Clara Burguez Fidelidad Curso CVX Magis II Asunción, Paraguay 2006 Índice Índice Introducción 1. Fidelidad de Dios 2. Fidelidad de Jesús 3. Fidelidad de la gente 4. Fidelidad al ser cristiano 5. Fidelidad del laico comprometido Fidelidad a Cristo y la causa del Reino: los pobres. Fidelidad al amor conyugal Fidelidad a la amistad Fidelidad en el trabajo Fidelidad en la educación Fidelidad al descanso debido Fidelidad al “modo” de Ignacio de Loyola Fidelidad a la vida apostólica Conclusión Bibliografía 1 Introducción Me interesó profundizar este tema fundamental para nuestro ser cristiano porque en mi vida he sentido constantemente el llamado a la fidelidad, las tentaciones del espíritu del mundo y mis luchas por mantenerme fiel. La presencia de la Gracia ha obrado en mí maravillas, ya que a pesar de tanto, me he mantenido fiel a mí misma. En este vivir día a día la fidelidad de Dios, y al hacer memoria, me doy cuenta que en mi juventud supe mantener mi esencia de amor a los pobres, luchar con honestidad por mis pacientes en mi profesión médica, en la que, más a menudo que en otras, la vida y la muerte están muy cercanas, y el Señor fiel a mí, me ha hecho optar por la vida. Él es vida. En los momentos de amistad, quise ofrecerme siempre a las personas, sobre todo mi tiempo, consuelo y aliento. Mi vida estuvo siempre enriquecida por buenos amigos que supieron alegrarme, siendo presencia de Dios en mi vida. Puedo decir que fui feliz con mi marido, a pesar de una enfermedad dolorosa y extenuante, pero pudimos sortear juntos muchas dificultades, Julio, el Espíritu y yo, y llegar fieles al final de su vida. Esta situación, me trae lindos y dolorosos recuerdos, que todavía presentan sus secuelas. Hoy me siento llamada a la fidelidad para con mis hijos y esta búsqueda es la que marca profundamente la relación con mi Padre que está ahí, todos los días, alentándome, dándome señales. Esta es la hora de la fidelidad a mi búsqueda, en la que a pesar de muchas vacilaciones, sigo siendo permanentemente amada y acompañada por el Señor, acogida por el que ahora debe funcionar como único padre de mis hijos. Recordando mi trabajo apostólico, me sorprende el entusiasmo que sentí por anunciar el verdadero rostro de mi Padre todo amoroso. Ello se acentuó al hacer completos los Ejercicios Espirituales en la vida corriente. Y más aun al acompañar a otros en Ejercicios. 2 A medida que voy creciendo en la fe, la fidelidad aparece como norte de este camino que nos lleva al Padre. Cuando miramos en derredor vemos injusticias, pecado, intereses, opciones que no son lo deseado por el Señor. Es la historia marcada por las infidelidades que traen tantas privaciones, sufrimientos y muertes. En esta cultura de lo superficial, lo efímero, donde se respira corrupción, me parece importante hablar de fidelidad, un cimiento donde siento que podemos asentar una nueva civilización. En la sociedad paraguaya, marcada por la corrupción: en el ámbito privado; es decir en el comportamiento de las personas, en una inmensa mayoría católicos sociales, donde se considera despectivamente, “vyro” o tonto, a aquel que no miente, o roba o se aprovecha de la situación, pudiendo hacerlo. Las empresas privadas prácticamente todas llevan doble contabilidad, hace pocas semanas se desencadenó una lucha pública, al descubrirse que ¡el propio Banco Central tenía doble contabilidad! Los funcionarios estatales hacen gala de poder, ostentan bienes mal habidos en instituciones pobrísimas, con sueldos escasos y grandes mansiones, vehículos, estancias etc., producto de la coima, el robo. Las mismas instituciones, incluyendo las cabezas de los tres poderes del estado impiden que sus miembros sean llevados a la “justicia”. La corrupción de los políticos es la regla, se compran cargos, votos, documentos, alianzas, etc. Tengo la seguridad de que la presencia de Dios a través de personas semejantes a él, sobre todo en la fidelidad a las personas, a los pobres, a la política como tarea noble que busca el bien común y defienda los derechos de los más débiles, la fidelidad en la educación, la fidelidad al trabajo, al apostolado, el desarrollo de los talentos de los paraguayos, la protección del medio ambiente y sus recursos pueden llevar a la concreción del sueño del Paraguay que queremos. 3 La fidelidad y el amor son atributos de Dios presentes y eternos; siempre nuevos, don y tarea nuestra; camino de paz, de felicidad, de presencia de Dios. Con estos pensamientos, fui hilvanando las ideas que surgían, a partir de mis experiencias de vida, de libros leídos, compartir con mis amigos, con mi comunidad, homilías, tantos temas rezados en un tiempo de búsqueda de Dios, que va dando giros inesperados a mi vida diaria. Quisiera aportar respuestas sencillas desde la óptica de ama de casa, profesional, que vive la vida familiar con intensidad, con búsquedas, errores, y sobretodo conciente de la dignidad de hija amada de Dios, al que lo siento en las mil y una circunstancias de lo cotidiano. Tengo deseos de aportar sobre la espiritualidad laical y decir que Dios es más bueno de lo que podemos expresar y anunciar. Tanto es lo que nos ama, que su presencia santifica toda la creación, todo lo que nos concierne como hijos suyos. En las siguientes páginas voy recorriendo lo que siento en el corazón y en la mente acerca de mi Padre bueno. Repasaré primero la fidelidad de Dios como atributo mayor que se nos dona, luego la fidelidad de Jesús, la fidelidad del hombre y mujer como creaturas a imagen y semejanza de Dios y finalmente la fidelidad del cristiano y del laico en la vida cotidiana. 4 1. Fidelidad de Dios Conocemos por la fe la fidelidad de Dios. Su fidelidad a sí mismo le hace ser totalmente fiel a la promesa de su alianza con el género humano. Ello va estrechamente unido a su bondad paternal, amor que en el lenguaje de Dios es sinónimo de justicia y opción por los más pequeños. Su fidelidad para con el pueblo de la alianza constituye su esencia misma. Amor y fidelidad son atributos complementarios, no se puede dar uno sin el otro, ¿Es que, en el fondo, no es la fidelidad signo del amor? ¿Puede el amor manifestarse en la infidelidad? Ellos constituyen don gratuito y vínculo cuya solidez resiste la prueba de los siglos (Sal 119, 8890). 