infancia y lectura en la educación franquista

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Reflexiones y Experiencias en Educación
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CEP de Villamartín. ISSN: 1989-9564
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INFANCIA Y LECTURA EN LA EDUCACIÓN
FRANQUISTA
José Claudio Narganes Robas
Temática: Historia, Cultura, Educación.
Etapa: Todas.
A Isabel Oñate en el año de su jubilación.
Resumen:
En la amalgama de sensaciones y recuerdos que colorean estos días últimos de los maestros y
maestras que se jubilan este año se encuentra su infancia. En la década de los 50 la “prueba de
ingreso” decide su futuro, estudio compartido con juegos, salidas al campo, partidos de fútbol,
cromos, lectura de tebeos y cuentos; y en la escuela con El Quijote, las Enciclopedias Álvarez, el
Catecismo y variados libros patrióticos. Se acompañan estas reflexiones con la vida misma: el
hambre, la música, el cine, la carencia de electrodomésticos, el mes de María, los zapatos Gorila, el
tinte Iberia, el DDT, el pan con chocolate y el canto de los grillos en los atardeceres de verano.
Palabras clave:
Nacional catolicismo, pan negro, “catones, cartillas y enciclopedias”, autarquía,
adoctrinamiento, “con flores a María”.
Registro: 2011/D05. Publicado: 15/02/2011
AUTORÍA
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1.- SOCIEDAD.
En este año de 2011 se jubila otra generación de maestros con 60 años o más de edad y
algunos de ellos con cuatro décadas de servicio en la Administración. Casi todos se marchan con la
percepción de que el tiempo ha pasado demasiado rápido, quedando numerosas cosas por hacer y un
buen número de ellos desgastados, incrédulos y disconformes con la situación educativa actual y
con la impresión de que estos últimos años han sido plomizos, densos, pesados y realmente duros.
Unos, otros y algunos más que nos quedamos hemos conformado una generación conocedora de
profundos cambios políticos, vigorosos movimientos sociales que han modificado las familias i y
diferencias sustanciales en las costumbres ciudadanas y la educaciónii.
En la hora de los recuerdos se hacen presentes los más lejanos, los de nuestra infancia;
tiempos felices y de gozo de los que no conocen, no deciden, son protegidos y les queda una larga
vida por vivir, miles de sensaciones para vibrar y múltiples experiencias para sentir. Ahora, después
de una larga y extensa vida laboral, nos invaden el calor y el color de aquellos últimos versos iii que
Antonio Machado, en su exilio en Colliure (Francia), poco antes de morir, evoca como “Estos días
azules y este sol de la infancia”.
La infancia es siempre tiempo claro y lleno de esperanza; así lo es también para nosotros,
nacidos en los primeros años de la década de los cincuenta; a pesar de vivir con la tristeza de una
sociedad que aún llora la pérdida traumática de parte de la población a causa de la guerra iv y mastica
el miedo de sus consecuencias. Años en los que la población española empieza a salir lentamente
del hambre y miseria de la década anterior, en los que se percibe un clima post-bélico donde, aún,
resuenan las últimas acciones de los “maquis”, refugiados en zonas rurales y de montaña, y se
aprecian las consecuencias del modelo autárquico económico impuesto por una gestión directa del
Estado contrapuesta a la creciente expansión del resto del mundo. Autarquíav que afecta, también, a
niños y jóvenes, no sólo en la economía sino también en aspectos políticos, intelectuales,
ideológicos y culturales.
Carr, R. (2009:613), en su texto “España 1808-2008”, describe la situación de los años 40 y
primeros años 50 como: “de intenso sufrimiento para la mayor parte del pueblo español: el «largo
invierno» de las colas para obtener alimentos, las ropas remendadas, de estilográficas a plazos, de
cepillos dentales reacondicionados. La dieta inadecuada hizo de la tuberculosis un azote; la
miseria convirtió la prostitución en una profesión respetable; en un intento de desalentar a los
mendigos la policía multaba a quien pedía limosna. Aún en la España rural, cuyas condiciones
eran mejores que las de las ciudades, sufrían terriblemente; la gente come todo lo que logra
encontrar: cardos, hierbajos...”
En las familias, aún, se habla en voz baja de bombas, de la injusticia y la injusticia de los
familiares muertos, de las dificultades para llegar a fin de mes y la escasez de comida. El pan
constituye un elemento fundamentalvi en la alimentación así como la leche de las vaquerías
cercanas, siempre bajo la sospecha del agua añadida, que es necesario cocer y vigilar “para que no
se vaya”. Se come poca carne y menos pescado, muchas legumbres y abundante bacalao, dulce de
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membrillo y pan con chocolatevii o aceite y azúcar. Poder contar con alimentos es un gran lujo para
una sociedad que pasa hambre y calamidades, donde nada sobra del plato, nada se tira y la comida
se considera al unísono fruto del trabajo y de “la gracia divina”, nunca gratuita y que cuesta mucho
esfuerzo ganar. En los hogares se compra y cocina diariamente productos del tiempo viii,
convirtiéndose las calles al medio día, al salir de la escuela, en una sinfonía de olores y sabores que
te transportan en volandas a casa.
Tanto ahora como entonces el sol brilla cada día, aunque sea por las rendijas de puerta y
ventanas, creando nuevos escenarios y enriqueciendo los colores, que surgen más vivos y brillantes.
Aunque los años tienen doce meses no empiezan en enero y terminan en diciembre, sino que el
inicio de unos y otros los marcan las vacaciones y el principio de los cursos llega tras un espacio
libre y eterno, donde, con más fuerza si cabe, la infancia se convierte en nuestra única patria, como
dice el autor de “El Principito”.
Aún permanecen en el recuerdo la matanza de pollos y gallos en el domicilio, con el
desplumado de los mismos en agua caliente, o de la caza que llega a casa, sin duda, manjares más
gratos que el asado de boniatos, que sigue existiendo. El papel de estraza cumple una importante
función, fundamentalmente proviene de la tienda de ultramarinos en la que envuelven alimentos
como la carne, embutidos, pescados como las sardinas o las frutas; utilizándose de forma secundaria
para las cuentas de los tenderos, encender el fuego, envolver bocadillos y otros múltiples
menesteres.
Atrás va quedando la miseria de los años 40, época de
las tortillas sin huevos, en la que el café se sustituye por la
malta, el aceite de oliva puro por el de girasol, la mantequilla
por la margarina y el azúcar por la sacarina. El pan, en su
mayoría, se hace sin harina de trigo pasando del negro al
amarillo. Lujo es tener un hueso de jamón para usarlo y
volverlo a usar en caldos sucesivos. Arasa, D. (2008:87) cita
en su libro “Historias curiosas del franquismo” la presencia
de comidas en las ensoñaciones oníricas y musicales de la
población: “Ahí estaba el «cocidito madrileño», de Pepe
Blanco, «La gallina Papanatas» (otros la llamaban
Turuleta), capaz de poner muchos huevos cada día, o lo de
échale guindas al pavo, que yo le echaré a la pava azúcar,
canela y clavo. O aún más «tengo una vaca lechera, no es
una vaca cualquiera, me da leche merengada. ¡Ay, que vaca
tan salada! ¡Tolón! ¡Tolón!».
(fig. 1)
El hambre es un tema recurrente en la cultura de la época, siendo un tema que se presenta en
películas, cines de barrio y tebeos, que son los entretenimientos previos a la llegada de la televisión.
En el lenguaje del pueblo abundan expresiones de los tebeos “pasa más hambre que Carpanta”
(fig. 1), “cuenta más batallitas que el abuelo Cebolleta”, “sois más traviesos que Zipi y Zape”,
“listos tan locos como Carioco”, etc.
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El “estraperlo”ix, que ha propiciado anteriormente grandes fortunas, prácticamente
desaparece y se sale poco a poco de la beneficencia que aporta el Auxilio Social en la década
anterior. En el año 1952 finaliza el racionamiento de alimentos y se inician relaciones con Estados
Unidos para establecer bases militares en territorio español.
Son momentos en los que se empieza a salir del túnel, pero sólo eso. Los avances son lentos
y hay que conocer muchas cosas para llegar al grado de bienestar en el que nos encontramos.
Recorrer ese camino sólo es para los iniciados, para los que, tal y como expresa Pesquera, J.G.
(2010:5) en “Flores a María y otras hierbas”: “hemos conocido el tabaco picado, las sardinas
arenques, los sanatorios antituberculosos, el tren de vapor, el brasero y la cocina de carbón en las
casas, los mocos colgando, la lamparilla y el quinqué, la leche de las vacas recién ordeñadas, los
curas con sotana y coronilla, el velo, el aceite de ricino, el luto, las zapatillas de esparto, segar a
hoz, las casas sin agua corriente, los bueyes, la poliomielitis haciendo estragos, la viruela, el pan
negro, los tortazos y el «a las diez en casa». Y hemos asistido a la llegada, o a la generalización,
que es casi lo mismo, del teléfono, la televisión, el frigorífico, el butano, el tractor, el coche, el
avión, los trasplantes, el colchón «Flex», las lentillas, la píldora, las dietas de adelgazamiento, el
ordenador, la lavadora, las pensiones dignas, el rock, el agua caliente, el bikini, el móvil y el cedé”.
La estructura familiar es jerárquica, con supeditación de la mujer al varón x y de los hijos a
los padres, modelo intencionalmente avalado por los medios de comunicación y la conciencia
social. La “Sección Femenina”, liderada por Pilar Primo de Rivera, propaga insistentemente estas
ideas enseñando a las mujeres a comportarse, supeditándose al hombre, sin derechos, sin opiniones,
sólo sumisión. Las leyes contribuyen igualmente a potenciar este modelo social, castigándose el
adulterio por el Código Penalxi, fortaleciendo más un régimen destinado a formar al caballero
español, cristiano y a la mujer como perfecta ama de casa, recatada, hacendosa, complaciente y
hogareñaxii.
En materia religiosa se sigue respetando la Semana Santa, período en el que cierran las salas
de baile, bares, billares y cualquier centro dedicado a la diversión, abriéndose sólo los cines en los
que se proyectan películas bíblicas, como “La túnica Sagrada”, “Ben-Hur” o “Los Diez
Mandamientos”; eso sí, con la propaganda del régimen
a través del NODOxiii (fig. 2). Esta rigidez religiosa se
completa con la ausencia de libertad para opinar y la
censura en la publicación de textos a cargo del
Ministerio de Información y Turismo, que poco a poco
va confrontando con las ideas, forma de vida y
costumbres que entran en España por medio de las
relaciones con el exterior que empiezan a manifestarse
de forma natural, bien a través de turismo con la llegada
de muchos europeos que intentan buscar bienestar o por
la música moderna que aportan las bases militares
norteamericanas instaladas en España (1953)xiv.
(fig. 2)
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2.- EN LA ESCUELA.
Los maestros que nos jubilamos este año, o no, formamos parte, consecuente con nuestra
profesión, de círculos ingrávidos que son desplazados por la vorágine de la educación hacia
permanentes cambios que nos obligan, no solamente, a reformulaciones pedagógicas sino a otras
que afectan a principios asumidos por la sociedad hace sesenta años. Lejos queda ya de aquella
opción, por supuesto no personal, ya que casi todo lo deciden los padres, de adherirnos al estudio
como trabajo durante muchos años; alejándonos de las ocupaciones manuales con el consiguiente
estatus de privilegio, muy marcado en aquellos tiempos, y de sana envidia social; experiencia
intelectual que nos permite comprobar, poco a poco de forma crítica, la presencia de una España
rota, deteriorada, doctrinaria, rígida en moral, autárquica y decorada, tanto en el cine como fuera de
él, con cartón piedra.
Aunque los primeros momentos de la dictadura franquista son nefastos para la educación no
puede negarse la existencia de una fuerte expansión y continuidad si se considera todo el período.
Un problema existente, y que tarda en solucionarse, es la total escolarización de los hijos de los
obreros, particularmente los agrarios, así como su acceso a las enseñanzas secundaria y superior;
cuestión resuelta para los hijos de la burguesía y de las clases medias que se encuentran
escolarizados desde el comienzo del siglo XIX. En el ámbito del Bachillerato Luis Gómez, A.
(1985:193) expresa en su texto “La geografía del bachillerato español” que “entre los años 1950 y
1970 asistimos a una auténtica explosión de la demanda, concentrada además en los centros
urbanos, puesto que el número de matriculados pasó de 221.809 a 1.514.700 de alumnos. El
volumen de estudiantes se había sextuplicado, con todos los problemas que esto conlleva en cuanto
a la creación de nuevos centros, dotación de profesorado, etc., si bien pueden distinguirse muy
distinto ritmo de crecimiento durante la década de los años 50. La tasa de alumnos de bachillerato
por 100.000 habitantes pasó de 780 en el año 1950 a 1500 en 1960, alcanzando, los 1840 en el año
1970 según el informe Foessa…el Estado tenía que hacer frente a esta enorme demanda,
dedicando una parte muy pequeña de sus presupuestos generales al Ministerio de Educación en
comparación con otros países, lo que permitió un anárquico crecimiento de la iniciativa privada”.
