RUMBO AL II SIMPOSIO INTERNACIONAL DE MISIONOLOGÍA TEMA: “EL EVANGELIO DE LA ALEGRÍA IMPULSA LA MISIÓN” DOCUMENTO CONCLUSIVO Montevideo - Uruguay · 2016 CONFERENCIA EPISCOPAL BOLIVIANA · OBRAS MISIONALES PONTIFICIAS ORGANIZADORES COMITÉ CENTRAL E. R. Mons. Sergio Gualberti E. R. Mons. Ricardo Centellas E. R. Mons. Oscar Aparicio E. R. Mons. Julio María Elías E. R. Mons. Carlos Bugler E. R. Mons. Eugenio Scarpellini COMITÉ EJECUTIVO E. R. Mons. Eugenio Scarpellini Hna. Cilenia Rojas Arispe MCI P. Luis López (Secretario – sede Santa Cruz) SECRETARÍA EJECUTIVA Hna. Cilenia Rojas Arispe MCI Lic. Javier Silva Aparicio Hugo Colque Catari Conferencia Episcopal Boliviana Obras Misionales Pontificias COMISIÓN LITÚRGICA E. R. Mons. Jesús Juárez E. R. Mons. Stanislaw Dowlaszewicz P. Miguel Limón P. Renán Aguilera P. Ivan Bravo COMISION DE METODOLOGÍA Y PLANIFICACIÓN E. R. Mons. Aurelio Pesoa OFM E. R. Mons. Cristóbal Bialasik Lic. Juan Carlos Nuñez Lic. Rolando Lazarte COMISIÓN TEOLÓGICA E. R. Mons. Roberto Bordi. E. R. Mons. Adolfo Bittschi E. R. Mons. Waldo Barrionuevo Dra. Bernardeth Caero Hna. Rosalba Chávez P. José Smyksy CSsR P. José Cervantes P. Sergio Montes SJ COMISION DE RELACIONES INTERINSTITUCIONALES E. R. Mons. Jesús Juárez E. R. Mons. Javier del Rio P. José Fuentes Cano COMISIÓN DE MEMORIA Y SINTESIS E. R. Mons. Braulio Sáez E. R. Mons. Fernando Bascopé Lic. Francesco Serratti P. Juan Aparicio SDB COMISIÓN DE ANIMACIÓN PASTORAL E. R. Mons. Percy Galván E. R. Mons. Edmundo Abastoflor E. R. Mons. Antonio Reimann E. R. Mons. Juan Vargas P. Marco Abascal P. Daniel Carranza P. Javier Urías Hna. Yackeline Romero MCI Dr. Jenaro Mercado Rojas Lic. Limbert Ayarde COMISIÓN ECONÓMICA E. R. Mons. Carlos Stetter E. R. Mons. Carlos Bürgler E. R. Mons. Eugenio Coter COMISIÓN DE COMUNICACIÓN E. R. Mons. Jesús Pérez OFM E. R. Mons. Eugenio Coter E. R. Mons. Jorge Saldías OP P. Hugo Ara Lic. Erwin Bazán Lic. José Rivera COMISIÓN INFORMÁTICA E. R. Mons. Robert Flock Sr. Edwin Mirabal ÍNDICE Antecedentes DE LOS CONGRESOS MISIONEROS EN AMÉRICA........................................ 6 DESGLOSE TEOLÓGICO DE LOS EJES.................................................................................... 10 II SIMPOSIO INTERNACIONAL:............................................................................................. 19 METODOLOGÍA................................................................................................................... 20 Programa........................................................................................................................ 21 Ponencia LA ALEGRÍA EN CRISTO RESUCITADO................................................................ 23 Ponencia La alegría de las bienaventuranzas......................................................... 42 Ponencia EL DISCÍPULO MISIONERO: PROFETA Y TESTIGO DE CRISTO............................... 73 Ponencia Desafíos, prioridades y tareas de la misión en América........................ 105 Aporte de los FOROs TEMÁTICOs.................................................................................... 117 CONCLUSIONES ................................................................................................................. 128 3 PRESENTACIÓN A las Conferencias Episcopales de América A los Directores Nacionales de OMP A las comunidades de fe del continente A los misioneros y misioneras Queridos discípulos misioneros de América, Este documento es fruto del trabajo de todos Ustedes que han participado del II Simposio Internacional de Misionología, celebrado en Uruguay. Primeramente, gracias a todos los expositores, los talleristas, los participantes: sin ustedes no podríamos avanzar en la preparación al V Congreso Americano Misionero. Pero, de manera especial, gracias a P. Leonardo Giannelli y su equipo que nos han acogido y nos han permitido experimentar la realidad de una Iglesia que vive y se propone como esperanza por el anuncio de la Buena Nueva de Jesús en un país que se declara abiertamente “laico”. No nos olvidemos nuestro Lema y Tema generales de nuestro V Congreso Americano Misionero: LEMA: ¡América en misión, el Evangelio es alegría! TEMA: La alegría del evangelio, corazón de la misión profética, fuente de reconciliación y comunión. En este contexto el II Simposio ha querido asumir la reflexión sobre los ejes que nos faltaban: evangelio, alegría y misión. El Lema fue “El Evangelio de la Alegría impulsa la misión” El documento contiene las cuatro ponencias magistrales: § § La alegría de las Bienaventuranzas: La paradójica dicha de los desdichados (P. José Cervantes) El Discípulo Misionero: Profeta y Testigo de Cristo: Una aproximación desde la Nueva Etapa Evangelizadora en Aparecida y Evangelii Gaudium (Pbro. Andrés Torres Ramírez) § La Alegría en Cristo Resucitado… por el camino de Emaús. (Prof. Luca Pandolfi) § Desafíos, Prioridades y Tareas de la Mision en América. (P. Stefano Raschietti sx) 4 Como en el anterior documento, al final hemos colocado un punteo sobre los foros temáticos que reflejan el trabajo y los aportes de los grupos. Con este trabajo, para nosotros los miembros de la Comisión Teológica de Bolivia termina una primera etapa: la de reflexionar juntos sobre los ejes centrales del V Congreso Americano Misionero: en la medida de lo posible, es importante que estas reflexiones bajen a nivel de nuestras Diócesis, de las comunidades de fe. También es posible y oportuno entregar las mismas a centros de estudios de misionología del país, a personas involucradas en el tema de la misión sea por motivos de estudio, como también porque están trabajando en la misión. Para la confianza de ustedes, la Comisión Teológica está preparando el Instrumento de Trabajo que les facilitará el compromiso de animación en vista al V Congreso Americano Misionero. Serán cuatro fichas de trabajo que resumirán las ponencias y los aportes de los grupos; se utilizará el método Ver – Juzgar – Actuar, tan familiar a América; a cada paso habrá referencia para quienes quieran reflexionar ulteriormente el tema; habrá también preguntas motivadoras para los grupos y comunidades. Dentro de muy poco, el trabajo de animación estará en la “cancha” de ustedes: nosotros esperamos que sea una reflexión profunda, que haya aportes interesantes para que podamos, al final, preparar el documento del congresista. Queridos amigos y hermanos misioneros, hay harto trabajo; el recorrido, aunque parece largo, se acerca a pasos agigantados. Apoyemos todo eso con la oración diaria, mantengamos despierto el espíritu misionero y confiemos en que el trabajo más grande lo realizará “el dueño de la mies”, Jesús, con el auxilio del Espíritu Santo. Un abrazo a todos y unidos en la oración. Mons. Eugenio Scarpellini Mazzoleni Obispo de El Alto Director Nacional de OMP Bolivia Coordinador General V Congreso Americano Misionero 5 Antecedentes DE LOS CONGRESOS MISIONEROS EN AMÉRICA LOS CAMs – COMLAs En el caminar misionero del continente, los CAMs-COMLAs se constituyeron en hitos importantes pues marcaron un avance en la conciencia misionera de nuestras Iglesias y lograron involucrar a muchos sectores del pueblo de Dios, porque la misión ha sido y sigue siendo una fuerza unificadora que asume todas las dimensiones de la vida pastoral. LEMA COMLA 1 Torreón, México. Del 20 al 30 de noviembre de 1977. Salvación universal: compromiso de todos. La Iglesia, Sacramento Universal de Salvación. Con María, Misioneros de Cristo. La Iglesia Misionera, respuesta del hombre de hoy: Responsabilidad Misionera en y desde América Latina. COMLA 2. Tlaxcala, México. Del 16 al 21 mayo de 1983. TEMA 6 LOGO COMLA 3 Bogotá, Colombia. Del 5 al 10 de julio de 1987. América, llegó tu hora de ser evangelizadora. América quiere compartir su Fe. Lima, Perú. Del América Latina, desde tu fe envía 3 al 8 febrero misioneros. de 1991 La Iglesia de América Latina ante los desafíos pastorales de la Nueva Evangelización en el Tercer Milenio. COMLA 4 COMLA 5 Belo Horizonte, Brasil. Del 18 al Vengan, vean y anuncien. 23 de julio de 1995. El Evangelio en las culturas. CAM 1 COMLA 6 Paraná, Argentina. Del 28 de septiembre al 3 de octubre de 1999. Jesucristo, vida y esperanza para todos los pueblos. América con Cristo, sal de tu tierra. 7 CAM 2 COMLA 7 Anunciar el Iglesia en América, Guatemala. Evangelio de la tu vida es misión. Del 25 al 30 vida. de noviembre de 2003. CAM 3 COMLA 8 Quito, Ecuador. Del 12 al 17 de agosto de 2008. América con Cristo: escucha, aprende y anuncia. CAM 4 COMLA 9 Maracaibo, Venezuela. Del 26 noviembre al 1 de diciembre de 2013 Discípulos misioneros de Jesucristo América misionera: desde América, comparte tu fe. en un mundo secularizado y pluricultural. V Congreso Americano Misionero Santa Cruz, Bolivia. Julio 2018 América en misión, La alegría del Evangelio, corazón de la el Evangelio es misión profética, fuente de reconciliación y alegría comunión. La Iglesia en discipulado misionero. 8 V CONGRESO AMERICANO MISIONERO TEMA “LA ALEGRÍA DEL Evangelio CORAZÓN DE LA MISIÓN PROFÉTICA FUENTE DE RECONCILIACIÓN Y COMUNIÓN” LEMA AMÉRICA EN MISIÓN, EL evangelio ES ALEGRÍA 1. OBJETIVO GENERAL Fortalecer la identidad y el compromiso misionero Ad Gentes de la Iglesia en América, para anunciar la alegría del Evangelio a todos los pueblos, con particular atención a las periferias del mundo de hoy y al servicio de una sociedad más justa, solidaria y fraterna. 2. SIGNOS DEL CONGRESO La Cruz de la Evangelización Hace memoria a la acción evangelizadora de la Iglesia fiel al mandato del Señor. Hoy continúa inspirando la evangelización de los pueblos y anima nuestra espiritualidad misionera, pues ella expresa el Amor sin límites de Cristo por la salvación de la humanidad. Mujer de Iglesia en el corazón del pueblo, que dijo sí al llamado del Señor desde una vocación Las reliquias de específica MISIONERA. En su vida no tuvo otra la Beata Nazaria pasión que la misión. Por eso desde Oruro, fundó, Ignacia por gracia de Dios, una congregación misionera con el deseo de que todos conocieran al Señor. Ambos signos quieren inspirar hoy a nuevos hombres y mujeres para dar la vida por el anuncio del Reino. 9 DESGLOSE TEOLÓGICO DE LOS EJES 1.EVANGELIO El principal texto paulino sobre el Resucitado (1 Cor 15,1-5) presenta el contenido originario del evangelio cristiano, que anuncia a Cristo muerto y resucitado en una de las confesiones de fe más antiguas de la Iglesia, y que en los años cincuenta de la era cristiana ya estaba acuñada y forjada como una pieza tradicional de la fe. La denominación de “Evangelio” a este anuncio de salvación y de vida es un elemento específico de la tradición cristiana primitiva. Si bien el término griego para “Evangelio” puede ser traducido como “Buena Noticia”, no siempre es conveniente hacer la traducción del mismo, pues la singularidad de la mera transcripción de la palabra griega a nuestra lengua puede contribuir a resaltar la excelencia incomparable del Evangelio cristiano con cualquier otra buena noticia de la vida humana. De hecho en la Biblia griega sólo el Nuevo Testamento ha aplicado exclusivamente la palabra neutra (to euaggelion) al Evangelio de Jesucristo y la ha dedicado sobre todo al anuncio de su muerte y resurrección en la literatura paulina. Es evidente que se trata por tanto de la Buena Noticia de Jesucristo, pero entendiendo ésta en tono superlativo. El Evangelio de Jesucristo pretende anunciar la profunda e íntima vinculación de la humanidad, de cada persona y de la creación con Dios a través de la figura del Reino de Dios, entendido éste como el Reinado de Dios, capaz de transformar la realidad por la acción eficaz de su Amor. La vinculación del Reino de Dios con el Evangelio aparece especialmente resaltada en el Evangelio de Marcos: “Jesús fue predicando el Evangelio de Dios y diciendo: Se ha cumplido el plazo y se ha acercado el Reino de Dios; conviértanse y crean en el Evangelio” (Mc 1,1415). El Reino de Dios es el misterio del amor de Dios que establece una relación nueva, personal y dinámica con los seres humanos, y, al ser acogido por ellos, toda la vida humana queda trastocada, impregnada y regenerada por Dios. El Reino de Dios es Dios mismo que ama a todo ser humano y se acerca a toda persona para establecer una relación personal de amor, que conduzca a la más profunda alegría. Por eso la interpretación del Reino de Dios como “Reinado de Dios” en el corazón humano evoca el carácter personal y plenificante del amor de Dios, que viene dado en Jesús, el cual se ha acercado definitivamente al hombre y consumará su amor en la entrega de la cruz, en su muerte y resurrección. 10 Este Reinado de Dios tiene una dimensión social indiscutible, que anuncia la justicia y la paz como grandes valores divinos que están llegando con todo aquél que defiende a los humildes, que socorre y libera a los pobres y quebranta al explotador. Éste es el Reino cuya cercanía anuncia Jesús y por cuya causa vivió y fue crucificado. Pero el paso decisivo para entrar en el Reinado de Dios es seguir a Jesús, convertirse en discípulo suyo y reconocer en él al Hijo de Dios, cuando, como el centurión (Mc 15,39) sepamos contemplar a Dios en su muerte en la cruz. Sólo con esta reorientación de la mirada hacia Jesús en la cruz y, con él, hacia todas las víctimas de la injusticia y los sufrientes de este mundo se producirá en nosotros la auténtica metanoia o conversión que pide el Evangelio. Este Jesús es el Evangelio. En este sentido, lo que anuncia el misionero nace de ese primer contacto con el Evangelio – como anuncio kerygmático vital- y vuelve a él como fuente que dinamiza su vida cotidiana. Pero en la presentación del Evangelio es imprescindible la actitud y el tono profético del misionero que vive la Alegría del encuentro con Jesús; de ahí que no se trata sólo de una comunicación formal de un mensaje sino de la comunicación vital del mismo, pues el encuentro ha generado una Alegría que no se puede contener. 2.ALEGRÍA En el pensamiento bíblico la palabra “alegría” está relacionada con el término “Evangelio”, del griego euaggelion, el mensajero de una buena noticia. Este significado está en sintonía con Is 52,7: “¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae buenas nuevas, que anuncia salvación, que dice a Sión: «Ya reina tu Dios»!”. Shalom abarca todas las esferas del ser humano, la buena relación con YHWH, el Dios de la Vida, consigo mismo, con el entorno familiar y social, la estabilidad psicológica y económica de la persona. El ser humano como imagen y semejanza de Dios (Gn 1,26-27); creado por el aliento de vida divino (Gn 2,7) y en plena libertad (Gn 3). “El ser humano”, será formado por YHWH Dios en base al “polvo de la tierra”. Gracias al aliento de vida que sopla Dios en el ser humano, es que se convierte en ser viviente, “es decir, en una persona viva capaz de entrar en relación con Dios” (Gn 2,7). El pensamiento bíblico entiende “vida” como algo existencial. La palabra hebrea “vida” tiene relación con la salvación. De acuerdo a Ringgren la persona relacionada a “vivir” no se reduce a estar viva, sino a vivir una vida plena, próspera y feliz; lo cual significa estar en shalom con Dios, consigo mismo y con su medio. La conciencia histórica de la propia existencia es la alegría que se comparte y a la vez implica una responsabilidad con toda la creación. Los textos de Hch 8,8 y 13,48 hacen referencia a la alegría que nace a partir de la Buena Noticia de Cristo. Es justamente lo que indica el Papa Francisco en su Exhortación Apostólica, Evangelii Gaudium: lo que compartimos es la alegría de un encuentro personal 11 con Dios. Es la experiencia del amor de Dios que quiere ser compartida, así como en el Evangelio de Juan, los discípulos y discípulas de Jesús son reconocidos por el amor que se tienen los unos con los otros (Jn 13 34-35; 15 12.17). Desde una perspectiva joánica no empleará el medio clásico del anuncio como es la palabra oral, sino la Palabra como tal es vivida en la propia comunidad, es decir se encarna. Ahora bien, ¿de dónde nace la Alegría?, ¿Cómo se expresa la alegría en el Evangelio? ¿A qué nos lleva esta alegría? La alegría del Evangelio tiene su origen en Dios y se ha manifestado especialmente en el encuentro con el Resucitado. En Mateo, la alegría es la primera palabra dirigida por el Resucitado a las mujeres, a las que se aparece (Mt 28, 9). El evangelio de Juan lo anuncia al presentar a Cristo Resucitado en la doble aparición del resucitado a los discípulos y a Tomás (Jn 20,14-31). En este texto se pueden destacar tres elementos teológicos fundamentales: la presencia de Jesús que muestra su identidad de crucificado y resucitado, la donación del Espíritu del Resucitado a los discípulos para hacerlos partícipes de la misma misión de Jesús, comunicando paz, alegría y perdón, y la gran dicha de la nueva vida por la fe en el Resucitado comunicada por la Iglesia mediante el testimonio y la palabra. La Alegría es fruto de la experiencia del encuentro personal con Cristo y lleva a Dios. De ahí surge el discipulado, el seguimiento de Jesús y la renovación de nuestra vida, por la acción del Espíritu para vivir la comunión con el Padre. Jesús, Señor de la muerte y la vida, sigue dando su aliento de vida, soplando su fuerza de amor e infundiendo su Espíritu divino a la humanidad entera. Juan cuenta la comunicación del Espíritu Santo por parte de Jesús de manera mucho más personal que Lucas en pentecostés, pues Jesús transmite como un nuevo aliento y un nuevo brío: “Reciban Espíritu Santo”. La ausencia del artículo determinado ante la palabra “Espíritu” acentúa el carácter cristocéntrico. Lo que reciben los discípulos es el mismo Espíritu de Cristo. Este Espíritu se hace presente en la historia de modo singular como palabra generadora de vida nueva. Con el Espíritu del Crucificado y Resucitado los Apóstoles y los hermanos daban testimonio de la alegría del Señor Jesús, realizando signos y prodigios y generando ese nuevo estilo de vida que sirve como patrón de referencia de la Iglesia de todos los tiempos: la comunión de bienes, las relaciones de gratuidad y de servicio, la vida agradecida, el espíritu permanente de perdón, la atención solícita a las necesidades de los otros, especialmente de los pobres, la acción de gracias a Dios y la Eucaristía. Este estilo de vida es eminentemente misionero y comunica tanta vida y alegría que muchos otros se adherían a la fe y se incorporaban a la Iglesia. La alegría del Evangelio se manifiesta especialmente en la antología de las Bienaventuranzas. 12 En San Mateo las bienaventuranzas (Mt 5, 1-12) constituyen la solemne obertura del sermón de la montaña. Jesús llama dichosos, en primer lugar, a los pobres y a quienes están o pasan por una situación de negatividad extrema: los que gimen, los indigentes y los que tienen hambre y sed, también de justicia. Mateo además radicaliza el mensaje de la bienaventuranza de los pobres haciéndola extensiva a los que libremente entran en esa situación por causa del Reino y por su fidelidad a Dios: son los pobres con espíritu y los pobres a conciencia. En la segunda parte de las bienaventuranzas Jesús declara dichosos a personas cuya disposición interior y cuyas acciones pertenecen a un nuevo estilo de relaciones humanas y con Dios: los que practican la misericordia y la solidaridad, los que viven la transparencia interior, la autenticidad y la fidelidad, los que comprometen su vida por la paz y la justicia. La palabra “dichosos” expresa una profunda alegría interior en la persona, que no depende de las circunstancias externas a la persona. Esa alegría no la puede quitar nada ni nadie, porque tiene su origen en Dios y en su Reino. Se trata de una alegría que se puede vivir hasta en situaciones adversas o de sufrimiento. El encuentro con Jesucristo llena el corazón de alegría e impulsa a todo cristiano a confesar y testimoniar su fe en Cristo para que la alegría de la salvación llegue a todos. Quien se ha encontrado personalmente con Jesucristo no puede retenerlo para sí; el amor personal de Dios que experimenta y la alegría que brota del encuentro sanador y salvador con Cristo, le impulsa a anunciarlo con alegría a los demás por la palabra y por el testimonio de vida. Es lo que experimentaron aquellos setenta y dos discípulos a quienes Jesús envió de dos en dos a anunciar, a proclamar que el Reino de Dios había llegado, y a preparar a los hombres al encuentro con Jesús. Después de cumplir con esta misión de anuncio, los discípulos volvieron llenos de alegría: la alegría es un tema dominante de esta primera e inolvidable experiencia misionera. 3. MISIÓN Y PROFECÍA La aparición de Jesús Resucitado a los discípulos en Jerusalén, según la versión de Lucas (Lc 24,35 - 48), al igual que el relato de los discípulos de Emaús, es un texto eucarístico. El mensaje se concentra en presentar a Jesús vivo y resucitado, en medio de los suyos, para transmitirles el mensaje pascual por excelencia, el mensaje de paz y de alegría que transformó y transforma a los testigos de este encuentro en mensajeros de la conversión y del perdón desde Jerusalén hasta los confines de la tierra. Esta aparición a la comunidad tiene tres aspectos esenciales: la demostración de la continuidad que existe entre el Resucitado y el Crucificado, la Comida eucarística como señal de esa identidad y de la presencia real del que vive ya para siempre, y la Palabra de las Escrituras que interpreta el modo inequívoco de esa presencia mediante la paradoja de la Pasión del Mesías, Justo sufriente, en cuyo cuerpo se concita todo sufrimiento humano y toda víctima inocente de la barbarie de esta historia. De esta presencia misteriosa fueron testigos los discípulos y somos testigos nosotros ahora. El discípulo y la discípula de Jesús serán enviados después de haber muerto y resucitado 13 con Cristo. Justamente el anuncio es la alegría de la resurrección personal por medio de Cristo, vivida en comunidad. Este mensaje puede avivar la conciencia de toda la Iglesia misionera, particularmente en América, que se identifica en misión permanente. La misión consiste, como dice Pedro en el discurso de los Hechos de los Apóstoles (Hech 3,13 - 19), en anunciar a Jesús, el Santo y el Justo, en proclamar su resurrección y en acreditar su presencia viva a través del testimonio permanente de muchos mediante la conversión del corazón, el perdón de los pecados y la esperanza viva y gozosa que comunica el Espíritu. Pero no puede pasar desapercibido el componente de denuncia que conlleva el anuncio misionero. Y es que anunciar a Cristo crucificado es denunciar a los que lo crucificaron, y proclamar la victoria del Justo e inocente que fue resucitado por Dios es proclamar que hay una verdad y una justicia, la de Dios, que no está sometida al dictamen de los que tienen el poder en este mundo y siguen asesinando víctimas, como hicieron con Jesús. El destino del Mesías es el mismo que el de todos los crucificados y de todas las víctimas de la injusticia humana. Es este profundo vínculo fraterno de Jesús con los sufrientes del mundo, y no cualquier otra manifestación poderosa o espectacular, el que hace posible todavía hoy la presencia del Señor resucitado en la historia humana. De ahí que ellos, los sufrientes y los pobres sean lugar teológico por excelencia para iluminar la Palabra de Dios y abrir el entendimiento de los discípulos. Por eso la Sagrada Escritura es el otro lugar teológico donde el misterio de la Pasión se desvela y desde el cual se debe hacer la memoria y la interpretación de todo sufrimiento humano. a.Misionariedad El tema de la misión es tan importante que el Papa ha introducido la palabra “misionariedad” en sus discursos asumiendo así un nuevo término, conocido ya en la teología de la misión (J. Esquerda Bifet, “La misionariedad de la Iglesia en América Latina, a la luz del discipulado evangélico” Medellín, 125 (2006) 99-120), pero no utilizado hasta ahora en la doctrina de la Iglesia, ya que no aparece como tal ni en el Concilio Vaticano II ni en las conferencias del CELAM, ni en los documentos papales eminentemente misioneros de Pablo VI (Evangelii Nuntiandi), Juan Pablo II (Redemptoris Missio) y Benedicto XVI (Verbum Domini). Sin intentar hacer una definición del mismo, Francisco lo refiere al “mandato confiado por Jesús a los Apóstoles de ser sus «testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra» (Hch 1,8), no como un aspecto secundario de la vida cristiana, sino como un aspecto esencial: todos somos enviados por los senderos del mundo para caminar con nuestros hermanos, profesando y dando testimonio de nuestra fe en Cristo y convirtiéndonos en anunciadores de su Evangelio.” La misionariedad constituye uno de los elementos fundamentales de la eclesiología del papa Francisco, con la cual él quiere mostrar al mundo una Iglesia no autorreferencial, descentrada de sí misma, una Iglesia en 14 misión evangelizadora, una Iglesia que rompe sus fronteras, amplía los límites personales y geográficos de la fe y se orienta hacia el mundo entero y hacia sus múltiples periferias para anunciar la alegría del encuentro con Cristo mediante el Evangelio. Cuando se acuña una nueva palabra para expresar una realidad es que esa realidad va tomando consistencia de tal manera que la esencia de la misión evangelizadora se convierte en sustancia y por ello se hace “sustantivo”, un sustantivo que identifica a la Iglesia y a todo creyente, sin excepción, del Pueblo de Dios. La misionariedad de la Iglesia se proyecta sobre tierra firme y por eso el Papa orienta su mirada a las diversas realidades de nuestro mundo actual como espacios donde la palabra del Evangelio puede ser regeneradora de una nueva vida, personal y social. Allí donde impera la violencia, la corrupción y la mentira, la Iglesia está llamada a dar una palabra de esperanza, de misericordia, de verdad y de reconciliación que sea capaz de ir transformando la sociedad con los impulsos de una nueva evangelización, más profunda y apasionada. Esto se ha de llevar a cabo especialmente en las Iglesias de América, donde se ha declarado a partir de Aparecida (2007) el estado de Misión Permanente. Muchos ámbitos y dimensiones de la vida individual y social, así como los elementos característicos de la pluralidad cultural de América requieren una profundización y un anclaje mayor en los auténticos valores del Evangelio. Entre otros valores evangélicos cuyo anuncio urgente apremia, podemos destacar la experiencia de Dios como Padre, el reconocimiento y la valoración del otro y de los otros como fundamento del respeto mutuo, la libertad inalienable de la persona humana vinculada a su dignidad inviolable como imagen de Dios, la conciencia de la responsabilidad personal, la justicia propia del Reino de Dios y la vivencia de grandes valores evangélicos como la gratuidad, la reconciliación y el perdón. El tema retoma cuestiones fundamentales y recurrentes en los actuales desafíos de la misión. Son preocupantes las nuevas formas de violación de la dignidad humana y de desprecio de la vida, los principios invocados para justificar el menosprecio de la dignidad humana. La investigación científica y las nuevas tecnologías levantan importantes cuestiones éticas que no pueden ser ignoradas o minimizadas. La acción evangelizadora de la Iglesia debe enfrentarse con una cultura post-moderna, que tiene a menudo posiciones y referencias fuera de los valores propuestos por el Evangelio. También llama la atención el hecho de que la religiosidad de la post-modernidad y del mundo globalizado, con su exuberancia, sincretismo, individualismo y una cierta lógica de mercado, exige un nuevo orden de la acción evangelizadora de la Iglesia Católica, que tenga en cuenta esta realidad y, al mismo tiempo, presente con claridad la propia propuesta y afirme la identidad cristiana católica. 15 4. COMUNIÓN Y RECONCILIACIÓN El fin principal de la evangelización y de la acción misionera de la Iglesia, es lograr la comunión del hombre con Dios y de los hombres entre ellos: el amor de Dios y el amor del prójimo. A su vez la comunión hace posible una evangelización creíble y eficaz. El pecado es la causa y la raíz de la ruptura y separación del hombre con Dios y con los hermanos. Esa fue la obra de Satanás (el tentador), del diablo (el que divide), engañando al hombre con promesas de felicidad (“serán como Dios”). A partir de la primera caída los hombres se alejaron siempre más de Dios y entre ellos, protagonizando una historia de perdición, perversidades, enfrentamientos, sangre y muerte. Con Noé y su familia Dios quiso empezar una nueva humanidad. Pero la raíz del pecado hizo nuevamente metástasis y llevar a los nuevos pueblos a la soberbia y a la rebeldía contra Dios. La Torre de Babel señala una vez más la dispersión y división de los hombres de Dios y entre ellos. Entonces Dios formó un pueblo, con la descendencia de Abrahán, para preparar la venida de su Hijo Jesucristo, a quien envió para destruir el pecado, “deshacer la obra de Satanás” (1Jn 3,8), reconciliar los hombres con Dios y entre ellos, y restablecer así la comunión. “Cristo en nuestra paz” (Ef 2,14) porque repara nuestras ofensas a Dios, nos consigue su perdón y nos devuelve su amor; y reconcilia también a los hombres “derribando mediante su sacrificio el muro de enemistad que los separaba…; mediante la cruz dio muerte a la enemistad” (Ef 2,14-16). El Espíritu Santo hará efectivo el plan de Dios y la obra de Cristo a partir de Pentecostés. Él es el protagonista de la comunión, así como lo es en el interior de la Trinidad, la cual es la causa eficiente y ejemplar de la comunión perfecta en la Iglesia y la humanidad entera. Cristo a través de su Iglesia animada por el Espíritu, va realizando la comunión, obrando la reconciliación de los hombres con Dios y de los hombres entre ellos, por medio de su sacrificio de propiciación y expiación y de su Evangelio de verdad y amor. El Espíritu Santo reparte los dones, suscita las virtudes, distribuye los carismas y ministerios para el bien común y edificación de la Iglesia, haciéndola “Cuerpo Místico de Cristo” (cfr 1Cor 12,4-14). La misión de la Iglesia consiste en continuar la obra de Cristo a través de los siglos, hasta el fin del mundo, pues el Señor le ha confiado el “ministerio de la reconciliación” (cfr 2Cor 5,1820) por la predicación de la Palabra y el perdón de los pecados mediante los sacramentos del bautismo y la penitencia. Los hombres de nuestros tiempos necesitan ser redimidos y reconciliados, pues el pecado está metido en muchos corazones y en las estructuras sociales, políticas, económicas y culturales, causando estragos, rupturas, violencias, alejamiento de Dios y sufrimientos en las personas, las familias, los grupos y los pueblos de nuestra América y del mundo entero, y hasta en la misma Iglesia. Para que la Iglesia pueda cumplir eficazmente con su misión evangelizadora ad extra y ad gentes, deberá primero reconciliarse ad intra y lograr esa comunión gozosa de fe, de oración 16 y de caridad que animaba a la primitiva iglesia de Jerusalén, siendo “un solo corazón y una sola alma” (Hech 4,32 - 35). “Todos se reunían asiduamente para escuchar las enseñanzas de los Apóstoles y participar en la vida común (Koinonía), en la fracción del pan y en las oraciones” (Hch 2,42). La koinonía se hace sacramental en la Eucaristía y nos une profundamente con Cristo, que a su vez nos hace partícipes de la vida divina y de la vida de los hermanos, pues comemos el único pan de vida eterna. El dinamismo de la koinonía como comunión de vida, nos lleva a la caridad, a la solidaridad, al encuentro y escucha del otro, a la cooperación misionera, al diálogo ecuménico, interreligioso y social, a trabajar en aquello que nos une y no en lo que nos separa, promoviendo así la reconciliación y la comunión universal. La Iglesia que vive la comunión como dimensión esencial de la fe, es capaz de conversión, aceptación y respeto de la diversidad; y como dice la Gaudium et Spes: “Unidad en lo necesario, libertad en lo dudoso, caridad en todo” (GS 92). La Koinonía es el ideal de vida eclesial y social; es uno de los objetivos más importantes de la misión, y al mismo tiempo uno de los medios testimoniales más eficaz para la evangelización: “Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado” (Jn 17, 21). Una Iglesia en koinonía se vuelve un “signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano” (LG 1); un principio de unidad y amor. San Pablo exhorta a las comunidades de Filipos y Éfeso a vivir en comunión: “siendo todos del mismo sentir, con un mismo amor, un mismo espíritu, unos mismos sentimientos… buscando cada cual no su propio interés sino el de los demás. Tengan entre ustedes los mismos sentimientos de Cristo” (Flp 2, 2 - 5); “poniendo empeño en conservar la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz. Un solo Cuerpo y un solo Espíritu” (Ef 4,3 - 4). Lo que hace la comunión, la koinonia y la reconciliación, es el amor. “Dios es Amor” (1Jn 4,8) y ha puesto amor en nuestros corazones; un amor natural como creaturas hechas a su imagen y semejanza; y un amor sobrenatural por medio de su Espíritu (Rom 5,5). El amor de Dios por nosotros es infinito, eterno, fiel; un amor de Padre, de amigo; nos ama porque es “el único Bueno” (Lc 18,19). Nos ama con amor de benevolencia, de misericordia y de compasión, a todos, buenos y malos, justos e injustos (cfr Mt 5,45), porque somos sus hijos (cfr 1Jn 3,2). Nos ama con un amor de complacencia en la medida en que vayamos creciendo en la perfección y la santidad (“Dios se complace en los justos” Prov 15,9). Nos ama con un amor que respeta nuestra la libertad: “Estoy a la puerta y llamo; si alguien me abre, entraré y cenaremos juntos (Apc 3,20). Jesus dijo: “Si alguien me ama, el Padre también lo amará… y vendremos a él y haremos morada en él” (Jn 14,23). Es un amor que nos colma de bienes, nos santifica, nos comunica su gracia, nos hace partícipes de su vida divina saciando nuestra hambre y sed de felicidad (cfr Jn 4,14; 6,35). San Juan nos explica de qué manera nos ama Dios: Haciéndonos hijos suyos y dándonos a su propio Hijo (cfr Jn 3,16-21). 17 Nuestro amor hacia Dios nace de una necesidad interior, del deseo de infinito, de absoluto, de perfección y felicidad. Y Dios responde exactamente a lo que buscamos. En la medida en que lo conocemos más en sus infinitas perfecciones, en su amor, en su bondad, lo amaremos más, hasta el éxtasis. Nuestro amor para Dios es un amor de complacencia, de adoración, de gratitud; un amor filial, un amor esponsal: Los manuales de espiritualidad hablan de “matrimonio místico” del alma con Dios, donde se da la comunión perfecta. Cristo es el ejemplo perfecto y la causa del amor entre Dios y los hombres. Jesús amó al Padre y a los hombres con el “amor más grande”, hasta dar la vida (Jn 15,13). San Pablo dice que “el amor de Dios ha sido derramado en nuestro corazones por medio de su Espíritu que nos fue dado” (Rom 5,5), gracias a la mediación de Cristo, quien con su cruz nos reconcilió con el Padre (cfr. Col 1,20). El amor de Dios hace posible el amor del prójimo, y por lo tanto la reconciliación y la comunión. Nos basta una cita de San Juan: “Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es un mentiroso; porque el que no ama a su hermano, a quien ha visto, no puede amar a Dios a quien no ha visto. Y este mandamiento tenemos de El: que el que ama a Dios, ame también a su hermano” (1Jn 4, 20-21). Jesús nos asegura que seremos juzgados sobre el amor concreto hacia el prójimo (Mt 25,35-46). Leamos también el himno a la caridad de San Pablo (cfr 1Cor 13,1-13). Evangelizar es anunciar el amor, principio y causa de la comunión y reconciliación a todos los niveles: religioso, familiar, social, político, económico. No hay fuerza más poderosa que el amor para lograr la paz, el perdón, la solidaridad, la justicia y todas las virtudes sociales y cristianas que hacen la comunión con Dios y con el prójimo. 18 II SIMPOSIO INTERNACIONAL: TEMA: “EL EVANGELIO DE LA ALEGRÍA IMPULSA LA MISIÓN” JUSTIFICACIÓN En estos tiempos muchas cosas han cambiado en nuestra realidad, cambios que presentan nuevos desafíos. Estamos inmersos en un contexto donde «el miedo y la desesperación se apoderan del corazón de numerosas personas […] La alegría de vivir frecuentemente se apaga, la falta de respeto y la violencia crecen, la inequidad es cada vez más patente» (EG 52). En este contexto, queremos recordar lo que nuestros pastores, reunidos en Aparecida, nos decían: «la alegría que hemos recibido en el encuentro con Jesucristo, a quien reconocemos como el Hijo de Dios encarnado y redentor, deseamos que llegue a todos los hombres y mujeres heridos por las adversidades […] La alegría del discípulo es antídoto frente a un mundo atemorizado por el futuro y agobiado por la violencia y el odio. La alegría del discípulo no es un sentimiento de bienestar egoísta sino una certeza que brota de la fe, que serena el corazón y capacita para anunciar la buena noticia del amor de Dios. Conocer a Jesús es el mejor regalo que puede recibir cualquier persona; haberlo encontrado nosotros es lo mejor que nos ha ocurrido en la vida, y darlo a conocer con nuestra palabra y obras es nuestro gozo». (DA 29) Por estas razones, el tema que reflexionaremos juntos en el II Simposio Internacional de Misionología es: EL EVANGELIO DE LA ALEGRÍA IMPULSA LA MISIÓN 19 METODOLOGÍA Éste es el momento para intercambiar ideas, conocimientos y perspectivas en torno al tema determinado con el fin de lograr avances y progresos en la reflexión de forma relativamente integral y con la mayor profundidad. “El Evangelio de la Alegría impulsa la Misión” es el tema de nuestro II Simposio y en el conjugaremos la reflexión de los expertos y el aporte de los participantes, representantes de todos los países del continente, con la finalidad de abordar el tema desde distintos enfoques y niveles en sesiones plenarias, trabajos en grupos y foros temáticos. PONENCIAS CENTRALES En esta oportunidad serán cuatro las ponencias centrales que presentarán y profundizarán el tema general aproximadamente en una hora de exposición, seguida de quince minutos para preguntas y complementaciones. Cada expositor concluirá su presentación formulando preguntas generadoras para los trabajos en grupos. TRABAJO EN GRUPOS Se formarán grupos de trabajo y allí se profundizará y debatirá sobre la base de las preguntas generadoras. Las conclusiones de las reflexiones de los grupos de trabajo serán presentadas en plenaria. SESIONES PLENARIAS Las sesiones plenarias son de dos tipos: por un lado, las ponencias centrales que serán exposiciones magistrales y por otro, la presentación de las conclusiones de los trabajos en grupos. En las sesiones plenarias se presentarán las conclusiones del trabajo de grupos, para que éstas sean consideradas, corregidas y así llegar a la plenaria final para su respectiva aprobación. 20 PROGRAMA DOMINGO 28 DE FEBRERO 15: 00 17: 30 Salida a la Catedral EUCARISTÍA DE INAUGURACIÓN Apertura y Presentación breve de los testigos misioneros (Bienaventurada Nazaria Ignacia y Mons. Jacinto Vera) LUNES 29 DE FEBRERO 07:30 SALIDA DE LAS PARROQUIAS 08:00LAUDES 08:30DESAYUNO 09:00 Presentación de los Objetivos y metodología Mons. Eugenio Scarpellini 09:30PONENCIA “La Alegría de Cristo Resucitado” Desde el caminar triste lejos de la historia, hacia la reexpresión alegre de una comunidad P. Luca Pandolfi Diálogo en sala (preguntas y complementaciones) 10:30REFRIGERIO 11:00PONENCIA “La Alegría de las Bienaventuranzas” P. José Cervantes Diálogo en sala (preguntas y complementaciones) 12:30ALMUERZO 14:30 TRABAJOS EN GRUPOS (a partir de las preguntas generadoras) 16:00REFRIGERIO 16:30 FOROS TEMÁTICOS 18:30 RETORNO A LAS PARROQUIAS 19:30EUCARISTÍA 20:30CENA 21 MARTES 1 DE MARZO 07:30 SALIDA DE LAS PARROQUIAS 08:00LAUDES 08:30DESAYUNO 09:00 Presentación de las conclusiones de los grupos 09:30PONENCIA “El Discípulo Misionero: Profeta y Testigo de Cristo” P. Andrés Torres Diálogo en sala (preguntas y complementaciones) 10:30REFRIGERIO 11:00PONENCIA “Ámbitos, Prioridades y Tareas de la Misión en América” P. Estevan Raschietti Diálogo en sala (preguntas y complementaciones) 12:30ALMUERZO 14:30 TRABAJOS EN GRUPOS (a partir de las preguntas generadoras) 16:00REFRIGERIO 16:30 FOROS TEMÁTICOS 18:30 RETORNO A PARROQUIAS 19:30EUCARISTÍA 20:30CENA MIÉRCOLES 2 DE MARZO 07:30 SALIDA DE LAS PARROQUIAS 08:00LAUDES 08:30DESAYUNO 09:00 Presentación de las conclusiones de los grupos 09:30 PRESENTACIÓN DEL TRABAJO DE GRUPO SOBRE LOS FOROS TEMÁTICOS 10:00 PRESENTACIÓN DE LAS CONCLUSIONES FINALES DEL SIMPOSIO 10:45REFRIGERIO 11:15 PLENARIA FINAL – EVALUACIÓN - CIERRE 12:30ALMUERZO 14:00 PEREGRINACIÓN A LA BASÍLICA DE LA VIRGEN DE LOS TREINTA Y TRES PATRONA DEL URUGUAY EUCARISTÍA DE CLAUSURA 18:00RETORNO 22 LA ALEGRÍA EN CRISTO RESUCITADO desde el caminar triste lejos de la historia hacia la re-expresión alegre de una comunidad Lenguajes y paradigmas comunicativos en Lucas 24 P. Luca Pandolfi Pontificia Universidad Urbaniana - ROMA (Italia) PRIMERA PARTE una introducción 1.0. Entre tristeza y alegría Como primera ponencia creo que toca hablar de los significados de los términos en juego. Propongo un momento para la explicatio terminorum y plantearles la pregunta sobre el significado de la alegría, alegría de quién y por qué. Hay un sentido popular de alegría que no podemos descartar, la alegría del pueblo, sencilla, hecha de cosas pobres y concretas, ¿quizás? a veces superficiales. Pero hay un sentido psicológico, estudiado por la psicología de las emociones1 (entre el behaviorismo, el cognitivismo o la interacción entre las dos perspectivas). Hay un sentido antropológico cultural y social con las diferentes formas de expresar y entender la alegría y, finalmente, un sentido también teológico de la alegría2 qué 1 2 Cf. M. Chóliz, 2005, Psicología de la emoción, in www.uv.es/choliz/Proceso%20emocional.pdf (02.02.2016). Una persona alegre obra el bien, gusta de las cosas buenas y agrada a Dios. En cambio, el triste siempre obra el mal (Pastor de Hermas, Mandamiento 10, 1), in http://encuentra.com/valores_catolicos/la_alegria_ cristiana15680/ (02.02.2016). 