Alena 9.qxd - Xabier González

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Copyrigth María Antonia Seguí Collar, 2.003
El código Penal sanciona a “...quien intencionadamente reprodujere, distribuyere, plagiare, o comunicare públicamente, en
todo o en parte, una obra literaria, científica o artística o su transformación o una interpretación arti´stica fijada en cualquier tipo de soporte o comunicada a través de cualquier medio, sin autorización expresa de los titulares de los derechos de propiedad intelectual o de sus
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Editado por: ALTERNATIVA EDITORIAL
http://www.alternativaeditorial.com/
inf o @ a lt e r na t iv a e dit o r ia l. c o m
Apartado 98 - 32.080 OURENSE
Galicia (Europa)
Edición 2003: 1.000 ejemplares en impresión ofsset
Impreso en: Gráficas Galegas (Ourense)
Depósito legal: O U - 1 4 9 / 2 0 0 3
ISBN: 8 4 - 9 6 0 8 5 - 2 4 - 4
Diseño portada: Xabier González
Fotografías: Mª Antonia Seguí Collar
Digitalización y efectos ilustraciones interiores: Jon F. G. Pérez
e-mail autor: [email protected]
Venta por internet:
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Por expreso deseo de la autora, en esta publicación se han respetado
las “licencias de autor” y los textos se han reproducido con total fidelidad respecto de los originales, incluso en aspectos estructurales.
“La casa de Alena” es una ficción literaria, cualquier parecido de sus personajes, lugares, diálogos
o situaciones incluidas y/o descritas en la obra, con la realidad es mera coincidencia.
A mis padres. A mi familia.
A Isidro Alcazar, Ana Diezma y a la familia Cana.
A Riti y Luis.
A Olga Florez.
A Mercedes Pinto.
Sin ellos mi infancia no hubiera sido compañía .
A aquellos que creyeron en mi escritura y me respetaron
como persona.
A mis amigos y amigas: Belén P. de Prado, Araceli
García, Marisa Bermúdez, Lola Bertrand, Xabier
González, Mary Ortí, Olga Muñoz, Luis Alcocer y
Luis Prieto.
A mis otros Amigos Laura G., Laura. A., Luz y Coco.
Al Foro Sensibilidades, que me hizo crecer y creer.
Y por supuesto al Fantasma y a mi Madreselva.
Y a ti, que me lees y que quizá también quieres escribir
una novela...
Nostalgia “capitana” entre sus cejas
Belén Pérez de Prado
(*)
¿Quién soy yo?, -se diceAlena, transparente como sus palomas, nos invita a subir por la enredadera que
deja caer desde su ventana, y desde dentro nos espera en el alféizar.
La casa de Alena, tu casa Toñi, no es una casa cualquiera. No todos contamos con una
hiedra aliada, con un pozo con la capacidad para alma-cenar y reciclar toda el agua de lluvia que resbala en la sombra del tobogán de todos los paraguas que se abren y nos cierran.
No todos se transmutan en nota para acunarse en todos los silencios. No todos
nos sabemos hijos e hijas de la tormenta. (No en vano Alena, supo perdonarse por no
haber muerto y conoció que jamás sería sombra...)
Con una general nostalgia “capitana” entre sus cejas, Maria Antonia, paralluviada,
se permite poner palabra a su pérdida de estíos, enjuaga la sequedad en los ojos y dice: ¡ya
basta! a todo el miedo, suyo y de otros ante ella. Alena, quién no es una mujer cualquiera, se escribe en clave para inaugurar la despedida de todos y cada uno de los rincones que
conforman su casa. Alenamar, "quién de ausencias lleva todos los besos escritos", exorciza mientras se lee y escribe a los cuatro vientos, sin miedo ya a oír su voz, sin temor a su nitidez
de alma, ella permanece de pie en la puerta mirando hacia fuera.
Nos señala página a página el linde del “hasta hoy”; la línea fronteriza que se rajó
partiendo el alma de una vez y es un placer escuchar su voz recitar que “sabe que sabe” lo
que tantas veces no se atrevió a gritar, y nada más decirlo, debo confesar mi expectación
por conocer a la Toñi que nos llega, mis ganas de verla dar dos pasos firmes, tranquilos,
cruzar la puerta y salir con su libertad a "serse en el mundo” tal y como se desea ella.
En mi prólogo no quiero redundar en tu uso lúcido de la técnica, no quiero
ahondar en la calidad y riqueza de tus escritos, sí quiero resaltar la ilusión que Alena, sauzal, ha puesto en este proyecto.
Este me parece un momento estupendo para re-llamar tus palabras de ayer:
"Cruzo. No me caeré aunque resbale. Cree en mí.Me escribiré tanto que por fuerza crecerán mis raices"
Alena, cristalina,hoy sé que te llevas a ti misma en los bolsillos, y no sé si ganarás la guerra, pero llevas muchísima ventaja.
Como un poco "madrina" que me siento, aprovecho para decirte lo me consta
que sabes: Toñi, Galaor, Alenamar celebro por todo lo alto y lo bajo el nacimiento de tu
primer libro, y te agradezco tu permanencia en este común río ya utrero de nuestra amistad con todos sus remansos y meandros incluidos.
Y estoy segura de que en alguna parte, hoy te saludará la lluvia y el viento, y sonará un trueno para tí, ¡porque tú eres su hija!
(*) Belén P é rez d e P ra d o
En la bibliografía de autor de esta escritora residente en Iruña, destaca
el libro “Mujer de Nadie” y la participación, como autora invitada, en las
antologías internacionales “Poemas entre nosotros” y “Sensibilidades,
verano 2002”, así como la inclusión de textos de su autoría en las antologías III y IV de las auspiciadas por el Foro Sensibilidades.
Arquitectura civil de un ser humano
Xabier González
(*)
Un día, hace ya tanto tiempo que recordarlo no puedo, descubro que llevo a
cuestas un nombre que procede del euskera “etxe berri” y que, traducido al castellano, viene
a ser: “casa nueva”. Por una de esas casualidades que sólo el destino es capaz de poner en
liza, ocurre que justo en el año de mi nacimiento mis padres estaban construyendo una
“casa nueva” que sustituiría, como habitat familiar, a la cinco veces centenaria “Casa da
Alen”... esa que habitaron mis antepasados desde que los documentos escritos recuerdan.
¿Sería coincidencia?. Nunca lo sabré con certeza.
Con el paso de los años, descubrí que hay casas, como la de “tócame-Roque”, la
más clásica de Bernarda Alba o la mismísima “Casa de la Troya”, que son algo más que un
simple edificio; como también llegué a la conclusión de que existen otras, no citaré la
“Casa de Alba” o la “Casa de Borbón”, que son apenas miserables ejemplos de esa “arquitectura política” que pretende convencernos, en pleno siglo XXI, de la utilidad que tiene para
nosotros, el pueblo de la sangre roja y el corazón a la izquierda, la existencia de una raza
de individuos especiales, surgidos del cruce endogámico entre “sangres azules, cielo” y
cuyo, consentido y aplaudido, dolce far niente es la mayor expresión de estulticia social que
puedo imaginarme en estos momentos.
Y sí, amigas y amigos míos. Están, luego, las “casas del zodíaco”, las “casas de campo”,
las de empeños, las consistoriales, las de citas -eufemismo rimbombante y socialmente
correcto para que las entrañables “casas de putas” sigan siendo lo que son, pero quede
mucho más fino a la hora de referirse a ellas-, las de labor y las de huéspedes, la de la
moneda y las del pueblo, las “casas-picadero” y las hipotecadas, las que se construyen y las
que hay que demoler porque amenazan ruina, las de lujo y las modestas, las de socorro y
otras en las que no te socorren ni aunque te pases la vida golpeando la puerta.
Casas, siempre casas... como si la palabra fuera nana que calmara nuestros miedos a convertirnos en caracolillos y vernos, de improviso, con la mirada trashumante en
el horizonte y la casa a cuestas...
¡Sí!, las casas marcan nuestra vida; son universos en pequeñito en los que hay
astros que brillan con luz propia, estrellas fugaces que pasan por ellas con más ruidos que
nueces, agujeros negros, lunas llenas, planetas, satélites y hasta soles que iluminan la oscuridad o, al menos, lo intentan.
Exactamente lo que uno percibe en “La Casa de Alena”. Detrás de una impecable prosa, fronteriza con la lírica más poética, está la abundante y cálida imaginería de
7
las emociones intensas, las contradicciones que nacen cuando uno percibe que está a
punto de “caérsele la casa encima” o, también, cuando uno no es exactamente “de casa” aunque viva en ella... ese “echar la casa por la ventana” en ciertas ocasiones que Toñi Seguí tan
extraordinariamente pinta con su paleta de palabras multicolores, muchas de ellas en blanco y negro, para conseguir que esa indumentaria de “andar por casa” no se convierta en uniformidad temática ni en un simple subir y bajar, mil veces, la misma escalera.
Me late “La Casa de Alena” como lo que es: arquitectura civil de un ser
humano que se dibuja y desdibuja para decirnos que “sus otras casas” siempre han
estado en ésta. Para hablar de “casas” hay que atreverse a entrar en ellas... decidirse a abrir
la puerta y a traspasar el umbral... perderse en sus pasillos y escuchar lo que se cuece en
la cocina... disfrutar del salón y de las vistas que hay desde la terraza... sufrir y sentir presencias y ausencias... recordar que cada vida es una casa, con su desván y sus compartimentos secretos, que vamos amueblando hasta conseguir llenar los espacios de ese vacío
que siempre nos aterra.
Gracias por escribirte, ene-amiga, y, por favor, recuerda llevarme cada vez que
regreses a ese universo llamado “La Casa de Alena”.
(*) X abier González
En la bibliografía de autor de este escritor gallego destacan títulos en
idioma castellano cómo “El Efecto Doppler” (novela), “Corsario de ciudad” (relatos) o “Juegos de Olvido” (poesía); en idioma gallego, “Nas
corredoiras do íntimo estronicio” (poesía), “Escritos da Nación
Proibida” (relatos) y su importante obra teatral estrenada: “Keltike”,
“Espada o prato”, “Altariac Eirin”, “Nemet”, “Cantigas para unha gue rra”, “O Papamoscas”, “Petra e Karim”; así como la participación en
multitud de antologías internacionales, de las que cabe destacar
“Palabras Mansas” y en varias de las auspiciadas por el “Foro
Sensibilidades”.
8
Un viaje interior
Olga Muñoz
(*)
Escribo estas líneas desde la emoción y el cariño. De ahí mi miedo a no encontrar las palabras adecuadas. Esas que transmitan al lector la verdadera dimensión, tanto
humana como de escritora de la autora. Esas palabras que consigan trasladar al lector el
deseo de continuar su lectura.
Desde que leí por primera vez "La Casa de Alena", supe que estaba frente a
algo mucho más que una novela. Hace poco, un amigo común, preguntaba a la autora de
qué trataba su novela. Esperé, observándola, su respuesta. Quería comprobar si su opinión coincidía con aquello que yo había sentido al leerla. Su respuesta, después de,
creo…organizar ideas y sentimientos, fue que era "un viaje interior". Efectivamente, no se
podía definir mejor.
La Casa de Alena es un viaje en el tiempo. En el tiempo real y en ese otro tiempo de nuestra evolución personal. Tiempos del Silencio, del Olvido, Tiempo de Reptiles,
Tiempos Felices, Tiempos de "cuando entonces", TIEMPOS… Son esos tiempos paralelos
¿inventados?… si cabe mucho más reales que los del calendario.
Así, adaptando forma de novela, la autora ha ido analizando, descubriendo y
aceptando pasados; aprendiendo a amar presentes y adivinando futuros que, como a
todos, nos asustan y atraen por lo que tienen de desconocidos.
María Antonia Seguí Collar, "Alena" es una excelente escritora, que consigue entremezclar su prosa intimista, con una viveza de lenguaje que engancha al lector
desde el comienzo de su novela. Lo hace con esa facultad de quien conoce y ama los misterios de la escritura desde siempre. Escribir en Alena ha sido consustancial con su evolución personal: "yo soy mi escritura", así se define ella en muchas ocasiones. Entremezcla
sensibilidad y técnica de forma tal que, desde el comienzo de la novela, ya eres uno de los
suyos, y hubieras querido estar presente en cualquier momento de los que en ella revive.
No ha sido así en el pasado. Por suerte, el presente, me ha dado la oportunidad
y el privilegio de compartir tiempos de lluvia, hiedra, islas y espacios de libertad.
(*) O l ga M u ñ oz
En la bibliografía de autor de esta escritora residente en Madrid, destaca
su participación como autora invitada en la “IV Antología Internacional
Sensibilidades”, así como la selección de textos de su autoría para el libro
“ S e ns ibilida de s , o to ño -inv ie r no 2 0 0 2 ” .
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Alena... o prólogo a un libro no leído
Luis Alfredo Alcocer
(*)
Alena es mi amiga. Puede que esta afirmación no sea muy habitual como principio de un prólogo, pero para un viejo aficionado a juntar letras, tal es mi caso, poder
contar con la amistad de una escritora del calibre humano y literario de Maria Antonia
Seguí (de aquí en adelante seguirá siendo Alena) es importante, muy importante.
Me ha sido difícil decidir que aspecto trataría de resaltar en este prólogo respecto a Alena. Sería fácil hablar de ella como persona, ya que reúne las cualidades que todos
querríamos tener y nunca conseguimos, así de simple, así de cierto. Pero tomaré el camino más complejo, trataré de describir mi opinión como escritora.
He leído textos suyos a lo largo de algo más de un año -ambos pertenecemos al
mismo foro literario-, casi uno diario. La mayor parte han sido prosas originales, profundas, sorprendentes siempre. En menor medida, poesías -ella dice que no es poeta-, cargadas de un profundo sentido estético, en las que descubre nuevas formas de convertir
los versos en música.
En ambos casos, prosa y poesía, Alena trasmite su paradójica forma de ser al
papel: a veces tímida, recatada, dudosa, con las dudas permanentes que son patrimonio
exclusivo de las personas inteligentes; en otros casos rotunda, afirmativa, lúcida, con la
dosis de genialidad indiscutible reservada a los elegidos.
Creo que ha quedado suficientemente claro que Alena es una de las plumas que
más valoro en mi reducido grupo de escritores preferidos; mi admiración, en suma. A mi
edad uno lee menos de lo que debiera, pero nunca dudo cuando tengo la posibilidad de
disfrutar de uno de sus textos.
Por todo lo anterior es por lo que viene dado el título de este prólogo. No es una
contradicción, los folios impresos con "La casa de Alena" están sobre mi mesilla de
noche. Sólo esperan que unos achaques mínimos abandonen, aunque sea temporalmente, este cuerpo algo tullido para poder dedicar a ellos, a ella, toda la atención que merecen. De cualquier forma, tendré la suerte de poderlos leer antes que usted, lector de estas
líneas, espero que sepa perdonarme.
(*) L u i s A l f re d o A l c o c e r
Madrileño, autor invitado en la “III Antología Internacional
Sensibilidades” y con textos seleccionados en la II y IV de dichas antologías, su libro “Relatos desde la paranoia” recoge una amplia muestra de
su trayectoria como autor premiado en múltiples certámenes de relato.
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Enfrentarse a miedos y fantasmas
Marisa Bermúdez Malagón
(*)
Cuando tuve, hace unos meses, la obra de Mª Antonia Seguí Collar impresa entre
mis manos, a las pocas páginas, me encontré estos versos:
"Cada instante detenido en un presente de abrazos.
La mano de Papá.
Alena lleva las manos de su padre cada vez que escribe.
Relámpago
Lluvia
Raíz
Yedra
Estirpe
La mano de Papá.
Se había dormido..."
Me alcanzaron la mano y, con fuerza, entré en la "La Casa de Alena". Su casa
es en un principio el hogar de la alegría y de la risa de los niños, de la hiedra y de las caracolas. ¿Por qué de pronto la habitan lagartos, serpientes, sapos? ¿Por qué desertan las
Palomas? Las respuestas se encontrarán después de la lucha sanguinolenta de una muchacha en busca de su vida, una vida que deberá construir sola, sin la mano segura y amorosa del capitán sin barco que se fue una tarde de verano...
La muchacha se enfrenta a sus miedos y sus fantasmas. Mª Antonia Seguí es la
corresponsal en el frente. La muchacha habla de sus mundos de anfibios y reptiles. Mª
Antonia los describe para que nos sean entendibles haciendo acopio de imágenes y metáforas de una delicadeza notable: "nubes de silencio, océanos de nada, tormentas de olvido, trozos carbonizados de parasiempres, rituales de renuncia". La muchacha se enamora y Mª Antonia escribe el amor: "Inventé una isla para ti. Tenía colibríes, pinzones,
gaviotas, palomas: todos los pájaros que amas" hasta que se va... "Ya no hay islas"...
Entonces, muchacha y escritora se acoplan y nace Alena. Ella sabe ahora "que
el verano que viene, al regreso, habrá razones para la sonrisa". De nuevo es bienvenida
y dueña de "La casa de Alena".
(*) Mari sa Ber m ú d ez M a l ag ó n
Residente en Barcelona, entre su obra publicada destaca la novela
“Monólogos de la casada”, el haber sido autora invitada en la “II
Antología Internacional Sensibilidades” y “Callejón de palabras”, así
como su participación, con textos seleccionados, en la I,III y IV de las
antologías.auspiciadas por el Foro Sensibilidades.
11
Mezcla de ensueño y tierra
Araceli García López
(*)
Querido lector/a, si estás leyendo este prólogo es que vas a entrar en breve en
la Casa de Alena y yo quiero ponerte en guardia, avisarte: estás entrando directamente
en el corazón de Mª Antonia Seguí.
La primera vez que penetré en sus entresijos pensé y así se lo dije, que estaba
ante una gran novela. La opresión en el pecho y la emoción que me produjo cada uno de
sus pasajes me lo decían a gritos.
Me encontré con una mezcla de ensueño y tierra excelentemente engarzada; con
pasajes divertidos, otros tiernos, otros dolorosamente nostálgicos.
A Alena le fluyen las palabras, las frases, los versos... la recorren entera, como
si fuesen su sangre. Llega y transmite, penetra en quien la lee.
Su estilo, mixtura perfecta de géneros, nos sumerge en un universo donde, con
una extraordinaria fuerza literaria, nos arrastra.
Su técnica narrativa, pasando de una acción a otra con total desvergüenza, con
frescura y atrevimiento, es sorprendente y exquisita.
“La Casa de Alena es su mundo”, es ELLA.
Hay que acercarse hasta sus páginas con el ánimo de entregarse completamente
y si lo hacéis así no os defraudará, porque vais a recibir mucho a cambio.
Pocos escritores han dejado tanto de sí mismos en un libro como Mª Antonia
Seguí, Alena para sus amigos, entre los que tengo la gran suerte de encontrarme.
"Esta es la historia de una casa que no daba a la playa y que tiene caracolas en
todos los rincones"... Esta es la historia que ella nos regala, la historia de una casa viva,
su CASA. Espero que la disfrutéis como yo lo he hecho.
(*) A race li Garc í a L óp ez
Nacida y residente en Palma de Mallorca, entre su obra publicada destaca el poemario “Palabras de luna” y el haber sido autora invitada en
la “II Antología Internacional Sensibilidades” y participado con textos
seleccionados en la I,III y IV de dichas antologías.
