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Academia de la Lengua, en su primera acepción, es lo perteneciente o relativo a una
nación, y en su segunda, lo natural de una nación, en contraposición a extranjero, no
habría problemas de considerar grupo nacional a un conjunto de ciudadanos de una
nación caracterizado por algún elemento común. Esta postura ha sido la seguida por
GARZÓN, que ha interpretado la norma, en su famoso auto de procesamiento de
Pinochet (postura ratificada más tarde por la Audiencia Nacional) de forma mucho
más abierta, y ha incluido la posibilidad de cometer genocidio contra grupos sociales,
144
políticos, etc, a través de la figura del autogenocidio, ya planteado por WHITAKER ,
para quien...
...El genocidio no implica necesariamente la destrucción de un grupo
entero [...] La expresión parcial [...] parece indicar un número bastante
elevado en relación a los efectivos totales del grupo, o también una
145
fracción importante de ese grupo, como la de sus dirigentes.
El segundo elemento de la definición de este crimen (la intención de destruir,
total o parcialmente, a ese grupo o mens rea) es un reto para la acusación, que
estará obligada a establecer el requisito del estado mental del acusado, es decir, la
intención delictiva específica de destruir a uno de los grupos mencionados. La
Comisión de Derecho Internacional, en sus comentarios sobre el proyecto de código
de crímenes contra la paz y la seguridad de la humanidad, puntualiza a este respecto
lo siguiente:
La intención general de cometer alguno de los actos enumerados,
combinada con la conciencia general de las consecuencias probables de
tal acto con respecto a la víctima o las víctimas no basta para que exista
un crimen de genocidio. La definición de este crimen requiere (...) una
intención específica con respecto a las consecuencias generales del
146
acto prohibido.
El genocidio, como tipo penal, quedaría circunscrito al acto de matar con un
dolo específico, y no se tipificaría como tal el asesinato de mil personas, de no
mediar tal intencionalidad, con lo cual nos encontraríamos ante un asesinato
147
continuado . No obstante, la discusión sigue abierta, ya que la Asamblea General
distinguía los dos tipos de crimen cuando elaboró el proyecto de Convención en
1948: el genocidio es una...
...negación del derecho de existencia a grupos humanos enteros, de la
misma manera que el homicidio es la negación a un individuo del
derecho a vivir. El objetivo último es el grupo mismo. Por lo tanto, el
actus reus (acto prohibido) puede limitarse a una persona y la mens rea
o el elemento sbjetivo del injusto debe orientarse contra la vida del
148
grupo .
144.-Cf. WHITAKER, M.B., “Estudio sobre la cuestión de la prevención y la represión del crimen de genocidio”,
documento ECOSOC, E/CN.4/Sub.2/1985/6, 2 de julio de 1985; en Internet, http://www.un.org.
145.-Ibid., p. 19.
146.-Informe de la Comisión de Derecho Internacional, UN doc. A/51/10, p. 95, en Internet, http://www. un. org.
147.-...Así pues, cabe preguntarse: ¿es lógico disponer de un esquema jurídico, según el cual el asesinato
intencional de una sola persona puede calificarse de genocidio, mientras que la matanza de millones de
personas desprovista de la intención de destruir al grupo protegido, total o parcialmente, no es un crimen
internacional? Sin embargo, esta es la situación actual., Cf. BASSIOUNI, C., Crimes against humanity in
international criminal law. op. cit., p. 473.
148.-BASSIOUNI, C., International criminal law: A draft International Criminal Code, Alpen aan den Rijn: Sithoff
En otras palabras, hay genocidio cuando la intención es suprimir a personas
149
con el único motivo de que forman parte de un grupo específico , sin que se diga
en qué consiste la identidad del grupo, que podría venir determinada por
características étnicas, raciales y religiosas, pero también políticas (pertenencia a
una serie de partidos de derechas o de izquierdas), profesionales (ser militar polaco,
como fue el caso de las matanzas soviéticas de Katyn), etc. El problema jurídico se
ve superado por el político, porque de acuerdo con esta interpretación. Veamos: en
España, GARZON ha recibido su mayor impulso político por parte de partidos de
izquierda. Un examen histórico riguroso de su comportamiento, durante la Guerra
Civil, por ejemplo, revelaría con probabilidad que sus miembros más relevantes en
los años treinta podrían haber cometido genocidio, como responsables de los
asesinatos masivos de católicos (sacerdotes, religiosos y seglares, a los que se dio
muerte por el mero hecho de ejercer su libertad religiosa) cometidos en la Zona
afecta al Frente Popular de la República, durante la Guerra Civil Española, o por las
sacas y paseos del Madrid rojo, que alcanzaron su mayor virulencia en el verano del
36, una vez aplastada la insurrección militar del 18 de julio. Se podrán encontrar
también algunas aclaraciones en cuanto al requisito de la intención, del dolo
específico, en el caso Karadsic y Mladic, sobre el cual el TPIY (Tribunal Penal
Internacional para Yugoslavia) sugirió que la intención específica se puede inferir
también de las circunstancias: en que se cometieron los hechos:
El genocidio exige que el acto se cometa contra un grupo con una
intención delictiva agravada, es decir, la de destruir, total o parcialmente,
al grupo. No es necesario establecer si la aniquilación del grupo ha sido
total o parcial para concluir que el genocidio ha tenido efectivamente
lugar. Basta que uno de los actos mencionados en la definición sea
perpetrado con una intención específica (...). No es necesario expresar
claramente la intención específica del crimen de genocidio (...) La
intención puede inferirse de ciertos hechos, tales como la doctrina
política general que originó los actos previstos posiblemente en la
definición del artículo 4 [de los Estatutos], o la repetición de actos de
destrucción y discriminatorios. Asimismo, la intención puede deducirse
de la perpetración de actos que menoscaban el fundamento del grupo, o
que los propios autores de tales actos consideran menoscabar -actos
que de por sí no se mencionan en el artículo 4 (2), pero que se cometen
150
como parte de la misma línea de conducta.
El tercer elemento de la definición de genocidio requiere que la acción encaje
en la tipificación previa, es decir, debe figur en la lista de actos prohibidos. No
obstante, el alcance exacto de alguno de ellos es vago, como por ejemplo, el tipo
relativa a los actos que causen una lesión grave de la integridad corporal o la salud
física o mental de los miembros del grupo o que den lugar al sometimiento
and Noordhoff, 1980, p. 73.
149.-WEBB, J., “Genocide Treaty-Ethnic cleansing: substantive and procedural hurdles in the application of the
Genocide Convention to alleged crimens in the former Yugoslavia”, Georgia Journal of International &
Comparative Law, n° 377, 1993, p. 391.
150.-Fiscal contra Mladic y Karadsic, examen de las acusaciones en aplicación de la Norma 61 de las Normas de
Procedimiento y de Prueba, Caso n° IT-95-5-R61, 11 de julio de 1996, párrs. 92 y 94. En Internet,
http://www.un.org/icty.
intencional del grupo a condiciones de existencia que hayan de acarrear su
destrucción física, total o parcial. Con respecto al primer acto, no queda claro lo que
se entiende por lesión de la salud mental. Algunos expertos han aducido que podría
151
tratarse de algún daño psicológico que pudiera causar la destrucción del grupo , o
la lesión corporal que entraña alguna forma de menoscabo de las facultades
152
mentales .
Antes de examinar el caso Pinochet, es preciso realizar una aproximación el
fenómeno político de las dictaduras militares sudamericanas, para su mejor
comprensión
B.-Las Juntas Militares del Cono Sur
Las violaciones a los derechos humanos, alteran y ponen en entredicho
cualquier posibilidad de convivencia pacífica nacional e internacional. Los derechos
humanos y el mantenimiento de la paz no pueden ser entendidos como asuntos
esencialmente de la jurisdicción interna estatal. Forman parte, por el contrario, de
principios que la práctica totalidad de los Estados se comprometieron a respetar y a
tomar medidas para su afirmación, cuando suscribieron la Carta de Naciones
Unidas. Si algo nos dice la evolución del Derecho Internacional en las últimas cinco
décadas, es que los derechos humanos y de la paz internacional y regional son los
temas centrales de todo tipo de discusiones. Se ha recalcado por RODRIGUEZ
153
154
VILLASANTE y MELENDEZ
el valor que debe reconocerse a la promoción de
los derechos humanos como garantía del orden internacional. Según estos autores,
existe una convicción universal según la cual su respeto guarda estrecha relación
con el mantenimiento de la paz y seguridad internacionales. La doctrina europea más
155,
extendida, manifestada por el Institut de Droit International
declaró, en sintonía con
lo expuesto, que el respeto a los derechos humanos corresponde a todos los
Estados frente a la comunidad internacional en su conjunto. De ello se derivan al
menos dos consecuencias. La primera, es que en tales casos no se puede impedir
la intervención alegándose que los asuntos relativos al ámbito de los derechos
humanos son materia interna de los Estados. La segunda es que la defensa
concreta de los derechos humanos vulnerados mediante la intervención humanitaria
no puede considerarse como injerencia ilícita en los asuntos internos. Como afirma
RAWLS, en el marco de la sociedad de naciones, el respeto por los derechos
humanos es una de las condiciones impuestas a cualquier régimen político para ser
156
admitido como miembro pleno de una sociedad política de pueblos justa . Cuando
nos adentramos en las conductas y el estudio de las violaciones a los derechos
151.-WEBB, J., “Genocide Treaty-Ethnic cleansing: substantive and procedural hurdles in the application of the
Genocide Convention to alleged crimens in the former Yugoslavia”, op. cit., p. 393.
152.-Ibid.
153.-RODRÍGUEZ VILLASANTE PRIETO, José Luis, “Naciones Unidas: acción preventiva e injerencia humanitaria”,
Revista Española de Defensa, nº 63 (mayo de 1993), p. 60.
154.-MELÉNDEZ, Adolfo, “La emancipación de los desarraigados. Ayuda Humanitaria y Derechos Humanos.
Conceptos interrelacionados”, Tiempo de paz, nº 40 (invierno 1996), p. 79.
155.-”La protection des droits de l'homme et le principie de non-intervenction dans les affaires intérieures des
Estats” en RAMON CHORNET, Consuelo, ¿Violencia necesaria? La intervención humanitaria en Derecho
Internacional, Madrid: Trotta, 1995, p. 28.
156.- RAWLS, John, El derecho de los Pueblos, Bogotá: Universidad de los Andes, 1996, p. 131.
humanos cometidas por las dictaduras del cono sur de Iberoamérica nos
sorprendemos de la brutalidad de sus procedimientos en contra de la población. Sólo
en la última dictadura militar argentina (1976-1983) las fuerzas de seguridad, con la
excusa de encontrarse en una situación de guerra interna, dieron muerte entre
157
10.000 y 30.000 personas, entre ellas muchas mujeres y niños .
La consolidación de gobiernos de facto en países como Argentina o Chile, así
como los atroces actos que cometidos por éstos, fueron amparadas en el discurso
de la recuperación de la cultura occidental cristiana basados en la ya conocida tesis
158
de CARL SCMITT del amigo-enemigo, distinción elaborada a partir de la axiología
que tenga un Estado en un momento dado de la historia, en la medida de legitimar la
posibilidad real de eliminar físicamente al que se considera enemigo, llegando al
extremo de incluir en las listas negras a quienes simplemente se oponían al gobierno
dictatorial por medio de las formas legales de reivindicación. Esta concepción de la
política, que cobró especial importancia bajo el régimen nazi, constituye el elemento
central de la denominada doctrina de la seguridad nacional, manifestada en las
dictaduras militares, donde la tolerancia (elemento de lo democrático), la necesidad
de reconocer al otro (supuesto enemigo político), constituyeron un imposible y aún se
mantienen, mientras no se superen los niveles de manipulación de la información, y
la denominada reconciliación nacional no se sustente sobre la base del respeto,
castigo y sanción a los responsables de las violaciones a los derechos humanos
159
cometidas en dicha época . Si estas sociedades no producen experiencias
comunes de transformación creativa de los acontecimientos traumáticos, si
continúan guardando estos hechos en el inconsciente colectivo amparados en la
impunidad de los actores de la violencia estatal, es inevitable que el manto del olvido
y el silencio que se quiere cernir sobre las responsabilidades individuales, prolongue
indefinidamente el clima de inestabilidad.
La instauración de regímenes militares en el Cono Sur, a partir de 1964
determinó una profunda transformación de su historia política. Se puso fin al periodo
157.-Cf. Informe de la Comisión Nacional sobre Desaparición de Personas (CONADEP), Nunca Más: Buenos
Aires, 1985. La comisión fue dirigida por el escritor Ernesto Sábato. En él se ponía en conocimiento de la opinión
pública la desaparición de 8.960 personas, según denuncias debidamente probadas y documentadas. Señala el
informe que en Argentina existían 340 centros clandestinos de detención, dirigidos por altos oficiales de las
fuerzas armadas. La CONADEP descubrió que entre los oficiales de las Fuerzas Armadas y policiales se
estableció un pacto de sangre que implicaba la participación de todos en las violaciones a los derechos humanos.
Tenemos la certidumbre de que la dictadura militar produjo la más grande tragedia de nuestra historia, y la más
salvaje, concluyó la comisión. El informe se puede consultar en Internet, en la página web siguiente:
http://www.nuncamas.org/.
158.-SCHMINTT, Carl, El concepto de lo político, Madrid: Alianza Universidad, 1991, p. 56.
159.-Es importante aclarar que este artículo estudia un momento histórico determinado de la violencia estatal en
Iberoamérica, esto es, la protagonizada por las dictaduras militares, especialmente del Cono Sur, sin embargo, no
consideramos que el uso de la violencia por parte del Estado en esta parte del mundo este exclusivamente limitado
a los períodos de gobiernos militares. Como afirma WALDMANN, Catedrático de Sociología de la Universidad de
Augsburgo (Alemania), es verdad que bajo las dictaduras militares del Cono Sur, los excesos de los
organismos de seguridad contra los civiles alcanzaron en la década de los setenta unos tristes puntos
máximos. Pero tras el relevo político en los años 80 de las fuerzas armadas por gobiernos civiles elegidos
democráticamente, el problema no puede darse por terminado, máxime cuando la policía, el ejército y los
servicios secretos siguen siendo en gran medida los mismos. A una serie de gobiernos civiles establecidos
hace tiempo como los de Colombia, El Salvador, y Guatemala habría que reprocharles la violación crónica y
masiva de los derechos humanos elementales demostrando que, incluso en los regímenes democráticos
formales, la policía y el ejército no desisten de intimidar a los simpatizantes de la oposición con métodos
coactivos. Cf. WALDMANN, Peter, “Represión estatal y paraestatal en Latinoamérica”, Revista América Latina
Hoy, 2 época, n ° 19 (junio de 1995).
de movilizaciones sociales que le antecedieron y que significaron un crecimiento
inusitado de sectores sociales y populares. Todo ello derivó en algunos países como
Uruguay y Argentina en movimientos de guerrilla urbana cuyo objetivo era impulsar
160
una revolución social por esa vía . Estos regímenes, apoyados por las Fuerzas
Armadas se caracterizaron por su afán desmovilizador y su represión exacerbada en
contra de la disidencia política. En Argentina, Chile y Uruguay esta represión
comenzó inmediatamente a la usurpación violenta del poder y el derrocamiento de
los gobiernos constitucionales. Brasil tuvo su represión más cruda al finalizar la
década de los años sesenta, cuyo objetivo era aplastar los focos guerrilleros que se
habían logrado levantar durante los cuatro años anteriores de dictadura. Argentina y
Chile fueron los países en los que se vivió la represión clandestina de manera más
violenta. En Uruguay la represión se caracterizó por ser más selectiva y dirigirse
principalmente a un control de la sociedad civil, impidiendo la apertura de canales de
participación. Pero fue la dictadura del General Stroessner en Paraguay (1954-1989)
el modelo articulador para el resto de las dictaduras. Éste fue elogiado por sus
análogos y por el gobierno norteamericano, al resaltar su capacidad para mantener la
paz social a cualquier costo, en otras palabras, por su eficacia en el control de la
subversión. Pese a esta diferencia en el mayor o menor grado de represión, lo cierto
es que todos ellos redundaban en ciertas características comunes:
• -Primero, su incapacidad política para dotarse de bases de
legitimidad que les permitiera crear una forma de Estado diferente de la
161
democracia política .
• -Segundo, sus violaciones reiteradas y persistentes a los derechos
humanos producto de la aplicación de una metodología represiva
sistemática y a gran escala. Estas violaciones a los derechos
fundamentales teñidas del carácter ideológico que imponía la eliminación
de toda disidencia política, y se materializaron a través de diferentes
figuras delictivas tales como detenciones ilegales y secuestros, seguidas
en la mayoría de las ocasiones de homicidios, asesinatos y
desapariciones forzadas, previa tortura de las víctimas, todas ellas
propias de las prácticas del terrorismo de Estado.
• -Tercero, una marcada cooperación a nivel internacional en el control
y en la eliminación de la disidencia política, cuyo blanco principal era la
izquierda política, en especial los Partidos Comunistas y Socialistas.
C.-La Operación Cóndor
160.- Cf. COLLIER, David; The new authoritarism in Latin America, Princeton: Princeton University Press, 1979;
LECHNER, Norbert; Estado y Política en América Latina, México: Ed. Siglo XXI, 1981; GARRETON, Manuel Antonio,
En torno a la discusión sobre los nuevos regímenes autoritarios en América Latina, en PORTALES, Carlos; La
América Latina en el Nuevo Orden Económico internacional, México: Fondo de Cultura Económica, 1983, ps. 334
y sis.; REMIRO BROTONS, Antonio, El caso Pinochet. Los límites de la impunidad, Madrid: Biblioteca Nueva, 1999.
161.-FRÜHLING EHRILCH, Hugo; La defensa de los derechos humanos en el Cono Sur. Dilemas y perspectivas
hacia el futuro, en Represión política y defensa de los derechos humanos: Santiago de Chile: Centro de Estudios
Sociales (CESOC)-Ediciones Chile y América, 1986, ps. 15 y sis; EKAIZR, Ernesto, “El ´Nüremberg´ de Pinochet”, El
Pais Digital (Madrid, 15.11.1998), en http://www.elpais.es; RALEA, Francesc, “Las víctimas del general”, El Pais
Digital,
http://www.elpais.es/p/d/especial/chile/;
Derechos
Chile,
en
la
página
web
http://www.derechoschile.com/espanol/acerca.htm. Esta página contiene una las informaciones más extensas
sobre el entramado represor de la dictadura chilena.
Las relaciones internacionales entre los oficiales de las fuerzas armadas
sudamericanas se habían estrechado desde fines de la década de los sesenta
producto de una especialización contrainsurgente conjunta en las academias
militares norteamericanas, especialmente en la Escuela de las Américas (School of
the Americas), entre cuyos alumnos se contaron dictadores como Manuel Noriega y
OmarTorrijos, de Panama; Leopoldo Galtieri y Roberto Viola, de Argentina; Juan
Velasco Alvarado, de Perú; Guillermo Rodríguez, de Ecuador, y Hugo Banzer, de
Bolivia. Esta especialización se enmarcó dentro de la Doctrina de Seguridad
Nacional, cuya esencia era la de lograr el orden en la sociedad civil y la eliminación
física de los disidentes. Estas relaciones de militares argentinos con sus similares
uruguayos, paraguayos, brasileños, chilenos, bolivianos y peruanos, tendrían sus
frutos en los años de las dictaduras. Dentro de este marco de cooperación, los
dictadores sudamericanos forman una organización criminal de alcance hemisférico,
Operación Cóndor, cuyo objetivo era la consecución de los objetivos políticos y
económicos de la conspiración y la neutralización o eliminación de la oposición
política y múltiples personas por razones ideológicas. Fue así como esta
organización, aprovechándose de la usurpación violenta del poder que subvirtió el
orden constitucional, que le garantizaba la impunidad, y aprovechándose de la
estructura militar, concibió, desarrolló y ejecutó un plan sistemático de detenciones
ilegales seguidas de secuestros prolongados, que derivaron en desapariciones
forzadas de personas o en asesinatos, precedidos de torturas en la mayoría de los
casos. No se estableció diferencia entre la oposición violenta y la no violenta. Estas
acciones afectaron a ciudadanos de Argentina, España, Reino Unido, Estados
Unidos, Chile, Suiza y Francia, entre otros.
¿Cómo se han encontrado pruebas sobre la existencia de la operación? De
manera casual y en Paraguay. Una mañana de diciembre de 1992, el juez paraguayo
José Fernández y el profesor y ex prisionero político Martín Almada, entraron a la
estación de policía de Lambaré, suburbio de Asunción, a buscar las fichas policiales
de Almada. Lo que encontraron en su lugar fueron décadas de historia documental
sobre la represión en Paraguay y otros países. También encontraron registros de la
cooperación de la inteligencia estadounidense con las dictaduras de la región,
incluida la paraguaya. Los archivos del horror, tal como fueron conocidos desde
entonces, se han convertido en una clave para descifrar la historia reciente de
Iberoamérica. En ellos se detalla el destino de cientos de americanos secretamente
secuestrados, torturados y asesinados por la dictaduras de los años setenta.
También ofrecen un soporte papel que confirma la existencia de una conspiración
entre los servicios de Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Paraguay y Uruguay para
rastrear y eliminar a los adversarios políticos con independencia de las fronteras
nacionales: la Operación Cóndor.
Cuando Fernández y Almada entraron en la comisaría de Lambaré,
desenterraron una montaña desordenada de amarillentos y deteriorados papeles,
archivos, cartas y registros que describían las actividades de la policía y la
inteligencia militar durante la recientemente derrocada dictadura de Stroessner. Una
búsqueda similar, realizada pocos días después en el cuartel general de la Policía
Técnica paraguaya, sacó, a la luz más documentos reveladores. En total, se han
rescatado unas cuatro toneladas de documentación. Algunas fotografías y registros
incluían el país de origen de los prisioneros. Muchos eran de Argentina, Brasil o
Chile. Los periodistas autorizados a buscar entre los caóticos archivos se
apresuraron a fotocopiar cartas y documentos. Los primeros datos confirmaban el
arresto y asesinato de políticos paraguayos cuya desaparición había sido
continuamente negada por la dictadura, además de la entrega e intercambio de
prisioneros con otros países: Argentina, Chile, Paraguay y Uruguay.
Para comprender cómo se llegó a esta situación, es preciso hacer un poco
de historia. Paraguay, un país de cuatro millones de habitantes situado en el centro
de América del Sur, tiene una larga tradición de aislamiento introspectivo con
extravagantes dictadores. El General Alfredo Stroessner, que tomó el poder con un
golpe en 1954, impuso una estructura social represiva y ofreció su hospitalidad a
nazis sin residencia fija y traficantes de drogas . El despiadado aparato represivo del
dictador controló con eficiencia a una población mayormente atemorizada. Pero en
febrero de 1989, la era de 35 años de Stroessner llegó a su fin. El general fue
derrocado por su amigo, pariente político y segundo al mando, general Andrés
Rodríguez, y huyó al Brasil como exiliado. Martín Almada, un conocido profesor y
figura política, se puso bajo la mira de la policía secreta de Stroessner en 1974,
cuando publicó un discurso doctoral crítico sobre la educación en Paraguay. Fue
arrestado y acusado de terrorismo y de vinculación con los comunistas paraguayos.
Fue torturado antes de pasar los siguientes tres años en el conocido campo de
concentración Emboscada. Su esposa de 33 años murió de un ataque al corazón
tras recibir una llamada telefónica en la que los torturadores reproducían sus
162
gritos . Tras su liberación en 1977, marchó al exilio, pero después de la caída de
Stroessner, Almada inició los procedimientos legales contra sus perseguidores.
Almada presentó un mandato de habeas data, que permite a las personas, según el
Derecho Paraguayo, el acceso los registros policiales en los que consten datos
sobre el actor. A través de sus propias investigaciones privadas y una carta anónima,
Almada se averiguó que algunos documentos relacionados con su caso podían
163
encontrarse en la comisaría de Lambaré . Actuando con discreción y cuidado,
Almada pasó esta información al juez Fernández, que ordenó el registro. Los
documentos se convirtieron en un acontecimiento político y generaron órdenes de
detención contra primeras figuras del régimen de Stroessner, además de oficiales de
Argentina y Uruguay. La temida cabeza de los detectives de Stroessner, Pastor
Coronel, está actualmente encarcelado en Paraguay, al igual que el jefe de estado
mayor y titular de la inteligencia militar de Stroessner, general Benito Guanes
Serrano. El jefe de la Policía Técnica, Antonio Campos Alum, se reunió con el
dictador en el exilio; ambos están actualmente citados por los tribunales paraguayos
164
como acusados en rebeldía y fugitivos de la justicia paraguaya .
Yo llevaba el proceso de una persona que había sido detenida y torturada
entre 1974 y 1977. En ese caso él (Martín Almada) había solicitado sus antecedentes
162.- EPSTEIN, 1. Jack, A history of a dirty war: Paraguay's secret police 'horror files' come to light, Cleveland:
UPC, 1995.
163.-ORTUZAR, Ximena, “A common market of terror”, World Press Review, mayo de 1993; y BUFFE, Patrick John,
“Une multinationale de la terrour sous les ailes du condor”, Journal de Geneve et Gazette de Lausanne, 7 de julio
de 1993, p. 2.
164.-POO, Ximena, “La riesgosa labor del descubridor”, La Epoca, (Santiago de Chile), 28 de ferero de 1993, p. 2;
también en las ediciones del 1.3.93 (p. 2) y del 17.3.93, (p. 2).
policiales por lo que procedimos a investigar en qué cuartel policial se encontraban
declaró el Juez Fernández. El jefe de la policía de investigaciones nos dijo que estos
archivos y antecedentes habían desaparecido durante el golpe de estado de febrero
de 1989. No quedamos contentos con esa respuesta. Martín Almada, investigó
dentro de los círculos policiales y consiguió una información confidencial que le
confirmó la existencia de los archivos. Entonces, de manera reservada se dirigieron
a un lugar indicado donde descubrieron lo que el periodismo paraguayo bautizó como
los archivos del terror. Cuando lo descubrimos era tanta la cantidad de documentos
que era imposible dejarlos a disposición de la policía porque podrían destruirlos,
quemarlos. Así que con la ayuda de un camión del Diario Noticias de Asunción los
llevamos a mi despacho, y luego a un depósito del Palacio de Justicia, declaró el
165
Juez .
En los archivos abundan documentos relacionados a casos de detenidos y
desaparecidos paraguayos que el gobierno siempre había negado tenerlos bajo su
poder, por lo cual el Juez Fernández sostuvo que había testimonios de que en
Paraguay hubo tortura, encarcelamiento de activistas políticos, un estilo de vida, un
sistema de control sistemático de mucha gente. Estos documentos van a dar
muchas luces en los 18 procesos sobre violaciones a los derechos humanos que
166
actualmente se ventilan en los tribunales de ese país.
Lo sorprendente del caso
es que este archivo de los servicios de seguridad de Paraguay, incluye también
numerosos documentos relacionados a la Operación Cóndor. La documentación
hallada ha confirmado que en el marco de este Acuerdo de Cooperación se
cometieron los asesinatos del ex ministro chileno Orlando Letelier, del ex presidente
de Bolivia, general Juan José Torres, asesinado en Argentina; de los legisladores
uruguayos Zelmar Michelini y Héctor Gutiérrez Ruiz, así como del doctor Agustín
Goyburú, dirigente del Movimiento Popular Colorado, de Paraguay, y de cientos de
activistas políticos chilenos, argentinos, paraguayos, y brasileños.
Para comprender cómo se gestó y desarrolló esta operación, es preciso
tener en cuenta la especial situación de Paraguay en el Cono Sur. Es te país gozaba
de un gran prestigio entre los anticomunistas de diversas regiones del mundo
durante el período dictatorial del general Alfredo Stroessner, de 1954 a 1989. Además
de su ubicación estratégica en América del Sur, Paraguay les ofrecía una estabilidad
política envidiable, así como todo tipo de facilidades jurídico-administrativas,
financieras, y logísticas. Fascistas italianos, nazis alemanes, terroristas croatas y
cubanos, anticomunistas argentinos, brasileños y españoles, sicarios bolivianos,
genocidas chilenos, y todo tipo de militares y civiles involucrados en violaciones de
los derechos humanos, tráfico de armas, espionaje, y operaciones criminales,
eligieron Paraguay como su lugar de refugio durante este siglo. El régimen dictatorial
conducido por el general Stroessner, con la colaboración de militares y empresarios
conservadores, ofreció el contexto de paz e impunidad que buscaban criminales
como el médico nazi Josef Mengele, el jefe de la Logia Masónica P-2, Licio Gelli, el
franquista español Juan León Cordón, entre otros. Muchos de los agentes secretos
chilenos, responsables de graves violaciones a los derechos humanos, detenciones
y desapariciones, como Miguel Estay Reyno, El Fanta continuaron hasta 1992
165.-Ibid.
166.-Ibid.
167
residiendo con nombres falsos en Paraguay . Ya desde fines del siglo pasado
Paraguay había ejercido una fuerte atracción para racistas alemanes como el doctor
Bernard Forster, quien fundó allí la colonia Nueva Germania, con el objetivo de
168
aplicar su programa de pureza racial .
El modelo paraguayo, de totalitarismo que aseguraba la paz social a cualquier
costo fue elogiado entre otros por el entonces Presidente norteamericano Richard
Nixon, qud reconoció que Paraguay constituía un eje estratégico clave para la lucha
contra el comunismo. El 4 de mayo de 1968, al llegar a Asunción, Nixon declaró que
no conocía otra nación que se hubiera levantado más fuerte que la suya en contra de
169
la amenaza del comunismo . La dictadura paraguaya despertaba envidias entre los
militares del cono sur de América, que igualmente aspiraban a dirigir el destino de
sus países por períodos prolongados que les permitieran concretar sus proyectos a
largo plazo. Por esta razón, muchos de los principales agentes secretos de las
dictaduras iberoamericanas confluyeron en Paraguay en diversas oportunidades a fin
de aprender de su experiencia represiva y coordinar estrategias. Desde fines de los
años 60 existían relaciones fluidas entre oficiales de las fuerzas armadas de
Sudamérica, quienes habían recibido juntos especialización contrainsurgente en las
academias militares norteamericanas, donde se forjaron lazos de amistad y
familiaridad. En otras etapas al interior de la región, militares americanos habían
convivido por períodos de seis meses a dos años en centros de formación de
Argentina o Panamá. Estas relaciones de militares argentinos con sus similares
uruguayos, paraguayos, brasileños, chilenos, bolivianos y peruanos, tendrían sus
frutos en los años de las dictaduras, algunos de los cuales veremos a continuación.
La organización criminal Cóndor nació a instancia de las dictadura militares
de Chile y Paraguay, con en Santiago. Numerosos documentos acreditan que sus
orígenes se remontan al Primer Encuentro de Trabajo de Inteligencia Nacional, en el
que participaron, entre otros, el general chileno Manuel Contreras, acusado y
condenado posteriormente por el asesinato del ex-ministro del presidente Allende,
170
Orlando Letelier , y el general paraguayo Guanes Serrano. Allí, Contreras ofreció
las instalaciones de la DINA (Dirección de Inteligencia Nacional chilena) como su
cuartel general para la centralización de la información sobre los antecedentes de
personas, organizaciones y otras actividades conectadas directa o indirectamente
171
con la subversión .
Este cuartel sirvió entonces para que en octubre de 1975 se reunieran los
167.-SALES. F., “El paraíso azul”, El País, 15de febrero de 1988.
168.-PAGINA 12, Buenos Aires, Argentina, 7 de febrero de 1993, p. 4.
169.-Ibid.
170.-En febrero de 1998 se acumuló al expediente de la causa chilena en España, el testimonio prestado por el
General y Director Ejecutivo de la DINA, Manuel Contreras Sepúlveda, ante la Corte Suprema de Chile. En este
documento señala que la DINA era un organismo militar que dependía directamente de Pinochet, al que informaba
diariamente. Recordemos que a raíz del enjuiciamiento de los militares Contreras, y Sergio Espinoza por el
asesinato de Orlando Letelier, la propia Corte Suprema chilena declaró a la DINA como organización criminal en la
línea de la figura reconocida en Nüremberg por sentencia de 30 de mayo de 1995 (Caso Letelier). Tanto
Contreras como Espinoza se encuentran hoy en prisión. El primero fue condenado a siete años de prisión y el
segundo a cinco años y un día. Ambos se encuentran recluidos en una cárcel especialmente construida para
estos efectos a las afueras de Santiago de Chile. Cf. GARCÍA ARÁN, M. y LOPEZ GARRIDO, D., Crimen
internacional y jurisdicción universal: (el caso Pinochet), Valencia: Tirant lo Blanch, 2000.
171.-Equipo Nizcor, Documento distribuido a la solidaridad internacional para lograr la detención y el
procesamiento de Augusto Pinochet Ugarte, http://www.derechos.org/nizkor.
jefes de la inteligencia militar de Argentina (SIDE), Brasil, Paraguay y Uruguay, y un
mes después, se reunieron en el cuartel general de la DINA, Contreras, Guanes
Serrano y el jefe de la policía paraguaya, Francisco Brites, y se procuraron un banco
de datos, un centro de información y talleres. Ocultando el verdadero nombre y
disfrazándolas con el término talleres, se llevaron a cabo las sesiones de
planificación de los grupos multilaterales de agentes encargados de vigilar, arrestar,
encarcelar, torturar y repatriar a opositores de los diferentes regímenes.
Los primeros objetivos de persecución y atentados fueron altos dirigentes y
líderes opositores a las dictaduras latinoamericanas, entre ellos, los ex-ministros de
la Unidad popular Carlos Prats, asesinado en Buenos Aires, Orlando Letelier,
asesinado en Washington, y Bernardo Leighton, que logró sobrevivir luego de un
atentado contra su vida en Roma. El 21 de setiembre de 1976 la DINA ejecutó otro de
sus operativos en el exterior. Esta vez actuó en el corazón mismo del gigante
norteamericano, asesinando en Washington D.C. a Orlando Letelier, ex ministro de
Estado en el gobierno de Salvador Allende, y personaje clave de la oposición chilena,
a quien pocos días antes Pinochet le había quitado la nacionalidad, por haber llevado
a cabo en países extranjeros una campaña publicitaria tendiente al aislamiento
político, económico y cultural de Chile, y por influir en la política exterior
norteamericana demandando la suspensión total de su ayuda militar a Chile. En el
atentado, cometido con bomba a control remoto, también murió Ronnie Moffit, quien
trabajaba con Letelier en el Instituto de Estudios Políticos. Igual que en los casos
antes mencionados, el responsable de coordinar el operativo fue el norteamericano
Michael Townley, un agente incondicional a Manuel Contreras, jefe de la DINA. Desde
que lo liberamos, Letelier ha estado dando problemas al gobierno en el exterior, le
dijo Pedro Espinoza, asistente principal de Contreras, a Townley, cuando le precisó
172
las instrucciones para la misión de asesinar a Letelier en Estados Unidos .
Para este asesinato, el Mayor del Ejército chileno Armando Fernández Larios
realizó previamente un minucioso trabajo de seguimiento de Orlando Letelier en
Washington. Townley confesó a la justicia norteamericana que él mismo, con la
ayuda del cubano anticastrista Virgilio Paz, fabricó el artefacto explosivo a control
remoto y lo colocó en el automóvil de Letelier. En el crimen también participó Dionisio
Suárez, del Movimiento Nacionalista Cubano. Unas semanas antes, agentes
secretos chilenos habían obtenido en Asunción pasaportes paraguayos y visados de
entrada en los Estados Unidos. También la cancillería chilena entregó a agentes de
173
la DINA pasaportes con nombres falsos . La muerte de Ronnie Moffit motivó la
intervención de los Estados Unidos: el Fiscal de los EEUU, Ernest Lawrence
Barcella, solicitó una comisión rogatoria al juez español encargado de la causa
chilena. Quedó establecido en el proceso el carácter de la DINA como organización
que conspiró para cometer atentados terroristas en España, Francia, Portugal, Italia,
EEUU, Argentina, Chile y otros países, actividades de las que el General Pinochet
172.-Cf. VERDUGO; Patricia, Los zarpazos del puma, op. cit., p. 63.
173.-El Mayor del ejército chileno Fernando Reveco declaró a la periodista Patricia Verdugo que dos semanas
antes del atentado contra Leighton, escuchó al Comandante del Regimiento Blindados, a quien Pinochet visitaba
frecuentemente: “¿Y qué te parece este desgraciado de Bernardo Leighton, las cosas que anda haciendo
afuera?”. Pensé que seguramente Pinochet lo había calificado de traidor a la patria o algo parecido delante de
los oficiales , dijo Reveco. “Y no pasaron quince días cuando se supo del atentado contra Leighton y su esposa
en Roma”, agregó. Cf. VERDUGO; Patricia, Los zarpazos del puma, op. cit., p. 63.
174
estaba al tanto y dirigía .
Los blancos de la Operación Cóndor fueron extendiéndose hacia otros
militantes y simpatizantes de izquierda. Chilenos, uruguayos, paraguayos,
brasileños, y bolivianos fueron objeto de detenciones ilegales y secuestros en
Argentina y Paraguay, por agentes policiales de sus respectivos países. Los
militantes del Movimiento de Izquierda Revolucionaria de Chile (MIR) fueron los más
perseguidos en Argentina, igualmente se llevó a cabo una represión coordinada y
sistemática contra ciudadanos alemanes, españoles, judíos y peruanos, entre otros,
que figuran entre los miles de desaparecidos. Para la realización de este tipo de
crímenes utilizaban el manto de impunidad que les otorgaban los respectivos
175
gobiernos dictatoriales, quienes proporcionaban la infraestructura adecuada .
La acción de la DINA encontró en Argentina, un lugar en el que llevar a cabo
impunemente sus acciones. Ya desde 1974, antes de la dictadura del general Videla
(1976-1983), los lazos de colaboración se estrecharon con su análogo, SIDE. Desde
mayo de 1975 numerosos activistas políticos chilenos fueron detenidos por la policía
176
de este país y Paraguay para ser entregados a la DINA , que les trasladaba a los
campos de concentración que mantenían en Chile (Villa Grimaldi, Tejas Verdes,
Colonia Dignidad, etc.). Muchos de ellos fueron ejecutados, otros simplemente
desaparecieron.
Es indudable que estas y otras desapariciones culminaron con el asesinato
de las víctimas. Por ejemplo, en Chile en el año 1990 fueron descubiertas fosas
comunes en la ciudad de Pisagua, al Norte del país, con los cuerpos de varios
desaparecidos en 1976. La cal propia del suelo desértico se encargó de mantener
177
casi intactos los cuerpos de las víctimas . En Argentina, el general Ramón
Campos, Jefe de la Policía de Buenos Aires, declaró que: en Argentina no quedan
178
desaparecidos con vida. Asumo toda la responsabilidad y me siento orgulloso . No
174.-Ibid.; “Caso Letelier”, Últimas Diligencias (texto completo de la sentencia), en la siguiente página web:
http://www.tercera.cl/casos/letelier/datos/dato9a.html; “La familia de Letelier asegura que hay evidencias que
permiten acusar a Pinochet del crimen”, Estrella Digital , en la siguiente página web:
http://www.estrelladigital.es/000329/artículos/mundo/chile.htm.
175.-Los organismos de seguridad chileno y paraguayo podían disponer de líneas aéreas estatales, (Lan Chile y
Líneas Aéreas Paraguayas), y gozaban de pleno poder en cancillerías, correos, tribunales de justicia, etc. Sus
actividades se encubrían bajo la forma de empresas e industriales ficticias . De acuerdo a las investigaciones
judiciales, se crearon 30 empresas de este tipo en Chile para encubrir la actividad delictiva de la DINA, cuyo centro
de operaciones fue la Empresa Pesquera Chile, radicada en el Puerto de San Antonio. Asimismo existió en
Santiago de Chile una compañía de seguros, también llamada la cofradía o sociedad benefactora, integrada por ex
agentes de la DINA, oficiales del ejército y miembros de la inteligencia militar, cuya misión era facilitar la impunidad
de los ex agentes y sus familias mediante la producción de documentos falsos de identidad, pasaportes y visas de
residencia en otros países, transferencias de recursos económicos y financieros, facilidades para su
desplazamiento evitando controles policiales y la acción de la justicia. La cofradía fue descubierta en 1992,
durante el gobierno de la transición democrática, y estaba a cargo del General de la Fuerza Aérea de Chile y ex
jefe de su Inteligencia,Vicente Rodríguez. Cf. APSI, nº 441 (1993).
176.-Contamos entre ellos, a Jorge Isaac Fuentes, militante del ERP (Ejército revolucionario del Pueblo), arrestado
en Argentina, entregado a la DINA en Paraguay y trasladado a Villa Grimaldi en Santiago de Chile, donde
desapareció. Su caso fue objeto de investigación por la Comisión Rettig. También el militante del MIR, Ives Claudet
Fernández, franco-chileno, fue detenido en 1975 en Buenos Aires y posteriormente asesinado por agentes de la
DINA en esa ciudad, en una operación que se enmarcó dentro de un plan de neutralización de la resistencia de
dicho Movimiento, plan que se integró por policías argentinos y agentes chilenos de la DINA.
177.-Las fosas comunes encontradas en Pisagua revelaron la existencia de los cuerpos de 20 prisioneros
políticos, víctimas de la operación denominada caravana de la Muerte, que bajo la dirección del militar Sergio
Arellano, arrasó con la disidencia política izquierdista en el norte de Chile. Cf. Fortín Mapocho, nº 1532, de 8 de
junio de 1990 (Santiago de Chile).
178.-Cf . APSI, nº 441 (1993).
solo militantes activos de los movimientos opositores de izquierda fueron objeto de
torturas, secuestros, detenciones ilegales, ejecuciones y desapariciones forzadas,
sino asimismo sus familiares y amigos. El general Saint Jeant, Interventor de la
Provincia de Buenos Aires igualmente dijo en la época de la dictadura militar: Primero
mataremos a todos los subversivos, luego mataremos a sus colaboradores, luego a
sus simpatizantes, luego a quienes permanezcan indiferentes, y por último, a los
179
indecisos . Es así como se investigan casos de cientos de niños desaparecidos,
180
hijos de detenidos desaparecidos, bajo el régimen militar en Argentina . La
Comisión de Verdad y Reconciliación de Chile, en su Informe Final, denominado
Informe Rettig, acredita con documentos los casos de 33 ciudadanos chilenos
desaparecidos tras ser capturados por agentes argentinos y paraguayos y
entregados a la DINA, entre 1975 y 1976.
En 1992 el Juez José Agustín Fernández, en el marco de la investigación de
una detención ilegal precedida de tortura, descubrió casualmente el archivo secreto
de la inteligencia paraguaya, en una oficina de la Sección Política y Afines de la
Policía de Investigaciones de Asunción, archivos en los que se encontraron
numerosos documentos relacionados con casos de detenidos y desaparecidos
181
paraguayos que el gobierno siempre negó poseer . Estos documentos han
permitido asimismo establecer que en este contexto de cooperación militar entre los
países sudamericanos, fueron asesinados el ex-presidente de Bolivia, general Juan
José Torres, en Argentina; los diputados uruguayos Zelmar Michelini y Héctor
Gutiérrez Ruiz, así como del doctor Agustín Goyburú, dirigente del Movimiento
Popular Colorado, de Paraguay, y cientos de activistas políticos chilenos, argentinos,
182
paraguayos, y brasileños .
La Operación Cóndor costó la vida y la desaparición también de ciudadanos
españoles, lo que llevó a que durante el primer semestre de 1996 se iniciaran ante la
Audiencia Nacional Española las causas contra los integrantes de la Junta Militar
Argentina (1976 -1983) y Chilena (1973-1990) por delitos de genocidio, terrorismo
183
internacional y tortura , figuras delictivas que se materializaron mediante
179.-MARIA LOZADA, Salvador; VIAGGIO, Julio; ZAMORANO, Carlos; BARCESAT, Eduardo, Inseguridad y
Desnacionalización. La Doctrina de la Seguridad Nacional, Buenos Aires: Ediciones Derechos del Hombre, 1985.
180.-Por estos hechos fue detenido en noviembre de 1998 Emilio Massera, almirante de la Armada Argentina y
miembro de la Junta que encabezó el golpe de Estado en 1976. Asimismo, con arresto domiciliario desde el 14 de
julio de 1998, se encuentra el general Jorge Videla, ambos acusados de ser autores mediatos del delito de
sustracción de menores. Massera se encontraba en libertad desde 1990 tras el indulto que le concediera el
Presidente Carlos Menem, tras haber sido condenado a cadena perpetua por homicidios, torturas, secuestros y
robos perpetrados durante la dictadura militar. Cf. El País, 25 de noviembre de 1998, p.5.
181.-Stroessner se ha visto implicado en el caso de los hermanos Benjamín y Adolfo Ramírez, ambos ejecutados
por su presunta vinculación con el grupo armado opositor Organización Política Militar. Cf. Clarín, 18 de enero de
1993, p. 13.
182.-Zelmar Michelini, dirigente del Frente Amplio, y Héctor Gutiérrez Ruiz, Presidente de la Cámara de Diputados
de Uruguay, fueron secuestrados y asesinados en Argentina por un grupo de militares uruguayos y argentinos.
Cf.. AMORIN, Carlos, y BLIXEN, Samuel, “Se destapa la multinacional del terror”, Cambio 16, nº 1.114, 29 de
marzo de 1993, ps. 10 a 15.