1 ¿Es posible que se rompa el canal de la gracia, la relación de fidelidad desde Dios? Me enseñaron de niña que si yo cometía un pecado mortal no le podía pedir nada a Dios porque él estaba enojado conmigo, y sucedía algo así como que no escuchaba o no atendía mi pedido. Pienso que esto no es verdad, pues creo que el Señor está conmigo siempre, aun en los momentos de oscuridad y pecado. Él siempre está ahí amándome y perdonándome. Incluso me pregunto ¿será cierto que él me perdona? Quizá mi pequeñez y su grandeza no alcance para que su creatura pueda ofenderlo. Lo que sucede más bien, es que yo, en uso de mi libertad, me pierdo la alegría de disfrutar de mi Señor. Mis faltas de amor creo que sí ofenden gravemente a mis hermanos y esto le causa dolor a mi Padre. Al mismo tiempo, él siente más amor hacia mí, porque me hago más pequeña al reducirse mi humanidad. Obviamente la fidelidad a su amor implica conocerlo; y experimentarlo lleva a la alegría perfecta, signo de su presencia. Así lo experimentamos ante la pérdida de alguien muy amado; sentimos dolor, pero por la fe conseguimos paz interior y alegría, pues creemos que por la misericordia de Dios ya ha llegado a su plenitud. 1 Ver X. Léon Dufour, Vocabulario de Teología Bíblica. Herder. Barcelona, 1975. Palabra “Fidelidad”. 5 La fidelidad de Dios a través de la historia de salvación se corrobora en las sagradas escrituras. En estos relatos, los escritores van exponiendo desde su humanidad su concepción de Dios, lo desconocido e inabarcable, traducido a nuestros limites humanos, a nuestra realidad; en ella Dios expresa su fidelidad a la alianza, a pesar de las infidelidades permanentes de su pueblo. Por la fe sabemos que él mantiene su amor a pesar de nuestras infidelidades. Así nos muestra el respeto absoluto por la libertad de su creatura, hecha a imagen y semejanza suya. Dios exige de su pueblo la fidelidad a la alianza que él renueva permanente y libremente (Jos 24, 14). Él desea nuestra felicidad y sabe que si no le somos fieles, no seremos fieles a nuestros hermanos, y por ello cometeremos todo tipo de errores que impedirán una convivencia fraterna y amorosa, llena de felicidad. Los sacerdotes deben ser especialmente fieles (1 Sam 2,35). ¿Cómo podrían hablar en nombre del Señor si no lo conocen, ni se fían de él y de su promesa? Abraham y Moisés son modelos de fidelidad. El pueblo es infiel como en el desierto. “Y donde no se es fiel a Dios desaparece la fidelidad para con los hombres; entonces no se puede contar con nadie (Jer 9,2-8).” 2 Abraham es modelo de fidelidad a la promesa de Dios que le bendice con lo que necesita para ser feliz: tierra y herencia, hijos que puedan vivir dignamente. Dios es fiel a su promesa. La historia la hacemos nosotros. Abraham debe conquistar la tierra y con una vida de fidelidad a Dios consigue una familia y una nación próspera que en la fe es el cimiento de esa nación grande y bendita a la que pertenecemos hoy, el pueblo de Dios. Dios bendice siempre, pero somos nosotros los mediadores de esa bendición y la hacemos historia según nuestra fidelidad a esa imagen a la que fuimos creados. Sin embargo, este pueblo que hereda la fidelidad de Abraham, continuamente comete infidelidades a la manera del pueblo de Israel en el desierto. En nuestra vida personal, a pesar de que por el bautismo somos consagrados sacerdotes, aún así, somos frecuentemente infieles. 2 Idem. 6 Nuestra historia está llena de ejemplos de la fidelidad de Dios y de nuestras infidelidades. 7 2. Fidelidad de Jesús Quiero reflexionar sobre la fidelidad en Jesús: “Este es mi hijo muy amado, escúchenlo”. Esta expresión aparece en dos momentos culminantes de la vida de Jesús: Bautismo y monte Tabor. Es la confirmación de la complacencia de Abbá en la persona de Jesús, perfecto hombre despojado de sí, fiel a la misión encomendada por la Trinidad al principio de los tiempos. La cruz es el final de una misión aparentemente fracasada, terminada en una muerte vil. Sin embargo, “Dios lo resucitó”, es la confirmación de su fidelidad y la complacencia del Padre en el Hijo que se entrega, libre de sí mismo, totalmente habitado por el amor del Padre, consiguiendo para nosotros, sus hermanos más pequeños, la redención de toda la humanidad. Cristo testigo fiel de la verdad (Jn 18, 37), comunica a los hombres el don del que está lleno (Jn 1, 14.16) y nos hace capaces de merecer la corona de la vida por la fidelidad hasta la muerte (Ap 2, 10). “El que me ve a mí, ve a mi Padre”. “Hago lo que me dice mi Padre”. “Por el amor él permanece en mí y Yo en él”. “Como mi Padre me envió a mí, yo les envió”. “El que cree en mí, cree en aquel que me ha enviado”. Estas y otras frases de los evangelios ponen en boca de Jesús la expresión misma de ese misterio de presencia, de cohabitarse con el Padre como una manera de mostrarse el mismo Dios en la persona de Jesús, verdadero Dios y verdadero hombre. Para conocer la Verdad debemos conocer al Jesús de la historia, al Dios encarnado que vivió y luchó en una sociedad concreta. Para acercarnos a la Verdad debemos acercarnos a él. ¿Cómo era Jesús? Jesús fue buen hijo, creció en el seno de una familia de campesinos pobres, con su madre la joven María y el carpintero José. Ya de niño manifestó gran fidelidad e interés por conocer el proyecto del Padre. Fue creciendo como todos los niños y adolescentes de su época, pero sobre todo, en estatura y gracia, sabiduría de Dios. Obediente y sometido a sus padres, oraba con ellos, ayudaba en la casa y en las tareas de su padre, 8 hacía mandados, jugaba con los niños de su edad, del vecindario y con sus parientes…; acudía a las celebraciones en la sinagoga y ahí aprendió las escrituras. Sobre todo asombraba su interés en el conocimiento y en la verdadera interpretación de la Toráh. Muchas veces habrá participado de las celebraciones familiares o habrá sentido el dolor de la enfermedad, de la pobreza o la muerte de José y de otros vecinos y amigos. En su vida adulta tenemos datos bien concretos sobre sus afectos a su madre María, a sus amigos y discípulos con quienes estableció una amistad profunda, solo comprensible en la comunión con el Padre. Esta relación era sincera, respetuosa y sobre todo llena de invitación hacia lo que él sentía ser su misión: la de llevar a todos la buena nueva del Reino. Esta era su preocupación fundamental: que sus amigos abrieran los ojos y vieran el camino, la verdad y la vida. No importaba que estuvieran en una sociedad completamente diferente a la que él soñaba. Por eso mismo, no tiene descanso en su esfuerzo por la búsqueda de nuevas formas de relacionarse, nuevos valores. Este es un nuevo concepto de la vida donde prima el amor incondicional, hasta entregar la vida por su misión, por sus valores y principios, por los que