Los genios y las magias
Luis E. Prieto Vázquez
(*)
Intentar prologar este libro de Toñi es darse de bruces con los genios: el genio
literario de una escritora excepcional que marca jeroglíficos apasionados en una escritura
provocante y exquisita, y el genio personal de una mujer que casi nunca juega con lo
superficial o extemporáneo.
Adentrarse por sus páginas, -como yo he hecho, entre placeres y asombros-, es
sentirse parte necesaria de las confidencias expuestas, es participar en la casa poética de
una persona que hace de la expresión literaria un lujo importante, y que atrapa al lector
provocándole sueños, a veces olvidados, en una amalgama de géneros que se entrecruzan
en un delicado muestrario de recuerdos compartidos.
Conozco a Toñi desde hace tiempo, y, desde hace tiempo, admiro y disfruto con
sus participaciones en el Foro de Sensibilidades, pero este libro, con ser muy "suyo", muy
"Alenamar", me ha sorprendido por la riqueza excepcional de una prosa, -a veces de un
profundo sentido lírico, otras de un prosaicismo irónico y provocante-, que engancha al
lector hasta dejarlo exhausto y profundamente feliz.
Decía yo, -chico de La Salle, al fin- , que prologar genios y magias es una labor
harto difícil, porque, con frecuencia, se escapan (los genios y las magias) de lo que los normales escribidores solemos garabatear en nuestros trabajos literarios. Pero no he querido
despreciar la oportunidad de sumergirme un poco en este mundo fantástico, y poder probar una red para genios que me ando confeccionando de a pocos.
Al fin, amiga, has podido demostrar gran parte de las magias que atesoras en este
estupendo libro.
Como amigo, como lector impenitente, sólo puedo decirte "gracias", porque el
éxito está más que asegurado.
(*) L u i s E . P r i e t o V á z q u ez
Títulos como “Diario de un anarquista atávico” (novela), “El hombre, el
hombre... la tierra, la tierra” (teatro), “Cantares de la edad adulta”
(poesía) y “Aladino está de vacaciones” constituyen, junto con su participación como autor invitado en las cuatro ediciones de la “Antología
Internacional Sensibilidades” y en la de “Todas las voces, una voz”, una
muestra fidedigna de la bibliografía de autor de este escritor español
afincado en la Sierra de Madrid.
13
10
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27
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INICIO DE CÁNTICO
CÁNTICO
PRELUDIO CANTÁBILE
INTERMEZZO DE UN PINTOR FANTASMA Y VUELO DE PALOMAS
ANDANTINO EN EXTERIOR DES-ALUMBRADO Y JACQUES BREL
LARGUETTO EN LARGO, AL ENCUENTRO DE LAS ISLAS
... inicio de cántico
La casa de Alena
)
nes.
Esta es la historia de una casa que no daba
a la playa y que tiene caracolas en todos los rinco-
Guarda ecos de todas las voces de aquellos que la amaron, y, en arcones de la memoria, días de sol y tardes en las que se escuchaba un piano.
Retratos antiguos, galas de otro tiempo. Frutos sagrados de estirpe.
Sedas, cuadros, joyeles olvidados y arrinconados para noches de baile y sonrisa abierta.
La casa de Alena es un soportal bajo la lluvia en el que no hacen falta los
paraguas. Alma de la nostalgia. Raíz de los porvenires: golpean las olas y es
playa de náufragos.
naufragué en años de nadas
devolví luz a la sombra
ocasos me acunan.
¿ Años de nada? ... Años, siglos de oscuridad: frente, enfrente la memoria.
Hubiéramos querido, ella hubiera querido, sin duda, detener el aire. Y en las
cortinas azules, donde se apoyaban los lirios que compraba para su madre en
la infancia, poderse esconder para no verse.
Para no verse más.
Olvidando
La escalera del adiós
El violín muerto
La madreselva
Mis retratos.
21
La casa de Alena
No. Mis retratos son míos. No me quites la cara de los fantasmas violetas.
Un ocaso de oro en espléndido vértigo se retrata en los ojos de la madre en la
casa de Alena.
Mira la mirada de la madre que mira.
Olvida el miedo en ojos de ternura donde habitan los siempres.
Pero nada, nadie, podrá devolver jamás las tardes azules de la infancia donde
hay un niño muerto que me pertenece.
A
S E S I N
EL TIEMPO
A N D
O
R
E
P
T
I
L
Hay un reptil de ojos carbonizados desplegándose.
En la casa de Alena ya saben que la muerte es el último acto de dignidad que
es necesario vivirse.
Cuando alguien muere se derriban oleajes en rocasmadre.
Madreroca alzándose del naufragio.
NO TENGO PLAYA.
(Ella responde con sonrisa para futuros innombrables)
Y entonces, sólo entonces la casa de Alena crece otra vez.
22
cántico
La casa de Alena
)
Hubiera sido distinto si no hubiera la sombra de un niño muerto... Un niño muerto que se
levanta ojos abiertos y me mira. Un niño muerto que grita que
tiene miedo de su muerte. Un niño muerto acusador de una niña
viva.
No era mi tumba flor para el olvido.
Mis oscuros ojos rotos.
Mi infancia quebrada.
Mis veranos inexistentes.
¿ Dónde te llevaste mis veranos? ...
te llevo rosas blancas
pero me habita tu muerte entera
vida soy de quien no eres.
(mis labios no besaron
enamoradamente
jamás)
Rasgo tu voz
Déjame darte la mía .
Hubiera sido distinto si no hubiera la sombra de un niño muerto, convertido en
puntos suspensivos.
25
Preludio cantÁbile
La casa de Alena
)
" Cuando le dije a aquél estúpido de
psiquiatra, con solo diez años de edad, que quería ser un chico para poder llevar pistola y jugar a vaqueros,
le dijo a mi madre (que se sonrió), que me pusiera faldita.
¡FALDITA! ... Yo no he llevado en mi vida faldita, ni falta que me ha
hecho para haber hecho toda la vida lo que pude y lo que me dejó la vida
hacer, que, por otra parte, tampoco fue tanto, si vas tú a mirar.
En el colegio, ( de pago por supuesto y de niñas-bien, de familia
como la mía, escogido reducto de una burguesía media alta con injertos que
aceptábamos porque éramos todos muy liberales) mis padres le dijeron a la
directora que la niña llevaría pantalones, "porque si no pasa frío ". Y amén.
Las demás llevaban una falda horrible azul marino oscuro, que, con el paso
de los años acostumbraron a levantar de la manera más provocativa posible
cuando adivinaban en el horizonte escueto de la esquina la aparición de un
ser extraño que llamaban " varón ", y que, a lo sumo, se convertía en un miserable (por lo patético) sujeto de quince años, larguirucho, con cierto atisbo
de pelo en la barbilla y una cantidad de grano que daba grima verlo ( o a
mí me daba grima.) Nada que ver con Carlos... "
- ¿Carlos? ...
" El verano en el pueblo empezaba cuando llegaba Carlos, que era
rubio, me llevaba cuatro años y tenía moto. Vivía en los chalets de abajo.
Todas las niñatas de allí estaban enamoradas de él, no sé si porque tenía
moto o porque era rubio. Pero lo importante y a lo que iba, que no voy a
contar aquí la historia de Carlos, es que en el colegio, las niñas " buenas "
no iban con chicos, y claro, yo no podía contar que en verano jugaba al fútbol con los chicos del pueblo, y me iba a las peleas a pedradas de la plaza.
Las niñas monas iban a ver jugar a los niños pijos al colegio La Salle. Todas
de uniforme, claro, o por la tarde, con el trajecito tan rico que les había comprado " mamá "”
29
La casa de Alena
- ¿Y tú? ...
- Yo iba en vaqueros que me estaban cómodos.
" Por eso digo, decía, que mi madre miró al psiquiatra con cierta sorna
sandunguera. Porque a mí no me pasaba nada, vamos, no me pasaba nada
de eso. Yo lo único que quería era poder elegir, en el fondo, lo que quería, y
eso siempre cuesta mucho trabajo. Es verdad que una siempre tuvo fama de
rarita, y hoy casi le digo que menos mal, porque... estaba yo como para no ser
rarita.
Yo no tuve infancia. Quiero decir que no tuve infancia de calle. Mi
infancia es una ventana por la que yo miraba y veía pasar la vida. Y cuando
imaginaba ( la verdad, me he pasado el tiempo imaginando) quería que me
dejaran inventar lo que me diera la gana".
- ¿ Y te dejaron? ...
- Mis padres sí .
30
La casa de Alena
)
Desciende la lluvia en roturas
noviembrales. En umbrales rotos.
Está cosiendo en una máquina Singer. Cada puntada
anuda la tarde. Ata el sonido del agua a la luz de la lamparita que la alumbra.
Te llamo desde la voz que fue mía y acudes. Aún acudes.
Todos tus nombres tengo para llamarte.
Roca
Raíz
Retama
Alba
Ancla
Madreselva
Hiedra
Cuando se hizo de noche inventé tus nuevos nombres para tu travesía.
Fortaleza
Silencio
Trigo
Espera
Lirio
Cada mañana reinventa la vida para que yo me la crea.
Cada noche acuesta ternura para que yo permanezca.
Y cose, hilo a hilo la fe que me entrega en mi quien soy yo.
31
La casa de Alena
)
Escondidos en la frente de la noche, duermen los reptiles. Escamas en camas de bilis.
Derrotados por la luz, ciegos. Los túneles son su victoria.
Derrapan, derraman, raspan semillas de odio. Siembran saliva
para enmudecer silabarios. Enroscan piel viscosa en rincones imposibles. Crecen. Se adueñan de los interiores recintos encintando el dolor de colores neutros.
En casa de Alena el tiempo de los reptiles reina y se acomoda.
Negro.
Gris
Marrón
Carbonizado
No. Todo era mate. Mármol. Mar-móreo. "Morire, moritus, mortum est ".
Descanse en paz el tiempo de los dioses. Los reptiles los asesinaron a todos.
...cuando era el tiempo de los dioses,
la luz estaba encendida. En el alfeizar de la ventana siempre había palomas.
Les daba miguitas.
El tiempo de los dioses tenía zapatillas que calzar cada anochecer.
Café con churros los domingos.
- ¡Que prosaico el tiempo de los dioses! ...
- Quizá en otro lenguaje lo entienda usted de otra manera...
El tiempo de los dioses: la memoria de la sangre repicando en ventanas de luz.
Acariciando manos como sonrisas de sueños, lluvias que nos aman, trueno que
32
La casa de Alena
nos pertenece, el fulgor del relámpago con la ventana abierta amaneciendo
noche de esplendor. Junio de plata y olor a jazmines en el crepúsculo de la
tarde, todas las estrellas del verano en grito de síes para siempre, siempre,
siempre, no existen adioses, ni muerte, ni dolor, ni distancia, ni ausencia, ni
caballos galopando con jinetes del miedo llevando a la grupa todos y cada
uno de los pájaros muertos que asesinaron los reptiles cuando llegaron a casa
de Alena, y Alena no tiene su nombre, no le hace falta tener su nombre, la llaman, la reclaman, la dicen, la nombran con todos los nombres del aire de la
vida que lleva en sí, para sí, en la memoria, en la presencia de los que la
aman. Y no ha llegado aún la espada, ni el hacha, ni los ataúdes, ni la piedra, ni el mármol, no existe el mármol, ni el mate.
Cada minuto que vive, sabe que vive. Respira como si nunca más fuera
a respirarse, sí. Se muere cada anochecer un poco pero se vive. Se levanta
como milagro de cada amanecer. Pero se vive. Sale a la calle como cristal a
punto de astillarse. Pero se vive. Juega como asombro de quien la ve jugar.
Pero se vive. Y no necesita su nombre.
La nombran todos los días de su pequeña vida.
Y no hay reptiles.
Solo café con churros los domingos.
33
La casa de Alena
)
" Es decir, que una vivía su vida un pelín al
margen de cuestiones falda-pantalón con niñatos
guapos, porque para niñato guapo el suyo "
- ¡Qué manía le ha dado a usted con ese tema!,¿ no decía que no iba
a hablar de él? .
- Y no hablo.
" Yo le estaba intentando explicar a usted, pero veo que no me deja, que con
once años a mí me traía sin cuidado el guapito de cara que jugaba al balonmano. Una tenía suficiente con levantarse por la mañana y que su madre la
llevara al colegio diciéndole aquello de " y así querrás ser tu periodista " cuando ella, o sea yo, se negaba a ir porque se pasó la noche vomitando. Claro
que, luego le han vomitado a una tanto que aquello da ya un poco lo mismo”.
- Se habrá usted puesto perdida...
" Casi siempre perdí o me perdieron sí. Lo malo era, es, encontrarse. Con la
cantidad de orinales que le lanzan a una a la cara habitualmente hay para un
regimiento. Eso sí, una aprendió a apartar el rostro con inusitada rapidez. ".
- Eso que dice de que la " perdieron ", me suena a...
" ¿A puta, por casualidad? ... le aseguro joven, que ya hubiera querido yo...
porque si le digo la verdad verdadera, que decía una abuela mía, a mí lo de
ser puta me ha traído al fresco toda mi vida, la cantidad de categorizaciones
en las que me he visto inmersa a lo largo de mi vida es infinita. Desde marimacho, débil, inútil, infame, borde, zorra, chula de mierda, pasando por enferma, subnormal, retrasada y sobre todo novalesparanada, las he tenido todas.
Eso sí, salvo en una ocasión, no he contestado a tanta tontería "
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La casa de Alena
- ¿ Ocasión dice? ...
- " Espectacular bofetada se llevó el angelito en el colegio, delante de todo el
cuadro de profesores "
- ¿ Y qué la llamaron a usted? ...
- "Permítame que me lo calle. Pero siga usted leyendo y lo mismo se entera.
Estaba yo explicando que aquellas niñas tan buenas del colegio eran un pocas,
cómo le diría yo... "
- ¿ Tontas?...
" Eso. Tontainas, más bien tontainas. La diferencia entre ser tonto o
tontaina es enorme. Mire : el tonto puede discutir con usted, a su nivel, claro,
digo, al nivel del tonto. Pero, el tontaina... huy, el tontaina es dificilísimo que
discuta; se encastilla en su lógica del nosé-no-entiendo-no-me-entero-yo-nosabía-nada y pone cara de domingo en verano, cara de musgo y palitroque,
cara de aserrín-aserrán, cara de gugu-qué-niño-más-rico, esa cara inexpresiva de tu-actitud-me-supera-eres-demasiado-inteligente-qué-pena-me-doy:
era la cara en flor de hijas de María de las niñas bien de mi colegio. Sobre
todo cuando yo decía en clase que me gustaba leer a Neruda ".
- Es que ¿ me va a decir que con once añitos leía usted a Neruda? ...
- Pues sí, joven impertinente, en edición de tapas blandas, Espasa calpe-austral.
- Pedante que ha salido usted...
- Y usted que lo diga. Mire, cuando el lector de esta novela, si es que esto es
una novela, y se publica y tiene lectores, llegue el pobre, si llega, hasta aquí,
servidora espera que o bien le rechinen los dientes y esté hasta las narices de
no saber quien es el narrador de la historia, qué pinta usted en ella, por qué
hay distintos niveles de lenguaje y por qué yo parezco una pedante asquerosa,
o bien le guste tanto que todo eso le importe un pimiento morrón
" Yo quisiera poder seguir diciendo lo que estaba diciendo. .. se me ha ido el
hilo un poco... el hilo que saca el ovillo que nunca lleva a ninguna parte, porque cuando lo desenredamos resulta que había tanto nudo en medio que habíamos cortado por aquí y por allá con las tijeras y ya la lana está inservible. En
fin, que en aquellas clases de aquellas aulas era bastante difícil entenderse con
gente tan lista, porque eso sí, mon Dieu (esto es otra pedantería mía, no ponga
usted esa cara), qué listísimas eran, carajo... se sabían de memoria la vida y
milagros del actor de la última película de importación United States, con
35
La casa de Alena
cuantas monas se había casado, qué deportes le gustaban y los calzoncillos
que usaba para dormir. Sí, para dormir, en mi época no existía el verbo joder
¿ me comprende? ... las niñas bien a lo más que llegábamos en cuestión de
tacos era a " jolines " y con muchísimo reparo.
Pero el mundo estaba dividido entonces entre las que llegaban a decir jolines
con un mohín monísimo en el piquito de loro ( perdón, de oro) y las que decían joroba con harto peligro de que les contestaran " lávate la boca "”.
- ¿ Y usted?...
- Servidora fue siempre muy mal hablada, gracias sean dadas a los dioses.
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La casa de Alena
)
Los túneles.
O
S
Curos
Ondeaban
Súbitos
Linternas asustadas rompían la madrugada de muerte. Miedo. Tengo miedo.
Se va a morir en un lento túnel de sombra.
SOS
SOS
SOS.
No le queda nada ya para morirse salvo la última rotura del pecho en jadeo
estertor auxilio.
GRITA
N AD IE N AD IE N U N C A N AD IE S AL VA L A M AD R U GAD A N U N C A H AY AL B A.
¿No hay un alba para su vida?...
SOS
SOS.
SOS.
Y luego se pondrá en pie a través de su muerte. Resucitada cada día. Espectro
de lugares donde nadie jamás descendió.
¿Usted ha visto alguna vez la muerte?...
Yo sí. ES ROJA.
SANGRE.
Detrás del último túnel al que descendí.
He vuelto tantas veces que no sé si resucito o no he nacido aún.
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La casa de Alena
)
Desde entonces ama la noche.
Era infinita en aquella ventana. Solo se veía un cuadradito de
azul y algunas estrellas. Las miraba tendida boca arriba. Iban apareciendo poco a poco, con el primer contraluz.
Desde aquella ventana aprendió a mirar, a ver el lento transcurrir de las horas,
a distinguir el paso del tiempo sin relojes. Jamás le hicieron falta los relojes:
desde su infancia, supo qué hora era por los cambios de tonalidad.
Los negros dan lugar al mate y después al violeta. El amanecer se despeja en
naranja o en semitonos de perla. Luego aparece el amarillo en bandas, entre
azules, más tarde crece un tono azul sin llegar a celeste. Si hace buen tiempo
se torna dureza líquida, y parece hielo en el aire. Si llueve, el pardo amarronado sembla café a punto de tostarse.
La tarde se inicia con un descenso de la línea horizontal en la que se posa el
sol: del primer tejadillo al segundo. Trescientos metros de luz. A las cinco la luz
en invierno tiene rojimorados y lilas despuntando. A las seis y diez solo queda
un resplandor amarillento opaco en las ventanas. A las siete menos cuarto se
enciende una farola y regresa el tono azul marino. Luego, con la primera estrella el cielo ya no se ve en la ciudad, es negro.
Si hay claridad, puede aparecer la luna y entonces el resplandor ilumina todo
el balcón bañándolo en blancura.
