Indignación y elecciones Guillermo Valdés castellanos La situación

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Indignación y elecciones
Guillermo Valdés castellanos
La situación económica de las familias es uno de los factores más importantes para
definir las intenciones de voto. Sin embargo, no es el único y, en ocasiones, deja su
lugar a otras variables políticas, sociales o incluso ideológicas y morales.
Durante del gobierno de Enrique Peña Nieto, la economía ha tenido un desempeño
mediocre; malas decisiones gubernamentales han generado un crecimiento mucho
menor al de sus posibilidades y expectativas originales, pero está lejos de enfrentar
una crisis. Aunque la economía avanza (poco, pero crece) y se han creado empleos
(hay sectores de la población beneficiados), las expectativas económicas son malas,
las autoridades (SHCP, SCT) no son confiables para el empresariado y existe mucha
incertidumbre. Es difícil saber, por tanto, cuál será el saldo neto de este claroscuro
económico en las elecciones próximas.
Mi hipótesis es que el impacto será nulo (quienes decidan votar en contra del partido
en el poder por razones económicas pudieran compensarse con quienes han sido
beneficiados; no hay recesión, ni despidos masivos, la inflación está controlada) o
ligeramente negativo, ya sea por el incumplimiento de expectativas de mejoría o por
las afectaciones de la reforma fiscal.
El otro factor que en esta ocasión puede tener un impacto mayor en las preferencias
electorales es la indignación que han provocado, por un lado, los escándalos de
corrupción (policías y narcos asesinando jóvenes por orden de un presidente
municipal, casas por todos lados, helicópteros) e ilegalidad (el PVEM violando cínica y
sistemáticamente las normas electorales; ¡un juez de Jalisco que pide actuar
ilegalmente para beneficiar al partido de su hijo!). Y por el otro, la indiferencia e
insensibilidad de la clase política como respuesta ante el enojo cada vez mayor de
amplios segmentos de la ciudadanía.
Sin embargo, esta variable puede expresarse de tres maneras en los resultados
electorales, dependiendo del tipo del diagnóstico que se haga de la situación y de su
eventual solución.
Un primer grupo de indignados pero con escaso interés y conocimiento de la política,
para los cuales todos los partidos y todos los políticos son lo mismo e iguales de
coruptos, y las elecciones no sirven para nada, ya que todos los gobiernos son igual de
malos, la mejor respuesta ante una situación a la cual no le encuentran una clara
solución, será el abstencionismo. Enojo intrascendente.
Un segundo grupo, igual de crítico pero mucho más informado y politizado, que piensa
que existe una severa crisis del sistema de representación política (partidocracia
engolosinada con sus privilegios) y por tanto de la calidad de la democracia, se
inclinan por repudiar a todos los partidos, pero no el derecho al voto y proponen
anular el sufragio. No garantiza ninguna respuesta del sistema, pero deja constancia
del descontento y del deseo de cambios radicales. Voto testimonial.
Un tercer grupo ubica en el PRI la causa principal de la crisis política y la corrupción.
El antipriismo domina el diagnóstico, pues aunque pueden no gustarles cosas del
resto de los partidos, para cambiar las cosas piensan que lo primero e importante es
derrotar al partido oficial. Voto pragmático, sin garantía de cambio real.
Por tanto, lo más probable es que ninguna de esas formas de expresión termine con la
indignación. La rebelión ciudadana buscará otras vías en 2018, o antes si siguen la
insensibilidad y el cinismo.
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