de la sociedad oftalmológica hispano-americana

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ARCHIVOS
DE LA SOCIEDAD OFTALMOLÓGICA
HISPANO-AMERICANA
1915 – Septiembre
El fondo del ojo en dos atacados de rabia
J. Santos Fernández453
Protección de los ojos contra los rayos Röntgen
L. Pons Marqués458
El cateterismo del canal nasal
J. Santos Fernández466
Otro caso de curación (espontánea?) de desprendimiento de la retina
Tomás Blanco473
Curación de un caso de desprendimiento de la retina
L. Pons Marqués478
Interesante osteoperiostitis recidivante aguda de la órbita
M. Marín481
ARCHIVOS DE OFTALMOLOGIA
H ISP A N O -A M E R IC A N O S
E L F O N D O D E L O J O EN D O S A T A C A D O S D E R A B IA
Por el D r . J . S a n t o s F e r n á n d e z
Por habernos cabido la satisfacción de ser el introductor de la
bacteriología y de la vacunación antirrábica en Cuba (1887), a raíz
de lo i descubrimientos de Pasteur, secundados por nobles e inteli­
gentes colegas y amigos, de los que sólo sobreviven los doctores Tamayo y Pía, tuve que intervenir, como Director del Laboratorio y del
Instituto Antirrábico, en este género de estudio, si bien me mantuve
consagrado a la oftalmología en tanto que mis compañeros desempe­
ñaban de modo práctico las diferentes secciones del uno y del otro.
Por fallecimiento del último colega, Dr. Enrique Acosta, que tenía a
su cargo la rabia y la Secretaría de la Institución desde sus comien­
zos, hacía veintiséis años, me vi obligado a ocuparme prácticamente
de la materia y esto explica el tema de mi trabajo.
Recientemente, la muerte de un niño de una familia en que varios
miembros de ella habían sido mordidos y vacunados, sin que sólo él
pereciese de rabia, me hizo recordar el primer caso que concurrió
al establecimiento, ya atacado de la enfermedad, en el que hice el
examen del fondo del ojo, que realicé igualmente en el caso actual y
constituyen los dos observados de que voy a dar cuenta ahora.
O b s e r v a c i ó n I. — Jaime Valmiajo, de diez y o c h o años de edad,
natural de Cienfuegos, pero vecino de la Habana, calle de la Zanja,
número 78, fué llevado a la casa de salud «G a rc in i», por suponérsele
atacado de rabia.
Su pariente, el Sr. Alejandro Rosan, había salido para París al­
gunos días antes, recomendado a los comisionados cubanos, que estu­
diaban en aquellos momentos la profilaxia de la rabia cerca de Pasteur.
Rosan había sido mordido por un perrito de los llamados ratoneros, de
casta inglesa, haría unos sesenta días. Había recibido dos heridas, una
en el pabellón de la oreja y otra en el mentón. Rosan fué sometido en
París, al tratamiento de Pasteur y no fué atacado de rabia.
El mismo perrito que mordió a Rosan, mordió a su sobrino Valmiajo en la región malar izquierda, y a los cincuenta días justos se le
presentaron los primeros síntomas de rabia.
Era la primera persona atacada de la enfermedad que veía y me
sorprendió el relativo estado de quietud en que estaba, pues siempre
habíamos oído hablar de la extremada violencia que invadía a estos
enfermos. El actual, aunque estuvo menos sosegado antes, cuando le
vi, lo estaba relativamente, no obstante de amargarle ya la asfixia,
que le produjo la muerte al día siguiente. No se diría que tenía rabia,
sino cierto estado nervioso o histerismo que le hacía quejarse ince­
santemente casi en voz baja, y mover la cabeza moderadamente. Esta
tranquilidad de una parte, y la opinión que por aquella época se sus­
tentaba de que la rabia no se transmitía de hombre a hombre porque
el virus se atenuaba al pasar del perro a aquél, no me hizo temer una
mordedura del examinado. Aun cuando yo consolé a un sacerdors que
había sido agredido por una persona afectada de rabia, a quien confe­
saba, no estaba seguro de la opinión, y posteriormente no lo estuvie­
ron dos compañeros de trabajo que haciendo la autopsia de un sujeto
muerto de rabia, se hirieron las manos, y ambos procedieron a ser
vacunados.
De paso puedo decir, después de una observación de largos años,
en que más de un compañero se ha expuesto en las manipulaciones de
los cerebros de los animales rabiosos, que el mantenimiento de la
vacuna antirrábica, es un peligro constante, y lo prueba el reciente
accidente ocurrido en el Instituto Pasteur, en que un ilustre médico
recibió, in artículo mor lis, la condecoración de la legión de honor
por haber pagado con su vida su arriesgada labor científica.
Mas vuelvo al examen del fondo del ojo de que me había apartado,
no sin temor de incurrir en falta, pero con 'el propósito de aclarar
el tema.
Empezado el examen, apenas le afectó al enfermo la luz del re­
flector del oftalmoscopio, y pude descubrir en ambos lados el fondo
del ojo. Este, como suele ocurrir, estaba en consonancia por su pa­
lidez fisiológica con el color poco intenso de su piel. La papila del
nervio óptico, no tenía la abundancia de vasos propios que en el estado
normal se advierten en algunas personas; pero guarda relación con la
poca intensidad de color del fondo del ojo. No había, pues, ningún
otro síntoma que revelase alteración en las funciones de la coroides,
de la retina, ni del nervio óptico; puede decirse que la terrible infec­
ción que había invadido el sistema nervioso, sólo se exteriorizaba en
el ojo por la amplitud de la pupila.
O b s e r v a c i ó n I I . — Julio Castillo Valdés, de once años de edad,
hacía cincuenta y siete días que había sido mordido en la mano dere­
cha por un perro de la propiedad de sus padres, al que mataron
incontinenti. Al día siguiente de ser mordido empezó el tratamiento
antirrábico de Pasteur, el día 4 de Junio de 1914. A los cuarenta y un
días de vacunado el niño, recibí por la tarde la información de que el
niño parecía afectado de rabia. Sorprendió la noticia a los que le
vieron cuando se le inoculaba, porque era un niño vivaracho, deci­
dor, que 110 mostró nunca el menor temor a contraer la enfermedad.
La persona que lo asistía directamente no se alarmó, porque sabía
que este niño, a pesar de su corta edad, había estado muy preocupado
por la resolución de un proceso que afectaba a un amigo de su familia,
y que con tal motivo discutía acaloradamente y de noche hablaba
dormido y se despertaba atemorizado, como los hermanos y otros
miembros de la familia. Pensó que se trataba, pues, simplemente de
accidentes nerviosos, como la melancolía, la disfagia, que suelen
presentarse por el temor de las consecuencias de las mordeduras de
un perro rabioso.
La misma tarde que recibí el aviso, pasé a verlo, a una población
próxima. La casa en que estaba el niño era de personas dedicadas
a trabajos agrícolas, aunque con elementos de vida. Hallé al niño que
se suponía enfermo, en unión de los cuatro miembros de la familia
que habían sido vacunados, sentado en un sillón. Me refirieron que
desde la noche anterior el niño se indispuso, y , suponiendo tuviera un
ingesta, le administraron un purgante. No durmió tranquilo, y el
médico que lo vió por la mañana dijo que estaba atacado de rabia.
No obstante, después había logrado dormir algo, se encontraba más
sosegado y había podido tragar con más facilidad.
Cuando le vi, a las cuatro de la tarde, el niño conservaba su
carácter decidor, y me aseguraron los padres, privadamente, que no
había mostrado temor de estar afectado de rabia. Lo primero que
advertimos al niño, fué como una especie de susto, sin estar realmente
intimidado. Obedeció a mi ruego de tomar un poco de agua y la tomó,
pero no sin cierto espasmo, que me reveló el peligro en que estaba.
Acto continuo se encargó de su asistencia el Dr. Héctor, clínico
concienzudo, que lo sometió a las inhalaciones de cloroformo, porque
no podía tragar el doral, y al anochecer a las inyecciones subcutá­
neas de morfina, porque estaba arrebatado y la asfixia era inminente.
Por aquellos días, leí que se habían salvado dos casos de rabia inyec­
tándoles el «606», y de haber conocido estos hechos, se le hubiera
aplicado, porque no había nada que hacer.
A pesar de tener el niño tan próximo el período de excitación, la
asfixia y la muerte, se dejó examinar con relativa tranquilidad. Ape­
nas si le afectó la luz del reflector del oftalmoscopio; pude, como
en el anterior caso, descubrir el fondo del ojo cómodamente, porque
la pupila estaba a media dilatación. Comprobé la misma relación de la
coloración del fondo del ojo y la piel. Esta no era encendida, pero
tampoco afectaba palidez, y el fondo del ojo no estaba tampoco
pálido, tenía la rubicundez ordinaria, los vasos propios de las papilas
eran los suficientes para daWes el aspecto encendido normal. No
había, por consiguiente, en el fondo del ojo ningún síntoma que reve­
lase alteración en la coroides, retina ni nervio óptico. Como en el
anterior caso, sólo la pupila estaba solicitada por la invasión del virus
rábico en el sistema nervioso.
E n los anales de la oftalmología, no hemos encontrado más refe­
rencia acerca del particular que nos ocupa, que la que hace K. O rlow 1
al dar cuenta de un cáso de rabia humana por él observado durante la
vida, y pretende haber comprobado por él la hiperemia de las papilas
del nervio óptico y sus contornos indecisos, así como la dilatación de
las venas de la retina que parecían alteradas.
Quien haya examinado frecuentemente el fondo del ojo sabe lo
difícil que es apreciar los tonos o síntomas a que se refiere Orlovv,
aun cuando antes de enfermar el paciente se le hubiese examinado
este mismo fondo del ojo, para que resaltase algo de la compa­
ración.
¿Q uién no sabe que por el aspecto sólo del fondo del ojo nadie
debe diagnosticar una afección si no consulta al mismo tiempo la
agudeza visual, el campo visual y las otras condiciones fisiológicas
del aparato ocular? ¿Q u ién no ha encontrado una aparente o efectiva
atrofia de la papila, blanca como un papel, y una agudeza visual nor­
mal, porque se trataba de un ojo sano con la apariencia de enfermo,
o en el que la enfermedad no se había hecho sentir en el funciona­
miento del nervio óptico?
Se necesita estar prevenido para no encontrar lo que creemos
que debe tener el enfermo y no lo que tiene, pues podemos suges­
tionarnos nosotros mismos.
Orlovv ha examinado otro caso, no durante la vida, $ino desde el
punto de vista histológico, después de enuclear el bulbo ocular,
muerto el enfermo, y halló que las lesiones anatómicas provocadas en
el ojo por el virus rábico, pueden ser consideradas como una coriorretinitis serosa, aguda. Esas mismas lesiones las encontró idénticas en
los conejos muertos por la rabia.
1
« S u r la p a th o lo g ie de Pceil dans la rage c h e z I’h o m m e » , por
nik ophtalmogiiii, p á g . 301, tom o X X IV . 1907.)
Annales (VOculislique, tom o C X X X V I I . 1907.
AI.
K. O r lo w . (
Wiesl-
En este último punto estamos de acuerdo y hemos comprobado
su aserto en los conejos muertos de rabia; pero no es concebible que,
tanto el hombre como el animal que mueren asfixiados por los efectos
del virus rábico, dejen de ofrecer estados hiperémicos, congestivos
e inflamatorios, en todos los órganos o aparatos de la economía; pero
no nos explicamos que antes de llegar este estado de asfixia, como
consecuencia de los accesos convulsivos tetaniformes o epileptiformes, cuando el funcionamiento de los órganos y aparatos es todavía
compatible con la vida, aparezcan lesiones análogas a las observadas
post mortan.
En las intoxicaciones por el alcohol, el tabaco, etc., etc., el
enfermo advierte, por regla general, la ambliopía mucho antes de que
su neuritis retrobulbar se exteriorice en la papila.
En el único caso de amaurosis por la fiebre amarilla que existe
publicado 1 con examen del fondo del ojo, no encontré síntoma apreciable en la papila, y, sin embargo, se trataba de una neurorretinitis
retrobulbar por uremia, que tal vez se hubiese exteriorizado si el
enfermo hubiera resistido sin morir, pronto.
De lo expuesto, se deduce que sólo excepcionalmente el fondo
del ojo de los enfermos afectados de rabia pueden mostrar síntomas,
que demandan más tiempo para exteriorizarse, que el breve en que
muere el paciente atacado de rabia.
Por último, Berger
-encargado de la redacción de una parte de
la Enciclopedia Francesa de Oftalmología, concuerda con mi juicio,
cuando dice que la infección rábica interesa bien raramente el órgano
de la vista. C ita a Nieden, que ha observado casos en que los pár­
pados han sido el sitio de la lesión primitiva, y a Pentzoldt, que la
sitúa en la conjuntiva. Los dolores del globo ocular los coloca en el
número de los síntomas prodrómicos de la rabia. Además, señala
durante la enfermedad la midriasis, y concluye diciendo que las reía1 « P é r d id a de la v ista en la fie b re a m a iilla » .
(Anales de la Academia de Ciencias, de
la H aban a, tomo V, p ág . 112.)
« O n the loss of sight in v e llo w fe v e r » .
y a le m án ,
2
( Archives of Op/it/ialmology, editado
en in g lés
tom o V , p ág . 440. 1881.)
E m ile B e rg e r, de P a rís : « C o n s id é ra tio n s g é n é ra le s sur les rapports de la pa tho lo g ie
o c u la ire a v e c la patho logie g é n é r a le » , tom o IV , p á g . 156. 1905.
dones entre las afecciones ópticorretinianas con la rabia son todavía
dudosas.
Koenigstein y Holobut 1 se ocupan sólo de la relación del virus
rábico y el ojo, para demostrar cómo se transmite la infección desde
la córnea por el nervio óptico al cerebro; pero sin consideraciones
clínicas de ningún género.
Entiendo, finalmente, que mis dos observaciones servirán para
demostrar que, realizado el examen del fondo del ojo en los atacados
de rabia, sin prejuicio o sugestión, 110 se hallará más que lo que he
descrito.