23 sin embargo no puede prescindir de lo antropológico en sus distintas dimensiones, so pena un abstraccionismo intelectual igualmente marcado por una posición cultural y social. Así podemos pensar (psicológicamente) en un estado de gozo interior que nos hace sentir vivos y equilibrados o en algo similar a una excitación que produce placer y felicidad, un sentimiento grato que nos lleva a ver el lado bueno de las cosas y de los eventos, una emoción expansiva que se quiere expresar y compartir con los demás. Por otro lado las formas de expresar la alegría las aprendemos de nuestra cultura y de la sociedad donde vivimos. Nos enseña la antropología cultural y social que pueden (a veces deben) ser distintas de pueblo a pueblo, de grupo social a grupo social, de edad a edad, según las costumbres, los usos sedimentados y aceptados, las reglas sociales y las formas alternativas, a veces conflictuales, presentes en las sociedades. Y como dije, hay también una reflexión teológica cristiana sobre la alegría que se entrelaza con el pensamiento filosófico, psicológico o cultural sobre la misma. Es, sobre todo en torno a la resurrección, como lugar teo-antropológico y como tiempo propicio para vivir y expresar la alegría, donde se desarrolla este pensamiento: sería interesante profundizar, por ejemplo, el tema del risus paschalis, que tenía, en tiempo barroco, también una expresión litúrgica y que tiene que ver con el cuerpo y con las formas concretas de vivir y expresar la alegría3. De todas formas esta alegría, diversamente considerada, sigue a la tristeza y a la depresión silenciosa. Es una salida de un estado anterior marcado por el cansancio, la frustración y el sentido, o el miedo, o la experiencia de la muerte. Es una experiencia de cambio, de vida vivida, …de resurrección. Cuando hablamos de alegría en el Señor resucitado sin embargo, es oportuno preguntarse: ¿La alegría de quién? ¿La mía, como testigo de la resurrección? Es decir ¿la alegría que se comparte en el anuncio? ¿O la alegría de los demás, de aquellos a los que llega mi testimonio, mi compañía, mi servicio? Hay que cuidar las dos alegrías en un evento comunicativo: la mía y la del destinatario. La perícopa de Emaús, en Lucas 24, nos habla de dos discípulos que habían perdido la alegría y la esperanza, pero que la reencuentran… gracias a un encuentro y a la forma discreta, respetuosa y profunda de este encuentro. Luego logran compartirla con otros discípulos que, como a ellos, aún les costaba reencontrar la esperanza. 1.1. Por el camino de Emaús Aquel mismo día dos discípulos se dirigían a un pueblecito llamado Emaús, que está a unos doce kilómetros de Jerusalén, e iban conversando sobre todo lo que había ocurrido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se les acercó y se puso a caminar con ellos, algo impedía que sus ojos lo reconocieran. El les dijo: «¿De qué van discutiendo por el camino?» Se detuvieron, y parecían muy desanimados. Lc 24,13 -184 3 4 Cf. M. C. Jacobelli, 1991, Risus paschalis. El fundamento teológico del placer sexual, Alianza, Madrid. Todas los textos bíblicos serán tomados de La Biblia Latinoamericana, 1989, Ediciones Paulinas - Editorial Verbo Divino. 24 Era un día diverso a otros. No era cualquier día. Era “aquel mismo día”. Éste es el día que ha hecho el Señor, gocemos y alegrémonos en él…5 habría dicho el Salmista. Pero a lo largo la vía de Emaús algunos estaban tristes y desanimados, aparentemente no tenían nada para estar alegres. Emaús distaba unos doce kilómetros de Jerusalén. La traducción en italiano dice “casi siete millas”, alrededor de “60 stadi”, en el original griego6 y el Latino. Yo aprovecharé la versión italiana, que nombra ese número “bíblico” de siete, para recorrer con ustedes casi siete etapas desde la tristeza hacia la alegría en el Señor resucitado. Siete millas para ir y siete para regresar… Siete millas recorridas quién sabe cuántas veces por quién sabe cuántas personas. Sin embargo, el Evangelio de Lucas subraya que el día en el cual los discípulos de Emaús recorrían aquel camino no era un día cualquiera, era “aquel mismo día”, el día de la liberación de la muerte. Era el primer día de la semana (Lc 24, 1), lo que se ponía a las espaldas era el tiempo de silencio de Dios y descanso (shabbat) y se abría un nuevo tiempo para hablar, caminar y enfrentar una vida nueva. Un día, después del cual, se habría podido mirar la vida de una manera diferente, con una esperanza diferente. Pero esta esperanza no habitaba todavía en todos los corazones, no todos estaban en grado de descubrirla en los eventos, no todos lograban encontrar las razones de una esperanza que también ardía, todavía sólo como perdida o como decepción (…Nosotros esperábamos que él sería el que debía libertar a Israel, Lc 24, 21), en sus corazones. A lo largo del camino de Emaús, no por casualidad después de la Resurrección, no por casualidad a dos discípulos de los cuales solo uno se recuerda el nombre7, Jesús entrega un mensaje capaz de hacer arder el corazón. Un mensaje capaz de hacer reencontrar la esperanza, redescubrir motivos de alegría y retomar las fuerzas para un gozoso anuncio. Sobre todo, discípulos y la iglesia aprenderán de las palabras de Lucas y del esquema del capítulo 24: a) la síntesis narrativa y teológica del evento de la encarnación y salvación en Jesús el Mesías, b) los pasos y el estilo comunicativo de la compañía de Dios con nosotros, fuente de nuestra alegría pascual, c) los pasos y el estilo que la comunidad de los discípulos y discípulas de Jesús, el Mesías, deben respetar para anunciar y compartir alegría y esperanza con los hombres y las mujeres de toda época, fieles al contenido, pero sin embargo también al estilo y a las elecciones comunicativas de Dios. Quiero articular esta contribución mía, por lo tanto, en siete pasajes: siete pasos para profundizar algunas cuestiones inherentes a la superación de la tristeza y a la comunicación de la alegría en la acción del primer anuncio y del testimonio del Reino de Dios. Una 5 6 7 Salmos 118, 24. Cf. Nestle-Aland, 1984 (XXVIa ed.), Novum Testamentum Graece et Latine, Deutsche Bibelgesellschaft, Stuttgart, 243. Aquí tenemos interpretaciones teológicas espirituales que imaginan el evangelista dejar un lugar vacío que el evangelista deja donde cada cual podrá poner su nombre e identificarse con los discípulos a lo largo el camino hacia a Emaús. Otros hablan de los dos, como un hombre y una mujer (María la de Cleofas que estaba bajo la cruz según Juan 19, 25). Pero todas son meras suposiciones. 25 reflexión sobre las estrategias comunicativas y sus lenguajes, pero también sobre el sentido y las coordenadas teológicas y antropológicas que pueden iluminar, primero nuestra propia fe y, luego, el anuncio de la buena noticia de parte de los discípulos y discípulas de Jesús. Utilizaré el icono de Emaús, su estructura textual y sus contenidos, como metáfora y como expediente literario para hablar de lenguajes y estrategias comunicativas que nos llevan, antropológicamente y teológicamente de la tristeza desesperada a la alegría esperanzadora. Con Emaús nos encontramos, me parece, delante de siete pasajes extremamente útiles para re-leer nuestra propia experiencia de fe dividida entre dos opciones: a) insertarse con alegría (crítica) en la historia o b) alejarse de una historia compleja (ciudad), llena de fracasos, desencuentros, decepciones (distancia entre lo que imaginábamos y lo que se presenta en la realidad, en nosotros y en los demás). El camino de Emaús es útil también para descubrir un modelo de evangelización y un estilo de comunicación de la fe capaz de ayudar la reflexión y la acción misionera en el mundo de hoy8. Siete pasajes, siete momentos en los cuales el encuentro y el diálogo entre Jesús y los discípulos se acompañan de palabras, de silencios, de gestos, emociones, descubrimientos, decisiones. Cada momento privilegia un lenguaje: el del cuerpo, el de los signos, el de la palabra. Lenguaje dialógico o narrativo. Cada momento enseguida sugiere y muestra una estrategia comunicativa, una forma donde no por casualidad algo viene antes y algo después: la compañía antes del anuncio, el escuchar antes de hablar, el preguntar antes de presentar la propia visión de las cosas, la libertad como condición para cualquier elección de comunión o misión. Una pedagogía de gestos y de palabras que ayudará mucho a comprender las raíces de nuestras tristezas así cómo a re-encontrar y expresar con arte y pasión la alegre acción comunicativa del anuncio del Evangelio. La elección de este icono de Emaús, decíamos, no es casual: nos encontramos, en el relato bíblico, después la resurrección, en un capítulo conclusivo de Lucas. Es fácil pensar en un momento de síntesis teológica, algo más que un simple epílogo. Lucas, en todo su Evangelio, traza el evento de la encarnación, el periodo escondido de Jesús, el camino progresivo a Jerusalén con los discípulos, entre expectativas, ilusiones, descubrimientos, esperanzas y desilusiones, después la última cena, la muerte y después la resurrección, en la cual es difícil creer. Un itinerario que se repite sumariamente a lo largo del capitulo 24, antes y después de la perícopa de Emaús: en 24, 1-12, luego en 24, 13-35 y finalmente en 24, 36-43: Jesús vivo, en persona, viene entre nosotros, no es reconocido, anuncia su presencia mesiánica, unos discípulos deciden estar con él, la cena, el proyecto de vida nueva que pasa a través el don de sí mismo en el signo del compartir, su desaparición física/presencia en la comunidad. Se recorren en pocos pasos la parábola de una historia ya vivida y los desafíos de la nueva comunidad de los discípulos y discípulas de Jesús después la resurrección: un itinerario formativo, sintético, para quien, rencontrada a la alegría, irá evangelizando al 8 Cf. L. Pandolfi L., 2011, Pluralità e transculture nella comunicazione contemporanea, in “Euntes Docete” 1 (2011) 11-36. 26 mundo a partir de Jerusalén. Ese pequeño cantón periférico de Jerusalén, este barrio marginal de Emaús se vuelve central: los discípulos que, estaban escapando de tristes de Jerusalén y no tenían buenas noticias que anunciar o no las creían, volverán atrás. Emaús se convertirá en un camino formativo de siete etapas: con un encuentro y una serie de decisiones y acciones comunicativas. En el interior de este evento, de verdad, yo veo también una seria hipótesis/ propuesta de metodología y praxis comunicativa del Reino: de la tristeza a la alegría. 1.2. Comunicar es compartir, no trasmitir Creo que la primera evangelización fue un evento comunicativo, pero superó el esquema pobre que ve un remitente, un mensaje, un destinatario, una serie de códigos, instrumentos y estrategias comunicativas a través de las cuales el mensaje viene trasmitido y recibido, dando lugar a varias formas de “feed back” esperadas o menos. Fue mucho más. Como cualquier otra comunicación fue una acción, o sea una dinámica, un movimiento intersubjetivo que hace participar a personas, a través de múltiples códigos y estrategias comunicativas. Como cualquier otra comunicación fue precisamente una “común-ic-acción” o más bien una acción que tenía el objetivo de compartir, poner en “común” una mirada nueva del mundo y del tiempo (pasado, presente y futuro), la experiencia de un encuentro, una novedosa vivencia comunitaria y solidaria. No se trató por lo tanto simplemente de “transmitir” una doctrina, de armar una nueva religión, de trasferir unos contenidos teológicos o morales, de exigir un discipulado bajo pena de la exclusión de la salvación (…mucha nuestra catequesis y evangelización sigue siendo así). Fue un compartir los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de aquel tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufrían9. Podremos, a mi parecer, reinterpretar el primer anuncio dejando el paradigma comunicativo del “transmitir” (to send, en Inglés) y moviéndonos hacia al paradigma del “compartir” (to share). Luego, si comunión y comunidad, común y comunicación tienen la misma raíz, y no es poco10, aquella palabra, “acción”, quiere empujar todavía más allá: indica el aspecto dinámico, vital, proyectivo y dialógico, del compartir, del poner en común, del hacer “algo” no sea nada más uno solo o de algunos, sino de muchos. Éstas son las dinámicas que sacan de la tristeza y llevan a la alegría del compartir, a la empatía con y a la simpatía de los demás (Todos los días se reunían en el Templo con entusiasmo, partían el pan en sus casas y compartían la comida con alegría y con gran sencillez de corazón. Alababan a Dios y se ganaban la simpatía de todo el pueblo… Hch 2, 47). Así que hay una relación estrecha entre “alegría”, “buena nueva”, vida vivida de la comunidad y simpatía, entre experiencia profunda y humana de comunión y evangelización. Coherente con esta premisa no hablaré jamás de la alegría que nos lleva el Evangelio del Señor resucitado como de la recepción o interiorización de un mensaje intelectual o simplemente espiritual. No puedo imaginar la evangelización como un acto de transmisión/transferencia de 9 Cf. Concilio Vaticano II, Gaudium et spes, n. 1. 10 Cf. R. Mancini, 1991, Comunicazione come ecumene, GDT 202, Queriniana, Brescia. 27 un mensaje espiritual o de algunos contenidos de la fe cristiana que, a través de la aceptación y la comprensión de los mismos, se pueda transformar en alegría existencial, en conversión o en adhesión a la Iglesia. Me referiré siempre a la evangelización como evento dialógico y polifónico, donde el compartir lo vivido, los mensajes y los horizontes interpretativos y simbólicos pueda llevar al encuentro entre personas (creyentes y no creyentes). Desde este encuentro, según los múltiples y libres caminos del Espíritu Santo, nacen conversiones, caminos comunes, colaboraciones, comunidades, experiencias misioneras o experiencias diferentes pero al servicio del Reino de Dios. 1.3. La alegría fundada en una buena nueva… en y para la vida real. Una última consideración antes de cerrar esta introducción. Una buena noticia recoge las expectativas de una persona y de un pueblo y se inscribe en las coordinadas de su historia. Cuando leemos en Isaías: el pueblo de los que caminan en la noche, divisó una luz grande; habitaban el oscuro país de la muerte, pero fueron iluminados. (Is 9,1) Notamos una relación entre la condición de este pueblo (noche, oscuridad) y el valor de cambio y de novedad de esta luz que aparece. Difícil hacer ver una estrella (o mostrar la utilidad) a quien está en el día y vive problemas diversos de las tinieblas. Tiene poco sentido anunciar la posibilidad de caminar a un ciego y de ver a un paralitico. Cada noticia se inserta (debe insertarse) en la vida real, en las esperanzas reales y en las angustias reales de quien la recibe. Pero la noticia (la buena nueva), aunque se escribe en la historia y en el contexto de quien la recibe, es desde luego portadora de novedad, de lo inesperado, de superación de las expectativas y de la racionalidad dominantes. Una noticia sorprende y a veces cuestiona. Los periódicos trabajan constantemente con el concepto de “hacer noticia”: este concepto hace referencia a esto, a aquello que, enganchándose a la curiosidad, aferra la atención de la gente porque la sorprende, la maravilla. La cosificación, la inducción y la domesticación de la curiosidad y de las expectativas de las personas (transformadas en consumidores) son sólo una visión manipulada de la dinámica heurística, gnoseológica y epistemológica de la “noticia” y de la “verdad”. Estas últimas en efecto, para ser acogidas, deben formar parte del campo semiótico y semántico de quien las recibe y al mismo tiempo, para ser tales, deben provocarlo, sorprenderlo, desestabilizarlo y por lo tanto modificarlo11. Ser portadores de buenas noticias que provocan alegría (Apenas llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de alegría en mis entrañas… Lc 1, 44) significa, por lo tanto, estar profundamente sumergidos en el mundo y en la vida de las personas a las cuales entendemos y portamos un aliento de novedad. Significa, como ya dije, compartir los dolores y las angustias, las alegrías y las esperanzas (GS 1) y entonces, sólo entonces, podremos indicar un eventual camino nuevo, una posible esperanza inesperada, algo y Alguno que sepa reconducir las expectativas y las inquietudes y transformarlas en gozo. 11 Cfr. L. Pandolfi, 2011, Complessità e interconnessioni. Educare la fede e formare i catechisti nei contesti pluriculturali, in S. Paluzzi (a cura di), Catechesi missionaria: bilancio e prospettive, EMI, Bologna, 25-38. 28 SEGUNDA PARTE Las siete etapas del viaje hacia Emaús 2.0. Un itinerario de pedagogía bíblica: para cada etapa un estilo comunicativo y un lenguaje Recorriendo el pasaje evangélico central del Cap. 24 trataremos de evidenciar las siete etapas12: la primera es evidentemente “hacerse prójimo” de parte de Jesús. Como segunda tenemos el “caminar juntos”. Hay luego una tercera etapa, toda la dinámica dialógica formada de preguntas, miradas, silencios, palabras, y escucha… En este momento, después de haber escuchado y de continuar caminando con los discípulos (que continúan sin reconocerlo…), Jesús toma la palabra, cuarta etapa. Pero esta Palabra es palabra hecha carne que, hablando, calienta la carne, los corazones, de los hombres que se habían quedado sin muchas palabras. Anunciar la palabra de Dios significa, en el primer anuncio a los no creyentes, así como en la catequesis mistagógica (es decir en el acompañamiento de los creyentes), hacer arder el corazón, hacerla resonar (en Griego katà-oikéin) en la vida de pasiones, alegrías y esperanzas, tristezas y angustias de quien escucha. Se necesita permanecer fieles a la gratuita y unilateral alianza de Dios con los hombres, a su historia de la liberación de los oprimidos (Moisés y profetas… Lc 24, 27c) a la profecía de una justicia y de una misericordia según el sueño del Reino de Dios que ya está en medio de nosotros. (en todas las escrituras esto que se refería a él… Lc 24, 27a). Una ulterior etapa (la quinta) consiste en la libertad, condición de posibilidad para nuestra fe en el Señor y para el testimonio del evangelizador, del misionero, del catequista: Jesús no se detiene ni detiene, no ata ni obliga. La decisión por la libertad del interlocutor no es un pasaje/momento insignificante, tampoco es una táctica astuta. Nos presenta en forma de gesto una condición teológica y pedagógica de la relación entre Dios y nosotros. La sexta etapa es la etapa de los signos: el signo del compartir, del don de sí, del amor por los amigos que hará abrir los ojos y releer toda la historia, para anunciar y construir una nueva. Séptima etapa, la Palabra regresa aparentemente al silencio, regresa a la escucha y, al mismo tiempo, resuena en la confesión de fe, en el camino ligero, en el anuncio alegre, en la esperanza re-encontrada, en la capacidad de los discípulos de hacerse próximos, de escuchar, de compartir y donar la vida. Se regresa a Jerusalén, a “la ciudad”, es decir: a la historia con sus desafíos y contradicciones, a sus alegrías y a sus esperanzas, a sus dolores y sus angustias (…no acababan de creerlo por su gran alegría... Lc 24, 41a; …Después volvieron llenos de alegría a Jerusalén… Lc 24, 52).13 12 Cf. L. Pandolfi, 2010, Sette passi sulla via di Emmaus. Arte della comunicazione, prima evangelizzazione e catechesi, in Aa.Vv., L’identità del Laico Catechista nell’evangelizzazione dei popoli, EMI, Bologna, 171-190. 13 El texto griego utiliza siempre la misma palabra, kará, traducida en Latino con gaudium; nunca se utiliza la palabra eufrosíne, que más bien podremos traducir como felicidad, estado positivo de la mente y del corazón… La alegría no es un sentimiento o un pensamiento, parece ser un estado profundo de gozo. 29 2.1. Primera etapa: el hacerse prójimo. La encarnación y el lenguaje del cuerpo. La Primera etapa nos cuenta la lógica de la encarnación y del hacerse prójimo: no esperar al otro sino ir por su camino. Acercarse gradualmente y con discreción. No buscar prójimos… hacerse prójimo. El arte del comunicar es arte del hacer compañía, del hacerse compañeros en el camino. La comunicación eficaz prevé un periodo de aproximación seria y progresiva a la vida, a los lenguajes, a los códigos, a los contextos y a las modalidades comunicativas del otro. Aún antes de un lenguaje verbal, que pide una capacitación lingüística, existe el lenguaje del cuerpo, del acercarse de modo discreto y desarmado. En esta primera etapa Jesús se comunica sólo con su cuerpo: dos personas van tristes a lo largo del camino y él se hace prójimo, hace camino con ellos. Algo semejante había sucedido al samaritano que pasaba por otro camino, aquel que une Jerusalén y Jericó. (Lc 10,33). 2.2. Segunda etapa. Caminar juntos y el lenguaje de la escucha y del silencio La Segunda etapa es la metáfora del caminar juntos también cuando no nos reconocemos, del caminar juntos que significa aprender uno del otro. Es un caminar/aprendiendo, estando al paso del otro sin correr delante o andar más allá. Es aprender a compartir el camino y no tener otro privilegiado. Aprender gradualmente los lenguajes del otro empezando a compartir la historia del otro. Aquí Jesús pregunta y escucha. Usa la dinámica del diálogo empezando, sin embargo, por la escucha de las razones y de la historia del otro. No es una simple estrategia: es pasión por la vida, los dolores, las angustias, las esperanzas de quien camina con nosotros, aún cuando no nos reconocemos. En esta etapa la Palabra escucha, el Verbo hecho carne pregunta y opta por el lenguaje de la escucha y del silencio, lenguaje típico de Dios y mucho menos de los hombres. Jesús estuvo casi 30 años escuchando y aprendiendo de Dios y del pueblo (Lc 2, 52), y luego, en su ministerio “público”, no dejo de aprender de los pobres, de los enfermos, de las mujeres, de los pequeños, de los necesitados, de los extranjeros ¿qué normatividad y que valor teológico y pastoral tiene todo esto? 2.3. Tercera etapa: caminar preguntando, dialogar, acoger las dudas del otro La Tercera etapa se mezcla con aquella del preguntar y del escuchar. Es el camino de los hombres que discuten entre ellos pero que también saben acoger al viajero/caminante, al forastero. Lo ponen a parte de su historia, escuchan la suya y se dejan calentar el corazón. Jesús y los discípulos se abren al diálogo. La Palabra no usa la forma de la comunicación de lo alto, una comunicación de la hay que prescindir. Es la Palabra de Dios que ilumina y se introduce en el camino de las palabras de los hombres. 30 Es un lenguaje que asume al corazón triste y desorientado, corazón que se ve escuchado; es un lenguaje que regresa a este corazón para calentarlo. No se trata de comunicar usando un monólogo o una dinámica unidireccional: se trata de activar un lenguaje dialógico que prevé una pluralidad de sujetos, una dignidad de los “interlocutores” (es decir, desde el latín, lo que recíprocamente hablan). 2.4. Cuarta etapa: narrar la historia de Dios con los hombres con una palabra de vida La Cuarta etapa es la etapa de la Palabra de Dios, palabra que habla al corazón de los hombres haciéndose hombre y caminando con ellos. Anunciar una Palabra que sea buena Noticia para las personas con las cuales estamos caminando significa anunciar una Palabra contextualizada e integrada en los procesos históricos y populares reales. Capaz de calentar el corazón porque habla a la vida, a los problemas concretos y profundos del hombre. La cuarta etapa es la etapa que nos recuerda ser fieles al mensaje de liberación y de profecía de la Palabra (Moisés y todos los profetas… Lc 24, 27a) y a su estilo narrativo y existencial (todo lo que las Escrituras decían sobre él… Lc 24, 27b). En el primer anuncio, pero también en la catequesis ordinaria, es preciso narrar una historia significativa de un Dios con el hombre. Es necesario dar testimonio, con la propia vida, de que es posible una historia de los hombres con Dios. Más que un lenguaje dogmático que quiere declarar, esclarecer y hacer aprender verdades (que vendrá en un segundo momento) es oportuno un lenguaje (y una intencionalidad evangelizadora) que sepa leer y anunciar la verdad de la vida y trazar la verdad de la Buena Noticia para esta vida. La vida, la vida en abundancia (Jn 10,10), es el sueño de Dios; algo más que una particular pertenencia religiosa de algunos hombres a una particular religión. El lenguaje usado es, por lo tanto, un lenguaje histórico-narrativo, el lenguaje de la Palabra que encuentra la historia de nuestra vida y el lenguaje de la historia de nuestra vida que encuentra la Palabra. No por casualidad Jesús, remitiendo a la tradición mosaica y profética habla de aquello que se refería a él (Lc 24, 27), de cómo él mismo, su historia personal, se atraviesa, se entrecruza y se encarna en la historia de la salvación que Dios tiene para los hombres. Anunciar la Palabra significa anunciar algo que ya ha hablado a nosotros y que habla de nosotros, que nos involucra en primera persona, que anuncia lo que habíamos vivido, vivimos y queremos vivir. Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que contemplamos y tocaron nuestras manos acerca de la Palabra de la vida, pues la vida se manifestó y nosotros la hemos visto y damos testimonio, y les anunciamos la vida eterna que estaba junto al Padre y se nos manifestó, lo que hemos visto y oído, eso les anunciamos para que también ustedes estén en comunión con nosotros. Nosotros estamos en comunión con el Padre y con su Hijo, Jesucristo. Les escribimos estas cosas para que nuestra alegría sea completa. 1 Jn 1,1-4. 31 Más que las palabras, contarán los gestos, los signos concretos, las decisiones, nuestra ubicación en la sociedad y en los acontecimientos de la historia. Usar en el anuncio un lenguaje histórico-narrativo que no involucra nuestra historia personal, significa narrar fábulas o ideologías religiosas que nosotros exteriormente quizás expresamos pero que no vivimos. Finalmente, en Lc 24, 2614 no se niega el sufrimiento y la pasión que hay en la vida, que tenía que vivir el Hijo del hombre y el Mesías (y nosotros también) pero es presentado como un pasaje hacia la resurrección. No es el sacrificio que Dios quiere para amarnos, sino es el sacrificio, el don de sí mismo, que Él hace por qué nos ama. Es un camino que nos invita a asumir, no por una desencarnada espiritualidad del sacrificio exigida por Dios para nuestra salvación sino por una entrega de la vida a favor de la vida de los demás. 2.5. Quinta etapa: indicar el camino de la vida pero usar el lenguaje de la libertad La Quinta etapa nos recuerda cuánto sea fundamental dar testimonio de la salvación, de la vida nueva y de la liberación con la libertad. Jesús no se impone a los discípulos. El hombre se adhiere libremente a Dios. Caminar juntos prevé un diálogo y una relación libre. Es el cuerpo que tiene que a hablar todavía: esta vez no habla con la proximidad sino con la ausencia, con el respeto del espacio y del camino del otro, con la espera de la acogida del otro. La prosémica15 conjuga el acercarse y el retirarse como si fueran palabras de un lenguaje no escrito, no verbalizado y, sin embargo, extremamente comprensible. Es el lenguaje del cuerpo que habla de libertad y respeto. 2.6. Sexta etapa: el compartir y el lenguaje de los signos concretos La Sexta etapa nos cuenta cuánto sea importante el lenguaje de los signos y de los gestos concretos. Más allá de las palabras se necesita llegar al compartir, y expresarlo a través de signos concretos, tangibles, experimentables por los sentidos. El anuncio del Evangelio se juega en el lenguaje de los signos eficaces y verdaderos, en la comunicación que anuncia y testimonia el compartir. Más allá de las palabras, es la vida la que habla; no hay Buena Noticia más eficaz que quien se ponga al lado y comparta con nosotros el camino de la 14 Como en Lc 24, 4 y en Lc 24, 46. 15“En la enseñanza de los idiomas se ha resaltado siempre la prioridad de la palabra como única herramienta necesaria para poder comunicarse en una lengua extranjera; sin embargo, en la actualidad es universalmente reconocida la importancia de los códigos extralingüísticos en los procesos de comunicación, sobre todo en los procesos comunicativos interculturales. Particularmente se enfatiza la capacidad de interpretar correctamente los signos corporales.” Cf. A. Bruni, 2011, Enseñanza de las competencias cinésica y prosémica a estudiantes de lenguas extranjeras, en “Núcleo” 23 (28), 91-114. http://www.scielo.org.ve/pdf/nu/v23n28/ art04.pdf (02.02.2016). 32 vida. Se trata de partir el pan del cansancio común. Partir el pan compartiendo los caminos a veces tortuosos de la historia. El anuncio del cristiano se vuelve significativo si habla no tanto con las palabras sino con los gestos del Samaritano (Lc 10, 25-37), con los gestos de quien comparte lo poco que tiene (el joven de Jn 6, 9), de quien parte lo que tiene y lo que es, para redistribuirlo. En esta etapa se juegan diversos signos que tienen un valor antropológico arquetípico. Gestos antiguos, escritos en la historia y en la fe del pueblo de Israel y en las Escrituras Sagradas. Indicamos algunos: a) el encontrarse juntos en un lugar protegido cuando se hace tarde; b) el compartir la mesa aceptando comer juntos; c) el “partir” el pan. El compartir es posible si se “parte” el individualismo egocéntrico de la existencia, de los pensamientos, de los bienes. Este lenguaje hecho de gestos y de signos marca la comunicación entre Jesús y sus discípulos. No es casualidad que el evangelista Lucas ponga ahora la fase del reconocimiento, aunque sí primero (y claramente no inútilmente) la palabra había hecho arder los corazones. La Palabra que sabe atravesar la vida calienta el corazón, el signo concreto permite el reconocimiento y la justa interpretación de aquella emoción. Es necesario el lenguaje de los signos. 2.7. Séptima etapa: Lenguaje de la re-expresión participativa La Séptima etapa nos cuenta la importancia de suscitar la re-expresión personal y comunitaria de la liberación y de la salvación, de la consolación y de la fuerza recibida. Y en ese mismo momento, se levantaron para volver a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once y a los de su grupo. Estos les dijeron: “¡Es verdad! El Señor resucitó y se dejó ver por Simón.“ Ellos. Por su parte, contaron lo sucedido en el camino y cómo lo habían reconocido en el partir el pan. Lc 24, 33-35 “En aquel mismo día…”, “…en ese mismo momento”… Todavía es noche… Pero ahora no importa. Ahora hay una luz que anima y guía. Se retoma el lenguaje del cuerpo (“se levantaron”, en griego anastántes, el mismo verbo de la resurrección), lenguaje de la vida, de la toma de una fuerza y una esperanza nueva. Podemos seguir viendo cómo la dinámica del anuncio es una dinámica dialógica: quien recibe la Buena Noticia, quien la siente “arder” dentro de su vida, también la anuncia y la narra y, viceversa, la recibe. Una Buena Noticia corre de boca en boca, es anunciada sobre los techos (Mt 10, 27) hace gritar inclusive a las piedras (Lc 19, 40) Es como si el diálogo continuara y se insertara en una dinámica comunitaria y participativa. Cada uno es llamado a reconocerse en la dignidad de hija o de hijo de Dios y a ser protagonista de una historia de salvación para todos. Por esto Jesús desaparece (lenguaje del cuerpo) de su vista: ahora es el tiempo de las discípulas (que por primeras reciben y experimentan la buena nueva de la Resurrección) y de los discípulos: cada uno en su historia personal y comunitaria debe experimentar su protagonismo, debe 33 poner en juego no sólo las reflexiones y creencias sino también su mismo cuerpo, su misma vida (…volvieron a Jerusalén sin demora o tardanza). Es un lenguaje pedagógico que prevé el momento de la “re-expresión”, de la cooperación e intersubjetividad en el anuncio. Es un lenguaje cooperativo e intercreativo. El destinatario, quien escucha, se vuelve sujeto, se vuelve interlocutor, protagonista en el interior de un diálogo más amplio y complejo. Jesús de hecho no ha desaparecido, continúa aproximándose adonde dos o tres están reunidos en su nombre, donde este diálogo, difícil y complejo, no deja de existir (Mientras conversaban y discutían entre ellos... Lc 24,15. Mientras estaban hablando de todo esto… Lc 24, 36). Continúa impulsándolos a poner en juego de manera concreta su historia personal como él lo ha hecho, hasta donarse él mismo. En Jerusalén, se repiten los mismos pasos del camino de Emaús entre los discípulos reunidos. Una vez más Jesús enciende, con un lenguaje hecho de cuerpo, palabras y signos, el fuego del testimonio autentico. Mientras estaban hablando de todo esto, Jesús se presentó en medio de ellos (y les dijo: «Paz a ustedes.») Quedaron atónitos y asustados, pensando que veían algún espíritu, pero él les dijo: «¿Por qué se desconciertan? ¿Cómo se les ocurre pensar eso? Miren mis manos y mis pies: soy yo. Tóquenme y fíjense bien que un espíritu no tiene carne ni huesos, como ustedes ven que yo tengo.» (Y dicho esto les mostró las manos y los pies). Y como no acababan de creerlo por su gran alegría y seguían maravillados, les dijo: «¿Tienen aquí algo que comer?» Ellos, entonces, le ofrecieron un pedazo de pescado asado (y una porción de miel); lo tomó y lo comió delante ellos. Lc 24, 36-43 Luego, en la diversidad de los carismas personales y comunitarios, de los idiomas, culturas, humanidades (el evento de la Pentecostés, He 2, 3) los discípulos y las discípulas de Jesús serán llamados a re-expresar su fe, a anunciar la experiencia de salvación, a sostener la esperanza y a testimoniar la caridad con diversos lenguajes y en diversas situaciones. TERCERA PARTE Regresando a la historia de cada día 3.0. El anuncio alegre de la resurrección y los lenguajes de la comunicación En síntesis, podemos decir que el arte de comunicar la Buena Noticia del Reino de Dios entre nosotros tiene muchos lenguajes. La Revelación de Jesús de Nazaret, el Cristo, su encarnación, su vida y la experiencia narrada por los Evangelios, cuentan de una pluralidad de estilos comunicativos y de lenguajes que el texto de Lucas 24, el icono de Emaús, bien sintetiza. 34 Sabemos que la Revelación neo-testamentaria usa profundamente el lenguaje del cuerpo. Esta Palabra que se hace carne, esta compañía con los hombres y las mujeres del tiempo, esta proximidad que se acerca y toca los intocables, los impuros, los enfermos, habla de cuerpos que se comunican con su presencia y con sus gestos antes del uso de palabras para comprender. Sabemos que la Palabra, la Revelación del Padre se hace escucha de los hombres, de sus preguntas, de sus inquietudes. Este aprendizaje se hace visible a lo largo de sus historias y de sus esperanzas. De esta dinámica de encarnación y escucha nace un diálogo intenso sobre cuestiones de la vida. Estos diálogos iluminan el deseo de los hombres de sentirse narrar, y el deseo de Jesús de narrar, un Dios de la vida, una religión por el hombre, una libertad y una justicia superior a la antigua. El lenguaje narrativo desarrolla entonces su potencial si la narración involucra la historia del narrador y de quien escucha, hasta fundirse construyendo, en forma inter-creativa, una nueva historia: no un recuerdo del pasado sino una memoria actualizada y viva en el presente capaz de cambiar la tristeza en alegría, la decepción en esperanza16. Este diálogo que revela el rostro de Dios y revela al hombre a sí mismo, requiere una libertad profunda que el lenguaje y el estilo comunicativo mismo deben favorecer. Sin una comunicación libre y liberadora, los lenguajes, más que ser medios para la comunión, se vuelven instrumentos para la manipulación. En la manipulación, desarrollada por cualquier forma de poder (también religioso) el lenguaje no es percibido en su potencial evocativo y expresivo sino sólo en la dinámica mediática instrumental. La Revelación usa lenguajes discretos que dejan al interlocutor en el rol de coprotagonista del evento comunicativo. El diálogo procede si alguno pone del suyo y lo hace auténticamente. “Al llegar cerca del pueblo al que iban, hizo como que quisiera seguir adelante, pero ellos le insistieron diciendo: «Quédate con nosotros, ya está cayendo la tarde y se termina el día.» Entró, pues, para quedarse con ellos.” (Lc 24, 28-29) Cuando el diálogo y el compartir han empezado su camino más allá de las palabras, hay signos, vocabulario simbólico evocativo y compartido de una comunicación más profunda. Los signos y la vida de quien se involucra se interpretan y se explican mutuamente. Por los frutos se reconoce el árbol y un árbol que no da frutos narra su esterilidad. El lenguaje de los signos sirve para hacer síntesis, para decir en un gesto, o a través de un objeto, una compleja red de significados: abre a la analogía simbólica. Es una imagen, una comunicación visual y sensorial que narra lo indecible de la vida compartida y de las razones del don de sí mismo. El signo lleva la maravilla, la interpretación, la provocación, nutre la decisión de vivir y queda en el ánimo. Reclama, en el diálogo, la atención de quien escucha y lo empuja a la acción; como sucedía con los profetas que ponían signos que invitaban a la interpretación y a la acción. 16 Cf. Associazione Italiana Catecheti, 2008, Pluralità di linguaggi e cammino di fede, (a cura di G. Biancardi), LDC, Leumann (TO). 35 3.1. Imaginamos un anuncio sin estos pasajes Hagamos la hipótesis de un anuncio sin estos pasos o pasajes comunicativos, o con los pasos al revés o puestos en otros lugares, en otro orden. Imaginamos no usar algunos y verifiquemos intuitivamente las consecuencias para el primer anuncio o para la catequesis en contexto misionero. Imaginemos un anuncio sacado adelante de quien pretenda hablar, proclamar, evangelizar sin haberse acercado y sin haber “hecho camino” con los destinatarios del anuncio mismo, sin haber destinado tiempo y recursos a la escucha y profundización de la historia local, personal y comunitarias. ¿Es posible hablar de alegría a las culturas y a los corazones de los hombres y de las mujeres sin haber caminado juntos con humildad y haber entendido de ellos sus historias, vivencias, tristezas y angustias, alegrías y esperanzas? La cuestión no es sólo funcional, aunque esta dimensión sea importante: en efecto es preciso aprender el sistema de signos, códices y símbolos de una comunidad para poder comunicar. Además de esto pero está en juego un testimonio que narre el valor de la pobreza, de la humildad, del respeto y del no atropello, constitutivos del mensaje evangélico. Las dos dimensiones, de métodos y de contenidos, viajan juntas, separadas sólo en el análisis formal pero no en la comunicación vital y existencial del misionero y del catequista. Sin compartir antropológicamente e históricamente las tristezas es imposible encontrar juntos caminos de alegría. Imaginemos todavía un anuncio y una catequesis misionera que no sepa vivir la dimensión del diálogo, que se piense unívoca y unidireccional. ¿Puede atravesar las vidas y las conciencias de los hombres y de las mujeres un kerigma imaginado como “paquete” de elementos cognitivos doctrinales y de comportamientos morales “enviado” (comunicado dicen algunos) por aceptar, prescindiendo no sólo de una inculturación atenta y precisa sino también de una encarnación desplegada en la historia concreta de los destinatarios?17 Creo aún que no! Él diálogo es la base del anuncio y el lenguaje histórico–narrativo no es sólo un expediente comunicativo sino la construcción de un contexto semántico y existencial común que sucede en la polifonía de las historias y en la complejidad de las existencias y las interpretaciones18. En el icono de Emaús hay desde luego otras indicaciones que sólo señalo: el anuncio de Jesús, enganchado al relato, a la historia y a las desilusiones de los discípulos, está fuertemente centrado en Moisés y los profetas, y en la estrecha relación de esta antigua alianza con su propia historia personal. Los contenidos de nuestro anuncio no pueden hacer arder el corazón si no están sintonizados hermenéuticamente y existencialmente con el horizonte del Éxodo y de la Alianza vivida en modo auténtico, concreto, no ritual y espiritualístico, en la justicia y en la verdad, como nos recuerdan insistentemente todos los profetas. ¿Se puede anunciar un Evangelio que esté desvinculado hermenéuticamente y pastoralmente de la 17 Cf. Associazione Italiana Catecheti, 2003, Alterità e catechesi, (a cura di S. Currò), LDC, Leumann (TO). 18 Cf. Dossier - Comunicare/Evangelizzare, in “Evangelizzare”, 1 (2009) 22-43. 