historia, viajes, ciencias, artes, literatura

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HISTORIA, VIAJES, CIENCIAS, ARTES, LITERATURA
ITALIA. — Puente de Lucendro, en el San Gotardo.
T . V . (PRIMERA SERIE).—T. I . (SEGUNDA SÉfilEl.—5.
EL MUNDO ILUSTRADO.
34
VIAJE P I N T O R E S C O DE LOS A L P E S AL ETNA,
POR
C. S T I E L E R , E. P A U L U S Y W. KADEN,
LIBRO PRIMERO.
DE
LOS
ALPES
AL
ARNO.
GAPITULO'PRIMERO.
LAS GRANDES V(AS QUE CONDUCEN A ITALIA.
(CONCLUSIÓN).
III.
EL SAN GOTARDO.
A la entrada de la Suiza legendaria de Guillermo Tell,
entre las montañas que dividen los cantones de Uri y
del Tesino y á 2,100 metros de altura, existen un collado
y un célebre camino que pone en comunicación el lago
de los Cuatro Cantones con el valle italiano del Levantino; es el San Gotardo.
Este gigantesco relieve es el nudo orográfico del sistema alpino. Del haz de cordilleras á él unidas parten
cinco rios importantes: el Reuss, el Tesino, el Rhin, el
Aar y el Ródano; es decir, el San Gotardo envia el agua
de sus ventisqueros al mar del Norte, al Mediterráneo
y al Adriático.
La importancia estratégica y comercial de este elevado desfiladero explica el interés extraordinario que ha
despertado la construcción de la vía férrea que le atraviesa. Esta línea, después de correr por la orilla del
lago de Lucerna hasta Küssnacht, pasa entre el Righi y
el lago de Zug; luego, á partir de Goldau, recorre la
margen septentrional del lago de Lowerz y vá á reunirse , desde el torrente Muotta, con el brazo Sur del
lago de los Cuatro Cantones, en Brunnen. Allí, enfrente
de la famosa pradera del Grütli, la vía muerde la roca
de la montaña y penetra, más allá de Fluelen, en el valle
del Reuss, cuya margen derecha remonta costeando
tres haldes ó conos.
Saludemos al paso las verdes praderas, los lindos pueblecillos, los arces y los gigantescos nogales, pues á
partir de Amsteg, situado en la embocadura del valle de
Maderan y primer punto de parada del camino postal, el
panorama es más agreste y solitario, interceptando el
horizonte casi por completo la sombría pirámide del
Bristenstock. Más allá de Amsteg, en el punto donde más
furioso espumea el Reuss, hay un sitio llamado « Salto
del Fraile,» porque según la tradición por allí se arrojó
un fraile con una niña en brazos para escapar á sus perseguidores, que ya se hallaban cerca de la orilla.
Mientras llega él momento de recorrer en ferro-carril
todo el trayecto, sigamos la carretera.
Pasados los cinco primeros puentes del Reuss, desaparece todo vestigio importante de cultivo. Hemos
llegado á Goeschenen, á 1,110 metros de altura, uno de
los puntos extremos del túnel del San Gotardo: aquí sólo
se ven peñascos hendidos y dominados por la radiante
frente del Dammafirn. El camino vá formando curvas y
penetra por el horroroso y triste desfiladero de los
Schoellenen, en el fondo del cual se encabrita y muge el
Reuss. Los únicos vestigios de vida orgánica que aparecen son algunos pinos raquíticos y unas cuantas
matas secas.
De repente un repliegue del camino ofrece al viajero
un espectáculo extraño. El Réuss, que se habia abierto
paso á viva fuerza por en medio de las rocas graníticas,
se despeña de la altura de 32 metros formando remolinos,
y á través de las aguas de la cascada se^ divisa, á 95 pies
sobre el abismo, dominado por un enorme muro cortado
á pico, un puente de un sólo ojo y de diez y-ocho metros
de abertura por siete de alto: es el \\si,m.aáo Fuente del
Diablo, construido al parecer en 1118 por Geraldo, abad
de Einsideln. A corta distancia de este puente,, por el
que apenas podían transitar dos hombres de frente, se ha
erigido otro para el paso de los vehículos. Consérvase
una tradición relativa al puente primitivo, que dice que
queriendo los habitantes del valle de Ursen fabricar un
paso entre los indómitos peñascos del San Gotardo y
no acertando con el medio de llevar á cabo su intento,
pidieron auxilio al diablo, y éste consintió en prestárselo
siempre que le fuese entregada el alma del primer ser
que pasase el puente luego de terminado. Aceptaron
el pacto los astutos campesinos y la obra tuvo feliz
remate ; empero no queriendo ninguno de ellos ser
huésped de Lucifer, imaginaron el modo de chasquear
á su protector, lo que consiguieron haciendo que el
primero que atravesase el puente fuese un perro: así
quedó burlado el diablo y salvaron su alma los moradores del valle de Ursen. El puente del Diablo se hundió
en 1799 durante un encarnizado combate habido entre
franceses y austríacos. El nuevo puente de granito ya
citado, data del año 1830.
El camino vuelve á describir nuevas curvas hasta la
Boca de Uri, túnel de 200 pies de largo por 16-de ancho,
abierto én la peña á principios del siglo pasado. Hasta
entonces se habia salvado el paso por medio de un
puentecillo colgante sujetado con cadenas de hierro. A
la salida de este corredor infernal, el viajero atónito
abarca repentinamente con la vista un panorama risueño
y lleno de atractivos: ha penetrado en el solitario y ya
mentado valle de Ursen y pronto estará en el pueblo de
Andermatt, punto de parada. El Reuss se desliza pacificamente por el valle. Más allá de Andermatt, en la confluencia de los dos rios cuya unión forma el Reuss,
empieza, propiamente hablando, la subida del San Gotardo. A la derecha aparecen el ventisquero de la Furca
y el pueblo de Hospenthal con su antigua torre romana.
El camino es cada vez más sinuoso en medio de. un
paisaje solitario y abrupto. Déjase el cantón de Uri
para penetrar en el del Tesino, y se vá subiendo hasta
lo alto de la garganta, donde está situado el hospicio
que actualmente sirve de asilo á los viajeros: hay en
él quince camas para los pobres, y calcúlase que cada
año alberga unas 17,000 personas. El cardenal Federico
Borr&meo reedificó el edificio en 1619.
El viajero ha pasado la noche bien que mal en una de
las dos posadas que allí hay, ó bien en el hospicio si
sus medios no le permiten otra cosa; es hora de emprender nuevamente la marcha hacia la tierra «do florecen
los limoneros.» Cuando se desencadena alguna borrasca,
la bajada por esta vertiente es muy peligrosa. El camino
se dilata en forma de espiral hacia el valle Tremola
hasta Airólo, donde empieza el Levantino, el cual se extiende hasta Biasca. Muy luego el suelo recobra su fertilidad, y. las brisas meridionales acarician el rostro del
viajero; coa todo, la savia del Norte lucha todavía con
la del Sur: el alerce y el pino silvestre se confunden con
el verde aliso; sobre las pendientes arboladas los aludes
han abierto horribles surcos, empero.el sol de Italia
acaba por'triunfar: hasta el Tesino pierde su continente
desordenado y tararea una dulce "cantilena.
En Airólo termina el gran túnel á doble pendiente
inversa como la "del monte Genis, que atraviesa el San
Gotardo.
La perforación del túnel del San Gotardo fué terminada el último dia,de febrero del año 1880: este túnel
EL MUNDO ILUSTRADO.
mide 14,920 metros, ó sea 2,700 más que el de Frejus,
y cuando'esté terminado se recorrerá en 25 minutos. Los
trabajos de perforación duraron siete años y siete meses.
IV.
LA EÜTA DEL SIMPLÓN.
En la extremidad oriental del lag-o Leman ábrese un
valle bajo, reg-ado en toda su longitud por el Ródano y
á veces, durante los terribles desbordamientos del rio,
en una buena parte de su latitud. Entre la doble cordillera que le limita, dos cimas atraen la mirada desde
lejos, el Diente del Mediodía y el Diente de Morcles, las
cuales se empinan hasta la región de las nieves eternas.
En el desfiladero de San Mauricio, punto donde las bases
de aquellos montes se unen, por decirlo así, empieza el
dilatado, originalísimo y pintoresco cantón llamado
Valais. El ferro-carril salido de Lausana y que atraviesa el Ródano sobre un puente de un solo arco, enlaza
en este punto con la línea de Bouveret al Simplón, que
corre paralela al camino.
La perspectiva es de lo más extraño que darse pueda.
A. la salida de un túnel gigantesco aparece un elevado
muro de peñascos cortados á pico, encima de los cuales
se ostentan, deslumbrantes de blancura, los ventisqueros
del Diente del Mediodía. En la misma dirección, es
decir, á mano derecha, sobre una estrecha cornisa y á
200 metros de altura, vese, semejante á un nido de
águila, la pequeña ermita de Nuestra Señora de Scex,
. á la que se llega por un angosto sendero cortado en la
peña viva. A la izquierda está asentado el pueblo de
San Mauricio, con su castillo y su abadía.
«Después de San Mauricio, dice M. J. Gourdault,
el punto de parada más interesante es la estación de
Verñayaz, desde donde pasa el vjajero á visitar la famosa cascada llamada. Pisse-tache y los admirables collados del Tríeüt: vadeado fel torrente del Dranse se
penetra en Ifoítig'üy. Sabido es que esta villa, dominada ípor üHH torre en ruinas, resto de un vetusto castillo, es el punto de reunión de lol viajeros que van al
San Bernardo, á Chamoünix, al Simplón y á Lonéche.
Hállá.se situiada en la cúpula de iin triángulo alpestre
Cuyo lado iíiférior sé adelanta del Sur al Norte, mientras
que;el superior se extiende de Oeste á Este, subiendo el
Ródaao hasta su nacimiento en la Furca.
'»Quedan todavía tres etapas de vía férrea: Saxon, con
U!i estableciffiieato termal y una casa de juego; Riddes,
ütt eayo punto vuelve á atraV^ésarse el Ródano; y Ardon,
cuyos viñedos tienelí éísfta aoínbradía: luego aparece
Sion (en alemán SU^BM)-. Seta ciudad episcopal, cíabecem del cantón de Wlkíjs^ oiñreee un aspecto bastante
lúgubre con sus restos de murallas, «sus torres góticas y
i@s dM enormes peñafiCos que la dominan y que ostentan las ruinM de dos castillos feudales. A pesar de todo,
en Sion reina bastante aoviüiiento.
»Sólo dos estaciones; San Leonardo y Granges, la sep m i de Sierre (iSiders).
«filMtde Merre se íecorre la selm de Pfyn, y al cabo
de laMíS ñOfa atfaviéMse eí píúeñté'de Illgraben. Nada
más horroroso ni más desordeñado que el torrente que
muge debajo del camino. Dejando á la izquierda la ruta
que conduce á los baños de Lonéche y una sombría garganta encima de la cual divísase el Gemmi, llégase á la
aldea de Turtman donde, mediante una pequeña retribución ^ puede admirarse una magnífica cascada, y luego
se pasa por Visp, puntó de enlace del rio de este nombre
con el Ródano.
. »Allí abandonan el cobhe los viajeros que quieren dirigirse á Zermatt, al pié d«l Cervino; por San Nicolás y
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Toesch. Por lo que á.nosotros toca continuaremos la subida hasta Brieg, en la confluencia del Saltine, donde
empieza, propiamente hablando, el escalamiento del
Simplón.»
La ruta alpestre mandada abrir por Napoleón I, y
cuya construcción duró del año 1801 al 1807, es una obra
maestra que sorprende por el atrevimiento y la habilidad
con que fué llevada á cabo. Abierta en la peña viva, á
orillas de torrentes y de quebradas expuestas á los aludes , tiene ocho metros de ancho con una pendiente de
cinco á seis centímetros en los puntos más escabrosos. A
veces trabajaron en esta ruta hasta 30,000 obreros y su
coste total fué de 18.000,000 de francos. Cuéntanse en
ella 22 puentes, 7 galerías cimentadas ó cortadas en la
peña viva, y 20 casas de refugio. El ferro-carril proyectado por el Simplón tendrá 87 túneles (1).
A partir de Brieg el camino serpentea, durante tres
horas, á través de magníficas praderas y de frondosos
bosques de abetos. Pasado el Wiessbach, ó sea desde el
cuarto refugio, disfrútase de un panorama encantador;
media hora más tarde, á la desembocadura de la galería
de Schalbet, divísase á la izquierda el ventisquero de
Kaltenwasser; luego se atraviesa otra galería dominada
por la pirámide del Schoenhorn, encima de la cual
pasan el torrente y los aludes. Durante el invierno éste
es uno de los sitios más. peligrosos del camino.
Desde la cima de la garganta (2,200 metros), que remata con el símbolo de la Redención, descúbrese al Norte, al
Este y al Sur, todo un mundo de picos y de ventisqueros.
A diez minutos de distancia se eleva el nuevo hospicio
fundado por Napoleón I y terminado en 1825, ocupado
por ocho religiosos pertenecientes á la misma comunidad-que los del Gran San Bernardo, los cuales también
poseen perros enormes para auxiliar á los viajeros que
corren peligro. Calcúlase que todcs los años se albergan
20,000 personas en este hospicio,-muchas de las cuales
dejan como limosna el gasto que habrían hecho en una
La bajada por la cípuesta vertiente se verifica á pico
hasta el pueblo de Sííñ|>lon, situado á la altura de 1,500
metros en una especie de circo donde se vierten ocho
ventisqueros, sobre el emplazamiento de la antigua
aldea destruida hace doscientos años por el derrumbamiento de una montaña. De aquí hasta Domo-d'Ossola
el trayecto ofrece constantemente peligro, pasándose
numerosos puentésjmugidores torrentes; pero el espectáculo más singular prodúcelo la galería de Gondo: en
este sitio la bóveda celeste aparece á solos setecientos
metros encima del viajero, mientras que la ruta se
(1) Desde el año 1853 una compaBía, compuesta principalmente de capitalistas franceses, obtuvo del cantón de Valais (Süiía) y luego de Italia,
la concesión de una linea internacional para la construcción de una vía
férrea «JUe partiendo de Bouveret, punto extremo del lago de Ginebra,
debe téí-miiiar en Brieg, al pié de los Alpes, al paso que un túnel ha de
poner en comunicación directa, á través de los-Alpes, á BriegyDomod'Ossoia, en territorio italiano; y por último la linea partirá de Domod'OssDla hacia el lago Mayor, enlazando con ía gran vía férrea de Milán.
La compañía encargada de la realización dé éste proyecto declaróse en
qüíébí-aeh I8é5j.después de gastar tireinta millones de francos y de dejar
terminada la primera sección dé Ift ol>ra ó sea iláa vía férrea de 70 kilómetros de exteftsioft (¿é SsiUveüWt á ^ióíí). Una liiiiéva éilipreea se hizo
cargo de los trabajos en 1.» de agosto de 18S7, la cual, abiertos á la
explotación 11 kilómetros de vía férrea, de Sion á Sierre, vióse en la
imposibilidad de cumplir sus compromisos, xjuedando disuelta por acuerdo del Consejo federal suizo, fechado el d i a l 9 d e setiembre de 1872. Otra
compañía, titulada del «ferro-carril del Simplón,» ha continuado las obras,
habiendo puesto en explotación el dia 15 de junio de 1877 otros 10 kilómetros de vía ó sea de Sierre á Lonéche, y el 1.° de julio de 18781a sección de
Lonéche a Brieg, al pié del Simplón {31 kilómetros). Así pues, la sección
situada al Norte de la cordillera de los Alpes ha quedado terminada,
mientras que al Sur la situación es también satisfactoria. Francia , nación
la más interesada en la apertura de esta línea internacional, sobre todo
desde el moinento en que se abra al público el túnel del San Gotardo, ha
adoptado serias medidas para la prosecución de las obras del Simplón , y
es de esperar que en un breve plazo se dará remate á tan grandiosa empresa.
