Bueno, muchas gracias por acompañarme, y por

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El hombre y la naturaleza - Una visión histórica
Santiago Kovadloff – Abril 2005
Actividad del Pograma Cultural del Ecocentro auspiciado
por Aluar Aluminio argentino SAIC
Muchas gracias por acompañarme, y por compartir este momento que quisiera hacer de
reflexión. Quiero además de agradecerles a uds., agradecer a los organizadores del
Ecocentro la posibilidad de volver aquí. Mi primera visita fue el año pasado, y esta no
es más que la segunda, así que espero poder seguir compartiendo con quienes han
tenido la iniciativa de crear este espacio cultural la posibilidad de trabajar juntos.
En un comienzo habíamos pensado, con Alfredo Litcher, en la posibilidad de hacer un
seminario sobre el concepto de naturaleza en la historia del pensamiento; esa idea no
fue desechada pero si fue aplazada por razones de organización, entonces hemos
decidido concentrar en la charla de hoy algunos aspectos temáticos de lo que sería el
seminario que hubiésemos desarrollado a lo largo de tres encuentros sucesivos.
El título que me pareció propicio para encabezar estas reflexiones es “El hombre frente
a la naturaleza”.
En la charla que ofrecí el año pasado a la que seguramente algunos de uds. asistieron
planteé el porqué de la urgencia de tomar en cuenta el concepto de naturaleza, en un
momento como este. Situaba, yo, la noción de naturaleza en un repertorio de dilemas
contemporáneos que me parecía que le conferían perfil problemático a nuestro tiempo.
Y encabezaba la reflexión sobre ese concepto de naturaleza, diciendo que una época
alcanza lo que podríamos llamar su idiosincrasia propia, su perfil problemático como
digo en el momento en que descubre cúales son los problemas inéditos, hasta entonces
que no puede soslayar sin dejarse de lado a si misma. El descubrimiento de los
problemas inéditos que una época es capaz de enfrentar señala al mismo tiempo el
esfuerzo de originalidad analítica, en el sentido de reflexiva que una época esta llamada
a llevar adelante para perfilarse en la historia con un signo propio. En esos dilemas
contemporáneos que en aquella ocasión mencionaba yo, junto con el de la naturaleza, la
noción de progreso, la noción de conocimiento y el concepto de la guerra. Estás cuatro
nociones: naturaleza, progreso, conocimiento y guerra, decía en aquel momento, han
sufrido una fuertísima una onda redefinición semántica, a partir del siglo XX.
No es cosa, ahora tal vez de recordar, el alcance de estos cuatro conceptos, pero
quisiera yo detenerme en el que hoy es materia de esta exposición, que es la noción de
naturaleza. Recordaba, entonces parte de lo planteado para avanzar, en consecuencia
hoy un poco más, decía yo entonces que la noción de naturaleza sufre en nuestro tiempo
una redefinición radical porque habiendo sido el hombre durante centenares de miles de
años un ser que pugnó y lucho por constituir su humanidad mediante el esfuerzo de
abrirse un lugar en la naturaleza, se veía enfrentado ahora a una situación inesperada
para sobrevivir debía abrirle él un lugar a la naturaleza en el mundo de la cultura.
Esta inversión, no es sin consecuencias. No se trata ni siquiera superficialmente de un
cambio de escenario. Se trata de una mutación radical en la comprensión de la propia
subjetividad, porque si el hombre se educó para algo durante muchísimo tiempo, fue
para apropiarse de la naturaleza. Esta apropiación en el marco de la cultura moderna, es
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decir, la cultura que se despliega entre los siglos XV y XX, redundó en el riesgo de
exterminio de la naturaleza. Por primera vez, afines del XIX, en primera instancia y con
más transparencia en el transcurso del XX, el hombre advierte que la naturaleza se agota,
es decir que ha sido objeto de una apropiación abusiva, a la que no vacilaría yo en
llamar prostibularia. Como consecuencia de esta apropiación abusiva de la naturaleza, el
hombre no solo descubre, decíamos en aquél momento que el entorno agoniza bajo la
forma de especies que desaparecen, atmósferas que se contaminan, ríos envilecidos por
la polución, ciudades que agonizan bajo el peso insoportable del estruendo, no solo
descubre entonces que el entorno está vulnerado por el abuso, sino que descubre además
que él es el entorno. Vale decir que el hombre descubre que lo que le pasa a su medio
ambiente es lo que le sucede, él es lo que le ocurre a lo que él no es. El es lo que le
ocurre a lo que él no es.
Este descubrimiento es decisivo, porque implica que luego de una parábola de casi tres
mil años, el hombre vuelve, vuelve, ha advertir que su cuerpo no termina donde finaliza
su piel, sino que el consiste además en todo lo que lo excede. Que él es todo aquello que
afectado por su abuso, vuelve sobre él bajo la forma de agonía para recordarle que quién
agoniza es él.
No abusemos de la presunción de creer que esto es claro. Poco es lo que entendemos
acerca de esto que con tanta dificultad apenas alcanzamos a plantear. Son dilemas
nuevos, estamos mucho más hondamente afectados por ellos que en condiciones de
comprender y de resolver lo que estos problemas implican.
Hace treinta y cuatro años, un hombre que consagró su vida al estudio de la medicina y
de la ciencia del medio ambiente Konrad Lorenz, premio nobel de medicina escribió
una obra que hemos conocido aquí bajo el título de “Los ocho pecados mortales de la
humanidad civilizada”. Yo me he permitido traer esta noche este libro, por dos motivos;
primero para sugerirles que lo lean quienes no lo han leído y sobre todo que lo relean
quienes ya lo han leído. De él quiero sólo leerles un fragmento:
“ … Así pues la humanidad civilizada se encamina por si sola hacia su ruina ecológica
mientras asola con obcecación y bandalismo la naturaleza que lo circunda y lo nutre.
