HISTORIA, VIAJES, CIENCIAS, ARTES, LITERATURA ITALIA. — Puente de Lucendro, en el San Gotardo. T . V . (PRIMERA SERIE).—T. I . (SEGUNDA SÉfilEl.—5. EL MUNDO ILUSTRADO. 34 VIAJE P I N T O R E S C O DE LOS A L P E S AL ETNA, POR C. S T I E L E R , E. P A U L U S Y W. KADEN, LIBRO PRIMERO. DE LOS ALPES AL ARNO. GAPITULO'PRIMERO. LAS GRANDES V(AS QUE CONDUCEN A ITALIA. (CONCLUSIÓN). III. EL SAN GOTARDO. A la entrada de la Suiza legendaria de Guillermo Tell, entre las montañas que dividen los cantones de Uri y del Tesino y á 2,100 metros de altura, existen un collado y un célebre camino que pone en comunicación el lago de los Cuatro Cantones con el valle italiano del Levantino; es el San Gotardo. Este gigantesco relieve es el nudo orográfico del sistema alpino. Del haz de cordilleras á él unidas parten cinco rios importantes: el Reuss, el Tesino, el Rhin, el Aar y el Ródano; es decir, el San Gotardo envia el agua de sus ventisqueros al mar del Norte, al Mediterráneo y al Adriático. La importancia estratégica y comercial de este elevado desfiladero explica el interés extraordinario que ha despertado la construcción de la vía férrea que le atraviesa. Esta línea, después de correr por la orilla del lago de Lucerna hasta Küssnacht, pasa entre el Righi y el lago de Zug; luego, á partir de Goldau, recorre la margen septentrional del lago de Lowerz y vá á reunirse , desde el torrente Muotta, con el brazo Sur del lago de los Cuatro Cantones, en Brunnen. Allí, enfrente de la famosa pradera del Grütli, la vía muerde la roca de la montaña y penetra, más allá de Fluelen, en el valle del Reuss, cuya margen derecha remonta costeando tres haldes ó conos. Saludemos al paso las verdes praderas, los lindos pueblecillos, los arces y los gigantescos nogales, pues á partir de Amsteg, situado en la embocadura del valle de Maderan y primer punto de parada del camino postal, el panorama es más agreste y solitario, interceptando el horizonte casi por completo la sombría pirámide del Bristenstock. Más allá de Amsteg, en el punto donde más furioso espumea el Reuss, hay un sitio llamado « Salto del Fraile,» porque según la tradición por allí se arrojó un fraile con una niña en brazos para escapar á sus perseguidores, que ya se hallaban cerca de la orilla. Mientras llega él momento de recorrer en ferro-carril todo el trayecto, sigamos la carretera. Pasados los cinco primeros puentes del Reuss, desaparece todo vestigio importante de cultivo. Hemos llegado á Goeschenen, á 1,110 metros de altura, uno de los puntos extremos del túnel del San Gotardo: aquí sólo se ven peñascos hendidos y dominados por la radiante frente del Dammafirn. El camino vá formando curvas y penetra por el horroroso y triste desfiladero de los Schoellenen, en el fondo del cual se encabrita y muge el Reuss. Los únicos vestigios de vida orgánica que aparecen son algunos pinos raquíticos y unas cuantas matas secas. De repente un repliegue del camino ofrece al viajero un espectáculo extraño. El Réuss, que se habia abierto paso á viva fuerza por en medio de las rocas graníticas, se despeña de la altura de 32 metros formando remolinos, y á través de las aguas de la cascada se^ divisa, á 95 pies sobre el abismo, dominado por un enorme muro cortado á pico, un puente de un sólo ojo y de diez y-ocho metros de abertura por siete de alto: es el \\si,m.aáo Fuente del Diablo, construido al parecer en 1118 por Geraldo, abad de Einsideln. A corta distancia de este puente,, por el que apenas podían transitar dos hombres de frente, se ha erigido otro para el paso de los vehículos. Consérvase una tradición relativa al puente primitivo, que dice que queriendo los habitantes del valle de Ursen fabricar un paso entre los indómitos peñascos del San Gotardo y no acertando con el medio de llevar á cabo su intento, pidieron auxilio al diablo, y éste consintió en prestárselo siempre que le fuese entregada el alma del primer ser que pasase el puente luego de terminado. Aceptaron el pacto los astutos campesinos y la obra tuvo feliz remate ; empero no queriendo ninguno de ellos ser huésped de Lucifer, imaginaron el modo de chasquear á su protector, lo que consiguieron haciendo que el primero que atravesase el puente fuese un perro: así quedó burlado el diablo y salvaron su alma los moradores del valle de Ursen. El puente del Diablo se hundió en 1799 durante un encarnizado combate habido entre franceses y austríacos. El nuevo puente de granito ya citado, data del año 1830. El camino vuelve á describir nuevas curvas hasta la Boca de Uri, túnel de 200 pies de largo por 16-de ancho, abierto én la peña á principios del siglo pasado. Hasta entonces se habia salvado el paso por medio de un puentecillo colgante sujetado con cadenas de hierro. A la salida de este corredor infernal, el viajero atónito abarca repentinamente con la vista un panorama risueño y lleno de atractivos: ha penetrado en el solitario y ya mentado valle de Ursen y pronto estará en el pueblo de Andermatt, punto de parada. El Reuss se desliza pacificamente por el valle. Más allá de Andermatt, en la confluencia de los dos rios cuya unión forma el Reuss, empieza, propiamente hablando, la subida del San Gotardo. A la derecha aparecen el ventisquero de la Furca y el pueblo de Hospenthal con su antigua torre romana. El camino es cada vez más sinuoso en medio de. un paisaje solitario y abrupto. Déjase el cantón de Uri para penetrar en el del Tesino, y se vá subiendo hasta lo alto de la garganta, donde está situado el hospicio que actualmente sirve de asilo á los viajeros: hay en él quince camas para los pobres, y calcúlase que cada año alberga unas 17,000 personas. El cardenal Federico Borr&meo reedificó el edificio en 1619. El viajero ha pasado la noche bien que mal en una de las dos posadas que allí hay, ó bien en el hospicio si sus medios no le permiten otra cosa; es hora de emprender nuevamente la marcha hacia la tierra «do florecen los limoneros.» Cuando se desencadena alguna borrasca, la bajada por esta vertiente es muy peligrosa. El camino se dilata en forma de espiral hacia el valle Tremola hasta Airólo, donde empieza el Levantino, el cual se extiende hasta Biasca. Muy luego el suelo recobra su fertilidad, y. las brisas meridionales acarician el rostro del viajero; coa todo, la savia del Norte lucha todavía con la del Sur: el alerce y el pino silvestre se confunden con el verde aliso; sobre las pendientes arboladas los aludes han abierto horribles surcos, empero.el sol de Italia acaba por'triunfar: hasta el Tesino pierde su continente desordenado y tararea una dulce "cantilena. En Airólo termina el gran túnel á doble pendiente inversa como la "del monte Genis, que atraviesa el San Gotardo. La perforación del túnel del San Gotardo fué terminada el último dia,de febrero del año 1880: este túnel EL MUNDO ILUSTRADO. mide 14,920 metros, ó sea 2,700 más que el de Frejus, y cuando'esté terminado se recorrerá en 25 minutos. Los trabajos de perforación duraron siete años y siete meses. IV. LA EÜTA DEL SIMPLÓN. En la extremidad oriental del lag-o Leman ábrese un valle bajo, reg-ado en toda su longitud por el Ródano y á veces, durante los terribles desbordamientos del rio, en una buena parte de su latitud. Entre la doble cordillera que le limita, dos cimas atraen la mirada desde lejos, el Diente del Mediodía y el Diente de Morcles, las cuales se empinan hasta la región de las nieves eternas. En el desfiladero de San Mauricio, punto donde las bases de aquellos montes se unen, por decirlo así, empieza el dilatado, originalísimo y pintoresco cantón llamado Valais. El ferro-carril salido de Lausana y que atraviesa el Ródano sobre un puente de un solo arco, enlaza en este punto con la línea de Bouveret al Simplón, que corre paralela al camino. La perspectiva es de lo más extraño que darse pueda. A. la salida de un túnel gigantesco aparece un elevado muro de peñascos cortados á pico, encima de los cuales se ostentan, deslumbrantes de blancura, los ventisqueros del Diente del Mediodía. En la misma dirección, es decir, á mano derecha, sobre una estrecha cornisa y á 200 metros de altura, vese, semejante á un nido de águila, la pequeña ermita de Nuestra Señora de Scex, . á la que se llega por un angosto sendero cortado en la peña viva. A la izquierda está asentado el pueblo de San Mauricio, con su castillo y su abadía. «Después de San Mauricio, dice M. J. Gourdault, el punto de parada más interesante es la estación de Verñayaz, desde donde pasa el vjajero á visitar la famosa cascada llamada. Pisse-tache y los admirables collados del Tríeüt: vadeado fel torrente del Dranse se penetra en Ifoítig'üy. Sabido es que esta villa, dominada ípor üHH torre en ruinas, resto de un vetusto castillo, es el punto de reunión de lol viajeros que van al San Bernardo, á Chamoünix, al Simplón y á Lonéche. Hállá.se situiada en la cúpula de iin triángulo alpestre Cuyo lado iíiférior sé adelanta del Sur al Norte, mientras que;el superior se extiende de Oeste á Este, subiendo el Ródaao hasta su nacimiento en la Furca. '»Quedan todavía tres etapas de vía férrea: Saxon, con U!i estableciffiieato termal y una casa de juego; Riddes, ütt eayo punto vuelve á atraV^ésarse el Ródano; y Ardon, cuyos viñedos tienelí éísfta aoínbradía: luego aparece Sion (en alemán SU^BM)-. Seta ciudad episcopal, cíabecem del cantón de Wlkíjs^ oiñreee un aspecto bastante lúgubre con sus restos de murallas, «sus torres góticas y i@s dM enormes peñafiCos que la dominan y que ostentan las ruinM de dos castillos feudales. A pesar de todo, en Sion reina bastante aoviüiiento. »Sólo dos estaciones; San Leonardo y Granges, la sep m i de Sierre (iSiders). «filMtde Merre se íecorre la selm de Pfyn, y al cabo de laMíS ñOfa atfaviéMse eí píúeñté'de Illgraben. Nada más horroroso ni más desordeñado que el torrente que muge debajo del camino. Dejando á la izquierda la ruta que conduce á los baños de Lonéche y una sombría garganta encima de la cual divísase el Gemmi, llégase á la aldea de Turtman donde, mediante una pequeña retribución ^ puede admirarse una magnífica cascada, y luego se pasa por Visp, puntó de enlace del rio de este nombre con el Ródano. . »Allí abandonan el cobhe los viajeros que quieren dirigirse á Zermatt, al pié d«l Cervino; por San Nicolás y 55 Toesch. Por lo que á.nosotros toca continuaremos la subida hasta Brieg, en la confluencia del Saltine, donde empieza, propiamente hablando, el escalamiento del Simplón.» La ruta alpestre mandada abrir por Napoleón I, y cuya construcción duró del año 1801 al 1807, es una obra maestra que sorprende por el atrevimiento y la habilidad con que fué llevada á cabo. Abierta en la peña viva, á orillas de torrentes y de quebradas expuestas á los aludes , tiene ocho metros de ancho con una pendiente de cinco á seis centímetros en los puntos más escabrosos. A veces trabajaron en esta ruta hasta 30,000 obreros y su coste total fué de 18.000,000 de francos. Cuéntanse en ella 22 puentes, 7 galerías cimentadas ó cortadas en la peña viva, y 20 casas de refugio. El ferro-carril proyectado por el Simplón tendrá 87 túneles (1). A partir de Brieg el camino serpentea, durante tres horas, á través de magníficas praderas y de frondosos bosques de abetos. Pasado el Wiessbach, ó sea desde el cuarto refugio, disfrútase de un panorama encantador; media hora más tarde, á la desembocadura de la galería de Schalbet, divísase á la izquierda el ventisquero de Kaltenwasser; luego se atraviesa otra galería dominada por la pirámide del Schoenhorn, encima de la cual pasan el torrente y los aludes. Durante el invierno éste es uno de los sitios más. peligrosos del camino. Desde la cima de la garganta (2,200 metros), que remata con el símbolo de la Redención, descúbrese al Norte, al Este y al Sur, todo un mundo de picos y de ventisqueros. A diez minutos de distancia se eleva el nuevo hospicio fundado por Napoleón I y terminado en 1825, ocupado por ocho religiosos pertenecientes á la misma comunidad-que los del Gran San Bernardo, los cuales también poseen perros enormes para auxiliar á los viajeros que corren peligro. Calcúlase que todcs los años se albergan 20,000 personas en este hospicio,-muchas de las cuales dejan como limosna el gasto que habrían hecho en una La bajada por la cípuesta vertiente se verifica á pico hasta el pueblo de Sííñ|>lon, situado á la altura de 1,500 metros en una especie de circo donde se vierten ocho ventisqueros, sobre el emplazamiento de la antigua aldea destruida hace doscientos años por el derrumbamiento de una montaña. De aquí hasta Domo-d'Ossola el trayecto ofrece constantemente peligro, pasándose numerosos puentésjmugidores torrentes; pero el espectáculo más singular prodúcelo la galería de Gondo: en este sitio la bóveda celeste aparece á solos setecientos metros encima del viajero, mientras que la ruta se (1) Desde el año 1853 una compaBía, compuesta principalmente de capitalistas franceses, obtuvo del cantón de Valais (Süiía) y luego de Italia, la concesión de una linea internacional para la construcción de una vía férrea «JUe partiendo de Bouveret, punto extremo del lago de Ginebra, debe téí-miiiar en Brieg, al pié de los Alpes, al paso que un túnel ha de poner en comunicación directa, á través de los-Alpes, á BriegyDomod'Ossoia, en territorio italiano; y por último la linea partirá de Domod'OssDla hacia el lago Mayor, enlazando con ía gran vía férrea de Milán. La compañía encargada de la realización dé éste proyecto declaróse en qüíébí-aeh I8é5j.después de gastar tireinta millones de francos y de dejar terminada la primera sección dé Ift ol>ra ó sea iláa vía férrea de 70 kilómetros de exteftsioft (¿é SsiUveüWt á ^ióíí). Una liiiiéva éilipreea se hizo cargo de los trabajos en 1.» de agosto de 18S7, la cual, abiertos á la explotación 11 kilómetros de vía férrea, de Sion á Sierre, vióse en la imposibilidad de cumplir sus compromisos, xjuedando disuelta por acuerdo del Consejo federal suizo, fechado el d i a l 9 d e setiembre de 1872. Otra compañía, titulada del «ferro-carril del Simplón,» ha continuado las obras, habiendo puesto en explotación el dia 15 de junio de 1877 otros 10 kilómetros de vía ó sea de Sierre á Lonéche, y el 1.° de julio de 18781a sección de Lonéche a Brieg, al pié del Simplón {31 kilómetros). Así pues, la sección situada al Norte de la cordillera de los Alpes ha quedado terminada, mientras que al Sur la situación es también satisfactoria. Francia , nación la más interesada en la apertura de esta línea internacional, sobre todo desde el moinento en que se abra al público el túnel del San Gotardo, ha adoptado serias medidas para la prosecución de las obras del Simplón , y es de esperar que en un breve plazo se dará remate á tan grandiosa empresa. 