1 Los gnegos Pues aquello que nos circunda bastará para la forma en que crecen las cosas; viéndolo razonable e inteligente. Herá- . clito. Se sigue que el advenimiento al ser de algo, si es absolutamente necesario, debe ser cíclico, es decir, debe volver sobre si mismo. Aristóteles. Pues el tiempo cambia la naturaleza de todo el mundo, y todas las cosas deben seguir pasando de una condición a otra, y nada continúa semejante a sí mismo; todas las cosas abandonan sus confines; la naturaleza cambia todas las cosas y las obliga a transformarse. Lucrecio. Tanto si el mundo es un espíritu, o un cuerpo sometido al gobierno de la naturaleza, como los árboles i las cosechas, abarca en su constitución todo lo que está destinado a la experiencia, activa o pasivamente desde su principio hasta su fin; se semeja a un ser humano, cuya capacidad total está envuelta en el embrión antes del nacimiento. Antes de que el niño vea la luz, es innato el principio de la barba y de los cabellos grises. Séneca. 1. EL SER COM o DEVENIR ¿Qué clase de ser debe ser el ser antes de llegar a serlo? Esta pregunta, que fue obsesiva para gran parte de la filosofía y ciencia de los griegos constituye el punto central de lo 4 CAMBIO SOCIAL B HISTORIA que nos ocupamos en este libro: las ideas de crecimiento y desarrollo aplicadas a la sociedad e instituciones humanas. Los griegos, más que ningún otro pueblo conocido de la antigüedad, estaban fascinados por el cambio, sus fuentes, propiedades, direcciones y su relación con los principios del crecimiento orgánico. Aristóteles erigió un sistema completo de filosofía en torno al principio del crecimiento. También, mucho antes que él los primeros filósofos físicos de Mileto estaban igualmente preocupados por el cambio.•Todo es cambio» es un tema incesante en el pensamiento griego desde el principio hasta el fin, y es trasladado a Roma, y luego, a toda la investigación intelectual posterior en Occidente. Ciertamente, hubo griegos, como han habido individuos en todas las épocas, incluida la nuestra, que volvieron las espaldas al cambio, y que, interesados por hallar refugio en lo constante y permanente, declararon que el cambio era una simple apariencia, no la realidad. Este tema puede hallarse en el pensamiento griego desde las primeras épocas a las más tardías, y como digo, puede encontrarse asimismo en nuestros oías. Pero, concluir, como algunos han hecho, que los griegos t<;mían el cambio, eran ciegos al cambio, e ignorantes del creermiento y desarrollo en el tiempo, es una de las más bajas calumnias que se hayan lanzado jamás a un pueblo civilizado. Los griegos, no sólo conocieron, aceptaron e incluso amaron el cambio, fueron los primeros, en la historia, que sepamos, en hacer una ciencia del estudio del cambio. Cuando el primer griego declaró que el cambio es una parte de la naturaleza de cada cosa viviente y que tiene sus propias leyes de causa, mecanismo y fínalidad, empezó, casi en un sentido literal, Una investigación científica, que es una de las glorias principales de la historia intelectnal en Occidente. Si los griegos estaban fascjnados por el cambio: a~oraban, prácticamente, el crecimiento. Del modelo de crecímíento en el mundo orgánico que les rodeaba sacaron parte de las ideas más profundas y la mayoría de las de mayor alcance en la filosofía occidental. Un lugar destacado entre ellas merece la idea de tisis, de la que nos ocuparemos en breve. Bástenos decir aquí que esta palabra -cuyo significado literal es ~re­ cimiento- simboliza el concepto fundamental de toda la CIencia griega. De ella, los romanos, y posteriormente, el occidente latinizado, infirieron el concepto, igualmente trascendental, de LOS GRIEGOS 5 naturaleza. Deberemos pues, prestar una atención especial a esta palabra y a sus significados. Escasamente puede calificarse de extraño que los griegos quedaran pronto fascinados por el crecimiento y sus innumerables manifestaciones de génesis y decadencia. Como ha hecho resaltar John Linton Myres, en su inspirado ensayo «Los antecedentes de la ciencia griega»', tras todas las teorías físicas y orgánicas que abundaron en Grecia desde los primeros tiempos reposaba una orientación directa hacia una clase de teatro natural de contrastes geográficos, biológicos y vegetativos, tal vez más vivaz que en ninguna otra parte del mundo antiguo. Como observa Myres, habían en esta parte del mundo los contrastes evocadores de húmedo y seco, caliente y frío, luz y oscuridad, duro y blando, dulce y amargo, contrastes todos que, como sabemos, se asoman frecuentemente en los mitos, literatura y ciencias griegas. Pero superando en importancia a todos estos contrastes, aparece el existente entre crecimiento y decadencia, que se observa de forma tan marcada en un tipo de clima, en que el ciclo estacional de duración de las plantas es acortado por la concentración de lluvias en una parte del año, y en el que la aridez y la sequía son tan conocidas. Apenas podemos adivinar qué sutiles procesos del pensamiento intervinieron al principio, cuánto tiempo debió transcurrir, antes que los griegos, y previamente, otros pueblos, muchos de ellos, trasladaran lo qne vieron en el mundo de las plantas y de los animales a las representaciones de la realidad. Debe haber sido muy pronto, una vez que el hombre descubrió los usos de la plantación de semillas, una vez que la agricultura y la estabilidad de los hombres empezó a sustituir lo Que previamente había sido una existencia dé incesante vida nómada en busca de alimentos disponibles. Dada la dependencia, que aseguraba la vida, de la comunidad humana primitiva, con respecto a la preciada semilla, es fácil imaginar que la semilla y la planta se convirtieran pronto en objetos de admiración, adoración y mito para el hombre. Pues, ¿qué otros elementos más preciosos y, al mismo tiempo, más temibles, habían en su ambiente? Aun hoy, en nuestra desencantada era. de información confusa, de ciencia saturada, es difícil oponerse al misterio y 1. The Universitv of California Chronicte, vol. 16, n," 4. 6 '1:' CAMBIO SOCIAL B HISTORIA drama de lo que ocurre en la semilla y en su transfiguración en el tiempo. .Primero, hallamos la propia semilla: dura, seca, y al parecer, tan carente de vida como una piedra. La confiamos a la tierra, y con ello, comienza, con la ayuda del sol y la humedad, una sucesión de cambios verdaderamente asombrosa, cambios que en su integridad componen lo que denominarnos su ciclo de vida. Durante varios días no hay cambio visible; luego, lenta e inexorablemente, el proceso de génesis :1' crecimiento se hace patente -manifiesto en los diminutos y verdes vástagos, que a pesar de su fragilidad, se abren paso a través de la corteza ..de la tierra. Allí se suceden, en un orden inmutable, las fases del crecimiento de la planta, alcanzando, en el punto culminante, la plenitud de su ser, con su dádiva donadora de vida. para el hombre. Y entonces llega, con la infatigable regularidad que ha marcado su crecimíento, el declive, decadencia y gradual pérdida. de vida, que culmina en la muerte de la planta, mientras que su aspecto marchito y amarillento es el único recordatorio para el hombre de lo que ha sido antes. Pero la muerte es sólo un intermedio, pues ahora llega la transformación en la semilla que más pavor infunde: el ser muerto vuelve a recobrar la vida. Lo que había parecido ser muerte y terminación resulta haber sido solo una capa que cubre una realidad interna, que es eterna en su capacidad de vida. Una vez más se produce la génesis, y otra vez también, el admirable ciclo de génesis. crecimiento, decadencia y muerte. En la conciencia primitiva, claro está, nada ocurre naturalmente. En coñsecuencía, era indudablemente inevitable que los procesos recónditos de génesis y decadencia llegaran a ser los elementos del mito religioso. No podía darse por sentado algo tan vital para el hombre. como la disponibilidad de alimentos. Tenía que ser objeto de acción de gracias, de súplicas y de ritos destinados a rechazar las intromisiones malignas que, muy frecuentemente, podian parar en sequía o peste, con la consiguiente hambre para el hombre. Hay, como Frazer nos relata con abundancia de detalles en La rama dorada, numerosos dioses y diosas de la semilla y de la planta a lo largo de las más antiguas manifestaciones de la creencia religiosa del hombre. Con todo, no podemos precisar dónde y cuándo empezó a adorarse la semilla en la historia de la humanidad. LOS GRIBGOS 1 Lo único que sabemos es que en la época en que la civilización occidental comienza a invadir las zonas que rodean el Mediterráneo, se encuentran abundantes ritos y ceremonias relacionadas con la semilla. Osiris, Tammuz, Adonis y Dionisos son unos cuantos ejemplos, entre los más conocidos, de las representaciones sagradas de una admiración por lasemilla que debió hacer su aparición mucho antes que exístieran los pueblos más antiguos de que tenemos noticia. Por lo que al pensamiento occidental se refiere, la más famosa y, sin discusión, la más influyente de las deidades representativas de la semilla fue Deméter. Y la razón de ello es la relación de Deméter con los griegos, especialmente los atenienses, cuya adoración por ella es casi indistinguible de los principios del pensamiento sagrado, y luego, filosófico, de los griegos. De todos los dioses y diosas, Deméter era la más querida para los atenienses, y es completamente adecuado que hubieran anexionado, en época bastante temprana, a Bleusis, escenario de los temibles misterios eleusinos, que a su vez constituían la representación de la relación de Deméter con la humanidad. La historia de Deméter es relatada en el hermoso Himno a Deméter, escrito en el siglo VII a.J.C.' Perséfona, amada hija de Deméter, estaba un día jugando en un campo, sola, recogiendo campanillas, rosas. lirios y violetas, cuando, de repente, se abrió la tierra, y .Plutón, señor de los muertos. dominador del mundo inferior. apareció llevándose a Perséfona a vivir con él, 'como pretendía, para siempre. Deméter, desconsolada al enterarse del rapto de su híía, «provocó un año terrible y cruel para la humanidad en toda la tierra floreciente: el suelo no hizo germinar las semillas, pues las mantenía ocultas la ricamente coronada Deméter». Este fue evidentemente, el más terrible castizo que pudo sobrevenir' al hombre -como seria el más terrible que nudíera ocurrír a la raza humana actual- y se emnlearon todas las posibles formas de expiación para tratar de deshacer la maldici6n Que Deméter había impuesto en el mundo. Pero todo fue inútil. Tal era la pena de Deméter por la pérdida de su hija que estaba dispuesta a permitir la destrucción de la 2. He utilizado la versión de Hugh G. Rvelvn~VJhite en Homeric Hvmns ami Homérica (Cambridge: Harvard UniversityPress, 1914), p. 289·325. , 8' CAMBIO SOCIAL E HISTORIA raza humana por el hambre, a no ser porque el poderoso Zeus acudió, por fin, en socorro del hombre. Mandó a Plutón que devo!viera Perséfona a su madre, única forma en que la humamdad podría ser redimida de la maldición que Deméter había hecho caer sobre ella. Plutón fue obligado a obede.cer, pe:o, como quiera que amara a Perséfona profunda e Irremediablemente, la dejó reunirse con su madre sólo des. pués ~e ~berle dad~ a comer un grano de granada en la que había m~tI1ado un elixir que, en virtud de su hechizo, haría que volviera con él, al menos, durante un tercio de cada afio . Deméter,. apaciguada ahora, descendió rápidamente de Ios P!COS del Ol~po a .la llanura de Rhanus, «en otro tiempo una tIen:a de mieses, r;ca y fé~il, Y ahora completamente improductiva, p~es yacia escondida por designio de Deméter, la de Ios tobillos adornados. Pero luego, con la primavera, debía ~>ndularse pronto con largas espigas de trigo, y sus productivos s~rcos habían de cargarse con grano introducido, en el suelo, mientras que otras estarían ya atadas en gavillas». . Entonces, De'."éter, habiendo devuelto a la gente la fertiIidad del suelo Juntamente con la promesa de vida una Vez más, les ensefió «la forma de realizar los ritos destinados a ella y les confió todos sus misterios, espantosos misterios que nadie puede en ningún modo violar, curiosear o expresar, pues el profundo temor de los dioses refrena la voz». Hasta aquí, el origen mítico del ciclo de las estaciones, del sometimiento de la humanidad al invierno así como a la primavera. Hasta aquí, también, el origen de la adoración de los griegos p~r Deméter, cuya simbolización de la planta donadora de VIda y sus ocultas maravillas de crecimiento y decadencia, de muerte y nuevo nacimiento, parecía a los atenienses aún más s~grada que la hazafia de Prometeo dador del fuego. La veneración por Deméter, en Atenas, continuaría hasta bien entrada la era del racionalismo griego. Si observamos con atención el mito de Deméter habremos de reparar inmediatamente en todos los elementos' esenciales de conceptualización del crecimiento: fecundidad y esterilidad des~e !uego,. pero ta'."bié~, desa;roll? y repetición cíclica, po: tencialidad, mmanencia, e íntencionalídad. Por encima de todo ha descrito Sir James Frazer, «el pensamiento de la semilla sepultada en la tierra, con objeto de surgir a una nueva v más elevada vida, sugería fácilmente una comparación con el LOS GRIEGOS 9 destino humano. '. Si, como aconteció durante mucho tiempo en Grecia y, se manifestó, ciertamente, a partir de entonces en una u otra formulación, con inclusión de la cristiandad, el destino humano fue concebido en términos religiosos de realización espiritual, ésta no fue, con toda seguridad, su única y posible formulación. Una buena parte de la filosofía racional griega, y específicamente, de la filosofía griega de la civilización, y su desarrollo, fue sugerida también por la semilla sepultada en la tierra desenvolviéndose, desarrollándose y logrando su objeto antes de que terminara el ciclo, mientras que un nuevo ciclo debía comenzar después. «No hay transición súbita alguna», nos recuerda el profesor Guthrie, «desde una mentalidad mítica a una racional. El pensar mítico no muere repentinamente, si es que muere alguna vez..... Seguramente, hay abundantes evidencias de ello en nuestra propia época desde el momento en que, como apunta Guthrie, hallamos médicos, que hacen referencia, seriamente, a las enfermedades como entes que actúan en ciertas formas predeterminadas -en vez de aludir a los enfermos- y tanto los versados como los legos tratan de la «naturaleza» como si acudieran a un árbitro. En este sentido pregunta Guthrie, «¿en cuántos casos no hemos abandonado simplemente el lenguaje de la mitologia y encubierto sus personajes con la terminología de la razón? En Grecia, también, puede encontrar uno los conceptos míticos ataviados con términos racionales y perdurando en el disfraz de las ideas racionales.' 4 La metáfora de la semilla, del crecimiento, del devenir, nacida de un temor y gratitud religiosos, adquirieron una trascendencia singular en época muy temprana, en la filosofía y ciencia griegas. Desde la representación de lo divino y sobrenatural, la metáfora se convirtió en la base de una visión completa del mundo. En este punto, que es tan esencial para que comprendamos la perspectiva de cambio histórico en los griegos, no puedo menor de citar al erudito profesor Sambursky: 3. The Golden Bough. 1 vol. edíc, abreviada (Nueva York: The MacmiHan Co., 1940), p. 398 Y cap. 44 «Demeter and Persephone». 4. In the Beginning: Sorne Greek Views on the Origins of Lite and the Early State 01 Man de W.K.C. Guthrie (Itaca Comell University Press, 1957), p. 15-16. 