La noche llegaba tornando jazmines en lirios. Siempre pensó en las flores al
llegar el anochecer. Le parecía a Alena que éste era como un jardín donde
perderse sin prisa. Le gustaba dormirse pensando que se iba cerca de los arriates, rodeaba un estanque, se quedaba bajo un árbol, que siempre soñó
sauce... este imaginar le servía para dormirse. Era como un juego: " me voy al
jardín", pensaba, y empezaba a aspirar el olor de las flores. Aunque había
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La casa de Alena
otras cosas que también imaginaba en su duermevela, que la protegían del
mundo real. Como ir escuchando los ruidos de la Casa y sentirse resguardada por los sonidos familiares, e imaginar entonces a cada uno de los habitantes según lo que oía a través de la puerta entornada. Y la mano de Papá.
La mano de Papá era distinta. Áspera y fuerte, rugosa, segura, firme, inalterable, olía a tabaco y a leña, a alma de magia y a cotidiano amor, la mano de
Papá recogiendo la suya; caracola del mar, susurro de síes, fortaleza, roca, raíz
y tallo, la mano de Papá era la Casa de Alena.
Cada instante detenido en un presente de abrazos.
La mano de Papá.
Alena lleva las manos de su Padre cada vez que escribe.
relámpago
lluvia
raíz
yedra
estirpe
La mano de Papá.
Se había dormido...
39
La casa de Alena
)
En las noches de julio resplandece la luna,
sobre los árboles centenarios del viejo pueblo.
Aparecen las casas dormidas. Blancas y rojas en ladrillo. La
plaza, redonda, tiene el Ayuntamiento en uno de los frontales. En
una de las esquinas está el bar del Pesca. Allí compra Alena los polos
de nata que más le gustan. Luego, la comitiva, que va de paseo, toma la carretera adelante; siempre hasta donde se acaban las luces.
Julio es el aire atomillado, con grillos a voces. Huele a nata el campo. A nata
y a brezal. A pino. A ovejas que pasaron, esquilas del anochecer, hace rato,
adormiladamente, en un ensueño de pasitos cortos y breves.
Hay alquitrán en la carretera pero en las trochas queda arenisca, barro del último chubasco, hojas quemadas.
Se oye la charla en voz queda. Risa breve sin alterar la quietud.
- ¿ Y aquella que brilla? ...
- Es Aldebarán.
Pasan el Chato y el Neri. Acompasados en su bamboleo de manos en la espalda.
- Ea...buenas noches.
- A la paz de Dios. ¿ De paseo?...
- Ahí vamos. ¿ Y la Juliana?...
- En casa se ha quedáo, que le duelen las piernas.
- Ya vi los gatos, que se te escapan todos...
- Anda... que son unos bodigueros toos, y se van de naja en cuantico les doy
la espalda...
- Venga Chato, que a ti lo que te pasa es que no los quieres ...
- ¡Qué quererlos ni quererlos, si les tengo comíos y bebíos antes que a mí,
amos anda...
Se ríe la ronda, y sigue la lentitud del paso de los compadres que se despiden
al poco.
En las noches de julio resplandece la luna sobre los árboles centenarios del
viejo pueblo.
40
La casa de Alena
)
" ´Pues sin embargo, joven impertinente,
a mí me gustaba ir al colegio. Ya ve usted lo que son
las cosas. Cuando volvía de las vacaciones del verano, me
hacía ilusión que empezaran las clases. ¿ Usted no tiene olores de
infancia?... a mí me ha quedado así ,como pegadito, el de la goma de
borrar. Y también el de la pintura fresca de las paredes. Debía ser que aprovechaban para remozar y, a nuestro regreso, las escaleras, las aulas y los pasillos olían a nuevo".
- Todos los colegios hacen lo mismo.
- Eso lo dirá usted...
"Recuerdo todavía el aroma de los libros nuevecitos. Brillantes. Recién salidos
del horno.
Nos hacían bajar de dos en dos a la dirección, para recogerlos. Íbamos tan
seriecitas las niñas, con los brazos cruzados, bajando por la escalera interior,
procurando no hacer mucho ruido, hasta el despacho de la Directora. Allí, nos
saludaba la profesora encargada, tan seria como nosotras.
Se iba a por las llaves de un armario blanco, volvía al poco rato, metía la
llave, que era enorme, dicho sea de paso, en la cerradura, se abría la mole
con chirrido crujidor y aparecían unos paquetes de colorines. ¡Los libros nuevos! ¡ Los libros del curso nuevo! Olían a tinta, a pegamento, a ropa blanca
recién lavada. No puedo explicarle que aquel olor era un comienzo de temporada, un inicio prometedor de nuevas experiencias, un presagio del porvenir.
Claro que, después llegaba la vida real y práctica. Quiero decir, y no me
ponga cara rara, que ya le estoy viendo, que aquello del olor de los libros, y
de los presagios, eran ensoñaciones de una servidora. Luego, esos libros había
que estudiárselos, y yo, en realidad al colegio iba muy poco. En seguida sucedía lo de siempre, y había que fastidiarse."
- ¿Lo de siempre?...
- Parece usted tonto, hijo, ni que no fuera usted el narrador de esta historia...
quiero decir que me daba el ataque de asma y me tenía que quedar en la
41
La casa de Alena
cama, desde donde veía esa ventanita que con estilo tan excelente ha descrito
usted, que vaya envidia que me dió.
- Usted tampoco lo hace mal cuando se pone a ello.
- ¿Verdad?...
" Pues eso, que nos volvíamos a casa con la bolsa, tan contentas, hablando las
dos de todo lo que había que hacer esa tarde. Forrarlos, comprar bolis, una
goma nueva, un cartabón para el dibujo... Al llegar a Casa, era ya la hora de
comer”.
- Óigame usted, y disculpe, ¿esto que me cuenta es tan importante?...
- En absoluto, puede usted saltárselo tranquilamente.
- Favor que me hace...
"Yo solo intentaba explicarle, y veo que muy mal, que la rojiza claridad del sol
en invierno se licuaba en el biombo chino mientras rasgábamos el envoltorio
de los libros para encuadernarlos”.
- Es usted algo cursi...
- De acuerdo, joven, pero no me lo diga mucho.
"El invierno me gustaba. Verá, no es que tenga nada contra el verano, pero..."
- ¿Pero qué?...
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La casa de Alena
)
en junio.
Un largo cuchillo de adioses cortando en
dos a la noche. Rasgadura del velo. Altaír se muere
Entreclaros golpes sonaron de golpe.
Abrir la puerta. Cerrar la infancia.
Tajos. Cómo disfruta el dolor hiriendo claridades...
La muerte es una mano que se desploma cuando la alzas.
Prueba irrefutable de la caída de los Capitanes.
" Oh , C a p i tá n , mi C a p i tá n " . . .
Se levantan todos los muros negros al paso del cortejo del No.
Mírate los ojos... de ahora en adelante nadie mirará por ellos más que tú.
Los duendes, los gnomos, los juguetes, se han escondido. No quieren saberlo.
Y la madreselva sabe que nunca más Alena volverá a ser inocente.
Deshojando horas, cada vez que regrese en verano, escuchará pasos inexistentes.
Tus altos muros de piedra no cobijaran más tu sonrisa.
Catedral vacía, no hay campanas para tu vida.
Solo cuando perdones a la madreselva podrás mirar de frente la hiedra.
Porque volvió de allí para irse.
La muerte es una mano que se desploma cuando la alzas.
" Oh , C a p i tá n , mi C a p i tá n " . . .
43
La casa de Alena
)
- ¿ No ha perdonado usted a la yedra?...
- Vaya por dios, no ha entendido usted nada, y, además se me ha puesto lírico.
- Me gustaría entenderlo...
- Pues escuche y cállese usted un ratito.
- No explica usted nada, se limita a revelar secretitos tontos de su infancia, y
la infancia de todo el mundo, pedantísima señora, está llena de cosas, que,
probablemente a nadie le interesan un pimiento.
- No le digo que no.
- Y esas cosas, no dan dinero.
- ¿Mande?...
- Quiero decir que las cosas de la infancia no interesan, a no ser que nos llenen los bolsillos de cosas, es decir de dinero. Y no va a vender usted ni su propio ejemplar de novela.
- Cosas en los bolsillos... vaya por dios, cállese y atienda.
Cosas en los bolsillos... yo siempre llevaba los bolsillos del pantalón llenos de
cosas, chicles, tabaco de chocolate, cerillas de azúcar, varios pañuelos, una
llave de una puerta que ya no existía en el corral de la casa del pueblo, una
pistola diminuta de agua que me echaron los Reyes, una placa de policía
secreto, de latón que me hacía un amigo, y que yo creía que era de verdad...
porque yo quería ser detective, como Sherlock Holmes, y por eso andaba por
la casa, entre sus patios, por la antigua cuadra y el olvidado palomar sigilosamente, a la hora de la siesta, buscando el tesoro escondido del bisabuelo,
todas las tardes de aquellos largos, cálidos, alegres veranos de mi infancia, de
julio a septiembre.
En el Pueblo había un cine por la noche, que ponían en la plaza; allí acudíamos todos, niños y mayores con nuestras sillas de mimbre, y bajo el módico
precio de dos duros veíamos la bellísima película de vaqueros en la que los
buenos siempre ganaban, mataban al indio, que era malísimo y siempre llegaba a tiempo el Séptimo de Caballería y el guapísimo John Wayne.Y claro,
para ir me llevaba algo de dinero en los bolsillos porque había que pagar la
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La casa de Alena
entrada y comprarse un polo de limón, y pipas, que me vendía el del bar de
la esquina, y a veces llevaban un carrito con cocacolas y fanta y también comprábamos, yo y mi amigo Felipe, que se sabía todas las películas y a veces me
contaba el final para que yo no me preocupara por lo que iba a pasar después.
Pero otras veces íbamos a la función que daban los titiriteros que me daban
algo de miedo, porque llevaban la cara pintada de blanco y algo de pena,
porque no les salían los trucos se les caían los aros a los malabaristas y los
payasos contaban chistes que nadie entendía porque apenas sabían hablar
español, pero yo siempre les daba dinero y ellos, a veces, me regalaban caramelos o cintas para el pelo que yo me guardaba en los bolsillos. Cuando nos
marchábamos de allí, había siempre un olor como de jara y de pachulí mezclado, que duraba días, hasta que los titiriteros se iban a primeros de septiembre, cuando empezaba a dorarse el sol y los días eran más frescos y al
salir por las mañanas en bicicleta ya olía a leña. Yo cerraba los ojos y aspiraba aquél olor, como una fragancia, como un aroma, para recordarlo todos los
días de mi vida... aquel cielo azul, el campo verdeamarillo, plagado de amapolas, el llano innumerable confundiéndose con el horizonte, la frescura del
aire... olía a leña, sí, yo me tocaba los bolsillos y me sentía segura, mientras
los llevara llenos no me pasaría nada. Lo sabía desde que me caí a la puerta
de tu casa, la tarde que estaba jugando a las carreras de bicicleta con Nano,
en la Colonia de Hoteles. Aquél día no estaba el chico que me gustaba y me
aburría, porque no teníamos balón para jugar al fútbol, así que cuando Nano
me propuso aquello acepté encantada.
- Tú eres Eddy Merck y yo Ocaña.
- Vale.
Me ganó las dos primeras y yo me piqué. Desde la salida, la entrada a la
Colonia, hasta la llegada, la entrada al recinto de la piscina había un kilómetro justo.
- ¿El desempate?- ¡Claro!.
Aceleré todo lo que pude y me adelanté, pero en la curva antes de la última
recta se me fue el pedal y él pasó delante.
- ¡Jope!
- ¡Venga, tira!..
Apreté los dientes y seguí dando pedales... o eso quería, porque había perdido el paso y lo que me di fue un tortazo de los de aquí te espero. En el suelo
y sangrando le vi llegar a la meta, mientras lloraba a gritos, el castañazo fue
45
La casa de Alena
de aúpa. Me cogieron en volandas a los acordes de "pobrecita, pobrecita, no
llores" y me llevaron a un chalet, donde me curaron, me dieron cocacola, me
quisieron hacer dejar de llorar, pero no había manera... hasta que tú, que me
habías recogido, dijiste:
- ¡A ver!,¿Qué llevas en los bolsillos hoy?..
- ¡Pues... nada, si hoy no llevaba nada!...
- ¿Lo ves?...¡Esto te ha pasado por no llevar nada en los bolsillos!,¡siempre tienes que llevar cosas en los bolsillos, para que nunca te pase nada malo!...
Eso me hizo dejar de llorar, claro, desde entonces los llevaba llenos de cosas;
como había dicho Ana.
El verano se componía también de las noches en el patio, en las hamacas, allí
mi Padre me enseñaba las estrellas, mi tío recitaba versos, y mis hermanos...
bueno, mis hermanos eran mayores y estaban por allí a sus cosas hasta que
desaparecían con mis primos y yo pensaba con mucha sagacidad": se han ido
a Extremera", que me parecía el colmo de la diversión para los mayores. A mí
no me llevaban nunca a Extremera, claro, porque era pequeña, y era una
pesada... pero algunos veranos dejé de ser pesada y me admitieron como ayudante de dirección en la obra de teatro que ensayaban en casa; mi función era
hacer los recados, así que era importantísima. Y claro, entonces añadí a los
bolsillos una hojita y un lápiz para apuntar los recados que tenía que hacer y
una goma de borrar para irlos tachando y un sacapuntas para el lápiz.
Y a mediados de septiembre llegaba la última ocasión para guardar cosas en
los bolsillos, porque era la fiesta de Jesús y después de ella nos veníamos a
Madrid.
Para la fiesta se engalanaba todo el Pueblo con cintas de colores y guirnaldas,
se añadía luminaria a la plaza, y en el Ayuntamiento(que tenía unas escaleras
de caracol altísimas y por las que subíamos Papá, mamá y yo con el Alcalde
hasta la tribuna, en la que, cuando ya estábamos sentados para la inauguración con los fuegos artificiales, me decía el Alcalde": hasta que tú no des la
orden, no empezamos", entonces, yo agitaba mi mano derecha, convencidísima de mi importancia y él decía": que empiece la Feria". Y el aire se llenaba
de colorido, de luz, de ruido, de alegría con fuegos verdes, azules, anaranjados, violetas, rojos, hasta la traca final que duraba más de cinco minutos y
entonces toda la plaza estallaba en una ovación clamorosa y se oían gritos de":
¡viva el alcaldeeeeeee!...")se colocaba la bandera nacional con una luz en el
centro.
Pero el día anterior se efectuaba la Procesión de Jesús Nazareno y a ella había
que ir arreglada, ya que las fiestas eran en su honor; entonces me vestía con
46
La casa de Alena
los pantalones de pana, porque los vaqueros no eran apropiados(los tenía
rotos de jugar al fútbol en la Colonia) y la camisa lisa y blanca.
En aquellos pantalones me cabían menos cosas, pero me llevaba el pañuelo, la
llave y la piedra blanca que encontramos en el río mi primo y yo y que fue nuestro talismán hasta que él se fue de España y yo la perdí el verano siguiente.
Aquella piedra blanca iba a ser la primera que pondríamos en nuestra casa de
Lisboa, cuando surcáramos el río Tajo en la barca que íbamos a construir con
las maderas que estábamos recogiendo, y que guardábamos en el Corral,
bien ocultas de los mayores, para que no las vieran, porque si las encontraban
descubrirían nuestro secreto y además nos quitarían las maderas y nos llamarían tontos y fantasiosos, aunque nosotros sabíamos que no eran fantasías,
porque éramos muy capaces de hacer una barca, y cuando íbamos al río
hablábamos con el barquero que sabía nuestro secreto y siempre nos preguntaba: "¿qué tal la barca?,¿Vais bien con ella?. Una barca es difícil de construir,
tenéis que pensarlo mucho antes de empezar, para que no se hunda"... Así
que, si el barquero que era tan importante en el Pueblo porque pasaba a la
gente a la otra orilla, nos creía, estaba claro que tendríamos barca. Además a
veces nos daba maderas, y volvíamos cargados con ellas hasta el corral, cuidando de que nadie nos viera... una vez nos pilló la madre de mi primo, pero,
no supimos por qué, hizo como si no hubiera visto nada, aunque, a la tarde
siguiente, cuando íbamos a nuestro Refugio nos llamó y nos dijo bajito: “en las
cuadras he dejado unas maderitas para la barca..."Aquello nos hizo ver que
era una aliada secreta con la que podíamos contar.
Ella también iba a la Procesión junto con la familia, y por supuesto iban Mamá
y El General; El General era mi padre, que no era militar ni nada, pero nosotros, mi primo y yo, estábamos a sus órdenes. Él era sargento, y yo el cabo y
todos los veranos nos poníamos a su disposición y hacíamos lo que nos mandaba; recados, ir por pan, leche, huevos, llevar bultos pequeños, ir a buscar a
gente de casa... si no cumplíamos sus órdenes, nos arrestaba: teníamos que
dar una vuelta al patio, o salir a la puerta de la calle y decir a voz en grito:
“pirulí-pirulá, por orden del General", o decir: “el gato es azul, y tú verde",
cosas así, lógicas y razonables.
A la Procesión me llevaba por eso la piedra blanca en el bolsillo y también un
dibujo que hacía a veces El General del recorrido, para que nosotros dos vigilásemos todo muy bien, el pañuelo y la llave.
Con la corrida de toros se acababa oficialmente el verano. Todos mis hermanos, mis primos y todos sus amigos iban, pero se colocaban en las barreras de
la plaza, entre los palos y en los carromatos que ponían para ese efecto. Papá,
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La casa de Alena
Mamá y yo la veíamos desde el Ayuntamiento, aunque enseguida Papá se
bajaba para la plaza, se iba a ver a los toreros, compartía pitillo con ellos, veía
a un montón de gente y terminaba subido a algún carromato haciéndole señas
desesperadas a Mamá para que bajase, pero Mamá le decía que estaba loco,
que cómo se iba a meter ella allí; todo esto, a voces, entre el humo de los puros
de la gente, el olor a cerveza, os estallidos de algún petardo y los clarines que,
ya tocaban para empezar la corrida.
En ella yo me aburría un poco; me daba miedo que al pobre torero le pasara
algo y entonces, sacaba las cosas de los bolsillos y las recontaba, a veces,
subía Ana allí y me pillaba en la operación.
- ¿A ver?...¡muy bien!...vamos a ver, una piedra blanca, una llave, un pañuelo, un chicle... ¡muy bien!...¡toma, una piedra negral esa para el bolsillo
izquierdo!.
Y yo me la guardaba como otro nuevo tesoro que me daba suerte.
Cuando terminaba la corrida, después de la coca cola a la que me invitaba mi
amigo el alcalde, buscaba a mi amiga, pero ya no estaba, se había ido con
mis hermanos, claro porque ella era mayor y yo una cría, pero de lejos la veía
y entonces agitaba la mano y me gritaba: “¡hasta la próxima!,¡y guárdate la
piedra!".
Y yo tocaba el amuleto al día siguiente cuando ya en el coche el vientecillo gris
anunciaba despedidas y regresos, veranos infinitos con tesoros, barcas, fútbol,
cine, olor a leña quemada y cosas, cosas en los bolsillos que me hacían segura, que me daban la certeza de que mientras las llevara todo iría bien, y la
vida nunca me quitaría lo mas importante de todo aquello: los recuerdos.
48
La casa de Alena
)
Pero la madreselva tiene raíces.
Escarchas.
Ceniza.
- ¿Ceniza?...