36 experiencia del Éxodo y de la Alianza unilateral de Dios y del reclamo a la fidelidad, a la autenticidad y a la justicia de los profetas? Por último, en el anuncio de Jesús esta historia de alianza está referida a él, no está narrada como historia de otros. En este sentido, se presenta para nosotros el doble compromiso de centrar en la experiencia de Jesús nuestro anuncio y también de hacer como él, centrando el anuncio de la salvación en una narración que auténticamente nos ha involucrado a nosotros mismos y a nuestra historia. ¿Se puede anunciar un Evangelio que hable de Jesús pero no de nosotros y de nuestra vida/testimonio? Probemos ahora a imaginar un anuncio que, en modo verbal y no verbal, no hable de libertad de la adhesión y del discipulado. En la historia de la misión esto ha sucedido y ha sido una tragedia, un genocidio físico y cultural. Cuando con las palabras y los gestos se ha impuesto el Evangelio y la fe en Jesús, se ha traicionado el Evangelio, se ha ofendido, manipulado y herido a Dios, y se ha ofendido, manipulado y matado al hombre hecho a su imagen y semejanza. ¿Qué alegría ha sembrado este estilo? La evangelización tiene necesidad de un lenguaje de libertad, sin el cual una comunicación eficaz y auténtica de la esperanza cristiana no puede ser compartida. Probemos por último a imaginar una evangelización hecha sólo de palabras y de presencia pero sin signos, sin gestos, modalidades simbólicas y evocativas de comunicación profunda. En los años ’70, Mons. Leónidas Proaño, obispo de Riobamba en Ecuador, regaló (él dice correctamente: retornó, restituyó) tierras de “propiedad” de la diócesis a las comunidades indígenas que las habitaban desde siempre y de las que habían sido despojadas por siglos de colonialismo, abusos y discriminaciones. La tierra era (y en partes es) considerada madre por estos pueblos y un sinsentido su venta. La expropiación y la explotación indiscriminada son pensadas como ofensas a la vida y al sentido de pertenencia y existencia. El gesto de la restitución de la tierra, altamente simbólico, fue un signo de compañía y de petición de perdón más que muchas palabras, pronunciamientos y declaraciones. Los pueblos indígenas del Ecuador lo llamaron: Taita, padre. Los pueblos indígenas de Chiapas en México, acogieron a Don Samuel Ruíz llamándolo Tatic’: el había caminado “con” ellos por 40 años transformándolos de excluidos o solo destinatarios de la fe cristiana y de la Iglesia en protagonistas, con sus culturas y sus sabiduría. Dom Helder Camara vivía en un pobre departamento como los pobres de su diócesis de Olida y Recife y Mons. Oscar Romero, una vez nombrado arzobispo de San Salvador había elegido para vivir un cuartito, casi una sacristía, detrás de una capilla de un hospital oncológico. Mons. Enrique Angelelli, otro padre y mártir, como los otros sobre citados, de la moderna iglesia americana, llamado con simpatía “el pelado”, recorría los rincones mas aislados del semiárido riojano compartiendo hambre, luchas y caminos hacia la libertad de su pueblo. La hermana Dorothy Stang, la irmã Dorote, madre y mártir de la Iglesia americana, estadounidense, se naturalizó brasileña y más, podemos decir, se hizo indígena. Naturalizarse, tomar la ciudadanía significó poner sus raíces, compartir la vida de un pueblo y además tratar de ayudar este pueblo de Brasil 37 a encontrarse y amarse con los pueblos originarios de esta tierra que todavía no logra ser “sin males”. Por eso la mataron. En breve síntesis, el lenguaje de los gestos concretos, de la coherencia entre gestos y vida diaria, realiza, construye plataformas simbólicas y semánticas comunes y compatibles, siembra en el corazón de los hombres aquella capacidad de reconocimiento profundo que lleva al compromiso de la vida y del don de sí. Un anuncio capaz de “vivir” más que de “usar” estos lenguajes es un anuncio que lleva frutos de compañía, de compartir, de conversión. Hemos observado un icono que narra una historia. Una narración sintética, metafórica, densa de indicaciones y de signos. Quizá el objetivo también era de hacernos ver un modelo de anuncio del Evangelio, una posible pedagogía y un posible diálogo que avanza por etapas. Al mismo tiempo parece sugerirnos la necesidad de recorrer gradualmente estas etapas sabiendo utilizar diversos lenguajes. Nos indica el estilo de la compañía en el horizonte de la vida cotidiana y de la historia. Compañía viene de cum panis, es decir, personas que comen el mismo pan compartiéndolo a lo largo del camino. Unas preguntas para seguir la reflexión: • Este recorrido ¿qué estímulos puede dar a nuestra forma de organizar y vivir el anuncio y sus lenguajes? • ¿Qué itinerario educativo se necesita para que los creyentes, los misioneros y misineras, los catequistas, se conviertan realmente en hombres y mujeres testigos del Resucitado y corresponsables de la misión? • ¿Qué intuiciones esconde/revela la perícopa de Emaús para volver nuestra tristeza en alegría, para cambiar la tristeza, la mirada con los ojos bajos de nuestro pueblos en alegría, esperanza y protagonismo comprometido por la vida y la vida en abundancia para todos y todas? 3.2. La palabra a ustedes El camino presentado es fruto de una reflexión mía y de una elaboración personal y en este sentido asumo la responsabilidad. De hecho tiene raíces en 30 años de mi experiencia pastoral y reflexión teológica, enriquecida con los estudios y las investigaciones en ambiente socio-antropológico y socio-comunicativo. Al mismo tiempo es el fruto de un itinerario dialógico y participativo. En efecto, he discutido este itinerario por varios años, con los estudiantes y las estudiantes de varios cursos en la Universidad Urbaniana y en la Universidad Salesiana de Roma. Con ellos y ellas he compartido y comparto el curso de Lenguaje de la Comunicación y formación de la fe (PUU) y el curso de Pastoral y comunicación (UPS). Este artículo también es fruto de la discusión y de la elaboración activa también de muchos catequistas y animadores con los cuales he compartido un sin numero de itinerarios formativos. Por lo tanto, hay algo mío, pero también está la contribución de la vida, de la experiencia, de la capacidad y de la historia de muchas personas que quiero 38 agradecer pero que no puedo nombrar. Muchos de ellos son laicos y laicas, catequistas misioneros provenientes y/o próximamente enviados a tierra de misión. El arte del anuncio, los problemas de una comunicación eficaz y auténtica, el uso y la capacidad (y el ser competentes) en los lenguajes y en los medios antiguos y modernos, no es para ellos un problema académico o sólo científico: es un problema de vida, un desafío serio y concreto. Si la alegría del Reino de Dios, fundada en el Dios que ha vencido la muerte, formará parte de su vida, ha convencido su vida, podrán compartirla con los demás…tratando de contagiar a los que caminan con el rostro triste y la cabeza en ilusiones y desilusiones. Lo mismo que me ha pasado y me pasa a mí. Lo que ha pasado y quizás, pasa a ustedes. A ustedes, entonces, la palabra. Un día podremos reencontrarnos y compartir, escuchándonos, en qué modo hemos anunciado con alegría el Evangelio y cómo hemos vivido la aventura y el arte de comunicar el Reino de Dios y su justicia. 39 ANEXO 1 Lc 24, 1-12 El primer día de la semana, muy temprano, fueron las mujeres al sepulcro, llevando los perfumes que habían preparado. Pero se encontraron con una novedad: la piedra que cerraba el sepulcro había sido removida, y al entrar no encontraron el cuerpo del Señor Jesús. No sabían qué pensar, pero en ese momento vieron a su lado a dos hombres con ropas fulgurantes. Estaban tan asustadas que no se atrevían a levantar los ojos del suelo. Pero ellos les dijeron: «¿Por qué buscan entre los muertos al que vive? No está aquí. Resucitó. Acuérdense de lo que les dijo cuando todavía estaba en Galilea: “El Hijo del Hombre debe ser entregado en manos de los pecadores y ser crucificado, y al tercer día resucitará”.» Ellas entonces recordaron las palabras de Jesús. Al volver del sepulcro, les contaron a los Once y a todos los demás lo que les había sucedido. Las que hablaban eran María de Magdala, Juana y María, la madre de Santiago. También las demás mujeres que estaban con ellas de cían lo mismo a los apóstoles. Pero no les creyeron, y esta novedad les pareció puros cuentos. Pedro, sin embargo, se levantó y fue corriendo al sepulcro; se agachó y no vio más que los lienzos, por lo que volvió a casa preguntándose por lo ocurrido. Lc 24, 13-35 Aquel mismo día dos discípulos se dirigían a un pueblecito llamado Emaús, que está a unos doce kilómetros de Jerusalén, e iban conversando sobre todo lo que había ocurrido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se les acercó y se puso a caminar con ellos, pero algo impedía que sus ojos lo reconocieran. El les dijo: «¿De qué van discutiendo por el camino?» Se detuvieron, y parecían muy desanimados. Uno de ellos, llamado Cleofás, le contestó: «¿Cómo? ¿Eres tú el único peregrino en Jerusalén que no está enterado de lo que ha pasado aquí estos días?» «¿Qué pasó?», les preguntó. Le contestaron: «¡Todo el asunto de Jesús Nazareno!» Era un profeta poderoso en obras y palabras, reconocido por Dios y por todo el pueblo. Pero nuestros sumos sacerdotes y nuestros jefes renegaron de él, lo hicieron condenar a muerte y clavar en la cruz. Nosotros pensábamos que él sería el que debía libertar a Israel. Sea lo que sea, ya van dos días desde que sucedieron estas cosas. En realidad, algunas mujeres de nuestro grupo nos han inquietado, pues fueron muy de mañana al sepulcro y, al no hallar su cuerpo, volvieron hablando de una aparición de ángeles que decían que estaba vivo. 40 Lc 24, 36-52 Mientras estaban hablando de todo esto, Jesús se presentó en medio de ellos (y les dijo: «Paz a ustedes.») Quedaron atónitos y asustados, pensando que veían algún espíritu, pero él les dijo: «¿Por qué se desconciertan? ¿Cómo se les ocurre pensar eso? Miren mis manos y mis pies: soy yo. Tóquenme y fíjense bien que un espíritu no tiene carne ni huesos, como ustedes ven que yo tengo.» (Y dicho esto les mostró las manos y los pies). Y como no acababan de creerlo por su gran alegría y seguían maravillados, les dijo: «¿Tienen aquí algo que comer?» Ellos, entonces, le ofrecieron un pedazo de pescado asado (y una porción de miel); lo tomó y lo comió delante ellos. Jesús les dijo: «Todo esto se lo había dicho cuando estaba todavía con ustedes; tenía que cumplirse todo lo que está escrito en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos referente a mí.» Entonces les abrió la mente para que entendieran las Escrituras. Les dijo: «Todo esto estaba escrito: los padecimientos del Mesías y su resurrección de entre los muertos al tercer día. Luego debe proclamarse en su nombre el arrepentimiento y el perdón de los pecados, comenzando por Jerusalén, y yendo después a todas las naciones, invitándolas a que se conviertan. Lc 24, 1-12 Lc 24, 13-35 «¡Qué poco entienden ustedes y qué lentos son sus corazones para creer todo lo que anunciaron los profetas! ¿No tenía que ser así y que el Mesías padeciera para entrar en su gloria?» Y les interpretó lo que se decía de él en todas las Escrituras, comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas. Al llegar cerca del pueblo al que iban, hizo como que quisiera seguir adelante, pero ellos le insistieron diciendo: «Quédate con nosotros, ya está cayendo la tarde y se termina el día.» Entró, pues, para quedarse con ellos. Y mientras estaba en la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. En ese momento se les abrieron los ojos y lo reconocieron, pero él desapareció. Entonces se dijeron el uno al otro: «¿No sentíamos arder nuestro corazón cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?» De inmediato se levantaron y volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once y a los de su grupo. Estos les dijeron: «Es verdad: el Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón.» Ellos, por su parte, contaron lo sucedido en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan. Algunos de los nuestros fueron al sepulcro y hallaron todo tal como habían dicho las mujeres, pero a él no lo vieron.» Entonces él les dijo: 41 Lc 24, 36-52 Ustedes son testigos de todo esto. Ahora yo voy a enviar sobre ustedes lo que mi Padre prometió. Permanezcan, pues, en la ciudad hasta que sean revestidos de la fuerza que viene de arriba.» Jesús los llevó hasta cerca de Betania y, levantando las manos, los bendijo. Y mientras los bendecía, se separó de ellos (y fue llevado al cielo. 52 Ellos se postraron ante él.) Después volvieron llenos de alegría a Jerusalén, y continuamente estaban en el Templo alabando a Dios. La alegría de las bienaventuranzas La paradójica dicha de los desdichados P. Dr. José Cervantes Gabarrón SAcerdote diocesano misionero y profesor de sagrada escritura Santacruz de la sierra - bolivia* I. LA “DICHA” DE LA ALEGRÍA EN LAS BIENAVENTURANZAS EVANGÉLICAS El Sermón de la montaña del evangelio de Mateo comienza con la solemne obertura de las bienaventuranzas. En ellas Jesús proclama la dicha del Reino de Dios como una propuesta de alcance universal, accesible a todas las gentes procedentes de los cuatro puntos cardinales, que presenta a los pobres de la tierra como los destinatarios primeros e inequívocos de la dicha propia del Reino. Los pobres son, sin duda alguna, la prioridad del evangelio de Jesús. Este punto capital de las bienaventuranzas se puede apreciar también en la versión del evangelio de Lucas. Remitimos al lector a la lectura sinóptica de las bienaventuranzas para hacer, en primer lugar, una lectura comparativa de la versión sinóptica, en castellano o en griego, de las bienaventuranzas evangélicas de Mateo y Lucas, y sugerimos que constate todas las afinidades existentes y todas sus diferencias, bien sean éstas de contenido, de léxico o de morfología. Ofrezco al lector mi propia traducción y el texto original griego1. * 1 Profesor de Sagrada Escritura en el Seminario Mayor San Lorenzo de Santa Cruz de la Sierra y en la Universidad Católica San Pablo. Director de OIKIA, centro de acogida a niños de la calle en Santa Cruz Cf. J. Cervantes Gabarrón, Sinopsis bilingüe de los tres primeros evangelios con los paralelos del evangelio de Juan, Estella, Verbo Divino, 1999, p.58. 42 43 44 45 Las dos versiones sinópticas proceden de la fuente Q, que es el documento de los dichos de Jesús, cuyo contenido está presente en los evangelios de Mateo y Lucas, siendo el texto mateano de las bienaventuranzas (Mt 5,3-12) más amplio y desarrollado que la versión lucana (Lc 6,20-23). Mateo presenta un bloque de ocho macarismos homogéneos con la misma estructura tripartita y con el denominador común del anuncio de la felicidad en toda la serie, según el esquema de composición: Felicitación, sujeto de la dicha, motivo de la dicha. Lucas refleja la misma estructura en el bloque de tres macarismos homogéneos. El último macarismo de las dos recensiones evangélicas, el noveno en Mt y el cuarto en Lc, es también semejante en ambos por su contenido y estructura, pero difiere de los macarismos precedentes en su estructura y composición en las dos versiones, pues se formula en segunda persona actualizando el anuncio de la dicha para los discípulos oyentes del discurso de Jesús. La primera bienaventuranza orientada a los pobres es el punto de referencia de todas las restantes. Además, independientemente de la interpretación que se haga de la formación de las dos versiones evangélicas de las bienaventuranzas y utilizando los criterios de historicidad que se aplican a los evangelios, es comúnmente admitido por los exégetas el valor indiscutiblemente histórico de la primera bienaventuranza en labios de Jesús, con una formulación probablemente más simplificada que las dos de que disponemos12. en la Biblia La dicha contenida en el término Todas las bienaventuranzas empiezan con la palabra maka/rioi que proclama en boca de Jesús la dicha de los diferentes sujetos allí mencionados y por los motivos allí indicados: La palabra maka/rioi ,“dichosos”, desde el punto de vista morfológico es adjetivo en nominativo plural masculino que funciona sintácticamente como predicado nominal de cada macarismo en una oración principal en la que se sobreentiende el verbo ser, que no aparece. El término aparece 49 veces en el NT, distribuidas del siguiente modo: Mt 13x; Lc 15x; Jn 2x; Hch 2x; Pablo 6x; Sant 2x; 1Pe 2x; Ap 7x. Para un análisis histórico y semántico del término en la Biblia recurrimos al TWNT donde HAUCK, F. y BERTRAM, G., hacen un estudio minucioso13: 1. Uso linguístico griego El término makarioj describe sobre todo el estado feliz de los dioses, más allá de las penas y fatigas de la vida terrena. También se dice de los muertos, liberados ya de todo tipo de dolor. Con Aristófanes empieza a utilizarse para designar el estado social de los ricos, que quedan sustraídos a las preocupaciones y angustias de cada día. Frecuentemente 46 es sinónimo de perfecta beatitud 2. en Platón. Aristóteles distingue éste de aquél, atribuyendo la a los dioses y la que es inferior, a los hombres. La forma estilística del macarismo El macarismo es un determinado género que celebra la felicidad de una persona poniendo el motivo de la misma. Hay distintas formas pero la más frecuente es la del predicado . El macarismo acentúa subraya una idea dándole un valor universal y tiende a convertirse en una sentencia proverbial. El macarismo es algo que contrasta con una realidad dolorosa. 3. En los LXX y en el judaísmo14 La forma del macarismo es introducida por el predicativo y recibe motivación y contenido (dos elementos que se compenetran) por medio de una proposición de relativo, un participio o una frase introducida por . El contenido de las bendiciones en el AT está determinado por los deseos e ideales dominantes de la época, pertenecen a la sabiduría de la vida del AT y por eso predominan en los escritos sapienciales. La bienaventuranza veterotestamentaria a diferencia de la bendición, constituye una forma de felicitación en la que se constata y proclama la dicha actual, próxima o ideal de alguien15. También existen algunas colecciones de macarismos como lo demuestran las nueve o diez bienaventuranzas de Eclo 27,7-1016, que están dedicadas a la alegría con los hijos, a la caída de los enemigos, al que encuentra mujer sensata, al que no resbala con su lengua, al que no tiene que servir a un incompetente, al que encuentra tino y se dirige a oídos que escuchan, grande es el que encuentra la sabiduría pero nadie como el que teme al Señor. En el AT el macarismo siempre se refiere a personas, ni a cosas ni circunstancias. Solo en 4 Macabeos se habla de la beatitud del templo (4 Mac 4,12) o del siglo beato (17,18). La excepto en 1 Tim 1,11; Biblia, a diferencia del griego helenístico no llama a Dios 6,15 “Dios bienaventurado”. Dios es el dispensador de toda dicha. 47 La bienaventuranza es plenitud de vida y se refiere sobre todo a los bienes terrenos, como la mujer (Eclo 25,8; 26,1) los hijos (Gn 30,13; 4 Mac 16, 9; 18,9; Sal 126,5; Eclo 25,7) la belleza (Cant 6,9), la prosperidad terrena, la riqueza, el honor, la sabiduría (Job 29,10.11). Según toda la Escritura la sabiduría de vida es objeto privilegiado del macarismo: Prov 3,13; Eclo 14,20; 25,9; 37,24; 50,28; Sal 1,1s. La voluntad de Dios, conocida por su pueblo, es fundamento de la felicidad de ese pueblo (Mal 3,12; Bar 4,4). Sabiduría y devoción son dones de Dios y presupuesto de toda bendición. No se puede introducir el pensamiento eudemonístico de la retribución ni siquiera donde el cumplimiento de los requisitos legales parece ser el presupuesto del macarismo. No hay que precipitarse en declarar dichoso a nadie antes de su muerte (Eclo 11,28: El tema del “fin” es el elemento decisivo que revela la cercanía del justo a Dios. Así las bienaventuranzas de la revelación bíblica se refieren simplemente a quien confía en Dios, a quien espera en él, lo tema y lo ama: Sal 2,12; 33,9; 39,5; 83,13; 111,1; Prov 16,20; 28,14; Eclo 34,15 (31,17) Is 30,18; Tob 13,15. Son dichosos • El pueblo de Dios y los piadosos (Dt 33,29; Sal 33,12; 64,5; 83,5.6; 88,16; 143,15; 145,5) • Aquellos cuyos pecados son perdonados (Sal 31,1.2) • Los que son preservados de culpas individuales (Eclo 14,1.2; 25,8; 28,19) • Los piadosos en medio del dolor (Dan 12,12; 4 Mac 7,22), pues el dolor se entiende como disciplina de Dios (Job 5,17; Sal 93,12; Tob 13,16) • Así la muerte de los mártires corresponde con la suprema bienaventuranza (4 Mac 7,15; 10,15; 12,1; 18,13. Incluso el sinónimo eu)tuxi/a, (que en el helenismo correspondía al afortunado, pero no al hombre feliz) en 4 Mac 6,11 designa también la actitud interior del mártir, determinada por la inminente bienaventuranza eterna. • Este significado escatológico es asumido también en el maka/rioj de 4 Mac 17,18; 18,19. • El macarismo se usa frecuentemente en conexión con expectativas escatológicas. • El macarismo tiene contenido mesiánico en Sal 71,17 e Is 31,9 y Num 25,17 • En Eclo 48,11 se refiere al retorno de Elías. 48 En Filón el vocablo se refiere a una realidad trascendente que por medio del piadoso entra en la esfera terrena. Por eso se usa frecuentemente en relación con Dios. Más aún, propiamente hablando la bienaventuranza en el verdadero sentido de la palabra sólo puede ser atribuida a él. La bienaventuranza pertenece a la esfera divina. Solo en cuanto la naturaleza divina penetra en la creación, las criaturas pueden participar de la bienaventuranza divina. Tanto en Filón como en 4 Macabeos se nota claramente la influencia de la mentalidad helenística. Sin embargo el judaísmo rabínico ha mantenido el sentido veterotestamentario del macarismo (J. B. Zachai) 4. El grupo de vocablos en el NT 17 El grupo de términos es característico del NT en cuanto está referido principalmente a la singular alegría religiosa que viene al hombre por la participación en la salvación que trae consigo el Reino de Dios. El verbo makari/zein aparece sólo dos veces en el NT: • Lc 1,48: Bendición de la madre del Mesías por todas las generaciones • Sant 5,11: Bendición de los piadosos perseverantes El sustantivo makarismo/j aparece tres veces: • Gal 4,15: Sublime felicidad de quien ha recibido el mensaje de la salvación • Rom 4,6.9: La salvación por la remisión de los pecados Como en la graecitas y en el AT, casi siempre va dirigido a personas, excepto en Mt 13,16 (ojos y oídos) y en Lc 11,27 (vientre y pechos). La fórmula típica hebrea y de LXX, correspondiente al ´asre hais ´aser, desaparece en el NT excepto en Mt 11,6, par y Lc 14,15. , en forma predicativa, seguir con el artículo y la El NT prefiere comenzar con persona felicitada (Mt 5,3ss) y eventualmente, en una frase secundaria la motivación o la descripción de la bienaventuranza. 49 Los macarismos del NT van generalmente en tercera persona (como en hebreo). A diferencia del AT los macarismos del NT no pertenecen a los discursos sapienciales, sino a anuncios escatológicos ¿? Y por eso predominan en los sinópticos y en el apocalipsis. En contraste con los macarismos griegos los bienes y valores profanos desaparecen completamente frente al único y supremo valor que es el Reino de Dios, tanto si es esperado por los piadosos, como si se conoce su certeza, tanto si se tiene derecho a él como si ya se forma parte de él. De la eminente valoración del Reino de Dios se sigue un cambio radical de los valores anteriormente usuales. • Los macarismos del NT contienen paradojas sagradas, especialmente en las bienaventuranzas mateanas del sermón de la montaña y paralelos lucanos: en ellos se siguen afirmaciones fundamentales que manifiestan a los seres humanos que puedan considerarse ciudadanos del Reino de Dios que está por llegar. • Lucas tiene una especie de consolación escatológica prometiendo a los hombres la salvación del Reino de Dios. • Mateo pone más de relieve el factor del comportamiento personal moral y religioso y la correspondencia entre el recto comportamiento y la recompensa del cielo. • Sin embargo no existe una diferencia real de contenido pues también en Lc aparece la actitud piadosa de los que son bienaventurados. • La alabanza de Jesús vale para los piadosos ´anijjim, que vienen descritos en parte como miserables oprimidos, en parte como nostálgicamente ansiosos (tienen hambre y sed) y en parte como penosamente afligidos (lloran y están afligidos) por las tristes condiciones del mundo o por la propia imperfección. • Las bienaventuranzas añadidas por Mateo, que son exclusivamente suyas corresponden por el contenido a la más alta ley del Reino de Dios, misericordiosos, limpios de corazón y pacíficos. • La última bienaventuranza, en segunda persona, indica paradójicamente a los discípulos la alegría de entrar mediante la persecución en la escala de los profetas, perseguidos y martirizados. La Bienaventuranza se dirige además a aquellos que han acogido la decisiva revelación de Dios con fe recta ( Lc 1,45; Mt 16,17) y por tanto también a aquellos que aceptan sin objeciones la revelación divina (Mt 11,6, par) (Jn 20,29) y acogen la palabra de Dios (Lc 11,28). Jesús alaba también a quien da prueba de fidelidad en medio de la prueba (Lc 12,37,s. Apo 16,15; Mt 24,46; Lc 12,43). Igualmente los perseverantes (Sant 1,25). 50 En todos los casos la luz de la gloria divina se irradia sobre la situación mísera presente de la persona creyente. Los macarismos neotestamentarios no remiten solamente al futuro, ni tampoco solamente lo prometen, sino que iluminan el presente con la luz de lo venidero. También se alaba, como en la literatura griega, a quien escapa de una desgracia mayor (Lc 23,29) En Pablo sólo hay algunos macarismos que ni siquiera tienen una forma gnómica. Sin embargo son teológicamente significativos: Rm 4,7 y Rm 4,8, tomado del AT (Sal 32,1), exalta a quien ha recibido la remisión de las culpas, don particular de la salvación. Rm 14,22 exalta a quien puede tomar una decisión sin angustias de conciencia Gran relieve tienen los siete macarismos del Apocalipsis, los cuales se contraponen a los catorce lamentos. Hay cinco de ellos pronunciados por seres celestes Ap 14,13; Ap 16,15; Ap 19,9; Ap 22,7; Ap 22,14. Además los de Ap 1,3; Ap 20,6 En las pastorales el término maka/rioj está reservado a Dios o a aspectos sublimes de su divinidad, lo cual 1Tim 1,11; 1Tim 6,15; Tit 2,13 Para concluir este aspecto histórico semántico del término podemos sintetizar18 que “el adjetivo denota un estado eufórico o de dicha”. Se trata de una dicha duradera o permanente. Al analizar todos los componentes sémicos del término, F. Camacho concluye dando esta definición lexemática: expresa la condición de felicidad atribuida a una persona y caracterizada por la fruición de bienes y la ausencia de males. Este lexema en el contexto de las bienaventuranzas con el término designa un conjunto de individuos humanos que disfrutan de felicidad en cualquier momento de la historia. en mi opinión, es preferible a la de La palabra “dichosos” como traducción de “felices” y a la de “bienaventurados”, porque “dichoso” expresa una profunda alegría interior en la persona, que no depende de las circunstancias externas a la persona, y esa alegría no la puede quitar nada ni nadie, porque tiene su origen en Dios y su Reino. Se trata de una alegría que se puede vivir hasta en situaciones adversas o de sufrimiento. En cambio la palabra “felices” suele designar a las personas contentas porque tienen satisfechas total o parcialmente las necesidades básicas humanas. Por su parte la palabra “bienaventurados” connota un cierto desplazamiento de la felicidad plena al más allá de esta vida y acentúa se aplica, sin sólo el componente espiritual y religioso de ese estado. “Dichosos” 18 F. Camacho, La proclama del Reino. 1986, pp. 54-55. 51 embargo, al tiempo presente y al más allá, es para esta tierra y para la vida eterna, y se puede vivir incluso en medio de los sufrimientos de esta historia. El mensaje de las bienaventuranzas es sobre todo una proclamación de dicha y de alegría que dista mucho de ser un lenguaje legal. Sin embargo, en el contenido de la versión mateana de los macarismos la dicha anunciada por Jesús está vinculada a la realización satisfactoria de la justicia, la cual requiere la implantación y la promoción del derecho en la tierra según la perspectiva mesiánica y profética de Jesús de Nazaret. II. LA DICHA DE LOS DESDICHADOS EN LAS BIENAVENTURANZAS Las cuatro primeras bienaventuranzas de Mateo más la novena y todas las de Lucas están dedicadas a los desdichados: A los pobres, a los afligidos que gimen, a los indigentes o desheredados, a los hambrientos y a los perseguidos. La principal de todas ellas por ser el fundamento de las que las demás se derivan es la primera dedicada a los pobres que motiva especialmente nuestra reflexión. (pobre) aparece 34 veces19, de las cuales 24 en los evangelios, En el NT el término siendo significativo el de Lc donde aparece diez veces, de las cuales seis en secciones (pobreza) aparece tres veces (en 2 Cor 8,2.9; Apo propias lucanas. El sustantivo 2,9) y (hacerse pobre) una vez en 2 Cor 8,9. que El término griego utilizado para designar al pobre en el Nuevo Testamento es etimológicamente se refiere al encorvado, al que se oculta con temor, al que se agacha. Designa a quien no posee absolutamente nada y tiene que proporcionarse mendigando lo indispensable para vivir.20 Es el mendigo que carece de lo necesario para vivir y depende de los demás para sobrevivir. Por tanto, designa al pobre de solemnidad. Este término se diferencia de que indica la escasez de bienes y que se correspondería en la actualidad a una persona obrera de clase media baja, que necesariamente tenía que trabajar para poder vivir. Mientras que el denota principalmente necesidad de trabajo, el ptwxo/j denota un estado de indigencia caracterizado por la imposibilidad de satisfacer las necesidades básicas humanas. F. Camacho hace una definición lexemática de la pobreza 52 característica del con estas palabras: Se trata de “un estado de privación de medios de subsistencia en que se encuentra un individuo humano y que causa una dependencia respecto a los que poseen codiciosamente esos medios”.21 Estos pobres constituían el nivel más bajo de la escala social. Precisamente a estos pobres, es a quienes Jesús dirige en primer lugar su mensaje de liberación, denominados es un término utilizado su buena noticia de la salvación. De hecho, mientras que sistemáticamente por el Nuevo Testamento para referirse a los pobres pues en él aparece 34 veces, sin embargo es un término muy poco frecuente en la literatura profana de aquella época. Este predominio o preferencia del término en el NT pone de relieve la importancia de este tipo de pobres en el mensaje de Jesús. Los materialmente pobres desde el punto de vista socioeconómico, y sólo por ser tales, sin ningún otra especificación, son los destinatarios del Reino de Dios. Ellos reúnen por su estado de privación las condiciones fundamentales para aceptar la Buena Noticia de Jesús. Su situación de “dependencia total de otro para satisfacer las necesidades vitales básicas es por analogía el grado de dependencia que debe haber respecto a Dios” 22. La traducción griega de la Biblia hebrea, los Setenta (LXX), no ofrece una distinción clara y el pobre . En ella el término suele traducir términos entre el pobrehebreos como ‘ani, que designa al encorvado y abatido, y los ‘anawim, que son aquellas personas que, careciendo de medios de subsistencia, estando indefensas y a merced de los poderosos, han puesto su confianza plena en Dios. Los dos términos denotan un estado de inferioridad de unas personas respecto a otras y el segundo tiene una connotación religiosa, presente también en la literatura de Qumrán. traduce también otros términos hebreos como dal, que es el débil y oprimido, o ‘ebion, que es el que pide ayuda por su indigencia e indefensión, o ras, que es el pobre sociológico. Merece la pena destacar también entre los sujetos pobres del AT la figura del ger, el inmigrante, cuya aparición en los códigos legales del Antiguo Testamento es particularmente notoria, así como su presencia en la tríada de la pobreza: «inmigrante, huérfano y viuda». Esta tríada, a partir de la tradición del Código deuteronómico, designaba claramente a los pobres en la miseria, a los pobres de solemnidad y estuvo muy presente en las críticas radicales del lujo y la riqueza en las tradiciones proféticas. Éste es el trasfondo bíblico veterotestamentario en donde se inserta del NT. el sentido de la pobreza vigente en el término 21 Cf. F. Camacho, La proclama del Reino. 1986, p. 58 22 Cf. E. Arens, Asia Menor en tiempos de Pablo, Lucas y Juan. Aspectos sociales y económicos para la comprensión del Nuevo Testamento, Córdoba, El Almendro, 1995, p. 150. 53 La dicha del Reino y Reinado de Dios para los pobres Jesús comienza su actividad pública retirándose a Galilea para predicar la Buena Noticia del Reino: “Convertíos, porque está cerca el Reino de los cielos” (Mt 4,12-17). Es éste un anuncio primordial del Evangelio y debemos entenderlo como una llamada apremiante al cambio de mentalidad y de forma de vida en consonancia con el Reino que en la persona de Jesucristo definitivamente se ha acercado. Pero deberíamos evitar las interpretaciones espiritualistas e intimistas de la conversión que la reducen a momentos de euforia emocional de carácter religioso o a la mera expresión de buenos deseos. La conversión es más bien un proceso personal de discernimiento espiritual que, siguiendo las huellas de Jesús crucificado y sus pautas de conducta ante los marginados, los pobres y los oprimidos, permite revisar nuestra conducta habitual, nuestras actitudes básicas y nuestro horizonte mental, para cambiar de rumbo nuestra vida ante la llegada del Reino. El “Reino de los cielos” es una expresión empleada por San Mateo en la cual “los cielos” no se contraponen a la tierra ni designan sólo un reino del más allá, sino que equivale a “Reino de Dios” y tiene el sentido dinámico y personal de que Dios va a reinar ya en esta tierra, llevando a cabo el ideal mesiánico del rey justo del Antiguo Testamento (Sal 72). El Reinado de Dios, de la justicia y de la paz, está llegando con aquél que defiende a los humildes, que socorre y libera a los pobres y quebranta al explotador. Éste es el Reino cuya cercanía anuncia Jesús y por cuya causa vivió y fue crucificado. La conversión consiste en transformar nuestra mentalidad para entrar en el dinamismo espiritual de la defensa de los pobres y de la liberación y el desarrollo de los países y sectores más oprimidos. El mensaje maravilloso de las bienaventuranzas (Mt 5, 1-12; Lc 6,20-21) consiste en el anuncio del Dios que elige a los pobres, a lo que no cuenta en este mundo, para anular a lo que cuenta (1 Cor 1, 26-31). En Mateo las bienaventuranzas constituyen la solemne obertura del sermón de la montaña, mientras que en Lucas lo es en el sermón de la llanura. Ambos presentan a Jesús y llaman dichosos, en primer lugar, a los pobres y a quienes están o pasan por una situación de negatividad extrema: los que gimen, los indigentes y los que tienen hambre y sed, también de justicia. En Lucas se llama dichosos a los pobres sin más especificación, mientras que el complemento nominal relativo al espíritu en Mateo En Lucas se trata, reinterpreta e interioriza el sentido dado al término pobres por tanto, de los pobres e indigentes en su acepción material y socioeconómica tal como anteriormente se ha descrito. Lucas introduce además la variante de la segunda persona del plural al presentar el motivo de la dicha: -porque vuestro es el Reino de Dios-. Con ello el estilo del lenguaje de Jesús se hace directo y convierte la sentencia en una auténtica felicitación dirigida especialmente a sus discípulos, pues a ellos ha orientado su mirada al empezar a hablar (Lc 6,20). Pero no es un mensaje exclusivo a los discípulos, sino también dirigido al gentío del pueblo (Lc 6,17). La perspectiva universalizadora del mensaje de la Buena Noticia sigue estando presente a lo largo de todo el evangelio. 54 Sin embargo ¿no parece una ironía que Jesús llame dichosos a los pobres? Creo que no. No se trata de una ironía sino de una felicitación, pues la razón de la dicha no es la situación en que se encuentran sino el giro que van a experimentar tanto su situación personal como esas condiciones sociales. Sólo por ser víctimas, por ser sufrientes, incluso independientemente de sus creencias religiosas y de su origen, Dios está de su parte, anuncia para el presente el Reino que les pertenece y promete un futuro de liberación que se cumplirá. Dios anulará tal estado de negatividad y de injusticia. Los pobres en sentido evangélico son los que carecen de medios para una subsistencia humana y digna. Y en este estado de indigencia malviven en la actualidad millones de personas de este mundo a causa de la injusticia social, del mal reparto de la riqueza y del subdesarrollo permitido de pueblos enteros y sectores numerosos de población. J. Sobrino considera que los pobres son aquellos que sufren algún tipo de necesidad básica en la línea de Is 61,1ss. y que Jesús interpreta como opresión, así como aquellos que son despreciados por la sociedad, pecadores, publicanos, prostitutas, etc., son los marginados o los pobres sociológicos23. La fuerza de las bienaventuranzas radica en el hecho de que Dios hace llegar su Reino en el tiempo presente para los que ahora son pobres. Lo que Dios quiere es que, como seres humanos, alejemos de nosotros toda opresión y todo tipo de injusticia y desigualdad, que compartamos el pan con el hambriento y ayudemos a los indigentes. Sólo entonces los discípulos se convierten en luz del mundo. La única procesión que Dios quiere es aquélla en la que se abre paso la justicia (Sal 85,14) y resplandece el trono y la gloria de Dios, sostenidos por la justicia y el derecho (Sal 97, 2). Y es que los pobres constituyen la prioridad del mensaje de Jesús (Mt 5,3; Lc 4,18). La “dicha” de los pobres en la Fuente Q La Fuente Q es el documento de los dichos y enseñanzas de Jesús, anterior a los evangelios, utilizado como fuente (Q = Quelle en alemán significa Fuente) por los Evangelios de Mateo y de Lucas, pero no por Marcos. Entre los textos de Q sobre el tema de los pobres podemos distinguir los dos en que aparece el término ptwxo/j, y otros donde, sin referirse a los pobres directamente, sin embargo están también en el trasfondo. Los dos primeros son los de la bienaventuranza de los pobres (Q 6,20-21; Lc 6,20; Mt 5,3) y el dicho de “los pobres son evangelizados” (Q 7,18-19.22-23; Lc 7,22; Mt 11,5). Los otros textos relacionados son el de las preocupaciones y el Reino (Q 12,22b-31; Lc 12,22-31; Mt 6,25-34), el de los invitados al banquete (Q 14,16-18.¿19-20?21.23; Lc 14,16-24; Mt 22,1-14), la sentencia de Jesús: “no podéis servir a Dios y al dinero” (Q 16,13; Lc 16,13; Mt 6,24) y la parábola de la responsabilidad ante las minas y los talentos recibidos (Q 19,12-13.15-24.26; Lc 19,11-28; Mt 25:14-30). 23 Cf. J.M. Torres Serrano, “La opción por los pobres parece eclipsarse”, Theologica Xaveriana 57 (2007) 107-125. 55 La bienaventuranza de los pobres presente en las dos versiones sinópticas de Mateo y Lucas procede de la fuente de los logia (Q 6,20), siendo el texto mateano de las bienaventuranzas (Mt 5,3-12) más amplio y desarrollado que la versión lucana (Lc 6,20-23). Es la primera bienaventuranza en los dos evangelios y en realidad es el punto de referencia de todas las restantes. Además, independientemente de la interpretación que se haga de la formación de las dos redacciones evangélicas de las bienaventuranzas y utilizando los criterios de historicidad que se aplican a los evangelios, es comúnmente admitido por los exégetas el valor indiscutiblemente histórico de la primera bienaventuranza en labios de Jesús, con una formulación probablemente más simplificada que las dos de que disponemos24: “Dichosos los pobres porque de ellos es el Reino de Dios”. La fuente Q desarrolla un poco más la bienaventuranza de los pobres, ampliándola con dos bienaventuranzas nuevas relativas a la pobreza, que muestran el sentido en que la comunidad cristiana primitiva comprende la primera bienaventuranza. Para ello recurren a dos claves de interpretación de las palabras de Jesús, tanto la situación social de indigencia de la provincia romana de Palestina como a los textos bíblicos del Antiguo Testamento que sirven los términos de su formulación y cuyos motivos son el hambre y la aflicción en una reconstrucción que sería25: “Dichosos los hambrientos porque ellos serán saciados”, (Sal 107, 9 -LXX: 106, 9) y “Dichosos los que gimen porque ellos serán consolados” (Is 61, 2; Eclo 48, 24). El hambre y una aflicción que a duras penas se expresa son los aspectos más concretos que resalta la fuente Q en la interpretación de la bienaventuranza de la pobreza. Por otra parte el texto del dicho de “los pobres son evangelizados” (Lc 7,22; Mt 11,5). también procede de la fuente Q y se recoge en un sumario de la actividad de Jesús, puesto en sus mismos labios como respuesta a la embajada de los discípulos de Juan Bautista. El punto culminante de este dicho del Señor se refiere a los pobres como destinatarios de la Buena Noticia. He aquí el texto de Lc 7,22: Y respondiendo les dijo: Marchaos y contad a Juan lo que visteis y oísteis: Ciegos ven, cojos andan, leprosos quedan limpios y sordos oyen, muertos resucitan, pobres son evangelizados (cf. también Mt 11,5). Los discípulos de Juan Bautista, enviados por éste desde la cárcel, plantean la cuestión de la identidad de Jesús. La respuesta de Jesús remite a las obras ya realizadas por él así como a su predicación. La actividad y la predicación de Jesús no responden exactamente a las expectativas que Juan bautista había suscitado anteriormente (cf. Mt 3,11-12). Jesús es el Mesías, pero no es un Mesías con los rasgos apocalípticos externos apuntados por Juan. Es el que tenía que venir, pero no lleva un bieldo en su mano para aventar la parva y quemar la paja con fuego inextinguible. Jesús es, más bien, el Mesías del amor, que se dirige a los pobres 24 Cf. J. P. Meier, Un judío marginal. Nueva visión del Jesús histórico. Tomo II/1. Juan y Jesús. El Reino de Dios. Estella, Verbo Divino, 1999, Tomo II/1 pp. 385-409. 