La Tierra, ¿es o no es plana?1 Unido a la incomparable maquinaria de EE. UU. para la generación de innovación (universidades, laboratorios de investigación públicos y privados y empresas minoristas), disponemos de los mercados de capitales mejor regulados y más eficientes del mundo a la hora de acoger nuevas ideas y transformarlas en productos y servicios. Dick Foster, director de McKinsey & Co. y autor de dos libros sobre innovación, me comentó: “En Estados Unidos tenemos una “política industrial”. Se llama Bolsa de Valores. Da igual que sea la Bolsa de Nueva York o el Nasdaq”. Es allí donde se recoge el capital riesgo y se destina a las ideas emergentes o a las empresas en crecimiento, me dijo Foster, y ningún mercado de capitales del mundo lo hace mejor y con mayor eficiencia que el estadounidense. Lo que hace que la provisión de capital funcione tan bien aquí es la seguridad y la regulación de nuestros mercados de capitales, que brindan protección a los accionistas minoritarios. Vaya usted a saber, en nuestros mercados de capitales hay chanchullos, excesos y corrupción. Es algo que pasa siempre cuando hay en juego mucho dinero. Lo que diferencia a nuestros mercados de capitales no es que no haya Enrons en EE. UU., porque sin duda los hay. El rasgo distintivo es que cuando suceden casos así, normalmente salen a la luz, ya sea por acción de las Securities and Exchange Comisión (comisión del mercado de valores) o de la prensa especializada, y se corrigen. Lo que hace único a Estados Unidos no es el caso Enron, sino Eliot Spitzer, el fiscal general del Estado de Nueva York, que ha luchado con empeño por sanear la industria de valores y los consejos de administración de las grandes empresas. Este tipo de mercado de capitales ha demostrado ser tremendamente difícil de copiar fuera de Nueva York, Londres, Franfurt y Tokio. Dice Foster: “China, la India y otros países asiáticos no triunfarán en el ambito de las innovaciones hasta que cuenten con mercados de capitales que funcionen, y sus mercados de capitales no funcionarán hasta que impere la ley de protección a los intereses de las minorías en situaciones de riesgo… En Estados Unidos somos los afortunados beneficiarios de siglos de experimentación económica. Nosotros somos el experimento que ha funcionado”. Si bien éstos son los secretos centrales de la receta americana, hay otros que deben conservarse y nutrirse. A veces, para apreciarlos, tienes que hablar con personas de fuera, como Vivek Paul, de Wipro, natural de la India. “Yo añadiría tres más a tu lista”, me dijo. “Uno sería la mentalidad genuinamente abierta de la sociedad estadounidense.” A menudo los norteamericanos nos olvidamos de lo increíblemente abierta que es nuestra sociedad, en la que puedes decir lo que sea, hacer lo que sea, emprender lo que sea, entrar en bancarrota y volver a empezar de nuevo. No hay ningún lugar en el mundo que se le parezca y nuestra apertura es una baza y un atractivo que son importantísimos para los extranjeros, muchos de los cuales vienen de países en los que el límite no es el cielo precisamente. 1 Este artículo fue extraído del libro “La tierra es plana” de Thomas Friedman, Ediciones Martínez Roca, S.A., 2006 1 Otro sería, añadió Paul, la “calidad de la protección americana a la propiedad intelectual”, que realza y alienta aún más a la gente a buscar ideas novedosas. En el mundo plano existe un incentivo enorme para el desarrollo de nuevos productos y procesos, ya que éstos pueden alcanzar una escala global en un abrir y cerrar de ojos. Pero si tú eres el creador de una idea novedosa, querrás que alguien proteja tu propiedad intelectual. “Ningún país respeta y protege la propiedad intelectual tan bien como Estados Unidos”, me decía Paul. Y, como consecuencia, muchos innovadores quieren venir aquí a trabajar y a depositar su propiedad intelectual. Además, Estados Unidos posee las leyes laborales más flexibles del mundo. Cuanto más fácil es despedir a alguien en una industria moribunda, más fácil resulta contratar a esa persona en una industria floreciente de la que nadie tenía noticia cinco años antes. Se trata de una baza muy importante, sobre todo si comparamos la situación de EE. UU. con mercados laborales inflexibles y