La pobreza de España, de forma alguna, permite aumentar la asignación económica
destinada a educación, estimando Carabaña que en 1955, según Espina, A. (2007:192): “no se han
recuperado los niveles alcanzados antes de la guerra civil en la mayor parte de los indicadores
económicos y sociales, siendo forzoso reconocer que existe un menor papel en la intervención del
estado que en la sociedad civil, no existiendo inversiones públicas antes y sí un aumento de la renta
per cápita, por lo que la expansión del sistema de enseñanza pudo basarse en el gasto privado”.
Son los padres los que, en definitiva y en función de su interés, número de hijos y
presupuesto, deciden la elección de estudiante o no para sus vástagos, a sabiendas que esta decisión
supone un importante coste económico para el futuro y una sustracción de mano de obra en caso de
negocios o dedicaciones agrario-ganaderas. Se trata de un primer paso, que se asume con grandes
sacrificios y a largo plazo, puesto que le siguen otros como la compra de libros, viajes, materiales y
la ausencia del estudiante en los trabajos familiares; y también de una postura generosa de unos
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padres altruistas que permite conformar una generación de “Maestros y Maestras Nacionales”, tal
que así se denomina el título otorgado, tras cursar una corta escolaridad primaria, acceder al
“Bachillerato Elemental” en algunos casos, también al “Superior” en otrosxv y cursar la carrera en
la correspondiente “Escuela Normal”, habitualmente ubicada en la capital de la provincia.
Para iniciar el camino reseñado con anterioridad se requiere superar la “prueba de ingreso”,
tipificada dentro de los estudios establecidos en la “Ley de Enseñanza Primaria de 1945”, paso que
constituye un elemento importante en la vida de los alumnos y de las familias, marcando un antes y
un después cultural y laboral; y que como último fin pretende buscar un futuro para el alumno
instalado dentro de las clases medias tras obtener una titulación cuasi-universitaria xvi,
reconocimiento de gran importancia en la época tanto por el prestigio social como por la segura
ocupación laboral en puestos decisorios y bien retribuidos.
“La Ley de Enseñanza Primaria de 17 de julio 1945” (BOE de 18 de julio) se desarrolla con
escasos medios, utilizando muchos de los edificios escolares construidos en la República, o incluso
anteriores, normalmente en condiciones deficientes cuando no en ruina. Lo usual es que los
Ayuntamientos, conocedores de los edificios de su localidad, ofrezcan casas en condiciones
precarias en las que se imparte una deficiente educación, no lucrativa, carente de niveles, y que
agrupa de forma separada a niños y niñas. Estas clases están a cargo de maestros y maestras con
escasa cualificación, que tienen poco sueldo y que desarrollan su trabajo de forma dura y severa.
Sánchez-Redondo Morcillo, C. (2004:29) expresa en “Leer en las escuelas durante el
franquismo” que “la mayoría de escuelas eran unitarias, incluso en las capitales de provincia xvii,
que estaban divididas en distritos escolares y por supuesto, separadas las de niños, a cargo de
maestros varones, y las de niñas, a cargo de maestras; lo cual suponía atender a un número
importante de alumnos de todos los niveles en un mismo aula, los maestros ganaban muy poco y
tenían que trabajar en pésimas condiciones laborales. Los alumnos dejaban la escuela muy pronto
para ponerse a trabajar, a ayudar a su padre, y el absentismo en épocas de recolección era general
para los alumnos mayores…Diferente era la situación de las escuelas privadas, la mayoría de
aquella época presididas por congregaciones religiosas; el Estado no participaba en sus gastos
sino que éstos corrían enteramente a cargo de los padres de alumnos de estos colegios. Por tanto,
familias de buena posición económica, de clases media y media-alta, generalmente conservadoras,
católicas y seguidoras del régimen de Franco. Estos centros hicieron un gran servicio al Estado
puesto que le eximían de los cuantiosos gastos que supondrían las construcciones escolares
públicas, y el sueldo de maestros estatales; gastos que la penuria económica del país no permitía al
estado. Por supuesto estos centros privados tenían adecuados edificios escolares en las ciudades y
pueblos grandes (las localidades pequeñas no eran rentables por la escasa población estudiantil).
Ofrecían y exigían una amplia educación católica y en valores tradicionales y la educación dada
estaba controlada generosamente por la Iglesia. Los maestros, que no necesariamente tienen el
título, eran nombrados por quien rigiera el centro; todo ello hizo que hubiera gran diferencia entre
colegios públicos, para la gran mayoría del pueblo español pobre y colegios privados, para unos
pocos alumnos que seguramente continuarían estudiando después de la primaria. En la mente de la
población española se estableció la idea de que los buenos colegios eran los privados; idea que ha
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persistido hasta hace poco en la mayoría de la población, y que sigue persistiendo en la mente de
algunas clases sociales”.
Escribir con pluma, saber resolver con solvencia las cuatro operaciones con “prueba del
nueve” en el caso de la división, escribir correctamente, con buena caligrafía, sin tachones, sin
faltas de ortografía y pasar con suficiencia por delante de un tribunal para confirmar un sinfín de
conocimientos generales de Historia, Geografía, Gramática, etc. conforman los contenidos de la
denominada “prueba de ingreso”, que no es tarea fácil para chicos y chicas que se enfrentan a ella a
la prematura edad de diez años de los de entonces.
Pulcrosxviii, con corbata de goma,
con pluma, lápices afilados, gomas y con
un plumierxix (fig. 3) recién estrenado nos
acercamos al Instituto sin saber que en ese
momento nos jugamos parte de nuestro
futuro de vida y profesional. Superar la
“prueba de ingreso al Bachillerato
Elemental”xx supone haber realizado una
buena preparación previa que requiere
indudablemente mucho trabajo y esfuerzo.
(fig. 3)
Muchas jornadas escolares leyendo en “El
Quijote”xxi (fig. 4), miles de cuentas de sumar, restar,
multiplicar y dividir, multitud de dictados con las
palabras más rebuscadas, miles de copias, mucha
ortografía, canciones permanentesxxii de las tablas de
multiplicar, de los ríos de España, de los Reyes Godos,
de episodios de la Historia Sagradaxxiii, de los Reyes
Católicos, cantinelas de los cabos y golfos de España,
recreaciones en episodios históricos significativos:
Viriato, Don Rodrigo, Agustina de Aragón, etc.
Carmen Aranda en su libro “Flores entre
escombros” (2008:37) relata algunos episodios de
aquella escuela odiada por algunos que la sufren y
añorada por los que no tienen oportunidad de acceder a
ella: “me escondía bajo enraizadas ventanas y oía
cómo los profesores explicaban a los niños las
lecciones. Según cantaban ellos las letras, uniendo las
palabras o la tabla de multiplicar, yo lo hacía con ellos,
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(fig. 4)
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luego volvía corriendo al bulevar, alquilaba un tebeo a don Mariano y unía las letras cantando «la
m con la a, ma», la «p con la a, pa». O la tabla de multiplicar: «2×2 son 4», «2×3 son 6», «2×4
son 8». ¡Qué sonido más bonito, creo que nunca lo voy a olvidar! ¡Qué envidia sentía al escuchar
entonar las canciones! En las escuelas se estudiaba bajo la mirada atenta de la triada: un
crucifijo, la imagen de Franco y otra de José Antonio Primo de Rivera, que colgaba de las paredes
como símbolo de que el nacionalismo se había convertido en la base ideológica de la educación
franquista”.
Un recuerdo especial merecen aquellas hojas de cuentas interminables (fig. 5) escondidas
dentro de los “Cuadernos Rubio”, empresa familiar fundada en 1956, que el maestro manda por
páginas enteras y que hoy vemos útiles, pero en su momento fueron un suplicio para los niños que
ansiábamos más tiempo para jugar en las callesxxiv, pasear o leer tebeos. Igualmente penosos son los
recuerdos de los cuadernos de caligrafíaxxv (fig. 6) o las muestras.
(fig. 5)
(fig. 6)
Las actividades desarrolladas en la clase tienen sus ritos y liturgias, siendo usual la lectura
colectiva y rotativaxxvi con el correspondiente castigo para el que pierda el ritmo, cuestión que se
torna imposible cuando toman la palabra los aventajados de la clase en velocidad lectora, preguntar
sobre lo leído, dictados y corrección de faltas ortográficas. A pesar de todo, siempre momentos
felices y sin preocupaciones importantes en los que se dibujan en nuestras mentes las aventuras de
“Alonso Quijano”, “Sancho”, “El barbero Maese Pérez”, “El Mago Festón” que todo lo trastoca,
“Dorotea” transformada en princesa “Micomicona”, “El caballero de la Media Luna”,
“Pentapolín el del armado brazo”, etc. Quedan presentes en el recuerdo la batalla contra los
molinos, los dudosos efectos del bálsamo de fierabrás o la existencia de la prometida ínsula de
Baratalia.
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A partir de mediados del siglo XIX existe gran interés por acercar las obras clásicas a la
lectura de los niños en las escuelas, aunque se materializa en los inicios del siglo XX. Una de estas
obras es “El Quijote”, cuya lectura se impone como lectura diaria por el “Decreto de 6 marzo de
1920” (Colección legislativa de instrucción pública 1900-1935). Esta obligatoriedad incrementa las
edicionesxxvii de la obra de Miguel de Cervantes, que con frecuencia adquieren una intención
pedagógica proponiendo actividades dirigidas a la mejora del vocabulario, gramática y ortografía,
etc. Alfaro Torres, P. y Sánchez García, S. en Cano Vela, C. y Pastor Comín, J.J. (2006:19), citando
a Tiana Ferrer, A. (2004:217) especifican que la lectura de la mencionada obra sirve como apoyo
para desarrollar otros conocimientos: “educar deleitando, siguiendo el camino del ejemplo e
incluyendo observaciones, advertencias, avisos y consejos saludables para quienes se inician en la
vida, centrándose, por tanto, en el desarrollo de temas de ética y moral”.
La disciplina en las escuelas es rigurosa, nadie se atreve a desatender al maestro cuando
explica, no se duda leer o escribir en los cuadernos cuando se le manda, imposible no contestar, se
sale a la pizarra de forma diligente, no se habla ni se mueve uno de la silla; puesto que toda
incorrección u omisión tiene su castigo con mano, regla o varaxxviii.
Los dictados constituyen un elemento fundamental en la escuela que se encuentra ligado, de
forma inherente, a la caligrafía, ortografía y gramática. Existe un refuerzo permanente de las reglas
ortográficas (m antes de p, la b y la v), aprendidas memorísticamente y de forma reiterativa que
posteriormente tienen su práctica y evaluación en el dictado de frases crípticas como “El aya se
encuentra debajo del haya”, “Ahí hay un hombre que dice ¡ay!” o “un hidropexo es un enfermo de
hidropexia”. Importante es también la colocación de las tildes con el soniquete de palabras
esdrújulas convertidas en llanas o agudas y todas las combinaciones posibles. El maestro hace
explicar el significado de “sábana” o “sabana”; de “cántara”, “cantara” o “cantará”, “camino”
o “caminó” o “cítara”, “citara” o “citará”. Después de corregir las faltas el maestro manda
innumerables copias con la finalidad de reafirmar el aprendizaje.
La gramáticaxxix (fig. 7) de aquel momento
trata de identificar la función de las palabras dentro
de la oración, recreándose en la identificación de
nombres, pronombres, preposiciones, conjunciones y
naturalmente verbos que necesariamente hay que
conjugar. Es imposible entender la gramática para
niños de aquella edad, ni siquiera para aquel escaso
10% ó 15% de la población infantil que asumen estas
tareas con ahínco para superar el acceso al
Bachillerato. Como los conocimientos históricos o
geográficos también la gramática se adapta a lo que
las potencialidades de los alumnos pueden abarcar en
función de su desarrollo intelectual y cognitivo.
(fig. 7)
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Puente Samaniego, Pilar (2000:320) en Senabre, R. expresa esta cuestión de la siguiente
manera: “todo ello nos lleva a plantearnos cuál es la edad óptima; cuándo el sujeto tiene
capacidad y maduración suficiente para acceder al estudio de la gramática de su lengua; y cómo
aminorar la actitud generalizada en los escolares al rechazo sicológico hacia ella. Para adecuar la
gramática a las mentes infantiles, desde mediados de la década de los 50, surgieron dos modos de
solucionar este problema: a) Transformar la gramática a la capacidad intelectiva del niño, b)
Posponer los estudios gramaticales hasta que el niño no haya entrado en una fase madura activa
(12-13 años)”.