25 Utilizo la traducción de mi libro Sinopsis bilingüe de los tres primeros evangelios con los paralelos del Evangelio de Juan, Verbo Divino, Estella, 1999. 56 y a los que sufren para traerles el consuelo y la liberación. Es el Mesías de la justicia, pero no el justiciero, sino el humilde y misericordioso. “Pobres con espíritu” o “pobres a conciencia” en Mt 5,3 Mateo además radicaliza el mensaje de la bienaventuranza de los pobres haciéndola extensiva a los que libremente entran en esa situación de indigencia por causa del Reino, o por solidaridad con los que se encuentran en ella forzosamente o por su fidelidad a / de la primera bienaventuranza mateana va acompañado de Dios. El término un complemento nominal que determina de qué pobres se trata. Esa palabra griega es la relativa al “espíritu” y va en dativo con artículo y sin preposición . Dada la imprecisión de la expresión es preciso discernir de qué tipo de dativo se trata y en qué sentido se interpreta la palabra polisémica “espíritu”, cuya resonancia antropológica es evidente. Sea cual sea la traducción que se adopte siempre será una interpretación del traductor, pues en castellano y en las lenguas modernas es preciso introducir una preposición allí donde en el texto griego no existe. En las traducciones al castellano las interpretaciones más frecuentemente adoptadas se pueden resumir en estas tres posiciones: a) los pobres de espíritu, b) los pobres en espíritu, c) los pobres en el espíritu. La primera no parece adecuada pues se refiere al espíritu como aquello de lo que están privados los pobres, y se podría atribuir a los pusilánimes y faltos de coraje y valor. Las otras dos acepciones permiten hacer una interiorización del sujeto de ese sintagma nominal, que permitiría entender a los pobres, bien como los desapegados interiormente de los bienes materiales, o bien como los humildes de corazón, especialmente en sentido religioso. Ambas interpretaciones se prestan a confusión, puesto que permite orientar la pobreza desvinculándola de su sentido originario y dominante relativo a la carencia de bienes materiales y a la indefensión de los sujetos frente a los poderosos. Según estas interpretaciones se podría considerar también pobre a cualquier persona rica pero sin apego a los bienes materiales. Estoy convencido de que mientras exista un solo pobre socioecómico en este mundo no se puede sostener tal incoherencia de lenguaje, y más aún cuando los pobres se cuentan por millones de personas. Por otra parte, es preciso liberar a la teología bíblica del sarcasmo que suponen las interpretaciones acomodaticias de este meollo del Evangelio cuando pretenden hacer compatible la pobreza en espíritu con el disfrute exclusivo de unos pocos de los bienes y beneficios que se derivan del sistema económico neocapitalista reinante en el mundo globalizado, o cuando pretenden infundir resignación en los sectores sociales realmente pobres de la humanidad en aras de unas promesas divinas que sólo se cumplirán en un Reino de Dios que está asociado meramente a la realidad humana allende la muerte de los individuos. El análisis filológico, semántico y sintagmático realizado por F. Camacho puso de relieve la coherencia de la traducción dinámica adoptada por la Nueva Biblia Española (1975) al traducir “dichosos los que eligen ser pobres” interpretando el carácter antropológico de 57 la palabra “espíritu” en cuanto principio de la actividad interior de una persona relativa a un acto de la voluntad humana y que se presenta como dativo agente en relación con el estado de pobreza. Se trataría de “los pobres por decisión” o “los pobres por elección”. Pero sus autores prefirieron adoptar una traducción menos literal que se atuviese a su correspondencia dinámica con el texto griego y optaron por utilizar la paráfrasis “los que eligen ser pobres”. Creo que con ese mismo sentido, rigurosamente expuesto por F. Camacho, se podría adoptar una traducción castellana literariamente más bella y concisa: “dichosos los pobres a conciencia”. Es ésta una formulación que, en primer lugar, expresa la interioridad humana mediante la palabra conciencia, en segundo lugar denota claramente la dimensión de la voluntad, pues la expresión es equivalente a “algo hecho adrede”, y finalmente, desde el punto de vista sintáctico, mediante la preposición “a”, la expresión “a conciencia” se corresponde con la función de un complemento nominal que en griego va en dativo. De este modo se salvaguarda el estilo escueto y conciso de la sentencia que tiene el original griego, se evita una paráfrasis en la traducción y respeta los tres elementos del sintagma uno a uno, es decir su interioridad, su voluntariedad y su función de agente. Así resulta una traducción que es más literaria que literal y, al mismo tiempo, fácilmente inteligible en castellano. La traducción que he propuesto en mi edición sinóptica y bilingüe de los evangelios no se corresponde exactamente con esta formulación puesto que en ella pretendía ofrecer ante todo una traducción para el estudio sinóptico de los textos evangélicos que respetara las estructuras morfosintácticas y las correspondencias léxicas y semánticas del original griego, dejando así las posibilidades de interpretación en manos de los exégetas. Con todo, la traducción que allí ofrezco “dichosos los pobres con espíritu”26 pretende evitar, en primer lugar, los errores a que se prestan las primeras traducciones comentadas. En segundo lugar, pretende apuntar hacia la interpretación aquí propuesta de “los pobres a conciencia”, pues, en virtud del espíritu que poseen y dinamiza sus vidas, viven voluntariamente en la pobreza que otros involuntariamente están obligados a sufrir. Y, finalmente, quedan incluidos también en el destino de la dicha ofrecido por Jesús todos aquellos que estando en situación no buscada de pobreza se enfrentan a la misma con la fortaleza que Dios les infunde. Además, pero no en último lugar, mi traducción “dichosos los pobres con espíritu” es convergente con la interpretación que hacía I. Ellacuría27, el rector de la Universidad Centroamericana de San Salvador, que junto a sus compañeros y compañeras mártires, fueron asesinados a balazos en noviembre de 1989, por haber hecho suya la causa de los pobres y haberse enfrentado con la palabra y la razón desde la fe en Jesucristo a los agentes y a los factores generadores de la injusticia estructural de América Latina y de la miseria 26 Cf. J. Cervantes Gabarrón, Sinopsis bilingüe de los tres primeros evangelios con los paralelos del evangelio de Juan, Estella, Verbo Divino, 1999, p.58. 27 Cf. I. Ellacuría, “Las Bienaventuranzas, carta fundacional de la iglesia de los pobres”, en Conversión de la Iglesia al Reino de Dios, San Salvador, 1985, pp. 129-151. 58 clamorosa de los pueblos crucificados. Su palabra, escrita con sangre, y su espíritu, alentado por el del crucificado y resucitado, siguen siendo ahora la mejor interpretación y revelación del misterio de la bienaventuranza dedicada a los pobres. Para I. Ellacuría los empobrecidos son además un lugar teológico en cuanto “constituyen la máxima y escandalosa presencia profética y apocalíptica del Dios cristiano”. L. Boff considera que los pobres son “el sacramento de Dios por excelencia”. J. Lois Fernández afirma también que “los crucificados son lugar teológico puesto que es desde la solidaridad real con ellos como la reflexión teológica cristiana puede ser fiel a la lógica propia del Evangelio de Jesús”28 y sostiene que la opción por los crucificados, por los empobrecidos y excluidos de la tierra es el acto primero de la metodología propia que demanda esta teología de la liberación y que la reflexión teológica es posterior. De este modo resalta el lugar desde el cual se realiza la teología y ese espacio, el de los pobres y los últimos, es lugar teológico. Por tanto queda patente que la propuesta de Jesús en las bienaventuranzas mateanas es que sus discípulos se hagan también pobres, no porque la pobreza sea un bien, ni porque ésta traiga consigo en sí misma la dicha, sino porque mientras exista un pobre en nuestra tierra, hacerse pobres a conciencia trae igualmente la dicha. El Reino es, por tanto, un don no sólo para los pobres de solemnidad, los indigentes desahuciados sino también para los pobres con espíritu, es decir, con la fuerza interior para afrontar la situación social injusta en que están y luchar con esperanza por su liberación así como también para los que se hacen pobres a conciencia, para los que por ser fieles a este plan de justicia de Dios, son incluso perseguidos. En la segunda parte de las bienaventuranzas de Mateo (Mt 5,7-10) Jesús declara dichosos a personas cuya disposición interior y cuyas acciones pertenecen a un nuevo estilo de relaciones humanas y con Dios: los que practican la misericordia y la solidaridad, los que viven la transparencia interior, la autenticidad y la fidelidad, los que comprometen su vida por la paz y la justicia. Dichosos los indigentes porque ellos heredarán la tierra El tercer macarismo de Mt 5,5: «Dichosos los indigentes, porque ellos heredarán la tierra» presenta dificultades en la interpretación del sujeto, ya que el término griego praeiÕj ha sido traducido de diferentes maneras, desde los mansos hasta los sometidos a la voluntad de Dios, o los humildes que renuncian al poder, o los oprimidos por otros, o los no violentos. Este macarismo es propio de Mateo, que se ha servido para su elaboración del Sal 37,11 (LXX: 36,11). Tanto el sujeto de la bienaventuranza como el contenido de su motivación constituyen prácticamente una cita de la versión griega del salmo. El término griego prau+/j designa a personas no violentas, mansas y pacíficas. En el Sal 36,11 (LXX) traduce en plural el término hebreo `anawîm correspondiente a los pobres. En el NT aparece cuatro veces: Mt 5,5; 11,29; 21,5 y 1 Pe 3,4, y designa normalmente la cualidad personal de la no violencia 28 J. Lois Fernández, “La solidaridad con los crucificados, lugar teológico”, Staurós. Teología de la cruz, 46 (2007) 163-170, cf. p. 168. 59 o mansedumbre. Pero en Mt 5,5, dado también su trasfondo veterotestamentario alusivo al pobre que se encuentra en una situación de indigencia, de dependencia humillante respecto a otros y de confianza en Dios, el término griego prau+/j adquiere en este texto el carácter de involuntariedad. Por todo ello, concluye F. Camacho, «se trata de individuos en estado forzoso de no violencia por causa de su condición social de indigentes»29. Ésta es la razón de mi traducción como indigentes. Si a esto añadimos el carácter antitético del motivo de la dicha de este macarismo («porque ellos heredarán la tierra»), los indigentes incluyen particularmente a todas las personas que carecen de una tierra donde vivir con dignidad su autonomía y libertad, la cual les será restituida definitivamente. Por ello los inmigrantes, privados forzosamente del disfrute legítimo de su tierra debido a factores externos a ellos, predominantemente económicos o políticos, por su situación de indigencia en el país en que viven y su estado de dependencia y de sometimiento respecto a los que sí viven en su tierra y en su patria, son destinatarios de la bienaventuranza de los indigentes, llamados a heredar la tierra. La atención debida al inmigrante, como la debida a todos los pobres y oprimidos, es, pues, desde el evangelio una exigencia de justicia social, no sólo una cuestión de generosidad individual. Tanto el primero como el último discurso de Jesús en el evangelio de Mateo proclaman que los pobres y los enfermos, los inmigrantes y los presos, todos los indigentes y oprimidos del mundo son los herederos de la tierra y los beneficiarios con pleno derecho del Reino de Dios. La parábola de la comparecencia de todas las naciones ante el Hijo del Hombre (Mt 25,31-46) no es un video anticipado del juicio final sino la última y suprema enseñanza de Jesús, el Señor de la historia, el cual pone como núcleo de su mensaje la relación de fraternidad con los más pobres del mundo, los necesitados y los marginados. La justicia a la que apela el primer evangelio tiene su fundamento en la identificación plena de Jesús con todo ser humano sumido en el sufrimiento por carecer de los bienes y derechos humanos más básicos y en la consideración como hermanos suyos de todos ellos sólo por el mero hecho de ser víctimas (Mt 25,40: «Y respondiendo el rey les dirá: De veras os digo, cuanto hicisteis a uno de éstos, mis hermanos más pequeños, a mí me lo hicisteis»). La perspectiva del final de la historia no desplaza la fraternidad a una realidad sólo para el tiempo futuro sino que marca el comienzo de la realidad definitiva desde el hoy de nuestra historia humana. Jesús es, ya ahora, el pastor y el hermano de todos los necesitados. Los últimos, los más pequeños, podrán descubrir a Jesús como hermano a través de los discípulos que los atienden como tales. En virtud de su condición de marginados, paradójicamente, los que son considerados los últimos y desechados por esta sociedad, son valorados como hermanos por el Señor y rey de la historia. La relación de fraternidad no se crea meramente por una acción esporádica de atención a los pobres, ni por el hecho de sentir lástima por ellos, sino que nace de la identificación con los marginados y del compartir con ellos su misma experiencia y su mismo destino. El destino del Hijo del Hombre es el mismo que el 29 Cf. F. Camacho, O. cit., p. 132. 60 de todos los crucificados y de todas las víctimas de la injusticia humana. Es este profundo vínculo fraterno con los sufrientes del mundo, y no cualquier otra manifestación poderosa o espectacular, el que hace posible todavía hoy la presencia del Señor resucitado en la historia humana. El horizonte universal de la fraternidad proclamada por el evangelio constituye el auténtico sentido misionero de la iglesia, la cual partiendo de la fraternidad iniciada por Jesús y proyectada a través del verdadero discipulado de los hermanos y hermanas alcanza a los pobres y desheredados de toda la tierra. Esta fraternidad universal trasciende toda raza, cultura, lengua o estrato social, tiene su centro de atención en los excluidos del mundo y constituye el gran proyecto en el que ha de trabajar permanentemente una iglesia que quiera renovarse según el mandato de su Señor. 4. Dichosos los hambrientos y sedientos de la justicia porque ellos serán saciados Fijándonos ahora más bien en la tercera y la cuarta bienaventuranza podremos descubrir en ellas connotaciones y consecuencias significativas respecto a la problemática actual de los inmigrantes en los países enriquecidos y que proceden de los pueblos empobrecidos. En Mt 5,6 los sujetos de la dicha son las personas que anhelan la justicia: «Dichosos los hambrientos y sedientos de la justicia, porque ellos serán saciados». Pero ¿de qué justicia se trata en este contexto? El término griego correspondiente es forma parte del lenguaje específico de Mateo, donde encontramos siete de las ocho veces que aparece en los sinópticos30. En este caso está dentro de la adición aclaratoria de Mateo sobre el macarismo paralelo de Lc 6,21, alusivo a los hambrientos sin especificación alguna. Hemos de tener en cuenta la particularidad de la inclusión literaria formada por la primera y la última de la serie homogénea, es decir las relativas a los pobres y a los perseguidos (Mt 5,3.10), pues las dos muestran como motivo de la dicha la pertenencia del Reino de Dios a tales personas. Entre ambas quedan los seis macarismos intermedios que se dividen en dos bloques. El primero (Mt 5,4-6) se caracteriza por la contraposición entre los estados negativos de las personas referidas y la acción divina prometida que restablecerá a los que sujetos que sufren tales circunstancias de dolor profundo por la opresión, por sometimiento y por la injusticia. El segundo bloque (Mt 5,7-9) muestra más bien una correlación entre la actividad o disposición positiva de los sujetos hacia el prójimo y la correspondiente relación con Dios. El primer bloque está formado por paralelismos antitéticos, en los que el segundo miembro, es decir, la causa de la dicha, expresa la eliminación del estado negativo denotado en el primero. En este primer bloque es donde se encuentran las bienaventuranzas relativas a la pobreza objeto de nuestro estudio. Según esto, la justicia a la que se refiere Mt 5,6 es una realidad inexistente en el presente, pero prometida para el futuro. Por tratarse de un sustantivo abstracto precedido 30 Mt 3,15; 5,6.10.20; 6,1.33; 21,32; Lc 1,75 61 del artículo determinado, éste tiene gran relevancia, pues por su valor anafórico, indica se refiere a una realidad conocida por el lector a partir que la justicia del contexto precedente. De este modo la justicia anhelada remite al estado de injusticia descrito en las dos bienaventuranzas precedentes y significa «la acción capaz de restablecer los derechos lesionados por la situación social injusta que padecen tanto los que sufren por opresión como los sometidos o desposeídos»31. Este modo de entender la justicia como acción restauradora de los derechos conculcados de los oprimidos y de los sometidos, tal como interpreta F. Camacho los sujetos de la segunda y tercera bienaventuranzas32, es el que nos sirve de base para comprender los parámetros de la justicia social denotados en la predicación de Jesús según el evangelista Mateo. No se trata de una justicia abstracta, sin más especificación, sino de la justicia determinada (con artículo) por Dios. Es la justicia de Dios, que saciará a los hambrientos y sedientos. Es Dios el que consolará a los que gimen y es Dios el que dará en herencia la tierra a los indigentes, a los que no tienen ni techo, ni hogar, ni familia, ni documentos, ni voz, ni voto, ni derechos reconocidos. Es Dios en su justicia el que resarcirá y salvará a los oprimidos. Es Jesús en persona el que hace presente esa justicia divina, inconfundible con cualquier otra concepción de justicia. En el contexto del sermón de la montaña aparecen estrechamente vinculados los temas de la justicia y el Reino. En efecto, la palabra Reino se encuentra 55 veces en Mt, de las cuales 8 se hallan en el sermón de la montaña33. Asimismo el término Reino está asociado directamente con el término justicia en Mt 5,6.10.20; 6,33, mientras que en la segunda y tercera petición del padrenuestro (Mt 6,10) el Reino está asociado a la voluntad de Dios. La palabra justicia puede significar “la justicia ejercida en el gobierno o en el juicio” pero también puede significar “la rectitud en la acción conforme a la voluntad de Dios”34. Esta segunda acepción es la que se debe atribuir al comportamiento de los discípulos en la octava bienaventuranza (Mt 5,10) hasta el punto de que su fidelidad a la voluntad de Dios les lleve a ser perseguidos. Ésta es la fidelidad que se les pide a los discípulos en Mt 5,20, es decir, un comportamiento recto muy superior al de los letrados y fariseos, como condición para entrar en el Reino de Dios. En cambio, en Mt 6,33, es donde los dos términos Reino de Dios y su justicia aparecen en estricto paralelismo que se puede interpretar como una fórmula sinonímica. El Reino de Dios se identifica con la justicia de Dios. Tanto en Mt 6,33 como en 5,6, se trata de una justicia inexistente en la realidad histórica, es la justicia de Dios, deseada y esperada por parte de los hombres, por parte de quienes tienen hambre y sed de ella, y, al mismo tiempo, es la justicia, en cuya búsqueda activa Jesús implica a los discípulos. Buscar la justicia de Dios es buscar el Reino de Dios, como don y como tarea. Primero, como don irreversible e 31 32 33 34 Cf. F. Camacho, O. cit., p. 138. “Los que gimen” y “los indigentes” según mi propia traducción. Cf. J. Cervantes Gabarrón, O. cit., p.58. Mt 5,3.10.19.19.20; 6,10.33; 7,21. Cf. F. Camacho, O. cit., p. 79. 62 inminente (Mc 1,14-15) del amor de Dios hacia el ser humano y particularmente hacia los últimos de la sociedad y, segundo, como tarea que compromete la vida de los discípulos en la opción a favor de los pobres, de los indigentes, de los que gimen, de los hambrientos, para hacer posible esa justicia divina que resarcirá a los últimos de los derechos conculcados en el devenir de la historia. Este planteamiento de la justicia es el que sobresale en el texto de Mt 6,33: Buscad primero el Reino de Dios y su justicia. El texto de Mt 6,33: Buscad primero el Reino de Dios y su justicia, va introducido por una partícula adversativa que manifiesta una clara contraposición en la concepción de la justicia de Dios propia del Reino de Dios. Lo específico del discípulo es no preocuparse ni por la comida, ni por el vestido, ni por nada que se adquiera con dinero. El dinero en su materialidad y en cuanto sistema económico llega a ser un verdadero ídolo del ser humano que embarga la vida de las personas y las domina como si de súbditos se tratara. La formulación evangélica en este punto es contundente: “No podéis servir a Dios y al dinero” (Mt 6,24; Lc 16,13). El señorío que Dios establece desde su amor con las personas que participan en el Reino porque éste les pertenece, es decir, con los empobrecidos de todo el mundo, con los pobres a conciencia, con los discípulos en su seguimiento radical de Jesús, con los últimos de la sociedad y los que se hacen los últimos de la misma por causa del evangelio y de los pobres, es una relación viva de amor en la cual no hay lugar para que el dinero ocupe un espacio del corazón. Por eso para el discipulado de Jesús en la vida comunitaria y eclesial el dinero no puede ser el centro de atención de la vida humana y no puede constituir la aspiración profunda de la persona. La exhortación imperativa de Jesús en Mt 6,33: Buscad primero el Reino de Dios y su justicia, constituye un paralelismo sinonímico, de modo que los dos complementos del verbo “buscar” no son realidades distintas sino la misma realidad en dos aspectos diferentes. La formulación griega del texto permite ver mejor el paralelismo35. La búsqueda del Reino conlleva la búsqueda de la justicia de Dios. Los discípulos y toda persona que acoge el mensaje del Reino contenido en las bienaventuranzas han recibido la promesa de un don que se cumplirá, pues de parte de Dios se verán cumplidas con hartura y hasta la saciedad las esperanzas de los que tienen hambre y sed de la justicia de Dios (Mt 5,6), pero al mismo tiempo esas personas quedan impelidas por la promesa de Dios a buscar incansablemente aquella justicia divina como prioridad fundamental de la vida, que consiste en la realización del ideal de justicia que emana del Antiguo Testamento y que se resume en el socorro concreto, ejercido por Dios y por los hombres, hacia los más débiles, “Dios hace justicia a los oprimidos, da pan a los hambrientos” (Sal 146,7) y en el restablecimiento de los derechos de los indefensos (cf. Dt 10,18; Sal 103,6; Is 33,5; Jr 22,3; Sal 40,11; 51,16; 70,15; 97,2; 118,123). 35 Una traducción muy literal sería: Buscad el Reino de Dios y la justicia de Él. El genitivo masculino griego equivalente a“de Él” es paralelo del genitivo masculino de Dios, con quien morfológicamente concuerda, mientras que la palabra Reino es paralela de justicia (femenina también en griego: y ambas van precedidas de artículo determinado también en acusativo. 63 III. LA GRAN PARADOJA EN LA ALEGRÍA DE LAS BIENAVENTURANZAS: LA PASIÓN DE CRISTO La alegría de las Bienaventuranzas es paradójica y misteriosa La paradoja de las paradojas es un Dios hecho carne (Padres griegos), el poderoso hecho la nada, el rico hecho pobre. Un Dios vulnerable. Paradoja significa “todo aquello que está fuera de la opinión común”. Cicerón llama “asombroso” a lo paradójico. No hay nada más paradójico que las bienaventuranzas. Las ocho bienaventuranzas se podrían resumir así: “Dichosos aquellos que el mundo considera como desdichados”36 Yo añadiría también, ateniéndome al sentido de la palabra “gloria”, que la paradoja de las bienaventuranzas es “todo aquello que está fuera de la gloria común”. Pero Paradoja significa también “un enunciado que, bajo apariencias más o menos desconcertantes, encierra alguna verdad cierta, aunque en principio difícil de advertir” … “una figura retórica, cuya eficacia y brillantez reside propiamente en su propia formulación extravagante, insólita” 37. Tiene también su componente de misterio, en cuanto algo grandioso que tiene algo de oculto y no terminamos de expresar con nuestras palabras. La mentalidad de las bienaventuranzas estará siempre en lucha con los criterios del mundo según las bienaventuranzas es feliz quien por ser pobre solo encuentra su refugio en Dios o el que se ha hecho pobre por amor a los pobres o eunuco por el Reino de los cielos, marginado y despreciado junto a todos aquellos que el mundo margina o desprecia. En las bienaventuranzas se encierra una exigencia moral a la vez que un mensaje de felicidad. Si en lo que tienen de mandamiento contrarían las concupiscencias del hombre, en lo que tienen de anuncio de felicidad contradicen todas sus ideas y todos sus cálculos. El mundo puede pensar que la felicidad está aquí o está allí, pero las bienaventuranzas afirman que está en otra parte, en alguna parte donde los adverbios de lugar carecen por completo de valor. A toda clase de felicidad se opone la felicidad según Dios. Las bienaventuranzas traen una nueva concepción del universo, nueva por desacostumbrada y por increíble. Reinventan la vida, nos dan de la realidad una realidad no sólo distinta sino invertida. Es la visión que, de creer a Chesterton, tuvo San Pedro cuando lo crucificaron cabeza abajo: entonces, un momento antes de morir, lo vio todo al revés, pero lo vio tal y como es verdaderamente; vio las nubes coronadas de montañas, las flores sosteniendo las estrellas y todas las criaturas colgando por los pies de la misericordia 36 Cf. José María CABODEVILLA, Las formas de felicidad son ocho. Comentario a las Bienaventuranzas, Madrid, BAC, 22013, p. 306 37 Cf. José María CABODEVILLA, O.cit., p. 306 64 divina38. La redacción paradójica de las bienaventuranzas, tan abrupta, tan extremosa, fue sin duda muy deliberada. Nos invita a buscar la felicidad, no por otros caminos sino en dirección contraria, ... en suma “una necedad” (1 Co 1,18.21.23.25). La alegría de las bienaventuranzas en el espíritu de la gratuidad, no de la recompensa. Es verdad que las bienaventuranzas son además de un mensaje de felicidad un código moral pues invitan a una determinada actitud. Y es verdad que la victoria del alma sobre las adversidades produce gozo. El que se enfrenta libremente a la adversidad, el que voluntariamente abrazó la desgracia por amor a los desgraciados sólo por virtud, gozará de la dicha que es inherente a toda virtud39. Pero no radica ahí la felicidad anunciada por las bienaventuranzas. Es innegable que la virtud reporta ciertos bienes y libra al hombre de muchos males. Lo libra de la esclavitud de las pasiones…. Séneca decía que “la felicidad acompaña a quienes hicieron de la virtud su único bien y de la inmoralidad su único mal”. Spinoza dijo que la virtud era la esencia de la felicidad. …. Pero no debe confundirse la virtud con el placer pues los placeres son puntuales, mientras que la felicidad ha de ser estable. Se podría pensar que dichoso quien es capaz de encontrar su dicha en la virtud. Pero creemos que no es ésta la dicha de las bienaventuranzas. Semejante interpretación viene a trivializarlo todo y acaba falseándolo todo. Si la dicha prometida en las bienaventuranzas consistiera simplemente en las gratificaciones anejas a una vida de moralidad se trataría de una dicha no solo irrelevante, sino ajena por completo al Espíritu de Cristo, a sus enseñanzas sobre el cumplimiento de la ley, sobre el gozo y la cruz, sobre la moderación y la entrega ilimitada, sobre el amor y la gracia. Y además es una felicidad harto discutible. Decir que los mansos son dichosos porque se han liberado de la violencia resulta tan falso como decir que son felices los pobres porque están libres de las preocupaciones por el dinero. En verdad la defensa de la virtud como fuente de la verdadera dicha es demasiado frágil40. La virtud no tiene por qué hacer a nadie más dichoso. Caeríamos en aquella mentalidad arcaica que consideraba todo infortunio como castigo y toda buena suerte como bendición. El misterio que torturaba a Job, la infelicidad de los inocentes, tuvo su inesperada réplica en la Pasión y muerte de Jesús, el Inocente. Un enigma disuelto en otro mayor. El misterio continúa… La paradoja de las bienaventuranzas sigue en pie. Es el escándalo para los judíos (1 Cor 1,23) para todos cuantos se obstinan en mantener esa rastrera equivalencia entre felicidad y virtud. 38 Cf. José María CABODEVILLA, O.cit., p. 310 39 Cf. José María CABODEVILLA, O.cit., p. 311 40 Cf. José María CABODEVILLA, O.cit., p. 313 65 La alegría de las Bienaventuranzas no es sólo para el futuro, sino para el presente No se trata sólo de una alegría después del sufrimiento. La diferencia entre los macarismos del AT y del NT reside en que los del NT se refieren a una remuneración eterna. En Heb 11,13 y Jn 16,20 …”vuestro llanto se convertirá en gozo”, así como Ap 21,4: “enjugará toda lágrima y ya no habrá muerte”. Las bienaventuranzas describen una situación desgraciada y después el galardón pertinente en la vida eterna. Kant decía que a nosotros nos incumbe no hacernos felices sino dignos de la felicidad. Todo dolor es pasajero, pero el haber sufrido no pasa jamás. El mérito contraído en el sufrimiento no pasa nunca y será recompensado algún día. En la esperanza de ese día se puede y se debe vivir y ese es el contenido primordial de las bienaventuranzas. En ese sentido cabría hablar de un futuro ya presente pues la esperanza de un consuelo venidero constituye ya un consuelo actual. Las bienaventuranzas no pagan en efectivo pero sí con cheque. La esperanza es un componente esencial de la fe. Rom 12,12: “Alegraos en la fe”. Las bienaventuranzas contienen una promesa de felicidad futura, pero no son sólo eso. Las bienaventuranzas no se limitan a prometer una recompensa futura. En Mc 10,30 se dice “ciento por uno, ahora, en este tiempo”. Las bienaventuranzas no aplazan la consecución de la felicidad sino que desplazan su contenido y naturaleza. Son dichosos ahora los pobres, los que lloran, los hambrientos y perseguidos… son dichosos ya ahora y lo son porque Dios está con ellos41. En el AT hay muchos textos que prometen la felicidad después del sufrimiento pero ninguno que mencione la felicidad en el sufrimiento. La novedad aportada por Jesucristo consiste en el carácter paradójico de ese sentimiento. También los evangelios hablan de premios reservados a la vida venidera, pero eso no es lo distintivo. Lo distintivo es que se trata de una dicha actual, en presente, pues la profecía se ha cumplido en Cristo. “El Hijo de Dios ha venido al mundo y su palabra además de verdadera es eficaz: Hace lo que dice. Al decir “la paz sea con vosotros” no solo la desea sino que la otorga. “como alguien que dijera “buenos días” y trajera consigo al sol42. Pensamos que desde las bienaventuranzas puede hablarse de felicidad en el dolor. La alegría de Pablo en la prisión (Flp 1,4.18; 3,1; 4,6) en medio de las penalidades (2 Cor 7,4). La alegría no es posterior sino contemporánea del sufrimiento. La alegría de las Bienaventuranzas es la alegría de la Pasión de Cristo Hay un texto en 1 Pe que recoge el tema de la alegría con la bienaventuranza dedicada a la Pasión de Cristo (1 Pe 4,12-13): 41 Cf. José María CABODEVILLA, O.cit., p. 322 42 Cf. José María CABODEVILLA, O.cit., p. 322 66 13 Al contrario, estad alegres43 en la medida que compartís la Pasión44 de C r i s t o, de modo que, en la revelación de su gloria,45 gocéis de alegría desbordante.46 14 Si os ultrajan por el nombre de Cristo, dichosos vosotros, porque el Espíritu de la gloria, que es el de Dios, reposa sobre vosotros.47 La exhortación se centra sobre todo en dar una orientación concreta a los sufrimientos que tienen que afrontar los creyentes en Cristo. En 1 Pe 4,13 está lo fundamental de la consideración petrina: “Al contrario, estad alegres en la medida que tenéis parte en la pasión de Cristo, de modo que, cuando se revele su gloria, gocéis de la alegría desbordante”. Este versículo tiene tres partes. ) del cual dependen las dos consideraciones Su núcleo es el imperativo estad alegres ( relacionadas con la pasión y la gloria de Cristo. El verbo compartir ( ) aparece ocho veces en el NT y es típicamente paulino (Rom 12,13; 15,27; Gál 6,6; Flp 4,15; 1 Tim 5,22; Heb 2,14; 1 Pe 4,13; 2 Jn 11). En relación con el tema del sufrimiento sólo hay dos paralelos , referido al sufrimiento significativos, el de 2 Cor 1,7 mediante el adjetivo partícipe ( de los cristianos, y el de Flp 3,10, donde el sustantivo participación ( ) se refiere a los sufrimientos de Cristo. En 1 Pe 4,13 creo que se trata de la comunión propiamente dicha con la persona de Cristo. La cuestión es ¿cómo se puede participar ahora en el presente en los sufrimientos de Cristo? En los hechos correspondientes al proceso de la pasión y condena injusta de Jesucristo no se puede participar ya pues pertenecen a la historia ya pasada. Tampoco se puede pensar en los sufrimientos de la Iglesia como cuerpo místico de Cristo. Me resulta más plausible interpretar la comunión en la pasión de Cristo como la posibilidad de vivir los sufrimientos concretos de la vida humana, especialmente los 43 1 Pe 1,8 44 1 Pe 5,9: Traducimos por “pasión” la palabra correspondiente a “sufrimientos”, como en 1 Pe 1,11. La novedad de la Carta primera de Pedro respecto a otros textos del NT sobre la comunión con los sufrimientos de Cristo (cf. Mt 10,38; 16,24; Mc 8,34; Lc 9,23; 14,27; Rom 8,17-18; Flp 3,10; 2 Tim 2,11ss; 2 Cor 1,5; 4,10) consiste en mostrar que los cristianos tienen la posibilidad de unirse a la pasión de Cristo, no a los padecimientos concretos que Cristo experimentó antes de su muerte, lo cual es ya imposible, sino a las actitudes y motivos que permiten valorar el sufrimiento de Cristo como pasión. 45 1 Pe 1,7 46 1 Pe 1,6.8. 47 Is 11,2 67 experimentados ahora por las comunidades petrinas, estando íntimamente unidos a la persona de Cristo resucitado, a quien los cristianos amamos de todo corazón, en quien creemos firmemente y por quien nuestra alegría resulta en todo momento desbordante y exultante (cf. 1 Pe 1,8). De los sufrimientos se especifica, en 1 Pe 4,14, que son en nombre de Cristo ( ) y, en 4,16, por ser cristianos ( . Se trata de una comunión con la persona de Cristo que, más allá de la imitación y el seguimiento como discípulos, permite vivir unidos a él. De este modo el sufrimiento que afecta a los cristianos puede tener un nuevo sentido, de manera que, por vivirlo en comunión profunda con él, se puede vivir tal como él afrontó el sufrimiento. La adhesión a la persona de Cristo es lo que capacita a los creyentes para vivir como él y según él. Por tanto, gracias a esa comunión en el amor también el sufrimiento de los cristianos se puede transformar en pasión de Cristo, es decir, en sufrimiento trascendido por las características que definen la pasión de Jesucristo en esta carta: haciendo el bien, como personas justas y confiando siempre en Dios (cf. 1 Pe 4,18.19; 2,23; 3,17-18). Es precisamente este sufrimiento el que ya lleva consigo, paradójicamente, la gloria y por tanto la dicha y la gran alegría de la bienaventuranza. A esta unión con Cristo corresponde la comunión de vida y de destino propia de los discípulos de Jesús, tal como se describe ésta en los evangelios sinópticos mediante el tema del seguimiento de Jesús, que invita a cargar a cada uno con su cruz (Mt 10,38; 16,24; Mc 8,34; Lc 9,23; 14,27) y tal como la presenta Pablo mediante el concepto de la y la utilización del prefijo con- ( ) en muchos verbos típicos de comunión ( la tradición paulina (cf. Rom 8,17; Flp 3,10; 2 Tim 2,11ss; 2 Cor 1,5; 4,10), la cual también da testimonio de la alegría en el sufrimiento (Col 1,24) y de la relación entre el sufrimiento y la gloria (Rom 8,18). La novedad de la Carta primera de Pedro consiste en mostrar que los cristianos tienen la posibilidad de unirse a la pasión de Cristo, no a los padecimientos concretos que Cristo experimentó antes de su muerte, lo cual es ya imposible, sino a las actitudes y motivos que permiten valorar el sufrimiento de Cristo como pasión. Esta carta no exhorta aquí solamente a la alegría sino a la alegría inherente a vivir la pasión de Cristo. En la medida en que los creyentes viven paradójicamente el sufrimiento transformándolo en pasión, haciendo el bien como es propio de toda persona justa, entran en comunión con la persona de Cristo y con su pasión. Por eso se trata de una alegría condicionada a la vinculación entre el sufrimiento personal y la pasión de Cristo. Sólo en la medida en que los creyentes viven el sufrimiento en comunión con la pasión de Cristo se puede vivir en la alegría auténtica (C. Spicq y Selwyn). El autor de la carta había dicho anteriormente que es mejor sufrir haciendo el bien que haciendo el mal (1 Pe 3,17). Esta contraposición reaparece ahora de foma concreta. En 1 Pe 4,15 queda patente en qué consiste sufriendo haciendo el mal, por ser asesino, ladrón, malhechor o entrometido, mientras que en 4,16 aparece la contraposición de sufrir como cristiano, es decir, participando en la pasión de Cristo. La exhortación motivadora del sufrimiento cristiano queda completa al final de esta pequeña unidad literaria pues el v. 19 concluye con los elementos característicos de la pasión de Cristo aplicados al sufrimiento 68 de los cristianos, a saber, sufrir conforme a la voluntad de Dios, haciendo el bien y confiando plenamente en el Creador. ), sobre el cual recae El primer imperativo positivo de esta sección es estad alegres ( un énfasis singular debido a la repetición del mismo verbo y de un participio afín en el mismo versículo: “de modo que gocéis de la alegría desbordante”. Este hincapié en la alegría corresponde a la segunda parte del prólogo de la carta (1,6-9) donde la alegría en la fe es el tema principal, vinculado siempre a la prueba del dolor (1,6). En el trasfondo del texto se puede percibir el eco de la tradición judía sobre la alegría y el sufrimiento (W. Nauck; E. Lohse; H. Millauer). Aunque en el AT y en el judaísmo no se encuentra la palabra adecuada correspondiente al término sufrir ( ), sin embargo el tema de la alegría más allá de la tribulación y de la muerte se remonta hasta el Deuteroisaías (Is 40,1-11; 52,7-12; 61,7). La alegría en la tribulación en virtud de la recompensa que el sufrimiento lleva consigo o por su valor expiatorio es una cuestión que se desarrolla más adelante en el judaísmo, tras la reflexión de la teología martirial del tiempo de los Macabeos y la destrucción del segundo templo. Por su parte en los textos de Qumrán se encuentra una valoración positiva del sufrimiento puesto que éste significa una purificación de la naturaleza humana que se transforma en alegría. La paradoja del sufrimiento y la alegría no se resuelve mediante la eliminación del primero en favor de la segunda, sino mediante su confirmación, de modo que en la tradición judía se hace posible un discurso sobre la alegría a pesar del sufrimiento, en el sufrimiento y por el sufrimiento. La historia de Israel está marcada desde el final del primer siglo de nuestra era por la dispersión, el exilio, la persecución y finalmente por el intento de aniquilación que ha supuesto el holocausto judío en los campos de exterminio del nazismo. En el marco de aquella tradición judía y en el contexto histórico del holocausto el escritor judío y Premio Nobel de la Paz, Elie Wiesel, nos da el testimonio de la más profunda alegría espiritual cuyo origen es solamente Dios: “No hay mérito en danzar cuando todo marcha bien. Cuando las cosas marchan mal y ya no osamos alzar la cabeza, y parece que el enemigo triunfa, entonces, sí, se nos reclama que alabemos al Señor, fuente y culminación de todo éxtasis... Si nos falta la alegría, ¡hemos de crearla, hemos de extraerla de la nada! Que sea la ofrenda que hacemos a Dios: ¡Que sea Su fiesta, si no la nuestra”. En este horizonte de la tradición judía se inserta la comprensión del sufrimiento en el NT. En 1 Pe 4,13 se percibe una exhortación prefigurada en cierto modo en aquella tradición, pero con un fundamento distinto puesto que no dice nada sobre el valor expiatorio del sufrimiento. Dicho fundamento es el que permite valorar la originalidad del texto petrino. La alegría de las bienaventuranzas es inefable y radiante pues nace de la comunión con la Pasión de Cristo En el NT el verbo alegrarse ( ) sólo en tres ocasiones va ligado directamente al tema del sufrimiento (Mt 5,12; Lc 6,23 y Col 1,24). En Col 1,24 trata de la participación del autor de la carta en el sufrimiento de Cristo por ser miembro de la iglesia y, por tanto, miembro 69 de su cuerpo (cf. 1 Cor 12,26). Los dos paralelos evangélicos pertenecen a la conclusión de las bienaventuranzas donde Jesús proclama dichosos a sus oyentes cuando éstos sean ultrajados o difamados por los hombres (Lc 6,22). Los textos evangélicos presentan una ) en imperativo, gran afinidad con el texto petrino, pues junto al verbo alegrarse ( en todos ellos aparecen los términos dichoso ( ) y ultrajar ( ), en todos se repite el vocabulario de la alegría y algún motivo cristológico. La diferencia más notable entre ellos es el uso de las conjunciones causales porque ( ) y pues ( ) en los evangelios y el uso de la conjunción consecutiva de modo que ( ) en la Carta primera de Pedro. Con ello el sentido del verbo alegrarse en las bienaventuranzas es porque existe un motivo de alegría en el presente y en el pasado; en cambio en la Carta primera de Pedro el motivo se presenta de este otro modo: “os debéis abrir ahora a la alegría de sufrir con Cristo, de modo que obtengáis después la alegría en plenitud”. De esta manera 1 Pe 4,13 se convierte en una verdadera exhortación a cumplir con un deber de fe y de amor orientada hacia el futuro. Pero al mismo tiempo, en esta carta, la razón de la alegría y de la dicha no es principalmente la recompensa celeste en el futuro, ni la participación en el mismo destino de los profetas, como apuntan los evangelios, sino una doble motivación en el tiempo presente. En primer lugar, en virtud de la comunión con la pasión de Cristo y, en segundo lugar, porque el Espíritu de Dios está reposando sobre los cristianos. Así pues, el motivo de la alegría no es el sufrimiento en sí mismo, sino la realización de la unidad con Cristo en el tiempo presente. Por ello la alegría y la participación en la gloria de Cristo tienen lugar también ahora, no como recompensa, sino como consecuencia de la relación con Cristo y en virtud de la acción del Espíritu que da vida. ). Se trata de un término El otro verbo referente a la alegría en 1 Pe 4,13 es gozar ( que aparece once veces en el NT, pero nunca en los textos paulinos frente a las tres veces que se encuentra en la Carta primera de Pedro. Normalmente expresa una alegría desbordante en relación con algún bien mesiánico (R. Bultmann). En esta carta el motivo de la alegría desbordante es la experiencia cristiana de la regeneración por la resurrección de Jesucristo y por la fe (1 Pe 1,6-8). Este tipo de alegría, inefable y radiante, se verifica en las diferentes pruebas que viven los creyentes (1,6) y en la comunión con la pasión de Cristo (4,13) de modo que la alegría llegue a su plenitud en la revelación última de la gloria. Por ello la carta permite distinguir en la alegría cristiana su doble dimensión, la del momento histórico vivida en medio de las adversidades y la alegría del futuro escatológico en la revelación de la gloria de Cristo. 