De la vida de Cosme Echeverría. Pelotari, de los buenos, y alcalde

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De la vida de Cosme E cheverría
Pelotari, de los buenos,
y Alcalde, no de los peores
La Reina M a d re le p r o fe s a b a un e sp e c ia l a fe c to . - El v a t ic in io f r u s tr a d o
de M a r d u r a . - ¡Para que te fíes de los amigosl... - S en cilla h is to r ia de
a m o r de un h o m b r e de p a l a b r a . - C u a n d o Pallás quiso m a t a r a M a r t í n e z
C a m p o s .-V id a o r d e n a d a y sana a l s e rv ic io de una n a t u r a le z a de h ie r ro
Cosm e E cheverría, que nació el 71 — aunque él 110
recuerda el día ni el mes— está todavía más “ ariña”
que un muohadho. P or la V illa le veréis a diario, de
aquí para allá, haciendo gala de un humor envidiable
y de una irrem ediable propensión a la polémica. D ígalo, si 110, Shiriquillo...
Cosme Echeverría fué, y lo sigue siendo, figura popular en la V illa.
Pelotari (y de los buenos) y A lcald e (y tampoco
de los peores) vivió el bueno de Cosm e una vida de
intensa popularidad, que fué pródiga en sucedidos y
dichos, fiores risueñas y amables de un copioso anecdotario.
A h o ra, a los 73 años de una existencia de acusadísimo relieve; en el ocaso de otros días más lum inosos — po r juveniles y de abundancia— se complace
Cosm e en arrancar, para el periodista, algunas de
aquellas florecillas que con tanto am or ha conservado, a través de m uchos lustros, en el jardín de sus
recuerdos...
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Dos veces ha estado nuestro hombre en el A y u n tamiento. L a prim era, de AJcaílde, desde 1914 y por
espacio de cerca de 4 años; la segunda, de simple
concejal, durante el Gobierno del m arqués de Estella.
D e cuando Cosm e fué alcalde data, precisam ente,
la desviación de la carretera general. E l tráfico hacíase entonces por el centro de la V illa , con grande
y continuo peligro para la población.
P or aquellos días, ein que el proyecto se debatía entre dos encontradas corrientes de pros y de contras,
un auto m ató a dos niños en plena calle de V iteri.
A quel luctuoso suceso fu é la gota que desbordó la
copa. Y las obras, cuyo paladín era Cosm e E ch everría, dieron comienzo inm ediatamente.
H ízose la desviación y el tráfico se descongestionó
considerabilísim am ente gracias a esa salida de la
Alam eda.
L as tales obras, que tardaron año y pico, apenas
costaron una perra al Concejo renteriano, ya que se
efectuaron merced a la generosa aportación de la
Compañía del T ran vía, de las más fuertes industrias
de Rentería, y de la D iputación de Guipúzcoa, principalmente.
En toda su pflenitlud late obras, pasó una tarde, con
dirección a Francia, el R ey, D. A lfon so. Com o es
protocolario, efl A lcald e salió a saludar a S. M .
Preguntó éste a Cosm e:
— ¿Q u é obras son éstas, A lca ld e?
Echeverría explicó al soberano cuáles eran y Don
Alfonso dió su conform idad a todo lo actuado con
las siguientes palabras, que a las claras delataban la
urgente necesidad de aquella d esvia ció n :
— Bien, bien... Bastante hemos hablado de esa g a rganta de Rentería.
Term inadas l a s
obras, h a b i a que
inaugurarlas solem nemente. Y el A l calde, pagándose los
gastos que el via je
originase de su bolsillo, se trasladó a
M adrid, a fin de invitar al acto de la
inauguración a los
Reyes. En este v ia je le acom pañó' un
diputado por G u ipúzcoa.
En Palacio se les
recibió en seguida. Doña M aría C ristina, que conocía de años atrás al A lcald e de Rentería, aceptó inmediatam ente la invitación diciendo:
— N o faltaría más.
L a Reina M adre profesaba una especialísim a estimación a Cosm e E ch everría — desde los tiempos en
que éste, pelotari d e fam a, participaba desinteresadamente emi cuantos partidos organizábanse en
M adrid a beneficio 'de las instituciones d»e Caridad
que presidía y patrocinaba la augusta señora.
