tm V1AGE ILUSTRADO María de 1177: el emperador entra en la ciudad á la cabeza de 8,000 hombres, hace ahorcar veinte y seis de los principales ciudadanos, proscribe un número mucho mayor, confisca sus bienes, priva á lodos los habitantes de sus privilegios, los condena en la multa de 150,000 (lorines, y obliga al magistrado á que marche en una procesión pública con una cuerda al cuello: por último, mandó construir á espensas de los ganteses una cindadela que dominase la población., Carlos V permaneció poco tiempo en Bélgica: sin embargo , hizo muchos reglamentos y muy sabios para las quiebras y bancarotas, los monopolios, la curia, la jurisdicción eclesiástica y el matrimonio de los nobles sin consentimiento de, sus padres. Reunió en Bruselas los Estados del pais para concertarse con ellos acerca de las medidas que convenia tomar contra los hereges, y poco después emprendió el camino de Alemania. A las turbulencias religiosas que comenzaron á agitar los Países Bajos, se unió bien pronto una guerra terrible. En 1537 los franceses se apoderaron de Landrecies y de Maubeuge; pero por mas grillante que fuese aquel principio, hasta fines del reinado de Francisco I , la guerra continuó débilmente en la frontera del Norte, sin grandes ventajas por una y otra parte. Deseoso de asegurar á su hijo, Felipe II, la monarquía universal, el emperador le hizo ir á los Paises Bajos: luego reunió los diversos estados, y después de manifestarles que su interés bien entendido estribaba en hallarse siempre reunidos bajo un mismo gefe, les hizo declarar la indivisibilidad perpetua de las provincias: Felipe por su parle juró mantener las franquicias y las libertades del pais: después délo cual se adoptaron nuevas medidas de rigor contra los protestantes ; mas se dejó la ejecución á los jueces eclesiásticos , mientras el emperador entablaba negociaciones para el matrimonio de su hijo Felipe con María de Inglaterra. Los últimos años de Carlos V fueron marcados por terribles y sangrientas guerras: llesdin y Therouanne' completamente arruinadas atestiguan la cruel severidad de sus generales. Turbaron también varias revoluciones á los Paises Bajos, y sangre ilustre enrojeció el suelo de aquel pais: en fin, fatigado por la edad, los trabajos y el fastidio, el emperador, en presencia de los E lados generales, entregó en manos de su hijo Felipe lí el gobierno de los Paises Bajos el 25 de octubre de 1555. La abdicación de Carlos V produjo algunas modificaciones en la administración del pais. Felipe II, que habia heredado la vasta monarquía española al mismo tiempo que las provincias belgas, confió el gobierno de estas últimas al duque Manuel de Saboya, cuyos talentos militares habian brillado eslraoidinariamente en las guerras anteriores, y que se habia. distinguido mucho en la batalla de San Quintín (1557). La paz de Cateau Cambresis, firmada el 3 de abril de 1553, dejó indicado el territorio de la Bélgica, y estipuló que ponambas partes se restituyeran las plazas de que se habian apoderado. Felipe II nombró para suceder á Manuel, á Margarita de Parma, hija natural de Carlos V y muger de Octavio Farnesio, duque de Parma y de Plasencia. La agregó un consejo compuesto de Guillelmo de Nassau, el conde de Egmond, el conde de Hornes, Perrenot de Granvelle, Yiglius, Zwichem, Aytta y el conde de Berlaymont: luego hizo muchos reglamentos para la administración, y obtuvo del papa autorización para establecer catorce nuevos obispados sufragáneos de Cambray y de Utrecht, que erigió en metropolitanos, y de Malinas, cuyo arzobispo recibió el título de primado de los Paises BajosPerrenot de Granvelle, obispo de Arras, fué promovido á esta última dignidad. Estos diferentes reglamentos fueron promulgados durante un viage que Felipe II hizo á Jos Paises Bajos: este principe dejó la Bélgica el 26 de agosto de 1559 para volverse á su reino. No habia quedado la Bélgica tan tranquila como hubiera deseado verla: entonces la nobleza misma escitaba al pueblo á la rebelión. Sin embargo, al principio no se atrevió á atentar contra el gobierno: acusó á Granvelle, á quien la duquesa acababa de hacer se le confiriese ef capelo de cardenal, y que