Lógicamente en la educación de la época, dogmática, carente de metodología, ausente de
cualquier tipo de evaluación, etc., se opta por la primera de las visiones, no renunciado a ella, sino
adaptándola: “…se prefiere transformar y transportar por método indirecto. Para esto se buscan
conexiones entre el conocimiento más o menos espontáneo del niño con forma intuitiva y con la
unidad lingüística. Introduce una serie de símbolos que al combinar la forma y el color favorece la
comprensión de la relación entre las especies y las categorías gramaticales”.
El tramo educativo de primaria comprende entre los seis a los doce años y se imparte con
carácter nacional, eclesiástico, de patronato y privado, circunstancia que genera diferentes tipos de
escuelas; pero que participan de connotaciones comunes de carácter confesional, social, intelectual,
físico, profesional, lengua única en el Estado, obligatoriedad, gratuidad y separación de sexos.
A la llegada a la escuela se comienza a leer en la primera cartilla, avanzando posteriormente
en libros de lectura, matemáticas, catecismo, etc. Las cartillas apenas tienen dibujos y se
fundamentan en el método silábico inductivo, formando palabras a partir de vocales y sílabas que se
combinan sin sentido: ma, me, mi, que permiten la construcción
posterior de frases del tipo “mi mamá me ama” (fig. 8), siendo
frecuente en las clases escuchar el soniquete del profesor: La
“p” con la “a”, pa, la “t” con la “o”, to. Pa-to. En estas tareas
de enseñar a leer colabora la familia y las cartillas son un
poderoso instrumento de trabajo extraescolar, gestionado
principalmente por las madres que repiten incesantemente la
cantinela escolar “la m con la a, ma”, conocedoras de que
aprender a leer supone un avance social dentro de la familia y la
sociedad. Dominar la “leyenda y escribanía” y las “cuatro
operaciones” constituye un pasaporte para caminar por un
mundo nuevo para los hijos de aquella generación, que
considera que estos aprendizajes garantizan el principio de otras
facetas intelectuales que van a impedir que repitan la “mala
vida” que tienen muchos de ellos.
(fig. 8)
Este pensamiento es consecuente con la propia evolución histórica del analfabetismo en
España, inherente a las clases humildes y un elemento fundamental en la lucha del proletariado que
durante el siglo XIX intenta mejorar la situación de obreros y campesinado mediante la educación,
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incluyendo el acceso a la alfabetización, primariaxxx y secundaria. Sánchez-Redondo Morcillo, C.
(2004:102) cita a Escolar, H. (1996:89), que expone esta situación caótica de forma irónica: “Al
iniciarse el siglo XX el público lector era tan escaso que alguien dijo que los libros de más éxito
era el libro de misa para las mujeres y el librillo de papel de fumar para los hombres. La escasez
de lectores es fácilmente explicable si tenemos en cuenta que no eran propicias para el desarrollo
de la lectura ni la renta ni la educación. La economía, para la mayoría de la población, era de
pura subsistencia... en segundo lugar, escasamente acudían a la escuela primaria la mitad de los
niños en edad escolar y sólo sabían leer unos 6 millones de habitantes, la tercera parte de la
población total”.
No existe término medio en la evaluación de este primer aprendizaje lector; bien se “ha
pasado la cartilla”, indicativo de que se sabe leer o “no se ha pasado”, circunstancia que indica
que no se sabe leer. La evolución del alumno es medida por la página de la cartilla en la que se
encuentra. Una evaluación simple sitúa a los alumnos en “las vocales”, “el tomate”, “la
chimenea” o “el yate”, motivo que se corresponde con los dibujos de la página. Mientras se está en
estas tareas de aprender a leer, o un poco después, en todo caso a los siete años, se hace la primera
comuniónxxxi, normalmente de marinero o almirante, con galones incluidos, los niños; con vestido
blanco y largo las niñas y todos con misal y rosario de nácar. Otros libros de lectura xxxii utilizados
son “El Catón”, de la editorial Calleja, basado en un sistema iconográfico utilizado desde los años
treinta con el lema de “ Instruir deleitando”, o “El parvulito”.
Después el libro por excelencia es la “Enciclopedia Álvarez”xxxiii, de primer, segundo y tercer
grado, utilizada en la enseñanza primaria de ocho millones de niños españoles, de 1954 a 1966. Las
materias contenidas van desde Historia Sagrada (fig. 9), a Ciencias de la Naturaleza, pasando por
los Evangelios, Lengua Española, Aritmética, Geometría, Geografía e Historia de España. Además
incluye partes dedicadas a formación político-social para
niños, lecciones conmemorativas, formación familiar y
social, formación política para niñas y conmemoraciones
escolaresxxxiv.
La lectura escolar se desarrolla en las aulas, en
horario de mañana y tarde, en pupitres, con mesas unidas y
asientos para dos o más personas, con los tinteros
incorporados y su correspondiente palillero para insertar la
pluma metálica con la que se escribe en ausencia de
bolígrafos, que son inexistentes todavía. Son frecuentes
manchas de tinta en el suelo, mesas, cuadernos, ropa..., que
quedan desterradas con la llegada del bolígrafo. Un
instrumento ya perdido y que tiene vigencia en aquellos
momentos es el “secante”, que sirve para no llevar más la
progresiva acción de la tinta desatada, pero que no evita la
presencia de un “manchón seco”.
(Fig. 9)
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Esto es un gran problema en una escuela en que se mira de forma atenta la limpieza, tanto en
el aseo personal como en el trabajo diario, siendo frecuente la repetición de tareas hasta que quedan
completamente pulcras y carentes de manchas. “Pasar a limpio” es una tarea frecuente al terminar
cualquier actividad y ese trabajo realizado día a día da como resultado unos cuadernos limpios,
inmaculados, legibles y con una perfecta caligrafía.
Las clases son diferentes en función de que se impartan en escuelas públicas o privadas, y en
el primero de los casos, si se ubican en la ciudad o zonas rurales. En los colegios privados
prácticamente la totalidad de alumnos y alumnas acceden a la prueba de ingreso y continúan sus
estudios de Bachillerato en aulas ordenadas, con suficiente material, con uniforme de cuello blanco,
con religiosos como profesores y dentro de un modelo no gratuito. Por otra parte, en las escuelas
públicas el maestro prepara de una forma especial a aquellos alumnos que acceden a la “prueba de
ingreso”, no muchos, continuando con los demás hasta los doce años.
Papel fundamental juegan en aquella época los seminariosxxxv llenos de niños y jóvenes
supuestamente vocacionales, que sirven para formar a hijos de clases humildes de forma gratuita.
Modesto es, generalmente, el alumnado que accede a las escuelas públicas, siendo normal en las
familias que se lo pueden permitir enviar a sus hijos internos a la ciudad a colegios religiosos. En
una España pobre es frecuente tomar la leche en polvo que los americanos envían a las escuelas,
que es repartida por los niños mayores, una vez calentada el agua y disuelta, bajo la supervisión de
la maestra, en el vaso para la leche que llevan de casa.
Muchos de estos niños, sobre todo en las zonas rurales,
alternan su presencia en la escuela con el trabajo en el campo u
otros negocios de los padres por lo que con frecuencia su
abandono es prematuro, siendo en el caso de las niñas
justificado por la ayuda en casa o el cuidado de los hermanos
pequeños, dentro de una estructura de familias numerosas. Por
una u otra causa el absentismo xxxvi es abundante, bien por la
realización de ocupaciones laborales o familiares, ausencias
deliberadas, novillos, falta de motivación hacia el estudio y
también por miedo a los maestros.
Las escuelas públicas tienen horario de mañana y tarde
y los sábados, y aunque progresivamente se deja de cantar
“cara al sol” se mantienen símbolos políticos y costumbres
religiosas como rezar al empezar la clase o el rosario las tardes
de los sábados, o celebrar novenas en mayo a la Virgen. Una
vez que se aprende a leer, se pasa a estudiar, normalmente en
las enciclopedias, libros gordos de tapas duras que compendian
todo el saber necesario a los alumnos para andar por la vida.
Entre éstas, tal y como se alude anteriormente, tiene gran éxito
la “Enciclopedia Álvarez” (fig. 10).
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(fig. 10)
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3.- LA DOCENCIA.
Los maestros mantienen el orden y la autoridad a través de los castigos y de la impronta que
le otorga la sociedad, siendo en gran parte maestros nuevos xxxvii y el resto supervivientes a las
depuraciones de los profesionales de la docencia que ha llevado el gobierno franquista. Estos
docentes depurados, exiliados o apartados del servicio han tenido un importante papel en la
Segunda República, tanto en lo que concierne a su advenimiento como trayectoria posterior, puesto
que muchos intelectuales y profesores de todos los niveles hacen de la educación uno de los ejes
fundamentales de su actuación, entendiendo que el progreso social es cuestión de educación, que
éste se asienta en las actuaciones del profesorado en general y el Magisterio en particular, a través
de las escuelasxxxviii.
Uno de los objetivos, desde el inicio de la guerra, de la política franquista es demoler las
instituciones republicanas y en especial la enseñanza. La “Junta de Defensa Nacional” y la
“Comisión de Cultura y Enseñanza de la Junta Técnica del Estado” establecen como objetivos
anular las reformas educativas impulsadas por los gobiernos de la Repúblicaxxxix.
Las escuelas públicas se quedan con maestros con escasa cualificación y pocos recursos,
debido a la pobreza a la que lleva la Guerra Civil y por la poca atención que presta el gobierno a la
educación pública, proliferando colegios de órdenes religiosas. Son frías, con bancos, sillas, mapas
y poco másxl; con ratios elevadas, sin existencia de métodos pedagógicos. “La letra con sangre
entra” es lo más cotidiano, maestros con sueldos casi de miseria (“pasas más hambre que un
maestro de escuela”). Son severas, rutinarias, tediosas, con maestros dados en exceso a los castigos,
con lecturas insufribles para niños de escasa edad, carentes de comunicación, individualistas y muy
frías. Rafael Alberti en “El ángel de los números”xli (1902), poesía escrita en su Puerto de Santa
María, manifiesta ese carácter amortajado, aspecto cansino y sentido decadente de una educación
carente de alegría y ausente de creatividad. Más explicito Antonio Machado en “Recuerdo infantil”
(«Soledades», 1903)xlii pone de manifiesto la penosa situación de la educación en el período anterior
a la Segunda República, expresando una débil presencia del Estado en la cuestión educativa que
cede a favor de la Iglesia Católica en la enseñanza, sobre todo en los niveles primarios, claramente
discriminatoria por sí misma y por la barrera que supone para acceder a la secundaria y estudios
universitarios.
El maestro no solamente representa una autoridad de carácter pedagógico, sino que
socialmente practica su autoridad; esperándose conformismo, sumisión y acatamiento a las
decisiones que toma. Constituye un referente social para los padres de los alumnos, conformando un
elemento destacado en una sociedad autoritaria, patriarcal y enormemente asimétrica en lo que se
refiere a injusticias, desigualdades, machismo, reparto injusto del trabajo, subordinación de la
mujer, desconsideración de lo desconocido, virulento rechazo de la democracia, de los liberales, de
los masones, de los comunistas, etc. Todo lo que concierne a la educación, las escuelas y los
maestros es consonante con una interpretación católica en una vida terrenal de tránsito hacia otra
mejor y más plena; en el más allá, al lado de Dios.
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La escuela, al igual que otras facetas de la vida, es doctrinaria, potenciando un
nacionalsindicalismo maniqueo, xenófobo con lo extranjero, ultraconservador en costumbres y usos
sociales, ultra católico y con tintes de fascismo manifestado en sueños imperiales que se plasman en
consignas como “España unidad de destino en lo universal” y “España bendición de Dios” y el
lema “Una, grande y libre” (fig. 11). Las clases de la mañana se inician con formaciones de
carácter militar, en el patio de recreo o en la puerta de la escuela, con cantos del himno nacional u
otras canciones del tipo “Montañas Nevadas”, predecesoras de los primeros rezos del día.
La incidencia del régimen franquista en la educación
no es uniforme a lo largo del tiempo, manteniéndose acordes
numerosos estudios en la idea de que al menos concurren
tres momentos: el inicial, más radical, denominado tiempo
de postguerra, el segundo considerado intermedio y el
tercero de marcado carácter tecnocrático. Puelles Benítez,
M. en A.N.E.L.E (1992:34-35) considera que: “hasta 1945
existe dominio de falange, de 1945 a 1953 predominio total
de la Iglesia en la enseñanza, de 1953 a 1960 inicio de la
transformación española debido al liberalismo económico y
a partir de 1960 existe un desarrollo económico, extensión
de la enseñanza obligatoria, debilitamiento del
nacionalcatolicismo, y creciente secularización”.
