrededor de ellos que
los traen dentro de la esfera de llegar a ser los hijos de Dios
(Ef. 1:5) y de llegar a ser conformados a la imagen de
Jesucristo (Rom. 8:29). Entonces, la gloria y el honor deben
ser atribuidos al Dios soberano por todo recipiente de gracia.
Sólo una persona gobernada por sentimientos naturales
más bien que una revelación de la verdad mediante una mente
santificada podría acusar a aquellos quienes creen en la
predestinación absoluta de fatalismo. Una persona
erróneamente dijo que la conclusión lógica de creer de que
los eventos ocurren como predeterminado es que Dios es
culpable de toda clase de pecado.
Otros consideran la soberanía divina y la responsabilidad
humana como una de las muchas antinomías Bíblicas. Ellos
ilustran su creencia por comparar lo que es llamado antinomia
a las dos fuerzas naturales—fuerza centrípeta y centrífuga. Ellos dicen que estas son las fuerzas complementarias que
contribuyen a la operación armoniosa del universo, y son
analógicas a la soberanía divina y la responsabilidad humana. Ellos concluyen que antinomías en la naturaleza prueban que
hay antinomías en la teología Bíblica. Ellos creen que puesto
que el Autor de la naturaleza es el Autor de la revelación, uno
puede concluir razonablemente que la Escritura contiene
dificultades analógicas a aquellas en la naturaleza.
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Sin embargo, los Reformadores y padres primitivos de la
iglesia correctamente interpretaron la predestinación y la
agencia libre del hombre. Ellos afirmaron que las dos verdades Bíblicas no se contradicen. La mezcla de la soberanía
absoluta de Dios y la agencia libre del hombre es ilustrada en
todo reino terrestre. El rey tiene el derecho para imponer
leyes, y sus súbditos tienen la obligación de observarlas. El
derecho de Dios para imponer la ley proviene desde su
soberanía. La obligación del hombre al observar Su ley crece
desde su responsabilidad como un ser creado a su Creador.
Discutamos la predestinación y la agencia libre de tres
premisas: (1) La predestinación Bíblica no es el fatalismo. (2)
La predestinación Bíblica no elimina la agencia libre del
hombre. (3) La predestinación Bíblica no reduce la voluntad
del hombre a una simple máquina.
1. LA PREDESTINACIÓN BÍBLICA NO ES EL
FATALISMO. El concepto Mahometano de la predestinación
es fatalístico. En el fatalismo genuino, el destino es una fuerza
natural. El fatalista excluye la mente y el propósito, y confunde a Dios con la ley natural. Según el Estoico, Dios es ley
natural y Su otro nombre es el Destino. El cree que las
acciones humanas salen desde las fuerzas irracionales. Sin
embargo, el Cristiano está seguro de que las acciones
proceden del amado Padre celestial. El puede decir con el
salmista, “Jehová es mi pastor...En lugares de delicados pastos me hará descansar; Junto a aguas de reposo me pastoreará.
Confortará mi alma; Me guiará por sendas de justicia...tú
estarás conmigo; Tu vara y tu cayado me infundirán aliento. Aderezas mesa delante de mí...Unges mi cabeza con aceite...”
(Sal. 23).
Si un fatalista fuera verdaderamente consistente, dejaría de
comer. Después de todo, de cualquier manera se va a morir. Y si su destino es vivir muchos años, no necesita comer—no
51
puede morirse si su destino es vivir muchos años. Ve usted,
que ninguna persona puede ser consistentamente fatalística. Puesto que Dios ha predestinado que un hombre vivirá, El
también ha predestinado que él será guardado de la insensatez
suicida en negarse de comer.
El fatalismo es una doctrina pagana, pero la predestinación
es una doctrina Cristiana. Es llamado “destinación” porque
comprende un orden determinado de los medios al fin. Es
llamado “pre”-destinación porque Dios determinó aquel
orden en y consigo Mismo antes la existencia actual de estas
cosas que El ordenó. La providencia de Dios completa en el
tiempo lo que El predestinó en la eternidad.
La predestinación reconoce el orden del universo. Puesto
que Dios es el Dios de orden, la predestinación no sólo llama
la atención a Dios pero a la teodicea—la vindicación de Dios
en todas Sus acciones. La providencia es la predestinación en
la ejecución, y la predestinación es la providencia en su
intención. El Cristiano ve “mediante” y no “a” la providencia
para percibir el cumplimiento de la voluntad predeterminada
de Dios. Por lo tanto, él no se pone nervioso bajo las circunstancias pero ve la determinación de Dios antes la
fundación del mundo revelada mediante Sus acciones
providenciales.