10 CAMBIO SOCIAL B HISTORIA Los griegos permanecieron muy vinculados al cosmos como consecuencia de considerarlo un organismo viviente' un c!,erpo que p!'ede ser comprendido y aprehendido en s~ totalidad, Los griegos poseían un profundo sentido de conCIenCIa, que se caracterizaba por un enfoque biol6gico hacia el mund? de.la materia. El pri.ncipio teleológico es esencialmente bíológíco y antropomórñco, de forma que la I1rimera base para la concepción del orden en el universo fue hallada en el sistema del mundo de los seres vivientes. 5 Esta base, considerada como concepto, fue lo que los griegos denominaron tisis, una de las ideas más profundas y penet!~t,;,s en el pe~samiento clásico. Aunque el mundo y S?S significados son bien conocidos para los clasicistas y han sido explorados a fondo por eruditos clásicos como JoOO Línton . Myres y Francis Cornford, subsiste el hecho extraordina,;o y lamentable de que est~ mundo y sus significados están casr ausentes de los tratamientos del pensamiento social V político de los griegos. En parte, este descuido es el resultado de la versión -o mejor dicho, traducción errónea-, que los romanos dieron a ~a palabra tisis. Utilizaron la palabra natura, de la cual deriva nuestra palabra naturaleza. Los romanos sin embargo dieron a entender con natura, por lo general, el mundo físico' incluye~do los aspectos físicos del hombre y de la sociedad: Inconscientemente, hacen nacer ese dualismo funesto entre lo físi?o o «natural» y lo social. que ha acunado el pensamiento occI?ental d,;sd,;,. entonces. Es interminable el número y diversídad de sígnifícados que el pensamiento occidental ha asignado a la palabra naturaleza. Pero para lo§-griegos -,-.'1 ello es cierto ya en tiempos de Heráclito- el significado de fisis encierra al propio tiempo menos y más que el que los romanos dan a natura. Fisis es más' Que esa «esencia interna» o «ser residual», que constituye el sen!ido filosófico de naturaleza má's frecuentemente utilizado: y denota :'lucho menos que la. suma total de todo lo que es físico en p.l uD.'verso. aue es el sentido más popular de dicha palabra.' Fisis fue mdudablemente uno de estos significados en cierto lITado, pero lo oue la palabra daba a entender más notablemente a la mentalidad griega era crecimiento. En un principio, según 5. Phvsical World oi the Greeks, de S. Sambursky, trad. por Merton Dagut (Nueva York; Macmillan, 1956), p. 241-242. LOS GRIEGOS 11 Cornford, tisis expresó «dar nacimiento a»; esto, desde luego, en una época en que «la exteriorización mítica del sexo -el matrimonio del padre cielo y la madre tierra y el esquema genealógico de la cosmogonías-e- reinaba todavia en el pensamiento reflexivo de los griegos. Fisis, pues, hacía referencia al principio de generación, o con más precisión, al poder generador en el mundo, que era concebido a modo de generación sexual. La Teogonía, de Hesíodo, es un ejemplo de este tipo de sexualidad mítica 6. Pero para el tiempo de la aparición del racionalismo científico griego, fisis habia adoptado el significado relacionado, si bien más comprensivo, de crecimiento: crecimiento en general, y en el sentido individualizado de cada elemento. «La palabra griega q> ,,01.1;, escribe Myres, «es simplemente el sustantivo verbal de cpÚEfoU «crecer», pero puede compartir el sentido causal de la raíz de aoristo '1'6""" «hacer crecer». En frases de los fisicistas jónicos, sin embargo, parece ser utilizada siempre intransitivamente, y también en su sentido verbal estricto» 7. Si la naturaleza de una cosa, pues, es la forma en que crece, y si todo en el universo, lo mismo físico que social, tiene una tisis propia, una forma distintiva de crecer, un ciclo de vida, la tarea del filósofo o científico es clara. Es averiguar cuál es la tisis de cada cosa: aprender su condición original, sus etapas sucesivas de desarrollo, los factores externos, como el agua, la luz, el calor, que la afectan, y, por último, cuál es su «fin», es decir su forma final, la forma que puede decirse que es la causa «última» de todo ello. Un interés en la: tisis de las cosas -o en sentido muy estricto su «fisiologías-e- es, pues, el punto de partida de la ciencia y filosofía racional griegas. Tanto si el objeto de averiguación era un árbol, un perro, el propio hombre, el estado o el 6. Principíum Sapientiae: The Origins ot Greek Philosophical Thought, de F. M. Cornford (Cambridge; Cambridge University Presa, 1952), p. 179~181~ passím: «Si deseamos comprender a los filósofos del siglo VI -c-escribe Cornford- hemos de desterrar de nuestra mente la concepción atomística de la materia inerte en el movimiento mecánico y ?eI dualismo cartesiano de materia y esptrítu.» La tisis -pone de relieve Cornford- era la transmisión entre el movimiento concebido primitivamente como generación sexual y el movimiento concebido como crecimiento. 7. «The Background of Greek Scíence», en los términos citados, pág. 17. 12 CAMBIO SOCIAL E HISTORIA cosm?s,.10 importante era descubrir a través de los medios más mdicados -análisis, comparación de tipos deducción-su «forma d~ crecimiento», la forma de ser y d~ llegar a ser que era peculiar a ella y a su tipo. Heráclit? -con mucho, el ingenio científico más poderoso ent~e .los filósofos de la naturaleza anteriores a Aristótelesescríbío tres tratados, nos dicen, sobre la fisis de las cosas: uno sobre .el unIver~o, uno sobre la sociedad, y uno que explica la relacíon de DIOS con el mundo. Uno de los títulos dentr? de la obra de Heráclito es «Un juicio sobre el comportamíento», Ot.ro, y el profesor Myres cree que es muy probable que sea aplicable a toda la colección, era «Sobra la forma en que crecen las cosas». 8 El método de Heráclito escribe Myres era .exanIinar y distinguir las cosas según la' forma en qU~ crecían o, c~mo podríamos decir, se desarrollaban. A este respe~to, reunió, como haría posteriormente Aristóteles, el mayor numero de muestras que pudo, y no se limitó en modo alguno a lo simplemente físico y orgánico, pues estaba interesado en una comparación de las costumbres y claves sociales aparte de lo otro. Herá~lito, al parecer, versado en materias políticas, puede haber SI~ el primero en dar a fisis ese sentido de norma mor~ o Ideal que esta palabra, y el vocablo alin naturaleza, habían de ostentar a lo largo de la historia subsiguiente del pensamiento occidental hasta llegar a nuestros días. Pues en asuntos. morales y psicológicos, y también en los políticos v econ.ómIcos, aún s': considera importante adaptar las circunstancías 10 más posible a lo que concebimos que es «la naturaleza» de una cO,sa, tanto si se trata de la personalidad humana, el estado o la economía, Heráclito comparo «la forma en que crec,:n las cosas» a una «policía moral», dando por supuest? .que SI las cosas logran desviarse de lo que constituye la fisis de cada una, no se hará <¡.sperar el justo castigo. Hemos de observar, comparar, y estudiar lo que está en torno nuestro y dentro .de nosotros, recomendaba Heráclito, «pues aquello que nos CIrcunda bastará para que el que estudia la forma en que ,,:r,,:cen las cosas; viéndolo razonable e inteligente». Podría describirse una ~an parte de la filosofía griega subsiguiente, y luego, de la OCCIdental, como una serie de notas al pie sobre 8. [bid. LOS GRIEGOS 13 esta fecunda observación. Desde la noción de fisis como «policía moral», como «el juicio que gobierna todas las cosas de todo» (las palabras son de Heráclito), se pasa con facilidad a la noción de [isis, como el tipo ideal sobre el que pueden ~ontarse los esquemas de reforma social e incluso de revolución, aspecto al que aludiremos más adelante. La profundidad con que el concepto [isis, concebido como «crecimiento» estaba imbuido en el pensamiento griego puede inferirse del hecho de que Aristóteles, en su Metafisica, en la que define los términos esenciales del discurso filosófico y científico, coloca los tres primeros siguificados del concepto, precisamente, en los términos de crecimiento o generación. El primer sentido de jisis, escribe Aristóteles, es «la generación de objetos que crecen». El segundo siguificado está intimamente relacionado: es «el primer componente del que crece un objeto en fase de crecimiento». El tercero es «la fuente de la que el movimiento empieza primero en cada cosa natural, y que pertenece a esa cosa en cuanto tal cosa•. Es característico de Aristóteles y del pensamiento griego, en general, que siguiera elaborando el pensamiento expresado escribiendo: «Se dice que los objetos crecen, si se incrementan por medio de algo diferente por contacto, y también, creciendo o armonízándose conjuntamente por la naturaleza (fisis), como en el caso de los embriones. Un crecimiento conjunto difiere del contacto, pues en el último caso ninguna otra cosa, aparte de tocar, es necesario, pero en las cosas que crecen juntas hay algo, una sola COsa e idéntica en ambas que, en vez de tocar, las hace crecer juntas y es una sola cosa con respecto a la continuidad y cantidad, pero no con, respecto a la calidad». 9 No puedo imaginar mejor modo de ilustrar la doctrina de la [isis en el uso de los griegos que citando la descripción famosa de Aristóteles acerca de la naturaleza --es decir, la fisis- del estado. La hallamos al principio de su Política. 10 «Aquel que considera las cosas en su primer crecimiento y origen, sea el estado o cualquier otra cosa, obtendrá la más 9. Aristotle's Metaphysics, traducido con comentarios y glosas por Hippocrates G. Apostle (Bloomington: Indiana Uníversity Press, 1966), p. 77. 10. Aristotle's Político, trad. por Benjamín Jowett (Oxford: Clarendon Press, 1923), libro 1 passím; 14 CAMBIO SOCIAL B HISTORIA clara visión sobre ellas». Esta es una declaración que hubiera hallado tanto favor anteriormente con Heráclito como había de tener, dos milenios más tarde, en Comte o Spencer. Lo mismo ocurriría con lo que sigue. Puesto que el estado debe ser aprehendido en cuanto a su crecimiento pleno, es preciso otorgar atención a su origen en el tiempo. Pues, en el origen de una cosa que crece deben hallarse todas las potencialidades del esquema real de crecimiento. De ahí, la preocupación de Aristóteles por la familia. La familia es, nos recuerda, una forma autosuficiente de organizacíón social, en la que viven todavía muchos pueblos, sin beneficio de instituciones más perfiladas. Pero, pese a su autonomía como «especie», la familia es también el origen del estado. De él derivan con el tiempo dos formas más complejas de organización soclal: el pueblo y el propio estado. El pueblo, entonces, es la segunda fase de desarrollo. «La forma más natural del pueblo parece ser la de una colonia derivada de la familia, compuesta de hijos y nietos, que se dice fueron «amamantados con la misma leche». Aquí Aristóteles cita la descripción de los cíclopes a cargo del reverenciado Homero: «Cada uno da ley a sus hijos y esposas». El pueblo, sencillamente, representa un cambio con respecto a la familia, que no es sólo aditivo, sino acumulativo; es secuencial en el sentido biológico de la secuencia genética. El estado, que es la siguiente fase de desarrollo, constituye un elemento emergente del pueblo, exactamente en la misma forma que el pueblo lo es de la familia, Cuando se reúnen varios pueblos para formar una sola comunidad, el estado, propiamente dicho, pasa a tener existencia. Es nuevo, pero sólo en el sentido en que lo es el organismo completamente crecido cuando lo comparamos con sus fases precedentes de crecimiento. En este punto Aristóteles es enfático. «Si las formas priInitivas de la sociedad son naturales, también lo es el estado, pues es el fin de las mismas, y la naturaleza completada es el fin. Pues lo que es cada cosa al llegar a su completo desarrollo, lo denominamos su naturaleza, ya hablemos de un hombre, de un caballo, o de una familia». (El subrayado es del autor.) y entonces llegamos a la famosa sentencia, en la que Aristóteles se oeupa de lo que en el pensamiento moderno llamamos la «causa final». Como haré resaltar en breve no se trata LOS GR.IEGOS 15 en absoluto de una «causa», no en algún sentido que tenga utilidad y deriva, como «naturaleza» de una traducción errónea por parte de los romanos. Pero citemos el pasaje, primero. «Así .....,<\ristóteles concluye- que el estado es, por naturaleza, claramente anterior a la familia y al individuo, puesto que el todo es necesariamente anterior a la parte». Aristóteles dice que la prueba de esto es que «el individuo, al estar aislado, no es autosuficiente; y por tanto, es como una parte en relación con el todo». Pero, realmente, la «prueba» de Aristóteles tiene mayor alcance. Dado el evolucionismo teológico ~e. este tratamiento, deducido simplemente del modelo de crecimiento en la planta u organismo, el estado es, por naturaleza, ~te­ rior a la familia en el sentido genético de que la semilla, aunque manifiestamente primera en el tiempo deriva o es sencillamente una primera fase de creciIniento del todo completado que es, por decirlo así, la «ímago». Quisiera Indicar ahora que en el precedente tratamiento del estado tenemos todos los elementos esenciales de la perspectiva del evolucionismo, Indudablemente una de las ideas fundamentales de la tradición occidental. Se dice frecuentemente, sin embargo, que en opinión de Aristóteles (y voy. a citar aquí un ejemplo representativo del cargo contra Aristóteles) «El proceso de desarrollo fue considerado limitado estrictamente a los coníioes de la vida índívídual.,; En otras palabras las fronteras entre las especies son fijas y definitivas; no puede haber un principio en el tiempo de la existencia de una nueva especie, y por consiguiente, modo alguno de propagación de una nueva especie mediante el ' desarrol~o ?e otros tipos. Como Aristóteles expresa agudamente «es indispensable un hombre para engendrar a un hombre». II Que esta afirmación refleja la concepción de Aristóteles sobre la evolución orgánica y el problema de las especies en biología no deja lugar a dudas y sería insensato pretender otra cosa. Pero si consideramos a Aristóteles como sociólogo en vez de biólogo, es también cierto que tuvo un sentido muy claro de lo que podría denominarse «formación de las especies sociales»: la procedencia de un tipo de sociedad con respecto a otro. Hay todas las razones para considerar la familia, 11. Elements oi Metaphvsics, de A. E: Taylor (London : Methuen & Co., 1903), p. 266. 3. CAMBIO SOCIAL l,.