36
HL MUNDO ILUSTRADO.
cierne sobre un abismo en cuyo fondo nuig-e el Doveria, ; y delj Pianionte , sólo dista 25 kilómetros de Domorio impetuoso formado de la reunión del Krummbacli y d'Ossola. La aduana italiana se encuentra en Isella, ó
sea á media hora de marcha de Gondo. A corta distancia
el Laquine.
El pueblo de Gondo, asentado en el límite de la Suiza existe otra g-alería noúmenos agreste' que la de Gondo;
Ho.spentlial.
sin embarg-o, pronto el paisaje adquiere más risueño
aspecto, apareciendo á los ojos del viajero huertas bien
cultivadas, viñedos y casitas blancas como la nieve. ¿Por
ventura estamos en la poética Italia'? Todavía no. Hay
que atravesar un último desfiladero bastante tétrico y la
g-alería de Crevola; después de lo cual, siguiendo la
orilla del Tosa, llégase en unos tres cuartos de hora á
Domo-d'Óssüía, vlila situada k la altura <Íe 3Ó6 metros y
que encierra 3,300 almas. Esta es la Italia con sus jardines, sus calles enlosadas, sus casas con columnatas y
aleros, sus mujeres adornadas con un velo á modo de
mantilla, etc., etc. El viajero puede elegir entre la
diligencia de Baveno ó la de Palanza para trasladarse
en algunas horas á las islas Borromeas.
EL MUNDO ILUSTRADO.
LA VÍA DEL BRENNER.
El mayor enemig-o del ing-eniero en los Alpes es la
nieve. A la altura de 700 metros la capa de hielo alcanza
37
en invierno cosa de un metro de espesor; pasando de
1,200 metros es doble y se mantiene en el suelo por espacio de cinco ó seis meses; 1,000 6 1,200 metros más
arriba su imperio es eterno.
De ahí derivan las principales dificultades para el establecimiento de vías de comunicación, y sobre todo
de vías férreas á través de las montañas alpestres. Seria
Titiriteros en la carretera del Br
posible establecer, por medio de curvas y de soportes,
una vía férrea al aire libre hasta la cima de los collados
que sólo tienen-2,000 metros de elevación; empero esta
obra estaría en constante pelig-ro. Durante la mitad ó
las dos terceras partes del año habría que luchar con
la obstrucción ó la destrucción de la ruta por las nieves,
con los aludes y otros fenómenos de la Naturaleza:
por lo mismo háse reconocido la necesidad, en cierto
modo científica, de recurrirá inmensos subterráneos,
como los del monte Genis y los del San Gotardo, y los
que indudablemente se abrirán en el Simplón y tal vez
en el Splug-en.
Con todo, hay una g-arg-anta alpina, en la cual, merced
á su aislamiento, á su topografía peculiar, ha sido factible la construcción en toda su long-itud de una vía férrea
ascendente y'descendente, exenta de los inconvenientes
que acabamos de apuntar: esta g-arganta es la llamada
Brenner,
38
EL MUNDO ILUSTRADO.
Situado al Este de la Suiza, en los Alpes tiroleses, el
Brenner pone en comunicación los valles del Inn y del
Adig-io, desembocando en medio del famoso cuadrilátero italiano y permitiendo trasladarse á Verona y á
Venecia desde los países alemanes sin pasar por el Semmering". Su altura sobre el nivel del mar es, seg-un Miltemberg-, de 1,341 metros, de 1,413 seg-un Kefenstein, de
1,420 seg-un De Buk, y de 1,450 según Rudtorffer, mientras que Saluzzo en su obra sobre los Alpes le da 2,066
metros de elevación. La vía férrea que atraviesa el
Brenner hasta la altura de 1,366 metros, abrióse á la
explotación en 1864, habiendo sido la primera ruta de
esta clase que escaló la gran cordillera europea. Su longitud total desde Innsbruck, que está á 759 metros de
altura, hasta Bolzano (262 metros), es de 126 kilómetros.
Durante el trayecto se divisan las blancas cimas del
Solstein y del Martinswand, y al salir del túnel que
atraviesa el monte Isel aparecen á los ojos del viajero
los ventisqueros del Stubai: luego se penetra en el valle
deSill, poblado de casitas blancas, de castillos semiarruinados, destacándose del fondo del cuadro una pequeña iglesia cuya campana llama á los fieles á la
oración. Grandes peñascos que parecen suspendidos
sobre la cabeza del viandante se yerguen majestuosos, y
allá en lontananza, en medio de un claro de la selva se
divisa la antigua ruta estratégica y postal, recorrida en
otro tiempo por el emperador Carlos V cuando de Italia
se encaminaba á Alemania para asistir al Reichstag de
Augsburgo, y por el célebre Goethe en 1786: en ella, según
se dice, fueron encontradas columnas miliares que databan de la época de Caracalla y de Septimio Severo.
«¡ Pobre ruta postal! exclama J. Gourdault. Hoy es tan
triste y solitaria como la del monte Genis. Consecuencias
de las vías férreas, que esparcen á raudales la vida y la
algazara en las agrestes soledades que la creación al
parecer dedicara al silencio y á eterna oscuridad, al
paso que lanzan á los abismos del olvido y entorpecen
con un sueño casi ante-diluviano risgiones enteras donde
íntes resonaban los chasquidos del látigo de los alegres
postillones y las francas carcajadas de los regocijados
excursionistas. Ahora sólo recobren este camino, cuyo
ambiente embalsaman los pinos, algún viandante aficionado á los grandes rodeos y á dormir bajo el estrellado
firmamento al pié jie-tmtorrente, el pobre emigrado,
alguna comrpañía de saltimbanquis ó algún domador de
fieras convertido en guia de su museo ambulante.»
El túnel más largo es el del Mühlthal (valle del Molino), situado á 2,800 pies de elevación, y que desemboca
en la estación de Matrey, que en otro tiempo, bajo el
«ombüe de Matrejum, fué un campamento atrincherado
de las legiones romanas. Entre los personajes célebres
que han ilustrado este sitio, debemos citar el emperador
Carlos V, que en 1530 pasó por Matrey en el preciso momento en que el pueblo estaba ardiendo por sus cuatro
costados y vióse precisado á albergarse á alguna distancia de allí. Por otra parte, la población que nos ocupa,
al igual de otras localidades alpinas, ha sido muy castigada por el fuego: desde el año 1530 este elemento devorador hala arruinado seis veces.
Después aparece la antigua estación postal de Steinach, un dia llena de vida y en cuya posada había
disponibles más de sesenta caballos para los viajeros,
©e tanta prosperidad sólo quedan hoy dia los abigarrados frescos de las fachadas de los edificios. En esta solitaria estación vivió Andrés Hofér, el audaz defensor del
suelo natal, que pereció.como un héroe proclamándolos
derechos hollados.
Cerca de Steinach el ferro-carril describe una curva
gigantesca por el valle lateral de Vordergrund, para
llegar por medio de fatigosas rampas y de varios túneles á la estación de Brenner, altura culminante del paso
y línea divisoria de las aguas entre el mar Negro y el
Adriático. Bastarían cinco minutos para recorrer el trayecto á pié; sin embargo, la vía férrea, que siente
repugnancia, y con razón, por la línea recta, emplea
cerca de media hora.
Maravillosa es esta llanura de unos cinco kilómetros
en longitud, poblada de casitas de pobre aspecto, y con
un lago de aguas estancadas derivado de la cascada de
Isargo. A corta distancia existen unos baños bastante
frecuentados y que llevan el nombre de la población.
La masa de hielo que se levanta hasta el Raseno ofrece
el más pintoresco aspecto.
Desciéndese del valle de Eisack internándose por la
vertiente izquierda del Pflerschthal: en el fondo se divisa
Gossensass, situada al pié del Huhnerpiels y que sólo
está á 1,064 metros de altura. Los habitantes de este
valle son bien conformados y vigorosos; las mujeres
tienen abundosa cabellera y visten una especie de vesta
que las dá cierto aire marcial.
Pasado Sterzing, que está 200 metros más abajo, el
valle se angosta y el viajero llega al punto de parada de
Franzensfeste, núcleo estratégico de la garganta, y empalme de la vía férrea que conduce á Klagenfurth, á
Laybach y á Trieste por el Pusterthal. Aquí pululan los
soldados, pues sobre un basamento colosal de granito
elévase una fortaleza.
Al pié y al Sur de estas montañas levántase un monumento que recuerda la entrevista que en 1530 tuvieron en aquel sitio Carlos V y su hermano Fernando.
A la salida del magnífico desfiladero, el valle vuelve
á ensancharse: bájase por una rápida pendiente, al paso
que la atmósfera es más templada y agradable y más
abundante la vegetación. En la confluencia del Rienz
con el Eisack aparece la villa de Brixen (Bressanone
en italiano), sede, desde el tiempo de los Otones, de un
príncipe-obispo. Brixen es una población mística; en
sus calles pululan frailes y monjas, y la principal industria, por no decir única, de sus moradores, consiste en
la fabricación de hábitos de capuchino.
En seguida se penetra en otro desfiladero llamado
Klausen, admirable por sus collados y sus obeliscos
naturales de pórfido, las pirámides de tierra, como les
nombran los tiroleses. Aquí vivió Kaspinger encerrado
en un convento, y vio la luz primera el poeta Osvaldo
de Wolkenstein.
Desde este punto prosigue el viajero por la margen
del Aicha hasta Atzwang, descendiendo luego á la majestuosa llanura de Bolzen.
—¡Bolzano! grita el conductor en italiano. Efectivamente, hemos llegado á las puertas de Italia, pero aun
no á la frontera, situada en Ala, do confluyen el Ronchi
y el Adigio.
Traducido y adicionado por
MARIANO BLANCH.
(Concluirá).
HISTORIA NATURAL DEL HOMBRE,
POR
O. JUAN MONTSERRAT Y ARCHS.
INTRODUCCIÓN.
(CONCLUSIÓN).
III.
Casi ninguna palabra hay que cómo la antropología
haya sido tomada en sentidos tan diversos. Desde remotos
tiempos llamábanse antropólogos en Grecia aquellos sá-
EL MUNDO ILUSTRADO.
bios que unas veces estudiando sólo el cuerpo, otras sólo
el alma, disertaban sobre la naturaleza humana, rindiendo así el merecido culto á la ley que dejó escrita en
una sola frase uno de los más grandes filósofos del mundo,
diciendo: Conócete d H mismo. Esta frase define perfectamente el sentido de la palabra antropología, ya se tome
como sinónimo de psicología, ya en el de anatomía ó
morfología, ya en el de fisiología puramente.
Bajo el punto de vista más estricto, el estudio del
Hombre debería comprenderse en el de la zoología, pues
ésta considera al reino animal en su conjunto detallándolo luego hasta llegar al individuo; pero el hombre
tiene una manera de ser tan distinta, unas condiciones
tan excepcionales, una categoría tan elevada en la serie
zoológica, que bien es necesario estudiarle apar.te. De aquí
se desprende que no se confundan nunca el zoólogo y el
antropólogo, puesto que el primero se contenta exclusivamente con conocer la forma y la estructura de los seres,
esto es, se atiene á la anatomía y á la fisiología, mientras que el segundo, profundizando más y mezclando la
crítica filosófica á la ciencia puramente descriptiva; no
olvidiaindo la arqueología, la lingüística y la historia,
e.stablece la distinción necesaria para dejar con claridad
fijado el valor intrínseco de la palabra antropología.
Entre las ciencias que más pueden contribuir á la extensión y precisión del estudio natural del Hombre debe
eoatarse el de la paleontología, que así se llama el
coaociníiento de los individuos que en antiguas épocas
espareiáos vivientes por la faz de la tierra se presentan
bí®y> yapOT entero, ya en fragmentos, en estado fósil,
casi siempre; y como consecuencia del estudio antropológico no debe olvidarse el partido que puede sacar de
él para sus fines la más alta y trascendental política.
M. Paul Broca llama Antropologia zoológica al estudio del grupo humano considerado en sus relaciones
con el resto de la naturaleza organizada. Esta definición
considera al hombre como un simple miembro de la
faiüajaestrechamente ligado con los seres antropomorfos y
primates,lapar^tando á su autor completamente de aquellos) que sostienen la legitimidad del reino hominal destacado del reino zoológico y elevado á la categoría de
primer orden en las ciencias naturales.
La historia de la antropología no es muy larga. Puede
decirse que desde 1501 en que aparece por primera vez
este nombre entre los impresos, hasta Linneo, mantúvose en estado ovular para nacer y desarrollarse de un
golpe bajo la poderosa y jaulera pluma de BuflFon. Luego
aparecen ya sociedades cómo la francesa de «Observadores del hombre,» en 1800; la inglesa «Protectora de
los aborígenes,» en 1838; la «Etnológica de París,» en<
1839; la «Etnológica de Londres,» en 1844; la «Antropológica parisiense,» en 1859, etc.; todas ellas secundadas
por exposiciones y congresos antropológicos y ayudadas
en sus propósitos por notabilidades de todos los países y
por campeones de todas las doctrinas. No se faltaría á
la verdad asegurando que ni una sola de las ciencias ha
dejado de prestar su generoso auxilio para el logro del
fin que se proponían hombres tan sabios como Blumenbach, d'Orbigny, Virey, Desmoulins, Lesson, Morton y
sus discípulos Nott y Gliddon, ayudados por Boucher de
Perthes; Betzius de Stóckolmo; Tommsem, Worsae,
Steenstiup de Dinamarca; Nilsson de Süecia; Keller de
Sui^a-; Davis y Thurnam de Inglaterra; Cuvier y Lamarck
de Francia, estableciendo la ciencia total de la humanidad, así en su pasado como en su presente, considerando al hombre en sus agrupaciones naturales y en su
estado individual, como elemento aislado de ellas.
Darwin, Flourens, Huxley, Topinard, Letourneau, Maury> Vogt, MüUer, Lubbock y tantos otros extranjeros
39
cuya lista seria interminable, á cuyos nombres han de
unirse los beneméritos de González de Velasco y de la
Rada y Delgado con los de Vilanova y Tubino, compatriotas nuestros, han mantenido esplendoroso en nuestros días el culto de la ciencia antropológica, pudiendo
decirse que si no ha llegado ésta al completo conocimiento y resolución de sus problemas ha, sin embargo,
podido formular el programa de cuanto le falta conocer
y resolver, con lo cual prueba hasta la evidencia que no
está tan lejos como algunos suponen del cumplimiento
del celebérrimo precepto que grabaron los helenos en el
friso del templo de Delfos y que poco há citamos: conócete á ti mismo.
Acumulados ya materiales, de carácter puramente
científico unos, y puramente filosófico otros, necesitóse
luego ordenarlos de tal modo que se ofreciesen á los antropólogos de una manera clara y fácil para el mejor
entendimiento de los mismos. La observación y la experimentación como medios de saber, eran los positivo?,
digámoslo así, mientras que la hipótesis, de gran valor
en muchísimos casos, á causa de su esencia inductiva,
habia de quedar reservada como puramente metafísica
á la dirección de los filósofos propiamente dichos. Este
es el cercado en que por ahora deben permanecer las
muy notables teorías del sapientísimo y respetable
Darwin, hasta tanto que de hipotéticas puedan pasar á
tomar carta de naturaleza rigurosamente científica.
Ínterin deben, como dice Broca al hablar del origen de
las especies, rechazarse del terreno esencial de la antropología, por más que en ellas se halle el objetivo de las
investigaciones que más tarde nos han de demostrar la
historia primitiva de la humanidad, reservándose el naturalista y el viajero observador sus fuerzas activas y
siempre preciosas para emplearlas en la indagación de
hechos positivos y de verdad incuestionable.