El Cristiano no está en las manos de un frío determinismo
inmutable, pero en las manos del amante y afectuoso Padre
celestial. La tribulación que experimenta le enseña dar gloria
a Dios (Rom. 5:3-5). La fe de cada Cristiano es probada así.
La fe de Abraham fue probada severamente cuando Dios le
dijo que ofreciera a Isaac. No obstante, él voluntariamente
negó sus propias ambiciones egoístas e hizo como Dios le
mandó. El Señor previno a Abraham de matar a su hijo, y El
proveyó un sustituto (Gén. 22:1-13). A Abraham no le fue
requerido de hecho matar a su hijo, pero el deseo de cumplir
52
la voluntad de Dios estaba en su corazón. El miró mediante
aquel hecho providencial y vio la manifestación del propósito
eterno de Dios.
La predestinación significa que Dios creó todas las cosas,
y Su providencia se extiende a todos Sus obras. Dios Mismo
es libre, y El ha provisto que el hombre sea libre dentro los
límites de su naturaleza. Aunque el hombre no tiene un libre
albedrío, él es un agente libre.
La cierta salvación de unos no es un impedimento a los
esfuerzos de todos. Suponga que un ministro pudiera asegurar
a una asamblea de personas no salvas que diez de ellos serán
salvos, pero ninguno supieron quienes fueron los diez. Esto
no desalentaría a los otros en la congregación, y no
desalentaría la proclamación del evangelio. Causaría que
todos quisieran estar bajo el sonido del evangelio puesto que
Dios llama por medio del evangelio. Los ministros quienes
creen la verdad de la predestinación pueden predicar con
convicción, determinación, y seguridad. La Palabra que es
predicada en toda su pureza no volverá vacía pero realizará
el propósito para la que Dios la envía: “Así será mi palabra
que sale de mi boca, no volverá a mí vacía, sino que hará lo
que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié”
(Isa. 55:11). Entonces, las personas quienes proclaman la
verdad llegan a ser un “...grato olor de Cristo en los que se
salvan, y en los que se pierden; a éstos ciertamente olor de
muerte para muerte, y a aquéllos olor de vida para vida...” (II
Cor. 2:15, 16). La predestinación divina asegura la salvación
a algunos. Sin embargo, la suposición arminiana que Jesucristo proveyó la salvación para todos la hace seguro para nadie—
todo hombre debe ejercer su propio libre albedrío, y no hay
seguridad de que alguien lo hará.
La razón primaria que un hombre es probable objetar a la
predestinación es su repugnancia a admitir que él está a la
53
disposición del otro. El hombre desea auto-destrucción más
bien que el control por el Dios soberano. Un himno frecuentemente cantado que afirma que uno fue “una oveja errante
que no sería controlada” debe estar corregido a que él no
admitiría que fuera controlado. La verdad de la predestinación
destruye el orgullo de una persona y la echa a los pies del Dios
soberano.
2. LA PREDESTINACIÓN BÍBLICA NO ELIMINA LA
AGENCIA LIBRE DEL HOMBRE. Dios ordenó la historia
humana y la agencia libre en el medio. La auto-determinación
pertenece solamente al hombre. Dios tiene el derecho de hacer
leyes, y el hombre es obligado a obedecerlas. El hombre es
responsable para su volición—su disposición, o inclinación,
es auto-movida. Un animal no es responsable para su volición
porque el instinto no es auto-movido. La espontaneidad en el
hombre es la auto-determinación racional, por cuanto en un
animal es nada más que el instinto físico. La espontaneidad
del hombre es el objeto de la aprobación o la desaprobación—
su sentido de razón le hace responsable. Sin embargo, la
espontaneidad en un animal no es el objeto de ni la aprobación
o la desaprobación. Un animal no es un agente libre.
Las acciones libres del hombre no son excluidas de la
predestinación de Dios. Además, la predestinación de Dios
no debe ser considerada como pasar por encima la agencia
libre del hombre. La servidumbre de la voluntad depravada
no cambia la historia en una vana función de marionetas. Porque Judas siguió sus propios deseos depravados, el Señor
le dijo que bueno le fuera sido no haber nacido (Marc. 14:21).
La cuestión concerniente el pecado y la santidad relaciona
a la inclinación más bien que a la volición. Las inclinaciones
son nacidas en el hombre pero no los escogimientos; la
voluntad no es determinada por el estado precedente de la
mente. Consiguientemente, un hombre es libre mientras que
54
sus voliciones son las expresiones conscientes de su propia
mente, o su actividad es determinada y controlada por su
razonamiento y temores.
