ii simposio internacional de misionología

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RUMBO AL
II SIMPOSIO
INTERNACIONAL
DE MISIONOLOGÍA
TEMA:
“EL EVANGELIO DE LA ALEGRÍA
IMPULSA LA MISIÓN”
DOCUMENTO CONCLUSIVO
Montevideo - Uruguay · 2016
CONFERENCIA EPISCOPAL BOLIVIANA · OBRAS MISIONALES PONTIFICIAS
ORGANIZADORES
COMITÉ CENTRAL
E. R. Mons. Sergio Gualberti
E. R. Mons. Ricardo Centellas
E. R. Mons. Oscar Aparicio
E. R. Mons. Julio María Elías
E. R. Mons. Carlos Bugler
E. R. Mons. Eugenio Scarpellini
COMITÉ EJECUTIVO
E. R. Mons. Eugenio Scarpellini
Hna. Cilenia Rojas Arispe MCI
P. Luis López (Secretario – sede Santa
Cruz)
SECRETARÍA EJECUTIVA
Hna. Cilenia Rojas Arispe MCI
Lic. Javier Silva Aparicio
Hugo Colque Catari
Conferencia
Episcopal Boliviana
Obras Misionales
Pontificias
COMISIÓN LITÚRGICA
E. R. Mons. Jesús Juárez
E. R. Mons. Stanislaw Dowlaszewicz
P. Miguel Limón
P. Renán Aguilera
P. Ivan Bravo
COMISION DE METODOLOGÍA Y
PLANIFICACIÓN
E. R. Mons. Aurelio Pesoa OFM
E. R. Mons. Cristóbal Bialasik
Lic. Juan Carlos Nuñez
Lic. Rolando Lazarte
COMISIÓN TEOLÓGICA
E. R. Mons. Roberto Bordi.
E. R. Mons. Adolfo Bittschi
E. R. Mons. Waldo Barrionuevo
Dra. Bernardeth Caero
Hna. Rosalba Chávez
P. José Smyksy CSsR
P. José Cervantes
P. Sergio Montes SJ
COMISION DE RELACIONES
INTERINSTITUCIONALES
E. R. Mons. Jesús Juárez
E. R. Mons. Javier del Rio
P. José Fuentes Cano
COMISIÓN DE MEMORIA Y
SINTESIS
E. R. Mons. Braulio Sáez
E. R. Mons. Fernando Bascopé
Lic. Francesco Serratti
P. Juan Aparicio SDB
COMISIÓN DE ANIMACIÓN
PASTORAL
E. R. Mons. Percy Galván
E. R. Mons. Edmundo Abastoflor
E. R. Mons. Antonio Reimann
E. R. Mons. Juan Vargas
P. Marco Abascal
P. Daniel Carranza
P. Javier Urías
Hna. Yackeline Romero MCI
Dr. Jenaro Mercado Rojas
Lic. Limbert Ayarde
COMISIÓN ECONÓMICA
E. R. Mons. Carlos Stetter
E. R. Mons. Carlos Bürgler
E. R. Mons. Eugenio Coter
COMISIÓN DE COMUNICACIÓN
E. R. Mons. Jesús Pérez OFM
E. R. Mons. Eugenio Coter
E. R. Mons. Jorge Saldías OP
P. Hugo Ara
Lic. Erwin Bazán
Lic. José Rivera
COMISIÓN INFORMÁTICA
E. R. Mons. Robert Flock
Sr. Edwin Mirabal
ÍNDICE
Antecedentes DE LOS CONGRESOS MISIONEROS EN AMÉRICA........................................ 6
DESGLOSE TEOLÓGICO DE LOS EJES.................................................................................... 10
II SIMPOSIO INTERNACIONAL:............................................................................................. 19
METODOLOGÍA................................................................................................................... 20
Programa........................................................................................................................ 21
Ponencia LA ALEGRÍA EN CRISTO RESUCITADO................................................................ 23
Ponencia La alegría de las bienaventuranzas......................................................... 42
Ponencia EL DISCÍPULO MISIONERO: PROFETA Y TESTIGO DE CRISTO............................... 73
Ponencia Desafíos, prioridades y tareas de la misión en América........................ 105
Aporte de los FOROs TEMÁTICOs.................................................................................... 117
CONCLUSIONES ................................................................................................................. 128
3
PRESENTACIÓN
A las Conferencias Episcopales de América
A los Directores Nacionales de OMP
A las comunidades de fe del continente
A los misioneros y misioneras
Queridos discípulos misioneros de América,
Este documento es fruto del trabajo de todos Ustedes que han participado del II Simposio
Internacional de Misionología, celebrado en Uruguay. Primeramente, gracias a todos
los expositores, los talleristas, los participantes: sin ustedes no podríamos avanzar en la
preparación al V Congreso Americano Misionero. Pero, de manera especial, gracias a P.
Leonardo Giannelli y su equipo que nos han acogido y nos han permitido experimentar la
realidad de una Iglesia que vive y se propone como esperanza por el anuncio de la Buena
Nueva de Jesús en un país que se declara abiertamente “laico”.
No nos olvidemos nuestro Lema y Tema generales de nuestro V Congreso Americano
Misionero:
LEMA: ¡América en misión, el Evangelio es alegría!
TEMA: La alegría del evangelio, corazón de la misión profética, fuente de
reconciliación y comunión.
En este contexto el II Simposio ha querido asumir la reflexión sobre los ejes que nos faltaban:
evangelio, alegría y misión. El Lema fue “El Evangelio de la Alegría impulsa la misión”
El documento contiene las cuatro ponencias magistrales:
§
§
La alegría de las Bienaventuranzas: La paradójica dicha de los desdichados
(P. José Cervantes)
El Discípulo Misionero: Profeta y Testigo de Cristo: Una aproximación
desde la Nueva Etapa Evangelizadora en Aparecida y Evangelii Gaudium
(Pbro. Andrés Torres Ramírez)
§
La Alegría en Cristo Resucitado… por el camino de Emaús. (Prof. Luca
Pandolfi)
§
Desafíos, Prioridades y Tareas de la Mision en América. (P. Stefano Raschietti sx)
4
Como en el anterior documento, al final hemos colocado un punteo sobre los foros
temáticos que reflejan el trabajo y los aportes de los grupos.
Con este trabajo, para nosotros los miembros de la Comisión Teológica de Bolivia termina
una primera etapa: la de reflexionar juntos sobre los ejes centrales del V Congreso Americano
Misionero: en la medida de lo posible, es importante que estas reflexiones bajen a nivel de
nuestras Diócesis, de las comunidades de fe. También es posible y oportuno entregar las
mismas a centros de estudios de misionología del país, a personas involucradas en el tema
de la misión sea por motivos de estudio, como también porque están trabajando en la
misión.
Para la confianza de ustedes, la Comisión Teológica está preparando el Instrumento de
Trabajo que les facilitará el compromiso de animación en vista al V Congreso Americano
Misionero. Serán cuatro fichas de trabajo que resumirán las ponencias y los aportes de los
grupos; se utilizará el método Ver – Juzgar – Actuar, tan familiar a América; a cada paso
habrá referencia para quienes quieran reflexionar ulteriormente el tema; habrá también
preguntas motivadoras para los grupos y comunidades.
Dentro de muy poco, el trabajo de animación estará en la “cancha” de ustedes: nosotros
esperamos que sea una reflexión profunda, que haya aportes interesantes para que
podamos, al final, preparar el documento del congresista.
Queridos amigos y hermanos misioneros, hay harto trabajo; el recorrido, aunque
parece largo, se acerca a pasos agigantados. Apoyemos todo eso con la oración diaria,
mantengamos despierto el espíritu misionero y confiemos en que el trabajo más grande lo
realizará “el dueño de la mies”, Jesús, con el auxilio del Espíritu Santo.
Un abrazo a todos y unidos en la oración.
Mons. Eugenio Scarpellini Mazzoleni
Obispo de El Alto
Director Nacional de OMP Bolivia
Coordinador General
V Congreso Americano Misionero
5
Antecedentes DE LOS
CONGRESOS MISIONEROS EN
AMÉRICA
LOS CAMs – COMLAs
En el caminar misionero del continente, los CAMs-COMLAs se constituyeron
en hitos importantes pues marcaron un avance en la conciencia misionera de
nuestras Iglesias y lograron involucrar a muchos sectores del pueblo de Dios,
porque la misión ha sido y sigue siendo una fuerza unificadora que asume todas
las dimensiones de la vida pastoral.
LEMA
COMLA 1
Torreón,
México. Del
20 al 30 de
noviembre de
1977.
Salvación
universal:
compromiso de
todos.
La Iglesia,
Sacramento
Universal de
Salvación.
Con María,
Misioneros de
Cristo.
La Iglesia
Misionera,
respuesta del
hombre de hoy:
Responsabilidad
Misionera en y
desde América
Latina.
COMLA 2.
Tlaxcala,
México. Del 16
al 21 mayo de
1983.
TEMA
6
LOGO
COMLA 3
Bogotá,
Colombia.
Del 5 al 10
de julio de
1987.
América, llegó tu
hora de ser evangelizadora.
América quiere
compartir su Fe.
Lima, Perú. Del América Latina,
desde tu fe envía
3 al 8 febrero
misioneros.
de 1991
La Iglesia de
América Latina
ante los desafíos
pastorales
de la Nueva
Evangelización
en el Tercer
Milenio.
COMLA 4
COMLA 5
Belo Horizonte,
Brasil. Del 18 al Vengan, vean y
anuncien.
23 de julio de
1995.
El Evangelio en las
culturas.
CAM 1
COMLA 6
Paraná,
Argentina.
Del 28 de
septiembre al
3 de octubre
de 1999.
Jesucristo, vida y
esperanza para
todos los pueblos.
América con
Cristo, sal de tu
tierra.
7
CAM 2
COMLA 7
Anunciar el
Iglesia en América,
Guatemala.
Evangelio de la
tu vida es misión.
Del 25 al 30
vida.
de noviembre
de 2003.
CAM 3
COMLA
8 Quito,
Ecuador. Del
12 al 17 de
agosto de
2008.
América con
Cristo: escucha,
aprende y
anuncia.
CAM 4
COMLA 9
Maracaibo,
Venezuela.
Del 26
noviembre
al 1 de
diciembre de
2013
Discípulos
misioneros
de Jesucristo
América misionera:
desde América,
comparte tu fe.
en un mundo
secularizado y
pluricultural.
V Congreso
Americano
Misionero
Santa Cruz,
Bolivia. Julio
2018
América en misión, La alegría del Evangelio, corazón de la
el Evangelio es
misión profética, fuente de reconciliación y
alegría
comunión.
La Iglesia en
discipulado
misionero.
8
V CONGRESO AMERICANO MISIONERO
TEMA
“LA ALEGRÍA DEL Evangelio
CORAZÓN DE LA MISIÓN PROFÉTICA
FUENTE DE RECONCILIACIÓN Y COMUNIÓN”
LEMA
AMÉRICA EN MISIÓN, EL evangelio ES ALEGRÍA
1.
OBJETIVO GENERAL
Fortalecer la identidad y el compromiso misionero Ad Gentes de la Iglesia en América, para
anunciar la alegría del Evangelio a todos los pueblos, con particular atención a las periferias
del mundo de hoy y al servicio de una sociedad más justa, solidaria y fraterna.
2.
SIGNOS DEL CONGRESO
La Cruz de la
Evangelización
Hace memoria a la acción evangelizadora de la
Iglesia fiel al mandato del Señor. Hoy continúa
inspirando la evangelización de los pueblos y
anima nuestra espiritualidad misionera, pues
ella expresa el Amor sin límites de Cristo por la
salvación de la humanidad.
Mujer de Iglesia en el corazón del pueblo, que
dijo sí al llamado del Señor desde una vocación
Las reliquias de
específica MISIONERA. En su vida no tuvo otra
la Beata Nazaria
pasión que la misión. Por eso desde Oruro, fundó,
Ignacia
por gracia de Dios, una congregación misionera
con el deseo de que todos conocieran al Señor.
Ambos signos quieren inspirar hoy a nuevos hombres y mujeres para dar la vida por el
anuncio del Reino.
9
DESGLOSE TEOLÓGICO DE LOS EJES
1.EVANGELIO
El principal texto paulino sobre el Resucitado (1 Cor 15,1-5) presenta el contenido originario
del evangelio cristiano, que anuncia a Cristo muerto y resucitado en una de las confesiones
de fe más antiguas de la Iglesia, y que en los años cincuenta de la era cristiana ya estaba
acuñada y forjada como una pieza tradicional de la fe. La denominación de “Evangelio”
a este anuncio de salvación y de vida es un elemento específico de la tradición cristiana
primitiva. Si bien el término griego para “Evangelio” puede ser traducido como “Buena
Noticia”, no siempre es conveniente hacer la traducción del mismo, pues la singularidad
de la mera transcripción de la palabra griega a nuestra lengua puede contribuir a resaltar la
excelencia incomparable del Evangelio cristiano con cualquier otra buena noticia de la vida
humana. De hecho en la Biblia griega sólo el Nuevo Testamento ha aplicado exclusivamente
la palabra neutra (to euaggelion) al Evangelio de Jesucristo y la ha dedicado sobre todo al
anuncio de su muerte y resurrección en la literatura paulina. Es evidente que se trata por
tanto de la Buena Noticia de Jesucristo, pero entendiendo ésta en tono superlativo.
El Evangelio de Jesucristo pretende anunciar la profunda e íntima vinculación de la
humanidad, de cada persona y de la creación con Dios a través de la figura del Reino de
Dios, entendido éste como el Reinado de Dios, capaz de transformar la realidad por la
acción eficaz de su Amor.
La vinculación del Reino de Dios con el Evangelio aparece especialmente resaltada en el
Evangelio de Marcos: “Jesús fue predicando el Evangelio de Dios y diciendo: Se ha cumplido
el plazo y se ha acercado el Reino de Dios; conviértanse y crean en el Evangelio” (Mc 1,1415). El Reino de Dios es el misterio del amor de Dios que establece una relación nueva,
personal y dinámica con los seres humanos, y, al ser acogido por ellos, toda la vida humana
queda trastocada, impregnada y regenerada por Dios.
El Reino de Dios es Dios mismo que ama a todo ser humano y se acerca a toda persona
para establecer una relación personal de amor, que conduzca a la más profunda alegría.
Por eso la interpretación del Reino de Dios como “Reinado de Dios” en el corazón humano
evoca el carácter personal y plenificante del amor de Dios, que viene dado en Jesús, el cual
se ha acercado definitivamente al hombre y consumará su amor en la entrega de la cruz, en
su muerte y resurrección.
10
Este Reinado de Dios tiene una dimensión social indiscutible, que anuncia la justicia y la
paz como grandes valores divinos que están llegando con todo aquél que defiende a los
humildes, que socorre y libera a los pobres y quebranta al explotador. Éste es el Reino cuya
cercanía anuncia Jesús y por cuya causa vivió y fue crucificado. Pero el paso decisivo para
entrar en el Reinado de Dios es seguir a Jesús, convertirse en discípulo suyo y reconocer en
él al Hijo de Dios, cuando, como el centurión (Mc 15,39) sepamos contemplar a Dios en
su muerte en la cruz. Sólo con esta reorientación de la mirada hacia Jesús en la cruz y, con
él, hacia todas las víctimas de la injusticia y los sufrientes de este mundo se producirá en
nosotros la auténtica metanoia o conversión que pide el Evangelio. Este Jesús es el Evangelio.
En este sentido, lo que anuncia el misionero nace de ese primer contacto con el Evangelio –
como anuncio kerygmático vital- y vuelve a él como fuente que dinamiza su vida cotidiana.
Pero en la presentación del Evangelio es imprescindible la actitud y el tono profético del
misionero que vive la Alegría del encuentro con Jesús; de ahí que no se trata sólo de una
comunicación formal de un mensaje sino de la comunicación vital del mismo, pues el
encuentro ha generado una Alegría que no se puede contener.
2.ALEGRÍA
En el pensamiento bíblico la palabra “alegría” está relacionada con el término “Evangelio”,
del griego euaggelion, el mensajero de una buena noticia. Este significado está en sintonía
con Is 52,7: “¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz,
que trae buenas nuevas, que anuncia salvación, que dice a Sión: «Ya reina tu Dios»!”. Shalom
abarca todas las esferas del ser humano, la buena relación con YHWH, el Dios de la Vida,
consigo mismo, con el entorno familiar y social, la estabilidad psicológica y económica de
la persona. El ser humano como imagen y semejanza de Dios (Gn 1,26-27); creado por el
aliento de vida divino (Gn 2,7) y en plena libertad (Gn 3). “El ser humano”, será formado por
YHWH Dios en base al “polvo de la tierra”. Gracias al aliento de vida que sopla Dios en el ser
humano, es que se convierte en ser viviente, “es decir, en una persona viva capaz de entrar
en relación con Dios” (Gn 2,7).
El pensamiento bíblico entiende “vida” como algo existencial. La palabra hebrea “vida”
tiene relación con la salvación. De acuerdo a Ringgren la persona relacionada a “vivir” no
se reduce a estar viva, sino a vivir una vida plena, próspera y feliz; lo cual significa estar en
shalom con Dios, consigo mismo y con su medio.
La conciencia histórica de la propia existencia es la alegría que se comparte y a la vez implica
una responsabilidad con toda la creación.
Los textos de Hch 8,8 y 13,48 hacen referencia a la alegría que nace a partir de la Buena
Noticia de Cristo. Es justamente lo que indica el Papa Francisco en su Exhortación
Apostólica, Evangelii Gaudium: lo que compartimos es la alegría de un encuentro personal
11
con Dios. Es la experiencia del amor de Dios que quiere ser compartida, así como en el
Evangelio de Juan, los discípulos y discípulas de Jesús son reconocidos por el amor que
se tienen los unos con los otros (Jn 13 34-35; 15 12.17). Desde una perspectiva joánica no
empleará el medio clásico del anuncio como es la palabra oral, sino la Palabra como tal es
vivida en la propia comunidad, es decir se encarna.
Ahora bien, ¿de dónde nace la Alegría?, ¿Cómo se expresa la alegría en el Evangelio? ¿A qué
nos lleva esta alegría?
La alegría del Evangelio tiene su origen en Dios y se ha manifestado especialmente en
el encuentro con el Resucitado. En Mateo, la alegría es la primera palabra dirigida por el
Resucitado a las mujeres, a las que se aparece (Mt 28, 9). El evangelio de Juan lo anuncia al
presentar a Cristo Resucitado en la doble aparición del resucitado a los discípulos y a Tomás
(Jn 20,14-31). En este texto se pueden destacar tres elementos teológicos fundamentales:
la presencia de Jesús que muestra su identidad de crucificado y resucitado, la donación
del Espíritu del Resucitado a los discípulos para hacerlos partícipes de la misma misión de
Jesús, comunicando paz, alegría y perdón, y la gran dicha de la nueva vida por la fe en el
Resucitado comunicada por la Iglesia mediante el testimonio y la palabra.
La Alegría es fruto de la experiencia del encuentro personal con Cristo y lleva a Dios. De ahí
surge el discipulado, el seguimiento de Jesús y la renovación de nuestra vida, por la acción
del Espíritu para vivir la comunión con el Padre.
Jesús, Señor de la muerte y la vida, sigue dando su aliento de vida, soplando su fuerza de
amor e infundiendo su Espíritu divino a la humanidad entera. Juan cuenta la comunicación
del Espíritu Santo por parte de Jesús de manera mucho más personal que Lucas en
pentecostés, pues Jesús transmite como un nuevo aliento y un nuevo brío: “Reciban Espíritu
Santo”. La ausencia del artículo determinado ante la palabra “Espíritu” acentúa el carácter
cristocéntrico. Lo que reciben los discípulos es el mismo Espíritu de Cristo. Este Espíritu se
hace presente en la historia de modo singular como palabra generadora de vida nueva.
Con el Espíritu del Crucificado y Resucitado los Apóstoles y los hermanos daban testimonio
de la alegría del Señor Jesús, realizando signos y prodigios y generando ese nuevo estilo de
vida que sirve como patrón de referencia de la Iglesia de todos los tiempos: la comunión de
bienes, las relaciones de gratuidad y de servicio, la vida agradecida, el espíritu permanente
de perdón, la atención solícita a las necesidades de los otros, especialmente de los pobres,
la acción de gracias a Dios y la Eucaristía. Este estilo de vida es eminentemente misionero y
comunica tanta vida y alegría que muchos otros se adherían a la fe y se incorporaban a la
Iglesia.
La alegría del Evangelio se manifiesta especialmente en la antología de las Bienaventuranzas.
12
En San Mateo las bienaventuranzas (Mt 5, 1-12) constituyen la solemne obertura del
sermón de la montaña. Jesús llama dichosos, en primer lugar, a los pobres y a quienes
están o pasan por una situación de negatividad extrema: los que gimen, los indigentes y
los que tienen hambre y sed, también de justicia. Mateo además radicaliza el mensaje de
la bienaventuranza de los pobres haciéndola extensiva a los que libremente entran en esa
situación por causa del Reino y por su fidelidad a Dios: son los pobres con espíritu y los
pobres a conciencia. En la segunda parte de las bienaventuranzas Jesús declara dichosos
a personas cuya disposición interior y cuyas acciones pertenecen a un nuevo estilo de
relaciones humanas y con Dios: los que practican la misericordia y la solidaridad, los que
viven la transparencia interior, la autenticidad y la fidelidad, los que comprometen su vida
por la paz y la justicia. La palabra “dichosos” expresa una profunda alegría interior en la
persona, que no depende de las circunstancias externas a la persona. Esa alegría no la puede
quitar nada ni nadie, porque tiene su origen en Dios y en su Reino. Se trata de una alegría
que se puede vivir hasta en situaciones adversas o de sufrimiento.
El encuentro con Jesucristo llena el corazón de alegría e impulsa a todo cristiano a confesar
y testimoniar su fe en Cristo para que la alegría de la salvación llegue a todos. Quien se ha
encontrado personalmente con Jesucristo no puede retenerlo para sí; el amor personal de
Dios que experimenta y la alegría que brota del encuentro sanador y salvador con Cristo,
le impulsa a anunciarlo con alegría a los demás por la palabra y por el testimonio de vida.
Es lo que experimentaron aquellos setenta y dos discípulos a quienes Jesús envió de dos en
dos a anunciar, a proclamar que el Reino de Dios había llegado, y a preparar a los hombres
al encuentro con Jesús. Después de cumplir con esta misión de anuncio, los discípulos
volvieron llenos de alegría: la alegría es un tema dominante de esta primera e inolvidable
experiencia misionera.
3.
MISIÓN Y PROFECÍA
La aparición de Jesús Resucitado a los discípulos en Jerusalén, según la versión de Lucas
(Lc 24,35 - 48), al igual que el relato de los discípulos de Emaús, es un texto eucarístico.
El mensaje se concentra en presentar a Jesús vivo y resucitado, en medio de los suyos,
para transmitirles el mensaje pascual por excelencia, el mensaje de paz y de alegría que
transformó y transforma a los testigos de este encuentro en mensajeros de la conversión y
del perdón desde Jerusalén hasta los confines de la tierra. Esta aparición a la comunidad tiene
tres aspectos esenciales: la demostración de la continuidad que existe entre el Resucitado y
el Crucificado, la Comida eucarística como señal de esa identidad y de la presencia real del
que vive ya para siempre, y la Palabra de las Escrituras que interpreta el modo inequívoco de
esa presencia mediante la paradoja de la Pasión del Mesías, Justo sufriente, en cuyo cuerpo
se concita todo sufrimiento humano y toda víctima inocente de la barbarie de esta historia.
De esta presencia misteriosa fueron testigos los discípulos y somos testigos nosotros ahora.
El discípulo y la discípula de Jesús serán enviados después de haber muerto y resucitado
13
con Cristo. Justamente el anuncio es la alegría de la resurrección personal por medio de
Cristo, vivida en comunidad.
Este mensaje puede avivar la conciencia de toda la Iglesia misionera, particularmente en
América, que se identifica en misión permanente. La misión consiste, como dice Pedro en
el discurso de los Hechos de los Apóstoles (Hech 3,13 - 19), en anunciar a Jesús, el Santo y el
Justo, en proclamar su resurrección y en acreditar su presencia viva a través del testimonio
permanente de muchos mediante la conversión del corazón, el perdón de los pecados y
la esperanza viva y gozosa que comunica el Espíritu. Pero no puede pasar desapercibido
el componente de denuncia que conlleva el anuncio misionero. Y es que anunciar a
Cristo crucificado es denunciar a los que lo crucificaron, y proclamar la victoria del Justo e
inocente que fue resucitado por Dios es proclamar que hay una verdad y una justicia, la de
Dios, que no está sometida al dictamen de los que tienen el poder en este mundo y siguen
asesinando víctimas, como hicieron con Jesús.
El destino del Mesías es el mismo que el de todos los crucificados y de todas las víctimas
de la injusticia humana. Es este profundo vínculo fraterno de Jesús con los sufrientes del
mundo, y no cualquier otra manifestación poderosa o espectacular, el que hace posible
todavía hoy la presencia del Señor resucitado en la historia humana. De ahí que ellos, los
sufrientes y los pobres sean lugar teológico por excelencia para iluminar la Palabra de
Dios y abrir el entendimiento de los discípulos. Por eso la Sagrada Escritura es el otro lugar
teológico donde el misterio de la Pasión se desvela y desde el cual se debe hacer la memoria
y la interpretación de todo sufrimiento humano.
a.Misionariedad
El tema de la misión es tan importante que el Papa ha introducido la palabra “misionariedad”
en sus discursos asumiendo así un nuevo término, conocido ya en la teología de la misión
(J. Esquerda Bifet, “La misionariedad de la Iglesia en América Latina, a la luz del discipulado
evangélico” Medellín, 125 (2006) 99-120), pero no utilizado hasta ahora en la doctrina de
la Iglesia, ya que no aparece como tal ni en el Concilio Vaticano II ni en las conferencias del
CELAM, ni en los documentos papales eminentemente misioneros de Pablo VI (Evangelii
Nuntiandi), Juan Pablo II (Redemptoris Missio) y Benedicto XVI (Verbum Domini). Sin
intentar hacer una definición del mismo, Francisco lo refiere al “mandato confiado por
Jesús a los Apóstoles de ser sus «testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta
los confines de la tierra» (Hch 1,8), no como un aspecto secundario de la vida cristiana,
sino como un aspecto esencial: todos somos enviados por los senderos del mundo para
caminar con nuestros hermanos, profesando y dando testimonio de nuestra fe en Cristo
y convirtiéndonos en anunciadores de su Evangelio.” La misionariedad constituye uno de
los elementos fundamentales de la eclesiología del papa Francisco, con la cual él quiere
mostrar al mundo una Iglesia no autorreferencial, descentrada de sí misma, una Iglesia en
14
misión evangelizadora, una Iglesia que rompe sus fronteras, amplía los límites personales y
geográficos de la fe y se orienta hacia el mundo entero y hacia sus múltiples periferias para
anunciar la alegría del encuentro con Cristo mediante el Evangelio. Cuando se acuña una
nueva palabra para expresar una realidad es que esa realidad va tomando consistencia de
tal manera que la esencia de la misión evangelizadora se convierte en sustancia y por ello se
hace “sustantivo”, un sustantivo que identifica a la Iglesia y a todo creyente, sin excepción,
del Pueblo de Dios.
La misionariedad de la Iglesia se proyecta sobre tierra firme y por eso el Papa orienta
su mirada a las diversas realidades de nuestro mundo actual como espacios donde la
palabra del Evangelio puede ser regeneradora de una nueva vida, personal y social. Allí
donde impera la violencia, la corrupción y la mentira, la Iglesia está llamada a dar una
palabra de esperanza, de misericordia, de verdad y de reconciliación que sea capaz de ir
transformando la sociedad con los impulsos de una nueva evangelización, más profunda
y apasionada. Esto se ha de llevar a cabo especialmente en las Iglesias de América, donde
se ha declarado a partir de Aparecida (2007) el estado de Misión Permanente. Muchos
ámbitos y dimensiones de la vida individual y social, así como los elementos característicos
de la pluralidad cultural de América requieren una profundización y un anclaje mayor en
los auténticos valores del Evangelio.
Entre otros valores evangélicos cuyo anuncio urgente apremia, podemos destacar la
experiencia de Dios como Padre, el reconocimiento y la valoración del otro y de los otros
como fundamento del respeto mutuo, la libertad inalienable de la persona humana
vinculada a su dignidad inviolable como imagen de Dios, la conciencia de la responsabilidad
personal, la justicia propia del Reino de Dios y la vivencia de grandes valores evangélicos
como la gratuidad, la reconciliación y el perdón.
El tema retoma cuestiones fundamentales y recurrentes en los actuales desafíos de la misión.
Son preocupantes las nuevas formas de violación de la dignidad humana y de desprecio
de la vida, los principios invocados para justificar el menosprecio de la dignidad humana.
La investigación científica y las nuevas tecnologías levantan importantes cuestiones éticas
que no pueden ser ignoradas o minimizadas.
La acción evangelizadora de la Iglesia debe enfrentarse con una cultura post-moderna, que
tiene a menudo posiciones y referencias fuera de los valores propuestos por el Evangelio.
También llama la atención el hecho de que la religiosidad de la post-modernidad y del
mundo globalizado, con su exuberancia, sincretismo, individualismo y una cierta lógica de
mercado, exige un nuevo orden de la acción evangelizadora de la Iglesia Católica, que tenga
en cuenta esta realidad y, al mismo tiempo, presente con claridad la propia propuesta y
afirme la identidad cristiana católica.
15
4.
COMUNIÓN Y RECONCILIACIÓN
El fin principal de la evangelización y de la acción misionera de la Iglesia, es lograr la
comunión del hombre con Dios y de los hombres entre ellos: el amor de Dios y el amor del
prójimo. A su vez la comunión hace posible una evangelización creíble y eficaz. El pecado
es la causa y la raíz de la ruptura y separación del hombre con Dios y con los hermanos.
Esa fue la obra de Satanás (el tentador), del diablo (el que divide), engañando al hombre
con promesas de felicidad (“serán como Dios”). A partir de la primera caída los hombres
se alejaron siempre más de Dios y entre ellos, protagonizando una historia de perdición,
perversidades, enfrentamientos, sangre y muerte. Con Noé y su familia Dios quiso empezar
una nueva humanidad. Pero la raíz del pecado hizo nuevamente metástasis y llevar a los
nuevos pueblos a la soberbia y a la rebeldía contra Dios. La Torre de Babel señala una vez
más la dispersión y división de los hombres de Dios y entre ellos.
Entonces Dios formó un pueblo, con la descendencia de Abrahán, para preparar la venida
de su Hijo Jesucristo, a quien envió para destruir el pecado, “deshacer la obra de Satanás” (1Jn
3,8), reconciliar los hombres con Dios y entre ellos, y restablecer así la comunión. “Cristo en
nuestra paz” (Ef 2,14) porque repara nuestras ofensas a Dios, nos consigue su perdón y nos
devuelve su amor; y reconcilia también a los hombres “derribando mediante su sacrificio
el muro de enemistad que los separaba…; mediante la cruz dio muerte a la enemistad” (Ef
2,14-16).
El Espíritu Santo hará efectivo el plan de Dios y la obra de Cristo a partir de Pentecostés.
Él es el protagonista de la comunión, así como lo es en el interior de la Trinidad, la cual es
la causa eficiente y ejemplar de la comunión perfecta en la Iglesia y la humanidad entera.
Cristo a través de su Iglesia animada por el Espíritu, va realizando la comunión, obrando
la reconciliación de los hombres con Dios y de los hombres entre ellos, por medio de su
sacrificio de propiciación y expiación y de su Evangelio de verdad y amor. El Espíritu Santo
reparte los dones, suscita las virtudes, distribuye los carismas y ministerios para el bien
común y edificación de la Iglesia, haciéndola “Cuerpo Místico de Cristo” (cfr 1Cor 12,4-14).
La misión de la Iglesia consiste en continuar la obra de Cristo a través de los siglos, hasta el
fin del mundo, pues el Señor le ha confiado el “ministerio de la reconciliación” (cfr 2Cor 5,1820) por la predicación de la Palabra y el perdón de los pecados mediante los sacramentos
del bautismo y la penitencia. Los hombres de nuestros tiempos necesitan ser redimidos y
reconciliados, pues el pecado está metido en muchos corazones y en las estructuras sociales,
políticas, económicas y culturales, causando estragos, rupturas, violencias, alejamiento de
Dios y sufrimientos en las personas, las familias, los grupos y los pueblos de nuestra América
y del mundo entero, y hasta en la misma Iglesia.
Para que la Iglesia pueda cumplir eficazmente con su misión evangelizadora ad extra y ad
gentes, deberá primero reconciliarse ad intra y lograr esa comunión gozosa de fe, de oración
16
y de caridad que animaba a la primitiva iglesia de Jerusalén, siendo “un solo corazón y una
sola alma” (Hech 4,32 - 35). “Todos se reunían asiduamente para escuchar las enseñanzas de
los Apóstoles y participar en la vida común (Koinonía), en la fracción del pan y en las oraciones”
(Hch 2,42). La koinonía se hace sacramental en la Eucaristía y nos une profundamente con
Cristo, que a su vez nos hace partícipes de la vida divina y de la vida de los hermanos, pues
comemos el único pan de vida eterna.
