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Madrid 24 de Eue1·o de 18 ¡¡ 5.
y
CORREO DE LA !tODA.
SmiARIO. Estudios recreativos: El .Amor, por D. A. Pirala.-La Aurora en el Retiro (pocsla) , por don M.
111. Flamanl.-Madama Stacl Holstein, por doiia Robustiana Armiilo de Cuesta.-Un congreso femenino, por la
ll!Ja de las Flores.-Correo de la Moda. -Esplicaclon del Figurin.
ESTUDIOS RECREATIVOS.
Como ha dicho muy bien un elegante
escritor francés, es tan difícil definir el
amor como la felicidad: son dos sentimienlos que cada persona esperimenta y
espresa de una manera diferente , y no es
fácil por consecuencia analizarlos.
No lo pretendemos: algo hemos dicho
sobre este asunto en otros artículos; pero
por lo mismo que es casi imposible el
análisis, ¡cuánto nos queda aun que decir! Cncslion de sentimiento propio, á él
apelamos, y emitiremos nuestras ideas.
Considerando al amor bajo ese aspecto que le diviniza, porque no admitimos
otro, es una necesidad, ~s un bien: es
una necesidad que alimenta nuestm alma, es un bien que recrea nuestra existencia. El amor llena el vacío del alma,
y hace feliz la Yida.
~~ · Al imprimir Dios en nosotros ese su-
a
blime sentimiento , pensó sin duda q~c
no podía dar á la humanidad un legado
mas escelso. ¿Qué seríamos sin el amor?
Arrancad á una madre el que profesa á
su hijo , á un amante el de su amada, y
bareis triste su existencia , así como la
hizo á Pelrarca la muerte de Laura.
La mayor parte de los gr·andes génios
que han descollado en la sociedad bumana, han debido al amor su fama. No
hablamos de los gueneros, que á estos
les impulsa otro amor egoísta , interesado, el de satisfacer su propia ambicion,
asentando su gloria sobre ruinas y cadáYeres; hablamos de aquellos séres de alma sensible y corazon priYilegiado, de
hombres como el Tasso, á quien inspiró
el amor sus incomparables versos , y de
Rafael, á quien tambien inspiró el amor
, sus encantadores cuadros.
Todos tratan del amor, y muy pocos
le comprenden ; así como todos hablan,
y muy pocos hablan bien. Por esto la
sublimidad del amor, esa fuente inagotable de grandes concepciones, ese dón del
Tomolll.
o'\;M~ ------------'--------------~~
© Biblioteca Nacional de Españá
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~
r~
~'1
ALBOM DE SEXORITAS.
cielo da á la mente inspiracion y al corazon nobleza. Así es mas fácil sentir 1os
efectos del amor que espresarlos.
By ron , aquel gran poeta inglés que
hastiado de cuanto le rodeaba en el mundo, despues de haber gozado de Lodo, fué
á buscar la muerte en la patria de Elena,
el magn!tico cantor de D. Juan, dice:
<tEI amor es una luz del cielo, un rayo
de ese fuego inmortal que compartimos
con los ángeles, y nos dá el Creador para
separat· nuestros deseos de la tierra. J_,a
piedad eleva al cielo el alma del justo:
el mismo cielo desciende á nuestras almas con el amor. Es un sentimiento que
procede de la divinidad para desll·uit·
nuestros groseros pensamientos ; es un
rayo de luz de quien lodo lo ha creado,
una brillante aureola que ilumina el
...
alma.>>
Ahora bien , demoslt·ado lo santo del
amor , nadie le merece en el mundo como la mujer, esa crialtll'a privilegiada,
que, no nos cansaremos de repetirlo , es
la inlermedia entre la tien·a y el cielo.