Y los R eyes — Don A lfo n so , Doña V ictoria y Doña
M aría Cristina— vinieron a la inauguración de la
A venida de A lfo n so X III.
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Cosme fué un excelente p e lo ta ri; un pelotari de la
talla de V icen te E lícegui, también renteriano; de Luis
Samiperio, hi'jo de la V illa igualm ente; de M ardura,
del M anco de V illabona, de Portal.
Fué, como nos com placem os en repetir, aunque lo
sepa todo el mundo, un gran pelotari. Y lo fué a
pesar del vaticinio de M ardura, com pletam ente desfavorable.
— T ú 110 saldrás — ¡le auguró M ardura.
P ero salió. ¡V a y a si salió! Con tenaz sacrificio,
con afición arrolladora, con vocación firm ísim a...
Cuando M ard ura y el M anco sucum bieron, en 1111
sensacional partido, ante Cosm e y Elícegui, M ardura
ya no opinaba lo m ism o : a trueque de reafirm arse en
su opinión pretérita, no tuvo a desdoro reconocer la
espléndida realidad presente.
A sí, cuando, term inado aquel encuentro. Cosme,
sonriente, se acercó a M ardura y le recordó su v a ticinio, diciéndole:
— Y ah ora... ¿qu é?
E l interrogado replicó:
— A hora, sí. E re s un pelotari de cuerpo entero.
E l padre de Cosm e falleció antes de que Cosm e naciera; es, pues, un h ijo postumo. L os prim eros pasos
por el mundo diólos bajo la m irada y la sombra tute-
lares de su madre. A lgú n tiempo después hubieron de
separarse m adre e hijo. L as necesidades de la vida
llevaron a aquélla a M adrid, en calidad de ama de cría
de una sobrina de la E m peratriz E ugenia y a su servicio continuó durante algunos años.
D iecisiete tenía éste cuando, decidido a probar fo r tuna como profesional de la pelota, embarcó para
A m érica.
T a rd ó Cosm e en im ponerse en los secretos de este
deporte. D urante el prim er año de residencia en B u enos A ire s íu é un simple aprendiz de pelotari y apenas tomó parte en algún que otro partido.
P o r la equivalencia en pesos de unas 2.500 pesetas
y la comida se contrató para seis meses. D urante este
tiempo estuvo, además, ayudando y aleccionando a los
negros que querían aprender a ju g a r, y no gastó un
centavo con ánimo de reunir algún dinero. P ero com etió la candidez de confiar la custodia de sus ahorros a un “ am igo” y... se quedó sin am igo y sin dinero.
Cuando volvió a España, cuatro años después, C o sme era ya hacía tiempo un consumado pelotari, que
ganaba tanto como el prim er profesional de su tiem po : 3.000 reales por partido.
F u e Cosm e, con P ortal, quien inauguró el prim er
frontón construido en Barcelona y en V alencia, hará
de esto la friolera de medio siglo.
Com o técnico, lleváronlo a Londres, donde existía
la intención de hacer un frontón. P ero las dificultades con que tropezó la idea fueron de tal m agnitud
que no se hizo el frontón, regresando Cosm e E ch everría a su P atria.
caso que dieran lugar a m uchos com adreas y habladurías.
L legadas que fueron a oídos de la m adre de la jo ven a quien Cosm e cortejaba hacía años, la buena
señora decidió llam ar al pelotari a su presencia, rogándole que aclarara sus intenciones.
U n mes después de aquella memorable entrevista,
efectuóse la boda. T a l es la sencilla historia de am or,
y la única de su vida, de un hombre de palabra.
D e entre los incontables episodios de la dilatada
existencia d e l poipulair ex alcalde, hay uno, d e sai época de pelotari, graibado a fuego en su recuerdo.
Estando él en Barcelona tuvo lu gar el atentado terrorista de Pallás, contra M artínez Campos.
Com o se ¡sabe, el anarquista aprovechó una fu n ción, de carácter benéfico, que se celebraba en el L i ceo — y a la que asistían el general y su fam ilia—
para consum ar sus crim inales propósitos.
