ARQUITECTURA Y GÉNERO MÓNICA CEVEDIO ARQUITECTURA Y GÉNERO ESPACIO PÚBLICO / ESPACIO PRIVADO Icaria Antrazyt MUJERES, VOCES Y PROPUESTAS Diseño de la colección: Josep Bagà Ilustración de la cubierta: Mónica Cevedio © Mónica Cevedio [email protected] © De esta edición Icaria editorial, s.a. Arc de San Cristòfol, 11-23 / 08003 Barcelona Primera edición: 2003 Segunda edición: 2010 ISBN eBook: 978-84-9888-263-6 ISBN: 978-84-7426-685-6 Depósito legal: B-47893-2009 Impreso en Publidisa Printed in Spain. Impreso en España. Prohibida la reproducción total o parcial. Dedicado: A las Mujeres como grupo social. La mentira es intolerable. Uno muere con la mentira. Le Corbusier* * Le Corbusier (1998), Hacia una arquitectura, ed. Apóstrofes, p. 5. ÍNDICE Prólogo 9 Presentación 15 Introducción 17 PRIMERA PARTE. GÉNERO / ARTE / CULTURA 21 I Diferenciación entre género y sexo 23 II. Relaciones culturales de género 27 Vinculadas a arquitectura, literatura, pintura Vinculadas a arquitectura 36 SEGUNDA PARTE. ARQUITECTURA / GÉNERO 27 45 III. Androcentrismo en la historia de la Arquitectura 47 IV. Le Corbusier versus Loos. Una nueva interpretación 53 TERCERA PARTE. ARQUITECTURA / SOCIEDAD / USOS / ECONOMÍA 69 V. Arquitectura y sociedad. Analogía entre lo social y el espacio, con relación a la familia 71 VI. Arquitectura y usos. Valores y usos diferenciados en el espacio privado 79 VII. Arquitectura y economía. Trabajo productivo / Trabajo improductivo. Espacio público / espacio privado 91 Conclusiones Propuesta Bibliografía 97 99 103 Lista de ilustraciones 107 8 PRÓLOGO CON EL PASO DEL TIEMPO Los filósofos se han limitado a interpretar el mundo de diferentes modos, aquí se trata de transformarlo. K. Marx – F. Engels1 A veces, la vida es imprevisible; siempre he pensado que lo mío es dibujar, pintar, diseñar, y a partir de esta tesis descubro que lo que me agrada realmente es escribir, que necesito transmitir mis pensamientos, mis ideas, es decir, una necesidad de comunicarme a través de las palabras. Me encuentro así, con el placer individual de la escritura. A veces, la vida es sorprendente, descubres que todo lo que te habían enseñado y aprehendido no era verdad, que los conocimientos y la cultura no son neutrales; descubres que la economía, al igual que las clases sociales, son determinantes y lo que generan hace que vivamos con valores impuestos. A veces, además, la vida es injusta, en especial cuando tú no perteneces al género dominante y sólo por ser mujer sufres discriminaciones y debes cumplir ciertos roles para ser respetada y valorada. Esta situación la viví a mitad de los setenta en la Escuela de Arquitectura en La Plata y también cuando realicé, a mediados de los noventa, mi tesis doctoral en Barcelona. Sin embargo, a través de lo imprevisible, de lo sorprendente y de lo injusto surge la tesis doctoral y por ende este libro. La primera edición aparece a principios del 2003, aunque estos escritos y su terminología empecé ya a utilizarlos en los años 1996 y 1997, cuando comencé la tesis en la Universidad Politécnica de Cataluña, si bien ya tenía artículos referenciados en 1978. 1. K. Marx - F. Engels (1998), La Ideología Alemana, ed. Eina, p. 590. 9 Recuerdo que en la universidad, cuando planteé que el tema de tesis sería Arquitectura y Género, los profesores no paraban de hacer comentarios inadecuados o bromas machistas, objetando que el tema no era arquitectura o teoría de la arquitectura, a excepción de Josep Muntañola Thornberg, que se atrevió a ser el tutor de la tesis, lo que le ocasionó también sufrir parte de esas bromas. Creo que por los planteamientos materialistas, por mis conocimientos sobre feminismo y mi firme convicción, he podido desarrollar estas ideas y volcarlas en la arquitectura. Otro obstáculo fue la no aceptación del término género. Esto se explica ya que el interés del término como categoría analítica se comienza a emplear a finales del siglo XX. Aunque Simone de Beauvoir lo usó sin mencionarlo en 1949 cuando expresó «la mujer no nace se hace». En la actualidad se utiliza frecuentemente y se identifica de forma errónea a la mujer con el género, por ejemplo cuando se habla de violencia de género, cuando en realidad es la violencia que ejerce el género patriarcal masculino sobre el género femenino. Afortunadamente ya nadie discute la terminología. Vuelvo a recordar la etapa de la universidad, el día que expuse el proyecto de mi tesis. Yo podía escuchar pero no replicar; algunos de los profesores (creo que eran ocho, todos hombres) me planteaban si pretendía que hubiesen dos inodoros o si quería desarrollar un trabajo sobre cocinas. Otro profesor (considerado un hombre de vanguardia) me preguntaba si los animales tenían género. Todos, casi sin excepción, me atacaron duramente, aunque luego, a solas, me pidieron disculpas y expresaron su desconocimiento sobre el tema. Mi constancia y mi paciencia fueron importantes, así como el saber que la arquitectura es una profesión masculina en la que, a pesar de que algunas mujeres arquitectas dicen no haber sufrido discriminaciones, vemos que los docentes y sobre todo catedráticos son la categoría más masculinizada, donde existe muy poca presencia de mujeres. En el ejercicio profesional ocurre lo mismo, tanto en la remuneración como en la casi inexistencia de despachos únicamente de arquitectas. Podemos decir que la arquitectura históricamente, a través de todos los tiempos, ha sido masculina, y en la actualidad conserva la estructura patriarcal y androcéntrica, donde (salvo excepciones) las mujeres arquitectas no forman parte de la arquitectura pública, reconocida y de prestigio. Destaco las palabras de Pierre Bourdieu: «Siempre he visto la dominación masculina, y en la manera cómo se ha impuesto y soportado, el mejor ejemplo de aquella sumisión paradójica, consecuencia de lo que llamo violencia simbólica, violencia amortiguada, insensible, e invisible para sus pro- 10 pias víctimas, que se ejerce esencialmente a través de los caminos puramente simbólicos de la comunicación y del conocimiento… principio simbólico conocido y admitido tanto por el dominador como por el dominado, un idioma o una manera de pensar, de hablar o de comportarse.»2 Se podría hablar de colonización cultural interior. A pesar de todo esto, la tesis culminó con un sobresaliente cum laude. La editorial Icaria, con una subvención del Instituto de la Mujer, la edita y da ha conocer mis ideas en este ensayo. Esta nueva edición no la reescribo sino solamente la corrijo, porque creo que encierra el valor de ser una de las primeras reflexiones sobre la materia. El libro despierta dos vertientes de interés. En un primer momento tiene una mayor repercusión dentro del ambiente feminista, ya que era un tema muy poco tratado, pero cuando se descubre desde la arquitectura, adquiere una especial relevancia. Se ha utilizado en la universidad no sólo de arquitectura sino también de antropología, historia y sociología, en cursos, posgrados y másteres. Revistas de arquitectura vanguardistas, manuales y periódicos lo recomiendan y se encuentra en todas las bibliotecas de Barcelona, así como en distintos ministerios como el de la Igualdad, el de Cultura de Sevilla y Navarra y en el de Trabajo e Inmigración. Se ha difundido no sólo en España y Tánger sino también, con mucha aceptación, en Latinoamérica. A partir de aquí, mi vida se transforma y comienzo a impartir conferencias en La Habana, Salamanca, San Sebastián, Barcelona…, organizo mesas redondas, escribo artículos y mantengo mi despacho profesional; pero sigo reflexionando en que todavía queda mucho por hacer, que solamente hemos tomado conciencia de la situación debido a los valores masculinos y androcéntricos que se nos han transmitido no sólo en siglos sino en milenios. El valor de este ensayo radica en las tres variables que he reunido: mujer, política y arquitectura. En cuanto a la primera variable, opino que las mujeres no tenemos un pensamiento propio, ya que siempre hemos vivido con una cultura impuesta: la masculina. Aunque como destaco en el libro, sí tenemos una manera diferente de relacionarnos con la vida y esto se puede reflejar en la arquitectura. Referente a la segunda, destaco que las mujeres no somos todas iguales, que existen claramente clases sociales y, por tanto, no sufrimos de igual manera las mismas discriminaciones y esto también se manifiesta en la arqui- 2. Bordieu P. (2000) La dominación masculina ed. Anagrama, p. 11. 11 tectura. En cuanto a la tercera variable, la arquitectura, destaco la investigación sobre Le Corbusier y Loos, pero sobre todo el apartado de la propuesta, donde expreso que se deben clarificar y establecer nuevos límites entre lo público y lo privado, entre lo social y lo individual. Así como los que separan las valorizaciones entre lo productivo y lo improductivo. Resalto que no se trata de hacer pequeñas reformas como ampliar aceras o incorporar zonas verdes sino de cambios profundos y transgresores. Es decir, ver como una unidad a la vivienda y a la ciudad, entremezclando los espacios interiores y exteriores; se trata, en resumen, de desarrollar viviendas sociales en las que se compartan algunas tareas. Estoy segura de que estos cambios en la vivienda transformarán poco a poco la ciudad, que tan rígidamente nos divide la vida con dos espacios impuestos y diferentes: el público y el privado. En este texto expongo que la arquitectura y el urbanismo se relacionan íntimamente con el contexto económico e ideológico del momento, y de ahí su relación con el género, la ecología y la naturaleza. Esta forma de pensamiento ha condicionado la historia de la arquitectura, así como sus necesidades programáticas y estructurales. Por ello, la arquitectura contemporánea se basa en la especulación, la desigualdad de las personas, el consumismo, la falta de respeto al medio y la casi inexistencia del poder de decisión de las mujeres. Las mujeres históricamente han tenido que cuidar (condición innata y además cultural), por lo que pienso que no existe un cuidado de las personas, ni de la vida, ni del mundo, incluso desde la arquitectura y el urbanismo, sino que lo que se está produciendo es una destrucción despiadada de éstos. La arquitectura y el urbanismo cambiarán de aspecto y se transformarán cuando cambien las bases económicas y culturales que los sustentan. Estos cambios modificarán las relaciones interpersonales y conllevarán hacia un nuevo ser humano, lo que su vez se reflejará en el hábitat y en las relaciones de los espacios dentro–fuera, exterior–interior y público–privado. En este libro intento hacer una reflexión sobre qué clase de vida queremos y cómo podemos contribuir a mejorarla. Subrayo las palabras de Alejandra Kollontai: «No basta con abolir la propiedad privada y que las mujeres se incorporen a la producción, es necesaria una revolución en la vida cotidiana y en las costumbres, forjar una nueva concepción del mundo y, muy especialmente, una nueva relación entre los sexos.»3 3. Miguel, Ana de (2001), Alejandra Kollontai (1872-1952), ed. del Orto, p. 21. 12 No puedo dejar de reconocer y agradecer en este prólogo al director de la tesis doctoral Josep Muntañola Thornberg por el apoyo y el estímulo que siempre me ha dado. Así como a mis amigas de la librería Pròleg, en especial a Àngels Grases, que se ha preocupado de conseguir la bibliografía necesaria, y a las compañeras de las tertulias de literatura. Quiero recordar también a la editora literaria de Icaria, Anna Monjo, que no dudó en publicar este ensayo y darlo así ha conocer dentro de la colección Antrazyt. Mónica Cevedio Barcelona, 28 septiembre de 2009 13 14 PRESENTACIÓN La arquitecta Mónica Cevedio ha escrito su tesis doctoral bajo la «forma» de un auténtico manifiesto sobre las relaciones entre la arquitectura y el género, volviendo, con esta «forma», a plantearnos la importancia de un tema todavía «maldito» en la cultura contemporánea. Y es que el espacio actúa como «control» de la interacción social entre géneros mucho más allá de su construcción. Los efectos del poder de un género sobre otro se perpetúan en la arquitectura a través de los siglos de manera sigilosa y silenciosa, pero no por ello menos eficiente. El interés del estudio se extiende en este libro-manifiesto mucho más allá del tema del «feminismo» y mucho más acá del tema estricto de la arquitectura, hasta alcanzar una dimensión antropológica y cultural mucho más general. Y es que lo que a mí me parece relevante, es que la falta de sensibilidad «social» de muchos de los agentes de la construcción del espacio humano, desde los arquitectos a los políticos, pasando por las constructoras de edificios y autopistas, produce en nuestro país muy en especial una falta de estudios, publicaciones y artículos en periódicos sobre la calidad «social» del espacio, como si la arquitectura fuese un mero problema «técnico» y/o «financiero». Todo lo contrario, con la literatura, la pintura o la música, la arquitectura es un arte, y un arte social, por lo que este trabajo en forma de manifiesto de Mónica Cevedio, debería posibilitar un cúmulo de estudios disciplinares sobre el poder del lugar, ya anunciado por Aristóteles, y que hoy nos empeñamos en identificar, inútilmente, con el precio y el coste por metro cuadrado. La arquitectura es algo más que eso, y aquí queda bien claro. Josep Muntañola Thornberg Doctor Arquitecto Barcelona, 24 de septiembre de 2003, (Día de la Mercè) 15 16 INTRODUCCIÓN La crítica de la arquitectura implica, también cuestionar el mundo y la vida, a través del cambio en la visión o idea errónea que de ambos tenemos. Antonio Miranda1 Esta investigación plantea una reflexión crítica sobre la concepción androcéntrica dominante en la Historia de la Arquitectura Occidental. Para ello cuento con la colaboración de tres Mujeres que habitan en mí, la Mujer Arquitecta, la Mujer Política y la Mujer Feminista. Por esto, este estudio trata de combatir la pasividad y el silencio impuestos a las mujeres, para intentar destruir «ideológicamente» el lugar y espacio que éstas ocupan. Lugar impuesto con un proceso ideológico, transmitido por los hombres a la humanidad, a través de la cultura, el arte, la arquitectura. Es importante la crítica, que no debe aspirar sólo al logro de un mayor bienestar para la mujer, sino en redefinir el rol de la misma en la sociedad. Porque nuestra crítica descree de la Verdad dogmática, absoluta, fija y eterna, entendemos que todo pensamiento crítico es un pensar dialógico, abierto...2 Hacer crítica es denunciar. Denunciar a la «democracia» capitalista, que falsea la realidad y crea a través de la ideología dominante, valores en los que nos vemos inmersas/os, valores de relación, de clase, de género, socia- 1. Miranda, Antonio (1999), Ni robot ni bufón, ed. Fróntesis, p. 28. 2. Ibíd, p. 139. 17 les, de familia, de religión, de comportamientos. Valores, que nos inducen a la alienación y que se reflejan entre otras variables en la arquitectura. Según Montaner: ...la crítica de arquitectura, se relaciona necesariamente con las teorías que proceden del mundo del pensamiento, la ciencia y el arte... Sólo existe crítica cuando existen visiones contrapuestas.3 Se debe de hacer crítica ante el acriticismo de la sociedad que hace que perduren los valores impuestos por la ideología dominante. Considero que la crítica y la denuncia son tareas apremiantes para lograr una mejor convivencia entre los géneros. Antonio Miranda dice: «Hacer crítica es descubrir y denunciar la falsificación de la realidad y de la vida.»4 El método empleado en este trabajo (modestamente empleado), encuentra su base filosófica en una concepción materialista histórica del mundo y en una concepción materialista dialéctica del conocimiento, para analizar la sociedad capitalista, patriarcal y androcéntrica, con relación al género y a la arquitectura. Trato de realizar una crítica que revise teorías, métodos y proyectos, manifestando el vínculo entre género, política y arquitectura; entrelazándolos para analizar las diferencias de género, en el uso y apropiación del espacio. Esta concepción materialista hace que coincida con el siguiente escrito: «El modo de producción de la vida material condiciona el proceso general de la vida social, política e intelectual.»5 Se establece así una interconexión entre familia, estado y economía. En todas las actividades humanas están presentes los modos y las relaciones de producción material, que condicionan la vida social, los valores culturales y formas de pensar y de estructurarnos, a través de la división del trabajo, las clases sociales, las formas de familia y las identidades de género que estipulan, entre otras cosas, el uso y valor diferenciado del espacio. Estos valores se transmiten a través de la superestructura generando la opresión de la sociedad en general y de las mujeres como grupo social en particular. 3. Montaner, J. M. (1999), Arquitectura y Crítica, ed. Gustavo Gili, p. 11. 4. Miranda, Antonio (1999), Ni robot, ni bufón, ed. Fróntesis, p. 19. 5. K. Marx, citado en Fuentes y partes integrantes del marxismo, Lenin, V. I. (1975), ed. Grijalbo, p. 93. 18 Este estudio no pretende ser un «manifiesto» pero sí la búsqueda de la mujer–sujeto–arquitecta, objetivo que ha determinado estas reflexiones. En la Primera Parte he tratado de repensar la Arquitectura en relación con el arte, bajo una nueva mirada: la del género —es decir a través de las diferencias culturales entre hombres y mujeres— (ya que como sexo se entiende las diferencias biológicas), intentando romper con los parámetros masculinos con un nuevo pensamiento puesto en la diferencia, para eliminar los antagonismos entre cultura masculina y cultura femenina. Luce Irigaray dice: No me interesa convertir a la mujer en sujeto y objeto de una teoría; es imposible abarcar lo femenino con ningún término genérico. Lo femenino tampoco puede ser significado por ningún nombre apropiado, por ningún concepto, ni siquiera el de mujer. Lo «femenino» significa más que «mujer»... no es cuestión de hacer una teoría de la mujer, sino de dar a lo femenino un lugar en la diferencia entre los sexos.6 Se hacen algunos acercamientos y aproximaciones entre arquitectura y literatura y arquitectura y pintura, con relación a la complejidad cultural entre hombres y mujeres; denunciando la «no» neutralidad del arte, ya que éste, siempre se ha manifestado con los parámetros, criterios y valores masculinos que han menospreciado históricamente lo femenino. En la Segunda Parte, presento ejemplos sobre el espacio público y privado, a través de la Historia de la Arquitectura, señalando, denunciando y desenmascarando el androcentrismo y misoginia de la historia, tratando de desvelar mitos que nos han sido transmitidos como válidos y neutrales por la cultura dominante patriarcal. Doy ejemplos sexistas sin entrar en un orden sucesivo de épocas, sino más bien, como ejemplos demostrativos que se han producido en la historia. Asimismo, expongo una nueva visión sobre dos arquitectos representativos, clásicos modernos, Le Corbusier (Casa Curutchet, Unidad de Habitación de Marsella) y Loos (Viviendas e interiores). Pues no se trata de ignorar la Historia de la Arquitectura, sino de evaluar y analizar lo que existe desde un punto de vista crítico, racional desde el género. «Ver o descifrar» lo que falta o se ignoró en la Historia de la Arquitectura, «ver» con la otra mirada. 