Un dessert Un dessert que sirve de alegoría del poder de los Borbones Orden, lujo y majestad Piedras duras y figuras para mayor gloria de la monarquía española Durante una cena celebrada en el Palacio Real de París en marzo de 1692 para festejar las nupcias de un príncipe, se presentó por primera vez, ocupando la parte central de la mesa, “ un voluminoso ingenio de vermeil ( plata bañada en oro ), algo inédito, llamado dessert ”. El orfebre Nicolas Delaunay creó, para el servicio de Luis XIV, varios de estos objetos cuya finalidad original era servir de decoración, pero que también resultaban útiles para colocar ordenadamente los saleros, las especias, las aceiteras, las vinagreras y los azucareros, al mismo tiempo que hacían las veces de girándula iluminando las veladas. A lo largo del siglo XVIII, el dessert, la representación por excelencia del lujo confeccionado con metales preciosos, porcelana o con piedra dura realzada con bronce, evolucionó hasta convertirse en un conjunto decorativo de gala utilizado para adornar la mesa de una personalidad de alto rango, que ofrecía a sus invitados un espectáculo de fantasía, un universo en miniatura que a menudo se inspiraba en la arquitectura, el arte de los jardines o en la recobrada Edad Antigua. Durante el Imperio, la manufactu ra de Sèvres elaboró un dessert de porcelana biscuit para el servicio personal del Emperador: se trata de una representación del Genio de las Artes, que va sobre un carro de triunfo guiado por la diosa de la Victoria, y está flanqueado por reproducciones a pequeña escala de obras antiguas de las que el Emperador se apoderó en Europa y que se exhibían en el Museo Napoleón. Los Borbones en la España del siglo XVIII sentían una gran predilección por las piedras duras. Carlos III fue rey de Nápoles antes de convertirse, en 1759, en rey de España, país que regiría hasta su muerte en 1788. En Nápoles fundó la Manufactura de Capodimonte y, una vez convertido en rey de España, creó la Manufactura del Buen Retiro de Madrid. Ésta contaba con el Laboratorio de Piedras Duras, un taller dirigido por el italiano Bautista Ferroni. Los artesanos del taller podían modificar un dessert ya existente, como sucedió con el realizado por Luigi Valadier en Roma, una pieza que adquirió el bailío de Breteuil y que fue vendida en 1786 al príncipe de Asturias: quien acabaría convirtiéndose en Carlos IV. Este dessert, inspirado en el Circus Maximus de la antigua Roma, se finalizó en Madrid respondiendo a las exigencias de la mesa real española. El Laboratorio de Piedras Duras asimismo podía, por encargo del soberano, elaborar un dessert basándose en el diseño de un arquitecto español. El resultado de esta ardua tarea eran piezas como el dessert destinado a la Real Casa del Labrador, ubicada en los jardines del Palacio Real de Aranjuez. Majestuosos, decididamente arquitectónicos y jugando con la simetría, los dessert del Buen Retiro reproducían un mundo ideal planificado como si se tratase de una plaza pública. También creaban una correspondencia visual con los techos de los palacios, pintados con alegorías que enaltecían a la monarquía española. El dessert de la Casita del Príncipe, que se conservó durante un tiempo en el Palacio de El Escorial, y cuyos diferentes componentes ( los originales y los modificados ) forman parte de esta exposición, incluía un conjunto de monumentos a escala reducida. Destacaba sobre todo el tablero, compuesto por un obelisco central que ensalzaba a los soberanos españoles ( pieza actualmente desaparecida ) e iba enmarcado entre dos fuentes coronadas por un grupo escultórico, dos voluminosos templos octogonales considerados como “ cabinets de verdures ” ( salones de un jardín ) y, por último, colocados en cada uno de los extremos, dos pórticos. El dessert contaba también con numerosos candelabros y otras piezas más modestas como 147 jarrones elaborados con diferentes materiales preciosos. Las miniaturas arquitectónicas y algunos de los candelabros se elaboraron con piedras duras o semipreciosas como pórfido, jaspe de varios colores, venturina, lapislázuli, amatista… combinadas con materiales exquisitos como el alabastro oriental, diferentes tipos de mármol y granito rosa. Las piezas utilizadas para servir las bebidas, como los enfriadores para botellas y los verrières ( recipientes para enfriar o templar los vasos ), y el azucarero, eran de alabastro. Todas las piezas estaban decoradas con camafeos y con piedras preciosas talladas en hueco, antiguas y modernas, y con bronces; en muchas ocasiones con ambos. Las figuritas de bronce dorado ensalzaban la figura del rey y le otorgaban cualidades expresadas a través de alegorías. Minerva ( que incorpora a España así como a la Monarquía ), diosa de la sabiduría, de la estrategia y del buen gobierno, encabezaba el cortejo acompañada de Virtudes como la Justicia, Artes como la Escultura y la Aritmética y de vestales y otras figuras que resulta imposible identificar debido a que han perdido el atributo que las caracteriza. Éste fue el dessert que Carlos IV sacó de El Escorial y llevó en el viaje a Bayona, donde se reuniría con Napoleón. Dessert diseñado por Isidro Velázquez, 1802-1805, Aranjuez, Real Casa del Labrador, col. Patrimonio Nacional Dessert elaborado en Roma por Luigi Valadier que se completó en la manufactura del Buen Retiro de Madrid, presentándose tal y como se exhibió en el año 2009 durante la exposición “ Carlos IV: Mecenas y coleccionista ”, en el Palacio Real de Madrid. El dessert Elemento central Estatuilla ecuestre de Carlos IV Un dessert como tributo al dueño de Europa Un regalo dividido por el Garde-Meuble