May0 2013 Alberto Monreal y Yolanda Cano, socio y asesora fiscal de PwC Tax&Legal Services Facturación y operaciones financieras El pasado 1 de enero y en trasposición de la Directiva comunitaria del año 2010 que regula las obligaciones en materia de facturación, entró en vigor el Real Decreto 1619/2012, la nueva normativa local sobre la materia. El texto recoge por fin los anhelados “puntos de conexión” necesarios para definir la normativa del país que, en materia de facturación, resulta aplicable en operaciones transfronterizas. La norma adolece no obstante de cierta indefinición cuando se refiere a algunos conceptos nuevos, tales como los “controles de gestión”, o las “pistas de auditoría fiables”, algo que se agrava al eliminarse el requisito de la autorización previa para la utilización de determinados sistemas de facturación electrónica, cuya validez se hace depender precisamente de esos conceptos nada claros. Sin embargo, es en las operaciones financieras y de seguros donde la ausencia de armonización comunitaria será más acusada. Las operaciones financieras y las de seguros están generalmente exentas del IVA, lo que determina que el sujeto pasivo no repercute el impuesto en factura, pero tampoco deduce el IVA que soporta salvo una habitualmente reducida prorrata. Este particular régimen de deducción unido a alternativas de aplicación del impuesto en sectores para los que el IVA resulta mayoritariamente un coste, como pueda ser el Régimen Especial de los Grupos de Entidades, hacen necesaria una minuciosa gestión de la facturación, como herramienta básica de información de las operaciones y de su régimen de tributación así como, en su caso, de la deducción del impuesto. En el nuevo Real Decreto se mantiene la “dispensa” concedida al sector financiero en cuanto a la justificación de determinadas operaciones financieras, donde se han venido admitiendo otros documentos distintos de la factura tales como recibos, anotaciones, extractos, etc. Pero los problemas vienen por otro lado. Anteriormente existía obligación de expedir factura, en todo caso, para documentar operaciones financieras o de seguros en las que el destinatario fuera empresario o profesional, con independencia del lugar donde se localizaran. Primaba así la obligación de expedir factura en los supuestos en los que el destinatario fuera empresario o profesional, sobre la excepción prevista para determinadas operaciones exentas. Sin embargo, el texto en vigor exime de la obligación cuando se trate de prestaciones de servicios financieros y de seguros exentos del IVA, con independencia de que el destinatario sea empresario o profesional, o no. En cambio, se mantiene la obligación de expedir factura cuando estas operaciones no estén exentas del impuesto, y se localicen, bien en el territorio de aplicación del IVA, lo cual parece lógico puesto que sin factura, no hay posibilidad de repercusión, bien, y aquí surge la dificultad e inseguridad, cuando se entiendan localizadas en otro Estado miembro. En un escenario comunitario del IVA totalmente armonizado, esta nueva regulación se podría ver incluso como una medida de simplificación. Sin embargo, como esa armonización ideal del IVA no se ha logrado, y lo que aquí está exento puede no estarlo en otro Estado miembro, esta norma traslada al sujeto pasivo la obligación de tener pleno conocimiento de la normativa del IVA también en el Estado miembro donde se localice la operación. Resulta así cada vez más necesaria la total armonización del IVA en Europa, exigiéndose un mayor esfuerzo por parte de los Estados miembros, hasta ahora incapaces de cerrar el texto de la directiva propuesta en relación con el IVA de operaciones financieras y de seguros, pero mucho más decididos cuando se trata de aprobar el nuevo impuesto sobre las transacciones financieras. La descoordinación y posible solapamiento de ambos tributos promete nuevas emociones en el ámbito de la fiscalidad.