36 HL MUNDO ILUSTRADO. cierne sobre un abismo en cuyo fondo nuig-e el Doveria, ; y delj Pianionte , sólo dista 25 kilómetros de Domorio impetuoso formado de la reunión del Krummbacli y d'Ossola. La aduana italiana se encuentra en Isella, ó sea á media hora de marcha de Gondo. A corta distancia el Laquine. El pueblo de Gondo, asentado en el límite de la Suiza existe otra g-alería noúmenos agreste' que la de Gondo; Ho.spentlial. sin embarg-o, pronto el paisaje adquiere más risueño aspecto, apareciendo á los ojos del viajero huertas bien cultivadas, viñedos y casitas blancas como la nieve. ¿Por ventura estamos en la poética Italia'? Todavía no. Hay que atravesar un último desfiladero bastante tétrico y la g-alería de Crevola; después de lo cual, siguiendo la orilla del Tosa, llégase en unos tres cuartos de hora á Domo-d'Óssüía, vlila situada k la altura <Íe 3Ó6 metros y que encierra 3,300 almas. Esta es la Italia con sus jardines, sus calles enlosadas, sus casas con columnatas y aleros, sus mujeres adornadas con un velo á modo de mantilla, etc., etc. El viajero puede elegir entre la diligencia de Baveno ó la de Palanza para trasladarse en algunas horas á las islas Borromeas. EL MUNDO ILUSTRADO. LA VÍA DEL BRENNER. El mayor enemig-o del ing-eniero en los Alpes es la nieve. A la altura de 700 metros la capa de hielo alcanza 37 en invierno cosa de un metro de espesor; pasando de 1,200 metros es doble y se mantiene en el suelo por espacio de cinco ó seis meses; 1,000 6 1,200 metros más arriba su imperio es eterno. De ahí derivan las principales dificultades para el establecimiento de vías de comunicación, y sobre todo de vías férreas á través de las montañas alpestres. Seria Titiriteros en la carretera del Br posible establecer, por medio de curvas y de soportes, una vía férrea al aire libre hasta la cima de los collados que sólo tienen-2,000 metros de elevación; empero esta obra estaría en constante pelig-ro. Durante la mitad ó las dos terceras partes del año habría que luchar con la obstrucción ó la destrucción de la ruta por las nieves, con los aludes y otros fenómenos de la Naturaleza: por lo mismo háse reconocido la necesidad, en cierto modo científica, de recurrirá inmensos subterráneos, como los del monte Genis y los del San Gotardo, y los que indudablemente se abrirán en el Simplón y tal vez en el Splug-en. Con todo, hay una g-arg-anta alpina, en la cual, merced á su aislamiento, á su topografía peculiar, ha sido factible la construcción en toda su long-itud de una vía férrea ascendente y'descendente, exenta de los inconvenientes que acabamos de apuntar: esta g-arganta es la llamada Brenner, 38 EL MUNDO ILUSTRADO. Situado al Este de la Suiza, en los Alpes tiroleses, el Brenner pone en comunicación los valles del Inn y del Adig-io, desembocando en medio del famoso cuadrilátero italiano y permitiendo trasladarse á Verona y á Venecia desde los países alemanes sin pasar por el Semmering". Su altura sobre el nivel del mar es, seg-un Miltemberg-, de 1,341 metros, de 1,413 seg-un Kefenstein, de 1,420 seg-un De Buk, y de 1,450 según Rudtorffer, mientras que Saluzzo en su obra sobre los Alpes le da 2,066 metros de elevación. La vía férrea que atraviesa el Brenner hasta la altura de 1,366 metros, abrióse á la explotación en 1864, habiendo sido la primera ruta de esta clase que escaló la gran cordillera europea. Su longitud total desde Innsbruck, que está á 759 metros de altura, hasta Bolzano (262 metros), es de 126 kilómetros. Durante el trayecto se divisan las blancas cimas del Solstein y del Martinswand, y al salir del túnel que atraviesa el monte Isel aparecen á los ojos del viajero los ventisqueros del Stubai: luego se penetra en el valle deSill, poblado de casitas blancas, de castillos semiarruinados, destacándose del fondo del cuadro una pequeña iglesia cuya campana llama á los fieles á la oración. Grandes peñascos que parecen suspendidos sobre la cabeza del viandante se yerguen majestuosos, y allá en lontananza, en medio de un claro de la selva se divisa la antigua ruta estratégica y postal, recorrida en otro tiempo por el emperador Carlos V cuando de Italia se encaminaba á Alemania para asistir al Reichstag de Augsburgo, y por el célebre Goethe en 1786: en ella, según se dice, fueron encontradas columnas miliares que databan de la época de Caracalla y de Septimio Severo. «¡ Pobre ruta postal! exclama J. Gourdault. Hoy es tan triste y solitaria como la del monte Genis. Consecuencias de las vías férreas, que esparcen á raudales la vida y la algazara en las agrestes soledades que la creación al parecer dedicara al silencio y á eterna oscuridad, al paso que lanzan á los abismos del olvido y entorpecen con un sueño casi ante-diluviano risgiones enteras donde íntes resonaban los chasquidos del látigo de los alegres postillones y las francas carcajadas de los regocijados excursionistas. Ahora sólo recobren este camino, cuyo ambiente embalsaman los pinos, algún viandante aficionado á los grandes rodeos y á dormir bajo el estrellado firmamento al pié jie-tmtorrente, el pobre emigrado, alguna comrpañía de saltimbanquis ó algún domador de fieras convertido en guia de su museo ambulante.» El túnel más largo es el del Mühlthal (valle del Molino), situado á 2,800 pies de elevación, y que desemboca en la estación de Matrey, que en otro tiempo, bajo el «ombüe de Matrejum, fué un campamento atrincherado de las legiones romanas. Entre los personajes célebres que han ilustrado este sitio, debemos citar el emperador Carlos V, que en 1530 pasó por Matrey en el preciso momento en que el pueblo estaba ardiendo por sus cuatro costados y vióse precisado á albergarse á alguna distancia de allí. Por otra parte, la población que nos ocupa, al igual de otras localidades alpinas, ha sido muy castigada por el fuego: desde el año 1530 este elemento devorador hala arruinado seis veces. Después aparece la antigua estación postal de Steinach, un dia llena de vida y en cuya posada había disponibles más de sesenta caballos para los viajeros, ©e tanta prosperidad sólo quedan hoy dia los abigarrados frescos de las fachadas de los edificios. En esta solitaria estación vivió Andrés Hofér, el audaz defensor del suelo natal, que pereció.como un héroe proclamándolos derechos hollados. Cerca de Steinach el ferro-carril describe una curva gigantesca por el valle lateral de Vordergrund, para llegar por medio de fatigosas rampas y de varios túneles á la estación de Brenner, altura culminante del paso y línea divisoria de las aguas entre el mar Negro y el Adriático. Bastarían cinco minutos para recorrer el trayecto á pié; sin embargo, la vía férrea, que siente repugnancia, y con razón, por la línea recta, emplea cerca de media hora. Maravillosa es esta llanura de unos cinco kilómetros en longitud, poblada de casitas de pobre aspecto, y con un lago de aguas estancadas derivado de la cascada de Isargo. A corta distancia existen unos baños bastante frecuentados y que llevan el nombre de la población. La masa de hielo que se levanta hasta el Raseno ofrece el más pintoresco aspecto. Desciéndese del valle de Eisack internándose por la vertiente izquierda del Pflerschthal: en el fondo se divisa Gossensass, situada al pié del Huhnerpiels y que sólo está á 1,064 metros de altura. Los habitantes de este valle son bien conformados y vigorosos; las mujeres tienen abundosa cabellera y visten una especie de vesta que las dá cierto aire marcial. Pasado Sterzing, que está 200 metros más abajo, el valle se angosta y el viajero llega al punto de parada de Franzensfeste, núcleo estratégico de la garganta, y empalme de la vía férrea que conduce á Klagenfurth, á Laybach y á Trieste por el Pusterthal. Aquí pululan los soldados, pues sobre un basamento colosal de granito elévase una fortaleza. Al pié y al Sur de estas montañas levántase un monumento que recuerda la entrevista que en 1530 tuvieron en aquel sitio Carlos V y su hermano Fernando. A la salida del magnífico desfiladero, el valle vuelve á ensancharse: bájase por una rápida pendiente, al paso que la atmósfera es más templada y agradable y más abundante la vegetación. En la confluencia del Rienz con el Eisack aparece la villa de Brixen (Bressanone en italiano), sede, desde el tiempo de los Otones, de un príncipe-obispo. Brixen es una población mística; en sus calles pululan frailes y monjas, y la principal industria, por no decir única, de sus moradores, consiste en la fabricación de hábitos de capuchino. En seguida se penetra en otro desfiladero llamado Klausen, admirable por sus collados y sus obeliscos naturales de pórfido, las pirámides de tierra, como les nombran los tiroleses. Aquí vivió Kaspinger encerrado en un convento, y vio la luz primera el poeta Osvaldo de Wolkenstein. Desde este punto prosigue el viajero por la margen del Aicha hasta Atzwang, descendiendo luego á la majestuosa llanura de Bolzen. —¡Bolzano! grita el conductor en italiano. Efectivamente, hemos llegado á las puertas de Italia, pero aun no á la frontera, situada en Ala, do confluyen el Ronchi y el Adigio. Traducido y adicionado por MARIANO BLANCH. (Concluirá). HISTORIA NATURAL DEL HOMBRE, POR O. JUAN MONTSERRAT Y ARCHS. INTRODUCCIÓN. (CONCLUSIÓN). III. Casi ninguna palabra hay que cómo la antropología haya sido tomada en sentidos tan diversos. Desde remotos tiempos llamábanse antropólogos en Grecia aquellos sá- EL MUNDO ILUSTRADO. bios que unas veces estudiando sólo el cuerpo, otras sólo el alma, disertaban sobre la naturaleza humana, rindiendo así el merecido culto á la ley que dejó escrita en una sola frase uno de los más grandes filósofos del mundo, diciendo: Conócete d H mismo. Esta frase define perfectamente el sentido de la palabra antropología, ya se tome como sinónimo de psicología, ya en el de anatomía ó morfología, ya en el de fisiología puramente. Bajo el punto de vista más estricto, el estudio del Hombre debería comprenderse en el de la zoología, pues ésta considera al reino animal en su conjunto detallándolo luego hasta llegar al individuo; pero el hombre tiene una manera de ser tan distinta, unas condiciones tan excepcionales, una categoría tan elevada en la serie zoológica, que bien es necesario estudiarle apar.te. De aquí se desprende que no se confundan nunca el zoólogo y el antropólogo, puesto que el primero se contenta exclusivamente con conocer la forma y la estructura de los seres, esto es, se atiene á la anatomía y á la fisiología, mientras que el segundo, profundizando más y mezclando la crítica filosófica á la ciencia puramente descriptiva; no olvidiaindo la arqueología, la lingüística y la historia, e.stablece la distinción necesaria para dejar con claridad fijado el valor intrínseco de la palabra antropología. Entre las ciencias que más pueden contribuir á la extensión y precisión del estudio natural del Hombre debe eoatarse el de la paleontología, que así se llama el coaociníiento de los individuos que en antiguas épocas espareiáos vivientes por la faz de la tierra se presentan bí®y> yapOT entero, ya en fragmentos, en estado fósil, casi siempre; y como consecuencia del estudio antropológico no debe olvidarse el partido que puede sacar de él para sus fines la más alta y trascendental política. M. Paul Broca llama Antropologia zoológica al estudio del grupo humano considerado en sus relaciones con el resto de la naturaleza organizada. Esta definición considera al hombre como un simple miembro de la faiüajaestrechamente ligado con los seres antropomorfos y primates,lapar^tando á su autor completamente de aquellos) que sostienen la legitimidad del reino hominal destacado del reino zoológico y elevado á la categoría de primer orden en las ciencias naturales. La historia de la antropología no es muy larga. Puede decirse que desde 1501 en que aparece por primera vez este nombre entre los impresos, hasta Linneo, mantúvose en estado ovular para nacer y desarrollarse de un golpe bajo la poderosa y jaulera pluma de BuflFon. Luego aparecen ya sociedades cómo la francesa de «Observadores del hombre,» en 1800; la inglesa «Protectora de los aborígenes,» en 1838; la «Etnológica de París,» en< 1839; la «Etnológica de Londres,» en 1844; la «Antropológica parisiense,» en 1859, etc.; todas ellas secundadas por exposiciones y congresos antropológicos y ayudadas en sus propósitos por notabilidades de todos los países y por campeones de todas las doctrinas. No se faltaría á la verdad asegurando que ni una sola de las ciencias ha dejado de prestar su generoso auxilio para el logro del fin que se proponían hombres tan sabios como Blumenbach, d'Orbigny, Virey, Desmoulins, Lesson, Morton y sus discípulos Nott y Gliddon, ayudados por Boucher de Perthes; Betzius de Stóckolmo; Tommsem, Worsae, Steenstiup de Dinamarca; Nilsson de Süecia; Keller de Sui^a-; Davis y Thurnam de Inglaterra; Cuvier y Lamarck de Francia, estableciendo la ciencia total de la humanidad, así en su pasado como en su presente, considerando al hombre en sus agrupaciones naturales y en su estado individual, como elemento aislado de ellas. Darwin, Flourens, Huxley, Topinard, Letourneau, Maury> Vogt, MüUer, Lubbock y tantos otros extranjeros 39 cuya lista seria interminable, á cuyos nombres han de unirse los beneméritos de González de Velasco y de la Rada y Delgado con los de Vilanova y Tubino, compatriotas nuestros, han mantenido esplendoroso en nuestros días el culto de la ciencia antropológica, pudiendo decirse que si no ha llegado ésta al completo conocimiento y resolución de sus problemas ha, sin embargo, podido formular el programa de cuanto le falta conocer y resolver, con lo cual prueba hasta la evidencia que no está tan lejos como algunos suponen del cumplimiento del celebérrimo precepto que grabaron los helenos en el friso del templo de Delfos y que poco há citamos: conócete á ti mismo. Acumulados ya materiales, de carácter puramente científico unos, y puramente filosófico otros, necesitóse luego ordenarlos de tal modo que se ofreciesen á los antropólogos de una manera clara y fácil para el mejor entendimiento de los mismos. La observación y la experimentación como medios de saber, eran los positivo?, digámoslo así, mientras que la hipótesis, de gran valor en muchísimos casos, á causa de su esencia inductiva, habia de quedar reservada como puramente metafísica á la dirección de los filósofos propiamente dichos. Este es el cercado en que por ahora deben permanecer las muy notables teorías del sapientísimo y respetable Darwin, hasta tanto que de hipotéticas puedan pasar á tomar carta de naturaleza rigurosamente científica. Ínterin deben, como dice Broca al hablar del origen de las especies, rechazarse del terreno esencial de la antropología, por más que en ellas se halle el objetivo de las investigaciones que más tarde nos han de demostrar la historia primitiva de la humanidad, reservándose el naturalista y el viajero observador sus fuerzas activas y siempre preciosas para emplearlas en la indagación de hechos positivos y de verdad incuestionable. El instituto Antropológico de Londres, queriendo que los estudios de.antropología comprendan todos cuantos conocimientos se relacionen directamente con esta ciencia, ha formado su programa, que se resume en los puntos siguientes: 1.