P R O T E C C IÓ N
DE LOS
O JO S
CONTRA
LOS
RAYOS
RÓNTGEN
Por el D r . L. P o n s M a r q u é s (M a h ó n )
A
c c ió n
de
los
rayos
R ontgen
sobre
el
o jo
Los peligros que para el aparato de la visión constituyen los
rayos Rontgen han sido comprobados, clínica y experimentalmente,
en numerosas ocasiones.
Las lesiones oculares que determinan pueden dividirse en super­
ficiales, que afectan solamente los párpados, la conjuntiva o la córnea,
y profundas, que se desarrollan en la úvea, el cristalino, el vitreo, la
retina o el nervio óptico.
Después de irradiaciones más o menos repetidas, pero cuyas
dosis no excedan de las empleadas ordinariamente en radioterapia,
pueden presentarse inflamaciones de los párpados, con caída de las
pestañas, a la vez que la conjuntiva es asiento de procesos irritativos
e inflamatorios, de gravedad variable según la duración e intensidad
de las irradiaciones practicadas. La córnea es atacada con más fre­
cuencia que la conjuntiva, desarrollándose en ella una queratitis pro­
funda, muy parecida a la intersticial, cuyo enturbiamiento persiste
1 « L a v o ie de p é n é tra tio n dans l’œ il du v iru s r a b iq u e » . ( Archiv fiir
tomo L X V I. A b ril de 1910. —
Annales d'OculisUque,
tom o 144.)
Augenheilkunde>
mucho tiempo, no siendo raro que vaya acompañada de iritis que
acreciente su gravedad. El cristalino puede ser asiento de una cata­
rata. Birch-Hirsfeld, en un anciano sometido a los rayos X con motivo
de un cáncer palpebral, observó, como consecuencia del tratamiento,
dilataciones varicosas de la conjuntiva, un trastorno parenquimatoso
difuso de la córnea y la formación bastante rápida de una catarata.
«Después de irradiaciones repetidas — dice Lapersonne — se com­
prueban en el conejo diversas lesiones inflamatorias de la córnea
y de la membrana uveal. Pero las más interesantes son las lesiones
retinianas. Las células ganglionares están profundamente alteradas
(aumento del espacio pericelular, numerosas vacuolas, estado fina'
mente granuloso de la cromatina y núcleo poco visible). A veces
las lesiones se extienden hasta los conos y bastones,
que están
rotos. Tratado el nervio óptico por el método de M archi, se des"
cubren figuras degenerativas. Estas lesiones, al igual que las cutá
neas, se producen después de un período de latencia de diez a quince
d ía s .»
« En tres casos se han observado accidentes de este género en e
hombre. Una de estas observaciones se refiere a un enfermo tratado
durante unos diez meses por un epitelionia ulcerado de la región
temporal, y en el que el ojo presentó una intensa reacción inflama­
toria. Este ojo hubo de ser enucleado, pudiendo comprobarse en él
endoarteritis y endoflebitis de los vasos coroideos y lesiones profun­
das de la retina, muy especialmente en la región macular. En dife­
rentes partes de la retina, como en los conejos experimentados,
existía una degeneración vacuolar de las células ganglionares.»
Los trabajos experimentales de Birch-Hirsfeld parecen demostrar
que dosis no superiores a las que suelen emplearse en radioterapia,
bastan a veces para producir en algunas semanas una atrofia de la
papila, por más que la opinión generalmente admitida es la de que,
para determinar esta atrofia y, en general, las demás lesiones oculares
profundas, se hace necesario hacer absorber al ojo radiaciones cuya
cantidad y poder de penetración sean muy superiores a los que se
requieren para obtener simples efectos terapéuticos.
Pero estas lesiones son especialmente malignas y se producen
aún bajo la acción de irradiaciones relativamente poco intensas, en
los ojos de los mamíferos jóvenes, razón por la cual debe procederse
con suma cautela cuando se crea conveniente someter a la radiote­
rapia ocular a los niños muy pequeños.
Trabajando en estas condiciones, Tribondeau y Bely han produ­
cido experimentalmente, además de lesiones conjuntivales y queráticas, una atrofia total del globo ocular, engrasamiento de la hialoides
y transformación fibrosa del vitreo, amén de una catarata que se
desarrolla rápidamente casi en todos los casos, y de gravísimas alte­
raciones de la retina.
Del conocimiento de esta funesta acción de los rayos Rontgen
sobre la delicada textura del aparato de la visión, se deduce, por
manera evidente, la necesidad de proteger nuestros ojos contra dicha
acción, protegiendo a la vez, en todo caso, los de los enfermos que
hayan de someterse a la irradiación de lesiones que radiquen en el ojo
mismo o en sus inmediaciones.
Estudiaremos, por tanto: 1.° La protección de los ojos del en­
fermo, y 2 .“ La de los ojos del operador.
P r o t e c c ió n
de
los
o jo s
del
enfermo
Para la protección del globo ocular, que es la más importante, se
han servido los diferentes operadores de cáscaras, de forma parecida a
la de los ojos artificiales, compuestas de diversos esmaltes mezclados
con óxidos metálicos, de porcelana laminada con plomo, de una subs­
tancia especial denominada por el fabricante esmalte ele París, de
vidrio muy cargado de plomo, de maíllechort, etc. Pero, todas ellas,,
sometidas a la acción de los rayos X durante un tiempo más o menos
largo, han sido atravesadas en grado suficiente para impresionar una
placa fotográfica. Los experimentos realizados por Coulomb son, en
este sentido, concluyentes
Nosotros nos servimos, hace algún tiempo, de cáscaras de plomo
de un milímetro de espesor, que cortamos en diferentes tamaños,
1
UOphtalmologie Provincia/e,
A g o sto de 1906.
dándoles la forma, convexidad y pulimento necesarios para poderlas
introducir fácilmente debajo de los párpados, previa instilación de
algunas gotas de cocaína.
Estas cáscaras son absolutamente impenetrables por los rayos
Rontgen, como puede verse en la figura 1, número III, que repre­
senta una radiografía obtenida interponiendo entre la placa y la cás­
cara de plomo una lámina, también de plomo, provista de varios
agujeros. La imagen de esta última hubiera aparecido necesariamente
a través de la cáscara, a poco que ésta hubiera sido atravesada por
los rayos Rontgen, cosa que no ha ocurrido no sólo en las condiciones
en que se ha verificado el experimento (exposición de diez minutos
a 10 centímetros de la ampolla, con una intensidad de 1 miliamperio y
20 centímetros de penetración en el espintérmetro), sino también
prolongando la exposición considerablemente y empleando radiaciones
de mucha mayor intensidad. La protección del globo ocular es, por
tanto, segura, sirviéndose de este medio.
D e la misma manera se evita la acción perniciosa de los rayos X
sobre los órganos vecinos y sobre los tejidos perioculares, cubrién­
dolos con láminas de plomo del mismo espesor que las cáscaras ante­
dichas (1 milímetro).
P
r o t e c c ió n
de
los
o jo s
del
operador
La protección de nuestros ojos es absolutamente necesaria, por
corta que deba resultar nuestra permanencia bajo la acción de los
rayos Rontgen.
Para esta protección es corriente el uso de anteojos provistos de
cristales más o menos cargados de plomo, que se expenden en el
comercio como impermeables a las radiaciones de que se trata. Expe­
rimentando con varios de ellos, no tardamos en convencernos de que
dicha impenetrabilidad era ilusoria, pues todos se dejaban atravesar
por completo después de una exposición relativamente corta.
En vista de ello y deseando encontrar un cristal que nos ofre­
ciera mayores garantías, nos dirigimos al Dr. Coulomb, hábil oculista
de París, el cual nos recomendó la casa Parra-Mantois, de aquella
capital, en la que adquirimos dos bloques de flint extradenso (5,004),
que, siguiendo las indicaciones de Coulomb, hicimos tallar en forma
de cristales planos, de 2 milímetros de espesor y de tamaño suficiente
para la completa protección de los ojos.
Con este vidrio y con uno de los del comercio que hemos com­
probado ser más
impermeable para los rayos Rontgen, han sido
realizados los siguientes experimentos:
1.°
Un cristal del comercio (fig. 1, núm. I) y uno extradenso
de 2 milímetros de espesor (fig. 1, núm. II), han sido colocados sobre
una placa fotográfica, interponiendo entre ésta y los cristales dos
láminas de plomo agujereadas. Después de una exposición de diez
minutos, siendo la intensidad de 1 miliamperio y la chispa equivalente
de 20 centímetros, y estando la ampolla a 10 centímetros de la placa,
ambos cristales han sido atravesados, aunque con más dificultad el
extradenso.
2.°
Este experimento ha sido realizado en las mismas condi­
ciones que el anterior, pero colocando la ampolla a 20 centímetros
de la placa. El cristal del comercio (fig. 2, núm. I) ha sido mucho más
fácilmente atravesado que el extradenso (fig. 2, núm. II), pero éste
tampoco ha resultado impenetrable.
3.°
Aumentando hasta 30 centímetros la distancia de la placa
al tubo y siendo iguales las condiciones de este experimento a los de
los dos anteriores, la imagen de la lámina de plomo ha aparecido
también a través de ambos cristales, aunque siempre más intensa
a través del cristal del comercio (fig. 5, núm. I) que del extradenso
(fig. 3, núm. II) .
4.°
Los dos cristales han sido sometidos a la acción de la am­
polla, situada a 40 centímetros de distancia. El tiempo de exposición
y la intensidad de las radiaciones han sido los mismos que en experi­
mentos precedentes. En estas condiciones, el cristal del comercio es
todavía atravesado (fig. 4, núm. I), pero ya muy poco el extradenso
(fig. 4, núm. II) .
5.°
Superponiendo, por último, dos cristales de cada clase y
colocándolos también a 40 centímetros de la ampolla, después de
diez minutos de exposición (siendo la misma la intensidad de las
radiaciones), resulta todavía visible la lámina de plomo situada debajo
de los cristales del comercio (fig. 5, núm. I), pero invisible por com­
pleto la situada debajo de los cristales extradensos (fig. 5, núm. II)
El grosor de estos últimos cristales superpuestos es de 4 milí­
metros.
C
De!
sucinto
o n c lu s io n e s
estudio que antecede, pueden deducirse las si­
guientes:
1
,a
Los rayos Rontgen son susceptibles de ocasionar graves
lesiones en los ojos, por lo cual no debe descuidarse nunca su protec­
ción contra la acción nociva de los mismos.
2.a
La protección de los ojos de los enfermos se obtiene con
toda seguridad por medio de cápsulas de plomo de un milímetro de
grosor, que se introducen fácilmente debajo de los párpados, previa
cocainización de la conjuntiva y de la córnea. Estas cápsulas son
absolutamente opacas para los rayos Rontgen. Los párpados y los
tejidos perioculares deberán asimismo protegerse, cuando sea nece­
sario, cubriéndolos con láminas de plomo del espesor indicado.
5.a
Los cristales de anteojos que suelen expenderse en el co­
mercio como protectores contra los rayos Rontgen, son todos más
o menos permeables, aunque su grosor sea doble del ordinario y se
coloquen a 40 centímetros de la ampolla radiógena.
4.a
El cristal extradenso fabricado por la casa Parra-Mantois
protección segura contra los rayos Rontgen, cuando
tiene un espesor de 4 milímetros como mínimo, estando el opera­
dor situado a la distancia, también mínima, de 40 centímetros de
¡a ampolla. Esta distancia suele ser mayor en la generalidad de las
ofrece una
exploraciones radioscópicas.
1
A s í re su lta , en eFecto, del ex am en de la p la c a ra d io g rá fic a j> de las prueb as p o sitiv as
que he m os o b te n id o . El fotograbado n úm . II de la fig. 5 no es, po r tan to , e x p re s ió n de la
re a lid ad , pue sto que en él rp a re c e v is ib le ,
cada entre el c rista l
y la
placa.
aunque sin agujeros,
la lá m in a de p lo m o c o lo ­
F ig . 2
EL
C A T E T E R IS M O
Por el D
r
DEL CAN AL
. J. S a n t o s F
NASAL
ernández
Como otros tantos puntos de la oftalmología, el cateterismo del
canal nasal ha sido estudiado con interés en diversas épocas. Se han
ideado para mejorarlo, desde el siglo X V III , procedimientos varia­
dos, que a la larga han sido abandonados muchos, porque pugnaban
con la fisiología del admirable aparato que segrega y excreta las
lágrimas. El que se refiere a rehabilitar una antigua operación, que
consistía en unir el conducto y en particular el saco lagrimal con el
meato medio, ha sido muy discutido, pero nunca aceptado de modo
general.
Todos los que han intentado realizar una vía artificial para las
lágrimas han fracasado. Es un asunto definitivamente juzgado, y el
problema fué circunscrito ya por Anel (1713) al cateterismo del
canal, y a la manera de obrar sobre el saco, o la fuente secretora
de las lágrimas \
No vamos en breves líneas a abarcar el inmenso campo que esta
materia domina, porque el menor detalle bastaría para consumir
mucho tiempo. Nos proponemos solamente condensar de la manera
más precisa lo que pudiéramos
deducir de nuestra práctica ya
dilatada.
Sin que desconozcamos la aberración de M ackenzie (1844)
obliterando los canalículos lagrimales para curar el saco, y el buen
sentido de Velpeau dilatando los puntos con el mismo objeto, y la
concepción de BoWman (1850) empleando las sondas que llevan su
nombre, entendemos, con Bérard (de A n g u le m a )2, que se han olvi­
dado o se han aplicado mal los recursos de que se dispone para el
cateterismo del canal nasal.
1 « D e s rapports du cond uit lacr.vmo-nasal a v e c le m éat m oyen et la g o u ttiè re de Pinfund ib u lu m » , p o r Al. Al. B o n n e ïo n
Française d'Ophtalmologie,
2
y A u b a re t,
de B u rd e o s . ( Bulletins
et Mémoires de la Société
año 27, p âg . 571, 1910.)
« D e l’a b u s du cateterism e dans les d e cry o cistitis s im p le » , por el D r. B é ra rd .