El hombt·e, que por su complexion
nerviosa es áspero, rudo, posée ese sentimiento intuitivo que le conduce á amar
á un sér débil y bondadoso , y á deponer
su vigorosa rudeza ante la muelle dulzura de la mujer. El hombre se ennoblece
entonces , y el que posea un corazon capaz de sentir ese supremo poderío , ese
mistel'ioso entusiasmo del que brota la
poesía á la mente, el heroismo á las acciones, y la rel igion al alma, divinizará
al objeto que ame, y para él no será mujer , set·á un ángel.
Y no ofenderá á Dios ; le obedece;
porque el Señor ha rodeado al amor con
tan celestiales atributos. Queremos, pues,
el amor cristiano , no el pagano: este no
, comprendía los goces del alma , por~ que todo Jo materializaba, al paso que
nuestra amada religion lo espiritualiza
lodo. Y en ella todo es amor : él nos redimió y él nos salva,
Pero descendamos á la liena: aprendamos el amor en nuestra madre. Imitemos su abnegacion incomprensible; su
cariño entrañable, velando por nosotros
desde la cuna basta el sepulcro, i y siempre generosa, siempre amante, siempre
madre! Oh! si fuéramos capaces de comprender ('Se cariño, habria quien jugase
con el amor de la mujet•'! ¿Habria quien
destrozase un c01·azon nacido para amar'?
La mujer, mas vehemente en sus afecciones , porque penetran mas en su corazon , porque se consagra á ellas , merece , 6 nuestro amor, ó nuestro cullo.
Una mujet· sábia, Madama de Stael, tratando de esta pasion, que calilica lambien de poética, de heróica y de religiosa, ((¿Qué nos sucedería , dice , cuando el destino nos separase de quien tuviera el secl'elo de nuestra alma, y nos
hubiese dado la vida del c01·azon , la vida celeste? ¿Qué sucedería r-uando la
ausencia 6 la muerte aislasen á una mujer sobre la tierra? ¡Languidecer , morir ! »
En conclusion , el amor es un sentimiento de que nos podemos envanecer,
es una pasion que sublima á nuestra alma, y enallece á nuestro corazon . Enviado á nuestra frente ese celestial rayo
que la ilumina, nos eleva basta el ciclo;
por eso diviniza el hombre ú la mujer
que ama, y cifra en ella su fclicidau.
A. Pirata .
~
1
c.p
6
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© Biblioteca Nacional de España
J'~
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CORREO DE U
LA AVROI\A EN EL RETIRO .
i_ .
Bien hayas, amable diosa,
Que amor derramando y vida,
Al ingrato mundo ofreces
Ilusiones de alegria.
T.a que la bóveda etérea
Con gloria sin par dominas;
La que montes y llanuras
De frescas nores tapizas :
1Cuánto me halaga estraviarme
Por los espacios que animas ,
Con el arrogante vuelo
De un corazon que delira 1
1Bien bayas, ráfaga hermosa ,
Alta emanacion purísima,
De la luz con qué el Eterno
Ciñe su frente divina 1
Ec<•S de placer murmura
La arboleda estremecida
Al fecundante contacto
De tu planta fugitiva.
Su nido abandona el ave,
En la espesura escondida,
Para ofrecerte gozosa
De su canto las primicias.
Y del oscuro ramaje
Huyen plácidas las brisas,
A rizar del manso arroyo
Las corrientes cristalinas.
Ellas , con mágica pompa,
Tus inimitables tintas,
Tus creadores destellos
Repiten y multiplican.
Todo en torno le sonrie,
Todo canta la; delicias
De tu brillante reinado,
Tiempo de paz y armonías.
1Cuán vago Madrid se ostenta
Bajo esa luz indecisa,
Con qué risueña le ciñes
De vaporosas neblinas 1
Informes y caprichosas
Brota leves prespectivas,
De tu claridad incierta
La refraccion peregrina.
Grato silencio aqui reina ;
lllOD,\.
Todo aquí el amor respira;
Aquí se abandona el alma
A esas caras fantasías
Que de tristes realidades
La consuelan é indemnizan ,
Que al dulce olvido la entregan
Del rencor y la injusticia.
