AULA DE MAYORES. UNIVERSIDAD DE MÁLAGA MÓDULO LITERATURA Y MUJER 2015 Prof. Dra. AMPARO QUILES FAZ SANTA TERESA DE JESÚS (Ávila, 1515- Alba de Tormes, 1582) Nació en Ávila (28-3-1515), siendo su padre, Alonso Sánchez de Cepeda, hijo de conversos, y su madre, Beatriz de Ahumada, con quien había contraído segundas nupcias en 1509. Teresa fue la primera hija de este matrimonio, aunque había ya otros dos del anterior matrimonio paterno. En total fueron 12 hermanos (3 hijas y 9 varones), siendo Teresa de mediana estatura, bien proporcionada, de pelo negro y piel extremadamente blanca, siendo además muy apacible y graciosa en todas sus palabras y acciones, de tal forma que suele ser retratada psicológicamente como eufórica, extravertida, entrañable, conversadora feliz y hábil en el manejo de la pluma, la aguja y las labores caseras. Para su primer biógrafo P. Francisco de Ribera, "[...] no pierde nunca el sentido de la realidad inmediata, ni de las vulgares y prosaicas necesidades. Solícita para todo, idealista y práctica en difícil equilibrio, ha sido siempre el símbolo de la mujer castellana en su más excelso sentido". (Vida de Santa Teresa de Jesús, Barcelona, 1908). A los seis años (1522) se escapó con su hermano Rodrigo se martirizada por los moros, pero fueron descubiertos por su tío Francisco Álvarez de Cepeda y hubieron de regresar al domicilio paterno. A los doce años se aficionó junto a su madre a los libros de caballerías, lecturas que ambas hacían a espaldas de su padre. En esta época es cuando empieza a escribir Teresa su propia novela de caballerías y a acicalarse para gustar al sexo opuesto, en concreto con su primo: imágenes que se alejan de la supuesta piedad infantil en la santa. Tras la muerte de su madre en 1528 (a los 33 años, tras 12 hijos en 10 años), su padre la confía en 1531 a las madres agustinas de Santa María de Gracia. Allí, entre la severa vigilancia y la amistad con la monja encargada de su custodia, empezó a plantearse Teresa el tema de la vocación religiosa. A fines de esta época (1532) es cuando cae enferma por primera vez. Tras su recuperación, y resuelta a ser carmelita en el convento de la Encarnación, huye de casa hasta que su padre consiente y le ofrece una espléndida dote. Tomó el hábito de carmelita en 1535. Su ardor y entrega, así como la práctica de la ascética en su grado sumo, le hace caer enferma de nuevo, siendo desahuciada por los médicos y llevada a una curandera. Los remedios de la curandera la hicieron empeorar, por lo que regresó a Ávila donde entró en coma. Fue amortajada, ya que la daban por muerta e incluso se le rezaron los funerales en un convento. Pero su padre su opuso a que fuera enterrada y a los cuatro días se despertó iniciando una lenta mejoría. Tres años después, en 1543, aún no podía andar. Estas enfermedades y curaciones fueron achacadas por sus detractores a sus crisis espirituales así como a una supuesta obra del demonio. En 1559 ya había llegado a obtener el desposorio espiritual con Dios, y animada por San Pedro de Alcántara y por unas amigas, se dedicó a la creación de una fundación espiritual. Así fundó en 1562 el primer convento de San José de Ávila, de la orden del Carmelo reformado, donde estaba ella, dos monjas y cuatro postulantas vestidas con jergas crudas y descalzas. Y el escándalo entre los carmelitas no renovados fue general, llegando incluso a ser denunciada y procesada por la Inquisición. Intentaron sus enemigos enviarla desterrada a las Indias, y como no lo consiguieron, sufrió confinamiento en Toledo. Pero todo hubo de superarlo su espíritu indomable y así, llegado el general de la Orden Carmelita, quedó tan satisfecho con la idea de Teresa, que le dio permiso para la creación de nuevos conventos, tanto de monjas como de frailes. Empezó entonces su época de fundaciones, que inició en Medina del Campo, siempre bajo los auspicios y ayudas de personajes ilustres e incluso de la propia Corte. Fundó un total de 17 nuevos conventos en Castilla y Andalucía, sin contar los que reformó. Fundó en total 17 conventos: Ávila (1562), Medina del Campo (1567), Malagón (1568), Valladolid (1568), Toledo (1569), Pastrana (1569), Salamanca (1570), Alba de Tormes (1571), Segovia (1574), Beas de Segura (1575), Sevilla (1575), Caravaca de la Cruz (1576), Villanueva de la Jara (1580), Palencia (1580), Soria (1581), Granada (1582) y Burgos (1582), en el año de su muerte. Tras sus éxitos religiosos y no pocas traiciones, falleció en Alba de Tormes un 4-10-1582, en un viaje que realizaba