rígidamente regulados, como el de Alemania, plagado de restricciones gubernamentales a la contratación y al despido. La flexibilidad para movilizar mano de obra y capital rápidamente allí donde se encuentre la oportunidad mayor, y la capacidad para volver a movilizarlo rápidamente si el despliegue anterior deja de ser rentable, son dos rasgos fundamentales cuando se vive en un mundo plano. Aun así, otro de los secretos de la receta americana es el hecho de contar con el mercado de consumo doméstico más grande del mundo, en el que se encuentra la mayoría de los primeros consumidores de cualquier novedad, lo cual implica que si estás introduciendo un producto, una tecnología o un servicio nuevos, tienes que tener presencia en Estados Unidos. Todo esto significa un flujo incesante de puestos de trabajo para los americanos. Por otra parte, tenemos también el apenas cuestionado atributo americano de la estabilidad política. De acuerdo, China ha rodado bien en los últimos veinticinco años y puede que lleve a cabo la transición del comunismo a un sistema más plural sin que se le salgan las ruedas. Pero también es posible que no sea así. ¿Quién querría poner en esa cesta sus huevos? Por último, Estados Unidos se ha convertido en uno de los lugares de encuentro más importantes del mundo, en un lugar en el que montones de personas diferentes crean vínculos y aprenden a confiar las unas en las otras. Un estudiante indio que se haya formado en la Universidad de Oklahoma y que después consigue su primer empleo en una empresa de informática de Oklahoma City traba unos vínculos de confianza y de comprensión que son realmente importantes para la colaboración futura, aunque acabe volviendo a la India. Nada ilustra mejor esta idea que la subcontratación de proyectos de investigación de la Universidad de Yale en China. El rector de esta universidad, Richard C. Levin, me explicó que Yale tiene dos grandes proyectos de investigación en China en estos momentos: uno en la Universidad de Pekín y el otro en la de Fudan (en Shanghai). “La mayor parte de estas colaboraciones institucionales no surgen de directivas elaboradas desde arriba por los administradores de los centros, sino más bien de las relaciones personales existentes desde hace ya tiempo entre los alumnos y los científicos”. 2 (…) Formar a la gente en el nivel superior de la enseñanza surte dos efectos. Uno es que crea más personal capacitado para acceder a puestos de trabajo de mayor valor añadido en los nuevos sectores. Y, en segundo lugar, reduce las reservas de personas capaces de realizar trabajos menos especializados, desde mantenimiento de carreteras a reformas del hogar, pasando por puestos de dependientes de Starbucks. Al reducir las reservas de trabajadores no cualificados, contribuimos a estabilizar sus salarios (siempre y cuando controlemos la inmigración), porque habrá menos personas disponibles para realizar dichos trabajos. No por casualidad los fontaneros de hoy pueden cobrar 75 dólares la hora en las principales áreas urbanas, y cuesta encontrar buenas gobernantes o cocineras. La capacidad que ha demostrado Estados Unidos desde mediados del siglo XIX hasta mediados del XX para formar a la gente, limitar la inmigración y hacer que el trabajo poco cualificado escasease lo suficiente como para asegurar un nivel de salarios decente fue nuestra manera de crear una clase media sin unas diferencias salariales exageradamente grandes. “De hecho –señaló Romer-, desde finales del siglo XIX hasta mediados del XX experimentamos una reducción en las diferencias salariales. Ahora hemos asistido a un incremento de dicha diferencia, a lo largo de los últimos veinte o treinta años”. Con cada avance tecnológico y con casa aumento en la complejidad de los servicios, necesitas un nivel más elevado de destrezas para desempeñar los trabajos que van surgiendo. Una cosa era pasar de trabajar en una granja a trabajar como operadora telefónica, hablando correcta y educadamente. Pero dejar de trabajar como operadora telefónica cuando el puesto se ha subcontratado en la India, y pasar a ser capaz de instalar o reparar sistemas de telefonía y mensajería (o a ser capaz de elaborar su aplicación informática) supone dar todo un salto nuevo hacia