merecía toda su confianza. El Brabante no tenia gobernador particular: los descontentos, con ef príncipe de Orange á su cabeza, pidieron que aquella provincia no careciese por mas tiempo de su gefe inmediato: no tenían esperanza de que se proveyese aquel deslino en ninguno de los suyos-, pero lo que querían era arrancar aquella provincia de la influencia directa del cardenal. Vista la negativa de la duquesa, pidieron que se reuniesen los Estados para deliberar. Contestó que la estaba prohibido convocarlos, y con la esperanza de apaciguarlos reunió el capítulo de los caballeros del Toisón de ore: esto era por el contrario fomentar la revolución, porque la proporcionaba el medio de organizarse y ponerse de acuerdo. El ataque comenzó por algunas chanzas que' hicieron reír á la regente é incomodaron al cardenal: poco á poco de tas burlas pasaron á las acusaciones, y por último, el cardenal fué llamado de nuevo el 10 de marzo de 156Í. Este era el preludio de acontecimientos mucho mas importantes. Felipe II, en la exaltación de su celo religioso, mandó á la duquesa que estableciese en todas partes la Inquisición, y que publicase las decisiones del concilio de Trento que acababa de celebrarse, Aquella vez los obispos- mismos protestaron : sostuvieron que un gran número de aquellas decisiones eran contrarias, no solo á los privilegios del pais, sino á la autoridad real. La duquesa, no atreviéndose á arrostrar el descontento general, escribió á Felipe II, que la mandó continuar. Los murmullos se convirtieron entonces en quejas , y cuando se vio al rey persistir en sus proyectos , cuando la Inquisición atemorizó al pueblo con sus sangrientos horrores, los descontentos, creyendo que era llegado el momento de reclamar con las armas en la mano, se reunieron, primero en número de nueve bajo la presidencia del conde de Brederode , descendiente de los antiguos condes de Holanda , y redactaron el acta conocida con el nombre de Compromiso, que firmaron mas de quinientos señores de los mas poderosos del pais. El 27 de marzo de 1566 se reunieron otra vez en Bruselas, y presentaron en corporación aquel compromiso á Margarita de Parma , que asustada les prometió ocuparse en su pretensión. Espidióse inmediatamente la convocatoria para el consejo, y entonces fué cuando el conde de Berfaymont, para reanimar el abatido espíritu de la duquesa, dijo: «¿Cómo, señora, V. A. teme á esos miserables?...» Aquellas imprudentes palabras suministraron á los confederados un grito y una señal para estrechar sus filas: en efecto, bien pronto se los vio recorrer las calles de la ciudad-vestidos con una leí? BÉLGICA. . 199 cenicienta, con una escudilla de madera en la cintu- sidad de Lobayna. Entonces por todas partes se orgara y en el sombrero un plato ó una botellila! llevaban nizó la revolución: grupos numerosos de gente armada pendiente del cuello una medalla, en que se veia la se ocultaban en los bosques, y solo salían de ellos por efigie del monarca con esta divisa: Fiel al rey. y por la noche para cometer los mayores escesos: otros triel reverso dos manos entrelazadas con estas palabras: pulando algunos buques hacían en las costas desemHasta la mendicidad. Poco después celebraron en nú- barcos mortíferos , y el nombre de mendigos de mar mero de mas do 2,000 una asamblea en Saint-Troud. que habian adoptado esparcía el terror y la consternala regente les envió al príncipe do ürange y al conde ción. El príncipe de Orange, de acuerdo con los calde E»mont, y los recibieron con el grito de Vivan los vinistas franceses, la reina de Inglaterra y los príncipordioseros: se mostraron mas exigentes (pie nunca. pes alemanes, puso en pie cuatro ejércitos: el primero Sin embargo , con la promesa que les hizo la regente á las órdenes de su hermano, el conde de Nassau, de convocar en Bruselas para el mes de agosto al con- penetró en la Frisia, y cerca de la abadia de Iíeilisejo de la orden del Toisón de oro, consintieron en re- gerlée á cinco leguas de Groninga ganó una batalla, tirarse. Pero el país no recobró por eso la tranquili- en que destruyó casi completamente un ejército espadad: de Francia , Inglaterra Alemania y otras partes ñol. 