LO ESENCIAL ES INVISIBLE A LOS OJOS Esta frase de El

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LO ESENCIAL ES INVISIBLE A LOS OJOS
Esta frase de El Principito resume bien el aprendizaje que los alumnos de 2º de
ESO se proponen realizar a través de las distintas acciones de servicio y apertura a los
menos favorecidos. Expresa igualmente el propósito de cultivar y sacar a la luz el tesoro
interior que todos hemos recibido. Ellos lo ponen de manifiesto con trazos nítidos en sus
impactantes testimonios.
¡Qué experiencia tan bonita he vivido con los ancianos de la Residencia El Pino!
Ha sido un día inolvidable. Quiero dar las gracias al colegio por haber hecho posible
este encuentro y a Paco, el anciano con el que estuve compartiendo la mañana, por todo
lo que me enseñó.
He oído decir a veces que de los ancianos no se puede aprender nada, y de hecho
casi nadie viene a visitarles ni a preguntarles cosas. Pero gracias a esta visita me he
dado cuenta de que eso no es así, estando con ellos uno recibe mucho más de lo que se
podía imaginar. Juntos hemos hecho manualidades, hemos reído, hemos llorado, nos
hemos emocionado y hemos compartido infinidad de cosas.
Yo he aprendido una lección que va a marcar mi vida casi seguro, y es que los
ancianos son muy sabios, muy curiosos (algunos), y muy, pero que muy, buenas
personas. Me encantaría poder ir a visitarles todas las semanas, ya que me decían que no
suelen recibir muchas visitas, y eso me da una pena inmensa porque ellos se lo pasan
bien con nosotros y nos transmiten alegría, y también nosotros nos lo pasamos
estupendamente con ellos.
Pablo Suárez 2º ESO E
El martes pasado tuve la suerte de ir a Osorio acompañando a nuestros amigos
de san Juan de Dios. Digo amigos porque son personas como nosotros; pueden tener
problemas, pueden tener discapacidades, pero tengo clara una cosa: diferentes no son.
Me sentí lo más cómoda con ellos, y espero que ellos con nosotros también. Ahora bien,
cuando vi las furgonetas llegar me puse muy nerviosa, porque no sabía cómo tratar con
ellos, no sabía si lo iba a hacer bien. Pero al empezar a interactuar con ellos todo se fue
pasando, la verdad es que ellos me ayudaron a sentirme cómoda. No hizo falta alguna
ayudarles, porque menos ayudarles hicimos de todo.
Al bajarse de las furgonetas, fui presentándome para conocerlos y quedarme con
sus nombres. Yo soy muy tronca para aprenderme nombres, pero tengo claro que estos
nombres no se me van a olvidar en la vida, me han marcado mucho. Seguidamente nos
pusimos a cantar y fuimos a coger hojas caídas para hacer un mural. A un niño le regalé
un trébol de cuatro hojas para que le diera suerte y lo guardó en su mochila, pero otro
me lo rompió en mi cara haciendo el “me quiere, no me quiere”, jajaja.
Esto que voy a contar fue lo que más me gustó de la salida: había una niña con
parálisis que no podía hablar ni moverse, pero a la mínima que le decías nada se reía
contigo e intentaba conversar de la manera que fuera, con movimientos de los ojos, o
balbuceando. Yo siempre me ponía a hablar con ella y verla reír era lo que me
encantaba. Comprendí que amar es ser feliz con la felicidad del otro. Cuando llegó la
hora de marcharnos tanto a nosotros como a ellos se nos cambió la cara, porque
queríamos seguir jugando y compartiendo cosas. La despedida fue lo peor, no se
acababa nunca. El niño que se guardó el trébol que le di me cogió muchísimo cariño y
yo a él también, así que desde la furgoneta se despedía con gritos: adiós, Raquel, adiós.
Y verle así feliz fue para mi lo mejor. Doy gracias de corazón al colegio por ofrecer
estas salidas con gente tan maravillosa como ellos, y recuerden, tienen problemas pero
no son diferentes a nosotros.