arriba. Aunque sigue siendo importante expandir las universidades de investigación en el extremo superior del espectro, también lo es ahora expandir el acceso a escuelas técnicas y a centros de enseñanza superior. Todo el mundo debería tener la posibilidad de seguir formándose después del instituto. De lo contrario, los jóvenes de las familias más adineradas aprenderán esas destrezas y se harán con su porción de tarta, y los de familias menos acomodadas nunca tendrán una oportunidad. Tenemos que incrementar las subvenciones gubernamentales gracias a las cuales cada vez más chavales puedan estudiar en centros superiores y cada vez más trabajadores sin cualificación accedan a cursos de reciclaje. JFK quería llevar al hombre a la Luna. Mi visión consiste en llevar a todo hombre y mujer estadounidense a un campus universitario. (…) Durante el último tramo de los años 70, pero en especial tras la caída del Muro de Berlín, muchos países iniciaron la senda del desarrollo de una forma nueva, a través de un proceso que denominó reforma al por mayor. La era de la Globalización 2.0, durante la cual el mundo encogió de talla mediana a talla pequeña, fue la era de la reforma al por 3 mayor, una era de amplias reformas macroeconómicas. Un puñado de dirigentes de países como China, Rusia, México, Brasil y la India puso en marcha estas reformas al por mayor. A menudo, esos grupitos de reformadores se servían del peso propio de los sistemas políticos autoritarios para liberar en su sociedad las fuerzas de mercado que el estado tenía asfixiadas. Así, empujaron a sus países a aplicar unas estrategias más orientadas a las exportaciones y al libre comercio, a base de privatizar empresas públicas, liberalizar los mercados financieros, hacer ajustes monetarios, facilitar la inversión directa extranjera, reducir subsidios y barreras arancelarias proteccionistas y aprobar leyes laborales más flexibles. Y lo hicieron desde las alturas, sin consultar a su pueblo realmente. Ernesto Zedillo, presidente de México entre 1994-2000y anteriormente ministro de Economía, me comentó un día que todas las decisiones encaminadas a abrir la economía mexicana las habían tomado tres personas. ¿A cuántas personas crees que consultó Deng Xiaoping antes de declarar que “hacerse rico es digno de gloria” y de abrir la economía china, o cuando desacreditó a los que cuestionaban el paso de China del comunismo a los mercados libre al decir que lo contaba era el empleo y los ingresos, no la ideología? Deng se cargó con una sola frase décadas de ideología comunista: “Da igual que el gato sea negro o blanco… lo único que cuenta es que atrape ratones”. En 1991, cuando el ministro de Economía de la India, Manmohan Singh, dio los primeros y provisorios pasos encaminados a abrir un poco más su país al comercio, a las inversiones y a la competencia internacionales, no fue como consecuencia de un debate considerado o un diálogo a escala nacional, sino del hecho de que en esos momentos la economía india estaba tan anquilosada, era tan poco atractiva para los extranjeros, que casi se había quedado sin divisas extranjeras. Y cuando Mijaíl Gorbachov empezó a jugar a la perestroika, lo hizo en contra de los deseos del Kremlin y con escasos aliados en la cúpula dirigente soviética. Lo mismo cabe decir de Margaret Thatcher cuando en1984 se enfrentó al sindicato de mineros del carbón, en huelga, y obligó a realizar reformas al por mayor en la maltrecha economía británica. A lo que se enfrentaron todos estos dirigentes fue al irrefutable hecho de que unos mercados más abiertos y competitivos son el único vehículo sostenible para sacar de la pobreza a una nación, porque son lo único que garantiza que lleguen al país ideas y tecnologías novedosas y prácticas mejores, y que el sector privado (y hasta el público) tenga el incentivo de la competitividad y la flexibilidad necesarias para adoptar esas ideas novedosas y transformarlas en empleo y productos. Por eso los países que no se globalizan, los que se niegan a llevar a cabo reformas al por mayor (como Corea del Norte, por ejemplo) vieron cómo se frenaba el crecimiento de su PIB per cápita en los años 90, mientras en los países que pasaron de un modelo más socialista a un modelo globalizador