La presciencia y la predestinación permanecen o caen
juntos. Puesto que Dios sabe las cosas infinitésimas (Mat. 10:29,30), es contradictorio decir que El conoce de antemano
la certeza de un evento que en su misma naturaleza es incierta.
La certeza divina no conflictúa con la agencia libre, puesto
que el decreto de Dios no produce un evento. El mismo
decreto que determina la certeza de un evento también determina la libertad del agente del evento.
Si la presciencia de Dios fuera inconsistente con la agencia
libre, Su predestinación sería inconsistente con la agencia
libre. Dios es un Agente libre, y es una certeza que El siempre
hará lo bueno. También es una certeza que los hombres
caídos, Satanás, y los demonios siempre harán lo malo. La
voluntad del hombre no hace nada por la coacción desde
afuera, viendo que la determinación exterior de un hecho lo
hace no libre. La voluntad del hombre es, al contrario,
limitada desde adentro. La determinación racional y interior
demuestra la libertad de un hecho. La acción impulsada desde
adentro prueba la agencia libre del hombre. Aunque una
persona puede ser inconsciente de esta acción, desde el
primero a los últimos momentos de su vida, él actúa en
subservitud absoluta a los propósitos y los decretos de Dios
concerniente a él.
3. LA PREDESTINACIÓN BÍBLICA NO REDUCE LA
VOLUNTAD DEL HOMBRE A UNA SIMPLE MÁQUINA.
Las alternativas a la predestinación son el determinismo y el
indeterminismo. El determinismo ateísta niega admitir a Dios
como la primera causa. No va más allá con causas que los
límites de este mundo. El determinismo no ateísta traza la
causalidad a Dios, pero este tipo de causalidad excluye la
55
responsabilidad humana. Aunque el término determinismo
viene dentro el vocabulario de la conversación Cristiana, la
doctrina Cristiana de la predestinación y la agencia libre
presenta algo a excepción del determinismo y el indeterminismo. La palabra de Dios revela la actividad omnipotente de
Dios y a la vez la responsabilidad humana.
El determinismo y la agencia libre son incompatibles. Entonces, el divino determinismo difiere del determinismo
como es entendido generalmente. La rigidez del determinismo no está encontrada en ninguna parte de las Escrituras, pero
ni son la responsabilidad, la culpabilidad, y el castigo forzado
afuera por el poder soberano de Dios. Todo hombre dará
“...cuenta al que está preparado para juzgar a los vivos y a los
muertos” (I Ped. 4:5). “De manera que cada uno de nosotros
dará a Dios cuenta de sí” (Rom. 14:12).
Aquellos quienes creen que la soberanía absoluta de Dios
y la responsabilidad del hombre son contradictorias tienen
que aceptar uno de dos perspectivas erróneas. Ellos hacen al
hombre el creador de los eventos, y ponen la historia en sus
manos; o ellos hacen la historia un juego divino en el cual los
seres humanos, vacíos de la responsabilidad, son empujados
como el juego de damas.
Una comprensión Bíblica de la soberanía de Dios y la
agencia libre del hombre no conduce a una persona a ser
despreocupada acerca de todo porque todo es predeterminado. Muchos reaccionan en esa manera después de llegar
primero al conocimiento de la soberanía absoluta de Dios,
pero la instrucción más al fondo en la Palabra de Dios los
conduce para ver el deber del hombre. La predestinación y la
responsabilidad no son competitivas o las ideas mutuamente
exclusivas como el determinismo racionalizaría. La Biblia
enseña una actividad divina “sobre” y “en” las actividades del
hombre. Dios rechaza lo que no produce causalmente.
