María de 1177: el emperador entra en la ciudad á la cabeza de

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V1AGE ILUSTRADO
María de 1177: el emperador entra en la ciudad á la
cabeza de 8,000 hombres, hace ahorcar veinte y seis
de los principales ciudadanos, proscribe un número
mucho mayor, confisca sus bienes, priva á lodos los
habitantes de sus privilegios, los condena en la multa de 150,000 (lorines, y obliga al magistrado á que
marche en una procesión pública con una cuerda al
cuello: por último, mandó construir á espensas de los
ganteses una cindadela que dominase la población.,
Carlos V permaneció poco tiempo en Bélgica: sin
embargo , hizo muchos reglamentos y muy sabios para
las quiebras y bancarotas, los monopolios, la curia,
la jurisdicción eclesiástica y el matrimonio de los nobles sin consentimiento de, sus padres. Reunió en Bruselas los Estados del pais para concertarse con ellos
acerca de las medidas que convenia tomar contra los
hereges, y poco después emprendió el camino de
Alemania.
A las turbulencias religiosas que comenzaron á
agitar los Países Bajos, se unió bien pronto una guerra
terrible. En 1537 los franceses se apoderaron de Landrecies y de Maubeuge; pero por mas grillante que
fuese aquel principio, hasta fines del reinado de Francisco I , la guerra continuó débilmente en la frontera
del Norte, sin grandes ventajas por una y otra parte.
Deseoso de asegurar á su hijo, Felipe II, la monarquía
universal, el emperador le hizo ir á los Paises Bajos:
luego reunió los diversos estados, y después de manifestarles que su interés bien entendido estribaba en
hallarse siempre reunidos bajo un mismo gefe, les
hizo declarar la indivisibilidad perpetua de las provincias: Felipe por su parle juró mantener las franquicias y las libertades del pais: después délo cual
se adoptaron nuevas medidas de rigor contra los protestantes ; mas se dejó la ejecución á los jueces eclesiásticos , mientras el emperador entablaba negociaciones para el matrimonio de su hijo Felipe con María de
Inglaterra.
Los últimos años de Carlos V fueron marcados por
terribles y sangrientas guerras: llesdin y Therouanne'
completamente arruinadas atestiguan la cruel severidad de sus generales. Turbaron también varias revoluciones á los Paises Bajos, y sangre ilustre enrojeció
el suelo de aquel pais: en fin, fatigado por la edad,
los trabajos y el fastidio, el emperador, en presencia
de los E lados generales, entregó en manos de su hijo
Felipe lí el gobierno de los Paises Bajos el 25 de octubre de 1555.
La abdicación de Carlos V produjo algunas modificaciones en la administración del pais. Felipe II,
que habia heredado la vasta monarquía española al
mismo tiempo que las provincias belgas, confió el gobierno de estas últimas al duque Manuel de Saboya,
cuyos talentos militares habian brillado eslraoidinariamente en las guerras anteriores, y que se habia.
distinguido mucho en la batalla de San Quintín (1557).
La paz de Cateau Cambresis, firmada el 3 de abril de
1553, dejó indicado el territorio de la Bélgica, y estipuló que ponambas partes se restituyeran las plazas
de que se habian apoderado. Felipe II nombró para
suceder á Manuel, á Margarita de Parma, hija natural de Carlos V y muger de Octavio Farnesio, duque
de Parma y de Plasencia. La agregó un consejo compuesto de Guillelmo de Nassau, el conde de Egmond,
el conde de Hornes, Perrenot de Granvelle, Yiglius,
Zwichem, Aytta y el conde de Berlaymont: luego hizo
muchos reglamentos para la administración, y obtuvo
del papa autorización para establecer catorce nuevos
obispados sufragáneos de Cambray y de Utrecht, que
erigió en metropolitanos, y de Malinas, cuyo arzobispo recibió el título de primado de los Paises BajosPerrenot de Granvelle, obispo de Arras, fué promovido á esta última dignidad. Estos diferentes reglamentos fueron promulgados durante un viage que Felipe II hizo á Jos Paises Bajos: este principe dejó la
Bélgica el 26 de agosto de 1559 para volverse á su
reino.
