La Gaceta - Fondo de Cultura Económica

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ISSN: 0185-3716
D E L F O N D O D E C U LT U R A E C O N Ó M I C A J U N I O 2 0 1 3
El realismo teatral de Leñero
es la visión perspicaz de quien
consigue reconocer lo incorrecto
dentro de lo habitual
—LUIS
D E TAV I R A
aaaa
Vicente
Leñero
80 actos
Además DOS ESTAMPAS
DE ERICH FROMM
Ilustración: D E TA L L E D E L A P O R TA DA D E A F U E R Z A D E PA L A B R A S ( F C E , 2 0 0 2 )
E DI TOR I A L
3
Mi hermana
JEANNETTE L. CLARIOND
VIC EN T E LE ÑE RO: 80 ACTOS
—————————
7
Leñero y el teatro
de la memoria
R A FA E L VA R G A S
9
El realismo ideal
de Vicente Leñero
LU I S D E TAV I R A
11
Un editor así
GERARDO VILLADELÁNGEL
—————————
15
Erich Fromm
y la naturaleza del
hombre y el arte de ser
RAMÓN XIRAU
17
Fromm
y los obreros alemanes
L AW R E N C E J. F R I E D M A N
21
23
V
icente Leñero cumple 80 años este 9 de junio,
80 actos en los que la escritura ha sido
protagonista. Si la ingeniería no fue para él
más que fuente de molestias profesionales y
anécdotas luego digeridas en algún texto
—aunque también le ofreció alguno que otro
deslumbramiento— y si el periodismo lo colocó en
más de un epicentro de la vida política mexicana
del siglo xx, lo cierto es que estas ocho décadas
se caracterizan sobre todo por tres modos de
practicar la literatura: la narrativa (incluido ahí ese género híbrido que es
la semblanza biográfica disfrazada de cuento), el guionismo y sobre todo
el teatro. El homenaje que desde aquí rendimos a Leñero se centra en este
último, pues el Fondo tiene la dicha de haber publicado en tiempos recientes
dos tomazos con las 23 obras que escribió entre 1968 (Pueblo rechazado) y
1997 (Don Juan de Chapultepec), así como la tercera encarnación de Vivir del
teatro, esa jubilosa crónica de las peripecias que le han tocado sufrir para
redactar y ver montadas sus creaciones dramáticas.
Tres compañeros de andanzas festejan aquí al Leñero octogenario.
Su colega en la revista Proceso Rafael Vargas hace una emotiva reseña
justamente de Vivir del teatro, libro en el que descubre un documento
esencial para la historia de ese arte en nuestro país. En seguida, el siempre
original Luis de Tavira reflexiona desde su condición de director de escena
sobre los aportes leñerianos a la forma más volátil de la literatura.
Y Gerardo Villadelángel retrata, con unos cuantos trazos, al Vicente
que en tiempos recientes se ha asomado al oficio editorial.
El padre Gregorio Lemercier y luego el iconoclasta Iván Illich servirían
de puente para llegar, en unos cuantos pasos, desde Leñero hasta un autor
central en el catálogo del Fondo: Erich Fromm. Sin más pretexto que la
publicación en Estados Unidos de una nueva biografía —que estamos
evaluando para ver si la hacemos nuestra— y de un semiolvidado libro suyo
sobre las convicciones de los obreros alemanes en los años treinta del siglo
pasado, nos acercamos ahora al psicólogo e investigador de la sociedad
que hizo de México uno de sus hogares. (Agradecemos al pintor Oswaldo
Sagástegui el permiso para usar su retrato de Fromm.)
Y cerramos con una juguetona taxonomía de los coleccionistas de libros
y el discurso que pronunció Isol al recibir uno de los mayores premios para
hacedores de literatura infantil: el Astrid Lindgren.W
El coleccionista
de libros
José Carreño Carlón
León Muñoz Santini
D I R E C TO R G E N E R A L D E L F C E
ARTE Y DISEÑO
Tomás Granados Salinas
Emmanuel Peña
R O B E R T S O N D AV I E S
D I R E C TO R D E L A G AC E TA
F O R M AC I Ó N
Alejandro Cruz Atienza
Juana Laura Condado Rosas, María
Antonia Segura Chávez, Ernesto
Ramírez Morales
El artista, un niño
que ha sobrevivido
J E F E D E R E DAC C I Ó N
Ricardo Nudelman, Martha Cantú,
Alejandro Valles Santo Tomás, Nina
Álvarez-Icaza, Alejandra Vázquez
C O N S E J O E D I TO R I A L
19
CAPITEL
NOVEDADES
JUNIO DE 2013
Impresora y Encuadernadora
Progreso, sa de cv
IMPRESIÓN
ISOL
19
V E R S I Ó N PA R A I N T E R N E T
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La Gaceta del Fondo de Cultura Económica
es una publicación mensual editada por el Fondo de Cultura Económica, con domicilio en Carretera Picacho-Ajusco 227,
Bosques del Pedregal, 14738, Tlalpan, Distrito Federal, México. Editor responsable: Tomás Granados Salinas. Certificado
de Licitud de Título 8635 y de Licitud de Contenido 6080, expedidos por la Comisión Calificadora de Publicaciones y
Revistas Ilustradas el 15 de junio de 1995. La Gaceta del Fondo de Cultura Económica es un nombre registrado en el Instituto
Nacional del Derecho de Autor, con el número 04-2001-112210102100, el 22 de noviembre de 2001. Registro Postal,
Publicación Periódica: pp09-0206. Distribuida por el propio Fondo de Cultura Económica. ISSN: 0185-3716
F OTO G R A F Í A D E P O R TA DA : L E Ó N M U Ñ OZ S A N T I N I
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JUNIO DE 2013
P O ES Í A
Las siguientes líneas han sido tomadas del relato autobiográfico Cuaderno de Chihuahua,
de Jeannette L. Clariond, que publicaremos en los próximos días. Aquí, la poeta y traductora nos narra
una niñez dolorosa, plagada de pérdidas, y echa mano de la poesía y la prosa para dibujar imágenes
melancólicas, llenas de indefensión y temor que suceden en medio de los paisajes naturales
y la historia de la ciudad de Chihuahua
Mi hermana
JEANNETTE L. CLARIOND
Recostada en el sofá mi hermana escuchaba la lluvia,
la música de la cascada en el alero.
Subía el volumen de la radio
para no oír los pasos dispersos en el pasillo.
Ella sabía correr y llenar de aire sus pulmones,
hundirse cuatro metros bajo el agua
y alzaba altos trofeos de bronce.
Algunas veces pensé lo peligroso que es detener largos minutos el aliento,
llegué a creer que desaparecería para siempre.
Vivía la ilusión del no regreso: sumirse por debajo del nivel,
algunos centímetros bajo el nivel.
Nadie se siente bien a la intemperie siempre.
Para permanecer, es necesario el descenso.W
JUNIO DE 2013
a
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Fotografía: L E Ó N M U Ñ OZ S A N T I N I
DOSSIER
Vocación bien arraigada, paciencia de santo,
ingenio que debe renovarse de continuo,
sensibilidad ante las palabras y las personas:
ésos parecen ser los requisitos para dedicar
provechosamente la vida al teatro.
En estas páginas se pasa revista a algunas
de las muchas virtudes que Vicente Leñero
ha practicado en su dramaturgia, la puesta
en escena, la edición de libros.
Sus 80 años son 80 actos en la gran
obra que es su vida literaria
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JUNIO DE 2013
DOSSIER
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JUNIO DE 2013
Fotografía: L E Ó N M U Ñ OZ S A N T I N I
Fotografía: A R C H I VO P E R S O N A L D E V I C E N T E L E Ñ E R O
V I C ENTE L EÑER O : 8 0 AC TOS
Acaso para contrarrestar lo fugaz de toda puesta en escena, Vicente Leñero
ha escrito mucho, y muy bien, sobre cómo se gestaron sus obras y cómo éstas llegaron
a los escenarios. El año pasado apareció con el sello del Fondo la versión más completa
de su Vivir del teatro, un valiosísimo híbrido literario en el que Leñero da testimonio
de sus andanzas entre actores, directores y demás gente de la escena
R ES EÑA
Leñero y el teatro
de la memoria
R A FA E L VA R G A S
Vivir del teatro nunca ha sido posible
ni ahora ni en tiempos de Lope de Vega
V
ivir del teatro, vivir del
teatro, vivir del teatro, vi“
vir del teatro…” A fuerza
de repetirla, la frase adquiere la calidad de un
mantra: un instrumento
para concentrarse, una
herramienta para la meditación. Es una frase escuchada centenares de veces,
es una suerte de conclusión que uno le ha oído decir
a toda la gente de ese medio que, a pesar de saberlo
(“es prácticamente imposible vivir del teatro, sobre
todo en México”), se empeña en escribir, montar,
actuar, dirigir, iluminar, producir. La repito mentalmente porque es también el título de un libro de
Vicente Leñero, Vivir del teatro, y busco sin éxito la
manera de asirlo, situarlo, explicarlo. No sé si lo consiga, pues se trata de un libro singularísimo, que en
una biblioteca podría clasificarse bajo, por lo menos,
siete rubros distintos: teatro, crónica, ensayo, relato,
historia literaria, autobiografía y memorias, aunque,
en realidad, no se deja encasillar en ninguno de esos
géneros y es mucho más que la suma de todos ellos.
A ratos, precisamente por esa suerte de certeza pesarosa (la imposibilidad de vivir del teatro en
JUNIO DE 2013
México), el lector siente que más bien tiene en las una navidad (el cine produjo en él, según sus promanos uno de esos diarios íntimos en los que sus pias palabras, una fiebre que nunca lo abandonó),
autores quieren dejar registro de sus sueños por- Vicente Leñero se deleitaba de niño escenificando
que, mientras recorre las páginas de Vivir del tea- con sus hermanos pequeñas obras con marionetas
tro y se entera de cuántos esfuerzos hay que hacer en un teatrín (el “Teatro la Mariposa”) construido
para escribir una obra, cuántas voluntades hay que entre todos ellos con imaginación y entusiasmo.
concertar simplemente para que exista la posibili- Sus hermanos dejaron de soñar. El teatro “quedad de realizarla, cuántos pleitos hay que librar y dó arrumbado en el cuarto de trebejos y pronto se
cuántos obstáculos hay que superar para
convirtió en tablas, en palos para el bóiescenificarla, se antoja que todo lo que
ler, en humo”. No para Vicente. Para él
se cuenta sólo pudo habérsele ocurrido a
ese pequeño teatro fue una puerta de enuna persona muy fantasiosa, alguien que
trada, si no a la literatura, como lo imasueña mientras todos los demás se ocuginaba de joven —“la puerta grande de
pan de asuntos concretos, serios, reales.
la dramaturgia”— sí a una manera de viQué tan fuerte puede ser un sueño es
vir en la que se internó cada vez más lealgo que uno aprende leyendo este libro
jos, tanto, que hoy es autor de veintiséis
de Leñero. Al igual que la gente del medio
obras que no sólo forman parte princicinematográfico, la gente de teatro es capalísima de su biografía, sino de la hispaz de agotar su cuenta bancaria e hipotoria del teatro mexicano de la segunda
tecar su casa con tal de montar una obra,
mitad del siglo xx.
VIVIR DEL TEATRO
un sueño, para que otros, los espectadoPor ello, la lectura de Vivir del teatro
res, los acompañen a soñar.
es mucho más que el recuento en primeVICENTE
El teatro es un sueño que Leñero cora persona de la escritura de esas obras y
LEÑERO
menzó a soñar desde niño. Unos títeres
sus respectivos montajes escénicos. No
plantaron en su cerebro las semillas del
sólo entrega anécdotas: es una cala en
letras mexicanas
amor por el teatro, por el espectáculo.
profundidad, hasta la entraña de la ma1ª ed., 2012, 486 pp.
Así como Ingmar Bergman se extasiaba
nera en que vive la gente de teatro en Mé978 607 16 1059 1
mirando las imágenes proyectadas por
xico, luchando constantemente contra la
$420
la linterna mágica que le regaló su padre
falta de financiamiento, de espacios, con-
a
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Imágenes: C A R T E L E S D E P E L Í C U L A S E N L A S Q U E V I C E N T E L E Ñ E R O F U E G U I O N I S TA
V I C ENTE L EÑER O : 8 0 AC TOS
L EÑER O Y EL TEATR O D E L A M EM O R I A
tra la incomprensión del público, la censura, la pobreza de la crítica…
Son tantos los problemas que deben remontarse, que uno se pregunta: ¿qué le sucede a esta gente? ¿Acaso están locos? ¿Leyeron muchos libros de
caballerías y por eso siguen empeñados en empresas tan descabelladas? La verdad es que, aunque
Leñero no lo dice, o en todo caso, no lo subraya lo
suficiente (ésa es la única debilidad de su estupendo
testimonio), uno adivina más allá de sus palabras
que todos los involucrados se divierten como enanos. Son locos, rebeldes, visionarios, gente de teatro,
que cree que puede (que debe) redimir al mundo con
un montaje, aunque lo normal, en México, sea no llegar mucho más allá de las cien representaciones. Y
desde esa convicción sufren y gozan la vida, se endeudan, pelean, fantasean y actúan —en el doble
sentido de la palabra— para que otros la gocen y la
sufran. Así es el maravilloso teatro.
Pero si Vivir del teatro no muestra en primer plano cuán gozoso debe ser escribir una obra (imaginar todo un mundo) y después materializarla (aunque la intervención de otros —el director, el escenógrafo, los actores, por supuesto— pueda deformar
profundamente la concepción original), tampoco
se instala en el extremo contrario: la fácil pendiente
de la queja, ni es un libro que busque la admiración
arrobada o la simpatía del respetable público hacia
el artista marginal, ni tampoco es una suma de ensayos añorantes y nostálgicos. Es, simplemente, un
amoroso ejercicio de la memoria. Está redactado,
como ya se ha dicho, en primera persona. Pero a través de esa primera persona hablan también Gabriel
Retes, Enrique Lizalde, Luis de Tavira y muchos,
muchos otros. El teatro es siempre colectivo, así nos
presente un monólogo (no es, por cierto, el caso de
este libro).
Uno cierra el volumen de cuatrocientas y tantas
páginas y se vienen a la cabeza muchísimas cosas.
La primera: ¡qué gran narrador es Leñero! Y, en se-
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Qué tan fuerte puede
ser un sueño es algo que
uno aprende leyendo este
libro de Leñero. Al igual
que la gente del medio
cinematográfico, la gente de
teatro es capaz de agotar su
cuenta bancaria e hipotecar
su casa con tal de montar
una obra, un sueño, para
que otros, los espectadores,
los acompañen a soñar.
guida: ¿es igualmente brillante como dramaturgo?
Quien ha tenido la suerte de ver una de sus obras,
sabe que tiene talento en proporciones semejantes para ambas cosas. Entre las diversas lecturas
posibles, se puede leer Vivir del teatro como una
suerte de Odisea. Leñero narra cómo sobrevivió a
burócratas torpes, funcionarios autoritarios, antesalas insufribles, disgustos con compañeros, a
veces diferencias insalvables con quienes dirigen
sus obras; es un Ulises que viene de regreso de muchas aventuras. Sólo hay una diferencia —muy importante— con relación al periplo de Ulises: en este
relato contado en 25 episodios (la Odisea tiene 24
a
cantos), Leñero no es un héroe, es sólo un personaje más en manos de Leñero, que a ratos no duda en
condenarlo.
