Políticas de Estado, desigualdades y cambio social

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Políticas sociales en Iberoamérica
Entre la precariedad social y el cambio político
Jorge Arzate Salgado
Thais Maingon
Neritza Alvarado Chacín
[Coordinadores]
Índice
Presentación
Jorge Arzate Salgado, Neritza Alvarado Chacín, Thais Maingon
Políticas sociales en Iberoamérica hoy entre la precariedad social y el cambio político
DR © Jorge Arzate Salgado
Thais Maingon
Neritzia Alvarado
Universidad Autónoma del Estado de México
• Facultad de Ciencias Políticas y Sociales
Universidad de Colima
• Facultad de Ciencias Políticas y Sociales
Antonio Alaminos
Los factores de la desigualdad en Iberoamérica. Un análisis estructural empírico
Maria José de Rezende
Los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODMs) de la ONU: Las
dificultades de implementación y el desprecio de los sectores
preponderantes en relación con población pobre del mundo
Primera edición: junio de 2013
Este libro fue dictaminado por sistema de pares ciegos.
Todos los derechos reservados conforme a la ley. Esta publicación no puede ser reproducida,
ni toda ni en partes por cualquier medio ya sea mecánico, electrónico o fotocopiado, sin
permiso previo, por escrito, de sus autores.
Versalita Producciones, S.A. de C.V.
www.versalita.com.mx
FACULTAD DE
CIENCIAS POLÍTICAS
Y SOCIALES
Ivo Domingues, Carlos Veloso da Veiga
Construcción dramatúrgica de las políticas sociales
27
57
87
René Bello Sánchez, José Carlos Luque Brazán
Entre lo que se dijo y se hizo. Democracia y participación ciudadana en las políticas sociales de México 1988-2004
113
Jorge Arzate Salgado, José Antonio Trejo Sánchez
Políticas de Estado, desigualdades y cambio social en el campo
mexicano. Estudio de caso en el sur del valle de Toluca
135
SEGUNDA PARTE
Políticas sociales, lucha contra la pobreza y las desigualdades
ISBN: 978—607—9085—05—6
Impreso en México
13
PRIMERA PARTE
Políticas sociales, desigualdad y cambio social
DR © Red Iberoamericana para el Estudio de Políticas Sociales
9
Printed in Mexico
Neritza Alvarado Chacín
Teoría y praxis de la política social venezolana, 2003-2009
169
5
Thais Maingon
Política social en Venezuela: un acercamiento al resultado de su
desempeño 1999-2008
205
Pedro Silva Barros
Las políticas sociales de Lula y Chávez
233
Jesús Castillo Rendón, José Luis Martínez Marca
La política de gasto en desarrollo social en México en el contexto del modelo neoliberal 1995-2007
259
Gerardo Ordóñez Barba
La política social en los gobiernos de la alternancia en México,
2000-2008: continuidades, cambios y retrocesos
Alejandro Gracida Rodríguez, Nelson Arteaga Botello
El hombre carente de satisfactores en México (1970-2006): del
rezagado al pobre extremo
6
Socorro Arzaluz Solano
Evaluaciones cualitativas a programas de combate a la pobreza
en México
Mauricio Olavarría Gambi
Desigualdad y pobreza en Chile 1987-2006
283
Manuel Salvador González Villa
Apuntes de la política social en materia de salud y el caso del
Seguro Popular en México
Norma González González, Beatriz Eréndira Flores Meza
Políticas públicas y salud en América Latina. Hacia la construcción y consolidación de una ideología de “la individualización,
la culpa y la focalización” en el campo de la salud
309
327
Luis Rodríguez Castillo
Inasistencia escolar, gobierno local y política social: un análisis
de marcos
351
Valeria Llobet
Las políticas sociales para la infancia y la adolescencia en Argentina y el paradigma internacional de derechos humano
Susana Carmen Battista, Susana Campari, Silvana Mondino
La igualdad de géneros en la política social argentina. El caso
del Plan de Igualdad de Oportunidades entre mujeres y varones
en la ciudad de Buenos Aires
José Antonio Moreno Molina
La discapacidad de las personas en las políticas sociales de la
Unión Europea
387
Carlos Veloso da Veiga, Ivo Domingues
Política portuguesa de rehabilitación profesional de las personas
con deficiencias y minusvalías. Programas y resultados
411
María Inés Baquero Torres
La inclusión y el acceso de las personas con discapacidad en el
debate actual internacional
441
481
CUARTE PARTE
Políticas compensatorias: escuela, género y jóvenes
Nora Gluz
Entre la universalización y la “particularización”: debates en
torno a los nuevos modos de atención a la pobreza en la educación argentina
TERCERA PARTE
Políticas contra la discriminación
463
Acerca de los autores
501
527
7
553
581
599
I
Presentación
Índice
Capítulo Siguiente
Capítulo anterior
La Red Iberoamericana para el Estudio de Políticas Sociales
(RIEPS) es un grupo de investigadores que tras su primera reunión de fundación en la ciudad de San José de Costa Rica,
en agosto de 2008, acordó trabajar para el estudio, desde una
perspectiva comparada y crítica, de las iniciativas en materia
de política social impulsadas y desarrolladas por los distintos
gobiernos de Iberoamérica, con el objetivo de evaluar sus efectos en términos de bienestar, democratización y crecimiento
económico.
Como primer esfuerzo de la Red se presenta Políticas sociales
en Iberoamérica. Entre la precariedad social y el cambio político, libro
producto de la participación de académicos de instituciones
de educación superior y de organizaciones de la sociedad civil
de Argentina, Brasil, Chile, Colombia, España, México, Portugal y Venezuela. Se trata de una aportación significativa en
un momento en que es necesario construir un discurso a favor
del bienestar después de los efectos de la crisis del capitalismo a
nivel global.
No queda más que agradecer a todos los participantes de la
Red que han hecho posible este libro, por su paciencia y dedicación al proyecto, en particular a Thais Maingon y Neritza
Alvarado Chacín; así como a la Facultad de Ciencias Políticas y
Sociales de la Universidad Autónoma del Estado de México, y a
la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad de
Colima por el apoyo a la presente edición
Jorge Arzate Salgado
Nora Gluz
Coordinadores de la Red Iberoamericana para el Estudio de Políticas Sociales
9
PRIMERA PARTE
Políticas sociales, desigualdad y cambio social
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Políticas sociales en Iberoamérica hoy:
entre la precariedad social y el cambio
político
I
Índice
Capítulo Siguiente
Capítulo anterior
Jorge Arzate Salgado
Neritza Alvarado Chacín
Thais Maingon
Durante los primeros años del siglo XX, América Latina tuvo un
periodo de crecimiento económico y de cambios en la composición política de los gobiernos. Se trató de procesos históricos
y sociales que permitieron desarrollar políticas sociales de muy
diverso signo. En este contexto, que coincide con la consolidación de los modelos económicos neoliberales pero también con
el surgimiento de regímenes de izquierda con un proyecto y discurso propio, casi todos los gobiernos de la región implementaron políticas compensatorias dirigidas a los grupos sociales
más pobres y vulnerables, que se prolongan hasta la actualidad
en la mayoría de los países. Ante ello, y una vez terminado en
2009 el periodo de crecimiento sostenido a consecuencia de la
crisis financiera del capitalismo avanzado, es necesario pensar
el contenido y resultados de la política social implementada en
términos de procesos de cambio social para el bienestar. En
contraste, en los países de la Península Ibérica las democracias
se consolidaron, hubo una integración de España y Portugal en
la Unión Europea, lo cual fue el contexto propicio para el crecimiento económico sostenido y para la consolidación del Estado
de bienestar.
En estos años Latinoamérica ha experimentado procesos
históricos paradójicos que van desde la oportunidad de insertarse como importantes exportadores de materias primas hasta
la perpetuación de las desigualdades sociales. De alguna u otra
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Un sector social que tuvo
una emergencia significativa
ha sido la clase media, su
importancia radica en que
ha impulsado la democracia
en la región.
manera ha existido cambio en casi todos los países, se trató de un
proceso de cambio histórico de naturaleza social, política y económica. Quizá las principales realidades de esto sean las transiciones políticas hacia regímenes democráticos en casi todos los
países, así como una inserción de las economías en la economía
global como exportadores de bienes primarios, materias primas,
productos industrializados y mano de obra; es decir, se ha consolidado una nueva articulación de las economías locales con
las diversas regiones comerciales del planeta. Por su parte, las
economías de España y Portugal, sobre todo la primera, se han
constituido en los primeros inversores en los países latinoamericanos. En su conjunto, asistimos a un nuevo posicionamiento de
Iberoamérica en el proceso histórico de globalización.
Para el caso de América Latina, si bien los resultados del
cambio adquieren particulares significados, hay tendencias generales tales como, a nivel de lo social, un cambio en la composición de las estructuras sociales en donde han emergido
nuevos sectores de clases medias o clases no manuales, algunas
veces ligadas con el Estado, otras a los procesos de liberalización
económica como clases no manuales independientes e incluso
informales; en tanto las clases manuales o clase obrera se han
hundido en la marginación y la pobreza, así como se ha perdido capacidad de acción política (Franco et al., 2007). Mientras,
algunas otras clases sociales han permanecido prácticamente
sin mejora social, como los grupos campesinos o los grupos sin
tierra. Junto a la definición de clase y desde un punto de vista
étnico, los grupos indígenas han permanecido, como tendencia general, excluidos del desarrollo en la mayoría de los países,
pero sobre todo en México y Centroamérica.
Un sector social que tuvo una emergencia significativa ha
sido la clase media, su importancia radica en que ha impulsado la democracia en la región. La clase media ha estado relacionada con la urbanización de los países, resultado de muchas
décadas de migración campo-ciudad, proceso sembrado en la
fase de sustitución de importaciones pero que en el nuevo modelo económico neoliberal-mono exportador ha resultado en
un predominio económico y político de las ciudades frente al
campo (Portes y Hoffman, 2007). Incluso en algunos casos el
mismo modelo ha trabajado para la extinción de la clase campesina (como en el caso mexicano) o para el mantenimiento de
las situaciones de monopolio de la tierra (como en general en el
Cono Sur). El crecimiento de las ciudades ha implicado la tercialización de las economías, lo cual ha dado lugar a la entrada
de capitales monopólicos trasnacionales en el mercado de bienes
y servicios, destacando la hegemonía de los bancos norteamericanos y españoles, pero también de las empresas generadoras
de energía eléctrica, de gestión de agua y gas. La tercialización
de las economías ha significado el engrosamiento de la economía informal que, junto con las tendencias de flexibilización del
trabajo, ha producido enormes oleadas de precarización social.
El crecimiento y emergencia de la clase media tienen paradojas, mientras que el mercado interno se ha expandido debido a la concentración del ingreso por parte de dicha clase.
Por otro lado, se ha construido una estructura social en donde
las posibilidades de movilidad social vertical son escasas y en
donde a lo mucho se han dado exiguos casos de movilidad social horizontal. Es decir, en donde la estructura social continúa
reproduciendo un esquema de enormes distancias entre ricos y
pobres, que hace más marcado la brecha rural-urbana (Cortés
y Escobar, 2007; Do Valle, 2007; Torche y Wormald, 2007). Es
bien sabido que esta situación de polarización entre grupos y
clases sociales distingue a la región a nivel mundial como el subcontinente de mayor desigualdad social.
Como se puede apreciar, la consolidación de un nuevo
proyecto político y económico después del colapso del modelo
de sustitución de importaciones ha implicado cambios radicales en la estructura social de América Latina. Ahora tenemos
sociedades urbanas y suburbanas predominantes frente a las sociedades agrarias que languidecen o tienden a desaparecer en
un lento pero eficaz proceso de extinción social. En el espacio
social, entonces, las situaciones de pobreza, exclusión social, discriminación y explotación adquieren profundidad, presentando
nuevos rostros.
Uno de los determinantes de la escasa movilidad social
dentro de la nueva estructura social es el infra acceso a la educación media superior y superior, pues si bien en buena parte
de los países ha mejorado sustancialmente la cobertura de la
educación básica, no ha sucedido lo mismo en el caso de la educación media y superior, encontrando casos en donde la privatización de este nivel educativo (como en el caso paradigmático
de Chile y México) se ha convertido en una barrera para la
movilidad social de las clases o grupos con menores recursos
(Portes y Hoffman, 2007). Las insuficientes oportunidades para
los jóvenes son la norma en las grandes urbes latinoamericanas.
Otro elemento estructural que ha sido tocado por el modelo político y económico es el Estado de bienestar. Durante el
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Otro elemento estructural que ha sido tocado
por el modelo político y económico es el Estado de bienestar.
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periodo de sustitución de importaciones, algunos países como
Brasil, Argentina y México trataron de construir sistemas básicos para el bienestar, siguiendo la tendencia hacia la universalización con algunos tintes solidarios; hoy en día, en prácticamente todos los países el sistema de bienestar se encuentra en
mal estado. La tendencia es hacia la residualización, lo que ha
implicado su deterioro en términos de calidad, y segmentación
en relación con la capacidad para constituir modelos institucionales, organizados en forma coherente.
En este proceso, en algunos países de la región surgen gobiernos de izquierda radical y moderada. La realidad de los sistemas de bienestar, sin embargo, tanto en regímenes políticos y
económicos neoliberales como de izquierda es que se encuentran en un acelerado proceso de deterioro. En el caso particular
de los de signo conservador se asiste a una dualización de los
sistemas de bienestar, en donde funcionan dos subsistemas, uno
público y otro privado, lo cual agrega tendencias a la exclusión
social. En este caso se encuentran muchos sistemas de salud y
educativos de la región.
Si bien las economías se han insertado en la economía global, diversificando sus mercados, como el caso argentino y brasileño con la exportación de productos como la soja y la carne,
de Chile y de Venezuela en el caso del cobre y el petróleo, o de
México con la exportación de bienes manufacturados, petróleo
y mano de obra, la mayoría de las economías continúa mostrando un patrón monoexportador, lo cual representa una situación
de fragilidad en momentos de crisis. De esta forma, cuando el
precio de los commodities se desploma pone en riesgo a toda su
economía (esto, además, ha dejado al descubierto el rostro de
la dependencia alimentaria), lo mismo cuando el capitalismo
avanzado entra en crisis financiera (lo que ha dejado al desnudo
la enorme dependencia de la región de los capitales extranjeros). Las altas tasas de crecimiento económico registradas en la
región durante la primera mitad del siglo XXI, sustentadas en
economías de exportación monoproductoras, si bien permitieron un relativo decrecimiento de la pobreza (CEPAL, 2008), han
demostrado que en momentos de crisis del capitalismo avanzado dicho crecimiento se puede esfumar y volver a aumentar las
tasas de población en situación de hambre y pobreza extrema.
La escasa movilidad social vertical se desdobla en la vida
cotidiana en otras dimensiones de la desigualdad, sobre todo
encarna en diversas declinaciones de la exclusión, la discriminación y la explotación. Junto a estas desigualdades finas, es decir,
que se desarrollan como acción social y dentro de la división social del trabajo, así como en la circulación de bienes y servicios,
aparecen otras tantas formas de la violencia, desde la dirigida
al género hasta la delincuencial. En su conjunto, las situaciones
de desigualdad-violencia no pueden ser comprendidas por los
datos estadísticos de la pobreza, marginalidad o, incluso, por el
Índice de Desarrollo Humano, ya que sus construcciones metodológicas sólo expresan recortes de la realidad desde un orden
estadístico que suele bordear conceptualmente este tipo de desigualdades, cuando no invisibilizarlas (Arzate, 2009).
Ante un contexto de vulnerabilidad social de alta complejidad, los distintos gobiernos, conservadores y de izquierda, han
implementado políticas sociales compensatorias. A veces dichas
políticas y sus programas respectivos adquieren dimensiones titánicas por su carácter masivo, como es el caso de México (Programa Oportunidades), Venezuela (las diversas Misiones), Brasil
(Bolsa de Familia y Hambre Cero). En general, el resultado de
estas políticas todavía es polémico e impreciso, pues requieren
evaluaciones integrales desde puntos de vista ciudadanos. No
obstante, estas políticas focalizadas quizá representan el espacio
de análisis social más importante, sobre todo porque este tipo de
programas han creado enormes estructuras burocráticas paralelas al servicio de un proyecto político e ideológico específico, a la
vez que consumen cantidades considerables de recursos fiscales,
de ingresos derivados de las exportaciones de materias primas
(sobre todo derivados de la exportación de petróleo), e incluso consumen recursos derivados de préstamos internacionales.
Queda mucho por evaluar sobre su desempeño, mientras tanto dichos programas aumentan en importancia social y política
desplazando de la agenda a los sistemas universales de bienestar,
los cuales más bien languidecen.
Si bien han sido importantes los esfuerzos de los diversos
gobiernos por desarrollar políticas sociales compensatorias de
naturaleza asistencialista, sobre todo de lucha contra la pobreza extrema, los resultados sociales pueden ser decepcionantes si
nos preguntamos en qué medida han podido generar cambios
en la situación de desigualdades y violencias que viven sus sociedades. Como se ha visto, la lucha contra la pobreza en general
es el eje de las políticas, en algunos casos con matices hacia el
combate a los procesos de exclusión social por parte de gobiernos de izquierda, pero casi siempre los resultados son poco alentadores (Gudynas et al., 2008). En buena medida, estas políticas
por su efecto mediático e ideológico terminan invisibilizando la
Ante un contexto de
vulnerabilidad social
de alta complejidad, los
distintos gobiernos, conservadores y de izquierda, han
implementado políticas sociales compensatorias.
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realidad de las desigualdades sociales y económicas, así como las
formas de violencia existentes en la sociedad.
Ante este panorama, el libro Políticas sociales en Iberoamérica. Entre la precariedad social y el cambio político constituye
una mirada multidisciplinaria y multidimensional a la realidad
actual de las políticas sociales en Iberoamérica. Lo hace a partir
de capítulos de naturaleza analítica sobre la política social general contra la pobreza-exclusión de algunos países, así como
desde las políticas sociales sectoriales, presentando casos de programas específicos. El libro se encuentra dividido en cuatro secciones: Políticas sociales, desigualdad y cambio social, Políticas
sociales, lucha contra la pobreza y las desigualdades, Políticas
contra la discriminación y Políticas compensatorias: escuela, género y jóvenes. En su conjunto, representa un rico documento
que pone a discusión un amplio espectro de temáticas.
Las miradas múltiples de la serie de trabajos incluyen la
perspectiva desde España y Portugal, lo cual representa un descentramiento de la manera de percibir a los países latinoamericanos. La experiencia de los primeros ayuda a pensar comparativamente, aportando masa crítica para el diseño de políticas. La
sección inicial presenta el trabajo de Antonio Alaminos (España), en donde se exploran factores estructurales que explicarían
el fenómeno de la desigualdad en Iberoamérica y permitirían
entender por qué, pese a los cambios económicos, sociales y políticos, la desigualdad global en la región ha permanecido prácticamente igual durante varias décadas. Según el autor, existen
factores de tipo cultural-endógeno, que actúan como determinantes de la desigualdad, fracturando el espacio social, y el espacio de los derechos civiles, políticos y sociales. En una muestra
de siete países, a partir de estudios comparativos internacionales
de opinión pública, analiza las siguientes variables: edad, etnia,
estatus socioeconómico, género, división urbano-rural, educación y movilización cognitiva política. Sostiene que estas sociedades practican una axiología donde la desigualdad, la autoridad y el respeto a la fuerza son elementos de sus modos de vida
cotidiana, por lo tanto son desiguales de forma “culturalmente”
natural. Maria José de Rezende (Brasil) realiza un análisis agudo
y valiente de los documentos del PNUD en torno a Objetivos del
Desarrollo del Milenio (ODMs), en donde encuentra un desdén,
indiferencia y negligencia social, ética y política por parte de
los gobiernos y sectores poderosos en torno a la problemática
de la pobreza, así como frente a los mismos ODMs. Concluye
que persiste en el discurso la disociación entre la problemática
de la pobreza y el de la desigualdad, con lo cual se genera un
discurso políticamente correcto que busca no cuestionar de manera radical el modelo social y económico imperante, pero que
esta actitud es un obstáculo para el desarrollo. Ivo Domingues
y Carlos Veloso da Veiga (Portugal) trata de responder a la pregunta ¿quién, cómo y cuándo se transforman las políticas sociales en prácticas institucionales de apoyo a la pobreza y exclusión
social? Para ello utiliza la metáfora dramatúrgica de Goffman
para la comprensión de las actividades sociales como representaciones de papeles sociales; esto ofrece un modo de pensar y
una forma de ver las prácticas de apoyo público a los ciudadanos
más desfavorecidos como modelos escenificados de una actuación. Se trata de un trabajo con un nivel teórico importante que
permite comprender de qué manera “los efectos dramatúrgicos
permiten perpetuar papeles y personajes asociados a la pobreza
y a la exclusión, reproducir la dependencia y el poco provecho,
la autonomía, perpetuar la perspectiva determinista y asistencialista y atrasar la perspectiva autonomista y generativa”; o sea,
limitan la eficacia y la eficiencia de las políticas sociales.
René Bello Sánchez y José Carlos Luque Brazán (México)
hacen una revisión de las políticas sociales durante 1988 y 2004,
articulándolas con la democracia y la participación ciudadana.
Parten de la premisa general de que las políticas sociales formuladas e implementadas durante este periodo siguieron una lógica
corporativista y clientelista articuladas a discursos neoliberales,
conectados de forma superficial con los valores democráticos
y de participación ciudadana. Esto generó una contradicción
entre la implementación de las políticas sociales y los principios
políticos que las sustentan.
Jorge Arzate Salgado y José Antonio Trejo Sánchez (México) presentan un trabajo en donde se muestra la manera en que
las políticas públicas generan procesos de cambio social de largo
alcance, a la vez que producem desigualdades sociales y económicas sobre el territorio, todo ello ejemplificado en el caso del
valle de Toluca en México. El texto recoge la experiencia de las
obras hudráulicas en esta región y sus consecuencias profundas
en la estructura social.
La segunda sección del libro inicia con el trabajo de Neritza Alvarado Chacín (Venezuela), el cual analiza la política
venezolana de lucha contra la pobreza-exclusión social en los
últimos seis años del gobierno de Hugo Chávez Frías (20032009), en el contexto del modelo de desarrollo endógeno y de
socialismo del siglo XXI, planteado como alternativo al neoli-
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beralismo. El trabajo revisa, en primer lugar, la orientación y
comportamiento del modelo de desarrollo y de la política social
a la luz de las estrategias sociales claves para abatir la pobrezaexclusión; luego presenta los principales mecanismos de articulación al contexto venezolano de las formulaciones teóricas sobre el modelo de desarrollo y las estrategias sociales, formuladas
en el discurso político y en los instrumentos jurídico-normativos
que guían la acción de gobierno. Finalmente discute si la política social reciente y actual, con los cambios incorporados en
los años 2003 y 2006, ha sido y es diferencial de la intervención
neoliberal de gobiernos precedentes. Continúa con el texto de
Thais Maingon (Venezuela), cuyo principal objetivo es analizar
y caracterizar algunas de las estrategias o políticas sociales llevadas a cabo por el actual gobierno venezolano, principalmente
a través de los programas sociales conocidos como las misiones
sociales. La autora expone las misiones sociales más importantes desde el punto de vista de los resultados de su desempeño
social, para concluir que estos programas se han desviado de sus
objetivos sociales adquiriendo otros de tipo político-ideológicos.
El texto de Pedro Silva Barros (Brasil) compara las actuales políticas sociales de Brasil y de Venezuela. Explica cómo el fracaso
de las políticas sociales neoliberales de los años noventa abrió
espacio a “gobiernos de cambio” como los de Lula y Chávez,
pese a que, en principio, no tenían un programa de acción muy
claro en materia social. Algunos programas sociales brasileros
son comparados con algunas de las misiones sociales venezolanas, enfatizando su relación con la institucionalidad y sus formas de financiamiento. Muestra cómo ambos gobiernos erigen
las nuevas políticas sociales fuera de las estructuras antes establecidas, con presupuestos propios y muy ligados al Ejecutivo o
a la figura del Presidente, no como políticas de Estado, y señala
cómo la incorporación de sectores tradicionalmente excluidos
en las políticas públicas, junto a otros elementos, caracterizan a
esos gobiernos como neopopulistas y hablan de dos izquierdas
diferentes en América del Sur. Jesús Castillo Rendón y José Luis
Martínez Marca (México) analizan la política pública de gasto
social en México, mediante un análisis comparativo del tipo y
monto del gasto en desarrollo social que se llevó a cabo al final
del modelo de sustitución de importaciones y el modelo neoliberal. Gerardo Ordóñez Barba (México) examina la posición de
los gobiernos de Fox y Calderón, surgidos de la alternancia política mexicana, respecto de las reformas sociales de las tres administraciones precedentes. Enfoca su trabajo hacia la pregunta en
qué se habría traducido la oferta de cambio que prometía la culminación de la transición democrática, destacando elementos
que permiten identificar continuidades, modificaciones o retrocesos en el manejo de la política social, respecto de las políticas
y programas heredados. Se concluye que el Estado mexicano
aún se encuentra muy lejos de cumplir con los compromisos que
definen a un sistema de bienestar avanzado en el marco de las
democracias capitalistas modernas, y se prevé que, a falta de un
proyecto político que renueve el contrato nacional y proponga
alternativas viables de inclusión a los servicios y prestaciones
básicas, se seguirían reproduciendo las inercias de una política
social inacabada, restringida e insolidaria. Alejandro Gracida
Rodríguez y Nelson Arteaga Botello (México) intentan rastrear
la conformación de la idea que sobre la pobreza ha tenido el
Estado mexicano en torno a la pregunta: ¿Qué encierran las
diferentes formas de medir la pobreza? A lo cual responden que
éstas tienen que ver con los diversos métodos de medición de la
pobreza, que son el resultado de un proceso de discusión constante; lo cual lleva a modificar los puntos de vista con que ha
sido abordado este tema a lo largo del tiempo. Socorro Arzaluz
Solano (México) caracteriza la naturaleza y pertinencia de la
metodología cualitativa de evaluación, a propósito de la promulgación en 2004 en México de la Ley General de Desarrollo
Social, que marca una nueva etapa en la política social de este
país, toda vez que uno de los aspectos más importantes de dicha
disposición es la obligatoriedad de las instituciones de establecer
mecanismos de seguimiento y evaluación de los programas y
acciones de la política nacional de desarrollo social. Se ejemplifica la exposición teórica con dos evaluaciones cualitativas
realizadas a programas sociales de combate a la pobreza (Oportunidades y Hábitat). Finalmente se reflexiona sobre las nuevas
tareas de los científicos sociales en este escenario, así como las
disposiciones recientes en materia de evaluación. Mauricio Olavarría Gambi (Chile) es el autor del último trabajo que se presenta en esta segunda sección. Olavarría se propone demostrar,
por un lado, en qué medida es cierto o no que Chile sea uno de
los países con más desigualdades de la región, y por otro, cómo
ha sido el comportamiento de la desigualdad durante el periodo que examina. Para ello se apoyará en las encuestas CASEN,
en diferentes indicadores, además del coeficiente de Gino y por
último examinará dimensiones de carácter no monetarias relacionadas con la equidad en el acceso al bienestar.
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La tercera sección del libro inicia con el capítulo de José
Antonio Moreno Molina (España), el cual revisa la evolución y
situación actual de la política de protección de los discapacitados en la Unión Europea. Discute el marco conceptual donde se
inscribe, sosteniendo que el enfoque de esta organización sobre
la discapacidad no suscribe la idea de asistencia pasiva, sino los
conceptos de integración y participación activa en la vida económica y social. De este modo la acción comunitaria se orienta hacia el reconocimiento y fomento de los derechos de las personas
en esta situación, aboliendo toda discriminación por esta razón
y favoreciendo la igualdad de trato en lo ocupacional. Destaca el
refuerzo de cooperación de La Unión con organizaciones como
las Naciones Unidas, el Consejo de Europa, la Fundación Europea para la mejora de las condiciones de vida, entre otras, a
fin de potenciar las acciones en pro de los discapacitados. Carlos
Veloso da Veiga e Ivo Domingues (Portugal) muestran una visión interesante y poco conocida en Latinoamérica de este tipo
de políticas sociales, desde la perspectiva de la evolución histórico-social de las primeras leyes establecidas en Portugal para
enfrentar el problema de la cobertura y rehabilitación profesional de las personas con minusvalías. A partir de la presentación
de algunos indicadores seleccionados, analizan el impacto que
han tenido estas políticas en las personas con minusvalías, dejando muy claro que, a pesar de todo, éstas continúan siendo
discriminadas. María Inés Baquero Torres (Colombia) realiza
una aproximación teórico-analítica al tema de la discapacidad
desde las políticas sociales para inclusión y participación en la
vida política, económica, social y cultural, a partir del acceso e
igualdad de oportunidades de los discapacitados para el disfrute
de la libertad como un imperativo ético y de corresponsabilidad
entre el Estado, la familia y la sociedad. Según la autora, las
políticas públicas sobre esta materia precisan tomar en cuenta
dos factores determinantes como retos aún por conquistar: el
reconocimiento ciudadano y la justicia social hacia las personas
con discapacidad, sus familias y cuidadores. El trabajo analiza
ambos factores en los diferentes paradigmas que han inspirado
las políticas públicas dirigidas a esta población a nivel internacional, presentes también en el debate latinoamericano. Manuel
Salvador González Villa (México) estudia la imposibilidad de
que en todos los estados de México pueda existir la capacidad
física y la infraestructura necesaria, tanto humana como médica, para dar respuestas satisfactorias y oportunas a la demanda
de atención y de servicios médicos por parte de los ciudadanos,
que desde el año 2006 han solicitado sumarse al programa del
Seguro Popular. Para terminar este apartado se expone el trabajo de Norma González González y Beatriz Eréndira Flores
Meza (México), en el que proporcionan un conjunto de elementos conceptuales, históricos y sociales dirigidos a comprender
la transformación de las políticas sociales de salud en América
Latina y en particular en México, durante la década de 1980,
cuando se introdujo el modelo de acumulación de capital que
trajo consecuencias en la formulación e impactos de la política
social en la región.
Finalmente, la cuarta sección inicia con el trabajo de Nora
Gluz (Argentina), en donde se analiza comparativamente el proceso de consolidación de la descentralización del sistema educativo de principios de los noventa y su repercusión en el diseño de
políticas focalizadas compensatorias como estrategia de contención de la pobreza en Argentina, cuando se evidencian nuevos
lineamientos de política de carácter “progresista”, pero que no
han logrado re-universalizar la política ni establecer el espacio
público de la educación. Luis Rodríguez Castillo (México) examina la construcción de los marcos de acción pública generados por la iniciativa “Todos los niños y las niñas a la escuela”
en Chiapas. El autor muestra cómo, con la acción concertada
de actores de los diferentes ámbitos del gobierno local, la cooperación internacional y la sociedad civil, fue posible construir
una política social local dirigida hacia el derecho a la educación
básica a través de la implementación de este programa social.
Valeria Llobet (Argentina) analiza las políticas sociales para la
infancia y la adolescencia desarrolladas en Argentina desde mediados de los noventa, como consecuencia de la suscripción de
la Convención Internacional de Derechos del Niño. Desde el
paradigma de los derechos humanos y considerando a las políticas sociales como discursos con impactos en la construcción de
sujetos, necesidades y problemas, discute críticamente algunos
de los problemas teóricos, políticos y limitaciones prácticas que
surgen de la articulación entre las modalidades de integración
social promovidas por las políticas sociales y los procesos de ampliación de ciudadanía en la población infantil y adolescente
en situación de vulnerabilidad social. Ilustra con el caso de los
programas implementados en la Ciudad Autónoma de Buenos
Aires, revisando cómo éstos conciben la inclusión social, qué
definen como la problemática que la impide y cómo interpretan la ciudadanía de dicha población. Termina el libro con el
texto de Susana Carmen Battista, Susana Campari y Silvana
Mondino (Argentina), en donde se expone el tema de la equidad
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24
de género en la política social argentina, a partir del Plan de
Igualdad de Oportunidades en la ciudad de Buenos Aires. Se revisa la evolución del tema a nivel de la formulación de políticas
y programas, apoyándose en tres tipos de estrategias analíticas
orientadas a sistematizar esfuerzos para la creación de nuevos
espacios inclusivos (estrategias “reparadoras”, estrategias “a
medida” y estrategias “transversales”), hasta llegar al conjunto
de acciones previstas en el referido plan, que buscan revertir la
discriminación de las mujeres a nivel ocupacional en los ámbitos gubernamentales y promover sus derechos de ciudadanía, a
partir de la diferenciación de acciones para el género femenino,
las cuales permitan rescatar el potencial que ofrecen las mujeres
a la sociedad.
De los análisis realizados en este conjunto de trabajos se
concluye que desde ahora el futuro de las políticas sociales, tanto
del Estado de bienestar como del subsistema de política compensatoria, está signado por la incertidumbre. En buena medida
su destino depende de los proyectos político-económicos que se
desarrollen en la región, por eso la política social se continuará
moviendo entre las acciones para atacar ciertos aspectos coyunturales de la enorme precariedad social, de la mano de las iniciativas populistas, neopopulistas y neoliberales (las cuales usan
la política social como técnica de marketing político). La ciudadanización de la política social presenta un panorama heterogéneo. Mientras que en Brasil y Venezuela existe una participación
importante de la sociedad en las políticas, en otros países como
México la ciudadanización se confunde con el neocorporativismo. Todo parece indicar que las políticas sociales continuarán
muy cercanas a los aparatos ideológico-políticos de derechas e
izquierdas, por lo cual su destino y signo están de la mano del
cambio político más que como producto de una profundización
de los derechos sociales ciudadanos.
Bibliografía
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25
Los factores de la desigualdad en
Iberoamérica. Un análisis estructural
empírico
I
Índice
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Antonio Alaminos
Segun el informe del Banco Mundial (World Bank, 2003), América Latina es la región con los mayores niveles de desigualdad del mundo desde que existen estadísticas al respecto. La
desigualdad ha sido, y continúa siendo, uno de los focos de estudio principales en la región. Sin embargo, tras tantos años de
atención, las conclusiones a las que puede llegarse son claramente desalentadoras. Baste como ejemplo, las observaciones
contenidas en el informe anteriormente citado. Así, se afirma
cómo:
es interesante advertir que la posición de la mayoría de los
países latinoamericanos en el ranking de la desigualdad global
ha sido aproximadamente la misma durante varias décadas, a
pesar de los cambios económicos, sociales y políticos. Las últimas cinco décadas han presenciado “boom” económicos y
fuertes recesiones, estrategias de crecimiento de todo tipo, ya
sea ampliando la intervención del sector público, o efectuando
reformas liberalizadoras a favor del mercado. Ha experimentado dictaduras y democracias. Sin embargo, en ninguno de estos
países los cambios de escenario han producido modificaciones
en la distribución de la riqueza tal y como ha sucedido en otras
partes del mundo (World Bank, 2003: 2-30).
La exposición de estas circunstancias lleva a los escritores del
informe a sugerir un aspecto especialmente relevante: “Amé-
27
28
rica Latina parece ser más desigual que el resto del mundo por
razones que están más allá del ciclo económico o de políticas
económicas particulares. Estos factores han jugado sin duda un
papel importante en la distribución de riqueza, un papel que
deberá ser estudiado y comprendido con mayor profundidad.
Sin embargo, parece que existen factores subyacentes que son
fuertes determinantes de la desigualdad en la región” (World
Bank, 2003: 2-30).
Ciertamente, destacan factores tan evidentes y permanentes
como son los desequilibrios en los niveles formativos, la discriminación experimentada por razones de etnia, el cleavage entre
lo rural y lo urbano, las diferencias en el ejercicio de los derechos
de los ciudadanos según riqueza, etcétera. Vamos a considerar
aquí el efecto de varios de estos factores que actúan como “bisagras”, fracturando tanto el espacio social, como el espacio de los
derechos (civiles, políticos y sociales).
En cualquier sociedad, un individuo nace en alguna de las
posiciones sociales. Quienes más ricos, quienes más pobres. Una
de las cuestiones centrales es el grado en que esta persona vea
determinada su trayectoria vital por las circunstancias que rodean dicho punto de inicio. En otras palabras, en qué grado los
condicionamientos de origen pueden contener y limitar, como
una semilla, todos los potenciales de crecimiento a los que tendrá oportunidad en el futuro. Hablamos de “determinismos”
sociales agregados. Es decir, de la tendencia media apreciable
empíricamente en la sociedad. Para dicho análisis, tendremos
en cuenta factores de carácter estructural. Consideraremos la
edad (como indicador posible de cambio), la etnia, el estatus
socioeconómico, el género y la división urbano-rural. La educación (educación formal) y la movilización cognitiva política
(participación de los referentes políticos, como indicador de integración sociopolítica) serán tratadas como variables endógenas, consecuencia de las anteriores.
La educación es una variable que actúa en efecto recíproco con el estatus socioeconómico. Sin embargo, en los países
considerados, la educación (en sintonía con lo descrito en el informe sobre desigualdad del Banco Mundial) revela una fuerte
dependencia del ingreso; con medias de años cursados muy superiores en los cuartiles con más recursos económicos. Ello sin
plantear las diferencias cualitativas en la calidad de la enseñanza
(medios y recursos docentes) que se recibe según la posición socioeconómica. En conjunto, efectuaremos una aproximación
empírica a varias sociedades, indagando sobre la existencia y
eficacia discriminadora de los factores anteriores. En ese sentido, la muestra de países está limitada a siete. Sin embargo,
consideramos que es especialmente significativa al contener la
variabilidad de cuatro de los subsistemas principales propuestos
por Lizcano (2007), como síntesis de la heterogeneidad cultural
en Iberoamérica.
Para efectuar una evaluación de la importancia que juegan
los factores mencionados en términos del mantenimiento de la
desigualdad estructural, hemos empleado estudios de opinión
pública. Éstos son explotados en condición de datos secundarios, lo cual evidentemente impone restricciones sobre algunas
de las hipótesis contrastables. Una ventaja notable procede del
hecho de que todas estas encuestas corresponden a un estudio
comparativo internacional. Con ello, los problemas de armonización han sido contemplados en el diseño y la información
codificada de forma homogénea. Los datos obtenidos mediante
encuesta de opinión pública en los países en desarrollo sufren
de varias dificultades, muchas de las cuales son bien conocidas
(Alaminos, 1989). En ese sentido, es comprensible que la muestra presente infra estimación de la población rural, en algunos
países.
Antes de iniciar el análisis de los factores que hemos considerado previamente, es importante debatir un argumento que encuentra cierta resonancia dentro de los estudios comparados de
culturas. Es la posibilidad de que las sociedades de Iberoamérica
sean desiguales por factores culturales endógenos; es decir, que
practiquen una axiología donde la desigualdad, la autoridad y
el respeto a la fuerza son elementos naturales de sus formas de
vida cotidiana. En esa argumentación, que ya fue utilizada por
algunos politólogos para justificar los golpes de Estado de la década de 1970 y los regímenes autoritarios entonces mayoritarios
en la región, vendría a legitimar el estado de cosas en la medida
que estas sociedades son desiguales de forma “culturalmente”
natural.
La tolerancia social de la desigualdad
En primer lugar, es necesario enfocar el concepto de desigualdad. Ésta presenta un carácter multidimensional donde concurren aspectos económicos, políticos, opciones vitales u oportunidades (Sen, 1992), y todos ellos juegan un papel esencial en las
sociedades latinoamericanas. Para algunos autores, la desigualdad existente en una sociedad es consecuencia de un equilibrio
29
30
entre la maximización de la desigualdad, en su beneficio, por
parte de una minoría y la aceptación cultural de la sociedad.
No es el momento aquí de considerar los elementos de difusión
y adoctrinamiento (medios de comunicación, textos educativos,
discursos oficiales, intelectuales, etcétera) de una ideología legitimadora de la desigualdad sobre la base de una hipotética libertad de mercado. En términos de las consecuencias, la mayor o
menor tolerancia a la existencia de desigualdad sería un rasgo
cultural propio de todas las sociedades. Posiblemente la teoría
más elaborada al respecto procede de Hofstede (2003) y los desarrollos que efectúa sobre el concepto de “distancia del poder”.
El concepto “distancia del poder” es tomado por Hofstede del
psicólogo social danés Mulder (1977), quien define distancia del
poder “como el grado de desigualdad entre el poder de los individuos con menor poder y aquellos que son más poderosos; y
donde tanto los que ostentan el poder como los que no, pertenecen al mismo sistema social”.
Hofstede propone que la “brecha” en la distancia del poder es
aceptada tanto por quien domina como por el que es dominado,
y que la tolerancia a la desigualdad está determinada en gran
modo por la cultura nacional. En definitiva, la aceptación de la
desigualdad sería un rasgo cultural más, y donde la magnitud
que adquiera la brecha estaría regulada por la tolerancia social.
Según esta teoría, la tremenda desigualdad en Iberoamérica expresa realmente un equilibrio cultural, quedando legitimada. Es
decir, la cultura fija los niveles de desigualdad que son tolerables. Esto implica, asimismo, el grado de conflicto permisible.
Para ilustrar dicho componente cultural de la sumisión al poder,
Hofstede emplea un ejemplo para Venezuela, bastante trasnochado, tomado de Whyte: “En una sociedad altamente estratificada donde todo el poder se concentra en las manos de los
superiores, los subordinados aprenden que puede ser peligroso
cuestionar la decisión de los que tienen el poder. En este tipo
de situación, los individuos aprenden a comportarse de forma
sumisa, al menos en presencia del jefe. Incluso cuando no existe
una razón para temer, consideran que no se sienten libres para
hablar” (Whyte, 1969: 37).
Hofstede construye un índice PDI (“Power Distance Index”)
que intenta medir la tolerancia a la desigualdad existente en una
sociedad, organización, etc. En él, los valores elevados indican
una gran tolerancia social de la desigualdad, y los valores bajos,
una resistencia cultural a la desigualdad. Así, propone que la
desigualdad en las sociedades con bajo PDI se considera como
Tabla 1
Índice de distancia de poder (PDI)
PAISES
Turquía
Bélgica
Portugal
Grecia
España
Italia
Holanda
Gran Bretaña
Alemania oeste
Suiza
Finlandia
Noruega
Suecia
Irlanda
Dinamarca
Austria
PDI
68
66
65
63
60
57
50
38
35
34
33
31
31
28
18
11
PAISES
Panamá
Guatemala
México
Venezuela
Ecuador
Brasil
Colombia
El Salvador
Perú
Chile
Uruguay
Argentina
USA
Costa Rica
PDI
92
95
81
81
78
69
67
66
64
63
61
49
40
35
Fuente: Hofstede (2001).
31
un mal necesario, que debe ser minimizado. Por el contrario, en
las sociedades con un elevado PDI, la desigualdad es vista como
la base de orden social. La tabla siguiente muestra los valores estimados por Hofstede para varios países europeos y americanos.
Entre los países europeos, los coeficientes más elevados corresponden —según el índice elaborado por Hofstede— con
Francia, Bélgica, Portugal, Grecia, España e Italia. Los países
del sur de Europa formarían una región especialmente tolerante
con la desigualdad. En cierto sentido, el sur de Europa también
ha experimentado las interpretaciones post hoc de su historia,
sobre la base de las democracias tardías de Grecia, Portugal o
España. La realidad democrática italiana sufrió un duro revés
con Tangentópolis y, al igual que el centralismo presidencialista
francés, han formado parte del repertorio crítico sobre las sociedades del sur europeo. En el caso de Iberoamérica, los valores
máximos en tolerancia a la desigualdad —según el índice PDI—
aparecen en Panamá, Guatemala, México, Venezuela, Ecuador,
Brasil o Colombia. Como ya comentábamos, Iberoamérica ha
sido considerada como una de las regiones con mayor desigual-
32
dad en diferentes ámbitos. En ese sentido, parecería apoyar las
tesis de Hofstede sobre la posibilidad de que culturalmente estas
sociedades posean una tolerancia especial a la desigualdad. De
hecho, en el índice de aceptación de la desigualdad de Hofstede,
algunas de las mayores tolerancias se atribuyen a sociedades
iberoamericanas. Este índice, sin embargo, posee fuertes debilidades tanto en los procedimientos de escalamiento como en la
arbitrariedad evidente en los pesos que se introducen. Vamos a
considerar la percepción de la desigualdad en la opinión pública
desde una aproximación directa y en un contexto comparativo
más amplio.
A partir de la información obtenida, los datos contradicen la supuesta aceptación de la desigualdad. Las sociedades
iberoamericanas consideradas se encuentran muy próximas a
las sociedades europeas, tanto de tradición capitalista como
poscomunista, así como a los Estados Unidos de América. El
rechazo a la desigualdad y la preferencia incluso por una intervención estatal a favor de la reducción de diferencias y en apoyo
de los necesitados es abrumador en ambos casos. Tanto que
traspasa cleavages convencionales, no apareciendo diferencias
por edad (cohorte o cambio generacional), género, educación,
posicionamiento ideológico, preferencia política, etcétera.
Precisamente lo masivo del rechazo social de la desigualdad
no permite grandes matices analíticos. Es una aversión socialmente extensa y temporalmente profunda, en la medida que
no es posible determinar un posible reemplazo generacional.
La opinión sobre la desigualdad es independiente de la edad o
cohorte de pertenencia en todos los países considerados.
Para observar a la desigualdad social como algo negativo
contra lo que hay que luchar no es preciso un cambio cultural.
Ni siquiera en sociedades que proceden de la imposición doctrinaria de una supuesta igualdad y que podrían haber generado
un poso de resistencia. Poco después del colapso del sistema comunista, Dahrendorf (1990) pronosticaba los ritmos de cambio.
Preveía unos seis meses para desarrollar las reformas constitucionales en los países del Centro y Este de Europa. Seis años
para que la sociedad experimentara los efectos de las reformas
económicas; al menos sesenta años para la constitución de una
sociedad civil que respaldara el nuevo sistema político que legitime una idea particular de igualdad. Independientemente
de la estimación temporal de los periodos elegidos,1 cierto es
1
Algunos autores detectan una ironía apocalíptica en la elección del 6.
Lo sustantivo es la noción general de “duración”.
Tabla 2
Importancia de reducir la desigualdad económica2 y percepción de la desigualdad como justa3
Europa (2008)
Países
Mucha +
Bastante
Portugal
96,6
Grecia
94,4
Europa poscomunista (2008)
Países
Mucha +
Bastante
Lituania
93,6
Hungría
93,4
Iberoamérica (1997-2007)
GINI
Países
Muy justa 48,2 (2003)
+ justa
Venezuela
55
59,2 (2006)
Bolivia
30
48 (2008)
Italia
91,9
Eslovenia
92,8
Costa Rica
29
43,1 (2001)
Chipre
Irlanda
España
Malta
Luxemburgo
Bélgica
Francia
Alemania
Austria
Gran Bretaña
Suecia
Holanda
Finlandia
Dinamarca
91,2
91,1
90,3
90
89,6
89
88,9
87,3
87,3
86,9
84,7
81,6
80,7
80,5
Letonia
Estonia
Eslovaquia
Polonia
Bulgaria
Rumania
República Checa
92,3
90,7
90,3
83,1
79,7
77,3
73,7
Nicaragua
El Salvador
Rep. Dominicana
México
Guatemala
Ecuador
Honduras
Uruguay
Panamá
Colombia
Brasil
Argentina
Chile
Perú
Paraguay
28
26
25
24
23
22
20
19
18
17
13
10
10
8
6
52,4
49,9
47,9
55,1
46
53,8
45,2
56,1
53,8
56,7
49
54,9
49,8
56,8
(2002)
(2005)
(2006)
(2007)
(2006)
(2003)
(2006)
(2003)
(2005)
(2005)
(2007)
(2003)
(2005)
(2008)
Fuente: Elaboración propia sobre datos de la encuesta Flash Eurobarómetro 227 (2008), Informe Latinobarómetro (2007) y
CIA The world Factbook (2008).
que analíticamente los hitos de referencia son claramente significativos en lo que se refiere a su dificultad. Allí donde se han
producido las transformaciones del régimen político, desde el
comunismo hasta la democracia han sido (con la excepción
de Rumania y Bulgaria) relativamente rápidas. Sin embargo,
la constitución del libre mercado y su aceptación está encontrando una implantación lenta y una aceptación muy desigual.
Por último, la constitución de una sociedad civil que respalde
el sistema de democracia liberal necesitaría, para Dahrendorf,
un reemplazamiento por cambio generacional completo de las
2 Flash Eurobarómetro 2008. Q3h. There should be policies ensuring
that the gap between the rich and the poor is reduced significantly among
people living in the European Union.
3 Latinobarómetro 2007. Considera la distribución de ingresos muy
justa, justa, injusta o muy injusta.
sociedades. Dos generaciones como referencia. Es decir, una
transformación consolidada por las modificaciones que introducirán los jóvenes y el paulatino cambio de mentalidad.
Sin embargo, en la mayoría de las sociedades no es precisa
una transformación cultural previa para luchar estructuralmente contra la desigualdad, como podría suceder en sociedades de castas como la India. El apoyo a la idea de igualdad es
elevado nuevamente para la mayoría de los países y sin efecto
generacional significativo. En el caso de los países poscomunistas no parece que el rechazo al antiguo sistema signifique un
rechazo a todos sus valores, como por ejemplo la igualdad (Alaminos, 2007).
Los porcentajes de rechazo a la desigualdad son abrumadores
en todos los casos. Tanto en el área europea, como poscomunista o iberoamericana. El Informe Latinobarómetro de 2007,
destacando la persistencia de las opiniones sobre la desigualdad
en Iberoamérica, señala cómo la opinión de “injusta” muestra
34
una línea completamente plana a lo largo de la década respecto
de que la distribución de la riqueza es injusta. Uno de cada dos
latinoamericanos piensa así. Es más, se puede decir que si se compara con el año 1997 hace exactamente una década, en un año
especialmente emblemático porque América Latina creció 2% en
ese año, justo antes de la crisis asiática, vemos que las opiniones
sobre la distribución de la riqueza tiene una diferencia de sólo 3
puntos con entonces (78% y 75%, respectivamente al sumar muy
injusta e injusta). La disminución de la pobreza, la mayor educación, ni el crecimiento han hecho cambiar esa opinión (Informe
Latinobarómetro, 2007: 36).
También de forma estable aparece la excepción de Venezuela, como la sociedad donde la percepción de la desigualdad es
menor. Así, en el Informe del Latinobarómetro (2007) se afirma
cómo “es sorprendente que Venezuela sea el único país de la
región donde más de la mitad de sus ciudadanos piensen que es
justa. En todos los otros países es menos de 3 de cada diez y en
Paraguay es sólo el 6%. En promedio, el 21% de los latinoamericanos solamente piensa que es justa” (Latinobarómetro, 2007:
36).
Para el caso europeo entre 73% y 96% opinaba que será
muy o bastante importante, como meta política, el reducir las
desigualdades económicas. Esta previsión, dada su generalización en las diferentes sociedades, no muestra variaciones significativas en función a la edad, religión, sistema económico de
Tabla 3
Intervención del Estado para reducir diferencias en ingresos y Estado responsable
de cuidar necesitados4
Europa
2005
Muy +
Bastante
Grecia
89
Portugal
86
Francia
83
España
77
Irlanda
70
Finlandia
67
Austria
65
Suiza
65
Bélgica
64
Noruega
64
Suecia
63
Luxemburgo
59
Gran Bretaña
59
Holanda
53
Alemania
52
Europa
poscomunista
2005
Muy +
Bastante
Hungría
84
Eslovenia
81
Polonia
76
República Checa
54
Iberoamérica y
Estados Unidos
Brasil
Chile
Honduras
Argentina
Perú
Venezuela
Guatemala
México
Bolivia
Estados Unidos
2002-2007
Muy +
Bastante
90 (2007)
90 (2007)
89 (2002)
89 (2007)
86 (2007)
86 (2007)
84 (2002)
81 (2007)
78 (2007)
70 (2002)
Fuente: Elaboración propia sobre datos de las encuestas European Social Survey (2005) y Pew
Survey (2002, 2007).
procedencia, etcétera. El peso e importancia de esta aspiración
es tal que traspasa categorías como edad o cualquier otra que
pueda ser medida correctamente mediante una encuesta de
opinión pública. Es la sociedad en su conjunto la que expresa y
refleja dicha aspiración. En ese sentido, la intolerancia hacia la
desigualdad es equivalente en las diferentes áreas consideradas
y no parece una exclusividad cultural.
La importancia de la igualdad social como foco de atención
pública se observa también en la información cualitativa para el
conjunto de los países europeos (Comisión Europea, 2006). En
el estudio cualitativo sobre el futuro de Europa, efectuado en los
25 países miembros de la Unión Europea, se destaca especialmente la reflexión ciudadana sobre la división social existente.
4
Pew Survey (2002, 2007). It is the responsibility of the state/government to take care of very poor people who can’t take care of themselves.
35
De esta forma, la idea más generalizada entre los europeos es
que la brecha social se está ampliando. Al igual como lo perciben los ciudadanos de Iberoamérica, si bien la atribución de las
causas es muy diferente. En las sociedades europeas la ampliación de la brecha social se produce entre aquellos que se están
beneficiando de las transformaciones de la economía y la mayoría de los ciudadanos que están sufriendo las consecuencias de
ellas. Entre ambos, las “clases medias” se encuentran abocadas
a un proceso de descenso y contracción. En general, prevalece
la idea de desintegración de las redes de protección social. Todo
esto
les viene a la mente a la mayoría de los ciudadanos en casi todos
los Estados miembros de la Unión Europea. En varios de ellos
aparecen alusiones explícitas a nociones como “fractura social”,
“incremento de la brecha entre pobres y ricos”, “una sociedad
sin solidaridad” y la desaparición (o no aparición en el caso de los
países poscomunistas) de las clases medias. Esto aparece firmemente en la mente de los ciudadanos, por ejemplo en Francia,
Alemania, Bélgica, Luxemburgo, Italia, Suecia, Chipre, Letonia,
Lituania, etc. (European Commission, 2006: 137).
36
En ese sentido, es importante considerar de forma comparativa
las opiniones públicas expresadas en todos estos países. Si bien
por procedimientos históricos diferenciados, las sociedades europeas e iberoamericanas han convergido en una percepción de
profundización de la dualidad social. También parecen haber
coincidido en la reacción, expresando un rechazo colectivo a la
desigualdad que perciben en sus propias sociedades.
Al igual que sobre la desigualdad, la opinión pública sobre el
papel del Estado y su responsabilidad para atenuar la brecha social es abrumadora. Se apoya la intervención del Estado; en Europa para reducir la desigualdad económica, y en Iberoamérica
para ayudar a todos aquellos que se encuentren en situación de
necesidad. Es decir, por un lado frenar la caída de las clases medias y por otro terminar con el desfondamiento del sistema social en Iberoamérica. La exigencia de igualdad, especialmente
en lo referente a la reducción de las desigualdades económicas,
es una realidad muy extendida. La relevancia del papel del Estado para lograrlo también. La siguiente tabla recoge la opinión
sobre la intervención del Estado para reducir las desigualdades.
Nuevamente, Grecia, Portugal, Francia y España se hallan
entre las sociedades europeas cuya opinión pública favorece
más la intervención del Estado para reducir la desigualdad.
Tabla 4
Preferencia por la democracia o un líder fuerte para resolver los problemas
del país5
Honduras
Brasil
Argentina
Perú
Bolivia
Guatemala
Estados Unidos
México
Venezuela
Chile
Democracia
2002
2007
%
%
45
43
49
53
66
55
53
56
64
55
62
72
66
78
84
71
Líder fuerte
2002
2007
%
%
52
50
47
40
28
39
41
39
29
39
33
23
29
20
16
22
PDI Hofstede
2001
69
49
64
95
40
81
81
63
Fuente: Pew (2002, 2007).
Paradójicamente, Hofstede les concedía las puntuaciones más
elevadas de tolerancia a la desigualdad. Un caso parecido encontramos en los países de Iberoamérica considerados. Incluso
la opinión de los Estados Unidos de América muestra 70% de
apoyo a la intervención del Estado en ayuda a los necesitados.
Podemos apreciar cómo la percepción de la desigualdad, así
como el rechazo social que provoca, no se limita a una opinión.
Por el contrario, asocia el apoyo a políticas y actuaciones orientadas a su reducción. En el caso de los países europeos de
tradición capitalista, se reclama la actuación del Estado, tras
la dejación de sus funciones de redistribución y equilibrio, al
asumir como inevitable los procesos de globalización liberalizadora iniciados a finales del siglo XX. En los países sin clases
medias amplias, como es el caso de la mayoría de las sociedades
iberoamericanas y europeas en transición poscomunista, la exigencia es de un Estado que cierre primero la espiral de pobreza
y exclusión, y consolide posteriormente una clase media. Por
ello la realidad de la dualización repercute en una mayor importancia y exigencia de Estado. Es interesante, junto a esa
tendencia de apoyo a una mayor presencia política en la realidad socioeconómica, los elementos de democracia y liderazgo.
5 Some feel that we should rely on a democratic form of government
to solve our country’s problems. Others feel that we should rely on a leader
with a strong hand to solve our country’s problems. Which comes closer to
your opinion?
37
38
Aun en un contexto de referente político, tampoco existe una
relación empírica entre favorecer un liderazgo fuerte y el coeficiente PDI. La encuesta internacional comparada de la Fundación Pew (2002 y 2007) plantea la posibilidad de resolver los
problemas mediante un líder fuerte en lugar de la democracia.
Es decir, un líder carismático que funcione como alternativa al
régimen democrático (igualdad política). Podría argumentarse
que la propuesta de una mayor tolerancia cultural a la desigualdad estaría relacionada con tolerancia a la desigualdad política.
Dos de los países considerados por Hofstede con un PDI elevado, Venezuela y México (ambos con 81) y por lo tanto con
una supuesta tolerancia a la desigualdad, muestran porcentajes
de apoyo a la democracia superiores a los Estados Unidos de
América. En el caso de Venezuela, la opción democrática alcanza 78% y en México, 72%; mientras que supone 62% para
los estadounidenses en el año 2002. De hecho, existe mayor respaldo social a un líder fuerte en los Estados Unidos de América
(33%) que los países mencionados en el año 2002. Sin embargo,
para Hofstede, el PDI de USA es de 40, prácticamente la mitad de
los correspondientes a Venezuela y México. Tal y como podemos apreciar en la tabla siguiente, no existe una relación empírica
entre los coeficientes de PDI de Hofstede (tolerancia cultural a
la desigualdad) y el posible apoyo social a la democracia, como
elemento igualitario fuerte.
Sobre la base de la información empírica anterior, podemos
poner en cuestión la argumentación de un determinismo cultural que toleraría y, por lo tanto, aportaría legitimidad y explicación a las fuertes y permanentes desigualdades observadas
en Iberoamérica. Un peso explicativo bastante más importante
parece encontrarse en los factores objetivos que suponen barreras a la movilidad social y a un reparto y acceso más equilibrado
a la riqueza. Vamos a tratar la relevancia de estos factores en el
apartado siguiente.
Los factores de la desigualdad
Por último, vamos a considerar algunas de las fracturas mejor
conocidas que generan y configuran la desigualdad estructural
en la mayoría de las sociedades latinoamericanas. La pervivencia en el tiempo de las desigualdades, de una forma relativamente independiente de ciclos políticos o económicos, apunta
sin lugar a dudas a rasgos estructurales de la sociedad. Así, en
este análisis vamos a tomar como referente cinco de los factores
estructurales que mayor consenso reciben entre los investigadores, en el sentido de que pueden generar y condicionar las
desigualdades. Para ello consideraremos la edad, el género, el
estatus socioeconómico, la división rural y urbano, y, en aquellas
sociedades donde es pertinente, la etnia.
En el diagnóstico previo a su inclusión en los modelos estructurales, las variables con rasgos polisémicos, como la edad,
han sido evaluadas en su dimensión de maduración psicológica,
ciclo vital o envejecimiento, así como de cohorte con la finalidad de explorar un posible cambio generacional. Otra variable
polisémica aquí considerada es la educación, que en ocasiones
actúa como indicadora de socialización, de posición social o de
cualificación laboral (en términos de capital humano). Según el
significado teórico que se le atribuya, dentro de un sistema social
determinado, ocupará una posición u otra dentro de una argumentación explicativa. En el caso de los países considerados,
aparece aún con un significado híbrido entre estatus y capital
humano, por lo que claramente posee un carácter de endógeno,
fuertemente condicionado por la clase social.
En los países desarrollados, la educación en sus niveles básicos y medios muestra una debilidad asociativa con los factores
de estatus. En ese sentido, la educación funciona como antecedente en la mayoría de las explicaciones de las sociedades desarrolladas, y como consecuente en los países iberoamericanos
estudiados. Es decir, la educación es un elemento dinamizador
de movilidad intrageneracional, integrado en el ciclo vital de
las clases medias en los países desarrollados. Por el contrario,
en Iberoamérica, donde la educación es estrechamente dependiente del estatus de los padres, aparece en una función reproductora del status quo socioeconómico, que actúa de freno
a la posibilidad de una potencial movilidad intergeneracional.
Como hemos podido apreciar, la amplitud social del rechazo a
la desigualdad hace imposible el análisis de tolerancia cultural,
de acuerdo con las hipótesis de Hofstede. Desde la información
disponible se concluye trasladar la relevancia explicativa desde
lo cultural hacia variables como el estatus, la etnia, la división
rural-urbano, el género o la edad.
Tal y como señala el Banco Mundial (2003), tomando en
cuenta en conjunto el área latinoamericana, “aún cuando el
porcentaje de población indígena ha sido históricamente más
elevado, en la actualidad solamente un 10% de la población
de Latinoamérica se identifica a sí mismo como indígena. Dichos porcentajes varían fuertemente entre países: la mayoría de
39
40
los bolivianos (71%) y guatemaltecos (66%) se identifican como
indígenas. Perú (47%) y Ecuador (38%) presentan también porcentajes significativos de indígenas” (World Bank, 2003: 82). En
países con poblaciones indígenas o descendientes de africanos
las diferencias con la población no indígena continúan siendo
considerables. Además de la etnia, en determinados países es
fundamental la raza. Se estima que entre 17% y 30% de la población latinoamericana se identifica como descendiente de africanos. Brasil presenta la población más elevada, donde sobre
el 44,7% se identifica como negros o mulatos (preto o pardo), lo
cual equivale a casi 80 millones de personas. En Colombia, 25%
se considera como afroamericanos, en Nicaragua, 13% y en
Venezuela, 10%. En el caso de los países del Caribe, la mayoría
de la población se identifica como afro-criollos. Más de 80% en
Haití, Barbados, Granada, Guadalupe, Jamaica, etcétera. Desafortunadamente es una variable no incluida en el cuestionario
administrado en Brasil.
Así, según el Banco Mundial (2003), los ingresos de estos
grupos equivalen a la mitad de sus contrapartes “blancos” en
Bolivia, Brasil y Guatemala. Las desigualdades se reflejan, a
su vez, en las diferencias educativas y en otros activos de los
grupos étnicos y raciales desfavorecidos. En el otro extremo de
la escala, las élites han perpetuado su posición a través de una
variedad de mecanismos, incluido el ámbito de las relaciones
sociales. Un ejemplo de ello es la elevada propensión de las personas a escoger a sus cónyuges entre aquellos con el mismo nivel de instrucción. Este hecho indica, dada la estrecha relación
entre el nivel educativo y el estatus socioeconómico, un freno
a la movilidad social mediante el matrimonio. Ciertamente, la
presencia de grupos étnicos, o países con experiencia histórica
significativa de esclavitud, se asocia a la existencia de profundas
desigualdades (en todos los ámbitos). No obstante, en ausencia
de dicho fenómeno social, la dinámica seguida por otros países
como Argentina o Chile (concentración económica y de poder
político en las élites) generó profundas desigualdades, si bien
posiblemente menores que en Brasil, Perú o México.
La segregación racial o étnica representa una estructura de
exclusión muy importante. Pero, sin duda, no ha sido un factor
único en la profunda desigualdad que se aprecia en Iberoamérica. Es cierto, no obstante, que actúa como un factor multiplicador de la diversidad; incluyendo aspectos como los lingüísticos
que se suman a las demandas en otras áreas, como los derechos
sobre la tierra, las prácticas judiciales o la salud. En resumen,
la reivindicación de la diversidad étnica implica la exigencia de
un mayor reconocimiento de los derechos políticos, económicos, sociales y cívicos. Esta enajenación de la vida ciudadana
es la que se puede apreciar en la variable indicadora de la participación política cognitiva. En el pasado reciente, las demandas fueron expresadas por los movimientos indígenas, especialmente en los Andes, México y Centroamérica. En ese sentido,
las reivindicaciones de los indígenas y los grupos descendientes
de africanos (especialmente Brasil) pueden considerarse de naturaleza complementaria. Su incorporación al discurso igualitario
que proponen otros grupos sociales representa un desafío para
la definición de procesos políticos y sociales básicos. Es difícil
sobreestimar la relevancia de la variable étnica o racial. Como
indica el Banco Mundial (2003), las diferencias de ingresos están
más condicionadas por las diferencias étnicas y raciales que de
género, destacando dicha situación para Guatemala y Bolivia
(étnicas) y Brasil (raciales).
Para determinar la eficacia, en términos de generar discriminación, de los factores mencionados hemos optado por enfocar
el análisis hacia la desigualdad en ámbitos no económicos. Las
dimensiones que afectan a la desigualdad económica trabajan de
forma similar en otros aspectos como son la desigualdad política.
Es decir, la participación e identificación de los individuos con
los referentes ideológicos que legitiman la actuación democrática del Estado. Desde esta perspectiva de análisis, la desigualdad
económica actúa como elemento explicativo de la desigualdad
cívica, en paralelo con las otras variables estructurales. En ese
sentido, la noción de ciudadanía de baja densidad expresaría
una de las dimensiones del concepto desigualdad en la participación política cognitiva. Vamos a tomar una variable “proxy”
para analizar la participación política cognitiva: la identificación
simbólica con dos posibles objetos políticos (ideología en términos de izquierda o derecha o identificación con las ideologías
de los partidos políticos existentes). Esta participación política
cognitiva expresaría la enajenación del sistema ya introducida
anteriormente. Aún cuando existe la posibilidad operativa de
construir el indicador mediante la combinación de educación
e identificación con el sistema de referencias ideológicas, hemos estimado más apropiado para la realidad de las sociedades
consideradas el mantener ambas desagregadas. Fundamentalmente, para destacar y determinar el peso de la educación dentro del engranaje de la desigualdad. Como ya se indicó antes,
la educación es aún una variable sustantiva de discriminación.
41
42
Por ello, aparece en el modelo propuesto como una variable interviniente, que media entre determinadas condiciones socioeconómicas y su expresión en el plano de la desigualdad política.
La identificación de los ciudadanos con las coordenadas simbólicas del sistema político pertenece al debate sobre la operacionalización del concepto “movilización política cognitiva”.
En general, han sido varios los enfoques para construir un indicador de “movilización política cognitiva”. Inglehart lo denominó originalmente Cognición Política, antes de renombrarlo Movilización Cognitiva. Conceptos muy similares son el de Sofisticación
Política, referido al conocimiento y competencia (MacDonald
et al., 1995) o Atención Política, definida por Zaller (1992), como
“el grado en que los individuos prestan atención a la política y
comprenden lo que sucede”. En este conglomerado de definiciones teóricas, es importante diferenciar entre el concepto en sí
mismo, las condiciones de cambio social que le contextualizan,
y las hipótesis a las que dan lugar. La mezcla entre los diferentes
niveles de análisis le ha facilitado una polisemia como concepto
teórico, que ha sido la desencadenante, en múltiples ocasiones,
de una inadecuada concreción empírica. Consideramos que es
necesario diferenciar entre los factores que conducen al fenómeno denominado movilización política cognitiva, la movilización
cognitiva en sí misma y las posibles consecuencias que pudiesen
tener en las formas de relacionarse los ciudadanos con la política. Es precisamente la confusión entre causas y efectos lo que
genera un debate estéril al mezclar definiciones y operaciones
muy diferentes sobre la realidad.
El concepto de movilización cognitiva fue propuesto inicialmente por Inglehart (1970), al sugerir un incremento en la
sofisticación de los ciudadanos (mayor competencia mediante la
educación y compartir referentes políticos) del que era previsible una mayor participación.6 Ya en este momento aparecen
las ideas claves del concepto, como movilización (es decir, participación) efectuada sobre la base de una mayor cualificación
cognitiva de los ciudadanos.
Por ello los dos elementos centrales para Inglehart y Klingemann (1976) en las primeras operacionalizaciones de la movilización cognitiva eran el nivel educativo y la participación en discusiones políticas. Más tarde, Inglehart en The Silent Revolution (1977)
excluye la educación como parte de la operativización de la
6
Precisamente sobre la base de estas propuestas se elaboraría el índice
de movilización cognitiva, empleado en las encuestas del Eurobarómetro.
LA ESTRUCTURA DE LA DESIGUALDAD POLÍTICA COGNITIVA
- 0.08
EDAD
POSICIÓN
SOCIOECONÓMICA
0.18
EDUCACIÓN
0.13
0.15
- 0.10
EDAD
0.20
0.06
GENERO
- 0.11
0.13
- 0.08
GENERO
EDUCACIÓN
0.11
DESIGUALDAD POLÍTICA
POSICIÓN
SOCIOECONÓMICA
0.09
DESIGUALDAD POLÍTICA
BRASIL
ARGENTINA
ETNIA
ETNIA
EDAD
RURAL URBANO
- 0.13
- 0.31
GENERO
0.15
EDUCACIÓN
EDAD
-0.27
0.10
0.07
EDUCACIÓN
0.09
0.20
POSICIÓN
SOCIOECONÓMICA
-0.05
-0.25
0.06
0.24
0.28
GENERO
0.09
-0.10
0.07
RURAL URBANO
DESIGUALDAD POLÍTICA
-0.07
POSICIÓN
SOCIOECONÓMICA
DESIGUALDAD POLÍTICA
0.09
MEXICO
PERÚ
43
EDAD
-0.23
GENERO
0.16
0.08
EDUCACIÓN
0.31
EDAD
-0.23
ETNIA
-0.09
POSICIÓN
SOCIOECONÓMICA
EDUCACIÓN
-0.13
-0.30
-0.19
0.28
-0.42
0.28
POSICIÓN
SOCIOECONÓMICA
0.12
0.41
ETNIA
RURAL URBANO
GUATEMALA
DESIGUALDAD POLÍTICA
GENERO
0.11
DESIGUALDAD POLÍTICA
BOLIVIA
movilización cognitiva, debido a su interdependencia con la
clase social, donde una mayor educación facilita un mayor estatus. Finalmente, el planteamiento es debatido en Culture Shift,
donde se indica que si bien la educación formal no es en modo
alguno igual que la movilización cognitiva, probablemente sea
éste el mejor indicador de que disponemos. Al mismo tiempo,
considera la introducción del posicionamiento en la escala ideo-
44
lógica de izquierda y derecha como elemento indicador de la
“participación” en el conjunto de símbolos propios de la política. Es decir, identificarse o no en dichas coordenadas podría
tomarse como síntoma de participar cognitivamente y compartir simbólicamente un sistema como referente político.
Después, en Modernization and Postmodernization, volvería a
retomar la educación como parte de la definición operativa
de movilización cognitiva (Inglehart, 1997). El concepto movilización cognitiva supone una vinculación psicológica con la
política. Además de Inglehart, otros autores ofrecen varias propuestas para la elaboración de un buen indicador de movilización cognitiva: Dalton (1984) o Peterson (1978).
Dalton propone un indicador sobre la base de combinar la
educación (para determinar el grado de competencia) y el interés por la política (para medir el grado de implicación y participación). Estas oscilaciones operativas se producen respetando una aparente estabilidad de la definición teórica. En los casos
de emplear educación como indicador directo de movilización
cognitiva, una objeción muy importante se refiere a considerar
como si fuesen intercambiables los conceptos de capacidad y
competencia, con el de interés. En parte, esta presunción se sustenta sobre investigaciones anteriores, donde la variable educación muestra una asociación fuerte con la movilización cognitiva. Converse (1972) mostraba que existe una asociación fuerte
entre educación, conocimiento político, interés en política y
sofisticación política. Asimismo, Popkin (1991) sugiere cómo el
desarrollo de la educación superior amplía el interés de los ciudadanos por la política. Sin embargo, es discutible que el indicador de educación puede expresar participación cognitiva con
la suficiente correlación epistémica.
En el análisis hemos estimado educación e identificación con
el sistema político (participación cognitiva política) como variables separadas, de forma que pueda determinarse la capacidad
explicativa sin contaminación entre ambas. Tomaremos las dos
variables: educación e identificación en el espacio simbólico de
lo político (ideología y partidos políticos), y analizaremos su dependencia de los factores de fragmentación mencionados.
Ciertamente, los factores exógenos que consideramos explicativos de la desigualdad (educacional y participación política
cognitiva) muestran interdependencia entre ellos. Este aspecto
se incorpora a las condiciones de ajuste y especificación de los
modelos estructurales de covarianzas. Por ejemplo, en los países
donde hay diversidad étnica o racial significativa, lo frecuente es
que los blancos (no indígenas) tengan un mayor nivel educativo
que los indígenas. Esto no implica necesariamente la existencia
de segregación educativa para algunos de los niveles formativos.
Asimismo, por género, es habitual que los hombres presenten
mayor nivel educativo, especialmente para las generaciones de
edad más avanzada. Existe, en ese sentido, un entramado entre
los factores aquí expuestos que muestra una realidad con múltiples cicatrices, no necesariamente independientes entre ellas.
Hemos empleado los datos que facilita la Fundación Pew
(2002) con las siguientes características para cada país. Así, Bolivia, con un tamaño muestral de 783 (error +/- 3,5%) entrevistas personales “cara a cara”, considerando los grupos étnicos de
blancos, mestizos, indígenas y negros. La muestra presenta un
sesgo sobredimensionando la población urbana, por lo cual ha
sido ponderada. La muestra para Brasil es de 1000 entrevistas
(error de +/- 3,1%) personales “cara a cara” con desproporción
urbana, por lo que ha sido ponderada. En Brasil no se preguntó
por raza. Guatemala con una muestra de 500 (+/- 4%) entrevistas personales “cara a cara”, desproporcionada urbana y por lo
tanto ponderada. Como categorías étnicas se han considerado
la de nacional, extranjero, indígena y ladino. En México se ha
efectuado una muestra de 996 entrevistas (+/- 3,1%) personales
“cara a cara” con las categorías de mestizo, indígena, blanco,
asiático, negro, otras. No precisa ponderación. Perú, con una
muestra de 711 entrevistas (+/- 3,7%) personales “cara a cara”
y etnias mestiza, blanca, indígena, negra y asiática. En Argentina se realizaron 814 entrevistas (+/- 3,4%) “cara a cara”.
Estos datos, procedentes de la encuesta internacional llevada
a cabo por la Fundación Pew, han sido empleados para testar
un modelo estructural de covarianzas. Partiendo de un modelo de referencia, ha sido modificado para dos países: Bolivia
y Guatemala. En éstos, la estrecha interdependencia entre el
estatus socioeconómico y la etnia introduce una modificación
de especificación del modelo donde el estatus es empíricamente
dependiente, o explicado, por la etnia del entrevistado. En otros
países no ha sido posible testar el elemento étnico o de raza al
carecer de la información (como en Brasil). La posición socioeconómica ha sido estimada en forma aditiva partiendo de dos
dimensiones: el equipamiento doméstico (como recomienda el
Banco Mundial) y la dificultad económica para afrontar varios
tipos de gastos (sanitarios, de vivienda, etcétera) Los modelos
resultantes son significativos en sus relaciones entre variables
(coeficientes t) y en conjunto con valores RMSA inferiores al 0,00
45
46
y p superiores al 0,7. Los diagramas muestran los coeficientes
estandarizados (beta), y por lo tanto comparables entre sí en
el modelo correspondiente a cada país. Así, por ejemplo, en el
caso de Perú, la educación muestra una desigualdad asociada
a la edad (-0,31). El signo negativo indica el mayor nivel educativo de los más jóvenes (o viceversa, el menor nivel educativo
de los mayores). Todo ello, manteniendo estadísticamente controladas las demás variables. Es decir, para iguales circunstancias de etnia, género, posición socioeconómica o división ruralurbano. El programa informático empleado ha sido el LISREL
versión 8.
En la exposición de los resultados del análisis empírico sobre
la eficacia de las diferentes dimensiones para generar desigualdad, vamos a tomar en cuenta dos aproximaciones complementarias.
En primer lugar analizaremos la heterogeneidad interna
mediante indicadores de densidad del grafo. Posteriormente,
describiremos la estructura particular de cada país, donde el
peso interno de las diferentes fuentes de desigualdad es variable;
considerando tanto la influencia directa sobre la educación y
la identificación con el espacio simbólico político como la indirecta. En ocasiones, la influencia sobre la participación en el
espacio político institucionalizado se efectúa indirectamente a
través de la educación. La relación sustantiva entre educación y
participación viene controlada por las variables estructurales ya
descritas con anterioridad. De este modo, los efectos sobre las
dos variables permiten controlar la posibilidad de una relación
espuria, inducida por la acción de las no consideradas.
Para el estudio de la heterogeneidad emplearemos el coeficiente de densidad para grafos orientados, con una corrección
para considerar la naturaleza exógena y endógena de las variables en el modelo. Determinaremos el coeficiente de fragmentación c (densidad orientada), c = E/((n*n-1)+(n*m)). Siendo
m el número de variables exógenas y n el de variables endógenas, el total de relaciones posibles viene determinado por (n/n1)+(n*m), y E el número de efectos estadísticamente significativos. Este coeficiente tiene su máximo en el valor 1. Es decir, el
coeficiente 1 expresaría un sistema relacionalmente saturado,
incluyendo relaciones recíprocas significativas entre las endógenas.
En lo referido a las variables exógenas consideradas, Argentina, Brasil y Venezuela no contienen la dimensión étnica, que
sí es contemplada en Bolivia, Guatemala, México y Perú. La
Tabla 5
Efecto total del estatus socioeconómico sobre el nivel educativo
País
Efecto total
Guatemala
0,31
México
0,28
Bolivia
0,26
Perú
0,20
Argentina
0,18
Brasil
0,15
Venezuela
0,12
Fuente: Elaboración propia
mayor densidad de factores desencadenantes de desigualdad
se aprecia en Brasil, con un coeficiente de 0,87, seguido por
México y Perú (0,75) y Argentina (0,62), todos ellos bastante
elevados. En el caso de Bolivia y Guatemala, que incorporan la
dimensión socioeconómica como endógena, expresan un modelo diferente y, por lo tanto, no comparable. Esto es, en Brasil
son muchas más las dimensiones que vertebran la desigualdad,
mientras que en Argentina la trama explicativa parece simplificarse en un número menor de elementos. Al menos con los datos
47
Cuadro resumen comparativo de efectos directos
EDAD
ESTATUS
EDUCACIÓN
GÉNERO
ETNIA
Guatemala Bolivia
Guatemnala
México
México
México
Argentina Brasil
Perú
Perú
Bolivia
Brasil
Perú
Bolivia
Bolivia
Guatemala
Guatemala
México
Brasil
ArgenDESIGUALDAD tina
POLÍTICA
Fuente: Elaboración propia.
México
Brasil
Argentina
Venezuela
Perú
Bolivia
ESTATUS RURALURBANO
EDUCACIÓN
México
México
Brasil
Perú
Argentina Guatemala
Venezuela
Perú
Bolivia
Guatemala
México
Brasil
Perú
Perú
México
Brasil
Argentina
Venezuela
Perú
Bolivia
Guatemala
48
empleados y en esa ocasión coyuntural (año 2002). Es necesario
señalar que una simplificación de los factores que generan la
desigualdad no implica menos intensidad o menor desigualdad.
Incluso en el caso de un solo factor, la posición socioeconómica
puede producir una profunda desigualdad. El aspecto que estamos considerando es la heterogeneidad de los factores causantes
de desigualdad (Alaminos, 2004). En ese sentido, el nivel de fragmentación en las fuentes de la desigualdad estimadas es bastante
elevado en Brasil, México y Perú. Al complementar la visión
que ofrece el cuadro anterior, y que se aproxima bastante a la
clasificación propuesta por Lizcano, destaca el peso de la dimensión etnia en países como Guatemala o Bolivia que fuerzan
a especificar el modelo de referencia. Como indicamos, los coeficientes de los diferentes efectos se van a considerar estandarizados en la medida que se describirá el funcionamiento interno
de los factores de desigualdad en cada país. En ese sentido, los
coeficientes más elevados implican un mayor efecto explicativo
o relación entre las desigualdades.
En México, la edad (-.10), el género (0,07) y la posición socioeconómica (0.09) muestran un efecto directo significativo sobre
la desigualdad en la participación política cognitiva. La mayor
participación se encontraría entre los jóvenes, hombres y de
mayor estatus socioeconómico. Y viceversa. La mayor exclusión
la mostrarían las mujeres, de mayor edad y con menor estatus
económico. La educación es una variable altamente dependiente de todas las dimensiones de desigualdad consideradas. La
posición socioeconómica (0.28), el género (0.09), la edad (-0.27),
el vivir en ámbito rural o urbano (-0.25) y la etnia (-0.05), todas ellas tienen un efecto importante sobre el nivel educativo.
Así, la desigualdad es mayor para los de peor situación socioeconómica, mujeres, de mayor edad, viviendo en zonas rurales y
pertenecientes a algún colectivo étnico.
El orden de eficacia discriminativa es, de acuerdo con la
magnitud de los coeficientes, la posición socioeconómica, seguida de la edad y de la localización rural o urbana. Los jóvenes,
controladas las demás circunstancias (estatus, género, etcétera),
muestran un nivel educativo que expresa una incorporación
significativa en el sentido de cambio. Como sabemos, la educación mantiene una relación explicativa relevante respecto a
la participación política cognitiva. En ese aspecto, la influencia final de todas las variables sobre la participación es mayor
que sus efectos directos sobre ella. Especialmente debido a que
los coeficientes que relacionan educación con participación son
siempre positivos y, por lo tanto, mantienen el signo originario.
En este caso, las características étnicas explican la desigual participación política cognitiva al influir indirectamente mediante
la variable educación.
En el caso de Brasil, la influencia directa sobre la desigualdad política procede de la edad (-0.11), el género (0.13) y la
posición socioeconómica (0.09). La estructura expresa una
menor participación entre los mayores, mujeres y de peor
posición socioeconómica. La educación también muestra una
relación significativa de las tres variables mencionadas, donde
la posición socioeconómica (0.15), el género (0.13) y la edad
(-0.08) influyen directamente sobre ella. En el caso de Brasil,
las mayores diferencias corresponden con la posición socioeconómica y el género. La edad presenta una influencia más
débil que en México, lo cual expresaría un menor efecto de
suavización en las diferencias con un mayor acceso entre los
más jóvenes. Las mujeres de posición socioeconómica más baja
y mayor edad son las que muestran las mayores diferencias con
una educación menor. Recordemos que en el cuestionario de
Brasil no se preguntó por la variable raza o etnia.
En el modelo de Perú, todas las variables estudiadas manifiestan un efecto de discriminación significativo. La desigualdad
en la participación política cognitiva aparece explicada especialmente por la desigual posición socioeconómica (0.24), así como
en menor grado por el género (0.7) y la división rural-urbano
(-0.07). La población más enajenada la constituyen las mujeres,
de bajo estatus socioeconómico y de ámbitos rurales. Las diferencias en los niveles educativos revelan una gran desigualdad
de origen, debido a la posición socioeconómica (0.20), la división rural-urbano (0.10), el género (0.15), la edad (-0.31) y
la etnia (-0.13). La peor situación educativa corresponde con
las mujeres indígenas de ámbitos rurales, con mayor edad y
de posición socioeconómica muy baja. Todo esto referido al
efecto directo de estas variables, si bien es claro que todas ellas
ejercen una influencia indirecta sobre la desigualdad en la participación a través de la variable educación.
En Argentina aparecen como especialmente significativas las mismas variables que en el caso de Brasil, si bien con
unos efectos menos diversificados. La desigual participación
política cognitiva viene explicada por el género (0.11) y la edad
(-0.08), y la educación por la posición socioeconómica (0.18) y
la edad (-0.10). Es esencialmente importante la influencia de
la educación (0.20) sobre la participación. La posición socioe-
49
50
conómica influye de forma notable a través de la educación. De
este modo, la menor participación corresponde a las mujeres
de mayor edad, bajo nivel educativo y peor situación socioeconómica.
En Bolivia y Guatemala, como se indicó antes, el modelo
ha experimentado modificaciones de especificación, debido a
las fuertes condiciones de discriminación en que viven los indígenas y las diferencias tan sustantivas entre el ámbito rural
y lo urbano. En Bolivia, las diferencias de posición económica
vienen explicadas de forma significativa por la etnia (-0.13). Los
indígenas ocupan las posiciones de marginalidad económica.
La única variable que muestra un efecto directo significativo,
estadísticamente hablando, sobre la desigual participación es el
género (0.11). Las demás dimensiones actúan a través de diferenciación en el nivel educativo. El nivel educativo expresa las
diferencias procedentes de la edad (-0.23), la etnia (-0.09), la
posición socioeconómica (0.28) y el género (0.12). La desigualdad educativa influye fuertemente sobre la desigualdad en la
participación política cognitiva (0.41). En ese sentido, la educación actúa como catalizador de la discriminación en la participación política.
Un caso más extremo aún es el que se aprecia para Guatemala. Allí, el efecto directo de la etnia sobre la posición socioeconómica es de -0.19, pero las diferencias en las condiciones
de vida entre el ámbito rural y lo urbano es, asimismo, notable,
influyendo -0.42 en la posición socioeconómica. Es decir, los
indígenas en hábitats rurales muestran la peor de las posiciones
socioeconómicas. Las mejoras en las posiciones socioeconómicas corresponden con los no indígenas en espacios urbanos. No
se aprecia una influencia directa significativa sobre la participación desigual, excepto la educación. El nivel educativo viene
explicado directamente por la posición socioeconómica (0.31),
la división entre lo rural y lo urbano (-0.30), la edad (-0.23) y el
género (0.16). Los niveles educativos más bajos corresponden a
mujeres de mayor edad, quienes viven en espacios rurales y con
una posición socioeconómica baja. En el caso de Guatemala,
la riqueza aparece claramente vinculada con los espacios urbanos y la población no indígena, mientras que la pobreza lo está
con los indígenas en espacios rurales. La educación actúa como
modulador de la participación política cognitiva (0.28).
Para el conjunto de los modelos destaca la educación y su
dependencia del estatus socioeconómico. A pesar de los avances
mencionados en los sistemas públicos educativos en la mayoría
de los países de América Latina, los datos corroboran lo ya dicho
sobre la dependencia de los estudios universitarios y de tercer
ciclo del estatus económico. De todas las variables estudiadas, la
posición socioeconómica es la que mayor capacidad explicativa
tiene sobre el nivel educativo en todos los países considerados.
Esta dependencia es especialmente elevada en Guatemala
(.31), México (.28) o Bolivia (.26). Existe una relación muy estrecha entre la posición socioeconómica y el nivel educativo
adquirido. Asimismo, es importante y significativo estadísticamente en Perú (.20), Argentina (.18) o Brasil (.15). Guatemala
continúa liderando el ranking de la desigualdad también en este
aspecto en el área iberoamericana. Esta especial y fuerte dependencia de la educación respecto a la posición socioeconómica debe ser tenida en cuenta al considerar la dependencia de la
participación política cognitiva (enajenación del sistema político) del nivel educativo. La variable educación en las sociedades
iberoamericanas estimadas actúa como variable interviniente o
mediadora del efecto de la posición económica sobre la participación en el sistema político. Su subsidiaridad actual es precisamente fuente y consecuencia de muchas de las desigualdades
socioeconómicas y políticas observadas. Es relevante preguntarse hasta qué punto la educación es un reflejo e imagen de la
posición social.
En conjunto, los jóvenes introducen un elemento de suavización en el efecto de determinadas desigualdades, como por
ejemplo las de género. Así, las desigualdades educativas o de
participación son más importantes entre los hombres y mujeres de mayor edad que entre los más jóvenes. Hombres y
mujeres aproximan cada vez más sus niveles educativos, especialmente como hemos mencionado entre los más jóvenes y en
áreas urbanas, manteniéndose las diferencias más relevantes
para las edades de más de 50 años.
Este proceso de cambio no llega a eliminar las diferencias
existentes tan significativas. En el caso de Bolivia, la desigualdad
política viene esencialmente mediada por la dimensión educativa, si bien el género muestra un efecto explicativo directo (.11)
muy importante sobre ella. Es decir, en igualdad de condiciones
para edad, etnia o posición socioeconómica, la mujer está significativamente más enajenada de los referentes políticos que los
hombres. Considerando los aspectos étnicos o raciales, el nivel
educativo de las mujeres indígenas en Bolivia y Guatemala es
inferior al de los hombres. En esta desigualdad influyen tanto las
diferencias procedentes de la división entre rural-urbano (Gua-
51
52
temala, Perú), como las posibles preferencias entre los padres
indígenas de enviar a sus hijos a la escuela en mayor medida que
las mujeres (Bolivia, Guatemala o Perú). Esta discriminación
trasversal ha sido destacada, asimismo, por el informe sobre
desigualdad del Banco Mundial. Así, en Bolivia 63% de las mujeres indígenas tienen menos educación primaria, mientras que
este porcentaje se reduce a 38% en las mujeres no indígenas.
Dichos datos ilustran la desigualdad educativa de carácter
étnico y de género. Las mujeres indígenas tienen menos estudios
que las no indígenas, pero las mujeres no indígenas tienen, a su
vez, menos estudios que los hombres no indígenas. Las desigualdades se anidan entre categorías, donde unos grupos dejan atrás
a los otros. En este caso, el grupo más desigual es el de las mujeres indígenas. Como especifica el informe del Banco Mundial, “las familias de Guatemala pobres son fundamentalmente
indígenas, quienes han experimentado siglos de explotación y
exclusión, y con una débil influencia en las decisiones locales
y nacionales. El 20% más rico de la población es bastante probable que sea blanco y que hasta cierto punto puedan ejercer
una ciudadanía normal, aunque Guatemala está en el extremo
superior de desigualdad” (World Bank, 2003: 3).
En estas sociedades se aprecia empíricamente la desigualdad
originaria que produce el ser indígena en sus consecuencias socioeconómicas. De forma que la etnia se convierte en variable
explicativa del estatus socioeconómico. Las consecuencias que
se extraen de los modelos considerados coinciden con los datos
aportados en el Informe sobre la desigualdad en América Latina
del Banco Mundial. Guatemala y México muestran un fuerte elemento de desigualdad, incluso si consideramos únicamente el
estatus socioeconómico y sus consecuencias educacionales. Así,
por ejemplo, en México una persona en el 10% más pobre tiene
de media 3,5 años de escuela, mientras que en el 10% más rico,
la media es de 11,6 años. Además, muy posiblemente, como
ya dijimos, el considerar de forma exclusiva el número de años
infra estima la desigualdad, debido a las diferencias tan sustantivas en la calidad de la educación. Es decir, el tipo de educación
al que puede acceder el segmento de mayores ingresos es significativamente diferente. En muchos países, como podemos comprobar, el logro escolar también es significativamente diferente
según el género, la etnia o los grupos raciales.
Como dijimos, en la mayoría de los países las diferencias
entre hombres y mujeres son cada vez menos importantes, en
especial entre los más jóvenes; pero existen diferencias muy sustantivas entre las personas mayores. En Bolivia la edad media
escolar para las personas de más de 61 años es de 4,1 entre
los hombres, y de 2,4 para las mujeres. La edad y su relación
con la movilización cognitiva y en particular el nivel educativo
muestran ese efecto de ligera reducción en la desigualdad entre
los más jóvenes. Este hecho no se vincula, en la actualidad, con
la posibilidad de un cambio generacional, en el sentido de una
incorporación masiva al sistema educativo medio y superior.
La desigualdad por etnia o raza, en comparación con el género, es mayor aún en lo que se refiere al acceso a servicios y
equipamientos. Según el Banco Mundial, las viviendas donde el
cabeza de familia es blanco o no indígena tienen mayor probabilidad de disponer de equipamiento y servicios como alcantarillado, agua corriente, electricidad o recolección de basuras.
Por ejemplo, en Bolivia más de 50% de los domicilios donde
el cabeza de familia (hombre o mujer) es blanco o no indígena
tienen acceso a alcantarillado; mientras que esos porcentajes se
reducen a 30% cuando el cabeza de familia es un hombre indígena, y a 37% en el caso de las mujeres. Incluso dentro de cada
grupo étnico o racial, las mujeres muestran un mayor acceso a
los servicios públicos que los hombres.
En cualquier caso, Guatemala es claramente la sociedad
más desigual de las estudiadas. Tanto por las desigualdades de
carácter económico como por sus consecuencias en el ejercicio
de la ciudadanía. Como estamos observando, las desigualdades
también se expresan profundamente en términos de oportunidades y acceso a servicios. Una familia de estatus elevado tiene
93% de probabilidad de tener acceso a electricidad y agua. Las
familias más pobres presentan una probabilidad de 57% de disponer de agua corriente y 49% de acceso a electricidad.
Este panorama de desigualdad se extiende en todas las dimensiones sociales y políticas, tal y como lo manifiestan los modelos estructurales testados. Aunque Guatemala se encuentra en
el extremo de la desigualdad en Iberoamérica y tiene un tejido
institucional político y social especialmente débil, el resto de los
países de la región presenta una imagen que puede considerarse
similar. Incluso en países que habían experimentado tendencias
de reducción de la desigualdad, como Brasil o Argentina, han
visto incrementarse la desigualdad económica.
Conclusión
Tal y como se aprecia en la relación que muestra la edad con
el nivel educativo, se constata la tendencia general de un mayor
53
acceso a la educación básica. Esta igualdad no alcanza aún a la
educación media y superior, que permanece como rasgo diferencial en las clases medias altas y las élites profesionales. Como
destaca el informe del Banco Mundial (2000):
En el acceso a la educación superior, el patrón predominante fue
la profundización de las diferencias entre los ricos y los pobres,
puesto que la asistencia aumentó con mayor rapidez entre los
miembros de las familias del extremo superior de la distribución
(de ingresos). Esto es importante para la dinámica futura de los
ingresos, dada la enorme y creciente bonificación que tiene la educación terciaria en el mercado laboral (World Bank, 2000: 4).
54
Reducir las desigualdades en el ámbito de la participación
política cognitiva, al igual que en las económicas, pasa por una
igualación en el acceso a la educación de calidad. De esta forma
sería factible quebrar la dinámica de dependencia que el nivel
educativo presenta en la actualidad de la clase social, con las
consecuencias de enajenación política que se aprecian. En todo
caso, además del acceso a la educación superior, es esencial considerar las diferencias de calidad entre la educación privada y
la pública. Asimismo, se comprueba empíricamente cómo en
muchos de los países estudiados el logro educativo también depende sustantivamente de diferencias de género, edad, étnicos
y raciales o incluso la división rural-urbana. En esos términos
hemos identificado la relevancia de las dimensiones excluyentes
en cada país y efectuado una primera estimación de su peso en
la estructura de la desigualdad en la participación política. En
ese sentido, la educación, que funciona actualmente como dimensión de exclusión, constituye simultáneamente una dimensión transformadora. Es la cualificación en esta dimensión la que
puede mostrar un potencial de cambio importante en una doble
dirección. Por un lado, generando un ciudadano más vinculado
y partícipe de los aspectos cívicos y políticos. Por otro, abriendo
la posibilidad de reducir desigualdades en la medida que la educación permita el acceso cualificado de capital humano iniciando procesos de movilidad inter e intrageneracional.
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55
Datos
Encuesta Latinobarómetro 2007. Datos secundarios tomados del Informe
sobre la Desigualdad en América Latina, Banco Mundial.
Encuestas Eurobarómetros. Análisis de datos primarios facilitados por el
Archivo Central de Colonia (Alemania).
Encuestas PEW 2002 y 2007, “Lo que el mundo piensa”, encuesta con 44
países. Análisis de los datos primarios facilitados por la Fundación
Pew. Datos ponderados para corregir la sobreestimación urbana
Los Objetivos de Desarrollo del Milenio
(ODMs) de la ONU: Las dificultades de
implementación y el desprecio de los
sectores preponderantes en relación con
población pobre del mundo1
I
Índice
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Maria José de Rezende
Introducción
56
Cuando se analizan diversos documentos,2 tales como boletines,
entrevistas, artículos e informes del Programa de las Naciones
Unidas para el Desarrollo (PNUD), órgano de las Naciones Unidas encargado de las acciones en favor de los ODMs, pueden
constatarse innumerables dificultades respecto a la efectividad
de las acciones y políticas públicas orientadas al cumplimiento
de los ODMs, propuestos por la ONU a partir de la Declaración
del Milenio firmada en el año 2000, entre todos los países miembros de dicha organización internacional.3
Sin dejar de considerar, de ninguna manera, las dificultades
económicas, políticas y sociales que están en la base de los embates surgidos en los foros que intentan encaminar las soluciones
1
Texto escrito en portugués, traducido al español por Azucena Geymonat Oberdiek.
2
Véanse, principalmente, los documentos RDHs (2001, 2002, 2003,
2004, 2005, 2005a, 2006, 2006a).
3
“Debe destacarse que los ODMs son resultado de muchas conferencias
y encuentros de cúpula que ocurrieron en la década de los 90. En la Declaración están sistematizados los objetivos y las metas que desafiaban al
mundo en el umbral del siglo XXI. Nació en medio de las actividades realizadas durante el encuentro denominado Cúpula del Milenio cuya finalidad
57
58
para las dificultades ocurridas en el proceso de implementación
y efectivación de los ODMs, en este trabajo se pretende demostrar que en los documentos de la ONU que abordan las dificultades de implementación de los ODMs se constata la falta de
atención a los pueblos pobres de África, América Latina y Asia,
por parte de los sectores preponderantes, no sólo de los países
ricos sino también de los países pobres (divididos por la ONU en
dos grupos: en desarrollo y los menos desarrollados). Ese desdén
contribuye para que una gama de dificultades surjan cuando se
implementan los ODMs.4
En la teoría sociológica contemporánea ha sido recurrente
la tentativa de comprender no sólo las construcciones objetivas que revelan formas de actuar que perpetúan cierto modelo de organización social y de dominio político, sino también
las construcciones subjetivas que determinan las actitudes5 y las
disposiciones para el cambio y/o la manutención de relaciones
que exacerban los procesos de exclusión, de miseria y desigualdades extremas. Las nociones de desprecio, descuido e indiferencia que se emplean en este artículo tienen como objetivo llamar la atención sobre las dimensiones subjetivas que alimentan
una forma de actuación de los sectores dominantes, dirigentes
e intermedios de todos los países ricos y pobres, fundada en la
exclusiva consideración de sus intereses. Las tentativas de emplementar los ODMs han revelado dificultades que son consecuencia de la búsqueda obsesiva de ventajas para sí de parte de
esos segmentos, sean ventajas económicas, políticas o sociales,
que contribuyen para que la existencia de millares de personas
del planeta esté fundada en una situación de extremo sufrimiento social.
era discutir los principales problemas mundiales, teniendo como punto
de partida un informe preparado bajo la responsabilidad de Kofi Annan,
Secretario General de las Naciones Unidas, que tenía como título Nós, os
povos, o papel das Nações Unidas no século XXI (2000)” (Rezende, 2007).
4
Los ODMs son ocho y “en cada uno de ellos hay meta(s) establecida (s)
para que sea(n) alcanzada(s) dentro de algunos años. Son los siguientes: 1)
erradicar la pobreza extrema y el hambre, 2) alcanzar la enseñanza básica
universal, 3) promover la igualdad entre los sexos y la autonomía de las
mujeres, 4) reducir la mortalidad infantil, 5) mejorar la salud materna, 6)
combatir el HIV/Sida, la fiebre palúdica, la tuberculosis, entre otras enfermedades, 7) Garantizar la sustentabilidad ambiental, 8) establecer una
parcería mundial para el desarrollo” (Uma visão a partir de América Latina
e do Caribe Apub Folha Informativa ODM, PNUD, CEPAL, 2005).
5
Las actitudes son disposiciones para una determinada forma de actuar
(Coulon, 1995).
Las nociones de desprecio y desinterés han sido utilizadas
frecuentemente en varios análisis contemporáneos. Wacquant
(1998, 1999), Bourdieu e Sayad6 (2006) y Bauman (2005), por
ejemplo, se sirvieron explícitamente de las mismas al trabajar
con las condiciones de pobreza y exclusión social. Dichas nociones también son empleadas en las discusiones del desprecio
por la cosa pública, por la diversidad ética y por las diferencias
culturales. Con ello queda demostrado que en la sociología no
es nada nuevo la utilización de nociones que remiten a los elementos subjetivos de las prácticas sociales. La idea de actitud,
como una disposición para actuar de una determinada manera, es el núcleo central de las nociones de desprecio, de desdén
y de indiferencia, que han estado presentes en el pensamiento sociológico contemporáneo. El hecho de que la sociología
acepte como válidas tales nociones para ayudar a explicar los
procesos sociales es lo que ha inspirado este análisis que intenta
aprehender las dificultades, tanto objetivas como subjetivas, en
la implementación de los ODMs.
Los informes producidos por las Naciones Unidas en los últimos cinco años han revelado que las acciones propuestas para
el cumplimiento de las metas del milenio tropiezan en ciertos
modos de actuar fundados en la indiferencia. ¿De qué sectores
proviene ese desdén? De los gobernantes, del liderazgo político
de las élites económicas, de los administradores públicos y de
una parte expresiva de las clases intermedias, tanto de los países
ricos como de los pobres. Si existe una negligencia visible entre
los segmentos preponderantes de los países desarrollados no es
posible dejar de considerar que las élites políticas y económicas
de los países latinoamericanos, asiáticos y africanos han sido,
a lo largo de los siglos, absolutamente indiferentes respecto al
sufrimiento social7 de una parte significativa de sus habitantes.
Se podría formular la siguiente pregunta: ¿cuáles son los significados, en la actualidad, de la enorme dificultad de la ONU para
convencer a los gobernantes, a las élites económicas y políticas acerca de la relevancia de las acciones propuestas en la Declaración del Milenio firmada en el año 2000? Como en otros
6
Pierre Bourdieu y Abdelmalek Sayad tienen un artículo titulado “La
dominación colonial y el saber cultural” (2006), de 1964, que ofrece una
buena idea de las posibilidades de utilizar el término desprecio para estudiar determinados procesos sociales.
7
Pierre Bourdieu y Bauman tienen una importante discusión sobre el
sufrimiento social y la diferencia en relación con el sufrimiento individual
(Bourdieu, 2003; Bauman, 1999).
59
60
artículos ya fueron discutidos, parcialmente, los fundamentos de
los obstáculos políticos y económicos (Rezende, 2007, 2007a,
2007b) que impiden que se realicen acciones (políticas sociales,
por ejemplo) favorables al cumplimiento de los ODMs, en el presente se abordarán, a través de los documentos de las Naciones
Unidas, las actitudes que revelan el desprecio de los sectores
dominantes de los diversos países, en relación con los pueblos
pobres en general.8
Varios textos producidos por las Naciones Unidas serán objeto de un análisis documental, como los informes anuales (RDHs,
2001, 2002, 2003, 2004, 2005a, 2006), en donde se muestran los
avances y no avances respecto a los objetivos del milenio, bien
como los reportajes publicados en el Boletín diario de PNUD y
las entrevistas de los técnicos de los órganos de la ONU sobre
las (im)posibilidades de las acciones en pro de los ODMs y los
informes regionales (RDH/Brasil, 2005; Relatório ODM/CEPAL,
2005) sobre América Latina, en general, y Brasil en particular.
En los informes, en los reportajes, en las entrevistas y en otros
medios de difusión de los ODMs es evidente que existe una expectativa diferente sobre las posibilidades de que las metas del
milenio sean alcanzadas por los distintos grupos de países. Los
países en desarrollo (designación que revela una recusa para que
esas naciones sean caracterizadas como subdesarrolladas, periféricas, atrasadas) son también agrupados en algunos bloques,
tomando en cuenta la mayor o menor posibilidad de cumplir,
al menos en parte, los ODMs hasta 2015. Las Naciones Unidas
denominan a las naciones más pobres del planeta como países
menos desarrollados. Países extremamente pobres —donde no
hay acceso a casi ningún servicio público, como saneamiento,
alcantarillado, salud, educación, etcétera— se designan como
menos desarrollados (the least developed countries).
¿Qué indican denominaciones como “en desarrollo” para un
conjunto de países extremamente desiguales y con índices de
pobreza absoluta frecuentemente muy significativos, así como
8
Es preciso aclarar que en sus informes la ONU establece una diferencia
entre los países en desarrollo (por ejemplo los de América del Sur) y los
países menos desarrollados, o sea, los más pobres del planeta. En el informe “Países menos desenvolvidos: desenvolvendo capacidades produtivas” (2006) se relata la situación de los 50 que estarían en esa condición, entre los que se encuentran Afganistán, Angola, Bangladesh, Burundi, Cabo
Verde, Camboya, Etiopía, Gambia, Guinea, Guinea-Bissau, Haití, Liberia,
Mauritania, República Centroafricana, República Democrática del Congo,
Ruanda, Santo Tomé y Príncipe, Senegal, Tzania, Uganda y Zambia.
“menos desarrollados” para otro conjunto de países sumamente
miserables? Indican, como mínimo, dos aspectos relevantes: por
un lado, la necesidad de diferenciar, respecto a posibilidad, los
pueblos pobres del mundo según las diversas singularidades sociales, económicas, políticas e históricas. Por otro lado, revela
el esfuerzo de las Naciones Unidas para tratar de convencer a
las autoridades y líderes mundiales de que aún los países muy
pobres (Butón, Chade, Djibuti, Eritreia, Kiribati, Níger, Sierra
Leona, etc.) tienen oportunidades de avanzar rumbo a los ODMs.
Se intenta convencer a las diversas naciones que los países con
índice de desarrollo humano muy bajo no pueden estar condenados a permanecer en condiciones de miseria, hambre, de
falta de acceso a la educación y la salud.
¿De qué modo los documentos de la ONU sobre las
dificultades de los ODMs ponen en evidencia la existencia de un desprecio, de parte de los sectores preponderantes de los diferentes continentes, respecto a
la población pobre del mundo?
En términos generales, se constata que la implementación de
acciones y de políticas públicas que lleven al cumplimiento de
las metas del milenio choca con un sistema de ideas y un modelo de comportamiento y de actitudes de gobernantes y líderes
políticos y económicos de todos los países desarrollados y no desarrollados que muestran la ausencia de valoración de la vida de
aquellas personas que subsisten en condiciones de pobreza absoluta, de hambre, de miseria, de analfabetismo y de enfermedades provenientes de la desnutrición, del no acceso a medicamentos y hasta de la falta de información.
Históricamente, los pueblos de América Latina, África y Asia
han sido, desde los procesos de colonización desencadenados
entre los siglos XVI y XX, tratados como inferiores, tanto en los
aspectos económico y cultural como político. El hecho de que
continentes enteros hayan sido subyugados por el colonialismo
se encuentra en la base de una mentalidad que descalifica social,
cultural y racialmente una parte expresiva de la población del
planeta. Puede decirse que la primera forma de globalización,9
9
Celso Furtado considera que es necesario diferenciar entre la globalización de los sistemas productivos y la globalización virtual de los flujos
financieros y monetarios. “La primera globalización es un antiguo proce-
61
62
la de los sistemas productivos, ocurrida en las Américas a partir del siglo XVI, tuvo como fundamento generar un modelo de
dominación política y económica que exacerbaba una mentalidad basada en la supuesta superioridad europea, por un lado, y
una supuesta inferioridad de los pueblos nativos de las Américas
y África, por otro.
Sin embargo, no se quiere decir que tales mentalidades asentadas en el desdén por la vida de los individuos más pobres de
los continentes del hemisferio sur se hayan sedimentado solamente en los países ricos. O sea, los segmentos sociales dominantes y dirigentes de América Latina, África y Asia también
mantienen un modelo de dominación y de organización social
asentado en la negligencia absoluta respecto al sufrimiento social que impera, para una parte expresiva de la población, en
dichas regiones del mundo.
Los documentos de las Naciones Unidas que tendremos
como base para este artículo contienen importantes datos para
una lectura que permite reconocer de qué modo el desprecio
por la vida de los individuos más pobres trae consecuencias
políticas significativas para la humanidad como un todo. Loic
Wacquant (1999) afirma que la actual civilización se encuentra
ante un gran desafío, relacionado con la elección de los rumbos económicos, políticos y sociales que tomará el mundo en
las próximas décadas. El autor observa que la humanidad está
realmente ante el siguiente desafío: entablar una lucha para profundizar en las decisiones políticas democráticas cuyo objetivo
sea combatir la concentración de la riqueza y de oportunidades
o dejar que las cosas caminen en el ritmo actual (miseria, violencias, exclusiones, pobreza) para que la barbarie se instale de
manera cada vez más definitiva en las diferentes regiones del
planeta.
Según Wacquant, las opciones deberán estar pautadas por
la discriminalización de la pobreza que condena poblaciones
enteras a la miseria y a los males sociales que de ella se derivan
(2001, 2001a). ¿Pero cómo será posible? A través del desarrollo
de otra actitud mental de las élites y clases medias, pues sólo así
se logrará construir la toma de decisiones políticas sometidas a
un debate democrático, capaz de ir disminuyendo la convicción
fatalista de que no se puede hacer nada a no ser actuar con desso, resultado de la evolución tecnológica, mientras que la segunda ocurre
principalmente en torno de los centros de poder que se estructuran en el
mundo desarrollado, teniendo como polos los Estados Unidos, Eurolandia
y Japón” (Furtado, 1999).
dén en relación con los pobres que están subordinados al orden
social, y con violencia respecto a los insubordinados al sistema
económico (Wacquant, 1999).
¿Dónde puede detectarse esa actuación desdeñosa y/o represora fácilmente? En la lucha de los sectores dirigentes y dominantes para que el Estado no destine más esfuerzos a las funciones sociales (políticas públicas, por ejemplo), redistributivas y
desconcentradoras de renta; con lo cual al Estado le resta sólo
un papel represor por excelencia. Según Bauman (2005), hay
señales cada vez más precisas de que el Estado abandonará su
función de reciclar a los individuos para tornarlos, supuestamente, aptos para la vivencia social y que abarcará cada vez
más la función de “remoción de la escoria humana”, a través de
una política de seguridad gradualmente más represora y criminalizadora de la población que vive en las regiones más pobres.
¿Y cómo se ha dado ese pasaje de un Estado que recicla personas para otro Estado que remueve los desechos humanos?
Desmantelando las formas colectivas de seguros destinados a proteger a los individuos que caían fuera (supuestamente por un tiempo) de la esfera productiva. Era el tipo de seguro que tenía un sentido obvio [...], puesto que la caída (y de ese modo, la entrada en la
condición de escoria productiva) era considerada una especie de
desgracia temporaria, anunciando un breve periodo de reciclaje,
o sea, de rehabilitación para la vuelta al servicio activo industrial.
Pero muy pronto perdió su apoyo [...] cuando las perspectivas de
reciclarse comenzaron a parecer inciertas y remotas, y las instalaciones destinadas a procesarla regularmente se mostraron cada
vez más incapaces de acomodar a todos los que habían caído o
que ni siquiera llegaron a erguirse (Bauman, 2005).
Entonces la pregunta es la siguiente: ¿qué han puesto en evidencia los documentos de la ONU (informes, datos, entrevistas,
artículos) acerca de las actitudes y de las acciones de los sectores
preponderantes que endosan, cada vez más, prácticas convenientes para mascarar los fundamentos de las diversas formas de
desigualdad, de exclusión, de pobreza?
En primer lugar, puede afirmarse que no se vislumbra en el
horizonte un debate democrático sobre los diferentes modos de
exclusión y desigualdad. Lo que ocurre es que esas condiciones
siguen siendo tratadas como una mera fatalidad por las clases
dominantes, dirigentes y medias.
En los varios informes de las Naciones Unidas, producidos
entre 2001 y 2006, es evidente que, entre los países suscriptores
63
de la Declaración del Milenio, persisten dos posiciones: la que
manifiesta un desinterés absoluto en relación con la pobreza absoluta, con el hambre, con la mortalidad infantil, con la mortalidad materna, con las epidemias, etcétera, o la que se expresa
en acciones, las voluntarias por ejemplo, que también suponen
una perspectiva fatalista, pues como no se ataca la producción
de la desigualdad y la pobreza, las acciones realizadas son simplemente asistencialistas y paliativas, como forma de aminorar
el problema que debería ser combatido.
No es posible olvidar que la propia ONU, tras la tentativa de
enfrentar la pobreza absoluta y todo lo que la acompaña, también acaba por incluir en sus acciones en favor de los ODMs esas
mismas medidas voluntariosas. Tanto es así que las Naciones
Unidas comparten la responsabilidad del cumplimiento de las
metas del milenio entre varios agentes, por ejemplo: el poder
público, el poder privado, el liderazgo de la sociedad civil, las
organizaciones internacionales, las asociaciones voluntarias.
64
La Declaración del Milenio también aclara el papel y las responsabilidades, comunes e individuales, de las partes que son clave
del proceso: de los gobiernos, al alcanzar y permitir lograr los
objetivos y meta; de la red de organizaciones internacionales, al
aplicar sus recursos y experiencias de la forma más estratégica y
eficiente posible, como también al apoyar y sustentar los esfuerzos
de otros a nivel mundial y de cada país; de los ciudadanos pertenecientes a organizaciones de la sociedad civil y del sector privado,
que se comprometen en esta tarea pionera de la sociedad civil y
se colocan con su capacidad singular de fomentar la motivación,
la movilización y la acción (O papel do PNUD e os Objetivos do
Milênio apud Boletín Diario del PNUD, 2005).
Los reportajes de los boletines diarios del
PNUD que destacan la negligencia de los sectores dirigentes y dominantes respecto a los
ODMs
El administrador internacional del PNUD, Kemal Dervis, durante el lanzamiento del Informe del Desarrollo Humano (RDH,
2005a) afirmó: “No cumplir los ODMs sería una tragedia” (Dervis, 2005). Con esa afirmación él hace un llamado de atención
acerca de las consecuencias sociales debido a la no aceleración
de las medidas favorables al alcance de estos objetivos. Los efec-
tos de la falta de cumplimiento tenderían, desde su punto de
vista, a recaer cada vez más en los países ricos. Su argumento
más contundente se expresa así:
El informe nos presenta un aviso claro. Nosotros sabemos que los
ODM son alcanzables, pero si continuamos en ese ritmo la promesa
de la Declaración del Milenio se romperá. Ello sería una tragedia sobre todo el mundo pobre, y los países ricos no quedarían
inmunes a las consecuencias del fracaso. En un mundo interdependiente como el nuestro, prosperidad y seguridad dependen,
de forma crítica, del éxito en el combate a la pobreza. El mundo
tiene conocimiento, recursos y tecnología para acabar con la pobreza extrema, pero el tiempo está terminándose (Dervis, 2005).