·' 16 CAMBIO SOCIAL E HISTORIA el pueblo y el estado como diferentes especies sociales. Y, como hemos visto, Aristóteles advierte claramente la relación genética entre estos tres tipos. Podemos concluir con una argumentación a que haré referencia posteriormente: la de que, en el pensamiento occidental, la teoría del evolucionismo social fue muy anterior con respecto a la evolución sociológica en lograr estima en filosofía. (Aunque no ignoro que en la época de Aristóteles, así como antes y después de la misma, hubieron otros filósofos que tenían menos dudas que Aristóteles acerca de la formación de especies biológicas como un proceso de avance en la naturaleza. Basta con que pensemos en el predecesor de Aristóteles, Empedocles.) Antes de dejar a Aristóteles, me parece interesante hacer otra observación. Dije hace un momento que la «causa final», como frase, hace poca justicia a, lo que Aristóteles dio a entender mediante la relación del estado completamente desarrollado con la semilla-origen: la familia. La palabra «causa», con sus complejas y siempre ambiguas asociaciones, es algo' que debemos a la preocupación romana por el actor legal, y luego, a la preocupación cristiana por la volición divina. Para Aristóteles -y para los griegos en general, según creo- interviene algo diferente, algo que es en cierto modo menos «causa» en nuestro sentido heredado de la palabra que un punto de referencia en un proceso evolutivo autónomo. Esto es patente si consideramos brevemente la doctrina denominada de las cuatro causas. Si suponemos, como los griegos, que el ser está hecho haciéndose, está claro que el proceso de llegar a ser puede ser considerado <;!..esde todos y cada uno de los cuatro puntos de vista o, por así decirlo, cuatro puntos de verificación. En primer lugar, hay el material -la sustancia en bruto y sin desarrollar del ente que experimenta el desarrollo-, que podemos observar mejor en su. condición de origen, es decir su semilla. A este uso, al que ya nos vamos acostumbrando, 'nos sentimos inclinados a llamar «causa material», aunque no es, como digo, ninguna causa en absoluto. Segundo, la forma (ecausa formal») o esquema de desarrollo revelado desde el principio al fin. Y esto en el fondo es simplemente el ciclo de vida del ente considerado en conjunto, Hay, en tercer lugar, 10 que Aristóteles expresa con «causa eficiente» 6 «causa motriz», y aquí nuestra atención es dirigida hacia el mecanis- LOS GRrEGOS 17 mo, en cualquiera de sus acepciones --co~flicto, lucha, cooperación, amor, etc., pues el número de mecanismos propuestos en el pensamiento griego, y luego, occidental, es incontable--, mediante el cual se mantiene en marcha el proceso de desarrollo. Tales «causas. son comparables con la acción del sol y del agua en el crecimiento de la planta. Cuarto, y tal vez la más importante, existe la «causa final». Pero tampoco es ésta una causa, estrictamente hablando. Es causa sólo en el sentido tergiversado de que en cualquier ser que esté sujeto a un crecimiento verdadero, el estado final está, por decirlo así, contenido en el proceso de crecimiento desde el mismo principio. Cuando plantamos una semilla de petunia, logramos invariablemente -a menos que intervenga un accidente o el azar, y esto es un punto vital en la teoría de desarrollo- una petunia completa; no una rosa o un narciso. Y lo mismo podemos decir del estado. En efecto, Aristóteles nos dice que la organízación de parentesco o cognación se desarrollará normalmente a lo. largo de períodos de tiempo prolongados, en el supuesto de que las circunstancias sean propicias, primero, en el pueblo, luego, en el estado -el último ser y en términos de crecimiento, la imago. Las denominadas cuatro causas de Aristóteles no son, en suma, causas, sino puntos de referencia para conocer la [isis de algo. Hemos de admitir que cada una de las cuatro causas podría ser utilizada y, de hecho lo fue -por Aristóteles y otros-- en un sentido que no tenía aplicación directa al proceso de crecimiento y desarrollo. Hay muchas discusiones sobre las causas que esclarecen este hecho. Lo que pretendo hacer resaltar aquí es simplemente que como gran parte del pensamiento de Aristóteles, la doctrina de las cuatro causas le fue sugerida en primer lugar por una concepción de la realidad en la que el desarrollo y el devenir eran propiedades primarias. Tan sólo hemos de observar en su Metafísica, cuando define la «causa», como la hace depender en gran manera del concepto de «generación». El poder de engendrar era, indudablemente, la principal referencia en la mente griega a la noción de causa: el poder de enger:drar, ilustrado inmejorablemente en el acto de la reproducción. Entre tisis y «causa» hay, en Aristóteles, una relación muy estrecha, incluso inquebrantable; y, como observamos, basta con que leamos las líneas de introducción del tratamiento de la [isis, por Aristóteles, en su Metafísica, para recordar que para él, corno 18 CAMBIO SOCIAL E HISTORIA para Heráclito algunos siglos antes, el modelo de crecimiento y generación era vital. Creo que podemos ampliar lo dicho acerca de las «cuatro causas», diciendo que lejos de quedar restringidas en su trascendencia a Aristóteles, pueden considerarse perfectamente categorías de investigación en el pensamiento griego global, tanto físico como social, y más tarde, del romano. Tampoco quisiéramos indicar que no han desempeñado un papel estratégico en el pensamiento occidental desde los griegos y romanos. Me limito aquí, por una buena razón, únicamente al pensamiento social. Una buena parte del pensamiento social occidental puede ordenarse, y sus ideas e investigaciones clasificarse, en las categorías de investigación de la sociedad proporcionadas por las denominadas cuatro causas: los origenes de las cosas, el esquema o [orma del desarrollo de las cosas, la causa motriz (interna o externa) de este desarrollo, y, por último, la finalidad o causa final de todo el proceso de desarrollo. Desde Heráclito, pasando por Aristóteles, y luego; Lucrecío, desde San Agustín a Comte, Hegel, Marx y Spencer, este modelo de investigación, esta estructura de la investigación de la sociedad humana, han sido influyentes y han gozado de gran difusión. Tal vez sea la mayor consecuencia individual del concepto griego de tisis. Pasemos ahora a otra consecuencia, aunque íntimamente relacionada, de la idea de tisis: la doctrina clásica de los ciclos repetitivos del desarrollo en el tiempo. 2. CICLOS DELGÉNESIS Y DECADENCIA Geométricamente hablando, escribe Gomperz, el proceso cósmico podría compararse Con una trayectoria o' con un ciclo. En -el primer caso, sería un viaje hacia una meta desconocida; en el segundo, constituiría una marcha o reconi-. do circular del fenómeno, con un retroceso ininterrumpido al punto de partida. Y con estas alternativas propuestas antes que ellos, los griegos no podían dudar en su elección. No había una analogía decisiva que les impulsara hacia la prímera perol en favor de la teoría cíclica, podían alegar el espec'táculo. de decadencia y resurrección que se renovaba constantemente en la vida de las plantas. 12 12. Greek Thinkers, A History 01 Ancient Philosophers, de 'Iheodor GOInperz (Londres John Murray, 1901), 1, 141. tos GRIBGOS 19 En suma, de la misma analogía que originó el trascendental concepto griego de tisis, «la forma en que crecen las cosas», derivó, con bastante lógica, una concepción de ciclo de vida, en sentido estricto, al que podría referirse el flujo de cambio físico y social en el tiempo, con miras a su comprensión. Esta explicación puede parecer en sí demasiado simple. Ciertamente, habían otros aspectos de la naturaleza -la salida y puesta del sol, la alteración rítmica del día y de la noche. el ciclo anual de las estaciones- que deben haber sugerido también un modelo cíclico de cambio en el cosmos y la saciedad. Intelectualmente, había contacto griego con los antiguos sistemas ideológicos de los egipcios, persas, y babilonios, entre otros, en los que había influido durante mucho tiempo una concepción cíclica del cambio. No cabe duda de que muchas influencias actuaron en la noción griega del ciclo cultural. " y con todo, aun reconociendo todo ello, fue, creo, la analogía de la planta y del organismo, junto con la concepción plenamente metafórica de la «realidad en el llegar a ser» que fue extraída de la misma, lo que, por encima de cualquier otra cosa predispuso a los griegos a adoptar una visión cíclica del cambio en el tiempo. La tisis, como marco de la realidad investigada, 1'lUbierasugerido por sí sola un esquema cíclico de cambio. Pues, una cosa en fase de crecimiento no tiene sólo su génesis y desarrollo, sino también su decadencia, y, eventualmente, su terminación; a lo que seguirá otro ciclo de génesis y decadencia, ad infinitum. Aquí quiero hacer una observación, que considero fundamental, en relación con la famosa doctrina griega de los ciclos. Estos ciclos, que hallamos de modo intermitente en la literatura, son ciclos, no de historia, sino de desarrollo. La diferencia puede parecer insignificante, pero no lo es, pues forma parte de una diferencia aún mayor en la interpretación del pasado, que sigue siendo característica del pensamiento occi13. En la obra Cosmos and Histary: The Mvth 01 the Etemal Return, de Mircea Elíade (Harper Torchbooks, The Bollíngen Líbrary, 1954) puede encontrarse un relato fascinante de estas influencias, especialmente en los capítulos 2 y 3. Véase también Guthrie, ob. cit. cap. 4. .:: (?",' <: ~"Y :.:J ( " 20 ., CAMBIO SOCIAL E HISTORIA dental hasta hoy. Seguramente, tenemos libertad para utilizar las palabras ,«historia. y «desarrollo. indistintamente, y la mayoría de nosotros lo hacemos comúnmente. Pero dicho esto, hay, con todo, una razón' poderosa para distinguir entre el tratamiento del pasado como los historiadores suelen verlo -en una tradición que se prolonga desde Herodoto y Tucídides, pasando por los cronistas medievales, hasta llegar' a los Gibbon, Ranke, Mommsen y Motley de la edad moderna-s- y por otra parte, el tratamiento del pasado como los evolucionistas -en una linea que va de Aristóteles a Herbert Spencer- tienden a verlo. En último término puede haber un pasado, per,o hay diferentes perspectivas para considerarlo, y las dos índícadas son fundamentalmente diferentes. 14 En la primera perspectiva, en la que he denominado el pasado del historiador, el pasado se concibe como una suerte de genealogía de acontecimientos, actos, y personas, cada uno de los cuales representa un punto en el tiempo registrado, que es teóricamente especificable e, incluso, admite la asígnación de una fecha. La verdadera esencia aquí es el tiempo concebido en cuanto a momentos, días, años, el cual recibe una ejemplarizacíón dramática mediante personajes y acontecimientos memorables. En el linaje de' los historiadores, arriba mencionados, debería incluirse seguramente a 'los antiguos hebreos, que compusieron el Antiguo Testamento, pues esta obra es historiográfica en su interpretación del pasado con respecto a los hechos, personas, motivos, y cosas semejantes. El énfasis en la perspectiva historiográfica recae 'en la exactitud del tiempo y lugar, y en la relación. En el siglo XIX; Leopold von Ranke facilitó una notable definición de este tipo dé investigación del pasado al decir que la tarea del historiador es relatar «wie es eigentlich gewesen ist», es decir, exactamente como real o propiamente ha sido. 14. Baso. esta distinción. entre historia y desarrollo en la obra -Theory 01 Histarv, de Frcderick J. 'I'eggart (New Haven: Yale University Press 1925). Me pertenece exclusivamente, sin embargo, la aplicación de l~ distinción a la teoría específica de los ciclos clásicos. Véase también «!ime in Aneient Hístoriography» en History and the Concept 01 TIme, de Arnaldo Momigliano (Wesleyan University Press: 1%6), p. 1~23. Aunque el Dr. Momigliano no se ocupa de la distinción que establezoo aquí, apoya la opinión de que la doctrina de los ciclos en el pensamiento griego no tenía nada que ver con la historiografía. LOS GRIEGOS I l c\ VJ \" e: "A~t'/r~ ~ d'~'<;Y- -.;-; ~'? ~~~~:\":~:T;~ -v..-.t",:,~·4'21 ,.<"\ ,. ':l':'f.,~,,~)· ' '"", evoluitv~ e{~ij~~-I\f!:P En la segunda gran pe;spectiva; lo recae en el pasado. concebido como un.a geneaIQglá(¡j.e, sucesos -¿ y personás, sino en unas. secuencias, más ? menos'4!.d6~eh-· tes del tiempo, de cambios emergentes. SI el aconteiiil'ni6l<w...es-' la Clave de la perspectiva historiográfica, el cambia es el concepto fundamental en la perspectiv~ evolucionista. El tiempo, en un sentido muy amplio, tiene evidentemente trascendencia, pero el evolucionista, ya social o biológico, está mucho más interesado por alcanzar unas relaciones correctas anteriores y posteriores en sus cambios y tipos q~e en la, búsqueda, pr?· bablemente fútil, de fechas, para averiguar cuando se produjo exactamente un cierto cambio. ¿Cómo, en todo caso, podría ponerse fecha al cambio, concebido como crecimiento? ¿A qué hora del día o día del mes pasa el organismo de una fase a otra? ¿Cómo se fecha, salvo en los términos más amplios de siglos o milenios, el pretendido paso, en los pueblos, de una fase de cultura a otra, de una fase de desarrollo de una institución a la próxima? Aristóteles, en su Politica, y Tucídídes, en La historia de la guerra del Peloponeso. ofrecen un perfecto ejemplo, para nuestros propósitos actuales, de la diferencia entre ambas tradiciones. Cuando Aristóteles, evolucionista social por excelencia, 'planteó la sucesión de formas de la polis, ?esde el parentesco, pasando por la comunidad, hasta el propto estado emergente, del que se ocupaba, no con unas ristras de .suces~s y personajes, cada una de ellas teóricamente fechable en el tíempo, sino con unas emergencias genéticas de cambio de tipo, con el crecimiento de una institución desde una a otra etapa, le hubiera parecido absurdo le pareció de hecho, colocar esta secuencia de tipas y fases en un orden de tiempo compuesto de días y meses, y años, como si tratara del crecimiento de una planta o de un ser humano individual. Lo que interesaba a Aristóteles no fue la historia del estado, sino, si se nos permite utilizar una locución que adquiere singular relieve en el siglo XVIII, la historia natural del estado: la manifestación o actualizadón de condiciones son consideradas ahí como inherentes y potenciales, en la institución, desde el principio. ¡Cuán diferente es el enfoque con respecto al «estado», que hallamos en la famosa historia de Tucídides sobre la guerra ateniense con Esparta! Exceptuando únicamente los primeros párrafos, en los que escarba con mayor o menor inseguridad ir 22 CAMBIO SOCIAL E HI~rORIA en. el pasado más remoto de Hellas, Tucídides se limita es. trIctame?te, ~ .Ios acontecimientos específicos, a las pers¿nas y ac~os ídentíñcabíes, que le parecieron tener decisiva import~CIa para explicar exactamente lo que había ocurrido en las dlve;s.as décadas ';lue llevaron a la guerra del Peloponeso. Para T~cldldes, la mejor forma de presentar y explicar la polis grIe~a, no es en la aparición de condiciones no restringida a ~n tIem¡;JO específico, sino en relación con hechos y personajes POlítICOS concretos. Ahora el extremo relativo a la doctrina griega y romana sobre el ciclo, que quiero poner de relieve aquí, es que pero t~nece a la perspectiva evolutiva, no a la historiográfica. Los filósofos clásicos pensaban en ciclos de cambio en un ser dado -ya fuera la polis, la civilización o el cosmos- no en los ciclos h~chos e individuos exactamente repetidos'en el tíempo; El ,;'clo fue un modelo utilizado por el evolucionista, no prImordialmente por el historiador. Creo que este hecho explica por qué no logramos una ímag~n c~ara de lo~ ciclos, cuando examinamos las obras de los hlstOI:adore~ gne~os y romanos --como muchos eruditos han obtenido al. mvestigar la doctrina del ciclo. Podemos recordar dos excepcionas aparentes: Tucfdides y Polibio, que fíguran entre los mayores historiadores clásicos. Pero las excepciones son sólo aparentes, no reales. Así, en Tucídides hay un breve episodio que se cita a me. nudo por llevar implícita la posible existencia en su mente de U? esquema cícli?o para !os acontecimientos que describe. Nos dI~e que ha ~SCrIto su historia con el fin de ayudar a «quienquiera pueda -desear tener una visión clara tanto de los hechos que han ocurrido cama de los que ocurrirán de nuevo algún día, .con to~a probabilidad, en forma idéntica o similar». l5 A primera V1~ta esto !,arte de un supuesto cíclico, y 'el renomb;ado tratadista cláSICO J. N. FinIey, entre otros, lo ha consíderado así. Pero yo más bien defendería el punto de vista de. otr,?s qU~ han estudiado a Tucídides, según