- Sí, ceniza. Abalorios olvidados, nidos de gorriones vacíos. Y hasta
sapos, sapos de tiempo. Sapitos de ojos negros que se comen las promesas.
Se escucha el masticar con gorgoteo, en las noches de aire y vendaval, cuando se cierran las puertas y nadie sale a las callejas del pueblo, cuando se ven
lucecitas encendidas en las ventanas de piedra blanca, salen los sapos, y
engullen los retazos de ayer. Chupan néctar de deseos, la vieja canción que
bailamos con aquel chico tan guapo, el pantaloncito verde que usamos el primer día de instituto y el primer beso que nos dieron.
Era moreno. Nunca supo bailar, pero sus manos parecían las de un violinista.
Era tan alto que si me miraba desde el árbol de su sonrisa yo destilaba en su
resina. Había tantos reptiles que tuvo que atravesar el bosque entero e ir talando troncos de abedules, esquivando piedras de cal, y hasta tuvo que escalar el
muro de una almena, donde había un dragón que quería comérselo crudo.
Pero era muy valiente, muy, muy valiente; hasta rodeó sin temor el bosque de
la niebla, y deshizo el denso dormirse de la noche. Cuando llegó donde yo
estaba sonrió pausado y me dijo: " ¿sabes que hace un perfecto día de primavera?" ...Y aunque a mí me habían herido los Caballos del Olvido y se habían
llevado mi corazón al país de la Nieve, cuando le escuché supe que él traía mi
corazón rescatado para donármelo.
- ¿Y qué pasó entonces?...
- ¿Qué quiere usted que pasara?, que era la hora del descanso y nos fuimos
a tomar café para desayunar.
- ¿Cómo se llamaba?...
- Se llamaba Febrero.
49
La casa de Alena
)
Para mirar tus ojos
Me bebí pupilas del alba.
Decir tu nombre, nombrar espliego, yo que amanecía sin luna. Un jardín quieto para mis manos. Un estanque donde beber cascada.
Tú inventaste el violín que guardo. Despertaba en música. Vivía en música.
Eras como una sonata que siempre hubiera estado para mí. Como Schubert
para siempre. Entendiste muros antiguos, madreselvas de edades infinitas. Mi
hiedra te la conté despacito y te hiciste enredadera para guardarme. Mi silencio te lloró en tus ojos y se tornó palabra, eco, voz, cántico.
S i me a b ra za s n a c e n p á j a ro s .
Si me besas se muere la muerte, resucitan mis muertos y dicen afirmaciones,
sonríe cada una de las pequeñas lágrimas que abandono por ti.
Eras un paraguas para la lluvia en un camino anegado en el que jamás me
llovería más si tu me llevabas de la mano.
Naciste para mí y te nací. Luego, Amor Mío, ya no importaron los adioses: me
llevé para siempre tus ojos. Me quedé en un rincón de tus labios.
Cuando me muera me iré con tu nombre en mi voz.
Cuando te mueras me llevarás en tu sombra.
50
La casa de Alena
)
- Cuando murió llegaron los reptiles.
- ¿De golpe?...
- Pues no sé qué decirle, yo los vi a todos.
- ¿A Febrero le habló usted de la llegada de los reptiles?...
- Febrero supo todo de mí, pero se está usted adelantando, Febrero es
muy posterior a los reptiles.
- Usted perdone, es que como mezcla los tiempos narrativos...
- Bueno, ¿y usted cree que yo no tengo lectores inteligentes?... además, continuamente les estoy dando pistas...
- Eso es cierto. Perdone, siga usted y ya nos aclararemos.
- Decía que llegaron los reptiles. Mire usted, se podría hacer hasta una catalogación de reptiles.
- Pues hágala...
- Será un placer.
CATÁLOGO OFÍDICO NATURAL
1- NATURALEZA DE LOS REPTILES:
Gelatinosos:
"Pobre criatura"
Melosos:
"Que pena me das".
Acuosos:
"Estoy llorando tus lágrimas"
- Un momento, eso no lo entiendo...
- Muy sencillo, mis lágrimas son mías, no del que llora conmigo: solo me faltaba que además me quitaran mi propio llanto.
- Caramba, sí, usted disculpe.
51
La casa de Alena
Inquisidores:
"¿ Has pensado YA lo que vas a hacer AHORA?".
Falaces:
" Dime si puedo hacer algo"
- Eso tampoco lo entiendo...
- La pregunta correcta sería: “¿dime QUÉ quieres que haga?"...
- Ya...
Sinuosos:
" Te conviene mucho hacer lo que yo te digo. Hazme caso, es por tu bien".
Dramático-Patéticos:
" No podrás con esto si YO no te salvo ".
Lejanos:
( Aquí no hay frase característica, reducen al olvido su inexistencia)
- Oiga un momento, antes de que se me pierda el hilo... ¿No le parece a usted
que ya odió bastante?...
- No. Porque es inexacto. Pero no se lo voy a discutir. Solo reflejo mi mundo,
imaginario, claro, porque como no existo, y usted me está inventando, me limito a decir lo que usted quiere que diga.
- Eso tampoco es cierto.
- Ya lo sé.
- ¿Entonces?...
- Creo que el lector se aburrirá muchísimo de estas discusiones sobre el arte
de la novela. Al lector le gusta una trama, con argumento y desenlace, y a ser
posible con final feliz. Y bueno, admite que le hagan pensar un poquito, pero
amigo mío si encima no se aclara y además no hay argumento, entonces ya
es cuando cierra el libro.
- ¿Usted cree que aquí no hay argumento?...
- ¿Y le parece poco que yo le ande contando mi vida en este saloncito, que por
cierto es de lo más cursi?...
- ¿Su vida o el saloncito?...
- Ambas cosas.
52
intermezzo de un
pintor fantasma y
vuelo de palomas
La casa de Alena
)
Por el interior de la memoria, entre ventanas de olvido se inicia una acuarela. Le negaron
futuros y decidió convertirse en sombra.
Los dedos de la nieve acariciaron su rostro, y se quedó en blanco
Lienzo sin pincelada.
Crespón negro en paleta muda.
Se volvió violetas para llevar a una tumba. Le nacen mundos que jamás serán.
Conversa con amigos que no existirán nunca. Aparece en periódicos no nacidos.
Los ojos que miran ya no son los suyos.
No puede hablar de su muerte. "Está oscuro y hace mucho frío". Y se marcha
temblando por un camino inhabitable.
Un piano enmudece a las cinco menos cuarto, todas las tardes de noviembre.
Letanía de grises para el funeral de las albas.
En lo oscuro.
Se asesinan adagios.
No hay sinfonía para los muertos.
Magnífica exposición triunfal de grabados en penumbra.
Pasearé por jardines como si las estatuas tuvieran significado.
Y dibujaré las siluetas de las magnolias que me van creciendo
En las manos
que no verás.
Abrumaré al futuro con mis ojos abiertos
Silencioso
Ceniza
Umbrío
Ritornelo
Olvidado
O s
c u
r
o
Pero Era. Y no supo dejar de ser en el tiempo de su muerte. Para desmorirse tuvo que atravesar los ecos. Regresar sonidos. Habitar labios.
Atravesar espejos. Dejar constancia de su muerte.
55
La casa de Alena
S i h u b i é ra mo s s a b i d o l o q u e e ra . . .
Era un sueño imposible de esperanza,
horizontes, grandeza, praderas, colinas al aire libre, era la luz.
También la niebla, el pasado, la nostalgia de lo que amamos tanto. Era una
sombra en el viento, un paso extraño, una voz apenas escuchada, un murmullo.
Como era tan poco, se nos quedó dentro, para recordarnos que jamás hay
que olvidar lo que perdimos, nada de lo que perdimos.
Si hubiéramos sabido entonces lo que era...
La luz de la tarde reflejaba espejos para nuestros sueños, cóncavos espejos
que dejaban entre sonrisas la breve reverberación de la luna que existía, sí,
existía para nosotros aunque no para nadie que no estuviera en el secreto, el
secreto de los jardines y los cuentos de hadas.
Cuentos... ¿eran cuentos?, ¿imágenes de imágenes?, si, claro, centurias llevando a cuestas imágenes infinitas; tu sombra, y saber que no desaparecerían
nunca, ni en el sueño, ni en el claro día. Porque lo que somos existe hasta el
final.
Llueve interminablemente todos los inviernos de la vida; al tiempo que apoyado en el aire del piano pasea su levedad oscura por los retazos de aire que
tiene para mostrarse. No sueña, -¿no sueña?-, silencioso, mira como otras
vidas que no son la suya respiran el viento mojado que deja pasar la ventana
entreabierta, y alguien dice suave y tranquilo, hace frío, y es verdad, pero el no
siente frío, solo siente el silencio. Espera. Y el silencio continúa, gris, desapacible, silencio de caracola oculta en un mar dibujado, pintado, saboreado. Todas
las marinas de su vida le están diciendo - escápate, márchate, no vuelvas -, sin
embargo, él, espera.
Espera interminable. Pincel de luto, tornasol del ocaso, nostalgia de lo que no
fue nunca, pero pudo, pudo haber sido - grita - pude haber sido. Y sin embargo, solo, mira la tarde dejarse caer a plomo sobre la ciudad iluminada, cuadro bellísimo de Turner, sin él.
Schubert. Un parque solitario con dos árboles y una verja. La entrada al claustro, - pasa, pasa, le dicen, y pasan los cuatro, en voz baja, -¿vas a hacer un
boceto? - y responde que sí. Diez amorosos minutos bastan para dejar el instante fugaz convertido en paisaje de Azorín.Schubert.1927.Tocará en casa la
sonatina y alguien dirá de la sensibilidad del artista. Leve sonrisa que no se
atreve a dejar la modestia. La capa, su capa, está mojada, como un presagio.
Yo era todo aquello, y está aquí, aquí, para siempre, para que los otros recuerden. Pero los espejos permanecen vacíos de imagen y por los amplios corre56
La casa de Alena
dores no quedan páginas de música. No existe el piano. El mar, es un atardecer magnífico y sombrío sobre la grandeza de tu desolación.
Edades infinitas, antes, antes, cuando
entonces ¿no te acuerdas?, recuerda, cuando éramos, cuando estabas conmigo. Y ella no recuerda, pero te llama, te busca, persigue tus pasos, ahora sí,
por fin, rodeados de luz inquieta, vacilante, temblorosa, difusa, intermitente,
pero luz.
Hay un camino que conduce a un parque, con un estanque, o con un lago, no
sabe bien, hay una amplia alameda flanqueada por olmos viejos o por encinas o robles, no sabe bien, hay un banco en el camino, eso si lo sabe bien, y
unas manos que señalan hacia algo en la lejanía, algo que se encuentra desdibujado, pero que ambos conocen bien. Es primavera y corre la brisa, orea
su sombrerito, sombrerito nuevo, blanco, de tela firme y tersa; no necesita el
abanico. Él lleva un bastón de paseo. Lo agita despacito, y al moverlo ondula
las partículas de luz de la tarde. Polvillo de seda que se dispersa, se reagrupa,
en torno a ellos, como una gaviota que jugara en el puerto. Y viene por el
paseo la música cristalina del eco derramado sobre sus sueños. Alba de blancura en la mirada, cielo azul y blanco. Velázquez.
Hay una casa, una casa grande, blanca, con un piano, con un aparador antiguo, con un espejo dorado, con un busto de yeso de un escultor famoso, con
libros de Víctor Hugo, Zola, Chateaubriand, Cánovas, la primera edición de
Marinero en tierra dedicada, algún libro de Federico, el estudio sobre grabado de Esteve, catálogos a cientos de exposiciones de los últimos cuatro años,
recortes de prensa donde te llaman artista insigne, niño prodigio, bellísimo
recreador de paisajes... todas esas cosas que suelen ocurrir a personas así,
inesperadas como tú, no te extrañan.
Hay flores en los jarrones, lilas, jazmines, violetas, azucenas, la casa es un jardín al sol de la tarde, como un plantel en el que un inquieto jardinero hubiera
puesto el inmaculado arte ideal que nadie deja florecer nunca, porque los jardines se crean y la gente pasea por ellos y se vuelven prosaicos, dicen los que
saben; por eso deben permanecer en el sueño, en el secreto, paraíso cerrado
en el que habitan los duendes, los gnomos del bosque, las hadas, y los fantasmas, como tú.
Aún no. Todavía hay tiempo para el sueño, la esperanza y el éxito. Todavía no
se ha instalado el olvido, todavía no es tiempo para el silencio.
Hay baile de máscaras en el Circulo de Bellas Artes, y recepción, cóctel, canapés, gente joven que ríe, intelectuales que observan, y algún político que espe57
La casa de Alena
ra que le reconozcan y le saluden. Y efectivamente, cumpliendo las reglas de
oro de este Madrid primerizo en el siglo, mucho cumplido cortés y mucho rendez-vous, y qué guapa está usted señorita, cuanto me alegro de que nos hayan
presentado, ¿le apetece a usted un jerez?, y a la guapa, sí, le apetece el Jerez,
faltaría más caballero, es usted muy amable, pero tráigame poquito, no se me
suba a la cabeza, y la joven se ríe, con risa que los novelistas llaman "argentina".
Al fin han conseguido, después de una cierta insistencia, que toques algo al
piano; manos suaves, finas, blancas, dedos largos que se deslizan con suavidad por el teclado, éste, como un dominó, blanco y negro, va ajustando sus
piezas delicadamente, y cada nota empuja a la otra, en una tirada maestra de
la que terminas ganando con el seis doble los aplausos del público congregado. El público... entendido, despistado, ingenuo, crédulo, escéptico, ignorante,
letrado,... el Publico, tu posible público.
Quizá (nunca lo sabremos), no te preocupa el público; cuando colocas el
caballete, administras los colores, miras el resol del cielo y esparces un efecto de luz, no piensas en el público, creas para ti la belleza, el instante que no
vuelve, tú, ya sabes, que los instantes no vuelven, sin que nadie te haya hablado del Tiempo, viejo asqueroso y sucio, destructor de albas, como si fuera un
augurio de inexistencias. Por eso, vas a dejar ahí, en la tela el recuerdo de lo
que fue, de todo lo que fue; y a la vez, sin que tú lo conozcas, lo que pudo
haber sido.
¿Recuerdas?, cuando entonces, antes, antes, cuando éramos, mucho antes,
edades infinitas, siglos estelares, cuando la lluvia, el aire, los violines, cuando
estabas tú, antes de los pájaros, recuerda, más allá del amor, más lejos de la
muerte, cuando todo era uno y nosotros existíamos, antes de mi nombre, antes
de ti, antes de la primavera, antes de los inviernos, antes de los sonidos; antes
del nacimiento... Siempre.
Entonces había luz, color, canto, y el aire, el aire, siempre el aire rodeándolo
todo, como un viento fuerte y seguro, que se llevaba lo cotidiano, dejando
paso al sueño, la quimera, el grito libre, libre, porque yo era libre, sí, y tu lo
sabías, y tañía una música de oro por los caminos, y el verde, el rojo, el azulmarinocristal reflejaba todos los espejos de mi nombre, mi nombre, limpio,
puro, alto, vertical, inquebrantable, como un mástil que se enarbolara en un
campo de espigas al sol; yo tenía mi nombre, entonces, cuando entonces. No
había espejos rotos, espejos vacíos, espejos espectros, espejos amarillentos de
luz vacilante como velas trémulas que titilasen en la oscuridad de siglos para
recordarme el olvido, la ausencia, como un cuadro de un pintor oscuro y muer58
La casa de Alena
to que ya no existiera y que nadie reconociese porque la firma tiene veladuras.
Veladuras, sí, veladuras eternas, vacilantes, de luz, soy una perfecta, asombrosa, lejana y acabadísima veladura de luz que no se enciende, que no restalla, que nadie ve, pero existo, me oyes, -increpaba a gritos- existo, existo,
existo. Soy una sombra sin sentido, una presente ausencia, un aroma, ya ves
que cosa tan pequeña, qué poco soy para tu vida, un aroma.
Y ella, volaba hacia altos cielos, dejándose mecer en aquellas palabras extrañas que la rodeaban extrañas, hacía ya tanto. Palabras perseguidoras, incisivas, repetitivas, que insistían, como una noria que diera vueltas y vueltas y más
vueltas, sin sentido, ni razones objetivas.
Otras veces, no eran palabras, eran sombras.
A la sombra que huye por el pasillo adelante nadie le da importancia.
Brumas. La niebla. Ave rara. Él era la
Niebla, brumoso, ambiguo, aparecía siempre en la lejanía de la noche, callado, silencioso.
En un principio no decía nada. Sólo miraba a través de los ojos de los demás;
después parecía convertirse él en la propia noche, se alejaba entre la niebla
otra vez, disolviéndose, con aquella mirada triste, tan triste como una gaviota,
que no tuviera alas para volar por ese mar adivinado y fronterizo, al que no
regresará nunca.
El regreso. ¿Es imposible el regreso, todos los regresos?, ¿vuelve lo que se ha
perdido, lo que se ama, las palabras, gestos, sonrisas, círculos de perfecto
retorno?. ¡ah, Borges, si fuera verdad, cómo soñaríamos a quien nos sueña
para seguir existiendo!. Pero la perfección de la niebla lleva por otros caminos.
Senderos mojados, parques tristes arpas de Bécquer. Y Bécquer tampoco
regresa; apenas estatua de bronce, rugoso de tiempo y olvido, eternamente
callado. Como tú.
Pensar quizá que no era verdad, sumirte, abandonarte en la inexistencia, o en
la levedad de un recuerdo contado por otros, de palabras contadas, cantadas,
por otros, y cuando la niebla les llame, incorporarlos a tu memoria, en la
misma frontera.
Entonces, si así fuera, desde la niebla todos los eternamente silenciados, olvidados, abandonados, poblarían con su sombra la más absoluta de las soledades: la del olvido.
Hasta que repentinamente, algo o alguien cruza la linde y se pone en camino
y entonces, frescas, altivas, alegres, augurales aparecen las Sombras. Lentas,
como de agua inquieta, de remolino perezoso, de suavidad despaciosa. Así,
59
La casa de Alena
breves, cadenciosas, inquietantes, las sombras; noche de sombra, noche sin
luna, oscura noche del alma, no dejé mi casa sosegada, no, y aunque es de
noche, no salí olvidado, ni sin cuidado, no; dejé toda la desolación de la quimera tras de mí, y de mi nombre, dejé todas las palabras no dichas tras de mí,
sí. Me hice sombra de un cuerpo triste. La sombra se convirtió en mi fortaleza,
mi torre del castillo. Sombra del paraíso. Para guardarlo, tuve que crecer en
oscuridades, y ser fiel al silencio. Hasta que como un rayo de luna cegador
alguien - algo traspasara el umbral y rasgara para la eternidad las veladuras.
Pero eso aún estaba tan lejos... no era el tiempo de las preguntas, era el tiempo del miedo. Era el tiempo del Retrato.