Las palabras del administrador internacional del PNUD/ONU
ponen en evidencia, como mínimo, dos cuestiones. Por un lado,
llama la atención de los gobernantes, de los administradores
públicos y privados y de los líderes políticos de las diversas partes
del mundo, pero con énfasis en los sectores preponderantes de
los países ricos, sobre la actitud de desprecio con que las metas
del milenio estaban siendo tratadas. Por otro lado, centraliza las
consecuencias del fracaso, lo cual llevaría cada vez más a comprometer a los países ricos. Hay un mensaje contundente sobre
la inseguridad que puede alcanzar a todos indistintamente. O
sea, la pobreza extrema, la miseria y la exclusión alcanzaría,
esencialmente, a una parte (los más pobres) de los habitantes del
mundo, pero la inseguridad alcanzaría a todos.
¿Qué revela este argumento? Por un lado, la necesidad de
vincular todos los países en esta empresa de combate a la pobreza y de búsqueda de seguridad en un mundo, hoy, cada vez
más interligado. Por otro lado, que la tentativa de sensibilizar a
los sectores preponderantes se hace en un tono casi fatalista y
lleno de súplicas para que sean combatidos el desprecio y negligencia en relación con el cumplimiento de los ODMs. Para Dervis, es evidente que no se vislumbran esfuerzos de parte de los
sectores preponderantes, tanto de los países pobres como de
los ricos, para cumplir las metas establecidas por la ONU. ¿Y
por qué se vuelve necesario recurrir a las amenazas de inseguridad? Porque parecería que ésta es la única forma, actualmente,
de alcanzar a los grupos dirigentes y dominantes. Ello revela
que no se encuentra en el horizonte de estos últimos ninguna
ambición por lograr una sociedad en que haya respeto por la
vida humana de todos los individuos.
Cuando Dervis se dirige a los sectores preponderantes de los
65
66
países ricos, habla como si estuviese aconsejándolos a cambiar
el rumbo de sus acciones, de sus prácticas. De ese modo revela que el desprecio y la insensibilidad deberían dar lugar a un
empeño más efectivo en favor de los ODMs. Así, da a entender
que las Naciones Unidas tienen aún la expectativa de que es
posible movilizar esfuerzos de gobernantes y líderes políticos de
los países desarrollados en favor del combate a la pobreza extrema, a la mortalidad infantil, a las epidemias que asolan los
países pobres, a la falta de escolarización, a la discriminación
de los países pobres en el mercado exportador, etcétera. Pero
¿cómo son las expectativas de los técnicos de la ONU respecto a los sectores dominantes y dirigentes de los países pobres?
Lo que se comprueba es que son mucho menores, pues en esos
países es secular la falta de inversiones en procesos que hagan
más fuerte el combate a la miseria y sus consecuencias sociales.
Si se considera América Latina, algunos documentos del PNUD
y de la CEPAL insisten en que la desigualdad reinante en el continente traba la consecución de los ODMs. Disminuir la pobreza
extrema a la mitad, para 2015, parece inalcanzable debido a los
obstáculos derivados de la extrema concentración de la renta. El
documento de relatoría (Relatório/ODM/CEPAL, 2005: 1) —que
tiene por título “Objetivos de Desenvolvimento do Milênio una
visión a partir da América Latina”— divulgado por la CEPAL
contiene la siguiente afirmación:
A pesar de que se puedan registrar notorios avances en el ámbito
del campo social, América Latina y el Caribe ostentan la lamentable característica de seguir siendo la región con más inequidad
del mundo. La región, afectada por bajos índices de crecimiento
durante largos periodos, ha sido incapaz de reducir la desigualdad
de ingresos y de acceso a productos activos.
En el documento mencionado, debe destacarse la incapacidad
reinante en el continente para revertir las distancias sociales
entre los más ricos y los más pobres, dentro de las diferentes
naciones latinoamericanas. Sin embargo, se puede hacer la siguiente pregunta: ¿Los sectores dirigentes y dominantes son, de
hecho, incapaces de solucionar los problemas correspondientes
a la expansión de las desigualdades? No es posible que se hable
de incapacidad porque esos sectores nunca estuvieron abocados a la disminución de las disparidades sociales. O sea, en el
caso del Brasil, nunca se conoció la implementación de procesos
duraderos para revertir esas condiciones. Y como no es posible confundir programas de reducción de la pobreza absoluta
con procesos de desconcentración de renta, es inadecuada la
suposición de que sea por incapacidad que en los últimos años
no fueron implementados. Es más apropiado considerar que
no sucedieron debido a un modelo de organización social y de
dominio político que justamente se asienta en la manutención
de las desigualdades sociales. Tanto en el plano de las acciones
políticas como en el de las acciones económicas ha ocurrido,
siglo tras siglo, una inversión constante en procesos concentradores de riquezas.
Se puede decir que la reducción del porcentaje de personas
que viven en la miseria no significa, necesariamente, que las
desigualdades sociales hayan disminuido mucho; lo cual pone
en evidencia que no se trata de un proceso duradero y continuo
de desconcentración de renta. Algunos avances registrados respecto a la reducción de las disparidades sociales son rápidamente suplantados por indicadores de que las distancias sociales permanecen casi inalteradas; sea disminuyendo levemente,
sea manteniéndose en un nivel de extrema concentración. Se
puede ver cómo el ritmo de la disminución de las desigualdades, en el Brasil, es lento en el periodo 2004/2007:
Año
Índice de Gini
2004
0,547
2005
0,543
2006
0,540
2007
0,528
Fuente: IBGE/PNAD (2007). En <http://www.ibge.gov.br/home/presidencial/notícias/
notícias> [20 de janeiro de 2009].
No hay dudas de que las desigualdades tienden a ser trabas para
que los ODMs se vayan concretando en América Latina y África. Son suficientes los datos que el documento divulgado por la
CEPAL/ONU en 2005, acerca de los progresos insuficientes y/o
muy limitados para lograr las metas de reducción de la pobreza,
de disminución de la mortalidad materna, de acceso al saneamiento básico, de disminución de las epidemias como HIV/Sida,
tuberculosis y malaria, para concluir que las referidas dificultades para cumplir las metas del milenio están estrictamente relacionadas con las condiciones de disparidades sociales vigentes
en el continente.
En el Informe de Desarrollo Humano, de 2005, se explicaba
que en África la desigualdad social era una dificultad para el
desarrollo. En Uganda, por ejemplo, el crecimiento económico,
en la década de 1990, se produjo acompañado del aumento de
las disparidades sociales. “El indicador de Gini subió de 34 a 42,
desde 1997, lo que significa que el país pasó de un modelo de
baja concentración de renta para otro de mayor concentración”
(Uganda aposta na educação e salta IDH, 2005: 1).
67
68
Aún teniendo presente esos datos acerca de las desigualdades,
debe destacarse que en los documentos de la ONU es visible
una perspectiva moderada sobre los efectos de las disparidades
sociales en el enfrentamiento de la pobreza absoluta y de sus
consecuencias. Tanto es así que diversos materiales (reportajes,
entrevistas, informes) prefieren expresar que las desigualdades
dificultan alcanzar los ODMs, cuando lo correcto sería hablar
de impedimento, pues no se trata solamente de un obstáculo
más; en realidad son las distancias sociales lo que constituye el
elemento estructurante o estructurador de las imposibilidad de
avances rumbo al combate de la pobreza absoluta.
En Brasil, algunas universidades (PUC/Minas, UNB, UFRGS,
UFPe, UFPa) apoyadas en el PNUD, forman parte de una red para
acompañar el cumplimiento de los ODMs. Las mismas están
elaborando un informe que detallará la actuación de los diversos estados de la federación en relación con las metas del milenio. Uno de los responsables por los datos admitió lo siguiente:
Analizar el Brasil con respecto a la media de los indicadores es
algo ineficaz. Lo que importa son las desigualdades, pues es eso
lo que impera. Para algunos indicadores como pobreza, renta y
educación, es posible abordar los datos por regiones. En el valle
de Jequitinhonha (MG) compuesto por 46 municipios, los indicadores son muy malos. Y no fueron las ciudades las que más
evolucionaron. Ello refuerza la idea de que hay mucho trabajo
para realizar en las regiones más pobres del país (Salvato, 2007).
En el caso del Brasil, el peso de las desigualdades como impedimento de los ODMs puede comprobarse también cuando
se examinan los números acerca de la participación de los brasileños en la renta nacional. En 2005, ya quedó evidencia de los
diversos obstáculos que se levantan en el camino de la efectivación de los ODMs, haciéndolos imposibles. Los datos pueden
observarse en los cuadros que siguen:
Segmentos de la
población
brasileña
Participación en
la renta total
en 2005
10% más ricos
40% intermedios
50% más pobres
45,1%
40,8%
14,1%
Fuente: CPS/FGV apud Miséria recua, mas ainda atinge 43 milhões. Folha de S. Paulo,
São Paulo, 23 set. 2006. CB, p. 9.
AÑO
Segmentos de la
población
brasileña
Porcentual total
de la renta
apropiada
2001
2001
2006
2006
1% + rico
50% + pobre
1% + rico
50% + pobre
13,8%
12,7%
12,6%
14,7%
Fuente: Datos publicados en: Hoffmann, Rodolfo (2007), Brasil: a queda na desigualdade da distribuição da renda de 1995 a 2006 e a delimitação dos relativamente ricos em
2006. En <http://www.uff.br/peteconomia/pages/textospage/brasil/rodolfo_hoffmann/
menos26.doc> [20 de janeiro de 2009].
Si se observan los datos de los cuadros anteriores es evidente,
a través de los números, que el continente latinoamericano ha
llegado a un punto de concentración de renta muy difícil cambiar. Será costoso modificar un modelo que fue estructurado
teniendo como pilar un gran desprecio por las condiciones de
sobrevivencia de una parte expresiva de la población. Bauman
(1999) se refiere a ese desdén como una indiferencia ética que
se ha vuelto rutina en las prácticas sociales, en las instituciones
y en el propio sistema social como un todo. Para él, el hecho de
que la indiferencia se haya vuelto una rutina constituye una de
las consecuencias de la globalización.
Si la globalización se toma como un proceso, como afirma
Celso Furtado (1998), que está vigente desde el siglo XVI con
el entrelazamiento de los sistemas productivos que se transforman, en el siglo XX (de la globalización financiera y tecnológica) se puede decir entonces que en América Latina, desde su
origen, se va introduciendo y reproduciendo un proceso social,
económico y político que tiene en la base esa indiferencia ética
resaltada por Bauman.
Las nociones de desdén, de desinterés, de desprecio, de indiferencia que se están utilizando en este artículo han sido concebidas como inscritas, principalmente, en un tipo de actuación
política. Y ello, porque en el caso específico del Brasil, es evidente que la exacerbación de las disparidades sociales, en los
diferentes momentos de la historia, estuvo asentada en acciones
que perpetuaban un juego de intereses favorable, no sólo a los
sectores preponderantes, sino también destructivos de cualquier
posibilidad de agentes políticos capaces de actuar en el escenario político para pautar las acciones de los dirigentes.
En algunos momentos lo afirmado se ha hecho más evidente
que en otros. El pasaje del trabajo esclavo para el libre, el pasaje
de la monarquía para la república, el desarrollo de la industrialización después de los años treinta, la modernización tu-
69
70
telada y llevada a cabo por la dictadura militar y la transición
democrática puesta en práctica desde la década de 1980 hicieron transparentes las innumerables acciones, que fueron estudiadas detenidamente por diversos pensadores sociales (Romero,
1910; Bomfim, 1931, 1993; Cunha, 1966, 1995; Castro, 2001;
Furtado, 1964, 1979; Holanda, 1972, 1987; Azevedo, 1962;
Faoro, 1989), quienes revelan una indisponibilidad política para
formular un proyecto de nación que contemplase todos los grupos sociales. La no sedimentación de políticas públicas y sociales
capaces de impedir que las diversas formas de exclusión se profundicen es resultado de ese desprecio, cristalizado a través de
acciones y procedimientos.
Si, como afirma Celso Furtado, “el reparto de la renta es
comandado por factores de naturaleza institucional y política” (Furtado, 1998), entonces queda más evidente todavía el
carácter político, y no solamente ético, del desinterés que aflora
también cuando se analiza la concentración de la riqueza mundial. El cumplimiento de los ODMs tropieza, no sólo en América
Latina, en la colosal desigualdad social que se ha profundizado
en la actualidad, en vista de una “destrucción creativa del orden
jurídico, político y ético global” (Bauman, 2005).
En un estudio del Instituto de Investigación Económica del
Desarrollo, de Finlandia, publicado en 2006 (Giles, 2006), fue
constatado que la renta personal, en el mundo, está distribuida
de manera totalmente desigual. O sea, el 2% de los más ricos
concentra 50% de la riqueza mundial, mientras que el 50% de
los más pobres apenas se queda con 1%. Existe, aún, el otro
lado, sumamente importante, que constata que 90% de toda la
riqueza del planeta está en manos de los habitantes de América
del Norte, Europa, Japón y Australia.
Tales datos son suficientes para afirmar que una parte expresiva de las dificultades del cumplimiento de los ODMs corresponde a la extrema disparidad de renta existente en el mundo
hoy. Y esa desigualdad es naturalizada, incluso por el desdén
de amplios sectores sociales (dirigentes, dominantes, intermediarios) respecto a la violencia cotidiana a que están sometidos los
más pobres de diversas partes del mundo.
Teniendo en cuenta esa conyuntura, Kofi Annan (ex secretario general de la ONU) insistía en que se estableciera un conjunto
de compromisos políticos que permitiesen lograr los ODMs (Annan, 2005).10 Sin embargo, resulta extraño lo que Carlos Lopes,
coordinador de la ONU en Brasil, expresó al explicar la postura
10
Véase Nós, os povos, o papel das Nações Unidas no século XXI (2000).
de Annan, al insistir en que los compromisos políticos servirán
como “ingredientes básicos para un pacto global para el desarrollo y la consecución efectiva de la Declaración del Milenio”
(Lopes, 2005). Es evidente, de acuerdo con lo antes expuesto,
que el compromiso político no se puede tomar como uno más
de los ingredientes en la receta del milenio elaborada por las
Naciones Unidas.
El hecho de hacer públicas las dificultades de efectivación de
los ODMs ya significa un debate político de inmenso tamaño.
Las acciones que tienen por objetivo, por ejemplo, combatir los
déficits para que los ODMs se realicen efectivamente deben estar ancladas en enfrentamientos políticos de intereses casi petrificados. Si el compromiso político dentro del cual está la declaración del milenio requerido por las Naciones Unidas fuera
sólo un ingrediente en este proceso de combate a la pobreza
absoluta, la mortalidad infantil, el hambre, el analfabetismo, las
enfermedades epidémicas, etcétera, es obvio que nada significativo se logrará para 2015, e incluso ni para 2030.
La meta de la ONU define que, hasta 2015, el índice de mortalidad infantil deberá ser reducido a la mitad, en relación con
el índice registrado en 1990, pero el ritmo de reducción no es
suficiente para que pueda ser alcanzado. El África Subsahariana
será la región que quedará más lejos de la meta, con cerca de 3
millones de muertes más que lo establecido en los Objetivos del
Milenio. En las naciones árabes y en Asia oriental y del Pacífico, el
número de bebés que no llegarán al año de vida debe ser de 600
mil por encima de lo acertado en la Cúpula de 2000. En América Latina y el Caribe, esa diferencia debe estar por debajo de
100 mil. “Ningún indicador capta la divergencia en la capacidad
de desarrollo humano mejor que el de la mortalidad infantil. En
todo el mundo el índice está disminuyendo cada vez más despacio
y con mayor diferencia entre los países ricos y pobres”, registra
el RDH de 2005. Cuando se considera el acompañamiento de la
salud infantil hasta la edad preescolar, entonces el déficit queda
mayor aún.11 El informe muestra que, si se mantiene el progreso
actual, el número de niños que muere antes de cumplir los 5 años
deben quedar 41 millones por encima del límite definido por los
ODMs. “Ése es un resultado difícil de conciliar con la promesa de
la Declaración del Milenio, en la que los países de las Naciones
Unidas se comprometen a proteger a los niños de todo el mundo’,
critica el RDH de 2005” (Deficit em ODM pode matar 4,4 milhões de
bebês. Reportajes/PNUD, 2005).
11
Véase Relatório Mundial do UNICEF (2006).
71
América Latina y la negligencia en relación
con los pobres como factor que impide el
cumplimiento de los ODMs
72
El administrador del PNUD, Kemal Dervis, en una visita al continente a principios de 2007, afirmó que “el pobre de América
Latina no puede ser negligenciado”, abandonado, en los procesos de desarrollo puestos en marcha en el continente. Sin embargo, no queda claro en sus palabras quiénes, qué grupos sociales, qué instituciones, qué procedimientos serían responsables
por la negligencia respecto a los pobres. Ese tipo de discurso
que generaliza es muy común cuando se observan las entrevistas
y declaraciones de los responsables de la coordinación, administración e implementación de acciones en favor de los ODMs.
Muchas veces la pobreza es discutida sin que se le relacione con
las condiciones de desigualdad, así como, en otros momentos,
se señala la existencia de negligencia en relación con los más
pobres, pero sin dejar claro cómo efectivamente se procesa. De
manera demasiado prudente, en algunas oportunidades, los técnicos de la ONU mencionan discretamente la responsabilidad de
los gobernantes por la negligencia. Preste atención a la siguiente
declaración:
A pesar de que la mayoría de los países (latinoamericanos) posee una renta media, en algunos, como Guatemala y Honduras,
se enfrentan serios desafíos de desarrollo para gran parte de la
población que vive en la extrema pobreza. Si los Objetivos del
Milenio son llevados en serio esas personas no pueden ser negligenciadas. Aun en una pequeña región como es América Central, los desafíos varían de un país para otro. Ése es un recado
importante para nuestro trabajo, que debe basarse siempre en las
especificidades de cada país y realizarse junto a los gobiernos y
sus prioridades (Dervis, 2007).
Incentivar a los gobernantes para que den prioridad al planeamiento de acciones que alcancen a los más pobres de una región
(América Central), donde 3 de cada 5 personas son pobres y 2 de
cada 5 viven con menos de un dólar por día, o sea, en la pobreza
absoluta, ha sido una de las formas propuestas por los administradores de los ODMs en la lucha contra la negligencia. De tal
modo que Rebeca Grynspan, directora regional de PNUD para
América Latina y Caribe, declaró lo siguiente: “Es prioritario
dar apoyo a los gobiernos de América Central y del Caribe en
sus iniciativas para reducir la pobreza y la desigualdad y lograr
los Objetivos del Milenio hasta 2015. Aunque el crecimiento sea
indispensable para el desarrollo, es preciso invertir mucho más
en el sector social, antes de poder constatar avances reales en el
desarrollo humano” (Grynspan, 2007).
Para esos dos técnicos del PNUD la forma más evidente de
negligencia en torno a los pobres de América Central puede
constatarse a través de la baja inversión en el sector social, lo
cual debería estar en primer lugar en los próximos años para
cumplir los ODMs. En ambas declaraciones existe algo que
merece ser subrayado. En primer lugar, el énfasis a las especificidades de cada país, pues, dentro de la propia ONU, hay críticas al modo cómo fueron definidas las metas, según criterios
generales y no en vista de las particularidades de cada región
o nación. Jan Vandemoortele, economista y coordinador de las
Naciones Unidas en el Paquistán, afirma lo siguiente:
Las metas de los Objetivos del Milenio fueron definidas en base
a los progresos mundiales verificados en los 25 años anteriores a
1990 (año tomado como base en el cálculo de las metas) y, por
lo tanto, los ODMs buscan esencialmente que el mundo mantenga
hasta 2015 el ritmo de avances de las décadas de 1979 y 1980.
Las metas cuantitativas fueron establecidas teniendo como base
las tendencias globales y no la tendencia histórica de una región
en particular o de un país específico (Vandermoortele, 2007).
En segundo lugar, las palabras de Kemal Dervis y Rebeca
Grynspan también hacen evidente que ellos son partidarios de
una perspectiva, dentro de las Naciones Unidas, que atribuye
un papel fundamental a los gobiernos, en la efectivación de las
Metas del Milenio. Es decir, existe una tensión entre los responsables por incentivar acciones que lleven al cumplimiento de
los ODMs, respecto a quién le corresponde, de hecho, atacar las
condiciones que perpetúan las disparidades sociales. Al decir
que los gobiernos deben comprometerse en la lucha contra
la pobreza y sus consecuencias sociales, tanto uno como otro
intentan convencer a los gobernantes para realizar más inversiones en lo social.
No obstante, Kerman Dervis ha demostrado, en algunos momentos, que además de las inversiones de los gobiernos en lo
social, es necesario también un crecimiento económico capaz
de generar trabajos decentes conforme a los moldes defendidos
73
por la OIT (Organización Internacional del Trabajo), para que
los ODMs progresen efectivamente.12 Él expresó:
Una consecuencia del crecimiento desigual es que ha sido menos
en favor de los pobres. No puede haber progreso en relación a los
Objetivos del Milenio si no construimos una economía mundial
que genere trabajo decente. El crecimiento de la economía global
nunca fue tan rápido como en la actualidad. Sin embargo, muchos
países pobres han sido excluidos y hoy se encuentran mucho más
lejos de los países ricos que antes. Aunque sea importante crecer
rápidamente, no significa que sólo el crecimiento va a eliminar la
pobreza. La distribución de renta afecta la capacidad que el crecimiento tiene de ayudar a que las personas salgan de la pobreza
(Dervis, 2006).
74
Debe tenerse en cuenta, no obstante, que la inversión en el sector social tiene un carácter claramente genérico, ya que los técnicos del PNUD no dan muchas indicaciones sobre la forma en
que debe ser hecha esa inversión. Si se trata de proyectos asistencialistas, obviamente las disparidades sociales continuarán
siendo negligenciadas, pues las mismas exigen acciones que
desconcentren la renta, lo cual no puede hacerse por ningún
tipo de medida paliativa. En sus entrevistas o declaraciones, raramente los técnicos de la ONU entran a fondo en defensa de las
acciones institucionales y políticas que, de hecho, sean para la
distribución de renta. Al esquivarse de trazar una correspondencia entre desigualdad social y pobreza se perpetúan algunas
interpretaciones equivocadas relacionadas con los procesos generadores de las disparidades sociales.
En continentes donde prevalecen desigualdades extremas,
como es el caso de América Latina y África, destrabar los
Según las estimaciones del PNUD, ninguna región del mundo cumplirá
los ODMs hasta 2015. El Norte del África podrá alcanzar algunos, pero no en
lo referente a la promoción de género y salud materna. Los países de Asia
seguramente no lograrán, entre otros, la universalización de la educación
para niños y niñas, la reducción de la mortalidad infantil, el combate al
Sida y otras epidemias. En América Latina, en los países de la ex Unión
Soviética y en el sudeste de Asia serán alcanzados, probablemente, algunos
de los objetivos. La perspectiva más pesimista es para África Subsahariana
y para Oceanía, donde la tendencia es no lograr ninguno de los ODMs hasta
el año 2015 (Crescimento sem emprego não garante ODMs, 2006).
12
mecanismos que impiden la efectivación de los ODMs es algo
muy complejo, pues exige el enfrentamiento de los intereses
económicos y políticos históricamente sedimentados. Si los técnicos de la ONU están sugiriendo solamente acciones asistencialistas —por lo menos es lo que parece en varias ocasiones—, ellos están equivocados sobre la complejidad de la negligencia ya
sea de gobernantes, líderes políticos, élites económicas, técnicos
del poder público y de diversos segmentos de las clases medias,
que se estableció a lo largo de los siglos en los países campeones
en cifras que denuncian las desigualdades sociales.
Semejante desprecio es la base del modelo de organización
social y de dominio, que puede ser mejor entendido a través
de datos que revelan un número exorbitante de personas cuyas
vidas son destruidas por la pobreza absoluta. Las dificultades
para que esas cifras de indigencia disminuyan son indicadores
de la opulencia y de la miseria que han marcado las sociedades
en extremo desiguales (Grande Salvador está longe de meta da
ONU, 2006).
El Atlas do Desenvolvimento Humano da Região Metropolitana de Salvador (2006) detectó que el porcentaje de personas
que vive con menos de ¼ del salario base en la Grande Salvador
(Estado de Bahía, Brasil) cayó de 16,7% a 15,2% en la década
de 1990.13 Se trata de una disminución muy pequeña, o sea, de
1,5%, si se considera que para cumplir el objetivo de reducir
a la mitad el número de personas que vive bajo condición de
pobreza absoluta es necesario que caiga sostenidamente 6,85%
hasta 2015.
Año
1991
2000
2015
% de personas que viven con menos de ¼
del salario base en la Grande Salvador
16,69
15,21
Debería ser 8,35 para cumplir los ODMs
Fuente: Atlas del Desarrollo Humano de la Región Metropolitana de Salvador (2006) apud
Grande Salvador está longe de meta da ONU. Boletín diario. PNUD/ONU. 28 dez <http://
www.pnud.org.br/pobreza/desigualdade/reportagens/index.php> [28 de dezembro de
2006].
13
El libro Bahia de todos os pobress (Souza e Faria, 1982) contiene innúmeros datos de la década de 1970 sobre la opulencia y la miseria en la
Grande Salvador.
75
¿Por qué los ODMs acaban por dejar claro el desprecio e
indiferencia producidos socialmente y que revelan la inexistencia de un proyecto colectivo de nación?
76
El desinterés es social e históricamente producido y perpetuado
mediante una cultura política asentada en la servidumbre de
la mayoría a una forma de dominio excluyente y autoritaria,
así como en un conjunto de procedimientos no democráticos
que bloquean e impiden la posibilidad de establecer medidas
orientadas a la desconcentración de renta y a la efectivación de
acciones duraderas de combate a la pobreza absoluta, a la desnutrición, a la mortalidad infantil, a la imposibilidad de acceso
a la salud básica, saneamiento, agua potable,14 etcétera.
¿Por qué ese desdén de los sectores dirigentes, dominantes y
medios por las condiciones de sobrevivencia precaria y caótica
de las camadas más pobres es tan visible en los debates sobre los
ODMs? Se puede decir que en Brasil ese desdén ha aparecido
en diversos momentos y episodios protagonizados por líderes
políticos, empresariales y gubernamentales en los más diferentes
momentos históricos, no solamente en la actualidad.
Sin embargo, en Brasil, los sectores más pobres nunca consiguieron entrar a la arena política; siempre fueron alejados por
mecanismos de violencia y de rechazo brutal. Es suficiente mencionar que a lo largo del siglo XX las reivindicaciones por mejores sueldos, mejor distribución de renta, fueron tratados como
casos de policía y, por lo tanto, combatidos así como por mecanismos de cooptación y de busca de adhesiones que tendieron a
matar la emergencia de fuerzas sociales capaces de pautar la
acción de los sectores dirigentes y dominantes. De acuerdo con
Celso Furtado (1964, 1998), las desigualdades y pobreza extrema fueron exacerbando las dificultades políticas, económicas
14
El RDH 2006 mostró que sólo 19 de los 88 países pobres cumplieron el objetivo de reducir, por lo menos a la mitad, el déficit de agua potable para sus
poblaciones. Respecto al saneamiento público, sólo 10 de 86 países pobres
alcanzaron la meta. Uno de los casos que más preocupa es el de Etiopía,
“donde el ya bajo rendimiento del 23% cayó un punto porcentual y dejó el
país a 40 puntos de la meta del 62%. En alcantarillado, el peor desempeño
fue de Burundi (África), donde la proporción de personas que lo recibe
baja de 44% a 36%. Siendo así, el país necesita ahora doblar su esfuerzo
para lograr el 72%. La segunda baja fue registrada en África del Sur, donde
de 69% bajó a 65% - 20 puntos porcentuales abajo del 85% establecido por
los Objetivos del Milenio” (7 Países cumplirán a meta de água e esgoto,
2006).
y sociales que entonces fueron adquiriendo cada vez contornos
más nítidos. Esa nitidez, puede decirse, ha traspasado de manera contundente en los informes, entrevistas y reportajes de los
órganos de las Naciones Unidas sobre los desafíos enormes para
hacer efectivos los ODMs.
Debe tenerse en cuenta que este análisis considera que la efectividad de los ODMs no sólo incluye los datos estadísticos, pues
muchas veces pueden no revelar las innumerables dificultades
existentes en las diversas áreas sociales. El objetivo número dos
(Alcanzar la enseñanza primaria universal), por ejemplo, llegará a ser efectivo si, más allá de los datos estadísticos sobre el
número de niños y niñas en las escuelas, se alcanzaran también
mejorías en la enseñanza y en el aprendizaje. Respecto a los
objetivos cinco y seis (mejorar la salud materna y combatir las
enfermedades epidémicas) puede decirse que se harán efectivos
con la implantación de una salud pública de calidad para todos.
O sea que no basta garantizar transitoriamente algunas mejorías de la salud materna, de la mortalidad infantil o, incluso,
algún programa de combate a algunas enfermedades. Los ODMs
se harán efectivos solamente si ocurriera un proceso duradero
en que haya inversión en la salud pública y áreas afines, como
saneamiento, agua potable, viviendas adecuadas, etc. Todo eso
exige que se establezcan políticas públicas de salud duraderas y
con continuidad.
Lo que se constata es que el logro efectivo de los ODMs depende de la existencia de fuerzas sociales capaces de influir la acción de los dirigentes. O sea, capaces de actuar en asociaciones,
entidades de la sociedad civil, movimientos sociales, partidos,
consejos, entre otras organizaciones, que tengan por objetivo
crear mecanismos de presión para que haya una aplicación adecuada del dinero público, transparencia en cuanto al destino de
los recursos, definición de prioridades en su aplicación, acompañamiento de los procesos decisorios que afectan los diversos
segmentos sociales y que exigen resultados efectivos en los diferentes campos (como alimentación, saneamiento, educación,
salud) destacados por los ODMs.
Atribuir al Estado en primer lugar la tarea de llevar a los pobres los servicios esenciales como saneamiento y agua potable
haciendo que avancen, en la sociedad civil, los mecanismos de
control sobre la aplicación del dinero público como forma de
hacer efectivos los ODMs, es algo destacado como esencial por
el Centro Internacional de Pobreza, vinculado al PNUD, en un
estudio titulado “¿La privatización y la comercialización de los
77
servicios públicos pueden ayudar a cumplir los ODMs?”. En un
reportaje sobre dicho documento, el Boletín diario del PNUD
afirma lo siguiente:
El proceso de privatización de los servicios públicos, especialmente
del agua, saneamiento y energía eléctrica, así como la adopción
de modelos privados de administración en salud y educación,
han aumentado la exclusión social en los países en desarrollo y fallaron en la tarea de contribuir al avance del cumplimientos de los
Objetivos del Milenio. [...] De acuerdo al estudio, las privatizaciones, cuando ampliaron los beneficios para la población pobre,
casi siempre los hicieron con los propios recursos del gobierno.
En general, afirman los estudiosos, las reformas adoptaron una
estrategia de carácter mercadológico que, en diferentes grados,
privilegiaron al interés privado, y no al de los pobres. [...] “Entre
1995 y 2004, más del 70% de las inversiones en infraestructura
del sector privado fueron para telecomunicaciones, y menos del
3% para agua y saneamiento”, destaca el informe (Privatizar eleva exclusão e não ajuda ODM, 2006).
78
Durante la década de 1990, diversos organismos internacionales
(Banco Mundial, FMI) incentivaron la privatización de servicios
públicos y la adopción de modelos privados de administración
de la salud y la educación. ¿Cuál era el efecto más inmediato de
ese tipo de propuesta? En primer lugar, liberar al Estado de su
compromiso con los servicios sociales básicos; en segundo lugar,
retirar del Estado la responsabilidad de realizar trabajos sociales
básicos y contribuir al debilitamento de las reivindicaciones, por
parte de los movimientos sociales, por mejorías en los servicios
públicos, responsabilidad primera del poder público. ¿Qué revela el referido documento? Que el modelo de Estado mínimo,
incentivado en la década de 1990, significó una tragedia para
las poblaciones más pobres que pasaron a tener más dificultades
para sobrevivir como consecuencia del deterioro visible de los
servicios básicos de saneamiento, salud y educación.
El hecho de que esos servicios estén privatizados, o administrados a través de modelos privados, colabora para que el fortalecimiento de los espacios públicos de reivindicación encuentren dificultades, ya que la acción política de las asociaciones, de
las organizaciones de la sociedad civil, no tienen cómo dirigirse
al Estado directamente, pues éste se va esquivando, sea mediante la privatización o la tercerización, de cumplir con su papel
de garantizador de los servicios indicadores de los derechos sociales; lo que no se hace de manera automática, sino de acuerdo
con la expansión de la participación y reivindicación de diversos
segmentos sociales por mejorías crecientes.
Al principio de este apartado fueron discutidos los efectos perversos de un modelo de organización social y de dominio que
durante siglos se ha alimentado de la más brutal desigualdad y
exclusión; lo cual ha perpetuado una constante eliminación de
los sectores populares de los procesos decisorios. El hecho de
que los “figurantes mudos” prevalezcan, para utilizar una designación de Sergio Buarque de Holanda (1972), ha consituido la
dificultad de romper con un modelo de dominio tutelar y oligárquico que, a su vez, ha eternizado un proceso de exclusión
social y político que se revela como el verdadero obstáculo para
que los Objetivos del Milenio se cumplan en el Brasil. Pues sin
la participación de los diferentes sectores en el campo político,
no habrá garantías de que los avances que se lleguen a lograr en
algunas áreas y coyunturas puedan ser duraderos.
No obstante, los obstáculos resultantes de las innumerables
dificultades para la participación política lo que se expresa no
sólo en la superficialidad de los avances sino, principalmente,
en la perpetuación de los alarmantes índices de pobreza. En el
Relatório de Monitoramento Global (2007) hay una previsión
para América Latina de que la meta I del Objetivo No. 1 (de
disminuir a la mitad, hasta 2015, la población con renta inferior a U$1 por día) no se logrará. En el caso de Brasil, algunos
Atlas del Desarrollo Humano, como el de El Salvador, referido
anteriormente, y el de Manaus han demostrado que son pequeños los avances en el combate a la pobreza. En un reportaje
del Boletín diario del PNUD, del 24 de octubre de 2006, se demuestra que entre 1991 y 2000 hubo un enorme “deterioro de
la condición social en la mayoría de las regiones” de Manaus.
El peor desempeño fue el de la UDH (Unidad de Desarrollo Humano) de Monte de Oliveiras, con una población de poco más de
18 mil habitantes, donde la proporción de personas con renta inferior a medio salario mínimo se quintuplicó, subiendo de 10,28%
para 56,25%. En las UDHs de ciudad nova/Monte Sinaí, Mundo Novo (12 mil setecientos habitantes) y Cidade Nova/Riacho
Doce, Campo Dourado (8 mil quinientos), el índice es superior
al triple: ambos pasaron de 12,13% para 40,03%. En otras cinco
con UDHs el aumento de la proporción de pobres superó el 100%.
[...] El mapa de Manaos deja claro que, en la mayoría de las regiones, el fracaso en la tentativa de reducir la pobreza representa
la intensificación del cuadro de desigualdad ya comprobado en la
capital en 1991. [...] Otro problema que aumenta la preocupación
79
en relación a la situación de Manaos es que la intensidad de la
pobreza aumentó 61 unidades del desarrollo humano. Lo cual significa que en un 75% de las UDHs la renta de los pobres quedó
más lejos todavía del medio salario mínimo que ellos precisarían
para superar la línea de la pobreza (Pobreza sobe e Manaus fica
longe dos ODM, 2006).
Datos como éstos son muy significativos porque no permiten
que se hagan afirmaciones generales acerca de los avances en
el cumplimiento efectivo de los ODMs.15 En el caso del Brasil es
necesario un análisis minucioso de las diversas regiones, microrregiones, de las diferentes zonas metropolitanas, de las diversas
unidades de la federación, etcétera. A veces hay avances en algunos aspectos y regiones que en otros no se constatan; esto exige
que las estimaciones se realicen con mayor precisión en relación
con lo que, de hecho, se hará efectivo en el país, respecto a la
disminución de los sufrimientos sociales, hasta 2015 y/o 2030.
Últimas consideraciones
80
El informe que tiene por título Monitoría Global de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (2006), lanzado por el Banco
Mundial, en abril de 2006, afirma que solamente 34 países, de
un total de 143, podrían alcanzar la meta de reducir a la mitad
el número de personas hambrientas. Se trata de un dato tremendamente preocupante, pues indica que solamente ¼ de las
naciones cumplirán el ODM del hambre. La cuestión que surge
entonces es: Si el objetivo núm. I (erradicar la pobreza extrema
y el hambre), cuya meta es reducir a la mitad, entre 1990 y 2015,
la proporción del número de personas que vive con una renta
menor a U$1/día, fuese logrado sólo por ¼ de los países, se
podría decir que eso sería una prueba, de las más contundentes,
de que la erradicación de la pobreza extrema, del hambre, de la
desnutrición infantil y adulta y de la mortalidad infantil indudablemente exige la disminución de las desigualdades.
Sin establecer una estrecha correlación entre pobreza y
desigualdad, no es posible encontrar las razones de los obstáculos que se han colocado en el camino de la efectivación de los
ODMs. Los sectores preponderantes de los países ricos, así como
de los pobres, tienen facilidad para formular críticas superfi-
ciales a los índices de pobreza y a sus consecuencias más inmediatas, tales como una supuesta inseguridad provocada por la
exacerbación de los males sociales. Sin embargo, es muy raro
que mencionen las disparidades como las que generan la pobreza absoluta y relativa. En sus manifestaciones públicas, se
comprueba una tentativa de hacer creer que la pobreza no tiene
ninguna relación con las desigualdades sociales.
Posturas como ésas exacerban, continuamente, visiones fatalistas sobre la pobreza, como también otras de desdén, de
indiferencia social, ética y política acerca de los mecanismos
que engendran diariamente disparidades y pobrezas en escalas
monumentales. En la vida cotidiana se difunden perspectivas
basadas en soluciones individuales para problemas sistémicos
(Bauman, 2001), como son las prácticas voluntarias, las cuales
son asumidas con vehemencia por los técnicos de las Naciones
Unidas. El resultado más inmediato de ese proceso es la continua precariedad de las políticas públicas y sociales. La defensa
de prácticas voluntarias confirma la debilidad de las mismas.
Las metas de reducir, hasta 2015, la proporción de personas
en condiciones de pobreza extrema, de desnutrición, de falta de
acceso a la educación, a la salud pública y materna, así como
todos los demás ODMs, no pueden alcanzarse con acciones voluntarias que tienden a ser paliativas y a alimentar concepciones
equivocadas sobre cómo la pobreza, el hambre y las desigualdades se enlazan y reproducen socialmente. Puede decirse que
en la actualidad muchas ilusiones se crean, se potencian y se
venden en nombre de una supuesta solución para los problemas
relacionados con la miseria.
Puede decirse que el programa de Voluntarios de las Naciones Unidas, al incentivar acciones que venden la ilusión de
que aún en situación de miseria absoluta los individuos paupérrimos como sujetos aislados deben buscar solución para sus
problemas, también está proponiendo ilusiones biográficas para
problemas sistémicos (Bauman, 2001).
Por ejemplo, enseñar a los más pobres a encontrar formas
de realizar algo por cuenta propia en el mercado de trabajo, a
través del marketing personal, es una forma de ayudar a enredar
totalmente la relación entre pobreza, exclusión y desigualdad.16
16
15
Véase Quanto custa atingir o objetivo de desenvolvimento do milênio e
cortar a pobreza pela metade entre 1990 e 2015? (2006).
El proyecto Universitarios del Milenio, apoyado por el PNUD, se empeña, entre otras varias actividades, en orientar a las personas desempleadas a hacer marketing personal como forma de realizarse profesionalmente.
81
82
El punto de partida es el presupuesto de que una de las consecuencias no intencionales de este tipo de solución individual
para problemas generados socialmente (Bauman, 2001) es la
exacerbación de la indiferencia, de parte de los gobernantes,
de líderes políticos, de segmentos empresariales y de sectores
medios, respecto a las poblaciones más pobres.17 Esto significa
fortalecer una visión equivocada de que las soluciones pueden
ser dadas mediante pequeñas acciones que no atañen, ni de
cerca, al modo como se procesan las desigualdades y las diversas formas de exclusión social. Así, todos los no pobres pueden
continuar con su vida de lujo, de consumo superfluo, de obstinación para encontrar el mejor lugar (profesional) dentro de un
sistema totalmente orientado a la producción de desigualdad,
más y más pobreza, más y más indiferencia por la existencia
de mil millones de personas que viven en condición de extrema
pobreza en el mundo actual. Solamente en América Latina hay
47 millones de individuos en tal situación.
Desenredar la relación entre desigualdad y pobreza es, entonces, el principal punto de partida. Se cree que en los documentos aquí analizados la disparidad social y la pobreza son disociados en algunos casos, mientras que en otros no. En ciertas
situaciones los análisis de los técnicos responsables de coordinar,
promover, fiscalizar, etcétera, las acciones en favor de los ODMs
construyen estrategias para evitar enfrentamientos con un modelo de organización económico, social y político cuya perpetuación exacerba las desigualdades, a través de las prácticas y de
los diversos grupos sociales.
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86
Construcción dramatúrgica de las
políticas sociales
I
Índice
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Ivo Domingues
Carlos Veloso da Veiga
Introducción
Las políticas sociales son creadas en las instancias del poder central y son implementadas en los diversos lugares por medio de
organismos orientados al diagnóstico y corrección de los problemas de pobreza y exclusión social. Los responsables de esos
servicios locales, los técnicos sociales y las personas que solicitan
los subsidios son los principales protagonistas de la realización
cotidiana de aquellas políticas sociales, ya que desarrollan prácticas adecuadas o no a los requisitos legales. En este contexto socio-organizacional, el problema teórico más pertinente es este:
¿quién, cómo y cuándo media la transformación de las políticas
sociales en prácticas institucionales de ayuda a la pobreza y exclusión social?
¿Por qué aplicar la teoría dramatúrgica goffmaniana al análisis de los procesos de valoración de las condiciones de pobreza y
de exclusión social? Creemos que hay dos ventajas que justifican
esta elección: 1) permite ver la implementación de las políticas
sociales como proceso de comunicación simbólico e interactivo;
2) permite colocar en el centro del proceso de valoración de las
candidaturas la subvención social de la competencia dramatúrgica de los candidatos y no los requisitos formales ni los criterios técnicos; 3) permite tácitamente valorar cualitativamente
87
los candidatos como complemento a la valoración documental
de las candidaturas.
La respuesta a esta cuestión la hacemos con ayuda de la metáfora dramatúrgica de Goffman y de sus contribuciones sociológicas para la comprensión de las actividades sociales como
representaciones de papeles sociales. Aquella metáfora ofrece
un modo de pensar y una forma de ver las prácticas de apoyo
público a los ciudadanos más desfavorecidos como modelos escenificados de una actuación. Esta investigación se realizó en el
norte de Portugal, en una región semiurbana. La investigación
es cualitativa y recurrió a entrevistas con los técnicos sociales de
los servicios regionales del Ministerio de Trabajo y de la Seguridad Social, de los Servicios Sociales de los ayuntamientos y de
Instituciones Privadas de Solidaridad Social.
Políticas sociales de apoyo a la pobreza
88
Hacemos aquí una rápida presentación de los programas sociales que encuadran las actividades de evidencia y análisis de
situaciones de pobreza tomadas como objeto de este estudio.
Concretamente, mostramos tres dimensiones del apoyo social a
la pobreza y exclusión social: atribución de un salario mínimo
de subsistencia; atribución de apoyo a la adquisición, mejoría o
arrendamiento de vivienda; atribución de apoyo financiero para
gastos extraordinarios que mejoren la calidad de vida.
El Salario Mínimo Garantizado fue creado en 1996 y corporiza una medida de protección social orientada a garantizar un
nivel mínimo de salario considerado indispensable para la subsistencia de los ciudadanos. Se trata de una prestación monetaria integrada en la Protección Social concedida a personas en
edad activa y que se encuentran en situación de grave carencia
económica y social. Esta protección rompió con la perspectiva
más asistencialista y adoptó una que combina perspectivas de
salario mínimo, de empleo y de autonomía social. Fue sustituido
por el Salario de Inserción Social en 2003. Éste introdujo algunas alteraciones, restringiendo más el acceso y manteniendo el
derecho de candidatos a ayuda social, penalizando aún más el
incumplimiento de compromisos asumidos por los beneficiarios
y los abusos y fraudes, y también acentuando el carácter temporal y secundario de la prestación monetaria.
La Vivienda Social es un programa social en el área de intervención pública que sirve para facilitar el alojamiento de ciu-
dadanos desfavorecidos. Esta respuesta contempla diferentes
soluciones. El Régimen de Renta Subvencionada, creado en
1993, permite el arrendamiento de vivienda social a un precio
técnico, considerando el financiamiento aplicado en su construcción, los salarios de los inquilinos y la tasa de esfuerzo determinada. El Programa de Solidariedad y Apoyo a la Recuperación
de Vivienda, creado en 2001, posibilita el financiamiento para
restaurar la vivienda propia y permanente sin intereses. Programas Municipales de concesiones de apoyo para reparación,
conservación y mejora de las casas de familias económicamente
desfavorecidas, por medio de préstamos financieros, servicios
municipales y exenciones fiscales. El Programa de Financiamiento para Acceso a la Vivienda, creado en 2004, otorga a los
ayuntamientos financiamiento público para ampliar y revalorizar el parque de vivienda social.
La preservación de condiciones del ejercicio de la ciudadanía
y del disfrute de condiciones de vida adecuadas a los valores
morales dominantes está garantizada por la Acción Social. Los
ayuntamientos, las Instituciones Privadas de Solidaridad Social
y la Administración Central cooperan para registrar, analizar y
auxiliar personas desfavorecidas con diferentes ayudas -salud,
movilidad, escolaridad. Así, a través de las concesiones de ayudas en especies (ayudas técnicas, equipamientos domésticos, etcétera) y de dinero combaten la pobreza y la exclusión social.
La candidatura a apoyos sociales y el análisis de las situaciones
de desfavorecimiento coloca en relación con los solicitantes de
las ayudas y con los técnicos que analizan las solicitudes. Las
interacciones sociales desarrolladas entre las personas pobres o
excluidas que requieren apoyo y los técnicos que interpretan
los síntomas de las necesidades convocadas e intervienen en la
aplicación de las leyes y reglamentos ofrecen oportunidades de
representación de papeles sociales asociados con la pobreza y
con la eficiencia técnica. Las interacciones sociales desarrolladas en este ámbito constituyen el objeto del análisis sociológico
que aquí se realiza.
Representaciones, plateas y regulación
dramatúrgica
Las plateas son fundamentales al orden social asentado en la
representación de papeles sociales. Goffman (1983) atribuyó
a las plateas diferentes funciones: proteger y autorizar las re-
89
90
presentaciones de los actores. Al adoptar distintas técnicas protectoras para garantizar las condiciones necesarias para la continuidad de la representación y al cuestionar la legitimidad de
los actores para representar los papeles sociales adoptados, se
garantiza la representación social realizada por actores legítimos, y así se perpetúa el orden social asentado en la representación de personajes que proponen definiciones de la realidad y
estructuran las prácticas sociales.
Respecto a la duración de su actuación, las plateas pueden ser
consideradas como permanentes, temporales u ocasionales. Son
plateas permanentes cuando, compartiendo condiciones semejantes
de vida, asisten o pueden asistir más o menos continuamente a las
representaciones de los actores. Los vecinos son los compañeros
de trabajo que, teniendo acceso a las condiciones de vida más
íntimas de la familia, constituyen este tipo de platea. Por eso, es
frecuente entre las familias que solicitan apoyo social establecer
acuerdos con los vecinos, para que éstos transmitan informaciones convenientes y concertadas de la realidad económica
de la familia para hacer su representación más coherente a los
ojos de los técnicos sociales. Son plateas temporales cuando, pretendiendo analizar la honestidad de la representación, directa
e indirectamente, asisten a las representaciones de los actores
en circunstancias temporales y espaciales delimitadas. Los técnicos sociales que, posteriormente al recibimiento del pedido de
intervención, buscan diferentes formas de recoger información
apropiada sobre la condición de la familia solicitante constituyen este tipo de plateas. Contactan servicios diversos, bien sean
escolares, sociales o médicos, solicitan declaraciones oficiales y
abordan a vecinos para confirmar los datos e impresiones. Son
plateas ocasionales cuando, incidentalmente compartiendo el mismo territorio, asisten a las representaciones de los actores o se
aproximan a las personas que los conocen y recogen datos para
aprobar o denegar la subvención requerida. Esta observación
puede ocurrir en encuentros realizados en el interior del edificio
de los servicios sociales, en locales comerciales o en las calles
más próximas, que ofrecen inesperadas oportunidades para profundizar el conocimiento de los casos y fundamentar la decisión.
Respecto a lo anunciado, las plateas pueden ser esperadas,
plausibles o inesperadas. Son plateas esperadas cuando la observación de los protagonistas fue anunciada y se sabe cuándo y
dónde va a ocurrir y quien la hará. Cuando anuncian la visita
a la casa de la familia para analizar sus condiciones de vida y
valorar la necesidad de la subvención solicitada, los técnicos so-
ciales siempre conforman este tipo de platea. Son plateas plausibles cuando los actores admiten que puedan ser observados en
cualquier momento para recaudar información crítica que permita evaluar el grado de necesidad de la ayuda social. Los técnicos sociales que, después de la presentación del requerimiento
de subvención o de denuncia practicada por alguien, visitarán
a la familia o a los vecinos críticos que, en busca de indicios de
desperdicios o de salarios, vigilan los comportamientos de los
solicitantes constituyen este tipo de platea. Son plateas inesperadas cuando los actores no consideran plausible ni esperada la
observación de sus actos. La visita no anunciada de los técnicos
sociales a casa de los solicitantes o de los beneficiados para analizar la honestidad de la representación y la observación oculta
del camino de las personas que salen del edificio de la Seguridad
Social, donde fueron a solicitar subvenciones por dificultades
físicas para trabajar, conforman este tipo de platea.
Respecto a la función dramatúrgica, las plateas pueden ser
consideradas mistificadoras, sacralizadoras y reguladoras. Son
plateas mistificadoras cuando reconocen en los actores condiciones
singulares y poderes extraordinarios, que conllevan deferencias
especiales y distancias sociales respetadas. Los técnicos sociales
son, muchas veces, así vistos por los solicitantes más humildes
y se les atribuye un enorme poder deliberativo, y de ellos esperan benevolencia y solidaridad. Son plateas sacralizadoras cuando
celebran determinado evento o consagran determinado hecho,
marcándolo como organizacional y supraindividual, dotándolo
de valor referencial. No hay en este proceso eventos de esta naturaleza, pudiendo la entrega de la casa social aproximarse a esta
condición cuando existe acto público de entrega de las llaves, en
el que participan líderes políticos y es presenciado por periodistas que informan. Son plateas reguladoras críticas cuando controlan
la actuación de los actores, ajustándola a modelos de desempeño adoptados como normales y normalizadores. Los equipos
de técnicos sociales que deben valorar el grado de pobreza y
necesidad de los solicitantes de apoyo, y los vecinos que conocen
la realidad de las familias y las definen como no necesitadas pueden ser ejemplos de este tipo de plateas. Son plateas reguladoras
pasivas cuando se inhiben de formular o de emitir juicios negativos o positivos sobre el desempeño observado. Los vecinos y
compañeros de trabajo que, discordando de la representación
de falsa pobreza, evitan comentar negativamente la conducta
para preservar condiciones de interacción son ejemplos de este
tipo de plateas.
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Falsear la realidad
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La representación de una actividad difiere de la propia actividad y constituye su falsa representación; los miembros de la
platea que a ella asisten pueden tener la impresión de que los
actores intentan percibirla como verdadera o falsa —estimulando incredulidad o duda— pueden interrogar la legitimidad
del actor para personificar el personaje y representar el papel,
estimulando la sorpresa o la hostilidad (Goffman, 1959). Los actores se benefician de atributos reconocidos o atribuidos e institucionalmente legitimados que pueden ser puestos en duda cuando
ellos actúan para desacreditar su representación y revelar la falsa
impresión causada (Goffman, 1967). Así, la representación de
determinada condición social difiere de la propia condición social, versión adecuada y conveniente de los atributos de esa condición. Tanto los pobres como los técnicos sociales se esfuerzan
en la representación de sus papeles sociales, intentando causar
la impresión de que son auténticos y honestos. Los efectos del
descubrimiento de la falsa representación implican más daños
para los pobres que para los técnicos, y por eso ellos deben preocuparse más por la coherencia dramatúrgica y el control de las
impresiones.
Respecto al contenido de la falsa representación, la falsedad
puede ser del equipo, de fachada, de apariencia, de escenario,
de escena y de manera, de los componentes identificados por
Goffman (1983). Hay falsedad de composición y actuación del
equipo cuando los actores omiten datos relevantes o emiten datos falsos sobre la composición del equipo; eso sucede cuando
declaran mayor número de personas que integran la familia
para reducir los valores per cápita de los salarios familiares y obtener mayor prestación monetaria, y cuando esconden que hay
miembros de la familia que trabajan de modo no oficial y no pagan impuestos. Hay falsedad de fachada cuando los actores usan
signos externos que refuerzan su condición de desfavorecidos.
Es lo que sucede cuando cuidan su presentación, escogiendo
ropas peores para los encuentros con los técnicos y ocultan señales de riqueza, escondiendo adornos personales de oro. Hay
falsedad de apariencia cuando los actores usan estímulos para
revelar que están iniciando una nueva fase de su ciclo de vida.
Esto sucede cuando exponen sus incapacidades, deformidades o
lesiones físicas y revelan sus dificultades en locomoción, cuando
exhiben las penosas prescripciones médicas y benévolos certificados médicos, cuando confiesan su empeño en trabajar a pesar
de las malas condiciones de vida, con los hijos pequeños o ante
la falta de oportunidades de trabajo.
Hay falsedad de escenario cuando los actores utilizan el control que ejercen sobre su escenario para manipular los equipamientos expresivos materiales y condicionar las definiciones de situación. Esto sucede cuando dejan la casa sucia para realzar la
idea de incapacidad o cuando retiran y esconden los bienes de
mayor valor para que no haya dudas sobre su estatus social. Hay
falsedad de escena cuando los actores provocan ruptura en la
representación para obligar a los técnicos a decidir a favor de su
requerimiento, sucede cuando recurren a técnicas disuasorias
suaves, revelando que tienen familiares o amigos en importantes
cargos políticos o que ellos mismos son afiliados en el partido
que ocupa el poder local o, más raramente, pueden recurrir a
técnicas disuasorias agresivas, pudiendo ir desde la amenaza
de denuncia hasta el superior jerárquico del funcionario a la
agresión psicológica. Hay falsedad de manera cuando los actores
emiten señales que informan a los técnicos y otros observadores
de la orientación dramatúrgica y del papel que van adoptar en la
representación por considerarlo más adecuado a aquella platea.
Cuando los técnicos visitan familias para evaluar la condición
social del desfavorecido del que se duda por contradicciones objetivas entre los datos de los salarios declarados, por reconocibles señales de suficiencia o por denuncia, es frecuente que éstos
asuman posiciones agresivas, sobre todo cuando son familias
gitanas, para intimidar a los técnicos y perturbar las averiguaciones. Los técnicos tienden a interpretar la representación de
los actores gitanos como más colectiva y agresiva.
La falsedad de la realidad puede gozar de condiciones de representación y de conocimiento favorables al éxito de la versión
cínica de la realidad. En cuanto a la dimensión de las familias, es
difícil determinar. Es frecuente presentarse como pertenecientes
al conjunto hijos adultos que, la verdad, pueden vivir en otra
vivienda, y padres ancianos que, en realidad, viven solos en la
misma o en otra población. Esta mentira puede no ser detectada con la consulta de documentos oficiales del registro de la
propiedad o del estado civil. Cuando se trata de familias gitanas,
la situación puede aún ser más ambigua, pues es difícil comprobar la relación filial, ya que no todos los niños nacidos están
inscritos en el Registro Civil. En estas situaciones, en la visita a
las viviendas, los técnicos pueden tomar como miembros de la
familia que comparten la vivienda a personas que constituyen
unidades familiares nucleares autónomas o hijos de otras fami-
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94
lias. La representación de los verdaderos y falsos miembros de la
familia puede tener éxito cuando la platea de técnicos no posee
otros medios para conocer y comprobar la falsedad de la representación.
La representación falseada reconocida puede igualmente
beneficiar condiciones políticas favorables. Por un lado, los responsables de las Juntas de Parroquia frecuentemente testifican
en documentos oficiales falsas composiciones de conjuntos familiares porque no los conocen suficientemente o porque no
quieren perjudicar a personas que conocen bien o que son o
pueden ser sus electores; además, la mejora de las condiciones
de vida conseguidas y que implican pérdida de beneficios sociales obtenidos puede ser ignorada por los responsables de los
ayuntamientos para beneficiar electores o para evitar conflictos
sociales, más frecuentemente por los gitanos, ya que benefician
de la representación social de su agresividad pública.
Las relaciones de afinidad política, familiar o vecinal pueden
implicar tratamiento diferencial de candidatos a subvenciones
sociales, estimuladas por los líderes políticos más que las facilitadas por los técnicos sociales que pueden ver su parecer alterado
por su superior jerárquico. Ésta tiende a desarrollar influencia
leve, preguntando cómo se encuentra el proceso de una determinada persona o recomendando que determinada situación
familiar sea apreciada con “cuidado” o, en casos extremos, recurriendo a una fuerte influencia, obligando a cambiar información recogida y registrada en los documentos oficiales del
proceso o incluso a ceder la instrucción del proceso a otra persona de más confianza.
Actos expresivos
Los actos constituyen una clase expresiva y pueden ser interpretados para revelar la posición de los actores respecto a
objetos de importancia social que, gracias a las capacidades interpretativas, permiten percibir las intenciones de la conducta
y la naturaleza de la relación entre actores, escoger la conducta
considerada adecuada en cada situación (Goffman, 1987). Los
actos pueden ser clasificados en relación con su sustancia, con su
organización, con su orientación y con sus fines.
En cuanto a su sustancia, pueden ser de relaciones y operacionales. Son actos de relación cuando se orientan a la satisfacción
de las necesidades y/o a las expectativas de los que interactúan.
Los actos de los actores son más de relaciones que de observadores, pues buscan suministrar signos verbales y no verbales
presuntamente valorizados por los miembros de la platea para
causar la impresión deseada. Por eso los actores cuidan el escenario de la casa o controlan el acceso a partes de la misma
para ayudar a los técnicos a definir su situación social como
desfavorecida. Igual hacen los técnicos cuando se disponen a
desarrollar competencias de gestión de tesorería familiar, disponiéndose a participar en los actos de compra de víveres para
la familia, disposición frecuentemente rechazada por ser vista
por los actores como controladora. Son actos operacionales cuando
se orientan hacia la conformidad con procedimientos y reglas de
operación. Los técnicos sociales realizan muchos actos de esta
naturaleza cuando recogen datos y analizan la información disponible. Los documentos que piden, las entrevistas que efectúan
y las visitas a casa de los solicitantes de subvenciones son más o
menos comunes; sin embargo, cuando quieren mejorar su conocimiento de la realidad incentivados por la familia desfavorecida
recurren a actos operacionales informales, se trasladan a la casa
sin avisar, interpelan a los vecinos e intentan encontrar a los
actores en situaciones de bastidores, donde frecuentemente suspenden la representación de la pobreza.
En relación con su organización, los actos pueden ser individuales y colectivos. Son actos individuales cuando se llevan a cabo
por una sola persona en el desempeño de su cargo o por cuenta
propia. La mayor parte de las solicitudes son presentadas y continuadas por las mujeres, porque tienen más tiempo disponible
o se preocupan más por el bienestar de la familia. Algunas presentan la solicitud de apoyo contra el deseo del marido y por eso
llegan incluso a solicitar la reunión confidencial con los técnicos
sociales en lugares donde difícilmente serían reconocidas. La
mayor parte de los actos de observación de la condición social
de las familias por los técnicos también es individual, haciéndose
más colectivo a medida que crecen las dudas sobre la honestidad de la representación que presentan las personas que solicitan ayuda social. Son actos colectivos cuando son efectuados por
más de uma persona que, en el ejercicio de cargos o trabajando
sus propios intereses, actúan de acuerdo. En la mayor parte de
los casos la representación de la situación de desfavorecido es
colectiva, llevada a cabo por la familia, y a ella se pueden asociar vecinos y presidente de la Junta de Parroquia. Los párrocos
de las iglesias raramente participan en las solicitudes de beneficios estando cada vez más alejados de la institucionalización del
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problema de la pobreza. La observación de la condición social,
cuando exige competencias multidisciplinares o cuando aconseja intercambio de informaciones con técnicos de otras organizaciones, casi siempre es colectiva para permitir una definición
más consistente de la situación de desfavorecimiento social.
Son actos corporativos cuando se orientan hacia la satisfacción
de reglas compartidas por el equipo de representación y que
sirven a sus intereses específicos. La actuación concertada de
familiares y vecinos que promueven la versión conveniente de
desfavorecimiento de la familia pertenecen a actos de este tipo;
también las denuncias presentadas por facciones de la familia en
sentido amplio o de vecinos mal avenidos tienen idéntica naturaleza. Las luchas entre equipos de actores casi siempre tiene
como efecto la pérdida de coherencia dramatúrgica del equipo
que apoya la situación de pobreza.
Son actos utilitarios cuando se orientan a explotar al máximo
oportunidades de las situaciones en beneficio de la versión de
la situación apoyada. Las mentiras y las omisiones son ejemplos de prácticas orientadas a condicionar la definición de realidad por los técnicos sociales. Para ser convincentes necesitan
un cuidadoso control de las impresiones, con el fin de evitar
que los técnicos puedan dudar de su conveniente versión de la
composición y sueldos de la familia. Estos actos de información
permiten explotar posibilidades de obtener ventajas materiales.
Son actos acusadores cuando intentan imputar un desvío normativo a determinado actor. Las denuncias de ilegitimidad de
los beneficios solicitados o recibidos tienen frecuentemente este
carácter. Por ejemplo, la revelación del aumento no declarado
de sueldos de la familia, merecedor de actualización en alta del
valor de la renta de la vivienda social disfrutada, casi siempre
surge posteriormente a los denunciantes al haber sufrido idéntica actualización del valor de la renta de la casa donde viven.
Para tener éxito y no estimular la venganza de la familia acusada o la censura de los vecinos, conviene que la denuncia sea
discreta y sea así mantenida por los denunciantes y por los técnicos sociales para preservar buenas relaciones sociales.
Son actos reparadores cuando intentan corregir la atribución de
subvenciones poco adecuadas o ilícitas. Hay cuando los beneficios son aumentados, debido al agravamiento de la situación
de desfavorecimiento, o cuando son eliminados, en virtud del
fraude detectado y condenado. Existe orientación formal para
penalizar a los beneficiarios que reciben beneficios sociales ilegítimos, permitidos por el éxito de la representación de pobreza.
A pesar de ello, son raras las imputaciones de desvío y las condenas aplicadas, lo cual alimenta la convicción generalizada entre los beneficiados de que los beneficios sociales en forma de
vivienda son vitalicios y no temporales.
Secretos en las representaciones
Los miembros de los equipos, unidos por lazos de recíproca
dependencia del comportamiento individual, independientemente de las posiciones y categorías formales que ocupan, cooperan entre sí para mantener la representación dramatúrgica de
la realidad, lo cual exige compartir las definiciones de situación,
acuerdo en la representación de papeles y en la ocultación de
hechos críticos y desvalorizadores de la fuerza y honestidad de
la actuación (Goffman, 1983). Esta cooperación se extiende
incluso a las personas que desempeñan papeles discrepantes y
que, beneficiándose del acceso franco a las regiones y manipulando información privilegiada, actúan en favor del equipo, de
la platea o de sí mismos.
Las representaciones exigen un cuidadoso uso de la información, y el equipo tiene que guardar y hacer guardar sus secretos. Éstos pueden ser secretos insuperables de hechos incompatibles
con la impresión que pretende causar, secretos estratégicos de actividades planeadas para causar impresión y secretos íntimos que determinan la condición de miembro del grupo (Goffman, 1983).
En la representación de la pobreza aún pueden existir secretos
solidarios, que refuerzan la unión de los miembros del equipo
para protegerlo del control de otras personas, sea el inevitable
técnico social o el indeseado vecino, y secretos degradantes, mantenidos por un equipo o parte de éste porque consideran deseado
o indeseado el efecto de la degradación de la identidad virtual
de otro equipo.
El control de la información y la preservación de los secretos
puede permitir ventajas al equipo, pues condiciona las definiciones de situación que las plateas puedan hacer. Los secretos
imposibles casi siempre incluyen el poder económico de la familia, incluso sueldos obtenidos en trabajo informal por miembros
de la familia que “andan discutiendo” o ingresos enviados por
hijos emigrantes. Los secretos estratégicos consisten en ocultar
la existencia de actividades concertadas de representación de la
pobreza, pudiendo envolver a la familia y los vecinos, para con-
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trolar la impresión de desfavorecidos. Los secretos íntimos consisten en ocultar la dimensión de la familia, a veces presentada
como más extensa de lo que es para rebajar los valores de los
sueldos per cápita. Los secretos solidarios consisten en compartir
información crítica sobre la familia por los vecinos o políticos,
para garantizar condiciones de elegidos para la subvención. Los
secretos degradantes son también mantenidos por vecinos o familiares mal avenidos para ser discreta y convenientemente usados contra la familia que representa su pobreza.
El control e impedimento de estos secretos constituyen prácticas fundamentales de la actuación dramatúrgica. Los miembros
de las familias que solicitan subvenciones intentan convencer a
los técnicos sociales de la honestidad de su representación de
pobreza, emitiendo señales de coherencia dramatúrgica, y los
técnicos sociales intentan controlar esa representación, buscando señales de representación discrepante. Esta actuación puede
enriquecerse con la participación de otros actores que tanto pueden garantizar el efecto dramatúrgico deseado por la familia,
como pueden manchar la identidad de la familia para perturbar
el efecto dramatúrgico deseado.
El control y el descontrol de los secretos son efecto y factor
del orden social. El desempeño de los papeles de denunciante y
de averiguador está rodeado de muchos cuidados. El recelo de
lo que puedan pensar las plateas, manchando la identidad de
quien denuncia la deshonestidad de la representación y perjudicando a quien evalúa la coherencia de la representación, lleva
a estos actores a tener excepcionales cuidados con su actuación.
Cuando tienen dudas sobre la honestidad de la representación e
intentan encontrar señales de cinismo, los técnicos sociales evitan dar informaciones que permitan a los vecinos reconocer su
identidad, y ya sea en la manera como se presentan o en las
preguntas que hacen, evitan levantar sospechas sobre sus intenciones. Del mismo modo, los vecinos que no quieren guardar secretos solidarios y prefieren revelar la deshonestidad de la representación intentan hacerlo en condiciones que los protejan de la
atribución de responsabilidades por los efectos negativos que su
revelación pueda traer para la familia que solicitó la subvención.
Cuando pretenden suministrar informaciones negativas sobre el
desempeño del equipo de actores, son rápidos en la información
prestada, sea en la calle, o invitan a entrar a casa, para salir de
aquella región de fachada.
De este sabio modo, todos buscan garantizar condiciones
para realizar su representación dramatúrgica y reproducir los
personajes representados. La regulación indirecta de los desempeños discrepantes de papeles evita indeseados aumentos de tensión en las interacciones sociales entre actores, y entre actores y
plateas, unidos por la complicidad social que la representación
permite, y garantiza condiciones sociales para la permanencia
del personaje del mentiroso, del delator y del investigador como
referenciales de la representación. Las reglas del control de los
secretos es de mayor importancia para el orden social, pareciendo a veces que limita más sus excesos de representación que
sus efectos dramatúrgicos, que controla más la manera excesiva
e indeseable de representar que la ilegitimidad de la fachada
personal representada.
Territorios, encuentros y representaciones
Los espacios y los tiempos siempre fueron, de modo más o
menos manifiesto o latente, considerados en los análisis sociológicas; sin embargo, fueron Goffman (1959) y Giddens (1986)
quienes concedieron la debida importancia al factor de la actuación. Usando un criterio geográfico, Goffman distingue regiones separadas por barreras físicas que condicionan la percepción de las plateas. Usando el criterio psicológico, Giddens
distingue las regiones por el uso que los agentes hacen de ellas para sus prácticas rutinarias, para arriesgar y garantizar su
seguridad ontológica. Ambos asocian espacio y tiempo para
atribuir valor de contexto influido por la representación y por
la estructuración social realizada a cargo de los actores y los
agentes sociales.
Para Goffman, la región es cualquier lugar delimitado por
barreras físicas a la percepción de las plateas, pudiendo distinguirse en “región de fachada”, donde la representación es
ejecutada (1983), y en “región de los bastidores”, donde la representación es contradicha y preparada (1983). En la región de
fachada, los actores buscan convencer a las plateas acerca de la
coherencia de sus modelos de interacción, y en la región de bastidores, los actores suspenden y preparan la representación. En
este modelo de región, existe implícita interdependencia entre
estas regiones, pues su separación permite ensayar la representación y representar mejor delante de las plateas (Dua, 1990).
Las regiones de la fachada y los bastidores están separadas por
barreras físicas que los actores controlan de modo imperfecto.
Los miembros de la platea pueden forzar la entrada en la región
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de los bastidores sin que los actores posean medios de impedir
que entren, o pueden incluso aparecer en un momento inesperado para los actores. Es lo que sucede cuando los técnicos
sociales revelan el deseo de observar las habitaciones de las casas
o cuando aparecen en la pastelería donde los actores desayunan, para lo cual supuestamente no tendrían dinero, o cuando
encuentran en la calle a los actores caminando de forma normal
cuando supuestamente deberían cojear.
El escenario compuesto de equipamientos expresivos (mobiliario, decoración, disposición de los objetos) es elemento
fundamental de la región, porque condiciona la definición de
situación realizada por el equipo de actores, reforzando su sentimiento de seguridad, y por la platea, influyendo su impresión
de la actuación (Goffman, 1983). Las habitaciones son regiones
de fachada de la mayor importancia para la representación y
para la evaluación de la pobreza. Los escenarios que ellas alojan
pueden ser regulados o no. El estilo, el estado de conservación
y cantidad de objetos que pueblan el espacio, el orden y la limpieza del espacio, el tipo y cantidad de alimentos existentes en el
frigorífico revelan mucho de las personas que allí viven. La casa
sucia demuestra que la familia no es cuidadosa y puede implicar
un agravamiento de los riesgos de enfermedad, favoreciendo la
decisión positiva de la ayuda. La casa bien amueblada y decorada puede sugerir que la familia tiene más poder de compra del
que proclama.
El recibimiento de los técnicos sociales en casa puede asumir
diferentes formas: prohibida, con condiciones o incondicional.
Hay entrada prohibida cuando, por la localización de la interacción fuera de casa, la familia intenta evitar que los técnicos
entren a casa y observen su interior. En estos casos, el equipo
de actores intenta evitar que la platea tenga acceso al escenario
interior, transformado en región de bastidores, facultándoseles
sólo el acceso al escenario exterior, adoptado y propuesto como
región de fachada. Esta prohibición pasiva será desatendida por
el anuncio de los técnicos sociales de que necesitan observar
la casa, invocando requisitos legales para trasladar la representación hacia el escenario interior. Hay entrada condicionada
cuando las familias buscan condicionar la estancia de los técnicos en el espacio común de la cocina o la sala, evitando que
observen los espacios más íntimos como las habitaciones. En
estos casos, el equipo de actores pretende reducir el acceso de
la platea al espacio más social de la vivienda, manteniendo el
espacio más personal como región de bastidores. Esta dificultad
se resuelve normalmente con la petición o anuncio formal de
la visita a toda la casa. Hay entrada incondicional cuando la
familia recibe con aparente agrado a los técnicos sociales, recibiéndolos con deferencia y simpatía, revelada por la manera
de estar y por el ofrecimiento de alimentos, forma muy común
de mostrar el agrado de una visita. Los técnicos suelen evitar
la invitación alegando que están tomando antibióticos y eso les
condiciona el horario y la composición de la comida. En estos
casos, toda la casa es vista como región de fachada, susceptible
de ser observada por los técnicos.
En la gran mayoría de los casos, la restricción del acceso a
los espacios de las casas se debe al deseo de ocultar el estado
de desorden. Los técnicos sociales tienden a ver los espacios
desordenados como señal de desestructuración de la organización de la vida, de las relaciones familiares, la insuficiencia de
competencias de organización de la vida familiar. El desorden
también puede ser muy negativamente interpretado por los
técnicos cuando las personas están desempleadas o alegan no
poder trabajar para cuidar de los hijos pequeños, tenida como
señal de descuido e irresponsabilidad personal. La petición de
ayuda puede ser presentada para acudir al periodo de gastos
extraordinarios, normalmente debido a problemas de salud,
que anula el limitado poder de ahorro de la familia, siendo
para esto necesario evitar que los técnicos identifiquen señales
de ese poco ahorro. Cuando las familias buscan subvenciones,
montan representaciones orientadas a obtener el deseado efecto dramatúrgico, muchas veces desvalorizando la adquisición
de capacidades de previsión y gestión de sus vidas organizadas.
Esta omisión o desvalorización de la autonomía para montar
y gestionar proyectos de vida optimizadores de los recursos es
constantemente mencionada por los técnicos como causa de
las dificultades financieras de las familias y como fundamento
para la necesidad de desarrollar en sus miembros capacidades
de organización y gestión de la familia con proyectos de educación social.
Problemas de representación
La confirmación de la honestidad de la representación de la
pobreza obliga a ocupar técnicas para invadir la región de bastidores de la familia y de análisis de los aderezos que para el equi-
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po de actores pueden ser percibidas como violentas y violadoras
de su intimidad. Esto obliga a los técnicos sociales a actuar con
mucho cuidado, evitando que su desempeño sea asociado con
controles. Muchas veces las personas piden perdón y alegan que
no esperaban la visita. Para no hacer que el equipo de actores se
sienta frágil, actúan con mucha prudencia:
Mire, yo no vine aquí para ordenar la casa… Si quiere hacer el
favor de abrir la puerta de la habitación […] Cuando abro un
frigorífico pido siempre autorización para hacerlo y nunca nadie
se negó. Las personas dicen: ¡Está bien!, pero ya se nota en la cara
de ellas alguna vergüenza.
Cuando se hace visible la falta de coherencia expresiva de los
actores, los técnicos sociales tienden a representar el papel de
educador social. En estas circunstancias intentan que los actores
reconozcan la incoherencia y presenten propuestas de nuevo, y
que la familia represente adecuadamente su papel. La propuesta
de alteración del guión se hace inevitable porque ellos también
tienen que defender su coherencia expresiva de reguladores y
educadores sociales:
102
Cuando intento ver el desorden de la casa intento utilizar eso
como instrumento para mí, intento transmitirles el mensaje. Si es
para tener la casa en este estado, es mejor que la persona trabaje.
Si tienen la casa ordenada, los hijos bien lavados… entonces una
persona que dice que no puede ejercer una actividad remunerada
porque tiene que quedar en casa para cuidar de sus hijos tiene
sentido...
Cuando los técnicos sociales se trasladan al domicilio de los pobres que solicitaron subvención social para observar la región
de fachada y de los bastidores, y examinar la coherencia de su
representación, muchas veces cuentan con la ayuda de vecinos
dispuestos a reiterar o a denunciar la actuación del equipo de
actores familiar. En cualquier caso, los técnicos siempre tienen
que interrogarse sobre la naturaleza de los relatos que confirman o denuncian porque pueden tener intención protectora,
intención malévola o para auxiliar la emisión de un juicio objetivo. Para evitar ser engañados, leen en los discursos de los vecinos guiones de acuerdo con las familias observadas, casi siempre espontáneamente producidos, así como guiones ciertamente
dirigidos a la desvalorización de la propuesta, como también
expresiones de preocupación de justicia y equidad social. Esta
preocupación por confirmar el sentido de las informaciones
tanto puede ayudar a construir como a perturbar la definición
de la situación.
Además, los actores enfrentan problemas difíciles de resolver, como la disciplina dramatúrgica, cuando se esfuerzan por
impresionar a los técnicos sociales. Cuando se hallan con éstos,
preparan el encuentro con cuidado, preocupándose por su aspecto personal, por los equipos expresivos personales (Goffman,
1983). Pueden vestir ropa más humilde, dejar crecer la barba,
descuidar la higiene personal, simular molestias físicas recientes
o crónicas; pero esta actitud exacerbada de la identidad social
disminuida con el recurso de símbolos de bajo estatus social y
de debilidad física exige continuo control de la conducta para
prevenir fallos dramatúrgicos:
Hay personas que entran cojeando diciendo que no pudieron trabajar ayer porque se lesionaron la pierna [...] los huesos ya no son
lo que eran y, cuando salen del edificio ¡ya van andando normalmente! Hay personas que vienen con su peor ropa, vienen algo sucios y, después, los vemos mejor vestidos […] La tierra es pequeña
y es fácil verlos.
Conmigo, cuando lloran, ése es un factor negativo. A menos
que se trate de la pérdida de un familiar o de enfermedad grave; si
no les pido que salgan y vuelvan a entrar cuando estén tranquilos.
Este fallo en el control del aspecto y de la representación estimula la definición de la actuación como cínica y perjudica la
evaluación de la necesidad de subvención solicitada. El control
de los límites físicos es precario y los actores pueden desarrollar
comportamientos propios de la región de bastidores cuando son
observados por la platea, permitiendo que su representación
sea desmontada y definida como deshonesta. La representación
simulada de un personaje siempre corre el riesgo de ruptura de
la representación, y el control de este riesgo es el principal problema de los actores que arriesgan una representación cínica.
Los actores que ocultan rentas financieras de la familia siempre enfrentan el problema de descubrirse la omisión o la mentira
por los técnicos sociales. Este problema tiene dos dimensiones:
la identificación de la representación cínica y de la corrección
técnica de los valores. Cuando los técnicos descubren que hubo
deliberada mentira y la diferencia de valores es elevada, pueden aplicar sanción de importancia proporcional al valor ocultado, reduciendo el monto de subvención recibido. Cuando
los valores presentados son muy bajos, los técnicos recurren a
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las tablas oficiales para encontrar valores teóricos más próximos
de la realidad empírica observable o presumida. Cuando solicitan por primera vez subvención y ocultan los ingresos reales
de la familia, los actores pueden ser sorprendidos con el valor
del gasto escogido y atribuido desde las tablas oficiales, ya que
muchas veces es superior a aquél que efectivamente recaudan.
El desconocimiento de la metodología de evaluación de la condición social conduce a los solicitantes a pensar que ocultar los
datos permite obtener ventajas en la apreciación de su caso e
invisten en la mentira y en la omisión una forma de garantizar
esa ventaja.
Por otro lado, los técnicos sociales enfrentan problemas similares. Saben, por experiencia y por probabilidad empírica, que
las familias pueden representar la pobreza y que algunas lo hacen
con reconocido e inevitable éxito. Muchas veces sospechan que
los salarios declarados son más bajos que los salarios reales, otras
veces saben incluso que los salarios declarados son intencionadamente más bajos que los salarios reales, pero a pesar de los fuertes
indicios, poco pueden hacer cuando no consiguen obtener evidencia de que existe fraude. Cuando esta dificultad sucede y es
conocida, la representación cínica de la pobreza tiene éxito, el
control de la representación es declaradamente ineficiente y los
técnicos sociales desempeñan el indeseable papel de impotentes
controladores; al mismo tiempo que intentan reducir los efectos de esa impotencia en su identidad social, protegiéndose del
rigor de los documentos y en el proce-dimiento del proceso de
atribución de subvención.
Cuando la representación se orienta a la falsedad de la realidad exige la connivencia del equipo revelado por la actuación
simultánea de sus miembros, la representación aumenta el riesgo
de incoherencia dramatúrgica. El efecto deseado es el de la revelación de sus características sociales, y eso exige la colaboración
para emitir señales propias de identidad virtual de la pobreza
y causar la deseada impresión de necesidad. A pesar de ello,
no siempre la disciplina dramatúrgica se garantiza con señales
contradictorias que pueden ser emitidas. Las señales del aspecto
y de la manera son casi siempre cuidadosamente controladas,
pero la incoherencia puede ser revelada por señales verbales,
por las respuestas producidas a las preguntas de verificación que
los técnicos formulan. Cuando eso sucede, el miembro del equipa que detecta el fallo puede tocar en la pierna a otro actor para
avisarlo de que está estropeando la representación y arriesgando la definición de la realidad por ambos patrocinada. En estas
situaciones, la insuficiente preparación de la versión discursiva
de la realidad o la habilidad analítica de los técnicos pueden
descubrir la falsa representación. También es para explotar la
existencia de una posible falta de concentración de las versiones
de vida que los técnicos prefieren hablar al mismo tiempo con
los miembros de la pareja.
Representación social de la pobreza y construcción social de las políticas sociales
El orden de interacción es un orden social básico, pues organiza
la conducta de las personas, revelada en las prácticas y en los
discursos (Goffman, 1963). Para este autor, los comportamientos de las personas dependen de órdenes diferentes, como la
del parentesco, la de la cultura y la de la economía, durante
los cuales se desarrollan en la interacción (Smith, 2006). La
representación social de la pobreza realizada en los encuentros
con los técnicos sociales es influida por el orden de los vecinos,
del consumo y de la burocracia. La interacción de los solicitantes del apoyo social público con los técnicos está influida por
la relación entre las personas que representan la pobreza y los
miembros de la familia en sentido amplio y de los vecinos, los
cuales pueden acreditar la representación, revalidando los papeles sociales, o desacreditando la representación, ilegitimando
los papeles sociales representados. La representación social de
la pobreza está igualmente afectada por el orden del consumo,
causando sorpresa en los técnicos cuando observan la existencia
de playstation o teléfono móvil para los niños y coche en buen
estado a la puerta de casa donde no existe cuarto de baño, botellas de refresco vacías en cocinas donde falta leche y papillas
para niños, o la asistencia a la repostería próxima a los servicios
sociales después de pedir ayuda monetaria para gastos extraordinarios. La representación social está influida por el orden de
la economía, lo cual permite ocultar salarios familiares porque
son “dinero negro”, en la economía paralela, no posibilitando la
comprobación documental y la prueba del fraude. La representación de la pobreza se ve influida por el orden de la burocracia, teniendo los solicitantes apoyo para evidenciar la escasez de
salarios y de bienes, el domicilio y la constitución de las familias.
El orden de interacción desarrollada en los encuentros sociales
es influido por aquel orden sin subordinarse.
El orden de la interacción establece la relación entre los dife-
105
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rentes órdenes sociales. Esta mediación es posible porque Goffman considera que el orden de la interacción goza de relativa
autonomía ante los otros órdenes sociales (Smith, 2006). Por eso,
la relación entre el orden de la interacción y los otros órdenes sociales puede ser tanto conexa como desconexa. Las representaciones sociales de la pobreza que mejor articulan estos órdenes,
exhibiendo su conexión, son aquellas que más probabilidades
tienen de ser recompensadas por la platea de los técnicos; sin
embargo, algunas relaciones desconexas pueden ser toleradas,
como la desconexión entre la representación de la pobreza y
el consumo poco económico, desconexión estimulada por el
desorden en las prioridades de compra. Para los técnicos, el
consumo de bienes alimentarios de baja prioridad puede ser
disculpado por falta de cultura de gestión doméstica o incluso
por descuidada preparación del escenario de la representación
que se ofrece a la platea; pero otras relaciones desconectadas
son menos toleradas o incluso no toleradas. Para los técnicos
ocultar bienes o salarios y el aumento artificial del número de
miembros de la familia es visto como faltas graves, pudiendo
merecer fuerte reprensión oral o incluso la negación de la ayuda
pretendida. La diferencia reside en la intención atribuida a los
actores y en los efectos reconocidos en la identidad de la platea.
Los actos dramatúrgicos orientados a engañar a los técnicos son
vistos como más graves porque violan la estructura del orden
de interacción y hacen a los técnicos pasar por ingenuos e incompetentes, mientras que los actos dramatúrgicos que revelan
incoherencia expresiva son vistos como menos graves porque no
violan el orden de la interacción y no afectan la identidad virtual
de los miembros de la platea.
La regulación social está permitida por la claridad de las
definiciones que determinan la adaptación de los comportamientos a los encuentros sociales (Goffman, 1963), que deben ser
vistos no desde el punto de vista de la interacción, sino de la estructuración (Goffman, 1963). Una estructura social es un conjunto de reglas que regulan la interacción social, definiendo las
formas de envolvimiento institucionalizadas (Goffman, 1967).
La realidad social resulta del encuentro entre las diferentes estructuras que recíprocamente se influyen, como la estructura
de contactos sociales y la estructura de interacción (Goffman,
1981). La estructuración de los encuentros abarca el lenguaje
verbal y el lenguaje no verbal, técnicas de revelación y ocultar
datos e informaciones y técnicas de convalidación de esos datos
e informaciones, y los estatutos que los intervinientes establecen
en relación con los asuntos sociales tratados y a las estructuras
sociales que los encuentros reproducen. La mentira y el encubrimiento son conocidos y reconocidos, pero no siempre son
evidentes.
Existe profunda relación entre la estructura de los contactos
sociales, la estructura de la interacción, y la estructura de la
evaluación de los casos de pobreza y exclusión y la institucionalización de las políticas sociales. En la fase de análisis de las
solicitudes, los técnicos tienden a visitar a la familia en su casa
sin avisar, provocando un encuentro para ésta más o menos
inesperado, y que obliga a adaptar el aspecto y las apariencias
adecuadas a la situación y al control de las impresiones. Cuando hay dudas sobre la veracidad de los datos e informaciones
suministrados por los solicitantes, los técnicos pueden simular
encuentros fortuitos con los vecinos e involucrarse en conversaciones secretamente orientadas para explotar su conocimiento
de las personas en observación. Cuando son confirmadas las
dudas pero no hay prueba de la mentira, los técnicos buscan en
la no conformidad del proceso, como la falta a una reunión o
un dato que falta, argumentos para denegar la solicitud. Cuando la mentira y la omisión benefician a estructuras de autocontrol de la representación honesta francamente institucionalizada pueden, cuando la representación revela incoherencias
dramatúrgicas, estimular estructuras de control formal normativo más fuertemente institucionalizadas. Así, la aplicación de
las políticas sociales adolece mucho de la confianza generada
en las interacciones para compensar la incertidumbre de la metodología de las situaciones de pobreza y exclusión social.
El papel social constituye el concepto central de la interacción simbólica, pero a pesar de ello y al contrario de otros autores interaccionistas, Goffman no concibe al actor como reflejo
de los otros, sino como resultado de la relación antitética entre
el self oficial, basado en posiciones, papeles y títulos, y el self realizado en las transacciones y negociaciones de sentidos en los
encuentros diarios (Srinivarsan, 1990), y abandona la noción
de adopción de papel y asocia las emociones, como vergüenza
y embarazo, al desempeño del papel (Scheff et al., 2006). En
las interacciones, los actores convocan su self, compuesto por
informaciones, atributos y capacidades, unificado y apropiado
para la ocasión (Goffman, 1956). Este self no es individual y aislado, es social y cultural (Scheff, 2006: 16), se articula con los
encuentros diarios cara a cara, se produce y reproduce en orden
107
108
a la interacción (Battershille, 1990). La materialización de las
políticas sociales está influida por la actualización del self de los
actores y de los técnicos sociales.
La práctica de la mentira y del engaño es muy frecuente entre
los actores que representan la pobreza, más que entre aquellos
que sólo representan la exclusión, sobre todo cuando pretenden
obtener recursos financieros para reproducir el orden del consumo. La representación con éxito de la pobreza por actores cínicos permite la reproducción de estructuras sociales que incitan
a la falsa representación de la pobreza, favorece la afirmación
del self orientado a la sobrevivencia social subvencionada con reglas de deshonestidad y ofrece nuevos palcos a la actualización
de los papeles de falsos carenciados. Los técnicos igualmente
actualizan su self. Cuando los actores abandonan la solicitud
porque sienten que serán descubiertos, el abandono de la representación deja a los técnicos molestos porque ya estaban desempeñando su papel de analistas y facilitadores, y muchas veces ya
obtuvieron favores personales en pro del solicitante. Cuando los
técnicos descubren que fueron engañados y atribuyeron ayudas
a quien no las necesitaba, se quedan también molestos y todavía
más enojados cuando es difícil corregir el error porque el dinero o los bienes ya fueron consumidos o la corrección exige la
intervención de otros técnicos, más difícil de ejecutar. El disfrutar de ayudas continuas desarrolla una predisposición para la
dependencia de la asistencia social de los beneficiarios, muchas
veces transmitida de padres a hijos, cuando éstos cohabitan en
la misma vivienda. Esta representación continua de la necesidad
es, en el caso de la vivienda social, frecuentemente favorecida
por dejadez de los decisores políticos, también ellos influidos por
la estructura social que inhibe o debilita la aplicación de reglas
formales y orienta el orden de interacción entre técnicos y solicitantes, y entre técnicos y jefes jerárquicos, para evitar apreciaciones desfavorables de solicitudes de apoyo o suspensiones de
subvenciones atribuidas.
El cambio es admitido pero no discutido por Goffman (1959),
y cuando discute las mayores contradicciones enfoca el modo
como son resueltas o evitadas. Cuando analiza las organizaciones totales, donde el cambio del self de los internados es una
condición indispensable a su integración social, reconoce que
la secuencia regular de los cambios altera el imaginario para
atribuir significados (Goffman, 1961). El proceso con el cual
los cambios permanentes existentes en papeles no se discute
(Meyrowitz, 1990), pero deja indicaciones de cómo y por qué
el cambio de comportamiento, o sea, cuando la estructura de
la situación cambia (Riggins, 1990). El cambio de prácticas de
actores y plateas verificadas en la interacción es poco frecuente
y de corto alcance, manteniendo los modelos de ejecución de las
políticas sociales.
Las personas que solicitan por segunda vez apoyo social
desempeñan más fácilmente el papel de actores necesitados,
porque ya saben cómo solicitar el apoyo y las señales de pobreza
que deben emitir y evidenciar. La representación con éxito favorece la nueva actuación y facilita el papel de la audiencia que
observa. Los técnicos que presenciaron representaciones cínicas
o incoherentes dramatúrgicas quedan más aptos para analizar
futuras representaciones según criterios más cuidados y adecuados. Las informaciones recogidas en la interacción social facilitan la producción y compartir conocimiento entre los miembros
de la platea haciéndolos más competentes en la observación de
las representaciones de los equipos de actores; pero estos cambios actúan más en el dominio de la manera de actuar; más
permisivo o más regulador, más tranquilo o más arrogante, o
sea, influyen superficialmente el orden de interacción porque
alteran poco las estructuras. Así, las situaciones y los encuentros
sociales permanecen más o menos inmutables, favoreciendo la
reproducción del orden de interacción; por eso la atribución
de significado a los beneficios sociales puede seguir siendo muy
asistencialista, incluso cuando las políticas buscan claramente
la activación social de la autonomía y responsabilidad de las
personas.
Los cuadros interpretativos son importantes en la teoría
dramatúrgica de Goffman y, junto con las estructuras sociales,
ayudan a comprender la representación social y la atribución
de significados a las situaciones de interacción. Los cuadros son
esquemas interpretativos, sistemas coherentes de entendidos,
criterios o reglas, que permiten atribuir sentido, definir y clasificar los hechos cotidianos y realizar la significación, resultante de
la estructuración de la experiencia de la vida social (Goffman,
1991). La representación de papeles sociales diferentes promueve la adopción de perspectivas distintas (Goffman, 1974),
generadoras de diversas interpretaciones de la conducta humana. Los cuadros interpretativos, al organizar selectivamente
los hechos y al codificar los fenómenos sociales, suministran un
conocimiento continuo de la realidad social y organizan datos
en acciones orientadas o en una conducta evaluada por los otros
por referencia a modelos y valores (Park, 1990). Los cuadros
109
110
interpretativos forman parte de la estructura, la definición de
la situación, la más subjetiva respuesta de los actores (Scheff
et al., 2006), pero el encuadramiento de la experiencia diaria
es suficientemente autónoma ante la estructura para permitir
robustecer o debilitar la coordinación social (Lemert y Branaman, 1997). La noción de “definición de situación” tiene poco
valor para Goffman, porque él no ve los encuentros cara a cara
como autónomos, sino dependientes de las estructuras sociales
(Sharrock, 1999). La atribución de significados a diferentes situaciones de pobreza y de exclusión social y a diversos papeles
sociales y escenarios de la representación está permitida por la
convocatoria de cuadros interpretativos y es fundamental al orden de interacción. La materialización de las políticas sociales
en los encuentros entre actores y plateas se ve afectada por los
cuadros interpretativos convocados para significar la realidad y
conducir a la representación social.
La tipificación de los actores revela la importancia del encuadramiento interpretativo. Cuando los técnicos descubren tipos de actores muy orientados hacia la dependencia del apoyo
social, que recurren a la Seguridad Social siempre que hay desequilibrio en el presupuesto familiar, les llama “subvencionados dependientes”. También cuando la representación de la
pobreza es vista como exagerada, el actor puede recibir la categoría de “pobrecito”, pero cuando se encuentran actores que
mienten u omiten datos para influir favorablemente el análisis
de su solicitud, no disponen de ningún término para designarlos e individualizarlos. Esta tipificación de actores resulta de la
aplicación de un cuadro interpretativo más lisonjero para los
actores cínicos y muy beneficiado por la regulación del orden de
la interacción por estructuras bastante permisivas en el dominio
de la representación de la pobreza y de la exclusión social. Los
técnicos disponen de un sistema débil de categorías para designar fases de los procesos de análisis de las solicitudes de ayuda,
reflejando insuficiente racionalización y procedimiento; aplican
cuadros interpretativos que propician categorías y representaciones excesivas, pero no revelan poseer o usar menos frecuentemente categorías para designar representaciones cínicas.
mentadas a nivel local por los servicios especializados, servidos
por líderes y técnicos sociales, y por los ciudadanos desfavorecidos y otros ciudadanos que ocupan cargos de certificación o
evaluación de las condiciones sociales. Las reglas formales de
evaluación de las condiciones de vida de los ciudadanos más
frágiles son interpretadas por los técnicos sociales e influidas por
los actores sociales que concurren a las subvenciones públicas y
representan su condición de pobreza. La relación entre el nivel
macro de la producción normativa y el nivel micro de implantación normativa es examinada por el orden de interacción, donde estructuras y cuadros interpretativos condicionan los papeles
sociales representados y los personajes por ellos representados.
Los efectos dramatúrgicos permiten perpetuar papeles y personajes asociados con la pobreza y la exclusión, reproducir la
dependencia y el poco provecho, la autonomía, perpetuar la
perspectiva determinista y asistencialista, y atrasar la perspectiva autonomista y generativa. El tratamiento y control de las
regiones y de los escenarios, las fachadas y las maneras personales, las definiciones de situación y el control de las impresiones favorecen la reproducción de las condiciones de pobreza
y de exclusión social, permiten opacidades e iniquidades en la
distribución de los subvencionados, limitan la eficacia y la eficiencia de las políticas sociales.
Para orientar futuras reflexiones sobre la construcción dramatúrgica de las políticas sociales dirigidas a frenar la pobreza
y la exclusión social, se pueden formular algunas importantes
cuestiones. ¿Cuál es el valor material y simbólico de los procedimientos de medición de la pobreza y exclusión, incluyendo
documentos, instrumentos, actividades y responsabilidades?
¿Cómo es entendido el desvío de las reglas formales, que
proporciona ventajas ilegítimas ante el contenido de la ley y
ante el valor de la igualdad de condición de los ciudadanos ante
la ley? ¿Cómo es posible que los cuadros interpretativos convocados para analizar las situaciones reproduzcan o alteren las
categorías de pobre y excluido, y de este modo promuevan la
reproducción o el cambio de las situaciones sociales y la implantación de las políticas sociales?
La representación dramatúrgica y la realización de las políticas sociales
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Las políticas sociales de combate a la pobreza y de combate a la
exclusión social definidas al nivel central son mediadas e imple-
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Entre lo que se dijo y se hizo. Democracia
y participación ciudadana en las políticas
sociales de México 1988-2004
I
Índice
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René Bello Sánchez
José Carlos Luque Brazán
Introducción
Con frecuencia la literatura que trata el tema de la pobreza
es variada, las cifras y datos sobre ella difieren unos de otros
o no coinciden. Asimismo, las acciones y estrategias han sido
diferentes para enfrentarla y ésta persiste; los medios de comunicación hablan sobre pronósticos de mejora pero también de
retraso y décadas perdidas. Un ejemplo de estos desencuentros
es que recientemente la Comisión Económica para América
Latina y el Caribe (CEPAL) señaló en su documento “Objetivos
de Desarrollo del Milenio”, la progresión hacia el derecho a la
salud en América Latina y el Caribe, que en México más de
cinco millones de mexicanos son susceptibles de sufrir los efectos de la crisis por el alza mundial de los precios de los alimentos
(Machinea y Uthoff, 2008); mientras que el Banco Mundial, al
presentar su “Estrategia del Banco Mundial para México”, en
abril de 2008 a la prensa mexicana, indicó que “45 millones
de mexicanos siguen sumidos en la pobreza en medio de una
persistente y sustancial diferencia de desarrollo entre regiones y
grupos étnicos” (González y Brooks, 2008).
Existe, pues, una distancia entre lo que se dice en los medios
informativos y lo que se palpa en realidad. En México el aumento del comercio informal, el incremento de los índices de
pobreza, gente pidiendo dinero, sin empleo, subempleada, o la
113
114
La hipótesis de trabajo
parte del supuesto de que
las políticas sociales se siguieron cons-truyendo en la
práctica bajo una lógica corporativista y clientelista
inseguridad creciente, es una realidad que hoy en día desafortunadamente ha visitado a nuestro país y se ha estacionado. Esta
situación conlleva a preguntarse: ¿Por qué continúa la pobreza
en el país y no se ha podido erradicar? ¿Por qué si han existido
políticas sociales y programas de política social para su combate, la pobreza y desigualdad social aún persisten? y ¿por qué
la pobreza sigue presente si hemos convivido en el ejercicio de la
democracia y de la participación ciudadana en la construcción e
implementación de las políticas sociales, si estamos hablando de
alternancia política desde el 2 de julio de 2000?1
Estos cuestionamientos se pretenden esclarecer en las siguientes líneas, haciendo una reflexión entre pobreza, políticas
sociales, democracia y participación ciudadana, así como un
acercamiento general entre los programas sociales implementados por el gobierno mexicano en los últimos tres sexenios, como
fueron: Programa Nacional de Solidaridad (Pronasol), Programa de Educación, Salud y Alimentación (Progresa), y Superación de la pobreza: una tarea contigo (Contigo). Los cambios
ocurridos dentro de la hegemonía neoliberal y como se conceptualiza la pobreza dentro de un escenario que articula factores
nacionales y directrices internacionales, en donde se observa un
desencuentro entre lo que se dice y lo que se hace, manteniendo
al margen la participación ciudadana en las políticas sociales
a pesar de que se hallan en el discurso nacional, conservando
una visión general de la actuación de la política social mexicana
y su incongruencia discursiva, en donde paradójicamente los
grandes ausentes fueron los ciudadanos.
De esta manera, el presente trabajo hace una revisión de las
políticas sociales pero elaborando una conexión con la democracia y la participación ciudadana contemporánea, temas que
han estado presentes en la política social mexicana y que han
buscado la construcción e implementación de las políticas sociales con contenidos democráticos y de participación, siendo
de manera más enfática a partir de la alternancia en el poder en
el año 2000 con el triunfo de Vicente Fox.
Se pretende realizar un acercamiento general entre los programas escogidos, su focalización, estrategias y cambios suscitados dentro de la hegemonía neoliberal. La hipótesis de trabajo
parte del supuesto de que las políticas sociales se siguieron construyendo en la práctica bajo una lógica corporativista y clien1
El 2 de julio de 2000, el candidato del Partido Acción Nacional venció
en las elecciones presidenciales en México, terminando así con 70 años de
hegemonía del Partido Revolucionario Institucional (PRI).
telista, articulada con un discurso neoliberal impulsado desde
los años del presidente de la Madrid, que se conectó con un discurso político que privilegió los valores democráticos y la participación ciudadana de manera superficial, generando así una
contradicción entre la implementación de las políticas sociales y
los principios políticos que las sustentan.
En este sentido, se sostiene que la participación ciudadana
en la elaboración de las políticas sociales de México es más una
dramaturgia que una actividad real con consecuencias en la
elaboración democrática e inclusiva de las mismas. Es una reconfiguración del corporativismo del régimen anterior. Desde
esta perspectiva, el alto nivel de verticalidad en la elaboración
e implementación de las políticas sociales federales y estatales
dirigidas a los sectores marginales explica su bajo nivel de impacto en la mejora de sus condiciones materiales de vida. Patrón
que está presente en los tres programas sociales implementados
entre 1988 y 2004: Pronasol en el gobierno de Carlos Salinas de
Gortari, Progresa con Ernesto Zedillo Ponce de León, y Contigo en
el mandato de Vicente Fox Quesada.
Estudiosos de la materia (Damián y Boltvinik, 2003) afirman
que las políticas sociales mexicanas dentro del neoliberalismo
han generado más pobreza y demuestran que durante el periodo de 1968-2000 la pobreza no disminuyó; por el contrario,
aumentó de manera significativa. En este tenor, pese a que el
propósito de los programas sociales mencionados fue el de combatir la pobreza, y para ello indicaban en sus estrategias y ejes
rectores la inclusión de la participación social, la democracia y
respeto a formas de organización comunitaria, la observación
empírica y las cifras de pobreza a la alza han señalado que los
niveles de ésta aumentaron. Basándose en el ingreso, el Banco
Mundial observó que 43% de la población mexicana se ubicaba
por debajo de una línea de pobreza equivalente a dos dólares
diarios por persona y 18% cuando se considera un dólar diario
por persona como la frontera de la pobreza. En 2003 esta institución marcó que cerca de la mitad de la población vive por
debajo de la línea de pobreza y alrededor del 20% vive con un
ingreso insuficiente para satisfacer las necesidades de alimentación a pesar de una reducción significativa en la pobreza de
ingreso desde la crisis de 1994-1995, incluyendo el periodo más
reciente de 2000-2002. La incidencia de la pobreza, entonces,
sigue cerca de los niveles prevalecientes desde hace una década.
En el gobierno de Zedillo, los sucesivos secretarios de Desarrollo Social manejaron discrecionalmente diversas y poco fun-
115
116
el método integral de
la pobreza, considera
que los pobres son quienes
tienen ingresos precarios y
escaso acceso a los servicios
públicos, por eso tienen muchas necesidades insatisfechas.
dadas cifras de pobreza, sobre todo de pobreza extrema (Boltvinik, 2003: 112). En 2004, la Secretaría de Desarrollo Social
(Sedesol) tomó resultados parciales del estudio llevado a cabo
por el Comité Técnico para la Medición de la Pobreza, que
ella misma constituyó con académicos de su elección, y anunció cifras oficiales sobre la pobreza para el año 2000, llegando
a la conclusión de que casi dos terceras partes (65%) de la población del país es pobre. La salida del gobierno fue maquillar
los indicadores, para ello subdividió a la población pobre en tres
estratos, eliminando el estrato superior de pobres y en consecuencia se logró bajar en la pizarra la proporción de pobres de
65 a 54%. Finalmente la línea de pobreza más alta fue definida
por un ingreso mínimo diario (52.17 pesos al día por persona
en el medio urbano) (Ídem). En conclusión, pese a contar con
tres programas sociales destinados en forma exclusiva a la lucha
contra la pobreza desde 1988, su evolución en México muestra
un signo desalentador.
Por otra parte, una situación que ha generado confusión y
dificultad para atender el problema de la pobreza ha sido la
medición de la misma, toda vez que en Latinoamérica se mide a
través de tres grandes métodos: el del ingreso o línea de pobreza,
que calcula un ingreso mínimo con el cual todas las necesidades
mínimas quedan satisfechas, identifica a los hogares que tienen
ingresos menores a los de la línea de pobreza pero sin considerar que existen subsidios gubernamentales como la salud, educación e infraestructura y que el nivel de vida depende en parte
del patrimonio acumulado y no sólo del ingreso. El método de
las Necesidades Básicas Insatisfechas, que surge como respuesta
al método anterior, identifica concretamente la pobreza con no
tener una vivienda de mínima calidad, vivir en hacinamiento,
no tener agua, servicios de drenaje, falta de educación; es decir,
asocia la pobreza a un estado en el que una familia o individuo
tienen carencias así como necesidades insatisfechas. Y el método
integral de la pobreza, el cual propone hacer una vinculación
entre los dos anteriores, al considerar que los pobres son quienes
tienen ingresos precarios y escaso acceso a los servicios públicos,
por eso tienen muchas necesidades insatisfechas.
Por lo anterior, se puede apreciar que la pobreza independientemente de cómo se le conceptualice implica carencias, necesidades insatisfechas, desigualdad, inequidad, mala distribución
de ingresos. De esta manera, si no se cuenta con mediciones de
pobreza adecuadas y comparables entre sí, será también difícil
determinar si las políticas para combatirla están funcionando
de forma eficaz y eficiente, toda vez que al encontrarnos en un
mundo globalizado es necesario analizar las dimensiones de la
relación globalización-pobreza en donde el comercio, la financiación, la ayuda y la migración juegan también su papel.
La política social mexicana en el marco
del neoliberalismo
Las políticas sociales en América Latina y México en la lucha
contra la marginación y la pobreza han tenido en los últimos
años un impacto marginal. La distribución de la riqueza ha continuado concentrándose en unas cuantas manos y las carencias
se han distribuido entre muchos, nuestras economías siguen estables, los índices macroeconómicos y las directrices de agencias internacionales como el Banco Mundial (BM), el Fondo
Monetario Internacional (FMI) y el Banco Interamericano de
Desarrollo (BID) alientan a nuestras élites a seguir el camino del
libre mercado y del Estado mínimo. Este modelo de concebir la
relación entre políticas sociales y democracia está siendo cuestionado por grandes sectores sociales; un ejemplo de ello fue
la última elección presidencial en México, en donde los candidatos representaron dos modelos de entender la acción del
Estado frente al mercado y que terminó decidiéndose por una
diferencia de 257,000 votos. En este sentido, se da una tensión
entre democracia y políticas sociales, entre la decepción y la
esperanza de millones de ciudadanos aislados del éxito macroeconómico.
La noción de democracia implica la libertad que tienen los
individuos de participar en asuntos del gobierno para mejorar
la condición de ciudadano o del pueblo, desde luego cumpliendo con un conjunto de reglas de conducta para la convivencia
social y política. Ahora bien, la democracia como estilo de vida
es un modo de vivir que está basado en el respeto a la dignidad humana, la libertad y los derechos de todos y cada uno
de los miembros de la comunidad, y si un derecho de todos
es vivir decorosamente, la democracia no está cumpliendo con
las personas que se encuentran en condiciones de pobreza, por
lo que está siendo incompleta. Por otro lado, la participación
ciudadana se ha visto como un proceso por el cual los ciudadanos y las comunidades organizadas se involucran en la formulación, implementación y monitoreo de los programas y políticas
públicas, situación que ha sido distinta en los programas que
117
118
se han referido. Sin embargo, ambos conceptos han recorrido
todo el país y aún no se ha logrado consolidar el ejercicio pleno
de su significado. En este sentido, el tema de la pobreza sigue
siendo una de las prioridades de la agenda nacional; la revisión
y definición de las políticas públicas que han buscado aminorar
la desigualdad y combatir la pobreza cobra una gran actualidad
en el contexto mexicano.
Han pasado ya más de veinte años de estudiar la pobreza y no
ha sido posible erradicarla; al contrario, ha crecido a pesar de
que los gobiernos han buscado afrontarla a través de diferentes
acciones, estrategias y políticas como: la necesidad de mejorar
la provisión de servicios públicos, impulsar actividades productivas que generen un ingreso a la comunidad, atenderla como
un fenómeno multidimensional y transgeneracional que tiene
su origen en la ausencia de educación y opciones de vida desde
la infancia, metodologías técnicamente complicadas que consideran ingresos y otros factores como composición y familias de
hogares, edad y escolaridad; criterios de selección de los beneficiados para identificar pobreza y extrema pobreza y, recientemente, la privación de capacidades básicas. Y a pesar de esto,
no se ha logrado que la población en condiciones de pobreza
pueda valerse por sus propios medios y alcanzar capacidades,
oportunidades, seguridad y patrimonio.
Así, sobre la base de esta realidad, se sostiene que la ineficiencia de las políticas sociales mexicanas en su lucha contra la
pobreza durante el periodo 1988-2004 se debe a que la política
social mexicana, pese a la alternancia política, ha sido concebida de forma vertical y articulada a los intereses del mercado.
Es decir, se ha construido desde una racionalidad instrumental
utilitaria que dominó en México desde 1988. Por lo tanto, las
políticas sociales no desarrollaron una participación ciudadana
activa en la lucha contra la pobreza, sino que articularon una
participación ciudadana de corte corporativista, lo cual ha tenido como consecuencia el aumento permanente de la pobreza.
Es decir, el viejo modelo de ciudadanía universal articulado con
el Estado de bienestar corporativo dio paso a un modelo neoliberal de ciudadanía articulado con el mercado, en donde se
privilegió la construcción de consumidores y no de ciudadanos.
Asimismo, se observa que no ha existido una continuidad de
la política social mexicana toda vez que cada gobierno abandera de manera diferente la forma en que se dirigirán las acciones para enfrentar la pobreza, de modo tal que los trabajos
y estrategias realizadas en administraciones anteriores dejan de
tener trascendencia y efecto, perdiéndose así lo mucho o poco
que se haya logrado.
Una de las razones de fondo de la existencia de los programas
sociales para luchar contra la pobreza en México tiene como finalidad generar un discurso de que existe un plan gubernamental al respecto, que toma en cuenta la participación ciudadana,
pero sin una voluntad política de implementarla a cabalidad.
En este sentido, los programas sociales implementados se hacen
para que la gente vea que el gobierno está haciendo algo, pero
sin un interés efectivo de que sucedan cambios significativos,
importando más la imagen que la solución de los problemas.
Por lo tanto, el desafío consiste en transformar las demandas
sociales en políticas públicas que comiencen a romper los circuitos de reproducción de desigualdades, que puedan combatir
eficientemente la pobreza y, en definitiva, aumentar los niveles
de bienestar de la población.
Los programas sociales en México
Las agencias internacionales de lucha contra la pobreza han
llegado a ser actores centrales en la definición de los sistemas de
prestaciones sociales, porque tienen el poder y los recursos para
influir en la definición e instrumentación de políticas sociales.
En este sentido, han producido un repertorio de medidas que
tienden a estandarizar el diseño de los programas sociales, como
la focalización, la descentralización, la promoción de la participación de los pobres en los programas sociales, etcétera.
119
Los programas sociales y las pautas globales de los organismos financieros internacionales
En México tres programas muy significativos se ajustan, con
ciertos matices, a los parámetros señalados: el Pronasol, el Progresa y el Contigo. Cabe mencionar que antes de ellos, existió
una gama de programas puesta en marcha a finales del viejo
modelo económico fundado en la industrialización por sustitución de importaciones. Esos programas estuvieron ligados
a la crisis agrícola iniciada en 1965. Su objetivo fue destinar
recursos públicos hacia los pobres residentes en el campo, como
parte de una política de desarrollo rural. Se implementaron tres
programas con esas características: el Programa de Inversión
En México tres programas
muy significativos se ajustan, con ciertos matices, a
los parámetros señalados: el
Pronasol, el Progresa y
el Contigo.
120
para el Desarrollo Social (Pider) vigente entre 1973 y 1982, la
Coordinación General del Plan Nacional de Zonas deprimidas
y Grupos Marginados (Coplamar) que funcionó entre 1977 y
1982, y el Sistema Alimentario Mexicano (SAM) creado en 1980.
Posteriormente a esto, el Pronasol, creado en 1989, corresponde
a los Fondos de Inversión Social propuestos por el Banco Mundial, durante los años ochenta, para hacer frente a los costos
sociales de la crisis de la deuda externa y las medidas de ajuste
estructural recomendadas por el FMI. Este programa fue el
primero de combate a la pobreza vinculado al nuevo modelo
exportador, se caracterizó por promover la participación y organización de los beneficiarios y por buscar una alta flexibilidad
para financiar y ejecutar proyectos comunitarios.
En 1997 se echó a andar otro programa: el Progresa, éste
es el segundo de gran envergadura ligado a la nueva estrategia económica, fuertemente focalizado, y funcionó orientado
por un propósito fundamental: desarrollar las capacidades de
las personas y las familias, a través del mejoramiento de las condiciones de educación, salud y alimentación de niños, niñas y
de sus madres pertenecientes a familias rurales en la pobreza
extrema, mediante un paquete de servicios sociales y transferencias monetarias. Este programa tuvo críticas por sus mecanismos de selectividad, entre ellas destacan los siguientes:
a.El índice de Conapo mide marginalidad, no pobreza.
b.La canasta normativa alimentaria no es un parámetro suficiente para separar a los pobres extremos de los no pobres,
porque hay evidencias empíricas de que es falso el supuesto
de que los hogares que se hallan por encima del umbral mínimo de alimentación se hallan también por encima de otras
necesidades básicas (Boltvinik, 1995: 12-13).
c.Los recursos destinados al combate de la pobreza son sumamente escasos, ya que la focalización responde a la necesidad
de confrontar la masificación de los problemas sociales con
fondos recortados (Vilas, 1996: 122). Además, en situaciones
de crisis presupuestal los recursos pueden incluso disminuir,
como ocurrió en 1998 cuando los programas de combate a la
pobreza sufrieron un recorte de 230 millones de pesos (Siglo
Veintiuno, junio 1998: 22).