(fig. 11)
En todas las etapas existe gran influencia de la Iglesia
en la educación, considerándose el período más rígido el que comprende la década de los 40 y
primeros años de los 50. Aparte de la Historia Sagrada y del catecismo, de obligado cumplimiento
en las escuelas y colegios, es notable la incidencia religiosa y política por medio de distintas
efemérides y celebraciones: “Sagrado Corazón”, “Día de la raza”, “San Pedro y San Pablo”,
“Día del Estudiante Caído”, “Día del alzamiento”, “Día de la Victoria”, “Muerte de José
Antonio”, y el “Mes de María”. En todas estas celebraciones y conmemoraciones se aportan las
correspondientes reflexiones por parte del maestro, dictados alusivos al tema, dibujos, ilustraciones,
presencia de los “cuadernos de rotación”xliii, etc.
Particularmente festivo es el “Mes de María”, en el que se recogen las flores que
generosamente proporciona la naturaleza en el mes de mayo, para ofrecerlas a la Virgen. Entre
cánticos, bajo el sol primaveral y la eclosión de nuevos tallos y hojas jóvenes en los árboles, se hace
la ofrenda en ermitas y pequeñas iglesias en las que huele a azucenas, jazmines y rosas. El sol, las
canciones, el colorido de las flores en aquellas pequeñas ermitas saturadas de olores intensos
provocan un efecto mágico en los niños, que ajenos a las intenciones religiosas o políticas, se
integran de forma plena en un ritual, envueltos en el placer de las temperaturas cálidas, la alegría de
las canciones, el olor de las flores y la seducción de la primavera que nos sale al encuentro.
La misma intencionalidad político-religiosa que se pretende en la escuela se manifiesta en el
control de todo texto escrito. Al fin y al cabo escribir no es nada más que una forma de expresar
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ideas mediante un vehículo mucho más peligroso, puesto que puede llegar a miles de personas. Es
por ello que en todas las publicaciones del territorio nacional, y en particular los libros y
enciclopedias escolares, que van dirigidos a personas más influenciables, llevan impresos tres
controles: un “nihil obstat” del censor, el “imprimatur” de la Iglesia y la “autorización ministerial
correspondiente”.
Independientemente del control para todas las publicaciones
existe también la idea de fomentar los valores patrióticos y cívicos del
régimen mediante la publicación de textos aleccionadores de dicho
modelo. Son muchas las publicaciones de carácter patriótico
destinadas al fin mencionado: “Glorias Imperiales”, “Patria”,
“Libro de España”, “Símbolos de España” (fig. 12) para niños, y
“Guirnaldas de la Historia”, “Fabiola”…, para niñas; existiendo,
también, para estas últimas, manuales elaborados por la Sección
Femenina, como los de Formación Política, que contienen preguntas y
respuestas, tipo catecismo.
4.- DIVERSIONES.
(fig. 12)
El sol, la lluvia, el aire y los relámpagos poéticos que recoge Alberti en su poesía se
encuentran en otra parte, no en la escuela. Están en la propia infancia, en las ganas de vivir, en la
necesidad de respirar aire fresco en una sociedad que da poco espacio a la libertad, la creatividad, al
entusiasmo y la alegría. Cine y música ocupan un lugar importante en la evasión de las familias de
la época. Son, en gran medida, familias numerosas xliv, con padres, madres, hijos y con bastante
frecuencia abuelos. Hogares bulliciosos, con olor a comida, sin butano, con luces de escasa
potencia, con apagones continuos, con “plomos” que saltan con frecuencia, con “perillas” con
pulsador para poder encender la luz desde la cama, casquillos con muchos “ladrones” de usos
polivalentes que abastecen la radio, la plancha y la propia iluminación. Siempre que se plancha se
escucha la radio.
Una época con desesperanza y frustraciones en la que hay que seguir viviendo con el día a
día habitual, tanto por uno mismo como por la reconstrucción del país. Martín de la Guardia, R.M.
y Pérez Sánchez, M.A. (2008:786) en Paredes, J. (coord.) piensan que: “a pesar de las muchas
horas de trabajo y las dificultades cotidianas, el poco tiempo disponible fue empleado por la mayor
parte de los españoles de la forma acostumbrada: la merienda familiar y al aire libre los días de
fiesta y las fiestas patronales en los pueblos a las grandes ciudades (con toros, zarzuelas y bailes
como platos fuertes), así como verbenas de barrio, romerías populares; distracciones tradicionales
a las que paulatinamente se fueron añadiendo otras consistentes en la aplicación de espectáculos
de carácter permanente: la asistencia a partidos de fútbol los domingos, y para toda la familia, o
para los novios o grupos de chicos y chicas, la sesión de cine semanal. Fue la mejor prueba de que
la vida seguía y todos, con mejor o peor fortuna, deberían acomodar su paso a los nuevos tiempos,
enterrando para siempre los horrores de la guerra”.
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Hogares con poco dinero y mucha conversación, con horarios fijos en comidas y cenas, con
olor a limpio, con cuentas aplazadas a fin de mes en los comercios, de madres amorosas y
cómplices ante la autoridad de los padres. Casas en las que, en los inicios de la época de los
cincuenta, existen tiras para matar las moscas, huele a “D.D.T.”, se sigue llamando “parte” a los
noticiarios informativos como sombra permanente de lo que pasó; en la que se remienda y arregla la
ropa, se zurcen calcetines y “cogen las medias”, se tinta la ropa con los botes de “Iberia” y se
pasan de unos hermanos a otros los zapatos “Gorila”xlv, calzado muy aceptado por su dureza,
pasando de mayores a pequeños al vislumbrarse una aproximación a la talla, siendo muy apreciada
la pelotita que trae cada caja, instrumento de numerosos juegos y diversiones, y también un
pequeño palo que introducido dentro de cada zapato determina la longitud del mismo; siendo un
recurso imprescindible para las madres a la hora de comparar zapatos.
Los tintes de ropa se utilizan con frecuencia, pero mucho más cuando hay que guardar luto,
de larga duración en aquellos momentos y consonante con el grado de parentesco del finado. La
imposibilidad de utilizar durante mucho tiempo las prendas claras provoca que éstas se tiñan del
negro profundo que acompaña a la mujer durante varios años.
No recordamos la infancia como triste. La música que llena las habitaciones proviene a veces
de la radioxlvi de nuestra casa o de las próximas y tampoco se excluye su procedencia de cualquier
vecina cantarina. Siempre la radio, de la que salen notas mágicas de los tangos, boleros, coplas xlvii y
alguna habanera en las voces de Antonio Machín, Lola Flores, Jorge Negrete, José Guardiola,
Concha Piquer, Juanito Valderrama, Miguel de Molina, Luis Mariano, Gloria Laso, Juanita Reina,
Antonio Molina o Carlos Gardel; canciones con las que parece que se quiere recuperar el tiempo
perdido. En esta España, donde todavía se encuentra presente la Guerra Civil, no se siente noción de
los cambios en la juventud americana, no conociéndose aún la música rock propia de una juventud
rebelde con mayor poder adquisitivo que pretende cambiar el mundo, que contrasta con una
juventud española fuertemente represiva, educada en el ámbito familiar, católico, rígido y con pocas
posibilidades económicas.
Existe poca música comercial específica para niños,
normalmente se adapta la de los mayores, al igual que los
zapatos, camisas, abrigos, libros, maletas, etc. que se
heredan de padres a hijos y de hermanos mayores a
pequeños. Tampoco hay mucho cine específico para niños
pero sí con historias de niños, éxitos que se aprovechan
igual para lanzar al mercado álbumes de cromos (fig. 13), y
en la mayoría de los casos se puede acceder a películas para
adultos consideradas toleradas. Ir al cine constituye todo un
rito social que implica arreglo de vestuario, ver películas en
el estreno, sacar una entrada y tomar algo mientras se ve la
película. Se va al cine los domingos a la sesión infantil o al
de estreno con tus padres, porque el sábado es día laborable.
(fig. 13)
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Siempre hay largas colas para entrar, sacar las entradas, que no siempre quedan, y son numeradas;
dentro te acompaña el acomodador vestido con un traje de colores vistosos con hombreras y una
larga cinta en el pantalón que llega desde la cintura hasta los pies. Es un traje muy parecido en
trabajadores de circos, hoteles, cines, etc.
La música como elemento importante aparece después, en la época de los sesenta, entendida
como producto de culto y específica para las primeras etapas de la vida. En la niñez la música que
escuchamos es la procedente de las canciones de cuna, de los cantos que acompañan los juegos de
niños pequeños, de las propias de los juegos de corro, de las tonadillas de los juegos de combas y
otros cantos populares que se transmiten de una generación a otraxlviii.
Es frecuente en las familias, y casi siempre con una finalidad moralizante, el uso del
refranero popularxlix. Independientemente de su uso para matizar situaciones o identificar hechos se
utilizan para reconvenir situaciones conductuales de los hijos sin necesidad de entrar en extensas
explicaciones. Los refranes sintetizan unos tipos de normas convenientes a la moral y costumbres
de la época de forma clara y precisa: aguantar las situaciones que nos vengan, buscar siempre las
buenas compañías, asegurar lo que se tiene, no meterse en problemas, no parecer ser lo que no se es,
identificarse con los demás, el valor del esfuerzo, el sentido de la fidelidad, etc. También son de uso
cotidiano los trabalenguas, popularizándose “pococococomo”, “el arzobispo de Constantinopla”,
“el cielo está emborregado”, “el cielo está enladrillado”, así como adivinanzas y acertijosl .
Pero sin duda, la diversión principal de los niños de aquella época son los juegos de calle,
todavía en ciudades y pueblos en los que los coches no abundan. Otras diversiones son las
canciones infantiles, los tebeos, los cuentos, el coleccionismo, el circo y en los últimos años de la
década la televisión.
Carácter especial tienen los veranos, que llevan intrínseca la diversión por las vacaciones;
aunque siempre se tenga algo que estudiar, bien por un deficiente rendimiento durante el curso o
bien por aquella manía, en caso de superar el curso, de conocer lo que se va a dar en el siguiente. De
una forma u otra los veranos son mágicos, duran eternamente y ocupan un antes y un después en
nuestras vidas y la de los demás. Maduramos en ellos al ser libres y al volver todos nos vemos
diferentes. Las salidas al campo y el descanso bajo las copas de grandes árboles o al refugio del
frescor de las hojas de higueras, chopos y olmos es reconfortante, y más si se acompaña de baños en
pequeños riachuelos, que en la mayoría de los casos no llegan a la categoría de regatos de agua que
apenas trepa hasta los tobillos. Ahora, después de mucho tiempo, aún parecen de sueño los paseos
entre trigales repletos de espigas llenas que cabecean con el roce del viento, rodar en bicicleta por
caminos bordeados de amapolas o correr por senderos pletóricos de margaritas. En estos largos y
cálidos veranos hay tiempo para baños en las piscinas, jugar hasta altas horas de la noche en unas
calles ausentes de coches y motos, tomar el aire o el fresco junto a tu familia en la puerta de tu casa
y jugar largos partidos de fútbol en atardeceres en los que las voces alegres de los niños se
confunden, cuando la noche va llegando, con el sonido de los grillos, los cantos de los pájaros y la
voz de la madre que te reclama para la cena.
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Son estas noches del estío propicias para ir al cine de verano, como término de un día en el
que has corrido aventuras por campos llenos de fruta, hermanados con las siegas y jugado a mil
cosas distintas. Por la noche película, caramelos, chicles, las primeras miradas a las chicas, etc.,
todo un despertar a la eclosión de la vida. Un sinfín de experiencias y aventuras que contrasta con la
quietud de la sociedad, de tu barrio, de tu casa; todo rutinario y estable, sin motivos de alarma para
poder descansar y soñar, en la calidez y tranquilidad de tu hogar, en las aventuras que te esperan en
la próxima jornada.
Es necesario recordar la infancia para poder comprender, padres y maestros, que
independientemente de los tiempos, usos, costumbres, comportamientos sociales, autoridad del
profesor, sistemas educativos, valores sociales, orden del mundo... existe en cada niño un potencial
íntimo, inaplazable e intransferible que es necesario desarrollar desde su individualidad con el
concurso de la búsqueda de felicidad y desarrollo de sus facultades.
Los tebeosli suponen un divertimento especial con larga tradición en nuestro país lii. Durante
mucho tiempo la palabra tebeo identifica a una serie de tiras gráficas con historias asociadas que
tienen como finalidad el divertimento, el humor, el entretenimiento y conseguir llenar de ilusión las
vidas de los niños, que perciben valores, aventuras, conocimientos geográficos, idealización de
héroes, conocimiento de otras culturas, etc.