'Aquella victoria hizo olvidar la derrota menos habia acudido una multitud de gente que profesaba la importante que acababan de sufrir los confederados religión reformada, como luteranos, calvinistas y ana- cerca de la ciudad de üalhem, y reanimó su confianbaptistas , y su paso iba acompañado de los mayores za. Pero el duque de Alba no era hombre que cedia por el primer revés, y resolvió lomar el mando de su desórdenes. Fueron profanadas las cosas mas santas, ejército; con lodo, antes de salir de Bruselas quiso saqueadas las iglesias, y las pinturas y vasos sagrados dejar el terror detrás de él: el 1.° de junio de 1568 quemados ó vendidos al mas vil precio: los religiosos diez y ocho nobles fueron ejecutados en la plaza mayor tuvieron que abandonar sus conventas, y los prelados de la ciudad, y al dia siguiente en el mismo sitio los fueron asesinados hasta en el misma altar. Gante, Va- cundes de Egmont y de iíornes entregaron sus cabelenciennes, Tournay y Amberes no tuvieron mejor zas al hacha del verdugo. suerte que las ciudades del Brabante: los rebeldes publicaron,que cstenderian sus destrozos á Bruselas y Persuadido de que ante todo era necesario impedir que alli, a presencia de la duquesa, saquearían las la reunión de los confederados, el duque de Alba iglesias y monasterios. Esta quería huir, y costó mu- marchó contra el ejercita del conde de Nassau, le escho trabajo el disuadirla. Por último, los inquisidores trechó entre el rio Ems y el mar , y le deshizo comfueron enviados á España , revocados los edictos con- pletamente el 21 de julio. El príncipe de Orange se tra los hereges, y se decretó la libertad de la predi- apoderó de las ciudades de Tongres y Saint-Troud» cación y el olvido de lo pasado. pero no pudo obligar á los españoles á que aceptasen Sin embargo, Felipe II no podia dar crédito á las la batalla, y habiendo llegado el invierno, tuvo que alarmantes noticias que continuamente recibía: deci-- licenciar sus tropas. dido ácastigar á toda costa á los rebeldes, levantó un Sin embargo, el duque de Alba, que en su corlo ejército formidable en Alemania, y mandó á la du- se habia jactado de que sacaría de los Paises Bajos quesa que redoblase su severidad. Exigióse á los se- mas dinero que producia el Perú, exigió á lodos los. ñores un nuevo juramento de fidelidad : solo se abstu- habitantes la centésima parte en metálico del valor de vo de hacerle el príncipe de Orange, y se retiró con sus bienes, la vigésima por cada enagenacion de los su familia a su'palacio de Dellenbourg. La duquesa inmuebles, y la décima por cada venta de los muemandó poner sitio á Valenciennes, que era la plaza bles. Aquella vez fueron tan enérgicas las quejas, que principal de los confederados, la cual fué tomada. la España se creyó en el caso de hacer justicia, y enEntonces comenzó á apoderarse el desaliento de los vió á los Paises Bajos al duque de Medinaceli con el insurgentes. Creció este cuando supieron que el du- título de gobernador; pero cuando, aquel señor vio el que de Alba estaba en marcha para los Paises Bajos á estado angustioso de las provincias, remitió á Felila cabeza de los antiguos tercios españoles, y que iba pe H la dimisión del cargo que le habia confiado, y revestido de los mas amplios poderes. A los pocos el duque de Alba continuó gobernando todavía un días de su llegada á Bruselas, el duque de Alba con- año: hasta el 17 de noviembre de 1573 no fué defivocó un gran consejo, á consecuencia del cu¡,I los nitivamente reemplazado. Durante su administración condes de Egmont y de Hornes fueron presos y con- hizo perecer á manos del verdugo mas de 18,000, ducidos á la ciudadela de Gante. Este primer aoto de personas. violencia difundió el terror en el país : al punto emiLos primeros actos del nuevo gobernador do» Luis graron mas de 20,000 habitantes. No por eso dismi- de Zúñiga y Requesons fueron enteramente opuestos á nuyó su severidad el duque de Alba: hizo formar una los del duque de Alba, cuya estatua, elevada en la huta de cuantos habian adoptado las nuevas doctrinas, plaza pública y construida con. los cañones tomados al ofirmadoel compromiso, y luego con el nombre de conde de Nassau , mandó derribar. Abolió en seguida Consejo de las turbulencias, estableció un tribunal el Consejo de las turbulencias, castigó á las guarniextraordinario, que debia conocer de los escesos co- ciones rebeldes, suprimió los. impuestos onerosos, y metidos contra la religión y el Estado: el pueblo, publicó una aranisía general. Pero la agitación habia siempre enérgico en sus denominaciones, dio á aquel sido, demasiado grande para que aquellas prudentes, "'noiial el epíteto de lllwdrwd, consejo de sangre. medidas pudieran hacerla calmar instantáneamente,.y j » el mes de abril de 1568 se levantaron cadalsos en se vio obligado á tomar las armas. Sin embasgo, era ttonf i c i u d a ( l e s : e l e(1¡ficio de Coltembourg en de esperar que las buenas intenciones del gobernador nue los confederados se habian reunido varias ve- produjesen su fruto mas pronto, ó mas tarde, y que los MW- d , e m o l i ( 1 ° hasta los cimientos: los estados del confederados, viendo que leshacian justicia, cesarían hito f d e , 0 l ' a n 8 e fueron secuestrados y preso su de prestar su apoyo á ambiciones'personales. Tero J u . el conde de Burea, que estudiaba en la univer- Requesens, contrisia.do con aquellos desórdenes, can- 200 VIAGE ILUSTRADO. sado de los continuos embarazos con que tenia que luchar, murió el 5 de marzo de 1576 sin haber podido cicatrizar las llagas del pais. Dejó el gobierno al conde de Berlaymont, y confirió eí mando del ejército al conde de Mansfeld. El consejo de Estado no hizo caso alguno de las últimas disposiciones del gobernador, y se encargó interinamente del gobierno de la Bélgica. Debíanse á las tropas mas de seis meses de sueldo; la guarnición de Alost se apoderó de aquella población, y declaró que la conservaría hasta que se la pagase lo que se la debía, añadiendo, que si tardaban mucho, marcharía sobre Bruselas. Entonces se supo que Felipe II acababa dé nombrar gobernador general de los Países Bajos al Union de Bruselas, con arreglo á las bases de la pa cíficaoion de Gante. Felipe II aceptó aquellas condiciones por el Edicto perpetuo (17 de febrero de 1S77)~ reconocido don Juan como gobernador general pollos estados que componían la Union', fué recibido en todas partes con el mayor entusiasmo: en fin , los españoles , italianos y burguiñones del Franco Condado fueron despedidos como tropas auxiliaros ó estran»e¿ ras, esceptuando únicamente á los alemanes y walones considerados como ejército nacional. Sin embargo, los confederados no habían depuesto definitivamente las armas, y diariamente recibía el gobernador los mas siniestros avisos: en su consecuencia se apoderó por sorpresa del castillo de Namur. Al Don Juan de Austria. infante don Juan de Austria, hijo natural de Carlos V. Aquella noticia no calmó en nada la exaltación del momento, y los confederados reunidos en Gante firmaron el 8 de noviembre el famoso tratado conocido Con el nombre de Pacificación de Gante. Aquel tratado comprendía veinte y cinco artículos, de los que los mas importantes eran en los que los confederados prometían defenderse y socorrerse mutuamente, arrojar del pais a los españoles y demás soldados estrangeros, y reunir los Estados generales para arreglar toda la administración. Entonces llegó don Juan de Austria; los confederados se negaron á admitirle sino suscribía á ciertas condiciones: por último, después de largas discusiones los estados de Brabante, Gueldres y Utrecht concluyeron el acta conocida con la denominación de punto se pronunciaron 'contra él los Estados, hicieron alianza con el príncipe de Orange, y ofrecieron el gobierno de los Países Bajos al archiduque Matías, hermano del emperador Rodolfo, quien aceptó: apenas tenia veinte años, pero era su lugarteniente el príncipe de Orange. Sin embargo, fué derrotado cerca deGembloux por don Juan (31 de enero de 1S78) y aquel hecho de armas valió al vencedor muchas plazas importantes: ademas se había introducido la división entre los confederados, y formado un nuevo partido compuesto en su mayor parte de católicos, á cuya cabeza estaban el conde de Lalaing y el duque de Arschot. Por otra parte , el duque de Alenzon, hermano del rey de Francia Carlos IX, á