Respecto a la marginalidad, algo incuestionable es que el Progresa excluye a los pobres extremos que viven en zonas que no
pueden considerarse de alta o muy alta marginación; particularmente hace a un lado a toda la pobreza extrema urbana.
Respecto a la canasta normativa, se puede suponer que el programa considera no pobres a muchos pobres que no padecen
pobreza alimentaria, pero no por ello satisfacen el resto de sus
necesidades básicas. En lo concerniente a la tercera crítica, la
escasez de recursos se traduce en exclusión de familias del padrón del Progresa por motivos estrictamente presupuestales, no
imputables a las características socioeconómicas de las familias
que aspiran a participar en el programa. Vista así, la selectividad
del programa puede interpretarse como altamente excluyente.
En ese sentido, la heterogeneidad de los pobres puede agravarse
por el carácter particularista de este programa, que puede mejorar la situación de un grupo, manteniendo en la pobreza y/o
la marginación a otros.
Otros aspectos relacionados con los criterios de selectividad
tienen que ver con la posible ineficiencia e ineficacia del programa, generadas por su intervención en zonas de alta y muy
alta marginalidad. El Pronasol, en cambio, tenía un mayor nivel
de integración, ya que intentaba vincular, entre otras cosas, dotación de infraestructura, creación de empresas comunitarias y
otorgamiento de becas escolares. Progresa parece preocuparse
más por contar a los pobres extremos en zonas marginales, que
por abordar y enfrentar las causas de la pobreza, que para muchos están fuertemente ligadas a problemas de empleo e ingreso
y, sólo en un segundo momento, a problemas de capital humano.
En el año 2000 se continúa con otro programa de magnitud nacional que también está inserto en la nueva estrategia
económica: Contigo; éste sigue con la focalización y enfatiza la
generación de acciones con el fin de propiciar nuevas oportunidades para los grupos más desprotegidos. Al igual que los dos
anteriores, promueve la participación —desde arriba—, en este
caso bajo el lema “Una tarea contigo”, como concepto representativo de democracia, pretendiendo que ésta se logre mediante la ampliación de capacidades y conocimientos. En la visión
del desarrollo humano esto se denomina capital humano y requiere para su fomento de avances significativos en los rubros de
educación, salud y alimentación.
Este programa tomó como medida de bienestar el ingreso
por persona y lo comparó con tres puntos de referencia para
agrupar a los pobres (González, 2002: 22). El primero: “Pobreza
alimentaria”, donde se ubicaban los hogares cuyos ingresos son
insuficientes para satisfacer las necesidades de alimentación. El
121
ingreso de este grupo estaría entre 1.7 y 2.2 dólares diarios por
persona. El segundo: “Pobreza de capacidades”, aquí se colocaban a los hogares cuyo ingreso por persona es insuficiente
para cubrir los gastos necesarios en salud y educación además
de los de alimentación. El ingreso en este grupo va de 2.0 a 2.7
dólares diarios por persona, y el tercero: “Pobreza de patrimonio” que incluía a los hogares cuyos ingresos no eran suficientes
para satisfacer necesidades de consumo básico en alimentación,
salud, educación, vestido, calzado, vivienda y transporte público; el ingreso para este grupo oscila entre 3.0 y 4.5 dólares diarios por persona. Según esta metodología había en el país 57
millones de pobres.
Una vez más y al igual que en los sexenios anteriores, los programas sociales del gobierno de Fox se diseñaron con estándares
y requerimientos mundiales, que en el lenguaje de los organismos internacionales se traduce como “recomendaciones de
política”, pero que en la práctica son imposiciones que han dejado profundas secuelas en la población.
La articulación de los programas sociales en el neoliberalismo mexicano
122
El tránsito hacia una economía de mercado y una sociedad
mercado céntrica ha sido impulsado por los cuatro últimos gobiernos mexicanos (De la Madrid, Salinas, Zedillo y Fox), pero
las evidencias muestran que la liberalización de la economía no
ha limitado ni resuelto la vulnerabilidad social sino que ha exacerbado añejas tendencias de desigualdad social y agudizado
procesos de empobrecimiento y marginación. En ese contexto
se ubicaron los programas sociales Pronasol, Progresa y Contigo; los cuales se enmarcaron en una estrategia de crecimiento
económico de bajo perfil, que ha sido acompañada por altos
niveles de subempleo e informalidad. Según datos del Instituto
Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), para 1995, 27.6%
de la población económicamente activa (PEA) se encontraba en
situación de subempleo visible;2 para el año 2000 era de 23.4%
y para 2004 aumentó nuevamente a 26.1% (INEGI, 1995, 2000
y 2004).
Ante este panorama, la eficacia de un programa como Progresa enfrentó serios retos, porque si consideramos su focali2
Trabajadores que laboran menos de 35 horas a la semana.
zación en regiones rurales, su atención a una población fuera del
mercado, sin tierras y sin ingreso, sus objetivos de proporcionar
educación básica, salud y alimentación como lo hemos señalado, no parecen suficientes para garantizar que sus beneficiarios
obtengan en el mediano plazo una nueva y mejor posición en la
sociedad y mucho menos fuera de la pobreza.
Más bien pareciera ser que quienes fueron beneficiados por
el programa no encontraron trabajo en el campo, en sus lugares
de origen, ya que invertir en ellos no ha sido una prioridad federal. De igual forma, el acceso a una educación básica (primaria y/o secundaria) que no intenta capacitar a los individuos
para competir en el plano nacional o internacional, no fue tampoco una vía para garantizarles la superación de su situación socioeconómica a través de su eventual participación en mercados
de trabajo urbanos.
Al respecto, fue el programa Pronasol el que estuvo orientado con el objetivo explícito de combatir la pobreza en tres
vertientes: 1) bienestar social, con énfasis en salud, educación,
vivienda, alimentación, servicios básicos y regularización de la
tenencia de la tierra; 2) producción, para elevar las capacidades
productivas de las comunidades y el empleo; y 3) desarrollo regional, para la construcción de infraestructura con impacto regional, seguido de cuatro principios fundamentales en su operación como el respeto a las iniciativas y forma de organización
de los individuos, plena participación, corresponsabilidad y
transparencia en el manejo de los recursos; sus resultados fueron
llamativos, pues con bajos recursos se beneficiaron, en su bienestar social, más de 25 millones de personas, bajo su vertiente
productiva se habrían beneficiado más de un millón de productores, 46 pueblos indígenas además de empresarios del sector
social, mujeres, niñas y jornaleros; finalmente, en su vertiente
de desarrollo regional, se habría beneficiado a más de 97% del
total de los municipios del país (Sedesol, Secodam, 1994). Desde
luego estos son los datos oficiales.
Sin embargo, no alcanzó a cubrir la población objetivo en sus
diversas necesidades, que para 1994, año en que finalizó el gobierno de Salinas, alcanzaba a más de 40 millones de personas,
de las cuales 14 millones se encontraban en pobreza extrema.
Por otro lado, el programa antepuso los servicios urbanos sobre
la producción, impidiendo la conformación de proyectos productivos en el ámbito urbano, de tal forma que tampoco logra
con estas acciones insertar a los pobres en una mejor dinámica
nacional e internacional, además de que el combate a la po-
123
el programa Contigo fue una
continuación de Progresa y
catalogó a la pobreza bajo
tres dimensiones: pobreza
alimentaria, de capacidades y de patrimonio.
124
breza extrema no se convirtió en una realidad. Progresa, por
su parte, ponderaba favorablemente a un segmento de aquellos
a quienes les iba peor en nuestra sociedad; lo cierto es que su
sentido de justicia era limitado, pues se reducía a garantizar un
mínimo de cosas vitales: salud, educación básica y alimentación
a niños, niñas de familias extremadamente pobres, así como a
sus madres. No obstante, la simple posesión de estos bienes (Sen,
1995) no debía tomarse como un indicador real de bienestar,
pues sólo son medios para alcanzarlo, es decir, recursos para
conferir libertades y capacidades de elección a sus poseedores.
Finalmente, el programa Contigo fue una continuación de Progresa y catalogó a la pobreza bajo tres dimensiones: pobreza
alimentaria, de capacidades y de patrimonio. Esta nueva focalización no logró insertar a los pobres en una mejor dinámica
nacional e internacional que los llevara a salir de la indigencia, a
pesar de que la tendencia en la estrategia económica neoliberal
era que la interacción entre la política económica y la política
social implementada en los dos programas de política social anteriores a éste abrieran las posibilidades, para que los beneficiarios de estos programas dejaran de vivir en condiciones de
pobreza.
El trabajo efectuado por el Banco Mundial en el año 2003,
titulado “La pobreza en México: una evaluación de las condiciones, las tendencias y la estrategia del gobierno”, fue quizás la
evaluación externa más rigurosa que ha realizado en la materia
durante los años que abordó esta investigación. Sería imposible
en este trabajo analizar cada una de las temáticas abordadas,
por lo que únicamente se comentarán algunos puntos.
En esta evaluación se afirma que México reconoce explícitamente las múltiples dimensiones de la pobreza y las dimensiones
complementarias de la acción pública como son desarrollo humano, generación de ingresos, acumulación de activos físicos y
protección social. En un segundo término, la acción gubernamental incorpora esto aspectos dentro de un esquema del bienestar y la pobreza a lo largo del ciclo de vida de los individuos
y hogares.
Los cambios de política social en México y la incorporación del desarrollo humano
¿Cuáles fueron los cambios que se dieron en los tres últimos
gobiernos mexicanos en política social? El sexenio de Carlos
Salinas de Gortari (1988-1994) fue el escenario de la consoli-
dación del nuevo modelo de política social en México. Hay que
recordar que este nuevo gobierno surgía de un proceso electoral
bastante cuestionado y en medio de una grave crisis económica.
Los retos no eran fáciles. Sin embargo, se admite que durante
este gobierno hubo tres cambios importantes en cuanto a la
política social se refiere: se le otorga un nuevo papel al Estado
como actor comprometido con la justicia y el bienestar, la política social se colocó como el centro y eje de la acción pública,
prueba de ello fue el incremento significativo del gasto público
durante este sexenio, pasando de 21 a 55% del presupuesto de
gasto federal (Warman, 1994). Bajo los nuevos paradigmas del
desarrollo, la política social se planteó como objetivo primordial
el acceso de toda la población a un nivel básico de servicios, lo
que podía satisfacerse en distintas modalidades y con la participación de actores sociales y privados. Un tercer cambio radicó
en el esfuerzo para que la población sea corresponsable de la
política social, mediante una mayor participación en ésta.
Todos estos cambios y sus estrategias se condensaron en el
Pronasol, que ya hemos abordado y que fue el principal instrumento de política social de Salinas de Gortari. Otro aspecto relevante de este sexenio fue la creación de la Secretaría de Desarrollo Social como una institución destinada a la atención de los
problemas de pobreza y a la implementación de programas y
proyectos productivos para su solución. Quince años después se
creó la Ley de Desarrollo Social.
Las estrategias emprendidas en este nuevo estilo de política
social promovían la participación social, a través de la descentralización de recursos y programas hacia los gobiernos estatales
y municipales, como una forma de acceder a la democracia y la
equidad; aunque en la práctica hubo muchas limitaciones para
que ésta pudiera darse de manera efectiva, además de ser excluyente, en tanto que sólo reconocía la participación de grupos
organizados políticamente. Ejemplo claro de esta afirmación es
Pronasol, que promovía la participación mediante los comités
de solidaridad, cuyos integrantes, en algunos casos, eran electos
por las autoridades políticas porque tenían afiliación partidista,
lo que ya de entrada limitaba la participación.
El siguiente sexenio que estuvo al mando de Ernesto Zedillo
(1994-2000) dio continuidad a la estrategia que se había comenzado años atrás. En su programa de gobierno, el desarrollo social se concebía como integral, incluyente, participativo y federalista. Bajo estos términos, la política social siguió teniendo
como objetivo principal erradicar la pobreza, y sus estrategias
125
126
continuaron por el rumbo de la descentralización bajo el lema
de “nuevo federalismo”, que ponía por sobre los otros dos ámbitos de gobierno a los municipios. En la práctica fueron cuatro
los ejes de acción de las políticas sociales en este gobierno: 1) la
atención focalizada de los grupos en pobreza extrema a través
del programa de educación, salud y alimentación (Progresa);
2) la reforma a la seguridad social, materializada en las transformaciones del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS),
que pretendían asegurar su autofinanciamiento; 3) la reforma al
sistema de pensiones con la creación de las Afores, y 4) la descentralización de las políticas sociales mediante la distribución
del presupuesto del ramo 26 (desarrollo regional). Durante este
sexenio tampoco se lograron los objetivos de eliminar la pobreza
y, por ende, del desarrollo social; ya que las cifras mostraron un
incremento alarmante de la pobreza durante los últimos años de
la década de 1990.
De esta manera se llega a la política social del gobierno de
transición: la recuperación del desarrollo humano. Sumado a la
espera del siglo XXI que llegó con muchos cambios en el mundo,
el caso de México estuvo marcado por un hecho trascendental:
la alternancia política en el poder que se dio con el triunfo de
Vicente Fox, en 2000-2006, lo cual abrigó la esperanza de encontrar solución a tantos problemas sociales generados por el
viejo sistema político que se mantuvo en el poder durante 70
años.
Los retos para este gobierno quizá fueron más difíciles, pues
tenía que demostrar su capacidad para responder a viejos problemas como la pobreza, la corrupción, la injusticia y la ausencia de derechos. Este gobierno trató de combinar el crecimiento
económico con el desarrollo humano,3 de recuperar las ideas
que se formularon desde la Cumbre de Copenhague4 y que en
los dos sexenios anteriores no pudieron cumplirse.
Durante el gobierno del presidente Fox, la política social
ocupó un lugar preponderante por los niveles de pobreza. En el
discurso político se retomaron los planteamientos del desarrollo
3
A diferencia del crecimiento económico, el desarrollo humano se refiere a los valores humanos imprescindibles para lograr una óptima calidad
de vida; no sólo promueve un crecimiento económico sino también distribuye equitativamente sus beneficios.
4
La Cumbre de Copenhague fue un móvil en la percepción predominante que existía sobre el desarrollo en el mundo. Por primera vez, la comunidad internacional se proponía realizar mejoras materiales en aspectos
importantes y a menudo ignorados sobre cuestiones sociales, lo que llevó
humano fundamentado en los ideales de democracia, equidad y
justicia social, y se asociaron a ello los derechos económicos, sociales y culturales, por considerar que el cumplimiento de éstos
permitiría avanzar hacia una mayor igualdad de oportunidades.
De esta forma, el Programa Nacional de Desarrollo Social de
Vicente Fox asumió los siguientes objetivos:
• Reducir la pobreza extrema: esto significaba que ningún
mexicano tendría que vivir sin satisfacer sus necesidades básicas y sin gozar de una vida digna que le permita contribuir a
su bienestar, y al desarrollo humano social y económico del
país.
• Generar igualdad de oportunidades para los grupos más pobres y vulnerables; esto es, que todos y todas las mexicanas
tendrían acceso real a las oportunidades para que con su esfuerzo mejoraran su nivel de bienestar.
• Apoyar el desarrollo de las capacidades de las personas en
condición de pobreza; es decir, que todos dispongan de un
conjunto mínimo de capacidades para acceder plenamente a
las oportunidades con el fin de alcanzar y mantener un nivel
de vida con calidad y dignidad.
Se trataba de un programa que, al igual que los dos anteriores, promovía la participación de la ciudadanía bajo el lema
“Una tarea contigo”, como concepto representativo de democracia, pretendiendo que ésta se logre mediante la ampliación
de capacidades y conocimientos; lo cual en la visión del desarrollo humano se denomina “capital humano” y requiere para
su fomento de avances significativo en los rubros de educación,
salud y alimentación.
Al hacer un balance general de estos sexenios puede decirse
que, en efecto, las políticas sociales tuvieron cambios importantes,5 aunque en la práctica sus estrategias no lograron pasar
a colocar el asunto de la pobreza en el centro de las discusiones, aceptando
que su solución se constituía en la vía más importante para alcanzar el desarrollo. De esta forma en la cumbre se afirmó que el mercado por sí solo
no sería la fórmula para erradicar la pobreza ni lograría la equidad, la sustentabilidad y la seguridad humana necesarias para alcanzar el desarrollo.
Frente a ello se propuso como alternativa el desarrollo humano.
5
Uno de los aportes más importantes de estos programas sociales fue,
sin duda, el visibilizar el drama de la pobreza por parte de miles de mexi-
127
del asistencialismo a la inclusión y participación; por lo que la
democracia, pobreza y equidad continúan en la espera, a pesar
de que en este último sexenio se dio históricamente la alternancia en el poder y estaría basado en los planteamientos del desarrollo humano.
La participación en los programas sociales
128
Una constante en el discurso neoliberal cuando se aborda lo social, alrededor de la estructuración de programas de combate a
la pobreza, es que éstos son presentados como estrategias políticas que alientan a los pobres a que se organicen y se conviertan
en los principales actores de la política social (Lerner, 1996: 14).
Sin embargo, en el caso de Progresa aunque el texto del programa señala que “la participación comunitaria es un elemento
fundamental para el buen desarrollo del Programa y el logro de
sus objetivos” (Progresa, 1997: 6), en los hechos desplazó su foco
de operación del nivel comunitario al familiar, lo cual se tradujo
en una separación al no utilizar las estructuras organizativas
constituidas por el Pronasol, que se denominaban “comités de
solidaridad” y en el cual sí se observó una participación comunitaria aunque dirigida. Sin duda, ello se tradujo en una pérdida
de recursos organizativos, que de manera muy clara es imputable a problemas de orden político. Esta situación ejemplifica
una de las tendencias más notorias que generan incertidumbre
alrededor de este tipo de programas: la discontinuidad.
Este cambio de énfasis estuvo implícitamente ligado al carácter
populista de Pronasol y al control político que el ex presidente
Carlos Salinas aparentemente tenía sobre algunos de los comités de solidaridad, los cuales eran empleados con propósitos
electorales o como contrapesos dentro de la maquinaria del PRI.
canos; hasta antes de la formulación de Solidaridad, Progresa y Contigo, la
pobreza de un considerable sector de la población mexicana no había sido
trabajada como un problema que demandaba políticas específicas del Estado. Por otro lado, se incrementó progresivamente el gasto del Estado mexicano en este rubro. Durante el gobierno de Salinas de Gortari se subió de
6.6% la inversión pública en el año 1989 a 17.3% en el año 1992; en el caso
de Zedillo, para el año 1999 se gastaron cerca de 52 mil 884 millones en el
combate a la pobreza, cantidad que representó un incremento de 8.4% en
comparación al año anterior (Mariñez, 2002). Finalmente, en el gobierno
de Fox, durante el año 2005 se autorizaron recursos para la superación de
la pobreza por 129 mil 408 millones de pesos, presupuesto 13.8% superior
al del año 2004 (El Universal, 2005).
Este asunto del cambio organizativo tiene también otra arista: la tendencia a reconcentrar una dosis de poder que el Estado había trasladado a las organizaciones comunitarias y Organizaciones No Gubernamentales (ONG’s); de tal suerte que la
despolitización de estos segmentos de la sociedad puede interpretarse como una recentralización política que va a contracorriente del paso de un Estado benefactor a una sociedad del
bienestar, que supervisa y controla las cuestiones sociales.
Progresa contribuyó a desarticular el tejido de comités de
solidaridad que, según datos oficiales de 1993, habían llegado
a 150 mil y estaban ligados a proyectos desarrollados en 378
municipios del país (Salinas, 1993: 66). Asimismo, este programa apareció como un programa más técnico, menos politizado
que el Pronasol, pero más centralizado, con alcances menores,
menor coordinación con el resto de la política de combate a la
pobreza y promotor de una participación social de baja intensidad, en la medida que establece como espacio de operación el
interior de las familias beneficiadas, en lugar de favorecer formas
de organización social autónomas con una base comunitaria.
Contigo fue un programa social elaborado bajo los planteamientos del desarrollo humano, en los cuales se pretende lograr
una óptima calidad de vida y una distribución equitativa de
beneficios; también es un programa que promovió la participación social aunque con muy baja intensidad y se dio en sus
programas más representativos como hábitat, microrregiones y
oportunidades. Sin embargo, hay una considerable variación en
la focalización de los programas sociales, y una debilidad en la
vinculación entre los programas sociales y los económicos.
Hay muchos vacíos todavía en torno a la participación de
la sociedad, pues prevalecen los modos de acción tradicionales
del Estado y las decisiones siguen dándose de manera vertical.
Si bien hay voluntad política para superar los retos, no es suficiente, pues se requiere de políticas y programas que tengan una
aplicación real, que dejen atrás el discurso político. Lejos de expandir las capacidades, como se ha pregonado en el discurso de
la política social, se siguen adoptando medidas que únicamente
asisten o suplen carencias y que escasamente promueven la participación social. En este sentido, ¿hasta qué punto las políticas
pueden propiciar la participación social, la conservación y cohesión de la comunidad o la conformación de redes y lazos de
confianza y de intercambio recíproco que fortalezcan el desarrollo social, y que sean, al mismo tiempo, una alternativa de
superación digna de la pobreza, es decir, una forma mediante la
129
Hay muchos vacíos todavía
en torno a la participación
de la sociedad, pues prevalecen los modos de acción
tradicionales del Estado y las
decisiones siguen dándose
de manera vertical.
cual los grupos pobres desarrollen capacidades para superar su
propia pobreza, si las decisiones y directrices vienen marcadas
con un alto grado de verticalidad tanto del gobierno como de
los organismos internacionales? Quizás una de las causas que
motivan que los programas no obtengan mejores resultados es
su corta duración; parecen estar condenados a existencias relativamente efímeras. Su falta de institucionalidad hace que los
objetivos que se proponen no se realicen, lo cual los convierte
en mecanismos de asistencia social y no en instrumentos eficaces para superar la pobreza. Tal vez con la suma de las focalizaciones de cada uno de ellos y mediante una visión integral
se lograría un combate más atinado o eficiente para la superación de la pobreza, toda vez que en México la participación
ciudadana en las políticas sociales ha sido diseñada básicamente
en torno a dos variables: la lógica del bienestar económico y un
tipo de participación corporativo.
Conclusiones: entre lo que se dice y lo que
se hace
130
Ante este panorama, se aprecia que básicamente hay cinco
factores que han estado presentes en el combate a la pobreza,
es decir, los diferentes tipos de mediciones; la focalización,
medición y estrategias diferentes por parte de los programas; la
nula existencia de una verdadera participación ciudadana en la
construcción e implementación de las políticas sociales; la articulación de la política social a los intereses del mercado en
donde se privilegia la construcción de consumidores y no de
ciudadanos, y la discontinuidad en el concepto de pobreza que
se modifica por los programas de política social en cada sexenio
han ocasionado que no se logren los mejores resultados.
Respecto a los programas de política social, Pronasol ve a la
pobreza como la falta de servicios públicos básicos y como la falta de actividades productivas que generen un ingreso monetario
a la comunidad. Las acciones para combatirla fueron mejorar la
provisión de servicios —alcantarillado, pavimentación, drenaje,
electrificación, caminos rurales, etcétera—, el llamado piso social básico que mejoraría el nivel de vida de los mexicanos, y
la generación de actividades productivas que incorporaría a los
pobres a la vida económica moderna. Por su parte, Progresa
situó a la pobreza como aquella que tiene su origen en la falta
de una adecuada educación, alimentación y salud desde el seno
familiar y opciones de vida desde la infancia, lo que llamó un
“problema transgeneracional”. Y Contigo ubicó a la pobreza
en pobreza alimentaria, de capacidades y de patrimonio, con la
modalidad de dirigir sus acciones a unidades territoriales mejor
conocidas como “microrregiones”, en donde se buscó promover
el desarrollo humano, productivo y la infraestructura de las comunidades. En concreto, mientras que la unidad de focalización
de Pronasol fue la comunidad, la de Progresa fue la familia y la
de Contigo, las microrregiones.
En este sentido, es claro que no hay una continuidad en los
principios programáticos de los programas ni una participación
activa que verdaderamente involucre al ciudadano pobre. Las
unidades de focalización son distintas y atienden, miden y focalizan de manera desigual. Por lo tanto, los resultados de disminución de la pobreza no pueden ser alentadores o con pronóstico de mejora. Si en cada sexenio se reinventa la política social
desde arriba, con la gran ausencia de participación ciudadana
en la práctica aunque está presente en el discurso, no se alcanzarán logros sustanciales y sustentables.
La inquietud inmediata es ¿cuál es la causa o factores que
han negado la salida de este círculo vicioso de la pobreza? Se
considera que es el desencuentro entre las políticas sociales y la
económica, en donde las primeras tratan de remediar o sanar
la desigualdad que genera la segunda, y a que no se ha generado una política social con los pobres, de los pobres y para
ellos, toda vez que las agencias internacionales de combate a
la pobreza siguen delineando desde su cúpula global lo que el
país debe hacer, mediante condiciones para asignar recursos o
incluso para mantener relaciones normales, que terminan finalmente en imposiciones.
Quizá la solución al problema de la pobreza en el país no
esté solamente en la elaboración de políticas sociales específicas
de combate a la pobreza, tampoco en la puesta en marcha de
programas como los que se han referido, sino en la orientación
de una verdadera estrategia, que insista en un abordaje del problema de una manera holística, en donde además de acciones
puntuales a través de programas específicos y de estrategias a
nivel local, se emprendan aquellas relacionadas con las políticas
económicas. En este tenor, parece ser que las ciencias sociales
tienen mucho por hacer para reconfigurar una nueva cultura
del desarrollo y de participación de la comunidad.
Ahora bien, dado que la participación es un proceso, es importante que los programas de política social se nutran de las
131
132
iniciativas y participación ciudadana en el desarrollo de sus
propuestas para adquirir mayores contenidos democráticos y
se sustancie ciudadanamente los programas destinados al combate de la pobreza.
Las políticas sociales surgidas desde la óptica neoliberal se
basaron en el individuo, el mercado y la dimensión material,
por sobre la colectividad y el Estado. En este marco analítico se
definió a la pobreza, concepto fundamental para dimensionar
y direccionar el carácter de la política social, desde un punto de
vista economicista, material e individual.
En este sentido, han jugado un papel importante las agencias internacionales para la definición de la pobreza así como
las diferentes mediciones que de ella se han hecho. Mientras
que estudiosos como Damián y Boltvinik afirman que las políticas sociales mexicanas dentro del neoliberalismo han generado
más pobreza, estas agencias han definido niveles de pobreza
para nuestro país establecidos en distintas conceptualizaciones
como el ingreso de dos dólares o de un dólar diario por persona. Entonces, ¿cuál sería la política pública que nos daría
sustentabilidad? Pudiera ser que transformando las demandas
sociales en políticas públicas y comenzando a romper los circuitos de reproducción de desigualdades se pueda combatir eficientemente la pobreza y aumentar los niveles de bienestar de
la población.
A la pobreza se le ha atendido por más de quince años focalizándola, dividiendo a los indigentes en pobres, pobres extremos, pobres de capacidades, pobres alimentarios, pobres de
patrimonio; es decir, considerando una diversidad de pobres
o una variedad de adjetivos y calificativos, y a pesar de ello la
pobreza continúa.
Se puede inferir —en la medida en que las política sociales
surjan de abajo hacia arriba con las características propias de
cada comunidad— que en ese tenor se logrará que el país tenga un desarrollo sostenible y sustentable, y así los ciudadanos
no pierdan la oportunidad de que organizados participen en el
mejoramiento de sus condiciones de vida. La democracia que
ha estado presente en las políticas sociales de los últimos años
ha dependido de las condiciones socioeconómicas, estructuras
estatales y prácticas políticas del país, pasando por alto o dejando en segundo plano a los ciudadanos que son el elemento
más característico de ella. Asimismo, quien imaginó que una
vez lograda la democracia se resolverían los problemas políticos, sociales —como la pobreza y desigualdad—, económicos,
etcétera ha tenido una desilusión, al ver que la democracia no
necesariamente es más eficiente que otra forma de gobierno en
el terreno económico, administrativo, social y político.
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INEGI
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133
Políticas de Estado, desigualdades y
cambio social en el campo mexicano.
Estudio de caso en el sur del valle de
Toluca
I
Jorge Arzate Salgado
José Antonio Trejo Sánchez
Introducción
Este texto aborda el tema del cambio social desde una perspectiva sociológica. En forma específica reflexiona sobre el caso del
campo mexicano, aquel caracterizado por la existencia de una
clase campesina organizada social, económica y culturalmente,
en torno de la tierra ejidal y la comunidad.
Introduce un sistema de hipótesis explicativas y comprensivas
respecto a los procesos de cambio radical en los últimos cincuenta años, que se han dado entre la sustitución de una vida
y un entorno regional campesino tradicional hacia un entorno
y una forma de vida suburbanos, haciendo un estudio de caso
para el sur del valle de Toluca, México.
Las variables explicativas de tal proceso histórico-social son:
la acción del Estado a través de sus políticas, la acción del mercado, la construcción histórico-social y existencia de un sistema
social y económico de desigualdad-violencia, y la acción social
creativa de cambio y adaptación por parte de la sociedad. La
hipótesis de trabajo es que este conjunto de variables funciona
como estructurante del cambio; es decir, actúan como reglas de
acción social a nivel de los sujetos individuales y colectivos, así
como articuladores del espacio-tiempo regional frente a otros
espacios regionales y extra regionales hegemónicos.
135
La nueva ruralidad
136
El campo mexicano ha sufrido transformaciones radicales en los
últimos cincuenta años, pero en forma particular éstas se han
acelerado en las tres últimas décadas; es decir, en el contexto
del proyecto económico y social neoconservador lanzado y desarrollado desde el Estado federal mexicano denominado como
neoliberalismo.
La desarticulación social y económica de la clase campesina
representa una situación de extinción social de esta clase, gatillada de forma estructural desde las políticas de Estado y el
mercado. Esto ha dado lugar a una serie de fenómenos ligados
al mundo campesino, entre los que destacan: 1) La pérdida de
capacidad productiva del ejido y de las comunidades, lo cual
ha significado su exclusión del modelo económico ligado a la
globalización y al libre mercado. 2) La aceleración de los procesos de migración internacionales, sobre todo hacia los Estados
Unidos de América (EUA). 3) En algunas regiones del país, como
es el caso del Estado de México en general, la suburbanización
de las comunidades campesinas tradicionales, lo que implica el
mantenimiento de una situación de pobreza, violencias y falta
de oportunidades de la clase campesina y grupos indígenas.
Todo ha dado origen a una discusión en torno al cambio social en el espacio rural. En las ciencias sociales dicha polémica
se encuentra enmarcada por lo que se ha denominado “nueva
ruralidad” o “desagrarización del campo”. Ambas posturas son
fruto de investigación empírica cualitativa y cuantitativa en regiones específicas del país, por lo que sus conclusiones, aunque
todavía en construcción, pueden ser vistas como teorías explicativas generales del cambio social y económico en el ámbito del
campo.
En el caso de la teoría de la nueva ruralidad (Appendini,
2007), el cambio se explica por una situación de precarización
productiva y económica, debido a la retirada de inversión y de
programas públicos por parte del Estado; situación que se combina con un proceso de exclusión de la dinámica económica
de la globalización. Ante esta posición, las unidades domésticas
optan por ocupaciones no agrícolas como parte de sus estrategias de subsistencia, dichas ocupaciones se desarrollan dentro
de la economía informal, es decir, no representan una mejor
opción para sus miembros. La nueva ruralidad significa la transformación de la economía campesina hacia una economía rural
informal no agrícola (que incluye las estrategias de migración
internacional hacia los EUA). En esta concepción del cambio
sobresale una explicación centrada en la idea de la existencia de
una doble exclusión en el proceso de globalización: los campesinos son excluidos como productores agrícolas y de una posible inserción laboral en el mercado de trabajo formal. Doble
exclusión: la derivada desde el Estado mexicano a través de sus
decisiones en materia de política hacia el campo, así como la
que viene del mercado mismo.
En el caso de la teoría de la desagrarización del campo (Carton de Grammont, 2009), la disminución de los hogares propiamente campesinos tiene una explicación estructural; se debe a
la crisis de producción agrícola y concentración de la producción para exportación en la agroindustria. El proceso de cambio
se caracteriza por el tránsito de una unidad campesina que gira
en torno a la producción agropecuaria complementada con actividades anexas, a una organización sistémica pluriactiva en
donde la actividad más lucrativa marca la dinámica del trabajo
familiar. En este caso se pone énfasis en el fenómeno de retención de población en los núcleos rurales o comunidades, tanto
campesina como no campesina. Esto se explica por una cuestión
de sobrevivencia: la población rural mantiene su residencia en
su pueblo de origen, ya que resulta el lugar más seguro y barato
en donde puede vivir la familia manteniendo vínculos de solidaridad con la comunidad, ejerciendo actividades de traspatio
y recibiendo beneficios de los programas de lucha contra la
pobreza. La población no cam-pesina se mantiene en espacios
rurales, microlocalidades aisladas y marginadas, por el efecto
combinado de la pobreza y las condiciones de mercado de trabajo precario. En este nuevo espacio de lo social y económico
campesino lo importante es que el trabajo asalariado prevalece
sobre el trabajo familiar en la parcela. Algo destacable de esta
teoría es que señala que la pobreza rural no se puede explicar
sólo a partir de la actividad económica agropecuaria, sino que
debe tomar en cuenta la nueva relación campo-ciudad.
Más allá de sus diferencias, ambas posturas coinciden en
una crisis del campo derivada de su exclusión de un modelo
económico nacional y global, que sacó literalmente a la agricultura campesina del mercado. Coinciden en un cambio en
la actividad económica de las familias y en el declive de la
economía campesina, así como su sustitución por una economía
caracterizada por la pluriactividad desarrollada en circuitos de
economía informal, subrayando su exclusión de los mercados
de trabajo formales.
137
138
Dichas teorías explican el cambio social desde un marco estructural económico, desde los cuales la pobreza es vista como
resultado estructural del proceso, y por ello mismo son escépticas respecto a las posibilidades de mejora social y económica.
Si bien sus principales hallazgos son importantes, es necesario
desarrollar una explicación de naturaleza sociológica que permita comprender la dinámica de los sujetos involucrados, pues
hasta ahora lo que no aparece son los sujetos sociales con su capacidad de acción y cambio social. Surge entonces una serie de
preguntas: ¿de qué manera los sujetos campesinos reconstituyen
su espacio social y económico?, ¿qué tipo de estrategias desarrollan como innovación y qué tipo de significaciones socialesculturales surgen como sustento de este nuevo espacio de lo social?, ¿de qué manera y cómo las situaciones estructurales se
convierten en sistemas estructurantes de lo social? Quizás estas
preguntas específicas se sinteticen en la siguiente: ¿de qué manera la acción gubernamental, la acción del mercado y el sistema
de desigualdades sociales y económicas han producido y reproducen a la sociedad campesina tradicional y qué tipo de cambio
social generan los sujetos campesinos?
Para reflexionar en torno a los procesos de transformación
profunda acaecidos en el campo tradicional o campesino realizaremos una reflexión sobre el caso del Alto Lerma en el sur
del valle de Toluca. En este caso se trata de un espacio microrregional caracterizado por la suburbanización con la ciudad de
Toluca. Urbe fuertemente industrializada, pero a su vez satélite
y dependiente de la Ciudad de México.
Tenemos como hipótesis de trabajo que la acción gubernamental, el mercado y el sistema de desigualdades sociales y económicas funcionan como principios estructurantes de la realidad contemporánea campesina; o sea, estas fuerzas estructurales, aquí
en un sentido literal del término, funcionan a nivel de las instituciones sociales y de la acción social de los sujetos como reglas
y recursos estructurantes, que ordenan la vida cotidiana de los
individuos y colectivos, es decir, gatillan posibilidades para que a
partir de situaciones específicas los sujetos desarrollen una praxis
social que va modificando las instituciones sociales, económicas
y culturales, así como la noción imaginaria del tiempo y el espacio social. Partimos de la idea de Giddens, según la cual “la
estructuración de sistemas sociales significa estudiar los modos
en que esos sistemas, fundados en las actividades inteligentes de
actores situados que aplican reglas y recursos en la diversidad
de contextos de acción, son producidos y reproducidos en una
interacción” (Giddens, 2003: 61).
Continuando con una postura crítica del cambio social, partimos del supuesto de que estos sistemas son implícita y explícitamente sistemas de poder y dominación. De esta forma la acción gubernamental aparece como una acción que tiene una
importancia enorme en la estructuración de la sociedad, sobre
todo en el caso mexicano en donde existe un Estado que actúa
de manera autoritaria y vertical, así como de un mercado con
pocas regulaciones e inserto en la lógica de la competencia y el
libre mercado, en donde la exclusión es su principal regla de acción. Además, en donde la existencia de un sistema de desigualdades sociales y económicas implica múltiples formas de violencia para la población en general y en particular para la clase
campesina, los grupos indígenas y el género.
Es necesario no perder de vista que el territorio, en tanto que
región ecológica-social-cultural y económica, constituye el contexto de la estructuración, o sea, representa el espacio-tiempo
histórico de la vida cotidiana, por lo que funciona como una
variable de estructura y estructurante más, con sus múltiples dimensiones de constitución de tiempo y espacio social: define lo
social y el sentido del cambio histórico como tal.
En términos metodológicos, el análisis del cambio social en el
campo que emprendemos tiene cinco dimensiones analíticas: la
acción gubernamental, el mercado, las desigualdades sociales,
la constitución del territorio como espacio histórico-social, y la
capacidad de praxis social de los sujetos campesinos.
La descripción del fenómeno del cambio social en dicha
microrregión se encuentra fundamentada en el trabajo de campo que de manera periódica se ha realizado en dichas comunidades desde 1989 hasta la fecha.
La destrucción de la clase campesina desde las políticas de Estado
La exclusión del sector campesino del modelo económico basado en la exportación de bienes manufacturados y el crecimiento
del sector servicios para el consumo urbano han significado una
lenta pero sistemática destrucción social de este sector. Proceso
que inicia con la puesta en marcha del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA, por sus siglas en inglés), el
cual se tradujo en la apertura de los mercados de granos bási-
139
140
cos subsidiados norteamericanos hacia el mercado mexicano, lo
cual representa una competencia desleal (sobre todo en el caso
del maíz) para los productores nacionales, quienes al no poder
competir en precio con este tipo de mercancías subsidiadas
han caído en una inevitable quiebra social y económica de su
economía campesina (Calva, 2001). Vale la pena recordar que
este proyecto económico y social fue impulsado desde los grupos
de tecnócratas neoliberales que se consolidaron en el periodo
del salinismo (1988-1994), los cuales pensaban que el campesinado como clase resultaba disfuncional para la modernización
del país y su proyecto económico basado en la industrialización
para la exportación (Levy, 1994).
Una de las ideas más controvertidas del neoliberalismo en
el México de principios de los años ochenta y noventa era la
no intervención del Estado en la agricultura,1 la cual implicó el
abandono de la mayoría de las políticas de desarrollo rural que
se habían llevado adelante como un mecanismo para lograr la
autosuficiencia alimentaria nacional.
Con el neoliberalismo, el asunto de la autosufiencia alimentaria ya no es relevante, pues se supone que el campesinado tendría
que reconstituirse económicamente como productores capaces
de competir bajo las nuevas reglas de un mercado (global) o tendrían que buscar otras alternativas económicas de sobrevivencia
(el turismo, los servicios, la migración a las ciudades o hacia el
extranjero). Los programas de desarrollo agrícola, así como de
abasto y de precios de garantías hacia los granos básicos, fueron
sustituidos por programas focalizados de subsidios a los pequeños productores como es el Procampo.2 Éste debería impulsar la
competitividad de los campesinos; sin embargo, en los hechos se
convirtió en un programa de lucha contra la pobreza.3
1
Al contrario de lo que sucede en los países del capitalismo avanzado
(EUA y Unión Europea), en donde existe un importante proteccionismo de
sus mercados alimentarios así como una robusta política de subsidios hacia
el sector agrícola.
2
Programa federal focalizado de transferencias económicas a campesinos, que tiene como finalidad incentivar la producción de granos básicos en pequeñas parcelas. Una de las principales críticas que se le hacen
tiene que ver con la pequeñez de los montos económicos que otorga. Puede
verse el diseño y operación de este programa en: <http://www.procampo.
gob.mx>.
3
El Procampo a lo largo de su historia ha presentado múltiples problemas de focalización e ineficiencia burocrático-administrativa (Arzate,
2005; Vizcarra, 2005).
Las políticas neoliberales se materializaron en buena medida
con el fin de la reforma agraria, que tuvo como resultado definitivo la modificación del artículo 24 de la Constitución. Ello
dio por concluido el reparto agrario. Acción legal que da pie a
la liberación de la tierra de los campesinos, o sea, que pone las
condiciones legales para su mercantilización.
El NAFTA significó toda una ofensiva contra el sector campesino que se tradujo gradualmente en el empobrecimiento
del campo mexicano,4 la acentuación de las relaciones asimétricas entre campo-ciudad, así como en la profundización de
las históricas relaciones de discriminación y exclusión hacia los
grupos indígenas (más de diez millones de personas que representan más de 60 pueblos originarios). El neoliberalismo representó un modelo de subordinación excluyente sobre las clases
explotadas, principalmente las campesinas como productoras
de alimentos, y las obreras (urbanas y rurales) como consumidoras (Rubio, 2001).
El proyecto político-económico neoliberal ha significado
el declive de las sociedades campesinas en un sentido amplio del
término: como proceso que ha generado una mayor explotación
(tanto en los procesos de producción como en los de circulación
de mercancías), y que ha dado lugar al aumento de la exclusión
y discriminación entendidas como la negación de posibilidades
reales para el desarrollo y reproducción de la economía, cultura
e identidad campesina-indígena.
Es evidente que los tecnócratas que impulsaron el neoliberalismo como proyecto social, político y económico tienen
un especial desprecio y desconocimiento por la clase campesina
e indígena. Sobre todo ignoran su capacidad productiva y su
potencialidad para asegurar una política de seguridad alimentaria, además de su importante saber campesino, esencial para
conservar los diversos medios ecológicos del país.
El Alto Lerma en el sur del valle de Toluca
Por sus características geográficas, ecológicas, sociales, culturales, económicas e históricas los municipios del sur de este
4
Julio Boltvinik, utilizando un Método Integrado de Medición de la
Pobreza, un método generoso de medición, encuentra que en 2004 la pobreza rural en México afectaba a 23 millones 795 mil personas, es decir, el
94.26% de una población rural total; esto significa que casi la totalidad de
la población indígena del país se encuentra en pobreza extrema. La Jornada/18/XI/2005.
141
142
valle o Alto Lerma componen una microrregión con problemáticas comunes en relación con su proceso de incorporación a la modernidad, es decir, a su estructuración con las sociedades urbanas mestizas y hegemónicas en términos políticos,
culturales y económicos, sobre todo con la ciudad de Toluca y
la Ciudad de México. Si bien el proceso de incorporación de estas comunidades (organizadas jurídicamente en municipios) a la
modernidad es una historia que ocupa un prolongado periodo
temporal, casi quinientos años, en este trabajo sólo nos interesa
lo sucedido durante la segunda mitad del siglo XX y principios
del siglo XXI.
El valle de Toluca, en el Estado de México,5 comprende un
territorio diverso, compuesto por lo que podemos denominar
microrregiones. Una de ellas es la denominada como Alto Lerma. Las comunidades que integran este espacio han compartido
procesos históricos comunes; por ejemplo, de conquista y repoblamiento por parte del imperio mexica, la dominación española, las diversas revueltas revolucionarias de principios del siglo
XX, y las recientes oleadas de políticas de industrialización y
modernización; pero cada uno de ellos ha tenido repercusiones
particulares en cada comunidad.
Según Albores (1995), la microrregión del Alto Lerma queda
delimitada geográfica y ecológicamente por haber sido la primera zona lacustre del sistema hidrológico Lerma-Santiago y como
la única de la cuenca Alta del río Lerma; en términos culturales
es parte del territorio de distribución de la lengua más antigua
de Mesoamérica (proto-otomangue), además de haber sido el
hábitat de los matlatzincas del valle de Toluca, grupo que tuvo
su base económica en la explotación de los recursos acuáticos.
Se consideran como parte de la región de estudio los municipios que eran ribereños a la laguna y río de Lerma, y que
son, de sur a norte: Texcalyacac, Rayón, San Antonio la Isla,
Almoloya del Río, Santa Cruz Atizapán, San Miguel Chapulte5
El Estado de México es una de las 32 entidades en que se divide la
República Mexicana. Tiene una población cercana a los 16 millones de
habitantes y representa la segunda economía industrial y de servicios del
país. Se trata de una entidad dividida en dos grandes regiones metropolitanas: una conurbada a la Ciudad de México con una población aproximada de 10 millones de personas, y otra con la ciudad de Toluca, capital del
estado, con una población cercana a los dos millones de personas. El valle
de Toluca se caracteriza por su fuerte industrialización y urbanización.
pec, Capulhuac, Mexicaltzingo, San Mateo Atenco y Lerma.
Las decenas de comunidades comprendidas en estos municipios
tienen un origen mesoamericano y al inicio de la conquista eran
pueblos compuestos por pueblos matlatzincas, otomíes y nahuas; durante el siglo XVI fueron rápidamente evangelizados y
aculturizados por encomenderos españoles, así como reagrupados en torno a las hoy cabeceras municipales. Por eso se trata de
comunidades con una larga historia social, cultural y económica
campesina, sobre todo con una vida ligada al maíz como forma
vital de cultura y reproducción. En casi todos los casos las comunidades fueron dotadas de tierras ejidales en los años posrevolucionarios.
Estos municipios comparten un territorio organizado en tres
pisos ecológico-productivos:
Un primer piso se encuentra por encima de los 2,000 metros sobre
el nivel del mar; es la subzona montañosa cubierta por bosques,
sobre todo pinos (ocotes y oyameles). Un segundo piso, intermedio
entre el interior y el fondo del valle, ocupa la franja entre los 2,600
y los 2,800 m.s.n.m.; en ella se practica la agricultura, en algunas
partes con terrazas —tanto en el primer como en el segundo piso
se les llama también de monte o somontano—. El tercer piso está
constituido por la subzona llamada localmente “el plan” o “la planada” por ser la parte más llana, ubicada por debajo de los 2,600
m.s.n.m.; tiene una parte de origen lacustre y otra apta para la
agricultura (González, 1990: 194).
Cada piso cuenta con recursos naturales propios que influyen
el desarrollo económico y sociocultural de cada comunidad. La
microrregión del sur del valle de Toluca ha quedado prácticamente en medio de dos ciudades: la de Toluca y la Ciudad de
México.
Hasta hace cincuenta años se trataba de una cuenca natural
rica en agua y en recursos naturales. La principal característica era la ciénega conocida como Chignahuapan (lugar en que
mana la fuente de agua) o de Almoloya. En realidad se trataba
de un complejo ecológico lacustre compuesto por tres grupos
de agua (la de Almoloya, la de Tultepec o Chimaleapan, y la de
San Bartola o Chiconahuapan), que en su conjunto se extendían por más de 50 kilómetros de longitud. Las lagunas también
conocidas como de Lerma eran el origen de la cuenca Lerma-
143
Santiago e inicio, por lo tanto, del río Lerma, y formaban un
espacio regional importante en recursos naturales6 y escénicos:
Poseedor de un volcán y circundado de altas montañas arboladas,
sus tres lagos ocupaban más de 25 mil hectáreas formando un
complicado laberinto de ríos, canales, arroyos y vastos espejos de
agua […]. Disponía además de mucha madera, de mucha piedra,
de muchos animales adicionales —venados, conejos, liebres, pájaros—, de un clima frío y tónico y por supuesto de algunos paisajes
más admirables del mundo (Benítez, 1975: 151-152).
144
A mediados del siglo XX estas comunidades tenían una vida social y económica tradicional, realizando una actividad de explotación de los recursos económicos lacustres y agricultura de
temporal. Incluso en algunos de ellos se implantaron viveros piscícolas.7
El proceso de aculturización significó la apropiación por
parte de las comunidades de una serie de oficios industriales y
artesanales, los cuales hoy en día funcionan como parte de su
economía y cultura. De esta forma, al correr de los siglos, en
Texcalyacac son costureros lo mismo que en Rayón, San Antonio la Isla, Almoloya del Río, Santa Cruz Atizapán y San Miguel
Chapultepec, mientras en Capulhuac son barbacoyeros,8 en
Mexicaltzingo, chicharroneros,9 y en San Mateo Atenco y Lerma, zapateros. Estas industrias son importantísimas en términos
económicos para cada municipio, teniendo su auge económico a
partir de la década de 1980. Por la misma razón las familias son
comerciantes, pues en buena medida venden sus productos dentro de una compleja red de mercados tradicionales informales,
tanto regionales como nacionales, pero también abastecen a los
mercados de las ciudades de Toluca y México.
6
Entre las especies vegetales que existían están el tule, berros, lentejilla.
Y animales como acocil, insecto de agua, carpa, pescado blanco, rana. Aves
migratorias como pato golondrino, pato bocón, cerceta verde, cerceta azul,
cerceta café, pato chalcuán, pato pinto, pichichi, pato cabeza roja, tepalcate,
pato triguero, pato coacoxtle, pato charrero, ganzo canadiense.
7
Como en Almoloya del Río cuando en 1937 el Departamento Forestal
y de Caza y Pesca del estado implanta este tipo de viveros. Archivo municipal de Almoloya del Río, caja año 1937-Presidencia.
8
Productores de barbacoa de cordero.
9
Productores de chicharrón, el cual se elabora con el cuero del cerdo.
Las diferencias ecológicas y culturales han hecho que este
territorio experimente procesos históricos y sociales de cambio,
modernización, peculiares al resto del Valle de Toluca,10 sobre
todo después de la total desecación de la ciénega de Chignahuapan.
El Alto Lerma ha sufrido un profundo proceso de cambio
social, producto de dos eventos principales: 1) La destrucción
casi total del medio ecológico de tipo lacustre,11 proceso que
se desarrolló entre 1950 y 1970; 2) la industrialización y consecuente urbanización acelerada del valle de Toluca, situación
que inicia con mayor fuerza a partir de la década de 1970 y que
continúa hasta nuestros días, completando el proceso con su tercialización. Cabe destacar que a partir de la década de 1990 y
principios del presente siglo este territorio ha sufrido un considerable crecimiento de población, acompañado del aumento de
una economía informal; todo ello ha significado su conurbación
con la ciudad de Toluca.
Ambos eventos han tenido profundas consecuencias en la organización y cultura de las sociedades lacustres del Alto Lerma,
han gatillado fenómenos como la tercialización de la economía,
informalización del mercado de trabajo, suburbanización y desorden territorial, proletarización (masculina, femenina e infantil), homogeneización cultural en términos de una cultura de
masas; pero a la vez una multiplicación de la diversidad cultural, crisis agrícola, pobreza, destrucción del medio ambiente
(ecocidio), migración intrarregional y extrarregional, migración
indocumentada hacia los EUA, crisis de las instituciones y valores tradicionales, pandemia de alcoholismo en la población
masculina, formación de una sociedad civil organizada en agrupaciones económicas, así como el surgimiento de movimientos
sociales locales contestatarios y políticamente antagónicos al
priísmo tradicional.
10
Esta distinción regional dentro del territorio del valle de Toluca nos
recuerda los planteamientos de Luis González (1973), quien advierte que la
historia nacional no es una historia homogénea y que ésta tiene diferentes
impactos según la región o comunidad que se trate, y que, incluso, algunos
hechos muy relevantes a nivel nacional no tienen ninguna trascendencia a
nivel local.
11
Hoy en día la ciénega ha sido rehabilitada en una pequeña porción
cercana a la cabecera municipal de Almoloya del Río, e incluso la actividad de pescadores ha resurgido en forma incipiente entre algunos de sus
pobladores.
145
Un recorrido de campo por este territorio significa sumergirse en una prolongada zona de suburbanización, caracterizada
físicamente por la pobreza, la autoconstrucción, la degradación
ecológica y el abandono del campo como principal actividad
económica. En buena medida, muchas de estas realidades son
resultado del fracaso de las políticas públicas federales, estatales
y municipales; son la evidencia de su incapacidad y desbordamiento por el mismo proceso de modernización acelerada pero sin
planeación del valle. La realidad de la suburbanización, como
sinónimo de precarización de la vida social, cuestiona la posibilidad de acceder al mundo moderno como imaginario de integración global y acceso generalizado al bienestar y la riqueza;
implica una situación de exclusión de las oportunidades.
Cambio ecológico y proletarización
Un momento crítico para la historia de la región fue el inicio
de las obras hidráulicas del Sistema del Alto Lerma, cuyo objetivo era extraer agua de los manantiales de la zona para cubrir
las necesidades de la Ciudad de México. En 1937 el Secretario
General de Gobierno del Estado de México escribió:
146
El ciudadano Gobernador en acuerdo de hoy se ha servido comisionar a usted [Sr. Julio Ortiz Álvarez] para que en su representación se sirva a organizar los trabajos de cooperación en la construcción del Sistema de distribución de Agua Potable Jalatlaco
México, que está siendo construido por el Gobierno Federal y bajo
la dirección del C. Ingeniero Roberto Guerrero Ramírez, y que se
encuentra en los Municipios y pueblos que en seguida se indican:
La Magdalena, Jalatlaco, Capulhuac, Tianguistenco, Yancuitlalpan, San Pedro Tlatizapán, Santa Cruz Atizapán, Almoloya del
Río, San Lorenzo de las Guitarras, San Mateo Texcalyacac, San
Pedro Techuchulco, Jajalpa y San Miguel (Archivo municipal de
Almoloya del Río, caja de 1937, gobernación).
Las obras se prolongaron en el tiempo. La primera etapa se inició en 1941 y 1942, y culminó en 1951, con captaciones de agua
desde Almoloya del Río, Texcaltenango y Alta Empresa (SRH,
1970; Olguín, 1972). Al concluirse la segunda etapa en 1970, las
obras tenían 230 pozos en explotación conectados a 170 km de
acueducto que llevaba 14 m3/seg de agua potable a la Ciudad
de México (SPP, 1981: 25). Junto a las obras se construyó una
carretera y finalmente el sistema hidráulico ante las protestas de
la población fue resguardado por el ejército.
En 1984 el gobierno del Estado de México inicia un
proyecto de rehabilitación de las ciénegas, el cual se mantiene
funcionando hasta la fecha. Acción que ha conseguido preservar algunas pequeñas ciénegas, por ejemplo en el municipio de
Almoloya del Río, pero no ha podido solucionar el problema del
río Lerma, uno de los más contaminados del país.
Todo parece indicar, en especial por los testimonios orales
de la población, que el proceso de desecación de la cuenca lacustre fue rápido. Un informe oficial reconoce que:
La gran cantidad de pozos perforados desviaron el curso de los
mantos acuíferos que daba vida a los manantiales […] hasta hacerlos desaparecer. Hoy la región muestra síntomas de la sequía,
fenómeno que terminó la emigración de esas especies animales y
la extinción de formas vegetales que han traído consigo el éxodo
de una considerable cantidad de habitantes, en pos de mejores
tierras (GEM, 1971: 11).
Las obras de entubamiento de agua potable del Alto Lerma
para suplir las necesidades de la Ciudad de México fueron el
inicio de un proceso de proletarización de la población en estas comunidades ribereñas (Torre, 1991). El despojo del recurso acuífero a través del sistema Lerma-Cutzamala y posterior
deterioro ecológico negó la posibilidad de un desarrollo agrícola, ganadero, acuícola y turístico para la región, a la vez que
destruyó por completo una cultura lacustre, es decir, acabó con
un tipo de organización y estructura social ancestral (Albores,
1995). Esto tuvo profundas repercusiones para la sobrevivencia
y reproducción de la sociedad regional; es decir, las comunidades se plantearon las interrogantes del cómo sobrevivir y bajo
qué instituciones y organización social reorganizar dicha sobrevivencia y reproducción. Dos eventos que hicieron más difíciles
los procesos de recomposición social en esta región fueron el
incompleto proceso de reforma agraria, la dotación de tierra
fue desigual y en algunos casos no se dio, y la poca capacidad de
demanda de mano de obra por parte de la industria asentada en
la región del valle de Toluca.
Una primera opción que estas comunidades tomaron
para su proceso de reestructuración social fue la migración tanto
hacia otras ciudades cercanas como hacia los EUA. Esta última
forma de migración se viene realizando, con mayor o menor in-
147
148
tensidad, en prácticamente todas las comunidades desde la década de 1940 a la fecha. Las redes bien constituidas de braceros
o indocumentados existentes hoy en día en la región tienen una
historia de por lo menos cincuenta años. El origen fue el Convenio Bracero firmado por el gobierno mexicano y el norteamericano en 1942, como coyuntura de la Segunda Guerra Mundial,
y que tuvo continuidad hasta 1961 (Rodríguez, 1993). La primera mano de obra que salió de esta región hacia los EUA fue gracias a este convenio, es decir, salió legalmente; su destino laboral
fue la agricultura de California con una rotación estacional. En
la actualidad los migrantes son de tercera o cuarta generación,
por lo que existen redes bien definidas de movilidad y residencia
en distintas ciudades de la Unión Americana; si bien al principio migraban varones jóvenes ahora migran mujeres jóvenes
y población con estudios medios superiores e incluso superiores,
por lo que cada familia tiene algún miembro migrante.
Paralelo a la migración internacional, y como parte de esta
historia de proletarización, se dio la constitución de un sistema
de producción informal de talleres domiciliarios familiares y
maquileros de producción de telas y/o dedicados a la costura de
ropa. Cabe aclarar que no todas las comunidades de esta región
desarrollaron tal opción, pero que en un buen número de ellas
se hizo, como es el caso de las comunidades de Almoloya del
Río, Santa Cruz Atizapán, San Antonio la Isla, Texcalyacac, y
el pueblo de Gualupita en Santiago Tianguistenco, o del zapato
como fue el caso de San Mateo Atenco.
El aporte económico de los migrantes legales sirvió para que
se capitalizara el nuevo sistema de producción que daría sustento a las comunidades en forma posterior: el taller informal
de tipo familiar maquilador de tela, de costura de ropa o para
la producción de calzado. Las remesas forman parte de un sistema económico de la maquila a domicilio, en donde este dinero
capitaliza a los talleres, y gracias a ello éstos pueden comprar
insumos y tecnología. También las remesas financian el ciclo de
fiestas de cada pueblo y permite a la mayoría de los niños asistir
a la escuela básica, la cual los prepara para su futura expulsión
como mano de obra joven migrante hacia los EUA.
La migración indocumentada
Como ya se ha dicho, la migración documentada hacia los EUA
constituyó la fuente de ingresos para la conformación de todo un
sistema de producción familiar maquilero. Pero si bien esta migración ayudó a que la institución taller familiar tomara cuerpo,
en forma posterior, el taller permitió la práctica de la migración,
ahora indocumentada, en condiciones particulares y funcionales al
sistema social.
El bracerismo practicado en esta región tiene rasgos diferentes a las caracterizaciones tradicionales del fenómeno. En
forma tradicional se piensa que los indocumentados mexicanos
son “en su mayoría hombres jóvenes, que no se acompañan de
familias, de procedencia rural y el sector agrícola, desempleados en México, de bajo nivel educacional, que no permanecen residiendo largo tiempo en Estados Unidos, y que tratan
de enviar dinero a sus hogares” (García, 1993). En el caso que
nos ocupa los migrantes son en su mayoría hombres y mujeres
jóvenes, que no se acompañan de sus familias, de procedencia
urbano-popular, no son desempleados en estricto sentido, con
un nivel educacional de secundaria o preparatoria, y según el
caso retornan rápidamente a su lugar de procedencia, aunque
intentan residir por largos periodos en la Unión Americana si
las condiciones les son adecuadas, y no envían necesariamente
dinero a sus hogares; es decir, la migración se ha convertido en
un complemento económico al taller familiar y es practicada
como mecanismo de maduración de los jóvenes de ambos sexos.
Esto se debe a tres factores: la existencia de toda una red de
familiares y amigos bien asentada en el país de destino. Así, en
la ciudad de Los Ángeles existen colonias de gente procedente
de algunas de estas comunidades, prácticamente clones sociales
de sus comunidades de origen; la existencia de redes de tránsito y financiamiento, polleros y coyotes, que “aseguran” el tránsito
fronterizo, y la existencia de un mercado de mano de obra de
tipo maquilero de la industria de la ropa en los Estados Unidos,
sobre todo en California.
Los migrantes de esta región del valle de Toluca van a trabajar en lo que saben hacer mejor desde pequeños: coser ropa; lo
hacen más para conocer y hacerse de un capital personal que
por la necesidad imperiosa de mantener a la familia de origen,
ya que ésta se mantiene sola gracias al taller doméstico en México. Normalmente el trabajo es por un año o dos, para después
regresar y establecer su propia familia y taller. En ciertos casos
algunos migrantes, una vez devueltos, continúan estudiando,
ya sea una carrera técnica o en ocasiones universitaria; los migrantes que deciden quedarse se integran a las comunidades ya
149
150
establecidas en Los Ángeles y trasladan a su familia o forman
una nueva familia allá.
La dinámica de la migración está dada por la dinámica familiar, su estructura y estrategia pluriactiva; un joven sólo puede
salir si existen condiciones adecuadas en la familia para ello: si
existe un reemplazo de su puesto de trabajo, si existe el sustento
necesario para la sobrevivencia de la familia sin él. Este tipo de
bracerismo es completamente diferente al practicado en otras
regiones del valle de Toluca; por ejemplo, en las regiones otomíes y mazahuas, en donde el bracerismo se ajusta más a sus
propias condiciones típicas, y en parte por tratarse de regiones
con un nivel de pobreza y marginación sociocultural mucho
mayor al caso de estudio (Sandoval, 1997). También es distinto
al practicado en otras regiones del país como Oaxaca o el Bajío, donde existe una articulación con la agricultura regional
(Palerm y Urquiola, 1991).
La migración documentada y luego indocumentada a los Estados Unidos ha sido parte de un proceso de reestructuración
total de estas sociedades y se puede entender como un acomodo
a una nueva situación producida exógenamente, gatillada por
medio de políticas de Estado. Esto significa que éste ha sido
el principal impulsor de los procesos de modernización en la
región.
El taller maquilador familiar e informal
Otra alternativa de supervivencia en estas comunidades fue la
introducción de un sistema productivo familiar conocido como
maquila o talleres maquileros de ropa y calzado. El taller familiar, informal y maquilero en estas comunidades adquiere muchas de las características descritas por la investigación efectuada en los últimos años en México en torno a dicho fenómeno. El
taller familiar se ha extendido por todo el territorio mexicano,
sobre todo a partir de la crisis económica de 1982. Las diversas
investigaciones han estudiado el taller familiar en su dinámica
interna y han privilegiado los enfoques de género, organización
productiva y clase social, sobre todo utilizando el método de
la economía política (Alonso, 1988; Arias, 1988; Bazán, 1988;
Castillo, 1993; Escobar, 1988, Treviño, 1988; Wilson, 1990);
pero en pocas ocasiones han estudiado al taller en relación con
su capacidad estructurante a nivel de comunidad, región, o
como parte de complejos procesos de cambio histórico-sociales
más amplios.
Los talleres aparecen a finales de 1970 y principios de 1980,
y se extienden como opción de trabajo informal de manera
vertiginosa hasta nuestros días. Fueron impulsados por algunos
programas de microindustrias organizados por el gobierno del
Estado de México y por el mercado a través de grandes productores nacionales de ropa, que deslocalizaron su producción.
Este tipo de taller maquilero está basado en el trabajo a destajo,
como parte de una cadena productiva articulada mediante el
espacio social de las comunidades con productores y distribuidores de ropa en la Ciudad de México. De esta forma los talleres cosen pantalón de vestir y de mezclilla, vestido y ropa de
deporte, aunque cada vez se diversifican en su producción. En
algunos casos una parte de ésta es vendida por los mismos maquileros en los mercados o tianguis populares de la región.
La condición de informalidad significa la proletarización de
miles de personas sin pagar un centavo de prestaciones sociales
e impuestos. El modo de producción maquilero utiliza de manera intensiva mano de obra familiar, que incluye normalmente a
una familia ampliada; por lo tanto, trabajan en el taller varias
familias y generaciones: adultos mayores, jóvenes y niños. Esto
no implica que en algunas ocasiones los talleres contraten mano
de obra, por lo general jóvenes mujeres provenientes de otras regiones del Estado de México y otros estados, incluso de algunos
países centroamericanos.12
La familia quedó así como la pieza maestra de lo económico
y social; como institución fundante y piedra angular de lo social
y comunitario: sigue siendo entendida como institución de reproducción social, cultural, biológica y material esencial (Meillasoux, 1983); pero con la innovación cultural de conjuntar dos
ámbitos fundamentales de la vida en un mismo espacio de lo
social: el económico y el del mundo de vida: creación de valor
y creación de vida. Quizás este es su éxito en entornos brutalmente modernizados, ya que la familia-taller aparece como
cobijo y sustento al mismo tiempo, como una paradoja: fábrica
y terruño: en donde todos son vistos como trabajadores, a la vez
que como parte de la familia.
En esta región el taller familiar se ha ido transformando y
complejizado, existiendo hoy en día diversos tipos, pero pode12
En Almoloya del Río existen colonias de migrantes salvadoreños,
incluso se tienen registros de la existencia de la Mara Salva Trucha.
151
152
mos identificar en términos generales dos: el taller-familiar-artesano y el taller-familiar-semiindustrial. El término familia denota una
transformación de la institución, ya no se trata de la familia tradicionalmente definida como “unidad fundamental de la sociedad
compuesta por dos individuos de sexo opuesto que conviven en
forma estable en una misma vivienda como consecuencia de
algún tipo de matrimonio, mantienen relaciones sexuales y afectivas, cooperan regularmente en la reproducción material de su
existencia repartiéndose el trabajo dentro y fuera de la unidad”
(Gallino, 1995). En este trabajo se entiende como familia aquel
espacio de convivencia, de mundo de vida, compuesto por una
serie compleja de lazos de parentesco entre sus miembros; lazos
de parentesco consanguíneos o ficticios, en donde la división del
trabajo se encuentra organizada en función de una lógica de
la reproducción total de la unidad social, mediante un mecanismo de rotación sexual y por edades del trabajo, en donde
la organización del trabajo está coordinada con los ciclos de
migración —expulsión y posible retorno— de sus miembros. Es
decir, la organización del trabajo implica y forma parte de un
sistema de pluriactividad complejo, desarrollado dentro de un
núcleo social y económico. El sistema de circulación por edad y
género típico de la cadena productiva de estos talleres funciona
como sistema de maduración de los jóvenes, quienes trabajan
en el taller familiar y estudian su escuela primaria y secundaria,
mientras emprenden el viaje para los EUA. Este es el gran sueño
de los jóvenes de esta región, en donde el campo es una lejana
referencia de sus padres y abuelos.
De esta manera el taller-familiar-semiindustrial es aquel en donde
se mezclan y funden en un mismo espacio la familia y el taller de
costura o zapatero de tipo industrial o semiindustrial. Es el lugar
donde la familia tiene su vivencia del mundo y, al mismo tiempo,
el lugar en donde se desarrolla un trabajo de tipo fabril. Espacio
en el cual participan de un mundo de vida común, tanto miembros consanguíneos como miembros-trabajadores, asalariados,
que por estar en permanente relación social con la familia han
creado lazos de parentesco afectivos. Esto es producto de la condición de informalidad bajo la cual se ha generado esta forma
de producción maquilera, ya que lo fundamental es la clandestinidad del taller: está oculto al mundo exterior y su refugio es la
casa-hogar, el espacio de lo privado. Por eso el taller-hogar no es
un espacio neutro, en donde trabajo industrial y reproducción
se separen, más bien se trata de un único espacio económico y
vivencial.
El taller-familiar-semiindustrial se ha convertido en la
partícula más pequeña que compone a la sociedad, y por ello,
en la partícula en torno a la cual gira la organización y la cohesión de la comunidad. Hogar/comunidad: dualidad por la
que se transluce, entra y sale el mundo de lo público; hogar/
comunidad: microcosmos, espacio social tejido por paredes simbólicas que lo resguardan de la mirada de lo público. El hogar
y la comunidad, como sistema social, resultan en una protección imaginaria del individuo o trabajador informal: descanso
contra el mundo, lecho de la mismicidad y la identidad social;
pero, también, son una especie de membrana comunicante con
un mundo mayor: el sistema económico formal. De esta manera la informalidad es un camaleón, funcional como institución
social y funcional a un sistema de producción industrial, caracterizado por la explotación y dominación de esta mano de obra
“invisible” (Castillo,1993); mano de obra compuesta por niños,
mujeres, ancianos, discapacitados, organizada en torno a una
férrea división social del trabajo dentro de cada taller. Esta institución es un producto de la modernidad, de una modernidad
desigual y asimétrica; es resultado del tránsito de una sociedad
de tipo tradicional, que fincaba su vida cotidiana en su relación
con su entorno ecológico, a una sociedad incrustada de lleno en
un contexto moderno, urbano-industrial, que no da alternativas
de sobrevivencia; es el resultado de la fusión del pasado con el
presente, y representa, en paradoja, el lugar de conciliación entre conflictos histórico, a la vez que su agudización en términos
de bienestar.
Como resultado de lo anterior, lo que hay es un sistema social
y económico que podríamos denominar como de explotaciónpluriactiva. Es decir, se trata de un sistema que está basado en la
proletarización y consecuente explotación de una mano de obra
barata, vía el trabajo en talleres maquiladores y/o mediante la
exportación de dicha mano de obra hacia las metrópolis intrarregionales o extrarregionales internacionales. La población,
sobre todo joven, para poder sobrevivir echa mano de estrategias combinatorias de empelo o pluriactividad, según la edad,
el género y la clase social. Pero lo importante de esto es que la
pluriactividad se convierte en un sistema de reglas que estructuran los ciclos vitales de las personas y familias, por lo tanto se
constituye en un mecanismo que ordena la vida cotidiana y la
esfera del mundo de vida o labor de la sociedad.
153
La reconstitución de las identidades
colectivas
154
El taller familiar maquilador informal implicó, como sentido
simbólico-social, la reconstitución de la institución familiar y la
reconstitución de la organización social en términos de comunidad, entendidas éstas como las dos más importantes instituciones. Eso significó para todos estos pueblos una redefinición
de su sentir comunitario, o imaginario comunitario.13 Para muchos de los habitantes de estas comunidades el trabajo en el taller
representa un tema de orgullo, es común escuchar expresiones
de un sentimiento de logro ante la adversidad, es visto como una
manera de “salir adelante”, una salvación frente al fin de todo
un mundo o tiempo histórico.
Hablar de reconstitución de las instituciones fundamentales
de la sociedad significa su readecuamiento a una situación de
pérdida de sentido colectivo: el colapso súbito de un mundo organizado en torno a lo lacustre y lo agrícola. Los principales
mecanismos sociales reestructuradores fueron dos: 1) La reescritura simbólica de su memoria colectiva, es decir, la reflexión colectiva de su historia reciente, a través de la enunciación
reflexiva de una serie de discursos mitológicos sobre la naturaleza y sentido del tiempo histórico, los cuales ennoblecen el
pasado y subliman los momentos de crisis histórica: poetizan el
proceso de cambio social brutal, haciendo de la modernización
un proceso mítico, por ello creíble y autojustificable en cierto
modo. Dentro de estos relatos las comunidades y sus individuos
aparecen como víctimas, a la vez que como héroes forjadores de
un cambio con alternativas creativas; aparecen ante sí mismos
como triunfadores frente a la fatalidad del tiempo histórico. 2)
La restitución de los lazos imaginarios de la sociedad comunitaria a través de la constitución de ciclos festivos mágico-religiosos,
es decir, en la reconstrucción simbólica del ciclo festivo comunitario, ahora desvinculado de su sentido ligado a lo natural como
ciclo agrícola o como agradecimiento a la diosa del agua, y religado al sentido de identidad pluricultural de las nuevas comunidades. La fiesta religiosa se convierte en el momento temporal,
13
Imaginario entendido según la concepción de Cornelius Castoriadis
(1988), como un magma de significaciones imaginarias culturales, que por
su naturaleza de sentido profundo permiten la creación y reconstitución
de lo social, es decir, son la herramienta de la sociedad para reconstituirse
como sociedad en un tiempo histórico y un espacio determinado.
cíclico-ritual, más importante de cada comunidad. La fiesta se
convierte poco a poco más que en un acto religioso en un performance cultural, en donde se despliega todo un imaginario de
lo identitario, el cual es una mezcla entre lo tradicional y lo
moderno, en donde despliegan escénicamente, teatralmente, lo
propio y lo importado del exterior.
La fiesta comunitaria se convierte en un momento de efervescencia colectiva; en este sentido es un momento dionisiaco,
un momento de la temporalidad social emblemático. Ésta constituye un acto signado por el derroche material; así, buena parte
de las ganancias del año de todas las familias de las comunidades van a dar al financiamiento de la fiesta, algo paradójico
en comunidades en donde la pobreza es la tónica.
El calendario de fiestas es complejo en cada municipio, pues
existen festividades por barrio y la principal de cada parroquia.
La fiesta más importante dura una semana o más e implica la
elaboración de comida por parte de cada familia para atender
las necesidades de organización de la misma celebración y de
los invitados. El ambiente es carnavalesco a la vez que religioso.
Lo pagano y lo religioso se unen y bifurcan de una manera natural. Mientras, en el atrio de la iglesia principal se desarrollan
complicados rituales religiosos y danzas (apaches o concheros,
inditas, cuentepecos, pastoras, lobos, moros y cristianos, entre
otras). Por la tarde se organizan importantes bailes populares
con los mejores grupos musicales del momento, normalmente
música norteña o de Sinaloa, gusto importado por los migrantes
(muchas veces se trata de música ligada semánticamente a la
cultura del narco).
El sistema de mayordomías es la estructura social que hace
posible la organización de la fiesta, ser mayordomo es un honor,
pues se sirve a Dios y a la comunidad, no importa el tamaño
del esfuerzo económico y del trabajo. El sistema de cargos y el
sistema de fiestas que genera es claramente antiutilitarista, pero
que, paradójicamente, sólo es posible mantener en términos materiales gracias a un sistema de explotación capitalista avanzado.
La reestructuración simbólica de la sociedad mediante una
serie de prácticas religioso-festivas, es decir, la reelaboración
simbólica de la fiesta y la religiosidad colectiva es fundamental, y no se trata de un fenómeno aparte de la reestructuración
económica y social, ya que dicha reestructuración de lo simbólico-social hizo posible la reelaboración de la cohesión social
en momentos de crisis histórica para las comunidades. El fin de
su entorno ecológico-productivo lacustre y la forzosa migración
155
156
como medio de supervivencia permitió un sentido de religamiento de lo social, indispensable para evitar el caos o destrucción
de las instituciones y el sistema de valores institucional.
Otra manera de reconstituir y preservar el sentido de comunidad ha sido la elaboración de toda una imaginería, transmitida
de generación en generación gracias a la oralidad, en torno al
mito de la sirena; lo cual es un acto de historicidad: de reflexividad frente al pasado histórico.
El mito de la sirena adquiere en la zona múltiples variantes,
pero todas conservan elementos semánticos semejantes: la existencia de un ser en forma de serpiente o sirena que habitaba
la ciénega de Chignahuapan. Se trataba de una deidad con
características duales, entre diosa y demonio, ángel protectormonstruo, protectora y destructora, madre y amante, dadora
de la vida y la fertilidad, pero también de la muerte. Además de
las notables referencias erótico-sensuales (“seducía a los pescadores”, “les raptaba”), hoy en día la “Sirena” es vista y entendida como diosa protectora de la región, las comunidades, del
agua y de la tierra. Este mito parece ser la transfiguración contemporánea de la veneración de la diosa mexica del agua Chalchiutlicue.14 El mito permite ordenar el tiempo histórico en dos
momentos significativos: el de la existencia del agua y la sirena,
y el de la desecación y huida de la sirena hacia otras tierras. El
primero es el tiempo de lo tradicional, del mundo campesino y
de los pescadores; aparece como un tiempo inicial bucólico y
moralmente bueno. El segundo es el tiempo de la modernidad
que se identifica como caótico y moralmente malo.
En su narrativa el mito de la sirena implica una orfandad,
pues cuando se “va el agua” y con ella la sirena, surge un tiempo de orfandad de la comunidad: la diosa con su dualidad se
ha ido. Pero después la misma narración acomoda episodios
de esperanza, en donde es posible que la sirena regrese en algún momento y se restablezca el tiempo primigenio y bueno;
o en donde la sirena, transfigurada en otros seres mitológicos
o animales, regresa para velar la vida de las comunidades. Este
sentido de esperanza es fundamental como elemento religante,
pues significa la posibilidad de afrontar el miedo colectivo frente
al cambio, que es implícitamente un tiempo de incertidumbre.
Políticas de Estado y producción de
desigualdad
El supuesto explicativo de este trabajo es que las políticas de
Estado, todas de gran magnitud, pero principalmente la obra
de entubamiento y bombeo de agua potable realizada en esta
región, han tenido una capacidad de cambio social desde múltiples dimensiones. En términos ecológicos, tuvo repercusiones
en la economía local y en la cosmovisión de las comunidades
de su tiempo y espacio geográfico. Tuvo un impacto económico
radical, pues significó el fin de un modo de producción campesino y el surgimiento de un modo de producción centrado en
la proletarización y la migración. Hay un impacto en la configuración espacial del territorio, en la medida que las comunidades adquieren cada vez características urbanas. En este sentido, el territorio de las comunidades y sus pueblos se ha visto
urbanizado de manera acelerada, presentando hoy un aspecto
suburbano, en donde los asentamientos dispersos conviven con
algunas parcelas cultivables y en donde la pobreza urbana y la
falta de servicios de calidad es la tónica. Estos municipios están
prácticamente conurbados a la ciudad de Toluca y mantienen
una relación económica vertical con la Ciudad de México y algunas ciudades de EUA, sobre todo con el estado de California y
la ciudad de Chicago. Y, finalmente, por un efecto combinado
de todo ello, hay un cambio en la cultura de la población. Quizá
lo más notable en este sentido es la reelaboración del magma de
significados culturales tradicionales, mediante la incorporación
de un sinfín de elementos importados de la sociedad de consumo citadina-mestiza y americanizada en tanto que sociedad
de consumo, pero en donde la religiosidad15 y el sentimiento de
comunidad continúa siendo el eje de la acción social cotidiana y
de la identidad comunitaria.
Este complejo proceso de cambio, que se teje entre lo
económico, lo social y cultural de manera compleja, significa la
constitución de una sociedad diferente a la existente hace sólo
cincuenta años. Se trata de una sociedad modernizada a partir
de la acción de un gobierno central autoritario y por un mercado que la ha usado como mano de obra barata. Se trata de
una población que se incorporó al mercado en condiciones de
15
14
Chalchiuhtlicue, “la de falda de jade”: diosa de las aguas terrestres y
marinas.
A pesar de la importante presencia de otras religiones diferentes a la
católica en la región; quizá esta variable cultural tenga implicaciones a mediano plazo en el sentido de comunidad existente hasta hoy.
157
158
injusticia y con pocas capacidades para el ascenso social, sobre
todo porque ha permanecido, en su mayoría, fuera de los beneficios del Estado benefactor.
Si bien la acción gubernamental desató una serie de oleadas
de cambio en un sentido modernizador, esto ha significado la
construcción de un sistema de desigualdades sociales que significan para esta región una situación de no bienestar. En este caso
es posible identificar tres ejes estructurales de la desigualdad:
1. Asimetría entre regiones y explotación entre ellas. El proceso de desecación de la laguna de Chignahuapan como producto de una decisión política y tecnológica por parte del Estado federal representó y significó una relación asimétrica entre
dos regiones, una central y hegemónica frente a otra subalterna
o periférica. El intercambio desigual entre ambas puede entenderse como una forma de explotación estructural, en donde una
dota un recurso vital como es el agua potable, mientras que la
contraparte no otorga nada a cambio. Sin duda, se trata de una
relación de injusticia y de asimetría de poder entre dos regiones
que ha tenido enormes consecuencias para las comunidades del
Alto Lerma. Los efectos de la desaparición del ecosistema lacustre no sólo son de naturaleza económica, han tenido un impacto a nivel del inconciente colectivo y en el contenido cultural
de estas comunidades. Por supuesto que las consecuencias de
este proceso brutal de cambio en el medio ecológico han significado una presión para las familias y la comunidad, en tanto
que instituciones sociales: cómo mantenerse y reconstituirse en
el tiempo a pesar de la destrucción de ese medio ecológico geográfico, el cual representaba su sustento económico pero también daba contenido a su memoria colectiva como pueblo de
pescadores y agricultor.
2. Proletarización generalizada de la población, explotación
y exportación de mano de obra barata. La construcción de un
sistema maquilador de trabajo informal y la construcción de un
sistema de migración internacional representan la opción laboral de una población que no estaba preparada para su incorporación al mercado. El sistema económico basado en el trabajo
a destajo realizado dentro de los hogares-talleres, si bien ha salvado de la pobreza extrema a miles de familias más no de la
pobreza y de la falta de oportunidades, sustituyendo el trabajo
en el campo y en la ciénega por uno de tipo fabril, representa
un sistema económico fincado en la explotación. La condición
de informalidad significa que todo un ejército de obreros de to-
das las edades y sexos trabaja largas jornadas sin prestaciones
sociales, es decir, no existe el acceso a los beneficios del seguro social o a un sistema de pensiones, situación que pone a las
personas en incertidumbre y a merced de los patrones de cada
taller. Paradójicamente, en muchos talleres se ha desarrollado
un sentimiento de éxito en relación con el taller como forma de
“salir adelante”, mas esto es relativo por los bajos salarios que
reciben los costureros. La migración es un arma de doble filo,
ya que deja el peso de las familias en la madre, en un contexto
de cultura patriarcal, por lo tanto vulnerable a la violencia de
género, además constituye una pérdida de población joven.
3. Marginación, pobreza y exclusión social. El fracaso de las
políticas públicas, tanto del gobierno federal, como estatal y municipales, es evidente ante la falta de servicios públicos de calidad y la perpetuación de la condición de pobreza, marginación
urbana, exclusión y estigma social, sobre todo en el acceso a los
servicios de bienestar y al mercado de trabajo formal. En particular, los gobiernos municipales se han quedado desbordados
ante la magnitud del crecimiento poblacional de esta región.
Así, el crecimiento de las cabeceras municipales se caracteriza
por la suburbanización, la cual presenta una escasa planeación
urbana de los asentamientos, precariedad de los servicios públicos, degradación del medio ecológico (sobre todo de aguas superficiales y manejo de basura), y la presencia sistemática de la
autoconstrucción como mecanismo de acceso a la vivienda. A
pesar de la emergencia del sistema económico de la maquila, la
pobreza sigue siendo la media en estas comunidades. Los programas focalizados como de lucha contra la pobreza, por ejemplo el Oportunidades y el Procampo, resultan obsoletos frente a
una realidad con múltiples carencias, en todo caso representan
algún paliativo a ciertas situaciones de carencia. La ineficacia
del Estado a través de sus políticas representa una situación estructural que genera diversas formas de exclusión social, marginalidad y de alguna manera incrementa y reproduce la pobreza como vida cotidiana.
Estas tres vías organizan un sistema de desigualdad social y
económica que representa a su vez impactos diferenciados en
términos de violencia(s). Al sistema estructural de desigualdades
le es consustancial un sistema de formas de violencia, el cual
tiene múltiples rostros: explotación diferenciada según género
y edad, vulnerabilidad frente a la enfermedad y la jubilación,
exclusión de los jóvenes de los sistemas educativos de calidad,
159
la existencia de violencia intrafamiliar sobre todo contra el género, así como una pandemia de alcoholismo crónico entre los
adultos varones.
El cambio radical y vertiginoso experimentado por esta microrregión del valle de Toluca, en donde se trocó la vida campesina por una de tipo urbana, tiene un hálito de caos y precariedad social.
Capacidad de cambio de la sociedad
160
Regresando a la pregunta de inicio, de qué manera la acción gubernamental, el mercado y el sistema de desigualdades sociales
y económicas han producido y reproducen a la sociedad campesina tradicional, y qué tipo de cambio social registra dicho proceso. La respuesta gira en torno a un cambio radical en donde lo
campesino ha dejado de existir, y/o en todo caso subsiste como
forma de vida remanente para ser sustituido por una sociedad
suburbana, en donde lo característico es la proletarización vía
la constitución de un sistema económico de maquila a domicilio
informal y la exportación de mano de obra barata a los EUA;
esto último mediante la elaboración social de una serie de redes
de migración bien establecidas. Se trata de un modelo de sociedad de precarización ampliada de la vida de los individuos,
familias y comunidades, en donde el sistema de dominación si
bien pasa por el eje capital-trabajo-autoridad, se articula a otras
relaciones de dominación-explotación como son la de génerogénero y región-región, sociedad civil-estado.
Hay que comprender que este cambio es producto de fuerzas
estructurales que tienen componentes más bien locales: un sistema específico de desigualdad-violencia y una transformación
concreta del espacio ecológico y sociohistórico. Es decir, si bien
estos procesos estructurales se encuentran dentro de la lógica
de la globalización, así como son parte y producto de un modelo económico concreto (denominado como neoliberal), tienen
características histórico-sociales propias, y son tales cualidades
las que explican la acción social de respuesta de los individuos y
sociedades: explican la capacidad de cambio de la sociedad. Es
aquí donde las estructuras que denominamos de desigualdadviolencia funcionan como estructurantes, o sea, como formas
institucionales que al significar sistemas de reglas y recursos,
positivos y negativos, estructuran a los individuos como familias
y comunidad.
Las estructuras que denominamos de desigualdad-violencia
son elementos estructuradores de los diversos sistemas sociales:
permiten una ligazón entre el contexto o continuo espacio-temporal con los sistemas sociales construidos por la acción social.
El resultado más complejo de este proceso, para el caso de la
sociedad estudiada, es el que se ha elaborado socialmente en
torno a la pluriactividad como forma de acción social. Ésta refleja la capacidad de adaptación, acción creativa y de respuesta
de los sujetos e instituciones sociales (familia y comunidad) ante
situaciones de crisis. La pluriactividad no se puede comprender como una forma de racionalidad, sino como un proceso de
acción social que implica racionalidad, pero también reflexividad, praxis y motivación. Si bien es una estrategia económica se
hunde en las motivaciones profundas de la sociedad, las cuales
tienen sentidos a veces indeterminados o poco racionales, como
la preservación del ciclo mágico-religioso y ritual de la fiesta antes que la acumulación de tipo capitalista. Esto obedece a que la
lógica simbólica del don que implica la motivación de la fiesta es
la única salida discursiva, reflexiva-coreográfica, a la saturación
de angustia que significa la existencia en una situación de continua precariedad social e incertidumbre frente a la modernidad; en donde dicha acción discursiva es, a la vez, estructurante
e instituyente de la institución imaginaria de comunidad: rehace
cíclica y simbólicamente a la institución comunitaria como posibilidad espacio-temporal, como continuidad. Por lo tanto, como
cohesión social, a pesar de las formas de desigualdad-violencia
que le configuran en la vida cotidiana, es decir, produce, ordena
e instituye el tiempo histórico de lo social.
Otro elemento central no sólo es comprender las estructuras
que hilan el cambio social, sino dilucidar la manera en que dichas estructuras están mediadas, como parte de las reglas y recursos, por formas de poder-dominación; las cuales, a su vez,
determinan la naturaleza de la violencia social existente. En este
caso las situaciones de poder-dominación implican la comprensión y alcances de las desigualdades como formas pragmáticas
de acción social. Para el caso del Alto Lerma es evidente que el
estado y el mercado conservan las reglas y recursos del poderdominación, en contraste con la sociedad civil que no tiene
posibilidades reales de contrarrestar tales reglas y recursos. En
este sentido, la democracia planteada desde el aparato gubernamental y el sistema de partidos, en tanto que sistema de reglas
y recursos de representación política y praxis, no parece tener
mucho sentido para estas sociedades.
161
162
Sin embargo, eso no significa la inexistencia de una praxis
política. En las comunidades existe un sentido de lo público fuertemente acendrado como cultura, es decir, hay un sentimiento
de comunidad recreado a pesar de la crisis histórico-social que
ha vivido la región; pero tal sentido de lo público no corresponde
al término clásico de ciudadanía, pues una cosa sería hacer ciudad y otra hacer comunidad. El sentido de hacer comunidad
es una respuesta ante los embates de un estado autoritario y un
mercado que busca la explotación. El sentido de comunidad es
una forma de praxis social y política importante que desborda
las concepciones clásicas de ciudadanía y democracia.
El territorio, en tanto que región ecológica-social-cultural y
económica constituye un contexto estructural fundamental de
los procesos de estructuración; desde este punto de vista metodológico, es central para comprender los procesos de cambio
histórico-social más allá de las tendencias globales generales.
Más específicamente, el territorio como totalidad social implica
el conocimiento de interacción entre sistemas sociales diferenciados, a la vez que el conocimiento de la acción social en torno
a sus elementos fenoménicos, así como representa el espaciotemporal indispensable para el discurrir cultural y vivencial, o
sea, para la posibilidad reflexiva de la sociedad. Sin el conocimiento de la construcción histórico-social del territorio es
imposible pensar en términos de acción social creativa, por lo
tanto en términos de lucha y reacción frente a los sistemas de
poder y dominación. Un sentido de la temporalidad y del espacio ha sido indispensable para que una sociedad comunitaria de
este tipo construya un sistema de significaciones culturales imaginarias necesarias para producir una autoimagen, un sentido
del bienestar colectivo y un discurso que les permite estructurarse en el tiempo precario de la modernidad sin caer en el caos
social, es decir, permite la estructuración con una modernidad
identificada en el inconsciente colectivo como violenta.
Como se muestra en este trabajo, son indispensables diversos
planos de realidad para comprender y explicar el cambio social
como totalidad. El caso estudiado es ideal porque nos permite
ver de qué manera una acción gubernamental gatilla cambios
radicales en el tiempo y el espacio, y cómo dichos cambios, que
podríamos llamar en un primer momento como de naturaleza
estructural, generan potencialidad de acción social específicos
en relación con las opciones productivas de las personas y comunidades. Pero estas opciones de acción social tienen un sustento profundo en la reelaboración de un imaginario cultural
específico, el cual funciona como fundamento de lo social: como
reglas de acción social ya no estructurales sino estructurantes, es
decir, como principios de acción social que dotan de sentido una
y otra vez a las instituciones fundamentales de estas sociedades,
tales como la familia y la comunidad.
No se trata de mostrar que el papel del Estado y sus políticas
son determinantes, por ello usamos el vocablo gatillar, que significa disparar una situación. La explicación tiende a la complejidad: lo social, económico y cultural tejen, en todo caso, la
urdimbre, el sentido del cambio. Lo que nos parece importante,
y esto es más bien una postura normativa de nuestro discurso
como cientista social, es no dejar de lado la relevancia que tiene
lo que denominamos sistema de desigualdad-violencia; pues dicho sistema determina a nivel individual y social la vida cotidiana de las personas, ya que se instaura como parte del mundo
de vida de niños, jóvenes, adultos, adultos mayores, hombres y
mujeres, en tanto que reglas de acción social signadas a su vez
por reglas de dominación-poder.
Este análisis del cambio social en una microrregión del valle
de Toluca nos enseña que las brutales transformaciones del
mundo campesino hacia un mundo urbano precarizado tienen
que ver con las formas que el mercado adquiere como modelo
de desarrollo capitalista, así como con las acciones que el Estado
asume como sistema de poder y control. Pero dentro de este
juego de tensiones es la sociedad, con su capacidad de acción o
praxis, la que tiene la última palabra, pues es ella la que determina su sentido como sociedad total y dialéctica y contradictoriamente cambiante.
Finalmente, quizá lo correcto en este caso, no generalizable
por supuesto, sea hablar de una nueva urbanidad y glocalidad,
ya que las coordenadas de lo social han cambiado de tal manera que lo que emerge es una nueva forma de sociedad: una sociedad urbana y adosada a la modernidad en una condición de
desventaja. Al mismo tiempo que se trata de una sociedad con
nuevas relaciones con las metrópolis urbanas hegemónicas intrarregionales y extranacionales, pero que mantiene un sentido
del tiempo y el espacio glocal, gracias a que conserva medios
simbólico-culturales que le permiten contar con una autonomía
como sociedad comunitaria, o sea, tiene capacidad de praxis
y reflexividad ciudadana-comunitaria. Esto es un recurso de
poder, en un sentido claramente político, y por ello es una capacidad social para la creación de lo social o autopoiesis, frente
a los poderes verticales del Estado y el mercado. Creemos que
163
si hay alguna innovación en este caso es precisamente esta capacidad de praxis social que, a pesar de todas las desventajas
y paradojas, dichas comunidades han podido tejer y conservar
como recurso social frente a una modernidad homogeneizante,
autoritaria e injusta. Quizá este recurso es lo que podríamos
denominar como capacidad de historicidad: pieza fundamental
para pensar su autonomía como sociedad frente a un modelo
económico que le excluye y explota.
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SEGUNDA PARTE
Políticas sociales, lucha contra la pobreza y las
desigualdades
166
167
Teoría y praxis de la política social
venezolana, 2003-2009
I
Índice
Capítulo Siguiente
Capítulo anterior
Neritza Alvarado Chacín
Introducción
En este capítulo se revisa a grandes rasgos la política oficial
venezolana de lucha contra la pobreza-exclusión social en los
últimos seis años del actual gobierno (2003-2009),1 en el contexto del modelo de desarrollo llamado endógeno y luego socialismo
del siglo XXI, formulados como alternativos al neoliberalismo. El
trabajo se propone los siguientes objetivos:
a) Revisar la orientación y comportamiento del modelo de
desarrollo y de la política social a la luz del tipo de estrategias
sociales consideradas claves por el gobierno para hacerle frente
a la pobreza-exclusión; b) presentar los principales mecanismos
de articulación al contexto venezolano de las formulaciones sobre el modelo de desarrollo y las estrategias sociales, planteadas
en el discurso político y en los instrumentos jurídico-normativos
que guían la acción de gobierno; c) discutir si la política social
reciente y actual, con los cambios incorporados desde el año
2003, ha sido y es diferencial de la intervención neoliberal de
gobiernos precedentes.
1
La política social del primer cuatrienio de gestión (1999-2002) fue
analizado por la autora en otros estudios. Véase Alvarado (2003), Alvarado
(2004), Mujica y Alvarado (2004).
169
Siendo escasas las investigaciones evaluativas sobre la dinámica e impacto de la política social vigente, este trabajo realiza una
aproximación, desde un enfoque ponderado, evitando la manipulación de información que a menudo se hace a través de
la polarización de juicios o la parcialización/radicalización de
opiniones, guiadas por afectos o desafectos frontales al gobierno,
que comprometen la ética del investigador y el carácter científico de todo estudio serio. Se enfoca el tema desde una perspectiva crítica, pero se recupera tanto el punto de vista del gobierno
como el de la oposición política a éste, tanto los logros como las
limitaciones de la política social.
Se considera un error plantear en “blanco” o “negro” la realidad involucrada, que al ser compleja precisa ser enfocada como
mínimo en una “escala de grises”, más con el carácter de un gobierno como el de Hugo Chávez y de un proyecto como el de la
revolución bolivariana, que aún se está construyendo: se trata de un
proceso inacabado y de largo plazo. Esto permitiría que el lector
no venezolano tenga la oportunidad de formarse una opinión
no sesgada y pueda comparar desde ese ángulo con el mismo
tema en su país, lo cual hace parte de los objetivos de este libro.
170
Consideraciones preliminares
Las características de la estrategia de atención a la pobreza-exclusión social en Venezuela responden a los cambios constitucionales e institucionales introducidos por este gobierno desde
su inicio en 1999, pero mucho más al contexto político de la
última década, en especial después del golpe de Estado del 11
de abril de 2002 y del paro petrolero-comercial patronal de diciembre 2002-febrero 2003.
La orientación teórico-normativa de la política social, sin embargo, pese a los cambios introducidos en la praxis, ha mantenido las premisas, postulados y principios básicos, previstos en la
nueva Constitución Nacional, así como en documentos y planes
oficiales formulados en los tres primeros años de gobierno: La
Revolución Social en la Quinta República: la Política Social de Venezuela
(MSDS, 2000), Líneas Generales Plan de Desarrollo Económico y Social
de la Nación (PESN) 2001-2007 (MPD, 2001), y el Plan Estratégico Social 2001-2007 (MSDS, 2002), que le plantean a la política social
los siguientes principios: integración social, corresponsabilidad, cohesión
social, participación social, ciudadanía, progresividad, intersectorialidad y
desarrollo humano integral (MSDS, 2000); así como rechazo de crite-
rios como “selectividad”, “focalización”, “compensación de la
pobreza”.
Como ejes centrales de la política social se formulan en términos contrapuestos a los neoliberales los siguientes: universalidad con equidad vs. pobreza y focalización; brechas por inequidad vs. deficit
de atención; transectorialidad vs. sectorialidad; a fin de intervenir las causas
sociales de los problemas y dejar saldos de empoderamiento en las
comunidades; desarrollando nuevos modelos de atención para
reordenar las capacidades y recursos, formar redes sociales de
calidad de vida y salud, y construir una nueva institucionalidad
pública (MSDS, 2002).
Como se analizó en trabajos previos,2 en el primer cuatrienio
de gestión (1999-2002) la política social se alejó de esos principios al mantener, de manera predominante, el carácter compensatorio-focalizado de los dos gobiernos neoliberales anteriores,
por encima de las estrategias de inversión social, que también
las hubo, sobre todo en el área de la economía social. No obstante, a pesar de ese sesgo asistencialista, la pobreza disminuyó
lenta pero progresivamente de 1999 a 2001,3 aumentando bruscamente en los dos años siguientes, resultados en los cuales fue
directa la influencia de los acontecimientos del año 2002, de
modo que la variable decisiva fue el factor político que obligó
al gobierno a introducir cambios en la lucha contra la pobrezaexclusión a partir de 2003.
Después del golpe de Estado, el evento político más resaltante fue el paro mencionado, convocado y ejecutado por representantes de la oposición para presionar la salida de Chávez
del poder, por vía de su renuncia, toda vez que no lograron
ese objetivo por medio del golpe. El impacto económico-social
de ese cerco (que el gobierno llamó “sabotaje petrolero”) se expresó en el año 2003 en la cuantiosa pérdida en dólares de PDVSA ($13.463 millones),4 que ocasionó una caída del PIB en -9%,
2
Alvarado (2003), Alvarado (2004), Mujica y Alvarado (2004).
Según el INE, para el segundo semestre de 2002 la pobreza total alcanzó
a 45,1% de los hogares, por LP. El 18,8% de éstos correspondería a pobreza
extrema, lo cual representó un alza significativa tomando en cuenta que
según esta fuente oficial la misma había descendido de 19,1% de los hogares a 16,8% en 1999, y a 14,1% en 2001 (www.ine.gob.ve).
4
Estos resultados derivan de la evaluación realizada por los auditores
externos (internacionales) y fueron incluidos en los estados financieros de
PDVSA del año 2003. Esa suma se desagrega así: $12.750 millones por disminución en las ventas; $504 millones por compra de gasolina importada
y $204 millones por daños provocados a instalaciones y equipos (PDVSA:
www.pdvsa.gob.ve).
3
171
172
cifra sin precedentes en la historia del país. Esto, a su vez, generó en el primer semestre de 2003 una tasa de desocupación
de 20%, una inflación de 35% (hacia el final de ese año se logró
disminuir el desempleo a 16% y se pudo controlar la inflación
en 27%) y una caída del ingreso en -29% (Rodríguez, 2004,
datos del BCV). El resultado final de todo esto fue un 55,1% de
hogares en pobreza total y un 25% en pobreza extrema en el segundo semestre de 2003 (INE: www.ine.gob.ve; Alvarado, 2004).
Una vez superada esa contingencia por el gobierno y luego de una solicitud de asesoría efectuada al presidente cubano
—según confesara públicamente el presidente Chávez—, éste
anunció un “programa de acción para la coyuntura”, fuertemente impulsado por el desabastecimiento alimentario generado por el paro y por toda la conflictividad que ponía en riesgo
tanto la popularidad del presidente como su continuidad en el
poder, por vía del referendo revocatorio presidencial, previsto
en la Constitución nacional y convocado por la oposición en
el año 2004 (ejecutado en agosto de ese año, en el cual triunfó
Chávez).
En ese contexto la acción de gobierno, desde el punto de vista
de la política económica, estuvo centrada en la recuperación del
PIB, y desde el punto de vista de la política social, en los nuevos
programas masivos, bautizados por el presidente con el nombre
de misiones sociales, orientados a reemplazar parcial y progresivamente la política social focalizada-paternalista por una política
declarada como universal, basada en la participación social y en
el empoderamiento ciudadano.
Tales estrategias fueron puestas en marcha sin anuncios oficiales de cambios de orientación o de denominación del modelo de desarrollo, que desde 1999 venía siendo genéricamente
aludido en los documentos oficiales como tercerista (entre el viejo
modelo intervencionista del Estado del bienestar y el modelo
neoliberal). Las misiones iniciaron a comienzos de 2003, pero es
hacia fines de ese año y sobre todo en 2004 cuando el gobierno
comenzó a hablar del desarrollo endógeno como el modelo de desarrollo del país.
El modelo de desarrollo endógeno o desde
dentro (2003-2005)
El término “desarrollo endógeno” fue popularizado por el presidente y reiterado por funcionarios y adeptos del gobierno, sin
definir claramente lo que era; de modo que para los menos informados parecía “otro invento de Chávez”. Pocos sabían que
el desarrollo desde dentro es un paradigma renovado por teóricos de
la CEPAL para la América Latina de los ochenta e inicios de los
noventa, bajo un enfoque neoestructuralista, como respuesta a
las tesis neoclásicas y neoliberales del desarrollo. Sunkel (1995:
57) lo define como
un enfoque histórico-estructural de mediano y largo plazos, que
da especial importancia a los recursos productivos internos, como
acervos acumulados y potenciales adquiridos por América Latina, como base para el relanzamiento del crecimiento y desarrollo
[…] Se apoya en la transformación de esos recursos, en el aprovechamiento de los activos acumulados, en la incorporación de toda
su población —en especial de la marginada— y en la adopción de
estilos de vida y consumo, técnicas y formas de organización más
apropiados a ese medio natural y humano.
En los años noventa, Vázquez Barquero lo reelabora con el
nombre de desarrollo endógeno, para pueblos de “desarrollo tardío” del sur de España, enfocándolo como una aproximación
territorial al desarrollo y al sistema productivo, con énfasis en
lo local, en la economía social de base (cooperativas, pequeñas
y medianas empresas); rechazo a las tesis de los polos de crecimiento y grandes proyectos industriales en las grandes ciudades; al considerar que el punto de partida del desarrollo es
el conjunto de recursos (económicos, humanos, institucionales
y culturales) de una comunidad. Expresa que este tipo de desarrollo “puede entenderse como un proceso de crecimiento
económico y cambio cultural liderado por una comunidad local
[…]. La capacidad de liderar el propio proceso de desarrollo,
unido a la movilización de su potencial, es lo que conlleva al
calificativo de endógeno” (Vázquez Barquero, 1999: 37).
A diferencia del desarrollo hacia dentro, se trata de un desarrollo por, para, desde dentro. Los principales objetivos del modelo
serían: 1) Satisfacer las necesidades y demandas de la comunidad a través de la participación activa de la población local
en los procesos de desarrollo; 2) lograr la equidad y la justicia
social, erradicando, no aliviando la pobreza (Vázquez Barquero, 1999). Los esfuerzos conllevarían a la formación de núcleos
tecnológicos endógenos (Sunkel, 1995) y al desarrollo integral de la
sociedad, en un proceso de abajo hacia arriba.
173
Algunos mecanismos de articulación del modelo
endógeno al contexto venezolano
Aunque ante el apremio de la coyuntura conflictiva primero
fueron lanzadas las estrategias económicas y sociales que el modelo endógeno como tal, éste es coherente con los postulados del
proyecto bolivariano, del modelo tercerista y de los principios de
la política social formulados en la primera etapa del gobierno,
que son mantenidos en esta segunda etapa. A partir de la adopción del modelo endógeno las misiones fueron presentadas como
estrategias de éste. Otros mecanismos de articulación también
fueron arbitrados o reforzados, tales como los siguientes:
174
Mecanismos vinculados a la economía social
Dentro de eje (o “polo”) denominado “equilibrio económico”
en el PESN 2001-2007 ya podía observarse la importancia que el
gobierno le otorgaba a la economía social, incluso desde la formulación de la nueva Constitución nacional. Luego de la adopción oficial del modelo endógeno, el afán en esta área se hizo
más notorio, y el mecanismo básico fue promover la agricultura
sustentable como base estratégica del desarrollo rural y de la
soberanía alimentaria. Los esfuerzos se concentraron en la conformación de los llamados Núcleos de Desarrollo Endógeno (NUDE),
entendiendo por éstos: “una comunidad, un espacio productivo
como un campo industrial o silo, una hacienda, una cooperativa
o una institución educativa […]” (Lanz, 2004).
En la medida en que los NUDE se consolidaran, serían convertidos en Empresas de Producción Social (EPS), es decir, “aquellas
unidades de producción de bienes, obras y servicios, constituidas bajo la figura jurídica que corresponda, con la particularidad de destinar sus ganancias a un reparto igualitario entre sus
asociados […]” (y deben cumplir con lo siguiente): “participar
en los proyectos de las comunidades a través de aportes al Fondo Social de PDVSA o mediante la prestación de bienes y servicios” y “contribuir al desarrollo de empresas de producción, distribución y servicio comunal” (PDVSA: www.pdvsa.com). Entre
otras iniciativas se reimpulsaron las cooperativas, las pequeñas
y medianas empresas, los fundos zamoranos, se amplió el Plan
Zamora hasta convertirlo en la misión Zamora, que otorga tierras y apoyo financiero-técnico a los campesinos; se intensificaron las expropiaciones de tierras ociosas a terratenientes, como
parte de la lucha antilatifundio.
Las misiones sociales como mecanismos centrales del
modelo y de la política social
Las misiones constituyen la base del modelo y de la política social
en esta etapa, en el contexto del proyecto bolivariano de democracia participativa y protagónica. En el discurso oficial son conceptualizadas como “estrategias masivas orientadas a garantizar los
derechos fundamentales a la población, con énfasis en los sectores más excluidos” (PDVSA: www.pdvsa.com). En este sentido,
según la definición del propio presidente de la República, en su
argot militar, devienen en un imperativo estratégico y táctico:
“Una misión es una orden que no puede dejar de cumplirse
cueste lo que cueste. Uno de los elementos fundamentales de
ese concepto es la integralidad y eso no se obtiene por una mera
proclama, eso hay que trabajarlo” (Chávez, 2004a). En general,
“son programas de alcance masivo, dirigidos a educar, sanar y
capacitar a los venezolanos, principalmente a aquellos que habitan en las zonas pobres y de difícil acceso” (Chávez, 2004b).
Toda vez que no surgen al inicio del gobierno (febrero de
1999) sino después de cuatro años de gestión (febrero de 2003),
en los documentos oficiales las misiones tienen como propósito
declarado consolidar el proceso de inclusión, equidad y justicia
social, mediante el abatimiento de la pobreza-exclusión y el mejoramiento de la calidad de vida de los sectores populares, tradicionalmente excluidos de los derechos sociales fundamentales.
Esta intención normativamente promovida desde el comienzo
de la administración Chávez, cobra fuerza a la luz de las nuevas
estrategias, a las cuales se les adjudican dos grandes objetivos: 1)
Promover la participación y desarrollo de la ciudadanía (combate de las causas que generan la exclusión social; auspicio de
la organización integral de las comunidades; de las condiciones
indispensables para la vida colectiva y la ciudadanía plena), y 2)
rescatar-defender la soberanía nacional, edificando el desarrollo
sustentable y consolidando el proyecto bolivariano, con apoyo
comunitario (MINCI, 2006 y 2007).
Las misiones representan una modalidad diferente a la tradicional de organizar la gestión de las políticas públicas, en el sentido que “uno de los elementos fundamentales para su planificación, ejecución y seguimiento es la participación activa y
protagónica de las comunidades organizadas”, además de que
“cuentan con recursos extraordinarios y su coordinación es
interinstitucional e interministerial” (PDVSA:www.pdvsa.com).
Al igual que los programas sociales neoliberales, las misiones
tienen una cobertura masiva y responden al modelo de desa-
175
176
rrollo y al proyecto político-ideológico gubernamental, pero su
rasgo innovador es el acento puesto en su gestión comunitaria
directa, dentro de un proceso de parroquialización.
Esto significa que no tienen como mediación los gobiernos
subnacionales, es decir, ni el nivel municipal (alcaldías o ayuntamientos) ni el regional (gobernaciones de estados), sino que
van a lo local en conexión directa con el nivel central (presidencia de la República e instituciones centrales de adscripción). No
obedecen, por lo tanto, a un proceso convencional de descentralización ni dependen ni responden a la tradicional, entramada y burocrática institucionalidad de grandes ministerios, sino
que devienen en estructuras, que coexisten de manera simultánea con la primera.
Esa es la naturaleza y el sentido de las misiones en el actual
contexto venezolano, y la razón por la cual sectores de oposición
política al gobierno las denominan “estructuras paralelas, extra
o para-institucionales”. El gobierno contra-argumenta que las
organizaciones de la comunidad, formales e informales, gestionadas endógenamente, son también instituciones5 y que no son
extra sino intra, pues se ubican y funcionan “barrio adentro”, lo
cual las dota de absoluta pertinencia. Sostiene que los objetivos
de las misiones eran imposibles de edificar ante las amenazas
obstructivas de las estructuras administrativas heredadas.
El gobierno afirma que las misiones son una vía alternativa
para reorientar la gestión pública hacia la inclusión, a la velocidad reclamada por el proceso bolivariano, tomando en cuenta
los problemas estructurales que a manera de “nudos críticos”
existen en la administración pública y han conspirado siempre
contra la efectividad de la intervención oficial, a causa del burocratismo, clientelismo, corrupción, sectorialidad, etcétera; ahora se agrega a esto la resistencia a las nuevas políticas de buena
parte del funcionariado que por décadas ha prestado servicios
en ese ámbito y la oposición de algunos sindicatos aún controlados por partidos tradicionales (Lander, 2007).
En este marco se inició en marzo-abril 2003, sólo en algunas
comunidades de Caracas, el plan piloto Barrio Adentro (dirigido a
la atención comunitaria primaria-preventiva en salud), que luego fue convertido a nivel nacional en la Misión Barrio Adentro
(BA) y pasó a ser el esquema a seguir para la creación del resto
5
Esta última apreciación se correspondería con lo que John Durston
(1999), teórico de la CEPAL, alude como capital social comunitario, en el cual
incluye tanto las instituciones formales como las instituciones informales
de la comunidad.
de las misiones en distintas áreas sociales. El gobierno alude a BA
como la misión matriz, que articularía la política social, dirigida a
combatir la exclusión social, a potenciar el desarrollo social y a
instaurar un nuevo sistema público nacional de salud.
Dentro de las misiones creadas entre los años 2003, 2004 y
2005, además de BA, pueden mencionarse: Mercal (sistema nacional público de distribución de alimentos a precios inferiores
al mercado), las misiones educativas (Robinson I y II, alfabetización
y estudios primarios en el sistema no formal), Ribas (iniciación
y/o culminación de estudios secundarios), Sucre (acceso de sectores pobres y medios a estudios universitarios), Zamora (tierras
y apoyo financiero-técnico a los campesinos), Vuelvan Caras (capacitación para el trabajo y generación de empleo), Guaicaipuro
(atención de pueblos indígenas), Cultura (atención en el área cultural), Identidad (para cedulación de venezolanos y regularización
de extranjeros), Misión Milagro (intervenciones quirúrgicas de la
vista), Piar (apoyo a pequeños mineros), entre otras.
Mecanismos discursivo-ideológicos
A partir de la adopción del modelo endógeno, el discurso político
acentúa el carácter antineoliberal y antiimperialista del mismo:
saldar la deuda social antes que la deuda externa, lucha contra
la pobreza, inclusión social a través del “empoderamiento de
los pobres”, contraloría social, etc. Se reitera públicamente que
se está dando cumplimiento al PESN 2001-2007 con el desarrollo
desde dentro; y entre otras cosas se destacan la Misión Vuelvan
Caras y los NUDE como los pilares de ejecución del modelo, así
como la descentralización desconcentrada, la defensa de la soberanía nacional y la promoción de un mundo multipolar. Aquí
las misiones son apuntaladas como mecanismos multiplicadores
de la ideología bolivariana.
Mecanismos institucionales
Se expresan en la promoción de la esfera pública como “palanca” del desarrollo. Se crean nuevos ministerios para la formulación de las nuevas figuras y tareas (Ministerios de Economía
Popular, de Participación y Desarrollo Social, de Vivienda y
Hábitat, entre otros). Se desmantela la institucionalidad y gerencia social previa y se promueve más ampliamente a las Fuerzas Armadas Nacionales como gerentes sociales en el marco del
gobierno cívico-militar. Al tiempo que se asiste, como se ha dicho, a la emergencia de una institucionalidad vinculada con las
comunidades, prerrequisito de ejecución de las misiones y de
177
figuras comunitarias nuevas como las mesas técnicas de agua, de
energía, asamblea de ciudadanos, etcétera.
Esta apropiación que el Ejecutivo (en la figura del presidente
de la República) hace del sector público, explica que las misiones no dependan de ningún ministerio sino del gobierno central (Presidencia y PDVSA); si bien en alguna parte del proceso
de ejecución de las mismas, los ministerios tienen alguna injerencia (por ejemplo, en el nombramiento de coordinadores nacionales y regionales), pero esta participación no es vinculante
en términos de dependencia funcional. El gobierno presenta las
nuevas organizaciones locales como instituciones “endógenasemergentes”, de necesidad demostrada para la inclusión y la
participación social.
178
Mecanismos jurídico-legales
Aquí destacan las leyes habilitantes aprobadas por la Asamblea
Nacional, que permiten la toma de decisiones vía decreto presidencial, la proposición de nuevas leyes y la modificación parcial
de leyes existentes. Dentro de este último mecanismo sobresale
el cambio introducido en el año 2005 a la Ley del Banco Central de Venezuela. Este cambio autorizó el empleo parcial de las
reservas internacionales para financiar proyectos estratégicos y
los nuevos programas sociales, a partir de la creación del Fondo
de Desarrollo Nacional (Fonden) y del Fondo para el Desarrollo Económico y Social (Fondespa, de PDVSA). Se creó una Ley
de Contribuciones Especiales por precios extraordinarios del
petróleo (por ganancia súbita).
