Mª del Carmen Tabernero, Manuel Moyano y Humbertto Trujillo

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El modelo de Klinke y Renn en la evaluación y gestión del riesgo
de radicalización y terrorismo yihadista
María del Carmen Tabernero (Universidad de Córdoba)
Manuel Moyano (Universidad de Córdoba)
Humberto M. Trujillo (Universidad de Granada)
Andreas Klinke y Ortwin Renn (Klinke y Renn, 2001, 2002; Renn y Klinke,
2004) formularon una aproximación para el análisis de riesgos basándose en
nueve criterios de evaluación, seis clases de riesgos (Damocles, Cíclope, Pythia,
Pandora, Cassandra y Medusa), un árbol de toma de decisiones y tres categorías genéricas (semáforo categorial de la amenaza). Todo ello con el fin de
mejorar la eficacia y la eficiencia en la toma de decisiones en situaciones críticas
(catástrofes, desastres medioambientales, terrorismo, riesgos tecnológicos, conflictos bélicos). Partiendo de esta base conceptual y en el ámbito de la amenaza
yihadista, en el presente estudio se exponen aplicaciones que podrían derivarse
de este modelo con el fin de modelizar escenarios ficticios, elaborar prototipos y
perfeccionar utilidades para fundamentar el ciclo de inteligencia en sus diferentes
fases y en diferentes contextos.
Palabras clave: riesgo, toma de decisiones, escenario, inteligencia, yihadismo.
MARÍA DEL CARMEN TABERNERO URBIETA es Doctora en Psicología
y Catedrática de Psicología Social en la Universidad de Córdoba. Ha realizado
estancias de investigación en Australia, Estados Unidos o Reino Unido. Ha
dirigido diferentes proyectos de investigación y tesis doctorales, ha participado
en congresos nacionales e internacionales y ha publicado numerosos artículos
científicos abordando temáticas psicosociales. [email protected]
MANUEL MOYANO PACHECO es Doctor en Psicología. Ha sido investigador en proyectos nacionales e internacionales financiados por START Center,
OTAN, Unión Europea o Ministerio de Defensa. Sus intereses están centrados
en las siguientes temáticas: (1) estrés psicosocial; (2) evaluación de riesgos; (3)
procesos de inteligencia; (4) movilización política y, (5) radicalización y terrorismo. [email protected]
HUMBERTO TRUJILLO MENDOZA es Doctor en Psicología y Catedrático
de Metodología de las Ciencias del Comportamiento en la Universidad de Granada.
Su interés investigador se centra en tópicos relacionados con la seguridad y la
defensa. Ha sido investigador principal en más de una veintena de proyectos y
contratos de investigación en el ámbito nacional e internacional sobre radicalización islamista, reclutamiento, insurgencia, yihadismo, procesos de inteligen1
cia, percepción del riesgo, crimen organizado, estrés, moral militar, etc. Así
mismo, ha dirigido 16 tesis doctorales sobre dichas temáticas. [email protected]
1. INTRODUCCIÓN
En las últimas décadas hemos experimentado profundos y rápidos cambios de carácter tecnológico, económico y social (Castells, 1998; Giddens, 1999),
algo que, en parte, ha propiciado el surgimiento de una variedad de riesgos coligados a la alimentación, la tecnología, las finanzas, la industria, la naturaleza,
la exclusión social o la violencia política, por citar algunos ámbitos. En este
contexto, algunos autores como Ullrich Beck (1998, 2002) han caracterizado a
la modernidad como la sociedad del riesgo, caracterizada por la complejidad,
la incertidumbre y la ambigüedad. Mucho más si tenemos en cuenta que “no
existe riesgo sin construcción social del mismo”. Esto supone que la percepción
del riesgo está basada en complejos sistemas de creencias, valores e ideales que,
en definitiva constituyen la cultura (Sjöberg, 2000; Slovic, 1987, 1992), modulado todo ello por las nuevas tecnologías de la información y la comunicación
(Burgess, 2002; Plattner, 2005). En base a lo expuesto, los criterios de evaluación de las diferentes clases de riesgo, así como las correspondientes estrategias
de gestión inteligente para su manejo, suponen un reto prioritario.