creció el PIB per cápita en esos mismos años. Como concluyen David Dollar y Art Kray en su libro Trade, Growth, and Poverty, el crecimiento económico y el comercio siguen siendo el mejor programa antipobreza del mundo. El Banco Mundial informó de que en 1990 había en China 375 millones de personas aproximadamente que vivían en la extrema pobreza, con menos de 1 dólar al día. En 2001 los chinos que vivían en situación de extrema pobreza eran 212 millones, y en 2015, si se mantienen las tendencias actuales, sólo habrá 16 millones de personas en China subsistiendo con menos de 1 dólar al día. En el sur de Asia (sobre todo en la India, 4 Paquistán y Bangladesh) el número de personas que sobrevivía con menos de 1 dólar al día pasó de 462 millones en 1990 a 431 en 2001, y se calcula que bajará a 216 en 2015. Por el contrario, en el África subsahariana las personas que en 1990 subsistían con menos de 1 dólar al día eran 227 millones, en 2001 eran 313 millones y se calcula que en 2015 serán 340 millones. El problema al que se enfrenta cualquier país globalizador reside en creer que con las reformas al por mayor está todo hecho. En los años 90 algunos países creían que si cumplías con los diez mandamientos de la reforma al por mayor (privatizarás industrias públicas, liberalizarás servicios públicos, reducirás aranceles y animarás a las industrias exportadoras, etc.), ya tenías una estrategia de desarrollo exitosa. Pero a medida que el mundo fue encogiéndose y aplanándose (posibilitando la competencia de China en cualquier ámbito y contra cualquier participante en un amplio abanico de productos manufacturados, posibilitando la subcontratación de cualquier tarea en cualquier sitio del mundo y posibilitando la competencia global de los individuos como nunca hasta entonces), la reforma al por mayor dejó de ser suficiente para que los países no se saliesen del camino del crecimiento sostenible. Hacía falta un proceso de reforma más profundo, un proceso al que yo llamaría reforma al por menor. ¿Y si las regiones el mundo fuesen como los barrios de una ciudad? ¿Cómo sería el mundo? Te lo describiré de la siguiente manera: Europa Occidental sería un lujoso complejo de pisos tutelados, con una población envejecida, atendida por enfermeras turcas. Estados Unidos sería una urbanización rodeada por una verja, con detector de metales en la entrada y mucha gente sentada en sus jardines delanteros quejándose de lo vagos que son todos los demás, si bien hay una pequeña abertura en la verja por la que entran trabajadores mexicanos y otros inmigrantes llenos de energía que contribuyen al funcionamiento de esta comunidad protegida con cancela. Latinoamérica sería el barrio animado de la ciudad, el distrito de los bares y discotecas, donde la jornada laboral no empieza hasta las diez de la noche y todo el mundo duerme hasta el mediodía. Sin duda, es el sitio al que ir de marcha, pero entre una disco y otra no ves que aparezcan muchos negocios nuevos, excepto en la calle donde viven chilenos. En este barrio, los propietarios de inmuebles casi nunca reinvierten sus ingresos allí mismo, sino que los tienen guardados en un banco en la otra punta de la ciudad. La calle árabe sería un callejón oscuro en el que no se atreven a entrar los foráneos, salvo en unas cuantas calles laterales llamadas Dubai, Jordania, Bahrein, Qatar y Marruecos. Los únicos negocios nuevos son gasolineras, cuyos propietarios, igual que las élites del barrio latino, rara vez reinvierten sus fondos en su zona. Mucha gente de la calle árabe tiene las cortinas echadas, las contraventanas cerradas y letreros en el parterre de delante con frases como “Prohibido pasar. Perro peligroso”. La India, China y el este asiático serían “los barrios humildes”. Su entorno se caracteriza por un gran mercado lleno de bullicio y actividad, formado por pequeños comercios y fábricas de una sola nave, entre los que se ven, repartidas aquí y allá, escuelas Stanley Kaplan de preparación a la selectividad y facultades de ingeniería. En este barrio nadie duerme, todo son familias numerosas bajo un mismo techo y todo el mundo trabaja y ahorra para conseguir pasar a “los barrios 5 acomodados”. En las calles chinas no impera la ley pero están todas bien