° La historia física del hombre y de las razas humanas: 2.° La psicología: 3." La filología comparada: 4." La arqueología' primitiva (prehistoria y protohistoria): 5.° La etnografía descriptiva: 6.° La etnogaafía comparada: 7.° Las relaciones entre los pueblos civilizados y los salvajes aborígenes. Y aquí Paul Broca añade un 8." grupo: La antropología zoológica, comprendiendo la anatomía comparada del hombre y de los antropomorfos. Como ciencia naciente la antropología necesita el óbolo de todos los hombres de buena voluntad, para desarrollar con holgura el vasto plan que tiene ya trazado. Por esto las sociedades geográficas son las qu&más pueden contribuir al objeto, procurando que sus socios ó miembros exploradores, obedeciendo á una misma dirección, lleven consigo en sus excursiones la, necesaria advertencia para que al recoger datos resulten éstos asimilables con los aprontados por otros viajeros, logrando de este modo formar un total homogéneo y provechoso. Así lo deben de haber comprendido los institutos geográficos y otras sociedades homologas cuando en sus instrucciones no han olvidado la inserción de programas que deben llenar los excui?sibiiitíta& para contestar á las preguntas ó cuestiones que en ellos se les proponen. La sociedad geográfica de Patis encomendó la redacción de esta parte de instrucciones generales á M. de Quatrefages. El Manual de investigaciones científicas preparae^* para, uso de los oficiales de la armada inglesa, por sir John Herschel, contiene en su artículo «Etnotogia» los desiderata del eminente Prichafd, que fué quien las ITALIA. — El «Salto del Fraile.» en el San Gotaido. ITALIA. — La carretera del Brenner, abajo de Gossensass. EL MUNDO ILUSTRADO. 41 ul ITALIA. —Puente del Diablo, eii el San Gotardo. T. V. (PRiMEnA sÉniE). - T. I. (SEGUNDA SERIE . - 6. 42 EL MUNDO ILUSTRADO. redactó. El Manual del Viajero de Kaltbrunner consagra gran número de páginas k la indicación de las observaciones é indagaciones que hay que practicar para el estudio de los pueblos humanos. Giglioli y Zannetti dieron en la Revista Marítima Italiana, bajo el título de Antropología, un bellísimo artículo en que enumeran uno por uno todos los puntos que necesitan confirmación y aquellos que, ricos de datos generales, requieren solamente acrecentamiento de detalles. Por fin, Tubino en su Antropología indica, en un extenso cuadro, las divisiones de esta ciencia y de los grupos de conocimientos que á ella van unidos. A todos estos autores remitimos, pues, al lector deseoso de estudiar con mayor extensión esta parte de la ciencia. La más importante rama de la antropología, es la etnología ó sea el conocimiento de los pueblos en sus diferentes condiciones sociológicas y biológicas. Es preciso no confundirla con la etnografía, rama también muy importante y cuyo objeto es el estudio del hombre considerado como ser aislado formando parte de la zoología. La etnología es á la etnografía lo que la geología es á la geografía; la primera sintetiza, la segunda sólo tiene el escalpelo del análisis por punto de apoyo. Hoy la etnología crece en grandes proporciones á medida que aumenta nuestro conocimiento de la tierra. Tan distinto es el concepto que tenemos formado de extensiones vastísimas de terrenos antes con fama de misteriosos, hoy completamente conocidos, que ya no nos dejamos llevar de la imaginación atribuyéndoles número de habitantes proporcionado á sus áreas, ni creemos domine en ellas un tipo único y fijo de población agrupado en grandes colectividades. A medida que los viajes se han multiplicado y que los vastos continentes han sido sometidos á una exploración minuciosa y concienzuda, han ido describiéndose tipos y más tipos distintos, así en aspecto exterior físico como en idioma, así en religión como en costumbres, constituyendo su observación un kaleidoscopio tan variado como verdadero. Los estudios formales de etnología sólo datan de unos cuarenta años, sobre todo desde que el inglés James Cowles Prichard dio por primera vez forma palpable á lo que debia entenderse por etnología ó conocimiento de los pueblos, en su libro «Historia Natural del Hombre» (Natural History o/man) que abrió nuevos horizontes á la investigación humana. Desde entonces, si bien luchando con ásperas dificultades y con paso al principio vacilante como joven todavía, ha ido no sólo enriqueciéndose sucesivamente la nueva ciencia con multitud de datos, sino que además ha ganado en dignidad ó en categoría, profundizando hasta descorrer el supersticioso velo de los pueblos que antes ocultaban á nuestra vista sus fases ya pasadas y su existencia actual. El material que abarca ya, es tan enorme, tan múltiple y está tan ligado con los aspectos diferentes que presenta la vida usual, que bien podría asegurarse que la etnología entra como elemento importantísimo en la instrucción de toda persona que quiera vanagloriarse de culta. Los conocimientos etnológicos unidos á los etnográficos son la base única y racional de lo que llamamos comunmente política. Sin la etnografía no puede comprenderse la historia del desarrollo de las naciones; sin la etnografía es imposible toda sana crítica de cuestiones históricas; sin la etnología no podemos comprender ni siquiera el genio de nuestra propia nación; sin la etnología finalmente no se descubre ni acierta la meta ideal de la humanidad. Hemos dicho que la etnología se halla aun en pleno período de formación: esto explica la carencia de un sistema fijo de clasificación etnológica. Condición es del humano saber, el ser defectuoso; así no extraña al hombre pensador que falte aun la brújula que ha de guiar á nuestro espíritu en el mar de los grandes problemas que ofrece la Naturaleza bajo cualquiera manifestación eú que ésta se estudie. Cuanto más nos internamos en los dominios de la ciencia, más vá alejándose la claridad que alumbraba la entrada de su templo y más se confunden y borran los límites de los objetos hasta desvanecerse completamente la silueta que destacaba la luz de lo pasado de la oscuridad del porvenir. La época actual se halla en la penumbra y sólo ve rayos de transición do quier su vista se fije, así en el tiempo como en el espacio, así arriba como abajo, así á un lado como á otro. El hombre, aunque la más noble de las criaturas, no deja de formar parte de los cuerpos naturales, y así ha sido imposible hasta ahora determinar el verdadero plan que deba seguirse para con método rigurosamente científico escribir una "obra completa de etnología y etnografía del género de la que vamos á someter al juicio de nuestros lectores. Conste, pues, que renunciamos á todo sistema etnológico ó etnográfico; ya que no nos quedaría más recurso que adoptar uno de los existentes ó inventar otro nuevo. Al hacer la historia de los pueblos y de los grupos humanos tan varios y abigarrados como afines é íntimamente parecidos entre sí, no dejaremos de discutirlas relaciones que á la especie humana se refieran, sobre todo apoyándonos en bases tan sólidas como las que ofrecen en estas materias Federico Müller, Osear Peschel y otras eminencias, apartándonos no obstante del propósito de aceptar como bueno todo cuanto en sus importantes obras han dejado afirmado como indiscutible, no siéndolo siemprcá nuestro modo de ver. La geografía, reuniendo los hombres en grandes masas y subdividiéndolos en agrupaciones de más ó menos exacto parecido, nos vá á servir de hilo de Ariadna para no confundirnos con la multitud de vías que á la consecución de nuestro propósito conducen. Fácil es comprender también que no es posible sea del todo completa esta obra, dados los antecedentes expuestos poco há y que creemos al alcance de todas las personas que tengan sólo un "conocimiento superficial del ramo que nos ocupa. Esto no obstante, trataremos de dar á conocer á nuestros lectores todo cuanto más moderno y más completamente se ha publicado acerca el particular, procurando no olvidar ninguna de las razas humanas conocidas, exponiendo su historia, su constitución física, moral é intelectual y sus correlaciones entre sí, tales como se presentan al formar los grupos ó masas que todos conocemos bajo el nombre Aspv^eblos hvmanos. JUAN MONTSERRAT Y ABCHS. {Continviar&). CONSTANTINOPLA, EDMUNDO DE AMIOIS. LLEGADA. (CONCLUSIÓN). Subimos al puente del comandante. , En la proa veíanse ya todos los turcos sentados, con las piernas cruzadas sobre sendas alcatifas, con| el rostro vuelto hacia Constantinopla. En breve todos-los demás viajeros, provistos de anteojos de todas las formas, subieron á cubierta, y extendidos en luenga hilera, apoya- EL MUNDO ILUSTRADO. 43 ipbaíise en la baranda izquierda, del mismo modo que si puntos en que son más anchos en París ó en Londres. La • ¡ hubiese sido el antepecho de un anfiteatro. Soplaba una punta del triángulo en que se halla emplazada Stambul, ¡ < fresca brisa: nadie hablaba. Todos los ojos y todos los an- encorvada hacia el Cuerno de Oro, es aquel famoso Cabo ; teojos fueron volviéndose paulatinamente hacia la orilla del Serrallo, que esconde hasta el último instante, á los ojos de quien viene del mar de Mármara, la vista de las septentrional del mar de Mármara. Nada se veia aún. Sin embarg-o la niebla no formaba ya más que una dos orillas del Cuerno, es decir, la porción más grande y faja blanquecina que se arrastraba junto al horizonte, más bella de Constantinopla. sobre la cual lucia el cielo sereno y esplendoroso. El capitán del buque fué el primero que con su mirada Frente por frente de nosotros, en dirección de la proa, experimentada y penetrante descubrió los primeros inaparecía confusamente el reducido archipiélag-o de las dicios de Stambul. Las dos damas atenienses, la familia nueve islas de los Príncipes, las_ Demonesas de los rusa, el pastor inglés, Yunk, yo y otros que nos dirigíaantiguos; sitio de recreo de la corte en la época del Bajo mos á Constantinopla por primera vez, forbábamos á su Imperio, y al presente lugar de cita y punto de reunión alrededor un apretado grupo, y silenciosos nos desojábamos inútilmente para ver algo al través de la niebla, y fiesta de los habitantes de Constantinopla. Las dos orillas del mar de Mármara continuaban, entre cuando extendiendo el brazo hacia la izquierda, esto es, hacia la costa de Europa, gritó : — Señores, allí está el tanto, ocultas á todas las miradas. Sólo al cabo de una hora primer espiráculo. de permanecer sobre cuEra un punto blanco bierta empezó á distinapenas perceptible; la guirse... cúspide de un alminar Pero es imposible de elevadísimo, cuya parte inferior todavía permatodo punto formarse idea necía oculta. Todos los ' exacta de la entrada de anteojos se dirigieron Constantinopla por medio hacia aquel punto, cuál de una inscripción de la si con las miradas se premisma, no teniendo una tendiera ensanchar aquel idea clara de la configupequeño girón hecho en i . ración de la ciudad. Imala niebla. El buque margine, pues, el lector, que chaba con gran rapidez. tiene en frente la emboPasados breves minutos \ cadura del Bosforo, es distinguióse una mancha decir, el brazo de mar que indecisa junto al alminar; separa el Asia de Europa después dos, después tres, y enlaza con el Negro el después muchas, que paumar de Mármara. En selatinamente iban tomanmejante situación tiene á do el aspecto de casas, y la derecha la orilla asiála línea crecía, crecía y tica y á la izquierda la crecía. Delante de noseuropea: aquí la antigua otros y á nuestra derecha Tracia; allá la antigua los objetos permanecían Anatolia. Al paso que se envueltos en la niebla. avanza, es decir, á poco Lo que íbamos descude haber enfilado el brazo briendo era la parte de de mar, encuéntrase en Stambul, que formando la izquierda banda un liMlga un arco de unas cuatro golfo, una rada estrechímillas italianas, se exsima , que forma con el tiende sobre la orilla septentrional del mar de MárBosforo un ángulo casi recto, y penetra muchas millas mara, entre el Cabo del Serrallo y el Castillo de las adentro en la costa europea, encorvándose en forma de Siete Torres. Sin embargo, la colina del Serrallo percuerno de buey, de donde el nombre de Cuerno de Oro, manecía aún completamente envuelta en la niebla. esto es, cuerno de la abundancia, recordando las rique- Detrás de las casas despuntaban los alminares uno deszas de los tres continentes que á él afluían cuando consti- pués de otro, blancos, altísimos, cuyas cimas ofrecíanse tuía el puerto de Bizancio. En el ángulo de tierra europea á la mirada teñidas de grana por los rayos del sol. Deque por un lado está bañado por el mar de Mármara y lante de las casas y más bajos que ellas, comenzaban por el opuesto por el Cuerno de Oro, en el sitio mismo á distinguirse los viejos y almenados muros, de negruzco en que se levantaba un dia la antigua Bizancio, elévase color, guarnecidos á iguales distancias de robustas torres al presente, sobre siete colinas, la moderna Stambul, la que forman en torno de la ciudad una cintura no interciudad turca. En el otro ángulo, que bañan el Cuerno de rumpida, contra la cual corren á estrellarse las bullidoOro y el Bosforo, se encuentran Galata y Pera, las ciuda- ras olas del mar. Casi instantáneamente quedó de manides francas. Delante de la abertura del Cuerno de Oro, fiesto un espacio de ciudad de unas dos millas; mas debo sobre la colina de la orilla asiática, surge la ciudad de confesarlo con franqueza, el espectáculo no correspondía Scutari. Resulta, pues, de lo dicho, que la que con el á mis esperanzas. Hallábamonos en aquel punto en que nombre de Constantinopla se distingue, se halla formada Lamartine se preguntó:—¿Es esta Constantinopla? y por tres grandes ciudades separadas una de otra por contestóse:—jQué desencanto!—Las colinas permanecían medio del mar, dispuestas una en frente de otra y la veladas: no se veía más que la orilla: las casas formaban tercera delante de la dos primeras; pero á tan corta dis- una sola línea larguísima: la ciudad parecía una llanura: tancia, que de cada una de las tres orillas se ven perfec- —Capitán, dije yo también, ¿es esta Constantinopla?— tamente los edificios de las otras dos, como acontece Y cogiéndome por un brazo y señalando con la diestra entre uno y otro lado del Sena y del Támesis, en aquellos CUENTOS DE PERRAULT. — CAGA-CHIIAS. — Ya ves, querida mía, que es de todo punto imposible dar de comer á nuestros hijos. EL MUNDO ILUSTRADO. delante de él:—Hombre de poca fé, dijo, mire usted allá arriba.—Miré, y sin ser parte á evitarlo dejé escapar una exclamación de estupor. Una mancha enorme, una mole altísima y ligera, envuelta aun en un velo de vapor tenuísimo, elevábase al cielo desde la eminencia de una altura, perfilándose elegantemente en el aire en medio de cuatro alminares esbeltos, elevadísimos, cuyas arg-en- 45 tadas cúpulas deslumhraban heridas por los primeros fulgores del sol.