El instituto Antropológico de Londres, queriendo que
los estudios de.antropología comprendan todos cuantos
conocimientos se relacionen directamente con esta ciencia, ha formado su programa, que se resume en los
puntos siguientes: 1.° La historia física del hombre y
de las razas humanas: 2.° La psicología: 3." La filología comparada: 4." La arqueología' primitiva (prehistoria y protohistoria): 5.° La etnografía descriptiva: 6.° La
etnogaafía comparada: 7.° Las relaciones entre los pueblos civilizados y los salvajes aborígenes. Y aquí Paul
Broca añade un 8." grupo: La antropología zoológica,
comprendiendo la anatomía comparada del hombre y de
los antropomorfos.
Como ciencia naciente la antropología necesita el óbolo
de todos los hombres de buena voluntad, para desarrollar con holgura el vasto plan que tiene ya trazado. Por
esto las sociedades geográficas son las qu&más pueden
contribuir al objeto, procurando que sus socios ó miembros exploradores, obedeciendo á una misma dirección,
lleven consigo en sus excursiones la, necesaria advertencia para que al recoger datos resulten éstos asimilables con los aprontados por otros viajeros, logrando de
este modo formar un total homogéneo y provechoso. Así
lo deben de haber comprendido los institutos geográficos
y otras sociedades homologas cuando en sus instrucciones no han olvidado la inserción de programas que
deben llenar los excui?sibiiitíta& para contestar á las preguntas ó cuestiones que en ellos se les proponen. La
sociedad geográfica de Patis encomendó la redacción de
esta parte de instrucciones generales á M. de Quatrefages. El Manual de investigaciones científicas preparae^*
para, uso de los oficiales de la armada inglesa, por
sir John Herschel, contiene en su artículo «Etnotogia»
los desiderata del eminente Prichafd, que fué quien las
ITALIA. — El «Salto del Fraile.» en el San Gotaido.
ITALIA. — La carretera del Brenner, abajo de Gossensass.
EL MUNDO ILUSTRADO.
41
ul
ITALIA. —Puente del Diablo, eii el San Gotardo.
T. V. (PRiMEnA sÉniE). - T. I. (SEGUNDA SERIE . - 6.
42
EL MUNDO ILUSTRADO.
redactó. El Manual del Viajero de Kaltbrunner consagra gran número de páginas k la indicación de las
observaciones é indagaciones que hay que practicar para
el estudio de los pueblos humanos. Giglioli y Zannetti
dieron en la Revista Marítima Italiana, bajo el título
de Antropología, un bellísimo artículo en que enumeran
uno por uno todos los puntos que necesitan confirmación
y aquellos que, ricos de datos generales, requieren solamente acrecentamiento de detalles. Por fin, Tubino en
su Antropología indica, en un extenso cuadro, las divisiones de esta ciencia y de los grupos de conocimientos
que á ella van unidos. A todos estos autores remitimos,
pues, al lector deseoso de estudiar con mayor extensión
esta parte de la ciencia.
La más importante rama de la antropología, es la
etnología ó sea el conocimiento de los pueblos en sus
diferentes condiciones sociológicas y biológicas. Es preciso no confundirla con la etnografía, rama también
muy importante y cuyo objeto es el estudio del hombre
considerado como ser aislado formando parte de la zoología. La etnología es á la etnografía lo que la geología
es á la geografía; la primera sintetiza, la segunda sólo
tiene el escalpelo del análisis por punto de apoyo.
Hoy la etnología crece en grandes proporciones á
medida que aumenta nuestro conocimiento de la tierra.
Tan distinto es el concepto que tenemos formado de
extensiones vastísimas de terrenos antes con fama de
misteriosos, hoy completamente conocidos, que ya no
nos dejamos llevar de la imaginación atribuyéndoles
número de habitantes proporcionado á sus áreas, ni
creemos domine en ellas un tipo único y fijo de población agrupado en grandes colectividades. A medida que
los viajes se han multiplicado y que los vastos continentes han sido sometidos á una exploración minuciosa y
concienzuda, han ido describiéndose tipos y más tipos
distintos, así en aspecto exterior físico como en idioma,
así en religión como en costumbres, constituyendo su
observación un kaleidoscopio tan variado como verdadero. Los estudios formales de etnología sólo datan de
unos cuarenta años, sobre todo desde que el inglés James
Cowles Prichard dio por primera vez forma palpable á
lo que debia entenderse por etnología ó conocimiento de
los pueblos, en su libro «Historia Natural del Hombre»
(Natural History o/man) que abrió nuevos horizontes á
la investigación humana. Desde entonces, si bien luchando con ásperas dificultades y con paso al principio
vacilante como joven todavía, ha ido no sólo enriqueciéndose sucesivamente la nueva ciencia con multitud
de datos, sino que además ha ganado en dignidad ó en
categoría, profundizando hasta descorrer el supersticioso
velo de los pueblos que antes ocultaban á nuestra vista
sus fases ya pasadas y su existencia actual.
El material que abarca ya, es tan enorme, tan múltiple
y está tan ligado con los aspectos diferentes que presenta la vida usual, que bien podría asegurarse que la
etnología entra como elemento importantísimo en la
instrucción de toda persona que quiera vanagloriarse de
culta. Los conocimientos etnológicos unidos á los etnográficos son la base única y racional de lo que llamamos
comunmente política. Sin la etnografía no puede comprenderse la historia del desarrollo de las naciones; sin
la etnografía es imposible toda sana crítica de cuestiones históricas; sin la etnología no podemos comprender
ni siquiera el genio de nuestra propia nación; sin la
etnología finalmente no se descubre ni acierta la meta
ideal de la humanidad.
Hemos dicho que la etnología se halla aun en pleno
período de formación: esto explica la carencia de un
sistema fijo de clasificación etnológica. Condición es del
humano saber, el ser defectuoso; así no extraña al
hombre pensador que falte aun la brújula que ha de
guiar á nuestro espíritu en el mar de los grandes problemas que ofrece la Naturaleza bajo cualquiera manifestación eú que ésta se estudie. Cuanto más nos internamos en los dominios de la ciencia, más vá alejándose
la claridad que alumbraba la entrada de su templo y
más se confunden y borran los límites de los objetos
hasta desvanecerse completamente la silueta que destacaba la luz de lo pasado de la oscuridad del porvenir. La
época actual se halla en la penumbra y sólo ve rayos de
transición do quier su vista se fije, así en el tiempo
como en el espacio, así arriba como abajo, así á un lado
como á otro. El hombre, aunque la más noble de las
criaturas, no deja de formar parte de los cuerpos naturales, y así ha sido imposible hasta ahora determinar el
verdadero plan que deba seguirse para con método rigurosamente científico escribir una "obra completa de
etnología y etnografía del género de la que vamos á
someter al juicio de nuestros lectores.
Conste, pues, que renunciamos á todo sistema etnológico ó etnográfico; ya que no nos quedaría más recurso
que adoptar uno de los existentes ó inventar otro nuevo.
Al hacer la historia de los pueblos y de los grupos humanos tan varios y abigarrados como afines é íntimamente parecidos entre sí, no dejaremos de discutirlas
relaciones que á la especie humana se refieran, sobre
todo apoyándonos en bases tan sólidas como las que ofrecen en estas materias Federico Müller, Osear Peschel y
otras eminencias, apartándonos no obstante del propósito de aceptar como bueno todo cuanto en sus importantes obras han dejado afirmado como indiscutible, no
siéndolo siemprcá nuestro modo de ver.
La geografía, reuniendo los hombres en grandes
masas y subdividiéndolos en agrupaciones de más
ó menos exacto parecido, nos vá á servir de hilo de
Ariadna para no confundirnos con la multitud de vías
que á la consecución de nuestro propósito conducen.
Fácil es comprender también que no es posible sea del
todo completa esta obra, dados los antecedentes expuestos poco há y que creemos al alcance de todas las personas que tengan sólo un "conocimiento superficial del
ramo que nos ocupa. Esto no obstante, trataremos de
dar á conocer á nuestros lectores todo cuanto más moderno y más completamente se ha publicado acerca el
particular, procurando no olvidar ninguna de las razas
humanas conocidas, exponiendo su historia, su constitución física, moral é intelectual y sus correlaciones
entre sí, tales como se presentan al formar los grupos
ó masas que todos conocemos bajo el nombre Aspv^eblos
hvmanos.
JUAN MONTSERRAT Y ABCHS.
{Continviar&).
CONSTANTINOPLA,
EDMUNDO DE AMIOIS.
LLEGADA.
(CONCLUSIÓN).
Subimos al puente del comandante.
,
En la proa veíanse ya todos los turcos sentados, con las
piernas cruzadas sobre sendas alcatifas, con| el rostro
vuelto hacia Constantinopla. En breve todos-los demás
viajeros, provistos de anteojos de todas las formas, subieron á cubierta, y extendidos en luenga hilera, apoya-
EL MUNDO ILUSTRADO.
43
ipbaíise en la baranda izquierda, del mismo modo que si puntos en que son más anchos en París ó en Londres. La
• ¡ hubiese sido el antepecho de un anfiteatro. Soplaba una punta del triángulo en que se halla emplazada Stambul,
¡ < fresca brisa: nadie hablaba. Todos los ojos y todos los an- encorvada hacia el Cuerno de Oro, es aquel famoso Cabo
; teojos fueron volviéndose paulatinamente hacia la orilla del Serrallo, que esconde hasta el último instante, á los
ojos de quien viene del mar de Mármara, la vista de las
septentrional del mar de Mármara. Nada se veia aún.
Sin embarg-o la niebla no formaba ya más que una dos orillas del Cuerno, es decir, la porción más grande y
faja blanquecina que se arrastraba junto al horizonte, más bella de Constantinopla.
sobre la cual lucia el cielo sereno y esplendoroso.
El capitán del buque fué el primero que con su mirada
Frente por frente de nosotros, en dirección de la proa, experimentada y penetrante descubrió los primeros inaparecía confusamente el reducido archipiélag-o de las dicios de Stambul. Las dos damas atenienses, la familia
nueve islas de los Príncipes, las_ Demonesas de los rusa, el pastor inglés, Yunk, yo y otros que nos dirigíaantiguos; sitio de recreo de la corte en la época del Bajo mos á Constantinopla por primera vez, forbábamos á su
Imperio, y al presente lugar de cita y punto de reunión alrededor un apretado grupo, y silenciosos nos desojábamos inútilmente para ver algo al través de la niebla,
y fiesta de los habitantes de Constantinopla.
Las dos orillas del mar de Mármara continuaban, entre cuando extendiendo el brazo hacia la izquierda, esto es,
hacia la costa de Europa, gritó : — Señores, allí está el
tanto, ocultas á todas las miradas.
Sólo al cabo de una hora
primer espiráculo.
de permanecer sobre cuEra un punto blanco
bierta empezó á distinapenas perceptible; la
guirse...
cúspide de un alminar
Pero es imposible de
elevadísimo, cuya parte
inferior todavía permatodo punto formarse idea
necía oculta. Todos los
' exacta de la entrada de
anteojos se dirigieron
Constantinopla por medio
hacia aquel punto, cuál
de una inscripción de la
si con las miradas se premisma, no teniendo una
tendiera
ensanchar aquel
idea clara de la configupequeño girón hecho en
i . ración de la ciudad. Imala niebla. El buque margine, pues, el lector, que
chaba con gran rapidez.
tiene en frente la emboPasados breves minutos
\ cadura del Bosforo, es
distinguióse una mancha
decir, el brazo de mar que
indecisa junto al alminar;
separa el Asia de Europa
después
dos, después tres,
y enlaza con el Negro el
después
muchas, que paumar de Mármara. En selatinamente iban tomanmejante situación tiene á
do el aspecto de casas, y
la derecha la orilla asiála línea crecía, crecía y
tica y á la izquierda la
crecía. Delante de noseuropea: aquí la antigua
otros
y á nuestra derecha
Tracia; allá la antigua
los
objetos
permanecían
Anatolia. Al paso que se
envueltos
en
la niebla.
avanza, es decir, á poco
Lo
que
íbamos
descude haber enfilado el brazo
briendo
era
la
parte
de
de mar, encuéntrase en
Stambul, que formando
la izquierda banda un
liMlga
un arco de unas cuatro
golfo, una rada estrechímillas italianas, se exsima , que forma con el
tiende sobre la orilla septentrional del mar de MárBosforo un ángulo casi recto, y penetra muchas millas mara, entre el Cabo del Serrallo y el Castillo de las
adentro en la costa europea, encorvándose en forma de Siete Torres. Sin embargo, la colina del Serrallo percuerno de buey, de donde el nombre de Cuerno de Oro, manecía aún completamente envuelta en la niebla.
esto es, cuerno de la abundancia, recordando las rique- Detrás de las casas despuntaban los alminares uno deszas de los tres continentes que á él afluían cuando consti- pués de otro, blancos, altísimos, cuyas cimas ofrecíanse
tuía el puerto de Bizancio. En el ángulo de tierra europea á la mirada teñidas de grana por los rayos del sol. Deque por un lado está bañado por el mar de Mármara y lante de las casas y más bajos que ellas, comenzaban
por el opuesto por el Cuerno de Oro, en el sitio mismo á distinguirse los viejos y almenados muros, de negruzco
en que se levantaba un dia la antigua Bizancio, elévase color, guarnecidos á iguales distancias de robustas torres
al presente, sobre siete colinas, la moderna Stambul, la que forman en torno de la ciudad una cintura no interciudad turca. En el otro ángulo, que bañan el Cuerno de rumpida, contra la cual corren á estrellarse las bullidoOro y el Bosforo, se encuentran Galata y Pera, las ciuda- ras olas del mar. Casi instantáneamente quedó de manides francas. Delante de la abertura del Cuerno de Oro, fiesto un espacio de ciudad de unas dos millas; mas debo
sobre la colina de la orilla asiática, surge la ciudad de confesarlo con franqueza, el espectáculo no correspondía
Scutari. Resulta, pues, de lo dicho, que la que con el á mis esperanzas. Hallábamonos en aquel punto en que
nombre de Constantinopla se distingue, se halla formada Lamartine se preguntó:—¿Es esta Constantinopla? y
por tres grandes ciudades separadas una de otra por contestóse:—jQué desencanto!—Las colinas permanecían
medio del mar, dispuestas una en frente de otra y la veladas: no se veía más que la orilla: las casas formaban
tercera delante de la dos primeras; pero á tan corta dis- una sola línea larguísima: la ciudad parecía una llanura:
tancia, que de cada una de las tres orillas se ven perfec- —Capitán, dije yo también, ¿es esta Constantinopla?—
tamente los edificios de las otras dos, como acontece Y cogiéndome por un brazo y señalando con la diestra
entre uno y otro lado del Sena y del Támesis, en aquellos
CUENTOS DE PERRAULT. — CAGA-CHIIAS. — Ya ves, querida mía, que es de todo punto imposible dar de
comer á nuestros hijos.
EL MUNDO ILUSTRADO.
delante de él:—Hombre de poca fé, dijo, mire usted
allá arriba.—Miré, y sin ser parte á evitarlo dejé escapar
una exclamación de estupor. Una mancha enorme, una
mole altísima y ligera, envuelta aun en un velo de vapor
tenuísimo, elevábase al cielo desde la eminencia de una
altura, perfilándose elegantemente en el aire en medio
de cuatro alminares esbeltos, elevadísimos, cuyas arg-en-
45
tadas cúpulas deslumhraban heridas por los primeros
fulgores del sol.—¡Santa Sofía! gritó un marinero;
y una de las dos señoras atenienses dijo en voz baja:
—¡IlagiaSofia! (La santa sabiduría).—Los turcos que
estaban en la proa se incorporaron. Entretanto, delante
y junto á la gran basílica, dibujábanse al través de la
niebla otras enormes cúpulas y enhiestos alminares.