183.-El 4 de Julio de 1996, el Fiscal en el Tribunal Superior de Justicia en Valencia, en su condición de Presidente
de la Unión Progresista de Fiscales de España, interpuso una denuncia por presuntos crímenes contra la
humanidad, delitos de genocidio (interior) y terrorismo (nacional e internacional) cometidos por el ex dictador de
Chile, Augusto Pinochet, entre los años 1973-1990. Esta denuncia señala a siete ciudadanos españoles que
fueron asesinados u objeto de desaparición forzada en este periodo por los servicios de seguridad de la dictadura
chilena. Se fundamenta en el Tratado Bilateral de Extradición entre Chile y España y el Derecho Internacional que
vincula a ambos países. Con posterioridad, ejercieron la acusación popular en la causa argentina, la Secretaría de
Derechos Humanos de Izquierda Unida, y en la causa chilena, la Fundación Salvador Allende. Esta querella
detenciones ilegales, torturas, secuestros, desplazamientos forzosos de miles de
personas y desaparición selectiva de un mínimo de 3.178 víctimas, actividades todas
que fueron desarrolladas dentro del marco de la actividad represiva violenta que se
inició con la toma del poder en Chile mediante el golpe de Estado de 11 de
septiembre de 1973.
De manera clara observamos, que lo ocurrido en estos países durante las
dictaduras militares (aniquilamiento sistemático de sectores de población, mediante
asesinatos, secuestros, torturas masivas, desapariciones forzadas, detenciones
ilegales, lanzamiento de cadáveres al mar) constituyen conductas proscritas por la
normatividad internacional, ya sea mediante la formulación prohibitiva hacía los
Estados consagradas en el Derecho Internacional de los Derechos Humanos, o de
conductas concretas que como la Tortura, el Genocidio o la Desaparición Forzada
se encuentran descritas en instrumentos específicos que las consagran, desarrollan
y prohíben. Así las cosas y previo al estudio de estos instrumentos internacionales
en relación a los casos concretos de las dictaduras Argentina y chilena, realizaremos
a continuación una ubicación sistemática de los fundamentos jurídicos y filosóficos,
que sustentan el andamiaje y permiten, la posible persecución penal de responsables
de tan execrables hechos.
Esta cuestión requiere de la lectura de la parte normativa de su famoso auto
de procesamiento de Augusto Pinochet emitido por la Justicia española., basado en
184
varios informes sobre los desaparecidos durante la dictadura militar . Este caso se
remonta a agosto de 1996, fecha en la que el juez de la Audiencia Nacional española
GARCÍA CASTELLÓN inició investigaciones sobre los desaparecidos españoles
durante la dictadura chilena (1973-1990), de las que se inhibió el 20 de octubre de
1998 en favor de su colega GARZÓN. Cuatro días antes, el 16 de octubre de 1998,
este juez, que investigaba desde hacía dos años los crímenes cometidos durante la
dictadura argentina (1976-1983), ordenó la detención preventiva en Londres de
Pinochet.
D.-El procesamiento
185
Para este trabajo, los documentos más importante del caso Pinochet
son,
sin duda, el auto de proecesamiento y la decisión de los Lores sobre la extradición.
Los fundamentos en los que GARZÓN se basó para acordar el procesamiento de
Pinochet son los siguientes:
PRIMERO: han quedado resueltas las cuestiones procesales relacionadas con la
competencia y jurisdicción española para la instrucción, conocimiento y fallo de los
hechos, en virtud de los autos dictados en el procedimiento de fechas 25.03.98;
11.06.98 y 15.09.98 pero sobre todo los autos de la Sala de lo Penal en Pleno de
fechas 4 y 5 de Noviembre de 1998. Asimismo se han abordado las cuestiones
señaló al menos a tres mil personas de diferentes nacionalidades, incluidos españoles, que fueron asesinadas o
que desaparecieron durante las dictaduras. Cf. GARCÉS, Joan, “Pinochet ante la Audiencia Nacional y el Derecho
Penal Internacional”, Jueces para la Democracia, nº 28 (marzo de 1997) ps. 92 a 99.
184.-El más importante de estos dossieres es el denominado Informe Rettig, cuyo título es el siguiente: Informe de
la Comisión Nacional de Verdad y Conciliación
(marzo
de
1991).
Cf,
en
Internet,
http://www.derechosciviles.com/recursos.htm#rettig.
185.-Los textos completos se encuentran en Internet, http://www.terra.es/pinochet/
relacionadas con el atoramiento y la no inmunidad de Augusto Pinochet Ugarte en el
auto de 3 de Noviembre de 1998, por el que se propone la extradición. Al respecto es
de interés la cita de la Resolución de la Cámara de los Lores inglesa de 25 de
Noviembre de 1998. Por tanto basta, respecto a estos temas la ratificación de los
argumentos expuestos. Ahora es necesario, a los efectos impuestos en el art. 384
de la Ley de Enjuiciamiento Criminal -Pronunciamiento sobre el procesamiento del
querellado- hacer la calificación jurídico-penal, meramente provisional, de los hechos
sucintamente relatados en esta resolución, y efectuar el juicio de imputación,
asimismo provisional, sobre aquel en el que se concentran los indicios de
responsabilidad penal.
SEGUNDO: Los hechos relatados podrían ser constitutivos:
1.-De un delito de genocidio del art. 607. 1, 1º, 2º, 3º, 4º Y 5º del Código Penal. El
Precepto legal establece: Los que, con propósito de destruir total o parcialmente a un
grupo nacional, étnico, racial o religioso, perpetrasen alguno de los actos siguientes,
serán castigados 1º Con la pena de prisión de quince a veinte años, si mataran al
alguno de sus miembros. 2º Con la prisión de quince a veinte si agredieran
sexualmente a alguno de sus miembros o produjeran alguna de las lesiones
previstas en el artículo 149. 3º Con la prisión de ocho a quince años, si sometieran al
grupo a cualquiera de sus individuos a condiciones de existencia que pongan en
peligro su vida o perturben gravemente su salud, o cuando les produjeran algunas de
las lesiones previstas en el artículo 150. 4º Con la misma pena, si llevaran a cabo
desplazamientos forzosos del grupo o sus miembros, adoptaran cualquier medida
que tienda a impedir su género de vida o reproducción, o bien trasladaran por la
fuerza individuos de un grupo a otro. 5º Con la de prisión de cuatro a ocho años, si
produjeran cualquier otra lesión distinta de las señaladas en los números 2º Y 3º de
este apartado.
El genocidio constituye el crimen último, la violación más grave de los
derechos del hombre que es posible cometer. En estos términos se manifiesta el
denominado Informe M.B. Whitaker, en el que aborda el Estudio sobre la Cuestión de
la Prevención y la Represión del Crimen del Genocidio. de conformidad con la
resolución 1983/83 del Consejo Económico Social de Naciones Unidas de fecha 27
de mayo de 1983, edición revisada de fecha de 2 de julio de 1985, E/CN. 4/Sub.
2/1985/6 y que constituye documento imprescindible a la hora de valorar los hechos
objeto de debate. La obligación de la Comunidad Internacional debe ser descubrirlo y
perseguir y sancionarlo adecuadamente sin que presiones políticas de ningún
estamento o gobierno puedan abrir la puerta a la impunidad, porque con ella se
alentaría la ejecución de nuevos actos criminales que la humanidad repudia y
rechaza.
En el mismo sentido es preciso señalar que el derecho a la vida es el primero
de los derechos humanos y todos los demás son tributarios de él. El derecho a
conservar la vida no sólo es algo que importa al gobierno del individuo o del grupo
correspondiente sino también a la Comunidad internacional, sobre todo cuando es
esta Comunidad la titular del derecho que se viola. La resolución 96 (I) de la
Asamblea General de las Naciones Unidas, estima que la persecución y castigo del
crimen de genocidio es un asunto de interés nacional y habría que añadir que de
obligación nacional e internacional, por ello es un crimen “condenado por el mundo
civilizado” y existe el compromiso legal de su persecución tanto en tiempos de paz
como en tiempos de guerra. Se trata de una norma imperativa o de ius cogens,
según el Tribunal Internacional de Justicia (opinión consultiva sobre las reservas al
Convenio sobre la prohibición y prevención del genocidio de 9.12.48, de los días 15,
23 y 28 de Mayo de 1951). Como norma de ius cogens debe y es aceptada
pacíficamente por la comunidad internacional que sólo podrá verse afectada por una
modificación ulterior, a través de los mecanismos específicamente previstos en el
artículo 53 del Convenio de Viena sobre el Derecho de los Tratados de 23 de Mayo
de 1969.
Por otra parte y debido a ese carácter (ius cogens) enraizado en el Derecho
Consuetudinario Internacional, es más amplio que la que acoge la Convención de
1948, de modo que partiendo del mínimo básico que ésta contiene los principios
recogidos por aquella son obligatorios para todos los Estados incluso fuera su
vínculo derivado del propio Convenio, y, de aplicación con base al principio de
jurisdicción universal y con exigencia de cooperación asimismo universal por todos y
frente a todos (erga omnes).
Las dificultades que se presentarán para conseguir lo anterior serán grandes
y mucho mayores cuando el órgano que amenaza de muerte, o, el responsable o
cómplice de la muerte, es el propio Estado; sobre todo si se tiene en cuenta la labor
entorpecedora, por parte del Gobierno interesado de la acción de la ONU que viene
prevista en la Convención sobre la Prevención y Castigo del delito de genocidio de 9
de diciembre de 1948, a la que España se adhiere el 13 de septiembre de 1968, con
reserva a la totalidad del artículo 9, referente a la Jurisdicción del Tribunal
Internacional de Justicia para la interpretación, aplicación y ejecución de la
Convención.
Asumiendo, siempre que concurra un interés legítimo -en este caso
representado por la existencia de víctimas españolas y descendientes de españolesel compromiso, y así se refleja en el artículo 23.4 de la Ley Orgánica del Poder
Judicial, de perseguir el delito de genocidio, como en sentido similar hacen el 6 del
STGB alemán y la Ley 5710/50 de Israel. El delito de genocidio se define en la
Convención de 9 de diciembre de 1948 y, por lo que se refiere a España, se incluye
en nuestro ordenamiento jurídico interno, eficaces para las personas culpables. Se
trata, pues, de una remisión expresa a la eficacia de las legislaciones internas de
desarrollo de la Convención, tal y como se dice en la Exposición de Motivos de la
Ley de 1971, que incorpora el delito de genocidio al Código Penal español.
En síntesis, pues, la vía del grupo nacional debe superar un primer problema:
la posible atipicidad en España como delito de genocidio en el momento de comisión
de los hechos de las conductas cometidas por los exterminadores chilenos, caso de
que se estimara que no afectaron a un “grupo nacional étnico”. Este problema puede
superarse aplicando la Constitución, que lleva a considerar inconstitucional la
reducción de los grupos nacionales a los de naturaleza étnica, de acuerdo con la
eficacia interpretativa de la legislación interna en materia de derechos fundamentales
de la Convención de 1948 que impone el meritado artículo 10.2 de la Constitución.
Pero, es que además, como se verá, también concurre el supuesto de genocidio
contra un grupo étnico (Los Mapuches).
TERCERO: El segundo problema que plantea la vía del grupo nacional para tipificar
la conducta de los exterminadores chilenos es su propio concepto. Sin embargo,
como después se verá, es factible tal conceptuación. “Grupo nacional” puede
significar “grupo perteneciente a una nación”, es decir, “grupo de una nación en
sentido territorial”, si bien en la legislación y práctica internacional la expresión
significa ante todo “grupo de origen nacional común” (cfr. Cherif Bassiouni,
International Criminal Law, Crimes, 1986, pag. 291). Así, se usa esta expresión, por
ejemplo, en el párrafo 1 del artículo 1 de la Convención Internacional sobre
Eliminación de todas las formas de Discriminación Racial de 21 de diciembre de
1965, que, al definir el concepto de “discriminación racial”, se refiere a toda distinción,
exclusión, restricción o preferencia basadas, entre otros, en motivos de linaje, origen
nacional o étnico.
En las discusiones habidas en el proceso de elaboración en la Convención de
1948 se pretendió precisarlo como grupo de una nacionalidad o ciudadanía, como
grupo de un mismo origen étnico, o como referencia a las minorías nacionales e,
incluso, a los pertenecientes a diferentes nacionalidades dentro de un Estado o
Nación. La Convención optó por la expresión “grupo nacional” por considerarla
comprensiva de estos supuestos que, en realidad, son restrictivos. En este sentido
puede decirse que en el ámbito del genocidio la idea de lo nacional se usa para
identificar grupos permanentes de personas de común origen.
Por lo demás, en el delito de genocidio el grupo a destruir total o parcialmente
sirve para determinar el elemento subjetivo especifico, motivo o intención
perseguidos con su destrucción. La conducta genocida no es sólo realizada con la
intención de destruir a un grupo, sino, además, por motivo de su pertenencia a una
nación, etnia, raza o religión. Esta idea no excluye, obviamente, la del genocidio de
grupos nacionales, la destrucción de grupos de común origen, pero diferenciados
dentro de una misma nación, entendida ésta como ámbito territorial o conjunto de
habitantes regido por el mismo Gobierno.
Es evidente que existen tales grupos con identidad nacional propia dentro de
una misma nación. Generalmente, en estos casos, la cohesión del grupo es étnica lo que explicaría la restrictiva legislación española anterior a 1983- racial o religiosa,
pero no son ajenas a esta idea otras señas diferenciadoras, como las territoriales,
históricas o lingüísticas, por ejemplo. Destruir total o parcialmente a los escoceses,
catalanes, vascos o corsos por el mero hecho de serlo, sería, sin duda, un genocidio
de grupos nacionales no necesariamente étnicos, con independencia de si ello se
hiciera por motivo de su lengua, tradición, pretensiones territoriales o ideología, ya
que lo decisivo es que la destrucción del grupo habría estado motivada,
precisamente, por su pertenencia a tal grupo nacional cohesionado en torno a
cualquier rasgo común diferenciador permanente.
De la misma manera, la definición de grupo nacional no excluye los casos en
los que las víctimas son parte del propio grupo transgresor, es decir, los supuestos
de “autogenocidio”, como el caso de los asesinatos masivos de Kampuchea. En el
precitado “informe Whitaker” se resalta que “el genocidio no implica necesariamente
la destrucción de un grupo entero (...) La expresión parcial del artículo 2 de la
Convención parece indicar un número bastante elevado, en relación a los efectivos
totales del grupo, o también una fracción importante de ese grupo, como la de sus
dirigentes”. “(...) El grupo de las víctimas puede, de hecho, ser tanto minoritario como
mayoritario en un país; (...) la definición no excluye el caso en que las víctimas
pertenecen al mismo grupo al que pertenece el propio autor de la violación.
El Ponente de las Naciones Unidas sobre los asesinatos en masa por los
Khmers rojos en Kampuchea califica esa matanza como “autogenocidio”, expresión
que implica una destrucción masiva en el interior del propio grupo de un número
importante de ese grupo"; como ha dicho Pieter Drost (The Crime of State, II
Genocide. Leyden, A.W. Sythoff, 1959) “la más grave forma del crimen de genocidio
es la destrucción deliberada de la vida física -o psíquica- de seres humanos
tomados individualmente en razón de su pertenencia a una colectividad humana
cualquiera en tanto que tal”. Concluye el documento que “para ser calificados de
genocidio, los crímenes cometidos contra un cierto número de individuos deben
apuntar a su colectivo o a ellos mismos en tanto que miembros o engranajes de ese
colectivo”.
La Carta del Tribunal Internacional Militar de Nuremberg incluye entre los
crímenes contra la humanidad -que no es lo mismo que genocidio- la "persecución
por causas políticas raciales o religiosas en ejecución o conexión con cualquier
crimen bajo jurisdicción del Tribunal". Sin embargo, aunque está reconocido en la
literatura internacional, que históricamente la destrucción de grupos nacionales,
étnicos, raciales o religiosos ha tenido una clara motivación política, y pese al
antecedente de la Carta de Núremberg, del análisis de las actas y trabajos sobre la
convención de 1948 se deduce que la Sexta Comisión encargada de su elaboración
excluyó conscientemente y después de un amplio debate los grupos políticos como
objeto del delito de genocidio debido, fundamentalmente, a la oposición de la Unión
Soviética.
Esto no significa que quedara al margen del genocidio la destrucción de
grupos por motivos políticos. Mucho más precisamente lo que esto significa es que
esos motivos políticos tienen que concretarse en un grupo nacional étnico, racial o
religioso para que la conducta de su destrucción total o parcial, pueda ser
constitutiva de genocidio. Sin estas identidades añadidas, la destrucción de grupos
ideológicos o políticos fue considerada ajena al delito de genocidio en la convención
de 1948. Esta exclusión ha sido reiteradamente contestada por la doctrina científica
más autorizada, sobre todo por que como dice el profesor José Manuel Gómez
Benítez (Genocidio e Inmunidad de los Jefes de Estado), “... la realidad, sobre todo,
ha ido imponiendo una forma distinta de interpretar la convención. Los exterminios de
grupos de personas por razones políticas han sido tan evidentes y atroces que cada
vez ha sido más injustificable mantener que no caben en la definición jurídica del
genocidio porque no coinciden con ninguno de los grupos aludidos en el texto de la
Convención”. “Se podría añadir que el concepto de genocidio es un concepto vivo y
que necesariamente debe de incluir aquellos supuestos que realmente le dan sentido
a la luz de los acontecimientos que se han ido produciendo desde la entrada en vigor
de la Convención.
Uno de los supuestos que más claramente apoya esta interpretación, que no
debe entenderse como extensiva, sino comprensiva del verdadero alcance que debe
darse al término grupo nacional, es el ya citado de Autogenocidio de Kampuchea,
respecto del cual, internacionalmente y muy especialmente EEUU en 1994, se
reconoce que entre el 17 de abril de 1975 y el 7 de marzo de 1979, lo ocurrido en la
Kampuchea Democrática (Camboya) fue un verdadero genocidio de grupos
nacionales por motivos políticos, aunque llegó a afectar no sólo al mismo grupo
Khmer de los aniquiladores, sino también a los propios Khmer rojos ideológicamente
discrepantes del grupo dirigente. Está ampliamente reconocido, que los primeros
grupos ejecutados fueron los cuerpos de policía, militares del ejército derrotado y
altos funcionarios de los regímenes anteriores, en ocasiones junto a sus familias.
Después siguieron las minorías étnicas y, acto seguido, en el contexto de la
pretensión ideológica de desaparición de las clases capitalistas, todos aquellos
comboyanos que fueron considerados por los dirigentes de los khmer Rojos bajo el
mando de Pol Pot, como sospechosos de actividades individualistas o favorables a
la propiedad privada, las masacres afectaron entonces a los propios cuadros de los
Khmer Rojos y campesinos Khmer. Todo ello, sin contar miles de ejecuciones
individuales, torturas y deportaciones” (J.M. Gómez Benitez.- Op. citada). No debe
olvidarse también que el propio Congreso de los EEUU aprobó el Cambodian
Genocide Justice Act que perseguía poner a disposición de los Tribunales a los
responsables de aquel genocidio.
CUARTO: Lo anterior se expone para expresar para decir que, por una parte el
concepto de “grupo nacional” que aquí se defiende no es esencialmente idéntico al
de “grupo político”, pero por otra que no excluye la inclusión del "grupo político" en la
formación de ese concepto. La doctrina, cuando habla del genocidio nazi, indica que
fue el resultado no de una guerra internacional, sino de una política calculada de
muerte colectiva por un Estado y que supuso la “destrucción estructural y
sistemática de personas inocentes por el aparato burocrático de ese Estado” (Irving
Horowitz, Taking Lives: Genocide and State Power. New Brunswick Transaction
Books, 1980). Algo muy aproximado puede decirse del genocidio que aquí se juzga.
En Chile -como posteriormente las Juntas Militares en Argentina-, los responsables
militares -Augusto Pinochet Ugarte y los demás miembros de la Junta Militar de
Gobierno- imponen en septiembre de 1973, a través de un Golpe de Estado, un
régimen de terror basado en la eliminación calculada y sistemática desde el Estado,
a lo largo de varios años, y disfrazada bajo la denominación de guerra contra la
subversión, de miles de personas en forma violenta con el fin de romper la propia
estructura del grupo nacional al matar, detener y hacer desaparecer las personas
que ejercen la función de liderazgo o de iniciativa ideológica en cada uno de los
sectores que se mencionan en los hechos. Es decir, se trata de una actuación
preordenada que se rige por unos principios muchos más profundos que la mera
discrepancia política, y, en la que se incluyen aspectos ideológicos, religiosos,
étnicos, etc, imbricados con aquellos y con el leiv motiv de luchar contra y erradicar
“la conspiración comunista/marxista que amenaza la civilización occidental”.
Cuando la víctima perseguida lo es por motivos raciales, religiosos o étnicos
(gitanos, judíos, indígenas) el agresor no se mueve, en ningún caso por
motivaciones raciales puras, abstraídas de cualquier otro componente ideológico,
sino que la construcción de ese sentimiento que da luz a la acción criminal se apoya
esencialmente en una base política en tanto que por un planteamiento de este tipo, sea fascista, comunista, capitalista o cualquier otro, se tiene una concepción racial
determinada, que es la que determina la actuación. Es decir la motivación políticoideológica es el elemento esencial de impulso de la conducta. En este caso nadie
duda de que la destrucción parcial o total de un grupo así identificado y atacado por
un agresor así motivado constituye un delito de genocidio. Pues bien, tampoco debe
dudarse en otorgar tal calificación cuando se da el supuesto contrario. Es decir,
cuando la acción ataca a los propios componentes del grupo nacional (concepto
esencialmente político), y, lo hace por motivaciones esencialmente políticas a las
que pueden ir unidas aquellas otras de índole racial o religiosa, o ideológicas, que se
plasman en acciones concretas como una mayor agresividad, sadismo, violencia,
intensidad en la tortura o vejación cuando la víctima concreta es un indígena, un
judío, un católico discrepante o meramente un intelectual contrario al pensamiento
oficial del grupo agresor, un no teista, al que se asimila “el comunista o el marxista”.
No aceptar esta interpretación es desconocer la naturaleza viva del concepto
de genocidio que no puede permanecer conforme a una interpretación estática y
contraria a la propia naturaleza de las cosas, e inalterada por su anclaje en unas
posiciones doctrinales, determinadas por el precedente inmediato de la segunda
guerra mundial pero que hoy día han evolucionado, conforme las agresiones contra
la humanidad se han ido refinando, seleccionando y "acondicionando" a las nuevas
situaciones diferentes a aquéllas que impulsaron la Convención de 9.12.48.
Esta interpretación, que concuerda con las valoraciones antes esbozadas
sobre el autogenocidio es respetuosa con el artículo 25 de la Constitución Española
y con la definición de la Convención sobre la prevención y sanción del genocidio con
el artículo 15.2 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos de 19 de
diciembre de 1966 a cuyo tenor nada de lo dispuesto en este artículo se opondrá “al
juicio ni a la condena de una persona por actos u omisiones que en el momento de
someterse, fueran delictivos según los principios general del derecho, reconocidos
por la Comunidad Internacional”, y el artículo 607 del Código Penal español, e integra
la realidad actual de este tipo de delitos, y, sobre todo es de aplicación clara al caso
que se enjuicia en este procedimiento.
En conclusión, si, no puede eliminarse la motivación política cuando esa
acción genocida es por razones étnicas o religiosas con mayor razón, no puede
prescindirse de la calificación como genocidio cuando la base de la acción delictiva
está formada por la motivación política y el objeto de la agresión es exactamente el
mismo grupo de personas (grupo nacional al que pertenece también el agresor,
como sector predominante por el uso de la fuerza), a través de los mismos medios
comisivos, -muertes, secuestro seguido de desaparición, torturas, agresiones
sexuales, o desplazamientos forzosos- y con la misma finalidad eliminar la
discrepancia ideológica y de oposición política, que en todo caso se manifiesta en
uno y otro supuestos. Por tanto, los partidos políticos, como elementos básicos de
convivencia y de integración de la democracia (art. 6 en relación con el art. 1 de la
Constitución Española) son parte integrante del grupo Nacional en el que desarrollan
su función constitucional, y, por ende toda agresión a los mismos y, especialmente
al liderazgo que se ejerce ataca a la propia identidad del grupo. En idéntico sentido
cabe hablar de los demás sectores ideológicos que forman el concepto de grupo
nacional para lo cual no debe acudirse exclusivamente a aspectos territorialistas de
ubicación del grupo sino también a lo que le da una identidad real, cultural,
profesional, social y política determinadas.
Como normas y resoluciones o doctrina científica que sirven de apoyo a la
interpretación aquí sostenida se citan:
1.-La Resolución 96 (I) ya mencionada, de las Asamblea General de la ONU de 11
de diciembre de 1946 es genocidio la destrucción de grupos, raciales, religiosos o
políticos.
2.-Opinión Consultiva, ya citada, sobre las Reservas al Convenio sobre el Genocidio
de 1948, 1951 del Tribunal Internacional de Justicia.
3.- El artículo 5 h) del Estatuto del Tribunal Internacional para la Ex Yugoslavia
sanciona la persecución por motivos políticos, raciales y religiosos.
4.- Informe M.B. Whitaker, sobre la Cuestión de la Prevención y la Represión del
Crimen de Genocidio. Resolución 1983/83 del Consejo Económico y Social de
Naciones Unidas de fecha 27 de Mayo de 1983, edición revisada de fecha 2 de Julio
de 1985, E/CN-4/Sub 2/1985/6.
5.-The Crimen of State, 11/o genocide. Leyden, A.W. Sythoff, 1959, de Pieter Drost.
6.-El crimen de genocidio político, subsanción de la mancha negra de la Convención
contra el Genocidio. Autor Beth Van Schaack, en The Yale Law Journal no. 106,
1997.
QUINTO: En efecto, la eliminación de personas desatada por el imputado y los
demás responsables de la Junta Militar de Gobierno, no puede considerarse
parcialmente como una serie de acciones deslavazadas e inconexas, ni como una
pluralidad de acciones meramente coincidentes en el tiempo, sino, como una acción
coordinada y planificada hasta en sus más mínimos detalles, contra parte del propio
grupo nacional chileno que todos integran. Así se revela a la vista de la selección de
personas cuya eliminación se busca, las técnicas de detención y desaparición
empleadas, la existencia de centros específicamente destinados a campos de
concentración, y, práctica de la tortura con “control científico”; los enterramientos
clandestinos; la conspiración con otros responsables militares para actuar en el
exterior del país contra los propios nacionales; el entrenamiento de Fuerzas
Especiales; creación de organismos clandestinos que obedecen a ordenes secretas
como la DINA o CNI.
Todo este conjunto de elementos unidos a la detentación del poder absoluto
tiene sentido si se dirige más allá de la mera represalia a los opositores políticos, que según los medios empleados y las finalidades perseguidas, podrá constituir
también y con independencia una actividad terrorista-. Es decir si lo que se busca es
la regeneración ideológica, política y religiosa del grupo, mediante la eliminación
violenta de aquellos “elementos” (ciudadanos) “prescindibles” o, que estorban ese
proyecto de Nuevo Orden: o lo que es lo mismo a todos los que se opongan o
supongan un peligro aunque sea ficticio para la parte del grupo que ha triunfado y
oprime al otro.
La realidad de lo dicho se desprende del relato de hechos que se especifica
en este auto, y, de los indicios (testimonios) que después se expresarán y, en los
que se apoyan la enumeración de aquellos.
La resolución de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de
15.10.96 en su punto 46 dice: “El gobierno militar que estuvo al frente del país desde
el 11 de septiembre de 1973 hasta el 11 de marzo de 1990, llevó a cabo una política
sistemática de represión que resultó en miles de víctimas de desapariciones,
ejecuciones sumarias o extrajudiciales y torturas... Ese gobierno había empleado
prácticamente la totalidad de los medios conocidos para la eliminación física de los
disidentes”.
La finalidad de destrucción de un sector significativo del grupo nacional
estructurado este en sus diversa sectores según la relación, no exhaustiva,
contenida en los hechos, se desvela en la eliminación selectiva con fines criminales
del liderazgo en esos sectores, institucionalmente organizado de más del 50 % de la
Nación Chilena víctima del autogenocidio o intra-genocidio, -jefe del Estado,
dirigentes de los Poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, Ayuntamientos,
Universidades, Iglesias, Sindicatos, Partidos Políticos, Organizaciones profesionales
y culturales en las que se estructura esa nación-. De esta forma se consigue la
destrucción de aquel grupo que desaparece del conjunto nacional en beneficio del
grupo dominante, encabezado por la estructura militar, de la que es corresponsable
el imputado Pinochet Ugarte.
Por otra parte, la mecánica actuación y los medios comisivos utilizados por
los presuntos autores, aceptada la existencia del grupo nacional dirigidos a acabar
con la vida de las víctimas o bien les imponen daños en su salud física y mental o
les obligan a desplazarse sin voluntad o contra su voluntad, o a exiliarse en número
muy elevado, o atacan su libertad sexual en forma sistemática. Esta actuación tiene
lógica y sentido si forma parte de un plan de purificación del propio grupo una vez
eliminados los elementos perturbadores de su unidad. Es decir los líderes o
dirigentes que les cohesionan.
SEXTO: Como antes se ha apuntado, la acción penal que se describe también tiene
otros matices y admite otras aplicaciones igualmente aceptables y que aquí se
acogen. En efecto, la conducta de AUGUSTO PINOCHET y de los demás
corresponsables con él está guiada por la finalidad de destruir en forma sistemática a
la persona disidente o que se juzga disidente por razones ideológicas o de mera
adscripción al grupo ideológico.
En la discusión sobre los grupos objeto de genocidio en la Convención de
1948 se sostuvo por la mayoría de los participantes que los grupos ideológicos o
políticos deberían ser tratados igual que los religiosos, pues ambos tienen una idea
común (ideología) que une a sus miembros.
Los hechos investigados pueden ser subsumidos además de en la
destrucción parcial de un grupo nacional, en la destrucción de un grupos por motivos
religiosos, equiparando esta conducta a la destrucción de un grupo religioso. Uno de
los “leiv motiv” del accionar represor militar estuvo guiado por preservar lo que ellos
denominaban la moral occidental y cristiana frente al internacionalismo y el
marxismo, es decir frente al ateísmo; así como la eliminación de aquellos que eran
contrarios a la posición religiosa oficial de la Junta de Gobierno, como ocurrió con el
“Grupo Cristianos por el Socialismo”.
Se ha apuntado antes la equiparación entre destrucción de un grupo por
motivos religiosos y destrucción de un grupo religioso; en este sentido hay que
señalar que está consolidada doctrinalmente la idea de que los términos “religión” o
“creencia” comprenden las convicciones teístas, no teístas y ateas, según
comentario al artículo 1 del Borrador de la Convención Internacional para la
eliminación de toda forma de Intolerancia y Discriminación basada en la Religión o
creencia, aprobado por el Comité de la Asamblea General de Naciones Unidas en
1967, recogido por toda la doctrina.
Históricamente esta vía ha sido aplicada a la deportación masiva de niños
tibetanos a centros chinos de formación marxista para sustraerlos a toda formación
religiosa, (cfr. Le Tibet et La Republique populaire de China, en Revue de Droit Penal
e Criminologie, Febrero de 1961. Pag. 541; también, La cuestión del Tíbet y el
Imperio de la Ley, Comisión Internacional de Juristas, Ginebra 1959; todo ello citado
por Javier Sáenz de Pipaón y Mengs, en Delincuencia Política Internacional.
Especial consideración del delito de genocidio, Instituto de Criminología de la
Universidad Complutense, Madrid, 1973, pag. 152). Aunque es verdad que en este
supuesto se trataba claramente de un grupo nacional en el sentido tradicional de la
expresión, con una clara identidad religiosa budista, no es menos cierto que la
conducta se consideraba genocida en cuanto destrucción de un grupo por motivos
ideológico-religiosos. Existe un gran paralelismo entre esta depuración ideológica
religiosa de corte marxista oriental y la pretendida en sentido inverso por Augusto
Pinochet de 1973. Es decir, se trata de combatir todo lo que sea contrario a la
ideología oficial religiosa del grupo dominante representado por la Junta Militar de
Gobierno.
Esa acción va dirigida por tanto a la destrucción de un grupo cohesionado por
su común ideología atea o agnóstica y, por ende, que no aceptan la doctrina y
creencias cristianas. Por eso, puede decirse que en Chile, como con más claridad
sucede en Argentina, entre marzo de 1976 y diciembre de 1983, aunque con matices
diversos, se trata de destruir en sentido inverso al pretendido por los marxistas
chinos, a quienes, según el criterio de los genocidas, no profesan una ideología
religiosa determinada (no teísta o atea), o no la profesan en la forma que aquéllos
entienden que deben hacerlo. Esto explicaría la existencia, en el caso de Chile, de
unas iglesias combativas en contra de las acciones de los responsables militares y
que éstos persiguieran a los religiosamente discrepantes -Cristianos por el
Socialismo- y a los no religiosos (marxistas u otros).
Destruir a un grupo por su ateísmo o su común no-aceptación de la ideología
religiosa oficial de los genocidas es, también, según esto, destrucción de un grupo
religioso, en la medida en que, además el grupo a destruir se comporta técnicamente
como objeto de identificación de la motivación o elemento subjetivo de la conducta
genocida. Parece, en efecto, que la conducta genocida puede definirse tanto de
manera positiva, en función de la identidad del grupo a destruir (musulmán, por
ejemplo), como de forma negativa y, por cierto, de mayores pretensiones genocidas
(todos los no cristianos, o todos los ateos, los cristianos de determinado signo, etc.).
Esta idea concluye, que es genocidio de un grupo religioso la destrucción
sistemática y organizada, total o parcial de un grupo por su ideología atea o no
cristiana, es decir, para imponer una ideología religiosa cristiana determinada tanto a
aquéllos como a éstos si son discrepantes, eliminándolos al no conseguirlo o
eliminándolos por esa adscripción.
Por otra parte también se ha descrito en el hecho Décimo Octavo la
existencia de un presunto delito de genocidio por razones étnicas. En efecto la Tribu
o pueblo arancano de los Mapuches tiene una identidad étnica propia con cultura,
religión, lengua y costumbres propia y diferenciadas de la configuración moderna de
la sociedad. Esa diferencia ha sido reconocida legalmente como parte de la cultura
indígena acuriendia y por tanto con derecho, reconocido por los Organismos
Nacionales e Internacionales, a una propia existencia que no puede ser atacada en
ninguno de sus aspectos, y, que sí lo es a través de alguna de las formas previstas
en el Convenio contra el genocidio y el artículo 607 del Código Penal da lugar a la
conducta generalmente reprochable que aquí se enjuicia.
La agresión al pueblo Mapuche no es ni casual ni puede diluirse en cualquiera
de los grupos anteriores que se han descrito (autogenocidio o por motivos
ideológicos) sino que tiene una identidad propia y como resalta el informe de Amnisty
Internacional y el titulado People of the Laud del Comité Inter Iglesias Pro Derechos
Humanos en América Latina, y, se tendrá ocasión de constatar a lo largo de esa
causa, se produce con mayor intensidad por su pertenencia a ese grupo étnico, con
el fin de romper su forma de vida, eliminando la distribución de tierras y propiedades,
y, obligando a la dispersión de parte de sus miembros o simplemente eliminándolos.
Por otra parte las condiciones de las detenciones, vejaciones y torturas
también se agravan en razón a la adscripción al grupo etnico o religioso (judios).
SEPTIMO: Los hechos podrían ser asimismo constitutivos de un delito de terrorismo
desarrollado a través de la ejecución de múltiples muertes, lesiones, detenciones,
secuestros, colocación de explosivos e incendios de los artículos 515, 516.2/o y 571
del Código penal.
Los requisitos que el texto penal exige en este caso concurren, tal como
desvela la dinámica delictiva descrita:
1.- Parece claro que el elemento teleológico exigido por el Código Penal español, subvertir el orden Constitucional o alterar gravemente la paz pública-, no debe
entenderse como orden constitucional o paz pública españolas por cuanto ello
impediría la persecución de todo delito de terrorismo cometido fuera de España en
abierta contradicción con la vocación universal proclamada por el artículo 23.4 de la
L.0.P.J. Por el contrario ha de referirse a un orden constitucional equivalente al
español, es decir, el que exige que “el Estado sea Social y democrático de Derecho,
que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico la libertad, la
Justicia, la igualdad y el pluralismo político”, que proclama el artículo número 1 de
nuestra Constitución. Es decir, precisamente el que se cercenó de forma ilegal e
ilegítima por la Junta de Jefes de las Fuerzas Armadas, luego Junta de Gobierno,
encabezada por el Sr. Pinochet Ugarte, con el Golpe de Estado en Chile el 11 de
septiembre de 1973. Por tanto, puede afirmarse que tal actuación delictiva en sí
misma considerada, constituye el primer atentado a la paz pública y al orden
constitucional chileno, y, determina que el elemento teleológico concurre en toda su
extensión. Ha de tenerse en cuenta que la Constitución chilena se mantuvo vigente
hasta 1980 y prohibía expresamente actos como los perpetrados por aquéllos.
2.- Respecto al elemento de la concreción delictiva, no existe duda alguna por cuanto
se desarrolla todo el catálogo de delitos al que se refiere el Código Penal y que
integran los delitos de terrorismo (incendios, asesinatos, lesiones,torturas,
detenciones ilegales, desapariciones, etc ... )
3.-Finalmente, en cuanto al elemento objetivo de que exista organización terrorista o
banda armada, podría decirse que se puede acudir al artículo 577 del Código Penal
(antiguo artículo 174 bis b) Código Penal derogado) que presupone la inexistencia de
organización terrorista o banda armada y de esta forma quedar solucionada la
cuestión, sin embargo es preciso resaltar que resulta clara la existencia de un plan
preconcebido de la Junta Militar de Gobierno de Chile con Augusto Pinochet a la
cabeza para conspirar y ejecutar posteriormente en forma sistemática, mediante
unas organizaciones específicamente creadas para ello -la Dina, la CNI y otras que
se citan en los Hechos-, toda una serie de atentados contra opositores políticos y
guiados por la misma finalidad de atacar al grupo ideológicamente contrario no sólo
en el interior de Chile, sino también fuera de él utilizando para ello explosivos y armas
de guerra y sirviéndose de organizaciones terroristas italianas -Avanguardia
Nazionale- o servicios de inteligencia de otros países -como Argentina, Paraguay o
Uruguay- que formaban con Chile parte del Plan Cóndor que integra la estructura de
una auténtica organización terrorista al margen de toda norma legal incluidas las
dictadas por la propia Junta de Gobierno.
Las dificultades que aparecen en torno a la aparente “contraditio in terminis”
que surge cuando se habla de Terrorismo de Estado, se soluciona partiendo de la
base de que la Dictadura se caracteriza por la inoperancia del Principio de Legalidad
por lo que los propios órganos del Estado actúan al margen de la legalidad, aunque
ésta exista formalmente. Lo cierto es que en el caso que nos ocupa, y, como se ha
visto, se crearon toda una serie de Organismos y Estructuras institucionales al
margen de la legalidad formal, pero por los responsables del Estado y, en particular,
por quienes lo dirigían con el fin de ejecutar asesinatos, secuestros, torturas,
desaparición forzada de personas con el fin de eliminar la disidencia política y acabar
con toda discrepancia ideológica en cualquier sector.
El hecho de que el terrorismo se incluya por la LOPJ en su artículo 23.4
como delito susceptible de persecución universal ha de entenderse va referido no
tanto al terrorismo, sea nacional o internacional que se produzca en España, porque
tal aspecto ya está cubierto por la legislación interna, sino más bien a aquellos
supuestos por los que España como miembro de la Comunidad Internacional tiene
interés en perseguir, aunque su concreción evidentemente se tenga que hacer,
como no podía ser de otra forma, con arreglo a las leyes españolas.
El interés de España, como miembro de aquella Comunidad no radica en el
hecho de que haya o no víctimas españolas sino en el hecho de que el terrorismo
participa del concepto de crimen contra la Humanidad y existe el interés común de
los países en perseguirlo al constituir un caso claro de responsabilidad penal
internacional cuando el terrorismo tiene este carácter y especialmente se utiliza
como un método de represión político-ideológica y se desarrolla desde las
estructuras del Estado o desde el mismo Estado a través de sus representantes. En
este punto es oportuno nombrar la resolución de la Asamblea General de Naciones
Unidas en la que se insta a adoptar todas las medidas precisas para combatir y
eliminar todos los actos de terrorismo donde quien y por quien quiera que los haya
cometido (Doc. A/50/186 de la Asamblea General de 22 de Diciembre de 1995).
Por otra parte, es acertado el criterio de que en ningún caso puede atribuirse
a la competencia extraterritorial en materia de terrorismo una finalidad de
autoprotección del estado español sino aquella otra expuesta en el párrafo anterior.
La conceptuación del terrorismo como crimen internacional, supone que no
rige la exigencia de la doble incriminación y por tanto puede ser perseguido aún en el
supuesto en el que no lo fuera en el país en el que ocurren los hechos en el
momento en que suceden, porque lo importante es el principio de persecución
universal que impone la intervención supranacional y la competencia extraterritorial
al amparo del artículo 23.4 de la Ley Orgánica del Poder Judicial en relación con el
artículo 15.2 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos hecho en New
York el 19 de diciembre de 1966. Consecuentemente con todo lo anterior ha de
concluirse que la referencia que la Ley Organica del Poder Judicial hace al
terrorismo según la Ley penal española supone que se protege tanto el Orden
Institucional español como el Orden Institucional de otros países cuando se ve
atacado por alguno de los medios como típicos contra las personas y los derechos
humanos. Es decir se protegen bienes jurídicos internacionales y no solo los
intereses internos. En el caso de autos se comprueba como desde el inicio de la
actuación de la Junta de gobierno sus responsables, con Augusto Pinochet a la
cabeza dispusieron de todos los medios necesarios y dieron las instrucciones
oportunas para que la represión generalizada fuera clandestina coordinada y
organizada dentro y fuera del País; no dudando en acudir al auxilio de otras
organizaciones terroristas o a otros servicios igualmente contestes en el actuar
terrorista.
OCTAVO.- Los hechos también pueden integrar el delito de tortura de los artículos
173 y 174 del Código Penal. Se introduce en el Derecho penal español aunque sin
identificarlo así, por Ley orgánica 31/78 de Julio en el artículo 204 bis del Código
Penal dentro de los delitos contra la Seguridad Interior Estado; actualmente se
incluye en Título independiente en los artículos 731.74 del Código penal. En esta
materia ha de tenerse en cuenta, - a efectos de la consideración de la tortura como
delito de persecución universal-, el artículo 7 del Pacto Internacional de Derechos
Civiles y Políticos, de 16.12.66, ratificado por España el 27.4.77 que prohíbe la
tortura; los tratos inhumanos y degradantes; el artículo 5.1. c) de la convención
contra la tortura y otros tratos o Penas crueles inhumanos y degradantes aprobado
el 10 de Diciembre de 1984 en New York y ratificado por España el 21 de 1987,
establece en su artículo 5.1.c) que establece que -Todo Estado parte dispondrá lo
que sea necesario para instituir su jurisdicción sobre los delitos a que se refiere el
artículo 4 .... cuando la víctima sea nacional de ese Estado y este lo considere
'apropiado'; el artículo 3 de las Cuatro Convenciones de Ginebra de 12 de Julio de
1949 ratificadas por España que se refiere a las normas básicas aplicables a todo
conflicto armado, incluyendo en ellas los no internacionales o internos que prohíben
en cualquier tiempo y en cualquier lugar las torturas y los tratos inhumanos. En el
mismo sentido se pronuncia el artículo 6 c) del Estatuto del Tribunal de Nuremberg,
el artículo 5.e) del Estatuto del Tribunal para la Ex-Yugoslavia creado en 1995.
Por su parte el artículo 23.4g) de la Ley Orgánica del poder judicial de 1.7.85.
dispone que es competente la jurisdicción española para conocer de los hechos
cometidos por españoles o extranjeros fuera de territorio nacional susceptibles de
tipificarse como delito y que según los Tratados o convenios internacionales, deba
ser perseguido por España.
Finalmente el artículo 15 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y
Políticos de 19.12.66 después de establecer el principio de legalidad afirma que
"Nada de lo dispuesto en este artículo se opondrá al juicio ni a la condena de una
persona por actos u omisiones que, en el momento de cometerse, fueran delictivos
según los principios generales de derecho reconocidos por la comunidad
internacional.
Por tanto, el mandato está contenido en la legislación internacional, la
tipificación en el Código Penal desde 1978 y la norma procesal en la Ley Orgánica
del Poder Judicial aplicable con base a dichos convenios internacionales y por el
principio procesal "tempus regit actum". En todo caso, y ante la dificultad que podría
presentar el artículo 9.3 de la C.E., los hechos integrantes de las torturas,
necesariamente, deber ser investigados -a partir de su tipificación como delito en
Julio de 1978-, y en todo caso, como uno de los instrumentos a través de los cuales
se ha ejecutado el delito de genocidio presuntamente cometido por el imputado
(artículo 607 Código Penal en relación con el 135 bis del Código Penal texto
refundido de 1973) y el propio delito de terrorismo en cuanto aquellas pueden
ocasionar lesiones graves e incluso la muerte.