El interés de los niños por visualizar y leer estas historias, así como la impronta que cobra la
lectura en España son determinantes para que el mundo del tebeo se revitalice, tras el parón de la
Guerra Civil, y en un período escaso de tiempo reaparezcan tebeos de antaño; desarrollando un
notable e interesante mercado en torno a los tebeos. Para conseguir este éxito, en una época no
excesivamente abundante, se requiere una participación activa de los padres, que valoran en esta
lectura extraescolar un instrumento adecuado para coadyuvar un secular analfabetismo y que, sin
duda, va a colaborar en la mejora de los mecanismos de la lectura e incremento de los
conocimientos.
Pronto se retoman “Roberto Alcázar y
Pedrín” (fig. 14) y “El Guerrero del Antifaz”,
aparecidos en el mercado en 1940; el primero
dedicado al género detectivesco, con aventuras
a lo largo y ancho de todo el mundo, y el
segundo es el típico personaje de capa y
espada que lucha en cruzadas intemporales,
siempre en beneficio de la fe, en contra de los
infieles. En el ámbito científico, entre
comillas, aparece el personaje de “Diego
Valor”, considerado como el tebeo más
representativo de la ciencia ficción española.
Su publicación en 1954 se adelanta al exitoso
y muy leído “Capitán Trueno”.
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(fig. 14)
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Inicialmente el “Capitán Trueno”liii (fig. 15) manifiesta parecidos con “El Guerrero del
Antifaz” pero pronto sus guiones se diferencian adquiriendo un notable éxito. Se trata del
aventurero por excelencia, que acompañado por la fuerza de “Goliath”, la astucia de “Crispín” y el
amor de la princesa “Sigrid” despierta la imaginación y el amor a la lectura de miles de niños de
aquella época, que lo acompañamos, sin tiempos y distancias, por los numerosos países en que
desarrolla sus hazañas, envueltos en la magia medieval,
con piedra filosofal incluida, que generan personajes
como el mago “Merlín” o el mago “Morgano”. Desde
la perspectiva actual pueden criticarse aspectos
históricos, geográficos, de valores, etc., pero no puede
negarse que ocupa el primer lugar en las preferencias de
los niños, por ser el prototipo del aventurero que
defiende a los oprimidos, se coloca al lado del pueblo
llano frente a los tiranos y usurpadores, defiende la
ciencia y el progreso científico y aporta una imagen de
vigor, fuerza y libertad necesaria en aquellos momentos.
(fig. 15)
Pocos años después aparece “Jabato”, acompañado de “Ursus”, “Claudia” o “Fideo de
Mileto” y también los primeros tebeos de guerra, denominados “Hazañas Bélicas” y en los que,
con cuidados dibujos, el ejército alemán de la Segunda Guerra Mundial aparece como protagonista.
Mientras que en los destinados a los chicos el valor, la fuerza, el vigor, el espíritu aventurero,
la astucia, la lucha por la fe y la victoria aparecen como valores fundamentales, en los de las chicas
reproducen la misión asignada a la mujer en la época franquista, que la reducen a ocupar la esfera
de lo privado y dedicarse al cuidado de la casa, educación de los hijos y cuidado del marido. El
mundo buscado para la mujer se centra en prepararla en las ocupaciones necesarias para cumplir
estos cometidos y en la idealización de los mismos, por lo que el mundo sentimental, de hadas y de
romanticismo subyace siempre en las publicaciones dirigidas a ellas.
Los tebeos destinados a las chicas atienden a las directrices franquistas y reproducen formas
de vida que siempre tienen recompensas dentro de la virtud y del matrimonio, siendo un objetivo
programado por el régimen, que conlleva la reclusión
de las jóvenes, primero dentro del domicilio paterno,
con restricciones morales y coacciones destinadas a
tomar una conciencia de su papel y salvaguardar su
virtud, y luego en el matrimonial; destino que nada
tiene que ver con los espacios públicos, el mundo del
trabajo, las luchas sociopolíticas, debates de opinión,
y nada que sea propio de la sociedad. Una de las
revistas más populares y social, es “Azucena”, 1956,
(fig. 16) que narra cuentos y relatos blandos que
evolucionan desde las historias de princesas y hadas
(fig. 16)
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hasta historietas de corte romántico, a la que acompañan durante la década otras como “Lolita”,
1949, “Mariló”, 1950 o “Sissi”, 1958.
Los tebeos, al igual que el cine, son válvulas de escape para una sociedad privada de sus
derechos que necesita resurgir y vivir y tener pequeños momentos de felicidad, contribuyendo con
el humor, con su originalidad y fantasía, a cumplir ese cometido. La aparición de revistas como
“TBO”, “Jaimito” o “Pulgarcito”, logran a la consecución del mencionado fin. Míticos son los
personajes como la “Familia Ulises”, “Carpanta”, “El reportero Tribulete”, “Don Pío”, “Zipi y
Zape”, “Mortadelo y Filemón”, “Doña Urraca”, “Las Hermanas Gilda”, etc. Son notables en la
época las versiones de cuentos clásicos y cuentos populares, principalmente de “Andersen” o de
“Los Hermanos Grimm”liv.
La calidad y cantidad de los juguetes varía a lo largo de la década, favoreciéndose con los
avances sociales y económicos del país, con la apertura al exterior y con la mejora de las
circunstancias, que propician una alta creatividad de los artesanos, posibilitando una evolución y
desarrollo de la juguetería españolalv.
El coleccionismo ocupa gran parte del tiempo de ocio de niños y niñas. Los tebeos, por
entregas, siempre terminan en un punto álgido que requiere esperar a la semana siguiente para
continuar la acción y conocer el correspondiente desenlace, y así sucesivamente, manteniéndose el
interés de los chicos por la lectura de los tebeos y el coleccionismo. También el deporte es
componente sustancial en las relaciones sociales y en la creación de ídolos, fundamentalmente el
fútbol y en alguna medida el ciclismolvi. Peonzas y bolindres, “canicas”lvii, son quizás los juegos de
a diario. Siempre existe un momento para jugar al “trompo” o al “guá”.
Los cromos son un elemento fundamental de nuestra
infancia como productos subsidiarios de películas como
“Marcelino pan y vino” de FHER, “La túnica Sagrada” de
Bistagne, “Quo vadis” de editorial Cliper, “Ben-Hur” o “Los
Tres Mosqueteros” de Bruguera. También los contenidos
históricos, religiosos, de vidas ilustres, científicos, de obras
literarias son motivo de los cromos. “De la selva misteriosa al
abismo del mar” de editorial FHER, “Maravillas del mundo” de
Nestlé, “Maravillas por el mundo” de chocolates Torras, “Las
minas del rey Salomón” o “Kim de la India” de editorial Cliper,
“Historia Sagrada” de chocolates Tupinamba; “Historias del
transporte marítimo” de chocolates Solsona o “Don Quijote de
la Mancha” (fig. 17) y “20.000 leguas de viaje submarino” de
chocolates Lloveras.
(fig. 17)
En las clases más pudientes se coleccionan películas para los proyectores “Nick” o se
guardan postales, unas veces de los lugares que se han visitado y otras de felicitaciones, porque se
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felicita mucho con postales. Los cromos son una diversión muy aceptada, siendo los temas más
usuales el fútbol, el ciclismo, el mundo animal, de películas y de algunas obras literarias.
El circo tiene gran importancia en una España que necesita de risas, divertimentos, humor y
en el que la evasión se muestra necesaria. Los hermanos “Tonetti”lviii y “Charlie Rivel” son los
referentes en el circo. Nombres como “Price”, “Atlas”, “Americano” son míticos para una
infancia que descubre la magia, el ilusionismo, la prestidigitación, el funambulismo, los trapecistas,
los domadores, etc.
Al final de la década de los 50, concretamente en el año 1956, se establece un servicio
regular de emisiones de T.V.E. que poco a poco va a conseguir una posición preeminente entre las
acciones del ocio de la ciudadanía española. Debido a su elevado precio gran parte de los españoles
nos perdimos una primera televisión compuesta por discursos, actuaciones de “coros y danzas” de
la Sección Femenina, noticieros, documentales, interpretaciones musicales y al cierre el himno
nacional.
Poco a poco la red televisiva va cubriendo
la geografía española, aumentando la fabricación
de televisores; se hace presente la publicidad y las
familias se unen en torno al televisor en una espera
marcada por la “carta de ajuste” (fig. 18). Es sin
duda un proceso lento de conquista de los hogares
en los años 60. La televisión es privativa de las
clases sociales pudientes y el resto tenemos que
acudir a casas de amigos adinerados o acercarnos
a los escaparates de tiendas, vidrieras de hoteles u
otros establecimientos para ver, de pie y en
comunidad, la televisión en las aceras de la calle.
(fig. 18)
Con la televisión se crea un nuevo espacio social, de divertimento, de nuevas relaciones en
torno a retransmisiones deportivas, acontecimientos relevantes y alrededor de nuevos programas en
los que empiezan a verse rostros famosos como los de “Jesús Álvarez”, “Laura Valenzuela”,
“Matías Prats”, “Blanca Álvarez” y un “hombre del tiempo” que se haría muy famoso: “Mariano
Medina”.
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NOTAS:
i Los cambios familiares, fruto de las ideas progresistas de “mayo del 68” y tendencias feministas de los
años 60 en Estados Unidos, se desarrollan primero en las relaciones interpersonales y segundo en la vida
social y democrática. Libertad y bienestar son objetivos de una evolución en la que las familias toman
decisiones libres a favor del progreso y la economía. Se pierde el principio de autoridad, nace la libertad e
igualdad entre las personas de distinto sexo y desaparece el modelo patriarcal. Se modifican las relaciones
familiares para hacerlas más solidarias, tanto entre la propia pareja como entre las distintas generaciones . Se
debilitan la proximidad de las redes de parentesco familiares y se sustituyen por vinculaciones telefónicas,
internet, celebraciones o episodios vacacionales. Se propicia la diversidad dentro del seno familiar,
existiendo nuevas formas de relaciones familiares avaladas por la legislación; aceptación de hijos fuera del
matrimonio o matrimonio sin hijos, divorcios, abortos, matrimonios homosexuales, etc. Se opta por tener
menos hijos y favorecer una mayor dedicación de la mujer al mundo del trabajo. La legislación tiene gran
importancia en el desarrollo social apoyando innovaciones anteriormente consideradas ilegales y a las
familias, permitiendo una evolución dirigida a conseguir igualdad entre hombres y mujeres, derechos de
todos los hijos por igual, ilegítimos o no, buscando igualdad entre los cónyuges, equilibrando la patria
potestad y estableciendo la mayoría de edad a los 18 años. Los cambios demográficos influyen en que las
familias persisten más en el tiempo y se potencian relaciones intergeneracionales en familias estrechas y
largas. El avance de la medicina y farmacología incide en el control de la natalidad y en la mayor esperanza
de vida.
ii Hemos conocido la “Ley General de Educación” (1970), con obligatoriedad hasta los 14 años, que abre
paso al Bachillerato Unificado y Polivalente o Formación Profesional. Posteriormente aparece la “Ley
Orgánica por la que se regula el Estatuto de Centros Escolares” (LOECE, 1980) cuya modificación
fundamental es la participación de los padres. En 1985 aparece la “Ley Orgánica del Derecho a la
Educación” (LODE), que crea nuevos organismos: Consejos Escolares, Asociaciones de padres de alumnos,
elección del director del centro, etc. La “Ley Orgánica General del Sistema Educativo” (LOGSE, 1990)
proclama la educación obligatoria y gratuita para todos los niños hasta los 16 años, adaptando los contenidos
a las capacidades que se exigen del ciudadano en su vida cotidiana, rebajando el período de Bachillerato,
estableciendo dos niveles diferenciados de Formación Profesional y en la que se propone un nuevo método
educativo, basado en el constructivismo, que remodela las funciones dentro del aprendizaje tanto del
profesor como del alumno. En 1995 la “Ley Orgánica de Participación, Evaluación y Gobierno” (LOPEG)
reforma algunos puntos del derecho racional a la educación sin discriminación alguna, consolidando la
autonomía de los centros educativos. En 2002 aparece la “Ley Orgánica de Calidad de la Educación”
(LOCE) con la idea de elevar la calidad del sistema y determinar el esfuerzo como un valor necesario. La
“Ley Orgánica de la Educación” (LOE, 2006) tiene, igualmente, como objetivo ofrecer una educación de
calidad con alta implicación de la comunidad educativa.
iii “Cuando se acerca el final de su vida….se ilumina, ya por última vez, esa zona de la infancia clara y
pura de su Andalucía. Pero ya detrás de sus cansados párpados. Don Antonio en los días más tristes en
Colliure (Francia) escribió este único renglón, primero de una poesía que ya no pudo terminar: «Estos días
azules y este sol de la infancia»” (Machado, J.; 1999:64).
iv Ortega, J.A. y Silvestre, J. (2005) determinan que “desde el punto de vista demográfico, la guerra fue el
acontecimiento extraordinario más trascendente de los ocurridos en España durante el siglo XX. Su
impacto, tanto sobre las generaciones de los combatientes como sobre la de los nacidos, ha caracterizado a
la población española durante todo el siglo. Probablemente, sólo en el caso de los movimientos de
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población, el impacto de la guerra fue relativamente reducido. La guerra interfirió con todos los desarrollos
demográficos anteriores con un impacto muy visible, tanto sobre la mortalidad como sobre la natalidad.