70 La alegría de las Bienaventuranzas es la alegría del Espíritu La proclamación de la dicha cristiana en medio del sufrimiento, según la bienaventuranza de 1 Pe 4,14, se fundamenta en que el Espíritu de la gloria reposa sobre los creyentes: “Si os ultrajan por el nombre de Cristo, dichosos vosotros, porque el Espíritu de la gloria, que es el Dios, reposa sobre vosotros”. La oración causal es una cita ampliada de Is 11,2 y proyecta sobre los cristianos que sufren el don mesiánico del Espíritu de Dios, propio del descendiente de David que instaurará la justicia, la verdad y la paz. Mas la Carta primera de Pedro modifica el tiempo verbal del texto profético y en lugar del futuro constata en presente la realidad inmediata de la presencia del Espíritu de Dios en todos aquellos que sufren ultrajes, calumnias y difamaciones por causa de Cristo. Es evidente la fuerza consoladora de este mensaje y su potencia para generar esperanza en cualquier contexto social de animadversión, rechazo o menosprecio de la fe cristiana. Por tanto, la perspectiva de la gloria no se limita solamente al futuro escatológico sino que es una dimensión real en las circunstancias adversas que los cristianos han de afrontar. Según 1 Pe 4,16, el que sufre realmente como cristiano debe dar gloria a Dios por ese nombre. El sufrimiento cristiano lleva consigo la dimensión de la gloria en virtud de la identificación y de la comunión con la pasión de Cristo. Por eso la alegría es una seña de identidad fundamental en la vida cristiana, pues desde el presente, desde el aquí y ahora de la salvación revelada en Cristo, en su pasión, muerte y resurrección, se abre a la revelación plena de su gloria cuando alcancemos la alegría sin fin. La alegría de las bienaventuranzas es exultante como la de la Virgen María María es protagonista en la visita a Isabel y en el canto del Magnificat, y en ambos aparece la alegría y la dicha correspondiente a la fe (Lc 1, 39-45). Dos mujeres creyentes comparten y celebran su fe en el Dios de las promesas, en el Dios del amor liberador que es la verdadera esperanza de los pobres de este mundo. Este Dios se ha hecho presente en la vida de ambas mujeres de una forma sorprendente y paradójica, pues las dos están aguardando el nacimiento de sus respectivos hijos, concebidos de forma extraordinaria a los ojos humanos. En su encuentro como madres sus cuerpos de mujer vibran de emociones ante la grandeza de lo que les está pasando. Nada es imposible para Dios. Donde imperaba la esterilidad silenciosa de Isabel se presiente ahora la vitalidad elocuente y profética de Juan, ya desde el seno de su madre. Donde hubo un momento de desconcierto en María por el mensaje del ángel que le anunciaba su maternidad, ahora se irradia la fuerza mesiánica del Señor Jesús, cuyo Espíritu activa los mecanismos de la comunicación humana en su más profunda interioridad. Las entrañas preñadas de las dos mujeres reflejan la fuerza misteriosa y portentosa del Dios de la salvación. En la reacción de Isabel ante la cercanía del nacimiento de Jesús destaca su alegría inmensa. A Lucas casi le faltaban palabras para transmitir la alegría desbordante que inundaba a estas 71 mujeres profundamente creyentes. La misma alegría que María canta poco después al iniciar el Magnificat es la que Isabel comunica al decir que la criatura “saltó de alegría” en su vientre. Sólo Lucas utiliza y repite un verbo griego (skirtao) que podríamos traducir también como “retozar”. Retozar es brincar de alegría, dar saltos de gozo, es vibrar de emoción. Es sentir y expresar con todo el ser, con todo el cuerpo, desde la intimidad de las entrañas hasta la boca jubilosa, la inefable alegría del ser humano por la presencia misteriosa del Espíritu que transforma toda realidad humana y hace posible un nuevo amanecer para la humanidad. Los labios de Isabel proclaman dichosa a María y expresan su felicitación: “Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre” y “Dichosa tú que has creído que se cumplirá lo que dice el Señor. Además la antológica composición lucana del Magnificat (Lc 1,46-55) es la exultante manifestación del credo mariano. En él aparecen los términos de la alegría (“se alegra mi y de la dicha en el verbo “felicitar” (“me felicitarán espíritu”, Lc 1,47: todas las generaciones”, Lc 1,48). Unirse a María en el canto de su profesión de fe permite a los creyentes identificarse con ella en el descubrimiento gozoso del Dios de los pobres, del Dios de la misericordia que actúa en la historia suscitando, generación tras generación, la liberación de las personas y de los pueblos a través de los testigos primordiales de su justicia. Esa alegría desbordante, que va desde el interior del espíritu hasta la conmoción entusiasta del organismo humano, no está supeditada meramente a la vivencia de circunstancias favorables y halagüeñas de la vida, sino que es un don de la fe para afrontar también las dificultades, especialmente las asociadas a una vida de testimonio profético. Es la dicha propia de los que sufren algún tipo de tribulación por la causa de Jesús, y experimentan la exclusión, la difamación y el rechazo por ser fieles a los valores del Reino de Dios (Cf. Lc 6,23). Con la alegría de María y de Isabel, que es la alegría de los pobres y de los que esperan en Dios, alegrémonos también nosotros, porque el Espíritu del amor y de la verdad quiere generar en cada ser humano un corazón nuevo dispuesto para el Reino de Dios y su justicia. 72 EL DISCÍPULO MISIONERO: PROFETA Y TESTIGO DE CRISTO Una aproximación desde la Nueva Etapa Evangelizadora en Aparecida y Evangelii Gaudium II Simposio Internacional de misionología, Montevideo, Uruguay, 1 de marzo de 2016 P. Andrés Torres Ramírez Introducción En la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, nuestros obispos nos hicieron un llamado a repensar y relanzar nuestra acción evangelizadora (cfr. DA 11) y nos pidieron asumir el compromiso de profundizar y enriquecer las razones y motivaciones que permitan convertir a cada creyente en un discípulo misionero (cfr. DA 362) “a fin de que estos pueblos sigan creciendo y madurando en su fe para ser luz del mundo y testigos de Jesucristo con su propia vida (DA 16)1. En continuidad con Aparecida, el Papa Francisco nos exhorta a participar en una Nueva Etapa Evangelizadora marcada por la alegría del Evangelio (cfr. EG 1), invitación que ha encontrado un pronunciamiento magisterial en Evangelii Gaudium2. El Papa nos recuerda 1 2 Los obispos retoman estas palabras del Discurso Inaugural que el Papa Benedicto XVI pronunció en Aparecida. Exhortación Apostólica Postsinodal sobre el anuncio del Evangelio en el mundo actual, Evangelii Gaudium, del 24 de noviembre del 2013. El Papa llama a La transformación misionera de la Iglesia (capítulo 1°) y, 73 que en virtud del bautismo recibido cada miembro del Pueblo de Dios se ha convertido en discípulo misionero (cfr. EG 120)3 y reconoce que el testimonio de tantos cristianos le hace mucho bien y le sostiene en su propio deseo de superar el egoísmo para entregarse más (cfr. EG 76). En el contexto de estos recientes llamados, su contenido y sus propósitos, la ponencia que ahora presento tiene un enfoque específico que nos permite delimitar una perspectiva de aproximación y nos reduce el campo de estudio, EL DISCÍPULO MISIONERO: PROFETA Y TESTIGO DE CRISTO, Una aproximación desde la Nueva etapa Evangelizadora en Aparecida y Evangelii Gaudium. Las reflexiones que les comparto están estructuradas en cuatro partes. En una primera parte ubicamos nuestro tema en el amplio horizonte de la tarea evangelizadora que se ha delineado a partir del Concilio Vaticano II; en una segunda parte, lo desarrollamos desde cinco grandes rasgos que distinguen a la Nueva Etapa Evangelizadora propuesta por el Papa Francisco y a partir de los tres elementos fundamentales de la evangelización; en un tercer apartado, lo abordamos desde dos categorías particulares: la comunión y la caridad; finalmente, hacemos una aproximación del discípulo misionero desde la diversidad de las vocaciones específicas. Primera Parte 1. En el amplio horizonte de la evangelización Tenemos claro que el programa pastoral del Papa Francisco ha quedado expresado en Evangelii Gaudium y sabemos que su planteamiento da continuidad y proyección universal a lo señalado por Aparecida4; sin embargo, la propuesta de una Nueva Etapa Evangelizadora y las características del discípulo misionero, profeta y testigo de Cristo en ella, han de ser ubicadas en el horizonte más amplio de la renovación eclesial que desató el evento del Concilio Ecuménico Vaticano II y que sus 16 Documentos Conclusivos siguen inspirando5. 3 4 5 haciendo explícito que vivimos En la crisis del compromiso comunitario (capítulo 2°), vuelve a proponer El anuncio del Evangelio (capítulo 3°), enfatizando La dimensión social de la Evangelización (capítulo 4°) y destacando la necesidad de Evangelizadores con Espíritu (capítulo 5°). Aparecida llama a convertir a cada cristiano en Discípulo misionero, mientras que Evangelii Gaudium señala que en virtud del bautismo cada miembro de la Iglesia ya lo es; aquella expresión manifiesta el aspecto existencial y ésta el aspecto ontológico de la misma realidad. Sin desconocer la segunda, los documentos que ahora estudiamos harán más frecuente alusión a la primera. Entendemos que la Encíclica Laudato si´, al tratar sobre el cuidado de la casa común, desarrolla un aspecto particular de gran importancia ya enunciado en su Exhortación Evangelii Gaudium, y vemos reflejado su programa pastoral en la Bula por la que nos ha llamado al Año Santo de la Misericordia, Misericordiae vultus. No hay que olvidar que estamos celebrando los 50 años del Concilio Vaticano II y que sus Documentos 74 1.1 El itinerario de reflexión que configura la propuesta de la Nueva Etapa Evangelizadora Podemos hacer un breve repaso de los eventos y documentos que dan forma al nuevo impulso evangelizador que se nos propone considerando dos grandes etapas. a. Del Concilio Vaticano II a la IV Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, Santo Domingo (1965-1992) • En 1965, al concluir el Concilio, los obispos declaran que asumen la responsabilidad de anunciar el Evangelio desde la renovación de la Iglesia y distinguen tres tareas: la acción misionera, con los no cristianos; la acción ecuménica, con los no católicos; y la acción pastoral, con los católicos (cfr.AG 6). • La segunda Conferencia General del Episcopado Latinoamericano -realizada en Medellín, Colombia, en 1968- se empeña en la recepción del Concilio6 y llama a una más intensa presencia de la Iglesia poniendo el acento en la humanidad, en la conciencia de que para conocer a Dios es necesario conocer al ser humano y de que a éste se le conoce en Jesucristo. • A los diez años de haber concluido el Concilio (1975), la Exhortación Apostólica Evangelii Nuntiandi, de forma genérica afirma: “la tarea de la evangelización de todos los hombres constituye la misión esencial de la Iglesia” (EN 14) y nos ofrece una rica enseñanza que sigue iluminando el quehacer de la Iglesia. • A la luz de Evangelii Nuntiandi, el Documento de Puebla (1979) enfatiza que la Iglesia ha de seguir impulsando la evangelización desde la comunión y la participación y emplea, aún antes de que Juan Pablo lo hiciera, la expresión “Nueva Evangelización”: “situaciones nuevas que nacen de cambios socioculturales requieren una nueva evangelización” (DP 366). • El 12 de octubre de 1983, en la asamblea del CELAM realizada en Haití, Juan Pablo II hace la primera convocatoria oficial a una Nueva Evangelización y lanza el lema que conocemos: “nueva en su ardor, nueva en sus métodos y nueva en su expresión”. • En 1988, en Christifideles laici, el mismo Juan Pablo II señala que la propuesta de una Nueva Evangelización se dirige a las iglesias jóvenes y a los países de antigua cristiandad. De esta manera se perfila que está encaminada a un sujeto –individual o colectivo- que ha recibido el Evangelio y tiene fe cristiana, pero que sufre una crisis global o está lejos de la institución eclesial visible (cfr. CHL 34). • En Redemptoris Missio (1990), el Papa Juan Pablo II nos brinda una primera sistematización de la Nueva Evangelización y distingue: (a) la misión ad gentes o 6 Conclusivos son la base sobre la cual se está desarrollando la vida y misión de la Iglesia en nuestro tiempo. El tema de la Segunda Conferencia General del Episcopado Latinoamericano fue La Iglesia en la actual transformación de América Latina a la luz del Concilio. 75 ad extra, que se refiere a la primera evangelización o misión en sentido estricto; (b) la misión ad intra, también llamada actividad pastoral, cuidado pastoral, pastoral ordinaria, o acción pastoral en sentido propio, la que se realiza entre personas, comunidades y pueblos cristianos; y (c) una situación intermedia, la misión pastoral entre personas, comunidades y pueblos que conocen a Cristo y en los que la Iglesia está presente, pero donde la fe está en crisis (cfr. RM 33). b. De la Cuarta Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, Santo Domingo, al tiempo actual (19922016) • Impulsados por el discurso inaugural del Papa Juan Pablo II, los obispos reunidos en la IV Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, Santo Domingo (1992), manifiestan el sentido de la Nueva Evangelización para nuestro Continente: se trata de vivificar la fe de los bautizados alejados (cfr. SD 129-131). • La V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, celebrada en Aparecida, Brasil en 2007, insiste en el movimiento misionero de ir hacia todos los alejados o, mejor, hacia los abandonados del cuidado pastoral ordinario de la Iglesia (cfr. DA 173, 225-226). En esta Conferencia se toma la decisión pastoral que está en marcha: una “Misión Continental” encaminada a procurar la “la Conversión pastoral” (cfr. DA 368) para que toda la Iglesia entre en “un Estado Permanente de Misión” (cfr. DA 551)7. • En la segunda mitad del 2010, el Papa Benedicto XVI tomó la decisión de crear el Consejo Pontificio para la promoción de la Nueva Evangelización y convocó una Asamblea general ordinaria del Sínodo para los Obispos sobre este tema. • En 2013, el Papa Francisco en la exhortación postsinodal Evangelii Gaudium, recogiendo la reflexión de la Iglesia a partir del Vaticano II, los aportes de los últimos años y, de manera especial, las proposiciones de la XIII Asamblea ordinaria del Sínodo de Obispos, presenta los rasgos que han de distinguir la Nueva Etapa Evangelizadora que se dirige: a los destinatarios de la pastoral ordinaria, a las personas bautizadas que no viven las exigencias de su bautismo y a quienes no conocen a Jesucristo o siempre lo han rechazado (cfr. EG 14). 7 “Esta V Conferencia, recordando el mandato de ir y hacer discípulos (Mt 28,20), desea despertar la Iglesia en América Latina y El Caribe para un gran impulso misionero. No podemos desaprovechar esta hora de gracia. ¡Necesitamos un nuevo Pentecostés! ¡Necesitamos salir al encuentro de las personas, las familias, las comunidades y los pueblos para comunicarles y compartir el don del encuentro con Cristo, que ha llenado nuestras vidas de sentido, verdad y amor, de alegría y esperanza! No podemos quedarnos tranquilos en espera pasiva en nuestros templos, sino urge acudir en todas las direcciones para proclamar que el mal y la muerte no tienen la última palabra, que el amor es más fuerte, que hemos sido salvados por la victoria pascual del Señor de la historia, que Él nos convoca en Iglesia y que quiere multiplicar el número de sus discípulos y misioneros en la construcción de su Reino en nuestro Continente” (DA 548, cfr. 362 y 278e). 76 c. El itinerario de reflexión de la Iglesia y el desarrollo vocacional del Papa Francisco Si bien el Papa Francisco no participó en el Concilio, su desarrollo vocacional ha estado estrechamente ligado al itinerario de reflexión de la Iglesia. De ahí que su propuesta esté entretejida e impulsada por las grandes enseñanzas del Concilio y el Magisterio posterior. El Concilio Vaticano II se realiza de 1962 – Nacido en 1936, mientras se realizaba el 1965. Concilio, el joven Bergoglio, entre sus 26 y 29 años, se formaba como jesuita. La II Conferencia General del Episcopado Apenas concluida esa Conferencia, en 1969 Latinoamericano tiene lugar en Medellín, el seminarista Jorge Mario era ordenado en 1968. presbítero. Evangelii Nuntiandi es publicada en 1975 y El P. Jorge Mario se desempeña como en 1979 se realiza la III Conferencia General provincial de los jesuitas en Argentina de del Episcopado Latinoamericano en Puebla. 1973 a 1979. En 1983, el Papa Juan Pablo II convoca Entre 1980 y 1986, el P. Jorge Mario fue oficialmente a una Nueva Evangelización y Rector del Colegio máximo de San Miguel. en 1988 publica Christifideles laici. En 1990 es publicada la Redemptoris Missio En 1992, el P. Jorge Mario es nombrado y en 1992 tiene lugar La IV Conferencia obispo auxiliar de Buenos Aires, cinco años General del Episcopado Latinoamericano. después, en 1997, es nombrado obispo coadjutor con derecho a sucesión y cuatro años después, en 2001, fue creado Cardenal. En el año 2007 se realiza la V Conferencia De 2005 a 2011 Mons. Jorge Mario se General del Episcopado Latinoamericano desempeña como Presidente de la en Aparecida, Brasil; en la segunda mitad Conferencia Episcopal de Argentina y del 2010, el Papa Benedicto XVI crea el en marzo de 2013 es elegido Papa. En Consejo Pontificio para la promoción de la noviembre de 2013 el Papa Francisco hace Nueva Evangelización y convoca el Sínodo pública la Exhortación postsinodal sobre el anuncio del Evangelio en el mundo actual, correspondiente. Evangelii Gaudium. Dado este itinerario y este proceso vocacional, no es extraño que el Papa, en sus gestos y sus palabras, así como en Evangelii Gaudium, refleje la riqueza de la reflexión de la Iglesia y los procesos de nuestras iglesias latinoamericanas, particularmente el espíritu de Aparecida. 1.2 Los elementos fundamentales de la evangelización y su identidad En los documentos que hemos mencionado a lo largo de este breve itinerario podemos reconocer los elementos fundamentales de la Evangelización y en ellos encontramos los contenidos para describir la identidad de esta que es la única tarea de la Iglesia. 77 a. Los elementos fundamentales Los elementos fundamentales de la Misión a la cual nos están llamado nuestros obispos latinoamericanos, y a la cual nos está invitando el Papa Francisco en Evangelii Gaudium, deben ser buscados en los Documentos Conclusivos del Concilio Vaticano II. El Papa Pablo VI, al inaugurar la segunda sesión del Concilio, después de hacer un homenaje a la memoria de Juan XXIII y retomando su intuición8, señalaba que lo importante es proclamar que Cristo es nuestro principio, nuestro guía, nuestro camino, nuestra esperanza y nuestro fin; y desde este punto de partida estructuraba los objetivos del Concilio en cuatro capítulos: 1° Lograr que la Iglesia tenga una mejor conciencia de sí misma y, a partir de ella, ofrezca una definición más plena de sí; 2° Impulsar una renovación de la Iglesia a partir de la conciencia de su relación con Cristo; 3° restablecer la unidad de todos los cristianos y 4° establecer y mantener el diálogo con el hombre y con el mundo actual9. De esta manera, Pablo VI favoreció un Concilio de apertura y diálogo con el mundo por medio del cual la Iglesia orientó una auto-renovación para ofrecer su servicio evangelizador como fruto de su estrecha relación con Cristo. En esta dinámica se distinguen los tres elementos fundamentales de toda acción evangelizadora: Jesucristo, la Iglesia y el hombre, elementos que más tarde fueron explicitados por Puebla y que ya habían quedado expresados en el Mensaje que los obispos enviaron a la Humanidad al concluir el Concilio (1965): “La hora de la partida y de la dispersión ha sonado. Dentro de unos instantes vamos a abandonar la asamblea conciliar para ir al encuentro de la humanidad y llevarle la Buena Nueva del Evangelio de Cristo y de la renovación de la Iglesia en la que hemos trabajado juntos desde hace cuatro años”10. 8¡Querido y venerado Papa Juan! Hay que darte gracias y alabarte porque, por una especie de inspiración divina, mandaste reunir este Concilio para abrir nuevos caminos a la Iglesia y, con la gracia de Dios, sacar de Cristo nuevas y abundante aguas, hasta ahora ocultas para la tierra” Pablo VI Discurso pronunciado el 29 de septiembre de 1963. Tomado de Concilio Vaticano II, Constituciones, decretos, declaraciones, BAC, Madrid, 2004, 1107. 9 Cfr. Pablo VI Discurso pronunciado el 29 de septiembre de 1963. Tomado de Concilio Vaticano II, Constituciones, decretos, declaraciones, BAC, Madrid, 2004, 1110 – 1120. En cuanto al primer capítulo, Pablo VI señalaba que si bien la Sagrada Escritura nos brinda imágenes muy bellas sobre la Iglesia, al ser ésta un misterio siempre está sujeta a nuevas y más profundas investigaciones, sin esperar necesariamente definiciones dogmáticas, sino declaraciones más claras y autorizadas. Sobre el capítulo segundo, el Papa indicaba que no se pretende una revolución de la vida de la Iglesia, ni una ruptura con sus tradiciones, sino que quiere apreciar dichas tradiciones, despojarlas de sus formas caducas y defectuosas y hacerlas más auténticas y fecundas. Con relación al tercer capítulo, Pablo VI subrayaba que la Iglesia católica reconocía sus limitaciones e invitaba a la unidad. Finalmente, en cuanto al cuarto capítulo, el Papa declaraba que 10 Cfr. Introducción del Mensaje del Concilio a la humanidad, 1. Tomado de Concilio Vaticano II, Constituciones, Decretos y Declaraciones, BAC, Madrid, 2004, p. 837. 78 b. La identidad de la evangelización Los elementos que dan identidad a la Evangelización y que están a la base de la Nueva Etapa Evangelizadora a la que estamos llamados han de buscarse en el magisterio de Pablo VI, particularmente en la Exhortación Evangelii Nuntiandi que declara que “Evangelizar significa para la Iglesia llevar la Buena Nueva a todos los ambientes de la humanidad y, con su influjo, transformar desde dentro, renovar a la misma humanidad…” (EN 18). ØEs una acción comunicativa (naturaleza) Øpor la que la Iglesia, con la totalidad de sus miembros (agente/s) Øtransmite la Buena Noticia del Reino de Dios (contenido) Øa toda la humanidad: personas, pueblos, culturas (destinatario/s) Øpara renovarlos con la fe en el Evangelio de la salvación (finalidad) Ømediante actitudes subjetivas (espíritu) Øy mediante formas objetivas (medios)11. 1.3 El profetismo y el Testimonio en la tarea evangelizadora En el horizonte del itinerario que ha seguido la reflexión de la Iglesia se delinea también el profetismo y el testimonio que han de distinguir a los discípulos y misioneros de Jesucristo. a. El profeta y el testigo nos recuerdan que hay razones para vivir y para esperar Cuando lo institucional, sea civil o religioso, está en crisis no hay que olvidar lo que decía el Vaticano II: “el porvenir de la humanidad está en manos de quienes sepan dar a las generaciones venideras razones para vivir y razones para esperar” (GS 31). No obstante el optimismo de fondo que se puede reconocer tanto en Aparecida como en Evangelii Gaudium, no hay que desconocer que hay signos de cansancio (cfr. DA 185), que hay quienes salen de la Iglesia en búsqueda de respuestas a sus aspiraciones que no encuentran en nuestra comunidad (cfr. DA 225) y que se percibe un cierto debilitamiento de la vida cristiana (cfr. DA 100b). “Nuestra mayor amenaza es el gris pragmatismo de la vida cotidiana de la Iglesia en el cual aparentemente todo procede con normalidad, pero en realidad la fe se va desgastando y degenerando en mezquindad” (DA 12)12. 11 La estructura básica y dinámica de esta exhortación articula los agentes (capítulos I y VI) y los destinatarios (V) en una interacción (II) por medio de contenidos (III), actitudes (VII) y medios (IV). Cfr. Galli, C. Novedades de la Nueva Evangelización en y desde la Iglesia de América Latina, en Medellín N° 150, p. 169. 12 Nos domina la tentación de la resignación y la asedia, nos ha recordado el Papa Francisco en la Homilía que pronunció recientemente en la celebración Eucarística en Michoacán, México. 79 Difícilmente podrá responder a los interrogantes de la humanidad una Iglesia cansada o instalada que busca su seguridad o su prestigio. Con este estilo de vida, ¿qué podemos ofrecer al mundo y a las nuevas generaciones? Este estilo de vida parece estar diciendo que no hay nada que ofrecer ni qué esperar. Es en este ambiente donde encuentran su lugar los testigos y, sobre todo, los profetas; ellos nos recuerdan que hay razones para vivir y para esperar. b. El Concilio Vaticano II rescata el profetismo y el testimonio neotestamentario Es un hecho que el profetismo del período neo-testamentario fue retrocediendo y, aunque en el Nuevo Testamento se nos dice que la Iglesia está fundada sobre el cimiento de los apóstoles y de los profetas (cfr. Ef 2, 20), quizá hemos prestado poca atención al profetismo. Los profetas son necesarios en todas las épocas porque son los mejores testigos del Espíritu que hace vivir a la Iglesia y que da capacidad para renovar la faz de la tierra; los profetas son centinelas atentos a la llegada de Dios y sus exigencias, mantienen viva en la comunidad la espera de la vuelta del Señor pronunciándose sobre las necesidades del momento: advierten, consuelan y prometen con la fuerza del Espíritu de Dios que los llena y los impulsa. Uno de los muchos aciertos del Concilio Vaticano II fue haber rescatado el profetismo y el testimonio como dimensión eclesial: “El Pueblo santo de Dios participa también de la función profética de Cristo, difundiendo su testimonio vivo…” (LG 12, cfr. LG 35 y GS). Ya en la misma convocatoria del Concilio, Juan XXIII anunciaba que éste sería una oportunidad para que la Iglesia se mostrara “siempre viva y siempre joven, que percibe el ritmo del tiempo, que en cada siglo se adorna de nuevo esplendor, irradia nuevas luces, logra nuevas conquistas...” 13. La Iglesia que se proyecta en el Vaticano II es profética porque asume la tarea de “… responder a las perennes interrogantes de la humanidad sobre el sentido de la vida presente y de la vida futura y sobre la mutua relación de ambas” (GS 4). c. La fuerza del profetismo y del testimonio en la evangelización El profeta es una persona llamada y enviada para transmitir la Palabra que él ha recibido; su tarea consiste en captarla, interpretarla, formularla y comunicarla al oyente; en cuanto a la Palabra es un hombre con una experiencia de Dios, en cuanto a los interlocutores es un servidor. Lo específico del profetismo es el contacto inmediato con Dios que envía a presentar un mensaje peculiar y concreto para un tiempo y una situación determinadas; el profetismo no viene determinado por el ministerio, sino por el llamado especial de Dios, por lo que no se le puede encerrar en lo jurídico y en la organización cotidiana de sus servicios; en los profetas se reconoce un carisma especial y una consagración de vida al servicio de la 13 Humanae Salutis 6 80 misión; los profetas procuran conservar y transmitir el mensaje en su “pureza”, aunque son capaces de descubrir los énfasis más necesarios para sus contemporáneos. No nos abriremos al carisma profético si nos mantenemos instalados y satisfechos, si no damos espacio a la interpelación, si no sospechamos que nos hemos adaptado demasiado bien en nuestra fe y en nuestra Iglesia, si Dios nos resulta tan comprensible y la Iglesia tan normal. Los profetas, que nos hablan de Dios con pasión, nos recuerdan continuamente que Él es incomprensible y nuestra fe no es normal, sino una locura a los ojos del mundo. Testimoniar, atestiguar, significa hacer creíble el Evangelio al llevar una vida conforme a Él, sea a nivel personal, sea a nivel de los grupos y comunidades, así reconocemos tanto el testimonio personal de los cristianos como el testimonio de las comunidades cristianas que por su vida de unidad y caridad hacen real el signo de la Iglesia, a ellas corresponde dar testimonio de Cristo delante de las gentes (cfr. AG 37). Como sistematiza Latourelle, el testimonio es lo que más puede convencer al hombre de hoy. A un hombre celoso de sus derechos y su autonomía el testimonio se presenta bajo los rasgos de la discreción, actúa por atracción, sin violentar. A un hombre que lo mide todo por el parámetro de la eficacia, el testimonio propone hechos. A un hombre técnicamente desarrollado pero muchas veces subdesarrollado en el plano de la moralidad y frágil psicológicamente, el testigo se presenta como un ser sano, feliz, irradiando gozo y paz a pesar de vivir en el mismo mundo, amenazado por el sufrimiento y la muerte. Por su estilo de vida, más que por sus discursos, el testigo hace presente la salvación en el mundo; por su manera de vivir puede llevar a los que le rodean a interrogarse por el Espíritu que lo inspira14. Como el mismo autor agrega, el testimonio de vida no es para el cristiano algo deseable y altamente recomendable, sino una exigencia absoluta, ya que el cristianismo no es un puro sistema de pensamiento, sino un mensaje de salvación relacionado con un acontecimiento que ha cambiado el sentido de la condición humana y que se puede reconocer en sus frutos (cfr. Ga 5, 22). ¿Cómo pueden creer en el amor de Dios que se revela en Jesucristo quienes no lo conocen si no tienen el testimonio de quienes ya han sido conquistados por este amor y han arriesgado por él toda la vida? ¿Cómo introducir en el amor a una persona a no ser por el contagio del amor? El testimonio es necesario porque el Evangelio es la revelación de una nueva forma de existencia, de un nuevo estilo de vida, ¿cómo podría Dios enseñar a los hombres un nuevo estilo de vida a no ser por una presentación concreta y ejemplar, la de Jesucristo? Al disponernos a abordar nuestro tema en la Nueva Etapa Evangelizadora que se nos propone, hay que reconocer desde ahora que tanto Aparecida como Evangelii Gaudium emplean con más frecuencia los términos testigo y testimonio que los vocablos profeta, 14 Cfr. LATOURELLE, René, Diccionario de Teología fundamental, paulinas, 1990, pp. 1523 - 1542 81 profecía, profetismo y profética, seguramente porque los primeros enfatizan la experiencia, mientras que los segundos, además de la experiencia, incluyen el reconocimiento del mandato de Jesús y la certeza de que es la Palabra del Señor la que se anuncia15. Segunda parte En la Nueva Etapa Evangelizadora En esta segunda parte destacamos el profetismo y el testimonio del discípulo misionero desde cinco rasgos característicos de la Nueva Etapa Evangelizadora en su conjunto y desde los tres elementos fundamentales de la evangelización. 1.1 Desde cinco rasgos de la Nueva Etapa Evangelizadora Los rasgos del rostro actual de la Evangelización, donde se ha de reconocer el profetismo y el testimonio de los discípulos misioneros, hay que descubrirlos e impulsarlos desde Evangelii Gaudium, que da continuidad a Aparecida16. a) Se trata de un programa misionero para orientar a la Iglesia a salir a la calle y llegar a las periferias con el anuncio del Evangelio. “…Es el anuncio que se comparte con una actitud humilde y testimonial… A veces se expresa de manera más directa, otras veces a través de un testimonio personal…” (cfr. EG 127-128). Aparecida Evangelii Gaudium “Hoy, toda la Iglesia en América Latina y el Caribe quiere ponerse en estado de misión…” (DA 213). “Esta firme decisión misionera debe impregnar todas las estructuras eclesiales y todos los planes pastorales de diócesis y parroquias, comunidades religiosas, movimientos y de cualquier institución de Iglesia. Ninguna comunidad debe excusarse de entrar decididamente, con todas sus fuerzas, en los procesos constantes de renovación misionera y de abandonar las estructuras caducas que ya no favorecen la transmisión de la fe” (DA 365). “… la salida misionera es el paradigma de toda obra de la Iglesia… ya no podemos quedarnos tranquilos en espera pasiva en nuestros templos” (EG 15). “Cada cristiano y cada comunidad discernirá cuál es el camino que el Señor le pide, pero todos estamos llamados a aceptar esta llamada: salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio” (EG 20). “… Salir hacia los demás no implica correr hacia el mundo sin rumbo y sin sentido” (EG 46). La Iglesia está llamada a ser siempre la casa abierta del Padre (Cfr. EG 47). 15 En 58 de sus números Aparecida emplea las voces testigo o testimonio, mientras que las voces profeta, profetismo o profética aparece únicamente en 13. Por su parte, Evangelii Gaudium hace mención de las primeras voces en 18 de sus números, mientras que de las segundas se ocupa únicamente en 7. 16 Sin agotar las referencias a los temas que se señalan, hacemos el ejercicio de reconocer el tema en Aparecida y en Evangelii Gaudium, aunque bien podríamos hacer una visión sinóptica desde los Documentos del Concilio Vaticano II, particularmente desde Gaudium et spes. 82 b) Se trata de un programa que permitirá la realización personal de los cristianos, la recuperación de la alegría y una fecundidad evangelizadora. En la línea de los profetas que anuncian con alegría (cfr. EG 4), el discípulo misionero ha de mantener su “no al pesimismo estéril” y, en el espíritu de Juan XXIII, debe disentir de los profetas de calamidades (cfr. EG 84). Aparecida Evangelii Gaudium “En el encuentro con Cristo queremos expresar la alegría de ser discípulos del Señor y de haber sido enviados con el tesoro del Evangelio. Ser cristiano no es una carga, sino un don… La alegría que hemos recibido en el encuentro con Jesucristo… deseamos que llegue a todos los hombres y mujeres… Conocer a Jesús es el mejor regalo que puede recibir cualquier persona; haberlo encontrado nosotros es lo mejor que nos ha ocurrido en la vida, y darlo a conocer con nuestra palabra y obras es nuestro gozo” (DA 28-29). “… ¡Necesitamos salir al encuentro de las personas, las familias, las comunidades y los pueblos para comunicarles y compartir el don del encuentro con Cristo que ha llenado nuestras vidas de sentido, de verdad y amor, de alegría y de esperanza…” (DA 548). “… Cuando la Iglesia convoca a la tarea evangelizadora, no hace más que indicar a los cristianos el verdadero dinamismo de la realización personal… Recobremos y acrecentemos el fervor, la dulce y confortadora alegría de evangelizar, incluso cuando hay que sembrar entre lágrimas” (EG 9). “Un anuncio renovado ofrece a los creyentes, también a los tibios o no practicantes, una nueva alegría en la fe y una fecundidad evangelizadora” (EG 11). “… Los cristianos tienen el deber de anunciarlo sin excluir a nadie, no como quien impone una nueva obligación, sino como quien comparte una alegría, señala un horizonte bello, ofrece un banquete deseable, la Iglesia no crece por proselitismo sino por atracción” (EG 14). c) No se trata de una propuesta de acciones puntuales, se trata de un proceso que se encamina a lograr un Estado Permanente de Misión, y ello requiere nuevas actitudes. No hay que perder de vista que en el itinerario formativo del cristiano el encuentro vivo y persuasivo con Cristo, anunciado por auténticos testigos, es determinante (cfr. DA 226, 290) y que la meta que hay que perseguir es lograr que quien es evangelizado sea testigo de la fe (cfr. DA 303). Aparecida Evangelii Gaudium “… Será un nuevo Pentecostés que nos impulse a ir, de manera especial, en búsqueda de los católicos alejados y de los que poco o nada conocen de Jesucristo, para que formemos con alegría la comunidad de amor de nuestro Padre Dios. Misión que debe llegar a todos, ser permanente y profunda” (Mensaje final, 5). “El itinerario formativo del seguidor de Jesús hunde sus raíces en la naturaleza dinámica de la persona y en la invitación personal de Jesucristo…” (DA 277). El Papa Francisco destaca que esta tarea requiere nuevas actitudes que apuntan a un proceso: primerear, involucrarse, acompañar, fructificar y festejar (cfr. EG 24). “Ya no nos sirve una simple administración, constituyámonos… en un estado permanente de misión” (EG 25). d) Se trata de un programa que exige una renovación, una conversión y reforma de la Iglesia, en fidelidad a su vocación; un nuevo impulso evangelizador que tiene como meta que los “pueblos sigan creciendo y madurando en su fe para ser luz del mundo y testigos de Jesucristo con su propia vida” (DA 16). 83 Aparecida Evangelii Gaudium “Para convertirnos en una Iglesia llena de ímpetu y audacia evangelizadora, tenemos que ser de nuevo evangelizados y fieles discípulos… Todos los bautizados estamos llamados a recomenzar desde Cristo…” (DA 549). “La pastoral de la Iglesia no puede prescindir del contexto histórico donde viven sus miembros. Su vida acontece en contextos socioculturales bien concretos. Estas transformaciones sociales y culturales representan naturalmente nuevos desafíos para la Iglesia en su tarea de construir el Reino de Dios. De allí nace la necesidad, en fidelidad al Espíritu Santo que la conduce, de una renovación eclesial, que implica reformas espirituales, pastorales y también institucionales” (DA 367). “La conversión pastoral de nuestras comunidades exige que se pase de una pastoral de mera conservación a una pastoral decididamente misionera…” (DA 370). “… Espero que todas las comunidades procuren poner los medios necesarios para avanzar en el camino de una conversión pastoral y misionera, que no puede dejar las cosas como están”. (EG 25). “… Pablo VI invitó a ampliar el llamado a la renovación, para expresar con fuerza que no se dirige sólo a los individuos aislados, sino a la Iglesia entera... Brota, por lo tanto, un anhelo generoso y casi impaciente de renovación, es decir, de enmienda de los defectos que denuncia y refleja la conciencia, a modo de examen interior, frente al espejo del modelo que Cristo nos dejó de sí” (EG 26). e) La propuesta exige una esmerada atención a la realidad social para descubrir y discernir los signos que encontramos en el ambiente y los desafíos culturales que se presentan. Juntamente con la predicación, la catequesis y la denuncia, es también tarea de la Iglesia el testimonio del amor y de la justicia para que se despierten en la sociedad las fuerzas espirituales necesarias y se desarrollen los valores sociales. (cfr. DA 99). Aparecida Evangelii Gaudium “Ser discípulos y misioneros de Jesucristo para que nuestros pueblos, en Él, tengan vida, nos lleva a asumir evangélicamente y desde la perspectiva del Reino, las tareas prioritarias que contribuyen a la dignificación de todo ser humano, y a trabajar junto con los demás ciudadanos e instituciones en bien del ser humano...” (DA 384). “Dentro de esta amplia preocupación por la dignidad humana, se sitúa nuestra angustia por los millones de latinoamericanos y latinoamericanas que no pueden llevar una vida que responda a esa dignidad. La opción preferencial por los pobres es uno de los rasgos que marca la fisonomía de la iglesia latinoamericana…” (DA 391). “… si esta dimensión (la social) no está debidamente explicitada, siempre se corre el riesgo de desfigurar el sentido auténtico e integral que tiene la misión evangelizadora.” (EG 176). “Leyendo las Escrituras queda por demás claro que la propuesta del Evangelio no es sólo la de una relación personal con Dios. Nuestra respuesta de amor tampoco debería entenderse como una mera suma de pequeños gestos personales dirigidos a algunos individuos necesitados, lo cual podría constituir una «caridad a la carta», una serie de acciones tendentes sólo a tranquilizar la propia conciencia. La propuesta es el Reino de Dios (cf. Lc 4,43); se trata de amar a Dios que reina en el mundo. En la medida en que Él logre reinar entre nosotros, la vida social será ámbito de fraternidad, de justicia, de paz, de dignidad para todos. Entonces, tanto el anuncio como la experiencia cristiana tienden a provocar consecuencias sociales…” (EG 180; Cfr. EG 176-258). 