instancia de algunos nobles walones Babia ido á ofrecer su espada a los confederados, y obtenido el título de defensor de BÉLGICA. •, libertad. Por ultime, el elector Casimiro, sostenido nnr la Inglaterra y apoyado por los ganteses, había inseguido el mando. Era creible que don Juan triunfaría fácilmente de enemigos tan divididos ; pero cayó enfermo V murió en su campamento de Bougy el 1.a de octubre de 1378. Acusaron á Felipe II de haberle hecho envenenar por envidia y recelos; pero semejante acusación no se ha probado suficientemente. Antes de exhalar el último suspiro, don Juan dejó, previa la aprobación real, el gobierno general de los Países Bajos y el mando del ejercito á Alejandro Farnesio, príncipe de Parma, su teniente, que habia contribuido eficazmente á la victoria de Gembloux. 20t landa, Utrecht, una gran parle de la Frisia, e l e , se reunieron y firmaron el 23 de enero de 1579 la Union de Utrecht, que llegó á ser la base constitutiva de la república de las Provincias Unidas. Sin embargo, el emperador trató de conciliar los diferentes partidos que dividían los Países Bajos: abrióse una asamblea en Colonia, pero no produjo ningún resultado. Entonces el príncipe de Orange, queriendo dar un gran golpe, decidió al archiduque á retirarse: luego reunió en Amberes los Estados de las Provincias Unidas, y les propuso declarar que Felipe II quedaba depuesto de la soberanía de los Paises l Bajos, y l'amar para reemplazarle al duque de A t a - Felipe II. Va no quedaban á la España mas que las provincias de Luxemburgo, Limburgo y Namur; pero el partido católico se reunió al príncipe de Parma, y poco después el Hainaut, el Artois, y la Flandes francesa, e s decir, Douai, Lila y Orchies, temiendo la ambición del príncipe de Orange y los ataques que podría thrigir contra la religión, volvieron a entrar en la °«ediencia de Felipe II con las condiciones siguientes: que solo se conservaría la religión católica : que seria confirmada la Pacificación de Gante: que en el terminote seis meses saldrian del pais los soldados es.ligeros' Y ( l u e s o formaría un ejército nacional. Por w a parte, las provincias del Norle , la Holanda, Ze- zon. Su elocuencia le hizo abanzar lo que deseaba: Felipe II contestó á aquella declaración poniendo á precio la cabeza del príncipe de Orange, y mandando al duque de Parma que continuase las hostilidades. Aquel señor estaba entonces ocupado en el sitio de Cambrai: vióse obligado á retirarse á vista del ejército que mandaba el duque de Alenzon , que en gran parle se componía de calvinistas franceses. La presencia de aquel príncipe reanimó, el ardor de los confederados, mas ningún hecho importante señaló su llegada. Engañado por la reina de Inglaterra, cuya mano deseaba obtener, perdió en viages un tiempo precioso: el duque de Parma se apoderó de la 202 VIAGÉ ILUSTRADO. 'ciudad do Tournay: Oudenarde y las provincias walonas autorizaban el regreso de los soldados estrangeros, con condición de que la defensa de las plazas se,confiaría á las milicias del pais, la división volvia á introducirse entre los confederados; por último, el duque de Alenzon, después de procurar inútilmente apoderarse de algunas plazas, se vio obligado á vol' verse á Francia. Mientras sucedía todo esto, un burguiñon llamado Baltasar Gerard , fanatizado por el espíritu religioso y seducido por el oro prometido al asesino del príncipe de Orange, le mató de un pistoletazo el 9 de julio de 1584. Gante capituló el mismo año, por manera que ya no quedó á los confederados en toda la Mandes mas que l'Ecluse y Ostende. Demasiado débiles para resistir al duque de Parma , que cada día hacia nuevos progresos, enviaron á Francia á pedir auxilios á Enrique III; pero aquel príncipe les contestó que el estado de su reino, desgarrado entonces por las turbulencias de la liga, no le permitía pensar en los negocios ágenos. Entonces volvieron su vista á la Inglaterra. Isabel consintió en enviarles auxilio (1385 ); pero se les dio á muy subido precio , ó hizo que la entregasen muchas ciudades en prenda. Entretanto el duque de Parma continuaba sus conquistas : aprovechando la debilidad de sus enemigos, se atrevió á