Nuestras estimaciones indican una sobre mortalidad de 540.000 personas, y una caída de la natalidad en
576.000 nacimientos. Además estos efectos no son iguales para toda la población. Por sexos, las
consecuencias directas de la guerra recaen sobre todo sobre los hombres”.
v A partir de los 50 la situación económica empieza a mejorar gracias a las nuevas políticas económicas,
liberalización parcial de los precios y del comercio, fin del racionamiento (1952) y elevación de la renta
media por habitante. Desde 1951 los Estados Unidos de América, por intereses estratégicos y geopolíticos,
conceden créditos bancarios a cambio de privilegios militares en territorio español. Sin embargo no llega el
Plan Marshall, que ayuda a levantar la industria de las naciones occidentales tras la Segunda Guerra Mundial
(Gran Bretaña, Francia, Alemania, Italia y Japón), pero llega ocasionalmente leche en polvo y queso
enlatado.
vi Guisos de legumbres y el pan es alimentación diaria de la mayoría de la población. El pan es de miga y
dura varios días. Nada se tira y con él se hacen migas, ajo caliente, gazpacho, torrijas o simplemente se come
con chocolate o aceite y azúcar. Un manjar de la época son los bocadillos, de lo que sea, principalmente de
embutidos o conservas.
vii En nuestra infancia, pese a los escasos medios, se toman cuatro comidas, siendo la merienda la de más
gratos recuerdos. Al salir del colegio, cinco de la tarde, nos espera la merienda, que no tiene carácter formal
y que por lo tanto se toma entre juegos, “echando un fútbol” o haciendo cualquier cosa. Normalmente es
bocadillo de chorizo, mortadela, tortilla, de pan con aceite y azúcar o chocolate. A lo largo de la década
surgen muchas marcas de chocolate: Batanga, Hueso, Torras, Blanco y Negro, La Campana, Dulcinea,
Lloveras, Suchard, Vitacal, etc. A veces las marcas de chocolate promocionan álbumes de equipos de fútbol,
de películas, de animales, etc.
viii Los finales de los 50 no son iguales a los inicios. Se pasa de la economía del “ Biscuter” a la del “600”,
se perciben los primeros síntomas consumistas, se olvida el racionamiento y suben los salarios. Aparecen
frigoríficos, lavadoras, cocinas, etc. gracias a la apertura al extranjero y al turismo, que aporta nuevas formas
de vida y costumbres; no se cocina con carbón, se conservan los alimentos en el frigorífico, se olvidan las
tablas de lavar, se destierra el carbón y petróleo para cocinar. En definitiva, se inicia el estado del bienestar
con deseos de piso, coche y tiempo de ocio para ver la televisión o descansar.
ix El estraperlo es una forma de vivir, una actividad generada en origen por los hombres, que compran
alimentos en los campos y hacen continuos trueques; pero desarrollada por las mujeres. Salas, N. (1993:77)
describe este trabajo negro de las mujeres: “todas las estraperlistas eran gordas..., hasta aquí comenzaban a
despojarse de las bolsas de diversos tamaños con que se rodeaban la cintura y las caderas, en las que
transportaban los más variados productos: conejos, gallinas, pollos, carnes troceadas, legumbres, pan...
grandes cestos de doble fondo, camuflajes ingeniosos, todo era válido para burlar a los policías y los
inspectores de abastos. Cuando las estraperlistas tenían que ofrecer su mercancía en plena calle, por
ejemplo los alrededores de los mercados, pregonaban ofreciendo a los transeúntes peines, cintas, cortes de
traje, sábanas, etc. e incluso horquillas para el cabello que eran difíciles de encontrar en la quincalla”.
x Se trata de un época gris para nuestras madres y hermanas, que despojadas de los derechos otorgados por
la Constitución de 1931 son destinadas a ejercer el papel de madres y esposas. El trabajo les está negado a no
ser que sean viudas o solteras, con abandono de éste en caso de matrimonio.
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xi La situación laboral de la mujer mejora con el “Plan de Estabilización” (1959), con la “Ley sobre
Derechos Políticos, Profesionales y Laborales de la Mujer” (1961), que acaba con la discriminación salarial
y de acceso al trabajo, aunque continúa en vigor la necesidad de la autorización del marido. Esta obligación
se mantuvo hasta 1976, que entra en vigor la “Ley de Relaciones Laborales”. También es importante en
1963 el “Plan de Desarrollo”, que requiere más mano de obra, recurriéndose a la mujer.
xii Se les inculcaron a las mujeres que el único objetivo y lo más importante era el matrimonio, o sea la
familia y el esfuerzo por la familia y la procreación. Esta fue la tarea central de la mujer, es decir, se
quedaba en casa y cuidaba del hogar, educaba a los niños, satisfacía al marido y tenía más hijos. Cuantos
más hijos tenían las familias más reconocidas eran por el sistema, la sociedad y la Iglesia. Se apoyaba
económicamente a las familias e incluso se premiaba en cada 18 de julio a los matrimonios con mayor
número de hijos” (Clausen, N.; 2009:7).
xiii El NODO se proyecta previamente a todas las películas hasta el año 1975. Se trata de un noticiario
documental de 10 minutos que tiene como misión transmitir los valores del régimen y la exaltación del
Caudillo.
xiv En 1959 las bases militares norteamericanas de Zaragoza, Morón (Sevilla) y Torrejón de Ardoz
(Madrid) ponen en marcha sus emisoras musicales en F.M. gestionadas y presentadas por disc-jockeys. En
1959 Raúl Matas presenta “Discomanía” como primer ejemplo de formato que da lugar a nuevos modelos
musicales.
xv Entre las modificaciones introducidas por la “Ley de Enseñanza Primaria”, cuyo texto refundido se
aprueba por el “Decreto 193/1967 de 2 de febrero”, aparece la exigencia para poder cursar la carrera de
Magisterio de tener el Bachiller Superior. El plan de estudios de 1967 (Orden de 1 de junio) figura con dos
cursos, una prueba de madurez al finalizar los mismos y un año de prácticas en Colegios Nacionales. Se
caracteriza por incluir didácticas especiales en lugar de contenidos culturales tradicionales.
xvi La regulación de la formación del profesorado de primaria por parte del Estado se remonta al siglo
XVIII. En 1839 se crea la primera “Escuela Normal de Maestros”, modelo formativo extendido y
consolidado durante todo el siglo XIX y que perdura hasta la promulgación de la Ley General de Educación
de 1970. A partir de ese momento la Ley incorpora la formación de maestros en la Universidad, creando las
“Escuelas Universitarias del Profesorado de Educación General Básica” en sustitución de las antiguas
“Escuelas Normales” y dando prioridad en ellas a la especialización en áreas curriculares: preescolar,
ciencias, ciencias humanas y lengua. Desde este momento el antiguo título de “Maestro Nacional” se
sustituye por una diplomatura correspondiente a estudios de primer ciclo universitario.
xvii Gutiérrez Nieto, C. (2008:49) concuerda con la idea expresada anteriormente: “Como señala Viñao
(1998) en el medio rural, por las características propias de las actividades económicas y la necesidad de
emplear a los niños/as en las tareas familiares vinculadas a la agricultura y la ganadería, se producían unos
problemas siempre acuciantes (allí donde no llegaba la escuela) como eran «la inasistencia, asistencia
irregular y el abandono temprano»; motivos que aumentaron aquellos componentes culturales de
marginación por razones relativas al lugar de nacimiento y de procedencia socioeconómica familiar. «Las
escuelas unitarias y la escuela rural no deben confundirse. En las ciudades había escuelas unitarias; cada
vez menos, avanzando el siglo XX, pero las había. Por otra parte, en un buen número de poblaciones de
cierta importancia, pero de ambiente rural (en las llamadas agrociudades de Andalucía y Extremadura) se
crearon escuelas graduadas, cuyos problemas en especial el de la asistencia y los horarios, eran en parte
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similares a las de los pequeños pueblos y aldeas». En éstas, incluso, se llegaron a sugerir algunas medidas
como la adecuación de los horarios y vacaciones a las necesidades e intereses de la familia; proponiendo un
modelo de clase alterna, distribuyendo la asistencia de los mayores por la mañana y los pequeños por la
tarde. Las escuelas rurales, por tanto, serán siempre unitarias. Suelen ser escuelas de un solo maestro/a que
atiende al alumnado de diversas edades y de población diseminada”.
xviii La pulcritud es cuestión de los fines de semana o acontecimientos importantes. No es habitual en los
hogares la presencia de duchas por lo que la limpieza e higiene semanal se realiza, normalmente, el domingo.
En grandes baños de zinc las madres lavan a niños y niñas, unos tras otros, quitando suciedades, “roña”, de
rodillas, tobillos, oídos, nunca, cuello… acumulada a lo largo de la semana. Se acompaña este acto con la
puesta del vestuario especial llamado “de los domingos”.
xix Si hay un elemento significativo dentro del material escolar son los plumieres. No faltan en las carteras
para guardar lápices, bolígrafos, pinturas, gomas, compás, sacapuntas. Los que más se usan son los de dos
pisos y están realizados artesanalmente de madera.
xx La Orden del Ministerio de Educación Nacional de 26 de octubre de 1938 desarrolla la base III, referida
al ingreso, de la Ley de 20 de septiembre del mismo año. Se detalla que la prueba de ingreso consiste en:
escritura al dictado; lectura de un texto español, operaciones aritméticas de las cuatro reglas, preguntas sobre
nociones elementales de Geografía, Historia y Religión y examen de un objeto sencillo natural o artificial.
Más detallada queda en la Orden de 1953, que en el art. 69 expresa que la condición de alumno se adquiere
con la aprobación del examen de ingreso y el art. 87 anuncia que el examen de ingreso en el bachillerato
versará sobre conocimientos de los que se requieren para obtener el certificado especial de estudios
primarios, desarrollando el art. 42 de la Ley de Enseñanza Primaria de 1945.
xxi Alfaro Torres, P. y Sánchez García, S. (2006) exponen en “La lectura obligatoria del Quijote en las
escuelas” que: “finalmente, se proclamó en 1920 la obligatoriedad de la lectura del Quijote en escuelas
primarias a través de un Real Decreto del 6 marzo, del Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes, en
el que se recoge la necesidad de imponer lectura diaria, durante el primer cuarto de hora de clase,
terminada la cual el maestro explicará a los alumnos el significado e importancia del pasaje leído”.
xxii Sin duda la metodología en la escuela franquista echa la vista muchos años atrás. En el texto de
Carracido, J.R. (2000:18)“La muceta roja” publicado por la imprenta Fortanet (1890) y editada,
nuevamente, por el Servicio de Publicaciones de Intercambio Científico de la Universidad de Santiago de
Compostela aparecen algunas reflexiones que parecen propias de la escuela franquista: “cuando recuerdo la
escuela... no son los negros que sobre la mesa soportan los primorosos cuadros caligráficos, ni los mapas
que pendían de las paredes, ni las esferas terrestres y celestes que sobre la mesa del maestro daban guardia
de honor a la monumental escribanía de bronce, los detalles que surgen predominantes en mi memoria.
Proponiéndome transmitir las impresiones según su valor relativo, no me servirían para anticipar las
palabras ni los dibujos, sino el pentagrama, fijando entre sus líneas las notas de aquella monótona canturía
que aplicáramos igualmente a la tabla de multiplicar que a los ríos de España, a los estragos del diluvio
que a la cronología de los Reyes Godos”.
xxiii
En las escuelas de la época franquista se enseñan los hechos bíblicos como históricos. Esta
información unida al peso espiritual de la catequesis explica la creencia de la Historia Sagrada como una
sucesión de gestas protagonizadas por el pueblo judío, acaudillado por Abraham, Isaac, Jacob, José y quienes
les sucedieron, y bajo la tutela de Yahvé.