¡Ah, el Retrato, el retrato de crespón negro, con el caballete enlutado!. El
Retrato que te sigue, te persigue, te busca, te mira... esos ojos no están quietos, no están fijos, vagan como errantes, van por donde tú vas, te observan y
adivinan lo que piensas, sí; no te acerques al Retrato, porque quiere decirte
algo, quiere susurrarte algo, levedades, misterios que tú no quieres saber, y se
sonríe, y tú le huyes, porque presientes, adivinas, intuyes, que el Retrato, es
algo más que una figura de un joven adolescente de gesto indeciso, que mira
a través de la eternidad. Sí, tú ya sabes que el Retrato es algo más, otra cosa,
y que está ahí por algo, para algo, y que cuando entre el sueño de jardines,
fuentes y estatuas aparece ligero, volador, cayendo sobre tus rodillas el Retrato,
te despiertas asustada, extrañada, profética, esperando que el Retrato no esté
en la habitación de al lado. Pero está, claro, y desde muy pronto sabes que él,
el joven del Retrato, también está, y que hagas lo que hagas, te acompañará
todos los días de tu vida.
No se irá. Hace tiempo ya, desde niña, sabes que no se irá. Y sabes también
que poco a poco, lentamente, no solo no se irá, sino que entrará en tu vida,
se incorporará a tus sueños, a tus paseos, a tus lentos, interminables paseos;
te regalará el gusto por los parques solitarios, por los paisajes mojados, por
los árboles primaverales, por los objetos antiguos. Todo eso que creerás tuyo,
asimilado, será él quien te lo ofrezca, como un regalo extraño y maravilloso
que solo tú podrías disfrutar.
Sin embargo, en el inicio de todo, a ti te da miedo el Retrato. No lo cuentas a
nadie, pero por las noches, cuando duermes ya sabes que va a venir, silencioso y triste entre las estatuas, y tú, corres por entre las veredas del sueño, por
senderos interminables, diciendo que no, que no quieres irte con las estatuas,
que son de mármol, y tienen frío. Y él, el joven del Retrato, te mira sin decir
nada, sin atreverse todavía a expresar lo que quiere; no es tiempo, eres muy
pequeña.
60
La casa de Alena
Pero él, sombra de lo que fue, oscuro fantasma ya adivinado y presentido sigue
esperando desde el Retrato, que crezcas. Solo de vez en cuando, se aproxima
desde un lejanísimo retazo de presentimiento. Sí, el presentimiento de que hay
algo más que un marco, algo más que un pincel, algo más que una paleta
enlutada hace ya tantos años.
Sueña; hay un camino, no sabe bien a dónde lleva, y un jardín, y estatuas, y
un estanque, sí; y por el camino alguien lleva un caballete, y se acerca y sonríe, pero cuando va a decir por fin algo, cuando va a hablar, a expresarse,
cambia la imagen y está en un parque que no es un parque, porque está lleno
de cruces, de mármol blanco.
Alguna noche se despierta por el sueño, y parece como si el dormitorio se llenara de sonidos, y se quiere convencer de que es el ruido de la calle, pero la
calle no tiene ecos, ni voces tan extrañas, ni el recuerdo de una casa blanca,
ni la sombra de una figura que le dice, espérame, que vuelvo enseguida;
¿quién se va, adónde, y por qué ella tiene que esperarle?. Pero es muy pequeña, y piensa que es una película lo que ha soñado. Y mientras todo ello sucede, él, el Retrato, sigue esperando. Edades infinitas, siglos, eras.
Se rasgarán jirones de la cortina, a pesar suyo, porque esos ojos que la miran,
¡son tan tristes!, y preguntará - quién era - y le dirán quién eras, y preguntará,
- esos cuadros son suyos - y le dirán que sí. Y cuando el salón se queda vacío
se acerca a ti por vez primera, y te dice - cómo eras - y tu emocionado, alegre, conmovido, apenas susurrarás sin que ella te escuche - estoy ya más
cerca. Más cerca, más cerca. Espérame. Todavía es una sombra, pero empieza a tener sentido.
El aire, sí, el aire, cuantas veces sólo
había sido el aire el que recordaba lo que era. Ahora el aire, silbando, recuerda que aparece el viejo gris y níveo, y que todos los oscuros días serán más
fríos, más nocturnos que los Nocturnos de Chopin. Volará tu recuerdo por
entre el aire, dejando la vieja melodía como un clave en fa menor, triste y agotado, pero con la agonía aún queda el rescoldo del fuego entre las cenizas,
para decir que permanecerás, aunque nadie lo crea.
Permaneces. Desde todos los infinitos otoños que no viste, desde todos los paisajes que no pintaste, desde todos los mares que no soñaste, desde todos los
parques que has amado, desde la distancia, el recuerdo, el ayer encantado de
los cuentos infantiles, desde el miedo y desde la esperanza, permanecerás
para las eternidades de todos aquellos que te amaron, y no serás quimera,
regresarás hacia un mañana de luz de paleta alegre, mira compañero, voy a
61
La casa de Alena
arrancar ese crespón negro, voy a rasgarlo, voy a quemarlo a fuego lento,
para que desaparezca con la niebla, porque mientras permanezca tu no volverás si no es con la tristeza, y yo no quiero tristeza para tu vida, porque tú, tú
eras alegre; y cuando ya no esté, entonces, abrirás la puerta y entrarás en
Casa.
Se despertó de pronto.
Y él sabía que ya era Presencia
Eterno el violín. Suena, y vuelve y continúa, en la mañana clarísima de invierno pespunteando de plata los grises del vecino Guadarrama. Camino entre
pinos y aulagas, brezales y rosas blancas, y al fondo una luz, esa luz más que
luz aire que se orea y que limpia y dignifica, viento de la sierra de claridades
encendidas, rosal del agua.
Suena el violín, ese que nadie oye más que tú.
Las riberas del sueño son misteriosas. Puedes cantar con cristalina voz y no
desentonar, y cantar canciones que no conoces, o volar hacia horizontes desconocidos y hablar con los pájaros, o encontrar a los duendes benéficos y amigos en los arroyos de la luna, o escuchar violines. O encontrarte a ti, al fondo
del salón, en el ángulo oscuro, tal vez olvidado, y en un horizonte de estatuas
de mármol y de tumbas ver tu Retrato, como dice - ven -, y asustarte de la llamada. Hasta que aquella Voz de pronto hace la pregunta, la pregunta de
siglos ¿por qué le tienes miedo?, ¿no ves que sin ti es una sombra sin sentido?, - y entonces el Retrato se desliza lentísimo en vertical hasta que desaparece del cuadro, y solo queda un fondo negro, y una sensación de tristeza antigua, de llanto invisible, hasta que tú gritas por fin, por fin ¡compañero!, y él
del fondo del jardín regresa joven, luminoso, alegre para siempre alegre, y tú
sabes que escucharás violines toda tu vida.
Ya no eran voces. Ya existes.
Es el último año de la luz. Cómo ríe la
vida a tu alrededor, cómo cantan los pájaros, qué eternidades de agua en las
orillas del Guadarrama, solo para tu pincel. Para que las retengas, para que
no te olviden. Por eso, tu sigues con la mirada cada vuelo leve, cada gota de
agua sobre las plantas del jardín público, cada matiz de la rosa, cada transparencia del aire, como si fuera la última vez. Porque ahora, aunque permanezca casi como un presagio entre el aroma del viento, tú sabes que no habrá
otro verano.
62
La casa de Alena
La vuelta a casa a la media tarde es
lenta. El Guadarrama se mece acunado por el sol, los brezales, pinos, robles
exhalan sus últimos adioses primaverales presintiendo el verano. La casita
pequeña de El Escorial con sus muebles de rústica nobleza os acoge amable,
desciende la noche sobre el pueblo, algunas luces se van encendiendo, y de
pronto sobre el jardín cercano aparece una luna redonda, de plata, iluminando con su resplandor el contorno bellísimo de los picos nevados. Sales al jardín y aspiras el olor del aire que mayea; si, es el último año de la luz, pero
todavía, aún queda tiempo para soñar, para imaginar, para enamorarse de un
color, de un sonido. Y ahora, en la noche abierta, infinita, hay un palpitar de
estrellas que contemplas, que te mece, que te acuna, y que sin tú saberlo, te
habla de edades, siglos, eras, en otra parte. Te detienes un poco perplejo en
tus pensamientos, porque te ha llegado una pregunta sin respuesta, una pregunta que no es tuya, una pregunta que no entiendes del todo" ¿quién será?",
dices y sabes de pronto que no eres tú quien lo pregunta, que la pregunta viene
de más lejos, que va más lejos.
Dejas el jardín y entras en casa, lento, en silencio.
- ¿Qué hacías?
- Pensaba.
Ha caído la noche definitivamente sobre El Escorial.
La noche, silenciosa, de los altos pinos, del bosque alto, bañada de luz, olorosa de resina. Sobre el jardín el cielo estrellado descansa de un día caluroso.
Está sentado al borde de la cama, le duele la cabeza; estar enfermo tiene estas
cosas. Hace tiempo que le duele la cabeza pero cuando pinta el dolor se traduce en paisaje. En un eterno paisaje solitario, con árboles y caminos por los
que solo él transita.
Está cansado, pero no dice nada, nunca se queja, a veces parece más allá del
dolor, más lejos de las miserias corporales, en la frontera de otra luz.
Siempre le dijeron que sus ojos tenían algo distinto, ojos de artista - dicen -, y
hay, efectivamente sucesos, luces, sombras, ocasos, mares, que solo él ve.
Pero esta noche de primavera, quiere dormir y no puede, y no sabe la razón.
¿Siente miedo?, no lo sabemos, pero mientras cantan grillos fuera, y por la
ventana se deja ver la luna, parece como si una sombra aleteante y muda, desierta de sonidos, nube de tormenta, ventisquero airado y silente se hubiera
acostado junto a su cama y le hubiera susurrado algo que no quiere saber, que
no quisiera reconocer, porque es demasiado joven, demasiado inocente,
demasiado níveo, para tenerlo en su corazón.
63
La casa de Alena
Por eso, se pasa la mano por la frente, se tumba vestido en la cama, e intenta no pensar. Los pensamientos, aves negras, oscuras, malencaradas, delincuentes de la esperanza... hay luces, sombras, pigmentos, veladuras, ocres,
carmines, malvas, árboles, parques, jardines, una montaña nevada al atardecer, un pino solitario, un resplandor rojizo del sol, un piano, una partitura, un
riachuelo, un claustro románico, una mujer sonriente, un caballero que le toma
el pulso, su madre que le habla, un perro que tuvo de pequeño, un balcón a
la calle, un viaje en tren, el sonido del mar...
Se ha dormido.
Pájaros negros sobrevuelan un cielo oscuro, el aire golpea la ventana entreabierta, sonido de barcos lejanos, rocas golpeadas por el viento, el mar crece,
se enarbola, se alza en espirales, envuelve la playa, desaparece la arena,
mientras los pájaros vuelan cada vez más bajo y ya llegan a los ventanales de
la casa, quieren entrar, picotean enardecidos los cristales, gimen fuera como
asustados, piden auxilio.
Y en el preciso instante en el que él va a abrir la ventana y la lluvia se desencadena sobre la casa, se despierta sobresaltado por la pesadilla, y comprende lo que le ha desasosegado todo el día.
Ya sabe que es el último año de la luz.
Desde los altozanos del viento, un
rumor sordo de lluvia va predestinando la tarde. Es el otoño. El suave parpadeo de hojas revoloteando hacia las cavidades del ocre, el vuelo despacioso
del último y tristón mirlo que dice adiós como una queja. Es el otoño.
Rachean vientos leves el aire. Descubrirá el sol un rescoldo de calor aun, en el
apoyarse casi esquivo contra los tejadillos. Las barandillas del recuerdo empiezan la cuenta atrás. Es el otoño.
Irse es deslizarse por el sueño, ondulosamente, como un patinador suave y
erguido que bailase un vals de Chopin en un pentagrama infinito. Irse, es una
nota de piano, tan leve, que solo un virtuoso del teclado puede escuchar porque casi no se toca. Irse es apoyarse en la resina triste del árbol, que se queja
cuando recibe los primeros oros del otoño.
El cuadro representa dos árboles en un camino nevado. En primer término la
nieve tupida perfilando el sendero.. La nieve - invierno, silente, despaciosa,
estática, permanecida nieve siempreviva de una adivinada, presagiada eternidad, innombrable, esperable; la nieve sin sangre de nieve, vacía de contenido, muerte - nieve que se nieva a sí misma, nieve callada, respetuosa nieve
enlutada, casi ya vacía de atributos, nieve no - nieve, nevada de paleta con
64
La casa de Alena
nevisca en el corazón. Nieve que se dibuja despidiéndose de la nieve, dejando de ser niño con esquís para la nieve, estanque helado que no se patinará
jamás.
Esos árboles. Árboles quietos. Silenciosos árboles que ningún viento agita.
Copas altas silueteadas. Enmarcados en verde oscuro reflejando en sus sombras la nieve. No ondularán los árboles el aire del frío. No anidan los pájaros.
Árboles de un pórtico innominado. Luz de los árboles color de plata.
Y el camino. Camino vacío, intransitado. Camino solo. Solo de violín bajo la
nieve y los árboles. Camino exento. Por ese sendero nunca paseará nadie. No
irán los niños en primavera, porque siempre es invierno. No hay hojas caídas;
dulcísimas hojas del otoño, amarillo - ocre, violeta pardo.
Edades infinitas esperan tu regreso. Tienen tu recuerdo. Veladura, sombra,
rostro de la niebla; te verán acercarte al camino innumerables voces desde el
antes, desde el siempre. Siglos infinitos esperan tu regreso. Desde todos los
paisajes que dibujaste, desde todos los mares que fueron tuyos, desde la hierba de los claustros que recreaste, desde los violines que te preludiaban en la
casa como un arpegio de oro, para que te reconocieran aquellos a quienes
amaste.
Entras. Y desde que el sendero se llena de tu presencia, hay una ausencia
sonora en las esquinas, en los corredores, en los largos pasillos de la casa. Y
se llena el aire de tu sombra, habitando cada rincón con esa levedad que
nadie aún reconoce.
Pero mientras caminas, ya lo sabes, ya reconoces, ya ves que una mano, leve,
temblorosa, asustada, inquieta, se empieza a acercar al Retrato, empieza a
sentir tu Presencia, a mirar tus ojos de silencio, a rozar una paleta tantos años
inmóvil.
Y te quedas quieto, en medio del camino, con una tenue sonrisa, en sombra, hasta que un día alguien te reconozca
y te llame.
Espera.
65
La casa de Alena
)
- ¿Y eso que me cuenta es verdad?...
- Si no lo es, merecería serlo, ¿ no le parece?...
- No sé qué decirle, a mí las historias de aparecidos, no me
interesan.
- Ni a mí. Por eso no le he contado una historia de aparecidos.
- Ah...
La bruma siempre aparece un instante antes de que espese la niebla. Entonces
el jardín con las estatuas se hace visible. Para viajar al país de las estatuas hay
que llevar un violín y a un niño muerto de la mano. Saber que nada se cumplirá hasta que se haya atravesado por completo el jardín. Ir lentamente. Mirar
los arriates. No habrá pájaros. Escucharás la niebla murmurar el llanto de los
árboles. Besarán tus ojos los oscuros. Cuando el niño de ojos abiertos observe fijamente la losa, aparecerá la melodía. Nace de una cajita de música que
por supuesto no existe. Entre las estatuas le verás llegar. Tomará el violín y lo
tañirá. Siempre estuvo allí. Pero nunca, nunca ha terminado la sonata.
Desciende el violín, cae, y aparece un cuadro en negro.
- Óigame, y por mera curiosidad, ¿cómo se llamaba el pintor?...
- Se llama Sigfrid.
- ¿ Y ese sueño de las estatuas lo tiene muy a menudo?...
- Qué curiosón es usted... pues verá, joven pelma, habíamos quedado en que
esto es una novela ¿no?...
- Eso lo dice usted. Yo creo que es un desbarajuste.
- No se me ponga borde, que no le cuento más, ¿por qué un desbarajuste?...
- Para contarme usted una historia de fantasmas, se ha largado un rollo poético-sentimental que no lo va a leer nadie.
- Yo también me salto en las novelas los capítulos que no me interesan. Mire, me
voy a poner pedante un rato: el arte de la novela no reside en que lo que usted
lea sea verosímil, sino en que usted al leerlo durante media hora, o lo que tarde,
acepte el mundo novelado como existente. ¿Qué ganaría la novela con que yo
le dijera a usted que me he inventado la cuarta parte de lo que le estoy contando, o por el contrario, que hasta el último punto de ella ha sucedido?...
66
La casa de Alena
- Bueno, pero puede no interesar en absoluto.
- Eso depende de si lo que se cuenta consigue su complicidad lectora. Me parece que a eso me debo arriesgar.
- Siempre que escriba usted y eso trascienda a nivel general.
- Eso no es correcto.
- Vaya, no veo la razón.
- Flaubert escribió una novela maravillosa a cuenta de un suceso íntimo y particular. El adulterio de una señora en una ciudad de provincias. ¡ Qué poco
interesante!...
- ¿Y con eso me dice usted que su novela, la de usted, digo, es maravillosa?...
- No hijo, para empezar no sé ni si es una novela. Pero a usted y a mí nos
divierte. ¿ Qué más quiere?...
- Touché.
67
La casa de Alena
)
por ella.
Alena nunca lleva rosas. Otros las llevan
Alena no sabe porqué llevan flores. Le turba el aroma. Se le mete
en los ojos. Lagrimea. La mujer de negro se cree que llora, pero para
Alena aún no existe la palabra tristeza.
No le gusta el silencio del jardín.
Ni la ausencia de pájaros.
No sabe porqué debe estar callada.
Hay estatuas y le da miedo. ¡ Mira que si se ponen a correr
detrás de ella!...
Aquí no puede jugar como cuando va al parque a dar de comer a las palomas.
H a y ta n ta s p a l o ma s e n l o s sá b a d o s...
68
La casa de Alena
)
Zurean... airean la densidad.
Zarcas y amarillas hierbamullidas.
Beberán en la fuente afirmativa
No podrás alejarlas de tus ojos.
Zurean aún zurean...
Eran siempre las mismas, nadie desmentirá esto.
- Sus palomas del sábado aparecen siempre como un ritornelo...
- Es que lo son. Hay pocas palomas, pero cuando aparecen, deja de llover...
- ¿Siempre?...
- Siempre.
- ¿Cuántas clasificó usted?...
DONOSO CATÁLOGO DE PALOMAS
Cristalinas:
Vienen cuando aparece la nieve. Permanecen en los ventanales como un presagio de que volverá abril.
Sauzales:
Erguidas, acompañan el camino, ni delante ni detrás, justo al lado. Como el
sauce, a veces se bambolean, más nadie derriba su vuelo.
Transparentes:
Reflejan en ojos de luz cascadas para la sed.
Paralluviadas:
Dejan que les cale la misma agua que nos moja.
- ¿Encontró muchas palomas a lo largo de su vida?...
- Tantas como reptiles. La lucha de los reptiles y estas aves, a veces es desigual.
Yo las vi vencer y caer heridas, estranguladas, despedazadas sus cabezas, cor69
La casa de Alena
tados los picos, roto el plumaje, y siempre volvían, regresaban, se pertrechaban nuevamente, no dejaron rendir las almenas. Y así iba amaneciendo. Con
un sol rojo, enfermo, asustado de existir después de la lucha. Mientras se acercaban cuervos negros a recoger los restos del botín -nubes de silencio, océanos de nadas, tormentas de olvido, trozos carbonizados de parasiempres,
rituales de renuncias-, las palomas permanecieron siempre.