El dinamismo de la koinonía como comunión de vida, nos lleva a la caridad, a la solidaridad,
al encuentro y escucha del otro, a la cooperación misionera, al diálogo ecuménico,
interreligioso y social, a trabajar en aquello que nos une y no en lo que nos separa,
promoviendo así la reconciliación y la comunión universal. La Iglesia que vive la comunión
como dimensión esencial de la fe, es capaz de conversión, aceptación y respeto de la
diversidad; y como dice la Gaudium et Spes: “Unidad en lo necesario, libertad en lo dudoso,
caridad en todo” (GS 92).
La Koinonía es el ideal de vida eclesial y social; es uno de los objetivos más importantes
de la misión, y al mismo tiempo uno de los medios testimoniales más eficaz para la
evangelización: “Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros,
para que el mundo crea que tú me has enviado” (Jn 17, 21). Una Iglesia en koinonía se
vuelve un “signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género
humano” (LG 1); un principio de unidad y amor. San Pablo exhorta a las comunidades de
Filipos y Éfeso a vivir en comunión: “siendo todos del mismo sentir, con un mismo amor, un
mismo espíritu, unos mismos sentimientos… buscando cada cual no su propio interés sino el
de los demás. Tengan entre ustedes los mismos sentimientos de Cristo” (Flp 2, 2 - 5); “poniendo
empeño en conservar la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz. Un solo Cuerpo y un solo
Espíritu” (Ef 4,3 - 4).
Lo que hace la comunión, la koinonia y la reconciliación, es el amor. “Dios es Amor” (1Jn
4,8) y ha puesto amor en nuestros corazones; un amor natural como creaturas hechas a su
imagen y semejanza; y un amor sobrenatural por medio de su Espíritu (Rom 5,5). El amor
de Dios por nosotros es infinito, eterno, fiel; un amor de Padre, de amigo; nos ama porque
es “el único Bueno” (Lc 18,19). Nos ama con amor de benevolencia, de misericordia y de
compasión, a todos, buenos y malos, justos e injustos (cfr Mt 5,45), porque somos sus
hijos (cfr 1Jn 3,2). Nos ama con un amor de complacencia en la medida en que vayamos
creciendo en la perfección y la santidad (“Dios se complace en los justos” Prov 15,9). Nos ama
con un amor que respeta nuestra la libertad: “Estoy a la puerta y llamo; si alguien me abre,
entraré y cenaremos juntos (Apc 3,20). Jesus dijo: “Si alguien me ama, el Padre también lo
amará… y vendremos a él y haremos morada en él” (Jn 14,23). Es un amor que nos colma de
bienes, nos santifica, nos comunica su gracia, nos hace partícipes de su vida divina saciando
nuestra hambre y sed de felicidad (cfr Jn 4,14; 6,35). San Juan nos explica de qué manera nos
ama Dios: Haciéndonos hijos suyos y dándonos a su propio Hijo (cfr Jn 3,16-21).
17
Nuestro amor hacia Dios nace de una necesidad interior, del deseo de infinito, de absoluto,
de perfección y felicidad. Y Dios responde exactamente a lo que buscamos. En la medida
en que lo conocemos más en sus infinitas perfecciones, en su amor, en su bondad, lo
amaremos más, hasta el éxtasis. Nuestro amor para Dios es un amor de complacencia, de
adoración, de gratitud; un amor filial, un amor esponsal: Los manuales de espiritualidad
hablan de “matrimonio místico” del alma con Dios, donde se da la comunión perfecta.
Cristo es el ejemplo perfecto y la causa del amor entre Dios y los hombres. Jesús amó al
Padre y a los hombres con el “amor más grande”, hasta dar la vida (Jn 15,13). San Pablo dice
que “el amor de Dios ha sido derramado en nuestro corazones por medio de su Espíritu que
nos fue dado” (Rom 5,5), gracias a la mediación de Cristo, quien con su cruz nos reconcilió
con el Padre (cfr. Col 1,20).
El amor de Dios hace posible el amor del prójimo, y por lo tanto la reconciliación y la
comunión. Nos basta una cita de San Juan: “Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su
hermano, es un mentiroso; porque el que no ama a su hermano, a quien ha visto, no puede
amar a Dios a quien no ha visto. Y este mandamiento tenemos de El: que el que ama a Dios,
ame también a su hermano” (1Jn 4, 20-21). Jesús nos asegura que seremos juzgados sobre el
amor concreto hacia el prójimo (Mt 25,35-46). Leamos también el himno a la caridad de
San Pablo (cfr 1Cor 13,1-13).
Evangelizar es anunciar el amor, principio y causa de la comunión y reconciliación a todos
los niveles: religioso, familiar, social, político, económico. No hay fuerza más poderosa que
el amor para lograr la paz, el perdón, la solidaridad, la justicia y todas las virtudes sociales y
cristianas que hacen la comunión con Dios y con el prójimo.
18
II SIMPOSIO INTERNACIONAL:
TEMA: “EL EVANGELIO DE LA ALEGRÍA IMPULSA LA
MISIÓN”
JUSTIFICACIÓN
En estos tiempos muchas cosas han cambiado en nuestra realidad, cambios que presentan
nuevos desafíos. Estamos inmersos en un contexto donde «el miedo y la desesperación
se apoderan del corazón de numerosas personas […] La alegría de vivir frecuentemente
se apaga, la falta de respeto y la violencia crecen, la inequidad es cada vez más patente»
(EG 52).
En este contexto, queremos recordar lo que nuestros pastores, reunidos en Aparecida, nos
decían: «la alegría que hemos recibido en el encuentro con Jesucristo, a quien reconocemos
como el Hijo de Dios encarnado y redentor, deseamos que llegue a todos los hombres
y mujeres heridos por las adversidades […] La alegría del discípulo es antídoto frente a
un mundo atemorizado por el futuro y agobiado por la violencia y el odio. La alegría del
discípulo no es un sentimiento de bienestar egoísta sino una certeza que brota de la fe, que
serena el corazón y capacita para anunciar la buena noticia del amor de Dios. Conocer a
Jesús es el mejor regalo que puede recibir cualquier persona; haberlo encontrado nosotros
es lo mejor que nos ha ocurrido en la vida, y darlo a conocer con nuestra palabra y obras
es nuestro gozo». (DA 29)
Por estas razones, el tema que reflexionaremos juntos en el II Simposio Internacional de
Misionología es: EL EVANGELIO DE LA ALEGRÍA IMPULSA LA MISIÓN
19
METODOLOGÍA
Éste es el momento para intercambiar ideas, conocimientos y perspectivas en torno al tema
determinado con el fin de lograr avances y progresos en la reflexión de forma relativamente
integral y con la mayor profundidad.
“El Evangelio de la Alegría impulsa la Misión” es el tema de nuestro II Simposio y en el
conjugaremos la reflexión de los expertos y el aporte de los participantes, representantes
de todos los países del continente, con la finalidad de abordar el tema desde distintos
enfoques y niveles en sesiones plenarias, trabajos en grupos y foros temáticos.
PONENCIAS CENTRALES
En esta oportunidad serán cuatro las ponencias centrales que presentarán y profundizarán
el tema general aproximadamente en una hora de exposición, seguida de quince minutos
para preguntas y complementaciones. Cada expositor concluirá su presentación
formulando preguntas generadoras para los trabajos en grupos.
TRABAJO EN GRUPOS
Se formarán grupos de trabajo y allí se profundizará y debatirá sobre la base de las preguntas
generadoras.
Las conclusiones de las reflexiones de los grupos de trabajo serán presentadas en plenaria.
SESIONES PLENARIAS
Las sesiones plenarias son de dos tipos: por un lado, las ponencias centrales que serán
exposiciones magistrales y por otro, la presentación de las conclusiones de los trabajos en
grupos.
En las sesiones plenarias se presentarán las conclusiones del trabajo de grupos, para
que éstas sean consideradas, corregidas y así llegar a la plenaria final para su respectiva
aprobación.
20
PROGRAMA
DOMINGO 28 DE FEBRERO
15: 00 17: 30 Salida a la Catedral
EUCARISTÍA DE INAUGURACIÓN
Apertura y Presentación breve de los testigos misioneros (Bienaventurada Nazaria
Ignacia y Mons. Jacinto Vera)
LUNES 29 DE FEBRERO
07:30 SALIDA DE LAS PARROQUIAS
08:00LAUDES
08:30DESAYUNO
09:00 Presentación de los Objetivos y metodología
Mons. Eugenio Scarpellini
09:30PONENCIA
“La Alegría de Cristo Resucitado”
Desde el caminar triste lejos de la historia,
hacia la reexpresión alegre de una comunidad
P. Luca Pandolfi
Diálogo en sala (preguntas y complementaciones)
10:30REFRIGERIO
11:00PONENCIA
“La Alegría de las Bienaventuranzas”
P. José Cervantes
Diálogo en sala (preguntas y complementaciones)
12:30ALMUERZO
14:30 TRABAJOS EN GRUPOS
(a partir de las preguntas generadoras)
16:00REFRIGERIO
16:30 FOROS TEMÁTICOS
18:30 RETORNO A LAS PARROQUIAS
19:30EUCARISTÍA
20:30CENA
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MARTES 1 DE MARZO
07:30 SALIDA DE LAS PARROQUIAS
08:00LAUDES
08:30DESAYUNO
09:00 Presentación de las conclusiones de los grupos
09:30PONENCIA
“El Discípulo Misionero: Profeta y Testigo de Cristo”
P. Andrés Torres
Diálogo en sala (preguntas y complementaciones)
10:30REFRIGERIO
11:00PONENCIA
“Ámbitos, Prioridades y Tareas de la Misión en América”
P. Estevan Raschietti
Diálogo en sala (preguntas y complementaciones)
12:30ALMUERZO
14:30 TRABAJOS EN GRUPOS
(a partir de las preguntas generadoras)
16:00REFRIGERIO
16:30 FOROS TEMÁTICOS
18:30 RETORNO A PARROQUIAS
19:30EUCARISTÍA
20:30CENA
MIÉRCOLES 2 DE MARZO
07:30 SALIDA DE LAS PARROQUIAS
08:00LAUDES
08:30DESAYUNO
09:00 Presentación de las conclusiones de los grupos
09:30 PRESENTACIÓN DEL TRABAJO DE GRUPO
SOBRE LOS FOROS TEMÁTICOS
10:00 PRESENTACIÓN DE LAS CONCLUSIONES FINALES DEL SIMPOSIO
10:45REFRIGERIO
11:15 PLENARIA FINAL – EVALUACIÓN - CIERRE
12:30ALMUERZO
14:00 PEREGRINACIÓN A LA BASÍLICA DE LA
VIRGEN DE LOS TREINTA Y TRES PATRONA DEL URUGUAY
EUCARISTÍA DE CLAUSURA
18:00RETORNO
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LA ALEGRÍA EN CRISTO
RESUCITADO
desde el caminar triste lejos de
la historia hacia la re-expresión
alegre de una comunidad
Lenguajes y paradigmas comunicativos en Lucas 24
P. Luca Pandolfi
Pontificia Universidad Urbaniana - ROMA
(Italia)
PRIMERA PARTE
una introducción
1.0. Entre tristeza y alegría
Como primera ponencia creo que toca hablar de los significados de los términos en juego.
Propongo un momento para la explicatio terminorum y plantearles la pregunta sobre el
significado de la alegría, alegría de quién y por qué. Hay un sentido popular de alegría que
no podemos descartar, la alegría del pueblo, sencilla, hecha de cosas pobres y concretas,
¿quizás? a veces superficiales. Pero hay un sentido psicológico, estudiado por la psicología
de las emociones1 (entre el behaviorismo, el cognitivismo o la interacción entre las dos
perspectivas). Hay un sentido antropológico cultural y social con las diferentes formas de
expresar y entender la alegría y, finalmente, un sentido también teológico de la alegría2 qué
1
2
Cf. M. Chóliz, 2005, Psicología de la emoción, in www.uv.es/choliz/Proceso%20emocional.pdf (02.02.2016).
Una persona alegre obra el bien, gusta de las cosas buenas y agrada a Dios. En cambio, el triste siempre obra
el mal (Pastor de Hermas, Mandamiento 10, 1), in http://encuentra.com/valores_catolicos/la_alegria_
cristiana15680/ (02.02.2016).
23
sin embargo no puede prescindir de lo antropológico en sus distintas dimensiones, so pena
un abstraccionismo intelectual igualmente marcado por una posición cultural y social.
Así podemos pensar (psicológicamente) en un estado de gozo interior que nos hace sentir
vivos y equilibrados o en algo similar a una excitación que produce placer y felicidad, un
sentimiento grato que nos lleva a ver el lado bueno de las cosas y de los eventos, una emoción
expansiva que se quiere expresar y compartir con los demás. Por otro lado las formas de
expresar la alegría las aprendemos de nuestra cultura y de la sociedad donde vivimos. Nos
enseña la antropología cultural y social que pueden (a veces deben) ser distintas de pueblo
a pueblo, de grupo social a grupo social, de edad a edad, según las costumbres, los usos
sedimentados y aceptados, las reglas sociales y las formas alternativas, a veces conflictuales,
presentes en las sociedades.
Y como dije, hay también una reflexión teológica cristiana sobre la alegría que se entrelaza
con el pensamiento filosófico, psicológico o cultural sobre la misma. Es, sobre todo en torno
a la resurrección, como lugar teo-antropológico y como tiempo propicio para vivir y expresar
la alegría, donde se desarrolla este pensamiento: sería interesante profundizar, por ejemplo, el
tema del risus paschalis, que tenía, en tiempo barroco, también una expresión litúrgica y que
tiene que ver con el cuerpo y con las formas concretas de vivir y expresar la alegría3.
De todas formas esta alegría, diversamente considerada, sigue a la tristeza y a la depresión
silenciosa. Es una salida de un estado anterior marcado por el cansancio, la frustración y el
sentido, o el miedo, o la experiencia de la muerte. Es una experiencia de cambio, de vida vivida,
…de resurrección.
Cuando hablamos de alegría en el Señor resucitado sin embargo, es oportuno preguntarse:
¿La alegría de quién? ¿La mía, como testigo de la resurrección? Es decir ¿la alegría que se
comparte en el anuncio? ¿O la alegría de los demás, de aquellos a los que llega mi testimonio,
mi compañía, mi servicio? Hay que cuidar las dos alegrías en un evento comunicativo: la mía y
la del destinatario. La perícopa de Emaús, en Lucas 24, nos habla de dos discípulos que habían
perdido la alegría y la esperanza, pero que la reencuentran… gracias a un encuentro y a la
forma discreta, respetuosa y profunda de este encuentro. Luego logran compartirla con otros
discípulos que, como a ellos, aún les costaba reencontrar la esperanza.
1.1. Por el camino de Emaús
Aquel mismo día dos discípulos se dirigían a un pueblecito llamado Emaús, que está a
unos doce kilómetros de Jerusalén, e iban conversando sobre todo lo que había ocurrido.
Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se les acercó y se puso a caminar con ellos,
algo impedía que sus ojos lo reconocieran. El les dijo: «¿De qué van discutiendo por el
camino?» Se detuvieron, y parecían muy desanimados.
Lc 24,13 -184
3
4
Cf. M. C. Jacobelli, 1991, Risus paschalis. El fundamento teológico del placer sexual, Alianza, Madrid.
Todas los textos bíblicos serán tomados de La Biblia Latinoamericana, 1989, Ediciones Paulinas - Editorial
Verbo Divino.
24
Era un día diverso a otros. No era cualquier día. Era “aquel mismo día”. Éste es el día que ha
hecho el Señor, gocemos y alegrémonos en él…5 habría dicho el Salmista. Pero a lo largo la vía
de Emaús algunos estaban tristes y desanimados, aparentemente no tenían nada para estar
alegres. Emaús distaba unos doce kilómetros de Jerusalén. La traducción en italiano dice
“casi siete millas”, alrededor de “60 stadi”, en el original griego6 y el Latino. Yo aprovecharé la
versión italiana, que nombra ese número “bíblico” de siete, para recorrer con ustedes casi
siete etapas desde la tristeza hacia la alegría en el Señor resucitado.
Siete millas para ir y siete para regresar… Siete millas recorridas quién sabe cuántas veces
por quién sabe cuántas personas. Sin embargo, el Evangelio de Lucas subraya que el día en
el cual los discípulos de Emaús recorrían aquel camino no era un día cualquiera, era “aquel
mismo día”, el día de la liberación de la muerte. Era el primer día de la semana (Lc 24, 1), lo
que se ponía a las espaldas era el tiempo de silencio de Dios y descanso (shabbat) y se abría
un nuevo tiempo para hablar, caminar y enfrentar una vida nueva. Un día, después del cual,
se habría podido mirar la vida de una manera diferente, con una esperanza diferente. Pero
esta esperanza no habitaba todavía en todos los corazones, no todos estaban en grado de
descubrirla en los eventos, no todos lograban encontrar las razones de una esperanza que
también ardía, todavía sólo como perdida o como decepción (…Nosotros esperábamos
que él sería el que debía libertar a Israel, Lc 24, 21), en sus corazones.
A lo largo del camino de Emaús, no por casualidad después de la Resurrección, no por
casualidad a dos discípulos de los cuales solo uno se recuerda el nombre7, Jesús entrega
un mensaje capaz de hacer arder el corazón. Un mensaje capaz de hacer reencontrar la
esperanza, redescubrir motivos de alegría y retomar las fuerzas para un gozoso anuncio.
Sobre todo, discípulos y la iglesia aprenderán de las palabras de Lucas y del esquema del
capítulo 24: a) la síntesis narrativa y teológica del evento de la encarnación y salvación en
Jesús el Mesías, b) los pasos y el estilo comunicativo de la compañía de Dios con nosotros,
fuente de nuestra alegría pascual, c) los pasos y el estilo que la comunidad de los discípulos y
discípulas de Jesús, el Mesías, deben respetar para anunciar y compartir alegría y esperanza
con los hombres y las mujeres de toda época, fieles al contenido, pero sin embargo también al
estilo y a las elecciones comunicativas de Dios.
Quiero articular esta contribución mía, por lo tanto, en siete pasajes: siete pasos para
profundizar algunas cuestiones inherentes a la superación de la tristeza y a la comunicación
de la alegría en la acción del primer anuncio y del testimonio del Reino de Dios. Una
5
6
7
Salmos 118, 24.
Cf. Nestle-Aland, 1984 (XXVIa ed.), Novum Testamentum Graece et Latine, Deutsche Bibelgesellschaft,
Stuttgart, 243.
Aquí tenemos interpretaciones teológicas espirituales que imaginan el evangelista dejar un lugar vacío
que el evangelista deja donde cada cual podrá poner su nombre e identificarse con los discípulos a lo
largo el camino hacia a Emaús. Otros hablan de los dos, como un hombre y una mujer (María la de Cleofas
que estaba bajo la cruz según Juan 19, 25). Pero todas son meras suposiciones.
25
reflexión sobre las estrategias comunicativas y sus lenguajes, pero también sobre el sentido
y las coordenadas teológicas y antropológicas que pueden iluminar, primero nuestra propia
fe y, luego, el anuncio de la buena noticia de parte de los discípulos y discípulas de Jesús.
Utilizaré el icono de Emaús, su estructura textual y sus contenidos, como metáfora y como
expediente literario para hablar de lenguajes y estrategias comunicativas que nos llevan,
antropológicamente y teológicamente de la tristeza desesperada a la alegría esperanzadora.
Con Emaús nos encontramos, me parece, delante de siete pasajes extremamente útiles
para re-leer nuestra propia experiencia de fe dividida entre dos opciones: a) insertarse con
alegría (crítica) en la historia o b) alejarse de una historia compleja (ciudad), llena de fracasos,
desencuentros, decepciones (distancia entre lo que imaginábamos y lo que se presenta en
la realidad, en nosotros y en los demás). El camino de Emaús es útil también para descubrir
un modelo de evangelización y un estilo de comunicación de la fe capaz de ayudar la
reflexión y la acción misionera en el mundo de hoy8. Siete pasajes, siete momentos en los
cuales el encuentro y el diálogo entre Jesús y los discípulos se acompañan de palabras, de
silencios, de gestos, emociones, descubrimientos, decisiones. Cada momento privilegia un
lenguaje: el del cuerpo, el de los signos, el de la palabra. Lenguaje dialógico o narrativo. Cada
momento enseguida sugiere y muestra una estrategia comunicativa, una forma donde no
por casualidad algo viene antes y algo después: la compañía antes del anuncio, el escuchar
antes de hablar, el preguntar antes de presentar la propia visión de las cosas, la libertad
como condición para cualquier elección de comunión o misión. Una pedagogía de gestos
y de palabras que ayudará mucho a comprender las raíces de nuestras tristezas así cómo
a re-encontrar y expresar con arte y pasión la alegre acción comunicativa del anuncio del
Evangelio.
La elección de este icono de Emaús, decíamos, no es casual: nos encontramos, en el
relato bíblico, después la resurrección, en un capítulo conclusivo de Lucas. Es fácil pensar
en un momento de síntesis teológica, algo más que un simple epílogo. Lucas, en todo
su Evangelio, traza el evento de la encarnación, el periodo escondido de Jesús, el camino
progresivo a Jerusalén con los discípulos, entre expectativas, ilusiones, descubrimientos,
esperanzas y desilusiones, después la última cena, la muerte y después la resurrección, en
la cual es difícil creer. Un itinerario que se repite sumariamente a lo largo del capitulo 24,
antes y después de la perícopa de Emaús: en 24, 1-12, luego en 24, 13-35 y finalmente en 24,
36-43: Jesús vivo, en persona, viene entre nosotros, no es reconocido, anuncia su presencia
mesiánica, unos discípulos deciden estar con él, la cena, el proyecto de vida nueva que pasa
a través el don de sí mismo en el signo del compartir, su desaparición física/presencia en la
comunidad. Se recorren en pocos pasos la parábola de una historia ya vivida y los desafíos
de la nueva comunidad de los discípulos y discípulas de Jesús después la resurrección:
un itinerario formativo, sintético, para quien, rencontrada a la alegría, irá evangelizando al
8
Cf. L. Pandolfi L., 2011, Pluralità e transculture nella comunicazione contemporanea, in “Euntes Docete” 1
(2011) 11-36.
26
mundo a partir de Jerusalén. Ese pequeño cantón periférico de Jerusalén, este barrio marginal
de Emaús se vuelve central: los discípulos que, estaban escapando de tristes de Jerusalén y no
tenían buenas noticias que anunciar o no las creían, volverán atrás. Emaús se convertirá en
un camino formativo de siete etapas: con un encuentro y una serie de decisiones y acciones
comunicativas. En el interior de este evento, de verdad, yo veo también una seria hipótesis/
propuesta de metodología y praxis comunicativa del Reino: de la tristeza a la alegría.
1.2. Comunicar es compartir, no trasmitir
Creo que la primera evangelización fue un evento comunicativo, pero superó el esquema
pobre que ve un remitente, un mensaje, un destinatario, una serie de códigos, instrumentos y
estrategias comunicativas a través de las cuales el mensaje viene trasmitido y recibido, dando
lugar a varias formas de “feed back” esperadas o menos. Fue mucho más. Como cualquier
otra comunicación fue una acción, o sea una dinámica, un movimiento intersubjetivo que
hace participar a personas, a través de múltiples códigos y estrategias comunicativas. Como
cualquier otra comunicación fue precisamente una “común-ic-acción” o más bien una acción
que tenía el objetivo de compartir, poner en “común” una mirada nueva del mundo y del
tiempo (pasado, presente y futuro), la experiencia de un encuentro, una novedosa vivencia
comunitaria y solidaria. No se trató por lo tanto simplemente de “transmitir” una doctrina,
de armar una nueva religión, de trasferir unos contenidos teológicos o morales, de exigir
un discipulado bajo pena de la exclusión de la salvación (…mucha nuestra catequesis y
evangelización sigue siendo así). Fue un compartir los gozos y las esperanzas, las tristezas y
las angustias de los hombres de aquel tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufrían9.
Podremos, a mi parecer, reinterpretar el primer anuncio dejando el paradigma comunicativo
del “transmitir” (to send, en Inglés) y moviéndonos hacia al paradigma del “compartir” (to
share).
Luego, si comunión y comunidad, común y comunicación tienen la misma raíz, y no es poco10,
aquella palabra, “acción”, quiere empujar todavía más allá: indica el aspecto dinámico, vital,
proyectivo y dialógico, del compartir, del poner en común, del hacer “algo” no sea nada más
uno solo o de algunos, sino de muchos. Éstas son las dinámicas que sacan de la tristeza y llevan
a la alegría del compartir, a la empatía con y a la simpatía de los demás (Todos los días se reunían
en el Templo con entusiasmo, partían el pan en sus casas y compartían la comida con alegría
y con gran sencillez de corazón. Alababan a Dios y se ganaban la simpatía de todo el pueblo…
Hch 2, 47). Así que hay una relación estrecha entre “alegría”, “buena nueva”, vida vivida de la
comunidad y simpatía, entre experiencia profunda y humana de comunión y evangelización.
Coherente con esta premisa no hablaré jamás de la alegría que nos lleva el Evangelio del Señor
resucitado como de la recepción o interiorización de un mensaje intelectual o simplemente
espiritual. No puedo imaginar la evangelización como un acto de transmisión/transferencia de
9 Cf. Concilio Vaticano II, Gaudium et spes, n. 1.
10 Cf. R. Mancini, 1991, Comunicazione come ecumene, GDT 202, Queriniana, Brescia.
27
un mensaje espiritual o de algunos contenidos de la fe cristiana que, a través de la aceptación
y la comprensión de los mismos, se pueda transformar en alegría existencial, en conversión
o en adhesión a la Iglesia. Me referiré siempre a la evangelización como evento dialógico y
polifónico, donde el compartir lo vivido, los mensajes y los horizontes interpretativos y
simbólicos pueda llevar al encuentro entre personas (creyentes y no creyentes). Desde
este encuentro, según los múltiples y libres caminos del Espíritu Santo, nacen conversiones,
caminos comunes, colaboraciones, comunidades, experiencias misioneras o experiencias
diferentes pero al servicio del Reino de Dios.
1.3. La alegría fundada en una buena nueva… en y para la vida real.
Una última consideración antes de cerrar esta introducción. Una buena noticia recoge las
expectativas de una persona y de un pueblo y se inscribe en las coordinadas de su historia.
Cuando leemos en Isaías: el pueblo de los que caminan en la noche, divisó una luz grande;
habitaban el oscuro país de la muerte, pero fueron iluminados. (Is 9,1) Notamos una relación
entre la condición de este pueblo (noche, oscuridad) y el valor de cambio y de novedad de
esta luz que aparece. Difícil hacer ver una estrella (o mostrar la utilidad) a quien está en el día y
vive problemas diversos de las tinieblas. Tiene poco sentido anunciar la posibilidad de caminar
a un ciego y de ver a un paralitico. Cada noticia se inserta (debe insertarse) en la vida real, en las
esperanzas reales y en las angustias reales de quien la recibe.
Pero la noticia (la buena nueva), aunque se escribe en la historia y en el contexto de quien
la recibe, es desde luego portadora de novedad, de lo inesperado, de superación de las
expectativas y de la racionalidad dominantes. Una noticia sorprende y a veces cuestiona.
Los periódicos trabajan constantemente con el concepto de “hacer noticia”: este concepto
hace referencia a esto, a aquello que, enganchándose a la curiosidad, aferra la atención de la
gente porque la sorprende, la maravilla. La cosificación, la inducción y la domesticación de la
curiosidad y de las expectativas de las personas (transformadas en consumidores) son sólo
una visión manipulada de la dinámica heurística, gnoseológica y epistemológica de la “noticia”
y de la “verdad”. Estas últimas en efecto, para ser acogidas, deben formar parte del campo
semiótico y semántico de quien las recibe y al mismo tiempo, para ser tales, deben provocarlo,
sorprenderlo, desestabilizarlo y por lo tanto modificarlo11.
Ser portadores de buenas noticias que provocan alegría (Apenas llegó tu saludo a mis oídos,
el niño saltó de alegría en mis entrañas… Lc 1, 44) significa, por lo tanto, estar profundamente
sumergidos en el mundo y en la vida de las personas a las cuales entendemos y portamos un
aliento de novedad. Significa, como ya dije, compartir los dolores y las angustias, las alegrías y
las esperanzas (GS 1) y entonces, sólo entonces, podremos indicar un eventual camino nuevo,
una posible esperanza inesperada, algo y Alguno que sepa reconducir las expectativas y las
inquietudes y transformarlas en gozo.
11 Cfr. L. Pandolfi, 2011, Complessità e interconnessioni. Educare la fede e formare i catechisti nei contesti
pluriculturali, in S. Paluzzi (a cura di), Catechesi missionaria: bilancio e prospettive, EMI, Bologna, 25-38.
28
SEGUNDA PARTE
Las siete etapas del viaje hacia Emaús
2.0. Un itinerario de pedagogía bíblica: para cada etapa un estilo
comunicativo y un lenguaje
Recorriendo el pasaje evangélico central del Cap. 24 trataremos de evidenciar las siete
etapas12: la primera es evidentemente “hacerse prójimo” de parte de Jesús. Como segunda
tenemos el “caminar juntos”. Hay luego una tercera etapa, toda la dinámica dialógica formada
de preguntas, miradas, silencios, palabras, y escucha… En este momento, después de haber
escuchado y de continuar caminando con los discípulos (que continúan sin reconocerlo…),
Jesús toma la palabra, cuarta etapa. Pero esta Palabra es palabra hecha carne que, hablando,
calienta la carne, los corazones, de los hombres que se habían quedado sin muchas
palabras. Anunciar la palabra de Dios significa, en el primer anuncio a los no creyentes, así
como en la catequesis mistagógica (es decir en el acompañamiento de los creyentes), hacer
arder el corazón, hacerla resonar (en Griego katà-oikéin) en la vida de pasiones, alegrías y
esperanzas, tristezas y angustias de quien escucha. Se necesita permanecer fieles a la gratuita
y unilateral alianza de Dios con los hombres, a su historia de la liberación de los oprimidos
(Moisés y profetas… Lc 24, 27c) a la profecía de una justicia y de una misericordia según el
sueño del Reino de Dios que ya está en medio de nosotros. (en todas las escrituras esto que
se refería a él… Lc 24, 27a). Una ulterior etapa (la quinta) consiste en la libertad, condición de
posibilidad para nuestra fe en el Señor y para el testimonio del evangelizador, del misionero,
del catequista: Jesús no se detiene ni detiene, no ata ni obliga. La decisión por la libertad
del interlocutor no es un pasaje/momento insignificante, tampoco es una táctica astuta.
Nos presenta en forma de gesto una condición teológica y pedagógica de la relación entre
Dios y nosotros. La sexta etapa es la etapa de los signos: el signo del compartir, del don de
sí, del amor por los amigos que hará abrir los ojos y releer toda la historia, para anunciar y
construir una nueva. Séptima etapa, la Palabra regresa aparentemente al silencio, regresa
a la escucha y, al mismo tiempo, resuena en la confesión de fe, en el camino ligero, en el
anuncio alegre, en la esperanza re-encontrada, en la capacidad de los discípulos de hacerse
próximos, de escuchar, de compartir y donar la vida. Se regresa a Jerusalén, a “la ciudad”, es
decir: a la historia con sus desafíos y contradicciones, a sus alegrías y a sus esperanzas, a sus
dolores y sus angustias (…no acababan de creerlo por su gran alegría... Lc 24, 41a; …Después
volvieron llenos de alegría a Jerusalén… Lc 24, 52).13
12 Cf. L. Pandolfi, 2010, Sette passi sulla via di Emmaus. Arte della comunicazione, prima evangelizzazione e
catechesi, in Aa.Vv., L’identità del Laico Catechista nell’evangelizzazione dei popoli, EMI, Bologna, 171-190.
13 El texto griego utiliza siempre la misma palabra, kará, traducida en Latino con gaudium; nunca se utiliza
la palabra eufrosíne, que más bien podremos traducir como felicidad, estado positivo de la mente y del
corazón… La alegría no es un sentimiento o un pensamiento, parece ser un estado profundo de gozo.
29
2.1. Primera etapa: el hacerse prójimo. La encarnación y el lenguaje
del cuerpo.
La Primera etapa nos cuenta la lógica de la encarnación y del hacerse prójimo: no esperar al
otro sino ir por su camino. Acercarse gradualmente y con discreción. No buscar prójimos…
hacerse prójimo. El arte del comunicar es arte del hacer compañía, del hacerse compañeros
en el camino. La comunicación eficaz prevé un periodo de aproximación seria y progresiva
a la vida, a los lenguajes, a los códigos, a los contextos y a las modalidades comunicativas
del otro.
Aún antes de un lenguaje verbal, que pide una capacitación lingüística, existe el lenguaje
del cuerpo, del acercarse de modo discreto y desarmado. En esta primera etapa Jesús se
comunica sólo con su cuerpo: dos personas van tristes a lo largo del camino y él se hace
prójimo, hace camino con ellos. Algo semejante había sucedido al samaritano que pasaba
por otro camino, aquel que une Jerusalén y Jericó. (Lc 10,33).
2.2. Segunda etapa. Caminar juntos y el lenguaje de la escucha y
del silencio
La Segunda etapa es la metáfora del caminar juntos también cuando no nos reconocemos,
del caminar juntos que significa aprender uno del otro. Es un caminar/aprendiendo, estando
al paso del otro sin correr delante o andar más allá. Es aprender a compartir el camino y
no tener otro privilegiado. Aprender gradualmente los lenguajes del otro empezando a
compartir la historia del otro. Aquí Jesús pregunta y escucha. Usa la dinámica del diálogo
empezando, sin embargo, por la escucha de las razones y de la historia del otro. No es una
simple estrategia: es pasión por la vida, los dolores, las angustias, las esperanzas de quien
camina con nosotros, aún cuando no nos reconocemos.
