La participación laboral de las mujeres en España: cifras para un

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Unidad de Políticas Comparadas (CSIC)
Documento de Trabajo 02-15
La participación laboral de las mujeres en
España: cifras para un debate
Olga Salido
Universidad Complutense de Madrid
La incorporación de las mujeres al empleo, más allá de su condición de valor de “justicia
social”, como instrumento clave para la consecución del pleno desarrollo personal y social
de las mujeres y de la igualdad de oportunidades, se ha convertido en los últimos tiempos
en un elemento clave para la sostenibilidad de los sistemas de protección social. Con la
tasa de actividad femenina más baja y la de paro más alta de la UE1, alcanzar el objetivo
del pleno empleo para el año 20102, establecido en la Cumbre de Lisboa de 2000, supondrá
para España un esfuerzo mayor que para otros países.
Pero la plena incorporación de las mujeres al mercado de trabajo no constituye sólo un
objetivo difícil de lograr desde un punto de vista cuantitativo, sino que abre nuevos
espacios de actuación política, al tiempo que nuevos desafíos para los Estados del
Bienestar contemporáneos, especialmente para aquellos que, como el español, parecen
apoyarse de manera más intensa en la vieja idea de una economía familiar basada en el
trabajo estable del varón y la permanencia en el hogar de las mujeres.
La cuestión clave es la de si la reproducción de las generaciones venideras de ciudadanos,
en condiciones de integración y estabilidad suficientes, puede ser considerada una
“responsabilidad individual” o si, por el contrario, se trata de una cuestión de bienestar
colectivo. La comparación entre la situación de las mujeres en países con una amplia
cobertura social, de las necesidades de cuidado de los niños y las personas dependientes,
como pueden ser los países nórdicos, y países que, como España, ocupan una de las
posiciones más retrasadas en términos de gasto en protección a las familias, debería
aparecer como la mejor prueba de que cuando la compatibilización entre la actividad
doméstica y extradoméstica queda únicamente bajo la responsabilidad individual, aparecen
1
La tasa de actividad femenina apenas supera el 40% de acuerdo con la Encuesta de Población Activa del 4º
Trimestre de 2001, situándose casi 24 puntos por debajo de la masculina, mientras que la tasa de paro
femenina prácticamente dobla a la masculina: 18,7% frente a 9,1%.
2
Lo que implicará conseguir que el 70% de las personas en edad laboral, el 60% de las mujeres y el 50% de
los mayores de 55 años tenga un empleo para aquella fecha. En el año 2000, estos porcentajes eran,
respectivamente del 63,9%, 54,7% y 38,3%. Fuente: El País, 30/11/01.
1
serios desajustes que perjudican la posición relativa de las mujeres tanto dentro como fuera
del ámbito laboral3.
Pero quizá el más evidente e inmediato de los desafíos abiertos por la participación laboral
de las mujeres de cara a los Estados del bienestar contemporáneos es, precisamente, el
aumento de la presión sobre la demanda de empleo, lo que se ha visto traducido en un
aumento espectacular de las tasas de desempleo femeninas en las últimas décadas. Este
hecho requiere especial atención debido a que la posición de las mujeres paradas es
especialmente sensible, puesto que la falta de estabilidad de sus trayectorias laborales no
sólo afecta negativamente a su empleabilidad, sino que las sitúa en una posición
desventajosa a la hora de cumplir los requisitos exigidos para ser beneficiarias de las
prestaciones de desempleo. Un dato adicional de importancia es que el tránsito de las
prestaciones por desempleo a los subsidios está frecuentemente obstaculizado a las mujeres
casadas al ser sobre la base de la comprobación de recursos de la unidad familiar, lo que
puede actuar como un factor desincentivador de su vinculación al mercado de trabajo (Dex,
1995).
Por último, otro fenómeno que parece haber ido asociado al aumento de la participación
laboral femenina es el del aumento del número de hogares encabezados por padres y
madres solteros o divorciados con un único progenitor. Aunque comparado con otros
países este tipo de hogares supone en España una proporción bastante pequeña, no por ello
dejan de representar una problemática novedosa que desafía las estructuras convencionales
de un Estado del bienestar como el nuestro, en el que la familia ha jugado históricamente
un papel central.