Tal vez reconozca sus errores cuando sienta por vez primera, las secuelas económicas
de tal actitud, pero entonces, probablemente será demasiado tarde. Sin embargo lo que
menos percibe es el daño causado a su alma en el curso de ese bárbaro proceso. La
ruindad estética y ética de la civilización actual es imputable en gran medida al
distanciamiento generalizado y acelerado de la naturaleza viva por parte del hombre.
Donde encontrará inspiración el hombre de la generación futura para respetar esto o
aquello si todo cuanto ve en torno suyo es obra humana, y por cierto un obra humana
excepcionalmente sórdida y disforme. El ha sembrado la desolación que contempla.
Incluso el firmamento estrellado se oculta a la mirada del ciudadano con los
rascacielos y el enrarecimiento químico de la atmósfera. Por consiguiente no es nada
extraño que el progreso civilizador lleve como cortejo un afeamiento deplorable de la
ciudad y del campo. Comparemos con los ojos bien abiertos el recinto antiguo de
cualquier ciudad alemana con su moderna periferia o bien sus contornos engullidos
vorazmente por el envilecimiento cultural con las localidades exentas todavía de tal
carga. Será como comparar el cuadro histológico de cualquier tejido animal sano con
un tumor maligno. Hallaremos sorprendentes analogías. Esta diferencia analizada con
objetividad y transportada de lo estético a lo calculable estriba fundamentalmente en
una pérdida de información….”
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Quiere decir Lorenz, pasa lo que no sabemos que nos pasa. Pasa lo que no sabemos que
nos pasa. Lejos está Lorenz, cuya prosa además habrán advertido que es diáfana, y
elegante como corresponde a un hombre de ciencia, puesto que un hombre de ciencia
ante todo tiene sentido de lo estético y por eso ama la armonía aúnen el uso de la
palabra. Lejos está Lorenz de querer decirnos con esto volvamos atrás. Cuando uno
quiere volver atrás es reaccionario. Cuando uno se queda en el presente es irresponsable.
Cuando uno aspira a encontrar una salida hacia el futuro es porque se ha vuelto
consciente de la demanda que el pasado le hace en el presente y quiere transformar la
actualidad. Eso se llama mirar hacia delante. Se trata por lo tanto de una perspectiva
cívica. Cívica quiere decir ciudadana en el sentido político de la palabra. Si no
alcanzamos a configurar una idea clara de las deudas que hemos contraído en el
presente con el pasado incumplido, con las deudas incumplidas del pasado en el
presente, no tenemos futuro. El futuro no es lo que va a venir. El futuro es el sitio desde
cual venimos nosotros hacia el presente cuando lo hacemos cargados de ideales.
El futuro es el sitio desde el cual venimos nosotros hacia el presente cuando tenemos
ideales. Y cuando no tenemos ideales, ¿desde donde venimos? Desde el futuro también,
pero en este caso se llama resignación. Siempre venimos del futuro, es decir del
repertorio de expectativas con las que configuramos el valor, el sentido, la significación
de la actualidad. Y ¿qué es el pasado entonces? El pasado es hacia donde vamos. Como,
¿no venimos del pasado?, ¿ud cuando nació? No, no venimos del pasado, el pasado es el
sitio hacia el que vamos en la medida en que las generaciones venideras deben
superarnos, debemos ser dejados atrás. Si nos va bien, si le va bien a la comunidad a la
que pertenecemos se nos deja atrás. Se nos supera. El que tenga hijos si se anima sabe
de qué hablo. ¿Qué podemos desearles a nuestros hijos? que nos dejen atrás. Que no nos
repitan. Uno sueña cuando es joven que va a ser mejor que sus padres y termina
descubriendo en la mirada de sus hijos que se parece a ellos, a sus padres. Pero no
porque los repita en el sentido explicito de que repite aquello mismo que sus padres han
hecho, sino por que uno fatalmente, no coincide con sus hijos. Si le va bien no coincide.
Si le va mal, ellos se someten y son idénticos a nosotros y nosotros aspiramos a que no
existan y decimos son iguales a nosotros…que bien. Lo digo por que esto puede ser
trasladado a la concepción del tiempo histórico. Konrad Lorenz está diciéndonos que es
indispensable, que nosotros entendamos que ha sido de nosotros en un mundo en el que
el concepto de progreso al quedar exclusivamente asociado a la eficacia operativa y
posesiva sobre el medio ambiente, ha destruído la significación del medio ambiente
como alteridad, como otro. Como yo quisiera encabezar, encauzar mejor dicho esta
conversación hacia la idea de lo que nos exige la naturaleza a partir de un esfuerzo de
comprensión de nuestro presente, quiero, dos cosas, anticiparles resumidamente cual
entiendo yo que es ese desafío y hacer hasta donde me sea posible un recorrido histórico
que les permita disponer a uds de una semblanza de las distintas acepciones de la noción
de la naturaleza desde el pensamiento bíblico hebreo hasta la actualidad.
¿Cuál es el desafío que a mi juicio nos hace hoy la naturaleza? El desafío que nos hace
consiste creo en ver si podemos transitar de la idea de la naturaleza como objeto de
dominio, a la idea de la naturaleza como interlocutora. Ello no implica abandonar
nuestras relaciones de trabajo y producción con el medio ambiente y con la naturaleza,
pero implica entender que la naturaleza no es objeto pasivo de posesión. No es una
prostituta. Es alguien. Tenemos una enorme dificultad para entender a la naturaleza
como alguien.