En esta etapa la Palabra escucha, el Verbo hecho carne pregunta y opta por el lenguaje de
la escucha y del silencio, lenguaje típico de Dios y mucho menos de los hombres. Jesús
estuvo casi 30 años escuchando y aprendiendo de Dios y del pueblo (Lc 2, 52), y luego, en
su ministerio “público”, no dejo de aprender de los pobres, de los enfermos, de las mujeres,
de los pequeños, de los necesitados, de los extranjeros ¿qué normatividad y que valor
teológico y pastoral tiene todo esto?
2.3. Tercera etapa: caminar preguntando, dialogar, acoger las
dudas del otro
La Tercera etapa se mezcla con aquella del preguntar y del escuchar. Es el camino de los
hombres que discuten entre ellos pero que también saben acoger al viajero/caminante, al
forastero. Lo ponen a parte de su historia, escuchan la suya y se dejan calentar el corazón.
Jesús y los discípulos se abren al diálogo. La Palabra no usa la forma de la comunicación de
lo alto, una comunicación de la hay que prescindir. Es la Palabra de Dios que ilumina y se
introduce en el camino de las palabras de los hombres.
30
Es un lenguaje que asume al corazón triste y desorientado, corazón que se ve escuchado; es
un lenguaje que regresa a este corazón para calentarlo. No se trata de comunicar usando
un monólogo o una dinámica unidireccional: se trata de activar un lenguaje dialógico
que prevé una pluralidad de sujetos, una dignidad de los “interlocutores” (es decir, desde el
latín, lo que recíprocamente hablan).
2.4. Cuarta etapa: narrar la historia de Dios con los hombres con
una palabra de vida
La Cuarta etapa es la etapa de la Palabra de Dios, palabra que habla al corazón de los
hombres haciéndose hombre y caminando con ellos. Anunciar una Palabra que sea buena
Noticia para las personas con las cuales estamos caminando significa anunciar una Palabra
contextualizada e integrada en los procesos históricos y populares reales. Capaz de calentar
el corazón porque habla a la vida, a los problemas concretos y profundos del hombre. La
cuarta etapa es la etapa que nos recuerda ser fieles al mensaje de liberación y de profecía
de la Palabra (Moisés y todos los profetas… Lc 24, 27a) y a su estilo narrativo y existencial
(todo lo que las Escrituras decían sobre él… Lc 24, 27b). En el primer anuncio, pero también
en la catequesis ordinaria, es preciso narrar una historia significativa de un Dios con el
hombre. Es necesario dar testimonio, con la propia vida, de que es posible una historia de
los hombres con Dios. Más que un lenguaje dogmático que quiere declarar, esclarecer y
hacer aprender verdades (que vendrá en un segundo momento) es oportuno un lenguaje
(y una intencionalidad evangelizadora) que sepa leer y anunciar la verdad de la vida y trazar
la verdad de la Buena Noticia para esta vida. La vida, la vida en abundancia (Jn 10,10), es el
sueño de Dios; algo más que una particular pertenencia religiosa de algunos hombres a una
particular religión.
El lenguaje usado es, por lo tanto, un lenguaje histórico-narrativo, el lenguaje de la
Palabra que encuentra la historia de nuestra vida y el lenguaje de la historia de nuestra
vida que encuentra la Palabra. No por casualidad Jesús, remitiendo a la tradición mosaica
y profética habla de aquello que se refería a él (Lc 24, 27), de cómo él mismo, su historia
personal, se atraviesa, se entrecruza y se encarna en la historia de la salvación que Dios
tiene para los hombres. Anunciar la Palabra significa anunciar algo que ya ha hablado a
nosotros y que habla de nosotros, que nos involucra en primera persona, que anuncia lo
que habíamos vivido, vivimos y queremos vivir.
Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros
ojos, lo que contemplamos y tocaron nuestras manos acerca de la Palabra de la vida,
pues la vida se manifestó y nosotros la hemos visto y damos testimonio, y les anunciamos
la vida eterna que estaba junto al Padre y se nos manifestó, lo que hemos visto y oído,
eso les anunciamos para que también ustedes estén en comunión con nosotros.
Nosotros estamos en comunión con el Padre y con su Hijo, Jesucristo.
Les escribimos estas cosas para que nuestra alegría sea completa.
1 Jn 1,1-4.
31
Más que las palabras, contarán los gestos, los signos concretos, las decisiones, nuestra
ubicación en la sociedad y en los acontecimientos de la historia. Usar en el anuncio un
lenguaje histórico-narrativo que no involucra nuestra historia personal, significa narrar
fábulas o ideologías religiosas que nosotros exteriormente quizás expresamos pero que no
vivimos.
Finalmente, en Lc 24, 2614 no se niega el sufrimiento y la pasión que hay en la vida, que tenía
que vivir el Hijo del hombre y el Mesías (y nosotros también) pero es presentado como
un pasaje hacia la resurrección. No es el sacrificio que Dios quiere para amarnos, sino es el
sacrificio, el don de sí mismo, que Él hace por qué nos ama. Es un camino que nos invita a
asumir, no por una desencarnada espiritualidad del sacrificio exigida por Dios para nuestra
salvación sino por una entrega de la vida a favor de la vida de los demás.
2.5. Quinta etapa: indicar el camino de la vida pero usar el lenguaje
de la libertad
La Quinta etapa nos recuerda cuánto sea fundamental dar testimonio de la salvación, de la
vida nueva y de la liberación con la libertad. Jesús no se impone a los discípulos. El hombre
se adhiere libremente a Dios. Caminar juntos prevé un diálogo y una relación libre. Es el
cuerpo que tiene que a hablar todavía: esta vez no habla con la proximidad sino con la
ausencia, con el respeto del espacio y del camino del otro, con la espera de la acogida del
otro.
La prosémica15 conjuga el acercarse y el retirarse como si fueran palabras de un lenguaje
no escrito, no verbalizado y, sin embargo, extremamente comprensible. Es el lenguaje del
cuerpo que habla de libertad y respeto.
2.6. Sexta etapa: el compartir y el lenguaje de los signos concretos
La Sexta etapa nos cuenta cuánto sea importante el lenguaje de los signos y de los gestos
concretos. Más allá de las palabras se necesita llegar al compartir, y expresarlo a través de
signos concretos, tangibles, experimentables por los sentidos. El anuncio del Evangelio se
juega en el lenguaje de los signos eficaces y verdaderos, en la comunicación que anuncia
y testimonia el compartir. Más allá de las palabras, es la vida la que habla; no hay Buena
Noticia más eficaz que quien se ponga al lado y comparta con nosotros el camino de la
14 Como en Lc 24, 4 y en Lc 24, 46.
15“En la enseñanza de los idiomas se ha resaltado siempre la prioridad de la palabra como única herramienta
necesaria para poder comunicarse en una lengua extranjera; sin embargo, en la actualidad es universalmente
reconocida la importancia de los códigos extralingüísticos en los procesos de comunicación, sobre todo
en los procesos comunicativos interculturales. Particularmente se enfatiza la capacidad de interpretar
correctamente los signos corporales.” Cf. A. Bruni, 2011, Enseñanza de las competencias cinésica y prosémica
a estudiantes de lenguas extranjeras, en “Núcleo” 23 (28), 91-114. http://www.scielo.org.ve/pdf/nu/v23n28/
art04.pdf (02.02.2016).
32
vida. Se trata de partir el pan del cansancio común. Partir el pan compartiendo los caminos
a veces tortuosos de la historia. El anuncio del cristiano se vuelve significativo si habla no
tanto con las palabras sino con los gestos del Samaritano (Lc 10, 25-37), con los gestos
de quien comparte lo poco que tiene (el joven de Jn 6, 9), de quien parte lo que tiene y
lo que es, para redistribuirlo. En esta etapa se juegan diversos signos que tienen un valor
antropológico arquetípico. Gestos antiguos, escritos en la historia y en la fe del pueblo de
Israel y en las Escrituras Sagradas. Indicamos algunos: a) el encontrarse juntos en un lugar
protegido cuando se hace tarde; b) el compartir la mesa aceptando comer juntos; c) el “partir”
el pan. El compartir es posible si se “parte” el individualismo egocéntrico de la existencia, de
los pensamientos, de los bienes.
Este lenguaje hecho de gestos y de signos marca la comunicación entre Jesús y sus discípulos.
No es casualidad que el evangelista Lucas ponga ahora la fase del reconocimiento, aunque
sí primero (y claramente no inútilmente) la palabra había hecho arder los corazones.
La Palabra que sabe atravesar la vida calienta el corazón, el signo concreto permite el
reconocimiento y la justa interpretación de aquella emoción. Es necesario el lenguaje de
los signos.
2.7. Séptima etapa: Lenguaje de la re-expresión participativa
La Séptima etapa nos cuenta la importancia de suscitar la re-expresión personal y
comunitaria de la liberación y de la salvación, de la consolación y de la fuerza recibida.
Y en ese mismo momento, se levantaron para volver a Jerusalén, donde encontraron
reunidos a los Once y a los de su grupo. Estos les dijeron: “¡Es verdad! El Señor resucitó y
se dejó ver por Simón.“ Ellos. Por su parte, contaron lo sucedido en el camino y cómo lo
habían reconocido en el partir el pan.
Lc 24, 33-35
“En aquel mismo día…”, “…en ese mismo momento”… Todavía es noche… Pero ahora
no importa. Ahora hay una luz que anima y guía. Se retoma el lenguaje del cuerpo (“se
levantaron”, en griego anastántes, el mismo verbo de la resurrección), lenguaje de la vida, de
la toma de una fuerza y una esperanza nueva. Podemos seguir viendo cómo la dinámica
del anuncio es una dinámica dialógica: quien recibe la Buena Noticia, quien la siente “arder”
dentro de su vida, también la anuncia y la narra y, viceversa, la recibe. Una Buena Noticia
corre de boca en boca, es anunciada sobre los techos (Mt 10, 27) hace gritar inclusive
a las piedras (Lc 19, 40) Es como si el diálogo continuara y se insertara en una dinámica
comunitaria y participativa. Cada uno es llamado a reconocerse en la dignidad de hija o
de hijo de Dios y a ser protagonista de una historia de salvación para todos. Por esto Jesús
desaparece (lenguaje del cuerpo) de su vista: ahora es el tiempo de las discípulas (que por
primeras reciben y experimentan la buena nueva de la Resurrección) y de los discípulos:
cada uno en su historia personal y comunitaria debe experimentar su protagonismo, debe
33
poner en juego no sólo las reflexiones y creencias sino también su mismo cuerpo, su misma
vida (…volvieron a Jerusalén sin demora o tardanza).
Es un lenguaje pedagógico que prevé el momento de la “re-expresión”, de la cooperación
e intersubjetividad en el anuncio. Es un lenguaje cooperativo e intercreativo. El
destinatario, quien escucha, se vuelve sujeto, se vuelve interlocutor, protagonista en el
interior de un diálogo más amplio y complejo.
Jesús de hecho no ha desaparecido, continúa aproximándose adonde dos o tres están
reunidos en su nombre, donde este diálogo, difícil y complejo, no deja de existir (Mientras
conversaban y discutían entre ellos... Lc 24,15. Mientras estaban hablando de todo esto… Lc
24, 36). Continúa impulsándolos a poner en juego de manera concreta su historia personal
como él lo ha hecho, hasta donarse él mismo. En Jerusalén, se repiten los mismos pasos
del camino de Emaús entre los discípulos reunidos. Una vez más Jesús enciende, con un
lenguaje hecho de cuerpo, palabras y signos, el fuego del testimonio autentico.
Mientras estaban hablando de todo esto, Jesús se presentó en medio de ellos (y les dijo: «Paz
a ustedes.») Quedaron atónitos y asustados, pensando que veían algún espíritu, pero él les dijo: «¿Por
qué se desconciertan? ¿Cómo se les ocurre pensar eso? Miren mis manos y mis pies: soy yo.
Tóquenme y fíjense bien que un espíritu no tiene carne ni huesos, como ustedes ven que yo
tengo.» (Y dicho esto les mostró las manos y los pies). Y como no acababan de creerlo por su gran
alegría y seguían maravillados, les dijo: «¿Tienen aquí algo que comer?» Ellos, entonces, le ofrecieron un pedazo de pescado asado (y una porción de miel); lo tomó y lo comió delante ellos.
Lc 24, 36-43
Luego, en la diversidad de los carismas personales y comunitarios, de los idiomas, culturas,
humanidades (el evento de la Pentecostés, He 2, 3) los discípulos y las discípulas de Jesús
serán llamados a re-expresar su fe, a anunciar la experiencia de salvación, a sostener la
esperanza y a testimoniar la caridad con diversos lenguajes y en diversas situaciones.
TERCERA PARTE
Regresando a la historia de cada día
3.0. El anuncio alegre de la resurrección y los
lenguajes de la comunicación
En síntesis, podemos decir que el arte de comunicar la Buena Noticia del Reino de Dios
entre nosotros tiene muchos lenguajes. La Revelación de Jesús de Nazaret, el Cristo, su
encarnación, su vida y la experiencia narrada por los Evangelios, cuentan de una pluralidad
de estilos comunicativos y de lenguajes que el texto de Lucas 24, el icono de Emaús, bien
sintetiza.
34
Sabemos que la Revelación neo-testamentaria usa profundamente el lenguaje del cuerpo.
Esta Palabra que se hace carne, esta compañía con los hombres y las mujeres del tiempo,
esta proximidad que se acerca y toca los intocables, los impuros, los enfermos, habla de
cuerpos que se comunican con su presencia y con sus gestos antes del uso de palabras
para comprender. Sabemos que la Palabra, la Revelación del Padre se hace escucha de los
hombres, de sus preguntas, de sus inquietudes. Este aprendizaje se hace visible a lo largo
de sus historias y de sus esperanzas. De esta dinámica de encarnación y escucha nace un
diálogo intenso sobre cuestiones de la vida. Estos diálogos iluminan el deseo de los hombres
de sentirse narrar, y el deseo de Jesús de narrar, un Dios de la vida, una religión por el hombre,
una libertad y una justicia superior a la antigua. El lenguaje narrativo desarrolla entonces su
potencial si la narración involucra la historia del narrador y de quien escucha, hasta fundirse
construyendo, en forma inter-creativa, una nueva historia: no un recuerdo del pasado sino
una memoria actualizada y viva en el presente capaz de cambiar la tristeza en alegría, la
decepción en esperanza16.
Este diálogo que revela el rostro de Dios y revela al hombre a sí mismo, requiere una
libertad profunda que el lenguaje y el estilo comunicativo mismo deben favorecer. Sin una
comunicación libre y liberadora, los lenguajes, más que ser medios para la comunión, se
vuelven instrumentos para la manipulación. En la manipulación, desarrollada por cualquier
forma de poder (también religioso) el lenguaje no es percibido en su potencial evocativo
y expresivo sino sólo en la dinámica mediática instrumental. La Revelación usa lenguajes
discretos que dejan al interlocutor en el rol de coprotagonista del evento comunicativo.
El diálogo procede si alguno pone del suyo y lo hace auténticamente. “Al llegar cerca del
pueblo al que iban, hizo como que quisiera seguir adelante, pero ellos le insistieron diciendo:
«Quédate con nosotros, ya está cayendo la tarde y se termina el día.» Entró, pues, para
quedarse con ellos.” (Lc 24, 28-29)
Cuando el diálogo y el compartir han empezado su camino más allá de las palabras, hay
signos, vocabulario simbólico evocativo y compartido de una comunicación más profunda.
Los signos y la vida de quien se involucra se interpretan y se explican mutuamente. Por los
frutos se reconoce el árbol y un árbol que no da frutos narra su esterilidad. El lenguaje de los
signos sirve para hacer síntesis, para decir en un gesto, o a través de un objeto, una compleja
red de significados: abre a la analogía simbólica. Es una imagen, una comunicación visual y
sensorial que narra lo indecible de la vida compartida y de las razones del don de sí mismo.
El signo lleva la maravilla, la interpretación, la provocación, nutre la decisión de vivir y queda
en el ánimo. Reclama, en el diálogo, la atención de quien escucha y lo empuja a la acción;
como sucedía con los profetas que ponían signos que invitaban a la interpretación y a la
acción.
16 Cf. Associazione Italiana Catecheti, 2008, Pluralità di linguaggi e cammino di fede, (a cura di G. Biancardi),
LDC, Leumann (TO).
35
3.1. Imaginamos un anuncio sin estos pasajes
Hagamos la hipótesis de un anuncio sin estos pasos o pasajes comunicativos, o con los
pasos al revés o puestos en otros lugares, en otro orden. Imaginamos no usar algunos y
verifiquemos intuitivamente las consecuencias para el primer anuncio o para la catequesis
en contexto misionero. Imaginemos un anuncio sacado adelante de quien pretenda
hablar, proclamar, evangelizar sin haberse acercado y sin haber “hecho camino” con los
destinatarios del anuncio mismo, sin haber destinado tiempo y recursos a la escucha y
profundización de la historia local, personal y comunitarias. ¿Es posible hablar de alegría a
las culturas y a los corazones de los hombres y de las mujeres sin haber caminado juntos con
humildad y haber entendido de ellos sus historias, vivencias, tristezas y angustias, alegrías y
esperanzas? La cuestión no es sólo funcional, aunque esta dimensión sea importante: en
efecto es preciso aprender el sistema de signos, códices y símbolos de una comunidad para
poder comunicar. Además de esto pero está en juego un testimonio que narre el valor
de la pobreza, de la humildad, del respeto y del no atropello, constitutivos del mensaje
evangélico. Las dos dimensiones, de métodos y de contenidos, viajan juntas, separadas
sólo en el análisis formal pero no en la comunicación vital y existencial del misionero y del
catequista. Sin compartir antropológicamente e históricamente las tristezas es imposible
encontrar juntos caminos de alegría.
Imaginemos todavía un anuncio y una catequesis misionera que no sepa vivir la dimensión
del diálogo, que se piense unívoca y unidireccional. ¿Puede atravesar las vidas y las
conciencias de los hombres y de las mujeres un kerigma imaginado como “paquete” de
elementos cognitivos doctrinales y de comportamientos morales “enviado” (comunicado
dicen algunos) por aceptar, prescindiendo no sólo de una inculturación atenta y precisa
sino también de una encarnación desplegada en la historia concreta de los destinatarios?17
Creo aún que no! Él diálogo es la base del anuncio y el lenguaje histórico–narrativo no
es sólo un expediente comunicativo sino la construcción de un contexto semántico y
existencial común que sucede en la polifonía de las historias y en la complejidad de las
existencias y las interpretaciones18.
En el icono de Emaús hay desde luego otras indicaciones que sólo señalo: el anuncio de
Jesús, enganchado al relato, a la historia y a las desilusiones de los discípulos, está fuertemente
centrado en Moisés y los profetas, y en la estrecha relación de esta antigua alianza con su
propia historia personal. Los contenidos de nuestro anuncio no pueden hacer arder el
corazón si no están sintonizados hermenéuticamente y existencialmente con el horizonte
del Éxodo y de la Alianza vivida en modo auténtico, concreto, no ritual y espiritualístico, en
la justicia y en la verdad, como nos recuerdan insistentemente todos los profetas. ¿Se puede
anunciar un Evangelio que esté desvinculado hermenéuticamente y pastoralmente de la
17 Cf. Associazione Italiana Catecheti, 2003, Alterità e catechesi, (a cura di S. Currò), LDC, Leumann (TO).
18 Cf. Dossier - Comunicare/Evangelizzare, in “Evangelizzare”, 1 (2009) 22-43.
36
experiencia del Éxodo y de la Alianza unilateral de Dios y del reclamo a la fidelidad, a la
autenticidad y a la justicia de los profetas?
Por último, en el anuncio de Jesús esta historia de alianza está referida a él, no está narrada
como historia de otros. En este sentido, se presenta para nosotros el doble compromiso de
centrar en la experiencia de Jesús nuestro anuncio y también de hacer como él, centrando
el anuncio de la salvación en una narración que auténticamente nos ha involucrado a
nosotros mismos y a nuestra historia. ¿Se puede anunciar un Evangelio que hable de Jesús
pero no de nosotros y de nuestra vida/testimonio?
Probemos ahora a imaginar un anuncio que, en modo verbal y no verbal, no hable de
libertad de la adhesión y del discipulado. En la historia de la misión esto ha sucedido y ha
sido una tragedia, un genocidio físico y cultural. Cuando con las palabras y los gestos se
ha impuesto el Evangelio y la fe en Jesús, se ha traicionado el Evangelio, se ha ofendido,
manipulado y herido a Dios, y se ha ofendido, manipulado y matado al hombre hecho
a su imagen y semejanza. ¿Qué alegría ha sembrado este estilo? La evangelización tiene
necesidad de un lenguaje de libertad, sin el cual una comunicación eficaz y auténtica de la
esperanza cristiana no puede ser compartida.
Probemos por último a imaginar una evangelización hecha sólo de palabras y de presencia
pero sin signos, sin gestos, modalidades simbólicas y evocativas de comunicación profunda.
En los años ’70, Mons. Leónidas Proaño, obispo de Riobamba en Ecuador, regaló (él dice
correctamente: retornó, restituyó) tierras de “propiedad” de la diócesis a las comunidades
indígenas que las habitaban desde siempre y de las que habían sido despojadas por siglos
de colonialismo, abusos y discriminaciones. La tierra era (y en partes es) considerada madre
por estos pueblos y un sinsentido su venta. La expropiación y la explotación indiscriminada
son pensadas como ofensas a la vida y al sentido de pertenencia y existencia. El gesto de
la restitución de la tierra, altamente simbólico, fue un signo de compañía y de petición
de perdón más que muchas palabras, pronunciamientos y declaraciones. Los pueblos
indígenas del Ecuador lo llamaron: Taita, padre. Los pueblos indígenas de Chiapas en
México, acogieron a Don Samuel Ruíz llamándolo Tatic’: el había caminado “con” ellos por
40 años transformándolos de excluidos o solo destinatarios de la fe cristiana y de la Iglesia
en protagonistas, con sus culturas y sus sabiduría. Dom Helder Camara vivía en un pobre
departamento como los pobres de su diócesis de Olida y Recife y Mons. Oscar Romero,
una vez nombrado arzobispo de San Salvador había elegido para vivir un cuartito, casi una
sacristía, detrás de una capilla de un hospital oncológico. Mons. Enrique Angelelli, otro
padre y mártir, como los otros sobre citados, de la moderna iglesia americana, llamado con
simpatía “el pelado”, recorría los rincones mas aislados del semiárido riojano compartiendo
hambre, luchas y caminos hacia la libertad de su pueblo. La hermana Dorothy Stang, la
irmã Dorote, madre y mártir de la Iglesia americana, estadounidense, se naturalizó brasileña
y más, podemos decir, se hizo indígena. Naturalizarse, tomar la ciudadanía significó poner
sus raíces, compartir la vida de un pueblo y además tratar de ayudar este pueblo de Brasil
37
a encontrarse y amarse con los pueblos originarios de esta tierra que todavía no logra ser
“sin males”. Por eso la mataron. En breve síntesis, el lenguaje de los gestos concretos, de la
coherencia entre gestos y vida diaria, realiza, construye plataformas simbólicas y semánticas
comunes y compatibles, siembra en el corazón de los hombres aquella capacidad de
reconocimiento profundo que lleva al compromiso de la vida y del don de sí. Un anuncio
capaz de “vivir” más que de “usar” estos lenguajes es un anuncio que lleva frutos de
compañía, de compartir, de conversión.
Hemos observado un icono que narra una historia. Una narración sintética, metafórica,
densa de indicaciones y de signos. Quizá el objetivo también era de hacernos ver un
modelo de anuncio del Evangelio, una posible pedagogía y un posible diálogo que avanza
por etapas. Al mismo tiempo parece sugerirnos la necesidad de recorrer gradualmente
estas etapas sabiendo utilizar diversos lenguajes. Nos indica el estilo de la compañía en
el horizonte de la vida cotidiana y de la historia. Compañía viene de cum panis, es decir,
personas que comen el mismo pan compartiéndolo a lo largo del camino. Unas preguntas
para seguir la reflexión:
• Este recorrido ¿qué estímulos puede dar a nuestra forma de organizar y vivir el
anuncio y sus lenguajes?
• ¿Qué itinerario educativo se necesita para que los creyentes, los misioneros y
misineras, los catequistas, se conviertan realmente en hombres y mujeres testigos
del Resucitado y corresponsables de la misión?
• ¿Qué intuiciones esconde/revela la perícopa de Emaús para volver nuestra
tristeza en alegría, para cambiar la tristeza, la mirada con los ojos bajos de nuestro
pueblos en alegría, esperanza y protagonismo comprometido por la vida y la vida
en abundancia para todos y todas?
3.2. La palabra a ustedes
El camino presentado es fruto de una reflexión mía y de una elaboración personal y en
este sentido asumo la responsabilidad. De hecho tiene raíces en 30 años de mi experiencia
pastoral y reflexión teológica, enriquecida con los estudios y las investigaciones en
ambiente socio-antropológico y socio-comunicativo. Al mismo tiempo es el fruto de
un itinerario dialógico y participativo. En efecto, he discutido este itinerario por varios
años, con los estudiantes y las estudiantes de varios cursos en la Universidad Urbaniana
y en la Universidad Salesiana de Roma. Con ellos y ellas he compartido y comparto el
curso de Lenguaje de la Comunicación y formación de la fe (PUU) y el curso de Pastoral y
comunicación (UPS). Este artículo también es fruto de la discusión y de la elaboración activa
también de muchos catequistas y animadores con los cuales he compartido un sin numero
de itinerarios formativos. Por lo tanto, hay algo mío, pero también está la contribución de
la vida, de la experiencia, de la capacidad y de la historia de muchas personas que quiero
38
agradecer pero que no puedo nombrar. Muchos de ellos son laicos y laicas, catequistas
misioneros provenientes y/o próximamente enviados a tierra de misión. El arte del anuncio,
los problemas de una comunicación eficaz y auténtica, el uso y la capacidad (y el ser
competentes) en los lenguajes y en los medios antiguos y modernos, no es para ellos un
problema académico o sólo científico: es un problema de vida, un desafío serio y concreto.
Si la alegría del Reino de Dios, fundada en el Dios que ha vencido la muerte, formará parte de
su vida, ha convencido su vida, podrán compartirla con los demás…tratando de contagiar
a los que caminan con el rostro triste y la cabeza en ilusiones y desilusiones. Lo mismo
que me ha pasado y me pasa a mí. Lo que ha pasado y quizás, pasa a ustedes. A ustedes,
entonces, la palabra. Un día podremos reencontrarnos y compartir, escuchándonos, en
qué modo hemos anunciado con alegría el Evangelio y cómo hemos vivido la aventura y el
arte de comunicar el Reino de Dios y su justicia.
39
ANEXO 1
Lc 24, 1-12
El primer día de la semana,
muy temprano, fueron las
mujeres al sepulcro, llevando los
perfumes que habían preparado.
Pero se encontraron con una
novedad: la piedra que cerraba el
sepulcro había sido removida,
y al entrar no encontraron el
cuerpo del Señor Jesús. No
sabían qué pensar, pero en ese
momento vieron a su lado a dos
hombres con ropas fulgurantes.
Estaban tan asustadas que no
se atrevían a levantar los ojos del
suelo. Pero ellos les dijeron: «¿Por
qué buscan entre los muertos
al que vive? No está aquí.
Resucitó. Acuérdense de lo que
les dijo cuando todavía estaba
en Galilea: “El Hijo del Hombre
debe ser entregado en manos de
los pecadores y ser crucificado,
y al tercer día resucitará”.» Ellas
entonces recordaron las palabras
de Jesús.
Al volver del sepulcro, les
contaron a los Once y a todos
los demás lo que les había
sucedido. Las que hablaban eran
María de Magdala, Juana y María,
la madre de Santiago. También
las demás mujeres que estaban
con ellas de cían lo mismo a los
apóstoles. Pero no les creyeron,
y esta novedad les pareció puros
cuentos. Pedro, sin embargo,
se levantó y fue corriendo al
sepulcro; se agachó y no vio más
que los lienzos, por lo que volvió
a casa preguntándose por lo
ocurrido.
Lc 24, 13-35
Aquel mismo día dos discípulos
se dirigían a un pueblecito
llamado Emaús, que está a unos
doce kilómetros de Jerusalén, e
iban conversando sobre todo
lo que había ocurrido. Mientras
conversaban y discutían, Jesús
en persona se les acercó y
se puso a caminar con ellos,
pero algo impedía que sus ojos
lo reconocieran. El les dijo: «¿De
qué van discutiendo por el
camino?» Se detuvieron, y
parecían muy desanimados.
Uno de ellos, llamado Cleofás,
le contestó: «¿Cómo? ¿Eres tú
el único peregrino en Jerusalén
que no está enterado de lo que
ha pasado aquí estos días?»
«¿Qué pasó?», les preguntó. Le
contestaron: «¡Todo el asunto
de Jesús Nazareno!»
Era un profeta poderoso en
obras y palabras, reconocido
por Dios y por todo el pueblo.
Pero nuestros sumos sacerdotes
y nuestros jefes renegaron de él,
lo hicieron condenar a muerte
y clavar en la cruz. Nosotros
pensábamos que él sería el que
debía libertar a Israel. Sea lo que
sea, ya van dos días desde que
sucedieron estas cosas.
En realidad, algunas mujeres
de nuestro grupo nos han
inquietado,
pues fueron muy de mañana al
sepulcro y, al no hallar su cuerpo,
volvieron hablando de una
aparición de ángeles que decían
que estaba vivo.
40
Lc 24, 36-52
Mientras estaban hablando de
todo esto, Jesús se presentó en
medio de ellos (y les dijo: «Paz
a ustedes.») Quedaron atónitos
y asustados, pensando que veían
algún espíritu, pero él les dijo:
«¿Por qué se desconciertan?
¿Cómo se les ocurre pensar
eso? Miren mis manos y mis
pies: soy yo. Tóquenme y fíjense
bien que un espíritu no tiene
carne ni huesos, como ustedes
ven que yo tengo.» (Y dicho esto
les mostró las manos y los pies).
Y como no acababan de creerlo
por su gran alegría y seguían
maravillados, les dijo: «¿Tienen
aquí algo que comer?» Ellos,
entonces, le ofrecieron un
pedazo de pescado asado (y
una porción de miel); lo tomó
y lo comió delante ellos.
Jesús les dijo: «Todo esto se
lo había dicho cuando estaba
todavía con ustedes; tenía que
cumplirse todo lo que está
escrito en la Ley de Moisés, en
los Profetas y en los Salmos
referente a mí.» Entonces
les abrió la mente para que
entendieran las Escrituras. Les
dijo: «Todo esto estaba escrito:
los padecimientos del Mesías
y su resurrección de entre los
muertos al tercer día. Luego
debe proclamarse en su nombre
el arrepentimiento y el perdón
de los pecados, comenzando
por Jerusalén, y yendo después a
todas las naciones, invitándolas a
que se conviertan.
Lc 24, 1-12
Lc 24, 13-35
«¡Qué poco entienden
ustedes y qué lentos son sus
corazones para creer todo lo
que anunciaron los profetas!
¿No tenía que ser así y que el
Mesías padeciera para entrar
en su gloria?» Y les interpretó
lo que se decía de él en todas
las Escrituras, comenzando
por Moisés y siguiendo por
los profetas. Al llegar cerca del
pueblo al que iban, hizo como
que quisiera seguir adelante,
pero ellos le insistieron diciendo:
«Quédate con nosotros, ya está
cayendo la tarde y se termina el
día.» Entró, pues, para quedarse
con ellos. Y mientras estaba
en la mesa con ellos, tomó el
pan, pronunció la bendición,
lo partió y se lo dio. En ese
momento se les abrieron los
ojos y lo reconocieron, pero él
desapareció. Entonces se dijeron
el uno al otro: «¿No sentíamos
arder nuestro corazón cuando
nos hablaba en el camino y nos
explicaba las Escrituras?» De
inmediato se levantaron y
volvieron a Jerusalén, donde
encontraron reunidos a los
Once y a los de su grupo.
Estos les dijeron: «Es verdad:
el Señor ha resucitado y se ha
aparecido a Simón.» Ellos, por
su parte, contaron lo sucedido
en el camino y cómo lo habían
reconocido al partir el pan.
Algunos de los nuestros fueron
al sepulcro y hallaron todo tal
como habían dicho las mujeres,
pero a él no lo vieron.» Entonces
él les dijo:
41
Lc 24, 36-52
Ustedes son testigos de todo
esto. Ahora yo voy a enviar
sobre ustedes lo que mi Padre
prometió. Permanezcan, pues,
en la ciudad hasta que sean
revestidos de la fuerza que viene
de arriba.» Jesús los llevó hasta
cerca de Betania y, levantando las
manos, los bendijo. Y mientras
los bendecía, se separó de ellos
(y fue llevado al cielo. 52 Ellos
se postraron ante él.) Después
volvieron llenos de alegría
a Jerusalén, y continuamente
estaban en el Templo alabando
a Dios.
La alegría de las
bienaventuranzas
La paradójica dicha de los
desdichados
P. Dr. José Cervantes Gabarrón
SAcerdote diocesano misionero y
profesor de sagrada escritura
Santacruz de la sierra - bolivia*
I.