1.2 Desde los tres elementos fundamentales de la evangelización En este punto, tomando como estructura los tres elementos fundamentales de la evangelización -Jesucristo, la Iglesia y el hombre en el mundo- destacamos algunas notas indispensables para el auténtico profetismo y testimonio del discípulo misionero. 84 a. Profetismo y testimonio centrados en Jesucristo Al proponerse la reforma de la Iglesia, el Concilio Vaticano II buscó la fidelidad al Evangelio de Jesucristo, lo dejó bien claro Juan XXIII en la convocatoria: “la Iglesia quiere iluminar a los hombres con la luz de Jesucristo”. Bajo la guía de Pablo VI este principio se mantuvo y está presente en todos los Documentos conciliares: “Es necesario que todos los miembros se hagan conformes a Él hasta el extremo de que Cristo quede conformado en ellos” (cfr. LG 7). Volver a Jesucristo es la preocupación que se viene reconociendo en los documentos más recientes de la Iglesia. No puede haber Nueva Etapa Evangelizadora, ni profetismo y testimonio en ella, sin tener como centro a Jesucristo que nos revela el Plan de Dios y la dignidad del hombre. Desde esta centralidad de Jesucristo se han de tener presentes al menos cinco aspectos. • El profetismo y el testimonio del discípulo misionero nacen por el encuentro con Jesucristo y lo generan. “No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva” (EG 7). Este encuentro es suscitado por la profecía y por el testimonio, a la vez que lo genera; de manera que, como Jesús “es testigo del misterio del Padre, así los discípulos son testigos de la muerte y la resurrección del Señor hasta que vuelva. Cumplir este encargo no es una tarea opcional, sino parte integrante de la identidad cristiana porque es la extensión testimonial de la vocación misma” (DA 144, cfr. DA 554). Necesitamos avivar la fe cristiana a partir del encuentro personal con Jesucristo, pues cuando las palabras ya no convencen, solo vale el testimonio de vida (cfr. DA 278). • El profetismo y el testimonio del discípulo misionero tiene como fuente la Palabra de Dios, por ello resulta indispensable favorecer el contacto con ella y profundizar en su riqueza desde el silencio. Aparecida subraya la lectio divina como lugar privilegiado para encontrarse con Jesucristo (cfr. DA 249) y EG destaca el contacto con la Palabra en la Eucaristía donde alimenta y refuerza a los cristianos y los vuelve capaces de un testimonio auténtico en la vida cotidiana (cfr. EG 174). “… Quien quiera predicar, primero debe estar dispuesto a dejarse conmover por la Palabra y a hacerla carne en su existencia concreta. De esta manera, la predicación consistirá en esa actividad tan intensa y fecunda que es «comunicar a otros lo que uno ha contemplado… Esto tiene un valor pastoral. También en esta época la gente prefiere escuchar a los testigos: «tiene sed de autenticidad […] Exige a los evangelizadores que le hablen de un Dios a quien ellos conocen y tratan familiarmente como si lo estuvieran viendo» (EG 150). “No se nos pide que seamos inmaculados, pero sí que estemos siempre en crecimiento, que vivamos el deseo profundo de crecer en el camino del Evangelio. Pero si (el predicador) no se detiene a escuchar esa Palabra con apertura sincera, si no deja que toque su propia vida, que le reclame, que lo exhorte, que lo movilice, si no dedica un tiempo para orar con esa 85 Palabra, entonces sí será un falso profeta, un estafador o un charlatán vacío…” (EG 151, cfr. DA 172). • El profetismo y el testimonio del discípulo misionero encuentra su fuerza y actualidad al descubrir permanentemente la novedad del Evangelio; Jesucristo es fuente constante de novedad. Lo nuevo de la evangelización y de la fuerza del profetismo y del testimonio en ella no se derivan única ni principalmente de los nuevos tiempos que vivimos, sino de la novedad misma del Evangelio. “Cristo es el Evangelio eterno (Ap 14, 6), y es el mismo ayer, hoy y siempre (Heb 13, 8) pero su riqueza y su hermosura son inagotables. Él es siempre joven y fuente constante de novedad…” (EG 11). “Por supuesto que todos estamos llamados a crecer como evangelizadores. Procuramos al mismo tiempo una mejor formación, una profundización de nuestro amor y un testimonio más claro del Evangelio…, todos tenemos que dejar que los demás nos evangelicen constantemente…, todos somos llamados a ofrecer a los demás el testimonio explícito del amor salvífico del Señor, que más allá de nuestras imperfecciones nos ofrece su cercanía, su Palabra, su fuerza, y le da un sentido a nuestra vida” (EG 121). • El profetismo y el testimonio del discípulo misionero derivan de Jesucristo, no hay que olvidar que Jesucristo es el Profeta y el Testigo del Padre, el más grande evangelizador; a Él tenemos que volver nuestra mente y nuestro corazón una y otra vez para testimoniar, profetizar y comunicar la Buena Nueva. Jesús vivió en intimidad con el Padre y compartió esta experiencia, por eso es testigo fiel de Dios; todos sus gestos y palabras fueron la expresión histórica del Padre, en su conducta manifestó una experiencia de Dios inaudita y singular. • El profetismo y el testimonio del discípulo misionero se insertan en el proyecto de Jesucristo, que es instaurar el Reino de su Padre17, Reino de Vida; su propuesta es la oferta de una vida plena (Cfr. DA 361, 386). El objetivo de la Nueva Etapa Evangelizadora y la meta última del profetismo y el testimonio del discípulo misionero ha de ser este Reino, que incluye procurar la vida y promover la dignificación del hombre y la mujer de nuestro tiempo. El anuncio de vida será eficaz si se hace con las actitudes del Maestro; con la gracia del Espíritu Santo podremos dar testimonio de proximidad que entraña cercanía afectuosa, escucha, humildad, solidaridad, compasión, diálogo, reconciliación, compromiso con la justicia social y capacidad de compartir como lo hizo Jesús (cfr. DA 363). • El profetismo y el testimonio del discípulo misionero brotan de la experiencia que ha hecho de Jesús y del reconocimiento de que es Él quien lo envía. La tarea de la evangelización y la urgencia de la profecía y el testimonio brotan del mandato de Jesús (Mc 16,15). La nueva etapa evangelizadora a la cual hoy es llamada la Iglesia no nace de una voluntad de proselitismo o un deseo de autoafirmación 17 Por eso pide a sus discípulos: “Id proclamando que el Reino de los Cielos está cerca” (Mt 10,7). 86 sino del mandato de Jesús18. Es necesario crecer en la conciencia de que somos enviados (cfr. EG 19) y no perder de vista que “De los que viven en Cristo se espera un testimonio muy creíble de santidad y compromiso…”. (DA 352). b. Profetismo y testimonio desde un renovado concepto y experiencia de Iglesia El segundo elemento fundamental de toda acción evangelizadora, y del profetismo y del testimonio del discípulo misionero en ella, es la Iglesia. Es frecuente escuchar que el Concilio Vaticano II fue la ocasión para que la Iglesia respondiera a la pregunta: “Iglesia, ¿qué dices de ti misma?” Sin negar la validez de esta pregunta, conviene recuperar una perspectiva de lectura más profunda y significativa, de contenido teologal y cristo-céntrico. ¿Es de interés que nuestra Iglesia hable de sí misma para el hombre actual?, ¿por qué hacer una reflexión introspectiva? Gérard Philips, el principal redactor de la Lumen Gentium, expresó que si la Iglesia decide hablar de sí misma es para hablar de su origen y de su finalidad; de tal manera que sólo tiene sentido que hable de sí si habla de su origen en la Trinidad y de su finalidad, en respuesta al llamado misionero de Jesucristo que quiere la salvación de los hombres en el horizonte absoluto del Reino de Dios.19 La Iglesia será un traslúcido signo de salvación si puede reflejar los rasgos de Cristo y, por Él, con Él y en Él, aportar el don del Evangelio para que nuestros pueblos, en Él, tengan Vida. El auténtico profetismo y testimonio del discípulo misionero de Cristo se ha de realizar desde el concepto y la experiencia de Iglesia que nos ha marcado el Vaticano II que, superando el modelo histórico de cristiandad, enfatizó un modelo Pueblo de Dios y comunión. Desde este segundo elemento fundamental destaquemos algunos aspectos, dos de los cuales serán retomados con un poco de más amplitud en la tercera parte de este trabajo: • Profetismo y testimonio desde la Iglesia Misterio radicado en la Trinidad, superando la visión de la Iglesia como sociedad perfecta. • Profetismo y testimonio desde una Iglesia Cristo-céntrica impulsada por el Espíritu, superando una Iglesia cristomonista. • Profetismo y testimonio desde una Iglesia sinodal, superando la visión de una Iglesia centralizada y centralizadora20. 18 “… Como el Padre me envió, así los envio a ustedes” (Jn 20, 21) 19 Cf. G. Philips, La Iglesia y su misterio en el Concilio Vaticano II, I, Herder, Barcelona, 1996, 14-15. 20 El Papa Francisco nos ha dado un ejemplo muy reciente generando un proceso sinodal en torno a la situación, los desafíos, la vocación y la misión de la familia en la Iglesia y en el mundo. Sus palabras en la inauguración y en la clausura de la asamblea del III Sínodo extraordinario en 2014 invitan a toda la Iglesia a crecer en “la dinámica de la sinodalidad” y, de paso, confirman el caminar sinodal de nuestra Iglesia regional. Al concluir aquella asamblea el Santo Padre expresó que podía decir con serenidad que, “con un espíritu de colegialidad y sinodalidad, hemos vivido de verdad una experiencia de ‘Sínodo’, un itinerario 87 • Profetismo y Testimonio desde una Iglesia Pueblo de Dios con diferentes carismas y ministerios, en la que el ministerio ordenado está al servicio de la comunidad y no al contrario, donde la Koinonía (comunidad) antecede a la diakonía (ministerios), superando la concepción de una Iglesia identificada con la jerarquía21. • Profetismo y testimonio desde una Iglesia misionera, orientada al Reino, superando la visión de una Iglesia centrada en sí misma, auto-referencial22. En este sentido, se debe reconocer que los misioneros fidei donum dan testimonio del espíritu misionero de sus iglesias locales (cfr. DA 378). • Profetismo y testimonio desde una Iglesia de diálogo y de misericordia, “donde todos podemos sentirnos acogidos amados, perdonados y alentados a vivir según la vida buena del Evangelio” (EG 114), superando la visión de una iglesia que dictaba anatemas. • Profetismo y testimonio desde una iglesia de perspectiva pastoral superando una visión de Iglesia de insistencia jurídica y doctrinal. • Profetismo y testimonio desde una Iglesia en diálogo con el mundo y en salida, superando la concepción y experiencia de una Iglesia con reservas ante el mundo23. • Profetismo y testimonio desde una Iglesia sacramento de salvación, en diálogo con los Estados, con otras Iglesias, con otras religiones y con toda la humanidad (Cfr. EG 238-258), superando la visión de una Iglesia única salvadora24. • Profetismo y testimonio desde una Iglesia pobre y para los pobres, samaritana y profética, superando la visón de una Iglesia aséptica. 21 22 23 24 solidario, un ‘camino juntos’ (cfr. Francisco, “Movimiento de espíritus. Discurso en la Conclusión de la tercera asamblea extraordinaria del Sínodo de los obispos dedicada a la familia”, L’Osservatore romano, 24/11/2014, 3. “Más que una institución orgánica y jerárquica, la Iglesia es ante todo un pueblo que peregrina hacia Dios” (cfr. EG 111). “El eclesiocentrismo se previene y se cura con el remedio de centrarse en la misión: “poniendo a la Iglesia en movimiento de salida de sí, de misión centrada en Jesucristo, de entrega a los pobres” (EG 97). “el mundo ha de saber que la Iglesia lo mira con gran amor, siente por él una admiración sincera y lo busca con buenas intenciones, no para dominarlo, sino para estar a su servicio; no para despreciarlo, sino para ennoblecerlo, no para condenarlo, sino para llevarle el consuelo y la salvación” (Pablo VI, Discurso pronunciado el 29 de septiembre de 1963. Tomado de Concilio Vaticano II, Constituciones, decretos, declaraciones, BAC, Madrid, 2004, 1119) En el diálogo ecuménico se realiza el testimonio concreto de fraternidad (cfr. DA 228), la división entre cristianos es un grave anti-testimonio (cfr. EG 246). Explicitar y promover la salvación de Cristo más allá de la comunidad eclesial nos abre la posibilidad de ser testigos hasta el extremo de la tierra (cfr. DA 236-237), con una presencia hecha de empeño y discernimiento el diálogo interreligioso abre caminos inéditos de testimonio cristiano (cfr, DA 239; EG 245). 88 • Profetismo y testimonio desde una Iglesia que mira con gratitud el pasado, vive con pasión el presente y se abre con esperanza al futuro, superando una visión de Iglesia a-histórica25. c. Profetismo y testimonio en favor de los hombres y mujeres de nuestro tiempo Los interlocutores de la acción evangelizadora, y del profetismo y del testimonio en ella, son las personas concretas que viven diversos momentos y distintos procesos en su devenir histórico. Me permito destacar cuatro aspectos. • La Nueva Etapa Evangelizadora, y el profetismo y el testimonio del discípulo misionero en ella, han de asumir la riqueza y complejidad del ser humano en su integralidad. Hay quien expresa la rica y compleja realidad del ser humano reconociéndole tres dimensiones binarias: dimensión corporal y espiritual; dimensión personal y social, dimensión inmanente y trascendente; otros optan por considerar al hombre desde sus dinamismos fundamentales y señalan su creatividad, su criticidad, su libertad, su afectividad, su solidaridad y su apertura a lo ilimitado; algunos más consideran al ser humano desde las relaciones que establece: su relación consigo mismo y su proceso de interiorización; su relación con los demás y su proceso de socialización; su relación con la naturaleza y su proceso de desarrollo; su relación con Dios y su proceso de trascendencia. • La Nueva Etapa Evangelizadora, y el profetismo y el testimonio del discípulo misionero en ella, han de reconocer y asumir las circunstancias concretas que distinguen la época en la que sus interlocutores se mueven. Los profetas no son anacoretas que viven aislados en el desierto, sino gente metida en la problemática de su pueblo y cercana a todos, especialmente a los que sufren. Una gran tarea será procurar un mejor conocimiento de la realidad y de los desafíos que ésta nos plantea; es necesario superar la superficialidad con la que se considera y procurar mayor precisión en sus análisis, estar más atentos a los signos de los tiempos y, de esta manera, superar visiones y prácticas ingenuas o alienantes. Sin una mirada atenta, inteligente y crítica no podremos discernir los signos que encontramos en el ambiente y los desafíos culturales que se presentan (cfr. EG 176-258). 25 Nuestra Iglesia reconoce el testimonio de María (cfr. DA 262), el sello de los apóstoles y de los santos (cfr. DA 273). Nuestras comunidades reconocen el testimonio valiente de quienes aún sin haber sido canonizados, han vivido con radicalidad el evangelio, reconocen “el testimonio cristiano de tantos hombres y mujeres que esparcieron en nuestra geografía las semillas del Evangelio, viviendo valientemente su fe, incluso derramando su sangre como mártires. Su ejemplo de vida y santidad constituye un regalo precioso para el camino creyente de los latinoamericanos y, a la vez, un estímulo para imitar sus virtudes en las nuevas expresiones culturales de la historia” (DA 275, cfr. 140), nos alienta el testimonio de tantos misioneros y mártires de ayer y hoy (cfr. 262, 273). La novedad de la misión no nos desarraiga, no olvida la historia viva que nos acoge y nos lanza hacia adelante sin dejar de reconocer el testimonio de tantas personas, algunas de ellas muchas veces sencillas y cercanas (cfr. EG 13). 89 • La Nueva Etapa Evangelizadora, y el profetismo y el testimonio del discípulo misionero en ella, han de favorecer la inculturación del Evangelio (Cfr. EG 6877, 115 y 117). La categoría Iglesia-Pueblo de Dios impulsó la conciencia de que caminamos en el tiempo y en el espacio, como parte de toda la humanidad, por ello se deben tomar en cuenta los nuevos areópagos e introducir la novedad de Cristo en las nuevas realidades de los hombres y las culturas; cada porción del pueblo de Dios, al traducir en su vida el don de Dios según su genio propio da testimonio de la fe recibida y la enriquece con nuevas expresiones que son elocuentes (cfr. EG 122); Los proyectos pastorales han de promover el testimonio de los valores evangélicos en la sociedad y en la cultura (cfr. DA 371). En este aspecto conviene destacar el lugar que ocupan los centros educativos26. • La Nueva Etapa Evangelizadora, y el profetismo y el testimonio del discípulo misionero en ella, han de mantener el diálogo con el mundo27. La sociedad tiene necesidad de testigos en todos los campos: artistas, científicos, trabajadores, especialistas, profesores, padres y madres etc. (cfr. DA 496). Somos testigos y misioneros en todos los ámbitos y ambientes de la vida social, en los variados areópagos de la vida pública de las naciones, asumiendo ad gentes nuestra solicitud por la misión universal de la Iglesia, necesitamos salir al encuentro de todos y dar testimonio de aquel que ha llenado de sentido nuestra vida (cfr. DA 548). El énfasis en la experiencia personal y lo vivencial nos lleva a considerar el testimonio como un componente clave en la vivencia de la fe, en el lenguaje testimonial podemos encontrar un punto de contacto con las personas que componen la sociedad y de ellas entre sí (cfr. DA 55). 26 La Escuela católica está llamada a una profunda renovación. “Debemos rescatar la identidad católica de nuestros centros educativos por medio de un impulso misionero valiente y audaz, de modo que llegue a ser una opción profética plasmada en una pastoral de la educación participativa” (DA 337); es justo reconocer el testimonio de fe y de coherencia que se hace presente en las escuelas públicas (cfr. DA 483); no hay que perder de vista que la universidad católica ofrece un testimonio de orden institucional de Cristo y que su mensaje es muy necesario e importante para las culturas impregnadas por el secularismo (cfr. DA 341), tendrán que “desarrollar con fidelidad su especificidad cristiana, ya que poseen responsabilidades evangélicas que instituciones de otro tipo no están obligadas a realizar. Entre ellas se encuentra, sobre todo, el diálogo fe y razón, fe y cultura, y la formación de profesores, alumnos y personal administrativo a través de la Doctrina Social y Moral de la Iglesia, para que sean capaces de compromiso solidario con la dignidad humana y solidario con la comunidad, y de mostrar proféticamente la novedad que representa el cristianismo en la vida de las sociedades latinoamericanas y caribeñas” (DA 342). 27 “… prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades. No quiero una Iglesia preocupada por ser el centro y que termine clausurada en una maraña de obsesiones y procedimientos… Más que el temor a equivocarnos, espero que nos mueva el temor a encerrarnos en las estructuras que nos dan una falsa contención, en las normas que nos vuelven jueces implacables, en las costumbres donde nos sentimos tranquilos…” (EG 49). 90 Tercera parte 3. Desde las notas eclesiales de la comunión y de la caridad En el desarrollo de la reflexión sobre los signos de la salvación que la Iglesia manifiesta se destacan particularmente dos: la vida de unidad y la vida de caridad de los discípulos y misioneros. 3.1 El profetismo y el testimonio desde la comunión Hoy más que nunca el testimonio de comunión eclesial es una urgencia pastoral, sea al nivel de las personas, sea al nivel de las comunidades (cfr. DA 374). “En el corazón mismo del Evangelio está la vida comunitaria y el compromiso con los otros” (EG 177). Dada la importancia de asumir la Iglesia como misterio radicado en la Trinidad (LG 2-4) es conveniente subrayar algunas formas de corresponsabilidad que se exigen en distintos ámbitos eclesiales si queremos madurar en la fe para ser luz del mundo y testigos de Jesucristo (cfr. DA 16) ya que el testimonio del amor fraterno será el primero y el principal anuncio (cfr. DA 138)28. a) Corresponsabilidad para superar el individualismo de la fe. La nueva época que vivimos, con su tendencia al individualismo y la concentración en las grandes y medianas ciudades que nos hace anónimos, nos desafía. El individualismo posmoderno y globalizado favorece un estilo de vida que debilita el desarrollo y la estabilidad de los vínculos entre las personas y desnaturaliza los vínculos familiares. La Nueva Etapa Evangelizadora, y el profetismo y el testimonio del discípulo misionero en ella, debe mostrar que la relación con nuestro Padre exige y alienta una comunión que sane, promueva y afiance los vínculos interpersonales (Cfr. EG 67). Quien ha caído en la mundanidad mira de arriba y de lejos, rechaza la profecía de los hermanos, descalifica a quien lo cuestiona, destaca los errores ajenos y se obsesiona por la apariencia (cfr. EG 97). Hay que impulsar la experiencia de fe en pequeñas comunidades, donde se vivan procesos discipulares y misioneros, y desde donde se desarrolle el sentido de pertenencia y de identidad cristiana católica. En esta Nueva Etapa evangelizadora es necesario abrir formas de testimonio común (cfr. DA 233). 28 La corresponsabilidad es una exigencia en todos los niveles de la vida eclesial, una más completa sistematización se puede encontrar en la corresponsabilidad en la Iglesia de hoy, DDB, Bilbao, 1968, del Cardenal SUENENS. 91 Repasemos algunos elementos que menciona Evangelii Gaudium: “…los discípulos del Señor son llamados a vivir como comunidad que sea sal de la tierra y luz del mundo” (cf. Mt 5,13-16). Son llamados a dar testimonio de una pertenencia evangelizadora de manera siempre nueva. ¡No nos dejemos robar la comunidad!” (Cfr. EG 92). “El misterio mismo de la Trinidad nos recuerda que fuimos hechos a imagen de esa comunión divina, por lo cual no podemos realizarnos ni salvarnos solos” (Cfr. EG 178). “Esta salvación, que realiza Dios y anuncia gozosamente la Iglesia, es para todos, y Dios ha gestado un camino para unirse a cada uno de los seres humanos de todos los tiempos. Ha elegido convocarlos como pueblo y no como seres aislados. Nadie se salva solo, esto es, ni como individuo aislado ni por sus propias fuerzas” (Cfr. EG 113). “A los cristianos de todas las comunidades del mundo, quiero pediros especialmente un testimonio de comunión fraterna que se vuelva atractivo y resplandeciente” (Cfr. EG 99). “Encerrarse en sí mismo es probar el amargo veneno de la inmanencia, y la humanidad saldrá perdiendo con cada opción egoísta que hagamos” (Cfr. EG 87). “… el Evangelio nos invita siempre a correr el riesgo del encuentro con el rostro del otro, con su presencia física que interpela, con su dolor y sus reclamos, con su alegría que contagia en un constante cuerpo a cuerpo” (Cfr. EG 88). “Si [los hombre de nuestro tiempo] no encuentran en la Iglesia una espiritualidad que los sane, los libere, los llene de vida y de paz al mismo tiempo que los convoque a la comunión solidaria y a la fecundidad misionera, terminarán engañados por propuestas que no humanizan ni dan gloria a Dios” (Cfr. EG 89). b) Corresponsabilidad en el reconocimiento de la común dignidad de los discípulos misioneros. Es aún tarea pendiente que este principio guíe e impulse la participación de todos en la vida de la diócesis y de las parroquias. Es necesario avanzar en el reconocimiento de nuestra común dignidad y enriquecernos mutuamente mediante el diálogo. En la Trinidad, las personas divinas se constituyen no dominando sino relacionándose y afirmándose mutuamente, distintas y en comunión, esa pluralidad y esa unión en la diversidad deben tomar cuerpo en la edificación de la Iglesia. “En virtud del Bautismo recibido [nos recuerda Evangelii Gaudium], cada miembro del Pueblo de Dios se ha convertido en discípulo misionero (cf. Mt 28,19). Cada uno de los bautizados, cualquiera que sea su función en la Iglesia y el grado de ilustración de su fe, es un agente evangelizador, y sería inadecuado pensar en un esquema de evangelización llevado adelante por actores calificados donde el resto del pueblo fiel sea sólo receptivo de sus acciones. La nueva evangelización debe implicar un nuevo protagonismo de cada uno de los bautizados” (Cfr. EG 120). “No hay que olvidar que cuando hablamos de la potestad sacerdotal «nos encontramos en el ámbito de la función, no de la dignidad ni de la santidad». El sacerdocio ministerial es uno de los medios que Jesús utiliza al servicio de su pueblo, pero la gran dignidad viene del Bautismo, que es accesible a todos... En la Iglesia las funciones «no dan lugar a la superioridad de los unos sobre los otros” (Cfr. EG 104). “La Iglesia aparece como el pueblo unido por la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo” (LG 4). 92 c) Comunión y participación en la acción pastoral diocesana y parroquial y entre los agentes de pastoral. La intimidad de la Iglesia con Jesús es una intimidad itinerante, y la comunión «esencialmente se configura como comunión misionera» (Cfr. EG 23). Se ha favorecido la pastoral orgánica o de conjunto, sin embargo no acaba de consolidarse en la práctica. ¿A quién vamos a evangelizar, ante quién vamos a ser profetas y testigos con comportamientos de odio, divisiones, calumnias, difamaciones, venganzas, celos, deseo de imponer las propias ideas a costa de cualquier cosa y hasta persecuciones? (cfr. EG 100). Entrar en una nueva etapa evangelizadora y hacer presente el profetismo y el testimonio exige la comunión entre los agentes de pastoral. Esta tarea no se logrará sin una auténtica espiritualidad de comunión que tenga como trasfondo la unidad y la diversidad trinitaria para respetar lo que tenemos, dialogar sobre las diferencias y superar las competencias y rivalidades. d) Corresponsabilidad en la toma de decisiones. La corresponsabilidad en la toma de decisiones sigue siendo más moral y afectiva que efectiva. No es extraño constatar que las decisiones, sean parroquiales o diocesanas, se restrinjan a las personas de los párrocos, de la curia diocesana o de los obispos. Sin perder de vista que la Iglesia no es una comunidad democrática, es necesario avanzar en la corresponsabilidad en la toma de decisiones. e) Presencia y actuación de los laicos dentro y fuera de la Iglesia. La participación de los laicos se hace notar sobre todo en ámbitos intra-eclesiales donde se ha desarrollado una rica y variada ministerialidad; sin embargo, no hay que perder de vista que la ministerialidad instituida no se amplía y reconocer que será de gran ayuda procurar el reconocimiento diocesano oficial de nuevos ministerios, sin clericalizarlos. Por otro lado, urge impulsar la participación de los laicos en el mundo, como fermento y como testimonio; la Iglesia adquirirá un nuevo rostro por la mayor corresponsabilidad de los laicos. Por eso, al tratar sobre los laicos y laicas en el mundo se nos recuerda que, al participar en el profetismo de Cristo, los laicos “son hombres de la Iglesia en el corazón del mundo y hombres del mundo en el corazón de la Iglesia” (DA 209). No podemos ignorar que se han multiplicado los movimientos laicales y las asociaciones de laicos; en ellos muchas personas han encontrado nueva vitalidad; sin embargo, la relación de los movimientos con la diócesis y con las parroquias no siempre ha sido ni serena ni armoniosa, es necesario avanzar en proyectos que brinden espacios a la variedad de carismas29. 29 SERRANO Félix, “Vaticano II. Herencia y Desafíos”, En Vaticano II – 50 años, ITEPAL-CELAM, Medellín 152 (2012), pp. 472 -477. 93 También sobre este aspecto abunda la Evangelii Gaudium: “Los laicos son simplemente la inmensa mayoría del Pueblo de Dios. A su servicio está la minoría de los ministros ordenados. Ha crecido la conciencia de la identidad y la misión del laico en la Iglesia. Se cuenta con un numeroso laicado, aunque no suficiente, con arraigado sentido de comunidad y una gran fidelidad en el compromiso de la caridad, la catequesis, la celebración de la fe. Pero la toma de conciencia de esta responsabilidad laical que nace del Bautismo y de la Confirmación no se manifiesta de la misma manera en todas partes. En algunos casos porque no se formaron para asumir responsabilidades importantes, en otros por no encontrar espacio en sus Iglesias particulares para poder expresarse y actuar, a raíz de un excesivo clericalismo que los mantiene al margen de las decisiones. La formación de laicos y la evangelización de los grupos profesionales e intelectuales constituyen un desafío pastoral importante” (Cfr. EG 102). “Todavía es necesario ampliar los espacios para una presencia femenina más incisiva en la Iglesia” (Cfr. EG 103). “La proliferación y crecimiento de asociaciones y movimientos predominantemente juveniles pueden interpretarse como una acción del Espíritu que abre caminos nuevos acordes a sus expectativas y búsquedas de espiritualidad profunda y de un sentido de pertenencia más concreto. Se hace necesario, sin embargo, ahondar en la participación de éstos en la pastoral de conjunto de la Iglesia” (Cfr. EG 105). “El Espíritu Santo también enriquece a toda la Iglesia evangelizadora con distintos carismas. Son dones para renovar y edificar la Iglesia.. Un signo claro de la autenticidad de un carisma es su eclesialidad, su capacidad para integrarse armónicamente en la vida del santo Pueblo fiel de Dios para el bien de todos” (Cfr. EG 130). La Nueva Etapa Evangelizadora, y el profetismo y el testimonio del discípulo misionero en ella, se desarrollarán si logramos favorecer la corresponsabilidad. Desde luego que no hay que perder de vista que del hecho de que en la Iglesia todos somos iguales en dignidad y responsabilidad por el bautismo no se deriva que todos seamos responsables de la misma manera, con el mismo título y en los mismos campos; la corresponsabilidad es orgánica y diferenciada porque se ejerce en un organismo vivo que es la Iglesia. Dada la importancia de la corresponsabilidad hemos de avanzar en los procesos de conversión personal y pastoral en este aspecto: • Del culto al “yo” a la devoción por la fraternidad y la solidaridad. • Del miedo al compromiso, a la ascética de aceptarlo y mantenerlo fielmente. • De la incomunicación al diálogo abierto, donde se hable con parresía y se escuche con humildad. • De la obsesión por la eficacia (hacer cosas) a la preocupación por la pedagogía (educar personas). • Del egoísmo de conservar lo que es mío a la generosidad de compartirlo todo. 94 • De la envidia, el recelo y la confrontación beligerante, a la aproximación, la estima y la confianza hacia los hermanos. • De la amargura de la crítica sistemática a la corrección fraterna, ponderada y amable. • Del protagonismo personal al servicio callado y desapercibido • De la prisa por el éxito a la paciencia del sembrador. • Del juego al sistema de ganancia y acaparamiento a la gratuidad en el servicio. “… se volverá imperioso asegurar cálidos espacios de oración comunitaria que alimenten el fuego de un ardor incontenible y hagan posible un atractivo testimonio de unidad “para que el mundo crea (Jn 17,21)” (DA 362). 3.2 El Profetismo y el testimonio desde la caridad El profetismo y el testimonio reciben determinaciones que precisan su objeto y orientación, entre ellas se destacan la caridad, la humildad, el servicio y la pobreza. a) Mirar con gratitud el pasado Al analizar la situación de nuestra Iglesia en la hora histórica que nos corresponde, los obispos reunidos en Aparecida hacen memoria del testimonio desde la caridad que se ha manifestado y que ha hecho posible que la Iglesia sea reconocida como una institución de confianza y credibilidad (cfr. DA 98)30. “Alabamos a Dios por los hombres y mujeres de América Latina y El Caribe que, movidos por su fe, han trabajado incansablemente en defensa de la dignidad de la persona humana, especialmente de los pobres y marginados. En su testimonio, llevado hasta la entrega total, resplandece la dignidad del ser humano” (DA 105). En Evangelii Gaudium, el Papa recuerda a todos que “la Iglesia hizo una opción por los pobres entendida como una «forma especial de primacía en el ejercicio de la caridad cristiana, de la cual da testimonio toda la tradición de la Iglesia»” (EG 198). 30 “La Iglesia Católica en América Latina y El Caribe, a pesar de las deficiencias y ambigüedades de algunos de sus miembros, ha dado testimonio de Cristo, anunciado su Evangelio y brindado su servicio de caridad particularmente a los más pobres, en el esfuerzo por promover su dignidad, y también en el empeño de promoción humana en los campos de la salud, economía solidaria, educación, trabajo, acceso a la tierra, cultura, vivienda y asistencia, entre otros. Con su voz, unida a la de otras instituciones nacionales y mundiales, ha ayudado a dar orientaciones prudentes y a promover la justicia, los derechos humanos y la reconciliación de los pueblos. Esto ha permitido que la Iglesia sea reconocida socialmente en muchas ocasiones como una instancia de confianza y credibilidad. Su empeño a favor de los más pobres y su lucha por la dignidad de cada ser humano han ocasionado, en muchos casos, la persecución y aún la muerte de algunos de sus miembros, a los que consideramos testigos de la fe” (DA 98). 95 b) Vivir con pasión el presente Aún antes de hacer una mirada discipular y misionera sobre la realidad (Capítulo 2), sin negar que la Iglesia está al servicio de todos los seres humanos, Aparecida destaca que Jesús está presente en los más necesitados: “En el rostro de Jesucristo, muerto y resucitado, maltratado por nuestros pecados y glorificado por el Padre, en ese rostro doliente y glorioso, podemos ver, con la mirada de la fe el rostro humillado de tantos hombres y mujeres de nuestros pueblos y al mismo tiempo su vocación a la libertad de los hijos de Dios, a la plena realización de su dignidad personal y a la fraternidad entre todos” (DA 31) y más adelante vuelve a insistir para señalar que en su servicio se juega la fidelidad de la Iglesia a Jesucristo: “También lo encontramos de un modo especial en los pobres, afligidos y enfermos (cf. Mt 25, 37-40), que reclaman nuestro compromiso y nos dan testimonio de fe, paciencia en el sufrimiento y constante lucha para seguir viviendo. ¡Cuántas veces los pobres y los que sufren realmente nos evangelizan! En el reconocimiento de esta presencia y cercanía, y en la defensa de los derechos de los excluidos se juega la fidelidad de la Iglesia a Jesucristo” (DA 257). Con relación a la opción por los pobres, presente desde la preparación del Concilio Vaticano II pero no suficientemente desarrollado en sus documentos y menos aún recibido en el postconcilio, conviene un repaso por algunos de los énfasis que hace Evangelii Gaudium: • “Si la Iglesia entera asume este dinamismo misionero, debe llegar a todos, sin excepciones. Pero, ¿a quienes debe privilegiar?... no deben quedar dudas ni caben explicaciones que debiliten este mensaje tan claro. Hoy y siempre, los pobres son los destinatarios privilegiados del Evangelio” (Cfr. EG 48). • “Cada cristiano y cada comunidad están llamados a ser instrumentos de Dios para la liberación y promoción de los pobres… no se trata de una misión reservada a algunos” (EG 187-188). • “A veces se trata de escuchar el clamor de pueblos enteros, de los pueblos más pobres de la tierra” (EG 190). • “Es un mensaje tan claro, tan directo, tan simple y elocuente que ninguna hermenéutica eclesial tiene el derecho de relativizarlo… ¿Para qué complicar lo que es tan simple?... ¿para qué oscurecer lo que es tan claro?” (EG 194). • “La belleza misma del Evangelio no siempre puede ser adecuadamente manifestada por nosotros, pero hay un signo que no debe faltar jamás: la opción por los últimos, por aquellos que la sociedad descarta y desecha” (EG 195). • “Para la Iglesia, la opción por los pobres es una categoría teológica antes que cultural, sociológica, política o filosófica” (EG 198). • “Por eso [dice el Papa] quiero una Iglesia pobre para los pobres… Sin la opción preferencial por los más pobres, el anuncio del Evangelio corre el riesgo de ser 96 incomprendido o de ahogarse en el mar de las palabras” (Cfr. EG 198-199). • “La necesidad de resolver las causas estructurales de la pobreza no puede esperar” (Cfr. EG 200). • Es indispensable prestar atención para estar cerca de las nuevas formas de pobreza y fragilidad… los sin techo, los toxico-dependientes, los refugiados, los pueblos indígenas, los ancianos… los que son objeto de las diversas formas de trata de personas en el taller clandestino, en la red de prostitución, en los niños para mendicidad, en aquel que tiene que trabajar a escondidas… las mujeres que sufren exclusión, maltrato y violencia, los niños por nacer… el conjunto de la creación” (210-215). c) Abrirnos con esperanza al futuro “El imperativo de escuchar el clamor de los pobres se hace carne en nosotros cuando se nos estremecen las entrañas ante el dolor ajeno… «Tened ardiente caridad unos por otros, porque la caridad cubrirá la multitud de los pecados» (1 Pe 4,8). Esta verdad penetró profundamente la mentalidad de los Padres de la Iglesia y ejerció una resistencia profética contracultural ante el individualismo hedonista pagano” (cfr. EG 193). Retomando la luz de la Sagrada Escritura y la enseñanza de los Padres, Evangelii Gaudium vuelve a centrar todo en la caridad y hace un llamado a enfrentar proféticamente la situación de nuestro tiempo “…La dignidad de la persona humana y el bien común están por encima de la tranquilidad de algunos que no quieren renunciar a sus privilegios. Cuando estos valores se ven afectados, es necesaria una voz profética” (cfr. EG 218). Similar enseñanza y compromiso se puede encontrar en Aparecida “Es oportuno recordar que el amor se muestra en las obras más que en las palabras, y esto vale también para nuestras palabras en esta V Conferencia. No todo el que diga Señor, Señor… (cf. Mt 7,21). Los discípulos misioneros de Jesucristo tenemos la tarea prioritaria de dar testimonio del amor a Dios y al prójimo con obras concretas. Decía San Alberto Hurtado: “En nuestras obras, nuestro pueblo sabe que comprendemos su dolor” (DA 386). El llamado al profetismo y al testimonio desde la caridad abarca los diversos campos que tanto Aparecida como Evangelii Gaudium reconocen; sin embargo, dada la relevancia de algunos temas particulares, nuestros documentos explícitamente se pronuncian sobre ellos: Sobre el fenómeno de la migración: “Las Conferencias Episcopales y las Diócesis deben asumir proféticamente esta pastoral específica con la dinámica de unir criterios y acciones que ayuden a una permanente atención también a los migrantes, que deben llegar a ser también discípulos y misioneros” (DA 412). “Entre las tareas de la Iglesia a favor de los migrantes, está indudablemente la denuncia profética de los atropellos que sufren frecuentemente, como también el esfuerzo por incidir, junto a los organismos de la sociedad 97 civil, en los gobiernos de los países, para lograr una política migratoria que tenga en cuenta los derechos de las personas en movilidad” (DA 414). Sobre las cuestiones ecológicas: “como profetas de la vida, queremos insistir que en las intervenciones sobre los recursos naturales no predominen los intereses de grupos económicos que arrasan irracionalmente las fuentes de vida, en perjuicio de naciones enteras y de la misma humanidad” (DA 471, cfr. 87). Sobre los hermanos mayores de nuestras comunidades: “Muchos de nuestros mayores han gastado su vida por el bien de su familia y de la comunidad, desde su lugar y vocación. Muchos son verdaderos discípulos misioneros de Jesús por su testimonio y sus obras. Merecen ser reconocidos como hijos e hijas de Dios, llamados a compartir la plenitud del amor, y a ser queridos, en particular, por la cruz de sus dolencias, la capacidad disminuida o la soledad” (DA 449). Al desarrollar el tema de la presencia de Jesús, nuestros obispos latinoamericanos declaran que Jesucristo “Está en los que dan testimonio de lucha por la justicia, por la paz y por el bien común, algunas veces llegando a entregar la propia vida, en todos los acontecimientos de la vida de nuestros pueblos, que nos invitan a buscar un mundo más justo y más fraterno, en toda realidad humana, cuyos límites a veces nos duelen y agobian” (DA 256). En esta línea Evangelii Gaudium deja clara una nota no menor: “El discípulo sabe dar la vida entera y jugarla hasta el martirio como testimonio de Jesucristo, pero su sueño no es llenarse de enemigos, sino que la Palabra sea acogida y manifieste su potencia liberadora y renovadora” (EG 24). Cuarta parte 4. Desde las diversas vocaciones específicas Lo que hemos dicho del discípulo misionero, profeta y testigo de Cristo, se aplica a cada grupo de cristianos, pero toma matices propios para cada uno de acuerdo a las diversas vocaciones específicas. En 1965, cuando regresaba de haber participado en el Concilio Vaticano II, Dom Helder Cámara respondía a una entrevista y declaraba que eran necesarias una excelentísima, una reverendísima, una religiosísima y una muy fiel reforma para asumir las conclusiones conciliares. En el lenguaje actual, podemos decir que es necesario que cada discípulo misionero, desde su propia vocación específica, asuma el llamado a una conversión personal y pastoral que lo haga auténtico profeta y testigo. 