No habia quedado la Bélgica tan tranquila como
hubiera deseado verla: entonces la nobleza misma escitaba al pueblo á la rebelión. Sin embargo, al principio no se atrevió á atentar contra el gobierno: acusó
á Granvelle, á quien la duquesa acababa de hacer se
le confiriese ef capelo de cardenal, y que merecía
toda su confianza. El Brabante no tenia gobernador
particular: los descontentos, con ef príncipe de Orange á su cabeza, pidieron que aquella provincia no
careciese por mas tiempo de su gefe inmediato: no
tenían esperanza de que se proveyese aquel deslino
en ninguno de los suyos-, pero lo que querían era arrancar aquella provincia de la influencia directa del
cardenal. Vista la negativa de la duquesa, pidieron
que se reuniesen los Estados para deliberar. Contestó
que la estaba prohibido convocarlos, y con la esperanza de apaciguarlos reunió el capítulo de los caballeros del Toisón de ore: esto era por el contrario fomentar la revolución, porque la proporcionaba el medio de organizarse y ponerse de acuerdo. El ataque
comenzó por algunas chanzas que' hicieron reír á la
regente é incomodaron al cardenal: poco á poco de
tas burlas pasaron á las acusaciones, y por último, el
cardenal fué llamado de nuevo el 10 de marzo de
156Í.
Este era el preludio de acontecimientos mucho
mas importantes. Felipe II, en la exaltación de su celo
religioso, mandó á la duquesa que estableciese en todas partes la Inquisición, y que publicase las decisiones del concilio de Trento que acababa de celebrarse,
Aquella vez los obispos- mismos protestaron : sostuvieron que un gran número de aquellas decisiones eran
contrarias, no solo á los privilegios del pais, sino á la
autoridad real. La duquesa, no atreviéndose á arrostrar el descontento general, escribió á Felipe II, que
la mandó continuar. Los murmullos se convirtieron
entonces en quejas , y cuando se vio al rey persistir
en sus proyectos , cuando la Inquisición atemorizó al
pueblo con sus sangrientos horrores, los descontentos,
creyendo que era llegado el momento de reclamar con
las armas en la mano, se reunieron, primero en número de nueve bajo la presidencia del conde de Brederode , descendiente de los antiguos condes de Holanda , y redactaron el acta conocida con el nombre
de Compromiso, que firmaron mas de quinientos señores de los mas poderosos del pais. El 27 de marzo de
1566 se reunieron otra vez en Bruselas, y presentaron
en corporación aquel compromiso á Margarita de Parma , que asustada les prometió ocuparse en su pretensión. Espidióse inmediatamente la convocatoria para
el consejo, y entonces fué cuando el conde de Berfaymont, para reanimar el abatido espíritu de la duquesa, dijo: «¿Cómo, señora, V. A. teme á esos
miserables?...» Aquellas imprudentes palabras suministraron á los confederados un grito y una señal para
estrechar sus filas: en efecto, bien pronto se los vio
recorrer las calles de la ciudad-vestidos con una leí?
BÉLGICA. .
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cenicienta, con una escudilla de madera en la cintu- sidad de Lobayna. Entonces por todas partes se orgara y en el sombrero un plato ó una botellila! llevaban nizó la revolución: grupos numerosos de gente armada
pendiente del cuello una medalla, en que se veia la se ocultaban en los bosques, y solo salían de ellos por
efigie del monarca con esta divisa: Fiel al rey. y por la noche para cometer los mayores escesos: otros triel reverso dos manos entrelazadas con estas palabras: pulando algunos buques hacían en las costas desemHasta la mendicidad. Poco después celebraron en nú- barcos mortíferos , y el nombre de mendigos de mar
mero de mas do 2,000 una asamblea en Saint-Troud. que habian adoptado esparcía el terror y la consternala regente les envió al príncipe do ürange y al conde ción. El príncipe de Orange, de acuerdo con los calde E»mont, y los recibieron con el grito de Vivan los vinistas franceses, la reina de Inglaterra y los príncipordioseros: se mostraron mas exigentes (pie nunca. pes alemanes, puso en pie cuatro ejércitos: el primero
Sin embargo , con la promesa que les hizo la regente á las órdenes de su hermano, el conde de Nassau,
de convocar en Bruselas para el mes de agosto al con- penetró en la Frisia, y cerca de la abadia de Iíeilisejo de la orden del Toisón de oro, consintieron en re- gerlée á cinco leguas de Groninga ganó una batalla,
tirarse. Pero el país no recobró por eso la tranquili- en que destruyó casi completamente un ejército espadad: de Francia , Inglaterra Alemania y otras partes ñol. 'Aquella victoria hizo olvidar la derrota menos
habia acudido una multitud de gente que profesaba la importante que acababan de sufrir los confederados
religión reformada, como luteranos, calvinistas y ana- cerca de la ciudad de üalhem, y reanimó su confianbaptistas , y su paso iba acompañado de los mayores za. Pero el duque de Alba no era hombre que cedia
por el primer revés, y resolvió lomar el mando de su
desórdenes. Fueron profanadas las cosas mas santas,
ejército; con lodo, antes de salir de Bruselas quiso
saqueadas las iglesias, y las pinturas y vasos sagrados
dejar el terror detrás de él: el 1.° de junio de 1568
quemados ó vendidos al mas vil precio: los religiosos diez y ocho nobles fueron ejecutados en la plaza mayor
tuvieron que abandonar sus conventas, y los prelados de la ciudad, y al dia siguiente en el mismo sitio los
fueron asesinados hasta en el misma altar. Gante, Va- cundes de Egmont y de iíornes entregaron sus cabelenciennes, Tournay y Amberes no tuvieron mejor zas al hacha del verdugo.