6. Ecker, Gisela (1986), Estética Feminista, ed. Icaria, p. 91. 19 Reflexionar sobre un pasado y una historia por construir donde se incluyan a las mujeres como grupo social, donde sean sujetos, protagonistas y no simples espectadoras. Entro, así, en el debate existente en la caracterización de la arquitectura, entre los que responden a lo social y quienes sólo ven en ella los criterios de diseño. En la Tercera Parte manifiesto la relación dialéctica entre arquitectura y familia, tratando de demostrar que a las mujeres no les pertenece ni el espacio privado ni el público, llegando a las mismas conclusiones que en el capítulo anterior y ratificando que la mujer ha sido la gran ausente de la historia. Trato de hacer algunas apreciaciones entre valores y usos diferenciados en el espacio privado, así como las diferentes concepciones, sobre el trabajo y el tiempo entre hombres y mujeres, para manifestar más adelante la relación existente entre trabajo productivo / trabajo improductivo y su vinculación en el espacio público y espacio privado. Si bien considero que el espacio no tiene sexo, su valoración se hace a través de quién hace uso de él. Se puede decir, entonces, que el «espacio» no es neutral y que está relacionado con el poder económico, cultural y social, poder que dicta las normas del mismo. Por lo que manifiesto, que en la medida en que existan desigualdades genéricas, el uso del espacio expresa y representa a las mismas. Se trata de mantener las diferencias, pero no las desigualdades. Considero que la economía es la que genera las condiciones de la vida material, social y cultural, idea con la que cierro la Tercera Parte de este trabajo. Incidiendo en ésta se producirán los cambios sociales e ideológicos, que originarán una nueva concepción en la vida cotidiana y en las costumbres. Una nueva relación entre los sexos no se logrará sólo eliminando la propiedad privada, sino combatiendo a su vez las estructuras ideológicas, patriarcales y androcéntricas, que son el producto de la dominación masculina. Por último, la deducción a la que arribo en las Conclusiones —después de realizar las anteriores reflexiones— es de que, incidiendo y rompiendo con las valorizaciones materiales y culturales que el sistema capitalista nos transmite a través de la superestructura, entre tareas productivas e improductivas y la diferenciación que éstas generan con los espacios privados y públicos, se cambiarán las estructuras que mantienen las diferencias entre los géneros en el uso y la apropiación del espacio. 20 PRIMERA PARTE GÉNERO / ARTE / CULTURA Amo todo lo que existe y por ello, no dejo de juzgarlo y no por ello no dejo de combatirlo. W. Mirregan* * Citado por Antonio Miranda (1999), en Ni robot, ni bufón, ed. Fróntesis, p. 25. 21 22 I. DIFERENCIACIÓN ENTRE GÉNERO Y SEXO No se nace mujer: llega una a serlo. Simone de Beauvoir1 Al hablar de «género» lo hago desde un campo teórico de análisis, para reflexionar sobre la Arquitectura y el uso de la misma. Trato de generar un compromiso político para denunciar las desigualdades existentes entre los géneros. Cuando me refiero a esta nueva mirada, la del género, lo hago pensando en las diferencias culturales entre hombres y mujeres (ya que también existe el género masculino). Como sexo entiendo las diferencias biológicas entre ambos, (como ejemplo de género, es lo que se espera de cada una/o de nosotras/os en el trabajo remunerado). Al hablar de género tengo en cuenta la complejidad cultural, que no es fija y establece vínculos o relación con el tiempo, el lugar y la identidad —como la raza, la clase social, la edad, el ciclo biológico. El sexo por lo tanto es parte del género. «La división de sexo, en efecto, es un hecho biológico, no un momento de la historia humana»,2 nos dice Simone de Beauvoir. El término género determina una relación dialéctica entre los sexos y, por tanto, la relación social entre ellos. A la frase «la mujer no nace se hace», aplicando hoy un conocimiento crítico feminista, podemos afirmar en los estudios de género que «el hombre no nace, se hace». Es decir, que hablar de género o de problemas de género, no es sólo una cuestión de mujeres, ya que los hombres también tienen género. 1. Beauvoir, Simone de (1983), El segundo sexo. La experiencia vivida, ed. Siglo Veinte, p. 13. 2. Beauvoir, Simone de (1983), El segundo sexo, Los hechos y los mitos, ed. Siglo Veinte, p. 15. 23 Foucault dice: «No existe el cuerpo natural, incluso sus atributos biológicos se crean a través de discursos científicos y otros discursos sociales.» También nos habla, del «biopoder (que define, como una fuerza que opera desde abajo) que actúa controlando la sexualidad de las mujeres y de los niños».3 Josep Muntañola en su estudio sobre las dialogías entre niños y niñas en el análisis de las fases evolutivas sobre la noción de lugar, nos dice que mientras haya dialogía, existe crecimiento personal y el producto de lo que se experimente es positivo, creativo y enriquecedor para ambos sexos. Cuando ésta no existe, toda creación y comunicación fracasan. Por ello, dice: «La monología cultural provoca la muerte de la crítica.»4 Antonio Miranda opina (como ya se dijo en la introducción) que: «...nuestra crítica descree de la Verdad dogmática, absoluta, fija y eterna, entendemos que todo pensamiento crítico es un pensar dialógico, abierto...».5 Vemos entonces cómo la sociedad y el patriarcado producen valoraciones monológicas de género, dando mayor autoridad al género masculino sobre el femenino. Podemos definir patriarcado, como esa unidad de «pactos» entre los hombres con el que ejercen el poder y la decisión en la sociedad. El patriarcado genera diferencias en el trabajo remunerado, con la explotación doméstica, la sexual y la cultural, con las leyes que promulga, reflejándose todo esto en el uso del espacio, tanto privado como público. Allí es donde, el control masculino decreta el «rol» de inferioridad y de marginalidad de las mujeres. Las relaciones de género son por lo tanto, desiguales y jerárquicas, imponiéndose uno sobre el otro. El género tiene relación con el espacio, el tiempo y el lugar. Los comportamientos de género, entonces, no son estáticos sino variables. Además de culturales. Por esto, en una sociedad clasista, la cultura dominante es la de la clase que detenta el poder, y dentro de ésta, la del género dominante. Se dice que «ser mujer no es un hecho natural, sino una representación cultural», por lo que es importante distinguir entre la diferencia genérica y la diferencia impuesta, que surge de la educación sexista y androcéntrica. 3. Foucault, citado por Mc Dowell, Linda (2000) en Género, Identidad y Lugar, ed. Cátedra, pp. 80-81. 4. Muntañola Thornberg, Josep (1999), Arquitectura, Texto y Contexto, ed. Virtuals, p. 48. Ver Arquitectura como lugar. Ver, Poética y Arquitectura, del mismo autor. 5. Obra citada, Miranda, A. (1999), p. 139. 24 Si tenemos en cuenta, además, que las mujeres no pertenecen todas a una misma clase social, observamos, que la diferenciación de clase dentro de un género es a veces tan relevante como la existente entre un género y otro. Debemos tener presente, como bien ha dicho Simone de Beauvoir que «No siempre hubo proletarios, pero siempre ha habido mujeres.»6 Ante estas reflexiones, se puede decir que las divisiones de género se manifiestan en los diseños de las viviendas (como veremos más adelante) y en el diseño urbano, (redes de transporte, localizaciones urbanas como centros escolares, comerciales, bancarios, viales peatonales, vehiculares, etc.), proyectados con criterios patriarcales, economicistas y no en función de la sociedad. Las relaciones dentro-fuera, público-privado, son relaciones, por tanto, que evidencian el poder y la dominación de un género sobre otro. Eli Bartra nos dice: Una obra no tiene sexo, eso es obvio, pero tampoco tiene clase; y no podemos negar que la clase del productor puede manifestarse de diversas maneras en la obra, desde el tipo específico de arte, o sea, si se trata de literatura, pintura, escultura, música, hasta la forma concreta de producirlo, los materiales usados. Lo que se comunica y cómo se expresa y, desde luego, lo que se difunde y cómo se distribuye, lo que se consume y cómo se consume, tienen que ver con la clase social de los productores.7 La diferencia de la creación artística entre los géneros se refleja, en los temas, en la técnica, pero también en el tiempo y espacio impuestos a las mujeres. Tiempo y espacio que la han limitado con el rol que le han otorgado, el de estar al servicio de los demás. Tiempo y espacio que producen resultados artísticos diferentes. Se trata, por tanto, de denunciar, desenmascarar las divisiones espaciales ocultas tras la aparente imparcialidad del arte y de la arquitectura, para luego reconstruirlas con esta nueva mirada o reinterpretación materialista desde el género. Se pretende revertir a través de la hermenéutica feminista, el marco teórico, práctico y político de la relación entre los sexos que el discurso universal, aparentemente neutral, nos transmite con la ideología dominante del patriarcado. 6. Beauvoir, S. de (1983), El segundo sexo, Los hechos y los mitos, ed. Siglo Veinte, p. 14. 7. Bartra, Eli (1987), Cuadernos inacabados, n.º 8, ed. La Sal, p. 12. 25 26 II. RELACIONES CULTURALES DE GÉNERO No se me conoce más que como arquitecto, no se me quiere reconocer como pintor y, sin embargo, es a través de la pintura que he llegado a la arquitectura. Le Corbusier 1 Vinculadas a arquitectura, literatura, pintura Hablar de arquitectura y de género, no quiere decir que exista una arquitectura de mujeres y otra de hombres, como nos dice Bartra, en el anterior apartado. Aunque debemos tener presente que tanto la arquitectura, como la literatura o cualquier otra expresión artística está determinada en referencia a parámetros y valores masculinos. O sea, que se define lo femenino en relación con la masculinidad, como apreciaremos más adelante. Observamos, que, al analizar el lugar de las mujeres en el arte y en la cultura implica hacer una deconstrucción de estos últimos. Es pensar con otra ideología la historia y la cultura desde el lado de las/los perdedoras/es. Daré algunos ejemplos históricos sin pretender hacer un trabajo sistemático de las distintas épocas de la historia. Sin entrar en un orden sucesivo de épocas, sino más bien, como explicación de hechos acaecidos en la historia de la humanidad. 1. Ozenfant/Le Corbusier. Acerca del purismo. Escritos 1918/1926 (1994), ed. Croquis, p. 257. 27 Los «mitos femeninos» como los de Eva o la Virgen María han distorsionado el poder de las mujeres. Ya en la literatura popular de la Edad Media se inculcaban, en los cuentos, los valores que al patriarcado le interesaba sostener. Hacían del hombre un héroe, mientras que a la mujer se la representaba con el aspecto virtuoso, religioso, la maternidad, la humildad, etc. Tanto en literatura, como en pintura, podemos ver las distintas maneras de expresar «arte» entre los géneros. Pierre Auguste Renoir, declaraba, por ejemplo, a finales del siglo XIX: Considero a las escritoras, abogadas y políticas (como George Sand, Mme Adam y otras pelmas) como monstruos, como terneras de cinco patas. (...) La mujer artista es sencillamente ridícula. (...)2 Encontramos una literatura misógina en Fray Luis de León (1527-1591) en La perfecta casada, o en Nicolás Fernández de Moratín (1760-1828) en El arte de las putas, escritos que han inferiorizado y degradado a las mujeres como género. Pero esta diferencia de expresar el arte, entre los sexos se manifiesta también en períodos anteriores, en la obra de Cristina de Pizán (1364-1430) La ciudad de las Damas, que ofrece otra visión sobre las mujeres, tratando temas como la igualdad de los sexos, la violación, el acceso de las mujeres al conocimiento, etc. Esta nueva visión sobre la mujer la reafirman escritoras y pensadoras posteriores, como Alejandra Kollontai (1872-1952), Virginia Woolf (18821941), Simone de Beauvoir (1908-1986), que promulgan una nueva interpretación filosófica y política sobre la mujer, en oposición al discurso patriarcal. Simone de Beauvoir afirma: «Hay mujeres locas y mujeres de talento, pero ninguna tiene esa locura del talento que se llama genio.»3 Más adelante dice: «¿Cómo pueden las mujeres haber tenido nunca genio si les ha sido negada toda posibilidad de realizar una obra genial, o incluso una obra, simplemente?»4 2. Porqueres, Bea (1994), Cuadernos Inacabados, n.º 13, ed. Horas y horas, p. 49. 3. Beauvoir, Simone de (1983), El Segundo Sexo. La experiencia vivida, ed. Siglo Veinte, p. 496. 4. Ibíd p. 502. 28 Pero, si comparamos a la arquitectura con la literatura, o la pintura, vemos cómo Rosa Chacel, al igual que Bartra, dice: «...no existe una literatura femenina y otra masculina, sino buena o mala, pero se puede añadir que ésta puede a su vez estar determinada por una actitud política y social»,5 y también ética y filosófica, diría yo. De cualquier manera existen rasgos diferenciales, códigos diferentes los mismos que se dan entre distintas culturas e incluso entre distintos arquitectos hombres. «En toda obra de arte hay conocimiento, es decir, elementos de conocimiento y de ideología (...)», nos dice Lefevre. Así como: ...el arte no es una ideología, es decir, una forma más o menos ilusoria del conocimiento, pero sin embargo es una superestructura, tiene relaciones con la ideología, tiene un contenido ideológico (más o menos claro y consciente, más o menos conscientemente político).6 Podemos decir, que existen rasgos distintivos entre los géneros, debido a la posición de la mujer en la sociedad, y por los valores que ésta, le otorga a la diferencia sexual. Si analizamos, además, el arte en la sociedad capitalista, vemos que éste está mercantilizado. Podemos entonces, hablar de arte burgués, que además de negar la existencia de las mujeres, es un arte separado de la sociedad, con su moda actual de esteticismo y culturismo. Observamos que es un arte-mercancía, impulsado por la sociedad de consumo. Es decir que este arte, que no representa a la mujer, es además un arte clasista, que no satisface las necesidades sociales. Dentro de este marco debemos hablar de arte feminista. El lenguaje corriente es totalmente androcéntrico, ideológico. Ya no sólo el oral, sino también el escrito. Es por esto, que debemos ver y analizar en una obra literaria, además de la creación cultural, cómo se expresa, qué mensaje oculto transmite. Antonio Miranda escribe: «El lenguaje es una parte sustancial de la ideología y por tanto de la acción del Poder.»7 5. Falcón, Lidia (1990), Rev. Poder y Libertad, n.º 13, p. 7. 6. Lefebvre, citado por Eli Bartra (1987) en Cuadernos Inacabados, n.º 8, ed. La Sal, p. 37. 7. Miranda, Antonio (1999), Ni robot ni bufón, ed. Fróntesis, p. 351. 29 Frida Kahlo, Las dos Fridas, 1939. Frida Kahlo, La columna rota, 1944. Diego Rivera, El México moderno, 1929-35. Para Virginia Woolf, son tres las diferencias específicas de una literatura femenina: los temas, el idioma (lenguaje) y, sobre todo, esta visión distinta al describir a los personajes de género masculino o femenino».8 Eli Bartra, tratando de explicar con una visión feminista la creación artística de las mujeres, escribe: Se habla de una sensibilidad femenina específica, de un imaginario distinto... o bien de estilos femeninos. Se menciona frecuentemente que las mujeres tratan más abiertamente con los sentimientos y que exhiben una mayor tendencia a lo autobiográfico.9 Vemos, entonces, cómo esto se refleja en la existencia de una realidad artística diferente y donde su condición como sexo oprimido se plasma en una obra diferente. Se podría decir que en el arte, en general, las mujeres expresan una búsqueda de lo femenino, manifiestan lo cotidiano, lo personal, su distinta relación con el mundo, con la naturaleza y el detalle. Es decir, dejar de ser mujer objeto, observada a ser sujeto activo, con una sensibilidad diferente, puesta en un pensamiento basado en la diferencia. Las mujeres pasan así a ser protagonistas principales y relatoras de su propia historia. 8. V. Woolf, citada por Eli Bartra (1987) en Cuadernos Inacabados, n.º 8, ed. La Sal, p. 41. 9. Ibíd, p. 42. 30 Frida Kahlo, Autorretrato, 1946. Amelia Peláez, Naturaleza muerta sobre ocre, 1930. Tarsila do Amaral, Buey en la selva, 1928. En pintura podemos ver claramente las diferencias que marca Eli Bartra, entre Frida Kahlo y Diego Rivera, cuando escribe: Ella pinta cosas de mujeres, vulgares, de su propia vida, mientras él manifiesta en su pintura lo público, su tema es la historia y donde las mujeres son acompañantes de los hombres.10 Las mujeres, además, tienen una distinta maneral de relacionarse con los animales, con la naturaleza o reivindicando la cultura autóctona como Amelia Peláez, Frida Kahlo y Tarsila do Amaral. Tarsila do Amaral, detalle de Abaporu, 1928. Frida Kahlo, detalle de Autorretrato con collar de espinas y colibrí, 1940. Amelia Peláez, detalle de Marpacífico, 1943. 10. Ibíd, pp. 59, 65, 69. 