NOVENO: Una Vez calificados jurídico-penalmente los hechos y realizados algunos
apuntes complementarios sobre la jurisdicción en la línea del auto del la Sala de lo
Penal en Pleno de S. 1 1. 98 y cuyo contenido se asume y se da aquí por
reproducido al igual que el del auto por el que se propone la extradición de Pinochet
Ugarte de fecha 3.11.98, conviene incidir aunque sea mínimamente en algunos
aspectos relacionados con el carácter permanente de alguno de los presuntos
delitos aquí imputados y el carácter de personas especialmente protegidas de varias
de las víctimas en concreto de- Orlando Letelier y el ciudadano español Carmelo
Soria y la consecuencia derivada de la obligación de investigación.
Tanto uno como otro tenían el status de persona internacionalmente protegida
en el momento de su ejecución y muerte por la DINA siguiendo las ordenes últimas
de Augusto Pinochet Ugarte y, por ende le es de aplicación al caso el Convenio
sobre la Prevención y el Castigo de delitos contra las personas Internacionalmente
protegidas, aprobado por resolución de la Asamblea General de fecha 14.12.73
(BOE 7.2.86). En la fecha del atentado contra Orlando Letelier, y, tal como se
reconoce en la propia sentencia del caso, aquél tenía dicho status. Por su parte, en
la fecha del secuestro, torturas y muerte de Carmelo Soria Espinoza, a manos de
funcionarios del Estado de Chile el 14.7.76, aquél es funcionario internacional de
Naciones Unidas, designado por el Secretario General y goza por tanto de las
prerrogativas e inmunidades del Convenio suscrito por la CEPAL (Comision
Económica para América Latina) y el Gobierno de Chile de 29.10.74. Igualmente se
encuentra amparado por las disposiciones establecidas en la Carta de las Naciones
Unidas; en la Convención sobre prerrogativas e inmunidades de las Naciones
Unidas y muy especialmente por el Convenio primeramente citado.
En autos están acreditados todos estos extremos. Así, en el sumario
instruido por la Corte Suprema de Chile y archivado en aplicación del Decreto de
Autoamnistía de 1978 , constan: 1.-El estatuto de la CEPAL (ONV) cuyo artículo VII
establece la inmunidad en Chile de sus funcionarios. 2.-La certificación de Naciones
Unidas del carácter de funcionario Internacional de Carmelo Soria en el momento de
su muerte. 3.-La certificación de NN.UU. de que el vehículo en que es secuestrado
Carmelo Soria era de su propiedad y con matrícula de la ONU. 4.-Oficio del
Ministerio de Asuntos Exteriores de Chile, de fecha 30.4.92 en el que se reconoce a
Carmelo Soria la condición de funcionarios de la ONU en la fecha de su muerte. En
el Convenio sobre Prevención y el Castigo de delitos contra personas
internacionalmente protegidas se establece: a) Art. 1.-b. Se entiende como persona
internacionalmente protegida, a cualquier representante, funcionario o personalidad
oficial de un Estado, o cualquier funcionario, personalidad oficial u otro agente de una
Organización Intergubernamental, que en el momento y en el lugar en que se cometa
un delito contra él tenga derecho, conforme al Derecho Internacional a una
protección especial contra todo atentado a su persona, libertad o dignidad, así como
los miembros de su familia que formen parte de su casa. b) El artículo 2, 1. incluye
los delitos que deban ser calificados como tales a los efectos de aplicación del
Convenio, cuando se realicen intencionalmente: a) La Comisión de un homicidio,
secuestro u otro atentado contra la integridad física o la libertad de una persona
internacionalmente protegida. c) El artículo 3, establece que "Cada Estado parte
dispondrá lo que sea necesario para instruir su jurisdicción sobre los delitos
previstos en el párrafo 1 del, artículo 2 en los siguientes casos: a)Cuando el delito se
haya cometido en el territorio de ese Estado o a bordo de un buque o aeronave
matriculado en ese Estado. 3. La presente Convención no excluirá ninguna
jurisdicción penal ejercida de conformidad con la legislación nacional"; c) El artículo
7, estipula el Estado parte en cuyo territorio se encuentre el presunto culpable, de no
proceder a su extradición, someterá el asunto, sin ninguna excepción ni demora
injustificada, a sus autoridades competentes para el ejercicio de la acción penal,
según el procedimiento previsto en la legislación de ese Estado; d)Por último, el
artículo 8.4 dispone, a los fines de la extradición entre Estados partes, se
considerará que los delitos se han cometido, no solamente en el lugar donde
ocurrieron, sino también en el territorio de los Estados obligados a establecer su
jurisdicción de acuerdo con el párrafo 1 del artículo 3.
Esto quiere decir que, vista la imposibilidad de continuación del procedimiento
contra Augusto Pinochet 'como presunto culpable' por estos hechos en Chile por
aplicación del derecho de Autoamnistía, a pesar de que existen suficientes e incluso
abundantes elementos de prueba para determinar 'prima facie' que aquél ha
cometido y participado en los delitos precisados (art. 1.2 de la Convención), ha de
enjuiciársele o en el país en el que actualmente se encuentra o en España que
reclama su extradición por estos hechos, enmarcados en los delitos de genocidio,
terrorismo y torturas.'. Por tanto, en ningún caso desde esta óptica, puede denegarse
la extradición si no es con la obligación de enjuiciamiento en Inglaterra, o, previa la
adopción de las medidas legales correspondientes incluida la modificación
constitucional correspondiente por los Tribunales de Justicia de Chile. De no ser así
lo único que se realizaría sería encubrir la misma suerte de impunidad e inmunidad
que el Sr. Pinochet Ugarte tiene en Chile y que la Cámara de los Lores, jurisdicción
en la que se halla, la ha negado a instancias de la Justicia Española. (ver el artículo
22.(2) letra (d) de la Extradition Act de 1989 inglesa que se pronuncia en este
sentido).
DECIMO: De acuerdo con lo dispuesto en el art. 384 de la Ley de Enjuiciamiento
Criminal, en este momento, y, a pesar de no contar con la declaración del imputado
Sr. Pinochet Ugarte, cuya práctica se ha solicitado por medio de Comisión
Rogatoria, existen suficientes indicios racionales de responsabilidad penal en su
contra y, por ello ha de acordarse su procesamiento con el fin de que pueda conocer
concretamente los hechos que se le imputan y por los que en su momento será
objeto de enjuiciamiento. Por tanto y razonadas ya las figuras jurídicas, según la
argumentación de los razonamientos precedentes, procede hacer una mención , si
quiera sea breve a la presunta participación del imputado Sr. Pinochet Ugarte y en
segundo lugar una enumeración que no pretende ser exhaustiva, por cuanto la
instrucción de la causa continua, de los indicios de criminalidad que hasta el
momento se han barajado y en los cuales se apoya esta resolución.
Los indicios obtenidos son de dos clases (es necesario resaltar aquí la
dificultad de obtención de datos y elementos ante la falta de colaboración de las
autoridades chilenas, sólo suplida por el esfuerzo de las víctimas y organismos
internacionales así como otros países que han atendido las peticiones de auxilio
judicial) directos, es decir aquellos de los que se desprende una concreta aunque
presunta relación entre el hecho descrito y la consecuencia jurídica derivada del
mismo y la participación en aquél de la persona o personas que se mencionan en el
relato fáctico; e indirectos, es decir, aquellos indicios que sin hacer referencia
concreta a la situación a la que se aplican, reafirman o apoyan otro indicio directo o
dan fuerza o coherencia al propio relato, o explican por qué los hechos se han
producido en una secuencia determinada y no en otra diferente, o ayudar en fin a
entender una concreta situación dotándola de una lógica que permita huir de
interpretaciones absurdas y la ajuste a la realidad del hecho cometido, teniendo en
cuenta las circunstancias personales y de espacio y tiempo concurrentes.
DECIMO PRIMERO: En cuanto al elemento subjetivo de las figuras delictivas
mencionadas, -genocidio, terrorismo y torturas-, parece obvio que se trata de ¡lícitos
eminentemente dolosos en los que importa, respectivamente, que es:
a) el dolo directo de destruir al grupo humano en los diversos de manifestación
b) El animo de atacar a la estabilidad constitucional, orden público o Comunidad
Internacional a través de formas que integran la categoría de crimen contra la
humanidad, y,
c) en ese mismo contexto degradar a la persona como miembro del género humano
y de la Comunidad Internacional atacando a bienes tan preciosos como la vida, la
integridad física o la libertad.
Por último, el elemento subjetivo implica que la conducta, aún incidiendo en
cada uno de los sujetos, se inserta en un plan global preordenado a conseguir las
finalidades propuestas, a) de desaparición parcial del grupo nacional a través de la
eliminación selectiva de personas del propio grupo nacional por razones ideológicas,
(políticas), étnicas y religiosas, agravando la represión en estos últimos casos, y, en
todos ellos imponiendo desplazamientos forzados, exilios, expulsiones masivas de
los puestos de trabajo o agresiones sexuales y vejaciones múltiples; b) de desarrollo
de una acción criminal terrorista organizada y coordinada en el interior y en el exterior
(Plan Cóndor) para la eliminación de los opositores políticos o de aquellas personas
que potencialmente, según los responsables, podían suponer un riesgo; y c) de
ejecución de torturas sistemáticas en todos los casos.
Pues bien, en autos está acreditado indiciariamente el acuerdo de voluntades
de los responsables militares, encabezados por Augusto Pinochet Ugarte, para
acabar con el sistema Constitucional Chileno, con la vida del Presidente
Constitucional e iniciar todo un sistema de represión selectivo pero masiva en el
sentido expuesto y para ello dotan a todas las instituciones y personas
jerárquicamente subordinadas de todos los medios no formalmente legales e ilegales
necesarios y de la impunidad precisa -no existe el ejercicio del 'ius puniendi' del
Estado, que desde sus instituciones no solo incita sino que coordina el ejercicio del
terror- para acometer la labor encomendada. Así se instaura el sistema de
ejecuciones sumarias sin juicio, con enterramientos masivos en lugares no
identificados, Centros de Detención Clandestina que funcionan como campos de
concentración, se diseña un sistema "científico" de torturas, se crean organizaciones
como la DINA o la CNI que desarrolla acciones paramilitares; para desarrollar esas
acciones en el interior y en el exterior; se diseña un sistema de coordinación
terrorista internacional de apoyo y asistencia de otros países u otros organizaciones
terroristas para la eliminación o entrega ilegal de prisioneros que después son
ejecutados (Plan Cóndor).
Al frente de todo este organigrama del terror se encuentra presuntamente
Augusto Pinochet Ugarte, que si bien no participa en la ejecución material de los
hechos sí idea el plan y lo financia con cargo a los fondos públicos del propio Estado
cuyo poder, en unión de los demás mandos militares de la Junta de Gobierno,
usurpa y ejerce a partir del 11 de septiembre de 1973.
La presunta participación de Augusto Pinochet como inductor está clara por
cuanto su acción anterior a que se concretan los hechos delictivos, (detenciones
ilegales, asesinatos, desaparición, torturas); a) es directa y se ejerce sobre personas
determinadas.
Como Jefe de la Junta de Gobierno y Presidente de la República tiene el
poder de hacer cesar la situación inmediatamente, aunque contrariamente a ello, la
incita y anima dando las ordenes oportunas a sus inferiores, controlando incluso a
veces, con dominio absoluto del hecho, la ejecución directa a través de la Jefatura
exclusiva de la DINA; b) para cometer delitos determinados como los enumerados a
los que habría que añadir la malversación de caudales públicos por la utilización de
fondos públicos para fines ilegales y delictivos, o los delitos contra el patrimonio
derivados de los apoderamientos violentos de los bienes de las víctimas; c) con
sujetos pasivos igualmente determinados, que se concretan en las personas
enumeradas en esta resolución y todos aquellos cuya identificación se desconoce
pero que tienen una entidad e identidad real y que sufrieron la acción delictiva
descrita; d) es también eficaz y causante de la determinación del autor, que recibe la
orden de los mandos militares superiores y estos de los integrantes de la Junta de
Gobierno; e) es abierta, clara y no insidiosa como lo demuestra el desarrollo de los
hechos y la falta de sanción penal adecuada o ni siquiera administrativamente
mínimas; f) es dolosa por cuanto, no puede hablarse con seriedad de
desconocimiento, error o negligencia, sino de consciencia y voluntad de ejecución
directa, y, g) es seguida de la ejecución del delito convenido, extremo que no
necesita, en este momento de mayor concreción.
Augusto Pinochet, en su papel de Director del plan delictivo provisionalmente
establecido desarrolla, como ya se ha expuesto, toda una serie de actos necesarios
e insustituibles e imprescindibles, sin los cuales no se habría producido la comisión,
persistencia y permanencia de la acción delictiva, efectuada según el plan
previamente concertado en el que cada uno de los partícipes desempeñan los
respectivos "roles o papeles" que han asumido y en los que resultan difícilmente
sustituibles de acuerdo con la "teoría de los bienes escasos". En efecto, los
miembros de la Junta de Gobierno, los mandos militares implicados, en especial los
de los Servicios de Inteligencia o aquellos que cumplieran las ordenes en inmediata
relación de jerarquía, difícilmente pueden escapar a la conceptuación de coautores.
Pero, desde luego, tal calificación es ineludible para Augusto Pinochet Ugarte
(artículos 27 y 28 del Código penal).
DECIMO SEGUNDO: En este razonamiento jurídico Garzón detalla un total 107
documentos, declaraciones, informes y sentencias que contienen los indicios en los
que el juez ha basado el procesamiento de Pinochet.
Entre estos documentos figuran los remitidos por las autoridades judiciales
de Estados Unidos Italia así como nueve tomos en los que se contienen las
investigaciones sobre el asesinato del diplomático español Carmelo Soria.
DECIMO TERCERO.- Los hechos y presuntos delitos descritos son imputables,
vistos los indicios y razonamientos expuestos, a AUGUSTO PINOCHET UGARTE,
por lo que, de acuerdo con el artículo 384 de la Ley de Enjuiciamiento criminal ha de
declarársele procesado.
Asimismo, y, en atención a que se encuentra pendiente de proceso de
extradición, es preciso mantener la situación de prisión provisional del ahora
procesado ante el riesgo de que se sustraiga a la acción de la justicia; riesgo que es
certeza si se atiende a las manifestaciones formalmente expuestas por
representantes del Gobierno Chileno -ministro de Asuntos Exteriores- en nuestro
propio país. Por tanto, la medida deviene necesaria al amparo de los artículos 503.
504 y 539 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, sin perjuicio de lo que corresponda
una vez se halle a disposición de la Justicia Española y cumplido el trámite de
audiencia del artículo 504 bis 2 de la Ley Procesal Penal.
DECIMO CUARTO.- De acuerdo con lo dispuesto en el artículo 589 y siguientes de
la Ley de Enjuiciamiento Criminal, las responsabilidades civiles que puedan fijarse en
definitiva deben asegurarse, sin embargo la concreción debe hacerse conforme se
tenga la oportuna cuantificación. En este momento basta con la declaración
provisional de dicha responsabilidad y ratificar la medida de embargo e intervención
de cuentas adoptada por auto de fecha 19.10.98.
Por lo expuesto, y visto los artículos citados y demás de pertinente y general
aplicación, DISPONGO
1.- DECLARAR PROCESADO A AUGUSTO PINOCHET UGARTE por los hechos
y presuntos delitos fijados en esta resolución, entendiéndose con él las sucesivas
diligencias, una vez esté a disposición de éste Juzgado.
2.- Notificar la resolución y recibirle declaración indagatoria.
3.- Ratificar la situación de prisión provisional incondicional así como la Orden
Internacional de Detención con base a los hechos que se contienen en esta
resolución.
4.- Declarar provisionalmente y, sin perjuicio de lo que resulte en definitiva la
responsabilidad civil del procesado ratificando el embargo acordado en fecha
19.10.98.
5. Reclamar hoja histórico-penal.
6.- Remitir copia testimoniada de este auto a las Autoridades Judiciales inglesas por
vía diplomática, sin perjuicio de hacerlo vía fax una vez traducido.
Notifíquese esta resolución al Ministerio Fiscal y demás partes personadas.
Así lo acuerda, manda y firma el Ilmo. Sr. D. Baltasar Garzón Real,
Magistrado-Juez del Juzgado Central de Instrucción número cinco de la Audiencia
Nacional con sede en Madrid. Doy fé.
DILIGENCIA.- Seguidamente se cumple lo acordado. Doy fé.
La solicitud española fue recurrida por Pinochet ante la Cámara de los Lores,
cuyo Comité de Apelaciones rechazó el 25 de noviembre de 1998, por tres votos a
favor y dos en contra, la inmunidad del general chileno. Los votos de Lord Donald
Nicholls, Lord Johan Steyn y Lord Leonard Hoffman estimaron que se debía procesar
al Pinochet por los cargos expuestos en el auto de Garzón.
E.-Las conductas imputadas: genocidio, terrorismo y torturas
La caracterización de las conductas desplegadas por las dictaduras chilena y
argentina en los hechos que nos ocupan como actos de genocidio ha sido la que
186
mayor controversia jurídica han suscitado . Intentaremos analizar brevemente los
argumentos esgrimidos para su calificación como tal, aclarando que desde la
perspectiva jurídica de los casos en estudio, se han presentado tres problemas: la
calificación de acuerdo a la normatividad internacional y en especial a la Convención
de Naciones Unidas para la Prevención y Sanción del Genocidio, la competencia de
la legislación española para conocer de este tipo de delito, y finalmente la adecuación
de los hechos sucedidos en las dictaduras militares al concepto normativo de
genocidio.
Según la Convención para la Prevención y Sanción del Genocidio (1946) éste
consiste en la negación del derecho a la existencia, la destrucción o el exterminio
total o parcial de una raza o un grupo humano, contrario al espíritu y los propósitos
de las Naciones Unidas. Muchos son los casos a enumerar de grupos o colectivos
que han sufrido actos de genocidio, en la memoria reciente de todos están los
hechos de Ruanda o Yugoslavia, sin embargo el holocausto sufrido por el pueblo
judío durante la Segunda Guerra Mundial por parte de la Alemania nazi, nos trae a la
mente de la mejor manera la magnitud de lo perseguido por un acto de esta
naturaleza.
El Estatuto del Tribunal de Nüremberg, en su artículo 6, al definir crímenes
contra la humanidad, introduce el concepto de exterminio de un grupo o
persecuciones por motivos políticos, raciales o religiosos, que se debe relacionar
186.-El delito de desaparición forzada aparece como integrante de otros de mayor entidad, tales como el:
genocidio y terrorismo. Es necesario destacar que la desaparición forzada de personas se encuentra consagrada
en el Código Penal español (CP) como un delito de detención ilegal seguido de secuestro. Su regulación está en el
Capítulo I del Libro II, Título VI del CP, dentro de los delitos contra la libertad. El art. 167 describe el tipo, configurado
autónomamente, de la detención ilegal por funcionario público con una agravación punitiva. Se exige una
cualificación positiva del sujeto activo, que tiene que ser autoridad o funcionario público, actuando dentro del
ámbito de sus competencias y desviándose o extralimitándose en el cumplimiento de las mismas, lo que le otorga
un especial reproche a la acción. El funcionario, en otros términos, ha de actuar con abuso de poder. El legislador
aplica un reproche mayor en el acto del funcionario o autoridad que detiene ilegalmente a una persona, lo que se
comporta perfectamente con el Estado de Derecho en cuanto garante del respeto a los derechos fundamentales
de la persona.
con la Resolución 96 (I) (de 11 de Diciembre de 1946) de la Asamblea General, para
una mejor interpretación del tipo en cuestión. Esta Resolución califica el genocidio
como la negación del derecho de existencia de los grupos humanos.
El artículo l del Convenio dispone que las Partes contratantes confirman que
el genocidio, ya sea cometido en tiempo de paz o en tiempo de guerra, es un delito
de Derecho Internacional que ellas se comprometen a prevenir y sancionar. Y el
artículo 2 contiene la definición de genocidio: cualquiera de los actos mencionados a
continuación, perpetrados con la intención de destruir, total o parcialmente, a un
grupo nacional, étnico, racial o religioso, como tal, realizados con la finalidad de
exterminar un grupo, como por ejemplo (artículo 2 del Convenio) la matanza de sus
miembros, la lesión grave a su integridad física o mental, el sometimiento intencional
del grupo a condiciones de existencia que hayan de acarrear su destrucción física,
total o parcial; las medidas destinadas a impedir los nacimientos en el seno del grupo
y el traslado por la fuerza de niños a otro grupo.
Hasta este momento es claro que existe en el mundo entero la conciencia de
que el genocidio es uno de los más aberrantes actos que la humanidad puede
padecer, esto es, el mayor de los crímenes. Estas acciones generalmente se
realizan a gran escala; el genocidio conlleva masacres, desplazamientos forzados
de poblaciones enteras, etc. En otras palabras, a través de las conductas genocidas
se vulneran derechos fundamentales en forma masiva y sistemática. Esta sola
afirmación justifica el apelativo de crimen de lesa humanidad.
Vistas la conductas llevadas a cabo por los responsables e las dictaduras
sudamericanas a las que nos hemos referido, cabe preguntarse si la Operación
Cóndor y los procedimientos de torturas, desapariciones forzadas, asesinatos
masivos y selectivos sucedidos en Argentina y Chile pueden tipificarse como
genocidio. Según la Fiscalía de la Audiencia Nacional en Recurso presentado ante el
Auto por el que se amplía la prisión provisional de Augusto Pinochet Ugarte,
considera que no nos encontramos ante un delito de genocidio, toda vez que la
represión militar sucedida en dichos países desde los años 1973 hasta 1985 nunca
tuvo el objeto de eliminar, desplazar grupos raciales o nacionales o religiosos, sino
que su objeto fue el de ejercer una cruel represión ideológica de la población,
cualquiera que fuese la nacionalidad del opositor. Igualmente la Fiscalía mencionada
repite sus argumentos en la resolución de Apelación de los hechos sucedidos en la
República Argentina al afirmar que los hechos imputados en el sumario no pueden
constituir genocidio, puesto que la persecución no se efectuó contra ningún grupo
nacional, étnico, racial o religioso, ya que la represión en la Argentina de la dictadura
de 1976 a 1983 tuvo motivaciones políticas. Como se observa, la discusión nuclear
radica en la determinación de si los hechos de represión enmarcan en el tipo penal
consagrado en la legislación vigente (art. 607,1 del Código Penal español y la
Convención, ya citada), y si la motivación de los imputados fue la de exterminar un
grupo racial, social o nacional. En este sentido es importante establecer que la
existencia de un grupo étnico, nacional, religioso o racial representa para las
personas que lo integran un valor positivo que merece ser protegido, es decir, un bien
en sí, ya que parece que en ee punto radica la característica esencial del delito de
genocidio. Para PAZ, el témino genocidio debe interpretarse en un sentido
sociológico:
El libre desarrollo de la personalidad e incluso la existencia física de
los miembros de un grupo depende de la existencia al grupo al que
pertenecen. Este bien es de naturaleza colectiva y se encuentra
reconocido por el Derecho. Las conductas que lesionan o ponen en
peligro el derecho de existencia se han denominado genocidio. En
consecuencia, la esencia del concepto de genocidio es el ataque al
187
derecho de existencia de grupos humanos.
Ello se deriva de la necesidad de autocaracterizarse, ya que el grupo humano
se encuentra definido por una serie de rasgos que lo hacen diferenciable o particular
respecto de otros conglomerados sociales que se establezcan en su entorno. En los
caso de las dictaduras sudamericanas, la Audiencia Nacional en la Resolución ya
tantas veces citada, desarrolla una interpretación amplia del concepto de grupo al
considerar que en los hechos investigados se encuentra presente la idea de
exterminio de un grupo de la población dirigido a todo un conglomerado social sin
distingo alguno, que aunque selectivo, afectó a gran parte de los sectores
poblacionales de las naciones víctimas de las dictaduras. Como acción de
exterminio, no se hizo al azar, de manera indiscriminada, sino que respondía a la
voluntad de destruir a un determinado sector de la población, un grupo sumamente
heterogéneo, pero diferenciado. El grupo perseguido y hostigado estaba integrado por
aquellos ciudadanos que no respondían al tipo prefijado por los promotores de la
represión como propio del orden nuevo a instaurar en el país. El grupo se
cohesionaría así en torno a la oposición al régimen, circunstancia por otra parte
momentánea, son proyección de futuro, si tradición previa, y que como aglutinante
servía para unir a una serie de personas que por sí mismas no tenían otro rasgo
común. Poner en un mismo nivel la etnia zulú, por ejemplo, con tradiciones, ritos,
idioma e instituciones propias dentro de Suráfrica; a la religión católica o hebrea o a
las asociaciones sionistas, ejemplos todos de víctimas de genocidio en Africa,
España y Europa, y a una oposición política y multicolor es, en nuestra opinión, un
intento de forzar el concepto jurídico, explicable por la presión social y una opinión
pública que quería a toda costa sentar a Pinochet en el banquillo. Según esta opinión,
el grupo lo integraban ciudadanos contrarios al régimen, pero también ciudadanos
indiferentes al régimen, con lo que la situación se complica más:
La represión no pretendió cambiar la actitud del grupo en relación con
el nuevo sistema político, sino que quiso destruir el grupo (la oposición y
los indiferentes), mediante las detenciones, las muertes, las
desapariciones, sustracción de niños de familias del grupo,
188
amedrentamiento de los miembros del grupo.
187.-PAZ Y PAZ, Claudia, Análisis Jurídico del Genocidio. Especial consideración del concepto y Mecanismos
de Protección. Tesina de Grado, Universidad de Salamanca, Facultad de Derecho, 1997, p.172.
188.-Fundamento Quinto del Auto de la Sala Penal de la Audiencia Nacional, por el que se confirma la jurisdicción
de España para conocer de los crímenes de genocidio y terrorismo durante la dictadura chilena. Madrid 5 de
Noviembre de 1998. Consultar en http://www. Derechos.org. En el mismo sentido la Resolución dictada por el
Juzgado nº 5 de la Audiencia Nacional respecto de la dictadura militar argentina, entiende que el proceso selectivo
de exterminio fue dirigido de manera coherente con el fin de destruir parte de un grupo nacional amparándose en
consideraciones diversas , en este caso, aquellas de índole religiosa. Afirma la Resolución que de dicho análisis,
se desprende, cada vez con mayor claridad, como se expondrá, que una de las finalidades perseguidas por la
jerarquía militar que propicia el Golpe de Estado, desde antes de dicho momento, y con el apoyo instigación y
bendición de las jerarquías de la Iglesia católica argentina oficial, es la destrucción pura y simple a través de la
violencia de todo lo que sea contrario a esa doctrina, y, en esas contradicciones basa la definición de lo
Se deduce entonces que la acción de extermino estaba dirigida de manera
individual y colectiva contra aquel grupo de argentinos o chilenos que eran
considerados enemigos del poder instaurado, siendo las víctimas claramente
diferenciadas, dentro de un plan selectivo o muchas veces indiscriminado, mediante
acciones de asesinatos, torturas, desapariciones, sustracción de menores, entre
otras conductas, del grupo perseguido, que no cabía dentro del proyecto de las
Juntas Militares de organización nacional. Según esta opinión, los hechos sucedidos
en las dictaduras militares no se agotan en la consumación de actos dirigidos
exclusivamente contra individuos, se pretendía la destrucción de parte de un grupo
nacional. Los procedimientos utilizados, aunque afectaron a personas
particularmente consideradas, esto es, las torturas, las desapariciones y demás
hechos mencionados, formaban parte de un plan dirigido al exterminio de parte del
grupo nacional. Nos encontramos así con el concepto del autogenocidio, al que ya se
ha hecho referencia. Esta postura fue la mantenida por la Audiencia Nacional.
Todo el razonamiento de esta tipificación se basa en incluir la filiación política
entre los tres tipos de sujetos pasivos previstos tradicional y legalmente para esta
delito: los grupos religiosos, étnicos y nacionales. Desde este punto de vista, aunque
la expresión grupo político no se contiene en la Convención, en la práctica se
eliminaron con estas características en Argentina, Chile y Uurguay. En ese sentido la
Audiencia Nacional continua reafirmando su teoría:
...Sabemos por qué en el Convenio de 1948 no aparece el término
“político” o las voces “u otros” cuando relaciona en el artículo 2 las
características de los grupos objeto de la destrucción propia del
genocidio. Pero el silencio no equivale a exclusión indefectible. El sentido
de la vigencia de la necesidad sentida por los países partes del Convenio
de 1948 de responder penalmente al genocidio, evitando su impunidad,
por considerarlo crimen horrendo de Derecho internacional, requiere que
los términos “grupo nacional” no signifiquen “grupo formado por personas
que pertenecen a una misma nación”, sino, simplemente, grupo humano
nacional, grupo humano diferenciado, caracterizado por algo, integrado
en una colectividad mayor. El entendimiento restrictivo del tipo de
genocidio que los apelantes defienden impediría la calificación de
genocidio de acciones tan odiosas como la eliminación sistemática por el
poder o por una banda de los enfermos de SIDA, como grupo
diferenciado, o de los ancianos, también como grupo diferenciado, o de
los extranjeros que residen en un país, que, pese a ser de nacionalidades
distintas, pueden ser tenidos como grupo nacional con relación al país
donde viven, diferenciado precisamente por no ser nacionales de ese
Estado. Esa concepción social de genocidio - sentida, entendida por la
colectividad, en la que ésta funda su rechazo y horror por el delito - no
permitiría exclusiones como las apuntadas.
Así, las cosas, no queda más que estudiar brevemente el contenido del
subversivo- todo ello como un mal necesario para la "purificación de la nación argentina". En definitiva, se trata
de una verdadera filosofía que mueve la acción delictiva; se trata de una "cruzada" contra todo aquel que
comparta la ideología atea o no occidental o no cristiana. Auto del Juzgado de Instrucción número cinco de la
Audiencia Nacional española, en el caso de los ciudadanos españoles desaparecidos en la República
Argentina. Internet http: //www.derechos.org. Editado por Equipo Nizkor.
artículo 607. 1 del Código Penal español que recoge en su estructura sistemática la
Convención para la Prevención y Sanción del Genocidio de 1948. El genocidio, según
el legislador español, es un delito contra la Comunidad Internacional caracterizado,
como ya lo hemos afirmado, por el propósito de destruir total o parcialmente a un
grupo étnico, racial o religioso. El artículo 23 de la Ley Orgánica del Poder Judicial se
aplicará para investigar los hechos sucedidos en aquellos países, pues como
nuevamente se manifiesta, en el tiempo de los hechos y en el país de los hechos se
trató de destruir un grupo diferenciado nacional, a los que no cabían en el proyecto
de organización nacional o a quienes practicaban la persecución estimaban que no
cabían. Hubo entre las víctimas extranjeros, especialmente muchos españoles.
Todas las víctimas, reales o potenciales, argentinos o foráneos, integraron un grupo
diferenciado en la nación, que se pretendió exterminar.
Al genocidio se ha pretendido unir la imputación de delitos de terrorismo. A
primera viata, deberíamos preguntarno si las actividades delictivas llevadas a cabo
por una organización criminal de alcance internacional que en diferentes países
concibe, desarrolla y ejecuta un plan sistemático de desapariciones forzadas
(detenciones ilegales seguidas de secuestro o asesinatos), entre otras actividades
delictivas como torturas, desplazamientos forzosos de personas que incluyen a
ciudadanos de diversas nacionalidades, y que son ejecutadas además en territorios
de diversos países, puede o no considerarse terrorismo, especialmente cuando esta
actividad delictiva es apoyada desde el propio Estado. El problema que se ha
suscitado en el caso del juicio seguido en contra de las dictaduras militares argentina
y chilena radica en la naturaleza o calificación de estos actos terroristas, ¿Se trata de
terrorismo de Estado?, ¿Se trata de terrorismo subversivo o individual?. ¿Cómo
sancionar a título de terrorismo las conductas desplegadas en la Operación Cóndor
189
conforme al Código Penal español? . Es importante precisar que la vulneración de
los derechos humanos, las torturas, ejecuciones extrajudiciales, desapariciones
forzadas y demás actos cometidos durante aquella época se enmarcan en el
denominado abuso de poder, en no pocas ocasiones apoyado por el sistema penal
nacional, caracterizado por la utilización indebida del poder estatal respecto de sus
ciudadanos, con múltiples consecuencias para aquellos que directamente han sido
afectados, ya como sujetos pasivos o como perjudicados. Al respecto algunos
criminólogos han llamado la atención sobre la necesidad de poner en primer plano el
estudio de la relación criminalidad- abuso de poder, toda vez, que este proceso no ha
sido atendido de la manera más especial:
...El aumento del terrorismo, del tratamiento cruel, inhumano o
degradante, de los desaparecidos, de la criminalidad económica, de los
crímenes contra la paz, de la violación delictiva de los derechos
humanos, y de otros delitos que se enumerarán ha puesto en primer
plano criminológico, penal y político - criminal la cuestión de la
correlación entre criminalidad y abuso de poder, que, como veremos, no
se reduce sólo al político e ideológico. Dicha criminalidad ha recibido
limitada atención, en parte por la subordinación de la criminología en
189.-. Las normas más importantes de la legislación española sobre terrorismo son los artículos 571-580 CP, LO
4/1988 de 25 de mayo de reforma a la LECrim (arts. 384 bis, 504 bis, 520 bis, 553 y 579, LO 19/1994 de protección
a testigos y peritos en causas criminales y LO 5/1995 de 22 de mayo, del Tribunal del Jurado.
buen número de casos a exigencias de regímenes dictatoriales y en
parte por la creencia, aún demasiado generalizada entre criminólogos, de
190
que la criminalidad se reduce a la de índole común o convencional.
El abuso del poder ha sido denominado, por algunos teóricos de los derechos
humanos, juristas y en particular ONGs, como Terrorismo de Estado, expresión que
suele reservarse para aquellos supuestos en los cuales el gobierno de un Estado
emplea prácticas como la tortura, los asesinatos en masa, las ejecuciones
extrajudiciales o judiciales sumarias, o desapariciones forzadas de las cuáles son
víctimas los propios ciudadanos del Estado, ciertas minorías, disidentes u opositores
191
políticos o habitantes de territorios ocupados .
La idea de Estado terrorista se orienta hacia una descripción de la estructura
total y constitución interna de su andamiaje jurídico e institucional. Desde el punto de
vista histórico, representa una reacción defensiva extrema por la cual se aplican
métodos de guerra de exterminio para resolver los conflictos internos. En este
conflicto se califica a parte importante de la población como enemigo esencialmente
ajeno a la nacionalidad y contra quien se ejerce todo el poder soberano. El Estado
pugna por trasladar el acoso al contrario a las relaciones de los civiles con el objeto
de dividirlos, amedrentando la posible colaboración social para con él. Se trata de
una unificación forzada de la sociedad en torno a la ideología de rechazo al enemigo.
En la medida en que éste cuente con algún tipo de arraigo social el Estado asume su
papel totalizador y gobierna por sobre la sociedad para reprimir las desviaciones de
ésta hacia el disidente. El ejercicio del poder se desarrolla bajo la óptica de mando
autoritario y obediencia, y rechaza toda participación e integración de los ciudadanos.
No existen límites a la persecución en el campo jurídico; el enemigo está proscrito
del Derecho y la vida social, lo que se busca es su exterminio. sta situación aparece
190.-LÓPEZ REY, Manuel, Criminalidad y abuso de Poder, Madrid: Edit.Tecnos, Madrid, 1989, p. 17.
191.-Algunos autores han destacado que existe una violencia institucionalizada legítima, el Derecho Penal y otra
violencia institucionalizada ilegítima, caracterizada por ser ejercida tanto por las personas como por el Estado.
Puede ser puntual e institucionalizada. La violencia ilegítima no proviene tanto de los ejecutores directos sino de
las instituciones mismas de un sistema social, la cual llevará siempre implícito el carácter de dominación. Esta
violencia puede ser de carácter indirecto, en razón de las características mismas de las instituciones (así un
largo plazo de detención favorece la tortura; aceptar cualquier tipo de prueba en un proceso penal, aun la
obtenida por medios ilegítimos, favorece también la tortura) o bien, directa, así como el desaparecimiento
masivo de personas en el cono sur, en el que las instituciones tienen por finalidad la violencia ilegítima. La
violencia institucionalizada es siempre un grado superior de dominación, de negación de la autorrealización, y
por ello mismo afecta más intensamente a la democracia. Partiendo de la violencia personal física, hemos
tenido que convenir necesariamente, al contrario de lo que señalan algunos autores que hay junto a la física una
violencia personal síquica, así nadie puede negar que es equivalente una tortura síquica, ni nadie podrá negar
que el desaparecimiento forzado de personas afecta psicológicamente a los parientes y grupos de allegados.
Cf. BUSTOS, Juan, Derecho Penal y control social, Barcelona: PPU, Barcelona, 1987, p. 515. La violencia ilegitima
del Estado puede encarnarse en los aparatos policiales , que en muchas ocasiones acuden a la práctica de la
tortura, desapariciones de detenidos, tolerada por el Estado y sus instancias, situación que se presenta como el
ejercicio extralegal de la violencia punitiva por grupos o facciones, o también de ejercicio de la violencia
institucional para el mantenimiento de la violencia estructural y la represión de personas o movimientos que
intentan reducirla. Cf. BERGALLI, Roberto, La violencia del Sistema Penal, en VV.AA, Control Social Punitivo,
Barcelona: Bosch, 1996. Por su parte, LÓPEZ LAUSON destaca que una de las características del Estado
terrorista es la vulneración sistemática de los derechos humanos plasmados en garantías constitucionales, la
utilización de fuerzas y métodos policiales y militares para resolver los conflictos sociales, así como también la
reducción de los aparatos públicos a una función represiva, desde la educación y las relaciones exteriores, hasta
los tribunales de justicia. Se trata de una utilización del Derecho, y particularmente del Penal para el logro de su
objetivo: erradicar al enemigo interno. Cf. LOPEZ LAUSON, Carlos, La Doctrina de Seguridad Nacional y los
Derechos Humanos, Santiago de Chile: Documentas, 1984, p.98.
192
incorporada en la estructura estatal con un carácter permanente y no excepcional ,
lo que da pie a la aparición de la violencia y el terrorismo privado para-estatal, que es
193
fomentada e incluso incorporada a los aparatos del Estado .
Normalmente a la violencia y terrorismo privados se les supone una
insurreccional o antiestatal, ya sea revolucionaria o reaccionaria, situación que ha
sido advertida por SERRANO PIEDECASAS quien apunta a una necesaria
diferenciación entre el terrorismo y el terrorismo de Estado:
...Tanto el terrorismo de Estado como el subversivo proceden de la
agresión de bienes jurídicos fundamentales. La diferencia radica en que
en el primer caso el delincuente es el propio Estado, y en el segundo, son
diferentes. El Estado ejerce la violencia para mantener en el poder los
privilegiados intereses de una minoría social nacional o intermediaria de
intereses foráneos; el terrorismo subversivo busca el cambio violento de
régimen que se considera lesivo para sus intereses. En ambos casos,
194
no obstante, existe un móvil político subyacente.
La concepción de Estado de Derecho se ve lesionada formalmente desde
que un grupo determinado, una Junta Militar por ejemplo, se autonombra depositaria
195
del Poder Constituyente y Legislativo , realiza toda una producción legislativa
tendente a la eliminación del enemigo interno, con un recorte importante a las
garantías fundamentales y amplias atribuciones policiales que generalmente son
asumidas por los servicios de inteligencia del gobierno militar, con lo que se abre
legalmente una puerta para la violación reiterada y sistemática a los derechos
humanos (detenciones ilegales seguidas de tortura, secuestro y desaparición
forzada de personas).
El terrorismo es atribuido al Estado cuando proviene de aparatos estatales,
según los modos regulares de funcionamiento, y representa una continuación de sus
políticas, aunque por medios extralegales. Dichos aparatos son órganos del poder
que actúan en forma invisible o encubierta. El asesinato, la utilización del terror legal
e ilegal por parte de éstos, incluso se proyecta fuera de las fronteras de sus propios
países. Un claro ejemplo de esto fue la Operación Cóndor.
En el Derecho Internacional el reconocimiento del terrorismo de Estado ha
sido ambiguo. Ambigüedad que surge de no reconocer dogmáticamente el carácter
de terrorista a estas acciones. El protocolo suplementario de las Convenciones de
Ginebra sobre protección a las víctimas de guerra de 1947 declara como violentas
transgresiones a la Convención: agredir a la población civil; los actos de terrorismo
contra toda persona que no participa de modo directo o ha dejado de participar en el
192.-Carl Schmidt, recogiendo la concepción activista-situacional del Derecho, basada en la distinción amigoenemigo, indica que en el Estado terrorista se utiliza el Derecho y el Estado como una máquina de batalla,
opresión y terror contra los enemigos. Cf. TAPIA VALDES, Jorge, El terrorismo de Estado, México: Nueva Imagen,
1969, p. 112.
193.-Al respecto Bergalli destaca que en muchas ocasiones la práctica de abuso de poder se ampara en la
justificación de la razón de Estado, lo que efectivamente tanto en procesos democráticos como dictatoriales se ha
manifestado en países de Iberoamérica, que utilizando sus Fuerzas Policiales han sido empleados en el control
de la disidencia y en las prácticas de aniquilamiento, a la luz de una orientada doctrina de la seguridad
continental. BERGALLI Roberto, La violencia del Sistema Penal, op. cit, p. 21.
194.-SERRANO-PIEDECASAS, José Ramón, Emergencia y crisis del Estado social. Análisis de la
excepcionalidad penal y motivos de su perpetuación, Barcelona: PPU, 1988, p. 164.
195.-En Chile la Junta Militar se abroga el poder mediante el Decreto Ley nº 128 de 1973.
conflicto. Se prohiben en particular, las acciones de violencia y amenaza de violencia,
encaminadas a intimidar a civiles. El artículo 51 de la misma Convención sanciona
especialmente prácticas de secuestros y captura de rehenes dirigidos a intimidar a la
población civil.
Por su parte, la Convención sobre crímenes internacionales, en su artículo
3º, sanciona entre otros: los crímenes contra la paz, los crímenes de guerra y los
crímenes contra la humanidad; el genocidio; la esclavitud y la piratería; y los actos de
terrorismo internacional y estatal. En 1973, Siria presentó una propuesta en el seno
de la Comisión Especial de la ONU sobre el problema del terrorismo, origen de la
Resolución 3034 sobre esa materia:
... el examen del problema del terrorismo en la ONU debe empezar por la
discusión del terrorismo estatal, puesto que ésta es la forma más
peligrosa de violencia... existe otro terrorismo, el que se comete para
conseguir propósitos criminales...no tiene nada en común con la lucha de
los pueblos.
Sin embargo se ha observado que con posterioridad a la Segunda Guerra
Mundial, salvo el caso de la Resolución 3034, los instrumentos internacionales se
dirigen hacia la represión del terrorismo subversivo, esto es, el llevado a cabo por
grupos o bandas armadas cuyo móvil político social les impulsa a subvertir el orden
constitucional o a alterar la paz pública. La respuesta legislativa del Derecho
internacional dirigida específicamente al terrorismo se ha dado en tres ámbitos:
universal (Organización de Naciones Unidas), sectorial (OACI y OMI), y regional
196
(OEA y Consejo de Europa) . Más en ninguno de ellos se condena al terrorismo de
197
Estado .
En 1985 el Parlamento Europeo aprobó seis resoluciones en las que se
consagran los tres círculos de represión, espacios jurídico, judicial y policial únicos
mediante los cuales se aúnan esfuerzos interestatales en contra del terrorismo
198
subversivo . Lo mismo ocurre tratándose de los instrumentos internacionales
199
relativos a la extradición . La última Resolución de 30 de enero de 1997 sobre la
196.-RAMÓN CHORNET, Consuelo, Terrorismo y respuesta de fuerza en el marco del Derecho Internacional,
Valencia: Tirant Lo Blanch, 1993, ps. 173 y sis.
197.-Entre los convenios más importantes en el ámbito universal destacan los Convenios de Ginebra de 1937 y de
1949; los Protocolos Adicionales de 1977, el Convenio de Nueva York (ONU) sobre prevención y represión de
atentados contra las personas que disfrutan de protección internacional incluidos los agentes diplomáticos, de 14
de diciembre de 1973; el Convenio de Nueva York contra la captura de rehenes de 17 de diciembre de 1979; en el
ámbito sectorial, el Convenio de Tokio sobre crímenes y actos determinados cometidos a bordo de aeronaves, de
14 de noviembre de 1963; el Convenio de La Haya para la represión de la captura ilícita de aeronaves, de 16 de
diciembre de 1970; el Convenio de Montreal para la represión de actos ilícitos dirigidos contra la seguridad de la
aviación civil, de 23 de septiembre de 1971; el Convenio de Roma para la represión de actos ilícitos contra la
seguridad de la navegación marítima de 10 de Marzo de 1988. En el ámbito regional, pueden destacarse el
Convenio de Washington sobre prevención y represión de actos de terrorismo, de 2 de febrero de 1971 y el
Convenio de Estrasburgo para la represión del terrorismo, de 27 de enero de 1977.
198.-El 14 de Febrero de 1985, el Parlamento europeo aprobó seis resoluciones, cuatro de ellas sobre la lucha
contra el terrorismo, otra sobre los recientes atentados terroristas en varios de los Estados europeos y sobre la
necesidad de crear una comunidad jurídica y judicial europea y una sexta sobre los atentados terroristas en
Europa. Cf Journal Officiel des Communautés Européennes nº C72/87 (de 18 de marzo de 1985, ps.123 a129);
también LOPEZ GARRIDO, Diego, Terrorismo, política y derecho, Madrid: Alianza, 1987, ps.41 y sis; y GUTIÉRREZ
CONRADI, Faustino; La criminalidad organizada ante la justicia. Sevilla: Secretariado de publicaciones de la
Universidad de Sevilla, 1996, ps. 10 y 11.