suerte que las ciudades del Brabante: los rebeldes
publicaron,que cstenderian sus destrozos á Bruselas y
Persuadido de que ante todo era necesario impedir
que alli, a presencia de la duquesa, saquearían las la reunión de los confederados, el duque de Alba
iglesias y monasterios. Esta quería huir, y costó mu- marchó contra el ejercita del conde de Nassau, le escho trabajo el disuadirla. Por último, los inquisidores trechó entre el rio Ems y el mar , y le deshizo comfueron enviados á España , revocados los edictos con- pletamente el 21 de julio. El príncipe de Orange se
tra los hereges, y se decretó la libertad de la predi- apoderó de las ciudades de Tongres y Saint-Troud»
cación y el olvido de lo pasado.
pero no pudo obligar á los españoles á que aceptasen
Sin embargo, Felipe II no podia dar crédito á las la batalla, y habiendo llegado el invierno, tuvo que
alarmantes noticias que continuamente recibía: deci-- licenciar sus tropas.
dido ácastigar á toda costa á los rebeldes, levantó un
Sin embargo, el duque de Alba, que en su corlo
ejército formidable en Alemania, y mandó á la du- se habia jactado de que sacaría de los Paises Bajos
quesa que redoblase su severidad. Exigióse á los se- mas dinero que producia el Perú, exigió á lodos los.
ñores un nuevo juramento de fidelidad : solo se abstu- habitantes la centésima parte en metálico del valor de
vo de hacerle el príncipe de Orange, y se retiró con sus bienes, la vigésima por cada enagenacion de los
su familia a su'palacio de Dellenbourg. La duquesa inmuebles, y la décima por cada venta de los muemandó poner sitio á Valenciennes, que era la plaza bles. Aquella vez fueron tan enérgicas las quejas, que
principal de los confederados, la cual fué tomada. la España se creyó en el caso de hacer justicia, y enEntonces comenzó á apoderarse el desaliento de los vió á los Paises Bajos al duque de Medinaceli con el
insurgentes. Creció este cuando supieron que el du- título de gobernador; pero cuando, aquel señor vio el
que de Alba estaba en marcha para los Paises Bajos á estado angustioso de las provincias, remitió á Felila cabeza de los antiguos tercios españoles, y que iba pe H la dimisión del cargo que le habia confiado, y
revestido de los mas amplios poderes. A los pocos el duque de Alba continuó gobernando todavía un
días de su llegada á Bruselas, el duque de Alba con- año: hasta el 17 de noviembre de 1573 no fué defivocó un gran consejo, á consecuencia del cu¡,I los nitivamente reemplazado. Durante su administración
condes de Egmont y de Hornes fueron presos y con- hizo perecer á manos del verdugo mas de 18,000,
ducidos á la ciudadela de Gante. Este primer aoto de personas.