amaba, por nosotros. El es el fiel compañero, ni va adelante, ni atrás de sus amigos, va acompasando su caminar con firmeza, con delicadeza, dejándolos ser a cada uno lo que era. Claro que los corrige, recreándolos de nuevo permanentemente, con paciencia infinita. Apuesta al corazón de las personas, comprendiendo sus deseos y necesidades más profundas. Nada le era extraño a este verdadero hombre que en todas las circunstancias es fiel a la esencia misma de Dios Padre siendo él mismo. Eligió ser pobre, solidarizándose con los marginados, haciéndose uno de ellos, luchando por ellos, liberándolos de sus miserias con amor infinito y desafiante. “Gracias Padre porque mostraste estas cosas a los pequeños y las ocultaste a los sabios” (Mt 11,25). Era un trabajador nato, y su trabajo era sobre todo de tipo político en el sentido verdadero del término. Estaba involucrado 9 en la construcción de una sociedad diferente, luchando del lado de los marginados. Daba conciencia a los pequeños de que eran los preferidos de Dios y desafiaba a las autoridades para que abandonaran la injusticia, el abuso y la explotación a la que sometían al pueblo. Sus convicciones fueron firmes y murió por ellas. Enseñó una manera diferente de ejercer la autoridad y se hizo servidor de todos. Era alegre, participaba de las reuniones sociales de su época, fiel a su condición de persona que necesitaba distraerse, estar a solas consigo mismo y con su Padre. Necesitaba el aliento de sus amigos y seres queridos, necesitaba descansar. Todos los acontecimientos eran momento de mostrarnos cómo debíamos involucrarnos en las cosas cotidianas, el trabajo, el matrimonio, el amor, la celebración, las necesidades, las tensiones políticas, todo lo vivía intensamente dejando siempre huellas de amor y servicio a Dios y a sus hermanos. Tenía el perfecto equilibrio entre su vida de oración, de donde sacaba su fuerza, y la acción concreta. Combinaba su trabajo político social con el acercamiento compasivo y misericordioso a las personas que lo necesitaban: enfermos, pecadores, marginados. Amaba a las personas, sin discriminación, tenía una relación respetuosa y dignificante para con la mujer, un desafío para su época. Creía en el hombre, apuntaba a lo más íntimo de sus hermanos y sacaba lo bueno de cada corazón. Era activo, construía una sociedad diferente, con firmeza, sin violencias, se entregó totalmente a cumplir el plan que su Padre le iba revelando para mostrarnos el camino que nos redime y nos lleva a Dios, esto es, el camino del amor, el camino de la felicidad. Respetaba las leyes y luchó por mejorarlas para gloria de la humanidad, con coherencia, libertad del que reconoce sólo a Dios como absoluto y las creaturas, incluyendo su parte humana, su corporeidad, como expresión y camino para llegar al Padre. Jesús experimentó que somos capaces de contener a Dios, de llenarnos de él, de manera a ir conformándonos en imagen y 10 semejanza del Padre. Esto significa que somos llamados a ser todo amor. Jesús es el Verbo del Padre, el siervo fiel. Quiere cumplir la voluntad de su Padre. Por él son mantenidas todas las promesas del Padre (2 Cor 1,20). Por él son llamados los hombres a entrar en comunión con el Padre. Por él somos hechos fieles a nuestra vocación hasta el fin. Jesús engendrado en su corporeidad, hecho hombre a imagen y semejanza perfecta al Padre, comparte su esencia, es el sacramento verdadero de Dios. Sacramento lo es en su esencia, lo actualiza, lo hace presente, hace visible al Dios invisible, hace finito al Dios infinito. Jesús es la fidelidad misma, tiene el atributo mayor de Dios, junto al amor. Porque Dios es amor y él lo hace presente, actual, lo hace historia, lo hace visible e inteligible, lo hace abarcable para que en nuestra pequeñez se nos muestre. Su lenguaje se hace comprensible a toda criatura, así leemos en Juan 1,18: “A Dios nadie lo ha visto jamás; el Hijo único, que está en el seno del Padre, es el que nos lo dio a conocer”. Jesús es el Verbo encarnado. Jesús es la imagen del Dios invisible (Col 1,15). “Quien me ve a mí está viendo al Padre” (Jn 14, 9). “El padre ama al hijo y le enseña todo lo que él hace, y le enseñará cosas mucho más grandes que éstas, que a ustedes los dejarán atónitos” (Jn 5, 20). “Si cumplen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, como yo he cumplido con los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor” (Jn 15, 10). En estos versículos está todo muy claro. Jesús, al compartir nuestra humanidad, nos hace conocer cómo es Dios, qué siente Dios, cómo ama Dios, cuáles son sus actitudes, sus intereses… “Donde está tu tesoro ahí está tu corazón”, y su tesoro estaba en su Padre; lo mismo debiera ser para nosotros, sus hermanos. Él no juzga, sólo ama entrañablemente al pecador, expresa su misericordia en las parábolas del Padre amoroso, o la del buen Samaritano. “Hay más alegría en el cielo por un pecador que vuelve a Dios que por noventa y nueve justos que no tienen necesidad de 11 convertirse” (Lc 15,7). Expresa su solidaridad con los enfermos, con los amigos, está ahí, al alcance de la mano, incondicionalmente. Opta por los pequeños, los impuros, las mujeres, los más débiles, los marginados. Lucha contra la corrupción política y religiosa, contra los explotadores de su pueblo. Le duelen las injusticias, el hambre, la desprotección de los pequeños, huérfanos, viudas y forasteros. Es fiel a su misión hasta la muerte, a una muerte indigna. Busca en todo amar y servir por puro amor (Jn 13, 5.14). Servidor de todos como el Padre. No hace discriminaciones, escoge a los pecadores y come con ellos, se relaciona con amor y respeto con los enemigos naturales de los judíos contraviniendo las leyes y se pone a hablar con la samaritana junto a la fuente de Sicar. Es un hombre absolutamente libre ante las leyes y la tradición, cuando éstas no estaban de acuerdo con el deseo del Padre. Fiel al Padre significa ser semejante a él: “Qué importa que algunos hayan sido infieles. ¿Es que la infidelidad de éstos va a anular la fidelidad de Dios? De ninguna manera, hay que dar por descontado que Dios es fiel y que los hombres por su parte son todos infieles” (Rom 3, 3-4). “Si le somos infieles, él permanece fiel, porque negarse a sí mismo no puede” (2 Tim 2, 13). Jesús nos cambia el concepto de familia: Dios es nuestro Padre; y nuestra madre y hermanos, todos los que conociendo la palabra de Dios, la viven. Para él no hay diferencia de personas, no puede haber marginación alguna, ni por el pecado, ni por los crímenes. Para la familia de Jesús no tiene sentido la pena de muerte, la guerra y otros tantos males institucionalizados en nuestra sociedad. ¿Acaso las flores no son diferentes? Nuestra diversidad muestra la belleza de la creación y el rostro inabarcable de nuestro Dios. Cualquier discriminación de lo humano es negar la paternidad de Dios sobre la familia universal. 