Consideramos que las definiciones conceptuales y los posicionamientos teóricos sobre la radicalización y el terrorismo yihadista deberían enfatizar
pródigamente su carácter dinámico y multifactorial. También podemos afirmar
que, acorde con el modelo de pirámide, estos procesos de movilización política
extrema son un continuo y no un asunto de “todo” o “nada”. Por tanto, su evaluación puede incardinarse perfectamente desde una perspectiva del análisis del
riesgo y de los recursos técnicos y metodológicos utilizadas para ello, especialmente si tenemos en cuenta que progresivamente se ha pasado de una tendencia
a identificar la peligrosidad a otra más centrada en valorar riesgos que permita
tomar decisiones graduadas e inteligentes respecto al futuro. En este trabajo,
cuando utilizamos el concepto de riesgo nos referimos a la probabilidad de que
suceda algo no deseado así como su magnitud potencial. Por extensión, cuando
hablamos de que existe riesgo de radicalización y/o terrorismo, nos referimos
a que existen una serie de indicadores que apuntan a que es más probable que
ocurran.
En la presente comunicación trataremos de ejemplificar las posibilidades
que ofrece el modelo de Klinke y Renn (Klinke y Renn, 2001, 2002; Renn y
Klinke, 2004) al análisis de los riesgos derivados de la radicalización y el terrorismo yihadista desde un punto de vista de la seguridad y la intervención social.
Se concluye con varias propuestas en las que abogaremos por el uso de una
metodología científica aplicada a la evaluación y gestión del riesgo, así como
por la necesidad de potenciar los aspectos positivos que pueden robustecer al
Estado ante hipotéticas crisis.
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2. EL MODELO DE KLINKE Y RENN
Una perspectiva sugerente en relación a la evaluación y gestión del riesgo
de radicalización y terrorismo yihadista en las sociedades occidentales podrían
derivarse de de la propuesta de Andreas Klinke y Ortwin Renn, desarrollada
y modificada posteriormente en varios trabajos de corte teórico. Estos autores
formularon su aproximación al análisis del riesgo basándose en nueve criterios
de evaluación, seis clases de riesgos, un árbol de toma de decisiones y tres
categorías genéricas para su gestión. Todo ello con el fin de mejorar la eficacia,
la eficiencia y la viabilidad política de los procedimientos de análisis del riesgo
(Klinke y Renn, 2001, 2002; Renn y Klinke, 2004).
Entre los nueve criterios de evaluación del riesgo utilizados por Klinke
y Renn (2002), se incluyeron los siguientes: (1) el daño potencial, es decir, la
cantidad de daño que el peligro puede causar; (2) la probabilidad de ocurrencia,
es decir, la probabilidad de que un daño específico ocurra; (3) la incertidumbre,
es decir, la incertidumbre residual que no está cubierta por la probabilidad de
evaluación del riesgo; (4) la ubicuidad, que se refiere a la dispersión y la propagación geográfica de los daños potenciales; (5) la persistencia, que se refiere a la
extensión temporal de los daños potenciales; (6) la irreversibilidad, que describe
la posibilidad de restauración de la situación previa al daño; (7) los efectos de
latencia, que caracterizarían al tiempo de retardo entre el evento y las repercusiones de los daños; (8) la violación de la equidad, que define la discrepancia
entre aquellos que disfrutan de ciertos beneficios y aquellos que sufren los daños;
y, por último, (9) el potencial de movilización, entendido como la violación de los
intereses individuales, sociales, culturales o asociados a los valores que pueden
generar conflicto social y reacciones psicosociales en individuos y grupos.
Klinke y Renn (2002) también utilizaron el llamado modelo de semáforo, donde los riesgos se asignan a tres categorías potenciales de amenaza de
acuerdo con los criterios anteriores: (1) el área normal; (2) el área intermedia
y, (3) el área intolerable. El área normal se caracteriza por poca incertidumbre
estadística, bajo potencial catastrófico y un bajo producto global de probabilidad y de posibilidad de daños. Esta área también está asociada a puntuaciones
bajas en la persistencia y ubicuidad de las consecuencias del riesgo y alta en
la reversibilidad. Los riesgos vinculados a esta área se caracterizan por una
baja complejidad y son bien conocidos por la ciencia y los gestores. Los riesgos
incardinados en las zonas intermedia e intolerable pueden suponer más problemas para su gestión. Suele ocurrir que la fiabilidad de su evaluación es baja,
la incertidumbre estadística es alta, el potencial catastrófico puede llegar a dimensiones alarmantes y hay poco o ningún conocimiento sistemático acerca del
perfil de las consecuencias. Estos riesgos también pueden causar daño global e
irreversible, que puede acumularse durante un largo tiempo. Además, pueden
suponer la movilización y una elevada percepción de amenaza (que puede llegar
al terror) de la población. Por tanto, es difícil extraer conclusiones inequívocas
acerca de la validez de las evaluaciones científicas del riesgo en estas áreas.