de Burgos á Ávila "despidiendo el cadáver un olor celestial". Enterrada en Alba de Tormes, fue desenterrada y trasladada a Ávila, desde donde retornó definitivamente a Alba tras un prolongado pleito. Santa Teresa escribió muy poco por iniciativa suya, muchas cartas, alguna poesía y anotaciones. Pero sus obras maestras son fruto de la obediencia a sus superiores, que veían el interés de que escribiera sus experiencias y enseñanzas. Y así comienza todos sus escritos mayores aceptando su encargo con obediencia, pero con notable esfuerzo por su parte. Escribir le supone un esfuerzo importante, lo hace, en ocasiones, ocupando la otra mano con la rueca, tal y como ella explica: “[…] casi hurtando el tiempo y con pena porque me estorbo de hilar y por estar en casa pobre y con hartas ocupaciones” (Libro de su Vida 10,7) La Inquisición vigiló muy de cerca sus escritos temiendo textos que incitaran a seguir el cisma iniciado en Europa, o se alejaran en algún punto de la recta doctrina. Muchos de sus textos están autocensurados, temiendo esta vigilancia. Su manuscrito “Meditaciones Sobre El Cantar de los Cantares” lo quemó ella misma por orden de su confesor, en una época en que estaba prohibida la difusión de las Sagradas Escrituras en romance. *Su obra literaria puede dividirse en a) obras en prosa, llamadas de carácter autobiográfico, y b) obras ascéticas y místicas. a) Obras en prosa: El Libro de su Vida, llamado también El libro Grande o Libro de las Misericordias, compuesto entre 1562 y 1565 a instancias de su director espiritual, quien la animó para que contase el proceso de su vida religiosa así como las gracias sobrenaturales que había recibido. Es un libro de memorias donde vemos el proceso de ascensión hasta el misticismo. Doce de los cuarenta capítulos de los que consta la obra son un verdadero tratado sobre la oración. En la obra destacan la plasticidad con que supo Teresa narrar las visiones, éxtasis y favores extraordinarios de los que gozó en su vida espiritual. Y además de ello, la simplicidad, naturalidad y sencillez con que fue capaz de describir las difíciles experiencias de su vida interior. El Libro de las Fundaciones es como una contribución del Libro de su vida. Teresa debió de componerlo hacia 1573 y 1582, escrito a ruegos del padre Ripalda, quien le pidió reuniera todos los datos sobre sus actividades reformadoras para servicio de su Orden y de la posteridad. Y así es la obra, el detallado análisis de la fundación de los diecisiete conventos. El Libro de las Relaciones fue compuesto en diversas etapas desde 1560 a 1579, como complemento y comentario a los dos anteriores. Consta de un conjunto de cartas dirigidas a San Pedro de Alcántara y a varios de sus confesores que la animaron y ayudaron en su trabajo fundacional. Finalmente destacan sus Cartas, en un total de 4000 conservadas y dirigidas a sus amigos y protectores, San Juan de la Cruz, Fray Luis de Granada e incluso Felipe II. b) Obras ascéticas y místicas: El Camino de Perfección es una obra puramente ascética, que comenzó a escribirla Teresa en 1565, para acabarla rehaciéndola cinco años después. Está escrita a petición se fray Domingo Báñez y dedicada a sus monjas a quienes quería enseñarle el camino de la perfección de la vida monástica. Este camino es el que se basa en la humildad, en la pobreza, en la obediencia, la mortificación y la oración. Las Moradas o Castillo Interior, obra encargada por sus superiores cuando se encontraba confinada en Toledo. Santa Teresa concebía la vida espiritual del hombre como "un castillo todo de diamante y muy claro cristal, adonde hay muchos aposentos, ansí como en el cielo hay muchas moradas". Así, el alma habrá de recorrer los siete aposentos del castillo en su camino de perfección y antes de alcanzar al unión con Dios. (Recuérdense los números cabalísticos, así como los siete cielos de los que habla el Corán). Las tres primeras moradas corresponden a la vía purgativa: en las que el alma pecadora se va desligando de sus fuerzas terrenales, pasando sequedad y aridez y grandes trabajos interiores, vías de marcado carácter ascético. Las tres siguientes pertenecen a la vía iluminativa y en ellas comienza la verdadera vida espiritual y los favores del Señor. En la sexta, el alma ha quedado "herida del amor del Señor, donde los placeres son dolores sabrosos", llegándose el "desposorio del alma con Dios". Y en la séptima, se realiza la verdadera unión mística del alma con Dios. Siguiendo a M. José Porro, Santa Teresa nació en una ciudad de ambiente cultural relativamente elevado. Su familia se había asentado en Ávila desde hacía dos generaciones como mercaderes, oficio comparado entonces a las profesiones liberales. A su padre le gustaba la lectura y “era aficionado a leer buenos libros, y ansí los tenía en romance para que los leyeran sus hijos”. 