- ¿ Y ganaron la guerra?...
- Pues mire, de cierto no lo sé, pero llevan muchísima ventaja.
70
La casa de Alena
)
Luz de sábado. Por la mañana junto al
estanque saltan de rayuela en rayuela esos niños
que aparecen en todas las novelas cursis. Lo que nunca piensa el lector es que además de novelas cursis, hay niños que sí que
juegan a la rayuela.
Zapatos sucios. Calcetines rotos.
- Miguelitooo, te voy a dar un bofetón si tiras así del pelo a tu hermana.
Miguelito se ríe. Su hermana no, claro.
Qué falda inmaculada y donosa llevaba la niña de los Arellano para ir al parque... era la niña más guapa del barrio, o eso decían. De mayor sería artista
y se casaría con un chico tan guapo, tan inmaculado y donoso como su falda.
Eso decían. Se atusaba el pelo con satisfecho gesto, orgullosísima de su trenza y su gomita, y su lacito. Mientras su mamá y su papá contemplaban extasiados el fruto frutal y fructífero y jugoso y sensual del verano en Covarrubias.
Miguelito mientras la mona, perdón la nena, se autosatisfacía de egolatría
comparativa, tiraba piedras al estanque, algo aburrido porque el no era tan
mono. De vez en cuando para distraerse le daba un tirón de pelo. La niña de
los Arellano, aullaba, ponía los ojos en blanco y Miguelito se ganaba un bofetón.
Eran las once de la mañana.
La mamá de Miguelito tiene el pelo sospechosamente marrón-glacé. El papá
no tiene pelo, ni sospechosamente ni nada. Eso sí, fuma un puro que para qué
las prisas. La mona de los Arellano, presume mucho en el colegio de los puros
de su papá. De su papá no, de los puros, no confundirse.
Cuando van a la fiesta de fin de curso, llevan un regalito envuelto en una caja
marca farias, primorosamente decorada, y se lo dan a la directora.
Generalmente es un perfume carísimo de la droguería de la esquina, que les
hace descuento.
- Oiga, y puede saberse ¿porqué me cuenta usted esto?...
- Porque mientras tanto, yo le daba miguitas de pan a las palomas.
- ¡ah!
71
andantino en exterior
des-alumbrado y
jacques brel
La casa de Alena
)
Círculo
Espiral
Espiral
Círculo
Negro sobre blanco.
Retorna
Gotea
Tablero
Todas las velas apagadas para un crepitar de tinieblas.
Y a lo lejos des-alumbran lumbres.
Caballos negros rodeando en islas de nieve y fuego.
Altos jinetes de sombra llevan las piedras guardadas.
¿Quién al rescate?...
me elevaré sauce de todas las primaveras
¡ Dejad que se muera el mar!...
vendrán a salvarlo.
75
La casa de Alena
)
Maúlla en el temblor del tejado. Saltatablones.
Deslizamientos. Aférrate a las barandillas... Sin excusa
posible. Rojo fulgor golpea ventanas.
La acera esperando tus sietevidas.
Y solo tienes una.
Los ojos del gato atisban la noche.
Preside la luna.
"Bueno, lo de la luna es un lirismo. Aunque es verdad que muchas noches
nos dieron las uvas de charla, en casa de unos y otros o en aquellos cafés que nos
gustaban tanto. Salíamos de clase y empezábamos la filosofía. Manera vulgar de
decir que como era previsible, pretendíamos arreglar el mundo. Y como el mundo,
nos parecía, no tiene arreglo, pues nos entreteníamos mucho”.
Era un tiempo cancelado.
- ¿Cancelado?...
- Sí.
Se abre la tarde. Sol. El discurso prepotente y tonante del estafermo que
desde la tarima lanza su presunto magisterio sobre los que duermen, es tan banal
como conocido. Murmullo monocorde-acorde consigo mismo. Autosatisfacción del
vacío. Egoanalizante vanidoso de rutina y caspa. Huele a orines y sapo putrefacto.
Manos inútiles. Babea ventosidades espurias que ni siquiera son suyas. Eleva el cricri de su chirrido gargantil hasta descender a los sótanos del analfabetismo absoluto. Y cuando termina, el turiferario anacrónico aún espera el aplauso de la masa,
borreguitos, bee-bee, que a cambio recibirán el aprobado a fin de curso.
Sale del aula como quien recibe incienso, mientras un horizonte de salivas secas, flemas calladas, venas acuchilladas, silencios hostiles, le precede hasta la puerta, sin
que él, invierta ni una milésima de su temposcuridad en pararse a pensar porqué
huele tan mal por donde pasa. Después, con lentitud de siglos llega al ascensor,
omitiendo el saludo al bedel, florero que decora su pasillo, y le da al piso bajo.
Abriendo la puerta de la sala de profesores, suspira cariacontecido mientras exhala
vapor de crisantemos muertos y exclama para aquellos que le oigan que la juventud de hoy en día está echada a perder.
76
La casa de Alena
)
En la acera maúllan todos los gatos enfurecidos afilando garras de odio.
Vendrá un día en el que de los tejados amanezca un resplandor violeta. Ensangrentando puñales de espanto, atravesando vísceras, acuchillando ojos de cristal, destripando entrañas de anonadamientos y mentiras.
Como los lagartos, enroscándose al cuello poliposo de los sapos henchidos.
Hasta ahogarlos, hasta asesinar su lacrimógeno yonohesido, yonohicenada,
yonoqueríadecireso.
Felinos de luz multicolor asedian ya las cavernas de la desesperanza esperando la hora de la mutación: la hora del Tigre.
En surtidores de penumbra relámpagos gritan. "Tiene que llover a cántaros".
Pero la tierra se agrieta aún. Rocas de sal y calcáreos anillos de raíz muerta.
Ciudades del no. Ataúd de calles. Plazas donde la madreselva se muere. Qué
vértigo de oleaje enrejado...
Gatos en círculo esperan.
77
La casa de Alena
)
No había luz en casa de Alena. Tiempo de
velas inexistentes y ciertas. Apagado murmullo de
voces tímidas. Indecisas voces esquivando mundos. Se muere
el terciopelo en ecos. Manto acolchando espacios. Clausura de
ventanales. Exterior llamando a lumbres. Geografía innúmera. La vida,
fuera. El útero llora a gritos su desamparo y nacer resquebraja claustros. Beber
otra leche y tener miedo. Sin nombre, sin voz, sin palabra, sin alfabeto. Abrir
la puerta. Cómo golpea el viento...
"Y sales a la calle/ y la ciudad te niega/ y dos y dos son cuatro/ y mañana hace
frío/ y hay una chimenea debajo de tu cama/ y alguien dictando normas dentro de tu bolsillo..".
- Eso ¿es de Pablo Guerrero, no?...
- Pues sí. Qué inteligente es usted, hijito. Hay que ver...
- Oiga que yo también escuchaba música.
- Usted escucharía música, pero con su edad, perdóneme la franqueza, dudo
que se enterara mucho de lo que quería decir Pablo Guerrero.
- ¿Y usted sí?...
Y llovía a cántaros, claro. Mala lluvia de arrabal y tongo. No tango. Malasombra
de agua planimuerta. Muérdago roto en cortina acuosa. Aspersores de tiempo.
Mientras las velas iban llenando el parque donde escuchaban el concierto y se
soñaban de otro modo; ni mejor ni peor, de otro modo. Nunca irían a París, pero
Jacques Brel cantaba "Ne me quitte pas" como si el chico aquel de pelo largo fuera
un clochard en vez de un hijo de familia bien como Alena. Podré aún mirar tus
ojos y sonreír. Dejaste olor de Malboro entre mi pelo. Y un paseo por el parque
tan cursi como las palabras que dijiste. Y ya ves, no me reí. Me llamabas borde
cuando no te quería abrochar aquellos botones de aquella chaqueta y me regalabas un dedo de tu mano derecha en mi mano izquierda. Y había banderas en
la Facultad, y cantábamos el no nos moverán, y no, no nos movían, mientras la
cerveza, tu y yo nos queríamos tanto. Me regalaste "Rayuela" y no dejé nunca más
de saltar ladrillos. Aunque se me escapó tu sonrisa. Qué lástima, Amor; tú tampoco eras Oliveira...
78
La casa de Alena
-
Arievilo... ¡ yo no soy la Maga!....
Yo creo que eso él ya lo sabía...
Nunca perdió la esperanza de buscar piolines...
¿Y usted?...
A mí se me había perdido el paraguas otra vez, joven.
Ya comprendo...
He pasado la vida buscándote Oliveira. Entre calles llenas de gente que miraba sin ver. Por mis años adolescentes y extraños en viejos cafés donde se agolpaba la lluvia tras cristales de tristeza. En ciudades ajenas y provincianas, de
plazoletas recónditas como un sol de abril que batiera palmas para dormir
palomas. En aulas ruidosas, llenas de cuadernos pintados en azul marino con
fotos del Che Guevara y graffitis de banderas que no eran la mía.
He pasado la vida buscándote Oliveira. Buscando tu sonrisa triste de trovador
indeciso, tu mirada hacia mares de espejos que me reflejaran, tus ojos de luna,
cuerpo fugitivo.
Tú siempre has estado ahí. En la sombra que siguen mis pasos cuando nadie
te ve. En el aire que envuelve mi pelo cuando nadie me mira. Tengo tu nombre, ahora tengo tu presencia, negras pupilas que me observan, una voz que
me llama encantando la noche, una sonrisa para siempre en una calle azul y
un parque.
Ahora que te he encontrado, ahora que existes después de tanto buscarte, de
perderme en hilos estampados de tapices donde no estabas, ahora que tu presencia es una lluvia continua y lenta sobre mi corazón que llueve, ahora que
la Maga puede buscar piolines contigo sin temor a perder el paso porque tú
aseguras que la protegerás, ahora Oliveira, cuando te miro, cuando te escucho, cuando te necesito, hay un aleteo de distancias entre tu abrazo y mi sonrisa. Y me doy cuenta de que sólo tengo, como siempre en mis manos, un
paraguas mojado que se cierra.
79
La casa de Alena
)
Ha encendido la luz del recibidor. Blanco.
Silencio.Noche. Ensordece la pausa. Se quita la chaqueta. La cuelga en el perchero. Deposita las llaves sobre la
mesita baja. Caen con ruido seco. Asustando sombras. El pasillo es
un camino hacia otra noche más. Atraviesa bosques. El cuarto está frío.
Cierra la ventana. Cierra la puerta. Se desnuda. Un golpecito leve rompe el
espacio en negro. Unos ojos de sueño la miran encendiendo velitas.
- ¿Te has divertido?...
- Si, estuvo agradable.
- Mañana cobro la pensión en el banco, así que te puedes comprar el jersey.
A veces, la lluvia se viste de luna en las pupilas de la madre...
Un gato maúlla. Cursi y tierno. Como una canción de George Moustaki.
" Y el retrato del Che. Con cuatro chinchetas, colgado en la pared. Gritos de
libertad en el Campus. Invierno de lluvia y frío. Cantaba Serrat y llenábamos
el local. Humo. Calles con reflejos de agua, escaparates luminosos, árboles
sin hojas. El café de la esquina. Los de siempre y lo de siempre. El silencio
cómplice que ya se presentía en grito.
El retrato del Che, sí, ese retrato bellísimo de Ernesto Che Guevara, comandante, aureola también para nosotros, que te quisimos tanto, que bebíamos
coca cola y odiábamos a los americanos y nos gustaba Gary Cooper.
Pero al Che lo mataron en la sierra y lo sacaron una fotografía espeluznante,
con los ojos abiertos mirando cara a cara a la muerte, para que muchos años
después nosotros colgáramos ese rostro en la desnuda pared. Rostro, símbolo, metáfora de lo imposible. Mientras encendíamos velas calentando manos y
sueños y Moustaki nos quería tanto en francés y en el café de siempre, una
crepitar de espejos devolvía una música de piano."
80
La casa de Alena
)
Azogue.
Espejo. Vela. Llama.
Lumbre.
Pupila
Ah, me deslumbras... no enciendas la vida tan adentro.
No sé dónde he guardado mi miedo...
Lentos cuervos acusan mi risa de la risa
No quiero desvestirme.
Desnudez me proclama.
Acusadores ojos bajo lirios susurran el des-velo:
Si regresos sombras si muros metales
¿Tan alto es el roble que huye de mis labios? ...
Azogue.
El árbol de casa tirita ausencia.
Tan culpable como indiferente, tú:
¿ Porqué no dijiste nada?...
En perfecto acuse de recibo mira la hiedra.
81
La casa de Alena
)
Si hubiera sido posible entonces desnudar
aquel silencio, se hubiera visto sin ningún tipo de
duda, que la vida siempre continúa. A pesar de los labios
heridos y los bosques de hielo. Sin embargo, la espera de la hiedra
llevaba camino de ser eterna. Sábanas blancas cubren armarios triturados de pena. Cámaras de espejos, guardarropas, neceseres, arcones,
jarroncitos, retratos en sepia y violeta.
Nada de eso bastaba para el retorno.
Y en invierno, encendíamos la estufa del pasillo, porque hacía un frío que pelaba.
- Su casa de usted siempre ha sido fría.
- De eso nada, tenía un calorcito estupendo.
- Ya estamos con sus contradicciones...
- Y lo que le queda por escuchar... Mire usted, digo que hacía calorcito y si no
me cree pues no lo escriba y santas pascuas.
" El pasillo de casa es muy largo. En el tiempo del des-velo a veces hasta parecía que soplaba un viento del norte como labio de niebla que fuera a besarme. Yo lo recorría tal el que transita por interminable laberinto, esperando,
esperando..."
- Esperando ¿qué?... mire que es usted complicada...
Esperando el alba, señor mío. Porque usted no lo sabe, pero toda noche tiene
un amanecer. Usted no ha leído a San Juan, claro, y hace usted muy mal. Mire
criatura, San Juan que, a veces es un poco plasta, tiene la virtud de decir las
cosas de manera que sólo lo entienda quien debe entenderlo, y va y dice en
una frase que él sabe muy bien dónde está la fuente que mana y corre aunque es de noche, bueno una cosa así. Pues eso, que una, también, aunque
fuera de noche, sabía muy bien por dónde andaba la puñetera fuente.
- Oiga ¿y dónde andaba?...
82
La casa de Alena
)
-" ¿ Quién soy yo? " - se dice-.
( Una enredadera cae)
-" ¿ Quién soy yo? " - Interroga(El agua se aquieta.
Lascas y bifaces contemplan rostro marcado a navaja).
- " No mires tan adentro " (Sollozos del viento)
- " No dibujes perfiles "
-
(Bosques para un roble.
Piedra y pedernal se unieron).
-" ¿Quién soy yo? "...Agujas nocturnas
La acompañan.
- Y ahora me dirá usted que lo que le daba calorcito era la fuente...
Salir. Adivinarse en las voces de otros. Mirarse en manos ajenas, co-responderse, preguntas de siglos ahora sí en ecos. Como linterna que parpadeara. En la
casa de Alena transcurren inviernos. Se llenan ahora de otras voces, llegadas
de fuera, alegres, distintas, desconocedoras del tiempo de los reptiles.
Alborotando espacios ocultos, limpiando telarañas de vacío. Abriendo puertas
pudorosamente cerradas. Y con las voces, amanecen las preguntas. Las distintas estancias del sí pero no, del quizá no era esto, de la posibilidad de rendirse a la alegría.
La alegría... verde multicolor en naranja matizado hacia cadmio y amarillo.
83
La casa de Alena
Colibrí ausente, esperado, matutino de encajes. Andantino en sol mayor.
Melodía que no atiende silencios, pausas, espacios inertes. La alegría, fuente,
danzarina, revuelo de alas en arpegio, instante, llamarada.
"Me da vergüenza ser alegre procediendo del dolor. Me da miedo afirmar el
derecho a pertenecerme. Me oculto en reproches y enmudezco. Me siento culpable de haber nacido. Tengo miedo de mi miedo, de vuestras miradas que
intuyo irónicas, "pobrecita, mírala a ella, pretende vivir"”.
Y no, le puedo jurar a usted, joven impertinente, que yo no pretendía aún, por
aquel entonces vivir, y menos vivirme. Solo quería pedacitos de alegría. Trocitos
de risas, migas de olvido de los reptiles. No me daba pena no ser alegre; me
daba miedo ser feliz.
Y a pesar de ello, la alegría rondaba, esquinera, esquiva, esperante, esperando. Soplaba, enredaba hilos, tejía y destejía marañas. Asomaba la orejita y me
sacaba la lengua. Todavía en el umbral de la puerta. Las voces rodeantes, las
canciones, el sí más inocente, la mano más tendida, iniciaron la búsqueda de
las islas.
Las islas existían desde el tiempo de los dioses, del que le hablé hace días. Sin
embargo, hasta entonces yo no necesité llegar a ellas. Estaban allí, lejanas y
perfectas, arcoiris en mi sol, silenciosas, con el mar igual que en las novelas
románticas del siglo XIX, azul, verde, gristardeciente, y yo, conociéndolas, no
las habitaba. Quizá me acogieron siempre y no lo supe, hasta que los bífidos
comenzaron a estrangular el aire que respiraba. Se alejaron así, las perdí, y
el mar se transmutó en mármol. El mármol se hizo hueco. Y el hueco se pobló
de densidades, de cristales, de recuerdos, de memoria. Si: de muertos.
Y así el Mar cobijó mi infancia en la sombra de una mano que me indicaba
eternidades. Y no volví al Mar y perdí mis islas.
Cuando se entreabrió la puerta del laberinto y los des-velos iniciaron su reinado, tuve miedo. Era la vida rodeando las paredes de la Casa, y las islas, y
algo más."
- ¿Algo más?...
- Sí. Entonces supe que tenía que perdonarme no haberme muerto.
84
La casa de Alena
)
Odiaba-amaba volver.
Cuando llegaba otra vez, iba buscando los pájaros, los gatos,
la enredadera, el aire de mi infancia. Y todo se transmutaba en
gris. La hiedra no era la mía. La madreselva dormía el olvido de siglos
sin mirarme.
Imperceptible para el resto, que desnudaba maletas como quien viola maniquíes, podredumbre de flores secas. Hostilidad de pupilas.
¿Cómo explicar el anulamiento del tiempo?. Anonadarse en simbologías irreconocibles. Pecho hueco. No lato hacia nadie.
Se derramaba julio en noes.
No es esto. No es esto. No es esto.
Al tiempo que los ensordecedores niños familiares aullaban alrededor como si
fuera verano.
Hay telarañas en las cámaras vacías.
“Te odio”, repetí en silencio. Y no había nunca respuesta. Tal si alguien, al
escuchar mi voz, se diera media vuelta y cerrara una ventana.
85
La casa de Alena
)
El infalible valor de la pausa.
El momento exacto en el que se detiene lo dicho.
El borde de la cicatriz.
El filo de la navaja.
El silencio como valor absoluto. Lo
indecible. Lo informulable. Lo que no se nombra. Quietud del alfabeto, ni
siquiera esquirla, más bien sima. Mi voz nunca fue mía hasta entonces.
Cuando fui nombrando a los oscuros. Cuando dejé que llegara la noche y
atravesé ríos de fango y salivazos. Pozos de frigidez y hielos de desconsuelo.
