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Los turnos de los policías eran de 24 horas de guardia, seguidos de
24 horas de reposo. Quien estaba de guardia se mantenía activo día
y noche, hostigando a los prisioneros en sus horas de sueño. Además
en muchas ocasiones los interrogatorios eran preferentemente
nocturnos, y se utilizaban medios como música estridente que
anunciaba sesiones del interrogatorio. Estas horas de descanso
fueron las de mayor riesgo de ser torturado. El bloqueo del descanso
generaba en las víctimas un estado de desorganización y confusión,
precariedad y vulnerabilidad. Un efecto esperado por los victimarios
que tenían como propósito desequilibrar y mantener a las víctimas
en la exasperación.
“… Y a cada momento de mañanita ellos se iban a
hincharnos, no nos dejaban dormir, nos amenazaban
constantemente por ser liberales, decían que éramos sus
contrarios”. Tomasa Stela del Rosario Martínez Díaz,
Asunción, 1966.
“…Y nos tocó una noche uno que no nos dejaba dormir,
cuanto veía que uno estaba a punto de dormir venía y te
daba una reverenda patada en los pies” para no dejarte
dormir”. Antonio Adorno Vallejos, Asunción, 1964.
“…Fuí privado del sueño todas las noches, cuando empezaba
a dormitar, entonces era sacado, eso hasta el 28 de diciembre.
Las torturas eran con una música que preanunciaba la tortura
y continuaba con la tortura, era una tortura sicológica”.
Agripina Cano Silguero, Caaguazú, 1974
“…Había tres policías armados que nos llevaban cada vez
que necesitaban y a medía noche nos llamaba para ir a
declarar casi no nos dejaba que durmiéramos”. Albino Enciso
Solís, Itacurubí – Cordillera, 1965.
Desatención médica
Informe Final de la CVJ
Durante las detenciones no existió atención médica a las víctimas. El
39,6% de los testimonios señalaron haber necesitado atención médica
como consecuencia de la tortura y de las condiciones de detención y
no haber sido asistidos. El hecho que tantos detenidos hayan
reclamado asistencia médica es consistente con todo el sistema de
torturas, que causaba lesiones graves y no limitaba de ninguna
manera el sufrimiento posterior, lo cual muestra el patrón intencional
de la negación de atención médica a las víctimas.
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