Este fue el recurso estratégico que el gobierno encontró para
lograr que los ingresos excedentarios (no previstos en el presupuesto nacional) fuesen depositados, una parte en el Fonden
para el financiamiento de planes estratégicos de desarrollo, y
otra en el Fondespa, de donde provienen básicamente los recursos que financian a las misiones. Es decir, éstos no derivan del
presupuesto ordinario de los ministerios sino directamente de
PDVSA, adquiriendo así esta empresa estratégica-estatal un rol
social emergente, al pasar a control directo del Estado en 2003,
después del paro patronal, en lo que el gobierno dio a conocer
como “la nueva PDVSA” y popularizó como “el contra-golpe petrolero” a la oposición.
Mecanismos internacionales
En el intento de regionalización o expansión del modelo endógeno y del proyecto bolivariano a América Latina y el Caribe, el
argumento central del gobierno venezolano es la necesidad de
un esfuerzo conjunto por el desarrollo y en la lucha contra la pobreza-exclusión, con miras al logro de los Objetivos del Milenio
establecidos por la ONU. Se conforman alianzas estratégicas con
otros gobiernos de izquierda latinoamericanos: eje de Venezuela con Cuba-Bolivia-Ecuador-Nicaragua (la llamada izquierda
radical), y con Brasil-Argentina-Uruguay-Paraguay (la llamada
izquierda moderada), con algunos intentos fallidos ante el revés
electoral sufrido en 2006 por candidatos presidenciales de izquierda radical en la región (López Obrador en México, Ollanta
Umala en Perú).
Con el horizonte en un mundo multipolar, se procuran los
objetivos económico-comerciales, geopolíticos y político-estratégicos de lucha contra el neoliberalismo y el imperialismo estadounidense. Se impulsan desde Venezuela mecanismos jurídicos y figuras integracionistas: la Carta Social de las Américas,
el Fondo Humanitario Internacional, la incorporación del país
al Mercosur, la creación de empresas petroleras multiestatales
(Petrosur, Petrocaribe, Petroamérica), la Alternativa Bolivariana
para las Américas (ALBA vs. ALCA), una empresa televisora para
Suramérica (Telesur, que transmite también a países de Europa
y otras naciones del mundo), del Gasoducto del Sur, del Bansur
(Banco del Sur), de Unasur o Unión de Naciones Suramericanas,
entre otros. Se extienden algunas misiones (como la Robinson
y Milagro) a Bolivia y Nicaragua, con el auspicio del gobierno
venezolano y el apoyo del gobierno cubano, bajo el emblema de
la solidaridad internacional.
El modelo de socialismo del siglo
(2006-2009)
XXI
Al igual que ocurrió con el desarrollo endógeno, con el modelo
socialismo del siglo XXI, ni el presidente ni ningún otro personero del gobierno explicaron en qué consistía. Pero desde fines del
año 2005 el discurso oficial expresó que la revolución bolivariana se inscribe en ese esquema, y desde 2006 se alude al modelo
venezolano como socialista. En diciembre de 2006 Chávez ganó
de nuevo las elecciones presidenciales, siendo reelecto para un
tercer periodo (2007-2013). En su discurso de toma de posesión
(enero 2007) anunció la instauración del Socialismo del Siglo XXI.
En adelante, cuando el presidente se ha referido al tema remite
a los textos de los autores clásicos del materialismo histórico
179
180
del siglo XIX (Marx, Engels). Se infiere que en lo esencial es lo
mismo, pero como es en el siglo actual cuando ha de aplicarse,
se habla de un socialismo del “siglo XXI” y también para diferenciarlo, al menos en el discurso, del fracasado socialismo real
del siglo XX.
A partir de la propuesta “El Nuevo Proyecto Histórico: Democracia Participativa-Socialismo del Siglo XXI”, de Heinz Dieterich Steffan (2005), ideólogo y asesor del presidente Chávez,
es posible identificar lo central del esquema, y suponer que son
estos los principios que el gobierno comparte. El planteamiento
de Dieterich gira en dos ejes centrales: 1) la Economía Planificada
de Equivalencias y 2) la Democracia Directa. En la primera destaca
la teoría marxista del valor trabajo y el intercambio de equivalentes, sobre cuya base se elaboran nuevas relaciones de producción y de propiedad con los medios de producción, para sustituir
el precio (como principio regulador de la economía de mercado) por el valor o principio regulador de la economía socialista,
conceptuado éste como los insumos de tiempo necesarios para
la generación de un producto (Dieterich, 2005; Guerra, 2006;
Mujica, 2008). Aquí “equivalente” deriva de “valor” asociado a
la cantidad de tiempo de trabajo necesario para producirlo, que
sería el criterio decisivo.
En ello reposaría la justicia: en que todos tengan la misma
gratificación por el mismo trabajo, como planteaba Marx.
Según Dieterich, este socialismo “actualizado” acepta los dos
sistemas, hasta que el socialista (centrado en el valor) desplace
al capitalista (basado en el precio). Sólo así podría hablarse de
una economía socialista: la sustitución del mercado por una
economía de las equivalencias, cimentada en el valor y la planificación democrática de las mayorías (Dieterich, 2005). Al igual
que el socialismo clásico, el del siglo XXI se materializaría en
tres etapas: 1) La superación del capitalismo global, 2) la fase
intermedia de convivencia de ambos esquemas (el capitalismo
feneciente y el socialismo emergente), y 3) la etapa final es la
sociedad sin economía de mercado, sin Estado y sin gobierno
(Dieterich, 2005; Guerra, 2006).
En Venezuela, el gobierno le da cuerpo a estas ideas en
dos documentos: las “Líneas generales del Plan de Desarrollo
Económico y Social de la Nación, 2007-2013” (MPD, 2007a), y el
“Proyecto Nacional Simón Bolívar: todos los Motores a Máxima
Revolución Rumbo al Socialismo” (MPD, 2007b). En el primero
(declarado como “el primer plan socialista de la nación”) destacan cuatro postulados: 1) La Nueva Ética Socialista, 2) la Suprema
Felicidad Social, 3) la Democracia Protagónica Revolucionaria, y 4) el
Modelo Productivo Socialista.
El proyecto se propone: 1) La superación de la pobreza material y espiritual; 2) la construcción de un Estado ético o una
nueva ética del hecho público; 3) la civilidad o virtud por la cual
los ciudadanos se hacen responsables de la vida pública; 4) la institucionalidad como práctica de la justicia y la equidad; 5) la tolerancia activa militante que acepta las diferencias y las respeta.
Este esquema plantea una ética cívica, pluralista, tolerante, y
defiende como valores el amor, la corresponsabilidad moral, el
ser social colectivo, el valor del trabajo creador y productivo y
el supremo valor de la vida (MPD, 2007a), que deben ser logrados con tres estrategias de política: transformar la sociedad material y espiritualmente, desarrollar la conciencia revolucionaria
y superar la ética del capital (MPD, 2007a).
En lo económico se plantea el Modelo Productivo Socialista, orientado hacia la eliminación de la división social del trabajo,
de su estructura jerárquica y del conflicto entre satisfacción de
necesidad y producción de riqueza, para responder a las necesidades humanas antes que a la reproducción del capital. El Estado controlará las actividades productivas estratégicas para el
desarrollo del país. El esquema estará conformado por las Empresas de Producción Social (“germen hacia el socialismo del
siglo XXI”), aunque coexistirán empresas capitalistas privadas
con las empresas del Estado. Para acometer estas metas, sería
necesario una transformación institucional profunda, que ha de
partir de una reforma de la constitución nacional, pues aunque ésta
reconoce las distintas formas de propiedad, no coloca a ninguna
por encima de otras; sólo prevé que el Estado fomentará formas
alternativas a la propiedad privada.
Aquí entraría en acción el Proyecto Nacional Simón Bolívar. Todos
los Motores a Máxima Revolución Rumbo al Socialismo (MPD, 2007b),
estructurado en cinco ejes llamados “motores” de la revolución
socialista. El primero, una Ley Habilitante, que implica la transformación institucional en lo político, económico, social, internacional y ético-cultural realizada desde el Ejecutivo (presidencia).
En esto se prevé la estatización-nacionalización de empresas estratégicas, como las del sector eléctrico y de comunicaciones. El
segundo motor sería la referida Reforma Constitucional: para adecuar la transformación institucional al marco constitucional. Se
parte de que la Constitución presenta un esbozo del socialismo,
pero para avanzar hacia la República Socialista de Venezuela se requieren reformas para articularla al Plan Nacional.
181
El tercer motor es Moral y Luces, orientado a la formación en
valores socialistas del hombre y la mujer “nuevos”, empezando
por una reforma curricular escolar nacional. El cuarto motor
sería La Nueva Geometría del Poder o el reordenamiento socialista
del territorio y la redistribución del poder político. El quinto
motor es la Explosión del Poder Comunal o Democracia Protagónica, Revolucionaria y Socialista, referido al empoderamiento de
las comunidades con los Consejos Comunales como herramientas del poder popular constituyente y la creación de ciudades
federales y comunales, donde no existan juntas parroquiales,
alcaldías ni concejos municipales.
Mecanismos de articulación del modelo socialista al
contexto venezolano
182
Como mecanismo inmediato, en un clima de alta confusión e
incertidumbre, el gobierno se propuso concretar la reforma constitucional mediante un referendo consultivo popular, convocado y
realizado en diciembre de 2007, sin medir que uno de los riesgos
de los cambios estaría en la radicalización de la polarización
social y política en el país, al ser numerosos los sectores que no
comparten (ni entienden) el proyecto socialista. Particularmente
es álgido (sobre todo entre los sectores sociales medios y altos de
la población) el planteamiento acerca de la propiedad privada
y el papel del Estado en ello, cuestión en la que tiene mucha
responsabilidad la distorsión hecha por los medios de comunicación de oposición, al presentar la reforma como el fin inmediato y absoluto de la propiedad privada y el inicio del apocalipsis
en Venezuela con la adopción del socialismo.
De hecho, la convocatoria no tuvo éxito: aunque por una
pequeña diferencia el gobierno perdió ese referendo a causa del
miedo de buena parte de la población al socialismo, al fantasma
del comunismo, a una presunta pérdida de la propiedad privada y a la reelección continua del presidente de la República;
principales cambios propuestos en el proyecto. El no haber explicado el gobierno, suficientemente, el contenido y supuestas
bondades del socialismo del siglo XXI (sobre todo el tema de
la propiedad social y de la propiedad colectiva) y el no haber
entendido el presidente que el momento político no era propicio para una reforma de tal naturaleza, que la población venezolana no estaba madura ni ganada para asumir el socialismo,
incidió altamente en ese resultado, incluso entre algunos afectos
al oficialismo.
Luego de ese revés electoral (el único en los 12 sufragios habidos entre 1998 y 2009), en enero de 2008 el presidente Chávez
anunció una nueva estrategia que llamó “las tres R”: Revisión,
Rectificación y Reimpulso del proceso revolucionario, y exhortó
a todos los funcionarios de éste, a los miembros de su partido
PSUV (Partido Socialista Unido de Venezuela) y a sus adeptos a
aprender de la experiencia y a observar de cerca esas tres R. En
este proceso cambió la dirección de 13 de los 27 ministerios y al
vicepresidente de la República.
El primer mandatario ha insistido en incorporar los cambios propuestos en la reforma por vía de leyes habilitantes, de
decretos y de otros mecanismos, e incluso logró en febrero de
2009 una enmienda constitucional parcial, vía referendo consultivo convocado de nuevo por el gobierno, que al ganarlo
abiertamente permitió incorporar el recurso de la reelección
indefinida, que esta vez no fue planteada sólo para el cargo de
presidente de la República sino estratégicamente para todos los
cargos de elección popular (gobernadores, alcaldes, diputados,
concejales), incluso para los de signo contrario al gobierno; de
modo que los gobernantes regionales y locales de oposición se
verían también favorecidos. El éxito obtenido en esta oportunidad estuvo relacionado con haber planteado sólo ese objetivo y
no contenidos socialistas.
Los planes oficiales mencionados, junto a las alocuciones
públicas del primer mandatario en su programa televisivo-radial
“Aló Presidente” (vigente desde 1999), las transmisiones en cadena nacional de radio y televisión (que ahora son casi a diario)
de discursos, de presentación de informes, de inauguraciones
de eventos relacionados con las misiones, de obras públicas e
industriales, de nacionalizaciones y estatizaciones de empresas,
etcétera (que el gobierno aprovecha para subrayar los postulados del proyecto), así como las llamadas “Líneas de Chávez”
(columna dominical escrita por el presidente, publicada en los
principales diarios oficialistas del país y en todos los sitios web
del gobierno), los folletos “Debate Socialista” y “La Nueva PDVSA”, encartados en esos mismos diarios, constituyen, junto con
el accionar cotidiano de las misiones y de los consejos comunales, los principales mecanismos de articulación del discurso oficial
y de promoción de la revolución bolivariana, encarnada en este
momento en el socialismo del siglo XXI.
En cuanto a la estrategia para la superación de la pobreza y
de la exclusión bajo esta óptica comunal-socialista, el gobierno
procura, desde el año 2006, darle mayor organicidad y potesta-
183
184
des a la gestión local-comunitaria, con la creación de la nueva
figura conocida como Consejos Comunales (C.C.), que es impulsada
a partir la aprobación de la ley que los norma, como mecanismo
de transferencia directa de poder a las comunidades, dentro de
los principios empoderamiento y corresponsabilidad. Al igual que las
misiones, los C.C. tampoco responden a la clásica fórmula de
descentralización política que va del Estado central a los gobiernos subnacionales (su adscripción y coordinación nacional
está también en manos de la presidencia de la República). A
través de ellos el gobierno otorga a los sectores populares competencias para organizar y gestionar directamente las políticas
públicas, diseñar y ejecutar sus propios proyectos comunitarios,
para administrar el presupuesto de éstos y ejecutar la tarea de
“contraloría social” de los mismos.
Los C.C. actuarían en estrecha conexión con las misiones
sociales y junto a los mecanismos que dinamizan la economía
social, ahora llamada economía comunal (cooperativas, empresas
asociativas, empresas de producción social, misión Che Guevara), tienen bajo su responsabilidad fraguar las bases de la sociedad y la economía socialistas “a la venezolana”. De modo
que bajo este reimpulso, las misiones “llegaron para quedarse”.
Al principio dio la impresión, porque fueron lanzados como
programas de emergencia dentro de una circunstancia crítica,
que serían coyunturales, transitorios, razón por la cual sectores
de oposición de inmediato las tildaron de “cortoplacistas, electoreras y efectistas”: buenas sólo para ganar las elecciones del
referendo revocatorio presidencial y las que siguieron a éste.
Así, a las misiones creadas en los años 2003-2004-2005 siguió
una escalada de improvisación y proliferación de otras en 20062007-2008, entre ellas: Negra Hipólita (atención directa de los
sectores más excluidos, como niños y adultos mayores en abandono y situación de calle), Sonrisa (atención odontológica, anexa
a BA), Ciencia (atención del área científico-tecnológica), Madres del
Barrio (atención a las madres más pobres, solas, desempleadas,
jefes de hogar), Che Guevara (reconversión de la Misión Vuelvan
Caras; de carácter técnico, formación y capacitación en oficios
productivos, concebida para impulsar la transformación del modelo económico capitalista hacia el modelo socialista), Villanueva
(vivienda y redistribución territorial), Árbol (atención ecológica),
Revolución Energética (ahorro de electricidad, nueva política energética), entre otras.
En la actualidad existen aproximadamente unas 24 misiones sociales,6 las cuales han surgido al margen de cualquier
planificación técnica y presupuestaria, y son financiadas por los
ingresos petroleros asignados y administrados por PDVSA, por
aportes del SENIAT (Sistema Nacional de Recaudación de Impuestos y Administración Tributaria) y por créditos adicionales.
El conjunto de todas las misiones, por sí mismo, constituiría la
Misión “Cristo”, y desembocaría en el logro de “pobreza cero
en el 2021”, según expresó el presidente a fines de 2003.
Desde entonces reitera que las misiones son “el alma” del
proyecto bolivariano, la principal herramienta en esa meta de
cero pobreza, y no serían sacrificadas por nada de este mundo. Incluso ante el descenso de los precios internacionales del
petróleo y el escenario mundial de crisis económico-financiera,
el gobierno ha anunciado en 2009 medidas de incremento del
ingreso fiscal (como el aumento del IVA de 9 a 12%, por ejemplo) y recortes del gasto público en otras áreas, pero ha reiterado
que en esta coyuntura de petróleo barato el presupuesto de las
misiones sociales no sería disminuido, sin aclarar cómo se las
ingeniaría el gobierno para evitar un descenso de la inversión
social. Es decir que las misiones han sido instituidas con miras
hacia el largo plazo (o hasta que la situación sociopolítica dicte
otra pauta).
La praxis del modelo endógeno-socialista
y de la política social (2003-2009)
Aunque las misiones sociales y los consejos comunales destacan
en el discurso como bandera de la acción de gobierno y éste
destina sumas cuantiosas a su financiamiento, a seis años de
inicio de las primeras y a tres años de los segundos, la ejecución
de ambos no ha sido evaluada de una manera integral, ni por el
gobierno ni por instituciones académicas y de investigación. El
gobierno se limita a ofrecer cifras de cobertura que demostrarían, a
su entender, el éxito del modelo y de dichas estrategias sociales.
Los estudios académicos resultan aislados e igualmente con predominio de criterios cuantitativos. Sin embargo, presentan sus
6
El detalle de los objetivos y organismos de adscripción de las primeras
misiones, de las posteriores y de las más recientes, puede ubicarse en las
páginas del Ministerio de Comunicación e Información (Minci) y de PDVSA. Cada una de estas misiones tiene además su propio portal en internet.
185
186
resultados como válidos para toda la nación, aunque carecen de
un estudio muestral que evidencie la dinámica de las misiones
en el país (con representación de todas las entidades federales, o
como mínimo de las ciudades y localidades más importantes,
tanto del medio urbano como del rural).
Afirman de manera categórica que las misiones no han impactado positivamente (sino que los han degradado) en los índices
nacionales de pobreza, mortalidad infantil, salud-nutrición, etcétera; estos resultados no son precisos, pues en las estadísticas
sociales globales está incluida toda la población venezolana (no
sólo las personas consideradas técnicamente como pobres y excluidos, beneficiarios reales o no de las misiones), además de que en
el comportamiento de dichas variables inciden simultáneamente
otras medidas oficiales (los ministerios de salud y educación, por
ejemplo, tienen otros programas sociales que no forman parte
de las misiones7).
Existen, asimismo, las intervenciones sociales regionales y locales (las gobernaciones de estados y las alcaldías tienen también
programas sociales masivos dirigidos a los sectores populares,
cuyos efectos tampoco han sido examinados, ni decantados en
relación con los programas nacionales). Con el inconveniente
adicional de que en Venezuela se sigue midiendo la pobreza
con los métodos clásicos de Línea de Pobreza (LP) y Necesidades
Básicas Insatisfechas (NBI), estimaciones que aún no incluyen de
manera específica a las misiones sociales; aparte de que no se aplican masivamente metodologías para medir la exclusión o la inclusión social.
Por estas razones resulta prácticamente imposible, desde esa
perspectiva cuantitativa general, decantar cuántos y cuáles impactos pueden endosárseles a las misiones en la población objetivo a
la cual son destinados, y qué otros resultados corresponderían al
resto de la población venezolana. Aparte de que, por lo general,
estos estudios no van más allá de los Anuarios Estadísticos, y de
las Memoria y Cuenta Anuales de los Ministerios. No recogen
las voces abiertas (sin categorías de respuesta preconcebidas y direccionadoras), emanadas directamente del terreno, que expresen cómo están siendo implementados los programas por sus
administradores locales y cómo son percibidos por los involucrados, en especial por sus destinatarios, sean éstos entendidos
7
Como el Programa de Uniformes Escolares, el de Alimentación Escolar, el de Planificación Familiar, Lactancia Materna, Control y Prevención
de Enfermedades de Transmisión Sexual, entre muchos otros.
como “beneficiarios” o como “participantes”. Si bien los resultados de esos importantes trabajos pudieran ser indicativos de
algunas tendencias, que precisan ser investigadas en extensión y
en profundidad, en ningún caso deberían ser presentados como
“los resultados e impacto” de las misiones.
Siendo polares las posiciones de quienes a menudo apelan a
los números (el gobierno y la oposición) para avalar o negar la
pertinencia y efectividad social de estos programas, no habiendo
claridad al respecto, se toman aquí como referencia (provisional), para tener una idea incompleta pero general de la gestión
social de este gobierno, tres indicadores centrales en cuyo cálculo y registro no sólo tiene autoridad el gobierno venezolano sino
también dos organismos internacionales muy serios como son
el PNUD y la CEPAL: Índice de Pobreza, Índice de Desarrollo Humano
y el Coeficiente de Gini. Éstos son acompañados de la revisión de
otros indicadores complementarios significativos. Por otra parte,
se rescatan algunos resultados de investigaciones que al enfocar
el tema desde una perspectiva cualitativa van más allá del mero
dato estadístico, incorporan el punto de vista de los actores directamente involucrados y dan cuenta (relativa también) tanto
de algunos logros como de algunas limitaciones vinculados al
modelo de desarrollo y a la estrategia de las misiones.
En el primer sentido, las mediciones del Instituto Nacional
de Estadística (INE) para el periodo 2003-2008, tanto por LP (en
el segundo semestre de cada año) como por NBI (en el primer
semestre), registran que la cifra de hogares en condición de pobreza mantuvo en 2003 la tendencia alcista del difícil año 2002;
pero indican también un descenso significativo y sostenido desde 2004. En este año, a partir de signos de recuperación de la
economía (y probablemente de ciertos efectos de las misiones
sociales, que fue el único factor nuevo incorporado desde el año
anterior a la política social), la pobreza total bajó casi 8 puntos
porcentuales (p.p.), ubicándose en 47% de los hogares, según LP.
Asimismo, en el año 2005, las cifras oficiales señalaron que
el índice de pobreza disminuyó a 37,9%, y la pobreza extrema
a 15,3%, representando una baja de la pobreza total en 10
p.p. respecto de 2004. Para el año 2007 la pobreza extrema se
habría reducido a la mitad del 2005. Por NBI los índices habrían
descendido de 28,9% en 1998 a 23,3% en 2007 (pobreza total)
y de 10,8% a 8,4 %, respectivamente (pobreza extrema). En el
año 2008 se habrían registrado los menores índices del último
decenio: 26% de los hogares en pobreza total y 7% en pobreza
extrema, por LP. Comparado con los valores de 1998 (43,9 y
187
188
17,1%, respectivamente), se habría dado un salto sustancial en
la atención a la pobreza (INE: www.ine.gob.ve; FEGS con base
en INE: www.gerenciasocial.org.ve; MINCI, 2008, c/base en INE:
www.minci.gob.ve).
El mismo comportamiento registra el PNUD para Venezuela,
según el indicador IPH-1 (Índice de Pobreza Humana en países
en desarrollo), hasta el último año de registro de este organismo
(2005) en su Informe sobre Desarrollo Humano más reciente
(2007-2008), según el cual este índice habría disminuido de
12,4% en 1998 a 8,8% en 2005 (PNUD:www.hdr.undp.org).
Enfocando en el número de personas provenientes de hogares
pobres, el INE reporta por LP (segundos semestres) una disminución de 50,4% (la mitad de la población venezolana) en 1998
a 31% en 2008, y de 20,3% en situación de pobreza extrema
en 1998 a 9,1% en el año 2008. Según estos datos, entre 1998 y
2008 habrían salido de la pobreza 2.733.108 venezolanos, y de
la pobreza extrema o indigencia, 94.030 (FEGS; MINCI, 2009).
De acuerdo con estimaciones de la CEPAL, la disminución entre 2002 y 2007 fue de 48,6% a 28,5% (personas pobres) y en
situación de pobreza extrema o indigencia descendió de 22,2 a
8,5% el número de personas (CEPAL: www.eclac.org).
Con arreglo a este comportamiento estadístico, según el INE,
la CEPAL y el PNUD, Venezuela alcanzó desde 2006 la primera
meta de los Objetivos de Desarrollo del Milenio de la ONU (reducir a la mitad, entre 1990 y 2015, la proporción de personas
en pobreza extrema o con ingresos inferiores a un dólar por día),
al ubicarse en el primer semestre de 2006 en 12,5% de personas, y en el segundo semestre en 11,1%, respecto a 24% del año
1990. El último valor registrado en el segundo semestre de 2008
(9,1% de personas en pobreza extrema) ubica a Venezuela en
3,4 p.p. de sobrecumplimiento de esa meta (PNUD: www.pnud.
org.ve).
En relación con el Índice de Desarrollo Humano (IDH), tanto el
INE como el PNUD informaron que desde 1999 Venezuela viene
mejorándolo de forma leve pero constante. En el año 1998,
según el INE, el IDH nacional registró la cifra de 0,69 y fue creciendo desde 1999 hasta alcanzar 0,78 en 2001. Producto de la
situación política descendió en el año 2003 a 0,76, pero desde
2004 comenzó a recuperarse. Con los resultados que ha venido
registrando desde ese año hasta 2008 (0,81 en 2005; 0,82 en
2006; 0,83 en 2007 y 0,84 en 2008), Venezuela habría pasado
de ser un país de desarrollo humano medio a uno de desarrollo
humano alto (INE:www.ine.gob.ve; MINCI, 2008 y 2009 c/base en
INE:www.minci.gob.ve; PNUD:www.hdr.undp.org.es).
Aquí es necesario hacer cuatro aclaraciones muy importantes:
1) La escala de clasificación de este índice, establecida por el
PNUD, es la siguiente: un IDH de 0,800 o superior corresponde a
desarrollo humano alto; de 0,500 a 0,799 sería desarrollo medio,
e inferior a 0,500 indica desarrollo humano bajo; 2) los informes
anuales del PNUD sobre el desarrollo humano mundial tienen
como base los datos de dos años anteriores al año en cuestión,
así, por ejemplo, el Informe de 2000 usó los datos de 1998, y es
el IDH de este año el que aparece en el documento. En el último
informe publicado (2007/2008) la base fue 2005, razón por la
cual es el IDH de este año el que aparece y no está registrado el
de los años 2006, 2007 y 2008. 3). Este sesgo o desfase bianual
no lo presenta el INE en la estimación del índice nacional de DH,
cuyos años base son el mismo año de referencia. De modo que
la lectura de dichas estadísticas no debe dejar de lado estos importantes detalles metodológicos y contextuales; 4) las cifras de
IDH nacional de los años 2007 y 2008 (publicadas por el MINCI)
tienen como fuente el INE, aun cuando éste no las haya colocado
aún en su sitio web, que no es actualizado con frecuencia.
El presidente Chávez, en su mensaje anual ante la Asamblea
Nacional el 13 de enero de 2009, informó que en la última
medición del PNUD (datos para el año 2006, todavía no publicada), el IDH de Venezuela es de 0,800, según una presentación
preliminar que le hizo este organismo al gobierno venezolano,
lo cual ratifica al país en la escala de desarrollo humano alto dentro
del contexto mundial, por encima de 118 de los 179 países considerados en el informe 2009, pasando del lugar núm. 74, que
ocupó en el informe anterior, al lugar núm. 61 (Minci, 2009).
Por otra parte, la evolución del Coeficiente de Gini (indicador
de desigualdad en la distribución del ingreso; a medida que se
acerca a cero, menor es la desigualdad) habría sido de una baja
leve hasta el año 2005 (de 0,49 en 1998 a 0,47 en 2005), pero
desde 2006 viene descendiendo de manera significativa, alcanzando en 2008 un nivel de 0,40 —nunca antes registrado en
Venezuela (INE; MINCI, 2008 y 2009 c/base en INE). De acuerdo
con este indicador, en 1997 el 20% más rico de la población se
adueñaba de 53,6% del ingreso nacional, mientras que el 60%
más pobre alcanzó sólo 25,5% de ese ingreso. En 2007, el 20%
más rico se apropió del 47,7%, y el 60% más pobre de 29,7%.
La brecha, que fue de 28,1% en 1997, sería de 18% en 2007,
lo cual significa un descenso de 10,1 p.p. (Minci, 2008). Esto
189
190
indicaría que al menos se estaría deteniendo el crecimiento de
la desigualdad entre ricos y pobres. El Coeficiente de Gini que
ha registrado Venezuela desde 2006 constituye, según la CEPAL
(2007), el menor entre los 16 países latinoamericanos considerados en su informe.
Estos tres índices globales, por sí solos, estarían indicando que
“algo” nuevo parece estar ocurriendo en Venezuela en materia
social, y al estar la intervención oficial centrada en las misiones
no sería descabellado pensar en alguna contribución de las mismas a dichos resultados; así como en el aporte del comportamiento favorable de otros indicadores macroeconómicos y sociales,
como los siguientes:
1) La evolución del PIB a partir de 2004 (fuerte y sostenido incremento de la tasa anual de crecimiento a precios constantes
de 1997, con aumento de los ingresos no petroleros). Según el
Banco Central de Venezuela (BCV), el PIB pasó de 0,3% en 1998
a 5,7% en 2008; registrando un crecimiento promedio entre los
años 2004-2008 de 10,6%; es decir, cinco años (20 trimestres)
consecutivos e ininterrumpidos de incremento (BCV: www.bcv.
org.ve; MPD, 2009: www.mpd.gob.ve).
2) El descenso de la tasa de desocupación o desempleo (que habría
caído, de acuerdo al INE, de 14,5% en 1999 a 6,8% en 2008),
acompañado de un aumento del empleo formal y de disminución del empleo informal desde el año 2004: por debajo de
45% en los últimos tres años (43,7% en 2008, comparado con
49,8% en 1998) (INE; MINCI, 2009 c/ base en INE). La evolución
de los indicadores anteriores es ratificada por la CEPAL (2007),
que registró para Venezuela un PIB de 8% en 2007 y una tasa de
empleo informal que habría pasado de 50% en 1998 a 47% en
2005 (datos no disponibles para años posteriores en el estudio
consultado) (www.eclac.org).
3) El aumento constante del gasto público social total como porcentaje del
PIB (GPST/PIB) y como porcentaje del gasto público total (GPST/GPT).
Según la CEPAL, durante el bienio 2004-2005 el primero alcanzó
11,7% del PIB y el segundo 41% del gasto público total (Hintze,
2008 c/ base en CEPAL, 2007). De acuerdo con cálculos del
Ministerio del Poder Popular para la Planificación y el Desarrollo (MPD, 2009a), incluyendo el gasto acordado de la Administración Central, gobernaciones, alcaldías, la inversión social de
PDVSA (a partir del año 2003) y los aportes del Fonden (desde el
año 2006), para el año 2007 el GPST/PIB casi se duplica (21,2%)
en relación con el porcentaje de 1998 (11,3%); y el GPST/GPT
aumenta en 22,7 p.p de 1998 (47,9%) a 2007 (60.6%). Desde
1999 más de la mitad del GPT se invierte en gasto social (MPD,
2009a).
Ello se refleja en el aumento del gasto en educación, salud
y seguridad social como porcentaje del PIB. En el año 2006 la
inversión en educación sobrepasó 6% el PIB, lo cual se mantiene hasta 2008 (6,4%). En el año 2007 la inversión en salud
fue más del doble y en seguridad social más del triple respecto
del año 1998 (salud: 1,9% vs. 4,4%; seguridad social: 1,7% vs.
4,9%) (MPD, 2009a). Asimismo, incluyendo el gasto acordado de
la Administración Central, gobernaciones, alcaldías, los aportes
de PDVSA y del Fonden; el gasto social en salud, seguridad social, participación y desarrollo social como porcentaje del gasto
público total, habrían aumentado en 2007 en relación con el
año 1998 en: 4,4, 6,8 y 2,5 p.p., respectivamente (MPD, 2009a).
4) La dinámica de algunos indicadores de salud como la tasa
de mortalidad infantil (que se redujo casi a la mitad entre 1998 y
2007: de 21.4 a 13.7 por cada mil nacidos vivos registrados)
(MPD, 2009b), al igual que la tasa de mortalidad neonatal (M.N),
que ha disminuido, aunque lentamente de 12,4 en 1998 a 10 en
2006; la tasa de mortalidad posneonatal, que ha mostrado una
tendencia mejor incluso que la M.I y la M.N en los últimos años
(bajando a la mitad: de 9 en 1998 a 4,2 en 2006); y finalmente
la tasa de mortalidad materna, el indicador más rebelde, que habiendo registrado una tendencia regresiva en el año 2006, habría
comenzado a ceder en el año 2007, al disminuir de 60,5 a 47,4
por cien mil nacidos vivos registrados (PNUD; Minci, 2009).
5) Lo anterior se relaciona con el aumento de las vacunaciones
de 1998 a 2008, dentro del Programa Ampliado de Inmunizaciones (que ahora comprende 14 vacunas que protegen contra
14 enfermedades, antes eran 7), y a que es universal (extensivo
a toda la población, incluye ahora a los adultos). En 1998 se
aplicaron 9,6 millones de dosis vs. 32,2 millones en 2008. La
cobertura alcanzó 98% en la vacuna contra el sarampión en
menores de un año, y la inmunización de la población contra la
fiebre amarilla fue de 60% en todo el país (MPD, 2009a, c/base
en MPPS).
6) También estaría muy vinculado con el progreso en la esperanza de vida al nacer, que habría alcanzado a 73,2 años en 2005
según el PNUD (último año registrado), y estaría en 73,8 años en
2008, según el INE (PNUD: www.hdr.undp.org.es; MINCI, 2009 c/
base en INE).
7) Mayor acceso a la educación formal, expresado en el aumento de las tasas bruta y neta de escolaridad de todos los nive-
191
192
les educativos; de la tasa bruta de matrícula combinada, y en
general de la tasa de alfabetismo en adultos, según el Ministerio
de Educación (M.E) y el PNUD. La tasa de escolaridad fue casi de
100% (99,5%) en el año escolar 2005-2006 (Minci, 2008); que
se refleja también en la tasa neta de escolaridad (en primaria,
por ejemplo, ésta alcanzó 93,12% en el año escolar 2007-2008)
(MINCI, 2008, c/base en M.E). La tasa de alfabetismo en 2005,
según el PNUD, fue de 93%; en 2008 según el INE fue de 93,60
(PNUD; Minci, 2009).
8) La disminución de la repitencia (de 457.544 alumnos en
el año escolar 1998-99 a 179.690 en 2007-08), que incide en el
aumento de la prosecución escolar, fortalece las tendencias anteriores. La permanencia de los alumnos en la escuela (dentro de
los sectores populares) por el incremento de la matrícula atendida por el Programa de Alimentación Escolar (PAE), que suministra alimentación diaria y balanceada en planteles públicos
(desayuno y/o almuerzo o merienda) según el horario escolar, y
los requerimientos calóricos de cada grupo etario (de preescolar,
educación primaria y básica). El PAE pasó de atender 1.164.978
alumnos en el año escolar 1998-1999 a 4.055.138 en el periodo
2007-2008 (Minci, 2009, c/base en M.E).
9) Las tasas de escolaridad y de alfabetismo de la población
venezolana se incrementan cuando se toma en cuenta la
matrícula atendida por el sector no formal de la educación (por
las misiones educativas: Robinson I, Robinson II, Ribas Técnica, Che Guevara, Cultura y Sucre), tanto los egresados (hasta
2008 el total acumulado era de 3.585.073 graduados en estas
misiones), como los alumnos que actualmente cursan estudios
en ellas: en 2008 el total de estudiantes en las misiones es de
1.465.071 (MPD, 2009a; Minci, 2009).8
10) Un indicador muy importante en el área educativa, como
es la tasa de analfabetismo en personas mayores de 15 años (que
según los informes anuales del PNUD sobre DH se mantuvo casi
constante entre 8 y 7% entre 1998 y 2002), registró a partir
de 2003 una extraordinaria disminución, por lo cual en el año
2005 la Unesco declaró a Venezuela territorio libre de analfabetismo,
al quedarle menos de 1% de la población en esa situación.9
Dicho calificativo es otorgado cuando esa tasa es de 4% o inferior. Venezuela ha superado con creces esa meta al ubicar su tasa
en 0,4% en 2008, alfabetizando entre 2003 y 2008 a 1.652.337
personas mayores de 15 años (Minci, 2009; MPD, 2009b); lo cual
es un logro directo e indiscutible de la misión Robinson I, que
se inició en el año 2003 con el método “Yo sí puedo”, creado en
Cuba y adaptado a Venezuela. Con el método tradicional sólo
se consiguió alfabetizar a 21.242 personas entre los años 2000 y
2002 (PNUD: www.pnud.org.ve; Minci, 2008).
11) Mayor acceso a redes de agua potable y de recolección de
aguas servidas, a través de conexiones domiciliarias: en 1998%
el 80% de la población tenía acceso a agua potable; en 2007 lo
tenía el 92%, marcando un incremento de 12 p.p. Con ello se
alcanzó desde el año 2001 la 7ª meta del milenio (reducir a la
mitad, entre 1990 y 2015, la proporción de personas sin acceso
sostenible a agua potable y a servicios básicos de saneamiento),
al aumentar entre 1990 y 2007 en 35,5% el número de personas con este derecho. Asimismo, en 1998 el acceso al sistema de
recolección de aguas servidas era en 1998 de 62%, y en 2007
pasó a ser de 82%, aumentado en 20 p.p. (PNUD:www.pnud.org.
ve; Minci, 2008; MPD, 2009b).
12) Mayor acceso a alimentos de la canasta alimentaria normativa, especialmente los distribuidos a los sectores populares
por las redes de la misión Alimentación: Mercal (Mercado de
Alimentos) y PDVAL (Producción y Distribución Venezolana de
Alimentos), subsidiados en 40% por el Estado. Mercal provee
alimentos de la cesta básica a precios bajos y sin intermediarios,
representando para el consumidor un ahorro de 49% respecto a
los precios regulados, y 67% en relación con el mercado (www.
minci.gob.ve). Sin embargo, el “efecto Mercal” en la reducción
de precios aún no es computado en el promedio inflacionario
del BCV, que se sigue midiendo por los métodos clásicos.
13) Esto explicaría la disminución de la pobreza extrema
y el descenso de indicadores nutricionales como el Índice de
Prevalencia de la Subnutrición (IPS), que señala el porcentaje de
personas que no cubren su requerimiento mínimo de calorías.
Según estimaciones del Instituto Nacional de Nutrición (INN)
8
Con base en datos de las Fundaciones Robinson, Ribas, Sucre y MPP
Economía Comunal. Nota: Misión Robinson I y II hasta agosto de 2008;
M. Che Guevara hasta octubre de 2008; M. Ribas hasta septiembre de 2008,
Sucre y Cultura hasta diciembre de 2008.
9
Según la Unesco, el cero absoluto es difícil de alcanzar en este indicador, porque existe el límite de analfabetismo irreductible (personas que se
resisten al proceso de alfabetización).
193
194
y del Ministerio del P.P. para la Salud (MPPS), este índice cayó
de 21% en 1998 a 8% de la población en 2008 (MPD, 2009b).
Comenzando su disminución desde los años 2003-2004 (coincide con el inicio de la Misión Mercal). Asimismo, el indicador
peso-edad de desnutrición global en los menores de cinco años
que desde 2004 retomó el ritmo decreciente de 1999-2001, hasta descender en 4,2% en 2007 (PNUD: www.pnud.org.ve; MPD,
2009b).
14) Aparte de los subsidios directos representados en las misiones, también habría favorecido al incremento del consumo, la
disminución del desempleo, el incremento del empleo formal y
el aumento sostenido (anual) del salario mínimo urbano público.
Este último ha experimentado una tasa de crecimiento de 566%
de 1999 a 2008, siendo en el último año casi 800 Bs.F (unos 372
dólares $USA), es decir, el salario mínimo más alto de América
Latina (MPD, 2009b; Minci, 2008).
15) Asimismo, influiría en el alza del consumo y en el descenso de la pobreza, el aumento del número de pensionados
del Seguro Social, en una tasa de crecimiento de 233% entre
1998 (387.007 beneficiarios) a 2008 (1.289.320), con pensiones
homologadas, en este gobierno, al salario mínimo (MPD, 2009a).
Lo anterior se expresaría de manera relativa en la evolución
del ingreso medio familiar real y nominal, que si bien ha sido
lenta, a partir del año 2004 presenta cierta recuperación10: de
Bs.F.1.499 en 1999 a 1.618 en 2008 (ingreso real), y de Bs.F.334
en 1999 a 1.895 en 2008: ingreso nominal (Minci, 2009).
Conclusiones
Los indicadores anteriores, entre otros, expresarían ciertos logros globales de la gestión social de este gobierno; esto no significa que haya en Venezuela una situación de bienestar social
general o que no existan áreas críticas, con indicadores severos
y regresivos (en educación, salud, vivienda, servicios públicos,
entre otros), sobre los cuales aún no se ha incidido de manera
determinante: por ejemplo, en algunos índices nutricionales de
ciertos grupos etarios (como el déficit nutricional en los menores
de entre 2 y 14 años, según combinación de indicadores: pesotalla, peso-edad; talla-edad), y el bajo peso al nacer, que han
Estimado para los primeros semestres, c/base 2007=100) (Minci,
2009, c/base en INE, encuesta de hogares por muestreo).
10
disminuido muy levemente entre los años 2000 y 2007, según el
Instituto Nacional de Nutrición (INN-SISVAN: www.inn.gob.ve).
O en la recurrencia de enfermedades endémicas como el dengue y la malaria (competencia del Ministerio de Salud, no enfrentadas por vía de las misiones), o la violencia-delincuencia-inseguridad ciudadana, competencia de los órganos de seguridad
del Ministerio del Interior y Justicia y sus homólogos regionales
y locales (como las policías municipales y las gobernaciones de
estados). Este problema de la inseguridad en ningún gobierno
ha sido atendido desde la política social y actualmente por ninguna misión en particular, si bien es el principal problema.
Por supuesto se discute si en un país petrolero como Venezuela, de tan altos ingresos fiscales, sería coherente o suficiente
la evolución de estos indicadores, o si no sería hora de que
se hubiese erradicado la pobreza; pero ello no justificaría un
desconocimiento de los progresos relativos registrados en esa dirección, por cuanto en otros periodos de alto ingreso petrolero
y de aumento del PIB, a la vez de un extraordinario gasto social
(como en los dos primeros años de la década de 1990, durante
el segundo gobierno del presidente Pérez), la pobreza tuvo una
tendencia incremental, y en general los indicadores sociales
fueron deficitarios.
Aquí estarían involucradas no sólo las cantidades (que recogen los índices) sino las cualidades y calidades (ausentes en las estadísticas oficiales y en casi todos los estudios usuales): la calidad
de la educación, la calidad de la salud, la calidad de vida e incluso la calidad de la democracia. Desde esta perspectiva cualitativa, algunos estudios señalan ciertos logros a las misiones sociales, desde los primeros años de su inicio. Según Fernández
(2004), con las misiones los sectores populares pasan de no ver
la totalidad de la vida social, al entendimiento de las diferencias
sociales, siendo ahora común entre ellos la expresión “somos
diferentes”. De no participar en la vida política, a posicionarse
políticamente en ella. De la dificultad para elaborar referencias
colectivas, a tener como norte un proyecto de país. De no entender conceptos como “justicia”, “democracia”, “ciudadanía”,
“derechos humanos”, a tener elementos para darle significado y
gestionarlos en su día a día.
Según la misma fuente, el trabajo comunitario es ahora no
conformista: se esfuerza en incorporar personas y lo hacen con
menos inseguridad; la idea de progreso pasa de tener para ellos
un carácter individual a uno colectivo: ahora se ve en términos
de que las comunidades consigan apoyo para las misiones. La
195
196
actuación institucional particular de éstas ha impulsado la participación y la importancia de lo colectivo. La idea de cambio
deja de ser abstracta y es vista como la posibilidad de acceder
cotidianamente y con menos dificultades a los servicios sociales.
En este sentido, los sectores populares salen de un inmediatismo
a una concepción de tiempo más dinámica que apunta hacia el
futuro: el tiempo no se concreta en una espera paciente y desesperanzada sino en una acción constructora (Fernández, 2004).
A partir de los resultados de otros estudios cualitativos11 (que si
bien indicarían algunas tendencias, tampoco son extensivos a
todo el país), pueden señalarse en cuanto a impacto social (en
la salud, en las condiciones de vida y en general en la pobrezaexclusión) aspectos como los siguientes:
a) Los beneficiarios directos, ejecutores parroquiales y locales, médicos de la Misión BA consideran que ha habido logros
porque ahora (con BA) la gente cuida más su salud, gracias al acceso gratuito a la atención médica y a medicamentos dentro de
la misma comunidad, así como a la atención de casos críticos y
de emergencias menores a domicilio, fuera del horario del consultorio. A la vez, observaron una disminución de enfermedades
recurrentes (y muertes por su causa) como diarreas por parasitosis intestinal en niños, o por hipertensión arterial y diabetes
en adultos (por ejemplo), porque ahora hay más diagnóstico y
control.
b) Los coordinadores locales y los médicos de los consultorios
populares enfatizan en los conceptos: “vidas salvadas” (que se
habrían perdido si no existiera esta misión), “actividades de terreno” (atención médica domiciliaria gratuita) y en la “alta aceptación” del programa por la población objetivo, en la primera
y segunda etapas de esta misión (BA.I y BA.II). La estadística ofi-
cial cuantifica dichos conceptos en las cifras indicadas abajo.12
Durante la investigación etnográfica realizada se pudo observar
(dentro de los consultorios) la meticulosidad con que los médicos
llevan estas estadísticas, día por día, paciente por paciente, nombre por nombre, con sus datos de identidad, domicilio, etcétera,
y el manejo riguroso (y hasta celoso) de ellas, por lo cual no se
encontraron indicios de falsedad o manipulación de las mismas.
c) Los beneficiarios perciben la salud y la participación social
como derechos consagrados en la Constitución nacional (algunos citan casi de memoria artículos claves de ésta, a menudo
la tienen a mano) y por primera vez se sienten socialmente incluidos, razón por la cual la misión BA goza de alta aceptación
y valoración positiva entre los consultados, fuesen de signo favorable o contrario al gobierno. Esta percepción se extiende al
resto de las misiones implantadas en esas comunidades. Si bien
la población objetivo percibe que “todavía falta” para que “dejen de ser pobres”, consideran que hoy disponen de mejores
condiciones sociales relativas.
d) Señalan que BA ha incidido no sólo en la recuperación
de la salud física, sino también en la autoestima individual y
colectiva y en los deseos de vivir de algunas personas, como los
beneficiarios de la Misión Milagro (que atiende problemas de
la vista), o los pacientes con dificultades motoras que han sido
recuperados de una silla de ruedas, pues al hacerse más independientes, dejan de ser una carga para terceros; o como las
amas de casa, antes confinadas exclusivamente al cuidado de
los hijos, maridos, hogar, ahora son estudiantes en las misiones
educativas, con lo cual se sienten más “personas”, “más útiles” y
“más libres”. Esto es bastante notorio entre las adultas mayores
o abuelas cursantes de las misiones educativas Robinson I y II.
Véase Alvarado (2006b) y una serie de trabajos de investigaciones evaluativas desarrolladas en comunidades zulianas entre los años 2005 y 2007,
desde el Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales y la Escuela de
Sociología de L.U.Z, dentro de los siguientes proyectos. A la vez CátedrasTaller de Grado: 1) “Las Misiones de Inclusión Social y las Actitudes de
sus Beneficiarios”; y 2) “Desarrollo Endógeno, Misiones Sociales y Capital
Social Comunitario”. Estos estudios fueron levantados en el Municipio Maracaibo (electoralmente considerado oficialista al momento de los estudios)
y San Francisco (opositor). Hoy en día esas tendencias se han revertido: el
Municipio Maracaibo (Alcaldía) está ahora en manos de opositores y la Alcaldía de San Francisco en manos oficialistas, por lo cual en este año 2009
se están repitiendo los estudios en las mismas comunidades como parte del
proyecto: “El Socialismo del Siglo XXI y las estrategias de inclusión social en
el Zulia: Misiones Sociales y Consejos Comunales”.
12
11
Las cifras acumuladas desde 2003 (año del inicio) hasta diciembre 2008
expresan que B.A I habría salvado en ese periodo 121.114 vidas y habría
realizado 328.435.528 consultas, de las cuales las consultas en el hogar (de
seguimiento, de promoción de la salud preventiva, de atención de casos
críticos) representaron 44,5% del total de consultas de BA.I (MPD, 2009a,
c/base en MPPS). La estadística de BA.II (consultas especializadas, atención de emergencias mayores, exámenes de laboratorio, rehabilitación
física, exámenes de alta tecnología), acumulada hasta 2008, sería: a) Centros de Diagnóstico Integral: 23.270.171 casos atendidos de emergencia;
10.978.979 casos vistos en consulta; 587.024 vidas salvadas; 209.017.655
exámenes realizados; b) Salas de Rehabilitación Integral: 4.988.759;
21.679.296 pacientes en rehabilitación; 197.134.265 tratamientos aplicados; 8.983.723 pacientes bajo medicina natural y tradicional; c) Centros de
Alta Tecnología: 9.965.487 exámenes realizados (MPD, 2009a) .
197
198
e) Según la percepción de los informantes, en la medida en
que las misiones sociales se vayan consolidando, mejores serán
sus resultados y se avanzaría un poco más en la lucha contra
la pobreza y la exclusión (encaran con optimismo el futuro),
siempre y cuando permanezca el presidente Chávez, a quien
reconocen como el único gobernante que ha hecho algo valioso
por los pobres y excluidos. En su persona (más que en su gobierno) cifran sus expectativas.
No obstante, en esas mismas investigaciones cualitativas, al
igual que en otros estudios efectuados en el país,13 se encontraron también serias limitaciones en las misiones, que afectan
su funcionamiento y un impacto de mayor alcance. Entre ellas:
escasa organización, coordinación, integración y participación
de la comunidad; débil voluntariado social, problemas vinculados a la nueva institucionalidad: desarticulación interna y externa de las misiones, debilidades en la rendición de cuentas y
seguimiento, ausencia de evaluación y de intersectorialidad (esfuerzos desconectados, yuxtaposición en ámbitos gubernamentales); inexistencia de una política social universal, integral y articulada (no inclusión de otros grupos poblacionales distintos a
los “pobres”; confusión de la política social con una política de
pobreza); falta de planificación de las estrategias (proliferación
de misiones, improvisación, rápidas decisiones de financiamiento y falta de transparencia en su presupuesto), alto componente
asistencial focalizado y tinte ideológico.
En relación con los consejos comunales estos problemas también
estarían presentes, a los cuales se agregó (de entrada) la inexistencia en las comunidades de capacidades instaladas para las
tareas que les atañen a estas organizaciones, es decir, falta de
capacitación y de experiencia para el diseño, gestión y ejecución
de los proyectos y para el trabajo asociativo; fallas de la contraloría social popular; así como ausencia de una conciencia cívica
colectiva capaz de enfrentar la cultura de la corrupción, por lo
cual el principal escollo que se les ha endosado a los C.C. ha sido
problemas de malversación de los cuantiosos fondos públicos
que les han sido asignados14 (en los últimos tres años se han multiplicado las denuncias al respecto).
Por ejemplo, los trabajos compilados y coordinados por D’elía (2006),
publicados por ILDIS.
14
Para tener una idea del volumen de recursos involucrados: en el año
2008 el gobierno aprobó por vía del SAFONACC (Fondo Nacional de los
Consejos Comunales) 1.728 proyectos productivos de los mismos, por un
monto de 4.057 millones de Bs.F, equivalentes a 1.887 millones de $USA, en
13
Hay otros aspectos cualitativos que destacan en este proceso, como: 1) El rol hegemónico del Estado-gobierno en la
creación-promoción-implantación de la política social y de la
participación. Así, es cierto que la emergente institucionalidad
que motoriza a la nueva política social en Venezuela se soporta
en las nacientes organizaciones comunitarias, pero más que a un
movimiento participativo, reivindicativo de abajo hacia arriba, las
misiones sociales, los C.C. y las organizaciones de la economía
social responden a decisiones verticales (creadas de arriba hacia
abajo) como “implantación de iniciativas” (Hintze, 2008). En
la práctica, el empoderamiento aún no es protagónico, si bien la
Constitución Bolivariana representa un marco más amplio en
derechos sociales, y en los documentos oficiales se ha avanzado
en la interpretación de la pobreza, de la exclusión, se ha hecho
un esfuerzo de formulación de los lineamientos de una política
social universal e inclusiva, con énfasis en los principios de participación, corresponsabilidad y cogestión (MSDS, 2000).
Un reto en esta materia es avanzar hacia una relación horizontal entre las instituciones públicas y las de la comunidad, en
términos de asociación-cooperación más que de subordinaciónsubalternidad (Hintze, 2008). En ello es necesario un proceso
de aprendizaje de estos actores colectivos que reclama, como
lo plantea la fuente citada, un tiempo social (distinto al tiempo
político y al técnico), para forjar su capacidad de interpelar al
Estado y de apoderarse de las políticas que les atañen.
2) Otro aspecto importante que emerge de estos estudios cualitativos es que en la sustentabilidad de las misiones y de los C.C.
inciden factores que van más allá de lo financiero (presupuesto
a futuro) y de la cuestión de si las estructuras que los ponen
en marcha son “paralelas” o “extra-institucionales”. Lo crucial
tampoco parece estar sólo en los números (cifras de cobertura o de
inclusión de los sectores populares) y tampoco en si el presidente
Chávez sigue en el poder, pues sus opositores, aspirantes a reemplazarlo, al darse cuenta del “gancho” electoral de las misiones
prometen continuarlas.
Su sustentabilidad estaría más amenazada por limitaciones
estructurales (de tipo educativo-cultural) sobre las cuales las
misiones no han logrado incidir suficientemente, como en la
organización-participación-voluntariado de las comunidades, y
apoyo a los C.C. y a los Bancos Comunales, bajo el anuncio del presidente
Chávez que en “este año 2009 esta cifra se va a duplicar: eso es poder para
el pueblo” (Minci, 2009).
199
200
en la débil internalización del concepto de medicina preventiva
(en el caso de BA), de la cual aún se carece de una conciencia
colectiva; por eso persisten hábitos inadecuados de higiene, de
alimentación-nutrición, que siguen atentando contra la salud
de los sectores populares. Además de frágiles nexos de solidaridad-reciprocidad, y escasa capacidad de pensar en “el otro”,
al prevalecer una cultura del individualismo-egoísmo, de la comodidad y hasta de corrupción, que afecta la integración de la
comunidad y su capacidad de lucha colectiva (Alvarado, 2006b).
El factor decisivo, sin negar la importancia de los anteriores,
serían los cambios cualitativo-culturales hacia el largo plazo, capaces de hacer de estas iniciativas vías alternativas al neoliberalismo, en la medida en que coadyuven con el desmantelamiento
de las bases ideológicas y de las prácticas excluyentes de éste, así
como en el cumplimiento de los preceptos constitucionales, proceso que se ha venido dando dentro de muchas complejidades,
resistencias y conflictividad (Hintze, 2008; Alvarado, 2008). Es
decir, se precisa de una revolución educativa y cultural, como prerrequisito de la revolución política (Alvarado, 2008). De todos
modos, hay que esperar más tiempo para responder con certeza
a la pregunta de si estas estrategias sociales son o serán definitivamente alternativas al neoliberalismo.
3) El presidente Chávez y su gobierno deben en gran medida su popularidad (demostrada en su reiterado éxito políticoelectoral) a este nuevo esquema de política social (con todos sus
fallos), en virtud de la alta aceptación popular del mismo. Un
sondeo realizado en septiembre de 2008 registró 69% de opiniones favorables a la gestión presidencial (ANB, 2008), a la vez
con alta legitimidad democrática al resultar Chávez victorioso
en tres elecciones presidenciales sucesivas (1998, 2000 y 2006)
con más de 60% de los votos; de un referendo revocatorio presidencial en 2004 con 59,1%; y en general en 12 procesos electorales desde 1998, con una única derrota.
En relación con la aceptación de las misiones, un sondeo reciente
del IVAD (2008, Instituto Venezolano de Análisis de Datos) señala que 70,6% califica como “buenas”, en el último año, a las
misiones educativas (Robinson, Ribas y Sucre), y sólo 10.5% las
considera “malas” (www.aporrea.org). Sobre la Misión Alimentación, el nivel habría aumentado a 79,02% de aceptación en
el año 2008, según otra fuente (www.pnud.org.ve). En cuanto a
la misión BA, una investigación reciente muestra que los niveles
de satisfacción con sus servicios, en promedio, son superiores al
60%, en: 1) calidad del servicio, descrito como “cálido” y “hu-
mano”; 2) accesibilidad: los centros están ubicados cerca de los
usuarios, la atención es gratuita y el horario accesible; 3) provisión de medicamentos libres de costos, y 4) tiempos de espera
para recibir atención inferiores a los de los hospitales (Muntaner
y otros, 2008).
Sondeos de encuestadoras identificadas con la oposición
(como Datos y Datanálisis) contradicen las coberturas masivas
de las misiones (presentan cifras bastante menores a las oficiales), y señalan aceptación-satisfacción popular con ellas por
debajo de 50%. Al ser antagónicas ambas posiciones, habría
que apelar a otras vías para calibrar si, en definitiva, la realidad
habla de “éxito de la gestión” (como afirma el gobierno), o de
“fracaso, débil o nulo desempeño” (como sostiene la oposición)
en cuanto a inclusión e impacto de la política social sobre la
pobreza-exclusión.
Bibliografía
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203
Política social en Venezuela: un
acercamiento al resultado de su
desempeño 1999-2008
I
Índice
Capítulo Siguiente
Capítulo anterior
Thais Maingon
Introducción
En Venezuela se están experimentando nuevas formas de regulación y control político del espacio social que obligan al Estado
a construir mecanismos novedosos, dirigidos a la inclusión social de los sectores históricamente excluidos. Más precisamente,
desde la aprobación de la Constitución de 1999, el Estado, a
través del gobierno, ha estado construyendo diferentes estrategias dirigidas a la incorporación de estos sectores. Sin embargo,
hasta la fecha son escasos los trabajos que estudien y analicen la
eficacia y la eficiencia de estas acciones.
Este trabajo forma parte de una investigación más amplia1
cuyo objetivo es evaluar las políticas gubernamentales del gobierno venezolano iniciado en 1999. Aquí se propone presentar
1 Este texto se apoya en los resultados del proyecto de investigación,
parcialmente financiado por el Fonacit en donde la autora participa, titulado: “Estudio de la cultura política, el rendimiento gubernamental y el
comportamiento electoral del venezolano”, que incluye los documentos
de trabajo producidos durante 2008 de los investigadores: Carlos Aponte
(Las misiones sociales: relevancia, características y crisis de una innovación),
Jorge Díaz Polanco (Barrio Adentro: balance de una política de salud), Lissette González (Las misiones y los nuevos espacios de participación en localidades rurales) y Mabel Mundó (Las misiones educativas: Análisis de una
política pública para la inclusión o el clientelismo político).
205
206
algunos de los resultados del estudio de las estrategias sociales
llevadas a cabo por el gobierno, a través de la modalidad de las
misiones sociales, desde una perspectiva que incluya sus resultados generales en indicadores sociales seleccionados, así como
también la participación ciudadana que debe haber para seguir
adelante con estas acciones. Ello se realizará gracias al estudio
de las misiones que atienden los problemas de salud y de educación, y que llevan un poco más de cinco años implementándose, éstas son: la misión Barrio Adentro y las misiones educativas (Robinson, Ribas, Sucre).
Nos interesa, particularmente, develar algunos de su resultados generales y analizarlos críticamente. Ello se efectuará desde
la arista del análisis del desempeño que han tenido estas estrategias o programas sociales, a la luz de los indicadores sociales
más significativos para ambos sectores, salud y educación. Posteriormente se tratará de comparar los resultados con una experiencia en concreto.
La idea general que sustenta este trabajo es que se esperaba
que estos programas conocidos como misiones sociales ayudasen
a resolver de forma sustancial los principales problemas de salud
y de educación, mejorando drásticamente los indicadores sociales más significativos; pero en la práctica estos programas han
tendido a cumplir con una variedad de objetivos y funciones que
van mucho más allá de lo estrictamente social, al incorporarles
un sesgo político electoral e ideológico que tiene consecuencias
negativas sobre los resultados de su desempeño social.
En la primera parte se revisa, muy someramente, el proceso
de creación de estas misiones, sus objetivos y orientaciones generales. En la segunda parte se analiza cómo ha sido el desempeño
de estas estrategias a la luz de los indicadores sociales, en educación y salud, más significativos. Se intentará, en la medida de
lo posible, ilustrar para cada sector social con evidencias recogidas y sistematizadas a partir de una investigación de campo
realizada en localidades rurales durante el año 2007,2 cuyo objetivo general fue caracterizar la participación de la población
entrevistada en las misiones, así como también en otras organi-
zaciones sociales promovidas por y desde el gobierno. Aunque
los resultados del estudio de caso no son representativos a nivel
nacional, sí expresan la heterogeneidad regional en cuanto al
interés en participar de sus habitantes en las diferentes organizaciones y programas sociales implementados por el gobierno.
Orígenes y características generales de
las misiones
Las misiones sociales surgen como iniciativa del gobierno nacional durante el año 20033 con un doble propósito: atender a
los sectores populares en una serie de problemas sociales prioritarios en las áreas de educación, salud, alimentación, empleo
y vivienda; y como estrategias o mecanismos dirigidos a profundizar y consolidar la democracia social y participativa, y el
proceso de la revolución bolivariana. Las misiones constituyen
la innovación social más importante en política social del actual gobierno. Fueron formuladas desde el Ejecutivo, implementadas en paralelo a la institucionalidad convencional, su
financiamiento se hace por fuera de los organismos destinados
para este fin, cuentan para su funcionamiento con estructuras
semiinstitucionalizadas desde el poder central. La información
acerca de su cobertura, gastos y recursos es poco transparente y
difícil de obtener, en su mayoría son dirigidas por personal cubano; especialmente ello es así para las de salud (Misión Barrio
Adentro).
La creación de las primeras misiones se da en medio de un
clima de fuerte confrontación, polarización política y de crisis
económica que venía ocurriendo en el país a raíz de los sucesos
de 2002- 2003, que incluyó el golpe de Estado, los paros cívico-empresarial y petrolero. Esta situación se vio acentuada por
los efectos negativos de los paros antes mencionados y por el
estímulo al llamado a un referendo revocatorio del mandato
presidencial por parte de factores de oposición. El propio presidente de la República calificó el lanzamiento de las misiones
como parte de una estrategia electoral y reconoce que en buena
2
Esta investigación se realizó bajo un enfoque etnográfico y fue desarrollada durante el primer semestre del año 2007. Se aplicó una encuesta
que recogió el perfil sociodemográfico de la población entrevistada (aproximadamente 5.700 personas) en 28 localidades mayoritariamente rurales
con poblaciones menores a 5.000 habitantes, pertenecientes a diferentes
estados del país. La muestra intencional recogió información de los estados
centrales, norte-costeros, orientales y andinos. La recolección y sistemati-
zación de la información estuvo a cargo de los estudiantes de primer año
de la Escuela de Ciencias Sociales de la Universidad Católica Andrés Bello,
la unificación de las bases de datos fue responsabilidad de Héctor Briceño,
y la redacción del informe final recayó en Lissette González.
3
Para el año 2004 todos estos programas estaban funcionando a nivel
nacional.
207
medida contribuyeron a que ganara este referendo,4 así como
también a que resultara triunfador en la reelección presidencial
celebrada el 3 de diciembre de 2006. Las misiones han sido muy
convenientes electoralmente hablando, así como también han
ayudado a revertir la crisis de la popularidad del gobierno (Molina, 2006; Penfold, 2007).
D’Elia y Cabezas (2008: 4) anotan que las misiones que fueron creadas entre 2003-2004, alrededor de 13, tuvieron el apoyo
de Cuba:
Esta primera generación de misiones respondía a la necesidad
de lograr la adhesión de los sectores populares a través de medidas sociales reivindicativas, en momentos de dificultad política
y económica para el gobierno. La finalidad de las misiones era
entonces demostrar la capacidad de la revolución para reducir la
exclusión social, que se hizo aceleradamente extensiva a las áreas
de salud, educación, alimentación, producción y vivienda […]
Fueron instaladas en los sectores populares de las principales ciudades del país y ejecutadas por efectivos de los cuerpos militares,
coordinadores y personal de nacionalidad cubana […].
208
Hasta el momento se han registrado cerca de 24 misiones o programas sociales que llevan este nombre, creadas en un corto
tiempo, por lo que la mayoría de las veces estas figuras carecen
de estructuras institucionales que las respalden y de recursos financieros y humanos para su implementación (véase Tabla 1).
La Constitución de 1999 abrió nuevos espacios destinados a
la construcción de una democracia inclusiva, en donde se contrapone, abiertamente, el gobierno popular al de las élites, la
economía solidaria a la economía de acumulación capitalista.
El objetivo supremo de estos programas sociales es lograr la recuperación de la soberanía sobre los recursos venezolanos para
apoyar el desarrollo social y humano sustentable.
4
En el Taller de Alto Nivel, celebrado los días 12 y 13 de noviembre del
año 2004, el presidente Chávez dijo lo siguiente: “Hay una encuestadora
internacional recomendada por un amigo que vino a mitad del 2003, pasó
como 2 meses aquí y fueron a Palacio y me dieron la noticia bomba: ‘Presidente, si el referéndum fuera ahorita usted lo perdería. Yo recuerdo que
aquella noche para mí fue una bomba aquello, porque ustedes saben que
mucha gente no le dice a uno las cosas, sino que se la matizan. Ese es muy
malo. No, estamos bien, estamos sobrados. Entonces fue cuando empezamos a trabajar con las misiones, diseñamos aquí la primera y empecé a
pedirle apoyo a Fidel” (pág. 31).
Tabla 1
Venezuela: Misiones sociales. Cronología aproximada de creación:
Marzo 2003-Septiembre 2008
MISIONES SOCIALES
Mercal/Alimentación
Barrio Adentro 1 (BA)
Robinson 1
Robinson 2
Ribas
Sucre
Guaicaipuro
Cristo
Vuelvan Caras/Che Guevara
Barrio Adentro Deportivo
(BA)
Milagro (BA)
Hábitat
Piar
Zamora
Barrio Adentro 2 y 3 (BA)
Cultura
Negra Hipólita
Ciencia
Madres del Barrio
Madre
Sonrisa (BA)
Villanueva (programación
inicial)
Alma Mater (anunciada)
Barrio Adentro 4 (2007: sin
inversión)
Moral y Luces (anunciada)
Música
José Gregorio Hernández
(Censo)
13 de Abril (por iniciarse)
Cultura Corazón Adentro
Niños y niñas del Barrio
(anunciada)
Fuente: Aponte (2008).
2003
2004
2005
2006
2007
2008
209
210
Lacruz (2006: 56) señala que “las misiones bolivarianas se han
convertido en el símbolo de los programas de acción y ayuda social del Gobierno Bolivariano” por dos razones fundamentales:
la primera tiene que ver con sus características propias. Son
programas de atención masivos, por lo tanto abarcan grandes
sectores de la población más pobre; y la segunda, viene atada al
momento sociopolítico en que surgieron lo que hace que estos
programas se encuentren fuertemente identificados y asociados
con la consolidación del proyecto bolivariano.
Las misiones tienen una especial significación. Su misma denominación evoca al menos dos perspectivas ideológicas vinculadas entre sí. Por una parte, refiere a los temas inconclusos de la
soberanía nacional, especialmente a los que hacen referencia a
su significación desde el punto de vista militar. La segunda perspectiva las vincula a algo que no puede dejar de ejecutarse, que
es absolutamente necesario realizar, como son las órdenes militares. Estos elementos son importantes, sobre todo si se toma en
cuenta la forma en que surgen, directamente, del discurso del
presidente, como inspiraciones del momento, como ideas que
es necesario desarrollar, como imperiosas para la salvación del
pueblo; por lo tanto, impregnadas de un cierto sentido mágicoreligioso.
El contenido programático de las misiones puede rastrearse
en programas y planes que el propio gobierno había puesto en
marcha en años anteriores, tal es el caso de la Misión Barrio
Adentro (MBA). Incluso, algunas misiones retoman programas
conocidos en otros periodos de gobierno, como por ejemplo,
los programas de alfabetización o la promoción de cooperativas
y microempresas. De esta manera, lo que hace particular a las
misiones es su carácter político, masivo y de alineación con los
objetivos y estrategias del proyecto de revolución bolivariana.
De hecho, el éxito atribuido por el gobierno a las misiones ha
ampliado paulatinamente sus campos de acción y las ha convertido en espacios para el desarrollo de otras iniciativas articuladas
a la consolidación del proyecto bolivariano.
• El eje orientado hacia la promoción de la participación y desarrollo de
la ciudadanía que incluye la articulación de las misiones con la
vida comunitaria a través de: i) la lucha contra las causas que
producen la exclusión social, ii) la promoción de la organización social, política y económica de las comunidades, y iii)
el desarrollo de las condiciones y servicios integrales necesarios para garantizar la vida en colectivo y el ejercicio de la
ciudadanía plena.
• El eje orientado hacia el rescate de la soberanía y la construcción del desarrollo sustentable incluye el despliegue de diferentes mecanismos
para alcanzar una sociedad de libres e iguales con capacidad
para defender la soberanía nacional, al mismo tiempo que
crea el compromiso de las comunidades con la consolidación
del proyecto bolivariano.
• Orientaciones, objetivos y cobertura de las misiones
6. Prefigurar un nuevo Estado desburocratizado en cuanto a sus funciones sociales y proceder a desmontar todas las resistencias que haya en sus estructuras.
El gobierno identifica (MINCI, 2005) en las misiones múltiples
orientaciones articuladas alrededor de dos grandes ejes, en los
cuales se contempla la incorporación activa de la Fuerza Armada:
Asimismo, como se puede observar en la tabla 2, las misiones
tienen diversos objetivos:
Las misiones fueron organizadas a través de instancias que
fueron creadas intencionalmente ad hoc de la institucionalidad
vigente y tradicional. Todas y cada una de las misiones deben
su nombre y nacimiento al presidente de la República, quien es
Tabla 2
Objetivos de las misiones
1. Eliminar las causas y consecuencias de la pobreza y la exclusión de todo
tipo, pero especialmente la social.
2. Reducir el déficit de atención social en las zonas populares y hacer cumplir
los derechos sociales (salud, educación, alimentación, vivienda, empleo).
3. Penetrar las zonas populares de difícil acceso para hacer llegar bienes y servicios a sus poblaciones con la participación de la propia comunidad organizada.
4. Convocar e inducir a que un número mayor de personas se incorpore al
proyecto político promovido desde el Estado-gobierno-movimiento político.
5. Reconocer el protagonismo de las poblaciones excluidas haciéndolas visibles en las prioridades y asignaciones de los recursos del Estado, sobre la
base de una mayor igualdad política y social.
7. Sustentar la expansión extranacional del proyecto bolivariano en un probable
intento de hegemonía regional.
Fuente: MINCI (2005).
211
212
el responsable de la organización de una estructura parainstitucional que le diera una cierta legalidad a las misiones; de esta
forma garantiza, la mayoría de las veces, la asignación de los
recursos requeridos para su puesta en funcionamiento de manera casi inmediata a su anuncio. Estos recursos son asignados
y distribuidos, casi en su totalidad, extrapresupuestariamente;
provienen de los ingresos petroleros administrados por Petróleos
de Venezuela (PDVSA), de la figura de créditos adicionales y de
los recursos aportados por el Sistema de Recaudación Nacional
de Impuestos (SENIAT).
La información sobre recursos presupuestados, ejecutados
y beneficiarios de las misiones es escasa, imprecisa, fragmentada
y poco confiable. Tal como lo reporta Aponte (2008), basándose
en información oficial, las misiones sociales pasaron de manejar, entre los años 2004-2005, presupuestos que representaban
alrededor de 2,5% del PIB a 5,5% del PIB. El gasto social total
de las misiones durante el periodo 2004-2007 supera en casi tres
veces el gasto de los programas sociales compensatorios implementados entre 1989 y 1998. Gasto que estuvo entre 15 y 20%
del gasto social del Gobierno Central y rondó cerca de 1,5% del
PIB. En términos reales, el gasto de las misiones sociales para los
años 2006-2007 casi triplica el gasto habido durante el periodo
anterior (véase Cuadro 1).
El gasto en las misiones sociales entre los años 2004 y 2005
fue un poco más alto que el gasto social en salud para ese mismo periodo, y el gasto destinado a las misiones para el periodo
2006-2007 fue similar al gasto social en educación, que es el
gasto social más importante y mayor del Estado venezolano. Por
otro lado, el gasto por sectores sociales como porcentaje del PIB
ha venido creciendo paulatinamente hasta el año 2007. PresenCuadro 1
Venezuela: Misiones (2004-2007): Gasto total real (Año-Base 97) y como %
del PIB
AÑO
2004
2005
2006
2007
M i s i o n e s : M i s i o n e s : PIB Total (en M i s i o n e s :
Gasto total (en Gasto total real billones de Bs. Gasto
total
billones de Bs. (billones de Bs.
Corrientes)
como % del
Corrientes)
Año-base 97)
PIB
5,38
1,07
212,68
2,5%
6,99
1,07
304,09
2,3%
21,76
2,82
396,14
5,5%
26,13
2,97
489,67
5,3%
Fuentes: Ministerio de Finanzas, para 2004-2005: El Nacional, 24-09-2006; y para 20062007, El Universal, 25-03-2008; PIB en www.bcv.org.ve (cálculos: Aponte, 2008).
ta desde 1999 hasta 2008 un incremento de seis puntos porcentuales. Se puede apreciar que luego de mostrar un aumento sostenido durante dos años, 2006 y 2007, éste baja casi tres puntos
porcentuales para el año 2008 (véase Cuadro 2).
Por otro lado, el gasto social como porcentaje del gasto público total ha venido aumentando, paulatinamente, desde 1999
(52%) hasta 2008 (57%). En diez años, este gasto creció cinco
puntos porcentuales, siendo el valor más alto el presentado en
2004, año del despliegue nacional de las misiones sociales (véase
Cuadro 3).
Cuadro 2
Gasto por sectores sociales como porcentaje del PIB, Venezuela 19802008
AÑOS
1998
1999
2000
2001
2002
2003
2004
2005
2006
2007
2008
TOTAL
SECTOR
SOCIAL
EDUCACION
CULTURA
Y COMUNICACION
SOCIAL
CIENCIA
Y
TECNOLOGIA
11,23
12,78
14,93
16,68
16,31
16,67
18,13
17,63
21,75
21,19
18,61
4,20
4,87
5,38
5,68
5,74
5,73
6,02
5,76
6,33
5,79
6,09
0,30
0,20
0,30
0,25
0,20
0,36
0,32
0,35
0,39
0,41
0,41
0,13
0,15
0,23
0,38
0,29
0,14
0,34
0,28
0,22
0,29
0,29
VIVIENDA,
DESARROLLO
HUMANO Y
SERVICIOS
CONEXOS
1,90
1,62
2,64
2,38
2,38
2,09
2,46
3,00
3,79
2,88
2,33
SALUD
1,89
2,53
2,63
2,97
3,37
2,48
3,19
2,64
3,64
4,4
2,91
DESARROLLO
SOCIAL
Y PARTICIPACION
1,11
1,13
1,06
1,23
1,13
1,69
1,84
1,81
2,47
2,53
2,07
SEGURIDAD
SOCIAL
1,70
2,28
2,69
3,79
3,20
4,18
3,96
3,79
4,91
4,89
4,51
213
Fuente: Sistema Integrado de Indicadores Sociales del Ministerio de Desarrollo y Planificación (www.sisov.mpd.gov.ve).
Para la puesta en funcionamiento de las misiones, especialmente las sociales, la alianza con Cuba tuvo una importancia
crucial. Con la activación del Convenio de Cooperación CubaVenezuela, la estrategia de las misiones tuvo a mano el personal
indispensable para diseñar la organización interna, coordinar y
ejecutar las acciones necesarias para acelerar su puesta en marcha, al mismo tiempo que se las presentaban a las comunidades.
Como señala D’Elia (2006), la MBA fue el primer ensayo de esta
estrategia y por su capacidad de penetración en zonas de difícil
acceso se convirtió en el modelo privilegiado por el gobierno,
Cuadro 3
Gasto público social como % del gasto público total. Venezuela, 19982008
Años
1999
2000
2001
2002
2003
2004
2005
2006
2007
2008
%
52,13
50,53
52,81
55,43
53,29
61,40
57,67
54,87
60,64
57,11
Fuente: Sistema Integrado de Indicadores Sociales del Ministerio de Desarrollo y
Planificación (www.sisov.mpd.gov.ve).
214
permitiendo de esta forma abrir el camino para las otras misiones.
Dos aspectos relevantes por destacar en el lanzamiento de las
misiones fueron, por un lado, la participación comprometida
de los miembros y organizaciones de las mismas comunidades
a beneficiar por los diferentes servicios que ofrecerían estos programas; y por el otro lado, la participación activa de la Fuerza
Armada en el marco de lo que se conoce como la alianza cívicomilitar, lo cual permitió expandir, en poco tiempo, a nivel nacional, la logística necesaria para ampliar la cobertura de estos
programas.
El impacto de las misiones está atado, por una parte, a la
necesidad que tiene el gobierno de capitalizar los deseos de una
gran parte de la población excluida de experimentar cambios
profundos en aspectos fundamentales de su calidad de vida,
como son el reconocimiento y la reivindicación de los derechos
sociales; y, por otra, a construir nuevas formas de relación entre
esta población en específico y el Estado, a través de los cambios
que generan estas misiones en los campos político, ideológico e
institucional (D’Elia, 2006).
El gobierno espera que las misiones también sirvan de correas de transmisión que interconecten la ideología del proyecto
bolivariano y el ejercicio del gobierno con los sectores excluidos,
principales beneficiarios de esos programas. En este sentido, és-
tos no tienen como fin último entregar sólo bienes y servicios
a grandes sectores de la población, así como tampoco mejorar la situación social (salud, educación, alimentación) de estos
sectores, sino más bien generar, a través de un poderoso componente simbólico y valorativo, nuevas reglas de interacción y
organización de la sociedad con el Estado/gobierno.
Por otro lado, la expansión que ha tenido el gasto, en general,
y social, en particular, ha estado favorecida por el aumento de
los ingresos petroleros, lo cual ha permitido al gobierno mantener la administración paralela originada a partir de la implementación de las misiones y, por ende, ampliar la penetración
de cada una de ellas en los sectores excluidos. La sustentabilidad
de estos programas sociales especiales está sujeta al comportamiento de los precios del petróleo.
Ya para finales del año 2005 se puede apreciar desde un punto
de vista general, y a través de la información reportada por los
beneficiarios, un declive significativo en los niveles de cobertura
de todas las misiones y de las sociales en particular (Informe
Provea, 2008). Entre los años 2004 y 2007 la aceptación, desempeño, satisfacción y uso de las principales misiones sociales
ha venido bajando, incluso hasta situarse por debajo del 50%,
según los datos de dos de las encuestadoras más serias del país.
Ello podría estar indicándole al gobierno la necesidad de efectuar cambios en estos rubros, que hay problemas en la eficiencia
y eficacia de estas acciones, y también alertando sobre cambios
en la valoración de la popularidad del presidente Chávez (véase
Gráfico 1).
Asimismo, la encuestadora Datanálisis (Encuesta Nacional
Ómnibus, varios años) reportó una tendencia hacia la baja en
los beneficiarios de la MBA. Según estos datos, esta misión bajó
su cobertura en 8 puntos. En el año 2004 se reportó una aceptación de 30%, y en 2007 descendió a 22%. La misma tendenGráfico 1
215
cia hacia la baja se registró en la misión Robinson 1 y Ribas
durante estos mismos años: de 2,3% a 2% en la primera y de
6.1% a 4,6% en la segunda.
Por otro lado, los resultados del estudio de campo reportaron
que de la población mayor de 15 años entrevistada, el 76% respondió que nunca había asistido a una misión educativa. Este
valor es aún más alto entre los hombres, y el sector de la población que está más interesado en participar en algunas de las
misiones educativas es el comprendido entre 25 y 34 años, como
puede observarse en el siguiente cuadro.
Como veremos, el desempeño de estas estrategias no arroja
los resultados que se esperaban, a pesar de los cuantiosos recursos que el gobierno nacional ha estado invirtiendo en estas
misiones. Ha aumentado la precariedad de la calidad de la educación, la desintegración social, el sentimiento de malestar y de
Cuadro 4
Población de 15 años y más por asistencia a las misiones educativas según
edad y sexo, 2008
Sexo y edad
216
Asistencia a las misiones educativas
Sí
Nunca asistió
Asistía, ya no
Total
Masculino
10,3
83,2
6,6
2.730
25-34
17,7
77,4
5,8
634
45-54
6,9
86,2
6,9
378
15-24
35-44
55-64
65 y más
10,1
9,7
7,7
3,4
Femenino
20,5
25-34
28,0
15-24
35-44
45-54
55-64
65 y más
20,3
19,5
21,9
17,1
7,5
Total
15,6
25-34
22,5
15-24
35-44
45-54
55-64
65 y más
15,3
14,8
15,0
12,6
5,6
Fuente: González (2008).
85,2
80,6
85,8
88,2
70,0
4,7
9,7
6,5
8,4
751
444
260
263
9,5
2.973
61,9
10,1
656
69,8
8,3
74,0
68,4
5,7
12,1
788
488
447
68,2
14,7
76,3
8,1
5.703
8,0
1.290
81,8
79,5
69,5
74,2
77,3
76,6
84,8
10,7
5,2
10,9
7,6
10,8
9,6
286
308
1.539
inseguridad ciudadana. Veamos a continuación cómo ha sido el
desempeño de las misiones de salud y educativas a través de sus
indicadores más significativos.
Análisis del desempeño de las misiones
de salud y educativas
• La misión Barrio Adentro
En diciembre de 2003, mediante decreto presidencial, el Plan
Barrio Adentro se transformó en la misión Barrio Adentro
(MBA), y desde el Ministerio de Salud y Desarrollo Social (MSDS)
se conformó un esquema de sistema de salud paralelo y diferente al institucional, constituido por consultorios populares que
se ocuparían de la atención primaria, clínicas populares, encargadas del segundo nivel de atención especializada y los llamados
hospitales del pueblo para el tercer nivel de atención y de emergencias. La gestión y control de esta nueva red de salud está en
manos de la misión cubana, y la información epidemiológica
es hoy por hoy una información cuasi secreta que no está a la
disposición del público e interesados en estudiar esta materia.
Esta misión se expandió, muy rápidamente, por todo el territorio nacional. El objetivo fue el de llevar la salud a las zonas y sectores más deprimidos del país. Para mayo de 2004, se
reportó que había, aproximadamente, 14.345 coordinadores y
médicos cubanos, 361 coordinadores de zona de nacionalidad
cubana y una treintena de médicos venezolanos que hacían
las funciones de enlace entre los diferentes niveles de atención
dentro del sistema de salud convencional. Para el año 2008
este personal se había reducido a 8.500.
En el año 2004 el gobierno anunció que tenía planificado
la construcción de 6.500 módulos de atención en salud para
el funcionamiento de la red de la MBA.5 Sin embargo, para el
año 2006 se reportó la construcción de 1.133 consultorios populares, lo que representa 32,8% de la construcción estimada y
una cobertura real de aproximadamente 10,8% de la población.
Lo fundamental es que para ese año se logró construir casi un
932
825
546
571
5
En un principio constaba de un médico integral comunitario cubano
por cada 250 familias pertenecientes a barrios populares. Véanse los interesantes trabajos de Díaz Polanco (2006, 2008 y 2008a), D’Elia (2006), D’Elia
y Cabezas (2008) y Aponte (2006).
217
tercio de los módulos proyectados y la MBA alcanzó, en todo el
territorio nacional, el 18% del total de la demanda. Mientras
que la red convencional tuvo una demanda de casi 60% (Informe Provea, 2008; Díaz Polanco, 2008a). En términos generales estos datos se corresponden con los obtenidos en nuestro
trabajo de campo. Las comunidades siguen asistiendo mayoritariamente a la red de salud pública convencional para resolver sus problemas de salud. En el siguiente cuadro puede verse
que del grupo de personas que declaró haber presentado algún
problema de salud, 24% respondió haber acudido a centros de
salud pertenecientes a la red MBA, mientras que 51,5%, a otros
centros de salud públicos.
Para el año 2008, el gobierno sólo había terminado de construir 3.240 (49%) del total de módulos planificados en 2004,
y de éstos 30% todavía no estaba equipado. Provea (2008) señala que en el año 2007, aproximadamente 30% de los módulos
construidos estaba cerrado o sin uso definido; otros presentaban
problemas de falta de insumos y de médicos, deficiencias físicas e inseguridad. Muchos de estos espacios siguen funcionando
como consultorios populares provisionales en casas de familias,
lo cual significa que no cuentan con el equipamiento necesario
para la atención médica (Díaz Polanco, 2008; Provea 2008).
218
Cuadro 5
Servicio de salud consultado por la población que reporta problemas de
salud en el último mes por sexo, 2008
A QUIEN CONSULTÓ
Misión de barrio
Otros centros públicos
Centro de salud privado
Otros
Ninguno
Total
Fuente: González (2008).
HOMBRES
24
49
14.2
8.6
4.4
572
MUJERES
21.3
53.4
14.2
7.1
3.9
773
TOTAL
22.5
51.5
14.2
7.7
4.1
1345
Durante el año 2005 y como complemento a la MBA, se creó
Barrio Adentro 2 (centros de diagnóstico integral y ambulatorios), MBA 3 (recuperación de la infraestructura y dotación de recursos y equipos para la red hospitalaria) y MBA 4 (construcción
de nuevos hospitales). También esta misión guarda relación con
otros programas que la complementan como son: Barrio Adentro Deportivo, Madres del Barrio y Misión Milagro (esta misión
se internacionalizó y ofrecía sus servicios médicos oftalmológi-
cos en varios países latinoamericanos, entre los que destacan
Argentina, República Dominicana, Ecuador y Bolivia).
Inicialmente el gobierno había ofrecido, a través de la MBA,
un servicio de atención primaria en salud de 24 horas con el
objetivo de disminuir el uso de los hospitales públicos; pero hoy
en día esta misión sólo está dando atención “4 horas de consulta
y cubre básicamente una atención de medicina simplificada que
no tiene las condiciones para constituirse en una red completa
de atención primaria” (D’Elia y Cabezas, 2008: 11).
Se esperaba que por la situación de inserción de los módulos
y demás consultorios populares de la red de la MBA en las comunidades, sus niveles de acceso y los horarios de atención, incidieran en la mejoría de los principales problemas de salud de las
comunidades. Es decir, en la mejoría de los principales indicadores de salud. Este programa no ha logrado mejorar significativamente dichos indicadores. En el cuadro 6 se puede observar
cómo ha sido el comportamiento de algunos de estos indicadores
entre 1998 y 2007 —últimas cifras oficiales— como son las tasas de mortalidad infantil y materna. Esta última tasa muestra,
durante el periodo 2000-2006, un comportamiento ascendente
que baja en 3,7 puntos porcentuales para 2007. La mortalidad
infantil ha venido decreciendo muy moderadamente, y es la tasa
de mortalidad posneonatal la que más ha descendido durante el
periodo; sin embargo, se ha estancado en los dos últimos años
registrados.6
La MBA tiene el mismo financiamiento de las otras misiones.
La inversión mayor proviene de PDVSA; estos gastos no se contabilizan ni forman parte del presupuesto ordinario del Ministerio
de Salud, por lo que se agudiza la percepción de poca o ninguna
transparencia de los presupuestos y del gasto de ésta y del resto
de las misiones asociadas a ella.
La MBA tiene varios componentes, aquí sólo estamos haciendo referencia a los impactos de lo que se conoce como MBA
1, que fue el primer programa diseñado de esta serie, dirigido a
la atención primaria en salud, con énfasis en la madre y el niño.
Este programa también despliega otras actividades como las deportivas y el fomento de organizaciones de las comunidades,
como son los clubes de abuelos, los comités de salud, entre otras.
6
Es interesante mencionar que en el mensaje anual presentado ante la
Asamblea Nacional, en febrero de 2009, el presidente de la República dio
a conocer que la tasa de mortalidad infantil, correspondiente al año 2008,
fue de 13,4 por 1.000 n.v.r; cifra que hasta ahora no ha sido publicada por
219
Cuadro 6
Mortalidad infantil y materna, Venezuela 1998-2007
Años
1998
1999
2000
2001
2002
2003
2004
2005
2006
2007
Mortalidad
infantil (a)
21,4
19,0
17,7
17,7
18,2
18,5
17,5
15,6
14,2
14,0
Mortalidad
neonatal
12,4
11,9
11,5
11,0
11,9
11,2
11,7
10,8
10,0
9,8
Mortalidad
posneonatal
9,0
7,1
6,2
6,6
6,2
7,3
5,9
4,7
4,2
4,2
Mortalidad
materna (b)
51,0
59,3
60,1
67,2
68,0
57,8
58,5
59,9
60,5
56,8
Fuente: Sistema Integrado de Indicadores Sociales del Ministerio de Desarrollo y Planificación (www.sisov.mpd.gov.ve). (a) Tasa x 1.000 n.v.r. (b) tasa x 100.000 n.v.r.
220
Tomando en cuenta el volumen de la inversión realizada
por el gobierno central en la MBA y el bajo desempeño que ha
tenido ésta en cuanto a los compromisos de cobertura de los
servicios, así como en la efectividad de los programas preventivos, se podría concluir que este programa no ha contribuido lo
esperado en el mejoramiento de las condiciones de salud. Como
señala Díaz Polanco (2008: 25): “El caso de la MBA es, pues, sólo
un indicador moderado de la situación de la crisis total en que
se encuentra el sector salud. Es claro que la salud no está sólo en
función de los servicios médicos, pero éstos expresan de manera
incuestionable, el efecto real de las políticas que se aplican por
parte del Estado”.
Para mediados del año 2008 Venezuela presentó un repunte
significativo de enfermedades infecto-contagiosas altamente
prevenibles, propias de la niñez, y expresa el abandono por
parte del Estado de las campañas de inmunizaciones. Este nivel
de salud corresponde a la atención primaria, es decir, es función
de la MBA. El Ministerio de Salud contabilizó, para el mes de
los sistemas de estadísticas oficiales. Asimismo, respecto a la tasa de mortalidad materna señaló que ésta “disminuyó de 67.2 en el 2000 a 47,4 en
el 2007, estos son datos del 2007, aún no tenemos datos consolidados del
2008”. Sin embargo, SISOV reporta, para el año 2000, una tasa de mortalidad materna de 60,1 por 100.000 n.v.r.
julio de 2008, 164.733 casos de parotiditis, cifra que representa
un crecimiento de 3.764% en relación con la cantidad de casos acumulados hasta el mismo periodo del año 2007 (4.377
casos) y que supera cuatro veces el total de pacientes de todo el
continente americano (37.426). La cifra acumulada de casos de
varicela o lechina en el año fue de 82.990, lo cual casi duplica
a la registrada por el Ministerio de Salud hasta mediados de
julio de 2007 (49.550). Se registraron 851 casos de hepatitis B
durante este mismo periodo, 34% más que el total acumulado
hasta la misma semana de 2007, cuando se contabilizaron 634.
La hepatitis C también registró un crecimiento de 88% en el
acumulado a julio, 164 casos, respecto a los 87 que se contaron
en el mismo periodo de 2007. La tosferina tuvo un aumento de
44%, el número de personas con tosferina contabilizados hasta
el 12 de julio fue de 250 casos en relación con las reportadas a
mediados del año anterior (173). Se presentaron 105 casos más
de tuberculosis a los registrados en 2007 (Boletín Epidemiológico del Ministerio de Salud, semana 06 al 12 de julio de 2008).
En cinco años de funcionamiento, este programa no ha logrado mejorar significativamente las condiciones de salud de la
población excluida y pobre, en general. A nuestro juicio, esto
se ha debido a que la misión ha sido usada, sobre todo, como
arma ideológico-política para ganar elecciones y referendos por
parte del oficialismo, y como canal de distribución de dádivas
a los afectos al oficialismo. No ha sido posible definir criterios
y orientaciones claros para con el sector salud, el ministerio
cada día ejerce menos contraloría y regulación sobre estos asuntos y está más lejos de cumplir con el mandato constitucional
de crear e implementar un sistema público nacional de salud,
equitativo y universal. Al mismo tiempo, aumenta la fuga de
médicos venezolanos hacia otros países que les ofrecen mejores
condiciones de trabajo y salarios. El escenario para la salud no
luce nada sano.
• Las misiones educativas
Están conformadas principalmente por las misiones Robinson
1 (programa de alfabetización) y Robinson 2 (destinada a la población mayor de 15 años para continuar estudios de educación
básica), Ribas (educación media profesional y diversificada para
los que no pudieron finalizar estos estudios) y Sucre (permite
la incorporación de los bachilleres a la educación superior, es-
221
222
pecialmente de la llamada población de bachilleres “flotantes”,
que no lograron insertarse en el sistema formal de educación
superior).
Fue durante el mes de mayo de 2003 cuando el presidente
Chávez anunció, en su programa dominical Aló Presidente, un
plan masivo para reducir los índices de analfabetismo presentes
en la sociedad venezolana. Entre los meses de mayo y octubre
el gobierno crea las cuatro misiones educativas mencionadas,
mediante decretos, expandiendo al mismo tiempo los objetivos
para alcanzar la formación completa media y diversificada, así
como también ampliar la posibilidad de dar educación superior
a todos aquellos que así lo deseen.
Como señala Mundó (2008: 15), esta decisión presidencial
representó un cambio drástico en las prácticas y políticas públicas de educación que se venían implementando por décadas en
Venezuela. Ello significó principalmente: a) un rompimiento
con la integración y la universalidad de la acción educativa;
desde ahora el Estado se responsabilizará nada más por los escolares excluidos; b) una duplicación de las acciones públicas y
la creación de una institucionalidad educativa paralela, y c) se
convirtió a la educación en un mecanismo claramente de clientelismo político.
Las misiones educativas fueron definidas en sus inicios como
planes extraordinarios, algunas de ellas (Ribas y Sucre) son
entendidas, específicamente, como programas de carácter experimental. Sólo la misión Robinson fue considerada para ser
ejecutada mediante la alianza cívico-militar. Las misiones Ribas
y Sucre se definen como programas propios de participación de
las comunidades.
A estas misiones se les asigna un presupuesto por estudiante
de los diferentes programas, el cual muestra, cuando menos,
una falta de equidad para con lo que se le asigna y presupuesta
al sistema institucional educativo formal. Al comparar las asignaciones presupuestarias por estudiante se constata que el costo
unitario mensual del sistema educativo formal de un escolar de
preescolar fue para el año 2003-2004 de aproximadamente 10
US$; asimismo, el costo unitario de un estudiante de educación
básica llegó a 7 US$ y en media y diversificada a 46 US. Ello
fue así mientras que el costo unitario mensual de un estudiante
de las misiones alfabetizadoras (Robinson 1 y 2) llegó a casi 63
US$ y a 100 US$, el de los estudiantes que ingresaron a los programas de estudio de educación media (Misión Ribas). Ello se
puede observar en el siguiente cuadro.
Cuadro 7
Costos unitarios de la educación formal y las misiones educativas.
Venezuela 2003
Programa educativo
Educación formal*
Misiones**
Nivel
Preescolar
Básica
Media
Robinson I y II
Ribas
Asignación presupuestaria en
$ de 2003
Anual
118,01
Mensual
9,84
84,41
552,42
750
1.200,00
7,03
46,04
62,50
100,00
Fuente: Mundó (2004), Los programas educativos del Ejecutivo nacional (1999-2004).
* Mayo 2003 www.sisov.gov.ve
**Junio 2004 www.misionrobinson.gov.ve y www.misionribas.gov.ve
Se esperaba que la dinámica de las misiones educativas generara puntos de encuentros con los diferentes ámbitos del trabajo, con el objetivo explícito de incorporar a las personas egresadas de estas misiones en el mercado laboral, y de esta forma
generar capacidades para superar las limitaciones económicas y
conformar un apoyo para su actualización posterior. Pero, como
afirma Mundó (2008: 17-18):
[…] en la intención política de los gerentes de estos programas
nunca hubo indicios para pensar en esta evolución de las misiones educativas. Paralelamente, el conocimiento de que era un
programa intencionalmente propuesto y formulado para asegurar
la participación y el voto favorable al gobierno, obliga a pensar en
el tema de la ética en el desarrollo del derecho humano a la educación y el uso del poder a través de las políticas públicas.
Sin embargo, el gobierno tenía otro objetivo para los estudiantes de estas misiones: el de seguir dentro de este sistema colaborando y/o trabajando para y por la revolución, organizando las
comunidades y el sector estudiantil popular.
Un punto que merece un comentario especial es el referido a
la calidad de la educación impartida por estos programas. Al respecto, Mundó (2008) señala que existe una falta de formación
docente; estas misiones imparten los conocimientos a través de
un voluntariado que en la mayoría de las veces no cumple con
los requisitos pedagógicos necesarios para el desempeño pleno
que estas tareas requieren. Por otro lado, el despliegue, en cuanto al uso de las tecnologías y estrategias cubanas, refuerza los
223
224
patrones de dependencia y colonialismo cultural.7 Por último,
menciona que los contenidos programáticos se imparten incompletos y sin identificar los criterios y los objetivos de los mismos.
A lo anterior se le añade las condiciones físicas de la infraestructura educativa y de otros espacios usados que en su mayoría
no cumplen con los requisitos mínimos establecidos para este
tipo de edificaciones.
En conclusión, estos programas educativos si bien constituyen
una opción válida para la inclusión, la otra cara de la moneda
es que la debilidad que presentan en cuanto a la calidad de la
enseñanza no garantiza a los egresados una inserción exitosa
y activa en la sociedad. Por el contrario, se corre el riesgo de
profundizar la brecha social, complejizar y ampliar el rezago
educativo existente.
En cuanto a la cobertura de las misiones educativas es necesario apuntar que los datos sobre este aspecto son reportados
de manera muy irregular por las autoridades oficiales, y en la
mayor parte de los casos no son datos sistemáticos, más bien
son datos poco confiables. Debido a lo anterior, es muy difícil
hacerles seguimiento y mucho menos conocer cuál ha sido su
verdadero impacto y eficacia.
Mundó (2008: 37) dice: “Si se suman todos los usuarios, en el
transcurso de los cuatro años de programas, la cobertura sería
un número superior a los trece millones, cifra absolutamente
descabellada si se recuerda que la población de analfabetas era
de 1.570.000 personas, y al sumarse con los que no tenían nivel
educativo y los que no quisieron declarar, la cifra ascendió a
1.750.000”.
Lo que pudo haber pasado con las magnitudes de las cifras
de inscritos o usuarios de estos programas educativos es que, en
su discurso político, el gobierno declaró un promedio cercano
al total anual de los inscritos durante los cuatro primeros años
de funcionamiento de las misiones educativas; produciendo de
esta forma un sobre registro de beneficiarios. En el Cuadro 8 se
puede apreciar el número de inscritos que reporta el gobierno
en las misiones educativas por años escolares.
Como se evidencia en los datos del Cuadro 8, estas misiones
educativas han tenido una merma importante en cuanto al
7
Mundó (2008) analiza el currículo educativo de estos programas y
concluye que se evidencia una unidad de pensamiento en el diseño y formulación curricular, una influencia marcada de la experiencia cubana en
el contenido programático y un sesgo hacia los aspectos cualitativos en
detrimento de los cuantitativos.
número total de inscritos, que presenta una baja de más de 55%
menos de inscritos. Durante los tres primeros años de funcionamiento de estos programas “los crecimientos anuales fueron
de 11 y 17% respectivamente. Dinámica matricular que es cónsona con los eventos electorales” (Mundó, 2008: 38).
El número de los egresados de estos programas educativos
fue calculado como tasa promedio de promoción. Según estos
datos el mayor número de egresados lo tuvo la misión Robinson 1 (84%) y le sigue la misión Robinson 2 (30%). En cuanto a
las misiones Ribas y Sucre, éstas comienzan a tener egresados
durante el año 2005, ya que el currículo tiene dos años de duración para la misión Ribas y cuatro años para la misión Sucre.
Los promedios de egresados, tanto de la misión Ribas como de
la Sucre, son muy bajos: 2,4% para la primera y 6,8 para la segunda, como puede verse en el siguiente cuadro (Mundó, 2008).
Cuadro 8
Dinámica anual de nuevos inscritos en las misiones educativas. Venezuela
2003-2006
Años
2003
2004
2005
2006
Total
Robinson I
1.371.595
121.616
55.300
69.748
1.618.259
Nuevos inscritos
Robinson II
Ribas
1.261.793
672.405
1.261.793
190.749
90.389
1.612.680
672.405
90.772
277.937
1.110.864
Sucre
225
362787
154.388
517.175
Fuentes: Mundó (2008), Memoria y Cuenta del Ministerio del Poder Popular para la
Educación y Ministerio del PP para la Educación Superior. Años 2003-2006
Es necesario aclarar que las cifras del Cuadro 9 son incompatibles con las presentadas en el Cuadro 8, aun cuando la
fuente de información para ambos es la misma y, además, la oficial. Una explicación podría ser la sobreestimación que se hizo
del registro de inscritos. Una segunda explicación viene dada
por la posibilidad de que el gobierno no conozca con exactitud
las cifras de los inscritos y egresados de las misiones educativas.
Las razones posiblemente tengan que ver con la improvisación
y desorganización que tienen estas misiones, por la cantidad de
funcionarios que son incorporados a las mismas y que cambian
muy rápidamente de adscripción, por los diferentes entes crea-
dos especialmente para cumplir con estas tareas que manejan
cifras distintas y a veces incompatibles.
Aun cuando estos programas gozan, en general, de una mediana aceptación, y sus usuarios manifiestan satisfacción con los
mismos, es significativo que manifiestan también mucha desorganización en cuanto a su funcionamiento e improvisación, al
Cuadro 9
Dinámica anual de los egresados de las misiones educativas. Venezuela.
2003-2008
Años
2003
2004
2005
2006
2008
Tasa promedio de egresos
Robinson I
1.314.790
1.482.543
1.534.267
28.360
84
Egresados
Robinson II
Ribas
NI
NI
327.390
64.299
NA
NA
30
2,4
Sucre
NA
NA
NA
6,8
Fuente: Mundó (2008), Memoria y Cuenta del Ministerio del Poder Popular para la
Educación y Ministerio del PP para la Educación Superior.
226
mismo tiempo se quejan de no poder recibir de manera completa
los conocimientos, de sufrir irrupciones violentas de los programas y de cambios constantes de los contenidos programáticos
del currículo. Sin embargo, estas estrategias educativas ofrecen
a sectores de la población empobrecidos acceso fácil a los diferentes niveles educativos.
Pareciera que las misiones educativas tuvieron una cobertura
significativamente alta desde su creación en el año 2003 hasta
2005. Desde el año 2006 estos programas vienen experimentando una baja en su cobertura. Ello podría ser explicado por el
poco éxito que el aspecto educativo tiene en los sectores de más
bajos recursos de la población; así como también podría estar
expresando un rechazo a la formación crecientemente militar
que tienen los facilitadores y docentes de estos programas que,
de algún modo, se transmite a los beneficiarios.
Los resultados del estudio de caso arrojan que la misión que
cuenta con mayor asistencia durante el año en que se recogieron
los datos, 2007, fue la Robinson 2, a través de la cual los beneficiarios pueden completar su educación básica; en segundo lugar,
está la misión Ribas. González (2008) explica que “al comparar
estos hallazgos con otros estudios a nivel nacional, encontramos
una importante diferencia, ya que es la Misión Sucre la que
reporta el mayor número de beneficiarios”;8 la diferencia que
se presenta podría ser producto de las características propias de
la población urbana y rural del país que tienden a ser distintas.
En el siguiente cuadro se puede observar la asistencia de la población encuestada mayor de 15 años por sexo a las diversas
misiones educativas.
Finalmente, demos una mirada al comportamiento del Índice
Mundial de Desarrollo Humano para Venezuela. Éste, desde
1975 hasta el año 2002, registró leves aumentos progresivos,
pasando de 0,730 en el año 1980 a 0,792 en 2005; ello se debió,
principalmente, al incremento en la esperanza de vida al nacer,
al mantenimiento relativo de la tasa de matrícula combinada de
educación primaria y a las mejoras en la tasa de alfabetización.
Sin embargo, del puesto 68 entre 177 países que ocupaba Venezuela hasta el año 2001, bajó, para el año 2005, al puesto 72, y
para 2006, último año de registro, descendió dos puestos más
para ubicarse en el número 74. Continúa estando ubicado entre
los países de desarrollo humano medio. Venezuela llegó a ocupar, hasta el año 2001, la posición 69 entre 175 países (Informe
Mundial de Desarrollo Humano, 2007-2008).
El comportamiento del porcentajes de hogares en situación
de pobreza medida por línea de ingreso ha mostrado una tendencia hacia el descenso durante el periodo que va desde 1999
(42,4%) a 2007 (28,7%), lo que representa aproximadamente
14 puntos porcentuales de diferencia. Las cifras de la pobreza
extrema también han seguido una tendencia similar, descendiCuadro 10
Asistencia a las misiones educativas por sexo, 2008
Sexo
Misión
Masculino
Femenino
Total promedio
Robinson I
12,5
15,9
14,8
Robinson II
32,2
32,7
32,6
Ribas
28,6
23,3
24,9
Sucre
16,5
18,8
18,1
Vuelvan Caras
9,9
8,8
9,1
Otras
0,4
0,5
0,5
Total absolutos
273
605
878
Fuente: González (2008).
8
DATOS, 2008, citado por El Nacional, 21-3-2008.
227
endo en casi la mitad, al pasar de 16,8% en 1999 a 7,9 en 2007
(INE, 2008). Por otro lado, el comportamiento de las cifras de los
hogares pobres, medido por necesidades básicas insatisfechas,
entre 1999-primer semestre (29,3%) y el año 2007 (23,3%), ha
tenido una variación hacia la baja de 6 puntos porcentuales. La
tendencia del comportamiento de las cifras de pobres extremos
también ha ido bajando pero a un ritmo más lento: de 9,9% en
1998-primer semestre a 8,4% en 2007, es decir, ha tenido una
variación hacia la baja de 1,5 puntos porcentuales; sin ser descensos extraordinarios, no dejan de ser significativos. En cuanto
al coeficiente de Gini, según el Instituto Nacional de Estadísticas, éste ha venido mejorando desde 1999 (0,47%) hasta 2007
(0,42%).9 A pesar de estas mejorías puntuales, creemos que no
son suficientes ni aceptables para un país que recibió durante los
años 2006-2008 millonarios ingresos petroleros.
Comentarios finales
228
Durante los años de gobierno chavista, en la práctica no ha realizado ningún esfuerzo por formular una política social acorde
con los preceptos constitucionales, lo cual incluye resolver los
problemas de su ejecución, instrumentación de monitoreo institucional para posibilitar su evaluación y procesos de contraloría social. Por el contrario, la cuestión social ha venido siendo
entendida como un conjunto desorganizado e improvisado de
estrategias dirigidas, separadamente, a diversos ámbitos de lo
social: las misiones. Éstas son definidas como programas sociales
de carácter masivo, compensatorios, asistencialistas, transitorios
y directos en la forma de canalizar los recursos de una manera
rápida hacia los sectores de mayor pobreza. Muestran muchas
debilidades en sus diseños programáticos, así como también develan mucha improvisación y desorganización.10 Finalmente, la
sostenibilidad de estas acciones depende, casi exclusivamente,
de los ingresos petroleros.
9
El índice promedio de concentración promedio en América Latina,
según el Banco Mundial, es 0,52, y Venezuela ha estado, durante este periodo, por debajo de dicho promedio.
10
El Ejecutivo, consciente de este hecho, creó, mediante el decreto Nº
5.320, publicado en la Gaceta Oficial 38.671, marzo de 2007, una Comisión
Presidencial para el Seguimiento y Control de las Misiones Sociales, instancia que se encargará de coordinar, supervisar y evaluar los resultados
de estos programas. Esta comisión tendrá carácter permanente y estará
No hay un interés para integrar estas acciones a los mecanismos institucionales del Estado, cuestión que parcialmente se
intentó hacer desde el proyecto de reforma constitucional, pero
cometiendo la equivocación de mantener la concepción de transitoriedad y asistencialismo que caracteriza estos programas. El
error está en entender a la estrategia de las misiones sociales
como la política social. Es necesario desarrollar acciones sociales sistemáticas que involucren y fortalezcan a las instituciones
del Estado de manera global, conjuntamente con el concurso
de todas las instancias de gobierno (nacional, estatal y local);
sólo de este modo se podrá afrontar los problemas de pobreza y
exclusión que todavía aquejan a la sociedad venezolana.
El principio que animó a este estudio fue el de destacar como
indispensable el punto de vista sociopolítico para comprender
las misiones. Éstas nacieron de una estrategia político-electoral
para llegar rápidamente a los sectores de mayor respaldo al gobierno, estrategia que se diseñó en un momento crítico cuando el
gobierno percibió como posible una amenaza a su continuidad
y permanencia en el poder. Además, a través de ellas se canalizan abiertamente los objetivos del proyecto político-ideológico
de la élite gobernante, por lo que, en el tiempo transcurrido, las
misiones se han convertido en uno de los medios y mecanismos
más importantes para sostener las líneas de acción del gobierno,
al margen de una institucionalidad que ha sido muy debilitada
y sin capacidad para conducir tales acciones.
Estos mecanismos sociales adoptan un enfoque selectivo,
donde se atiende, casi exclusivamente el problema de las personas en situación de pobreza y a los excluidos. Por lo tanto no
hay otras acciones orientadas hacia lo social que las desplegadas por las misiones y ello impide construir una política social
integral de carácter universal. La actual política social tiene un
carácter compensatorio y transitorio.
En general, se podría decir que la tendencia del gobierno en
esta materia ha sido “poco pluralista” sobre la participación de
la sociedad civil organizada en el diseño y ejecución de estos propresidida por el vicepresidente de la República, los ministros de Finanzas,
Educación, Vivienda y Hábitat, Salud, Participación y Desarrollo Social,
Economía Popular y Relaciones Exteriores. Esta instancia sería responsable de aprobar los planes a ser ejecutados por las misiones sociales, medir
sus alcances y unificar las acciones que llevan adelante los diferentes programas sociales (El Universal 28-3-07/Últimas Noticias 28-3-07). Hasta la
fecha no se ha tenido noticias sobre los avances y resultados de esta comisión.
229
gramas; por el contrario, tendió a descartarse la participación de
organizaciones sociales que tenían experiencia en la ejecución
de programas sociales por no estar explícitamente alineadas e
identificadas al proyecto de la revolución bolivariana.
Las misiones sociales del gobierno de Chávez se confunden
con el resto de las diversas y variadas prácticas clientelistas al
estilo latinoamericano. El problema no está ciertamente en la
práctica del clientelismo per se, sino en conocer a ciencia cierta
qué es lo que se quiere y se persigue con estas prácticas. ¿El
objetivo es el de redistribuir el ingreso y los servicios entre la
población más necesitada a cambio de obtener sus votos y con
ello eventualmente alinearlos con el proyecto de la revolución
bolivariana? O más bien, ¿redistribuir bienes y servicios que
contribuyan a mejorar la calidad de vida de grandes sectores
de la población e insertar a los excluidos en la sociedad como
ciudadanos con derechos y deberes institucionalmente garantizados? El desempeño de estos programas sociales, como vimos,
no ha sido lo suficientemente eficiente ni eficaz en cuanto a la
distribución de servicios públicos, dirigidos a mejorar significativamente las necesidades básicas de salud y educación de los
sectores más pobres de la población; pero sí lo ha sido para que
el líder del proceso revolucionario gane elecciones y referendos.
230
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231
Las políticas sociales de Lula y Chávez
I
Índice
Capítulo Siguiente
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Pedro Silva Barros
Introducción
En la última década, varios gobiernos autodenominados “de
cambio” llegaron al poder en América Latina. Algunos autores
se han esforzado en dividir a esos gobiernos en dos bloques, en
dos izquierdas (Petkoff, 2005; Castañeda, 2006; Fausto, 2006).
La primera, moderada y moderna, encabezada por Lula da
Silva, de Brasil. La segunda, autoritaria y atrasada, encabezada
por Hugo Chávez, de Venezuela.
El presente trabajo pretende debatir las políticas sociales de
los gobiernos de estos dos presidentes y discutir hasta qué punto
sus formulaciones y acciones en torno a ellas difieren o se asemejan. La hipótesis central del capítulo es que las políticas sociales de ambos gobiernos lograron incorporar a sectores de la
población que antes no lo estaban debido al juego político.
En un primer momento se presentará un breve panorama
histórico de las políticas sociales de los dos países, luego se analizará el fracaso de las políticas liberales de la década pasada
y la manera en que las mismas han ido abriendo espacio a los
gobiernos de cambio, como el de Lula y el de Chávez, aunque
al principio no tuvieran claro el programa de acción social. En
un tercer momento se discute las características de esas nuevas
políticas sociales, intentando entender en qué medida se diferencian de las anteriores.
233
A lo largo del capítulo se pretende demostrar que las semejanzas y las diferencias en las políticas sociales de estos gobiernos se
dan por dos razones fundamentales: los bajos impactos sociales
de las políticas neoliberales, en un contexto de crisis económica,
de debilitamiento de las instituciones, de falta de credibilidad
en los partidos políticos tradicionales, en el Poder Judicial, por
lo cual los índices sociales como los de pobreza y de desempleo
eran muy elevados; y el hecho de que las políticas se configuren
en una estructura paralela a la de los ministerios organizados
en el periodo anterior, con presupuesto propio, ligado directamente a los programas sociales. Esta característica se asocia de
forma directa al Poder Ejecutivo y, sobre todo, a la figura del
presidente, lo cual las transforma en programas de gobierno
menos institucionalizados que las políticas ministeriales que se
configuran como política de Estado.