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Tenemos una enorme dificultad para entender a la naturaleza como alguien. Como
presencia, como otro, como alteridad, como interlocutora. La propuesta es ver si a
través del desarrollo de lo que a partir de este momento voy a empezar a hacer, puede
vislumbrarse con alguna claridad gradual y mayor que significa entender a la
naturaleza como interlocutora. El primer punto entonces, es darles una idea acerca del
concepto de naturaleza tal como lo podemos configurar en la lectura de la Biblia hebrea,
de la Torá, como se dice en hebreo. Es un punto de partida, no excesivamente
convencional porque atañe a la configuración de los procedimientos occidentales de
relación con la naturaleza. Podríamos encontrar otros también y cuanto más
encontremos mejor, pero bajo el peso de la necesidad de ser sucinto, tomo entonces este
punto de partida. La Biblia hebrea, particularmente el libro del génesis nos enseña lo
siguiente, que dios construye lo real,….no. Dios no construye lo real. Dios transforma
lo real. El dios de la Biblia no es un dios estrictamente creador de realidad sino
transfigurador de lo real, hace del caos un cosmos, del desorden en que lo real palpita un
orden una inteligibilidad que el efectúa a través de la palabra. El dios judío habla, no se
arremanga para trabajar, habla. Trabaja hablando, produce significaciones. Es un dios
que funda significados, dice: “hágase la luz”, y la luz se hace; hágase el día, hágase el
mar, háganse las especies que vuelan y las que nadan, y esas especies y esos días se
hacen. La palabra tiene poder configurador. Lo que hay bajo la forma de caos de pura
materia amorfa indiscernible es, por obra de la palabra divina convertida en significado.
Se entiende, eso quiere decir mundo. Pasamos del caos al cosmos, cuando transitamos
de lo impronunciable a la significación, lo imponderable a lo ponderable por obra de la
significación. Un dios que habla acota lo indeterminado de lo real y lo introduce en el
campo de lo significativo. La naturaleza en consecuencia, y en primera instancia es en la
Biblia lo que está sostenido por la significación. No es el mero haber, ya el caos implica
un haber, es el haber bautizado. Lo real transformado por el sentido. Si uds tienen
dificultad para comprender esto, y el que no la tenga es un cínico, puedan en parte
palear esa dificultad comprendiendo lo que significa el nombre propio. Creo que todos
nosotros hemos pasado por la angustiante experiencia de que llamándonos Marta o
Roberto alguien nos mire a los ojos y nos diga “Alfredo, ¿que tal?”. “Soledad, ¿como
estás?”. Este dislocamiento, este deslizamiento hacia un nombre que no es nuestro, es
un arrebatamiento de presencia, una claudicación de transparencia de nuestra identidad.
Es el horror de desconocerse, porque nuestro nombre nos inscribe en el campo de la
inteligibilidad para nosotros mismos, no da lo mismo un nombre que otro una vez que
uno lo tiene. Analógicamente entonces, podemos decir en un orden metafórico, que
cuando dios designa a lo real lo inscribe en el campo de la identidad, le pone nombre, lo
funda. Y en consecuencia el hombre es convocado según la Biblia dice, en génesis
también, para que cumpla con dos funciones; fíjense que interesante. Dios lo lleva a
Adán al edén y le dice: “bueno, aquí esta de todo lo existente la excelencia, es decir
aquello que reviste mayor calidad, pues bien aquí esta todo para que lo nombres; le dice
dios a Adán, de conformidad con tus necesidades”. Aquí esta todo para que lo nombres
de conformidad con tus necesidades, y esto significa sin olvidar que ya tienen nombre.
Hay un nombre funcional que les ponemos a las cosas en virtud del trato de rentabilidad
que necesitamos entablar con ellas, y hay otro nombre que designa a las cosas como
presencia. Vuelvo a los ejemplos, porque los ejemplos sin explicar matizan la oscuridad
de las cosas. Uno está en el colegio y dicen: “Martínez Carlos, presente”.
“Josefa Luisa, presente” Ahí el nombre está cumpliendo una función operativa, y otra
cosa es cuando ella se acerca a Carlos y le dice, supongo yo, ¿sabes que sos hermoso?
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También se hace presente Carlos en esa, pero es otra presencia, es la presencia
significativa de quien que fuera de un marco exclusivamente funcional irrumpe como
persona. Irrumpe como persona, vale como persona, no está cumpliendo función no es
win izquierdo, el número 37 de la clase 12 B, es alguien. Pues bien, lo que dios le
recuerda a Adán es esto: Mi palabra le dio significación al mundo para que se haga
presente y vos podés entablar con el mundo una relación operativa en función de la
rentabilidad que necesitás extraer de las cosas, pero no te olvides nunca, que más allá
del vínculo operativo con el mundo está el mundo como presencia. ¿El mundo como
qué? Como presencia. Y ¿qué quiere decir eso? bien, porque no se bien, bueno
recapitulemos en la propia biografía de cada uno que significa valer como persona para
un prójimo, para un amigo, para un amor, para un padre, para una madre, valer como
presencia. Cuando alguien nos invita a comer, no para hablar de negocios, para estar
con nosotros, sin más finalidad que estar con nosotros. Que pasa cuando vamos a ver el
mar pero no para hacer surf, para ver el mar, para ver el mar, y subimos una montaña no
para hacer alpinismo, para ver la montaña. Aburrido, no? Y tal vez no, tal vez se trata de
ir al encuentro de lo real de poder contemplar acaso el hombre sea un ser que se
distingue de otras especies fundamentalmente porque tiene el don de la contemplación.