LA “DICHA” DE LA ALEGRÍA EN LAS BIENAVENTURANZAS
EVANGÉLICAS
El Sermón de la montaña del evangelio de Mateo comienza con la solemne obertura de las
bienaventuranzas. En ellas Jesús proclama la dicha del Reino de Dios como una propuesta de
alcance universal, accesible a todas las gentes procedentes de los cuatro puntos cardinales,
que presenta a los pobres de la tierra como los destinatarios primeros e inequívocos de la
dicha propia del Reino. Los pobres son, sin duda alguna, la prioridad del evangelio de Jesús.
Este punto capital de las bienaventuranzas se puede apreciar también en la versión del
evangelio de Lucas. Remitimos al lector a la lectura sinóptica de las bienaventuranzas para
hacer, en primer lugar, una lectura comparativa de la versión sinóptica, en castellano o en
griego, de las bienaventuranzas evangélicas de Mateo y Lucas, y sugerimos que constate
todas las afinidades existentes y todas sus diferencias, bien sean éstas de contenido, de
léxico o de morfología. Ofrezco al lector mi propia traducción y el texto original griego1.
*
1
Profesor de Sagrada Escritura en el Seminario Mayor San Lorenzo de Santa Cruz de la Sierra y en la
Universidad Católica San Pablo. Director de OIKIA, centro de acogida a niños de la calle en Santa Cruz
Cf. J. Cervantes Gabarrón, Sinopsis bilingüe de los tres primeros evangelios con los paralelos del evangelio de
Juan, Estella, Verbo Divino, 1999, p.58.
42
43
44
45
Las dos versiones sinópticas proceden de la fuente Q, que es el documento de los dichos
de Jesús, cuyo contenido está presente en los evangelios de Mateo y Lucas, siendo el texto
mateano de las bienaventuranzas (Mt 5,3-12) más amplio y desarrollado que la versión
lucana (Lc 6,20-23). Mateo presenta un bloque de ocho macarismos homogéneos con la
misma estructura tripartita y con el denominador común del anuncio de la felicidad en
toda la serie, según el esquema de composición: Felicitación, sujeto de la dicha, motivo de
la dicha. Lucas refleja la misma estructura en el bloque de tres macarismos homogéneos.
El último macarismo de las dos recensiones evangélicas, el noveno en Mt y el cuarto en
Lc, es también semejante en ambos por su contenido y estructura, pero difiere de los
macarismos precedentes en su estructura y composición en las dos versiones, pues se
formula en segunda persona actualizando el anuncio de la dicha para los discípulos oyentes
del discurso de Jesús.
La primera bienaventuranza orientada a los pobres es el punto de referencia de todas las
restantes. Además, independientemente de la interpretación que se haga de la formación
de las dos versiones evangélicas de las bienaventuranzas y utilizando los criterios de
historicidad que se aplican a los evangelios, es comúnmente admitido por los exégetas el
valor indiscutiblemente histórico de la primera bienaventuranza en labios de Jesús, con una
formulación probablemente más simplificada que las dos de que disponemos12.
en la Biblia
La dicha contenida en el término
Todas las bienaventuranzas empiezan con la palabra maka/rioi que proclama en boca de
Jesús la dicha de los diferentes sujetos allí mencionados y por los motivos allí indicados:
La palabra maka/rioi ,“dichosos”, desde el punto de vista morfológico es adjetivo en
nominativo plural masculino que funciona sintácticamente como predicado nominal de
cada macarismo en una oración principal en la que se sobreentiende el verbo ser, que no
aparece. El término aparece 49 veces en el NT, distribuidas del siguiente modo: Mt 13x; Lc
15x; Jn 2x; Hch 2x; Pablo 6x; Sant 2x; 1Pe 2x; Ap 7x. Para un análisis histórico y semántico
del término en la Biblia recurrimos al TWNT donde HAUCK, F. y BERTRAM, G., hacen un
estudio minucioso13:
1.
Uso linguístico griego
El término makarioj describe sobre todo el estado feliz de los dioses, más allá de las
penas y fatigas de la vida terrena. También se dice de los muertos, liberados ya de todo
tipo de dolor. Con Aristófanes empieza a utilizarse para designar el estado social de los
ricos, que quedan sustraídos a las preocupaciones y angustias de cada día. Frecuentemente
46
es sinónimo de
perfecta beatitud
2.
en Platón. Aristóteles distingue éste de aquél, atribuyendo la
a los dioses y la
que es inferior, a los hombres.
La forma estilística del macarismo
El macarismo es un determinado género que celebra la felicidad de una persona poniendo
el motivo de la misma. Hay distintas formas pero la más frecuente es la del predicado
. El macarismo acentúa subraya una idea dándole un valor universal
y tiende a convertirse en una sentencia proverbial. El macarismo es algo que contrasta con
una realidad dolorosa.
3.
En los LXX y en el judaísmo14
La forma del macarismo es introducida por el predicativo
y recibe motivación y
contenido (dos elementos que se compenetran) por medio de una proposición de relativo,
un participio o una frase introducida por . El contenido de las bendiciones en el AT está
determinado por los deseos e ideales dominantes de la época, pertenecen a la sabiduría
de la vida del AT y por eso predominan en los escritos sapienciales. La bienaventuranza
veterotestamentaria a diferencia de la bendición, constituye una forma de felicitación en la
que se constata y proclama la dicha actual, próxima o ideal de alguien15. También existen
algunas colecciones de macarismos como lo demuestran las nueve o diez bienaventuranzas
de Eclo 27,7-1016, que están dedicadas a la alegría con los hijos, a la caída de los enemigos, al
que encuentra mujer sensata, al que no resbala con su lengua, al que no tiene que servir a
un incompetente, al que encuentra tino y se dirige a oídos que escuchan, grande es el que
encuentra la sabiduría pero nadie como el que teme al Señor.
En el AT el macarismo siempre se refiere a personas, ni a cosas ni circunstancias. Solo en
4 Macabeos se habla de la beatitud del templo (4 Mac 4,12) o del siglo beato (17,18). La
excepto en 1 Tim 1,11;
Biblia, a diferencia del griego helenístico no llama a Dios
6,15 “Dios bienaventurado”. Dios es el dispensador de toda dicha.
47
La bienaventuranza es plenitud de vida y se refiere sobre todo a los bienes terrenos, como
la mujer (Eclo 25,8; 26,1) los hijos (Gn 30,13; 4 Mac 16, 9; 18,9; Sal 126,5; Eclo 25,7) la belleza
(Cant 6,9), la prosperidad terrena, la riqueza, el honor, la sabiduría (Job 29,10.11).
Según toda la Escritura la sabiduría de vida es objeto privilegiado del macarismo: Prov
3,13; Eclo 14,20; 25,9; 37,24; 50,28; Sal 1,1s. La voluntad de Dios, conocida por su pueblo,
es fundamento de la felicidad de ese pueblo (Mal 3,12; Bar 4,4). Sabiduría y devoción son
dones de Dios y presupuesto de toda bendición. No se puede introducir el pensamiento
eudemonístico de la retribución ni siquiera donde el cumplimiento de los requisitos legales
parece ser el presupuesto del macarismo. No hay que precipitarse en declarar dichoso a
nadie antes de su muerte (Eclo 11,28:
El tema del “fin” es el elemento decisivo que revela la cercanía del justo a Dios. Así las
bienaventuranzas de la revelación bíblica se refieren simplemente a quien confía en Dios,
a quien espera en él, lo tema y lo ama: Sal 2,12; 33,9; 39,5; 83,13; 111,1; Prov 16,20; 28,14; Eclo
34,15 (31,17) Is 30,18; Tob 13,15.
Son dichosos
• El pueblo de Dios y los piadosos (Dt 33,29; Sal 33,12; 64,5; 83,5.6; 88,16; 143,15;
145,5)
• Aquellos cuyos pecados son perdonados (Sal 31,1.2)
• Los que son preservados de culpas individuales (Eclo 14,1.2; 25,8; 28,19)
• Los piadosos en medio del dolor (Dan 12,12; 4 Mac 7,22), pues el dolor se entiende
como disciplina de Dios (Job 5,17; Sal 93,12; Tob 13,16)
• Así la muerte de los mártires corresponde con la suprema bienaventuranza
(4 Mac 7,15; 10,15; 12,1; 18,13. Incluso el sinónimo eu)tuxi/a, (que en el
helenismo correspondía al afortunado, pero no al hombre feliz) en 4 Mac 6,11
designa también la actitud interior del mártir, determinada por la inminente
bienaventuranza eterna.
• Este significado escatológico es asumido también en el maka/rioj de 4 Mac 17,18;
18,19.
• El macarismo se usa frecuentemente en conexión con expectativas escatológicas.
• El macarismo tiene contenido mesiánico en Sal 71,17 e Is 31,9 y Num 25,17
• En Eclo 48,11 se refiere al retorno de Elías.
48
En Filón el vocablo se refiere a una realidad trascendente que por medio del piadoso
entra en la esfera terrena. Por eso se usa frecuentemente en relación con Dios. Más aún,
propiamente hablando la bienaventuranza en el verdadero sentido de la palabra sólo
puede ser atribuida a él.
La bienaventuranza pertenece a la esfera divina. Solo en cuanto la naturaleza divina penetra
en la creación, las criaturas pueden participar de la bienaventuranza divina. Tanto en Filón
como en 4 Macabeos se nota claramente la influencia de la mentalidad helenística. Sin
embargo el judaísmo rabínico ha mantenido el sentido veterotestamentario del macarismo
(J. B. Zachai)
4.
El grupo de vocablos en el NT 17
El grupo de términos
es característico del NT en
cuanto está referido principalmente a la singular alegría religiosa que viene al hombre por la
participación en la salvación que trae consigo el Reino de Dios.
El verbo makari/zein aparece sólo dos veces en el NT:
• Lc 1,48: Bendición de la madre del Mesías por todas las generaciones
• Sant 5,11: Bendición de los piadosos perseverantes
El sustantivo makarismo/j aparece tres veces:
• Gal 4,15: Sublime felicidad de quien ha recibido el mensaje de la salvación
• Rom 4,6.9: La salvación por la remisión de los pecados
Como en la graecitas y en el AT, casi siempre va dirigido a personas, excepto en Mt 13,16
(ojos y oídos) y en Lc 11,27 (vientre y pechos).
La fórmula típica hebrea y de LXX, correspondiente al ´asre hais ´aser, desaparece en el NT
excepto en Mt 11,6, par y Lc 14,15.
, en forma predicativa, seguir con el artículo y la
El NT prefiere comenzar con
persona felicitada (Mt 5,3ss) y eventualmente, en una frase secundaria
la motivación
o la descripción de la bienaventuranza.
49
Los macarismos del NT van generalmente en tercera persona (como en hebreo). A
diferencia del AT los macarismos del NT no pertenecen a los discursos sapienciales, sino a
anuncios escatológicos ¿? Y por eso predominan en los sinópticos y en el apocalipsis.
En contraste con los macarismos griegos los bienes y valores profanos desaparecen
completamente frente al único y supremo valor que es el Reino de Dios, tanto si es esperado
por los piadosos, como si se conoce su certeza, tanto si se tiene derecho a él como si ya se
forma parte de él. De la eminente valoración del Reino de Dios se sigue un cambio radical
de los valores anteriormente usuales.
• Los macarismos del NT contienen paradojas sagradas, especialmente en las
bienaventuranzas mateanas del sermón de la montaña y paralelos lucanos: en
ellos se siguen afirmaciones fundamentales que manifiestan a los seres humanos
que puedan considerarse ciudadanos del Reino de Dios que está por llegar.
• Lucas tiene una especie de consolación escatológica prometiendo a los hombres
la salvación del Reino de Dios.
• Mateo pone más de relieve el factor del comportamiento personal moral y
religioso y la correspondencia entre el recto comportamiento y la recompensa
del cielo.
• Sin embargo no existe una diferencia real de contenido pues también en Lc
aparece la actitud piadosa de los que son bienaventurados.
• La alabanza de Jesús vale para los piadosos ´anijjim, que vienen descritos en parte
como miserables oprimidos, en parte como nostálgicamente ansiosos (tienen
hambre y sed) y en parte como penosamente afligidos (lloran y están afligidos)
por las tristes condiciones del mundo o por la propia imperfección.
• Las bienaventuranzas añadidas por Mateo, que son exclusivamente suyas
corresponden por el contenido a la más alta ley del Reino de Dios, misericordiosos,
limpios de corazón y pacíficos.
• La última bienaventuranza, en segunda persona, indica paradójicamente a los
discípulos la alegría de entrar mediante la persecución en la escala de los profetas,
perseguidos y martirizados.
La Bienaventuranza se dirige además a aquellos que han acogido la decisiva revelación de Dios
con fe recta ( Lc 1,45; Mt 16,17) y por tanto también a aquellos que aceptan sin objeciones la
revelación divina (Mt 11,6, par) (Jn 20,29) y acogen la palabra de Dios (Lc 11,28).
Jesús alaba también a quien da prueba de fidelidad en medio de la prueba (Lc 12,37,s. Apo
16,15; Mt 24,46; Lc 12,43). Igualmente los perseverantes (Sant 1,25).
50
En todos los casos la luz de la gloria divina se irradia sobre la situación mísera presente de
la persona creyente. Los macarismos neotestamentarios no remiten solamente al futuro, ni
tampoco solamente lo prometen, sino que iluminan el presente con la luz de lo venidero.
También se alaba, como en la literatura griega, a quien escapa de una desgracia mayor (Lc
23,29)
En Pablo sólo hay algunos macarismos que ni siquiera tienen una forma gnómica. Sin
embargo son teológicamente significativos:
Rm 4,7 y Rm 4,8, tomado del AT (Sal 32,1), exalta a quien ha recibido la remisión de las
culpas, don particular de la salvación. Rm 14,22 exalta a quien puede tomar una decisión
sin angustias de conciencia
Gran relieve tienen los siete macarismos del Apocalipsis, los cuales se contraponen a los
catorce lamentos. Hay cinco de ellos pronunciados por seres celestes Ap 14,13; Ap 16,15;
Ap 19,9; Ap 22,7; Ap 22,14. Además los de Ap 1,3; Ap 20,6
En las pastorales el término maka/rioj está reservado a Dios o a aspectos sublimes de su
divinidad, lo cual 1Tim 1,11; 1Tim 6,15; Tit 2,13 Para concluir este aspecto histórico semántico
del término podemos sintetizar18 que “el adjetivo
denota un estado eufórico o
de dicha”. Se trata de una dicha duradera o permanente. Al analizar todos los componentes
sémicos del término, F. Camacho concluye dando esta definición lexemática:
expresa la condición de felicidad atribuida a una persona y caracterizada por la fruición de
bienes y la ausencia de males. Este lexema en el contexto de las bienaventuranzas con el
término
designa un conjunto de individuos humanos que disfrutan de felicidad
en cualquier momento de la historia.
en mi opinión, es preferible a la de
La palabra “dichosos” como traducción de
“felices” y a la de “bienaventurados”, porque “dichoso” expresa una profunda alegría interior
en la persona, que no depende de las circunstancias externas a la persona, y esa alegría
no la puede quitar nada ni nadie, porque tiene su origen en Dios y su Reino. Se trata de
una alegría que se puede vivir hasta en situaciones adversas o de sufrimiento. En cambio
la palabra “felices” suele designar a las personas contentas porque tienen satisfechas total
o parcialmente las necesidades básicas humanas. Por su parte la palabra “bienaventurados”
connota un cierto desplazamiento de la felicidad plena al más allá de esta vida y acentúa
se aplica, sin
sólo el componente espiritual y religioso de ese estado. “Dichosos”
18 F. Camacho, La proclama del Reino. 1986, pp. 54-55.
51
embargo, al tiempo presente y al más allá, es para esta tierra y para la vida eterna, y se puede
vivir incluso en medio de los sufrimientos de esta historia.
El mensaje de las bienaventuranzas es sobre todo una proclamación de dicha y de alegría
que dista mucho de ser un lenguaje legal. Sin embargo, en el contenido de la versión
mateana de los macarismos la dicha anunciada por Jesús está vinculada a la realización
satisfactoria de la justicia, la cual requiere la implantación y la promoción del derecho en la
tierra según la perspectiva mesiánica y profética de Jesús de Nazaret.
II.
LA DICHA DE LOS DESDICHADOS EN LAS BIENAVENTURANZAS
Las cuatro primeras bienaventuranzas de Mateo más la novena y todas las de Lucas están
dedicadas a los desdichados: A los pobres, a los afligidos que gimen, a los indigentes o
desheredados, a los hambrientos y a los perseguidos. La principal de todas ellas por ser el
fundamento de las que las demás se derivan es la primera dedicada a los pobres que motiva
especialmente nuestra reflexión.
(pobre) aparece 34 veces19, de las cuales 24 en los evangelios,
En el NT el término
siendo significativo el de Lc donde aparece diez veces, de las cuales seis en secciones
(pobreza) aparece tres veces (en 2 Cor 8,2.9; Apo
propias lucanas. El sustantivo
2,9) y
(hacerse pobre) una vez en 2 Cor 8,9.
que
El término griego utilizado para designar al pobre en el Nuevo Testamento es
etimológicamente se refiere al encorvado, al que se oculta con temor, al que se agacha.
Designa a quien no posee absolutamente nada y tiene que proporcionarse mendigando
lo indispensable para vivir.20 Es el mendigo que carece de lo necesario para vivir y depende
de los demás para sobrevivir. Por tanto, designa al pobre de solemnidad. Este término
se diferencia de
que indica la escasez de bienes y que se correspondería en la
actualidad a una persona obrera de clase media baja, que necesariamente tenía que trabajar
para poder vivir. Mientras que el
denota principalmente necesidad de trabajo, el
ptwxo/j denota un estado de indigencia caracterizado por la imposibilidad de satisfacer
las necesidades básicas humanas. F. Camacho hace una definición lexemática de la pobreza
52
característica del
con estas palabras: Se trata de “un estado de privación de medios
de subsistencia en que se encuentra un individuo humano y que causa una dependencia
respecto a los que poseen codiciosamente esos medios”.21
Estos pobres constituían el nivel más bajo de la escala social. Precisamente a estos pobres,
es a quienes Jesús dirige en primer lugar su mensaje de liberación,
denominados
es un término utilizado
su buena noticia de la salvación. De hecho, mientras que
sistemáticamente por el Nuevo Testamento para referirse a los pobres pues en él aparece
34 veces, sin embargo es un término muy poco frecuente en la literatura profana de aquella
época. Este predominio o preferencia del término
en el NT pone de relieve la
importancia de este tipo de pobres en el mensaje de Jesús. Los materialmente pobres desde
el punto de vista socioeconómico, y sólo por ser tales, sin ningún otra especificación, son
los destinatarios del Reino de Dios. Ellos reúnen por su estado de privación las condiciones
fundamentales para aceptar la Buena Noticia de Jesús. Su situación de “dependencia total de
otro para satisfacer las necesidades vitales básicas es por analogía el grado de dependencia
que debe haber respecto a Dios” 22.
La traducción griega de la Biblia hebrea, los Setenta (LXX), no ofrece una distinción clara
y el pobre
. En ella el término
suele traducir términos
entre el pobrehebreos como ‘ani, que designa al encorvado y abatido, y los ‘anawim, que son aquellas
personas que, careciendo de medios de subsistencia, estando indefensas y a merced de los
poderosos, han puesto su confianza plena en Dios. Los dos términos denotan un estado
de inferioridad de unas personas respecto a otras y el segundo tiene una connotación
religiosa, presente también en la literatura de Qumrán.
traduce también otros
términos hebreos como dal, que es el débil y oprimido, o ‘ebion, que es el que pide ayuda
por su indigencia e indefensión, o ras, que es el pobre sociológico. Merece la pena destacar
también entre los sujetos pobres del AT la figura del ger, el inmigrante, cuya aparición en los
códigos legales del Antiguo Testamento es particularmente notoria, así como su presencia
en la tríada de la pobreza: «inmigrante, huérfano y viuda». Esta tríada, a partir de la tradición
del Código deuteronómico, designaba claramente a los pobres en la miseria, a los pobres
de solemnidad y estuvo muy presente en las críticas radicales del lujo y la riqueza en las
tradiciones proféticas. Éste es el trasfondo bíblico veterotestamentario en donde se inserta
del NT.
el sentido de la pobreza vigente en el término
21 Cf. F. Camacho, La proclama del Reino. 1986, p. 58
22 Cf. E. Arens, Asia Menor en tiempos de Pablo, Lucas y Juan. Aspectos sociales y económicos para la
comprensión del Nuevo Testamento, Córdoba, El Almendro, 1995, p. 150.
53
La dicha del Reino y Reinado de Dios para los pobres
Jesús comienza su actividad pública retirándose a Galilea para predicar la Buena Noticia
del Reino: “Convertíos, porque está cerca el Reino de los cielos” (Mt 4,12-17). Es éste un
anuncio primordial del Evangelio y debemos entenderlo como una llamada apremiante al
cambio de mentalidad y de forma de vida en consonancia con el Reino que en la persona
de Jesucristo definitivamente se ha acercado.
Pero deberíamos evitar las interpretaciones espiritualistas e intimistas de la conversión que
la reducen a momentos de euforia emocional de carácter religioso o a la mera expresión
de buenos deseos. La conversión es más bien un proceso personal de discernimiento
espiritual que, siguiendo las huellas de Jesús crucificado y sus pautas de conducta ante los
marginados, los pobres y los oprimidos, permite revisar nuestra conducta habitual, nuestras
actitudes básicas y nuestro horizonte mental, para cambiar de rumbo nuestra vida ante la
llegada del Reino. El “Reino de los cielos” es una expresión empleada por San Mateo en la
cual “los cielos” no se contraponen a la tierra ni designan sólo un reino del más allá, sino que
equivale a “Reino de Dios” y tiene el sentido dinámico y personal de que Dios va a reinar ya
en esta tierra, llevando a cabo el ideal mesiánico del rey justo del Antiguo Testamento (Sal
72). El Reinado de Dios, de la justicia y de la paz, está llegando con aquél que defiende a los
humildes, que socorre y libera a los pobres y quebranta al explotador. Éste es el Reino cuya
cercanía anuncia Jesús y por cuya causa vivió y fue crucificado. La conversión consiste en
transformar nuestra mentalidad para entrar en el dinamismo espiritual de la defensa de los
pobres y de la liberación y el desarrollo de los países y sectores más oprimidos.
El mensaje maravilloso de las bienaventuranzas (Mt 5, 1-12; Lc 6,20-21) consiste en el
anuncio del Dios que elige a los pobres, a lo que no cuenta en este mundo, para anular
a lo que cuenta (1 Cor 1, 26-31). En Mateo las bienaventuranzas constituyen la solemne
obertura del sermón de la montaña, mientras que en Lucas lo es en el sermón de la llanura.
Ambos presentan a Jesús y llaman dichosos, en primer lugar, a los pobres y a quienes están
o pasan por una situación de negatividad extrema: los que gimen, los indigentes y los
que tienen hambre y sed, también de justicia. En Lucas se llama dichosos a los pobres sin
más especificación, mientras que el complemento nominal relativo al espíritu en Mateo
En Lucas se trata,
reinterpreta e interioriza el sentido dado al término pobres
por tanto, de los pobres e indigentes en su acepción material y socioeconómica tal como
anteriormente se ha descrito. Lucas introduce además la variante de la segunda persona
del plural al presentar el motivo de la dicha: -porque vuestro es el Reino de Dios-. Con
ello el estilo del lenguaje de Jesús se hace directo y convierte la sentencia en una auténtica
felicitación dirigida especialmente a sus discípulos, pues a ellos ha orientado su mirada al
empezar a hablar (Lc 6,20). Pero no es un mensaje exclusivo a los discípulos, sino también
dirigido al gentío del pueblo (Lc 6,17). La perspectiva universalizadora del mensaje de la
Buena Noticia sigue estando presente a lo largo de todo el evangelio.
54
Sin embargo ¿no parece una ironía que Jesús llame dichosos a los pobres? Creo que no. No
se trata de una ironía sino de una felicitación, pues la razón de la dicha no es la situación en
que se encuentran sino el giro que van a experimentar tanto su situación personal como esas
condiciones sociales. Sólo por ser víctimas, por ser sufrientes, incluso independientemente
de sus creencias religiosas y de su origen, Dios está de su parte, anuncia para el presente el
Reino que les pertenece y promete un futuro de liberación que se cumplirá. Dios anulará
tal estado de negatividad y de injusticia.
Los pobres en sentido evangélico son los que carecen de medios para una subsistencia
humana y digna. Y en este estado de indigencia malviven en la actualidad millones de
personas de este mundo a causa de la injusticia social, del mal reparto de la riqueza y del
subdesarrollo permitido de pueblos enteros y sectores numerosos de población. J. Sobrino
considera que los pobres son aquellos que sufren algún tipo de necesidad básica en la línea
de Is 61,1ss. y que Jesús interpreta como opresión, así como aquellos que son despreciados
por la sociedad, pecadores, publicanos, prostitutas, etc., son los marginados o los pobres
sociológicos23.
La fuerza de las bienaventuranzas radica en el hecho de que Dios hace llegar su Reino en
el tiempo presente para los que ahora son pobres. Lo que Dios quiere es que, como seres
humanos, alejemos de nosotros toda opresión y todo tipo de injusticia y desigualdad, que
compartamos el pan con el hambriento y ayudemos a los indigentes. Sólo entonces los
discípulos se convierten en luz del mundo. La única procesión que Dios quiere es aquélla en
la que se abre paso la justicia (Sal 85,14) y resplandece el trono y la gloria de Dios, sostenidos
por la justicia y el derecho (Sal 97, 2). Y es que los pobres constituyen la prioridad del
mensaje de Jesús (Mt 5,3; Lc 4,18).
La “dicha” de los pobres en la Fuente Q
La Fuente Q es el documento de los dichos y enseñanzas de Jesús, anterior a los evangelios,
utilizado como fuente (Q = Quelle en alemán significa Fuente) por los Evangelios de
Mateo y de Lucas, pero no por Marcos. Entre los textos de Q sobre el tema de los pobres
podemos distinguir los dos en que aparece el término ptwxo/j, y otros donde, sin referirse
a los pobres directamente, sin embargo están también en el trasfondo. Los dos primeros
son los de la bienaventuranza de los pobres (Q 6,20-21; Lc 6,20; Mt 5,3) y el dicho de “los
pobres son evangelizados” (Q 7,18-19.22-23; Lc 7,22; Mt 11,5). Los otros textos relacionados
son el de las preocupaciones y el Reino (Q 12,22b-31; Lc 12,22-31; Mt 6,25-34), el de los
invitados al banquete (Q 14,16-18.¿19-20?21.23; Lc 14,16-24; Mt 22,1-14), la sentencia de
Jesús: “no podéis servir a Dios y al dinero” (Q 16,13; Lc 16,13; Mt 6,24) y la parábola de la
responsabilidad ante las minas y los talentos recibidos (Q 19,12-13.15-24.26; Lc 19,11-28;
Mt 25:14-30).
23 Cf. J.M. Torres Serrano, “La opción por los pobres parece eclipsarse”, Theologica Xaveriana 57 (2007) 107-125.
55
La bienaventuranza de los pobres presente en las dos versiones sinópticas de Mateo y Lucas
procede de la fuente de los logia (Q 6,20), siendo el texto mateano de las bienaventuranzas
(Mt 5,3-12) más amplio y desarrollado que la versión lucana (Lc 6,20-23). Es la primera
bienaventuranza en los dos evangelios y en realidad es el punto de referencia de todas las
restantes. Además, independientemente de la interpretación que se haga de la formación
de las dos redacciones evangélicas de las bienaventuranzas y utilizando los criterios de
historicidad que se aplican a los evangelios, es comúnmente admitido por los exégetas el
valor indiscutiblemente histórico de la primera bienaventuranza en labios de Jesús, con una
formulación probablemente más simplificada que las dos de que disponemos24: “Dichosos
los pobres porque de ellos es el Reino de Dios”.
La fuente Q desarrolla un poco más la bienaventuranza de los pobres, ampliándola con
dos bienaventuranzas nuevas relativas a la pobreza, que muestran el sentido en que la
comunidad cristiana primitiva comprende la primera bienaventuranza. Para ello recurren a
dos claves de interpretación de las palabras de Jesús, tanto la situación social de indigencia
de la provincia romana de Palestina como a los textos bíblicos del Antiguo Testamento que
sirven los términos de su formulación y cuyos motivos son el hambre y la aflicción en una
reconstrucción que sería25: “Dichosos los hambrientos porque ellos serán saciados”, (Sal 107,
9 -LXX: 106, 9) y “Dichosos los que gimen porque ellos serán consolados” (Is 61, 2; Eclo 48, 24).
El hambre y una aflicción que a duras penas se expresa son los aspectos más concretos que
resalta la fuente Q en la interpretación de la bienaventuranza de la pobreza.
Por otra parte el texto del dicho de “los pobres son evangelizados” (Lc 7,22; Mt 11,5).
también procede de la fuente Q y se recoge en un sumario de la actividad de Jesús, puesto
en sus mismos labios como respuesta a la embajada de los discípulos de Juan Bautista. El
punto culminante de este dicho del Señor se refiere a los pobres como destinatarios de la
Buena Noticia. He aquí el texto de Lc 7,22: Y respondiendo les dijo: Marchaos y contad a Juan
lo que visteis y oísteis: Ciegos ven, cojos andan, leprosos quedan limpios y sordos oyen, muertos
resucitan, pobres son evangelizados (cf. también Mt 11,5).
Los discípulos de Juan Bautista, enviados por éste desde la cárcel, plantean la cuestión de
la identidad de Jesús. La respuesta de Jesús remite a las obras ya realizadas por él así como
a su predicación. La actividad y la predicación de Jesús no responden exactamente a las
expectativas que Juan bautista había suscitado anteriormente (cf. Mt 3,11-12). Jesús es el
Mesías, pero no es un Mesías con los rasgos apocalípticos externos apuntados por Juan. Es
el que tenía que venir, pero no lleva un bieldo en su mano para aventar la parva y quemar la
paja con fuego inextinguible. Jesús es, más bien, el Mesías del amor, que se dirige a los pobres
24 Cf. J. P. Meier, Un judío marginal. Nueva visión del Jesús histórico. Tomo II/1. Juan y Jesús. El Reino de Dios.
Estella, Verbo Divino, 1999, Tomo II/1 pp. 385-409.
25 Utilizo la traducción de mi libro Sinopsis bilingüe de los tres primeros evangelios con los paralelos del
Evangelio de Juan, Verbo Divino, Estella, 1999.
56
y a los que sufren para traerles el consuelo y la liberación. Es el Mesías de la justicia, pero no
el justiciero, sino el humilde y misericordioso.
“Pobres con espíritu” o “pobres a conciencia” en Mt 5,3
Mateo además radicaliza el mensaje de la bienaventuranza de los pobres haciéndola
extensiva a los que libremente entran en esa situación de indigencia por causa del Reino,
o por solidaridad con los que se encuentran en ella forzosamente o por su fidelidad a
/ de la primera bienaventuranza mateana va acompañado de
Dios. El término
un complemento nominal que determina de qué pobres se trata. Esa palabra griega es
la relativa al “espíritu” y va en dativo con artículo y sin preposición
. Dada
la imprecisión de la expresión
es preciso discernir de qué tipo
de dativo se trata y en qué sentido se interpreta la palabra polisémica “espíritu”, cuya
resonancia antropológica es evidente. Sea cual sea la traducción que se adopte siempre
será una interpretación del traductor, pues en castellano y en las lenguas modernas es
preciso introducir una preposición allí donde en el texto griego no existe.
En las traducciones al castellano las interpretaciones más frecuentemente adoptadas se
pueden resumir en estas tres posiciones: a) los pobres de espíritu, b) los pobres en espíritu,
c) los pobres en el espíritu. La primera no parece adecuada pues se refiere al espíritu como
aquello de lo que están privados los pobres, y se podría atribuir a los pusilánimes y faltos
de coraje y valor. Las otras dos acepciones permiten hacer una interiorización del sujeto de
ese sintagma nominal, que permitiría entender a los pobres, bien como los desapegados
interiormente de los bienes materiales, o bien como los humildes de corazón, especialmente
en sentido religioso. Ambas interpretaciones se prestan a confusión, puesto que permite
orientar la pobreza desvinculándola de su sentido originario y dominante relativo a la
carencia de bienes materiales y a la indefensión de los sujetos frente a los poderosos. Según
estas interpretaciones se podría considerar también pobre a cualquier persona rica pero
sin apego a los bienes materiales. Estoy convencido de que mientras exista un solo pobre
socioecómico en este mundo no se puede sostener tal incoherencia de lenguaje, y más
aún cuando los pobres se cuentan por millones de personas. Por otra parte, es preciso
liberar a la teología bíblica del sarcasmo que suponen las interpretaciones acomodaticias
de este meollo del Evangelio cuando pretenden hacer compatible la pobreza en espíritu
con el disfrute exclusivo de unos pocos de los bienes y beneficios que se derivan del sistema
económico neocapitalista reinante en el mundo globalizado, o cuando pretenden infundir
resignación en los sectores sociales realmente pobres de la humanidad en aras de unas
promesas divinas que sólo se cumplirán en un Reino de Dios que está asociado meramente
a la realidad humana allende la muerte de los individuos.
El análisis filológico, semántico y sintagmático realizado por F. Camacho puso de relieve
la coherencia de la traducción dinámica adoptada por la Nueva Biblia Española (1975) al
traducir “dichosos los que eligen ser pobres” interpretando el carácter antropológico de
57
la palabra “espíritu” en cuanto principio de la actividad interior de una persona relativa a
un acto de la voluntad humana y que se presenta como dativo agente en relación con
el estado de pobreza. Se trataría de “los pobres por decisión” o “los pobres por elección”.