presentarse al frente deAmberes, que entonces era mirada como inespugnable, y se apoderó de ella después de un sitio que duró cerca de un año. Es probable que hubiera reducido á la obediencia de Felipe II los Países Bajos, ó por lo menos toda la Bélgica, si aquel monarca no le hubiese mandado sostened á los coaligados franceses. Murió en Arras el 2 de diciembre de 1592, á la edad de cuarenta y seis años. Había designado por su sucesor á Pedro Ernesto, conde de Mansfeld; pero Felipe II no ratificó'aquella elección mas que en parte: le agregó al conde de Fuentes y don Esteban de Iberna. Desde entonces se apaciguaron las turbulencias en Tas provincias belgas, que ayudaron francamente á su gobernador contra las provincias holandesas, que Mauricio, hijo segundo del príncipe de Orange, había atraído á su causa.' Sin embargo, obligado Mansfeld á ocuparse de los asuntos de Francia, no pudo, á pesar de su talento, impedir las conquistas de Mauricio, y vio comprometida varias veces sil autoridad por las sediciones promovidas en las tropas, con la irregularidad en el pago de su sueldo. Su administración fué de corta duración: en JX94 le 'sucedió el archiduque Ernesto de Austria, ¡príncipe que solo llevó la disolución á donde era n e cesaria la prudencia de un consumado diplomático, y que al año siguiente murió á consecuencia de sus escesos á la edad de cuarenta y un años. En la misma época, el duque de Arschot se espalrió voluntariamente y se retiró á los estados venecianos para morir allí libre. Por último, Felipe II, con objeto de calmar la agitación de las provincias holandesas, y quizá también con el de atacar á la Francia por la frontera del Norte, confió el gobierno de los Paises Bajos al archiduque Alberto de Austria, que había dado pruebas de talento cuando fué virey de Portugal. Para concillarse la opinión pública, el archiduque Alberto llevó consigo á Felipe Guillelmo, conde de Burén, hijo primogénito del príncipe de Orange, que hacia veinte y ocho años estaba prisionero en España. Pero.no era ni la sombra del primer defensor de la libertad de los Paises Bajos: adicto á la España y convertido al catolicismo, aquel príncipe no podía ejercer ya ninguna influencia: lo comprendió asi, vs'e resignó á viviren la oscuridad. En fin, después de la paz de Yervins y de la dispersion de la invencible armada, cansado Felipe l( de aspirar á un objeto que no podía alcanzar, erigió los Paises Bajos en principado independiente de España, que no conservaba ya mas que el dominio directo. La infanta Clara Isabel Eugenia, recibió en dote aquellos paises, y fué prometida al archiduque Alberto. La muerte del rey, acaecida al año siguiente no descompuso su enlace, y después de casados fueron á tomar posesión de sus dominios. Su administración fué dulce y paternal, y ejerció en las costumbres y las leyes una saludable influencia: estableciéronse montes de piedad, revisáronse las costumbres locales, se promulgaron muy buenas leyes; y se mejoró la organización judicial. Pero aquellos resultados fueron lentos, porque Mauricio continuaba siempre una guerra sangrienta y desastrosa. En vano le ofrecían la paz; se negaba a deponer las armas hasta que no fuese reconocida la independencia de la Holanda. Por último, la influencia de la Francia, representada por el presidente Jeannin, y las continuas exigencias del rey de Inglaterra, decidieron á los archiduques á reconocer tanto en su nombre como en el del rey de España, á los Estados generales de las Provincias unidas, como pais, provincias y estados libres, sobre los que nada pretendían, y á concluir con ellos una tregua de doce años por mar y tierra: (tratado de Amberes, 9 de abril de 1609.) Podia creerse que aquella tregua era la, precursora y mensagera de una paz sólida y duradera, pero no fué asi, porque habiendo enviado los archiduques á la Haya á su canciller, para invitar á las diez provincias á que se reuniesen á las otras diez en un cuerpo y á las órdenes de un mismo gefe, los Estados generales rechazaron con altanería aquella proposición , como insultante para su nacionalidad, y para los paises que la habían reconocido, y volvió á comenzar la guerra, sin que pusiese