Teóricamente, un gran número de riesgos se pueden desplegar mediante
la combinación de los nueve criterios anteriores y el modelo de semáforo. Valiéndose de los mismos, Klinke y Renn (2002) ilustraron seis clases de riesgos
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con personajes de la mitología griega de los años 700-500 a.C. Sus historias reflejan la transición de una economía de subsistencia y de caza, a otra basada
en la agricultura organizada y la ganadería. Esta transición, con sus dramáticos cambios, implicó una nueva cultura de la anticipación y la previsión. O
en otras palabras, las diversas figuras mitológicas representan el ansia del ser
humano por ser consciente de sí mismo y por “crear el futuro” en lugar de estar
expuesto al pairo de la suerte y de las circunstancias. Se distinguen seis clases
de riesgos diferentes: (1) Damocles; (2) Cíclope; (3) Pythia; (4) Pandora; (5)
Cassandra; y, (6) Medusa. A continuación explicamos el significado de cada
mito y describimos las características de la clase de riesgo.
Damocles. Según la mitología griega, Damocles fue un cortesano envidioso y adulador de Dionisio, del que pensaba que era realmente afortunado por
disponer de poder y riqueza. Dionisio, en un intento de escarmentar a Damocles, le ofreció intercambiarse con él por un día. Esa misma tarde se celebró
un espléndido banquete donde Damocles se deleitó siendo tratado como rey,
pero al final de la comida, reparó en una afilada espada que colgaba sobre su
cabeza atada por una única hebra de melena de caballo. Repentinamente se le
quitaron las ganas de manjares y lujos, y solicitó al tirano abandonar su puesto.
Esta historia ejemplifica la inseguridad en la que se instalan aquellos que ostentan un gran poder, pues no sólo pueden perderlo de golpe, sino todo lo demás,
incluida la vida. O en otras palabras, es un símbolo del peligro amenazante
en tiempos de bonanza. Las características principales de este tipo de riesgo
son la combinación de una baja probabilidad de ocurrencia con una importante
magnitud de daño potencial. Dentro de esta categoría podrían situarse, por
ejemplo, aquellos riesgos derivados de la energía nuclear, los asociados a instalaciones químicas, metalúrgicas y presas, grandes inundaciones de tipo periódico
o hipotéticos impactos de meteoritos.
Cíclope. Los Cíclopes eran una especie de gigantes con un solo ojo en
mitad de la frente. Al tener la visión reducida, su percepción de la realidad
era bastante parcial. Las características principales de este tipo de riesgos es
que no existen estimaciones fiables sobre sus probabilidades de ocurrencia (a
menudo hay pocos datos sobre sus factores causales), aunque el daño potencial es
catastrófico y sus consecuencias son bien conocidas. Algunos ejemplos de riesgos
a incluir dentro de esta categoría son los terremotos, las erupciones volcánicas,
ciertas inundaciones no-periódicas o las armas de destrucción masiva.
Pythia. Los antiguos griegos consultaban sus oráculos en caso de duda o
incertidumbre. Posiblemente, el Oráculo de Delfos fuera uno de los más importantes, cuyo portavoz era una mujer, la deslumbrante Pythia. Esta sacerdotisa
se intoxicaba a sí misma con gases para hacer predicciones y, así, advertir sobre
el futuro. Sin embargo, sus profecías eran siempre ambiguas. Estableciendo
una analogía en el contexto de la evaluación del riesgo, esta clase de riesgo
se caracterizaría porque tanto la magnitud del daño como la probabilidad de
ocurrencia son desconocidas o inciertas. En este cúmulo de riesgos se englobarían aquellos asociados a cambios climáticos súbitos y no-lineales que pueden
tener consecuencias poco previsibles (p.ej. la inestabilidad de la capa de hielo
de la Antártida) o aquellos vinculados a la exposición a sustancias químicas o
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biológicas que no se sospecha que pueden ser nocivas. Además, incluiría riesgos
tecnológicos de ciertas aplicaciones de la ingeniería genética a la agricultura y
a la producción de alimentos, para las cuales, ni la magnitud del daño ni su
probabilidad, se pueden estimar actualmente.