199.-En el mismo sentido el Convenio europeo de extradición de 1957 y el Convenio relativo al procedimiento
simplificado de extradición de 10 de marzo de 1995. DO C 78 de 30.03.97 y DO C 357/4 de 12.12.96. La tendencia
a no condenar directamente el terrorismo de Estado continúa en la Resolución del Parlamento europeo sobre
lucha contra el terrorismo en la Unión Europea (A4-0368/96) señala que...
...considerando que para los fines de esta resolución es adecuado
considerar acto terrorista cualquier acto, cometido por individuos o
grupos, mediante el recurso a la violencia o amenazas violentas, contra
un país, sus instituciones o sus habitantes en general, o contra personas
200
concretas.
No entraremos en la inacabable discusión con respecto a los elementos
integradores del concepto de terrorismo subversivo, único posible de concebir a la
luz de los instrumentos internacionales y las legislaciones nacionales. Creemos que
aquellos conceptos que hacían alusión a la espectacularidad de las acciones, al tipo
de medios empleados de gran poder de destrucción, etc, no son elementos-clave
para determinar la existencia de este delito. A nuestro juicio cuatro son, al menos, los
factores que nos acercarían a una idea de terrorismo:
• -El complejo entramado humano y técnico que ostentan las
organizaciones delictivas.
• -La negativa repercusión social y política de sus actuaciones.
• -La conexión internacional y apoyo mutuo entre estas organizaciones
delictivas,
• -El ataque frontal a los derechos humanos.
Es precisamente este último factor en el que debe hacerse hincapié para la
prevención y sanción de actos que por su naturaleza afecten a toda la humanidad y
por tanto reconocer la jurisdicción universal para su castigo. Así lo ha entendido la
Audiencia Nacional al calificar como delitos de terrorismo las conductas desplegadas
en la Operación Cóndor conforme a los artículos 515, 516.2, 571, 572 y 577 del
Código Penal español, y el Juzgado de Instrucción nº 5 de la Audiencia Nacional al
dictar auto de procesamiento en contra del General Pinochet:
...Los hechos podrían ser asimismo constitutivos de un delito de
terrorismo desarrollado a través de la ejecución de múltiples muertes,
lesiones, detenciones, secuestros, colocación de explosivos e incendios,
.201
según los artículos 515, 516.2 y 571 del Código Penal
El artículo 571 del Código Penal español señala que:
...Los que perteneciendo, actuando al servicio o colaborando con bandas
armadas, organizaciones o grupos cuya finalidad sea la de subvertir el
orden constitucional o alterar gravemente la paz pública, cometan delitos
de estragos o incendios tipificados en los artículos 346 y 351,
extradición (A4-0265/97) de septiembre de 1997: "Considerando que la cooperación judicial en materia penal entre
los Estados miembros de la Unión Europea debe mejorar sustancialmente y aumentar con ello su eficacia para
combatir la delincuencia, tanto organizada como no organizada, (ante todo el terrorismo, la trata de seres humanos
y los delitos contra los niños, el tráfico ilícito de drogas y de armas, el cohecho activo y pasivo, el fraude y otros
delitos) y para que ningún Estado miembro pueda convertirse en refugio donde un delincuente pueda estar a salvo
de la persecución y la sanción de otro Estado miembro". DO C/304/131 de 18 septiembre de 1997.
200.-DO C 55/32 de 24.02.97. En relación a la extradición, esta Resolución, respecto a la cooperación policial y
judicial, insta a los Estados miembros para poner en práctica con el máximo de rigor el principio establecido en el
artículo 2 bis del Convenio relativo a la extradición entre los Estados miembros de la Unión Europea, firmado el 27
de septiembre de 1996 de acuerdo con el cual, no sólo los autores de actos terroristas sino también los
colaboradores con banda armada están sujetos a extradición, con eliminación de los requisitos de doble
incriminación y excepcionalidad como condición para la asistencia judicial y la extradición.
201.-Razonamiento jurídico 1º del Auto de Ampliación de la prisión provisional de Augusto Pinochet, por la
Audiencia Nacional, El País, de 20 de octubre 1998, ps.4 y 5, y Fundamento séptimo del Auto de procesamiento
dictado en contra de Augusto Pinochet, en El Mundo, de11 de diciembre 1998, ps. 24 y 25.
respectivamente, serán castigados con la pena de prisión de quince a
veinte años, sin perjuicio de la pena que les corresponda si se produjera
lesión para la vida, integridad física o salud de las personas.
El artículo 572 por su parte indica lo siguiente:
Los que perteneciendo, actuando al servicio o colaborando con las
bandas armadas, organizaciones o grupos terroristas descritos en el
artículo anterior, atentaren contra las personas, incurrirán:
1º.-En la pena de prisión de veinte a treinta años si causaren la muerte
de una persona;
2º.- En la pena de prisión de quince a veinte años si causaren lesiones
de las previstas en los artículos 149 y 150 o secuestraren a una persona;
3º .- En la pena de prisión de diez a quince años si causaren cualquier
otra lesión o detuvieren ilegalmente, amenazaran o coaccionaran a una
persona.
El artículo 577 dispone, a su vez, que...
...Los que, sin pertenecer a banda armada, organización o grupo
terrorista y con la finalidad de subvertir el orden constitucional o de alterar
gravemente la paz pública, cometieren homicidios, lesiones de las
tipificadas en los artículos 149 o 150, detenciones ilegales, secuestros,
amenazas o coacciones contra las personas, o llevaren a cabo
cualesquiera delitos de incendios, estragos o tenencia, tráfico y depósitos
de armas o municiones, serán castigados con la pena que corresponda
al hecho cometido, en su mitad superior.
De estas normas se desprende que el Código Penal no castiga la simple
integración o pertenencia a banda armada o grupo terrorista (contenido en el tipo de
202
asociación ilícita) sino que exige la concurrencia de dos elementos :
• -La pertenencia, actuación al servicio o colaboración con bandas
armadas, organizaciones o grupos cuya finalidad sea la de subvertir el
orden constitucional o alterar gravemente la paz pública;
• -La comisión de los delitos señalados.
El bien jurídico protegido es el orden público, como se desprende de la
ubicación de este tipo de delitos en el título XXII del Código Penal: Delitos contra el
orden público. El Código no contiene una definición del mismo. La doctrina ha
señalado que ante tal situación podría recurrirse al artículo 1º de la Ley de Orden
Público de 1959 que establece como tal siguiente:
...el normal funcionamiento de las instituciones públicas y privadas, el
mantenimiento de la paz interior y el libre y pacífico ejercicio de los
derechos individuales políticos y sociales, reconocidos en las leyes
constituyen el fundamento del orden público.
A mayor abundamiento, esta norma, en su artículo 2º se refiere a la paz
203
pública o la convivencia social. .
La conducta típica consiste en cometer cualquiera de los delitos señalados
202.-VIVES ANTON, T.S.; BOIX REIG, J.; OTS BERENGUER, E., CARBONEL MATEU, J.C., GONZALEZ CUSSAC;
Derecho Penal. Parte Especial, Valencia: Tirant Lo Blanch, p. 801.
203.-Esta ley fue derogada por la L.O. 1/1992 de 21 de febrero, sobre protección de la seguridad ciudadana que
reconocía como atribución de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad la protección del libre ejercicio de los derechos
y libertades y garantizar la seguridad ciudadana.
perteneciendo, actuando al servicio o colaborando con banda armada,
organizaciones o grupos terroristas (arts. 571, 572 ) o sin pertenecer a ella (art.
204
577) . Los rasgos comunes son los siguientes:
• -La comisión material y directa de una serie de figuras delictivas
(elemento objetivo del tipo).
• -La finalidad de subvertir el orden constitucional o alterar gravemente
la paz pública (elemento subjetivo del tipo).
El sujeto activo de este tipo de delitos es todo aquel que cometiere
cualesquiera de estas figuras delictivas, perteneciendo (o sin pertenecer a ella,
supuesto del art. 577), actuare al servicio o colaborare con una banda armada,
organización o grupo terrorista. De aquí la diferenciación entre el sujeto activo y la
banda, organización armada o terrorista. La banda y organización tienen mayor
entidad que la mera asociación. El Tribunal Constitucional ha sostenido una
interpretación limitada del concepto de banda armada considerando como esenciales
los elementos siguientes:
• -La pertenencia o la estabilidad del grupo.
• -La imprescindible relevancia o la entidad suficiente para originar
terror, inseguridad e incidencia en la vida social.
Estos serían los factores precisos para sostener la distinción con la simple
asociación ilícita (STS de 1 de marzo de 1988). La jurisprudencia por su parte
considera grupos armados las agrupaciones para la acción armada provistas de una
205
cierta organización, con vínculos estables de jerarquía y disciplina . La Audiencia
Nacional ha mantenido un planteamiento similar al sostener que se entiende por
banda armada una asociación ilícita que se concreta en una colectividad o pluralidad
de sujetos, con carácter permanente, que teniendo armas a su disposición comete
alguno de los delitos tipificados en el Código Penal. De ello resulta que el concepto
de banda armada no sólo exige el elemento organizativo sino además la
206
permanencia en el tiempo . Por otra parte, el concepto de organización o grupo
terrorista no exige necesariamente la posesión de armas, no obstante sí exige la
207
permanencia . El sujeto pasivo de la conducta es la sociedad en su conjunto y el
Estado.
El móvil o finalidad es lo que otorga el carácter terrorista a los delitos
cometidos por este tipo de asociaciones: subvertir el orden constitucional o alterar la
paz pública. Cabe destacar que el Código Penal ha introducido la finalidad de alterar
la paz pública para no dar pie a una interpretación como delito político, cuando la
finalidad fuere subvertir el orden constitucional. Entendemos la subversión del orden
constitucional y la alteración de la paz pública como elementos integradores del
concepto general de orden público. La finalidad de subvertir el orden constitucional es
exigida en distintas formas para satisfacer el tipo del artículo 571 del Código Penal
español. Al respeto, la Audiencia Nacional ha establecido lo siguiente:
204.-Ibid.
205.-LANDECHO VELASCO, C.M., y MOLINA BLAZQUEZ, C., Derecho Penal Español. Parte Especial, Madrid:
Tecnos, 1996, ps. 576 a 577.
206.-Fundamento jurídico sexto del Auto de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional de 5 de Noviembre de
1998, por el que reafirma la competencia y jurisdicción española para conocer de los delitos de genocidio,
terrorismo y tortura cometidos por militares chilenos y argentinos.
207.-Ibid.
...La tendencia subversiva ha de hallarse en relación con el orden jurídico
o social del país en el que el delito de terrorismo se comete, o al que
directamente afecta como destinatario del ataque, y esta traslación
necesaria de un elemento fáctico no impide la susceptibilidad de
tipificarse como terrorismo, según la Ley penal española, que es
exigencia del artículo 23, apartado cuatro, de la Ley Orgánica del Poder
.208
Judicial
Subsumiendo las conductas desplegadas por las dictaduras militares
argentina y chilena en esta normativa, podemos deducir las siguientes conclusiones:
1.- La organización criminal que ejecutó el plan sistemático de violaciones a los
derechos humanos (Operación Cóndor), dirigida como se ha dicho desde los
gobiernos sin un nexo oficialmente reconocido por el Estado, subvirtió el orden
constitucional desde que las juntas militares usurparon violentamente el poder,
derrocando por la fuerza a los gobiernos constitucionales y se dieron un marco de
legalidad, no de legitimidad, mediante Decretos Leyes y Decretos con Fuerza de Ley.
Luego, la organización armada se ampara en una situación de facto, la usurpación
del poder y se aprovechó de su estructura militar para con impunidad, imponer un
209
régimen que mediante el terror subvirtió en sí mismo el orden Constitucional .
Desde esta consideración, no es posible eliminar el carácter terrorista a la Operación
Cóndor, argumentando que al momento de desplegarse las conductas los gobiernos
militares se encontraban en el poder. Se trata de un poder de facto que desmanteló
el orden institucional democrático.
2.-De todos es conocido que el 11 de Septiembre de 1973, las Fuerzas Armadas
chilenas derrocaron al gobierno constitucional de la Unidad Popular, protagonizando
210
el violento golpe de Estado
que culminó con la muerte de Salvador Allende. Los
militares, desconociendo la legalidad vigente, promulgaron el Decreto Ley Nº1
(Bando Nº1) por el que se constituyen en Junta de Gobierno al mando de la Nación,
y nombran al General Pinochet, comandante en jefe del Ejército que había prometido
lealtad al presidente constitucional Salvador Allende, como Presidente de esta Junta.
La primera norma dictada por esta Junta fue el Bando Nº1, en el que se estableció
que se respetaría la Constitución de 1925, en la medida que las circunstancias lo
permitan. En Septiembre de 1976 se promulgaron las Actas Constitucionales, por
medio de las cuales la Junta Militar se arrogó el poder constituyente y la facultad de
prorrogar cada seis meses los estados de emergencia, en los que se restringían o
211
suprimían las libertades fundamentales .
208.-Fundamento jurídico sexto del Auto de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional de 5 de Noviembre de
1998.
209.-Este fue el razonamiento de la Audiencia nacional en el fundamento jurídico sexto mencionado.
210.-Cf. TOURAINE, Alain, Vie et morte du Chile populaire, París: Seuil, 1973; VERGARA, P., “La transformación
del Estado chileno bajo el régimen militar”, CIEPLAN, marzo de 1980, GARRETON, M.A.; Dictaduras y
democratización, Santiago de Chile: FLACSO, 1984. Cf. el Informe Rettig.
211.-A partir de 1977, la institucionalización del autoritarismo se vuelca hacia la legitimación el régimen militar
mediante la promulgación de una Constitución. El Consejo de Estado elaboró el proyecto del texto constitucional
que más tarde sería aprobado en un plebiscito enmarcado dentro del nivel de represión y falta absoluta de
garantías. Cf. GARCIA MENDEZ, Emilio, Autoritarismo y control social. Argentina-Uruguay-Chile, Buenos Aires:
Ed. Hammurabi, 1976. La Constitución aprobada contenía disposiciones transitorias que en esencia tendían hacia
una concentración y aumento de los poderes personales de Pinochet, ya ni siquiera del poder Ejecutivo, y por otra
parte acentuaba el autoritarismo y la represión. Así, por ejemplo por ejemplo, las Disposiciones Transitorias 13 y
14 reforzaban los poderes del Presidente de la República, y la 24 permitía decretar el estado de excepción,
3.-La organización criminal denominada Operación Cóndor, fue por otra parte una
banda armada que realizó la conducta típica que exige el artículo 572: asesinatos,
lesiones, coacciones y detenciones ilegales que devinieron en desapariciones
forzadas en la mayoría de los casos. Cabe destacar que si bien esta organización
aprovechaba la estructura militar y la infraestructura que le proporcionaban los
gobiernos de facto, su actividad era oculta, no decía relación con ninguna función que
les estuviere asignada institucionalmente, su actividad no era ejercida en el marco de
las potestades que les confería la función oficial que ostentaban:
...La asociación para los actos ilegales de destrucción de un grupo
diferenciado de personas tenía vocación de secreta, era paralela a la
organización institucional en la que los autores quedaban encuadrados,
212
pero no confundible con ella.
Su actividad producía inseguridad, turbación o miedo a un grupo o a la
generalidad de la población y su esencia era el rechazo del orden jurídico no sólo del
que subvirtiera mediante la fuerza sino también del orden jurídico vigente en el país a
213
la sazón . Concurren entonces los elementos propios de la banda armada:
estructural, teleológico y resultado.
4.-El terrorismo perpetrado por esta organización criminal, y como delito de
persecución universal, incluido en la legislación española (artículo 23.4 de la Ley
Orgánica del Poder Judicial español-LOPJ) no se refiere tanto a los hechos de
terrorismo que se produjeren en su territorio, sea que se trate de terrorismo nacional
o internacional, porque ello está contenido en la legislación interna, sino que se
refiere más bien a los supuestos en los que España, como miembro de la
comunidad internacional, tiene interés en perseguir, aunque su concreción
evidentemente se tenga que hacer, como no podía ser de otra forma, con arreglo a
214
las leyes españolas . En su calidad de miembro de la comunidad internacional,
resulta indiscutible que España tiene interés en la persecución de estos delitos, no
tanto por el hecho de que entre las víctimas haya ciudadanos españoles, sino por el
hecho de que el terrorismo participa del concepto de crimen de Derecho
215
internacional, y por ende, este interés va mas allá de las fronteras nacionales .
Constituye un caso de responsabilidad penal internacional especialmente cuando
dice relación con el abuso de poder y se le utiliza como instrumento de represión
político-ideológica. Es claro que el terrorismo propiciado por parte del Estado, sea
oficialmente como ocurría en la Alemania nazi, sea extraoficialmente como ocurre
tratándose de estas organizaciones paralelas al poder, rebasa los límites del
Derecho Penal interno. No obstante ha sido objeto de condena internacional por parte
de las naciones en diversas normas de Derecho Internacional. Así por ejemplo, la
Asamblea General de Naciones Unidas ha instado a adoptar todas las medidas
precisas para combatir y eliminar todos los actos de terrorismo y por quien quiera
Disposición que fue latamente utilizada durante todo el período de la dictadura militar para restringir y suspender
las garantías fundamentales reconocidas en el artículo 19 de la Carta Magna. Por último, Pinochet intentó
perpetuarse en el poder y en las inmunidades que se derivaban del mismo, mediante el establecimiento, en el art.
45 letra a) de la figura de los senadores vitalicios .
212.-Fundamento jurídico sexto del Auto de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional de 5 de Noviembre de
1997.
213.-Ibid.
214.-Fundamento séptimo del Auto de procesamiento dictado en contra de Augusto Pinochet.
215.-Este criterio fue adoptado en el auto de procesamiento en contra del General Pinochet. Ibid.
que los haya cometido (Doc. A/50/186 de la AG de 22 de diciembre de 1995).
Finalmente es necesario enfatizar que el terrorismo desarrollado desde las
estructuras del Estado o del Estado mismo a través de sus representantes, es la
forma más peligrosa del terrorismo y por ello precisamente es la que más debe
perseguirse.
Los actos perpetrados por la organización criminal que llevó a cabo la
Operación Cóndor puede encuadrarse asimismo dentro del tipo penal de la tortura
consagrado en los artículos 173 y 174 del Código Penal español. Ello porque las
detenciones ilegales perpetradas por sus agentes llevaban como conexo el trato
inhumano y degradante a las víctimas causando lesiones que en muchos de los
casos llevaron a la muerte. El manto de impunidad que proporcionaba la estructura
militar en el poder permitía esta grave violación a los derechos fundamentales. La
216
tortura pues se encuentra vinculada al denominado abuso de poder ). Así lo han
entendido también organismos internacionales de derechos humanos, como
Amnistía Internacional, para quien la tortura es parte del aparato que utiliza el Estado
para reprimir a los disidentes. Independientemente de la perversidad de torturadores
concretos, la tortura tiene un fundamento teórico: el aislamiento, la humillación, la
presión sociológica y el dolor físico como medio de obtener información, someter al
217
preso y de intimidar a sus allegados .
El objetivo de la tortura no es la eliminación física de la víctima sino reducirla
a una posición inferior, negarle su posibilidad de reconocimiento y adentrarse en su
218
intimidad para que construya una verdad que no es la suya, sino la de su verdugo .
Elementos propios de la práctica de la tortura son: de una parte y como aspecto de
gran trascendencia la caracterización respecto de la afección que el hecho causa y
el cual está dirigido, no al castigo físico, sino a la irrupción en el ser y la conciencia
del sujeto víctima, la intención es utilizar el cuerpo de la víctima como instrumento
receptivo del dolor y por su medio ingresar en el fuero interno del sujeto a fin de
perseguir una conducta determinada que vulnere el sustento de la lealtad del ser
humano que la sufre; que delate a su cómplice o amigo, o partidario, o benefactor, o
colaborador, o a su ser afectivo cercano o a su amante, en fin que quiebre sus
concepciones morales sustento de su dignidad. La pregunta del torturador saquea la
intimidad de la víctima, la devasta hasta obtener lo que éste quiere de ella. Pero la
respuesta obtenida nunca deja satisfecho al que increpa mediante la violencia. El
castigo físico se deslinda de la tortura porque en ésta se persigue un objeto diverso
de la mera sanción al cuerpo, se requiere una vinculación a lo ideológico. Se tortura
en nombre de las ideas para averiguarlas, para reprimirlas, para transformarlas o
216.-MUÑOZ CONDE considera que la esencia de la tortura, se encuentra en el abuso de poder, (función
pública) plasmado en un ataque plural a bienes jurídicos (vida, salud, indemnidad)... El criterio rector para
interpretar este delito debe ser, por tanto, el abuso de poder por parte del funcionario referido a los particulares.
Cf. MUÑOZ CONDE, Manual de Derecho Penal General, Valencia: Tirant Lo Blanch, 1995. p. 156.
217.-Tortura, informe de Amnistía Internacional, Madrid: Fundamentos, 1984, p. 4.
218.-La tortura nace con el interés por la intimidad del otro, es decir con la pregunta. Si se trata tan sólo de
destruir o castigar al otro, no hay tortura; lo que hace aparecer ésta es el afán de cuestionarle, de poner a la
víctima en cuestión. Cuestionar al otro es, por un lado, interrogarle y, por otro, dudar de su validez como tal otro,
negarle su derecho a seguir siendo por dentro como es, e imponerle la conformidad a un modelo. Se exige de la
otro una respuesta, en forma de confesión: que diga lo que su intimidad es, para que se le pueda identificar con
ella y castigarle por ella; o que se retracte de lo que es o se arrepienta de serlo, que admita que se ha
convertido ya en otro. Cf. SAVATER, Fernando, y MARTÍNEZ FRESNEDA, Gonzalo, Teoría y presencia de la
tortura en España, Barcelona: Anagrama, 1982, p. 19.
confirmarlas, para enseñarlas o para demostrarlas, se tortura para escarmentar,
para alinear, para normalizar, para obtener marasmo colectivo o individual, para
penetrar en el alma de aquellos que se niegan a reconocerse en un axioma diferente
al del verdugo que quiere imponer las suyas como matriz del comportamiento a
219
seguir . La degradación de la persona formaba parte del plan sistemático de
represión de la disidencia política creado por los gobiernos militares, un plan que
contenía, entre otros, el diseño de un sistema científico de torturas llevado a cabo por
organizaciones como la DINA.
Con base en estas consideraciones, el delito de tortura aparece como
integrante de los delitos de mayor entidad: genocidio y terrorismo. Esta fue la
posición sostenida por la Audiencia Nacional al ratificar su competencia para conocer
de estos hechos:
...La resolución del recurso va a exigir constatar si los hechos imputados
en el sumario son susceptibles de tipificarse, según la Ley penal
española, de delitos de genocidio o terrorismo... Las partes de la
apelación no han discutido que esos hechos imputados consistan en
muertes, detenciones ilegales y torturas por razones de depuración
ideológica o de entendimiento de la identidad y valores nacionales,
atribuidas a gobernantes y miembros de las Fuerzas Armadas o de
seguridad, con intervención también de grupos organizados, actuando
todos en la clandestinidad, hechos ocurridos en Chile durante el régimen
militar instaurado el 11 de septiembre de 1973.
Por otra parte...
... las torturas denunciadas formarían parte del delito de mayor entidad de
genocidio o terrorismo. Por ello resulta estéril examinar si el delito de
tortura es, en nuestro Derecho, delito de persecución universal por la vía
del artículo 23, apartado cuatro, letra g, de la Ley Orgánica del Poder
Judicial, puesto en relación con el artículo 5 de la Convención de 10 de
diciembre de 1984 contra la Tortura y otros tratos o penas crueles,
inhumanos o degradantes. Si España tiene jurisdicción para la
persecución del genocidio en el extranjero, la investigación y
enjuiciamiento tendrá necesariamente que alcanzar a delitos de tortura
integrados en el genocidio. Y no sólo en el caso de víctimas de
nacionalidad española, conforme podría resultar del artículo 5, apartado
uno, letra c, de la Convención citada, que no constituye una obligación
ineludible para los Estados firmantes. España tendría jurisdicción propia
como derivada de un tratado internacional en el caso del apartado dos del
artículo 5 de la Convención mencionada, pero, como se ha dicho, la
cuestión es irrelevante jurídicamente a los efectos de la apelación y del
220
sumario.
219.-Los apologistas de la tortura insisten, en general, en el clásico argumento de la eficacia expedita: "las
autoridades se ven obligadas a aplastar a los terroristas o a los insurrectos que comprometen la vida de
personas inocentes, y que ponen en peligro la sociedad civil y el Estado. Pretenden justificar los sufrimientos,
repudiables, pero necesarios, de una persona, con la noción de que se le infieren con el único propósito de
defender un bien superior, como es el de la mayoría. Cf. Informe sobre la Tortura, op. cit., p. 6.
220.-Fundamentos cuarto y séptimo del Auto de la Audiencia Nacional de 5 de noviembre de 1998 que resuelve el
recurso de apelación interpuesto por la Fiscalía de la Audiencia Nacional 173/98.
El Código Penal español sanciona el delito de torturas en su Libro II , Título VII,
De las torturas y otros delitos contra la integridad moral. El tipo básico de la tortura
se encuentra en el artículo 174, y el tipo atenuado consagrado en el artículo 175. En
el 173 se castigan los atentados genéricos contra la integridad moral llevados a cabo
por particular; en el 176 se contempla la modalidad omisiva y en el 177 una cláusula
de concurso. Atendidos los límites de este artículo analizaremos someramente los
tipos contenidos en los artículos 174 y 173.
Existe un extendido criterio, según el cual el bien jurídico protegido en el delito
de tortura, artículo 174, es la integridad moral, en concordancia con el Art. 15 de la
221
C.E que garantiza el derecho a la integridad física y moral
mediante el cual se
protege la inviolabilidad de la persona, no sólo contra ataques dirigidos a lesionar su
cuerpo o espíritu, sino también en toda clase de intervención en esos bienes que
carezca del consentimiento del titular, por lo que la integridad moral puede ser
identificada con la inviolabilidad de la libertad. Su lesión se produce cuando la
persona ve negada su plena capacidad de decidir, cuando la pérdida de dignidad
hace que pierda su condición de ser libre de forma que no quepa atribuir su conducta
222
como propia . PORTILLA CONTRERAS, considera que el concepto de integridad
moral se deduce del contenido del artículo 15 de la C.E:
...Parece evidente que el concepto de integridad moral hay que deducirlo
de lo expuesto en el artículo 15 de la Constitución, de la jurisprudencia
del Tribunal Constitucional y de la legislación internacional y los criterios
223
de interpretación del Tribunal Europeo de Derechos Humanos.
Por otra parte, en la conducta descrita en el artículo 173, es decir, los
atentados genéricos contra la integridad moral, el objeto de protección de este tipo
penal, según sería tal integridad moral en la proscripción de cualquier violencia de
carácter intimidatorio que pueda derivarse del también reconocido
constitucionalmente, derecho a la libertad de pensamiento:
...cualquier expresión de esta libertad es lícita siempre y cuando no se
manifieste de forma coercitiva, lo cual supondría una lesión del bien
224
jurídico integridad moral...
A partir de esta sujeción e interpretación del contenido del artículo 15 de la
Constitución Española, se argumenta, además, que la agresión contra la integridad
221.-Al existir una relación directa con lo preceptuado por la Constitución Española, algunos autores consideran
que la ubicación sistemática de los tipos, en particular el 173, deberían haberse incluido en el Capítulo IV ó V del
Título XXI (delitos contra la Constitución) y no en su presente ubicación, que suponen un cuerpo extraño. A lo
más, podría haberse incluido el artículo 173 del CP (que es el único que puede cometerse por no funcionarios)
entre los delitos contra el honor o la libertad. Cf. LANDECHO VELASCO y MOLINA BLÁSQUEZ, Derecho Penal
Parte Especial, Madrid, Tecnos, p. 109. En sentido contrario y por entender de manera acertada que la integridad
moral es una categoría conceptual propia que merece atención específica y valor independiente del derecho a la
vida y la integridad física o el honor, cf. CONDE-PUMPIDO, "El derecho dundamental a la integridad moral
reconocido en el artículo 15 de la Constitución, su tutela penal", La Ley, nº 6 (1996).
222.-.CARBONEL MATEU, C., y GONZALEZ CUSSAC, J.L.,: Derecho Penal Parte Especial, Valencia: Tirant Lo
Blanch, 1996, p. 190.
223.-PORTILLA CONTRERAS, G:, De las torturas y otros delitos contra la Integridad Moral, en COBO DEL ROSAL,
Curso de Derecho Penal Español, Parte Especial, Madrid: Marcial Pons, Madrid, 1996, p. 275. Otros sectores de
la doctrina han manifestado su criterio al considerar que el bien jurídico protegido no es la integridad moral ni
física, pues éstas se encuentran recogidas por el criterio más amplio de dignidad del ser humano (art. 10 de la
C.E), puesto que la tortura y otros atentados a la integridad moral siempre comportan una agresión a la vida
humana, pues al sujeto pasivo se le niega su condición de persona, convirtiéndolo en mero objeto.
224.-MUÑOZ CONDE, op.cit., p. 161.
moral, debe suponer actos de humillación o vejación del sujeto pasivo. Con
anterioridad, el Código Penal español establecía en el artículo 204 bis, dentro de los
delitos contra la Seguridad Interior del Estado, específicamente en el párrafo
destinado a este tipo de ilícitos cometidos por los funcionarios públicos contra el
225
ejercicio de los derechos de la persona reconocidos por las leyes . A partir de las
226
críticas respecto de su ubicación
y el contenido material del tipo, se introdujo uno
nuevo contemplado en el artículo 174 dentro de los delitos contra la integridad moral.
Precisamente, el epígrafe del Título VII, De las torturas y otros delitos contra la
integridad moral, nos da la idea del alcance que se le pretende atribuir a tal
comportamiento: configurar a la tortura como el más importante de los atentados
227
contra tal tipo de integridad .
Con carácter general, al igual que la desaparición forzada, este delito no
puede ser cometido por cualquier persona, el sujeto activo sólo puede ser funcionario
público o autoridad. Es precisamente esta condición de superioridad dada por la
propia ley la que se considera como el aprovechamiento del poder conferido para
abusar de su cargo. Esta caracterización del sujeto activo, es propia de la
normatividad internacional. Así lo indica la Declaración sobre Protección de todas las
Personas contra la Tortura y otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o
Degradantes en su artículo 1.
El sujeto pasivo puede ser cualquier persona, aquella a la que se pretende
castigar o aplicar la tortura, ya sea como medio de obtener de ella una confesión o
conseguir alguna información. La conducta típica exige además un elemento
subjetivo: que con el hecho se someta a la persona a procedimientos que atenten
contra su integridad moral ya sea mediante tratos degradantes, inhumanos o la
misma tortura, los cuales deben ser ocasionados mediante una acción dolosa del
sujeto activo (el tipo subjetivo exige un dolo directo) con el fin de obtener una
confesión o información de cualquier persona o de castigarla por cualquier hecho que
se haya cometido o se sospeche que ha cometido, sin ser necesario que se obtenga
el propósito, pues basta con el acto de torturar. Al respecto, es pertinente revisar el
contenido del artículo 174 del C.P. que expresamente define la motivación del sujeto
activo: ...con el fin de obtener una confesión o información de cualquier persona o de
castigarla por cualquier hecho que haya cometido o se sospeche que ha
cometido...La presencia de este elemento subjetivo del injusto, condiciona el carácter
eminentemente doloso del tipo de tortura y excluye la posibilidad de comisión
culposa.
No es posible alegar en la comisión del hecho, causa de justificación alguna
228. Este impedimento del tipo se difiere del artículo 15 de la C.E que determina que
225.-Se introduce así el delito de tortura en el Derecho penal español aunque sin identificarlo así, por Ley
Orgánica 31/78 de 17 de julio.
226.-Al respecto BUSTOS RAMÍREZ, entre otros, quien destaca, respecto del Código Penal anterior (art. 204 bis)
que en esta disposición se unifican erróneamente dos cuestiones diferentes: la tortura y el tormento. Además de
otras graves deficiencias técnicas... La mala técnica legislativa en este delito hace difícil una sistematización
coherente...". BUSTOS RAMÍREZ, Juan: Manual de Derecho Penal Especial, Delitos Contra el Funcionamiento del
Sistema, Edit. Ariel Derecho, 1995, p. 320.
227.-MATELLANES RODRÍGUEZ, Nuria: "El delito de tortura", en Nuevas Cuestiones Penales, Coordinadoras María
del Rosario DIEGO y Virginia SÁNCHEZ LÓPEZ, Edit. Colex, 1998, ob.cit., p. 123.
228.-En este sentido: LANDECHO VELASCO- MOLINA BLAZQUEZ, op.cit.., p. 114; PORTILLA CONTRERAS, op.
cit.., p. 290.
la práctica de la tortura no es admisible en ningún caso. Igualmente, la doctrina ha
recibido de la normatividad internacional la interpretación negativa referida. En este
sentido la Convención Contra la Tortura de 1984 prescribe que...
...en ningún caso podrán invocarse circunstancias excepcionales tales
como el estado de guerra, amenaza de guerra, inestabilidad política
interna o cualquier otra emergencia pública como justificación de la
tortura.
Por último, es preciso señalar que existe un elemento común en los tipos
vistos: tanto en el genocidio como en los delitos de terrorismo y torturas se aprecia la
existencia de dolo. En el delito de genocidio, el dolo directo de exterminar al grupo
humano en sus diversas manifestaciones; en los delitos de terrorismo, la finalidad de
subvertir el orden constitucional y atacar a la comunidad internacional mediante
formas que integran la categoría de crimen contra la humanidad; en los delitos de
torturas: la degradación de la persona en cuanto parte del género humano y de la
comunidad internacional. En todos estos delitos se aprecia el ataque a derechos
fundamentales como la vida, la integridad física y psíquica de la persona y la libertad.
Por otra parte, existía asimismo un acuerdo de voluntades entre los militares
que perpetraron estos ilícitos. Así lo estableció la Audiencia Nacional, respecto del
caso chileno:
...Está acreditado indiciariamente el acuerdo de voluntades de los
responsables militares para acabar con el sistema constitucional chileno,
con la vida del Presidente constitucional e iniciar todo un sistema de
represión selectivo pero masivo en el sentido expuesto y para ello dotan
a todas las instituciones y personas jerárquicamente subordinadas de
todos los medios no formales e ilegales necesarios y de la impunidad
precisa, no existe el ejercicio del ius puniendi del Estado, que desde sus
instituciones no sólo incita sino que coordina el ejercicio del terror para
acometer la labor encomendada... se crean organizaciones como la
DINA o la CNI que desarrolla acciones paramilitares, para desarrollar
esas acciones en el interior y exterior, se diseña un sistema de
coordinación terrorista internacional de apoyo y asistencia de otros
países u otras organizaciones terroristas o para la eliminación o entrega
229
ilegal de prisioneros que después son ejecutados (Plan Cóndor).
F.-Legislacién española aplicable al caso
En concordancia con lo manifestado anteriormente debemos indicar que la
regulación de la competencia y jurisdicción española se encuentra contenida en la
Ley Orgánica del Poder Judicial (LO 6/1985 de 1 de julio), la que establece el
principio de competencia universal para la persecución de delitos como el genocidio,
el terrorismo nacional e internacional y la tortura, precisamente por ser los de mayor
gravedad y afectar a toda la humanidad. Así lo han entendido diversos Órganos
229.-Fundamento décimo primero del auto de procesamiento dictado en contra de Augusto Pinochet, El Mundo, 11
de Diciembre de 1998, ps. 24 y 25. Por último, es evidente que Augusto Pinochet tuvo una participación en calidad
de autor de estos hechos, aunque si bien no participa en su ejecución material, sí concibe y financia el Operación
Cóndor con fondos públicos. De esta forma Pinochet tuvo una participación en cuanto promotor y director de la
organización criminal que ejecutó estos delitos (artículo 516 apartado 1 CP).
Jurisdiccionales de otros países, tales como los Tribunales Supremos de Países
230
Bajos, Francia, Israel, Ontario (Canadá), entre otros . Ahora bien, la competencia
específica de la jurisdicción española para conocer de estos delitos encuentra su
fundamento en el artículo 23.4 de la LOP, en el que se establece que los Tribunales
españoles serán competentes para el conocimiento de aquella los delitos cometidos
por españoles o extranjeros fuera del territorio nacional, susceptibles de ser
231
tipificados como algunos de los que la norma enumera . Por otra parte, esta
normativa ha de ser interpretada conforme a la normativa internacional vigente, a
saber, la Declaración Universal de Derechos Humanos y a los Tratados y Acuerdos
Internacionales ratificados por España, a los principios de Derecho Internacional
Humanitario, al Convenio contra el Crimen de Genocidio de 1948, Convenciones de
Ginebra sobre Derecho Humanitario de 1949, Pacto Internacional de Derechos
Civiles y Políticos -1996-, Convención contra la Tortura -1984-, entre otros. La
naturaleza jurídica de esta norma es estrictamente procesal, no penal, de donde se
derivan las siguientes consecuencias:
• a) Al ser la norma procesal vigente se aplica con independencia al
tiempo en que los hechos que se enjuician fueren cometidos 232.
• b) Se limita a declarar la jurisdicción de España para el conocimiento
de delitos definidos y sancionados en otras leyes, no es su misión el
tipificar acción u omisión alguna.
• c) No trae consecuencia jurídica restrictiva de derechos alguna, ella
se deriva de la norma penal que tipifica los delitos de genocidio,
terrorismo y tortura. Por tanto, su aplicación a efectos del enjuiciamiento
a hechos ocurridos con anterioridad a su vigencia respeta plenamente el
principio de legalidad (art.9.3 de la Constitución Española-CE-).
La Audiencia Nacional señaló a este respecto que...
... la norma procesal en cuestión ni es sancionadora desfavorable ni es
restrictiva de derechos individuales, por lo que su aplicación a efectos de
enjuiciamiento penal de hechos anteriores a su vigencia no contraviene el
artículo 9, apartado tres, de la Constitución Española. La consecuencia
230.-GARCES, Joan E., “Pinochet ante la Audiencia Nacional ...·”, op. cit., ps. 93 y 94.
231.-Dispone el artículo 23.4 de la LOPJ, que será competente la jurisdicción española para conocer de los hechos
cometidos por españoles o extranjeros fuera del territorio nacional susceptibles de tipificarse, según la Ley penal
española, como alguno de los delitos que el precepto enumera, comenzando por el genocidio (letra a) y siguiendo
por el terrorismo (letra b), incluyendo en último lugar cualquier otro delito que según los tratados o convenios
internacionales, deba ser perseguido en España (letra g).
232.-De esta forma para reconocer la jurisdicción española para el enjuiciamiento de un delito de genocidio
cometido en el extranjero por nacionales o extranjeros en los años 1973-1990 es necesario recurrir a lo dispuesto
en el artículo 336 de la Ley Provisional sobre Organización del Poder Judicial de 15 de septiembre de 1870
(derogada por la Ley Orgánica del Poder Judicial de 1985) que pasó a atribuir jurisdicción a los órganos judiciales
españoles para juzgar a españoles o extranjeros que cometieran delito de genocidio fuera del territorio español.
Por otra parte, el ordenamiento jurídico español establece que, promulgada una norma procesal (como lo es la
LOPJ de 1985), ésta se aplica también a los procedimientos incoados después de su entrada en vigor, aunque
versen sobre delitos cometidos antes de la promulgación de la ley procesal, salvo disposición expresa en
contrario. Así, la LOPJ 6/1985 ha sido aplicada por el Tribunal Supremo para enjuiciar delitos cometidos antes de
julio de 1985: sentencias de 25.06.1986 (Aranzadi 3192); 12.06.1986 (A.3145); 8.07.1986 (A.3899); 1986/5427;
5.12.1986 (A. 7853); 17.10.1988 (A.8056), entre otras. Además el artículo 15 del Pacto Internacional de Derechos
Civiles y Políticos de 1966, ratificado por España y Chile, tras afirmar el principio nullum crimen sine lege nacional
o internacional agrega que nada de lo dispuesto en este artículo se opondrá al juicio ni a la condena de una
persona por actos u omisiones que, en el momento de cometerse, fueran delictivos según los principios
generales del derecho reconocidos por la comunidad internacional.
jurídica restrictiva de derechos derivada de la comisión de un delito de
genocidio -la pena- trae causa de la norma penal que castiga el
genocidio, no de la norma procesal que atribuye jurisdicción a España
para castigar el delito. El principio de legalidad (artículo 25 de la
Constitución Española) impone que los hechos sean delito -conforme a
las Leyes españolas, según el artículo 23, apartado cuatro, tan
mencionado- cuando su ocurrencia, que la pena que pueda ser impuesta
venga ya determinada por ley anterior a la perpetración del crimen, pero
no que la norma de jurisdicción y de procedimiento sea preexistente al
hecho enjuiciable. La jurisdicción es presupuesto del proceso, no del
233
delito.
G.-Legislación internacional aplicable al caso
El Convenio contra el Genocidio de 9 de diciembre de 1948, al que España se
234
adhirió en su momento , señala como competente para conocer de este delito el
lugar en que se cometen los hechos o una Corte Penal Internacional establecida al
efecto. Además, faculta a los Estados para que introduzcan en su legislación interna
una cláusula de competencia universal para su persecución. Haciendo uso de esta
facultad, España introdujo la cláusula de competencia universal mencionada
235
anteriormente . Así el artículo 6 de este Convenio dispone que...
...Las personas acusadas de genocidio o de uno cualquiera de los actos
enumerados en el artículo 3 serán juzgadas por un tribunal competente
del Estado en cuyo territorio el acto fue cometido, o ante la Corte Penal
Internacional que sea competente respecto a aquellas de las Partes
contratantes que hayan reconocido su jurisdicción.
Siguiendo una interpretación restrictiva, pudiera parecer que la jurisdicción
española (como la de cualquier otro Estado) no sería competente para el
conocimiento del delito de genocidio cometido fuera del territorio nacional. Esta fue la
postura sostenida por la Fiscalía de la Audiencia Nacional y que motivó un Recurso
de Apelación en contra de la resolución de 18 de octubre de 1998, por la que se
amplió la prisión provisional de Augusto Pinochet. En sus argumentos, la Fiscalía de
233.-Resolución de 5 de noviembre de 1998, en http//www.derechos.org/nizkor/chile/juicio.
234.-El Convenio entró en vigor para España el 12 de diciembre de 1968, que al adherirse formuló una reserva al
artículo 9, que versa sobre la jurisdicción del Tribunal Internacional de Justicia en materia de controversias entre
las Partes contratantes, relativas a la interpretación, aplicación o ejecución del Convenio, incluso las relativas a la
responsabilidad de un Estado en materia de genocidio o en cualquiera de los otros actos enumerados en el artículo
3. El convenio integra el ordenamiento jurídico interno de España, conforme al artículo 96 de la Constitución
Española y artículo 1.5 del Código Civil. Por otra parte por la Ley 44/71, de 15 de noviembre de 1971, el delito de
genocidio pasa a formar parte del Código Penal entonces vigente (artículo 137 bis), como delito contra el derecho
de gentes, en los siguientes términos: los que, con propósito de destruir, total o parcialmente, a un grupo
nacional étnico, social o religioso perpetraren alguno de los actos siguientes ..., y señalaba como actos
concretos de genocidio las muertes, lesiones, sometimiento a condiciones de existencia que hagan peligrar la vida
o perturben gravemente la salud, desplazamientos forzosos y otros.
235.-A mayor abundamiento el Convenio contra la Tortura y otros Tratos o Penas Crueles Inhumanas o
Degradantes establece un principio de competencia para la persecución de la tortura del Estado del que sea
nacional la propia víctima
la Audiencia Nacional consideró que el enjuiciamiento de estos hechos por parte de
la Jurisdicción española vulnera principios constitucionales propios del Estado de
Derecho: el principio de irretroactividad de la ley penal y el principio del non bis in
ídem, toda vez que, según la Fiscalía, los hechos objeto de la causa ya han sido
juzgados en Chile y Argentina. Y continua argumentando la falta de competencia para
conocer del delito de genocidio, determinando que...
...aún cuando hipotéticamente se estimase que fue delito de genocidio,
se debe insistir en que conforme al Convenio para la Prevención y
Sanción del Delito de Genocidio, el delito de genocidio debe ser
perseguido por las autoridades del Estado donde se comete. Y se estima
que estos delitos no han sido enjuiciados, España no puede ejercer la
jurisdicción subsidiaria que no le corresponde, puesto que estaría
236
vulnerando el artículo 2 de la Carta de las Naciones Unidas .
Tratándose de crímenes contra la humanidad es contrario al fundamento del
Derecho Internacional y a su objeto respecto de este tipo de delitos, realizar este tipo
de interpretaciones. Creemos que ellas han de acoger un criterio de amplitud
suficiente que no permita dejar impunes crímenes como el genocidio. Esta ha sido la
interpretación que acogió la Audiencia Nacional española en el Auto que se pronuncia
sobre el recurso de apelación 84/98 de la Sección Tercera planteado por la Fiscalía
en el que se confirmó la jurisdicción de España para conocer de los crímenes de
237
genocidio y terrorismo cometidos durante la dictadura chilena .