Naturalmente, después de treinta años de amoríos con el teatro, alguna vez asoma el cansancio.
Leñero dramaturgo repasa esas aventuras y se siente decepcionado “por el ejercicio de una profesión
que, en la hora del balance, me ha dado más desengaños y más angustias y más problemas que verdaderas satisfacciones. Maldito teatro”, dice, como
quien maldice, mordiéndose la lengua, a una mujer
a la que amó, a la vez que es incapaz de desprenderse de ella.
Vivir del teatro es, en realidad —como lo prueba
el libro homónimo de Leñero—, vivir para el teatro.
Una pasión a la que no se puede poner casa aparte, porque lo invade todo, inevitablemente, hasta
contagiar a otros miembros de la familia: Estela,
su hija mayor, es hoy directora teatral y Eugenia,
la tercera, actriz —en ambas, para decirlo con palabras del propio Leñero, “la vocación del teatro
prendió en forma de un buen fuego llamado a convertirse en profesión”.
Aunque nunca procura la metodología del historiador, el libro de Leñero forma parte, no sobra decirlo, de las grandes obras historiográficas sobre el
teatro nacional, como la Reseña histórica del teatro
en México, de Enrique de Olavaria y Ferrari, y los
estudios de Armando de Maria y Campos y de Salvador Novo.
En tanto que autobiografía —un género, por desgracia, tan escaso en nuestras letras— es de veras
ejemplar. Un relato verídico e irreverente hecho sin
medias tintas ni tapujos. Ya quisiera uno leer muchos libros como éste.W
Rafael Vargas, espectador, dirige el Programa
Tierra Adentro del CNCA.
JUNIO DE 2013
Fotografía: M O N TA J E D E L A O B R A LO S A L B A Ñ I L E S , D E V I C E N T E L E Ñ E R O
V I C ENTE L EÑER O : 8 0 AC TOS
Luis de Tavira y Vicente Leñero han formado una larga y fecunda mancuerna teatral, no
exenta de controversias: aquél ha sido en numerosas ocasiones el demiurgo que transforma la
dramaturgia de éste en un universo escénico. Conociéndolo así, tan desde adentro, el director
identifica los resortes que el escritor pulsa para que funcionen bien sus máquinas dramáticas
SEMBLANZA
El realismo ideal
de Vicente Leñero
LU I S D E TAV I R A
L
a aventura creadora de Vicente Leñero ha sido, entre otras
muchas cosas, una sorprendente pasión por el realismo
en un mundo que parece haber conseguido escaparse de
la realidad: la reinvención del
realismo en el siglo de la desintegración atómica no sólo
de la materia, sino de todo
lo que es. Vicente Leñero ha fijado la mirada en una
perspectiva desde la cual es posible apreciar cómo
los hombres no ven lo que hace tiempo está ahí: la
desrealización del mundo. Su obra nos acerca al peligroso mirador en el que parece contemplarse la terrible existencia de México; una ficción deslumbrante que es la historia paradójica de lo que no ha sucedido en lo que ha sucedido; la perspectiva de un país
terrible, que es el país donde nadie sabe nada.
Una ficción enigmática y cruel porque es capaz de
mostrar y ocultar aquella esencia primitiva que se
asoma y esconde en el modo y el tono como se presenta aquello que es. Aquello que es se hace presente en la presencia del presente y en el presente de la
JUNIO DE 2013
presencia, como un mundo sin acontecimiento, un
horizonte de simulacros en el que, a pesar del apogeo de los medios de comunicación que agotan toda
distancia, la cercanía de aquello que es sigue estando ausente. Porque a la cercanía de lo real sólo se la
encuentra en las cosas que están en la cercanía y que
solemos llamar las cosas.
Las cosas, esas que se embalan apresuradamente
en el ajuar de una mudanza hacia el enigma en el que
las mismas cosas ya no podrán seguir siendo las mismas; como aquellas copas (“—¿Te acuerdas?, son las
que nos regaló mi mamá, el día de nuestra boda…”).
Copas que son recipientes capaces de acoger algo
distinto a ellas y que sin embargo lo han dejado escapar en el doloroso presente del recuerdo.
Un recuerdo que las representa y las delata fuera
de sí, halladas en el vacío de lo que ya no es, porque
el presente, el de la historia y el de las cosas que no
tienen historia —la intimidad, los sentimientos, las
dudas y los cuerpos—, mucho más que ser la consecuencia de lo que ha sucedido, es el resultado de lo
que nunca sucedió.
Escritura que nos aproxima a una realidad sólo
accesible en la visión de una mimesis que no se en-
a
tiende como imitación costumbrista, sino que quiere entenderse como representación de la realidad;
es decir, hacer presentes las cosas en el presente de
la presencia: como todo el tiempo que necesita la
abuela para cocinar la sopa de verduras, mientras
el abuelo lee, antes, mucho antes de que un ángel
irrumpa y asesine el tiempo en el instante de su visita. Porque, ¿qué realidad demanda su re-presentación? Nadie imagina lo que tiene enfrente, lo que
reside en la cercanía. Sólo la realidad ausente, lo
irremediablemente ido, lo que nunca ha sucedido y
es, además, la condición radical de lo finito; eso que
llamamos real, eso es lo que irrumpe como un prodigio en la dimensión de aquello que llamamos ficción.
La ficción como el lugar donde reside y se muestra
la verdad de lo real que lo real no posee; el significado de las cosas que las cosas no tienen; en suma, la
mimesis del teatro, que es lugar donde todo lo que es
siempre es otra cosa.
Tal vez por eso, la pasión realista de Leñero, que
es pasión por la verdad de la realidad, pasión que ha
presidido su audacia periodística, pasión por una ficción que descuartiza la cotidianeidad y que renovó la
sintaxis y el léxico de la novela mexicana, por eso, tal
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V I C ENTE L EÑER O : 8 0 AC TOS
EL R EA L I S MO I D EA L D E V I C ENTE L EÑER O
Itinerario deslumbrante,
la obra de Leñero, drama
de hoy, consumido en el
instante del escenario,
parece ser el legado más
fecundo para el futuro
de nuestro teatro. Un
panorama contradictorio
que entraña una sabia
congruencia en la que
parece realizarse el antiguo
paradigma del teatro.
vez, haya tenido que ser, en sus últimas consecuencias, la pasión dramatúrgica de un cabal hombre de
teatro.
La obra de Vicente Leñero significa muchas cosas
para la cultura mexicana de nuestro tiempo: renovación de la narrativa, ejemplo y cátedra del periodismo, dignidad artística en el cine y la televisión. Sin
embargo, ninguno de estos significados considerables alcanza la dimensión y trascendencia que significa el venir a ser el dramaturgo mexicano más consistente de la segunda mitad del siglo xx.
Por caminos de rigurosa soledad literaria, Vicente
Leñero accede al teatro, el arte de la traumática creación colectiva, que habría de transformar al escritor
insólito en el ejemplar dramaturgo de la solidaria
confabulación teatral. En Leñero el teatro mexicano
de nuestro siglo agota el ciclo de los escritores de la
literalidad del drama y con él inicia la crisis renovadora de la experimentación, ya no escénica sino desde el texto mismo de la propuesta dramática. Crisis
fecunda que habría de venir a descubrir lo que se sabía de antiguo, pero que había sido olvidado en los
deslumbramientos de la inepta cultura de los paradigmas: que el lenguaje del teatro no es reductible a
literatura, que su poder reside en el enigma que palpita en ese fulgor que precede a la palabra, en el instante vivo del escenario de aquel drama invisible que
sucede en la mente del actor y que, en realidad, sólo
puede escribirse en el tejido nervioso del espectador.
La aventura dramatúrgica de Vicente Leñero
transita escenarios y vanguardias en un proceso
de transteatralización incesante que nunca se autocomplace, y va hacia la construcción de la mimesis
realista de una existencia desrealizada, que quisiera
ser, utópicamente, la invención de un algo que pudiéramos llamar mexicano, porque aún no existe, entre
otras cosas porque aún no se ha teatralizado.
El realismo teatral de Leñero es la visión perspicaz de quien consigue reconocer lo incorrecto dentro de lo habitual, la catástrofe oculta en la normalidad; un teatro cruel que sin embargo se conmueve
de la angustiada mediocridad de ese naufragio sentimental con que agoniza la clase media —media de
ese pueblo tan grande que quiso ser la ciudad moderna, pero que antes de llegar a serlo se convirtió en infierno milenarista.
El realismo de Leñero es el drama de la menguante conciencia de la realidad y del presente que se convierte en la euforia de los recuerdos. Mimesis teatral
donde lo mexicano irrumpe en el desencanto sufridor de un irónico pesimismo ideológico en el que al
mismo tiempo, en la aguda sensibilidad con que se
testimonia el fracaso, se adivina una irrenunciable
capacidad humana para la esperanza: dolorosa fe en
lo mexicano; tenacidad teatral por el realismo mexicano. Una esperanza más grande que la que alumbró
cualquiera de las perspectivas programáticas del nacionalismo de Rodolfo Usigli y de sus discípulos.
Aún más, una esperanza que parece obstinarse
frente al fracaso de ese nacionalismo. Una obstinación que el teatro de Leñero parece llevar lentamente por la fuerza efectiva de la negación de sentido a
un extremo tal de ausencia de perspectivas que obliga a toda voluntad de sobrevivencia teatral a hacerse
la misma pregunta: ¿qué hacer? Frente a esta imposibilidad, frente a esta catástrofe espiritual, frente a
esta desrealización de la realidad, ¿qué otra cosa hacer, sino teatro? Hoy más que nunca teatro, y teatro
realista, aquí precisamente, ahora, más que nunca
mexicano, teatro realista mexicano.
Los pasos teatrales de Leñero han ido señalando
un deslinde donde el significado del teatro se radicaliza en su autonomía insustituible y en su poder
intransferible.
Todo es susceptible de ser teatralizado: la literatura, el cine, la historia, el deporte, el periodismo; al
revés no se puede, sólo el teatro puede contenerse a
sí mismo. Sólo el teatro es teatro, porque si todo es
teatro, nada es teatro.
La política, premática de la polis, se trama en la
construcción, transformación o destrucción de la ciudad humana. La poética, discurrir de la poesis, se
afana en la invención del mundo, realiza el cosmos y
sucumbe al caos.
Diderot escribió el discurso de la política del actor y así lo rescató de la excomunión política a la que
Platón lo había sentenciado en su República Ideal.
Stanislavski y Chéjov, que no son la antípoda de Diderot, sino más bien su complemento, pretendieron
llevar la política del actor a la dimensión de aquella
poética en la que Aristóteles no quiso incluirlo cuando formuló la representación poética de la realidad.
Nuestro tiempo parece recaer en aquella recurrente
catástrofe espiritual que ha pretendido subyugar la
razón poética a la razón política. Solo que ahora resulta peor: se hace a favor de una inopia política, ni
real, ni ideal: la alienación del mundo y el comercio
de los sueños.
Itinerario deslumbrante, la obra de Leñero, drama de hoy, consumido en el instante del escenario,
parece ser el legado más fecundo para el futuro de
nuestro teatro. Un panorama contradictorio que entraña una sabia congruencia en la que parece realizarse el antiguo paradigma del teatro, en el que parece demostrarse que los modelos del teatro son más
antiguos, más fuertes y con mayor capacidad de sobrevivencia que todo lo que podamos agregarles a
partir de nuestra contemporaneidad.
Así, el teatro de Leñero ha construido las paradojas de su eterno retorno.
Desde el anuncio escandalizado de Pueblo rechazado hasta la blasfema transfiguración de Jesucristo
Gómez se cumple el evangelio cruel de la paradoja:
ésta es la noticia periodística: vino a los suyos y los
suyos no lo conocieron.
Del enigma de Los albañiles al thriller de Nadie
sabe nada se consuma el crimen no resuelto que se
oculta en todos los crímenes de cada día.
De El juicio a León Toral a la alucinada Noche de
Hernán Cortés se liberan los monstruos que engendra el sueño de la historia.
De La mudanza a Todos somos Marcos se desciende a la semilla de la discordia social; la guerra civil
reside latente en la incomunicación de los amantes.
La lucha de clases entraña una lucha más antigua: el
combate de los sexos.
De Los hijos de Sánchez a Los perdedores se traza el
horizonte del oprobio social; la derrota es insolidaria, la soledad del portero es hija de la traición.
Del misterioso asesinato de Compañero Che Guevara a El martirio de Morelos la historia se desrealiza
en la relatividad del documento: la verdad es la consistencia indecible de la duda, la duda es el suspenso de la
conciencia y la historia un invento de los rebaños.
De La visita del ángel a ¡Qué pronto se hace tarde! el fin es sólo el comienzo del presente, el tiempo
siempre avanza hacia atrás porque es un invento de
la memoria.
Paradoja poderosa, el teatro de Leñero puede ser
una eficaz historia de intimista indagación psicologista, capaz de abrir una grieta en la trama monumental de la historia para desangrar ahí el torrente
de la epopeya. A la vez que puede agitar una inmensa marea social capaz de invadir y avasallar el espacio sagrado de la intimidad con que se descorazona
el tiempo de una realidad ausente.
Hace años estuvimos juntos, frente al escenario: perseveramos, dudamos, discutimos, nos equivocamos; seguimos nuestro camino. Conversación
larga, frecuentemente interrumpida por silencios.
Si yo hubiera estado solo, seguramente, como tantos otros, habría seguido otro camino. Difícilmente
hubiera podido mantenerme en éste, el nuestro, el
de nuestra confabulación, sin su compañía y apoyo.
Sin la insustituible y discreta solidaridad con la que
sabe acompañar a aquellos que se han decidido a llenar y marcar su vida con la escritura del escenario.
Hace poco leí la última edición del libro donde
narra sus propias aventuras teatrales. En esta edición cuenta los episodios finales que lo llevaron a
dejar el teatro. Perplejo y adolorido fui leyendo su
versión de muchos de aquellos hechos vividos juntos en el afán de una fecunda confabulación teatral.
Dolor porque ensombrece esa necesaria amistad
sin la que no se puede construir y cultivar el teatro.
Perplejidad ante la falta de justicia y de veracidad de
algunos relatos. Lamenté que sucumbiera a innecesarias descalificaciones que resultan indignas de
aquella generosidad que siempre prodigó la amistad. Me entristeció saber que en la hora del distanciamiento, la memoria de lo compartido no ha sido
honrada por la veracidad.
No sé si el vertiginoso transcurrir del trabajo escénico que nos mantiene siempre mirando hacia
adelante, hacia el próximo estreno, me regalará alguna vez el remanso de un momento para mirar hacia
atrás y poder contar mi versión de aquellos hechos y
desahogar las impresiones que han dejado en mí.
Lo que sí sé de cierto es que siempre guardaré
con alegría y gratitud la memoria de nuestras andanzas comunes, entre las que creo reconocer con
justo aprecio algunos momentos culminantes de
nuestro teatro reciente.W
Luis de Tavira, director y dramaturgo, dirige la
Compañía Nacional de Teatro.