—¡Santa Sofía! gritó un marinero; y una de las dos señoras atenienses dijo en voz baja: —¡IlagiaSofia! (La santa sabiduría).—Los turcos que estaban en la proa se incorporaron. Entretanto, delante y junto á la gran basílica, dibujábanse al través de la niebla otras enormes cúpulas y enhiestos alminares. /-. que semejaban un inmenso bosque de palmeras desprovistas de sus graciosas ramas.—¡La mezquita del sultán Ahmed! decia el capitán señalando: ¡La mezquita de Bayaceto! ¡La mezquita de Osman! La mezquita de Laleli; la mezquita de Solimán.—Pero nadie le ola. El velo de gasa se iba desgarrando rápidamente, surgiendo aquí y acullá mezquitas, torres, manchas de verdura, y casas y más casas, y al paso que adelantáb'amos la ciudad «recia yostentaba más distintamente perfilados sus acci- dentados contornos, caprichosos, blancos, verdes rosados, deslumbrantes; y la colina del Serrallo se diseñaba limpia y encantadora sobre el fondo gris de la leiana niebla. Cuatro millas de ciudad, toda la parte de Stambul que baña el mar de Mármara, desplegábanse ante nuestras atónitas miradas, y sus negruzcas murallas y sus casas de diferentes colores se reflejaban en las aguas como en la limpia y tersa Superficie de un espejo. De repente paróse el buque. 46 EL MUNDO ILUSTRADO. Todos se agruparon en derredor del capitán para averig-uar la causa, á lo cual les manifestó que para seguir adelante era indispensable que la niebla se disipara completamente. La verdad es que ésta ocultaba aun la embocadura del Bosforo, cual pudiera hacerlo un tupido cortinaje. Sin embargo, trascurrido un minuto pudo proseguirse la marcba, bien que navegando con gran precaución. Nos acercábamos á la colina del antiguo Serrallo. En este punto mi curiosidad y la de todos se hizo febril. ^Vuelva usted la espalda, me dijo el capitán, y no mire hasta que tenga delante la colina. Yo le avisaré. Volvíme y fijé la mirada en un escabel que á mi parecer daba vueltas. -^Ahora, exclamó el capitán pasados algunos instantes. Obedecí sus indicaciones. El buque habia parado. Hallábamonos delante de la colina, muy cerca de ella. Es una colina muy extensa, completamente cubierta de cipreses, terebintos, abetos y plátanos gigantescos, cuyas ramas sobrepujan los almenados muros hasta el punto de proyectar su sombra sobre el mar, levantándose en medio de esa mancha de verdura, desordenadamente, separados y en grupos, como sembrados al acaso, cimas de kioscos, pabellones rodeados de galerías, cupulillas argentadas, pequeños edificios de lindísimas y elegantes formas, con aberturas prolijamente caladas y puertas cubiertas de arabescos; todo blanco, pequeñuelo, medio escondido, que permite adivinar un laberinto de jardines, corredores,. patinejos y camarines; una ciudad entera metida dentro de un bosque; separada del mundo, llena de misterio y de melancolía. En aquel momento bañábala ya por completo la luz del sol; mas flotaba aun sobre ella una tenue gasa de vapor. No se veia persona alguna; no se distinguía el rumor más leve. Todos los viajeros permanecían en el mismo sitio con los ojos clavados en aquella loma coronada con los recuerdos de cuatro siglos de gloria," de placeres, de amores, de conjuraciones y de sangre; solio, cindadela y tumba al par de la gran monarquía otomana, y nadie hablaba y nadie se movia. Al cabo de un rato el segundo del buque exclamó:—Señores, se ve Scutari. Todos nos volvimos hacia la orilla asiática. Scutari, la ciudad de oro, estaba delante de nosotros, extendiéndose hasta el punto de perderse de vista sobre la eminencia y por las pendientes de sus grandes colínas, envuelta en los vapores luminosos de la mañana, ríente, fresca, como una población surgida de improviso al contacto de una varilla mágica. Imposible describir aquel espectáculo. El lenguaje con que describimos nuestras ciudades es impotente para dar una idea de aquella inmensa variedad de colores y de aspecto; de aquella maravillosa confusión de ciudad y de paisaje, de alegre y de austero, de europeo y de oriental, de bizarro, de gentil, de grande! Imagínese una ciudad compuesta de diez mil quintas gualdas y purpurinas, y de diez mil jardines deslumbrantes de vegetación; levantándose en medio de ellos cien mezquitas blancas como el ampo de la nieve; coronado todo, en la cima de la eminencia, por un frondosísimo bosque de enormes cipreses; el cementerio más grande de Oriente; en un extremo desmesurados cuarteles blancos, grupos de edificios y cipreses, aldehuelas levantándose sobre los cerros, detrás de los cuales divísanse otras medio ocultas entre la verdura, y por todos lados cimas de alminares y remates de cúpulas blanqueando hasta la mitad la pendiente de una montaña que cierra el horizonte como una cortina inmensa: una ciudad grandísima desparramada en un jardín más grande aun, sobre una loma surcada aquí por barrancos cortados á pico, degradándose allí por medio de planos cubiertos de verdura, cuajada de vallecillos llenos de sombra y de flores, y el azulado espejo del Bosforo reflejando todas esas bellezas. En tanto estaba contemplando Scutari, mi amigo me tocó con el codo para anunciarme que habia descubierto otra ciudad. Y en efecto, volviéndome hacia el mar de Mármara, sobre la propia arilla asiática, más allá de Scutari, distinguí una larga línea de casas, mezquitas y jardines, delante de las cuales habia pasado el buque, y que hasta aquel instante habia permanecido todo oculto entre los pliegues de la niebla. Con los anteojos se distinguían perfectamente los cafés, los bazares, los edificios á la europea, las escalinatas, las paredes de cerca de los huertos, las lanchas desparramadas á lo largo de la orilla. Era Kadi-Kioi, la aldea.de los jueces, levantada sobre las ruinas de la antigua Calcedonia, rival un tiempo de Bizancio; aquella Calcedonia fundada por los de Megara seiscientos ochenta y cinco años antes de Cristo, los cuales merecieron del oráculo de Delfos el dictado de ciegos, por haber elegido aquel sitio en vez de la opuesta orilla donde se distingue Stambul.—Y van tres ciudades, nos dijo el capitán; cuéntenlas por los dedos, porque dentro de poco veremos otras distintas. El buque permanecía inmóvil entre Scutari y la colina del Serrallo. La niebla mantenía oculta á nuestras miradas la parte del Bosforo más allá de Scutari, y todo Galata y todo Pera que estaban delante de nosotros. A nuestro lado discurrían lanchas, vaporcillos, caiques, y pequeños buques de vela; mas nadie ponia en ellos la atención. Todas las miradas se hallaban clavadas en la cortina gris que ocultaba la ciudad franca. Por lo que á mí toca me estremecía de impaciencia y de placer. Unos instantes aun y me seria dado contemplar el marar villoso espectáculo que arranca un grito del corazón. Apenas si podía sostener el anteojo de un modo conveniente:, hasta tal punto me temblaba la mano. El capitán me miraba, ¡pobre-hombre! gozábase en mi emoción, y frotándose las manos exclamaba: —Ya llegamos, ya llegamos. Finalmente comenzaron á aparecer detrás del velo de niebla, en primer lugar manchas blanquecinas; después el vago contorno de una respetable eminencia; luego el deslumbrante y desparramado centelleo de innumerables viedrieras heridas por el sol, y por último Galata y Pera en plena luz: un mundo, una verdadera miríada de casas de todos colores, puestas las unas encima de las otras; una ciudad elevadísima coronada de alminares, de cúpulas y de cipreses: en la cima los monumentales palacios de las embajadas, y la gran torre de Galata; al pié del inmenso arsenal de Tofana, con un verdadero bosque de buques: y disipándose la niebla de continuo, la ciudad se desenvolvía rápidamente hacia la parte del Bosforo y surgían de repente barrios y más barrios, que se extendían desde lo sumo de la eminencia hasta el límite del mar, salpicados de blancas mezquitas; filas de buques, pequeños puertos, palacios á flor de agua, pabellones,, jardines, kioscos, bosquecillos; y confundidos entre la lejana niebla otros barrios de los cuales sólo se descuhria sin embargo la parte superior iluminada por los rayos del sol: un desorden de colores, un encanto de verdura, un sin fin de objetos, una grandeza, una delicia, una gracia inaudita, capaz de arrancar gritos de entusiasmo al corazón más indiferente. Cuantos estábamos en el buque, viajeros, tripulantes, turcos, europeos, chiquillos, permanecíamos con la boca abierta. No se oía una mosca. No sabíamos hacia- qué la'do dirigir nuestras miradas. A un lado teníamos Scutari y Kadi-Kioi; al opuesto, la colina del EL MUNDO ILUSTRADO. Serrallo; delante Galata, Pera y el Bosforo. Para contemplarlo todo era indispensable girar sobre los talones, y girábamos, dirigiendo á todos lados miradas escrutadoras , viendo y gesticulando sin pronunciar palabra alguna, con una satisfacción y un placer que nos anonadaba. Dios eterno, ¡qué instantes aquellos! Y sin embargo, todavía faltaba'lo mejor. Todavía permanecíamos inmóviles al lado acá de la punta del Serrallo, y por consiguiente sin poder distinguir el Cuerno de Oro, y la vista más bella, el espectáculo mas grato que existe es el de la vista de Constantinopla desde el cuerno de Oro. —Atención Señores, dijo el capitán antes de dictar las órdenes para seguir adelante, «el momento crítico» se acerca; dentro de tres minutos estamos delante de Constantinopla. Estremecíme de pies á cabeza. Trascurrieron breves momentos. ¡Oh, cómo me latia el corazón! ¡Con qué impaciencia febril aguardaba aquella bendita orden!—¡Adelante! Softa. —Adelante, gritó al fin el capitán. Y el buque se puso en movimiento. ¡Avanzamos! Reyes, príncipes, Cresos, magnates y potentados de la tierra, en aquel instante me inspirasteis compasión: el sitio que ocupaba en el buque valia todos vuestros tesoros; y no habría cambiado por un imperio una sola de las satisfacciones que me proporcionaba cada una de mis miradas. Un minuto, otro, pasamos la punta del Serrallo.— Descubro un inmenso espacio lleno de luz y un mundo de cosas y de colores.—Hemos dejado la punta á la espalda... ¡Constantinopla! i Constantinopla sin término, soberbia, sublime! ¡Gloria á la creación y al hombre! Jamás imaginé tan inmensa belleza. ¡Y ahora describe, miserable mortal! ¡Profana con tu palabra esta visión divina! ¿Quién es capaz de describir Constantinopla? Chateaubriand , Lamartine , Gautier, ¿qué es lo que han balbucido? Y sin embargo las imágenes y las palabras acuden en tropel á la mente, y se escapan cuando se pretende fijarlas por medio de la pluma. Veo, hablo, y escribo al par; pero sin esperanza y con una voluptuosidad que me embriaga. Probemos sin embargo. El Cuerno de Oro, abierto delante de nosotros como un rio inmenso; y sobre ambas orillas dos cadenas de alturas sobre las cuales se levantan y 47 prolongan dos cadenas paralelas de ciudad, que abarcan ocho millas de cerros, de vallecillos, de senos, de promontorios; cien anfiteatros cubiertos de monumentos y jardines; una doble inmensa gradería de casas, de mezquitas, de bazares, de serrallos, de baños, de kioscos, que ofrecen todos los matices imaginables, distinguiéndose en medio de todo ello millares de alminares de brillantísimo remate, que semejan desmesuradas columnas de marfil, y brotan bosques de cipreses que descienden, deslizándose por los barrancos, desde las mesetas hasta el mar, ciñendo con guirnaldas de verdura los arrabales y el puerto, en tanto que una potente vegetación surge aquí, allí, más lejos, en todas partes, cubriendo las cimas, ondulando entre los techos, extendiéndose sobre las pendientes. A la derecha Galata, ofreciendo delante un bosque de mástiles y banderas: encima de Galata, Pera que dibuja sobre el firmamento los robustos contornos de sus palacios europeos: delante un puente que une entrambas orillas, sin cesar ocupado por numerosa muchedumbre, diversamente vestida: á • la izquierda Stambul extendida sobre sus dilatadas colinas, cada una de las cuales ostenta una mezquita gigantesca con cúpulas de plomo y agujas de oro: Santa Sofía, blanca y rosada; Sultán Ahmed, flanqueada de soberbios alminares; Solimán el Grande, coronada de diez cúpulas; Sultana Validé, que se contempla en el agua: en la cuarta colina, la mezquita de Mahometo II; en la quinta, la de Selim; en la sexta, el serrallo de Tekyr; dominando todas las alturas, la torre blanca del Serasquier, desde la cual se divisan las orillas de ambos continentes, desde los Dardanelos al mar Negro. Más allá de la sexta colina de Stambul y al otro lado de Galata, sólo se distinguen vagos perfiles, fragmentos de ciudad y de arrabales, de puertos, de flotas y de bosques, casi desvanecidos en una atmósfera azulada, que no semejan cosa corpórea, sino fantasías hijas del aire y de la luz. ¿Cómo consignar las singularidades de cuadro tan prodigioso? La mirada se fija durante algunos instantes en la vecina orilla, sobre una casita turca ó un dorado alminar; mas de improviso se vuelve á lanzar sobre aquella profundidad luminosa, y vaga al acaso entre aquellas fugas de ciudad fantástica, seguida á duras penas por la mente conturbada. Una majestad infinitamente serena y difusa flota sobre toda aquella belleza; un no sé qué de juvenil y amoroso, que despierta mil dormidos recuerdos de ciientos de hadas y de sueños de primavera; algo de grande, de misterioso, de aéreo, que arrebata la fantasía lejos de la vida real. El cielo teñido de delicadas tintas argentadas y opalinas, permite distinguir con maravillosa limpieza hasta los menores perfiles de los objetos: el mar de color de zafiro, completamente salpicado de manchas purpurinas, reproduce con trémulos reflejos los elevados alminares: las cúpulas centellean: toda aquella vegetación inmensa se agita y estremece acariciada por la brisa de la mañana: numerosas bandadas de palomas revolotean en derredor de las mezquitas: millares de caiques pintados y dorados se deslizan sobre las aguas: el vientecillo del mar Negro trae envueltos en sus alas los perfumes de diez millas de jardines: y cuando embriagado ante las seducciones de semejante paraíso, se ha llegado á olvidar todo lo demás, volviéndose al opuesto lado, descúbrese con un nuevo sentimiento de maravilla la orilla asiática, que cierra el panorama con la soberbia belleza de Scutari,ycon las nevadas cimas del Olimpo de Bitinia; el mar de Mármara sembrado de isletas y cubierto de velas; y el Bosforo cuajado de buques, que se desliza serpeando entre dos interminables líneas de kioscos, de palacios y de quintas hasta perderse misteriosamente en medio de las más CUENTOS DE PERRAüLT. — Cag-a-chitas madrugó muchísimo y se fué á la margen de un arroyo; llenóse los bolsillos de chinitas blancas.. EL MUNDO ILUSTRADO. JxiO j ' i r. UN RAPAZUELO. — CUADKO DE (Véase la página 62'. T . V . PRIMERA S É I U E . — T . 1. bliOUNDA S É B I E , — LUDOVICO KNAUS. 40 EL MUNDO ILUSTRADO. 