La Asamblea General de Naciones Unidas ha acogido esta interpretación
amplia en su resolución 96 (1) de 11 de diciembre de 1946, declarando ya en su
preámbulo que el genocidio es un delito de Derecho Internacional, contrario al espíritu
y a los fines de las Naciones Unidas y que asimismo ha sido objeto de condena por
parte del mundo civilizado. La Asamblea General reconoce que en todos los períodos
de la Historia el genocidio ha infligido grandes pérdidas a la humanidad y expresa su
convencimiento de que para liberar a ésta de un flagelo tan odioso se necesita la
cooperación internacional. Por otra parte, esta misma Resolución señala en su
artículo 1 que los Estados se comprometen a prevenir y sancionar el genocidio
238
cometido en tiempo de paz o en tiempo de guerra
. El artículo 4 da a esta
prevención y sanción un carácter general aun cuando los responsables sean
gobernantes, funcionarios o particulares. Asimismo se comprometieron, en virtud de
lo dispuesto en el artículo 5, a adoptar las medidas legislativas internas necesarias
para asegurar la aplicación de las disposiciones del Convenio y especialmente a
establecer sanciones penales eficaces para castigar a las personas culpables de
239
genocidio o de cualquiera otro de los actos enumerados en el artículo 3 . Como los
236.-Al respecto Consultar el texto completo en http://www.derechos.org. Edición equipo Nizkor y Derechos
Human Rights.
237.-Fundamento Jurídico Segundo del auto de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional española de 5 de
noviembre de 1998. Editado electrónicamente por el Equipo Nizkor, en Madrid, a 7 de noviembre de 1998.
http//www.derechos.org/nizkor/chile/juicio.
238.-El artículo l del Convenio dispone que: las Partes contratantes confirman que el genocidio, ya sea cometido
en tiempo de paz o en tiempo de guerra, es un delito de Derecho internacional que ellas se comprometen a
prevenir y sancionar.
239.-El artículo 8 otorga a los Estados la posibilidad de recurrir a los órganos competentes de las Naciones Unidas
para que éstos tomen, conforme a la Carta de las Naciones Unidas, las medidas que juzguen apropiadas para la
prevención y la represión de actos de genocidio o de cualquiera de los otros actos enumerados en el artículo 3.
tratados internacionales prevalecen al Derecho interno de cada Estado, las
disposiciones contenidas en este convenio prevalecen entonces al ordenamiento
jurídico de España, todo lo cual se encuentra contenido en los artículos 96 de la
Constitución Española y 97 de la Convención de Viena sobre el Derecho de los
Tratados, de 1969. Del tenor literal del artículo 6 no puede deducirse que ella sea una
norma limitativa de la jurisdicción. Este tipo de interpretación sería contrario al
espíritu mismo del Convenio. Por tanto, cabe interpretar que no se excluye de la
competencia a tribunales que formen parte de una jurisdicción asentada en un
territorio en el que no se ha cometido genocidio. Simplemente la Convención anuncia
un tribunal penal internacional e impone a los Estados parte, la obligación de que los
genocidios sean obligatoriamente juzgados por los órganos judiciales del Estado en
cuyo territorio los delitos se cometieron. Así lo establece la Audiencia Nacional en el
auto de 5 de noviembre mencionado señalando expresamente en su fundamento
jurídico segundo:
...Que las Partes contratantes no hayan acordado la persecución
universal del delito por cada una de sus jurisdicciones nacionales no
impide el establecimiento, por un Estado parte, de esa clase de
jurisdicción para un delito de transcendencia en todo el mundo y que
afecta a la comunidad internacional directamente, a la humanidad toda,
como el propio Convenio entiende. De ningún modo podríamos entender
que el artículo 6 transcrito impidiese a los Estados signatarios hacer uso
del principio de persecución por personalidad activa recogido en sus
normativas internas. Sería impensable que, por aplicación del Convenio
para la Prevención y la Sanción del delito de Genocidio, España, por
ejemplo, no pudiese castigar a un genocida de nacionalidad española que
hubiese cometido el delito fuera de España y se hallase en nuestro país,
cumplidos los requisitos del artículo 23, apartado dos, de la Ley Orgánica
del Poder Judicial. Pues bien, los términos del artículo 6 del Convenio de
1948 no autorizan tampoco a excluir la jurisdicción para el castigo del
genocidio de un Estado parte, como España, cuyo sistema normativo
recoge la extraterritorialidad en orden al enjuiciamiento de tal delito en el
apartado cuatro del artículo 23 de la Ley Orgánica del Poder Judicial, de
ningún modo incompatible con el Convenio.
Argumentos similares podemos aducir respecto de los delitos de terrorismo,
que aparecen asimismo como delito de persecución internacional en el artículo 23.4
letra b) de la LOPJ. A este respecto cabe recordar que los hechos cometidos durante
las dictaduras militares argentina y chilena son susceptibles de ser tipificados como
delitos de terrorismo conforme a la legislación penal interna de España y del Derecho
Internacional. La práctica sistemática de desapariciones forzadas es un acto
terrorista por parte del Estado, en este caso, como hemos indicado anteriormente,
los actos de terrorismo eran ejercidos por una organización criminal que si bien fue
dirigida desde el Estado, gobierno de facto de las dictaduras militares, realizaba sus
actuaciones en forma oculta y no haciendo uso de función institucional alguna que le
hubiere sido concedida oficialmente por parte de dichos gobiernos. Posición contraria
es la sostenida por la Fiscalía ante la Audiencia Nacional, al considerar discutible que
las Fuerzas Armadas chilenas o argentinas actuaron como banda armada al margen
de la ley, toda vez, que su objetivo nunca fue el de subvertir el orden constitucional
vigente, sino la sustitución temporal del orden constitucional establecido a fin de
subsanar las insuficiencias para mantener la paz pública que tenían los sistemas
240
derrocados. .
Por otra parte, dado que la práctica sistemática de desapariciones forzadas
(detenciones ilegales seguidas de secuestro) fue precedida de tratos inhumanos,
crueles y degradantes, y en concordancia a lo expuesto en relación a que las torturas
formarían parte de los tipos penales de mayor entidad, genocidio y terrorismo, debe
necesariamente reconocerse la competencia de la jurisdicción española para
241
conocer de los mismos . En igual forma, respecto a los actos de tortura cometidos
por las dictaduras militares es necesario resaltar que existe un consenso indiscutible
al proscribir la tortura en el ámbito internacional, toda vez que su consagración se
incluye en los denominados tratados que reconocen derechos fundamentales
internacionales, los cuales constituyen principios reconocidos por los Estados
civilizados.
En este sentido, la regla que prohibe la tortura, tal y como lo define el artículo
1 del Convenio contra la Tortura de Naciones Unidas, hacen parte del estándar
mínimo común que conforma el noyea dur del entramado jurídico internacional de
242
protección de los Derechos Humanos . Al respecto, la Resolución 3452 (XXX) de la
Asamblea General afirma lo siguiente:
...Todo acto de tortura u otro trato o pena cruel, inhumana o degradante
constituye una ofensa a la dignidad humana y será condenado como
violación de los propósitos de la Carta de las Naciones Unidas y de los
Derechos Humanos y libertades fundamentales proclamados en la
Declaración Universal de los Derechos Humano.
Tan clara manifestación no deja duda que el propósito de la misma es el
ubicar la responsabilidad internacional de aquel Estado que permita la práctica de la
tortura, basta observar la Declaración Universal de los Derechos Humanos, art. 5,
según el cual nadie será sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos
o degradantes. Sin embargo, el reconocimiento internacional y la existencia de
principios ya enumerados que permiten el enjuiciamiento y sanción de crímenes de
lesa humanidad, entre los cuales se incluye el tipo de tortura, la Fiscalía delegada
ante la Audiencia Nacional en el recurso presentado ante el auto de prisión en contra
de Augusto Pinochet Ugarte, ha manifestado la falta de competencia para conocer de
240.-Al respecto consultar el documento denominado "Documento Fungairiño", Equipo NizKor,
http://www.derechos.org, Madrid, 2 de Octubre de 1997.
241.-La Fiscalía argumentó en su apelación que el delito de tortura no era en el ordenamiento jurídico español un
delito de persecución universal por la vía del artículo 23.4 letra g) de la LOPJ, puesto en relación con el artículo 5
de la Convención de 10 de diciembre de 1984 contra la Tortura, y en relación con el apartado 1 del mismo artículo,
por cuanto las víctimas de tortura no eran ciudadanos españoles. A ello la Audiencia Nacional respondió en el
fundamento Séptimo del Auto ya indicado de 5 de noviembre: Las torturas denunciadas formarían parte del delito
de mayor entidad de genocidio o terrorismo....si España tiene jurisdicción para la persecución del genocidio en
el extranjero, la investigación y enjuiciamiento tendrá necesariamente que alcanzar a delitos de tortura
integrados en el genocidio. Y no sólo en el caso de víctimas de nacionalidad española, conforme podría resultar
del artículo 5, apartado uno, letra c, de la Convención citada (Convención contra la Tortura), que no constituye
una obligación ineludible para los Estados firmantes. España tendría jurisdicción propia como derivada de un
tratado internacional en el caso del apartado dos del artículo 5 de la Convención mencionada, pero, como se ha
dicho, la cuestión es irrelevante jurídicamente a los efectos de la apelación y del sumario.
242.-QUEL LÓPEZ, Javier, La Lucha Contra la Tortura, Oñati: Edit HAEE/IVAP-Instituto Vasco de Administración
Pública, 1991, p. 30.
este tipo penal, toda vez que según sus argumentos: España se adhiere a la
Convención contra la Tortura y otros tratos o penas crueles, inhumanos o
degradantes el día 21 de octubre de 1987, es decir en fecha posterior a los hechos
objeto del presente procedimiento. Baste afirmar en contra, que la legislación
española introduce el tipo de tortura, aunque sin identificarlo de esa forma mediante
la Ley Orgánica 31/78 de 17de julio en el artículo 204 bis del Código Penal, dentro de
los delitos contra la seguridad interior del Estado, además ha de tenerse en cuenta,
como se afirma en el fundamento jurídico octavo del auto de procesamiento de
Augusto Pinochet, que a efectos de la consideración de la tortura como delito de
persecución universal, el artículo 7 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y
Políticos de 16 de diciembre de 1966, ratificado por España el 27 de abril de 1977
243
prohibe la tortura, los tratos inhumanos y degradantes .
Respecto de las consideraciones específicas del tipo penal en España a la
luz de los hechos de las dictaduras militares detallaremos en apartado posterior el
análisis, toda vez que la Audiencia Nacional al pronunciarse sobre la competencia
para conocer de estos hechos (numeral 8) considera acertado incluir este tipo dentro
244
de los tipos de Genocidio y Terrorismo como hechos de mayor entidad .
H.-Inaplicación del principio non bis in idem, de la prescripción y de la amnistía
No se sostiene el argumento según el cual la aplicación de la regla non bis in
idem, la prescripción o la amnistía puden privar a los órganos jurisdiccionales de
cualquier Estado de la posibilidad de juzgar hechos constitutivos de crímenes
internacionales. El artículo 10 del Estatuto del Tribunal Internacional Penal para la exYugoslavia expresa que el principio universal del non bis in idem no impide al tribunal
juzgar a una persona ya juzgada por el mismo hecho en otro Estado, si en ese
Estado, el hecho ha sido considerado como una infracción de Derecho común o si
en el proceso aparece probada un denegación de justicia. Por tanto, no es óbice para
el enjuicimiento de estos crímenes la existencia de un procedimiento por parte del
Estado en cuyo territorio se cometieron dichos actos, o del Estado responsable de
los mismos, sea que el enjuicimiento se encontrare pendiente o terminado por
sentencia ejecutoriada, máxime cuando han existido leyes de punto final, amnistía,
reconocimiento de la obediencia debida, indultos o sobreseimiento que impida la
continuación de las investigaciones.
Tampoco puede considerarse que estos delitos hayan sido objeto de
enjuiciamiento en los países en que se cometieron, por lo que no es aplicable la
cláusula contenida en el artículo 23.2 c) de la LOPJ que impediría la competencia de
la jurisdicción española para instruir los procedimientos por haber sido el delincuente
absuelto, indultado o penado en el extranjero. Aún cuando en Argentina como en
Chile, se han seguido procesos contra algunos de los militares implicados, las
investigaciones no han tenido efectividad, bien por no haberse concluido, bien por
haber sido después indultados o amnistiados los autores mediante las denominadas
243.-Texto completo en el periódico "El Mundo" de 11 de Dic. de 1988.
244.-Auto de la Sala Penal de la Audiencia Nacional confirmando la jurisdicción de España para conocer de los
crímenes de genocidio y terrorismo durante la dictadura chilena. Madrid 5 de Noviembre de 1998 Consultar en
http://www. Derechos.org. Edición internet equipo Nizkor.
245
leyes de punto final y obediencia debida , promulgadas bajo la coacción de los
propios militares implicados. Consecuentemente, estas leyes que han garantizado la
impunidad de los violadores a los derechos humanos implicados, no pueden ser
invocadas como excepción a la jurisdicción universal prevista para estos delitos y
además han sido declaradas por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos
de la OEA como contrarias a lo establecido en el art. 1.1 de la Convención
246
Americana de Derechos Humanos .
Sin embargo en el juicio que se tramita ante la justicia española en contra de
militares chilenos y argentinos, la Fiscalía de la Audiencia Nacional argumentó, entre
otras consideraciones, la falta de jurisdicción de España por considerar que estos
delitos ya habían sido objeto de enjuiciamiento en Chile y Argentina. De esta forma
resultaba aplicable la cláusula contenida en el art. 23.2 c) de la LOPJ que impediría la
competencia de la jurisdicción española para instruir los procedimientos por haber
sido el delincuente absuelto, indultado o penado en el extranjero. La Audiencia
Nacional consideró al respecto, que si bien tanto en Argentina como en Chile se
habían seguido procesos contra algunos de los militares implicados en las
denuncias, éstos no habían tenido efectividad, ya por no haberse concluido o por
haber sido después indultados o amnistiados los autores mediante leyes de punto
final, obediencia debida o amnistía. En el fundamento jurídico octavo del Auto en el
que reafirma la competencia de la jurisdicción española, luego de ejemplificar con
cuatro casos de detenidos desaparecidos en territorio chileno, algunos de ellos
españoles, indicó lo siguiente:
...Han de tenerse por imprejuzgados los delitos a que se ha hecho
referencia. Con independencia de que el Decreto-Ley 2.191 de 1978
pueda considerarse contrario al ius coges internacional, dicho Decreto245.-Sin embargo, la dogmática penal ha venido discutiendo si le es dado al subalterno el cumplimiento de la orden
constituyéndose, posteriormente en el autor de la infracción a un tipo penal que vulnere la dignidad humana. En
este sentido, la actuación en cumplimiento de una orden puede ser punible si el subordinado habiendo reconocido
la ilegalidad de la orden y habiendo tenido la posibilidad de elegir, la ejecuta. KAI AMBOS al respecto manifiesta que
dogmáticamente se parte de la cuestión central de la responsabilidad personal de quien ejecuta la orden. Al
respecto se asocian dos cuestiones importantes. Partiendo de la falta de conocimiento de la ilegalidad que
implica la ejecución de la orden, se puede preguntar en principio, si el subordinado hubiera podido o no evitar
ese error. Esto depende en los casos concretos de numerosos factores, por ejemplo, el tiempo de reflexión
existente entre el momento en que se imparte la orden y se ejecuta, la disciplina exigida a los militares.
Finalmente, el subordinado tiene el deber de examinar cuáles de estas exigencias corresponden en principio a
una infracción penal “normal” Cf. KAI AMBOS, Impunidad y Derecho Penal Internacional, Bogotá: Edit Dike, 1997,
p. 392. A este último respecto, como ya lo hemos señalado, existen tres grupos de delitos (crímenes de guerra) Derecho de la Haya y de Ginebra-; Genocidio y Crímenes en contra de la humanidad o de lesa humanidad, de entre
los cuales sobresalen la Tortura, el Genocidio y la Desaparición Forzada de Personas. En conclusión, existe un
límite absoluto respecto de las graves violaciones a los derechos humanos, que no deja espacio a consideración
alguna, pues siempre ésta será ilegal, en tanto contenido degradante de la dignidad de la persona humana. La
orden de desaparecer o torturar, nunca podrá acatarse ciegamente a pesar de encontrarse bajo los límites,
muchas veces, de la disciplina militar. El Derecho penal internacional establece sólo para el caso de los
denominados crímenes internacionales, que no es admisible la exoneración de la pena por vía de justificación. En
estos casos se parte, en el sentido de la citada presunción, de la ilegalidad manifiesta de la orden de modo tal
que se desvirtúa la posibilidad de un error inevitable. Ibid., p. 401.
246.-La Comisión Interamericana de los Derechos Humanos de la OEA. en Resolución de 2 de octubre de 92
declaró las Leyes 23.492 y 23.521 de punto final y obediencia debida y el Decreto 1.002/89 de indulto de los
militares argentinos implicados en las violaciones a los derechos humanos, incompatibles con la Declaración
Americana de los Derechos del Hombre y con la Convención Americana sobre Derechos Humanos, aprobadas
por el congreso argentino el 1 de marzo de 1984. Igualmente, el Comité de Derechos Humanos de Naciones
Unidas, en resolución de 5 de abril de 1995 ha declarado que las Leyes y Decretos precitados son contrarios al
Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos aprobado por el Congreso Argentino el 17 de Abril de 1986.
Ley no debe tenerse por verdadero indulto conforme a la normativa
española aplicable en este proceso y es calificable de norma
despenalizadora por razones de conveniencia política, de modo que su
aplicación no se incardina en el caso del imputado absuelto o indultado
en el extranjero (letra c) del apartado dos del artículo 23 de la Ley
Orgánica del Poder Judicial), sino en el caso de conducta no punible -a
virtud de norma despenalizadora posterior- en el país de ejecución del
delito (letra a) del mismo apartado dos del artículo 23 de la Ley citada), lo
que ninguna virtualidad tiene en los casos de extraterritorialidad de la
jurisdicción de España por aplicación de los principios de protección y de
persecución universal, visto lo dispuesto en el apartado cinco del tan
repetido artículo 23 de la Ley Orgánica del Poder Judicial. Los cuatro
casos mencionados -entre otros muchos semejantes- no pueden
considerarse juzgados o indultados en Chile y justifican el sostenimiento
de la jurisdicción que se combate.
ANEXO
Informe de la Comisión Nacional de Verdad y Conciliación
(marzo de 1991),
247
también llamado Informe Rettig
Por ser de indudable interés a lo expuesto en este trabajo, a continuación
transcribimos parte del Informe Rettig, mediante el que se investigó la represión
militar chilena. El informe continúa más allá de donde lo terminamos, con la
enumeración de casos concretos de violaciones de derechos humanos, que por su
longitud no hemos reproducido. El informe comienza así:
EXORDIO
Al asumir la primera Magistratura de la Nación, el Sr. Presidente de la
República proclamó como uno de sus mayores anhelos el de lograr la reconciliación
entre todos los chilenos, haciendo propio así el deseo ferviente de la inmensa
mayoría ciudadana. Nadie podría discutir que tal reconciliación se hace necesaria por
la ocurrencia anterior de fenómenos que no admiten ignorancia: el de una profunda
división entre los chilenos y el de la violación a los derechos humanos que afectó a
muchas personas y alteró nuestra observancia tradicional de las normas de un
Estado de Derecho.
El Sr. Presidente de la República pensó con acierto que el conocimiento
cabal de las transgresiones a los fueros humanos era esencial para alcanzar la
reconciliación tan deseada. Tuvo razón, por cierto, al vaciar ese pensamiento en el
Decreto que creó nuestra Comisión y expresar en él que "sólo sobre la base de la
verdad será posible satisfacer las exigencias fundamentales de la justicia y crear las
247.-http://derechoschile.com/basicos/ddhhchile/rettig/rettigindex1.html. El texto oficial completo fue publicado por
el periódico La Nación, Santiago de Chile, el 5 de marzo de 1991.
condiciones indispensables para alcanzar una efectiva reconciliación nacional". Es
cierto también, como se expone en el mismo decreto, que sólo la verdad podría
rehabilitar en el concepto público la dignidad de las víctimas, facilitar a sus familiares
y deudos la posibilidad de honrarlas debidamente y permitir reparar, en alguna
medida, el daño causado.
Así, el Jefe del Estado decidió encomendarnos la misión que para cada uno
de nosotros será una de las de mayor significación en su vida, cual es, la de elaborar
un informe sobre la verdad genérica relativa a las referidas violaciones, informe
destinado al conocimiento del país, que estará así en situación de formarse un
concepto racional y fundamentado sobre lo ocurrido. A la vez, tal conocimiento
proporcionará a los poderes del Estado elementos que les faciliten la adoptación de
las decisiones que a cada cual correspondan acerca del problema.
El 9 de mayo del pasado año quedó jurídicamente constituída la Comisión, a
la que se fijó para concluir su labor un plazo que se extingue el 9 de febrero corriente.
Dentro de dicho plazo hemos concluído nuestra labor.
Nos permitimos decir por qué aceptamos el noble cometido con que se nos
honró. Sabíamos de sus dificultades y cómo a ellas se aliaban nuestras propias
limitaciones. Aceptamos, a pesar de ello, sin vacilar. Somos un grupo cuyos
componentes sustentan diversos pensamientos explicativos de la vida. Nos
sabemos cultores de diversas tradiciones, adherimos a distintas posturas políticas y
juzgamos en forma diversa los contenidos de nuestra historia. Creemos, sí, en la
identidad esencial de nuestra Patria y pensamos que ella debe ser protegida por un
Estado que permanezca fiel a las normas de la Democracia, bajo todos los
gobiernos que se sucedan en legítima alternancia. Aceptamos porque a todos nos
une el mismo principio fundamental: el respeto a la persona humana por el hecho de
serlo y el de considerarla amparada por derechos inalienables que ninguna
circunstancia adjetiva, nacionalidad, credo, raza o ideología, puede válidamente
autorizar que se conculquen. Derechos son éstos que ningún poder, sean cuales
sean sus alcances, puede atropellar. Nos une la total convicción que ve en el ser
humano y en su dignidad los límites infranqueables al actuar de otros hombres. Esa
es la norma primacial de la convivencia humana. Nos une, finalmente, el anhelo de
hacer de nuestra Patria una tierra digna de albergar a hijos de nuestra especie,
señalada siempre como la expresión más alta de lo creado.
Los derechos de cada persona son múltiples. Todos están ligados a los
muchos valores que la Cultura reconoce, entre los cuales la vida, la libertad y la
justicia son los de rango máximo. Nuestra tarea, sin embargo, debió centrarse en el
examen de cómo ha sido agredido el valor más fundamental: la vida.
Se cumplía así, en primer lugar, con un deber moral hacia las víctimas, sus
familias y sus deudos. Nos pareció, también, que mantener estos hechos dolorosos
en un silencio, más forzado que real, no contribuía a la buena convivencia futura en
nuestra patria. Estimamos, por el contrario, que colaborar con el Estado de Chile en
el establecimiento de la verdad de un modo sereno e imparcial serviría a que la
sociedad asumiera una actitud de reconocimiento de esos hechos y que se iniciara
de este modo el asentamiento de una buena motivación en contra de futuros
atropellos. Así, los dolores del pasado, junto con promover el afán común de
condenar lo indefendible, aportarían su fecundidad a la obligación de evitar la
repetición de lo ocurrido y provocarían, en tal sentido, un consenso promotor de la
reconciliación deseada.
La labor de la Comisión era establecer un cuadro lo más completo posible
sobre las más graves violaciones a los derechos humanos con resultado de muerte
y desapariciones cometidas por agentes del Estado o por particulares con fines
políticos; reunir antecedentes que permitieran individualizar sus víctimas y establecer
su suerte o paradero; recomendar las medidas de reparación y reivindicación que se
creyeran de justicia y aquéllas que debieran adoptarse para impedir o prevenir la
comisión de nuevas violaciones.
Todo el trabajo debió realizarse en nueve meses fatigosos. No contamos con
facultad de imperio para exigir de nadie su comparecencia y debimos examinar y
ponderar un cúmulo enorme de información para concluir estableciendo - conforme a
nuestro recto criterio - lo ocurrido en cada uno de los casos que se nos presentaron
y formarnos así, también, un cuadro genérico del fenómeno.
Entrevistamos a cada persona que quiso presentar su caso y lo hicimos
recorriendo el país de Norte a Sur. Algunos de nosotros viajaron al extranjero y
obtuvieron la cooperación de las unidades diplomáticas de Chile, procurando así que
ningún familiar se viera privado de hacernos llegar sus presentaciones. Pusimos en
nuestro trabajo el propósito más puro de imparcialidad. Fuimos, por consiguiente,
objetivos y nos preciamos de haber puesto en ello rigor y comprensión a la vez.
Nadie podrá sostener que hemos inclinado nuestra ponderación en función de
prejuicios o banderías. En todas nuestras decisiones hubo consenso alentador.
Recibimos, sin excepción, la colaboración de todas las organizaciones humanitarias
que habían recopilado antecedentes sobre estos mismos hechos. Sus archivos
fueron abiertos para nuestro examen. Requerimos información relevante a
organismos nacionales e internacionales. Despachamos cerca de dos mil oficios a
entidades públicas y privadas y revisamos sus respuestas con la acucia que el caso
requería. Fuimos depositarios de centenares de testimonios de aquéllos que
voluntariamente quisieron colaborar y revisamos todos los antecedentes reunidos en
cada uno de los casos hasta formarnos convicción de lo ocurrido. La colaboración de
todas estas personas y organismos fue de un valor inconmensurable para nosotros y
no tenemos otra forma de agradecerlo que señalarlo al hacer entrega de este
informe.
El Ministro de Justicia puso a nuestro alcance con prontitud y diligencia los
medios materiales para el cumplimiento de nuestra labor y contamos con la
abnegada, leal y anónima colaboración de más de 60 personas que abandonaron
sus ocupaciones habituales para dedicarse con entusiasmo y compromiso a las
tareas de esta Comisión.
Ahora entregamos al Sr. Presidente de la República los volúmenes que
contiene nuestro informe. Hemos considerado nuestro deber incluir referencias a las
circunstancias que vivió el país el 11 de septiembre de 1973, pues, aunque nada
justificara las violaciones que relataremos, ello contribuirá a recordar el ambiente en
el cual ellas pudieran encontrar alguna de sus raíces.
Hemos establecido casos de muerte y desapariciones. En los primeros días
posteriores al 11 de septiembre de 1973 se registraron caídos en enfrentamientos y
víctimas de la violencia política de ambos bandos. A ellas, siguieron ejecuciones de
varios centenares de prisioneros políticos. Muchas de éstas fueron oficialmente
explicadas en versiones que la Comisión no ha podido considerar aceptables o
convincentes. Los cuerpos fueron con frecuencia abandonados u ocultados,
produciéndose así las primeras desapariciones. Los hechos no fueron judicialmente
investigados o sancionados.
Con la consolidación de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA), las
víctimas fueron seleccionadas por las unidades de inteligencia y mantenidas por lo
general en lugares secretos de detención, donde se les interrogó por personal
especializado y se les sometió a torturas. Los cuerpos de quienes murieron en estas
circunstancias desaparecieron en forma tal que, en buen número, todavía no han
podido ser encontrados. Los sistemas jurídicos normales de prevención resultaron
insuficientes. Los recursos de amparo interpuestos por estas personas no
prosperaron luego que el Ministerio del Interior negara las detenciones. No se
practicaron por los jueces inspecciones a los lugares secretos de prisión o tortura.
En agosto de 1977 se disolvió la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA).
Las desapariciones se hicieron mucho menos frecuentes, aunque continuó la tortura
con su secuela de muerte. Se produjeron enfrentamientos al oponerse resistencia
armada a algunos operativos y ocurrieron otros hechos que esta Comisión debió
calificar como ejecuciones.
Al iniciarse la década de 1980 hubo ejecutados por comandos constituídos
por agentes del Estado o que contaron con el amparo del aparato estatal.
En este mismo período se organizaron o reorganizaron los grupos de ultra
izquierda que optaban por la lucha armada. Retornaron al país contingentes
preparados para la acción subversiva. Sus métodos y objetivos son diversos. Bajo
pretextos políticos atentaron contra la vida de autoridades públicas, asesinaron a
carabineros que custodiaban el orden, colocaron bombas con fines terroristas y
efectuaron asaltos en que se mató a agentes públicos y a civiles.
Las protestas nacionales que ocurrieron a partir de 1983 fueron un nuevo
escenario donde agentes del Estado o civiles no identificados dieron muerte a
oponentes políticos y alguno de éstos usaron también de la violencia homicida.
Las consecuencias de estas violaciones alcanzaron a los parientes de las
víctimas alterando radicalmente sus vidas. Este informe da cuenta también de ello.
Muestra el dolor, la marginación y el miedo en que aún hoy se debaten esos grupos
familiares. El Estado de Chile ha de volcarse hacia ellos y obtener su perdón para la
sociedad que los hirió. Esta debe imbuirse de lo ocurrido para poder mirar
limpiamente el futuro.
Si reconstituir la verdad ha sido una ardua tarea para esta Comisión,
emplearla para la Reconciliación Nacional es un delicado y fundamental deber de
todos los chilenos. ¿Cómo sacar partido de la verdad que hemos procurado
sistematizar en nuestra investigación y dado a conocer en nuestro informe?
Creemos firmemente que los chilenos hemos de coger de esa verdad lo que nos
hace responsables a todos y a cada uno; entender que la violencia represiva y la
extremista tienen aspectos que no sólo han de pesar sobre las conciencias de los
autores directos de los crímenes. Lo contrario sería estrechar la visión con que
hemos de abarcar el significado de lo que pasó. La verdad es que el anhelo de evitar
su repetición requiere de una actitud espiritual distinta.
Tal actitud es la de reflexionar con devoción cívica acerca de cómo hemos de
comportarnos en el futuro. De esa reflexión debe arrancar el convencimiento cabal
que lleve a la certeza de ser la plenitud democrática y el Estado de Derecho los
únicos diques capaces de contener la violencia, de hacerla inútil y de proscribirla de
manera permanente. Sólo así el país estará a salvo de nuevas manifestaciones que
hagan de la fuerza ilegítima la rectora de la convivencia y del crimen el recurso
habitual de los disidentes. Meditación y educación orientadas al entendimiento entre
los chilenos son las obligaciones imperiosas que nos impone el examen de la
secuencia de tragedia que hemos debido exponer.
El daño causado a muchos chilenos admite en cierta medida alguna
reparación. Un capítulo especial de este informe se preocupa de este tema de tanta
significación humana.
Terminamos agradeciendo al Sr. Presidente de la República el habernos
llamado a participar en la tarea que nos señaló. Lo hemos cumplido con sacrificio y
con agrado. Los conceptos, en este caso, no se oponen.
Agradecemos también a quienes confiaron en nosotros haciéndose presente
en nuestra sede o desde lejos para entregarnos su angustia, su preocupación y su
esperanza. Su sinceridad, su disciplina en el dolor y su fe en la obtención de la
rehabilitación de los suyos nos ha enriquecido emocionalmente. Acaso nos haya
hecho mejores.
Hacemos entrega del Informe pedido.
PRESIDENTE DE LA COMISION
RAUL RETTIG GUISSEN
MIEMBROS DE LA COMISION
JAIME CASTILLO VELASCO
JOSE LUIS CEA EGAÑA
MONICA JIMENEZ DE LA JARA
RICARDO MARTIN DIAZ
LAURA NOVOA VASQUEZ
GONZALO VIAL CORREA
JOSE ZALAQUETT DAHER
SECRETARIO DE LA COMISION
JORGE CORREA SUTIL
DECRETO SUPREMO Nº 355, PODER EJECUTIVO, MINISTERIO DE
JUSTICIA, SUBSECRETARIA DEL INTERIOR, CREACION DE LA COMISION DE
VERDAD Y RECONCILIACION
Santiago, 25 de Abril de 1990.- Hoy se decretó lo que sigue:
Núm. 355.- Considerando:
1º.- Que la conciencia moral de la Nación requiere el esclarecimiento de la
verdad sobre las graves violaciones a los derechos humanos cometidas en el país
entre el 11 de septiembre de 1973 y el 11 de marzo de 1990;
2º.- Que sólo sobre la base de la verdad será posible satisfacer las
exigencias elementales de la justicia y crear las condiciones indispensables para
alcanzar una efectiva reconciliación nacional;
3º.- Que sólo el conocimiento de la verdad rehabilitará en el concepto público
la dignidad de las víctimas, facilitará a sus familiares y deudos la posibilidad de
honrarlas como corresponde y permitirá reparar en alguna medida el daño causado;
4º.- Que el juzgamiento de cada caso particular, para establecer los delitos
que puedan haberse cometido, individualizar a los culpables y aplicar las sanciones
que correspondan, es atribución exclusiva de los Tribunales de Justicia.
5º.- Que el ejercicio de las acciones judiciales para dichos efectos, no
permite esperar que el país pueda lograr una apreciación global sobre lo ocurrido en
un plazo más o menos breve;
6º.- Que la demora en la formación de un serio concepto colectivo al
respecto es un factor de perturbación de la convivencia nacional y conspira contra el
anhelo de reencuentro pacífico entre los chilenos;
7º.- Que sin perjuicio de las atribuciones que corresponden a los Tribunales
de Justicia, es deber del Presidente de la República, en cuanto encargado del
gobierno y la administración del Estado y responsable de promover el bien común de
la sociedad, hacer todo lo que su autoridad le permita para contribuir al más pronto y
efectivo esclarecimiento de esa verdad;
8º.- Que el informe en conciencia de personas de reconocido prestigio y
autoridad moral en el país, que reciban, recojan y analicen todos los antecedentes
que se les proporcionen o puedan obtener sobre las más graves violaciones a los
derechos humanos, permitirá a la opinión nacional formarse un concepto racional y
fundado sobre lo ocurrido y proporcionará a los Poderes del Estado elementos que
les permitan o faciliten la adopción de las decisiones que a cada cual correspondan;
9º.- Que para satisfacer sus objetivos, la tarea de esas personas ha de
cumplirse en un lapso relativamente breve, lo que exige limitarla a los casos de
desapariciones de personas detenidas, ejecuciones, torturas con resultado muerte
cometidos por agentes del Estado o personas al servicio de éstos, secuestros y
atentados contra la vida de las personas ejecutados por particulares bajo pretextos
políticos, de manera de proporcionar al país un cuadro global sobre los hechos que
más gravemente han afectado la convivencia nacional; y en ejercicio de las
atribuciones que me confieren los artículos 24 y 32 Nº 8 de la Constitución Política
de la República, en relación con los incisos cuarto y quinto del artículo 1º y con el
inciso segundo del artículo 5º de la misma Carta, Decreto:
Artículo primero:
Créase una Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación que tendrá como
objeto contribuir al esclarecimiento global de la verdad sobre las más graves
violaciones a los derechos humanos cometidas en los últimos años, sea en el país o
en el extranjero, si estas últimas tienen relación con el Estado de Chile o con la vida
política nacional, con el fin de colaborar a la reconciliación de todos los chilenos y sin
perjuicio de los procedimientos judiciales a que puedan dar lugar tales hechos.
Para estos efectos se entenderá por graves violaciones las situaciones de
detenidos desaparecidos, ejecutados y torturados con resultado de muerte, en que
aparezca comprometida la responsabilidad moral del Estado por actos de sus
agentes o de personas a su servicio, como asimismo los secuestros y los atentados
contra la vida de personas cometidos por particulares bajo pretextos políticos.
En cumplimiento de su cometido la Comisión procurará:
a) Establecer un cuadro lo más completo posible sobre los graves hechos
referidos, sus antecedentes y circunstancias;
b) Reunir antecedentes que permitan individualizar a sus víctimas y
establecer su suerte o paradero;
c) Recomendar las medidas de reparación y reivindicación que crea de
justicia; y
d) Recomendar las medidas legales y administrativas que a su juicio deben
adoptarse para impedir o prevenir la comisión de los hechos a que este artículo se
refiere. En caso alguno la Comisión podrá asumir funciones jurisdiccionales propias
de los Tribunales de Justicia ni interferir en procesos pendientes ante ellos. No podrá,
en consecuencia, pronunciarse sobre la responsabilidad que con arreglo a las leyes
pudiera caber a personas individuales por los hechos de que haya tomado
conocimiento. Si en el ejercicio de sus funciones la Comisión recibe antecedentes
sobre hechos que revistan caracteres de delito, los pondrá sin más trámite a
disposición del Tribunal que corresponda.
Artículo segundo:
La Comisión estará integrada por las siguientes personas:
- Don Raúl Rettig Guissen, que la presidirá.
- Don Jaime Castillo Velasco
- Don José Luis Cea Egaña
- Doña Mónica Jiménez de La Jara
- Don Ricardo Martín Díaz
- Doña Laura Novoa Vásquez
- Don Gonzalo Vial Correa
- Don José Zalaquett Daher
Artículo tercero:
Para el cumplimiento de su cometido corresponderá a la Comisión:
a) Recibir, dentro del plazo y en forma que ella misma fije, los antecedentes
que le proporcionen las posibles víctimas, sus representantes, sucesores o
familiares;
b) Reunir y evaluar la información que puedan entregarle, por propia iniciativa,
o a petición suya, las organizaciones de derechos humanos, chilenas o
internacionales, intergubernamentales o no gubernamentales, sobre las materias de
su competencia;
c) Practicar todas las indagaciones y diligencias que estime conveniente para
cumplir su cometido, incluso la solicitud de informes, documentos o antecedentes a
la autoridades y servicios del Estado; y
d) Elaborar un informe, sobre la base de los antecedentes que reúna, en que
exprese las conclusiones a que, según el recto criterio y conciencia de sus
miembros, la Comisión arriba acerca de los asuntos referidos en el artículo 1º.
Este informe será presentado al Presidente de la República, quien lo
entregará a conocimiento público y adoptará las decisiones o iniciativas que crea
pertinentes. Entregado el informe la Comisión terminará su cometido y quedará
automáticamente disuelta.
Artículo cuarto:
La Comisión tendrá un plazo de seis meses para cumplir su cometido. Si
dentro de ese lapso no alcanzara a hacerlo podrá prorrogar ese plazo mediante
resolución fundada por un máximo de tres meses más.
Artículo quinto:
Será Secretario de la Comisión don Jorge Correa Sutil. Serán funciones del
Secretario, organizar y dirigir la Secretaría con el personal necesario para el
cumplimiento de su cometido y desempeñar las demás funciones que le encomiende
la Comisión.
Artículo sexto:
La Comisión dictará su propio reglamento interno para regular su
funcionamiento. Las actuaciones de la Comisión se realizarán en forma reservada.
El reglamento determinará las actuaciones que la Comisión podrá delegar en uno o
más de sus miembros, o en el Secretario.
Artículo séptimo:
De oficio o a petición de parte, la Comisión podrá tomar medidas para
guardar la identidad de quienes le proporcionen información o colaboren en sus
tareas. Las autoridades y servicios de la Administración del Estado deberán prestar a
la Comisión, dentro del ámbito de sus respectivas atribuciones, toda la colaboración
que ella les solicite, poner a su disposición los documentos que les requiera y facilitar
su acceso a los lugares que ella estime necesario visitar.
Artículo octavo:
Los miembros de la Comisión desempeñarán sus funciones ad honorem. El
Secretario y el personal de secretaría serán remunerados como funcionarios a
contrata. El Ministerio de Justicia otorgará el apoyo técnico y administrativo que sea
necesario. Tómese razón, regístrese, comuníquese y publíquese.- PATRICIO
AYLWIN AZOCAR, Presidente de la República.- Enrique Krauss Rusque, Ministro del
Interior.-Francisco Cumplido Cereceda, Ministro de Justicia.
Lo que transcribo a Ud., para su conocimiento.- Saluda a Ud.- Belisario
Velasco Baraona. Subsecretario del Interior.
PRIMERA PARTE
CAPITULO I
METODOS DE TRABAJO Y LABOR DESPLEGADA POR LA COMISION
NACIONAL DE VERDAD Y RECONCILIACION PARA LA ELABORACION DE
ESTE INFORME
A.- LOS OBJETIVOS DE LA COMISION
El 9 de mayo de mil novecientos noventa, mediante la publicación del Decreto
Supremo Nº 355 del Ministerio del Interior en el Diario Oficial, Su Excelencia el
Presidente de la República creó esta Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación
cuyo objeto ha sido contribuir al esclarecimiento global de la verdad sobre las más
graves violaciones a los derechos humanos cometidas en los últimos años, con el fin
de colaborar a la reconciliación de todos los chilenos.
El Presidente de la República estimó entonces que la conciencia moral de la
Nación requería se hiciera luz sobre esta verdad, pues solo sobre esa base - dijo sería posible satisfacer las exigencias elementales de la justicia y crear las
condiciones indispensables para alcanzar una efectiva reconciliación nacional.
Cuatro tareas fueron encomendadas a esta Comisión.
- Establecer un cuadro lo más completo posible sobre los graves hechos de
violación a los derechos humanos, sus antecedentes y circunstancias;
- Reunir información que permitiera individualizar a sus víctimas y establecer
su suerte o paradero.
- Recomendar las medidas de reparación y reivindicación que estimara de
justicia; y recomendar las medidas legales y administrativas que a su juicio debieran
adoptarse para impedir o prevenir la comisión de nuevos atropellos graves a los
derechos humanos.
Al asumir sus funciones, esta Comisión estimó su deber prioritario conocer la
verdad de lo ocurrido en cada uno de los casos de graves violaciones a los derechos
humanos. Sólo desde la certeza de lo ocurrido en cada episodio individual, podría
describirse un cuadro lo más completo posible de la globalidad del fenómeno de
violación de estos derechos fundamentales. El conocimiento de esa verdad particular
resultaba también indispensable para fundar desde allí medidas para reparar, en la
medida de lo posible, el daño producido a las familias, individualizar a las víctimas y
recomendar las medidas destinadas a evitar que estos hechos volvieran a repetirse.
Como se explicará en el capítulo siguiente el propio Decreto limitó claramente
los hechos que debían ser indagados. El Presidente de la República estimó que,
para satisfacer sus objetivos, la tarea de esta Comisión debía cumplirse en un lapso
relativamente breve, lo que exigió limitarla al conocimiento e indagación solo de las
más graves violaciones a los derechos humanos. Como tales, el Decreto consideró
las desapariciones de personas detenidas, las ejecuciones, las torturas con
resultado de muerte cometidas por agentes del Estado o personas al servicio de éste
y los secuestros y atentados contra la vida cometidos por particulares bajo pretextos
políticos. El mismo Decreto especificó que estos hechos con resultado de muerte o
desaparición debían ser conocidos por la Comisión en cuanto hubieren sido
cometidos entre el 11 de septiembre de 1973 y el 11 de marzo de 1990, fuera en el
país o en el extranjero, siempre que, en este último caso, tuvieran relación con el
Estado de Chile o con la vida política nacional.
La indagación de estos hechos debía traducirse en un informe que contuviera
las conclusiones a que, según el recto criterio y conciencia de sus miembros, la
Comisión arribara acerca de estos asuntos. Se estimó, en el mismo Decreto, que la
vía judicial no permitía esperar que el país pudiera lograr una apreciación global
sobre lo ocurrido en un plazo más o menos breve, razón por la cual se encomendó a
esta Comisión realizar esa tarea. Pero, se dejó también suficientemente claro en el
mismo instrumento las diferencias entre esta Comisión y los Tribunales de Justicia.
Siguiendo un sólido y bien asentado principio en materia de derechos humanos, se
dispuso que en caso alguno la Comisión podría asumir funciones jurisdiccionales
propias de los Tribunales de Justicia ni interferir en procesos pendientes ante ellos.
Para hacerlo aún más explícito se prohibió expresamente a la Comisión
pronunciarse sobre la responsabilidad que, con arreglo a las leyes, pudiere caber a
personas individuales por los hechos que investigara.
Para el logro de sus fines se dotó a la Comisión de facultades para practicar
todas las indagaciones y diligencias que estimara convenientes, incluidas las de
solicitar informes, documentos o antecedentes a las autoridades y servicios del
Estado; los que, por el mismo Decreto, quedaron obligadas a prestar toda su
colaboración dentro del ámbito de sus competencias. La Comisión no tuvo
atribuciones para exigir la comparecencia de nadie a declarar ante ella.
Se entendió entonces la tarea como una de carácter moral: conocer todos los
antecedentes que fuera posible sobre las más graves violaciones a los derechos
humanos ocurridas en el período y emitir un informe en conciencia a fin de ilustrar al
país y a sus autoridades para que, en conocimiento de esta verdad, pudieran adoptar
las decisiones que estimaran más adecuadas en aras de la Reconciliación Nacional.
B.- EL CONOCIMIENTO DE LA VERDAD
1. DETERMINACION DE LOS CASOS QUE DEBIA CONOCER LA COMISION
Luego de aprobar un plan general de trabajo, un reglamento interno de
funcionamiento y de hacerse las primeras contrataciones de su personal, la
Comisión quiso convocar a cada uno de los familiares de las víctimas de estos
hechos a inscribir sus casos y solicitar audiencia ante la Comisión. Tal inscripción
debía realizarse en su local en Santiago, en las Intendencias Regionales y en
muchas de las Gobernaciones Provinciales, las que colaboraron a este efecto. En el
exterior, sirvieron este mismo propósito las Embajadas y Consulados de Chile. A
este fin se publicaron avisos, por varias veces, en distintos periódicos. La inscripción
de los casos se fue realizando durante el mes de junio de 1990.