Tal como ilustran las cifras, el espacio abierto para la intervención política en nuestro país
es notable. A continuación daremos una visión de conjunto del marco en el que se vienen
desenvolviendo en la actualidad la política y las políticas a favor de las mujeres, para pasar
finalmente a valorar algunos de los puntos críticos, abiertos o por abrir, de este debate.
Política y políticas a favor de las mujeres
De acuerdo con numerosos estudiosos, España pertenecería a un modelo de Estado de
bienestar de tipo ‘mediterráneo’, caracterizado entre otros rasgos por el papel esencial que
la familia juega en la procura de bienestar de sus ciudadanos (Moreno, 2000). Como
contrapartida a esta orientación “pro-familista”, se observa una ausencia notable de
políticas de carácter universalista dirigidas estrictamente a la protección de la familia,
aunque parece que la negación de los derechos cívico-políticos a las mujeres puede
explicar el énfasis en las políticas de igualdad de oportunidades en detrimento de las
3
Entre estos desajustes destaca el hecho de que España cuente con la tasa de fecundidad más baja de la UE.
El promedio de hijos por mujer en edad fértil se encontraba en el año 2000 en 1,23, mientras que la media
europea se situaba en 1,53.
2
políticas que favorecían los derechos de las mujeres relacionados con la maternidad o con
lo que ha venido siendo considerado como la “esfera de lo privado”4.
Sea por una cuestión de tradición cultural, sea por la herencia nefasta del franquismo, lo
cierto es que las estructuras de protección social se encuentran, especialmente en lo que a
la familia se refiere, en un estado de inmadurez evidente respecto a otros países de nuestro
entorno. Las estadísticas vienen a aportar la prueba de esta situación, situando a España en
cuanto a volumen del PIB dedicado a gasto social, en una de las últimas posiciones
respecto al resto de los países de la UE5.
Aunque si tomamos como referencia la situación de partida debemos reconocer que la
política a favor de las mujeres ha dado un paso de gigante, también es justo reconocer que
gran parte de la tarea se encuentra aún por hacer, sobre todo en lo que respecta a la
adaptación de las directrices europeas a las peculiaridades de un mercado de trabajo como
el español, terriblemente segmentado en función de la edad y el género y cuyas tasas de
desempleo y temporalidad casi duplican la media de los países de la UE.
Política y políticas a favor de la igualdad de oportunidades
El principio de la igualdad formal se recoge en el artículo 14 de la Constitución de 1978
(“todos los españoles son iguales ante la ley sin que pueda prevalecer discriminación
alguna…”), como eje en torno al que se articularon las primeras políticas a favor de las
mujeres en la etapa democrática, garantizando por fin un derecho de titularidad individual,
desligado de su condición de cónyuges o madres dentro de la familia. En buena lógica, la
lucha contra todo obstáculo que se interpusiera en la consecución del fin de la igualdad de
oportunidades inspiró el diseño de las primeras políticas a favor de las mujeres, que
encontraron su desarrollo en los Planes de Igualdad de Oportunidades6.
El III Plan, actualmente en vigor, fue diseñado bajo el propósito de adaptar a la realidad
española las áreas definidas en la IV Conferencia de Beijing. Si el I Plan supuso el impulso
a las reformas legislativas para la consecución de la igualdad legal y el II Plan la iniciación
y puesta en práctica de medidas concretas de igualdad de oportunidades, en el III Plan se
alcanza la conclusión de que “hay que tomar medidas orientadas a reformar estructuras que
actualmente dificultan la incorporación, permanencia y promoción de las mujeres dentro
del mercado laboral” (Instituto de la Mujer, 1997), considerando imprescindible para ello
“un reparto paritario, entre hombres y mujeres, de la vida familiar y laboral” (Instituto de
la Mujer, 1997). Se hace así un reconocimiento expreso, por primera vez, de la existencia
4
Algunos datos pueden ayudarnos a comprender el contexto de esta “sensibilidad” negativa hacia las
políticas de familia, como, por ejemplo, el hecho de que hasta 1975, fecha de la muerte de Franco, la
autorización del marido fuera necesaria para que la mujer pudiera trabajar, o que la igualdad jurídica de los
cónyuges no llegara a ser una realidad hasta la Constitución de 1978. De la misma manera, el derecho al voto
de las mujeres no les fue “repuesto” hasta 1978 (se había alcanzado durante la II República en 1931), fecha
hasta la que también estuvo prohibido el uso de anticonceptivos, no legalizándose el aborto hasta 1985 y el
divorcio hasta 1981.