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xxiv La calle es un escenario permanente de juegos. Entre los más populares se encuentran: “pídola”, “el
rescate”, “el cinto”, “el trueque”, “la comba”, “las canciones de corro o de pasillo”, “las chapas”, “la
taba”, “los bolos”, “el hinque”, “la peonza”, etc.
xxv Los “cuadernos” son cotidianos en nuestra infancia, destacando los publicados por “Edelvives” y
“Rubio”, distinguiéndose en los últimos los dedicados a la parte numérica por ser amarillos y los de
caligrafía por su pasta verde. No es este espíritu caligráfico de las escuelas de los años 50 fortuito, sino que
corresponde con la importancia que se da a esta materia en la formación inicial de los maestros y maestras
nacionales. Desde inicios de siglo, y desde el plan de 1901 hasta el plan de 1950, la caligrafía se encuentra
presente en los planes de estudios, excepto en el período de la Segunda República, como una materia
fundamental. En el plan de 1901 la caligrafía como materia se encuentra en el primer, segundo y tercer curso
dentro de los estudios de maestro elemental. En el plan de 1914, en cuatro años se estudia la caligrafía en el
primer y el segundo curso. En la época franquista, planes de 1945 y 1950, se estudia en distintos cursos, no
apareciendo desde el Plan de 1967 hasta la actualidad.
xxvi Según Escolano, A. (1992): “Desde la Ilustración el aprendizaje de la lectura y la escritura ha sido
tarea primordial en las escuelas. Ya en el siglo XVIII se utilizaban cartillas, catecismos o catones cristianos;
abundando libros de lectura. A mediados surgen silabarios, textos más amplios que la cartilla tradicional,
que contenían abecedarios, reglas de pronunciación, doctrina cristiana, educación para labradores,
pastores y artesanos, cuentas y sus tablas y abundantes contenidos morales. Durante muchos siglos la
normalidad fue leer en las escuelas en voz alta hasta el siglo XIX, que se introduce la lectura en voz baja
hasta llegar a la lectura silenciosa en niños avanzados. El método del deletreo deja paso progresivamente al
del silabeo. Igualmente hasta el siglo XIX era norma habitual el trabajo diferenciado de lectura y escritura
ya que esta última se consideraba técnica reservada a los calígrafos”.
xxvii Son numerosas las ediciones del Quijote tanto para niños como adultos en la primera mitad del siglo
XX: Saturnino Calleja, Hernando, Ramón Sopena, Cultura Clásica y Moderna y principalmente la de Hijos
de Santiago Rodríguez, que a partir de 1955 publica una reedición dirigida a escolares hasta 1965, sin duda
la que hemos leído todos y que independientemente de la lectura complementa aspectos gramaticales,
ortográficos y de vocabulario.
xxviii Bofetadas, azotes, patadas, capones, tirones de orejas, tirones de patillas, golpes en las manos o en el
cuerpo con reglas y palos, poner de rodillas, poner de cara a la pared, de rodillas con libros en las manos,
insultos referidos a la inteligencia, insultos referidos al físico, insultos referidos a la virilidad, castigos a no
salir al recreo; castigos a quedarse en el colegio al terminar la sesión de mañana o tarde, hacer copias, etc.
son algunas manifestaciones de los continuos castigos que se propinan en una escuela franquista en la que el
método queda explícitamente definido con el lema de que la “letra con sangre entra”.
xxix La gramática es entendida como el estudio de las reglas y principios reguladores del uso de la lengua,
así como la organización de las palabras en el seno de la oración.
xxx El progreso de la educación primaria en España, aunque establecida como obligatoria a mediados del
siglo XIX, es diferente al de otros países. La Ley Moyano (1857) considera la primaria a cargo del
Ayuntamiento y tiene dos etapas: elemental y superior, ambas gratuitas. Debe existir una elemental completa
de niños y otra incompleta de niñas para localidades de más de 500 habitantes, y en capitales de provincia y
poblaciones de más de 10.000, debe existir asimismo una superior y otra de párvulos, cuestión que deja en
clara desventaja a las zonas rurales. Este esfuerzo, al que no acuden de forma debida los Ayuntamientos, se
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complementa con el programa de construcciones escolares del gobierno de Primo de Rivera y la reforma
llevada a cabo durante los primeros años de la Segunda República. Todas estas iniciativas no son suficientes
para conseguir puestos escolares necesarios, deficiencia a la que se unen otras de carácter estructural, nuevos
retos económicos, falta de mentalidad del pueblo ante el estudio y la cultura; marco que propicia que el
analfabetismo de la población española no baje en el final del siglo XIX y principios del XX. Tampoco existe
una mejora de este analfabetismo en la primera etapa franquista (sigue existiendo una primaria corta y otra
larga), que diferencia al que va a estudiar bachillerato, que abandona la primaria a los 10 años y el resto
sigue hasta los 12 años. Sin duda una segregación prematura y un abandono temprano del sistema, ya que
conduce, según sus aptitudes, a unos hacia una superior formación intelectual y a otros hacia la vida
profesional del trabajo en la industria, el comercio o las actividades agrícolas. Hay que esperar a la década de
los 60 para conocer un aumento de la demanda escolar sin precedentes debido a cambios estructurales,
demográficos, económicos, materializados en un gran crecimiento de la población, emigración hacia Europa
y grandes ciudades, aparición de una clase media más amplia, ascenso económico sin precedentes y cierto
aperturismo del régimen. En 1970 la Ley General de Educación integra a todo ciudadano en un tronco
común educativo (EGB), proporcionando una formación integral igual para todos y adaptada en lo posible a
las aptitudes y capacidades de cada uno.
xxxi El día de la primera comunión los niños se levantan temprano, se lavan, peinan y se visten con el traje
de la primera comunión, de marinero los niños y de blanco las niñas. Las comuniones no se hacen
individualmente sino en el colegio, no existiendo celebraciones posteriores excepto un chocolate con churros
familiar. Las manos nunca están libres, por un lado el misal, por otro el rosario y, cómo no, las estampas de
la primera comunión, que gratuitamente se dan a familiares, vecinos y amigos. Se dicen algunas frases del
catecismo y las manos están cubiertas por guantes blancos. Al mediodía está todo terminado y puedes volver
a jugar y reanudar tu vida normal.
xxxii Dentro de los libros escolares utilizados en la escuela primaria del período franquista existe una
amplia diversidad: enciclopedias, catecismos, cartillas y libros de lectura escolar que se utilizan en los tres
niveles de la educación primaria que estipula la Ley de 1945; esto es, nivel elemental, nivel medio y de
perfeccionamiento o superior. A la lectura y escritura se dedica gran parte del tiempo que el niño está en la
escuela, siendo actividades muy valoradas por padres y maestros dado el carácter instrumental básico para
desarrollar cualquier aprendizaje posterior, aspecto que se ha perdido en la época actual dada la diversidad
cultural existente, que requiere una fragmentación excesiva de los tiempos escolares.
xxxiii Se trata de textos que suponen un abaratamiento de los libros de texto en época de crisis y que sirve
de enlace entre la cartilla o método de lectura y los estudios posteriores, amén de servir de referencia a los
contenidos que todo ciudadano debe saber. Tiene sencillas ilustraciones y está escrita con cuidada caligrafía,
obra del propio autor; consta de 54 lecciones, con temas que van desde Dios creador, en la primera lección, a
Franco y José Antonio, en la última, pasando por Los tres reinos de la naturaleza, Los puntos cardinales, La
provincia, El Siglo de Oro, Las hormigas, El cuerpo humano o Ramón y Cajal.
xxxiv En este último apartado aparecen temas como la “Exaltación de la Cruz” (14 de septiembre),
“Cristo Rey” (último domingo de octubre), “Mártires de la Tradición” (10 de marzo) y el “Día del Papa”
(29 de junio).
xxxv “Se buscó la unidad religiosa pasando a ser el factor católico determinante de la nueva sociedad...
en la que la Iglesia tuvo el esplendoroso síntoma de la plétora de nuevas y abundantes vocaciones
eclesiásticas, tras la llegada, incluso, de jóvenes entrados en años y con estudios civiles: las famosas
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vocaciones tardías, que tanto asombraron a viejos clérigos y jóvenes seminaristas, procedentes en su
mayoría del mundo rural y que veían en sus seminarios a gente fina de ciudad. Los seminarios se llenaban,
fueron remozados y ampliados, cosa a la que generosamente se prestó el nuevo Estado. Andando los años
Franco afirmó que los seminarios no son solamente templos de nuestra fe, sino creadores de hombres,
escuelas forjadoras de hombres para la patria; pozo de patriotas en los que se alimentaban las más curiosas
leyendas de signos providencialistas, que imaginaban a los tiernos alevines de curas” ( Chao Rego, X.;
2007:92).
xxxvi Palacio Lis, I. y Ruiz Rodrigo, C. (1993:41) aunque tomen como referencia la cuestión objeto de
estudio en Valencia se aproximan a algunas de la causas del absentismo en el conjunto del país: “otro
problema que pone de manifiesto la debilidad de la escuela en el franquismo es el que hace referencia al
absentismo: nos sorprende, en tal sentido, que en la red privada la asistencia escolar fuese bastante más
elevada que en la pública, pues la clase social acomodada, a la cual fundamentalmente iba dirigida,
mantenía unas constantes de regularidad, poco habituales en los niños de baja procedencia, obligados a
incorporarse al mundo del trabajo prematuramente. Las difíciles circunstancias de muchas familias
obligaban a retirar a su hijos de las escuelas para ocuparlos en determinados oficios para subvenir, en la
medida de lo posible, a la maltrecha economía doméstica”.
xxxvii En el régimen, surgido tras 1939, la educación es doctrinaria más que educativa, con imperativos
religiosos y patrióticos sobre el carácter científico y profesional de la Segunda República. La enseñanza de la
religión está presente en todos los niveles del sistema, apoyada por una historia adulterada y la presencia del
castellano como única lengua. Respecto a la formación de los maestros Sabater, J.M. (1997:36) expresa que:
“las Escuelas Normales reabrieron sus puertas tras el paréntesis de la Guerra Civil, siendo admitidos,
previa depuración, los alumnos del anterior Plan Profesional. No debieron ser muchos los alumnos
afectados, ya que se restablece el artículo 28 del Real Decreto de 30 junio de 1914, que permitía a los
bachilleres obtener el título de Maestro, siempre que presentaran un informe de conducta favorable
expedido por la autoridad militar, civil y eclesiástica y aprobaran en las Normales las materias de
Pedagogía, Religión y Moral. Posteriormente el Plan de 1950 comprende formación religiosa y moral,
formación político social, formación física, cultura general, formación teórica y formación profesional
práctica. En la cultura general se incluye la lengua y literatura española y la geografía e historia. En la
formación teórica, filosofía, psicología, lógica y ética en primer curso y ontología general y especial en
segundo. La psicología aparece con un estatuto ambiguo al estar vinculada a la filosofía, por una parte,
pero también a la pedagogía… el decreto de 1950 que aprobó el reglamento de las Normales define con
bastante precisión el talante que deben adquirir estas escuelas”.
xxxviii Este intento de mejorar España a través de la educación no es nuevo. Costa habló de “escuela y
despensa” como forma de conseguir un sistema educativo que permitiese acercar el país a los más avanzados
de su entorno. Las actividades de la “Institución Libre de Enseñanza” serían el ejemplo señero al igual que
Marcelino Domingo, que lanzó un ambicioso proyecto de cambio que contaba con la creación de 27.000
nuevas escuelas, reforma de los planes de estudios y dignificación de los salarios docentes.
xxxix Las medidas democratizadoras de las estructuras educativas de la República fueron suprimidas, al
igual que el Plan Profesional del Magisterio y las referidas a bilingüismo, laicismo y coeducación, así como
toda la legislación que limitaba la actuación de la Iglesia en el campo de la enseñanza. Por otra parte se
reintroduce la enseñanza religiosa, crítica demoledora de los principios democráticos (libertad, pluralismo,
tolerancia...), defensa de un españolismo exaltado y excluyente, reinterpretación de la Historia Española
poniendo el acento en lo que se consideraba nefasta trayectoria iniciada con la Ilustración, seguida por el
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liberalismo y culminada con la República democrática, etc.
xl “Es una escuela eminentemente empobrecida en medios y libertades en tanto rica en ornamentaciones
rituales. Amén de los cuadros alegóricos y políticos y algún que otro signo de cristianización, el aula de
aquella escuela se componía generalmente de bancos corridos y pupitres desvencijados. La pizarra al
frente, el desolador armario en un rincón y poco más. Respecto a las nuevas costumbres, aparecieron los
ritos el acto de arriar e izar las banderas, las celebraciones religiosas, la asistencia misa, el mes de María,
etc. Era la devoción que manaba de las viejas tradiciones católicas” (Aparici Pastor, M.; 2009:156).
xli
El ángel de los números
Vírgenes con escuadras
y compases, velando
las celestes pizarras.
Y el ángel de los números,
pensativo, volando,
del 1 al 2, del 2
al 3, del 3 al 4.
Tizas frías y esponjas
rayaban y borraban
la luz de los espacios.
Ni sol, luna, ni estrellas,
ni el repentino verde
del rayo y el relámpago,
ni el aire. Sólo nieblas.
Vírgenes sin escuadras,
sin compases, llorando.
Y en las muertas pizarras,
el ángel de los números,
sin vida, amortajado
sobre el 1 y el 2,
sobre el 3, sobre el 4…
xlii
Recuerdo infantil
Una tarde parda y fría
de invierno. Los colegiales
estudian. Monotonía
de lluvia tras los cristales.