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JUNIO DE 2013
Fotografía: L E Ó N M U Ñ OZ S A N T I N I
V I C ENTE L EÑER O : 8 0 AC TOS
A RTÍ C U LO
Un editor así
La crítica y los lectores han dicho mucho sobre la vida literaria
del ya octogenario Vicente Leñero, pero poco se sabe de su faceta
como editor. Tal vez lleguemos algún día a conocer los detalles
de su forma de editar revistas; por ahora, un reciente socio suyo
en la fundación de una editorial de libros comparte aquí unas
pinceladas de su modo de ejercer el oficio editorial
GERARDO VILLADELÁNGEL
EL EDITOR NARVAL
D
e pronto no es muy sano
sentarse a platicar con
Vicente Leñero. Es decir, lo es, mas suele fumar —lo que poco o nada
importa, de hecho— y
por cada calada, si se le
sabe escuchar y ver, si es
que yo lo he sabido hacer y cabe contarlo, puede decir sin proponérselo una sentencia desollante
que en realidad es ápice de memoria de un hombre
jovencísimo que lo ha vivido todo, que se ha encontrado con todos y que ha grabado la experiencia en
el marfil de sus dientes, más en específico en los caninos, para bien o para mal, según se pongan a remojar las barbas.
Conversar con él mientras sostiene el cigarro en
la boca me ha llevado dos o tres veces a exacerbar
esa condición mexicana que trasmuta la sapiencia
en colmillo, incisivo que, ya con la vista puesta en el
Marlboro blanco que parte sus comisuras como una
extensión ósea, logra en Vicente las dimensiones
JUNIO DE 2013
propias del narval, que domina orondo los mares
gracias a su ahuesado, puntiagudo e hipersensitivo
exocerebro. Por eso Vicente da un poco de miedo,
aunque, en legítima defensa, también alegra. Crea
en el otro esa seguridad del inseguro que está con
alguien que va muy por lo suyo, esgrimiendo la vida
—la vida en México, nada menos— como si se tratara de una serie de causas vueltas acontecimientos.
—Vicente, ¿tú has visto a los narvales? Son unos
animales que rondan las aguas del norte de Islandia. Tienen un colmillo gigante que les sirve para
mil cosas. Se ve que narval es una conjunción del
islandés entre muerte y ballena: “ballena muerta”,
porque lo blancuzco de su color lo hace parecer cadáver. Al narval lo citan mucho los vikingos en sus
sagas; saga también es un término islandés que significa “relato”…
—Qué güeva saber tanto.
Reticente abundancia de saberes, Vicente es un
muro de contención nutrido de creencias, lenguajes, dudas, tratos y lecturas dispuestos hasta el tuétano en los órdenes que exige la escritura. Si “escribir es, en cierto modo, fracturar el mundo y re-
a
hacerlo”, como dijo Roland Barthes, Vicente se ha
fracturado a sí con su geografía, para reconstituirse, como quien edita la vida: el editor Leñero.
EL EDITOR
DE LA RAJA EN EL SUELO
Vicente y yo supimos de nuestra fascinación por el
olor a humedad bajo un estridente corte de rebabas,
como si el silencio campara y como si nos enfrascáramos en un intercambio de frases un tanto cotidianas. Parece que en grados igualmente extremos,
aunque bipolares, mientras a él le repugna la peste
a viejo, a cubo de elevador, a obra negra, a tinaco de
asbesto, a mí suele atraerme ese tufo denso que estoy por considerar aroma.
Vicente detesta el hedor desde sus tiempos de ingeniero, entre otras cosas porque le representa el
proceso inconcluso, muy probablemente infinito,
siempre frustrante, del edificio en remojo que se levanta por gracia y desgracia de técnicos y albañiles.
Eso me contó o así lo entendí, y justo de allí salió
su relato: de un condominio vertical a medio hacer
que, proyectado enfrente de un cafecito en el que
11
Fotografías: A R C H I VO P E R S O N A L D E V I C E N T E L E Ñ E R O
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Vicente Leñero en el Fondo
VIAJE A CUBA
A FUERZA DE PALABRAS
LA GOTA DE AGUA
TEATRO COMPLETO
En 1973, veinte años después
del asalto al cuartel Moncada, el
periódico Excélsior envió a Leñero
a la isla caribeña para cubrir dicha
conmemoración y escribir una serie
de reportajes sobre Cuba y el estado de
la Revolución. El resultado fueron
estos escritos y fotografías, de los que
se imprimieron 20 mil ejemplares,
en los que el escritor demuestra su
mirada aguda y su destreza narrativa
para articular un texto en el que,
como buen reportero y como el
gran dramaturgo que llegaría a ser,
intercala preguntas, diálogos, pone a
conversar a la gente, entrega al lector
un documento que retrata, con gran
nitidez, la realidad de aquellos años.
Aquí se encuentran la esperanza de
la gente que veía en la Revolución un
motor para modernizar y terminar
con la injusticia en Cuba, la actitud
defensiva que pervivía —y aún
existe— contra todo aquello que
criticara las políticas del gobierno
revolucionario, las acciones de un
gobierno que tenía que inventarse
y reinventarse para enfrentar
los grandes retos internos y las
hostilidades externas, en fin, se
encuentra una radiografía que
permite comprender mucho de la
actualidad cubana.
Corría el año 1961 y el joven autor
tapatío —que en aquel entonces
contaba con 28 años de edad—
publicó su primera novela: La voz
adolorida. Editada originalmente por
la Universidad Veracruzana, dentro
de su colección Ficción, al cumplir
quince años cambió de título y de
sello editorial: pasaría a convertirse
en A fuerza de palabras y circularía
bajo el abrigo Grijalbo. Aunque la
nueva edición, que en 2002 llegó al
Fondo, fue corregida por Leñero, la
novela siguió conservando el poder
literario que impactó a la crítica
desde su primera salida de prensas.
Protagonizada por Enrique, esta obra
presenta el monólogo vertiginoso
que sostiene el protagonista antes de
ingresar al manicomio: un cauce
de voces que envuelve y arrastra al
sinsentido, un mar de expresiones de
dolor y de angustia, una ruptura de
la lógica que encuentra su propia
voz, su coherencia propia: una
exploración del lenguaje y del pasado
como estrategia de sobrevivencia y de
creación literaria.
Una familia de la ciudad de México
despierta, a principios de los años
ochenta, sin posibilidad de bañarse
ni cocer los alimentos. Nada más
cotidiano y común le sirve a Leñero
para construir en esta, su octava
novela, una obra cargada de ironía
e lucidez narrativa que captura al
lector desde sus primeras páginas,
pues frente a dicha escasez y a los
vanos esfuerzos de la familia por
recuperar el líquido vital, el autor
da vida a una crónica hilarante en la
que los protagonistas se enfrentarán
a una serie de sinsentidos y
dificultades que atraviesan, entre
otras cosas, por el cinismo de
albañiles, ferreteros y vendedores
de tinacos. En su Antología de la
narrativa mexicana del siglo XX
(fce, 1991), Cristopher Domínguez
Michael destaca la eficacia de esta
novela: “Logra una intensidad
narrativa que obliga al lector a
devorar el texto, como si se tratara
de la más intrincada y rítmica de las
tramas policiacas. La gota de agua
es una fina burla de la ‘vieja’ nueva
novela francesa.”
La trayectoria de Vicente Leñero
atraviesa distintos costados de la
palabra escrita, desde el periodismo
hasta la narrativa y la dramaturgia.
Esta última faceta ha sido una de
las más fértiles y lo ha convertido
en un autor fundamental dentro de
la tradición teatral de nuestro país.
Con impecable maestría formal, el
autor logra perfilar en sus obras el
carácter humano y multifacético
de una sociedad compleja a través
de la crónica de su presente y la
inquisición de su pasado. Con ello,
sus obras presentan una semblanza
dramática de una comunidad en
contradicción constante y dan pie
a la reflexión sobre temas centrales
como la libertad, la rebeldía, el
poder y la imaginación. Estos dos
volúmenes reúnen su producción
dramática: el primero, con 12 piezas
que abarcan sus primeros 17 años
de creación desde Pueblo rechazado
hasta ¡Pelearán diez rounds!; el
segundo, con 11 obras que cubren
su producción de 1986 a 1997, y que
incluyen textos como ¿Te acuerdas de
Rulfo, Juan José Arreola?, Jesucristo
Gómez, Nadie sabe nada, Todos somos
Marcos o Qué pronto se hace tarde.
Ambos volúmenes capturan el legado
de una de las plumas más valiosas en
la escena mexicana.
letras mexicanas
1ª ed. en fce, 2002, 156 pp.
968 16 6558 9
$88
letras mexicanas
1ª ed. en fce, 2002, 222 pp.
968 16 6554 6
$120
testimonios del fondo
1ª ed., 1974, 64 pp.
letras mexicanas
Tomo I
1ª ed., 2008, 670 pp.
978 968 16 7996 5
$360 (rústica)
$405 (empastado)
Tomo II
1ª ed., 2011, 616 pp.
978 607 16 0603 7
$355
12
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VICE NT E L EÑER O : 8 0 AC TOS
U N ED I TO R AS Í
Reticente abundancia
de saberes, Vicente es un
muro de contención nutrido
de creencias, lenguajes,
dudas, tratos y lecturas
dispuestos hasta el tuétano
en los órdenes que exige la
escritura. Si “escribir es,
en cierto modo, fracturar
el mundo y rehacerlo”,
como dijo Roland Barthes,
Vicente se ha fracturado
a sí con su geografía, para
reconstituirse, como quien
edita la vida: el editor
Leñero.
a veces desayunamos, perfuma y escandaliza una
avenida curva de la colonia San José Insurgentes.
Yo le hablé de una raja abierta una madrugada en
el piso de la casa de mi madre. Apareció en la sala y
estuvo allí por años, primero rasa y luego apenas disimulada por una tablita que alguien sujetó, a nudos
y puentes de un cordón rojo, en las juntas paralelas
a la hoja fracturada. Siendo niño acostumbraba meter la nariz en aquella quiebra para respirar, a solas
o a escondidas, el vaho del espacio oscuro que se
extendía a lo bajo, entre el suelo de madera y lo que
era el techo del vecino de la primera planta. Como
uno de mis primeros conflictos, por meses temí que
repararan la duela, que un maestro carpintero se
apersonara y cubriera el hueco para siempre.
—Y a esto olía, Vicente.
—Me parece horrible.
—…
—Uno es lo que recuerda, y a mí me parece un
olor ruinoso, de los años de pasantía, aunque uno
asocia la memoria como mejor le conviene.
—…
—Tú eres editor, deberías saber de lo que te hablo.
EL EDITOR
DE AKUTAGAWA
Con todo y su orden zen, el editor Leñero desconfía
de aquello que a la letra se procure japonés. De vena
más cercana a las tradiciones castellana, anglosajona, francesa y rusa (le ha descubierto verdaderos
gazapos al propio Dostoievski), le cuesta comprender el cuerpo milenario de las letras niponas, de
Murasaki a Murakami. Japón es un país que le parece insondable, y más todavía por su discurso literario que, intuición de autor, puede distar mucho de
aquel que ha dispuesto el grueso de las peregrinas
editoriales españolas. Dicha narrativa, o su versión,
no conviene darla por sentada.
Pareciera, dice Vicente, que esas enormes historias, separándolas por unidad y haciendo una rigurosa selección de la esencia de cada trama, pueden
caber en tres haikús. ¿Es posible que se escriba de
una forma tan fríamente descriptiva, tan distante? ¿De veras se puede extender de tal manera el
desarrollo de una historia, a ojos vista y las más de
las veces, fundamentalmente breve? ¿Cómo leer
una escritura basada en símbolos que todo lo concentran, que pueden contener el mundo y el vacío
al mismo tiempo? ¿Será cosa de traductores? De
alguna manera, las dudas del editor Leñero fueron aquellas que llevaron a Barthes a descifrar por
cuenta propia un horizonte más amplio del Imperio
de los Signos: “el país de la escritura […] el más alejado de los disgustos, las irritaciones y las negaciones que suscita en él la mediocridad occidental”.
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Sin llegar a serlo del todo, el atisbo japonista de
Vicente se ha vuelto un misterio que más temprano
que tarde el editor Leñero ha de revelar por propia
mano, en una oportunidad que al parecer está por
llamar a la puerta. En pocos meses, bajo el novísimo sello de La Jaula Abierta y en traducción directa de Ryukichi Terao, unos Cuentos cristianos de
Ryūnosuke Akutagawa serán laboratorio editorial
de un autor que pondrá ojos y acotaciones en una
estilística que deseo supere su escepticismo.
EL EDITOR
DE LA JAULA ABIERTA
Con la versión corregida y aumentada de The Imaginary Networks of Political Power, ensayo de Roger
Bartra, hace poco menos de un año Vicente Leñero, Miguel Ángel Echegaray, el propio Roger y yo
fundamos La Jaula Abierta, una editorial cuya idea
tácita consiste en publicar obras desde el punto de
vista de autores-lectores, a partir de la selección
de textos, temas y discursos que, según conceptos,
tránsitos y gustos ocupan —u ocuparon— un lugar
importante en nuestros argumentos y procesos,
tan variados y tan distantes.
A la vez que pretendemos renovar lecturas en
desuso, olvidadas, desaparecidas, raras y necesarias en el contexto presente, en cierto modo deseamos crear un mapa en donde el ensayo y la narrativa tengan la misma trascendencia que, por ejemplo,
la poesía o el cómic, lo que deberá juzgarse, entre
otras cosas, por la plástica que buscamos dar a cada
título, ponderando el papel editorial como artífice
de volúmenes bellos, de gran imaginación objetual.
Fue Vicente quien planteó como punto imprescindible recuperar el trato personal entre el editor
y sus autores, una relación hoy casi perdida y que
hasta hace unos años vitalizaba al gremio con lazos
estrechísimos. Como ejemplo recurre a la figura de
Joaquín Diez-Canedo padre:
—Ya hay pocos editores como el viejo Joaquín,
que incluso leía tus libros, y lo hacía casi como si
fuera tu papá. Era inclemente, durísimo, pero estaba allí. Nos sentíamos más seguros. Con la mente
clara en cuanto a lo que quería publicar y dispuesto
a recibirte y a tomarte la palabra para luego torcerte la mano, como era su papel y su costumbre. Nosotros no le torceríamos la mano a nadie, aunque
luego hace falta, no creas. La Jaula tiene que ser
eso, abrirse a los otros desde la cercanía.
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EL EDITOR
QUE TUERCE LA MANO
Durante los últimos diez años Vicente ha sido una
presencia permanente en cada uno de los procesos
que me han llevado a dar forma a El libro rojo. Continuación, una antología que ya ha alcanzado el tercero de sus cinco volúmenes y que a la postre reunirá
a más de trescientos colaboradores, entre escritores
y artistas visuales. No puedo dejar de reconocer su
juiciosa sombra, nunca desapegada, en el desarrollo de lo que fue un proyecto imposible y hoy es una
colección tangible de miles de páginas y cientos de
historias elaboradas por un mismo número de autores a petición expresa.