56
ÍNDICE DE ESCRITURA
Génesis
2:7 . . . . . . . . . . . . . . . . . 9
2:15-25 . . . . . . . . . . . . . 8
2:20 . . . . . . . . . . . . . . . . 8
3:5 . . . . . . . . . . . . . . . . 38
22:1-13 . . . . . . . . . . . . 52
22:1-14 . . . . . . . . . . . . 30
Salmos
23 . . . . . . . . . . . . . . . . 51
58:3 . . . . . . . . . . . . . . . 29
110:3 . . . . . . . . . . . 28, 39
Proverbios
4:18 . . . . . . . . . . . . . . . 26
12:19 . . . . . . . . . . . . . . . 1
Exodo
3:7 . . . . . . . . . . . . . . . . 38
3:8 . . . . . . . . . . . . . . . . 38
25-40 . . . . . . . . . . . . . . 39
Levítico
1-5 . . . . . . . . . . . . . . . . 39
Deuteronomio
29:29 . . . . . . . . . . . . . . . 7
Eclesiastés
7:29 . . . . . . . . . . . . . . . . 7
Isaías
47:13 . . . . . . . . . . . . . . 31
55:11 . . . . . . . . . . . . . . 53
Jeremías
17:9 . . . . . . . . . . . . . . . 32
57
Ezequiel
36:25-27 . . . . . . . . 10, 24
36:26 . . . . . . . . . . . . . . 21
Daniel
1:20 . . . . . . . . . . . . . . . 31
2:2 . . . . . . . . . . . . . . . . 31
2:10 . . . . . . . . . . . . . . . 31
2:27 . . . . . . . . . . . . . . . 31
4:7 . . . . . . . . . . . . . . . . 31
5:7 . . . . . . . . . . . . . . . . 31
5:15 . . . . . . . . . . . . . . . 31
Malaquías
3:6 . . . . . . . . . . . . . . . . . 5
Mateo
5:28 . . . . . . . . . . . . . . . 11
7:7 . . . . . . . . . . . . . . . . 14
10:29 . . . . . . . . . . . . . . 55
10:30 . . . . . . . . . . . . . . 55
12:30 . . . . . . . . . . . . . . 40
12:43-45 . . . . . . . . . . . 26
15:18-20 . . . . . . . . . . . 32
16:17 . . . . . . . . . . . . . . 47
Lucas (Continuado)
10:27 . . . . . . . . . . . . . . 44
12:18 . . . . . . . . . . . . . . 44
12:19 . . . . . . . . . . . . . . 44
19:10 . . . . . . . . . . . . . . 38
22:32 . . . . . . . . . . . . . . 47
Juan
1:9 . . . . . . . . . . . . . . . . 42
1:12 . . . . . . . . . . . . . . . 45
1:29 . . . . . . . . . . . . . . . 38
3:1-18 . . . . . . . . . . . . . 36
3:19 . . . . . . . . . . . . . . . 41
3:20 . . . . . . . . . . . . . . . 41
3:19-21 . . . 14, 21, 33, 41
5:40 . . . . . . 17, 19, 33, 37
6:37 . . . . . . . . . . . . . . . . 1
6:41 . . . . . . . . . . . . . . . 43
6:44 . . . . . . . . . . . . 19, 34
6:52 . . . . . . . . . . . . 43, 44
6:60 . . . . . . . . . . . . 43, 44
6:66 . . . . . . . . . . . . . . . 44
6:67-69 . . . . . . . . . . . . 44
8:12 . . . . . . . . . . . . . . . 42
10:25-27 . . . . . . . . . . . 33
11 . . . . . . . . . . . . . . . . 35
Hechos
Marcos
14:21 . . . . . . . . . . . . . . 54
Lucas
5:12 . . . . . . . . . . . . . . . 36
6:6-10 . . . . . . . . . . . . . 35
58
13:48 . . . . . . . . . . . . . . 40
15:9 . . . . . . . . . . . . . . . 47
16:13 . . . . . . . . . . . . . . 36
16:14 . . . . . . . . . . . . . . 36
17:30 . . . . . . . . . . . 36, 44
18:27 . . . . . . . . . . . 37, 46
20:21 . . . . . . . . . . . . . . 36
Romanos
1:18 . . . . . . . . . . . . . . . 47
1:19 . . . . . . . . . . . . . . . 42
1:20 . . . . . . . . . . . . . . . 42
2:14 . . . . . . . . . . . . . . . 42
2:15 . . . . . . . . . . . . . . . 42
3:8-18 . . . . . . . . . . . . . 14
3:11 . . . . . . . . . . . . . . . 41
3:26-28 . . . . . . . . . . . . 36
5:3-5 . . . . . . . . . . . . . . 52
5:6 . . . . . . . . . . . . . . . . 36
5:12 . . . . . . . . . . . . . . . 12
6:17 . . . . . . . . . . . . . . . 47
6:20 . . . . . . . . . . . . . . . 23
7 . . . . . . . . . . . . . . . . . 26
8:1-4 . . . . . . . . . . . . . . 42