12 3. Fidelidad de la gente La fidelidad de la gente significa ir haciéndose personas a imagen y semejanza de Dios, crecer en gracia ante Dios y los demás. Una de las experiencias más impresionantes de la Biblia es descubrir un Dios que nos quiere a su imagen y semejanza. Estoy señalando que nos ha regalado las semillas de la fidelidad y del amor. Desarrollar estas semillas significa crecer a lo largo de nuestra existencia en ser semejantes en estos atributos de Dios. Él apuesta por nosotros, porque nos sabe capaces de aspirar a la fidelidad y al amor, a pesar de nuestra finitud, desde nuestra corporeidad y en nuestra historia. Y agregó Dios un piropo más… “Y vio que todo era bueno”. El quiere y sueña con que desarrollemos esas semejanzas, entre ellas, la creatividad, pues él crea permanentemente por amor. La creación es el rebosarse del amor, y esa es su esencia. Por eso estamos llamados a crear, a crear nuevas formas de amor, de relación, en paz y armonía, a la manera de Dios. Fuimos llamados a crear y dominar la tierra con amor, hacerlo en armonía con todo el cosmos. Cuando hablamos del universo, muchas veces olvidamos al ser más importante, la creada a imagen y semejanza del creador: la persona humana, que es en su individualidad gloria de Dios. Cuando discriminamos, impidiendo, obstaculizando o no promoviendo el desarrollo de ese potencial humano con capacidad de crecer infinitamente, somos infieles a su creador. Crear significa hacer algo nuevo en justicia, en solidaridad que son otras formas de expresar amor. Un amigo suele decir “el peor pecado del hombre es negarse a crecer”. Eso sería desconfiar de la promesa de Dios que nos da la capacidad de desarrollarnos sin límites porque él conoce y se fía del hombre y de la mujer. Estamos llamados a desarrollarnos en todos los ámbitos del 13 quehacer humano: en el trabajo, en la administración y dominio de la naturaleza, en la ciencia, en la tecnología. Crear en el arte. Dios es belleza y también tenemos que ser fieles a ese atributo si queremos crecer humanamente. La fidelidad es don y tarea, que nos acerca e identifica más a Dios cada día, conformándonos a su imagen junto a toda la naturaleza, hasta que él sea todo en todos. Imagen y semejanza de Dios significa libertad. Una de las tareas más importantes en el crecimiento en la fidelidad, lo constituye el ir liberándonos de los apegos a las creaturas; esa liberación es signo de su presencia pues él es el Dios liberador; esa es la primera manifestación a su pueblo cuando vivía esclavo en Egipto. La libertad es fundamental para el “ser”; sin ella no podemos ser personas, según el proyecto de Dios; por eso nos regala la libertad, incluso, nos da la posibilidad de serle infieles, por el uso inadecuado de ese don. Este es uno de los desafíos más grandes para la humanidad: liberarnos y liberar a los hermanos de todo tipo de yugo indigno de los hijos de Dios. Él es el Dios de la vida. Por ello tenemos que amar la vida, generar vida, luchar por la vida de todos y de toda la creación. Implícitamente esto significa no a la violencia, trabajar por mejorar la calidad de vida de cada semejante, desterrar todo tipo de circunstancia que atente contra la vida de las personas, cuidar la naturaleza. Alcanzar las bendiciones prometidas a Abraham significa poner todo el esfuerzo para realizar la tarea desde nuestra realidad. Él es el Emmanuel que camina con su pueblo y está siempre con nosotros haciendo posible nuestra felicidad. El mérito de Abraham no es la obediencia, sino su total confianza en Dios. El se fía de Dios, porque en su experiencia Dios es fidelidad. Esto es una invitación para que al ser destinatarios de este don y tarea nos fiemos, y lo dejemos trabajar con nosotros para generar vida en plenitud como es su deseo. La fidelidad del género humano se manifiesta en el fiel 14 cumplimiento del decálogo, esas normas básicas de convivencia. En la ley de Moisés, el creyente encuentra en los dos primeros mandamientos el amor al Ser superior comprensible aún en las diferentes ideas que se tenga de Dios, que en el fondo contiene todas las demás actitudes positivas de relacionamiento con él. El ateo, en el mismo primer mandamiento, tiene el amor al semejante y el amor a sí mismo. Lo cual ya entra en la dinámica del crecimiento humano afectivo y la promoción de la persona en todas las facetas del pensamiento y actividad humanas. Esta normativa instala en la sociedad la necesidad del respeto al otro en su dignidad de persona y en sus derechos. Fija los límites del derecho de unos donde comienza los derechos de otros. Protege de manera indirecta al débil: no matarás, honrarás a tu padre y a tu madre. Todas las demás normas si las profundizamos un poco, por ejemplo, santificarás las fiestas, también significa el derecho al descanso del esclavo, del asalariado o del que trabaja en cualquier situación de dependencia; de esta manera todavía hoy protege a la persona de caer en un régimen de esclavitud. Más modernamente, la fidelidad a las personas está expresado en la carta de los derechos humanos consensuada por todas las naciones del mundo. Hoy día, se reconocen diversas generaciones de los mismos. Desafortunadamente debemos decir que estamos lejos de cumplirlos totalmente. Incluso los grandes exponentes de la democracia y de la libertad de nuestro tiempo asumen una conducta totalmente hipócrita y cínica en referencia a los derechos, sobre todo de los pueblos menos desarrollados imponiendo todo tipo de discriminaciones: étnicas, sociales, culturales, religiosas, políticas y especialmente económicas, en un desmedido afán de lucro y dominación. Hay circunstancias en las que la vida está limitada por la dominación del hombre sobre el hombre como la explotación laboral, opresión política, exclusión social. Hay marginación por pobreza, en los diversos campos de educación, salud, laboral, explotación y situaciones de violencia contra mujeres y niños; lejos estamos aún de la fidelidad a la persona humana. Sin embargo, ahí Dios está y es esperanza de libertad y 15 liberación. En esas situaciones el soplo del Espíritu Santo, a través de cualquier hombre o mujer de buena voluntad, que trabaja por la promoción humana y la justicia social, va ayudando a construir un mundo de paz, justicia, libertad y fraternidad. Los avances de la ciencia y de la tecnología puestos al servicio de todos, buscando una vida más digna y feliz, es un aporte para cumplir el sueño de Dios: el de una familia unida en un hogar común en la búsqueda de la redención de toda la creación. 