Raquel Bautista 2º ESO B
Bueno, son muchas las cosas que tengo que contar sobre mi visita al comedor
social. Empecemos desde el principio. La verdad es que la mañana se me hizo eterna,
fue una larga espera. Al llegar, ya había mucha gente esperando. Entramos, saludamos a
las monjas y nos pusimos guantes y delantales. Empezaron a pasar lista para que la
gente fuera entrando. La primera impresión que tuve es que no todos pudieron entrar, un
par de personas se quedaron fuera. Iban todos bastante bien vestidos, tanto que no
parecía que tuvieran que comer allí. Bendijeron la mesa, nos dieron un micrófono y nos
presentamos. Dijimos cada uno una frase para que supieran que nos encantaba estar allí
(aunque yo estaba hecha un manojo de nervios), y a todos nos aplaudieron y animaron.
Empezamos a servir el primer plato y ya un hombre empezó a poner la comida
en la servilleta para llevársela. Otro me empezó a preguntar si me llamaba Marta, que si
venía del colegio Claret y cosas así. Me sonreía mucho y yo solo pude asentir y
devolverle la sonrisa. Bastantes repitieron, te decían gracias y te llamaban “mi niña, mi
amor”, como si ese día dependieran de mí, o de alguno de mis compañeros. Hasta que
ya empezamos con el segundo. En el segundo estábamos muy justos de comida con lo
que me dio pena decir a un hombre que no hablaba nuestro idioma que no podía repetir,
que ya se había acabado. Él asintió pero parecía decepcionado. Recogimos los platos y
la mayoría me pedían que les diera una bolsa para guardarse el postre y tomárselo
durante el día, otros nos pedían que les llenáramos las botellas de agua.
Empecé a dar vueltas por el comedor para comprobar que no quedaba nada, y
entonces se me acercó una señora y me dijo: la vida siempre será así. Me quedé sin
palabras, le sonreí y me despedí de ella. Terminamos de limpiar las mesas y nos
sentamos con Sor Teresa, que nos había dado la bienvenida. Estuvimos hablando sobre
la experiencia de cada uno. Mientras conversábamos, vi el lema del comedor, que me
llegó al corazón. Decía: “¿Dar?, ¿Recibir? Mejor compartir con los hermanos”. Pensé
que la gente está muy ciega para ver la realidad, lo esencial es invisible a los ojos. Lo
primero que pensé cuando salí del comedor fue: “¿puedo volver?”.
Marta Cazorla 2º ESO A
Estos días en clase de Religión hemos reflexionado sobre la Interioridad. Yo he
descubierto que la Interioridad no es algo físico, no se puede palpar con las manos.
Tampoco es un objeto, sino más bien un estado de la persona. Un estado de madurez
mental en el que se descubren sentimientos valiosos y se aprende a vivir el amor como
un arte precioso. En la Interioridad, la persona también se encuentra a si misma, sus
conocimientos y encuentra la verdad. A veces lo que se descubre no es la persona que
uno quería ser, sino todo lo contrario, y por eso a algunas personas les da miedo
adentrarse en la Interioridad, pero es necesario dar el paso adelante y seguir buscando la
luz.
La Interioridad es un estado en el que piensas bien una acción antes de hacerla,
para que no haga daño a los demás. Es también estar en tranquilidad y en silencio, que
no es la ausencia de sonidos, reflexionando sobre todo a tu alrededor. Ahí, en ese estado,
aprendes a amar y a dar valor a las cosas más sencillas.
Un gran ejemplo de persona que supo buscar su Interioridad es Ildefonso, el
misionero claretiano que murió hace unos años a causa de un cáncer, cuando tenía solo
25 años. En los días que estuvo en el hospital dejó pruebas de su fortaleza mental y de la
gran voluntad que tenía. A él no le daba miedo la muerte, es más, estaba deseando morir
para encontrarse cara a cara con Dios. Cuando supo que tenía cáncer solo pensó en vivir
los días que le quedaban al máximo. Con Ildefonso he comprendido que lo más
importante en la vida son las cosas sencillas que llenan de sentido el día a día. Esas
cosas que no ves pero que están ahí, y sin las cuales la vida no sería igual. El amor, los
sentimientos, la fe, la amistad, hacen de la vida una cosa maravillosa.
Alejandro Betancor 2º ESO D
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