Pero sus autores prefirieron adoptar una traducción menos literal que se atuviese a su
correspondencia dinámica con el texto griego y optaron por utilizar la paráfrasis “los que
eligen ser pobres”.
Creo que con ese mismo sentido, rigurosamente expuesto por F. Camacho, se podría
adoptar una traducción castellana literariamente más bella y concisa: “dichosos los pobres
a conciencia”. Es ésta una formulación que, en primer lugar, expresa la interioridad humana
mediante la palabra conciencia, en segundo lugar denota claramente la dimensión de
la voluntad, pues la expresión es equivalente a “algo hecho adrede”, y finalmente, desde
el punto de vista sintáctico, mediante la preposición “a”, la expresión “a conciencia” se
corresponde con la función de un complemento nominal que en griego va en dativo. De
este modo se salvaguarda el estilo escueto y conciso de la sentencia que tiene el original
griego, se evita una paráfrasis en la traducción y respeta los tres elementos del sintagma
uno a uno, es decir su interioridad, su voluntariedad y su función de agente. Así resulta
una traducción que es más literaria que literal y, al mismo tiempo, fácilmente inteligible en
castellano.
La traducción que he propuesto en mi edición sinóptica y bilingüe de los evangelios no
se corresponde exactamente con esta formulación puesto que en ella pretendía ofrecer
ante todo una traducción para el estudio sinóptico de los textos evangélicos que respetara
las estructuras morfosintácticas y las correspondencias léxicas y semánticas del original
griego, dejando así las posibilidades de interpretación en manos de los exégetas. Con todo,
la traducción que allí ofrezco “dichosos los pobres con espíritu”26 pretende evitar, en primer
lugar, los errores a que se prestan las primeras traducciones comentadas. En segundo lugar,
pretende apuntar hacia la interpretación aquí propuesta de “los pobres a conciencia”,
pues, en virtud del espíritu que poseen y dinamiza sus vidas, viven voluntariamente en
la pobreza que otros involuntariamente están obligados a sufrir. Y, finalmente, quedan
incluidos también en el destino de la dicha ofrecido por Jesús todos aquellos que estando
en situación no buscada de pobreza se enfrentan a la misma con la fortaleza que Dios les
infunde. Además, pero no en último lugar, mi traducción “dichosos los pobres con espíritu”
es convergente con la interpretación que hacía I. Ellacuría27, el rector de la Universidad
Centroamericana de San Salvador, que junto a sus compañeros y compañeras mártires,
fueron asesinados a balazos en noviembre de 1989, por haber hecho suya la causa de los
pobres y haberse enfrentado con la palabra y la razón desde la fe en Jesucristo a los agentes
y a los factores generadores de la injusticia estructural de América Latina y de la miseria
26 Cf. J. Cervantes Gabarrón, Sinopsis bilingüe de los tres primeros evangelios con los paralelos del evangelio de
Juan, Estella, Verbo Divino, 1999, p.58.
27 Cf. I. Ellacuría, “Las Bienaventuranzas, carta fundacional de la iglesia de los pobres”, en Conversión de la
Iglesia al Reino de Dios, San Salvador, 1985, pp. 129-151.
58
clamorosa de los pueblos crucificados. Su palabra, escrita con sangre, y su espíritu, alentado
por el del crucificado y resucitado, siguen siendo ahora la mejor interpretación y revelación
del misterio de la bienaventuranza dedicada a los pobres.
Para I. Ellacuría los empobrecidos son además un lugar teológico en cuanto “constituyen la
máxima y escandalosa presencia profética y apocalíptica del Dios cristiano”. L. Boff considera
que los pobres son “el sacramento de Dios por excelencia”. J. Lois Fernández afirma también
que “los crucificados son lugar teológico puesto que es desde la solidaridad real con ellos
como la reflexión teológica cristiana puede ser fiel a la lógica propia del Evangelio de Jesús”28
y sostiene que la opción por los crucificados, por los empobrecidos y excluidos de la tierra
es el acto primero de la metodología propia que demanda esta teología de la liberación y
que la reflexión teológica es posterior. De este modo resalta el lugar desde el cual se realiza
la teología y ese espacio, el de los pobres y los últimos, es lugar teológico.
Por tanto queda patente que la propuesta de Jesús en las bienaventuranzas mateanas es
que sus discípulos se hagan también pobres, no porque la pobreza sea un bien, ni porque
ésta traiga consigo en sí misma la dicha, sino porque mientras exista un pobre en nuestra
tierra, hacerse pobres a conciencia trae igualmente la dicha. El Reino es, por tanto, un don
no sólo para los pobres de solemnidad, los indigentes desahuciados sino también para los
pobres con espíritu, es decir, con la fuerza interior para afrontar la situación social injusta en
que están y luchar con esperanza por su liberación así como también para los que se hacen
pobres a conciencia, para los que por ser fieles a este plan de justicia de Dios, son incluso
perseguidos.
En la segunda parte de las bienaventuranzas de Mateo (Mt 5,7-10) Jesús declara dichosos
a personas cuya disposición interior y cuyas acciones pertenecen a un nuevo estilo de
relaciones humanas y con Dios: los que practican la misericordia y la solidaridad, los que
viven la transparencia interior, la autenticidad y la fidelidad, los que comprometen su vida
por la paz y la justicia.
Dichosos los indigentes porque ellos heredarán la tierra
El tercer macarismo de Mt 5,5: «Dichosos los indigentes, porque ellos heredarán la tierra»
presenta dificultades en la interpretación del sujeto, ya que el término griego praeiÕj ha
sido traducido de diferentes maneras, desde los mansos hasta los sometidos a la voluntad
de Dios, o los humildes que renuncian al poder, o los oprimidos por otros, o los no violentos.
Este macarismo es propio de Mateo, que se ha servido para su elaboración del Sal 37,11
(LXX: 36,11). Tanto el sujeto de la bienaventuranza como el contenido de su motivación
constituyen prácticamente una cita de la versión griega del salmo. El término griego prau+/j
designa a personas no violentas, mansas y pacíficas. En el Sal 36,11 (LXX) traduce en plural
el término hebreo `anawîm correspondiente a los pobres. En el NT aparece cuatro veces:
Mt 5,5; 11,29; 21,5 y 1 Pe 3,4, y designa normalmente la cualidad personal de la no violencia
28
J. Lois Fernández, “La solidaridad con los crucificados, lugar teológico”, Staurós. Teología de la cruz, 46 (2007)
163-170, cf. p. 168.
59
o mansedumbre. Pero en Mt 5,5, dado también su trasfondo veterotestamentario alusivo
al pobre que se encuentra en una situación de indigencia, de dependencia humillante
respecto a otros y de confianza en Dios, el término griego prau+/j adquiere en este texto el
carácter de involuntariedad. Por todo ello, concluye F. Camacho, «se trata de individuos en
estado forzoso de no violencia por causa de su condición social de indigentes»29. Ésta es la
razón de mi traducción como indigentes.
Si a esto añadimos el carácter antitético del motivo de la dicha de este macarismo («porque
ellos heredarán la tierra»), los indigentes incluyen particularmente a todas las personas
que carecen de una tierra donde vivir con dignidad su autonomía y libertad, la cual les
será restituida definitivamente. Por ello los inmigrantes, privados forzosamente del disfrute
legítimo de su tierra debido a factores externos a ellos, predominantemente económicos o
políticos, por su situación de indigencia en el país en que viven y su estado de dependencia
y de sometimiento respecto a los que sí viven en su tierra y en su patria, son destinatarios
de la bienaventuranza de los indigentes, llamados a heredar la tierra. La atención debida al
inmigrante, como la debida a todos los pobres y oprimidos, es, pues, desde el evangelio una
exigencia de justicia social, no sólo una cuestión de generosidad individual.
Tanto el primero como el último discurso de Jesús en el evangelio de Mateo proclaman
que los pobres y los enfermos, los inmigrantes y los presos, todos los indigentes y oprimidos
del mundo son los herederos de la tierra y los beneficiarios con pleno derecho del Reino
de Dios. La parábola de la comparecencia de todas las naciones ante el Hijo del Hombre
(Mt 25,31-46) no es un video anticipado del juicio final sino la última y suprema enseñanza
de Jesús, el Señor de la historia, el cual pone como núcleo de su mensaje la relación de
fraternidad con los más pobres del mundo, los necesitados y los marginados. La justicia a la
que apela el primer evangelio tiene su fundamento en la identificación plena de Jesús con
todo ser humano sumido en el sufrimiento por carecer de los bienes y derechos humanos
más básicos y en la consideración como hermanos suyos de todos ellos sólo por el mero
hecho de ser víctimas (Mt 25,40: «Y respondiendo el rey les dirá: De veras os digo, cuanto
hicisteis a uno de éstos, mis hermanos más pequeños, a mí me lo hicisteis»).
La perspectiva del final de la historia no desplaza la fraternidad a una realidad sólo para el
tiempo futuro sino que marca el comienzo de la realidad definitiva desde el hoy de nuestra
historia humana. Jesús es, ya ahora, el pastor y el hermano de todos los necesitados. Los
últimos, los más pequeños, podrán descubrir a Jesús como hermano a través de los discípulos
que los atienden como tales. En virtud de su condición de marginados, paradójicamente,
los que son considerados los últimos y desechados por esta sociedad, son valorados como
hermanos por el Señor y rey de la historia. La relación de fraternidad no se crea meramente
por una acción esporádica de atención a los pobres, ni por el hecho de sentir lástima por
ellos, sino que nace de la identificación con los marginados y del compartir con ellos su
misma experiencia y su mismo destino. El destino del Hijo del Hombre es el mismo que el
29 Cf. F. Camacho, O. cit., p. 132.
60
de todos los crucificados y de todas las víctimas de la injusticia humana. Es este profundo
vínculo fraterno con los sufrientes del mundo, y no cualquier otra manifestación poderosa
o espectacular, el que hace posible todavía hoy la presencia del Señor resucitado en la
historia humana.
El horizonte universal de la fraternidad proclamada por el evangelio constituye el auténtico
sentido misionero de la iglesia, la cual partiendo de la fraternidad iniciada por Jesús y
proyectada a través del verdadero discipulado de los hermanos y hermanas alcanza a los
pobres y desheredados de toda la tierra. Esta fraternidad universal trasciende toda raza,
cultura, lengua o estrato social, tiene su centro de atención en los excluidos del mundo
y constituye el gran proyecto en el que ha de trabajar permanentemente una iglesia que
quiera renovarse según el mandato de su Señor.
4.
Dichosos los hambrientos y sedientos de la justicia porque ellos
serán saciados
Fijándonos ahora más bien en la tercera y la cuarta bienaventuranza podremos descubrir
en ellas connotaciones y consecuencias significativas respecto a la problemática actual de
los inmigrantes en los países enriquecidos y que proceden de los pueblos empobrecidos.
En Mt 5,6 los sujetos de la dicha son las personas que anhelan la justicia: «Dichosos los
hambrientos y sedientos de la justicia, porque ellos serán saciados». Pero ¿de qué justicia se
trata en este contexto? El término griego correspondiente es
forma parte del
lenguaje específico de Mateo, donde encontramos siete de las ocho veces que aparece
en los sinópticos30. En este caso está dentro de la adición aclaratoria de Mateo sobre el
macarismo paralelo de Lc 6,21, alusivo a los hambrientos sin especificación alguna. Hemos
de tener en cuenta la particularidad de la inclusión literaria formada por la primera y la
última de la serie homogénea, es decir las relativas a los pobres y a los perseguidos (Mt
5,3.10), pues las dos muestran como motivo de la dicha la pertenencia del Reino de Dios
a tales personas. Entre ambas quedan los seis macarismos intermedios que se dividen en
dos bloques. El primero (Mt 5,4-6) se caracteriza por la contraposición entre los estados
negativos de las personas referidas y la acción divina prometida que restablecerá a los que
sujetos que sufren tales circunstancias de dolor profundo por la opresión, por sometimiento
y por la injusticia. El segundo bloque (Mt 5,7-9) muestra más bien una correlación entre la
actividad o disposición positiva de los sujetos hacia el prójimo y la correspondiente relación
con Dios.
El primer bloque está formado por paralelismos antitéticos, en los que el segundo miembro,
es decir, la causa de la dicha, expresa la eliminación del estado negativo denotado en el
primero. En este primer bloque es donde se encuentran las bienaventuranzas relativas a la
pobreza objeto de nuestro estudio.
Según esto, la justicia a la que se refiere Mt 5,6 es una realidad inexistente en el
presente, pero prometida para el futuro. Por tratarse de un sustantivo abstracto precedido
30 Mt 3,15; 5,6.10.20; 6,1.33; 21,32; Lc 1,75
61
del artículo determinado, éste tiene gran relevancia, pues por su valor anafórico, indica
se refiere a una realidad conocida por el lector a partir
que la justicia
del contexto precedente. De este modo la justicia anhelada remite al estado de injusticia
descrito en las dos bienaventuranzas precedentes y significa «la acción capaz de restablecer
los derechos lesionados por la situación social injusta que padecen tanto los que sufren por
opresión como los sometidos o desposeídos»31. Este modo de entender la justicia como
acción restauradora de los derechos conculcados de los oprimidos y de los sometidos, tal
como interpreta F. Camacho los sujetos de la segunda y tercera bienaventuranzas32, es el
que nos sirve de base para comprender los parámetros de la justicia social denotados en la
predicación de Jesús según el evangelista Mateo. No se trata de una justicia abstracta, sin
más especificación, sino de la justicia determinada (con artículo) por Dios. Es la justicia de
Dios, que saciará a los hambrientos y sedientos. Es Dios el que consolará a los que gimen
y es Dios el que dará en herencia la tierra a los indigentes, a los que no tienen ni techo, ni
hogar, ni familia, ni documentos, ni voz, ni voto, ni derechos reconocidos. Es Dios en su
justicia el que resarcirá y salvará a los oprimidos. Es Jesús en persona el que hace presente
esa justicia divina, inconfundible con cualquier otra concepción de justicia.
En el contexto del sermón de la montaña aparecen estrechamente vinculados los temas
de la justicia y el Reino. En efecto, la palabra Reino
se encuentra 55 veces en
Mt, de las cuales 8 se hallan en el sermón de la montaña33. Asimismo el término Reino está
asociado directamente con el término justicia
en Mt 5,6.10.20; 6,33, mientras
que en la segunda y tercera petición del padrenuestro (Mt 6,10) el Reino está asociado a la
voluntad de Dios.
La palabra justicia
puede significar “la justicia ejercida en el gobierno o en
el juicio” pero también puede significar “la rectitud en la acción conforme a la voluntad
de Dios”34. Esta segunda acepción es la que se debe atribuir al comportamiento de los
discípulos en la octava bienaventuranza (Mt 5,10) hasta el punto de que su fidelidad a
la voluntad de Dios les lleve a ser perseguidos. Ésta es la fidelidad que se les pide a los
discípulos en Mt 5,20, es decir, un comportamiento recto muy superior al de los letrados y
fariseos, como condición para entrar en el Reino de Dios.
En cambio, en Mt 6,33, es donde los dos términos Reino de Dios y su justicia aparecen en
estricto paralelismo que se puede interpretar como una fórmula sinonímica. El Reino de
Dios se identifica con la justicia de Dios. Tanto en Mt 6,33 como en 5,6, se trata de una
justicia inexistente en la realidad histórica, es la justicia de Dios, deseada y esperada por
parte de los hombres, por parte de quienes tienen hambre y sed de ella, y, al mismo tiempo,
es la justicia, en cuya búsqueda activa Jesús implica a los discípulos. Buscar la justicia de
Dios es buscar el Reino de Dios, como don y como tarea. Primero, como don irreversible e
31
32
33
34
Cf. F. Camacho, O. cit., p. 138.
“Los que gimen” y “los indigentes” según mi propia traducción. Cf. J. Cervantes Gabarrón, O. cit., p.58.
Mt 5,3.10.19.19.20; 6,10.33; 7,21.
Cf. F. Camacho, O. cit., p. 79.
62
inminente (Mc 1,14-15) del amor de Dios hacia el ser humano y particularmente hacia los
últimos de la sociedad y, segundo, como tarea que compromete la vida de los discípulos en
la opción a favor de los pobres, de los indigentes, de los que gimen, de los hambrientos, para
hacer posible esa justicia divina que resarcirá a los últimos de los derechos conculcados en
el devenir de la historia. Este planteamiento de la justicia es el que sobresale en el texto de
Mt 6,33: Buscad primero el Reino de Dios y su justicia.
El texto de Mt 6,33: Buscad primero el Reino de Dios y su justicia, va introducido por una
partícula adversativa que manifiesta una clara contraposición en la concepción de la
justicia de Dios propia del Reino de Dios. Lo específico del discípulo es no preocuparse
ni por la comida, ni por el vestido, ni por nada que se adquiera con dinero. El dinero en
su materialidad y en cuanto sistema económico llega a ser un verdadero ídolo del ser
humano que embarga la vida de las personas y las domina como si de súbditos se tratara.
La formulación evangélica en este punto es contundente: “No podéis servir a Dios y al
dinero” (Mt 6,24; Lc 16,13). El señorío que Dios establece desde su amor con las personas
que participan en el Reino porque éste les pertenece, es decir, con los empobrecidos de
todo el mundo, con los pobres a conciencia, con los discípulos en su seguimiento radical
de Jesús, con los últimos de la sociedad y los que se hacen los últimos de la misma por
causa del evangelio y de los pobres, es una relación viva de amor en la cual no hay lugar
para que el dinero ocupe un espacio del corazón. Por eso para el discipulado de Jesús en la
vida comunitaria y eclesial el dinero no puede ser el centro de atención de la vida humana
y no puede constituir la aspiración profunda de la persona. La exhortación imperativa de
Jesús en Mt 6,33: Buscad primero el Reino de Dios y su justicia, constituye un paralelismo
sinonímico, de modo que los dos complementos del verbo “buscar” no son realidades
distintas sino la misma realidad en dos aspectos diferentes. La formulación griega del
texto permite ver mejor el paralelismo35. La búsqueda del Reino conlleva la búsqueda de
la justicia de Dios. Los discípulos y toda persona que acoge el mensaje del Reino contenido
en las bienaventuranzas han recibido la promesa de un don que se cumplirá, pues de parte
de Dios se verán cumplidas con hartura y hasta la saciedad las esperanzas de los que tienen
hambre y sed de la justicia de Dios (Mt 5,6), pero al mismo tiempo esas personas quedan
impelidas por la promesa de Dios a buscar incansablemente aquella justicia divina como
prioridad fundamental de la vida, que consiste en la realización del ideal de justicia que
emana del Antiguo Testamento y que se resume en el socorro concreto, ejercido por Dios
y por los hombres, hacia los más débiles, “Dios hace justicia a los oprimidos, da pan a los
hambrientos” (Sal 146,7) y en el restablecimiento de los derechos de los indefensos (cf. Dt
10,18; Sal 103,6; Is 33,5; Jr 22,3; Sal 40,11; 51,16; 70,15; 97,2; 118,123).
35 Una traducción muy literal sería: Buscad el Reino de Dios y la justicia de Él. El genitivo masculino griego
equivalente a“de Él” es paralelo del genitivo masculino de Dios, con quien morfológicamente concuerda,
mientras que la palabra Reino
es paralela de justicia (femenina también
en griego:
y ambas van precedidas de artículo determinado también en acusativo.
63
III.
LA GRAN PARADOJA EN LA ALEGRÍA DE LAS
BIENAVENTURANZAS: LA PASIÓN DE CRISTO
La alegría de las Bienaventuranzas es paradójica y
misteriosa
La paradoja de las paradojas es un Dios hecho carne (Padres griegos), el poderoso hecho la
nada, el rico hecho pobre. Un Dios vulnerable.
Paradoja significa “todo aquello que está fuera de la opinión común”. Cicerón llama
“asombroso” a lo paradójico. No hay nada más paradójico que las bienaventuranzas. Las
ocho bienaventuranzas se podrían resumir así: “Dichosos aquellos que el mundo considera
como
desdichados”36 Yo añadiría también, ateniéndome al sentido de la palabra
“gloria”, que la paradoja de las bienaventuranzas es “todo aquello que está fuera de la gloria
común”.
Pero Paradoja significa también “un enunciado que, bajo apariencias más o menos
desconcertantes, encierra alguna verdad cierta, aunque en principio difícil de advertir” …
“una figura retórica, cuya eficacia y brillantez reside propiamente en su propia formulación
extravagante, insólita” 37. Tiene también su componente de misterio, en cuanto algo
grandioso que tiene algo de oculto y no terminamos de expresar con nuestras palabras.
La mentalidad de las bienaventuranzas estará siempre en lucha con los criterios del mundo
según las bienaventuranzas es feliz quien por ser pobre solo encuentra su refugio en Dios
o el que se ha hecho pobre por amor a los pobres o eunuco por el Reino de los cielos,
marginado y despreciado junto a todos aquellos que el mundo margina o desprecia. En
las bienaventuranzas se encierra una exigencia moral a la vez que un mensaje de felicidad.
Si en lo que tienen de mandamiento contrarían las concupiscencias del hombre, en lo que
tienen de anuncio de felicidad contradicen todas sus ideas y todos sus cálculos. El mundo
puede pensar que la felicidad está aquí o está allí, pero las bienaventuranzas afirman que
está en otra parte, en alguna parte donde los adverbios de lugar carecen por completo de
valor. A toda clase de felicidad se opone la felicidad según Dios.
Las bienaventuranzas traen una nueva concepción del universo, nueva por
desacostumbrada y por increíble. Reinventan la vida, nos dan de la realidad una realidad
no sólo distinta sino invertida. Es la visión que, de creer a Chesterton, tuvo San Pedro
cuando lo crucificaron cabeza abajo: entonces, un momento antes de morir, lo vio todo al
revés, pero lo vio tal y como es verdaderamente; vio las nubes coronadas de montañas, las
flores sosteniendo las estrellas y todas las criaturas colgando por los pies de la misericordia
36 Cf. José María CABODEVILLA, Las formas de felicidad son ocho. Comentario a las Bienaventuranzas,
Madrid, BAC, 22013, p. 306
37 Cf. José María CABODEVILLA, O.cit., p. 306
64
divina38. La redacción paradójica de las bienaventuranzas, tan abrupta, tan extremosa, fue
sin duda muy deliberada. Nos invita a buscar la felicidad, no por otros caminos sino en
dirección contraria, ... en suma “una necedad” (1 Co 1,18.21.23.25).
La alegría de las bienaventuranzas en el espíritu de la
gratuidad, no de la recompensa.
Es verdad que las bienaventuranzas son además de un mensaje de felicidad un código
moral pues invitan a una determinada actitud. Y es verdad que la victoria del alma sobre
las adversidades produce gozo. El que se enfrenta libremente a la adversidad, el que
voluntariamente abrazó la desgracia por amor a los desgraciados sólo por virtud, gozará
de la dicha que es inherente a toda virtud39. Pero no radica ahí la felicidad anunciada por
las bienaventuranzas. Es innegable que la virtud reporta ciertos bienes y libra al hombre de
muchos males. Lo libra de la esclavitud de las pasiones….
Séneca decía que “la felicidad acompaña a quienes hicieron de la virtud su único bien y de
la inmoralidad su único mal”. Spinoza dijo que la virtud era la esencia de la felicidad. …. Pero
no debe confundirse la virtud con el placer pues los placeres son puntuales, mientras que
la felicidad ha de ser estable. Se podría pensar que dichoso quien es capaz de encontrar su
dicha en la virtud. Pero creemos que no es ésta la dicha de las bienaventuranzas. Semejante
interpretación viene a trivializarlo todo y acaba falseándolo todo. Si la dicha prometida en
las bienaventuranzas consistiera simplemente en las gratificaciones anejas a una vida de
moralidad se trataría de una dicha no solo irrelevante, sino ajena por completo al Espíritu
de Cristo, a sus enseñanzas sobre el cumplimiento de la ley, sobre el gozo y la cruz, sobre la
moderación y la entrega ilimitada, sobre el amor y la gracia. Y además es una felicidad harto
discutible. Decir que los mansos son dichosos porque se han liberado de la violencia resulta
tan falso como decir que son felices los pobres porque están libres de las preocupaciones
por el dinero. En verdad la defensa de la virtud como fuente de la verdadera dicha es
demasiado frágil40.
La virtud no tiene por qué hacer a nadie más dichoso. Caeríamos en aquella mentalidad
arcaica que consideraba todo infortunio como castigo y toda buena suerte como
bendición. El misterio que torturaba a Job, la infelicidad de los inocentes, tuvo su inesperada
réplica en la Pasión y muerte de Jesús, el Inocente. Un enigma disuelto en otro mayor. El
misterio continúa… La paradoja de las bienaventuranzas sigue en pie. Es el escándalo para
los judíos (1 Cor 1,23) para todos cuantos se obstinan en mantener esa rastrera equivalencia
entre felicidad y virtud.
38 Cf. José María CABODEVILLA, O.cit., p. 310
39 Cf. José María CABODEVILLA, O.cit., p. 311
40 Cf. José María CABODEVILLA, O.cit., p. 313
65
La alegría de las Bienaventuranzas no es sólo para el
futuro, sino para el presente
No se trata sólo de una alegría después del sufrimiento. La diferencia entre los macarismos
del AT y del NT reside en que los del NT se refieren a una remuneración eterna. En Heb
11,13 y Jn 16,20 …”vuestro llanto se convertirá en gozo”, así como Ap 21,4: “enjugará toda
lágrima y ya no habrá muerte”. Las bienaventuranzas describen una situación desgraciada
y después el galardón pertinente en la vida eterna. Kant decía que a nosotros nos incumbe
no hacernos felices sino dignos de la felicidad. Todo dolor es pasajero, pero el haber sufrido
no pasa jamás. El mérito contraído en el sufrimiento no pasa nunca y será recompensado
algún día.
En la esperanza de ese día se puede y se debe vivir y ese es el contenido primordial de las
bienaventuranzas. En ese sentido cabría hablar de un futuro ya presente pues la esperanza
de un consuelo venidero constituye ya un consuelo actual. Las bienaventuranzas no pagan
en efectivo pero sí con cheque. La esperanza es un componente esencial de la fe. Rom
12,12: “Alegraos en la fe”. Las bienaventuranzas contienen una promesa de felicidad futura,
pero no son sólo eso.
Las bienaventuranzas no se limitan a prometer una recompensa futura. En Mc 10,30 se dice
“ciento por uno, ahora, en este tiempo”. Las bienaventuranzas no aplazan la consecución de
la felicidad sino que desplazan su contenido y naturaleza. Son dichosos ahora los pobres,
los que lloran, los hambrientos y perseguidos… son dichosos ya ahora y lo son porque
Dios está con ellos41. En el AT hay muchos textos que prometen la felicidad después del
sufrimiento pero ninguno que mencione la felicidad en el sufrimiento. La novedad aportada
por Jesucristo consiste en el carácter paradójico de ese sentimiento. También los evangelios
hablan de premios reservados a la vida venidera, pero eso no es lo distintivo. Lo distintivo es
que se trata de una dicha actual, en presente, pues la profecía se ha cumplido en Cristo. “El
Hijo de Dios ha venido al mundo y su palabra además de verdadera es eficaz: Hace lo que
dice. Al decir “la paz sea con vosotros” no solo la desea sino que la otorga. “como alguien
que dijera “buenos días” y trajera consigo al sol42. Pensamos que desde las bienaventuranzas
puede hablarse de felicidad en el dolor. La alegría de Pablo en la prisión (Flp 1,4.18; 3,1; 4,6)
en medio de las penalidades (2 Cor 7,4). La alegría no es posterior sino contemporánea del
sufrimiento.
La alegría de las Bienaventuranzas es la alegría de la
Pasión de Cristo
Hay un texto en 1 Pe que recoge el tema de la alegría con la bienaventuranza dedicada a la
Pasión de Cristo (1 Pe 4,12-13):
41 Cf. José María CABODEVILLA, O.cit., p. 322
42 Cf. José María CABODEVILLA, O.cit., p. 322
66
13 Al contrario, estad alegres43
en la medida que compartís la Pasión44 de C r i s t o,
de modo que, en la revelación de su gloria,45
gocéis de alegría desbordante.46
14 Si os ultrajan por el nombre de Cristo,
dichosos vosotros,
porque el Espíritu de la gloria,
que es el de Dios, reposa sobre vosotros.47
La exhortación se centra sobre todo en dar una orientación concreta a los sufrimientos
que tienen que afrontar los creyentes en Cristo. En 1 Pe 4,13 está lo fundamental de la
consideración petrina: “Al contrario, estad alegres en la medida que tenéis parte en la pasión
de Cristo, de modo que, cuando se revele su gloria, gocéis de la alegría desbordante”. Este
versículo tiene tres partes.
) del cual dependen las dos consideraciones
Su núcleo es el imperativo estad alegres (
relacionadas con la pasión y la gloria de Cristo. El verbo compartir (
) aparece ocho
veces en el NT y es típicamente paulino (Rom 12,13; 15,27; Gál 6,6; Flp 4,15; 1 Tim 5,22;
Heb 2,14; 1 Pe 4,13; 2 Jn 11). En relación con el tema del sufrimiento sólo hay dos paralelos
, referido al sufrimiento
significativos, el de 2 Cor 1,7 mediante el adjetivo partícipe (
de los cristianos, y el de Flp 3,10, donde el sustantivo participación (
) se refiere a
los sufrimientos de Cristo. En 1 Pe 4,13 creo que se trata de la comunión propiamente dicha
con la persona de Cristo. La cuestión es ¿cómo se puede participar ahora en el presente
en los sufrimientos de Cristo? En los hechos correspondientes al proceso de la pasión y
condena injusta de Jesucristo no se puede participar ya pues pertenecen a la historia ya
pasada. Tampoco se puede pensar en los sufrimientos de la Iglesia como cuerpo místico
de Cristo. Me resulta más plausible interpretar la comunión en la pasión de Cristo como
la posibilidad de vivir los sufrimientos concretos de la vida humana, especialmente los
43 1 Pe 1,8
44 1 Pe 5,9: Traducimos por “pasión” la palabra correspondiente a “sufrimientos”, como en 1 Pe 1,11.
La novedad de la Carta primera de Pedro respecto a otros textos del NT sobre la comunión con los
sufrimientos de Cristo (cf. Mt 10,38; 16,24; Mc 8,34; Lc 9,23; 14,27; Rom 8,17-18; Flp 3,10; 2 Tim 2,11ss; 2 Cor
1,5; 4,10) consiste en mostrar que los cristianos tienen la posibilidad de unirse a la pasión de Cristo, no a los
padecimientos concretos que Cristo experimentó antes de su muerte, lo cual es ya imposible, sino a las
actitudes y motivos que permiten valorar el sufrimiento de Cristo como pasión.
45 1 Pe 1,7
46 1 Pe 1,6.8.
47 Is 11,2
67
experimentados ahora por las comunidades petrinas, estando íntimamente unidos a la
persona de Cristo resucitado, a quien los cristianos amamos de todo corazón, en quien
creemos firmemente y por quien nuestra alegría resulta en todo momento desbordante
y exultante (cf. 1 Pe 1,8). De los sufrimientos se especifica, en 1 Pe 4,14, que son en nombre
de Cristo (
) y, en 4,16, por ser cristianos (
. Se trata de
una comunión con la persona de Cristo que, más allá de la imitación y el seguimiento como
discípulos, permite vivir unidos a él. De este modo el sufrimiento que afecta a los cristianos
puede tener un nuevo sentido, de manera que, por vivirlo en comunión profunda con él,
se puede vivir tal como él afrontó el sufrimiento. La adhesión a la persona de Cristo es lo
que capacita a los creyentes para vivir como él y según él. Por tanto, gracias a esa comunión
en el amor también el sufrimiento de los cristianos se puede transformar en pasión de
Cristo, es decir, en sufrimiento trascendido por las características que definen la pasión de
Jesucristo en esta carta: haciendo el bien, como personas justas y confiando siempre en
Dios (cf. 1 Pe 4,18.19; 2,23; 3,17-18). Es precisamente este sufrimiento el que ya lleva consigo,
paradójicamente, la gloria y por tanto la dicha y la gran alegría de la bienaventuranza.
A esta unión con Cristo corresponde la comunión de vida y de destino propia de los
discípulos de Jesús, tal como se describe ésta en los evangelios sinópticos mediante
el tema del seguimiento de Jesús, que invita a cargar a cada uno con su cruz (Mt 10,38;
16,24; Mc 8,34; Lc 9,23; 14,27) y tal como la presenta Pablo mediante el concepto de la
y la utilización del prefijo con- (
) en muchos verbos típicos de
comunión (
la tradición paulina (cf. Rom 8,17; Flp 3,10; 2 Tim 2,11ss; 2 Cor 1,5; 4,10), la cual también da
testimonio de la alegría en el sufrimiento (Col 1,24) y de la relación entre el sufrimiento
y la gloria (Rom 8,18). La novedad de la Carta primera de Pedro consiste en mostrar que
los cristianos tienen la posibilidad de unirse a la pasión de Cristo, no a los padecimientos
concretos que Cristo experimentó antes de su muerte, lo cual es ya imposible, sino a las
actitudes y motivos que permiten valorar el sufrimiento de Cristo como pasión. Esta carta
no exhorta aquí solamente a la alegría sino a la alegría inherente a vivir la pasión de Cristo.