16 4. Fidelidad al ser cristiano Ser cristiano significa seguir a Jesús, el Cristo. Es una manera de experimentar la vida de Dios, es una manera de estar en el mundo, vivir la esperanza de la resurrección. “En él vivimos, nos movemos y existimos”. Con el bautismo, recibimos la gracia para ser fieles a Cristo, el Dios que conocemos, camino y puerta que nos conduce al Padre. Fidelidad al bautismo implica un compromiso personal y social, un verdadero seguimiento al Jesús histórico. Ser cristiano significa ser fiel a la promesa que él nos dejara: El que cree en mí, cree en mi Padre, y no morirá jamás. Tendrá vida eterna, la vida de Dios. Significa ser fiel al sueño de Dios, fiel al mandamiento del amor, expresado como coparticipación en la construcción del Reino. La Ley se dio por medio de Moisés; el amor y la fidelidad se hicieron realidad en Jesús el Mesías (Jn 1, 14.16.17). El amor viene de Jesús. Él es lo justo, es la belleza, lo bueno y lo santo. Porque tiene la vida de Dios. Es imperioso conocer a Jesús para conocer lo que es bueno y lo que hay de bueno en nosotros, porque la Ley es perfectible a través del amor. Si en ese discernimiento encontramos que la ley es imperfecta podemos y debemos saltar a la etapa del amor de Dios porque él es la verdad y la vida, la verdad es la fidelidad, es el insumo para tener y generar vida; vida es la construcción del Reino de Dios. Las leyes las hacen los hombres, son imperfectas, finitas, son nuestra medida, responden a nuestra idea de lo que es bueno, de lo que es justo, de lo que es bello, definen nuestra medida como individualidad, como grupo o como sociedad. Siempre estará supeditado al perfeccionamiento en el amor, pues la medida es Dios, el Absoluto, lo Bello, lo Santo, lo Bueno, lo Perfecto. El cristiano será fiel en el trabajo, en la profesión: siervo fiel, mientras los utilice tanto cuanto le ayude a conseguir la mayor 17 gloria de Dios y de los hombres. Esto significa una serie de responsabilidades no sólo éticas, sino de exigencia en cuanto a la justicia social y propiamente en la construcción del reino. Es ahí, lo cotidiano, uno de nuestros lugares de encuentro privilegiado con Dios, ya que son muchas las horas dedicadas a los menesteres ordinarios. Nuestra fidelidad a los pobres, a los pequeños, a los adolescentes, jóvenes, mujeres, niños consistirá en hacer un verdadero santuario de cada persona, donde se contemple a Jesús encarnado. Trabajaremos por convertir cada ambiente en un templo donde se adore al verdadero Dios de la vida. Para ello nuestro ser cristiano debe actuar y evangelizar los espacios en los que nos toca participar. Reflejaremos el ejemplo y las enseñanzas de la vida de Jesús: el amor fraterno, la solidaridad y la justicia; ya sea en un tren, un suburbio, la oficina, internet, el estudio o la familia, un asentamiento, la ciudad o el campo. Mi fidelidad será a la opción, al compromiso contraído: fidelidad a mi vocación laical, formando Iglesia. Esto significa un No al clericalismo como medida de mi santidad, sino el ser fiel a mi vocación de “pueblo de Dios”, de bautizada y comprometida con el crecimiento en la fe desde mi ubicación en el mundo y para Dios. Esto demandará, a veces, un plantarse con firmeza, cariño constructivo y respeto, ante el poder de la jerarquía, a menudo convertida en clase sacerdotal de nuestro tiempo. Recordemos que ella, el poder político y el pueblo manipulado por ellos, fueron los que llevaron a Jesús a la cruz. Él asumió las consecuencia de sus críticas a las autoridades, al uso de los dones que les fueron dados para el servicio al pueblo. Nuestra fidelidad consiste en trabajar por formar corresponsablemente ese pueblo de Dios, ese cuerpo místico de Cristo que camina por la historia y del que Cristo es la cabeza y nosotros somos sus miembros, con distintas funciones, pero igualmente importantes y necesarios. Hay una gran necesidad de conversión hacia el interior de nuestra propia Iglesia para ponerla al servicio fiel de Dios, que es ponerla 18 al servicio de hombres y mujeres. El servicio a los más pobres, los preferidos de Dios. Así la iglesia expresará la verdadera presencia sacramental de Cristo entre nosotros. Encontraremos, sin embargo, tensión entre la fidelidad a la Iglesia, que es Santa porque el Espíritu Santo trabaja en ella, y fidelidad al propio Espíritu Santo que sopla donde quiere y cuando quiere. Para enfrentar este desafío es necesario un discernimiento continuo y una formación permanente en la sabiduría de Dios, ya que la verdad nos hará libres. Así la libertad de los hijos de Dios se expresará como libertad para amar y hacer su voluntad invitándonos al amor a los hermanos, que es la manera que él quiere que le demostremos nuestro amor. El motor de la fidelidad es el amor, la otra cara de la misma moneda, pues la demostración del amor sólo se puede manifestar en la fidelidad. Ambos atributos mayores de Dios son inseparables, inexistentes el uno sin el otro. Las cartas a los Hebreos (11,17-19) y a los Romanos (4,18-22) comentan la fe de Abraham que confió y esperó contra toda esperanza. También esto nos invita a confiar y esperar contra toda esperanza, pues el Señor tomará en cuenta nuestra fe para hacernos justos. Dios se aprovecha de las dificultades de la historia para enseñarnos. El es Padre y buen pedagogo. Nos enseña través de nuestra propia experiencia, de nuestro propio lenguaje, lo que es fidelidad. Estamos llamados a ser fieles al crecimiento constante para así ir conformándonos en otro Cristo, sacramento de Dios entre nuestros hermanos. Esta dinámica de cambio para asemejarnos cada vez más a Cristo exige libertad interior; para lograrlo, San Ignacio nos propone los ejercicios, para ir así reconociendo nuestras afecciones desordenadas y liberarnos en el Señor. Esta liberación irá dibujando nuestro yo interior, ese yo creado y querido por Dios y en ese momento se impone otra forma de 19 fidelidad: la fidelidad a uno mismo. Tenemos que aprender a escucharnos a nosotros mismos, a nuestros valores, a nuestros deseos íntimos, pues allí habita el Señor: en lo íntimo y sagrado donde él se encarna, nos habita, nos