término á ella la muerte del príncipe Alberto, ocurrida el 13 de julio de 1621. No referiremos, sin embargo, los acontecimientos de aquella guerra, porque su historia es la de la Holanda. Nos contentaremos con decir, que el conde Enrique de Berghes, el duque de Bournonville, y otros señores belgas, cansados de la prolongación de aquellas discordias, formaron el proyecto de establecer en las provincias católicas una república semejante á la de las Provincias unidas. Publicaron un manifiesto, enarbolaron el estandarte de rebelión, pero el duque de Arschot reveló el secreto á la infanta Isabel con la única condición de que perdonase á los conspiradores. Entonces el rey de España, temiendo un levantamiento general en los Paises Bajos, convocó en Bruselas los Estados generales de las provincias católicas, y los autorizó para negociar la paz con las provincias unidas, sin intervención de los españoles. Al erigir en reino á los Paises Bajos, Felipe II había estipu'ado que volverían á incorporarse á la monarquía española, en caso de que los archiduques no dejasen hijos. Asi es que á. la muerte de la infanta en 1633 . aquellas provincias volvieron á poder de Felipe IV, rey de España , que nombró por gobernador de ellas á.su hermano el cardenal-infante. La historia de Bélgica no ofrece ningún acontecimiento importante en el resto del siglo XVII: sucedíanse los gobernadores en aquel pais, luchando con BÉLGICA. 203 dificultad con los stathouders de Holanda, y aun mu el Demer: el de exigir cada año á título de subsidio, ,-ho mas ocupados en atacar á la Francia. La índole 1.250,000 florines, con hipoteca de las mejores rende esta obra no nos permite indicar las operaciones de tas de las provincias; á todo esto es necesario añadir todas aquellas guerras: es bien sabido, que cuando la cesión de una parte de la Gueldres y de la Flandes, Richelieu resolvió destruir el poder do la casa de Aus- la prohibición del paso por el Escalda, y la promesa tria dirigió sus principales esfuerzos contra las pro- de no hacer alteraciones en una tarifa recientemente vincias belgas, y que poco después el Arlois y una establecida, y muy perjudicial para la Bélgica. Asi es parte de la Flandes, fueron incorporadas á la monar- que la publicación de aquel tratado hizo estallar murmiía francesa; también son conocidas las rápidas con- mullos tan amenazadores, que el emperador y los E s quistas de Luis XIV, y los tratados que las siguieron. tados generales tuvieron que volver á ocuparse de El délos Pirineos, (7 de noviembre de 1.639) le adju- aquella acta: diputados belgas fueron agregados á los dicó en el Artois, á Arras, Hesdin, Bapaume, Lila y plenipotenciarios, pero en último resultado, las úniLens: en la Flandes, á Gravelinas, Bourbourg y Saint- cas modificaciones que pudieron conseguir fué el l e Yenant: en el Hainaut, á Landrecies, Quesnoy, Aves- vantar la hipoteca prometida para seguridad del pago nes, Mariembourg y Fhilippeville: en Luxemburgo; á del subsidio, una reducción en la cesión territorial y Thionville, Montmedi y Dampoilliers. La Francia por en el capital de la deuda, (22 de diciembre de 1718.) su parle, devolvió á la España, Iprés, Oudenarde, Continuaron los murmullos, y si no pueden atribuirse Dixmude, Fumes, Merville, Menin y Commines. El esclusivamente al descontento que provocó el tratado tratado de Aquisgran, firmado el 2 de mayo de 1668, de la Barrera las sublevaciones que estallaron, tanto aseguró á la Francia las conquistas que Babia hecho en Malinas como en Bruselas, y que concluyeron con en Fa Bélgica, es decir, Charleroi, Biuclie, Ath, Douai, el suplicio del desgraciado Aguesseus, es indudable Tournay, Oudenarde, Lila, Armentieres, Courtray, y que contribuyeron mucho á ellas. Furnes, por la restitución del Franco-Condado. El de A la muerte del emperador Carlos VI, costó mucho jíimega (10 de agosto de 1678) devolvió á la España, trabajo á María Teresa el recoger su herencia; luchó Charleroi, Biuche, Ath, Oudenarde y Courtray, con casi sola contra la Francia, la España, la Prusia y la sus prebostías, eastellanías y dependencias, pero ase- Baviera. Aquella guerra fué la señal de una nueva inguró á Luis