50 rientes colinas de Oriente. ¡Ah, sí! Es este el más bello espectáculo de la tierra: quien otra cosa dig-a, es ingrato para con Dios é infiere injuria á la creación. La naturaleza humana no podria apreciar ni resistir una belleza mayor. Pasada la primera emoción miré á los viajeros: todos los semblantes estaban demudados. Las dos señoras atenienses tenian los ojos humedecidos: la dama rusa estrechaba en aquel momento solemne contra su corazón á la pequeña Olg-a: hasta el impasible pastor inglés dejaba oir su voz por vez primera, diciendo de cuando en cuando:—«¡Wonder/ul! /•monder/ul!—(¡sorprendente! ¡sorprendente!) El buque habia anclado á cierta distancia del puente: en breves instantes vióse rodeado de un enjambre de lanchas, é invadida la cubierta por una muchedumbre de faquines turcos, armenios y hebreos, que chapurrando un italiano endiablado, se apoderaron de nuestros equipajes. Después de una tentativa de resistencia, completamente inútil, di un estrecho abrazo al capitán; un beso á Olga, un adiós á todos y salté con mi amigo á un bote de cuatro remos que nos condujo á la aduana, desde cuyo punto, por en medio de un laberinto de callejuelas, nos trasladamos á la fonda de Bizancio, situada en la parte más elevada de Pera. Traducido del italiano por CAYETANO VIDAL DE VALENCIANO. (Continuará). Lle-ada. VALLE TRANQUILO. DESVENTURAS DE UNA COLONIA DE INSECTOS, POR EL DR. ERNESTO CANDÉZE. (CONTINUACIÓN). C A P Í T U LO II, Reunión de insectos. Valle tranquilo, por donde corre el rio llamado Gileppe, tributario del Vesdre, era, no hace aun muchos años, el más precioso rincón de Hertogenwald, uno de los últimos y raros vestigios de la antigua selva de los Ardennes (1). (1) Reconocidas las aguas del rio Vesdre y de sus afluentes como las inejoTes para el lavado de las lana-', industria ijlie de algunos afins á esta En los poblados sotos que prestaban sombra á las dos vertientes no existia ninguna habitación humana, y un tortuoso sendero con numerosos recodos, copia ñel de los del rio, era el único indicio de que aquella ignorada comarca habia sido visitada por los hombres. Empero, fuerza es decir que sólo de tarde en tarde las cristalinas aguas del Gileppe reflejaban la imagen de un transeúnte ; rara, muy rara vez el melancólico martinpescador y la linda nevatilla tenian que emprender el parte lia adquirido gran vuelo en Veviers (Bélgica), a causa del consumo í[ue de ellas se liace para la fabricación de paños y para la exportación, fué necesario buscar un medio económico para la distribución del agua, habiendo propuesto el ingeniero encargado del estudio de los trabajos, cerrar uno de los valles que rodean á Veviers para establecer en él un inmenso lago-depósito. Estudiando detenidamente el asunto, dicho ingeniero presentó á los interesados los planos de una gran muralla de niamposteria levantada á través del valle por donde corre el rio Gileppe, lo cual pronto fué un hecho. De ahi ha tomado pié el ilustrado doctor Candéze para escribir su libro. Hemos creído conveniente hacer esta aclaración, pues gracias á ella el lector comprenderá mejor algunos de los pasajes de la rtKra q'ue estamos traduciendo.—eiV. dgl T,'¡ EL MUNDO ILUSTRADO. vuelo para librarse de la presencia de algún importuno. Con todo, esta soledad sólo era aparente, pudiendo llamarse soledad porque así la entienden los hombres, quienes, tratándose de las cosas de la Naturaleza creen que donde ellos no existen no puede reinar más que tristeza y muerte. Valle tranquilo, por el contrario, estaba muy poblado: allí vivia un mundo, agitado por mil pasiones diversas, entre las cuales ocupaba el primer puesto la llamada bélica. En ocasiones un grito agudo, grito de amor ó de esperanza, de alegría ó de rabia, venia á interrumpir el monótono y continuo murmurio del rio, revelando al oido atento y observador del iniciado que á la sombra de la enramada se estaban verificando un idilio ó un drama, tan importantes para sus actores como lo son á nuestros ojos los que ocurren en el mundo en que vivimos. Eu esté valle, á corta distancia del punto donde desemboca en el llamado de Vesdre, y en el sitio nombrado torreniera de la Roca negra, tuvieron lugar recientemente los extráflos sucesos que vamos á contar, pudiendo servir de prólogo á nuestro relato el capítulo anterior. En él hemos visto, gracias á la conversación sostenida entre Filo, Lamia y el cangrejo, que poco después de la invasión humana de que fuera teatro Valle Tranquilo, manifestáronse inexplicables perturbaciones en el ciclo hasta entonces no interrumpido de los fenómenos naturales propios de las estaciones. No sin razón nuestro amigo Filo veia el porvenir preñado de horrores, y añadiremos que la mayor parte de sus conciudadanos compartían sus aprensiones: el aspecto que en otro tiempo ofrecía comarca tan risueña, justificaba perfectamente sus temores. Desde que el rio se había secado, marchitábase á ojos vistas la exuberante vegetación adorno de sus márgenes. Diariamente los abrasadores rayos del astro rey bebíanse sin conmiseración los últimos jugos de las hojas de los arbustos y de las plantas ribereñas, jugos que las agostadas raíces apenas procuraban. La atmósfera estaba impregnada de emanaciones pútridas, producidas por los cadáveres de los peces que yacían en los charcos de agua que habían quedado, mientras que bandadas de necróforos, de escarabajos y de otros animaluchos del mismo jaez, buitres siniestros del mundo de los insectos, eran, en compañía de algunos cuervos, los únicos que prestaban vida al desolado paisaje animado en otro tiempo por la parlería de cien ave-s diversas. Cuantos pudieron huir abandonaron la comarca. Los insectos alados, desamparando una región que ya no les ofrecía los recursos indispensables para la existencia, uno tras otro dejaban entregados á su triste suerte á aquellos que menos favorecidos por la Naturaleza y oblí%gadps á contentarse, faltos de alas, de un área de actividad más reducida, manteníanse sujetos, que quieras que no, al suelo que les vio nacer. Éstos hallábanse á dosj^gasos del sepulcro; de consiguiente era preciso, sin pérdida de momento, tomar una resolución, y al efecto alg;uiió8 de los más discretos y experimentados habían resuelto celebrar un í»i?«/¿«^ para examinar de común acuerdo lo más conveniente á la colonia. Algunos ágifes «riquetos recibieron el encargo de pasar avisóla ios moradores de la ribera: durante la mañana-su.«-¿;í»íijiahia.Jlamado la.atencion deJos"habitantes todos del Valle Tranquilo, quienes supieron por boca de los inteligentes mensajeros de lo que se trataba, es decir, de que se les convocaba á reunirse al pié de la Boca negra, sitio muy conocido por la familia 51 insectil y que se prestaba maravillosamente, gracias á un inculto terraplén que le rodeaba, al objeto para que se destinara. Pocos eran los que se habían hecho sordos á la invitación ; de suerte que todo el santo día una multitud de insectos, individualmente ó en grupos más ó menos numerosos, se iba encaminando á la indicada roca. Los primeros rayos del astro nocturno iluminaron y prestaron vida á una escena bien singular. El dia se había deslizado cálido y sin el menor celaje, y á pesar de que hacia un buen rato que el sol descendiera á su ocaso, la atmósfera aun era sofocante. El silencio que suele reinar á semejante hora sólo se veia turbado por lejanas y apagadas detonaciones y por un ruido indefinible que, proveniente de la torrentera, iba disminuyendo gradualmente y espiraba á la entrada del valle. Tan misterioso ruido ninguna semejanza tenia con el habitual murmurio que en los sitios donde únicamente impera la madre Naturaleza sale de las arboledas al tender la noche su negro manto sobre la tierra; era, por el contrario, un zumbido continuo, acompañado de golpes acompasados, de silbidos, de rechinos iguales á los producidos por las potentes máquinas que manejan los hombres. Al pié de la Roca negra manteníase acurrucado un cangrejo, mirando á uno y otro lado é indicando con una de sus patas á los insectos que iban llegando, diversos sitios del terraplén que se extendía debajo. Numerosos grupos discutían acaloradamente, al paso que á cada momento aumentaba el número de individuos de la familia insectil, habiendo acudido en masa á última hora los más remolones ó aquellos que por alguna circunstancia especial de su organismo no podían volar ni andar muy aprisa. A poco la asamblea estuvo completa; es decir, quedó ocupado todo el espacio llano. Bajo el punto de vista individual, esta asamblea ofrecía la más sorprendente variedad. Había allí insectos de todos tamaños, de porte y hábitos f^umamente diversos. No intentamos hacer una enumeración detallada de ellos, cosa que nos llevaría muy lejos y que además de ser harto engorrosa para el lector sólo ofrecería mediano interés. Bastará que demos á conocer las tribus mejor representadas y los personajes más señalados. El cangrejo que la víspera había sido salvado por el hidrófilo, presidia la reunión, sea que la presidencia le correspondiera de derecho, sea que de motuproprio se la hubiese arrogado, lo que es más verosímil. Filo y su amigo el viejo Lamia figuraban en primer lugar y estaban platicando con sus vecinos, mientras llegaba la hora de abrirse la sesión. Las hormigas y los carnívoros de la tribu dé los carábicos constituían la mayoría de la asamblea, ya que las márgenes del valle Tranquilo estaban casi en su totalidad ocupadas por estas clases de insectos. Sabido es que la raza carábica comprende numerosas tribus, con rasgos fisionómicos comunes, gracias á' los cuales puede reconocérseles fácilmente, si bien difieren en el tamaño y en el traje, así como en otras particularidades secundarias. Veíanse entre ellos los sombríos y poderosos procrustos, las negras feronias, loa ágiles amaros,'los macizos harpalos é innumerables bembidios, vulgo de esta raza aguerrida. Todo este, clan se mantenía apartado y de vez en cuando miraba ton aire furibundo á los insectos modestos y pacíficos, quienes sólo impelidos por la necesidad habíanse decidido á ponerse momentáneamente en contacto con sus mortales enemigos. E L VASO ó LA MUJER Véase la página «2). 54 EL MUNDO ILUSTRADO. La afable y brillante tribu de las crisomelas estaba representada únicamente por la familia Timarca que, desprovista de alas, vióse forzada á permanecer en el país. Los g-org-ojos eran numerosos, figurando los criptorincos y los otiorincos á lo menos en número de seiscientos. Alg-unos meloes, troxes, opatros y tres ó cuatro blapsos, completaban el contingente de los coleópteros. Acá y allá veíanse cierto número de blatas, de grillos, de cigarras y de criquetos, así como infinidad de hemípteros, tales como ranatras, népidos principalmente, escutelerios, pentatomas y cicadelas. Las arañas, bastantes en número, manteníanse silenciosas y algo retiradas de los demás grupos. De trecho en trecho veíanse algunos armadillos, cloportos, ricinos y caracoles, varias limazas y gran número de larvas de todas clases, grandes y chicas, negras, grises, blancas, amarillas, algunas de las cuales, ciegas y sin patas, habíanse hecho trasladar á aquel sitio por otras compañeras serviciales. Figuraba también una verdadera cohorte de orugas, de mil pies, de poduras, de esminturos y de pulgones. Estos últimos iban escoltados por sus aliadas las hoi'migas que, cuidadosas siempre para con ellos, habíanles instalado en el centro de sus compactas columnas á fin de preservarles de las asechanzas de sus acérrimos enemigos. Cuando todo este mundo multicolor estuvo acomodado, lo cual, como se comprenderá fácilmente, exigió no poco tiempo, el cangrejo impuso silencio y dirigióse á la asamblea en los siguientes términos: «Amados compatriotas : »Todos sabéis porqué se os ha convocado, pues c'ada uno de vosotros, quien más quien menos, sufre de la sequía que se experimenta, debida al inexplicable agotamiento del rio que baña esta comarca, sequía que amenaza convertir dentro de poco nuestro valle en un desierto árido é inhabitable. Ya habéis visto que cuantos se hallaban en estado de emprender la fuga, lo han hecho sin titubear, vosotros, sin embargo, alimentando la esperanza de que tamaña calamidad tendría fin, habéis esperado hasta hoy sin adoptar resolución alguna. Desgraciadamente, lejos de tomar mejor aspecto nuestros asuntos, cada dia van de mal en peor, ni hay el menor indicio de que pueda modificarse tan deplorable situación. Así, pues, amigos mios, es necesario, sin pérdida de momento, tomar una resolución. ¿Qué hacer para conjurar el azote que amenaza nuestras cabezas? ¿A qué causas obedece? Hé aquí lo que corresponde ventilar. Cuantos se sientan con ganas de exponer su opinión sobre el particular, son libres de hacerlo.» Terminada su peroración, el cangrejo se sentó. En seguida se entablaron animadísimos coloquios entre los circunstantes, y separándose luego de uno de los grupos una araña, se adelantó hasta cerca de la presidencia, encaramándose á un pedrusco que hacia las veces de tribuna. La araña en cuestión pertenecía á la clase de las tejenarias y era de buena estampa, empero su falta de carnes claramente indicaba que la pobre se había visto expuesta á todo género de privaciones. Habiendo manifestado con una de sus patas que iba á hablar, á poco reinaba completo silencio. —No pienso molestar vuestra atención por mucho tiempo, dijo, pues ni me gustan los discursos interminables ni estoy acostumbrada á hacerlos. Hé aquí lo que tengo que deciros. Con la partida de las moscas las arañas hemos quedado reducidas al último extremo, y como no es posible permanecer un dia más en esta comarca, estamos resueltas á abandonarla. Yo pienso que cuantos se encuentran en situación parecida á la nuestra obrarán prudentemente si nos imitan. He dicho. —Para vosotras es fácil la huida, replicó una hormiga que habia ocupado el puesto de la araña en la tribuna; pero no todos nos encontramos en el mismo caso. Las arañas pueden abandonar muy bien su patria é ir á tender sus redes en otro sitio, ya que para ellas lo mismo da un país que otro, con tal de que haya moscas. Las hormigas, en cambio, estamos ligadas por numerosos lazos al suela que nos vio nacer; es imposible de toda imposibilidad .que abandonemos sin más ni más nuestras larvas, nuestros huevos, nuestras provisiones, en fin, cuanto encierran las ciudades do habitamos. De consiguiente , debemos permanecer en este sitio hasta el último momento, hasta tanto que sea insostenible la existencia en él. A su vez el hidrófilo tomó la palabra , diciendo: —Confieso que soy aficionado á la buena vida, y que me gusta en extremo echar un trago; y lo digo con tanta más franqueza cuanto que jamás bebo otra cosa que agua clara. El agua es mi pasión: beber y bañarme, he aquí mis mayores satisfacciones. Nací en este elementó, y en él se ha deslizado mi existencia. La carestía de que todos nos lamentamos, para mí es un verdadero suplicio; así pues... En este momento el orador fué interrumpido por un rumor procedente del sitio donde estaban reunidas las orugas. Gritos, exclamaciones violentas, en una palabra, un verdadero tumulto atrajo todas las miradas hacia aquel punto. El caso fué, que notando un cárabo que los circunstantes sólo tenían ojos y oídos para el orador, habíase acercado disimuladamente á un grupo de larvas, tratando de apoderarse de una que á causa de su desgracia (era ciega), se hallaba á merced del primer descortés que se le antojase jugarle una mala pasada. Algunos de los insectos vecinos de la víctima, que habían sido testigos del rapto, empezaron á gritar:—¡al ladrón! ¡al ladrón!