1904.)
Française d'Ophtalmologie,
(Société
¿D ebe continuarse el cateterismo, cuando después de algunas
sesiones nos persuadimos de que la estrechez ocupa todo el canal
nasal, y no una parte de él solamente, la más elevada? ¿ O , como ha
dicho con más propiedad el Dr. Menacho ', cuando la estrechez está
limitada o radica en la mucosa puede vencerse, pero si es de natura­
leza ósea, la intervención es inútil, y no debe insistirse para evitar
a la larga las complicaciones señaladas por el D r. Sanz Blanco? 2
Aun cuando, desde que dimos los primeros pasos en la práctica
de la O ftalm ología, antes de que tuviésemos, como ocurre siempre,
un criterio propio sobre las diversas materias que a diario observa­
mos en la clínica, recordamos que veíamos aplicar las sondas a nues­
tros enfermos y muchos concurrían a la consulta durante meses y
años, .y no pocos permanecían con las sondas aplicadas durante
cierto tiempo, sin que los viéramos nunca curados.
No ignoramos que se preconiza el drenaje nasal de Koster
y Kan, y que Priestley Smilh recomienda con entusiasmo la sonda
permanente ( Ophthalmie Reviev, V ., X X X , pág. 257, 1911), y que
OsW alt igualmente la substituye por un hilo de seda mediante un
instrumento por él ideado, para colocarlo ( Archives d’Ophtalmologie, pág. 204, 1911). También ha publicado Faber ( Socicté Neerlanciaise d'Oplitalmoiogie, 1908) el caso de un sujeto de cincuenta
y cinco años, al que extrajo del canal nasal una sonda que diez años
antes se le había introducido.
Desde los comienzos, repetimos, nos pareció que los resultados
no correspondían a los sacrificios de concurrir a la consulta repe­
tidas veces, ni a los sufrimientos del cateterismo en esta forma,
y cuando nos tocó obrar por nuestra cuenta, nos persuadimos de que
si en el hospital es cosa inapreciable poner una sonda en el canal
nasal a un obrero, verbigracia, acostumbrado al sufrimiento, en la
práctica particular o civil, las cosas cambiaban de manera notable.
Colocar a una señora o señorita, en general, sensible o tímida una
sonda de BoWman, es provocar una escena de dolor, que, por lo
1 « A c c id e n te s y c o m p lica c io n e s del cateterism o
( A r c h iv o s
2
de
O f t a l m o l o g ía
A r c h iv o s
de
H is p a n o - A m e r ic a n o s ,
O f t a l m o l o g ía
y
de las in ye ccione s
tom o V II, p á g . 299.)
H is p a n o -Am e r ic a n o s ,
tom o V II, p á g . 300.
la g r im a le s » .
general, sólo se repite tres veces a lo más, porque la enferma renun­
cia al tratamiento.
Nosotros creemos que si la estrechez, repetimos, no está lim i­
tada al primer tercio del canal nasal o reviste forma capaz de ser
vencida por las sondas, para dar paso a las lágrimas, la aplicación
de la primera, segunda o tercera, bastan para curar, y, como afirma
Terson
110 hay que llegar al número cuatro, y cuando, a pesar del
cateterismo en esta forma, no se restablece el curso de las lágrimas,
no hay para qué insistir molestando al enfermo y hasta provocando
la inflamación del saco lagrimal, cuya secreción en este caso es
menos tolerable, y expone a más que el simple lagrimeo.
Conviene tener presente que antes de proceder al cateterismo
debemos hacer un estudio de los puntos lagrimales, y antes y después
de dilatarlos, debe inyectarse por ellos más de una vez agua este­
rilizada para formarnos una idea exacta
de
su funcionamiento.
Desde 1888 así lo recomendó G illet de Grandm ont 2.
Jocqs 3 entiende que el lagrimeo más de una vez, en sus comien­
zos, descansa en la musculatura del canal (m úsculo de H orner),
y nosotros hemos publicado 4 un caso de lagrimeo en el que nos
hubiese sido difícil averiguar la etiología, si en las anotaciones que
teníamos del enfermo no hubiésemos encontrado el antecedente de
que veinticinco años atrás le habíamos asistido de una parálisis facial
a frigore, que había dejado huellas en el músculo de Horner.
Cuando nos determinamos a dilatar el punto inferior, pues el
superior sólo excepcionalmente se utiliza, como todos sabemos, no
conviene llevar la dilatación de un extremo a otro del canalículo;
primero, por lo que hace a la estética; segundo, porque dilatándolo
lo suficiente para que dé paso a una sonda del número 5, y si se
quiere del 4, es suficiente, no hay necesidad de dilatar más de un
1
« R a p p o r t su r le traitem ent des affections des v o ie s la c r y m a le s » . ( Bulletins
moires de la Société Française d‘Ophtalmologie, p á g . 3, 1891 )
- Bulletins et Mémoires de la Société Française d'Ophtalmologie,
el Mé­
1890, S esión
del 5 de M a y o .
3
« S u r le traitem ent des tro u b le s e x c re te u rs des v o ie s la c r y m a le s » . (
mologique,
4
Clinique Ophtal­
E n e ro de 1911.)
(Anales de Oftalmología,
Crónica Médico-Quirúrgica de la Habana, tomo X X X V I , p ág .
« U n a causa a v e c e s in ap re c ia b le de l la g rim e o » .
tom o X I I, p á g . 440. —
M é jic o ,
39.)
tercio del canalículo, y tercero, porque la dilatación extrema no fa­
vorece ni orienta mejor la introducción de las sondas en el canal nasal.
No vamos a ocuparnos de los diferentes estados del saco lagri­
mal en relación con el cateterismo del canal nasal, pues cuando se
restablece el curso de las lágrimas por éste, rara vez no se restable­
cen también las funciones normales del saco. Cuando éste se man­
tiene perturbado, es porque la vía de excreción de las lágrimas está
perturbada e interrumpida. Si esta interrupción es indefinida, está ya
bien trazada la conducta que debe adoptarse: la extirpación del
saco, cuyo manual operatorio lo ha simplificado hasta lo infinito el
profesor Rollet (de Lyón).
Extirpado el saco, resta sólo el lagrimeo, como en los casos en
que no se ha conseguido franquear el canal nasal, y lo demás del
aparato lagrimal funciona normalmente.
Antes que repetir el cateterismo inútilmente, si molesta el
lagrimeo, debe recubrirse a la supresión parcial de la secreción de
las lágrimas. Ya desde 1888 de W ecker había recomendado la abla­
ción de la glándula palpebral y la consideraba como una operación
muy simple, que no dejaba, en general, huellas, y sólo excepcional­
mente el ptosis parcial de la parte externa del párpado superior,
cierta hiperemia pertinaz de la conjuntiva y alguna molesta sequedad
más o menos duradera.
Desde los comienzos de nuestra práctica en Cuba, el funciona­
miento del aparato lagrimal llamó desde luego nuestra atención \
porque las afecciones de las vías lagrimales las encontramos en
menor número que en los países templados, y lo atribuimos entonces
teóricamente y después lo confirmamos con piezas anatómicas ad
hoc, a que una parte de la población estaba formada desde luego
por negros africanos o por sus descendientes, en los que el canal
lagrimal es, en general, más amplio y más corto “. Además, se
1 « A lg u n a s co n s id e rac io n e s so b re las enfe rm ed ad es de lo s ojos en las d iv e rsa s razas
que habitan la Isla de C u b a » , iU em oria leída en la S o c ie d a d A n tr o p o ló g ic a de la H a b a n a, 1S78.
( Crónica
2
Oftalmológica de Cádiz ,
p á g . 212, 1879.)
«.De la d is p o s ic ió n anatóm ica del can a l nasal en el n e g r o » , le íd o en la se cción de
O fta lm o lo g ía del X I I C o n g re so In te rn ac io n a l de M e d ic in a , celeb ra do en M a d rid , A b r il de 1903.
( A r c h iv o s
de
O fta lm o lo g ía
A R C H IV O S
H is p a x o - A ü e r ic a x o s ,
D E O F T A L M O L O G ÍA
tom o III, pág. 9 4 .)
35
advierte menos el lagrimeo que en los países templados, porque
el frío lo determina fácilmente, en tanto que las altas temperaturas
de los países cálidos no sólo no lo provoca, sino que, evaporando en
gran parte las lágrimas, lo disminuye, y, por tanto, se observa con
menos frecuencia la irritación que aquéllas pueden engendrar en las
conjuntivas, al grado de que algún autor, como Galezowski, creó la
conjuntivitis lagrimal.
No vamos a exponeros casos semejantes a los que publicamos
no lia mucho \ pero no podemos resistir a relataros uno de ellos:
señora de avanzada edad, que, por otra parte, disfrutaba, sin em­
bargo, de esa salud espléndida que se advierte en las mujeres que no
son de la clase elevada, pero que cuentan con lo necesario para
vivir holgadamente, y fué tal Vez el motivo del éxito obtenido tan
rápidam ente. La enferma tenía el saco lagrimal izquierdo abultado
y manaba abundante secreción de dentro de sus párpados, la que
supuse purulenta, y probablemente no era más que catarral, Como
la inyección con la jeringuilla de Anel reveló la estrechez del canal
nasal, procedimos a la dilatación del punto lagrimal inferior izquierdo
en la forma que acostumbramos, y como el tiempo urgía a la enferma,
procedimos inmediatamente al cateterismo que siempre aplazamos.
La aplicación de una sonda del número 2 con extremidad olivar, dejó
apreciar que había vencido un obstáculo, y, al retirarla, dió salida
a la sangre por la nariz y permitió que el agua nuevamente inyectada
pasase a ésta y a la garganta. Dos sesiones más de cateterismo, con
intervalos de uno o dos días, bastaron para que el saco tomase su
aspecto normal, cesase la secreción y se diese la enferma por
curada.
En los momentos en que escribíamos estas líneas, también asis­
tíamos a una señora de alta posición, a la que no le pasó a la gar­
ganta el agua que se le inyectó por el punto lagrimal inferior derecho.
Al mismo tiempo, asistíamos una mujer del pueblo que se encontraba
en las mismas condiciones respecto del ojo izquierdo. A la primera,
días antes se le había hecho la dilatación moderada del punto lagri1
« A b u s o del cateterism o del canal n a s a l» , II C o n g re so M é d ic o C u b a n o , 25 de F e b re ro
de 1911.
(Anales de Oftalmología,
¿Méjico.)-
mal inferior, y una mañana le apliqué la sonda de Bowman, no sin
manifestar gran sufrimiento. Salió sangre por la nariz y el agua que
se le inyectó después. Por la tarde se le hizo exactamente lo mismo
a la otra, y, aunque se quejó, pidió se le aplicase al día siguiente
para curar pronto.
La primera señora, dejó de venir dos días, pretextando tal vez,
a nuestro juicio, la enfermedad de uno de sus niños, pero manifestó
que el ojo no le lloraba ya. Tácitam ente, parecía significar que
excusase repetir el cateterismo, y así lo hicimos, aun cuando la
inyección no franqueaba todavía el canal nasal.
La otra señora, llamémosla la obrera, había sufrido dos o tres
veces la aplicación de la sonda del número 5, de extremo olivar, y el
cateterismo había sido seguido del paso del agua a la garganta; pero
cuando se le inyectaba antes de hacer el cateterismo, el agua no
pasaba.
A la primera señora, seguimos haciéndole simplemente inyec­
ciones por el punto lagrimal inferior, y aunque insistía en que no
tenía lagrimeo su ojo derecho y que se encontraba perfectamente,
desconfiábamos de su dicho, y atribuíamos su bienestar tal vez al
tratamiento que al mismo tiempo le hacíamos contra la conjuntivitis
lagrimal. Volvimos a interrogarla, y su contestación, en la forma que
sigue, nos abrió nuevos horizontes: «A unque el agua que me inyecta
no pasa a la garganta ni a la nariz, después que se me pone la inyec­
ción experimento una especie de frialdad o de humedad en la nariz
que no tenía antes.»
Procedimos en seguida a instilarle una solución de fluorescina,
que al sonarse después se delató en el algodón de que se sirvió con
el pañuelo, por el tinte verde que tomó éste. O tro día hicimos
análoga experiencia con el azul de metileno y con la solución de
salicilato de sosa recomendada porSchirm er, ordenando a la enferma
que moviese los párpados y se sonase en un algodón empapado en
percloruro de hierro al 1 por 1 0 0 , que dió una coloración violácea.
Fué esto para nosotros una revelación, en cierto modo, respecto
a la conducta que hacía tiempo entendíamos que debía seguirse al
practicar el cateterismo del canal nasal. Existía indudablemente una
permeabilidad, cualquiera que ella fuese, del conducto nasal, que
debía atenderse por ahora en aquella paciente, con sólo inyecciones
por los conductos excretores.
Si ya 110 molestando el lagrimeo, tratamos de insistir en el cate­
terismo, porque no pasa el agua libremente, podemos provocar una
hiperemia, congestión o inflamación mayor o menor en el conducto
nasal, y perder en vez de ganar.
Es necesario no olvidar, por nimio que parezca, que nuestra
obra no se realiza en una substancia inerte, en que franqueado un
obstáculo queda de hecho borrado, porque no hay posible reacción
que le entorpezca; pero en un conducto vivo, las cosas pasan de otra
manera y la conducta en proceder tiene que ser muy distinta, y todos
los que estamos en la lucha diaria, sabemos que si no ponemos coto
a nuestros naturales ímpetus, llegamos a realizar alguna intervención
que pudo suprimirse.
Recordamos que cuando éramos estudiantes y asistíamos para
instruirnos acodas partes, que en el cateterismo de las vías urinarias
solía triunfar el que más paciencia tenía, el que 110 confiaba a la
fuerza hacer pasar la sonda, sino a la destreza y a la oportunidad.
No es del todo análogo el cateterismo de una región y de la otra,
pero sí podemos asegurar, que esperando y 110 procediendo con
impaciencia en uno y otro, se pueden obtener buenos resultados.