violencia difundió el terror en el país : al punto emiLos primeros actos del nuevo gobernador do» Luis
graron mas de 20,000 habitantes. No por eso dismi- de Zúñiga y Requesons fueron enteramente opuestos á
nuyó su severidad el duque de Alba: hizo formar una los del duque de Alba, cuya estatua, elevada en la
huta de cuantos habian adoptado las nuevas doctrinas, plaza pública y construida con. los cañones tomados al
ofirmadoel compromiso, y luego con el nombre de conde de Nassau , mandó derribar. Abolió en seguida
Consejo de las turbulencias, estableció un tribunal el Consejo de las turbulencias, castigó á las guarniextraordinario, que debia conocer de los escesos co- ciones rebeldes, suprimió los. impuestos onerosos, y
metidos contra la religión y el Estado: el pueblo, publicó una aranisía general. Pero la agitación habia
siempre enérgico en sus denominaciones, dio á aquel sido, demasiado grande para que aquellas prudentes,
"'noiial el epíteto de lllwdrwd, consejo de sangre. medidas pudieran hacerla calmar instantáneamente,.y
j » el mes de abril de 1568 se levantaron cadalsos en se vio obligado á tomar las armas. Sin embasgo, era
ttonf i c i u d a ( l e s : e l e(1¡ficio de Coltembourg en de esperar que las buenas intenciones del gobernador
nue los confederados se habian reunido varias ve- produjesen su fruto mas pronto, ó mas tarde, y que los
MW- d , e m o l i ( 1 ° hasta los cimientos: los estados del confederados, viendo que leshacian justicia, cesarían
hito f d e , 0 l ' a n 8 e fueron secuestrados y preso su de prestar su apoyo á ambiciones'personales. Tero
J u . el conde de Burea, que estudiaba en la univer- Requesens, contrisia.do con aquellos desórdenes, can-
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VIAGE ILUSTRADO.
sado de los continuos embarazos con que tenia que
luchar, murió el 5 de marzo de 1576 sin haber podido cicatrizar las llagas del pais. Dejó el gobierno al
conde de Berlaymont, y confirió eí mando del ejército al conde de Mansfeld.
El consejo de Estado no hizo caso alguno de las
últimas disposiciones del gobernador, y se encargó
interinamente del gobierno de la Bélgica. Debíanse á
las tropas mas de seis meses de sueldo; la guarnición
de Alost se apoderó de aquella población, y declaró
que la conservaría hasta que se la pagase lo que se la
debía, añadiendo, que si tardaban mucho, marcharía
sobre Bruselas. Entonces se supo que Felipe II acababa
dé nombrar gobernador general de los Países Bajos al
Union de Bruselas, con arreglo á las bases de la pa cíficaoion de Gante. Felipe II aceptó aquellas condiciones por el Edicto perpetuo (17 de febrero de 1S77)~
reconocido don Juan como gobernador general pollos estados que componían la Union', fué recibido en
todas partes con el mayor entusiasmo: en fin , los españoles , italianos y burguiñones del Franco Condado
fueron despedidos como tropas auxiliaros ó estran»e¿
ras, esceptuando únicamente á los alemanes y walones
considerados como ejército nacional.
Sin embargo, los confederados no habían depuesto
definitivamente las armas, y diariamente recibía el
gobernador los mas siniestros avisos: en su consecuencia se apoderó por sorpresa del castillo de Namur. Al
Don Juan de Austria.
infante don Juan de Austria, hijo natural de Carlos V.
Aquella noticia no calmó en nada la exaltación del
momento, y los confederados reunidos en Gante firmaron el 8 de noviembre el famoso tratado conocido
Con el nombre de Pacificación de Gante. Aquel tratado comprendía veinte y cinco artículos, de los que
los mas importantes eran en los que los confederados
prometían defenderse y socorrerse mutuamente, arrojar del pais a los españoles y demás soldados estrangeros, y reunir los Estados generales para arreglar
toda la administración.
Entonces llegó don Juan de Austria; los confederados se negaron á admitirle sino suscribía á ciertas
condiciones: por último, después de largas discusiones los estados de Brabante, Gueldres y Utrecht concluyeron el acta conocida con la denominación de
punto se pronunciaron 'contra él los Estados, hicieron
alianza con el príncipe de Orange, y ofrecieron el gobierno de los Países Bajos al archiduque Matías, hermano del emperador Rodolfo, quien aceptó: apenas
tenia veinte años, pero era su lugarteniente el príncipe
de Orange. Sin embargo, fué derrotado cerca deGembloux por don Juan (31 de enero de 1S78) y
aquel hecho de armas valió al vencedor muchas plazas importantes: ademas se había introducido la división entre los confederados, y formado un nuevo partido compuesto en su mayor parte de católicos, á cuya
cabeza estaban el conde de Lalaing y el duque de
Arschot. Por otra parte , el duque de Alenzon, hermano del rey de Francia Carlos IX, á instancia de algunos nobles walones Babia ido á ofrecer su espada a
los confederados, y obtenido el título de defensor de
BÉLGICA.
