UNIVERSIDAD KENNEDY DOCTORADO EN PSICOLOGIA SOCIAL. BUENOS AIRES. ARGENTINA. Universidad Argentina J. F. Kennedy Gustavo Agüero Filgueira Prof. : Dr. José Luis Speroni [SOBRE LA REVOLUCIÓN – HANNA ARENDT] Reseña descriptiva del capítulo N 1 Nos dice Arendt en el capítulo 1 de “Sobre la Revolución” que no es interesante al momento el tema de las guerras cuando el papel de mayor importancia son “las revoluciones” éstas, constituyen los únicos acontecimientos políticos que nos ponen de manera directa con el problema de origen. Las revoluciones, más allá de su definición, no son un simple cambio. La guerra y su consideración, importa a la teoría política moderna en el interés de su carácter de justificación. En la antigua Roma la guerra era considerada como necesaria, sin importar si esta era justa o injusta. Los romanos no visualizaban si una guerra era en si justa o injusta, toda guerra que fuera necesaria era justa. En contrapuesto, los antiguos griegos no admitían un modo de vivir que se fundara en la guerra ni en cualquier tipo de violencia. Para el pueblo griego, las relaciones políticas se dirimían en el espacio de la persuasión y lejos de la violencia. Demostrado entre otras cosas, en el hecho de persuadir, por parte de los atenienses, a los condenados a muerte, para que se suicidaran antes de perecer post sufrimiento. Es necesario dirigirse a la antigua Roma, dice Arendt, para encontrar las primeras justificaciones de la guerra y de la idea, donde nada más que la “necesidad” ni la justicia, ni la injusticia, tampoco la libertad, era causa justa de la guerra. “La conquista, la expansión, la defensa de intereses creados, la conservación del poder ante la aparición de nuevas y amenazadoras potencias o el mantenimiento de un equilibrio de poderes dado, todas estas archiconocidas realidades de la política de poder fueron no sólo las causas reales que desencadenaron la mayor parte de las guerras que ha conocido la historia, sino que fueron consideradas igualmente como «necesidades», es decir, como motivos legítimos para acudir a una decisión por las armas.” La agresión como idea de crimen y como justificativo de una guerra, dice la autora, toma significado recién, luego de la segunda guerra mundial. La idea de libertad como argumento de justificación de las guerras no aparece entre los esquemas tradicionales. La guerra simula tener una gran relevancia en la actualidad visto a su encubierta justificación con el objetivo de llegar hacia la libertad, en este sentido, pero a pesar de ser la guerra una decisión por las armas, esta no llevará hacia la libertad, puesto que el término de libertad solo será utilizado como argumento de eufemismo. La aparición del término “libertad” aparece en el debate a fin de justificar lo que ya no es justificable en términos racionales. Ambos conceptos, comparten características comunes, tanto la Guerra y la Revolución concuerdan en la violencia, aunque la revolución no estará totalmente establecida por la violencia, lo que implica que de toda característica para la emergencia de una revolución, la violencia no será incondicional, esto, según la autora, debido a que la violencia se encuentra por fuera de la esfera política. Es decir, la aceptación de la violencia justificada por la revolución, será genuina, si esta fue originada en pos de un cambio de gobierno que garantice la constitución de la libertad. Para Arendt, la separación de la religión de la política como hecho secular con dignidad propia, es el factor primordial para comprender a las revoluciones. Considera que la primera etapa de esta secularización fue el desarrollo del absolutismo y no la Reforma. O sea, la revolución, que se refleja en la liberación de la palabra de Dios de la autoridad tradicional de la iglesia, esta revolución se hace extensiva a toda forma de gobierno secular. La disolución entre tradición y autoridad que Lutero encabezó, esforzándose para cimentar autoridad en la palabra divina, no en la tradición, ha sido determinante en la pérdida de la autoridad en los tiempos modernos. Aclara Arendt que el hecho en sí mismo, sin la fundación de una nueva iglesia, habrían quedado en las especulaciones y esperanzas escatológicas de la baja Edad Media. Que la idea de un cambio como gobierno sobre lo efímero no era exclusivamente cristiano, sino una predisposición anímica que preponderó a finales de la antigüedad. La revolución como concepto moderno, promulga a la idea de libertad como coincidencia con la experiencia de un nuevo origen. Puesto que como noción básica del mundo libre se representa de la libertad son el criterio ultimo para valorar las constituciones políticas. Liberación y libertad no son la misma cosa, la primera es condición de la segunda, pero que no necesariamente conduce a la libertad. La libertad considerada como fenómeno político fue sincrónica del nacimiento de las ciudades griegas. La polis se consideró como una isonomía. La democracia que representaba el gobierno de las mayorías, surge de quienes se oponían a la isonomía. Quienes se oponían a la isonomía alegaba que esa ausencia de poder, representaba una forma más de poder. Los griegos, dice Arendt, opinaban que la libertad existía entre los iguales, por lo tanto, ni aun el que mayor poder ostente, y no se encontrare constreñido por nadie, podría considerarse liberado. En términos modernos, la libertad política pensada por los revolucionarios, donde el objetivo era la libertad y con ella el nacimiento de una nueva historia, para la filosofa, no eran simplemente pensamientos que hoy se asocian al gobierno constitucional y que se conoce como derechos civiles. Ni siquiera el derecho a participar en el gobierno, representó a la revolución. Representaba a la revolución el derecho a la vida, a la libertad y a la propiedad, todos los otros derechos, son subordinados a estos derechos.