imperial Un regalo de Carlos IV, un rey débil que dependía de Napoleón Transformación de las piezas y diseminación por los palacios franceses España, donde reinaban los Borbones, descendientes de Luis XIV, era una potencia estrechamente vinculada a la Francia de Napoleón. Carlos IV, que reinó entre 1788 y 1808, era un aliado poco eficaz pero fiel. El Rey había perdido prácticamente toda su flota durante la desastrosa batalla naval de Trafalgar, en octubre de 1805, pero esperaba hacerse con una parte de Portugal como recompensa por la firma del Tratado de Fontainebleau en octubre de 1807. La élite francesa, recelosa, despreciaba a este aliado al que consideraban anacrónico. Napoleón, que conocía Italia pero no España, pensaba que le resultaría fácil “ regenerar ” el país. Francisco de Goya, pintor oficial de la Casa Real, representó de manera muy cruda la decadencia física y moral de los Borbones de España en el retrato de grupo La Familia de Carlos IV, una obra pintada en 1800. Para el insaciable Napoleón, este país mal Laurent Dabos: Trampantojo, 1801 gobernado y dejado en manos Godoy, favorito del Rey, resultaba París, Museo Marmottan-Monet una presa muy tentadora, cuanto más convulsa era la situación en la cúspide: el heredero, el impaciente príncipe de Asturias, derrocó a su padre aprovechando un levantamiento popular y fue reconocido como Fernando VII, rey de España y de las Indias. El padre depuesto hizo entonces un llamamiento al Emperador de los franceses. Napoleón convocó en Bayona, en abril de 1808, a los dos reyes enfrentados para intermediar en el conflicto, consiguiendo desequilibrar a ambos y obligándoles a renunciar. Estando así en posesión de la corona de España, Napoleón se la entregó a su hermano mayor, José, que en aquel momento era rey de Nápoles, encomendándole la labor de intentar reinar en un país convulso. El depuesto rey Carlos IV pasó brevemente por el palacio de Fontainebleau en mayo de 1808 mientras se dirigía de camino a Compiègne. Su hijo, el depuesto Fernando VII, que seguía siendo Rey a los ojos del pueblo español, que se había levantado en su nombre, vivió un exilio dorado en el castillo de Valençay, la residencia de Charles Maurice Talleyrand. El dessert, que habían guardado apresuradamente en cajas en El Escorial, no se desembaló al llegar a Bayona. Duroc, Gran Mariscal de Palacio, dio la orden de dejar este regalo deshonroso en manos del Garde-Meuble Imperial ( institución encargada de amueblar los edificios oficiales ), posteriormente fue desembalado y se examinó con detalle en uno de los salones de Versalles. Fue entonces cuando los daños producidos en la caja durante el viaje se hicieron evidentes. El estricto Daru, Intendente General de la Casa del Emperador, consideró que el dessert no podía utilizarse en las condiciones en las que se encontraba: los franceses no supieron entender este espectacular objeto y lo despreciaron. Se optó por dividir el conjunto, restaurar algunos de los elementos que lo conformaban y trasformar la mayor parte de ellos, trabajos en los que intervinieron el escultor y artista de mosaicos Belloni, el broncista PierrePhilippe Thomire, y los relojeros Lepaute y Bailly. Algunas piezas permanecen intactas, como el azucarero, otras fueron modificadas ligeramente: Pierre-Philippe Thomire añadió un pequeño pedestal a los monumentos con forma de templo circular y a los jarrones. El resto, sin embargo, sufrió modificaciones considerables para obtener candelabros y algunas de ellas se desmantelaron completamente, como sucedió con los pórticos y los templos octogonales, que pasaron a convertirse en frontales arquitectónicos en los que se colocaban relojes de péndulo. Algunas de las piezas, con modificaciones sutiles o drásticas, se trasladaron a Fontainebleau para adornar el Petit Appartement del Emperador ( aposentos que mandó habilitar en la planta baja de una de las alas del Palacio ). Se trataba de dos parejas de Candelabros decorados con una vestal, que se colocaron en el dormitorio del Emperador, y de un imponente Péndulo con forma de templo que se acomodó en el segundo salón. La mayor parte de las piezas se repartieron entre varios palacios imperiales: el Palacio de las Tullerías, el Gran Trianón y el Palacio de Meudon, o se almacenaron en el Garde-Meuble Imperial. Las piezas procedentes del dessert de Carlos IV se reunieron por primera vez en 1867, en el Castillo de Malmaison, por mandato de la emperatriz Eugenia. Malmaison, convertido en museo nacional, exhibió de nuevo las 31 piezas entre 1906 y 1984 combinándolas con el tablero de un dessert que fue propiedad del duque de Braschi, una obra de Valadier creada en Roma y contemporánea a las labores que se realizaban en el Buen Retiro. Las 54 piezas que se conservan se han restaurado y actualmente están expuestas en Fontainebleau. Proceden en su mayoría de dicho palacio, del Gran Trianón y del Mobilier national ( antes el Garde-Meuble Imperial ), institución que aceptó proporcionar un préstamo que se prolongó generosamente en forma de depósito. Así fue cómo cuatro jarrones regresaron al segundo salón de los aposentos que el Emperador mandó habilitar en la planta baja de una de las alas del palacio de Fontainebleau ( les Petits Appartements ), que era donde se encontraban durante el Primer Imperio. Francisco de Goya y Lucientes: La familia de Carlos IV, 1800, Madrid, Museo del Prado Elementos españoles y franceses combinados por artesanos franceses para crear un candelabro. Palacio de Fontainebleau, Museo Napoleón I Dessert trasformado, tal y como aparecía presentado en el comedor de Malmaison a principios del siglo XX.