—de suerte que el atrevido cárabo vióse compelído á abandonar su presa. Por otra parte, el incidente no tuvo consecuencias desagradables. Llamado severamente al orden por el presidente, el cárabo volvió á ocupar su puesto en medio' de las risotadas y chacota de sus amigos. Restablecida la calma, suplicóse al hidrófilo que reanudara su discurso. —Nada más tengo que añadir, dijo éste: iba á terminar la peroración declarando que, siendo intolerable» EL MUNDO ILUSTRADO. para mí el estado de cosas de que todos nos lamentamos, estoy dispuesto á alejarme de esta comarca suceda lo que suceda. Si debo morir, prefiero correr el albur de un viaje penoso y lleno de aventuras antes que aguardar impávido mi última hora en este sitio, y de fenecer en medio de sufrimientos tan crueles como los producidos por la sed. Las muestras de aprobación y hasta los aplausos con que fueron acogidas las últimas palabras de Filo, indicaban bien á las claras que habia sabido interpretar los sentimientos de la mayor parte de los circunstantes. —Ya se han oido varios pareceres, dijo el presidente; mas opino que convendría consultar al clan carábico. Hablen ustedes, cárabos: ¿qué piensan hacer envista de la situación? Los aludidos cambiaron algunas miradas entre sí, y cuchichearon durante un buen rato; por último uno de ellos se, separó de los demás y, escalando la tribuna, habló de esta suerte: —Estimados moradores de Valle Tranquilo, oíd el consejo de un amigo que os habla con toda franqueza. Lo que voy á decir tal vez no sea del agrado de todos los aquí presentes; sí es así, ¡tanto peor por los descontentos! No pretendo convertirme en buen apóstol.. Sabéis perfectamente bien que nuestra raza, como todas las razas nobles y aguerridas, vive del robo y del asesinato... (Murmullos en el auditorio). ¿Murmullos á mí? Hago poco caso de ellos. Quiero ser explícito,, pese á quien pese, .pues si no queríais oirme, ninguna necesidad habia de que se me invitase á hablar. (Algunas voces: ¡ Atención!) Hé aquí mi punto de vista sobre la cuestión que se dilucida, y al expresarme así interpreto fielmente el sentir de mis amigos: á los cárabos no nos perjudica gran cosa el agotamiento del rio... empero... estamos tan ligados con vosotros, que sólo podemos vivir á vuestro lado... De consiguiente, si partís... es natural que os sigamos do quiera que vayáis. Estas palabras fueron acogidas con ruidosas carcajadas por parte de los cárabos, mientras que los demás insectos estallaron en prolongados murmullos de desaprobación. —¡Puede da.rse mayor cinismo! exclamó uno délos ofendidos. ¡Fuera el insolente!. —¡Silencio! gritó el presidente. Es preciso que haya libertad para expresar todas las opiniones. Convengo en que el orador ha traspasado los límites de la conveniencia; sí, cárabo, sí, habéis traspasado los límites de la conveniencia... Os amonesto para que respetéis un poco más la dignidad de vuestros oyentes. —Cuando hablo acostumbro á decir lo qué pienso, replicó el aludido. Se me ha invitado á exponer mi opinión V lo he hecho lisa y llanamente: si Ío que he dicho no ha sido del agrado de algunos, tanto peor para ellos. —•Fuera! ¡fuera! gritaron varias de las larvas que formaban corro. •. . • \ El cárabo se enderezó, y haciendo un gesto sumamente impertinente, * •• j, j, . Quisiera saber, dijo, cual de vosotras se atreverá á arrojarme de aquí! ¿Seríais por ventura vos, digno pulgón?... Esta salida produjo general hilaridad entre los miembros de la tribu carábica; el cárabo insolente bajó de Ja tribuna en medio de la gritería y de los violentos apóstrofes.delos demás oyentes, encaminándose seguidamente al sitio donde estaban formados los suyos. El apostrofe del coleóptero pentámero habia hecho salir de sus casillas, en primer término, á las hormigas, le eran numerosas, y la sesión amenazaba terminar á trastezos si el sesudo presidente no s% hubiere esfbrzado hb para tranquilizar los ánimos sumamente sobrexcitados, lo que consiguió con no poca dificultad y después de haber amenazado varias veces con intervenir personalmente valiéndose de sus afiladas pinzas. Por último, el tumulto fué menguando y pudo proseguirse la discusión. —¡ Pido la palabra! vociferó uno de los presentes. —^¿Quién ha hablado? —Yo, contestó una hormiga. —Está bien, subid á la tribuna y decid lo que tengáis por conveniente. —¡Habitantes de este vallel Aun no he logrado contener la emoción producida en a i ánimo por las insolentes palabras de... —¡Al grano! ¡al grano! dijo el presidente interrumpiendo á la oradora. Queda terminado el incidente en que os estáis ocupando. —Pero,, señor presidente, el cárabo nos ha insultado, y... —¡ Al grano, repito! No permitiré que se hable más . del asunto. —Protesto enérgicamente... —Protestad hasta el día del juicio final, si os place; empero si nada nuevo tenéis que añadir tocante al asunto que se ventila, más vale que calléis y que cedáis el puesto á otro ciudadano. La hormiga abandonó el pedrusco gesticulando como una endemoniada. —¡Pido la palabra! exclamaron varias voces á la vez. -;—¡ Orden, amigos mios , Orden! Si procedemos con orden cada cual hablará á su debido tiempo. Tenéis la palabra. Lamia. Éste subió l^nta y. perezosamente en la tribuna. —Mucho tiempo se ha pasado discurriendo, dijo, mas me parece que los oradores se van apartando del objeto que motiva esta reunión,. ¡Jío hemqs, venido aquí para perorar, ni menos para insultarnos los .unos á los otros, antes bien para buscar^^^,e|l medio de Itl^raruos del hambre que nos amenaza. Voy á entrar si^jUi-jeémbulos en el fondo de la cuestip,n, El caso es queiel ^io no contiene una sola gota de agjáa, q,ue ,(jon esta;^quía sé, mueren todos'los vegetale^jqué m^di-abEín, en ^li, orilla, y que muertos los vegetales nosotros [Vamo,^ á perecer irremisiblemente. Así pues, como la situación ha de emperorar de día en dia, sólo nos queda un partido y es: emigrar todos |en niása, sin titubeo^, y cuanto antes mejor. Si esta sequía, que nadie sabe explicarse- no es más que pasajera, en tal caso podríamos permanecer aquí y aguardar mejores tiempos. ¿No opináis lo mismo que yo? — ¡Sí, sí, proseguid! —¿Y cómo nos las compondremos para saber, objetó una blata, si la sequía es definitiva ó pasajera? —A eso voy. (Varias voces: ¡Atención !) si elrio'carece de agua, es sin duda porque ésta ha encontrado al^un obstáculo ó ha sido desviado su curso arriba del sitio en que.mbramos. Tengo motivos (que no es del caso exponer ahora) para suponer que el obstáculo en cuestign no está muy distante de aquí; de consiguiente, para nosotros es asunto capitalísimo conocer, el origen y naturaleza dg la sequía. Propongo, pues, que una comisión compuesta de varios miembrps de las tribus aquí representadas, remonte el lecho, del Gileppe hasta el sitio donde se encuéntrala barrera, si barrera hay, y que una vez reconocido el terreno regrese á este sitio para participarnos sus impresiones, en vista de lo cual resolveremos. • !" • —Esta proposición paréceme digna de ser tomada en cuenta, dijo el presidente. ¿Y vosotros, qué decís? Un murmullo de asentimiento awoBó el espacio. 56 EL MÜNDÓ ILUSTRADO. • —Por mi parte apruebo sin reparos la idea del Capricornio, contestó una hormig-a. Há poco un cárabo expuso teirto insolentemente que á su clan importábale un coífaino el azote de que es víctima este valle, y que mientras nuestros cuerpos fuesen una garantía de que ellos no habían de morirse de hambre, no tenían porque moVferse de estos sitios. Voy á manifestar una idea que bulle en mi mente y que tal vez hará cambiar de opinión al cárabo descortés: si como ha apuntado el brador que me ha precedido, existe un obstáculo más arriba que impide la libre circulación del rio, día vendrá en que la siempre creciente acumulación de las aguas dará al traste conel obstáculo, y entonces... entonces la cosa será muy distinta. Un raudal impetuoso barrerá el valle arrastrándonos á todos sin distinción, y todos pereceremos, lo mismo los carábicos que los demás. ¿Lo oyen ustedes, señores del clan? —¡ Oh! ¡ oh! profirió el hidrófilo; esta idea no me había acudido. Ahora nos quejamos por falta de agua, y podría ser que el día menos pensado tuviésemos demasiada. —Esto seria bueno para vos, observó una blata. —¡Vaya! Me gusta el agua, no lo niego, pero todas las cosas tienen su medida. —¡Mirad qué cara han puesto los cárabos, prosiguió la blata; están cuchicheando! Lo que acaba de exponer la hormiga háceles reflexionar. El presidente volvió á imponer silencio, preguntando: —¡Hay alguno que tenga que decir algo más? Sí nadie pide la palabra, pasaremos á votar la proposición del Capricornio. Adelantóse un criqueto. —Apoyóla moción del honrable preopinante, chilló éste con voz aguda. Una langosta que ayer pasó por aquí me ha dado algunas noticias, que tal vez sea convepietlte que conozcáis. Los hombres y sólo los hombres tienen la culpa de lo que nos está sucediendo, pues ellos han desecado el valle; la langosta no supo decirme el motivo que les ha impulsado á obrar así, empero tocante á los medios de que se han valido para lograr su intento, hé aquí lo que sé: Parece que han levantado un dique al par que han practicado un gran boquete en la montaña, á fin de que nuestra corriente riegue otro valle. Si no me ha engañado mi informante, el agua del Gileppe jamás volverá á correr por estos sitios. —Lá langosta no ha visto bien lo que pasa ó se ha burlado de vuestra credulidad, replicó un gorgojo. Yo también tengo mis informes sobre el particular. No niego que sean los hombres los causantes de la sequía de que todos nos dolemos; pero esta.débese á un motivo muy distinto del manifestado por nuestro amigo el criqueto. Los hombres han construido en la margen del rio un edificio enorme con elevadas chimeneas, de las cuales brotan continuamente torbellinos de humo. La abeja que me ha informado opina que los individuos que habitan el edificio en cuestión han desviado el rio en dirección á su morada, donde evaporan las aguas... Tan extraño cuento fué acogido con una carcajada general; de suerte que el pobre gorgojo vióse obligado á callar y á ocultar su vergüenza, pues todo el mundo se le burlaba en sus propias barbas. —¡No es esto! ¡no es esto! exclamó picarescamente el criqueto; los"hombres se beben el agua á medida que corre. —Basta de bromas , dijo el presidente con -cierta gravedad; el caso es serio y en serio debe tratarse. Me atengo á la proposición del Capricornio, que consiste en nombrar una comisión encargada de remontar el valle y de indagar la causa de la desaparición del agua. Que cuantos estén en favor de tal proposición levanten la pata. —A los que carezcan de patas se les suplica que se abstengan, murmuró el criqueto. " • •La moción obtuvo los votos de casi todos los concurrentes. —Sólo nos falta, dijo el presidente, elegir los miembros del cuerpo expedicionario. Que se reúnan en secciones las distintas tribus aquí presentes, y señalen los'individuos que crean aptos para desempeñar la importante misión que vá á confiárseles. Queda suspendida la sesión durante una hora. Abandonó su sitial el cangrejo, y mientras los insectos se agrupaban por tribus, encaminó sus pasos hacia Lamia, que estaba platicando no lejos de la tribuna con su amigo Filo y un grillo. —Gracias á vos, dijo el presidente al Capricornio, hemos conseguido lo que nos proponíamos. ¡Cuánto me alegro! Temía que nada bueno resultase de esta reunión, como sucede casi siempre tratándose de asambleas deliberantes demasiado numerosas. —Ardo en deseos de saber, objetó Filo, si las larvas nombrarán algún delegado. —¿Y los pulgones? —¿Y los caracoles? —Dejemos entera libertad á las secciones para que escojan sus representantes, observó el presidente; no conviene herir la susceptibilidad de nadie. Si entre los delegados electos hay alguno incapaz, á los otros toca componerse con él como les parezca bien. Aquellos que sean remolones se les dejará en medio de la vía, ni más ni menos. Cuando el cangrejo, fijándose en el trayecto recorrido EL MUNDO ILUSTRADO. DELICIAS DE LA SELVA. - CUADRO DE C. KROENEER. T . V . IPKIMEIIA fÉniF.;. — T . ) . / S E C r M / . f É t i l E . — § 57 58 EL MUNDO ILUSTRADO. por el pálido astro de la noche, juzgó que era lleg-ada la hora de reanudar la sesioh'volvió á escalar su asien to presidencial. —Amig-os mios, dijo, supongo que habéis eleg-ido los miembros que deben representaros. Suplico, pues, á los delegados, que se adelanten. Al oir esto se acercaron á la tribuna unos veinte insectos. Estaban representadas todas las tribus, ó poco menos. Los coleópteros hablan comisionado á dos cárabos, á dos bombarderos, á una feronia, á una timarca, y á nuestro amigo Filo y Lamia, á quienes el presidente habia suplicado con ahinco que formasen parte del cuerpo expedicionario. Las hormigas estaban representadas por dos de las más robustas y ágiles de su especie, y sin duda que habian disuadido á los pulgones de ocuparse en este asunto, pues no se presentó ninguno de éstos. Las arañas, los caracoles, los quilópodos y las escolopendras también figuraban en la comisión expío- radora; los ortópteros habian nombrado como delegados una blata y un criqueto gris, de la especie de los edipodos. El contingente de los hemípteros consistía en una nepa acuática y un reduvio. Las orugas primero pensaron en retraerse y dar su asentimiento á ]o que hiciesen los demás; empero habiendo manifestado a última hora una oruga de macaouia que deseaba formar parte de la comitiva, otorgáronsela poderes en regla para representar á la tribu. Los gusanos liabian tenido el talento de nombrar como delegado á una larva de calósomo, curtida en la fatiga, perfectamente blindada y armada de punta en blanco. La comisión formó delante del presidente, quien por meclio de una corta pero entusiasta alocución, les incitó á que cumplieran valerosamente con su deber y á que justificaran por medio de los hechos la confianza que el pueblo allí congregado ponía en ellos. No debéis perder de vista, añadió por vía de apéndice, que de vuestra conducta en tan solemnes momentos depende la salvación de todos los moradores del valle. En seguida declaró terminada la reunión , manifestando que para la próxima, que se verificaría más ó menos tarde, ó sea á la vuelta del cuerpo explorador, se avigaria á domicilio. Traducido del francés por MARIANO BLANCH. (Contiiiuará). REVISTA CIENTÍFICA. Rastrero y elevadizo á la par es el primer tema que escogemos para estas Revistas: vamos á tratar del polvo y de los recientes experimentos