31 Picasso, Toreros y toro a la expectativa, 1900. Picasso, Escena de corrida, 1901. En las pinturas de Picasso, se evidencia, la relación que él tiene con los toros, en las corridas, donde éstas no son una alusión a su vida personal, sino que, ve a los animales como unos competidores a los que hay que eliminar, manifestando así, la virilidad de los toreros. Se reafirma esta diferencia, al observar cómo Picasso modifica su visión cuando es una mujer torera, con escenas tauromáquicas o minotauromáquicas que cuentan con gran componente sexual, como en «Corrida: la muerte de la mujer torero» (1933), donde la bravura del toro le produce la muerte, expresando así en estos casos la «fragilidad femenina». Cuando Picasso pinta a las mujeres en retratos o desnudos o como madres lo hace desde una perspectiva masculina y androcéntrica. Les adjudica dos funciones, la de la reproducción, en la que no hay goce sexual y la de la prostitución, que también niega ese placer. Picasso, Desamparados, 1903. 32 Picasso, La vida, 1903. Picasso, Madre e hijo, 1922. Picasso, Corrida: la muerte de la mujer torero, 1933. Los hermanos Mateu y Angel Fernández de Soto con Anita, 1903. El falo, 1903. El burdel (donde hizo su aprendizaje artístico y sexual), se convierte en metáfora del taller y a la inversa. Son lugares en los que se pueden materializar las fantasías, exaltar y degradar a las mujeres, venerarlas y odiarlas y, para acabar, sacrificarlas en el altar del arte.11 «El falo», de 1903 representa la virilidad del sexo macho, en el que incorpora consciente y sumisamente a la mujer. Picasso dice: «No pinto las cosas como las veo, sino como las pienso.»12 Imprime así, a estas imágenes de mujer, los estereotipos de pasividad y de disponibilidad sexual. El cuerpo de la mujer es una imagen visual, tratada de forma muy distinta por hombres y mujeres. La diferencia entre arte masculino y femenino representa una vivencia, una distinta visión de la vida y de la relación con el mundo. En el arte, por tanto, las mujeres se cuestionan su manera de expresarse, y buscan su propio lenguaje, o comparten los criterios y modos de arte masculino. 11. Textos expuestos en la exposición «Picasso erótico» (26.10.2001-20.01.2002), Museo Picasso, Barcelona. 12. Miranda, Antonio (1999), Ni robot ni bufón, ed. Fróntesis, p. 284. 33 Elisabeth Vigée- Lebrun, Autorretrato con hija, 1755-1842. Artemisa Gentileschi, Jael y Sísara, 1593-1652 /53. Artemisa Gentileschi, Autorretrato como Alegoría a la pintura, 1593- 1652. Esta búsqueda ya se expresa en la pintura del siglo XVI con Sofonisba Anguissola, en la del siglo XVII con la de Artemisa Gentileschi, en la del siglo XVIII con la de Elisabeth Vigée-Lebrun y la de Adelaide Labille Guiard y en el siglo XX podemos mencionar nuevamente a Frida Kahlo que pinta abortos, partos, sangre, suicidios, pinturas que atentan contra el arte dominante, en oposición a la visión que se quiere dar y transmitir de las mujeres. Estos aspectos se encuentran ausentes o reprimidos en el arte masculino. Un ejemplo de ello sería enfatizar las determinaciones biológicas que pretenden oponerse al pensamiento falocéntrico occidental, aunque de esta manera se vuelva a definir lo femenino con relación a lo masculino. Adelaide Labille- Guiard, Autorretrato con dos discípulos, 1749-1803. 34 Sofonisba Anguissola, Partida de ajedrez, 1532/ 38-1625. La pintura de Louise Bourgeois «Mujer/casa» incorpora un edificio a su cuerpo. De esta manera trabaja el espacio interior y establece relaciones con la interioridad, con la nutrición, la soledad y el aislamiento. Manifiesta sus vivencias, al igual que Frida Kahlo, pero con una expresión surrealista diferente. Lo importante en una obra de arte (literatura, pintura) no es solamente lo que manifiesta o expresa, sino también, lo que oculta. Por esto es importante la crítica, para hacer una interpretación política y transformadora, que aporte ideas y conceptos, que expliquen lo que se oculta o esconde. Lippard (crítica feminista norteamericana) dice: Louise Bourgeois, Femme maison, 1947. ...considero imposible juzgar de la misma manera el arte masculino y el femenino, ya que éste no procede de la tradición moderna y además la rechaza,... mucho arte femenino se forja en soledad, desprovisto no sólo de contexto histórico, sino también del diálogo con otro arte reciente, lo que hace difícil de catalogar o de discutir en términos de su impacto público y de su sistema de relaciones estéticas y profesionales.13 El capitalismo, como ya hemos manifestado, mercantiliza el arte, convirtiéndolo en mercancía y perdiendo así su función social. En él, el papel del hombre ha sido siempre el de pintor y el de la mujer, de modelo. Simone de Beauvoir dice: A la mujer se la define y distingue en referencia al hombre y no en referencia a ella misma. La mujer es casual, lo prescindible, en oposición a lo esencial. Él es el sujeto, el absoluto. Ella es el otro.14 Esto se manifiesta también en los elementos que conforman un espacio, donde la valorización y el reconocimiento que se hace de los mismos, no depende de su uso, sino de quién y cómo se usan, como veremos, más adelante. 13. Lipard, citada por Serrano, A. (2000) en Mujeres en el arte, ed. Plaza & Janes, p. 106. 14. El segundo Sexo, Simone de Beauvoir citada por Serrano, A. (2000) en Mujeres en el arte, ed. Plaza & Janes, p. 98. 35 Cuando hablo de la diferencia entre pintura o escritura con la arquitectura, no me refiero sólo a los «temas», ni siquiera a la calidad, intensidad de sensaciones y emociones que se quieren manifestar o transmitir, sino a la «distinta manera de hacer arte» donde todas esas manifestaciones están entremezcladas y producen una obra diferente. «La mujer genio no existe», como dice Simone de Beauvoir. Se da por entendido que el arte ha sido creado por los hombres. Razón por la cual, las mujeres no debemos considerar la diferencia sexual como una oposición binaria, sino hacer un análisis materialista para encontrar las causas de las formas actuales de poder. Buscando así, una nueva identidad como mujeres, sin tener el referente hombre. Vinculadas a arquitectura Debemos separar claramente a la arquitectura de las artes plásticas o de la literatura, pues no se la puede definir sólo por el concepto arte, sino también por el de ciencia, pero sobre todo por ser una disciplina al servicio de la realidad de las personas (cobijo, resguardo, refugio) diferenciándose así, en su «naturaleza,» de lo únicamente artístico. Vitruvio escribía: Es la arquitectura una ciencia que debe ir acompañada de otros muchos conocimientos y estudios, merced a los cuales juzga de las obras de todas las artes que con ella se relacionan. Esta ciencia se adquiere por la práctica y por la teoría. La práctica es una continua y repetida aplicación del uso en la ejecución de proyectos propuestos, realizada con las manos sobre la materia, correspondiente a lo que se desea formar. La teoría, en cambio, es la que puede explicar y demostrar, de acuerdo con las leyes de la proporción y del razonamiento, la perfección de las obras ejecutadas.15 Más adelante, continúa: «Las partes de la arquitectura son tres: Construcción (que a su vez la divide en murallas, edificios públicos y casas particulares), Gnómica y Mecánica.»16 15. Vitruvio (1995), Los Diez libros de Arquitectura, ed. Iberia S.A, p. 5. 16. Ibíd, p. 16. 36 Cuando nos habla de las categorías de las casas particulares, lo hace según el estatus social del pater familias que la habite, si es abogado, hombre de letras, banquero.Vitruvio no cuestiona a la sociedad en sus escritos, sino que responde a ésta, y además responde de tal manera que piensa la arquitectura sólo en función de los hombres. Esta concepción de la arquitectura de Vitruvio, se manifiesta a lo largo de toda la historia en muchos arquitectos, como Le Corbusier y Loos. Adolf Loos opina: «La casa cumple una necesidad. La obra de arte no debe rendir cuentas a nadie... La obra de arte es revolucionaria, la casa es conservadora.»17 (Exceptúa al sepulcro y al monumento, de los que dice, pueden expresarse artísticamente). Así afirma: «...el arte y la arquitectura no tienen nada en común, operan en dos campos separados y las cosas van mal para ambos cuando se confunden.»18 Le Corbusier por su parte, dice: «La Arquitectura es una obra de arte, un fenómeno de emoción, situado fuera y más allá de los problemas de la construcción.»19 Tras una nueva interpretación de ambos podríamos decir, que Loos no es consecuente con lo que dice, ya que su arquitectura intenta ser única, artesanal y por lo tanto se apoya más en el arte que en la ciencia. Vemos, también una dualidad en Le Corbusier, ya que tampoco es consecuente, pues a pesar de lo que expresa, luego su arquitectura se basa en la industria (casas seriadas, los cinco puntos de arquitectura) y en la ciencia o las matemáticas con el modulor. Miranda, dice: «...la arquitectura no es, en absoluto, un Arte, sino una Ciencia Poética.»20 Podríamos decir que tanto la literatura como la pintura son «acientíficas», mientras la arquitectura no lo es. De cualquier manera, una buena obra literaria o una pintura, deben de tener una estructura y un argumento que las componga. Donde su autor/a consiga un proyecto acabado en sí mismo. Le Corbusier afirmó siempre que «... el secreto de su arquitectura residía en su pintura.»21 Para María Zambrano: «El que obtiene la unidad lo obtiene todo.»22 17. Loos A. (1993), Escritos II, Adolf Loos, ed. Croquis, p. 33. 18. Anderrson, Cacciari y otros (1989), Adolf Loos, ed. Stylos, p. 21. 19. L. C. (1998), Hacia una Arquitectura, ed. Apóstrofe, p. 9. 20. Miranda, A. (1999), Ni robot ni bufón, ed. Fróntesis, p. 197. 21. Frampton, Kenneth (2000), Le Corbusier, ed. Akal, p. 173. 22. Miranda, A. (1999), Ni robot ni bufón, ed Fróntesis, p. 543. 37 Museo de Arte, Saô Paulo, 1957-1968. SESC Fábrica Pompeya, Saô Paulo. Estación de Bomberos de Vitra, 1991-1993. Cuando se habla, de arquitectura, (que no es sólo arte, se podría decir que es una ciencia práctica), se observa que hay otros problemas a tratar, como los ideológicos. Por ejemplo, el cuestionamiento al sistema capitalista y a los valores que transmite con la familia nuclear, las instituciones, las leyes, la violencia, la bipolaridad de los parámetros con que nos movemos, etc. Por todo esto es imposible como género, cuestionarnos sólo las «formas». Se debe ver en estas reflexiones una lucha de la mujer, como sujeto/ arquitecta en proceso, tratando de encontrar al igual que en el arte, una nueva identidad como arquitectas, sin tener al hombre o a su arquitectura como referentes. La búsqueda de la femineidad reside en el concepto de la subjetividad, que según Lacan: ... es un compuesto de lo que se expresa a través del orden simbólico y de lo que se origina en la experiencia preedípica y preverbal, y en el que el inconsciente emerge a través de las brechas y fisuras de lo que se expresa en el lenguaje.23 Lo imaginario es el lugar donde estas contradicciones pueden encontrar su expresión. El orden simbólico ofrece valores diferentes a cada sexo. Existe, por tanto diferencia entre hombres y mujeres con relación al espacio, esta diferencia es ancestral y surge con la división del trabajo, con la diferente vinculación con la vida. Mientras que para el hombre el espacio es 23. Ecker, G. (1986), Estética Feminista, ed. Icaria, p. 16. 38 Pabellón de Exposiciones en Weil am Rhein, 1999. Concurso Centro de Congresos de Córdoba, 2001. abierto, abstracto, relacionado con la caza, el poder y la guerra, para la mujer el espacio es controlado, cerrado, en relación con su cuerpo y la intimidad, con la maternidad y la defensa de la especie humana. El hombre reivindica lo público sobre lo privado, prefiriendo así la escala y lo monumental a lo selectivo y lo íntimo. Debemos de distinguir entre diferencias genuinas y diferencias impuestas. Por esto, el arte de las mujeres es distinto al de los hombres, sobre todo cuando éstas deciden realizarlo a través de su identidad femenina, es decir cuando toman conciencia de género. De ahí la importancia de las palabras de Rosa Chacel, cuando se refiere a la literatura femenina y masculina. Sin embargo ser arquitecta-mujer, no garantiza realizar una Arquitectura situada en la diferencia, pues se pueden seguir los valores masculinos, como es el caso de Zaha Hadid que define Fernández Galiano como: «Arquitecta agresiva que sigue los parámetros masculinos actuales en arquitectura, una arquitecta formalista con incógnitas funcionales.»24 Se podrían, destacar, entre sus obras La Estación de Bomberos, en Vitra en 1991-1993 o el Pabellón de Exposiciones en Weil am Rheim en 1999. Asimismo ella plantea: «A mí me interesan los criterios de diseño, no los políticos». Dando así a la arquitectura un carácter sólo de arte, separado de lo político, lo económico y lo social.25 24. Cita de Fernández Galiano, El País, 23-06- 2001. 25. Entrevista a Z. Hadid, Babelia, El País, 30-09-1995. 39 PENETRANDO EL CIELO. Jean Nouvel, La Torre Agbar (futura sede social del grupo aguas de Barcelona). Estos rasgos diferenciales entre hombres y mujeres arquitectos/as se transmiten en los proyectos. Ejemplo de ello, es el proyecto de Nouvel con la Torre Agbar, en Barcelona, con forma de bala, pene o consolador (esto último, opinan algunos críticos o bien para suavizar la «idea» o bien para seguir «engañando» a las mujeres como si encima el proyecto fuera dirigido a ellas. Considero que este proyecto es una provocación a toda ética y estética, que es un edificio fuera de contexto, prepotente, monumental, agresivo y perturbador con el entorno, frente al que podría ser una arquitectura como la de Lina Bo Bardi, en el Museo del Arte en 1957, o la SESC (Fábrica Pompeya, 1977) en San Pablo, que es una fábrica rehabilitada que se convierte en Centro Cultural y Deportivo, donde no sólo se aprovecha lo existente, sino que se constituye como un edificio pensado para la gente, tierno en el tratamiento de los detalles, agua, colores, espacios relajados, a pesar de ser un edificio monumental. SESC Fábrica Pompeya, Saô Paulo. 40 Al respecto escribió: La arquitectura es arte, pero no en el sentido de las escuelas de Bellas Artes. Veo la arquitectura profundamente vinculada a la ciencia y a la técnica. En verdad no hay ninguna diferencia. La tecnología en su justo lugar no puede causar nada ruin, ni impedir la Poesía, lo Bello, los sueños bonitos. Más adelante, dice: ...el arte debe ser hecho por todos y no por uno solo. La Arquitectura es el espejo de la personalidad de quien la escoge, la habita o quien la proyecta. ...Creo que la función del arquitecto es ante todo conocer la manera de vivir del pueblo en sus casas y procurar estudiar los medios técnicos de resolver las dificultades que encuentra la vida de millares de personas. Para un arquitecto lo más importante no es construir bien sino saber como vive la mayoría del pueblo. El arquitecto es un maestro de vida, en el sentido modesto de que se apodera de cómo cocinar o fregar, de cómo hacer un fuego.26 No debemos pensar que el arte o la arquitectura son «neutrales», en cuanto género, ya que siempre han sido pensados, como ya se dijo, en masculino y han menospreciado y desvalorizado el arte o el espacio femenino. El arte o la arquitectura feminista son una reflexión en lo personal y en lo social, que no se quiere definir en relación a lo masculino. El reivindicar esta cultura de la diferencia, es cuestionar los parámetros con los que nos movemos, como las oposiciones binarias, masculino-femenino, dentro-fuera, público-privado, bueno-malo..., oposiciones que son estructuras jerárquicas. Filósofos como Deleuze, Derrida y Foucault han propuesto la construcción de nuevas identidades paralelas opuestas al modelo dominante, reivindicando la cultura de la diferencia. El arte, entonces debe transmitir un mensaje, ser una reflexión, no plantear problemas de estilos, debe superar las barreras individualistas, consumistas, para resolver la identidad del momento, debe ser un arte social que busque lo colectivo. 26. Bo Bardi, L., citada en Revista Fisuras, n.º 6 (1998), pp. 33, 34, 35. 41 Lefebvre dice: «Ya no se trata de saltar hacia el porvenir lejano, pasando por encima del presente y del porvenir próximo, sino de explorar lo posible a partir del presente.»27 Si nos referimos a la Arquitectura feminista, vemos que desde los años setenta, se está tratando el tema. Lo primero ha sido tomar conciencia de la situación de la mujer arquitecta, tanto en el campo teórico como en el práctico. En 1979 en Hamburgo, en el 2º Congreso de Mujeres de las Ciencias Naturales y la Tecnología se dice: «No nos interesa decidir cómo debería ser la arquitectura feminista, porque no es feminista prescribir cuáles deben ser los objetivos de otros, especialmente en el nivel teórico.»28 A partir de estos años se han buscado nuevas formas y programas arquitectónicos, con los que la mujer arquitecta se identifique, como viviendas ecológicas y viviendas integradas al paisaje; viviendas, en definitiva más humanas, con nuevos programas como viviendas para mujeres solas, librerías de mujeres, cafés para mujeres, etc. Buscando nuevos lugares que nos representen. Se podría decir que el «gran arte», la «gran obra de arquitectura», no tiene sexo, ni clase, ni raza, es neutra, esto siempre desde una perspectiva de un artista varón, blanco... Al relacionar entonces, arquitectura y mujer, vemos que una obra de arquitectura se produce a través de una teoría, de una ciencia y también de la poesía, debemos remarcar a través de la crítica dialéctica, que ninguno de estos tres componentes es neutral, ya que todo está influenciado por la ideología dominante capitalista, androcéntrica y burguesa. Ejemplo de esto, son los escritos de Iñaki Ábalos, quien en su libro La buena vida hace un discurso monológico, con un concepto de casa que conmueva a todos por igual, sin hacer distinción de clases sociales, de género, sin emplazarla en ningún lugar, ni tiempo definido. Escribe: ...Lo que aquí se ha hecho es mostrar cómo con los límites epistemológicos de las técnicas proyectuales se acota el significado de las arquitecturas. Desbordarlos, pensar lo impensado, es quizás la tarea más apasionante a la que nos lanza la práctica de la arquitectura,... reclamar la buena vida que nunca antes pudo imaginarse. Sólo a través de un es- 27. Lefebvre, citado por Carpani (1975) en Arte y Militancia, ed. Zero, p. 21. 28. Ecker, G. (1986), Estética Feminista, ed. Icaria, p. 163. 