Pandora. Después de que Prometeo trajera el fuego a la humanidad,
los dioses querían castigar a los seres humanos. Para ello crearon una mujer de
belleza deslumbrante, a la que no se podrían resistir ni dioses ni humanos. Una
vez con vida, todos los dioses del Olimpo le dieron sus mejores dotes, incluido un
regalo que más tarde marcaría toda su historia: la curiosidad, causante de que
Pandora terminara abriendo la caja que nunca debió ser abierta. Al ocurrir esto,
todo el dolor y el mal se liberaron y causaron daños irreversibles, persistentes y
extensos. Transfiriendo este mito a la realidad, muchas intervenciones humanas
también causan un amplio rango de cambios persistentes e irreversibles en el
medio ambiente. A menudo, estos perjuicios sólo son descubiertos después de
que su ubicua difusión haya ocurrido. Dentro de esta categoría nos encontramos
con riesgos caracterizados simultáneamente por su alta propagación, persistencia e irreversibilidad. Un buen ejemplo de este efecto hace referencia a los
clorofluorocarbonos, los cuales fueron desarrollados y aplicados porque parecía
que tenían poco impacto en la salud humana y en el medio ambiente. Sin embargo, más tarde se comprobó que eran la causa de la progresiva destrucción de
la capa de ozono. También podrían incluirse en esta categoría los efectos persistentes e irreversibles de ciertas sustancias químicas que influyen en las funciones
reproductivas.
Cassandra. Una vidente de Troya, Cassandra, predijo correctamente
la victoria de los griegos, pero sus compatriotas no la tomaron en serio por la
maldición previa que la acompañaba. Posteriormente, como es de sobra conocido, los griegos salieron del célebre caballo de madera y arrasaron la ciudad.
El riesgo que simboliza el mito vibra en esta idea: la probabilidad de ocurrencia y la magnitud del daño son bien conocidas, pero al existir un considerable
retraso entre el entre el estímulo causal y los efectos negativos, la situación que
supone riesgo es ignorada o, cuanto menos, minusvalorada. El cambio climático
antropogénico y la pérdida de la diversidad biológica son ejemplos de riesgos en
los que los daños se pueden producir con alta probabilidad, pero donde el efecto
retardado conduce a una situación en la que nadie está dispuesto a reconocer
la amenaza. Por supuesto, los riesgos de este tipo son sólo incardinados en esta
categoría si el potencial del daño y la probabilidad de ocurrencia son relativamente altos. Es por eso que esta clase se encuentra en la zona roja intolerable,
en términos del modelo de semáforo.
Medusa. La mitología griega estaba llena de peligros que amenazaban
a la gente, a los héroes e incluso a los dioses. Algunas referencias clásicas se
refieren a Medusa como una de las tres hermanas Gorgonas, la única mortal
de las tres. Nadie se atrevía a acercarse a ella, pues se decía que incluso su
mirada podía dejar petrificado a quien se cruzara con ella. Aplicando este mito
al análisis del riesgo, al igual que las hermanas Gorgonas, algunos fenómenos
tienen un efecto similar en las personas modernas. Así, algunas innovaciones
son rechazadas a pesar de que son inocuas. Este tipo de riesgo sólo es de interés
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si existe una amplia laguna entre las percepciones sobre el riesgo y los análisis
expertos sobre el mismo. Un ejemplo típico es el caso de los campos electromagnéticos, cuya magnitud de daño potencial fue señalada como baja por numerosos
expertos al no haberse probado efectos adversos (ni toxicológicamente ni epidemiológicamente). Aún así, y siendo la exposición a los mismos amplia, mucha
gente se siente afectada por ese riesgo. En definitiva, nos encontramos con una
percepción de alto riesgo entre las personas y un gran potencial para la movilización social, aunque no existe una evidencia científica contundente respecto
a la gravedad de posibles daños vinculados al potencial agente amenazante.