de Aiken, demostrando su importancia, ó por mejor decir su necesidad en la formación de las nubes, y por lo tanto de las lluvias que fertilizan los campos. Si habéis, al morir la tarde, visitado alguna de esas soberbias catedrales góticas, cuya oscuridad convida á la oración, y cuyas caladas agujas y esbeltas columnas señalan el camino del cielo, habréis visto en los rayos del sol que han atravesado los cuerpos de los santos y de los querubes tintos en el ventanaje, impregnándose de sus colores, flotar en mágica danza innumerables partículas de polvo : no es que hayan sido atraídas por la luz, como tenues mariposas; se encuentran allí como por doquiera: el sol no ha hecho más que ponerlas en evidencia, y nuestra época, que podríamos llamar la época de les infinitamente ¡pequeños, en que á la fauna gigantesca ha sucedido la microscópica no menos temible que aquella, ha querido ver que papel tenia señalado en la Naturaleza ese al parecer insignificante é inútil elemento. Aiken ha tomado dos vasijas de cristal y colocando en una de ellas aire puro y en otra aire corriente, ha visto formarse en la segunda á manera de nubéculas mediante la introducción del vapor acuoso, lo cual no se verificaba en la primera, deduciendo que el aire, como el agua, es útil merced á lo que pudiéramos llamar FUS pequeñas impurezas. Por ley general de atracción la materia ama el núcleo; desarróllase atmósfera en torno de los planetas; y hasta cada cuerpo, cada molécula del mismo, es un centro alrededor del cual el éter se condensa y forma como una atmósfera de mayor densidad etérea. La humedad que, en forma de columna se eleva del lago, la cinta blanquizca que al rayar del alba marca las sinuosidades del rio, la bruma que aparece como suspiro del mar, el vapor ácueo de la respiración vital, el hidrógeno del gas al combinarse con-el oxígeno del aire, y tantas otras fuentes de la primera materia que han de constituir las benéficas lluvias, aun cuando al encontrar de pronto temperatura más baja que la propia, tienden á elevarse y á dilatarse, quedarían rastreando, como aves heridas, sin cambiar de sitio y hundiéndose en sí mismas, sí no pudieran agruparse en torno de las partículas del polvo, y elevarse para ser trasportadas, por el aire en agitación, allí donde, como prodigioso volante regulador, han de templar los rigores estivales: ¡ fenómeno raro á primera vista, y sin embargo de explicación sencilla! A mayor número de moléculas pulverulentas más ligereza en la nube errante; cuando hay escasez de partículas de polvo, y supuesta la ley de atracción que hemos recordado, el vapor de agua se precipita sobre ellas venciéndolas, anonadándolas con su peso, y sumergiéndose á la vez; no de otro modo, al acaecer un naufragio en alta mar, si varios infelices se abalanzan y buscan su salvación en una débil tabla, se hunde con ellos en los abismos. ¡Polvo y vapor de agua! extraño maridaje que se presta á poéticas consideraciones; permitidme que apunte una sola antes de seguir mi excursión científica: polvo es el hombre, sacóle Dios delfango de la tierra, y en polvo lo torna la muerte; vapor acuoso se desprende de la lágrima; ¡no puede acontecer que al llorar la desaparición de un ser querido, las lágrimas que por él vertamos, tomen por núcleo su plolvo mortal y vaguen errantes é íntimamente unidos por los espacios! EL MUNDO ILUSTRADO. 59 se volatiliza sin arder, descubriendo contundentes analogías; Thollon deduce que la masa cometaria está formada en parte por un gas incandescente y en parte de materia, incandescente también, pero en extremo dividida, que emite una luz blanca que le es propia, al mismo tiempo que refleja la del sol. Wolf, fundándose en la continuidad del espectro del núcleo, afirma asimismo la existencia en él de una materia sólida ó líquida, luminosa por sí ó por reflexión, que la nebulosidad que rodea el núcleo contiene sólo gases incandescentes, y que la luz de la cola procede de una materia pulverulenta luminosa ó iluminada. Prazmowfki deduce que si hay polarización hay colocación regular de materias y que el cometa se halla formado por una parte condensada (núcleo), rodeada de una atmósfera incandescente reflectora de la luz solar, y un conjunto de materias disgregadas que integran la cola: de lo dicho por los mencionados sabios y por otros que se han ocupado en el asunto, entre los cuales citaremos á Christie, del observatorio de Greenwich, y al doctor Young, de Nueva Jersey, que han encontrado analogías con el espectro de la llama del gas del alumbrado, resulta casi conformidad entre el espectro del cometa de Gould y los observados espectroscópicaméñté desde 1858, incluso los estudiados en 1866 y 1868 por el venerable P. Secchi: todos semejan el espectro del carbono, deduciéndose que son un compuesto de dicho cuerpo: ¿cuál es este compuesto, qué reacciones químicas ó qué fuerzas mecánicas mantienen incandescente la materia cometaria? no se sabe con. certeza. Berthelot, el ilustre químico, es el que ha abordado esta cuestión de detalles deduciendo consecuencias lógicas en pro de la hipótesis que augura que la luz del cometa es de origen eléctrico, siendo además según él difícil suponer una combustión tan prolongada, y más admisible el supuesto de una iluminación eléctrica; entregando al público la idea de que la cola del cometa observado contiene ácido cianhídrico, veneno de los más activos que se conocen: si Berthelot está en lo cierto, fortuna no escasa ha sido para nosotros que la Tierra no se haya visto precisada á atravesar dicha cola como aconteció con la del cometa de 1861, en cual caso podría haberse envenenado á todos los seres vivientes, sin que se enconti-ara á mano cantidad de antídoto suficiente para destruir sus efectos. Al lado de esta opinión, y en parte apoyándose en ella, e-í^tá la de Plammarion, que .«ostiene la inmaterialidad de la cola de los cometas, siendo sólo á su ver, una excitación eléctrica del éter interplanetario: fúndase en la extremada velocidad ',qiie adquiere dicha cola, que á veces ha excedido de'6'4''millones de metros por segundo, en su posición siempre contraria al sol eomo si fuera la sombra luminosa proyectada por dicho astro, y en su Huggins, Draper, Janssen y otros han sacado de él dirección rectilínea, aunque otra cosa no parezca á veces, exactas fotografías, las cuales no encierran en este caso debido píobáblemente á la refracción. total importancia, dada la facilidad que tienen dichos Faye ha combatido y combate con energía dicha hipócuerpos en cambiar de forma y aun en subdividirsé tesis, que califica de absurda, mayormente después de los como sucedió con eld.« Biela en 1843, y que más tarde, ó datos espectroscópicos de Huggins, Wolf y Thollon, que. sea en 27 dé noviembre de 1872, se resolvió-según todas he.mos citado, manifestando que es una ridiculez supolas pirobabilidades en una hermosa lluvia de estrellas? ner que la cola esté invariable y rígidamente unida al las fotografías son sin embargo muy útiles para fijar su núcleo, hipótesis tan absurda como admitir que el humo posición relativamente á otros astros, así como para el dé una locomotora es constante y enlazado á la chimeestudio de lo que pudiéramos llamar, según frase de nea: según Fay€, el núcleo influido por el calor solar moda, su m'mento histórico: pero los que más han podido desprende vapores, que la fuerza repulsiva del sol echa lucirse, los que han podido arrojar mucha luz sobre la para atrás. del cometa son los eppectrospistas. Tachini ha encontrado Sin autoridad para intervenir en la cuestión, pero dencarbón en vapor hasta los dos tercios de la extremidad, tro del límite de meros cronistas, hemos de exponer que atribuyéndose la falta en el resto á defecto de los aparatos en ningún sitio hemos visto que Flammarion supusierala investigadores: Jamin ha comparado el espectro del rigidez de la cola, y que por tanto debiera su parte final cometa con el espectro del arco eléf^trico del carbón que caminar ese número de leguas que la imaginación ni Otra consideración más prosaica pero no desprovista de interés; por razones topográficas suelen abrirse las carreteras sig-uiendo el fondo de los valles, y por tanto inmediatas y paralelas á los cauces de ag'ua: admitida la verdad de las teorías de Aiken, que hemos dado á conocer, resultarla además una nueva ventaja, que no liemos visto indicada por nadie, la de la facilidad del enlace entre la cinta de vapor de agua que se levanta del rio, y la de polvo que se alza de la carretera, para construir prontas, ligeras y poderosas nubes. Hemos visto el polvo de la tierra elevarse á las altas regiones atmosféricas, adquiriendo una hasta aquí desconocida importancia, hemos indicado la preclara aplicación que de él hizo Dios al dar vida al humano ser, podríamos hablar del polen que fecundiza las flores, nombre que en latín significa polvo, y demostrar que además és el elemento atómico que constituye nuestro globo, y según el análisis espectral los que con el nuestro tienen semejanza, por donde nos hallamos ya en pleno mundo sideral, y al alzar á él los ojos y en la obligación de dar cuenta de todas las novedades científicas, hemos d& hablar de otro polvo, del polvo lumínico que.constituye los cometas, ya que en breve y reciente plazo han aparecido dos de esos casi siempre impensados y siempre maravillosos huéspedes. Comoson pocos los datos que podríamos dar del denominado C 1881 descubierto en 13 de julio por el profesor Schaeberle, el cual cometa, según Swift, vááeclijisar la gloria de su antecesor ó sea del B 1881, y según Parkburst presenta ya una cola análoga al de Donati cuando su misma situación antes del perihelio y promete ser en setiembre tan brillante como el de CoggLa (1874), nos limitaremos á hablar del B 1881 ó sea del de Gould, ya que es el único que hemos tenido ocasión de observar con claridad los profanos que no podemos disponer de otros.telescopios que los que Dios nos ha dado alnacer. Apareció en el hemisfei:io austral, descubriólo al parecer Cruls, pero lo anunció Gould, cuyo nombre vá tomando'insensiblemente. Desde 1858, en que por vez pñmerase aplicó á un cometa el análisis espectral, no se ha;biá presentado ninguno que, como el de que haljla• mos, se prestase tanto á la observación, y si á ello se añade que de día en día reciben notables adelantos la espectroscopia, la fotografía y la óptica, existiendo, además d^ loslOficiales, telescopios particulares de prodigioso alcanée'óomo el de Newall, ya conocido, y el nuevo de.RirH. Bessemer que permite leer un periódico ala distancia decinco kilómetros, so comprenderá el alborozo con qué fué reéibido por los sabios de todas las naciones el telegrama en que por el emperador del Brasil se anunciaba en 31 de mayo, y por Gould en 1.° de junio, la presentación del lumínico viajero. LA R A M I L L E T K R A DE M A D R I D . (Véase la [já-^'ina Gá,. 62 EL MUNDO ILUSTRADO. concebir puede: Flammarion supone, á nuestro entender, un efecto de luz análogo al que se produce en los faros eléctricos giratorios, cuyo haz luminoso vá cambiando de posición más bien que recorrer círculos que tengan su longitud por radio: precisamente la imposibilidad de una rapidez tan extraordinaria es lo que ha dado margen al astrónomo-poeta á desechar todo elemento material en las colas planetarias. Resumiendo: las observaciones que han podido llevarse á cabo en el de Gould comprueban las anteriores en lo que se refiere al núcleo ó base capital de los cometas» tenue y deformable fórmanlo, según declara el análisis espectral, el carbono como principal elemento, entrando también el ázoe y el hidrógeno: los cometas; son, por lo tanto, por su composición y por su brillo, los diamantes del espacio, ó si se quiere, el carbón del espacio, pues es sabido que el carbono es el constituyente de ambos cuerpos, ó sea del carbón y del diamante. Al pasar de uno á otro sistema solar, al atravesar la atmósfera de los planetas en los que á las veces se disuelven ¿están llamados á surtir de elementos carbonosos á los que de ellos se hallan faltos? ¿cuál es su destino? ¿porqué algunos vuelven periódicamente, aun cuando á veces faltan á la cita, y otros se dejan ver una vez sola, como si desde el infinito emprendieran un viaje de ida y vuelta para ver nuestro sol, y recibir de él poderosa influencia? No es posible contestar á tales preguntas hoy que ignoramos si el cometa de Gould es el que calculó Bessel en 1807 y divisaron también algunos buques en 1733 desde el cabo de Buena Esperanza, ó si el de Bessel vendrá, como anunció su calculista, dentro de mil cuatrocientos años. ¡ Ahí es un grano de anís la diferencia! lo cual demuestra más y más la inseguridad de las cuentas astronómicas en lo tocante á cometas. Re.epecto á la cola, á ese signo que tanto amedrentó.á nuestros abuelos, y que pudiera no resultar del todo inofensivo, aparecen tres hipótesis; la de una prolongación del núcleo formando cuerpo rígido con él inadmisible dada la velocidad que debería tener su parte extrema, para estar siempre en el radio vector, ó sea en la dirección del sol y el cometa; la de una emanación constante de materia reemplazada procedente del núcleo y participando de sus elementos, como indican las observaciones de Thollon, Wolf, Prazmowski y otros, y la de una iluminación eléctrica del éter debida á las materias del núcleo, en lo que convienen en el fondo Berthelot y Flammarion, á pe-^ar de su distinto modo de apreciar los fenómenos celestes, si bien el primero no considera inmaterial, sino material y hasta nocivo el apéndice cometario, y el segundo repite ó reproduce las añejas teorías de Cardan, más defensibles hoy que en su siglo. En una de las próximas Revistas daremos á nuestros lectores cuenta de las maravillas acumuladas en la Exposición eléctrica abierta en París en 10 del corriente, la cual nos proponemos visitar en breve. campo situado á orillas del camino, ha hecho provisión de comestibles, y satisfecho de su hazaña se encamina tranquilo y sonriente al doméstico hogar. El autor del lindo cuadro que hoy tenemos el gusto de ofrecer á los lectores de EL MUNDO ILUSTRADO es, según expresamos más arriba, Ludovico Knaus, el rey de pintores de este género entre los alemanes.