•, libertad. Por ultime, el elector Casimiro, sostenido
nnr la Inglaterra y apoyado por los ganteses, había
inseguido el mando. Era creible que don Juan triunfaría fácilmente de enemigos tan divididos ; pero cayó
enfermo V murió en su campamento de Bougy el 1.a
de octubre de 1378. Acusaron á Felipe II de haberle
hecho envenenar por envidia y recelos; pero semejante acusación no se ha probado suficientemente.
Antes de exhalar el último suspiro, don Juan dejó,
previa la aprobación real, el gobierno general de los
Países Bajos y el mando del ejercito á Alejandro Farnesio, príncipe de Parma, su teniente, que habia
contribuido eficazmente á la victoria de Gembloux.
20t
landa, Utrecht, una gran parle de la Frisia, e l e , se
reunieron y firmaron el 23 de enero de 1579 la Union
de Utrecht, que llegó á ser la base constitutiva de la
república de las Provincias Unidas.
Sin embargo, el emperador trató de conciliar los
diferentes partidos que dividían los Países Bajos:
abrióse una asamblea en Colonia, pero no produjo
ningún resultado. Entonces el príncipe de Orange,
queriendo dar un gran golpe, decidió al archiduque á
retirarse: luego reunió en Amberes los Estados de las
Provincias Unidas, y les propuso declarar que Felipe II quedaba depuesto de la soberanía de los Paises
l Bajos, y l'amar para reemplazarle al duque de A t a -
Felipe II.
Va no quedaban á la España mas que las provincias de Luxemburgo, Limburgo y Namur; pero el
partido católico se reunió al príncipe de Parma, y poco
después el Hainaut, el Artois, y la Flandes francesa,
e
s decir, Douai, Lila y Orchies, temiendo la ambición del príncipe de Orange y los ataques que podría
thrigir contra la religión, volvieron a entrar en la
°«ediencia de Felipe II con las condiciones siguientes:
que solo se conservaría la religión católica : que seria
confirmada la Pacificación de Gante: que en el terminote seis meses saldrian del pais los soldados es.ligeros' Y ( l u e s o formaría un ejército nacional. Por
w
a parte, las provincias del Norle , la Holanda, Ze-
zon. Su elocuencia le hizo abanzar lo que deseaba:
Felipe II contestó á aquella declaración poniendo á
precio la cabeza del príncipe de Orange, y mandando
al duque de Parma que continuase las hostilidades.
Aquel señor estaba entonces ocupado en el sitio de
Cambrai: vióse obligado á retirarse á vista del ejército
que mandaba el duque de Alenzon , que en gran parle
se componía de calvinistas franceses.
La presencia de aquel príncipe reanimó, el ardor
de los confederados, mas ningún hecho importante
señaló su llegada. Engañado por la reina de Inglaterra, cuya mano deseaba obtener, perdió en viages un
tiempo precioso: el duque de Parma se apoderó de la
202
VIAGÉ ILUSTRADO.
'ciudad do Tournay: Oudenarde y las provincias walonas autorizaban el regreso de los soldados estrangeros, con condición de que la defensa de las plazas
se,confiaría á las milicias del pais, la división volvia
á introducirse entre los confederados; por último, el
duque de Alenzon, después de procurar inútilmente
apoderarse de algunas plazas, se vio obligado á vol' verse á Francia. Mientras sucedía todo esto, un burguiñon llamado Baltasar Gerard , fanatizado por el espíritu religioso y seducido por el oro prometido al asesino del príncipe de Orange, le mató de un pistoletazo
el 9 de julio de 1584. Gante capituló el mismo año,
por manera que ya no quedó á los confederados en
toda la Mandes mas que l'Ecluse y Ostende. Demasiado débiles para resistir al duque de Parma , que
cada día hacia nuevos progresos, enviaron á Francia
á pedir auxilios á Enrique III; pero aquel príncipe les
contestó que el estado de su reino, desgarrado entonces por las turbulencias de la liga, no le permitía
pensar en los negocios ágenos. Entonces volvieron su
vista á la Inglaterra. Isabel consintió en enviarles auxilio (1385 ); pero se les dio á muy subido precio , ó
hizo que la entregasen muchas ciudades en prenda.