42 fuerzo así podríamos pensar la casa que aún no tenemos, podremos levantar la casa que nos conmueva por completo.29 Incluso, en el libro de Antonio Miranda, Ni Robot ni bufón, se escribe: La tipología, la construcción y la semiología, son las tres ciencias básicas de la arquitectura. Pero únicamente la poética de lo sensato y lo construido proporciona la verdad de la forma en sí misma, y consigue hacer de las tres disciplinas una síntesis cuya resultante geométrica nos puede acercar a una crítica «esencial», científica y política.30 Si bien a simple vista parece muy lógico lo que escribe, vemos, al hacer una observación más profunda, que tanto lo poético, como lo sensato o incluso lo construido (la ciencia) no son neutrales, por lo que la obra resultante, la síntesis, tampoco lo es, ni siquiera la crítica, cuando por ejemplo no tiene en consideración a los géneros, ni si es autor o autora. Si bien Miranda tiene en cuenta las jerarquías, no habla de la monología de uno de los géneros, del androcentrismo y misoginia de las ideas y de los conocimientos. De cualquier manera, se podría decir que en la arquitectura tenemos teoría, poética y construcción. La teoría (semiótica) sería lo científico, lo poético, lo artístico y lo construido sería hacer realidad los otros dos. Miranda, dice: «No hay arquitectura bella o fea únicamente más o menos verdadera o falsa en sus resultados intelectuales.»31 Para Muntañola Thornberg: El proceso de creación de cualquier cosa y también de arquitectura, se divide en el siguiente esquema hermenéutico: Prefigurativo (que es lo poético; el proyecto), Configurativo (que es el objeto, la construcción y la forma) y Refigurativo (es el uso del objeto, la cuestión política y ética), donde todo se relaciona dialécticamente.32 La teoría que se está proponiendo es «reverla» a través de una crítica racional, materialista, dialéctica, y dialógica de los géneros para poder llegar 29. Ábalos, Iñaki (2000), La buena vida, ed. Gustavo Gili, p. 201. 30. Miranda, A. (1999), Ni robot ni bufón, ed. Fróntesis, p. 43. 31. Ibíd, p. 53. 32. Muntañola Torngber (1999), Arquitectura: Texto y Contexto, ed. Virtuals, p. 59. 43 a conclusiones «más» científicas, «más» neutrales. Considerar, entonces, que la crítica para ser «más» objetiva debe de analizar dialécticamente el contexto histórico, la economía, lo social, lo cultural con relación a las clases sociales, a los géneros, o sea, hacer un análisis de la superestructura ideológica, escondida, oculta, que posee toda teoría u obra de arquitectura, mostrando la problemática a la sociedad, cuestionando los espacios que habitamos. Pero lo que sí está claro, y en esto coincido con Gisela Ecker, es que: «...El diseño creativo no es la causa de las dificultades laborales de las arquitectas feministas.»33 Como dice Enrico Tedeschi: «...la esencia de la arquitectura radica en el espacio, lo cual ha de comportar una total transformación tanto en los métodos del proyecto y la representación, como de los criterios del análisis.»34 Por esto, se propone detectar cómo funciona el sistema, desarticulando y deconstruyendo los espacios que habitamos. Podemos apropiarnos de las palabras de Le Corbusier, cuando dice: «De un hombre nuevo sólo puede salir una obra nueva...»,35 de ahí que de una mujer nueva, que cuestione y reivindique su lugar en el mundo rompiendo las estructuras y parámetros de pensamiento monológico de dominación masculina y patriarcal, con un nuevo discurso por el cual afirmemos la presencia, la voz y el deseo de las mujeres, entonces surgirá una obra nueva, en una sociedad nueva, más justa, donde primen las diferencias entre los seres humanos, pero no las desigualdades de clase y de género. 33. Ecker, G. (1986), Estética Feminista, ed. Icaria, p. 168. 34. Tedeschi, Una Introducción a la Historia de la Arquitectura. Extraído de Montaner, J. M. (1962), Arquitectura y Crítica, ed. Gustavo Gili, p. 88. 35. Ozenfant/Le Corbusier. Acerca del purismo (1994), ed. El Croquis, p. 136. 44 SEGUNDA PARTE ARQUITECTURA / GÉNERO Lo ausente debe hacerse presente porque la mayor parte de la verdad reside en lo que está ausente. Herbert Marcuse (Razón y Revolución)1 1. Marcuse, citado por S. Benhabid (1990) en Teoría Feminista y Teoría Crítica, ed. Alfons El Magnànim, p. 226. 45 46 III. ANDROCENTRISMO EN LA HISTORIA DE LA ARQUITECTURA El término feminismo no se refiere a las mujeres como objetos de amor u odio, ni siquiera como objetos de injusticia social, sino que desarrolla la perspectiva que las mujeres aportan como sujetos, una perspectiva cuya existencia ha sido ignorada hasta ahora. Virginia Woolf 2 Si analizamos la Historia de la Arquitectura (y en general la Historia), vemos que ésta no ha recogido las contribuciones y participaciones de las mujeres, lo que invalida por lo tanto la pretensión de «universalidad» que se nos quiere transmitir. De lo que se trata es de pedir un «reconocimiento histórico», empezando a denunciar muchos discursos y concepciones que se suponen neutros y universales y que sólo están pensados a través de ideas patriarcales, androcéntricas, donde la mujer ha sido y sigue siendo la gran ausente, ya que la arquitectura ha sido y sigue siendo controlada por el género masculino. A lo largo de toda la historia, las clases dominantes del momento se apropiaron e impusieron una cultura, que justificara y perpetuara su poder, para así, someter y sojuzgar no sólo a otras clases sociales, sino también al género femenino. La cultura (parte de la superestructura) fue y es utilizada para perpetuar el poder económico y social. Por esto, podemos decir que la cultura actual es burguesa, clasista, genérica, androcéntrica y misógina. 2. Virginia Woolf, citada por A. Serrano de Haro (2000) en Mujeres en el arte, ed. Plaza & Janés, p. 97. 47 Xavier Rubert de Ventós en una entrevista televisiva, hablando sobre la cultura, dijo: «La cultura es represiva por las reglas que impone para vivir.»3 Bartra dice: «Hay que reinterpretar la historia, no simplemente revisarla para rescatar y resaltar la participación femenina.»4 En cuanto a la Arquitectura, vemos que ha sido pensada por y para los hombres. Donde las valoraciones de género se han hecho siguiendo el principio de Alberti: «El hombre... modo y medida de todas las cosas.»5 Es por esto, que cuando las mujeres queremos identificarnos con el espacio, con la vivienda, con la ciudad, nos encontramos que estamos huérfanas de un pasado, sin historia, sin referencias, es decir, viviendo en un marco impuesto y del que no somos conscientes que habitamos. Donde la cultura dominante es norma universal, por lo que se puede decir, que existe un imperialismo cultural. Debemos relacionar, por lo tanto, al espacio con el poder (económico, social y cultural) y reconocer que el espacio no es neutral. Por lo que es válido hacer una nueva interpretación cultural e histórica. En este sentido debemos basar estos nuevos planteamientos teniendo en cuenta las distintas realidades sociales y culturales de las mujeres, a partir de un discurso donde primen estos valores, ya que el «saber» y el «ser» de las mujeres ha sido excluido, silenciado y negado por las ideas, relaciones y conocimientos masculinos dominantes a través de la historia. En ese contexto se han producido unas valoraciones patriarcales que van mas allá de las diferencias de clase, de raza, de género, que decretan que la mujer es inferior, sometiendo y rebajando a las mujeres a un lugar inexistente o de marginalidad. Y se articulan unos valores, en los que nos movemos dentro de esta realidad que no sólo está determinada por la economía capitalista, sino también por estos conceptos que se transmiten a través de la superestructura que ejerce su influencia con la ideología masculina y burguesa; de tal manera que muchas mujeres la sustentan «inconscientemente» y a veces traicionando los intereses de su clase y de su género. Por esto, es válido buscar una identidad como género. Revisar y denunciar los valores y pactos patriarcales, transmitidos a través de la historia y de los que las mujeres hemos sido excluidas, para poder así hacer una nueva interpretación del espacio que nos envuelve. 3. X. Rubert de Ventós, TV 33 (6-7-2001). 4. Bartra, Eli (1987), Cuadernos Inacabados, n.º 8, ed. La Sal, p. 51. 5. Dezzi, Bardeschi, Gorin y otros (1988), León B. Alberti, ed. Stylos, p. 57. 48 Si analizamos la oposición público/privado, donde lo público representa al Estado y lo privado a lo doméstico y a lo particular, vemos, que según distintos estudios, anteriores al siglo XVIII, los espacios de la vivienda estaban «entremezclados». Se puede hablar de espacios «mixtos», es decir, públicos y privados, donde las distintas funciones se daban en un mismo lugar. La vivienda constituía entonces, un lugar público, de negocios o donde se podían realizar funciones de gobierno, pero también era un lugar donde se realizaba la vida privada. Ya Vitruvio (como se ha mencionado en el apartado anterior), escribe y determina cómo deben ser las formas de las casas según la categoría del pater familias, si era banquero, abogado, hombre de letras: Para los banqueros y recaudadores se han de hacer habitaciones muy cómodas y espaciosas y a cubierto de celadas. Al contrario, para abogados y hombres de letras las casas han de ser elegantes y amplias, capaces para recibir a muchas personas. Finalmente, para los nobles y para los que en el ejercicio de sus cargos o magistraturas deben dar audiencia a los ciudadanos, se han de construir vestíbulos regios, atrios altos, patios peristilos muy espaciosos, jardines y paseos, en relación con el decoro y respetabilidad de las personas.6 Vemos así, como el «hombre público» no se contrapone con el «hombre privado», y quiero destacar la palabra HOMBRE, ya que la mujer habitaba como género pero el espacio no estaba determinado, ni pensado para ella, ni por ella. Es así, como el espacio público en el que se tomaban decisiones, el espacio del Estado, estaba vedado para la mujer. Ésta, siempre fue reconocida, hasta hoy día, a través del hombre que tiene a su lado: la hija, la madre, la esposa de... o peor todavía la mujer de... La única posibilidad de ganar la calle era ejerciendo la prostitución, es decir ser la mujer pública, la public woman, vedándose así el espacio público y la toma de decisiones a las mujeres. Por esto, cuando se habla de que a partir del siglo XVIII se comienzan a separar las funciones públicas de las privadas, cambios que acompañan a los cambios económicos, debemos de remarcar que sólo para el género dominante, ya que las mujeres eran y somos habitantes pasivas dentro de los 6. Vitruvio (1995), Los Diez Libros de Arquitectura, ed. Iberia, p. 152. 49 espacios que nos envuelven, espacios que han sido pensados en función de la autoridad del pater familias. Según el historiador francés Georges Teyssot: En el período del espacio histórico que va desde finales del siglo XVIII hasta los años sesenta de nuestro siglo, se ha desarrollado el lento pero potentísimo proceso de domestización de la vida social, de normalización de los espacios y los comportamientos, y de moralización de la población, proceso basado en técnicas de control de los impulsos y de canalización de los deseos hacia el ciclo producción-consumo... Este proyecto, que se concreta en la regulación de los hábitos de la intimidad, ha sido puesto a punto por dos siglos de ciencias humanas... Han hecho falta más de tres siglos para convencernos de la idea de que la búsqueda de los intereses privados era muy propicia para asegurar un orden social armonioso.7 Esto ha sido así, para poder, con la división entre lo público y lo privado domesticar, moralizar y normalizar a las personas y regular así las formas de comportamiento. Estos nuevos hábitos de comportamiento hacen que sea posible la existencia del capitalismo, y así establecer control y dominio desde lo público a lo privado y la subordinación del último por el primero. Con este nuevo orden que se impone se acentúa no sólo la división de clases, sino también de sexos. Donde la mujer sigue siendo considerada una mercancía, valorada según la oferta y la demanda masculina, considerándola como hembra del macho y divididas entre reproductoras o prostitutas. En el campo de la arquitectura, Teyssot, citando a Derrida manifiesta que: «Debe darse un salto, una doble ciencia, una doble escritura, de una categoría a la otra para ver si es posible llevar a cabo una inversión a la oposición clásica y a un cambio general del sistema.»8 A lo que yo propongo, intervenir también con una doble lectura, la idea de «género» y la relación de éste con los espacios, en cuyo caso poco ha cambiado (antes y ahora), esta relación para la mujer, entre lo público y lo privado ya que no hubo un antes para la mujer en el ámbito público. 7. G. Teyssot (1988), A & V, n. 14 , pp. 8, 9. 8. Ibíd, p. 9. 50 O sea, que ese cambio sólo lo han experimentado los hombres que son los que poseen, usan y disponen de los dos espacios hoy contrapuestos (dándose por hecho que es para todas/os, es decir que nos incluye). Al analizar la idea de género en la relación espacio-tiempo, diferenciando la economía doméstica de la economía de mercado, vemos que en el caso del hombre, al que se lo vincula con el lugar público, el espacio-tiempo es productivo, y en el caso de la mujer, a la que se la relaciona con el lugar privado, el espacio-tiempo es improductivo. Estas valorizaciones, se siguen manteniendo en la actualidad, ya que los espacios sólo han sido pensados y determinados, como ya se dijo, bajo una sola mirada, la del hombre. Y cuyo reconocimiento surge por un determinismo donde impera la dicotomía entre los géneros, y por ende de los espacios, donde un género es la antítesis y la negación del otro y no su igual. Debemos por lo tanto, realizar un trabajo histórico de deshistorización. Revisar la historia, significa realizar un trabajo de construcción que imponga otras formas de pensamiento, situado en las diferencias, que rompa con las estructuras históricas, masculinas, que generan unas modos de pensamiento que son el producto de la dominación. Donde las mujeres son objeto de sometimiento como algo per natura. Pierre Bourdieu, dice: Siempre he visto en la dominación masculina, y en la manera cómo se ha impuesto y soportado, el mejor ejemplo de aquella sumisión paradójica, consecuencia de lo que llamo violencia simbólica, violencia amortiguada, insensible, e invisible para sus propias víctimas, que se ejerce esencialmente a través de los caminos puramente simbólicos de la comunicación y del conocimiento... principio simbólico conocido y admitido tanto por el dominador como por el dominado, un idioma, un estilo de vida o una manera de pensar, de hablar o de comportarse.9 Este principio simbólico, se hace presente en la historia y en nuestras propias vidas cotidianas. Sólo una reestructuración de la cultura dominante, que rompa con la estereotipación de los roles y de sus distintos intereses, transformando el estado actual de correlación de fuerza entre los sexos y eliminando por lo 9. Bourdieu, Pierre (2000), La dominación masculina, ed. Anagrama, p. 11. 51 tanto, las estructuras de dominación masculina, logrará que las mujeres dejen de ser inexistentes para la historia en general y en el campo de la arquitectura, en particular. Según Fina Birulés: La mirada al pasado está condicionada por nuestro presente, pero la historia de éste no ha sido escrita todavía y, por lo tanto, una de las formas de conocernos es ver lo que somos capaces de repensar, de narrar, o de hacer con nuestro pasado: al narrar retrospectivamente introducimos cambios, creamos sentido, añadimos algo propio al mundo.10 10. Birulés, Fina (1992), Mujeres en la historia del pensamiento, ed. Anthropos, p. 22. 52 IV. LE CORBUSIER VERSUS LOOS UNA NUEVA INTERPRETACIÓN Los arquitectos están para comprender la profundidad de la vida, para pensar sobre las necesidades hasta las últimas consecuencias, para ayudar a los más débiles socialmente, para crear el mayor número de vivienda con perfectos objetos utilitarios, y nunca para inventar nuevas formas. Adolf Loos1 Las diversas clases activas de la sociedad no tienen un albergue adecuado: ni el obrero, ni el intelectual. La clave del equilibrio actualmente roto, está en el problema de la vivienda: arquitectura o revolución. Le Corbusier2 Al hacer un análisis sobre los arquitectos clásicos modernos, vemos que Le Corbusier cuando habla de la Arquitectura, al igual que Loos, siempre lo hace pensando en el sexo masculino, es decir en el hombre, y cuando se refieren al sexo femenino lo hacen despectivamente y eso se ve al analizar sus escritos y sus obras. Vemos así, que ambos siguen el principio de Alberti, ya citado de: «...el hombre como modo y medida de todas las cosas.»3 1. Loos, Adolf (1993), Escritos II. Adolf Loos, ed. El Croquis, p. 213. 2. Le Corbusier (1998), Hacia una arquitectura, ed. Apóstrofe, p. XXXIII. 3. M. Dezzi, Bardeschi, E. Garin y otros (1988), León B. Alberti, ed. Stylos, p. 57. 53 En el prefacio del libro Precisiones, Le Corbusier dice: Nuestro problema es éste: los hombres habitan la tierra... Se tratará muy particularmente de restablecer, la armonía entre el hombre y su medio. Una biología (es el hombre) y la naturaleza (es el medio), esa vasija inmensa que contiene el sol, la luna, las estrellas,... la tierra redonda,... a temperatura del cuerpo, el circuito sanguíneo, el circuito nervioso, el sistema respiratorio, el sistema digestivo,... etc.4 También nos dice: «Nuestras necesidades son unas necesidades de hombres.»5 Así como: «¿Para quién debe construirse la casa?, Para el hombre, no cabe la menor duda.»6 O: « La casa, del hombre, no es cárcel ni espejismo, la casa edificada y la casa espiritual»7, así como: «...construir para el hombre, para que éste no se encuentre nunca ausente, en un futuro, de ninguna de las obras de la construcción, sino que se convierta en su invitado más honrado y en su Señor.»8 Cuando habla de los ingenieros, lo hace en los siguientes términos: «Los ingenieros son viriles y sanos...»9 Y en la apertura del V Congreso del CIAM, en 1937, dice: «Una nueva sociedad crea su hogar, ese receptáculo de la vida. El hombre y su abrigo.»10 En definitiva, Le Corbusier ve la evolución del mundo a través sólo de ojos masculinos: «Las herramientas del hombre jalonan las etapas de la civilización, la edad de piedra, la edad de bronce, la edad de hierro... La herramienta es la expresión directa, inmediata del progreso.»11 Cuando hace referencia a la mujer, Le Corbusier, lo hace de manera despectiva, desvalorizándola. Escribe por ejemplo, hablando de los estilos de arquitectura: 4. Le Corbusier (1999), Precisiones, ed. Apóstrofe, p. 7. 