XIV el Franco-Condado, el Cambresis y vasión de la Francia y la Bélgica. Las ciudades de la las ciudades de Valenciennes, Bouchain, Conde, Aire, barrera no opusieron mas que una resistencia muy déSaint-Omer y sus dependerás; Iprés con su castelra- bil: Luis XV consiguió la victoria de Fonlenoy, y connía, Werwic'k, Warneton, Poperinga, Bailleul, Cassel, tinuando sus triunfos el ejército francés se apoderó del Bavai, Maubenga y sus dependencias. Este estado de Brabante Septentrional y de la Flandes zelandesa. Por cosas fué confirmado con algunas variaciones por el fin se firmó la paz en Aquisgran el 18 de octubre de tratado deRyswik en 1697. 1748, y la Bélgica quedó reconocida como perteneCuando murió el rey de España Carlos II, (1.° de ciente á María Teresa. La emperatriz dejó á los Estados generales el denoviembre de 1700) toda la Europa se coaligó contra Luis XIV, cuyo nieto había sido instituido heredero recho de poner guarnición en las plazas de la baruniversal del monarca difunto. Las sangrientas derro- rera, pero bajo el pretesto de que semejantes guarnitas de Hochstret, Turin, Bamillies, Oudenarde y Mal- ciones no eran de ninguna utilidad, no tardó en neplaquet, obligaron á la Francia á humillarse, y garse al pago del subsidio convenido, sin embargo, no Luis XIV consintió en una separación definitiva y per- daba mucha importancia á la conservación de la Bélpetua de las coronas de Francia y España. Bien pron- gica, porque muchas veces consintió en su desmemto la muerte del emperador José I , (1711) qué dejó bración; asi es que en 17S7, con Ja esperanza de quiel imperio al archiduque Carlos, pretendiente cuya tar la Silesia al rey de Prusia, ofreció á la Francia causa defendian los aliados, hizo que se escuchasen abandonarla, con una legua de territorio á la redonda mas favorablemente las pretensiones de la Francia: por el fuerte de Knoque, y las ciudades de Chimay, Beaula paz de Utrecht (1713), Luis XIV abandonó algunas mont, Ostende, Nieuport, Iprés, Furnes, Mons y hasta de sus conquistas, y se segregó de la monarquía e s - Tournay. El resto del pais debía darse al infante don pañola á la Bélgica, que fué abandonada al empera- Felipe, duque de Parma, con perjuicio del cual, el dor Carlos VI. Este durante un año continuó todavía Austria quería engrandecerse en Italia, asi pues, veinte la guerra contra la Francia, mas por último, fatigado años mas tarde (1777), con motivo de J<rsucesión de de luchar solo, firmó la paz de Rastadt el 6 de marzo la Baviera, trató de desarma* la oposición de uno de sus competidores, con la oferta fié dos provincias belde 1714, En esta época, á consecuencia de la debilidad y gas. Sin embargo, el nombre de María Teresa es popudescuido de los sucesores de Felipe II, la Bélgica se lar en Bélgica, y la razón es, que su gobierno fué be. encontraba tan desguarnecida, que la Holanda, para nigno; prudente y favorable al bienestar del pueblo. velar por su conservación, ocupaba la mayor parte de Fué activamente secundada en sus benéficas miras, por sus fortalezas. El emperador se vio obligado á tratar su cuñado el príncipe Carlos de Lorena. Ambos m u con los Estados generales, estos se proponían dos co- rieron con pocos meses de diferencia en 1780, desas : asegurar por medio de la Bélgica la defensa de jando la Bélgica al emperador José II. s « territorio, y hacer imposible toda concurrencia coEn el año siguiente al de su advenimiento este ™erc'al por parte de este país. Para conseguir este príncipe visitó aquel pais: resolvió arrancarle del yuijoble objeto, concluyeron un tratado con el empera- go de la Holanda y restituirle su importancia comerdor. Consiguieron el derecho de tener guarniciones cial, haciendo libre la navegación del Escalda. Pero en Námur, Tournay, Meuin, Furnes, Warneton, Iprés, aquellos proyectos eran demasiado vastos para el déea el fuerte de Knoque, y la mitad de la Termonde: bil emperador, y desgraciadamente, su política llevó I' S e , ü ? u P a r ó inundar en caso de guerra la parle de impreso el sello de la impaciente impetuosidad y de ,a bélgica, situada entre el Escalda y el Mosa hasta la ligereza de su carácter: contando con la alianza de