—R. LA RAMILLETERA DE MADRID. (Véase el grabado de las páginas 60 y fil). La industria de vender ramilletes, tan generalizada en varias dé las principales ciudades de España y del extranjero, y entre aquellas en Valencia y Barcelona, mantúvose en Madrid poco menos que en mantillas, mientras la falta de aguas por un lado, y por otro la dificultad en las comunicaciones se opusieron á la existsncia de grandes jardines, ó á que se llevaran á la capital déla monarquía, en abundancia prodigiosa, las vistosas y perfumadas flores cultivadas en los que riegan las aguas del Turia. In illo tempore, es decir hace veinte años, los puestos de flores se reducían al que de tiempo inmemorial tenia establecido junto á la puerta del Suizo, Pepa la valenciana, que aun cuando carecía de historia, sabíase al dedillo la de todas las dama-s y galanes de la coronada villa; pues por sus manos, ó mejor, por medio de los vistosos ramilletes, con las suyas pecadoras, confeccionados, poníanse no pocas veces en comunicación directa la niña casadera que, impertinentemente, hacia que vigilaba una mamá Argos, y el inexperto mozalbete, ó el estudiante, que con más ciencia de libro que experiencia de mundo, lanzábase á los azares de la vida, ajeno de que pudieran existir otros sirtes ni más sirenas que los montados en las obras de la antigüedad clásica. A Pepa la valenciana debía acudir la elegante matrona, experta en lides amorosas, que sabia cuanto ganan los ojos negros y la morena tez si los realzan los rojos matices del encendido clavel; la romántica damisela, que con el propósito de revelar su idealismo, prendía junto á la ensortijada trenza la flor de laá tumbas, la rosa blanca; la aristocrática dama que codiciaba para sus salones la fragantísima magnolia; la desenvuelta paseante de la calle de Cádiz y anexas, que para darse aires parisienses y porque había Ifidp una novela, ó asistido á una representación de la Trámala, imaginaba que era timbre del oficio la aterciopeíáda camelia; y hasta el galán que habiendo paseado en éííRétíro durante las primeras horas de la mañana,, pretendía demostrar á la prenda de su amor, qué había desafiado las iras de los vigilantes guardas, y aun expuéstose á pagar una multa, con tal de presentarle un ramillete dé helíotropo, cogido con sus propias manos en los acirates del parterre. Pero vino la «traída de las aguas:» estrechóse, meMELCHOR DE PALAU. diante la veloz locomotora, la distancia existente entre 31 agosto de 1881. la villa del oso y la ciudad de los jardines, según reza el •cantar, y no fué ya una, sino muchas las Pepas, y l á s Vicentas y aun las Alifonsas y Palomas que se dedicaron UN RAPAZUELO. á la agradable industria d§ vender flores. Adeniás, por CUADRO DE LUDOVICO KNAUS. aquellos tiempos se supo que en París de Francia no había teatro, circo de caballos, café ni sitio público en (Véase el grabado de la página 49). que no se vieran una ó más ramilleteras que vendían á El rapazuelo de nuestro grabado es un muchacho muy muy buen precio flores, miradas y palabras dulces, y no simpático, sin otra ocupación que recorrer los pequeños se necesitó más para que, puesto que flores no podían lugares de su país en busca de trapos viejos, desperdi- faltar,—pues ya se cultivaban en Madrid ó se traían de cios de hierro y cristal. Al pasar el picaron por un Valencia,—existieran ramilleteras, que en punto á mari- EL MUNDO ILUSTRADO. ditas lánguidas ó picarescas, seg-un el caso requiriese, y á palabras más dulces que la miel y la arropía, dieran .quince y falta y aun dejaran tamañitas á todas las ramilleteras de extranguis habidas y por haber. Desde aquel momento se vieron ramilleteras, más bellas y galanas que las flores que ostentan en su,airoso canastillo, en cafés, teatros, circos y lugares de pública recreación: mas no vestidas á la írancesa, con delantal de pitillo, y colorete de pega, sino á la española pura y neta, con zapatito escotado queapénas aprisiona el breve pié; pañuelo de espumilla, cruzado según estilo manolesco ; moño de rodete, peineta y ricitos, y ojos de basilisco que atraviesan, y boca de clavel, aljofarado de perlas, que paás que á oler incita á besar. Por supuesto que conoce á cien metros de distancia las gentes con quienes se las há, y así pide cinco duros por un manojo de claveles al apuesto galán que pretende obsequiar á dama de noble alcurnia, como cede por cuatro reales la misma mercancía al atribulado estudiante que con menos cuartos que buenos deseos, quiere dar una prueba de su esplendidez á la señora de sus pensamientos, que ha convidado á tostada y café con leche. La ramilletera, sin haber cursado economías, ni dársele un comino de todos los sistemas socialistas, profesa el principio de que los ricos han de pagar pa los probes, llevando su abnegación y cariñoso afán á tal extremo, que si comprende que un ramillete ofrecido á tiempo, puede desvanecer una borrasca de amor y celos, —y esto sabe comprenderlo perfectamente la ramilletera,—no vacila, aun cuando sepa que no hade cobrarlo al contado, en ofrecer á sus conocidos «un ramito de pensamientos para la linda señorita que le ha robado el corazón.» Semejante galantería suele valer á la ramilletera, primero una mirada de gratitud, después un cariñoí-o pellizo, más tarde, el dia en que se tiene dinero, uu duro como un sol. Y así vive la ramilletera, y así vende dicha, pregonando flores y ramilletes que son galas del amor.—V. EL VASO O LA MUJER. CUADRO DE H. SIEMIRADZKI. (Véase el grabado de las páginas 52 y 53). De todos ios pueblos de la antigüedad, ninguno como el romano vio desarrollarse en tan alto grado la esclavitud, borrón que en los mejores tiempos de Roma habíase infiltrado en las costumbres, en la política y hasta en los más pequeños detalles de la economía doméstica. Desde los albores de la república, el padre de familia romano era dueño y arbitro de la existencia y de la libertad de sus hijos. Según antiquísimo derecho, el deudor insolvente pasaba á ser esclavo de su acreedor. Si el ciudadano cometia algUn crimen de mayor cuantía, primero se le degradaba, y una vez ejecutada la sentencia era reducido á la esclavitud. A Roma fueron trasportados y vendidos como esclavos no sólo los prisioneros de guerra, sí que también la flor y nata de la juventud de los distintos pueblos sujetos al yugo ¿e la prepotente nación. j¡n todos los pueblos de la antigüedad la servidumbre oDsid^rábase como consecuencia legítima del favor que 1 vencedor otorgaba al vencido conservándole la exisniíi De allí el nombre de serms que daban al esclavo tencii**^ h sigttífi''^"*^ era que habia.éido salmeo, conservado 63 Desde las guerras púnicas vióse infestada Roma por un crecidísimo número de esclavos, origen de desmoralización y causa de la decadencia interior del poderío romano. Cuando ya no hubo pueblos que subyugar, tratóse de sustituir la disminución del elemento enclavo por medio de una organización y una legislación formales de la esclavitud; pues atendida la escasa subdivisión de la propiedad territorial, los patricios romanos necesitaban esclavos para cultivar los campos. Hasta el Estado ocupaba gran número de siervos, así en las obras públicas como en las minas y al servicio de los magistrados; y en cuanto á las per.sonas ricas y á los magnates, mantenían hordas de cinco mil, de diez mil y hasta de veinte mil esclavos, muchos de los cuales eran una especie de mueble de lujo en el doméstico hogar, mientras que á sus hermanos dedicábaseles á las labores del campo, á diversos oficios ó á empresas industriales. En Roma vendíanse los esclavos desnudos, atadas las manos y con un rótulo en la frente: todo el mundo examinaba á sus anchas las diversas partes del cuerpo del infeliz; el precio se arreglaba según una tarifa que variaba teniendo en consideración el valor material ó intelectual de la persona puesta en venta. Bueno es decir que este precio elevábase á veces de un modo extraordinario. ¿Es de extrañar, por lo tanto, la actitud de los personajes que figuran en el bellísimo cuadro de H. Siemiradzki, verdadera joya artística, que ofrecemos á los señores suscritores de EL MONDO ILUSTRADO en las páginas 52 y 53? Un opulento patricio romano visita la tienda de un traficante en objetos raros, fijándose ,sus ojos de inteligente en un magnífico va.eo etrusco. Ya le tiene en la mano, inspecciónale una y otra vez, oscilando entre el deseo de adquirirle y el precio exagerado que por él pide el vendedor, cuando hé aquí que aparece en la tienda otro mercader con una esclava, á la cual obliga á desnudarse para que el patricio contemple tan voluptuosa belleza. El rápido movimiento de la infeliz demuestra bien á las claras cómo se ha sublevado su pudor al dar cumplimiento á la brutal exigencia de su amo. El joven qué, apoyado en el sitial, contempla extasiado á la linda esclava, como pesaroso de que tan preciado tesoro vaya á parar en manos de un anticuario sin más afectos que sus ricas colecciones de objetos raros, creemos que intenta disputársela. ¿Quién vencerá á quién? Difícil es adivinarlo.—M. —soCsO-^ot^- CUENTOS DE PERRAULT. TRADUCIDOS POR D. J O S É COLL Y V E H Í . CAGA-CHITAS. Eranse un leñador y una leñadora que tenían siete hijos, todos varones: el mayor no pasaba de diez años, y el menor habia cumplido ya siete. Parecerá extraño que en tan poco intervalo de tiempo hubiese tenido el leñador tantos hijos; pero su mujer, que no se daba punto de reposo, los echaba al mundo á pares por lo menos. Las buenas gentes se comían los codos de hambre, más que más teniendo que sobrellevar la no leve carga de los siete pimpollos, ninguno de los cuales servia para ganarfeé un pedfezb dé pan. Y 16 q\ié sól^fe tedó ftflígifc á 64 EL MUNDO ILUSTRADO. los infelices padres era ver que el menor de la prole es- la leñadora recibieron del señor de la aldea 120 reales taba muy enclenque, y que nunca descosía los labios. que miucho tiempo hacia les estaba debiendo, y que ya Parecíales simpleza lo que no era sino indicio de su daban por perdidos. Esta novedad les devolvió la vida; despejado entendimiento. porque los pobres diablos se clareaban de hambre. Al El muchacho era tan extremadamente chiquitín, que instante el leñador envió á su mujer á la carnicería. al nacer no levantaba siquiera una pulgada, y por este Como hacia tanto tiempo que les ladraba el estómago, compró tres veces más carne de la que para los motivo le habia quedado el apodo de Caga-chiías. Esta infeliz criatura era el borrico de la casa: sobre dos era menester. Luego que hubieron llenado bien el sus espaldas llovían todos los palos, y la culpa del asno buche, prorumpió ía leñadora en estas sentidas exclamase la echaban á la albarda. Sin embargo, el rapaz no ciones: dejaba de ser listo y avisado como ninguno de sus her—¡Ay tristes de nosotros! ¿Qué será de nuestros infelimanos: cerraba mucho el pico, pero en cambio aguzaba ces hijos? Con las sobras de nuestra mesa ¡qué buena mucho los oidos. panzada podrían darse ahora! Pero te empeñaste en abanVino un año de mala cosecha, y el hambre fué tan donarlos, y en diciendo, eso ha de ser, clavaras un clavo espantosa, que nuestros buenos leñadores se vieron por la cabeza. Bien te lo decia yo, Colas, que habíamos obligados á deshacerse de sus hijos. Una noche, después de arrepentimos. ¡Dios mío! ¿qué han de hacer en el de acostados los niños, el leñador, estando de palique bosque los pobrecitos? ¡Hijos de mis entrañas! Tal vez se con su mujer al amor de la lumbre, con el corazón an- los haya comido el lobo. ¡Oh crueldad! ' ¡Haber desamgustiado le dijo: parado así á tus hijos! Vaya, que tienes un alma de —Ya ves, querida mia, que es de todo punto imposible caballo. dar de comer á nuestros hijos. (Véase el grabado de la El leñador perdió al fin los estribos; porque ya más página 44). No tengo alma para verlos morirse de hambre de veinte veces le habia repetido su mujer que se arreante mis propios ojos; así que he resuelto dejarlos aban- pentiría, y que ya se lo habia dicho. Juró y perjuró que donados en el bosque. Será cosa de un momento: cuando habia de cascarle las liendres si no cerraba el picó. Y no estén distraídos en hacer fogotes nos escaparemos sin porque el leñador no estuviese quizá más apesadumbrado que nos vean, y santas pascuas. que su mujer, pero le reventaba tanta parola y, como — ¡Virgen de las Angustias! exclamó la leñadora. tantos otros quería mucho á las mujeres que tienen ra¿Y serias capaz de llevarlos tú mismo al bosque para de- zón, pero encontraba muy impertinentes y enfadosas á las que siempre hacen gala de haberla tenido. La leñadojarlos entre las breñas sin refugio ni amparo? De nada servia que el marido alegase su extremada ra, derramando copioso llanto, no cesaba de exclamar; miseria; la infeliz esposa nada quería escuchar: era — ¡Dios mío! ¿Dónde están mis hijos, mis pobres robre, pero también era madre. Considerando no obs- hijos? TracUicicIo del francés por tante el agudo dolor que le causaría el ver morir de J t S É GOLL Y V E H Í . hambre á sus hijos ante sus propíos ojos, después de (Coníuiuard). dares y tomares, consintió en abandonarlos, y fué á acostarse hecha un mar de lágrimas. Caga-chitas se enteró de todo; porque como desde su FRAGMENTO DE LOS CANTOS DE LOS VEDAS. cama oyese el altercado de sus padres, se levantó callandito, y £6 escurrió debajo del banquillo de su padre para poder escuchar sin ser visto. Volvió luego á acostarse, N a d a es más g r a n d e que yo. y cavilando lo que haría, no pudo cerrar los párpados en De mí pendientes están toda la noche. Madrugó muchísimo y se fué á la margen los seres, como las perlas de un arroyo; llenóse los bolsillos de chínitas blancas, y suspendidas del collar. de prisa y corriendo se volvió á casa. (Véase el grabado Soy el perfume en las flores, de la página 48). Padres é hijos emprendieron el camino, en el sol la luz vital, y Caga-chitas no dijo á sus hermanos una palabra de en los labios la plegaria cuanto había averiguado. Llegaron á un bosque tan y en los pechos la bondad. espeso que á diez pasos de distancia no podían verse unos Yo soy la simiente eterna á otros. El leñador se puso á cortar leña, y sus hijos á rey quien vida ú todo de, -, coger chamarasca para hacer fogotes. El padre y la principio y fln de las cosas y espíritu universal. madre, viendo á la chiquillería muy ocupada en trabajar, fueron desviándose insensiblemente y, de repente se esEntre todas las especies cabulleron por una torcida senda. Los niños lo mismo fué soy u n a especie sin par, entre los cuatro elementos verse solos que ponerse á gritar y á llorar con toda su el fuego ardiente y voraz, fuerza. entre los astros radiantes Caga-chitas dejó que gritasen; pero ya sabía él por el eterno luminar, dónde tenían que volver á casa, porque al dirigirse hacia entre los montes el cano Himalaya colosal, el bosque habia dejado caer á lo largo del camino las entre las sierpes aquella chínitas blancas que de intento llevaba en los bolsillos. que enroscada al mundo está, Y por esta razón les dijo: entre los rios el Ganges, —Nada temáis, hermanítos; mí padre y mí madre nos entre las aguas el mar, y entre todas las p a l a b r a s han dejado aquí, pero yo os volveré á casa. Seguidme. la divina, la verdad. Siguiéronle uno tras otro, y los guió hasta su casa por JOSÉ VELARDE el mismo camino por donde habían venido. Al principio, Sevilla, 18«. no atreviéndose á entrar, se quedaron pegados á la -cft-eXX»puerta para escuchar lo que su padre y su madre decían. Al momento de haber llegado á su casa el leñador y Reservados todos los derechos de propiedad artística y literaria. —Queda hecho el depósito que marca la ley. E. PARASYN, PIliTC A.DAL-ISE, i PIGAHO G-AT' GRABÓ,