los cuales, este e?,sodIO, leJOS de dar por sentado algo tan complejo V grandIOSO co!!'o ';'" ciclo, supone más bien la convicción familiar en la historia del pensamiento ---<:onvicción que nadie ha expresado con mayor resonancia que los historiadores de to15. The History ot the Peloponnesian War 1, 22. J LOS GRIEGOS 23 das las edades, incluso los que nunca han oído hablar de ciclos -que de generación en generación, siglo a siglo, tienden a repetirse unos tipos de hechos y actos. Por ello, suele decirse que podemos «aprender de la historia », Es seguramente improbable que Tucidides creyera que los datos de la historia ateniense, que exploró tan incansable como objetivamente, volvieran a repetirse. Es aún más improbable que una mentalidad eminentemente sofisticada como la suya, aun suponiendo creyera en los ciclos culturales. de .géne~is y decadencia. de los que nos ocuparemos en seguida, nnagmara que su propio texto sobreviviera en cierto modo a la catástrofe que, para todos los filósofos del ciclo, marcó el fin de un ciclo de civilización. Es más verosímil que Tucidides creyera, como pudiera hacerlo cualquier historiador actual, que toda vez que las invasiones, guerras, derrotas, demagogos y nobles son el material repetitivo de la historia, cualquier griego posterior podria beneficiarse, en cuanto al conocimiento de lo que ocurría en su propia época, de la lectura de los sucesos que Tucídides expuso en forma vívida y detallada para sus contemporáneos. Téngase presente que no afirmo que Tucídides no creyera en el cambio cíclico. Como griego, casi es cierto que compartiera tal opinión, cuando su mente se encaminaba a los asuntos más amplios de las civilizaciones completas, desde su principio al fin. El hecho de' que hoy cualquier buena historia de la guerra civil americana no podamos alcanzar evidencia del punto de vista del historiador, de una u otra forma, sobre la evolución o desarrollo progresivo de la humanidad, o incluso de la civilización americana, no pone en tela de juicio el escepticismo del historiador sobre la evolución o progreso. Es una cuestión de trascendencia en el contexto, de adaptación de perspectiva. A modo de paréntesis, podríamos hacer resaltar aquí otra declaración que a menudo se ofrece como evidencia de la creencia griega en los ciclos de acontecimientos y personas exactamente repetidos. Esta es la observación de Eudemo, discípulo de Aristóteles, quien, un día, dirigiéndose a sus estudiantes sobre las doctrinas de Pitágoras dijo: «Si hemos de creer a los pitagóricos, estaré una vez más charlando entre vosotros con esta pequeña vara en la mano, y otra vez, como ahora, estaréis sentados ante mí, y de un modo similar, ocu- 24 CAA{BIO SOCIAL B rIISTORIA rrirá Con todo lo demás»." Pero esta encantadora observación junto con la imagen implícita de una sucesión interminable de maestros llamados Eudemo sentados con la vara en la mano, .me parece que tendría más en común con la doctrina pitagórica de la.transmigración de las almas (dentro o fuera del contexto ~íchc~) que .con una teoría seria del desarrollo que para. los cIentífIcos griegos, como Aristóteles, estaba expresada en ciclos de génesis y decadencia. M~cho más nótable me parece la aparición de la teoría de los ciclos en el sexto volumen de las Historias de P Iibi 17 A uf P lib' , o I 10. q o I 10. pre~enta realmente el Ciclo, y Polibio era cierta?1ente _un historiador, uno de los mejores. En una sucesión mte~tente de párrafos, Polibio nos dice que las sociedades polfticas --.::omo las de ~os romanos y los cartagineses, sobre las <¡:u~ escribe en sus HIstorias -atraviesan ciclos de génesis, crecnmento y decadencia, y cada uno de ellos regresa final. ~e,:,te al pu,:,to dor.de empezó. Nos dice además que al prinCIpIO las SOCIedades políticas son rudas y primitivas, que pre~entan largos y lentos ascensos hacia la madurez, y descensos 19ualn:'e~te. largos y lentos hacia la ancianidad y debilidad. y Polibio mcluso nos habla de «la destrucción de la raza humana, como nos dice la tradición que ha ocurrído más de una v.ez , y como hemos de creer volverá a ocurrir a menudo pereciendo al propio tiempo todas las artes y oficios, lueg~ ~ el curs~ del tiempo, cuando surgiendo entre los sobrevívíentes, al Igual que .de las semillas, se hayan incrementado los hombres en número... » y la raza humana una vez más estará en proceso de desarrollo. Todo estorhallamos e~ el historiador Polibio, pero donde se ve que és~e no constituye una excepción, como tampoco I~ fue Tucídl.des, a la proposiCión de que la teoría de los CIclos no fue Jamás destinada a sucesos específicos en el tiempo, es en lo que él aclara y específicamente ofrece como el c?ntexto de e~tas reflexiones sobre la raza humana y las socíedades políticas. Pues lo que nos dice Polibio desde el mis16. Citado en Gomperz (nota 12), p. 140. 17. El análisis y las citas específicas Son sacados de la traducción de W. R. Paton, en The Loeb Classícal Library Edition (Londres 1923) de las «Historias» de Políbío, . ,-, LOS GRIEGOS 25 rno principio de los episodios que dedica al ciclo es que son sólo .una digresión y componen únicamente «un resumen corto» de teorías que, nos dice claramente, pertenecen a Platón y a «otros filósofos determinados», Es más, dice que nos ofrece esta teoría de los filósofos por la ayuda que pueda proporcionar en el logro de un conocimiento más amplio de los pueblos en la historia. En palabras de Polibio: «Intentaré ofrecer un breve resumen de la teoría en cuanto la considero aplicable a la verdadera historia de los hechos e interesa para la común comprensión de la humanidad». (El subrayado es del autor.) En ningún punto nos confía Polibio que, a su parecer, la genealogía compleja de los hechos que describe, junto con los personajes, actos y manifestaciones orales, se repetirá en el futuro, o que ha ocurrido antes en algún remoto ciclo precedente. Lo único que hace es tomar prestada -como han hecho los historiadores hasta el momento en sus perspectivas contextuales con respecto al filósofo o sociólogo- una teoría filosófica o modelo, por la inspiración que puede ofrecer en cuanto al por qué el gran cartaginés fue derrotado por las tropas romanas. Cartago, se nos dice repetidamente, estaba «bien ideada" en su constitución, gobierno, jefes y otros «puntos distintivos». Entonces, ¿por qué perdió Cartago la. guerra? Aquí es donde Polibio considera oportuno acudir a la sabiduría del filósofo y Científico. «Como todo cuerpo, o estado o acción tiene sus períodos naturales de primer crecimiento, luego de perfección, luego, finalmente, de decadencia, y como todo en ellos está en su mejor momento cuando están "en flor", fue por esta razón que se manifestó en este tiempo la diferencia entre los dos estados,» De ahí la unión de teoría sociológica e historiografía. Esto, sin embargo,. es una manifestación que se aleja de cualquier noción de los acontecimientos y acciones multitudinarias que intervinieron en la historia de Roma y en sus relaciones con las potencias extranjeras, que se repetían constantemente en una fantasía de aparición cíclica constante de Anibales, Escipiones y pasos de los Alpes con elefantes. La teoría clásica de ciclos fue una teoría de cambios evolutivos amplios de las cosas, que cubre una gama desde insectos. a naciones, la raza humana y el cosmos. No era una teoría de hechos y personas específicos repetitivos; no, ciertamente, en su declaración seria y profunda, la clase de declaración del ciclo que nos ofrecen Platón, Aristóteles, Lucrecio o Sé- 26 CAMBIO SOCIAL E HISTORIA neca, para quienes era una teoria que cumplía exactamente la misma función sintetizadora con respecto al cambio que la idea del desarrollo unilineal en el siglo XIX. Indudablemente hubieron griegos y romanos que creyeron en los ciclos repetítivos de la historia especifica de los acontecimientos de Atica o Roma, como también hay individuos que lo creen hoy en dia. Baste aqui decir, sin embargo, que no puedo hallar afirmaciones en este. sentido en los textos clásicos que se conservan. He tratado con algún detalle el contexto teórico de la idea del ciclo, y la distinción entre dos consideraciones opuesta. del pasado -historiográfica y evolutiva- simplemente porque esta distinción sigue siendo vital en el pensamiento occidental y tiene unas manifestaciones de las que nos ocuparemos en posteriores secciones de este libro. Es fundamental para el pensamiento griego y romano -ciertamente en la era del racionalismo -y sólo acentuando esta profunda distinción podemos ver a un mismo tiempo el carácter de la doctrina de los ciclos y la relación de la misma can la más amplia filosofía clásica del crecimiento y desarrollo. Resumiendo, la doctrina de los ciclos ha de hallarse precisamente entre aquellos pensadores que nos ofrecieron, y elaboraron posteriormente, la trascendental idea de [isis, Todo -es decir, todo lo sustantivo y viviente- tiene su modo normal de crecimiento, declaró Heráclito, y por ello, ex hypotlÍesi, tiene su ciclo. Pues todos los seres vivientes experimentan manifiestamente unos ciclos de génesis y decadencia, de vida y muerte. Bsta, opinión prevaleció en la cosmologia clásica así como en la sociologia clásica y en la antropologia. No deseo partir del supuesto de que la idea de los ciclos evolutivos estaba limitada exclusivamente a los científicos como Heráclito y sus sucesores. Como todo lo demás en el pensamiento griego, tiene sus fuentes mitológicas. Vimos ante. rtormente el carácter cíclico de la semilla adorada por los seguidores de Deméter; o mejor dicho, las inferencias cíclicas del mito de Deméter. Hesíodo, que vivió mucho antes que Heráclito, y cuyo pensamiento está impregnado de elementos relígiosos y míticos, da una visión clara de creencia en los ciclos repetitivos. Hesíodo, en su obra Los trabajos y los días, nos habla de la secuencia de «razas» de hombres que han habita- LOS GRÍEGOS 27 do la tierra: de oro, plata, bronce, y finalmente, de hierro." Hesíodo vive en la era o raza de hierro, y cree que es una edad verdaderamente funesta, de maldad, bajeza, escasez e incesante lucha; una era en que el crecimiento de las cosechas puede lograrse sólo mediante un trabajo mayor y más extenuante; en la que en todas partes parece existir una vitalidad caduca -'moral y espiritual, así como física. Tendré algo más que decir acerca de las razas o eras de Hesíodo en la sección próxima, pues sientan una pauta de pensamiento que continúa hasta la actualidad. Por el momento, sin embargo, quiero sólo expresar el matiz cíclico de su pensamiento, que aparece en las siguientes palabras: «Así, pues, prefiría no vivir entre la quinta raza de hombres, sino haber muerto antes o bien haber nacido después». En el pensamiento occidental es la primera, y no será la última, expresión de confianza en que el ciclo de la felicidad del hombre sobre la tierra volverá una vez más a su punto de partida, una edad de oro, en la que el bienestar y felicidad humanas hubieran sido recuperadas y concedidas a aquellos afortunados por haber nacido en ella. Partiendo de las palabras de Hesíodo es difícil poner en duda de que a su parecer su propia edad de hierro había llegado cerca del puno to ínfimo, dejando pocas alternativas para la perspectiva de su caída final y luego, para un principio, nuevamente, de la gran edad del mundo. Pasemos ahora a los dos máximos pensadores griegos, Platón y Aristóteles. En las obras de ambos, el ciclo es un modelo de cambio, que expresa no sólo lo exigua y empíricamente in· mediato, sino lo amplia y temporalmente remoto; Platón creyó en la existencia de grandes ciclos cósmicos, de una duración de decenas de miles de años, y dentro de ellos, de unos ciclos más reducidos y más o menos concéntricos para una u otra esfera de la existencia. En uno de los diálogos, El Polltico escribe Platón: «Hay un tiempo en que el propio Dios guía y ayuda a que el mundo gire siguiendo su propio curso; y hay un tiempo, a la terminación de un ciclo determinado, en que se desentiende, y el mundo, al ser una criatura viviente y habiendo s '1 18. Works and Days en Homeric Hvmns and Homeríca, términos citados, p. 3-65. Hesíodo describe las cinco eras o razas en las líneas 110~220. La cita subsiguiente, en la que Hesíodo expresa su deseo de haber nacido antes o después, se encuentra en las líneas 175~81O del texto de Hesíodo. 28 CAMBIO SOCIAL E HISTORIA recibido inicialmente inteligencia de su autor y creador, gira en tomo y, por una necesidad inherente, da vueltas en direc- . ción opuesta». 19 El máximo interés revisten aquí los ciclos, que Platón concibe para la humanidad, para la 'civilización. Para él, la eternidad no es más que una interminable sucesión de estas cosas. Invariablemente, se considera que uno de estos ciclos termina con alguna gran catástrofe, normalmente una inunda. ción -que es, como sabemos, uno de los mitos más antiguos y casi universales- con lo que sólo un grupo de individuos quedan con vida para comenzar el próximo ciclo de cívílización. Tanto en El Político cómo en Las Leyes 20 especula Platón sobre la posibilidad de que unos «pocos pastores situados en lo alto de las colinas», sobrevivan a la inundación que ha aniquilado el resto de la humanidad y todas sus instituciones. Con estos pocos sencillos, iletrados, y buenos individuos, nos dice Platón, empieza un nuevo ciclo de civilización; pues son las «semillas», y partiendo de ellos y de sus modos primitivos se desarrollará gradual, lenta y acumulativamente todo lo que compondrá el nuevo ciclo de civilización. Como sus innumerables predecesores y sucesores, este ciclo pasará de la simplicidad primitiva a una complejidad acumulada, y finalmente, a su propia disolución en el curso de alguna grancatástrofeo Evidentemente hay mucho más en esto que en el molde del ciclo en que se funde, pero prefiero reservar el análisis hasta que tratemos. el pensamiento clásico en conjunto sobre asuntos de progreso cultural y su supuesta relación con la degeneración moral. Hasta ahora;' según la conclusión que puedo extraer, no hay una teoría del ciclo única, vasta y consistente en Platón. Dígamos que fue una visión mental profunda dentro de la cual se entregó a un gran número de reflexiones, no siempre como patíbles, en cuanto a las relaciones de los grandes ciclos con los menores, de los ciclos cósmicos con los culturales, de los ciclos de civilización con los ciclos de asuntos' políticos, y así 19. The Dialogues of Plato, ,trad. por Benjamín Jowett, 4." OO. (Oxford: . At the Clarendon Press, 1953), IlI, 480481, 1I, 269, e y d. 20. Ibíd: En cuanto a la obra The Statesman (El político) véase III, 482483, Il, 271-272 del texto. Por lo referente a The Laws (Las leyes) véase IV, 245·246, IIL 678 y ss. del texto. LOS GRIEGOS 29 sucesivamente. Observar esto no es ninguna argucia. Después de todo, ¿qué coherencia, muestran cualquiera de los grandes filósofos cósmicos de la historia, incluyendo los de nuestros días, Spengler, Toynbee y Sorokín, entre otros? ¿Qué coherencia manifiesta la moderna idea de progreso, por ejemplo, en las obras de Comte o Marx? Difícilmente podemos esperar una coherencia y articulación precisa de detalles en tales asuntos. Baste decir que para Platón el ciclo constituía una pespectiva tan natural y obvia para examinar dentro de la misma la realidad fisica y cultural, como la idea del progreso unilineal había de ser para Condorcet o Comte. En cada caso observamos una combinación de sintesis y profecía. Aristóteles no estaba menos convencido del carácter cíclico de la existencia y hace de la repetición ciclica la propia esencia de la realidad. Y para él, cama para todos los otros griegas, el modelo del ciclo de vida orgánico tenía todavía mayor aplicación. «Decir que el universo, alternativamente, combina y separa no es más paradógico que hacerlo eterno, pero variable en la forma. Es como sí uno fuera a pensar que habla ahora destruci6n y luego existencia, cuando se engendra un hombre a partir del niño y cuando se engendra un niño a par· tir del hombre» 21 (El subrayado es del autor.) Aristóteles, en el pasaje que acabamos de citar, expone sin duda las opiniones de una escuela filosófica, y ciertamente parece que hay elementos de su propio pensamiento físico que están en desacuerdo con esto, pero, en términos generales,no hay conflicto con el tema cíclico que discurre en buena parte del pensamiento de Aristóteles. En Génesis y decadencia (De generatione et corruptione), escribe Aristóteles que el advenimiento al ser de algo, si es· absolutamente necesario, es decir, que se mueve en la forma en que está constituido, «debe ser cíclico». Las palabras siguientes pueden constituír una buena argumentación aparte de ser una figura retórica: «Es en el movimiento circular, por tanto, y en el "advenimiento al ser" cíclico, donde debe hallarse, lo "absolutamente necesario". En otras palabras, si el advenimiento al ser de unas cosas cualesquiera es cíclico, es "necesario" que cada una de ellas esté en el camino hacia 21. De Caelo, de Aristóteles, trad. por J. L. Stocks (Oxford: At the CIarendón Press, 1922), 1, 10. 