5
Así, si el porcentaje del PIB dedicado a gasto social en la UE era en media del 27,6% en 1999, esta cifra
alcanzaba tan sólo el 20% para España, mientras que el peso de la ayuda a las familias sobre el total del gasto
social era, respectivamente, del 8,5% y 2,1%, ocupando en esta ocasión nuestro país el último puesto dentro
de la UE. Fuente: Eurostat y PSOE, publicado en El País, 21 de marzo de 2002.
6
Hasta la fecha, son tres los Planes para la Igualdad de Oportunidades que se han desarrollado en nuestro
país, según el siguiente calendario: I Plan para la Igualdad de Oportunidades de las Mujeres (1988-1990); II
Plan para la Igualdad de Oportunidades de las Mujeres (1993-1995); III Plan para la Igualdad de
Oportunidades entre Mujeres y Hombres (1997-2000).
3
de estructuras y formas de comportamiento que, bajo la apariencia de igualdad formal,
perpetúan la desigualdad real entre los sexos, abriendo la puerta a las medidas de acción
positiva.
Por otra parte, junto a las políticas de Igualdad diseñadas desde el Instituto de la Mujer, los
Planes de Acción para el Empleo del Reino de España (a partir de aquí, PNAE), integrados
en las Estrategias Europeas de Empleo, constituyen, desde 1998, un instrumento
primordial en el diseño de las directrices de la política de empleo en nuestro país y de la
política de igualdad de género. Bajo el objetivo explícito de avanzar hacia una
participación paritaria de las mujeres en el mercado laboral, se contemplan medidas de
discriminación positiva, fomentando un acceso prioritario de las mujeres a la mayoría de
los programas de fomento del empleo. En el Pilar IV, dedicado a reforzar la política de
igualdad de oportunidades, se incluyen cuatro directrices: la integración de la igualdad de
oportunidades de hombres y mujeres en todas las políticas, la lucha contra la
discriminación entre hombres y mujeres, la conciliación la vida laboral y familiar, y la
facilitación de la reincorporación al trabajo de las mujeres.
En sucesivos Planes el Pilar IV ha ido alcanzando mayor importancia, dándose prioridad al
objetivo de conseguir el principio de horizontalidad respecto a la igualdad de
oportunidades, incluyéndose poco a poco algunas medidas de acción positiva a favor de las
mujeres, como el equilibrio de la participación de las mujeres en las políticas activas de
empleo de acuerdo a su tasa de desempleo o las bonificaciones a los contratos estables
realizados a mujeres.
Concretamente, el PNAE 2002 prevé las siguientes acciones dirigidas a aumentar el
empleo de las mujeres:
-
La conversión de las mujeres en colectivo prioritario para la contratación indefinida7.
Por otra parte, en el año 2001 se ha alcanzado el objetivo de alcanzar el 50% de
presencia femenina en las contrataciones estables incentivadas.
El programa “Coste cero”, que establece una bonificación de las cuotas de la Seguridad
Social para los contratos de sustitución de permisos por maternidad.
Medidas de inserción de las mujeres desempleadas a través de su participación en las
políticas activas de empleo, para mejorar su nivel formativo y su adaptabilidad a los
requerimientos del mercado de trabajo actual.
La promoción del empresariado femenino a través de la incorporación de las mujeres
desempleadas a la vida activa como trabajadoras por cuenta propia (programa
“Emprender en femenino” del Instituto de la Mujer).
Otro de los aspectos clave en la política de igualdad de oportunidades es la lucha contra la
discriminación en el empleo, que se concreta en las siguientes acciones:
-
El “Programa Óptima”, desarrollado por el Instituto de la Mujer desde 1996 con el
objetivo de eliminar las desigualdades existentes entre hombres y mujeres en las
empresas a través del desarrollo de Planes de Acciones Positivas y su incorporación
como prácticas habituales en la política de recursos humanos de las empresas. Este
programa, cofinanciado por el Fondo Social Europeo, ha sido elegido como ejemplo de
7
Lo que ha permitido un incremento importante de su participación en este tipo de contratos, que ha pasado
del 36,6% en 1997 al 44% en 2001.