La radiografía ha venido últim am ente a facilitar el diagnóstico
de las estrecheces del canal nasal y a hacer que se abandonen aque­
llos casos en que la intervención resulte ineficaz. Aun cuando la
radiografía 110 está al alcance de todos, hoy está bastante genera­
lizada, y con ella se puede evidenciar el estado del saco lagrimal
y del canal, permitiendo la ablación indicada del uno y el cateterismo
oportuno del otro *.
No basta, pues, conocer lo que está en todos los tratados, es
necesario que nos humanicemos en presencia del afectado de vías
lagrimales y nos dispongamos a no hacerle sufrir, si 110 se lia de ver
libre de su lagrimeo. Bien sabemos que el lagrimeo es un estado
1 « E m p lo i de la ra d io g ra p h ie dans la se m e io lo g ie des v o ie s la c r y m a le s » , p o r Al. Aubaret, A g re g a d o , B u rd e o s . ( Société
Française il'Ophtalmologie,
p âg . 125, 1911.
molesto, que angustia al paciente y le obliga a reclamar que se le
haga desaparecer. N o es menos cierto que el lagrimeo es capaz de
complicar cualquier padecimiento del globo ocular; pero no sólo
por el cateterismo puede ser combatido, sino que hay otros medios'
que pueden ser tomados en consideración, como hemos indicado en
el curso de estas líneas.
Para concluir, diremos: que las afecciones de las vías lagrimales,
y muy especialmente el cateterismo del canal nasal, está muy bien
estudiado; pero exigen mucho detenimiento en la práctica, porque
como son, en general, enfermedades de curso lento, demandan no
sólo habilidad, sino gran tacto para saber esperar unas veces, y otras
abandonar determinado intento, porque de continuar en él se origina,
antes que un beneficio, un verdadero perjuicio al sujeto afectado.
OTRO
CASO
DE
C U R A C IÓ N
D E S P R E N D IM IE N T O
P o r el D
r
DE
(E S P O N T Á N E A ? ) D E
LA
R E T IN A 1
. T o m á s B l a n c o (V a le n c ia )
N o es mucha mi experiencia en cuanto a esta temible enferme­
dad se refiere, porque, descontados los casos en que toda interven­
ción me parece inútil, son pocos los que he visto. Sin duda, 110 es
enfermedad muy frecuente en ini radio de acción profesional.
Soy medianamente escéptico en su terapéutica, y 110 a humo de
pajas, sino con su cuenta y razón.
Entre los contados casos que he visto curar, figuran dos, sufi­
cientes por sí solos para hacer dudar al más optimista terapeuta.
En el primero de ellos se reaplicó la retina, indudablemente sin
mi intervención. El enfermo ingresa en mi servicio hospitalario, le
diagnostico y dispongo todo lo necesario para iniciar el tratamiento
al día siguiente, cuando ya estuviese hecho por los auxiliares el
examen funcional, llega el momento de iniciar el tratamiento, y antes
1
T rab ajo presentad o al C o n g re so a n u a l de la S oc ie d a d O fta lm o ló g ic a H ispano-A m eri-
c an a , c e le b ra d o en 1914.
de tocarle me dice que se siente mejor; repito el examen oftalmoscópico, y, en efecto, la retina está reaplicada en toda su extensión.
Le doy de alta sin hacerle nada para el desprendimiento, que ya no
existe, trazándole un plan de tratamiento para la coroiditis miópica
causal de la lesión diagnosticada la víspera.
Con sólo haber pasado veinticuatro horas en el hospital, se ha
curado de su desprendimiento este enfermo.
En el segundo caso se trataba de una mujer, que quedó comple­
tamente curada a seguida de comenzar el tratamiento, cuando sólo
se le había hecho una inyección retroglobar de cloruro de sodio
y aun no había sufrido más de dos sudaciones por la pilocarpina.
El tratamiento fué en todo semejante al del enfermo que voy a
historiar, pero con sólo iniciarle quedó curada.
J. P. S ., de cincuenta años, casado, labrador, de Rafelcófer;
ingresó en el hospital en 25 de M arzo del actual.
Hay algún caso de reumatismo en sus ascendientes y colaterales.
El no recuerda haber tenido ninguna enfermedad importante.
Hace dos años, con ocasión de estar jugando, recibió un pelo­
tazo en el ojo izquierdo. El golpe le produjo equimosis y tumefacción
palpebrales de escasa extensión y duración breve. No dió la menor
importancia al hecho, por cuanto las primeras veces que le interro­
gué, para precisar la etiología, no me refirió nada, no sabía a qué
atribuir su trastorno visual. Sin duda, posteriormente hizo memoria
instigado por las repetidas interrogaciones. Esto me hace pensar que
no debió ser muy grande el choque recibido.
Al pronto no notó nada en la vista; pero hace ya mucho tiempo,
sin poder precisar cuando, comenzó a sentir obnubilaciones y relám ­
pagos, que se presentaban y desaparecían inopinadamente, por días
y series de días, de modo completamente caprichoso por lo irregular.
Un mes antes de su ingreso se hizo permanente el trastorno
visual, decidiendo por ello ponerse en tratamiento en la fecha citada,
en que se comprobó el siguiente:
Estado actual. — Aspecto exterior local y general normales.
Sólo existe el trastorno visual del ojo izquierdo; visión de chispas
y relámpagos, visión incompleta de los objetos; cuando mira a una
persona no ve las extremidades inferiores, si fija la vista en la
cabeza, y aun ésta la ve borrosa, de modo que 110 puede conocer
a un sujeto por las facciones.
Una determinación de agudeza da: O . I. = 0'02 difícil.
O . D . = 0’55.
Cam po visual normal en el O . D ,, con el lím ite mínimo fisioló­
gico para el blanco y colores. En el O . I., por el contrario, está
muy estrechado y ofrece una escotadura irregular, en sector, en la
parte inferior.
La oftalmoscopia comprueba un desprendimiento bursiforme de
la retina hacia la parte superior del campo de exploración, sin posible
lim itación por delante. El resto del fondo tiene el aspecto granilloso
en casi toda su extensión, y sólo en las partes ecuatoriales se nota
alguna zona de escasa pigmentación retiniana y aspecto pavimentado
coroidiano.
Vasos centrales levemente estrechados, conservando sus pro­
porciones de calibre relativo, venas con arterias.
Papila de tinte ligeramente amarillento y contorno bien definido.
Tratamiento. — Yódicos a dosis creciente, comenzando por
0’5 gramo diario, y aumentando otro medio cada cinco o seis días,
hasta llegar a 2’5 gramos, dosis con la que continúa hasta su salida.
Fricciones de pomada mercurial en regiones de piel fina, con un
par de gramos diarios. A la tercera semana de hospitalización se
hacen sólo en días alternos, y así se continúa hasta el día del alta,
exceptuando siempre los días en que se le hace inyección diaforética
de pilocarpina.
Estos son, en junto, doce: los días 30 de M arzo, 3 de A bril,
6 , 8 , 10, 13, 15, 17, 20, 24 y 27 del mismo, y el 1.° de Mayo, procu­
rando en ellos dosis suficiente para producir sudación abundante.
En los enfermos ambulantes que asisten a la consulta, les pres­
cribo solución de clorhidrato de pilocarpina al 2 por 10 0 , 20 gramos,
y de ella toman en ayunas 12-15-20, etc., gotas, en una taza de
infusión caliente de flores de tilo, la cantidad justamente necesaria
para producir en cada sujeto diaforesis profusa. Esta se procura en
la cama, aumentando el abrigo y en días alternos.
A todos se les aconseja no traguen la saliva sialorreica.
Hiciéronsele, además, al enfermo que estoy historiando, inyec­
ciones retrobulbares de solución de cloruro sódico al 4 por 100, con
unas gotas de acoína al 1 por 100, en los días 28 de M arzo, 4, 9, 18 y
30 de A b ril; media jeringuilla en las dos primeras y entera en las
siguientes, en vista de su perfecta tolerancia.
A los quince días de su ingreso se le hace nuevo reconocimiento
oftalmoscópico, que evidencia la aparición de un segundo despren­
dimiento en la región ecuatorial inferior, al que acompaña sin modi­
ficación sensible el primeramente comprobado en las partes supe­
riores de la retina.
Lo mismo se observa en los reconocimientos posteriores hasta
últimos de A bril, en que se reaplica la retina en las partes superio­
res, quedando sólo el desprendimiento inferior.
Esta marcha, natural en la inmensa mayoría de los desprendi­
mientos que comienzan por arriba, y persisten algún tiempo, hace
probable el estacionamiento definitivo de la lesión, por esto en 1 .° de
Mayo se le hace la últim a inyección diaforética, al día siguiente
de haberle hecho la última retrobulbar, y desisto ya de toda nueva
intervención terapéutica en vista de su completa inutilidad; sólo por
no desalentar al enfermo continúan el yoduro y las fricciones mer­
curiales.
En 10 de Mayo le hago un nuevo examen oftalmoscópico, pre­
viendo encontrarlo todo igual o peqr, y proponiéndome mandarle a su
casa como incurable, suponiendo que no se había de allanar a inter­
venciones más activas de resultado incierto. Con indecible sorpresa,
me encuentro que no aparece el desprendimiento por ninguna parte,
sólo en la extrema ecuatorial superior hay un gran acumulo de
pigmento emigrado, al lado de una zona de pigmentación coroidiana
alargada de límite difuso. La retina se ha reaplicado en toda su
extensión. Así lo demuestra también el examen funcional campimétrico y hasta la misma agudeza visual, que salta de 0 ’0 2 que estaba,
a 0M5 en que aparece ahora. Según esto, el desprendimiento ha
curado, precisamente después de dejarle sin tratamienlo en vista de
la manifiesta inutilidad de éste.
¿Q ué ha ocurrido aquí? ¿Cóm o explicar esta curación inopinada?
Si se tratara de un desprendimiento de retina por hemorragia
coroidiana, se explicaría bien la posibilidad de una reabsorción con
reposición de la retina. Mas el aspecto oftalmoscópico en estos casos
es otro, no se desarrollan tardíamente las lesiones, no muestran fácil
cambio de emplazamiento, 110 se reabsorben con rapidez.
Evidentemente, se trataba aquí de un líquido subretiniano muy
flúido, poco coloreado, que hizo irrupción en la cavidad virtual de la
vesícula ocular secundaria, de modo brusco; después de un largo
período subsiguiente a la contusión, durante el que acaso fué colec­
cionándose delante de la retina por retracción del vitreo.
Es creíble que en este último se hayan producido trastornos
nutritivos análogos a los que se presentan en el principio de las
hialitis, con condensación y retracción, y una suerte de expresión
que da lugar a la formación de una colección líquida entre hialoide
y limitante interna. Posteriormente, una fisura de la retina en los
límites de la colección, da la posibilidad del paso del líquido de la
cara anterior de la retina a la posterior, o más bien al espacio virtual
citado.
A sí se explica también, por una nueva emigración del líquido en
sentido contrario, como puede producirse la curación; pero si se
admite como fácilmente posible el paso del líquido de una superficie
a la otra, hay que aceptar la fácil posibilidad de las recidivas, cosa
que ciertamente se ha visto en algunos casos, pero que indudable­
mente sería la regla general y no la excepción.
Por lo demás, con los datos obtenidos por la exploración, nada
autoriza en este caso para afirmar el despegamiento del vitreo por
condensación, si bien el diagnóstico clínico de tal suceso por excep­
ción es posible.
La existencia de una fisura o ruptura retiniana es asimismo
hipotética; pues la más minuciosa inspección, llevada a todas las
partes explorables del fondo ocular, 110 la han podido demostrar,
a pesar de la previa atropinización que tanto facilita el examen. No
puede, pues, salirse del terreno puramente hipotético, y en él es
tan fácil imaginar como difícil probar, y sólo con lo probado o con lo
probable queda saciada la natural tendencia de la razón a saber
la verdad.
Q ue un caso cure antes de intervenir, que otro lo haga en cuanto
se inicia el tratamiento, por manera casi milagrosa; que en alguno la
curación sobrevenga cuando ya se ha desistido de tratarle, en vista
de la inutilidad de los recursos clásicos, tanto monta; el uno, el otro
y el últim o, prueban todos que, hoy por hoy, es muy desairada nues­
tra actuación frente a esta gravísima dolencia. Seamos ante todo
sinceros. En este caso particular los hechos nos acusan de impoten­
cia. En aquellos en que al tratamiento sigue una curación a él vero­
símilmente imputable, ¿no se tratará muchas veces de una simple
coincidencia?
M i experiencia personal en esta enfermedad me inclina al escep­
ticismo. Creo que muchas veces nos dejamos llevar de la natural
tendencia a admitir como indiscutible toda aseveración que nos sea
favorable, y más en una enfermedad en que con frecuencia nos vemos
forzados a paladear la amargura del fracaso.
C U R A C IÓ N
DE UN
DE
CASO
DE
D E S P R E N D IM IE N T O
LA R E T IN A
Po r el D r . L. P o n s M a r q u é s ( M a h ó n )
Que el desprendimiento de la retina es curable y lia sido curado
en muchas ocasiones bajo la acción de diferentes tratamientos, son
hechos comprobados y que nadie puede poner en duda,
Es indudable, asimismo, la posibilidad de que dicha afección
cure espontáneamente, siendo varios los casos que la demuestran,
publicados por autores cuya respetabilidad científica es garantía de
la absoluta veracidad de sus afirmaciones.
Pero, ¿en qué grado es susceptible de curación el desprendi­
miento retiniano? ¿Q u é recursos terapéuticos han dado mejores
resultados? ¿H asta qué punto es posible atribuir al tratamiento
varias de las curaciones obtenidas y asegurar que éstas no se hubie­
ran logrado por los solos esfuerzos de la naturaleza?
He aquí una serie de preguntas a las que, hoy por hoy, y a pesar
del gran número de trabajos realizados sobre tan importante pro­
blema terapéutico, nos parece imposible contestar de una manera
satisfactoria.