30 CAMBIO SOCIAL E HISTORIA el ser: y si el advenimiento al ser de cuaíesquíera cosas es "necesario", su advenimiento al ser es cíclico».22 Pero la círcularidad retórica es sólo aparente aqui. Bajo las palabras yace el principio poderoso y constitutivo de, primero, la distinción entre lo necesario y lo natural, por un lado, y lo simplemente accidental o casual, por otro; y segundo, su convicción de que cuanto es natural y necesario en el mundo es orgánico, está en proceso constante de génesis y decadencia, y, por consiguiente, está sometido a un cambio cíclico. La distinción de Aristóteles entre lo «necesario» y lo «accidental», hallada en su Metafísica Z3 guarda relación estrecha con la distinción que tracé entre lo evolutivo y lo meramente histórico. Así, desde el punto de vista de Aristóteles, una planta tiene un desarrollo, que está integrado por una secuencia determinable de cambios que proceden de su propia estructura, y que es tan «necesario» para su ser como cualquier otro atributo intrinseco. La misma planta puede también, sin embargo, tener una «historia» en el sentido de su sujeción, bien a las fuerzas malignas del exterior: por ejemplo, el «accidente» de unas condiciones atmosféricas excepcionalmente buenas o malas en un año dado, o de unos cuidados excepcionalmente diligentes o de un descuido imperdonable por parte de sus guardianes humanos. O también, por algún fatal «accidente». puede la planta ser destruida por completo -por una granizada en julio o por un torpe pie. De ahí, la insistencia de Aristóteles en que «una ciencia de lo accidental no es posible», en que «la ciencia es de aquello que es siempre o en la mayoría de los casos»; es decir, de 10 regular, normal, necesario. El curso necesario o natural de cualquier cosa es cíclico en el tiempo, aunque, naturalmente, los accidentes pueden desviar o incluso destruir una cosa y su curso natural de cambio. Por encima de cualquier otro pensador griego, Aristóteles dio una expresión sistemática a la distinción entre desarrollo o historia natural, por un lado. e historia en el sentido de narración de lo único o accidental, por el otro. Lo primero para él fue el material de ciencia; lo ultimo, del arte, únicamente. De ahí la colocación de la historia que realiza Arístóte22. De Generatione et Corruptione, trad. Por H. H. Joachim (Oxford: At the Clarendon Press, 1922), Ir, 11. 23. Metaphysics, términos citados, p. 187 (libro K, 8 en el texto). LOS GRIÉGOS 31 les -en el sentido narrativo de Tucídides- en el reino, no de la ciencia, sino del arte. , Aristóteles se ocupa del ciclo en muchos contextos: en la sociología del conocimiento, cuando nos dice que «las mismas opiniones aparecen en ciclos entre los hombres, no una o dos veces, sino con una frecuencia ínñnítas.> En su magistral tratamiento del estado político y sus cambios regulares -es decir «naturales» y «necesarios»- desde la monocracia, pasando por la aristocracia, oligarquía,república, democracia, y volviendo otra vez a la monocracia. 2S En tales asuntos, hagámaslo constar, no se limita, como Tucídides, a observar simplemente la tendencia de los ti~os de h~cho y acción, que s,: repiten más o menos en un penado de tiempo mensurable; ID tampoco medita, al modo del Eclesiastés, sobre el hecho de que no hay nada nuevo bajo el sol, que todas las cosas tienen sus estaciones, y, como las estaciones, vuelven una y otra vez. Puede haber en esto último una alusión al ciclo, pero se limita a eso. En Aristóteles, sin embargo, el ciclo es el propio modelo, el encuadre de la metodología, mediante la cual investiga la realidad. Tanto si escribe como si es científico~ político, so-. ciólogo o geólogo, el ciclo es su marco de observación y conclusión. Así, describiendo los cambios de terreno y clima, nos dice que «hemos de suponer que estos cambios siguen algún orden y ciclo. El principio y causa de estos cambios es que el interior de la tierra crece y decae, como los cuerpos de las plantas y animates»,» Lo mismo ocurre con su faceta de antropólogo. Llega un tiempo en la vida de cada pueblo en que «la tierra es incapaz de mantener en absoluto ningún habitante. Por tanto, es probable que transcurra un prolongado período de tiempo desde que se produce el primer abandono hasta el último, y nadie recuerda, y el transcurso del tiempo destruye toda marca, incluso antes de que hayan desaparecido los últimos habitantes. De la misma forma debe suponerse que una nación pierda la noción del tiempo en que se esta24. De Caelo, términos citados, J, 3. 25. Politics, términos citados, 111, 15. 11. Véase también el libro V, especialmente el párrafo de introducción en que Aristóteles anuncia su tratamiento de «qué elementos producen la ruina de estados particulares y de qué cosa y en qué cosa suelen cambiar». 26. Meteorológica, trad. por E. W. Webster (Oxford: at the Clarendon Press, 1923). 1. 14. 4. CAMBIO SOCIAL 32 CAMBIO SOCIAL E HISTORIA bleció por vez primera en una tierra que iba cambiando desde un estado acuoso y cenagoso y convirtiéndose en seca. Aquí. también, el cambio es gradual y dura mucho tiempo y los hombres no recuerdan quién llegó primero, o cuándo, o qué aspecto tenia la tierra cuando llegaron... ». ~ «El cambio es gradual y dura mucho tiempo... » Estas palabras forman un leitmotit, en la contemplación occidental del cambio histórico, de, la evolución de civilizaciones e instituciones. No eran nuevas cuando Aristóteles las pronunció. No puedo -pensar en ninguna conjetura infundada superior a ésta: la de que los griegos carecían, en un sentido de pasado y futuro distante, de un cambio lento, gradual y acumulativo en el tiempo. El modelo del ciclo era romano y también griego. Esto apenas, debe sorprendemos, pues hay muy poco en el pensamiento filosófico y científico romano que no sea la continuación lineal y directa de las - ideas griegas traídas a Roma, "" su mayor parte, después que Roma conquistó Grecia, militar y ,políticamente, y que luego, a su vez, había de ser conquistada por las ideas aún más poderosas de la retórica y filosofía griegas. De la Naturaleza de las cosas (De rerum natura), de Lucrecio," es quizás entre todas las obras que nos quedan de la edad clásica, inigualable en su unión de las diversas esferas de la realidad -astronomía, geología, bíología, antropología, etc.- mediante el concepto único: tisis, traducido, como indicamos, por la palabra latina natura, versión, sin embargo, en el caso de Lucrecio, que es casi idéntica al sentido de la raíz griega: crecimiento. Descubrímos'rrepetidamente que lo que tiene juventud debe tener vejez, lo que tiene génesis debe tener muerte. Por cuya razón, una y otra vez, la tierra ha ganado con derecho, y con derecho. conserva, el nombre de madre, puesto que ella misma forjó la raza del hombre, y casi en un tiempo fijo produjo todos los animales, que se alinearon desenfrenadamente en todos los puntos de las poderosas montañas, y con ellos las aves del aire con sus diversas formas. 27. Meteorológica, términos citados, 1 14. 28. He utilizado la traducción realizada por Cyril Bailey de la obra De Rerum Natura (Oxford: At the Clarendon Press, 1929). Todas las citas siguientes están tomadas de ella. LOS GRIEGOS 33 Pero como quiera que ella debe, por necesidad, llegar a algún fin de procreación, dejó de hacerlo al Igual que una mujer desgastada por el curso de la edad. Pues el tiempo cambia la naturaleza de todo el mundo, y todas las cosas deben seguir pasando de una condición a otra. y nada continúa semejante a sí mismo; todas las cosas abandonan sus. confines; la naturaleza cambia todas las cosas y las obliga a transformarse. Pues una cosa se desgasta y corrompe y se hace débil y delicada con la. edad, allí donde 0í!"a ofrece y emerge de un lugar despreciable. ASI---. pues. el tiempo cambia la naturaleza de todo el mundo, y un estado tras otro se apodera de la tierra, de forma que no puede soportar lo que hizo, pero puede soportar lo que no hizo desde hace mucho tiempo. 29 A esta sentencia, así como a la última, debemos la convicción existente entre tantos escritores modernos con respecto a los filósofos clásicos, de que para ellos el «tiempo era el enemigo del mundo y del hombre». Pero el tiempo, no lo olvidemos, era también amigo del filósofo clásico, pues sól? a lo largo de prolongados espacios de tiempo pudo producírse el lento, gradual y continuo progreso del hombre, el avance «paso a paso, poco a poco», como Lucrecio lo denominó. En todo caso no se trata de un tiempo trascendental, es desarrollo. Para Lucrecío, como para sus maestros Demócrito y Epicuro, una visión evolucionista del mundo no indicaba pesimismo o melancolía. La naturaleza, nos dice Lucrecio, está compuesta de «semillas eternas», y pese a las nuevas disposiciones de la materia que representan el crecimiento y decadencia, la formación y disolución, la propia naturaleza es ind~s­ tructíble. «Es más, si el tiempo destruye totalmente cualquier cosa por la edad, aparta de la vista ydevora toda su sustancia, ¿cómo es que Venus devuelve la raza de los seres vivientes, según su género, a la luz de la vida?, o cuando lo ha hecho, ¿cómo la tierra, el singular artífice, las alimenta y hace crecer, dándoles alimentos, según su género?» 30 El ciclo, por su naturaleza, produce nacimiento así como decadencia, y en nuestro conocimiento de ello, declara Lucrecío, el hombre puede hallar una verdadera serenidad de espíritu, la basada en el conocimiento de «cómo crecen las cosas». Pero, evidentemente, la degeneración es un hecho. Aun así, 29. Lucrecío, obra citada. libro V, II. 80D-836. 30. Lucrecio, ob cit. libro I, líneas 208-37. 34 CAbdDIO SOCIAL B IlISTORIA nos asegura Lucrecío, «todo nuestro mundo está en la fase de juventud, y completamente nueva es la naturaleza del firmamento, como tampoco hace mucho tiempo que recibió sus primeros principios»; 31 con todo, siguiendo esta misma lógica, está aún muy lejana la ancianidad para el mundo. Sería difícil hallar un relato más ameno y profundamente conmovedor en este tema que en las líneas finales del segundo libro: De la naturaleza de .las cosas: Por tanto, incluso las paredes del espacioso mundo serán sacudidas en todo su contorno y caerán en decadencia y estrepitosa ruina Pues no había una cuerda de oro, según creo, que hiciera bajar las razas de los seres vivientes desde el cielo sobre los campos, ni el mar ni la olas, que rompen contra las rocas, las crean, sino que la misma tierra las concibió, que ahora las sustenta con su sustancia. Por otra o •• parte, al principio, por sí misma y acuerdo propio, creó para los mortales las sonrientes mieses y las alegres Vides, ella misma hizo nacer dulces frutos y gozosos pastos, 9.ue ahora crecen en número escaso, aún ayudados por nuestro esfuerzo; debilitamos a nuestros bueyes y la fuerza de nuestros labradores; apuramos la reja del arado de hierro; .aunque suministradas escasamente por los campos de forma que escatiman sus productos e incrementan nuestra fatiga. Y ahora el anciano labrador, sacudiendo la cabeza, se queja una y otra vez de que el trabajo de sus manos se ha consumido en vano, y cuando compara los días actuales con los días del pasado, celebra muchas veces la fortuna de su padre". Así, con gran melancolía, el plantador de la vid arrugada y caduca despotrica contra la tendencia de los tiempos, e ímpor- tuna al cielo, y refunfuña al pensar cómo las generaciones anteriores, colmadas de religiosidad, tenían una vida de fácil sustento en una parcela estrecha; pues en otro tiempo el límite de "Ia tierra era bastante menor para cada hombre. Tampoco comprende que las cosas disminuyen poco a poco y pasan a la tumba gastadas por la edad y el transcurso de la vida. 32 " Vírgílío, en su égloga «Mesiánica» (así denominada por escritores cristianos posteriores sorprendidos por la semejanza entre la visión de Virgilio y lo escrito por Isaías), nos ofrece una resplandeciente visión de restauración, del ciclo que empieza de nuevo con la iniciación de la paz de Augusto en el imperio. Pero tiene la apariencia de un ciclo dentro de un ciclo. 31. Lucrecío, libro V, líneas 326~55. 32. Lucrecío, libro JI, lineas 1.135-65. LOS GRIEGOS 35 Ahora ha llegado la última era de la profecía de Cumas: ha nacido nuevamente el gran ciclo de períodos. Ahora re. gresa la Doncella. vuelve el reino de Saturno: ahora desde ~1 elevado cielo desciende una nueva generación.. Con todo, tú, pía Lucina, muéstrate complaciente con el nacimiento de ese muchacho, en que la raza de hierro empezará a desaparecer para elevarse en el mundo la de oro; ahora reina tu propio Apolo. 33 Pero no es Virgílio, que, con toda seguridad, habla para la mentalidad romana; es Séneca, quien escribe tal vez un siglo después. ¿Qué está libre del riesgo de cambio?, pregunta este sabio filósofo. «Todas las cosas se mueven de acuerdo con sus tiempos señalados; están destinadas a nacer. crecer y ser destruidas.• 34 Las estrellas, la aparentemente inmóvil tierra, todo, cesará de existir con el tiempo. «No hay nada que no tenga su vejez; sólo son desiguales los intervalos en los que la naturaleza envía todas estas cosas hacia la misma meta. Lo que sea cesará de ser, y con todo, no perecerá, sino que se descompondrá en sus elementos.... 35 Todo esto estaba predestinado desde el principio. Tanto sl el mundo es un alma. o un cuerpo balo el gobierno de la naturaleza. como los 'árboles y las mieses, abarca su constitución todo lo aue está destinado a experimentar 'pasivamente desde su nrincinlo hasta su fin; semeja a un ser humano. cuvas caoacidades todas están envueltas en el embrión antes del nacimiento. Antes de ('t11e el niño hava vist() la luz, el principio de la barba v cabellos JITises es innato. Si bien pequeños- y ocultos. todos los raszos del cuerpo comnleto v de todos los períodos subsiguientes de vida es- tán ahí." Tal es la clásica doctrina del ciclo periódico de génesis v decadencia en el tiempo. ,Creyeron «todos» los griegos y romanos en ciclos periódicos? ¿Quién puede saberlo? ¿Creen todos los modernos en la idea de progreso. que se supone ha regido la corriente principal del pensamiento occidental desde 3.3. Virgil's Works The Aeneid, Eclogues, Georgics, trad. por J. W. Mackail (Nueva York: Random House, 1934), p. 274. 