4
-
“buena práctica” por la UE y ha implicado hasta la fecha a un total de 56 empresas de
ámbito nacional.
Contratos a mujeres en sectores y ocupaciones donde se encuentran subrepresentadas,
destinados a mitigar la segregación ocupacional8.
El desarrollo de la negociación colectiva, a través del recientemente alcanzado Acuerdo
para la Negociación Colectiva (firmado por las organizaciones empresariales y
sindicales más representativas: CEOE y CEPYME, por el lado empresarial, y CCOO y
UGT, por el lado de los trabajadores), que tiene entre sus objetivos favorecer medidas
que promocionen la diversidad profesional y el acceso a la formación de las mujeres,
así como una remuneración igualitaria con respecto a los hombres.
Política y políticas de conciliación de la vida laboral y familiar
La política de conciliación de la vida familiar y laboral supone el reconocimiento implícito
de que no es posible el desarrollo personal pleno sin conseguir un equilibrio entre los roles
productivo y reproductivo. Aplicado al ámbito femenino, implica reconocer que no es
posible la integración socio-laboral plena de las mujeres sin un reparto de
responsabilidades real dentro del ámbito doméstico. Estas políticas son de desarrollo muy
reciente en España, con una incidencia todavía bastante limitada9.
Flexibilidad laboral y reducción de jornada
Las medidas flexibilizadoras que desde mediados de los 80 se han venido introduciendo en
el mercado de trabajo español no han tenido en ningún momento como objetivo explícito la
conciliación de la vida laboral y familiar, estando orientadas antes bien por el interés de
frenar el desempleo. La Ley de Conciliación antes citada establece por primera vez la
posibilidad de que los trabajadores, hombres o mujeres, disfruten de una reducción de su
jornada laboral (como mínimo de la tercera parte y como máximo de la mitad, con
reducción proporcional del salario) para atender a un hijo menor de seis años.
Posteriormente, se introduce la posibilidad de disfrutar del permiso por maternidad y de su
correspondiente prestación económica en régimen de jornada a tiempo parcial, como
medida flexibilizadora con el fin explícito de potenciar el reparto de responsabilidades
domésticas entre los cónyuges10, ampliándose la duración total del permiso
proporcionalmente a la jornada de trabajo realizada.
Por otra parte, recientemente se han ampliado los permisos por maternidad/paternidad por
nacimiento de hijos prematuros o que requieren hospitalización tras el parto, pudiendo el
trabajador o trabajadora ausentarse del trabajo durante una hora, así como reducir su
jornada hasta un máximo de dos horas, con reducción proporcional del salario11.
Licencias parentales
Desde 1995, el permiso por maternidad es de 16 semanas y la retribución del 100%, siendo
necesario estar afiliado a la Seguridad Social y haber cotizado al menos 180 días en los
últimos cinco años antes del parto o de la decisión administrativa o judicial de acogimiento
o adopción.
8
Según datos del PNAE 2002, estos contratos han pasado de 192 en 1998 a 3.649 en 2001.
Ley 39/99 de 5 de noviembre, de Conciliación de la vida familiar y laboral.
10
Real Decreto 1251/2001, de 16 de noviembre.
11
Ley 12/2001.
9
5
Por su parte, la licencia paterna por nacimiento se limita a dos días, aunque desde 1995 es
también posible el disfrute de 4 de las 16 semanas de descanso12 correspondientes a la
madre. La licencia por maternidad pasó así de ser un supuesto más de incapacidad laboral
transitoria, imputable únicamente a las mujeres, para convertirse en una especie de
“subsidio de carácter familiar con entidad propia” (Flaquer, 2000). Estos supuestos se
modifican parcialmente en la Ley de Conciliación, de manera que en el caso de que el
padre y la madre trabajen, ambos pueden simultanear el disfrute de sus respectivas
licencias o bien hacerlo de manera sucesiva, reservándose únicamente 6 semanas para la
madre a contar desde el momento posterior al parto (siempre que la incorporación al
trabajo no ponga en peligro la salud de la madre). Esta posibilidad no es hecha efectiva
salvo por una minoría, representando en 2001 los permisos disfrutados por el padre tan
sólo el 1,3% del total.