5. Le Corbusier (1999), Precisiones, ed. Apóstrofe, p. 130. 6. Le Corbusier (1999), La casa del hombre, ed. Apóstrofe, p. 24. 7. Ibíd, p. 46. 8. Ibíd, p. 46. 9. Le Corbusier (1998), Hacia una arquitectura, ed. Apóstrofe, p. 6. 10. Le Corbusier (1999), La casa del hombre, ed. Apóstrofe, p. 19. 11. Le Corbusier (1998), Hacia una arquitectura, ed. Apóstrofe, p. 5. 54 Un hombre, su cielo, su árbol, su pared. No olvidemos que nuestro ojo se encuentra a 1,60 m sobre el nivel del suelo; nuestro ojo, esta puerta por donde entran nuestras percepciones arquitectónicas. Un hombre, su cielo, su árbol, su pared. Esto no es Arquitectura. Son los estilos, vivos y magníficos en su origen, ya no son, hoy, sino cadáveres. ¡O mujeres de cera!12 También asevera: «El arte no es una cosa popular, ni mucho menos una querida de lujo.»13 Al igual que Picasso, Le Corbusier ve a las mujeres a través de ojos masculinos otorgándoles el papel de reproductoras, cuidadoras o prostitutas. Loos, también escribe para los hombres: «La arquitectura despierta sentimientos en el hombre. Por ello, el deber del arquitecto es precisar ese sentimiento.»14 Cuando hace referencia a las mujeres, lo hace en los siguientes términos: «Toda ama de casa sabe que la ropa se seca antes si corre el viento»,15 reafirmándola en su papel subordinado, de ama de casa. Tanto Loos, como Le Corbusier, coinciden en ir contra el ornamento y la decoración. Para Loos el ornamento es delito. Frase a la que se adhiere Le Corbusier. 12. Le Corbusier (1999), Precisiones, ed. Apóstrofe, p. 90. 13. Le Corbusier (1998), Hacia una arquitectura, ed. Apóstrofe, p. 79. 14. Loos, Adolf (1993), Escritos II. Adolf Loos, ed. El Croquis, p. 34. 15. Ibíd, p. 235. 55 Loos, escribe: «La evolución de una cultura es proporcional a la desaparición del ornamento en los objetos utilitarios.»16 Le Corbusier, influenciado por Loos (según K. Framton, en L’Art décoratif d´aujourd´hui) dice: «Cuanto más se cultiva un pueblo, más desaparece la decoración.»17 Loos: « ve que la carencia de ornamento disminuye el tiempo de trabajo y sube el salario.»18 Para Loos: «Todo arte es erótico. El primer ornamento que nació, la cruz, tenía un origen erótico...Una línea horizontal: la mujer yaciendo. Una línea vertical: el hombre penetrándola.»19 Haciendo así una interpretación y valoración patriarcal sobre las relaciones sexuales. A tal punto llega su aversión a lo ornamental que escribió: «La persona moderna que se tatúa es o un delincuente o un degenerado»20 influenciado por el criminólogo Lombroso, de quien es el siguiente dibujo, donde expresa claramente su visión de lo femenino. Observamos que Le Corbusier cuando proyecta, al igual que Vitruvio, sigue pensando las viviendas en función del pater familias. Como ejemplo, la Casa-Consultorio Curutchet ya que ésta se resuelve en función de la actividad de éste, y sólo es conocida con el nombre del mismo. 16. Loos, Adolf (1993), Escritos I. Adolf Loos, ed. El Croquis, p. 347. 17. Frampton, K. (2000), Le Corbusier, ed. Akal, p. 49. 18. Loos, Adolf (1993), Escritos I. Adolf Loos, ed. El Croquis, p. 351. 19. Ibíd, pp. 346-347. 20. Ibíd, p. 346. 56 Casa Curutchet, 1949. Esta misma discriminación se manifiesta al haber sido diseñada a través del MODULOR. Según Le Corbusier: «El modulor es una medida organizada sobre la matemática y la escala humana»,21 que propone adaptar en la realidad toda la Arquitectura a las dimensiones del hombre. En 1942 el modulor tiene una altura de 1,829; cuatro años más tarde, en 1946 la altura del modulor pasa 1,75 m;22 es decir que se basa sólo en las medidas del hombre y se da por hecho que representa e incluye a las mujeres. Según Deborah Gans: «Le Corbusier reconoce al hombre atleta de ahora en la figura heroica del Hombre Modulor, en versión actualizada del hombre renacentista de Vitruvio.»23 Sin embargo no sólo representa en sus dibujos al Hombre-Modulor, como lo llama también Kenneth Frampton,24 sino también en sus escritos sobre el mismo: «El hombre ve las cosas de la arquitectura con ojos que están a un metro setenta del suelo.»25 21. Le Corbusier (1980), El Modulor y Modulor 2, ed. Poseidón, p. 56. 22. Boesiger, Girsberger (1992), Le Corbusier 1910-1965, ed. Gustavo Gili, p. 290. 23. Gans, D. (1992), Guía de Arquitectura, ed. Gustavo Gili, p. 17. 24. Frampton, K. (2000), Le Corbusier, ed. Akal, p. 172. 25. Le Corbusier (1998), Hacia una arquitectura, ed. Apóstrofe, p. 143. 57 «Estudiar la casa, para el hombre corriente, universal, es recuperar las bases humanas, la escala humana, la necesidad-tipo, la función-tipo, la emoción-tipo.»26 Todos los hombres tienen el mismo organismo, las mismas funciones. Todos los hombres tienen las mismas necesidades... La casa es un producto necesario al hombre.27 También, la Unidad de Habitación de Marsella (1947-1952) se diseñó sobre la base de 15 medidas del modulor y se considera que está hecha a escala humana (y que representa por lo tanto a las mujeres). Le Corbusier dice: 26. Ibíd, p. XVI. 27. Ibíd, p. 108. 58 Casa Curutchet, 1949. De todas las medidas del modulor empleadas en la construcción de Marsella, han bastado quince medidas. ¡Quince! Pensé: glorifiquemos esta proeza de los números.28 Si comparamos la Arquitectura de Le Corbusier con la de Loos, observamos en la Casa-Consultorio Curutchet que la relación de los espacios dentro-fuera, la interrelación entre el exterior y el interior donde se funden los distintos paisajes, al participar la casa de la ciudad y la ciudad de la casa, están totalmente logrados, tras el juego trasparente de la fachada y la interrelación de funciones. Si bien existe un jardín privado, éste se cierra tras una malla metálica que deja fluir las visuales entre la calle pública y el jardín privado. Espacios donde confluyen usos privados (la vivienda) y públicos (el consultorio). Rompe así, con las oposiciones binarias del espacio, donde se entremezclan lo privado con lo público, lo exterior y lo interior, lo abierto y lo cerrado, el dentro y el afuera. Podríamos hablar, en este caso, de dialogía estética y de usos. 28. Le Corbusier (1980), El Modulor y Modulor2, ed. Poseidón, p. 131. 59 Estos mismos efectos o juegos, los emplea Le Corbusier en la Unidad de Habitación de Marsella. No hay muros en la planta baja, creando un espacio intermedio entre lo público y lo privado, entre la naturaleza y el cemento. Combina usos públicos y privados, reproduciendo y transportando al corazón privado de la Unidad, una calle pública, elevada, donde se establecen oficinas, comercios, un hotel. En la terraza ubica una guardería, un gimnasio y un teatro. Se podría decir que es una combinación de una célula comunitaria que alberga células privadas, familiares. Utilizándose la metáfora del transatlántico. 60 Coincido con Loos, cuando dice: «La arquitectura siempre ha sido expresión, incluso a través de sus contradicciones de la clase dirigente de su tiempo, puesto que debido a sus determinantes político-económicas no es imaginable una arquitectura de oposición», o sea, «La arquitectura es el reflejo de la clase dirigente de su pueblo.»29 A lo que se debe añadir y de su género. También cuando subrayó la necesidad de los lugares comunes para la vida, es decir potencializar las instalaciones comunitarias y, entre ellas, sobre los jardines, dice «un jardín privado no es moderno. El espíritu moderno es espíritu social, el espíritu antisocial no es moderno.»30 o cuando dice que «la casa es conservadora.»31 «¡¡¿Es ése el marco donde transcurren las pequeñas alegrías y las grandes tragedias de la vida de la gente?!!»32 Pero, cuando se refiere a las mujeres, al igual que Le Corbusier, lo hace siempre en forma despectiva y genérica, relacionándola con las tareas hogareñas: «Por todos estos motivos construyo la cocina-habitación, que desahoga al ama de casa y le da un papel más fuerte en la vivienda que si tuviera que pasar el tiempo de cocinar en la cocina.»33 Y agrega: «La mujer austríaca procura atar al marido a la familia por medio de la cocina, mientras que la americana y la inglesa lo hacen con un hogar confortable.»34 Si bien algunos principios de Loos en arquitectura son válidos, no coincido con los interiores cerrados que propone en sus villas o casas. Ejemplos de ello son: Villa Karma, Casa Scheu, Casa Duschnitz, Casa Müller, Casa Khuner, en las que niega claramente el exterior. Villa Karma. 29. Anderson, Cacciari y otros (1989), Adolf Loos, ed. Stylos, p. 20. 30. Loos, Adolf (1993), Escritos II. Adolf Loos, ed. El Croquis, p. 233. 31. Ibíd, p. 33. 32. Loos, Adolf (1993), Escritos I. Adolf Loos, ed. El Croquis, p. 271. 33. Loos, Adolf (1993), Escritos II. Adolf Loos, ed. El Croquis, p. 240. 34. Loos, Adolf (1993), Escritos I. Adolf Loos, ed. El Croquis, p. 191. 61 Casa Scheu. Casa Duschnitz. Casa Müller. Casa Khuner. 62 En estas imágenes vemos la austeridad de las fachadas y de los interiores burgueses, intimistas, que logra Loos, utilizando materiales como madera, mármol, consiguiendo lugares cómodos, tranquilos con los que realiza su estilo-antiestilo. Esta negación del interior-exterior le lleva a ubicar muebles delante de las ventanas. Otra estrategia utilizada es la de colocar vidrios traslúcidos en ellas, siempre negándolas, ya que él piensa que toda la riqueza ha de manifestarse en el interior. «Que la casa parezca discreta por fuera, que revele toda su riqueza por dentro.»35 Así también como cuando le dice a Le Corbusier: «Un hombre culto no mira por las ventanas.»36 Esta acción desvalorizada la relaciona con las mujeres, puesto que si algunas lo hacen es por la búsqueda de ese exterior que le ha sido negado históricamente. Tanto Loos como Le Corbusier, coinciden en que el ornamento constituye un delito, frase de Loos ya mencionada, a la que se adhiere Le Corbusier, cuando se refiere también al mobiliario. «La noción del mobiliario ha desaparecido. Se ha sustituido por un vocablo nuevo el equipo doméstico.»37 35. Loos, Adolf (1993), Escritos II. Adolf Loos, ed. El Croquis, p. 67. 36. Colomina, B. (1997), Sexualitat i espai, ed. UPC, p. 72. 37. Le Corbusier (1999), Precisiones, ed. Apóstrofe, p. 143. 63 Fauteuil Grand Confort, L. C. y CH. Perriand, 1928. «Nuestras necesidades son necesidades de hombres... los nuevos muebles son unos continentes, unos casilleros.»38 Pero, cuando Le Corbusier se refiere a las mujeres vuelve a referirse así: «Si somos quince en el pequeño salón de la pequeña casa, que han venido, decididos a no hacer nada, el ama de casa ha sacado de dentro del armario empotrado los quince taburetes, encajados uno en otro.»39 Cuando Charlotte Perriand fue a pedir trabajo a Le Corbusier, éste le contestó: «Nosotros no nos dedicamos a la decoración de cojines en nuestro estudio.»40 Ésa era la valoración y consideración que él tenía de las mujeres, aunque cambió sus ideas al ver los diseños que ésta le presentó. Con respecto a la chaise longue, diseño que comparte con Perriand, Le Corbusier dice: «Aquí tenemos la máquina, por fin, la construiremos con estructura de tubos de bicicleta y la cubriremos con piel de potro; es tan ligera que se puede empujar con el pie.»41 Loos, por su parte, opina: «El arquitecto moderno debe construir casas en la que todos los muebles que no puedan moverse desaparezcan en las paredes. Los muebles desplazables se dejarán al tapicero y al ebanista.»42 En cuanto a los conceptos espaciales de las viviendas ambos difieren de forma rotunda. Loos, con sus interiores impenetrables desde el exterior, opina que: «Las ideas no son repetibles, es como un escultor no se pueden generalizar.»43 En cambio Le Corbusier ve a «la vivienda como la máquina 38. Ibíd, pp. 130, 137. 39. Ibíd, p. 142. 40. Suplemento Babelia, El País, Art. sobre las Máquinas de Charlotte Perriand (7-12-96). 41. Ibíd, art. citado. 42. Anderson, Cacciari y otros (1989), Adolf Loos, ed. Stylos, p. 162. 43. Ibíd, p. 65. 64 de habitar.»44 Para él la relación con la industria es fundamental, y se evidencia cuando habla de los cinco puntos de la arquitectura: pilotis, techojardín, ventana corrida acristalada, planta libre y fachada libre, puntos con una clara vinculación con la industria. Loos, dice: «La casa cumple una necesidad, la obra de arte no debe rendir cuenta a nadie. La obra de arte es revolucionaria, la casa es conservadora.»45 La lucidez de Le Corbusier radica en cómo responde a un programa como en la Unidad de Habitación de Marsella, donde si bien hay una especulación en el aprovechamiento del uso del suelo y en la reducción de los espacios de las viviendas, éstos quedan compensados con los espacios comunitarios que plantea; entremezclando actividades públicas en lugares privados o viceversa, como es el caso también de la Casa Curutchet. En sus reflexiones Le Corbusier, con sus postulados más conservadores, refleja una arquitectura que se podría decir más progresista, más humanista, por la relación que propone con los espacios exterior e interior y los usos privados y públicos (y las distintas estrategias que logra con ellos) y por su vinculación con la industria. Mientras que Loos tiene unos postulados más lúcidos, pero, sin embargo, plantea una separación tajante entre los espacios exterior e interior y los usos públicos y privados, lo que produce mayor aislamiento, fomentándose lo individual y no lo social. Loos se ocupa de la casa obrera y lo ve como un problema. Al igual que Le Corbusier, plantea la necesidad de potencializar las instalaciones comunitarias y entre ellas, los jardines. Plantea una relación más local y artesanal. La diferencia de Loos con Le Corbusier, es que Loos propone: «...los modos de vida tan diferentes de un burgués, un campesino y un obrero.»46 Es decir, que tiene en cuenta a las clases sociales. Mientras, Le Corbusier, cree que a través de la arquitectura cambiara el mundo, con una tendencia ideológica más internacional y industrial: «Podéis ir a interrogar de piso en piso a los mil seiscientos habitantes de la Unidad de Marsella, a las madres, los niños y los padres. ¿No se abrió una nueva vida delante de ellos?»47 44. Le Corbusier (1998), Hacia una arquitectura, ed. Apóstrofe, p. XXXI. 45. Loos, Adolf (1993), Escritos II. A. Loos, ed. El Croquis, p. 33. 46. Anderson, Cacciari y otros (1989), Adolf Loos, ed. Stylos, p. 36. 47. Le Corbusier (1980), El Modulor y Modulor 2, ed. Poseidón, p. 312. 65 Así como: «La arquitectura es un acto de amor y no una puesta en escena... entregarse a la arquitectura,... entregarse a lo más puro de sí mismos para brindar la felicidad al prójimo, la felicidad cotidiana en la vivienda.»48 También dice: «El equilibrio de las sociedades es una cuestión de construcción, terminemos con este dilema: Arquitectura o revolución.»49 Y: «Sólo la revolución urbanística instaura las condiciones para una revolución del arte y de la vida.»50 Estas utopías ideológicas de Le Corbusier, le llevan a creer que con la arquitectura y las buenas intenciones transformará la realidad social, no percibiendo que el modo de producción económico es el que condiciona la vida social, política e intelectual de las personas. Es así como Deborah Gans, describe que Le Corbusier, a través de la estandarización y la posibilidad de repetirse, vio en ello el diagrama apropiado para una estructura comunitaria ideal donde se equilibraría «la libertad del individuo y la organización de la colectividad.» Obviamente, nos dice, es una concepción bastante romántica de un posible orden social.51 Si bien Loos tiene en cuenta las clases sociales y las relaciona con la arquitectura queriendo reflejar la realidad, y Le Corbusier con sus ideales ingenuos quiere lograr un nuevo orden social, vemos que ambos conciben el espacio o la arquitectura sólo con una visión masculina. Vinculan a la arquitectura sólo con el sexo masculino, aunque exista el «relato» de que está dirigida a los seres humanos. Resumiendo diré, que ante el «mito» de que el «espacio privado» pertenece a la mujer y el «espacio público» al hombre, es decir, el «espacio interior» y el «espacio exterior», el «espacio de la vivienda» y el «espacio de la ciudad», veo (al analizarlo desde un punto de vista materialista y dialéctico, que uno incide en el otro y viceversa, ya que no se puede hablar del espacio privado sin mencionar al público, ya que ambos se interrelacionan dialécticamente y conforman un «todo»), que a la mujer no le pertenece ninguno de los dos espacios. Ya que el espacio privado y el público han sido concebidos bajo una única mirada, la del hombre; con la que transmite sólo sus propias vivencias (tanto en los sistemas viarios, los espacios verdes, los lugares de trabajo y las viviendas mismas) y sus conocimientos que son unilaterales 48. Le Corbusier (1961), Mensaje a los estudiantes de arquitectura, ed. Infinito, p. 26. 49. Le Corbusier (1998), Hacia una arquitectura, ed. Apóstrofe, p. 224. 50. Boesiger, W., Girsberger, H. (1992), Le Corbusier 1910/1965, ed. Gustavo Gili, p. 138. 51. Gans, Deborah (1992), Guía de Arquitectura, ed. Gustavo Gili, p. 16. 66 (sólo masculinos), y en el que las mujeres habitamos y somos usuarias pasivas, sin cuestionarnos, ni advertir la invisibilidad que encierra no sólo el diseño, sino la existencia real, material de esos espacios que nos envuelven y nos representan sin evaluar si son los necesarios y los únicos que podemos habitar. Se trata, por tanto, en el caso del espacio privado de analizar la vivienda y darle un enfoque donde se reconozca la posición social y económica de las mujeres en la sociedad capitalista. Ya que no son todas iguales, ni sufren las mismas discriminaciones. Observamos, entonces, que la vivienda no es sólo el lugar que encierra el «espacio privado» en el que impera lo funcional, lo formal, las regulaciones, las normativas, los materiales, la orientación, la distribución de los espacios (cocinas, dormitorios, baños...), las alturas, la estructura, la luz, el color y las distintas sensaciones que podemos llegar a formalizar con algunos de ellos en un buen proyecto. Debemos ser conscientes que la vivienda encierra un valor de uso y de cambio, que no es sólo un lugar de «resguardo», de «refugio» sino un bien material. No hay que olvidar, que el «lugar privado» se encuentra en una «propiedad privada», y que además es un bien económico que se vende, se compra, se hereda, y en el que se mueven muchos intereses económicos a través del mercado de la vivienda, es decir que es un sector muy importante dentro de la economía de un país. Por esto, no se puede hablar en forma abstracta de la vivienda y de los espacios que la conforman. Al preguntarnos por ejemplo: ¿si la vivienda o sus espacios se adaptan a las mujeres, o cómo es el lugar de una mujer? O ¿cómo debe ser el lugar propio? (En referencia a la reivindicación de «la habitación propia» de Virginia Wolf.) No se pueden hacer estas preguntas de manera tan general ya que muchas mujeres están muy a gusto en sus viviendas diseñadas, por hombres o mujeres, pero en las que prima a la hora de proyectar, la cultura, la educación que ha sido siempre «unilateral» y androcéntrica. Pienso que es importante, profundizar en el conocimiento, y en este caso tratar de llevarlo al «espacio», comprender y ver cómo se opera en él y desde él, para intentar encontrar y plantear nuevas pautas con las que se pueda transformar la realidad que habitamos. 