La conquista de Trípoli abre camino a la captura de Gadafi

La conquista de Trípoli abre camino a la captura de Gadafi
Publicado en Periódico Diagonal (https://www.diagonalperiodico.net)
La conquista de Trípoli abre camino a la captura de Gadafi
Enviado por diego el Lun, 09/05/2011 - 07:55
Antetítulo (dentro):
"LOS ""CHECKPOINTS"" SE MULTIPLICAN Y DECENAS DE JÓVENES ARMADOS REVISAN LOS
MALETEROS EN LA CAPITAL LIBIA"
Sección principal:
Global
Cuerpo:
“¡Nos vemos en Trípoli!” era la consigna
insistentemente repetida en
Bengasi, en Ajdabiya o en Misrata
durante los meses de abril y mayo,
cuando las milicias insurgentes y los
leales a Muamar Gadafi se habían
estancado en una guerra que parecía
congelada en el tiempo. Entonces,
las posibilidades de que los rebeldes
irrumpiesen en la capital se reducían
a la ciencia ficción. Ahora, sin embargo,
los sublevados controlan
prácticamente todo el país, gracias a
la indispensable ayuda proporcionada
por la OTAN.
Los checkpoints insurgentes se
multiplican en los accesos a Trípoli y
en el interior de la capital, donde decenas
de jóvenes armados revisan
todos los maleteros. Sin embargo, no
hay sensación de tensión. Los combates
se han alejado a varias decenas
de kilómetros y, progresivamente,
más tripolitanos salen a la calle a celebrar
la victoria. La plaza Verde, rebautizada
como plaza de los
Mártires, y el complejo presidencial
de Bab al Aziziyah son los centros
neurálgicos del fervor rebelde. Ahí,
los tiros al aire son una rutina tan
agotadora que el Consejo Nacional
de Transición ha terminado por colocar
carteles prohibiendo el gatillo
fácil. Sin embargo, retomar la convivencia
entre quienes padecieron la
represión de Gadafi y los que disfrutaron
del beneplácito del coronel será
una tarea complicada.
Por este motivo, muchos vecinos
de la capital han hecho las maletas y
se han refugiado en Túnez. Tienen
miedo de las posibles represalias y
forman grandes colas en la frontera
de Dehiba, la única completamente
segura. “Sólo les pedimos que entreguen
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sus armas. Nos dirigimos a los
antiguos lealistas, les exigimos sus
pistolas y les prometemos que no les
ocurrirá nada”, asegura Firas, uno
de los jóvenes rebeldes del barrio de
Gorji, en el oeste de la capital.
“Somos vecinos, sabemos quién estaba
con Gadafi”, relata, para terminar
reconociendo que los seguidores
del coronel optan mayoritariamente
por abandonar el vecindario.
“Todos
se han marchado. No queda prácticamente
ninguno”. Lo cierto es que
diariamente se encuentran restos de
una guerra sucia en la que ambos
bandos han cometido atrocidades.
En Abu Salim, el último reducto
gadafista, aparecieron cadáveres que
revelaban una huida cruel de los leales.
Pero también se han descubierto
evidencias de vendettas insurgentes.
Quién les iba a decir a los sublevados
que se harían con el poder hace seis
meses, cuando un grupo de familiares
de presos asesinados en la cárcel
de Abu Salim se manifestaron el 15
de febrero en Bengasi tras el arresto
de uno de sus abogados. En ese momento,
el control absoluto de la familia
Gadafi parecía incuestionable.
Recurrir a la OTAN
A pesar de ello, dos días después, con
el impulso adquirido en Túnez y
Egipto, se inició una revuelta degenerada
en conflicto bélico y que ahora
se enfrenta a varios retos. El primero,
comprobar la capacidad de la
insurgencia para gobernar el país y
unificar los intereses tanto de las diferentes
tribus como de los distintos
grupos (liberales, islámicos y jóvenes,
principalmente) que han confluido
en la oposición al régimen.
El segundo, demostrar que el precio
que pagarán a Occidente no terminará
convirtiendo a Libia en una
sucursal de Francia y Qatar, los países
con mayor fervor belicista.
“Tenemos que dejar los motivos religiosos
e ideológicos a un lado.