contiene, nos recrea a cada instante. Allí vive la felicidad y la paz. Allí encontramos sus sueños para cada uno de nosotros. Los cristianos estamos permanentemente tentados por el mundo a desteñir nuestra identidad de hijos de Dios y seguidores de Jesús, el Cristo. Esta batalla tiene mil maneras de entablarse, tales como el rehuir de nuestro compromiso de crecimiento en la fe y el compromiso con el Reino, el exitismo o protagonismo, las espiritualidades sedantes que nos alejan del verdadero rostro del Jesús histórico. La religión como práctica social. El grupismo que cuida intereses propios, excluyendo los de los demás hermanos, inclusive, referido a intereses familiares. El egoísmo y la falta de solidaridad, la falta de compromiso político para buscar una vida más digna para los más pobres y los marginados, las formas de esclavitud a la fama, el dinero, el placer o el poder llevando al sometimiento a los más débiles. La falta de esperanza, la falta de actitud profética frente a las injusticias que vemos, las faltas por omisión de hacer este hogar común, más habitable. La falta de compromiso en el cuidado de nuestro planeta, de sus recursos, hogar de todos, incluyendo los hermanos que van a venir en el futuro. Debemos luchar contra la frivolidad, la cultura light, lo fugaz, lo superficial, “el pare de sufrir”. Significa entonces el comprometernos profundamente con los hombres y mujeres de nuestro tiempo, manifestar una verdadera encarnación a la manera que Cristo nos enseñó, asumiendo todas sus consecuencias: Ser fiel a Cristo significa seguirlo en la vida, en la muerte, con fe profunda en la resurrección. Para concluir este segmento elijo este texto del libro de C. García de Andoin que cita a la Carta de Diogneto que habla de cómo vivían los cristianos de los siglos II y III como laicos, mostrando una conducta admirable. 20 “Los cristianos en efecto, no se distinguen de los demás hombres ni por su tierra, ni por su habla, ni por sus costumbres. Porque ni habitan ciudades exclusivamente suyas, ni hablan una lengua extraña, ni llevan un género de vida aparte de los demás…, sino que habitando ciudades griegas o bárbaras, según la suerte que a cada uno le cupo, y adaptándose en vestido, comida y demás género de vida a los usos y costumbres de cada país, dan muestras de un tenor de peculiar conducta admirable y, por confesión de todos, sorprendente. Habitan sus propias patrias, pero como forasteros; toda tierra extraña es para ellos patria y toda patria tierra extraña… Obedecen a las leyes establecidas, pero con sus vidas sobrepasan las leyes. A todos aman y por todos son perseguidos. Se les desconoce y se les condena. Se los mata y en ello se les da la vida. Son pobres y enriquecen a muchos. Carecen de todo y abundan en todo…” 3 Carlos García de Andoin, Laicos Cristianos, Iglesia en el mundo, Ediciones HOAC. Madrid, 2004, pág. 58. 3 21 5. Fidelidad del laico comprometido El compromiso personal proviene de la sensibilidad trabajada por la razón y afectada por la fe. Debiéramos entonces descubrir, traer a la inteligencia, los afectos desordenados para corregirlos con la voluntad. Recordemos siempre que el discernimiento se realiza frente a otras libertades, que deben ser respetadas y asumidas. Como laico la primera comunidad es la familia. Si es la familia de los padres será necesaria una convivencia armónica y solidaria. Respetaremos los espacios de los otros y haremos respetar nuestro espacio, pues lo necesitamos para la oración o relación con el Padre, que en el fondo no es otra cosa que atender nuestras propias necesidades en diálogo con el Padre. Ello irá edificando esa paz interior que siempre estamos buscando. Necesitamos tiempo y espacio para atender intereses como el estudio, el trabajo, el amor, la distracción, los amigos, el apostolado. Empeñémonos en no ser avasallados en nuestros gustos y deseos así como también en la libertad para optar en ese coloquio, primero con nuestro papá Dios y luego con la familia. En caso de choque de intereses se tratará de armonizar mediante un intercambio amoroso y constructivo, recordando siempre el “para qué hemos sido creados”. Si se trata ya de una familia propia establecida, la fidelidad conyugal es la base fundamental de la relación en la pareja. Esa fidelidad se irá demostrando en el esfuerzo permanente en mantener vivo el amor, alimentar el enamoramiento, amar en libertad, ofreciendo, al mismo tiempo, esa libertad necesaria para el crecimiento permanente de cada uno de los esposos. Los hijos no pueden desplazar en importancia a la atención de la pareja. Para que ello sea posible, es indispensable que ambos colaboren en la educación de los hijos, en la atención que requiere el desarrollo y crecimiento de los mismos, así como también el cuidado del hogar tanto en las tareas como también el sostenimiento económico. Todo esto significará muchas veces renuncias a comodidades o deseos personales. 22 Un discernimiento constante será la manera de hacer la voluntad del Padre en cada instante, también ayudará en las opciones o alternativas que se vayan tomando en las delicadas decisiones de cada día. La iglesia doméstica es la primera maestra que transmite la fe, los valores cristianos, los principios éticos; sobre todo la solidaridad y la vida apostólica. Ser cristiano significa fidelidad al ser hijo semejante al Padre. Fidelidad en el compromiso de salvación de la familia biológica, aunque teniendo siempre presente que para Jesús el concepto de familia sobre todo se refiere a la relación filial con el Padre de todos y la relación fraterna entre todas las personas. Mi ruego se haga acción: que mi casa sea templo, yo ayude, y ellos den gracias a Dios. Y con Carlos de Andoin me gusta preguntar: ¿Anunciamos la fe que tenemos? ¿Tenemos la fe que anunciamos? Fidelidad a Cristo y la causa del Reino: los pobres. Esto significa una fidelidad profunda a la justicia social. En ese sentido tenemos que interpelarnos sobre nuestras conductas y actitudes en relación con las personas que nos rodean. En nuestra pareja: ¿hay rastros de machismo o explotación para con la esposa/o? ¿Estoy tratando de dignificarlo/a? ¿Estoy trabajando por su liberación y crecimiento? ¿Estoy atenta/o a su cansancio, desánimo, a la calidad de nuestro diálogo, nuestra comunión en la fe y el amor? En relación con los hijos: ¿soy testimonio de respeto a los derechos humanos, en el trato con los subordinados, en el ejemplo de solidaridad para con los demás? ¿Hago explícita mi fe y mi opción por los pobres? ¿Los aliento y acompaño en su conocimiento y seguimiento de Cristo, Dios hecho hombre pobre, nacido en un establo, que se ganó la vida trabajando como un pobre de su tiempo, entregó su vida por sus hermanos y murió como un delincuente? 