A este beneficio concurrió Cosm e E c h e v e r ría ; pero
110 a una localidad de las caras, que se habían agotado para cuando él decidió asistir al acto, sino a g alería. Y a esta providencial circunstancia se debió que
resultara ileso.
D e las dos bombas arrojad as por P allás
de butacas, sólo exploté) una; aun así, hubo
mentar 18 muertos y 40 y tantos heridos.
pudo ser recogida sin que hiciese explosión
falda de una dama.
al patio
que la L a otra
sobre la
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Cuando embarcó E cheverría para su prim er via je
al N u evo M undo tenía ya, como se suele decir, “ echado el o jo ” a una bella renteriana. N ovios, lo que se
dice novios... no lo eran todavía. Porque nuestro
hombre, percatado de las ingentes y m últiples dificultades con que había de chocar en su propósito de
labrarse un porvenir, no quiso hipotecar, en lo que
de su parte estuviera al menos, la libertad de la m uchacha.
— Si cuando vuelva, ya hecho un gran pelotari — le
dijo, al .marchar— sigues soltera y tú no tienes inconveniente ¡en 'dio, rae casaré contigo.
Pues, bueno. Cuatro años hacía ya que Cosm e estaba en Buenos A ires y .no había escrito una sola letra
a ía joven. Pero un día tuvo ésta — ¡ a lb ricia s!— noticias del pelotari, el cual, a vueltas de circunloquios y
rodeos, había escrito aquellos apretados garabatos con
el exclusivo propósito de pregun tarle si tenía algún
compromiso.
E lla le contestó negativam ente.
Cosme, con la siguiente prom esa:
N ueva
carta
de
— N os casarem os, entonces.
V in o el mozo y las relaciones se form alizaron, pero
sin mucho ruido ni publicidad. ¿ P ara qué, realmente,
si las intenciones son firmes y leales? Sin embargo,
unas palabras que el ya fam oso pelotari pronunció en
un “ chocolate” de O yarzu n dieron lugar a una equivocada interpretación, y ello originó que los acontecimientos se precipitaran.
A lo que parece, Cosm e había dicho, precisam ente
ante una de las h ijas del “ chocolate” a la que el jo ven no disgustaba, ni mucho m enos, esta fra se :
Pallás, que logró huir, repitió el atentado — esta
vez con adversa fortuna, siendo detenido— en. los
funerales por las víctim as del primero.
;
Pues bien: nuestro hombre estuvo toda la noche
ayudando a extraer de los escombros a los m uertos
y heridos. Y a consecuencia del frío y la humedad que
asim iló su organism o aquella aciaga noche, adqu irió
un reuma que tardó en vencer más de un año y le
ocasionó abundantes gastos.
A qu ella kfué una de las pocas veces que estuvo enferm o Cosme. Claro que ha sido siempre un hom bre
sin vicios, de vid a sana y ordenada. U n simple d eta lle nos d ará itíea de hajsta qué punto esto es a s í :
no prolxj bebida alguna hasta cumplidos los 22 años.
Y tendría, probablemente, m uy cerca de 30 cuando
se llevó a la boca un cigarrillo por prim era vez.
Cosm e, catador entusiasta de la bebida del P a ís
— la sidra— es una naturaleza de hierro. H ace unos
meses, en la época de las nieves, sufrió, a causa de
éstas, un resbalón, dándose un fuerte golpe en la re gión cardíaca. P o r consecuencia de aquella caída, estuvo durante una tem porada algo d elicad o : téngase
en cuenta que son ya 73 los años que ha cum plido.
P ero ahora, ya — nos lo decía él mismo, dándose
una fu erte puñada en el pecho, hace unos días— está,
otra vez, hecho una fiera...
I.o
probable es que aun pueda, durante algunas
años — y celebraríam os de corazón que así fu era—
m ostrar, orgulloso, una corona de plata que le rega ló, en prueba de agradecido afecto, Doña M aría C r istin a; seguir siendo el form idable catador que es de
los ricos caldos de la manzana, y disputar a diario
con “ Sh iriquillo” , su cordial antagonista de las inacabables paseatas por las calles de la V illa ...
— En cuanto tenga novia, me caso.
P alabras a las que se atribuyeron un sentido de
declaración am orosa o algo por el estilo. Y fué el
L o pe
de
U R Q U IO L A .
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