67 TERCERA PARTE ARQUITECTURA / SOCIEDAD / USOS / ECONOMÍA Me sabe mal no poder alabar siempre, estoy obligado a poner una palabra crítica aquí y allá. La sociedad no esta acostumbrada a ser criticada seriamente. A. Loos1 1. Loos, Adolf (1993), Escritos I. Adolf Loos, ed. Croquis, p. 58. 70 V. ARQUITECTURA Y SOCIEDAD ANALOGÍA ENTRE LO SOCIAL Y EL ESPACIO, CON RELACIÓN A LA FAMILIA La familia refuerza el poder efectivo de la clase dominante. David Cooper2 Bajo la premisa de que el modo de producción es el que genera la vida social, política e intelectual, manifestaré la analogía entre vivienda y familia. Cuando me refiero al término «vivienda», lo hago pensando en el espacio privado; y a «familia», en referencia a la unidad familiar, nuclear, occidental, monogámica (aunque en la realidad sólo lo sea para la mujer) y burguesa, en la sociedad capitalista actual. La relación de estos dos términos: vivienda y familia, me lleva al análisis del espacio doméstico y cómo éste está predeterminado en referencia a los «mitos», a los roles asignados cultural e ideológicamente a cada una de las personas que constituyen una familia. Un sistema familiar, social y político en que los hombres a través de tradiciones, leyes, costumbres y educación, imponen y trasmiten como per natura la división del trabajo que determina el sometimiento de las mujeres. El espacio de las mujeres queda relegado al privado y doméstico, para que los hombres puedan en el espacio público y ciudadano realizarse como personas. 2. Cooper, David (1971), La muerte de la familia, ed. Paidós, p. 10. 71 Luisa Posadas dice: «Es a través de pactos masculinos como las mujeres quedan relegadas al espacio de las idénticas, como si de una sola mujer se tratase.»3 Actualmente se proyectan o piensan las viviendas con un pensamiento patriarcal, para una familia «tipo», compuesta por unos padres de una edad media, con dos hijos/as, niños/as o adolescentes, es decir para una familia no sólo tradicional sino también detenida en el tiempo. A través de los programas se definen las necesidades «tipo» de la vida doméstica, programas que no están sólo determinados por la especulación, sino también por las formas de vida que, con el paso del tiempo, han generado costumbres, que son culturales e ideológicas. Interviniendo a través de la crítica y la denuncia en estas últimas pautas, se puede tomar conciencia del valor que encierra el programa de necesidades y usos de una vivienda, para generar así nuevas propuestas programáticas. Trataré de hacer un análisis crítico para poder descubrir a través de él, cómo y por qué se han generado estos «espacios o lugares» que nos albergan y si son los más idóneos para vivir o, por el contrario, son espacios «represores» en su concepción y forma. Así, cómo por qué unos lugares son reconocidos más que otros, o por qué lo privado está subordinado a lo público y cuáles han sido las incidencias sociales que han determinado estas valorizaciones que se reflejan o proyectan en la arquitectura. Teresa del Valle dice: «El espacio forma parte de la experiencia cotidiana, y encierra contenidos poderosos para la interpretación social y cultural.»4 Más adelante, dice: «...Puede afirmarse que la presencia de las mujeres en todos los ámbitos está mediatizada por las responsabilidades familiares.»5 Simone de Beauvoir analiza el papel de la mujer en la historia, transcribe la definición de Aristóteles, que define a la mujer como: «La hembra es hembra en virtud de cierta falta de cualidades.»6 Reproduce también a Santo Tomás que decreta que la mujer es: «un hombre frustrado, un ser ocasional.» «La humanidad es macho, y el hombre define a la mujer no en sí, sino respecto a él. El hombre se piensa sin la mujer, la mujer no se piensa sin el hombre. Él es el sujeto, el absoluto: ella es el otro.»7 3. Artículo Luisa Posadas, Sobre pactos entre mujeres, Mujeres en red, [email protected] 4. Valle, Teresa del (1997), Andamios para una nueva arquitectura, ed. Cátedra, p. 25. 5. Ibíd, p. 31. 6. Beauvoir, S. de (1983), El Segundo sexo, los hechos y los mitos, ed. Siglo Veinte, p. 12. 7. Ibíd, p. 12. 72 Más adelante, Simone de Beauvoir, nos dice: Con el advenimiento del patriarcado, el macho reivindica su posteridad, obligando a acordar un papel para la madre en la procreación, pero se admite que ella no hace más que llevar y enriquecer el semen viviente.8 Esta subordinación de un género por otro, ya se manifiesta en las narraciones bíblicas, como dice Silvia Tubert: Según la religión judeo-cristiana, Adán fue creado por un Dios masculino sin la intervención de ningún principio femenino, Eva, al ser creada por Jehová a partir de una costilla de Adán, resulta ser doblemente una criatura del hombre. De este modo, al colocar el principio femenino en un plano de subordinación con respecto al masculino, se expropian las potencialidades del primero para adjudicárselas al segundo: el mito del nacimiento de Eva, pone de manifiesto cómo la creación usurpa las propiedades de la procreación.9 A través de estas usurpaciones y descalificaciones arrastradas durante siglos, que han condicionado a las mujeres y a su comportamiento social, podemos observar cómo los espacios están pensados sólo por el género usurpador. Es así, que, el espacio público como ya hemos visto, en el que se toman las decisiones, está vedado para la mujer que fue siempre reconocida por el hombre que tiene a su lado. Engels, en El origen de la familia nos habla del paso de las comunidades primitivas a la propiedad privada, relacionando la definición de mujer no sólo por su sexualidad, sino también con la estructura económica de la sociedad. La primera división del trabajo es la que se hizo entre el hombre y la mujer para la procreación de los hijos, y hoy puedo añadir: El primer antagonismo de clases que apareció en la historia coincide con el desarrollo del antagonismo entre el hombre y la mujer en la monogamia, y la primera opresión de clases, con la del sexo femenino por el masculino.10 8. Ibíd, p. 33. 9. Tubert, Silvia (1997), «La novela familiar», Revista de Occidente, n.º 199, p. 73. 10. Engels, F. (1982), El origen de la Familia, ed. Mexicanos Unidos S.A., p. 72. 73 Según Simone de Beauvoir, citando a Engels, nos habla: «del paso del régimen comunitario a la propiedad privada... El hombre dueño de los esclavos, de la tierra, se convierte también en propietario de la mujer: ‘Es la gran derrota histórica de la mujer’. Así la suerte de la hembra y del socialismo van ligadas».11 Por esto, no se puede definir a la mujer sólo por su biología, sino también por la economía que se apropia oprimiendo la mente de su biología, de su sexo y de su reproducción. Por eso, los hombres, para demostrar la inferioridad de las mujeres y su sometimiento se han valido de la ciencia, la religión, la psicología, la arquitectura. En el campo de la arquitectura, con la división de los espacios. Esta división entre espacios público y privado genera comportamientos culturales para dominar a las personas en general y a las mujeres en particular. Estos nuevos hábitos de comportamiento hacen que sea posible la existencia del capitalismo, y poder así establecer control y dominio desde lo público a lo privado y la subordinación del último por el primero, como ya se dijo. Es importante para el Estado capitalista que el proletariado esté fijo en un lugar, que tenga un domicilio permanente donde recuperar sus fuerzas, para poder al día siguiente seguir generando plusvalía con su trabajo. Una persona para ser considerada como tal, debe ser una persona documentada y para tener esa documentación debe tener un domicilio, es decir una residencia estable, en la que el Estado pueda controlarla. De cualquier manera, se identifica al hombre con lo público, con el Estado y a la mujer con la vivienda, con la familia, y esta subordinación de lo privado hacia lo público también se establece entre los géneros. Según Georges Bataille, en el Dictionnaire Critique: La arquitectura es la expresión del ser mismo de la sociedad, al igual que la fisonomía humana es la expresión del ser de los individuos. Sin embargo dicho parangón debe relacionarse con la fisonomía de los personajes oficiales (prelados, magistrados, almirantes). En efecto, sólo el ser ideal, ése que ordena y prohíbe con autoridad, es el que se expresa en las composiciones arquitectónicas propiamente dichas.12 11. Beauvoir, S. de (1983), El Segundo Sexo, Los hechos y los mitos, ed. Siglo Veinte, pp. 76-77. 12. A & V, n.º14 (1988), Art. «Lo social contra lo doméstico», p. 10. 74 Esta imposición de lo público y lo privado se refleja en la arquitectura, con el predominio de lo monumental, lo público, lo religioso, lo civil y lo militar frente a lo doméstico. Según Iván Illich: «El tema principal de la historia no es la gente sino la Domus. La casa a un tiempo edificio y familia, liga al hombre y a la mujer a sus posesiones.» Más adelante añade: ...todas las manifestaciones de las mujeres, su ciclo menstrual, la sospecha de embarazo, el hecho de engordar progresivamente, el aborto, el nacimiento y la lactancia eran asuntos de mujeres... La invasión y usurpación del espacio normalizado contradice la naturaleza de la mujer de una manera que no afecta ni podía afectar a la del hombre. La arquitectura unisex es necesariamente machista... Estos diseños colocan a la mujer, a la naturaleza y a sus ritmos, en un doble peligroso: por un lado se malogra su contribución potencial a la creación de un hogar y por el otro se sienten arrojadas del contexto propio de su género.13 Esto explica por qué debemos reivindicar como arquitectas/os a lo doméstico, pero con un nuevo enfoque que se oponga a la dicotomía y separación de lo público y privado, del adentro y del afuera. Es decir, romper la línea divisoria de estos espacios, entremezclándolos, reivindicando un «espacio mixto», un «espacio semipúblico/semiprivado», para romper con tabúes, con ideas que separan las tareas productivas de las improductivas ¿o, acaso el ocio no puede ser productivo?, destruyendo así la idea de vivienda como espacio cerrado, separado con una línea divisoria de lo público. Lugar que se pretende de intimidad, de seguridad, de la familia guardiana del Estado. Familia, donde a la mujer se le adjudica el papel importante de cuidadora, alimentadora, defensora de la salud, de la cultura, de la moral hacia sus miembros, para que éstos puedan servir «dignamente» a lo público, al Estado, pero también a los capitalistas que son en última instancia para los que el Estado gobierna. Mujeres que cuidan y preparan la mano de obra para esos capitalistas. Mujeres que, como siervas o por «amor,» no cobran ningún salario e incluso se las desvaloriza y humilla con esas tareas de servidumbre, cuyo último beneficiario es el Estado burgués, capitalista que se apropia de su mano de obra gratuita. 13. A & V, n.º12 (1987), pp. 28, 30, 31. 75 Si reflexionamos sobre la institución familiar como salvaguardia del sistema capitalista, ello nos lleva a analizar la constitución familiar y los cambios que se han generado en la composición de la misma, para reconocer o entender para quién se está proyectando y cómo son las relaciones entre los miembros que ocupan las viviendas. Vemos que, para Laing, la familia «es un sistema altamente complejo de relaciones e interacciones entre sus miembros,... que ha degenerado en un juego de poder.»14 Para Morgan, La familia es producto del sistema social y reflejará su estado de cultura. Habiéndose mejorado la familia monogámica desde los comienzos de la civilización, y de una manera notable en los tiempos modernos, lícito es por lo menos creer que es capaz de perfeccionamiento ulterior hasta que se consiga la igualdad entre los dos sexos.15 Para Engels, la familia monogámica se instituye para hacer valer la supremacía masculina, para que los que posean puedan transmitir y conservar los bienes de fortuna: La familia monógamica se funda en el poder del hombre con el fin de procrear hijos de una paternidad cierta; y esta paternidad se exige, porque esos hijos en calidad de herederos directos, han de entrar un día en posesión de los bienes de la fortuna paterna. De ahora en adelante, sólo el hombre puede romper este vínculo y repudiar a su mujer.16 Para David Cooper: «la familia refuerza el poder efectivo de la clase gobernante.»17 Según el franciscano, veneciano Fra Paolino, en 1314, «Fagli mestiere a vivere con molti» (con molti, pero no revueltos). Vivir en sociedad quiere decir participar en tres medios ensamblados entre sí: la gran comunidad política (ciudad, reino o distrito), el grupo de vecindad (vecinato) y la casa.18 14. Laing, R. D. (1982), El cuestionamiento de la familia, ed. Paidós contratapa. 15. Engels, F. (1982), El origen de la familia, ed. Mexicanos Unidos S. A., p. 93. 16. Ibíd, p. 68. 17. Cooper, D. (1971), La muerte de la familia, ed. Paidós, p. 10. 18. Ariès-Duby (1987), Historia de la Vida Privada, Tomo 2, ed. Taurus, p. 163. 76 Siempre se ha dicho que el ser humano es un ser social, pero lo que aquí se cuestiona es si estas relaciones y vinculaciones anteriores son las únicas posibles. Por lo cual, hay que analizar no sólo las relaciones familiares, sino también las interfamiliares (tíos, abuelos, primos...). Casarse, significa además de realizar alianzas familiares que abarcan varias generaciones, una cuestión de Estado, pues éste regula los casamientos mediante un contrato económico que se efectúa ante un juez, que establece la división de roles y obligaciones «Tú debes mantener..., tú debes de seguirlo en la enfermedad, en lo bueno y en lo malo...» Es así como la Iglesia, acomodaticia en todas las épocas, (para preservar su patrimonio), forma parte de lo público regulando también la institución familiar. Una casa, un hogar, es algo que hay que cuidar y gobernar porque existe el patrimonio y los hijos (que son los futuros herederos de ese capital). Es así, como se forma una relación familiar donde se mezcla lo económico y lo afectivo, generándose unos vínculos basados en el afecto, pero también en la propiedad privada. La máxima autoridad la ejerce el pater familias por lo que los demás miembros de la familia deben llevar hasta su nombre. Como dice JosepVicent Marqués: El amor para las mujeres es un mal negocio... La esencia social del amor parece ser la de reventar los precios del mercado laboral, impulsar alegremente hacia la explotación a los acordes de la marcha nupcial.19 Vemos, cómo la relación familiar condiciona de tal manera a las mujeres que quedan «sin» vida propia, sometidas sólo al proyecto de vida familiar, reduciéndose su persona al entorno del espacio privado, espacio que tampoco le pertenece ya que siempre está al servicio de los demás miembros familiares. Como dice Trostki: «El caparazón de los prejuicios familiares en las actitudes del jefe de familia hacia la mujer y el niño, ha sido formada en milenios y no en siglos.»20 Observamos que existen diferencias entre sociedades según su mayor o menor desarrollo, ya que en las más desarrolladas el Estado interviene para cubrir las necesidades familiares con instituciones, residencias. 19. Revista La Mujer, n.º 10 (1986), Instituto de la Mujer, p. 28. 20. Trostki, León (1977), Mujer, Familia y Revolución, ed. Rojas, n.º 23, p. 33. 77 Actualmente, surge una nueva característica puesto que nunca un niño ha tenido tan pocos hermanos y primos y tantos abuelos vivos. Este cambio, producido por el alargamiento de la vida, también conlleva nuevos condicionantes, sobre todo cuando el Estado se desentiende de ellos y se soluciona a través del trabajo «invisible» en las mujeres. Otra de las transformaciones se produce con la emancipación de muchas mujeres que ya no toleran tantas «desigualdades» y viven de forma independiente.21 Según Alejandra Kollontai: «...hay que reorganizar la vida cotidiana, sobre nuevas bases colectivas, en que el trabajo doméstico y la maternidad sean socializados y asumidos por la colectividad.»22 Debemos buscar nuevas formas de relacionarnos, nuevas formas de vida, donde los habitáculos se adapten a estos cambios, produciéndose así con esto nuevas relaciones, más libres, menos perjudiciales, de mayor libertad. Donde las mujeres se liberen de los «roles» establecidos, dando a las actividades que se les asigna el valor de «productivas» y ajenas a los sexos, constituyéndolas en servicios terciarios, pero sobre todo romper con la soledad y el individualismo imperante a través de nuevos planteos arquitectónicos y de nuevas búsquedas de prototipos habitacionales que se adapten a estas nuevas tendencias sociales; tendencias que están íntimamente ligadas al modo de producción imperante que determina lo social, lo cultural. Sólo un cambio económico, político e ideológico nos podrá liberar de la familia actual (basada en la propiedad privada) y de los modos de relacionarnos, nunca será sólo a través de la arquitectura, como soñaba el utópico Le Corbusier. De esta forma, como dice Engels, la «familia» dará el salto del dominio de la necesidad al dominio de la libertad.23 21. «En Barcelona un 40% de la población viven solos/as o en familias monoparentales», El País, 19/11/97. 22. Miguel, Ana de (2001), Alejandra Kollontai, ed. del Orto, p. 41. 