Ensueños en que se mece
Cuando la gloria la guia,
Cuando bollada la materia ,
Con el cielo comunica.
Sublimes inspiraciones
La ennoblecen, la extasian,
Y las venturas que sueña
En verdad trocadas mira.
Que al generador aliento
Con que la tierra acaricias,
Son de rosas mas fragantes
l\fenos rudas las espinas.
En inspirador contraste
Un mismo cuadro me pinta ,
Allá el dúlo, la discordia,
Y la bárbara polltica;
Acá, emblemas de tu imperio ,
Goces que encantan la vida ,
Felices presentimientos
Y dulces melancolías.
1\las ya, reina de los cielos,
Cedes tu corona al dia ;
Ya el astro señor del mundo
Dora las enhiestas cimas.
¡Deidad de amor 1 Si tan bella
Te juzgó mi fantasía;
Si olvidé para cantarle
Historias de aciagos días,
Deten en pago tu vuelo ;
No la corona desciñas,
Sin acoger en tus alas
El ay! que el alma suspira.
Acógelo , y á la hermosa
Que contigo rivaliza,
Cou la voz de tus cien géuios
Mi nobJe pasion descifra.
1Así los ángeles canten
Tu bienhechora venida,
Y mil orbes le saluden,
Y los hombres te bendigan!
M. M.
FLA.MANT .
-~·~
·
Á
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© Biblioteca Nacional de España
ALBUIII DB SEÑORITAS.
~~
't
~lADMIA
STAEL HOLSTEIN.
( Conclusion J
~fr. Necker empezó entonces á referir á
Gibbon uno de los juegos favoritos de s.u hija,
y que revelaba un génio estraordinario. En
sus momentos de ocio, la niña se divertía en
cortar multitud de figuritas de papel de color, á las que bautizaba con los nombres de
reyes , reinas, soldados , damas y caballeros. Luego componía pequeñas tragedias, y
hacia que las representasen aquellos personajes, saliendo cada uno á recitar su pape¡
por boca de Germana. Su padre y algunos
amigos habian ya asistido sin ser vistos á
varias de aquellas sing ulares representaciones, y no podían comprender cómo una niña
de nueve años era capaz de concebir y llevar
á cabo un plan ordenado con tanta precisioo
como sencillez.
Gibbon respondía á cada palabra:
-¡Oh, Germana es un prodigio l 1 vuestra
hija será algun dia una mujer estraordinarial
Los dos amigos habían llegado ya al parque del palacio de San-Ouen.
-Necker, dijo entonces Gibbon, hay en
la carla de Germana cierta seriedad que me
hace sospechar algun asunto grave.
-Si ; tan g rave como su ocupacion del momento, querido Gibbon , respondió Necker
riendo y señalando el fondo de la alameda. Mirad l mirad! Gibbon echó una mirada
impaciente hácia el lado que le indicaba su
amigo, y vió venir una carretelita lirada por
una graciosa nifia de hermosos cabellos negros y ojos del mismo color, que revelaban un
:~lma de fuego encerrada en un cuerpo flex ible y delicado ; en el carrito veni-a scot:tdo
un niño de dos ó tres años, al que sostenía
otra niña de cinco.
-Dios mio l dijo Mr. Necker ocultándose
detrás de Gib!Jon, si su madre la viera sudando así l
-Yamos, vamos Necker, idos con Dios , le
respondió Gibbon frotándose las manos con
alegria; empiezo á creer que el negocio importaute será pedirme que t ire de la carro-
za ... y si es eso, á fé mia que no le digo que
no ... al menos recordaré mis juegos de niño,
olvidados ya hace cincuenta años.
Necker se retiró, y Gibbon llamó alegremente á la reja del jardin. A la vista de una
persona que se presentaba tan repentinamente en el parque , la carroza cesó de rodar, y
la jóven que la guiaba se detuvo llena de
vergüenza y confusion.