98 4.1 Una excelentísima reforma En fidelidad a la enseñanza de la Iglesia, los obispos en Aparecida declaran sintéticamente que han de ser testigos cercanos y gozosos de Jesucristo, Buen Pastor, servidores de Cristo y de la Iglesia “mediante el discernimiento de la voluntad del Padre, para reflejar al Señor en su modo de pensar, de sentir, de hablar y de comportarse en medio de los hombres” (cfr. DA 187), y agregaban: “No podemos olvidar que el obispo es principio y constructor de la unidad de su Iglesia particular y santificador de su pueblo, testigo de esperanza y padre de los fieles, especialmente de los pobres” (DA 189). Sobre la excelentísima reforma que los señores obispos tenían que procurar, Mons. Helder Cámara destacaba cinco aspectos: simplificar su traje y su estilo de vida; dar ejemplo de vivir en un ambiente de pobreza y de servicio; dar a los presbíteros el buen ejemplo de la encarnación; procurar la reforma de la Curia diocesana e impulsar un auténtico presbiterio. En cuanto a la simplificación del traje y del estilo de vida, Dom Helder señalaba que se podría decir que estos son meros signos, pero “nosotros pertenecemos a una Iglesia en la que los signos son de gran importancia. Basta ya de obispos príncipes que permanecen alejados de las personas, incluso de su clero”. Con relación al ejemplo de vivir en un ambiente de pobreza y de servicio, Dom Helder agregaba: “basta de una Iglesia que pretenda ser servida, que exija siempre ser la primera, que no tenga humildad y realismo”. Sobre el buen ejemplo de la encarnación, Dom Helder se preguntaba: ¿cuándo será que nuestras cartas pastorales tengan el coraje de ser simples y comprensibles para nuestros pueblos? Sobre la reforma de la Curia, señalaba: “es muy fácil querer la reforma de la Curia Romana, pero es necesario que demos el ejemplo de hacer a nivel diocesano el cambio que desearíamos para la Curia Vaticana”. Con relación a favorecer un presbiterio auténtico, Dom Helder agregaba: “los obispos estamos muy satisfechos con la promulgación de la colegialidad episcopal, tengamos el valor para crear a nuestro presbiterio en este espíritu”. 4.2 Una reverendísima reforma En Aparecida, los obispos hacen esta declaración: “A los sacerdotes les alentamos a dar testimonio de vida feliz, alegría, entusiasmo y santidad en el servicio del Señor” (DA 315). Al abordar la reverendísima reforma que tendría que procurar el presbítero, Dom Helder señalaba que el mundo, sea creyente o no, gustaría de un sacerdote que sea auténtico, nada de virtudes sobrenaturales que no se basen en virtudes naturales; que sea veraz, leal y recto; que aprecie y valore a la mujer; que para amar el cielo no se sienta obligado a odiar la tierra; que en el amor a los hombres descubra la manera más válida de amar a Dios. El mundo no escucha a sacerdotes moralizantes, él gusta de aprender del ejemplo; el mundo no desea sacerdotes que preocupados por ser modernos sean aparentes, frívolos y equívocos. El mundo tiene necesidad de sacerdotes que lleguen a ser santos, pero de una santidad tanto más verdadera cuanto más amables, más abiertos, más sencillos. El mundo desea sacerdotes que nos presenten a Dios como Él es: generoso, grande y bueno. 99 4.3 Una religiosísima reforma Cuando los obispos en Aparecida abordan el tema de la vida consagrada, declaran que: “En un continente, en el cual se manifiestan serias tendencias de secularización, también en la vida consagrada, los religiosos están llamados a dar testimonio de la absoluta primacía de Dios y de su Reino. La vida consagrada se convierte en testigo del Dios de la vida en una realidad que relativiza su valor (obediencia), es testigo de libertad frente al mercado y a las riquezas que valoran a las personas por el tener (pobreza), y es testigo de una entrega en el amor radical y libre a Dios y a la humanidad frente a la erotización y banalización de las relaciones (castidad)” (DA 219). Y en el siguiente numeral agregan: “… está llamada a ser una vida misionera, apasionada por el anuncio de Jesús-verdad del Padre, por lo mismo, radicalmente profética, capaz de mostrar a la luz de Cristo las sombras del mundo actual y los senderos de vida nueva, para lo que se requiere un profetismo que aspire hasta la entrega de la vida, en continuidad con la tradición de santidad y martirio de tantas y tantos consagrados a lo largo de la historia del Continente” (DA 220). Cuando los obispos hablan sobre la vida religiosa contemplativa dicen: “América Latina y El Caribe necesitan de la vida contemplativa, testigo de que sólo Dios basta para llenar la vida de sentido y de gozo. <En un mundo que va perdiendo el sentido de lo divino, ante la supervaloración de lo material, ustedes queridas religiosas, comprometidas desde sus claustros en ser testigos de unos valores por los que viven, sean testigos del Señor para el mundo de hoy, infundan con su oración un nuevo soplo de vida en la Iglesia y en el hombre actual>” (DA 221). “Los pueblos latinoamericanos y caribeños esperan mucho de la vida consagrada, especialmente del testimonio y aporte de las religiosas contemplativas y de vida apostólica que, junto a los demás hermanos religiosos, miembros de Institutos Seculares y Sociedades de Vida Apostólica, muestran el rostro materno de la Iglesia. Su anhelo de escucha, acogida y servicio, y su testimonio de los valores alternativos del Reino, muestran que una nueva sociedad latinoamericana y caribeña, fundada en Cristo, es posible” (DA 224) Con relación a la religiosísima reforma, Dom Helder destacaba tres aspectos de la reforma que han de vivir los religiosos y las religiosas: ayudar a las religiosas a ser adultas como mujeres y como cristianas; ayudar a las religiosas y a los religiosos a reexaminar y a profundizar sus votos; ayudarlos a seguir la vida de la Iglesia y de la sociedad para que la vida contemplativa rece mejor por los hombres y la vida activa se integre mejor en los planes de la diócesis. En cuanto a ayudar a las religiosas y a los religiosos a reexaminar y profundizar sus votos, Dom Helder subraya: “tengamos el coraje de reconocer que nosotros hacemos el voto de pobreza, pero que la verdadera pobreza se vive en muchos lugares y que son muchos los que conocen el problema de falta de alojamiento, de transporte, de comida, de reposo y de diversión… En cuanto a la castidad, amémosla, pero de ningún modo por encima de la caridad, 100 sin obsesiones y sin llevarnos a descubrir malicia o pecado donde no existe, sin deformaciones, teniendo presente que no sólo el alma, sino también el cuerpo son creación de Dios. En cuanto a la obediencia no olvidar que nuestro Dios vivo quiere vivos y prefiere hijos que esclavos”. 4.4 Una muy fiel reforma Con relación a los fieles laicos, nuestros obispos citan Lumen Gentium 31: Los fieles laicos son los cristianos que están incorporados a Cristo por el bautismo, que forman el pueblo de Dios y participan de las funciones de Cristo: sacerdote, profeta y rey. Ellos realizan, según su condición, la misión de todo el pueblo cristiano en la Iglesia y en el mundo” (DA 209). En seguida agregan, “Su misión propia y específica se realiza en el mundo, de tal modo que con su testimonio y su actividad contribuyan a la transformación de las realidades y la creación de estructuras justas según los criterios del Evangelio…” (DA 210). “Los laicos también están llamados a participar en la acción pastoral de la Iglesia, primero con el testimonio de su vida y, en segundo lugar, con acciones en el campo de la evangelización, la vida litúrgica y otras formas de apostolado según las necesidades locales bajo la guía de sus pastores” (DA 211). “Para cumplir su misión con responsabilidad personal, los laicos necesitan una sólida formación doctrinal, pastoral, espiritual y un adecuado acompañamiento para dar testimonio de Cristo y de los valores del Reino en el ámbito de la vida social, económica, política y cultural” (DA 212). Con relación a la muy fiel reforma que tendrían que procurar los laicos, Dom Helder destacaba tres aspectos: vencer la división y competencia con los clérigos; superar las grotescas rivalidades entre los grupos de apostolado y favorecer su formación teológica. Sobre el primer aspecto, Dom Helder deja claro que los obispos y los presbíteros tenemos que superar la dicotomía entre una buena teoría sobre los laicos y en la práctica mantenerlos como cristianos menores; por otra parte, los laicos han de superar la tentación de querer los derechos de adultos sin aceptar los deberes correspondientes. Algunas veces los laicos se tornan demasiado clericales y no tienen el coraje de hablar franca y lealmente, o presentan críticas demasiado ásperas y negativas, lo cual se complementa con la falta de serenidad que tenemos los presbíteros y los obispos para escuchar las críticas. 101 Conclusión Para el desarrollo de este tema he considerado cuatro partes, al llegar al final de esta exposición las retomo en las siguientes conclusiones: 1ª. En el amplio horizonte de la evangelización Sin pretender ser expertos en Eclesiología histórica o en Teología Pastoral, quienes nos decidimos a participar en la Nueva Etapa Evangelizadora como discípulos misioneros, profetas y testigos de Jesucristo hemos de conocer, reflexionar y aplicar la riqueza de los textos del Magisterio sobre el quehacer de la Iglesia que se ha desarrollado a partir del Concilio Ecuménico Vaticano II. Hemos de estar atentos para no dejarnos llevar por la inercia del contexto cultural que privilegia lo novedoso y desprecia lo pasado; los textos del Magisterio no son aplicaciones o programas computacionales que hacen obsoletos a los anteriores, son partes de un tesoro siempre valioso que han de ser apreciadas de acuerdo a su “peso jurídico” y retomadas una y otra vez desde el contexto en el que fueron promulgadas. Es indispensable que en toda acción pastoral y en la reflexión que sobre ella se haga, estén explícita o implícitamente considerados Jesucristo, la Iglesia y la Humanidad en el mundo, de acuerdo a la identidad de la evangelización que se le ha encomendado a la Iglesia, Solo a partir de esta base podremos favorecer los rasgos del rostro actual de la acción evangelizadora y podremos desempeñarnos como profetas y testigos, en fidelidad al Evangelio y docilidad al Espíritu del Señor que nos guía en el devenir de la historia. 2ª. En la Nueva Etapa Evangelizadora Una vez que el Concilio Vaticano II ha rescatado el profetismo y el testimonio como una dimensión eclesial, no pueden estar ausentes en los rasgos de la Nueva Etapa Evangelizadora a la que nos han convocado Aparecida y Evangelii Gaudium. La Iglesia no puede perder de vista la centralidad de Jesucristo al considerar su ser y su quehacer. Es Él quien nos ha llamado y enviado; de nuestro encuentro con Él nace nuestro discipulado y en favorecer el encuentro con Él radica nuestra misión; de su tesoro nos enriquecemos y hacia su novedad orientamos a quienes servimos; Él es nuestro modelo para anunciar la Buena Nueva, y su proyecto del Reino de Dios es nuestro proyecto último. La acción evangelizadora que favorezcamos en cualquiera de los ámbitos en los que nos desempeñemos dependerá del concepto y de la experiencia de Iglesia que tengamos y que decidamos desarrollar. El trasfondo eclesiológico en el espíritu del Concilio es fundamental para el profetismo y testimonio del discípulo misionero de Jesucristo. El Evangelio nos invita siempre a correr el riesgo del encuentro con el rostro del otro, con su 102 presencia física que interpela, con su dolor y sus reclamos, con su alegría que contagia en un constante cuerpo a cuerpo (Cfr. EG 88). No se desarrollará un profetismo y testimonio auténticos si no se asume la realidad del interlocutor de la evangelización. Resulta impostergable avanzar en el discernimiento de los signos de los tiempos, lo cual exige favorecer el desarrollo del pensamiento crítico y creativo. “…es preciso esclarecer aquello que pueda ser un fruto del Reino y también aquello que atenta contra el proyecto de Dios” (EG 51). 3ª. Desde las notas eclesiales de la comunión y de la caridad Puesto que “En el corazón mismo del Evangelio está la vida comunitaria y el compromiso con los otros” (EG 177), solamente reflejando la comunión entre quienes conformamos la Iglesia, en sus diversas manifestaciones, y haciendo presente la caridad eficaz con los demás, particularmente con los más necesitados, seremos auténticos discípulos misioneros, profetas y testigos de Jesucristo. 4ª. Desde las diversas vocaciones específicas La vocación específica de cada miembro de la Iglesia tiene su origen en el misterio de Jesucristo. La Iglesia recibe la Luz del Sol naciente, Jesucristo (Lc 1, 78); ella es como la luna, que no tiene luz propia, sino que proyecta a la humanidad a Aquel que es “la Luz del mundo” (Jn 8, 12). Cuando la Iglesia en su conjunto, o alguno de sus miembros, de acuerdo a su propia vocación específica, cree que tiene luz propia pierde la luminosidad que irradia Cristo y, como la luna oscura, manifiesta sólo desierto, soledad y esterilidad. Para concluir la conclusión Hemos abordado nuestro tema desde una perspectiva específica y en campos bien delimitados, ello nos ha permitido aproximarnos al discípulo misionero, profeta y testigo de Cristo desde diversos ángulos y, sin haberlos agotarlo, hemos recordado los elementos fundamentales para seguir creciendo en su comprensión y, sobre todo, en el compromiso de nuestra vida. Estamos aún en el proceso de recepción del Concilio Vaticano II y, desde la dinámica de la Iglesia que peregrina en nuestro Continente, estamos llamados a asumir creativamente el proceso iniciado por Aparecida e impulsado a dimensiones universales por la proyección que le ha dado el Papa Francisco en Evangelii Gaudium. La Iglesia de América Latina y El Caribe está comprometida, de un modo especial, a responder con ímpetu y audacia a la propuesta de Francisco, primer Papa latinoamericano. El canto del Magnificat muestra a María como mujer capaz de comprometerse con su realidad y de tener una voz profética ante ella (DA 451). Muy bien recoge el Papa Francisco los elementos que hemos considerado en la oración con la que concluye su exhortación. De ella hago cita de un fragmento para cerrar esta presentación: 103 Estrella de la Nueva Evangelización ayúdanos a resplandecer en el testimonio de la comunión, del servicio, de la fe ardiente y generosa, de la justicia y el amor a los pobres, para que la alegría del Evangelio llegue hasta los confines de la tierra y ninguna periferia se prive de su luz. 104 Desafíos, prioridades y tareas de la misión en América P. Estêvão Raschietti, sx Misionero xaveriano, profesor de teología. director del centro cultural misionero de brasilia - brasil La narración de los peregrinos de Emaús es bien conocida: siempre sirvió a la Iglesia como modelo de discernimiento y de reencuentro consigo misma. De hecho, al igual que los discípulos que estaban tristes, también nosotros somos muy lentos para captar el mensaje vital del Evangelio en los signos de la historia. Ni siempre tenemos la mirada de la fe que nos da claves de lectura esperanzadoras de la realidad, aparentemente melancólica y terriblemente desafiadora. No siempre se sabe leer en la ambigüedad de los tiempos que vivimos, la presencia de Dios que guía la historia, desconfiando de antemano de la eficacia de la acción del Espíritu en medio de la humanidad. Existe el riesgo de vernos solamente desde el lugar de los dos discípulos que necesitan de consuelo, en un camino sufrido de revisión de nuestras prácticas y nuestras creencias. Los interlocutores de la misión, los pobres y los otros que se encuentran en el camino, no 1 El texto fue elaborado por el Equipo Ejecutivo del Consejo Misionero Nacional (COMINA), para convertirse en un subsidio de la Iglesia de Brasil sobre animación misionera. Fue adaptado para la reflexión en este encuentro, quitando algunas redundancias y algunos complementos que pudieran hacerlo demasiado extenso. En América hoy se presenta la necesidad de tener, ante todo, una visión integrada de misión en sus fundamentos trinitarios, en la exigencia de una conversión interior, en la claridad de horizontes y en la osada acción evangelizadora. La Pastoral misionera en la comunidad, la acción evangelizadora en la sociedad y la misión ad gentes como compromiso de participación en la misión universal, son elementos estrechamente relacionados. Su distinción operativa puede generar serias anomalías. El compromiso de cooperación misionera surge como elemento fundante para una auténtica Iglesia misionera, y por eso, debe ser explicitado por medio de un programa entrelazado, eficaz y definido en sus objetivos. 105 están particularmente interesados en los problemas eclesiásticos (el número de bautizos, el número de parroquias, el número de seminaristas, el número de iglesias, el número de obras). Tienen otras cosas mucho más importantes para pensar. Si por un lado, el problema de la misión somos nosotros, por otro, hay que admitir que la humanidad espera de la Iglesia una luz, una dirección, una esperanza. Los hombres y las mujeres de nuestro tiempo esperan una palabra de consolación, de cercanía, de perdón y de alegría verdadera. Somos llamados a llevar a todos el abrazo de Dios, que se inclina con ternura de madre hacia nosotros: consagrados, signo de humanidad plena, facilitadores y no controladores de la gracia, bajo el signo de la consolación (Alegraos , 8). La óptica propiamente misionera del texto de los discípulos de Emaús nos invita a identificarnos con el papel de Jesús en la narración, no en la tristeza narcisista de los discípulos. Al convertirnos en Jesús para los demás, salimos definitivamente de nuestra auto-referencialidad y del letargo de la angustia, para abrazar por fin la misión de Dios como camino, como encuentro, como compartir y, finalmente, como alegría incontenible. Esta es la idea expresada por el Concilio Vaticano II cuando describe a “la Iglesia peregrina” como “misionera por naturaleza” (AG 2): esa es su vocación propia, su identidad más profunda (cf. EN 14), su razón de ser, la esencia que la forma y su servicio a la humanidad (cf. DP 1145; RM 2). De hecho, la unidad constitutiva de la Iglesia con el misterio de Dios Amor, atestiguada por la santidad de vida de una comunidad cristiana, es fundamentalmente católica, o sea, universal, abierta a todos, y, por ser llamada esencialmente apostólica, “enviada” y “misionera”. Por lo tanto, la Iglesia está llamada a estar “en salida” como su Señor que “sabe ir al frente, tomar la iniciativa sin miedo, ir al encuentro, buscar a los alejados y llegar a las encrucijadas de los caminos para invitar a los excluidos” (EG 24). Decir Iglesia es decir misión: “la Iglesia nace de la misión y existe para la misión: existe para los otros y necesita ir a todos” (Directrices Generales de la Acción Evangelizadora, DGAE 2011, 76). Desafíos contemporáneos de la misión El mandato misionero que la Iglesia recibió del Resucitado, a lo largo del tiempo asumió formas y modalidades siempre nuevas conforme los lugares, las situaciones y los periodos históricos. La tarea misionera continúa siendo la misma confiada por Jesús a los discípulos, en la montaña de Galilea (cf. Mt 28,16). Entre tanto, el anuncio del Evangelio parece mucho más complejo hoy que en el pasado, porque la humanidad está viviendo una época de profundas transformaciones socioculturales que afectan de manera estructural a la propia percepción de la realidad (cf. DGAE 2011, 25; EN 17). Mientras tanto, las luces y las sombras de esa travesía de la familia humana (cf. GS 2) se presentan como signos de los tiempos que nos invitan a la escucha y al discernimiento sobre lo que “el Espíritu dice a las Iglesias” (Ap 2,29). Los escenarios actuales nos llevan a 106 repensar en una misión que abarque la realidad toda, para que sea sustentada por: (1) una apropiada reflexión teológica, (2) una conversión interior, (3) una claridad de horizonte y (4) una osada acción evangelizadora. Los cambios de época llevaron a la Iglesia a una profunda revisión de sí misma y de su misión, en la realización del Concilio Vaticano II, a través de un decidido retorno a las fuentes y de un diálogo ecuménico, interreligioso y abierto a todos los sectores de la sociedad contemporánea. En ese proceso, la presencia misionera de la Iglesia en medio de los pueblos fue fuertemente cuestionada. De hecho, ¿cuál sería el sentido de anunciar a Jesucristo “como el mediador y la plenitud de toda revelación” (DV 2), delante de la pluralidad de las diferentes religiones y del derecho de libertad religiosa en el mundo de hoy? ¿Por qué motivo debemos sostener la necesidad de pertenecer a la Iglesia Católica2, si las personas pueden conseguir la salvación igualmente fuera de ella, pudiendo “de varias maneras ordenarse al pueblo de Dios”? (LG 16). ¿Por qué invitar a recibir los sacramentos como medios que “confieren la gracia” (SC 59), cuando no son canales exclusivos, dado que elementos de “verdad y gracia ya están presentes en medio de los pueblos, fruto de una secreta presencia divina”? (AG 9). ¿Por qué hablar aún de “tierras de misión”, de “misioneros” y de “misión ad gentes”, cuando las personas, animadas por el avance del progreso, pasan con mucha facilidad a negar a Dios o la religión (cf. GS 7), sobre todo en los países de antigua tradición cristiana, haciendo así del mundo todo una inmensa “tierra de misión”? Delante de estas y otras cuestiones, la Iglesia necesitaba repensar su acción evangelizadora en el mundo, sin perder su dinamismo misionero fundamental y, principalmente, sus motivaciones esenciales. De hecho, la dimensión universal del anuncio del Evangelio está basada en la proclamación de un único y verdadero Dios para todos, y en la adopción de medios específicos para la salvación, como los sacramentos y la pertenencia a la Iglesia. En torno a la afirmación de esos dos conceptos claves, la misión ad gentes encuentra su razón de ser (cf. RM 9), eso, entre tanto, “no significa que la salvación se destina sólo a aquellos que, de manera explícita, creen en Cristo y entran en la Iglesia” (RM 10). Entonces, ¿cómo reafirmar esas convicciones evitando cualquier fundamentalismo o exclusivismo, frente a un mundo secularizado y pluricultural que nos desafía a ese respecto? Redescubrimiento de los fundamentos trinitarios de la misión La respuesta a esas preguntas vino con una renovada visión eclesiológica y misionológica, 2 “Fundado en la Escritura y en la Tradición, enseña que esta Iglesia, peregrinante es necesaria para la salvación. El único mediador y camino de salvación es Cristo, quien se hace presente a todos nosotros en su Cuerpo, que es la Iglesia. El mismo, al inculcar con palabras explícitas la necesidad de la fe y el bautismo (cf. Mc 16,16: Jn 3,5), confirmó al mismo tiempo la necesidad de la Iglesia, en la que todos entran por el bautismo como por una puerta” (LG 14). 107 inaugurada hace mas de 50 años por el Concilio Vaticano II y sus Constituciones Lumen Gentium y Gaudium et Spes y por el Decreto Ad Gentes. A través de estos documentos, el Concilio afirma que la misión es una esencia que tiene origen en el “Amor Fontal” del Padre, un amor que no se contiene, que se derrama, que se comunica y sale de sí por su propia naturaleza misionera (cf. LG 5; 8; 17; AG 2; DA 129; 347). El “amor Fontal” es la “caridad de Dios Padre, que es Principio sin principio” (AG 2), trinitario en su divinidad y tridimensional en su apertura a la creación, redención y glorificación. La misión, con sus raíces en el “amor Fontal”, exige de nosotros una entrega generosa. Pero, “sería un error considerarla como una heroica tarea personal, dado que ella es, primeramente y por encima de todo lo que podamos sondear y comprender, obra de Dios” (EG 12). En suma, Dios es misión: la misión viene de Dios porque Dios es amor; dice respecto a lo que Dios es, y no, primeramente, a lo que Dios hace. La misión revela la esencia de Dios de comunicarse y de crear relación. Por eso, la misión no tendría de suyo, en principio, un porqué, no surgiría primeramente de una necesidad histórica, sino que es un impulso gratuito, de dentro para fuera, y de un modo de ser que tendría como origen y fin la vida divina (cf. DA 348). Esta misión de Dios se manifestó de manera definitiva con el envío del Hijo amado, el Verbo hecho carne (cf. Jn 1,14) “que por nosotros se hizo pobre, enriqueciéndonos con su pobreza” (AG 3). Jesús anuncia una visión completamente nueva, presentándonos un Dios que no vino a ser servido, sino a servir (cf. Mt 20,28). El “quiere comunicarnos su vida y ponerse al servicio de la vida” (DA 353) aproximándose a todos para libertar de las ataduras de la opresión, de los prejuicios y de la exclusión. Dios revela en Jesús su rostro profundamente humano en la aproximación a cualquier condición humana, porque el anuncio de la Buena Nueva tiene un destino universal: “su mandato de caridad abraza todas las dimensiones de la existencia, todas las personas, todos los ambientes de la convivencia y todos los pueblos” (DA 380). Jesús invita a cualquier persona, pueblo, sociedad a repensar a Dios y la vocación humana a partir de Él mismo, de su vida y misión llena de compasión y misericordia, gratuidad y perdón, como Hijo de Dios e Hijo del Hombre; “Jesucristo es la respuesta total, sobreabundante y satisfactoria a las preguntas humanas sobre la verdad, el sentido de la vida y de la realidad, la felicidad, la justicia y la belleza (DA 380). Para realizar su plan de amor, la misión de Dios se revela sobre todo, en el dinamismo, en la efusión y en el protagonismo del Espíritu Santo, que “ya actuaba en el mundo antes de la glorificación de Cristo” (AG 4)3. En efecto, el envío del Espíritu revela siempre la voluntad 3 El Espíritu de Dios se manifiesta en la creación (cf. Gn 1,2), suscita los jueces (cf Jc 3,10), mueve los profetas (cf. Is 61,1), permanece sobre el rey (cf. 1Sm 16,13), desciende sobre el Mesías (cf. Is 11,2), reposa sobre los miembros del pueblo (cf. Nm 11,25-26). 108 gratuita de Dios de entrar en relación con la humanidad para que ella participe de la vida divina. Presente en la vida de Jesús desde su concepción (cf. Lc 1,35), durante todo su ministerio (cf. Lc 4,18), hasta ser entregado por el Resucitado a los discípulos (cf. Jn 20,22), es el Espíritu que suscita la fe (cf. 1Cor 12,3), descendiendo también sobre los paganos (cf. Hech 10,47) y dirigiendo la misión de la Iglesia a los pueblos (cf. Hech16, 6-7). El Espíritu sopla donde quiere (cf. Jn 3,8), “posee una imaginación creadora, propia de la mente divina” 4, hace salir a la Iglesia transformándola en anunciadora de las maravillas de Dios y ya está presente en la historia, en las culturas y en las religiones de los pueblos (cf. RM 28; DA 374). Por eso, “debemos creer que el Espíritu Santo ofrece a todos, de un modo que sólo Dios conoce, la posibilidad de ser asociados al misterio pascual” (GS 22). Al mismo tiempo, “Él es el alma de la Iglesia evangelizadora” al cual pedimos incesantemente “que venga a renovar, sacudir, impulsar a la Iglesia en una audaz salida fuera de sí misma a fin de evangelizar a todos los pueblos” (EG 261). Necesidad de una conversión eclesial A partir de estos fundamentos trinitarios adquirimos, de hecho, otra visión: la misión se vuelve para la Iglesia no una actividad más entre otras, sino participación en la vida divina que le confiere su identidad. “La Iglesia es por su naturaleza misionera” (AG 2): la Iglesia “es” al ser enviada, ella se edifica en orden a la misión. Por lo tanto, no es la misión que procede de la Iglesia, sino es la Iglesia que procede de la misión de Dios. Los Hechos de los Apóstoles muestran con claridad que la Iglesia se constituye en la medida en que, poco a poco, asume la misión ad gentes5. La misión genera a la Iglesia. Por eso, la Iglesia “nació en salida” 6 (cf. EG 17ª; 20; 24: 46) en el momento en que, orientada por el Espíritu, entra en contacto con los otros, y se reencuentra a sí misma todas las veces que sale de sí y se abre: la comunidad cristiana debe su propio origen al anuncio del Evangelio, y la propia vitalidad a la continua y valiente transmisión de este anuncio por todo el mundo. Por consiguiente, “la Iglesia necesita una fuerte conmoción que le impida instalarse en la comodidad, el estancamiento y en la tibieza, al margen del sufrimiento de los pobres del Continente” (DA 362). La conversión pastoral y la renovación misionera de la cual habla 4 5 6 Juan Pablo II. Audiencia General de 24 de abril de 1991. Al comienza, había un grupo judío que aguardaba ansioso la restauración del reino de Israel (cf. Hech 1,6). En Pentecostés, con la venida del Espíritu sobre la comunidad reunida, Pedro proclama con valentía la Buena Nueva, pero sólo a los judíos. (cf. Hech 2,5). Desde este momento en adelante los discípulos de Jesús comienzan a tomar conciencia de ser llamados más allá de sí mismos, a ir a todos los pueblos, al paso que el Espíritu los empuja a incluir a los samaritanos (cf. Hech 8,17), los prosélitos (cf. Hech 8,37), los que temen a Dios (cf. Hech 9,42), los paganos merecedores (cf. Hech 10,45), en fin, los paganos en masa (cf. Hech 11,21). FRANCISCO. Mensaje para el Día Mundial de las Misiones 2014. 109 el Documento de Aparecida, se refiere sustancialmente a reencontrar una salida atrevida contra todo tipo de acomodación: “se trata de salir de nuestra conciencia aislada y de lanzarnos, con valentía y confianza a la misión de toda la Iglesia” (DA 363), abandonando estructuras caducas (DA 365), transformando a las personas (cf. DA 366), asumiendo relaciones de comunión (cf. DA 368), adoptando prácticas pastorales misioneras (cf. DA 370), proyectándose más allá de las fronteras (DA 376). Esta es la belleza y el reto de la vocación cristiana; madurar en la fe reinventándose y desinstalándose continuamente, saliendo al encuentro de los otros hasta los confines de la tierra, dejándose interpelar por las nuevas situaciones, nuevos pueblos, nuevas culturas y nuevas problemáticas. Por eso, el envío misionero es expresión de una sorprendente y alegre disposición, apertura, libertad, más allá de todas las barreras. Un modelo de Iglesia excesivamente rígido, cerrado y autorreferencial no es apto para la misión. Muchas veces, en nuestras comunidades, “se impone una conversión radical de mentalidad para hacernos misioneros” (RM 49). En otras palabras, necesitamos ser evangelizados de nuevo para llenarnos de ímpetu y audacia evangelizadora (cf. DA 549); la Iglesia vive esta misión comenzando cada vez para evangelizase a sí misma. Paradójicamente, el tema de la conversión, antes de ser dirigido a los destinatarios de la misión es señalado como exigencia fundamental para la propia Iglesia y a todos sus agentes. Es necesario partir de Cristo, con la humildad de los discípulos, conocerlo y reconocerlo de nuevo por los caminos de Galilea, en el encuentro con cualquier situación humana, y dejar que Él caliente y transforme nuestro corazón (cf. Lc 24,32). En efecto, en su seguimiento nos hacemos huéspedes en las casas de los otros y compañeros de los pobres, aprendiendo así a percibir la realidad del punto de vista de las víctimas, de los crucificados, de los agraviados, de los adeptos a otras religiones. En este camino, vamos adhiriéndonos gradualmente a un proyecto de mundo más justo, fraterno, solidario y plural, significativamente “otro” en relación a lo que tenemos delante de los ojos. Los ámbitos y los frentes de la misión hoy Los horizontes de aproximación son siempre geográficos y escatológicos: los confines de la tierra y el fin de los tiempos. Creer en el Evangelio y en la misión es creer que no existen fronteras irreductibles para encontrar a las personas. Si la misión fuera geográfica, cultural, étnica, social o eclesialmente limitada y se dirigiera sólo a “nosotros”, ella se volvería excluyente. Al contrario, la pasión por el mundo, propia de la vocación cristiana, se expresa en el sentir, en el vibrar profundamente por la humanidad entera, y en ser capaz de realizar gestos atrevidos y concretos de solidaridad, de saber compartir y de aproximación a las personas y a los pueblos. Sólo así la Iglesia se torna un signo profético de una nueva humanidad mundial, fraterna y multicultural. 110 La misión, como elemento estructural de la identidad y de la actividad de toda la Iglesia, se expresa hoy en un cuadro complejo de situaciones y de interlocutores que no permiten más interpretarla unilateralmente. Ante todo, indica una dinámica paradigmática en la cual poner en clave misionera toda la actividad habitual de las Iglesias (cf. EG 15).7 En segundo lugar, se desdobla en proyectos y campos que dependen de contextos y circunstancias específicas: “las diferencias no se originan en la naturaleza íntima de la misión, sino en las condiciones en que esa misión se ejerce” (AG 6). Mirando el mundo de hoy, y considerando la sobreposición de conceptos en los documentos del Concilio8, optamos, a la luz del magisterio de la Iglesia, por la distinción de tres ámbitos esenciales de misión: a)La pastoral, que tiene como interlocutores a los cristianos militantes y a las comunidades eclesiales constituidas; b)La nueva evangelización, que tiene como interlocutores a los cristianos que están alejados de la vida de la comunidad, como también a los que no creen en Cristo, en el conjunto de la sociedad secularizada donde cada Iglesia local está inserida9; c)La misión ad gentes, que tiene como interlocutores a aquellos que no conocen a Jesucristo, en medio de otros pueblos y sociedades donde la presencia de la Iglesia no está suficientemente estructurada (cf. RM 33: EG 14). 7 Cf. FRANCISCO. Discurso del Santo Padre a los obispos responsables del Consejo Episcopal LatinoAmericano en ocasión de la Reunión General de Coordinación, 28 de julio de 2013. 8 El Vaticano II describe las tareas específicas de la misión como “primera evangelización”, “misión ad gentes”, “evangelización propiamente dicha”, “evangelización parroquial”, “pastoral misionera”, “apostolado de la evangelización”, “misión ecuménica”. En los documentos, la “primera evangelización”, unas veces, es “misión ad gentes” y la “evangelización propiamente dicha” puede ser la segunda etapa de la misión ad gentes y, al mismo tiempo, “evangelización y catequesis parroquial”. La “pastoral misionera” estructurada en parroquias y diócesis puede ver sólo una “nueva evangelización” doméstica, animada a través de “misiones populares” aun no contempladas por el Concilio, como puede ser también el núcleo inicial de una “misión más allá de las fronteras”. La XIII Asamblea General Ordinaria Del Sínodo de los Obispos en Roma, que tuvo como tema “La Nueva Evangelización para la transmisión de la Fe Cristiana”, así como la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en Aparecida, que lanzó la “Misión Continental (cf. DA 362. 551), dejaron bastante claro que el “campo” de la nueva evangelización no son solamente “las personas bautizadas que no viven las exigencias del bautismo”, sino también “los que todavía no creen en Cristo en el espacio de su propio territorio y responder adecuadamente a los grandes problemas de la sociedad en la cual (la Iglesia) está inserida” (DA 168; cf. Propositio 5). De esta manera, situaciones que la Redemptoris Missio designaba como misión ad gentes (p. ej. los nuevos fenómenos sociales, los modernos areópagos, etc. – cf. RM 37), ahora vienen a hacer parte de la nueva evangelización, como acción de la Iglesia en la sociedad donde ella se encuentra. 9 111 Sobre este último campo es un deber recordar que: “sin la misión ad gentes, la propia dimensión misionera de la Iglesia quedaría privada de su significado fundamental y de su ejemplo de acción”, y por eso, “es necesario evitar que (…) se vuelva una realidad diluida en la misión global de todo el pueblo de Dios, quedando, de ese modo, descuidada u olvidada” (RM 34). Tenemos también otros importantes criterios para discernir prioridades y urgencias misioneras en el mundo: a) El primero es la falta o necesidad de un primer anuncio del Evangelio en un determinado contexto, al cual corresponde un servicio profético de la Iglesia; b) El segundo elemento puede ser representado por la falta o necesidad de la presencia de una comunidad cristiana en un área o territorio, al cual corresponde un servicio sacerdotal de la Iglesia que celebra la Eucaristía; c) El tercer factor para definir una urgencia misionera es la falta o necesidad de una transformación social por los valores del Evangelio en la vida concreta de las personas y de los pueblos (cf. EN 29), al cual corresponde el servicio de la caridad de la Iglesia (cf. DA 386). En fin, el compromiso misionero de una comunidad cristiana se articula en tres frentes al mismo tiempo: a) El frente religioso, con el anuncio inculturado del Evangelio, el diálogo ecuménico e interreligioso; b) El frente socio ambiental, con el compromiso en causas de transformación de la sociedad en la promoción de la dignidad humana, de la justicia, de la paz, de la reconciliación entre los pueblos y del cuidado con la creación; c) El frente cultural, en el diálogo con los areópagos de las comunicaciones, de las ciencias, de la política, de la economía, de las relaciones internacionales, etc. (cf. RM 37). Las tareas de la Iglesia Misionera Teniendo como referencia principal los tres ámbitos para la misión evangelizadora de la Iglesia hoy –pastoral, nueva evangelización, misión ad gentes- podemos distinguir tres líneas de acción fundamentales en orden a esa misión. a) La primera se refiere a la animación pastoral de la comunidad cristiana; se trata de animar “por el fuego del Espíritu, a fin de incentivar los corazones de los fieles que frecuentan regularmente la comunidad, y que se reúnen en el día del Señor 112 para alimentarse de su Palabra y del Pan de vida eterna” 10. Objetivo esencial de esta tarea es formar la comunidad eclesial como sujeto vivo de acción misionera, para que sea fermento en el mundo, comenzando por evangelizarse a sí misma (cf. EN 15) y dando extensión y vigor a la propia evangelización (cf. DP 364). La comunidad representa la gran propuesta que la Iglesia hace al mundo con su misión. La salvación no pasa por la simple distribución de sacramentos, sino por la respuesta a un llamado de discipulado misionero que se realiza en una intensa vida de fraternidad. La vida cristiana debe, ante todo, ser saboreada en la participación a pequeños núcleos fraternos, que tengan como objetivo un compromiso misionero y que forman una asamblea junto a las otras comunidades en la celebración de la Eucaristía. De esta manera la parroquia se vuelve “una red de comunidades” (DA 172), que hace sentir a la comunidad de base la pertenencia a una comunidad mayor11. b) La segunda tarea es la acción evangelizadora de la comunidad eclesial en la sociedad como “signo más claro de madurez de la fe” (RM 49): se trata de pasar “de una pastoral de mera conservación para una pastoral decididamente misionera” (DA 370); de una pastoral de socialización cristiana espontánea a una pastoral de iniciación cristiana; de una pastoral de acogida de aquellos que están en la Iglesia a una pastoral de ir al encuentro de cuantos no conocen, rechazan o son indiferentes al mensaje evangélico; de una pastoral de afirmación de la doctrina y de la práctica sacramental a una pastoral inculturada capaz de actualizar y contextualizar los contenidos de la fe (cf. EG 116); de una pastoral eficaz y organizada a una pastoral de acompañamiento y de escucha de las personas (cf. EG 46; 82; 171). La toma de conciencia de la misionariedad debe proporcionar un proceso de salida: no podemos esperar a que las personas vengan a nosotros, necesitamos ir a su encuentro y anunciarles la Buena Nueva allí mismo donde ellos están. Ese proceso se expresa en una práctica eclesial enfocada en el “primer anuncio” (cf. EG 164), realizada por todo el Pueblo de Dios (cf. EG 114), en la auténtica opción por los pobres (cf. EG 198) y en la constante salida para las periferias (cf. EG 30). Quien determina, por tanto, la cualidad profética de esa práctica son los dos últimos criterios, los pobres y las periferias: “la propia belleza del Evangelio no siempre la conseguimos manifestar adecuadamente, pero hay un signo que nunca debe faltar: la opción por los últimos, por aquellos que la sociedad desecha (cf. EG 195). Eso dice respecto a la esencia evangelizadora: “la nueva evangelización es una invitación a reconocer la fuerza salvífica de sus vidas (de los pobres) y a colocarlos en el centro del camino de la Iglesia. Estamos llamados a descubrir a Cristo en ellos” (EG 198). 10 11 BENEDICTO XVI. Homilía durante la Misa conclusiva de la XIII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, 28 de octubre de 2012. AAS 104 (2012), 890. Ese asunto fue largamente tratado por el documento de la CNBB: CONFERÊNCIA NACIONAL DOS BISPOS DO BRASIL (CNBB). Comunidade de comunidades: uma nova paróquia. Brasilia: Ediciones CNBB, 2013. 