34. Bpistulae Morales, de Séneca;' trad. por Richard M. Gumere (Londres: Too Loeb Classical Líbrary, 1920), seco 71. 35. tua; 71. ~36~ Quaestion~_ Naturales, de Séneca, trad. por John Clark (Londres: Macmillan, 1910), seco 29. 36 CAMBIO SOCIAL E HISTORIA el pasado siglo diecisiete? Ciertamente no; no, al menos, en el sentido de la mejora inevitable y constante del destino mo.ral del hombre sobre la tierra. Quizás, ni siquiera en cuanto al conocimiento y cultura. Pueden haber habido griegos y romanos que se burlaran de los ciclos, como hubieron, seguramente, personas en la Edad Media cristiana que se rieron de la idea de la Trinidad o de Dios. 3. PROGRESO y DEGENERACIÓN (1) Si pensamos someramente, puede parecer que la cuestión del origen de las cosas, y la cuestión relacionada de lo que ha ocurrido al hombre y a su condición desde que empezó todo, son naturales para la conciencia humana. Sería, por 10 me. nos, tan probable, o tal vez aún más, que el hombre antiguo, una vez empezó a reflexionar de alguna manera en tales cuestiones, hubiera supuesto que el mundo era fijo; sin historia ni desarrollo, sin principio en el tiempo, ni fin en el futuro, sin sucesión genealógica de sucesos y cambios, que relacionaran el presente y el pasado, sin diferencia entre presente y pasado; sólo inmutabilidad y eternidad; lo que ha sido siempre y siempre será. Pues, ¿qué podría parecer más firmemente estacionario que el mundo físico en torno al hombre y qué más permanente e inmutable que las costumbres y códigos sociales, por los que su vida era gobernada y protegida desde el nacimiento hasta la muerte? A decir verdad, había movimiento en todas partes. Pero el movimiento no es necesariamente cambio, y menos aún crecimiento y desarrollo. Las transformaciones regulares del sol y la luna, la sucesión alternativa y rítmica de luz y oscuridad, la sucesión medida de las estaciones, el empuje interminable de ríos y corrientes, la furia de las tempestades: todo ello sugería, o podía haber sugerido, un mundo en movimiento, incluso, un cambio, en cierto grado. Pero en sí mismas, estas cosas difícilmente podían haber sugerido la sutil y compleja idea de desarrollo, de un cambio de avance lineal, acumulativo e intencionado a 10 largo de períodos prolongados. No más podían haber sugerido la pregunta que, desde el principio, no dejó jamás de inquietar la conciencia occidental: la bon- LOS GRIEGOS 37 dad o maldad de este desarrollo, su carácter eprogresívos o «degenerativc•. Laque insinuó en la mente griega el problema de progreso y degeneración -y con ello la relación evolutiva del presente con el pasado- fue, desde luego, la idea de tisis. Sencillamente, si todo en el universo tiene su tisis -su modelo inherente de crecimiento, su sucesión de fases inmutable, su finalidad -10 mismo se aplica a la humanidad, a la cultura, prescindiendo de las dimensiones de tiempo y espacio en que pueden ser considerados estos seres abstractos. Más concretamente, si el ciclo es el esquema normal de cambio para todas y cada Una de las cosas del mundo, se presentan casi automáticamente a la reflexión humana ciertas preguntas. ¿Cómo empezó todo? ¿Cuál fue la condición original del hombre? ¿Cuál ha sido el curso de cambio en los largos períodos que han mediado entre esta condición original y la actual? ¿Cuál será probablemente la consecuencia futura de forma de cambio? Las preguntas de este tipo surgieron rigurosamente de una visión de la realidad concebida en los términos cíclicos de génesis y decadencia, de ascensión y caída -en resumen, de crecimiento. Decir, como muchos 'escritores, que los griegos y romanos carecieron del sentido de desarrollo progresivo en la cultura es -'parece evidente-- indefendible. Aquí, por ejemplo, se incluye el normalmente bien informado Legan Pearsall Smith: El orden «que los antiguos hallaron en el universo era fijo e inmutable... La creencia en el cambio progresivo. en la evolución, es moderna. y forma tal vez la diferencia más esencial entre nuestra visión del mundo y la de los griegos y romanos•. " Y tambíénT, B. Bury:·,Podemos ver por Qué las mentes especulativas griegas jamás dieron con la ídea de pro·W'eso. En primer lugar, su limitada experiencia histórica no sugería fácilmente semejante síntesis, y en segundo lugar, los axiomas de su pensamiento, sus recelos con respecto al cambio, sus teorías de Moíra, de degeneración y ciclos, sugerían una visión del mundo, que era la antítesis del cambio progresivo».3B 37. The English Language .. Citado por John Lukacs en «The Changing Face of Progress», The Texas Ouaterlv, invierno 1966, p. 8. 38. The Idea of Progress.. de John Bagnell Bury (Nueva York: The Mac, millan Company, 1932), p. 19. 38 CAMBIO SOCIAL E HISTORIA "Creo que sería difícil combinar en' uná deólaracíón : más errores y tergiversaciones de los que se contienen aquí. Prímero, la experiencia' hist6rica griega distaba de 'ser limitada. Se ajusta más decir que su conciencia de unIargo pasado, de un pasado 'que se prolongaba hasta un punto de' origen remoto, 'era una conciencia Vívida; tan Vívida como pudo haber sido' cualquier otra posterior, incluida la nuestra. Segundo, la síntesis de esta experiencia era, como se ha demostrado aquí repetidas veces, una preocupación de la mentalidad histórica y filosófica de los griegos desde los tiempos más antiguos. Tercero. los griegos eran todo menos recelosos del cambio. No olvidemos que fueron los filósofos físicos griegos quienes hicieron, por primera vez. del cambio -cambio omnipresente y universal-e- un principio constitutivo de la realidad. Y, entre los griegos, fueron' los atenienses los que, mediante las reformas de Sol6n y Clístenes, por no poner de relieve la deslumbrante sucesión de cambios y reformas del gran siglo v. a. C, hicieron de la idea de una sociedad creada y 'planeada, a íma'gen de una reaIización política, jamás lograda desde entonces en Occidente. El período que empezó hacia el año 600 a. C. y duró dos siglos (prescindo por completo' de la anterior era de Hornero, por situarse tal vez más allá del terreno de la evi.dencía en este punto) es una de las mayores eras de cambios, de logro creador, en la historia. Es relativamente difícil concebir esta edad en relación con unas personas consideradas recelosas del cambio. Cíertamente, deben haber existido gríegos que temieran el 'cambio, de una u otra especie. Hay mu. chos de ellos, actualmente, en nuestra sociedad y deben haber habido entonces. Pero esto apenas tiene trascendencia en una pregunta que tiene que decidirse en base a una realización relativa política y económica, así como literaria y filoséfíca. Pero, la 'fuente principal del error de Bury (y también de Legan Pearsall Smith) tiene que ver con lo que es una concepción extremadamente partidista de la idea de progreso, por UÍ1 lado, y con una concepción errónea del ciclo, por otro. El error culminante de Bury consiste en haber tomado una concepción singular de la idea de progreso -una concepción que, coma veremos, prevaleció en la Europa de los siglos XVIII V XIX- y, en efecto, en afirmar que ésta es la idea de progreso. Esta idea, tal como se encuentra en tratadistas como Condorcet, comte, Spencer y otros pocos de aquella época, de- LOs GRIEGOS 39 fendía que la civilización ha progresado, progresa Mora, y continuará progresando para siempre. Dado este patrón de. medida históricamente limitado, es posible, con toda segundad, averiguar que los griegos y romanos -junto con otras muchas personas en la historia, incluidos nosotros- carecían de «la idea de progreso». . . Pero si tomando una visi6n algo menos partidista de una idea principal, la idea de progreso puede ser comprendid~ en el sentido de, que incluye una visión del avance cultural e mtelectual humano en un período de tiempo muy largo, sería precipitado que alguien negara la existencia de la ide~ en el peno samiento griego y romano. Pues, como hemos VIsto, había, desde los primeros tiempos, una noción clara entre los gri,; gas, y luego entre los romanos, de un largo pasado, caracterízado por lo que Lucrecio debía llamar avance paso a paso (pedetemtim progredientls}, un avance causado por las propias facultades del hombre, que lleva a un presente que, cultural y tecnológicamente hablando, er;" clara .e indispensablemente superior a todo lo que se había conocido en la remota antigiiedad. . . Ciertamente, existía una línea de pensanuento cláSICO, que empezaba con Hesíodo, la cual, pese a no negar el hecho del avance en conocimiento y tecnología, vio en este avance la condición de una desviación de la simple bondad y felicidad que se dijo había existido en el principio. No podemos negarl~. Pero deben observarse dos extremos inmediatamente, o a la luz de lo que ya he escrito, ponerse de relieve nuevamente. Primero el sentido de una caída desde una edad de oro original de' simplicidad y felicidad primordiales no impidió a los que mantenían este punto de vista el advert~r el avance del conocimiento y de la cultura. Todo lo contrarío. Fue este avance lo que, en mi opinión, ocasionó la disminución de .la justicia, bondad y felicidad humanas. Per? esto, por s;r tan evidente es una visión del asunto no VInculada a nmguna época, ;a que se halla con tanta frecue?-cia en los supuestamente intoxicados por el progreso de los SIglos XVIII y XIX, coma entre los griegos y romanos. Segundo, y más importante. esta concepción de descenso desde una edad de oro de ola mente humana no fue en m~do alguno universal. No parece haber sido la opinión de Esquilo, de Sófocles Q Protágoras. Apenas puede decirse que lo fuera 40 CAMBIO SOCIAL B HISTORIA de, Aristóteles. Y, definitivamente no fue la opinión de LucreL~ idea de una degeneraciór: continua desde algún punto de ongen en el pasado no fue una idea universal entre los griegos y romanos como tampoco lo es en nuestros días. En casi todos los antiguos había una visión perfilada del progreso del conocimiento y de las artes desde la condición original del hombre. Y en un buen número de ellos, incluyendo algunos de los Il;0mbres, más ilustres del mundo clásico, acompafiaba a la misma una concepción de progreso espiritual -un progreso desde el miedo, la incertidumbre, y la infelicidad que 'había sido, de acuerdo con unos pocos, la verdadera condición primitiva del espíritu humano. ' Consideremos este asunto con más detalle, y tratemos de ver cómo, dadas las premisas básicas de pensamiento clásico sobre el tema de cambio, tanto la idea de progreso como la de degeneración podían estar necesariamente contenidas en el . pensamiento griego y romano. Empecemos, sin embargo, con unas pocas observaciones generales sobre las dos formas bastante diferentes que han adoptado los hombres al especificar el carácter de la condición de la humanidad en un principio. Ambas formas son tan evidentes en el pensamiento contemp.oráneo como lo fueron en el griego y romano, y lo han sido CIertamente desde la era clásica. La primera de las dos formas es psicológica. Aquí el origen de las cosas es descrito en cuanto. a unos estados mentales o afectivos imaginados en el hombre primitivo: su felicidad o desdicha, su seguridad o inseguridad, su confianza o miedo. La segunda de las dos formas es cultural. Y aquí el énfasis recae, no en Ios estados afectivos de conciencia que hayan existido presumiblemente, sino en los rasgos culturales reales -materiales e inmateriales, físicos y sociales- que puede suponerse hayan existido en la condición más antigua de la humanidad. Ambas formas de "tratar los orígenes pueden hallarse entre los griegos y romanos y encontrarse asimismo conclusiones opuestas dentro de cada forma, Podemos empezar mejor, según creo, considerando el relato de Hesíodo, contenido en Los trabajos y los días, como puesto dentro del siglo VIII a. C. Si observamos cuidadosamente esta obra de proto-etnología cuasi-mitológica, hallaremos ambas formas de describir la más primitiva condición del hom,bre sobre la tierra. Primero, la condición psicológica o afeecío, 41 LOS GRIBGOS tiva: era, según la palabra notable que emplea Hesíodo, de oro. Una raza de oro de hombres mortales fueron los primeros en habitar la tierra, después de los dioses inmortales; y su vida -Hesíodo nos dice con obvia avidez.- estaba «alejada del mal y de la penosa fatiga y de las dolorosas enfermedades que traen los hados de la. muerte a los hombres». Estos hombres como los propios dioses, estaban exentos de la pena y también de la fatiga y del trabajo. Todas las cosas buenas' les pertenecían' , . ' VIVIan en paz y SOSIego, no estaban sujetos a las debilidades V quebrantos de la vejez, sólo a sus goces. «y morían como si les hubiera vencido el sueño.» El hambre y la necesidad eran ajenos a estos hombres. «La generosa tierra descubría frutos para ellos, por voluntad propia, en abundancia y sin tasa.»" Pero ocupémonos ahora de lo que he denominado la segunda de las formas de considerar la condición más primitiva de la humanidad: la cultural. Aquí queremos llamar la atención, .10 sobre las situaciones afectivas, sino sobre las situaciones de la tecnologia, instituciones, creencias y otros aspectos de la cultura. ¿Qué hallamos, en relación con esto, en el relato de Hesíodo? Lo que hallamos puede resumirse en una palabra: simplicidad. La inocencia y felicidad psicológica del primer relato es paralela al primitivismo afirmado en el segundo. Al principio, los hombres no necesitaron las técnicas complejas y formas de asociación que ahora se ven en torno nuestro, da a entender Hesíodo, pues «la generosa tierra descubría frutos para ellos, por voluntad propia, en abundancia y sin tasa». El gobierno y las leyes fueron innecesarias porque, como hemos visto, los hombres eran justos y vivían en paz y tranquilamente. Hay, sin embargo, más que un mero paralelismo entre las dos condiciones -felicidad e ignorancia-: hay, podemos concluir justamente, una relación causal. En el conocimiento radica el principio de la caída desde la felicidad. Hesíodo nos habla de Pandora que, como Eva, no pudo resistir la tentación de extraer cosas de lo que se le había prohibido tocar. En el mito de Pandora no interviene el árbol del conocimiento, sino una caja de secretos. Incapaz de resistirse al impulso de esa curiosidad, que tantos escritores han considerado esencialmente femenina. Pandora abre la caja, con lo que deja . . 39. Works and Days, de Hesíodo, términos citados, líneas 110~20. 41 CAMBIO SOCIAL B HISTORIA en libertad las calamidades -concupiscencia~ avaricia, rívalidad, ambición, celos, etc-e- de las que la humanidad ha sido heredera desde entonces. La condición primitiva de felicidad y justicia espontánea está ahora acabada. De ahora en adeIante el hombre está condenado a trabajar en orden a conseguir estas situaciones ideales del mejor modo posible, sin llegar a alcanzar por completo, dejado con el recuerdo obse. sivo de la Edad de Oro. Pero, observemos con cuidado. Mientras que la libe;ación de las calamidades del hombre es el rasgo más ObVIO del cuento de Hesíodo, no es el único. Pues así como en el Antiguo Testamento, el comer del árbol del conocimiento es la causa de la expulsión del Paraíso, pero lleva consigo el hecho necesario de haber comido del drbol del conocimiento, poniendo en movimiento, por tanto, lo que San Agustin y los cris: tianos habían de llamar la «educación de la raza humana», asi también en Hesíodo hay la inferencia de que la misma curiosidad femenina, que provocó la liberación de calamidades, dio origen también al conocimiento humano y la cultura. En otra sección de Los trabajos. y los días se nos ofrece, en efecto, .Ia historia de Prometeo, traedor del fuego, y por tanto, de las artes de la cultura para el hombre". La relación entre ignorancia e inocencia, entre conocimiento .y corrupción o infelicidad, que Hesíodo nos presenta, ha perdurado no sólo en el pe,;samiento griego y romano, sin? en todos los siglos.transcurridos desde entonces. Resulta fácil pasar de Los trabajos y los días, de Hesíodo, a Las leyes, de Platón. En esta obra, Platón, describiendo la vida más primitiva de la htrmanidad sobre la tierra, tal como debe haber sido, nos. dice que no pudo haber habido facciones y guerras entonces, ya que la propia desolación de lo que ha~ía en torn,:, al hombre prímítivo hubiera creado con .