Esta ley introduce también una prestación de riesgo durante el embarazo, en el caso de que
no sea posible el cambio a otro puesto compatible con su estado. En este caso la prestación
es del 75% de la base reguladora y se equipara a la incapacidad laboral derivada de
enfermedad común. Otra novedad introducida por la Ley de Conciliación es el llamado
programa “coste cero”, al que hicimos referencia antes. Cabe destacar también la
posibilidad del disfrute del permiso de lactancia indistintamente por el padre o la madre,
que supone la reducción de una hora, fraccionable en dos veces, de la jornada laboral hasta
los nueve meses de edad del bebé.
Por su parte, la posibilidad de disfrutar de permisos no retribuidos con motivo del
nacimiento, adopción o acogimiento de un hijo no se introduce en nuestro país hasta
198913. Este permiso tiene un máximo de duración de 3 años, puede ser disfrutado tanto
por el padre como por la madre y supone la reserva del puesto de trabajo tan sólo durante
el primer año14. Desde 1990 este permiso incluye la asimilación del primer año de
excedencia a un período de cotización efectiva, a través de una prestación no económica
por hijo a cargo (Flaquer, 2000). Se trata en todo caso de permisos no retribuidos, sin que
exista así ningún atisbo de parecido a un “salario familiar” como pudiera ser el caso en
otros países.
La Ley de Conciliación amplía también los supuestos de excedencia al cuidado de un
familiar hasta segundo grado de consanguineidad o afinidad, siempre que aquél no pueda
valerse por sí mismo y no desarrolle ningún tipo de actividad retribuida, computándose
dicho periodo a efectos de antigüedad para el trabajador o trabajadora.
El número de personas en excedencia por cuidado de hijos ha experimentado un
incremento notable en los últimos años, de manera que si en 1998 esta cifra era de 7.569
personas (Flaquer, 2000), en el año 2000 esta alcanzaba las 17.068 personas15, con un
incremento relativo del 125%. No obstante, los varones representan aún un escaso 4% del
total.
12
Desde 1999, el número de semanas de permiso en caso de parto múltiple se amplía a razón de dos semanas
más por cada hijo a partir del segundo.
13
Ley 3/1989 de modificación del Estatuto de los Trabajadores.
14
Posteriormente, hasta un máximo de tres años en total, tan sólo se tiene derecho a un puesto de categoría
equivalente.
15
El País, sábado 1 de junio de 2002.
6
Reincorporación a la vida activa y servicios de proximidad
En el “Programa de Fomento del Empleo 2001” se regulan medidas para facilitar la
reincorporación de las mujeres a la vida activa, incentivando con bonificaciones del 100%
de la cuota empresarial a la Seguridad Social la contratación indefinida de mujeres en los
veinticuatro meses siguientes al parto y la de las trabajadoras en período de descanso por
razón de maternidad, adopción y acogimiento. Dentro de esta iniciativa se abre la
posibilidad de que los trabajadores desempleados que lleven más de tres años de
inactividad puedan acceder a contratos de formación16.
Por otra parte, el “Plan Integral de Apoyo a la Familia (2001-2004)”, prevé, con el objeto
de elevar la calidad de la vida de las familias y la solidaridad intergeneracional, una serie
de medidas estratégicas, como la ampliación y mejora de los servicios de atención a la
primera infancia y a las personas dependientes, la mejora de la atención a la primera
infancia y la ayuda fiscal a las familias por guarderías o contratación de personal para
cuidado de hijos y ascendientes. No obstante, la tasa neta de escolaridad de los niños de 0 a
3 es de tan sólo el 8,6%, los servicios de atención a mayores no cubren ni la tercera parte
de la demanda y las subvenciones por guarderías representan una cantidad irrisoria,
destinada únicamente a aquellos que demuestren escasez de medios.
Política y políticas a favor de la familia
Podríamos decir sin exagerar en demasía que la política familiar es la “hermana pobre” de
la política española a favor de las mujeres. No existe en nuestro país, en gran medida
debido a los motivos que aludíamos más arriba, un marco institucional de protección a la
familia con los niveles de efectividad y madurez esperables, siendo justamente la
fragmentación uno de los rasgos más destacados del sistema (Flaquer, 2000).