113 c) La tercera línea de acción esencial para una Iglesia en estado permanente de misión es la cooperación misionera. Esta última tarea se refiere a la misión ad gentes, a todos los pueblos. Se trata de la participación de cada Iglesia local en la misión universal, y de la fundamental solidaridad de cada comunidad con los otros pueblos y con las otras iglesias repartidas por todo el mundo: “el Evangelio tiene un criterio de totalidad que le es inherente: no termina de ser Buena Noticia hasta que no es anunciado a todos” (EG 237). De ninguna manera, la misión y la pertenencia eclesial pueden ser pensadas solamente dentro de perímetros parroquiales, diocesanos y nacionales: “sería un error dejar de promover la actividad evangelizadora fuera del Continente con el pretexto de que todavía hay mucho por hacer en América” (EA 74). La universalidad es el alma de la misión y del seguimiento discipular, pues la Iglesia fue constituida como “sacramento universal de salvación” (LG 48. AG 1), o sea, “signo e instrumento de unión íntima con Dios y de la unidad de todo género humano” (LG 1). En una época de globalización como la nuestra, no es posible pensar sólo en nosotros mismos. Hoy, el cristiano, es llamado por vocación, más que cualquier otra persona, a ser universal, o sea, una persona que tiene responsabilidad no solo sobre sí y su comunidad, sino sobre el mundo entero a través de sus opciones, sus actitudes, su conciencia y sus compromisos. La dimensión universal de la misión La misión de la Iglesia hoy se mueve en torno a estos tres compromisos: animación pastoral orientada a la conversión eclesial; acción evangelizadora dirigida al testimonio profético de los cristianos en la a la sociedad; cooperación misionera, enfocada a la participación de cada Iglesia local en la misión universal, ad gentes. Es de suma importancia comprender estas tres líneas de acción como íntimamente entrelazadas. Sin una adecuada animación pastoral tendremos una misión colonizadora, realizada por una Iglesia autosuficiente y autoreferencial (cf. EG 8. 95), convencida de ser suficientemente evangelizada, que se considera Maestra y no discípula, al mismo tiempo. Sin una acción evangelizadora significativa, probablemente tendremos una misión alienada, realizada por una Iglesia que sueña evangelizar al mundo viviendo “en un universalismo abstracto y globalizante” (EG 234), sin tener los pies en la tierra. En fin, sin una generosa cooperación misionera tendremos, como resultado, una misión cerrada, realizada por una Iglesia que piensa sólo en sí y en su medio, que no extiende sus horizontes, perdiendo así su identidad católica y su referencia al designio de Dios (cf. EN 62). Sobre este último aspecto de la cooperación misionera, necesitamos detenernos un poco más. La III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano realizado en Puebla, México, en febrero de 1979, tuvo palabras de fuerte compromiso con la trayectoria misionera del Continente: “Finalmente, ha llegado para América Latina la hora de intensificar los servicios 114 mutuos entre Iglesias particulares y de proyectarse más allá de sus propias fronteras, ad gentes” (Puebla 368). Hace más de tres décadas, sin embargo, los pasos que fueron dados en la dirección apuntada por el Documento citado, fueron por demás tímidos e insuficientes. Las Iglesias del Continente, preocupadas con sus propios problemas, no supieron retribuir siquiera, lo que siempre recibieron de otras Iglesias, a pesar de los impulsos y de los proyectos llevados adelante por algunas instancias. El llamado a la misión ad gentes, fue poco recordado por los documentos del magisterio ordinario de las Iglesias locales. No obstante eso, Aparecida renovó una vez más el compromiso de Puebla, ansiando una nueva primavera de la misión ad gentes en América Latina (cf. DA 379): “el mundo espera de nuestra Iglesia latinoamericana y caribeña un compromiso más significativo con la misión universal en todos los Continentes. Para no caer en la trampa de encerrarnos en nosotros mismos, debemos formarnos como discípulos misioneros sin fronteras dispuestos “a ir a la otra orilla”, aquella en la que Cristo no es aun reconocido como Dios y Señor, y la Iglesia no está todavía presente” (DA 376). Para que eso suceda de manera significativa son necesarios estímulos y vínculos que hagan continuamente memoria del gran mandato del Señor (cf. Mt 28,19) y despierten motivaciones. La universalidad evangélica es una dimensión indeclinable de fe, a ser vivida por los discípulos misioneros donde estén, en distintas formas mundialmente solidarias, en la continua donación de sí, en comunión con todas la Iglesias y pueblos del mundo. Conclusión La palabra “misión”, hoy en día, no puede ser más utilizada de manera exclusiva para referirse a una acción evangelizadora entre los no cristianos (cf. DA 375), aun si “el nombre de misiones se da generalmente a aquellas actividades características con que los heraldos del Evangelio enviados por la Iglesia cumplen, yendo por todo el mundo, el deber de predicar el Evangelio e implantar la Iglesia entre los pueblos o grupos humanos que todavía no creen en Cristo” (AG 6). Manteniendo firme esa declaración conciliar, todavía, el uso del término en singular fue progresivamente apuntando hacia un cambio radical en la Iglesia (cf. RM 49) en todo su ser y en toda su acción, tan profundo que invierte también la propia misión ad gentes en una transformación significativa. De hecho, no podemos entender su relevancia con la vida eclesial, si no fuera bien relacionada a la pastoral y a la acción evangelizadora. Por otro lado, el compromiso de la cooperación misionera con otras iglesias y otros pueblos, tiene un enfoque específico que nunca se debe perder de vista (cf. RM 34). La cooperación misionera ad gentes dice respecto a algo esencial y referencial para la renovación misionera de la Iglesia. 115 Sin duda esa dimensión no podrá ser desvinculada de un largo proceso de maduración y de personalización de nuestras comunidades locales. Se abre ad gentes una Iglesia que está consciente de su propia identidad y de los valores que puede entregar a los otros como contribución propia. Mientras una Iglesia no llega a esta experiencia personalizante de su propio ser y de los contenidos que puede transmitir, delega su compromiso ad gentes a la esfera de las cosas que se aceptan, pero no se viven. Es verdad también lo contrario: una conversión personal y comunitaria puede ser ocasionada por el deseo o por un impulso de una apertura a esa dimensión y a ese llamado. La misión es parte esencial de un camino discipular: no es una meta (cf. DA 278e). Por este motivo, no podemos olvidarnos de ese compromiso: sin hacer humildemente memoria de él, nunca nuestras Iglesias llegarán a cumplirlo. Y si no cumplen esta evangelización para con los otros pueblos nunca serán verdaderamente Iglesias, pues la esencia del Evangelio es un anuncio de un Reino que no tiene confines. Para la reflexión en grupo 1. Hacer una lluvia de ideas sobre los desafíos, las prioridades y las tareas de la misión en el continente americano hoy. ¿Cuáles son estos desafíos y prioridades que deben tener nuestras Iglesias? 2. Clasificar estos desafíos y prioridades en tres columnas: Pastoral, Nueva Evangelización, Misión Ad Gentes, donde cada uno se ubique mejor. Miramos al conjunto, el todo. ¿Cómo es la relación entre las tres áreas de la misión? ¿En cuáles debemos centrar más nuestra atención? 3. Cada uno haga un ejercicio y compártalo: si hoy tuviera que apuntar concretamente sólo tres desafíos y prioridades para nuestra parroquia o diócesis ¿cuáles elegiría y explique por qué? ¿Cómo ellas podrían cambiar con el tiempo? 4. Para la síntesis: lo que este debate sobre los desafíos, prioridades y tareas hizo emerger en nuestro grupo. ¿Cuáles son nuestros intereses? ¿Cuál es nuestra percepción de la realidad? ¿Qué caminos vamos a seguir? Concretamente, ¿Cómo poner en práctica la misión Ad Gentes en el orden del día de nuestras iglesias? 116 Aporte de los FOROs TEMÁTICOs FORO Temático MISIÓN Y ECOLOGÍA P. Jaime Carlos P. Camilo Pauletti 1. SEÑALA TRES APORTES IMPORTANTES RESCATADOS POR EL GRUPO A PARTIR DE LO PLANTEADO POR LOS EXPOSITORES 1. Concientización del correcto uso y disposición del agua. 2. Concientización “todo está relacionado”- Casa común, espiritualidad ecológica integral. 3. Educación y formación en el manejo de desperdicios sólidos (basura). 2.Destaca TRES ASPECTOS DEL CONTEXTO DE AMÉRICA ANALIZADOS POR EL GRUPO QUE INCIDEN EN el TRABAJO MISIONERO 1. Económico: El sistema capitalista y del modelo neoliberal. 2. Abuso, explotación sin límites ni control de los Recursos Naturales – caso minería. 3. Cultural: respeto, protección de la tierra (uso y derecho de pueblos indígenas). 4. Teológico: “Todo está interrelacionado” Ecología humana y ambiental. 117 3.Indica CUATRO EXPERIENCIAS QUE RESPONDAN AL CONTEXTO ACTUAL (VER), QUÉ PRINCIPIOS LOS INSPIRAN PARA REALIZAR SUS ACCIONES (JUZGAR) Y CÓMO LO APLICAN EN LA PRÁCTICA (ACTUAR) SUGERENCIAS E INSUMOS PARA SEGUIR EXPERIENCIA FUNDAMENTOS REFLEXIONANDO EN LOS PAÍSES Caminata a Laudato Si. Convocatoria civil Reflexión y acción sobre favor del agua eclesial (ecuménica e cambio climático. (Uruguay). interreligiosa). ACCIONES REALIZADAS “El agua nuestra Padre Nuestro. de cada día” (Chile). Defensa del agua Conciencia sobre su uso. Defensa de la Derecho a la vida. Parroquias áreas indígenas. organizadas para la defensa. Lideres incidan en las políticas públicas. EXPERIENCIA FUNDAMENTOS ACCIONES REALIZADAS Extractivismo (minería) vs. Contaminación del agua. Áreas indígenas frente a la explotación de los RR.NN. Los contratos empresas multinacionales y el impacto en la población indígena. SUGERENCIAS E INSUMOS PARA SEGUIR REFLEXIONANDO EN LOS PAÍSES Toso está interrelacionado. Las 3 R: rehusar, Génesis (Caín y reducir, Abel). reutilizar. (Venezuela). Dar la vida para que otros vivan Incluir en los procesos de catequesis. No usar desechables. Promueven reciclaje Cultura del reciclaje. y uso de materiales orgánicos. Los capuchinos (en decisión capitular) han decidido no usar desechables. 118 FORO Temático MISIÓN Y FAMILIA P. Pedro Brassesco 1. SEÑALA TRES APORTES IMPORTANTES RESCATADOS POR EL GRUPO A PARTIR DE LO PLANTEADO POR LOS EXPOSITORES 1. La familia evangelizada es capaz de evangelizar a otras familias. 2. Muchas familias misioneras surgieron del acompañar a niños/adolescentes de la IAM. 3. En las parroquias que atienden a las familias aumentan los matrimonios. 2.Destaca TRES ASPECTOS DEL CONTEXTO DE AMÉRICA ANALIZADOS POR EL GRUPO QUE INCIDEN EN el TRABAJO MISIONERO 1. Desintegración familiar y pérdida de valores. 2. Aumentan familias indiferentes y absorbidas por la materialismo y consumismo. 3. Hay familias que son testimonio a pesar de la influencia social y cultural. 3.Indica CUATRO EXPERIENCIAS QUE RESPONDAN AL CONTEXTO ACTUAL (VER), QUÉ PRINCIPIOS LOS INSPIRAN PARA REALIZAR SUS ACCIONES (JUZGAR) Y CÓMO LO APLICAN EN LA PRÁCTICA (ACTUAR) EXPERIENCIAS FUNDAMENTOS ACCIONES REALIZADAS SUGERENCIAS E INSUMOS PARA SEGUIR REFLEXIONANDO EN LOS PAÍSES Como Iglesia hay buscar enfrentar este tipo de estado. Cuba – niños. Influye ideología. Buscan adoctrinarlos. México. kerigma. Impulsan compromiso. Surgen familias misioneras. Uruguay. Formación. Acciones en misiones, van por los pueblos. Asisten donde hay necesidad. 119 FORO TEMÁTICO MISIÓN Y EDUCACIÓN Lic. Limber Ayarde 1. SEÑALA TRES APORTES IMPORTANTES RESCATADOS POR EL GRUPO A PARTIR DE LO PLANTEADO POR LOS EXPOSITORES 1. Ha faltado más compromiso eclesial en la pastoral educativa. 2. La educación está en crisis a nivel mundial y se está aislando a la Iglesia. 3. ¿Qué hacer para que la parroquia se vincule eficazmente en el camino educativo? 2.Destaca TRES ASPECTOS DEL CONTEXTO DE AMÉRICA ANALIZADOS POR EL GRUPO QUE INCIDEN EN el TRABAJO MISIONERO 1. La secularización de los estados influye enormemente en los modelos educativos. 2. Si la parroquia se involucra en las instituciones educativas, mayor será su acción evangelizadora. 3. Rol de los medios de comunicación: educativo y formador en la sociedad. 3.Indica CUATRO EXPERIENCIAS QUE RESPONDAN AL CONTEXTO ACTUAL (VER), QUÉ PRINCIPIOS LOS INSPIRAN PARA REALIZAR SUS ACCIONES (JUZGAR) Y CÓMO LO APLICAN EN LA PRÁCTICA (ACTUAR) EXPERIENCIAS FUNDAMENTOS Colegio María auxiliadora – Montevideo. La escuela inserta en su realidad. ACCIONES REALIZADAS Vinculación de ex alumnos voluntarios Formación sacramental. 120 SUGERENCIAS E INSUMOS PARA SEGUIR REFLEXIONANDO EN LOS PAÍSES Hacer mucho con pocos recursos Servicio comunitario de la escuela. SUGERENCIAS E INSUMOS ACCIONES EXPERIENCIAS FUNDAMENTOS PARA SEGUIR REALIZADAS REFLEXIONANDO EN LOS PAÍSES Colegio Divina Ver el mundo Conocer la realidad Animación de la Providencia. exterior, abrir la de los Continentes comunidad con los niños. escuela. Domingo Universal de las misiones: DOMUND Acciones de cooperación para las misiones. Parroquias Colegio como Charlas, Trabajo social de la escuela lugar de misión. animaciones, con ayuda de la parroquia. de Zipaquirá, Colombia. retiros, por grados escolares gratuitos. Sensibilización, Vincular a los responsables Caminar Ofrecimiento de la pastoral educativa. penitencial de los charlas, misiones Penitencial con estudiantes. Juvenil OMP jóvenes por los misioneros. Puerto Rico. 121 FORO TEMÁTICO MISIÓN Y CATEQUESIS P. Eduardo Mercado Guzmán 1. SEÑALA TRES APORTES IMPORTANTES RESCATADOS POR EL GRUPO A PARTIR DE LO PLANTEADO POR LOS EXPOSITORES 1. Hay que recuperar la dimensión de proceso y la pastoral de conjunto. 2. Contenidos y formas de catequesis, donde debe estar presente la dimensión misionera. 3. Una catequesis kerygmática y mistagógica 2.Destaca TRES ASPECTOS DEL CONTEXTO DE AMÉRICA ANALIZADOS POR EL GRUPO QUE INCIDEN EN TRABAJO MISIONERO ´La formación religiosa y de fe es un fenómeno social, anclado a una ritualidad social, tiene límites y oportunidades ´La formación teológica en la catequesis no debe ser meramente doctrinal, hace falta formación teológica en todos los ámbitos ´Retos para la catequesis en contextos multiculturales: un modelo intercultural 3.Indica CUATRO EXPERIENCIAS QUE RESPONDAN AL CONTEXTO ACTUAL (VER), QUÉ PRINCIPIOS LOS INSPIRAN PARA REALIZAR SUS ACCIONES (JUZGAR) Y CÓMO LO APLICAN EN LA PRÁCTICA (ACTUAR) EXPERIENCIA FUNDAMENTOS La catequesis y Crear en general toda la comunidades pastoral en Brasil. pequeñas de creyentes. ACCIONES REALIZADAS Insertar en los procesos formativos la idea de comunidad. No al individualismo. 122 SUGERENCIAS O insumos PARA PAÍSES El objetivo es crear pequeñas comunidades, en el marco de la catequesis misionera. Familia misionera La familia en Paraguay. misionera no es un servicio pastoral, es un movimiento que tiene afinidades con la pastoral familiar. Trabajo articulado “Escuelas con Jesús “ en la con los niños, Argentina. Aplicando una nueva pedagogía de aprendizaje. De una Iglesia de Se exigen mantenimiento sacramentos a una Iglesia como una fábrica misionera. y en el menor tiempo posible. En la catequesis, se hacen encuentros entre padres e hijos, con orientación misionera. En el proceso de formación de los catequistas pueden ayudar a grupos y movimientos eclesiales. Formación, encuentros , retiros. Los sacramentos son una parte del aprendizaje, no el fin. Formación de catequistas y agentes pastorales. La formación es un tema fundamental para pasar a ser una Iglesia misionera. 123 FORO TEMÁTICO NUEVAS FORMAS DE COOPERACIÓN MISIONERA P. Guillermo Morales 1. SEÑALA TRES APORTES IMPORTANTES RESCATADOS POR EL GRUPO A PARTIR DE LO PLANTEADO POR LOS EXPOSITORES 1. Hoy existe más conciencia misionera en la Iglesia Universal. 2. Buenas iniciativas de promoción misionera. 3. La necesidad de conocer a quien se evangeliza. 2.destaca TRES ASPECTOS DEL CONTEXTO DE AMÉRICA ANALIZADOS POR EL GRUPO QUE INCIDEN EN el TRABAJO MISIONERO ´El individualismo que dificulta la cooperación misionera ´El creciente fenómeno de la migración ´La política, enfocada desde una ideología “izquierdizante”. 3.Indica CUATRO EXPERIENCIAS QUE RESPONDAN AL CONTEXTO ACTUAL (VER), QUÉ PRINCIPIOS LOS INSPIRAN PARA REALIZAR SUS ACCIONES (JUZGAR) Y CÓMO LO APLICAN EN LA PRÁCTICA (ACTUAR) SUGERENCIAS E ACCIONES INSUMOS PARA SEGUIR EXPERIENCIAS FUNDAMENTOS REALIZADAS REFLEXIONANDO EN LOS PAÍSES Los CAMs. La esencia de la Iglesia Compromisos Seguir luchando para que es misión. locales, sea una sola América. regionales y continentales. Los grupos de Abrirse a la Van de Seguir promoviendo el convivencia colaboración inter- parroquia a laicado. gentes. parroquia común. misionando. 124 EXPERIENCIAS FUNDAMENTOS Los grupos de renovación eclesial. La Iglesia se formó en las primeras comunidades. La fuerza de la juventud. El despertar de la Iglesia está en ellos. SUGERENCIAS E ACCIONES INSUMOS PARA SEGUIR REALIZADAS REFLEXIONANDO EN LOS PAÍSES Emaús Apoyarlos y procurar Carismáticos acompañarlos, ellos son Catecúmenos grandes promotores. Cursillistas. Los jóvenes misionan a los jóvenes. 125 Se perfila mejor el trabajo con la juventud misionera. FORO TEMÁTICO EL ROL DE LAS OMP EN IGLESIAS LOCALES P. Anastacio Gil 1. SEÑALA TRES APORTES IMPORTANTES RESCATADOS POR EL GRUPO A PARTIR DE LO PLANTEADO POR LOS EXPOSITORES 1. Las OMP son un don del Espíritu a su Iglesia a modo de signo sacramental de la vida eclesial. No son simplemente estrategias de cooperación. 2. La Iglesia es sujeto portador de la misión puesto que prolonga la misma misión de Cristo y cumple su mandato como sacramento universal de salvación. La iglesia existe para evangelizar (RM 62). La misión rejuvenece y revitaliza a las diversas Iglesias. 3. Necesidad de insertar en el interior de la pastoral diocesana el carisma fundacional de las OMP que junto con el servicio de las respectivas Comisiones Episcopales de Misiones hacen posible la animación y la cooperación misionera en las comunidades cristianas (RM 66 y 66 78, 83; AG 29 y LG 38). 4. Entre todos los servicios de animación misionera destacan tres: la Diócesis misionera, las Instituciones misioneras y las OMP. Es necesario coordinar esfuerzos para no marginar la labor de los demás. 5. La formación y animación misionera son un deber indelegable de la Iglesia particular y no pueden ser contempladas como algo periférico, sino como una de sus dimensiones esenciales. Para cumplir con esta responsabilidad el Obispo se sirve de un delegado diocesano o episcopal que atiende la animación y formación misionera de la Diócesis. Se está implementado en la Iglesia local la Comisión Episcopal de Misiones y el Consejo diocesano de misiones. 2.Destaque TRES ASPECTOS DEL CONTEXTO DE AMÉRICA ANALIZADOS POR EL GRUPO QUE INCIDEN EN el TRABAJO MISIONERO 1. Las Iglesias locales están llamadas a vivir y expresar su fe como servicio a la misión universal, superando todas las tendencias al narcisismo o la absolutización de sus propios problemas. 2. Las llamadas Iglesias más jóvenes necesitan la fuerza de las antiguas, mientras que estas tienen necesidad del testimonio y del empuje de las más jóvenes (ChL 35). 3. No basta con prestar ayudas, sino que es necesario el compromiso personal y el comunitario para la misión (RM 79), 126 3.Indica CUATRO EXPERIENCIAS QUE RESPONDAN AL CONTEXTO ACTUAL (VER), QUÉ PRINCIPIOS LOS INSPIRAN PARA REALIZAR SUS ACCIONES (JUZGAR) Y CÓMO LO APLICAN EN LA PRÁCTICA (ACTUAR) SUGERENCIAS O INSUMOS PARA LOS PAÍSES SEGUIR REFLEXIONANDO EN LOS PAÍSES Conformación Presencia de las OMP de comisiones y en todas las Iglesias locales. delegados. ACCIONES EXPERIENCIA FUNDAMENTOS REALIZADAS Presencia de las Obras Misionales Pontificias. Congresos. Crece conciencia misionera en los agentes pastorales. Colaboración Iglesia local. Comunión espiritual. Nacional regional local. Periodicidad Realización. Urgencia de la misión. Animación Formación Participación Colaboración. Capacitación. EXPERIENCIA FUNDAMENTOS Colaboración económica. Subsidios existentes Redes sociales. Obras de misericordia universalidad de los bienes. Nuevos métodos de evangelización. Promoción vocacional. Ad gentes. Familias misioneras. Iglesia domestica. ACCIONES REALIZADAS Colectas campañas. Literatura Audiovisuales Pedagogía Metodología. Acompañamiento grupos juveniles seminaristas. Misiones Campañas de solidaridad. 127 SUGERENCIAS O INSUMOS PARA LOS PAÍSES SEGUIR REFLEXIONANDO EN LOS PAÍSES Nuevas formas de colaboración. Compartir actualización. Motivación para ser futuros sacerdotes. Integración en las Iglesias locales. CONCLUSIONES DEL II SIMPOSIO INTERNACIONAL DE MISIONOLOGÍA EN CAMINO AL V CONGRESO AMERICANO MISIONERO Diócesis de Canelones, Pando, Uruguay 29 de febrero a 2 de marzo de 2016 Del 29 de febrero al 2 de marzo de 2016 se realizó el II SIMPOSIO INTERNACIONAL MISIONERO en la ciudad de Pando, departamento de Canelones, en el URUGUAY. El II Simposio, que tuvo como temática “EL EVANGELIO DE LA ALEGRÍA IMPULSA LA MISIÓN”, es complemento del primero realizado en Puerto Rico en 2015 sobre el tema; “EL EVANGELIO FUENTE DE RECONCILIACIÓN Y COMUNIÓN”. De este modo se quiso completar la reflexión en preparación al V Congreso Americano Misionero cuyo tema es “LA ALEGRÍA DEL EVANGELIO, CORAZÓN DE LA MISIÓN PROFÉTICA, FUENTE DE RECONCILIACIÓN Y COMUNIÓN”, con el lema: “AMÉRICA EN MISIÓN, EL EVANGELIO ES ALEGRÍA”. El simposio tuvo como marco introductorio el testimonio de vida de Mons. Jacinto Vera, primer Obispo de Montevideo, quien fue ejemplar en su generosidad pastoral así como en la entrega misionera que le llevó a recorrer varias veces el Uruguay entero. Acompañó también el testimonio de la Bienaventurada Nazaria Ignacia, quien inició su vida misionera en Oruro (Bolivia); destacando en ella su espiritualidad de comunión con la Iglesia, su dedicación y amor a los pobres, su compromiso en la superación de la marginación de la mujer y su pasión por el Anuncio del Evangelio. Junto a estos ejemplos de vida, compartimos con agentes pastorales y misioneros de las Iglesias locales las reflexiones teológico-pastorales a través de las cuatro ponencias desarrolladas en estos días. A la iluminación siguió el diálogo en los grupos y los foros temáticos que expresaron la diversidad de desafíos y contextos así como las variadas acciones misioneras en nuestra América. En el contexto del año de la Misericordia y desde la invitación permanente de Jesucristo a llevar la Buena Noticia a todos los pueblos, reafirmamos nuestra vocación de “Iglesia en salida” misionera que anuncia con el testimonio de vida que el Evangelio es alegría. 128 En los diálogos espontáneos de los participantes, se subrayó fuertemente la razón de los Congresos Americanos Misioneros que apunta a mantener viva la misión ad gentes, a buscar estrategias e iniciativas para implementarla a partir de una renovada pastoral misionera, el compromiso por la nueva evangelización y fruto de la cooperación misionera entre las Iglesias locales. Síntesis de las ponencias. “La alegría de Cristo Resucitado”: (P. Luca Pandolfi) El camino de los discípulos de Emaús (Lc. 24, 13-18) fue el núcleo de la reflexión para enfocar el tema de la alegría que lleva a Cristo resucitado a sus discípulos. Jesús en persona “se acercó”: es el punto de partida para que el evangelista narre la encarnación del Hijo de Dios que se acerca y se hace prójimo. Jesús se acerca, escucha, dialoga y transmite su mensaje no solo con la Palabra sino con el lenguaje del cuerpo. Al caminar junto a los discípulos el Señor presenta y explica lo que las Escrituras decían “sobre Él” (Lc 24, 27). La metodología de Jesús desarrollada en siete etapas (hacerse prójimo, caminar juntos, caminar preguntando, narrar la historia, indicar el camino hacia la libertad, compartir con signos concretos y utilizar el lenguaje de la re-expresión participativa) es modelo para que nosotros, discípulos misioneros, anunciemos la Buena Noticia, la alegría del Evangelio con lo que ya hemos experimentado y que ha inflamado nuestro corazón, que nos involucra con Cristo, con la palabra, gestos y signos concretos. “La alegría de las Bienaventuranzas”: (P. José Cervantes) Jesús el Señor, como el nuevo Moisés, proclama sobre “el monte” (Mt 5, 10) la dicha de ser Bienaventurado y anuncia a la multitud (Mt 4, 3) la Buena Noticia de que también ellos pueden vivir las bienaventuranzas, paradoja del ser cristianos. Cristo, el Señor se presenta como aquel que es dichoso porque es el “pobre que se hace pobre”, el perseguido por ser constructor de la paz, el afligido que sufre por el Reino. Así las Bienaventuranzas, proclamadas en el Evangelio de Mateo, al mismo tiempo que son una autobiografía velada de Cristo, se vuelven propuesta y programa de vida para todos los discípulos. En ellas el discípulo entiende el sentido verdadero de lo que significa la afirmación “hay más alegría en dar que en recibir” (Hech 20, 35). En esta óptica, la opción preferencial por los pobres es una opción evangélica que se deriva de la fe cristológica para que los cristianos puedan vivir como gracia las Bienaventuranzas y ser paradójicamente dichosos en el sufrimiento, dolor y persecución. Con este modelo paradigmático de Cristo que se hizo pobre (2Cor 8,9), el cristiano está llamado de manera singular a vivir la alegría que viene por la participación en la salvación que le trae Cristo. 129 “El discípulo misionero, profeta y testigo de Cristo” (P. Andrés Torres) (DA 11) Las razones y motivaciones de la llamada a ser discípulos misioneros se encuentran en la vocación de ser profetas y testigos de Cristo, que nace del bautismo. El tema “El discípulo misionero, profeta y testigo de Cristo” fue desarrollado en cuatro partes, a partir de los documentos del magisterio de la Iglesia universal y de América latina: • El amplio horizonte de la Evangelización: documentos desde el Concilio Vaticano II hasta Santo Domingo • Nueva etapa evangelizadora: elementos fundamentales de la Evangelización y su identidad, el profetismo como tarea evangelizadora • Desde las notas eclesiales de la comunión y la caridad • Desde las diversas vocaciones específicas La nueva tarea evangelizadora del cristiano se desarrolla en cinco etapas y se caracteriza por las categorías de comunión y caridad; en ella los discípulos misioneros descubren las vocaciones específicas. El bautizado ejerce su profetismo y el testimonio centrado en Jesucristo; la comunión eclesial es también el espacio donde el discípulo vive la comunión con Dios. El profetismo como propuesta evangelizadora nace de la contemplación de Dios y se manifiesta con el testimonio de vida. “Ámbitos, prioridades y tareas de la misión en América” (P. Estevao Raschietti) El relato de Emaús es paradigma para que el discípulo misionero se identifique con el papel de Jesús, el caminante que sale de su auto-referencialidad y va al encuentro del otro. La Iglesia, mirando a su Señor, debe estar en actitud de salida, tomando la iniciativa de ir sin miedo al encuentro del otro, buscando a los más alejados (CFR EG 24). La realidad contemporánea representa desafíos tan grandes a la tarea del misionero que despierta preguntas sobre el sentido de anunciar a Cristo hoy. Por eso la Iglesia necesita repensar la misión sin perder el ardor y dinamismo misionero. Los documentos del Concilio Vaticano II presentan a Dios Padre como el fundamento de la misión que toma la iniciativa de comunicar y derramar su amor (LG 5,8,17). Dios Padre es 130 quien envía a su Hijo amado para hacernos partícipes de la vida divina, con el dinamismo y protagonismo del Espíritu Santo que ya “actúa en el mundo antes de la glorificación de Cristo”. (AG 4) Desde estos fundamentos trinitarios, hoy la Iglesia debe emprender un camino de conversión, ser una Iglesia en salida, al encuentro y al servicio a los creyentes, los alejados y los que no conocen a Cristo. El anuncio del Evangelio se dirige a esos tres sectores: • Animación pastoral de la comunidad cristiana, • Acción evangelizadora como comunidad eclesial para dar en la sociedad un testimonio de fe • La cooperación misionera al servicio de la Misión Ad gentes. Aporte de los grupos Recogemos los aportes de los grupos a la luz del texto der los discípulos de Emaús (Lc 24, 13-35) 1.VER Dos de los discípulos iban a un pequeño pueblo, llamado Emaús… con el semblante triste… Reconocemos que la Iglesia mantiene viva y se hace creíble en su misión profética a través de la voz del Papa Francisco y sus pastores, de muchos agentes de pastoral y laicos que sienten y viven su vida como “misión”. Es una Iglesia que dialoga con el mundo, construye relaciones fraternas con instituciones públicas, religiosas y culturales al servicio de la paz. Es una Iglesia que no tiene miedo a denunciar la violencia, las injusticias y desigualdades, de manera especial hacia los pobres, los pequeños y las mujeres. Es una iglesia que se hace voz de los marginados y acompaña el proceso de la dignificación y afianzamiento de los pueblos indígenas. La voz de los mártires, al mismo tiempo que es presencia profética fuerte y testimonio eficaz del evangelio, sigue interpelando a nuestra Iglesia en América para que sea más autentica y comprometida en la construcción del Reino del Padre. Se constata un mayor protagonismo de los laicos en la acción misionera, testimonio de una Iglesia que quiere vivir “en salida”, en atención a la gente alejada, aunque nos damos cuenta que el proceso evangelizador es todavía superficial y merece mayor dedicación de tiempo y agentes pastorales formados. Sin embargo, el anuncio del misionero encuentra obstáculos en la falta de testimonio de los creyentes, las incoherencias de los miembros de la Iglesia, cuando acomodan sus vidas 131 de discípulos al estilo del mundo y no al estilo de la conducta de Jesús, opacando la alegría de la Buena Noticia. Las tendencias del secularismo e individualismo, el distanciamiento y/o oposición de la cultura y sociedad actual es otra fuente de desánimo para el misionero cuando no asume actitudes de rechazo y confrontación hacia la sociedad. Esta tendencia y realidad del mundo actual ha puesto en evidencia la inadecuada e insuficiente acción evangelizadora. La pastoral misionera transmite, a veces, en forma parcial y demasiado racional el Evangelio de Cristo, que no comunica el entusiasmo y la alegría del creyente. Persisten barreras personales, culturales y pastorales que tienden a homogeneizar la acción evangelizadora, impidiendo iniciativas y propuestas creativas al servicio de una comunidad misionera en salida y al servicio de los más alejados. Por otro lado, contrasta gravemente con la misión del evangelizador los anti testimonios de indiferencia ante el sufrimiento de los pobres y marginados, o las posturas de reducirlos simplemente a una categoría sociológica. La opción preferencial y evangélica por los pobres es una opción teológica fundada en Cristo que se hizo pobre y sigue mostrándose en el rostro de los pobres. Agradecemos y valoramos la acción de animación, formación y cooperación misionera en las Iglesias locales, a través de las OMP, instrumento privilegiado en el caminar misionero. 2.JUZGAR Y comenzando por Moisés y los profetas…. Les interpretó en todas las Escrituras lo que se refería a Él. La Palabra, pronunciada por Jesús, hace arder el corazón y la vida de los discípulos; hace que descubran el verdadero sentido de la pasión y muerte de Jesús. Al estilo de los discípulos de Emaús, el discípulo misionero acoge la Palabra, la profundiza y la hace vida en la comunidad. Es así que la buena noticia se anuncia y se cultiva en los contextos familiares, en las comunidades eclesiales de base y otras pequeñas comunidades de fe donde se experimenta la comunión fraterna y la alegría de Cristo resucitado. La apertura, la escucha y meditación de la Palabra de Dios, hace leer la historia personal y social con los ojos de Dios que cambia la manera de valorar y asumir la realidad que nos rodea. Así, se orienta la adhesión libre a la verdad plena que da sentido a la persona como hijo de Dios. La Palabra de Jesús, ofrecida ayer y hoy a sus discípulos, es fundamental para la vida del misionero en su salida al encuentro con los hermanos. La misión es encuentro, supera la 132 tentación de “conquistar el otro” y hacer adeptos porque transmite la alegría del encuentro con Cristo vivo, presente en la historia. A la luz de la pasión y resurrección de Jesús, se supera la paradoja de las bienaventuranzas, de la dicha de los pobres, de la felicidad en el dolor. La experiencia de la dicha (felicidad que permanece) no es sentimiento, es don, es participación del misterio de Cristo y de la misericordia de Dios. La misericordia de Dios y la alegría no es fruto del esfuerzo humano, es gratuidad. La comunidad eclesial que primerea y se involucra con el sufrimiento humano es el mejor testimonio de la alegría paradójica de las Bienaventuranzas. Dios sigue hablándonos hoy a través de los escritos de los Padres de la Iglesia y la enseñanza de nuestros pastores en los documentos eclesiales (ver, Concilio Vaticano II, Aparecida…), que la hacen actual y siempre novedosa, capaz de iluminar la realidad y responder a los problemas actuales. Se trata de reconocer y poner en evidencia que la Palabra de Dios es “Verbum mundi” (cfr. Verbum Domini, 3ª parte) y, por lo tanto, de recordar que la misión de la Iglesia es anunciar la Palabra de Dios al mundo (VD 90-98)1 3.ACTUAR En ese mismo momento se pusieron en camino y regresaron a Jerusalén. Jesús se acerca primero a nosotros, aunque no lo reconozcamos. La fuente de la alegría del discípulo misionero está en descubrir, acoger y vivir el encuentro con Jesucristo vivo, con su mensaje de esperanza. En la tarea evangelizadora es importante que el misionero, desde su conocimiento y experiencia personal con Jesús, comparta su alegría y ofrezca oportunidades para que los destinatarios puedan vivir ese encuentro que lleva a la conversión. Además el misionero tiene que estar consciente de que Dios lo precede y está presente en la vida del pueblo: en su cultura y valores humanos auténticos. Junto a la experiencia personal y mística de Jesús, los discípulos deben formarse pastoral y teológicamente para anunciar en plenitud la persona y mensaje de Jesús. Es una formación 1 Esta interpretación de la situación, esta iluminación e inspiración que viene de la Palabra permitirá destacar el papel de la Palabra de Dios en relación con el compromiso en el mundo (VD 99-108) y, en particular, con las culturas (VD 109-120). Tal como nos lo urge el Papa Francisco en Evangelii Gaudium, esta interpretación a la luz de las escrituras, prueba que requiere la personalización de la Palabra (EG 149151) y que la evangelización para la profundización del kerigma se tiene que hacer fundados en la Palabra de Dios (EG 174-175). P. Jaime Alfonso Moza. 133 integral, que permea todas la dimensiones de la formación (bíblica, teológica, eclesiológica, litúrgica, etc.), necesaria en su etapa inicial y permanente de los sacerdotes y agentes de pastoral. Hay que insistir que en los seminarios se dé una solida formación misionera de los candidatos al sacerdocio introduciendo la materia de misionología, proponiéndoles experiencias diferentes de misión y cultivando la pasión por la misión ad gentes como parte de su propia vocación sacerdotal. El enfoque misionológico de la formación y acción misionera debe tener en cuenta los diferentes ámbitos de la pastoral misionera, la Nueva Evangelización y la misión Ad Gentes: las tres dimensiones son intrínsecamente ligadas y se sustentan mutuamente. El compromiso de la misión ad gentes, de manera especial, hace viva la identidad misma de la Iglesia que nace de la misión y vive para la misión. Es necesario mantener vivo el espíritu misionero y el desafío de una Iglesia en estado de misión planteado en Aparecida que nos ha invitado a la conversión pastoral, a un cambio de mentalidad y del corazón, a “desinstalarse” de comodidades. La nueva Evangelización implica también mantener vivo el ardor misionero, renovar los métodos y expresiones al servicio del anuncio del Evangelio de Jesús en el mundo marcado por el secularismo y el relativismo. La acción evangelizadora debe estar abierta a los nuevos interlocutores, a su realidad, así como a los nuevos lenguajes y signos que vehiculan sus necesidades y anhelos más íntimos y profundos. La Iglesia misionera está llamada a vivir una espiritualidad de comunión y solidaridad, expresión del Dios misericordioso con todos sus hijos, de manera especial con los más pobres y necesitados: impulsar los distintos ministerios, educar al trabajo en equipo, al espíritu de servicio gratuito, a la comunión y a la caridad. Reconocemos la importancia de la familia, Iglesia doméstica, y sacramento de Dios amor: es urgente su formación y acompañamiento constantes al servicio de la fidelidad y perseverancia para que sean también experiencia anunciada y testimoniada de la comunión del Padre, del Hijo y del Espíritu con su vida. Los medios de comunicación, si bien a veces deforman a la persona y promueven antivalores, tienen el gran potencial de anunciar la verdad sobre la persona humana y de ser educadores de los valores de la convivencia humana. Merece una atención particular la oportunidad de poner al servicio de la pedagogía y sensibilización misionera el apego de los jóvenes a las redes sociales. 134 a. ACTUAR (ACTITUDES) ¿No ardía a caso nuestro corazón, mientras nos hablaba en el camino? En el proceso evangelizador hace falta estar abiertos al otro, despojarnos de prejuicios, salir al encuentro de las personas concretas, meterse en su situación y problemas, siendo misericordiosos y compasivos y dando así testimonio de Cristo, misericordia del Padre. Es necesario implementar un camino de evangelización paciente y perseverante para acompañar el ritmo existencial de nuestro pueblo. Para eso son necesarias actitudes de cercanía, escucha activa y profunda, gestos y expresiones que nos hagan cercanos – prójimos a nuestros hermanos. La tarea evangelizadora de la Iglesia se tiene que desarrollar a través de procesos misioneros que lleven las personas al encuentro con Cristo y se comprometan en la construcción del Reino del Padre, reino de justicia y de paz y superar la tentación de los resultados inmediatos. b. ACTUAR (DESAFIOS) Hombres duros de entendimiento, ¿cómo les cuesta creer todo lo que anunciaron los profetas? Es urgente tomar consciencia del compromiso de una Iglesia en estado permanente de Misión y de la necesidad de una conversión personal pastoral que pase por el testimonio del discípulo misionero, por su vida coherente y fiel y por la vivencia de la familia misionera, primera transmisora y educadora en la fe. Tanto la conversión personal como la comunitaria implican el abandono de estructuras caducas y la implementación de la dimensión misionera en todas las pastorales específicas. Promueve así mismo la reciprocidad vocacional y carismática en el caminar de la misión compartida, fomenta el surgir de ministerios laicales y valora el rol de la mujer en la Iglesia. Es importante retomar el compromiso pastoral por las Comunidades Eclesiales de base, con su potencial y experiencia evangelizadora, como vía para revitalizar la presencia de la Iglesia en el territorio. Su misión es anunciar y testimoniar la alegría del Evangelio “de persona a persona”, celebrar la vida y prestar atención solidaria a las necesidades de los pobres. Desafía hoy hablar de Dios al mundo de la política, de la economía, de la cultura por su enfoque secularizado, consumista e individualista. Es preciso el protagonismo testimonial y profético de los laicos en la vida de cada día: su presencia y acción en los nuevos areópagos de la evangelización debe entenderse como semilla lanzada y dará fruto a su tiempo. Para 135 eso toda la comunidad eclesial debe estar atenta y responder a las voces y necesidades de los movimientos populares que expresan su deseo de justicia y esperanza en un mundo más justo, solidario y fraterno. De manera especial, el mundo juvenil urge estrategias y métodos creativos y cautivantes para que acojan la persona y mensaje de Jesús. La catequesis, la pastoral juvenil y vocacional deben promover y formar líderes capaces de dialogar con los lenguajes propios de sus coetáneos. Es importante valorar y mantener vigentes los diálogos inter-religiosos, culturales, generacionales para el compromiso común de la construcción de un mundo mejor inspirados en la ética y los valores humanos universales. La pastoral vocacional tenga en cuenta todas las vocaciones presentes en la Iglesia, fomentando la toma de conciencia de su misión específica al servicio del pueblo de Dios. 136 DELEGACIONES PARTICIPANTES 1. Antillas 2. Bolivia 3. Brasil 4. Canadá 5. Chile 6. Colombia 7. Costa Rica 8. Cuba 9. Ecuador 10. El Salvador 11. Estados Unidos 12. Guatemala 13. Haití 14. Honduras 15. México 16. Nicaragua 17. Perú 18. República Dominicana 19. Uruguay 20. Venezuela 21. Puerto Rico Participaron 98 delegados, de los cuales, 35 eran de Puerto Rico y 63 estuvieron representando a 21 países y 5 invitados de África, 14 obispos, 2 representantes del CELAM. 137 138 ORACIÓN DE PREPARACIÓN AL V CONGRESO AMERICANO MISIONERO La dulce y confortadora alegría de evangelizar Padre bueno, creador de todas las cosas,/ concédenos tu misericordia,/ que borre de nosotros la tristeza egoísta/ que brota de un corazón cómodo y avaro,/ de una vida enfermiza de caprichos/ y de la conciencia cerrada a los demás. Que siempre podamos encontrarnos con tu Hijo Jesucristo,/ que Él cautive nuestro corazón,/ de modo que su mirada serena lo fortalezca en la fe/ y lo abra a los hermanos,/ y, a pesar de nuestros límites,/ seamos capaces de mostrar al mundo/ el gozo de una vida nueva,/ la que surge de su divino Corazón. Que tu Iglesia, inundada por la dulce y confortadora alegría de evangelizar/ y fecundada con nuevos hijos, pueda contemplar agradecida/ cómo se expande, arraiga y desarrolla la bondad, la verdad y la belleza/ con la fuerza renovadora de tu Espíritu Santo. Que la Virgen María, Estrella de la nueva evangelización,/ nos haga descubrir la fortaleza de la humildad y la ternura,/ y, en los momentos áridos y difíciles,/ su materna intercesión nos conforte,/ enseñándonos a poner en Ti toda nuestra confianza/ y a sostenernos los unos a otros con la oración. Amén. 139 “EL EVANGELIO DE LA ALEGRÍA IMPULSA LA MISIÓN” CONFERENCIA EPISCOPAL BOLIVIANA OBRAS MISIONALES PONTIFICIAS – BOLIVIA La Paz – Calle Potosí, nro. 814. Casilla 11932 – Tel. y Fax 2406817 E-mail: [email protected] www.boliviamisionera.com 140