/-.
que semejaban un inmenso bosque de palmeras desprovistas de sus graciosas ramas.—¡La mezquita del sultán
Ahmed! decia el capitán señalando: ¡La mezquita de
Bayaceto! ¡La mezquita de Osman! La mezquita de
Laleli; la mezquita de Solimán.—Pero nadie le ola. El
velo de gasa se iba desgarrando rápidamente, surgiendo
aquí y acullá mezquitas, torres, manchas de verdura, y
casas y más casas, y al paso que adelantáb'amos la ciudad
«recia yostentaba más distintamente perfilados sus acci-
dentados contornos, caprichosos, blancos, verdes rosados, deslumbrantes; y la colina del Serrallo se diseñaba
limpia y encantadora sobre el fondo gris de la leiana
niebla. Cuatro millas de ciudad, toda la parte de Stambul
que baña el mar de Mármara, desplegábanse ante nuestras atónitas miradas, y sus negruzcas murallas y sus
casas de diferentes colores se reflejaban en las aguas
como en la limpia y tersa Superficie de un espejo.
De repente paróse el buque.
46
EL MUNDO ILUSTRADO.
Todos se agruparon en derredor del capitán para averig-uar la causa, á lo cual les manifestó que para seguir
adelante era indispensable que la niebla se disipara
completamente. La verdad es que ésta ocultaba aun la
embocadura del Bosforo, cual pudiera hacerlo un tupido
cortinaje. Sin embargo, trascurrido un minuto pudo
proseguirse la marcba, bien que navegando con gran
precaución.
Nos acercábamos á la colina del antiguo Serrallo.
En este punto mi curiosidad y la de todos se hizo febril.
^Vuelva usted la espalda, me dijo el capitán, y no
mire hasta que tenga delante la colina. Yo le avisaré.
Volvíme y fijé la mirada en un escabel que á mi parecer daba vueltas.
-^Ahora, exclamó el capitán pasados algunos instantes.
Obedecí sus indicaciones. El buque habia parado.
Hallábamonos delante de la colina, muy cerca de ella.
Es una colina muy extensa, completamente cubierta
de cipreses, terebintos, abetos y plátanos gigantescos,
cuyas ramas sobrepujan los almenados muros hasta el
punto de proyectar su sombra sobre el mar, levantándose
en medio de esa mancha de verdura, desordenadamente,
separados y en grupos, como sembrados al acaso, cimas
de kioscos, pabellones rodeados de galerías, cupulillas
argentadas, pequeños edificios de lindísimas y elegantes
formas, con aberturas prolijamente caladas y puertas
cubiertas de arabescos; todo blanco, pequeñuelo, medio
escondido, que permite adivinar un laberinto de jardines, corredores,. patinejos y camarines; una ciudad
entera metida dentro de un bosque; separada del mundo,
llena de misterio y de melancolía. En aquel momento
bañábala ya por completo la luz del sol; mas flotaba
aun sobre ella una tenue gasa de vapor. No se veia
persona alguna; no se distinguía el rumor más leve.
Todos los viajeros permanecían en el mismo sitio con los
ojos clavados en aquella loma coronada con los recuerdos
de cuatro siglos de gloria," de placeres, de amores, de
conjuraciones y de sangre; solio, cindadela y tumba al
par de la gran monarquía otomana, y nadie hablaba y
nadie se movia. Al cabo de un rato el segundo del buque
exclamó:—Señores, se ve Scutari.
Todos nos volvimos hacia la orilla asiática. Scutari, la
ciudad de oro, estaba delante de nosotros, extendiéndose
hasta el punto de perderse de vista sobre la eminencia
y por las pendientes de sus grandes colínas, envuelta en
los vapores luminosos de la mañana, ríente, fresca, como
una población surgida de improviso al contacto de una
varilla mágica. Imposible describir aquel espectáculo.
El lenguaje con que describimos nuestras ciudades es
impotente para dar una idea de aquella inmensa variedad de colores y de aspecto; de aquella maravillosa
confusión de ciudad y de paisaje, de alegre y de austero,
de europeo y de oriental, de bizarro, de gentil, de
grande! Imagínese una ciudad compuesta de diez mil
quintas gualdas y purpurinas, y de diez mil jardines
deslumbrantes de vegetación; levantándose en medio de
ellos cien mezquitas blancas como el ampo de la nieve;
coronado todo, en la cima de la eminencia, por un frondosísimo bosque de enormes cipreses; el cementerio más
grande de Oriente; en un extremo desmesurados cuarteles blancos, grupos de edificios y cipreses, aldehuelas
levantándose sobre los cerros, detrás de los cuales divísanse otras medio ocultas entre la verdura, y por todos
lados cimas de alminares y remates de cúpulas blanqueando hasta la mitad la pendiente de una montaña
que cierra el horizonte como una cortina inmensa: una
ciudad grandísima desparramada en un jardín más
grande aun, sobre una loma surcada aquí por barrancos
cortados á pico, degradándose allí por medio de planos
cubiertos de verdura, cuajada de vallecillos llenos de
sombra y de flores, y el azulado espejo del Bosforo reflejando todas esas bellezas.
En tanto estaba contemplando Scutari, mi amigo me
tocó con el codo para anunciarme que habia descubierto
otra ciudad. Y en efecto, volviéndome hacia el mar de
Mármara, sobre la propia arilla asiática, más allá de
Scutari, distinguí una larga línea de casas, mezquitas y
jardines, delante de las cuales habia pasado el buque, y
que hasta aquel instante habia permanecido todo oculto
entre los pliegues de la niebla. Con los anteojos se distinguían perfectamente los cafés, los bazares, los edificios
á la europea, las escalinatas, las paredes de cerca de los
huertos, las lanchas desparramadas á lo largo de la
orilla. Era Kadi-Kioi, la aldea.de los jueces, levantada
sobre las ruinas de la antigua Calcedonia, rival un tiempo
de Bizancio; aquella Calcedonia fundada por los de Megara seiscientos ochenta y cinco años antes de Cristo, los
cuales merecieron del oráculo de Delfos el dictado de
ciegos, por haber elegido aquel sitio en vez de la opuesta
orilla donde se distingue Stambul.—Y van tres ciudades, nos dijo el capitán; cuéntenlas por los dedos,
porque dentro de poco veremos otras distintas.
El buque permanecía inmóvil entre Scutari y la colina
del Serrallo. La niebla mantenía oculta á nuestras miradas la parte del Bosforo más allá de Scutari, y todo
Galata y todo Pera que estaban delante de nosotros.
A nuestro lado discurrían lanchas, vaporcillos, caiques, y pequeños buques de vela; mas nadie ponia en
ellos la atención. Todas las miradas se hallaban clavadas
en la cortina gris que ocultaba la ciudad franca. Por lo
que á mí toca me estremecía de impaciencia y de placer.
Unos instantes aun y me seria dado contemplar el marar
villoso espectáculo que arranca un grito del corazón.
Apenas si podía sostener el anteojo de un modo conveniente:, hasta tal punto me temblaba la mano. El capitán
me miraba, ¡pobre-hombre! gozábase en mi emoción,
y frotándose las manos exclamaba:
—Ya llegamos, ya llegamos.
Finalmente comenzaron á aparecer detrás del velo de
niebla, en primer lugar manchas blanquecinas; después
el vago contorno de una respetable eminencia; luego el
deslumbrante y desparramado centelleo de innumerables
viedrieras heridas por el sol, y por último Galata y Pera
en plena luz: un mundo, una verdadera miríada de
casas de todos colores, puestas las unas encima de las
otras; una ciudad elevadísima coronada de alminares,
de cúpulas y de cipreses: en la cima los monumentales
palacios de las embajadas, y la gran torre de Galata; al
pié del inmenso arsenal de Tofana, con un verdadero
bosque de buques: y disipándose la niebla de continuo,
la ciudad se desenvolvía rápidamente hacia la parte del
Bosforo y surgían de repente barrios y más barrios, que
se extendían desde lo sumo de la eminencia hasta el
límite del mar, salpicados de blancas mezquitas; filas de
buques, pequeños puertos, palacios á flor de agua,
pabellones,, jardines, kioscos, bosquecillos; y confundidos entre la lejana niebla otros barrios de los cuales
sólo se descuhria sin embargo la parte superior iluminada por los rayos del sol: un desorden de colores, un
encanto de verdura, un sin fin de objetos, una grandeza, una delicia, una gracia inaudita, capaz de arrancar gritos de entusiasmo al corazón más indiferente.
Cuantos estábamos en el buque, viajeros, tripulantes,
turcos, europeos, chiquillos, permanecíamos con la
boca abierta. No se oía una mosca. No sabíamos
hacia- qué la'do dirigir nuestras miradas. A un lado
teníamos Scutari y Kadi-Kioi; al opuesto, la colina del
EL MUNDO ILUSTRADO.
Serrallo; delante Galata, Pera y el Bosforo. Para contemplarlo todo era indispensable girar sobre los talones,
y girábamos, dirigiendo á todos lados miradas escrutadoras , viendo y gesticulando sin pronunciar palabra
alguna, con una satisfacción y un placer que nos anonadaba. Dios eterno, ¡qué instantes aquellos! Y sin
embargo, todavía faltaba'lo mejor. Todavía permanecíamos inmóviles al lado acá de la punta del Serrallo, y
por consiguiente sin poder distinguir el Cuerno de Oro,
y la vista más bella, el espectáculo mas grato que existe
es el de la vista de Constantinopla desde el cuerno de Oro.
—Atención Señores, dijo el capitán antes de dictar
las órdenes para seguir adelante, «el momento crítico»
se acerca; dentro de tres minutos estamos delante
de Constantinopla.
Estremecíme de pies á cabeza.
Trascurrieron breves momentos.
¡Oh, cómo me latia el corazón! ¡Con qué impaciencia
febril aguardaba aquella bendita orden!—¡Adelante!
Softa.
—Adelante, gritó al fin el capitán.
Y el buque se puso en movimiento.
¡Avanzamos! Reyes, príncipes, Cresos, magnates y
potentados de la tierra, en aquel instante me inspirasteis
compasión: el sitio que ocupaba en el buque valia todos
vuestros tesoros; y no habría cambiado por un imperio
una sola de las satisfacciones que me proporcionaba
cada una de mis miradas.
Un minuto, otro, pasamos la punta del Serrallo.—
Descubro un inmenso espacio lleno de luz y un mundo
de cosas y de colores.—Hemos dejado la punta á la espalda... ¡Constantinopla! i Constantinopla sin término,
soberbia, sublime! ¡Gloria á la creación y al hombre!
Jamás imaginé tan inmensa belleza.
¡Y ahora describe, miserable mortal! ¡Profana con tu
palabra esta visión divina! ¿Quién es capaz de describir
Constantinopla? Chateaubriand , Lamartine , Gautier,
¿qué es lo que han balbucido? Y sin embargo las imágenes y las palabras acuden en tropel á la mente, y se
escapan cuando se pretende fijarlas por medio de la
pluma. Veo, hablo, y escribo al par; pero sin esperanza y con una voluptuosidad que me embriaga. Probemos sin embargo. El Cuerno de Oro, abierto delante
de nosotros como un rio inmenso; y sobre ambas orillas
dos cadenas de alturas sobre las cuales se levantan y
47
prolongan dos cadenas paralelas de ciudad, que abarcan
ocho millas de cerros, de vallecillos, de senos, de promontorios; cien anfiteatros cubiertos de monumentos y
jardines; una doble inmensa gradería de casas, de mezquitas, de bazares, de serrallos, de baños, de kioscos,
que ofrecen todos los matices imaginables, distinguiéndose en medio de todo ello millares de alminares de
brillantísimo remate, que semejan desmesuradas columnas de marfil, y brotan bosques de cipreses que
descienden, deslizándose por los barrancos, desde las
mesetas hasta el mar, ciñendo con guirnaldas de verdura
los arrabales y el puerto, en tanto que una potente
vegetación surge aquí, allí, más lejos, en todas partes,
cubriendo las cimas, ondulando entre los techos, extendiéndose sobre las pendientes. A la derecha Galata, ofreciendo delante un bosque de mástiles y banderas: encima
de Galata, Pera que dibuja sobre el firmamento los robustos contornos de sus palacios europeos: delante un
puente que une entrambas orillas, sin cesar ocupado
por numerosa muchedumbre, diversamente vestida: á •
la izquierda Stambul extendida sobre sus dilatadas
colinas, cada una de las cuales ostenta una mezquita
gigantesca con cúpulas de plomo y agujas de oro:
Santa Sofía, blanca y rosada; Sultán Ahmed, flanqueada
de soberbios alminares; Solimán el Grande, coronada
de diez cúpulas; Sultana Validé, que se contempla en el
agua: en la cuarta colina, la mezquita de Mahometo II;
en la quinta, la de Selim; en la sexta, el serrallo de
Tekyr; dominando todas las alturas, la torre blanca del
Serasquier, desde la cual se divisan las orillas de
ambos continentes, desde los Dardanelos al mar Negro.
Más allá de la sexta colina de Stambul y al otro lado de
Galata, sólo se distinguen vagos perfiles, fragmentos de
ciudad y de arrabales, de puertos, de flotas y de bosques,
casi desvanecidos en una atmósfera azulada, que no semejan cosa corpórea, sino fantasías hijas del aire y de la
luz. ¿Cómo consignar las singularidades de cuadro tan
prodigioso? La mirada se fija durante algunos instantes
en la vecina orilla, sobre una casita turca ó un dorado
alminar; mas de improviso se vuelve á lanzar sobre aquella profundidad luminosa, y vaga al acaso entre aquellas
fugas de ciudad fantástica, seguida á duras penas por la
mente conturbada. Una majestad infinitamente serena
y difusa flota sobre toda aquella belleza; un no sé qué de
juvenil y amoroso, que despierta mil dormidos recuerdos
de ciientos de hadas y de sueños de primavera; algo de
grande, de misterioso, de aéreo, que arrebata la fantasía
lejos de la vida real. El cielo teñido de delicadas tintas
argentadas y opalinas, permite distinguir con maravillosa limpieza hasta los menores perfiles de los objetos:
el mar de color de zafiro, completamente salpicado de
manchas purpurinas, reproduce con trémulos reflejos
los elevados alminares: las cúpulas centellean: toda
aquella vegetación inmensa se agita y estremece acariciada por la brisa de la mañana: numerosas bandadas
de palomas revolotean en derredor de las mezquitas: millares de caiques pintados y dorados se deslizan sobre las
aguas: el vientecillo del mar Negro trae envueltos en sus
alas los perfumes de diez millas de jardines: y cuando
embriagado ante las seducciones de semejante paraíso,
se ha llegado á olvidar todo lo demás, volviéndose al
opuesto lado, descúbrese con un nuevo sentimiento
de maravilla la orilla asiática, que cierra el panorama
con la soberbia belleza de Scutari,ycon las nevadas
cimas del Olimpo de Bitinia; el mar de Mármara sembrado de isletas y cubierto de velas; y el Bosforo cuajado de buques, que se desliza serpeando entre dos interminables líneas de kioscos, de palacios y de quintas
hasta perderse misteriosamente en medio de las más
CUENTOS DE PERRAüLT. — Cag-a-chitas madrugó muchísimo y se fué á la margen de un arroyo; llenóse los
bolsillos de chinitas blancas..
EL MUNDO ILUSTRADO.
JxiO j ' i
r.
UN RAPAZUELO. — CUADKO DE
(Véase la página 62'.
T . V . PRIMERA S É I U E . — T . 1. bliOUNDA S É B I E , —
LUDOVICO KNAUS.