8:7 . . . . . . . . . . . . . . . . 17
8:29 . . . . . . . . . . . . 49, 50
8:30 . . . . . . . . . . . . . . . 49
9:16 . . . . . . . . . . . . . . . 46
9:19 . . . . . . . . . . . 5, 6, 22
10:10 . . . . . . . . . . . . . . 46
11:36 . . . . . . . . . . . . . . 40
14:12 . . . . . . . . . . . . . . 56
I Corintios
2:14 . . . . . . . . . . . . 35, 41
7:22 . . . . . . . . . . . . 18, 40
7:23 . . . . . . . . . . . . . . . 40
8:2 . . . . . . . . . . . . . . . . 48
15:10 . . . . . . . . . . . . . . 48
15:31 . . . . . . . . . . . . . . 46
II Corintios
2:15 . . . . . . . . . . . . . . . 53
II Corintios (Continuado)
2:16 . . . . . . . . . . . . . . . 53
4:2 . . . . . . . . . . . . . . . . . 1
Gálatas
5:6 . . . . . . . . . . . . . . . . 47
Efesios
1:5 . . . . . . . . . . . . 49, 50
1:11 . . . . . . . . . . . . . 5, 49
2:1 . . . . . . . . . . . . . . . . 10
2:1-3 . . . . . . . . . . . . . . 40
2:8-10 . . . . . . . . . . . . . 47
2:10 . . . . . . . . . . . . . . . 10
4:11-16 . . . . . . . . . . . . 48
Filipenses
2:12 . . . . . . . . . . . . . . . 23
2:13 . . . . . . . . . . . . 10, 23
Colosenses
3:10 . . . . . . . . . . . . . . . 10
II Tesalonicenses
3:1 . . . . . . . . . . . . . . . . 43
Hebreos
9:12-14 . . . . . . . . . . . . 42
13:8 . . . . . . . . . . . . . . . . 5
Santiago
1:13-15 . . . . . . . . . 29, 30
59
Santiago (Continuado)
1:14 . . . . . . . . . . . . . . . 29
1:15 . . . . . . . . . . . . . . . 29
1:17 . . . . . . . . . . . . . . . . 6
2:17-26 . . . . . . . . . . . . 47
3:15 . . . . . . . . . . . . . . . 17
I Pedro
1:18-21 . . . . . . . . . . . . 47
1:18-25 . . . . . . . . . . . . 37
1:20 . . . . . . . . . . . . . . . 42
1:21 . . . . . . . . . . . . . . . 42
2:2 . . . . . . . . . . . . . . . . 47
4:5 . . . . . . . . . . . . . . . . 56
II Pedro
1:4 . . . . . . . . . . . . . . . . 34
2:4 . . . . . . . . . . . . . . . . 27
2:14 . . . . . . . . . . . . 26, 32
2:20-22 . . . . . . . . . . . . 26
3:16 . . . . . . . . . . . . . . . . 1
I Juan
4:10 . . . . . . . . . . . . 17, 44
Judas
6 . . . . . . . . . . . . . . . . . 27
60
61
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LIBROS EN INGLÉS
Regeneration And Conversion
Studies In The Person And Work Of Jesus Christ
God Forgives Sinners
Free Grace Versus Free Will
The Saviour’s Definite Redemption
(Studies in Isaiah 53)
The Church—Her Authority & Mission
Christ Emptied Himself
Christ Could Not Be Tempted
God Is Love
Diminishing Spirituality In Local Churches
(Studies in Revelation 2 & 3)
Eternity And Time
Woman—Man’s Completion
Justification Before God (Not By Faith)
God’s Longsuffering Is Salvation
The Most Neglected Chapter In The Bible
(Romans 9)
Life Brought To Light
Christ’s Kingdom Is Future — Vol. I
(The King’s Genealogy)
Christ’s Kingdom Is Future — Vol. II
(Introduction Of The King)
Christ’s Kingdom Is Future — Vol. III
(Formation Of The King’s Bride)
62
LIBROS EN INGLÉS (continuado)
A Comprehensive View Of Romans — Vol. I
The Born-Again Phenomenon
(A Cover-Up For Heresy)
FOLLETOS EN INGLÉS
Honoring The True God
No Proper Name Given To Christ’s Assembly
God’s Eternal Decree
LIBROS Y FOLLETOS EN ESPAÑOL
Honrando Al Dios Verdadero
Vida Sacada A Luz
La Libre Gracia En Contra Del Libre Albedrío
Dios Perdona Pecadores
Dios Es Amor
La Redención Definida Del Salvador
(Estudios En Isaías 53)
Otros libros/folletos serán traducidos en español en 1993.
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