1 Estas actitudes hacia la lectura y la educación indican su condición de converso. Y es más, cuando Santa Teresa redacta sus Constituciones no impone el estatuto de limpieza de sangre a las novicias, sino “tener una dote y saber leer”. Fue educada como hija de la nueva clase burguesa, aprendió a rezar y a leer impulsada por su madre, quien también “leía libros de cavallerías y no tan mal tomava este pasatiempo como yo lo tomé para mí” 2. Su infancia y juventud se desarrolló en medios acomodados tal y como cuenta en su Libro de la Vida; no estudió estudios especiales y no aprendió latín dado que su condición de mujer lo impedía. Además, tampoco podía leerlos traducidos por la prohibición del Índice de Valdés (1559) que no permitía traducir a la lengua vulgar los escritos espirituales y por ello, hubo de recurrir a los letrados y sabios varones. TEXTOS: 1.-“El tener padres virtuosos y temerosos de Dios me bastara, si yo no fuera tan ruin, con lo que el Señor me favorecía, para ser buena. Era mi padre aficionado a leer buenos libros 1 2 Teresa de Jesús, El Libro de la Vida, cap. I, Madrid, Castalia, 1986, pp. 95-96. Ibídem, II, pp. 101-102. y así los tenía de romance para que leyesen sus hijos. Esto, con el cuidado que mi madre tenía de hacernos rezar y ponernos en ser devotos de nuestra Señora y de algunos santos, comenzó a despertarme de edad, a mi parecer, de seis o siete años. Ayudábame no ver en mis padres favor sino para la virtud. Tenían muchas. Era mi padre hombre de mucha caridad con los pobres y piedad con los enfermos y aun con los criados; tanta, que jamás se pudo acabar con él tuviese esclavos, porque los había gran piedad, y estando una vez en casa una de un su hermano, la regalaba como a sus hijos. Decía que, de que no era libre, no lo podía sufrir de piedad. Era de gran verdad. Jamás nadie le vio jurar ni murmurar. Muy honesto en gran manera. Mi madre también tenía muchas virtudes y pasó la vida con grandes enfermedades. Grandísima honestidad. Con ser de harta hermosura, jamás se entendió que diese ocasión a que ella hacía caso de ella, porque con morir de treinta y tres años, ya su traje era como de persona de mucha edad. Muy apacible y de harto entendimiento. Fueron grandes los trabajos que pasaron el tiempo que vivió. Murió muy cristianamente. Eramos tres hermanas y nueve hermanos. Todos parecieron a sus padres, por la bondad de Dios, en ser virtuosos, si no fui yo, aunque era la más querida de mi padre”. (Libro de la Vida, cap. 1). 2.-“NADA TE TURBE” Nada te turbe; nada te espante; todo se pasa; Dios no se muda, la paciencia todo lo alcanza. Quien a Dios tiene, nada le falta. Solo Dios basta”. 3.-“VIVO SIN VIVIR EN MÍ” Vivo sin vivir en mí, y tan alta vida espero que muero porque no muero. Vivo ya fuera de mí después que muero de amor; porque vivo en el Señor, que me quiso para sí; cuando el corazón le di puse en él este letrero: que muero porque no muero. Esta divina prisión del amor con que yo vivo ha hecho a Dios mi cautivo, y libre mi corazón; y causa en mí tal pasión ver a Dios mi prisionero, que muero porque no muero. ¡Ay, qué larga es esta vida! ¡Qué duros estos destierros, esta cárcel, estos hierros en que el alma está metida! Sólo esperar la salida me causa dolor tan fiero, que muero porque no muero. ¡Ay, qué vida tan amarga do no se goza el Señor! Porque si es dulce el amor, no lo es la esperanza larga. Quíteme Dios esta carga, más pesada que el acero, que muero porque no muero. Sólo con la confianza vivo de que he de morir, porque muriendo, el vivir me asegura mi esperanza. Muerte do el vivir se alcanza, no te tardes, que te espero, que muero porque no muero. Mira que el amor es fuerte, vida, no me seas molesta; mira que sólo te resta, para ganarte, perderte. Venga ya la dulce muerte, el morir venga ligero, que muero porque no muero. Aquella vida de arriba es la vida verdadera; hasta que esta vida muera, no se goza estando viva. Muerte, no me seas esquiva; viva muriendo primero, que muero porque no muero. Vida, ¿qué puedo yo darle a mi Dios, que vive en mí, si no es el perderte a ti para mejor a Él gozarle? Quiero muriendo alcanzarle, pues tanto a mi Amado quiero, que muero porque no muero”.