Rescates y reestructuración bancaria en España

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TRIBUNA: Empresas & sectores ALFONSO GARCÍA MORA Y DANIEL MANZANO
Rescates y reestructuración bancaria en España
ALFONSO GARCÍA MORA Y DANIEL MANZANO (Son socios-directores de Analistas Financieros Internacionales
(Afi)) 05/07/2009
Con evidente retraso respecto del resto de principales países de nuestro entorno, mediante la reciente
creación del denominado Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria (FROB) el Gobierno
desarrolla el marco jurídico y de actuación que se aprobó en octubre, dentro del Plan de Acción
concertado en el seno de la Eurozona, para recapitalizar entidades financieras. Es cierto, que el caso
español constituye una excepción entre las mayores economías por la fortaleza relativa mostrada por
sus entidades financieras en la primera fase de la crisis. Aun cuando, como en la mayoría de los
países, bancos y cajas españolas han gozado del apoyo del sector público en forma de financiación
directa o avales para la emisión de títulos en los mercados, no han requerido aún dicho apoyo público
para el reforzamiento de sus recursos propios.
No es menos cierto, sin embargo, que la primera fase de la crisis del sector financiero, determinada
por las cuantiosas pérdidas generadas en las principales entidades internacionales debido al
hundimiento de los precios del "crédito estructurado" (activos tóxicos) y al estrangulamiento de los
mercados mayoristas, está dando paso a una severa corrección de la actividad económica en una
segunda fase en todo el mundo y, por ende, al aumento de la morosidad y el deterioro de los balances
y resultados del sector que el FMI en su último Informe de Estabilidad Financiera cuantifica en dos
billones de dólares en el sistema financiero mundial. Dado el modelo de negocio de las entidades
españolas y la especificidad de la crisis en nuestro país, a diferencia del mucho más limitado impacto
que tuvo la primera fase en España, los efectos de segunda ronda se prolongarán en el tiempo con
especial intensidad.
En esta crisis, los rescates bancarios que han exigido la inyección pública de capital, tanto
convencional (acciones) como mediante instrumentos híbridos aceptables en la regulación actual
como recursos propios regulatorios (participaciones preferentes), presentan dos elementos
diferenciales respecto a los rasgos que potencialmente pueden definir el caso español. El primero es
que la citada inyección de capital público ha sido sobrevenida, sin gozar apenas los gobiernos y
supervisores correspondientes de margen de maniobra para poner en marcha mecanismos
alternativos de ordenación y/o racionalización del sector. El segundo es que el grueso de las entidades
afectadas han sido principalmente, por las propias características de la génesis de la crisis, de gran
tamaño y muy activas internacionalmente; en otras palabras, entidades "sistémicas": Citigroup, Bank
of America, AIG, RBS, Commerzbank, BNP, UBS o ING, por citar algunas.
Dichos rasgos son expresamente subrayados en la exposición de motivos del FROB en lo que parece
un claro deseo de que se visualice que los grupos bancarios españoles de carácter sistémico no son a
priori destinatarios del mismo, así como que el salvamento aislado de entidades medianas o
pequeñas sería en su caso una excepción, en el marco de un evidente deseo y objetivo de las
autoridades porque se produzca un proceso de concentración de este segmento de entidades, mucho
más vulnerables en la actual coyuntura. A ello hay que añadir además, que el grueso de dicho
segmento está constituido por el subsector de cajas, 40% de los activos bancarios españoles frente al
poco más del 10% de la banca mediana y pequeña, siendo a su vez aquéllas las principales
canalizadoras de crédito a las familias y pymes. La especial y más compleja naturaleza jurídica e
institucional de las cajas constituye un rasgo diferencial adicional de la crisis bancaria en España, que
probablemente explica, pero no justifica, el retraso con el que se ha puesto en marcha este
mecanismo, comparativamente con otros países.
El FROB contempla tanto en su configuración como incluso en su nombre, un marcado carácter
"estructural", que responde a la situación del sistema bancario español. En efecto, mas allá de las
tensiones e impactos que pueda generar la crisis en las cuentas de resultados y ratios de capital de las
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entidades en los próximos dos años, lo cierto es que nos encontramos ante un cambio estructural
histórico, que tendrá repercusiones muy notables en la configuración del modelo bancario. La
combinación del inevitable proceso de desapalancamiento de la economía española, con el
incremento de las primas de riesgo y el menor crecimiento potencial de las economías desarrolladas,
configuran un entorno complejo a medio plazo y define un marco de actuación para las entidades muy
distinto del vivido durante las últimas décadas.
Piénsese al respecto que el modelo productivo de la empresa bancaria se podría aproximar a partir de
una función en la que el Valor Añadido Bruto (VAB) generado -suma del margen de activo, margen de
pasivo, comisiones y otros ingresos financieros-, debe ser igual a la suma de los siguientes cuatro
factores: pérdida esperada en función del riesgo asumido; remuneración del factor trabajo; gastos de
explotación y administración; y beneficio neto generado, o remuneración del capital.
Durante los últimos 15 años, el VAB generado por el sector con respecto al volumen de activos
gestionados ha ido disminuyendo de forma considerable. Si en 1992 la rentabilidad media era
superior al 3,5%, en 2008 apenas superaba el 2%; diferencia de la que se han beneficiado los clientes
vía abaratamiento del crédito o mayor remuneración del ahorro. Sin embargo, a pesar de la caída de
la rentabilidad obtenida por los activos gestionados, ésta se produjo sin merma de la retribución del
capital, gracias a una considerable disminución de los costes de transformación con respecto al
volumen de activos gestionados. Así, las ganancias de eficiencia del sector -merced a las economías de
escala- permitieron absorber la menor rentabilidad unitaria.
Sin embargo, en el entorno que cabe esperar para los próximos años, caracterizado por la reducción
del crecimiento del negocio, la lentitud con la que previsiblemente se va a recomponer el margen de
activo, junto a la presión que van a soportar los márgenes de pasivo, determinará la disminución del
VAB del sector con el consiguiente impacto en la rentabilidad del capital, a menos que se lleven a cabo
los ajustes necesarios para disminuir la capacidad instalada. Si asumimos que la rentabilidad
tendencial del capital del sector financiero debe mantenerse en un umbral mínimo del 8-10%, la
capacidad instalada en nuestro país debería disminuir, según nuestras estimaciones, en más de un
25%.
Aceptando la necesidad de disminuir la capacidad instalada del sector en una de las economías más
bancarizadas del mundo, como es la española, es un acierto que el FROB contemple también la
posibilidad de que la reordenación no implique necesariamente procesos de fusión y permita que
dicha transformación -con los apoyos pertinentes si fuera necesario- se produzca bien mediante
modelos de integración "menos traumáticos" o bien mediante procesos de adelgazamiento que no
impliquen necesariamente una operación de integración.
Sin embargo, en el contexto de una reestructuración del calado señalado, no queda suficientemente
expedito el camino que facilite los procesos de consolidación interterritorial dentro del subsector de
cajas; lo que hubiera sido muy deseable para que la optimización del mapa bancario español se lleve a
cabo de acuerdo con criterios de mayor racionalidad económica.
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