40
EL MUNDO ILUSTRADO.
50
rientes colinas de Oriente. ¡Ah, sí! Es este el más bello
espectáculo de la tierra: quien otra cosa dig-a, es ingrato
para con Dios é infiere injuria á la creación. La naturaleza humana no podria apreciar ni resistir una belleza
mayor.
Pasada la primera emoción miré á los viajeros: todos
los semblantes estaban demudados. Las dos señoras
atenienses tenian los ojos humedecidos: la dama rusa
estrechaba en aquel momento solemne contra su corazón á la pequeña Olg-a: hasta el impasible pastor inglés
dejaba oir su voz por vez primera, diciendo de cuando
en cuando:—«¡Wonder/ul! /•monder/ul!—(¡sorprendente!
¡sorprendente!)
El buque habia anclado á cierta distancia del puente:
en breves instantes vióse rodeado de un enjambre de
lanchas, é invadida la cubierta por una muchedumbre
de faquines turcos, armenios y hebreos, que chapurrando un italiano endiablado, se apoderaron de nuestros
equipajes.
Después de una tentativa de resistencia, completamente inútil, di un estrecho abrazo al capitán; un beso
á Olga, un adiós á todos y salté con mi amigo á un bote
de cuatro remos que nos condujo á la aduana, desde
cuyo punto, por en medio de un laberinto de callejuelas,
nos trasladamos á la fonda de Bizancio, situada en la
parte más elevada de Pera.
Traducido del italiano por
CAYETANO VIDAL DE VALENCIANO.
(Continuará).
Lle-ada.
VALLE TRANQUILO.
DESVENTURAS
DE
UNA
COLONIA
DE
INSECTOS,
POR EL
DR. ERNESTO CANDÉZE.
(CONTINUACIÓN).
C A P Í T U LO
II,
Reunión de insectos.
Valle tranquilo, por donde corre el rio llamado
Gileppe, tributario del Vesdre, era, no hace aun
muchos años, el más precioso rincón de Hertogenwald,
uno de los últimos y raros vestigios de la antigua selva
de los Ardennes (1).
(1) Reconocidas las aguas del rio Vesdre y de sus afluentes como las
inejoTes para el lavado de las lana-', industria ijlie de algunos afins á esta
En los poblados sotos que prestaban sombra á las dos
vertientes no existia ninguna habitación humana, y un
tortuoso sendero con numerosos recodos, copia ñel de
los del rio, era el único indicio de que aquella ignorada
comarca habia sido visitada por los hombres. Empero,
fuerza es decir que sólo de tarde en tarde las cristalinas
aguas del Gileppe reflejaban la imagen de un transeúnte ; rara, muy rara vez el melancólico martinpescador y la linda nevatilla tenian que emprender el
parte lia adquirido gran vuelo en Veviers (Bélgica), a causa del consumo
í[ue de ellas se liace para la fabricación de paños y para la exportación,
fué necesario buscar un medio económico para la distribución del agua,
habiendo propuesto el ingeniero encargado del estudio de los trabajos,
cerrar uno de los valles que rodean á Veviers para establecer en él un
inmenso lago-depósito. Estudiando detenidamente el asunto, dicho ingeniero presentó á los interesados los planos de una gran muralla de niamposteria levantada á través del valle por donde corre el rio Gileppe, lo cual
pronto fué un hecho. De ahi ha tomado pié el ilustrado doctor Candéze
para escribir su libro. Hemos creído conveniente hacer esta aclaración,
pues gracias á ella el lector comprenderá mejor algunos de los pasajes
de la rtKra q'ue estamos traduciendo.—eiV. dgl T,'¡
EL MUNDO ILUSTRADO.
vuelo para librarse de la presencia de algún importuno.
Con todo, esta soledad sólo era aparente, pudiendo
llamarse soledad porque así la entienden los hombres,
quienes, tratándose de las cosas de la Naturaleza creen
que donde ellos no existen no puede reinar más que
tristeza y muerte.
Valle tranquilo, por el contrario, estaba muy poblado:
allí vivia un mundo, agitado por mil pasiones diversas,
entre las cuales ocupaba el primer puesto la llamada
bélica.
En ocasiones un grito agudo, grito de amor ó de
esperanza, de alegría ó de rabia, venia á interrumpir el monótono y continuo murmurio del rio, revelando al oido atento y observador del iniciado que á la
sombra de la enramada se estaban verificando un idilio
ó un drama, tan importantes para sus actores como lo
son á nuestros ojos los que ocurren en el mundo en que
vivimos.
Eu esté valle, á corta distancia del punto donde desemboca en el llamado de Vesdre, y en el sitio nombrado
torreniera de la Roca negra, tuvieron lugar recientemente
los extráflos sucesos que vamos á contar, pudiendo servir de prólogo á nuestro relato el capítulo anterior.
En él hemos visto, gracias á la conversación sostenida
entre Filo, Lamia y el cangrejo, que poco después de la
invasión humana de que fuera teatro Valle Tranquilo,
manifestáronse inexplicables perturbaciones en el ciclo
hasta entonces no interrumpido de los fenómenos naturales propios de las estaciones.
No sin razón nuestro amigo Filo veia el porvenir preñado de horrores, y añadiremos que la mayor parte de
sus conciudadanos compartían sus aprensiones: el aspecto que en otro tiempo ofrecía comarca tan risueña, justificaba perfectamente sus temores.
Desde que el rio se había secado, marchitábase
á ojos vistas la exuberante vegetación adorno de sus
márgenes. Diariamente los abrasadores rayos del astro
rey bebíanse sin conmiseración los últimos jugos de las
hojas de los arbustos y de las plantas ribereñas, jugos
que las agostadas raíces apenas procuraban.
La atmósfera estaba impregnada de emanaciones
pútridas, producidas por los cadáveres de los peces que
yacían en los charcos de agua que habían quedado,
mientras que bandadas de necróforos, de escarabajos y
de otros animaluchos del mismo jaez, buitres siniestros
del mundo de los insectos, eran, en compañía de algunos cuervos, los únicos que prestaban vida al desolado
paisaje animado en otro tiempo por la parlería de cien
ave-s diversas.
Cuantos pudieron huir abandonaron la comarca. Los
insectos alados, desamparando una región que ya no
les ofrecía los recursos indispensables para la existencia,
uno tras otro dejaban entregados á su triste suerte á
aquellos que menos favorecidos por la Naturaleza y oblí%gadps á contentarse, faltos de alas, de un área de actividad más reducida, manteníanse sujetos, que quieras
que no, al suelo que les vio nacer. Éstos hallábanse á
dosj^gasos del sepulcro; de consiguiente era preciso, sin
pérdida de momento, tomar una resolución, y al efecto
alg;uiió8 de los más discretos y experimentados habían
resuelto celebrar un í»i?«/¿«^ para examinar de común
acuerdo lo más conveniente á la colonia.
Algunos ágifes «riquetos recibieron el encargo de
pasar avisóla ios moradores de la ribera: durante la
mañana-su.«-¿;í»íijiahia.Jlamado la.atencion deJos"habitantes todos del Valle Tranquilo, quienes supieron
por boca de los inteligentes mensajeros de lo que se trataba, es decir, de que se les convocaba á reunirse al pié
de la Boca negra, sitio muy conocido por la familia
51
insectil y que se prestaba maravillosamente, gracias á
un inculto terraplén que le rodeaba, al objeto para que
se destinara.
Pocos eran los que se habían hecho sordos á la invitación ; de suerte que todo el santo día una multitud de
insectos, individualmente ó en grupos más ó menos numerosos, se iba encaminando á la indicada roca.
Los primeros rayos del astro nocturno iluminaron y
prestaron vida á una escena bien singular.
El dia se había deslizado cálido y sin el menor celaje,
y á pesar de que hacia un buen rato que el sol descendiera á su ocaso, la atmósfera aun era sofocante. El
silencio que suele reinar á semejante hora sólo se veia
turbado por lejanas y apagadas detonaciones y por un
ruido indefinible que, proveniente de la torrentera, iba
disminuyendo gradualmente y espiraba á la entrada del
valle. Tan misterioso ruido ninguna semejanza tenia
con el habitual murmurio que en los sitios donde únicamente impera la madre Naturaleza sale de las arboledas
al tender la noche su negro manto sobre la tierra; era,
por el contrario, un zumbido continuo, acompañado de
golpes acompasados, de silbidos, de rechinos iguales á
los producidos por las potentes máquinas que manejan
los hombres.
Al pié de la Roca negra manteníase acurrucado un
cangrejo, mirando á uno y otro lado é indicando con
una de sus patas á los insectos que iban llegando, diversos sitios del terraplén que se extendía debajo. Numerosos grupos discutían acaloradamente, al paso que á
cada momento aumentaba el número de individuos de la
familia insectil, habiendo acudido en masa á última hora
los más remolones ó aquellos que por alguna circunstancia especial de su organismo no podían volar ni andar
muy aprisa. A poco la asamblea estuvo completa; es
decir, quedó ocupado todo el espacio llano.
Bajo el punto de vista individual, esta asamblea ofrecía
la más sorprendente variedad. Había allí insectos de
todos tamaños, de porte y hábitos f^umamente diversos.
No intentamos hacer una enumeración detallada de ellos,
cosa que nos llevaría muy lejos y que además de ser
harto engorrosa para el lector sólo ofrecería mediano
interés. Bastará que demos á conocer las tribus mejor
representadas y los personajes más señalados.
El cangrejo que la víspera había sido salvado por el
hidrófilo, presidia la reunión, sea que la presidencia le
correspondiera de derecho, sea que de motuproprio se la
hubiese arrogado, lo que es más verosímil. Filo y su
amigo el viejo Lamia figuraban en primer lugar y estaban platicando con sus vecinos, mientras llegaba la
hora de abrirse la sesión. Las hormigas y los carnívoros
de la tribu dé los carábicos constituían la mayoría de la
asamblea, ya que las márgenes del valle Tranquilo estaban casi en su totalidad ocupadas por estas clases de
insectos. Sabido es que la raza carábica comprende numerosas tribus, con rasgos fisionómicos comunes, gracias á' los cuales puede reconocérseles fácilmente, si
bien difieren en el tamaño y en el traje, así como en
otras particularidades secundarias. Veíanse entre ellos
los sombríos y poderosos procrustos, las negras feronias,
loa ágiles amaros,'los macizos harpalos é innumerables
bembidios, vulgo de esta raza aguerrida.
Todo este, clan se mantenía apartado y de vez en
cuando miraba ton aire furibundo á los insectos modestos y pacíficos, quienes sólo impelidos por la necesidad
habíanse decidido á ponerse momentáneamente en contacto con sus mortales enemigos.
E L VASO ó LA
MUJER
Véase la página «2).
54
EL MUNDO ILUSTRADO.
La afable y brillante tribu de las crisomelas estaba
representada únicamente por la familia Timarca que,
desprovista de alas, vióse forzada á permanecer en el
país.
Los g-org-ojos eran numerosos, figurando los criptorincos y los otiorincos á lo menos en número de seiscientos. Alg-unos meloes, troxes, opatros y tres ó cuatro
blapsos, completaban el contingente de los coleópteros.
Acá y allá veíanse cierto número de blatas, de grillos,
de cigarras y de criquetos, así como infinidad de hemípteros, tales como ranatras, népidos principalmente, escutelerios, pentatomas y cicadelas.
Las arañas, bastantes en número, manteníanse silenciosas y algo retiradas de los demás grupos. De trecho
en trecho veíanse algunos armadillos, cloportos, ricinos
y caracoles, varias limazas y gran número de larvas de
todas clases, grandes y chicas, negras, grises, blancas,
amarillas, algunas de las cuales, ciegas y sin patas,
habíanse hecho trasladar á aquel sitio por otras compañeras serviciales. Figuraba también una verdadera
cohorte de orugas, de mil pies, de poduras, de esminturos y de pulgones. Estos últimos iban escoltados por
sus aliadas las hoi'migas
que, cuidadosas siempre
para con ellos, habíanles
instalado en el centro de
sus compactas columnas
á fin de preservarles de
las asechanzas de sus
acérrimos enemigos.
Cuando todo este mundo multicolor estuvo acomodado, lo cual, como se
comprenderá fácilmente,
exigió no poco tiempo,
el cangrejo impuso silencio y dirigióse á la
asamblea en los siguientes términos:
«Amados compatriotas :
»Todos sabéis porqué se os ha convocado, pues c'ada
uno de vosotros, quien más quien menos, sufre de la
sequía que se experimenta, debida al inexplicable agotamiento del rio que baña esta comarca, sequía que
amenaza convertir dentro de poco nuestro valle en un
desierto árido é inhabitable. Ya habéis visto que cuantos
se hallaban en estado de emprender la fuga, lo han
hecho sin titubear, vosotros, sin embargo, alimentando
la esperanza de que tamaña calamidad tendría fin,
habéis esperado hasta hoy sin adoptar resolución alguna. Desgraciadamente, lejos de tomar mejor aspecto
nuestros asuntos, cada dia van de mal en peor, ni hay el
menor indicio de que pueda modificarse tan deplorable
situación. Así, pues, amigos mios, es necesario, sin pérdida de momento, tomar una resolución. ¿Qué hacer
para conjurar el azote que amenaza nuestras cabezas?
¿A qué causas obedece? Hé aquí lo que corresponde
ventilar. Cuantos se sientan con ganas de exponer su
opinión sobre el particular, son libres de hacerlo.»
Terminada su peroración, el cangrejo se sentó.
En seguida se entablaron animadísimos coloquios
entre los circunstantes, y separándose luego de uno de
los grupos una araña, se adelantó hasta cerca de la presidencia, encaramándose á un pedrusco que hacia las
veces de tribuna. La araña en cuestión pertenecía á la
clase de las tejenarias y era de buena estampa, empero
su falta de carnes claramente indicaba que la pobre se
había visto expuesta á todo género de privaciones.
Habiendo manifestado con una de sus patas que iba á
hablar, á poco reinaba completo silencio.
—No pienso molestar vuestra atención por mucho
tiempo, dijo, pues ni me gustan los discursos interminables ni estoy acostumbrada á hacerlos. Hé aquí lo que
tengo que deciros. Con la partida de las moscas las
arañas hemos quedado reducidas al último extremo, y
como no es posible permanecer un dia más en esta
comarca, estamos resueltas á abandonarla. Yo pienso
que cuantos se encuentran en situación parecida á la
nuestra obrarán prudentemente si nos imitan. He dicho.
—Para vosotras es fácil la huida, replicó una hormiga
que habia ocupado el puesto de la araña en la tribuna;
pero no todos nos encontramos en el mismo caso. Las
arañas pueden abandonar muy bien su patria é ir á
tender sus redes en otro sitio, ya que para ellas lo
mismo da un país que otro, con tal de que haya moscas.
Las hormigas, en cambio, estamos ligadas por numerosos
lazos al suela que nos vio nacer; es imposible de toda
imposibilidad .que abandonemos sin más ni más nuestras
larvas, nuestros huevos,
nuestras provisiones, en
fin, cuanto encierran las
ciudades do habitamos.
De consiguiente , debemos permanecer en este
sitio hasta el último momento, hasta tanto que
sea insostenible la existencia en él.
A su vez el hidrófilo
tomó la palabra , diciendo:
—Confieso que soy aficionado á la buena vida,
y que me gusta en extremo echar un trago; y lo
digo con tanta más franqueza cuanto que jamás
bebo otra cosa que agua
clara. El agua es mi pasión: beber y bañarme, he
aquí mis mayores satisfacciones. Nací en este elementó, y en él se ha deslizado mi existencia. La carestía de que todos nos lamentamos, para mí es un verdadero suplicio; así pues...