23. Trostki, León (1977), Mujer, familia y Revolución, ed. Rojas, n.º 23, p. 19. 78 VI. ARQUITECTURA Y USOS VALORES Y USOS DIFERENCIADOS EN EL ESPACIO PRIVADO Los hombres son la presencia en el espacio mientras las mujeres son la insignificancia Pierre Bourdieu1 Reflexiones sobre la valorizacion de los lugares y de los elementos que conforman los espacios en una vivienda, demostrando que el valor y el reconocimiento no dependen de su uso, sino de «quién» y «cómo» se usan Si bien Loos, como ya se dijo, escribe que «la casa es conservadora»,2 ya es con Aristóteles, cuando éste plantea la defensa de la distribución funcional de las tareas y ocupaciones entre varones y mujeres, donde confía a éstas la administración de lo doméstico: ¿Quién atendería a la administración de la casa? Es absurdo tratar de ejemplificar con el caso de los animales para mostrar que las mujeres pueden tener las mismas ocupaciones que los hombres, pues los animales no tienen casa que administrar.3 1. P. Bourdieu, citado en (2000), Género. Identidad y lugar, ed. Cátedra, p. 70. 2. Astrágalo, n.º 5, noviembre (1996), p. 95. 3. Mientras Tanto, n.º 42 (1979), p. 54. 79 O, como dice Fray Luis de León, en La Perfecta casada: ¿No dijimos arriba que el fin para que ordenó Dios a la mujer, y se la dio por compañía al marido, fue para que le guardase la casa, y para que lo que él ganase en los oficios y contrataciones de fuera, traído a casa, lo tuviese en guarda la mujer y fuese su llave?... Y pues nos las dotó Dios ni del ingenio que piden los negocios mayores, ni de fuerzas las que son menester para la guerra y el campo, mídase con lo que son y conténtense con lo que es su suerte, y entiendan en su casa y anden en ella, pues las hizo Dios para ella sola.4 Así mismo, vemos como anteriormente, Vitruvio en Los diez libros de Arquitectura, ya citado, enuncia cómo deben ser las viviendas según la categoría y el prestigio del dueño de casa (según sea abogado, banquero, etc.)5 y nos demuestra como la vivienda representa el poder del pater familias y el prestigio de éste en la sociedad. Estas valorizaciones se siguen manteniendo en la actualidad, ya que los espacios sólo han sido pensados y determinados bajo una sola mirada, la del hombre. Y donde su reconocimiento surge por un determinismo donde impera la dicotomía entre los géneros y por ende de los espacios, donde un género es la antítesis y la negación del otro y no su igual. En este sentido los espacios han sido concebidos separándolos o dividiéndolos en exterior e interior, fraccionando así, lo público (desconocido) de lo privado (afectivo, seguro). La vivienda, a su vez también ha sido fraccionada y articulada en espacios para habitar. Viviendas privadas, adosadas, aisladas, pero en las que en todas se dividen los ambientes y representan (en general) lo mismo para la mujer su aislamiento, su soledad, su explotación y frustración. Viviendas que además, siempre están pensadas con programas inamovibles, como si las familias fueran «piezas» de la sociedad en las que no discurriera el tiempo. Tiempo, que también se mide en productivo y valorizado, el del trabajo remunerado y en improductivo y por ende desvalorizado, el de las tareas domésticas, de las que se dicen que el realizarlas «es perder el tiempo», cuando en realidad es un tiempo y unas tareas que deben compartir los géneros para así poder superarse la dicotomía entre las activi- 4. Fray Luis de León (1996), La perfecta casada, cap. XVII, Astrágalo, n.º 5, p. 77. 5. Vitruvio (1995), Los diez libros de Arquitectura, ed. Iberia, p. 152. 80 dades privadas y públicas, al igual que la valorización de los tiempos que conlleva el ejecutarlas. A partir del siglo XIX se ha ido fraccionando el espacio de las viviendas, como ya hemos visto, debido a las distintas funciones que se empiezan a dar en ella, cambio originado por los nuevos hábitos impuestos de comportamiento. Al quedar compartimentada la vivienda en distintos ambientes, surge un valor diferenciado en los mismos, reconociendo y valorando unos espacios más que otros, por ejemplo entre la cocina y el estar, o entre la cocina y el estudio. Esta valorización se da y está en función del «sexo» que lo usa o con la identificación del usuario de esos espacios, donde el valor y el significado están determinados como hemos visto, por concepciones culturales, y es ahí donde hay que incidir para romper con esos patrones culturales, (que vienen desde la antigüedad) y con la dicotomía que proponen entre los géneros, entre lo público-privado, entre lo exterior-interior. Vemos entonces, que el valor de un espacio ésta determinado por la cultura dominante, y su reconocimiento está dado NO por el uso que se haga de él, sino por quién, por qué género lo usa o lo habita. Los espacios no representan a la mujer, ya que los habita pero siempre para estar al servicio de los demás y nunca en posición de sí misma. Como dice Françoise Collin: «De lo que las mujeres están privadas es de la privacidad».6 Lo que nos demuestra por qué el espacio privado no les pertenece a las mujeres y sí sigue perteneciendole al hombre. Los lugares pueden pasar de ser considerados públicos a ser considerados privados, y de productivos a improductivos o viceversa, y su valorización y su reconocimiento varía también en el tiempo. En el estudio que he realizado sobre la diferenciación de los ambientes que conforman una vivienda, se confirman los anteriores conceptos en los siguientes ejemplos: Los lavaderos antiguamente constituían un lugar de relación, de comunicación y de intercambio entre las mujeres. Eran un lugar público, exterior y de sociabilidad. Luego, incorporados a las viviendas siguen siendo unos lugares desvalorizados y siguen formando parte de las tareas del «trabajo do- 6. Collin, Francoise (1995), Ciudad y Mujer, ed. Seminario Permanente Ciudad y Mujer, pp. 235-236. 81 Casa Curutchet, 1949. méstico» no remunerado y considerado por lo tanto «improductivo», pero ahora su uso es privado, interior y aislado. Actualmente, surgen las lavanderías como «servicios,» pasando así, a ser un trabajo público, exterior, remunerado y por lo tanto considerado ahora productivo, realizado indistintamente por hombres o mujeres. Estos cambios se producen al modificarse los modelos tradicionales de convivencia, ya que muchos hombres viven solos y necesitan de este servicio, así como de otras tareas terciarias como peluquerías, restaurantes, etc. Las fuentes de agua constituyen un ejemplo similar al anterior. Antiguamente, las mujeres iban en busca de agua a un lugar público, exterior, de comunicación y encuentro por lo tanto social, donde ellas rompían con el aislamiento doméstico. En Barcelona muchas casas de algunos barrios no dispusieron de agua corriente o de depósito hasta principios del siglo XX. Esto supuso un avance en la higiene y en la realización de las tareas domésticas, pero también trajo mayor aislamiento a las mujeres. Pasando entonces a ser un servicio privado, interior, aislado y de pago. Las cocinas, sufrieron cambios importantes. En el siglo XVIII, en Cataluña, en las casas artesanas se realizaban conjuntamente las tareas productoras y las reproductoras, es decir, las tareas consideradas remuneradas y las no remuneradas. Al separarse estas actividades, por lo general, (en Barcelona) se ubican las tareas artesanas en la planta baja, pasando la planta alta a constituir el lugar para vivir. Surge así la vivienda privada, en la que se aisla a las mujeres, separadas de las tareas consideradas productivas, o asumiendo ambas tareas a la vez, aunque sólo una de ellas es la que la representa, dada la siempre aparente invisibilidad de los trabajos que ejecutan las mujeres. 82 Cocina de la villa Stein Garches, 1927. Unidad de habitación de Marsella, 1952. La cocina queda además, con el tiempo separada de los otros ambientes que conforman la vivienda, pasando a ocupar diferentes lugares de importancia dentro de la casa y variando también su dimensión. La cocina, lugar de preparación de alimentos, lugar de servidumbre, ha sido el lugar que más ha sufrido cambios con la introducción de la energía y los electrodomésticos; estas innovaciones no han liberado a las mujeres, las han mantenido las mismas horas de trabajo, exigiéndoseles mayor eficacia y convirtiendo al ama de casa en una «perfecta empleada de sí misma.»7 Por tanto la tarea diaria de cocinar, mantener y proveer de energías a los miembros que constituyen una familia, es considerada privada, interior, aislada e «improductiva» ya que no es remunerada y se encuentra desvalorizada. Al industrializarse la comida, es decir cuando se comercializa, pasa a ser remunerada y se considera «productiva», pública, exterior y valorada. Teresa del Valle, nos compara la comida cotidiana con la de los grandes chef: «Los hombres publicitan lo privado mediante la usurpación de unos saberes que provienen del ámbito doméstico y que pertenecen a las mujeres.»8 En este caso, éstas son valoradas, remuneradas y por lo tanto consideradas productivas y sobre todo reconocidas. En el siglo XVII, surge en Francia el deseo de «dormir en privado, de comer en privado, de realizar los ritos sociales y religiosos en privado, pensar en privado, funciones que llegan hasta la cocina.»9 7. Gaviria, Carmen (1996), Astrágalo, n.º 5, p. 79. 8. Valle, Teresa del (1997), Andamios para una nueva ciudad, ed. Cátedra, p. 72. 9. Mumford (1966), La Ciudad en la Historia, ed. Infinito, p. 348. 83 Unidad de habitación de Marsella, 1952. Los dormitorios, antiguamente eran un lugar para recibir. Las alcobas tenían bancos, mesas, lugares para estar, lugares que se confundían con las salas, donde las señoras dormían con las doncellas y los señores con los criados. Las camas privadas y luego las camas con cortinas (para privatizar las relaciones sexuales y conservar el calor), precedieron a los dormitorios privados. Es uno de los espacios que más se privatizo desde la Edad Media. Según distintos textos de los siglos XV, XVI, XVIII, como en la selección de «Les Règles de la Bienséance et de la Civilité Chrétienne: «No debemos... desnudarnos, ni acostarnos ante persona alguna; y desde luego a menos que estemos casados, no debemos acostarnos ante persona del sexo contrario.»10 Por supuesto, que estas normas eran para las mujeres, ya que la monogamia nunca fue impuesta para el género masculino. Actualmente, los dormitorios están pensados para habitarlos pocas horas del día. En el caso de la mujer es un espacio para compartir, para dormir y no para estar. Excepto los de los niños, que en ese caso pueden ser usados como lugar de estudio o de juego. Los estares, el salón, el lugar para recibir, el lugar de amigos, para compartir con las visitas. Donde generalmente está la TV, el teléfono, el equipo de música y en el que raramente habita la mujer. Antiguamente estaba representado por el atrio o el peristilo, que era el corazón de la parte pública de la vivienda que servía para acoger a los visitantes. El tamaño y la cantidad de columnatas, eran los elementos que daban categoría o estatus diferentes al dueño de casa, ya que era el lugar donde éste 10. A & V, n.º 14 (1988), Norbert Elias, p. 18. 84 Unidad de habitación de Marsella, 1952. Charlotte Perriand, Le Corbusier y Pierre Jeanneret, los aparatos multifuncionales de la firma Jacob Dela. Exposición Internacional de 1973. daba las recepciones. El importante papel jugado por este espacio estaba en la afirmación del prestigio del propietario de cara a los visitantes.11 Los baños, baños de vapor y de agua no eran sólo para la higiene, también se los utilizaba como fuente de placer. A partir del siglo XIX, se los relaciona con la higiene y la prevención de enfermedades. Podríamos mencionar los baños públicos, pero en realidad el baño en todas las épocas ha representado a lo privado. El baño delimita el espacio de la intimidad, un espacio y un tiempo reservado a lo personal. Lugar de higiene, y tal vez uno de los pocos espacios donde la mujer (previo cerrojo) encuentra privacidad por momentos, hasta que «alguien» llame a la puerta... Los trasteros, antiguamente, eran las bodegas o los sótanos, actualmente surgen por la falta de espacio en las viviendas. Son lugares donde se guarda lo que no sirve, o no se valora, tal vez por esto es muy «significativa» la cubierta de este trabajo. Otro de los ambientes que integran una vivienda y con el que se identifica a las mujeres, es con los balcones, lugar donde según Luis Fernández Galiano se ve la diferencia entre un uso masculino y otro femenino: Si el hombre hace de él una tribuna desde la que pronuncia arengas o en la que ostenta leyendas o banderas, la mujer lo utiliza como un palco sobre la calle ajetreada. El balcón masculino se proyecta afirmativo so- 11. Ariès-Duby (1987), Historia de la vida privada, Tomo I, ed. Taurus, p. 353. 85 Unidad de habitación de Marsella, 1952. Casa Curutchet, 1949. bre el dominio público; el balcón femenino explora las delicadas membranas que separan la casa del mundo. Un ejemplo histórico lo proporciona Albert Speer, cuando comenta cómo Hitler lo utilizaba para asomarse, mostrarse y arengar a las masas,12 al igual que otros políticos. En el caso de las mujeres, además de colocar y cuidar de las flores —tarea considerada femenina— es para asomarse y en este caso, en forma negativa o desvalorizada. Es donde se le manifiesta la clara relación y separación entre el exterior y el interior, entre lo privado y lo seguro en contraposición de lo público y lo inseguro de la ciudad. Vemos así, cómo varía claramente el reconocimiento y el significado de un espacio y su valorización según «quién» y «cómo» se usa. Las escaleras y las rampas no sólo sirven para enlazar la verticalidad, sino que también manifiestan la relación de subir y de bajar, de entrar y de salir, de relacionar el exterior con el interior, lo público con lo privado, constituyen sobre todo, un lugar de paso, al igual que los pasillos que unirían horizontalmente los espacios. Son los «lugares» que representan «el papel de la mujer dentro de la vivienda,» ya que son los que sirven para unir, enlazar, comunicar y «controlar» a los demás espacios o lugares que conforman una vivienda, pero que en sí no constituyen un «espacio propio». Esta semejanza o metáfora entre mujer y pasillo, o mujer y escalera, se manifiesta claramente cuando reafirmo que si bien la mujer pasa más tiempo en la vivienda, este espacio interior, privado no la representa, pues ella nunca está en posición de sí misma sino al servicio de los demás. 12. Teuber, Calatrava, Pizza y otros (1996), «Baudelaire», Sileno, vol. 1, p. 31. 86 Casa Curutchet, 1949. El jardín o su sustituto (el balcón) es el lugar donde muchas mujeres encuentran creatividad, energía con el cuidado de la naturaleza, pero son espacios que raramente han sido pensados o concebidos en esos términos. Tanto en el caso de los jardines, como en las de las cocinas y los pasillos... son lugares en los que las mujeres deben ser las cuidadoras, las que embellecen la casa para el uso y disfrute de los demás miembros de la familia. Aunque Bachelard, en su libro «La poética del espacio» hace la siguiente comparación: La casa de los hombres se abre al mundo... la casa de las mujeres a la renovación cotidiana de la limpieza y que superando las interpretaciones psicoanalíticas se puede sentir cómo un ser humano se entrega a las cosas y se apropia de las cosas perfeccionando su belleza.13 Pienso que este autor, además de superar las interpretaciones psicoanalíticas, debería escuchar a las mujeres de una fábrica, en lucha, cuando dicen, entre otras reivindicaciones: Estamos hartas de las filosofías machistas, de que nuestro lugar natural es la casa, al cuidado del marido y de los niños y niñas. Tenemos derecho a romper con el papel de esposas y madres a que nos quieren relegar, encerradas en las cuatro paredes de la casa y dependiendo de maridos, padres, hijos e hijas.14 13. Bachelard, G. (1965), La poética del espacio, ed. Fondo de Cultura Económica, p. 102. 14. Valle, T. del (1997), Andamios para una nueva ciudad, ed. Cátedra, p. 216. 87 Casa Curutchet, 1949. O haber leído, el siguiente escrito: Las mujeres permanecen en la esclavitud casera, son esclavas del hogar, viven agobiadas por la labor más mezquina, más ingrata, más dura y más embrutecedora: la de la cocina y, en general, la de la economía doméstica familiar individual.15 Las ventanas, enuncian el límite o la separación entre el exterior y el interior; su relación dentro-fuera, es exclusivamente para mirar el exterior y no para mirar hacia adentro. Es un elemento que además de iluminar y ventilar es de entretenimiento y de búsqueda del exterior, resguardado y protegido por la diferencia de alturas o por las persianas que protegen de las miradas ajenas. En este sentido se caricaturiza y relaciona a la mujer mirando, «espiando» por la ventana de manera ociosa. De ahí que Loos, para justificar sus interiores, donde las ventanas son de vidrio mate, y sólo existen para dejar pasar la luz y no la mirada, le dice a Le Corbusier: «Ningún hombre culto mira por las ventanas.»16 Acción desvalorizada por vincularse con la mujer, que si la realiza, es en busca de ese exterior históricamente negado. (Como ya he mencionado en la parte segunda del libro). Las puertas, según García Martín, definen el espacio doméstico como «aquel que va desde la puerta de la calle a la vivienda y que propicia las relaciones 15. Lenin, V. I. (1973), Acerca del papel de la mujer en la sociedad, ed. Agencia de Prensa Nóvosti, p. 47. 16. Colomina, B. (1997), Sexualitat i espai, ed. UPC, p. 58. 88 Casa Curutchet, 1949. Unidad de habitación de Marsella, 1952. familiares, y entiende por espacio exterior, todo lo que está afuera de la edificación.»17 Las puertas señalan una separación precisa, que da protección y seguridad, (puertas blindadas, timbres, porteros eléctricos, rejas...) que preservan la propiedad, así como la moral. Son los elementos que más claramente delimitan el exterior del interior, produciendo aislamiento y dando privacidad dentro de la privacidad. El poema que mejor las define es el de Albert- Birot: ¿Quién vendrá a llamar a mi puerta? Puerta abierta, se entra. Puerta cerrada, un antro. El mundo llama del otro lado de mi puerta.18 De cualquier manera, se identifica al hombre con lo público, con el Estado y a la mujer con la vivienda, con la familia, y esta subordinación de lo privado hacia lo público también se da por establecida entre los géneros. Virginia Woolf comenta el dominio de lo masculino en su alegato contra la guerra en Las Tres Guineas (1938), y escribe: En un espacio bastante pequeño se amontonan San Pablo, el Banco de Inglaterra, el Ayuntamiento, los Tribunales de Justicia enormes y fúnebres y, al otro lado, la Abadía de Westminster y los edificios del Parlamento. Allí (...) han pasado su vida nuestros padres y nuestros herma- 17. Valle, T. del (1997), Andamios para una nueva ciudad, ed. Cátedra, p. 47. 