Paralelamente, y mientras la Comisión afinaba la planificación de su trabajo, y
aprobaba procedimientos para el de su personal de Secretaría, se fueron solicitando
y recibiendo de los Organismos de Derechos Humanos, de las Agrupaciones de
Familiares, de las distintas ramas de las Fuerzas Armadas, de Orden y Seguridad y
de otras Organizaciones Gremiales y Sindicales como Colegios Profesionales, el
listado de las víctimas fatales por violaciones de derechos humanos de las cuales
estos organismos habían ya reunido antecedentes. Fue así como siete Colegios
Profesionales, el Ejército, la Armada, la Fuerza Aérea, Carabineros e Investigaciones,
los Partidos Socialista, Comunista y el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR),
la Vicaría de la Solidaridad, la Comisión Chilena de Derechos Humanos, la
Fundación de Ayuda Social de Iglesias (FASIC), el Comité de Defensa de los
Derechos del Pueblo (CODEPU), la Pastoral de Derechos Humanos de la Octava
Región, el Movimiento Contra la Tortura Sebastián Acevedo, la Corporación Nacional
Pro Defensa de la Paz (CORPAZ), el Frente Nacional de Organizaciones Autónomas
(FRENAO), la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos, la de
Ejecutados Políticos, la Central Unitaria de Trabajadores (CUT) y la Comisión
Nacional de Junta de Vecinos Democráticas hicieron llegar sus listados de víctimas a
la Comisión.
Por la vía de la inscripción de los familiares y de la información entregadas
por estos organismos, la Comisión llegó a determinar el conjunto de los casos que
debería estudiar; el que, una vez eliminadas las duplicaciones y los errores, llegó a
poco más de 3.400.
Al concurrir los familiares a inscribir los casos a la Comisión, junto con
registrar datos básicos de los hechos, se les solicitó mencionar aquellas entidades,
agrupaciones o organizaciones que ya habían realizado alguna investigación sobre
los mismos, después de lo cual se procedió a solicitar a estas instituciones hicieran
llegar los antecedentes que pudieran haber reunido. Se pidieron copias de los
primeros expedientes judiciales y comenzó la labor de consultar los archivos de los
organismos de derechos humanos, *especialmente el de la Vicaría de la Solidaridad,
desde los cuales fue posible extraer la abundante información ya acumulada
respecto de estas situaciones.
2. ORGANIZACION DEL PERSONAL DE SECRETARIA
Determinado el universo total de los casos que esta Comisión debía
investigar se pudo establecer con más precisión la organización del personal de
Secretaría. Se contrataron abogados y egresados de Derecho. Cada abogado,
trabajando conjuntamente con un egresado de Derecho se avocó al conocimiento de
un número aproximado de doscientos casos.
Para registrar adecuadamente los efectos que estos hechos habían
producido en las familias de las víctimas, poder dar cuenta de esta verdad en el
Informe y fundar adecuadamente las recomendaciones de reparación, la Comisión
contrató también a un grupo de asistentes sociales. El equipo de Secretaría fue
completado con una Unidad de Informática a cuyo cargo estuvo el almacenamiento y
recuperación adecuada de toda la información que se fuera registrando por la
Comisión y con una Unidad de Archivo y Documentación que debió conservar
ordenadamente todos los documentos que se fueran recibiendo. A este grupo se
agregaron secretarias, personal técnico y auxiliares, llegando los funcionarios de
Secretaría a sumar más de sesenta personas. Todo el personal profesional fue
seleccionado por la Comisión, en tanto que el personal auxiliar fue escogido por su
Presidente a propuesta del Secretario. No más de un diez por ciento de estas
personas contaban con experiencia en organismos de defensa de los derechos
humanos. La Comisión quiso con ello que su personal mirara por primera vez los
casos que debería indagar e informar.
Conforme se estableció en el Decreto, los miembros de la Comisión se
desempeñaron sin recibir remuneración, mientras su personal de Secretaría fue
contratado a honorarios. Todos los gastos de la Comisión se sufragaron
exclusivamente con fondos estatales que proveyó el Ministerio de Justicia, del que
recibió permanente colaboración y apoyo.
3. AUDIENCIAS CON LOS FAMILIARES
A fines del mes de junio cada uno de los casos presentados a la Comisión
contaba con una carpeta en que se incluía la inscripción y solicitud de audiencia y
todos aquellos antecedentes que se habían podido ya obtener sobre el mismo. Los
familiares que habían pedido una entrevista en la Región Metropolitana fueron
convocados para un día y hora determinados.
En esa audiencia se encontraban presentes el abogado, la asistente social y
el egresado de Derecho correspondiente, aún cuando en los períodos de mayor
trabajo las audiencias fueron tomadas por sólo dos de estos y en algunos casos,
aunque muy excepcionalmente, por una sola de estas personas. Al menos un
Miembro de la Comisión estuvo siempre presente en el local de ésta, participando en
las diversas audiencias que se llevaban a efecto y procurando resolver cualquier
problema de emergencia que se presentara.
Cada audiencia tenía una duración aproximada de cuarenta y cinco a setenta
minutos, aunque algunas se extendían largo tiempo más. La Comisión buscaba
obtener de los familiares toda información que ellos pudieran aportarle sobre los
hechos, especialmente aquellos antecedentes que sirvieran para avanzar con la
indagación, tales como la mención de testigos y las gestiones que se hubieran hecho
ante los Tribunales de Justicia, los Organismos de Derechos Humanos u otras
Instituciones. Asimismo, se pedía a los familiares dar a conocer las consecuencias
que estos hechos habían tenido para su grupo familiar para poder dar a conocer este
aspecto de la verdad y fundar adecuadamente las políticas de reparación.
Impresionante resultó la confianza que los familiares depositaban en este
organismo. Para muchos de ellos, éste era el primer acto que realizaba el Estado de
Chile para conocer y acoger sus situaciones.
Conocido el número total de audiencias que eran solicitadas a través de las
Intendencias Regionales y de las Gobernaciones Provinciales en cada uno de los
puntos del país, la Comisión fijó un calendario de viajes a todas ellas y citó a los
solicitantes conforme al mismo. Entre los meses de julio y septiembre cada capital
regional del país y prácticamente todas las capitales provinciales fueron visitadas por
dos miembros de la Comisión, una o dos asistentes sociales y un número variable
de abogados y egresados de Derecho. Para el conocimiento de los efectos que las
graves violaciones a los derechos fundamentales habían producido en las familias,
ellas fueron reunidas en pequeños grupos. La experiencia resulto positiva, pues
implicó para muchos compartir su experiencia y alentarse mutuamente. Concluidas
estas reuniones colectivas, cada grupo familiar concurría a la presencia de un
egresado y de un abogado quienes, debidamente preparados en el conocimiento de
sus casos, cuando había sido posible obtener antecedentes, recibían sus versiones
y testimonios. Los Miembros de la Comisión distribuían su tiempo para estar
presentes en el máximo de entrevistas posibles.
4. INDAGACIONES POSTERIORES
Terminadas las audiencias y reunidos los materiales que habían podido
obtenerse de los organismos de derechos humanos y otros que los propios
familiares aportaban, se procedió a decretar las diligencias que permitieran allegar
nuevos antecedentes y comprobar las versiones recibidas. Para estos efectos la
Comisión aprobó un plan general de trabajo.
El artículo cuarto letra c) del Decreto Supremo Nº 355 ya mencionado
facultaba a la Comisión para practicar todos las indagaciones y diligencias que
estimara convenientes para cumplir su cometido, incluso la solicitud de informes,
documentos o antecedentes a las autoridades y servicios del Estado. Por su parte, el
inciso segundo del artículo octavo del mismo texto disponía que esas mismas
autoridades y servicios debían "prestar a la Comisión, dentro del ámbito de sus
respectivas atribuciones, toda la colaboración que ella les solicite, poner a su
disposición los documentos que les requiera y facilitar su acceso a los lugares que
ella estime necesario visitar".
Muchas de las diligencias que se decretaron tuvieron un carácter general. Así,
se pidió al Registro Civil los certificados de nacimiento de todas aquellas personas
que habían sido presentadas como víctimas, a fin de certificar, en primer lugar, que
legalmente habían existido. Respecto de aquellos que habían sido presentado como
muertos se pidió siempre el certificado de defunción y los protocolos de autopsia
correspondientes, lo que permitió conocer las fechas, causas y antecedentes de sus
decesos. Respecto de los presentados como detenidos desaparecidos, junto al
certificado de nacimiento se solicitó siempre el de defunción, por si en algún caso
ésta se hubiere encontrado registrada sin conocimiento de los familiares. Además,
se ofició a Policía Internacional preguntando si habían salido del país y al Registro
Civil y Electoral para saber si en el período en el cual se presentaban como
desaparecidos hubieran hecho alguna gestión de inscripción ante esos servicios.
Estas primeras diligencias sirvieron desde luego para comprobar aspectos básicos
de los relatos de los familiares y de los organismos de Derechos Humanos y, en
algunos pocos casos, para descartar situaciones de personas que simplemente
habían abandonado sus hogares sin conocimiento de sus familias. Todos los
Servicios referidos colaboraron con la Comisión. Algunos protocolos de autopsia
realizados en lugares apartados de Regiones no pudieron ser ubicados.
En cada caso en que había una investigación judicial se procuró obtener
copias de ellas, lo cual en la Región Metropolitana se hizo a través de estudiantes de
Derecho que fueron especialmente contratados para este efecto; y en Regiones con
la frecuente colaboración de los Secretarios Regionales Ministeriales de Justicia,
Colegios de Abogado y otras personas. Múltiples oficios fueron también dirigidos a
los Hospitales a fin de certificar las atenciones médicas de que daban cuenta los
antecedentes reunidos. Otras consultas fueron enviadas con frecuencia al Archivo
Nacional, a la Contraloría General de la República y a Gendarmería de Chile. Cerca
de dos mil oficios fueron despachados desde la Comisión, recibiéndose respuesta
en aproximadamente un ochenta por ciento de ellos.
Prácticamente en todos los casos en que los antecedentes recopilados,
indicaban la posible participación en ellos de agentes de las Fuerzas Armadas y de
Orden, le fue consultado al Comandante en Jefe de la rama respectiva y al General
Director, en su caso, por los antecedentes que pudieren existir en la Institución sobre
tales hechos. El Ejército de Chile respondió más de dos terceras partes de estas
solicitudes. En una mayoría de las respuestas señaló que, conforme a la legislación
vigente y a la reglamentación institucional respectiva, los antecedentes que pudieran
haber existido sobre estos hechos, en cumplimiento de disposiciones jurídicas,
habían sido incinerados o destruidos luego de transcurrido el plazo legal para
hacerlo. En otras se hizo ver, que la institución no registraba antecedentes o que no
estaba en posibilidad de responder a menos que la Comisión completara las
referencias de su solicitud. En un número menor de casos, el Ejército entregó
información solicitada que resultó valiosa para el conocimiento de lo ocurrido.
Carabineros de Chile respondió casi invariablemente a este tipo de solicitudes
haciendo ver que los documentos de la época habían sido legalmente incinerados.
En la mayoría de esos casos la institución dio cuenta de haber hecho algunas otras
indagaciones para obtener los datos que se pedían, diligencias que, salvo un grupo
menor de casos, no alcanzaron su objetivo. En otras oportunidades, Carabineros
respondió que los antecedentes formaban parte de alguna investigación judicial, e
invocando disposiciones legales vigentes, se excusó de enviarlos.
La Fuerza Aérea de Chile aportó los antecedentes pedidos; señaló - en otros
casos - que no registraba información sobre los mismos, o que ésta habría sido
legalmente incinerada.
La Armada de Chile respondió a todas las solicitudes de la Comisión,
enviando material que resultó de gran utilidad para las indagaciones. En un número
menor de respuestas, esta rama señaló no tener antecedentes sobre las situaciones
consultadas.
La Comisión hizo reiterados esfuerzos por obtener copias de los expedientes
en que constaban los Consejos de Guerra. No los encontró en el Archivo Nacional.
La Armada remitió a la Comisión las copias de las sentencias dictadas por
Tribunales Navales de Tiempo de Guerra. La Fuerza Aérea de Chile autorizó a la
Comisión conocer la totalidad de las piezas del proceso que le fue solicitado. El
Ejército de Chile informó que algunos de esos expedientes se habían quemado en un
incendio provocado, en noviembre de 1989, en dependencias del Ejército, por un acto
terrorista y dejó sin responder las consultas por los restantes. El conocimiento de
estos expedientes habría resultado valioso para un estudio más profundo de la
legalidad de estos Consejos.
Cuando se pidieron datos sobre la participación de las ramas en los servicios
de seguridad, el Ejército, la Armada y la Fuerza Aérea hicieron ver que se
encontraban legalmente impedidos de aportar información que se refiriera a labores
de inteligencia.
En varias oportunidades la Comisión solicitó el envío de los sumarios internos
que se podrían o deberían haber efectuado en las ramas armadas y de Orden a raíz
de determinados hechos, muchos de ellos relativos a las víctimas de sus filas, por
actos terroristas. La Armada remitió las resoluciones recaídas en todos los sumarios
pedidos; La Fuerza Aérea de Chile adjuntó abundante información directa y
referencial sobre los hechos; Carabineros no los envió por distintas razones, entre
ellas que se encontraban legalmente incinerados o que ya se habían remitido a los
Tribunales de Justicia. El Ejército envió copias de las resoluciones recaídas en los
sumarios seguidos por las muertes de efectivos de sus propias filas.
Cuando los antecedentes reunidos permitían suponer la participación de
uniformados que no se identificaban por sus nombres, aunque sí por sus grados por,
la Unidad a la cual habían pertenecido y/o por las funciones que cumplían en un
momento determinado, se dirigieron oficios a las instituciones preguntando por sus
nombres o el de todos aquellos que habían servido la dotación o Unidad
correspondiente. Carabineros de Chile, invocando el artículo 436 del Código de
Justicia Militar, hizo ver que se encontraba legalmente inhabilitado de responder
afirmativamente, pues las dotaciones y plantas de las Fuerzas Armadas eran un
antecedente secreto en virtud del artículo referido. La Comisión estimó, y así los hizo
ver, que no consultaba por dotaciones o plantas sino por el nombre de las personas
que habían servido una Unidad determinada. Posteriormente, Carabineros remitió los
nombres de los oficiales en retiro que habían estado a cargo de cada Unidad. La
FACH y la Armada respondieron, por su parte, informando siempre a la Comisión por
los nombres
requeridos de oficiales a cargo de determinadas unidades.
Cuando los antecedentes reunidos permitieron individualizar a una persona
determinada, la Comisión, en prácticamente todos los casos, les solicitó que
declararan, para así conocer las versiones que pudieren tener sobre los hechos y
considerarlas a la hora de formarse convicción sobre lo ocurrido. Si la persona se
encontraba en Servicio Activo, la Comisión procedió a hacer esta solicitud a través
de los Comandantes en Jefes respectivos y Director General, en su caso. Luego de
explicarles que el uniformado había sido mencionado en algún antecedente recibido
por la Comisión, de dejar constancia que las declaraciones eran voluntarias y podían
hacerse en reserva y que a la Comisión no correspondería establecer
responsabilidades individuales, les solicitaba poner en su conocimiento el interés y
necesidad que se tenía de recibir sus testimonios. La Comisión solicitó la
declaración de no menos de 160 miembros de las Fuerzas Armadas y Carabineros.
Los Comandantes en Jefe respondieron que algunas de esas personas no aparecían
en los registros de la institución o habían pasado a retiro. Aún en esos casos
Carabineros intentó la ubicación del solicitado y le notificó del interés de la Comisión.
En los restantes, los Comandantes respectivamente pusieron en conocimiento de
los citados el interés de la Comisión por recibir sus testimonios. Salvo las
excepciones que se dirán enseguida los miembros en servicio activo de las
instituciones armadas declinaron prestar testimonio ante esta Comisión. Las razones
expuestas fueron múltiples: Por lo común señalaban que no tenían conocimiento de
los hechos por los cuales habían sido convocados, que ya habían declarado todo lo
que sabían en procesos judiciales, o bien que, siendo voluntaria la comparecencia no
deseaban concurrir. Un miembro en servicio activo de Carabineros y uno de la
Fuerza Aérea mostraron su disposición a prestar declaraciones. Un número
apreciable de Carabineros y un oficial de la Fuerza Aérea aceptaron responder
cuestionarios por escrito.
En el caso que estas personas no pertenecieran a las Fuerzas Armadas o se
encontraran en retiro, las solicitudes les fueron dirigidas directamente, produciéndose
aquí un grado mayor de comparecencia.
La Policía de Investigaciones informó de todas las peticiones que la Comisión
le formuló, salvo aquellas en que se señaló que no existían antecedentes en los
archivos institucionales y sus funcionarios se dispusieron, con frecuencia, a prestar
testimonio ante la Comisión.
Razones de tiempo impidieron recibir la declaración de todas las personas
que fueron mencionadas como testigos de los hechos que se indagaban. Así, fueron
seleccionadas aquellas que se estimaron más relevantes y cuyos testimonios no
constaban ya en otros instrumentos confiables. Prácticamente todas las Regiones
fueron visitadas una segunda vez por los abogados y egresados a fin de tomar las
declaraciones a los testigos más importantes.
5. LA DECISION INDIVIDUAL DE CADA CASO
Ya a comienzos de octubre la Comisión había resuelto un calendario y una
modalidad para que cada uno de los abogados informara de los casos que le había
correspondido indagar bajo la supervisión de los Miembros de la Comisión. Los
abogados se concentraron entonces en hacer un informe escrito, conforme a las
pautas dictadas por la Comisión, para relatar todos los antecedentes que habían
podido reunir sobre cada unas de estas situaciones y proponer a la Comisión una
convicción determinada.
Las opiniones y acuerdos de la Comisión son los que exclusivamente
constan en este Informe. La documentación de sus archivos solo ha sido material
para su trabajo.
Los primeros casos fueron presentados a la Comisión a fines de octubre de
1990. En sesiones sucesivas que se prolongaron hasta mediados de enero de 1991,
la Comisión analizó individualmente alrededor de 3.400 casos presentados hasta
acordar informar de determinada manera cada uno de los que constituían graves
violaciones a los derechos humanos o eran víctimas de la violencia política. En otros
concluyó que tal convicción no se había alcanzado o que el caso se encontraba
excluido de su competencia. El número de situaciones en que el acuerdo solo fue
mayoritario resultó ser muy pequeño y en ningún caso las diferencias recayeron
sobre puntos de principio. Por ello, la Comisión acordó que las opiniones
discrepantes solo quedaran en las actas y se omitieran en el Informe.
El tiempo que tuvo la Comisión para cumplir con sus tareas determinó que
algunos oficios enviados quedaran sin respuesta, lo cual no pocas veces influyó en
que los casos respectivos fueran declarados sin convicción. Por ello, la Comisión
hace algunas recomendaciones en este Informe para que el Estado pueda seguir
investigando estas situaciones a fin de determinar si en ellas también se produjo una
grave violación a los Derechos Humanos.
6. EL RELATO DE LA VERDAD INDIVIDUAL Y GLOBAL
Junto a esta tarea de evaluar la información, la Comisión fue determinando la
estructura y características del Informe que ahora se presenta.
Para relatar los episodios en que la Comisión, ya se había formado
convicción que se trataba de graves violaciones a los derechos humanos, el personal
de Secretaría debió redactar sus casos en relatos breves y sucintos para
presentarlos, como borradores a la Comisión. El carácter de un informe de esta
naturaleza obligó a omitir referencias a una serie de circunstancias vinculadas a las
más graves violaciones mismas, tales como seguimientos previos, tratos sufridos en
prisión y procedimientos de detención en casos individuales, salvo que ellos hubieren
sido determinantes para la convicción. Así, en el relato se consignan
fundamentalmente aquellos elementos que directa e inmediatamente llevaron a la
Comisión a concluir que se trataba de una grave violación a los Derechos Humanos.
Mediante este procedimiento la Comisión ha cumplido con identificar, en el presente
Informe, a todas y cada una de las víctimas de graves violaciones a los Derechos
Humanos, así como a las personas muertas como consecuencia de la violencia
política, relatando la convicción de cada caso y sus razones.
Desde el conocimiento de estas situaciones particulares se fueron induciendo
lo que en el presente texto se llaman las generalizaciones y que tienen por objeto
describir las características globales de lo ocurrido en cada uno de los períodos
estudiados. En ellos se destacan principalmente las características más comunes y
relevantes de los hechos, de los organismos que participaron, de las víctimas y de
los métodos empleados en la violación, tales como recintos, trato y disposición de
cadáveres. Para construir este cuadro global resultaron de gran importancia algunos
testimonios de actores importantes del período, de algunas personas que
participaron en organizaciones o grupos que violaron los Derechos Humanos y los
aportes de estudiosos de estos temas.
Se encomendó también a la Comisión poder aportar antecedentes que
permitieran conocer la suerte o paradero de las víctimas. Los esfuerzos se centraron
desde un comienzo en esta vital tarea. Su cumplimiento dependió, de modo
fundamental, de la comparecencia voluntaria a la Comisión de personas que
pudieron aportarle antecedentes sobre ello. De la información recopilada se da
cuenta en este mismo Informe y en las presentaciones hechas a los Tribunales de
Justicia; pues, cada vez que se logró reunir antecedentes sobre lugares en los
cuales podrían encontrarse los restos de algún detenido desaparecido, se hizo de
inmediato la presentación correspondiente a los Tribunales de Justicia.
Considerando la trascendencia de esta tarea, la Comisión no quiso concluir
sus labores sin antes hacer llegar a todos los organismos cuyos agentes aparecían
mencionados como participes en algún acto de detención o reclusión de personas
desaparecidas, y a las autoridades de gobierno que podrían haber ordenado
investigaciones un oficio de carácter reservado solicitándoles que aportara cualquier
antecedente que directa o indirectamente permitiera conocer la suerte corrida por
estas personas. Si bien se recibieron respuesta a prácticamente todas estas
peticiones, ninguna de ellas aportó conocimientos sustanciales a los efectos
buscados.
El segundo volumen de este mismo Informe tiene un carácter meramente
auxiliar. En él se presentan, por orden alfabético, cada una de las personas a quienes
esta Comisión ha considerado como víctimas de graves violaciones a los Derechos
Humanos o de la violencia política. Pretende relatar quienes eran estas personas; y,
consignar una breve referencia a los hechos que culminaron con su muerte o
desaparición, conforme a la convicción a que la Comisión ha llegado, la cual es
relatada en el Primer Volumen.
C.- EL ENVIO DE ANTECEDENTES A LOS TRIBUNALES
El inciso segundo del artículo segundo del Decreto Supremo que creó la
Comisión estableció que si ésta "en el ejercicio de sus funciones... recibe
antecedentes sobre hechos que revistan caracteres de delito, los pondrá sin más
trámite a disposición del Tribunal que corresponda".
En cumplimiento de esta obligación la Comisión procedió a enviar todos los
antecedentes que reunió y que revistieron las características de una inhumación
ilegal, para así cumplir también con la colaboración que a los Tribunales se debe
para el conocimiento de la suerte o paradero de los detenidos-desaparecidos. En los
restantes casos, la Comisión decidió enviar a los Tribunales todos los antecedentes
reunidos que tuvieran características de novedad, utilidad y relevancia para las
investigaciones judiciales. De ese modo, cuando los antecedentes reunidos por la
Comisión para un caso determinado no excedieron a aquellos que ya se encontraban
en poder de los Tribunales de Justicia o cuando los reunidos no parecieron
relevantes para una investigación judicial, se omitió el envío de antecedentes a los
Tribunales, a objeto de hacer a éstos solo presentaciones responsables que
pudieren tener algún efecto. En ningún caso, la Comisión dejó de enviar
antecedentes a los Tribunales por consideraciones tales como que la acción penal
pudiera encontrarse prescrita o que, a su respecto, pudiera aplicarse la ley de
amnistía. La Comisión estimó que tales decisiones corresponden siempre a los
Tribunales de Justicia y que, en consecuencia, no procedía que ella calificara estas
circunstancias.
Al enviar los antecedentes a los Tribunales, la Comisión cuidó de respetar las
normas establecidas en el Decreto Supremo que la creó, de guardar la identidad de
aquellas personas que quisieron declarar bajo reserva absoluta ante ella. En ningún
caso esta precaución ha afectado la remisión a los Tribunales de Justicia de todos
los antecedentes disponibles respecto a lugares en que podrían encontrarse los
restos de algún detenido-desaparecido.
D.- EL CONOCIMIENTO DEL DAÑO Y LAS PROPUESTAS DE REPARACION Y
PREVENCION
Como ya se señaló, la Comisión quiso, desde un comienzo, registrar no sólo
la verdad relativa a los hechos violatorios a los Derechos Humanos. Entendió que
cuando el Decreto que creó la Comisión hablaba de una verdad global acerca de lo
ocurrido, el Informe no debía omitir referirse a los efectos que estos mismos hechos
habían tenido en las familias de las víctimas. En atención a ello, en cada una de la
audiencias en que los parientes fueron recibidos, la Comisión trató con ellos ese
tema. El Capítulo IV de la Tercera Parte de este mismo texto busca reproducir, lo
más fielmente posible, lo que la Comisión pudo recoger.
Conjuntamente con tomar conocimiento de la experiencia sufrida por los
familiares de las víctimas de graves violaciones a los Derechos Humanos, la
Comisión consultó a expertos y actores relevantes que pudieran ilustrarlos en las
proposiciones sobre reparación y prevención que el Decreto le había encomendado
formular.
Se decidió enviar consultas a múltiples organismos nacionales e
internacionales preguntándoles cuales serían, a su juicio, las medidas de reparación
y prevención más adecuadas para el fenómeno que se encontraba estudiando.
Desde luego, se tuvo presente que una reparación cabal del daño causado resultaba
imposible y que cualquier medida de reparación que se propusiera debía hacerse
con pleno respeto de la dignidad de las personas involucradas y teniendo también
presente que el deber principal de la Comisión era el de esclarecer la verdad, materia
que tenía también innegables efectos de reparación y prevención. Sobre la base de
estas premisas se consultó a cada una de estas Organizaciones e Instituciones por
las medidas de reparación simbólico o cultural, legales o administrativas o de orden
previsional o asistencial que ellas consideraran más adecuadas para reparar, dentro
de lo posible, el daño causado. Asimismo, se consultó por las medidas que pudieran
fortalecer el orden normativo, la organización Institucional o una cultura más
respetuosa de Derechos Humanos para así prevenir que estos hechos nunca más
vuelvan a ocurrir en nuestra patria. Se formuló esta consulta a 109 Organizaciones,
entre ellos a las de familiares de las víctimas, a los Organismos de Derechos
Humanos, a las principales Universidades y Centros Académicos, a los Partidos
Políticos, a las Iglesias y a otras autoridades morales. En el plano Internacional, la
comunicación
fue
enviada
principalmente
a
aquellos
Organismos
Intergubernamentales o Privados con mayor experiencia en la protección o
promoción de los Derechos Humanos. La Comisión recibió más de 70
presentaciones extensas y bien documentadas, las que procedió a estudiar,
procesar detenidamente y concluyó con las proposiciones y recomendaciones que
se incluyen en el presente Volumen.
E.- LOS CAPITULOS QUE REFIEREN ANTECEDENTES ILUSTRATIVOS
Habiendo señalado el Decreto Supremo Nº 355 que la obligación de la
Comisión consistía en "establecer un cuadro lo más completo posible acerca de las
más graves violaciones a los Derechos Humanos, sus antecedentes y
circunstancias", la Comisión quiso también acompañar a los relatos sobre graves
violaciones a los derechos humanos algunas consideraciones que se estimaron
necesarias para la mejor comprensión del fenómeno. Así, antes de iniciar los relatos
de los hechos, el Informe da cuenta de algunas característica jurídicas, políticas y
sociales vigentes durante el período, que se vincularon más directamente con las
violaciones a los derechos humanos. Teniendo presente que nada permite
excusarlas o justificarlas, la Comisión ha querido dar cuenta de algunas de las
características del clima que se vivió en el país antes y después del 11 de
septiembre de 1973 y que puedan haber incidido en que estas violaciones se
produjeran. Se cree estar cumpliendo así con el deber que impone el Decreto de dar
a conocer los antecedentes y circunstancias de estas violaciones, al mismo tiempo
que colaborar a recordar el clima en el cual estas violaciones echaron raíces, para
así cooperar a que nunca más ellos vuelvan a ocurrir.
Se incluyen también algunas referencias a las principales instituciones
jurídicas a través de las cuales estas violaciones se hicieron posible, así como los
mecanismos legales que resultaron más eficaces para contrarrestarlas. Ha parecido
a la Comisión que el conocimiento de estos antecedentes será siempre de utilidad
para revisar nuestra cultura e instituciones jurídicas y fundar las modificaciones que
ellas requieren para prevenir la repetición de estos hechos.
Las reacciones del Poder Judicial y la de los principales actores sociales a
estas graves violaciones, son también consignadas. Corresponderá a los cientistas
sociales y a los historiadores ir estableciendo con más precisión y profundidad estos
hechos. A la Comisión, por su parte, le ha parecido de la mayor importancia vincular
los fenómenos de las violaciones o de su paulatina disminución, al mayor o menor
compromiso que los diversos actores sociales fueron teniendo en la protección,
defensa y promoción de los derechos de todos los chilenos.
Para la redacción de estos Capítulos, la Comisión trabajó recopilando la
literatura y antecedentes del período, y pidió la opinión de algunos expertos en estas
mismas materias. Teniendo a la vista todo este material, la redacción de los
borradores de los Capítulos correspondientes fueron encomendadas a uno o más
Miembros de la Comisión. En sucesivos análisis el pleno de ésta concluyó en los
capítulos que ahora se insertan en el presente Volumen.
F.- UNA VERDAD PARA LA RECONCILIACION
Las tareas que se encomendaron a la Comisión se encontraban clara y
precisamente descritas en el Decreto Supremo que la creó. Allí se establecían sus
deberes y sus facultades. En el cumplimiento de ellas, la Comisión trabajó con la
más absoluta y total autonomía. Ni el Gobierno que la había creado ni ningún otro
Poder o autoridad intentó influir de manera alguna en sus decisiones, las que fueron
siempre tomadas conforme a la conciencia de sus miembros.
Sin perjuicio de lo anterior la Comisión entendió desde un comienzo, que la
verdad que debía establecer tenía un fin preciso y determinado: colaborar a la
reconciliación de todos los chilenos. Atendida la magnitud de esta tarea, se quiso
escuchar la opinión de los principales actores de la vida nacional y especialmente de
los más interesados en este tema, para recoger de ellos sus planteamientos
respecto del trabajo que se debía realizar. Así, durante todo el primer período de su
trabajo, y hasta que entró a la etapa de análisis de casos, la Comisión sostuvo una
reunión con cada una de las Agrupaciones de familiares de víctimas, de Organismos
de Derechos Humanos, de los Colegios Profesionales que pidieron reunirse con ella
y de todos los Partidos Políticos. Con las Agrupaciones de familiares y las
Organizaciones de Derechos Humanos, se conversó fundamentalmente acerca de
los objetivos y métodos que la Comisión emplearía para recoger los antecedentes
que obraban en su poder y buscar la verdad individual y global. Además se quiso
tener presente las expectativas que las Organizaciones de familiares tenían respecto
del trabajo de la Comisión, pregunta que muchas veces también se hizo a quienes
presentaron casos individuales ante ella. Con las Iglesias, Autoridades Morales del
País y Partidos Políticos la Comisión quiso conocer y analizar las perspectivas que
ellos tenían acerca del mejor modo en que la Comisión podría, dentro de sus
limitaciones, alcanzar la verdad y colaborar efectivamente a la reconciliación
nacional.
Así, luego de un centenar de Sesiones de trabajo, esta Comisión ha llegado al
fin de su tarea y presenta a S.E. el Presidente de la República el Informe de su labor.
CAPITULO II
NORMAS, CONCEPTOS Y CRITERIOS EN QUE SE HAN BASADO LAS
DELIBERACIONES Y CONCLUSIONES DE LA COMISION
En el capítulo anterior se da cuenta de cómo trabajó la Comisión
materialmente. Esto es, qué organización se dio y qué tareas llevó a cabo para el
cumplimiento de sus objetivos.
La Comisión ha estimado también indispensable dar a conocer las normas,
conceptos y criterios que sirvieron de marco a sus deliberaciones y conclusiones.
Dada la importancia y gravedad de lo que se presenta en este informe, es imperativo
que el lector pueda tener cabal conocimiento de sus fundamentos morales y
teóricos.
A.- NORMAS
1. LOS DERECHOS HUMANOS
El decreto que creó la Comisión de Verdad y Reconciliación le fijó como
objeto contribuir al esclarecimiento global de la verdad sobre las más graves
violaciones a los derechos humanos cometidas en los últimos años. El decreto
define como las "más graves violaciones" las situaciones de detenidos
desaparecidos, ejecutados y torturados con resultado de muerte, en que aparezca
comprometida la responsabilidad moral del Estado por actos de sus agentes o de
personas a su servicio, como asimismo los secuestros y los atentados contra la vida
de personas cometidos por particulares bajo pretextos políticos.
La Comisión desea precisar lo siguiente respecto de la referencia a los
derechos humanos y de la definición de las más graves violaciones:
a) Las normas de la Declaración Universal de Derechos Humanos y de otros
documentos internacionales pertinentes proclaman derechos que, en lo sustancial,
ya formaban parte de legislación y de las mejores tradiciones cívicas de Chile. Sin
embargo, la expresión "derechos humanos", ya ampliamente consagrada, enfatiza
apropiadamente que tales derechos son inherentes a toda persona, así como la
aceptación universal de que gozan. Todavía más, las normas internacionales sobre
derechos humanos nos muestran que la legislación nacional, en el período que cubre
este informe y aún antes, presentaba muchas carencias e insuficiencias para una
efectiva protección de los derechos que establece.
b) Las normas internacionales pertinentes abarcan un variado conjunto de derechos
civiles, políticos, económicos, sociales y culturales. Este informe se refiere sólo a las
violaciones de algunos de ellos, lo que no significa negar la importancia de otros
derechos. Con todo, se puede decir que los grandes valores que las normas sobre
derechos humanos procuran defender son el respeto a la vida, la dignidad y la
integridad física y psíquica de las personas, así como los ideales de libertad,
tolerancia, respeto por la diversidad y apoyo mutuo entre todos los seres humanos.
En las circunstancias que vivió Chile en el pasado reciente, se llegó a graves
excesos de intolerancia y división entre los chilenos, cuyas manifestaciones más
extremas fueron la muerte y la tortura de personas. Para los efectos de la realidad
que cubre este informe es razonable, entonces, y sin hacer un juicio que pretenda
ser válido en términos generales o para otras realidades, caracterizar como las más
graves violaciones aquéllas que tuvieron como resultado la muerte de personas. La
Comisión ha estudiado y se ha pronunciado, caso a caso sobre todas las denuncias
de este tipo de violaciones.
c) La tortura también debe caracterizarse como una de las más graves violaciones y
este informe trata de la práctica de la tortura durante el período que ha estudiado,
como no podía menos de hacerlo. Sin embargo, no se pronuncia, caso a caso, sobre
quiénes fueron víctimas de tortura, a menos que de las torturas haya resultado la
muerte, o que el hecho de la tortura haya sido importante para formarse convicción
sobre aspectos esenciales del caso, como ser, irregularidades de los Consejos de
Guerra o inverosimilitud de la supuesta fuga de los detenidos. Formalmente, esta
restricción esta impuesta por el decreto que creó la Comisión. Pero la Comisión
entendió que había también una razón de fondo para tal limitación: el examen
pormenorizado de denuncias individuales sobre tortura, que cabía esperar hubieran
sido muy numerosas, habría retardado inevitablemente este informe, cuya pronta
conclusión el país tenía derecho a esperar. Además, dado el tiempo transcurrido y
las circunstancias en que, por lo general, la tortura fue aplicada, en gran número de
denuncias específicas se habrían presentado insuperables dificultades para llegar a
una conclusión en conciencia. Tales dificultades no se dan, en cambio, si se trata de
formarse opinión sobre la práctica de la tortura, en términos generales. De hecho, la
Comisión pudo contar con abundantes y concluyentes elementos de convicción
sobre las características y extensión de esta gravísima práctica.
d) La Comisión buscó también, y obtuvo, la confirmación de parte del señor
Presidente de la República, en el sentido de que debía estudiar caso a caso los
atentados contra la vida y secuestros cometidos por particulares bajo pretextos
políticos sólo cuando de tales acciones hubiera resultado la muerte de los afectados.
Esto, sin perjuicio de hacer las referencias generales que corresponda a las
prácticas terroristas y a otras acciones ilícitas cometidas por particulares.
2. LAS LEYES DE LA GUERRA O DERECHO INTERNACIONAL HUMANITARIO
Las normas de humanidad que rigen los conflictos armados (conocidas
también como Leyes de la Guerra o Derecho Internacional Humanitario) son
asimismo parte de la legislación y tradiciones de Chile. Específicamente, Chile ha
ratificado las Convenciones de Ginebra, de 1949.
Las normas de Derecho Internacional Humanitario no se ocupan de
determinar cuándo es lícito el recurso a la guerra o a la rebelión armada. Esta
materia ha sido tradicionalmente tratada por especialistas en ética social y política.
Las posiciones más asentadas a este respecto justifican el recurso a la guerra si se
trata de la legítima defensa de la nación, de aliados o de otros valores de similar
importancia, frente a una injusta agresión; y justifican la rebelión armada en contra de
un régimen sólo cuando no existe otro recurso para poner fin a una tiranía y
concurren, además, otros importantes requisitos.
Aplicar estos principios morales a situaciones específicas supone interpretar
circunstancias sociales y políticas sobre las cuales las opiniones se encuentran con
frecuencia profundamente divididas.
La Comisión se ha abstenido de pronunciarse sobre la legitimidad del recurso
a la fuerza que tuvo lugar el 11 de septiembre de 1973 y en el período
inmediatamente posterior, sea por parte de quienes perseguían derrocar al gobierno
del Presidente Salvador Allende o por parte de quienes buscaban defenderlo.
Aparte de las evidentes dificultades que habría presentado debatir ese punto,
la Comisión lo juzgó innecesario para los fines que se le habían encomendado. En
efecto, se justifique o no el recurso a las armas, existen normas precisas sobre la
ilicitud de ciertas conductas en la conducción de las hostilidades, sean éstas de
carácter internacional o interno; entre otras, las que prohiben dar muerte o torturar a
los prisioneros y las que establecen garantías para el debido proceso de los
inculpados, por muy especial que sea el carácter de tales procesos.
Las fuentes principales de dichas normas son el Derecho Internacional
Humanitario que, como queda dicho, está en lo sustancial incorporado a la
legislación chilena. Tales normas están, además, claramente incorporadas en la
conciencia ética universal y en las tradiciones del honor militar.
Es cierto que esas y otras normas son transgredidas muchas veces en la
práctica y puede haber factores que faciliten o hagan más probable que así suceda.
Pero no por ello se justifican jamás tales transgresiones, como se deja establecido
más adelante.
3. OTRAS NORMAS SOBRE EMPLEO DE LA FUERZA
Aparte de las normas antes reseñadas, la Comisión ha tenido en cuenta las
normas generales sobre empleo de la fuerza:
El Estado, a través de los órganos y autoridades debidamente autorizados
por la Constitución y las Leyes, tiene el monopolio de la fuerza legítima, esto es la
que puede emplearse, racionalmente, para hacer cumplir las leyes y mantener el
orden público. El uso de la fuerza debe, pues, ser justificado y proporcional al fin que
legítimamente se persigue. De lo contrario, se puede calificar de injustificado o de
excesivo.
Los particulares pueden valerse de la fuerza, en legítima defensa propia o de
terceros, por medios racionalmente encaminados a repeler un ataque inminente, y
también en algunas circunstancias excepcionales, como la detención del autor de un
flagrante delito.
4. ¿QUIENES VIOLAN LOS DERECHOS HUMANOS?
Un mismo hecho ilícito, cometido por un funcionario del Estado, puede
caracterizarse de distintas maneras, sin contradicción. Por ejemplo, si en el contexto
de un conflicto armado de carácter interno, un uniformado tortura a un prisionero, el
hecho puede caracterizarse como delito, porque está así tipificado en la ley. También
puede caracterizarse como violación de derechos humanos, porque transgrede,
precisamente, normas de distintos pactos y convenciones internacionales sobre
derechos humanos. Finalmente, puede caracterizarse como violación de las normas
de Derecho Internacional Humanitario, que expresamente prohiben tal conducta en
situaciones de conflicto armado.
Si un particular, que participa en guerra de guerrillas contra un gobierno,
comete el mismo acto en contra de un uniformado capturado o secuestrado, ese
hecho puede ser caracterizado como delito y como violación a las normas de
Derecho Internacional Humanitario. ¿Pero puede tal hecho ser, además,
caracterizado como una violación de derechos humanos?
Este punto parecería puramente académico. Sin embargo, ha sido objeto de
muchas controversias. Una de las razones que explican tal controversia es que el
término "violación de derechos humanos" ha adquirido una fuerza simbólica más allá
de su significado técnico, en nuestro país y en el concierto internacional. Por ello
mismo, junto con quienes dan argumentos desinteresados, en favor de una u otra
posición, existen también quienes las sostienen por razones políticas.
Dado que este debate ha tenido lugar también en Chile, es preciso que la
Comisión explique en qué consiste la controversia y aclare su propia posición.
Hasta hace poco tiempo, la posición tradicional de los organismos de
derechos humanos más respetados era que las normas sobre estos derechos
regulan principalmente las relaciones entre el Estado y los ciudadanos y que, por
tanto, no es apropiado llamar "violaciones de derechos humanos" a los actos
cometidos por particulares. Esta posición tiende a cambiar, aunque todavía son
muchas las organizaciones de derechos humanos que la sustentan.
Los fundamentos en que se ha basado tradicionalmente esta posición son los
siguientes: son los Estados quienes han proclamado la Declaración Universal de
Derechos Humanos y suscrito y ratificado los otros pactos internacionales que rigen
estas materias. Por cierto, no se desconoce que los particulares también pueden
atentar contra la vida, o contra otros importantes valores, pero tales atentados se
pueden calificar apropiadamente de crímenes, de actos de terrorismo, o bien de otra
manera, según sea el caso. Llamarlos "violaciones de derechos humanos" desvía la
atención sobre la gravedad especial que tiene el hecho de que el Estado, que detenta
la fuerza pública y está encargado de proteger los derechos de los ciudadanos,
emplee tal fuerza para violarlos. Si los particulares cometen crímenes, aunque sea
por motivos o pretextos políticos, el Estado cuenta con el Poder Judicial, la policía, la
prensa, la opinión pública; esto es, con un conjunto de importantes instituciones y
medios que pueden movilizarse para denunciar, investigar y castigar estos crímenes.
Pero cuando el propio Estado utiliza ese poder para atentar contra los derechos de
los ciudadanos, éstos se encuentran en la mayor indefensión.
Quienes sostienen que es preferible hablar de violaciones de derechos
humanos sólo respecto a los actos del Estado y sus agentes, hacen ver también que
distintos gobiernos, en los más variados países, con frecuencia califican las
acciones violentas de sus opositores de "violaciones a los derechos humanos" como
para justificar sus propios abusos, que presentan como necesarios para enfrentar
tales acciones.
Sin perjuicio de la fuerza de los argumentos citados, la posición contraria
también cuenta con argumentos teóricos valederos. Pero, más allá de éstos, se ha
visto en la práctica que limitar la expresión "violaciones de los derechos humanos" a
los actos del Estado es interpretado por la opinión pública, las más de las veces,
como un intento de condonar o justificar los abusos o atrocidades que puedan
cometer ciertos grupos políticos de oposición. No cabe duda que la opinión pública
mayoritariamente condena toda forma de mantener o buscar el poder, o de dirimir
conflictos políticos, mediante abusos o atrocidades. En la conciencia pública se ha
hecho carne la idea de que existen ciertos valores de humanidad que deben ser
respetados no solamente por el Estado sino por todos los actores políticos. Tales
normas de humanidad se derivan en parte de las normas de derechos humanos y en
parte de las normas de Derecho Internacional Humanitario o Leyes de la Guerra.
Ellas rigen a todos actores políticos, estatales o particulares, en tiempo de paz; y a
todas las fuerzas combatientes, en caso de conflicto armado, cualquiera que sea la
naturaleza del conflicto armado de que se trate. Para la opinión pública estas normas
de humanidad, profundamente intuidas, han pasado a ser sinónimo de la expresión
"derechos humanos". Por tanto, el sentido histórico o técnico de esta expresión, más
restringido, ha venido siendo sobrepasado en la práctica.
A juicio de la Comisión, estas razones explican que el decreto que la creó
califique de violaciones a los derechos humanos no sólo ciertos actos cometidos por
agentes del Estado sino que también otros perpetrados por particulares que actúan
bajo pretextos políticos.
La Comisión no puede menos que acatar los términos de ese decreto. Pero,
además, ha querido dejar constancia de que, para los efectos del trabajo que le fuera
encomendado, acepta que es necesario adherir a esa interpretación más amplia del
término "derechos humanos", que la conciencia de la opinión pública ha ido
imponiendo. Esto no significa proclamar una validez general de esa interpretación
más amplia, ni desconocer la fuerza de las razones por las cuales prevaleció, en su
oportunidad, un empleo más restringido del término. Más aún, cree la Comisión que
debe siempre recalcarse que los actos de terrorismo u otras acciones ilegítimas que
se cometan bajo motivos o pretextos políticos, no pueden servir para pretender
justificar las violaciones de derechos humanos cometidas por el Estado; y que el
hecho de que el monopolio de la fuerza pública que detenta el Estado se emplee para
violar los derechos de las personas es de una gravedad singular.