En este momento el orador fué interrumpido por un
rumor procedente del sitio donde estaban reunidas las
orugas. Gritos, exclamaciones violentas, en una palabra,
un verdadero tumulto atrajo todas las miradas hacia
aquel punto. El caso fué, que notando un cárabo que los
circunstantes sólo tenían ojos y oídos para el orador,
habíase acercado disimuladamente á un grupo de
larvas, tratando de apoderarse de una que á causa de su
desgracia (era ciega), se hallaba á merced del primer
descortés que se le antojase jugarle una mala pasada.
Algunos de los insectos vecinos de la víctima, que
habían sido testigos del rapto, empezaron á gritar:—¡al
ladrón! ¡al ladrón!—de suerte que el atrevido cárabo
vióse compelído á abandonar su presa. Por otra parte, el
incidente no tuvo consecuencias desagradables. Llamado severamente al orden por el presidente, el cárabo
volvió á ocupar su puesto en medio' de las risotadas y
chacota de sus amigos.
Restablecida la calma, suplicóse al hidrófilo que
reanudara su discurso.
—Nada más tengo que añadir, dijo éste: iba á terminar la peroración declarando que, siendo intolerable»
EL MUNDO ILUSTRADO.
para mí el estado de cosas de que todos nos lamentamos, estoy dispuesto á alejarme de esta comarca suceda
lo que suceda. Si debo morir, prefiero correr el albur de
un viaje penoso y lleno de aventuras antes que aguardar
impávido mi última hora en este sitio, y de fenecer en
medio de sufrimientos tan crueles como los producidos
por la sed.
Las muestras de aprobación y hasta los aplausos con
que fueron acogidas las últimas palabras de Filo, indicaban bien á las claras que habia sabido interpretar los
sentimientos de la mayor parte de los circunstantes.
—Ya se han oido varios pareceres, dijo el presidente;
mas opino que convendría consultar al clan carábico.
Hablen ustedes, cárabos: ¿qué piensan hacer envista
de la situación?
Los aludidos cambiaron algunas miradas entre sí, y
cuchichearon durante un buen rato; por último uno de
ellos se, separó de los demás y, escalando la tribuna,
habló de esta suerte:
—Estimados moradores de Valle Tranquilo, oíd el consejo de un amigo que os habla con toda franqueza. Lo
que voy á decir tal vez no sea del agrado de todos los
aquí presentes; sí es así, ¡tanto peor por los descontentos! No pretendo convertirme en buen apóstol.. Sabéis
perfectamente bien que nuestra raza, como todas las
razas nobles y aguerridas, vive del robo y del asesinato...
(Murmullos en el auditorio). ¿Murmullos á mí? Hago
poco caso de ellos. Quiero ser explícito,, pese á quien
pese, .pues si no queríais oirme, ninguna necesidad
habia de que se me invitase á hablar. (Algunas voces:
¡ Atención!) Hé aquí mi punto de vista sobre la cuestión
que se dilucida, y al expresarme así interpreto fielmente
el sentir de mis amigos: á los cárabos no nos perjudica
gran cosa el agotamiento del rio... empero... estamos
tan ligados con vosotros, que sólo podemos vivir á
vuestro lado... De consiguiente, si partís... es natural
que os sigamos do quiera que vayáis.
Estas palabras fueron acogidas con ruidosas carcajadas por parte de los cárabos, mientras que los demás
insectos estallaron en prolongados murmullos de desaprobación.
—¡Puede da.rse mayor cinismo! exclamó uno délos
ofendidos. ¡Fuera el insolente!.
—¡Silencio! gritó el presidente. Es preciso que haya
libertad para expresar todas las opiniones. Convengo
en que el orador ha traspasado los límites de la conveniencia; sí, cárabo, sí, habéis traspasado los límites de
la conveniencia... Os amonesto para que respetéis un
poco más la dignidad de vuestros oyentes.
—Cuando hablo acostumbro á decir lo qué pienso, replicó el aludido. Se me ha invitado á exponer mi opinión
V lo he hecho lisa y llanamente: si Ío que he dicho no
ha sido del agrado de algunos, tanto peor para ellos.
—•Fuera! ¡fuera! gritaron varias de las larvas que
formaban corro.
•. . • \
El cárabo se enderezó, y haciendo un gesto sumamente impertinente,
*
••
j, j,
. Quisiera saber, dijo, cual de vosotras se atreverá á
arrojarme de aquí! ¿Seríais por ventura vos, digno
pulgón?...
Esta salida produjo general hilaridad entre los
miembros de la tribu carábica; el cárabo insolente bajó
de Ja tribuna en medio de la gritería y de los violentos
apóstrofes.delos demás oyentes, encaminándose seguidamente al sitio donde estaban formados los suyos.
El apostrofe del coleóptero pentámero habia hecho
salir de sus casillas, en primer término, á las hormigas,
le eran numerosas, y la sesión amenazaba terminar á
trastezos si el sesudo presidente no s% hubiere esfbrzado
hb
para tranquilizar los ánimos sumamente sobrexcitados,
lo que consiguió con no poca dificultad y después de
haber amenazado varias veces con intervenir personalmente valiéndose de sus afiladas pinzas. Por último, el
tumulto fué menguando y pudo proseguirse la discusión.
—¡ Pido la palabra! vociferó uno de los presentes.
—^¿Quién ha hablado?
—Yo, contestó una hormiga.
—Está bien, subid á la tribuna y decid lo que tengáis
por conveniente.
—¡Habitantes de este vallel Aun no he logrado contener la emoción producida en a i ánimo por las insolentes palabras de...
—¡Al grano! ¡al grano! dijo el presidente interrumpiendo á la oradora. Queda terminado el incidente en
que os estáis ocupando.
—Pero,, señor presidente, el cárabo nos ha insultado, y...
—¡ Al grano, repito! No permitiré que se hable más .
del asunto.
—Protesto enérgicamente...
—Protestad hasta el día del juicio final, si os place;
empero si nada nuevo tenéis que añadir tocante al
asunto que se ventila, más vale que calléis y que cedáis
el puesto á otro ciudadano.
La hormiga abandonó el pedrusco gesticulando como
una endemoniada.
—¡Pido la palabra! exclamaron varias voces á la vez.
-;—¡ Orden, amigos mios , Orden! Si procedemos con
orden cada cual hablará á su debido tiempo. Tenéis la
palabra. Lamia.
Éste subió l^nta y. perezosamente en la tribuna.
—Mucho tiempo se ha pasado discurriendo, dijo, mas
me parece que los oradores se van apartando del objeto
que motiva esta reunión,. ¡Jío hemqs, venido aquí para
perorar, ni menos para insultarnos los .unos á los otros,
antes bien para buscar^^^,e|l medio de Itl^raruos del hambre
que nos amenaza. Voy á entrar si^jUi-jeémbulos en el
fondo de la cuestip,n, El caso es queiel ^io no contiene
una sola gota de agjáa, q,ue ,(jon esta;^quía sé, mueren
todos'los vegetale^jqué m^di-abEín, en ^li, orilla, y que
muertos los vegetales nosotros [Vamo,^ á perecer irremisiblemente. Así pues, como la situación ha de emperorar
de día en dia, sólo nos queda un partido y es: emigrar
todos |en niása, sin titubeo^, y cuanto antes mejor.
Si esta sequía, que nadie sabe explicarse- no es más
que pasajera, en tal caso podríamos permanecer
aquí y aguardar mejores tiempos. ¿No opináis lo mismo
que yo?
— ¡Sí, sí, proseguid!
—¿Y cómo nos las compondremos para saber, objetó
una blata, si la sequía es definitiva ó pasajera?
—A eso voy. (Varias voces: ¡Atención !) si elrio'carece
de agua, es sin duda porque ésta ha encontrado al^un
obstáculo ó ha sido desviado su curso arriba del sitio en
que.mbramos. Tengo motivos (que no es del caso exponer
ahora) para suponer que el obstáculo en cuestign no está
muy distante de aquí; de consiguiente, para nosotros es
asunto capitalísimo conocer, el origen y naturaleza
dg la sequía. Propongo, pues, que una comisión
compuesta de varios miembrps de las tribus aquí representadas, remonte el lecho, del Gileppe hasta el sitio
donde se encuéntrala barrera, si barrera hay, y que una
vez reconocido el terreno regrese á este sitio para participarnos sus impresiones, en vista de lo cual resolveremos. •
!" •
—Esta proposición paréceme digna de ser tomada en
cuenta, dijo el presidente. ¿Y vosotros, qué decís?
Un murmullo de asentimiento awoBó el espacio.
56
EL MÜNDÓ ILUSTRADO.
• —Por mi parte apruebo sin reparos la idea del Capricornio, contestó una hormig-a. Há poco un cárabo expuso
teirto insolentemente que á su clan importábale un coífaino el azote de que es víctima este valle, y que mientras nuestros cuerpos fuesen una garantía de que ellos
no habían de morirse de hambre, no tenían porque moVferse de estos sitios. Voy á manifestar una idea que
bulle en mi mente y que tal vez hará cambiar de
opinión al cárabo descortés: si como ha apuntado el
brador que me ha precedido, existe un obstáculo más
arriba que impide la libre circulación del rio, día
vendrá en que la siempre creciente acumulación de las
aguas dará al traste conel obstáculo, y entonces... entonces la cosa será muy distinta. Un raudal impetuoso
barrerá el valle arrastrándonos á todos sin distinción, y
todos pereceremos, lo mismo los carábicos que los demás.
¿Lo oyen ustedes, señores del clan?
—¡ Oh! ¡ oh! profirió el hidrófilo; esta idea no me había
acudido. Ahora nos quejamos por falta de agua, y podría
ser que el día menos pensado tuviésemos demasiada.
—Esto seria bueno para vos, observó una blata.
—¡Vaya! Me gusta el agua, no lo niego, pero todas las
cosas tienen su medida.
—¡Mirad qué cara han puesto los cárabos, prosiguió la
blata; están cuchicheando! Lo que acaba de exponer la
hormiga háceles reflexionar.
El presidente volvió á imponer silencio, preguntando:
—¡Hay alguno que tenga que decir algo más? Sí
nadie pide la palabra, pasaremos á votar la proposición
del Capricornio.
Adelantóse un criqueto.
—Apoyóla moción del honrable preopinante, chilló
éste con voz aguda. Una langosta que ayer pasó por aquí
me ha dado algunas noticias, que tal vez sea convepietlte que conozcáis. Los hombres y sólo los hombres
tienen la culpa de lo que nos está sucediendo, pues ellos
han desecado el valle; la langosta no supo decirme el
motivo que les ha impulsado á obrar así, empero tocante
á los medios de que se han valido para lograr su intento,
hé aquí lo que sé: Parece que han levantado un dique
al par que han practicado un gran boquete en la montaña, á fin de que nuestra corriente riegue otro valle. Si
no me ha engañado mi informante, el agua del Gileppe
jamás volverá á correr por estos sitios.
—Lá langosta no ha visto bien lo que pasa ó se ha
burlado de vuestra credulidad, replicó un gorgojo. Yo
también tengo mis informes sobre el particular. No
niego que sean los hombres los causantes de la sequía
de que todos nos dolemos; pero esta.débese á un motivo
muy distinto del manifestado por nuestro amigo el criqueto. Los hombres han construido en la margen del rio
un edificio enorme con elevadas chimeneas, de las cuales
brotan continuamente torbellinos de humo. La abeja que
me ha informado opina que los individuos que habitan
el edificio en cuestión han desviado el rio en dirección á
su morada, donde evaporan las aguas...
Tan extraño cuento fué acogido con una carcajada
general; de suerte que el pobre gorgojo vióse obligado á
callar y á ocultar su vergüenza, pues todo el mundo se
le burlaba en sus propias barbas.
—¡No es esto! ¡no es esto! exclamó picarescamente
el criqueto; los"hombres se beben el agua á medida que
corre.
—Basta de bromas , dijo el presidente con -cierta
gravedad; el caso es serio y en serio debe tratarse. Me
atengo á la proposición del Capricornio, que consiste en
nombrar una comisión encargada de remontar el valle
y de indagar la causa de la desaparición del agua. Que
cuantos estén en favor de tal proposición levanten la
pata.
—A los que carezcan de patas se les suplica que se
abstengan, murmuró el criqueto.
" • •La moción obtuvo los votos de casi todos los concurrentes.
—Sólo nos falta, dijo el presidente, elegir los miembros del cuerpo expedicionario. Que se reúnan en secciones las distintas tribus aquí presentes, y señalen los'individuos que crean aptos para desempeñar la importante
misión que vá á confiárseles. Queda suspendida la sesión
durante una hora.
Abandonó su sitial el cangrejo, y mientras los insectos
se agrupaban por tribus, encaminó sus pasos hacia
Lamia, que estaba platicando no lejos de la tribuna con
su amigo Filo y un grillo.
—Gracias á vos, dijo el presidente al Capricornio,
hemos conseguido lo que nos proponíamos. ¡Cuánto me
alegro! Temía que nada bueno resultase de esta reunión,
como sucede casi siempre tratándose de asambleas deliberantes demasiado numerosas.
—Ardo en deseos de saber, objetó Filo, si las larvas
nombrarán algún delegado.
—¿Y los pulgones?
—¿Y los caracoles?
—Dejemos entera libertad á las secciones para que
escojan sus representantes, observó el presidente; no
conviene herir la susceptibilidad de nadie. Si entre los
delegados electos hay alguno incapaz, á los otros toca
componerse con él como les parezca bien. Aquellos que
sean remolones se les dejará en medio de la vía, ni más
ni menos.
Cuando el cangrejo, fijándose en el trayecto recorrido
EL MUNDO ILUSTRADO.
DELICIAS DE LA SELVA. - CUADRO DE C. KROENEER.
T . V . IPKIMEIIA fÉniF.;. — T . ) . / S E C r M / . f É t i l E . — §
57
58
EL MUNDO ILUSTRADO.
por el pálido astro de la noche, juzgó que era lleg-ada
la hora de reanudar la sesioh'volvió á escalar su asien to
presidencial.
—Amig-os mios, dijo, supongo que habéis eleg-ido los
miembros que deben representaros. Suplico, pues, á los
delegados, que se adelanten.
Al oir esto se acercaron á la tribuna unos veinte insectos. Estaban representadas todas las tribus, ó poco
menos. Los coleópteros hablan comisionado á dos cárabos, á dos bombarderos, á una feronia, á una timarca, y
á nuestro amigo Filo y Lamia, á quienes el presidente
habia suplicado con ahinco que formasen parte del
cuerpo expedicionario. Las hormigas estaban representadas por dos de las más robustas y ágiles de su especie,
y sin duda que habian disuadido á los pulgones de ocuparse en este asunto, pues no se presentó ninguno de
éstos. Las arañas, los caracoles, los quilópodos y las
escolopendras también figuraban en la comisión expío-
radora; los ortópteros habian nombrado como delegados una blata y un criqueto gris, de la especie de
los edipodos. El contingente de los hemípteros consistía
en una nepa acuática y un reduvio. Las orugas primero
pensaron en retraerse y dar su asentimiento á ]o que
hiciesen los demás; empero habiendo manifestado a
última hora una oruga de macaouia que deseaba formar
parte de la comitiva, otorgáronsela poderes en regla
para representar á la tribu.
Los gusanos liabian tenido el talento de nombrar como
delegado á una larva de calósomo, curtida en la fatiga,
perfectamente blindada y armada de punta en blanco.
La comisión formó delante del presidente, quien por
meclio de una corta pero entusiasta alocución, les incitó
á que cumplieran valerosamente con su deber y á que
justificaran por medio de los hechos la confianza que el
pueblo allí congregado ponía en ellos.
No debéis perder de vista, añadió por vía de apéndice, que de vuestra conducta en tan solemnes momentos depende la salvación de todos los moradores del valle.