él .nada mas que sentímientes de afecto y de bueriá' voluntad hacia sus semejantes. Los hombres eran buenos porque, escribe Platón, eran sencillo's en costumbres y gustos. A nadie se le ocurrió sospechar de 1;' falsedad de otro. No existían gobiernos o instituciones orgallizaru:.s: porque los hombres, siendo naturalmente buenos, cop,fiados y afectuosos, no precisaban de ellas para el mante40. Lbid-, líneas 45·55; el mito de Pandora que acompaña es relatado en las líneas 90-105. LOS GRIEGOS 43 nimiento del orden 41. Y, lo mismo que Hesíodo dio a entender claramente, por medio de sus dos mitos de Pandora y Prometeo, que con la elevación del conocimiento se resiente la inocencia, así. hace Platón. El avance gradual de conocimiento, y de todas las artes e instituciones que componen la civilización, fue acompañado por un gradual declive en la felicidad y bienestar del hombre. Siglos después, en Roma, el poeta Ovidio volvió a tocar el tema de Hesíodo: «De oro fue la primera era, la cual, sin nadie a quien obligar, sin una ley, por su propia voluntad, mantuvo la fe e hizo lo justo. No existía el miedo al castigo, ni debían leerse palabras amenazadoras en tablas de latón; ni la multitud suplicante contemplaba con pavor el rostro de Sil juez; . sino que sin jueces vivian seguros». Y todo ello, puede adivinarse, fue compañero de la ignorancia. Los hombres desconocían las artes metalúrgicas o de la agricultura, no tenían escritura ni instrucción. Nada de esto era necesario. «La propia tierra, sin coacción, sin ser tocada por la planta del pie O la reja del arado, daba, espontáneamente, todas .Ias cosas precisas. Y los hombres, contentos con la comida, sin tener que buscarla, recogían los madroños, las fresas de las laderas de las montañas, las cerezas, las moras que cuelgan apiñadas en los. espinosos zarzales, y las bellotas caídas del extendido árbol de Júpiter.» 42 Hasta aquí el simpático y obsesivo mito de la Edad de Oro. Lejos de estar confínado al pensamiento griego y romano, es, como sabemos, un tema que se repite en la Iíteraura europea. En el siglo XVIII, Rousseau, primero en su Discurso sobre las artes y ciencias, y más tarde, en su extraordinario ensayo pre-etnológíco, el Discurso sobre el origen de la desigualdad entre los hombres, manifestó su respeto por la mayor nobleza. de carácter, el mayor decoro y felicidad, también, existentes entre aquellos, bien simples cultivadores de la tierra bien antiguos antepasados del hombre recién salidos del estado de naturaleza, que todavía no habían sido corrompidos por los frutos del éxito, por la cultura, Y en nuestros propios días, la persistente popularidad de una obra como El malestar de 41. The Lews, de Platón, términos citados, IV, 246-7; linea 679 b, e, d, e. 42. Metamorphoses, trad. por" Frank J. MilIer (Londres: TheLoeb Classical. Librery, 1916), libro 1, p. 9, líneas 90-110. 44 CAMBIO SOCIAL E HISTORIA LOS GRíEGOS 45 la cultura, de Freud, nos recuerda quizá la independencia con respecto al tiempo, y la universalidad, del mito de la Edad de Oro, de la afinidad entre inocencia e ignorancia que nos sentimos inclinados a creer, las jóvenes culturas, como si de infantes se tratara, manifiestan en una forma no accesible a las civilizaciones maduras. Pero sería Un gran error suponer que todo el pensamiento clásico giraba en torno al tema de la felicidad primitiva acompañada de ignorancia. A juzgar por la literatura existente, me atrevería a suponer que hubo un número igual de griegos y romanos, a lo largo del período clásico, que sostuvieron un punto de vista completamente opuesto al observado en Hesíodo, Platón y Ovidio. Nos sentimos inclinados a pensar hoy que hasta la aparición en el siglo XVII de la idea «moderna. de progreso no fue posible para los hombres imaginar la condición más prinritiva de la humanidad como algo diverso de la Edad de Oro, caracterizada por. el miedo, la ínseguridad y la infelicidad, con la ausencia de conocitniento asociada a una ausencia también de felicidad y bienestar. Pero, hay ejemplos palpables de ambas consideraciones de los primeros principios de la humanidad en el pensamiento griego y romano, como pueden hallarse ignalmente en la literatura y filosofía europea moderna. Evidentemente, hubo en la era clásica, por cada Hesíodo u Ovídio, un Esquilo o Lucrecío, que vieron la ignorancia prinritiva acompañada del miedo y desdicha. Veamos, por ejemplo, a Esquilo, en su magnífica obra Prometeo encadenado: «¿Cuál es mi crimen del que soy torturado?, preguntal'rometeo en las agonías de su eterno tormento. «Apenas se había apoderado Zeus del trono de su padre, que daba un empleo a cada uno de los dioses y ponía en orden su reino, pero no dedicó.ningún pensamiento a los mortales sumidos en su infelicidad. Su deseo fue que perecieran y pudieran entonces engendrar otra raza.» 43 Sigue, en cadencia inigualable, el relato de Prometeo de todo lo que había dado a los mortales con el objeto de rescatarlos de la desdicha que era su sino como consecuencia de la insensibilidad de Zeus. Les enseñó a ver las maravillas del m';lldo y ~ oír sus a~monías, a edificar casas y poder dejar asi «.las grietas sombrras hasta lo más profundo de la tierra», los SIgnos que denotaban ?l advenimiento de las estaciones, y por tanto, a plantar y CUIdar las mieses, a leer las estrellas en sus movimientos y todos los otros signos del mundo natural que podían, al conocerse, beneficiar al hombre. Enseñó a los infelices mortales los números y la forma de escribir. «Les di ,la ma~re de tod~~ las artes: una memoria muy ejercitada». ASI .ta~bIén concedio Prometeo a la humanidad su primer conocímtento .del uso de las bestias de carga, de los medios de transporte, Incluyendo la navegación de los mares. «Nadie sino yo hallé primero el vehículo del marino, con velas a modo de alas e impulsado por el mar». Les mostró «el don de la curación», por falta del cual los hombres «se consumian como las sombras», y les enseñó la forma de evitar los terrores de la lucha, mediante el consejo, el amor y la comprensión. «Todas las artes, todos los bienes, han llegado a los hombres por mt.". Así habló Prometeo. Así escribió el incomparable Esquilo a principios del siglo v a. C., en Atenas. ¿Cómo podemos jar de percibir la afinidad en la mente de Esquilo entre felicidad, y ;z.0. ignorancia, sino conocimiento? Sólo, por medio del conocumento se liberó la humanidad del miedo. Trataremos ahora la cuestión importante de las etapas del progreso. Ya con Hesíodo teníamos la clara insinuación de etapas de.desarrollo. Ciertamente: van unidas al mito y a la dependencia con respecto a los dioses, cuya existencia Hesíodo jamás dejó de reconocer. Con todo, son unas fases fijas y. regulares; en la forma en que él lo expresa,· SOn las sucesivas razas de los hombres. Hubo primero, como recordare-mas, la raza de oro, y esto ocurriría en la infancia de la humanidad, un tiempo de felicidad y primitivismo cultural. Luego llega la segunda gran era, la formada por la raza de plata' la época era todavía buena, pero no tanto como la precedente: Pero los hombres sabían más; las artes de la instrucción iban creciendo y esparciéndose. Tercero, está la raza o edad de bronce, tiempo de mayor infelicidad, pero en modo alguno el peor, y todavía con una cultura en fase de expansión. Entonces Hesíodo intercala una edad de héroes, en la que, al menos 43. He, utilizado la bella traducción de Edith Hamilton en su obra Three Greek Plays (Nueva York: W. W. Norton &: Company, 1937), p. 105. 44. Ibid., u;. p, 115 s. LOS GRIEGOS 46 41 CAMBIO SOCIAL E HISTORIA entre algunos hombres, habían vuelto ,a nacer al !,arecer ,la~ antiguas virtudes. Pero ésta era no debía durar. Qumto, y último estaba la edad de hierro, la época propia de Hesíodo. Esta, nos dice, es la peor de todas las épocas, pues la fatiga crece en su opresión, y la lucha aumenta constantemente. •Ahora verdaderamente, es una raza de hierro. Ni de día cesará su cansancio y dolor, ni de noche la extenuación, y los dioses les confiarán _inquietudes penosas .» 45 Aquí Hesíodo pronuncia la más citada de sus frases: «Así, pues, preferiría no vivir entre la quinta raza de hombres, sino haber muerto antes o bien haber nacido después », 45 A decir verdad, la perspectiva evolutiva ha de ver~e con anterioridad a Hesíodo, en los dos poemas épicos más ImPO~­ tantes de todas las épocas: La Iliada y La Odisea. Como eSCrIbe Guthrie: la actitud griega hacia estos poemas fue muy diferente de la nuestra.•Donde nosotros vemos solamente dos magníficos poemas épicos, en los que el element~ didáct.ico se presenta en un grado ínfimo, ellos buscaron la mst:u~cIón en una sorprendente variedad de temas, desde la religión a la ciencia militar o incluso la fabricación de embarcaclOnes ... h Tras el cuento de hadas de los Cíclopes en La Odisea, como ha dicho Moses Finley, «existía una visión clara de evolución social»." Para los griegos, incluso en una época tan avanzada de su historia como la de Platón y Aristóteles, todo lo que Homero tuvo que decir acerca de los cíclopes y su dura y rUi>:!existencia, su organización social parental, su f~ta de a~l. cultura y dependencia con respecto a lo que la ~I~rra ofrecía naturalmente, me citado seriamente -por Tucídides en su 45. Works and Days, en los términos citados, líneas 1l0-20~. 46. [bid. líneas 175-80. Hesíodo nos dice que en la fase f~a1 de la raza de hÍerro en la que él misma vive, la raza degenerara de tal modo en su sen~ctud que todos los niños recién nacidos mostrarán J.:ls huellas de la ancianidad. Incluso hoy, como observo. en el capítulo 7, hay algunos tratadistas que, al ocuparse de la~ e;dades antl~a.s de declive y decadencia, como por ejemplo, en el :ultim~ .0 dos últimos siglos de Roma, suponen claramente que la estírpe Í1SIC~ ro.~ se había «debilitado» como se afirma que lo .estuvleron .la~ 1llS1ftuclones de Roma. Desde Hesíodo hasta la actualidad ~ existido CIerta fas.. cinacién por los estigmas físicos así como SOClo.~t~a:le~ de decadencia en las denominadas eras decadentes de las civilizaciones. 47. Guthrie, en los términos citados, p. 80. br,:ve tratamiento de la más antigua Hellas, por Platón, y ArIstóteles- como parte de la evidencia comparativa mediante la cual fueron reconstruidas las más remotas etapas de la cultura humana. Hacia el siglo v a. C., la visión evolucionista de la cultura se daba por supuesta. Puede advertirse en el discurso de Prometeo, de la obra de Esquilo, Prometeo encadenado, a la que ya me he referido. Parte del noble relato de Prometeo en su propía defensa, después de contar las privaciones y miserias del hombre más antiguo, es un informe (de los más conmovedores en la literatura griega) sobre todos los beneficios culturales que ha acumulado la humanidad -el fuego, la agricultura, el comercio, la navegación, las leyes, la filosoña- como consecuencia de su acto original de atrevimiento, por el ClIa1 es ahora condenado a eterno castigo. Tras el ser y las palabras de Prometeo se oculta el orgullo de que hizo gala Esquilo por ser griego y por ser hombre, al examinar el desarrollo y progreso de la cultura humana. El mismo orgullo y -el mismo sentido de desarrollo humano pueden verse en el magnífico Coro de la Antigona, de S6focles, que empieza: «Muchas maravillas viven y se mueven, pero de todas ellas la mayor es el hombre». Aquí también, y sin velo alegórico, se encuentra una visión de lento desarrollo de la humanidad, mediante la «máquina de ingenio» del propio hombre, su propio «pensamiento veloz como el viento y mente modeladora de ciudades», desde el primitivismo cultural a las inmensas riquezas y dominio del ambiente, que cualquíer griego podía observar ". Pasamos del drama a la historia, y luego, a la filosofia. Observemos a Tucídides en las primeras secciones de su detallada historia de la guerra delPeloponeso. Estas, como diríamos hoy, no constituyen historia, en el sentido convencional, sino más bien etnología. Su razón para volver a los principios es sencillamente que desea dejar claro a sus lectores que la guerra del Peloponeso, lejos de ser simplemente una guerra, fue la mayor y más exigente en hombres y recursos, en la historia de la humanidad. Una guerra tan importante exige, como Tucídides advirtió, una sociedad grande, tanto en recuro 48. Sophocles: The Seven Plays in Bnglish: Verse, trad. por Lewis Campe bell (Londres: Oxford University Press, i%6), p. 13-14, líneas 332·76. s. CAMBIO SOCIAL • 48 CAMBIO SOCIAL B HISTORIA ' LOS GRmGOS SOS civiles como militares. Nada similar podía haber ocurrido -razona- en tiempos más antiguos, cuando no estaba asentada población alguna, cuando la gente vivía en tribus errantes, y no en comunidades y ciudades, cuando no había comercio, cuando la tecnología y el capital no existían, cuando la emigración. la guerra, e incluso la piratería, eran elementos constantes. Al llegar a Platón, hallamos una descripción aún más detaliada del desarrollo. cultural. Aquí deberían intercalarse unas palabras aclaratorias acerca de la idea de desarrollo en las obras de Platón. Se afirma tan frecuentemente, y de una forma tan categórica, que Platón no tenia conocimiento alguno sobre el cambio, que para él la realidad era inmutable o igualmente común, que todo representaba un apartamiento de una Edad de Oro primordial, que los lectores modernos pueden ser excusados de su interpretación errónea. El hecho es, como ha señalado Cornford en su Cosmologia de Platón, que habían, para Platón, dos órdenes de existencia o realidad. El primero, y más elevado, es ciertamente el reino de las Formas inmutables y eternas. Pero existe un segundo reino para Platón, indiscutiblemente inferior, asequible por medio de los sentidos más que por la eterna razón, pero que no deja de ser un reino. Y lo que interesa más aquí, este segundo reino está sujeto a desarrollo íncesante. «El reino inferior -escribe Cornford- contiene lo que está siempre haciéndose, pasando a la existencia, cambiando y pereciendo... » 49 Que este mundo no tenga, en opinión de Platón, eternidad, y no esté poseído de esencia divina, denota nada más que el tipo de distinción que todos los creyentes religiosos, incluyendo muchos científicos del síglorxx, establecen entre dos órdenes de realidad. 49. Píato's Cosmologv, de Francis M. Cornford (Londres: Routledge & Kegan Paul, 1937), p. 24. El propio Platón -c-pese a todos los tratamientos modernos del pensamiento griego en los que se afirma que el mundo de Platón era independiente del tiempo e inmutable- declaró explícitamente que sólo lo divino es inmutable; que el mundo del hombre y de la sociedad está en proceso incesante de desarrollo y devenir. Me inclino por convenir con el- filiado Arthur O. Lovejov en que se han escrito sobre Platón, por la mala interpretación y aplicación de su teoría de las ideas, más disparates que sobre cualquier personaje clásico. Evidentemente. Platón creía en un reino de- esencias independientes del tiempo (llámese esto su religión o su metafísica), pero también fue un sociólogo y un evolucionista. 