18. Bachelard (1965), La poética del espacio, ed. Fondo de Cultura Económica, p. 33. 89 nos, durante cientos de años han subido esos peldaños, han atravesado esas puertas y han ascendido a esos púlpitos, para predicar, hacer dinero y administrar justicia.19 Paradójicamente, la mujer manifiesta una mayor pertenencia de lugar en el espacio público que en el espacio doméstico, ya que le supone liberarse de la opresión doméstica y cotidiana. Se comprueba, entonces, que los espacios están sexuados, tienen carácter de género, puesto que sólo están pensados y lo poseen los hombres, (es decir el género masculino) que son los que disponen de los mismos. Sólo una revolución económica y social podrá transformar la vida cotidiana y las costumbres, rompiendo así con la división de los espacios y logrando una nueva relación entre los sexos y una nueva concepción del mundo. 19. V. Woolf, citada por L. Mc Dowell (2000) en Género, identidad y lugar, ed. Cátedra, p. 214. 90 VII. ARQUITECTURA Y ECONOMÍA TRABAJO PRODUCTIVO / TRABAJO IMPRODUCTIVO ESPACIO PÚBLICO / ESPACIO PRIVADO En materia de género los empleos no son neutrales.1 Linda Mc Dowell La dominación masculina se afirma en las estructuras sociales y en las actividades productivas y reproductivas, y se basan en la división sexual del trabajo de producción y reproducción.2 Pierre Bourdieu Al analizar las transformaciones que se produjeron en la arquitectura, en el transcurso de los siglo XVIII al XX, y relacionarlas con los cambios económicos, sociales, de comportamiento, tecnológicos, etc., hemos comprobado que el espacio o la arquitectura sólo han sido pensados en función de la autoridad del pater familias. Observamos, entonces, que si se cambia el modo de producción económico, la arquitectura cambiará también su concepción cultural y por ende su expresión, ya que éste la determina. 1. Mc Dowell, Linda (2000), Género, identidad y lugar, ed. Cátedra, p. 200. 2. Bourdieu, P. (2000), La Dominación masculina, ed. Anagrama, p. 49. 91 Al relacionar tareas (trabajos) y espacios que las conforman, vemos que si aquellas cambian su función y valorización, es decir, de ser tareas consideradas improductivas pasan a ser tareas consideradas productivas, también la arquitectura cambiará su «significado» y las relaciones formales entre los espacios exterior-interior. Por esto, no podemos valorar a la arquitectura en sí o por sí misma, sin «ver» su relación dialéctica con el modo de producción de cada época que la determina. Del mismo modo debemos analizar las relaciones humanas que se generan a través de la superestructura que transmite cambios en la cultura, en el pensamiento, en definitiva en los valores éticos y de comportamiento. Existe, por tanto, una relación directa entre la arquitectura y la formación de los espacios con la sociedad y los valores que la superestructura nos transmite. Según la ideología dominante patriarcal, el lugar natural de la mujer es el hogar y la maternidad. Es así como el trabajo no remunerado, el trabajo asistencial se le confiere y recae en las mujeres, cuyo tiempo se desvaloriza, generando una desigualdad genérica que rebaja y relega a las mujeres a la marginalidad. Alejandra Kollontai, nos dice: «La mujer nueva como tipo generalizado resulta ser el producto de la evolución de las relaciones de producción y de la incorporación de la fuerza de trabajo femenina en el mercado asalariado.»3 Así es como surge la doble jornada laboral, según Kollontai «la rapacidad del capitalismo no tiene límites a la hora de explotar a las mujeres.»4 3. Miguel, Ana de (2001), Alejandra Kollontai, ed. del Orto, p. 27. 4. Ibíd, p. 37. 92 Bebel nos dice, en La Mujer y el socialismo: El carácter dócil y sumiso de las mujeres, su mayor paciencia y destreza y su abnegación de madres, las convertiría en las trabajadoras ideales, soportarían cualquier condición laboral y con un sueldo inferior al de los varones.5 Si bien se considera que el trabajo es un castigo, pero a su vez un privilegio o un derecho al que muchas mujeres quieren acceder a pesar de la «doble jornada.» Pues se considera, que quién cambia trabajo por dinero es libre. Aunque como dice Wanda Tommasi, en el libro «Una revolución inesperada: «Nada es garantía de libertad, sino la propia libertad.»6 Alejandra Kollontai, dice: «El trabajo es para las mujeres un embrión de autonomía personal.»7 Las mujeres, con la doble jornada, deben organizar su tiempo, dividido entre tiempo mercantilizado y tiempo social para poder conciliar su vida familiar con la jornada laboral. Si bien, es sabido que la situación de la mujer y sus derechos políticos y sociales dependen principalmente del lugar que ésta ocupa en la producción, es decir, de la clase social a la que pertenece. Celia Amorós dice: «La mujer en la medida en que siempre es un trabajador posible cuando no trabaja, es también, cuando está trabajando, un parado latente.»8 Por esto, son las primeras en perder sus puestos de trabajo cuando surgen las crisis capitalistas, ya que se considera que siempre les queda el trabajo del hogar. Debemos remarcar o señalar las distintas concepciones que tienen las mujeres y los hombres sobre el trabajo. Mientras que para los hombres todo se mide a través del dinero (trabajo productivo que genera plusvalía), para las mujeres las relaciones familiares, sociales y el trabajo invisible que conllevan, son importantes aunque el capital las desvalorice y las convierta en tareas improductivas, con su visión mercantil. Es por esto, que también son diferentes las concepciones que tienen hombres y mujeres sobre el tiempo. Mientras los hombres lo consideran directamente proporcional a la ganancia «productiva», o sea, a los ingresos, 5. Ibíd, p. 37. 6. Butarelli, Tommasi (2001), Una revolución inesperada, ed. Narcea, p. 117. 7. Miguel, Ana de (2001), Alejandra Kollontai, ed. del Orto, p. 37 8. Ibíd, p. 38. 93 al dinero, al prestigio y al poder; para las mujeres, el tiempo de dar (parir, amamantar, cuidar...) en lo doméstico, en lo social, es el tiempo de la vida, en el que no hay intercambio de dinero, y el que las mujeres valoramos aunque el capitalismo lo desvalorice y lo considere improductivo en términos mercantiles, aunque en última instancia se aprovecha de él. Tiempo desvalorizado, en el que las mujeres debemos conciliar y organizar con la doble jornada que conlleva, ya que parecería que somos las únicas que deben renunciar a sí mismas, o deben reorganizarse en lo que se considera privado y público. Existe un valor «simbólico» generado con la división del trabajo entre los sexos, es decir entre el trabajo del cuerpo o reproductivo y el trabajo de las manos o productivo, donde el primero se lo relaciona con la tierra, con lo animal, mientras al otro se lo vincula a la lucha por la vida, a la ciencia, a la cultura. Es imprescindible, por tanto, cambiar el valor de lo simbólico, valorando el trabajo de dar, de cuidar. Trabajo invisible, que realizan generalmente las mujeres de forma gratuita, es decir, sin intercambio económico. Trabajo de la vida al que hay que darle otro significado, más relevante, pues es el que le da sentido a la misma vida. Vemos también en el trabajo, (como en los demás temas tratados anteriormente, pintura, literatura, arquitectura), una visión histórica androcéntrica, moviéndose siempre entre los binomios de productivo/improductivo, binomio impuesto por el orden masculino. Es por esto, que es importante una nueva valorización y reinterpretación sobre el trabajo y el tiempo y las valorizaciones económicas que conllevan. Ante este abismo que se abrió entre lo público y lo privado, donde el trabajo productivo ha sido designado al hombre y el reproductivo a la mujer, sólo nos queda romper la línea divisoria entre las esferas públicas y privadas, entre el Estado y la familia, entre el mercado y la sociedad. Proponiéndose no sólo un reparto de tareas entre los sexos, sino una valorización distinta de las mismas, lo que se lograría con una nueva solidaridad entre los sexos con igual participación en la cultura de la asistencia. Se trata de establecer una relación directa entre los espacios públicoprivado y las tareas consideradas productivas-improductivas (remuneradas-no remuneradas), llegando a la conclusión de que si interviniésemos en estas últimas, valorando y considerando a todas las tareas como productivas, también se incidiría indirectamente en el uso del espacio, rompiendo con la división de los espacios interior-exterior, público-privado, dentro-fuera. Según Kollontai: 94 Una de las tareas más urgentes es encontrar modos de organización colectiva, reorganizando la vida cotidiana de manera que el «improductivo» trabajo doméstico no absorba las energías y el tiempo femenino.9 Más adelante nos dice: No basta con abolir la propiedad privada y que las mujeres se incorporen a la producción: es necesaria una revolución de la vida cotidiana y de las costumbres, forjar una nueva concepción del mundo y, muy especialmente, una nueva relación entre los sexos.10 9. Ibíd, p. 53. 10. Ibíd, p. 21. 95 96 CONCLUSIONES Lo quiero todo: amor, hijos, aventura, intimidad, trabajo... Virginia Woolf1 En esta investigación, a través de los distintos capítulos, he tratado de desvelar los «mitos» que se nos han trasmitido como válidos, reales, neutros en referencia al uso y división del espacio y en relación con los géneros, llegando a las siguientes conclusiones: 1. No se trata de hacer de la mujer una «víctima», sino de hacer una investigación rigurosa dirigida a desvelar aspectos poco estudiados en referencia al uso y valor de los espacios que habitamos. 2. Los espacios público/privado, exterior/interior son espacios sexuados, pero sólo pertenecen al género masculino al no estar pensados ni apropiados por las mujeres. 3. La forma en que concebimos los espacios está relacionada con los hábitos impuestos por el Estado, la sociedad y la familia, estructuras que reafirman el poder capitalista y patriarcal. 4. Existe una relación directa entre la arquitectura y la formación de los espacios con la sociedad, y los valores que la superestructura nos transmite. 5. Se trata de establecer una relación directa entre los espacios públicoprivado y las tareas consideradas productivas-improductivas (remuneradas-no remuneradas), llegando a la conclusión de que si interviniése- 1. Virginia Woolf, citada por A. Serrano da Haro (2000), en Mujeres en el arte, ed. Plaza & Janes, p. 91. 97 mos en estas últimas valorando y considerando todas las tareas como productivas, también se incidiría indirectamente en el uso del espacio, rompiendo con las divisiones interior-exterior, público-privado, dentro-fuera. 6. Existe una clara referencia histórica y actual entre género, arquitectura y política con relación al espacio, razón por la cual al capitalismo le interesa por cuestiones económicas mantener o modificar pero en pro de su supervivencia, el uso y forma del mismo. Sólo con un cambio económico y social que transforme las estructuras de dominación, se transformarán y cambiarán también las relaciones humanas y, por ende, la formación del espacio que habitamos. 98 PROPUESTA Transfórmese el hombre y con él se transformara la arquitectura. José Martí1 Esta propuesta pretende cuestionar las relaciones y vinculaciones sociales existentes. Es decir clarificar y establecer los límites entre lo público y lo privado; y dentro de lo privado, entre lo social y lo individual. Así como los límites que separan las valorizaciones entre lo productivo y lo improductivo. Estas ideas se plantean a un nivel general, pretendiendo ser un indicador y una clave de investigación futura. Se basan en la transformación del diseño tradicional de las viviendas, lo que produciría indudablemente la transformación también de la ciudad. O sea, cambiar la relación públicoprivado, tratando de introducir la ciudad dentro de la vivienda, generando fachadas interiores, calles, pasarelas, rompiendo asimismo con la idea de exterior-interior «abriendo» la fachada a la calle generando transparencia y comunicación entre los espacios. Aclarando, por un lado, que no se puede cambiar lo privado sin tener en cuenta lo público, que es donde se toman las decisiones. Y por otro, que no se trataría de integrar los espacios sólo por medio de las formas, es decir ventanales que den transparencias o aberturas, sino ir más allá cambiando los programas establecidos sobre la base de la familia tradicional y los roles que se generan en ella. Si bien reivindico «un lugar propio» al que todas las personas tienen derecho, sí podemos «abrir» esa idea de privacidad con algunos lugares comunes, como servicios y equipamientos colectivos, lo que supondría socia- 1. José Martí, citado por Segre, R. (2000) en Astrágalo, n.º 14 (2000), p. 135. 99 lizar las «tareas domésticas.» Estos cambios se podrían dar en este sistema en «conjuntos privados», pero no pensando en la vivienda en forma aislada sino en viviendas plurifamiliares, donde ciertos espacios, los más sociales, se compartirían, transformando así el individualismo imperante y rompiendo con la idea de espacio público-privado. Es decir, compartir cocinas, lavaderos, salas de estar, comedores, lugares de estudio, de recreación, de ocio, etc. De esta forma pasarían las tareas y lugares considerados privados e improductivos a ser considerados «semipúblicas» y productivas, en las que se podrían compartir por ejemplo: salas de estar (para romper con el aislamiento de muchas personas), salas de lectura, salas de ordenadores, salas de estudios para los niños (para las que se podrían contratar profesores, educadores o pedagogos); comedores (en los que se podría solicitar comidas preparadas), o cocinas, lavaderos... en los que se podría contratar personal especializado que realizaran estas tareas consideradas «improductivas» (las domésticas) para que pasasen de esta forma a considerarse «trabajos», con un salario y otorgarles así un valor de productivas. Esto supondría un primer paso para romper con la división del trabajo entre los sexos, para re-valorar a estas tareas y conferirles así el valor de «productivas». Si bien considero que el espacio no tiene «sexo», sí lo tiene el uso de los mismos, que es lo que define la división sexual del espacio y se da entre lo público y lo privado e incluso dentro de lo privado. Es por lo que la división de los espacios se rompe al atacar la división de las tareas. La división del trabajo entre hombres y mujeres fue el origen de la distinta concepción y división de los espacios, por lo que reafirmo que es ahí donde hay que incidir. Se trata entonces de repensar el espacio, (tanto el público como el privado) para que no esté generado por «roles» establecidos en función de los sexos, sino por opciones individuales. Se plantea que estos «prototipos» no sean una fantasía, ya que la propiedad privada sigue existiendo, por lo que se sugiere su construcción ya que pueden convivir con los conjuntos plurifamiliares actuales, individualistas y especulativos. Estos prototipos podrían ser organizados por organismos públicos o cooperativas de Sindicatos, ya que sería difícil contar con promotores privados en estos momentos. Si se considerasen a todos los trabajos como «productivos», se transgrediría la idea de espacio interior-espacio exterior, de espacio privado-espacio público logrando así una mayor igualdad, una mejor calidad de vida entre las personas. Pienso que no es una «utopía» ya que la idea de familia está cambiando, al igual que el «rol» de las mujeres, por esto es el momento de incidir crean- 100 do espacios más adecuados de lo que nos beneficiaríamos en última instancia todas las personas, hombres y mujeres. Se podría clasificar estos prototipos como vivienda social de calidad, pero con una «nueva» mirada, en contraposición a las nuevas visiones futuristas de «tele casa», o «hogar electrónico» ya que el ser humano es un ente social que necesita de los demás. Quisiera terminar este libro dando la palabra a las tres Mujeres que habitan en mí y que desde la introducción me han acompañado en la elaboración del mismo. La Mujer Arquitecta se expresa con las con las palabras de Le Corbusier: Tomar posesión del espacio es el primer gesto de los seres vivos, de los hombres, de las bestias, de las plantas y de las nubes, manifestación fundamental del equilibrio y de duración. La primera prueba de existencia es ocupar espacio.2 Expresión, de la que nos podemos «apropiar» las mujeres, ya que es a las únicas a las que no va dirigida. Propone que es el momento de «repensar, reformular y tomar» el espacio que nos envuelve, sumándonos así al estudio de otras investigadoras, geógrafas, antropólogas, filósofas sobre el uso y el valor de los espacios que habitamos. La Mujer Política lo hace con las palabras del pensador José Martí, que en su día se dijeron en el Congreso de Arquitectos (UIA), celebrado en La Habana en 1963: Transfórmese el hombre y con él se transformará la arquitectura. A lo que agrega inmediatamente la Mujer Feminista: Transfórmese la Mujer y con ella se transformará también la Arquitectura. 2. Le Corbusier (1980), El Modulor y Modulor 2, ed. Poseidón, p. 28. 101 102 BIBLIOGRAFÍA ÁBALOS, Iñaki (2000), La buena vida.Visita guiada a las casas de la modernidad, ed. Gustavo Gili, Barcelona. AMÉRIGO, María (1995), Satisfacción residencial. Un análisis psicológico de la vivienda y el entorno, ed. Alianza Universidad, Madrid. ANDERSON, BONNIE S. y ZINSSER Judith (1991), Historia de las mujeres- una historia propia, vol. 1 y 2, ed. Crítica, Barcelona. ANDERSON, S.; CACCIARI, M. y otros (1989), Adolf Loos, ed. Stylos, Barcelona. ARIÉS PHILLIPPE y DUBY GEORGES (1987), Historia de la vida privada, tomo I, tomo II, ed. Taurus, Madrid. 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