En seguida declaró terminada la reunión , manifestando que para la próxima, que se verificaría más ó
menos tarde, ó sea á la vuelta del cuerpo explorador, se
avigaria á domicilio.
Traducido del francés por
MARIANO BLANCH.
(Contiiiuará).
REVISTA CIENTÍFICA.
Rastrero y elevadizo á la par es el primer tema que
escogemos para estas Revistas: vamos á tratar del polvo
y de los recientes experimentos de Aiken, demostrando
su importancia, ó por mejor decir su necesidad en la
formación de las nubes, y por lo tanto de las lluvias que
fertilizan los campos. Si habéis, al morir la tarde,
visitado alguna de esas soberbias catedrales góticas,
cuya oscuridad convida á la oración, y cuyas caladas
agujas y esbeltas columnas señalan el camino del cielo,
habréis visto en los rayos del sol que han atravesado los
cuerpos de los santos y de los querubes tintos en el ventanaje, impregnándose de sus colores, flotar en mágica
danza innumerables partículas de polvo : no es que
hayan sido atraídas por la luz, como tenues mariposas;
se encuentran allí como por doquiera: el sol no ha hecho
más que ponerlas en evidencia, y nuestra época, que
podríamos llamar la época de les infinitamente ¡pequeños,
en que á la fauna gigantesca ha sucedido la microscópica no menos temible que aquella, ha querido ver que
papel tenia señalado en la Naturaleza ese al parecer insignificante é inútil elemento.
Aiken ha tomado dos vasijas de cristal y colocando en
una de ellas aire puro y en otra aire corriente, ha visto
formarse en la segunda á manera de nubéculas mediante la introducción del vapor acuoso, lo cual no se
verificaba en la primera, deduciendo que el aire, como
el agua, es útil merced á lo que pudiéramos llamar FUS
pequeñas impurezas.
Por ley general de atracción la materia ama el núcleo;
desarróllase atmósfera en torno de los planetas; y hasta
cada cuerpo, cada molécula del mismo, es un centro
alrededor del cual el éter se condensa y forma como una
atmósfera de mayor densidad etérea. La humedad que,
en forma de columna se eleva del lago, la cinta blanquizca que al rayar del alba marca las sinuosidades del
rio, la bruma que aparece como suspiro del mar, el
vapor ácueo de la respiración vital, el hidrógeno del
gas al combinarse con-el oxígeno del aire, y tantas otras
fuentes de la primera materia que han de constituir las
benéficas lluvias, aun cuando al encontrar de pronto
temperatura más baja que la propia, tienden á elevarse
y á dilatarse, quedarían rastreando, como aves heridas,
sin cambiar de sitio y hundiéndose en sí mismas, sí no
pudieran agruparse en torno de las partículas del polvo,
y elevarse para ser trasportadas, por el aire en agitación,
allí donde, como prodigioso volante regulador, han de
templar los rigores estivales: ¡ fenómeno raro á primera
vista, y sin embargo de explicación sencilla! A mayor
número de moléculas pulverulentas más ligereza en la
nube errante; cuando hay escasez de partículas de polvo,
y supuesta la ley de atracción que hemos recordado, el
vapor de agua se precipita sobre ellas venciéndolas,
anonadándolas con su peso, y sumergiéndose á la vez;
no de otro modo, al acaecer un naufragio en alta mar,
si varios infelices se abalanzan y buscan su salvación en
una débil tabla, se hunde con ellos en los abismos.
¡Polvo y vapor de agua! extraño maridaje que se
presta á poéticas consideraciones; permitidme que apunte
una sola antes de seguir mi excursión científica: polvo
es el hombre, sacóle Dios delfango de la tierra, y en
polvo lo torna la muerte; vapor acuoso se desprende de
la lágrima; ¡no puede acontecer que al llorar la desaparición de un ser querido, las lágrimas que por él vertamos, tomen por núcleo su plolvo mortal y vaguen errantes é íntimamente unidos por los espacios!
EL MUNDO ILUSTRADO.
59
se volatiliza sin arder, descubriendo contundentes analogías; Thollon deduce que la masa cometaria está formada en parte por un gas incandescente y en parte de
materia, incandescente también, pero en extremo dividida, que emite una luz blanca que le es propia, al mismo
tiempo que refleja la del sol. Wolf, fundándose en la
continuidad del espectro del núcleo, afirma asimismo
la existencia en él de una materia sólida ó líquida,
luminosa por sí ó por reflexión, que la nebulosidad que
rodea el núcleo contiene sólo gases incandescentes, y
que la luz de la cola procede de una materia pulverulenta luminosa ó iluminada. Prazmowfki deduce que si
hay polarización hay colocación regular de materias y
que el cometa se halla formado por una parte condensada (núcleo), rodeada de una atmósfera incandescente
reflectora de la luz solar, y un conjunto de materias disgregadas que integran la cola: de lo dicho por los mencionados sabios y por otros que se han ocupado en el
asunto, entre los cuales citaremos á Christie, del observatorio de Greenwich, y al doctor Young, de Nueva Jersey, que han encontrado analogías con el espectro de
la llama del gas del alumbrado, resulta casi conformidad entre el espectro del cometa de Gould y los observados espectroscópicaméñté desde 1858, incluso los estudiados en 1866 y 1868 por el venerable P. Secchi:
todos semejan el espectro del carbono, deduciéndose
que son un compuesto de dicho cuerpo: ¿cuál es este
compuesto, qué reacciones químicas ó qué fuerzas
mecánicas mantienen incandescente la materia cometaria? no se sabe con. certeza. Berthelot, el ilustre
químico, es el que ha abordado esta cuestión de detalles
deduciendo consecuencias lógicas en pro de la hipótesis
que augura que la luz del cometa es de origen eléctrico,
siendo además según él difícil suponer una combustión
tan prolongada, y más admisible el supuesto de una iluminación eléctrica; entregando al público la idea de que
la cola del cometa observado contiene ácido cianhídrico,
veneno de los más activos que se conocen: si Berthelot
está en lo cierto, fortuna no escasa ha sido para nosotros
que la Tierra no se haya visto precisada á atravesar
dicha cola como aconteció con la del cometa de 1861, en
cual caso podría haberse envenenado á todos los seres
vivientes, sin que se enconti-ara á mano cantidad de
antídoto suficiente para destruir sus efectos.
Al lado de esta opinión, y en parte apoyándose en ella,
e-í^tá la de Plammarion, que .«ostiene la inmaterialidad
de la cola de los cometas, siendo sólo á su ver, una excitación eléctrica del éter interplanetario: fúndase en
la extremada velocidad ',qiie adquiere dicha cola, que á
veces ha excedido de'6'4''millones de metros por segundo,
en su posición siempre contraria al sol eomo si fuera
la sombra luminosa proyectada por dicho astro, y en su
Huggins, Draper, Janssen y otros han sacado de él dirección rectilínea, aunque otra cosa no parezca á veces,
exactas fotografías, las cuales no encierran en este caso debido píobáblemente á la refracción.
total importancia, dada la facilidad que tienen dichos
Faye ha combatido y combate con energía dicha hipócuerpos en cambiar de forma y aun en subdividirsé tesis, que califica de absurda, mayormente después de los
como sucedió con eld.« Biela en 1843, y que más tarde, ó datos espectroscópicos de Huggins, Wolf y Thollon, que.
sea en 27 dé noviembre de 1872, se resolvió-según todas he.mos citado, manifestando que es una ridiculez supolas pirobabilidades en una hermosa lluvia de estrellas? ner que la cola esté invariable y rígidamente unida al
las fotografías son sin embargo muy útiles para fijar su núcleo, hipótesis tan absurda como admitir que el humo
posición relativamente á otros astros, así como para el dé una locomotora es constante y enlazado á la chimeestudio de lo que pudiéramos llamar, según frase de nea: según Fay€, el núcleo influido por el calor solar
moda, su m'mento histórico: pero los que más han podido desprende vapores, que la fuerza repulsiva del sol echa
lucirse, los que han podido arrojar mucha luz sobre la para atrás.
del cometa son los eppectrospistas. Tachini ha encontrado
Sin autoridad para intervenir en la cuestión, pero dencarbón en vapor hasta los dos tercios de la extremidad, tro del límite de meros cronistas, hemos de exponer que
atribuyéndose la falta en el resto á defecto de los aparatos en ningún sitio hemos visto que Flammarion supusierala
investigadores: Jamin ha comparado el espectro del rigidez de la cola, y que por tanto debiera su parte final
cometa con el espectro del arco eléf^trico del carbón que caminar ese número de leguas que la imaginación ni
Otra consideración más prosaica pero no desprovista
de interés; por razones topográficas suelen abrirse las
carreteras sig-uiendo el fondo de los valles, y por tanto
inmediatas y paralelas á los cauces de ag'ua: admitida
la verdad de las teorías de Aiken, que hemos dado á
conocer, resultarla además una nueva ventaja, que no
liemos visto indicada por nadie, la de la facilidad del
enlace entre la cinta de vapor de agua que se levanta
del rio, y la de polvo que se alza de la carretera, para
construir prontas, ligeras y poderosas nubes.
Hemos visto el polvo de la tierra elevarse á las altas
regiones atmosféricas, adquiriendo una hasta aquí desconocida importancia, hemos indicado la preclara aplicación que de él hizo Dios al dar vida al humano ser,
podríamos hablar del polen que fecundiza las flores,
nombre que en latín significa polvo, y demostrar que
además és el elemento atómico que constituye nuestro
globo, y según el análisis espectral los que con el nuestro tienen semejanza, por donde nos hallamos ya en
pleno mundo sideral, y al alzar á él los ojos y en la
obligación de dar cuenta de todas las novedades científicas, hemos d& hablar de otro polvo, del polvo lumínico
que.constituye los cometas, ya que en breve y reciente
plazo han aparecido dos de esos casi siempre impensados y siempre maravillosos huéspedes.
Comoson pocos los datos que podríamos dar del denominado C 1881 descubierto en 13 de julio por el profesor
Schaeberle, el cual cometa, según Swift, vááeclijisar la
gloria de su antecesor ó sea del B 1881, y según Parkburst presenta ya una cola análoga al de Donati cuando
su misma situación antes del perihelio y promete ser en
setiembre tan brillante como el de CoggLa (1874), nos
limitaremos á hablar del B 1881 ó sea del de Gould, ya
que es el único que hemos tenido ocasión de observar
con claridad los profanos que no podemos disponer de
otros.telescopios que los que Dios nos ha dado alnacer.
Apareció en el hemisfei:io austral, descubriólo al parecer Cruls, pero lo anunció Gould, cuyo nombre vá tomando'insensiblemente. Desde 1858, en que por vez
pñmerase aplicó á un cometa el análisis espectral, no
se ha;biá presentado ninguno que, como el de que haljla• mos, se prestase tanto á la observación, y si á ello se
añade que de día en día reciben notables adelantos la
espectroscopia, la fotografía y la óptica, existiendo,
además d^ loslOficiales, telescopios particulares de prodigioso alcanée'óomo el de Newall, ya conocido, y el nuevo
de.RirH. Bessemer que permite leer un periódico ala
distancia decinco kilómetros, so comprenderá el alborozo
con qué fué reéibido por los sabios de todas las naciones
el telegrama en que por el emperador del Brasil se anunciaba en 31 de mayo, y por Gould en 1.° de junio, la
presentación del lumínico viajero.
LA R A M I L L E T K R A DE M A D R I D .
(Véase la [já-^'ina Gá,.
62
EL MUNDO ILUSTRADO.
concebir puede: Flammarion supone, á nuestro entender, un efecto de luz análogo al que se produce en los
faros eléctricos giratorios, cuyo haz luminoso vá cambiando de posición más bien que recorrer círculos que
tengan su longitud por radio: precisamente la imposibilidad de una rapidez tan extraordinaria es lo que ha
dado margen al astrónomo-poeta á desechar todo elemento material en las colas planetarias.
Resumiendo: las observaciones que han podido llevarse á cabo en el de Gould comprueban las anteriores en
lo que se refiere al núcleo ó base capital de los cometas»
tenue y deformable fórmanlo, según declara el análisis
espectral, el carbono como principal elemento, entrando
también el ázoe y el hidrógeno: los cometas; son, por lo
tanto, por su composición y por su brillo, los diamantes
del espacio, ó si se quiere, el carbón del espacio, pues
es sabido que el carbono es el constituyente de ambos
cuerpos, ó sea del carbón y del diamante.
Al pasar de uno á otro sistema solar, al atravesar la
atmósfera de los planetas en los que á las veces se disuelven ¿están llamados á surtir de elementos carbonosos á
los que de ellos se hallan faltos? ¿cuál es su destino?
¿porqué algunos vuelven periódicamente, aun cuando á
veces faltan á la cita, y otros se dejan ver una vez sola,
como si desde el infinito emprendieran un viaje de ida
y vuelta para ver nuestro sol, y recibir de él poderosa
influencia? No es posible contestar á tales preguntas
hoy que ignoramos si el cometa de Gould es el que
calculó Bessel en 1807 y divisaron también algunos buques en 1733 desde el cabo de Buena Esperanza, ó si el
de Bessel vendrá, como anunció su calculista, dentro de
mil cuatrocientos años. ¡ Ahí es un grano de anís la diferencia! lo cual demuestra más y más la inseguridad de
las cuentas astronómicas en lo tocante á cometas.
Re.epecto á la cola, á ese signo que tanto amedrentó.á
nuestros abuelos, y que pudiera no resultar del todo
inofensivo, aparecen tres hipótesis; la de una prolongación del núcleo formando cuerpo rígido con él inadmisible dada la velocidad que debería tener su parte
extrema, para estar siempre en el radio vector, ó sea en
la dirección del sol y el cometa; la de una emanación
constante de materia reemplazada procedente del núcleo
y participando de sus elementos, como indican las observaciones de Thollon, Wolf, Prazmowski y otros, y la
de una iluminación eléctrica del éter debida á las materias del núcleo, en lo que convienen en el fondo
Berthelot y Flammarion, á pe-^ar de su distinto modo de
apreciar los fenómenos celestes, si bien el primero no
considera inmaterial, sino material y hasta nocivo el
apéndice cometario, y el segundo repite ó reproduce las
añejas teorías de Cardan, más defensibles hoy que en
su siglo.
En una de las próximas Revistas daremos á nuestros
lectores cuenta de las maravillas acumuladas en la Exposición eléctrica abierta en París en 10 del corriente,
la cual nos proponemos visitar en breve.
campo situado á orillas del camino, ha hecho provisión
de comestibles, y satisfecho de su hazaña se encamina
tranquilo y sonriente al doméstico hogar.
El autor del lindo cuadro que hoy tenemos el gusto de
ofrecer á los lectores de EL MUNDO ILUSTRADO es, según
expresamos más arriba, Ludovico Knaus, el rey de pintores de este género entre los alemanes.—R.
LA RAMILLETERA DE MADRID.
(Véase el grabado de las páginas 60 y fil).
La industria de vender ramilletes, tan generalizada
en varias dé las principales ciudades de España y del
extranjero, y entre aquellas en Valencia y Barcelona,
mantúvose en Madrid poco menos que en mantillas,
mientras la falta de aguas por un lado, y por otro la
dificultad en las comunicaciones se opusieron á la existsncia de grandes jardines, ó á que se llevaran á la
capital déla monarquía, en abundancia prodigiosa, las
vistosas y perfumadas flores cultivadas en los que riegan
las aguas del Turia.