En la medida en que los creyentes viven paradójicamente el sufrimiento transformándolo
en pasión, haciendo el bien como es propio de toda persona justa, entran en comunión
con la persona de Cristo y con su pasión.
Por eso se trata de una alegría condicionada a la vinculación entre el sufrimiento personal
y la pasión de Cristo. Sólo en la medida en que los creyentes viven el sufrimiento en
comunión con la pasión de Cristo se puede vivir en la alegría auténtica (C. Spicq y Selwyn).
El autor de la carta había dicho anteriormente que es mejor sufrir haciendo el bien que
haciendo el mal (1 Pe 3,17). Esta contraposición reaparece ahora de foma concreta. En 1
Pe 4,15 queda patente en qué consiste sufriendo haciendo el mal, por ser asesino, ladrón,
malhechor o entrometido, mientras que en 4,16 aparece la contraposición de sufrir como
cristiano, es decir, participando en la pasión de Cristo. La exhortación motivadora del
sufrimiento cristiano queda completa al final de esta pequeña unidad literaria pues el v. 19
concluye con los elementos característicos de la pasión de Cristo aplicados al sufrimiento
68
de los cristianos, a saber, sufrir conforme a la voluntad de Dios, haciendo el bien y confiando
plenamente en el Creador.
), sobre el cual recae
El primer imperativo positivo de esta sección es estad alegres (
un énfasis singular debido a la repetición del mismo verbo y de un participio afín en el
mismo versículo: “de modo que gocéis de la alegría desbordante”. Este hincapié en la alegría
corresponde a la segunda parte del prólogo de la carta (1,6-9) donde la alegría en la fe es
el tema principal, vinculado siempre a la prueba del dolor (1,6). En el trasfondo del texto
se puede percibir el eco de la tradición judía sobre la alegría y el sufrimiento (W. Nauck; E.
Lohse; H. Millauer). Aunque en el AT y en el judaísmo no se encuentra la palabra adecuada
correspondiente al término sufrir (
), sin embargo el tema de la alegría más allá de
la tribulación y de la muerte se remonta hasta el Deuteroisaías (Is 40,1-11; 52,7-12; 61,7). La
alegría en la tribulación en virtud de la recompensa que el sufrimiento lleva consigo o por
su valor expiatorio es una cuestión que se desarrolla más adelante en el judaísmo, tras la
reflexión de la teología martirial del tiempo de los Macabeos y la destrucción del segundo
templo. Por su parte en los textos de Qumrán se encuentra una valoración positiva del
sufrimiento puesto que éste significa una purificación de la naturaleza humana que se
transforma en alegría. La paradoja del sufrimiento y la alegría no se resuelve mediante la
eliminación del primero en favor de la segunda, sino mediante su confirmación, de modo
que en la tradición judía se hace posible un discurso sobre la alegría a pesar del sufrimiento,
en el sufrimiento y por el sufrimiento. La historia de Israel está marcada desde el final del
primer siglo de nuestra era por la dispersión, el exilio, la persecución y finalmente por el
intento de aniquilación que ha supuesto el holocausto judío en los campos de exterminio
del nazismo. En el marco de aquella tradición judía y en el contexto histórico del holocausto
el escritor judío y Premio Nobel de la Paz, Elie Wiesel, nos da el testimonio de la más profunda
alegría espiritual cuyo origen es solamente Dios: “No hay mérito en danzar cuando todo
marcha bien. Cuando las cosas marchan mal y ya no osamos alzar la cabeza, y parece que el
enemigo triunfa, entonces, sí, se nos reclama que alabemos al Señor, fuente y culminación
de todo éxtasis... Si nos falta la alegría, ¡hemos de crearla, hemos de extraerla de la nada! Que
sea la ofrenda que hacemos a Dios: ¡Que sea Su fiesta, si no la nuestra”.
En este horizonte de la tradición judía se inserta la comprensión del sufrimiento en el NT.
En 1 Pe 4,13 se percibe una exhortación prefigurada en cierto modo en aquella tradición,
pero con un fundamento distinto puesto que no dice nada sobre el valor expiatorio del
sufrimiento. Dicho fundamento es el que permite valorar la originalidad del texto petrino.
La alegría de las bienaventuranzas es inefable y radiante
pues nace de la comunión con la Pasión de Cristo
En el NT el verbo alegrarse (
) sólo en tres ocasiones va ligado directamente al tema
del sufrimiento (Mt 5,12; Lc 6,23 y Col 1,24). En Col 1,24 trata de la participación del autor
de la carta en el sufrimiento de Cristo por ser miembro de la iglesia y, por tanto, miembro
69
de su cuerpo (cf. 1 Cor 12,26). Los dos paralelos evangélicos pertenecen a la conclusión
de las bienaventuranzas donde Jesús proclama dichosos a sus oyentes cuando éstos sean
ultrajados o difamados por los hombres (Lc 6,22). Los textos evangélicos presentan una
) en imperativo,
gran afinidad con el texto petrino, pues junto al verbo alegrarse (
en todos ellos aparecen los términos dichoso (
) y ultrajar (
), en todos se
repite el vocabulario de la alegría y algún motivo cristológico.
La diferencia más notable entre ellos es el uso de las conjunciones causales porque ( ) y
pues ( ) en los evangelios y el uso de la conjunción consecutiva de modo que ( ) en
la Carta primera de Pedro. Con ello el sentido del verbo alegrarse en las bienaventuranzas
es porque existe un motivo de alegría en el presente y en el pasado; en cambio en la Carta
primera de Pedro el motivo se presenta de este otro modo: “os debéis abrir ahora a la alegría
de sufrir con Cristo, de modo que obtengáis después la alegría en plenitud”. De esta manera
1 Pe 4,13 se convierte en una verdadera exhortación a cumplir con un deber de fe y de
amor orientada hacia el futuro.
Pero al mismo tiempo, en esta carta, la razón de la alegría y de la dicha no es principalmente
la recompensa celeste en el futuro, ni la participación en el mismo destino de los profetas,
como apuntan los evangelios, sino una doble motivación en el tiempo presente. En primer
lugar, en virtud de la comunión con la pasión de Cristo y, en segundo lugar, porque el
Espíritu de Dios está reposando sobre los cristianos. Así pues, el motivo de la alegría no es
el sufrimiento en sí mismo, sino la realización de la unidad con Cristo en el tiempo presente.
Por ello la alegría y la participación en la gloria de Cristo tienen lugar también ahora, no
como recompensa, sino como consecuencia de la relación con Cristo y en virtud de la
acción del Espíritu que da vida.
). Se trata de un término
El otro verbo referente a la alegría en 1 Pe 4,13 es gozar (
que aparece once veces en el NT, pero nunca en los textos paulinos frente a las tres veces que
se encuentra en la Carta primera de Pedro. Normalmente expresa una alegría desbordante
en relación con algún bien mesiánico (R. Bultmann). En esta carta el motivo de la alegría
desbordante es la experiencia cristiana de la regeneración por la resurrección de Jesucristo
y por la fe (1 Pe 1,6-8). Este tipo de alegría, inefable y radiante, se verifica en las diferentes
pruebas que viven los creyentes (1,6) y en la comunión con la pasión de Cristo (4,13) de
modo que la alegría llegue a su plenitud en la revelación última de la gloria. Por ello la carta
permite distinguir en la alegría cristiana su doble dimensión, la del momento histórico
vivida en medio de las adversidades y la alegría del futuro escatológico en la revelación de
la gloria de Cristo.
70
La alegría de las Bienaventuranzas es la alegría del
Espíritu
La proclamación de la dicha cristiana en medio del sufrimiento, según la bienaventuranza
de 1 Pe 4,14, se fundamenta en que el Espíritu de la gloria reposa sobre los creyentes: “Si os
ultrajan por el nombre de Cristo, dichosos vosotros, porque el Espíritu de la gloria, que es el Dios,
reposa sobre vosotros”. La oración causal es una cita ampliada de Is 11,2 y proyecta sobre
los cristianos que sufren el don mesiánico del Espíritu de Dios, propio del descendiente de
David que instaurará la justicia, la verdad y la paz. Mas la Carta primera de Pedro modifica
el tiempo verbal del texto profético y en lugar del futuro constata en presente la realidad
inmediata de la presencia del Espíritu de Dios en todos aquellos que sufren ultrajes, calumnias
y difamaciones por causa de Cristo. Es evidente la fuerza consoladora de este mensaje y su
potencia para generar esperanza en cualquier contexto social de animadversión, rechazo o
menosprecio de la fe cristiana. Por tanto, la perspectiva de la gloria no se limita solamente
al futuro escatológico sino que es una dimensión real en las circunstancias adversas que los
cristianos han de afrontar. Según 1 Pe 4,16, el que sufre realmente como cristiano debe dar
gloria a Dios por ese nombre. El sufrimiento cristiano lleva consigo la dimensión de la gloria
en virtud de la identificación y de la comunión con la pasión de Cristo. Por eso la alegría
es una seña de identidad fundamental en la vida cristiana, pues desde el presente, desde el
aquí y ahora de la salvación revelada en Cristo, en su pasión, muerte y resurrección, se abre
a la revelación plena de su gloria cuando alcancemos la alegría sin fin.
La alegría de las bienaventuranzas es exultante como la
de la Virgen María
María es protagonista en la visita a Isabel y en el canto del Magnificat, y en ambos aparece
la alegría y la dicha correspondiente a la fe (Lc 1, 39-45). Dos mujeres creyentes comparten
y celebran su fe en el Dios de las promesas, en el Dios del amor liberador que es la verdadera
esperanza de los pobres de este mundo. Este Dios se ha hecho presente en la vida de
ambas mujeres de una forma sorprendente y paradójica, pues las dos están aguardando
el nacimiento de sus respectivos hijos, concebidos de forma extraordinaria a los ojos
humanos. En su encuentro como madres sus cuerpos de mujer vibran de emociones ante
la grandeza de lo que les está pasando. Nada es imposible para Dios. Donde imperaba la
esterilidad silenciosa de Isabel se presiente ahora la vitalidad elocuente y profética de Juan,
ya desde el seno de su madre. Donde hubo un momento de desconcierto en María por el
mensaje del ángel que le anunciaba su maternidad, ahora se irradia la fuerza mesiánica del
Señor Jesús, cuyo Espíritu activa los mecanismos de la comunicación humana en su más
profunda interioridad. Las entrañas preñadas de las dos mujeres reflejan la fuerza misteriosa
y portentosa del Dios de la salvación.
En la reacción de Isabel ante la cercanía del nacimiento de Jesús destaca su alegría inmensa.
A Lucas casi le faltaban palabras para transmitir la alegría desbordante que inundaba a estas
71
mujeres profundamente creyentes. La misma alegría que María canta poco después al iniciar
el Magnificat es la que Isabel comunica al decir que la criatura “saltó de alegría” en su vientre.
Sólo Lucas utiliza y repite un verbo griego (skirtao) que podríamos traducir también como
“retozar”. Retozar es brincar de alegría, dar saltos de gozo, es vibrar de emoción. Es sentir y
expresar con todo el ser, con todo el cuerpo, desde la intimidad de las entrañas hasta la
boca jubilosa, la inefable alegría del ser humano por la presencia misteriosa del Espíritu que
transforma toda realidad humana y hace posible un nuevo amanecer para la humanidad.
Los labios de Isabel proclaman dichosa a María y expresan su felicitación: “Bendita tú entre
las mujeres y bendito el fruto de tu vientre” y “Dichosa tú que has creído que se cumplirá
lo que dice el Señor.
Además la antológica composición lucana del Magnificat (Lc 1,46-55) es la exultante
manifestación del credo mariano. En él aparecen los términos de la alegría (“se alegra mi
y de la dicha en el verbo “felicitar”
(“me felicitarán
espíritu”, Lc 1,47:
todas las generaciones”, Lc 1,48). Unirse a María en el canto de su profesión de fe permite a
los creyentes identificarse con ella en el descubrimiento gozoso del Dios de los pobres, del
Dios de la misericordia que actúa en la historia suscitando, generación tras generación, la
liberación de las personas y de los pueblos a través de los testigos primordiales de su justicia.
Esa alegría desbordante, que va desde el interior del espíritu hasta la conmoción entusiasta
del organismo humano, no está supeditada meramente a la vivencia de circunstancias
favorables y halagüeñas de la vida, sino que es un don de la fe para afrontar también las
dificultades, especialmente las asociadas a una vida de testimonio profético. Es la dicha
propia de los que sufren algún tipo de tribulación por la causa de Jesús, y experimentan
la exclusión, la difamación y el rechazo por ser fieles a los valores del Reino de Dios (Cf. Lc
6,23). Con la alegría de María y de Isabel, que es la alegría de los pobres y de los que esperan
en Dios, alegrémonos también nosotros, porque el Espíritu del amor y de la verdad quiere
generar en cada ser humano un corazón nuevo dispuesto para el Reino de Dios y su justicia.
72
EL DISCÍPULO MISIONERO:
PROFETA Y TESTIGO DE CRISTO
Una aproximación desde la
Nueva Etapa Evangelizadora en
Aparecida y Evangelii Gaudium
II Simposio Internacional de
misionología, Montevideo, Uruguay, 1
de marzo de 2016
P. Andrés Torres Ramírez
Introducción
En la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, nuestros obispos nos
hicieron un llamado a repensar y relanzar nuestra acción evangelizadora (cfr. DA 11) y nos
pidieron asumir el compromiso de profundizar y enriquecer las razones y motivaciones
que permitan convertir a cada creyente en un discípulo misionero (cfr. DA 362) “a fin de
que estos pueblos sigan creciendo y madurando en su fe para ser luz del mundo y testigos de
Jesucristo con su propia vida (DA 16)1.
En continuidad con Aparecida, el Papa Francisco nos exhorta a participar en una Nueva
Etapa Evangelizadora marcada por la alegría del Evangelio (cfr. EG 1), invitación que ha
encontrado un pronunciamiento magisterial en Evangelii Gaudium2. El Papa nos recuerda
1
2
Los obispos retoman estas palabras del Discurso Inaugural que el Papa Benedicto XVI pronunció en
Aparecida.
Exhortación Apostólica Postsinodal sobre el anuncio del Evangelio en el mundo actual, Evangelii Gaudium,
del 24 de noviembre del 2013. El Papa llama a La transformación misionera de la Iglesia (capítulo 1°) y,
73
que en virtud del bautismo recibido cada miembro del Pueblo de Dios se ha convertido en
discípulo misionero (cfr. EG 120)3 y reconoce que el testimonio de tantos cristianos le hace
mucho bien y le sostiene en su propio deseo de superar el egoísmo para entregarse más
(cfr. EG 76).
En el contexto de estos recientes llamados, su contenido y sus propósitos, la ponencia que
ahora presento tiene un enfoque específico que nos permite delimitar una perspectiva de
aproximación y nos reduce el campo de estudio, EL DISCÍPULO MISIONERO: PROFETA Y
TESTIGO DE CRISTO, Una aproximación desde la Nueva etapa Evangelizadora en Aparecida
y Evangelii Gaudium.
Las reflexiones que les comparto están estructuradas en cuatro partes. En una primera
parte ubicamos nuestro tema en el amplio horizonte de la tarea evangelizadora que se ha
delineado a partir del Concilio Vaticano II; en una segunda parte, lo desarrollamos desde
cinco grandes rasgos que distinguen a la Nueva Etapa Evangelizadora propuesta por el
Papa Francisco y a partir de los tres elementos fundamentales de la evangelización; en un
tercer apartado, lo abordamos desde dos categorías particulares: la comunión y la caridad;
finalmente, hacemos una aproximación del discípulo misionero desde la diversidad de las
vocaciones específicas.
Primera Parte
1.
En el amplio horizonte de la evangelización
Tenemos claro que el programa pastoral del Papa Francisco ha quedado expresado en
Evangelii Gaudium y sabemos que su planteamiento da continuidad y proyección universal
a lo señalado por Aparecida4; sin embargo, la propuesta de una Nueva Etapa Evangelizadora
y las características del discípulo misionero, profeta y testigo de Cristo en ella, han de ser
ubicadas en el horizonte más amplio de la renovación eclesial que desató el evento del
Concilio Ecuménico Vaticano II y que sus 16 Documentos Conclusivos siguen inspirando5.
3
4
5
haciendo explícito que vivimos En la crisis del compromiso comunitario (capítulo 2°), vuelve a proponer
El anuncio del Evangelio (capítulo 3°), enfatizando La dimensión social de la Evangelización (capítulo 4°) y
destacando la necesidad de Evangelizadores con Espíritu (capítulo 5°).
Aparecida llama a convertir a cada cristiano en Discípulo misionero, mientras que Evangelii Gaudium
señala que en virtud del bautismo cada miembro de la Iglesia ya lo es; aquella expresión manifiesta el
aspecto existencial y ésta el aspecto ontológico de la misma realidad. Sin desconocer la segunda, los
documentos que ahora estudiamos harán más frecuente alusión a la primera.
Entendemos que la Encíclica Laudato si´, al tratar sobre el cuidado de la casa común, desarrolla un aspecto
particular de gran importancia ya enunciado en su Exhortación Evangelii Gaudium, y vemos reflejado su
programa pastoral en la Bula por la que nos ha llamado al Año Santo de la Misericordia, Misericordiae
vultus.
No hay que olvidar que estamos celebrando los 50 años del Concilio Vaticano II y que sus Documentos
74
1.1
El itinerario de reflexión que configura la propuesta de la
Nueva Etapa Evangelizadora
Podemos hacer un breve repaso de los eventos y documentos que dan forma al nuevo
impulso evangelizador que se nos propone considerando dos grandes etapas.
a.
Del Concilio Vaticano II a la IV Conferencia General del
Episcopado Latinoamericano, Santo Domingo (1965-1992)
• En 1965, al concluir el Concilio, los obispos declaran que asumen la responsabilidad
de anunciar el Evangelio desde la renovación de la Iglesia y distinguen tres tareas: la
acción misionera, con los no cristianos; la acción ecuménica, con los no católicos;
y la acción pastoral, con los católicos (cfr.AG 6).
• La segunda Conferencia General del Episcopado Latinoamericano -realizada en
Medellín, Colombia, en 1968- se empeña en la recepción del Concilio6 y llama a
una más intensa presencia de la Iglesia poniendo el acento en la humanidad, en la
conciencia de que para conocer a Dios es necesario conocer al ser humano y de
que a éste se le conoce en Jesucristo.
• A los diez años de haber concluido el Concilio (1975), la Exhortación Apostólica
Evangelii Nuntiandi, de forma genérica afirma: “la tarea de la evangelización de
todos los hombres constituye la misión esencial de la Iglesia” (EN 14) y nos ofrece
una rica enseñanza que sigue iluminando el quehacer de la Iglesia.
• A la luz de Evangelii Nuntiandi, el Documento de Puebla (1979) enfatiza que
la Iglesia ha de seguir impulsando la evangelización desde la comunión y la
participación y emplea, aún antes de que Juan Pablo lo hiciera, la expresión
“Nueva Evangelización”: “situaciones nuevas que nacen de cambios socioculturales
requieren una nueva evangelización” (DP 366).
• El 12 de octubre de 1983, en la asamblea del CELAM realizada en Haití, Juan Pablo
II hace la primera convocatoria oficial a una Nueva Evangelización y lanza el lema
que conocemos: “nueva en su ardor, nueva en sus métodos y nueva en su expresión”.
• En 1988, en Christifideles laici, el mismo Juan Pablo II señala que la propuesta de
una Nueva Evangelización se dirige a las iglesias jóvenes y a los países de antigua
cristiandad. De esta manera se perfila que está encaminada a un sujeto –individual
o colectivo- que ha recibido el Evangelio y tiene fe cristiana, pero que sufre una
crisis global o está lejos de la institución eclesial visible (cfr. CHL 34).
• En Redemptoris Missio (1990), el Papa Juan Pablo II nos brinda una primera
sistematización de la Nueva Evangelización y distingue: (a) la misión ad gentes o
6
Conclusivos son la base sobre la cual se está desarrollando la vida y misión de la Iglesia en nuestro tiempo.
El tema de la Segunda Conferencia General del Episcopado Latinoamericano fue La Iglesia en la actual
transformación de América Latina a la luz del Concilio.
75
ad extra, que se refiere a la primera evangelización o misión en sentido estricto; (b)
la misión ad intra, también llamada actividad pastoral, cuidado pastoral, pastoral
ordinaria, o acción pastoral en sentido propio, la que se realiza entre personas,
comunidades y pueblos cristianos; y (c) una situación intermedia, la misión
pastoral entre personas, comunidades y pueblos que conocen a Cristo y en los
que la Iglesia está presente, pero donde la fe está en crisis (cfr. RM 33).
b.
De la Cuarta Conferencia General del Episcopado
Latinoamericano, Santo Domingo, al tiempo actual (19922016)
• Impulsados por el discurso inaugural del Papa Juan Pablo II, los obispos reunidos
en la IV Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, Santo Domingo
(1992), manifiestan el sentido de la Nueva Evangelización para nuestro Continente:
se trata de vivificar la fe de los bautizados alejados (cfr. SD 129-131).
• La V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, celebrada en
Aparecida, Brasil en 2007, insiste en el movimiento misionero de ir hacia todos
los alejados o, mejor, hacia los abandonados del cuidado pastoral ordinario de la
Iglesia (cfr. DA 173, 225-226). En esta Conferencia se toma la decisión pastoral que
está en marcha: una “Misión Continental” encaminada a procurar la “la Conversión
pastoral” (cfr. DA 368) para que toda la Iglesia entre en “un Estado Permanente de
Misión” (cfr. DA 551)7.
• En la segunda mitad del 2010, el Papa Benedicto XVI tomó la decisión de crear el
Consejo Pontificio para la promoción de la Nueva Evangelización y convocó una
Asamblea general ordinaria del Sínodo para los Obispos sobre este tema.
• En 2013, el Papa Francisco en la exhortación postsinodal Evangelii Gaudium,
recogiendo la reflexión de la Iglesia a partir del Vaticano II, los aportes de los
últimos años y, de manera especial, las proposiciones de la XIII Asamblea ordinaria
del Sínodo de Obispos, presenta los rasgos que han de distinguir la Nueva Etapa
Evangelizadora que se dirige: a los destinatarios de la pastoral ordinaria, a las
personas bautizadas que no viven las exigencias de su bautismo y a quienes no
conocen a Jesucristo o siempre lo han rechazado (cfr. EG 14).
7
“Esta V Conferencia, recordando el mandato de ir y hacer discípulos (Mt 28,20), desea despertar la Iglesia
en América Latina y El Caribe para un gran impulso misionero. No podemos desaprovechar esta hora de
gracia. ¡Necesitamos un nuevo Pentecostés! ¡Necesitamos salir al encuentro de las personas, las familias, las
comunidades y los pueblos para comunicarles y compartir el don del encuentro con Cristo, que ha llenado
nuestras vidas de sentido, verdad y amor, de alegría y esperanza! No podemos quedarnos tranquilos en espera
pasiva en nuestros templos, sino urge acudir en todas las direcciones para proclamar que el mal y la muerte
no tienen la última palabra, que el amor es más fuerte, que hemos sido salvados por la victoria pascual
del Señor de la historia, que Él nos convoca en Iglesia y que quiere multiplicar el número de sus discípulos y
misioneros en la construcción de su Reino en nuestro Continente” (DA 548, cfr. 362 y 278e).
76
c.
El itinerario de reflexión de la Iglesia y el desarrollo vocacional
del Papa Francisco
Si bien el Papa Francisco no participó en el Concilio, su desarrollo vocacional ha estado
estrechamente ligado al itinerario de reflexión de la Iglesia. De ahí que su propuesta esté
entretejida e impulsada por las grandes enseñanzas del Concilio y el Magisterio posterior.
El Concilio Vaticano II se realiza de 1962 – Nacido en 1936, mientras se realizaba el
1965.
Concilio, el joven Bergoglio, entre sus 26 y
29 años, se formaba como jesuita.
La II Conferencia General del Episcopado Apenas concluida esa Conferencia, en 1969
Latinoamericano tiene lugar en Medellín, el seminarista Jorge Mario era ordenado
en 1968.
presbítero.
Evangelii Nuntiandi es publicada en 1975 y El P. Jorge Mario se desempeña como
en 1979 se realiza la III Conferencia General provincial de los jesuitas en Argentina de
del Episcopado Latinoamericano en Puebla. 1973 a 1979.
En 1983, el Papa Juan Pablo II convoca Entre 1980 y 1986, el P. Jorge Mario fue
oficialmente a una Nueva Evangelización y Rector del Colegio máximo de San Miguel.
en 1988 publica Christifideles laici.
En 1990 es publicada la Redemptoris Missio En 1992, el P. Jorge Mario es nombrado
y en 1992 tiene lugar La IV Conferencia obispo auxiliar de Buenos Aires, cinco años
General del Episcopado Latinoamericano. después, en 1997, es nombrado obispo
coadjutor con derecho a sucesión y cuatro
años después, en 2001, fue creado Cardenal.
En el año 2007 se realiza la V Conferencia De 2005 a 2011 Mons. Jorge Mario se
General del Episcopado Latinoamericano desempeña como Presidente de la
en Aparecida, Brasil; en la segunda mitad Conferencia Episcopal de Argentina y
del 2010, el Papa Benedicto XVI crea el en marzo de 2013 es elegido Papa. En
Consejo Pontificio para la promoción de la noviembre de 2013 el Papa Francisco hace
Nueva Evangelización y convoca el Sínodo pública la Exhortación postsinodal sobre el
anuncio del Evangelio en el mundo actual,
correspondiente.
Evangelii Gaudium.
Dado este itinerario y este proceso vocacional, no es extraño que el Papa, en sus gestos y
sus palabras, así como en Evangelii Gaudium, refleje la riqueza de la reflexión de la Iglesia y
los procesos de nuestras iglesias latinoamericanas, particularmente el espíritu de Aparecida.
1.2
Los elementos fundamentales de la evangelización y su
identidad
En los documentos que hemos mencionado a lo largo de este breve itinerario podemos
reconocer los elementos fundamentales de la Evangelización y en ellos encontramos los
contenidos para describir la identidad de esta que es la única tarea de la Iglesia.
77
a.
Los elementos fundamentales
Los elementos fundamentales de la Misión a la cual nos están llamado nuestros obispos
latinoamericanos, y a la cual nos está invitando el Papa Francisco en Evangelii Gaudium,
deben ser buscados en los Documentos Conclusivos del Concilio Vaticano II.
El Papa Pablo VI, al inaugurar la segunda sesión del Concilio, después de hacer un homenaje
a la memoria de Juan XXIII y retomando su intuición8, señalaba que lo importante es
proclamar que Cristo es nuestro principio, nuestro guía, nuestro camino, nuestra esperanza
y nuestro fin; y desde este punto de partida estructuraba los objetivos del Concilio en cuatro
capítulos: 1° Lograr que la Iglesia tenga una mejor conciencia de sí misma y, a partir de ella,
ofrezca una definición más plena de sí; 2° Impulsar una renovación de la Iglesia a partir de
la conciencia de su relación con Cristo; 3° restablecer la unidad de todos los cristianos y 4°
establecer y mantener el diálogo con el hombre y con el mundo actual9. De esta manera,
Pablo VI favoreció un Concilio de apertura y diálogo con el mundo por medio del cual la
Iglesia orientó una auto-renovación para ofrecer su servicio evangelizador como fruto de
su estrecha relación con Cristo.
En esta dinámica se distinguen los tres elementos fundamentales de toda acción
evangelizadora: Jesucristo, la Iglesia y el hombre, elementos que más tarde fueron
explicitados por Puebla y que ya habían quedado expresados en el Mensaje que los
obispos enviaron a la Humanidad al concluir el Concilio (1965): “La hora de la partida y de
la dispersión ha sonado. Dentro de unos instantes vamos a abandonar la asamblea conciliar
para ir al encuentro de la humanidad y llevarle la Buena Nueva del Evangelio de Cristo y de la
renovación de la Iglesia en la que hemos trabajado juntos desde hace cuatro años”10.
8¡Querido y venerado Papa Juan! Hay que darte gracias y alabarte porque, por una especie de inspiración
divina, mandaste reunir este Concilio para abrir nuevos caminos a la Iglesia y, con la gracia de Dios, sacar
de Cristo nuevas y abundante aguas, hasta ahora ocultas para la tierra” Pablo VI Discurso pronunciado el
29 de septiembre de 1963. Tomado de Concilio Vaticano II, Constituciones, decretos, declaraciones, BAC,
Madrid, 2004, 1107.
9 Cfr. Pablo VI Discurso pronunciado el 29 de septiembre de 1963. Tomado de Concilio Vaticano II,
Constituciones, decretos, declaraciones, BAC, Madrid, 2004, 1110 – 1120. En cuanto al primer capítulo, Pablo
VI señalaba que si bien la Sagrada Escritura nos brinda imágenes muy bellas sobre la Iglesia, al ser ésta
un misterio siempre está sujeta a nuevas y más profundas investigaciones, sin esperar necesariamente
definiciones dogmáticas, sino declaraciones más claras y autorizadas. Sobre el capítulo segundo, el Papa
indicaba que no se pretende una revolución de la vida de la Iglesia, ni una ruptura con sus tradiciones, sino
que quiere apreciar dichas tradiciones, despojarlas de sus formas caducas y defectuosas y hacerlas más
auténticas y fecundas. Con relación al tercer capítulo, Pablo VI subrayaba que la Iglesia católica reconocía
sus limitaciones e invitaba a la unidad. Finalmente, en cuanto al cuarto capítulo, el Papa declaraba que
10 Cfr. Introducción del Mensaje del Concilio a la humanidad, 1. Tomado de Concilio Vaticano II, Constituciones,
Decretos y Declaraciones, BAC, Madrid, 2004, p. 837.
78
b.
La identidad de la evangelización
Los elementos que dan identidad a la Evangelización y que están a la base de la Nueva
Etapa Evangelizadora a la que estamos llamados han de buscarse en el magisterio de Pablo
VI, particularmente en la Exhortación Evangelii Nuntiandi que declara que “Evangelizar
significa para la Iglesia llevar la Buena Nueva a todos los ambientes de la humanidad y, con
su influjo, transformar desde dentro, renovar a la misma humanidad…” (EN 18).
ØEs una acción comunicativa (naturaleza)
Øpor la que la Iglesia, con la totalidad de sus miembros (agente/s)
Øtransmite la Buena Noticia del Reino de Dios (contenido)
Øa toda la humanidad: personas, pueblos, culturas (destinatario/s)
Øpara renovarlos con la fe en el Evangelio de la salvación (finalidad)
Ømediante actitudes subjetivas (espíritu)
Øy mediante formas objetivas (medios)11.
1.3
El profetismo y el Testimonio en la tarea evangelizadora
En el horizonte del itinerario que ha seguido la reflexión de la Iglesia se delinea también el
profetismo y el testimonio que han de distinguir a los discípulos y misioneros de Jesucristo.
a.
El profeta y el testigo nos recuerdan que hay razones para vivir
y para esperar
Cuando lo institucional, sea civil o religioso, está en crisis no hay que olvidar lo que decía
el Vaticano II: “el porvenir de la humanidad está en manos de quienes sepan dar a las
generaciones venideras razones para vivir y razones para esperar” (GS 31).
No obstante el optimismo de fondo que se puede reconocer tanto en Aparecida como
en Evangelii Gaudium, no hay que desconocer que hay signos de cansancio (cfr. DA 185),
que hay quienes salen de la Iglesia en búsqueda de respuestas a sus aspiraciones que no
encuentran en nuestra comunidad (cfr. DA 225) y que se percibe un cierto debilitamiento
de la vida cristiana (cfr. DA 100b). “Nuestra mayor amenaza es el gris pragmatismo de la
vida cotidiana de la Iglesia en el cual aparentemente todo procede con normalidad, pero en
realidad la fe se va desgastando y degenerando en mezquindad” (DA 12)12.
11
La estructura básica y dinámica de esta exhortación articula los agentes (capítulos I y VI) y los destinatarios
(V) en una interacción (II) por medio de contenidos (III), actitudes (VII) y medios (IV). Cfr. Galli, C.
Novedades de la Nueva Evangelización en y desde la Iglesia de América Latina, en Medellín N° 150, p. 169.
12 Nos domina la tentación de la resignación y la asedia, nos ha recordado el Papa Francisco en la Homilía
que pronunció recientemente en la celebración Eucarística en Michoacán, México.
79
Difícilmente podrá responder a los interrogantes de la humanidad una Iglesia cansada o
instalada que busca su seguridad o su prestigio. Con este estilo de vida, ¿qué podemos
ofrecer al mundo y a las nuevas generaciones? Este estilo de vida parece estar diciendo que
no hay nada que ofrecer ni qué esperar. Es en este ambiente donde encuentran su lugar
los testigos y, sobre todo, los profetas; ellos nos recuerdan que hay razones para vivir y para
esperar.
b.
El Concilio Vaticano II rescata el profetismo y el testimonio neotestamentario
Es un hecho que el profetismo del período neo-testamentario fue retrocediendo y, aunque
en el Nuevo Testamento se nos dice que la Iglesia está fundada sobre el cimiento de los
apóstoles y de los profetas (cfr. Ef 2, 20), quizá hemos prestado poca atención al profetismo.
Los profetas son necesarios en todas las épocas porque son los mejores testigos del
Espíritu que hace vivir a la Iglesia y que da capacidad para renovar la faz de la tierra; los
profetas son centinelas atentos a la llegada de Dios y sus exigencias, mantienen viva en
la comunidad la espera de la vuelta del Señor pronunciándose sobre las necesidades del
momento: advierten, consuelan y prometen con la fuerza del Espíritu de Dios que los llena
y los impulsa.