23 Será necesario ir cultivando su fe: en el silencio, en el consuelo, en sus sentimientos, en la gratitud, en la escucha, en la adoración y en su vida interior, desafiándolos a percibir el misterio, ensayando el lenguaje simbólico que facilitarán su experiencia de Dios. Con personas en relación de dependencia: ¿son justas las condiciones de trabajo? ¿Son las relaciones dignificantes? ¿Son el fin del trabajo y no sólo medios de producción? ¿Estoy yo como el que sirve? Tengo obligación, en la medida de mis posibilidades, de participar, en alguna estructura que luche por la paz, la justicia, la ciudadanía, la erradicación de la pobreza, la marginación, las formas modernas de esclavitud. Es necesario colaborar económicamente y / o con mi tiempo a la construcción del Reino, hacer pública la manifestación de mi fe y mi opción por la justicia. Fidelidad al amor conyugal La fidelidad de los esposos es básica para la vida de la pareja. Ella debe ser sacramento de la presencia de Cristo unido a su Iglesia, que la amó tanto hasta dar la vida por ella. En ese ambiente de amor comprometido se generará vida plena, felicidad y todos los valores necesarios para la educación y el crecimiento de los hijos. Las dificultades aparecen cuando encontramos que la pareja no responde a lo que hemos esperado o simplemente debido a la rutina y sobre todo a la falta de cuidado del amor mutuo. Éstos y otros muchos factores hacen que la relación se desgaste, momento en que aparecen las tentaciones objetivables, sin embargo la infidelidad al Amor ya estuvo antes, al descuidarse ese lazo que Dios quiso que sólo la muerte separara, esa opción de vida que se tomó libremente. Siempre habrá tensión entre el tiempo destinado al crecimiento personal, a los hijos, al trabajo o al desarrollo personal y el tiempo destinado a la pareja. El amor generoso hará vibrar en la 24 misma frecuencia los corazones que se comprometen el uno con el otro. Cuando esto no es posible se estará alerta ante las posibilidades de afecciones desordenadas sobre todo estimuladas por el entorno: juventud, belleza, sexo, placer, falta de compromiso, poder, acaparar, éxito, etc., que a menudo desfiguran nuestra naturaleza ya normalmente inquieta y permanentemente insatisfecha. El tiempo de oración matrimonial, el compartir la experiencia de Dios, el crecer en compromiso profundo con el otro, es cimentar en roca firme la relación. Eso hará posible enfrentar positivamente los problemas que irán surgiendo a lo largo de nuestras vidas. Educar a nuestros hijos en el renunciamiento, el valor de la familia, el discernimiento en la elección de la pareja, la libertad, el auto conocimiento, el diálogo, el romanticismo, la transparencia en las relaciones, la solidaridad, el compromiso profundo con el otro, el saber reconocer los errores y asumir la corrección fraterna, el compañerismo, el buen humor, serán elementos óptimos para cuando llegado el momento puedan formar una familia que sea plenamente un verdadero sacramento de la Iglesia. Fidelidad a la amistad “Los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que aprendí de mi Padre” (Jn 15, 15) Es un sentimiento noble que no conoce acepción de personas, que nos vincula a través del tiempo y de la distancia, que nos dignifica y nos eleva a los ojos del amigo a niveles que superan todo tipo de barreras. El amigo es el que conoce profundamente y acepta mis propias limitaciones. Es el que confía, a veces a pesar de contrapruebas, haciéndome sacar lo mejor que tengo dentro. Es el que me da sin preguntar. Es el que justifica mis errores y disfruta como suyos mis logros. Es profundamente sincero conmigo y sabe corregir mis defectos 25 sin herirme. Él esta siempre conmigo en las buenas y en la malas, es el que me anima y perdona mis fallas. El que se juega por mí. Cualquier semejanza con el Señor ¡es pura realidad! Esta semblanza enseña lo que debemos ofrecer al amigo y lo que él espera encontrar en nosotros. Eso es fidelidad en la amistad. Fidelidad en el trabajo El Señor nos llamó a dominar la tierra mediante el trabajo que enaltece y dignifica a la persona. La fidelidad en este campo del quehacer humano tiene relación con el respeto a la creación: hogar y bienes de todos y cada una de las personas, el mantener y mejorar nuestra casa grande, para que la vida sea digna de verdaderos hijos de Dios. Tiene también que ver con el respeto y la dignidad del trabajador como destinatario de los bienes resultantes. En ese sentido el respeto de sus derechos y del fin social del trabajo como forma de cocreación de un mundo en constante renovación, son indispensables para ser fieles. Será también necesario asumir las obligaciones devenidas del compromiso mutuo entre capital y trabajador, ya que ambos se necesitan mutuamente. En caso de conflicto trataremos de entablar un diálogo constructivo y nuestra opción será siempre una opción radical por los más débiles. La opción de Cristo es la opción por los pobres, léase obreros, campesinos, pequeños productores, organizados y no organizados. El cristiano será fiel a la causa de Cristo. Es allí donde estamos llamados a empatizar, luchando por su causa, desde cada uno de los lugares donde nos toca actuar. Nuestra presencia y apoyo debe hacerse manifiesta y pública. Nuestra actividad política debe ir encaminada a fortalecer y trabajar por los derechos de los más pobres buscando una mayor organización, mayor participación en la toma de decisiones que competen sus vidas, las de sus familias, sus bienes y su dignidad. 