“Tajuelos” en el Museo del Greco.

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 “Tajuelos” en el Museo del Greco. “Azarías, aculado en el tajuelo, junto a la lumbre, en el desolado zaguán, desplumaba las perdices, o las pitorras, o las tórtolas, o las gangas..” Miguel Delibes. Los santos inocentes. 1981. El Museo del Greco cuenta entre sus colecciones con buenos ejemplos de objetos etnográficos, especialmente mostrados en la sala dedicada a la cocina en la casa del marqués de la Vega‐Inclán. Entre ellos hablaremos “al detalle” de los tajos o tajuelos, muebles de asiento de poca altura que se asemejan por sus características formales y usos a taburetes o sillas bajas. El mueble popular cuenta con una serie de condicionantes, especialmente económicos y sociales, que actúan como definitorios en su desarrollo y permanencia. El mueble se construye y utiliza para cumpla unas determinadas funciones, vinculadas de manera muy directa al sector primario de producción del grupo, generándose prototipos arraigados y transmitidos generación tras generación. La economía del grupo definirá por tanto unos u otros objetos y el medio geográfico proporcionará unos u otros materiales. Este carácter funcional definirá que el número de muebles fuera escaso en las viviendas tradicionales y que su factura respondiera a técnicas sencillas. Artesanos locales, generalmente carpinteros o carreteros, trabajaron los materiales propios de la zona valiéndose de herramientas tales como la azuela o sierra de mano, hachas de mango largo y corto, tenazas, martillos, mazos y macetas, escofinas, garlopas, barrenas, gubias o cuchillas, cuando no haciendo uso de su propia habilidad manual. Para la elaboración de algunos objetos etnográficos, como el caso de los tajos o tajuelos, se utilizará en muchas ocasiones el torneado. Esta tecnología, conocida por el hombre desde la antigüedad, servirá para conformar la madera con la ayuda de un torno de pedal de pie, también llamado torno de media vuelta. Por su pequeño tamaño posibilitaba un fácil transporte y generalmente contaba con cuatro maderas formando el armazón, un pedal, una correa de cuero y una vara habitualmente de roble para hacer de ballesta. Los torneros, en su itinerancia por el medio rural, ofrecían sillas, mesas, pomos y otros objetos de uso doméstico a los lugareños. En Castilla los conocemos como fusteros, equivalentes a los llamados “buhoneros de sillas”, torneros itinerantes que recorrían los bosques de Inglaterra ofreciendo el torneado de patas y espalderos de sillas. El tajo o tajuelo es un mueble de asiento de poca altura, ligero y de reducido tamaño, lo cual facilita su transporte y almacenaje. Sus tres patas le otorgan gran estabilidad y en ocasiones el asiento se completa con la presencia de un alto respaldo. El tajo al que dedicamos este breve “al detalle” corresponde a la tipología más cercana formalmente a la silla. Se resuelve técnicamente con dos tablas gruesas y estrechas, una de ellas curvada en ángulo consiguiendo apoyo para la espalda, la otra ensamblada horizontalmente en forma de “T” completando el asiento. En los extremos se embuten las tres patas, dibujando un alzado troncopiramidal que aporta una mayor estabilidad. En este caso el asiento es de forma rectangular, pero son muchos los ejemplos en que adoptan forma redonda, oval, triangular o acorazonada. El uso del tajo se vinculará a diferentes tareas, en el Museo del Greco se expone junto a la lumbre relacionando el objeto con el reposo al calor del fuego, o bien con el momento de preparación de la comida sentándose a una altura practicable para manipular los calderos. Debemos recordar que esta parte de la vivienda era lugar de encuentro de sus moradores, no sólo se reunían para cocinar, sino que en torno al fuego del hogar, sobre todo en invierno, se cosía, se preparaban los alimentos o simplemente se charlaba al calor del fuego, generándose un espacio ideal para la transmisión de los conocimientos de la cultura tradicional