Breve panorama histórico sobre las políticas sociales en Brasil y Venezuela
Brasil
234
El periodo de la dictadura militar en Brasil consolidó una estructura institucional de Estado, compatible con el régimen de
excepción. Los estados y los ayuntamientos fueron destituidos
de su autonomía política, ya que elegían a sus representantes
por medio de elecciones indirectas; el poder político en el plano
local era una delegación del gobierno central, fuente de la autoridad política.1 Tampoco tenían autonomía fiscal, pues la centralización financiera instituida por la reforma fiscal de mediados de los años sesenta concentró los principales tributos en las
manos del gobierno federal, y aunque aplicara el volumen de los
fondos disponibles de los ayuntamientos, una vez que eran realizadas las transferencias, las mismas estaban sujetas a estrictos
controles del gobierno federal (Arretche, 1999).
En ese periodo se consolidó el Sistema Brasileño de Protección Social, que se caracterizaba por la fragmentación y por
la poca financiación gubernamental de las políticas sociales. La
protección social, que aparece en el año 1930, se constituye en
1
Ninguno de los gobernadores de estados, de los alcaldes de capital, de
los alcaldes de ciudades estratégicas (frontera, extracción minera y puertos
importantes) eran electos de forma directa.
función de la estructura ocupacional y el acceso a los beneficios
derivados de las contribuciones fiscales efectuadas en los años
anteriores, lo cual no alcanzaba a toda la población, ya que el
Estado no logró universalizar las contrataciones formales (casi
limitadas a las ciudades, en un país en donde la mitad de su población vivía en el campo).
Las políticas federales de vivienda y saneamiento básico eran
formuladas, financiadas y evaluadas por una agencia federal,
y ejecutadas por una serie de agencias locales dependientes de
éstas. Los diversos programas de asistencia social eran formulados y financiados por organismos federales e implementados
por medio de diversas agencias públicas y organizaciones semiautónomas privadas (Arretche, 1999). Esto daba al sistema de
protección social cierta inestabilidad debido a su fragmentación
ejecutiva, por un lado, y a la centralización de la formulación
teórica y política, por otro. Gobernaciones y ayuntamientos
eran agentes de una expansión local de políticas centralmente
formuladas. Gran parte de la actividad de planificación en el
plano local consistía en formular proyectos de solicitud de recursos para el gobierno federal.
La Constitución brasileña de 1988
La Constitución de 1988 amplía la protección social más allá
de sus vínculos con el empleo formal, lo que trajo como consecuencia inmediata una transformación en relación con el estatus de las políticas sociales:
Las nuevas reglas constitucionales rompieron con la necesidad
del vínculo empleo-contribución en la estructura y concepción de
beneficios en la seguridad social a los trabajadores procedentes
del mundo rural. […] transformaron el conjunto de acciones
asistencialistas del pasado en un embrión para la construcción de
una política de asistencia social ampliamente inclusiva. [y] […]
establecieron el marco institucional inicial para la construcción
de una estrategia de universalización en lo referente a las políticas
de sanidad y educación básica (Instituto de Pesquisa Econômica
Aplicada- IPEA, 2007A: 8).
Además, la democratización —y en particular la vuelta de las
elecciones directas para todos los niveles del gobierno— y la
descentralización fiscal de la Constitución de 1988 alteraron
profundamente la naturaleza de las relaciones intergubernamentales. La autoridad política de gobernadores y alcaldes no
235
proviene desde entonces del gobierno central, sino del voto popular directo. En esas condiciones, en un proceso de reforma
del Estado, en el cual se reconfigura el mapa institucional de un
modelo nacional de prestación de servicios sociales, sobre un Estado federativo con marcadas diferencias regionales y dotado de
una aplastante mayoría de ayuntamientos débiles, la capacidad
fiscal y administrativa de las administraciones locales influye en
el proceso de reforma.
En el proceso constituyente la descentralización se consolidó
como uno de los principios fundamentales sobre el nuevo formato institucional que las políticas sociales deberían tener.
Sin embargo, esa nueva organización requería la confección
de innumerables pactos políticos entre la Unión, los estados y
los ayuntamientos para consolidar las respectivas responsabilidades en cuanto a la formulación, financiación, ejecución y
fiscalización de las acciones. El pacto tuvo como resultado una
descentralización de gastos y la transferencia de recursos a los
estados y ayuntamientos con la responsabilidad de su ejecución,
más que un acuerdo en la gestión y construcción de un proyecto
nacional.
La década neoliberal
236
En los años noventa el gobierno federal delegó en los estados y
ayuntamientos gran parte de las funciones de la gestión de las
políticas de salud, vivienda, sanidad básica y asistencia social.
En 1997 instancias colegiadas de los estados, con representación
paritaria de éstos y de los ayuntamientos, eran los encargados
del destino de la totalidad de los recursos de la principal fuente
financiera de la política nacional para la sanidad y la vivienda
popular, el “Fundo de Garantia por Tempo de Serviço” (FGTS);
lo cual significa que el Ejecutivo federal perdió buena parte de
sus competencias sobre los recursos de este fondo.
La implementación de las políticas sociales en ese periodo
se vio condicionada por la combinación de factores macroeconómicos y políticos que resultaron en una actuación basada
en cinco directrices fundamentales: universalización restringida,
privatización de la oferta de los servicios públicos, descentralización de su implementación, aumento de la participación no
gubernamental en su provisión y actuación contra la pobreza
extrema en algunas áreas de la política social (lo cual contradecía los preceptos “universales” de la Constitución de 1988)
(IPEA, 2007A).
Se observa en ese periodo un aumento del valor del salario
mínimo real de R$ 254,39 en 1994 para R$ 308,11 en 2002
(Departamento Intersindical de Estadística y Estudios Socioeconómicos- DIEESE) y la búsqueda de la anticipación en la edad
de la jubilación —que ocurre después del anuncio de las propuestas de reforma en el sistema de jubilación. Esto causó un
gran impacto en los Gastos Sociales Federales (GSF), que crecieron entre 1997 y 1996 un 9,4% en términos reales. Sin embargo, el indicador del GSF en relación con el PIB no se alteró
con la misma intensidad, subió 0,5% puntos porcentuales (p.p.),
representando cerca de 4,8% del crecimiento en el lapso (IPEA,
2007B).
Las características del modelo de ejecución de las políticas
sociales a lo largo de los años noventa son consecuencia de las
limitaciones de la capacidad de financiamiento del gasto público social, claramente en el ámbito federal. Esto también es coherente con la estrategia más general de contención fiscal del
gobierno, ante las restricciones macroeconómicas impuestas
por la primacía de la estabilización monetaria sobre cualquier
otra alternativa en la política económica. La universalización
restringida y la actuación contra la pobreza de una de las partes
de las políticas significaron la reducción de los gastos sociales
potenciales, con consecuencias inciertas para la cobertura y
atención social a la población.
Por otro lado, la privatización de la oferta de servicios públicos fue una forma de transferir el costo de bienes y servicios
sociales a las propias familias, que se vieron obligadas a asumir
mayores costos y tuvieron una reducción de la renta disponible,
en razón de la ausencia o precariedad de la provisión pública,
en especial en las áreas de la sanidad, jubilación y educación.
Graziano (2001: 41) argumenta que los datos del lapso 19951999, primeros años del gobierno de Cardoso, “apuntan que
para las familias rurales [...] la única cuota de renta familiar per
cápita que creció significativamente en el periodo fue aquella
proveniente de las transferencias sociales”; de esa manera las
familias se volvieron más pobres en la segunda mitad de los noventa y la caída de las rentas per cápita no fueron mayores, debido
a las crecientes transferencias sociales a través de las jubilaciones
y pensiones.
A finales de 1998 y principios 1999 la crisis económica definitivamente se agravó, ocasionando el fin sobre el control del
cambio del real frente al dólar. Hubo una fuerte desvalorización
de la moneda, y la tasa de crecimiento económico se mantuvo
237
baja. Ante tal situación, el área social también sufrió consecuencias, disminuyendo su ritmo de crecimiento. Pero en 2000, Brasil volvió a tener un crecimiento económico superior a 4%, y la
inflación estuvo por debajo de la meta del 6%. Al año siguiente,
las tasas de crecimiento volvieron a caer, obteniendo un crecimiento económico de aproximadamente 1,9%.2 La falta de inversión pública tuvo como consecuencia principal el “apagón”
del sector eléctrico en 2001.
Los índices de ocupación presentaron un comportamiento
favorable a lo largo del año, reflejando con menor intensidad
los efectos de las diversas crisis que afectaron la trayectoria del
nivel de la actividad económica; los gastos sociales del gobierno
volvieron a crecer de modo significativo, en alrededor de 6,8%
(Castro et al., 2008).
Brasil. PIB real, población ocupada y tasa de desempleo (2001-2008)
Año
PIB
real
Población
ocupada
Tasa de
desempleo
2001
2002
1,31
2,66
15.534
17.215
11,26
11,68
2003
2004
2005
2006
2007
2008
238
1,15
5,71
3,16
3,97
5,67
5,08
18.520
19.052
19.554
19.926
20.435
21.122
12,32
11,47
9,82
9,97
9,3
7,9
Fuente: Departamento Intersindical de Estatística e Estudos Socioeconômicos DIEESE (www.dieese.org.br).
En el último año del segundo mandato del presidente Fernando
Henrique Cardoso (FHC) acechó la inseguridad en la economía
brasileña, en especial debido a la indefinición del futuro político de las elecciones parlamentarias y presidenciales. El modelo
macroeconómico establecido en el Plan Real y reformulado a
consecuencia de la desvalorización de inicios de 1999, llevó al
país a la crisis de vulnerabilidad externa en 2002, hecho que
coincidió con el periodo electoral. En este contexto, la economía
creció apenas 2,3%, y la inflación superó considerablemente las
2
www.ipeadata.gov.br.
metas preestablecidas. Los gastos sociales presentaron una caída
en su ritmo de crecimiento real, que fue de 3,8%, en relación
con el año anterior (IPEA, 2007B).
Desde el inicio del proceso electoral, el candidato Lula ya se
mostraba claramente a favor del mantenimiento del superávit
primario, de la contención de los gastos públicos y del cumplimiento de los acuerdos internacionales firmados en los anteriores gobiernos. Lula, tras su elección, continuó con el aumento
de la carga tributaria; y mantuvo la política monetaria restrictiva, con tasas elevadas, de modo que dejó clara su idea de austeridad en la política económica.
El gobierno retomó la iniciativa de los procesos de reformas
del sistema de jubilación y tributario; restringió severamente la
inversión programada en el presupuesto fiscal y la seguridad
social; y estableció una fuerte contención en los sueldos de los
funcionarios públicos: un “reajuste” de apenas 0,1% frente a la
inflación de aproximadamente 18%. A pesar de eso, se observó
un fuerte incremento del gasto social: creció 9,2% en 2004, y
8,5% en 2005 (Castro et al., 2008), lo cual obedece, en particular, al crecimiento de la asistencia social, motivado por el aumento de la cobertura de la protección asistencial del Programa
Bolsa Familia y, principalmente, de la jubilación social, como ya
se ha mencionado en este trabajo.
Venezuela
La dependencia petrolera venezolana
La política social venezolana desde fines del gobierno de Juan
Vicente Gómez hasta la Constitución de 1961 puede calificarse
como de Estado social. El gobierno de López Contreras dio el
primer paso con la Ley del Trabajo de 1936, el sistema avanza
con la Ley del Seguro Social Obligatorio de 1940 y la Constitución de 1947. Luego de la caída de la dictadura de Pérez
Jiménez, la Constitución de 1961 consolidó el Estado Social de
Derecho, que surgió con el Pacto conocido como Punto Fijo.
Para Alvarado (1993), la fase del modelo asistencial concluyó a finales de los años cuarenta, cuando pasó a prevalecer
el “Bienestar Social Redistributivo”, directamente asociado a la
“industrialización por la sustitución de las importaciones” y la
redistribución de la renta petrolera de propiedad del Estado,
además de la coalición de Punto Fijo.
239
240
Durante cuarenta años (1958-1998) en Venezuela prevaleció
dicho pacto, en el que apenas dos partidos: el socialdemócrata
Acción Democrática (AD) y el socialcristiano Comité de Organización Política Electoral Independiente (COPEI) se alternaban
en el poder. Este pacto garantizó el orden institucional y una democracia formal, en la cual los dos partidos mantuvieron políticas similares en casi todos los aspectos.
Hacia fines de los años sesenta, en presencia de un auge petrolero, cobró fuerza la idea de una “Política Social Universal”
directamente asociada a la abundancia de recursos. Alvarado
(1993) argumenta que sobre este enfoque no se formuló una
política social global que articulara y coordinara las diferentes
dimensiones del desarrollo social. Las políticas sociales se concibieron como sectoriales sobre el paradigma de la “inversión
social” (prioridad en los recursos humanos que permitieran el
crecimiento de la economía, educación, salud, vivienda, seguridad social, es decir, casi todo el gasto social).
A mediados de los años ochenta la situación internacional
se caracterizaba por los bajos precios del petróleo y el exceso
de oferta. En 1989, la renta del petróleo, que sustentaba más
de 70% de la economía venezolana, cayó por debajo de 50%,
debido al descenso de los precios mundiales (Mommer, 2003).
De esa forma, con el país al borde de la insolvencia, se comenzó
a reconsiderar la política petrolera y la apertura de la industria
petrolera al capital privado nacional y extranjero, denominado
Apertura Petrolera, que fue adoptada y cobró fuerza durante la segunda presidencia de Rafael Caldera.
La crisis de los años ochenta también estancó la continuidad
de muchos de los programas sociales. Con la crisis, la política
social se vió restringida a los sectores más próximos al Estado y
a la empresa estatal de petróleo. Entre 1979 y 1988 Venezuela
configuró, en términos generales, su política social con un conjunto de decisiones, programas, subsidios y transferencias que se
denominaron tradicionales, porque se apoyaban en las mismas
instituciones de la Constitución de 1961.
El Estado venezolano de la época de oro puede resumirse de
la siguiente manera: en términos económicos: moneda fuerte,
inflación baja y un papel dominante del Estado central como
regulador y distribuidor de los ingresos petroleros; en términos
políticos: un Estado central como regulador y distribuidor de los
ingresos del Estado provenientes del petróleo; en términos so-
ciales: una gran movilidad (social y geográfica), educación masiva y una gradual homogenización de la vida nacional, cultural
y organizativa.
En los años con una fuerte influencia del Consenso de Washington, el país adoptó una agenda de apertura y liberación
de la economía. El ciclo de privatizaciones venezolanas no tuvo
la velocidad del argentino o del chileno, y, como en el caso del
brasileño, no se completó. En Venezuela, la esencia del neoliberalismo de los años noventa fue la desvinculación entre la
estatal “Petróleos de Venezuela” (PDVSA) y el Estado. En 1981,
por ejemplo, los ingresos brutos generados por las exportaciones
sumaron US$ 19,1 mil millones, de los cuales el Estado venezolano recaudó US$ 13,9 mil millones en impuestos; en 2000,
los ingresos brutos por la exportación de petróleo totalizaron
US$ 27,3 mil millones, pero la recaudación alcanzó apenas US$
11,3 mil millones (Boué, 2002).
La crisis de los años noventa trajo consigo el aumento de la
desigualdad, el desempleo y el aumento de los pobres. El presidente Carlos Andrés Pérez anunció el 16 de febrero que el país
precisaba de “una transformación política y social [...] un cambio cultural profundo, en el cual los valores del esfuerzo, la producción, el trabajo, la solidaridad social, se coloquen en primer
lugar. Hay que detener el facilismo, el consumismo” (Michelena, 1999: 96).
El “Gran Viraje” fue elaborado por un grupo de jóvenes tecnócratas sin relación directa con AD, partido de Carlos Andrés
Pérez. Por no funcionar como era previsto, el programa fue sustituido por “El Paquete”, como fueron conocidas popularmente
las reformas que el gobierno trató de implementar “realizar, a
un ritmo que podríamos catalogar de imprudentemente acelerado, un conjunto de reformas destinadas a desmontar al Estado Populista y a lograr un nuevo modelo de desarrollo basado
en la apertura hacia los mercados externos y la promoción de
las exportaciones no tradicionales” (González, 2001: 56).
El programa de Carlos Andrés Pérez incluía el fin de varios
subsidios indirectos, creación de otros directos, aumento de los
tributos y de las tarifas públicas, liberación de las tasas de interés,
flexibilización del cambio, apertura comercial y privatizaciones;
pero la ejecución del programa no fue tan tranquila como en los
buenos tiempos del Pacto de Punto Fijo. Amplios sectores sociales
que habían perdido la participación en los bienes del Estado
petrolero no se sentían más representados por el pacto social
vigente. Una de las primeras medidas del segundo gobierno de
241
242
Carlos Andrés Pérez (1989-1993), en febrero de 1989, fue aumentar los precios de la gasolina. La consecuencia inmediata
de esa medida, hasta cierto punto inesperada, fue una revuelta
popular: el “Caracazo”.
Los acontecimientos del 27 y 28 de febrero de 1989 llevaron
a que el gobierno tomase rápidas medidas sociales para contraponer los efectos devastadores que en apenas once días habían
desencadenado las primeras medidas (aumento del precio de la
gasolina y de las tarifas del transporte público). Se elaboró y
rápidamente se puso en práctica el “Plan de Enfrentamiento de
la Pobreza” (PEP), un conjunto de programas sociales que fue
denominado como la “nueva política social”. Dichas medidas
estuvieron constituidas por el aumento del valor del salario mínimo de los funcionarios públicos, política de subsidios directos
(eliminación de los indirectos) a los componentes esenciales de
la canasta básica. Para Alvarado (1993), esos programas tuvieron un carácter simplemente compensatorio a la espera de que,
a largo plazo, el crecimiento económico actuara por sí mismo
sobre la desigualdad. Por lo tanto, representó un retroceso de la
política de asistencia pública anterior, de declarado corte universal.
Las reformas neoliberales de Carlos Andrés Pérez siguieron
y, en febrero de 1992, luego de aprobarse la Ley de Privatizaciones, un grupo de militares de bajo rango liderados por el teniente coronel Hugo Chávez fracasó en el intento de derrocar el
gobierno por medio de un golpe militar. Los participantes del
movimiento armado fueron detenidos; sin embargo, en noviembre del mismo año, ocurrió un nuevo intento de golpe, liderado
por el vicealmirante Hernán Grüber. Ambas tentativas no recibieron apoyo popular inmediato; pero Hugo Chávez, a pesar de
estar en prisión, algunos años después se convirtió en la referencia principal de la oposición al bipartidismo venezolano.
Un juicio por corrupción marcó el fin del gobierno de Carlos
Andrés Pérez. El proceso electoral de 1993 mostró la decadencia del Pacto de Punto Fijo al repercutir en la crisis económica,
en el “Caracazo”, y en las dos tentativas de golpe. El índice de
abstención del electorado aumentó de 18,1% en las elecciones
de 1988, a 39,8% en 1993 (CNE); en tanto, AD y COPEI, que en
las elecciones de 1978 habían concentrado 79,5% de los votos,
alcanzaron 46% (CNE).
Rafael Caldera, fundador de COPEI, llegó al poder en alianza
con el espectro de partidos de la izquierda, entre ellos el MAS
(Movimiento al Socialismo; partido de izquierda disidente del
Partido Comunista, que reunía a intelectuales y ex guerrilleros
de los años sesenta, entre ellos a Teodoro Petkoff uno de sus
fundadores) y otros partidos minoritarios con los que conformó
una coalición partidista. En el discurso en el Congreso en 1992,
Caldera legitimó la tentativa de golpe de Estado liderada por
Hugo Chávez. Una de las decisiones políticas más significativas
de este segundo gobierno de Rafael Caldera fue el indulto que
le otorgó a Chávez y a los principales participantes de los dos
golpes de 1992.
Así, electo con apenas 30,5% de los votos, la administración
de Rafael Caldera (1994-1999) tuvo grandes dificultades para
ejecutar su programa de gobierno, que incluía revertir algunas
privatizaciones del gobierno anterior. En 1998, el pacto político
que se mantuvo en vigor durante cuarenta años se encontraba
agotado y sin posibilidades de hallar una superación que no fuese
su fin. Durante 1998, los precios internacionales del petróleo alcanzaron su nivel más bajo desde la primera crisis en 1973. El
intento de superar la crisis de desarrollo que venía manifestándose desde principios de los años ochenta no permitió que ésta
fuera superada en la década de los noventa. En este contexto
de múltiples crisis de las instituciones se tornó posible la “Alternativa Bolivariana”, propuesta por el Movimiento Quinta (V)
República y la candidatura de Hugo Chávez.
Las políticas sociales posliberalismo
El Brasil de Lula
La política macroeconómica del gobierno Lula, tal como se
anunció en la “Carta a los Brasileños” de mayo de 2002, puede caracterizarse como bastante austera. El superávit primario
del primer año de gobierno fue de 4,25% del PIB.3 La política
monetaria, sobre todo el tipo de interés, ha seguido las directrices que venían desde el inicio del Plan Real. El crecimiento
de la carga tributaria ha mantenido la tendencia que surgió a
comienzos de la década de 1990.
La decisión en la continuidad de la política macroeconómica
produjo un crecimiento económico de apenas 1.1% en 2003
3
Las directrices presupuestarias para el año 2003, aprobadas aún en el
gobierno de Fernando Henrique Cardoso, preveían un superávit primario
de 3,75% del PIB (www.ipeadata.gov.br).
243
244
(www.ipeadata.gov.br). En los años siguientes, especialmente
2004 y 2007, el crecimiento económico fue superior a los registrados en el gobierno de Cardoso, sobre todo, por el aumento
de las exportaciones y de la demanda interna. Desde comienzos del Plan Real ha quedado claro el aumento de los recursos
destinados al servicio de la deuda pública en detrimento de las
inversiones y del gasto social.
Un estudio realizado en 2006 por la Unafisco-SP (Unión de
los Sindicato de Auditores Fiscales de São Paulo), divulgado por
los periódicos “O Estado de São Paulo (OESP”) y “O Globo”, el
24 de octubre de 2006,4 sobre los gastos presupuestarios del Estado, muestra que en 1995 el 47,2% del presupuesto se destinaba a infraestructura y al área social; 34% a la Seguridad Social,
y 18,8% al pago de la deuda pública. En 1999, el pago de ésta
consumía 38,9% del presupuesto; los gastos en infraestructura
y social fue de 33,2%, y el de la Seguridad Social, 27,8%. En
el año 2002, lo destinado al pago de la deuda llegó a 45,3%, el
gasto en infraestructura y social, 26,6%, la Seguridad Social,
28,1%. En 2005, la deuda consumía 42,5% del presupuesto, el
gasto en infraestructura y social, 26,5%, y en Seguridad Social,
31,1%. Entre 1995 y 2005, los gastos en Sanidad cayeron de
9,5% a 6% del presupuesto; en educación de 5,8% a 2,7%; en
seguridad y defensa nacional de 5,5% a 3%; en transportes, de
1,6% a 1,11% (OESP, 24/10/2006: A11).
La recuperación económica, a partir de mediados del año
2004, ha garantizado el aumento de los ingresos del gobierno
federal. En la medida en que los ingresos crecían, se ha hecho
posible una reducción gradual en el tipo de interés, lo cual ha
provocado la reducción de los gastos financieros del gobierno.
De esta forma, se ha mantenido el superávit primario, reduciéndose el déficit nominal y posibilitando una política social más
agresiva.
La política social
Incluso con una situación macroeconómica aparentemente
desfavorable a cualquier ampliación de las políticas sociales,
el aumento de la recaudación del Estado federal ha permitido
la creación de nuevos proyectos sociales que, en conjunto, han
4
Disponible en http://www.fazenda.gov.br/resenhaeletronica/MostraMateria.asp?page=&cod=329327
conformado una nueva política social. El programa del gobierno
del Partido de los Trabajadores de 2002 ya señalaba las líneas
generales de la política social del gobierno, a pesar de que algunos aspectos de esa política sólo se hubiesen diseñado a lo largo
del primer mandato.
Una parcela de la población, que se encuentra excluida al acceso,
incluso precario, a la economía y a los derechos básicos, sólo se
vería beneficiada en décadas, lo que es éticamente inaceptable.
La exclusión social es, en realidad, multidimensional […] Es preciso, pues, crear condiciones, proporcionar recursos, para que la
población excluida pueda acceder a una situación de inclusión
social. Se propone, en este sentido, un amplio programa integrado
que […] trate el acceso a la inclusión social plena como un derecho de la ciudadanía […] Para ello, será necesaria una integración
efectiva de las políticas (Programa del Gobierno de Lula, 2002,
párrafo 39).
El programa, en general, defiende las políticas “universales”,
aunque es explícito en indicar que algunos objetivos se alcanzarían después de muchos gobiernos. En este caso, se formularían políticas focalizadas que incorporarían de manera más
rápida segmentos de la población que jamás habían sido incorporados a la vida social y política brasileña. Para que esta incorporación se prolongase en el tiempo, los programas sociales
del gobierno deberían superar la barrera de las políticas meramente compensatorias que venían siendo aplicadas de manera
tímida y con algún éxito en el gobierno anterior.
“Bolsa Familia” ha sido el programa de mayor visibilidad
del primer mandato de Lula. Se trata de un programa de distribución de renta, con una serie de requisitos, que tiene como
principal objetivo atenuar la pobreza actual de una parte considerable de la población brasileña. Para acogerse al programa,
la familia debe poseer una renta per cápita inferior a un cuarto
del salario mínimo y el beneficio se otorga bajo una serie de
condiciones objetivas: los beneficiarios deben mantener a sus
hijos vacunados y cuidar de su salud, además de mantenerlos
en la escuela.
El programa “Bolsa Familia” es, en realidad, la unificación,
ampliación y perfeccionamiento de diversos programas dispersos que se crearon en el gobierno de Fernando Henrique Cardoso (Bolsa Escuela, Bolsa Alimentación, Tarjeta Alimentación
y el Auxilio Gas). Lo que diferencia a este programa de los anteriores es el hecho de estar conectado directamente al Despacho
245
246
de la Presidencia de la República, de manera que su estructura
se constituye paralelamente a los ministerios. Ese hecho permite
al programa recibir recursos financieros tanto de los ministerios
como de las instituciones nacionales e internacionales que deseen contribuir con éste. Ello permite mayor agilización, pero
no le da organicidad de política de Estado.
Ya en el primer año de gobierno los programas de distribución
de renta existentes se reunieron como parte del programa denominado “Hambre Cero”, que se anunció entre la elección
y la toma de posesión del presidente Lula. Un gran mérito del
“Bolsa Familia” es la objetividad en la concesión del beneficio,
lo que dificulta el clientelismo, tradicional en las políticas sociales brasileñas. La concesión de favores a cambio de fidelidad
política se ha visto reducida por la creación del Sistema Único
de Asistencia Social (SUAS), que ha unificado los registros del
programa “Bolsa Familia” y de otros programas de asistencia
continua como los que atienden a los ancianos y a los discapacitados. El programa prevé además el desarrollo de acciones
complementarias —las llamadas “puertas de salida”—, a través
de políticas de generación de trabajo y renta, la inclusión en el
mercado laboral y la capacitación profesional.
Durante el gobierno de Lula también se ha visto acentuada la tendencia a la hegemonía de los recursos provenientes de
la recaudación tributaria en el gasto social. La caída en el uso
de recursos no tributarios, como muestra el cuadro siguiente,
proviene de la disminución del empleo, de recursos oriundos
de títulos del Tesoro Nacional y de operaciones de crédito en el
financiamiento del gasto social (Castro et al., 2008).
La tendencia a la centralización tributaria, que se produjo
durante todo el periodo posterior a la promulgación de la Constitución de 1988, se ha visto acentuada durante el gobierno del
presidente Lula. No sólo en los recursos asignados al programa
“Bolsa Familia”, sino también en el aumento de los gastos del
“Programa Nacional de Fortalecimiento de la Agricultura Familiar” (Pronaf), del programa “Luz para Todos” y del reciente
programa “Territorios de la Ciudadanía”, ello ha sido posibles
gracias a este cambio de perfil en la recaudación tributaria.
La Venezuela chavista
A finales del siglo XX Venezuela enfrentaba una profunda crisis
social, política y económica, que se expresaba en los altos índices
Brasil. Fuentes de financiamiento del Gasto Social Federal (1995-2005)
Año
1995
1996
1997
1998
1999
2000
2001
2002
2003
2004
2005
Tipo de financiamiento (% del PIB)
Tr i b u t a r i o no tributario
Total
a/c*100 b/c*100
(a)
(b)
(c= a+b)
10,08
1,16
11,24
89,7
10,3
10,06
10,87
11,54
11,63
11,87
12,46
12,32
12,56
12,82
13,41
0,93
0,63
0,71
0,53
0,68
0,53
0,6
0,39
0,38
0,4
Fuente: IPEA (www.ipeadata.org.br).
10,98
11,51
12,25
12,16
12,56
13
12,92
12,95
13,2
13,82
91,6
94,5
94,2
95,6
94,6
95,9
95,4
97
97,1
97,1
8,4
5,5
5,8
4,4
5,4
4,1
4,6
3
2,9
2,9
de pobreza, desempleo, desnutrición y en el deterioro del poder
de compra del salario mínimo, entre otros indicadores. A partir
de esa herencia, Chávez prometió, en su primera campaña electoral, que su gestión se caracterizaría por la fórmula F=2SE, o
sea, dos moléculas de política social y una de política económica, compromiso que ratificó cuando asumió el poder (Alvarado,
2006).
La Constitución venezolana de 1999 fue la oportunidad para
empezar a neutralizar a los factores de oposición que limitaban
la posibilidad de cambio. Éste no se restringió al funcionamiento interno de los poderes: el Poder Judicial no sería sustancialmente alterado si se mantuvieran todas sus prerrogativas; la
solución encontrada para debilitar los restos del Pacto de Punto
Fijo (casi todos los jueces habían ascendido durante ese periodo)
fue la creación de otros dos poderes además del triángulo Ejecutivo, Legislativo y Judicial: el nuevo poder ciudadano y el poder
electoral le sacaron al Poder Judicial la supremacía de fiscalizar
las cuentas del gobierno (Contraloría), defender los intereses
de la población (Ministerio Público, Defensoría del Pueblo),
organizar elecciones y promover la participación directa en la
elaboración de las leyes (Consejo Nacional Electoral).
Para Aristóbulo Istúriz (2000), segundo vicepresidente de la
Asamblea Nacional Constituyente, las políticas sociales del periodo anterior a la nueva Constitución tenían una orientación
247
248
popular y paternalista en la relación entre el Estado y la sociedad, en la cual el Estado era el que solucionaba los problemas
de la población. A su vez, la población se presentaba de forma
pasiva, esperando del Estado y de los gobiernos la resolución
de sus problemas. Para Istúriz, ese tipo de relación creó una dependencia de la comunidad respecto al Estado, que era la base
de una democracia representativa, tal como se presentaba en la
Venezuela de Punto Fijo.
Para la consolidación de otro tipo de democracia, como está
expresada en la nueva Constitución, una democracia “participativa” y “protagónica”, el cambio de esa relación de dependencia era central, pues rompería la estructura burocrática del
pasado y construiría un nuevo tipo de relación entre el Estado
y la población; como veremos, el Ejecutivo creó instrumentos
de actuación en las comunidades sin la intermediación de los
ministerios que todavía hoy se componen en su mayoría de funcionarios de Punto Fijo.
En la Carta Magna de 1999 quedó explícito que las políticas sociales deberían tener como finalidad el desarrollo de capacidades en los ciudadanos, garantizar la salud y el trabajo, de
manera que las personas tuvieran mecanismos para participar
activamente en la vida política. El artículo 5º de la Constitución
define el ejercicio de la democracia como “la soberanía reside
intransferiblemente en el pueblo, que la ejerce directamente, por
las formas previstas en la Constitución y en las leyes, y de manera indirecta, a través del sufragio universal”. La Constitución
de 1961 decía apenas que “la soberanía reside en el pueblo, que
la ejerce mediante el sufragio a través de los órganos del poder
público”. En 1999, por lo tanto, se crearon las estructuras jurídicas para un nuevo modelo de Estado y un nuevo tipo de
democracia (Istúriz, 2000: 4).
La concepción de los derechos sociales presentes en la Constitución de 1999 establece que las políticas sociales deben ser de
carácter universal y reconocer el “derecho político a la participación ciudadana”. Entretanto, es por medio del desarrollo de
nuevas formas organizativas que se podría, efectivamente, incidir en las transformaciones de la estructura económica, social
y política del país. Es importante resaltar la flexibilidad de esta
Constitución en relación con las formas de organización, ya que
la misma reconoce diversas maneras por medio de las cuales la
sociedad puede organizarse para participar en la política. Las
organizaciones deben seguir los principios de solidaridad, horizontalidad y corresponsabilidad.
La nueva Constitución estableció una nueva concepción de
ciudadanía social sobre la égida de la corresponsabilidad entre
el Estado y los ciudadanos. El énfasis en la cuestión social puede
relacionarse, de acuerdo con Pulido (2000), con ciertas variables:
la ausencia de los interlocutores tradicionales, que habían actuado en el país desde 1960, tales como organizaciones sindicales
y partidos políticos; una emergente sociedad civil que se sentía
relegada por los partidos; los límites del sistema representativo;
y la creciente presión de las convenciones internacionales en los
derechos sociales. Además, es en los derechos sociales donde se
vislumbra un proyecto de país, en el cual cobran importancia
los dilemas sobre la participación, la representación, la institucionalidad y, sobre todo, la democracia.
Los proyectos sociales del gobierno de Chávez surgen basados en las premisas del desarrollo endógeno. Las tentativas
teóricas del desarrollo endógeno parten del presupuesto teórico
de la teoría de la dependencia, según el cual una de las principales manifestaciones de dependencia externa que caracteriza
a las economías latinoamericanas es la ausencia de un sector
interno en los medios de producción, que es monopolizado por
las transnacionales de los países centrales.
Desde esa perspectiva, Araujo (2004: 25-26) afirma que “el
desarrollo interno [de las empresas de producción primaria],
es, pues, uno de los principales indicadores de ruptura con la
dependencia externa”. Vila (2005: 131), arquitecto y asesor del
Ministerio de Planificación y Desarrollo, establece la más específica definición de lo que es el desarrollo endógeno para el
gobierno de Chávez: “El desarrollo endógeno de Venezuela es
una concepción y acto político soberano para lograr el propio
proyecto de Venezuela: desde, para y por dentro; y, además,
desde, para y por abajo, tomando en cuenta los del medio y en
acuerdo político con los de arriba (= el gobierno bolivariano)”.
De tal manera, Vila identifica el desarrollo endógeno con el
proceso de transformación estructural de la sociedad. Se trata
de un modelo productivo que se basa en las capacidades y las
necesidades venezolanas, utilizando fundamentalmente sus propios recursos, que busca motivar permanentemente la participación comunitaria comprometida con su propia planificación
social.
El desarrollo endógeno se concibe en Venezuela como un
modelo de reducción de las desigualdades sociales, buscando
integrar todos los sectores de la economía y crear redes y cadenas productivas, de comercialización y de consumo. Según
249
esto, se planea un nuevo tipo de organización social para el país,
que se basa en cooperativas y organizaciones locales que pretenden formar una red de pequeñas empresas (clusters). Por lo
tanto, se trata de un Proyecto Nacional basado en la diversificación
de la producción para sustituir el modelo dependiente de exportación, que se sustenta en la transacción comercial internacional
del petróleo y algunos minerales por alimentos, insumos para
alimentos y una variedad de productos manufacturados.
Esa concepción de desarrollo endógeno persigue poner en
práctica el concepto de Sunkel (1991: 75-76), según el cual el
desarrollo endógeno es:
Un enfoque histórico-estructural de mediano y largo plazo, que
da especial importancia a los recursos productivos internos, como
acervos acumulados y potenciales adquiridos por América Latina, como base para el relanzamiento del crecimiento y desarrollo
[…]. Se apoya en la transformación de esos recursos, en el aprovechamiento de los activos acumulados, en la incorporación de toda
su población —en especial de la marginada— y en la adopción de
estilos de vida y consumo, técnicas y formas de organización más
apropiados a ese medio natural y humano.
250
Calcagno (2005), otro teórico cepalino contemporáneo, explica
el desarrollo endógeno como un régimen posible, que se presenta como la traducción económica del predominio político de los
sectores populares organizados, en oposición al neoliberalismo.
Para este autor, el motor del desarrollo endógeno es el aumento
de la producción de la mayoría de la población. Ya sea en el
modelo de la producción “para fuera”, ya sea “para adentro”,
el aumento de la producción apenas se da en determinados sectores. En el primer caso, en los segmentos ligados a la producción para la exportación; en el segundo caso, en los sectores
que son elegidos como sustitutos de las importaciones. En este
último, el aumento necesariamente no tiene por qué darse, pues
esos sectores pueden ser protegidos por el Estado a tal punto
que disminuyan su productividad.
En ese sentido, el primer requisito del desarrollo endógeno
venezolano consiste en posibilitar el aumento del poder adquisitivo a los sectores empobrecidos para su efectiva incorporación
al mercado consumidor. Desde el inicio del gobierno de Hugo
Chávez hubo una preocupación por aumentar los gastos sociales
y el poder de compra del salario mínimo; sin embargo, a partir
de 2003 el gobierno empieza a crear instrumentos institucio-
nales en consonancia con el concepto de “desarrollo endógeno”.
Desde el inicio de ese año son organizadas las misiones sociales.
[…] sin abandonar los de tipo asistencial-compensatorio del subperiodo 1999-2002, las nuevas iniciativas del gobierno giran en
torno a: 1) el fortalecimiento de la seguridad alimentaria (Plan Nacional de Abastecimiento Alimentario: Programas MERCAL, Mega
mercados Populares, PROAL, entre otros; 2) a enfrentar la exclusión
social (rural, educativa, productiva-laboral, sanitaria): las estrategias de economía social-cooperativismo; la famosa trilogía de misiones educativas Robinson, Ribas y Sucre; la Misión “Vuelvan
Caras”; y los Programas de Atención Primaria en salud, especialmente la Misión “Barrio Adentro”. 3) También se habló a finales
de ese año de la Misión “Cristo” (o mega misión que englobaría a
todas las misiones, con el lema “pobreza cero en el 2021)” (Alvarado, 2006: 17).
Según la autora citada, “estos programas se ponen en práctica
sin alusiones directas a cualquier cambio del modelo de desarrollo, ni siquiera en la manera de llamarlo. A pesar de que las
misiones se iniciaron en el 2003, sólo en el 2004 los representantes del gobierno empiezan a hablar reiteradamente de ‘Desarrollo Endógeno’ como modelo económico y social general.
Es decir, que primero se lanzan las estrategias económicas y sociales, ante el apremio de la coyuntura conflictiva, y luego el
modelo como tal” (Alvarado, 2006: 15).
En 2005, como forma de consolidar el modelo de desarrollo, se crea el Ministerio para las Industrias Básicas y Minería
(Mibam), con el objetivo de “impulsar la soberanía productiva”, y el Ministerio para la Economía Popular (Minep), con
el propósito de desarrollar cooperativas, empresas de producción social, y en general organizar la economía social. En enero
de 2006 el Mibam crea la Compañía Nacional de Industrias Básicas
(Coniba), dueña de once “empresas de producción social” en
sectores como la siderúrgica, explotación minera, laminación
de aluminio, conductos para el transporte de petróleo, pulpa y
papel, entre otras.
Lo que le confiere el carácter de novedad y de liderazgo al
proceso bolivariano en América Latina no es, esencialmente, el
cambio institucional, sino el uso que se hace del poder del Estado y de sus instituciones políticas y democráticas. Desde el proceso constitucional de 1999 se entiende que está produciéndose
la nueva reconfiguración del Estado. Tanto en la Constitución
como en el Plan Nacional de Desarrollo Económico y Social
251
252
de la Nación (2002-2007) existe un diagnóstico de los problemas venezolanos, como el rentismo y la rigidez de la estructura
burocrática de la “IV República”. En el momento caracterizado como “Estado controlado”, el gobierno chavista comienza
a percibir que en un país rentista sólo se puede hacer política
redistributiva cuando el Estado controla los recursos naturales.
Los datos del Ministerio de Planificación y Desarrollo de Venezuela5 muestran que ya en 2003 se reflejaban algunos cambios. Los gastos sociales aumentaron: el porcentaje del PIB pasó
de 11,23 en 1998 a 16,67 en 2003, llegando a 17,63 en 2005; lo
cual produjo una mejora significativa de los indicadores sociales
como la tasa de mortalidad, que cayó de 21,4 en 1998 a 17,5
por mil nacidos en 2004, y el número de niños matriculados en
la enseñanza básica, que aumentó de 83 a 91% en el mismo
periodo.
Además de modificar el andamiaje jurídico y de buscar elevar los precios del petróleo, Chávez anunció un proyecto de
emergencia en el área social, el Plan Bolívar 2000, que comenzó
a ejecutarse desde el inicio del gobierno en 1999; contó con la
participación de 140 mil hombres, la mitad de ellos del ejército,
en actividades asistencialistas y de recuperación de infraestructuras; fue el germen de las misiones, pero guarda grandes diferencias en relación con éstas. El Plan Bolívar 2000 era más asistencialista y con menor articulación entre sus diversas acciones.
Un cambio económico fundamental lo supuso la nueva ley
del Banco Central de Venezuela, elaborada por el Ejecutivo y
aprobada por el Legislativo en 2005. Esta ley, además de consolidar los cambios de 2003, autorizó el uso de las reservas de
cambio (que aumentaron de US$ 11 mil millones en 2003 a
US$ 32 mil millones en 2005), para financiar diversos programas sociales a través de la creación de fondos específicos, que
pasaron a existir ese mismo año (Guerra, 2006). El principal
es el Fondo de Desarrollo Nacional (Fonden), cuyos recursos se
reservan para la financiación de planes estratégicos de desarrollo en sectores como: industrias básicas, petróleo, gas, infraestructuras, transportes, vivienda.
Misiones sociales e indicadores socioeconómicos
Justo después del paro patronal-petrolero de 2002-2003, el gobierno de Chávez lanza una nueva política social, centrada en
5
www.mpd.gob.ve
las denominadas misiones sociales, que pasa a influir en la vida
cotidiana de una parte considerable de la población venezolana (sectores populares). Los recursos necesarios para estas misiones no vienen de los ministerios, sino directamente de PDVSA,
que a partir de mayo de 2004 creó el Fondo para el Desarrollo
Económico y Social (Fondespa) que contó en su primer año
con más de US$ 2 mil millones para inversiones destinadas al
“cumplimiento de los principios de vinculación adecuada de
los ingresos provenientes de hidrocarburos con la economía nacional”.6
En julio del mismo año PDVSA firmó un contrato para la admisión de un fondo (base del Fondespa) con el Banco de Desarrollo Económico y Social (Bandes), que fue destinado a efectuar
los pagos necesarios para la ejecución de programas y proyectos
de obras, bienes y servicios, destinados al desarrollo de la infraestructura, actividad agrícola, sanidad y educación en el país.
El fondo solamente se crea gracias a los excedentes petroleros.
Los proyectos del Fondespa permiten finalizar y/o continuar
con la construcción de seis carreteras, dos metros (el de Maracaibo y el de Los Teques), ferrocarriles, agroindustrias, centrales
termoeléctricas e hidroeléctricas, entre otras. El hecho de que
las misiones no estén ligadas directamente a ningún ministerio, atentando contra los manuales de la administración pública
tradicionales, se explica por la apropiación que se hace del sector público y por la resistencia partidaria a los cambios, que los
funcionarios ligados a la vieja burocracia de Punto Fijo tienen en
relación con el gobierno de Chávez.
Después de las elecciones posteriores al paro patronal petrolero de 2002-2003 (referendo revocatorio presidencial de 2004,
ganado por Chávez), no sorprendió a nadie el hecho de que
los nuevos programas sociales estuvieran ligados directamente a
la presidencia de la República. Un nuevo mecanismo, también
creado en 2005, garantizó que toda la recaudación fruto de la
venta de petróleo se distribuyera de la siguiente forma: hasta
US$ 26/barril son propiedad de PDVSA, que paga sus tributos
a sus empleados, reinvierte, etc.; por encima de US$ 26/barril7
6
http://www.pdvsa.com/index.php?tpl=interface.sp/design/readmenuprinc.tpl.html&newsid_temas=39.
7
En las palabras del presidente de PDVSA Rafael Ramírez, “el precio
del crudo está muy por encima de lo previsto en el presupuesto que es
US$26 por barril, con lo cual se genera un remanente que tiene que ser
depositado en el Fondo” (http://www.ecoanalitica.net/newsite/uploads/
rs_2006_01_25.pdf).
253
los recursos serían destinados al Poder Ejecutivo, que invierte
en programas sociales y en nuevas actividades económicas por
medio del Fonden y del Fondespa (Barros, 2007: 140).
Algunos datos sociales recientes son dignos de mención:
254
a)El Índice Nacional de Desarrollo Humano venezolano fue de
0,69 en 1998, para 2008 aumenta a 0,84.8
b)Entre 2002 y 2007 el número de personas en situación de pobreza cayó de 48,6% a 28,5%, y en situación de indigencia o
pobreza extrema disminuyó de 22,2% a 8,5% (CEPAL, 2008:
11).
c)El gasto social como porcentaje del gasto público total creció
de 24,5% en 1999 a 32,6% en 2008 (Sistema Integrado de
Indicadores Sociales de Venezuela, SISOV, 2009).
d)La Misión Barrio Adentro I cubrió en junio de 2008 a
91.663 beneficiarios y la Misión Barrio Adentro II realizó
155.463.850 exámenes, en 2008, en los Centros de Diagnóstico Integral (CDI) (MPD, 2008).
e)La tasa de desocupación cayó de 15,2 en febrero de 1999 a
7,4 en febrero 2009.9
f) El Coeficiente de Gini cayó de 0,4693 en 1999 a 0,4099 en
2008.10
Conclusiones
Las políticas sociales de Lula y Chávez, aunque poseen numerosas especificidades debido a las peculiaridades de Brasil y Venezuela, y a los diferentes procesos sociales y actores políticos que
han posibilitado sus respectivas llegadas al poder, tienen algunos
trazos en común. El más expresivo es que tanto las misiones sociales que caracterizan al gobierno de Chávez como el conjunto
de nuevos programas ejecutados por el gobierno de Lula, sobre
todo el “Bolsa Familia”, han conseguido alcanzar a segmentos
de la población que no se veían beneficiados por las políticas
“universalistas”, las cuales se venían implantando en ambos
países desde la década de 1930 y que estuvieron en jaque por
las políticas neoliberales hegemónicas en la década de 1990, en
toda América del Sur.
8
9
10
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www.ine.gob.ve
www.ine.gob.vr
Existen algunos motivos comunes que pueden haber sido determinantes para la consolidación de esas políticas sociales de
nuevo cuño:
1. Ambos presidentes han llegado al poder con un fuerte discurso de cambio, atenuado por el exceso de precaución macroeconómica.
2. El mantenimiento de la política macroeconómica ortodoxa
en los primeros años de gobierno no impidió que aumentase
significativamente el gasto social como porcentaje del PIB.
3. Ha habido una gran concentración tributaria en el gobierno
federal de Brasil en un momento en que el aumento de la
carga tributaria ha sido bastante considerable. Esto ha sido
más intenso en Venezuela, debido al control directo de los
recursos petroleros tras el año 2003.
4. Los programas sociales no provienen de “derechos legalmente establecidos”, ya que no están en las respectivas constituciones y tampoco en las legislaciones complementarias,
si bien éstas presentan, en el caso de Venezuela, un marco
jurídico-normativo general de mayor amplitud en cuanto a
los derechos sociales.
5. Los programas tampoco pueden calificarse como meramente focalizados, ya que han venido siendo constantemente
ampliados; la denominación más adecuada sería la de un
“universalismo progresivo”.
6. Los programas sociales más asociados a los gobiernos y a las
figuras de los presidentes están relacionados con las nuevas
estructuras ministeriales (Ministerio del Desarrollo Social y
Combate al Hambre, en Brasil) o directamente a la presidencia de la República (misiones sociales, en Venezuela). Esto
podría permanecer en el futuro y configurarse como políticas
de Estado, pero esas estructuras siguen muy controladas por
los partidos del gobierno o presidente de la República
7. En las campañas electorales de 2006 los candidatos de la
oposición (Geraldo Alckimin en Brasil y Manuel Rosales en
Venezuela) no realizaron críticas directas ni sustanciales a
las políticas sociales; en ambos países hubo un consenso en
el sentido de “mejorarlos” y “ampliarlos”, además de otras
promesas en ese sentido.
8. Puede afirmarse, por lo tanto, que la posibilidad de institucionalizar la ampliación de derechos para nuevos actores
sociales ha requerido las capacidades económicas e institucionales de los Estados, que no encontraban cobijo en el or-
255
denamiento jurídico antes de la toma de posesión de ambos
mandatarios. El éxito electoral y político de los gobiernos
Chávez y Lula, sobre todo entre las clases sociales menos favorecidas, puede considerarse como una consecuencia directa de ese nuevo modelo de política social.
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La política de gasto en desarrollo
social en México en el contexto del
modelo neoliberal 1995-2007
I
Índice
Capítulo Siguiente
Capítulo anterior
Jesús Castillo Rendón
José Luis Martínez Marca
Introducción
258
La política pública de gasto en desarrollo social ha cobrado fuerza en los últimos años en varios países de América Latina y en
particular en México, como resultado de la propia problemática
que ha generado la desigualdad social y la concentración de la
riqueza, producto de la aplicación del modelo neoliberal que
se inicia de manera clara al comienzo de la década de 1970 en
nuestro país.
De esta forma, el aumento del gasto en desarrollo social se ha
convertido en un paliativo de las políticas públicas por parte del
Estado para reducir los niveles de pobreza y desigualdad que se
han generado y que han dado como resultado final el aumento
de la pobreza y de la delincuencia en las grandes metrópolis
de México. Sin embargo, las propias limitaciones que imponen
los preceptos del modelo neoliberal, en cuanto al equilibrio financiero del sector público que se debe mantener a fin de no
presionar los precios, reducen significativamente el alcance de
la política de gasto social en la economía mexicana. Con ello se
han seguido ampliando las brechas de pobreza y desempleo con
el consecuente aumento de la migración de la población rural,
tanto a las grandes ciudades como a la economía norteamericana en busca de oportunidades.
259
260
En este sentido, el presente capítulo tiene como objetivo central determinar cuáles han sido los principales cambios que se
han realizado en la política pública de gasto social en México,
mediante un análisis comparativo del tipo y monto del gasto
en desarrollo social que se llevó a cabo al final del modelo de
sustitución de importaciones en nuestro país, el cual abarca el
periodo de 1970 a 1982, en relación con el gasto social que se
empieza aplicar por parte del Estado mexicano en el contexto
del modelo neoliberal después de la crisis financiera de México
en 1995.
Asimismo, en este contexto de análisis comparativo del
manejo del gasto social en México bajo dos modelos distintos
de crecimiento que se han producido en los últimos años, se
analiza y discute la factibilidad de lo que nosotros llamamos la
“Refuncionalización del papel del Estado bajo un enfoque teórico poskeynesiano”, dados los efectos nocivos que actualmente
está acarreando para las economías emergentes la aplicación
del modelo neoliberal en cuanto al crecimiento de la pobreza
y el desempleo, que no hacen más que ampliar la brecha de
desigualdad social. Esto se ha reflejado en un mayor descontento
social y delincuencia, lo cual hace necesario el replanteamiento
y discusión de la viabilidad de la continuidad de la aplicación
del modelo neoliberal en estas economías y en particular en la
mexicana.
Principales aspectos conceptuales sobre
el gasto público social en el modelo de
sustitución de importaciones vs. el modelo neoliberal
Durante el periodo que va de 1939 hasta el inicio de la década
de 1980, en México el crecimiento económico se caracterizó
por una amplia participación del Estado en la economía, mediante la aplicación del gasto público dirigido a la ampliación de
la infraestructura y de las empresas públicas que fue creando a
fin de fortalecer el crecimiento industrial sustitutivo de importaciones, conformando con ello un Estado caracterizado por ser
protector, inversor y promotor del crecimiento de la economía,
a través del mantenimiento de un gasto público importante
que superaba a sus ingresos dando como resultado la existencia
crónica del llamado déficit financiero.
La transformación política y social de México a raíz de la Revolución y el proceso de crecimiento económico sostenido a partir
de 1934, avalaban la favorable opinión que sobre el país tenían
los inversionistas y los banqueros extranjeros, sobre todo cuando
ese crecimiento se combinó con la estabilidad monetaria y la de
precios después de 1954, y daban sólido sostén al razonado optimismo y a la confianza que sobre las posibilidades de desarrollo de
México tenían los capitales nacionales (Tello, 2007).
La llamada transformación de la economía estaba basada justamente en la fuerte injerencia del Estado en la misma, con lo
cual —al igual que en casi toda Latinoamérica— se seguían los
preceptos derivados de la teoría John M. Keynes en torno a la
sugerencia de que dadas las imperfecciones existentes en el mercado, era necesario entonces la participación del Estado en la
economía para hacer más eficiente el proceso económico y con
ello lograr un proceso de crecimiento autosostenido de largo
plazo, como lo insinuaban los preceptos establecidos en el modelo de sustitución de importaciones de aquella época (Keynes,
1974).
De esta manera, la primera gran crisis económica del capitalismo en 1929 demostró que el mercado no era tan eficiente para
la determinación de los precios y la asignación de los recursos
como lo establecía la llamada teoría neoclásica. En ese sentido,
se dieron los elementos para fortalecer la posición keynesiana en
términos de las imperfecciones del mercado y de la necesidad de
intervención del Estado en la economía. Así, se tenía que
[…] en las economías realmente existentes casi nunca se cumplen
los supuestos de la competencia perfecta, y por lo contrario, lo
común es que los mercados no sean mecanismos tan perfectos
como los que describe un modelo ideal. En general, los mercados
presentan algunas “imperfecciones”, es decir, potencialmente los
mercados pueden “fallar” en alcanzar los resultados eficientes y
mucho menos llegan a resultados socialmente equitativos. Si los
mercados fallan, entonces se abre una posibilidad para corregir
estas fallas a través de la intervención del Estado (Ayala, 2004).
Las fallas del mercado, dada la ausencia de mercados perfectos, respaldan la participación del Estado en la economía. Esto
fue uno de los principales factores que conjuntamente con las
recomendaciones de política económica de Keynes llevaron a
que el Estado mexicano asumiera una importante participación
en la economía durante el llamado modelo de sustitución de
261
importaciones. Éste operó en México durante el periodo de
1939 a principios de la década de 1980, cuando se inició un
momento de transición hacia el llamado modelo neoliberal,
el cual sería aplicado ya con bastante claridad a partir del
gobierno de Carlos Salinas en 1989. Dicho modelo sustentaría
entre sus preceptos fundamentales los lineamientos derivados
del Consenso de Washington de 1989, en donde se destacaba
por una serie de reformas que se orientarían principalmente a
la disminución de la participación del Estado en la economía
y a mantener un equilibrio fiscal, regresando a los viejos principios de la teoría neoclásica con algunas diferencias en donde
sobresale el proceso de globalización de las economías.
262
Las reformas, “el paquete” de cambios, incluyen la liberación del
comercio exterior, del sistema financiero y de la inversión extranjera. La orientación de la economía hacia los mercados externos.
La privatización de las empresas públicas. La desregulación de
las actividades económicas. La estricta disciplina fiscal. La erradicación de los desequilibrios fiscales, por la vía de la reducción del
gasto público. Una reforma tributaria orientada a la reducción
de las tasas en los impuestos directos y descansar, para la recaudación, en los impuestos indirectos. Un marco legislativo e institucional para garantizar los derechos de propiedad (Tello, 2007).
Así, tenemos un regreso claro de los gobiernos a la puesta en
práctica de la doctrina teórica neoclásica, en la cual se reconocen las bondades del mercado, y aunque se está consciente de
las imperfecciones de éste, se deja al Estado participar en la
economía sólo en aquellas actividades que a la iniciativa privada no le representan ningún interés de negocio importante.
Sin embargo, insistirá en la apertura de actividades que le son
rentables como ha sido el caso en México de manera reciente en
2008 de la participación en la explotación del petróleo.
Bajo esta estructura de política económica global inserta en el
marco del modelo neoliberal, es evidente que las políticas públicas que surgen —entre ellas, el caso del gasto para el desarrollo
social en la economía— tenderán evidentemente a ser sólo un
paliativo contra la desigualdad que genera la política económica
neoliberal y nunca una solución. Esto se debe a que el propio
modelo lo establece de esa manera y se orienta principalmente
a garantizar la rentabilidad del capital privado y asegurar los
principios de la propiedad privada del mismo capital, con el fin
de ser un mercado atractivo para la inversión extranjera y na-
cional, dadas las características que la globalización impone a
los países de la región latinoamericana.
El modelo neoliberal que con entusiasmo adoptan los gobiernos,
promete mejorar la competitividad, estimular el libre acceso a los
recursos de capital y a los tecnológicos y promover una estructura económica más flexible. Todo ello, desarrollar un ambiente
más favorable para los inversionistas nacionales y extranjeros y
así lograr un crecimiento económico sostenido, estabilidad en los
precios y los más altos niveles de bienestar.
No ha sido el caso. La política adoptada de inmediato arrojó, como su primer resultado para las economías de la región
latinoamericana, la llamada década perdida, que en realidad para
muchos países resultaron ser dos décadas perdidas (Tello, 2007).
En efecto, el cambio de modelo económico fue seguido por buena parte de las economías latinoamericanas, algunas de ellas
desde la década de 1970, como fue el caso de Chile y Argentina principalmente, y después otros países en la década de 1980
como México. Si bien la implementación del modelo neoliberal
tuvo como resultado una estabilidad de los precios sobre todo en
la década de 1990, en la práctica condujo a una profundización
de la desigualdad propia del modelo de economía mercado
que se sigue y se agudizó con el modelo neoliberal. Esto obedece a que las formas de estabilización de precios se basaban
en una contracción importante de la demanda agregada, de la
economía, represión del salario real, el empleo y la estabilidad
fiscal del Estado.
Desde esta perspectiva, en donde en la actualidad la eficiencia
del gasto público es un objetivo en sí y el equilibrio de sus finanzas públicas una necesidad que impone el modelo neoliberal, se
puede esperar que la importancia del gasto público en desarrollo
social en México y en la región latinoamericana, en donde es aplicado el modelo neoliberal, tenga una relevancia significativa, a
pesar de que sus gobiernos estén conscientes de que el modelo actual ha profundizado la desigualdad social y la pobreza en América Latina. Por ello es necesario proponer la necesidad de la
refuncionalización de un Estado latinoamericano, que oriente
sus esfuerzos y políticas públicas a la mejora de las condiciones
de desarrollo social, a la promoción de sus mercados domésticos
y al crecimiento sostenido de largo plazo; pese a que ello signifique una ampliación del gasto público en inversión productiva, infraestructura y desarrollo social.
263
El gasto público en desarrollo social en la
ruptura del modelo de sustitución de importaciones en México 1970-1982
264
Uno de los principales problemas que se hicieron sentir en las
economías latinoamericanas y, en particular, en México, derivados de la estrategia de crecimiento económico basada en el modelo de sustitución de importaciones, fue el creciente endeudamiento externo que se fue registrando en la economía mexicana
de 1970 a 1982, el cual impactaría de manera negativa el margen de maniobra del gasto público con fines de promoción del
crecimiento y, en especial, del gasto destinado al desarrollo social
durante esa época. Una de las primeras manifestaciones de la
reducción del margen de maniobra en el gasto se presentó de
forma clara en el fuerte crecimiento del déficit financiero del
sector público.
Algunas cifras nos ilustran este proceso. Por ejemplo, conforme
a las cifras de endeudamiento público externo, la deuda pasó de
un nivel de 9,975 millones de dólares en 1974 a 58,874 millones
de dólares para 1982. Esto indicaba que en buena medida el
fuerte gasto del gobierno era financiado por el endeudamiento
público externo, lo cual en el mediano plazo se volvió un lastre
y un factor de restricción más que de promoción del crecimiento económico, que se había registrado bajo el modelo de sustitución de importaciones que privilegiaba el gasto de inversión
y social, a fin de estimular el crecimiento del país. Esta situación
se reflejaba en un fuerte déficit financiero que no era compensado con el aumento de los ingresos tributarios del Estado. Uno
de los objetivos del modelo de crecimiento propuesto, basado
principalmente en la participación del Estado en la economía
como rector del crecimiento y asignador de recursos y también
formador de precios, como era el caso en la determinación de
los precios de los bienes y servicios producidos en ese momento
por el sector público y que representaban al cierre de 1976 más
de mil empresas públicas propiedad mayoritaria del Estado. Eso
nos da una clara idea de la importancia que tenía el gobierno en
la promoción de la producción en México durante ese periodo
(Levy, 2001).
La creación de instituciones públicas como: el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), el Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE), la Compañía Nacional de Subsistencias Populares (Conasupo), entre
muchas más empresas, reflejan la relevancia que tenía el gasto
social durante el periodo del llamado crecimiento sustitutivo de
importaciones, presente en México hasta principios de la década de 1980; pero que dio lugar al fuerte crecimiento del déficit
financiero del sector público, tal y como lo podemos apreciar en
la Gráfica No. 1 que se presenta a continuación.
Gráfica 1
265
De esta forma, se puede señalar que parte del agotamiento del
modelo de sustitución de importaciones, a principios de la década de 1980, es producto de la enérgica restricción presupuestaria del sector público de la economía, que se reflejó en un fuerte
crecimiento del déficit financiero dada la imposibilidad que se
mantenía por elevar los ingresos públicos; ante la existencia de
una política deliberada de subsidio al sector privado vía precios
de los bienes y servicios que producía el sector público con alto
impacto de difusión en el aparato industrial y de servicios, por
ejemplo la gasolina, luz eléctrica, transporte ferroviario, transporte marítimo, productos de consumo popular (leche, maíz,
entre otros). Evidentemente, lo anterior dio como resultado una
intensa presión sobre las finanzas públicas por el lado de los
ingresos, pues el gasto no se redujo sustancialmente durante
ese periodo; tal es el caso del destinado a los aspectos sociales
(salud, seguridad pública, transporte, educación, producción de
bienes para la alimentación popular vía la Conasupo). La falta
de ingresos tuvo que ser compensada mediante endeudamiento
público externo, el cual presionó sin duda las finanzas públicas, tal y como se aprecia en la Gráfica No. 2.
Gráfica 2
importaciones. Para ello, el gobierno retomó las recomendaciones de los organismos financieros internacionales que se caracterizaban por apoyar la consolidación del modelo neoliberal,
siendo uno de sus preceptos fundamentales el mantenimiento
de un equilibrio fiscal público que implicaría la reducción de la
participación del Estado en los aspectos económicos y sociales.
El gasto público social en el contexto del
modelo neoliberal en México 1995-2007
266
Sin duda, el gasto en desarrollo social en México fue muy importante durante el lapso de 1970 a 1982, ya que su crecimiento
pasó de 4.5% en 1970 a casi el doble en 1982, cuando llegó a
9.1%, respecto al PIB.
Desde el inicio de la década de 1970, el fuerte déficit financiero del sector público impactó negativamente en la inflación y
el tipo de cambio. Generó un cambio en las expectativas de los
agentes económicos nacionales que combinado con la existencia de un entorno internacional inestable,1 desencadenan los siguientes sucesos en la economía mexicana: las devaluaciones del
peso registradas desde septiembre de 1976 y que continuaron
durante casi toda la década de 1980; el progresivo aumento de
la inflación que deterioró el poder adquisitivo de los salario e incidió sobre la reducción de la oferta del empleo y el aumento de
la inversión privada; la creciente fuga de capitales cuyo origen
estaba determinado por los principales inversionistas nacionales
tanto del sector financiero como industrial (Levy, 2001).
La conexión de los procesos anteriormente señalados obligó
al gobierno a modificar el modelo económico de sustitución de
1
En esa década el entorno internacional se caracterizaba por presentar
como paradigma al neoliberalismo económico, con una fuerte injerencia
del monetarismo que influía en el pensamiento económico de los organismos financieros internacionales.
La fuerte influencia que se manifestó en los gobiernos de
Latinoamérica a través de los organismos financieros internacionales, como el Fondo Monetario Internacional y el Banco
Mundial, durante la década de 1980 respecto a la política
económica a seguir y cuya recomendación giraba en torno a la
adopción de un modelo de crecimiento basado en la apertura
de la economía y en la disciplina fiscal del Estado fue institucionalizado, como se señaló anteriormente, de alguna manera con
el Consenso de Washington en 1989. Ello impactaría de manera significativa el papel que había tenido el Estado durante el
modelo de sustitución de importaciones, respecto al nuevo modelo que se definiría como neoliberal y estaría caracterizado por
una fuerte disminución de su injerencia en el ámbito económico
y social. Por consecuencia, se obligó al mantenimiento de una
estricta disciplina fiscal con fines de estabilización de precios
y del tipo de cambio, bajo lineamientos de corte monetarista
que actuarían sobre la base monetaria, por lo tanto, sobre el
crédito interno (véase Gráfica No. 3) y la tasa de interés del
mercado doméstico. Con ello se limitaba el crecimiento de la
demanda agregada y, por ende, el potencial de crecimiento en
la economía.
El que se mantenga un control estricto de la base monetaria
en la economía mexicana nos demuestra una serie de aspectos
muy importantes. El primero de ellos se refiere, en efecto, a que
el objetivo central del Banco de México para lograr la estabilización de precios y del tipo de cambio después de la devaluación
de diciembre de 1994, que se manifestó en la crisis financiera
de 1995, se basa en su totalidad en un esquema de corte monetario propuesto por el modelo neoliberal. Consiste en atacar
la inflación por el lado de la demanda promoviendo el control
en el aumento de la base monetaria respecto a los aumentos en
los activos internacionales netos, con lo cual se promueve una
267
contracción en el circulante. Ello se manifiesta en un aumento
negativo en el crédito interno neto de la economía, es decir, una
restricción en el circulante mediante la emisión de valores públicos, que da lugar al aumento en rendimiento real de los mismos
(Mántey, 2004). Lo anterior afecta, sin duda, el crecimiento de
la inversión productiva y, por ende, el del empleo; esto impacta
de forma negativa la perspectiva de desarrollo económico y social, y de forma positiva la rentabilidad del capital financiero.
Gráfica 4
Gráfica 3
Las conclusiones básicas del monetarismo son:
268
Lo anterior se complementa mediante la restricción al gasto
público por parte del Estado, a fin de reducir las presiones de
demanda sobre el crédito interno y en consecuencia de la base
monetaria. Lo que supone el modelo neoliberal, entonces, es
que la estabilidad de precios en la economía se convierte en un
fin en sí mismo, razón por la cual la autoridad monetaria —en
este caso el Banco de México— se comprometerá a sostener y
mantener una política monetaria restrictiva que garantice la estabilidad de los precios y del tipo de cambio, promoviendo una
política de tasas de interés reales positivas que hagan atractivo el
mercado financiero de México y con ello estimular el crecimiento de los activos internacionales, como lo podemos apreciar en
la Gráfica No. 4.
Con dicho proceso al final de cuentas se establece que la participación del Estado en la economía pone en riesgo la estabilidad macroeconómica, dado que presiona la demanda de liquidez y, por consecuencia, los esfuerzos del Banco Central por
estabilizar el crecimiento de la liquidez. Dicho planteamiento
coincide con los postulados monetaristas recomendados a través
del Consenso de Washington desde 1989, los cuales suponen
entonces que:
• La eficiencia de la política fiscal para afectar la demanda agregada depende crucialmente de la política monetaria. Una
política monetaria que tienda a neutralizar la velocidad de circulación del dinero hará completamente ineficaz a la política
fiscal y, en contraste, una política monetaria que estabilice las
tasas de interés, hace que la política fiscal influya decisivamente
en la demanda agregada;
• subraya la necesidad de una política económica pasiva y una
reducida intervención estatal. La intervención del Estado debe
concentrarse en tres áreas: protección de los derechos individuales; arbitraje en las disputas en el intercambio de derechos
de propiedad por medio de reglas claras y, corrección de las
fallas del mercado, pero en un marco de libertad. En cambio,
destaca las bondades del mecanismo de los precios para alcanzar el equilibrio económico;
• critica las políticas fiscales expansivas, por sus secuelas inflacionarias y desestabilizadoras y,
• reduce la importancia de cumplir metas orientadas a alcanzar
el pleno empleo y en cambio, acentúa la importancia de mantener la estabilidad macroeconómica como condición indispensable par alcanzar el pleno empleo (Ayala, 2004).
El comportamiento de la política monetaria expuesto anteriormente, y tomando como base el manejo de la base monetaria en
México y, por lo tanto, del comportamiento del crédito interno
que es negativo, es decir, que el crecimiento de los activos internacionales es mayor que el de la base, demuestra la clara política
monetaria restrictiva con fines de estabilización de precios. Esto
confirma el carácter ortodoxo de la política monetaria aplicada
en México al menos desde 1995, cuando se presentó la crisis
financiera en nuestro país.
269
Gráfica 5
270
De esta manera, uno de los elementos que complementa el objetivo de estabilización de los precios es justamente el equilibrio de
las finanzas públicas, el cual es logrado principalmente a través
de la reducción de la participación del Estado en la economía.
Por lo tanto, se observa en la reducción del déficit financiero del
sector público y, por consecuencia, en la baja de su gasto, en
donde encontramos el gasto dirigido al desarrollo social, como
se puede apreciar en la Gráfica No. 6 para el caso de México.
salarios reales, disminución de los niveles de empleo, concentración del ingreso más aguda, reducción del gasto público en
servicios sociales, que deterioran el salario indirecto, concentración de los medios de producción, debilitamiento de los productores medianos y pequeños ante las empresas trasnacionales.
El costo social del funcionamiento de las políticas neoliberales
es elevado; no obstante, sus principales defensores estipulaban
que tales políticas generarían los recursos suficientes para compensar los costos sociales. Pero en México, a dos décadas de
su instrumentación, se percibe que lejos de crear los recursos
necesarios para compensar los costos sociales, han agudizado
la dimensión de esos costos, lo cual se ve reflejado en un incremento de la pobreza, un deterioro en las condiciones de vida de
la mayor parte de la población, una contracción de lo salarios
reales, una pérdida de empleos y una polarización del ingreso.
Tal y como se muestra en la Gráfica No. 7, en donde se observa
una caída de los gastos relacionados con el desarrollo social y
con la superación de la pobreza en los últimos años en México.
Gráfica 7
271
Gráfica 6
En este sentido, se puede desprender cómo dichas políticas postulaban como uno de sus mayores méritos la reactivación acelerada del crecimiento económico; sin embargo, a medida que
avanza el modelo neoliberal se observa un deterioro en los indicadores económicos en: reducción del Producto Interno Bruto
(PIB), pérdida del poder adquisitivo, descenso dramático de los
Las consecuencias sociales (las expresiones no económicas de
la pobreza) no se han hecho esperar manifestándose en los siguientes fenómenos: creciente extensión del comercio de menores, incremento de la delincuencia y exacerbación de los niños
de la calle. Se puede señalar que los aspectos relacionados con
las medidas de política neoliberal y que son reconocidas en la
actualidad por el Estado impactan de manera negativa el gasto
destinado al desarrollo social; si consideramos que la economía
de mercado es desigual, dicha desigualdad se profundiza aún
más.
Es importante apuntar cómo, en efecto, los requerimientos de
estabilidad de precios han sido complementados en México por
el ajuste de sus finanzas públicas, sobre todo cuando este ajuste
se hace vía la contracción del gasto público, afectando renglones
no sólo de inversión en infraestructura que son necesarios para
mejorar las condiciones de competencia de la economía mexicana, sino también para mejorar las tasas de crecimiento de los
empleos en nuestro país. Esto se puede apreciar en la Gráfica
No. 8, en donde se observa que durante el siglo XXI la tasa de
crecimiento de los asegurados permanentes en el IMSS que registra los empleos permanentes creados en la economía se ha
reducido de forma significativa, en relación con el crecimiento
que registró a fines de la década de 1990.
Gráfica 8
272
Asimismo, debemos destacar que la participación del gasto
público en desarrollo social en la actualidad en México ha perdido importancia de manera significativa, con lo cual podemos
afirmar que los esfuerzos de la política pública se han concentrado en mantener la estabilidad de precios y han dejado de
lado el apoyo a los sectores más desfavorecidos de la población,
ampliándose la brecha de desigualdad que genera el propio
modelo neoliberal y la globalización de la economía.
Principales cambios y perspectiva del gasto público social en el futuro inmediato
Como ya se ha dicho, uno de los pilares de la política neoliberal es la reducción de la participación del Estado en la
economía, incluyendo no sólo su actividad promotora en la inversión, sino también una reducción en su gasto. La implementación de dichas políticas tiene como objetivo la consecución
de balanzas públicas equilibradas (equilibrio fiscal) y estimular
la estabilidad de precios. En México, para poder alcanzar un
presupuesto equilibrado,2 se han instrumentado políticas tendientes a aumentar el ingreso y disminuir el gasto público. En
cuanto al ingreso público, las políticas han girado en torno a
aumentos de los impuestos indirectos; mientras, en el gasto se
han aplicado políticas de recortes que han sido evidentes en el
gasto de inversión, infraestructura y social.
Las políticas neoliberales buscan alcanzar un equilibrio fiscal, debido a que se considera que el gasto público produce un
efecto de crowding out en el gasto privado, generando con ello
una elevación en las tasas de interés, lo cual propicia una apreciación de la moneda. Esto conduce a un aumento del déficit
comercial y a una mayor presión inflacionaria. Por tal razón,
bajo el modelo neoliberal se considera que un déficit fiscal conlleva presiones inflacionarias y déficit comercial; lo cual va en
contra de los objetivos de: estabilidad de precios, finanzas públicas equilibradas y balanza comercial externa equilibrada.
Por eso, si México sigue los lineamientos del modelo neoliberal, es de esperarse que para el futuro inmediato la política de
gasto público siga los mismos lineamientos de austeridad, con
reducciones importantes en el gasto social que incluye recientemente el orientado a la reducción de la pobreza, de desarrollo y
de inversión, generando menor crecimiento, mayor desempleo,
mayor desigualdad del ingreso y pobreza.
En este escenario resulta importante establecer un planteamiento alternativo de política económica, que permita alcanzar un mayor crecimiento, un mayor empleo y menor pobreza.
La mayoría de las propuestas de política económica considera
como relevante la refuncionalización del papel del Estado —que
más adelante se expone de manera amplia—. Si bien para los
poskeynesianos el papel que desempeña el Estado como motor
de crecimiento es relevante, cabe señalar que dependiendo de la
vertiente poskeynesiana se considera el papel que desempeña el
Estado en la consecución de un mayor crecimiento: principal o
secundario. Para la vertiente horizontalista, el papel principal
2
El planteamiento ortodoxo considera que un déficit fiscal conlleva a
un déficit comercial, ya que un déficit fiscal eleva la tasa de interés y con
ello se aprecia la moneda
273
274
lo desempeñan los bancos; sin embargo, el gobierno tiene un
papel significativo al crear las condiciones que permiten el otorgamiento de crédito, sobre todo a través de medidas de política
monetaria. Para la vertiente neochartalista, el papel principal lo
desempeña el gobierno, mediante el manejo del gasto público
(política fiscal), siendo la propuesta de esta vertiente la política
del empleador de última instancia (ELR, The employer of last resort;
por sus siglas en inglés), cuyo objetivo es garantizar el pleno empleo con estabilidad de precios (Wray, 2007).
Debido a que el ensayo tiene como objetivo presentar una alternativa de política económica, que tenga como un eje rector la
refuncionalización del papel del Estado en la economía, resulta
importante señalar qué tan factible es aplicar para el caso de
México un programa ELR.
El programa de empleador de última instancia (ELR) tiene
como sustento teórico la vertiente poskeynesiana neochartalista.
Dicha corriente considera que el dinero es endógeno, y que el
gobierno al tener la facultad de establecer lo que acepta como
dinero, genera una demanda por el dinero que emite.3 El banco central es el banco del gobierno. Por tal razón, para que el
gobierno gaste no es necesario que exista ingreso previo; pues
siempre gastan abonando reservas al sistema bancario. Por lo
tanto, el papel que desempeñan los impuestos, así como las operaciones de mercado abierto (instrumento de política monetaria), es drenar el exceso de reservas que genera el gasto gubernamental. Si el gobierno no drena el exceso de reservas propicia
una reducción de la tasa de interés, afectando los objetivos de la
política monetaria.
Los gobiernos de los países que emiten una moneda soberana
son capaces de inyectar dinero a la economía, sin ocasionar con
ello un aumento de la inflación y de las tasas de interés; siempre
y cuando el exceso de reservas creado en el sistema bancario sea
drenado mediante el pago de impuestos y las operaciones de
mercado abierto (venta de bonos).
Para poder instrumentar un programa ELR es necesario que
el país emita moneda soberana y que tenga un régimen de libe
flotación. “El objetivo principal (de dicho programa) es alcanzar el pleno empleo con estabilidad de precios. Otros objetivos
3 En todas las economías modernas, el gobierno define el dinero eligiendo lo que aceptará como pago de impuestos. Una vez que ha ordenado
a los ciudadanos que paguen los impuestos en dinero, los ciudadanos deben obtener dinero para pagar esos impuestos.
complementarios incluyen la reducción de la pobreza, el mejoramiento de la infraestructura pública, la promoción de la
producción interna para el consumo; y la provisión de servicios
públicos” (Wray, 2007). El gobierno debe decidir en qué trabajo va a contratar a los desempleados, pagándoles un sueldo
que él mismo fija. Por lo general, dichos programas contratan a
personas en actividades terciarias, como pueden ser: guarderías,
cuidado de los niños, limpieza y cuidado de las áreas verdes,
becas para estudiar, etc. El salario que pague el gobierno debe
ser inferior al del sector privado; por tal razón dicho programa
no reduce la mano de obra de las empresas privadas, pues simplemente contrata a la gente que quiere trabajar, disminuyendo
con ello el desempleo involuntario, mismo que debe llegar a ser
cero.
El gasto público que se utiliza para los programas de ELR
debe ser financiado por la creación de dinero y el salario debe
ser fijo. Se estipula que dichos programas permiten alcanzar
el pleno empleo con estabilidad de precios, ya que se elimina
el desempleo involuntario sin producir presiones inflacionarias,
debido a las siguientes razones: el salario es fijo al nivel básico
de remuneración (por lo general es el salario mínimo legal), y el
pleno empleo (la desaparición del desempleo involuntario) no
provoca que los trabajadores pidan mayores salarios, porque
los empresarios siempre pueden encontrar mano de obra en los
programas ELR (Wray, 2007).
Dichos programas no sólo son una propuesta teórica, ya que
se han instrumentado en: Argentina (programa jefes de familia)
e India; consiguiendo, a partir de su puesta en práctica, una
disminución del desempleo y un mayor crecimiento económico. Sería pertinente preguntarse si es factible que en México
se instrumente un programa ELR. Para los poskeynesianos, la
respuesta es afirmativa, al ser una nación con moneda soberana, régimen de cambio flotante y un alto desempleo. No obstante, algunos investigadores mexicanos han enfatizado que en
México no es viable, ya que las cartas de intención que se tienen
firmadas con el FMI impiden tener déficit fiscales, por considerarlos inflacionarios.
En este sentido, los aspectos relevantes sobre la refuncionalización del papel del Estado que deben contemplarse y tener en
cuenta, a fin de avanzar en la propuesta de que sea el Estado
uno de los sectores que dinamice el crecimiento de la economía
y el combate al desempleo, para en el mediano plazo mejorar
las condiciones de vida de la población y reducir la desigualdad
275
276
social que produce la aplicación del modelo neoliberal, se presentan a continuación.
Primero que nada, el planteamiento que realizamos, como
la refuncionalización del papel del Estado en la economía, se
enfoca principalmente a reconocer que las acciones tomadas a
mediados de la década de 1980, orientadas a la reducción del
papel del Estado y a dejar en manos del mercado la determinación de los precios y la asignación eficiente de los factores
de producción, como lo proponían los teóricos de la represión
financiera, no han brindado los resultados en cuanto a la eficiencia económica y hacia un proceso de mayor competitividad
de la economía mexicana. Por el contrario, los resultados han
sido —en el caso del sector financiero— la existencia actual de
un sector bancario oligopolizado y mayoritariamente propiedad
del capital extranjero (Girón, 2002; Ibarra, 2004).
Lo mismo ha sucedido en otros sectores de la producción real
en donde la apertura del mercado ha redundado en la baja de
nuestro sector exportador, en el aumento de las importaciones
y en el cierre de varias empresas, sobre todo pequeñas y medianas, que han significado una importante reducción en la generación de empleos formales en nuestro país. Así se ha expandido de manera importante un sector informal del empleo que
ha provocado la disminución de ingresos fiscales y el fomento
del contrabando técnico en la economía, pese a los objetivos de
mantener finanzas públicas sanas o en equilibrio.
Por otra parte, las condiciones de fomentar la inversión
pública como mecanismo para incrementar el empleo en la
economía no se han dado; por lo tanto, el Estado no ha podido actuar de manera contracíclica para elevar el crecimiento
de nuestra economía en los últimos años, dados los parámetros
que ha impuesto el modelo neoliberal. Los aportes de los nuevos
keynesianos (Stiglitz, 2006) señalan que es fundamental la redistribución del ingreso por parte del Estado, debido a la existencia
de las “fallas de mercado”. Es decir, el primer teorema del bienestar económico dice que la economía es eficiente en términos
de Pareto, únicamente bajo ciertas circunstancias o condiciones
de mercados competitivos y eficientes. Sin embargo, existen circunstancias en que la economía no es Pareto eficiente, debido
a las fallas como son, por ejemplo, la existencia de monopolios,
externalidades, bienes públicos, mercados incompletos, fallas
en la información, desempleo e inflación. Entonces, el segundo
teorema del bienestar económico nos dice que si la distribución
del ingreso producida por el mercado no es socialmente acep-
table, en respuesta todos los gobiernos necesitan redistribuir las
dotaciones iniciales; esto con el fin de desaparecer los efectos
nocivos que generan estas “fallas de mercado” y obtener así una
distribución del ingreso socialmente aceptable.
En este contexto, si bien es cierto que en el sector bancario
las condiciones de oligopolio existían antes del proceso de desregulación del sector financiero en la economía de nuestro país,
también es cierto que estas condiciones de mercado se han profundizado distorsionando aún más el funcionamiento del sector
bancario en nuestro país. Por eso, el concepto de refuncionalización del papel del Estado en la economía va en el sentido de
que es necesario que el Estado mexicano reconozca que el mercado por sí mismo no es el mejor mecanismo en la distribución
y uso de los recursos (Martínez, 2000, 2004 y 2007).
Asimismo, es necesario fomentar el financiamiento bancario
al sector real de la economía a través del sector bancario, a fin
de promover la inversión productiva y, en consecuencia, el ahorro y empleo derivado de una reducción en el costo del crédito.
Es esencial también fortalecer a las instituciones de banca de
desarrollo, mediante la promoción del crédito al sector industrial con potencial de crecimiento en el empleo a costos preferenciales, para fortalecer a las empresas orientadas a la atención
de la demanda doméstica de nuestro país.
Otra de las acciones necesarias, dadas las condiciones oligopólicas del sector bancario, es establecer mínimos a depósitos
de la banca comercial en el Banco de México, a fin de que éste
en lugar de seguir emitiendo cantidades importantes de valores
gubernamentales que no hacen más que favorecer la rentabilidad de la banca comercial, promueva a costo de Cetes el financiamiento a sectores económicos con rezago, como es el caso del
sector agropecuario, entre otros.
El planteamiento de la refuncionalización del papel del Estado en la economía no va en el sentido de regresar al viejo paradigma de una mayor participación del Estado, si no que éste se
orienta a promover acciones tendientes a mejorar la regulación
en el funcionamiento del mercado nacional, mediante acciones
negociadas con el sector privado de la economía que tiendan
a mejorar las condiciones de producción, competitividad de la
industria, eficiencia en el funcionamiento del sector financiero,
promoción del empleo y finalmente las condiciones sociales y
de vida de la población mexicana. Esto, dado que el modelo
económico basado totalmente en el desempeño del mercado no
ha funcionado; por el contrario, ha elevado las condiciones de
277
pobreza, de deterioro social, de falta de seguridad tanto social
como de libertad, además de haber incrementado el desempleo
y la desigualdad en el desarrollo regional entre el norte y sur de
nuestro país.
Por lo tanto, el concepto de refuncionalización en el papel
del Estado no sólo comprende acciones de carácter económico,
sino también de tipo social que tiendan a hacer acordes las condiciones de crecimiento con una mejora en la distribución del
empleo y en la distribución de la riqueza generada actualmente.
No avanzar en esta perspectiva puede llevar a nuestro país a
incrementar el descontento social y político que hoy en día se
expresa en varios países de América Latina, cuyas sociedades
ya han empezado a optar por la elección de gobiernos con visiones sociales, en donde el Estado juega un papel importante
en el proceso de negociación, a fin de mejorar las condiciones
económicas de sus sociedades, como es el caso reciente del gobierno boliviano que llevó a cabo la nacionalización de la industria petrolera.
Conclusiones
278
En el presente artículo se analizan de forma detallada los cambios que ha sufrido la política de gasto de desarrollo social en
México, en el contexto del modelo neoliberal. Se señala que en
el modelo de sustitución de importaciones prevalecían políticas
económicas de corte keynesiano, que apoyaban la intervención
del Estado en la economía, empleando el gasto gubernamental
como motor de crecimiento económico. Por tal razón, en las
políticas públicas el gasto social, el gasto en infraestructura y el
gasto en inversión tenían un papel relevante.
En el modelo neoliberal, regido por políticas de corte monetarista, se considera que los mercados funcionan de forma eficiente, siempre y cuando se les deje actuar libremente, sin intervención gubernamental. Los ejes de la política neoliberal se
sustentan en: la liberalización financiera, la liberalización comercial y la liberalización económica. Las políticas neoliberales
en Latinoamérica fueron fomentadas e impulsadas a través de lo
que se conoce como el Consenso de Washington; sus principales
proponentes afirmaban que a través de la instrumentación de
las políticas neoliberales se lograrían los siguientes beneficios:
a) aumentar el nivel de competencia, b) combatir la inflación
y c) consolidar un crecimiento económico estable que genere
fuentes de empleo.
No obstante, en México, los niveles de pobreza, de desempleo
y de desigualdad del ingreso se han agudizado a partir de la
entrada en vigor del modelo neoliberal, propiciando así inestabilidad en el crecimiento económico, traduciendo todo ello en
un proceso de desarrollo que deteriora las condiciones de vida
de la población.
Frente a este panorama se presentó una propuesta de refuncionalización del Estado que se oriente principalmente a fortalecer su carácter anticíclico, mediante la instrumentación de
políticas públicas como son de infraestructura y de desarrollo,
que fortalezcan al mercado interno y promuevan la creación
de empleos. Por lo tanto, se expone la instrumentación de una
política de gasto público que no se convierta en un paliativo para
disminuir la pobreza y la desigualdad del ingreso, sino más bien
en una política pública que sirva como motor de crecimiento.
En este contexto se analiza la viabilidad que puede tener en
México la política de empleador de última instancia (ELR), propuesta por los poskeynesianos; ya que dichos programas han
sido exitosos en los países donde han sido instrumentados, por
ejemplo, Argentina e India.
Es importante señalar, por un lado, que un programa de
empleador de última instancia puede crear efectos positivos en
la economía mexicana, como son: pleno empleo, mayor crecimiento, estabilidad de precios, disminución de la pobreza,
mejor distribución del ingreso, etcétera, y por otro, que dichos
beneficios son mayores que el costo político que genera su instrumentación. Por lo tanto, en México es económicamente viable y factible la instrumentación de un programa ELR, para mejorar las condiciones de vida de los mexicanos.
Por refuncionalización del papel del Estado se deberá entender no el regreso a las prácticas de intervención del Estado
derivadas del planteamiento keynesiano, sino la intervención del
Estado en la regulación de la actividad económica derivada de
las imperfecciones que se registran en el mercado; ya que contrario a lo que plantea el neoliberalismo económico ortodoxo,
los mercados no funcionan de manera perfecta, por eso hacen
necesaria la participación del Estado en la economía a través de
acciones concretas de regulación que tiendan a reducir los efectos negativos que las imperfecciones del mercado traen sobre el
proceso de desarrollo económico, sobre todo en los casos de las
llamadas economías emergentes.
En este sentido, el mantenimiento de sectores estratégicos en
poder del Estado es necesario a fin de evitar presiones inflacio-
279
280
narias o insuficiencia de oferta por efecto de la transferencia de
su propiedad al sector privado. Asimismo, la necesidad de que el
Estado proporcione servicios de salud pública, seguridad y educación básica son renglones que no pueden quedar en manos
del sector privado de la economía, debido a que este sector no
podría tener la capacidad de atender dichos servicios.
Finalmente, para corregir las imperfecciones del mercado
que dan lugar a la creación de monopolios, oligopolios y otras
formas de mercado que impiden la conformación de precios y
asignación de recursos eficientes, el Estado se encuentra obligado a establecer normas y acciones de regulación que tiendan a
reducir estos desajustes. Por ejemplo, ante el proceso de globalización y desregulación del sector financiero mexicano, que ha
dado lugar a la generación de un mercado oligopolio, es necesario establecer normas que lleven a regular de manera directa
los niveles de tasas de interés tanto pasivas como activas, a fin
de que el sector financiero se convierta en un promotor del financiamiento al sector productivo y, por ende, del desarrollo
económico de largo plazo en México.
Asimismo, frente a una generación insuficiente de empleos en
la economía mexicana, debido a los problemas que enfrentan
las pequeñas y medianas empresas, es necesario establecer programas de apoyo financiero a través de la banca de desarrollo
y del fomento de la inversión pública, con el fin de posibilitar
un efecto multiplicador de la inversión que lleve a mejorar las
expectativas de inversión del sector privado en la creación de
empleos.
Por otra parte, es necesario establecer lineamientos en las
políticas públicas, que si bien no logran el óptimo de Pareto buscan con su implementación disminuir la brecha cada vez más
grande entre ricos y pobres en la sociedad mexicana, mediante
la aplicación de un programa nacional de apoyo a la población
con niveles de ingresos inferiores a los dos salarios mínimos
mensuales, con el propósito de mejorar su calidad y expectativas
de vida, que se presentan sobre todo en la región sur de nuestro
país.
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281
La política social en los gobiernos de
la alternancia en México, 2000-2008:
continuidades, cambios y retrocesos
I
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Gerardo Ordóñez Barba
Introducción
En México la construcción del régimen de bienestar inició hace
muchos años y desde sus orígenes ha estado vinculado con algunas de las grandes tendencias que han marcado el devenir de
la política social en las sociedades occidentales. En nuestra propia Constitución vigente, surgida de un proceso revolucionario,
podemos constatar que al momento de su promulgación en 1917
ya contenía diversos artículos que para la época eran considerados de vanguardia. Este estatuto, junto con la Constitución de
Weimar de 1919, es reconocido entre los primeros ordenamientos del mundo que formularon un modelo alternativo al Estado
liberal de derecho, es decir, el Estado social de derecho. Contrariando los principios del laissez faire dominantes en aquella
época, la Constitución mexicana otorgó facultades a los poderes
públicos para intervenir en las actividades económicas, en el
ejercicio de los derechos individuales de empresa y propiedad,
en la tutela de los derechos laborales y en la distribución de la
riqueza nacional (tierra y recursos naturales); todo ello con el
superior propósito de proteger el interés nacional.
Partiendo de esta base y de otro conjunto de responsabilidades en materia de política social (educación primaria y salud
preventiva, básicamente), el Estado mexicano emprendió a lo
largo del siglo XX un conjunto de reformas que tendieron pu-
283
284
entes con algunos de los elementos constitutivos de los Estados
de bienestar surgidos en la segunda posguerra. Sin embargo,
como podemos constatar en los diagnósticos sociales, estos esfuerzos han sido insuficientes para cumplir con los compromisos
de universalidad que implican el reconocimiento constitucional
de los derechos a la educación, la salud, la seguridad social y a
una vivienda digna. El rezago que hoy en día padece casi la mitad de la población en la protección integral de estos derechos
es prueba contundente de la debilidad de nuestro sistema de
bienestar.
En nuestra perspectiva, el actual atraso de las políticas sociales se debe en gran parte a los negativos efectos que han venido
provocando las medidas de liberalización aplicadas a partir de
la década de 1980. Si bien es cierto que durante la etapa previa,
en particular entre 1940 y 1982, la política social estuvo estructuralmente subordinada al proyecto de industrialización y tuvo
entre sus beneficiarios centrales a los obreros, empleados públicos y de servicios, también se podía vislumbrar en la construcción del régimen de bienestar un proceso de inclusión gradual
y, al menos formalmente, con aspiraciones universalistas. Estas
peculiaridades, que de acuerdo con Emilio Duhau (1997) predominaron en Latinoamérica hasta los años setenta, han llevado
a ubicar a este modelo de bienestar como una forma de universalismo fragmentado (Duhau, 1995) o estratificado (Gordon,
1999), o como un Estado de bienestar rezagado u ocupacional
(Ordóñez, 2002) o de seguridad social limitada (Malloy, 1986).
Como argumentaremos, tras la crisis económica de 1982 se
pone en marcha una estrategia sistemática para redefinir la intervención del Estado en el desarrollo social, lo que ha ocasionado el retiro o estancamiento de la participación pública en
diversas áreas del bienestar. Las reformas liberales aplicadas en
las últimas casi tres décadas no han producido otra cosa que
ampliar las barreras de exclusión heredadas; su principal oferta
de cambio se ha centrado en la instrumentación de medidas
compensatorias cada vez más focalizadas. El endurecimiento de
las instituciones sociales de primer nivel, especialmente de la seguridad social, ha propiciado el mantenimiento de condiciones
que perpetúan la segmentación social e impiden a mucha gente
el ejercicio pleno de los derechos sociales asociados a la calidad
ciudadana. En opinión de Barba (2004), este proceso de reforma ha tendido a residualizar el régimen de bienestar.
En este contexto, nos proponemos en el presente trabajo precisar cuál ha sido la posición de los dos gobiernos federales sur-
gidos de la alternancia política (de Fox y Calderón), respecto de
las reformas sociales introducidas por las tres administraciones
priístas que los precedieron; en particular nos interesa valorar
de qué manera se ha traducido la oferta de cambio que prometía la culminación de la transición democrática, destacando
aquellos elementos que nos permitan identificar continuidades,
modificaciones o retrocesos en el manejo de la política social.
Para aproximarnos a estos objetivos de investigación, en primer lugar habremos de presentar una recapitulación del contexto económico, social y político, y de las principales reformas
implementadas entre 1982 y 2000 a las políticas de educación,
salud, seguridad social, vivienda, alimentación y combate a la
pobreza. En la segunda parte del documento se hará una reconstrucción de la oferta programática desarrollada por los gobiernos
panistas, a fin de confrontar sus planteamientos y estrategias respecto de las políticas y programas heredados. Al final buscaremos
definir en qué aspectos se diferencian estos últimos gobiernos
y cuál es el rumbo que está tomando el régimen de bienestar
mexicano.
La política social en la era de la liberalización económica: 1982-2000
En 1982, ante el recrudecimiento de los problemas económicos
derivados de la crisis (caída de la producción, hiperinflación,
fuga de capitales, cancelación de créditos internacionales, entre
otros), el gobierno mexicano se vio forzado a negociar con el
Fondo Monetario Internacional (FMI) un programa de estabilización que, entre otras cosas, incluía el compromiso de reducir
el déficit fiscal, que en ese año rondó alrededor del 14% del PIB
(Salinas, 1994). Cumpliendo con este objetivo, en 1983 se aplicó
un severo ajuste a las finanzas públicas que afectó con especial
énfasis al gasto social, el cual descendió 15% por encima de la
caída general del presupuesto programable, es decir, 30% (Salinas, 1994). En general, ninguna de las políticas sociales se salvó
de los recortes presupuestales, pero fueron los programas orientados a combatir la pobreza rural los que sufrieron las peores
consecuencias, al grado de la extinción.1 De éstos sólo se con1
Los programas eliminados ese año fueron: el Programa Integral para
el Desarrollo Rural (Pider), la Coordinación General del Plan Nacional de
Zonas Deprimidas y Grupos Marginados (Coplamar) y el Sistema Alimentario Mexicano (SAM).
285
286
servaron los programas de salud asistencial del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) y de distribución de alimentos de
la Compañía Nacional de Subsistencias Populares (Conasupo),
aunque ya con el ímpetu sensiblemente disminuido.
Resulta paradójico que en este contexto se aprobaran en 1983
dos iniciativas constitucionales en las que se establecieron los
derechos sociales a la salud y a una vivienda digna y decorosa.
También en ese mismo año se anuncia el inicio de los procesos
de descentralización de la educación básica y de la salud asistencial, lo cuales tardarían en concluir entre 10 y 15 años con la
transferencia de los servicios a la jurisdicción de los gobiernos
locales.
En la perspectiva de los cambios observados en los países que
emprendieron estrategias de desmantelamiento de sus Estados
de bienestar en esta misma década, la experiencia de México
resultó mucho más devastadora sobre una política social todavía
inacabada. Las razones no son pocas para suponer tal cuestión: la
caída del gasto social fue espectacular, fueron atacados especialmente los programas orientados a las poblaciones más débiles y
se adoptaron medidas para liberalizar (eliminación de subsidios,
privatizaciones, etcétera) buena parte de los bienes y servicios
públicos de consumo general (teléfonos, carreteras, alimentos, etcétera). Entre 1981 y 1988 los presupuestos programables total y
social habían descendido, respectivamente, de 29.4 a 19% y de
9.3 a 6.1% en relación con el PIB (Salinas, 1994).
Salinas de Gortari inició su periodo de gobierno en medio de
una situación económica que, si bien empieza a ser positiva, no
ha logrado superar problemas como los de la inflación, el déficit
público y la carga de la deuda externa. En los terrenos social y
político el panorama tampoco es favorable. En esos momentos
el sistema político vivió una de las peores crisis de legitimidad de
los últimos tiempos derivada de las insatisfacciones sociales por
los daños del ajuste económico, las dudas en torno a los procesos
electorales (incluido el que llevó a Salinas a la presidencia), la
corrupción gubernamental y política, y el deterioro de las organizaciones corporativas como instancias de gestión y representación social. En estas condiciones no fue casualidad que en
su discurso de toma de posesión el presidente haya propuesto
un acuerdo nacional para ampliar la democracia, recuperar estabilidad y crecimiento, y mejorar el nivel del bienestar popular
(Salinas, 1988).
Los compromisos sociales de la nueva administración federal
se sustentaban en un principio básico que, por lo menos formal-
mente, modificaba uno de los criterios centrales de la política
económica del gobierno anterior. Contra la premisa de que era
necesario crecer primero para después distribuir, se antepuso la
idea de crecer y distribuir como opciones paralelas no contradictorias. La promesa de ampliar los espacios de la democracia
completaba la oferta de un gobierno débil que pretendía, por
un lado, profundizar en el programa de ajuste económico y,
por otro, recuperar apoyo popular.
La articulación de estos dobles propósitos (crecimiento y distribución, ajuste y legitimación) se lograría, según el discurso
oficial, ampliando las funciones del Estado como promotor de
desarrollo social. Desde el punto de vista de la retórica tradicional, la posición de este gobierno pretendía dar continuidad a los
propósitos fundacionales del Estado posrevolucionario que, en
lo social, se había comprometido con la justicia y la equidad; no
obstante, el proyecto salinista, ideológicamente identificado con
el “liberalismo social”, se distanciaba de los que lo antecedieron
al inscribirse dentro de una racionalidad instrumental distinta.
Se buscaba romper con la lógica tradicional expansionista de las
políticas de bienestar que, aplicada bajo controles burocráticos
y/o corporativos centralizados, ejercía fuertes presiones sobre el
déficit público y resultaba incapaz para cubrir las necesidades
básicas de cada vez más mexicanos.
Dentro de la nueva racionalidad, la ampliación de las políticas sociales, y por consiguiente de su gasto, se llevaría a cabo
atendiendo dos criterios generales: control de las finanzas públicas y selectividad social y programática en la aplicación de los
recursos públicos. La financiación de los fondos adicionales necesarios para el mejoramiento del bienestar debía ser cubierta,
fundamentalmente, por medio de una reordenación de prioridades en la escala gubernamental, el ahorro público y el crecimiento de las recaudaciones fiscales. Para atender al criterio
de selectividad se decidió orientar los nuevos esfuerzos públicos
a atender “cuatro temas críticos”: erradicar la pobreza, garantizar la seguridad pública, dotar de forma suficiente de servicios
básicos a la población y restablecer la calidad de vida en la Ciudad de México (Salinas, 1988).
En el transcurso de ese sexenio la economía registró un crecimiento moderado pero sostenido, y las políticas sociales recibieron efectivamente un financiamiento importante que les
permitió recuperar en 1993 el nivel de gasto que tenían en
1981, y alcanzar en 1994 un máximo histórico (10.3% del PIB),
ocupando un poco más de la mitad del gasto programable de
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la federación, el cual se acercó al 20% del PIB (Zedillo, 1995).
Durante este gobierno tuvieron lugar las primeras medidas para
la privatización del sistema de pensiones y la liberalización del
mercado inmobiliario; además, se puso en marcha un ambicioso
programa de combate a la pobreza extrema rural y urbana, el
Programa Nacional de Solidaridad (Pronasol). Sin duda, durante este gobierno la situación mejoró en muchos aspectos en
relación con la etapa crítica del sexenio anterior; no obstante,
también en muchos sentidos la mejoría no fue suficiente para
restablecer las condiciones de vida previas a la crisis de 1982.
Resulta sobresaliente que aún con el flujo de recursos reportado, los servicios sociales no lograran, salvo algunas excepciones
(educación básica y programas de vacunación, principalmente),
ampliar sustancialmente su cobertura, sobre todo entre la población de menores ingresos. Una nueva crisis en 1995 abrió
de nueva cuenta un periodo de contracción que tuvo como primera víctima al Pronasol.
El ajuste a las finanzas públicas realizado durante el primer
año del gobierno de Ernesto Zedillo (1995-2000) se tradujo en
una disminución del gasto social en alrededor del 15%, caída
similar a la observada en el presupuesto programable. Si bien en
los siguientes años hubo una recuperación del financiamiento
para el desarrollo social, al grado de que en el año 2000 superó
en casi 25% al registrado en 1994 (Fox, 2003), la mayor parte
de ese crecimiento se orientó a restituir los fondos que perdió el
IMSS con la puesta en marcha de las reformas liberales al sistema
de pensiones en 1997. Éstas obligaron al Estado a incrementar
su participación de aproximadamente 5% en 1995 a más de
42% de los ingresos que se esperaba captaría directamente este
instituto en 1998, con lo cual se cubriría el total de las pensiones
en curso y parte de los seguros de enfermedades y maternidad,
invalidez, vida, guarderías, entre otras prestaciones sociales
(Secretaría de Hacienda y Crédito Público –SHCP–, 1998). Al
finalizar el sexenio las aportaciones federales a la seguridad social habían aumentado en casi 130% respecto de lo asignado en
1994. Derivado de ello, el resto de las políticas sociales registró
en el periodo un crecimiento presupuestal promedio moderado
(entre 2 y 2.3% anual) o, incluso, negativo (de 2.9% anual en el
caso de los programas de abasto y asistencia) (Fox, 2003).
Las iniciativas de este gobierno para las otras áreas del
bienestar se limitaron a consolidar procesos que habían iniciado durante las dos administraciones anteriores, como la descentralización de la educación básica y la salud asistencial, la
eliminación de subsidios a la alimentación y a la adquisición de
viviendas populares, así como a instrumentar programas compensatorios focalizados. En este último aspecto destaca la tardía intervención de ese gobierno en la implementación de tres
programas, publicados a mediados de la gestión, que cubrían
parcialmente el hueco dejado por el Pronasol. Éstos, además
de presentar una oferta limitada, establecieron condiciones de
elegibilidad extremadamente restrictivas: el Programa para Superar la Pobreza, con el que se rescatan algunas acciones productivas y de infraestructura; el Programa de Educación, Salud
y Alimentación (Progresa), diseñado para atender a población
rural en situación de indigencia; y el Programa de Ahorro y
Subsidios para la Vivienda Progresiva (VIVAH), orientado a ofrecer apoyos a las familias pobres para la construcción o mejoramiento de viviendas en la modalidad progresiva.
Para cerrar este apartado, enseguida se expondrá un recuento
de las principales reformas sociales instrumentadas en estos 18
años (de 1982 a 2000), ordenándolas según el orden cronológico
en que se fueron poniendo en práctica:
Descentralización de la educación básica. La reforma educativa emprendida por Miguel de la Madrid en 1983 tuvo como
una línea de trabajo prioritaria la redistribución de responsabilidades entre los gobiernos federal y estatales para ayudar a
racionalizar la asignación de recursos, a diversificar y ampliar
las fuentes de financiamiento, a mejorar los resultados y a homogeneizar los contenidos. Este proyecto tuvo como base los
trabajos previos que había iniciado la Secretaría de Educación
Pública (SEP) en 1979 en materia de desconcentración administrativa, mediante la creación y desarrollo de delegaciones generales en cada entidad federativa; las cuales en 1982 ya “operaban totalmente los servicios de educación inicial, preescolar,
primaria, indígena, especial, física, secundaria (general, técnica
y telesecundaria), normal y adultos” (Reyes, 1986).
Con esta plataforma de despegue, la federación propuso, por
medio del Plan Nacional de Desarrollo 1983-1988 y de otros
decretos que aparecieron en 1983 y 1984, la bases para descentralizar al sector. En su formulación, la descentralización era
entendida como un proceso gradual, negociado con cada uno
de los gobiernos estatales, que buscaba la integración de los servicios educativos de todo tipo, con excepción de la educación
media superior y superior, en un sólo órgano de coordinación
local.
Con ello se pretendía que el encargado de esta dependencia, que sería nombrado conjuntamente por la SEP y el gobier-
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no estatal en cuestión, tuviera las facultadas para administrar
y coordinar los servicios que hasta ese momento venían siendo
prestados de manera independiente por la federación y los estados. El logro de este propósito significaba incorporar en administraciones territoriales únicas a alrededor de 19 millones de
estudiantes y a cerca de 600 mil profesores registrados en 1983,
de los cuales aproximadamente 24 y 23%, respectivamente,
pertenecían a sistemas estatales.
Al tomar en cuenta las diferencias en las condiciones laborales
de los maestros entre los sistemas federal y estatales y como una
forma de evitar las resistencias del poderoso Sindicato Nacional
de Trabajadores de la Enseñanza (SNTE), la reforma consideró oportuno no modificar sus respectivos regímenes jurídicos
y administrativos; de tal suerte que se mantienen sin cambios
las relaciones laborales, los derechos individuales y colectivos,
las normas de funcionamiento y la propiedad de los inmuebles.
Sobre esta base, y después de sortear las resistencias de algunos
gobernadores y la oposición del sindicato, comenzaron a concretarse los acuerdos para la creación de las Direcciones Generales de Servicios Coordinados de Educación Pública en cada
estado.
Fue en 1987 cuando se logró completar la transferencia de
los servicios educativos a todas las entidades del país, con excepción del DF y del Estado de México, que continuaron dentro
del régimen jurídico y administrativo anterior (Martínez y Zicardi, 1992). Tomando como punto de partida estos avances, el
gobierno de Salinas emprendió un nuevo programa de modernización educativa que culminó con la descentralización de los
servicios de educación básica y normal a los 31 gobiernos estatales en 1993, quedando igualmente fuera de los acuerdos el
DF.
Descentralización de la salud asistencial. Para ampliar la
cobertura de la sanidad a la población abierta, Miguel de la Madrid buscó una mayor participación de los gobiernos estatales
con el llamado Sistema Nacional de Salud (SNS). La puesta en
marcha de esta iniciativa comenzó con la reforma al artículo
4º constitucional en 1983, para alentar “la concurrencia de la
Federación y las entidades federativas en materia de salubridad
general” (Diario Oficial de la Federación –DOF–, 3-II-1983).
Con la promulgación de la Ley General de Salud en 1984 se
reglamentan las bases de un incipiente proceso descentralizador, con el que se proponía puntualizar y/o redistribuir competencias y crear sistemas estatales de salud (SESA). En el SESA las
administraciones locales tendrían la capacidad de decisión para
planear, organizar y desarrollar las actividades del sector dentro
de su territorio.
Este proceso fue interrumpido en 1987, “debido en parte a
las quejas de los beneficiarios y del personal por el deterioro de
la calidad de los servicios que administraban los gobiernos estatales” (Friedmann et al., 1997: 394-395). Durante la década de
1990 se reactivó la transferencia con un número mayor de gobiernos, hasta completar a las 31 entidades federativas en 1998.
Independientemente de que la descentralización de la salud
haya tardado en madurar más de 13 años y que pudiera tener
efectos positivos sobre la organización de los recursos en el territorio y el conocimiento de la problemática en sus particularidades regionales, existe una serie de interrogantes que desde su
origen planteaba la reforma. Almada (1986) identifica dos riesgos en torno a la descentralización emprendida en esta época:
una posible desvinculación entre la esfera normativa, de concepción y evaluación en poder de la Secretaría de Salud (SS) y la
ejecución de las decisiones en manos de los gobiernos estatales;
y las debilidades estructurales que padecían (y en algunos casos,
continúan padeciendo) estos últimos gobiernos.
Eliminación de los subsidios generalizados a la alimentación.
La política alimentaria, al igual que el combate a la pobreza rural, experimentó algunas de las peores consecuencias del ajuste
presupuestal registrado en el sexenio de Miguel de la Madrid. El
primer paso fue la eliminación del Sistema Alimentario Mexicano (SAM) en 1983. Dado el relativo fracaso de las anteriores
políticas (fundamentalmente del SAM y de los subsidios generalizados aplicados por la Conasupo) y ante la austeridad impuesta
por la crisis económica, el gobierno puso en marcha un programa de reestructuración de la política, indicado en los planes
nacionales de Desarrollo (PND) y de Alimentación (PNA), que se
propuso modificar las dimensiones de la intervención estatal
en todas las fases del ciclo alimentario (producción, transformación, comercialización y consumo); de tal forma que pudieran beneficiar sólo a los sectores de más bajos recursos y atender
a un estricto control de prioridades. Se identificó como sectores
sociales preferentes a los habitantes de regiones particularmente
afectadas por la desnutrición, los lactantes, los preescolares y las
mujeres en gestación (Secretaría de Gobernación, 1988).
La aplicación de la estrategia significó para la Conasupo, que
era la institución medular de la política alimentaria, la reestructuración de sus bases de funcionamiento. A grandes rasgos, pasó
de ser un organismo dedicado a distribuir alimentos a importa-
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dor de granos, de aplicar subsidios generalizados (al maíz, frijol,
arroz, oleaginosas y sorgo) a subsidios específicos (tortillas, leche
y harina de maíz) para sectores empobrecidos y de establecer
controles de precios a regulador de mercados. “En la práctica
se conservarían los subsidios al consumo de tortilla y leche pero
convertidos en programas restringidos que alcanzaban a los pobres de manera irregular y azarosa, debido a los complejos procedimientos burocráticos para lograr los documentos necesarios
para obtener esos beneficios” (Brachet y Sherraden, 1993: 345).
Dado el deterioro económico que siguió registrando el país
y considerando sus consecuencias sobre el poder adquisitivo de
la población, el gobierno comenzó a flexibilizar su estrategia
casi al finalizar el sexenio por medio de dos programas alternativos: de Protección al Salario y Consumo Obrero y Acciones de
Apoyo a la Economía de la Familia Campesina, esto en 1986.
En diciembre de 1987 se hace público un acuerdo entre el gobierno y los sectores obrero, campesino y empresarial, llamado
Pacto de Solidaridad Económica (PSE), en el que se propone
frenar la inflación con ajustes a las finanzas públicas, negociaciones salariales congruentes con el objetivo antiinflacionario y
reducciones a los aranceles. De manera compensatoria al efecto
generalizado por la contención salarial, el Estado retomó temporalmente la política de subsidios generales a partir de 1988,
siendo de nuevo abandonada en 1990 (Friedmann et al., 1997).
La reorientación de la política alimentaria observada en este
gobierno constituyó el núcleo central de las directrices adoptadas por las dos administraciones federales que siguieron en turno: el desmantelamiento de la Conasupo continuó y sólo se buscaron nuevas alternativas para ampliar los subsidios específicos.
Privatización de las pensiones. Durante la segunda mitad de
su administración, Salinas de Gortari propuso cambios a diversos artículos de las leyes que norman la actividad y responsabilidades de la seguridad social, con el propósito de evitar su
posible quiebra financiera, sobre todo en lo relativo al seguro
de pensiones, formalmente llamado Seguro de Invalidez, Vejez,
Cesantía y Muerte (SIVCM). Con estas enmiendas, que se formalizaron después de un largo proceso de negociación con empresarios y sindicatos (Bertranou, 1995), el gobierno se propuso
romper con el régimen redistributivo intergeneracional (también llamado “de reparto”) que permitía pagar las pensiones
en curso y, con sus excedentes, cubrir parte de la expansión
física requerida por el Seguro de Enfermedades y Maternidad
(SEM); es decir, la salud. Este esquema, de acuerdo con las pre-
dicciones, entraría en una etapa crítica al confluir dos factores:
los crecientes déficit del SEM y la reducción del superávit del
SIVCM, debido al envejecimiento de la población. En estas condiciones financieras, según el pronóstico oficial, en un futuro no
muy lejano les sería imposible a las instituciones garantizar a sus
asegurados el disfrute pleno de ambas prestaciones sociales.
Anticipándose a ese evento, la administración de Salinas emprendió entre 1992 y 1993 la aprobación legislativa de reglas
distintas para la conformación de los fondos de pensiones, creando el Sistema de Ahorro para el Retiro (SAR) (DOF, 27-III1992 y 20-VII-1993). Esta reforma tuvo como objetivo central
sustituir al viejo régimen de reparto, estableciendo la individualización de las aportaciones tripartitas. Con el nuevo sistema las
contribuciones comenzaron a depositarse en cuentas individuales únicas que con el tiempo formarían los recursos necesarios
para el sostenimiento de cada pensionado. Como veremos, con
esta iniciativa también se modificó la dinámica de los fondos
de vivienda al incorporarlos como una subcuenta dentro de la
estructura del SAR.