In illo tempore, es decir hace veinte años, los puestos
de flores se reducían al que de tiempo inmemorial tenia
establecido junto á la puerta del Suizo, Pepa la valenciana, que aun cuando carecía de historia, sabíase al
dedillo la de todas las dama-s y galanes de la coronada
villa; pues por sus manos, ó mejor, por medio de los
vistosos ramilletes, con las suyas pecadoras, confeccionados, poníanse no pocas veces en comunicación directa
la niña casadera que, impertinentemente, hacia que vigilaba una mamá Argos, y el inexperto mozalbete, ó el
estudiante, que con más ciencia de libro que experiencia
de mundo, lanzábase á los azares de la vida, ajeno de
que pudieran existir otros sirtes ni más sirenas que los
montados en las obras de la antigüedad clásica. A Pepa
la valenciana debía acudir la elegante matrona, experta
en lides amorosas, que sabia cuanto ganan los ojos
negros y la morena tez si los realzan los rojos matices
del encendido clavel; la romántica damisela, que con el
propósito de revelar su idealismo, prendía junto á la
ensortijada trenza la flor de laá tumbas, la rosa blanca;
la aristocrática dama que codiciaba para sus salones la
fragantísima magnolia; la desenvuelta paseante de la
calle de Cádiz y anexas, que para darse aires parisienses
y porque había Ifidp una novela, ó asistido á una representación de la Trámala, imaginaba que era timbre del
oficio la aterciopeíáda camelia; y hasta el galán que
habiendo paseado en éííRétíro durante las primeras horas
de la mañana,, pretendía demostrar á la prenda de su
amor, qué había desafiado las iras de los vigilantes guardas, y aun expuéstose á pagar una multa, con tal de
presentarle un ramillete dé helíotropo, cogido con sus
propias manos en los acirates del parterre.
Pero vino la «traída de las aguas:» estrechóse, meMELCHOR DE PALAU.
diante la veloz locomotora, la distancia existente entre
31 agosto de 1881.
la villa del oso y la ciudad de los jardines, según reza el
•cantar, y no fué ya una, sino muchas las Pepas, y l á s
Vicentas y aun las Alifonsas y Palomas que se dedicaron
UN RAPAZUELO.
á la agradable industria d§ vender flores. Adeniás, por
CUADRO DE LUDOVICO KNAUS.
aquellos tiempos se supo que en París de Francia no
había teatro, circo de caballos, café ni sitio público en
(Véase el grabado de la página 49).
que no se vieran una ó más ramilleteras que vendían á
El rapazuelo de nuestro grabado es un muchacho muy muy buen precio flores, miradas y palabras dulces, y no
simpático, sin otra ocupación que recorrer los pequeños se necesitó más para que, puesto que flores no podían
lugares de su país en busca de trapos viejos, desperdi- faltar,—pues ya se cultivaban en Madrid ó se traían de
cios de hierro y cristal. Al pasar el picaron por un Valencia,—existieran ramilleteras, que en punto á mari-
EL MUNDO ILUSTRADO.
ditas lánguidas ó picarescas, seg-un el caso requiriese, y
á palabras más dulces que la miel y la arropía, dieran
.quince y falta y aun dejaran tamañitas á todas las
ramilleteras de extranguis habidas y por haber.
Desde aquel momento se vieron ramilleteras, más
bellas y galanas que las flores que ostentan en su,airoso
canastillo, en cafés, teatros, circos y lugares de pública
recreación: mas no vestidas á la írancesa, con delantal
de pitillo, y colorete de pega, sino á la española pura y
neta, con zapatito escotado queapénas aprisiona el breve
pié; pañuelo de espumilla, cruzado según estilo manolesco ; moño de rodete, peineta y ricitos, y ojos de basilisco que atraviesan, y boca de clavel, aljofarado de
perlas, que paás que á oler incita á besar.
Por supuesto que conoce á cien metros de distancia
las gentes con quienes se las há, y así pide cinco duros
por un manojo de claveles al apuesto galán que pretende obsequiar á dama de noble alcurnia, como cede
por cuatro reales la misma mercancía al atribulado
estudiante que con menos cuartos que buenos deseos,
quiere dar una prueba de su esplendidez á la señora de
sus pensamientos, que ha convidado á tostada y café con
leche. La ramilletera, sin haber cursado economías, ni
dársele un comino de todos los sistemas socialistas, profesa el principio de que los ricos han de pagar pa los
probes, llevando su abnegación y cariñoso afán á tal
extremo, que si comprende que un ramillete ofrecido á
tiempo, puede desvanecer una borrasca de amor y celos,
—y esto sabe comprenderlo perfectamente la ramilletera,—no vacila, aun cuando sepa que no hade cobrarlo
al contado, en ofrecer á sus conocidos «un ramito de
pensamientos para la linda señorita que le ha robado el
corazón.» Semejante galantería suele valer á la ramilletera, primero una mirada de gratitud, después un cariñoí-o pellizo, más tarde, el dia en que se tiene dinero,
uu duro como un sol. Y así vive la ramilletera, y así
vende dicha, pregonando flores y ramilletes que son
galas del amor.—V.
EL VASO O LA MUJER.
CUADRO DE H. SIEMIRADZKI.
(Véase el grabado de las páginas 52 y 53).
De todos ios pueblos de la antigüedad, ninguno como
el romano vio desarrollarse en tan alto grado la esclavitud, borrón que en los mejores tiempos de Roma
habíase infiltrado en las costumbres, en la política y
hasta en los más pequeños detalles de la economía
doméstica. Desde los albores de la república, el padre
de familia romano era dueño y arbitro de la existencia
y de la libertad de sus hijos. Según antiquísimo derecho, el deudor insolvente pasaba á ser esclavo de su
acreedor. Si el ciudadano cometia algUn crimen de
mayor cuantía, primero se le degradaba, y una vez ejecutada la sentencia era reducido á la esclavitud. A Roma
fueron trasportados y vendidos como esclavos no sólo
los prisioneros de guerra, sí que también la flor y nata
de la juventud de los distintos pueblos sujetos al yugo
¿e la prepotente nación.
j¡n todos los pueblos de la antigüedad la servidumbre
oDsid^rábase como consecuencia legítima del favor que
1 vencedor otorgaba al vencido conservándole la exisniíi De allí el nombre de serms que daban al esclavo
tencii**^
h sigttífi''^"*^ era que habia.éido salmeo, conservado
63
Desde las guerras púnicas vióse infestada Roma por un
crecidísimo número de esclavos, origen de desmoralización y causa de la decadencia interior del poderío
romano.
Cuando ya no hubo pueblos que subyugar, tratóse de
sustituir la disminución del elemento enclavo por medio
de una organización y una legislación formales de la
esclavitud; pues atendida la escasa subdivisión de la
propiedad territorial, los patricios romanos necesitaban
esclavos para cultivar los campos.
Hasta el Estado ocupaba gran número de siervos, así
en las obras públicas como en las minas y al servicio de
los magistrados; y en cuanto á las per.sonas ricas y á
los magnates, mantenían hordas de cinco mil, de diez
mil y hasta de veinte mil esclavos, muchos de los cuales
eran una especie de mueble de lujo en el doméstico
hogar, mientras que á sus hermanos dedicábaseles á las
labores del campo, á diversos oficios ó á empresas industriales.
En Roma vendíanse los esclavos desnudos, atadas las
manos y con un rótulo en la frente: todo el mundo examinaba á sus anchas las diversas partes del cuerpo del
infeliz; el precio se arreglaba según una tarifa que
variaba teniendo en consideración el valor material ó
intelectual de la persona puesta en venta. Bueno es
decir que este precio elevábase á veces de un modo
extraordinario.
¿Es de extrañar, por lo tanto, la actitud de los personajes que figuran en el bellísimo cuadro de H. Siemiradzki, verdadera joya artística, que ofrecemos á los
señores suscritores de EL MONDO ILUSTRADO en las páginas 52 y 53? Un opulento patricio romano visita la tienda
de un traficante en objetos raros, fijándose ,sus ojos de
inteligente en un magnífico va.eo etrusco. Ya le tiene en
la mano, inspecciónale una y otra vez, oscilando entre
el deseo de adquirirle y el precio exagerado que por él
pide el vendedor, cuando hé aquí que aparece en la
tienda otro mercader con una esclava, á la cual obliga á
desnudarse para que el patricio contemple tan voluptuosa belleza. El rápido movimiento de la infeliz demuestra
bien á las claras cómo se ha sublevado su pudor al dar
cumplimiento á la brutal exigencia de su amo.
El joven qué, apoyado en el sitial, contempla extasiado
á la linda esclava, como pesaroso de que tan preciado
tesoro vaya á parar en manos de un anticuario sin más
afectos que sus ricas colecciones de objetos raros,
creemos que intenta disputársela.
¿Quién vencerá á quién? Difícil es adivinarlo.—M.
—soCsO-^ot^-
CUENTOS DE PERRAULT.
TRADUCIDOS POR
D. J O S É COLL Y V E H Í .
CAGA-CHITAS.
Eranse un leñador y una leñadora que tenían siete
hijos, todos varones: el mayor no pasaba de diez años, y
el menor habia cumplido ya siete. Parecerá extraño que
en tan poco intervalo de tiempo hubiese tenido el leñador
tantos hijos; pero su mujer, que no se daba punto de
reposo, los echaba al mundo á pares por lo menos.
Las buenas gentes se comían los codos de hambre,
más que más teniendo que sobrellevar la no leve carga
de los siete pimpollos, ninguno de los cuales servia para
ganarfeé un pedfezb dé pan. Y 16 q\ié sól^fe tedó ftflígifc á
64
EL MUNDO ILUSTRADO.
los infelices padres era ver que el menor de la prole es- la leñadora recibieron del señor de la aldea 120 reales
taba muy enclenque, y que nunca descosía los labios. que miucho tiempo hacia les estaba debiendo, y que ya
Parecíales simpleza lo que no era sino indicio de su daban por perdidos. Esta novedad les devolvió la vida;
despejado entendimiento.
porque los pobres diablos se clareaban de hambre. Al
El muchacho era tan extremadamente chiquitín, que instante el leñador envió á su mujer á la carnicería.
al nacer no levantaba siquiera una pulgada, y por este Como hacia tanto tiempo que les ladraba el estómago,
compró tres veces más carne de la que para los
motivo le habia quedado el apodo de Caga-chiías.
Esta infeliz criatura era el borrico de la casa: sobre dos era menester. Luego que hubieron llenado bien el
sus espaldas llovían todos los palos, y la culpa del asno buche, prorumpió ía leñadora en estas sentidas exclamase la echaban á la albarda. Sin embargo, el rapaz no ciones:
dejaba de ser listo y avisado como ninguno de sus her—¡Ay tristes de nosotros! ¿Qué será de nuestros infelimanos: cerraba mucho el pico, pero en cambio aguzaba ces hijos? Con las sobras de nuestra mesa ¡qué buena
mucho los oidos.
panzada podrían darse ahora! Pero te empeñaste en abanVino un año de mala cosecha, y el hambre fué tan donarlos, y en diciendo, eso ha de ser, clavaras un clavo
espantosa, que nuestros buenos leñadores se vieron por la cabeza. Bien te lo decia yo, Colas, que habíamos
obligados á deshacerse de sus hijos. Una noche, después de arrepentimos. ¡Dios mío! ¿qué han de hacer en el
de acostados los niños, el leñador, estando de palique bosque los pobrecitos? ¡Hijos de mis entrañas! Tal vez se
con su mujer al amor de la lumbre, con el corazón an- los haya comido el lobo. ¡Oh crueldad! ' ¡Haber desamgustiado le dijo:
parado así á tus hijos! Vaya, que tienes un alma de
—Ya ves, querida mia, que es de todo punto imposible caballo.
dar de comer á nuestros hijos. (Véase el grabado de la
El leñador perdió al fin los estribos; porque ya más
página 44). No tengo alma para verlos morirse de hambre de veinte veces le habia repetido su mujer que se arreante mis propios ojos; así que he resuelto dejarlos aban- pentiría, y que ya se lo habia dicho. Juró y perjuró que
donados en el bosque. Será cosa de un momento: cuando habia de cascarle las liendres si no cerraba el picó. Y no
estén distraídos en hacer fogotes nos escaparemos sin porque el leñador no estuviese quizá más apesadumbrado
que nos vean, y santas pascuas.
que su mujer, pero le reventaba tanta parola y, como
— ¡Virgen de las Angustias! exclamó la leñadora. tantos otros quería mucho á las mujeres que tienen ra¿Y serias capaz de llevarlos tú mismo al bosque para de- zón, pero encontraba muy impertinentes y enfadosas á
las que siempre hacen gala de haberla tenido. La leñadojarlos entre las breñas sin refugio ni amparo?
De nada servia que el marido alegase su extremada ra, derramando copioso llanto, no cesaba de exclamar;
miseria; la infeliz esposa nada quería escuchar: era
— ¡Dios mío! ¿Dónde están mis hijos, mis pobres
robre, pero también era madre. Considerando no obs- hijos?
TracUicicIo del francés por
tante el agudo dolor que le causaría el ver morir de
J t S É GOLL Y V E H Í .
hambre á sus hijos ante sus propíos ojos, después de
(Coníuiuard).
dares y tomares, consintió en abandonarlos, y fué á
acostarse hecha un mar de lágrimas.
Caga-chitas se enteró de todo; porque como desde su
FRAGMENTO DE LOS CANTOS DE LOS VEDAS.
cama oyese el altercado de sus padres, se levantó callandito, y £6 escurrió debajo del banquillo de su padre para
poder escuchar sin ser visto. Volvió luego á acostarse,
N a d a es más g r a n d e que yo.
y cavilando lo que haría, no pudo cerrar los párpados en
De mí pendientes están
toda la noche. Madrugó muchísimo y se fué á la margen
los seres, como las perlas
de un arroyo; llenóse los bolsillos de chínitas blancas, y
suspendidas del collar.
de prisa y corriendo se volvió á casa. (Véase el grabado
Soy el perfume en las flores,
de la página 48). Padres é hijos emprendieron el camino,
en el sol la luz vital,
y Caga-chitas no dijo á sus hermanos una palabra de
en los labios la plegaria
cuanto había averiguado. Llegaron á un bosque tan
y en los pechos la bondad.
espeso que á diez pasos de distancia no podían verse unos
Yo soy la simiente eterna
á otros. El leñador se puso á cortar leña, y sus hijos á rey quien vida ú todo de,
-,
coger chamarasca para hacer fogotes. El padre y la
principio y fln de las cosas
y espíritu universal.
madre, viendo á la chiquillería muy ocupada en trabajar,
fueron desviándose insensiblemente y, de repente se esEntre todas las especies
cabulleron por una torcida senda. Los niños lo mismo fué
soy u n a especie sin par,
entre los cuatro elementos
verse solos que ponerse á gritar y á llorar con toda su
el fuego ardiente y voraz,
fuerza.
entre los astros radiantes
Caga-chitas dejó que gritasen; pero ya sabía él por
el eterno luminar,
dónde tenían que volver á casa, porque al dirigirse hacia
entre los montes el cano
Himalaya colosal,
el bosque habia dejado caer á lo largo del camino las
entre las sierpes aquella
chínitas blancas que de intento llevaba en los bolsillos.
que enroscada al mundo está,
Y por esta razón les dijo:
entre los rios el Ganges,
—Nada temáis, hermanítos; mí padre y mí madre nos
entre las aguas el mar,
y entre todas las p a l a b r a s
han dejado aquí, pero yo os volveré á casa. Seguidme.
la divina, la verdad.
Siguiéronle uno tras otro, y los guió hasta su casa por
JOSÉ VELARDE
el mismo camino por donde habían venido. Al principio,
Sevilla, 18«.
no atreviéndose á entrar, se quedaron pegados á la
-cft-eXX»puerta para escuchar lo que su padre y su madre decían.
Al momento de haber llegado á su casa el leñador y
Reservados todos los derechos de propiedad artística y literaria. —Queda hecho el depósito que marca la ley.
E. PARASYN, PIliTC
A.DAL-ISE,
i PIGAHO
G-AT'
GRABÓ,
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