-Dios mio! csclamó despues de un momento de silencio , y acercándose á abrir:
Mr. Gibbon l qué vengüen_za 1 encontrarme
jugando aquí con los niños 1
-Eso no tiene nada de particular, señorita, porque tirar de una carroza es un ejercicio muy saludable, respondió Gibbon inclinándose para saludarla.
-Creo que os sabeis burlar de mi tan
bien como mi padre, dijo la uiña enojándose
sencillamente.
-Como yo sé que el médico os ordena ..•
-Y como yo no sé mentir, Mr. Gibbon, os
aseguro, que si me divierto así, no es solo
porque él lo manda , sino porque tengo gusto en hacerlo.
-Gracias por la franqueza , Germana , y
estoy á vuestras órdenes.
-Este sitio no es á propósito, dijo Germana con seriedad. ¿ Quereis tener la bondad
de seguirme al salon ? .... Divertíos y no os
bagais daño , añadió volviéndose bácia sus
hermanitos, que casi lloraban al verla separarse; divertíos, que volveré pronto.
Entonces apoyó su mano diminuta en la de
Gibbon, le condujo al salon , y despues de haberse asegurado de que estaban solos , señaló á Gibbon una silla, sentándose ella en un
taburete.
-Caballero , dijo Germana IJajando modesta mente los ojos , lo qne tengo que deciros es muy grave, y es preciso que me deis
palabra de no reíros.
-Gibbon guardó silencio por no sollar la
carcajada.
-Creo , ca!Jallero, haber oido decir á mi
padre que estabais soltero todavia.
Gibbon hizo una seña l afirm allva.
-Pero creo que no pensareis vivir siempre asi.
© Biblioteca Nacional de España
"
COR~KO
•
- A la verdad, señorita, que no lo he pensado todavia.
-Mejor, mejor, porque os he encontrado
una esposa ... ó por mejor decir un padre politico, que será feliz cuando pueda llamaros
su hijo.
-Pero, señorita, no se casa uno con los
padres .... l'O quisiera mejor hallar una muj er que me amase, y ...
-La mujer, la mujer ... Gibbon no es lo
principal ... pero en fin, como no hay ¡>adre
político sin bija, os llevareis á los dos ... prometeis concederme lo que os voy á pedir.
-De seguro.
-Prometeis muy á la ligera, y creo que
habeis dicho s! por acabar pronto.
Gibbon notó en el rostro de Germana un
disgusto tan notable, que no pudo menos de
esforzarse en con \'cocerla de que no babia
nada en el mundo que él fuese capaz de rehusarle.
- :\Ir. Gibbon, dijo entonces Germana con
solemnidad; l\lr. Gibbon, quereis casaros
conm:go?
El historiador dió un sallo sobre su silla,
y miró fijamente á Germana, que tenia los
ojos bajos y la frente encendida.
-¡Conmigo ! conmigo ! qué tengo cincuenta y cinco años!
-¿Qué importa? vos teneis edad de mas,
yo de menos, y hay compensacion.
-1 Casarme con ros 1 repetía Gibbon atónito.
-Es decir que me rehusais, dijo Germana levantandose.
-~o, no , señorita, yo acepto con el mayor placer esa linda mano, pero decid me por
Dios, ¿es mi físico el que os ha seducido?
-¿Vuestro físico? respondió Germana rien·
do, no conozco nada mas horroroso.
-¿ Será acaso mi voz gangosa ó el agrado de mi con rersacion?
-Justamente, cuando escucho vuestra voz
me dan ganas de escapar por no oiros, y sin
duda no comprendo el mérito de vuestra
con,·ersacion, porque cuando hai.Jlais ..... me
fastidio ... Gibbon , por Dios, no os ofendais
de mi franqueza.
l.;:;..._
DE LA MODA.
- Todo al contr ar io, niña mia, ¿pero cómo quereis casaros con un viejo gangoso, feo
y corcobado?