Es el único ser capaz de contemplar. Todos los demás seres vivos tienen relaciones
puramente funcionales con el mundo, aún los que vuelan. Nosotros además de eso
podemos contemplar, mirar sin más, no hay rentabilidad alguna en observar la caída del
sol. Observar el fuego, la lluvia, la caída del sol, el rostro de un niño, un anciano, la
huella en la tierra húmeda. Todo esto no sirve para nada, gracias a dios, pero traza el
rasgo distintivo de nuestra especie. El hombre, uno que puede observar la presencia sin
más de las cosas. Claro, todo esto exige educación. Una época sumida en el vértigo que
lo lleva a confundir la existencia con la capacidad de durar más tiempo. Que se jacta
que puede vivir cien años sin pensar si hay calidad subjetiva en ese vivir más.
Lógicamente entenderá el atardecer, fundamentalmente como la hora en que los
negocios cierran. De modo que, volviendo al concepto bíblico de la naturaleza podemos
decir que para los judíos bíblicos todo lo real connota una doble significación. Aquí
están las cosas para que de ellas me valga a fin de sobrevivir, y aquí están las cosas
como expresión de un enigma, el enigma del origen de lo real que viene a convocarme
como contemplador. El sábado, en la tradición hebrea, es también el día de la
contemplación, el Shabat: día en que los hombres interrumpen su relación funcional
con el mundo. Dejan de vender, de comprar, de salir, de entrar, de viajar, ¿qué hacen?
Hacen nada. Dificilísima actividad. Dificilísima actividad. Y que consiste en hacer nada,
consiste en reconcentrarse sobre el hecho de estar vivo. Sin más. Uno es uno, que fue
uno por una única vez. Y que estamos por una única vez y hay un día en la semana en
que la tradición hebrea viene a recordar a través de la Biblia que en el séptimo día dios
descansa de lo que hace y se concentra en la perplejidad de lo existente.
Si uds. leen con detenimiento génesis, verán que hay un momento en el que la Biblia
dice, después de que dios crea esto o aquello y vio que era bueno y vio que era bueno.
Es decir, que el impacto de lo echo sobre la sensibilidad del creador, ya escapa
estrictamente a su control, el puede crear las cosas, pero la perplejidad y la emoción de
haberlas hecho lo sorprende. Y vio que era bueno, y vio que era muy bueno. Quiere
decir esto que hay un momento en el cual ante la presencia de lo real, no entablamos
una relación de uso ni de abuso sino una relación de interlocución. Hablamos con lo que
se hace presente acerca de su presencia. Este concepto bíblico que remite, entonces
permanentemente, a lo hecho por la palabra; remite en consecuencia a una palabra que
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tiene el poder de devolvernos el mundo como presencia cuando el mundo está
contaminado por la palabra abusiva del uso. Esa palabra que nos devuelve el mundo
como presencia se llama poesía. Dice Nicanor Parra, vecino de la zona, poeta chileno:
“….El poeta está ahí para que el árbol no crezca torcido. ¿Cuándo crece torcido el
árbol? Cuando al pasar junto a él no lo vemos. Cuando sólo lo vemos para saber
cuanto pesará la madera que podríamos obtener cortándole las ramas. Cuando se trata
de un objeto que interrumpe el tránsito o rompe la vereda. Las cosas se tuercen cuando
el asombro se ausenta al contemplarlas…”
Y el poeta viene a decirnos pongámoslas otra vez en su lugar, recordemos que son
presencia viva. Que están ahí para que nos descubramos ahí. Para que nos hagamos
presentes nosotros ahí. Pero poesía no quiere decir un género literario. Poesía es una
actitud. La poesía mucho más que un género literario, y mucho antes que un género
literario, es un modo de ver el mundo. Poeta es aquél que rompe para nosotros la
costumbre dice Saint John Perse, un poeta de lengua francesa, de Martinica. Poeta es
aquél que rompe para nosotros la costumbre. Es decir, que sustrae el mundo a la
obviedad en que la sumerge el trato puramente funcional. El hombre de hoy está
profundamente amenazado por la relación unilateralmente funcional que establece con
la realidad. Ha disociado la ética de la eficacia. Y ha consagrado su esfuerzo teológico
primordial a la sacralización de lo eficiente. Por que es un esfuerzo teológico, no es que
no tenemos dioses hoy, eh. Hoy tenemos nuevos dioses, normalmente los llevamos en la
cintura con un estuche bajo el nombre de Personal, CTImovil, son dioses, los adoramos.
Vivimos para comunicarnos. ¿Comunicarnos? ¿De veras nos comunicamos? La técnica
convertida en tecnolatría, hace como que el hombre sea un instrumento de los
instrumentos. No pongamos en una pira todo lo que supimos conseguir, pero
despertémonos y advirtamos en que medida en lugar de valernos de los objetos para ser
sujetos nos convertimos en objetos por obra del vínculo con los objetos. Recordé aquí
también, cuando estuve la vez pasada una sentencia magnífica de Lord Ellington uno de
los más grandes físicos de nuestro tiempo, una broma sumamente inglesa y la quiero
repetir para aquellos que no la oyeron. Dice Lord Ellington:
“…..Todo físico sabe que su mujer es un conjunto de átomos y de células, ahora bien,
si la trata así la pierde…”
Claro, dentro del laboratorio, trabajemos en el espacio segmentado que nos impone el
objeto específico de nuestra atención. Pero el laboratorio tiene una puerta, y del otro
lado de la puerta está el mundo con su complejidad sinfónica y la multiplicidad de
sentidos que tiene y la irreductibilidad de su fuerza polifacética a un solo concepto.
