Pensamientos y cosas Por Cecil A. Poole, F.R.C. Revista El Rosacruz A.M.O.R.C. Nuestro estado consciente proviene de percibir un mundo que está compuesto de cosas externas y de pensamientos internos. El mundo que nos rodea es el mejor estímulo para el pensamiento. Nuestras facultades sensorias nos reportan impresiones, alrededor de las cuales se forman muchos de nuestros pensamientos. A primera vista parece más bien fuera de lugar decir que el todo de nuestra existencia puede relegarse a dos mundos solamente, uno, dentro de nuestra consciencia y el otro que consiste del mundo exterior que nos circunda. De cualquier manera, es un hecho que vivimos como seres pensantes dentro de nuestro estado consciente y también como entidades físicas. Representamos, como individuos, los dos mundos: el de la mente y el de la materia. La consciencia es una corriente constante de pensamiento, que a menudo interpretamos por el lenguaje, la visualización y otras maneras de recordar percepciones sensorias. Sacamos conclusiones o pensamos en aplicaciones definidas por las cosas concretas que percibimos. Este proceso de pensar es la base de la razón, por la cual el hombre queda en aptitud de manipular el mundo de las cosas, algunas veces a su gusto y conveniencia y otras teniendo que hacer frente a ciertas complicaciones de ambiente que no puede dominar de inmediato. La habilidad de percepción que tiene el ser viviente es paralela a la dualidad de su ser. Ilustra el hecho de que estamos mental y físicamente constituidos y que ambos medios funcionan al parejo, haciéndose más y más consciente el hombre al ir ganando experiencia y conocimiento. Las cosas, es decir, las entidades que constituyen el mundo de los fenómenos, son nuestras para contemplarlas y observarlas. El mundo externo se imprime constantemente en nuestros sentidos por medio de la percepción. Cuando se abren nuestros ojos, las vibraciones de luz que se traducen en la mente del ojo en pensamientos conscientes están siempre entrando en esa corriente de consciencia que forma nuestro mundo privado, y reaccionamos a base de interés y necesidad en nuestra constante adaptación a ese mundo. Se requiere poco o ningún esfuerzo para percibir. Hablando en sentido biológico, la percepción es casi un proceso automático. Oímos sonidos, vemos, sentimos, saboreamos y olemos aquellas cosas que se registran en nuestros órganos sensorios. Por el dominio de nuestro pensamiento nos aplicamos a un proceso determinado. El proceso consciente, conocido como "atención," nos permite dirigir nuestro pensamiento en forma selectiva ya sea aisladamente hacia una cosa existente o hacia una serie de cosas del mundo exterior. En esa forma podemos aplicar nuestro esfuerzo consciente a la utilización o comprensión del mundo externo. Nos resulta fácil ser objetivos. Podemos sentarnos y observar a la vez todo lo que ocurre a nuestro derredor. Somos como la criatura que ve pasar un desfile. El niño se siente fascinado, no por el significado que los participantes de éste quieren imprimir al acto, sino meramente por el color y el movimiento que lo hace tan dramático. La criatura que observa es como una pantalla sobre la cual se registran momentáneamente estas percepciones; a la vez, su propia consciencia queda fascinada por tal acontecimiento objetivo. Así, pues, la vida objetiva es el curso de menor resistencia. Se encuentra mayor entretenimiento en el mundo objetivo. Como pasatiempo vemos la actuación de la gente en el teatro, en el cine y en televisión. Estos son los medios favoritos de observación visual que a la mayoría nos agradan más. Ser simplemente objetivos (es decir, ver para llenar el tiempo) es vivir tan objetivamente que nada, en realidad, llega a registrarse permanentemente en la propia consciencia. La educación visual es, sin género de duda, un medio importante en la enseñanza, pero vinculada a la mera observación objetiva debe ir la realización de que según lo bien que utilicemos las impresiones que entran en nuestra consciencia, así será lo que recibamos de la vida o lo que ganemos en valiosa comprensión y experiencia. Es fácil poner el alimento en la boca, pero sin el proceso digestivo que sigue a ello no podría sustentarse nuestro cuerpo físico. La percepción objetiva es un alimento, mas el proceso digestivo mental requiere volición. Es necesario que el hombre ejercite la razón y el esfuerzo si ha de digerir las cosas que percibe y pueda así convertirlas en alimento de la mente, del alma, y en funciones productoras de crecimiento potencial del ser interno. El mundo objetivo o el mundo privado de la propia consciencia son más profundos que la mera objetividad. Está ligado con el ser real, con la fuerza vital, y es a través de nuestro ser interno como se relaciona este mundo privado con las realidades fundamentales y los valores esenciales de todo ser. Únicamente en el reino del pensamiento, en la vida mental, tiene el hombre habilidad creadora. Es verdad que el escultor puede modificar la apariencia de la piedra transformándola en algo hermoso, y que el artista puede pintar y crear nuevas impresiones de cosas que ya existen, pero el proceso, la aplicación que provee los medios para que el hombre crezca mentalmente y obtenga por ello dominio del mundo físico y de su cuerpo, así como la consecución de la felicidad y la salud, eso es parte de su creación mental. Se le dieron al hombre facultades objetivas no meramente para dotarlo con una fuente de entretenimiento que requiere poco esfuerzo, sino para que lleve a su ser interno los valores que pueda extraer de sus experiencias de percepción y, al hacer un nuevo arreglo de ellas por medio de la razón, las convierta en fines útiles y productivos. Evolucionamos, no por el conocimiento objetivo sino por el crecimiento subjetivo. El conocimiento objetivo es acumulación; el crecimiento subjetivo es aplicación, y solamente por este último puede el hombre distinguirse del resto del mundo animal con el que básicamente está relacionado. Los procesos que se conocen como concentración, meditación y contemplación son medios por los cuales el hombre llega a conocerse a sí mismo con todas sus potencialidades. Estos son procedimientos de la mente, por cuya técnica se llega a los valores esenciales de la vida. Cualquier ayuda exterior que tenga el hombre para aplicar su propio pensamiento conduce a lo mejor que guarda para nosotros la vida humana. La Catedral del Alma es uno de los medios que todos podemos utilizar con el propósito de lograr entonamiento con aquellos valores que se relacionen con nuestra mente subjetiva y con el proceso de pensar. Tal entonamiento demostrará ser una escuela en el campo de la vida, proveyendo medios por los cuales se puedan ganar esas experiencias que llegan a formar parte del pensamiento y del carácter de nuestro ser.