Uno de los muchos aciertos del Concilio Vaticano II fue haber rescatado el profetismo y
el testimonio como dimensión eclesial: “El Pueblo santo de Dios participa también de la
función profética de Cristo, difundiendo su testimonio vivo…” (LG 12, cfr. LG 35 y GS). Ya en la
misma convocatoria del Concilio, Juan XXIII anunciaba que éste sería una oportunidad para
que la Iglesia se mostrara “siempre viva y siempre joven, que percibe el ritmo del tiempo, que en
cada siglo se adorna de nuevo esplendor, irradia nuevas luces, logra nuevas conquistas...” 13. La
Iglesia que se proyecta en el Vaticano II es profética porque asume la tarea de “… responder
a las perennes interrogantes de la humanidad sobre el sentido de la vida presente y de la vida
futura y sobre la mutua relación de ambas” (GS 4).
c.
La fuerza del profetismo y del testimonio en la evangelización
El profeta es una persona llamada y enviada para transmitir la Palabra que él ha recibido;
su tarea consiste en captarla, interpretarla, formularla y comunicarla al oyente; en cuanto
a la Palabra es un hombre con una experiencia de Dios, en cuanto a los interlocutores es
un servidor. Lo específico del profetismo es el contacto inmediato con Dios que envía a
presentar un mensaje peculiar y concreto para un tiempo y una situación determinadas; el
profetismo no viene determinado por el ministerio, sino por el llamado especial de Dios, por
lo que no se le puede encerrar en lo jurídico y en la organización cotidiana de sus servicios;
en los profetas se reconoce un carisma especial y una consagración de vida al servicio de la
13
Humanae Salutis 6
80
misión; los profetas procuran conservar y transmitir el mensaje en su “pureza”, aunque son
capaces de descubrir los énfasis más necesarios para sus contemporáneos.
No nos abriremos al carisma profético si nos mantenemos instalados y satisfechos, si no
damos espacio a la interpelación, si no sospechamos que nos hemos adaptado demasiado
bien en nuestra fe y en nuestra Iglesia, si Dios nos resulta tan comprensible y la Iglesia tan
normal. Los profetas, que nos hablan de Dios con pasión, nos recuerdan continuamente
que Él es incomprensible y nuestra fe no es normal, sino una locura a los ojos del mundo.
Testimoniar, atestiguar, significa hacer creíble el Evangelio al llevar una vida conforme a Él,
sea a nivel personal, sea a nivel de los grupos y comunidades, así reconocemos tanto el
testimonio personal de los cristianos como el testimonio de las comunidades cristianas
que por su vida de unidad y caridad hacen real el signo de la Iglesia, a ellas corresponde dar
testimonio de Cristo delante de las gentes (cfr. AG 37).
Como sistematiza Latourelle, el testimonio es lo que más puede convencer al hombre de
hoy. A un hombre celoso de sus derechos y su autonomía el testimonio se presenta bajo
los rasgos de la discreción, actúa por atracción, sin violentar. A un hombre que lo mide todo
por el parámetro de la eficacia, el testimonio propone hechos. A un hombre técnicamente
desarrollado pero muchas veces subdesarrollado en el plano de la moralidad y frágil
psicológicamente, el testigo se presenta como un ser sano, feliz, irradiando gozo y paz a
pesar de vivir en el mismo mundo, amenazado por el sufrimiento y la muerte. Por su estilo
de vida, más que por sus discursos, el testigo hace presente la salvación en el mundo; por su
manera de vivir puede llevar a los que le rodean a interrogarse por el Espíritu que lo inspira14.
Como el mismo autor agrega, el testimonio de vida no es para el cristiano algo deseable y
altamente recomendable, sino una exigencia absoluta, ya que el cristianismo no es un puro
sistema de pensamiento, sino un mensaje de salvación relacionado con un acontecimiento
que ha cambiado el sentido de la condición humana y que se puede reconocer en sus
frutos (cfr. Ga 5, 22). ¿Cómo pueden creer en el amor de Dios que se revela en Jesucristo
quienes no lo conocen si no tienen el testimonio de quienes ya han sido conquistados
por este amor y han arriesgado por él toda la vida? ¿Cómo introducir en el amor a una
persona a no ser por el contagio del amor? El testimonio es necesario porque el Evangelio
es la revelación de una nueva forma de existencia, de un nuevo estilo de vida, ¿cómo podría
Dios enseñar a los hombres un nuevo estilo de vida a no ser por una presentación concreta
y ejemplar, la de Jesucristo?
Al disponernos a abordar nuestro tema en la Nueva Etapa Evangelizadora que se nos
propone, hay que reconocer desde ahora que tanto Aparecida como Evangelii Gaudium
emplean con más frecuencia los términos testigo y testimonio que los vocablos profeta,
14 Cfr. LATOURELLE, René, Diccionario de Teología fundamental, paulinas, 1990, pp. 1523 - 1542
81
profecía, profetismo y profética, seguramente porque los primeros enfatizan la experiencia,
mientras que los segundos, además de la experiencia, incluyen el reconocimiento del
mandato de Jesús y la certeza de que es la Palabra del Señor la que se anuncia15.
Segunda parte
En la Nueva Etapa Evangelizadora
En esta segunda parte destacamos el profetismo y el testimonio del discípulo misionero
desde cinco rasgos característicos de la Nueva Etapa Evangelizadora en su conjunto y
desde los tres elementos fundamentales de la evangelización.
1.1
Desde cinco rasgos de la Nueva Etapa Evangelizadora
Los rasgos del rostro actual de la Evangelización, donde se ha de reconocer el profetismo
y el testimonio de los discípulos misioneros, hay que descubrirlos e impulsarlos desde
Evangelii Gaudium, que da continuidad a Aparecida16.
a) Se trata de un programa misionero para orientar a la Iglesia a salir a la calle y llegar
a las periferias con el anuncio del Evangelio. “…Es el anuncio que se comparte con
una actitud humilde y testimonial… A veces se expresa de manera más directa, otras
veces a través de un testimonio personal…” (cfr. EG 127-128).
Aparecida
Evangelii Gaudium
“Hoy, toda la Iglesia en América Latina y el Caribe
quiere ponerse en estado de misión…” (DA 213). “Esta
firme decisión misionera debe impregnar todas las
estructuras eclesiales y todos los planes pastorales
de diócesis y parroquias, comunidades religiosas,
movimientos y de cualquier institución de Iglesia.
Ninguna comunidad debe excusarse de entrar
decididamente, con todas sus fuerzas, en los procesos
constantes de renovación misionera y de abandonar
las estructuras caducas que ya no favorecen la
transmisión de la fe” (DA 365).
“… la salida misionera es el paradigma de toda obra
de la Iglesia… ya no podemos quedarnos tranquilos
en espera pasiva en nuestros templos” (EG 15).
“Cada cristiano y cada comunidad discernirá cuál es
el camino que el Señor le pide, pero todos estamos
llamados a aceptar esta llamada: salir de la propia
comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias
que necesitan la luz del Evangelio” (EG 20). “… Salir
hacia los demás no implica correr hacia el mundo sin
rumbo y sin sentido” (EG 46). La Iglesia está llamada a
ser siempre la casa abierta del Padre (Cfr. EG 47).
15 En 58 de sus números Aparecida emplea las voces testigo o testimonio, mientras que las voces profeta,
profetismo o profética aparece únicamente en 13. Por su parte, Evangelii Gaudium hace mención de las
primeras voces en 18 de sus números, mientras que de las segundas se ocupa únicamente en 7.
16 Sin agotar las referencias a los temas que se señalan, hacemos el ejercicio de reconocer el tema en Aparecida
y en Evangelii Gaudium, aunque bien podríamos hacer una visión sinóptica desde los Documentos del
Concilio Vaticano II, particularmente desde Gaudium et spes.
82
b) Se trata de un programa que permitirá la realización personal de los cristianos,
la recuperación de la alegría y una fecundidad evangelizadora. En la línea de los
profetas que anuncian con alegría (cfr. EG 4), el discípulo misionero ha de mantener
su “no al pesimismo estéril” y, en el espíritu de Juan XXIII, debe disentir de los profetas
de calamidades (cfr. EG 84).
Aparecida
Evangelii Gaudium
“En el encuentro con Cristo queremos expresar la
alegría de ser discípulos del Señor y de haber sido
enviados con el tesoro del Evangelio. Ser cristiano no
es una carga, sino un don… La alegría que hemos
recibido en el encuentro con Jesucristo… deseamos
que llegue a todos los hombres y mujeres… Conocer
a Jesús es el mejor regalo que puede recibir cualquier
persona; haberlo encontrado nosotros es lo mejor
que nos ha ocurrido en la vida, y darlo a conocer
con nuestra palabra y obras es nuestro gozo” (DA
28-29). “… ¡Necesitamos salir al encuentro de las
personas, las familias, las comunidades y los pueblos
para comunicarles y compartir el don del encuentro
con Cristo que ha llenado nuestras vidas de sentido,
de verdad y amor, de alegría y de esperanza…” (DA
548).
“… Cuando la Iglesia convoca a la tarea
evangelizadora, no hace más que indicar
a los cristianos el verdadero dinamismo
de la realización personal… Recobremos y
acrecentemos el fervor, la dulce y confortadora
alegría de evangelizar, incluso cuando hay que
sembrar entre lágrimas” (EG 9). “Un anuncio
renovado ofrece a los creyentes, también a los
tibios o no practicantes, una nueva alegría en
la fe y una fecundidad evangelizadora” (EG 11).
“… Los cristianos tienen el deber de anunciarlo
sin excluir a nadie, no como quien impone una
nueva obligación, sino como quien comparte
una alegría, señala un horizonte bello, ofrece
un banquete deseable, la Iglesia no crece por
proselitismo sino por atracción” (EG 14).
c) No se trata de una propuesta de acciones puntuales, se trata de un proceso que
se encamina a lograr un Estado Permanente de Misión, y ello requiere nuevas
actitudes. No hay que perder de vista que en el itinerario formativo del cristiano
el encuentro vivo y persuasivo con Cristo, anunciado por auténticos testigos, es
determinante (cfr. DA 226, 290) y que la meta que hay que perseguir es lograr que
quien es evangelizado sea testigo de la fe (cfr. DA 303).
Aparecida
Evangelii Gaudium
“… Será un nuevo Pentecostés que nos impulse a ir, de manera
especial, en búsqueda de los católicos alejados y de los que
poco o nada conocen de Jesucristo, para que formemos con
alegría la comunidad de amor de nuestro Padre Dios. Misión
que debe llegar a todos, ser permanente y profunda” (Mensaje
final, 5). “El itinerario formativo del seguidor de Jesús hunde
sus raíces en la naturaleza dinámica de la persona y en la
invitación personal de Jesucristo…” (DA 277).
El Papa Francisco destaca que esta
tarea requiere nuevas actitudes que
apuntan a un proceso: primerear,
involucrarse, acompañar, fructificar
y festejar (cfr. EG 24). “Ya no nos
sirve una simple administración,
constituyámonos… en un estado
permanente de misión” (EG 25).
d) Se trata de un programa que exige una renovación, una conversión y reforma de la
Iglesia, en fidelidad a su vocación; un nuevo impulso evangelizador que tiene como meta
que los “pueblos sigan creciendo y madurando en su fe para ser luz del mundo y testigos
de Jesucristo con su propia vida” (DA 16).
83
Aparecida
Evangelii Gaudium
“Para convertirnos en una Iglesia llena de ímpetu y audacia
evangelizadora, tenemos que ser de nuevo evangelizados y
fieles discípulos… Todos los bautizados estamos llamados
a recomenzar desde Cristo…” (DA 549). “La pastoral de la
Iglesia no puede prescindir del contexto histórico donde viven
sus miembros. Su vida acontece en contextos socioculturales
bien concretos. Estas transformaciones sociales y culturales
representan naturalmente nuevos desafíos para la Iglesia en su
tarea de construir el Reino de Dios. De allí nace la necesidad, en
fidelidad al Espíritu Santo que la conduce, de una renovación
eclesial, que implica reformas espirituales, pastorales y también
institucionales” (DA 367). “La conversión pastoral de nuestras
comunidades exige que se pase de una pastoral de mera
conservación a una pastoral decididamente misionera…” (DA
370).
“… Espero que todas las comunidades
procuren poner los medios necesarios
para avanzar en el camino de una
conversión pastoral y misionera, que
no puede dejar las cosas como están”.
(EG 25). “… Pablo VI invitó a ampliar el
llamado a la renovación, para expresar
con fuerza que no se dirige sólo a los
individuos aislados, sino a la Iglesia
entera... Brota, por lo tanto, un anhelo
generoso y casi impaciente de renovación,
es decir, de enmienda de los defectos que
denuncia y refleja la conciencia, a modo
de examen interior, frente al espejo del
modelo que Cristo nos dejó de sí” (EG 26).
e) La propuesta exige una esmerada atención a la realidad social para descubrir y discernir
los signos que encontramos en el ambiente y los desafíos culturales que se presentan.
Juntamente con la predicación, la catequesis y la denuncia, es también tarea de la Iglesia
el testimonio del amor y de la justicia para que se despierten en la sociedad las fuerzas
espirituales necesarias y se desarrollen los valores sociales. (cfr. DA 99).
Aparecida
Evangelii Gaudium
“Ser discípulos y misioneros de Jesucristo
para que nuestros pueblos, en Él, tengan
vida, nos lleva a asumir evangélicamente
y desde la perspectiva del Reino, las
tareas prioritarias que contribuyen a la
dignificación de todo ser humano, y a
trabajar junto con los demás ciudadanos
e instituciones en bien del ser humano...”
(DA 384). “Dentro de esta amplia
preocupación por la dignidad humana, se
sitúa nuestra angustia por los millones de
latinoamericanos y latinoamericanas que
no pueden llevar una vida que responda a
esa dignidad. La opción preferencial por los
pobres es uno de los rasgos que marca la
fisonomía de la iglesia latinoamericana…”
(DA 391).
“… si esta dimensión (la social) no está debidamente
explicitada, siempre se corre el riesgo de desfigurar el sentido
auténtico e integral que tiene la misión evangelizadora.”
(EG 176). “Leyendo las Escrituras queda por demás claro
que la propuesta del Evangelio no es sólo la de una relación
personal con Dios. Nuestra respuesta de amor tampoco
debería entenderse como una mera suma de pequeños
gestos personales dirigidos a algunos individuos necesitados,
lo cual podría constituir una «caridad a la carta», una serie
de acciones tendentes sólo a tranquilizar la propia conciencia.
La propuesta es el Reino de Dios (cf. Lc 4,43); se trata de amar
a Dios que reina en el mundo. En la medida en que Él logre
reinar entre nosotros, la vida social será ámbito de fraternidad,
de justicia, de paz, de dignidad para todos. Entonces, tanto
el anuncio como la experiencia cristiana tienden a provocar
consecuencias sociales…” (EG 180; Cfr. EG 176-258).
1.2
Desde los tres elementos fundamentales de la evangelización
En este punto, tomando como estructura los tres elementos fundamentales de la
evangelización -Jesucristo, la Iglesia y el hombre en el mundo- destacamos algunas notas
indispensables para el auténtico profetismo y testimonio del discípulo misionero.
84
a.
Profetismo y testimonio centrados en Jesucristo
Al proponerse la reforma de la Iglesia, el Concilio Vaticano II buscó la fidelidad al Evangelio
de Jesucristo, lo dejó bien claro Juan XXIII en la convocatoria: “la Iglesia quiere iluminar a
los hombres con la luz de Jesucristo”. Bajo la guía de Pablo VI este principio se mantuvo y
está presente en todos los Documentos conciliares: “Es necesario que todos los miembros se
hagan conformes a Él hasta el extremo de que Cristo quede conformado en ellos” (cfr. LG 7).
Volver a Jesucristo es la preocupación que se viene reconociendo en los documentos más
recientes de la Iglesia.
No puede haber Nueva Etapa Evangelizadora, ni profetismo y testimonio en ella, sin tener
como centro a Jesucristo que nos revela el Plan de Dios y la dignidad del hombre. Desde
esta centralidad de Jesucristo se han de tener presentes al menos cinco aspectos.
• El profetismo y el testimonio del discípulo misionero nacen por el encuentro con
Jesucristo y lo generan. “No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una
gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un
nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva” (EG 7). Este encuentro
es suscitado por la profecía y por el testimonio, a la vez que lo genera; de manera
que, como Jesús “es testigo del misterio del Padre, así los discípulos son testigos de la
muerte y la resurrección del Señor hasta que vuelva. Cumplir este encargo no es una
tarea opcional, sino parte integrante de la identidad cristiana porque es la extensión
testimonial de la vocación misma” (DA 144, cfr. DA 554). Necesitamos avivar la fe
cristiana a partir del encuentro personal con Jesucristo, pues cuando las palabras
ya no convencen, solo vale el testimonio de vida (cfr. DA 278).
• El profetismo y el testimonio del discípulo misionero tiene como fuente la Palabra
de Dios, por ello resulta indispensable favorecer el contacto con ella y profundizar
en su riqueza desde el silencio. Aparecida subraya la lectio divina como lugar
privilegiado para encontrarse con Jesucristo (cfr. DA 249) y EG destaca el
contacto con la Palabra en la Eucaristía donde alimenta y refuerza a los cristianos
y los vuelve capaces de un testimonio auténtico en la vida cotidiana (cfr. EG 174).
“… Quien quiera predicar, primero debe estar dispuesto a dejarse conmover por
la Palabra y a hacerla carne en su existencia concreta. De esta manera, la
predicación consistirá en esa actividad tan intensa y fecunda que es «comunicar a
otros lo que uno ha contemplado… Esto tiene un valor pastoral. También en esta
época la gente prefiere escuchar a los testigos: «tiene sed de autenticidad […]
Exige a los evangelizadores que le hablen de un Dios a quien ellos conocen y tratan
familiarmente como si lo estuvieran viendo» (EG 150). “No se nos pide que seamos
inmaculados, pero sí que estemos siempre en crecimiento, que vivamos el deseo
profundo de crecer en el camino del Evangelio. Pero si (el predicador) no se detiene a
escuchar esa Palabra con apertura sincera, si no deja que toque su propia vida, que
le reclame, que lo exhorte, que lo movilice, si no dedica un tiempo para orar con esa
85
Palabra, entonces sí será un falso profeta, un estafador o un charlatán vacío…” (EG
151, cfr. DA 172).
• El profetismo y el testimonio del discípulo misionero encuentra su fuerza y
actualidad al descubrir permanentemente la novedad del Evangelio; Jesucristo es
fuente constante de novedad. Lo nuevo de la evangelización y de la fuerza del
profetismo y del testimonio en ella no se derivan única ni principalmente de los
nuevos tiempos que vivimos, sino de la novedad misma del Evangelio. “Cristo es
el Evangelio eterno (Ap 14, 6), y es el mismo ayer, hoy y siempre (Heb 13, 8) pero
su riqueza y su hermosura son inagotables. Él es siempre joven y fuente constante
de novedad…” (EG 11). “Por supuesto que todos estamos llamados a crecer
como evangelizadores. Procuramos al mismo tiempo una mejor formación, una
profundización de nuestro amor y un testimonio más claro del Evangelio…,
todos tenemos que dejar que los demás nos evangelicen constantemente…, todos
somos llamados a ofrecer a los demás el testimonio explícito del amor salvífico del
Señor, que más allá de nuestras imperfecciones nos ofrece su cercanía, su Palabra, su
fuerza, y le da un sentido a nuestra vida” (EG 121).
• El profetismo y el testimonio del discípulo misionero derivan de Jesucristo, no
hay que olvidar que Jesucristo es el Profeta y el Testigo del Padre, el más grande
evangelizador; a Él tenemos que volver nuestra mente y nuestro corazón una y
otra vez para testimoniar, profetizar y comunicar la Buena Nueva. Jesús vivió en
intimidad con el Padre y compartió esta experiencia, por eso es testigo fiel de
Dios; todos sus gestos y palabras fueron la expresión histórica del Padre, en su
conducta manifestó una experiencia de Dios inaudita y singular.
• El profetismo y el testimonio del discípulo misionero se insertan en el proyecto
de Jesucristo, que es instaurar el Reino de su Padre17, Reino de Vida; su propuesta
es la oferta de una vida plena (Cfr. DA 361, 386). El objetivo de la Nueva Etapa
Evangelizadora y la meta última del profetismo y el testimonio del discípulo
misionero ha de ser este Reino, que incluye procurar la vida y promover la
dignificación del hombre y la mujer de nuestro tiempo. El anuncio de vida será
eficaz si se hace con las actitudes del Maestro; con la gracia del Espíritu Santo
podremos dar testimonio de proximidad que entraña cercanía afectuosa,
escucha, humildad, solidaridad, compasión, diálogo, reconciliación, compromiso
con la justicia social y capacidad de compartir como lo hizo Jesús (cfr. DA 363).
• El profetismo y el testimonio del discípulo misionero brotan de la experiencia que
ha hecho de Jesús y del reconocimiento de que es Él quien lo envía. La tarea de
la evangelización y la urgencia de la profecía y el testimonio brotan del mandato
de Jesús (Mc 16,15). La nueva etapa evangelizadora a la cual hoy es llamada la
Iglesia no nace de una voluntad de proselitismo o un deseo de autoafirmación
17 Por eso pide a sus discípulos: “Id proclamando que el Reino de los Cielos está cerca” (Mt 10,7).
86
sino del mandato de Jesús18. Es necesario crecer en la conciencia de que somos
enviados (cfr. EG 19) y no perder de vista que “De los que viven en Cristo se espera
un testimonio muy creíble de santidad y compromiso…”. (DA 352).
b.
Profetismo y testimonio desde un renovado concepto y
experiencia de Iglesia
El segundo elemento fundamental de toda acción evangelizadora, y del profetismo y del
testimonio del discípulo misionero en ella, es la Iglesia.
Es frecuente escuchar que el Concilio Vaticano II fue la ocasión para que la Iglesia respondiera
a la pregunta: “Iglesia, ¿qué dices de ti misma?” Sin negar la validez de esta pregunta, conviene
recuperar una perspectiva de lectura más profunda y significativa, de contenido teologal y
cristo-céntrico. ¿Es de interés que nuestra Iglesia hable de sí misma para el hombre actual?,
¿por qué hacer una reflexión introspectiva? Gérard Philips, el principal redactor de la Lumen
Gentium, expresó que si la Iglesia decide hablar de sí misma es para hablar de su origen y
de su finalidad; de tal manera que sólo tiene sentido que hable de sí si habla de su origen
en la Trinidad y de su finalidad, en respuesta al llamado misionero de Jesucristo que quiere
la salvación de los hombres en el horizonte absoluto del Reino de Dios.19 La Iglesia será un
traslúcido signo de salvación si puede reflejar los rasgos de Cristo y, por Él, con Él y en Él,
aportar el don del Evangelio para que nuestros pueblos, en Él, tengan Vida.
El auténtico profetismo y testimonio del discípulo misionero de Cristo se ha de realizar desde
el concepto y la experiencia de Iglesia que nos ha marcado el Vaticano II que, superando el
modelo histórico de cristiandad, enfatizó un modelo Pueblo de Dios y comunión. Desde
este segundo elemento fundamental destaquemos algunos aspectos, dos de los cuales
serán retomados con un poco de más amplitud en la tercera parte de este trabajo:
• Profetismo y testimonio desde la Iglesia Misterio radicado en la Trinidad,
superando la visión de la Iglesia como sociedad perfecta.
• Profetismo y testimonio desde una Iglesia Cristo-céntrica impulsada por el
Espíritu, superando una Iglesia cristomonista.
• Profetismo y testimonio desde una Iglesia sinodal, superando la visión de una
Iglesia centralizada y centralizadora20.
18 “… Como el Padre me envió, así los envio a ustedes” (Jn 20, 21)
19 Cf. G. Philips, La Iglesia y su misterio en el Concilio Vaticano II, I, Herder, Barcelona, 1996, 14-15.
20 El Papa Francisco nos ha dado un ejemplo muy reciente generando un proceso sinodal en torno a la
situación, los desafíos, la vocación y la misión de la familia en la Iglesia y en el mundo. Sus palabras en la
inauguración y en la clausura de la asamblea del III Sínodo extraordinario en 2014 invitan a toda la Iglesia
a crecer en “la dinámica de la sinodalidad” y, de paso, confirman el caminar sinodal de nuestra Iglesia
regional. Al concluir aquella asamblea el Santo Padre expresó que podía decir con serenidad que, “con un
espíritu de colegialidad y sinodalidad, hemos vivido de verdad una experiencia de ‘Sínodo’, un itinerario
87
• Profetismo y Testimonio desde una Iglesia Pueblo de Dios con diferentes carismas
y ministerios, en la que el ministerio ordenado está al servicio de la comunidad y no
al contrario, donde la Koinonía (comunidad) antecede a la diakonía (ministerios),
superando la concepción de una Iglesia identificada con la jerarquía21.
• Profetismo y testimonio desde una Iglesia misionera, orientada al Reino,
superando la visión de una Iglesia centrada en sí misma, auto-referencial22. En este
sentido, se debe reconocer que los misioneros fidei donum dan testimonio del
espíritu misionero de sus iglesias locales (cfr. DA 378).
• Profetismo y testimonio desde una Iglesia de diálogo y de misericordia, “donde
todos podemos sentirnos acogidos amados, perdonados y alentados a vivir según la
vida buena del Evangelio” (EG 114), superando la visión de una iglesia que dictaba
anatemas.
• Profetismo y testimonio desde una iglesia de perspectiva pastoral superando una
visión de Iglesia de insistencia jurídica y doctrinal.
• Profetismo y testimonio desde una Iglesia en diálogo con el mundo y en salida,
superando la concepción y experiencia de una Iglesia con reservas ante el
mundo23.
• Profetismo y testimonio desde una Iglesia sacramento de salvación, en diálogo
con los Estados, con otras Iglesias, con otras religiones y con toda la humanidad
(Cfr. EG 238-258), superando la visión de una Iglesia única salvadora24.
• Profetismo y testimonio desde una Iglesia pobre y para los pobres, samaritana y
profética, superando la visón de una Iglesia aséptica.
21
22
23
24
solidario, un ‘camino juntos’ (cfr. Francisco, “Movimiento de espíritus. Discurso en la Conclusión de la
tercera asamblea extraordinaria del Sínodo de los obispos dedicada a la familia”, L’Osservatore romano,
24/11/2014, 3.
“Más que una institución orgánica y jerárquica, la Iglesia es ante todo un pueblo que peregrina hacia Dios”
(cfr. EG 111).
“El eclesiocentrismo se previene y se cura con el remedio de centrarse en la misión: “poniendo a la Iglesia
en movimiento de salida de sí, de misión centrada en Jesucristo, de entrega a los pobres” (EG 97).
“el mundo ha de saber que la Iglesia lo mira con gran amor, siente por él una admiración sincera y lo
busca con buenas intenciones, no para dominarlo, sino para estar a su servicio; no para despreciarlo, sino
para ennoblecerlo, no para condenarlo, sino para llevarle el consuelo y la salvación” (Pablo VI, Discurso
pronunciado el 29 de septiembre de 1963. Tomado de Concilio Vaticano II, Constituciones, decretos,
declaraciones, BAC, Madrid, 2004, 1119)
En el diálogo ecuménico se realiza el testimonio concreto de fraternidad (cfr. DA 228), la división entre
cristianos es un grave anti-testimonio (cfr. EG 246). Explicitar y promover la salvación de Cristo más allá de
la comunidad eclesial nos abre la posibilidad de ser testigos hasta el extremo de la tierra (cfr. DA 236-237),
con una presencia hecha de empeño y discernimiento el diálogo interreligioso abre caminos inéditos de
testimonio cristiano (cfr, DA 239; EG 245).
88
• Profetismo y testimonio desde una Iglesia que mira con gratitud el pasado, vive
con pasión el presente y se abre con esperanza al futuro, superando una visión de
Iglesia a-histórica25.
c.
Profetismo y testimonio en favor de los hombres y mujeres de
nuestro tiempo
Los interlocutores de la acción evangelizadora, y del profetismo y del testimonio en ella, son
las personas concretas que viven diversos momentos y distintos procesos en su devenir
histórico. Me permito destacar cuatro aspectos.
• La Nueva Etapa Evangelizadora, y el profetismo y el testimonio del discípulo
misionero en ella, han de asumir la riqueza y complejidad del ser humano en
su integralidad. Hay quien expresa la rica y compleja realidad del ser humano
reconociéndole tres dimensiones binarias: dimensión corporal y espiritual;
dimensión personal y social, dimensión inmanente y trascendente; otros optan
por considerar al hombre desde sus dinamismos fundamentales y señalan su
creatividad, su criticidad, su libertad, su afectividad, su solidaridad y su apertura
a lo ilimitado; algunos más consideran al ser humano desde las relaciones que
establece: su relación consigo mismo y su proceso de interiorización; su relación
con los demás y su proceso de socialización; su relación con la naturaleza y su
proceso de desarrollo; su relación con Dios y su proceso de trascendencia.
• La Nueva Etapa Evangelizadora, y el profetismo y el testimonio del discípulo
misionero en ella, han de reconocer y asumir las circunstancias concretas que
distinguen la época en la que sus interlocutores se mueven. Los profetas no son
anacoretas que viven aislados en el desierto, sino gente metida en la problemática
de su pueblo y cercana a todos, especialmente a los que sufren. Una gran tarea
será procurar un mejor conocimiento de la realidad y de los desafíos que ésta nos
plantea; es necesario superar la superficialidad con la que se considera y procurar
mayor precisión en sus análisis, estar más atentos a los signos de los tiempos y, de
esta manera, superar visiones y prácticas ingenuas o alienantes. Sin una mirada
atenta, inteligente y crítica no podremos discernir los signos que encontramos en
el ambiente y los desafíos culturales que se presentan (cfr. EG 176-258).
25 Nuestra Iglesia reconoce el testimonio de María (cfr. DA 262), el sello de los apóstoles y de los santos
(cfr. DA 273). Nuestras comunidades reconocen el testimonio valiente de quienes aún sin haber sido
canonizados, han vivido con radicalidad el evangelio, reconocen “el testimonio cristiano de tantos hombres
y mujeres que esparcieron en nuestra geografía las semillas del Evangelio, viviendo valientemente su fe,
incluso derramando su sangre como mártires. Su ejemplo de vida y santidad constituye un regalo precioso
para el camino creyente de los latinoamericanos y, a la vez, un estímulo para imitar sus virtudes en
las nuevas expresiones culturales de la historia” (DA 275, cfr. 140), nos alienta el testimonio de tantos
misioneros y mártires de ayer y hoy (cfr. 262, 273). La novedad de la misión no nos desarraiga, no olvida
la historia viva que nos acoge y nos lanza hacia adelante sin dejar de reconocer el testimonio de tantas
personas, algunas de ellas muchas veces sencillas y cercanas (cfr. EG 13).
89
• La Nueva Etapa Evangelizadora, y el profetismo y el testimonio del discípulo
misionero en ella, han de favorecer la inculturación del Evangelio (Cfr. EG 6877, 115 y 117). La categoría Iglesia-Pueblo de Dios impulsó la conciencia de que
caminamos en el tiempo y en el espacio, como parte de toda la humanidad, por
ello se deben tomar en cuenta los nuevos areópagos e introducir la novedad
de Cristo en las nuevas realidades de los hombres y las culturas; cada porción
del pueblo de Dios, al traducir en su vida el don de Dios según su genio propio
da testimonio de la fe recibida y la enriquece con nuevas expresiones que son
elocuentes (cfr. EG 122); Los proyectos pastorales han de promover el testimonio
de los valores evangélicos en la sociedad y en la cultura (cfr. DA 371). En este
aspecto conviene destacar el lugar que ocupan los centros educativos26.
• La Nueva Etapa Evangelizadora, y el profetismo y el testimonio del discípulo
misionero en ella, han de mantener el diálogo con el mundo27. La sociedad tiene
necesidad de testigos en todos los campos: artistas, científicos, trabajadores,
especialistas, profesores, padres y madres etc. (cfr. DA 496). Somos testigos y
misioneros en todos los ámbitos y ambientes de la vida social, en los variados
areópagos de la vida pública de las naciones, asumiendo ad gentes nuestra
solicitud por la misión universal de la Iglesia, necesitamos salir al encuentro de
todos y dar testimonio de aquel que ha llenado de sentido nuestra vida (cfr. DA
548). El énfasis en la experiencia personal y lo vivencial nos lleva a considerar el
testimonio como un componente clave en la vivencia de la fe, en el lenguaje
testimonial podemos encontrar un punto de contacto con las personas que
componen la sociedad y de ellas entre sí (cfr. DA 55).
26 La Escuela católica está llamada a una profunda renovación. “Debemos rescatar la identidad católica de
nuestros centros educativos por medio de un impulso misionero valiente y audaz, de modo que llegue a ser
una opción profética plasmada en una pastoral de la educación participativa” (DA 337); es justo reconocer
el testimonio de fe y de coherencia que se hace presente en las escuelas públicas (cfr. DA 483); no hay
que perder de vista que la universidad católica ofrece un testimonio de orden institucional de Cristo y
que su mensaje es muy necesario e importante para las culturas impregnadas por el secularismo (cfr.