Hay que aprender a estar afuera del laboratorio, tanto como adentro. Por que afuera está
el desafío de un mundo que no se deja reducir a lo que entendemos dentro del
laboratorio. Y cuando tratamos de transportar las categorías del laboratorio al mundo
externo, cometemos algo que en el África se llama jibarización, reducción de la
multiplicidad de lo real a la unidad de un criterio unilateral. Yo no le pregunté a ud, dice
el médico donde está lo que le duele, sino lo que lo molesta. Si ud está sufriendo es otra
cosa, yo me ocupo de lo que le duele. Entonces en un tiempo así moldeamos nuestra
subjetividad para entablar con el entorno relaciones muy empobrecidas por la
fragmentación y el entorno son mi mujer, mis hijos, mis amigos, mis semejantes.
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Tenemos un vínculo televisivo con el dolor un rato. Una onda apatía se apodera de
nuestra sensibilidad sometida a un cúmulo informativo que nos agobia, no tenemos
espacio para pensar y adoramos la distracción que es el arte de estar en ninguna parte.
Vivimos distraídos por mas concentrados que nos encontremos porque estamos fuera
del vinculo dialogico con el mundo. Tenemos vínculos operativos, ¿no hay que teneros?
¿Quién dijo que no hay que tenerlos? Pobre de nosotros si no los tenemos, pero
recordemos que no es lo único que tenemos que tener si queremos ser personas, habrá
que ver si queremos ser personas. No esta escrito en ningún lado que querramos
persistir en nuestra condición de sujetos. Los griegos a diferencia de los hebreos, no
conciben naturaleza como un significado producido por un ser que habla, sino que
conciben la naturaleza primordialmente como un repertorio de realidades gobernadas
por leyes regulares, es decir, todo lo que el griego llama naturaleza, es primordialmente
un conjunto de operaciones que tienen la característica de ser constantes. El griego
descubre que las leyes regulan el funcionamiento, el comportamiento de lo fenómeno, y
se apasiona en conocer a la naturaleza en su estructura legal. Van a fundar lo que hoy
llamamos ciencia y no van a concebir a la naturaleza como una creación divina, es muy
interesante esto, muy aleccionador. Los griegos antiguos, en tiempos ya de Pitágoras,
dos mil seiscientos años antes de este instante, entendieron que los dioses no son
creadores, son perfectos y Aristóteles desplegó una de las explicaciones más fascinantes
sobre la naturaleza de lo divino que permite entender la concepción griega de la
naturaleza. Dice Aristóteles:
“…Dios no puede ser creador porque todo lo creado, si bien puede ser bello, adolece
de imperfección, esta condenado a perecer. Se desgasta. No es concebible que algo
perfecto como un dios cree algo imperfecto porque desde el punto de vista lógico nada
absoluto crea nada relativo”.
Uds. me dirán esto es pura lógica pero tiene unas consecuencias reales que no se
imaginan, o sí se imaginan. Otra idea de Aristóteles al respecto es que la perfección solo
anhela a vivir para si puesto que es la expresión máxima de la armonía. Digamos que el
dios vive ensimismado, Salir de si para ir en busca de otra cosa, es aspirar a un mundo
que no reúne las características de perfección que el tiene. Entonces para que quiere
dios el mundo si el mundo no le brinda nada de lo que hay en el de perfecto, por lo tanto
el dios además de perfecto vive ensimismado. ¿Y que es el mundo?, ¿no es creación?,
como pero, ¿quien lo hizo? Gritamos desesperados por una causa lógica que nos
permita entender algún tipo de secuencia. Aristóteles dice que el mundo esta ahí
gobernado por leyes que debemos conocer para poder hacer ciencia, para poder
administrar lo real, pero en la medida que el mundo esta constituido por formas
llamadas a ser perecederas, no pueden provenir de un dios inmortal y perfecto. Por lo
tanto es un mundo huérfano de dioses, los dioses son indiferentes al mundo para los
griegos, los hombres aspiran a que los dioses les presten atención, pero los dioses solo
se interesan por los hombres para instrumentarlos, es decir para valerse de ellos a fin de
lograr sus propios fines, no hay amor entre el hombre y los dioses. El hombre dispone
de una razón que le permite conocer mejor el mundo en que habita y su propia
idiosincrasia, pero la naturaleza para el griego es eso estructura legal. Conocerla es
aprender a dominarla pero de ninguna manera implica a remitirse a la presencia de un
otro, la naturaleza nos habla de sus leyes y quien las conoce a eliminado el enigma de lo
real. La palabra que designa a la naturaleza en un sentido no exacto al que nosotros lo
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entendemos es füsys, füsys, digamos podemos escribirlo con una efe, una u con diéresis,
una ese, una i griega y otra ese, vamos a decirlo así.