Entretanto el duque de Parma continuaba sus conquistas : aprovechando la debilidad de sus enemigos,
se atrevió á presentarse al frente deAmberes, que
entonces era mirada como inespugnable, y se apoderó
de ella después de un sitio que duró cerca de un año.
Es probable que hubiera reducido á la obediencia de
Felipe II los Países Bajos, ó por lo menos toda la Bélgica, si aquel monarca no le hubiese mandado sostened á los coaligados franceses. Murió en Arras el 2 de
diciembre de 1592, á la edad de cuarenta y seis
años.
Había designado por su sucesor á Pedro Ernesto,
conde de Mansfeld; pero Felipe II no ratificó'aquella
elección mas que en parte: le agregó al conde de
Fuentes y don Esteban de Iberna. Desde entonces se
apaciguaron las turbulencias en Tas provincias belgas,
que ayudaron francamente á su gobernador contra las
provincias holandesas, que Mauricio, hijo segundo
del príncipe de Orange, había atraído á su causa.' Sin
embargo, obligado Mansfeld á ocuparse de los asuntos
de Francia, no pudo, á pesar de su talento, impedir las
conquistas de Mauricio, y vio comprometida varias
veces sil autoridad por las sediciones promovidas en
las tropas, con la irregularidad en el pago de su
sueldo. Su administración fué de corta duración: en
JX94 le 'sucedió el archiduque Ernesto de Austria,
¡príncipe que solo llevó la disolución á donde era n e cesaria la prudencia de un consumado diplomático, y
que al año siguiente murió á consecuencia de sus escesos á la edad de cuarenta y un años. En la misma
época, el duque de Arschot se espalrió voluntariamente y se retiró á los estados venecianos para morir
allí libre. Por último, Felipe II, con objeto de calmar
la agitación de las provincias holandesas, y quizá
también con el de atacar á la Francia por la frontera
del Norte, confió el gobierno de los Paises Bajos al
archiduque Alberto de Austria, que había dado pruebas de talento cuando fué virey de Portugal.
Para concillarse la opinión pública, el archiduque
Alberto llevó consigo á Felipe Guillelmo, conde de
Burén, hijo primogénito del príncipe de Orange, que
hacia veinte y ocho años estaba prisionero en España.
Pero.no era ni la sombra del primer defensor de la
libertad de los Paises Bajos: adicto á la España y
convertido al catolicismo, aquel príncipe no podía
ejercer ya ninguna influencia: lo comprendió asi, vs'e
resignó á viviren la oscuridad.
En fin, después de la paz de Yervins y de la dispersion de la invencible armada, cansado Felipe l(
de aspirar á un objeto que no podía alcanzar, erigió
los Paises Bajos en principado independiente de España, que no conservaba ya mas que el dominio directo. La infanta Clara Isabel Eugenia, recibió en dote aquellos paises, y fué prometida al archiduque Alberto. La muerte del rey, acaecida al año siguiente no
descompuso su enlace, y después de casados fueron á
tomar posesión de sus dominios. Su administración fué
dulce y paternal, y ejerció en las costumbres y las
leyes una saludable influencia: estableciéronse montes
de piedad, revisáronse las costumbres locales, se promulgaron muy buenas leyes; y se mejoró la organización judicial. Pero aquellos resultados fueron lentos,
porque Mauricio continuaba siempre una guerra sangrienta y desastrosa. En vano le ofrecían la paz; se
negaba a deponer las armas hasta que no fuese reconocida la independencia de la Holanda. Por último, la
influencia de la Francia, representada por el presidente Jeannin, y las continuas exigencias del rey de Inglaterra, decidieron á los archiduques á reconocer tanto en su nombre como en el del rey de España, á los
Estados generales de las Provincias unidas, como
pais, provincias y estados libres, sobre los que nada
pretendían, y á concluir con ellos una tregua de doce
años por mar y tierra: (tratado de Amberes, 9 de abril
de 1609.) Podia creerse que aquella tregua era la,
precursora y mensagera de una paz sólida y duradera,
pero no fué asi, porque habiendo enviado los archiduques á la Haya á su canciller, para invitar á las diez
provincias á que se reuniesen á las otras diez en un
cuerpo y á las órdenes de un mismo gefe, los Estados generales rechazaron con altanería aquella proposición , como insultante para su nacionalidad, y para
los paises que la habían reconocido, y volvió á comenzar la guerra, sin que pusiese término á ella la
muerte del príncipe Alberto, ocurrida el 13 de julio de
1621. No referiremos, sin embargo, los acontecimientos de aquella guerra, porque su historia es la de
la Holanda. Nos contentaremos con decir, que el conde Enrique de Berghes, el duque de Bournonville, y
otros señores belgas, cansados de la prolongación de
aquellas discordias, formaron el proyecto de establecer en las provincias católicas una república semejante á la de las Provincias unidas. Publicaron un manifiesto, enarbolaron el estandarte de rebelión, pero el
duque de Arschot reveló el secreto á la infanta Isabel
con la única condición de que perdonase á los conspiradores. Entonces el rey de España, temiendo un levantamiento general en los Paises Bajos, convocó en
Bruselas los Estados generales de las provincias católicas, y los autorizó para negociar la paz con las provincias unidas, sin intervención de los españoles.