- Porque mi padre os ama tanto, que será
el hombre mas feliz cuando pueda llamaros
su hijo.
Abrióse entonces la puerta del salon , y
Gibbon se echó en los brazos de Mr. Necker
gritando:
-Tu hija es un ángel! es una criatura an.tc quien debemos arrodillarnos .. . mira como
lloro, añadió enjugando una lágrima, pero
es de placer.
-~o escuches á Gibbon, papá, que me
llama ángel porque quiero casarme con él.
-¡Casarle con él!
Germana esplicó enlonces á su padre, que
conociendo que Gibbon era para él el hombre
mas apreciable y el amigo mas verdadero,
había pensado casarse con él, y que si se Jo
babia ocultado , era porque conocía que un
padre qnc tanto la amaba no consentiría en
sacrificarla.
-¿Luego es un sacrificio casarse conmigo? preguntó Gibbon con seriedad.
-¡Oh! sí, señor , respondió Germana.
pero la palabra está dada, y como hombre
de honor no podeis rolveros atrás.
-Una palabra, señorita, yo no olvidaré jamás el sentimiento generoso que os ha
impulsado á ofrecerme vuestra mano, y de
hoy en adelanle viviré en vuestra misma casa, sin separarme jamás de Necker, ya que
eso basta para hacerle feliz, ¿qué decls á
esto?
-¡Oh 1 diré que eso es mucho mejor que
casarme con vos... pero al fin, mi palabra tarobien es palabra.
-Os la de1•uelvo , señorita.
Germana abrazó á Gibbon con toda la efusion de su alma, y desde entonces no fo rmaron mas que una familia.
Aquella niña generosa avanzaba cada dia
en conocimientos; los que ella llamaba momentos de ocio, eran lucidos ejercicios de
imaginacion; y á los quince años babia dado
j
cima á una porcion de trabajos, pues b abia
estractado el espirilu de las leyes de J\l on- -~
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© Biblioteca Nacional de España
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ALUOM DE SEÑORITAS.
tesquieu , que anotó con reflexiones dignas del mas elerado publicista. A los veinte
años se casó con el barou de Stael Ilolstein,
embajador de Suecia.
Como en esta biografía nos ocupamos con
especialidad de la infancia y juventud de
1\fadama Stacl, pasaremos rápidamente por
los sucesos qne ocupan el resto de la vida de
nuestra heroína.
Sospechando l'iapoleon que Madama StaCI
babia ayudado á su padre á escribir una obra
de política y hacienda, tuvieron éstos miedo
de que tal vez su libertad estaría amenazada,
y se retiraron á Saint-Brice, á casa de lladama Recamier, célebre por su hermosura y
por la hospitalidad que prestaba á lodos los
refugiados polllicos.
Durante el imperio de l'iapoleori, Madama
StaCI fué desterrada de Francia, y se estableció en Coppet, don(!e escribió La Col'ina,
La Delfina, La Alemania, y Diez aiios de
destierro.
Madama Slacl escribió tambien el magnífico libro de Sus Pasiones, el de la Lite1·atu·
1·a latina, y otras muchas obras, desplegando en ellas un espíritu allamente filosófico.
Volvió á Francia con la Restauracion , pero
en 1816, su salud demasiado alterada inspiraba sérios temores. Conociendo que se acercaba su fin, repelía con frecuencia:
- «l\fi padre me aguarda en la otra orilla .•,
Su muerte fué dulce y tranquila, y falleció con los sentimientos mas religiosos el 17
de Julio de 1811. ~Jadama Stacl dejó dos hijos, Augusto, Baron de Sta el , que hizo una
lujosa edicion de las obras de su madre , y
una hija digna de su nombre, que casó con
el duque de Droglie, par de Francia.
RonuSTIANA
AnmÑo
UN COXGllESO
DIZ C uESTA.
FEHE~I~O.