Conviene distinguir entre las medidas destinadas a la protección económica de las familias
y las medidas fiscales.
Las transferencias familiares
En España, este tipo de políticas encuentra su origen en el Subsidio familiar (1938) y el
Plus familiar (1945), introducidos como parte de la política pronatalista ultraconservadora
del régimen franquista. Actualmente toman el nombre de prestaciones familiares por hijo a
cargo y son cubiertas por el presupuesto de la Seguridad Social. Su finalidad es proteger a
los hijos menores de 18 años dependientes, o mayores de dicha edad siempre que se
demuestre una minusvalía de al menos el 33%. Estas asignaciones pierden su carácter
universal desde 199017, concediéndose bajo el requisito de comprobación de recursos.
Además de las citadas, existen otras prestaciones a favor de hijos a cargo, como los
subsidios por natalidad, abolidos durante la primera etapa de la democracia, e incluidos de
nuevo recientemente18 bajo la forma de cantidades pagadas de una vez por cada hijo a
partir del tercero, siempre que se demuestre no tener recursos suficientes. Existen además
ciertas ayudas otorgadas en caso de parto múltiple19 no sujetas a la condición de recursos.
16
Real Decreto-Ley 5/2001. Esta medida está ligada también al Plan Integral de Apoyo a la Familia.
Ley 26/1990, de 20 de diciembre y RD 356/1991, de 15 de marzo.
18
RDL 1/2000, de 14 de enero, sobre medidas de mejora de la protección familiar de la Seguridad Social.
19
Cuatro veces el Salario Mínimo en caso de gemelos, ocho en el caso de trillizos y 12 veces en el caso de
cuatrillizos o más.
17
7
Según cálculos relativos al año 2000, estas prestaciones eran aplicables a tan sólo un tercio
de los nacimientos, por lo que su efectividad estimada es pequeña (Flaquer, 2000).
Por último, las pensiones (y subsidios) a favor de familiares proporcionan cobertura ante
los riesgos económicos derivados de la muerte de un trabajador cabeza de familia.
Constituyen una especie de complemento de las pensiones de viudedad y orfandad para
garantizar el equilibrio económico de la unidad familiar, con un carácter puramente
asistencial, subrrogándose la Seguridad Social del papel del fallecido dentro del modelo
familiar del ‘varón sustentador (Flaquer, 2000).
El Programa de protección a familias numerosas, otorga la condición de familia numerosa
a aquellas con tres hijos o más, lo que da derecho a la exención o reducción de
determinadas tasas, por ejemplo, académicas, y a otros beneficios como reducción de los
precios de ciertos servicios públicos o preferencia a la hora de adjudicación de ciertos
derechos de servicios (viviendas de protección pública, plazas en escuelas infantiles, etc.).
La política fiscal
Desde 1991, tras haber sido declarada discriminatoria para los matrimonios la agregación
obligatoria de rentas, el sistema fiscal español se convierte en un sistema mixto, que
permite elegir entre la realización de declaraciones conjuntas o individuales20.
El sistema actual es el fruto de una reforma en profundidad llevada a cabo en 1998 por el
Partido Popular desde el Gobierno, que supuso una reducción tanto de los tramos de renta
como de los tipos aplicables (del 56% al 48% el tipo máximo y del 20% al 18% el tipo
mínimo y 6 tramos en total). Esta reforma, más amigable en principio desde el punto de
vista de la protección familiar, abre no obstante una brecha importante con respecto a la
concepción de la ayuda a las familias que inspiraba al sistema anterior. La principal
innovación en este sentido es el concepto de “mínimo vital”, asociado a la capacidad
económica real de los sujetos pasivos, una vez descontados los gastos necesarios para la
satisfacción de las necesidades personales y familiares mínimas. Pero puesto que el
“mínimo vital” se aplica en la base, introduce no obstante serias desigualdades entre
familias con distintos niveles de renta.
En línea con lo anterior, no existen deducciones en la cuota sino desgravaciones en la base
imponible, consideradas por los expertos más regresivas que las primeras. Se eliminan
también las deducciones por gastos de enfermedad, primas de seguros de vida y custodia
de niños, manteniéndose las de compra y rehabilitación de la vivienda e introduciéndose
una desgravación por gastos de guardería bajo condición de recursos.