La clave me la dio el editor Leñero desde un principio, sin dejar de fumar y sin saber incluso que yo
lo perfilaba como un narval:
—No sueltes a tus colaboradores, tuérceles la
mano; de ti depende que por uno paguemos todos.W
Gerardo Villadelángel, amigo de Vicente Leñero
y editor de La Jaula Abierta, es el coordinador
de El libro rojo. Continuación ( FCE).
a
fondo
decultura
economica
com
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Ilustración: O S WA L D O S AG Á S T E G U I
DOS ESTAMPAS DE ERICH FROMM
Estamos por publicar un volumen con tres textos de Xirau sobre Fromm. Este breve artículo
remite a un libro póstumo escrito por el pensador alemán, que en inglés lleva el título
The Art of Being y es una suerte de segunda parte de ¿Tener o ser? Aquí, su colaborador
en un trabajo sobre la naturaleza humana describe apretadamente la opinión
de Fromm sobre tan espinoso asunto
ENSAYO
Erich Fromm y la naturaleza
del hombre y el arte de ser
RAMÓN XIRAU
A
ntes de pasar al tema de este
texto, permítaseme hacer
algo de historia personal. A
principios de los años sesenta había yo tenido trato con
el doctor Fromm gracias a
amigos del Instituto Mexicano de Psicoanálisis y, en
especial, gracias al doctor
Guillermo Dávila. En el curso del verano de 1966, Erich Fromm me hizo saber
que le gustaría hablar conmigo de un asunto concreto. Se trataba de lo siguiente. La editorial Macmillan
le había encargado una antología, con prólogo bastante detallado, notas y bibliografía. Tema: la naturaleza del hombre. ¿Querría colaborar con él en la
“hechura” de este libro? No oculto que la idea me entusiasmó no sin causarme algunas dudas. Era yo todavía bastante joven y Fromm era una figura conocida en todo el mundo. ¿Cómo sería esta colaboración?
Fue magnífica y lo fue doblemente: por la riqueza en
el intercambio de ideas (Fromm nunca fue impositivo) y por hacerme conocer, creo que a fondo, a este
hombre excepcional dentro de su sencillez. Hondamente emotivo sin dejar de ser enérgico, afectuoso y
disciplinario, se revelaba, con toda su personalidad,
en la mirada a la vez acerada y afectuosa. Trabajar
con él fue, en parte, discutir acerca de la naturaleza
humana; fue, acaso, encontrarse ante todo con un
hombre vivo, concreto, no exento de humor y culto,
cultísimo.
En la obra de Erich Fromm, donde quienes no lo
conocieron podrán percibir algo de su personalidad, están presentes los filósofos de Occidente y los
pensamientos surgidos, a lo largo de los siglos, de
la tradición judía, es decir, de la Biblia, del Talmud.
Porque este hombre, que tan ligado estuvo a la escuela de Fráncfort —sus diferencias y discrepancias
con Adorno y Marcuse llegarían más tarde— estaba, por así decirlo, empapado en la cultura judía y
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en lo más universal de esta cultura. Su conocimiento de los textos bíblicos y de la filosofía judaica se
reflejaban muy frecuentemente en sus conversaciones y en sus obras.
Ahora bien, a través del pensamiento judío, hay
que recordar que Erich Fromm estuvo especialmente influido por Spinoza, con cuyo influjo se enriqueció su propia obra. Sería importante llevar a
cabo un análisis detallado de esta influencia que es,
muchas veces, una afinidad electiva. No es éste el
momento de hacerlo sino simplemente de recordar,
muy brevemente, algunos de los temas vividos y vitales que Fromm entresacó, con plena conciencia,
del pensamiento del filósofo de Ámsterdam. Los libros de la Ética de Spinoza que más profundamente
influyeron en Fromm fueron lo que llevan por número iii, iv y v. Spinoza, lo sabemos, pensaba que
lo que caracteriza al ser es su “conato por permanecer en su ser”. Este conato, este impulso, llevará
por nombre, en la obra de Fromm, biofilia, “amor a
la vida”. Spinoza decía que quien conoce la verdad,
quien ha alcanzado la sabiduría, desarrollaría un
verdadero “amor intelectual de Dios”. En la obra
de Fromm son centrales el amor y lo que llamaba la
“experiencia x”, es decir, la experiencia mística religiosa que no necesariamente es teísta, como nulo es
en el caso de Fromm. Esta experiencia la entendía
Fromm a veces al modo del budismo zen; la entendía, sobre todo, en la obra de este gran místico, que
leía noche en la noche: el Maestro Eckhart.
Presencia de Spinoza; también naturalmente de
Marx. Fromm conocía a fondo El capital y otros escritos; tenía sobre todo en cuenta los Manuscritos
económico filosóficos de 1844. Fromm buscaba en
Marx al humanista más que al científico y acaso no
sea falso decir que, según él, hoy en día es posible
un socialismo que entrañe libertad —esta capacidad de elegir entre alternativas concretas—, que entrañe tolerancia y que entrañe respeto escrupuloso
a la persona humana, a los individuos.
a
Profundicemos algo más en el tema de la naturaleza humana.
Para hacerlo es necesario señalar antes uno de
los descubrimientos cruciales de Erich Fromm: el
de la existencia de un “carácter social”. A la pregunta “¿qué es el hombre?” Fromm contesta, en primer
lugar, que para precisar el sentido de lo propiamente humano es necesario entender el universo social, en el cual el hombre vive como persona. Recordemos que Fromm, en colaboración con Michael
Maccoby, llevó a cabo un excelente estudio sobre el
carácter social de un pueblo del estado de Morelos
(México).1
Se ha deslizado, en lo que acabo de decir, la palabra persona. No es ésta una palabra que encontremos
frecuentemente en la obra de Fromm. Creo, sin embargo, que cuando Fromm quiere caracterizar a los
hombres, nos habla más de las personas que de los
individuos. En efecto, si por individuo entendemos
un ser indiviso, igual a todos los otros, reducible a un
número —en el ejército, en la clase o en este salón—,
si el individuo es, en otras palabras, uno de tantos,
Fromm rechazaría este tipo de individuo. Hubiera podido aceptar, en cambio, la noción de persona
si por ésta se entendiera un ser completo, heterogéneo, vivo, a la vez mente y cuerpo o, si se quiere, alma-cuerpo. En otras palabras, la persona humana no
fue nunca para Fromm un ser abstracto y robotizado, sino un ser vivo, adolorido, pero también capaz de
alegría y gozo, de amor intelectual.
Frente a las interpretaciones mecanicistas de los
conductistas, Fromm introduce un concepto dinámico del carácter que, si bien se inicia ya con Freud,
otorga más peso a los hechos sociales por lo que toca
a la formación del carácter.
Sea un ejemplo.
1 Sociopsicoanálisis del campesino mexicano: estudio de la economía y la
psicología de una comunidad, México, fce, 1973, Psiquiatria y Psicología.
15
DOS ESTAMPAS DE ERICH FROMM
ERICH FROMM Y LA NATURALEZA DEL HOMBRE Y EL ARTE DE SER
Si tratamos de la valentía, podríamos pensar que
ésta es la característica de aquella persona que no se
desalienta ante los peligros y que, a pesar de ellos, actúa, no sin dificultades ni obstáculos (ya sean internos, externos o interno-externos). Tal descripción
no es falsa pero para concretarla, hacerla viva, encarnarla, debemos tener en cuenta que las condiciones
que conducen a un acto de valentía pueden tener muchos y diversos orígenes: desde la actitud claramente honesta —por ejemplo, seguir el camino del deber
con una conciencia clara y lúcida— hasta el egoísmo,
la vanidad o, incluso, el deseo de autodestrucción. Lo
cual es una forma de decir que la estructura social
que forma, si bien no determina del todo a las personas, está constituida por unas constantes y múltiples variables. Por una parte, existe una determinación social común a todos los miembros de un grupo
—pueblo, ciudad, nación—; por otra parte, existe —y
el punto es crucial— el desarrollo personal a partir
de los mismos hechos sociales comunes. En suma: el
carácter social es común a todos los miembros de un
grupo, pero además se personaliza y se despersonaliza de manera distinta en cada miembro del grupo.
Tal es, en la obra de Fromm, el sentido de las palabras “naturaleza humana”. Conviene, sin ser exhaustivos, precisar más detalladamente.
Para Erich Fromm, el hombre es un ser que se
hace a sí mismo. Así expresada esta idea no es nueva:
puede encontrarse en los idealistas alemanes, en los
vitalistas, en algunos filósofos de la existencia. Por
decirlo con Ortega y Gasset, el hombre no es exactamente un “ser”, es un “quehacer”. De ahí que si aceptamos que somos aquello que nos hacemos, somos
responsables de responder y llevar el ser de nuestros actos.
Permítaseme, en este punto, una breve acotación.
En algunas ocasiones Fromm parece decirnos que
el hombre es un ser perfectible, sin olvidar naturalmente que esta perfectibilidad puede verse anulada
por tendencias necrófilas y, por lo tanto, destructivas. Pero la idea misma de perfectibilidad es discutible. Tomada en el sentido “optimista” de muchos
de los pensadores del siglo xix —Feuerbach, pero
también Auguste Comte o incluso Marx— puede
conducir a la idea de que el hombre podrá en el futuro —algún futuro— ser su propio dios, por decirlo
con rapidez, aunque no con falacia; que renunciando
a dios, el hombre podrá progresar por una vía que le
lleva a una suerte de paraíso en la Tierra. Lo decía, en
versos entusiastas, Victor Hugo: “Temps futurs, vision sublime / les siècles sortent de l’abime…” Nuestro tiempo se ha encargado de hacernos ver que este
entusiasmo humanista —este endiosamiento del
hombre— es imposible y conduce a crear verdaderos
ídolos.
Pues bien; no es ésta la actitud de Fromm, salvo,
acaso, en algún escrito relativamente juvenil. En su
caso, más que de perfectibilidad, sería tal vez más
adecuado hablar de mejoramiento.
En suma, Fromm es idealista (en el sentido común
y corriente del término, el de tener ideales). Pero no
deja de ser realista. Baste recordar, para también recordar su realismo, dos de sus libros: El corazón del
hombre y La anatomía de la destructividad humana.
No, la idea de un hombre deificable no está presente en la obra de Erich Fromm. Para “desfacer”
posibles “entuertos” no es malo recordar la idea que
Fromm se hacía de la historia humana.
La historia es el progresivo proceso de la liberación de los hombres. Al hacer su propia historia
la humanidad ha pasado por etapas diversas, entre las cuales recordaré aquí solamente las más
importantes.
Dentro del universo bíblico el hombre empieza a
liberarse a partir de Moisés para quien Dios es ya el
Dios vivo y no un ídolo. En la filosofía de Maimónides, aunque no solamente en ella, se muestra un grado más avanzado de liberación cuando los pensadores creen poder llegar a conocer a Dios y al hombre
mismo por medio de la razón. En rebeliones sucesivas —los esclavos en Roma, la Revolución norteamericana de Independencia, la Revolución francesa—
podemos encontrar otras tantas etapas del proceso
liberador. Sucede, sin embargo, y esto en Fromm es
crucial, que frecuentemente no queremos ser libres.
Para anular nuestra libertad inventamos nuevos ídolos que nos enajenan y nos cosifican (cosificación, en
Fromm, suele ser sinónimo de enajenación).
Pero ¿qué es la enajenación? Quien mejor la ha
descrito es Hegel, si bien lo ha hecho en textos a la
vez varios y dispersos. Para Hegel, “enajenación” —o
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si se prefiere “alienación”— significa, ante todo, escisión, desunión. El significado de la palabra se altera
poco en Marx cuando éste piensa que el capitalismo
aliena al hombre y que el obrero es un capital humano; este hombre, este obrero, están aislados de lo que
pueden ser cuando se los piensa libres, están escindidos en su propio ser.
Fromm está de acuerdo con Marx cuando piensa que el capitalismo enajena al hombre. Cree, por
igual, que también lo enajenan todas las sociedades
totalitarias de nuestro tiempo. Muchas veces ignoramos nuestra propia alienación y aceptamos un
subsuelo de creencias no conscientes que podemos
llamar ideologías. Las ideologías desaparecerán mediante el análisis histórico y social unido a un verdadero psico-análisis.
Hay que resumir. La historia es una larga lucha
por la libertad, esta libertad tan frecuentemente
coartada por el hombre mismo, tanto en lo social
como en lo personal.
No creo deformar el pensamiento de Erich
Fromm si digo que, para él, la libertad pertenece a la
esencia del hombre y es uno de los atributos esenciales del hombre por más que éste se empeñe en negarla, en desvivirla en lugar de vivirla.
Liberación, libertad: pero, ¿en qué consiste para
Fromm la libertad? A través de su obra podemos
comprenderla como: proceso de liberación histórica; proceso de autoconciencia y autoconocimiento
(Fromm piensa, como Spinoza, que una pasión dejará de ser una pasión, es decir, una pasividad, cuando
sea clara y distinta), y alternativismo.
Aclararemos, brevemente, el sentido de la palabra
alternativismo. No es difícil definirla aunque entrañe serias dificultades vivir lo que esta palabra signifique. He dicho que Fromm es idealista y realista.
Muy de orden realista es su idea de la libertad. Las
grandes discusiones metafísicas, tantas veces abstraídas y hasta distraídas, no atraen a este hombre
que sabe que todos los hombres están luchando cotidianamente dentro de situaciones concretas. Ser
libre es, para él, decidir constantemente entre alternativas reales. Lo cual requiere esfuerzo y decisión.
Fromm, como su maestro Spinoza, cree, en efecto,
que la libertad se gana paso a paso, más allá de pasiones que son pasividades que, a su vez, son sufrimientos. En otras palabras (muchas veces repetidas en
su obra), para Fromm el estudio del hombre es el de
un creador o, más exactamente, el de alguien “productivo”. Y este producir es tanto un dar (y un darse) como un ir hacia adelante, adelantamiento que es
fruto de la recta elección entre alternativas.
Podría pensarse que existe un cierto conflicto entre las nociones de liberación y alternativismo. La liberación conduciría a una forma de mayor autoconciencia y autoconocimiento; el alternativismo sería
una forma del libre albedrío. El problema existe y
no es cosa de tratar de resolverlo aquí y ahora. Una
forma de hacer pactar las dos formas de la libertad
podría ser ésta: si la libertad existe es que antes debe
haber existido la posibilidad de decidir; en ese sentido la elección entre las dos alternativas (libertad
para) sería la condición de todas la libertades (libertad de).
Una frase de Sartre, con quien, por cierto, Fromm
no solía comulgar, puede ser aquí muy aclaratoria.
Decía Sartre: “Lo contrario de la libertad no es el
determinismo sino el fatalismo.” Al oponerse a las
idolatrías antiguas y modernas o contemporáneas,
Fromm se opone precisamente al fatalismo.
Pero ahondemos algo más en el sentido de la libertad. Si entiendo bien a Fromm, la libertad está para
él íntimamente ligada al desarrollo de la persona.