En los decretos originales de 1992 y 1993 se preveía que las
cuentas individuales del SAR serían administradas por instituciones de crédito o entidades autorizadas por la Comisión Nacional del Sistema de Ahorro para el Retiro (CONSAR), órgano
federal dependiente de la Secretaría de Hacienda y Crédito
Público (SHCP). Muchas de las ideas comprendidas en este
proyecto serían aterrizadas y ampliadas durante el sexenio siguiente con la aprobación de nuevas reformas a la Ley del Seguro Social (en 1995) y a la Ley de Sistemas de Ahorro para el
Retiro (en 1996), las cuales entraron en vigor a partir del segundo semestre de 1997.
Con los cambios a los ordenamientos jurídicos promovidos
entre 1995 y 1996, el gobierno concretó las reglas de integración
y funcionamiento del sistema de seguridad social, que entraría
en vigencia el primero de julio de 1997. En lo referente a la
reforma de las pensiones se estableció que el SAR estuviera integrado por tres subcuentas: la primera, constituida con los seguros para el Retiro, Cesantía en Edad Avanzada y Vejez (RCV);
la segunda, nutrida con aportaciones voluntarias adicionales de
los propios trabajadores; y la tercera, conformada con el Fondo
para la Vivienda (FV). Para los dos primeros fondos se dispuso
la instauración de Administradoras y Sociedades de Inversión
Especializadas en Fondos para el Retiro (AFORES y SIEFORES),
como sociedades mercantiles sujetas al control de la CONSAR,
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con capacidad para manejar e invertir las cuentas individuales
en bonos gubernamentales o en diversos instrumentos privados
que generen rentas y respalden actividades productivas.
Dentro de este esquema cada trabajador podrá elegir libremente a la entidad que administrará sus ahorros, y éstas, a cambio de una comisión, adquieren el compromiso de garantizar
un rendimiento anual de por lo menos 2% por encima de la
inflación. Para el caso del FV, se determinó que los recursos siguieran operando bajo el control del Instituto del Fondo Nacional de la Vivienda para los Trabajadores (Infonavit), aunque
ahora observando características similares a las de una AFORE
en la medida que esos fondos serán reportados en las cuentas
individuales.
Desde el punto de vista de los efectos de la reforma en los
montos de las pensiones y de las prestaciones económicas derivadas de otros riesgos, la situación aún es incierta; no obstante,
analizando con más detalle la nueva Ley del Seguro Social (DOF,
21-XII-1995), encontramos diferencias con la anterior en dos
aspectos: en primer lugar, se proyecta incrementar la pensión
mínima de invalidez, vejez o cesantía en edad avanzada, de 80 a
100% de un salario mínimo (aunque ahora del DF), lo que representa una mejoría marginal tomando en cuenta el gradual deterioro del poder adquisitivo de dicho salario (art. 168 de ambas
leyes); en segundo lugar, con la nueva ley se incrementa en 2.5
veces el número de semanas cotizadas al IMSS (de 500 a 1,250;
es decir, de casi 10 a un poco más de 24 años) que deberá cubrir
un trabajador para tener derecho a una pensión por cesantía,
a partir de los 60 años de edad, y por vejez, de los 65 años en
adelante (arts. 154 y 162). De no alcanzarse esa cifra por algún
accidente o enfermedad profesional que deje al trabajador incapacitado permanentemente, se deberá contratar un “seguro
de sobrevivencia”, cuyo monto será determinado por los ahorros de la cuenta individual y por una aportación adicional del
IMSS. En caso de muerte se mantendrá la misma composición
de recursos y la aseguradora pagará a los beneficiarios una renta
vitalicia (art. 159).
De entrada, estos elementos permiten apreciar la persistencia
de un nivel de protección social precario para aquellos individuos (y sus dependientes) que pudieran encontrarse en situación
de pobreza al momento de la jubilación o de sufrir una enfermedad o un accidente que los deje incapacitados de manera permanente o les cause la muerte. Según Rangel (1995), los peores
efectos de este probable panorama perjudicarían mayormente a
las mujeres, debido a su menor disponibilidad de ingresos, a su
mayor longevidad y, en general, a sus desfavorables condiciones
de subsistencia, salud y posición dentro de la estructura social.
En general, el escenario proyectado por la nueva ley no garantiza una mejoría sustancial respecto de las condiciones previas,
tomando en cuenta la actual distribución salarial y la evolución negativa del empleo, los salarios y la inflación, así como
las restricciones de la competencia en el mercado privado de
pensiones y los costos adicionales que implica la reforma, tanto
para los individuos (comisiones y primas de riesgo) como para el
Estado (pago de pensiones actuales e incremento de subsidios al
IMSS debido a su descapitalización) (Ulloa, 1996).
Liberalización del mercado inmobiliario. El Programa Nacional de Vivienda 1990-1994 estimaba que era indispensable
construir 1.3 millones de viviendas y mejorar 1.5 millones más,
a fin de evitar el incremento del déficit. Siguiendo a Ruiz (1994:
231-232), para lograr este propósito era necesario modernizar
los organismos encargados de su financiamiento:
Disminuir el subsidio en el otorgamiento de los créditos para los
sectores medios y de bajos ingresos y apoyar más acciones de
vivienda progresiva y mejorada; buscar mecanismos más eficientes
para la asignación de los recursos a modo de canalizarlos a quienes
más lo necesitan; conservar el valor real de las aportaciones no utilizadas evitando los subsidios cruzados; inducir mayor oferta de
vivienda nueva del sector privado y fomentar la autoconstrucción.
Para el sector público, los cambios en las directrices de la política
tuvieron implicaciones de muy diversa índole dependiendo de la
función social y características particulares de cada organismo,
pero de manera unívoca tendieron a reducirlo a un soporte financiero complementario de las acciones de la banca comercial
y de las empresas constructoras. Dadas las restricciones prevalecientes en el entorno financiero al inicio de este sexenio, el
programa de reformas en materia habitacional necesariamente
tendría que avanzar de forma paralela al proceso de liberalización económica, sobre todo en lo relativo a la desregulación y
reprivatización de las instituciones bancarias. Con este fin, entre
1989 y 1991 se estableció una serie de modificaciones a la legislación que permitirían, entre otras cosas, la eliminación paulatina del encaje legal, que obligaba a destinar ahorros a viviendas
de interés social, y la venta de los bancos a particulares (Aspe,
1993). Utilizando el nuevo marco legal, entre 1991 y 1992 fueron vendidas las 18 instituciones que habían sido nacionalizadas
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por López Portillo en 1982, pero ahora contando con mayor
libertad para otorgar créditos y definir tasas de interés, en medio
de un supuesto ambiente de mercado competitivo.
La conclusión de esta faceta de la reforma del Estado tuvo
efectos inmediatos en la política habitacional. La banca privatizada se convirtió en el agente principal de la política, con capacidad para articular la estructura financiera de los créditos individuales, procurando conciliar dos elementos: las prioridades
y restricciones públicas y el ingreso familiar. En 1992 la banca
incrementó en más de 500% el volumen de recursos invertidos
en vivienda, acrecentando en casi 42% su participación en la
inversión nacional; en la cual nuevamente ocupó, después de
muchos años de haberlo perdido, el primer lugar en la provisión
de financiamiento con 68.4% del total (Salinas, 1994).
Con los movimientos en la escala financiera registrados a partir de 1992, el país pudo contar con una mayor cantidad de
recursos (aproximadamente 2.5 veces más que en 1991) para
cubrir las necesidades de vivienda. Esta disponibilidad adicional
de inversión inmobiliaria, sin embargo, no se tradujo en menores
costos sociales ni en beneficios para todo el conjunto nacional;
por el contrario, tuvo repercusiones negativas que afectaron en
mayor medida a los sectores sociales de menores ingresos, incorporados o no a los sistemas de la seguridad social. Para los asegurados, las repercusiones provinieron tanto de la nueva política
de recuperación de créditos de sus instituciones, que exigía por
lo menos mantener el valor real de las inversiones dadas las condiciones establecidas por el SAR, como por la complementariedad financiera auspiciada por la banca, que cobraría intereses
de mercado; ambos elementos confluyeron en un aumento de
la carga individual que debía pagarse por la adquisición de una
vivienda de interés social.
Para la población potencialmente usuaria del financiamiento
del Fondo de Operación y Financiamiento Bancario a la Vivienda (FOVI), tradicionalmente los sectores medios de la sociedad,
los impactos fueron similares tomando en cuenta la eliminación
del subsidio y el aumento de la participación bancaria en la
composición de los préstamos. Finalmente, para el resto de la
población que no contaba con un empleo formal o que por
su nivel de ingreso no podía acceder a los circuitos financieros
públicos y/o privados, el acceso a recursos de tipo habitacional
fue cada vez más limitado (Villavicencio, 1997).
En resumen, la reforma de la política habitacional trajo consigo, por un lado, un crecimiento sin precedentes de la inversión
disponible que, como aseguran los datos oficiales, sirvió para
financiar alrededor de 1.9 millones de viviendas, una cantidad
cercana a 73% de la cifra acumulada entre 1925 y 1988 (Ruiz,
1994: 265, cuadro 2). Por otra parte, no obstante esta expansión, los canales de acceso a dichos recursos y bienes se fueron
estrechando para los sectores más pobres de la sociedad, incluso
dentro de aquellas instituciones que formalmente debían atenderlos. En otras palabras, la acción inmobiliaria promovida por
el Estado en este sexenio se entrampó en un doble efecto: la
ampliación de la oferta y el incremento de la desigualdad. La
quiebra técnica del sistema bancario nacional, producida por la
crisis de 1994-1995, que llevó a muchos acreditados a devolver
las viviendas o a declararse insolventes, puso en duda, además,
la eficacia de esta opción como ordenadora de la política dentro
de un marco regulador prácticamente abierto.
Mayor focalización en la lucha contra la pobreza. Como ya se
ha comentado, la crisis económica de principios de los ochenta
ocasionó que durante la gestión de Miguel de la Madrid la mayoría de los programas de combate a la pobreza desapareciera.
En el sexenio de Carlos Salinas (1988-1994) la lucha contra la
pobreza volvió a la agenda de gobierno, pero mediante políticas que no estuvieran en contradicción con el mercado, lo que
dio origen al Pronasol. Este programa rescató parte de la experiencia adquirida con el Pider y la Coplamar, pero introdujo
algunas novedades, ya que se orientó no sólo a la población rural sino también a la urbana, a los indígenas y a otros grupos
vulnerables, e involucró a los ayuntamientos y la participación
comunitaria en un esquema descentralizado de gestión.
Con el Pronasol se propuso abatir la pobreza en tres vertientes
de acción: solidaridad para el bienestar social (salud, alimentación, educación, vivienda, servicios básicos y regularización
de la tenencia de la tierra); solidaridad para la producción y solidaridad para el desarrollo regional. Este programa fue objeto de
un amplio debate nacional y de una extensa campaña publicitaria. Para la federación representaba la punta de lanza de una
nueva estrategia de política social; para sus críticos significaba
una forma de control político que vendría a renovar las vencidas
estructuras corporativas del partido en el gobierno.
De la revisión de esta iniciativa y de las que la precedieron,
puede concluirse que la lucha contra la pobreza en México efectivamente pasó por un proceso de transformación, en el cual
no dejaron de aprovecharse la experiencia y los conocimientos
acumulados como elementos de partida para mejorar o innovar
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la actuación gubernamental. En otras palabras, hasta aquí no
hubo un punto de ruptura significativo que permita identificar
los cambios que suponían el tránsito hacia un esquema de intervención distinto al que se desarrolló en la década de 1970. Por el
contrario, puede argumentarse que el diseño del Pronasol representa la síntesis más acabada de la estrategia proyectada en esos
años, pero ampliada a los ámbitos rural y urbano. En esencia, se
siguió planteando como alternativas para salir de la pobreza la
combinación de una amplia gama de medidas de bienestar, de
apoyo a las actividades productivas y de desarrollo regional; perduró la participación coordinada de muchas agencias federales;
se mantuvo la idea de involucrar a los gobiernos locales y a los
propios beneficiarios en distintas etapas del proceso de gestión,
ejecución y fiscalización de los programas; finalmente, también
persistió la concepción de “la comunidad” como unidad básica
de trabajo.
En este marco, las diferencias más significativas que encontramos entre las iniciativas de los años setenta y Solidaridad radican en su relación con los entornos económico e institucional.
En general, se procuró desvincular el combate a la pobreza de
factores que incidieran negativamente sobre el comportamiento
de las variables macroeconómicas o distorsionaran el funcionamiento de los mercados. El control del déficit fiscal fue el principal objetivo y a él se supeditó todo el conjunto de políticas
involucradas en el desarrollo social. La eliminación de la mayoría de los subsidios generalizados a la producción y consumo de
alimentos, y la reducción o el retiro de la participación estatal
en diversas áreas del desarrollo, han sido algunas de sus principales consecuencias. Estos cambios, si bien realzaron el papel
del Pronasol al situarlo como el único canal de acceso a recursos
públicos para la población pobre, también provocaron su aislamiento y dificultaron las posibilidades de integración de sus
beneficiarios a políticas de bienestar más estables y de mayor
alcance.
Ante este escenario, lejos de proponer modificaciones tendentes a ampliar el rango de acción de los programas orientados
a combatir la pobreza, el gobierno siguiente decidió establecer
una iniciativa mucho más restrictiva y focalizada. Al inicio de
su administración, Ernesto Zedillo (1994-2000) desaparece el
Pronasol, el cual es sustituido por el Programa para Superar
la Pobreza (publicado tardíamente, a mediados de su gestión,
en donde se rescatan algunas acciones productivas y de infraestructura) y por el Programa de Educación, Salud y Alimenta-
ción (Progresa), que inició en 1997 y fue diseñado para atender
sólo a población rural en situación de indigencia, otorgándoles
apoyos económicos y en especie para mejorar su situación alimentaria, educativa y de salud.
La política social de la alternancia política: 2000-2008
En el marco de las reformas sociales que se fueron instrumentando en los tres sexenios anteriores, el primer gobierno surgido
de la oposición, después de más de 70 años con un sistema de
partido dominante, no logró desarrollar una propuesta alternativa, limitándose a dar continuidad a las políticas heredadas.
Las modificaciones introducidas por el gobierno de Fox en el
manejo de la política social se restringieron a la puesta en marcha de un Seguro Popular contributivo como vía para acceder a
los servicios de salud asistenciales, la extensión de la cobertura
de Progresa (ahora Oportunidades) al ámbito urbano y la instrumentación de una serie de programas altamente focalizados
incluidos en la llamada estrategia Contigo (Hábitat, Microrregiones, Desarrollo de comunidades indígenas, entre otros).
El segundo gobierno incluido en este periodo, el de Felipe
Calderón (2007-2012), que es de la misma extracción partidista,
ha optado en gran parte por mantener la estructura programática de su antecesor; no obstante, también ha puesto en marcha
una serie de programas para la superación de la pobreza que
igualmente resultan altamente focalizados y, en algunos casos,
hasta discriminatorios. Recientemente todos los programas de
este tipo han sido integrados a una nueva estrategia denominada Vivir Mejor, la cual, como veremos, al menos introduce
un planteamiento novedoso de la política social y su vinculación
con la política económica, así como algunas nuevas iniciativas
que buscan reducir las desigualdades regionales y los rezagos
acumulados en materia educativa en los niveles medio superior
y superior.
Desde el punto de vista del desempeño económico, debemos mencionar que ambos gobiernos han estado inmersos en
un entorno internacional poco favorable que ha impedido a la
economía crecer a las tasas requeridas para potenciar el desarrollo. Entre 2001 y 2006 el PIB nacional apenas creció a una
tasa promedio anual de 2.3%, en 2007 fue de 3.3% y se prevé
que en 2008 sea de 2.7% (Calderón, 2008). Además de la cri-
299
300
sis hipotecaria y la desaceleración de la economía estadounidense iniciada en 2007, en 2008 se presentaron una serie de
condiciones adversas adicionales, como son elevados precios del
petróleo y la escasez de alimentos, que han afectado negativamente las proyecciones de crecimiento de los próximos años.
Como una consecuencia inmediata se observó una escalada de
precios en los productos básicos que impactó directamente la
economía de las familias, sobre todo a las de menor ingreso.
Esta situación, como también expondremos con mayor detalle,
ha forzado a la administración de Calderón a instrumentar medidas para incentivar la producción de alimentos y paliar los
efectos de la inflación alimentaria entre los más pobres.
En este contexto, en lo que resta de este trabajo daremos
cuenta de los principales cambios incorporados por los gobiernos panistas a las políticas sociales heredadas; para lo cual habremos de seguir el mismo orden de presentación de la sección
anterior retomando, a manera de contrastación, las frases que
sintetizan el espíritu de las reformas ya descritas.
Descentralización de la educación básica. En este aspecto
ninguno de los dos gobiernos ha propuesto cambios sustanciales al esquema de descentralización iniciado en 1983 y parcialmente concluido en 1993. En este sentido, tampoco ha habido
avances en la transferencia de los servicios de educación básica a
las autoridades del Distrito Federal, que se mantienen reticentes
a recibir las responsabilidades y compromisos implícitos. En
lo único que se ha intentado introducir modificaciones en estos
niveles educativos es en el mejoramiento de la calidad a través de
iniciativas que buscan dotar de nuevas tecnologías de enseñanza
(Enciclomedia), y la implementación de pruebas nacionales de
conocimientos (Enlace) y de programas compensatorios para incentivar el desempeño en las aulas (Escuelas de Calidad).
Con este mismo objetivo, en el gobierno de Calderón la SEP
y el SNTE firmaron en mayo de 2008 la Alianza para la Calidad
de la Educación con la que se propone: la modernización de
los centros escolares (equipamiento, tecnología, infraestructura,
etcétera), la profesionalización de los maestros y autoridades
educativas, el bienestar y desarrollo integral de los alumnos (alimentación, becas, etcétera), la formación integral de los alumnos para la vida y el trabajo (reforma curricular) y la evaluación
permanente y sistemática. Como veremos en el apartado de superación de la pobreza, a través de la estrategia Vivir Mejor se
busca ampliar la oferta educativa para los niveles de educación
media superior y superior mediante el otorgamiento de becas
vinculadas al programa Oportunidades.
Descentralización de la salud asistencial. Las acciones que se
han emprendido en los últimos ocho años lejos de modificar
el proceso de descentralización de los servicios de salud a población abierta han tendido a fortalecerlo, ofreciendo incentivos
a los gobiernos locales para que asuman los nuevos programas
federales, como el de Seguro Popular, iniciado en el periodo
de Fox, y el de Seguro Médico para una Nueva Generación,
impulsado por Calderón desde el inicio de su mandato. Cabe
destacar que a través de ambos seguros se propone lograr la
universalización de la salud en el año 2010, según se destaca en
los compromisos de Vivir Mejor. Este propósito implica ampliar
la cobertura de casi 22 a 60 millones de personas aseguradas en
tan sólo tres años.
Aunque se reconoce que para lograr esta meta se requerirá
de un enorme esfuerzo presupuestal y la ampliación de la infraestructura existente, nos parece que habría que considerar
las principales críticas que se han hecho al Seguro Popular, entre
las que sobresalen la baja calidad de los servicios que se ofrecen,
sobre todo en las entidades más pobres, y una escasa cobertura
en el medio rural. Respecto al otro seguro, sólo añadiría que a
nuestro juicio resulta profundamente injusto en la medida que
se propone atender únicamente a los niños nacidos a partir del
1 de diciembre de 2006, es decir, el día en que Calderón asumió
el poder; adicionalmente las familias de estos niños serán incluidas en el Seguro Popular. Tales despropósitos implican una
discriminación abierta para millones de niños y niñas que no tuvieron la suerte de ser considerados como parte de una “nueva
generación”.
Eliminación de los subsidios generalizados a la alimentación.
Como ya lo mencionamos, ante la situación de escasez e incremento de los precios internacionales de los alimentos básicos, el gobierno de Calderón anunció la puesta en marcha de
una estrategia emergente denominada Acciones de Apoyo a la
Economía Familiar con tres objetivos principales: facilitar el
abasto y el acceso de los consumidores a los mejores precios de
los alimentos en el mercado internacional, impulsar la producción de alimentos y aumentar la productividad en el campo, y
proteger el ingreso y fortalecer la economía de las familias más
pobres. Si bien las medidas concretas que se adoptaron con esta
estrategia no significan el retorno indiscriminado a la política de
subsidios generalizados que se privilegió en la década de 1970,
su instrumentación sí implica un cambio en la gestión de la
política alimentaria y en el manejo de otros subsidios.
301
302
Entre las acciones a desarrollar se encuentran: la reducción
o eliminación de aranceles e impuestos a la importación de
trigo, arroz, maíz, frijol, leche en polvo, sorgo, pasta de soya,
fertilizantes nitrogenados e insumos químicos; créditos preferenciales a los pequeños productores y financiamiento para la
compra de tractores, maquinaria y equipos; el impulso a la tecnificación del riego y el fortalecimiento de todos los programas
que apoyan a los productores de maíz, frijol, caña de azúcar y
leche; el mantener el apoyo generalizado al precio de la gasolina, diesel y gas LP; el sostener sin cambios el precio de la leche
Liconsa y la harina de maíz que se vende en la tiendas Diconsa;
y, por último, incrementar los montos en dinero en 120 pesos
mensuales que se otorgan a beneficiarios de Oportunidades,
del Programa Alimentario para Zonas Marginadas y el Programa Alimentario de Diconsa (http://www.presidencia.gob.mx/
prensa/?contenido=35792, consultada el 14 de abril de 2009).
Lo único que aún no se sabe es cuánto durará la aplicación de
las medidas de apoyo al consumo e ingreso familiar, si son financieramente sustentables en el mediano plazo los subsidios a
la gasolina, el diesel y gas (que representan alrededor de 20 mil
millones de dólares), y si una vez pasada la emergencia se mantendrán los incentivos a la producción en el campo.
Privatización de las pensiones. En materia de pensiones las
medidas tomadas en los últimos ocho años han tendido a fortalecer el régimen heredado, haciendo ligeros ajustes a la regulación de las administradoras privadas de los fondos pensionarios para reducir comisiones y propiciar una mayor competencia
entre ellas. En sintonía con la reforma iniciada en 1992, en
2007 se aprobaron cambios a la Ley del Instituto de Servicios
de Seguridad Social para los Trabajadores de Estado (ISSSTE)
(DOF, 31-III-2007), estableciendo un régimen de pensiones para
los empleados públicos federales similar al que ya se aplica a
los trabajadores de la iniciativa privada, el cual entró en vigor
en julio de 2008. Si bien hay algunas diferencias entre uno y
otro esquema, en ambos casos se busca romper con el sistema
de reparto o de solidaridad intergeneracional dando paso a la
individualización de las cuentas y, en un plazo de tres años, a su
transferencia a la administración privada de los fondos para el
retiro.
Liberalización del mercado inmobiliario. En el caso de la
vivienda tampoco ha habido cambios que indiquen una nueva
orientación en la oferta inmobiliaria. En general, en los casos de
las familias que cuentan con seguridad social o tienen capaci-
dad de pago, la participación pública se mantiene sólo como un
soporte complementario del financiamiento de la banca comercial y de las empresas constructoras. Para el resto, cuyo ingreso
familiar es inferior a dos salarios mínimos, se han desarrollado
dos programas marginales que iniciaron en la administración
de Ernesto Zedillo y que son administrados por FONHAPO: el
Programa de Vivienda Rural y Programa de Ahorro y Subsidio
para la Vivienda “Tu Casa” (en el sexenio de Zedillo este último
se denominaba “VIVAH”). A éstos se suma una serie de iniciativas que busca modificar ciertas condiciones constructivas de
las viviendas de los hogares en pobreza (Piso Firme), dotar de
certeza jurídica los derechos de propiedad (Regularización de la
Tenencia de la Tierra) o mejorar el entorno urbano (Hábitat).
Mayor focalización en la lucha contra la pobreza. En lo relacionado con la superación de la pobreza los dos primeros años
del gobierno de Vicente Fox se pueden caracterizar como de un
cierto inmovilismo, pues si bien le da continuidad al Progresa,
es hasta 2002 cuando lanza una “nueva” estrategia con el nombre de “Contigo”, la cual integró alrededor de 16 programas;
la mayoría de ellos habían sido creados durante las administraciones anteriores y los que se fueron creando en este sexenio
(Hábitat, Microrregiones, Zonas de Alta Marginación y Desarrollo de Comunidades Indígenas) tuvieron una muy baja participación de los presupuestos para la superación de la pobreza.
De estos fondos sólo Oportunidades y el Fondo de Apoyo para
la Infraestructura Social (FAIS) ejercían más de la mitad de los
recursos totales.
Desde este punto de vista, se puede concluir que la lucha contra la pobreza en el gobierno de Fox siguió concentrada en las
áreas que ya habían sido perfiladas durante el sexenio anterior;
incluso se observó una mayor presencia de Oportunidades, lo
que en parte se explica por la ampliación de su cobertura al
ámbito urbano, la expansión de los apoyos educativos a niveles
de educación media superior y la inclusión de un nuevo subprograma (que consiste en la conformación de un fondo de ahorro
que estará disponible para los beneficiarios de becas educativas
cuando concluyan la educación media superior).
Del mismo modo como lo han hecho diversos gobiernos en
el pasado, el de Felipe Calderón también estableció en abril de
2008 una estrategia integradora que denominó Vivir Mejor, con
la cual se propone “ordenar a las políticas públicas en tres acciones principales: continuar desarrollando las capacidades de
los mexicanos, en especial de las niñas y los niños, garantizán-
303
304
doles acceso a la educación, la salud y a una vivienda digna;
proporcionar una Red de Protección Social que evite una pérdida catastrófica en las familias más pobres ante la enfermedad
o la pérdida del empleo; y facilitar el acceso al empleo formal
a todas las mexicanas y los mexicanos, fortaleciendo la coordinación entre la política social y la política económica” (http://
www.presidencia.gob.mx/vivirmejor/vivir_mejor.pdf, consultada el 14 de abril de 2009).
Como se reconoce en el documento que lanza esta estrategia, se busca echar mano de gran parte de los programas ya
existentes, y sólo se irán agregando algunos en forma complementaria. Entre lo novedoso encontramos el objetivo de ampliar
la oferta en los niveles de educación media superior y superior,
mediante el otorgamiento de becas y la ampliación de la infraestructura, el propósito de universalizar el acceso a los servicios
de salud pública en un plazo de tres años, el compromiso de
formar y fortalecer fondos especiales para atender a personas
vulnerables y, lo que nos parece más importante, la idea de vincular a las políticas social y económica para la ampliación de las
oportunidades de trabajo e ingresos en los hogares.
Debido a lo reciente de su puesta en marcha resulta difícil
valorar las posibilidades de éxito de dicha estrategia; sin embargo, analizando algunos de sus compenentes podemos adelantar
algunas conclusiones: en primer lugar, los supuestos objetivos
universalistas se contraponen con los propósitos y cobertura de
algunos programas que integran Vivir Mejor, los cuales no sólo
resultan en extremo focalizados sino hasta discriminatorios de
ciertas poblaciones. En este caso se encuentran el Seguro Médico para una Nueva Generación, que sólo atiende a niños nacidos a partir del 1 de diciembre de 2006, el Programa de Empleo
Temporal, que actúa exclusivamente en localidades de menos
de 15 mil habitantes, y el Programa de Atención a los Adultos
Mayores de 70 años y más, que otorga 500 pesos mensuales a
ancianos que habitan en localidades de hasta 20 mil personas;
en segundo término, aunque se mencionan apoyos para reducir
los rezagos en materia de vivienda, no se establecen acciones
claras para mejorar o sustituir el stock actual que está en malas
condiciones constructivas, así como para afrontar la demanda
insatisfecha presente y futura de nuevas viviendas; por último,
no se sabe con certeza cómo habrán de generarse o propiciar
la generación de nuevos empleos formales y estables. En este
sentido, se menciona que habrán de aprovecharse los grandes
proyectos de infraestrucutra pública y de desarrollo comunitario
como detonantes de oferta de trabajo, pero como se sabe estas
alternativas tienen un periodo de vida de mediano plazo.
A manera de conclusión: el rumbo del régimen de bienestar mexicano
Como hemos podido comprobar, la alternancia política no se
ha traducido en cambios significativos a las reformas conservadoras de la política social iniciadas en la década de 1980. Entre
las modificaciones más destacables que denotan algún avance
respecto del periodo anterior se hallan: la creación del Seguro
Popular como alternativa de atención médica para la población
no derechohabiente y el proyecto de universalizar los servicios
de salud; la puesta en marcha de un programa emergente para
paliar los efectos del aumento de los precios internacionales de
los hidrocarburos y alimentos, lo que supone al menos una reconsideración temporal y parcial a la política de eliminación de
subsidios generalizados; la ampliación de Oportunidades a las
zonas urbanas; el propósito de ampliar la oferta de los niveles
de educación media superior y superior; y la idea de establecer
nexos estructurales entre las políticas social y económica, a fin
de ampliar las oportunidades de acceso a empleos formales. En
contraparte, encontramos como retrocesos el establecimiento
de programas discriminatorios para niños, adultos mayores y
desempleados.
En general, aun considerando los avances, se puede decir que
sustancialmente el sistema de bienestar mexicano sigue manteniéndose sobre la ruta trazada en las dos últimas décadas del
siglo XX; se puede afirmar que este régimen de bienestar pasó
en esa etapa de ser un proyecto universalista inacabado (fragmentado, estratificado, dual o segmentado, según se quiera) a
otro en el que la política social asume una posición deliberadamente limitada, residual y compensatoria.
Todavía es pronto para valorar los alcances que tendrán las
buenas intenciones planteadas por el gobierno de Calderón,
pero en los hechos, con excepción de la educación primaria y la
salud preventiva, el acceso a los servicios que se derivan de los
derechos sociales a la educación secundaria, la atención médica,
a la seguridad social (pensión y seguros contra riesgos) y a la
vivienda, no está garantizado para amplios sectores de la población que permanecen marginados, absoluta o parcialmente,
de los circuitos redistributivos del Estado.
305
Podemos concluir que el Estado mexicano se encuentra todavía muy lejos de cumplir con los compromisos que definen a
un sistema de bienestar avanzado en el marco de las democracias
capitalistas modernas. El problema actual es si podrá avanzar en
ese sentido. En las condiciones actuales y a falta de un proyecto
político común que renueve el contrato nacional y proponga alternativas viables de inclusión a los servicios y prestaciones básicas, lo más probable es que se sigan reproduciendo las inercias
de una política social inacabada, restringida e insolidaria.
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307
El hombre carente de satisfactores en
México (1970-2006): del rezagado al
pobre extremo
I
Índice
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Alejandro Gracida Rodríguez
Nelson Arteaga Botello
Introducción
Los estudios sobre la pobreza en América Latina han dictado
una parte fundamental en la manera como ésta es concebida.
Las discusiones que giran en torno a este tema son producto,
en gran medida, de la ciencia y literatura que se ha escrito al
respecto, y significan un punto de partida en la implantación y
legitimación de acciones gubernamentales que se han venido
instrumentando durante las últimas décadas. Encontrar los indicadores adecuados para delimitar las condiciones de un hombre como pobre, pareciera implicar un debate que difícilmente
encontrará consenso. Mientras, algunos teóricos sugieren hablar de la pobreza como un fenómeno donde debe encontrarse
determinados aspectos por atender; la crítica de otros ha hecho
eco en que la pobreza ha sido concebida en términos de intereses gubernamentales y políticos que provocan una reducción
de los individuos en simples indicadores y tienden a sesgar el
problema de acuerdo con fines determinados.
Pareciera que el problema original radica en la manera como
es definida la pobreza, la asignación de características que marcan la condición de un hombre como pobre y, por consiguiente,
la forma en que es atendida. Actualmente han sido utilizadas
como herramientas preponderantes dos métodos de medición
de la pobreza. Por una parte, a través del precio de la canasta
309
310
básica y la capacidad que tienen las personas de acceder a ella;
el segundo método, conocido como Necesidades Básicas Insatisfechas, mide las carencias, cantidad y calidad de la vivienda, condiciones sanitarias, servicios, patrimonio básico y rezago educativo (Cortés, 2002: 14).
La pregunta correspondiente es ¿qué encierran estas maneras
de medir la pobreza? Se propone, grosso modo, responder que
tales métodos de medición son resultado de un largo proceso de
discusión y modificación constante en los puntos de vista que
han abordado el tema de la pobreza. El objetivo del presente
trabajo consiste en adentrarse en la discusión que ha generado
la problemática de la pobreza para el contexto mexicano, tratar de encontrar pistas en el tratamiento del tema a lo largo de
las últimas décadas y hacer que sean capaces de explicarnos un
presente particular. Se trata de arrancar del pasado fragmentos
que revelen la congruencia inicial con que se implementó una
política relacionada con la pobreza y cómo es que se ha ido
modificando con el paso del tiempo.
Para tal propósito recurriremos a las herramientas propuestas
por Michel Foucault, comenzando por trazar una línea en el
tiempo con el fin de detectar discontinuidades (metamorfosis o
cambios de lógica) concernientes al tratamiento que el gobierno
mexicano ha dado a la pobreza, así como la fisonomía adjudicada al hombre pobre por medio de estas políticas.
La hipótesis que articula el trabajo es que el debate de la pobreza en México cobra relevancia en un momento coyuntural de
la historia nacional, en el cual se frena el crecimiento económico acontecido durante lo que algunos analistas denominan el
Milagro Mexicano, una situación donde el descontento social se
amplifica y se pone en duda la validez del llamado Pacto Social
Posrevolucionario, que había brindado estabilidad a los gobiernos
posrevolucionarios y que fue implementado por el cardenismo.
Este contexto da lugar a una serie de políticas relacionadas
con el tema de la pobreza, las cuales tuvieron como primer
objetivo la contención social en un ambiente de descontento
manifiesto. De igual manera proponemos que el tratamiento de
la problemática ha tenido modificaciones considerables, sobre
todo a raíz del cambio de modelo económico acontecido en los
años ochenta, que trajo como consecuencia una orientación hacia una economía de libre mercado y marcó un cambio en la
fisonomía de los pobres.
La importancia de este tipo de estudios responde a la inquietud de conocer el ideal del cual parten las acciones guberna-
mentales, que son reflejo de un balance y proyección de lo que
la sociedad es y debiera ser. Está fuera del alcance de este trabajo realizar un análisis del funcionamiento de las políticas gubernamentales, así como entablar de manera directa una discusión sobre las formas en que se han debatido las técnicas de
medición de la pobreza, ni la cuantificación de la misma a través
de la historia del México posrevolucionario; por el contrario, la
intención es rastrear la conformación de una idea sobre lo que
la pobreza ha sido para el Estado mexicano, con la convicción
de que esto pudiera revelarnos una idea más general de lo que
implica ser pobre en nuestro presente.
Caja de herramientas
La pretensión de efectuar un estudio histórico marcado por un
análisis sociológico tiene su base en una propuesta de revisión
más cercana a los estudios genealógicos desarrollados por Castel
(1997), Foucault (1999) y Donzelot (1998), que a una mera descripción de acontecimientos sucesivos. La intención es preguntar al pasado quiénes somos mediante un modelo capaz de dar
cuenta de procesos complejos de largo alcance. Ningún acontecimiento surge de un punto del que no exista un antecedente,
con lo cual la empresa consiste en explicar y descubrir cómo las
transformaciones sociales surgen de estados anteriores.
Emplearemos el concepto de problematización, propuesto
por Foucault (1991), que se presenta como el conjunto de prácticas discursivas y no discursivas que harán posibles enunciaciones
vinculadas a un sistema de verdad y falsedad. Su objetivo será
normalizar y canalizar una cuestión en particular. Es necesario
buscar las condiciones de posibilidad que han hecho existente
una situación dentro de un marco de pensamiento aceptado
como verdadero. Para asumir esta concepción es indispensable
partir de que la verdad es un constructo social que se consolida
a través de múltiples imposiciones y que cada sociedad tiene un
determinado sistema de verdad (Foucault, 1992).
Al abordar un campo de problematización se pretende analizar cuestiones que en la actualidad resulten relevantes, poseen
interés para la sociedad o grupos de investigadores. Es una manera de encontrar agentes en el tiempo que han dado posibilidad de existencia a la conformación de realidades vigentes. El
fin último es elaborar una historia del presente. Una categoría
central para esta búsqueda es la de metamorfosis, planteada
por Castel (1980), la cual se utiliza para designar un cambio de
311
312
lógica en un momento histórico determinado que repercutirá
directamente en las políticas impuestas. La metamorfosis social
implica una modificación en la forma de ver y actuar, se convierte en puntos de coyuntura capaces de modificar el devenir
histórico de la situación abordada.
Al centrar la atención en un campo de problematización
emerge la necesidad de detectar dispositivos, entendidos como
una tecnología de intervención que comprende una cadena de
variables relacionadas entre sí. Es la manera como se codificará un conjunto de saberes y acciones legitimadas. El papel
que juegan los dispositivos dentro de las sociedades no puede
encontrarse alejado de las cuestiones del poder y del saber, su
función es la conformación de saberes que configuran maneras
de acción. Este saber se conforma a través de las necesidades
propias del dispositivo y del debate que se genera al interior del
mismo, buscando la corrección o modificación de su coherencia
interna. Una verdad establecida traerá consigo una justificación
y una manera de actuar que responda a esta lógica. “El dispositivo se halla pues siempre inscrito en un juego de poder, pero
también siempre ligado a uno de los bornes del saber, que nacen de él, pero, asimismo, lo condicionan. El dispositivo es esto:
una estrategia de relaciones de fuerza soportando unos tipos de
saber y soportadas por ellos” (Foucault, 1991: 130).
Una característica primordial del dispositivo es que su desarrollo no es homogéneo, ya que sus características no cuentan
con una serie de etapas previstas por completo; de hecho, el dispositivo no surge como tal sino que se va modificando con el
transcurso del tiempo. Su puesta en circulación parte de hacer
visible una problemática: la pobreza, para el caso de este estudio. El fin último de generar dicha visibilidad es consolidar una
serie de herramientas capaces de contener el cauce natural de
un tema que podría devenir en problema. El proceso descrito
de consolidación de un dispositivo deberá ser tomado como un
esquema de la manera en que se pretende modificar lo social.
Detrás de este proceso se esconde una visión del deber ser social, la
forma como es concebida una funcionalidad y lo que, se cree, es
necesario implementar para llegar a dicha proyección.
Primeros acercamientos gubernamentales a la pobreza (Pider y Coplamar)
Hacia los años cuarenta del siglo XX, México vive un proceso de
migración masiva del campo a la ciudad. La modernidad había
llegado y se materializaba en la semántica gubernamental que
recurría a los lugares comunes con los que se traza un escenario
de prosperidad. El centro del país asumía el reto de convertirse
en el eje productivo. El reto económico de un país dependiente
para consolidar una economía interna implicaba establecer un
proteccionismo en la producción nacional. Contrario a lo que
regía al mundo ya industrializado, en México se puso en marcha una política de sustitución de importaciones, con Miguel
Alemán en la presidencia. Esto implicó una volcadura hacia el
mercado interno, con lo cual la industria mexicana no tenía importaciones, pero tampoco lograba consolidar un sistema exportador. Durante la implementación de este proceso el país
tuvo un crecimiento constante en su economía de 6% durante
los años cuarenta y hasta inicios de los años setenta, es decir, se
vivió un periodo de prácticamente tres décadas de desarrollo
económico, lo cual llevó a los analistas a comentar sobre un
Milagro Mexicano.
Políticamente, el país sustentaba su cohesión mediante una
política de masas, heredada del régimen cardenista, que hace
hablar de un pacto social entre la clase obrera y el Estado,
permitiendo una interrelación directa a través de las grandes
corporaciones obreras y campesinas. Este pacto social buscó legitimar al gobierno como heredero del proceso revolucionario
que tuvo México a inicios del siglo XX. La estructura del país,
políticamente hablando, se basaba en un sistema de partido
único, donde el poder se ejercía de manera vertical y todos los
órganos eran subordinados al Ejecutivo. Durante este periodo,
dentro de la semántica gubernamental, el tema de la pobreza
no tenía cabida como una de las prioridades a resolver por parte
del Estado, no era, pues, un problema en el cual se debiera poner atención urgente, lo cual no implica una inexistencia de la
misma.
Es con la emergencia de los movimientos sociales desde los
años cincuenta y generalizados en los sesenta cuando comienza
a ponerse en duda el papel del modelo político mexicano; por
consiguiente, se materializó en un punto de resquebrajamiento
y necesidad de modificación por parte del Estado con el fin de
no poner en riesgo la estabilidad política y social.
Surge el Programa de Inversión para el Desarrollo Rural (Pider) que debe ser planteado como uno de los primeros esfuerzos
a nivel nacional por atender el problema de la pobreza. México
pasaba por un proceso donde existen dos caras de la misma
realidad nacional, las cuales se pueden resumir en la dicoto-
313
314
mía campo-ciudad. Por un lado, el sector urbano se convirtió en
el paradigma del progreso; mientras tanto, el campo estaba perdiendo su capital humano, debido a la incesante migración hacia
las ciudades. La necesidad de frenar la dinámica poblacional de
migración recurrente y tasas de natalidad excesivamente altas,
así como el reto de continuar con una economía relativamente
cerrada, llevó al Estado mexicano a plantear el asunto de la
atención a la pobreza como una manera de evitar el abandono
del campo, tratando de potenciar a las diversas regiones que
componían este sector y hacer que éstas se convirtieran en regiones que autogestionaran sus necesidades.
El Pider fue un programa que trataba de confrontar la nueva
situación del país. Propuesta que, sin embargo, nunca dejó de
ser alimentada por la estructura clientelar de las instituciones.
El Pider es puesto en marcha en el año de 1973, durante el sexenio de Luis Echeverría Álvarez, con la esperanza de consolidar
un programa de alcance nacional capaz de unificar el esfuerzo
de diferentes secretarías de gobierno y de conjugar todos los
programas del sector público, con el propósito de trabajar en
proyectos comunes. El Pider se presenta, en sus planteamientos,
como un programa que busca coordinar recursos dentro de más
de 200 zonas atrasadas, para proporcionar infraestructura física
y económica; promover producción agrícola, pecuaria, minera,
pesquera e industrial y, a la vez, servicios de salud y vivienda,
sin faltar la asesoría técnica y organizativa. Los objetivos principales con los que se presentó el Pider son los siguientes.
1. Dotar a los pueblos rurales del país de las obras y servicios
necesarios para su desarrollo económico y social.
2. Proporcionar empleo permanente y mejor remunerado a la
fuerza de trabajo de las comunidades rurales.
3. Elevar la productividad y el ingreso por hombre ocupado.
4. Aprovechar los recursos naturales y fortalecer el crecimiento
regional.
5. Contribuir a la distribución más equitativa del producto social, mediante un mayor equilibrio entre el desarrollo urbano
y el desenvolvimiento de las comunidades rurales (Paz, 1976:
14).
El Pider intentó estructurar proyectos productivos como base de
todas las actividades, se otorgó mucho énfasis discursivo a este
renglón; sin embargo, no fue para este fin la mayor asignación de
recursos. La prioridad fue cubrir necesidades de infraestructura,
propiciada por la popularidad que brinda instrumentar acciones
de impacto para mayor población; además de que, de esta manera, se evitan choques con intereses de los diferentes caciques
regionales, cuyo poder alcanzaba grandes dimensiones.
El consecuente programa: la Coordinación General del Plan
Nacional de Zonas Deprimidas y Grupos Marginados (Coplamar) es puesta en marcha durante el sexenio de José López
Portillo (1976-1982), guardando notorias similitudes con el anterior. De la misma manera, no puede ser considerado un programa como tal, sino un sistema de coordinación administrativa
inscrito dentro del plan nacional de desarrollo. La característica
de este programa es, también, el reconocimiento de que el fomento al desarrollo urbano no puede concentrar la totalidad de
esfuerzos para consolidar el crecimiento del país.
Dentro de los postulados que presenta la Coplamar existe
una aceptación gubernamental respecto a la incapacidad de
éste por incorporar a la totalidad del territorio en el modernismo industrializador. El gobierno sigue intentando, para estos
momentos, contener el descontento social que se ha cristalizado
en guerrilla rural y urbana. La Coplamar se presenta bajo los
siguientes objetivos:
1. Aprovechar de forma adecuada la potencialidad productiva
de los grupos marginados y de las zonas donde se hallan asentados para asegurar una oferta más abundante de bienes, fundamentalmente alimentos, y de servicios.
2. Promover el establecimiento de fuentes de trabajo y su diversificación en las zonas marginadas, mediante la canalización
de recursos públicos y privados y la capacitación de los núcleos de población, cuidando la cabal observancia de las leyes
laborales y demás aplicables.
3. Elevar la eficiencia en el aprovechamiento de los recursos
de las zonas marginadas mediante la difusión de modernas
tecnologías y el aprovechamiento de respuestas tecnológicas
adecuadas o tradicionales.
4. Lograr una remuneración justa para el trabajo y los productos generados por los grupos marginados, así como promover
una mayor aplicación de recursos que beneficien a los estratos más pobres en materia de alimentación, salud, educación
y vivienda, para propiciar un desarrollo regional más equilibrado.
5. Fomentar el respeto y desarrollo de las formas de organización de los grupos rurales marginados para fortalecer su
capacidad de negociación en las fases de producción.
315
6. Fortalecer las manifestaciones propias de estos grupos y con
ello la estructura pluricultural de México.
7. Elevar la conciencia y la capacidad de organización de los
núcleos sociales marginados para que sean capaces de influir
en mayor medida en la orientación de las políticas nacionales
(Presidencia de la República, 1977: 13-15).
316
Nos encontramos con la aplicación de dos programas donde no
existe una conformación tangible de la figura del pobre, sino
del rezagado, aquel que no ha podido acceder a los beneficios
que ha traído consigo la consolidación de México como un país
moderno y en proceso de industrialización. Si bien no se puede
hablar específicamente de programas enfocados en la población
pobre, debido a que tal figura no forma parte central del debate
nacional durante esos años, sí podemos decir que es el primer
reconocimiento gubernamental de que existen personas que no
se han podido incorporar a la visión estructural del país, basada en el crecimiento económico, consolidación y perfeccionamiento del sistema capitalista. No debemos minimizar el hecho
de que tal reconocimiento surge en un momento donde el país
se encuentra estancado. Detrás de estas acciones también se encuentra la aceptación tácita de que, por una parte, el desarrollo
del país se ha dado en condiciones de desigualdad basadas principalmente en los patrones de vida urbanos y rurales. Por otro
lado, el sistema político tiene fracturado el pacto social posrevolucionario que había brindado cierta legitimidad a los gobiernos posteriores al cardenismo.
Los principales problemas reconocidos con estos programas
son: el marcado excedente de fuerza de trabajo en comunidades
rurales; subempleo y desempleo, y una creciente migración hacia las ciudades. El hacinamiento en el que durante poco tiempo
se encontró la Ciudad de México implicó un tema por resolver.
El centro de la República se convirtió en una esperanza de encontrar mejoras en el nivel de vida para los pobladores rurales
que no veían llegar el crecimiento a sus comunidades.
Las características a las que responde el rezagado, dentro
del Pider y Coplamar, son una localización rural, al interior de
poblaciones que oscilan entre los 300 y 3,000 habitantes, un
rezago en infraestructura básica y la carencia de una economía
regional. La solución propuesta se inserta dentro de un plan nacional de desarrollo capaz de generar regiones autosustentables;
la unidad de análisis no será, por consiguiente, la persona sino
la región. El discurso que se plantea es que la modernidad no ha
sido bien encaminada en nuestro país y que los llamados grupos
marginados deberán ser atendidos bajo la premisa de que ellos
han consolidado también el crecimiento del país.
La atención a la pobreza en una economía
de libre mercado
El año de 1982 implicó para México una profunda crisis
económica, debido a la caída de los precios de las materias primas, especialmente el petróleo, lo cual trajo consigo una incapacidad del gobierno mexicano para pagar la deuda externa
contraída. Con esta crisis, el país tuvo que redefinir el modelo
económico que había regido en México hasta entonces. En este
año es cuando México adopta el sistema económico de libre
mercado, denominado por algunos analistas como neoliberal.
El país se ve obligado a iniciar un profundo programa de estabilidad y ajuste, que se traduce en un proceso de achicamiento
del Estado, venta de empresas públicas y reducción del gasto
público.
A partir de este momento, el Estado debe pasar por un proceso de reformulación de sus funciones, en donde cada vez se aleja
más de su acción en el plano económico, para enfocarse sobre
todo en la seguridad y contención social. El sexenio de Miguel
de la Madrid (1982-1988) evitó tocar el tema de la pobreza
como uno de los principales problemas a combatir en México;
prácticamente en la totalidad de su sexenio se notó la ausencia
de programas sociales de combate a la pobreza.
Surgen en esta época, motivados por el Banco Mundial (BM),
los programas de compensación social que se encuentran focalizados entre las poblaciones que han sido visualizadas como las
más pobres. Esto surge con la idea de otorgar una protección
mediante paliativos de ingreso, alimentación o empleo por el
tiempo que dure el ajuste económico necesario que traerá la
solución al problema del crecimiento del país que, como panacea, sea capaz de sacar a la población denominada como pobre
de su postración.
Fue hasta el sexenio de Carlos Salinas de Gortari cuando se
vuelve a integrar un programa de combate a la pobreza. Se lanza el Programa Nacional de Solidaridad (Pronasol) como una
manera de buscar dar legitimidad a su gobierno. Con Salinas
se retomó la forma tradicional de funcionamiento de Pider y
Coplamar, para impulsar o sentar las bases del nuevo modelo de
317
desarrollo. El Estado mexicano se adentraba más a una lógica
de mercado, buscando el crecimiento económico apoyando a
los sectores exportadores; sin embargo, para conseguir esto era
necesaria una política que viniera a sostener el fracturado pacto
social, el cual poco a poco era más complicado de mantener, y
la lógica a partir de ese momento sería su ocaso dentro de las
intenciones gubernamentales y del mercado.
El objetivo fundamental de la creación del Pronasol fue combatir los bajos niveles de vida y asegurar el cumplimiento en la
ejecución de programas especiales para la atención de los núcleos indígenas y la población de las zonas áridas y urbanas,
las cuales era llamadas población objetivo, en materia de salud,
educación, alimentación, vivienda, empleo y proyectos productivos. En el año de 1992, por decreto oficial, se creó la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol) para asumir las atribuciones
en relación con las funciones del Pronasol. Este programa se
enfocó, principalmente, en tres líneas de acción, de las cuales
se desprendería un gran número de programas focalizados en
la población que se encontraba en situación de pobreza, sobre
todo la denominada pobreza extrema, las líneas son:
318
1. Solidaridad para el bienestar social: su objetivo principal era
promover acciones que impactaran en la mejora del nivel de
vida.
2. Solidaridad para la producción: procuraba generar fuentes
de empleo y fomentar los recursos de las regiones como medio para llevar a cabo proyectos productivos.
3. Solidaridad para el desarrollo regional: se enfocaba en fomentar la construcción de infraestructura básica que tuviera
un impacto regional.
De estas tres líneas emergieron programas específicos de beneficio familiar (apoyo en salud y educación), beneficio comunitario (desarrollo urbano e infraestructura carretera y caminos
rurales), programas productivos (fondos para la producción en
distintas actividades) y de alcance regional (dotación de recursos
a municipios y programas de desarrollo regional).
El balance del Pronasol se convirtió en favorable para los instrumentadores del mismo, sobre todo en términos políticos, debido a que dio estabilidad a un gobierno que se acercaba cada
vez más a las premisas de corte neoliberal, mientras conducía la
política social de una manera paternalista y clientelar más cercana a las políticas de los años setenta. Con Pronasol se impulsó
un nuevo modelo de política social, una política con carácter
selectivo, de gasto focalizado que fue el producto del replanteamiento del papel del Estado en la inversión pública. La obligación del Estado debía ser con los más pobres únicamente. Se
instauran las condiciones para instrumentar programas focalizados (Barajas, 2002).
La dotación de infraestructura continuó siendo uno de los
pilares que sustentaban la implementación de esta clase de programas. El rezago histórico de las diversas regiones significaba
una urgencia que no había sido solucionada durante los años
de modernidad mexicana. Un cambio notorio de la fisonomía
del pobre fue el reconocimiento de que éste no sólo estaba ubicado dentro del ámbito rural, sino también en el urbano. Principalmente en las denominadas colonias populares. A su vez,
comienza a cobrar relevancia la figura del pobre extremo, hacia
quienes se comienza a dar un trato especial, localizando como
apremiantes sus necesidades en alimentación, salud y educación. Características que vendrán a componer la centralidad
de los posteriores programas.
El Progresa, puesto en marcha en el sexenio de Ernesto Zedillo (1994-2000), significó un nuevo enfoque de tratamiento a
la pobreza por parte del gobierno mexicano. México ha pasado
su primera década con el modelo económico neoliberal. Con
la idea de que la pobreza se debe a la falta de oportunidades y,
por consiguiente, hay que formar capital humano, es como se
establece dicho programa. Su ejecución comienza en el año de
1997, con el objetivo de dotar a las familias —que será la unidad de análisis de la pobreza— de las posibilidades de acceso a
educación, salud y alimentación. Se trata de un programa que
actúa con una visión a futuro, en donde la actual pobreza
resulta difícil de erradicar y lo que se pretende es que las
nuevas generaciones —con un mejor nivel educativo, nutricional y de salud— puedan encontrar la posibilidad de salir
del círculo de la pobreza.
La administración de Zedillo reconoce que el problema de
la pobreza es de difícil solución, teniendo como meta ya no
la erradicación de ésta sino la búsqueda de una igualación de
oportunidades. El objetivo de intervención se acotaría y los
beneficiarios exclusivos serán aquellos considerados como pobres extremos, dejando de lado a los considerados como pobres
moderados.
Una diferencia fundamental entre este programa y los anteriores es la focalización de los beneficiarios. Anteriormente,
319
320
el ideal del que partía el gobierno era consolidar un desarrollo
comunitario, y para estos momentos se modificaría para pasar a
ser la familia el núcleo social por atender. “El progresa se basa
en un esquema que fomenta la salida individual e individualista
de la pobreza, anulando la acción colectiva como mecanismo
para superarla” (Zermeño, 2000: 20). La selección de los beneficiarios resulta novedosa, debido a que, por primera vez, se creó
un padrón de beneficiarios utilizando métodos estadísticos para
señalar a las personas que merecían recibir el apoyo, con lo cual
se genera un perfil de persona con carencias que deben ser atendidas.
La generación de oportunidades individuales, como medida
para salir de la pobreza, deja ver una adjudicación directa de
la pobreza con quienes la padecen. Al decir que ésta se debe a
una falta de oportunidades, recae inmediatamente sobre el individuo la posibilidad o negación de abandonar tal condición.
Esto viene a legitimar un desentendimiento del gobierno sobre
la capa que se considera como pobre moderada, enfocándose
exclusivamente en aquellos que la padecen de manera extrema.
El pobre ya no será aquel que ha quedado excluido del crecimiento nacional, sino el que aún no consigue adentrarse en las
oportunidades brindadas por una economía de libre mercado.
Asumir esta estrategia implica la idea gubernamental de que el
mercado es capaz de generar equilibrios por sí solo; por lo tanto,
el Estado no debe diseñar políticas sociales para el sector de la
población ubicado dentro de la pobreza moderada. El pobre
es dotado de capacidad de acción, pasa de ser una figura a la
cual se le atribuían exclusivamente carencias, para delegar en
él la responsabilidad de salir por sus propios medios del círculo
vicioso de la pobreza. Para el gobierno, el pobre moderado se
encuentra listo para salir de su postración.
Las principales carencias que otorga el gobierno a los pobres
ya no son tan sólo biológicas, la concepción del pobre no será
únicamente el de un ser inane, sino aquel que todavía no logra
tener un piso básico de oportunidades necesarias. La centralidad de dotar a los pobres extremos de educación, salud y alimentación implica la delimitación de éstos, basado en los datos
arrojados por los censos, como carentes de tales satisfactores.
La solución se presenta como algo a largo plazo, donde no son
los adultos los que importan, sino la descendencia, es decir, las
futuras generaciones.
Por último, el programa Oportunidades, puesto en marcha
por Vicente Fox (2000-2006), presenta escasas innovaciones en
el tratamiento de la pobreza, se le dio continuidad al trabajo
que se venía realizando. El balance del problema de la pobreza
sigue respondiendo al mismo esquema propuesto por sus predecesores, es decir, situando a la población ubicada en la pobreza
como aquella que tiene carencias en materia de educación,
salud, alimentación, vivienda y acceso a servicios. Se añade,
también, un nuevo indicador que intenta medir una necesidad
planteada para darle salida a la condición de pobre, que es la
formación de capital humano y social capaz de llevar acciones
en conjunto con el gobierno, lo cual se pretende lograr por medio del grado de cohesión social.
El perfil del pobre para el programa Oportunidades es similar
al propuesto por el anterior programa. Se sigue respondiendo a
una lógica de mercado donde se pretende que la atención debe
focalizarse a los grupos en extrema pobreza; adjudicando que
los considerados como pobres transitorios poseen las herramientas necesarias para abrirse el camino por el cual puedan salir
de su condición por medios propios.
Afirmamos, en resumidas cuentas, que el pobre para el Progresa y Oportunidades será aquella persona que aún no logra insertarse dentro de la economía de mercado. Aquel que necesita
ayuda para conseguir consolidarse como una persona orgánicamente estable y con estudios que permitan superar las condiciones de pobreza. La consigna pareciera ser que, superando
la línea de pobreza, las personas que no consigan obtener benefactores básicos serán producto de su desidia. La pobreza, al
ser planteada actualmente como un problema de discapacidad
individual y colectiva de superación, engendra un alejamiento
por parte del Estado; el cual, mostrado en este tipo de programas, sólo pretende dotar de lo que considera básico para que el
sujeto y la comunidad salgan adelante por sus propios medios.
Conclusiones
El tratamiento de la pobreza que se ha generado desde el gobierno mexicano encierra en sí mismo una intención de lo que
es concebido como un deber ser social. La construcción discursiva de la pobreza ha vivido múltiples modificaciones o metamorfosis en su tratamiento, lo que habla de cambios en la lógica
al interior del propio sistema político mexicano y la visión de
Estado que éste ha presentado. Tratar de tener un acercamiento
a la pobreza en términos históricos implica pensar el problema
321
322
no como algo dado de antemano, sino como una cuestión que
tiene constantes modificaciones y atribuciones de significado dependiendo del contexto desde el cual lo analicemos.
El reflejo del dispositivo sobre la pobreza en México ha padecido modificaciones manifiestas. El curso que ha tomado la figura del pobre con base en los programas gubernamentales implementados arroja características interesantes para ir trazando la
historia del presente. Los programas analizados deben ser, antes
que nada, ubicados como políticas de intervención dentro de un
dispositivo, el cual encontrará su sustento en discursos, instituciones, decisiones reglamentarias, medidas administrativas así
como proposiciones científicas y morales. Estos programas no
pueden entenderse sin el contexto desde el cual emergen, con
ello podemos comprender que México, al pasar de un modelo económico proteccionista a uno de libre mercado, ha tenido
una metamorfosis en la manera como enfrenta el problema de
la pobreza.
Se propone, grosso modo, separar en tres las etapas que se han
registrado en el México contemporáneo, en torno a los programas relacionados con el problema de la pobreza (Barajas, 2002).
Dentro de una primera etapa ubicaremos los programas Pider y
Coplamar, que emergieron ante un contexto de debilitamiento
del pacto social posrevolucionario. Al interior de éstos encontramos un primer planteamiento por parte del gobierno de la
pobreza; aunque no es planteada en esos términos, la figura del
pobre se encuentra ausente del discurso gubernamental, siendo
el de rezagado el que cobra importancia, es decir aquel que no
ha podido ser incluido dentro del plan modernista del Estado
mexicano. Dichos programas forman parte del Plan Nacional
de Desarrollo, lo cual implica que no se trata de políticas focalizadas, sino de una estrategia conjunta que persigue consolidar una nación basada en un proyecto estatista posrevolucionario. No podemos comprender esta etapa sin hacer evidente el
creciente malestar social que golpea la estructura política; por
eso también se asegura que dichos programas responden a una
necesidad de contención social de aquellos sectores desfavorecidos por la poderosa estructura corporativista.
Una segunda etapa sería la que comprende los años de 19821994, caracterizada por ser un periodo de transición económica, donde México abre sus puertas a una nueva economía de
libre mercado; eso implica una reestructuración del papel del
Estado, sobre todo en su capacidad de injerencia en el aspecto
económico. En esta etapa se advierte una ausencia de políti-
cas enfocadas a la pobreza durante el sexenio de Miguel de la
Madrid. Es hasta el sexenio de Salinas donde se implementa el
Pronasol, con un objetivo claro de dar legitimidad a su gobierno. Con este programa comienza a darse una focalización de
la atención a la pobreza, sin renunciar a la idea de fomentar la
productividad en las diferentes regiones de la República. El Pronasol implicó una etiqueta vinculada al gobierno salinista que
permitió la posibilidad de guiar su régimen con relativa estabilidad y recomponer de cierta manera el pacto social; al mismo
tiempo que se especializaba la vocación de libre mercado en la
economía nacional. Es en esta etapa donde se sientan los precedentes para la implementación de políticas focalizadas, las que
atenderían exclusivamente la pobreza extrema.
Por último, la tercera etapa, en la cual nos encontramos, es
la marcada por la política económica denominada por algunos
analistas como neoliberalismo. En esta etapa México se encuentra inserto en este modelo económico, el papel del Estado se
ha replegado y las recomendaciones de organismos internacionales han dado un giro en las políticas públicas. Se implementan
el Progresa y el Oportunidades como una manera de atención
específica. Se presenta una eliminación generalizada de los subsidios, sobre todo los vinculados con la producción. Se generan
mecanismos sofisticados de medición de la pobreza que permiten ubicar a la población por atender, es decir, aquellos que
se encuentren por debajo de la línea de pobreza. La región dejará de ser el referente de atención para ser la familia el núcleo
por atender. No podemos hablar del Progresa y Oportunidades
como una política de combate a la pobreza, sino asistencialista,
pues no trabaja sobre las causas inmediatas que generan ésta
como es el desempleo y la inequitativa distribución del ingreso,
sino pretende atender a aquellas personas que la padecen para
otorgarles posibilidades de que, con sus propios medios, sean capaces de salir de ella. Sobre todo es una política pensada a largo
plazo, poniendo énfasis en las nuevas generaciones.
La totalidad de programas analizados llevan detrás un sello
particular de la figura presidencial que los realiza. Esto se refleja, por ejemplo, en la búsqueda de una coordinación institucional, que en términos prácticos sirvió para fortalecer la figura
del presidente como el personaje en el que recaían las decisiones
a tomar, siendo éste el eje político de todo un sistema. Cabe recordar, sobre todo en la aplicación de los primeros tres programas analizados, que el contexto donde se llevan a cabo responde
a lo que los analistas han denominado como presidencialismo,
323
un sistema político que gira sobre las decisiones, pasiones e intereses de una sola persona. Por lo tanto, los beneficios políticos que recogían los programas servían para alimentar la figura
presidencial y detrás de esto al partido único en el poder; sin
olvidar que prácticamente la totalidad de los programas presentados llevan detrás la inestabilidad política, característica del
siglo XX mexicano.
Podemos concluir afirmando que las políticas sociales enfocadas en la pobreza surgen en un momento específico de la historia nacional, un contexto donde el Estado mexicano tiene fracturado el llamado pacto social posrevolucionario. Estas políticas
surgen como una manera de reincorporar al cauce estatista a
una sociedad que muestra claros signos de disgusto con un sistema político vertical y autoritario. Posteriormente, el cambio
en el modelo económico, implicó un nuevo manejo en la semántica gubernamental, tratando la pobreza como una cuestión de
oportunidades individuales, ya no como una ineficacia estructural para incorporar a los rezagados. La pobreza, para los últimos programas aplicados, es atendida únicamente en sus expresiones más drásticas: la pobreza extrema.
324
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Periodo
1970-1982
Acciones
implementadas
Pider y
Coplamar
1982-1994
Pronasol
1994-2006
Progresa,
Oportunidades
Características contextuales
Manifestaciones del dispositivo
Final del periodo de constante
crecimiento conocido como Milagro Mexicano. El pacto social
posrevolucionario comienza a
fracturarse y aumenta el descontento social hacia una estructura
política vertical y autoritaria.
Periodo de transición de un
modelo proteccionista a uno de
libre mercado. El Estado debe
replantear sus funciones, lo cual
tiene un impacto directo en la
implementación de acciones para
combatir la pobreza.
México se ha ajustado al modelo
económico de libre mercado.
El Estado tiene un repliegue de
funciones económicas y vive una
transición de poder político.
Surgen los primeros reconocimientos
de existencia de grupos marginados.
Se implementan acciones para elevar
el nivel de desarrollo en regiones
marginadas como una medida de
contención social.
Aparece la figura del pobre en la
semántica gubernamental, después de
una ausencia de programas durante
el sexenio de Miguel de la Madrid.
Comienza a focalizarse la atención a
la pobreza.
La pobreza se plantea como un
problema de difícil solución a
corto plazo. Se piensa la pobreza
en términos de capacidades
individuales, con lo cual el Estado
se enfoca principalmente en los
denominados pobres extremos.
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325
Evaluaciones cualitativas a programas
de combate a la pobreza en México1
I
Índice
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Socorro Arzaluz Solano
Introducción
En febrero de 2007, durante el sexenio del presidente Vicente
Fox, se promulga en México la Ley General de Desarrollo Social. Esta ley viene a cambiar el sentido de la política social federal que se tenía hasta entonces. Entre las nuevas competencias
de las dependencias dedicadas al combate a la pobreza se encuentra la delimitación de facultades en los tres niveles de gobierno: municipal, estatal y federal.2 Adicionalmente, como una
nueva atribución se establece la necesidad de la participación
social y privada en esta materia. Se reconoce, asimismo, a la
Contraloría Social como el “mecanismo de los beneficiarios, de
manera organizada, para verificar el cumplimiento de las metas
y la correcta aplicación de los recursos públicos asignados a los
programas de desarrollo social” (Ley General de Desarrollo Social, 2007, art. 69).
La ley promulgada en el año 2004 busca además los siguientes objetivos:
1.Propiciar las condiciones que aseguren el disfrute de los derechos sociales, individuales o colectivos, garantizando el ac1
Agradezco la colaboración de Isabel Sánchez en la revisión final de
este documento.
2
Destacan en este sentido las nuevas atribuciones al nivel municipal de
gobierno, las cuales se establecen en los artículos 9 y 14 de esta ley.
327
ceso a los programas de desarrollo social y la igualdad de
oportunidades, así como la superación de la discriminación y
la exclusión social.
2.Promover un desarrollo económico con sentido social que
propicie y conserve el empleo, eleve el nivel de ingreso y mejore su distribución.
3.Fortalecer el desarrollo regional equilibrado.
4.Garantizar formas de participación social en la formulación,
ejecución, instrumentación, evaluación y control de los programas de desarrollo social (art. 111).
Una de las propuestas más importantes de esta nueva disposición
es la integración de varias comisiones que se encargarían de vigilar la correcta aplicación de dicha ley y, en general, el desenvolvimiento de la política social. De tal manera que se promueve
la integración de: 1) la Comisión Nacional de Desarrollo Social,
2) Comisión Intersecretarial de Desarrollo Social y 3) Consejo
Consultivo de Desarrollo Social.
Pero, sin duda, un nuevo componente en el tema de la política
social en México es el establecimiento de una serie de disposiciones en torno a la evaluación, situación de la que no se tiene
referencia en historia de esta política.
La ley define que la
328
evaluación de la política social estará a cargo del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social, que podrá
realizarla por sí mismo o a través de uno o varios organismos independientes del ejecutor del programa, y tiene por objeto, revisar
periódicamente el cumplimiento del objetivo social de los programas, metas y acciones de la Política de Desarrollo Social para corregirlos, modificarlos, adicionarlos, reorientarlos o suspenderlos
total o parcialmente (art. 72).
Asimismo, se determina que “los organismos evaluadores independientes que podrán participar serán instituciones de educación superior, de investigación científica u organizaciones no
lucrativas. Cuando las evaluaciones se lleven a cabo por un organismo distinto del Consejo, éste emitirá la convocatoria correspondiente y designará al adjudicado” (art. 73).
En esta evaluación de resultados, los programas sociales “de
manera invariable deberán incluir los indicadores de resultados,
gestión y servicios para medir su cobertura, calidad e impacto”.
Se señala que “las dependencias del ejecutivo federal, estatales
o municipales, ejecutoras de los programas a evaluar, propor-
cionarán toda la información y las facilidades necesarias para la
realización de la evaluación” (art. 74).
Además, los indicadores de resultados que se establezcan “deberán reflejar el cumplimiento de los objetivos sociales de los
programas, metas y acciones de la Política Nacional de Desarrollo Social” (art. 75). Esta evaluación deberá ser anual y los resultados serán publicados en el Diario Oficial de la Federación
y entregados a las Comisiones de Desarrollo Social de las Cámaras de Diputados y Senadores del Congreso de la Unión y a
la Secretaría de Desarrollo Social (art. 78 y 79).
Con el resultado de estas evaluaciones, el Consejo Nacional
de Evaluación de la Política de Desarrollo Social podrá “emitir
las sugerencias y recomendaciones que considere pertinentes
al Ejecutivo Federal y hacerlas del conocimiento público” (art.
80). La normatividad contempla también que las instituciones
académicas son las indicadas para efectuar esta clase de trabajo,
reconociendo de forma implícita su carácter científico y la neutralidad de sus observaciones.
De acuerdo con los principios de esta ley, una serie de programas sociales realizados a partir del sexenio anterior contemplan
en sus Reglas de Operación la obligatoriedad de que sean instituciones académicas las que efectúen esas evaluaciones. Éstas
pueden ser de varias clases, y ser cuantitativas y/o cualitativas,
cuando las reglas así lo especifiquen.
Por ello, los científicos sociales son convidados a evaluar algunas de las políticas sociales, considerando su experiencia en la
temática social y en los métodos de investigación. No obstante,
el debate es si la tarea de evaluar posee otra dinámica y aspectos
muy particulares que difieren de la tarea de investigación. El
otro aspecto en esta discusión es en torno del método y técnicas
específicas de la evaluación cualitativa, en la cual no se pueden
“medir”, en el sentido estricto del término, los logros o avances
de las políticas. De tal manera, los científicos que trabajamos
con métodos cualitativos nos vemos en la necesidad de reformular las técnicas que conocemos y adecuarlas a las necesidades de
evaluación solicitadas desde la política pública.
¿Qué significa evaluar?
En forma general, la evaluación significa:
[…] una forma de investigación social aplicada, sistemática, planificada y dirigida: encaminada a identificar, obtener y proporcio-
329
nar de manera válida y fiable, datos e información suficiente y relevante, en que apoyar un juicio acerca del mérito y el valor de los
diferentes componentes de un programa (tanto en el diagnóstico,
programación o ejecución) o de un conjunto de actividades específicas que se realizan, han realizado o realizarán, con el propósito
de producir efectos y resultados concretos, comprobando la extensión y el grado en que dichos logros se han dado, de forma tal
que sirva de base o guía para una toma de decisiones racional e
inteligente entre cursos de acción, o para solucionar problemas o
promover el conocimiento y la comprensión de los factores asociados al éxito o fracaso de sus resultados (Ziccardi y Saltalamacchia,
1997: 26).
Considerando lo anterior, la evaluación consta de los siguientes
criterios:
• Es una tarea de investigación social aplicada.3
• Deber ser sistemática, planificada y dirigida.
• Los datos obtenidos deben ser válidos y confiables.
330
Debe estar encaminada a obtener datos e información relevante en qué apoyar un juicio, acerca del mérito y valor de
los diferentes componentes de un programa (tanto en la fase
de diagnóstico como en la programación o ejecución) o de un
conjunto de actividades específicas, sobre programas o actividades que puedan estar realizándose, haber sido realizadas o
que serán ejecutadas.
El objetivo es comprobar la extensión y el grado en que dichos logros se han dado y servir de base o guía para una toma
de decisiones racional: para solucionar problemas o promover el
conocimiento o la comprensión de los factores asociados al éxito
o fracaso de sus resultados (1997: 27). Sobre el propósito de dichas evaluaciones, un especialista en el tema indica que éstas
permiten incrementar la eficiencia, y además favorece que en
la elaboración de políticas sociales exista un principio de equidad (Cohen y Franco, 2003: 25). Es decir, se establece el proceso evaluativo como un paso necesario con el fin de mejorar la
cobertura de las políticas.
En la literatura clásica del tema, los tipos de evaluación existentes se agrupan en función de varios criterios: 1) El tiempo de
su realización, 2) los objetivos que se persiguen, 3) quiénes las
realizan, 4) la naturaleza que poseen, 5) la escala que asumen
3
Cursivas nuestras
y 6) los agentes a los que van dirigidas. De tal manera que se
reconocen los siguientes tipos de evaluación:
1. En función del momento en que se realiza y los objetivos que
persigue:
a)Evaluación ex ante (los métodos más usuales son el análisis
costo-beneficio y el análisis costo-efectividad).
b)Evaluación ex post, que se divide en:
1) Evaluación de procesos.
2) Evaluación de impacto.
2. En función de quién realiza la evaluación:
a)Evaluación externa: es efectuada por personas ajenas a la
organización.
b)Evaluación interna: se lleva a cabo dentro de la organización gestora del proyecto.
c)Evaluación mixta: combina las otras dos formas de evaluación.
d)Evaluación participativa: busca minimizar la distancia entre el evaluador y los beneficiarios, se utiliza para proyectos
pequeños (2003: 115).
3. En función de la escala de los proyectos:4
a) Evaluación de proyectos grandes.
b) Evaluación de proyectos pequeños.
4. En la función de los destinatarios de la evaluación:
a) Los directivos superiores.
b) Los administradores.
c) Los técnicos (2003:119).
¿Qué es la evaluación cualitativa?
Como se observa, en la concepción clásica de la evaluación,
la metodología cualitativa se contempla como una herramienta
auxiliar en esta tarea. Pensada para “complementar” las áreas
donde las herramientas cuantitativas no tienen más que decir,
pensada para “proyectos pequeños”, sin una definición clara sobre las técnicas de las que ésta se auxilia.
Esta concepción tiene que ver con la diferenciación entre las
dos tradiciones de la investigación social: la relacionada con la
forma de ver la realidad por parte de los actores sociales (en4
De acuerdo con Cohen y Franco, en este nivel es donde se pueden encontrar las mayores diferencias en el tipo de herramientas utilizables para
realizar una evaluación cuantitativa o cualitativa.
331
332
foque cualitativo), contra la que privilegia la medición de los
fenómenos sociales (enfoque cuantitativo). Esta distinción ha estado siempre presente en las ciencias sociales y no es la intención
resolver el debate en estas páginas, pero sí examinar cómo estas
ideas han influido en los métodos que se utilizan actualmente
para evaluar las políticas sociales.
Coincidimos con María Luisa Tarrés (2001: 13), quien afirma
que en esta distinción, la opción cualitativa no se contrapone a
la cuantitativa, ya que la investigación científica trabaja siempre
con ambas. Por lo tanto, los “métodos cualitativos remiten a un
tipo de investigación que produce datos u observaciones descriptivas sobre las palabras y el comportamiento de los sujetos”.
Sin embargo, estos métodos son algo más que una forma de
recolectar cierto tipo de información. Por ello, la investigación
cualitativa se puede definir como “la conjunción de ciertas técnicas de recolección, modelos analíticos normalmente inductivos
y teorías que privilegian el significado que los actores otorgan a
su experiencia” (2001: 16).
Tarrés explica que el método cualitativo tiene que ver con
algunos elementos como: 1) La forma como se recolecta la información y se construyen las observaciones, 2) los modos que
asume el análisis, 3) los procedimientos para obtener confiabilidad y validez, 4) la elaboración de interpretaciones y su sustento
teórico (2001: 18).
Respecto a la forma de recolección de la información, se
usan como técnicas, principalmente, la entrevista, observación
participante, grupos de foco, entre otras, donde es necesaria la
presencia e interacción del investigador con el sujeto motivo de
estudio.
Algunas de las técnicas empleadas por esta metodología se
describen a continuación:
La entrevista cualitativa: es una técnica indispensable en la
generación de un conocimiento sistemático sobre el mundo social. En las dos últimas décadas del siglo XX, la entrevista cualitativa se ha desarrollado como una alternativa para explorar
o profundizar en ciertos temas de la realidad social, y se ha
transformado en un instrumento básico de recolección de información (Vela, 2001: 67).
La observación participante: permite recoger aquella información más numerosa, más directa, más rica, más profunda y
más compleja. Con esto se pretende evitar, en cierta medida, la
distorsión que se produce al aplicar instrumentos experimentales y de medición, los cuales no recogen información más allá
de su propio diseño. A diferencia de la observación vulgar y cotidiana, la observación participante se caracteriza por ser científica, comienza con la selección de un escenario en relación con
un determinado tema de investigación (Sánchez, 2001: 100).
El grupo de discusión: su objetivo es que el grupo produzca
un discurso en una instancia de experimentación y de manejo
de las conductas humanas. El grupo de discusión es una técnica
que requiere de la creación de una situación controlada, para
que en ella se desarrolle una discusión sobre un tema definido.
El uso de esta técnica supone dos grandes momentos: uno es el
propio desarrollo del grupo de discusión en el que se produce tal
discurso. El otro es el análisis del discurso producido. El grupo es
simulado y manipulable, representa una instancia colectiva no
perenne. La manipulación la hace un investigador, denominado
“preceptos”, quien controla el proceso de discusión (Margel,
2001: 204).
Este método parte de bases teóricas en las que se apoya el
estudio con el fin de que los resultados empíricos sustenten o
refuten los supuestos del investigador. Otra característica de este
método es que no busca una generalización en el sentido estadístico del término, “su objetivo no es definir la distribución
de variables en el universo, sino establecer las relaciones y los
significados de un tema determinado en una sociedad”. Se trata de una generalización teórica o analítica (Tarrés, 2001: 20).
De tal manera que al utilizarse este método para las tareas de
evaluación, se enfrenta a problemas que tienen que ver con el
origen mismo de las ciencias sociales y con la forma como éstas
construyen su objeto de estudio.
Esto se complejiza aún más cuando se sabe que estas evaluaciones deberán ser útiles para quienes toman las decisiones
respecto a la política pública. Así que el problema aquí es definir
a través de las técnicas y herramientas propias del análisis cualitativo, si un
programa cumplió y en qué medida lo hizo con los objetivos para los que fue
creado.
Pero no hay manuales metodológicos que expliquen detalladamente los pasos necesarios en una evaluación cualitativa,
al contrario de lo que sucede con la evaluación cuantitativa.5
Por eso, las evaluaciones de este tipo desarrolladas hasta el momento en México han sido elaboradas fundamentalmente con
base en la experiencia de los investigadores participantes.
5
Si bien hay suficiente bibliografía disponible en español sobre metodología y técnicas de investigación cualitativas, en torno a la evaluación
cualitativa se ha escrito muy poco en México.
333
Sin pretender dar una guía de cómo se elabora este tipo de
evaluación, nos abocamos a indagar en torno a la bibliografía
que existe sobre el tema; de ésta rescatamos algunas ideas sobre
el desarrollo del método cualitativo de evaluación.
Metodología de evaluación cualitativa
Una definición más precisa de la evaluación cualitativa señala
que ésta consiste en
el proceso de juzgar el mérito de algo y, específicamente, en el
área social busca garantizar un mejor cumplimiento de los programas y proyectos. Su objetivo es generar información para que
pueda usarse en la planificación y en la ejecución de programas
y proyectos de desarrollo social. Sus funciones van más allá que
brindar información, pues cumple, además, funciones institucionales, sociales, históricas y políticas (Picado Mesen, 2002: 1).
334
Se parte también de la idea de que en las disciplinas, programas y proyectos de ámbito social existen diferentes situaciones,
cuestiones o problemas que es necesario evaluar y no se pueden
abordar con los métodos de medición estadística. Para realizar
este tipo de evaluación se recurre a los aportes de la antropología
y la sociología como la etnografía, el interaccionismo simbólico,
la fenomenología y la hermenéutica. De tal manera que “la
evaluación cualitativa en el ámbito social pretende aportar en la
valoración de las prácticas individuales y colectivas como resultado de compartir significados e interpretaciones acerca de las
realidades” (2002: 50).
Hasta este momento, las definiciones planteadas no diferencian entre lo que significa investigar con base en una orientación
cualitativa, del tipo de preguntas que se plantea una evaluación de
esta misma clase. Incluso algunos autores consideran a la evaluación como un tipo de investigación social. No obstante, una diferencia básica entre ambos temas es que la evaluación tiene como
objetivo fundamental el comparar el antes y el ahora, mientras
que la investigación puede ser de tipo descriptivo o exploratorio
y no necesariamente evaluatoria, los objetivos son distintos pero
comparten los métodos de indagación.
Ante la escasa claridad en la barrera que separa estos dos
temas, Ian Shaw (2003) plantea las diferencias principales de la
siguiente manera: la evaluación trata problemas prácticos, culmina en la acción, hace juicios o méritos de valor, aborda temas
a corto plazo, utiliza métodos de evaluación, no es disciplinaria
e incluye la evaluación desde dentro. Mientras, la investigación
reúne las siguientes condiciones: trata problemas teóricos, culmina con la descripción, aborda temas a largo plazo, utiliza métodos de investigación, es disciplinaria, siempre se realiza desde
afuera (2003: 25). Si bien esta explicación tampoco es clara es
las diferencias entre los dos tipos de ejercicio, permite observar
dos aspectos fundamentales: el lugar desde donde se realiza (interno o externo) y la orientación del mismo (teórica o práctica).
Hay coincidencia entre los planteamientos de Picado y Shaw,
aunque sus trabajos se hayan escrito con fines distintos. Picado
(2002) indica que lo que hace que una evaluación sea cualitativa, naturalista o interpretativa no es el uso de técnicas etnográficas o cualitativas, sino sus supuestos ontológicos (naturaleza de la
rea-lidad) y epistemológicos (naturaleza del conocimiento). De tal
modo que si el problema y el objeto de evaluación requieren
para su abordaje los enfoques que buscan la comprensión y la
interpretación de situaciones, de sus estructuras significativas y
de sentido, se está frente a una evaluación cuya orientación será
necesariamente cualitativa.6
En tanto, para Shaw (2003) lo que distingue de una forma
importante a una metodología de evaluación de una investigación cualitativa no son los métodos, sino el tipo de preguntas que
se abordan y qué valores se fomentan.
Con estas ideas, arribamos a una primera conclusión en torno a los objetivos de la evaluación cualitativa, la cual más que
“medir” el resultado de alguna política, plan o programa, se
plantea otro tipo de impactos, por ejemplo, la manera en que
el programa afectó (positiva o negativamente) el modo de vida
de los individuos beneficiados. Asimismo, se pregunta por los
roles asumidos por los actores sociales durante el desarrollo del
programa y analiza, además, las consecuencias o acciones no
esperadas de este programa o política.
Así, la evaluación cualitativa se distingue por cumplir las siguientes funciones:
• Se realiza a través de un contacto intenso y a largo plazo con
el campo.
• La función del investigador es alcanzar una perspectiva general “holística” de la cultura y el contexto objeto de estudio.
• El holismo se consigue mediante la indagación en lo particular.
6
Cursivas nuestras
335
• El todo y lo particular se encuentran en constante tensión.
• El investigador pretende conseguir datos sobre las percepciones de los actores locales “desde dentro”.
• Las categorías del entrevistado se mantienen en primer plano
a lo largo de la evaluación.
• Es interpretativa.
• Se utilizan relativamente pocos instrumentos estandarizados,
sobre todo al principio.
• Gran parte del análisis se hace con palabras. Intervienen mucho el juicio y la persuasión mediante la razón (Shawn, 2003:
189).
La formulación del problema debe expresar las relaciones estructurales de sus categorías y dar cuenta de la relación entre las
categorías más generales. Se expresa en forma de pregunta y en
una dimensión temporal y espacial (Picado, 2002: 55).
Respecto a la tarea técnica de organización de la información
en la evaluación cualitativa, Picado Mesen propone la orientación basada en el procedimiento denominado “Método comparativo constante” (MCC) que indica en cuatro fases:7
336
a.Comparación de “incidentes”: observaciones, fragmentos de
entrevistas, documentos
b.Integración de categorías y sus propiedades
c.Delimitación de la teoría
d.Escritura de la teoría
Con la información organizada en categorías iniciales se procede a la integración y confrontación teórica de conceptos y categorías. En este momento, las categorías adquieren un carácter
conceptual para lograr posibles generalizaciones.
Éstas son algunas ideas sugeridas para el planteamiento y desarrollo de una evaluación cualitativa, pero en la práctica encontramos grandes dificultades cuando se evalúa cualitativamente
un programa donde se involucran actores sociales. Aquí interviene el criterio del evaluador/investigador, su forma de acercarse al objeto de estudio y su conocimiento de los métodos y
7
Actualmente también se utilizan diversos programas electrónicos
para ayudar al investigador en el procesamiento y organización de la información, entre algunos de éstos se encuentran el Ethnograph, Atlas/
ti y el Nudist (Non numerical unstructed data indexing). Aunque dichos
programas representan un instrumento muy importante de apoyo a la investigación, el trabajo “artesanal” sigue siendo ampliamente usado por los
científicos sociales.
técnicas de análisis. Podría resultar complicado “descomponer”
un programa social para evaluarlo de la manera aquí indicada,
ya que la realidad es mucho más compleja e interviene una diversidad de actores que probablemente no estaban contemplados en el planteamiento original de la evaluación; por ejemplo,
en el caso de la Evaluación Cualitativa al programa Hábitat, en
el diseño metodológico no se consideraba el papel de los líderes
sociales y de los gobiernos locales e instituciones involucradas,
sobre este tema se reflexiona en el trabajo de Arzaluz y Jurado
(2006).
La Secretaría de Desarrollo Social manifestaba para 2006 la
evaluación de al menos los siguientes programas:
•
•
•
•
•
•
•
•
•
Progresa-Oportunidades 1997-2004
Leche fortificada Liconsa
Microsimulación: Oportunidades, Liconsa, Diconsa
Programa alimentario
Estrategia Microrregiones
Hábitat
Programa Tu Casa
Programa Piso Firme en Coahuila
Jóvenes con oportunidades
Uno de los problemas que también se destacaban al realizar
estas evaluaciones era que no había suficientes especialistas para
esas tareas.8
De los programas sociales conocidos e implementados en
México desde el nivel federal de gobierno, sobresalen los casos
de Oportunidades y Hábitat, que se han evaluado cuantitativa y
cualitativamente. A estos dos nos referiremos por la manera en
que se efectuó la evaluación cualitativa.9
Evaluaciones cualitativas en México
El Programa de Desarrollo Humano Oportunidades conocido en
sus inicios como Progresa, y que empezó a funcionar a finales
de la década de 1990, promueve acciones para la educación,
8
Hernández Licona: http://www.insp.mx/Portal/eventos/ponencias/
ponencias-Auditorio/Viernes/MR-16Perspetivasenlaevaluacion%20Gonzalez%20Hernandez%20Licona.ppt#352,2,Objetivo [consultado 29 de
marzo de 2007].
9
A finales de 2008 se publicó un texto que sistematiza la reflexión de
los encargados de algunas de estas evaluaciones (Cortés, 2008).
337
salud y alimentación de las familias que viven en condiciones
de pobreza extrema. Tiene como objetivos impulsar y fortalecer
las capacidades y potencialidades de las familias en situación
de pobreza extrema, además de contribuir a la vinculación con
nuevos servicios y programas de desarrollo que propicien el mejoramiento de sus condiciones socioeconómicas y su calidad de
vida (Instituto Nacional de Salud Pública, 2002: 1).
Uno de los requisitos de las reglas de operación del programa
era que éste fuera evaluado por instituciones académicas y de
investigación o por organismos especializados de carácter nacional o internacional que tuvieran experiencia en la materia. El
esquema general de esta evaluación contemplaba el análisis de
los efectos de corto, mediano y largo plazo del programa sobre
la población beneficiaria, tanto en la esfera individual como en
la familiar o en el contexto comunitario. Se incluyó la verificación sobre el cumplimiento de las premisas básicas, objetivos,
logros y metas del programa. De tal forma que se invitó a especialistas para realizar algunas de estas evaluaciones, buscando
los siguientes alcances:
338
• Medir los resultados e impactos en el corto, mediano y largo
plazos.
• Identificar con precisión los resultados e impactos que eran
atribuibles al programa.
• Medir los cambios en el nivel de bienestar de los hogares beneficiados.
• Identificar las sinergias que ocurren entre los componentes
del programa y de éste con los otros programas de desarrollo
social.
• Aportar elementos para mejorar el funcionamiento del programa.
• Identificar la relación costo-efectividad del programa.
• Determinar el grado de apego a las reglas de operación.
Las evaluaciones de corte cuantitativo que se efectuaron fueron
las siguientes:
1.Evaluación del efecto sobre la utilización de servicios de salud
en el medio rural.
2.Evaluación de impacto sobre la inscripción escolar: primaria,
secundaria y media superior.
3.Análisis sobre el cambio en las variables demográficas y
económicas de los hogares beneficiarios del programa entre
los años 1997-2002.
4.Evaluación del impacto en la identificación de familias beneficiarias en el medio urbano.
5.Evaluación del cumplimiento de metas, costos unitarios y apego
al programa a las reglas de operación.
Paralelamente se llevó a cabo la evaluación cualitativa al Programa de Desarrollo Humano Oportunidades, que es la que
nos interesa exponer. Esta evaluación se pensó en función de
conocer los factores comunitarios, de hogar y de organización
que inciden en las áreas objetivo del programa partiendo de
las siguientes preguntas: 1) ¿Cuáles son los usos que la gente ha
dado a las transferencias en efectivo que el gobierno mexicano
les hace llegar a través del programa Oportunidades?, 2) ¿qué
cambios se observan en los hábitos alimenticios, en las dietas y
prácticas de consumo, en la salud y en la educación de las familias?
La hipótesis de quienes realizaron la evaluación fue que:
el Programa Oportunidades opera sobre las bases de la vulnerabilidad en dos sentidos: por un lado, amplía las estructuras de
oportunidades (a través de los servicios de salud y educación), y
por otro, ensancha el portafolio de recursos de los grupos domésticos con insumos monetarios (y en especie; la papilla para los infantes y niños pequeños) que pueden convertirse en mejor y más
abundante consumo (alimento, de ropa y calzado, etc.). Todo ello
debería significar la ampliación de recursos necesarios para que
las familias se ubiquen en una situación de menor riesgo ante la
adversidad (Escobar y González de la Rocha, 2003: 17).
La metodología cualitativa definida por los autores de la evaluación es aquella que comprende un conjunto de técnicas
normalmente no sujetas a análisis estadístico, por medio de las
cuales es posible acercarse a las conductas, normas y significados de los actores en términos mucho más cercanos a los suyos
propios que los que es posible recopilar en estudios de corte
estadístico.
Las evaluaciones efectuadas a este programa buscaron hechos
generales, cumpliendo con los siguientes criterios: 1) Los análisis
de los estudios de caso se hacen con instrumentos conceptuales
de índole general, en este caso, el enfoque de la vulnerabilidad
y los recursos de los hogares. 2) Este enfoque permite incorporar tipos de casos diferentes, con el fin de comprender las variaciones posibles y postular relaciones de carácter más general
cuya comprensión sea de utilidad para quienes buscan optimar
sus resultados en hogares y asentamientos diferentes (2003: 22).
339
Las técnicas que los autores utilizaron incluyeron estudios de
caso, entrevistas a actores clave de las comunidades estudiadas
y la realización de grupos focales con los beneficiarios del programa. En el plano teórico, los autores parten del concepto de
vulnerabilidad,10 este enfoque proporcionó a los evaluadores la
ocasión de medir los cambios producidos por el programa en
varios niveles: trabajo, vivienda, capital humano, relaciones domésticas, relaciones extradomésticas (capital social).
Evaluación cualitativa del programa
Hábitat
340
El programa Hábitat surge en México en el año 2003 con la
premisa de enfocar las estrategias de combate a la pobreza a
través de acciones orientadas directamente hacia los habitantes
que la padecen. Apoyándose en estudios sociales y urbanos, en
diagnósticos sobre la pobreza y en los datos del censo de 2000,
el programa Hábitat busca también racionalizar los recursos al
identificar claramente los territorios o polígonos urbanos que
incluyen los porcentajes más altos de posibles beneficiarios.11
Este programa tiene como propósito constituirse en una estrategia integral de ataque a la pobreza, combinando acciones
que pretenden potencializar las capacidades de los individuos
y las familias pobres, así como transformar el entorno urbano,
invirtiendo en infraestructura urbana y servicios básicos, de los
barrios o polígonos donde vive dicha población.
El programa inició en 32 ciudades que, de acuerdo al censo
del año 2000, tenían más de 100 mil habitantes.12 El indicador
más importante que permitió la selección de estas ciudades fue el
de pobreza patrimonial, referido a “todos aquellos hogares cuyo
ingreso por persona es insuficiente para cubrir las necesidades
10
Este concepto se distingue del de pobreza en tanto que el último lleva
a cabo mediciones estáticas en ciertos momentos del tiempo y de acuerdo
con la construcción de una línea de pobreza. En cambio, el concepto de
vulnerabilidad es dinámico y alude a los procesos que se generan en las
condiciones de inseguridad/seguridad del bienestar de los individuos, grupos domésticos o comunidades ante un ambiente cambiante (Escobar y
González de la Rocha, 2003: 15).
11
Sobre la metodología empleada para delimitar y precisar los polígonos
de pobreza véase la página en internet de Hábitat (http://cartografia.sedesol.gob.mx:8080/habitat2005.html).
12
Actualmente se están aplicando recursos en ciudades de menos de
cien mil habitantes.
de alimentación, salud, educación, vestido, calzado, vivienda y
transporte público”. Con base en las diferentes características
de los habitantes de estas zonas de pobreza patrimonial y de su
entorno urbano, el programa Hábitat decidió aplicar el presupuesto bajo diferentes modalidades, las más aplicadas fueron:
Mejoramiento de barrios, Superación de la pobreza y Oportunidades para la mujer. Las otras fueron: Seguridad para las
mujeres y sus comunidades, Ordenamiento del territorio y mejoramiento ambiental, Planeación urbana y Agencias de Desarrollo Hábitat y Desarrollo social y comunitario. En 2007 las
modalidades pasaron a sólo tres: Desarrollo social y comunitario, Mejoramiento del entorno urbano y Promoción del desarrollo urbano (Arzaluz y Jurado, 2006: 1). Como parte de las
Reglas de Operación, existe la obligatoriedad de evaluar cuantitativa y cualitativamente al programa.13
Respecto a esta segunda forma de evaluación, las interrogantes básicas fueron:14
• ¿Cómo afectó el programa a los beneficiarios?
• ¿Algún mejoramiento fue el resultado directo del programa o
se habría producido de todas formas?
• ¿Se podría modificar el diseño del programa para mejorar
sus repercusiones?
De tal manera que el análisis se realizó observando tres dimensiones:
a)Las transformaciones del espacio material de reproducción
(infraestructura, servicios y equipamiento).
b)Transformaciones del espacio social de convivencia y participación (capital social, cohesión, mecanismos de participación
en la gestión urbana).
c)Transformaciones en las condiciones de inserción en el espacio urbano y en los mercados de trabajo (identidad colectiva,
articulación y acceso a los beneficios del espacio urbano, incorporación a la estructura ocupacional).
13
La evaluación cuantitativa la hizo el Colegio de la Frontera Norte, el
documento completo se puede consultar en internet. La evaluación cualitativa la realizó CIESAS (Centro de Investigación y Estudios Superiores en
Antropología Social); el documento que resume ambas evaluaciones también está disponible en línea.
14
La metodología del análisis cualitativo fue diseñada por el CIESAS.
341
Para esto, se tomarían en cuenta:
a)Cambios en la infraestructura urbana y en el acceso a servicios: disposición de mejores condiciones de vida e inserción
en los mercados de trabajo (ingresos monetarios).
b)Estructuras organizativas (confianza en las asociaciones locales, dispositivos de participación ciudadana en el desarrollo
y operación del programa).
c)Percepción de las transformaciones del espacio urbano y de
las oportunidades de integración al mercado laboral (representaciones culturales de la vida social del barrio y de las posibilidades de bienestar).
342
Las preguntas guía de esta evaluación cualitativa fueron en los
temas de habitabilidad, competitividad, desarrollo social y comunitario, así como resultados generales del programa. En este
caso, la evaluación cualitativa se realizó a dos años del inicio
del programa, en algunos de los polígonos donde éste se aplicó
desde sus inicios. Las técnicas para responder las preguntas anteriores fueron las usuales en la metodología cualitativa: las entrevistas, los grupos focales, la observación directa y el análisis
documental.
Dado que se llevaron a cabo los dos tipos de evaluación, las
instituciones encargadas de éstas advierten que los resultados del
enfoque cualitativo no son generalizables a todo el programa o a
todos los casos de estudio.15 No obstante, estos resultados plantean varios tipos de conclusiones: 1) Aquellos que se obtuvieron
a través de información documental; 2) los obtenidos mediante
la información recolectada en el trabajo de campo que tienen
representatividad para el programa; 3) los obtenidos mediante
información recolectada en el trabajo de campo y que no tiene
representatividad para el programa; 4) los resultados del estudio
cualitativo que no se pueden generalizar al programa.16
En ambos casos, tanto en Oportunidades como en Hábitat,
los resultados producto de la evaluación cualitativa tuvieron que
ver con los cambios en la vida cotidiana de las personas, con aspectos relacionados con las formas de organización social en las
Las evaluaciones cuantitativas las realizaron el Colegio de la Frontera
Norte y la Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco, la cualitativa el Centro de Investigación y Estudios Superiores en Antropología Social. Los resultados se pueden consultar en www.habitat.gob.mx
16
El informe final de estas evaluaciones aparece con el título “Integración de evaluaciones del programa Hábitat 2005”, septiembre 2005, en
la página de Hábitat: www.habitat.gob.mx
15
comunidades involucradas, con las diferencias de género en los
efectos de los programas, entre otros temas. En los dos casos se
pretendió que estas evaluaciones fueran paralelas y complementarias a las evaluaciones cuantitativas; pero como se observa, los
resultados de éstas fueron muy específicos en ciertos temas que
no necesariamente involucraban los aspectos que observaron
quienes realizaron la evaluación cuantitativa.
Finalmente, no queremos dejar de señalar un tema que demuestra la confusión en torno a los métodos de evaluación cualitativa por parte de los agentes que elaboran las políticas sociales,
tal es el caso de la creación de los Centros Comunitarios de Desarrollo Social. Como antecedente tenemos que como parte de
las Reglas de Operación del programa Hábitat publicadas en
2009, los Centros de Desarrollo Comunitario (CDC) son considerados una acción emblemática; esto quiere decir que responden
al objetivo general del programa, son relevantes en cuanto a su
impacto para el desarrollo de la comunidad e identifican socialmente al programa Hábitat. Estos CDC comprenden proyectos
vinculados al desarrollo de capacidades, ampliación de oportunidades, atención a víctimas de violencia, fortalecimiento de las
redes de protección social y de los instrumentos de planeación
social y urbana (Sedesol, 2005: 14).
Del mismo modo, la Sedesol se refiere a los CDC como “espacios físicos adecuados ubicados, en las zonas de atención prioritaria para ofrecer servicios y apoyo a la población”. Los CDC
tienen como objetivo:
• Promover la vida comunitaria.
• Fomentar la convivencia entre todos los miembros de las comunidades.
• Proveer servicios sociales, como acciones preventivas de salud,
centros de desarrollo infantil y asesorías diversas, entre otras.
• Fortalecer la identidad colectiva.
• Proporcionar capacitación laboral y en artes y oficios, así
como apoyar la formación en valores y la prevención de conductas de riesgo.
Estos objetivos comprenden varios ámbitos: desarrollo humano y superación personal, identidad y pertenencia colectiva,
gestoría social, organización comunitaria, capacidades laborales, acciones preventivas de salud, atención y cuidado infantil.
La propuesta de Sedesol respecto a los cursos que se deberían
impartir en los CDC incluye las siguientes áreas de organización
343
y participación comunitaria: salud, educación, competencias
laborales, desarrollo personal, cultura, deporte y recreación
(2005: 25).
No obstante, la Sedesol no da otro tipo de especificaciones
para la organización de estos CDC y deja a la instancia ejecutora
la organización de actividades y cursos. Establece la necesidad
de generar instrumentos de evaluación, pero no indica cómo se
realizará ésta ni qué variables e indicadores se deben considerar.
Sólo plantea la observación de los siguientes aspectos para la
evaluación cualitativa:
344
• Uso y optimización de los espacios.
• Percepción de los beneficios de los servicios en la vida cotidiana de las personas.
• Percepción de la calidad de la atención y los servicios.
• Variedad de acciones dirigidas a los grupos de población prioritaria y vulnerable.
• Grado de confianza de la comunidad.
• Coordinación con instancias de la sociedad civil, empresas,
instituciones públicas y redes comunitarias.
• Cambio de actitudes y comportamiento de la población.
• Impacto social, detectando el nivel de insatisfacción de la población.
• El proceso comunitario y la autogestión lograda (2005: 38).
Como se observa, algunos de estos temas requerirían por sí
mismos una investigación social específica (el último punto, por
ejemplo), no hay criterios o reglas a seguir en el caso de una
evaluación cualitativa, mucho menos para un tema tan complejo como pueden ser estos CDC que involucran la actuación
de una gran cantidad de actores e instancias. Esto demuestra
que es necesario revisar las experiencias conocidas (Hábitat,
Oportunidades) que ya fueron evaluadas para generar otros instrumentos que sean útiles y replicables en distintos contextos y
situaciones, considerando que cada vez más programas sociales
serán evaluados cuantitativa y cualitativamente en el futuro. Es
tarea de los científicos sociales avanzar en este aspecto y dar a
la evaluación cualitativa el lugar que se merece en estas nuevas
tareas de la política social.
Las reglas actuales de la evaluación
Incluimos este apartado porque no deseamos dejar de lado las
nuevas disposiciones en materia de evaluación del gobierno federal. No obstante, la inclusión de este tema no cambia el sentido de lo expresado anteriormente.
Como una forma de estandarizar y dar un carácter más
sólido a la metodología empleada en las evaluaciones solicitadas por dependencias federales, a partir del año 2007 se establece una serie de lineamientos con el objetivo de regular estas
evaluaciones, elaborar una matriz de indicadores y sistemas de
monitoreo, y para la elaboración de los objetivos estratégicos
de las dependencias y entidades de la administración pública
federal.
Este ordenamiento indica que:
las dependencias y entidades deberán elaborar la matriz de indicadores de cada programa federal, con base en la metodología de
marco lógico que determinen el Consejo en el ámbito de su competencia, la secretaría y la función pública a través de los lineamientos específicos que emitan conjuntamente en el marco del proceso presupuestario, el programa de mejoramiento de la gestión y
el Sistema de Evaluación del Desempeño.
Así, la metodología del marco lógico es una herramienta que
trata de facilitar el proceso de conceptualización, diseño, ejecución y evaluación de proyectos. Pone énfasis en la orientación
por objetivos, en los grupos beneficiados y en facilitar la participación y comunicación entre las partes interesadas. Este método
involucra cuatro elementos analíticos: 1) Análisis de involucrados, 2) análisis del problema, 3) identificación de alternativas
de solución al problema, 4) estructura analítica del proyecto.
La matriz consta de cuatro columnas: 1) Resumen narrativo
de objetivos y actividades, 2) indicadores, 3) medios de verificación, 4) supuestos (factores externos que implican riesgos).
Además de cuatro filas: 1) Fin al cual el proyecto contribuye de
manera significativa, 2) propósito logrado cuando el proyecto
ha sido ejecutado, 3) componentes/resultados completados en
el transcurso de la ejecución del proyecto, 4) actividades requeridas para producir los componentes /resultados (Ortegón,
2005: 13-22).
La matriz de indicadores a que se hace referencia deberá contener al menos la siguiente información: I. Resumen narrativo
345
(resultados, productos, gestión), II. Indicadores, III. Medios de
recolección o verificación de la información, supuestos.
Estas nuevas disposiciones establecen también los tipos de
evaluación aplicables a las dependencias de gobierno:
I. Evaluaciones de programas federales: las que proponen a
cada programa, las cuales pueden ser de varios tipos: a) Consistencia y resultados, b) indicadores, c) procesos, d) impacto,
e) específicas.
II. Evaluaciones estratégicas: las que se destinan a un programa
o conjunto de programas en torno a las estrategias, políticas
e instituciones.
346
Los lineamientos señalan que estas evaluaciones deberán ser
realizadas por evaluadores externos. Asimismo, las evaluaciones
de los programas federales y sus resultados formarán parte de
un Sistema Nacional de Evaluación del Desempeño, así como
del Programa de Mejoramiento a la Gestión, y se articularán
con la planeación y el proceso presupuestario. En el fondo, los
principios que guiaron estas disposiciones tienen que ver con
la búsqueda de una mayor eficiencia en la utilización del gasto
público y en la asignación de presupuestos.
Pero es un hecho que de aquí en adelante los programas deberán estar pensados desde su diseño con la metodología planteada, por eso las evaluaciones cualitativas deberán adaptar sus
técnicas a estos principios. Sin embargo, hasta el momento no se
conocen los resultados de estas disposiciones, por ello habrá que
esperar su efectividad y, sobre todo, la manera como el método
cualitativo adapta sus técnicas y su concepción a los principios
de eficientización del gasto público.
Conclusiones
Arribamos a una etapa en la historia de la política social en México en la cual asuntos como la evaluación, la transparencia y la
rendición de cuentas quedan plenamente institucionalizados y
se convierten en una práctica obligatoria para las dependencias
abocadas al caso. No obstante, al tratarse de una práctica de
reciente incorporación, existen aún muchas dudas en torno a
quiénes y de qué manera deberán realizarse estas evaluaciones.
El asunto se complica aún más cuando esta evaluación es de
carácter cualitativo y al insertarse en esa tradición, los resulta-
dos que se obtengan no serán generalizables en el sentido estadístico del término; por lo tanto, la utilidad que puedan prestar a quienes elaboran las políticas públicas deberá considerar
esta situación. Además de esto, en este tipo de evaluaciones no
se han discutido lo suficiente las reglas, cosa que no sucede con
las de tipo cuantitativo para las cuales hay criterios estadísticos
estandarizados, que hacen que los resultados puedan ser representativos.
Por lo anterior, es necesario que los científicos sociales nos
aboquemos a la tarea de reflexionar sobre la utilidad de este método, sobre los temas en los que es posible generalizar y pensemos en crear guías de análisis para las nuevas evaluaciones que
están por hacerse. Por una parte entendemos que la tarea de la
evaluación es diferente de la investigación social, aunque ambas utilicen el mismo tipo de técnicas de análisis. La evaluación
responde a preguntas muy concretas y, sobre todo, refiere a los
impactos de una acción o política específica, mientras que las
investigaciones sociales tienen otras motivaciones.
En este documento presentamos algunos lineamientos generales para realizar evaluaciones cualitativas considerando que
hay nuevas disposiciones gubernamentales en este sentido; pero
sin duda es una tarea en la que los científicos sociales debemos
trabajar y retroalimentar a los tomadores de decisiones.
Con la revisión documental y la experiencia personal en la
evaluación cualitativa, además de las generalidades reseñadas
en este documento, creemos necesario considerar algunos elementos adicionales para enriquecer este tipo de análisis, tales
como:
1)Distinguir el tipo de programa que se va a evaluar (de índole
territorial, económica, de género) y diseñar métodos específicos para cada caso.
2)Establecer el seguimiento de acciones de forma longitudinal
(estudio basal y posteriores réplicas).
3)Extender el ámbito de análisis a las redes de actores que intervienen (actores políticos locales).
Probablemente la utilización de la metodología del marco lógico
va encaminada a incorporar estos temas, pero este método no
es aún generalizable ni ha sido probado en forma suficiente por
los evaluadores en México, por lo que todavía existen muchas
interrogantes con su aplicación.
Cabe señalar finalmente que las observaciones de este documento se enfocan al nivel federal de gobierno, pero es un hecho
347
que los otros niveles (estatal y municipal) empiezan a evaluar sus
propios programas. Tal es el caso del estado de Nuevo León y la
recientemente creada Ley Estatal de Desarrollo Social que establece como una obligación efectuar estas evaluaciones periódicas.
Por lo tanto, los científicos sociales estamos ante un nuevo
escenario en donde tendremos que reelaborar nuestros métodos
y técnicas de análisis, de tal forma que las evaluaciones cualitativas que se lleven a cabo en el futuro tengan utilidad para quienes
toman las decisiones de política pública y, a su vez, establezcan
fundamentos sólidos sobre los temas que es posible generalizar,
de la misma manera como sucede en la evaluación cuantitativa.
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349
Desigualdad y pobreza en Chile
1987-20061
I
Índice
Capítulo Siguiente
Capítulo anterior
Mauricio Olavarría Gambi
Introducción
¿Cuáles son las expresiones más severas de desigualdad y/o inequidad en Chile? Diversos trabajos han identificado a Chile
como uno de los países más desiguales en la región más desigual
del mundo. Esta afirmación se basa en estimaciones que usan
el Coeficiente de Gini y dado que el valor numérico que arroja
el Gini chileno sería más alto que el de otros países, la caracterización de Chile como uno de los países más desiguales del
mundo ha surgido como lógica consecuencia. De acuerdo con
los datos aportados por Mideplan (2007), ese coeficiente se ha
mantenido prácticamente estancado en alrededor de 0,57 entre
1990 y 2003; en tanto, en 2006 ha registrado una pequeña caída
a 0,54.
En este contexto, una primera cuestión relevante es constatar la estabilidad de la alta desigualdad chilena respecto de la
Esta investigación ha recibido financiamiento de la Vicerrectoría de
Investigación y Desarrollo de la Universidad de Chile, a través del Concurso 2007 en Ciencias Sociales, Humanidades y Educación. El trabajo se
ha beneficiado del muy buen aporte de los ayudantes de investigación, Srs.
Javier Pino Alarcón y Juan Pablo Araya Orrego. Agradezco los comentarios
realizados por Xavier Mancero a una versión preliminar de este artículo.
Los errores que permanecen son de exclusiva responsabilidad del autor.
1
351
352
registrada en otros países. También es importante analizar el
comportamiento de indicadores alternativos y compararlos con
el del Coeficiente de Gini tan abrumadoramente usado, no obstante la gran gama de medidas de desigualdad existente. Otra
cuestión relevante es la discusión acerca de si la del ingreso es la
dimensión central para estimar las diferencias en el bienestar a
que acceden las personas, o si hay categorías que la anteceden
conceptualmente, y si la impresión que genera el análisis de esas
otras categorías de bienestar difiere de la que provoca la perspectiva de la distribución del ingreso.
La discusión sobre la desigualdad se ha centrado en la desigualdad de ingreso, y sólo muy recientemente han surgido trabajos
académicos sobre otras dimensiones en las cuales se expresan las
diferencias en el acceso al bienestar. Los trabajos de Medrano et
al. (2005), sobre desigualdades de ingreso, consumo, educación
y salud en América Latina, y el de Jadúe y Marín (2005) sobre
determinantes sociales de la salud y que constata inequidades de
salud en Chile, recogen la necesidad de abrir la discusión hacia
el análisis de categorías alternativas al ingreso.
Los análisis de desigualdad de ingresos en Chile se han concentrado en el uso del Coeficiente de Gini (muy raramente han
usado indicadores alternativos) y en el Índice 20/20, dada la
facilidad de interpretación de estos indicadores, pero se le ha
prestado poca atención a sus limitaciones. Por ejemplo, usando
el Coeficiente de Gini, variados estudios han constatado una
persistente desigualdad en Chile (Pizzolitto, 2005; Giovagnoli,
Pizzolitto y Trias, 2005; Bravo et al., 2002; Beyer, 1997) y que
según datos del mercado laboral de Santiago, los índices de
desigualdad de la segunda mitad de la década de 1950 serían
similares a los de fines de la década de 1990 (Larrañaga, 2001;
Ruiz-Tagle, 1999). Desde el punto de vista comparado, diversos
estudios señalan que Chile sería uno de los países más desiguales
de América Latina (Pizzolitto, 2005), del mundo (Bravo et al.,
2002), y que Chile sería más desigual que países comparables
de Asia del Este, el Medio Este, África del Norte y África SubSahariana (Chumacero y Paredes, 2002). Aunque interesantes y
respaldados por un sofisticado instrumental técnico, la excesiva
concentración de los estudios en un solo indicador y la inadvertencia acerca de si los indicadores de los países aludidos son efectivamente comparables podría potencialmente afectar la validez
de sus conclusiones.
En el caso de los análisis sobre América Latina diversos estudios tienden a prestar atención al tipo y fuentes de los datos
con que se elaboran los indicadores, aunque el uso del Coeficiente de Gini sigue siendo abrumador. Por ejemplo, el trabajo
de López y Perry (2008), sobre las causas y consecuencias de la
desigualdad regionales basado en el Coeficiente de Gini, señala
que la desigualdad de ingreso se incrementó en la mayoría de
los países de la región durante la década de 1990, con variaciones significativas entre países, y advierte que el mencionado
coeficiente puede diferir en 10% dependiendo si se estima sobre
datos de ingreso o consumo. Asimismo, el trabajo de Székely y
Hilgert (1999), que busca analizar qué hay detrás de la desigualdad reportada en América Latina basado casi exclusivamente
en el Coeficiente de Gini, concluye que la desigualdad podría
estar subestimada, porque la disparidad de modos de recolección de datos a través de las encuestas aplicadas en la región no
capturaría adecuadamente los ingresos de los extremos de la
distribución.
Por otro lado, la concentración del análisis de la desigualdad en la dimensión monetaria, y particularmente en el Coeficiente de Gini, hace necesario llamar la atención de lo riesgoso
de esta práctica, pues este es un fenómeno que presenta múltiples dimensiones, por eso sería dable analizarlo desde diversas perspectivas. Sobre el punto, Atria (2008) argumenta que
“las barreras que impiden la igualdad de oportunidades son de
diferente naturaleza, por lo que la equidad no puede analizarse
con un solo indicador por importante que éste sea”. Ello lleva
a expandir el análisis hacia una diversidad de indicadores que
recojan las dimensiones del ingreso, pero también y fundamentalmente aquellas dimensiones que están en la base de las oportunidades de bienestar a que accede cada persona.