Las prestaciones por hijo a cargo dejan de ser consideradas rendimientos del trabajo para
pasar a ser rentas exentas. Se aplica la misma tarifa de gravamen para las declaraciones
conjuntas e individuales, permitiendo a los cónyuges acumular todas las desgravaciones a
que tuvieran derecho individualmente y se contemplan también desgravaciones especiales
para padres y madres solos.
20
Ya en el debate parlamentario a que dio lugar la formulación de la nueva ley en 1991, se contempló la
posibilidad de introducir un sistema puro de reparto de rentas, opción que fue desechada por el PSOE,
entonces en el gobierno, por considerarla no sólo regresiva en términos fiscales, sino claramente
desincentivadora de la participación de las mujeres en el mercado de trabajo. La opción elegida fue un
complejo sistema de deducciones por diversas circunstancias familiares. (Flaquer, 2000).
8
Por último, uno de los rasgos más sobresalientes del sistema fiscal español es su
extraordinaria generosidad de cara a la adquisición de vivienda. De acuerdo con los
expertos, esta generosidad, típica de los estados del bienestar mediterráneos, representaría
una forma “solapada e indirecta de proteger a la familia”, con consecuencias más bien
negativas desde el punto de vista de la equidad vertical, ya que beneficiaría más a aquellos
con mayor disponiblidad de capital para invertir, esto es, a los segmentos medio y alto de
la distribución de la renta.
El debate abierto
Como hemos visto, las políticas de igualdad han experimentado una tremenda evolución
desde la articulación de las primeras políticas de defensa la igualdad formal entre hombres
y mujeres como sujetos individuales de derechos, hasta las medidas de acción positiva
como instrumentos de lucha contra la desigualdad sustantiva y la discriminación social. No
obstante, la acción positiva no ha tenido aún en nuestro país una gran repercusión social,
siendo quizá su cara más visible y popular la de las “cuotas” en las listas electorales de los
partidos, que han llevado a que actualmente el 28,3% de los parlamentarios en el Congreso
de los diputados y el 24,3% en el Senado sean mujeres (frente al 22% y 14,8%,
respectivamente, en las anteriores elecciones generales de 1996). El debate sobre la acción
positiva parece ganado a efectos teóricos, pero no a efectos de desarrollo práctico, al
menos no todavía.
Por otra parte, las medidas de conciliación laboral y familiar no han alcanzado la
efectividad deseada, en parte debido a la posición secundaria de las mujeres respecto a la
actividad laboral (y al carácter eminentemente contributivo de nuestro sistema de
protección) y en parte a la falta de apoyo político a medidas efectivas que permitan la
ruptura de las pautas convencionales de la división sexual del trabajo.
Una de las cuestiones abiertas a debate es la instauración de un permiso retribuido
exclusivo para los padres, que ayudaría a conseguir una igualdad más real entre las
obligaciones y los derechos de los hombres y las mujeres, favoreciendo el aprendizaje y
socialización de estos en las tareas reproductivas. El pasado mes de febrero, el PP rechazó
no obstante tres proposiciones de ley (del PSOE, Iniciativa per Catalunya-Verds y Bloque
Nacionalista Galego) que planteaban justamente la creación de un permiso de paternidad
retribuido e independiente del reservado a las madres trabajadoras21.
El doble reconocimiento de la importancia de la contribución gratuita de las mujeres al
bienestar familiar (lo que supone sumar al principio de desmercantilización de los derechos
individuales la dimensión de género) y de la necesidad de la incorporación a la actividad
laboral del mayor número posible de ciudadanos para la sostenibilidad de los sistemas de
protección social, pone encima de la mesa la necesidad de una política global que, más allá
de conseguir mejoras en los derechos individuales de los hombres y las mujeres, propicie
un nuevo contrato social entre los individuos, las familias, los empresarios y el Estado.
Al hilo de la caída de las tasas de natalidad y fecundidad, la política a favor de las familias
está adquiriendo últimamente un protagonismo político inusitado. En este sentido, el PSOE
21
El País, 1 de junio de 2002.