Yo que soy un tanto curiosa y entrometída, y que ando siem pre á caza de noveda"
des, como los patr·iotas á caza de empleos,
&\.~apenas supe que una porcion de mujeres jó·
renes y graciosas trataban de reunirse para
discutir las bases del nue\'O Códi!JO del
amo1·, que ha de regir en el año 1855, no
paré hasta que logré ser invitada para la sesion de tan discreto y agradable Congreso.
Pero uo rs lo peor que asistiera, sino (lUe
co mo ardiente partiduia de la Nb1·e emision
del pe11samiento, urgóme luego el deseo
de escribi1· lo que había visto y oído, con la
sa na intencion de que mis obsenaciones die·
sen, si tanta era w fortuna, un rato de
dulce solaz á las entendidas y bellas lectoras del A Lbttm.
Las once de la uoche marcalJ';I la aguja de
un reloj de mesa colocado encima de un
elegante velador, y en uno de esos gabinetes adornados con ese gusto peculiar al bello sexo, especie de mansiones encantadas,
donde se re pira una atmósfera de felicidad
embriagadora, de ¡Jlace•· infinito. No hay
homb•·e que acierte á esplica•· el dulce y
vago sentimicuto que se apodera de su alma,
cuando por 1wimera vez pisa una de estas
perfumadas habitacioues, donde millares de
flores se agostan eu ricos jarrones de china
y po•·celana quemadas por el aliento de esas
mujer·es de rostro cspresivo y talltl ficxible
como el suelto juuco de los ralles.
Las once eran , como apuntado dejo, cuando uuas doce ó catorce jóvenes alegres y decidoras se hallaban reunidas en uno de estos
gabinetes, y proyectaban pasar las pesadas
horas de la noche entretenidas en la formaciou de un Código, al cual pudiese acomodarse el corazon de la mujer en las lides
amorosas. Eran tantos sus encantos y tan
acabada sn belleza, <1nc en una de sus miradas hahria cucontrado Byron asunto para
un poema , y los matices de sus frescas mcgi llas habrían hecho palidecer los brillantes
colores del pincel de Miguel Angel.
Me en tretengo en estos detalles para disculpa•· mi pereza, pues ella, y solo ella, fué
la ca usa de que yo llegase al sitio de la reunion dos horas despues de comenzada, ó lo
que es lo mismo, diez minutos despucs de
concl uida.-¡ Cómo, dirá alguna de mis discretas l ectora~ , en tan poco tiempo se discutió un Código de amm·!
-En dos horas , le contestaré yo, y aun
sobró tiempo, que en un Congreso de mujc·
res las fórmulas son menos, el pensamiento
mas rápido y las digresiones mas cortas; por·qoc en la mujer la accion va tan uuida á la
idea, que parecen una misma cosa, en tan toque los Congresos masculinos ú obran sin
pensar, ó piensan en Jo que no bao de llevar
Jh1
R
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© Biblioteca Nacional de España
- ~
W'
CORREO
DE LA
2~
MODA.
. ==============~~~========~~~
á cabo nunca; y á la ''crdad que pudic•·a citar muchos ejemplos en apoyo de mi teoría;
pero no quiero alargar este artícnlo, y )·a
que no n•e sea dado describiros la sesion,
''oy á apuntar algunas de las d1sposiciones
que las Córtes femeninas han discuticlo y
ap:ouado , para que vosotras juz¡;ucis del
~c•crto que en materias legales tiene la mu.
JCr.
TITULO PRBIERO.
ArL. 1." Queda derogado todo cuan to la
coslumb•·e ó la arhitra1·iedad de los amantes
haya estaulecido en matCJ·ia de amor.
A rl. 2: Desde 1 ." de Ene•·o de 185;)
los ena morados se regi•·án po•· las disposiciones de este Código ; quedando sujetos los
que lo infrinjan á la pena que les co rresponda, segun la g•·avcdad de la falta.
TITULO II.
IJel anw1·.