asfaltadas, no hay socavones y todas las farolas funcionan. Por el contrario, en las calles indias nadie arregla las farolas, las vías están llenas de surcos y rodadas, pero la policía insiste mucho en que se cumplan las leyes. En las calles indias necesitas un permiso para abrir un tenderete de limonadas. Por suerte, se puede sobornar a los polis de la zona y los empresarios exitosos tienen todos ellos sus propios generadores para el funcionamiento de sus fábricas y los móviles de última generación para salvar el escollo que supone tener por los suelos todos los postes telefónicos de la zona. Desgraciadamente, África es esa parte de la ciudad en la que todos los comercios están cerrados a cal y canto, la esperanza de vida cada vez es menor y los únicos edificios nuevos que ves son clínicas de asistencia médica. A lo que voy con todo esto es a que cada región del mundo tiene sus puntos fuertes y sus puntos débiles, y que en todas hace falta realizar reformas al por menor en cierto grado. ¿Qué es la reforma al por menor? Por decirlo de la manera más sencilla, es algo más que abrir tu país al comercio exterior y a la inversión extranjera o realizar unos cuantos cambios desde arriba en políticas macroeconómicas. Eso sería la reforma al por mayor. La reforma al por menor pasa por haber hecho antes reformas al por mayor. Implica fijarse en cuatro aspectos clave de la sociedad: infraestructuras, organismos reguladores, enseñanza y cultura (la forma, a grandes rasgos, en que se relacionan con el mundo tu país y tus dirigentes), y en actualizarlos para eliminar el máximo posible de puntos de fricción. La idea de la reforma al por menor consiste en capacitar al mayor número posible de tus habitantes a disponer del mejor marco legal e institucional en el que innovar, montar empresas y convertirse en socios atractivos para los que deseen colaborar con ellos desde cualquier rincón del mundo. Muchos de los elementos clave de la reforma al por menor quedaron definidos de forma excelente por el estudio realizado por Corporación Financiera Internacional (CFI) del Banco Mundial y por su equipo de análisis económicos, encabezado por su economista jefe Michael Klein. ¿Qué podemos aprender de su trabajo? Para empezar, no sacas de la pobreza a tu país garantizándole a todo el mundo un empleo. Egipto garantiza empleo a todos los licenciados que salen al año de sus centros superiores, y lleva cincuenta años enfangado en la pobreza, con una economía de crecimiento lento. “Si sólo fuese una cuestión de cantidad de empleos, las soluciones serían sencillas”, señalan Klein y Bita Hadjimichael en su estudio El Sector Privado en el desarrollo, del Banco Mundial. “Por ejemplo, las empresas propiedad del Estado podrían absorber a todos aquellos que necesiten empleo. Sin embargo, el verdadero asunto no se limita sólo al empleo, sino a un empleo cada vez más productivo, con el que puedan subir los niveles de vida.” Normalmente, las empresas propiedad del Estado y las empresas subvencionadas por éste no han procurado un crecimiento de la productividad que resulte sostenible, ni entrañan muchos de los enfoques que la gente considera elixires del crecimiento, añaden. Esto no se consigue automáticamente atrayendo inversión extranjera al país. Ni siquiera lo garantiza una inversión a gran escala en educación. 6 “El crecimiento de la productividad y, por ende, la salida de la pobreza, no es simplemente cuestión de destinar recursos a solventar el problema”, dicen Klein y Hadjimichael. “Más importante que eso es utilizar bien los recursos.” Dicho de otro modo, los países no sólo salen de la pobreza cuando gestionan de forma responsable sus políticas fiscales y monetarias desde arriba, es decir, mediante reformas al por mayor. Salen de la pobreza cuando además crean un entorno abajo, en el que la gente lo tiene fácil para montar negocio, obtener capital y hacerse empresaria, y cuando someten a su pueblo a un mínimo de competencia exterior, porque las empresas y los países que tienen competencia siempre innovan más y más deprisa. La CFI corroboró este punto con un estudio exhaustivo de más de 130 países, titulado Hacer negocios en 2004. La CFI planteó cinco preguntas básicas acerca de lo fácil o difícil que es 