B.- CONCEPTOS
1. RESPONSABILIDADES
Durante el período que funcionó la Comisión, la opinión pública nacional
asistió a la intensificación de un debate que venía teniendo lugar desde antes. El
tema de controversia era el tipo y grado de responsabilidad que cabe a individuos,
partidos políticos, fuerzas armadas y de orden, u otras instituciones y sectores, en
los hechos que ha debido examinar esta Comisión.
Es tan ineludible como conveniente que la Comisión deje constancia de su
posición frente a este tema:
a) LA RELACION ENTRE LA SITUACION POLITICA ANTERIOR AL 11 DE
SEPTIEMBRE DE 1973 Y LAS VIOLACIONES A LOS DERECHOS HUMANOS
OCURRIDOS A PARTIR DE ESA FECHA
Uno de los temas de debate público al tiempo que se gestaba la creación de
esta Comisión y durante el funcionamiento de la misma, fue el período de tiempo que
debería cubrir su informe. Había quienes sostenían que la Comisión debía referirse
también a violaciones de derechos humanos y/o a la situación política anterior al 11
de septiembre (y se dieron distintos pareceres sobre cuán atrás debía extenderse la
indagación), pues habría una relación indisoluble, o a lo menos importante de
señalar, entre lo ocurrido antes de esa fecha y lo ocurrido a partir de ella. Por otra
parte, se replicaba que las violaciones de derechos humanos ocurridas a partir del 11
de septiembre de 1973 tenían un carácter único en cuanto a su gravedad,
sistematización y número, y por el hecho de no haber sido reconocidas por el Estado
ni conocidas debidamente por la opinión pública. Por ello se justificaría que el informe
de esta Comisión se confinara al período de gobierno militar.
Esta Comisión se ha ocupado del análisis, caso a caso, de las más graves
violaciones a derechos humanos cometidas entre el 11 de septiembre de 1973 y el
11 de marzo de 1990, sea por agentes del Estado o por particulares que actuaban
bajo pretextos políticos. Este es el cometido específico que recibió. Sin embargo, la
Comisión ha creído indispensable referirse a la situación del país que antecedió al 11
de septiembre de 1973. Tal situación, condujo a un quiebre institucional y a una
división entre los chilenos que hizo más probable que se dieran las violaciones de
derechos humanos. Una de las misiones encomendadas a esta Comisión es la de
proponer medidas de prevención, esto es, qué debería hacerse para procurar
impedir que las infracciones que ha examinado puedan volver a repetirse. Por ello, es
de toda necesidad examinar no sólo tales hechos y sus circunstancias inmediatas,
sino también aquéllas que crearon un clima que hizo más probable su perpetración.
Sin embargo, la Comisión desea afirmar enfáticamente que aun cuando
ciertas circunstancias hagan más probable la comisión de ciertos hechos, o debiliten
las defensas institucionales y sociales que contribuyen a prevenir que ellos se
cometan, en ningún caso justifican ni excusan, en medida alguna, que se violen
normas legales y éticas de carácter absoluto, como son aquéllas que gobiernan las
situaciones que a esta Comisión ha tocado examinar. El argumento que se ha
esgrimido a veces, directamente o implícitamente, en el sentido de que resulta
ingenuo esperar que en una situación de guerra o de alguna otra conmoción especial
rijan ciertas normas, es insostenible.
Por una parte, las normas éticas y legales que rigen los conflictos armados
han sido precisamente concebidas para tales situaciones, que se sabe son propicias
a los desbordes. Esas normas no pretenden evitar del todo los conflictos, sino
ponerles ciertos márgenes. Por otra parte, aunque en la práctica tal regulación es
con frecuencia transgredida o sobrepasada, ello no mengua ni la validez ni la
necesidad de tales normas. La situación no es, en su esencia, distinta a la de leyes
que rijen en tiempos de normalidad, cuya frecuente transgresión no las hace menos
válidas y necesarias. Antes, pues, que hacer énfasis en cuánto suelen transgredirse
en la práctica las normas que regulan los conflictos armados, repárese en cuál sería
el efecto si no hubiera norma alguna que los rigiera. El argumento que aquí se intenta
refutar resulta todavía menos sostenible con respecto a los casos que le ha tocado
examinar a esta Comisión, en la gran mayoría de los cuales los hechos no ocurrieron
al calor de un enfrentamiento armado, ni inmediatamente después. Por el contrario,
se trató de ataques en contra de personas inermes o detenidas.
En suma, este informe se refiere a la situación anterior al 11 de septiembre
de 1973, y afirma que tal situación y sus consecuencias pusieron objetivamente en
riesgo los derechos humanos e hicieron más probables sus transgresiones, pero en
ningún caso las justificaron.
b) LA "RESPONSABILIDAD MORAL" DEL ESTADO
El decreto que creó la Comisión se refiere, entre otros, a "actos en que
aparezca comprometida la responsabilidad moral del Estado por actos de sus
agentes o de personas a su servicio". Este concepto de "responsabilidad moral del
Estado" no tiene, según ha podido establecer la Comisión, un significado técnico o
legal preciso.
La Comisión ha entendido esta referencia como la responsabilidad que, de
acuerdo al recto criterio, se puede estimar le cabe al Estado por actos de sus
agentes (o de personas al servicio de éstos) ejecutados en cumplimiento de políticas
o directivas de órganos del Estado; o por actos ejecutados sin que medien políticas o
directivas específicas, si el agente del Estado contó con la ratificación expresa o
tácita de órganos del Estado, o con la protección o inacción de éstos, tendientes a
que la conducta quedara impune.
Ha entendido además la Comisión que esta "responsabilidad moral" es la que
establecen sus miembros, según su recto criterio; y que tal determinación no tiene
efectos legales, como no sea servir de antecedente para medidas de reparación que
los poderes del Estado quieran arbitrar, dentro de sus propias atribuciones.
Finalmente, la Comisión deja constancia de que su determinación de responsabilidad
moral es sin perjuicio de otras responsabilidades del Estado o de individuos que
puedan establecerse por la Justicia o por otros órganos competentes.
c) OTROS TIPOS DE RESPONSABILIDAD. CUALES CABEN A LOS
INDIVIDUOS Y CUALES A LAS INSTITUCIONES A QUE ESTOS PERTENECEN
Es sabido que un mismo hecho puede generar distintas responsabilidades y,
por tanto, distintas sanciones. Desde el punto de vista legal, puede haber
responsabilidad penal, administrativa, civil (contractual o extracontractual) o política.
Desde un punto de vista de las normas éticas o sociales se puede hablar de
responsabilidad moral, histórica y, en un sentido distinto del término, también de
responsabilidad política.
No es ésta la ocasión de extenderse sobre estas distinciones. Sin embargo,
es preciso señalar que, salvo las responsabilidades de carácter civil (que se
traducen generalmente en la obligación de pago de daños y perjuicios) las cuales
pueden afectar a personas jurídicas, inclusive a órganos del Estado, los demás tipos
de responsabilidad, por lo general, afectan sólo a personas naturales. En cambio,
respecto de las responsabilidades morales, históricas o políticas (en el sentido no
estrictamente legal de este último término), sí se habla con frecuencia, y con
propiedad, de la que pueden caberle a tal o cual sector o institución, o incluso a la
sociedad toda.
A la luz de lo que se acaba de decir, la Comisión ha creído necesario precisar
su opinión sobre la responsabilidad individual y la responsabilidad institucional que
puede derivarse de las violaciones de derechos humanos que le ha tocado examinar.
Más específicamente, sobre si cabría responsabilidad, y qué responsabilidad cabría,
a las Fuerzas Armadas y de Orden, por las violaciones de derechos humanos
cometidas por individuos en servicio activo en la respectiva institución.
Una opinión ampliamente reiterada por representantes de partidos políticos de
las más variadas tendencias, y por otras voces que contribuyen a formar opinión en
el país, sostiene que las responsabilidades por estos hechos son siempre
individuales y en modo alguno comprometen a las respectivas instituciones.
La Comisión cree ver, detrás de esas afirmaciones, supuestos conceptuales,
juicios de valor y motivaciones que comparte. Pero también opina que, si el tema se
trata de un modo simplista, se corre el riesgo no sólo de errar en los conceptos, sino
además de poner en peligro el interés superior de las propias instituciones armadas y
de orden, y el interés superior del país, en cuanto tiene de común con el de ellas.
En efecto, es correcto decir que las responsabilidades de carácter penal y
otras responsabilidades legales que puedan derivarse de violaciones de derechos
humanos son de carácter personal y no afectan a la institución a que pertenece el
hechor. Es también cierto que debe apreciarse en toda su valía el rol fundamental
que las Fuerzas Armadas y de Orden han jugado en la historia patria y se debe
valorar su carácter de instituciones esenciales y permanentes de la Nación.
Finalmente, es laudable que se procure evitar toda utilización del tema de los
derechos humanos que busque denigrar a estas instituciones, o menoscabar la
contribución que han prestado al país y el rol que están llamadas a prestar en el
futuro.
Sin embargo, esto no puede servir para negar la responsabilidad histórica o
moral que pueda haber cabido a una u otra institución, por prácticas que ordenó, o en
las cuales consintió, o respecto de las cuales no hizo todo lo debido por evitarlas o
por prevenir su repetición. Así como hemos hablado de responsabilidad moral del
Estado, que sería inconcebible si los actos de sus funcionarios no pudieran jamás
afectarlos, así se puede hablar también con propiedad de la responsabilidad moral o
histórica de partidos políticos, de otras instituciones o sectores de la vida nacional y
de la sociedad toda. Las Fuerzas Armadas y de Orden no son una excepción. Son
los hombres los que forjan y hacen grandes a las instituciones y son también los
hombres quienes pueden afectarlas negativamente.
Al hacer estas precisiones no mueve a esta Comisión un afán puramente
conceptual, por importante que ello pueda ser. Cree esta Comisión que si se llegara
a entender que no importando cuál sea la conducta de miembros individuales de una
institución, la institución misma estará siempre inmune a todo daño o desprestigio,
se correría el peligro de caer en una actitud de complacencia que puede terminar por
dañar seriamente la integridad y prestigio institucionales que con toda justicia se
busca resguardar.
El reconocimiento de las responsabilidades históricas y morales que a cada
institución de la vida nacional caben, y de las que pocas, si alguna, han estado
exentas en la historia, las enaltece, las hace mejores y les permite servir más
cabalmente los elevados propósitos para los que fueron creadas.
2. ALGUNAS FORMAS DE VIOLACION DE LOS DERECHOS HUMANOS
La Comisión estima necesario definir aquí distintas formas de violación de
derechos humanos a que se hace frecuente referencia en el curso de este informe:
a) "DETENIDOS DESAPARECIDOS"
Esta expresión se hizo de uso corriente, en Chile y en el extranjero, durante el
período que cubre este Informe. Con ella se alude a la situación de quienes fueron
detenidos por agentes de la autoridad o por personas a su servicio, siendo la última
noticia que se tuvo de ellos que fueron aprehendidos o que se les vio posteriormente
en algún recinto secreto de detención. Las autoridad niega haberlos detenido, o bien
declara haberlos liberado luego de un cierto período de tiempo, entrega otras
explicaciones insatisfactorias o simplemente guarda silencio.
Tal situación es muy diferente, aunque se asemejen en el nombre, a la de
personas de cuya suerte o paradero simplemente no se vuelve a saber. Se trata aquí
de problemas de orden policial, detrás de los cuales puede haber un suicidio, un
crimen común, una desgracia de otro tipo, o la decisión voluntaria de alguien que se
aleja de su medio y no vuelve a tomar contacto con sus familiares y amigos.
Tratándose de los "detenidos desaparecidos", en cambio, esta Comisión ha
llegado a la convicción moral de que la llamada "desaparición" no es tal, como se
explica más adelante en detalle en la Parte Segunda. Antes bien, se trata en todos
los casos así declarados por esta Comisión, de una detención acompañada o
seguida de medidas de ocultamiento y de negativas oficiales; detención durante la
cual, por lo general, se aplicaron torturas, y de la que se tiene la certeza moral que
concluyó con el asesinato de la víctima y la disposición de sus restos de modo que
no pudieran ser encontrados.
La Comisión conoció de dos formas principales de esta práctica llamada de
"detenidos desaparecidos". Una que prevaleció en los meses inmediatamente
posteriores al 11 de septiembre de 1973. Las detenciones al parecer fueron
practicadas, en distintos puntos del país, por diversas unidades de uniformados, a
veces acompañados de civiles. En el fondo, consistieron en una ejecución sumaria o
asesinato de la víctima, disponiéndose luego del cadáver (por lo común lanzándolo a
un río o enterrándolo clandestinamente) todo ello seguido de negación de los hechos
o de la entrega de versiones falsas. La desaparición en estos casos es más bien un
modo de ocultar o encubrir los crímenes cometidos, antes que el resultado de
acciones sujetas a una coordinación central que tuvieran por objeto eliminar a
categorías predeterminadas de personas.
La segunda forma de "desapariciones" fue practicada principalmente entre los
años 1974 y 1977, siendo responsable principal, pero no única, la Dirección de
Inteligencia Nacional (DINA). En el conjunto de esos casos sí ha podido convencerse
la Comisión de que había detrás una voluntad de exterminio, dirigida
sistemáticamente y por motivaciones políticas, en contra de ciertas categorías de
personas. Sin perjuicio de que ambas formas de desapariciones constituyen formas
extremas de violación de derechos humanos, que merecen una condena sin
reservas, la Comisión considera que la voluntad de exterminio de ciertas categorías
de personas le confiere a esta segunda forma una gravedad todavía mayor.
b) EJECUCIONES
Esta Comisión conoció casos de ejecuciones practicadas en cumplimiento
de una sentencia de muerte dictada previamente, o que se dijo se había dictado
previamente, por un Consejo de Guerra. La Comisión considera estas ejecuciones
violaciones de derechos humanos, sin entrar a pronunciarse sobre el problema más
general de la legitimidad de la pena de muerte, por cuanto faltaron en estos
procesos, cuando efectivamente los hubo, las garantías mínimas de un juicio justo.
También examinó la Comisión diversas modalidades de ejecuciones al
margen de todo proceso. Estas se conocen técnicamente, en el lenguaje de las
organizaciones internacionales, como ejecuciones extra-judiciales o extra-legales.
Entre este tipo de ejecuciones, fue frecuente, durante los meses posteriores al 11 de
septiembre de 1973, el empleo de la llamada "Ley de la Fuga". Las explicaciones
oficiales más socorridas entregadas en estos casos, sostenían que los uniformados
dispararon contra prisioneros que intentaban fugarse, y que no acataron la intimación
de alto, a resulta de lo cual éstos murieron.
Aunque estas explicaciones hubieran sido verosímiles, no se habría
justificado que se disparara a matar a quienes se habría podido someter de otro
modo. Sin embargo, la Comisión encontró que estas explicaciones eran
inverosímiles en todos los casos de la llamada "Ley de la Fuga" que examinó, y los
estimó por tanto como ejecuciones al margen de todo proceso que se pretendieron
justificar con una falsa versión de fuga. En algunos casos aislados, que se narran
más adelante, las circunstancias son parcialmente diferentes, pero sin alterar el
carácter ilícito de la muerte inferida por la autoridad.
La Comisión también conoció numerosos casos de ejecuciones que no se
pretendieron justificar mediante ninguna explicación. Algunas de éstas se practicaron
en contra de víctimas que estaban físicamente en poder de sus captores.
En algunos casos de detenidos desaparecidos se han descubierto
posteriormente los restos mortales y, por tanto, se los puede considerar también
como ejecutados, aunque en este informe se los refiere como detenidos
desaparecidos, para dar cuenta del hecho de que por mucho tiempo no se
encontraron los restos. Pero, como queda dicho, para esta Comisión la suerte de
ambas categorías de víctimas, ejecutados o detenidos desaparecidos, es la misma.
La diferencia estriba en que en ciertos casos se han ubicado los restos y en otros no.
c) USO INDEBIDO DE LA FUERZA
La Comisión conoció también muchos casos de violaciones de derechos
humanos que ha calificado de uso indebido de la fuerza. Se trata de muertes
cometidas por agentes del Estados en el ejercicio de la función de mantener el orden
u otra similar, sin que se trate de una acción premeditada dirigida en contra de una
víctima previamente seleccionada.
El uso indebido de la fuerza incluye específicamente situaciones en que el
empleo de la fuerza fue injustificado y otras en que el empleo de la fuerza pudo haber
sido justificado en principio, pero fue excesivo y no guardó proporción con las
necesidades de la situación.
Las situaciones específicas son muy variadas. Ellas incluyen casos tales
como efectivos policiales que golpean a culatazos, sin ninguna justificación, a una
persona ebria, al momento de detenerla, a consecuencia de lo cual muere el
detenido; disparos en contra de participantes en una manifestación, provocando la
muerte de uno más de ellos, cuando las circunstancias permitían imponer el orden
por otros medios; o disparos a matar en contra de un muchacho desarmado que
huye instintivamente en la calle, al ver acercarse a los uniformados, por la mera y
vaga sospecha que esta actitud les provoca.
d) MUERTES EN HORAS DE TOQUE DE QUEDA
Diversos casos de muerte en horas de toque de queda llegaron a
conocimiento de la Comisión. Muchos de ellos ocurrieron en circunstancias poco
aclaradas, que no permiten calificar la situación como violación de derechos
humanos, sin perjuicio que se considere a la personas así caídas como víctimas, de
acuerdo a lo que dice más adelante en este mismo capítulo.
Otros muchos casos fueron calificados por la Comisión como uso indebido
de la fuerza, la categoría mencionada más arriba, porque de los antecedentes (los
que se narran en cada caso particular) se desprende que se trató de una reacción
excesiva. En algunos casos la Comisión juzgó que se trató directamente de una
ejecución.
e) ABUSOS DE PODER
La Comisión conoció de numerosos casos de muertes provocadas por
agentes de la autoridad, sin motivación política, por razones de venganza o por otros
motivos particulares que no guardaban relación con las funciones del agente del
Estado ni con órdenes o directivas de sus superiores. Si frente a tales conductas la
autoridad tomó medidas administrativas y denunció el caso a la justicia, la Comisión
lo ha considerado un delito común y, por tanto, excluído de su mandato.
Sin embargo, si la autoridad condonó el hecho, absteniéndose de denunciarlo
o procurándole medios al hechor para asegurar su impunidad, la Comisión ha
considerado que se comprometió la responsabilidad moral del Estado y hay, por
ende, una violación de derechos humanos.
La Comisión no desconoce que se han cometido en el país muertes por
abusos de poder en distintas épocas de su historia. Pero no por ello dejan tales actos
de tener el carácter de violación de derechos humanos, si el Estado, en lugar de
castigarlos, se hace partícipe en ellos porque los condona o ampara. También en
otros períodos de la historia patria se han producido muertes por uso indebido de la
fuerza o durante la vigencia de toque de queda. Ello no significa que tales hechos no
deban calificarse siempre con arreglo a los criterios que aquí se han expuesto.
f) TORTURA
La Comisión se ha valido de la definición de tortura contenida en el Artículo 2
de la Convención contra la Tortura y Otros Tratos o Castigos Crueles, Inhumanos o
Degradantes (la cual, con arreglo a las normas de la Constitución, forma parte del
derecho chileno vigente), que dice así:
"A los efectos de la presente Convención, se entenderá por el término 'tortura'
todo acto por el cual se inflija intencionalmente a una persona dolores o sufrimientos
graves, ya sean físicos o mentales, con el fin de obtener de ella o de un tercero
información o una confesión, de castigarla por un acto que haya cometido, o se
sospeche que ha cometido, o de intimidar o coaccionar a esa persona o a otras, o
por cualquier razón basada en cualquier tipo de discriminación, cuando dichos
dolores o sufrimientos sean infligidos por un funcionario público u otra persona en el
ejercicio de funciones públicas, a instigación suya, o con su consentimiento o
aquiescencia. No se considerarán torturas los dolores o sufrimientos que sean
consecuencia únicamente de sanciones legítimas, o que sean inherentes o
incidentales a éstas."
La Comisión ha debido estimar en conciencia cuándo la muerte de la víctima
se ha producido como consecuencias de las torturas, de acuerdo a lo que se señala
más adelante en este capítulo.
g) ACTOS TERRORISTAS
La Comisión ha examinado y calificado de violación de derechos humanos
numerosos casos de muertes cometidas por particulares por motivos o bajo
pretextos políticos.
Tales hechos han sido calificados, además, como actos terroristas, si se
trata de atentados contra víctimas indiscriminadas, como ser la colocación de
explosivos en un lugar frecuentado por el público o el derribamiento deliberado de
cables de alta tensión con la intención de (o sin importar que) mueran electrocutados
vecinos o transeúntes. Se ha calificado también como actos terroristas los ataques
selectivos, a mansalva o sobre seguro, en contra de agentes del Estado.
3. LAS VICTIMAS
a) VICTIMAS DE VIOLACIONES DE DERECHOS HUMANOS
Sobre la base de las conceptualizaciones arriba mencionadas, la Comisión
ha calificado de víctimas de violaciones de derechos humanos a quienes fueron
sometidos a:
- Desaparición forzada, esto es, desaparecieron luego de su detención.
- Ejecución, en cualquiera de sus formas.
- Uso indebido de la fuerza, con resultado de muerte.
- Abuso de poder, con resultado de muerte, si el Estado ha condonado el
hecho o facilitado su impunidad.
- Tortura, con resultado de muerte.
- Atentados contra la vida, con resultado de muerte, cometidos por
particulares, bajo pretextos políticos, incluyendo actos de terrorismo indiscriminado y
selectivo, así como otros atentados.
También ha considerado como víctimas de violaciones de derechos
humanos a quienes se han quitado la vida por su propia mano, si las circunstancias
en que ello sucedió permiten juzgar, en conciencia, que el suicida fue llevado a la
desesperación o impelido a tomar esa determinación por torturas físicas o síquicas,
por las condiciones de su encierro o por otra situación de responsabilidad del Estado
que en sí misma fuese violatoria de los derechos humanos. Al tomar esta posición, la
Comisión no se pronuncia sobre la justificación ética del suicidio mismo, sino sobre
la ilicitud de las causas que lo hacen explicable.
b) PERSONAS QUE CAYERON O PERECIERON VICTIMAS DE
ENFRENTAMIENTOS ARMADOS O, EN UN SENTIDO GENERAL, VICTIMAS DE
LA SITUACION DE CONTIENDA POLITICA
Nos referimos aquí a personas que, en un sentido estricto, no pueden ser
consideradas víctimas de violaciones de derechos humanos. Sin embargo, su
muerte está directamente vinculada a la contienda política en el país o sus efectos.
La Comisión las ha declarado también víctimas (aunque distinguiendo esos casos
claramente de las víctimas de violaciones de derechos humanos). Formalmente
hablando, estas situaciones no están contempladas en el decreto que creó la
Comisión. Sin embargo, frente a la complejidad de los hechos que conoció, la
Comisión juzgó en conciencia indispensable referirse también, caso a caso, a estos
caídos. Ellos están comprendidos dentro de alguna de estas categorías:
- Combatientes de uno u otro bando, así como no combatientes, que
murieron como consecuencia de intercambio de fuego el día 11 de septiembre de
1973 y en un período posterior (que la Comisión ha apreciado prudencialmente y
caso a caso). En ese día 11 de septiembre y en el referido período posterior,
prudencialmente apreciado, se puede estimar, a juicio de la Comisión, que los
enfrentamientos tenían racionalmente un sentido de lucha por el poder político, sea
en contra o a favor del gobierno del Presidente Allende. (Se califican, en cambio,
como violaciones de derechos humanos, las ejecuciones o uso indebido de la fuerza
cometidos durante este mismo período).
- Las personas que se quitaron la vida bajo extremo acoso en un
enfrentamiento armado, si las circunstancias fueron tales que, de haber muerto en el
enfrentamiento, hubieran debido ser consideradas víctimas de la situación de
violencia política.
-Las personas que perecieron accidentalmente como consecuencia de un
enfrentamiento armado con connotaciones políticas, en el cual no tomaban parte.
También las personas que murieron como consecuencia no buscada de un acto que
en sí mismo no es necesariamente ilícito; por ejemplo: la persona que murió por
inhalación de gas lacrimógeno en circunstancias en que el empleo mismo del gas no
ha sido necesariamente injustificado.
- Personas que perecieron mientras intentaban defenderse con las armas de
un ataque o intento de captura por parte de la DINA, de la CNI u otro organismo de
seguridad (a los cuales se refiere este informe más adelante en el capítulo V), en
circunstancias que podían temer fundadamente que la suerte que les esperaba era la
tortura y la muerte. Esta Comisión juzga que, independientemente de la opinión que
merezcan las ideas o las acciones políticas de los que así cayeron, y aunque tal
muerte en enfrentamiento no puede calificarse en rigor como violación de derechos
humanos, no cabe tampoco exigirle a nadie, ni racional ni moralmente, que no se
defienda frente a una captura que fundadamente cabe temer traerá aparejada la
tortura y la muerte. (Sin embargo, si los que resistían fueron capturados, y estando
en poder de los captores fueron muertos o, si estaban heridos, fueron rematados, no
se les considera caídos en un enfrentamiento, sino víctimas de una violación de
derechos humanos; específicamente, víctimas de una ejecución al margen de todo
proceso).
Consecuente con esta posición, la Comisión en cambio no considera como
víctimas de la contienda política a quienes participaban en un robo o asalto armado,
u otro acto ilícito similar, aunque se haya cometido bajo pretextos políticos, y
perecieron en el intercambio de fuego con las fuerzas de orden que acudieron a
aprehenderlos.
c) CASOS QUE CAEN FUERA DEL MANDATO DE LA COMISION
Además de los casos recién mencionados, esto es, de los que caen como
consecuencia de una acción lícita por parte de las fuerzas de orden, la Comisión ha
excluído las siguientes situaciones: los accidentes que tuvieron lugar fuera del
contexto de un enfrentamiento armado y que cobraron víctimas fatales, sea entre
uniformados o entre opositores al régimen militar, incluyendo accidentes de
vehículos, disparos accidentales entre compañeros de armas, y la detonación de
explosivos que portaba la propia víctima. Un análisis más extenso de estas
situaciones se contempla en el primero de los anexos al presente informe.
C.- CRITERIOS
1. DECISION EN CONCIENCIA SOBRE LA INFORMACION REUNIDA
La Comisión debió decidir en conciencia sobre cada uno de los casos
presentados a su conocimiento, así como sobre la verdad global que de ellos, y de
otros hechos, se desprende. Para estos efectos pudo reunir, como se detalla en el
capítulo anterior, un enorme caudal de información sobre los hechos y
circunstancias dentro de su competencia.
Entre los elementos que permitieron a la Comisión llegar a una convicción en
conciencia, en uno o en otro sentido, respecto de cada caso, se contaron:
testimonios de familiares de las víctimas, de testigos presenciales de hechos
relevantes, de agentes o ex-agentes del Estado, uniformados y civiles, incluyendo la
declaración de oficiales y sub-oficiales de las Fuerzas Armadas y de Orden, en retiro,
y la de ex-agentes de servicios de seguridad del Estado; informaciones de prensa;
peritajes y opiniones de expertos; algunas visitas a recintos o lugares donde habrían
ocurrido los hechos; documentación de organismos de derechos humanos;
documentos y certificados oficiales de nacimiento, defunción, autopsia, registro
electoral, antecedentes, entradas y salidas del país, y muchos otros documentos
oficiales; copias de expedientes judiciales; y respuestas a los oficios enviados por la
Comisión a instituciones dependientes del Poder Ejecutivo, entre ellas las Fuerzas
Armadas y de Orden y Seguridad.
El resultado del examen de miles de casos a través de todos estos
elementos de convicción, permitió una acabada visión de contexto de los hechos
estudiados, en todo el país y en cada región o localidad, en distintos períodos.
También permitió conocer los métodos de actuación de determinados órganos del
Estado así como de diversos grupos políticos de oposición, y cómo fueron estos
métodos evolucionando en el tiempo.
De este modo, las veracidad de testimonios y documentos específicos pudo
evaluarse, además de directamente, por comparación con información ya
comprobada sobre los mismos hechos o sobre hechos relacionados.
Además de todo lo anterior, la Comisión procuró siempre tener pruebas sobre
cada caso específico. Tratándose de detenidos desaparecidos, obtuvo pruebas de la
detención o de que la persona permaneció en alguno de los lugares secretos de
detención donde los desaparecidos eran frecuentemente mantenidos, sobre todo a
partir de 1974.
En algunos contados casos llegó a la convicción de que la persona fue una
víctima de desaparición forzada pese a no tener esa evidencia, por la fuerza y
concordancia de los elementos circunstanciales de convicción. Entre éstos los
siguientes: la militancia de la víctima, el período y lugar en que los hechos ocurrieron,
la circunstancia de que otros militantes comprobadamente vinculados a la víctima sí
se sabe que fueron detenidos en esas mismas fechas y también desaparecieron, la
continuada e infructuosa búsqueda de los familiares por quince o dieciséis años, y la
información negativa sobre posibles viajes o inscripción electoral.
La Comisión ha examinado los casos con el mayor rigor, sobre todo cuando
no se han encontrado los restos de la víctima. Con todo, no puede descartar
enteramente que en algún caso aislado haya cometido un error de hecho al calificar a
la persona como desaparecida y presumirla muerta. Sin embargo, teme la Comisión
que sean más numerosos los casos de víctimas verdaderas en los que ha debido
declarar, con sujeción al rigor que se impuso, y dado que no le fue posible agotar la
investigación, que no pudo llegar a una convicción sobre si la persona fue o no
víctima de una violación de derechos humanos. La Comisión espera que más
adelante pueda llegar a establecerse la verdad sobre lo ocurrido en esos casos.
2. LOS HECHORES Y SUS MOTIVACIONES
a) LA DECISION DE NO INCULPAR A PERSONAS DETERMINADAS
Ciertamente, en el curso de sus indagaciones, la Comisión recibió
información sobre la identidad de agentes del Estado, uniformados o civiles, de
personas al servicio de éstos, así como de miembros de partidos políticos o grupos
armados opuestos al gobierno militar, todos los cuales habrían participado en uno o
más de los hechos que examinó.
La Comisión no ha incluído dichos nombres en este informe. El decreto que
la creó le prohibió pronunciarse sobre la responsabilidad que con arreglo a las leyes
pudiera caber a personas individuales en estos hechos. Las razones para establecer
esta prohibición son tan claras como poderosas: Corresponde exclusivamente a los
tribunales de justicia pronunciarse sobre la responsabilidad que quepa a personas
determinadas en la comisión de delitos. Si en este este informe se incluyeran los
nombres de presuntos responsables, sean agentes del Estado o particulares, ello
significaría, en los hechos, que una comisión nombrada por el Ejecutivo acusó
públicamente de la perpetración de delitos a personas que no se defendieron, ni
tenían la obligación de defenderse, puesto que la Comisión no tuvo imperio ni, por
cierto, instruyó ningún proceso. Eso habría sido una evidente violación a los
principios del Estado de Derecho y de separación de poderes del Estado, así como a
normas básicas de respeto de los derechos humanos.
Sin perjuicio de lo anterior, la Comisión ha remitido los antecedentes
respectivos a los tribunales, en todos los casos pertinentes.
b) DETERMINACION DE LA INSTITUCION O GRUPO
Cuando se ha tratado de actos cometidos por agentes del Estado, la
Comisión entrega en este informe las precisiones que pudo establecer, salvo el
nombre de los individuos que supuestamente habrían participado. Es así como se
señala, cuando se sabe, la o las ramas de las Fuerzas Armadas o de Orden y
Seguridad, o los servicios de seguridad o inteligencia que habrían participado, y
específicamente el regimiento, base, comisaría, cuartel o grupo de donde provenían
los efectivos, cuando se cuenta con esa información. En los casos en que la
Comisión no ha podido hacer esta determinación, pero sí llegó a la convicción de que
la víctima fue muerta o hecha desaparecer por agentes del Estado, lo ha expresado
así.
También entrega la Comisión, cuando la tiene, información sobre el grupo
político al que pertenecen los particulares que cometieron actos terroristas u otros
atentados por motivos o pretextos políticos. La Comisión no ha presumido la
participación de agentes del Estado en la muerte de personas, aun cuando conste
que fueron muertas por armas de fuego y que la motivación tiene toda la apariencia
de ser política, si no hay fundamentos para estimarlo así. Por lo mismo, se ha
declarado a algunas personas víctimas de una violación de derechos humanos, por
motivaciones políticas, pero sin atribuir el hecho ni a agentes del Estado ni a
particulares que hayan actuado bajo pretextos políticos.
c) MOTIVACIONES DE LOS HECHORES
Si se trata de un atentado con resultado de muerte cometida por particulares,
la motivación o pretexto político es un factor esencial para considerarlo dentro de la
competencia de esta Comisión.
Tratándose de violaciones cometidas por agentes del Estado, no interesa,
como se ha dicho más arriba, la motivación política. De hecho la Comisión ha
estimado que en la mayor parte de los casos de muertes provocadas por agentes del
Estado, ha existido esa motivación, sea en un sentido específico, de eliminar a
ciertas personas por su militancia o actividades políticas, o en un sentido más
general, de ganar acceso al poder, imponer el orden o intimidar a ciertos oponentes
políticos, reales o potenciales. Sin embargo, la Comisión conoció también casos de
delincuentes comunes muertos por agentes del Estado en una aparente razzia
antidelictual. Estos casos también son considerados, por cierto, dentro de este
Informe.
d) LA REFERENCIA A PARTICULARES
Cuando la Comisión se refiere en este informe a los hechores como
particulares que actuaron por motivos o pretextos políticos no siempre quiere decir
que se trata de personas cuyos motivos eran de oposición al gobierno militar. En
algunos casos estos particulares claramente actuaban por motivos políticos
opuestos, esto es, de apoyo al gobierno. Dentro de esos casos hay algunos, que se
narran más adelante en el capítulo sobre muertes en protestas, en que la Comisión
no descarta la posibilidad de que los particulares hayan sido en verdad agentes de
seguridad que vestían de civil.
3. DETERMINACION DE VINCULO CAUSAL Y DE LA SUERTE DE LAS
VICTIMAS
a) RELACION ENTRE TORTURA Y MUERTE
Como se dijo antes, la Comisión debió estimar en conciencia cuándo se
puede concluir que la tortura sufrida por una persona le causó, precipitó o facilitó la
muerte. Esta determinación es particularmente difícil en casos en que ha mediado un
plazo relativamente largo entre el trato sufrido y la posterior muerte. Los especialistas
médicos cuya opinión la Comisión consultó frente a toda duda, le hicieron ver,
invariablemente, que la ciencia médica no está en condiciones, en los más de los
casos, de entregar sino juicios de probabilidad. Con todo, sus expertas opiniones
fueron extremadamente valiosas para entregar los paramétros dentro de los cuales
la Comisión tomó su decisión en conciencia.
b) LA SUERTE DE LOS DESAPARECIDOS
Con todos los antecedentes de los casos individuales y de contexto de que
dispone, esta Comisión concluyó que era su deber de conciencia declarar su
convicción de que en todos los casos de desapariciones que ha acogido como tales,
las víctimas están muertas y perecieron en manos de agentes del Estado o
personas a su servicio, habiendo éstos u otros agentes dispuesto de los restos
mortales arrojándolos a las aguas de algún río o del mar, enterrándolos
clandestinamente o de algún otro modo secreto.
TERCERA PARTE
CAPITULO I
SEPTIEMBRE A DICIEMBRE DE 1973
A.- VIOLACIONES A LOS DERECHOS HUMANOS COMETIDAS POR AGENTES
DEL ESTADO O PERSONAS A SU SERVICIO
1. VISION GENERAL
a) INTRODUCCION
El presente capítulo comprende sólo las violaciones de derechos humanos
de responsabilidad del Estado por actos de sus agentes o personas a su servicio,
con resultado de muerte o desaparición, ocurridas durante el período de
consolidación del régimen militar, es decir, hasta el 31 de diciembre de 1973.
Naturalmente, esta fecha - como todas las que se emplean para delimitar períodos es arbitraria. Algunos casos que, por sus características, corresponden al período,
pero que son cronológicamente posteriores a la fecha precitada, se tratan en el
capítulo siguiente, con indicación de que en él resultan anómalos.
b) EL CONTROL DEL ORDEN PUBLICO
Ocurrido el 11 de septiembre de 1973, las Fuerzas Armadas y de Orden
lograron su objetivo más inmediato - control efectivo del país, sin focos de acciones
armadas de los partidarios del régimen depuesto - en muy pocos días. Se puede
decir, en verdad, que dicha acción fue mínima; irregular respecto a su ubicación,
forma y armamento empleado; descordinada, y sin la menor probabilidad de éxito, ni
siquiera en el nivel local. De tal modo, de las trece regiones en que después fue
dividido el país, sólo en tres se pueden anotar episodios relevantes de acciones
armadas y de oposición al nuevo régimen; la VII, la X y la Metropolitana.
Tocante a la VII Región, el incidente - cuyo escenario fue la precordillera,
Paso Nevado -constituyó más bien un intento de un grupo de partidarios armados del
régimen depuesto, en orden a refugiarse en la República Argentina, atravesando los
Andes, y no una acción de resistencia al nuevo régimen; murió aquí un carabinero.
En la X Región, actual provincia de Valdivia, Complejo Maderero y Forestal
Panguipulli, se produjo una tentativa fracasada de asalto al retén de Neltume. La
realizaron elementos de izquierda extrema de aquel complejo, especialmente
miembros del Movimiento Campesino Revolucionario (MCR), rama del MIR, que tras
su fracaso y sin que hubiera víctimas, se dispersaron sin efectuar nuevas
operaciones. Finalmente, y como era de esperarse, fue en la Región Metropolitana, y
específicamente en Santiago, donde hubo acciones armadas en número
considerable. Ellas mostraron su mayor ímpetu el día 11, para declinar luego hasta
desaparecer rápidamente. El día 11 los enfrentamientos, con fuego muy nutrido,
tuvieron por escenario el centro de la capital, especialmente, con víctimas fatales del
Ejército y Carabineros alrededor del Palacio de La Moneda; algunas poblaciones
periféricas, v.gr. La Legua donde también murieron carabineros; y ciertas fábricas de
la conocida como "área social", donde actuaron - con la baja fuerza y efectividad ya
dichas, pero con muerte de uniformados - los "cordones industriales" que habían
establecido ciertos sectores de la Unidad Popular y afines. Mas toda acción armada
había cesado en Santiago y su Región a las 48 horas, si se descuenta el fuego
disperso y ocasional de francotiradores, o incidentes de otra índole, todavía menos
significativos y numerosos.
Se producen,en los escasos episodios referidos, las víctimas del primer
período, a quienes esta Comisión ha considerado como tales por haber caído en los
enfrentamientos, ya porque participaron desde uno u otro bando en ellos, ya porque
fueron personas alcanzadas por las balas en esos mismos incidentes.
Es de notar, igualmente, que en todo el país la regla general fue que las
autoridades depuestas entregaran sus cargos a las nuevas, sin dificultad, e incluso
de manera formal; y que los requeridos por bando a constituirse detenidos lo
hicieran, en gran número, voluntariamente. Controlado el país, concluida cualquier
acción armada, las Fuerzas Armadas y de Orden, bajo el mando centralizado de la
Junta de Gobierno instituida en Santiago, dieron una organización provisional a todo
el territorio, unificando en ellas mismas el poder político, administrativo y militar, y
"repartiendo" aquel territorio entre las distintas ramas uniformadas.
A los fines del "reparto" señalado y - tomando como base la división
administrativa entonces imperante, de "provincias" divididas en "gobernaciones", a
cargo respectivamente de "Intendentes" y "Gobernadores" -, en cada capital de
provincia asumió la Intendencia el uniformado que allí tenía mayor rango; lo mismo
sucedió con los gobernadores de los departamentos. Así, por la naturaleza misma
de los hechos, el máximo jefe militar de cada lugar fue igualmente su máximo jefe
político, gubernativo y administrativo. Además el Intendente, cabeza de la provincia,
fue jefe de zona del estado de emergencia y juez militar. En este último papel, por
delegación de la Junta, según se explica al tratar de los Consejos de Guerra en el
Capítulo III de la Segunda Parte, tuvo asimismo el poder de ratificar sentencias de
muerte dictadas en Consejo de Guerra, que antes correspondía en exclusividad a la
Comandancia en Jefe.
En seguida, e igualmente por la naturaleza misma de los hechos - amén de
otras consideraciones -, el "reparto" condujo a que las máximas autoridades
provinciales, con el abanico de poderes ya descritos, fuesen fundamentalmente del
Ejército, salvo en las provincias de Valparaíso (Armada) y Llanquihue (Fuerza Aérea).
Tocante a las Gobernaciones, sus cabezas fueron asimismo, en su mayoría, del
Ejército, seguido por Carabineros, y - con representación sensiblemente menor - de
la Armada y la Fuerza Aérea. El caso de la "Junta Provincial Militar" de Punta Arenas,
constituyó una excepción pronto terminada.
La Comisión, por falta de antecedentes, no pudo determinar con exactitud el
papel jugado, en este período y en las diversas provincias por los distintos servicios
de inteligencia de las Fuerzas Armadas y de Orden, ni cómo dicho papel se
coordinaba con el de las otras autoridades descritas. Pero hay indicios de que esos
servicios tuvieron, o en la práctica se tomaron -atendida la emergencia, y la fluidez
inicial de la organización del país -, atribuciones muy amplias, inclusive supeditando
de hecho, en ocasiones, a aquellas autoridades, especialmente en regiones. Esto,
por lo menos, fue notorio en el aspecto represivo, que es el que interesa a la
Comisión, a medida que avanzaba el mes de Octubre. En cuanto al "grupo DINA",
referido en el Capítulo II de esta Segunda Parte, - ya constituído desde noviembre de
1973 como "Comisión DINA" -, desempeñó aparentemente un rol relevante en el
endurecimiento de la represión, según se explica más abajo.
El "reparto" del territorio nacional para el ejercicio del poder político,
administrativo y militar, que se ha referido en los párrafos anteriores, sólo debe
entenderse como una mejor forma de operar el mando, y no como una absoluta
autonomía, ya que todas las autoridades dependían de y respondían al poder central.
No obstante lo anterior, sobre todo en el primer período, lo ocurrido en cada Región
en materia de control del orden público y de violaciones a los derechos humanos tuvo
sustanciales diferencias que dependieron, en medida importante, de la realidad que
ellas presentaban y de la actitud que asumió cada uno de los Jefes de Zona. Así, en
algunos lugares, incluso las máximas autoridades del Gobierno depuesto fueron
avisadas, hasta telefónicamente en una ocasión, para que se entregaran
voluntariamente a las nuevas; mientras en otros se ejerció un control férreo y
drástico del orden público desde los primeros días. El poder central, sin embargo, se
hizo sentir fuertemente en el mes de octubre, especialmente en aquellas zonas en
las cuales se estimó que se había actuado "con mano blanda". No obstante estas
diferencias, que pueden apreciarse en las diversas regiones, fue común la detención
y prisión de las autoridades nacionales y regionales del Gobierno depuesto así como
de los principales líderes, militantes o activistas de los grupos políticos y sociales
que lo sustentaban. Ello nos lleva, en la próxima sección, a narrar suscintamente lo
que fueron esos procedimientos de detención y reclusión.
c) DETENCION Y RECLUSION
c.1) Métodos de detención
Las detenciones asumieron numerosísimas formas. Algunas fueron producto
de ser requeridos los afectados, por bando, a presentarse ante la autoridad militar en
general, o específicamente a un lugar preciso; al cumplir los requeridos con este
llamado, se les detenía.
Hubo también detenciones por búsqueda particular de una persona, en su
casa o lugar de trabajo; frecuentemente - para pueblos o ciudades pequeñas - en la
vía pública. Se hicieron habituales las "redadas" en zonas rurales, y los
allanamientos en las grandes industrias de ciudades importantes y en los centros
mineros de relevancia. En Santiago se allanaron masivamente las más importantes
poblaciones populares.
Efectuaban corrientemente las detenciones patrullas de Carabineros, a veces
ayudadas por efectivos de Investigaciones y civiles. Cuando éstas eran masivas,
como en los allanamientos o redadas, las practicaron los efectivos de las otras
ramas de las Fuerzas Armadas y de Orden. Entonces actuaban tropas más
numerosas y con mayores elementos, v.gr. varios vehículos, a veces verdaderos
convoys, y el operativo podía durar algunos días. Las redadas suponían una
preparación más cuidadosa y la confección previa de listas, con las cuales se iba
procediendo metódicamente. Solía no existir correspondencia entre la rama
institucional cuyos efectivos detenían, y aquella que había solicitado la detención y,
en definitiva, recibía al afectado.
Estas detenciones se efectuaron a lo largo y ancho del país. En los pueblos
más pequeños, Carabineros detuvo a alcaldes y regidores municipales, dirigentes
locales de partidos políticos y todos quienes se consideraba como "agitadores". En
las grandes ciudades las detenciones alcanzaron a miles de personas.