El tratamiento definitivo del desprendimiento de la retina o,
mejor dicho, de las varias modalidades etiológicas de tal enfermedad,
puede afirmarse que es todavía desconocido, como lo prueba la
escasa proporción de curaciones duraderas que llegan a obtenerse,
no obstante el considerable número de medicaciones preconiza­
das. Y es que una enfermedad cuyas causas pueden ser tan dife­
rentes como lo son, por ejemplo, un traumatismo y la miopía o la
arterioesclerosis, 110 debe ser tratada siempre de la misma manera,
ni sin conocer con precisión el mecanismo íntimo a que obedece su
producción en cada uno de los casos.
P ero, ínterin se llega a la adquisición de estos conocimientos
y se señalan de una manera clara y terminante las indicaciones de
tal o cual medicación, debemos los clínicos luchar contra la terrible
enfermedad por todos los medios de que actualmente disponemos,
procurando aquilatar el valor de los distintos tratamientos recomen­
dados como más eficaces.
En este concepto, me parece interesante la observación si­
guiente, que tiene, a mi juicio, el valor de un experimento, porque,
reproducido el desprendimiento después de haber cedido una vez
a las inyecciones subconjuntivales de cloruro sódico, la repetición
de su empleo condujo rápidamente a una curación que, persistiendo
todavía después de cinco años, creo que debe considerarse como
definitiva. Se trata, pues, de un caso en que el desprendimiento fué
dominado en absoluto por dichas inyecciones.
He aquí la observación a que me refiero:
Águeda P. y C ., de cuarenta años de edad, natural de M ahón,
acudió por primera vez a mi consulta del Dispensario O ftalm ológico
M unicipal el día 25 de Febrero de 1909, aquejando un trastorno visual
en el ojo derecho, trastorno que se había presentado hacía un mes,
aproximadamente, y héchose más intenso durante la última semana.
Esta enferma carecía de antecedentes patológicos dignos de
mención, habiendo tenido cuatro partos y dos abortos, Por parte del
aparato de la visión acusaba sólo una ligera miopia, cuyo desarrollo
había comenzado en la infancia,
El examen de la enferma nos dió el siguiente resultado:
, , _ | O , D. ’/o. Va — 175.
Vl “ 1 O . I. '/a?. 1 — 2’25.
El campo visual para el blanco era normal en el ojo izquierdo,
pero en el derecho presentaba uti escotoma en la parte superior, de
la forma y dimensiones que pueden verse en la adjunta gráfica.
La tensión del ojo derecho estaba ligeramente disminuida.
El examen oftalmoscópico nos permitió comprobar en este .ojo
un desprendimiento de la parte inferior de la retina, desprendimiento
cuyo límite superior distaba de la papila unos dos diámetros papila­
res. No existían lesiones de esclerocoroiditis posterior.
En el ojo izquierdo no había ninguna alteración de las membra­
nas profundas.
Practiqué en el ojo derecho una inyección subconjuntival de
medio centímetro cúbico de solución de cloruro sódico al 25 por 100,
adicionada de una pequeña cantidad de cocaína, y apliqué un vendaje
ligeramente compresivo, La enferma, una vez mitigado el dolor de la
inyección, continuó entregada a sus ocupaciones habituales.
A los cinco días se había iniciado una ligera mejoría funcional
y objetiva, pues la agudeza visual era algo mayor y al examen oftal­
moscópico se notaba claramente, en la porción de retina despren­
dida, cierta tendencia a reaplicarse. En este día (2 de M arzo) prac­
tiqué la segunda inyección de cloruro sódico, a la misma dosis y en
igual cantidad que la primera.
Día 5 de Mcirzo.— Apenas se nota el desprendimiento. La
enferma continúa usando el vendaje compresivo.
Día 10 de Marzo. — Tercera inyección de medio centímetro
cúbico de cloruro sódico al 25 por 100.
Día 15 de Marzo. — La retina está completamente adherida.
O . D. V. = ‘/a. 7:¡ — l ’75.
El campo visual acusa sólo una ligerísima reducción en su parte
superior. La enferma deja de asistir a la consulta.
Día 10 de Mayo del mismo año. — Vuelve con los mismos tras­
tornos en el O . D . que la primera vez, comprobando por el oftalmoscopio que el desprendimiento se ha reproducido y que alcanza una
extensión análoga a la que tenía anteriormente. Le aplico la cuarta
inyección de cloruro sódico al 25 por 100 y aconsejo nuevamente el
uso del vendaje algo compresivo.
Día 14 de Mayo. — G ran mejoría. Casi toda la porción despren­
dida se halla adherida nuevamente y el estado funcional ha mejorado
mucho. Continúa con el vendaje.
D ía 20 de Mayo. — La curación es perfecta.
,,
( O . D . Va. 1 — 175.
v - ~ 1 0 . I. ‘/a. 1 — 2’25.
El ojo derecho ha recobrado su tensión normal y la visión peri­
férica no presenta la menor anomalía.
En mayo de 1910 continuaba la curación, sin que hasta la fecha
haya sobrevenido ninguna recaída, según he podido comprobar en
varias ocasiones.
II.— NOTAS
CLÍNICAS
IN T E R E S A N T E O S T E O P E R IO S T IT IS R E C ID IV A N T E A G U D A
DE
LA
Por el D
r
Ó R B IT A
. M.
M
arín
O culista del Hospital Provincial de Almería
Francisco O rta Blanes, de seis años de edad, natural de Instinción (A lm e ría ) ingresó en nuestra Clínica O ftalm ológica del Hospi­
tal Provincial, el día 14 de M arzo de 1912.
El padre del enfermlto nos refiere que hacía nueve días fué
atacado su hijo, de pronto y en plena salud, de escalofríos, vómitos
y fiebre a lta ; observándole, a las cuarenta y ocho horas siguientes, el
ojo izquierdo empujado hacia adelante, al mismo tiempo que el pe­
queño paciente se quejaba de fuertes dolores que localizaba en el
mismo ojo. Tres días más tarde y siguiendo con el cuadro sintomá­
tico de fiebre alta, propulsión del ojo y fuertes dolores, empezó a que­
jarse de molestias en el oído izquierdo, apreciándole entonces una
gran hichazón por delante y detrás de la oreja. Las molestias del
oído fueron acentuándose hasta convertirse en fuertísimos dolores, y
que el día anterior a su presentación en el Hospital se le había reven­
tado el oído y expulsado gran cantidad de pus.
El interrogatorio que hicimos al padre de este enfermito, no nos
suministró dato alguno de interés con respecto a los antecedentes
.hereditarios y familiares, y únicamente, con respecto a los individua­
les, nos dice que hacía dos años había sufrido el niño una fiebre tifoi­
dea y que no había recibido traumatismo de ningún género, ni había
padecido de corizas, ni de otorreas, ni había expulsado pus por la
nariz.
Reconocimiento. — Con estos datos procedimos al reconoci­
miento del paciente, y he aquí su estado actual:
Temperatura de 40°, gran saburra gástrica y estado general bas­
tante grave.
El ojo izquierdo presenta una enorme exoftalmía ínferoexterna,
descansando el globo ocular sobre el reborde orbitario inferior. Sus
movimientos hacia abajo y hacia afuera se efectúan normalmente,
los hacia arriba con gran dificultad e imposibles los hacia adentro.
D ebe existir dipoplia cruzada, imposible de comprobar por la poca
edad del paciente, a pesar de las repetidas preguntas que en este
sentido le hicimos. La córnea 110 presenta la menor lesión; la pupila
reacciona normalmente a la luz, a la acomodación y a la convergen­
cia. El fondo del ojo no presenta la menor anormalidad, siendo perfec­
tamente igual a su congénere, La visión es 1 m.
Entre el globo ocular desviado y propulsado y la nariz, existe
una tumoración del volumen de 1111 huevo de paloma que hace promi­
nencia sobre el reborde orbitario y el dorso de la nariz.
La piel que lo recubre está roja, caliente y edematosa; explo­
rando convenientemente se comprueba fluctuación. La conjuntiva del
ángulo interno del ojo presenta un enorme quemosis que sobresale
entre los párpados; lo restante de la conjuntiva bulbar está intacta.
Los párpados bastante edematosos en su mitad interna, cubren per­
fectamente el globo ocular. La mitad externa de la órbita y de los
párpados (aparte de la distensión) no presentan ninguna lesión.
En la región temporal del mismo lado existe también otra gran
tumoración , cuyo punto culminante corresponde al sitio de im planta­
ción del pabellón de la oreja que se extiende desde la apófisis mastoides hasta dos centímetros del reborde orbitario externo y desde la
línea temporal superior hasta el ángulo de la mandíbula. Esta tumoración es dura y en ella no se percibe fluctuación. El pabellón de la
oreja está abultado de volumen, rojo, brillante, como erisipelatoso y
bastante separado del cráneo; parece colocado verticalmente en la
cabeza. Por el conducto auditivo externo fluye gran cantidad de pus.
Las dos mencionadas tumoraciones 110 comunican exteriormente
por ningún sitio; la menor distancia que las separa es de varios cen­
tímetros (de seis a siete) de piel y de tejidos perfectamente sanos.
Tratamiento. — Comprobada la existencia de pus en la tum ora­
ción orbitaria, por medio de la fluctuación y de una punción
aspiradora, nuestro primer cuidado fué darle salida inmediatamente,
verificándolo en el acto. Con un bisturí de hoja larga y estrecha pe­
netramos por la parte interna del suelo de la órbita (para huir del
saco lagrimal y evitar la retención de exudados por declive), segui­
mos unos tres y medio centímetros sobre esta cara inferior, bajando
entonces el mango del bisturí, al mismo tiempo que lo dirigimos ha­
cia afuera para que la punta fuese a parar hacia arriba y adentro en
la dirección del máximun de abultam iento, hasta tocar en la misma
pared interna de la órbita. Al retirar el bisturí salió una enorme can­
tidad de pus flúido mezclado con algunas porciones de sangre, dismi­
nuyendo en el momento la tumoración y la exoftalmía. Introducida
una sonda de BoWman del número 6 , pudimos comprobar que el pe­
riostio de la pared interna de la órbita estaba totalmente desprendido
del hueso plano del etmoides y que éste se hallaba en parte destruido,
dando la sensación de azucarillo, Pusimos drenaje de gasa hidrófila
y colocamos un vendaje monóculo.
Diario de observación.— En la cura del día siguiente, 15 de
M arzo de 1912, al levantarse el apósito y sacar la gasa-drenaje, sale
una enorme cantidad de pus. El ojo ocupa casi su sitio en la órbita y
sus movimientos son más extensos. La hinchazón que rodea la oreja,
aunque no ha disminuido, sin embargo está más blanda y no sale pus
por el oído. La fiebre ha bajado 2o, a 58° el estado general ha mejo­
rado grandemente y la saburra gástrica es menos acentuada; sin
embargo, le prescribimos un purgante salino.
Tenida consulta en este día con nuestros comprofesores del hos­
pital, por considerar este caso incluido también en la Cirugía gene­
ral, todos son de parecer, que por otra parte concuerda con el nues­
tro, de seguir con los drenajes por la parte interna de la órbita y no
practicar ninguna punción ni pre ni retroauricular, sino esperar al día
siguiente o sucesivos, una vez que ha bajado esta inflamación desde
que el pus encuentra fácil salida por la abertura orbitaria.
D ía 16 de M arzo de 1912. — En la cura sale más pus que en los
días anteriores, y la hinchazón del pabellón de la oreja y la que le
rodea, ha disminuido considerablemente, por lo que desistimos de
toda intervención en esta región.
D ía 17 de M arzo de 1902.— En este día la cantidad de pus que
sale al retirar el drenaje, aun es mayor que la de los días anteriores.
La tumoración de la parte interna de la órbita ha desaparecido total­
mente y el ojo ocupa su sitio habitual en la órbita, si.endo sus movi­
mientos normales en todos sentidos. Reconocido el fondo del ojo,
no encontramos en él la menor lesión, conservándose, por otra parte,
intacta la agudeza visual.
La hinchazón, que rodeaba al pabellón de la oreja, ha desapare­
cido completamente. La temperatura es de 57°, y el estado general
completamente satisfactorio.
Con objeto de evitar la retención del pus en la órbita, substi­
tuimos el drenaje de gasa que obra a modo de tapón, por tubo de
caucho fenestrado, que facilita la salida de los exudados tan pronto
se van formando,
D ía 18 de M arzo de 1912.— En nuestra visita de este día nos
encontramos al enfermito con el vendaje y apósitos caídos y el tubo
de drenaje fuera de su sitio y la abertura orbitaria completamente
cerrada, no habiendo expulsado pus por ella. En cambio, por el con­
ducto auditivo externo, manaba pus en gran cantidad, la cual aumen­
taba haciendo presión por delante del trago, a la vez que tirando
hacia afuera del pabellón de la oreja.
Abrimos de nuevo la incisión orbitaria colocando el tubo-dre­
naje, y recomendamos lavados frecuentes con agua esterilizada en
el conducto auditivo externo.
D ía 19 de M arzo de 1912.— En la cura de este día sale igual
cantidad de pus por la órbita que por el conducto auditivo externo,
y e n los días sucesivos va saliendo progresivamente mayor cantidad
de pus por la órbita que por el oído, hasta que al cabo de seis días,
25 de M arzo, la expulsión de pus por el conducto auditivo ha des­
aparecido totalmente, continuando su franca salida por la aberturaorbitaria.
Posteriormente, el pus va disminuyendo progresivamente de can­
tidad hasta el día 5 de A bril, que encontramos al paciente con el
apósito nuevamente caído, el drenaje fuera de su sitio, el trayecto
de desagüe completamente cerrado y con considerable hinchazón de
la mitad interna del párpado inferior, por infiltración de pus. La
colocación del drenaje en la cura de este día es sumamente dolorosa, y exacerba la habitual intranquilidad del pequeño enfermo, costándonos gran trabajo su introducción.