de generación en generación. Pero este tipo de asiento sirvió por sus características para otros usos, muchos de ellos realizados fuera de la vivienda, como ordeñar vacas u ovejas, trillar las mieses e incluso, como demuestran en ocasiones la presencia de huellas de instrumentos cortantes en su parte inferior, fueron usados como superficie de apoyo. En este sentido, el llamado tradicionalmente tajador o tallador presenta características formales semejantes al del tajo o tajuelo. Este ejemplo conservado en el Museo Ángel Orensanz y Artes del Serralbo (El Puente de Sabiñánigo. Huesca), demuestra en su superficie las huellas de uso como soporte para picar o trocear la carne. Así mismo en algunas regiones españolas, especialmente en Zamora, se denominan tajuelas o tajas a los cajones de madera de superficie rugosa en los que las mujeres se arrodillaban para lavar la ropa. Las mujeres acudían acarreando sus tajuelas y cestos de mimbre o bien baldes de cinc repletos de ropa y ponían las tajuelas al borde del agua, solían ayudarse con una pala para golpear las prendas y con el tiempo utilizarán para el lavado jabones a base de grasas animales que ellas mismas elaboraban. Al margen de la pieza propuesta, el Museo del Greco conserva algunos otros objetos etnográficos que guardan similitudes formales y funcionales con los tajos o tajuelos. Entre ellos destacamos dos sillas bajas de madera. Ambas presentan una decoración basada en la limpia talla de la madera, incluyendo motivos geométricos cruzados en el respaldo o bien decoración de uñadas en la pala del respaldo calado. El perfil mixtilíneo de los listones delanteros será también muy habitual en este tipo de asientos. Es común en aquellas piezas ligadas a los oficios tradicionales, la presencia de incisiones de gubia dibujando sencillas decoraciones geométricas mediante la talla rehundida de la madera. Esta sencilla técnica ejecutada por los artífices locales, se repetirá no sólo en España sino también en la mayoría de los centros rurales europeos. Rombos y recuadros con estrellas, semicírculos o pequeñas margaritas de seis pétalos insertas, serán los más repetidos en la mayor parte del mobiliario popular, adaptándose unos u otros tipos a las características propias del grupo. En otras ocasiones se incorporan también motivos epigráficos, iniciales o nombres propios que apuntan al propietario del objeto o al artesano que lo realizó. El mismo uso que los tajos y sillas bajas tendrán los taburetes de alzado troncopiramidal, algunos de ellos agujereados en el centro de la tabla de asiento para mejorar el transporte y adaptarse a los diferentes usos del mueble. Hoy valoramos los tajos o tajuelos como objetos etnográficos que durante generaciones han formado parte de la vida cotidiana de los entornos rurales. Se trata de “objetos de uso”, elaborados para cumplir una función especifica y testigos de la forma de vida y de la cultura de nuestro pasado y tradiciones. El marqués de la Vega‐Inclán movido por su intención de “recreación de ambientes”, adquirió muchos de estos objetos etnográficos para mostrarlos en la “cocina” de su Museo. Hoy la exposición de este espacio mantiene el esquema definido por Vega‐Inclán, mostrando piezas representativas del mobiliario popular propio de esta estancia, como cerámicas de Talavera de la Reina o Puente del Arzobispo, morillos o hierros para el fuego, la pequeña mesa utilitaria de cocina llamada tocinera o sillas bajas de madera junto con tajos o tajuelos. En cierto modo mantuvo además el Marqués la funcionalidad de este espacio convirtiéndolo en un lugar de encuentro en que recibió a personalidades de la época. El rey Alfonso XIII, el presidente de la República Francesa, los reyes de Bélgica o el sah de Persia, disfrutaron de los almuerzos celebrados en esta “cocina” paseando después por los jardines del singular rincón que fue el Museo del Greco. María López Pérez. Técnico de Museos. Museo del Greco. 
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