Además, hay que decir que existen un gran número de posibles riesgos
que no encajan con exactitud ni con los criterios descritos, ni con las respectivas
áreas de tolerancia del modelo de semáforo, ni con los seis tipos de riesgos.
Con el fin de sintetizar los planteamientos de Klinke y Renn, en la
Figura 1 se representan las seis clases de riesgos (Damocles, Cíclope, Pythia,
Pandora, Cassandra y Medusa) y las áreas más o menos críticas del modelo de
semáforo. Concretamente, en el vértice inferior izquierdo se encuentra el área
normal, seguida por el área intermedia y, posteriormente, ocupando la mitad
superior derecha de la figura, el área de riesgo intolerable. En el eje de abcisas
nos encontramos con el continuo que representa la magnitud el daño y en el eje
de ordenadas podemos ver el continuo de probabilidad de ocurrencia. Cuando
todo esto se cruza y se representa en un diagrama obtenemos el siguiente mapa
perceptual.
Figura 1. Clases de riesgos (tomado de Klinke y Renn, 2002).
El objetivo último de la evaluación de los riesgos es planificar estrategias
viables y efectivas para su gestión. Por otro lado, las estrategias de gestión del
riesgo persiguen el objetivo de garantizar la seguridad e integridad, transformando riesgos inaceptables en riesgos aceptables. Pero, ¿cómo se puede lidiar
con la complejidad, la incertidumbre y la ambigüedad en la gestión del riesgo?
Para hacer frente a estos tres desafíos, Klinke y Renn proponen tres tipos de
gestión del riesgo (Klinke y Renn, 2002; Renn y Klinke, 2004).
En primer lugar, nos encontramos con la gestión del riesgo basada en
la ciencia. Los expertos, no necesariamente científicos, argumentan sobre los
hechos en base a los criterios científicos existentes con el fin de hacer evaluaciones
correctas. El objetivo de este tipo de gestión es encontrar la descripción o
explicación más adecuada de un fenómeno concreto. Para ello, se requiere un
abordaje complejo y multidisciplinar, así como el intercambio de argumentos
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entre expertos. El objetivo es lograr la convergencia conceptual y criterial para
definir de forma coherente los fenómenos, así como clarificar puntos de vista
opuestos. Este tipo de gestión suele ser adecuada para riesgos que entran en las
categorías Damocles y Cíclope, tales como los vinculados a plantas industriales,
infraestructuras como puentes y carreteras, aviación, enfermedades infecciosas
clásicas y la gran mayoría de los riesgos para la salud.
En segundo lugar, nos encontramos con la gestión del riesgo basada en
el principio de precaución. Si los riesgos se asocian a una alta incertidumbre, la
información científica es sólo una posibilidad y se requiere un procedimiento de
evaluación más complejo. Así, es preciso seguir recopilando datos pertinentes y
argumentos de los diferentes campos de la ciencia, pero también se requiere la
recogida de información sobre los tipos de incertidumbres. Este tipo de discurso
requiere la inclusión de las partes interesadas y el posicionamiento de los grupos
sociales con el fin de potenciar la resistencia (resiliencia). El objetivo básico es
encontrar un equilibrio entre el déficit y el exceso de precaución en la gestión
del riesgo. En casos extremos, con fines preventivos, es necesaria la prohibición.
Este tipo de gestión es el más adecuado para hacer frente a riesgos que entrarían
en las categorías Pythia y Pandora. Podríamos abordar aquí cuestiones como
los riesgos vinculados a la biotecnología, los ataques cibernéticos, las nuevas
epidemias y eventos climáticos extremos debidos al calentamiento global.