En las curas de los días sucesivos, la dificultad de la colocación
del drenaje sube de punto porque el enfermito, ni aun cogido por
cuatro personas, permite siquiera una mediana colocación y ante el
temor de efectuar una falsa vía en el contenido orbitario preferimos
una introducción incompleta, con lo cual la cantidad de pus expul­
sada en estos días ha disminuido considerablemente. A la vez que
esto ocurre, por el lado de la órbita vemos evolucionar una nueva
inflam ación periauricular con el mismo cortejo sintomático que en
la vez anterior: fuertes dolores en el oído, gran reacción febril y pa­
bellón de la oreja rojo, tumefacto y grandemente separado del c rá ­
neo; síntomas que fueron en aumento en los días sucesivos, hasta el
10 de A bril, que ante el temor de otra nueva otorrea, con todos sus
peligros, conseguimos dilatar ampliamente la incisión orbitaria e in­
troducir un buen tubo de drenaje.
En los días siguientes, la expulsión de pus por la abertura orbi­
taria se regulariza y la inflamación auricular va disminuyendo pro­
gresivamente hasta desaparecer por completo el día 18 del mismo
mes.
Poco a poco va disminuyendo la cantidad de pus en los días
sucesivos y modificándose el estado rugoso de la pared interna de
la órbita, hasta conseguir una completa curación el día 5 de Mayo
de 1912, es decir, próximamente a los dos meses de su aparición.
Este niño a los pocos días salió de la Clínica sin el menor vesti­
gio de su enfermedad. La parte interna de la órbita no quedó retraída
ni cambiada de color, la cicatriz cutánea apenas era perceptible, el
globo ocular y sus anejos perfectamente íntegros, los movimientos
oculares conservando su excursión fisiológica, el fondo normal y la
agudeza visual = 1. El estado general también era bastante satisfac­
torio.
Después no volvimos a tener noticias de este enfermito hasta el
día 8 de Septiembre de 1914, que fué presentado otra vez por su
padre en nuestra Clínica del hospital, el cual nos dijo que desde que
dimos de alta al niño, hacía más de dos años, éste no había tenido la
menor molestia por parte de la órbita ni padecido ninguna enferme­
dad, sino que, por el contrario, había conservado una perfecta visión
en ambos ojos y había gozado de buena salud hasta hacía dos días,
que le habían observado hinchazón en la parte interna de la órbita
izquierda y fiebre, al mismo tiempo que el niño se quejaba de dolo­
res, y que ante el temor de una repetición de la enfermedad anterior,
se había apresurado a acudir a nuestro auxilio. Preguntado si el
niño había recibido recientemente algún traumatismo, nos contestó
que hacía diez o doce días había sufrido una caída sobre la cabeza y
se había producido una ligera herida del cuero cabelludo en la región
parietal del mismo lado, que curó espontáneamente.
Reconocimiento. — Efectivam ente, el niño presentaba el ojo
izquierdo con ligera exoftalmía ínferoexterna debida a un abultamiento de la parte interna de la órbita, que desvía el ojo en la direc­
ción expresada. Esta tumoración no es todavía muy acentuada y la
piel que la recubre está ligeramente sonrosada, el enfermito se queja
de dolores espontáneos en este sitio, los cuales se exacerban por la
presión. Los movimientos del ojo hacia adentro están abolidos, y algo
disminuidos los hacia arriba, siendo de excursión normal los externos
y los inferiores. Los párpados, la conjuntiva, el polo anterior y el
fondo del ojo son perfectamente normales, y la agudeza visual está
intacta. La temperatura es de 58° y existe una ligera saburra gás­
trica. Com o tratamiento, empleamos durante los días 8 y 9 de S e p ­
tiembre, fomentación caliente continua, con lo cual la tumoración se
hace mayor, la piel se pone infiltrada y caliente, y la temperatura
aumenta hasta llegar a 59’5°. La exoftalmía se hace más intensa y los
movimientos oculares casi suprimidos.
D íá 10 de Septiembre de 1914. — En este día, en la tumoración
extraordinamente abultada de volumen se comprueba fluctuación.
Hecha una punción aspiradora en la parte súperointerna y otra en la
ínferointerna de la órbita, ambas dan resultado positivo, si bien sa­
liendo más cantidad de pus en esta últim a, con lo cual nos decidimos
a intervenir.
Con un bisturí largo y estrecho penetramos en la órbita por el
ángulo ínferointerno de esta cavidad, siguiendo una dirección hacia
arriba y hacia adentro en busca de su pared interna; al retirar el bis­
turí salió una buena cantidad de pus mezclado con sangre. Con una
sonda gruesa de Bowman pudimos comprobar que el periostio estaba
totalm ente desprendido de la pared interna de la órbita y que la
lámina papirácea del etmoides daba la sensación clásica de azuca­
rillo, propio de la osteítis. Pusimos un drenaje provisional de gasa
hidrófila y colocamos un apósito.
D ía 11 de Septiembre de 1914. — Al retirar el drenaje salió una
enorme cantidad de pus del cual tomamos algunas porciones para
hacer un examen bacteriológico. En esta vez colocamos un tubo-dre­
naje que no impidiera la retención del pus en la órbita.
D ía 12 de S e p tie m b re .— La cantidad de pus está considerable­
mente disminuida, ia tumoración ha bajado grandemente y el ojo ocupa
casi su posición normal en la órbita. El estado general ha mejorado,
la temperatura es casi normal y le prescribimos un purgante salino.
El análisis bacteriológico del pus, hecho por nuestro distinguido
colega D r. Perez Cano, sólo demuestra enorme número de cadenetas
de estreptococos, único agente patógeno, aparte de algunos elemen­
tos histológicos.
D ía 15 de Septiembre. — En este día le ponemos una inyección
de 10 centímetros cúbicos de suero antiestreptocócico. Al día si­
guiente y sucesivos, la cantidad de pus expulsada va siendo menor,
al mismo tiempo que la oftalmía y los síntomas generales mejoran
progresivamente.
D ía 20 de Septiembre de 1914. — La cantidad de pus se ha redu­
cido a su más mínima expresión. El globo ocular ocupa su lugar en la
órbita, siendo sus movimientos normales, así como el fondo del ojo y
la agudeza visual.
D ía 30 de Septiembre de 1914. — En este día apenas si el ven­
daje se quita manchado de pus, y con el estilete se nota que la sepa­
ración del periostio de la pared interna de la órbita ya no existe, no
tocándose hueso lesionado en ningún sitio.
Día 5 de O ctubre de 1914. — El tubo de drenaje ya no penetra,
por estar cerrado totalmente el trayecto orbitario y cicatrizado el
orificio cutáneo; sin embargo, le tenemos varios días más en la clí­
nica en observación hasta el día 12 del mismo mes, que le damos de
alta por curación, a los treinta y cuatro días de su ingreso y habiendo
quedado sin la menor lesión ocular 1 ni de los anejos y con agudeza vi­
sual normal.
Después de estar curado y como garantía de nuestro diagnós­
tico de osteoperiostitis infecciosa aguda de la órbita con recidivas,
le enviamos a que un especialista de la nariz, el D r. Gondra, le
hiciese una exploración de las fosas nasales, de los senos per'iorbitarios (frontal, esfenoidal y maxilar) y del oído, dando dichas explora­
ciones un resultado francamente negativo y viniendo a confirmar nues­
tro criterio de no ser consecutiva a sinusitis.
Como se habrá podido observar, este caso es de lo más intere­
sante, no habiendo encontrado ninguno que se le parezca en la litera­
tura oftalmológica que nosotros conocemos.
La fecha lejana de la recidiva, dos años, ya es motivo de rareza,
pues el caso de Graefe 2, de un niño de cuatro años, que recidivó a
los nueve meses, terminó por la muerte.
La curiosidad principal de este caso, está en la salida espontá­
nea del pus por el conducto auditivo externo y cuando la expulsión
por la órbita se interrumpía. La interpretación de este fenómeno nos
tuvo perplejos durante mucho tiempo, hasta que el estudio detenido
de los síntomas clínicos y el examen de diversos cortes de cráneos,
nos dieron su explicación, que, por otra parte, no puede ser ni más
lógica ni más sencilla.
En primer lugar, hay un dato clínico de gran valor: la tum efac­
ción de la región temporal alcanzaba su máximo en el sitio de im­
plantación y alrededor del pabellón de la oreja, disminuyendo gra­
1 E l fondo de l ojo es perfectam ente fis io ló g ic o , sin e x is tir siquie ra la m enor a lte ra ció n
v a s c u la r.
2
Encyclopédie française d'Ophtalmologie, tom o
S .°, p á g in a 551.
dualmente hacia adelante hasta desaparecer a dos centímetros del
reborde orbitario externo. La tumoración orbitaria no llegaba
al
eje vertical de esta cavidad; existiendo, por tanto, de seis a siete
centímetros de distancia de tejidos sanos, entre estos, dos focos
inflamatorios, prueba evidente que su comunicación no ha sido super­
ficial.
Claro es que, profundamente, estas dos colecciones purulentas
se comunican. ¿Y por dónde se ha establecido esta vía? A natóm ica­
mente, dos caminos pue'den seguir los exudados para ir desde la órbita
al conducto auditivo externo. Es uno, el endocraneal, imposible de
aceptar en este caso, porque, aparte de que una meningitis mortal
hubiera dado buena cuenta del enfermito, los nervios ópticos, oftál­
mico, 5.°, 4.°, y 6.° pares y la vena oftálmica 1que pasan, respectiva­
mente, por el agujero óptico el primero y por la hendidura esfenoidal
los restantes, presentan sintomatología de lo más expresiva, sin
contar con el seno cavernoso que irremisiblemente se hubiera tam­
bién interesado. Además, para la eliminación del pus, no era necesa­
ria la enorme tumoración auricular; bastaba únicamente con la perfo­
ración del tímpano, que, por otra parte, la exploración minuciosa
demostró no se había afectuado, y como si todo esto fuese poco, la
acuidad auditiva normal indicaba que el oído interno y medio no
habían tomado participación en el proceso.
El otro camino profundo, subperióstico, que los exudados infla­
matorios de la órbita pueden seguir hasta llegar al oído, es el de la
hendidura esfenomaxilar a la fosa temporal y de ésta, por la unión de
las porciones ósea y cartilaginosa, al conducto auditivo externo.
Este es el trayecto que creemos firmemente ha seguido el pus
en este enfermito. El pus formado en la pared interna de la órbita se
ha acumulado entre la lámina papirácea del etmoides y el periostio,
y por su propio peso ha descendido unos milímetros, llegando a la
hendidura esfenomaxilar, de donde ha pasado, siempre debajo del
periostio, a la fosa temporal y ya en ella ha desprendido la inserción
fibrocartilaginosa del conducto auditivo externo o ha pasado por las
La a rte ria oftálm ica no ofrece n in g u n a s in to m a to lo g ía en estas lesio ne s.
dos fisuras que normalmente posee, yendo a caer en la cavidad de
este conducto, para ser expulsado al exterior.
Al desbridar nosotros la órbita y dar salida a la colección puru­
lenta, la abertura espontánea por el conducto auditivo se cerró, si
bien reapareciendo en el curso del cuarto día, que el enfermito se
quitó el apósito, obturándose la abertura practicada. Reabierta la
incisión orbitaria, el pus comenzó nuevamente a salir por la órbita
y a disminuir por el oído, hasta que perfectamente permeable la vía
más corta, la auditiva desapareció definitivamente.
Ya en el curso de esta publicación, hemos indicado la perfecta
integridad anatómica y funcional que quedó después de cada uno de
estos procesos inflamatorios de virulencia extraordinaria y que 110
hay para qué insistir.
III. — P R E N S A
O FT A LM O LÓG ICA
Archives d ’O p htalm ologie
Análisis por el
P ro f.
T.
B lanco
J u l i o d e 1914
De la corrección del astigmatismo desde el punto de vista del servicio
militar. — P r o f . F é l i x L a g r a n g e
Sostiene que conviene aceptar los cristales cilindricos para el servi­
cio militar en caso de astigmia, sobre todo en las astigmias simples,
compatibles como son con un buen funcionalismo ocular.
El reglamento alemán prescribe la corrección de todos los Vicios de
refracción con el cristal adecuado y sólo desecha los que, a pesar de la
corrección, alcanzan poca agudeza. Lo mismo ocurre en Suiza y Suecia.
No siendo fácil en campana proveer al astígmico del cristal individual
que necesita, el autor se limita a proponer la admisión para el servicio
militar de los que tengan sólo astigmia simple, generalizando el empleo
del cristal circular, fácil de utilizar en todo caso y de colocarle en posi­
ción correcta.
Cita una veintena de casos en su apoyo, recogidos en el espacio de
un año, y las opiniones favorables de algunos colegas.
C om bate luego las pocas razones expuestas por los que opinan en
contra.
La tarsorrafia externa en el tratamiento del entropión espasmódico
D r . A.
C antonnet
Enum era los inconvenientes de los procedimientos en uso y se de­
cide por la tarsorrafia externa en una extensión de 4 a 5 m ilím etros; que
secciona luego en varias sesiones, a un milímetro cada una, cuando el
entropión ha desaparecido.
E sta sutura, dice, obra im pidiendo que el párpado inferior bascule.
Tuertos célebres. —
D octores C oulomb y
C abanés
E studio histórico curioso en el que se relatan algunas anécdotas y
dichos dignos de ser leídos en el original y referentes a los tuertos si­
guientes:
Horacio Cocles; F ilipo II, Rey de M acedonia; A ntígono, C apitán de
A lejandro el G rande; Anníbal; Sertorius; C laudius Civilis; Flavius; Bayaceto; Juan deT rockoW a; Camoens; C hristián IV de Dinam arca; Nelson; D. C ipriano P ortocarrero, Conde de M iranda, de M o ntijo y de
M ora.
(
Accidentes o atentados: Licurgo; E nrique II de Francia; Felipe,
Duque de O rleáns, Regente de F rancia; W enceslao I, Rey de Bohem ia;
Massena, General de Napoleón; Gambetta; M arconi; C ullerier; Giraldés;
C h. R obín.
Blefaritis, queratitis
y
retinitis en la l e p r a . — D r .
A.
G a b r ie l id e s
E studio de un caso clínico en el que se com probaron los bacilos de
Hansen en la córnea y en los párpados. No hubo posibilidad de com pro­
barlos en la retina, com o T rantas lo ha podido hacer en otros semejantes.
Los números de Agosto hasta fin de año de 1914 no se han publicado.