Metasfèsis, metafísica, es aquella actividad que se realiza tratando de ir mas allá de la
apariencia de las cosas en busca de sus leyes, en principio la ciencia es metafísica, un
anhelo de conocer lo que esta detrás de la apariencia. Los metafísicos, los filósofos son
los hombres de ciencia de aquel entonces porque preguntan por la condición de
posibilidad de los fenómenos, pero es evidente que aquí esta ya delante de una realidad
que lo desafía con sus enigmas legales y también al mismo tiempo delante de una
pregunta extraordinaria o lo que, a la que los griegos le supieron dar vida, ¿como es
posible que hayan comportamientos regulares? Puedo estudiar las leyes que rigen el
comportamiento de los fenómenos. Pero más allá del hecho de que puedo estudiar las
leyes que rigen el comportamiento de los fenómenos, ¿porque hay leyes? .Einstien dos
milenios mas tarde dice esto lo que prueba la autentica estirpe de un físico no es el
hecho de que se interese por el conocimiento de las leyes, sino el hecho de que
manifieste perplejidad porque las hay, sino el hecho de que manifieste perplejidad
porque las hay. Pero ¿porque dice que esto es lo propio de la autentica estirpe de un
físico? Eso no seria mas bien lo propio de una sensibilidad religiosa, filosófica, no físico,
dice físico. Lo que prueba la autentica estirpe de un físico es que manifieste perplejidad
porque hay leyes. Y dice bien creo yo, porque manifestar perplejidad por el hecho de
que haya leyes, significa que mas allá del vínculo operativo que establezco con la
manipulación de los comportamientos regulares o irregulares de los fenómenos, abro mi
sensibilidad hacia algo que no logro resolver matemáticamente y es que haya leyes. Un
matemático es grande cuando se abre también a lo que no puede ser matematizado, es
decir no solo a lo cifrable sino a lo indescifrable. La relación entre lo cifrable y lo
indescifrable nos permite tener una experiencia de la complejidad de lo real. La
complejidad no proviene solo de aquello que desconocemos por falta de un método
adecuado sino de aquello que conocido por el método adecuado aún nos asombra por
su estructura. Otra vez las analogías. Ninguno de nosotros, ninguno de los que aquí
estamos dejamos de tener un sentimiento relativamente discernible de nuestra propia
identidad. Nadie, en términos generales, se confunde con otro que esta razonablemente
bien.
Pero, ¿quién puede decir quien es?, ¿quién se atreve a decir me conozco?, ¿quién tiene
de si el discernimiento suficiente como para presumir que no constituye un dilema
irresoluble para si mismo por mas que se conozca?, ¿quién pude mirarse en ele espejo
de veras, sin advertir que esta ante un desconocido? Entonces Einstein tiene razón, la
perplejidad ante nuestra propia presencia, nos salva del maltrato en el que caemos por
abuso de intimidad con nosotros mismos, es bueno desconocerse. Nos salva del maltrato
que impone la costumbre cuando es abusiva. De manera que lo que griegos intentan
mediante el conocimiento de las leyes que rigen el comportamiento de los fenómenos
naturales, no es solo conocer para describir y prever, sino asomarse al enigma del origen.
Es decir a la indiscernible condición de posibilidad de lo real legal, de todo aquello que
es comportamiento regular. ¿Para qué sirve este esfuerzo? Para nada, por suerte no sirve
para nada. Es perfectamente inútil como el amor, la libertad, haber nacido y tener que
morir. Bueno, pero si no sirve para nada eso no quiere decir que no tenga sentido, y no,
sentido tiene. Tiene sentido porque nos permite avanzar en el campo de un
relacionamiento mas hondo con nuestra identidad, con lo que nuestra identidad tiene de
complejo y con lo que hay de complejo en aquello que parece ser inerte, lo que nos
rodea, la naturaleza. El hombre es aquel sitio de la naturaleza donde lo real se asombra
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de si. Es el único sitio de la naturaleza donde lo real se vuelve perplejo para si mismo,
donde el asombro de ser tiene lugar. Pero gracias al asombro de ser, es que lo real deja
de ser concebido apenas como entorno que ahí esta para ser usado y se convierte en algo
que nos interroga sobre nuestra propia presencia.
Es muy interesante entender que este mundo habitado por enigmas que rompen
permanentemente la suficiencia de la relación funcional y operativa con el mundo, que
impiden que el mundo se agote en la dimensión operativa y funcional, tiene un giro
interesante en la modernidad. Vamos a llamar modernidad convencionalmente al
período que va del siglo XIV hasta hace una semanas.
¿Qué es la modernidad? En primera instancia la modernidad es la convicción de que la
naturaleza esta ahí para prestar servicio, es decir para convertirse en algo rentable. El
hombre de la modernidad emprende sus viajes con la convicción de que la naturaleza lo
aguarda para que el se valga de ella a fin de asentar su poder y su identidad de señor.
Eso es en principio la modernidad, un movimiento de conquista y colonización. Es
luego también no solo un movimiento de acumulación de recursos naturales, sino
también de transformación de recursos naturales, de industrialización de los recursos
naturales. El hombre de la modernidad es el que sabe transformar lo natural en cultura.
Una de las razones de la decadencia de España en el siglo XVI, consistió en que España
no supo transitar hacia la industrialización de las materias primas las traía de América y
las distribuía en Europa pero no las procesaba, no entendió para que valía la pena dar el
salto de acumulación a la producción, no se industrializo. Hay un pasaje esplendido en
el capítulo primero del Quijote de la mancha donde se cuenta que Don Quijote
apasionado como estaba por los libros de caballería decidió vender la mayor parte de
sus tierras para comprarse libros de caballería, después no tenía donde leerlos. Calculo
mal, España también calculo mal en aquel entonces, después calculo bien. Pero lo cierto
es que la modernidad es con respecto a la naturaleza en primera instancia un
posecionamiento, un posicionamiento del sujeto frente al objeto. La naturaleza gana
estatuto de objeto virtualmente rentable en la modernidad, se convierte en aquello que
hay que hacer rendir. Desde la materia prima hasta la materia elaborada. Pero
paralelamente con esta idea del entorno al hombre como aquello que debe ser
capitalizado aparece en la modernidad otra lectura del hombre, ya no como sujeto que
capitaliza sino como sujeto no colonizable, es decir, no reductible a la condición de
objeto rentable. De que estamos hablando, estamos hablando de Shakespeare, estamos
hablando de Pascal, estamos hablando de Montagne, estamos hablando de Bassin,
estamos hablando de aquellos escritores de la edad moderna que comprenden que es
hombre no se agota en la identidad que el se atribuye desde su condición de poderoso y
de señor que detenta bienes sino que es también las pasiones que no controla. Que el es
todo aquello que se le escapa de las manos como objeto de poder y hace de el un ser a
merced de la pasión. Es decir que el hombre no es colonizable como los objetos que lo
rodean. Es cierto que puede aparentar un autodominio absoluto que luego se vera
desmentido por algún lapsus, por alguna pasión inesperada, por algo que no estaba
previsto.