Esto son negocios. No me siento cómodo
con el apoyo de la OTAN pero,
¿qué podíamos hacer? ¡Iban a
matarnos!”. Ahmed Elmeer, un aspirante
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a miliciano originario de
Zwarah, reconoce en la frontera de
Dehiba, la que conecta el sur de
Túnez con Libia, que recurrir al
bombardeo aliado ha tenido más de
espíritu de supervivencia que de
verdadero convencimiento.
Tras el alzamiento del 17 de febrero,
los rebeldes tomaron el este del
país (Tobruk, Derna, Al Beida,
Bengasi y Ajdabiya) y pequeños focos
en el oeste (Misrata, Zintan,
Nalut). De las manifestaciones, brutalmente
reprimidas pero no bombardeadas
desde el aire como publicó
la prensa internacional, se pasó a
la contestación armada.
Estudiantes, parados, médicos o
abogados empuñaban por primera
vez los kalasnikovs arrebatados a
las falanges gadafistas. También los
vehículos. Esos particulares pickups
pintarrajeados con consignas
insurgentes y armados con improvisada
artillería soldada a su parte
trasera que se han convertido en
uno de los símbolos de la guerra. A
pesar de su voluntarismo, esa caótica
y desentrenada turba que avanzaba
por la desértica carretera del
este de Libia era incapaz de mantener
la tensión bélica frente a un
Ejército bien adiestrado.
Así que la contraofensiva del régimen
puso a los rebeldes contra las
cuerdas: encerrados en Bengasi y
con los tanques de Gadafi ya acechando
a las afueras de su principal
bastión. En ese momento, marcado
por una fuerte presión mediática, la
ONU intervino. La resolución 1973,
que avalaba la intervención militar
en Libia y establecía una zona de exclusión
aérea, fue aprobada el 17 de
marzo. Un día después, los primeros
aviones occidentales arrasaban los
tanques gadafistas. Y los rebeldes se
lanzaron a la conquista del este.
“Gracias Sarkozy”
La rutina era sencilla. Primero, las
bombas castigaban la primera línea
de los leales al coronel. Después, los
insurgentes avanzaban desordenadamente
a través de esa carretera
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desértica que une las principales ciudades
del este del país. Ahí se popularizó
uno de los gritos de guerra rebeldes:
“One, two, three, shukran
Sarkozy [un, dos, tres, gracias Sarkoky]”.
Sin embargo, Ben Jawad
(300 kilómetros al oeste de Bengasi),
se convirtió en un muro infranqueable.
Los medios habían dibujado un
camino triunfal para los sublevados
después de que los aliados neutralizasen
la capacidad militar de Gadafi.
Pero no se tomó en cuenta que el líder
libio disfrutaba todavía de un
fuerte apoyo en diversas localidades.
Esto llegó a provocar el enfado en la
plaza de los juzgados de Bengasi
–ahora rebautizada como plaza de la
Liberación– donde se sucedieron las
manifestaciones que demandaban
más bombardeos a la OTAN.
Al mismo tiempo, Misrata, a 280
kilómetros de Trípoli, sufría un fuerte
asedio y se convertía en el gran
símbolo para los rebeldes. Durante
meses, los insurgentes combatieron
calle a calle y soportaron un intenso
asedio, padeciendo el lanzamiento
de cohetes a diario. Desde mayo, todo
parecía estancado. Las llamadas a
la negociación lanzadas por la Unión
Africana apenas fueron tomadas en
cuenta. Y los combates se habían empantanado
en el este, en torno a
Brega, y en el oeste, en los alrededores
de Misrata.
Hasta que llegó la
ofensiva procedente de Nafusa. El
territorio amasigh, el más olvidado
durante todo el conflicto, se convirtió
en la punta de lanza hasta la capital.
Por sorpresa, el 21 de agosto, los insurgentes
anunciaban su irrupción
en Trípoli. Una semana después de
la toma de la capital, lanzada mediante
una operación coordinada
con la OTAN, los rebeldes ya tienen
su punto de mira en Sirte, el principal
feudo de Gadafi. Aunque el líder
libio, en el momento de escribir estas
líneas, seguía sin aparecer.
Temáticos:
Militarismo
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Normal
Info de la autoria:
Trípoli (Libia)
Autoría:
Alberto Pradilla / Trípoli (Libia)
Alberto Pradilla
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