Cavernas de carcajadas como asesinatos.
Solo podré mirar al tiempo cuando sepa que el olvido me perdona.
Busco mi voz. Para nombrarme mía.
86
La casa de Alena
)
- No tiene usted ni idea de lo que es un
relato.
- Vaya, ¿ y por qué sale ahora usted con eso?...
- Porque a la hora de poner en limpio la cantidad de cosas que
anda usted contándome, yo tendré que explicarle al lector cada dos
por tres lo que usted ha querido decir, con ese lenguaje críptico que usa.
- Pues mire, con no explicárselo, eso que lleva usted ganado, odio las novelas
en las que el autor mastica por mí. Ni que el lector necesitara biberón.
- ¿No podría usted, aunque fuera por una vez, ser más prosaica, y decir eso
de "entonces, yo le miré, y me dijo, y la tarde era así o asá"...
- Pues no.
- ¿Y eso, por qué?...
- Porque entonces me aburro, joven, y no me da la gana aburrirme. Y además,
tenga usted en cuenta una cosa.
- ¿El qué?...
- Que usted no existe. Y como no existe, si usted entiende algo o no entiende
nada, es cosa mía, así que cállese y escuche.
- Me siento como un personaje de Unamuno...
- Favor que le hago a usted, fíjese que hasta le estoy haciendo simpático a los
lectores, culto, un poco harto de mí... ¿qué más quiere?...
- Una pregunta... ¿me va usted a matar cuando acabe la novela?...
- Si le mato no tiene gracia...
- Y ¿eso?...
- Me quedo sin usted para las próximas, hijo, pura conveniencia de la narración.
-
"Entonces empecé a trabajar".
¿Le gusta este comienzo?...
Por lo menos nos enteraremos de algo...
Me parece que he equivocado el inicio...
87
La casa de Alena
Rostros que miran. Ventana abierta. Aire en cristal. Luz de la mañana. Sol tintineando en esquinas. Estar en pie hacia palabras. Adherencia del gesto cómplice. Huyen caras fugitivas y hostiles. Mimosidades empalagosas de ojos mentirosuelos. Franquezas de pupilas hacia el sí. Heterodoxamente distintos e individuales. Indivisos. No dirán jamás lo protegido, salvo si el andamio de muros
construyese escaleras para el encuentro.
Mientras les observo en esta aula llena, siento huir los reptiles hacia el bosque.
Amanece y empiezo a buscar las islas. Quizá un día las encuentre. Quizá tenga
tiempo para la alegría.
88
L A R G U E T T O EN L EN T O , A L
E N C U EN T R O D E L A S I S L A S
La casa de Alena
)
Islas.
Naufragios de barcos como pájaros muertos.
El mar es una extensión de violeta cárdeno.
Se duerme el mar en los labios heridos.
Sal.
¡Cómo se oyen las olas si amas los adaggios!.
Un Stradivarius cuenta la eterna historia de un cansancio. Suena la espuma en
una tarde sin playa, en la casa que tenía caracolas y que jamás dio al mar.
Balcón abierto a la tarde. Rumor de ciudad. Murmullo de riada avanzando
hacia nadas cotidianas. Viento en las sonajas de los niños que juegan.
Recuerdo de pisadas. Como olas que acunan.
Toda la vida para escribir la sonata para violín solo. Para nadar hasta la orilla
del aire tranquilo donde gaviotas me hallen dormida.
Sin sueño ya para nunca.
Islas. Arena parda. Humedales reflejando huellas. Terciopelo del día enquistado en sol hacia noche.
Volver a Casa...
91
La casa de Alena
)
Quiero beber el agua clara de la sonrisa
hacia mañana. Mirar ojos como lunas, besar gramos de ternura como si huyeran reptiles.
Quiero destilarme en luz de domingos.
(Confesión inconfesable: adoro las manos que abrazan cuando es necesario,
y odio las mantequillas del esquivo impermeable fosilizado en mueca)
Vamos a andar despacito ahora que es de día. Estoy mirando la calle. Como
si mañana fuera a desaparecer una vez más, convertida en reflejo convexo de
lo que pudo ser.
Y lejos, sigo viendo que va a iniciarse la tormenta y busco cobijo. Pero ya no
hay nadie detrás de mí.
¿Nadie?...
Volver a Casa...
92
La casa de Alena
)
ros.
Jardín era desde antes. En el tiempo de la
piedra. Fueron labrándola manos artesanas. Muros,
cimientos, vigas, empalizadas. Espacios al aire. Techumbres
de madera, ladrillo rojo. Granito. Morosamente para dejar resquicio donde rendijeara la luna. Cavidades en las que convergieran pája-
Tapia blanca al sol. Cuadras donde yeguas relinchan y sudan. Pozo para reflejar niños jugando.
Y un palomar.
En pie se alzó la casa Hacia cielos agosteños paridores de trigo.
Cuando todo era posible, en el instante increado del futuro.
-
Eso no lo entiendo.
Quiero decir que hubo un tiempo en el que no éramos.
Metafísica se está usted volviendo.
¿Usted cree?...
93
La casa de Alena
)
"En esta Casa se escucha el silencio. El
intervalo”.
Cuando un músico escribe la partitura de una sonata, puede dividir su estructura al modo clásico, en los cuatro tiempos de rigor, o
puede, si se atreve, inventar un tempo distinto. Beethoven tronó contra los nuevos tiempos y contra las señoras de la corte, todo hay que decirlo, cuando le
propusieron alteraciones en alguna de las que compuso. Pero Beethoven era
un cascarrabias, y además, como siempre anduvo falto de dinero, terminó
plegándose a ciertas voluntades más monetarias que estéticas. Su sonata para
piano opus 22 consta de allegro, adagio, minueto y rondó. Otros compositores, como Schubert usan el adaggio como último tiempo.
T o d o s u sa n e l si l e n c i o .
Los olvidos. Mate y gris en piel mortecina. Se apaga una vela. Fondo rojo sobre
negro. Ceniza sin carbón que la presienta. Licuarse del vaso en vacío púrpura. No bebas más.
No bebo. Derrumbo gotas de líquido como si nadara en remolinos. No serán
ni reductos de cristal lo que inunde mi corazón.
Sierpes. Reptiles como labios. Espirales. Laberinto. Asciendo hacia el miedo.
No llores más.
No lloro. Sequedad del tiempo. Eterno tic-tac de un reloj daliniano. Derramado
sobre la augusta forma de mi futuro. Erguido sobre mármol. Bloques de granito.
La ventana. Círculo en penumbra de Altaír, Aldebarán, Vega de la Lira.
Nocturno sin música. No busques más la incierta melodía del pájaro solitario.
Te ha mentido.
94
La casa de Alena
N o i mp o rta . N o i mp o rta . N o i mp o rta .
Me estoy trasmutando en nota para acunarme todos mis silencios.
Antes de la piedra gris. Antes de las grietas. Antes del tiempo vencido. Del
espacio de oro. De los atardeceres de miel y rocío.
En el lugar de las manos. En el lugar de los besos. En el latido balbuciente. Oh,
mármol ausente, líquido sin duelo que solo transita amaneceres. Mirad cómo
las ventanas se abren, observad cómo rompe en voz el ciruelo que plantó allí
el bisabuelo, con sus manos de roble roto por los años. Crepitarán alondras
para los sueños del espliego, el lirio y el aguacanto, como si arcoiris de futuros desnacidos aún tuvieran tiempo de cambiar el destino y gritar a todos los
vientos de Aldebarán que seríamos felices. Que la alegría es un baile de miriñaques y un revuelo de faldas y un perro dormido y un piano in crecendo. Y
un pincel como glicina que floreciera hacia el verdor de la metáfora impronunciable por los labios de un niño que juega.
En el tiempo de la piedra nació el sueño de las islas. Como marineros buscando la flor del coral, el embrujo de la madreperla. Atlántidas que hicimos
nuestras. Antes del silencio.
95
La casa de Alena
)
"Mire usted que me daba miedo volver.
Claro, yo ya había vuelto, no me refiero a eso, quiero decir volver en serio, ser otra vez quien era. Restaurar los
ecos. Y no quería. Usted no sabe, porque es un crío, calle, que ya
me está poniendo mala cara, digo que usted no sabe que a los lugares
se vuelve de dos formas, sin llegar y llegando para quedarse. Y yo había estado sin llegar siglos infinitos. Y no sabía si me apetecía quedarme.
En invierno era muy facilito; podía recordar, idealizar, consumir kilos de nostalgia, e incluso teorizar sobre los diferentes modos de aproximación que iba
a efectuar, dibujar los escenarios, y autosatisfacer mi ego con la vanidad de la
superchería de que en el fondo no me importaba".
Pero también en invierno había sombras. Lagartos. Se arrastraban por el pasillo siseando. Usted me dirá que los lagartos no sisean.
- Pues mayormente.
- Que se lo ha creído, joven inculto. Los lagartos sisean, las palomas zurean y
los reptiles aprietan.
- ¿Y ahogan?...
- Al menos lo intentan.
- ¿Quiénes son los lagartos?...
TIPOLOGÍA DEL LAGARTO.
1-Incierto-indeciso.
(" ¿Puedo preguntar si soy necesario para ti?")
2-Meloso-caramelizado
(" Decide lo que quieras, pero eres imprescindible")
3-Acuciante-interrogador oficial y papelero.
(" Ahora tienes que hacer")
96
La casa de Alena
4-Chantajismelaza.
("Eso no puedes hacérmelo a mí")
5-Víctima de conjuras.
("Tú te has propuesto matarnos a disgustos")
6-Yosituno.
("Tú no sirves para nada")
7-Paramiunicamente
("¿Cómo es posible que te juntes con esos?")
8-Apodatorio.
("Tú eres...")
- Es decir que mientras buscaba las islas se hallaba usted en el tiempo de los
lagartos
. Pues mayormente, solo que los lagartos son más fáciles de vencer que los reptiles.
- ¿Y eso?...
- Se les domestica. Mire, normalmente un lagarto tiene doble piel, una vez que
se le quitan las escamas se queda con la suya al aire y entonces de un golpe
de indiferencia se aburre y se larga. Los reptiles, sin embargo tienen una sola
y la usan para estrangularte.
- ¿Y la han estrangulado muchas veces?...
- Varias lunas.
- Ahora sí que me he perdido.
C i n c o l u n a s p a ra m i m u e rt e
Cinco lunas para mi muerte. En rotura de alas. Rasgarán el violín sin cuerdas.
La luna negra del olvido se llevará mis recuerdos. La luna roja de la sangre mis
sueños. La blanca nocturnal mi inocencia. La violeta no me dejará perdonarme. La última, luna de plata y escarcha será la que venga a buscarme.
Cinco lunas asesinan la madreselva. Cinco lunas; los dedos de mi mano.
"Y yo buscaba las islas. A pesar de las lunas y los lagartos. Buscaba islas.
97
La casa de Alena
Como si supiera lo que iba a pasar.
En el tiempo de las islas, pensaba, se callarían las voces. No sería necesario
hablar. Mire usted que mientras buscaba mi voz he dado gritos. Escandalera
de sábado en ciudad parecía mi palabra. Aunque yo vengo de un silencio".
-¿De un silencio?...
Vengo de un silencio como el mar infinito,
del país del agua y de la lluvia eterna;
me nacen algas en las manos cada noche,
me crecen caracolas para mi espera.
Vengo de un silencio como la nieve
hecho de cristalitos no olvidados;
mi piel es de liquen y tristeza,
Vengo de todos los silencios acumulados,
los míos y los forjados a golpes de adioses;
vengo de islas desiertas de amor y de ternura,
de sueños incumplidos y amores inexistentes.
Pero ya no tengo mármol para guardarlo...
Vengo de un silencio y me quedaré en silencio
palabras para nada en corazón de grisalla;
todos los veranos se fueron un verano,
solo la madreselva permanece en mi Casa.
Voy de un silencio a otro, ausencias inexplicables,
jeroglíficos entrañables que me pertenecen...
Vengo de mi silencio y voy a mi silencio:
pájaro de nieve para la nieve y en la nieve.
" Y así me iba, hasta entonces, claro, hasta que entendí la cercanía de las islas.
A fuerza de escalar farallones me encontré sin saber bien cómo, muy cerca del
acantilado. Solo tenía que cruzarle y llegaría. Para eso tenía que convertirme
en naturalista”.
- ¿Naturalista?...
- Quiero decir que debía atreverme a asesinar a los reptiles.
- Y ¿lo hizo usted?...
- Vaya, parece que le empieza a interesar lo que le cuento...
- Pero, ¿lo hizo usted sí o no?...
- Déjeme que se lo cuente a mi manera, qué manía de adelantarse... mire,
nunca me gustó correr, creo que el que corre no ve lo que hay en el camino.
98
La casa de Alena
Y lo más fácil del mundo es caerse, por lo menos yo, cada vez que he querido dar una carrera me he dado un castañazo. Así que para contar algo hago
lo mismo.
- ¿Y si no interesa lo que hay en el camino?...
- Pues usted se lo pierde.
"Empezó un tiempo distinto. Octubre recuperó las hojas del otoño, las violetas,
los tonos ocre de la suavidad. Cuando regresaba a Casa después del trabajo,
venían sonidos nuevos, ecos diferentes, me seguían pisadas, no sombras.
Pisadas reales, pasos alegres que inquirían, preguntaban, algunos inocentes,
otros, claro es, con segunda intención, y al final, modulaban un concierto, una
orquestina, con sus tenores, sus vicetiples, sus barítonos, sus sopranos, y sus
prima-donas. Coro ondulante. Me gustaba. Y no echaba de menos componer
la sonata para violín sólo. Porque por primera vez, el violín no estaba solo”.
El violín estaba tocando la infinita melodía de decir que sí.
La Casa de Alena... siglos de niebla para re-conocerse en ella.
"Quiero saber que el aire de aquellos retratos de que le hablé, no me olvidó
jamás. Quiero decirme que quiero volver.
Y entonces, apareció Febrero, del que ya le he hablado, adelantándome a los
acontecimientos. Cuando le conté la existencia de los reptiles, se clareó la luna
en sus ojos negros. Y luego, claro, le dije que la Casa de Alena era un violín
roto de tiempo.
Febrero sabía que los sueños no permiten los regresos. Y también conocía que
el perdón hace más que el olvido. No me lo dijo. Nunca me lo dijo. Solo una
vez..."
- ¿Sí?...
- Una vez, a ver cómo le explico yo a usted, que es un materialista, y que además no cree que existiera Febrero...
- Yo no he dicho eso, aún. Lo que creo es que ya es momento de que termine
de contarme la historia. Su lector, ese que idealiza usted tanto, debe estar hasta
las narices.
- Pues que cierre el libro. Yo no le pido que llegue hasta aquí, eso es cosa de
él, no mía, lo mío es contarle a usted.
- ¿Esto es una novela?...
- No señorito, es un autobús de la línea 133...
- Ya me está tomando el pelo. Y a sus lectores de paso.
- Los lectores que se sienten tan autosuficientes como para decirle al autor lo
que tiene que hacer, se merecen que les tomen un poco el pelo. A mí me lo
han tomado un montón de escritores. Cuando leo para mí y digo en voz alta
99
La casa de Alena
eso de "qué manera más rara de escribir tiene este fulano·" el fulano me contesta, "¿ no será que andas espesita de mollera?"
"Las novelas tienen un defecto fundamental. Y no es de ellas, sino de su creador. Escribir una novela diciéndose a una o uno mismo que se debe guardar
la estructura novelística para que todo el mundo la entienda. Es la mejor forma
de acabar en un estante de unos grandes almacenes y mirándose al espejo. La
novela no existe. Existe el escritor. Y antes de él, existe la palabra. Escribir para
es absurdo, se escribe porque.
Y siguiendo con lo que le digo: Febrero y yo tomábamos café todos los días.
Cuando me atreví a hablarle de los reptiles, se terminó el cafetito, me miró así
como a la remanguillé...”
- ¿A la qué?...
- A la remanguillé. Expresión vulgar en la lengua francesa, que, si no me equivoco, quiere decir "de soslayo".
- Bendito sea Dios...
- Y su santo nombre...
- Cuando digo que es usted más cursi que un repollo con lazo...
- ¿Por usar expresiones que conozco?... qué fácil es juzgar directamente, asesinar directamente al otro, lo cursi, vaya por dios, ¿qué es lo cursi?...¿hablar
del otoño es cursi?, decir palabras de amor ¿es cursi?, ¿explicar que a una le
gusta mirar la lluvia y el fuego de todas las chimeneas que ya no tiene, es
cursi?... claro, lo sencillo es escribir una novela buscando la dialéctica estético-filosófica del distanciamiento, para que el lector, leyendo palabras en tono
grave, diga que es una gran novela, por no atreverse a decir que no ha entendido nada.
Febrero me miró a la remanguillé. "Cada vez que llegas se ilumina el día a través de la lluvia. Ellos, los reptiles, no se dieron cuenta nunca de eso"".
- ¿Cómo acabó esa conversación?...
- Sabía a heno, y a Hiedra.
- ¿El qué?...
- Su boca, naturalmente.
100
La casa de Alena
)
El Johnny tenía catorce años cuando le
llevamos a jefatura de Estudios por sacar
una navaja en el pasillo. Era la quinta aparición del
niño en peleas. Tenía pelo largo. Laxo. Una cinta negra. Un
zámbico modelado de paso cansino. Un gato al que daba arroz y
una madre que odiaba las navajas.él, nos odiaba a nosotros. El crecer
de los gritos, la falta de alma de las mañanas en clase, el autoritarismo de un
"tú te callas", el no poder ir a mear sin que le dieran permiso, el no poder pedir
un lápiz sin que le dieran permiso, el no poder decirle a la niña "te espero a la
salida" sin que le dieran permiso, el no poder levantar la mano para decir que
eso era injusto sin que le dieran permiso, el suspender con todos los permisos.
El Johnny trapicheaba con cigarrillos permisibles e invisibles en las afueras del
desencanto, en las fronteras del casitodovale, en las agrietadas sombras resquebrajadas del olvido de que tenía catorce años.
El Johnny, desesperaba la esperanza de hacer de él "un chico de provecho" mientras hacía silbatos de madera y dibujaba pollas en el cuaderno de matemáticas.
Alboroto en la sala de profesores cuando el infamante dibujo, mostrado en alto
para deleite de algunos y horror de otros, circuló aquella mañana de marzo,
justo en el instante en que se oyeron los berridos en el pasillo de "las bestias"
como alguno decía, es decir, hablando en vulgaris, de los alumnos.
Brillaban dos navajas y aullaban las niñas de la clase inferior, blancas como
tocas de priora en arrebato, esperando el rojo en el suelo. A puñetazo limpio.
La pelea visceral, la tribu, el arrebato del estoesmíodámelocabrón. La lucha
por la muerte del otro.
Le quité la navaja de un tirón. Pegué un empujón al otro, que se cayó, mas bien
del susto de que hubiera aparecido la autoridad competente, mientras otra
compañera agarraba al Johnny literalmente de las orejas.
Vaharada de jadeo y sudor, ojos brillantes, felina rabia. Suéltame, suéltame,
que lo mato, hijodelagranputa, ( y el otro) mierdaparatubocacerdodelamadrequeteparió, que es mía joder.
