EL ENFOQUE INTERGENERACIONAL Y EL MODELO DEL EQUILIBRIO GENERAL Un enfoque muy difundido de desarrollo sostenible es aquel que se refiere a la necesidad de preservar los recursos naturales y ambientales a fin que las generaciones futuras puedan maximizar sus opciones en el uso de los mismos e incrementar así su bienestar. La definición se centra en la responsabilidad de la actual generación respecto de las futuras. «El desarrollo sostenible consiste en ser justo o equitativo con el futuro»22 (Pierce, 1988). La generación presente debe desarrollar los medios para que los que vendrán hereden los mismos y/o mejores recursos que con los que se cuenta. Las implicaciones económicas de este principio ético de solidaridad con las generaciones futuras es, que estas últimas deberían ser compensadas por las actuales, de otro modo ellas tendrán menor bienestar que las actuales, reflejando un desarrollo no sostenible (disminución del bienestar). El argumento de que las generaciones presentes pueden decidir no sólo para ellas mismas, sino también para las futuras, supone un comportamiento «óptimo» en tanto que agentes económicos. El supuesto, extensamente debatido, en este caso es aún más cuestionable por referirse no sólo a un comportamiento óptimo presente sino que también en relación con el futuro y con las futuras generaciones. Además, cualquier comportamiento óptimo presupone información perfecta, hipótesis también muy controvertida en el debate tradicional y que aquí, nuevamente, es aún más difícil de sostener por suponer información perfecta, tanto respecto del presente, como en relación con el futuro. El enfoque intergeneracional postula que la asignación intertemporal de recursos se logra por el uso que cada individuo hace de su tasa temporal de preferencias; es decir, que la tasa de descuento de los futuros costos de las actividades de hoy permite la asignación óptima de recursos naturales y ambientales. Este supuesto permite a los defensores de esta posición recurrir al análisis costo-beneficio como pilar operativo del desarrollo sustentable. El argumento es discutible en al menos dos aspectos. Primero, supone que toda la población mundial ha alcanzado los mismos niveles de bienestar, similares a los que gozan los países industrializados. Al no ser así se ignora que los pobres tienden a descontar los costos futuros de las actividades actuales a tasas mucho más altas que los ricos, mientras más elevada es la tasa de descuento menor será la relevancia del costo del deterioro ambiental futuro para el usuario de los mismos. Además, como la tasa de descuento determina la tasa óptima de extracción de los recursos potencialmente agotables, los pobres tenderán a utilizarlos más rápidamente que los ricos. Se puede demostrar que si el precio de un recurso natural es constante en el tiempo, la solución óptima es explotarlo rápidamente en la medida que la tasa de descuento excede a la tasa natural de regeneración del recurso, más la tasa de cambio de su precio. Además, está la interrogante acerca de la factibilidad de aplicar la tasa de descuento a problemas de cambio ambiental de largo plazo. Es sabido que el análisis costo-beneficio es una herramienta para evaluar costos y beneficios monetarios fundamentalmente en el corto plazo y que su eficacia se diluye rápidamente a medida que se extiende el horizonte temporal. Sin embargo, en esta interpretación del desarrollo sustentable se recurre al costo beneficio como instrumento fundamental nada menos que para evaluar costes y beneficios sociales intergeneracionales. Son muchos los economistas que albergan dudas al respecto. El enfoque afirma que los costos ambientales futuros pueden ser incorporados en el modelo de la teoría económica ortodoxa, que habría liderado a las otras ciencias en estos temas estableciendo las bases de la bioeconomía; es decir, el análisis que integra los sistemas natural y social, opinión por cierto muy discutible. El enfoque puramente intergeneracional es también controvertido por el énfasis en la solidaridad con el futuro, ignorando el presente. Se extrapola la situación de un norte desarrollado a todo el planeta, ocultando las condiciones socioeconómicas que dominan en el mundo, sus dramáticas desigualdades y la pobreza cuya solución demandan cooperación y solidaridad con las generaciones presentes, ambas cada vez más escasas. Nuevamente se ignora el aspecto distributivo. Siempre desde una perspectiva de connotaciones neoclásicas, algunos autores tratan de introducir el tema ambiental en el modelo del equilibrio general. Esta es, de por sí, una tarea difícil si se piensa solamente en algunos principios que separan la problemática ambiental de los supuestos en que se sustenta el análisis neoclásico. Por lo pronto el modelo neoclásico es un modelo cerrado, el medio ambiente es por definición abierto, el modelo del equilibrio general supone situaciones de equilibrio equivalentes a los de la mecánica clásica o newtoniana, pero en el sistema natural hay procesos evolutivos que se mueven a situaciones diferentes de equilibrio, más aún en el equilibrio en el modelo neoclásico supone movimientos reversibles, mientras que entre los problemas ambientales más preocupantes se encuentran aquellos potencialmente irreversibles; es decir, el modelo neoclásico podría adaptarse a sistemas estables y predecibles, como los de la mecánica, pero tendrá obviamente dificultades para analizar o incorporar en su análisis problemas de sistemas inestables, impredecibles e irreversibles. “una sociedad para todas las edades”. “Una sociedad para todas las edades es aquella que ajusta sus estructuras y funcionamiento y sus políticas y planes a las necesidades y capacidades de todos, con lo que se aprovechan las posibilidades de todos, en beneficio de todos. Además, una sociedad para todas las edades permitiría a las generaciones efectuar inversiones recíprocas y compartir los frutos de esas inversiones, guiadas por los principios gemelos de reciprocidad y equidad”. necesidad de fortalecer la solidaridad entre las generaciones y las asociaciones intergeneracionales, teniendo presentes las necesidades particulares de los más mayores y los más jóvenes ORMUSA ¿Quienes somos? Formamos una organización feminista, apartidaria, no religiosa y sin fines de lucro. ¿Cómo nacimos? Desde 1983 varias mujeres –campesinas, obreras y profesionales- de diferentes municipios del país como San Salvador, Olocuilta y Candelaria se reunían de manera voluntaria para llevar a cabo actividades que promovieran los derechos humanos de las mujeres, potenciando al mismo tiempo su desarrollo económico y social. Pero fue el 13 de julio de 1985, cuando a raíz de la inauguración de la primera casa taller, el grupo de mujeres se denominó formalmente como MUJERES SALVADOREÑAS POR LA PAZ. Hasta la fecha, esta iniciativa ha puesto en marcha decenas de proyectos beneficiando directa e indirectamente a miles de mujeres en diferentes partes de El Salvador. Nuestra MISIÓN Propósito Promover la igualdad, la equidad de género y el empoderamiento económico, social y político de las mujeres. Qué hacer Acciones de incidencia política, facilitando el acceso a la justicia y el desarrollo local y nacional, desde un enfoque de derechos humanos. Nuestra VISIÓN Mujeres empoderadas, participando en los procesos de desarrollo local y nacional, viviendo en una sociedad cada vez más justa, equitativa, respetuosa de los derechos y libertades de las mujeres y de la población en general. Nuestros OBJETIVOS Contribuir al desarrollo local sostenible, desde el enfoque de género y derechos humanos, que facilite la construcción de condiciones de empoderamiento y equidad entre mujeres y hombres. Coadyuvar al respeto y ejercicio de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres, incluyendo el derecho a vivir una vida libre de violencia. Potenciar a las mujeres en el respeto y ejercicio ciudadano de sus derechos humanos, laborales y el acceso a la justicia. Incrementar las capacidades y desarrollo institucional de ORMUSA.