1915
En Febrero del año actual apareció el número Enero-Febrero, que
com ienza por un aviso de la D irección en el que se dice que los graves
acontecimientos que se desarrollan desde el principio de Agosto, han
hecho materialmente im posible la publicación de los cinco últim os núme­
ros de los Archives correspondientes al año pasado.
A pesar de las dificultades que persisten de falta de colaboradores
y de una parte del personal, del editor e impresores, la dirección ha deci­
dido hacer aparecer los Archives cada dos meses, a partir de principios
del 1915, indicando que los dos años form arán un solo Volumen.
E n e r o -Fe b r e r o
C om ienza con un extenso estudio de E. L andolt acerca del
de los movimientos normales y patológicos de los ojos.
Examen
En este trabajo no hay nada de nuevo, pues comienza el mismo autor
diciendo «que va a hacer un resumen de sus lecciones acerca de los mé­
todos de examen de los movimientos de los ojos», y en realidad, no
resume, sino que expone detalladam ente lo que ya todos sabemos ha
publicado hace media docena de años.
L o primero de que aquí se ocupa, es de las ideas de Hering acerca
del ojo doble, y luego entra ya en el estudio de la medida de las excursio­
nes de los ojos, para las que insiste en su método de la habitación divi­
dida según el cálculo de tangentes.
Cam po de fijación binocular.
M edida de la rotación del ojo alrededor de su eje sagital. (Conti­
nuará.)
Heridas de guerra órbitoocnlares. — P r o f .
F.
d e
L apersonne
Dice lia podido seguir unos treinta casos cuyas enseñanzas difieren
bastante de lo conocido hasta el día, por la distinta manera de hacer la
guerra y por los perfeccionamientos del armamento moderno.
Los proyectiles que penetran de atrás a delante, hacen estallar el
globo y penetran en el cráneo produciendo lesiones encefálicas no siem­
pre mortales.
C on poca fuerza, pueden quedar en la órbita o cerca y ser fácilm ente
extraídos.
Las heridas transversales de órbita, tienen consecuencias muy gra­
ves; 15 casos con 7 cegueras inmediatas bilaterales.
Obuses gravísimas lesiones; casos de muerte aun sin herida, por
explosión próxim a; conmociones graves de los ojos; desprendimiento
retina; hemorragias ídem.
A m bliopía pasajera, con fotofobia, lagrimeo y blefarospasm o (histerotraum a) curan pronto.
Por la conm oción, los más ligeros traumas traen graves conse­
cuencias.
Penetrantes, suelen acompañarse de catarata traum ática, y toda in ­
tervención puede producir iridociclitis grave.
S i cuerpo extraño ( radiografía), está indicada la enucleación pronta.
En general, explosión del globo. La enucleación no es más que regu­
larizar una herida (30-80 casos),
C ita algunos grandes traumas por proyectiles y fragmentos proyec­
tados por explosión de obuses y disparos de shrapnelts, que no tie ­
nen de particular sino el no haber sido seguidos de muerte. Aconseja
tener, en primer lugar, cuenta del estado general. Llegan abatidos,
soñolientos, y después de limpieza minuciosa, lo primero es respetar
ese sueño.
Inyección preventiva de suero antitetánico en todo caso.
Antisepsia con agua oxigenada 1/4, y separación de cuerpos extra­
ños. La conjuntiva no la tolera, como tampoco las otras mucosas. M ejor
en ellas, suero isotónico a la lágrima (14 C l. N a /1 ,000), amplias irriga­
ciones tibias.
Perm anganato 1/2 1,000, en fom entos renovados frecuentemente; al
caer las escaras en los apósitos secos. Tintura yodo, toques cada dos o
tres días sobre las partes infectadas cubiertas de un barniz grisáceo.
Y odoform o en polvo sobre las heridas (en ojo y conjuntiva, pomada 1/10).
Evitar suturas precoces; aun en párpados con hematomas, favorecen
abscesos palpebrales. Preferible esperar, y después del aViVamiento,
suturar colobom a en días sucesivos, no al pronto.
S u tu ra de córnea y esclerótica raras veces por lo grave del trauma.
C o lg ajo conjuntival con sutura, sí.
En catarata traum ática, operar pronto sin hipertonía. A spiración
preferible por menos traumática.
Cuerpos magnéticos, extracción por el electroimán. Ha dado buen
resultado, sin lesión reciente y ojo no infectado.
En órbita y partes profundas de la cara, prefiere abstenerse por la
frecuente tolerancia.
Enucleación frecuente para evitar transm isión; no siempre se pue­
den seccionar los cuatro rectos; puede seccionarse el externo, rodar el
globo, seccionar el N. O . y, luego de luxado el globo, seccionar todo lo
demás. No suturar, mejor un drenaje de cuarenta y ocho horas para evi­
tar acúmulo de sangre.
Evitar quede cuerpo extraño en el interior de la órbita.
Reacción de Abderalden eu patología ocular
P r o f e s o r e s H. F r e n i c e l y E. N i c o l á s
Exponen prim ero, sucintamente, los resultados obtenidos por sus
predecesores en el asunto, pasando revista a los trabajos que se han
publicado por Rom er, Gebb, Von Hippel, Hegner, Berneaud y Jendralski.
Se ocupan luego de describir sus experiencias personales en número
de cuarenta, de las que deducen :
I. Q ue ninguno de los enfermos examinados ha presentado en su
suero ferm entos proteolíticos con aparición de productos dializables.
II. Ninguno de los cataratados ha presentado en su suero fermen­
tos específicos para el cristalino.
II I .
Ninguno de los otros enfermos oculares ( iridociclitis, quera­
titis, intersticial, úlcera con hipopión) examinados, ha presentado en su
suero ferm entos específicos, sea para el tractus, sea para el cristalino.
M a r z o -A b r i l
Examen de los movimientos normales y patológicos de los ojos
D r . E.
L a n d o lt
E studia el autor en este artículo la determinación de la am plitud de
convergencia: A = P — R.
L a insuficiencia de convergencia.
El Valor absoluto del ángulo métrico según la línea de base ( I o 50'
para 64 m ilím etros y I o40' para 58 m ilím etros).
La posición de equilibrio de los ojos.
La visión binocular.
La dirección de los ojos en la visión próxima. (Continuará.)
El pronóstico y el tratamiento de la liidroftalmía.— A.
F age
Revista de lo publicado acerca del asunto y resultado de sus obser­
vaciones de 14 casos tratados por esclerotomías repetidas. Los operados
pronto lian obtenido buenos resultados (5 tensión normal y cesado de
crecer).
La iridectom ía le parece debe emplearse excepcionalmente por
peligrosa.
La esclerectomía de E liio t le parece aceptable para estos casos.
Siem pre se debe operar pronto y emplear mucho los mióticos.
Traumatismos de guerra. Síndrome óculosimpático. Fragmento de bala
en la VI vértebra cervical. — P r o f . de L a f e r s o n n e
Síndrom e paralítico curado con la extracción del cuerpo extraño,
mediante lam inectom ía practicada por el Dr. M artel.
S oldado de treinta y ocho años, herido por una explosión de obús.
Síntom as oculares: ligero ptosis, exoftalmía con dism inución de
hendidura palpebral y pequeño miosis. Reflejos pupilares bien conser­
vados (? ).
En el fondo derecho éxtasis papilar y edema peripapilar muy mar­
cado. Agudeza de 0’2, Cam po algo estrechado. O . I., normal.
El síndrome sim pático desapareció desde el día siguiente a la ope­
ración; el fondo ocular se m odificó más lentamente; los bordes papila­
res quedaron imprecisos, venas volum inosas V. = 0 ' 9 ; sin modificación
del campo.
Heridas de guerra.
— D r.
A.
C antonnet
C asos relatados por su rareza:
I. Luxación subconjuntival de la glándula lagrimal orbitaria.
II. Aneurisma arteriovenoso de la órbita.
I II. Hemianopsia hom ónim a atípica por herida, por arma de fuego,
del cráneo.
IV. P e rsiste n cia de la percepción luminosa en un ojo atrófico.
M a y o -J u n i o
Examen de los movimientos normales y patológicos de los ojos
D r . E. L a n d o l t
(Continuación)
Examen del estrabismo.
D irección del mismo.
G rado de la desviación.
Diferenciación del ojo paralizado del que 110 lo es.
E strabom etría por medio de prismas.
Numeración de los prismas.
Ptosis del párpado superior curado por la operación de Motáis.
Detalles técnicos. — P r o f . M á r q u e z
T rabajo del docto catedrático de O ftalm ología de M adrid; publicado
con toda extensión en los A r c h i v o s españoles del mes de Enero del c o ­
rriente año.
Traumatismos de guerra. Algunos trastornos visuales consecutivos
a la explosión de o b u s e s . — D r . T e r r i e n
R elato de algunos casos raros que la casuística clínica ofrece ahora
en abundancia relativa y que los autores se apresuran a publicar aprove­
chando los pocos momentos que las labores clínicas les dejan libres. Son
curiosidades que no se prestan a un análisis; más bien deben publicarse
íntegras o leerse en el original, por su mucho interés aun en los más n i­
mios detalles.
Hemianopsia por herida por arma de fuego en el cráneo
D r . A.
C antonet
Traumatismo producido también por explosión de obús. Herida en
la región occipital a la izquierda de la línea media. Trepanación. Estracción de esquirlas y regularizado!) de fragmentos. C uración,
Siete meses después se comprueba la hemianopsia homónim a dere­
cha típica, respetando los puntos de fijación.
V normal y límite periférico del campo; en la parte conservada nor­
mal también.
P arálisis aislada del R. I. D. completamente inexplicable.
O tro caso, con lesión producida por la misma causa, situada en la
línea media de la región occipital. El mismo tratam iento.
A l recobrar el conocim iento ceguera completa de ocho a diez días;
luego va recobrando la visión lentamente y llega a leer y escribir.
En el O . I. leve edema papilar. V. en ambos = 0’9.
H em ianopsia en cuadrante inferior derecho, respetando los puntos
de fijación.
O tro con luxación subconjutival rara del cristalino. Hubo perforación
de la esclerótica del tam año del cristalino, que ha salido en sentido
inverso al trayecto del cuerpo extraño penetrante (fragm ento de pro­
yectil que hirió la parte interna de la esclerótica del O. I.).
Sin inflam ación. C uerpo extraño no dem ostrado por radiografía.
V olum inoso cuerpo extraño de la cara y de la órbita. Espoleta de
una bom ba de 12 centímetros por 12 milímetros en la base.
Penetra a nivel de la fosa canina D. Atraviesa ambas fosas nasales
y las dos cuevas de Higm oro, llegando a la parte posterior del suelo de
la órbita izquierda. Lesiona allí el N. O.
A tro fia completa de la papila.
IV. — ÍN D IC E Y A N Á LISIS B IB LIO G R Á F IC O S
«Varióla; vaccinse» contaminada a los dos ojos. —
D r . G r a d a il l e
(C o ruña )
La transm isión de la Vacuna en lo que se refiere a los ojos, es una
contingencia rarísima. El Dr. M orax, en un trabajo publicado en 190S
acerca de la conjuntivitis V a c i n a l , apenas llega a una docena el número
de observaciones publicadas. Posteriorm ente, se cita una nueva obser­
vación publicada en los A r c h i v o s d e O f t a l m o l o g í a H i s p a n o - A m e r i c a n o s ; mas todos ellos fueron unilaterales; por tanto, cree el autor que
el caso presentado sea el primero que se da a conocer en la Prensa, de
contam inación binocular. Después de describir minuciosamente el caso,
term ina con las conclusiones siguientes:
1.a El contagio de la vacuna, aunque excepcional, puede realizarse
en los dos ojos;
2.a Las erosiones ligeras que acompañan a las conjuntivitis sirven
de puerta de entrada para la vacuna accidental. Deberá, pues, prevenirse
a las fam ilias de los peligros de dicha contingencia cuando alguno de la
casa sufra de simple catarro co nju n tiv al;
3.a P or la intensidad de los síntomas y rapidez de evolución es po­
sible establecer el orden cronológico con que se verifican las autoinoculaciones o revacunaciones sucesivas;
4.a La conjuntivitis vacinal, considerada por todos como muy grave,
en su caso no lo fué, quizá debido al tratam iento empleado, el cual
consistió en la destrucción de las papulas, en la acción de la luz roja y
en la aplicación de pomadas, estas últimas con el fin de evitar las solda­
duras de las conjuntivas;
5.a La receptividad de los conejos, señalada por primera vez por
C a lm e tt y Guerin para la Vacuna de ternera, es igual tratándose de la
vacuna humana, evolucionando en la piel con igual ciclo de m anifesta­
ciones que en el hombre. — (Galicia Médica, M ayo de 1915.)
Lecciones de oftalmología clínica del Dr. Márquez
D r . J. S a n t o s F e r n á n d e z
Las «Lecciones de oftalm ología clínica» explicadas en cátedras por
el D r. M árquez, Profesor de esta asignatura en la Facultad de Medicina
de M adrid, recogidas y redactadas por el Dr. Víctor García M artínez,
aparecen en un Volumen en cuarto de cerca de quinientas páginas, que
viene a aumentar nuestro limitado contingente de obras oftalm ológicas
en lengua española. C onstituye el Volumen, una tercera edición aumen­
tada y tiene una parte especial con treinta y nueve figuras, que abarca
las afecciones de la conjuntiva, de la córnea, de la esclerótica, del iris,
del cuerpo ciliar, glaucomatosas y del cristalino. Hemianopsias. A ltera­
ciones de la m otilidad ocular. Traumatism os y cuerpos extraños del
aparato de la visión y afecciones de las regiones ciliar, palpebral y nasal,
según reza en la carátula del libro.
C o m o se trata de una obra didáctica o docente, en que se exponen
de la mejor manera los puntos de oftalm ología señalados, no hemos de
discurrir sino someramente sobre algunos de los particulares. Desde el
primer momento, fijam os nuestra atención en uno que está justamente
al final del volumen, el capítulo de las vías lagrimales, asunto manoseado
hasta la saciedad, digám oslo así, y en el que se yerra tan a menudo en la
práctica, como se evidencia cuando Vienen a nuestras manos, enfermos
que han pasado por otros, después de haberlos nosotros diagnosticado
desde el primer momento. No es la primera vez que tocamos la materia,
ni será la últim a. El que lea y medite sobre las páginas que el autor con­
sagra a las Vías lagrimales, no ha de incurrir en los deslices que cen­
suramos.