Al erigir en reino á los Paises Bajos, Felipe II había estipu'ado que volverían á incorporarse á la monarquía española, en caso de que los archiduques no
dejasen hijos. Asi es que á. la muerte de la infanta
en 1633 . aquellas provincias volvieron á poder de
Felipe IV, rey de España , que nombró por gobernador de ellas á.su hermano el cardenal-infante.
La historia de Bélgica no ofrece ningún acontecimiento importante en el resto del siglo XVII: sucedíanse los gobernadores en aquel pais, luchando con
BÉLGICA.
203
dificultad con los stathouders de Holanda, y aun mu el Demer: el de exigir cada año á título de subsidio,
,-ho mas ocupados en atacar á la Francia. La índole 1.250,000 florines, con hipoteca de las mejores rende esta obra no nos permite indicar las operaciones de tas de las provincias; á todo esto es necesario añadir
todas aquellas guerras: es bien sabido, que cuando la cesión de una parte de la Gueldres y de la Flandes,
Richelieu resolvió destruir el poder do la casa de Aus- la prohibición del paso por el Escalda, y la promesa
tria dirigió sus principales esfuerzos contra las pro- de no hacer alteraciones en una tarifa recientemente
vincias belgas, y que poco después el Arlois y una establecida, y muy perjudicial para la Bélgica. Asi es
parte de la Flandes, fueron incorporadas á la monar- que la publicación de aquel tratado hizo estallar murmiía francesa; también son conocidas las rápidas con- mullos tan amenazadores, que el emperador y los E s quistas de Luis XIV, y los tratados que las siguieron. tados generales tuvieron que volver á ocuparse de
El délos Pirineos, (7 de noviembre de 1.639) le adju- aquella acta: diputados belgas fueron agregados á los
dicó en el Artois, á Arras, Hesdin, Bapaume, Lila y plenipotenciarios, pero en último resultado, las úniLens: en la Flandes, á Gravelinas, Bourbourg y Saint- cas modificaciones que pudieron conseguir fué el l e Yenant: en el Hainaut, á Landrecies, Quesnoy, Aves- vantar la hipoteca prometida para seguridad del pago
nes, Mariembourg y Fhilippeville: en Luxemburgo; á del subsidio, una reducción en la cesión territorial y
Thionville, Montmedi y Dampoilliers. La Francia por en el capital de la deuda, (22 de diciembre de 1718.)
su parle, devolvió á la España, Iprés, Oudenarde, Continuaron los murmullos, y si no pueden atribuirse
Dixmude, Fumes, Merville, Menin y Commines. El esclusivamente al descontento que provocó el tratado
tratado de Aquisgran, firmado el 2 de mayo de 1668, de la Barrera las sublevaciones que estallaron, tanto
aseguró á la Francia las conquistas que Babia hecho en Malinas como en Bruselas, y que concluyeron con
en Fa Bélgica, es decir, Charleroi, Biuclie, Ath, Douai, el suplicio del desgraciado Aguesseus, es indudable
Tournay, Oudenarde, Lila, Armentieres, Courtray, y que contribuyeron mucho á ellas.