9
ha presentado recientemente, dentro de un programa más general de ayuda a las familias
(“Plan de Familia”), la propuesta de un permiso de paternidad de cuatro semanas para uso
exclusivo del padre, hasta la edad de nueve meses del hijo, así como la ampliación de la
consideración como efectivamente cotizados a la Seguridad Social de los tres años de
excedencia actualmente permitidos por cuidado de hijos. La propuesta incluye también la
ampliación de la red de escuelas infantiles de 0 a 3 años, así como el establecimiento de
servicios de ayuda a domicilio al menos para el 60% de la población dependiente y el
100% de la población discapacitada.
Junto a estas medidas de conciliación se prevén otras de corte más “natalista”, destinadas a
compensar la carga económica que el nacimiento y crianza de los hijos supone a las
familias22.
Otra novedad de esta propuesta es que las desgravaciones por hijo pasarían a efectuarse en
la cuota líquida, en lugar de en la base imponible, lo que nos lleva a la cuestión del tipo de
“solidaridad” sobre el que deben apoyarse estas medidas, favoreciendo la equidad
“horizontal”, de las familias sin hijos a las que los tienen, o “vertical”, desde las familias
ricas a las familias pobres. En tanto que medidas universales pueden también ser
instrumentos de una política conservadora, al no distinguir en función de la renta, pero en
tanto medidas parciales, limitadas a la condición de necesidad, pueden tener no sólo un
efecto desincentivador de la participación laboral de las mujeres, sino también un carácter
estigmatizador y fragmentario que puede poner en peligro su efectividad misma.
En el momento de escribir este informe se encuentra en trámite parlamentario una nueva
reforma fiscal, que contempla una actualización de los importes de las deducciones por
hijos a cargo, así como el establecimiento de una paga mensual de 100 euros a las mujeres
trabajadoras con hijos menores de tres años, así como para los padres viudos o que tengan
la guarda y custodia de sus hijos en exclusiva. La percepción de la cuantía total está sujeta
a requisitos de cotización, estableciéndose reducciones proporcionales en otro caso. Si, tal
como sugiere en sus observaciones a la nueva ley el Defensor del Pueblo, esta paga se
extendiese a todas las madres y no sólo a las trabajadoras, estaríamos ante un auténtico
“salario maternal”, con efectos negativos previsibles, aún a pesar de su escasa cuantía,
sobre la participación laboral de las mujeres.
Otro punto crítico del sistema es el peso extraordinariamente importante que tienen las
desgravaciones por adquisición de vivienda y las prestaciones por desempleo, verdaderos
ejes de la política de apoyo a las familias en mayor proporción que el conjunto de las
prestaciones económicas. El carácter contributivo de las prestaciones por desempleo deja al
margen del sistema a aquellos con trayectorias laborales más precarias e inestables, en
buena medida jóvenes y mujeres, en detrimento del principio de igualdad de
oportunidades. Por otra parte, la generosidad de las desgravaciones por adquisición de
vivienda, no sólo supone dejar al margen la titularidad individual de derechos de los
distintos miembros de la unidad familiar, sino que favorece la permanencia de los hijos en
el hogar hasta edades elevadas, retardando la emancipación de los hijos y su incorporación
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Así, se prevé una prestación económica de 3.005 euros por el nacimiento del segundo hijo y de 6.010 para
el tercero y siguientes, modulable en función de la renta, así como la elevación de la prestación por hijos a
cargo a 1.202 euros y la creación de una nueva deducción para los casos de familias de cinco o más hijos
(2.404 euros).
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plena a la vida adulta. Ambas políticas suponen así un reforzamiento indirecto del modelo
tradicional del cabeza de familia.
La cuestión de fondo es la del papel de la familia en la provisión del bienestar, sobre la que
la ideología parece marcar más que ningún otro factor las posiciones. Aunque las medidas
claramente contrarias a la emancipación de la mujer parecen afortunadamente estar
descartadas, el corporativismo y el reforzamiento indirecto del papel central del varón en el
sustento del hogar permanecen no obstante de manera más o menos velada bajo buena
parte de las medidas de protección a la familia actualmente vigentes. Mal será que en un
país donde el no intervencionismo ha sido la respuesta común a la política descaradamente
pronatalista del franquismo, la recuperación de la preocupación por la familia y por su
dimensión en el bienestar colectivo acabe situándonos, por uno u otro camino, próximos al
lugar de partida.
Bibliografía
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España, no. 27.
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Fundación ‘la Caixa’. Colección Estudios Sociales, 3.
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