Cuando se hacían en los domicilios, ellas iban habitualmente acompañadas
de allanamientos violentos a los hogares, normalmente en busca de armas. En estos
allanamientos o detenciones selectivas no se opuso resistencia.
c.2) Los recintos de detención
Fueron los Regimientos, las Comisarías de Carabineros, las Cárceles y los
Cuarteles de Investigaciones. Estos y las Comisarías, en las ciudades más
pobladas, eran generalmente lugares de tránsito. Desde allí se pasaba al
Regimiento, para una reclusión más prolongada, pues constituía el lugar donde se
interrogaba, fuere formalmente (Fiscales Militares y su personal), fuere
irregularmente. Agotado el interrogatorio previo, de cualquiera de estos tipos, los
detenidos podían ser dejados en libertad; mantenidos en reclusión o, si se decidía
someterlos a Consejos de Guerra, se les enviaba, para aguardarlo, principalmente a
las Cárceles. Se habilitaron algunos recintos especiales como ser los de Pisagua
(Primera Región); Campamento de Prisioneros Nº 2 de Tejas Verdes (Quinta
Región); Isla Quiriquina (Octava Región), Isla Dawson (Décimo Segunda Región) y
otros. Su traslado a ellos no necesariamente significaba el final del período de
interrogación. Podía éste reanudarse al acercarse el Consejo, o por la imputación de
nuevos delitos, o para fundamentar el caso contra nuevos detenidos. En tal evento, el
preso era interrogado yendo y viniendo entre el Regimiento y la Cárcel (casi nunca en
ésta), o en el campamento mismo, demasiado distante como para permitir
fácilmente los traslados.
Lo que venimos especificando, correspondió al campo y a los pequeños
pueblos y ciudades. En las más importantes de éstas últimas, hubo variaciones
significativas. Así, en Valparaíso, la Armada utilizó buques como lugares de
detención, algunos propios y otros requisados al efecto.
Se usaron igualmente para los fines de detención o interrogatorio,
aprovechando la falta de clases por la emergencia, y durante períodos más o menos
prolongados, los establecimientos educacionales de las Fuerzas Armadas y de
Orden, como ser, en Valparaíso, la Academia de Guerra Naval, y en Santiago la
Escuela Militar y la Academia de Guerra Aérea.
De los más notorios lugares de detención inicial en la capital, incluso
internacionalmente, fueron dos recintos deportivos: el Estadio Nacional y el Estadio
Chile. Mayores detalles al respecto se hallarán en los análisis regionales.
Salvo por lo que toca a las Comisarías, y a un solo campo de prisioneros, los
restantes no eran lugares habilitados para recibir prisioneros. El alto número de
detenidos obligó a improvisar lugares de detención. Por lo mismo, en ellos reinaba el
hacinamiento, se dormía generalmente a suelo raso y los servicios sanitarios, la
alimentación, y otros servicios de primera necesidad dejaban mucho que desear. En
estos lugares los detenidos estaban sometidos a un régimen absoluto de
incomunicación con el exterior, no existía regularidad de vida, y el nivel de
incertidumbre que sufrían respecto a la suerte que correrían era absoluto. No se
sabía cuando serían trasladados a otros lugares, sometidos a proceso o dejados en
libertad.
En las afueras de estos recintos esperan sus familias. Ellas saben, o les han
dicho, que han sido detenidos, que están aquí o allá, en un recinto de reclusión. Aún,
suelen llevarles a ese recinto ropa, comida. Luego, un mal día... ya no se encuentran
allí. A veces les dicen que nunca han estado allí. Otras, que les han trasladado a tal o
cual parte, donde también se los niegan. Otra, que los han puesto en libertad. Otras,
la respuesta es una burla, una amenaza, una alusión siniestra. En algunos casos no
reaparecerán jamás.
Con posterioridad se inauguraron nuevos campamentos de prisioneros
(Ritoque, Puchuncaví), a los cuales algunos detenidos fueron trasladados; a medida
que pasaba el tiempo; en ellos las condiciones de vida resultaban más aceptables.
Sin perjuicio de la obligación de realizar trabajos, a veces pesados, estos
campamentos permitieron a los detenidos llevar una vida más sistemática y regular.
La incertidumbre respecto de sus suertes era menos aguda y se fue permitiendo un
régimen de visitas que les posibilitó contacto con sus familiares y el mundo exterior.
En algún campamento, por ejemplo Chacabuco, se consiguió un nivel de vida
tolerable, con la efectiva cooperación de la autoridad militar. Solieron aceptarse las
actividades deportivas y culturales. Los detenidos, por su parte, se organizaron
internamente para mejorar sus condiciones de existencia, estableciendo, por
ejemplo, servicios médicos atendidos por quienes - entre ellos mismos - tenían tal
profesión.
Condenado el detenido, por Consejo de Guerra, a alguna pena privativa de
libertad, la cumplía en cárceles, o presidios.
No es posible olvidar que tampoco, siempre la detención llevaba a un centro
de detenidos como los descritos. A veces, especialmente en las zonas rurales, sólo
era el preludio de una ejecución fulminante.
d) MALTRATOS Y TORTURAS
Casi universalmente se presentaron en estos meses, los malos tratos y las
torturas, en distintos grados y formas. Las golpizas y vejaciones al ser detenida una
persona, en el vehículo de su traslado, en las comisarías y al ingresar a su lugar
definitivo de reclusión, fueron usuales. También fue usual la tortura en los
interrogatorios. Numerosos testimonios relacionan éstos con la tortura. Cuando el
detenido se mostraba "duro" para confesar, lo interrogaban bajo apremio. No
estuvieron exentos de este procedimiento los procesados por Consejos de Guerra.
Un ex-fiscal de importancia en procesos de guerra del Norte, reconoció ante
miembros de la Comisión la habitualidad de la tortura, como método para conformar
las "evidencias" después presentadas a los Consejos.
Los métodos de tortura fueron variadísimos. Los golpes violentos y
continuados hasta producir fracturas y derramamiento de sangre se usaron casi
universalmente. También el agravar, hasta constituir tortura, la rigurosidad de la
detención. Por ejemplo: permanecer los detenidos tendidos boca abajo en el suelo, o
al revés de pie, largas horas sin moverse; permanecer horas o días desnudos, bajo
luz constante o, al contrario, enceguecidos por vendas o capuchas, o amarrados;
alojar en cubículos tan estrechos, a veces fabricados ad hoc, que era imposible
moverse; incomunicación en algunas de estas condiciones, o varias; negación de
alimentos o agua, o de abrigo, o de facilidades sanitarias. Asimismo fue común el
colgar a los detenidos de los brazos, sin que sus pies tocaran suelo, por espacios de
tiempo prolongadísimo. Se emplearon diversas formas de semi asfixia, en agua, en
sustancias malolientes, en excrementos. Las vejaciones sexuales y violaciones son
denunciadas con frecuencia. Igualmente la aplicación de electricidad y quemaduras.
Muy usado fue el simulacro de fusilamiento. En algunos centros se empleaban
refinamientos de torturas, como el pau de arará, perros y apremios de los detenidos
ante sus familiares, o viceversa.
Sería imposible resumir aquí todos los lugares de tortura que hubo en el país
durante el período que analizamos. Fueron numerosísimos. Por otra parte, no en
todos los centros de detención se torturó, aunque sí, estos meses, en la mayoría; de
los más exentos de apremios serían las cárceles, en su mayor parte. De siniestra
memoria para quienes pasaron por allí, son los que se detallarán más abajo para
ejemplificar, y además el antiguo aeropuerto de Cerro Moreno, en Antofagasta;
barcos de la Armada o bajo su control, en Valparaíso; el Estadio Nacional, el Estadio
Chile y la Academia de Guerra Aérea, en Santiago; la Isla Mariquina y el Fuerte
Borgoño, en Concepción; la Base Aérea de Maquehua, en Temuco y diversos
regimientos, comisarías, retenes y centros aéreos y aeronavales en todo el país.
En el Campamento de Prisioneros de Pisagua, todos los detenidos eran
interrogados, y todos los interrogatorios estaban precedidos o acompañados por
golpe y aplicación de electricidad. Diariamente, algunos detenidos eran escogidos
para tratos degradante, trabajos pesadísimos durante largas horas o ejercicios
físicos de extenuación como correr por suelos con desnivel con la vista vendada, o
intentar subir a la carrera una escala, mientras sus guardias hacían fuerzas para
empujarlos hacia abajo. Concluído un día de interrogatorio, se solía dejar a veinte o
treinta reclusos que lo habían sufrido, tendidos a la intemperie por hasta 48 horas,
bajo el calor diurno y el hielo nocturno. Uno de los así apremiados, Nelson Márquez,
cuyo caso se cuenta más en detalle páginas adelante, terminó con ello de
enloquecer, e intentó fugarse; recapturado a los pocos minutos bajo el muelle, fue
muerto a tiros de inmediato.
En la Comisaría de Rahue, Osorno, se da cuenta de violaciones, golpes
sostenidos con las culatas de las armas, aplicación de electricidad, simulacros de
ahorcamiento, ser colgados los detenidos, por los brazos de vigas, etc. Fue un
centro habitual de desapariciones, a efecto de las cuales se empleaba el puente
sobre el río Pilmaiquén, como lugar de fusilamiento y para la disposición de los
cadáveres en las aguas de dicho río.
Especial relevancia, en este período y con posterioridad, tuvieron el
Campamento de Prisioneros Nº 2 de la Escuela de Ingenieros Militares del
Regimiento de Tejas Verdes, y la Escuela misma, ambos estrechamente
relacionados, después, con la DINA. Funcionó este complejo desde el 11 de
septiembre de 1973, y hay abundantes testimonios sobre su modus operandi desde
esa fecha hasta mediados de 1974.
Aunque centrado en la zona de San Antonio -importante por su puerto, y
potencialmente conflictiva por su larga tradición sindical y política de izquierda , al
parecer el complejo Campamento-Escuela sirvió asimismo para recluir e interrogar
personas venidas de otros puntos, en una especie de embrión de lo que sería la
DINA. Después, parece, lo tomaría la propia DINA. Dichas personas provenían de
distintos centros de reclusión de Santiago.
Los detenidos, que en algunos momentos alcanzaron a cien, permanecían
habitualmente en el Campamento, y sólo eran llevados a la Escuela para
interrogarlos, cuando de ésta así se solicitaba por teléfono. El traslado se efectuaba
en camiones-frigoríficos proporcionados por empresas pesqueras del puerto, o
requisados a ellas. Desde su salida y hasta su regreso al Campamento, los
detenidos iban con la vista vendada o encapuchados.
En la Escuela, eran llevados - para el interrogatorio - al subterráneo del casino
de oficiales, o bien al segundo piso. Allí el detenido, desnudo, era atado a una silla, o
a un sommier metálico, y objeto de golpes, que incluso solían causar fracturas, y de
aplicación de electricidad en la boca, genitales, etc. Existían otras formas de tortura,
como colgar a la víctima de los brazos, sin que sus pies tocasen el suelo, por horas,
hasta que perdía el conocimiento. Para las mujeres detenidas, la tortura era sexual y
revestía múltiples y aberrantes formas.
Concluida la sesión de tortura, el detenido era devuelto de la Escuela al
Campamento. En éste las condiciones de hacinamiento, sanitarias y de alimentación
revestían el carácter de verdaderos malos tratos. Una forma de incomunicación era
en containers, sólo con algo de comida y sin ninguna facilidad sanitaria. Otra forma:
los llamados nichos bajo las torres de vigilancia. Confeccionados con las estructuras
metálicas de los portones, y destinados a los detenidos que se juzgaban más
peligrosos, los nichos les inmovilizaban - asimismo sin ninguna facilidad sanitaria y
además, aquí, sin alimentos - durante días .
Fue característica del complejo la presencia de médicos, también
encapuchados, que controlaban la tortura (de modo que no fuese mortal) y atendían
de urgencia a las víctimas más dañadas por ella. En la rutina habitual, el detenido
cuyo interrogatorio no ofrecía ya posibilidades de nuevas revelaciones, era remitido o
devuelto - generalmente en estado lamentable - a la Cárcel Pública de San Antonio.
El informe de un organismo humanitario, a fines de 1973 y comienzos de 1974, hace
ver el alto número de atenciones médicas que requerían los prisioneros de la cárcel,
número cinco o seis veces superior en porcentaje a los de otras cárceles visitadas.
Señala asimismo las insuficiencias habitacionales y sanitarias del complejo. Deja
constancia de las torturas practicadas, entre ellas de "violaciones varias". Reclama
del engaño sufrido en el Campamento, donde les dijeron que ya no había prisioneros
que entrevistar, en circunstancias de que los existentes habían sido hacinados y
encerrados en camiones-frigoríficos hasta la noche, esperando que los visitantes se
retirasen.
Como se comprobará en la relación de los casos particulares concernientes
al complejo Tejas Verdes, muchas personas murieron en él, o salidas de él a la
muerte, algunas condenadas por Consejos de Guerra, otras ejecutadas sin proceso
alguno, otras a consecuencia de la tortura. Las muertes de estas últimas, y de los
ejecutados sin juicio previo, o bien se encubrieron con falsos Consejos de Guerra; o
bien con certificados de defunción que adolecían, por lo menos, de falsedad
intelectual en cuanto a la causa del deceso; o bien no se explicó a la familia en forma
alguna lo sucedido, devolviéndole el cadáver en urna sellada transportada por un
camión-frigorífico. Este fue el caso, por ejemplo, de Oscar Gómez Farías, quien torturado hasta enloquecer, y mostrando en su cuerpo las huellas visibles y terribles
del apremio sufrido - atacó desnudo a un guardia armado, el cual le dio muerte en el
acto, el 27 de diciembre de 1973.
Los casos individuales de centros de tortura que hemos relatado, puede que
no sean enteramente los comunes de Chile en este período. Las denuncias
recogidas, y que en gran parte son la fuente de las descripciones que preceden, es
asimismo posible que adolezcan de inexactitudes. La Comisión no ha recibido
colaboración para desvirtuarlas o atenuarlas, de parte de quienes -desde el otro lado
- deberían también conocer los mismos hechos. Pero el conjunto de datos reunidos
le parece conformar, por su inmenso número y virtual uniformidad una realidad de
tortura indiscutible y que, como expiación y enseñanza, no se puede dejar en el
secreto ni en el olvido.
e) LAS MUERTES Y DESAPARICIONES
e.1) Las víctimas.
El grueso de las muertes y detenciones seguidas de desaparición durante el
período, fue fruto de actos que se enderezaron contra funcionarios destacados del
régimen depuesto, especialmente de sus más altas autoridades y de los "mandos
medios" en áreas sensibles de la anterior agitación social, como ser CORA, INDAP,
Salud, de la habitación, de las Intendencias y Gobernaciones, regidores y alcaldes
municipales, comunicadores sociales, etc. También contra jefes y dirigentes
políticos, sindicales, vecinales (Juntas de Vecinos, Centros de Madres, JAP),
poblacionales, indígenas y estudiantiles, estos últimos tanto de la enseñanza
superior como de la media. Naturalmente, el rasgo distintivo de todos tales jefes,
dirigentes y funcionarios, fue el haber sido partidarios o simpatizantes del gobierno
caído, de la Unidad Popular, o de la extrema izquierda afin a aquélla, por ejemplo del
MIR. Muchas veces, no obstante, dichas relaciones políticas se deducían de la
conducta "conflictiva" de la víctima en huelgas, paros, tomas de terrenos o de
predios, manifestaciones callejeras, etc.
En la indicación de quiénes eran "conflictivos", jugaron algún papel elementos
civiles, en especial agricultores, comerciantes, transportistas, etc., y un número
menor de ellos proporcionó elementos para las detenciones - vehículos, lugares de
interrogatorios - o aún participó en la ejecuciones. Se registran casos significativos
de éstos en las regiones: IV (localidad de Salamanca), VIII (Santa Bárbara, Quilaco,
Quilleco y Mulchén), X (Liquiñe, Entre Lagos) y Metropolitana (Paine). En las demás
regiones o localidades la intervención de civiles en las detenciones o ejecuciones
resulta esporádica.
Caracterizar a las víctimas de estas violaciones a los derechos humanos
resulta difícil. Sin embargo, las muertes y desapariciones tuvieron diversas magnitud,
características y periodificación en las distintas regiones estudiadas. En algunas,
esta Comisión da por acreditadas cerca de 500, como es el caso de la Metropolitana.
La siguen la VIII Región con poco más de 200, y la IX y X con entre 100 y 150
víctimas cada una. Las demás, por lo general, no alcanzan a 50, y hay algunas de 10
o menos.
En algunas regiones las muertes se concentran en los primeros días
después del 11 de septiembre de 1973. En otras, como se verá, prácticamente no
las hay hasta que comienzan las "órdenes de endurecimiento" que se aludirán al final
de esta parte, a mediados de octubre de ese año. En todo el país, las muertes y
desapariciones declinan a partir del mes de noviembre. Difícil resulta por ende dar un
panorama nacional de las mismas. No obstante, se intenta a continuación una
clasificación de estas muertes y desapariciones, conforme a las razones que pueden
haber llevado a los agentes del Estado a efectuarlas.
Debemos considerar, en primer lugar, las ejecuciones selectivas de carácter
político. Un muy apreciable número de las muertes de este período son de este tipo y
afectan a las autoridades nacionales y locales del régimen depuesto y a los líderes y
militantes más activos de los partidos que lo sustentaban. Ellas se insertan dentro
del clima reinante - inmediatamente después del 11 de septiembre de 1973 - de
hacer una "limpieza" de elementos juzgados perniciosos por sus doctrinas y
actuaciones, y de atemorizar a sus compañeros que podían constituir una eventual
"amenaza". Esta idea pudo derivar de uniformados afectos a las teorías de la
contrainsurgencia que analiza el Capítulo I de esta Segunda Parte (es decir, las
mismas concepciones que sustentara el llamado, en ese capítulo, "grupo DINA", que
en esta etapa no operaba aún a nivel nacional). También la idea de la "limpieza" pudo
derivar del extremo, y destructivo pasionalismo político y social a que había llegado el
país en aquellas fechas, tema abordado igualmente en el referido Capítulo.
Cualesquiera causas que haya tenido, es probable que ella haya sido - en gran
medida - espontánea en los primeros días. Ninguna de estas características, por
cierto, la justifica, ni menos justifica que sus consecuencias de muerte y otras
violaciones de los derechos humanos quedaran sin castigo. Todavía más, la falta de
sanción, es probable, estimuló e hizo permanentes los excesos.
Otras muertes afectaron a personas simpatizantes del gobierno depuesto,
muchas veces sin militancia política, y generalmente de sectores modestos, de
aquellos a quienes se consideraba "conflictivos", según hemos explicado arriba.
Cooperó al ambiente de venganza política, y a las muertes indicadas en los dos
acápites anteriores, la profusa difusión del llamado "Plan Z", del cual la opinión
pública sólo conoció un facsímil publicado en el Libro Blanco del Gobierno de Chile,
el año 1973. El documento reproducido allí es general, no específico ni detallado, no
parece - por lo menos a los ojos de hoy día - realista ni fácilmente realizable, se
refiere sólo a Santiago, y no hay mayor información sobre su autor o autores, ni
sobre el grado de avance en materializarlo. Sin embargo, el Plan Z - por la vía del
rumor y de la noticia intencionada - se convirtió en una minuciosa lista de personas
opositoras a la Unidad Popular, que debían ser eliminadas, con variantes regionales y
locales, y nuevas nóminas de esas personas, ya para cada pueblo, por pequeño que
fuese. Se alimentó así una justificación interna de matar, o permitir o por lo menos
condonar la muerte del adversario, atribuyéndole iguales intenciones.
También ha conocido la Comisión de casos de ejecuciones selectivas de
pretendidos delincuentes. La "eliminación" de supuestos antisociales es otra forma
de "limpieza", que interesa recordar para el análisis del fenómeno de ésta. El
paralelismo con los ejecutados políticos es evidente: los unos - según idea de sus
verdugos - dañan a la sociedad por sus doctrinas y actividades político-sociales, los
otros por acciones criminales de tipo común; éstos y aquéllos son delincuentes por
igual, y la sociedad se libra de todos quitándoles la vida.
Caso relevante es el de algunas de las personas que aparecieron inhumadas
clandestinamente en la fosa colectiva de Pisagua, descubierta en 1990; su ejecución
fue igualmente clandestina, (pues nunca se había reconocido su asesinato). No
tenían vinculaciones políticas, sino que pretendidos lazos - no comprobados o
comprobadamente falsos - con el tráfico de droga. Pero el ejemplo de Pisagua se
repite a lo largo del país, en las grandes ciudades como en los villorios rurales:
delincuentes habituales; alcohólicos consuetudinarios; hombres violentos que
golpean a sus mujeres o protagonizan incidentes con los vecinos; jóvenes
drogadictos, o que inician una carrera de pequeños delitos; etc., aparecen muertos
en la calle; o a la vera del camino; o, misteriosamente, en la Morgue, de dos o tres
disparos. O, al revés, "desaparecieron".
En todos estos casos, está implícita la idea perversa de que la sociedad se
ha liberado, drásticamente, de un elemento indeseable y perjudicial.
También la Comisión ha conocido en este período casos de muertes que
perpetran agentes del Estado, haciendo un uso innecesario o excesivo de la fuerza.
Este tipo de muertes no es deliberado, sino producto de la ostentación de la fuerza, o
del descuido o exceso culpable en su empleo, propios de quienes la detentan cuando
a ello se une la conciencia de circunstancias que cabe que les proporcionen
impunidad. El caso típico es la persona muerta por circular en horas de toque de
queda, no existiendo motivo para suponerle una especial peligrosidad y habiendo
otras formas de reducirlo y de sancionarlo por la infracción.
Por último la Comisión ha detectado algunos casos de ejecuciones selectivas
de venganza personal. Muertes violatorias de derechos humanos, en esta época, son
ajustes de cuentas personales, que pueden tener origen político, pero también no
tenerlo, sino otro de muy distinta índole. Algunas cuentas se saldaron con la muerte a
fines de 1973, por quienes tenían la fuerza y contra quienes no la tenían. Y los
primeros no fueron sola, ni siquiera principalmente militares, sino también y quizás
en buena mayoría civiles, que podían disponer en ese instante de apoyo armado por
obra de autoridad, amistad, falsas denuncias o intrigas políticas.
e.2) Los procedimientos empleados
Múltiples formas presentaron las muertes que hemos descrito en el acápite
anterior. Algunas revisten la apariencia de una legalidad que no existe o es discutible,
como los Consejos de Guerra. Otras intentan explicarse como aplicación de la
llamada "Ley de Fuga", o publicitando que se trataba de extremistas que habían
intentado atacar alguna unidad o recinto policial o militar. En otras, se certificó la
muerte sin dar explicación alguna. Otras víctimas permanecen hasta la fecha como
desaparecidos. Las principales fueron:
e.2.1) Consejos de Guerra
La mayoría de ellos tuvo lugar en el presente período. Presentan un carácter
muy dispar. Respecto de más de algunas de las muertes que se anunció su decisión
de un Consejo de Guerra, la Comisión ha concluído en que éste, presumiblemente,
nunca se efectuó, y no fue más que el modo de explicar una ejecución ilegal. Otros,
en cambio, se efectuaron con mediana sujeción a la legalidad vigente; aún cuando,
en ninguno de aquellos en que se condenó y ejecutó a alguien, se respetaron
plenamente las reglas de un debido proceso.
Los Consejos, y sus irregularidades de fondo y forma - por las cuales la
Comisión ha considerado que las muertes resultantes de ellos fueron siempre
violatorias de los derechos humanos de las víctimas -, se analizan in extenso en el
Capítulo III de la Segunda Parte. Sería redundante repetir aquí ese análisis. En las
secciones dedicadas a cada región, que siguen, se agregan otros pormenores que
refuerzan la convicción indicada. A todo ello, sólo cabría aquí añadir dos
antecedentes más. Primero; la Comisión ha comprobado los graves efectos que
surtieron, en los Consejos, tanto la pobre asesoría jurídica de que dispusieron, no ya
las víctimas solamente, sino también sus jueces, como el nivel insatisfactorio de que
estos últimos adolecían en cuanto a conocimiento de los principios elementales del
derecho, aún descontando que en su mayoría no eran abogados. Se pudo creer por
estos jueces - incluso, originalmente, de buena fe - que determinadas personas
"merecían" la muerte, y que así lo habían resuelto la superioridad; en consecuencia,
ellos no hacían sino cumplir con su deber al refrendar una decisión que estaba
tomada de antemano y en un nivel, por decirlo así, administrativo-militar. Por ende, el
Consejo era, respecto de esas personas, sólo una manera de legalizar o formalizar
la decisión previa ya referida.
El segundo antecedente que es menester consignar, y que incide en los
Consejos de Guerra, se refiere a los interrogatorios. La Comisión según adelantamos
ha comprobado que, en esta etapa, todos ellos - o por lo menos una proporción
abrumadora de ellos - fueron precedidos por diversas formas de amedrentamiento
físico y psíquico, cuando no por la tortura pura y simple. En tales circunstancias, la
Comisión se encuentra moralmente impedida para aceptar que en ningún Consejo
de Guerra de 1973 los interrogados, encausados y condenados hayan tenido,
verdaderamente, un "debido proceso". El derecho a defensa fue también, por lo
general, suprimido o severamente restringido.
e.2.2) Las ejecuciones al margen de todo proceso
La Ejecución: Métodos y lugares
Por lo general, las muertes fueron de personas detenidas y se practicaban en
lugares apartados y de noche. Algunos de los fusilamientos al margen de todo
proceso fueron, sin embargo, fulminantes y se efectuaron al momento de la
detención. Varios ha debido conocer esta Comisión, especialmente en las regiones
del Sur en que la persona, sometida ya al control de sus captores fue ejecutada en
presencia de su familia.
Los métodos de ejecución fueron muy variados. En ocasiones el detenido era
muerto de un solo, o dos tiros en el cráneo. A veces era acribillado. Algunas veces se
le hacía correr con la ilusión ( o sin ella) de que tenía alguna posibilidad de librar con
vida, para de inmediato dispararle por detrás. En ocasiones, v.gr. durante el viaje
aéreo de la comitiva santiaguina que se describirá luego, se usó el arma blanca. No
faltan tampoco las mutilaciones previas, o de los cadáveres.
La Comisión se ve en la necesidad de dejar constancia de que, en
numerosas ocasiones, la muerte fue aplicada junto con torturas y ensañamientos
que no buscaban, aparentemente, más objetivo que agravar hasta lo indecible el
sufrimiento de las víctimas. Por ejemplo, en el caso de Eugenio Ruiz-Tagle, muerto
en Calama el 19 de octubre de 1973, su madre, que pudo ver un momento el
cadáver, lo describe así: "le faltaba un ojo, tenía la nariz arrancada, una oreja que se
le veía unida y separada abajo, unas huellas de quemaduras muy profundas, como
de cautín, en el cuello y la cara, la boca muy hinchada, quemaduras de cigarrillos,
por la postura de la cabeza tenía el cuello quebrado, muchos tajos y hematomas".
Otros casos son los del cantante Víctor Jara y del Director de Prisiones del régimen
caído, Littré Quiroga, ambos largamente torturados en el Estadio Chile. El cadáver de
Jara, con manos y rostro muy desfigurados, presentaba 44 orificios de disparos.
Quiroga, golpeado de modo incesante, fue visto por un testigo "literalmente agónico",
"con dificultades para respirar", "casi no podía hablar". Por lo que parece, las torturas
se debían en gran parte a su cargo público, persiguiendo como finalidad principal
hacerlo sufrir. Su cadáver presentaba, asimismo, múltiples heridas de bala. Ambos
cuerpos, el de Jara y el de Quiroga, fueron abandonados en el Zanjón de la Aguada,
habiendo ocurrido la muerte el 12 ó 13 de septiembre de 1973. Todos estos casos se
describen más adelante para los efectos de la convicción, pero hemos querido
destacarlos aquí como ejemplos de ensañamiento en la ejecución.
Las explicaciones oficiales frente a estas muertes
Algunas de estas ejecuciones se publicitaron e intentaron justificarse como
aplicaciones de la llamada "ley de la fuga", es decir, la muerte de los detenidos que según las autoridades - intentaron huir o evadirse y no obedecieron las intimaciones
previas a no hacerlo, formuladas mediante la voz, disparos de advertencia al aire,
etc.
Una variante común, a veces individualizada como "ley de la fuga", a veces
no, es que la víctima -según las autoridades - hubiera agredido a sus captores, o
interrogadores, o hubiese intentado quitarles sus armas de servicio.
En todos estos casos, la Comisión ha visto claramente un intento de
justificar, sin respeto por la verdad, fatales violaciones de los derechos humanos.
En primer término, el sentido común, cualquiera noción básica de derecho
que se tenga, y los expertos que consultó, han hecho que la Comisión concluya que
no existe la "ley de la fuga" en los términos colacionados. No es "per se" justo ni legal
que el captor de un detenido, o su custodio, por el solo hecho de intentar evadirse
aquél, y aunque hayan precedido toda suerte de advertencias, le dé muerte. En cada
caso específico deberán sopesarse sus restantes circunstancias: peligrosidad del
detenido; otros métodos posibles para interrumpir su fuga, menos drásticos que
matarlo; facilidad de recapturarlo aunque se fugue, etc. Lo último era especialmente
relevante en Chile y para este período, con el país férreamente controlado por las
Fuerzas Armadas y de Orden, con estado de sitio, toque de queda, etc. Y más
relevante todavía en lugares donde, por la naturaleza del entorno físico, la fuga era
una verdadera locura, como ser el Campamento de Prisioneros de Pisagua. En fin, si
debido a una fuga era necesario a la postre - después de ponderado todo lo que
precede - disparar contra el evadido, se imponía no hacerlo, de partida, a matar.
En la especie la Comisión encontró, sin embargo, que la autoridad - en sus
versiones oficiales de estos hechos - no probó, ni siquiera enunció, ninguna de tan
imprescindibles circunstancias; más aún, en ningún caso de "ley de la fuga" la
Comisión pudo hallar rastro de investigación judicial (que era de absoluto rigor,
habiendo muertos) ni interno-institucional sobre los sucesos, pese a múltiples
indagaciones y requerimientos al respecto. Ni hubo sobreviviente alguno, en los
casos alegados, a la supuesta aplicación de la "ley de la fuga".
Más aún, y prescindiendo de lo anterior, en ninguno de los casos que la
Comisión estudió, la pretendida "fuga" le pareció ni aún mínimamente verosímil.
Aparecen intentando fugarse personas inermes, custodiadas por un contingente
numeroso y bien armado; personas amarradas, engrilladas o encadenadas;
personas heridas, o en precario estado físico por obra de largas detenciones y de
torturas, personas que se han presentado voluntariamente, etc.
Otra explicación comunmente dada a través de la prensa por las autoridades
e igualmente inverosímil, por las mismas razones anotadas fue que las personas
habrían muerto al oponer resistencia a sus detenciones o al haber intentado atacar
una unidad militar o policial.
Al hablar de enfrentamientos, no se quiere decir que no los hubo reales, sino
que también se les inventó como encubrimiento de estas ejecuciones,conforme, - en
cada caso en que ello ocurre - ha comprobado esta Comisión.
Puede aventurarse que estos modos de explicación no fueron espontáneos.
Resulta indiciario que las excusas del primer tipo - leyes de fuga - se concentren en
algunos días del mes de octubre de 1973, en tanto que las de supuesta oposición o
resistencia aparezcan entre el 18 de septiembre y fines de ese mismo mes.
La mayoría de las ejecuciones del período no han recibido explicación alguna
dada por la autoridad, ni dada a la prensa en aquel período ni a esta Comisión
durante su funcionamiento, a pesar de los requerimientos que se hizo al respecto.
En una proporción de las muertes de este período, ellas se encuentran
oficialmente consignada en el Registro Civil. En los restantes casos, los cuerpos
fueron ocultados; y, hasta la fecha, las víctimas figuran como detenidos
desaparecidos.
e.2.3) Las muertes por tortura
Ya en un acápite anterior hemos dado cuenta de los malos tratos con que
habitualmente se practicaban las detenciones, y el modo sistemático con que se
ejerció la tortura en diversos centros de reclusión. Algunas de esas víctimas no las
resistieron y murieron en medio de ellas.
Las muertes por torturas pueden considerarse simplemente una forma o
especie de la ejecución. Sin embargo, se les da tratamiento aparte por cuanto la
tortura, comunmente - cuando no es sólo una manera de hacer más dolorosa la
sanción o la muerte, caso menos frecuente al que ya nos hemos referido -, busca
extraer del torturado alguna información. En esta época, la información buscada es
cualquiera que se estime necesaria o útil para los fines de la "limpieza". Pero hay una
indagación que se repite incesante y monótonamente en los casos particulares de
tortura: la de todo cuanto conduzca a ubicar depósitos de armas ocultadas por el
régimen caído o sus partidarios.
A este respecto, conviene hacer notar que, si bien esos depósitos existían, y
muchos de ellos fueron hallados en el curso de 1973 y aún de 1974, su importancia
era muchísimo menor de lo que las Fuerzas Armadas y de Orden suponían,
inducidas por la propaganda sobre ello - de ambos bandos - anterior al 11 de
septiembre.
Al no encontrar lo que se presumía en materia de armamento, los
uniformados multiplicaban los esfuerzos de búsqueda, y este fue uno de los motivos
más usuales - y más inútiles - de la tortura, a fines de 1973. Es lógico pensar que
muchos de los muertos por tortura figuren asimismo como "desaparecidos".
f) DISPOSICION DE LOS CADAVERES
Los hallazgos posteriores de restos en los más diversos y distantes puntos
del país, correspondientes a ejecutados del período que se analiza - Lonquén,
Pisagua, Calama, Chihuío, Paine, etc. - ilustran uno de los aspectos más dolorosos
de estas muertes: la tendencia a no entregar los cadáveres, ocultándolos de distintas
maneras: en fosas clandestinas o piques de minas, arrojándolos a ríos o al mar,
dinamitándolos. Incluso de combina, en un solo acto, la ejecución y la eliminación del
cuerpo; así, en Santiago y el Sur se practica con amplitud el fusilamiento en puentes
fluviales, de modo que el cadáver caiga al agua y sea arrastrado por la corriente. Se
dan casos extremos de inhumanidad en este sentido. Gente piadosa rescata
cadáveres que flotan en un río, para que luego los agentes del Estado los lancen
nuevamente a aquél. A las familias de algunos inhumados de Pisagua, se les dijo
oficialmente y bajo firma oficial que sus deudos estaban vivos y libres bajo fianza;
que los urgieran a firmar semanalmente en la comisaría respectiva, pues de lo
contrario sí que corrían peligro de prisión; y que los motivos por los cuales no
regresaban al hogar sólo la familia podía colegirlos, y no eran de incumbencia de las
autoridades.
La negación y ocultamiento de los cadáveres de los ejecutados se repetirá,
como veremos, en el período que sigue (1974- 1977). Pero en éste tendrá un
carácter sistemático. En el período que analizaremos es un proceder anárquico e
irracional. A veces presenta, sí, la finalidad de no responder sus ejecutores del
crimen, de ningún modo. A veces, la de esconder los maltratos previos o póstumos
de los cuerpos. Pero otras veces no es imaginable ninguna razón. Por ejemplo, que
no se entregaran y en cambio se inhumaran clandestinamente los restos de los
fusilados en Pisagua por sentencia de Consejos de Guerra, reales o supuestos, pero
fusilamientos a los cuales las autoridades habían dado amplia difusión.
g) TRATAMIENTO A LAS FAMILIAS
Lo anteriormente señalado respecto de la disposición de cadáveres es sólo
un ejemplo del maltrato que se dio a las familias de los detenidos, las cuales - aún
suponiendo que las víctimas hubieren incurrido en algún delito - no tenían ninguna
parte en ello. Como prácticas que se reiteran monótonamente, podemos enumerar
las que siguen:
- Negar a la familia el hecho de la detención;
- Negarle el lugar de la misma, o aquel al cual el detenido ha sido trasladado;
- Negarle la visita, o permitírsela sólo por breves momentos y en presencia de
guardianes, aún después de concluídos larguísimos lapsos de incomunicación y
duros interrogatorios;
- Ocultarle la muerte del detenido;
- Entregarle el cadáver en urna sellada, con prohibición de abrirla; prohibición
de velatorio o de funeral público; orden de enterrar de inmediato y sin
acompañamiento; orden de enterrar en otra parte;
- Larguísimas esperas para recibir alguna noticia de los detenidos, las más
de las veces de pie, tratados - los parientes que aguardan - con grosería o crueldad
verbal, ocasionalmente con violencia física, y casi siempre con prepotencia;
- Destrucción o robo de objetos y muebles en los allanamientos;
- Extorsiones a las familias, bajo falsas y torturantes promesas de libertad; en
alguna parte, la familia debía manifestar su buena disposición depositando dinero en
una cuenta del Banco del Estado;
- Orden perentoria de dejar la ciudad o pueblo en un plazo brevísimo, etc. etc.
No sería exacto decir que en todas partes las familias de los detenidos fueron
tratada de esta manera, pero en muchos lugares así fue, y por un tiempo
excesivamente prolongado.
Frente a ello, resulta admirable la paciencia, pertinacia y dignidad con que las
familias se empeñaron, primero, en mantener el contacto con los detenidos;
segundo, en auxiliarlos y consolarlos; tercero, en defenderlos legalmente; y cuarto, ya
muertos o desaparecidos, en buscar sus restos para honrarlos.
h) EL ENDURECIMIENTO DE OCTUBRE
Según la Comisión pudo concluir, a las pocas semanas del 11 de
Septiembre, la superioridad del mando central llegó a convencerse de que era
distinto el enfoque dado a la intervención militar por ella misma, del que
presumiblemente le daban las autoridades uniformadas de algunas provincias.
Estas - pensaba dicha superioridad -, salvo excepciones, no habrían sufrido
la dura resistencia encontrada en Santiago por el movimiento militar, y antes de éste
a menudo habrían cultivado relaciones amistosas, o por lo menos de convivencia,
con los correspondientes jerarcas o funcionarios provinciales del régimen depuesto.
Como consecuencia de todo ello, se habrían vivido en algunas provincias y
continuarían viviéndose situaciones de "blandura", y aún de lenidad, que podrían
estimular un renacer de la resistencia opositora y que era necesario y urgente
corregir.
Se dieron en la práctica algunos hechos en provincias que, en el concepto de
los altos mandos, justificaban las aprensiones indicadas y hacían necesario adoptar
medidas para poner pronto atajo a una situación que a todas luces convenía evitar.
De estos hechos y consideraciones, al parecer nació la idea de instruir a las
autoridades provinciales, en orden a uniformar y hacer más rápido y severo el castigo
de los delitos de carácter político, juzgando en Consejos de Guerra a numerosos
detenidos por ese concepto.
La Comisión ha reunido un conjunto de antecedentes que la llevan al
convencimiento de que en semejante propósito se insertó la misión encomendada a
un alto oficial del Ejército, quien recorrió el país por vía aérea entre Septiembre y
Octubre de 1973, con el objeto abierto, y al parecer oficial, de acelerar y hacer más
severos los procesos de los detenidos políticos, instruyendo al efecto a las
autoridades locales. La legalidad de esta misión oficial era muy dudosa, según se ha
podido apreciar. Hasta el punto de que incluía instruir al Intendente de Coquimbo para
que citara a un nuevo Consejo de Guerra, a fin de que éste condenara a muerte a
una persona que había sido sancionada con pena menor por un Consejo anterior y
en sentencia ya dictada. Pero no se hablaba de ejecuciones sin proceso; más aún, el
mensaje del delegado en viaje contenía una referencia expresa y repetida a facilitar el
derecho a defensa de los procesados.
Se puede entonces - con las limitaciones y advertencias que preceden afirmar que esta misión del más alto nivel llevó al Norte y al Sur del país - y
puntualmente a todos los lugares donde, según la autoridad, se habían dado por las
respectivas autoridades muestras de "blandura" - un mensaje abierto u oficial de
celeridad y severidad en los juicios de guerra, pero con relativo respeto de los
marcos jurídicos. Y decimos "relativo respeto" por algunas alternativas del viaje
(como la que se relató sobre el Consejo de Guerra de La Serena) y porque de todos
modos el "mensaje abierto" de la comitiva significaba ya, de por sí, interferir de algún
modo en la labor e independencia de los tribunales de guerra, por encima de la
jurisdicción delegada de los jefes militares de las provincias y departamentos
visitados y aunque la misión no tuviese propiamente funciones de tribunal.
A estas alturas, conviene precisar que el alto oficial delegado se trasladó a los
distintos lugares del país que debía visitar en compañía de otras personas, también
oficiales de Ejército, que aparecían a simple vista como integrantes de un grupo
oficial, para apoyo del delegado principal y bajo su autoridad. Sin embargo la
Comisión ha podido establecer que ello no fue necesariamente así, pues casi todos
los demás integrantes de la comitiva provenían de distintos estamentos y unidades
del Ejército, donde no estaban supeditados ordinariamente a la jerarquía única y
exclusiva del alto oficial delegado. Un elemento de juicio adicional, e importante, es
que todas estas personas, salvo el jefe superior, pertenecerán después a la DINA, y
varias de ellas con cargos destacados en dicho organismo e intervención relevante
en ejecuciones irregulares. La comitiva visitó numerosas ciudades: Valdivia, Temuco,
Linares, Cauquenes, Talca, La Serena, Copiapó, Antofagasta y Calama,
principalmente.
Paralelo al "endurecimiento" abierto y hasta cierto punto regular que el alto
oficial delegado debería obtener en su recorrido, se dio - en aquella misma comitiva y
en parte de su seguidilla de viajes - otro "endurecimiento" muy distinto.
Algunas de las breves estadías de la comitiva en viaje, efectivamente,
coinciden con ejecuciones sin proceso; a menudo, como se ha visto, agravadas por
la sevicia; disimuladas con versiones falsas; y que en muchos de los casos
conllevan la no entrega y el ocultamiento de los cadáveres, e incluso su destrucción,
presumiblemente para ocultar la saña empleada en el crimen.
Estas ejecuciones, que ocurrieron en octubre de 1973, con mayor detalle en
las secciones regionales de este mismo capítulo, que siguen. Pero su resumen es:
72 muertes que se distribuyen en 4 ejecuciones en Cauquenes (4 de octubre), 15 en
La Serena (16 de octubre), 13 en Copiapó (17 de octubre), 14 en Antofagasta (19 de
octubre) y 26 en Calama (19 de octubre).
Conviene ahora examinar la relación de la comitiva de alto nivel venida de
Santiago, con estas ejecuciones. La comitiva estuvo físicamente presente en las
ciudades y horas de todas ellas. En todas, se pretextó la "ley de fuga"; hace
excepción el caso de Antofagasta, donde en algunos de los casos se inventaron
(según parece) Consejos de Guerra para los fines de ocultamiento de la verdad, y de
regularización formal de la documentación pertinente.
Por último, las ejecuciones todas fueron selectivas, de socialistas,
comunistas y miristas, con énfasis sobre los primeros. Se advierte que, de 72
ejecutados, 40 son socialistas.
De las coincidencias anteriores, se desprende una fuerte posibilidad de que
miembros de la comitiva hayan intervenido en los cinco grupos de ejecuciones
indicados. Sin embargo, la Comisión no ha podido convencerse de que tales
personas hayan actuado en Cauquenes, donde no hay ninguna prueba concreta de
que así fuese; donde no coincide el número relativamente reducido de las víctimas,
con el muy superior de las otras ejecuciones; y donde la comitiva estuvo muy pocas
horas.
En cambio, la comisión se ha acercado más al convencimiento pleno en el
caso de las muertes pretextadas como ley de fuga en Copiapó, sin alcanzar ese
convencimiento, no obstante, con absoluta cabalidad. Los hechos de Copiapó son
similares como dos gotas de agua a los de La Serena, Antofagasta o Calama. Quien,
de la oficialidad local, de Copiapó realizó materialmente los crímenes, es inverosímil
que lo haya hecho sin orden superior. Y no hay explicación que haga plausible que
fuese el jefe local quien diese esa orden, hallándose en la plaza un superior con
facultades máximas delegadas, u oficiales de su comitiva que pudieran atribuírse la
representación de este Superior, o una autoridad paralela a la de éste. Pero los
antecedentes aportados hacen improbable que miembros de la comitiva hayan
efectivamente actuado esa noche del 16 al 17 de Octubre en Copiapó, aunque no
puede descartarse por entero la posibilidad de que, al menos, los hechores locales
hayan sido instigados o inducidos por esos miembros.
Distinto es el caso de La Serena, Antofagasta y Calama. Aquí es
absolutamente cierto e indiscutible, con pruebas definitivas, que por lo menos tres
miembros de la comitiva participaron de manera directa en los crímenes. Y como
éstos se fueron produciendo, sucesivamente, a medida que aquélla llegaba - en
etapas también sucesivas de un mismo viaje - a dichas tres ciudades, es
inescapable la conclusión de que no sólo participaron en las ejecuciones, sino que
las organizaron e indujeron a las oficialidades locales a participar en ellas. Pues para
las referidas tres ciudades se presenta esta última característica común (que se
halla comprobada, aunque no integralmente, para Cauquenes y Copiapó): a saber,
que coprotagonizan los crímenes oficiales de la comitiva y oficiales de la ciudad
respectiva, usando tropas y otros elementos (v.g. vehículos) de ésta, y en toda
apariencia sin saberlo el superior local, y mientras este se encontraba relevado del
mando, según resulta de los antecedentes reunidos a este respecto por la Comisión.
En cuanto al jefe formal de la comitiva, los remitimos a lo dicho al tratar el caso de
Copiapó.
Cualquiera alternativa que se haya dado, no cabe discutir que este viaje al
Norte, con su carácter oficial y extraordinario, con la altísima autoridad - emanada de
la Comandancia en Jefe - que lo presidía, con su secuela de impactantes
ejecuciones sin proceso, y con su ostentosa impunidad, no pudo dar a los oficiales
de las Fuerzas Armadas y de Orden sino una sola señal: que el mando era uno solo
y había que ejercerlo duramente.
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