26 La fidelidad al trabajo descarta a los intermediarios, que reducen el margen de ganancia. El trabajador las necesita para que su vida vaya siendo cada vez más digna proporcionándole los medios económicos para que su familia esté segura y pueda proyectar un futuro más feliz. Fidelidad en la educación Estamos llamados a desarrollar todo el potencial humano según los talentos que cada uno posee. Siendo así, buscaremos las formas para que cada persona tenga la oportunidad de adquirir formación adecuada, en condiciones de libertad e igualdad. La fidelidad responderá a las necesidades reales de la sociedad, sin que sea el afán de lucro el factor decisivo en la elección del oficio y de la profesión. Una educación liberadora, profundamente enraizada en la realidad, que busca responder a los desafíos de la historia, que promueva el crecimiento integral de la persona, sólida en valores cristianos, que sabe respetar la vida, la libertad, la solidaridad, el compromiso con los demás, la participación igualitaria en las decisiones, el respeto por la naturaleza, la opción por los pobres, la paz, preparará un mundo más humano y más divino. Fidelidad al descanso debido El descanso es un momento querido por Dios que aparece ya en el primer capítulo del Génesis, necesario para que el hijo de Dios reponga sus fuerzas y pueda sentirse libre y así poder comunicarse con su Creador con dignidad de hijo. Los momentos destinados a la distracción forman parte del plan amoroso de Dios. Él conoce cómo estamos hechos y las debilidades que tenemos, por ejemplo, el deseo de tener más, que a menudo nos lleva a someter y explotar al débil haciendo abuso de poder. Es importante que el descanso no nos lleve a la evasión, si no más bien, nos conduzca a cuidar nuestra integridad personal y a 27 desarrollar otros talentos, mirando el horizonte de asemejarnos cada vez más a Dios, pues ese es su querer. Es importante que el descanso no nos lleve a la evasión, si no más bien, nos conduzca a cuidar nuestra integridad personal y a desarrollar otros talentos, mirando el horizonte de asemejarnos cada vez más a Dios, pues ese es su querer. Fidelidad al “modo” de Ignacio de Loyola Somos fieles al Espíritu si somos fieles a las enseñanzas de Jesús. Eso significa vivir en discernimiento permanente para conocer la voluntad de Dios en cada momento y en todos los aspectos de nuestras vidas. Vivir la espiritualidad de la fidelidad, es vivir la vida de una manera, es estar en el mundo de una manera, en nuestro caso, a la manera de Jesús. Esta espiritualidad va más allá del mero cumplimiento de ritos y normas impuestas por la Iglesia. Incluso, en ciertos casos vivir a la manera de Cristo significará desoír estos preceptos siguiendo al Espíritu que sopla donde quiere y cuando quiere. He leído no sé donde, pero me gustó esta frase que comparto: El espíritu de Dios es para todos, y se reparte según su voluntad; pero seguir a Cristo al modo de San Ignacio es una llamada para aquellas personas que tienen deseos de seguir a Jesús mediante un discernimiento permanente, uniendo nuestra fe y vida, encarnados profundamente en nuestra historia y aprendiendo a leer los signos de los tiempos. La fidelidad en la vida de San Ignacio está en la búsqueda y el cumplimiento constante de la voluntad de Dios en su vida, a pesar de las muchas dificultades experimentadas. Vive Ignacio esa voluntad de Dios en el “seguimiento de Jesús”, al que pide conocerlo internamente para más amarle y seguirle. En los Ejercicios Espirituales San Ignacio insiste en el “conocimiento interno de Jesús”. Nadie ama lo que no conoce, y ¿cómo seguir tras lo desconocido? Cuando en los primeros días de 28 los Ejercicios nos lanza la pregunta: ¿qué puedo hacer por Cristo? Ignacio está buscando una respuesta de “fidelidad a tanto amor recibido”, y lo primero que nos pone por delante es el “llamado del Señor a seguirle” en la tarea de la construcción del Reino. Fidelidad a la vida apostólica La vida apostólica es la característica esencial del bautizado, en su carácter de ungido como sacerdote, profeta y rey, enviado como discípulo de Jesús. Fidelidad en este sentido implicará ser fiel a la vocación particular que el Señor concede a cada uno según los talentos y diversos ministerios. No podemos renunciar a ser luz del mundo o sal de la tierra. No podemos renunciar a la manifestación pública de nuestra fe. No podemos dejar nuestro compromiso de hacer ciudadanía, de santificar el ambiente con nuestro testimonio político en la opción por los pobres, de evangelizar la economía, de cuidar de los pequeños del Señor, de promover la paz, la justicia, la solidaridad, la igualdad, la fraternidad, el respeto por las minorías, la dignificación del hombre y la mujer sin discriminación alguna, especialmente por los que piensan diferente a nosotros; no debemos ausentarnos de la cultura, la ciencia, la tecnología y luchar para que los frutos estén al alcance de todos. Estamos llamados a testimoniar la verdadera imagen de nuestro Padre, exigentemente amoroso, en las diversas formas de evangelización, así como también a denunciar los pecados estructurales y las diversas idolatrías de nuestro tiempo. Nuestra evangelización debe ser inculturada, incluyente, respetuosa, coherente, valiente, a tiempo y a destiempo. Nuestro apostolado se alimentará del discernimiento en la oración y de un estilo de vida sencilla a la manera de Jesús. 29 Conclusión Es importante asomarnos a la fidelidad de Dios a sí mismo y a sus criaturas, pues es la llave que nos abre a la interiorización de nuestro ser de creatura, imagen y semejanza suya. La fidelidad del Padre es el espejo en el que debemos mirarnos para que vivamos la realidad de hijos y hermanos; relaciones que sintetizan el sueño del Padre y la buena nueva que trae Cristo. Es impresionante adentrarnos en el Jesús histórico, verdadero sacramento del Padre, porque realmente es la plenitud de la revelación. Nos llena de sorpresa y gozo conocerlo y, como dice Jesús, lo que le enseña el Padre nos deja atónitos. Efectivamente el Verbo encarnado es el lenguaje inteligible de lo infinito. Nuestro ser cristiano hoy consiste en hacernos sacramento de Jesús, ir conformándonos en otros Cristos para nuestros hermanos. Esto es lo que define nuestra fidelidad al bautismo. Ser cristianos no es pertenecer a un “grupo eclesial”, ni practicar unos ritos. Es una manera de estar en el mundo, de concebir la vida, una manera de aproximarse al hermano, a Dios y a todas las cosas. Fidelidad a Cristo y su Iglesia significa seguir a Jesús de cerca, adoptando sus actitudes en todos los ambientes, circunstancias y con todas las personas con las que nos toca relacionarnos. De ahí la necesidad de vivir en discernimiento permanente para poder ordenar nuestros afectos y poder ser finalmente fieles a nosotros mismos, pues Dios nos creó hombre y mujer, a imagen y semejanza suya, y vio que todo era bueno. 30 Bibliografía Biblia Latinoamericana. XIV edición. Verbo Divino. Madrid, 1995. Carlos García de Andoin, Laicos Cristianos, Iglesia en el mundo, Ediciones HOAC. Madrid, 2004 José Miguel Ortega sj., Apuntes de “Fe y Justicia en Jesús”. Curso de formación para formadores en fe y justicia. Barrero, Paraguay, 2004. X. Léon Dufour, Vocabulario de Teología Bíblica. Herder. Barcelona, 1975. 31