49 Ciertamente, eso no significa que Platón fuera insensible, como .a m~nudo se le ha achacado, a los hechos manifiestos de cambio y desarrollo. Consideremos el famoso tercer libro de Las leyes. Aquí se nos ofrece un relato bastante detallado del progreso cultural del hombre a través de los tiempos. La narración de Platón empieza COn la au;sencia total de cultura, como hemos visto, pero esto va asociado a una ausencía tambíén de lucha ambición, avaricia y odio que, según cree, caracteriza una buena part7 de la civilización. Pero de esta condición primitiva «ha ~rgIdo todo 10 que ahora somos y tenemos: ciudades y gobiernos, artes y leyes, muchos vicios y muchas virtudes». El modo d~ c~tura más primitivo es pastoral; del ganado sacaron los prtmítívos habitantes la leche y la carne, complementándolo, como sugiere Platón, COn la carne de otros animales, mata~os en l~ caza. Tales hombres, le agrada creer a Platón, habnan poseído «las artes plásticas y del tejido» cuya potenciali~ad había asignado el Creador al hombre, y ; 10 largo de un ~Ilatado pe:t0do de tiempo, el hombre habría aprendido a. ~estirse y cU,bnrse con estas artes. Desde estos duros principios, en los tiempos más antiguos, se desarrollarían gradualmente artes y técnicas cada vez más complejas. Inspirándose en el relato que hace Homero sobre los cíclopes, Platón declara que el hombre primitivo se mantuvo dentro de los límites ~el pa~entesco, úni~ente. «Díffcílmente podían haber quendo legisladores todavía; nada semejante existió probablemente en sus días, pues incluso se carece de documentos acerca de los nacidos en este tiempo en el ciclo de las épocas; viven según las costumbres de sus antepasados, como así son Ilamados.» 50 Poco a poco, nos dice Platón, pasaron a existir formas más complejas de organización social -comunidades establecidaslo que por primera vez permitió el descubrimiento y utilización' de las artes agrícolas. El pastoreo y la labranza fueron, al 50. T,he Laws, en los términos citados, p. 247, 1. 680. Gran parte del libro 111 abarca' el desarrollo de la sociedad humana desde sus camienzos primitivos asimilados a la semilla. Véase también su obra Statesman, en los té~os citados, 111, 483,11, 271 Y 272. También Protágoras, en los térmmos citados, 1, 145 ss. donde, debe reconocerse que Platón recurre mucho más a los dioses y a sus útiles intervenciones. 50 CAMBIO SOCIAL E HISTORIA principio, realizados en comunidad; pues la empresa indiv~­ dual no hizo aparición hasta más tarde. Así creyeron y mamfestaron Platón, y otros filósofos antes que él, como otros muchos creerían y manifestarían después hasta llegar a la antropología moderna. Lentamente, pasaro;" a existir l~s. ~ns­ tituciones del gobierno, y con ellas, los SIgnOS de la CIVIlIzación propiamente dicha. El relato, que les he ofrecido, no es el único asequible. En . El Político y también, en el Protágoras, para no poner de relieve el ~ás conocido de sus relatos, La república, hay repetidas referencias al prímitivo estado de la humanidad, sus probables tipos de cultura, y el orden en que se ?esarr?ll"-!on formas más complejas de civilización. Nos sentimos mclmados a denominar «utopía» a La república, yeso es, en efecto, pero gran parte de su enfoque genial radica en la correspondencia con la clase de antropología, que puede apreciarse mejor en otras obras de Platón. Con los materiales que conocía Platón como antropólogo, edificó Platón, el sociólogo y científico político, su estado ideal -para bien o para mal en la larga historia del pensamiento occide~ta1: . No citaré múltiples ejemplos del evolucicrrismo cláSICO, pero no sería justo concluir este párra~o s~ h,a~er refer~ncia, una vez más a la notable obra en la CIenCIa fisíca y SOCIal, De re· rum natura, de Lucrecio. La misma racionalidad equil!b~a?a,. que observamos en su tratamiento del .estado más. prírmtrvo de la humanidad, aparece en su narración perceptiva del desarrollo de la humanidad. . A Lucrecio se debe la expresión pedetemtim progredientis -literalmente '«avance paso a paso» 5L- que resume, con mayor aproximación que cualquier <;>t;a fra~e que pueda hallarse en el pensamiento romano, la VISIón grrega y romana de la naturaleza del desarrollo humano. El desarrollo fue lento, gradual y continuo, y, aunque, según el criterio ?~ ~lgnnos (no de Lucrecio), todo el proceso pudo haberse iniciado por la fuerza divina, la verdadera esencia de la cuestión yacía en el 51. Lucrecío, en los términos citados, libro V, 11. 1.412á4~d; tambiénoá' 1.453, donde escribe que «la experiencia y su mente VI a de con . mientas les enseñ6 poco a poco, avanzando paso a paso» ..Las palabras son de Lucrecio, pero es imposible hallar ningún tratadi.sta de cuestiones griegas o romanas acerca del desarrollo de la SOCiedad humana que no lo viera como un proceso largo, lento y gradual. 51 LOS GRIEGOS carácter autoavanzante o automotor del desarrollo, una vez empezado, y el hecho de que lo que ocurrió a través del tiempo no fue sino un desenvolvimiento de capacidad que era inherente al hombre, desde el principio. En ningún autor es esto más patente que en Lucrecio. En los párrafos que siguen, no hago, literalmente, más que parafrasear una narración que ocupa unas cincuenta páginas de la traducción de Cyril Bailey 52. Lo que el hombre es lo ha hecho él mismo en su larga historia, sin intervención de los dioses. Pues, nos dice Lucrecio, no es sacrilegio negar que el mundo y todo lo que hay en su interior son divinos, no importa cuál pueda ser la vida de los dioses en otra esfera. El mundo, como lo conocemos, fue formado por las operaciones del azar. «Pues tantos primeros principios de las cosas, en formas tan diversas, impulsados por desastres desde el tiempo eterno hasta ahora, y movidos por su propio peso, han solido producirse y unirse en todas las formas, y poner a prueba todo lo que podían crear, combinándose unos con otros...• El mundo no fue hecho por designio, sino por azar, y para esto fue preciso un tiempo muy largo. Los mares, las montañas y las llanuras son productos de causas naturales, como también lo son los movimientos de las estrellas, los vientos, y las estaciones. Primero, después que la tierra fue formada y adquirió solidez, aparecieron las plantas, y sólo entonces, los animales, aves e insectos. Todas estas cosas emergieron de la propia madre naturaleza, no por intervención externa. Existían, nos dice Lucrecio casi con palabras de Darwin, más representantes de la vida de los que la tierra podía sustentar con facilidad, y muchos perecieron. Observemos la teoría de la selección natural: «y debió ocurrir que muchas razas de seres vivientes perecieron entonces y no pudieron engendrar y propagar su descendencia. Pues en todos los animales que vemos alimentarse del soplo de vida, bien su astucia o bravura, o su velocidad han protegido y preservado siempre su especie desde el principio de su ser.' Muchas cualidades -fiereza, pero también astucia; fortaleza, pero también ligereza; velocidad, pero también ar52. Véase, por ejemplo, el libro K. 11. 208-37, 237-77, 296-326; Y el libro V, 11. 837 En términos amplios, la antropología de Lucrecio está contenida en el libro V. pero la antropología y la cosmología se entrelazan completamente dada su unidad en el evolucionismo de Lucrecio. R67. 52 CAMBIO SOCIAL B HISTORIA timaña- :esultaron necesarias en la preservación de los tipos. Lucrecío se burla de las teorías, según las euales la tierra se pobló al principio de monstruos exóticos y fantásticos. Tales seres no eran más posibles entonces que ahora, Y hace resaltar un punto que debía convertirse en el meollo de la teoría de Darwin: la uniformidad de los procesos a través de la historia del mundo, por los cuales cobraron existencia la fauna y la flora. Tan importante es este punto en toda la historia del evolucionismo que lo cito en su integridad. Pues. como quiera que habían muchas semillas de cosas en. la tie~ en el tiempo en que el suelo 'Produjo por vez primera animales, con todo, eso no es prueba de que pudieran haber nacido animales de razas cruzadas, o que los miembros de las criaturas vivientes fueran unidos en un solo ser; porque las clases de pastos y las mieses y árboles fru- tales, que aun ahora nacen abundantemente de la tierra, con todo, no pueden ser creadas entrelazadas una con otra, sino que cada' una de éstas surge de acuerdo con una forma propia, V todas mantienen sus mareas independientes por una ley fija de la naturaleza." Entonces, en el transcurso del tiempo, aparece el hombre; al principio, escasamente diferente de otras formas de la vida animal. Vivía de los frutos directos de la tierra, sus nueces y bayas, sus animales más pequeños, sus rios y lagos, y no tenía fuego o alojamiento, o incluso vestidos. Gradualmente, pedetemtim progredientls, adquirió estas cosas, adoptándolas materialmente con una combinación de inventiva y necesidad. Los hombres «después que se procuraron cabañas, pieles y fuego, y se unieron el hombre y la mujer, se retiraron a una morada única; se aprendieron las leyes del matrimonio, y vieron surgir a los hijos de su propia unión». El fuego llegó al hombre a través del rayo que hería los árboles; el lenguaje nació espontáneamente de los' gestos y gritos, que fueron naturales al hombre desde el principio; en esto, el hombre no hacía sino mejorar exactamente los mismos modos de comunicación elemental que existían entre los animales. La cocina empezó a través de observaciones casuales de los efectos de los rayos del sol sobre los alimentos esparcidos en derredor. Entonces, lenta pero implacablemente, empezó a apode53. Libro V, líneas 896~92S. Véase también 856 y ss. LOS GRIBGOS 53 rarse de los hombres la ambición por el poder. Aparecieron los reyes, hombres más fuertes que sus semejantes, y can ellos la noción de propiedad, pues los reyes parcelaron la tierra y dieron rebaños a sus favoritos. Con el tiempo, la monarquía fue derribada, existió la anarquía temporalmente y los hombres se vieron inducidos a «nombrar magistrados y establecer leyes» de forma que pudieran ser liberados del terror y violencia de las riñas sangrientas. La aparición del oro } la plata y otros metales y piedras preciosas sólo incrementaron la necesidad de leyes y un gobierno seguro. Surgió la religión, la consecuencia del respeto y temor de los hombres por lo desconocido. Los dioses no fueron sino las formas de los fantasmas que los hombres conocieron primero en sueños, según Lucrecio, y a los dioses, formados a semejanza de los seres humanos más excepcionales existentes entre ellos, fue atribuida la majestad que superó a todos los poderes concedidos a los príncipes y magistrados. «y colocaron las moradas y residencias de los dioses en el cielo porque a través de él se ven girar la noche y la luna en su órbita, la luna, el dia y la noche, y las torvas señales de la noche, y las antorchas del cielo que corretean durante la noche, y las llamas volantes, las nubes, la luz solar la lluvia la nieve, los vientos, el relámpago, el granizo, y el e~truendo los poderosos murmullos que' suscitan las amenazas del cielo.» 54 A pesar de que Lucrecio es racionalista hasta lo más profundo de su ser, sólo puede deplorar la infelicidad que observa como consecuencia de tales creencias, y regocijarse por la serenidad de espíritu que la verdadera piedad, que es comprensión, puede conferir. Las artes de cultivo en agricultura, el tejido, la construcción de piedra, y la de carreteras hicieron aparición, así como las bellas artes de la música (aprendidas de escuchar a los pájaros y el viento en las cavidades de las cuevas), el baile, y la pintura. Nace una afición por la novedad y el lujo; se desprecian las viejas formas, y en la búsqueda incesante de riqueza, empiezan a germinar las semillas de la guerra. Lo siguiente pudo haber sido escrito por cualquiera de los grandes profetas morales de la civilización: «y así la raza de los hombres se esfuerza eh vano e infructuosamente y desperdi- y 53. Libro V, líneas 896-925. Véase también 856 y ss. 54 CAlIBIO SOCIAL B IIISTORIA cia constantemente su vida en cuidados ociosos porque, podemos estar seguros, no ha aprendido cuáles son los límites de la posesión, como tampoco hasta qué punto puede incrementarse el verdadero placer. Y esto, poco a poco, ha hecho avanzar la vida hasta un plano elevado y ha puesto en movimiento, desde las más bajas profundidades, la grande y agitada marea de la guerra» (El subrayado es del autor.) . Desde Hesíodo, pasando por Lucrecio, hasta Mandeville y Rousseau en el siglo XVIII, el tema englobado en las palabras finales de Lucrecio (evícíos privados, beneficios públicos» fue la breve forma de expresión de Mandeville en su obra La fábula de las abejas, en 1729) ha sido constantemente utilizado en el pensamiento occidental. ¿ Tuvo Lucrecio una idea cIara del progreso? El siguiente pasaje es una respuesta suficiente a esta pregunta: Los barcos y el laboreo de la tierra, las paredes, las Ieyes, las armas, las carreteras, el vestido, y todas la cosas de esta clase, todos los botines, y los lujos de ·la vida, todos y cada uno, las canciones y pinturas, y el pulimento de estatuas de limpia factura, la práctica, y con ella, la experiencia de la mente ávida les enseñó poco a poco, mientras avanzaban paso a paso. Así, poco a poco, el tiempo saca de cada cosa diversos aspectos al exterior, y la razón la eleva hacia las costas de la luz. Pues vieron 'Crecer con claridad en su mente una cosa tras otra, hasta que mediante sus artes llegaron al pináculo más elevado. 55 Pero para Lucrecío, como para todos los restantes filó- sofos clásicos, el pináculo más elevado es también el principio del declive, de la Idecadencia, de la desintegración eventual. Pues. así como las cosas pasan a ser, así también deben dejar de ser. El progreso y la degeneración son los dos lados del mismo ciclo de génesis y decadencia. 2 Los cristianos Al principio creó Dios los cielos y la tierra. Génesis. y por tanto, creó Dios solamente un hombre único¡ no ciertamente, de modo que fuera un afligido solitario de toda la sociedad, sino para que, por 'este medio pudiera encomendársele de forma más efectiva la unidad de la sociedad y el vínculo de concordia, estando los hombres ligados, no sólo por la similaridad de naturaleza, sino también por el afecto familiar. San Agustin. La educación de la raza humana representada por el pueblo dé Dios, ha avanzado, al igual que la del individuo, a través de ciertas épocas, o, llamémoslas, eras, de forma que pudiera gradualmente elevarse de las cosas terrenas a las celestiales, y de lo visible a 1'0 invisible. San Agustin. Pues Cristo murió una vez por nuestros pecados; y, elevándose de entre los muertos, ya no volvió a morir. San Agustín. Como el mundo es la estructura completa del mundo, Dios ha puesto en él una reproducción, una condena, no fuera que pareciese eterno lo que es una sensible decadencia y edad en toda la estructura del mundo y en cada una de sus partes. John Donne. 1. 55. La primera cita es del libro V, lineas 1.412-42; la segunda, a partir de las líneas 1.448-57. LA MBTÁFORA AGUSTINIANA La metáfora griega de génesis y decadencia es parte integral de la filosofía cristiana de la humanidad. Existe, sin em-