Uno de los esfuerzos más notables que hace Europa Occidental en el siglo XVII, por
reducir el hombre a un repertorio de conductas previsibles es el esfuerzo que hace Luis
XIV por concentrar la identidad francesa en las maneras cortesanas. Es decir por reducir
el individuo a una serie de comportamientos preestablecidos que deben ser cumplidos
si uno quiere ser reconocido como francés. Pero es corte aparece un señor llamado
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Moliere que viene a traer con sus comedias la evidencia de que el hombre no es solo el
señor que todo lo tiene a su merced, sino también aquel que esta a merced de sus
equívocos, de sus contradicciones, de sus pasiones que no puede controlar. Quiere decir
entonces que la modernidad se sitúa paradójicamente frente a la naturaleza por un lado
como aquello que debe ser dominado, poseído y subyugado y por otro se abre a la idea
de que ese poseedor, ese dominador y ese subyugador no es dueño de si. La
modernidad a la que pertenecemos todos nosotros sin duda alguna por origen y por
experiencia tiene un concepto de la ciencia interesantísimo.
La física del siglo XVII como uds. sabrán muy bien, es una física que parte de la idea de
que el hombre es un observador neutral, mira lo que hay y ve lo que hay. Entre su
mirada y lo que mira nada se interpone de tal manera que la física newtoniana se
autopropone como una física objetivamente descriptiva. Esto es correlativo de un
concepto del sujeto como el que yo les describía cuando les hablaba de la corte de Luis
XIV, de la idea del hombre como ser autosuficiente y capaz de penetrarlo todo con su
deseo sin encontrar nada que acote o limite su voluntad de poder. Hay una relación entre
la física newtoniana entendida como presunta descripción del mundo que esta ante mi y
yo lo veo como es y esta idea del sujeto que no encuentra limite para su voluntad de
dominio.
Una de las maravillas de la física de nuestro tiempo es que en el siglo XIX se descubre
algo que se llama electrodinamismos, es decir la idea de que no hay sustancias
materiales que conforman lo real y que son algo así como los fundamentos de todas las
cosas, no es algo que esta ahí y que podemos discernir con nuestro calculo, sino que los
electrodinamismos vienen a mostrarnos que hay tensiones mas que objetos, instancias
mas que objetos, fuerzas, fuerzas que no son objetos y que interactúan incesantemente.
Y de aquí en adelante que es lo que va a hacer la física de nuestro tiempo, que maravilla
va a hacer la física de nuestro tiempo. Gracias a los grandes investigadores, a un
Heisenberg como antes, como ahora me refiero y Ellington , y el propio Planck, y el
propio Einstein ¿qué van a descubrir? Que hay un determinado campote realidades
como son aquellas que a física le interesan, en las que la mirada del observador altera la
índole de lo observado. Es decir, que el objeto que observamos no se mantiene
incólume bajo nuestra observación sino que en virtud de nuestra observación se altera y
por lo tanto lo que nosotros conocemos no es la cosa que tenemos adelante, sino la cosa
que resulta de la relación que entablamos con lo que tenemos adelante. El mundo que
observamos esta afectado por nuestra intervención como observadores y por lo tanto lo
que conocemos es lo que queda inscripto en la relación que entablamos con lo que
conocemos, no hay neutralidad. Voy a leerles también un pequeño fragmento de un
libro magnifico de Werner Heisenberg, el físico alemán que se llama “La imagen de la
naturaleza en la física actual”, un pequeño fragmento para que ustedes adviertan lo que
quiero decirles:
“…Precisamente en este punto, sin embargo se han producido en nuestro siglo el XX,
hondas alteraciones en los fundamentos de la física atómica, que conducen muy lejos
de la concepción de las realidades propias de la filosofía atómica, es decir que suponía
una base material inamovible en la antigüedad. Cuando queremos formarnos una
imagen del modo de ser de las partículas elementales, nos hallamos ante la
fundamental imposibilidad de hacer abstracción de los procesos físicos mediante los
cuales ganamos acceso, mediante los cuales ganamos acceso a la observación de
aquellas partículas. Cuando observamos a objetos de nuestra experiencia ordinaria, el
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proceso físico que facilita la observación desempeña un papel secundario. Cuando se
trata de los componentes mínimos de la materia en cambio, aquel proceso de
observación representa un trastorno considerable hasta el punto de que no puede ya
hablarse del comportamiento de la partícula prescindiendo del proceso de observación.