Nos han interesado sus consideraciones sobre otra enfermedad bien
conocida, la conjuntivitis flicienular, muy escasa en los países cálidos
en que, com o liemos observado, 110 predomina el linfatism o, sino la
anemia
T rata con extensión y maestría, lo que se refiere al aparato
m otor del ojo y a las parálisis oculares. C on claridad, la hemianopsia.
C on minuciosidad y posesión de la materia, la catarata y cuanto con ella
se relaciona. Con sentido clínico, las afecciones de la conjuntiva sin
excluir el tracoma, que siendo mal tan antiguo, nos empeñamos con él en
desbarrar a lo moderno.
Al ocuparse de la córnea, llama la atención acerca de los nervios de
ésta 2 y hasta reproduce una lám ina del Profesor Cajal. En un trabajo
que publicam os hace algunos años, señalamos y tratamos de explicar
mediante una preparación histológica, el intenso dolor de algunas lesio­
nes de la superficie de la córnea.
En todos los capítulos del libro, se advierte la inteligente observa­
ción y atinado discurrir del que dom ina aquello de que trata y para 110
dar demasiada extensión a estas líneas, terminaremos con una crítica in­
significante, que se refiere desde luego al redactor de las lecciones,
doctor Víctor García.
C uando escribimos 1111 trabajo sobre « L a esgrima y el pulso» 3 el
sabio Profesor de la Facultad de M edicina de M éjico, D r. Ramos, nos
llamó la atención, de que en castellano, pulso, 110 tenía el valor que le
dábam os y no le faltaba razón. Nosotros, a nuestro turno, decimos que
en castellano no se puede decir lupa como traducción de loupe en fran ­
cés. Puede perdonarse que en América, a tanta distancia del origen de la
lengua, se falsee el rico idioma de Cervantes, pero en su propia tierra, no.
Bien poco censuro en terreno en que 110 puedo menos que aplaudirlo
todo.
V. — N O T A S
Profilaxia
de
las
T ERA PÉU T IC A S
afecciones oculares en la viruela. — D
r
.
J.
M o n t e ir o
El autor recomienda, para prevenir dichas lesiones, lavatorios abun­
dantes del ojo con soluciones de ácido bórico y borato sódico e instilar
tres veces al día un co lirio de azul de metileno al 1 por 500. Cuando por
1 « M a n e r a de se r de a lg u n a s a fec cio n es o c u la re s de la infancia en C u b a » . (
dico-Quirúrgica de la Habanaylom o X L , p á g . 42.)
Crónica Mé­
2 « In te n s o d o lo r de a lg u n o s trau m atism os s u p e rfic ia le s de la c ó r n e a » . ( Cróniea MédicoQuirúrgica de la Habana , tom o X IV , pág. 323.)
1 « L a es g rim a y el pu lso en las ope ra cio n e s o c u la r e s » . ( Anales de Oftalmología de
Méjico, tom o X X V I I I, pág. 227.)
estar los párpados muy edematosos hay oclusión del globo ocular, em­
plea, además de estos medios, un colirio de yodo ( pomada al 10 por 100).
D e este modo los gérmenes variolosos, que tienden a m u ltiplicarle en el
ojo y a producir la infección, son destruidos y se evita su localización en
dicho órgano. — (Bvazil Medico.)
Ensayos del tratamiento del tracoma por los rayos F in s e n. —
D r . I s a a ic
Los efectos de este tratam iento, son, según el autor los siguientes:
después de una sesión de diez minutos, al día siguiente, se percibe una
membrana seudodiftérica, que desaparece los días siguientes, y desde el
cuarto día empiezan también a desaparecer las granulaciones, en térm i­
nos que, al cabo de una semana, no se vuelven a ver.
S obre las regiones sometidas a los rayos Finsen, se observa ma­
croscópicam ente al quinto o sexto día, reemplazadas las granulaciones
por un tejido blanquecino muy fino, que después se transform a en tejido
cicatricial compacto. En dos casos con infiltración profunda del cartílagotarso y de la conjuntiva con papilas bastante pronunciadas, la cicatriza­
ción se produjo con mucha mayor lentitud. En ninguno de los casos
tratados de esta manera ha sufrido la Visión de los enfermos. — (Wiestnik Ophthalmologuii, tomo X X X , págs. 989-993.)
Un caso de obliteración de una arteria retiniana, curado por punciones
repetidas de la cámara anterior. - P r o f . P f l u g i c
Se trata de una joven de veintidós años, que durante el sueño perdió
parcialmente la visión de su ojo derecho ( V . =
). Escotom a central
positivo; al oftalm oscopio se pudo apreciar una opacidad lactescente de
la retina que, partiendo de la papila, alcanza hasta la mácula, que pre­
senta una coloración rojo vivo, Viéndose un tronco arterial que partiendo
de la papila se pierde completamente en la infiltración retiniana. Sin
antecedentes patológicos que pudieran dar razón de dichos trastornos
Vasculares. Al cabo de dos días de presentarse dicho fenómeno se le
practicó la punción de la cámara anterior y al día siguiente notó la en­
ferma una notable mejora en la Visión, pudiendo observarse después de
tres punciones, un retroceso m anifiesto en el edema de la retina; la
m ácula rojo cereza y V. = “/is- En los quince días siguientes se notó una
gran mejoría. Dos meses y medio después, V. =
y desaparición com ­
pleta del edema retiniano. Se practicaban instilaciones vespertinas de
dionina al 1 por 10. — (II 'ochensch. / ’. Ther, 7 de Enero de 1914.)
Algunas cousideraciones acerca de la cutirreaccióu de von Pirquet en las
enfermedades oculares, — D r . E s t e b a n C a m p o d ó n i c o
Un caso notable de iridociclitis rebelde a los tratam ientos comunes,
m e llizo recurrir ahora tres años a las inyecciones de tuberculina, con
resultados altamente satisfactorios. Se trata de un señor, B. C ., de cua­
renta y siete años de edad, empleado en la adm inistración pública, al
cual un colega había aplicado larga matul y sin resultado 1111 tratam iento
antiluético para curarlo de ataques de iridociclitis en el ojo derecho que
se repetían con inquietante frecuencia.
E l ojo izquierdo se había perdido en años anteriores a causa de la
misma dolencia que a la sazón aquejaba al derecho y no conservaba ya
ninguna sensibilidad cuantitativa a la luz. La tensión en el ojo recién
afectado estaba ligeramente aumentada, un denso círculo periquerático
rodeaba la córnea y en la membrana de Descemet se notaba, mediante
Vidrio de aumento, muchos depósitos puntiforines de color blanco grisá­
ceo. La agudeza visual se reducía a contar los dedos a cuatro metros de
distancia, y eran muy molestos los dolores a la sien y al globo ocular.
El paciente fué visto en consulta conm igo por un distinguido colega,
con quien acordé som eterlo a la cutirreacción de la tuberculina; convi­
niéndose, caso de que ella fuese positiva, en hacerle inyecciones de
tuberculina. La reacción se manifestó en efecto claramente positiva;
entonces procedí a la aplicación de las inyecciones, aum entando paulati­
namente la fuerza de ellas y dejando transcurrir entre una y otra algunos
días. Hice así unas veinte inyecciones; los dolores se aligeraron poco a
poco y desaparecieron completamente después de la octava dosis: la
congestión periquerática cedió tam bién muy pronto, perdiéndose los
depósitos de la membrana de Descemet, y obteniendo al fin una agudeza
visual casi perfecta.
Durante un año, el paciente no tuvo novedad alguna; pero al cabo
de este tiempo, volvieron a presentarse los síntomas de iridociclitis con
notable hipertonismo ocular, hasta el punto que esta Vez temimos seria­
mente que sobreviniera la pérdida total del órgano afectado. Vimos
entonces al paciente en consulta con otro estimable colega, y en vista de
la amenaza de pérdida del ojo por hipertensión, se acordó practicar una
iridectonu'a. Esta intervención dism inuyó el tonism o; pero a causa de la
persistencia de los depósitos de la membrana de Descemet, resolvimos
volver a las inyecciones de tuberculina, las que tuvieron el mismo éxito
satisfactorio de la vez pasada. Este caso, desde luego interesante, de­
muestra una vez más la parte im portante que tiene en muchas enferme­
dades oculares el elemento escrófulotuberculoso y me sugirió el deseo
de investigar con cuanta frecuencia este elemento campea en la nosogra­
fía oftálm ica de esta ciudad de Lima, en que la escrófulotuberculosis se
ha enseñoreado tanto en las clases menesterosas y sigue extendiéndose
con Intensidad alarmante.
Con este fin practiqué, ahora dos años, unas doscientas cutírreacciones entre los enfermos que acuden al am bulatorio del hospital italiano
V ittorio Emanuele, obteniendo 117 resultados positivos, 82 negativos
y 17 dudosos, de los 216 pacientes que fueron explorados por medio de
la tuberculina.
E ntre los diferentes medios de reacción con la tubercullna, escogí
la cutirreacción de Von Pirquet por ser más asequible, tanto por facilidad
de la técnica como por su innocuidad. O m ití la oftalniorreacción deCalmette por ser de Valor diagnóstico dudoso y por tratarse de enfermos
de los ojos, en los cuales no habría sido fácil apreciar sus resultados en
los ojos mismos. Todas las inoculaciones fueron hechas en la parte ante­
rior del antebrazo, desengrasando previamente la piel por medio de fric­
ciones de éter embebido en algodón. En cada sujeto practicamos tres
escarificaciones en la línea media de la cara anterior del antebrazo, dis­
tantes unos cuatro centím etros una de otra, siendo cada escarificación
de medio centím etro. Se dejaba caer sobre dos de éstas la tuberculina,
y la tercera escarificación quedaba intacta para que sirviera de prueba
testigo.
Hecha la inoculación, dejábam os el antebrazo descubierto por un
cuarto de hora para que secasen las superficies escarificadas y después
cubríam os el miembro con una ligera capa de algodón y venda.
Cuando la reacción era positiva, se presentaba la superficie inocu­
lada bajo la form a de pápula roja, que contrastaba fácil y Visiblemente
con la escarificación de prueba, la cual, naturalmente, no form aba pro­
minencia sobre la superficie de la piel y cuando la reacción era negativa,
ambas escarificaciones inoculadas quedaban iguales a la escarificación
que servía de testigo.
Aparecían las manifestaciones reaccionantes a veces después de
Veinticuatro horas, más frecuentemente después de treinta y seis o cua­
renta y ocho horas. Las pápulas rojas, índice de las reacciones positivas,
duraban unos tres días en plena eflorescencia, desapareciendo to ta l­
mente después de unos ocho días.
Los enfermos así tratados eran vistos una vez al día a la hora del
consultorio y en ninguno de ellos llegamos a observar síntomas desagra­
dables o com plicaciones molestas. Un ligero prurito sobre la parte tra­
tada era lo único que acusaban los sujetos inoculados, no presentándose
en ninguno de ellos elevación apreciable de temperatura.
Véase en la página anterior el elenco de los casos tratados; éstos
aparecen distribuidos por orden de enfermedad, sin consideración de
edad, sexo u ocupación, para no com plicar la índole de esta enume­
ración.
C om o se ve, más de la mitad de los casos explorados han dado reac­
ción positiva, y algunas rúbricas se prestan a consideraciones por demás
im portantes. Desde luego, la reacción positiva no indica que la enferme­
dad ocular sea de hecho de naturaleza escrófulotuberculosa; pero el
gran número de reacciones positivas manifiesta con cuanta frecuencia la
diátesis escrofulosa juega un papel im portante en la nosografía oftálm ica
de Lima.
Llama especialmente la atención el hecho de que los enfermos de
queratoconjuntivitis flictenular hayan dado un porcentaje tan enorme
de reacciones positivas: de los 56 casos examinados, 50 reaccionaron
positivamente, 3 se m anifestaron dudosos y sólo 3 presentaron reacción
negativa.
Esto demuestra de un modo especial con cuanto grado de pro bab ili­
dad un enfermo de queratoconjuntivitis flictenular debe ser mirado como
sospechoso en sus atinencias con la diátesis escrófulotuberculosa, y eso,
com o repito, no porque la enfermedad en sí sea de naturaleza fim ótica,
sino por la frecuencia con que ella se presenta en los sujetos con ten­
dencias escrófulofim óticas.
De los 40 casos de conjuntivitis flictenular simple sin invasión de la
córnea, 24 dieron reacción positiva, 14 negativa y 2 dudosa. La eflores­
cencia flictenular en la córnea hace, pues, particularmente probable la
diátesis escrofulosa del sujeto afectado, mientras que la sola eflores­
cencia conjuntival puede presentarse en individuos que dan un por­
centaje bastante notable de reacciones negativas a la tuberculina. En
la queratitis superficial simple, la reacción es positiva con relativa fre­
cuencia.
N otable por su importancia es la fim orreacción en los casos de iridociclitis. En ellos es de suma transcendencia investigar si tienen atinencias
fim óticas, en cuyo caso puede ser salvadora la aplicación de las inyec­
ciones de tuberculina, como ha sucedido en el caso que he relatado al
principio de esta breve disertación; siendo así que puede llevar a la pér­
dida del ojo un tratam iento que se inspire en criterios equivocados de
/lies preexistente u otras diátesis.
La reacción de la tuberculina es, pues, a pesar de las dudas que se
han suscitado al respecto, un auxiliar precioso de diagnóstico en las
enfermedades de los ojos, y deriva su importancia del hecho de ser la
m anifestación de los medios de defensa que en el caso especial ha fab ri­
cado ya el organismo contra la infección tuberculosa.
S oc ie d a d A n ó n im a L a N e o t i p i a . — R a m bla de C a ta lu ñ a , 1 16, T eléfono 790S. — B a r c e l o n a
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