Es posible que, hablando estrictamente, no existan
en su obra criterios del todo fijos para definir la libertad pero existen, en cambio, dos salidas. Ante la
alienación que, en lo individual, hace que cada persona “se experimente a sí misma como un extraño” se
ofrecen dos caminos. El primero, ya citado, es el de
la “experiencia x”; el segundo, hasta aquí solamente
barruntado, tiene por nombre amor.
Es sabido que Fromm no pertenecía a ninguna
iglesia establecida. Veía, en cambio, en las verdaderas
experiencias místicas tanto modalidades de hondo
conocimiento psicológico (los grandes místicos suelen ser bueno psicólogos) como un camino no necesariamente teísta hacia el espíritu. Y aquí la palabra
espíritu no significa nada vago y vaporoso. Se trata de
un espíritu encarnado, encardinado, vivido. La experiencia mística nos enseña a ser hombres. Por eso
Fromm habla de sus propios puntos de vista cuando
a
hace suyas estas palabras del maestro Eckhart: “Ser
un hombre es lo que tengo en común con todos los
hombres; el ver, el beber, el comer, lo tengo en común
con los animales. Pero ser lo que soy es cosa exclusivamente mía, mía y de nadie más… excepto en cuanto soy uno mismo con todos los hombres.”
Así, la experiencia del místico no nos aleja a la alteridad sino que nos hace entenderla con mayor precisión y hondura. Esta realidad es la de la presencia
de todos los hombres en cada hombre en particular.
¿Otro atributo esencial? Sin duda. El que con Pico
della Mirandola y el propio Fromm podemos llamar
dignidad, la dignidad del hombre.
El hombre, si llega a desarrollar sus potencialidades y logra vencer los obstáculos que se le impongan
y que se impone a sí mismo, puede llegar a ser todo
un hombre sin que por ello tenga que aspirar a ser un
dios, a ser su propio dios.
En cuanto al amor, hay que empezar por decir que
el amor descrito por Fromm no es el que, malamente, suele definirse como amor romántico (¡mucho
más hondo fue el amor de los grandes románticos
que el que solemos llamar así!). El verdadero amor
implica, ante todo, para Fromm, “miramiento” hacia la otra persona, lleva consigo “respeto”, entraña
un ver al otro no tal como queremos verlo sino “tal
como el otro es”. Amar es conocer y el amor es, desde
el Antiguo Testamento, comunión, comunidad, relación viva. Este amor no excluye a la razón, una razón
también encarnada y vivida así como es concreta y
vivida la libertad que sabe escoger entre esto y aquello, entre alternativas precisas. Alguna vez le cité a
Fromm la famosa frase de san Agustín: ama et fac
quod vis, “ama y haz lo que quieras”. No era necesario
que Fromm concordara con el pensamiento todo de
san Agustín para poder aceptar esta frase reveladora; porque quien de veras ama hará siempre lo justo y
no podrá dejar de hacer el bien.
En última instancia, Fromm no creía que existiera una definición única de la naturaleza humana. De
ahí que prefiriera hablar más de “atributos esenciales” (esenciales para todos los hombres) que de una
naturaleza aislada y única. El hombre es un animal
racional pero esta racionalidad no agota su ser; el
hombre es un ser social pero tampoco esta sociabilidad lo agota. Mejor será decir que el hombre tiene,
entre sus atributos, la racionalidad, la sociabilidad, el
amor (el hombre es un ens amans, un “ser que ama”),
la libertad, el juego (el hombre tiene por atributo
esencial su jugar).
¿En qué sentido podemos hablar de un humanismo frommiano? Este humanismo entraña concebir
al hombre como un ser creador, como un ser que,
más allá de las pasiones, quiere a la vida, ama a la
vida misma.
Muy bien se daba cuenta Erich Fromm de que vivimos frecuentemente un “universo concentracionario”. Por su propia experiencia de las negatividades
de este siglo nuestro, Fromm podía escribir, cercano
aquí a Bergson: “Todos los hombres de buena voluntad, o mejor, todos los hombres que aman la vida, deben formar un frente unido para la supervivencia,
para que prosiga la vida y prosiga la civilización.”
La vida entera de Fromm estuvo dedicada y empeñada en encontrar vías de salida y de salvación
para el hombre de nuestros días. Acaso el meollo de
su pensamiento acerca de la naturaleza del hombre
pueda reducirse a dos preguntas y dos respuestas.
¿Qué es el hombre? Es, ante todo, un ser que debe
llevar a sus últimas consecuencias positivas el amor,
la vocación de vida, una razón humilde, la creatividad, y esto a pesar de todos los pesares de estos tiempos nuestros de penuria.
¿Qué es el humanismo? Justamente la posibilidad
de realizar esta creatividad, esta humilde razón, esta
biofilia, esta razón de amor que implica a la vez tolerancia, productividad y respeto.
Es en buena parte verdadero el viejo dicho castellano: obras son amores y no buenas razones. No creo
que estuviéramos lejos del pensamiento y la vida de
Fromm si dijéramos, modificando el dicho: obras que
son buenos amores son también, y al mismo tiempo,
buenas razones.
El hombre posee múltiples atributos. Es probable
que todos ellos queden englobados en las palabras de
san Agustín que ahora repito: ama et fac quod vis.W
Ramón Xirau, poeta, filósofo y, como puede
confirmarse en estas líneas, colaborador de Erich
Fromm, es miembro de El Colegio Nacional.
JUNIO DE 2013
DOS ESTAMPAS DE ERICH FROMM
Hace unos meses, la filial argentina del Fondo puso a circular un singular trabajo
de Erich Fromm, inédito hasta entonces en nuestra lengua. Se trata de su estudio cuantitativo
sobre los trabajadores alemanes poco antes del advenimiento del nazismo. Hemos tomado
este fragmento de The Lives of Erich Fromm: Love’s Prophet, una estupenda biografía cuya
publicación en español estamos considerando
R ES EÑA
Fromm y los obreros alemanes
L AW R E N C E J. F R I E D M A N
I
ncluso antes de convertirse oficialmente en director del Instituto para
la Investigación Social de Fráncfort, Max Horkheimer esperaba que
la teoría crítica se convirtiera en el
sello distintivo de la institución. Lo
que pretendía con esto era el cambio
de un marxismo perpetuamente optimista y dogmático, centrado en las
fuerzas económicas impersonales, a
una negación implacablemente crítica de la cultura
del capitalismo moderno. Este enfoque, que en parte se hacía eco del materialismo dialéctico de Hegel
—aunque sin su misticismo, su contenido teológico
o su lógica de desarrollo progresivo—, podría tomar
la forma de crítica constante a las grandes obras
de la teoría social. En esencia, Horkheimer consideraba la teoría crítica como ráfagas interminables de
un fuego intelectual cruzado que continuamente,
si bien de forma desigual, exponían las fallas de la
sociedad capitalista. El pensamiento psicoanalítico
ayudaría a afinar y tal vez a conservar el filo crítico y
claramente marxista.
Horkheimer también consideró que, en el desarrollo de la teoría crítica, era importante probar en
más de una ocasión las hipótesis a través de datos
empíricos. En 1929, su colega Felix Weil escribió al
Ministerio Alemán de Ciencia, Arte y Educación
para notificarle que el instituto deseaba iniciar una
investigación empírica del pensamiento y las condiciones materiales de los trabajadores alemanes. Sin
importar el recorrido diario que debía hacer desde
JUNIO DE 2013
Berlín durante sus primeros meses en el instituto,
Fromm ayudó a delinear los objetivos de este proyecto, y, para 1930, Horkheimer le había dado la instrucción de que lo convirtiera en su prioridad. En
ese momento, la mayoría de los participantes del
instituto militaban políticamente con los socialdemócratas, por lo que a los comunistas les preocupaba la creciente fuerza electoral nacionalsocialista
en Alemania, y culpaban en gran medida a los industriales y banqueros que financiaban a Hitler. Si
la marea del nacionalsocialismo había de ser contenida, Horkheimer y sus colegas fantaseaban con
que los heroicos trabajadores alemanes se unirían a
la resistencia; tenían la esperanza de que los trabajadores pudieran reunir la determinación y el valor
para luchar contra Hitler; sin embargo, la esperanza no constituía evidencia empírica. A decir verdad,
eran pocos los obreros alemanes que habían adoptado programas sociales progresistas después de
la humillante derrota sufrida en la primera Guerra
Mundial y durante el posterior establecimiento de
la paz, y tampoco se habían movilizado frente a las
ruinosas presiones inflacionarias de la década de
1920. Ante esta evidencia desalentadora y de sus
vanas esperanzas, Horkheimer encargó a Fromm
la tarea de investigar de forma sistemática las actitudes de los trabajadores alemanes a partir de 1918,
con el fin de determinar lo que se podría esperar de
ellos al tiempo que los nazis iban ganando envergadura y poder.
En virtud de que este estudio del obrero alemán
sería la primera tarea empírica exhaustiva del ins-
a
tituto, además de ser una prueba para saber si realmente encajaba en la agenda del mismo, Fromm
consideró imperativo adoptar la investigación mediante encuestas, a pesar de que tal método no había sido medular en su formación doctoral como sociólogo. Se dio cuenta de que tenía que “rearmarse”,
volverse algo más que un teórico social, por lo que
se apoyó en Paul Lazarsfeld como asesor estadístico, y en Ernst Schachtel, Herta Herzog y Anna Hartoch como investigadores adjuntos. Hilde Weiss resultó ser su colega más valiosa para ese proyecto:
tuvo a su cargo la distribución del cuestionario y
fue la responsable de tomar las medidas necesarias
para garantizar una alta tasa de respuesta por parte
de los encuestados. Weiss había estudiado proyectos alemanes de investigación anteriores basados
en encuestas, en especial los protocolos pioneros de
Max Weber para obtener datos sobre la psicología
social y los sentimientos de los trabajadores alemanes, y acercó a Fromm a los enfoques de investigación mediante encuestas diseñados por Weber. Fue
probablemente por sugerencia suya que Fromm se
reencontró con los seis volúmenes que su mentor,
Alfred Weber, había publicado entre 1910 y 1915, sobre las actitudes de los trabajadores alemanes en la
industria pesada.
Probablemente fue a través de Weiss que Fromm
descubrió que en 1912 el sociólogo Adolf Levenstein
había sido inspirado por Max Weber para conducir
la primera encuesta de interpretación sociopsicológica explícita y completa de los obreros industriales
alemanes, la cual se centraba en la relación entre la
17
DOS ESTAMPAS DE ERICH FROMM
FROMM Y LOS OBREROS ALEMANES
tecnología industrial y la “vida interior” del trabajador. Levenstein, él mismo un obrero industrial años
atrás, sospechaba que la rutina y monotonía de este
tipo de trabajo agudizaba el empobrecimiento espiritual y psicológico del trabajador. Aunque la encuesta de Levenstein no se había repetido, Fromm
y Weiss estaban profundamente impresionados y la
consideraron una referencia central para su propio
estudio. Fromm había sido especialmente influido por los tres “tipos psicológicos” de trabajadores
descritos por Levenstein (revolucionarios, ambivalentes y conservadores-indiferentes); también
agradeció el protocolo levensteiniano que correlacionaba la respuesta del trabajador con su orientación política y con su situación económica. Fromm
se preguntaba cuál era la correspondencia entre la
orientación de clase, la afinidad de partido y el “tipo
psicológico”; según él, el protocolo de Levenstein
necesitaba ajustes para hacer las preguntas psicoanalíticamente informadas, de manera que pudieran
diferenciar con más precisión actitudes superficiales entre los trabajadores de otras más profundamente arraigadas. Al final, Fromm esperaba que su
reformulación de la encuesta de Levenstein ofreciera un considerable “entendimiento de la estructura
psíquica de los trabajadores manuales y de cuello
blanco”. Mediante la realización de una encuesta
similar, Fromm podría ser capaz de responder a la
pregunta básica que Horkheimer le había pedido
contestar: ¿se podría contar con los trabajadores
alemanes para resistir al amenazante movimiento
nazi del periodo tardío de Weimar?
En un documento extraordinariamente exhaustivo, el equipo de investigación de Fromm se decidió por 271 preguntas abiertas. La baja tasa de
respuesta, de 33 por ciento en comparación con el
63 por ciento de Levenstein, era un indicativo de
la complejidad de los cuestionarios, e incluso dentro del 33 por ciento completado había, entre ciertas preguntas, un gran número sin responder. 156
de las preguntas, el núcleo del estudio para el cual
Fromm pedía respuestas orales, se referían explícitamente a las actitudes de los trabajadores y no
tenían respuestas predeterminadas. Fromm esperaba que los encuestados respondieran a sus entrevistadores como si estuvieran hablando con un
psicoanalista, y sus respuestas serían interpretadas cual si hubiesen participado en una sesión de
terapia psicoanalítica; no obstante, debido a que
el costo de las entrevistas orales era prohibitivo,
según aclaró Weiss, Fromm tuvo que conformarse con respuestas escritas. Aun así, en consonancia
con el espíritu de la investigación psicológica abierta,
Fromm insistió en que todas las respuestas fueran
conservadas íntegras y sin agrupar por categorías;
confiaba en que cada encuesta completada pudiera transmitir al menos algo del sabor de una sesión
psicoanalítica. Todo matiz y signo de impulsividad
presente en las respuestas escritas debía ser “escuchado”, de la misma forma en la cual un psicoanalista escucha las asociaciones de su paciente; además, las palabras clave y las expresiones recurrentes debían interpretarse como pistas del contenido
latente en la disposición de la personalidad subyacente del entrevistado.
Con esta perspectiva claramente terapéutica,
Fromm no consideró la exactitud estadística al evaluar y tabular las respuestas como el objetivo básico. Además de registrar las cualidades psicológicas
únicas y profundamente arraigadas de cada entrevistado, trató de descubrir las tendencias más generales en los pensamientos y sentimientos de los
trabajadores, y, aún más importante, quiso hacer
declaraciones generales sobre las estructuras de
la personalidad de estos trabajadores. Cuando el
cuestionario fue diseñado y distribuido, ni Fromm
ni su equipo en el proyecto reconocieron que estaban involucrados en una investigación sobre autoritarismo; por consiguiente, no hicieron ninguna pregunta acerca de la filosofía o prácticas nazis
—esa preocupación vendría después—. Por eso mismo las preguntas tampoco registraban antisemitismo o etnocentrismo: el equipo de investigación
todavía no apreciaba la importancia de estos sentimientos para la popularidad de Hitler.
En conjunto, se distribuyeron 3 300 cuestionarios, pero el muestreo no fue muy representativo.
La mayoría de los encuestados provenían de centros
urbanos entre Fráncfort y Berlín, y la mayoría eran
socialistas. Los trabajadores de fábricas representaban 64 por ciento de la muestra y los trabajadores
18
de cuello blanco sumaban el 29 por cienmucho más transparente de lo que había
to. De todos los encuestados, 53 por ciento
sido al principio. Sin embargo, aun cuanpertenecía al Partido Social Demócrata y
do estudios recientes han puesto de re29, al Partido Comunista. Los miembros
lieve el que los trabajadores de Weimar
del Partido Nazi componían un porcenno habían sido capaces de detener el astaje “insignificantemente pequeño” de la
censo de Hitler al poder, las conclusiones
muestra total. 93 por ciento de los sindidel proyecto de Fromm eran menos que
calistas en la muestra asistía a reuniones
convincentes. Además, surgió una curiosindicales, mientras que 71 por ciento de
sa disputa entre Fromm y sus colegas más
ellos asumía obligaciones sindicales forcercanos a Horkheimer por el número de
OBREROS Y
males. Menos de 9 por ciento de los enencuestas perdidas cuando el instituto
EMPLEADOS EN
cuestados eran mujeres; sólo 3 por ciendesocupó sus oficinas europeas en 1934.