1) iniciar un negocio en cuanto a normativa nacional, regulaciones y tasas para obtener licencias, 2) contratar y despedir trabajadores, 3) ejecutar un contrato, 4) conseguir créditos y 5) cerrar un negocio en bancarrota o que no va bien. Por trasladarlo a mi propio vocabulario, aquellos países que hacen todas estas cosas relativamente fáciles y libres de fricción han acometido una reforma al por menor, y aquellos que no la han hecho se han quedado atascados en las reformas al por mayor y no tienen posibilidades de prosperar en un mundo plano. Los criterios de la CFI se inspiraban en el brillante e innovador trabajo realizado por Hernando de Soto, que ha demostrado en Perú y en otros países en vías de desarrollo que cuando modificas el marco regulador y empresarial en el que se mueven los pobres y los provees de las herramientas necesarias para colaborar, ellos harán el resto. (…) Como señala el informe de la CFI, una regulación excesiva suele, además, perjudicar a la mayoría de las personas a las que se supone que protege. Los ricos y los que tienen contactos pagan o hacen chanchullos para sortear regulaciones onerosas. En países que tienen mercados de trabajo muy regulados, en los que es difícil contratar y despedir a la gente, sobre todo las mujeres tienen dificultades para encontrar empleo. “Buena regulación no quiere decir cero regulación”, concluye el estudio de la CFI. “El nivel óptimo de regulación no es cero, pero quizá un poco más bajo de lo encontramos hoy en la mayoría de los países, sobre todo en los pobres.” Y pasa a describir lo que yo llamo un listado de cinco puntos para la reforma al por menor. Uno: simplifica y liberaliza allí donde sea posible, en los mercados competitivos, porque para los consumidores y trabajadores la competencia puede ser la mejor fuente de presión para imponer prácticas óptimas, y porque el exceso de regulación da pie a los burócratas corruptos a sobornar. “No hay ningún motivo por el que Angola tenga que tener unas de las leyes laborales más rígidas, si en Portugal, cuyas leyes adaptó Angola, las ha revisado ya dos veces para flexibilizar el mercado laboral”, dice el estudio de la CFI. Dos: dedícate a mejorar los derechos de propiedad. Bajo iniciativa de De Soto, el gobierno peruano ha emitido en los últimos diez años títulos de propiedad a 1,2 millones de ocupantes ilegales de viviendas urbanas. “Los derechos de propiedad segura han hecho posible que los padres salgan de casa a buscar trabajo, en lugar de quedarse para proteger 7 su propiedad”, dice el estudio de la CFI. “Los principales beneficiarios son sus hijos, que ahora pueden ir al colegio.” Tres: difunde el uso de Internet para el cumplimiento con la regulación. Internet lo hace más veloz, más transparente y menos vulnerable a los sobornos. Cuatro: reduce la implicación de los juzgados en asuntos de negocios. Y por último, si bien no menos importante, el estudio de la CFI aconseja: “Haz de la reforma un proceso continuo (…). Los países que mejores resultados obtienen en general en los indicadores del Hacer negocios lo deben a su continuidad en las reformas”. Evidentemente, junto con los otros criterios de la CFI, la reforma al por menor debe incluir la expansión de las oportunidades que das a tu población de acceder a la educación en todos los niveles y la inversión en infraestructura logística (carreteras, puertos, telecomunicaciones y aeropuertos), sin las cuales es imposible que despegue una reforma al detalle y que se entablen conversaciones con otros. Muchos países siguen teniendo hoy unos sistemas de telecomunicaciones dominados por monopolios estatales que o bien encarecen demasiado o bien hacen demasiado lento el acceso a Internet de alta velocidad, el acceso inalámbrico y las llamadas baratas a larga distancia y transatlánticas. Sin una reforma al por menor en tu sector de telecomunicaciones, la reforma al por menor en las otras cinco áreas, aun siendo necesaria, no será suficiente. Lo llamativo de los criterios que establece la CFI es que mucha gente cree que sólo son relevantes para Perú o Argentina, cuando en realidad algunos de los países con peor puntuación son países como Alemania o Italia. (De hecho, el gobierno alemán discutió algunos de los resultados.) 8