Arl. 1 .• Teniendo en cuen ta que estamos en una época de rcfo1·mas , y c1ue la
antigiiedad ha perdido el pleito desde que
hablando del porvenir de la juventud dijo
Yictor IIugo :. Esto matará á aquello, se
1·clega al olmlo el Arte Amandi ele Ovidio , co111o lihro antiguo que no satisface las
necesidades de la époc:a.
Arl. 2." Se declaran fabulosos los amores pintados por Pctrarca, Garcilaso y Melendez, porque los hombres de ahora no
tienen ningun punto de contacto co n los
pastores de Arcadia.
.\r1. a." Se prohibe el amo1· platónico
exagerado, JlOI'f)ue la espcriencia acredita
que esta pasion llevada al estrcmo convierte en osos á los homures.
A•·t. 4 ." No se dará crédito al amo1·
¡·omántico , porque prellominaodo en esta
pasion la forma sobre el fondo , es mas clásica que el mismo Aristóteles.
Arl. 5." Con el oujeto ue evi tar fraudes
se ¡·ecomienda la mayor publicidad en todos
los asuntos amorosos.
TI1TLO Jll.
De los amantes.
Art. l ." Pa ra ser amante se necesita:
L" Tener vrintc ai\os cumplidos: 2." Se•·
discreto. y 5. 0 No hahe1· estrariado el juicio ni cnfr·iaclo el cornon con la lectura de
libros sentimentales .
Al'l. 2. 0 Se nirga d títul o ele :imantes:
1. 0 A los tJolfos , porque el amo•· uo es
jue~o de niüos: 2. • A los tontos, porque
mal podrá rendir culto al amor quien no
puede comp1·cndcr su ~rnndeza : 5. 0 . \ los
locos, por no agravar· sn enfermedad: 4. 0 A
los viejos, porque el •·idículo es la muerte
del amor, y :$. 0 A los mansos ele espíritu ,
porque de ellos es el1·eino de tos cielos.
Arl. 5." Los amantes no se rnld•·:ln para entenderse del lengu:1je admitido en los
clemas asuntos de la vida, y el dialecto que
usen será ohjctf) de un reglamento especia l.
Art. 4." Mientras cstu,·iercn presentes
se •·ecomientla la fidelidad :í los amantes, pe·
ro si se separan podr:in escudar su mudanza
ú olvido con los siguientes ''ersos de Castillejo:
Quien no esturie1·e en pres•mcia
no tenga fé en confianza,
que son oh·iclo y mudanza
las condiciones de au sencia.
Art. 5. 0 Se p•·ohihc :1 los amantes hacer donativos para e'•itar qu e el mas apático
especule con el mas enamorado , ó el mas
listo con el mas tonto.
Art. 6.• Se considera n reos de leso
amo1· los que con hala go ~ conquistan la hacienda de una muje1·, porque ni el a111or es
una jugada de bolsa, ni esta pasion debe pro·
tejer la holgazanería .
Art. 7 .• La escala penal y la clasifica cion de los delitos y faltas nmorosas será objeto de una ley especial.
lié aquí los p1·incipalcs artículos del Có-
digo de amor que ha de regir en el aüo que
h_a _empezado: cuando se discutan las dispo SICiones penales y el rcglnmento para el dialecto amoroso, procuraré hacéroslos cono ce•·, si Dios es sc1·vido de conservarme la
vida, y vosotras curiosas de leer lo que tan
de cerca os atañe.
L a Hija de las Flores.
~
~~~
© Biblioteca Nacional de España
ALDUAI DE SEÑOR ITAS.