VÍSPERAS DEL
to eran mayores de 60 años, y sólo 6 por
Horkheimer afirmó, aunque no pudo deTERCER REICH
ciento tenía menos de 21 años de edad. En
mostrar, que casi la mitad se había extraUn análisis
cuanto a la disposición religiosa, 57 por
viado, y puso en duda la importancia de
psicológico-social
ciento de los encuestados eran ateos concontinuar con el proyecto.
fesos, 25 por ciento eran protestantes, 11
Fromm y su equipo persistieron; él afirERICH
por ciento eran católicos y 7 por ciento
mó que la supuesta falta de encuestas conFROMM
respondieron “otro”.
testadas era un pretexto que Horkheimer
A finales de 1931, alrededor de 1100
había inventado. Supuestamente éste
tezontle
cuestionarios habían sido completados
quería ocultar su verdadera preocupaTraducción de
y remitidos por el personal de campo, de
ción: la caracterización negativa por parHéctor A. Piccoli y
los cuales más tarde algunos pudieron
te del proyecto de muchos trabajadores
Lucio Piccoli
haberse perdido o traspapelado. Sin emalemanes era un “peligro [en potencia]
1ª ed., Buenos Aires,
bargo, Fromm, Weiss y el resto del equipara el instituto” y algunos defensores
2012, 431 pp.
po trabajaron laboriosamente, año tras
del instituto militantes de izquierda po978 950 55 7915 0
año, en Nueva York como lo habían hedrían resultar ofendidos. En cualquier
$345
cho en Alemania, comprometidos a comcaso, los miembros del equipo insistieron
pletar el proyecto. Cada cuestionario era
en que habían dedicado mucho tiempo y
examinado a detalle en busca de la peresfuerzo al proyecto, y el proceso de tasonalidad del entrevistado. A pesar de que la gran bulación e interpretación de las respuestas continuó
mayoría de los trabajadores alemanes se presentó hasta 1938. Al resumir toda la empresa, Fromm secomo antinazi entre 1929 y 1930, Fromm se pre- ñaló que “el resultado más importante es la pequeña
guntó si sus estructuras de carácter subyacentes o porción de izquierdistas de acuerdo, tanto en pensa“tipos psicológicos” revelaban que fueran lo sufi- miento como en sentimiento, con la línea socialiscientemente antiautoritarios como para oponerse a ta”. Sólo 15 por ciento tenía “el valor, la disposición
los nacionalsocialistas en un enfrentamiento y mo- al sacrificio y la espontaneidad necesarios para desvilizar a más trabajadores recalcitrantes.
pertar a los menos activos y para vencer al enemigo”.
Hasta cierto punto, la manera de formular el Por lo tanto, la fuerza real de los partidos antinazis
cuestionario para que buscara correlaciones entre de izquierda era mucho menos de lo que aparentalos partidos políticos de Weimar establecidos, la ba, aun cuando ese 15 por ciento representaba “un
situación económica de los encuestados y los tres núcleo duro” de “combatientes confiables”. Con un
“tipos psicológicos” de Levenstein pudieron haber liderazgo más decidido y una “evaluación correcta”
reflejado la perspectiva de la izquierda de Weimar de la situación política, pudieron haber inspirado a
—que ellos y sus partidos socialistas eran apoyados otro grupo de socialdemócratas y comunistas (compor los tipos de personalidad de la clase obrera re- puesto de aquellos menos antiautoritarios en sus
volucionaria—. Sin embargo, esa tendencia abrió la personalidades subyacentes) para presentar un frenpuerta a la “falsificación” —para detectar diferen- te unido y una resistencia más fuerte a Hitler. Como
cias potenciales entre lealtades políticas explícitas reflejo de su impaciencia hacia nociones de inevitay tipos de personalidad subyacentes (lo que Fromm bilidad histórica, y tal vez con un poco de malestar
llamó creencias “manifiestas” y “latentes”).
por los requisitos que exigía la investigación empíEsto fue exactamente lo que sucedió cuando se rica matizada, Fromm cedió a las predicciones: afirtabularon las respuestas. La gran sorpresa para el mó que los partidos antiautoritarios de izquierda sin
equipo de investigación de Fromm fue que, mien- duda pudieron haber sido más eficaces.
tras 82 por ciento de los encuestados se había adsLa relevancia del estudio del obrero alemán se
crito a los partidos de izquierda (los socialdemócra- amplifica si comparamos a Fromm con Wilhelm
tas y los comunistas) y a sus consignas socialistas e Reich; ambos fueron intérpretes originales y proideales de gobierno, pocos pudieron ser caracteri- fundos de los nazis y de otros movimientos autozados por el carácter revolucionario no autoritario ritarios que amenazaban con dominar Europa.
profesado por los partidos de izquierda. Sólo 15 por Tanto el estudio del trabajador alemán de Fromm
ciento era consistentemente antiautoritario en su como La psicología de masas del fascismo (1933), de
estructura de carácter subyacente (tipo psicológi- Reich, surgieron de las inquietudes ideológicas e
co) y en sus sentimientos más profundos. Por otro intelectuales de la izquierda psicoanalítica de Weilado, 25 por ciento de los simpatizantes de los parti- mar. Reich formuló sus temas mientras que Fromm
dos socialistas mostraron disposiciones o ambigua- desarrollaba el proyecto de los trabajadores, y, en
mente autoritarias (20%) o consistentemente auto- ese momento, ambos eran figuras marginales de
ritarias (5%), que favorecían, por ejemplo, políticas la comunidad psicoanalítica de Berlín; ambos asupunitivas, como el castigo corporal. La mayoría de mieron que las lealtades partidarias de las masas
los trabajadores comunistas y socialdemócratas en- alemanas manifestaban estructuras internas del
cuestados yacían en algún punto intermedio. Tal carácter, y ambos trataron de dar al marxismo una
como Fromm resumió los resultados, de forma re- psicología social que acogiera a Freud sin invocar su
trospectiva y quizá demasiado simplista, hubo una concepto de un deseo de muerte o un instinto agremarcada “discrepancia entre las opiniones políticas sivo. Sin duda, Reich consideraba que Fromm desaconscientes de izquierda [de los trabajadores] y la tendía las represiones sexuales en la vida alemana,
estructura de personalidad subyacente; una discre- y Fromm pensaba que Reich exageraba la sexualipancia que pudo haber sido responsable del colapso dad genital y descuidaba la investigación empíri[subsiguiente] de los partidos obreros alemanes”. ca; sin embargo, éstas eran las únicas diferencias
Fromm nunca explicó por qué su equipo de inves- sustanciales entre ellos. Para junio de 1932, Reich
tigación no tomó el siguiente paso lógico y trató de consideraba a Fromm como un aliado en el enfoque
explicar cómo se originó tal discrepancia.
marxista del psicoanálisis freudiano y le deseaba lo
A pesar de este inconveniente, y de la tendencia a mejor: “Te necesitamos con urgencia”. Juntos, La
que las minucias de la encuesta estorbaran la obten- psicología de masas del fascismo y Obreros y empleación de conclusiones generales, el estudio del obrero dos en vísperas del Tercer Reich iniciaron una notaalemán no tuvo precedentes por su amplitud e im- ble tradición en el estudio del autoritarismo.W
portancia. Si bien Fromm presentó los resultados
preliminares en Studies on Authority and the Family Traducción de Dennis Peña.
[Estudios sobre la autoridad y la familia] (1936), no
fue sino hasta este momento que decidió convertir Lawrence J. Friedman, historiador y profesor de
el material del proyecto en un libro. Ahora la impor- historia en la Universidad de Indiana, es biógrafo,
tancia de comprender la psicología detrás de las res- además de Fromm, del arquitecto Erik H. Erikson y
puestas de los trabajadores al movimiento nazi era de los psiquiatras Karl y Will Menninger.
a
JUNIO DE 2013
Ilustración: E M M A N U E L P E Ñ A
CAPITEL
50 años
de ir al cielo
y volver a la tierra
¿
DE JUNIO DE 2013
introducción a su variada y rica
obra y a las transformaciones
histórico-culturales que la
hicieron posible.”
biblioteca americana
Selección y estudio preliminar de Mariana
Ozuna Castañeda, ensayos críticos de María
Teresa Solórzano Ponce e Irina Córdoba
Ramírez, cronología de Rafael Mondragón
1ª ed., fce-flm-unam, 2012, 504 pp.
978 607 16 1233 5
$290
TODO EL TRABAJO
ES COMENZAR
breviarios
1ª ed., 2013, 225 pp.
978 968 16 1392 9
$110
Una antología general
M A N U E L PAY N O
Payno nació el mismo año en
el que se restableció la libertad
de imprenta en los llamados
territorios imperiales: 1820; y
aquello que podría parecer una
mera coincidencia histórica fue
el impulso de una larga carrera
intelectual y diplomática que
le permitió incursionar en
diferentes géneros literarios
—como la novela, la crónica de
viaje, el ensayo o la estampa
costumbrista— y producir
una basta obra que puede
conocerse en este volumen.
Autor de Los bandidos de Río Frío,
novela central de la literatura
decimonónica mexicana en la
que se describe el ambiente de
injusticias, violencia y caos que
dominó al país tras la guerra de
Independencia, Payno es una
figura poco conocida en nuestros
días que este tomo vuelve a
colocar en las manos de los
lectores para “ofrecer una muestra
representativa de la producción
literaria, política e incluso
geográfica del autor y servir como
JUNIO DE 2013
cuando se vive un renacimiento de
la cultura clásica. Así, se detiene
en los grandes teólogos y escuelas
más influyentes, reconstruyendo
varias de las confrontaciones
que entre ellas existieron y
revisando las formas en las que
estos filósofos articulaban su
argumentación y pensamiento.
Además de este título, hemos
publicado en el Fondo: Historia de
la filosofía del lenguaje, Perfiles
esenciales de la hermenéutica y La
semiótica. Teorías del signo y el
lenguaje en la historia.
E
HISTORIA DE LA
FILOSOFÍA MEDIEVAL
M AUR ICIO BEUCHOT
Miembro de las Academias
Mexicanas de la Lengua y de
Historia, y coordinador del
Seminario de Hermenéutica
del Instituto de Investigaciones
Filosóficas de la unam, Beuchot es
un reconocido filósofo mexicano
que ha desarrollado importantes
líneas de pensamiento en el
campo de la hermenéutica,
fundando incluso la llamada
hermenéutica analógica. En
esta pequeña obra se adentra en
el pensamiento medieval para
ofrecer un intenso recorrido desde
el desprendimiento de la tradición
grecorromana en los albores del
cristianismo hasta el siglo xv,
Encontraría a Cortázar? Eso nos preguntamos ahora que comienza un
año largo —que no un largo año, expresión en la que se insinúa un poco
de tedio— de celebraciones en torno a la cincuentenaria Rayuela y a su autor, que el 25
de agosto de 2014 habría cumplido un siglo de
vida. No hay fuente certera para fijar el día
en que nació este libro, en Buenos Aires, bajo
el sello de Sudamericana y tras una dolorosa
gestación de al menos un lustro; hay quien
dice que comenzó a respirar el 26 de junio, o
el 28, pero no creemos que sea fácil establecer
con tal precisión el cumpleaños de un libro,
mucho menos si el alumbramiento ocurrió
hace cinco décadas, pero lo indudable es que
muy pronto Oliveira, La Maga, el frágil Rocamadour, Morelli y demás personajes conquistaron a los lectores. Apenas en agosto de
1963 se publicó la primera reseña de Rayuela,
descrita ahí como “novela espesa”, y en octubre apareció otra que manifiesta la sorpresa
de ciertos lectores de la época, pues desdeña
todo lo que no ocurre en París al considerarlo “pura tipografía” (más de un amante de las
formas de las letras percibiría un piropo en
esa fórmula). Los festejos menudearán por
aquí y por allá, aunque no faltará quien reste
méritos a una obra cuya originalidad tal vez
ahora no deslumbre tanto, pero no por falta de méritos propios sino por el anacronismo de leerla hoy y no cuando irrumpió como
“contranovela” —así la describió en la solapa el legendario Francisco Porrúa, editor del
texto—, como suma de algunos de los mejores
cuentos que uno pueda encontrar, como retrato de un mítico París (que probablemente
no existió en la realidad) en que la literatura,
el exilio latinoamericano, la libertad sexual y el
jazz formaban lo más parecido al Paraíso en
la Tierra según los miles de jóvenes lectores
que muy pronto se asumieron como cronopios (al cabo de la década de los sesenta se habían impreso casi cien mil ejemplares).
EL FENÓMENO
MIGRATORIO
EN EL SIGLO XXI
Migrantes, refugiados
y relaciones internacionales
CATHER INE W IHTOL
DE WENDEN
El fenómeno migratorio es un
tema central en la diplomacia
del siglo xxi: miles de personas
atraviesan cada día fronteras
impulsados por necesidades
económicas, huyendo de conflictos
a
n 1992, el Fondo publicó dentro de la
apabullante colección Archivos una
edición crítica de Rayuela, coordinada por dos académicos muy cercanos a la casa: Saúl Yurkiévich y Julio Ortega,
en la que se incluyen diversos textos que se
ocupan del proceso de escritura y de la recepción de este clásico instantáneo. Incluye la
pormenorizada comparación con el manuscrito de la novela, resguardado en la Benson
Latin American Collection, de la Universidad
de Texas en Austin; esa compulsa permite ver
la maniática revisión que hizo Cortázar de su
texto, así como conocer unos pocos capítulos
luego eliminados del libro, entre ellos el conocido como “La araña”, en el que Traveler
teje con hilo y pegamento una telaraña sobre
el cuerpo desnudo de Talita, aunque al pasar
ese boceto en limpio se hayan eliminado los
nombres; tan esencial es ese texto que Cortázar habría de considerarlo “la base de todo
el edificio”, aunque en un momento de lucidez comprendió que ese pasaje sobraba: “sin
pensarlo más saqué la piedra fundamental,
19
NOV EDA DE S
y por lo que he sabido después la casita no se
vino al suelo”. También se reúnen una serie de
elogiosos artículos sobre la novela y sus significados, varias entrevistas con el autor y la
transcripción del Cuaderno de bitácora —que,
editado por Ana María Barrenechea, había
visto la luz en 1983—, en el que Cortázar fue
tomando notas en torno a la obra en construcción y donde se registra, entre otras pequeñas
joyas, la intención de cambiarle el nombre a un
proyecto que venía llamándose Mandala: junto al primero de varios diagramitas del juego
infantil, Cortázar dice “Creo que esto debe
llamarse rayuela / (Mandala es pedante)” y
agrega el nombre en francés e inglés, marelle
y hopscotch, más un vocablo incomprensible:
coxcoyilla, de resonancias mesoamericanas,
aunque tal vez no sea sino una de las primeras manifestaciones del tan celebrado glíglico;
páginas adelante agrega otros apelativos, del
mexicano avión al gallego mariola, pasando
por otra delicia léxica para referirse al juego
de los tejos y los saltos: infernáculo. Decíamos
que no es fácil reconstruir el acta de nacimiento del libro, pues en nuestra edición, hoy prácticamente inencontrable en librerías, se reproducen comunicaciones entre el novelista y
Porrúa, que introducen algunas dudas sobre el
momento en que realmente llegó a las librerías
el primer cargamento de Rayuela.