Así, este trabajo se propone, en primer lugar, comprobar si la
desigualdad en Chile ha permanecido prácticamente inalterada
a lo largo del periodo que cubren las encuestas CASEN —para
lo cual empleará una variada gama de indicadores más allá del
Coeficiente de Gini—, si el bienestar de los más pobres ha permanecido inalterado y si Chile es, verdaderamente, uno de los
países más desiguales; para ello buscará identificar casos en que
los datos permiten una efectiva comparación. Asimismo, el trabajo examinará dimensiones no monetarias relacionadas con la
equidad en el acceso a las oportunidades de bienestar.
El presente material se ha organizado en seis secciones.
Luego de esta introducción, se presenta el debate conceptual
y las cuestiones metodológicas en torno a la construcción de
los indicadores de desigualdad-equidad. La sección siguiente
353
expone los datos usados, las definiciones operacionales con las
que se han trabajado los datos y los modos en que indicadores
de desigualdad-equidad chilenos han sido estimados. La cuarta
sección exhibe los resultados de las estimaciones. Luego, la
quinta sección expone el análisis acerca de la comparación internacional de los indicadores de desigualdad. La sección final
presenta una discusión de los hallazgos y las conclusiones e implicancias que fluyen del trabajo.
Cuestiones conceptuales y metodológicas
a) Las corrientes conceptuales
354
El desarrollo de los estudios sobre pobreza, desigualdad y, en general, bienestar humano ha ido perfilando dos notorias tendencias: por un lado, la corriente económica y, por otro, la corriente
multidimensionalista. La primera, derivada de la economía del
bienestar, utiliza el instrumental microeconómico e indicadores
basados en medidas monetarias de ingreso o consumo para establecer comparaciones de niveles de bienestar por personas o
grupos. Esta corriente asume un comportamiento racional de los
individuos, que los lleva a maximizar la utilidad que les reportan las decisiones que adoptan o las acciones que emprenden.
Así, serían las propias personas las que mejor identifican aquello
que les reporta utilidad e incrementa su bienestar. Conforme a
ello, entonces, las personas sólo tendrían inclinación a satisfacer
preferencias ordenadas, transitivas y estables, independiente de
si tales preferencias son egoístas o altruistas (Lane, 1996). Bajo
este supuesto, el enfoque económico utiliza variables de ingreso
o consumo, como sustitutos, aunque imperfectos, de los niveles
de utilidad o bienestar. De este modo, quienes se ubican bajo un
cierto umbral de ingreso o consumo serían considerados pobres,
y las estimaciones de desigualdad en una cierta comunidad indicarían las diferencias en el nivel de utilidad o bienestar, medido
por el ingreso o consumo de sus miembros.
La corriente multidimensionalista aboga por la necesidad de
desarrollar una visión integral del bienestar humano, incorporando dimensiones adicionales al ingreso o consumo. En esta
línea, Boltvinik (1990) argumenta que el ingreso o consumo
es sólo una de las variables que determinan la satisfacción de
necesidades y, en último término, de bienestar y que otras, tan
importantes como el ingreso o el consumo, serían los derechos
de acceso a bienes y servicios gubernamentales, la propiedad
de activos o patrimonio básico acumulado, tiempo disponible
para la educación, el descanso, la recreación y el trabajo del hogar, además de la posesión de activos no básicos. De este modo,
el enfoque de las Necesidades Básicas plantea que las medidas
monetarias de bienestar no tomarían en cuenta la situación específica de satisfacción o insatisfacción de las necesidades básicas, y que más bien éstas apuntarían a una cuestión más bien
indirecta, de satisfacción potencial de las necesidades básicas a
través de la disponibilidad de cierto ingreso.
Asimismo, el enfoque de Capacidades y Realizaciones, inspirado por Amartya Sen, centra su atención en las condiciones
sociales básicas que llevan a que las personas puedan vivir el
tipo de vida que cada uno tiene razones para valorar (Sen,
2000). Las capacidades son el reflejo de las libertades básicas de
las personas, que dependen de factores como las características
personales y los arreglos sociales; cuestiones, a su vez, que influyen en la posibilidad de optar por un tipo u otro de vida. Las
realizaciones pueden variar desde los básicamente físicos, como
estar bien alimentado, con adecuada vestimenta y vivienda, ser
saludable, hasta las más complejas realizaciones sociales como
participar en la vida de la comunidad, ser capaz de aparecer en
público sin avergonzarse, por ejemplo (Sen, 1995). Sen (2000)
aclara que ingreso y capacidades son dos dimensiones relacionadas: el ingreso es un medio importante para el proceso de
generación de capacidades, aunque la posibilidad de alcanzar capacidades básicas puede estar asociada a diferentes
niveles de ingreso, según la persona y sociedad, y porque la
expansión de capacidades lleva a que las personas sean más
productivas y obtengan un mayor ingreso.
De este modo, los enfoques multidimensionalistas han puesto
el énfasis en el acceso a bienes y servicios esenciales que tienen
gran importancia en el proceso de generación y expansión de
capacidades, porque ello crean las condiciones primarias para
que las personas puedan satisfacer sus necesidades humanas
básicas de amplio espectro, poder vivir la buena vida humana y
lograr inserción social. El contrapunto entre estas tendencias ha
llevado a una expansión de los conceptos de pobreza y desigualdad, los que han ido progresivamente recogiendo las dimensiones reivindicadas por los enfoques de necesidades básicas y de
capacidades y realizaciones (véase cuadro 1, por ejemplo). Ello
lleva a cambiar el foco de los estudios de pobreza y desigualdad,
desde el mero ingreso/consumo a las oportunidades, los activos,
la vulnerabilidad y la exclusión social (Bourguignon, 2006).
355
Cuadro 1.
OECD: Diagrama de ampliación del concepto de pobreza
Consumo o Ingreso Personal (C/IP)
C/IP+Activos
C/IP+Activos+Seguridad
C/IP+Activos+Seguridad+Bienes y Servicios Sociales (BSS)
C/IP+Activos+Seguridad+BSS+ Empoderamiento
C/IP+Activos+Seguridad+BSS+ Empoderamiento+Tiempo Libre
Fuente: OECD, DAC Guidelines on Poverty Reduction 2000, citado en Atria (2008).
356
La ampliación del concepto de pobreza lleva también a la ampliación del concepto de desigualdad. La idea de desigualdad
hace referencia a que las personas alcanzan diferentes logros o
realizaciones o tienen distintos ingresos, pero dado que las sociedades son heterogéneas y diversas es natural esperar diversidad
de logros e ingresos. En este contexto, Sen (2006) argumenta
que la transformación de ingresos en capacidades y, finalmente,
en realizaciones depende de variados factores personales como,
por ejemplo, la propensión a desarrollar enfermedades hereditarias y medioambientales en que las personas viven. Dado que
las oportunidades de bienestar están intrínsicamente asociadas
al desarrollo de capacidades y a las posibilidades de acceso a
servicios sociales esenciales como salud, educación y protección
social, la atención se desplaza hacia la necesidad de identificar
si hay personas o grupos que enfrenten serias dificultades de acceso a los recursos o servicios sociales requeridos o que habilitan
para participar en la vida social y disfrutar del nivel de vida que
es común en una determinada sociedad. Así, la idea de desigualdad, que implica la constatación de un hecho, da paso a la noción de inequidad, que se orienta a identificar para remover las
barreras que impiden el acceso al bienestar que es común en
una determinada sociedad a ciertos grupos.
La complicación en el esfuerzo de ampliación conceptual
de desigualdad a inequidad ha sido, sin embargo, la generación de medidas de pobreza e inequidad que puedan recoger y
operacionalizar estas nuevas dimensiones. Sobre esto, Grusky
y Kanbur (2006) señalan que es necesario desarrollar nuevos
métodos de medición de la pobreza y la desigualdad en este
espacio multidimensional; pero que ésa es una tarea difícil por
la gran cantidad de parámetros requeridos para caracterizar dicha multidimensionalidad. La popularidad que ha alcanzado el
enfoque de desigualdad basado en medidas monetarias radica
en su facilidad de comprensión, de operacionalización y su aplicación al análisis de políticas públicas, tanto a la caracterización
de los problemas de pobreza y desigualdad-inequidad que se
abordarán, como a la evaluación de esas intervenciones. El enfoque multidimensional, en cambio, es complejo.
Por ello, Bourguignon (2006) sugiere que esa tarea requiere
expandir el enfoque de ingreso/consumo antes que abandonarlo, dados los problemas de medición y operabilidad que todavía
presenta el enfoque multidimensional, y dado que hay complementariedad entre las dos corrientes. Por ejemplo, en esta
relación entre ingreso y capacidades, Sen (1998) concluye que
“la caracterización más adecuada, desde el punto de vista del
motivo, de la pobreza como una falla de capacidades básicas,
puede hacerse también en el formato más tradicional del ingreso
inadecuado”. Asimismo, en una analogía orientada a resaltar la
complementariedad de ambas corrientes, Duclos y Araar (2006)
afirman que la diferencia entre el enfoque de necesidades básicas y el de capacidades y realizaciones es análogo a la diferencia
entre el uso del ingreso y el consumo como medidas de bienestar: el ingreso mostraría la capacidad de consumir, en tanto que
el consumo podría ser entendido como el resultado del ejercicio
de esa capacidad.
En este contexto, en que, por un lado, hay un reconocimiento
a que la pobreza y la desigualdad son fenómenos multidimensionales, pero que la operacionalización y medición de esas múltiples dimensiones es todavía y lo seguirá siendo por un tiempo,
no breve, una tarea difícil e inacabada, y, por otro, en que las
mediciones basadas en ingreso o consumos son fáciles de comprender y operacionalizar para el análisis de políticas públicas,
este enfoque sigue aportando, de manera abrumadora, la base
de datos que normalmente se usan en estudios sobre pobreza y
desigualdad-inequidad.
Ello hace imprescindible que los estudios tomen debida cuenta de las limitaciones que presenta este enfoque, las debilidades
de los indicadores usados y las reales posibilidades de establecer
comparaciones internacionales. Con la finalidad de ponderar
las cuestiones metodológicas centrales y los datos con los que se
construyen las mediciones de desigualdad, los siguientes acápites
de esta sección presentan una revisión de los principales indicadores y el tipo de datos utilizados.
357
b) Los indicadores de desigualdad
358
Se han construido variados indicadores para estimar la desigualdad.2 Un tipo de indicadores usados en diversos estudios especializados son las medidas estadísticas del rango de variación,
desviación media relativa, varianza, coeficiente de variación y
varianza de los logaritmos. Otro tipo de indicadores que con
frecuencia se emplean en análisis de desigualdad e inequidad
incluyen el Coeficiente de Gini, Índice de Atkinson, Índice de
Dalton, Índice de Theil e Índice de Entropía Generalizada.
Medidas de proporción del ingreso de los más ricos respecto
de los más pobres, como los Índices 20/20, 10/10 y 10/40,3
también son ocupadas recurrentemente para mostrar el grado
de desigualdad e inequidad existente en una sociedad determinada.
De todos ellos el más popularmente usado es el Coeficiente
de Gini, que se calcula utilizando la “Curva de Lorenz”, y que
busca medir si hay concentración de ingresos en una sociedad.
A partir de ella se determina una relación entre la distribución
real y una distribución perfectamente igualitaria. El coeficiente
se ubica en el rango de cero (0) a uno (1), en el que cero indica
máxima igualdad todos tienen el mismo ingreso y uno indica
máxima concentración una sola persona concentra el ingreso
de todo el grupo. Así, entre más cercano a cero sea el coeficiente
obtenido, indicará una mayor tendencia a la igualdad en la distribución del ingreso (o consumo), en tanto que en la medida
que el coeficiente sea más cercano a uno indicará mayores grados de desigualdad.
Desde su aparición en 1912 y su reformulación en 1914, el
Coeficiente de Gini se ha popularizado y hoy es abrumadoramente empleado para hacer comparaciones internacionales o
entre comunidades. No obstante su extendido uso, en análisis
de países y estudios comparados, es necesario tener presente las
2
Una extensa exposición sobre diversos indicadores de desigualdad
e inequidad puede encontrarse en Duclos y Araar (2006), CEPAL (2000),
Mancero (2000). Asimismo, una exposición sobre los fundamentos conceptuales de las medidas de pobreza y desigualdad puede encontrarse en
Grusky y Kanbur (2006).
3
El Índice 20/20 muestra las veces que cabe el ingreso del quintil (20%)
más pobre en el ingreso del quintil más rico de la población. De manera
similar el Índice 10/10 muestra la relación entre el ingreso del decil (10%)
más pobre y el del decil más rico. El Índice 10/40 muestra las veces que
cabe el ingreso de los cuatro deciles más pobres de la población en el ingreso del decil más rico.
bases metodológicas sobre la construcción del coeficiente, sus
alcances y la validez de las comparaciones.
Una primera precaución que debe tenerse es que este coeficiente sería más sensible a cambios que ocurren alrededor del
valor central de la distribución, dado que este coeficiente le
otorga mayor ponderación (Duclos y Araar, 2006); por eso las
transferencias hacia los extremos de la distribución no estarían
similarmente capturadas. Ello indica que el efecto de los cambios en el ingreso o consumo de los más pobres y/o los más ricos
en la desigualdad total sería subestimado por el Coeficiente de
Gini.
Una segunda precaución que debe tenerse es que las estimaciones efectuadas con base en microdatos y datos agrupados
ofrecen distintos resultados. Por ejemplo, con cierta recurrencia
el Coeficiente de Gini es estimado a partir de intervalos definidos de la distribución deciles o quintiles, pero ello implica una
subestimación de la desigualdad, porque lo que se obtiene es
la desigualdad entre deciles o quintiles, dejándose de capturar
la desigualdad al interior de los intervalos. Del mismo modo,
una tercera precaución es observar si el Coeficiente de Gini ha
sido estimado a partir de datos individuales o del hogar. Las
estimaciones basadas en datos del hogar tienden a generar estimaciones más bajas de desigualdad, porque ellas no capturan el
hecho de que los hogares más pobres son más numerosos.
Una cuarta precaución debe tenerse con las comparaciones
internacionales; si las estimaciones se basan en datos desagregados o no, si provienen de hogares o de individuos, si provienen
de consumo o ingreso, la cobertura geográfica de la encuesta
que recogió los datos, el tipo de ingreso y la estacionalidad de los
datos usados en las estimaciones son aspectos que incidirán en
la estimación del Coeficiente de Gini y que afectarán la calidad
de las comparaciones. Estos temas son analizados en el acápite
siguiente.
Más allá de las precauciones señaladas también es necesario
considerar las críticas que el Coeficiente de Gini ha recibido.
Quizás la más dura de todas ha sido la formulada por Atkinson
(1970), quien afirma que este coeficiente junto a otros comúnmente usados, como la varianza y el coeficiente de variación,
arroja mediciones engañosas porque, en primer lugar, no especifica la forma de la función de bienestar social que permitiría
establecer un ordenamiento de las distribuciones y, en segundo
lugar, porque —según Atkinson— contradice valores sociales al
otorgarle mayor ponderación a las transferencias en el centro
359
360
de la distribución que las que se producen hacia los extremos,
particularmente aquellas orientadas hacia los más pobres.4 Sobre el punto, Creedy (1998) señala que el Coeficiente de Gini no
es consistente con una función de bienestar social que valore la
aversión a la desigualdad.
Atkinson propone una medida alternativa de desigualdad
conocida como el Índice de Atkinson, que se basa en una función de bienestar social explícita, con grados alternativos de
aversión a la desigualdad, y en el principio del “nivel equivalente de ingreso igualmente distribuido”. Este principio identifica el ingreso que si es obtenido por cada uno produce el mismo
nivel de bienestar social que la distribución vigente. Aunque el
Índice de Atkinson permite incorporar parámetros que aumentan la importancia relativa de los más pobres en la distribución,
es menos usado que el Coeficiente de Gini. La razón de ello
sería la simpleza de interpretación del Coeficiente del Gini en
comparación con el Índice de Atkinson.
Los demás indicadores de desigualdad mencionados: Índice
de Dalton, Índice de Theil e Índice Generalizado de Entropía,
son bastante menos empleados que los anteriores. La dificultad
con el Índice de Dalton es que su utilidad práctica se ve limitada
por las variaciones que experimenta el Índice con las transformaciones de la función de utilidad en la que se basa. El Índice
de Theil es una forma específica del Índice Generalizado de
Entropía.5 La dificultad de interpretación de ambos hace que
sean poco ocupados.
c) Los datos
Aparte de la discusión sobre qué tipo de indicadores usar en la
estimación de la desigualdad, el análisis también se ha enfocado
en los datos que dan origen a los indicadores. Por ejemplo, Panizza (1999) argumenta que sólo un pequeño número de encuestas que proveen datos para las estimaciones sobre distribución
del ingreso y pobreza de los países subdesarrollados cumplen
con criterios mínimos de confiabilidad y comparabilidad, que
el problema es particularmente serio respecto de los datos de
4
Atkinson (1970) señala que es razonable argumentar que a medida
que el nivel general de ingreso aumenta también se incrementa la preocupación de la sociedad por la desigualdad, por lo que una función de bienestar social debe exhibir una creciente aversión relativa a la desigualdad.
5
El Índice Generalizado de Entropía se convierte en el Índice de Theil
cuando el parámetro toma el valor 1.
distribución del ingreso y que buena parte de los problemas se
concentran en los métodos de recolección y agregación de datos, tamaño pequeño de las muestras e inadecuado tratamiento
del sector informal.
Uno de los temas recurrentemente abordado en la discusión
metodológica respecto de las estimaciones de desigualdad es si
ellas se basan en datos de ingreso o consumo. En general, las estimaciones basadas en consumo son más igualitarias que las estimaciones basadas en el ingreso. La razón de ello es que los grupos más acomodados ahorran; lo que no ocurre entre los grupos
más pobres, que destinan todo su ingreso o más a consumo.6 Adicionalmente, en los casos de autoconsumo, la identificación del
precio al cual será valorado ese autoconsumo tendrá un efecto
sobre la estimación de la desigualdad. Por otro lado, el consumo
es más estable y menos variable que el ingreso que está más sujeto a variaciones estacionales, lo cual sugiere que las personas
distribuirán el uso de sus recursos a lo largo del tiempo (Deaton
y Zaidi, 1999): ahorrarían en tiempos de prosperidad y desahorrarían en tiempos de dificultad.
El tipo de ingreso, la definición que se ocupará y la confiabilidad de los datos que arrojan las diversas fuentes de generación
de ingreso también afectará la calidad de las estimaciones. Feres
(2000) muestra que las estimaciones basadas en el ingreso total
del hogar (clasificados según su ingreso per cápita) producen un
Coeficiente de Gini más bajo que aquellas basadas en el ingreso
per cápita del hogar; y que cambiar la unidad de análisis de
hogares a personas, en el ingreso per cápita del hogar, genera estimaciones levemente más bajas. Por otro lado, Székely y
Hilgert (1999), en un análisis de la desigualdad en 18 países de
América Latina, especifican cuatro categorías de ingreso y hallan
que no hay uniformidad en los datos que recogen las encuestas.
Los mismos autores identifican que el autoempleo informal en
los 18 países que analizan sobre los cuales hay baja confiabilidad respecto de los datos de ingresos, va desde 19,1% en Chile
hasta 46,6 en Perú, siendo el promedio 28,1%. Sobre esta misma fuente de ingreso, Feres (2004) muestra que la tasa de no
respuesta en 1999 entre los trabajadores por cuenta propia varía
desde alrededor de 3% en Honduras, hasta 33% en Panamá.
6
Sobre este punto Feres (2000) aporta importante evidencia al mostrar
que la distribución del consumo es significativamente menos concentrada
que la del ingreso, cualquiera que sea el criterio de clasificación de los hogares, y que en la distribución del ingreso se advierte desahorro en los grupos bajos y ahorros positivos a medida que se pasa a grupos de mayores
niveles de ingreso.
361
Asimismo, la cobertura geográfica de la encuesta también
tendrá consecuencias sobre las estimaciones de desigualdad.
Aunque normalmente las áreas rurales son menos desiguales
que las áreas urbanas, las estimaciones nacionales de desigualdad arrojan mayor concentración que aquellas que se basan de
forma exclusiva en datos urbanos (Feres, 2000).
El tamaño de la encuesta también tiene efecto sobre las estimaciones de desigualdad, dado que encuestas con una muestra
más pequeña presentan un error estándar mayor, lo cual se asocia con una mayor variabilidad en las estimaciones del Coeficiente de Gini en América Latina (Székely y Hilgert, 1999). El
tamaño de las muestras de las encuestas de calidad de vida en
América Latina va desde las 330.000 observaciones en el caso
brasileño, hasta las 11.905 en el caso argentino. En el caso chileno, la encuesta CASEN de 2006 tiene 268.873 observaciones.
Datos y métodos
362
Este trabajo combina un análisis de la desigualdad en Chile
en el periodo 1987-2006, desde los puntos de vista de la distribución del ingreso, por un lado, y del acceso a servicios sociales esenciales, por el otro. El análisis de la distribución del
ingreso considera una variedad de indicadores, como el Índice
de Atkinson, el Índice de Entropía Generalizada, el Índice de
Theil, el Coeficiente de Gini y los coeficientes 20/20, 10/10 y
10/40. El análisis del acceso a los servicios esenciales se efectúa
con base en un modelo econométrico de probabilidad predicha,
combinado para la atención de salud con un análisis de probabilidad marginal.
Ambos análisis han sido realizados con datos provenientes
de las encuestas CASEN. Esta es una encuesta representativa del
país basada en una muestra probabilística tomada por el Departamento de Economía de la Universidad de Chile, por encargo
del Ministerio de Planificación de Chile. La encuesta CASEN ha
sido procesada en la sede de Santiago de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe de las Naciones Unidas (CEPAL). El propósito de la encuesta es proporcionar información
válida para el análisis de las características socioeconómicas de
la población chilena y monitorear la ejecución de los programas
sociales.
Asimismo, con el objeto de establecer si hay comparabilidad
de los indicadores chilenos de desigualdad con los indicadores de
países de los cinco continentes, el trabajo acude a la base de da-
tos del World Institute for Development Economics Research
de la United Nations University, versión 2007, actualmente disponible en internet. Esta es una base de datos que recoge información sobre pobreza y desigualdad de todos los países que
forman parte del sistema de Naciones Unidas, desde la década
de 1940 en adelante y de diversas fuentes. La base mencionada
también incluye información sobre las encuestas desde las que
se han obtenido los datos para estimar los índices de desigualdad de cada país. Con los datos que contiene esa base se ha
hecho una selección de países de los cinco continentes.
Los indicadores de desigualdad chilenos señalados han sido
estimados de la manera convencional excluyendo los valores
ceros y “missing” del cálculo, usando variables de ingreso autónomo del hogar per cápita, ingreso total del hogar per cápita,
ingreso autónomo del hogar e ingreso total del hogar. El Índice
de Atkinson ha sido estimado para valores del parámetro de
aversión a la desigualdad ( ) de 0,5, 1 y 2. En el caso del Índice
de Entropía Generalizada, ese parámetro ha sido estimado para
el valor 0. El Índice de Theil y los coeficientes 20/20, 10/10 y
10/40 también se incluyen en las estimaciones. En el caso de estos tres últimos coeficientes, las estimaciones se han hecho considerando la suma de ingresos del grupo de referencia (y decil).
La definición de las variables de ingreso usadas para estimar
los indicadores chilenos de desigualdad es como sigue. El ingreso autónomo del hogar corresponde a la suma de ingresos
del hogar obtenidos por la posesión de factores productivos, los
que incluyen el ejercicio de una actividad en el mercado laboral,
ingresos obtenidos como consecuencia de la posesión de activos
y autoprovisión de bienes producidos en el hogar. Este concepto
no incluye los subsidios entregados por el Estado. El ingreso autónomo del hogar per cápita representa el monto del ingreso
autónomo que, en promedio, le corresponde a cada miembro
del hogar. El ingreso total del hogar representa la suma total de
ingresos del hogar, incluidos aquellos que provienen del ejercicio de una actividad económica, los subsidios monetarios que
entrega el Estado y un alquiler imputado. El ingreso total del
hogar per cápita se obtiene dividiendo el ingreso total del hogar
por su número de integrantes.
El análisis del acceso a servicios esenciales se ha hecho con
base en un modelo del tipo logit multinomial, a través del cual
se ha estimado la probabilidad de ser pobre de acuerdo a diferentes niveles de escolaridad y de acceder a la seguridad social en
pensiones y salud. El análisis es complementado con un modelo
363
del tipo probit, que permite estimar la probabilidad marginal de
una persona de recibir atención de salud en eventos de enfermedad o accidente.
El modelo general que ha sido estimado es del siguiente tipo:
VDtatti= + Pti + CPti + eti (E1)
364
En la ecuación 1 (E1) VDStat representa a variables dependientes no ordenadas relativas a acceso a la cobertura de los sistemas de pensiones y de salud. En el caso del análisis del acceso a
la cobertura de pensiones se incluyen categorías referidas a si la
persona carece de un plan de pensiones, si la persona está cubierta por el plan público de pensiones (INP) o si la persona está
cubierta por un plan privado de pensiones (AFP), conformando
el grupo de comparación las personas cubiertas por un plan privado de pensiones (AFP). En el caso del análisis de la atención de
salud, las categorías incluidas hacen referencia a si la persona
carece de cobertura de salud, si la persona está cubierta por el
programa público de salud (Fonasa) y si la persona está cubierta
por un plan privado de salud (Isapre), siendo el grupo de comparación las personas que disponen de un plan privado de salud
(Isapre). Las variables independientes del modelo son variables
dicotómicas que han sido construidas para representar los estratos socioeconómicos (pobres, casi pobres y estratos medios y
altos), niveles de educación, estado de salud, programas sociales
y características personales como género, edad, residencia en
áreas urbanas o rurales y estado civil. La unidad de análisis es
la persona, y los modelos logit multinomial y probit han sido
estimados a ese nivel.
En el caso del análisis de la probabilidad de ser pobre, según
diferentes años de escolaridad, se ha aplicado un modelo similar
al anterior, con las variantes anotadas en la ecuación 2 (E2).
PobStatti= + AEti + CPti + eti (E2)
PobStat es una variable dependiente no ordenada que incluye
categorías acerca de si la persona es pobre (ingreso inferior a 2
canastas básicas de alimentos7), si la persona es casi pobre (inLa canasta básica de alimentos es una medida que identifica el ingreso
mínimo que una persona necesita para satisfacer sus necesidades alimentarias. Se construye considerando el consumo mínimo requerido de proteínas y calorías, según los estándares de la Organización Mundial de la Salud,
los hábitos de consumo de la población y los precios de mercado.
7
greso entre 2 y 3 canastas básicas de alimento) o si la persona
pertenece al estrato medio-alto (ingreso superior a 3 canastas
básicas de alimento), siendo esta última categoría el grupo de
comparación. Al igual que en los casos incluidos en la ecuación
1, la unidad de análisis es la persona y el modelo logit multinomial ha sido estimado a ese nivel.
Los resultados de las regresiones de los modelos logit multinomial se presentan en los siguientes anexos. Los resultados de
la aplicación de los modelos probit de probabilidad marginal se
han omitido debido a su excesiva extensión. De todos modos,
están a disposición de quien los solicite.
La desigualdad en perspectiva
a) Evolución de la desigualdad en Chile
El análisis general para el caso chileno sugiere que la decisión
sobre cuál indicador de desigualdad usar no es neutral respecto de los resultados del análisis y la impresión que se obtenga
acerca de la evolución de la distribución de ingresos en el país.
Así, por un lado, el Coeficiente de Gini muestra estabilidad en
la desigualdad chilena, con una leve disminución entre 2003 y
2006; en tanto que, por otro lado, los Índices de Atkinson 1 y 2,
Theil y Entropía Generalizada muestran variaciones mayores
que las que presenta el Coeficiente de Gini en la distribución del
ingreso del periodo 1987-2006; y que entre más alto el parámetro de aversión a la desigualdad, más apreciables serían esas variaciones. El Gráfico 1 muestra las estimaciones de desigualdad
basadas en el ingreso autónomo y total, tanto del hogar como
per cápita.
La representación de la variación de la desigualdad del Gráfico 1 muestra que, para las cuatro variables de ingresos utilizadas, el Coeficiente de Gini expresa una situación cercana a la
estabilidad en la desigualdad de ingresos en Chile; en tanto que
los otros indicadores muestran variaciones apreciables y una
reducción notoria de la desigualdad en el periodo 1987-2006.
El Coeficiente de Gini señala un comportamiento semejante al
Índice de Atkinson para un valor del parámetro e de 0,5. De
los valores comúnmente asignados a dicho parámetro, en la estimación del Índice de Atkinson, éste es el valor más cercano
a cero, que, a su vez, refleja indiferencia social respecto de la
desigualdad.
365
Gráfico 1.
Índices de desigualdad de variadas medidas de ingreso, Chile 1987-2006
La variación porcentual de los indicadores desigualdad de
ingresos, para cada una de las variables de ingresos utilizadas,
se muestra en la Tabla 1. Aun cuando todos los indicadores exponen disminución de la desigualdad, el Coeficiente de Gini
es el que notoriamente menor variación presenta en el periodo
1987-2006. La variación de la desigualdad capturada por el
Coeficiente de Gini es, en promedio, de un 57% de la identificada por el Índice de Atkinson 0,5 el más cercano a la situación
de indiferencia social por la desigualdad, y de un quinto a un
cuarto de la capturada por el Índice de Atkinson 2 el que le da
mayor ponderación a las transferencias a favor de los más pobres.
Tabla 1.
Reducción porcentual de los indicadores de desigualdad de ingresos, Chile
1987-2006
Ingreso
Ingreso
Ingreso
Ingreso
a u t ó n o m o total del ho- a u t ó n o m o total del hodel hogar per gar per cápita del hogar
gar
cápita
Coef. Gini
Atkinson
0,5
Atkinson 1
Atkinson 2
Entr
Gralzda
Theil
366
7,07%
12,29%
8,88%
15,80%
5,95%
10,05%
7,77%
13,75%
11,83%
29,99%
15,62%
15,26%
35,35%
19,73%
9,75%
29,09%
12,60%
13,65%
35,52%
17,28%
11,40%
14,95%
9,33%
12,78%
Fuente: Estimaciones del autor a partir de datos CASEN.
Fuente: Estimaciones del autor basado en CASEN.
Las estimaciones mostradas en esta sección son consistentes con
las críticas al Coeficiente de Gini, en el sentido de que es insensible a los cambios producidos en los extremos de la distribución.
Asimismo, en el caso del Índice de Atkinson, las estimaciones
muestran que a medida que crece el parámetro de aversión a
la desigualdad ( ), la reducción de la desigualdad de ingresos
en el periodo analizado sería mayor. Por ejemplo, considerando
un de 0,5 (cercano a una situación de indeferencia social a la
desigualdad), en 1987, con un equivalente a 73% del ingreso
de ese año si éste hubiera estado igualitariamente distribuido,
se habría alcanzado el mismo nivel de utilidad del que se obtuvo. En cambio, en 2006 se habría necesitado 77% del ingreso
de este año si hubiera estado igualitariamente distribuido para
367
368
conseguir el mismo nivel de utilidad. En el caso de considerar
un =1, bajo el concepto del ingreso autónomo del hogar per
cápita igualitariamente distribuido, en 1987 se habría necesitado
54% del ingreso de ese año, en tanto que en 2006 se habría requerido 60% del ingreso.
Así, el análisis muestra que al usar indicadores más sensibles a cambios producidos en los extremos de la distribución y,
particularmente, al trabajar con aquellos que incorporan una
función de bienestar social que busca identificar mejoras en la
situación de los más pobres como el Índice de Atkinson, las estimaciones revelan una mayor reducción de la desigualdad que la
que captura el Coeficiente de Gini.
Por otro lado, el Índice de Atkinson 2 basado en los ingresos
autónomos, tanto per cápita como total (yathpc y yauthaj), muestra un incremento en la desigualdad de ingresos hacia 1998, que
no es recogida por las estimaciones basadas en los ingresos totales, del hogar y per cápita (ytotalpc e ytothoga). Como se sabe,
los ingresos autónomos incorporan los ingresos provenientes del
trabajo y actividades lucrativas; en tanto que los ingresos totales
incluyen adicionalmente los subsidios monetarios entregados por
el Estado. Conforme a ello, los incrementos en la desigualdad de
ingresos que capturan las variables que representan los ingresos
autónomos podrían estar relacionados con la crisis asiática que
afectó al país en ese año. Asimismo, los ingresos totales no registran empeoramientos en la distribución de ingresos, porque los
subsidios monetarios crecen fuertemente en 1998 y 2000, entre
los percentiles más pobres, para luego decrecer paulatinamente
hacia 2003 y 2006. Ello estaría indicando que el incremento en
los subsidios monetarios, entre los más pobres, sería la razón
que haría que las variables de ingresos totales no muestren incrementos en la desigualdad.
Los indicadores que identifican el número de veces que representa el ingreso de los más ricos respecto de los más pobres,
pero que se focalizan más hacia los extremos de la distribución,
muestran mayores variaciones de la desigualdad. El Índice
10/40 presenta estabilidad en la desigualdad, en tanto que los
índices 10/10 y 20/20 revelan cambios en las cuatro variables
de ingreso analizadas para el periodo 1987-2006, particularmente en el ingreso total del hogar, siendo el Índice 10/10 el
que registra las mayores reducciones porcentuales. Ello es consistente con lo que captura el Índice de Atkinson, en especial los
valores de mayores a 0,5. El Gráfico 2 muestra la evolución de
estos índices.
Gráfico 2.
Relación de ingresos entre ricos y pobres respecto de variadas medidas
de ingreso, Chile 1987-2006
369
Fuente: Estimaciones del autor basadas en CASEN
Lo que muestra esta sección es que en el periodo 1987-2006
los cambios que habría experimentado el extremo inferior de
la distribución de ingresos en Chile, donde se ubican los más
pobres, sería mayor que lo que ha capturado el Coeficiente de
Gini, indicador usado en prácticamente todos los análisis de la
desigualdad en Chile, y que, como consecuencia de ello, las mejoras en la desigualdad podrían haber sido subestimadas.
Gráfico 3.
Variación por deciles en la disponibilidad de al menos un bien durable
en el hogar, Chile 1998-2006
Cambios en el acceso de los pobres al
bienestar
370
Esta sección se enfoca a identificar los cambios en el bienestar
de los pobres, para lo cual analiza la disponibilidad de bienes
durables como proxy del acceso al bienestar. Hay dos consideraciones tras esta opción: la primera, constatar la capacidad de
los más pobres de transformar el ingreso en consumo (siguiendo
a Duclos y Araar, 2006); y la segunda, constatar el acceso de los
más pobres al disfrute de bienes asociados con el bienestar material del hogar y que están a disposición del resto.
Los gráficos 3 y 4 exponen los cambios porcentuales de cada
decil, en el periodo 1998-2006, en la posesión de bienes durables. Se ha considerado el periodo señalado porque ése es el
intervalo más prolongado en donde la encuesta CASEN registra
datos sobre bienes durables. Los bienes durables cuya posesión
se analizó son los siguientes: lavadora, refrigerador, calefont,
videograbador (y DVD), horno microondas, teléfono red fija,
teléfono móvil y vehículo, ya sea para uso laboral o familiar. La
disponibilidad de estos bienes se asocia con la facilitación del
trabajo del hogar, mejoras en la capacidad de comunicación y
desplazamiento, esparcimiento y recreación; es decir, mejoras
en la calidad de vida y en el bienestar del hogar.
Los gráficos 3 y 4 muestran que los deciles más pobres son
los que aparecen con un mayor incremento porcentual en la posesión de bienes durables. Ello no quiere decir que esos deciles
tengan un ritmo de adquisición de esos bienes mayor que los
deciles más ricos, los que, por otro lado, ya los poseían en 1998,
sino que en el periodo analizado han incorporado a sus hogares,
en mayor medida, bienes durables que antes no poseían.
Fuente: Estimaciones del autor basadas en CASEN.
Gráfico 4.
Variación por deciles en la disponibilidad de al menos tres bienes durables en el hogar, Chile 1998-2006
371
Fuente: Estimaciones del autor basadas en CASEN.
Acceso a servicios sociales
Desde el punto de vista de la visión multidimensional de la pobreza y la desigualdad, la pregunta por los arreglos sociales y/o
institucionales que posibilitan o no el acceso a los servicios sociales es tanto o más importante que la pregunta por la distribución del ingreso. Ello simplemente porque el acceso a servicios sociales es determinante en las capacidades que desarrollan
las personas, en las libertades que pueden ejercer y, finalmente,
en las posibilidades de vivir la vida que cada uno tiene razones
para valorar. Sin duda, la disponibilidad de ingresos genera
posibilidades de acceso a servicios sociales básicos para nuestra
sociedad; pero también lo son los arreglos institucionales que
permiten acceder a servicios determinantes en las posibilidades
de obtención de ingresos o que permiten compensar la falta de
ellos.
Así, desde el punto de vista del análisis que intenta este trabajo, una dimensión relevante es preguntarse por las desigualdades
o inequidades en el acceso a los servicios sociales que afectan las
oportunidades de elección del tipo de vida que cada uno tiene
razones para valorar. Los servicios sociales cuyo acceso se analiza son los de educación, salud y previsión. El primero hace clara
referencia a políticas públicas de expansión de capacidades, el
último a mecanismos de protección social frente a las contingencias de la vida; en tanto, el segundo refleja el resultado de
políticas públicas o arreglos institucionales en ambos ámbitos
(capacidades y protección).
Tabla 2.
Cobertura educacional y escolaridad promedio, Chile 1958-2006
Año
372
Circa 1958
1962-1964
1970
1980
1987
1990
1992
1994
1996
1998
2000
2003
2006
Cobertura educacional
Básica o Pri- Media o Semaria
cundaria
96,4
96,8
97,4
97,6
98,2
98,3
98,6
99,1
99,0
81,5
80,5
84,2
84,2
85,9
86,9
90,0
92,7
92,0
Años de escolaridad promedio
3,3 (1)
4,2 (2)
4,3
7,6
8,3
8,9
9,0
9,1
9,5
9,7
9,8
10,12
10,14
Fuente: Datos serie 1987-2006 basados en CASEN. Datos 1958-1980 en Ahumada
(1958), Aylwin et al. (1990), Libertad y Desarrollo (2000). Nota: Ahumada (1) y Aylwin
et al. (2) reportan estas cifras, pero no especifican el rango de edades consideradas.
El acceso a servicios educacionales ha sido una prioridad en los
esfuerzos del Estado de Chile desde los primeros tiempos de la
República, lo cual ha permitido que la cobertura completa haya
sido una meta alcanzada hacia mediados de la década de 2000
(Olavarría, 2005) (véase tabla 2). A partir de la década de 1990
el debate se ha centrado en la calidad de la educación, cuestión
muy influida en los modestos resultados obtenidos por estudian-
tes chilenos en los estudios internacionales de TIMSS8 y PISA.9
Ello ha motivado nuevas intervenciones del Estado, primero en
la Reforma Educacional impulsada en la segunda mitad de la
década de 1990 y, luego, en la conformación, en 2006, de una
Comisión Presidencial que analizó el tema y entregó su propuesta en 2008. Pero, ¿podría Chile aspirar a un acceso equitativo a la educación de calidad, sin haber alcanzado la meta
de la cobertura? Basados en los esfuerzos y logros de la larga
tradición chilena de políticas sociales,10 estas líneas sugieren una
respuesta que valora la meta de la cobertura. En todo caso, ésta
es, por cierto, una respuesta hipotética que futuras investigaciones podrán confirmar o rechazar.
Tabla 3.
Probabilidad predicha de ser pobre, para personas de 24 años de edad o más, de acuerdo a niveles de escolaridad seleccionados, Chile 1987-2006
Años de
Escolaridad
4 años
8 años
12 años
17 años
1987
1990
1992
1994
1996
1998
2000
2003
2006
0.5013
0.3058
0.1499
0.0491
0.4335
0.2858
0.1641
0.0702
0.3812
0.2463
0.1400
0.0603
0.3576
0.2253
0.1256
0.0533
0.3171
0.1859
0.0953
0.0364
0.2929
0.1756
0.0939
0.0385
0.3179
0.2040
0.1179
0.0532
0.3209
0.1989
0.1094
0.0459
0.3210
0,2099
0.1252
0.0596
Fuente: Cálculos del autor basados en las encuestas CASEN. Nota: Probabilidad predicha
es la traducción literal del inglés “Predicted Probability”.
8
El estudio TIMSS (Trends in Mathematics and Science Study) de 2003
arrojó que los estudiantes chilenos de 8º Año Básico obtuvieron el lugar 39
de 45 países, con 387 puntos en la prueba de Matemáticas, siendo el promedio 466 puntos y 605 el más alto puntaje (obtenido por Singapur). En
el caso de la prueba de Ciencias los estudiantes chilenos de 8º Año Básico
obtuvieron el lugar 37 de 45 países, con 413 puntos, siendo el promedio
del examen 473 puntos; el puntaje más alto de los países participantes en el
estudio fue el de Singapur con 578 puntos (véase NCES, 2004).
9
El estudio PISA (The Programme for Internacional Student Assessment) 2006 muestra que en Ciencias el 69,7% de los alumnos logra un nivel
dos o inferior, con puntajes de hasta 484,14 puntos, que 20,1% se ubica
en el nivel 3 (intermedio), entre 484,14 y 558,73, que 1,8% tiene el nivel
5 y que sólo 0,1% está en el rango 6, el más alto, con puntajes por sobre
707,93 puntos. En el caso de lectura, 85,4% de los alumnos que rindieron
la prueba se ubican en el nivel 3 o inferior y 14,5% se ubica en los rangos 4
y 5 (superiores). En el caso de Matemáticas, 92,9% se ubica en los rangos 3
o inferiores y 6,91 se ubica en los niveles 4, 5 y 6 (superiores) (véase OECD,
2007).
10
Una argumentación detallada acerca de la larga tradición chilena de
políticas sociales puede encontrarse en Olavarría (2005).
373
Los datos de la tabla 2 muestran el avance de la cobertura y su
efecto en el incremento de los años de escolaridad de los chilenos. A su vez, los datos de la tabla 3 muestra el efecto de los años
de escolaridad que alcanza una persona en sus probabilidades
de ser pobre, con lo cual resalta el efecto positivo de la expansión de la cobertura de la educación sobre la reducción de la
pobreza. Asimismo, para completar el panorama, la tabla 4
revela la evolución de la desigualdad inequidad en el acceso a
los servicios educacionales.
18 a 29
Promedio
Desviación
estándar
Variación c/
cohorte
siguiente
(años)
374
Tabla 4.
Años de escolaridad por cohortes de edad, Chile 2006
Cohortes (años de edad)
30 a 39
40 a 49
50 a 59
60 a 69
70 y más Población 18
años y más
5.80
10.18
12.23
11.37
10.41
9.04
7.12
2.95
3. 65
3.89
4.42
4.62
4.41
0.86
0.96
1.37
1.92
1.32
---
4.33
Fuente: Estimaciones del autor basadas en CASEN (2006).
La tabla 4 expone tres cuestiones trascendentes. Primero, el crecimiento de la escolaridad que, a su vez, deja ver los efectos del
proceso de expansión de capacidades en el país. Los más jóvenes
tienen 2,11 veces la escolaridad de los más viejos. Segundo, que
ha habido una creciente equidad en el acceso a la educación
en Chile. No sólo la desviación estándar de los años de escolaridad se reduce notoriamente hacia las edades menores, sino
que mientras ella es un cuarto del promedio para la cohorte
más joven, en la cohorte más vieja representa 76%. Tercero, la
tabla 4 también muestra el impacto de largo plazo de la reforma
educacional de 1965, cuya finalidad era expandir la cobertura
y elevar la escolaridad de la población. El mayor incremento de
la escolaridad se observa entre los cuarentones y cincuentones
de mediados de la década de 2000, que eran quienes estaban o
se incorporaban al sistema educativo en la segunda mitad de la
década de 1960.
Visto en perspectiva, la reforma de 1965 no sólo expandió la
cobertura educacional y elevó la escolaridad, sino que, de acuerdo con los datos de la tabla 4, desató un proceso creciente-
mente igualitario en el acceso a la educación y permitió que la
cobertura fuera una meta cumplida hacia la década de 2000.
La situación actual de la educación chilena pareciera requerir
una reforma tan exitosa como ésa, pero esta vez orientada a
incrementar los estándares de calidad. Los datos de cobertura
previsional dejan ver una realidad opuesta. La tabla 5 muestra
el bajo acceso que la población pobre y casi pobre tiene a la
protección previsional pública o privada.
Tabla 5.
Probabilidad predicha de carecer de cobertura previsional agrupado por pobre y casi pobre, 1987-2006
Sin
Pobre
c o b e r t u r a Casi pobre
previsional
1987
0.6378
0.6113
1992
0.5278
0.4846
1994
0.6447
0.5982
1996
0.6357
0.5838
1998
0.6553
0.5953
2003
0.4865
0.4485
2006
0.7096
0.6232
Fuente: Estimaciones del autor basadas en las encuestas CASEN. Notas: (1) Probabilidad predicha es la traducción literal del inglés “Predicted Probability”; (2) las variables por las que se ha controlado son: estrato
socioeconómico, género, área de residencia, edad, escolaridad y estado civil; (3) no se han incluido datos
para el año 2000, porque las regresiones arrojan coeficientes no significativos.
Los datos de la tabla 5 señalan que la población pobre y casi
pobre tiene una baja probabilidad de acceso a la protección del
sistema de pensiones, ya sea a través del Instituto de Normalización Previsional (INP, el sistema público) o de alguna Administradora de Fondos Previsionales (AFP, el sistema privado). Dado
que en Chile el acceso al sistema previsional se encuentra ligado
al mercado formal del trabajo y que los trabajadores pobres y
casi pobres recurrentemente laboran por cuenta propia o de
manera informal, el bajo grado de acceso a la protección previsional de los pobres y casi pobres sería una consecuencia de esta
situación (Olavarría, 2005). Dicha situación de precariedad se
extiende también al ámbito de la protección de salud, como lo
muestra la tabla 6.
Los datos de la tabla 6 muestran que, no obstante la reducción
de la pobreza en los años de la serie, de 45,1% en 1987, a 13,7%
en 2006, pobres y casi pobres optan por solicitar atención médica como indigentes, aun cuando puedan tener cobertura de
Fonasa o alguna Isapre.12 La atención a través de Fonasa se re12
Un caso de trabajadores formales pobres y casi pobres que poseen
acceso a la protección previsional, de pensiones y salud, lo representan los
empleados públicos de los grados más bajos de las escalas de sueldos del
sector público.
375
Tabla 6.
Probabilidad predicha de recibir atención de salud como indigente o a través de Fonasa (el plan público de
salud) clasificado por pobres y casi pobres, 1987-2006
Atención
como indigente
Fonasa
Pobre
Casi
pobre
Pobre
Casi
pobre
1987
0.4446
1990
0.4477
1992
0.4604
1994
0.5635
1996
0.5146
1998
0.5640
2000
0.6691
2003
0.6896
2006
0.7057
0.2770
0.4252
0.3828
0.3874
0.3988
0.4837
0.4209
0.4539
0.5299
0.5520
0.5360
0.5750
0.4909
0.5270
0.4511
0.4769
0.3518
0.4022
0.4083
0.4536
0.3792
0.4404
0.3081
0.4230
0.2949
0.4141
0.5506
Fuente: Estimaciones del autor basadas en las encuestas CASEN. Notas: (1) Probabilidad predicha es la traducción literal
del inglés “Predicted Probability”; (2) las variables por las que se ha controlado son: estrato socioeconómico, género, área de
residencia, edad, escolaridad y estado civil.
376
duce a lo largo de la serie (Isapre es la base de comparación) y la
atención como indigente se incrementa. Asimismo, el análisis de
probabilidad marginal revela que este segmento de la población
tiene serias dificultades para recibir atención médica cuando la
necesita. Todo ello configura un panorama de graves problemas
de acceso tanto a la protección de salud, como a la atención
misma frente a la enfermedad o accidentes.
Visto en perspectiva, el acceso a los servicios sociales básicos que expanden capacidades y posibilitan libertades es disímil. Los datos indican que mientras ha habido un acceso crecientemente igualitario a la educación, sin que ello signifique
desconocer el problema de la calidad, los pobres y casi pobres
enfrentan serias dificultades de acceso a los mecanismos de protección de pensiones y salud. Dado el rol de regulador del sistema de pensiones y de principal proveedor de la atención de
salud que asume el Estado, los datos muestran que estaríamos
en presencia de una falla del Estado, la cual se expresa en una
inadecuada provisión de servicios sociales básicos como equivalente funcional a la inadecuada provisión de bienes públicos a
que se refiere la economía del bienestar en el análisis de las fallas del mercado, que hace que pobres y casi pobres enfrenten
serias restricciones para acceder a servicios sociales esenciales,
los cuales les permitan “optar por el tipo de vida que cada uno
tiene razones para valorar”.
Perspectiva comparada de la desigualdad
La presente sección analiza indicadores de desigualdad disponibles en la base de datos del World Institute for Development
Economics Research (2007). Esta es una base de datos que recoge indicadores de desigualdad e información acerca de las
características de las encuestas que se han aplicado para construir tales indicadores en los países miembros de la Organización
de las Naciones Unidas, desde la década de 1940 en adelante.
De la información contenida en la base de datos señalada se
ha hecho una selección de países que presentan Coeficientes
de Gini notoriamente disímiles para un mismo año o para años
próximos.
La información recopilada en la base de datos señalada muestra que en África, América, Asia, Europa y Oceanía no hay una
sola unidad de medida sobre la cual se estiman los indicadores
de pobreza y desigualdad; por lo mismo, las encuestas que recogen datos sobre consumo o gasto son abundantes, y aquellas que
recolectan datos sobre ingreso lo hacen bajo diversos conceptos
de ingreso, como ingreso disponible, ingreso bruto, ingreso primario, ingreso monetario, ingreso monetario bruto, ingreso monetario disponible, ingreso tributable, ingreso de mercado, entradas-ganancias brutas y entradas-ganancias netas.13
La variabilidad en la cobertura de las encuestas también es
notoria. Aunque en Europa las encuestas son de cobertura nacional, varias de ellas sólo recogen datos sobre los trabajadores
(principalmente en los países de Europa del Este), excluyen a
los hogares que reciben remesas y/o aquellos sobre cierto límite
de ingresos, o sólo incluyen a los contribuyentes (de impuestos).
En Estados Unidos y Canadá las encuestas tienen cobertura
nacional, pero en el resto del continente americano, en África,
Asia y Oceanía son recurrentes las encuestas con cobertura sólo
urbana, sólo rural, metropolitanas o que sólo cubren las ciudades principales.
Asimismo, la unidad de recolección de información se focaliza en el hogar o la familia, y la unidad de análisis sobre la
que se reportan los indicadores varía entre el hogar, la familia
y la persona. De este modo se tiene que para un mismo año, o
para años muy próximos, haya países que presenten valores del
Coeficiente Gini con grandes variaciones. Por ejemplo, Burkina
Faso, para 1994, registra valores de este coeficiente de 48,0 y
77,3. Ambos se basan en encuestas de hogares que cubren a
toda la población y tienen como unidad de análisis a la persona; pero mientras el primero se basa en datos de consumo, el
13
El concepto de income ha sido traducido, en este trabajo, como ingreso; en tanto que earnings ha sido traducido como entradas-ganancias.
377
378
segundo lo hace en el ingreso bruto. Otro ejemplo es el de Alemania (Oriental): para 1985 registra valores del Coeficiente de
Gini de 26,0 y 35,2, y para 1993 registra valores de 27,4 y 36,6.
Aunque los datos de 1985 son recogidos a través de encuestas
de hogares, son representativos de toda la población y se basan
en ingreso disponible. En el valor más bajo la unidad de análisis
es la persona, y los hogares encabezados por un extranjero han
sido excluidos de la estimación; en tanto que el valor más alto de
ese año incluye a todos los habitantes y la unidad de análisis es
el hogar. Para los datos de 1993 de Alemania, las características
de las encuestas son similares, variando en la unidad de análisis
personas, el valor más bajo, y hogares, el valor más alto, donde
el valor más bajo tiene ajustes por equivalencia del hogar, lo que
no ocurre con el valor más alto, y en la exclusión de los hogares
con ingresos netos sobre 35.000 marcos el valor más alto. En el
caso de Chile, para 1993 el Banco Interamericano de Desarrollo
reporta un Gini de 48,9, basado en datos de ingreso disponibles
de hogares de todo el país, donde la unidad de análisis es la persona y con equivalencia por persona del hogar; pero los datos
reportados por la encuesta CASEN arrojan valores de 56,6 para
1992 y 56,0 para 1994, basados en datos de ingreso monetario
del hogar per cápita.
Todo ello configura un panorama donde las comparaciones
son problemáticas y en el que, en estricto rigor, salvo que hubiera certeza de que los datos han sido construidos sobre iguales
bases metodológicas, no es posible dar juicios comparativos
ciertos. Así, parece apropiado tener presente la precaución que
plantea la CEPAL acerca de que “un análisis efectuado con la
mejor voluntad puede derivar en un ejercicio que no haga justicia a ninguno de los países comparados, y por tanto se generen
juicios de valor que deriven en confusión debido a que, en el
fondo, el conjunto de datos recolectados no admite comparabilidad alguna” (CEPAL, División de Estadísticas y Proyecciones
Económicas, 2000).
Discusión y conclusiones
Visto en perspectiva, este artículo arroja tres grandes tópicos
para la discusión: la dificultad, normalmente imposibilidad de
comparación internacional de los indicadores de desigualdad
que utilizan las medidas monetarias, los problemas de validez
de las conclusiones de los estudios sobre desigualdad que se con-
centran exclusivamente en el Coeficiente de Gini y en la inequidad de acceso a los servicios sociales esenciales.
Con el propósito de poder establecer cuán correctas son las
comparaciones internacionales de desigualdad, este trabajo ha
hecho una extensiva recopilación de datos de desigualdad de
países de los cinco continentes, desde la década de 1940. La
recopilación ha mostrado que hay sustanciales diferencias en
el modo como los países recogen los datos que luego usarán
en las estimaciones de desigualdad. Las diferencias más notorias que se observan se refieren a si las encuestas que se aplican
recolectan datos sobre el ingreso o consumo, la cobertura de la
encuesta (si es nacional, urbana o rural), la población incluida
en la muestra (si es toda la población o si se excluye a personas
con algunas características determinadas), la unidad de análisis (persona, hogar o familia) y si el ingreso o consumo ha sido
ajustado por alguna medida de equivalencia (equivalencia por
tipo de integrantes del hogar o sin ajustes, por ejemplo). Incluso
aquellas encuestas que capturan ingreso no presentan equivalencia en las medidas de ingreso que recogen unas y otras.
Todo ello configura un panorama que genera extremas dificultades para las comparaciones internacionales y hace que
los rankings de desigualdad basados en medidas monetarias, de
ingreso o consumo, carezcan de todo sentido y validez. De este
modo, entonces, al no haber comparabilidad en los datos sobre
los que se basan las estimaciones de desigualdad, no hay bases
objetivas para afirmar que un determinado sería más desigual
que el resto.
En el caso de las estimaciones de la desigualdad chilenas, el
análisis sugiere que los cambios en la desigualdad de ingresos
chilena serían bastante mayores que los que normalmente reportan las investigaciones, y que el uso prácticamente exclusivo
del Coeficiente de Gini en las estimaciones habría llevado a mostrar un panorama de estabilidad de la desigualdad en el país. El
análisis de indicadores basados en funciones de bienestar social,
principalmente el Índice de Atkinson, como también el de Theil
y el de Entropía Generalizada, sugiere que en el periodo 19872006 hubo variaciones al interior de la serie y que la reducción
de la desigualdad sería mayor que la que captura el Coeficiente
de Gini. La razón de ello estaría en la insensibilidad del Coeficiente de Gini para capturar los cambios que se producen en los
extremos de la distribución de ingresos.
Asimismo, los indicadores que ponen mayor atención a lo
que ocurre en los extremos de la distribución, como el Índice de
379
380
Atkinson que expresa mayor aversión a la desigualdad ( =2) y
el Índice 10/10, unido al notorio incremento en la posesión de
bienes durables de los primeros deciles que presenta el análisis,
describen un panorama de mejoras en la desigualdad y en el
bienestar de los más pobres, el cual difiere de la imagen de estabilidad de una situación de alta desigualdad que presenta el
Coeficiente de Gini.
Aunque no ha sido un tema central del artículo, la contrastación de los indicadores de desigualdad y los datos de acceso de los más pobres a bienes durables insinúa que podría haber
una subestimación de los ingresos que reportan las encuestas,
sobre lo cual habría que indagar. Es probable que el acceso a
bienes durables reportado esté principalmente explicado por el
acceso al crédito privado (bancos, casas comerciales y similares);
pero ello, por un lado, también es ingreso que, aunque futuro, se
debe disponer para la adquisición y, por otro, representa el dinamismo del mercado por expandirse hacia sectores a los cuales
antes no llegaba. En ambos casos el resultado es una mejora en
el bienestar de los más desposeídos.
Así, la conjunción de índices como el de Atkinson, Entropía
Generalizada, Theil, 10/10 y los datos de acceso a bienes durables por parte de los más pobres sugiere que el uso exclusivo
del Coeficiente de Gini para estimar los niveles de desigualdad
en Chile podría haber llevado a subestimar tanto las variaciones
ocurridas en el periodo analizado, como las mejoras en el bienestar del segmento más pobre. De ello se deduce la necesidad de
analizar la desigualdad de ingresos o consumo con un conjunto
de indicadores y no centrarse en uno solo, como el Coeficiente
de Gini, pues ello genera imágenes parciales y probablemente
sesgadas de la realidad bajo estudio.
Por otro lado, los datos presentados en párrafos anteriores
muestran una evolución disímil en el acceso a los tres servicios
sociales analizados. Mientras, el acceso a la educación ha tenido
creciente equidad, logrando alcanzar cobertura completa, y con
ello ha hecho posible plantear la meta de educación de calidad
para todos; en los ámbitos de la cobertura de la protección de
pensiones y de salud las carencias se concentran en los pobres y
casi pobres.
A partir de su inauguración, a mediados de la década de 1920,
el sistema chileno de pensiones ha expandido notoriamente su
cobertura, ubicándose entre las más altas de América Latina
(Olavarría, 2005). Aún así, y luego de ocho décadas, ni bajo el
sistema de reparto ni en el de capitalización individual, pobres
y casi pobres han alcanzado protección institucionalizada para
los momentos más difíciles de la vida. Dado que a la protección
previsional se accede sobre todo a través de un contrato formal
de trabajo, y que pobres y casi pobres son normalmente trabajadores por cuenta propia o informales, la probabilidad de su
acceso a la protección del sistema de pensiones es baja.
Asimismo, aunque formalmente toda la población tiene
acceso a la atención de salud, dado que ha sido elevado a la
categoría de derecho constitucional, en el hecho pobres y casi
pobres enfrentan mayores barreras de acceso, cuestión evidenciada por las dificultades de acceso a la protección previsional
que muestran las tablas 5 y 6, y la menor probabilidad de acceder a la atención de salud cuando la necesitan, según lo revela
el análisis de probabilidad marginal.
Sendas reformas se han establecido para abordar los problemas de acceso a la protección previsional en pensiones y
salud. La ley 20.255, de marzo de 2008, reforma el sistema de
pensiones y otorga con ello una pensión básica solidaria para
aquellas personas que no registran cotizaciones provisionales,
incorpora a los trabajadores independientes y brinda beneficios
a los sectores de ingreso medio y a las mujeres. Asimismo, la ley
19.966, de septiembre de 2004, establece un régimen de garantías en el acceso a la atención de salud, que desde entonces
ha ido incrementando el número y tipo de prestaciones garantizadas. Aunque los textos de ambas leyes abordan los problemas
de acceso a la protección de pensiones y salud, identificados en
este trabajo, el impacto que logren en términos de corregirlos
será una cuestión que sólo podrá observarse en el largo plazo.
Este trabajo sugiere que un análisis comprehensivo del fenómeno de la inequidad lleva a la necesidad de evitar concentrarse
exclusivamente en las dimensiones monetarias de ingreso o consumo, y a la difícil y compleja tarea de generar un conjunto
de indicadores que permitan hacer un seguimiento efectivo, a
través del tiempo, del acceso de los distintos segmentos, particularmente los más pobres, a los servicios sociales que están en la
base de la creación de oportunidades de bienestar. Aunque puede haber varias posibilidades, este trabajo ha optado por presentar la evolución de las probabilidades predichas de pobres
y casi pobres de acceder a servicios sociales esenciales. En ello
ha mostrado que las probabilidades de acceso a la protección
previsional no han mejorado, que los planes públicos y privados
de protección de salud otorgan protección precaria a pobres y
casi pobres, quienes prefieren solicitar atención como indigen-
381
382
tes, cuando pueden hacerlo, pues es menos probable que obtengan atención de salud cuando la necesitan. Contrariamente,
los indicadores de desigualdad de ingresos muestran distintos
grados de mejoría. Es decir, mientras la desigualdad de ingresos
muestra, según el indicador, distintos grados de reducción, la
inequidad en el acceso a la protección previsional muestra un
estancamiento en perjuicio de los más pobres.
Visto en perspectiva, el artículo sugiere que el análisis de la
desigualdad requiere por, un lado, evitar la exclusiva focalización en el ingreso y, por otro, que el análisis de la distribución
del ingreso necesita ampliar la gama de indicadores que usa,
dados los problemas del Coeficiente de Gini para capturar los
cambios en el bienestar de los más pobres. Asimismo, el artículo
deja ver una paradoja al insinuar que habría habido mejoras en
la distribución del ingreso y en el bienestar de los más pobres,
en el periodo analizado; pero que ello no ocurre en el acceso a
la protección de pensiones y de salud. Esta es una dimensión
fundamental de la desigualdad —que los estudios han abordado
escasamente al privilegiar el análisis de la distribución del ingreso—, porque el acceso a estos servicios sociales básicos, junto
a la educación, son esenciales para alcanzar la libertad básica
que permita a cada uno “optar por el tipo de vida que cada uno
tiene razones para valorar”.
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TERCERA PARTE
Políticas contra la discriminación
385
La discapacidad de las personas en
las políticas sociales de la Unión
Europea
I
Índice
Capítulo Siguiente
Capítulo anterior
José Antonio Moreno Molina
Introducción
En el presente trabajo se analiza la evolución y situación vigente de la protección de los discapacitados en el ámbito de
la organización de la Unión Europea, que en 2007 cumplió el
50 aniversario de la firma del Tratado de Roma de 1957,1 con
el objetivo principal de conocer las fortalezas y debilidades del
sistema europeo de protección social de las personas con alguna
discapacidad.
Muchos países miembros de la Unión Europea cuentan en la
actualidad con unos avanzados sistemas de regulación y protección social y jurídica de las personas con discapacidad; sistemas que se encuentran entre los más desarrollados del mundo
y sirven, incluso, como referencia a nivel comparado: es el caso,
por ejemplo, de los países escandinavos, de Holanda y, con unos
logros más recientes, de España, cuyo modelo social ha alcanzado un alto grado de protección tras la aprobación de la Ley
1
Desde su creación con seis Estados miembros, las sucesivas ampliaciones la han llevado a los 27 Estados miembros actuales, a una moneda
única común (el euro) y a una gran integración económica, social, cultural
y política. Para una aproximación a la historia de las Comunidades Europeas puede consultarse Fontaine (2007). El citado portal oficial de la Unión
Europea permite acceder a gran cantidad de contenidos y materiales legislativos, documentales, divulgativos, estadísticos y jurisprudenciales.
387
388
39/2006, del 14 de diciembre, de Promoción de la Autonomía
Personal y Atención a las Personas en Situación de Dependencia.
Se puede decir que en el modelo de Estado de bienestar de
muchos países europeos, junto a los más tradicionales pilares
de la educación, la sanidad y la seguridad social, se ha desarrollado también el cuarto pilar para la atención específica a las
personas en situaciones de dependencia. En efecto, tras haberse
consolidado la prestación universal por los poderes públicos de
la salud, la educación y las prestaciones de incapacidad y desempleo, se intenta ahora satisfacer desde el sector público los
servicios sociales básicos de los sectores de población con especiales necesidades.
Hay que recordar que fue en Europa donde surgió la misma
idea de Estado de bienestar. Pese a la diversidad de culturas y
modelos de sociedad, se puede identificar al “modelo social europeo” como aquel basado en la solidaridad colectiva. El modelo social europeo se consolidó a lo largo del siglo XX y hoy es
innegociable para los Estados y los ciudadanos. Los gobiernos,
sean del signo político que sean, no se plantean disminuir prestaciones sociales porque los ciudadanos no se los permitirían. Al
contrario, la tendencia es hacia un incremento cada vez mayor
de las prestaciones y ahí es donde aparece recientemente la protección de las personas dependientes.
El compromiso asumido por la Unión Europea en favor de
sus ciudadanos con discapacidad está asociado a un enfoque
de la discapacidad que no está vinculado con el concepto de
asistencia pasiva, sino con los conceptos de integración y de
participación activa en la vida económica y social. Así, pues, la
acción comunitaria europea se orienta esencialmente hacia el
reconocimiento y la protección de los derechos de las personas
con discapacidad.
Reflexiones y definiciones preliminares
Como ha señalado ilustrativamente Naciones Unidas, en un
mundo perfecto los derechos enumerados en la Declaración
Universal de Derechos Humanos serían suficientes para proteger a todos. Pero en la práctica, a ciertos grupos de la sociedad,
como son las personas con algún tipo de discapacidad (y como
también lo son las mujeres, los niños o los refugiados), les ha ido
mucho peor que a otros, y ha sido y sigue siendo necesario apro-
bar normas específicas que protejan y promuevan los derechos
humanos de tales grupos.
Las personas discapacitadas se enfrentan hoy a un cúmulo de
obstáculos físicos y sociales que en muchas ocasiones les impiden o dificultan:
—Recibir educación.
—Conseguir empleo, incluso cuando están bien cualificados.
—Tener acceso a la información.
—Obtener el adecuado cuidado médico y sanitario.
—Desplazarse libremente.
—Integrarse plenamente en la sociedad y ser aceptados por
ella.
La discapacidad es un concepto que evoluciona, el cual resulta de la interacción entre las personas con deficiencias y las
barreras debidas a la actitud y al entorno que evitan su participación plena y efectiva en la sociedad en igualdad de condiciones con los demás. La discriminación contra cualquier persona por razón de su discapacidad constituye una vulneración
de la dignidad y el valor inherentes del ser humano.
Pues bien, pese a que ahora existen diversos instrumentos,
acuerdos y normas internacionales, europeas y nacionales que
las protegen, las personas con discapacidad siguen encontrando barreras para participar en igualdad de condiciones con las
demás en la vida social y se siguen vulnerando sus derechos humanos en todas partes del mundo.
En la actualidad, tanto a nivel nacional como internacional,
se utilizan los términos discapacitado o persona con discapacidad en vez de minusválido o persona con minusvalía. En efecto,
la discapacidad es un concepto que evoluciona, es el resultado
de la interacción entre la deficiencia de una persona y los obstáculos como barreras físicas y actitudes imperantes que impiden su participación en la sociedad. Cuantos más obstáculos
hay, más discapacitada se vuelve una persona. Las discapacidades incluyen deficiencias físicas, mentales, intelectuales y sensoriales. Algunas personas tienen más de una forma de incapacidad y muchas, si no todas, podrían llegar a tener alguna
discapacidad en algún momento de su vida, debido a lesiones
físicas, enfermedades o envejecimiento.
Las Normas Uniformes sobre igualdad de oportunidades
para las personas con discapacidad aprobadas por la Resolución 48/96 del 20 de diciembre de 1993 de la Asamblea General de Naciones Unidas, ya ocuparon dicha denominación de
discapacitados en vez de minusválidos.
389
390
La Clasificación Internacional del Funcionamiento, de la
Discapacidad y de la Salud (CIF), aprobada el 22 de mayo de
2001 por la Organización Mundial de la Salud (OMS), cuyos
objetivos son proporcionar una base científica para la comprensión y el estudio de la salud y de los estados relacionados con
ella, así como establecer un lenguaje común para describirlos,
dispone que nos encontramos en un marco conceptual donde
la discapacidad engloba la deficiencia, la incapacidad y la minusvalía, y se configura en dos parámetros: a) las funciones y
estructuras corporales, y b) las actividades, participación y los
factores ambientales.
En su Anexo I sobre cuestiones taxonómicas y terminológicas
señala que: “discapacidad es un término genérico que incluye
déficits, limitaciones en la actividad y restricciones en la participación. Indica los aspectos negativos de la interacción entre un
individuo (con una condición de salud) y sus factores contextuales (factores ambientales y personales)”.
Por su parte, para el Diccionario de la Real Academia Española la dependencia es, entre otras acepciones, la “situación de
una persona que no puede valerse por sí misma”.
El Consejo de Europa, en Recomendación nº (98) 95 del
Comité de Ministros a los Estados Miembros relativa a la dependencia, la define como “un estado en que se encuentran las
personas que, por razones ligadas a la falta o a la pérdida de
autonomía física, psíquica o intelectual tienen necesidades de
asistencia o ayudas importantes para realizar actos corrientes de
la vida ordinaria”.
Algunos datos y estadísticas sobre la discapacidad
Naciones Unidas ha hecho públicas, en el curso de la elaboración de la Convención sobre los Derechos de las Personas con
Discapacidad, unas impactantes estadísticas que a todos nos deben hacer reflexionar sobre la importancia de adoptar políticas
públicas específicamente dirigidas a este sector de la población
(véase http://www.un.org/spanish/disabilities/convention/,
fecha de consulta 13 de abril de 2009).
Alrededor del 10% de la población mundial, esto es, unos 650
millones de personas, vive con una discapacidad; constituyen
la mayor minoría del mundo. Es más, esta cifra está aumentando constantemente debido al crecimiento de la población,
los avances de la medicina y el proceso de envejecimiento, como
advierte la OMS.
En los países donde la esperanza de vida es superior a los 70
años, en promedio alrededor de 8 años o el 11.5% de la vida
de un individuo transcurre con incapacidades. El 80% de las
personas con discapacidad vive en países en desarrollo, según
el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).
En los países de la Organización para la Cooperación y el
Desarrollo Económicos (OCDE), las tasas de discapacidades son
notablemente más altas entre los grupos con menores logros
educacionales. El promedio es de 19%, en comparación con
11% entre los que tienen más educación. En la mayoría de los
países de la OCDE, las mujeres tienen una incidencia más alta de
discapacidades que los hombres.
El Banco Mundial estima que 20% de los más pobres del
mundo tienen discapacidades, y tienden a ser considerados dentro de sus propias comunidades como las personas en situación
más desventajosa. Las personas afectadas por limitaciones físicas, sensoriales o cognitivas padecen con frecuencia de discapacidad porque carecen de acceso a salud, educación y otros
servicios públicos, así como al mercado laboral. Esta exclusión
conduce a la pobreza, y ya en un círculo vicioso, la pobreza
conduce a mayor inhabilitación pues aumenta la vulnerabilidad ante la desnutrición, las enfermedades y entornos poco seguros. Quienes padecen una discapacidad y sus familias reciben
menos beneficios del aumento de oportunidades que ofrece el
desarrollo económico y tienen menos probabilidades de alcanzar la autonomía económica en comparación con otros grupos.
De igual manera, tienen más probabilidades de mantener esta
vulnerabilidad ante crisis económicas y otras fuentes de inseguridad. Dichos factores se traducen en una pérdida del PIB de
entre 5 y 7% (Metts, 2004).
En la Unión Europea, alrededor de 44,6 millones de personas de entre 16 y 64 declaran tener un problema de salud o una
discapacidad de larga duración (LSHPD, por sus siglas inglesas),
lo cual representa cerca del 16% del total de la población en
edad de trabajar de la UE.2 Hay un estrecho paralelismo entre
discapacidad y aumento de la edad. En 2002, casi 30% de las
2
Véase la Comunicación de la Comisión Europea al Consejo, al Parlamento Europeo, al Comité Económico y Social y al Comité de las Regiones
del 28 de noviembre de 2005 [COM (2005) 604 final], “Situación de las personas con discapacidad en la Unión Europea ampliada: el plan de acción
europeo 2006-2007”.
391
personas de edades comprendidas entre 55 y 64 años declararon
tener un LSHPD.
Las cifras también ponen de relieve una divergencia entre las
tasas de empleo de las personas con y sin discapacidad: en 2003,
40% de las personas con discapacidad tenía empleo, frente a
64,2% de las personas sin discapacidad. Según se estima, 386
millones de las personas en edad de trabajar son discapacitadas, dice la Organización Internacional del Trabajo (OIT). El
desempleo alcanza hasta 80% en algunos países. A menudo
los empleadores suponen que las personas con discapacidad no
pueden trabajar.
Por cada niño que muere en zonas de guerra, tres resultan
heridos y con discapacidad permanente. Según la OMS, en algunos países hasta una cuarta parte de las discapacidades son
producto de heridas y violencia.
Las primeras actuaciones de la Unión Europea en relación con la discapacidad
392
Existe un amplio consenso en la Unión Europea (en adelante,
UE) sobre la necesidad de abordar el tema de la discapacidad.
La dignidad, los derechos fundamentales, la protección contra la
discriminación y la cohesión social son aspectos esenciales para
los países europeos, y todos ellos obligan a los poderes públicos
a adoptar medidas en la materia.
Si bien las medidas relacionadas con la discapacidad son esencialmente competencia de los Estados miembros, como la
mayoría de las cuestiones sociales —hay que recordar que la
Unión Europea sigue siendo hoy principalmente un ámbito de
integración económica—, en los últimos años las instituciones
de la UE han adoptado importantes medidas en la materia.
La Resolución del Consejo y de los representantes de los gobiernos de los Estados miembros reunidos en el seno del Consejo, del 20 de diciembre de 1996, sobre la igualdad de oportunidades de las personas con minusvalías,3 y la Resolución
del Consejo, del 17 de junio de 1999, relativa a la igualdad de
oportunidades laborales de las personas con minusvalías,4 reafirmaron los derechos humanos básicos de las personas con dis3
4
DO C
DO C
12 de 13.1.1997, p. 1.
186 de 2.7.1999, p. 3.
capacidad en lo relativo a la igualdad de acceso a las actividades
sociales y económicas.
El reconocimiento de la discapacidad al
máximo nivel del Derecho comunitario
europeo: el artículo 13 del Tratado de la
Comunidad Europea
El artículo 13 del Tratado de la Comunidad Europea, el texto
de naturaleza cuasiconstitucional europeo, establece que:
sin perjuicio de las demás disposiciones del presente Tratado y
dentro de los límites de las competencias atribuidas a la Comunidad por el mismo, el Consejo, por unanimidad, a propuesta
de la Comisión y previa consulta al Parlamento Europeo, podrá
adoptar acciones adecuadas para luchar contra la discriminación
por motivos de sexo, de origen racial o étnico, religión o convicciones, discapacidad, edad u orientación sexual.
El precepto fue introducido en el principal texto de la Comunidad, el Tratado de Roma de 1957, tras su reforma por medio del Tratado de Ámsterdam del 2 de octubre de 1997.5 Pues
bien, el citado artículo 13 habilita al Consejo para adoptar ac5
El ordenamiento jurídico comunitario es un verdadero ordenamiento,
ya que posee su propio sistema de fuentes que emanan de las instituciones
de la UE, y goza de mecanismos y procedimientos tanto de aplicación de las
normas como de sanción por su incumplimiento.
El Derecho Comunitario Originario está compuesto por los tratados
originarios de las Comunidades Europeas con sus sucesivas modificaciones (Tratado de la Comunidad Europea o Tratado de Roma de 1957,
que ha sido modificado por el Tratado del Acta Única Europea de 1986,
por el Tratado de la Unión Europea o de Maastricht de 1992, por el Tratado
de Ámsterdam de 1997 y por el Tratado de Niza de 2001). El Derecho originario se sitúa a la cabeza del ordenamiento jurídico comunitario como ha
dicho el Tribunal de Justicia, sus normas tienen una naturaleza constitucional, y en función de ello las normas del Tratado de la Comunidad sirven
de parámetro de validez y de interpretación de las normas aprobadas por
las instituciones de la Comunidad y por los propios Estados, en relación
con ese derecho comunitario.
El tratado prevalece respecto a todas las otras fuentes del derecho comunitario, en especial frente al derecho derivado (principalmente reglamentos y directivas).
393
394
ciones adecuadas para luchar contra la discriminación, entre
otros motivos, por razón de discapacidad.6
En su desarrollo, se aprobó la Directiva 2000/78/CE, del 27
de noviembre, relativa al establecimiento de un marco general
para la igualdad de trato en el empleo y la ocupación, por motivos de religión o convicciones, de discapacidad, de edad o de
orientación sexual, que por ejemplo fue incorporada al ordenamiento jurídico español a través de la Ley 62/2003, del 30
de diciembre, de Medidas fiscales, administrativas y del orden
social.
El tratado por el que se establece una Constitución para Europa firmado en Roma el 29 de octubre de 2004 por los Jefes
de Estado y de Gobierno de los Estados miembros de la Unión
Europea, establecía en el artículo II-81, “la prohibición de toda
discriminación, y en particular por razón de sexo, raza, color,
orígenes étnicos o sociales, características genéticas, lengua,
relación o convicciones, opiniones políticas o de cualquier otro
tipo, pertenencia a una minoría nacional, patrimonio, nacimiento, discapacidad, edad u orientación sexual”.
Sin embargo, en el proceso de ratificación de la Constitución
Europea el voto negativo en referéndum de Francia y Holanda
obligó a los Estados miembros a plantear un nuevo texto, finalmente consensuado en el tratado firmado el 13 de diciembre de
2007 en Lisboa por los Jefes de Estado o de Gobierno de los 27
países miembros.
El Tratado de Lisboa, que deberá ser ratificado por los 27
Estados miembros de la UE para que entre en vigor, plantea la
introducción de un nuevo artículo 5 en el Tratado de la Comunidad con el siguiente tenor: “En la definición y ejecución de
sus políticas y acciones, la Unión tratará de luchar contra toda
discriminación por razón de sexo, raza u origen étnico, religión
o convicciones, discapacidad, edad u orientación sexual”.
El Tratado de Lisboa garantiza las libertades y los principios
enunciados en la Carta de los Derechos Fundamentales, cuyas
disposiciones van a ser jurídicamente vinculantes para todos los
gobiernos y ciudadanos de los Estados miembros de la UE.
6
Sobre la protección jurídica de la discapacidad en la Unión Europea,
véase AAVV (Alcaín, Esperanza y Juan González-Badía [coords.]) (2006),
Régimen jurídico de las personas con discapacidad en España y en la Unión
Europea, Granada: Comares.
La Carta de Derechos Fundamentales de
la Unión Europea y la prohibición de toda
discriminación por razón de discapacidad
La Carta de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea,
proclamada en Niza el 7 de diciembre de 2000, representa la
síntesis de los valores comunes de los Estados miembros de la
Unión Europea. Su objetivo se explica en el preámbulo: “Por
ello es necesario, dotándolos de mayor presencia en una Carta,
reforzar la protección de los derechos fundamentales a tenor de
la evolución de la sociedad, del progreso social y de los avances
científicos y tecnológicos”.
Tras el 50º aniversario de la Declaración Universal de los
Derechos Humanos, se propuso un debate sobre la oportunidad de crear un catálogo de derechos fundamentales en el que
estarían incluidos los derechos económicos y sociales de los ciudadanos europeos sobre la base, entre otras, de la jurisprudencia
del Tribunal Europeo de los Derechos Humanos de Estrasburgo.
El 7 de diciembre de 2000 los presidentes del Parlamento Europeo, el Consejo y la Comisión firman y declaran solemnemente la Carta en Niza en nombre de las tres instituciones. No
obstante, los Jefes de Estado o de Gobierno reunidos en Niza
decidieron no introducir ninguna referencia a la Carta en el
tratado. Esto significa que, reconociendo al mismo tiempo su
valor político (por primera vez se encuentran reunidos en un
único texto los derechos civiles y políticos clásicos así como los
derechos económicos y sociales), el texto sigue estando privado
de valor jurídico vinculante. Como se ha señalado anteriormente, el Tratado de Lisboa quiere superar esta perspectiva.
Por primera vez, se han reunido en un único documento todos los derechos que hasta ahora se dispersaban en distintos
instrumentos legislativos como las legislaciones nacionales y los
convenios internacionales del Consejo de Europa, las Naciones
Unidas, la Organización Internacional del Trabajo. Al dar visibilidad y claridad a los derechos y a las libertades fundamentales,
la Carta contribuye a desarrollar el concepto de ciudadanía de
la Unión así como a crear un espacio de libertad, seguridad y
justicia (como afirma el preámbulo de la Carta). Ésta refuerza
la seguridad jurídica por lo que se refiere a la protección de los
derechos fundamentales, protección que hasta ahora sólo se garantizaba mediante la jurisprudencia del Tribunal de Justicia y
el artículo 6 del Tratado de la Unión Europea.
395
La Carta incluye un preámbulo introductorio y 54 artículos
distribuidos en 7 capítulos:
396
Capítulo I: Dignidad (dignidad humana, derecho a la vida,
derecho a la integridad de la persona, prohibición de la tortura
y de las penas o los tratos inhumanos o degradantes, prohibición
de la esclavitud y el trabajo forzado).
Capítulo II: Libertad (derechos a la libertad y a la seguridad, respeto de la vida privada y familiar, protección de los datos
de carácter personal, derecho a contraer matrimonio y derecho
a fundar una familia, libertad de pensamiento, de conciencia
y de religión, libertad de expresión e información, libertad de
reunión y asociación, libertad de las artes y de las ciencias, derecho a la educación, libertad profesional y derecho a trabajar,
libertad de empresa, derecho a la propiedad, derecho de asilo,
protección en caso de devolución, expulsión y extradición).
Capítulo III: Igualdad (igualdad ante la ley, no discriminación, diversidad cultural, religiosa y lingüística, igualdad entre hombres y mujeres, derechos del menor, derechos de las personas mayores, integración de las personas discapacitadas).
Capítulo IV: Solidaridad (derecho a la información y a la
consulta de los trabajadores en la empresa, derecho de negociación y de acción colectiva, derecho de acceso a los servicios
de colocación, protección en caso de despido injustificado, condiciones de trabajo justas y equitativas, prohibición del trabajo
infantil y protección de los jóvenes en el trabajo, vida familiar y
vida profesional, seguridad social y ayuda social, protección de
la salud, acceso a los servicios de interés económico general, protección del medio ambiente, protección de los consumidores).
Capítulo V: Ciudadanía (derecho a ser elector y elegible en
las elecciones al Parlamento Europeo, derecho a ser elector y
elegible en las elecciones municipales, derecho a una buena administración, derecho de acceso a los documentos, Defensor del
Pueblo, derecho de petición, libertad de circulación y de residencia, protección diplomática y consular).
Capítulo VI: Justicia (derecho a la tutela judicial efectiva y
a un juez imparcial, presunción de inocencia y derechos de la
defensa, principios de legalidad y de proporcionalidad de los
delitos y las penas, derecho a no ser acusado o condenado penalmente dos veces por el mismo delito).
Capítulo VII: Disposiciones generales.
En general, los derechos mencionados le son reconocidos a
toda persona. No obstante, la Carta hace también referencia a
categorías de temas que tienen necesidades particulares (menores, personas mayores, personas con discapacidad). Además, el
Capítulo V considera la situación específica del ciudadano europeo haciendo referencia a algunos derechos ya mencionados
en los tratados (libertad de circulación y estancia, derecho de
voto, derecho de petición), introduciendo al mismo tiempo también el derecho a una buena administración.
En un memorándum de la Comisión de marzo de 2001, el
Presidente de la Comisión Europea, el Sr. Romano Prodi y el
Comisario responsable de Justicia e Interior, el Sr. António Vitorino, declararon que la Carta debe convertirse en la “piedra
angular” de las acciones futuras de la Comisión. Desde entonces, toda nueva ley o todo nuevo instrumento legislativo que
tenga una relación cualquiera con los derechos fundamentales
debe contener la siguiente declaración formal: “El presente acto
respeta los derechos fundamentales y se atiene a los principios
reconocidos por la Carta de Derechos Fundamentales de la
Unión Europea”.
Hay que resaltar que la Carta ha influido en sucesivas ocasiones en las conclusiones del Tribunal de Justicia de las Comunidades Europeas (TJCE). Las conclusiones de los abogados
generales no vinculan al TJCE sino que sugieren soluciones jurídicas susceptibles de influirlo. Estas conclusiones sólo hacen a
veces referencia a la Carta de manera marginal, pero en algunos
casos, los abogados generales se remiten a ella para interpretar los derechos fundamentales, recordando no obstante que no
tiene fuerza vinculante. La ausencia de estatuto jurídico de la
Carta no significa, sin embargo, que carezca de validez. Los tres
abogados generales Tizzano, Ligero y Mischo declararon que
“la Carta situó innegablemente los derechos que son objeto de
la misma al más alto nivel de los valores comunes de los Estados
miembros”.
Pues bien, el artículo 21 de la Carta de Derechos Fundamentales de la UE establece que:
“1. Se prohíbe toda discriminación, y en particular la ejercida
por razón de sexo, raza, color, orígenes étnicos o sociales, características genéticas, lengua, religión o convicciones, opiniones
políticas o de cualquier otro tipo, pertenencia a una minoría
nacional, patrimonio, nacimiento, discapacidad, edad u orientación sexual”.
397
Por otra parte, hay que destacar que el Reglamento (CE) nº
168/2007 del Consejo, de 15 de febrero de 2007, ha creado una
Agencia de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea.
El objetivo de la Agencia, que está en funcionamiento desde el
1 de marzo de 2007, es proporcionar a las instituciones comunitarias y a los Estados miembros de la UE ayuda y asesoramiento
en materia de derechos fundamentales.
La decisiva importancia de la declaración
de 2003 como Año Europeo de la Discapacidad
398
Hay que destacar los pronunciamientos en favor de las personas con discapacidad contenidos en las Conclusiones del Consejo Europeo de Lisboa de marzo de 2000 (que fijó como nuevo
objetivo estratégico de la Unión reforzar el empleo, la reforma
económica y la cohesión social como parte de una economía
basada en el conocimiento), por lo que se insta a las instituciones
comunitarias y a los Estados miembros a luchar contra la exclusión social (conclusión 5), a extender la sociedad de la información a todos los ciudadanos, prestando una especial atención
a las personas con discapacidad (conclusión 9), y, por último, a
acometer acciones prioritarias dirigidas a grupos específicos, entre los que se señala expresamente a las personas con discapacidad.
La Agenda Social Europea, aprobada en el Consejo Europeo
de Niza celebrado los días 7, 8 y 9 de diciembre de 2000, declaró
que la Unión Europea “desarrollará, en particular con ocasión
del Año Europeo de las Personas con Discapacidad (2003), todas
las acciones tendentes a garantizar una mejor integración de las
personas minusválidas en todos los ámbitos de la vida social”.
En 2003 se cumplió el décimo aniversario de la adopción,
por la Asamblea General de las Naciones Unidas, de las normas
uniformes sobre la igualdad de oportunidades para las personas
con discapacidad, como hemos comprobado anteriormente.
Pues bien, el Consejo de la Unión Europea reunido en Laeken
el 3 de diciembre de 2001 aprobó una decisión por la que declaró el año 2003 como “Año Europeo de las Personas con Discapacidad”.7
7
Véase la decisión del Consejo del 3 de diciembre de 2001 sobre el Año
Europeo de las Personas con Discapacidad 2003 (2001/903/CE).
El Año Europeo de las Personas con Discapacidad ha ofrecido a éstas, a nivel nacional, regional y local, una oportunidad
única para dar a conocer los asuntos que les preocupan, así como
para contribuir al establecimiento de prioridades estratégicas
con destinatarios concretos y fomentar la adopción de medidas
específicas. Se han organizado miles de acontecimientos, conferencias y debates con el fin de promover los derechos de las
personas con discapacidad y su plena participación en la vida
social y económica, así como sensibilizar a la opinión pública
sobre los obstáculos a que deben enfrentarse diariamente estas
personas en nuestra sociedad.
Además de la transposición de la Directiva comunitaria por la
que se fija el marco general de la igualdad de trato en el empleo
y la ocupación, a partir de 2003 los Estados han ido aprobando
nuevas medidas políticas en materia de discapacidad.
Tanto en los Estados miembros como a escala comunitaria,
este “Año Europeo” ha servido como trampolín para lanzar
nuevas medidas políticas y hacer progresar algunas iniciativas
políticas importantes.
La Directiva 2000/78/CE relativa al establecimiento de un marco general para la
igualdad de trato en el empleo y la ocupación, por motivos de religión o convicciones, de discapacidad, de edad o de
orientación sexual
En desarrollo de lo dispuesto por el artículo 13 del Tratado de la
Comunidad Europea, se aprobó la Directiva 2000/78/CE, de
27 de noviembre, relativa al establecimiento de un marco general para la igualdad de trato en el empleo y la ocupación, por
motivos de religión o convicciones, de discapacidad, de edad o
de orientación sexual, que fue traspuesta al ordenamiento jurídico español a través de la Ley 62/2003, del 30 de diciembre,
de Medidas fiscales, administrativas y del orden social.
Si bien los Estados miembros de la UE ya prohibían la discriminación en el mercado de trabajo, sus legislaciones al respecto
eran dispares en cuanto al alcance, el contenido y la fuerza de
ejecución. Por ello, la Directiva 2000/78 pretendió establecer
un marco general mínimo. La Directiva se aplica a los ámbitos
siguientes:
399
• Las condiciones de acceso al conjunto de las profesiones y las
actividades por cuenta propia y las condiciones de promoción.
• La formación profesional.
• Las condiciones de empleo y de ocupación (incluidas las de
despido y remuneración).
• La inscripción y participación en una organización patronal,
sindical o en cualquier organización profesional.
400
Esto se aplica tanto al sector público como al privado, lo cual
incluye los organismos públicos, y tanto al trabajo remunerado
como al voluntariado.
La Directiva va dirigida tanto a la discriminación directa
(diferencia de trato basada en una característica determinada)
como a la discriminación indirecta (disposición, criterio o práctica aparentemente neutros pero que pueden tener efectos desfavorables para una o varias personas determinadas o incluso
producir una incitación a la discriminación). El acoso, que crea
un clima hostil, se considera una discriminación. La Directiva
prevé que se lleven a cabo adaptaciones razonables para garantizar el principio de igualdad de trato a las personas con discapacidad, limitándolas a los casos que no impliquen dificultades injustificadas.
Los supuestos en los cuales se autorizan las diferencias de trato son los siguientes:
1) Exigencias profesionales esenciales. En ciertos casos, pueden
justificarse las diferencias de trato cuando lo requiera la naturaleza del puesto o las condiciones en las que se ejerce el empleo.
2) Diferencias de trato basadas en la edad. Se admiten estas
diferencias de trato cuando exista una justificación objetiva y
sean apropiadas y necesarias para la realización de objetivos
legítimos en el mercado de trabajo (para garantizar la protección de los jóvenes o de los trabajadores mayores, establecer
requisitos en cuanto a la duración de la experiencia profesional, etcétera).
3) Acciones positivas. Los Estados miembros pueden mantener
o adoptar medidas encaminadas a prevenir o corregir situaciones existentes de desigualdad, como las que sufren los discapacitados (medidas destinadas a promover el acceso de los
discapacitados al empleo público o privado).
El plan de acción de la UE en materia de
discapacidad
Aprovechando el impulso generado en 2003 por el “Año Europeo de las Personas con Discapacidad”, la Comisión Europea
quiso aprovechar sus resultados mediante la instauración de un
plan de acción plurianual. El objetivo de este plan de acción es
integrar, antes de 2010, la dimensión de la discapacidad en las
políticas comunitarias afectadas y aplicar acciones concretas en
ámbitos clave, con el fin de mejorar la integración económica y
social de las personas con discapacidad.
Se adoptaron así la Comunicación de la Comisión, del 30 de
octubre de 2003, Igualdad de oportunidades para las personas
con discapacidad: un plan de acción europeo [COM (2003) 650
final - no publicada en el Diario Oficial] y la Comunicación
de la Comisión del 28 de noviembre de 2005 - Situación de las
personas con discapacidad en la Unión Europea ampliada: el
plan de acción europeo 2006-2007 [COM (2005) 604 final - No
publicada en el Diario Oficial].
El objetivo principal de la comisión para los próximos años
consiste en fomentar la igualdad de oportunidades para las personas con discapacidad, con el fin de crear una dinámica duradera para su plena integración en la sociedad. Para alcanzar
este fin, la comisión debe tratar de conseguir tres objetivos operativos que se completan y apoyan mutuamente:
1) Garantizar la plena aplicación de la Directiva relativa a la
igualdad de trato en el empleo y la ocupación, y emprender
un debate sobre la nueva estrategia de lucha contra la discriminación.
2) Conseguir la integración de la dimensión de la discapacidad
en las políticas comunitarias afectadas en los procesos existentes (Estrategia Europea de Empleo, Estrategia Europea de
Inclusión Social, etcétera).
3) Mejorar la accesibilidad a los bienes, los servicios y el entorno
construido.
Para lograr estos objetivos operativos, la comisión ha establecido un plan de acción plurianual continuo que abarcará un
periodo que llegará hasta 2010. Un informe bienal, en el cual se
examinará la situación global de las personas con discapacidad,
definirá y sustentará las sucesivas etapas de este plan de acción.
Asimismo, este informe servirá de base para la fijación de nue-
401
402
vas prioridades en el marco de las fases siguientes del plan de
acción.
La primera fase de este plan de acción se extendió durante
dos años (2004 y 2005) y se centró en la creación de las condiciones necesarias para la promoción del empleo de las personas con discapacidad, garantizando al mismo tiempo la potenciación de su papel en este ámbito. Los ámbitos de intervención
prioritarios se agruparon en cuatro aspectos: el acceso al empleo y el mantenimiento en la vida activa, el aprendizaje permanente, la utilización del potencial de las nuevas tecnologías
y la accesibilidad del entorno público construido.
La Directiva 2000/78/CE impone a algunos Estados miembros importantes modificaciones de las normas vigentes. Tiene
implicaciones profundas para los empleadores (públicos y privados) y sus prácticas de empleo por lo que respecta a las personas con discapacidad. Es esencial conseguir una sensibilización
de los agentes interesados para garantizar una aplicación eficaz
de esta Directiva. Por ello, la comisión emprendió en junio de
2003 una campaña de información en el conjunto de los Estados miembros para informar a empleadores y trabajadores
sobre sus nuevos derechos en el lugar de trabajo.
En el marco del Año Europeo de las Personas con Discapacidad, los ministros de Asuntos Sociales y Empleo adoptaron en
julio de 2003 una resolución relativa a la promoción del empleo y la integración social de las personas con discapacidad
(véase al respecto AAVV, 2000; AAVV, 1998). En esta resolución
se invita a los Estados miembros, la Comisión y los interlocutores sociales a proseguir los esfuerzos orientados a suprimir los
obstáculos a la integración y la participación de las personas
con discapacidad en el mercado laboral.
Los principales programas del Fondo Social Europeo y la
iniciativa comunitaria EQUAL financian una amplia serie de
medidas destinadas a integrar a las personas con discapacidad
en el mercado de trabajo y experimentan enfoques innovadores
relativos a aspectos específicos de esta integración.
La Comisión también ha actuado en el marco de la política
de la competencia, ya que en noviembre de 2002 se adoptó un
reglamento relativo a las ayudas estatales para el empleo, en el
cual se autoriza a los Estados miembros a financiar hasta 60%
de los costes salariales anuales y de las cotizaciones de seguridad social cuando una empresa contrate a un trabajador con
discapacidad. Asimismo, puede concederse una ayuda para
compensar toda reducción de productividad o permitir una
adaptación de las instalaciones.
En cuanto a la salud y la seguridad en el trabajo, la Directiva
89/654/CE relativa a las disposiciones mínimas de seguridad
y de salud en los lugares de trabajo prevé que “los lugares de
trabajo deberán estar acondicionados teniendo en cuenta, en su
caso, a los trabajadores minusválidos”.
El recurso a las tecnologías modernas de la información y
la comunicación (TIC), que permite el aprendizaje en línea o
“eLearning”, puede ser un medio para suprimir los obstáculos
a la educación, la formación y el aprendizaje permanentes a
que se enfrentan las personas con discapacidad. Esta es la razón
por la cual la propuesta de programa eLearning de la Comisión
menciona expresamente las necesidades de las personas con discapacidad, al igual que el plan de acción relativo al aprendizaje
de idiomas y la diversidad lingüística, que tiene por objeto las
capacidades y la movilidad.
En los ámbitos de la educación, la formación y la juventud, la
Comisión también realizó varias acciones como conceder un alto
grado de prioridad a la promoción del intercambio de buenas
prácticas y a la definición de los factores de éxito en materia de
integración de las personas con discapacidad, en el contexto de la
aplicación del programa de trabajo relativo a los objetivos de los
sistemas de educación y de formación; prestar una especial atención, en el marco de la elaboración y la aplicación del Programa
de acción eLearning (2004-2006), a las necesidades específicas
de las personas con discapacidad; incluir la información destinada a las personas con discapacidad en el sistema de información PLOTEUS; prestar una atención especial a los proyectos
de los programas Sócrates, Leonardo y Juventud en los que participan las personas con discapacidad; controlar la accesibilidad
electrónica de los sitios web y de los productos mediáticos de
aprendizaje permanente.
En cuanto a la investigación, la Comisión difundió y explotó
los resultados de los estudios efectuados en el marco del Sexto
Programa Marco de Investigación (séptima prioridad “los ciudadanos y la gobernanza en una sociedad basada en la integración”).
Los progresos tecnológicos, en particular en el ámbito de las
TIC, ofrecen grandes posibilidades para que las personas con
discapacidad puedan superar sus límites funcionales y, de esta
manera, evitar su exclusión de la tecnología digital.
Las acciones en materia de accesibilidad llevadas a cabo en el
marco del plan de acción eEurope 2002 han dado buenos resultados y debe efectuarse un seguimiento de ellas. Por otra parte,
403
404
a raíz de la iniciativa W3C/WAI, los Estados miembros adoptaron
las instrucciones para la accesibilidad de los sitios web públicos. El Consejo adoptó una resolución relativa a la accesibilidad
electrónica en diciembre de 2002.
El plan de acción eEurope 2005 tiene por objeto garantizar
la participación y la igualdad de acceso de las personas con discapacidad y otros grupos desfavorecidos a las grandes novedades
en el ámbito de los servicios públicos en línea, la administración
en línea (e-government), el aprendizaje electrónico (e-learning) y los
servicios de salud en línea (e-health), así como crear un entorno
dinámico y accesible para el comercio electrónico (e-business).
Para garantizar un acceso mejorado y efectivo de las personas con discapacidad al lugar de trabajo debe multiplicarse el
diseño y la construcción de edificios que respeten el principio de
diseño universal (o “diseño para todos”).
Para la mejora de la calidad de vida de las personas con discapacidad también es indispensable la existencia de infraestructuras culturales y de ocio accesibles. El Consejo lo reconoció
en su resolución del 6 de mayo de 2003 relativa al acceso de las
personas con discapacidad a las infraestructuras y actividades
culturales, así como en su resolución del 21 de mayo de 2002 sobre el futuro del turismo europeo, en la que pidió a la Comisión,
los Estados miembros y otros interesados que intensificaran sus
esfuerzos para facilitar el acceso de las personas con discapacidad al turismo.
En su Libro Blanco titulado La política europea de transportes de
cara al 2010: la hora de la verdad, la Comisión alienta un mayor uso
de transportes públicos accesibles.
La segunda fase de este plan de acción se desplegó en dos años
(2006-2007) e insistió en la integración activa y la autonomía
(derecho de las personas con discapacidad a ser destinatarias de
medidas concebidas para garantizar su independencia, su integración social y profesional, y su participación en la vida de la
comunidad). En ella se proponen cuatro prioridades:
a) Fomentar la actividad profesional.
b) Promover el acceso a una asistencia y a servicios de cuidados
de calidad.
c) Promover el acceso de todos a los bienes y los servicios.
d) Incrementar la capacidad de recogida y análisis de la Unión.
El grupo interservicios de la Comisión que se ocupa de las cuestiones relativas a las personas con discapacidad tiene por misión
hacer progresar el proceso previsto por el plan de acción y controlar la aplicación de la estrategia integrada por los distintos
servicios de la Comisión. Asimismo, debe informar al grupo de
comisarios responsables de la igualdad de oportunidades sobre
los progresos realizados.
Por su parte, el grupo europeo de alto nivel responsable de las
cuestiones relativas a las personas con discapacidad (grupo de
expertos presidido por la Comisión y que reúne a especialistas
de los Estados miembros) se encarga de desarrollar las sinergias
entre las políticas nacionales.
La Unión ha reforzado su cooperación con organizaciones
como las Naciones Unidas, el Consejo de Europa, la Agencia
Europea de Seguridad y Salud en el Trabajo, organizaciones
europeas de normalización tales como el Centro Europeo de
Normalización (CEN), la Agencia Europea de la Educación
adaptada a necesidades especiales y la Fundación Europea para
la Mejora de las Condiciones de Vida, a fin de desarrollar relaciones beneficiosas para todos y aprovechar su experiencia y el
trabajo de sus grupos de reflexión.
A modo de reflexión final: logros y limitaciones del proceso europeo de protección
social de las personas con discapacidad
El amplio desarrollo de los Estados sociales europeos y la cada
vez mayor preocupación de la Unión Europea por aspectos sociales ha impulsado en los últimos años importantes actuaciones
para la promoción de las condiciones, a fin de que la libertad y
la igualdad de los ciudadanos discapacitados y de los grupos en
que se integran sean reales y efectivas. En la actualidad, para
los poderes públicos europeos es una obligación realizar una
política de integración social de los ciudadanos con discapacidad, para el disfrute de los derechos fundamentales que corresponden a todos los ciudadanos. En este punto, la Carta de los
Derechos Fundamentales de la Unión Europea, proclamada en
Niza el 7 de diciembre de 2000, juega un papel relevante.
Sin embargo, en el camino hacia el pleno reconocimiento
de los derechos de los discapacitados queda todavía mucho por
hacer. Las medidas políticas de inserción social y laboral dirigidas a este colectivo tienen un alcance limitado.
Porque si bien es cierto que la normativa europea y la de los
distintos países ha experimentado avances significativos en la
405
406
prevención de la discapacidad y en la atención a las personas
que la sufren, también es cierto que ello no se ha traducido en
una efectividad real ni en la igualdad de trato ni en la igualdad
de oportunidades, ni mucho menos en la igualdad de resultados.
Las personas con discapacidad siguen teniendo grandes dificultades para incorporarse al mundo laboral, y el porcentaje de
ellas que lo consigue continúa estando muy por debajo de la
media del resto de población.
Son varios los factores que refuerzan la exclusión del mercado laboral de las personas con discapacidad; uno importante
lo configura el enorme peso de los estereotipos sociales sobre estas personas, que hacen que el empresariado y los empleadores
tengan prejuicios a la hora de contratarlas. Otros dos factores de
peso inciden igualmente en las oportunidades de su integración
social y laboral: la actuación en el ámbito familiar donde se organiza su educación, se orientan sus hábitos de conducta y se fomenta un menor o mayor grado de autonomía, y la intervención
desde el ámbito administrativo, que es el responsable de ofrecer
los recursos o apoyos necesarios en cada etapa evolutiva, con el
fin de que puedan alcanzar un nivel de desarrollo cognitivo, personal y de especialización profesional que favorezca su inclusión
social y la entrada en el mercado laboral.
Y qué duda cabe de que la existencia de un mercado de trabajo muy competitivo, fruto de las políticas neoliberales de las
sociedades occidentales, y las tasas de paro relativamente elevadas dificultan aún más el acceso al mercado laboral a diferentes
colectivos, entre ellos a las personas con discapacidad, que presentan en muchas ocasiones limitaciones funcionales y precisan
adaptaciones en el acceso y ocupación de los puestos de trabajo.
Las ayudas públicas para llevar a cabo esas adaptaciones han
resultado insuficientes para animar al empresariado a asumir su
responsabilidad social, que incumple, además, con frecuencia,
la obligación legal de respetar la cuota de reserva del 2% en
empresas de más de 50 trabajadores.
Resulta fundamental estimular la participación plena, real y
efectiva de las organizaciones representativas de los colectivos
de apoyo a los discapacitados en el proceso de aprobación de las
normas que les afecten (De Lorenzo, 2006: 88).
Por ello hay que reivindicar un análisis profundo de las políticas de inserción con el fin de cuestionar su validez y visibilizar la
permanencia de las discriminaciones existentes. Sólo así podremos conseguir la integración de las personas con discapacidad
en todas las esferas de la vida social.
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409
Política portuguesa de rehabilitación
profesional de las personas con
deficiencias y minusvalías. Programas y
resultados
I
Índice
Capítulo Siguiente
Capítulo anterior
Carlos Veloso da Veiga
Ivo Domingues
Introducción
Tal como la generalidad de las políticas públicas, también la
política portuguesa de rehabilitación profesional de las personas
con deficiencias y minusvalías se estructura desde un conjunto
de principios y actividades organizadas para que los objetivos
previstos puedan ser alcanzados. En su esencia se basa en la
distribución de bienes materiales y recompensas simbólicas con
medidas, programas y proyectos concretos, cuya ejecución práctica refleja, verdaderamente, la política. La distribución de esos
bienes por el Estado sólo es posible porque utiliza los recursos
de la sociedad, que provienen de la imposición fiscal de los contribuyentes y de las tasas e impuestos cobrados sobre la riqueza
producida.
Además, las políticas públicas como imposiciones coactivas
de los estados que son, resultan de un plan de acción previamente idealizado y obligan a los que participan en ellas a que
sigan y obedezcan las reglas que la ley establece. A estas vicisitudes no escapa la política de rehabilitación profesional,
cuya finalidad es crear condiciones para que las personas con
deficiencias y minusvalías puedan ejercer una actividad profesional, desarrollando un conjunto de medidas y programas
de orientación y formación profesional, integración en el mercado de trabajo y otras modalidades alternativas de acceso y
conservación del empleo.
411
412
Por consiguiente, en el centro de las intervenciones de la
política de rehabilitación profesional está el valor social del trabajo, no sólo como actividad física o intelectual, sino también
como modo de producción de riqueza y fundamentalmente para
que el individuo obtenga el estatuto de miembro efectivo de la
comunidad a la que pertenece. Sin embargo, las personas con
deficiencias y minusvalías han sido —continúan siendo— consideradas socialmente, según la regla, de que es poco relevante
o nula su capacidad productiva; por lo cual la existencia de una
política de rehabilitación profesional significa el reconocimiento político de que tienen muchas dificultades en acceder y mantenerse en una actividad profesional, siendo remuneradas por el
trabajo realizado. Incluso las sociedades con modelos más elevados de democracia política y que alcanzaron elevados niveles de
desarrollo económico y de bienestar social, aún dominan socialmente las reglas que prescriben medidas protectoras y soluciones
“humanitarias”, que se concretan en la concesión de pensiones
de sobrevivencia (asistencialismo) o con la colocación en lugares
“protegidos” (segregación). Y para romper con aquellas reglas,
la política de rehabilitación profesional existe para reconocer
la idea de que el trabajo es un elemento fundamental; no sólo
como medio de subsistencia económica sino también para cambiar los prejuicios que condicionan la calidad de vida individual
y familiar de las personas con minusvalías y su participación e
integración social. Existen, también, para promover la regla de
que el acceso al trabajo es un hecho esencial para que las personas con minusvalías puedan elevar los niveles de autoestima, de
capacidad para tomar decisiones sobre la propia vida, así como
para otorgar una seguridad de vida y responsabilidad personal:
es decir como afirmación social de los valores de igualdad de
derechos y oportunidades para todos, que permitan establecer
nuevas reglas para que las personas con minusvalías cosideren
que tienen capacidad de trabajo, son productivas y capaces de
asumir responsabilidades.
Como bien subraya Pérez Marín (1995), en el caso particular de la persona con minusvalías el trabajo “debe considerarse
como el objetivo por excelencia por conseguir actuar sobre su
vida, médica, rehabilitadora, psicológica, pedagógica, profesional, que no tendrá justificación plena, si no consigue trabajo
que pueda realizar en su plenitud de exigencia y con todos los
derechos y obligaciones que tenga implícitos”.
En este trabajo presentamos una visión global y sintetizada de
la política de rehabilitación profesional efectuada por el Estado
portugués, enfocándonos sobre todo en su evolución histórica,
en las personas afectadas y en los indicadores de la situación
para, por último, y como balance crítico, referirnos a los principales impactos de su desarrollo en el cuadro de la vida social y
profesional de las personas con deficiencias y minusvalías.
Breve recorrido histórico
En una perspectiva histórico-social se puede considerar que
en Portugal las preocupaciones políticas con la rehabilitación
profesional de las personas con minusvalías se iniciaron en
1919, cuando fueron publicadas las primeras leyes sobre la organización de los seguros sociales y la cobertura de accidentes
de trabajo. Estas leyes, tal como sucedió con las iniciativas legislativas que sucedieron 22 años más tarde, en 1937, nunca
surtieron efectos prácticos, por el hecho de haber quedado por
reglamentar.
Esa deficiencia arrastró hasta principios de la década de 1960
el desinterés del Estado portugués por la rehabilitación profesional de las personas con deficiencia y minusvalía, en contraposición a la cantidad de iniciativas de legislaciones y de medidas adoptadas por los países europeos que participaron en la
Segunda Guerra Mundial. Incluso fueron ignoradas las orientaciones que surgieron de la Conferencia Internacional del Trabajo y de la Declaración de Filadelfia de 1944.
Fue entonces, en la década de 1960, cuando el Estado portugués comenzó a concebir su política de rehabilitación profesional. El primer paso se dio con la creación del Fondo de Desarrollo de la Mano de Obra, en 1962, en cuyos objetivos se incluía
la readaptación profesional de trabajadores, considerada como
elemento integrante de la política global de cualificaciones y
valorización profesional, que llevó a la fundación del Instituto
de Formación Profesional Acelerada.
Debido a las acciones desarrolladas y habiendo como motivación añadida los accidentes ocurridos con los militares portugueses envueltos en la guerra que Portugal sostenía en sus colonias africanas, en el año de 1966 fue publicado el Dec. Ley nº
46.872 del 10 de agosto. En el articulado de ese Dec. Ley está
explícitamente reconocido que el Estado portugués asume que
la política de cualificaciones y valorización profesional tiene que
considerar las necesidades específicas del elevado contingente
de trabajadores físicamente incapacitados para el trabajo y sin
413
414
medios para, por su propia iniciativa, hacer una readaptación
profesional. En ese mismo año fue creado el Servicio de Rehabilitación Profesional que adoptó un tipo de funcionamiento
innovador basado en una alianza entre una lógica segregadora
(específicamente destinada a la atención de personas con minusvalías) y una lógica normalizadora (articulación de sus actividades con las de otras organizaciones de empleo y de formación
profesional que se destinaban a la población en general).
Una de las novedades residía en el hecho de que el Servicio
de Rehabilitación Profesional estaba dotado de personalidad jurídica y autonomía administrativa y económica propias, y tenía
como misión ayudar a la valoración, rehabilitación, formación
profesional y el empleo, en un medio abierto o en oficinas protegidas, pudiendo conceder ayudas técnicas y económicas a las
organizaciones privadas que actuasen en estos campos. Por iniciativa del Servicio de Rehabilitación Profesional fue creado el
Centro de Trabajo Protegido de Venda Nova (Amadora) y preparada la apertura del Centro de Evaluación y Readaptación al
Trabajo en Alcoitão (Estoril), que siguió el modelo de las industrial rehabilitation units inglesas.
Con la extinción, en 1969, de aquel Servicio se asistió a un
retroceso en la política de rehabilitación profesional, pues los
servicios que lo sustituyeron no disponían de medios para asumir esa misión; lo cual condujo de nuevo a un plano secundario
los problemas específicos de la minusvalía, debido al gran volumen de problemas relacionados con la formación y el empleo
de personas sin minusvalía. Durante ese periodo debe realzarse
que, en lo referente al empleo de las personas con minusvalías,
la concesión de reserva de lugares en la administración pública
para personas con minusvalías físicas; en particular cuando la
deficiencia hubiese ocurrido durante el servicio militar y que
no impidiesen el desempeño normal de las funciones, en las categorías del llamado personal menor, porteros, conserjes y telefonistas.
En el año de 1970 inició sus actividades el Centro de Evaluación y Readaptación al Trabajo de Alcoitão y fue creada la
División de Estudios de Rehabilitación, unidad orgánica del
Servicio de Formación Profesional; sin embargo, estas organizaciones no fueron dotadas de medios suficientes para desarrollar adecuadamente su misión, en oposición a los que fueron
concedidos a las organizaciones creadas para ayudar el empleo
en general, en concreto las oficinas de empleo y los centros de
formación profesional.
Así, la década de 1970 se caracterizó por una evidente pérdida política de los problemas de la minusvalía en la rehabilitación profesional. En la práctica, dejaron de existir servicios
destinados a la política de rehabilitación profesional de las personas con deficiencia y minusvalías. De hecho, a pesar de haber
sido dada alguna atención al empleo con la colocación de técnicos especializados en las Secciones Regionales del Servicio de
Empleo, la tasa de éxito de las solicitudes de empleo nunca superó el 22%.
Fue posteriormente a 1974, a medida que el proceso de cambio social iniciado con la Revolución Democrática del 25 de
abril se fue consolidando, que las necesidades de rehabilitación
profesional de las personas con deficiencias y minusvalías fueron
siendo inventariadas. Este inventario contribuyó de modo decisivo para llevar al Estado portugués a comprometerse formalmente a realizar una política de rehabilitación profesional, con
especial incidencia en los campos de la formación profesional y
del empleo.