El invierno nos hace sen tir sus rigores de
un modo implacable . Temerosa la Moda por
la suerte de sus blondas, cintas y fl ores, envió por esploradoras á algunas de sus mas
denodadas guerrill er:1s, que trepando á la
montaña rusa, y á vista de un pais nevado,
perspectiva hermosa, pero desconocida para
ellas, se creyeron trasportadas á la Crimca,
tomando por torres de Sebastopol las de la
coronada villa. Felizmente refugiadas por
necesidad en los teatros, ha sido preciso que
' 'iesen una y ott·a noche La {ocm·a de amor
de la reina doña Jnana para persuadirse ele
que se hallaban en España, y que el trav ieso
D. Gil de las calzas verdes les hitiese
n<>tat· en los jardines del duque de Lerma el
escudo de armas de la villa del madl-oño
para convencerlas de que no habían salido
de la de Madrid.
Con esta temperatura tan desapacible la
buena sociedad se agrupa en reuniones de
confianza alrededor de la chimenea. Al amor
de la lumbt·e y mientt·as la gente formal se
entretiene en las sabrosas pláticas de literatura, ó en las desabridas de política , las
señoritas convierten el gabinete en una esposicion de ohjetos de tapicería, .bordados,
ú ott·os trabajos útiles. Las labores mas difíciles, y que parecían un arco de iglesia,
se t•csuel ven allí fácilmcute pot· la oportuna
csplicaci<>n de una amiguita.
Sin embargo, como el tiempo continúa
scéo, permite todavía vestirse para salir con
lo bueno del dia. El muaré llntiqne y el terciopelo son las telas mas admitidas para traje de calle. Las manteletas de forma de palctó, de terciopelo negt·o, fonadas de raso
blanco , y con adornos de piel de marta cibelina, ~on tambico muy distiuguidas.
Las manteletas , para señoritas , se haceu
mas generalmente de moiré, guarnecidas de
terciopelo; para vestidos se lleva con preferencia la popelina en colores azul , verde ó
avellana con adornos de felpa del mismo coM.,;;.:.~~:~sí , y rodeadas sus frescas mejillas de
} ., :..: :·-, '·'
¡ /~
. " _, ..
e; ~
-...;...'
la aureola de nn sombrero de felpa rosa ó
blanca, con su manguito de cisne y sus bolitas de charol, pueden desafiar muy bien
á la inclemencia del tiempo.
Principian :í abrit·se algunos salones, y ya
era hora, porque ef(~clivamente hemos entrado de lleno en la estacion de los bailes : estas reuniones dan la not·ma á la Moda, y conforme vayan teniendo lugar daremos razon á nuestras lectoras de la que en
ellas predomine.
Entretanto les señalaremós como muy recomendables, entre las telas liget·as, las gasas con disposiciones á realce de terciopelo;
las gasas rayaditas ó de cordoncillo con volantes á disposiciou de grecas en gasa rizada. TamLien son muy distinguidos los trajes
de tafetao ó grós lisos, enriquecidos con volanles dll blonda ó enc:1jc, descansand<> sobre un foll:1do de tul.
La parte del vestido mas recargada de
adornos es el cuerpo, bien con bertas, ó con
tirantes, de dos ó tres órdenes: estos se llevan tambicn de flores, que se reproducen á
•eccs sobre la falda .
Lo mas elegante en este género son las
!Jertas de cinta , sobre un vestido blanco,
y cuaDLo mas sencillo mejor. Estos adornos
son por detrás una verdadera berta , en forma de corazon, y por delante figuran tirantes que terminan en la ciutura con un grao
lazo , cuyos cabos, flotantes y largos, caen
sobre la falda. Ttes traviesas de cinta sostienen en el pecho estos graciosos tirantes.
Aurora Perez lJfiron.
La csp]jcacidn del lindísimo figurín que
acompañamo$ con este número la encontra -
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3
berln repartido, si hubiese llegado á tiempo.
La perfeccion de su dibujo y colorido, la
buena y oportuna elcccion de sus trajes de
baile y disfraces , harán ver á nuestras suscritoras que no perdo~amos medio ni sacri.
ficio para que tengan stempre en este género
Jo mejor que circule en París , y por consiguieme en Espaüa.
A
IIIADRID 1854.-lmp. de 111. Campo-Redondo y S. Aguiar.-Buerlns, 4~.
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