101
La casa de Alena
Se acabó lo que se daba, aleteó el Señor Director, que dicho sea de paso era
un santo.
- Todos al recreo, menos ustedes dos señoritos, que se vienen conmigo.
Su madre tenía ojos de escarcha. Su padre no había querido ir. Estoy harto de
ese vago. Y colgó el teléfono.
Cuando truena fuerte, mejor no chistar, decía el Johnny, y bajicabeza, ceñiroto, labios prietos, manos caídas, escuchaba la torrentera del hay que ver que
mal te portas, esperando la escampada. Hasta que se hizo el silencio.
- Ni una más te aguanto, majo, que lo último son las navajas.
- Si yo no me porto tan mal...
- Vaya por Dios, si llevas una semana sin cuaderno.
- Mierda, si es que me lo quitaron, profe...
- Hijo, no digas tacos.- Se atreve su madre-.
Plomo del intervalo.
- ¿No se merece mi hijo una última oportunidad?...
Alza la mirada como un pájaro sin alas.
- La última.- no sé porqué lo digo, no sé porqué me hiere el sol que da en la
ventana, no sé porqué duele el aire cuando hablo.
Sé que cuando me llamen a las cuatro y media de esa tarde para decirme que
el Johnny se ha matado en el metro bendeciré para siempre haber dicho esas
palabras.
Lloverá siempre rojo en aquellos ojos negros que no me mirarán más. La corona que le enviamos quería ser un cuaderno lleno de sobresalientes.
Cuando se lo conté a Febrero, al año siguiente me dijo que nada vale más que
la vida de un niño. Me lo quedé mirando.
- ¿Aunque el niño crea que su vida no vale nada?.
- Tú vida es lo único que tienes, Alena, cuídala.
- ¿Me estás llamando cría?...
- Te estoy llamando Amor.
"Febrero se marchó en el otoño. Yo fui a despedirle en un bosque lleno de
hojas, enredaderas y música”.
- Eso es una metáfora, claro.
- Usted con tal de que yo abrevie, me corta el impulso lírico a las primeras de
cambio.
Pero me da igual.
"Febrero se marchó en el otoño. Encinares de hielo en el cristal del café, sem102
La casa de Alena
brando las manos estambres en espejos. No quiero que te vayas. Mira, si te
marchas me quedaré sin guantes para el frío. Y la chaqueta que llevas se quedará mi último cigarrillo, ¿qué harás cuando escuches al acabar la mañana el
tamborileo de pasos bajando las escaleras que ya no son tuyas?. Te dolerá la
cerveza en los labios. Y te romperás en tiza de olvido. Y te sonará en la cabeza el silbido del ofídio que me asesina. Regresarán las velas y las estatuas me
secuestrarán nuevamente llevándome al jardín secreto, donde tú no puedes
entrar sin matar al dragón. Y sobre todo, y principalmente, vencerá la Reina
de las Nieves.
Me iré hacia la nieve. Despacito. Dejaré mi cuerpo caer, copo pequeño hacia
lo blanco. Pureza del aire que me abrace. Resplandor en mis manos deshojando escarcha.
Me iré hacia la nieve, ya sin cristalito de hielo en la mirada. Gerda y Kai me
estarán esperando. Me tomarán de la mano y atravesaré el bosque de los
arces desnudos.
Me iré hacia la nieve. Desposeída ya de silencios innecesarios, podré escuchar
la música que me acompañó siempre.
Me iré hacia la nieve. Encontraré un día el camino que lleva a ella y lo andaré sin temor; cuando llegue, me estará esperando para regalarme su pureza.
Yo le ofreceré a cambio mi memoria.
Horizonte sin memoria. Sin futuro. Silencio. Blanco. El barco, con arboladura
de ceniza, ulula en el faro del infierno. Sacude el oleaje la quilla y se vence.
Está completamente de acuerdo con su naufragio. Por eso ya no hay islas.
Me acaricias en luna, dibujándome recortada contra tu eco. Me rozas en levedades y fugas. Me presencias en desconciertos, como si sí, como si ya...
Y no. Abrazándome no adviertes mi raíz quemada, la leña esparcida, la ceniza. Hojarasca.
Todo el amor era eso. Y nacía hacia veranos. Trigo.
Estoy de pie y tan lejos... Mientras te escucho, van cayendo, una a una, de mis
ojos, todas las semillas, que, esta vez, tu no recogerás.
Me acaricias en luna, sí; tiemblo de pie sobre el frío nocturno; campana de
cristal, pero no hay cobijo para el desencuentro.
Una mano ondula el aire de lo que no ves, al tiempo que tus palabras se hacen
de nieve.
¡Qué hielo clarea sobre mi mar, blanco, blanco!...
103
La casa de Alena
Y ya sé que no hay islas. Itaca está muy lejos.
No tengo nada. En esta habitación has deshabitado la luna. Has roto pedernales de gritos contra bloques de mármol, alzándose como mares de vacío.
¿ Porqué te llevaste la playa?...
Escucho tu voz, tu petición, tus sueños aún creyendo que son los míos.
¿ Porqué me dejaste sin lirios?...
No hace falta que grites, ni que esquives mis ojos. Aléjate, nada más como la
ceniza.
¿ Sabes tú de qué color se desgarra la noche cuando quieren habitarla tus
pájaros?...
El cielo, plano, desclava estrellas. Tengo un horizonte y quieres que lo pueble
de hielo.
¿Porqué te vuelves óxido en lanza sobre diana?...
No me digas jamás.
Tu niebla está disolviendo la pureza.
No puedes atar el Mar.
No quisiste que me quedara. Me pensé roca para tus olas. He roto la copa
donde guardé tu tristeza. Se ha derramado y tu no estás. Te oculta una distancia. Acerco mis manos para darte calor y no lo necesitas. Estoy temblando,
aquí solo, buscando la magia. Cuando podía dar resplandor a una habitación
oscura. ¿ Sabes? ... a mí también me llueve, tú, que hablas tanto de la lluvia,
quizá no viste como ella calaba mis huesos mientras te seguía a través de las
sombras.
Inventé una isla para ti. Tenía colibríes, pinzones, gaviotas, palomas. Todos los
pájaros que amas. Tenía jazmines, caléndulas, y lirios. Todas las flores que sueñas. También te regalé un sauce para que durmieras junto a su tronco. Y en la
rama más alta dibujé una catarata de azules, por si querías acunarlos.
No me importó quedarme en la orilla. No esperaba nada de ti. Te encontré
despacito y acomodé mis pasos a los tuyos, breves. Me iluminaba cuando sonreías. A veces, me decías que conmigo era más fácil sonreír. Entonces sentía
como si gotas de música me cristalizaran.
Ya sé que te has ido.
No pude regalarte lo único que me pediste. Me llevo lo que no te di nunca. Mi
dolor conmigo.
Ya no hay islas”.
104
La casa de Alena
)
- O eso creía yo. Y creyéndolo ciegamente,
me di con la costa de topetazo frontal y a poco me
cuesta el barco.
Viento. Vendaval. Se cierne nube entre árboles sin dueño. Llueve
airado este verano que no desea marcharse. Rompiendo en pedazos
hilos mal ajustados, reducción a polvo de telarañas con tanta memoria de
mantelerías caducas, de vajillas en esplendor muerto.
Llueve hacia la rabia; llueve fantasmas, llueve pianos, llueve espectrales gritos,
llueve días, llueve estrellas fugaces, llueve para la eternidad Aldebarán.
Están destruyendo en cada gota el olvido, construyendo charcos que anegan
rincones, creando lagunas donde anémonas de piedad piden auxilio mientras
se ahogan.
Esta lluvia no tiene compasión de mí.
Y me está llamando.
Me quemo. Licuo mis raíces en el diluvio de gargantas. Zumo de limón enlluviado; no te atragantes, no mientas, no excuses tus excusas.
Ya no hay tiempo para correr por el pasillo buscando la luz de fuera. Ya no te
escapas del infierno. Ahora, mientras llueve literalmente sobre ti este estío de
inquisición salvaje, descenderás a los sótanos del porqué. Y no saldrás hasta
responderte a la única pregunta que te asusta.
Las manos blancas de la madre no son las tuyas. No te responderán. No
saben.
Soñarte en falso. Vivirte en falso. Compadecerte en falso. Mentira, mentira,
mentira; si los capitanes están muertos, si las lunas son cinco, si todos los desenterrados tienen el mismo rostro, si el piano tiene escaras, si la desolación de
las quimeras no te responde, es hora de que aparezca Luzbel y le mires a la
cara. Es la hora de llamar al miedo.
Desnuda. Y de pie. Sola. Ante mí.
Tengo que...
- Tienes que arreglar el tejado de la casa, se está cayendo.
- A eso vine.
105
La casa de Alena
)
Ha vuelto el verano a la Casa de Alena, la
casa que no tiene playa y guarda caracolas. La casa
de la Hiedra.
Todos los pájaros están echando de menos la sombra del árbol
talado. Vuelan en la mañana, con el fresquito del rocío hacia el hueco
y permanecen suspensos, perplejos de nadas.
Se refleja el sol en la piscina. Crece nueva higuera inexperta en aves.
No juegan los niños. No corren los pasos. Cerrar los ojos y contemplarse.
Éramos un niky rojo con manchas de chocolate. Un balón contra un tiesto. Un
manillar en descenso curvado, para no atropellar al perro, a la Chila, que,
vagabunda de dueño, dormía en el portal del Ayuntamiento.
Esta claridad de la luz. Verde claro, savia de la hoja zumando nostalgia. El
silencio.
A la hora de la siesta se eterniza la pausa.
"Tengo un cuaderno azul en el que voy escribiendo desde hace siglos las historias que se me ocurren. Algunas historias son inventadas. Otras son estampas. Otras son bocetos. También tengo poemas, cartas de amor, fragmentos
de novelas, esquemas de diálogos y juegos epigramáticos.
Tengo muchísimos sueños, ¿sabes?, y nada en las manos.
(Me miró el espejo de la sala grande)
Tengo una nostalgia entre mis cejas. Una pérdida de estíos. Sequedad en los
ojos. Y miedo.".
106
La casa de Alena
Bruma.
Algo sisea y se desliza.
Las flores.
El niño muerto.
Yo no te olvidé...
Velas.
Quiero salir del hielo.
Que se apaguen los cirios.
He roto los espejos con mis manos. ¿No lo veis?...
Fragmentos que destrozan jirones de piel a dentelladas.
TÚ TIENES LA CULPA
MALDIGO A LA HIEDRA POR LOS MUERTOS
MALDIGO A LA MADRESELVA POR LOS MUERTOS.
MALDIGO A ESTA CASA DE PIEDRA A QUIEN NO PUEDO ODIAR.
NO QUIERO HABER NACIDO.
NO QUIERO HABER NACIDO.
MALDIGO A LOS MUERTOS QUE ME DAN SU AUSENCIA.
Y todo era falso. Todo era mentira. Todo era pretexto. Todo era espejo. Todo
era excusa. Todo era palabra. Todo era huida. Todo era silencio. Todo era
desolación por el abandono.
Y entonces empezó a llover. No acabaría nunca, o eso semblaba. Salir al patio
otra vez, como si fuera yo. Desnuda.
" Tú eres el trueno, fuerte, valiente, y le darás fortaleza.
Tú eres relámpago y le darás luz.
Tú eres rayo y le darás valentía.
Tú eres la lluvia. Te la entrego.
Tú eres mi hija ".
La voz de la hiedra caracola de playa, mar de rumor de alga marina, madreselva de sueño, arborescencia azul platino, joyel de arcones para el canto del
violín, unidad del sol en la corola, la voz de la hiedra en grito lloviendo, el paisaje todo de espuma y naufragios, vendaval de voces en doremifasol la, canta,
sinfonía, cantata, sonatina, adagio, eleva el bemol de la sonrisa y el llanto,
107
La casa de Alena
devuélveme lo que era mío absorbe mi tiempo huido, no quiero más que ser
trigal, era en el verano, parva para la cosecha, alareo de espanto y vida y
muerte, no, no quiero irme, no quiero irme, ¿porqué no me dejáis volver?,
mientras me calo, no me callo más, me llueve todo el invierno. Rojo. Amarillo.
Hacía calor. Golpe seco.
Silencio.
La máquina de coser singer. Las croquetas de fin de mes. Las fotografías de
una chaqueta beige. Unos zapatos en lunes. Huele a ambulancia. Aroma de
alcohol.
Humo. Edith Piaf. Esa mano que toma la mía, te quiero, dice, y yo sucesoria y
sucesiva, no lo creo. Reptiles verdes esputando rencor.
Yo soy el último reptil que me queda por asesinar. Observa con atención; se
desliza putrefacta la tira amarillenta, como vómito del no quiero, más tarde,
arrancada y lijosa se derrumba con estrépito la cinta lacada del n o e s j u s t
o. Hiede la sangre que moja el suelo. En dobleces, arrugada, pegada al cuerpo, está el último reducto por caer, la guarida del animal, el sacrosanto refugio al que nadie llega, el ángel caído, el no me perdono no haberme muerto
se estampa en latigazo contra la madreselva. El reptil está muerto.
¿ Y luego?...
Luego me convertiré en ser humano otra vez.
" Esta es la sangre que pierdo en cada nacimiento. Brota oscura y roja disolviendo muros y farallones, encharcando caminos, anegando dunas ".
" Va creciendo en murmullo contenido, campo atraviesa, cunetas ahoga.
Espesa, densa, contumaz, roja de tarde muerta, incendiada en deseo grito en
abismo: se lanza y asciende, crepita y me toma, me hundo con ella ".
" Esta es la sangre que pierdo en cada nacimiento. Miradla. Habla de semen
y acuidades, de poros, de barro y heridas, costras purulentas que, en salvaje
parto a vagina en desgarro, parió en alarido como una victoria ".
" Esta es la sangre que pierdo en cada nacimiento. Restos de espectrales mundos, eco de lirios, arriates enteros de desesperanza, gladiolos marchitos del
nuncajamás, crisantemos para todos los muertos que me habitan, dalias para
jadeos en cuerpo de beso abierto ".
108
La casa de Alena
" Esta es la sangre que pierdo en cada nacimiento. Crisálida de los siempres
indictos, arcón de fotografías donde no aparezco; no apareceré jamás, estuche de terciopelo adiosadamente cerrado, guardante de cielos que no eran
míos".
" Esta es la sangre que pierdo en cada nacimiento. Está llegando a la ventana,
inundando cristales. Airada. Aullando dolor, catarata, torrentera; vedla ".
" Y cuando llega por fin derribando puertas y cerraduras, asiste gorgoteante al
acto que teme, al miedo que duele, al grito que la ensordece, a la llamarada
que la quema:
Mi Vida ".
109
La casa de Alena
)
Así fue como llegué a las islas. Me senté
despacito. En el jardín de agua y silencio. Se iban
acercando mis capitanes, todos los duendes, todos los senderos. Qué cansancio de siglos cuando me abracé a la hiedra... Me
envolvió el olor de heno, la leña crepitando en invierno, el perfume de
la olla casera, me acunaron las voces como una sinfonía. Escuché mi Nombre
en todas las ventanas, pero aún no estaba todo cumplido, aún faltaba la coda
para finalizar, ahora sí la sonata para piano y violín. Y, le dije a aquellos
muros, tú no tienes la culpa. No tuviste tú la culpa del dolor. Ni de la tristeza.
Tú también te quedaste en silencio. Triste, porque yo no quería volver. Negaba
tus muros como quien niega su sombra. Cada rincón era una herida. No dejé
que te nacieran cicatrices. No te restañé, mientras te dolías de mi olvido.
Hubieras querido mi sonrisa y escuchaste requisitorias.
Hubieras deseado que tus brazos sirvieran para mi pena y te abandoné al
silencio.
Contemplaste los años esperando, sumiéndote en el olvido, casi desapareciendo.
Me viste crecer a tumba herida, golpeando, golpeando, abatiendo; marchitaste levedades para molestar lo menos posible.
Hasta hoy, que me contemplas en pie, y en voz alta puedo ya crecerme, puedo
ya quererte, no como entonces, todos los entonces se acunan detrás de las ventanas, ya sin duelo, un poco nostálgicos.
Hasta hoy que puedo quererte desde el presente y decirte esas palabras que
has esperado tanto tiempo: no fue culpa tuya.
Y reconocerme en ti para el mañana. Me estoy despidiendo de cada rincón que
amé de esta casa de piedra.
110
La casa de Alena
No soy yo quien se marcha, son mis diez años jugando en sus patios, la buscadora de tesoros ocultos, la que se tiraba desde lo alto del palomar a los
montones de paja, la de los ojos abiertos para aprender los nombres de las
estrellas, y escuchar ecos de un piano aunque hiciera años que no sonaba.
Me estoy despidiendo del dolor acumulado por tanta ausencia.
Me despido del deseo inconsciente, heridor, de volverte a ver cada verano al
llegar, y de la tristeza extraña y sorda por comprobar que tú no estabas, que
no volverías más.
Estoy diciendo adiós a los vacíos que encontraba a la vuelta, a los silencios
escandalosos, a cada espina que permanecía enquistada en eso tan vulnerable que llamo "corazón".
Me miro alta mientras paseo por estos rincones, alta de vida, alta de renuncias
y alta de sueños. Ahora puedo contemplar la higuera con sus frutos caídos, y
hablarle de mí y de mi nombre, y de mi sangre, reconocerla y a la vez ir mas
allá, mas lejos.
Y sí, duele esta despedida, duele quizá más, que ciertos rincones, escondrijos
y aromas ya no me duelan.
Dolor de que no me duela... extraña paradoja poder sonreír a través de lágrimas y saber que ya nada es igual; que "nosotros, los de entonces, ya no somos
los mismos".
Me estoy despidiendo, y, mientras lo hago, hay una leve matización del aire en
torno mío. Parecería decirme, casi inaudible, una bienvenida a la mujer que
se despide y a la que a la vez se reconoce.
Y sé que el verano que viene al regreso habrá razones para la sonrisa.
- Comprendo que estará usted hasta el gorro de escucharme. ¿Quiere un
zumito o una cervecita?.
- ¿Se ha terminado ya usted de explicar?...
- Yo diría que sí, caballerete, me perdonará usted que le haya elegido para darle
la murga, la verdad es que me ha venido usted muy bien. ¿Sabe?, al principio
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La casa de Alena
de aparecer no tenía muy claro cual era su función, pero ahora ya me he conseguido enterar.
- ¿Y cuál ha sido esa función?...
- ¡Ay no, hijito, no pretenderá usted que yo le explique ahora al lector para qué
le he puesto a usted en danza! ; sobre todo teniendo en cuenta que en la próxima novela que perpetre requeriré probablemente sus servicios. Y ahora, contésteme usted una preguntita...
- Dígame...
- ¿ Tan extraordinariamente cursi le resultó lo que le he contado?...
- ¿Sabe lo que le digo?...
- Diga, diga...
- Pues que yo eso también me lo callo. Y me perdonará usted, señora redicha,
pero este servidor de sus fines, que vaya a saber cuales son, se marcha por
donde ha venido.
- ¿Por donde ha venido?...
- Si señora, por el alfabeto, que ha venido a buscarme y me lleva en coche a
casa.
- Pues buenas tardes y que usted se divierta.
- Adiós hija, que no le pase nada...
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