Furnes, por la restitución del Franco-Condado. El de
A la muerte del emperador Carlos VI, costó mucho
jíimega (10 de agosto de 1678) devolvió á la España, trabajo á María Teresa el recoger su herencia; luchó
Charleroi, Biuche, Ath, Oudenarde y Courtray, con casi sola contra la Francia, la España, la Prusia y la
sus prebostías, eastellanías y dependencias, pero ase- Baviera. Aquella guerra fué la señal de una nueva inguró á Luis XIV el Franco-Condado, el Cambresis y vasión de la Francia y la Bélgica. Las ciudades de la
las ciudades de Valenciennes, Bouchain, Conde, Aire, barrera no opusieron mas que una resistencia muy déSaint-Omer y sus dependerás; Iprés con su castelra- bil: Luis XV consiguió la victoria de Fonlenoy, y connía, Werwic'k, Warneton, Poperinga, Bailleul, Cassel, tinuando sus triunfos el ejército francés se apoderó del
Bavai, Maubenga y sus dependencias. Este estado de Brabante Septentrional y de la Flandes zelandesa. Por
cosas fué confirmado con algunas variaciones por el fin se firmó la paz en Aquisgran el 18 de octubre de
tratado deRyswik en 1697.
1748, y la Bélgica quedó reconocida como perteneCuando murió el rey de España Carlos II, (1.° de ciente á María Teresa.
La emperatriz dejó á los Estados generales el denoviembre de 1700) toda la Europa se coaligó contra
Luis XIV, cuyo nieto había sido instituido heredero recho de poner guarnición en las plazas de la baruniversal del monarca difunto. Las sangrientas derro- rera, pero bajo el pretesto de que semejantes guarnitas de Hochstret, Turin, Bamillies, Oudenarde y Mal- ciones no eran de ninguna utilidad, no tardó en neplaquet, obligaron á la Francia á humillarse, y garse al pago del subsidio convenido, sin embargo, no
Luis XIV consintió en una separación definitiva y per- daba mucha importancia á la conservación de la Bélpetua de las coronas de Francia y España. Bien pron- gica, porque muchas veces consintió en su desmemto la muerte del emperador José I , (1711) qué dejó bración; asi es que en 17S7, con Ja esperanza de quiel imperio al archiduque Carlos, pretendiente cuya tar la Silesia al rey de Prusia, ofreció á la Francia
causa defendian los aliados, hizo que se escuchasen abandonarla, con una legua de territorio á la redonda
mas favorablemente las pretensiones de la Francia: por el fuerte de Knoque, y las ciudades de Chimay, Beaula paz de Utrecht (1713), Luis XIV abandonó algunas mont, Ostende, Nieuport, Iprés, Furnes, Mons y hasta
de sus conquistas, y se segregó de la monarquía e s - Tournay. El resto del pais debía darse al infante don
pañola á la Bélgica, que fué abandonada al empera- Felipe, duque de Parma, con perjuicio del cual, el
dor Carlos VI. Este durante un año continuó todavía Austria quería engrandecerse en Italia, asi pues, veinte
la guerra contra la Francia, mas por último, fatigado años mas tarde (1777), con motivo de J<rsucesión de
de luchar solo, firmó la paz de Rastadt el 6 de marzo la Baviera, trató de desarma* la oposición de uno de
sus competidores, con la oferta fié dos provincias belde 1714,
En esta época, á consecuencia de la debilidad y gas. Sin embargo, el nombre de María Teresa es popudescuido de los sucesores de Felipe II, la Bélgica se lar en Bélgica, y la razón es, que su gobierno fué be. encontraba tan desguarnecida, que la Holanda, para nigno; prudente y favorable al bienestar del pueblo.
velar por su conservación, ocupaba la mayor parte de Fué activamente secundada en sus benéficas miras, por
sus fortalezas. El emperador se vio obligado á tratar su cuñado el príncipe Carlos de Lorena. Ambos m u con los Estados generales, estos se proponían dos co- rieron con pocos meses de diferencia en 1780, desas : asegurar por medio de la Bélgica la defensa de jando la Bélgica al emperador José II.
s
« territorio, y hacer imposible toda concurrencia coEn el año siguiente al de su advenimiento este
™erc'al por parte de este país. Para conseguir este príncipe visitó aquel pais: resolvió arrancarle del yuijoble objeto, concluyeron un tratado con el empera- go de la Holanda y restituirle su importancia comerdor. Consiguieron el derecho de tener guarniciones cial, haciendo libre la navegación del Escalda. Pero
en Námur, Tournay, Meuin, Furnes, Warneton, Iprés, aquellos proyectos eran demasiado vastos para el déea el fuerte de Knoque, y la mitad de la Termonde: bil emperador, y desgraciadamente, su política llevó
I' S e , ü ? u P a r ó inundar en caso de guerra la parle de impreso el sello de la impaciente impetuosidad y de
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bélgica, situada entre el Escalda y el Mosa hasta la ligereza de su carácter: contando con la alianza de
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