E
l 15 de mayo de 1963 Cortázar apenas
le anunciaba a su editor la redacción
de las “instrucciones” de uso. Además, el 3 de junio escribe en una carta a su amigo Jean Barnabé que “terminé de
leer las últimas pruebas de mi novela, y las envié por avión a mi editor. Si han llegado sanas y
salvas, el libro aparecerá a mediados de julio”.
Se sabe por otro lado que Antonio López Llausás, dueño de Sudamericana, propuso incluir
un disclaimer respecto del género en que debía
incluirse la obra —en una carta de comienzos
de ese año Cortázar dice que “no me gustaría
nada que pusieran el acento en el lado ‘novela’
de este libro”—, pero el 28 de junio acepta no
poner esa nota explicativa. Así, si a mediados
de mayo aún no estaba compuesto el primer
pliego, si a comienzos de junio anticipaba la
publicación para el mes siguiente y si a finales
de ese mismo junio aún se debatía cómo presentar Rayuela a su público, es poco probable
que el parto del libro haya ocurrido cincuenta
años atrás del mes que corre. Más aún, en una
carta del 26 de julio dirigida a Porrúa, Cortázar pregunta si recibió su telegrama describiendo cómo “esta vieja mano que escribió
esas viejas páginas palpaba casi incrédulamente un volumen de fondo negro”.
L
a tapa de ese grueso paquete de hojas
contenía un dibujo, hecho con gis, del
juego que tantas alegrías ha regalado
a los niños del mundo. La rayuela es
una forma trivial de ir del cielo a la tierra, y de
regreso, con ayuda de una piedrita que marca
el avance y limita los lugares en que el saltarín
jugador puede apoyarse. En la bitácora, Cortázar explora diversas configuraciones —la que
tiene juntas las casillas del 2 y del 3, y las del 5
y el 6; otra en que los números del 4 al 6 se acomodan en triángulos—, como si buscara la que
mejor englobara su idea del tránsito de los relatos “del lado de allá”, los parisinos, a los que
ocurren “del lado de acá”, los porteños. La movilidad geográfica y anímica, celestial e infernal, servirá de inspiración a un proyecto plástico impulsado por María Luisa Passarge y Rogelio Cuéllar, quienes convocaron a decenas
de artistas a recrear sobre un pequeño lienzo
el espíritu de la gran novela hoy cincuentenaria. Del 26 de junio al 21 de julio —de seguro
en ese lapso cae el verdadero cumpleaños del
libro— podrá verse este homenaje colectivo
en la Galería Luis Cardoza y Aragón de nuestro Centro Cultural Bella Época. Con acciones
como ésta, cientos de lectores lograran encontrar, o rencontrar, a Cortázar.
Tomás Granados Salinas
20
bélicos o bien buscando un
futuro mejor. Dicha movilidad
obliga a replantear concepciones
esenciales como ciudadanía,
soberanía o Estado-nación en un
contexto en el que las sociedades
se vuelven cada día más complejas
y diversas. Esta importante obra,
redactada por una especialista
en la materia —quien además de
ser directora en investigación
del cnrs ha sido consejera
sobre el tema para la ocde y la
Unión Europea—, aborda esta
problemática a la luz de lo que
denomina una diplomacia de las
migraciones, con lo que contribuye
a la apertura de los márgenes de
discusión para incorporar una
visión más integral y propositiva
sobre las políticas migratorias
contemporáneas que escapa a los
límites territoriales y cuestiona,
entre otras cosas, lo que debemos
entender hoy por identidad,
mundialización o integración.
sociología
Traducción de Gabriela Vallejo Cervantes
1ª ed., 2013, 232 pp.
978 968 16 1321 9
$195
TERRITORIOS DEL
TERROR Y LA OTREDAD
ROGER BARTR A
Originalmente editada en 2007
por Pre-Textos y ahora lanzada por
el Fondo, esta serie de siete
ensayos explora el tema del terror
y la alteridad en Occidente, dos
lados de una misma moneda que
Bartra ha estudiado con lucidez
y ahínco desde los inicios de su
carrera. Si ya en El salvaje en
el espejo y El salvaje artificial
—publicados por esta casa en
el volumen El mito del salvaje
(fce, 2011)— el antropólogo
había abordado los procesos de
construcción identitaria a partir
de la configuración de lo salvaje
y del otro en Europa, ahora
explora cómo en las sociedades
posmodernas, afectadas por
el terrorismo, marcadas por
las migraciones y por las
redes imaginarias de poder, se
dan nuevos mecanismos de
construcción de la identidad que
así como amplían sus horizontes,
empujan hacia la intolerancia
y la sinrazón. Abordados desde
una mirada antropológica, estos
ensayos invitan a la reflexión,
a la reconstrucción histórica de
la figura del otro (así como de la
amenaza que representa) y al
cuestionamiento de la supuesta
supremacía de la cultura
occidental.
LAS MUSAS DE DARWIN
MARTÍN Y LA LLEGADA
DE LA PRIMAVERA
JOSÉ SARUKHÁN
Como todos los clásicos, esta obra
sigue dando vuelos y ahora llega
a su sexta edición. Inicialmente
publicada en el ya lejano 1988
dentro de la colección La Ciencia
desde México; en 1998 dentro de
La Ciencia para Todos; después,
para conmemorar en 2009 los
200 años del nacimiento de
Charles Darwin, dentro de la serie
Tezontle y ahora nuevamente
en La Ciencia para Todos, Las
musas… posee la gran virtud de
acercar la vida y obra de uno de los
científicos más revolucionarios
de la historia mediante un relato
novelado, que así como cautiva,
instruye sobre el espíritu de la
época, sobre las ideas de algunos
contemporáneos a Darwin que
influyeron en su célebre Sobre
el origen de las especies —aquí se
encuentran Lamarck, Charles
Lyell, Robert Malthus o John
Gould— y sobre algunos de los
conceptos fundamentales de la
teoría de la selección natural y su
evolución. Título original y de una
inteligencia destacable, esta nueva
edición busca nuevos lectores para
que se sumerjan y comprendan el
origen de lo que somos.
la ciencia para todos
6ª ed., 2013, 366 pp.
978 968 16 6856 3
$140
SEBASTIAN
MESCHENMOSER
Llegó la primavera y junto con ella
el deseo de amar. Esto le ocurre
a Erick, un pequeño puercoespín
que una mañana descubre en
el estanque a una bella dama,
o lo que parece serlo, y entra
en la angustia de los primeros
enamorados: ¿qué debe hacer
para conquistarla?, ¿cómo llamar
su atención? Asesorado por su
buen amigo Martín, comienzan
a idear estrategias y aventuras
para volverse famosos, para ser
honorables y ganarse el corazón de
la pequeña roedora. A partir de ese
punto, Meschenmoser construye
una fábula llena de humor y
alegría en la que, conjuntando
ilustraciones cándidas y
elocuentes, así como situaciones
profundamente irónicas, llega a
los pequeños y no tan pequeños
lectores para hablarles del amor
y de esa búsqueda que motiva.
¿Pues qué no es la conquista del
ser amado una aventura en la
que uno se transforma, aprende
y engrandece aunque no resulte
como se esperaba?, ¿cuántas
historias de éstas debemos
atravesar para encontrar el amor
verdadero?
los especiales de a la orilla del viento
Traducción de Udo Araiza
1ª ed., 2013, 64 pp.
978 607 16 1386 8
$95
filosofía
1ª ed., 2013, 141 pp.
978 607 16 1322 6
$130
a
JUNIO DE 2013
Ilustración: E M M A N U E L P E Ñ A
El canadiense Robertson Davies escribió novela, teatro, ensayo y crítica. En este texto,
publicado en la revista Holiday en 1962, esboza una acertada tipología —que resulta casi una
patología— de los bibliófilos, y entre confesiones y picantes anécdotas nos confronta con la
universal, perenne, insaciable afición de acumular ejemplares con algún tipo de rareza
ENSAYO
El coleccionista
de libros
R O B E R T S O N D AV I E S
H
ace
algunos
meses visité a
unos amigos
en Irlanda que
me llevaron a
la casa de uno
de sus vecinos:
una mujer de
la nobleza que,
según ellos, se
encontraba en dificultades económicas. Cuando entré a la biblioteca, me
quedé sorprendido y supe de inmediato que si se decidiera a venderla podría
ganar varios miles de libras. Asumí que
tendría un gran aprecio por sus libros
y traté de guiar la conversación hacia
la literatura y el coleccionismo, pero
no tuve éxito: sólo hablaba de labranza
y jardinería, y del problema que representaba mantener una enorme casa sin
la ayuda de un equipo de trabajo.
Por fin le pregunté sin rodeos sobre
su biblioteca. Sus ojos se empañaron.
Por un momento sentí que había tocado un tema oscuro y doloroso, o que
había demostrado algún tipo de descortesía estadunidense. Su respuesta
me tranquilizó.
—Supongo que es bastante linda
—dijo— pero nosotros nunca le dimos
JUNIO DE 2011
mucha importancia. Por ahí debe estar un volumen de Shakespeare en
cuarto, pero hace mucho tiempo que
no lo veo, y una primera edición de Orgullo y prejuicio, aunque es posible que
se haya perdido. Ah, también tenemos
la primera edición impresa del libro
del Venerable Beda —aquí ella apuntó
hacia un ejemplar de Historia ecclesiastica gentis anglorum que yo ya había identificado y cuya pasta colgaba
desprendida— entre otras cosas.
¡Vaya que había otras cosas! Mientras los demás hablaban, hice una rápida inspección a los estantes; la biblioteca sufría gravemente por el descuido, pero aun así era una colección
espléndida, no había nada en ella que
un buen restaurador de libros, un poco
de amor y jabón para cuero no pudieran arreglar. Mientras mi anfitriona
se quejaba por su mala economía, le
pregunté por qué no vender la biblioteca si al final no la tenía en gran estima.
—No tengo la menor idea de cuánto
pedir por ella —contestó—, hace muchos años conocí a un hombrecillo en
una cena que me preguntó si tenía libros. Un estadunidense; era doctor, me
parece. Yo le contesté que sí y le dije
que pasara a verlos algún día. ¡Cree-
rá que se apareció en mi puerta al día
siguiente! Era justo la hora del té y
teníamos invitados en casa, así que
mi esposo salió y le dijo que no era un
buen momento. Supongo que no lograron ponerse de acuerdo porque el
hombrecillo nunca volvió.
—¿De casualidad ese hombre se apellidaba Rosenbach? —pregunté.
—Sí, así se llamaba —contestó ella—,
y a mí me pareció alguien más bien
molesto.
Este encuentro debió ser una de las
pocas derrotas del doctor Rosenbach
durante su famoso viaje por Irlanda, en
el que recolectó tantas piezas hermosas
para sus clientes. La reciente biografía
de Rosenbach, escrita por Edwin Wolf
y John F. Fleming, no menciona este
incidente que, para el doctor, sin duda
carecía de importancia; sin embargo,
para una señora que no ubicaba bien
dónde estaba su Shakespeare en folio,
recibir al comerciante de libros más
astuto y que mejor pagaba de nuestros
tiempos hubiera sido una oportunidad
verdaderamente lucrativa.
Esta anécdota me sirve para plantear la cuestión de cuál es el interés
que la gente tiene por los libros. Aquellos que ante todo los consideran ob-
a
jetos de valor gritan al pensar en la
oportunidad perdida de hacer negocios con Rosenbach. Aquellos que los
aman desinteresadamente sufren al
ver una gran biblioteca —quizás una
incluso maravillosa— descuidada. Por
supuesto, también habrá quienes se
regodeen ante un espíritu aristocrático que privilegia una reunión del té sobre un negocio urgente.
Este último punto de vista es, a nivel psicológico, inmensamente interesante; sin embargo, no tiene lugar en
una discusión sobre coleccionistas
de libros. Los integrantes del primer
grupo, aquellos para quienes los libros
son objetos de valor monetario para
comprar y vender, sólo son interesantes cuando logran algo que se acerque
a las proporciones de lo que hacía Rosenbach. Si compran y venden a una
escala menor, bien podrían entrar al
negocio de las estampillas difíciles de
conseguir; igual que un sinnúmero
de coleccionistas de todo género, ellos
no son más que regatones y trocadores
incitados ocasionalmente por alguna obsesión de completar un juego de
objetos para los que ellos mismos han
establecido límites arbitrarios. Por
ejemplo, si un hombre decide conse-
21
EL COLECCIONISTA DE LIBROS
guir ejemplares de todos los libros que
Horace Walpole produjo en su imprenta privada de Strawberry Hill, entonces ese hombre se habrá impuesto una
tarea difícil y cara, ya que las astutas
falsificaciones siempre ensombrecerán semejante empresa. Tal persona
podría ser, o llegar a convertirse, en
un verdadero aficionado de Walpole;
sin embargo, lo más probable es que
la dificultad que implica coleccionar
este tipo de objetos, así como el estatus particular que proporciona reunir
una colección completa, sea lo que en
verdad lo embelesa.
¿Acaso hay algo de malo en esa actitud? No, es similar a coleccionar pinturas de artistas famosos o de ciertas
escuelas de pintura porque son valiosas y no porque sean de su agrado.
Es una forma de conseguir reconocimiento y creo que en ocasiones es
prueba de un espíritu creativo: si no
se puede crear una obra de arte, al menos se podrá compilar una importante colección de ellas. Los museos y las
galerías —y a través de ellos el público— tienen una gran deuda con este
espíritu. No obstante, mi verdadera
admiración está reservada para la gente que colecciona libros simplemente
porque los ama.
Si usted ama los libros, ¿por qué
no podría ser una buena edición tan
estimada como una primera edición
o alguna con características especiales? En 1926 Edmund Wilson atacó a
Rosenbach y a sus imitadores cuando dijo que “todo este negocio es tan
profundamente aburrido para la gente interesada en la literatura como es
fascinante para aquellos que, incapaces de adquirir cultura literaria, tratan de comprar la distinción que dan
las letras al pagar precios inusuales
por rarezas bibliográficas”. En parte,
esta afirmación es cierta; no obstante, si visitamos las enormes bibliotecas de las universidades antiguas
donde se preservan las colecciones de
los amantes de libros del pasado, cada
una como una unidad, pronto descubriremos mucho más. Dentro de esas
maravillosas salas podemos sentir la
presencia de algo noble, algo que ha
sido decisivo en el ennoblecimiento de
la mente del hombre. Percibimos los
libros como objetos con más carácter
que cualquier otro producto comercial a la venta. Es demasiado parca la
afirmación de que Shakespeare es tan
Shakespeare en edición rústica como
en la hermosa edición de Nonesuch
Press de 1929, o en el primer folio de
1623, pero no todos somos calvinistas
literarios de tal magnitud. Valoramos
la belleza tanto como valoramos las
asociaciones, así que no creo que podamos ser objeto de burla sólo porque
preferimos a nuestros héroes vestidos
apropiadamente.