En tercer lugar, nos encontramos con una gestión del riesgo basada en la
deliberación, que puede ser caracterizada por un discurso participativo centrado
en resolver ambigüedades y diferencias teniendo en cuenta los factores implicados y los valores de las partes. Procedimientos, tales como la mediación y la
participación directa de los ciudadanos con el fin de llegar a consensos serían
estrategias a seguir en esta categoría. Los discursos participativos son especialmente apropiados como un medio para buscar soluciones que sean compatibles
con los intereses y los valores de las personas afectadas y, así, resolver potenciales
conflictos entre ellos. Este tipo de gestión del riesgo implica la ponderación de
los criterios y la interpretación los resultados. Cuestiones tales como la justicia
social, la equidad, el medio ambiente, las tecnologías, los cambios sociales y los
estilos de vida deseables para la comunidad tienen un papel importante en estos
debates. Los discursos deliberativos son los más adecuados para hacer frente a
los riesgos incluidos en las categorías Medusa y Cassandra. Recordemos que,
de acuerdo con dichos tipos, tanto la magnitud del daño como la probabilidad
de ocurrencia son conocidas, pero no generan preocupación en el presente, ya
que los daños se producirán, previsiblemente, en el futuro. Podrían abordarse
desde este tipo de gestión ámbitos como la ingeniería genética, la producción
industrial de comida, la implementación de biochips para humanos, los campos
electromagnéticos o los riesgos de los consumidores.
En la Tabla 1 se puede ver un esquema conceptual de las diferentes
estrategias de gestión del riesgo, las clases de riesgo asociados (con su magnitud
potencial de daño y su probabilidad de ocurrencia) y las estrategias de acción
para cada tipo de gestión.
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Tabla 1. Estrategias de gestión del riesgo (adaptado de Renn y Klinke, 2004).
Gestión
del riesgo
Ciencia
Precaución
Deliberación
Magnitud ProbabilidadEstrategias de acción
daño
ocurrencia
Damocles Alta
Baja
-Reducir el desastre
Cíclope
Alta
Incierta
potencial
-Determinar la
probabilidad
-Incrementar la
resistencia
-Prevenir sorpresas
-Gestionar emergencias
Pythia
Incierta Incierta
- Principio de precaución
PanIncierta Incierta
-Desarrollar sustitutos
dora
-Mejorar el conocimiento
-Reducir y contener
-Manejo de emergencias
Cassandra Alta
Alta
-Concienciar
Medusa
Baja
Baja
-Transmitir confianza
-Participación pública
-Comunicación del riesgo
-Gestión de las
contingencias
Clase
riesgo
La aproximación de Klinke y Renn al análisis del riesgo no es estática.
De hecho, tanto los autores originales como otros investigadores han hecho modificaciones y aportaciones adicionales a lo largo de los últimos años. Un ejemplo
en ese sentido es el trabajo de Kristensen, Aven y Ford (2006), quienes presentaron y discutieron un conjunto alternativo de criterios y recomendaciones
basándose en cálculos de probabilidad bayesiana, aplicación matemática que,
como es consabido, se utiliza bastante en epidemiología.
3. IMPLICACIONES EN RELACIÓN AL RIESGO DE RADICALIZACIÓN Y TERRORISMO YIHADISTA
Después de exponer este modelo podemos intuir algunas ideas que se
derivarían en relación al problema social que estamos abordando.
En primer lugar, podríamos preguntarnos lo siguiente: ¿qué tipo de
riesgo de los seis propuestos por Klinke y Renn representa el radicalismo islamista para las sociedades occidentales? Y esta pregunta no tiene fácil respuesta. A día de hoy tendríamos que responder que depende. Como ya hemos
expuesto, las amenazas potenciales que representa el Islam radical a las sociedades occidentales son muy heterogéneas y podrían vincularse a diferentes
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clases de riesgos de los seis propuestos. Lo que sí sería necesario es definir previamente el riesgo en cuestión y operacionalizarlo para no trabajar sobre entidades
imprecisas. Posiblemente, aunque estaría por discutir, las tendencias a la yuxtaposición social de los musulmanes en ciertos entornos o la tendencia de una
islamización radical progresiva y a largo plazo de la sociedad podrían ubicarse en
riesgos de clase Cassandra. Asimismo, los riesgos vinculados a la desconfianza
intergrupal y al prejuicio entre musulmanes y no-musulmanes podrían suponer
un riesgo de clase Medusa. Del mismo modo, podría incluirse en esta clase
de riesgo el aumento progresivo de la islamofobia, algo que podría traducirse
en reacciones sociales que alteraran significativamente el escenario, originando
movimientos sociales anclados en el prejuicio y la discriminación, y posiblemente, legitimados políticamente por partidos extremistas. Ciertamente, este
escenario también debería considerarse realmente pernicioso para la sociedad en
general, en el sentido de que las sociedades democráticas podrían perder parte
de su recato tolerante y la legitimidad moral que, en teoría, las debería definir.
