Los dioses tienen sed, de Anatole France

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5 de octubre de 2015 — buzos
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Escafandra
Los dioses tienen sed, de Anatole France
Ángel trejo RAYGADAS / Periodista - escritor
cas que aquélla le hizo para que los ayudara a salvar la vida.
Finalmente, cuando la facción jacobina pierde la mayoría en
la Convención Nacional y cae Robespierre, Evariste Gamelin
sigue el mismo camino de muchos revolucionarios y enemigos
Ilustración: Carlos Mejía
En esta novela Anatole France reconstruye el llamado periodo
del “terror” de la Revolución Francesa, ubicado entre septiembre de 1793 y julio de 1794, durante el cual fueron guillotinados
entre 11 mil y 14 mil personas o entre 35 mil y 40 mil, según
diversas versiones históricas. La mayoría de los ejecutados
fueron nobles y burgueses comprometidos con la defensa
del sistema monárquico que abogaba por la cabeza del exrey
Luis XVII, aunque también fueron liquidados revolucionarios de las corrientes girondina (moderada y federalista) y
jacobina (extremista y centralista), entre ellos los dirigentes
Jean Paul Marat, Georgues Jacques Dantón y Maximilien
Robespierre. France ubica entre mayo y julio de 1794 la historia de los personajes centrales de Los dioses tienen sed, un
año después de la ejecución de Marat (1792) y durante el
liderazgo de Robespierre en el Comité de Salvación Pública,
institución creada por el Gobierno de la Convención Nacional (1792-1795) a ayudar al Comité de Seguridad General,
el cual fue establecido en 1792 para preservar el orden interno de Francia a enfrentar los ensayos de contrarrevolución
de realistas, burgueses adinerados, exfeudales expropiados y
gobiernos externos aliados a la causa de la monarquía gala:
Inglaterra, Austria, Rusia, entre otros.
El Comité de Salvación Pública estuvo integrado por 10
o 12 jueces electos entre la ciudadanía para conducir ante
jurados populares procesos instruidos de manera “rápida,
severa e inflexible” contra acusados de traición a la patria
o a la causa revolucionaria sometidos. Existe la presunción
de que entre las víctimas hubo muchos inocentes y muy pocos responsables efectivos o reales de lo que se les acusaba.
France, amplio conocedor de la historia de la Revolución
Francesa, asume esta versión en Los dioses tienen sed y
Evariste Gamelín, su personaje principal –un joven pintor
aún no consagrado pero orientado hacia el éxito futuro en las
artes plásticas y simpatizante de la Revolución francesa– acepta
integrarse a una de la secciones urbanas de París del Comité de
Salvación Pública. A partir de esta encomienda Galemín extrema su pasión revolucionaria, olvida sus principios humanitarios
y los de la Revolución Francia y envía a la guillotina, entre muchas otras personas, a un individuo que confundió con el presunto exburlador de Elodie, su amante; a Fortuné de Chassagne,
pareja de su hermana Julie; a Maurice Brotteaux, un exburgués
que había caído en desgracia y se había convertido en entrañable
amigo de su madre y al monje Longuemare, pese a las súpli-
de la Revolución: la guillotina. Cuando se halla sobre la carreta
que lo conduce al cadalso el pintor piensa: “Muero con razón.
Justo que paguemos nuestro sacrificio los ultrajes que han recaido sobre una República que hemos sido incapaces de defender.
Fuimos débiles y la indulgencia nos hizo culpables. Merecemos
un castigo por haber traicionado a la República. El mismo Robespierre, el puro, el santo, pecó por ser indulgente, benigno.
Con su sacrificio paga sus errores. Al igual que él, yo también
he traicionado a la República, una República que se desintegra,
justo es que yo desaparezca con ella. Quise ahorrar sangre…
¡Que la mía corra! ¡Bien me lo merezco!”.
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