El esnobismo de coleccionar libros
es lo que provoca repulsión. Supongamos que nuestro amigo el coleccionista nos muestra su primera edición
de Zuleika Dobson, de Max Beerbohm;
con placer tomamos el grueso libro
café sabiendo que fue esta misma edición y en esta misma forma placentera
que Max vio por primera vez su creación presentada al mundo: por un momento estamos en el Londres de 1911.
Pensamos con afecto en el autor y casi
nos parece verlo a través del abismo
de 50 años que nos divide. Es entonces cuando nuestro amigo el coleccionista empieza a presumir un poco: su
ejemplar, nos dice, es un Gallatin 8(b);
además, tiene el marco ornamental del
lomo estampado en verde y no en dorado. Nos insta a no confundirlo con un
22
simple Gallatin 8b, un objeto inferior
impreso en 1912 y —según la mareada
eminencia del poseedor de un Gallatin
8(b)— poco digno de conservarse. Es
probable que empecemos a hartarnos
de nuestro amigo el coleccionista y le
digamos que nosotros sólo tenemos la
edición de Modern Library, que leemos cada año con creciente estima. Lo
anterior bien podría ser mentira, pero
de alguna manera tenemos que poner
al imbécil en su lugar. Sus tonterías
antiliterarias nos orillan a un puritanismo bibliográfico.
Lo anterior es una posibilidad pero
siempre puede ocurrir lo peor. Podríamos empezar a desear su tesoro.
Tal vez no codiciemos su casa ni a su
esposa (prueba fehaciente de su mal
gusto), ni su buey ni su asno, pero deseamos su libro con fervor y llenos de
intolerancia. Sabemos cuánto le costó
porque no se lo ha podido aguantar; se
lo compró a un librero en Inglaterra (a
quien llama “mi librero” como si fuera de su propiedad) y le costó menos
de veinte dólares, una suma considerablemente menor a la que hubiera
tenido que pagar en Nueva York por
el mismo libro. Nosotros tenemos
veinte dólares en nuestro bolsillo justo ahora, pero el dinero no es lo que
importa en este momento, ni nuestra
habilidad, al final, para conseguirnos
un Gallatin 8(b) de Zuleika. Es su libro
el que queremos y lo queremos en ese
momento.
Es en este estado febril que los hombres han robado. Los coleccionistas de
libros a menudo se sienten tentados
a hurtar y, si no tienen un carácter de
hierro, seguro lo harán. En su Books
and Bidders, Rosenbach sucumbe ante
la tentación: cuando aún no decidía si
podría comprar el ejemplar del Prólogo
de Johnson que Garrick usó en Drury
Lane en 1747, deseó que fuera lo suficientemente débil para robárselo. Si
alguna vez robó, tendrá que responder
por sus hechos ante una distinguida
compañía: los amigos del fundador
de la Biblioteca Bodleiana, sir Thomas
Bodley, tenían que vigilarlo; antes de
que el papa Inocencio X consiguiera la
triple tiara se vio inmiscuido en un escándalo relacionado con el robo de un
libro de la famosa colección perteneciente a Montier; don Vicente, un monje del convento de Pobla, en Aragón,
asesinó a varios coleccionistas para hacerse de sus libros, y, claro, hombres en
posiciones políticas privilegiadas como
los cardenales Mazarino y Richelieu se
robaron bibliotecas enteras con el pretexto de dividir las propiedades de enemigos del Estado; por su parte, el poeta Frederick Locker-Lampson confesó
que estuvo a punto de casarse con lady
Tadcaster para conseguir sus cuartos
y folios de Shakespeare. Este tipo de
codicia es indescriptible y tan terrible
que no se la deseo a nadie.
Yo no veo mucha diferencia entre
robar y lo que podríamos llamar “tomar prestado con ciertas reservas
mentales”. Consiente en mi corazón
de este mal (¡ay, mi corazón, que combate al monstruo en lo obscuro de la
noche y en los crepusculares rincones de las bibliotecas!), por muchos
años utilicé un ex libris que incluía
la amonestación del doctor Johnson:
“Olvidar regresar un objeto prestado
(o pretender hacerlo) es la forma más
humilde de robar”. Me pregunto si los
sinvergüenzas que me han robado se
han tomado siquiera el tiempo para
despegar la etiqueta de mis libros.
Dejando de lado a todas aquellas
criaturas que valoran los libros por
las razones equivocadas, considere-
mos ahora a los verdaderos coleccionistas, sujetos magníficos como usted
y yo. ¿Por qué coleccionamos libros?
No existe una respuesta única u honesta. No es sólo por el amor a la belleza, que podría ser el motivo principal de los coleccionistas de pinturas,
muebles o vajillas. El amante de los
libros tendrá siempre algunos hermosos libros en sus repisas, pero también
poseerá algunos objetos nada gratos.
Uno de mis grandes favoritos es un libro de bromas, fechado en 1686, horrible y mal impreso; está manchado y
mal cortado, y de alguna forma sugiere
su paso por los bolsillos de varias generaciones de veterinarios mientras
iban al baño, pero es una rareza. Sin
embargo, puedo decir que no es su rareza lo que me atrae; cuando lo leo me
transporta casi tres siglos atrás, al reinado de Jacobo II, y sus chistes —horrendos, francos e indecentes— son
más agradables que si los tuviera en
una reimpresión moderna y cuidada.
Para el coleccionista de libros el sentido histórico es cuando menos tan
fuerte como su amor por la belleza.
Claro, las cualidades únicas son valiosas, pero sólo un hombre rico puede aspirar a poseer un gran número de
libros que no tenga par en el mundo.
Tengo un modesto ejemplo: un ejemplar de Punch and Judy de George Cruikshank, que contiene todas
las pruebas presentadas al editor,
Prowett, tomadas directamente de su
libreta de apuntes. Las grandes colecciones, como la de Pierpont Morgan,
se componen de cientos de volúmenes
únicos. El más notable en este sentido
es, por supuesto, el propio manuscrito
del libro. Morgan adquirió el exquisito y conmovedor guion original de La
rosa y el anillo, de Thackeray, con las
ilustraciones en acuarela del propio
autor; existe una edición facsimilar y
también es lo suficientemente difícil de
encontrar como para considerarse una
agradable posesión. Este tipo de objetos son caros; Rosenbach pagó 14 500
libras por el manuscrito de Alicia en
el país de las maravillas en un momento en el que la libra valía casi cinco
dólares.
Un interesante tipo de libro único
es aquel que los comerciantes describen como “extra ilustrado”. A principios del siglo xix la gente hacía ese
tipo de libros por su propio placer. Una
persona que adquiriera la biografía de
su héroe personal bien podría también
poseer un buen número de retratos,
paisajes e incluso cartas escritas por
el propio héroe; el dueño las habría enviado al encuadernador junto con el libro y después de un tiempo le habrían
regresado un solo tomo, bellamente
encuadernado, con todas las pinturas y
cartas montadas con esmero sobre hojas añadidas injertadas al texto. Libros
así pueden ser de gran interés y valor,
o pueden ser simples baratijas; depende del gusto del dueño original. Yo tengo uno o dos libros de este tipo sobre
el teatro y para mí las añadiduras les
otorgan su valor; sin embargo, no soy
tan tonto como para pensar que bien
podrían interesarle a cualquiera que
no haya sido hechizado por el teatro de
principios del siglo xix.
Los coleccionistas, si tienen un espíritu anclado en la realidad, deben
decidir a temprana edad si lo que están juntando es una colección de libros cuyo valor esperan que se incremente con el tiempo o simplemente
una colección que les provoca placer.
Aquel hombre que espere obtener la
fama póstuma el día en que su biblioteca sea tragada por las fauces de una
a
universidad, nunca debe perder de vista dicha meta: los bibliófilos profesionales se abalanzarán sobre sus libros
y no tardarán en menospreciarlo si
poseía ejemplares o material sin valor
y ¡vaya que los legatarios son rápidos
para detectar piezas que no se ajustan
a sus elevados estándares! No obstante, el hombre que coleccione por placer
puede comprar cualquier cosa que sea
de su agrado, sin preocuparse de que
cuando muera puedan tildarlo de urraca ni de que los comerciantes vendan
a diez centavos cada uno de los libros
que él amó. Sí, tendrá algunas piezas
valiosas, pero como objetos sueltos es
improbable que alcancen las ofertas
posibles si hubiera controlado sus deseos y sólo hubiera comprado los ingredientes de una colección coherente. En este mundo, el hombre que puede donar a su alma mater cada libro y
borrón de manuscrito que haya poseído Button Gwinnett o que se haya relacionado con él, sin duda tiene mayor
estatura que el que importuna al bibliotecario de la universidad con nada
más que retazos atractivos.
El primero hará que el gwinnettista
le esté por siempre en deuda; así, pizcas de incienso, en forma de notas a pie
de página, le serán lanzadas a su pira
funeraria. “El desaparecido Enoch
Pobjoy, con quien los gwinnettistas están agradecidos por la luz que su colección arrojó sobre las disposiciones sanitarias expuestas por Gwinnett” es lo
que será ese coleccionista, pero ¿qué
hay del coleccionista que vivió sólo
para el placer?
Bueno, en lo que a mí concierne es
el único coleccionista que en verdad
importa. Es un hombre que ama y lee
los libros. Los ama no sólo por lo que le
dicen —aunque ésta es su razón principal—, sino por su apariencia, su tacto
y, sí, incluso por su olor. Es un hombre
que podría regalar sus libros, pero que
nunca piensa en conseguir la mohosa
inmortalidad con su biblioteca. Su relación con los libros es una pasión alegre y revitalizante.
Si consideramos lo molestos que
son los libros, es asombroso el número de coleccionistas que uno llega a
conocer. Los libros son una molestia
desesperante; una biblioteca de apenas unos cuantos miles de volúmenes
ancla a un hombre a una casa porque
mudarlos sería una molestia inmensa.
Yo mismo enfrenté la penosa prueba
de una mudanza y, sin importar cuánto me concentrara en la realidad, mi
mente se estancaba en los cálculos temibles de los anaqueles a los que podría aspirar en la nueva casa. ¿Será necesario sumergirme en el horror de un
almacén, un infierno para los libros,
en el sótano?; o —la esperanza se niega
a morir— ¿será posible imaginar algún
nuevo arreglo que me permita localizar cualquier tomo en un parpadeo?
Lo que nunca puedo hacer es deshacerme de algunos libros o renunciar
a comprar más. Supongo que eso es lo
que en verdad significa ser un coleccionista de libros.W
© Curtis Brown, New York, USA.
Traducción de Dennis Peña.
Robertson Davies, además de amante
de los libros, fue un reconocido escritor
canadiense.
JUNIO DE 2011
Ilustración: I S O L
El artista, un niño
que ha sobrevivido
Compartimos con nuestros lectores las palabras que Isol pronunció
a comienzos de este mes al recibir en Estocolmo el Astrid Lindgren
Memorial Award 2013. Escueto pero profundo, este discurso
es un sutil manifiesto sobre la imaginación en la edad adulta
IS OL
—————————
S
u Alteza Real, señoras y señores, queridos amigos (sé que no
conozco a todos aquí pero, si aman los libros, los considero
bastante amigos míos):
Me siento muy honrada de estar aquí, recibiendo este inmenso regalo. En mi torpe inglés quiero agradecer a todos
los miembros del jurado por darle tanto valor a mi trabajo,
por prestarle atención aun siendo de un país tan lejano, por
hacerlo conocer, ¡por disfrutarlo!
Estoy feliz porque este premio pone de relieve a los que
pensamos la ilustración como un lenguaje profundo y rico,
con voz propia. En los libros ilustrados podemos contar muchísimas cosas a través de colores, líneas y formas, y eso, a su vez, deja al texto respirar con otra libertad. Lamentablemente, cuando crecemos, perdemos contacto con la expresión plástica, mientras que de niños todos somos expertos en la materia.
No pienso que deba limitar mi imaginación porque es un libro para niños. ¡Al
contrario!: ¿qué lector es más exigente que un niño? Con todo lo que tienen para
descubrir, más bien tengo que estar a la altura de esa increíble curiosidad. A mí
me inspira lo salvaje, lo ridículo, lo contracultural que tienen los niños. Ellos están fuera de las convenciones; se la pasan preguntándose acerca de todo. Es por
eso que los elijo como mis personajes principales.
Los puntos de vista del artista y el niño tienen muchos aspectos en común.
Una vez oí que un artista es un niño que ha sobrevivido.
No me gustan los libros que me dicen lo que tengo que pensar, y creo que no es
respetuoso del otro cerrar la lectura en un solo significado. Lo que es realmente
inspirador con los libros es sentir que uno descubre algo propio a través de una
obra pensada por otra persona. Eso me pasa con los libros que más amo: los que
me compartieron su poder.
Este momento es muy emocionante porque puedo sentir que mis libros llegaron hacia ustedes y fueron disfrutados de esta forma, fueron queridos. Siento
que detrás de este premio hay mucho amor: por los libros, por los niños y adul-
JUNIO DE 2011
a
tos, por el arte y la vida. Ese mismo amor que Astrid Lindgren mostró, ese mismo coraje. Si somos sinceros, en cada obra los autores nos exponemos un poco,
mostramos la propia piel, preparamos la casa para una fiesta. Y abrimos la
puerta esperando que venga a visitarnos el lector y le guste lo que preparamos.
Y si hay suerte, surge esa relación gozosa que no se puede predecir, que es tan
real como es intangible.
Pero ustedes, con este fabuloso premio, la hacen visible. Ustedes promueven
y valoran esta impredecible relación para que siga floreciendo. Ustedes sostienen que hacer libros para niños tiene mucho valor. ¡Tanto, que incluso merecemos obtener dinero por nuestro trabajo! En un mundo tan dominado por otros
valores de lo que es exitoso o competitivo en el mercado, el alma (Astrid Lindgren Memorial Award) es una decisión fuerte y trascendente. No parece una
mera coincidencia que las siglas de este premio remitan en español al “alma”.
Estar aquí, viviendo este sueño que yo pensaba tan improbable, me hace
pensar en una canción que a veces canto y se llama “Youkali”, de Kurt Weill,
que habla de una isla al borde del mundo donde los deseos se hacen realidad,
donde los amores se recuperan, donde vive la esperanza, el ansia de la humanidad. La canción al final dice que Youkali es una fantasía… pero los que amamos
la literatura sabemos que a veces ciertas fantasías nos llevan a descubrir grandes realidades. Y los libros son muy buenos barcos para llegar a lugares como
esa isla, ese holm,1 que hoy pienso debe ser bastante parecida a Estocolmo en
primavera.
¡Muchas gracias, desde mi alma!W
Isol, narradora, ilustradora, cantante y amiga de esta casa,
ha publicado una decena de títulos en el Fondo.
1 Holm significa “isla” en sueco.
23
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