En segundo lugar, podríamos preguntarnos, ¿qué tipo de gestión del
riesgo es la más recomendable? Actualmente, el conocimiento científico de estos
procesos psicosociales es limitado y, además, los escenarios van a estar modulados por el tiempo y la demografía. Por tanto, un abordaje basado exclusivamente en la ciencia sería incompleto e ingenuo. Ya hemos dicho que las carencias
de datos empíricos son un hecho y, además, no disponemos a día de hoy de un
modelo científico general explicativo-prospectivo. La gestión del riesgo basada
en la precaución tampoco parece demasiado aconsejable. Podría estigmatizar
aún más a los musulmanes y estimular precisamente lo que no queremos: más
guetos, más percepción de amenaza, más polarización de los grupos y más radicalización. Sin embargo, la construcción social de la inseguridad ciudadana
debería de manejarse con una tremenda responsabilidad, ya que, en ocasiones,
dicha inseguridad puede tener más perjuicios que beneficios. Y así, podríamos
decir que la radicalización islamista es un riesgo en sí mismo, pero también lo
es la percepción distorsionada de ese riesgo. Además, hay que tener en cuenta
que, en el asunto que estamos abordando, es fundamental atender al criterio
de potencial de movilización de Klinke y Renn (2002). En ese sentido, la evidencia nos dice que la construcción del riesgo es tremendamente permeable a
las dinámicas psicosociales derivadas de la interacción intergrupal (más o menos
hidráulica, más o menos favorecedora de homeostasis social) entre musulmanes
y no-musulmanes. Sirvan como muestra la influencia sociológica y la repercusión
mediática que pueden tener eventuales atentados terroristas, sucesos tales como
los vinculados a las caricaturas de Mahoma, las pretensiones de construir una
mezquita en Nueva York cercana a la Zona Cero o el reciente anuncio de quemar
Coranes por parte de un pastor protestante de Florida.
Catalizadores como los expuestos, en principio, locales, se pueden convertir en fenómenos globales en poco tiempo, modulados todos por las nuevas
tecnologías de la información y la comunicación. Pero de igual manera, la
no-previsión y la no-anticipación, o en suma, la confianza candorosa, podría
suponer un importante error de estimación. Las dinámicas intergrupales entre musulmanes y no-musulmanes en el contexto de las sociedades occidentales
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deben ser analizadas sin pretextos, así como la construcción social del riesgo
potencial. Lo que nosotros propondríamos es un abordaje científico lo más riguroso posible, por ejemplo, a través de estudios prospectivos multidisciplinares
o desde una aproximación psicométrica que utilice instrumentos estructurados y
estandarizados y que permitirían acumular gran cantidad de datos susceptibles
de analizar en el proceso de toma de decisiones. Todo ello, optimizaría el éxito en el afrontamiento del problema desde una estrategia de gestión del riesgo
basada en la deliberación que nunca ponga en entredicho los valores democráticos y que separe el grano de la paja. Esto es: que distinga el riesgo real de
radicalización de la construcción social asociada a dicho riesgo. Así las cosas,
aunque este modelo también tiene serias limitaciones, en el futuro
sería interesante abundar aún más en esta palpitante perspectiva y
en sus potenciales aplicaciones prácticas a los procesos de radicalización y terrorismo yihadista.
4. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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Paidós.
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Castells, M. (1998). La era de la información. Economía, sociedad y cultura.
Volumen II: El poder de la identidad. Madrid: Alianza Editorial.
Giddens, A. (1999). La tercera vía. Barcelona: Paidós.
Klinke, A. & Renn, O. (2001). Precautionary principle and discursive strategies:
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Risk Analysis, 22, 1071-1094.
Kristensen, V., Aven, T. & Ford, D. (2006). A new perspective on Renn and
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Plattner, T. (2005). Modelling public risk evaluation of natural hazards: a
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