Resulta de ello en definitiva que las leyes naturales que se formulan matemáticamente
en la teoría cúantica no se refieren ya a las partículas elementales en si, sino a nuestro
conocimiento de dichas partículas…”
Tal vez sea muy tarde para que nos caigamos de las sillas, pero se dan cuenta lo que
esto implica, esto implica que nosotros abusamos del lenguaje cuando decimos que
conocemos la realidad. Lo que nosotros conocemos es lo que ingresa en nuestro campo
perceptivo y se altera en virtud de la relación que entablamos con eso. En el orden
analógico la filosofía del siglo XX planteo cosas similares y ni que decir tiene el
psicoanálisis. ¿Que dice la filosofía de Martín Bubber? La filosofía de Martín Bubber
que vivió entre mil ochocientos setenta y cinco y mil novecientos sesenta y cinco dice
esto: hay dos modos de relación posible con el prójimo. O yo me valgo de él como
objeto de un vínculo funcional, o me vinculo con él como un tú, es decir, como alguien
con quien al entablar relación me constituyo en persona. Soy persona por la índole del
vínculo de diálogo entrañable que mantengo con otro. Y surjo como persona en virtud
del encuentro con el otro, no es que ya voy constituido como persona. Me constituyo
como persona en el vínculo de diálogo que entablo con el otro, y cuando salgo de ese
vínculo de diálogo que ha hecho de mí un prójimo para el ya no soy más el que era,
o ingreso a la categoría de un sujeto más, o vuelvo a constituirme en persona para otro
ser.
Pero los seres no tienen naturaleza, tienen cercanía o distancia. Significación dialogica o
trascendencia como objetos de relación. Y que viene a decirnos el psicoanálisis, dos
cosas, por lo menos dos cosas. Que aquí, creo vale la pena, subrayar.
Una: el hombre no es dueño de sí, porque las leyes de la vida inconsciente que en parte
pueden ser conocidas por él, no pueden ser subordinadas a él por la voluntad de poder.
El sujeto es otro que lo que quiere. Y la segunda cosa que creo que es interesante que el
psicoanálisis nos viene a decir, es que el lenguaje evidencia la presencia tanto de esta
alteridad que somos cada uno de nosotros, como de la posibilidad de entablar relación
con esa alteridad; por obra de la cura, es decir del cuidado que llevamos a cabo de lo
que decimos en el sentido de advertirlo, de oírlo, de escucharlo. Física, filosofía,
psicoanálisis, y claro está, la poesía siempre. Pertenecemos a un tiempo que lejos de
tener que predicar la conveniencia de un saber interdisciplinario, que es algo así como
una reunión de gremios para ver si llegamos a algún un acuerdo, puede aspirar a un
conocimiento transdiciplinario, es decir, capaz de advertir que todas las formas del saber
están atravesadas por una problemática común, que es la del relación con lenguaje, la
imponderabilidad del sujeto y el carácter inabarcable de lo real porque todo lo que
sabemos está inscripto en una capacidad de discernimiento limitada. Hay aquí implícita
una ética, y para redondear el planteo, hay aquí la posibilidad de una nueva relación con
la naturaleza si somos capaces de hacer el duelo por nuestros fracasos. Esa nueva
relación con la naturaleza es la que al comienzo les mencioné yo bajo el nombre de una
relación de interlocución.¿Qué significa aprender a hablar con el medio ambiente?
Abandonar el campo de su explotación, caer en un arrebato místico que nos permita
arrodillarnos frente a un árbol y llamarlo mi hermano, no, no. Entender que somos
aquello que nos excede también. Que la naturaleza nonos rodea como objeto pasivo,
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esperando la mano dominadora. Sino que es expresión de nuestra posibilidad de
sobrevivencia como seres humanos, no como objetos que duran. Interrogar a la
naturaleza como interlocutora significa advertir que en su preservación no sólo se nos
va la nuestra, sino la calidad subjetiva de nuestra perduración. No está escrito que
nuestra especie sobreviva por el hecho de que pueda durar mucho tiempo, podemos
durar sin sobrevivir. Ya lo sabemos. Hay aparatos especialmente adaptados para que
duremos sin vivir. Esto puede extenderse a nuestra vida cotidiana con facilidad si
claudicamos de la responsabilidad de construir nuestra subjetividad en la doble vertiente
del discernimiento que nos permite fundar un conocimiento asentado en la
previsibilidad, en el orden y en la ley y en el esfuerzo por escapar incesantemente a la
idolatría de lo previsible.
Mediante nuestra apertura subjetiva al campo de todo aquello que nos habla sin cesar de
nuestro descontrol en tendido como lo que somos y no alcanzamos a dominar. Nuestras
pasiones, nuestros sueños, nuestros equívocos, nuestros deseos irrealizables, nuestros
límites. Todo eso nos está hablando de un yo que excede el campo del dominio y que,
reconsiderado puede permitir una relación con el entorno más fecunda por que es más
compleja y más humilde. Me dirán uds, todo esto es muy difícil de lograr. stoy
totalmente de acuerdo pero es imprescindible. Lo imprescindible puede ser difícil, pero
puede constituir un proyecto educativo para una comunidad que sea capaz de advertir
que su empobrecimiento subjetivo puede ir de la mano del más impresionante desarrollo
tecnológico, cuando el desarrollo tecnológico no va acompañado por una apertura a la
complejidad de la subjetividad. Hoy vivimos en un mundo que puede dominarlo todo.
Acaso el hombre no halla nacido para ser primordialmente un dominador sino un
convividor. Uno que sabe, tal vez, aprender a vivir con todo lo que no es él y aún con
todo aquello de él que no domina. Por lo tanto ésta es la propuesta primera. El hombre
frente a la naturaleza significa el hombre ante un espejo. Que le habla de lo que no pudo
ser, de lo que acaso todavía quiera ser y de lo que sin duda podría ser si comprende
mejor su pasado, es decir, si viene desde el porvenir con un proyecto de transformación
hacia el presente.
Gracias.
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