Es la clase. En un cartel
se representa a Caín
fugitivo, y muerto Abel,
junto a una mancha carmín.
Con timbre sonoro y hueco
truena el maestro, un anciano
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mal vestido, enjuto y seco,
que lleva un libro en la mano.
Y todo un coro infantil
va cantando la lección:
mil veces ciento, cien mil,
mil veces mil, un millón.
Una tarde parda y fría
de invierno. Los colegiales
estudian. Monotonía
de la lluvia en los cristales.
xliii “Los «cuadernos de rotación», que cumplían las antiguas funciones de «parte» de actividades, eran
obligatorios para todos los maestros tanto de escuelas nacionales como privadas. En su elaboración
participaban todos los escolares, que rotaban en el registro de las mismas reseñando prácticas referidas a
consignas semanales y a su desarrollo, lecciones de formación política y social, letras de canciones
aprendidas, tablas de educación física desarrolladas, etc. Se consideraba preceptivo hacer llegar un
cuaderno por curso a la Asociación Provincial de Enseñanza del Frente de Juventudes, en cuya portada
debían constar el nombre y apellidos del maestro, escuela y sección, dirección postal y número de alumnos
matriculados. El director de las escuelas graduadas era, en definitiva, el responsable de informar de la
actividad de cada maestro en la última hoja del cuaderno de rotación” (Palacio Lis, L. y Ruiz Rodrigo, C.;
1993:33).
xliv Fernández Santander, C. (2005:146) expresa que: “En ese mismo mes de agosto (1941) el Boletín
Oficial del Estado publicó la Ley de protección a las familias numerosas. Solamente los pueblos con
familias fecundas, se afirmaba en ella, pueden extender la raza por el mundo y crear y sostener imperios. La
vitalidad demográfica acrecienta la personalidad internacional y la potencia militar”.
xlv Desde 1942 “Gorila” es el referente de la durabilidad en calzado para unos niños de la posguerra
española, que juegan con aquella mítica pelota regalada con cada par de zapatos o botas. Su diferenciación,
la fabricación en autoclave, imprime al producto una resistencia que lo convierte prácticamente en
indestructible.
xlvi “La radio se convertirá, en los años 40, en uno de los instrumentos de socialización de las mujeres de
mayor alcance tanto por los espacios de audiencia que genera como por los propios mensajes transmitidos.
Acostumbrados durante la guerra a sintonizar emisoras para conocer el discurrir de la contienda, a veces
de manera clandestina, su final dió un nuevo impulso a la difusión. La radio puede escucharse tanto en el
ámbito privado, al mismo tiempo que se realizan los trabajos domésticos, como en el público, mientras se
trabaja en almacenes, fábricas... e incluso fomentando, sobre todo en las zonas rurales, la audición
conjunta, preparándose las mujeres para, al mismo tiempo que cosen, escuchar los programas
radiofónicos” (Agulló Díaz, M.C. en Mayordomo Pérez, A.; 1999:264).
xlvii Las historias que se cuentan en las coplas no se corresponden con el modelo social imperante, por lo
que con frecuencia escandalizan a los censores sociales. Según Agulló Díaz, M.C. en Mayordomo Pérez, A.
(1999:266): “hablan con frecuencia de amantes resignadas con su papel marginal, de prostitutas que se
permiten el lujo de enamorarse de sus clientes e incluso de borrachas enamoradas… todos ellos eran
ejemplos poco edificantes pero muy reales para las españolas acostumbradas a hablar en voz baja con sus
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vecinas rojas o de moral ligera, según denominación de la época. Carmen Martín Gaite recuerda y describe
magistralmente el impacto que le causaba, en aquellos años 40, la aparición, en las canciones, de mujeres
totalmente enfrentadas a la ideología dominante. Mujeres, como ella dice, que no serán nunca afectuosas
esposas ni buenas madres, mujeres malas, sin nombre ni rostro, condenadas y malditas por la sociedad bien
pensante”.
xlviii Independientemente de la idiosincrasia de cada región existen numerosas canciones que son cantadas
por todo el territorio nacional: “Estaba el señor don gato”, “Debajo del botón que tenía Martín”, “Un
elefante se balanceaba en la tela de una araña”, “¿Dónde están las llaves?”, “Bartolo tenía una flauta”;
canciones para jugar a las prendas como “Antón pirulero”, canciones para jugar sentados alrededor del
brasero como “Pin, pin, pin, zagaramatín”, canciones de corro como “La zapatilla por detrás”, “Al corro
de la patata”, “Arroyo claro”, “El patio de mi casa”, “La viudita del conde Laurel”, “Tengo una muñeca
vestida de azul”; canciones de excursión como “Ahora que vamos deprisa” o “Ahora que vamos despacio”;
canciones de pasillo como “Al pasar por Sevilla”, “Han puesto una librería”, “La chata biringüela”,
“Quisiera ser tan alta”; canciones para jugar a la goma y tocar las palmas como “Santa Teresita” y “Chino
capuchino mandarín”; canciones para saltar a la comba “Al pasar la barca”, “Cuando venga el cartero”,
“El cochecito leré”, “Soy la reina de los mares” o aquellas que se utilizan para sortear algo o elegir a
alguien “China, china capuchina”, “Eché café, eché café”, “En casa de Pinocho” o “Pinto, pinto,
gorgorito”. Por diversión, y sin objeto de aplicación a juego alguno se cantan en los hogares y en la calle
algunas canciones como “Chincha rabiña”, “Cinco lobitos tiene la loba”, “El carnicero me cortó por
aquí”, “El que se fue Sevilla”, “Éste puso un huevo”, “Estaba la rana cantando debajo del agua”, “La
gallinita ciega”, “Las tres ovejas”, “Papá, mamá, periquito me quiere pegar”, etc.; o canciones para irse a
dormir “Ángel de la guarda” o “Cuatro esquinitas”.
xlix Es frecuente escuchar a nuestros padres y abuelos refranes como: “Agua que no has de beber, déjala
correr”, “A mal tiempo buena cara”, “Dime con quién andas y te diré quién eres”, ”Más vale pájaro en
mano que ciento volando”, “Aunque la mona se vista de seda, mona es y mona se queda”, “Cuando las
barbas de tu vecino veas pelar pon las tuyas a remojar”, “De tal palo tal astilla”, “Dios los cría y ellos se
juntan”, “Es de bien nacido ser agradecido”, “Más vale maña que fuerza”, “Más vale llegar a tiempo que
rondar un año”, “Con las cosas de comer no se juega”, “Cada oveja con su pareja”, etc.
l Algunos referidos al reino animal “A cuestas llevo mi casa, camino sin tener patas, por donde mi cuerpo
pasa queda un hilillo de plata”, del reino vegetal “Amarilla en el centro, blanca por fuera, si fuera huevo,
estaría en la nevera, pero como no lo soy aparezco en primavera”, de la naturaleza “De noche llegaron sin
ser invitadas, de día se perdieron: no están extraviadas”, sobre alimentos “De bello he de presumir; soy
blanco como la cal, todos me saben abrir, nadie me sabe cerrar”, de partes del cuerpo “Dos cajitas de
sinrazón se abren y se cierran y no meten son”, otros sin calificar “Alto, alto como un pino y pesas menos
que un comino”.
li El primero conocido se denomina “Dominguín”, aparecido en 1915, y tiene gran aceptación entre el
público. A partir de este momento la afectación es rápida sobre todo en el sector de la infancia, siendo un
referente importante y sólido la aparición en 1917 del “TBO” que aporta una denominación genérica a lo que
sería el cómic en España.
lii La llegada de la Guerra Civil corta la evolución del tebeo en España, quedando aplazada durante años.
Este paréntesis se debe principalmente a la carencia de materias primas, al control al que se someten todas
las publicaciones aunque estuvieran destinadas a los niños, por la presencia del hambre, que provoca la
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dedicación de todas las personas al ejercicio de la supervivencia, por la aparición de la censura, por la
ausencia de libertades y por la carencia de imaginación en los artistas.
liii “El mayor triunfo de la editorial Bruguera en los cuadernos de aventuras y aún más en todas las
historias de los tebeos españoles fue, sin duda «El Capitán Trueno». Su presentación tuvo lugar en junio de
1956, con una entrega quincenal, un mes antes de «Pulgarcito». Víctor Mora, llevado de su admiración por
el príncipe valiente de Hal Foster, fue responsable de la idea y de los dibujos Miguel Ambrosio (Ambrós). El
éxito fue inmediato, por lo que su ritmo pasó a ser semanal y, para mantenerlos, tuvo que ser ayudado por
otro compañero. El episodio inicial tuvo lugar en Palestina en la época de la tercera cruzada donde un
caballero español denominado «Capitán Trueno» combatía junto a Ricardo Corazón de León” (Alary, V.;
2002).
liv La editorial Molino propone la colección de “Mis primeros cuentos” en los que se encuadran clásicos
como “Caperucita Roja” o “Cenicienta”, y también una serie de cuentos de hadas. La editorial Juventud
reedita “Heidi”, y recrean clásicos como “Caperucita y los tres ositos” y “Blanca nieves y los siete
enanitos”; de la editorial Boris Bureba se potencia el personaje de “Antoñita la fantástica”. Son notables
también en el clima de los cuentos infantiles las publicaciones de las editoriales de Seix Barral, Labor y
Aguilar. Todas publicaron cuentos clásicos como “La Bella Durmiente”, “Cenicienta , “La sirenita”, “Los
tres cerditos”, “Peter Pan”, “Pinocho”, “Rapunzel”, “Ratoncito Pérez”, “Ricitos de oro”, “Los músicos
de Bremen”, “La gallina ciega”, “Juan sin miedo”, “Pedro y el lobo” y “Las zapatillas rojas”.
lv Así pues las trompetas, tambores, combas, camiones de madera, caballos de cartón, pistolas de mixtos,
rifles de corcho, sombreros, placas de sheriff, arcos y flechas, etc. son sustituidos por trenes, coches de
carrera, muñecos articulados, construcciones y la revolución de “Juegos Reunidos Geyper”, que se
expansionaron en los últimos años de la década de los 50. A lo largo de la década siguen siendo juguetes
preferidos los coches cuna, muñecas y cocinitas para las niñas e indios, fuertes, cometas y pelotas para los
niños. Un entretenimiento barato para las chicas son los recortables que sirven para poner-quitar vestidos y
complementos a bebés, señoras, jovencitas, personas de distintas razas, novias, actrices de cine…en fin, un
largo etc. Dentro de los juguetes es notorio el éxito de la muñeca “Mariquita Pérez”, reservada por su precio
a las clases pudientes, debiéndose conformar la mayoría de la población con otras de no tan reconocido
prestigio y a la que pronto acompaña su correspondiente muñeco masculino llamado “Juanín”.
lvi “Pan y toros” y “fútbol” son dos formas de control en una sociedad no democrática que tiene que estar
entretenida y satisfacer su necesidad alimenticia. Las colecciones de equipos de fútbol son frecuentes, y se
hacen año tras año. Todos sabemos las alineaciones de los equipos, el nombre del estadio en el que juegan, el
color de la camiseta o cómo es el escudo del “equipo”. Los cromos de ciclistas nos sirven, una vez
troquelados, para ajustarlos en chapas del cierre de botellas y protegerlos con un círculo de cristal. Después
se pinta un recorrido en el suelo, normalmente con “yeso”, por el que se desplazan las chapas impulsadas por
la fuerza del dedo corazón.
lvii Se necesita para jugar más de un bolindre o más de una peonza, dado que estos juegos llevan implícito
ganar o perder. Los bolsillos siempre están llenos de bolindres y peonzas de diferentes formas y colores; los
primeros grandes y pequeños, de cristal o de barro y los segundos, grandes o chicos; en fin, una amalgama de
colores y texturas que adornan desde los patios de recreo a las calles próximas a nuestro domicilio en el
momento en que se juntan dos o tres chavales. La peonza de todos los colores, con múltiples modelos de
“guita” pintada por nosotros, de punta roma o punta afilada.
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lviii Los hermanos “Tonetti” tipifican la figura de los payasos: uno tiene la cara blanca, el listo, que viste
todo de blanco con brillos de lentejuelas y zapatos con tacones, con gorro terminado en punta, mientras que
el tonto lleva una nariz postiza de gran tamaño y roja, colores en los vestidos estridentes, labios gordos
pintados de rojo y zapatos grandes que le hacen caminar con torpeza. Aunque inicialmente el listo parece
listo y el tonto, tonto, al final los chavales podemos comprobar que la pillería hace al tonto listo y al listo
tonto.
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Autoría:
José Claudio Narganes Robas
Director del Centro del Profesorado de Cádiz
Correo electrónico: josec.narganes.ext@juntadeandalucía.es
Teléfono de contacto: 697951044
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