El G-8 deja a Gadafi el camino libre para acabar con la revuelta en Libia Gara Las ocho potencias más industrializadas del mundo (G-8) no han alcanzado una posición consensuada, por lo que han descartado, tras dos días de discusiones en París, una respuesta militar abierta a la crisis libia. A falta de mención alguna en las conclusiones al establecimiento de una zona de exclusión aérea en el este del país, el Gobierno francés, anfitrión de la cita, anunció un acuerdo «para pedir al Consejo de Seguridad que recrudezca las sanciones contra el coronel Gadafi. Alemania ha mantenido una posición firme contra las pretensiones intervencionistas, lideradas por París y Londres. Otro miembro del G-8, Italia, mantiene una posición equívoca. Como antigua potencia colonial con grandes intereses en el país -comparables a los que Gadafi tiene en suelo italiano-, Roma insiste en privilegiar un alto el fuego y la creación de una zona humanitaria. Oteando una victoria militar del régimen, su ministro de Exteriores, Franco Frattini, recordó ayer que «los tanques son más rápidos que el Consejo de Seguridad». Más definitiva ha resultado la «prudencia» de EEUU en torno a la idea de la exclusión aérea, que implica una intervención militar, siquiera limitada, para neutralizar las baterías antiaéreas del Ejército libio. La propia Hillary Clinton abandonó París en dirección a El Cairo antes de que terminase la reunión. Ultrasensible a la posición de su aliado estadounidense, Gran Bretaña pareció tirar la toalla al señalar que el G-8 no sería la «instancia de decisión adecuada» para una acción militar. Por contra, Washington se ha alineado de forma activa con las otras dos capitales europeas que, unidas a Líbano en nombre de la Liga Árabe, esperaban entregar ayer en la ONU un proyecto de resolución que apuesta por una aplicación más severa del embargo sobre las armas y otras sanciones adoptadas el pasado 26 de febrero por el Consejo de Seguridad. Líbano, junto con Alemania, forma parte actualmente de los diez países miembros no permanentes del Consejo, en el que participan las cinco grandes potencias nucleares, con derecho además de veto. Tanto Rusia como China se oponen formalmente a la prohibición para el régimen de Gadafi de volar sobre el este del país, incluidos sus bombardeos. El caso libio es sui generis. Además de representar a la Liga Árabe, que ya se mostró el pasado viernes a favor de una medida de este tipo, tanto el Gobierno, liderado por Hizbullah, como la oposición prooccidental del Bloque Hariri hacen causa común contra Gadafi. En el caso de la formación chií de la resistencia libanesa, la misteriosa desaparición de su principal mentor, el imam Musa al-Sadr, durante una visita a Libia a finales de los setenta, ha convertido a Gadafi en enemigo jurado. Abandonados a su suerte Tras reconocer su fracaso diplomático, el ministro francés de Exteriores, Alain Juppé, reconoció en una comparecencia ante la Asamblea Nacional que la idea de una zona de exclusión aérea estaría «ya superada». Horas antes, durante la clausura de la cumbre del G-8, reconoció que nada podría impedir que la capital de la rebelión libia, Bengasi, caiga en manos del régimen. «No tenemos medios militares, porque la comunidad internacional ha decidido no activarlos», señaló. Oficialmente, EEUU sigue sin decidir apostar por el suministro de armas a los sublevados. Así se lo hizo saber Clinton el lunes en París al responsable del llamado Consejo Nacional de Transición Libio de Bengasi, Mahmud Jibril, a quien se limitó a prometer apoyo político. EEUU ha reiterado sus dudas sobre el citado consejo, al que niega su carácter de gobierno alternativo o de interlocutor legítimo, al contrario que París. Avance sin oposición Cuando se cumple un mes del inicio de la revuelta, el Ejército libio prosigue su imparable avance hacia Bengasi. La televisión libia anunció que el régimen se habría hecho ya con el control de Ajdabiya en el este, lo que le dejaría expedito el camino hacia Bengasi. Un corresponsal de Reuters confirmó ser testigo de cómo las tropas rebeldes huían de la ciudad tras un ataque gubernamental, aunque no pudo precisar si la retirada era total. El asalto fue precedido de una campaña de bombardeos, que incluyeron pasquines de propaganda en los que se anunciaba la «liberación de manos de los terroristas» de la ciudad, situada a 160 kilómetros al sur de Bengasi. «Somos civiles, ¿Qué podemos hacer contra armamento pesado como carros, cohetes Grad y navíos de guerra?», se lamentaba Suleiman alAbeidi, un médico que huyó a Al-Baida, más al este. Fuentes sobre el terreno informaron de combates esporádicos contra focos de la resistencia aislados en Brega y, siguiendo hacia el oeste, en Misrata. Esta ciudad estratégica fue escenario la semana pasada de intensos combates aunque seguía en manos de la rebelión. Sus portavoces esperaban, no obstante, una ofensiva definitiva del régimen, que concentraba fuerzas cerca del enclave esperado que cayera «como fruta madura». El régimen anunció que habría retomado el control sobre todos los pozos de producción petrolífera a excepción de Tobruz, en el extremo oriental del país árabe y sacó a sus partidarios a la calle en Zuara, uno de los escasos enclaves que la rebelión controlaba en la región occidental de Tripolitania. Eufórico, Gadafi señaló que a los sublevados no les quedaría sino «rendirse o morir» y prometió «clemencia» a todos los que no sean «terroristas». El líder libio ya ha comenzado a anunciar que la posición mantenida por Occidente en la crisis le costará cara en materia de acuerdos económicos y contra la emigración. No sólo el G-8 ha decidido tirar la toalla. El primer ministro turco, Recep Tayip Erdogan, clamó por un fin de los combates y pidió a Gadafi gestos de apertura política. Fuente: http://www.gara.net/paperezkoa/20110316/253941/es/El-G-8-dejaGadafi-camino-libre-para-acabar-revuelta-Libia