Este resurgimiento de la política de rehabilitación profesional
se debió a la acción de los movimientos sociales de cariz asociativo que provocaron una serie de medidas de política social,
orientadas a la condición específica de minusvalías. La primera,
y la más importante desde el punto de vista de los derechos y
deberes de las personas con minusvalías, sucedió en 1976; fue
la inclusión constitucional de su condición especial por la nueva
Constitución de la República Portuguesa, que en su art. 71 impone al Estado la obligación de realizar una “política de prevención, tratamiento, rehabilitación e integración”.1
Los primeros indicadores de que el Estado portugués había
iniciado una política de rehabilitación fueron la creación, en
1977, del Secretariado Nacional de Rehabilitación (SNR) (actual
Instituto Nacional de Rehabilitación) y, en 1978, la Comisión de
Rehabilitación para “repensar, reestructurar, relanzar” la discusión y las medidas a adoptar en el ámbito de la Secretaría de
Estado del Empleo. Representan, en gran medida, el recono1
Ese hecho puede relacionarse con la aprobación, el 23 de junio de
1975, por parte de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) de la
Recomendación nº 150 respecto al papel de orientación y de formación
profesional en la valorización de los recursos humanos, en particular la
necesidad de ser implantados programas propios para las personas con
minusvalía, y al día siguiente haber aprobado la Resolución sobre la readaptación profesional y reintegración profesional de las personas con minusvalía.
415
416
cimiento estatal de que las coyunturas económicas difíciles,
como las que en aquel momento se vivían en Portugal, dificultaban mucho el acceso y mantenimiento de las personas con
minusvalía al mercado de trabajo, debiendo el Estado encontrar
soluciones para el problema, concretamente adecuarse a la legislación laboral, crear cuotas de empleo, disponer de incentivos
para los empleadores y un régimen de empleo protegido o de
apoyo al trabajo en los casos más graves.
Aún teniendo como función prioritaria las cuestiones de empleo y de la formación profesional de la población en general,
en 1979, con ocasión de la creación del Instituto de Empleo y
Formación Profesional (IEFP) que pasó a integrar el Servicio de
Rehabilitación y Empleo de Minusválidos, departamento encargado de realizar estudios y definir normas técnicas de rehabilitación profesional, se adoptaron algunas medidas de promoción
del empleo de las personas con minusvalías (Despacho-Norma
nº 52/82), fue creado el régimen de Empleo Protegido (DecretoLey nº 43/83) y se inició el funcionamiento de dos organizaciones de rehabilitación profesional con participación pública,
el Centro de Rehabilitación Profesional de Ranholas y el Centro
de Educación y Formación Profesional Integrada de Vilarinha.
En todo caso, en contra de los avances proporcionados por la
democratización del país y por las diversas medidas adoptadas,
la política de rehabilitación profesional de la década de 1980
se caracterizaba al principio por: 1) Ausencia de respuestas en
el campo de la formación profesional y de empleo por falta de
proyectos propios del IEFP, por el hecho de que sus profesionales no estaban debidamente cualificados para las características específicas de las personas con minusvalía; 2) ausencia de
control sobre la forma de utilizar las ayudas económicas dadas
a las organizaciones particulares por insuficiencia de asesoría
directa por parte de los técnicos del IEFP. Aún así, el Ministerio
del Trabajo adoptó un conjunto de medidas para promover
el empleo de las personas con minusvalías, incluidas medidas
para la población en general, en particular las concesiones de
subvenciones para instalación por cuenta propia y de ayuda a
la integración en empresas, ayuda financiera para la creación
de puestos de trabajo, la artesanía, la creación y permanencia de los puestos de trabajo en el sector cooperativo, entre
otras medidas generales que fueron tomadas en ese periodo.
La ruptura con el marasmo instalado se iniciará con la publicación de la Ley nº 9/89, del 2 de mayo (Ley de Bases de
Rehabilitación), la cual define la política de rehabilitación como
un conjunto articulado de principios, tales como universalidad,
globalidad, integración, coordinación, equiparación de oportunidades, participación, información y solidaridad. A partir de
entonces, el proceso rehabilitador pasa a estar compuesto de acciones de prevención, rehabilitación médica y funcional, rehabilitación profesional, rehabilitación psicosocial, educación especial, ayuda socio-familiar, de accesibilidad y movilidad, ayudas
técnicas, cultura, deporte y ocio, entre otras, que contribuyan a
dar al proceso rehabilitador globalidad, continuidad y coherencia donde está ideológicamente inscrito.
En el caso específico de la política de rehabilitación profesional, fue determinante en su consolidación la publicación del Dec.
Ley nº 247/89 del 5 de agosto (Ley-Cuadro de la Rehabilitación
Profesional). Fue a partir de esa publicación que en Portugal
pasó a existir una política pública de rehabilitación profesional
de las personas con minusvalías, mínimamente coherente, estructurada y organizada. La responsabilidad de la ejecución de
esa política se entregó al Ministerio de Empleo y de la Seguridad Social (MESS) y a su gestión atribuida directamente al IEFP.
En 1997, según la Estrategia Europea para el Empleo, intentando responder a la creciente dimensión del desempleo en
las naciones de la Unión Europea, para fomentar el empleo y
reforzar las medidas de combate al desempleo en articulación al
esfuerzo de la Unión Europea con los diferentes países, fueron
creados los planes nacionales de empleo.
Así, si desde 1989 existían en Portugal programas y medidas
políticas referentes a la formación profesional y empleo para
personas con minusvalías, las recientes orientaciones son definidas en el ámbito del llamado Plan Nacional de Empleo (PNE).
Por consiguiente, la integración en el mercado de trabajo adquirió el estatuto principal en la promoción de la igualdad de
derechos y oportunidades para que las personas con deficiencias y minusvalías disfruten de los derechos humanos: sociales,
civiles, económicos, culturales y políticos reconocidos por el
Tratado de la Unión Europea, por las diversas convenciones internacionales y por el Consejo de Europa que la considera parte
inseparable de la estrategia europea para el empleo.
En Portugal el primer PNE fue aprobado y entró en vigor en
1998, siguiéndole dos planes más en 2002 y 2005, respectivamente. Hoy en día el Plan Nacional de Empleo de 2005 se encuentra vigente. En el caso de las personas con deficiencia o
minusvalía, los planes pasaron también a ser instrumentos destinados a promover su integración socio-profesional, procuran-
417
418
do reducir las insuficiencias legislativas, mejorar la articulación
de los recursos existentes al nivel local y regional, combatir la
escasez de recursos humanos cualificados y proporcionar información sistemática y actualizada.
Además, en el ámbito de las nuevas políticas sociales de la
Unión Europea para la inclusión social fue concebido y aprobado para estar en vigor desde 2003 hasta 2005 el primer Plan Nacional de Acción para la Inclusión (PNAI), que también contiene
medidas destinadas a las personas con deficiencias y minusvalías
en el área de la rehabilitación profesional, especialmente en el
acceso al empleo, además de otras en el campo de la educación,
protección social, accesibilidad, cultura y ocio.
Reforzando las medidas de las variadas políticas de rehabilitación e integración fue aprobado en 2006, para regir hasta
2010, el Plan de Acción para la Integración de las Personas con
Deficiencias y Minusvalías (PAIPDI), incluyendo entre sus objetivos estratégicos la cualificación, formación y empleo.
Para la consolidación de su política de rehabilitación profesional, Portugal debe mucho a su participación en los programas
e iniciativas comunitarias, en especial en los diversos Cuadros
Comunitarios de Ayuda como: los programas Hélios, el Sistema
Handynet, la Iniciativa Horizon y la Iniciativa Comunitaria
EQUA, los cuales permitieron el acceso a los Fondos estructurales
de la Unión Europea, particularmente al Fondo Social Europeo
(FSE), que a partir de 1987 soportó económicamente en buena
medida la política de rehabilitación profesional de personas con
minusvalías, pero también las contribuciones del Fondo Europeo
de Desarrollo Regional (FEDER), Fondo Europeo de Orientación
y de Garantía Agrícola (FEOGA) y del Instrumento Financiero
para la Orientación de las Pescas (IFOP).2
Se puede decir que desde finales de la década de 1980 los
Fondos comunitarios disponibles en el ámbito de la política social europea han sustentado la política de rehabilitación profesional de las personas con minusvalías en Portugal. En todo caso,
2
El FSE ha sido el principal instrumento económico de la Unión Europea
para el desarrollo de los recursos humanos y para la mejora del mercado
de trabajo, o sea, para la concretización de los objetivos estratégicos de su
política de empleo. Instituido por el Tratado de Roma, este es el Fondo Estructural más antiguo, permitiéndole aplicar, desde hace cerca de 40 años,
una estrategia de inversión en programas y políticas orientadas al objetivo
específico de desarrollar competencias y aumentar las perspectivas de los
ciudadanos. Este Fondo también intenta combatir el desempleo de larga
duración, mejorar las oportunidades de empleo para los jóvenes y, desde
1993, facultar la adaptación a los cambios industriales. El FSE contribuye
la tasa de esfuerzo financiero del Estado portugués no puede
olvidarse, sobre todo en campos específicos como la formación
profesional y la ayuda al empleo, como lo prueban los datos de
2004, año en que los Fondos comunitarios sólo coparticiparon
en cerca de 40% de la inversión promovida por el IEFP.
Personas afectadas
Según la Ley nº 38/2004, del 18 de agosto, la actual Ley de Bases de la Prevención, Habilitación, Participación de las Personas
con Minusvalías, inspirada en la Clasificación Internacional de
las Funcionalidades, Minusvalías y Salud (CIF), aprobada por la
Organización Mundial de la Salud (OMS), “se considera persona
con minusvalías aquella que, por motivo de pérdida o anomalía
congénita o adquirida, de funciones o de estructuras del cuerpo, incluyendo las funciones psicológicas, presenta dificultades
específicas susceptibles de, en conjugación con los factores del
medio, limitar o dificultar la actividad y la participación en condiciones de igualdad con las demás personas”.
Aunque estemos de acuerdo con Cristina Gonçalves, citada
por Bruno Martins (2004), cuando refiere que “en Portugal,
como en el resto del mundo, las personas con minusvalías se
encuentran entre las más pobres de las pobres, y entre las más
marginalizadas”, lo cierto es que las personas con minusvalías
forman un grupo socialmente heterogéneo. Por un lado, la minusvalías no afecta a todos los individuos de la misma manera;
su grado de incidencia está relacionado con el tipo de desventaja asociada, como el origen social, capacidad económica, nivel educativo, la existencia de oportunidades, bien sea
la participación social o la propia situación de minusvalías,
especialmente la naturaleza de la minusvalía, mental, física,
auditiva, visual, muscular, de huesos, orgánica, etcétera.
Por esas razones aún no existe una definición técnica y científicamente precisa de lo que debe entenderse por persona con
minusvalía. Todas las conocidas hoy en día esconden una realipara la inserción de personas excluidas del mercado de trabajo (como es
el caso de las personas con minusvalías), de la promoción del principio de
igualdad de oportunidades, así como para el financiamiento de medidas
de ayuda al empleo y formación profesional y mejora de los sistemas de
enseñanza. Con el FSE se concede a las personas en situación de exclusión
—concretamente las personas con minusvalías— la cualificación escolar y
profesional que hace años no era posible conceder.
419
420
dad altamente compleja de minusvalías, deficiencias y desventajas que están asociadas a multiplicidad de situaciones concretas
existentes.3
En una perspectiva sociológica la inclusión de una persona
con minusvalía en la política de rehabilitación profesional es
un proceso complejo, con varias etapas, que constituyen otros
tantos ritos de la institución. La primera etapa se cumple, por
regla general, antes de la primera experiencia en este campo,
con la realización de los actos administrativos necesarios para
la concesión oficialmente reconocida de condición de persona
con minusvalía. La segunda etapa constituye la clasificación de
las minusvalías que se hace con la perspectiva médico-biológica,
teniendo la persona que presentarse ante los especialistas de medicina, ser observada, analizada, responder a cuestiones sobre
su vida anterior, sobre sus progenitores, los progenitores de los
progenitores, la salud física y psíquica de los antepasados de los
varios ramos de su ascendencia. Todo medido y registrado para
que conste oficialmente. En caso de aprobación será atribuida
una categoría específica de minusvalía (mental, motora, sensorial...) y, posiblemente, la concesión de un determinado grado de
incidencia (leve, profundo, 50%, 20%, 100% de deficiencia...),
a esa clasificación.
Ese proceso, que los separa a unos de los otros, conforme la
etiqueta que les sea colocada, les permitirá beneficiarse de la concesión de abonos y subvenciones particulares, atribuirles o no el
derecho a ser personas afectadas por las medidas y programas de
la política de rehabilitación profesional. En cierto modo, estos ritos de institución para una condición de persona con minusvalía
son el modo como el campo social legitima las diferencias entre
quien y quien no es persona con minusvalía, y entre las propias
personas con minusvalías. De acuerdo con la normativa legal,
debe entenderse, a efectos de rehabilitación profesional, persona
con minusvalía “todo individuo que, por sus limitaciones físicas
o mentales, tiene dificultad en obtener o sustentar un empleo,
adecuado a su edad, habilitaciones y experiencia profesional”
(art. 3, del Dec. Ley 247/89 del 5 de agosto).
A nivel mundial se estima que cerca de 10% de la población,
entre 600 y 650 millones de personas, están afectadas por algún
3
Así, por ejemplo, según la lengua portuguesa la propia utilización de la
palabra minusvalías no se equipara al término Handicap, de origen inglesa,
ocupada internacionalmente para traducir esa realidad. Otros como disabled persons, personas con minusvalías, personnes handicapées, tampoco
parecen tener exactamente el mismo significado.
tipo de minusvalías; sin embargo, no se sabe con rigor cuántas
son las que tienen minusvalías ni cómo se reparte espacialmente
por tipos y grados de incidencia. A pesar del manifiesto interés
social, político y económico, tal tarea nunca fue debidamente
realizada en ningún país, incluso cuando el inventario fue incluido en los censos de la población.
Ese conocimiento sobre la cantidad y distribución de las personas con minusvalías, con sus diversos tipos de desventajas y
deficiencias también permanece en Portugal bajo el signo de la
incerteza. El primer estudio de la población con minusvalías,
respecto al número y caracterización de las minusvalías, deficiencias y desventajas, se concluyó en 1995, y se efectuó con recurso a un proceso de demostración estadística, concluyéndose
que era una porcentaje nacional de 9,16%, al que le correspondería aproximadamente 905.488 personas, valor próximo
a los estimados en diversos países de la Unión Europea.4
El segundo estudio global se realizó durante el Censo general
de la población en el año 2001. Los resultados obtenidos apuntan a la existencia de 634.408 personas con minusvalías, cerca
de 6,13% del total de la población residente en Portugal; aun de
acuerdo con los datos censados, el número de personas con minusvalías y deficiencia en edad activa (entre los 16 y los 64 años)
se sitúa en los 595 532 individuos (cf. Cuadro 1).5
Según la OIT, hay aproximadamente 400 millones de personas con minusvalía en todo el mundo en edad activa. En Europa
esas personas representarán cerca de 16% de los activos potenciales. En lo referente al volumen de empleo de las personas con
4
Fue realizado entre 1993 y junio de 1995, y se designó Proyecto
Quant, dando origen al Cuestionario Nacional de Minusvalías, Deficiencias y Desventajas. Se realizó por el entonces Secretariado Nacional de Rehabilitación, en colaboración con el Instituto Nacional de Estadística y el
Departamento de Estadística del entonces Ministerio del Empleo y de la
Seguridad Social. Los datos de ese estudio, que siguió los conceptos de minusvalías, desventaja y deficiencia en vigor en la Organización Mundial de
Salud, que deben ser examinados con prudencia por haber sido recogidos
con una evaluación de las situaciones individuales, demostró en relación
con las personas en edad activa que: 1) En las edades comprendidas entre
los 45 y los 54 años aumenta bastante la tasa de deficiencia; 2) posteriormente a la entrada en la edad de jubilación las tasas de deficiencia aumentan de forma muy relevante; 3) la tasa de deficiencia en los grupos de edad
intermedia es alta y bastante estable.
5
Los datos del Censo 2001 son considerados poco fiables, porque los
impresos para el censo fueron cubiertos por las personas interrogadas o
sus familiares con una autocomprensión de la situación, hecho que puede
haber originado desvíos más o menos relevantes en la información recogida, sobre todo en las edades más avanzadas.
421
Cuadro 1
Población total en edad activa con minusvalía y tasas de minusvalía por
grupos de edades
Edades
16-24 años
25-54 años
55-64 años
Total
Población total Población con Porcentaje incidencia
minusvalías
de la minusvalía
1.352.106
47.886
3,54
4.396.336
228.687
5,2
1.121.137
106.211
9,47
6.869.579
382.784
5,57
Fuente: INE, Censos 2001.
422
minusvalía en Portugal, los datos apuntan a que sólo 22% de
las personas con deficiencias y minusvalías estén en el mercado
de trabajo, lo cual revela un problema de elevada dimensión,
pues significa que cerca de 78% de las personas con minusvalías
están excluidas del mercado laboral; aunque también es cierto
que parte de esas personas no están, desde un punto de vista
físico, mental o sensorial, en condiciones de trabajar. Otros datos disponibles a nivel de la Unión Europea parecen demostrar
que el porcentaje de desempleo de las personas con minusvalías
sea de dos a cinco veces superior a las restantes personas. Las
elevadas tasas de desempleo también parecen ser influidas por el
“desánimo” de muchas personas con minusvalías que permanecen inactivas, aunque tengan condiciones o les gustase trabajar,
porque nunca se interesaron en encontrar trabajo o desistieron
de buscarlo, no siendo por eso considerados oficialmente desempleados. Se estima que la tasa de desánimo entre las personas con minusvalías es de tres a cuatro veces superior al del resto
de la gente.
Dichas tasas de desempleo, bien se deban al “desánimo”, a la
falta de oportunidades o a la pérdida de capacidad para determinadas actividades, tienen elevados costes para las economías
y los presupuestos de los Estados, ocupando un lugar relevante
en los gastos de protección social, conjuntamente con las pensiones de las personas de la tercera edad.
A pesar de también poderse incluir en el grupo de deficiencias y minusvalías, las personas víctimas de accidentes de trabajo o enfermedades profesionales presentan particularidades
propias, siendo la principal que sus minusvalías sean consecuencia de su presencia en el mercado de trabajo. En Portugal el
número de personas que adquirieron deficiencias y minusvalías
graves y a veces crónicas es muy elevado, diríamos trágicamente
elevado. Los datos conocidos y referentes al año 2004 apuntan
a 171.037 casos de deficiencia permanente o temporal, lo cual
demuestra bien cómo las secuelas y las patologías provocadas
por accidentes de trabajo constituyen un importante problema
de salud pública.6
De forma paralela a los accidentes que muchas veces ocurren, las enfermedades profesionales son un problema todavía
más complejo y difícil de contar e inventariar estadísticamente,
debido, en muchos casos, a que las situaciones se desarrollan
silenciosa y lentamente, lo cual impide establecer con rigor la
conexión entre el trabajo realizado y la enfermedad manifestada. Esa situación también se debe al hecho de que los propios
trabajadores ocultan su situación para evitar problemas que
coloquen en riesgo la permanencia de su puesto de trabajo.
Medidas, programas y recursos
El desarrollo de la política de rehabilitación profesional cuenta
en Portugal con un extenso y amplio número de programas de
Desarrollo Personal y Profesional para las Personas con Minusvalías; Integración de las Personas con Minusvalías en el Mercado de Trabajo y otras intervenciones complementarias del Proceso de Integración Profesional de Personas con Minusvalías.
Abarcan casi todo el transcurso de la vida activa, desde la salida
de la escuela, sin haber obtenido cualificación formal, hasta la
situación de desempleo por pérdida del puesto de trabajo, incluyendo los programas de ayuda al empleo en el mercado normal
de trabajo y el trabajo en régimen de empleo protegido, ayudas
financieras a los empleadores con la forma de recompensas por
integración y mérito —este último de naturaleza esencialmente
simbólica—, y varias medidas y programas destinados a las organizaciones del sector público y del sector no lucrativo:
1) Evaluación/Orientación Profesional destinado a las personas con minusvalías de edad igual o superior a 15 años, teniendo
como objetivo ayudar a tomar una decisión sobre la vocación
6
Según los datos de la OIT, en 2001 hubo 9.073.179 accidentes de
trabajo en todo el mundo, con 41.748 muertes, que resultaron en, como
mínimo, tres días de ausencia al trabajo; lo cual suma un total próximo
de 27.000.000 días de trabajo perdidos. Estos indicadores demuestran qué
elevados son los costes sociales, económicos, individuales y familiares, reflejándose en la propia competitividad de las empresas y de las economías
nacionales.
423
424
profesional. 2) Preparación Pre-Profesional, que intenta iniciar
en las dinámicas del trabajo a los jóvenes estudiantes con minusvalías con por lo menos 12 años de edad, quienes frecuentan la escolaridad obligatoria en escuelas de educación especial,
siempre que la gravedad de su situación de minusvalía impida
su inclusión en el sistema regular de enseñanza. 3) Formación
Profesional para Personas con Minusvalías, con el objetivo
de cualificarlas profesionalmente para entrar, permanecer y
progresar en el mercado de trabajo. 4) Instalación por cuenta
propia, para aquellos que quieran crear y dirigir su propio empleo. 5) Readaptación al Trabajo, especialmente destinado a las
personas que hayan adquirido las minusvalías durante su vida
profesional, por enfermedad o accidente, intentando compensar sus limitaciones funcionales y aprovechando sus experiencias
profesionales anteriores. 6) Empleo Protegido, en centros de empleo protegido y enclaves de producción en un medio normal
de trabajo, con el objetivo de que —siempre que sea posible—
los trabajadores contratados de aquella manera pasen para un
empleo no protegido. 7) Ayuda al proceso de integración en el
mercado de trabajo, en el sentido de facilitar el acceso y permanencia de las personas en el mercado de trabajo. 8) Medida de
ayuda al desarrollo del teletrabajo, procurando preparar a las
personas con minusvalías con competencias profesionales para
la creación de empleo en el dominio de las nuevas tecnologías
de la información y comunicación. 9) Programa Ayuda para la
contratación y seguimiento pos-colocación que procura ayudar
a las organizaciones que forman profesionalmente a las personas
con minusvalías a ayudarles a encontrar y mantener los puestos
de trabajo. 10) Financiar Ayudas Técnicas y triciclos. 11) Ayuda
al desarrollo técnico-científico de los profesionales de las organizaciones que intervienen en el área de la rehabilitación profesional. 12) Cuotas de empleo en la Administración Pública.
Además de esos programas exclusivamente destinados a las
personas con deficiencias y minusvalías, existe también la posibilidad de que puedan beneficiarse de los programas destinados a los desempleados en general, lo cual incluye a todas las
personas en esa situación, independientemente de la categoría
de exclusión que se les pueda asociar: Clubes de Empleo, Empresas de Inserción, Programa de Prácticas Profesionales, Programa Rotación Empleo–Formación, programas ocupacionales
y las Unidades de Inserción en la Vida Activa (UNIVA), Prácticas
Profesionales, Programa de Formación y Empleo, Programa
de Ayuda al Desarrollo Cooperativo (PRODESCOOP), Progra-
ma de Estímulo a la Oferta de Empleo, Servicios de Ayuda a la
Familia, Plan de Intervención para el Valle del Ave (PIAVE), Plan
de Intervención para la Península de Setúbal (PIPS), Fondo de
Ayuda a la Inversión para el Alentejo (FAIA).
Si comparamos los programas y medidas existentes en 1985
y los que están disponibles en el presente (2008), comprobaremos que hubo un aumento y diversificación significativos de la
capacidad de intervención en la política de rehabilitación profesional (cf. Cuadro 2).
Desde un punto de vista estructural, la política de rehabilitación profesional se organiza con “ayuda técnica y económica” a las personas participantes y a los promotores de: 1) Programas concretos e indeterminados de carácter temporal, que
podrán continuar ser desarrollados si se muestran adecuados
a las necesidades, concretamente para dar respuesta a nuevas
exigencias del mercado de trabajo y que exijan el desarrollo de
nuevos perfiles profesionales; 2) programas de duración permanente (Preparación pre-profesional, orientación profesional,
formación profesional, readaptación al trabajo, empleo en el
mercado normal de trabajo, empleo protegido e instalación por
cuenta propia, etcétera). Estos programas pueden ser desarrollados por personas con minusvalías, organizaciones privadas,
públicas y cooperativas, empresariales, ayuntamientos y otros
organismos públicos que no pertenezcan a la administración
central del Estado, siempre que presenten candidatura a las
ayudas técnicas y económicas, y acepten someterse a control
técnico y pedagógico del IEFP.
Los criterios que definen las orientaciones y las prioridades de
concesión de las ayudas técnicas y económicas se subordinan a
los presupuestos, y se inscriben en una selección y distribución,
que procura un crecimiento equilibrado en el campo de la rehabilitación en materia de igualdad de oportunidades para los
destinatarios de la política a tres niveles: 1) Atender las carencias
regionales existentes; 2) atender las categorías o naturaleza de
las deficiencias de los destinatarios de los programas; 3) atender
a la complementariedad y continuidad de las candidaturas a
ayudas en el proceso global de rehabilitación de las personas
que estén incluidas en ellos.
Respecto al principal programa de política de rehabilitación
profesional, el Programa de Formación Profesional, está fundamentalmente desarrollado por organizaciones privadas y cooperativas de rehabilitación profesional que celebran acuerdos y
colaboraciones con el Instituto de Empleo y Formación Profe-
425
Cuadro 2
Programas y medidas de rehabilitación profesional 1985-2008
Programas
426
Años
1985
*
-*
--*
*
*
*
*
2008
*
*
*
*
*
*
*
*
*
*
*
--------
*
*
*
*
*
*
Ayuda a colocación y al seguimiento
pos-colocación
--
*
Becas de empleo para teletrabajo y centros de teleservicio
Cuotas de empleo en la Administración
Pública
--
*
--
*
Preparación pre-profesional
Orientación profesional
Formación profesional
Readaptación al trabajo
Proyectos experimentales de formación/empleo
Empleo protegido
Empleo en mercado normal
Instalación por cuenta propia
Subvención compensación a las empresas
Subvención para eliminación de barreras arquitectónicas
Subvención adaptación de puestos de trabajo
Recompensa por integración
Subvención de acogida personalizado
Premio de mérito
Ayudas técnicas y triciclos
Formación de profesionales para
rehabilitación
sional. Las organizaciones promotoras reciben ayuda técnica y
económica, en forma de subvenciones a la inversión y al funcionamiento, en caso de que no tengan fines lucrativos y su
objetivo sea la rehabilitación profesional de las personas con
minusvalías. Este tipo de ayuda permite que en lo esencial la
política de rehabilitación profesional centre su atención en el
desarrollo de la capacidad formativa a nivel programático, técnico-pedagógico y metodológico, condiciones materiales como
instalaciones y equipamientos, así como los necesarios recursos
humanos especializados de las organizaciones privadas de rehabilitación profesional. Así, el Estado portugués adoptaría a
este nivel una función de agente mediador más que interventor, como lo prueba el hecho de que existan sólo dos centros de
rehabilitación profesional de gestión directa y con participación
del Estado.
En síntesis, la política de rehabilitación profesional en Portugal se ha caracterizado por: a) Intervención minuciosa del Estado con estructuras y organizaciones propias, optando por asegurar ayuda técnica y económica a las organizaciones privadas
sin fines lucrativos; b) apuesta en la cualificación inicial de las
personas con minusvalías intentando su ingreso y permanencia
en el mercado normal de trabajo; c) concesión de incentivos
pecuniarios a las personas con minusvalías que participen en
las acciones de cualificación profesional y acceso al mercado
de trabajo; d) exigencia a las organizaciones que participan en
los programas de condiciones materiales, técnicas, humanas y
suficiente experiencia en el dominio de la rehabilitación profesional, verificada a partir de requisitos previos materiales obligatorios y recomendables.7
Con el primer Plan Nacional de Empleo se inició una estrategia de aproximación de la política de rehabilitación profesional
a las políticas generales de formación y empleo. Se comprobó
una pérdida de importancia de la organización autónoma formada por las organizaciones de rehabilitación que garantizaban la ejecución de las acciones, en favor de una red de centros
de recursos locales y especializados de ayuda a los centros de
empleo del Instituto IEFP y al aumento del número de personas
con minusvalías en las acciones de formación profesional y empleo destinadas a la población en general.
Actualmente esta red mantiene una distribución por el territorio portugués muy desigual, de “red estrecha” en el litoral
urbano y un “red ancha” en el interior rural, acompañando la
también asimétrica distribución de la población portuguesa.
Constituyen la red los llamados centros regulares de formación
7
De entre los obligatorios son relevantes la exigencia de capacidad material y técnica (concretamente, infraestructuras pedagógicas y talleres,
contenido de los programas del curso y experiencia de los formadores a un
nivel adecuado) demostrada con su experiencia anterior en ese dominio.
Respecto a los requisitos materiales recomendables que pueden ser entendidos como factores de progreso de la política de rehabilitación profesional, ya que suponen una intención de transformación de la situación por
parte de las organizaciones participantes se encuentran: 1) Promover acciones de formación en situación real de trabajo (en el puesto de trabajo);
2) utilizar programas y metodologías de formación adaptadas a la situación
concreta de cada formando; 3) hacer participar directa o indirectamente a
los empleadores y otros agentes locales y regionales, para adecuar las cualificaciones atribuidas a las necesidades reales del mercado de trabajo, con el
fin de facilitar la integración profesional de los formandos.
427
profesional y los centros de recursos locales y especializados
(centros de empleo, centros de rehabilitación de gestión directa
y participada, escuelas profesionales, centros de formación de
empresas) y otras organizaciones privadas sin fines lucrativos,
presentadas bajo la forma de colaboraciones público-privadas.
En 2004 ayudaban a las 86 oficinas de empleo existentes en Portugal, 74 centros de recursos locales y 9 centros de recursos especializados, más directamente en la rehabilitación profesional
de las personas con minusvalía, que fueron debidamente certificadas por el IEFP (cf. Cuadro 3).
Cuadro 3
Red de Centros de Recursos Locales y Especializados por región 2004
Región
Centros de Recursos Centros de Recursos
Locales
Especializados
Norte
14
2
Centro
22
1
Lisboa-Valle del Tajo
20
5
Alentejo
12
Algarve
6
1
Total
74
9
Fuente: Instituto de Empleo y Formación Profesional
428
Total
16
23
25
12
7
83
En esencia, la red de los centros de recursos locales garantiza
ayuda a las personas con minusvalía, para que puedan participar en los cursos de formación profesional desarrollados por los
centros de formación profesional de gestión directa y con participación, empresas y centros de formación profesional. Los centros de rehabilitación profesional que están reconocidos como
centros de recursos especializados dan una ayuda suplementaria
en otras áreas relacionadas con la rehabilitación profesional, comunicación, movilidad, adaptación de puestos de trabajo, entre
otras.
Además de los programas ya referidos se realizan también en
el ámbito de la política de rehabilitación profesional acciones de
formación pedagógica inicial y de perfeccionamiento o actualización de los formadores, particularmente de los monitores de
rehabilitación reconociendo y renovando su certificación. Las
acciones de formación también abarcan otras categorías profesionales como los Directores de Centros de Rehabilitación Profesional, Coordinadores de Acciones de Formación Profesional,
Técnicos de Ayuda a la Integración, Técnicos de Empleo, etcétera.
Indicadores de resultados
No es tarea fácil presentar y analizar los resultados de la política
de rehabilitación profesional desarrollada por el Estado portugués. Son pocos los indicadores estadísticos sobre los impactos
de las medidas y de los programas de acceso y permanencia de
las personas con deficiencias y minusvalías en el mercado de trabajo. Además, existe un cierto consenso, según los análisis realizados en diversos estudios nacionales e internacionales, de que
el porcentaje de capacidad para el empleo de las personas con
deficiencia se mantenga sustancialmente inferior al resto de la
población.
Esa es una de las conclusiones aportada por el estudio Disability and social participation in Europe realizado por el EUROSTAT
en 2001, comprendiendo 15 países comunitarios, excluyendo
Suecia; la media del porcentaje de empleo remunerado de las
personas con minusvalías más severas se situaba en 24,3%, presentando Portugal uno de los más elevados porcentajes, siendo
el último lugar ocupado por Irlanda con 15,3%.
Cuadro 4
Personas con minusvalías ante la actividad económica y según el tipo de minusvalías 2001
Personas
Con actividad
económica
Empleadas
Desempleadas
Sin actividad
económica
Total
Porcentaje de no
inactividad
Auditiva
Visual
25.563
64.177
Tipo minusvalías
Motora
Mental P a r á l i s i s
cerebral
33.224
6.446
945
23.103
58.151
30.372
5.466
825
34.489
153.306
52.427
84.172
113.467
55.756
11.071
94.592
411.525
77.990
148.349
146.691
62.242
12.016
133.815
581.103
2.460
70,4%
6.026
58,4%
2.952
79,4%
980
91,2%
120
93,1%
Fuente: INE, Censos de 2001
Lo mismo se puede concluir de los datos recogidos por el IEFP
respecto a la evolución de la situación de las personas con deficiencias que se inscribieron en las Oficinas de Empleo en el periodo entre 1998 y 2004. Como se puede comprobar analizando
el cuadro 4, la búsqueda de empleo (primer empleo o nuevo
empleo), a pesar de registrar un crecimiento positivo particularmente en el caso de los nuevos empleos, en términos relativos y
429
Otra
Total
39.223
169.578
3.734
73,4%
16.272
73,6%
228
214
244
207
364
139
457
100,44%
con tasas de variación en el periodo comprendido entre 2003 y
2007 poco significativas, oscilando entre 11675 y 13318, lo cual
significa que el número medio anual de personas afectadas en
ese periodo es de 12500 (cf. Cuadro 6), aproximadamente.
En cuanto a las categorías de las personas con minusvalías
afectadas, según los datos del Cuestionario Nacional a los Utilizadores del Sistema de Rehabilitación Profesional, la distribución
de los mismos por categorías de minusvalías desde una muestra
de 1566 individuos han sido las personas con minusvalía mental
(48,9%) aquellas que más han disfrutado de las medidas y programas de la política de rehabilitación; esto demuestra que los
programas de la política de rehabilitación profesional están, sobre todo, para atraer organizaciones y personas con minusvalía
intelectual (cf. Cuadro 7).
3439
3183
3237
3568
4507
5837
6417
86,59%
Cuadro 7
Personas afectadas según el tipo de minusvalías 2003
absolutos es bastante reducida cuando consideramos el universo
de las personas con minusvalías en edad activa.
Cuadro 5
Evolución del número de inscritos en las Oficinas de Empleo por situación ante la actividad económica
1998-2004
Situación
Primer
Empleo
Nuevo
Empleo
Empleados
Ocupados
Indisponibles
Total
1998
711
112
36
1999
655
2000
586
2001
576
Año
2002
2003
604
785
2174
2253
2596
3337
4459
4998
112,50%
98
98
150
153
408
147
31,25%
42
56
39
49
46
2004
758
Porcentaje de variación en %
6,61%
57
58,33%
Fuente: IEFP, “Programa de Formación Profesional y Empleo de Personas con minusvalías” MTSS.
Cuadro 6
Indicadores de aplicación material referentes al número de personas afectadas de 2003 a 2007
Programas
Evaluación y Orientación
Preparación pre-profesional
Formación Profesional Acciones directas
Formación Profesional Acciones en Cooperación
Readaptación al Trabajo
Incentivos al Empleo
Ayuda a Actividades Independientes
Empleo Protegido Centros
Empleo Protegido Enclaves
Becas de empleo para teletrabajo y centros de teleservicio
Ayuda a la colocación y seguimiento pos-colocación
Centros de gestión participada – Rehabilitación
Total
Fuente: Instituto de Empleo y Formación Profesional.
2003
1085
273
131
6894
99
463
30
370
147
24
1288
1323
12530
2004
1 779
213
478
6 624
148
528
33
370
155
14
1 565
1488
12966
Años
2005
1 607
245
473
6 975
161
535
13
373
164
11
1648
1650
13318
2006
1034
268
0
6059
88
519
12
382
172
0
1092
1567
11675
2007
1155
226
0
6002
71
512
14
273
172
0
1325
1793
12158
A su vez, los indicadores del periodo de 2003 a 2007 referentes a
la aplicación material de los principales programas de rehabilitación profesional demuestran que el número de personas incluidas presentan variaciones muy reducidas y cierta estabilidad,
Tipo de minusvalía
Motora
Visual
Auditiva
Mental
Parálisis cerebral
De lenguaje
Múltiples minusvalías
Otro tipo
Total
Fuente: CIES
Nº
235
74
120
765
63
49
95
165
1566
%
15
4,7
7,7
48,9
4,0
3,1
6,1
15,0
100,0
Haciendo una lectura integrada de los diversos indicadores,
estamos ante un sistema que estabilizó la relación de oferta y
demanda en la mayoría de los programas a lo largo del periodo analizado, pues los indicadores de previsión de la aplicación
material presentan valores anuales que se alejan poco uno de los
otros; lo mismo sucede con los porcentajes de aplicación, que
también muestran valores muy próximos. Aparentemente, al
menos, los programas y medidas de la política de rehabilitación
profesional de las personas con deficiencias y minusvalías alcanzaron su capacidad máxima de respuesta (cf. Cuadros 6 y 8).
A pesar de ello y teniendo como referencia los datos de los
Censos de 2001, en que la no actividad (desempleados y sin
actividad económica) alcanzaba las 428.000 personas con deficiencias y minusvalías en edad activa, y al considerar el número
431
Cuadro 8
Pocentajes de aplicación material de los programas de rehabilitación profesional en % de 2003 a 2007
Programas y medidas
Evaluación y Orientación
Preparación pre-profesional
Formación Profesional Acciones Directas
2003
77,7
96,8
103,1
2004
115,0
74,7
-
Año
2005
79,1
105,6
-
Formación Profesional Acciones en Cooperación
Readaptación al Trabajo
111,7
61,9
108,8
108,2
107,6
83,3
91,7
53,7
95,2
46,7
Incentivos al Empleo
Ayuda a Actividades Independientes
Empleo Protegido Centros
Empleo Protegido Enclaves
59,7
32,3
78,4
79,0
77,1
73,3
92,7
93,4
81,3
61,9
100,5
99,4
94,5
63,2
99,2
76,6
90,9
63,6
72,0
94,0
Bolsas de empleo para teletrabajo y centros de teleservicio
Ayuda para colocación y seguimiento pos-colocación
Ayudas Técnicas y triciclos
Centros de gestión participada – Rehabilitación
Total
50,0
50,0
44,1
78,6
110,8
91,7
55,8
114,1
87,4
100,4
47,8
68,9
57,2
111,9
93,7
2006
71,0
93,7
-
2007
87,7
92,6
-
0,0
69,2
58,1
102,3
85,4
0,0
96,8
64,2
95,3
90,9
Fuente: Instituto de Empleo y Formación Profesional.
432
potencial de personas que podrían beneficiarse de las acciones
de la política de rehabilitación profesional, relacionándolas con
los datos del periodo de 2003 a 2007, donde el número medio
anual de personas efectivamente afectadas fue de 12500, no llega a 3% el valor medio anual bruto de porcentaje de utilización
del sistema de rehabilitación profesional para las personas con
minusvalías. Sin embargo, como cerca de 62,4% de esas personas no tenían ningún grado de deficiencia o tendrían como
máximo 30% de grado atribuido, podemos estimar que el valor
medio anual líquido del porcentaje de utilización del sistema se
situará cerca de 7 a 8% de los potencialmente incluidos. Se trata
de un valor bastante reducido considerando incluso que algunas
correcciones deben ser hechas, concretamente retirar a las personas que ya utilizaron el sistema y dejaron de estar afectadas
por las medidas y programas.
En términos económicos fueron invertidos en los programas
de política de rehabilitación profesional cerca de 324 millones
de euros, con una media aproximada de 65 millones de euros
por año, con relevancia para el Programa de Formación Profesional, que en media representa cerca de 73% del valor de
inversión total. Este programa se asume así como la principal
Cuadro 9
Participación económica del IEFP en la rehabilitación profesional de 2003 a 2007 (euros)
Programas y medidas
Evaluación y Orientación
Pre-Profesionalización
Formación Profesional
Acciones Directas
Formación Profesional
Acciones en Cooperación
2003
751.099,76
423.348,08
421.337,65
2004
812.790,60
414.242,97
-
Año
2005
60.869,88
376.362,03
-
2006
671.509,57
364.448,70
-
2007
515.392,12
398.927,56
-
49.197.349,14 49.199.818,24 46.975.666,15 47.261.678,24 49.999.447,45
Readaptación al Trabajo
317.435,77
524.717,08
468.760,94
Incentivos al Empleo
2.595.517,43 2.670.679,38 2.456.057,38
Ayuda a Actividades
351.911,56
429.354,13
176.460,11
Independientes
Empleo Protegido Centros 1.285.574,23 1.236.419,16 1.210.555,84
Empleo Protegido Enclaves 466.116,40
533.514,15
539.016,47
Premio de Mérito
53.470,69
49.359,44
50.585,22
Becas de empleo para
83.212,14
113.143,06
52.352,34
teletrabajo y centros de
teleservicio
Ayuda a colocación y
848.222,81
1.061.872,64
852.487,17
seguimiento pos- colocación
OED Lisboa
145.021,43
126.834,49
130.994,18
Ayudas Técnicas y triciclos 1.519.426,15 2.044.347,50 2.311.408,20
Centros y unidades de
80.600,45
44.390,57
247.926,64
rehabilitación profesional
Centros de Gestión
6.277.893,00 6.162.000,00 6.438.836,00
Participada - Rehabilitación
Total
64.817.536,69 65.424.483,41 62.968.311,53
Fuente: Instituto de Empleo y Formación Profesional
respuesta de la política de rehabilitación, como queriendo demostrar que la (re)cualificación de las personas con deficiencias
y minusvalías es su principal objetivo estratégico. En media la
inversión anual por persona es de aproximadamente 5200 euros
al año para el conjunto de los principales programas, lo cual en
media mensual son casi 430 euros por persona, valor muy próximo del salario mínimo nacional garantizado por ley a los trabajadores por cuenta ajena. Las inversiones anuales medias más
elevadas por persona se verifican en el Programa de Ayuda a
las Actividades Independientes y en el Programa de Formación
580.304,81
2.732.420,17
137.942,68
448.991,18
2.933.430,93
188.596,32
1.266.304,55
556.444,35
53.881,90
4.371,56
1.363.276,14
604.559,92
4.000,97
0
938.689,40
835.261,19
132.032,44
2.420.074,01
446.732,30
122.899,62
2.497.848,08
63.047,81
6.330.710,00
6.839.853,75
433
63.897.553,68 66.715.533,04
Profesional, que son aproximadamente 12650 y 7500 euros, respectivamente (cf. Cuadros 8 y 9).
Cuadro 10
Porcentajes de participación económica de los programas de rehabilitación profesional en % de
Programas y medidas
Evaluación y Orientación
Pre-Profesionalización
Form. Profesional Acciones Directas
Form. Profesional Acciones en Cooperación
Readaptación al Trabajo
Incentivos al Empleo
Ayuda a Actividades Independientes
Empleo Protegido Centros
Empleo Protegido Enclaves
Compensaciones por Mérito
Becas de empleo para teletrabajo y centros de
teleservicio
Ayuda a la colocación y seguimiento pos –
colocación
OED Lisboa
Ayudas Técnicas y triciclos
Centros y unidades de rehabilitación profesional
Centros de Gestión Participada - Rehabilitación
Total
434
Fuente: Instituto de Empleo y Formación Profesional.
2003 a 2007
2003
61,0
91,0
96,6
95,4
75,9
73,4
43,3
83,2
73,0
53,5
45,6
2004
90,4
86,4
99,8
99,9
89,7
99,4
96,0
99,6
0
0
Año
2005
91,1
96,2
99,1
88,9
89,6
70,7
90,2
91,6
61,3
84,8
2006
94,2
91,2
99,9
98,6
90,4
62,4
87,2
80,3
96,8
96,2
2007
77,2
87,9
99,5
86,9
93,1
75,9
67,3
81,2
5,3
-
69,6
96,8
92,0
94,2
80,4
90,6
87,3
29,9
0
99,7
0
90,3
93,9
83,0
88,3
91,7
44,7
84,8
82,9
18,0
98,2
0
100,0
97,4
94,186,6
91,4
98,8
97,7
97,1
Algunas de las tasas de participación material y económica más
bajas atestiguan las dificultades sentidas en algunos programas
para atraer a su público-objetivo, incluso cuando los responsables políticos mantuvieron las metas de realización o las aumentaron en los años siguientes, como parte de una estrategia para
incrementar el número de personas afectadas. En este sentido,
se encuentran los programas de Readaptación al Trabajo, Incentivos al Empleo, Ayuda a Actividades Independientes, Becas
de empleo para teletrabajo y centros de teleservicios, y Ayudas
Técnicas y Servicios, que quedan sistemáticamente por debajo
de lo políticamente pretendido.
En términos generales, y según los datos del año 2007, considerando el sexo, la edad y la escolaridad de las personas afectadas por el conjunto de los programas y sin excepciones, estamos
ante una población principalmente masculina, joven, poco escolarizada y que se encuentra en una situación de desempleo;
predominan las personas del sexo masculino (57,6%) ante las
del sexo femenino (42,4%), cualquiera que sea el programa considerado lo que puede suponer la existencia de factores de discriminación sexual y de “desánimo” de las mujeres en el acceso
a las acciones de la política de rehabilitación profesional, sobre
todo en los programas que ayudan directamente a entrar en
el mercado de trabajo: Readaptación al Trabajo, Incentivos al
Empleo, Ayuda a Actividades Independientes, Empleo Protegido Enclaves.
Por un lado, se trata de una población poco escolarizada, con
una media de seis años de escolaridad, equivalente al segundo
ciclo de Enseñanza Básica, habiendo un 67,2% con niveles de
escolaridad por debajo de los nueve años que corresponden al
tercer ciclo de Enseñanza Básica, actual escolaridad obligatoria
(cf. Gráfico 1).
435
Por otro lado, se trata de una población joven ya que la media
de edad es aproximadamente de 26 años, con 62,6% de los individuos que no superan los 24 años de edad (cf. Gráfico 2). También está formada por una mayoría de personas para quien los
programas son principalmente una forma de recuperar el lugar
en el mercado de trabajo por estar en una situación de desempleo (55,4%), y no tanto por los que intentan entrar al mercado
de trabajo por primera vez (44,6%) (cf. Cuadro 10).
Cuadro 11
Distribución de las personas con minusvalías incluidas en los principales programas según
el sexo (%) 2007
Hombres
Evaluación y Orientación
Preparación pre-profesional
436 Formación Profesional
Readaptación al Trabajo
Incentivos al Empleo
Ayuda a Actividades Independientes
Empleo Protegido Centros
Empleo Protegido Enclaves
Ayuda a colocación y al seguimiento poscolocación
Ayudas Técnicas y triciclos
Total
Fuente: Instituto de Empleo y Formación Profesional.
Nº
653
147
3348
45
300
11
158
114
807
%
56,5
65,0
55,8
63,4
58,6
78,6
57,9
66,3
60,9
Nº
502
79
2654
26
212
3
115
58
518
277
5860
64,9
57,6
150
4317
Mujeres
%
43,5
35,0
44,2
36,6
41,4
21,4
42,1
33,7
39,1
23,1
42,4
Puntualizaciones finales
Como quedó patente, los datos oficiales disponibles no permiten
una valoración de los impactos de todos los programas, no sabiéndose si las intervenciones realizadas alteraron la vida de
las personas con minusvalías y, por eso, hasta qué punto existió
un retorno de la inversión pública nacional y comunitaria. Tal
como refirieron Veiga et al. (2004), “la mayoría de los indicadores del impacto disponibles se refieren a datos cuantitativos,
que raramente van más allá del conocimiento del volumen financiero aplicado, del número de beneficiarios de las acciones
de formación, del número de organizaciones promotoras, del
volumen de formación y de otros indicadores materiales de las
acciones realizadas”.
Por lo que sabemos, el único intento de medir los impactos de
la política lo realizó Capucha et al. (2004) y deja anticipar una
valoración más positiva que negativa. De acuerdo con las conclusiones a que llegaron los autores, a pesar de los problemas y
de las insuficiencias detectadas, las medidas de política desarrolladas han dado sus frutos, contribuyendo en varios aspectos a la
mejora de la posibilidad de empleo de las personas con minusvalías y para aumentar su calidad de vida. Los autores demuestran que en el momento cuando se efectuó la investigación los
antiguos beneficiarios de las medidas de formación profesional
(62,2%) ejercían una profesión. Aunque la tasa de desempleo
presentase un valor elevado ante el modelo a nivel nacional, éste
se ve menor de lo que se esperaría por un “cierto sentido común
pesimista”, alcanzando “solamente” 15% de los antiguos beneficiarios de los que 9,6% serían desempleados de larga duración: más de un año. En todo caso, aquellos beneficiarios de la
política de rehabilitación profesional presentan una desventaja
muy profunda ante el modelo nacional cuando se considera la
precariedad del tipo de contrato de trabajo que rige su relación
con los empleadores. En este caso, aunque una mayoría relativa
tuviese vínculos de contratación estables (43,2%), los valores de
los contratados a plazo fijo y de quienes no tenían ningún tipo
de contrato alcanzaban 30,2 y 5,2%, respectivamente. Los autores refieren, aún, que fueron detectados “impactos muy positivos sobre un conjunto de dimensiones importantes en la vida
de cualquier persona, como la relación interpersonal, la autoestima, la confianza, en sus propias capacidades” (Capucha et al.,
2004).
Aun así los resultados de la valoración efectuada por Capucha et al. (2004) son ambivalentes, pues demuestran que las personas con deficiencias y minusvalías que han participado en los
programas de política “se encuentran globalmente satisfechas”,
más en la dimensión intrínseca de satisfacción (contenido de las
actividades en que participa, sentimiento de utilidad, oportunidad de aprender), de que en la dimensión extrínseca (beneficios
sociales, oportunidades de carrera, seguridad, estabilidad y re-
437
438
muneración). Si esta situación configura una valoración positiva
del funcionamiento del sistema no deja de ser verdad que la
política de rehabilitación profesional asienta en una concepción
de integración profesional, la cual intenta esencialmente la satisfacción de las necesidades materiales de las personas con minusvalías y que está lejos de corresponder a sus aspiraciones a una
vida autónoma.
Como contrapunto, dando relevancia a la inoperancia de las
políticas de educación cuyo relativo fracaso se expresa como
el factor que más ha impedido a las personas con minusvalías
obtener cualificaciones que les permitan integrarse en el mercado de trabajo, deben también añadirse, según Bruno Martins (2004), los prejuicios que llevan a los empleadores a desvalorizar las competencias adquiridas por esas personas y el
desconocimiento que demuestran de los incentivos materiales y
económicos a la contratación de personas con minusvalías previstos en la legislación vigente. En ese sentido, queda la idea de
que las medidas de política de rehabilitación profesional no consiguen romper la fuerza de los factores económicos, culturales y
sociales que conducen a las personas con minusvalías al desempleo, para muchas toda la vida, sobre todo, cuando en una coyuntura económica más desfavorable, la crisis de las empresas,
el desempleo, la precariedad y la pérdida de derechos laborales
tienden a alcanzar a los trabajadores en general.
De una forma general, aunque breve, pueden hacerse algunas críticas más de fondo al desarrollo de la política de rehabilitación profesional. La primera, debido a que suscitaron en las
personas esperanzas que después no se concretaron. La segunda,
porque su desarrollo está subordinado a un estricto sistema de
control estatal y de gestión altamente burocratizado que ha ido
reduciendo sistemáticamente las organizaciones participantes a
la condición de asistentes permanentes del sistema, porque en
la práctica la política de rehabilitación profesional asienta en
la concesión de ayudas temporales a acciones temporales creando una dependencia de las organizaciones de rehabilitación
ante las subvenciones del Estado. La tercera tiene que ver con la
desigual distribución de los recursos por el territorio. Su cruce
con la densidad de personas con minusvalías residentes en cada
área geográfica demuestra claramente que las regiones del interior tienden a tener una cobertura sustancialmente inferior,
considerando que también es en esas áreas geográficas donde el
peso de la población con minusvalías es menor, bien en términos
relativos o en términos absolutos. Esta situación se agrava por
el hecho de que los recursos son muchas veces caracterizados
por una elevada fragilidad técnica y de infraestructura que no
permiten asegurar respuestas de calidad. La cuarta está relacionada con el hecho de disponer y mantener ayudas económicas
a la formación profesional y al empleo sin comprobar después si
las personas a quienes fueron concedidas están o no ejerciendo
un trabajo remunerado.
Aparentemente las acciones desarrolladas en el ámbito de
la política de rehabilitación profesional no están consiguiendo
anular uno de los aspectos más graves para las personas con
deficiencias y minusvalías, o sea los riesgos que el mercado de
trabajo asocia a su condición, el hecho discriminatorio que
tiende a afectarlas de forma desproporcionada durante periodos de incerteza, desagregación y recesión económica. Eso mismo revelan estudios realizados por organizaciones internacionales como la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y
la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico
(OCDE), que demuestran cómo persisten, a pesar de los muchos
esfuerzos hechos para contrariar esa corriente, muchas barreras
y actitudes discriminatorias al acceso o a la permanencia del
empleo.
Concluyendo: ante lo expuesto no podemos dejar de concordar con quien subraya que “las décadas anteriores generaron un legado enriquecido y rico, subrayando un camino de
franco progreso a nivel formal e instrumental, posiblemente no
expresándose de forma proporcionada en términos de resultados. El análisis de los datos de caracterización social […] deja
en evidencia que, a pesar de los esfuerzos desarrollados en las últimas décadas, las personas con deficiencias y minusvalías continúan claramente discriminadas ante la población en general”
(CRPG y ISCTE, 2007).
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Recursos electrónicos
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http://europa.eu/
http://epp.eurostat.ec.europa.eu
www.iefp.pt
www.inr.pt
www.ine.pt
www.dgeep.mtss.gov.pt/
www.mtss.gov.pt/
www.igfse.pt
La inclusión y el acceso de las personas
con discapacidad en el debate actual
internacional
I
Índice
Capítulo Siguiente
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María Inés Baquero Torres
Introducción
La inclusión y el acceso de las personas con discapacidad pasa
por el reconocimiento ciudadano y la justicia social. Es en el
proceso de construcción de políticas públicas dirigidas a esta población, que hoy se exige reconocer las dimensiones del sujeto en
su relación con el entorno político, social, económico, cultural
y ambiental. En este sentido, paradigmas emergentes como el
desarrollo humano, el enfoque derechos y el enfoque diferencial
de género y discapacidad son aproximaciones que nos permiten
plantear propuestas a las personas con discapacidad desde una
sociedad justa y decente.
De acuerdo con Sen (2000),1 la reflexión sobre el desarrollo
económico se mide por los niveles de libertad alcanzados por la
humanidad; y la pobreza frente a la libertad es un freno y un
obstáculo, razón por la cual debe ser combatida desde todos los
frentes y por todas las instancias. Los pobres deben luchar, obviamente, partiendo de un elemental sentido de responsabilidad
propia, y también por los ricos, por las posibilidades que tienen
de apoyar y fomentar el desarrollo. El involucramiento de cada
vez mayores grupos sociales a procesos de cambio por niveles
adecuados de vida garantiza menores niveles de delincuencia,
1
Sen, Amartya (2000), Desarrollo y Libertad, Bogotá, Colombia: Planeta.
441
442
mayores de consumo, y niveles de producción y de vida superiores.
El documento se compone de dos premisas que buscan analizar las implicaciones de los enfoques de las políticas públicas de
discapacidad y los retos que representa para las políticas públicas contemporáneas el reconocimiento ciudadano y la justicia
social hacia las personas con discapacidad. El primero referido
a los fundamentos conceptuales que han inspirado las políticas
públicas dirigidas a esta población, y en el segundo las implicaciones de la justicia social y el reconocimiento ciudadano de las
personas con discapacidad, como retos aún por conquistar.
Premisa 1. Las políticas de discapacidad han estado sustentadas
desde enfoques asistencialistas, que ante esta situación socialmente problemática, responden a “individuos problemas” sin considerar la transformación de las condiciones estructurales de orden político, económico, social
y cultural, que afectan a las personas con discapacidad. El reto para las
políticas públicas de discapacidad para el siglo XXI está en fundamentarlas
desde los enfoques de derechos, de desarrollo humano, diferencial de género y
de discapacidad en los procesos de formulación, implementación, evaluación
y análisis, dirigiéndolas a hombres y mujeres en situación de discapacidad
desde el reconocimiento ciudadano y la justicia social.
La incorporación del enfoque diferencial se vuelve una propuesta porque permite superar el enfoque asistencialista, aún
presente en la región. Las acciones, programas y políticas sociales dirigidas a las personas con discapacidad se han caracterizado por considerar a este grupo poblacional como deficitario,
con carencias, a quienes se les debe suplir o proveer desde el
Estado determinados bienes y servicios, en tanto se constituyen
en una población objetivo.
El enfoque diferencial hace referencia a la posibilidad de establecer las características poblacionales específicas según etnia,
género, edad, discapacidad, y debe ser tomado en cuenta en los
procesos de planeación y diseño de políticas públicas. Según el
PNUD, “desde el momento de la elaboración del diagnóstico, el
plan debe incluir en el análisis de la situación lo correspondiente a los distintos grupos poblacionales y territorios. Según las
características del municipio o departamento, debe establecer
políticas poblacionales específicas así como incluir el componente poblacional en las políticas sectoriales (educación, salud,
bienestar, etcétera)”.2
2
PNUD (2008), Temas que no pueden faltar en los planes de desarrollo.
www.escuelapnud.org
Desde el enfoque asistencialista, es el Estado quien establece
y determina la oferta de asistencia junto con los agentes institucionales; oferta centrada en individuos usuarios que utilizan servicios. Así, las expresiones de dicho enfoque se han manifestado
en modelos como el asistencial caritativo, el médico clínico y el
bio-psicosocial.
El modelo asistencial caritativo cuyo carácter básicamente ha estado representado por una respuesta institucional
de internamiento, de reclusión vitalicia y de aislamiento social
obligatorio, donde la Iglesia jugó un papel determinante en
la administración de estas instituciones dedicadas a cuidar los
discapacitados, y que desde la cultura representaban patrones
sociales indeseables y circunstancias vergonzantes para las familias en no pocos casos.
Desde el modelo médico clínico, la discapacidad adquiere
la connotación de déficit y síntoma, descrito como desviación de
la normalidad. El objetivo de este modelo fue y aún sigue siendo
la adaptación del individuo con discapacidad a las demandas y
exigencias de la sociedad. Este modelo considera que se trata
de un problema individual, que debe resolverlo la persona, con
consecuencias lamentables de dificultades para la integración
social y laboral de esta población. Para dicho modelo, afirma
Ferreira (2008):3
La discapacidad no es más que la “desgraciada” consecuencia de
una afección, de un “accidente” —sea éste congénito o adquirido— de naturaleza fisiológica; este accidente fisiológico implicaría
una insuficiencia funcional en la persona que lo ha “sufrido” que,
a su vez, conllevaría una dificultad en su vivencia y convivencia
cotidiana. Así, es como el ICIDH (International Classification of
Impairmente, Disability and Handicap) de la Organización Mundial de la Salud clasifica el fenómeno de la discapacidad, según
la gradación de naturaleza causal afección/ insuficiencia/ discapacidad/minusvalía (origen fisiológico/ manifestación fisiológica/ merma funcional/repercusión psico-social). Así entendida la
discapacidad, la solución al “problema” sólo puede ser de naturaleza médica, pues sólo esta ciencia está en condiciones de actuar
sobre la causa de la misma.
Con esta lógica, la identidad de la persona con discapacidad se
construye desde los manuales de la medicina, catalogando dicha
situación como “enfermedad, carencia, patología”; ello implica
3
usuarios.discapnet.es/disweb2000/cif/PDF/unidad2.pdf.
443
444
una construcción social desde el déficit y la anormalidad, por lo
que toda responsabilidad recae sobre la persona y, a lo sumo, la
familia. Es un problema privado, que deben sortear de manera
aislada y afrontar de manera “vergonzante” las condiciones de
sobrevivencia.
Ferreira (2008) afirma que tanto el asistencialismo como el
imaginario caritativo consideran que la discapacidad es “una
desgracia que deja al individuo al margen de la ‘normalidad’.
Y al dejar de ser algo normal, las actitudes hacia ella se focalizaban sobre el individuo desgraciado, sobre la persona (exclusivamente sobre la persona). Dicha focalización, según Finkelstein, es la que ha propiciado que nuestras actitudes hacia las
personas con discapacidad hayan sido un factor decisivo de su
constitución como colectivo excluido”.
Además, está el modelo bio-psicosocial, que entiende las
condiciones de los individuos en medio de la dinámica social con
relaciones económicas específicas, en torno al contexto histórico
que hasta ahora presenta contradicciones en la dinámica de la
vida del país. Este modelo es de mayor apertura en tanto considera al individuo un ser que participa de las esferas biológicas,
psicológicas y sociales, que determinan el estado de salud o enfermedad de la persona.
Desde este modelo, a partir de la década de 1960, el concepto
de discapacidad ha ido evolucionando desde una perspectiva
biomédica e individual —enfocándolo como un problema de
salud o enfermedad que afecta únicamente la esfera biológica
de un individuo— hacia una visión más holística y social; la
cual analiza el conjunto de situaciones ambientales, físicas, biológicas, culturales, económicas y sociales que intervienen en la
experiencia de las personas con discapacidad, y que pueden influir en el desempeño de una actividad individual, familiar o
social en algún momento del ciclo vital.
A pesar de las ventajas ofrecidas por este modelo bio-psicosocial, no se ha logrado un reconocimiento de las personas con
discapacidad como sujetos de derechos. El freno de este modelo
es que se continúa con una perspectiva de “Problema de la Persona con Discapacidad”, pero no coloca sobre la discusión la
responsabilidad que tiene la sociedad y el Estado en la inclusión
y el reconocimiento ciudadano de esta población.
Ello implica que abordar hoy el tema de la discapacidad
nos convoca a una gran transformación desde los imaginarios
colectivos, y desde la respuesta del Estado, frente a la exclusión
que hoy enfrenta esta población en los países de la región. Di-
cha transformación convoca a la misma familia, la sociedad y
al Estado a asumir un compromiso que permita la construcción
de una propuesta que promueva el desarrollo de todo el espectro de capacidades humanas de las personas con discapacidad,
tema que se abordará en la segunda parte del presente trabajo.
En este sentido, el diseño de las políticas públicas dirigidas
a hombres y mujeres con discapacidad exige como imperativo
ético superar el enfoque asistencialista, convocando hacia una
mirada multidimensional que comprenda y responda a dos de
los retos contemporáneos aún no resueltos sobre el tema de la
discapacidad: el reconocimiento ciudadano y la justicia social.
Al respecto, Robinson (2006)4 señala:
Se ha llegado a entender que la verdadera causa de la discapacidad no se encuentra en el individuo, tomado éste de manera separada, sino que su causa es fundamentalmente social, y se encuentra en las desventajas que se experimentan debido a las omisiones
o errores de diseño incurridos, sea por prejuicios, por discriminación o simplemente por no tener en cuenta estas diferencias.
La causa de la discapacidad, entendida como la imposibilidad de
vivir una vida plena, en condiciones de igualdad, es pues social y
se origina en una violación de derechos. De esta manera las personas con discapacidad han comenzado a ser vistas como sujetos
portadores de derechos.
Los enfoques actuales sugieren que la discapacidad tiene unas
dimensiones que superan el problema de salud individual y
reconocen que se afecta a la persona en relación con su familia,
y el contexto político, cultural, social y económico. Por ello se
impone el imperativo ético de considerar la discapacidad como
una construcción social; por lo tanto, se debe leer desde un modelo social, que implica, además de ponerla en el espacio público, la transformación de una sociedad desde las costumbres, los
estereotipos y las identidades deficitarias que se le otorga a la
persona con discapacidad.
Finkelstein (1980)5 considera que sólo se podrán alterar las
actitudes sobre la discapacidad si se cambia el enfoque; en el
momento en que dejemos de fijarnos en el sujeto individual y
nos fijemos en la relación social que está implicada, la relación
4
Robinson Mary (2006), La discapacidad como un tema de derechos
humanos, encontrada en http://inclusion-ia.org/espa%F1ol/Norm/discder-hum.htm
5
Finkelstein, V. (1980), Attitudes and Disabled People: Issues for Discussion, New York: World Rehabilitation Fund.
445
446
entre ese individuo y la sociedad en la que vive, las actitudes se
modificarán necesariamente, porque la discapacidad es un hecho social.
Desde esta perspectiva, se propone la construcción de políticas públicas para la población con discapacidad desde el Enfoque de Desarrollo Humano (DH). Este paradigma realza la
capacidad humana para ampliar las oportunidades, de manera
que cada persona pueda vivir una vida de respeto y valor. Comprende el proceso de ampliación de las capacidades y opciones
de las personas: desde el desarrollo de la gente, por la gente y
para la gente. Así, el mundo logrará justicia en la distribución
de recursos y oportunidades, con plena vigencia de los derechos
humanos, la democracia, la generación de riqueza y la sostenibilidad ambiental (PNUD, 1990).6
Además, este paradigma nos ofrece una posibilidad de comprender el tema de la discapacidad, desde lo que se denomina
la posibilidad de desarrollar todo el espectro de capacidades humanas, hasta donde permita la condición de la persona con discapacidad, de manera que disfrute del ejercicio de su libertad.
En el paradigma del desarrollo humano, la perspectiva de la
capacidad7 señala que la pobreza no es sólo un problema material y, en consecuencia, hay otras privaciones que tienen que
ver con carencias de valores ligados a la sociedad, carencia de
instituciones políticas, ausencia de espacios democráticos y de
participación, que podrían considerarse elementos de pobreza
que afectan a la persona. Al respecto, Sen8 (2000: 37) anota:
Existen buenas razones para concebir la pobreza como la privación de capacidades básicas y no sólo como un renta baja. La
privación de capacidades elementales puede traducirse en una
mortalidad prematura, un grado significativo de desnutrición, una
persistente mortalidad, un elevado nivel de analfabetismo y otros
fracasos (Sen, 2000).
En este sentido, las situaciones de enfermedad grave, la libertad
política y el bajo nivel de autoestima son expresiones de pobreza,
en tanto representan privación de capacidades para la ampliación de todas las oportunidades humanas, ya sean económicas,
sociales, culturales o políticas.
6
PNUD (1990), Desarrollo Humano, Informe 1991. Concepto y medición,
Madrid, España Mundi-Prensa Libros.
7
PNUD (1997), Informe sobre Desarrollo Humano, Madrid, España:
Mundi-Prensa Libros.
8
Sen, Amartya (2000), Desarrollo y Libertad, Bogotá, Colombia:
Planeta.
El propósito fundamental del paradigma del desarrollo humano es la ampliación de las oportunidades del ser humano,
siendo cuatro las oportunidades esenciales, según el PNUD
(1990):9 1) Disfrutar de una vida prolongada y saludable, 2) adquirir conocimientos, 3) tener acceso a los recursos necesarios
para lograr un nivel de vida decente, 4) participar. Además de
éstas, emergen otras oportunidades altamente valoradas como
la libertad política, económica y social, hasta la posibilidad de
ser creativo y de respetarse a sí mismo y disfrutar de la garantía
de derechos humanos. Este enfoque comprende dos aspectos: la
formación de capacidades humanas y el uso que la gente hace
de las capacidades adquiridas. Sustentadas en los fundamentos
y las características del desarrollo humano como paradigma,
es determinante la comprensión de la discapacidad en la formulación y operatividad de una política pública en este tema.
Ello implica que la construcción de una política pública para
la población con discapacidad armonice una agenda pública
que supere los niveles sectoriales y se centre en la ampliación de
las capacidades, cómo hacer efectivas las oportunidades para
la inclusión social, económica, política de la persona con discapacidad.
El enfoque de capacidades como doctrina política sobre los
derechos básicos para todos los ciudadanos pretende especificar
algunas condiciones necesarias para una sociedad mínimamente
justa en la forma de un conjunto de derechos fundamentales,
en la cual la persona como ser político, entendido este término
según el significado que le da Aristóteles, es un animal social y
político, cuyo bien es irreductiblemente social y comparte fines
complejos con otras personas en muchos niveles. A su vez, entiende que los seres humanos cooperan movidos por una serie de
motivos, entre ellos el amor a la justicia, en especial la compasión
moral hacia aquellos que poseen menos de lo necesario para llevar una vida decente y digna (Nussbaum, 2006).10
Desde este enfoque, se propone el desarrollo de capacidades
básicas humanas, que pueden variar desde los funcionamientos
físicos, como estar bien nutrido, estar vestido y vivir en forma
adecuada, evitar la morosidad prevenible, hasta logros sociales
más complejos, como participar en la vida de la comunidad, o
el uso del pensamiento y la imaginación, protegidas por las garantías de la libertad de expresión.
9
PNUD,
10
op. cit.
Nussbaum, Martha (2006), Las Fronteras de la Justicia. Consideraciones sobre la exclusión, Barcelona, España: Paidós.
447
Nussbaum (2006)11 enlista y define diez capacidades básicas
humanas, buscando establecer los derechos sociales mínimos,
compatibles con diferentes respuestas para las cuestiones de justicia y distribución.
Desde este enfoque, Nussbaum (2006)12 plantea las implicaciones de una política pública dirigida a personas con discapacidad, en el entendido de que los seres humanos cooperan movidos por un amplio abanico de motivos, entre ellos el amor a la
justicia y, en especial, la compasión moral hacia aquellos que
poseen menos de lo necesario para llevar una vida decente y
digna. Refiere lo siguiente:
El enfoque de capacidades afirma el principio básico de que cada
persona es un fin. En otras palabras, el sujeto primario de la justicia política es la persona, no el grupo, y una política que mejore
la situación del grupo deberá ser rechazada si no promueve las
capacidades básicas de todas y cada una de las personas. En estos
aspectos, mi enfoque de la cuestión de la asistencia se sitúa claramente dentro de la tradición liberal (Nussbaum, 2006).
448
En relación con la asistencia digna, ésta hace referencia al
reconocimiento de las necesidades particulares de la persona
en situación de discapacidad. Para ello se requiere, nos dice
Nussbaum (2006: 175), de una buena ordenación pública y una
cultura pública decente que haga posible que la asistencia a una
persona mayor o discapacitada en situación de dependencia no
suponga una ansiedad constante por encontrar el modo y los
recursos para prestarla.
Entender bien la asistencia significa remitirla a un amplio abanico
de capacidades de la lista, tanto del asistido como del asistente. Una
buena asistencia para los dependientes, ya sean niños, mayores, enfermos, o discapacitados, se centra en las capacidades de la vida, la
salud y la integridad corporal. También aporta un estímulo para
los sentidos, la imaginación y el pensamiento. Refuerza los lazos
emocionales y elimina el miedo y la ansiedad agudos. Una buena
asistencia también refuerza la capacidad para la elección y el razonamiento práctico asistido; promueve afiliaciones de todo tipo,
incluidas las sociales y políticas cuando correspondan. Protege el
bien crucial del autorrespeto. Refuerza la capacidad para el juego
y para el disfrute de la vida. Refuerza el control sobre el entorno
material y político: en lugar de ver a las personas con deficiencias
11
12
Ibid.
Nussbaum Martha, op. cit., pág. 219.
Cuadro 1
Capacidades Básicas Humanas
Capacidad básica
Vida
Descripción
Poder vivir hasta el término de una vida humana de una duración normal; no morir de
forma prematura o antes de que la propia vida se vea tan reducida que no merezca la
pena vivirla
Poder mantener una buena salud, incluida la reproductiva; recibir una alimentación
Salud física
adecuada; disponer de un lugar adecuado para vivir
Poder moverse libremente de un lugar a otro; estar protegido de los asaltos violentos,
Integridad física
incluidos los asaltos sexuales y la violencia doméstica; disponer de oportunidades para
la satisfacción sexual y para la elección en cuestiones reproductivas.
Sentidos, imaginación y Poder usar los sentidos, la imaginación, el pensamiento y el razonamiento, y hacerlo
de un modo auténticamente humano, un modo que se cultiva y se configura a través de
pensamiento
una educación adecuada, lo cual incluye la alfabetización y la formación matemática y
científica básica, aunque en modo alguno se agota con ello. Poder usar la imaginación y
el pensamiento para la experimentación y la producción de obras y eventos religiosos,
literarios, musicales etc., según la propia elección. Poder usar la propia mente en condiciones protegidas por las garantías de la libertad de expresión tanto en el terreno político
como en el artístico, así como de la libertad de prácticas religiosas. Poder disfrutar de
experiencias placenteras y evitar los dolores no beneficiosos.
Emociones
Poder mantener relaciones afectivas con personas y objetos distintos de nosotros
mismos; poder amar a aquellos que nos aman y se preocupan por nosotros, y dolernos
por su ausencia; en general, poder amar, penar, experimentar ansia, gratitud y enfado
justificado.
Que nuestro desarrollo emocional no quede bloqueado por miedo y la ansiedad. (Defender esta capacidad supone defender formas de asociación humana de importancia
crucial y demostrable para este desarrollo.)
Razón práctica
Afiliación
449
Poder formarse una concepción del bien y reflexionar críticamente sobre los propios
planes de vida. (Esto implica una protección de la libertad de conciencia y de la observancia religiosa.)
A. Poder vivir con y para los otros, reconocer y mostrar preocupación por otros
seres humanos, participar en diversas formas de interacción social; ser capaz de imaginar la situación de otro. (Proteger esta capacidad implica proteger las instituciones que
construyen y promueven estas formas de afiliación, así como proteger la libertad de
expresión y de asociación pública.)
B. Que se den las bases sociales del autorrespeto y la no humillación; ser tratado como
un ser dotado de dignidad e igual valor que los demás. Eso implica introducir disposiciones contrarias a la discriminación por razón de raza, orientación sexual, etnia, casta,
religión y origen nacional.
Poder vivir una relación próxima y respetuosa con los animales, las plantas y el mundo
Otras especies
natural.
Poder reír, jugar y disfrutar de actividades recreativas.
Juego
Control sobre el propio A. Político. Poder participar de forma efectiva en las elecciones políticas que gobiernan
la propia vida; tener derecho a la participación política y a la protección de la libertad
entorno
de expresión y de asociación.
B. Material. Poder disponer de propiedades (ya sean bienes mobiliarios o inmobiliarios), y ostentar los derechos de propiedad en un plano de igualdad con los demás; tener
derecho a buscar trabajo en plano de igualdad con los demás; no sufrir persecuciones y
detenciones sin garantías. En el trabajo, poder trabajar como un ser humano, ejercer la
razón práctica y entrar en relaciones valiosas de reconocimiento mutuo con los demás
trabajadores.
Fuente: Con base en Nussbaum (2006).
y discapacidades como meras propiedades en sí mismas, debemos
verlas como ciudadanos dotados de dignidad y con derechos a la
propiedad, al trabajo, etc. Los ciudadanos con deficiencias tienen
a veces menos oportunidades de disfrutar de la naturaleza; una
buena asistencia refuerza también esta capacidad. En resumen,
dado el lugar íntimo y fundamental que ocupa la asistencia en la
vida de los asistidos, debemos decir que abarca, o debería abarcar,
todo el espectro de las capacidades humanas básicas.
450
En consecuencia, el desarrollo humano es esencial para hacer
realidad los derechos humanos, y los derechos humanos son
esenciales para el pleno desarrollo humano. El enfoque de
derechos humanos es entendido como aquellas exigencias que
brotan de la propia condición natural de la persona humana y
que, por ende, reclaman su reconocimiento, respeto e incluso su
tutela y promoción por parte de todos, pero especialmente de
quienes estén constituidos como autoridad (Vergés, 1997).13
Los derechos humanos, como concepto, se fundamentan en
unos principios morales mínimos que procuran la convivencia
y tolerancia entre los seres humanos: 1) El principio de Congenitud,
es decir, que nacen con la persona; 2) el principio de Universalidad, se extienden a toda la familia humana; 3) el principio de Inviolabilidad donde el Estado ni los particulares pueden violarlos
o desconocerlos; 4) el principio de Necesariedad corresponde a un
requerimiento de la necesidad humana en un momento fundamental del desarrollo.
El enfoque de derechos y el reconocimiento de la ciudadanía
para la igualdad en la diferencia reconocen los derechos civiles y políticos, los derechos económicos, sociales y culturales, y
los derechos al medio ambiente y a la paz. La perspectiva de
derechos prioriza los derechos de los excluidos y desposeídos,
de manera específica a los desposeídos en razón de la discriminación.
Al referirse a los derechos humanos, Nussbaum (2006)14 declara que “el lenguaje de los derechos sigue desempeñando un
papel importante en el discurso público, a pesar de sus aspectos
insatisfactorios”. Insiste en la idea de un reclamo urgente basado en la justicia. Decir que las personas tienen derecho a algo,
es decir que están legitimadas para exigirlo con urgencia.
13
Vergés Ramírez, Salvador (1997), Fundamentos de los Derechos Humanos, Madrid, España: Tecnos.
14
Op. cit.
El enfoque de género ofrece significativos aportes en la comprensión de la discapacidad, en el entendido de que no es lo
mismo ser una mujer en situación de discapacidad que un hombre en la misma situación; está evidenciado que las mujeres con
discapacidad tienen menos oportunidades que los hombres. En
la construcción de una política pública dirigida a la población
en situación de discapacidad, es necesario considerar el enfoque
de género por los importantes aportes de este enfoque en la
comprensión de las relaciones de hombres y mujeres.
Desde el enfoque de género se considera lo femenino y lo
masculino como fuerzas imprescindibles para la construcción de la sociedad, en función de un alto nivel de desarrollo y
bienestar; aplica el análisis de género para identificar intereses
y necesidades de hombres y mujeres, de modo que sean tenidos en cuenta en la formulación, implementación, evaluación y
análisis de las políticas públicas.
Ariza y Oliveira (2001)15 analizan los significativos aportes del
enfoque de género en la comprensión de las relaciones entre
hombres y mujeres:
• Analiza los espacios de poder en función de género.
• Problematiza las nociones de roles sexuales, roles masculinos
y femeninos en la medida en que escondían las diferencias de
poder entre ellos.
• Desnaturaliza la esfera de las relaciones familiares a partir de
la ruptura de la dicotomía público-privada.
• Visibiliza el carácter asimétrico de las relaciones intergenéricas e intergeneracionales, evidenciando las distintas formas
de ejercicio del poder en las instituciones (familia, escuela,
trabajo).
• Avanza en la comprensión de la dinámica intrafamiliar como
el conjunto de relaciones de cooperación, intercambio, poder
y conflicto que hombres y mujeres de diferentes generaciones
establecen en el seno de las familias en torno a los procesos de
organización de la vida familiar.
• Critica y redefine la noción de trabajo, superando la dicotomía producción/reproducción al proponer la articulación
conceptual de las actividades extradomésticas (orientadas al
mercado) y domésticas (indispensables para la reproducción
de la fuerza de trabajo).
15
Ariza, Marina y Oliveira Orlandina (2001), Familias en transición
y marcos conceptuales en redefinición, México: Universidad Nacional Autónoma de México.
451
• Vincula el mundo del trabajo y la familia a partir de la noción
de división sexual del trabajo.
452
Indudablemente, los aportes del enfoque de género deben ser
considerados en la comprensión del tema de discapacidad, en
tanto permiten visibilizar de manera diferencial la condición y
calidad de vida de hombres y mujeres con discapacidad, tanto
en la vida íntima, privada, como pública. Vale decir: la vida
de estas personas en su vida personal, familiar, comunitaria, en
tanto sujetos políticos.
En este orden de ideas, Fraser (1997)16 hace una propuesta
para la comprensión del concepto de equidad de género, que
supera las nociones tradicionales de igualdad y diferencia desarrollando una noción compleja compuesta de siete principios
normativos: la antipobreza, la antiexplotación, la igualdad en el
ingreso, la igualdad en el tiempo libre, la igualdad en el respeto,
la antimarginación y el antiandrocentrismo.
Además de hacer visible la calidad de vida de hombres y mujeres con discapacidad, el enfoque de género permite de igual
modo hacer visible el tema del cuidado y la asistencia a las
personas con discapacidad. Considerar que el cuidado y la asistencia son actividades que fundamentalmente recaen como responsabilidad exclusiva de las mujeres, es un imaginario muy
presente en nuestras sociedades; la experiencia evidencia que
son ellas quienes en mayor proporción asumen estas tareas, y
donde la participación de los hombres es una participación más
bien marginal o inexistente.
Por las implicaciones del cuidado y la asistencia con dignidad
dirigida a la población con discapacidad, retomamos de Fraser
(1997)17 el “Modelo de Cuidador Universal”, pues contribuye a
hacer viable una propuesta para la transformación de los imaginarios culturales en este tema. La autora propone en el proceso
de equidad de géneros, el “Modelo de Cuidador Universal”,
como la posibilidad de inducir a los hombres a la realización
de las actividades de cuidado, desarrollando su justa proporción
de trabajo doméstico, eliminando el androcentrismo y optando
por la Paridad del Cuidador, que se desempeñaría mucho mejor
en lo referente a la igualdad de ingreso y a la reducción de la
marginación femenina.
16
Fraser, Nancy (1997), Iustitia Interrupta. Reflexiones críticas desde
la posición “postsocialista”, Colombia: Universidad de los Andes, Siglo del
Hombre Editores.
17
Ibid.
En consecuencia, el compromiso de asumir la ética de cuidado y la asistencia a personas con discapacidad convoca a la
transformación de las esferas tanto productivas y reproductivas, a la no discriminación hacia las mujeres ni de cualquier
otro miembro, así como el reconocimiento a las opciones de
vida. Estos imperativos éticos se muestran como directrices en
la construcción de políticas públicas dirigidas a personas con
discapacidad. Dichos imperativos se abordarán en el siguiente
apartado.
Premisa 2. Las personas con discapacidad logran un desarrollo humano en la medida en que se adquiere el reconocimiento de su ciudadanía
en la esfera íntima, privada y pública, dentro de una sociedad justa que no
estigmatiza, que promueve el desarrollo y el cuidado hacia los más vulnerables, y aún estamos lejos de este imperativo ético.
Corrientes teóricas contemporáneas de la filosofía moral en
Occidente, como el liberalismo político, el comunitarismo y el
republicanismo, han considerado el tema de la ciudadanía y su
construcción como propósito fundamental en relación con el
contexto histórico, político, económico y social de la democracia
formal, con consecuencias de ejercicio ciudadano restringido.
En el enfoque liberal, la ciudadanía se ajusta al ideal normativo
de la plena integración al Estado de ciudadanos libres e iguales,
desde el ideal rawlsiano, enfatizando en la reivindicación de intereses y demandas a través de grupos y asociaciones. Desde el
comunitarismo se busca dar soluciones al problema de las minorías sociales o culturales excluidas u homogenizadas por el Estado benefactor del modelo liberal; y desde el republicanismo
el énfasis está en el reconocimiento de una ciudadanía activa
e interesada por lo público como condición para la defensa de
dichos derechos y para la identificación y defensa de los bienes
públicos.
Además de estos enfoques de ciudadanía, finalmente encontramos una ciudadanía vinculada con elementos del mercado,
con énfasis en obligaciones; es el enfoque neoliberal, que implica el desplazamiento del concepto de ciudadanía desde los
derechos, hacia el concepto de ciudadanía como obligaciones y
como cliente o consumidor (Gómez, 2008).18
Estos enfoques, en los albores del siglo XXI, presentan grandes
desafíos, barreras y tensiones en torno al debate de la construcción y ejercicio de la ciudadanía, en el contexto interconectado
y multicultural de la sociedad contemporánea.
18
Gómez Buendía, Hernando (2008), Dimensiones de la ciudadanía y
Desafíos al Estado Democrático, Bogotá, Colombia: Escuela Virtual PNUD.
453
454
Así, grupos sociales históricamente excluidos ya sea por participación o por modo de vida, en razón a su etnia, raza, género, generación, discapacidad y sexualidad, reivindican hoy
el ejercicio de una ciudadanía desde el reconocimiento y la redistribución, desde la libre escogencia de llevar el tipo de vida
de acuerdo con sus preferencias; lo cual ha gestado procesos de
autoafirmación frente a la opción de ser distinto, sin perder la
capacidad de disfrutar y participar de las demás opciones humanas, es decir, el derecho a ejercer una ciudadanía desde la
diferencia en escenarios de una democracia participativa, de
inclusión igualitaria de las mujeres en la escena política y en la
toma de decisiones en el poder público. Asimismo, se cuestiona
el predominio de una cultura patriarcal excluyente y el ejercicio
arbitrario del poder, que ha dado un trato de ciudadanos y ciudadanas de tercera a estos grupos excluidos, colocándolos como
minorías, privándolos de derechos y libertades, negándoles el
reconocimiento y la justa redistribución de bienes tangibles e
intangibles.
Arriagada (2005),19 refiriéndose al concepto de exclusión
social, anota sus dos dimensiones: i) La falta de lazos sociales
que vinculen al individuo con la familia y la comunidad, y más
globalmente con la sociedad, y ii) la carencia de derechos básicos
de ciudadanía. Es indudable que estas dos dimensiones afectan
de manera determinante las condiciones de vida de las personas con discapacidad, por ello considerar el fortalecimiento de
vínculos y la realización de derechos fundamentales permiten el
reconocimiento ciudadano y el mejoramiento de la calidad de
vida de esta población.
El debate contemporáneo se centra entonces en cómo hacer
frente a estos desafíos, barreras y tensiones, desde paradigmas
emergentes en torno a la discusión ético-política y cultural de la
ciudadanía. Como ya lo hemos señalado, teorías sociales como
el feminismo y los movimientos sociales han brindado importantes aportes para la comprensión de esta nueva ciudadanía y
la libertad cultural, en esta época de globalización en donde los
contactos entre la gente, las formas de vida y las ideas se han
multiplicado.
Estas teorías han incidido poco a poco en la construcción de
políticas públicas cada vez más permeables al tema de los dere19
Arriagada, Irma (2005), “Dimensiones de la pobreza y políticas
desde una perspectiva de género”, en Revista de la CEPAL, abril, núm. 85.
http://www.clad.org.ve/fulltext/0053035.pdf
chos y del reconocimiento ciudadano de estos grupos excluidos, donde el enfoque de género se torna indispensable para la
formulación, implementación, seguimiento y evaluación de las
políticas públicas poblacionales.
Por lo tanto, un diseño de políticas públicas incluyentes,
reivindicadoras de capacidades y legitimadoras de oportunidades individuales y colectivas es fundamental; además, necesita considerar los postulados desarrollados por la filosofía moral,
la ética y la justicia social, para la definición de los lineamientos
de política, dado que las políticas públicas hacen referencia a
las decisiones que evidencian una preocupación por lo público
y afectan a la población en el marco de la actuación combinada
del Estado, la sociedad y sus decisiones, a través de los planes,
programas y proyectos.
En el Cuadro No. 2 se presentan algunos conceptos sobre
política pública de algunos autores que han trabajado el tema.
En la búsqueda de una conceptualización más precisa, los
autores se mueven entre acciones, procesos y herramientas que
pasan por la institucionalización individual y colectiva. Ello da
cuenta de lo dinámica que es la construcción de políticas sociales, porque están sujetas a los desarrollos políticos, económicos,
sociales y culturales.
En este orden de ideas, Arriagada (2005)20 ha definido cuatro
tipologías de políticas públicas en América Latina durante los
últimos 60 años.
• Políticas universales: se aplicaron a diversos sectores sociales
como la educación y el empleo, sin diferenciar a hombres y
mujeres, con el resultado de perpetuar las desigualdades de
género.
• Políticas redistributivas y compensatorias: se pusieron en marcha con sesgo más redistributivo en la década de 1960, y más
compensatorias y asistencialistas frente a problemas como la
pobreza en el decenio de 1980. Hacia la década de 1990, su
énfasis estuvo en la focalización territorial, con transferencias
monetarias, pero sin una modificación de la visión de los grupos vulnerables.
• Políticas de derechos y reconocimiento cultural: son políticas
que se han aplicado a partir del decenio de 1990 y tienen
como objetivo que se reconozcan los derechos de los grupos
excluidos, entre ellos las mujeres, grupos étnicos, discapacitados, entre otros. Este tipo de políticas públicas emergen ante:
20
Arraigada, Irma (2005), “Dimensiones de la pobreza y políticas desde
una perspectiva de género”, en Revista de la CEPAL, núm. 85, Chile.
455
Cuadro No. 2
Conceptualización de las políticas públicas
los Estados deben encontrar formas de forjar la unidad nacional
en medio de esta diversidad.
Según el PNUD (2004),21 en esta era interconectada ni la comunidad internacional ni ningún Estado pueden ignorar las demandas que se hacen en pos del reconocimiento cultural.
• Políticas de redistribución y de derechos económicos, sociales y culturales (DESC): A este grupo de políticas se les llama
“Casillero Vacío”, pues se trata de políticas para el futuro que
no han sido aplicadas en país alguno. Dichas políticas deberían brindar más autonomía y poder de manera especial
a grupos excluidos y vulnerables, con miras a acrecentar las
opciones de hombres y mujeres (Arriagada, 2005).
Sobre las políticas públicas de asistencia, Nussbaum (2006:
109)22 nos dice que:
Cualquier sociedad decente debe responder a las necesidades
de asistencia de los más vulnerables, a la educación, respeto,
actividad y amistad. Sin embargo, los teóricos del contrato social imaginan a los agentes encargados de diseñar la estructura
básica de la sociedad como “libres, iguales e independientes”, y
a los ciudadanos cuyos intereses representan como “miembros
plenamente cooperantes de la sociedad a lo largo de una vida
completa”.
Fuente: Elaboración propia.
El reconocimiento de las identidades, opciones y acogida de
diversas etnias, religiones, idiomas, diversos modos de vida, valores que fueron, por mucho tiempo, considerados amenazas
para la armonía social, se presentan como el panorama político
para el siglo XXI. Exigencia de justicia social ante la discriminación, la marginación de oportunidades sociales, económicas
y políticas: 1) La conservación de la diversidad en un mundo
globalizado; 2) la libertad de participar en la sociedad sin tener
que desprenderse de los vínculos culturales que ha escogido; 3)
Una teoría satisfactoria de la justicia humana debe reconocer la
igualdad de los ciudadanos con deficiencias, incluidas las mentales, y proveer adecuadamente para su asistencia y educación,
de un modo que dé respuesta también a las discapacidades asociadas (Nussbaum, 2006).23
Cabe pensar también que una sociedad justa tomaría en consideración la justicia para el dependiente, la justicia para el cuidador, este último asociado a la justicia de género, porque las
mujeres —como ya lo habíamos anotado— son las que desarrollan en mayor medida las tareas de cuidado. Una sociedad justa,
nos dice Nussbaum (2006),24 debería garantizar los accesos para
sillas de ruedas en los autobuses y en las aceras, y todos los edificios deberían tener rampas y ascensores accesibles para estas
sillas. La reestructuración del espacio público es esencial para
la dignidad y el autorrespeto de las personas con discapacidad.
21
22
23
24
Op. cit.
Op. cit.
Op. cit.
Op. cit.
457
458
En resumen la tarea de integrar a las personas con discapacidad en el espacio público es una tarea pública que requiere de
una planificación pública y un uso público de los recursos. La
pregunta importante que debemos hacer no es cuánto dinero
tienen las personas con discapacidades, sino qué son o no son
capaces de hacer. Y una vez que hemos establecido eso, debemos preguntar cuáles son los obstáculos que les impiden llegar
al umbral adecuado de funcionamiento.
Todo esto conlleva, necesariamente, a asumir un compromiso
con la asistencia digna, así como responder a las necesidades de
salud, educación, trabajo, respeto, actividad y amistad hacia la
población en situación de discapacidad, de manera que se proteja su integridad, y se garantice el disfrute de bienes y servicios
de una sociedad justa.
El acceso equitativo a los servicios, a la tecnología, a la infraestructura y a los equipamientos, en armonía con el medio
ambiente, garantiza que cada vez más ciudadanos y ciudadanas
en situación de discapacidad, participen de los beneficios del
desarrollo y ejerzan sus derechos de ciudadanía y sus libertades,
en el entendido de comprender que la discapacidad más que un
asunto individual es asunto de corresponsabilidad del Estado, la
familia y la sociedad, porque su causas se desarrollan fundamentalmente en sociedad.
Pero además de estas transformaciones, es indudable que hoy
se requiere un cambio trascendental en la sociedad; este cambio hace referencia a lo que Nussbaum (1997)25 ha denominado
el cultivo de la humanidad en el mundo actual, refiriéndose al
desarrollo de tres habilidades determinantes para el ejercicio de
la ciudadanía. La primera es la habilidad para un examen crítico de uno mismo y de las propias tradiciones, que nos permita
experimentar lo que, siguiendo a Sócrates, podríamos llamar
“vida examinada”. Es decir, una vida que no acepta la autoridad de ninguna creencia por el solo hecho de que haya sido
transmitida por la tradición o se haya hecho familiar a través
de la costumbre. Los ciudadanos que cultivan su humanidad
necesitan la capacidad de verse a sí mismos no sólo como ciudadanos pertenecientes a alguna región o grupo, sino también,
y sobre todo, como seres humanos vinculados a los demás seres
humanos por lazos de reconocimiento y mutua preocupación.
La tercera destreza que debe poseer el ciudadano, estrechamente relacionada con las dos primeras, se puede llamar ima25
Nussbaum, Martha (1997), El Cultivo de la Humanidad. Una defensa
clásica de la educación liberal, Barcelona, España: Paidós.
ginación narrativa. Esto significa la capacidad de pensar cómo
sería estar en el lugar de la otra persona, ser un lector inteligente
de la historia de esa persona, y comprender las emociones, deseos y anhelos que alguien así pudiera experimentar.
Finalmente, la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad,26 como primer tratado de las Naciones
Unidas en el siglo XXI, reivindica el reconocimiento ciudadano
de las personas con discapacidad; en su artículo 12 establece el
igual reconocimiento de su personalidad jurídica, en igualdad
de condiciones con las demás personas en todos los aspectos de
la vida.
Por lo tanto, como lo expresa Brogna27 (cit. Ferreira, 2008)
“[…] la discapacidad no es una condición a curar, a completar
o reparar: es una construcción relacional entre la sociedad y un
sujeto (individual o colectivo). La discapacidad toma cuerpo en
un espacio situacional, dinámico e interactivo entre alguien con
cierta particularidad y la comunidad que lo rodea”.
A manera de conclusiones
El abordaje de la discapacidad como condición en una sociedad
pasa por el reconocimiento de que la producción y reproducción de la misma es diferencial y responde a desarrollos históricos. Por eso el diseño de políticas públicas que reivindiquen lo
público debe ser el eje de las directrices en los territorios.
Con los enfoques diferencial de género y discapacidad, de
derechos humanos y de desarrollo humano, que tienen como
propósito fundamental mejorar la calidad de vida con dignidad de las personas con discapacidad desde la inclusión social,
a partir de una cultura que reconozca y restituya sus derechos y
transforme las condiciones que determinan la desigualdad y la
exclusión.
Las políticas públicas recogen en su formulación, implementación, evaluación y análisis las expectativas de los ciudadanos y
la capacidad hacer buen gobierno.
En el tema de la discapacidad no basta con legitimar procesos
desde la Ley, es necesario comprender las políticas públicas
como proceso que exige cada vez más el ejercicio del recono26
ONU (2006), Convención sobre los derechos de las personas con discapacidad, Protocolo Facultativo de la Convención sobre los Derechos de las
Personas con Discapacidad, New York.
27
Brogna, citada por Ferreira, Miguel A., op. cit.
459
cimiento de minorías históricamente excluidas, como es el caso
del colectivo de personas con discapacidad.
La ampliación de capacidades de personas con discapacidad
implica realizaciones de capacidades individuales y colectivas;
las primeras habilitan a las personas para hacer cosas y tener
logros en la vida, se refieren a tener ingresos, salud, educación
o acceso a las tecnologías. Las segundas refieren a la capacidad
de las personas para incidir en las decisiones que les afectan y
al marco institucional necesario para garantizar el acceso a las
oportunidades.
Robinson, Mary (2006), La discapacidad como un tema de derechos humanos.
Disponible en: http://inclusion-ia.org/espa%F1ol/Norm/disc-derhum.htm.
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461
Apuntes de la política social en
materia de salud y el caso del Seguro
Popular en México
I
Índice
Capítulo Siguiente
Capítulo anterior
Manuel Salvador González Villa
Introducción
En México, durante el régimen del presidente Vicente Fox
(2000-2006), la política social en materia de salud denominada
Seguro Popular fue impulsada con “bombo y platillo”, constituyendo un ambicioso proyecto nacional de Protección Social
de Salud que, entre otras consideraciones y en pocos años, se ha
traducido en una importante y creciente inversión de recursos
públicos de origen federal (2000-2007), logrando incorporar y
asegurar dentro del programa a más de siete millones de núcleos familiares (2006); pero, también, significándose tanto por
reproducir prácticas clientelares y populistas, como por repercutir diferencialmente en entidades como Michoacán, Jalisco,
Colima, Puebla, etcétera. Por lo tanto, desde tal perspectiva, el
objetivo de este trabajo es analizar y reconocer que no en todos
los estados de la República Mexicana ha existido la capacidad
física y de infraestructura médica y humana para dar respuesta
satisfactoria a la demanda y atención de servicios médicos por
parte de los ciudadanos, que desde 2006 en forma creciente han
solicitado sumarse al programa denominado Seguro Popular.
Estado de bienestar y política social
En general, en buena parte del siglo XX siempre estimulado
por el desenvolvimiento y las crisis periódicas del capitalismo,
463
464
el Estado tuvo que intervenir en la mayoría de las economías
del mundo en distinto grado, ritmo y modalidad para asegurar
el funcionamiento del capitalismo propiamente. Esto dio lugar,
sobre todo desde 1930 y hasta 1970, al surgimiento del denominado Estado de Bienestar (EB), que no fue otra cosa más que
la participación y definición del Estado asumiendo en parte la
tarea y/o importante responsabilidad social de atender aquellos rubros o sectores sociales, educación, salud, alimentación,
etétera., que de alguna manera la burguesía o clases económicas
dominantes de los países en general no estuvieron interesadas
o dispuestas a atender por no constituir áreas de rentabilidad
atractivas. Sin embargo, tal tendencia a nivel mundial del intervencionismo de Estado sería diferenciada según fue el caso del
capitalismo en los Estados Unidos (EU), Europa, América Latina
o México, particularmente.
A lo largo del siglo XX, la denominada política social promovida bajo la etapa del denominado Estado de bienestar (State Walfare) experimentó un gran impulso a partir de la Segunda Guerra
Mundial, sobre todo teniendo entre otros propósito importantes
“aliviar” o “paliar” los efectos socialmente excluyentes del capitalismo, cuya expresión económica estructural más relevante, como
todos saben, consiste en el triunfo o éxito material de unos cuantos, y en esa medida la exclusión de las mayorías trabajadoras,
trabajadores informales, marginados, pobres, etcétera del reparto
y distribución equitativa de la riqueza generada.
Y aunque la etapa del intervencionismo estatal identificado
como EB más en ciertos países y regiones que en otros, logró
paliar o amortiguar considerablemente los efectos estructurales
del capitalismo esencialmente degradantes de la condición humana, el inicio e impulso del periodo identificado como globalización del capital que comenzó a definirse desde la década de 1970 y continúa hasta hoy, la primera década del siglo
XXI, ha constituido y creado un nuevo escenario y dinamismo
económico, política y cultural mundialmente expresado no sólo
en una mayor acentuación y fragmentación entre lo económico
y lo político, sino también, y en esa medida, en un repliegue
del tradicional intervencionismo estatal, sobre todo de aquellas áreas sociales estratégicas donde tradicionalmente estuvo
presente a través de la política de subsidios en rubros como
educación, salud, alimentación, así como también por la puesta
en marcha e impulso de nuevas estrategias de política social
que en todo caso han apuntado hacia la privatización de dichas
áreas sociales, y en esa medida originando y trayendo consigo
mismo también nuevos y más agudos problemas sociales.
En el caso del Estado mexicano la nueva coyuntura internacional se expresó particularmente, por ejemplo, en el cambio de
la política social nacional impulsada por los gobiernos federales
en turno (1982-2008), pasando de la denominada estrategia gubernamental de subsidios —tal había sido el caso, por ejemplo,
de la Comisión Nacional de Subsistencias Populares (Conasupo)
en materia alimentaria de granos básicos— a la estrategia de
política social denominada de focalización —al respecto, por
ejemplo, el denominado Programa Nacional de Solidaridad
(Pronasol)—, regida por la premisa de que se abate más exitosamente la pobreza y se atiende mejor a los sectores marginados
del país a través de programas sociales más individualizados,
que a través de políticas sociales indiscriminadas o generalizadas.
En este contexto, en relación con los mayores efectos de exclusión generados por el denominado periodo neoliberal capitalista de las últimas cuatro décadas, la política social y sus modalidades adquieren mayor relevancia en materia de reflexión
y discusión no sólo en cuanto: a) Si los cambios en la estrategia
gubernamental resuelven la disyuntiva social de “ni están todos
lo que son ni son todos los que están”, sino también en cuanto a
considerar de qué manera en países como México, por ejemplo
en lo que respecta al sector formal de la economía, existen segmentos económicos y de trabajo donde las jornadas laborales
se prolongan de 12 hasta 14 horas cotidianamente1 y, a la vez,
donde la mayoría de los trabajadores semiocupados en el sector
informal2 no cuentan con cobertura médica institucionalizada
ni derechos a la jubilación, entre otras prestaciones sociales más.
En el anterior sentido, el problema de los gastos públicos y de
su cobertura se ha vuelto uno de los más debatidos, sobre todo
al considerar que durante las crisis se producen importantes
déficits y las deudas de los Estados se inflan, propiciando que
sean los rubros en materia social aquellos del manejo estatal que
experimentan las reducciones más significativas.
1
Especialistas reconocen que el Sistema de Seguridad Social nacional
mexicano desde la última década del siglo XX ha sufrido constantes y considerables recortes presupuestales federales, lo cual, combinado con una
aguda crisis fiscal relacionada con la política de pensiones y jubilaciones,
se ha traducido en un detrimento de la calidad en la cobertura de los servicios médicos que brindan el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS),
el Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de Trabajadores del Estado
(ISSSTE) y la Secretaría de Salubridad y Asistencia (SSA).
2
En el primer semestre de 2008 se estima que por cada empleo formal
existe un trabajador informal.
465
Siguiendo con el caso de México, en las dos décadas más
recientes entre los programas de política social más importantes que, bajo la idea de focalizar y atender los problemas
de exclusión y marginación social de los sectores sociales más
marginados —niños, mujeres, indígenas— fueron puestos en
marcha, resaltan los programas federales denominados: Solidaridad, Progresa, Oportunidades, Seguro Popular, etcétera. Y
aunque hoy en día ya está funcionando prácticamente en todo
el país el “Seguro Popular”, donde el gobierno federal —según
el discurso público— “paga atención médica a las familias pobres en instituciones particulares por evento”, y así, “sin gastar
en infraestructura con burócratas adicionales, se tiene un servicio eficiente y más barato —los niños con cáncer entran automáticamente—”. Por otra parte, como lo señala la investigadora Blanca Valadez, la política social desde la presidencia de
Carlos Salinas hasta la de Vicente a Fox (1988-2006), expresada
a través de los programas sociales, “sólo han sido paliativos en la
atención de los rezagos, sin descontar que cargan con el estigma
de sus orígenes electoreros”3 (Valadez, 2006).
466
Estado mexicano y política social en
materia de salud
Actualmente México se rige y opera en condiciones de un capitalismo económicamente dominante. En ese sentido, donde dicho sistema económico ha logrado mantenerse con altas tasas
de rentabilidad a través, por ejemplo, de mantener reducidos
por todos los medios los salarios, aumentando constantemente
la intensidad del trabajo, alargando en todo lo posible la jornada laboral, que si bien, por un lado, ha logrado profundizar
técnica y productivamente su propio desenvolvimiento y reproducción estructural, por otro, y simultáneamente, no ha dejado
de encontrar límites y restricciones económicas, políticas y sociales en relación sobre todo con la capacidad de resistencia de
los trabajadores de cada región o entidad del país según sea el
caso concretamente; es decir, según las tradiciones de lucha y
organización diferenciada de cada región y/o localidad del interior del país.
3
En el caso del sexenio presidencial de Carlos Salinas (1988- 1994),
el inicialmente cuestionado e ilegítimo ascenso al Poder Ejecutivo se traduciría a la postre en diversos e importantes programas sociales tendientes
a revertir el deterioro y desgaste de la figura presidencial propiamente.
De la misma manera, en el México de buena parte del siglo
XX y hasta la primera década del siglo XXI, el Estado mantuvo
y ha mantenido la salud como un área prioritaria del desarrollo
nacional.
Fue en todo caso a raíz y como resultado de la Revolución
Mexicana de 1910-1917, que el emergente Estado mexicano
hizo de la salud no sólo un rubro social de interés prioritario,
sino también donde se trazó como objetivo lograr una cobertura universal estipulado en la propia Constitución Política Mexicana, basándose en la premisa de que los derechos de salud no
deben estar condicionados por accidentes de naturaleza social o
por condiciones de residencia, de carácter migratorio o capacidad socioeconómica.
Así, a lo largo del siglo XX el Estado mexicano en calidad de
rector central tanto de la conducción y promoción económica
como del desarrollo social nacional, en distintos tiempos y coyunturas, constantemente realizaría esfuerzos significativos por
construir una estructura o andamiaje institucional considerable:
clínicas, infraestructura, contratación de personal médico y de
enfermería, en materia de salud, con el objetivo central de dar
cobertura universal en la atención médica, logrando en primer
término la construcción y puesta en marcha de las tres más importantes instituciones de salud con que cuenta el país: IMSS,
ISSSTE y SSA. Sobre todo en las últimas décadas del siglo XX,
tratando de llevar dicha cobertura de salud hasta el resto de las
personas del país que no tienen acceso a dichos servicios médicos, considerando, según el Director General del IMSS, Juan
Molinar Horcasitas que para finales de 2008 dicho segmento
social oscilará en alrededor de 20 millones de personas4 (La Jornada, 5 de septiembre de 2008).
En todo caso, como señala el investigador Ricardo Pozas
Horcasitas (1993), las instituciones de seguridad social del Estado fueron producto de la rearticulación institucional que la
sociedad mexicana experimentó como parte de la expansión
urbano-industrial entre 1934 y 1960 (p. 36) tendiente sobre todo
a ofrecer la seguridad y cobertura social necesaria al sector laboral formal nacional.
Sin embargo, y no obstante la prioridad social que para el
gobierno federal discursiva y prácticamente significó el denominado Sistema de Seguridad Social, desde 1982 y sobre todo a
4
El titular de la Secretaría de Salud (SSA), José Ángel Córdova Villalobos, estimó que con una inversión de 100 millones de pesos, el organismo
logrará atender al 85% de la población nacional en 2011.
467
partir de 1988 y hasta la primera década del actual siglo en
curso, la política social nacional a cargo de los gobiernos federales en turno gradual y constantemente experimentó cambios
tendientes en todo caso hacia el descuido del sector salud formal
del país, expresándose ello en el abandono del tradicional Sistema de Seguridad Social para dar lugar al Sistema de Protección Social.
El Sistema de Protección Social y el caso
del Seguro Popular (SP)
468
Durante los últimos 18 años los gobiernos federales, pero principalmente los encabezados por Vicente Fox y el actual de Felipe
Calderón del Partido Acción Nacional (PAN), se han caracterizado en materia de salud nacional por fortalecer nuevos programas tendientes a ofrecer cobertura y servicios médicos a sectores
sociales marginados o pertenecientes al sector informal mexicano, en detrimento de instituciones como el IMSS y el ISSSTE.
Tal es el caso de la puesta en marcha del denominado Seguro Popular (SP), constituido en un programa ambicioso de
política social impulsado por la administración del presidente
Vicente Fox (2001-2006) durante su primer año de gobierno,
aplicándose primero como prueba piloto en cinco estados de
la República Mexicana, bajo la administración y cobertura de
la Secretaría de Salud (SSA) teniendo como principal objetivo
afiliar a personas que no forman parte del sistema de seguridad
social nacional, es decir, que no cuentan o forman parte de la
cobertura de salud del IMSS o del ISSSTE, considerando en ese
sentido el cobro de una cuota anual acorde con el nivel socioeconómico del derechohabiente, así como una atención médica
proporcionada por los centros de salud estatales, hospitales de las
comunidades, centros avanzados de atención primaria de salud
u hospitales regionales de altas especialidad; y contemplando
que los medicamentos sean financiados con recursos federales
y estatales, y una contribución familiar ajustada a la capacidad
de pago.
Al respecto, la puesta en marcha de este ambicioso programa
de salud denominado SP, tomando en cuenta a su arquitecto
principal el Sr. Santiago Levy,5 se basa en la premisa de que
“los programas que transfieren ingresos en efectivo y que con5
Ex Director General del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS).
dicionan explícitamente el otorgamiento de beneficios a ciertas
conductas que parece conveniente promover pueden contribuir
de manera importante a la lucha contra la pobreza […] son más
eficientes y eficaces que el conjunto heterogéneo y descoordinado de subsidios” (Boltvinik, 2008).
El SP, que en la Ley General de Salud se llama Protección
Social en Salud, entraría en vigor el primero de enero de 2004,
pero a decir del propio Santiago Levy significó el inicio de una
contradicción institucional entre seguridad social y protección
social, término este último que sólo se usa en México para el SP,
ya que al respecto según el propio Levy
[…] muchos de los programas introducidos en los últimos años
han agravado el problema […] las diferencias en la naturaleza
de los beneficios y en el financiamiento de la seguridad social y la
protección social, resultan en un impuesto al trabajo asalariado y
un subsidio al trabajo no asalariado, la fuerza de trabajo se segmenta en un sector formal, que tiene una cobertura de la seguridad social, y un sector informal que tiene cobertura de la protección social (Ibid.: 28).
No obstante lo anterior, desde 2001 y hasta 2006 el programa SP
se propuso como objetivo inscribir a cinco millones de familias
antes de que terminara el sexenio, aunque en realidad el promedio anual de afiliación no sólo fue muy irregular, sino también
los estados del país clasificados como más marginados quedaron
muy lejos de alcanzar porcentajes de afiliación satisfactorios. En
otros términos, el desarrollo del SP en sus primeros años tuvo un
ritmo lento de afiliación, apenas 12.2% de la meta y de 18.9 en
2004. En 2005 tuvo su mejor rendimiento al inscribir al 39.8%
del objetivo total, además de que en este mismo año hasta septiembre se habría matriculado 18.8% más, sumando 90% de la
meta final.6
A la vez, financieramente desde 2002, el gobierno federal invirtió en el SP cerca de 18 mil 447 millones de pesos, siendo
2006 el año en que se hizo la mayor inversión, la cual ascendió
a 46% de todo el presupuesto asignado al sexenio.7
6
Hasta noviembre de 2006 el INEGI estima que aún hay 21 mil 700 localidades en todo el territorio nacional donde los servicios de salud no
llegan (López, 2006).
7
Para los primeros meses de 2008 se estima que en todo el país el programa IMSS Oportunidades atiende a 10.5 millones de campesinos e indígenas, lo cual equivale a 2.5 millones de familias.
469
Hoy en día bajo el gobierno de Felipe Calderón (2006-2012),
el objetivo reiterado del SP es alcanzar junto con los mecanismos de la seguridad social, la universalidad del aseguramiento
en salud de los mexicanos en 2010 o 2011, un objetivo noble y
deseable pero muy lejos de lograrse, sobre todo a partir y considerando la naturaleza y condiciones materiales y humanas sobre lo que el propio gobierno federal calderonista se sustenta el
alcanzar dicho objetivo.
Cuadro núm. 1
Entidades del país de mayor presupuesto, 2006
Entidad
Tabasco
Guanajuato
Veracruz
Sinaloa
Tamaulipas
2,485 mdp
1,869
1,035
866
828
% de afiliación
100
90.9
69.4
79.5
85.7
Fuente: Milenio Diario, 13 de noviembre de 2006, p. 17.
El SP nacional y los rezagos estatales
470
Aunque en el programa del SP teóricamente los afiliados tienen
derecho a recibir todos los servicios médicos que requieren,
desde su implementación inicial en 2001, tal política social en
materia de salud no ha podido salvar la diferencia entre tener el
seguro y acceder a los servicios requeridos. Esto se debe, entre
otras cuestiones fundamentales, al hecho de que el SP sólo da
acceso gratuito a un número predeterminado de intervenciones,
paquetes de servicios, y todo lo demás debe pagarse, además de
que la propia promoción del SP y sus beneficios se ha sustentado en gran medida a costa de los intereses del personal médico
propiamente; considerando, por otra parte, el gran problema
que ha resultado el registro e incorporación creciente y constante de afiliados al denominado SP y la carencia o falta de la
infraestructura hospitalaria necesaria y acorde a dicha demanda
de servicios médicos constante. Así, por ejemplo, baste señalar
que aunque en sus inicios el programa del SP en cuanto a afiliaciones de familias pobres mantuvo un comportamiento irregular y tampoco alcanzó la meta de incorporar los cinco millones
de núcleos familiares, la gran limitante para proporcionar los
servicios médicos estuvo “lejos de lograr la calidad buscada” o
por lo menos pregonada discursivamente por el propio gobierno federal.
Asimismo, durante el gobierno de Vicente Fox, los casos de
Oaxaca, Chiapas y Guerrero, entidades del país que destacan
por presentar los mayores grados de marginación nacional, se
caracterizaron no sólo por recibir proporcionalmente presupuestos menores para el programa de salud durante este sexenio, sino también por aparecer muy lejos de las cuotas previstas
de afiliación de familias, según puede corroborarse en los siguientes cuadros:
Índice de marginación
10
14
4
18
23
Cuadro núm. 2
Entidades del país de menos presupuesto, 2006
Entidad
Yucatán
Quintana Roo
Querétaro
Baja California Sur
Durango
104 mdp
67.8
65.5
57.8
38
% de afiliación
72.7
64.5
66.2
41.2
53.6
Fuente: Milenio Diario, 13 de noviembre de 2006, p. 17.
Índice de marginación
11
19
17
24
15
No obstante la carencia de una política de salud enfocada a
poner la atención en las entidades del país que presentan más
fuertes rezagos en infraestructura médica como hospitales, clínicas, abastecimiento de medicamentos, falta de personal médico
y de enfermería, etcétera, para el gobierno federal discursivamente todo es motivo de optimismo oficial en cuanto al SP, ya
que en el Informe de resultados presentado por la Secretaría de
Salud (SSA) hasta el 30 de junio de 2006 había 3 millones 756
mil familias afiliadas al Seguro Popular. En esa tesitura la meta
del gobierno de Vicente Fox para el final de su sexenio era alcanzar los cinco millones en su último día de gobierno para el
mes de noviembre de 2006.
E
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