DA 341), tendrán que “desarrollar con fidelidad su especificidad cristiana, ya que poseen responsabilidades
evangélicas que instituciones de otro tipo no están obligadas a realizar. Entre ellas se encuentra, sobre todo,
el diálogo fe y razón, fe y cultura, y la formación de profesores, alumnos y personal administrativo a
través de la Doctrina Social y Moral de la Iglesia, para que sean capaces de compromiso solidario con la
dignidad humana y solidario con la comunidad, y de mostrar proféticamente la novedad que representa el
cristianismo en la vida de las sociedades latinoamericanas y caribeñas” (DA 342).
27 “… prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia enferma
por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades. No quiero una Iglesia preocupada
por ser el centro y que termine clausurada en una maraña de obsesiones y procedimientos… Más que el
temor a equivocarnos, espero que nos mueva el temor a encerrarnos en las estructuras que nos dan una
falsa contención, en las normas que nos vuelven jueces implacables, en las costumbres donde nos sentimos
tranquilos…” (EG 49).
90
Tercera parte
3.
Desde las notas eclesiales de la comunión y
de la caridad
En el desarrollo de la reflexión sobre los signos de la salvación que la Iglesia manifiesta se
destacan particularmente dos: la vida de unidad y la vida de caridad de los discípulos y
misioneros.
3.1 El profetismo y el testimonio desde la comunión
Hoy más que nunca el testimonio de comunión eclesial es una urgencia pastoral, sea al
nivel de las personas, sea al nivel de las comunidades (cfr. DA 374). “En el corazón mismo del
Evangelio está la vida comunitaria y el compromiso con los otros” (EG 177).
Dada la importancia de asumir la Iglesia como misterio radicado en la Trinidad (LG 2-4)
es conveniente subrayar algunas formas de corresponsabilidad que se exigen en distintos
ámbitos eclesiales si queremos madurar en la fe para ser luz del mundo y testigos de
Jesucristo (cfr. DA 16) ya que el testimonio del amor fraterno será el primero y el principal
anuncio (cfr. DA 138)28.
a) Corresponsabilidad para superar el individualismo de la fe. La nueva época que
vivimos, con su tendencia al individualismo y la concentración en las grandes
y medianas ciudades que nos hace anónimos, nos desafía. El individualismo
posmoderno y globalizado favorece un estilo de vida que debilita el desarrollo y la
estabilidad de los vínculos entre las personas y desnaturaliza los vínculos familiares.
La Nueva Etapa Evangelizadora, y el profetismo y el testimonio del discípulo
misionero en ella, debe mostrar que la relación con nuestro Padre exige y alienta
una comunión que sane, promueva y afiance los vínculos interpersonales (Cfr. EG
67). Quien ha caído en la mundanidad mira de arriba y de lejos, rechaza la profecía
de los hermanos, descalifica a quien lo cuestiona, destaca los errores ajenos y se
obsesiona por la apariencia (cfr. EG 97). Hay que impulsar la experiencia de fe
en pequeñas comunidades, donde se vivan procesos discipulares y misioneros,
y desde donde se desarrolle el sentido de pertenencia y de identidad cristiana
católica. En esta Nueva Etapa evangelizadora es necesario abrir formas de
testimonio común (cfr. DA 233).
28 La corresponsabilidad es una exigencia en todos los niveles de la vida eclesial, una más completa
sistematización se puede encontrar en la corresponsabilidad en la Iglesia de hoy, DDB, Bilbao, 1968, del
Cardenal SUENENS.
91
Repasemos algunos elementos que menciona Evangelii Gaudium: “…los discípulos del
Señor son llamados a vivir como comunidad que sea sal de la tierra y luz del mundo” (cf.
Mt 5,13-16). Son llamados a dar testimonio de una pertenencia evangelizadora de manera
siempre nueva. ¡No nos dejemos robar la comunidad!” (Cfr. EG 92). “El misterio mismo
de la Trinidad nos recuerda que fuimos hechos a imagen de esa comunión divina, por lo
cual no podemos realizarnos ni salvarnos solos” (Cfr. EG 178). “Esta salvación, que realiza
Dios y anuncia gozosamente la Iglesia, es para todos, y Dios ha gestado un camino para
unirse a cada uno de los seres humanos de todos los tiempos. Ha elegido convocarlos como
pueblo y no como seres aislados. Nadie se salva solo, esto es, ni como individuo aislado ni
por sus propias fuerzas” (Cfr. EG 113). “A los cristianos de todas las comunidades del mundo,
quiero pediros especialmente un testimonio de comunión fraterna que se vuelva atractivo
y resplandeciente” (Cfr. EG 99). “Encerrarse en sí mismo es probar el amargo veneno de la
inmanencia, y la humanidad saldrá perdiendo con cada opción egoísta que hagamos” (Cfr.
EG 87). “… el Evangelio nos invita siempre a correr el riesgo del encuentro con el rostro del
otro, con su presencia física que interpela, con su dolor y sus reclamos, con su alegría que
contagia en un constante cuerpo a cuerpo” (Cfr. EG 88). “Si [los hombre de nuestro tiempo]
no encuentran en la Iglesia una espiritualidad que los sane, los libere, los llene de vida y de
paz al mismo tiempo que los convoque a la comunión solidaria y a la fecundidad misionera,
terminarán engañados por propuestas que no humanizan ni dan gloria a Dios” (Cfr. EG 89).
b) Corresponsabilidad en el reconocimiento de la común dignidad de los discípulos
misioneros. Es aún tarea pendiente que este principio guíe e impulse la participación
de todos en la vida de la diócesis y de las parroquias. Es necesario avanzar en el
reconocimiento de nuestra común dignidad y enriquecernos mutuamente
mediante el diálogo. En la Trinidad, las personas divinas se constituyen no
dominando sino relacionándose y afirmándose mutuamente, distintas y en
comunión, esa pluralidad y esa unión en la diversidad deben tomar cuerpo en la
edificación de la Iglesia.
“En virtud del Bautismo recibido [nos recuerda Evangelii Gaudium], cada miembro del Pueblo
de Dios se ha convertido en discípulo misionero (cf. Mt 28,19). Cada uno de los bautizados,
cualquiera que sea su función en la Iglesia y el grado de ilustración de su fe, es un agente
evangelizador, y sería inadecuado pensar en un esquema de evangelización llevado adelante
por actores calificados donde el resto del pueblo fiel sea sólo receptivo de sus acciones. La
nueva evangelización debe implicar un nuevo protagonismo de cada uno de los bautizados”
(Cfr. EG 120). “No hay que olvidar que cuando hablamos de la potestad sacerdotal «nos
encontramos en el ámbito de la función, no de la dignidad ni de la santidad». El sacerdocio
ministerial es uno de los medios que Jesús utiliza al servicio de su pueblo, pero la gran dignidad
viene del Bautismo, que es accesible a todos... En la Iglesia las funciones «no dan lugar a la
superioridad de los unos sobre los otros” (Cfr. EG 104). “La Iglesia aparece como el pueblo
unido por la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo” (LG 4).
92
c) Comunión y participación en la acción pastoral diocesana y parroquial y entre los
agentes de pastoral. La intimidad de la Iglesia con Jesús es una intimidad itinerante,
y la comunión «esencialmente se configura como comunión misionera» (Cfr. EG
23). Se ha favorecido la pastoral orgánica o de conjunto, sin embargo no acaba
de consolidarse en la práctica. ¿A quién vamos a evangelizar, ante quién vamos
a ser profetas y testigos con comportamientos de odio, divisiones, calumnias,
difamaciones, venganzas, celos, deseo de imponer las propias ideas a costa
de cualquier cosa y hasta persecuciones? (cfr. EG 100). Entrar en una nueva
etapa evangelizadora y hacer presente el profetismo y el testimonio exige la
comunión entre los agentes de pastoral. Esta tarea no se logrará sin una auténtica
espiritualidad de comunión que tenga como trasfondo la unidad y la diversidad
trinitaria para respetar lo que tenemos, dialogar sobre las diferencias y superar las
competencias y rivalidades.
d) Corresponsabilidad en la toma de decisiones. La corresponsabilidad en la toma de
decisiones sigue siendo más moral y afectiva que efectiva. No es extraño constatar
que las decisiones, sean parroquiales o diocesanas, se restrinjan a las personas de
los párrocos, de la curia diocesana o de los obispos. Sin perder de vista que la Iglesia
no es una comunidad democrática, es necesario avanzar en la corresponsabilidad
en la toma de decisiones.
e) Presencia y actuación de los laicos dentro y fuera de la Iglesia. La participación
de los laicos se hace notar sobre todo en ámbitos intra-eclesiales donde se ha
desarrollado una rica y variada ministerialidad; sin embargo, no hay que perder
de vista que la ministerialidad instituida no se amplía y reconocer que será de
gran ayuda procurar el reconocimiento diocesano oficial de nuevos ministerios,
sin clericalizarlos. Por otro lado, urge impulsar la participación de los laicos en el
mundo, como fermento y como testimonio; la Iglesia adquirirá un nuevo rostro
por la mayor corresponsabilidad de los laicos. Por eso, al tratar sobre los laicos y
laicas en el mundo se nos recuerda que, al participar en el profetismo de Cristo,
los laicos “son hombres de la Iglesia en el corazón del mundo y hombres del mundo
en el corazón de la Iglesia” (DA 209). No podemos ignorar que se han multiplicado
los movimientos laicales y las asociaciones de laicos; en ellos muchas personas
han encontrado nueva vitalidad; sin embargo, la relación de los movimientos
con la diócesis y con las parroquias no siempre ha sido ni serena ni armoniosa, es
necesario avanzar en proyectos que brinden espacios a la variedad de carismas29.
29 SERRANO Félix, “Vaticano II. Herencia y Desafíos”, En Vaticano II – 50 años, ITEPAL-CELAM, Medellín 152
(2012), pp. 472 -477.
93
También sobre este aspecto abunda la Evangelii Gaudium: “Los laicos son simplemente la
inmensa mayoría del Pueblo de Dios. A su servicio está la minoría de los ministros ordenados.
Ha crecido la conciencia de la identidad y la misión del laico en la Iglesia. Se cuenta con un
numeroso laicado, aunque no suficiente, con arraigado sentido de comunidad y una gran
fidelidad en el compromiso de la caridad, la catequesis, la celebración de la fe. Pero la toma
de conciencia de esta responsabilidad laical que nace del Bautismo y de la Confirmación
no se manifiesta de la misma manera en todas partes. En algunos casos porque no se
formaron para asumir responsabilidades importantes, en otros por no encontrar espacio
en sus Iglesias particulares para poder expresarse y actuar, a raíz de un excesivo clericalismo
que los mantiene al margen de las decisiones. La formación de laicos y la evangelización de
los grupos profesionales e intelectuales constituyen un desafío pastoral importante” (Cfr. EG
102). “Todavía es necesario ampliar los espacios para una presencia femenina más incisiva
en la Iglesia” (Cfr. EG 103). “La proliferación y crecimiento de asociaciones y movimientos
predominantemente juveniles pueden interpretarse como una acción del Espíritu que abre
caminos nuevos acordes a sus expectativas y búsquedas de espiritualidad profunda y de
un sentido de pertenencia más concreto. Se hace necesario, sin embargo, ahondar en la
participación de éstos en la pastoral de conjunto de la Iglesia” (Cfr. EG 105). “El Espíritu Santo
también enriquece a toda la Iglesia evangelizadora con distintos carismas. Son dones para
renovar y edificar la Iglesia.. Un signo claro de la autenticidad de un carisma es su eclesialidad,
su capacidad para integrarse armónicamente en la vida del santo Pueblo fiel de Dios para
el bien de todos” (Cfr. EG 130).
La Nueva Etapa Evangelizadora, y el profetismo y el testimonio del discípulo misionero en
ella, se desarrollarán si logramos favorecer la corresponsabilidad. Desde luego que no hay
que perder de vista que del hecho de que en la Iglesia todos somos iguales en dignidad y
responsabilidad por el bautismo no se deriva que todos seamos responsables de la misma
manera, con el mismo título y en los mismos campos; la corresponsabilidad es orgánica y
diferenciada porque se ejerce en un organismo vivo que es la Iglesia.
Dada la importancia de la corresponsabilidad hemos de avanzar en los procesos de
conversión personal y pastoral en este aspecto:
• Del culto al “yo” a la devoción por la fraternidad y la solidaridad.
• Del miedo al compromiso, a la ascética de aceptarlo y mantenerlo fielmente.
• De la incomunicación al diálogo abierto, donde se hable con parresía y se escuche
con humildad.
• De la obsesión por la eficacia (hacer cosas) a la preocupación por la pedagogía
(educar personas).
• Del egoísmo de conservar lo que es mío a la generosidad de compartirlo todo.
94
• De la envidia, el recelo y la confrontación beligerante, a la aproximación, la estima
y la confianza hacia los hermanos.
• De la amargura de la crítica sistemática a la corrección fraterna, ponderada y
amable.
• Del protagonismo personal al servicio callado y desapercibido
• De la prisa por el éxito a la paciencia del sembrador.
• Del juego al sistema de ganancia y acaparamiento a la gratuidad en el servicio.
“… se volverá imperioso asegurar cálidos espacios de oración comunitaria que alimenten el
fuego de un ardor incontenible y hagan posible un atractivo testimonio de unidad “para que
el mundo crea (Jn 17,21)” (DA 362).
3.2 El Profetismo y el testimonio desde la caridad
El profetismo y el testimonio reciben determinaciones que precisan su objeto y orientación,
entre ellas se destacan la caridad, la humildad, el servicio y la pobreza.
a)
Mirar con gratitud el pasado
Al analizar la situación de nuestra Iglesia en la hora histórica que nos corresponde, los
obispos reunidos en Aparecida hacen memoria del testimonio desde la caridad que se ha
manifestado y que ha hecho posible que la Iglesia sea reconocida como una institución
de confianza y credibilidad (cfr. DA 98)30. “Alabamos a Dios por los hombres y mujeres
de América Latina y El Caribe que, movidos por su fe, han trabajado incansablemente en
defensa de la dignidad de la persona humana, especialmente de los pobres y marginados.
En su testimonio, llevado hasta la entrega total, resplandece la dignidad del ser humano”
(DA 105).
En Evangelii Gaudium, el Papa recuerda a todos que “la Iglesia hizo una opción por los pobres
entendida como una «forma especial de primacía en el ejercicio de la caridad cristiana, de
la cual da testimonio toda la tradición de la Iglesia»” (EG 198).
30 “La Iglesia Católica en América Latina y El Caribe, a pesar de las deficiencias y ambigüedades de algunos
de sus miembros, ha dado testimonio de Cristo, anunciado su Evangelio y brindado su servicio de caridad
particularmente a los más pobres, en el esfuerzo por promover su dignidad, y también en el empeño de
promoción humana en los campos de la salud, economía solidaria, educación, trabajo, acceso a la tierra,
cultura, vivienda y asistencia, entre otros. Con su voz, unida a la de otras instituciones nacionales y mundiales,
ha ayudado a dar orientaciones prudentes y a promover la justicia, los derechos humanos y la reconciliación
de los pueblos. Esto ha permitido que la Iglesia sea reconocida socialmente en muchas ocasiones como una
instancia de confianza y credibilidad. Su empeño a favor de los más pobres y su lucha por la dignidad
de cada ser humano han ocasionado, en muchos casos, la persecución y aún la muerte de algunos de sus
miembros, a los que consideramos testigos de la fe” (DA 98).
95
b)
Vivir con pasión el presente
Aún antes de hacer una mirada discipular y misionera sobre la realidad (Capítulo 2), sin negar
que la Iglesia está al servicio de todos los seres humanos, Aparecida destaca que Jesús está
presente en los más necesitados: “En el rostro de Jesucristo, muerto y resucitado, maltratado
por nuestros pecados y glorificado por el Padre, en ese rostro doliente y glorioso, podemos
ver, con la mirada de la fe el rostro humillado de tantos hombres y mujeres de nuestros
pueblos y al mismo tiempo su vocación a la libertad de los hijos de Dios, a la plena realización
de su dignidad personal y a la fraternidad entre todos” (DA 31) y más adelante vuelve a
insistir para señalar que en su servicio se juega la fidelidad de la Iglesia a Jesucristo: “También
lo encontramos de un modo especial en los pobres, afligidos y enfermos (cf. Mt 25, 37-40),
que reclaman nuestro compromiso y nos dan testimonio de fe, paciencia en el sufrimiento y
constante lucha para seguir viviendo. ¡Cuántas veces los pobres y los que sufren realmente
nos evangelizan! En el reconocimiento de esta presencia y cercanía, y en la defensa de los
derechos de los excluidos se juega la fidelidad de la Iglesia a Jesucristo” (DA 257).
Con relación a la opción por los pobres, presente desde la preparación del Concilio Vaticano
II pero no suficientemente desarrollado en sus documentos y menos aún recibido en el
postconcilio, conviene un repaso por algunos de los énfasis que hace Evangelii Gaudium:
• “Si la Iglesia entera asume este dinamismo misionero, debe llegar a todos, sin
excepciones. Pero, ¿a quienes debe privilegiar?... no deben quedar dudas ni caben
explicaciones que debiliten este mensaje tan claro. Hoy y siempre, los pobres son los
destinatarios privilegiados del Evangelio” (Cfr. EG 48).
• “Cada cristiano y cada comunidad están llamados a ser instrumentos de Dios para
la liberación y promoción de los pobres… no se trata de una misión reservada a
algunos” (EG 187-188).
• “A veces se trata de escuchar el clamor de pueblos enteros, de los pueblos más pobres
de la tierra” (EG 190).
• “Es un mensaje tan claro, tan directo, tan simple y elocuente que ninguna
hermenéutica eclesial tiene el derecho de relativizarlo… ¿Para qué complicar lo que
es tan simple?... ¿para qué oscurecer lo que es tan claro?” (EG 194).
• “La belleza misma del Evangelio no siempre puede ser adecuadamente manifestada
por nosotros, pero hay un signo que no debe faltar jamás: la opción por los últimos,
por aquellos que la sociedad descarta y desecha” (EG 195).
• “Para la Iglesia, la opción por los pobres es una categoría teológica antes que cultural,
sociológica, política o filosófica” (EG 198).
• “Por eso [dice el Papa] quiero una Iglesia pobre para los pobres… Sin la opción
preferencial por los más pobres, el anuncio del Evangelio corre el riesgo de ser
96
incomprendido o de ahogarse en el mar de las palabras” (Cfr. EG 198-199).
• “La necesidad de resolver las causas estructurales de la pobreza no puede esperar”
(Cfr. EG 200).
• Es indispensable prestar atención para estar cerca de las nuevas formas de pobreza y
fragilidad… los sin techo, los toxico-dependientes, los refugiados, los pueblos indígenas,
los ancianos… los que son objeto de las diversas formas de trata de personas en el
taller clandestino, en la red de prostitución, en los niños para mendicidad, en aquel
que tiene que trabajar a escondidas… las mujeres que sufren exclusión, maltrato y
violencia, los niños por nacer… el conjunto de la creación” (210-215).
c)
Abrirnos con esperanza al futuro
“El imperativo de escuchar el clamor de los pobres se hace carne en nosotros cuando se nos
estremecen las entrañas ante el dolor ajeno… «Tened ardiente caridad unos por otros, porque
la caridad cubrirá la multitud de los pecados» (1 Pe 4,8). Esta verdad penetró profundamente
la mentalidad de los Padres de la Iglesia y ejerció una resistencia profética contracultural ante
el individualismo hedonista pagano” (cfr. EG 193). Retomando la luz de la Sagrada Escritura
y la enseñanza de los Padres, Evangelii Gaudium vuelve a centrar todo en la caridad y hace
un llamado a enfrentar proféticamente la situación de nuestro tiempo “…La dignidad de la
persona humana y el bien común están por encima de la tranquilidad de algunos que
no quieren renunciar a sus privilegios. Cuando estos valores se ven afectados, es necesaria una
voz profética” (cfr. EG 218).
Similar enseñanza y compromiso se puede encontrar en Aparecida “Es oportuno recordar
que el amor se muestra en las obras más que en las palabras, y esto vale también
para nuestras palabras en esta V Conferencia. No todo el que diga Señor, Señor… (cf. Mt
7,21). Los discípulos misioneros de Jesucristo tenemos la tarea prioritaria de dar testimonio
del amor a Dios y al prójimo con obras concretas. Decía San Alberto Hurtado: “En
nuestras obras, nuestro pueblo sabe que comprendemos su dolor” (DA 386).
El llamado al profetismo y al testimonio desde la caridad abarca los diversos campos que
tanto Aparecida como Evangelii Gaudium reconocen; sin embargo, dada la relevancia de
algunos temas particulares, nuestros documentos explícitamente se pronuncian sobre
ellos:
Sobre el fenómeno de la migración: “Las Conferencias Episcopales y las Diócesis deben
asumir proféticamente esta pastoral específica con la dinámica de unir criterios y acciones
que ayuden a una permanente atención también a los migrantes, que deben llegar a
ser también discípulos y misioneros” (DA 412). “Entre las tareas de la Iglesia a favor de
los migrantes, está indudablemente la denuncia profética de los atropellos que sufren
frecuentemente, como también el esfuerzo por incidir, junto a los organismos de la sociedad
97
civil, en los gobiernos de los países, para lograr una política migratoria que tenga en cuenta los
derechos de las personas en movilidad” (DA 414).
Sobre las cuestiones ecológicas: “como profetas de la vida, queremos insistir que en las
intervenciones sobre los recursos naturales no predominen los intereses de grupos económicos
que arrasan irracionalmente las fuentes de vida, en perjuicio de naciones enteras y de la
misma humanidad” (DA 471, cfr. 87).
Sobre los hermanos mayores de nuestras comunidades: “Muchos de nuestros mayores han
gastado su vida por el bien de su familia y de la comunidad, desde su lugar y vocación.
Muchos son verdaderos discípulos misioneros de Jesús por su testimonio y sus obras. Merecen
ser reconocidos como hijos e hijas de Dios, llamados a compartir la plenitud del amor, y a ser
queridos, en particular, por la cruz de sus dolencias, la capacidad disminuida o la soledad”
(DA 449).
Al desarrollar el tema de la presencia de Jesús, nuestros obispos latinoamericanos declaran
que Jesucristo “Está en los que dan testimonio de lucha por la justicia, por la paz y por el bien
común, algunas veces llegando a entregar la propia vida, en todos los acontecimientos de la
vida de nuestros pueblos, que nos invitan a buscar un mundo más justo y más fraterno, en
toda realidad humana, cuyos límites a veces nos duelen y agobian” (DA 256). En esta línea
Evangelii Gaudium deja clara una nota no menor: “El discípulo sabe dar la vida entera
y jugarla hasta el martirio como testimonio de Jesucristo, pero su sueño no es llenarse de
enemigos, sino que la Palabra sea acogida y manifieste su potencia liberadora y renovadora”
(EG 24).
Cuarta parte
4.
Desde las diversas vocaciones específicas
Lo que hemos dicho del discípulo misionero, profeta y testigo de Cristo, se aplica a cada
grupo de cristianos, pero toma matices propios para cada uno de acuerdo a las diversas
vocaciones específicas.
En 1965, cuando regresaba de haber participado en el Concilio Vaticano II, Dom Helder
Cámara respondía a una entrevista y declaraba que eran necesarias una excelentísima,
una reverendísima, una religiosísima y una muy fiel reforma para asumir las conclusiones
conciliares. En el lenguaje actual, podemos decir que es necesario que cada discípulo
misionero, desde su propia vocación específica, asuma el llamado a una conversión
personal y pastoral que lo haga auténtico profeta y testigo.
98
4.1
Una excelentísima reforma
En fidelidad a la enseñanza de la Iglesia, los obispos en Aparecida declaran sintéticamente que
han de ser testigos cercanos y gozosos de Jesucristo, Buen Pastor, servidores de Cristo y de la
Iglesia “mediante el discernimiento de la voluntad del Padre, para reflejar al Señor en su modo de
pensar, de sentir, de hablar y de comportarse en medio de los hombres” (cfr. DA 187), y agregaban:
“No podemos olvidar que el obispo es principio y constructor de la unidad de su Iglesia particular
y santificador de su pueblo, testigo de esperanza y padre de los fieles, especialmente de los pobres”
(DA 189).
Sobre la excelentísima reforma que los señores obispos tenían que procurar, Mons. Helder
Cámara destacaba cinco aspectos: simplificar su traje y su estilo de vida; dar ejemplo de vivir en
un ambiente de pobreza y de servicio; dar a los presbíteros el buen ejemplo de la encarnación;
procurar la reforma de la Curia diocesana e impulsar un auténtico presbiterio.
En cuanto a la simplificación del traje y del estilo de vida, Dom Helder señalaba que se podría
decir que estos son meros signos, pero “nosotros pertenecemos a una Iglesia en la que los signos
son de gran importancia. Basta ya de obispos príncipes que permanecen alejados de las personas,
incluso de su clero”. Con relación al ejemplo de vivir en un ambiente de pobreza y de servicio, Dom
Helder agregaba: “basta de una Iglesia que pretenda ser servida, que exija siempre ser la primera,
que no tenga humildad y realismo”. Sobre el buen ejemplo de la encarnación, Dom Helder se
preguntaba: ¿cuándo será que nuestras cartas pastorales tengan el coraje de ser simples y
comprensibles para nuestros pueblos? Sobre la reforma de la Curia, señalaba: “es muy fácil querer
la reforma de la Curia Romana, pero es necesario que demos el ejemplo de hacer a nivel diocesano
el cambio que desearíamos para la Curia Vaticana”. Con relación a favorecer un presbiterio
auténtico, Dom Helder agregaba: “los obispos estamos muy satisfechos con la promulgación de la
colegialidad episcopal, tengamos el valor para crear a nuestro presbiterio en este espíritu”.
4.2
Una reverendísima reforma
En Aparecida, los obispos hacen esta declaración: “A los sacerdotes les alentamos a dar testimonio
de vida feliz, alegría, entusiasmo y santidad en el servicio del Señor” (DA 315).
Al abordar la reverendísima reforma que tendría que procurar el presbítero, Dom Helder
señalaba que el mundo, sea creyente o no, gustaría de un sacerdote que sea auténtico, nada de
virtudes sobrenaturales que no se basen en virtudes naturales; que sea veraz, leal y recto; que
aprecie y valore a la mujer; que para amar el cielo no se sienta obligado a odiar la tierra; que en
el amor a los hombres descubra la manera más válida de amar a Dios. El mundo no escucha a
sacerdotes moralizantes, él gusta de aprender del ejemplo; el mundo no desea sacerdotes que
preocupados por ser modernos sean aparentes, frívolos y equívocos. El mundo tiene necesidad
de sacerdotes que lleguen a ser santos, pero de una santidad tanto más verdadera cuanto más
amables, más abiertos, más sencillos. El mundo desea sacerdotes que nos presenten a Dios como
Él es: generoso, grande y bueno.
99
4.3
Una religiosísima reforma
Cuando los obispos en Aparecida abordan el tema de la vida consagrada, declaran que: “En
un continente, en el cual se manifiestan serias tendencias de secularización, también en la
vida consagrada, los religiosos están llamados a dar testimonio de la absoluta primacía de
Dios y de su Reino. La vida consagrada se convierte en testigo del Dios de la vida en una
realidad que relativiza su valor (obediencia), es testigo de libertad frente al mercado y
a las riquezas que valoran a las personas por el tener (pobreza), y es testigo de una entrega
en el amor radical y libre a Dios y a la humanidad frente a la erotización y banalización de
las relaciones (castidad)” (DA 219). Y en el siguiente numeral agregan: “… está llamada a ser
una vida misionera, apasionada por el anuncio de Jesús-verdad del Padre, por lo mismo,
radicalmente profética, capaz de mostrar a la luz de Cristo las sombras del mundo actual
y los senderos de vida nueva, para lo que se requiere un profetismo que aspire hasta la
entrega de la vida, en continuidad con la tradición de santidad y martirio de tantas y tantos
consagrados a lo largo de la historia del Continente” (DA 220).
Cuando los obispos hablan sobre la vida religiosa contemplativa dicen: “América Latina
y El Caribe necesitan de la vida contemplativa, testigo de que sólo Dios basta para llenar
la vida de sentido y de gozo. <En un mundo que va perdiendo el sentido de lo divino, ante
la supervaloración de lo material, ustedes queridas religiosas, comprometidas desde sus
claustros en ser testigos de unos valores por los que viven, sean testigos del Señor para el
mundo de hoy, infundan con su oración un nuevo soplo de vida en la Iglesia y en el hombre
actual>” (DA 221).
“Los pueblos latinoamericanos y caribeños esperan mucho de la vida consagrada,
especialmente del testimonio y aporte de las religiosas contemplativas y de vida
apostólica que, junto a los demás hermanos religiosos, miembros de Institutos Seculares y
Sociedades de Vida Apostólica, muestran el rostro materno de la Iglesia. Su anhelo de escucha,
acogida y servicio, y su testimonio de los valores alternativos del Reino, muestran que una
nueva sociedad latinoamericana y caribeña, fundada en Cristo, es posible” (DA 224)
Con relación a la religiosísima reforma, Dom Helder destacaba tres aspectos de la reforma
que han de vivir los religiosos y las religiosas: ayudar a las religiosas a ser adultas como mujeres
y como cristianas; ayudar a las religiosas y a los religiosos a reexaminar y a profundizar sus
votos; ayudarlos a seguir la vida de la Iglesia y de la sociedad para que la vida contemplativa
rece mejor por los hombres y la vida activa se integre mejor en los planes de la diócesis.
En cuanto a ayudar a las religiosas y a los religiosos a reexaminar y profundizar sus votos,
Dom Helder subraya: “tengamos el coraje de reconocer que nosotros hacemos el voto de
pobreza, pero que la verdadera pobreza se vive en muchos lugares y que son muchos los
que conocen el problema de falta de alojamiento, de transporte, de comida, de reposo y de
diversión… En cuanto a la castidad, amémosla, pero de ningún modo por encima de la caridad,
100
sin obsesiones y sin llevarnos a descubrir malicia o pecado donde no existe, sin deformaciones,
teniendo presente que no sólo el alma, sino también el cuerpo son creación de Dios. En cuanto
a la obediencia no olvidar que nuestro Dios vivo quiere vivos y prefiere hijos que esclavos”.
4.4
Una muy fiel reforma
Con relación a los fieles laicos, nuestros obispos citan Lumen Gentium 31: Los fieles laicos
son los cristianos que están incorporados a Cristo por el bautismo, que forman el pueblo
de Dios y participan de las funciones de Cristo: sacerdote, profeta y rey. Ellos realizan, según
su condición, la misión de todo el pueblo cristiano en la Iglesia y en el mundo” (DA 209). En
seguida agregan, “Su misión propia y específica se realiza en el mundo, de tal modo que
con su testimonio y su actividad contribuyan a la transformación de las realidades y la
creación de estructuras justas según los criterios del Evangelio…” (DA 210). “Los laicos también
están llamados a participar en la acción pastoral de la Iglesia, primero con el testimonio de
su vida y, en segundo lugar, con acciones en el campo de la evangelización, la vida litúrgica
y otras formas de apostolado según las necesidades locales bajo la guía de sus pastores”
(DA 211). “Para cumplir su misión con responsabilidad personal, los laicos necesitan una
sólida formación doctrinal, pastoral, espiritual y un adecuado acompañamiento para dar
testimonio de Cristo y de los valores del Reino en el ámbito de la vida social, económica,
política y cultural” (DA 212).
Con relación a la muy fiel reforma que tendrían que procurar los laicos, Dom Helder
destacaba tres aspectos: vencer la división y competencia con los clérigos; superar las
grotescas rivalidades entre los grupos de apostolado y favorecer su formación teológica.
Sobre el primer aspecto, Dom Helder deja claro que los obispos y los presbíteros tenemos
que superar la dicotomía entre una buena teoría sobre los laicos y en la práctica mantenerlos
como cristianos menores; por otra parte, los laicos han de superar la tentación de querer los
derechos de adultos sin aceptar los deberes correspondientes. Algunas veces los laicos se
tornan demasiado clericales y no tienen el coraje de hablar franca y lealmente, o presentan
críticas demasiado ásperas y negativas, lo cual se complementa con la falta de serenidad
que tenemos los presbíteros y los obispos para escuchar las críticas.
101
Conclusión
Para el desarrollo de este tema he considerado cuatro partes, al llegar al final de esta
exposición las retomo en las siguientes conclusiones:
1ª. En el amplio horizonte de la evangelización
Sin pretender ser expertos en Eclesiología histórica o en Teología Pastoral, quienes nos
decidimos a participar en la Nueva Etapa Evangelizadora como discípulos misioneros,
profetas y testigos de Jesucristo hemos de conocer, reflexionar y aplicar la riqueza de los
textos del Magisterio sobre el quehacer de la Iglesia que se ha desarrollado a partir del
Concilio Ecuménico Vaticano II. Hemos de estar atentos para no dejarnos llevar por la
inercia del contexto cultural que privilegia lo novedoso y desprecia lo pasado; los textos
del Magisterio no son aplicaciones o programas computacionales que hacen obsoletos
a los anteriores, son partes de un tesoro siempre valioso que han de ser apreciadas de
acuerdo a su “peso jurídico” y retomadas una y otra vez desde el contexto en el que fueron
promulgadas.
Es indispensable que en toda acción pastoral y en la reflexión que sobre ella se haga,
estén explícita o implícitamente considerados Jesucristo, la Iglesia y la Humanidad en el
mundo, de acuerdo a la identidad de la evangelización que se le ha encomendado a la
Iglesia, Solo a partir de esta base podremos favorecer los rasgos del rostro actual de la
acción evangelizadora y podremos desempeñarnos como profetas y testigos, en fidelidad
al Evangelio y docilidad al Espíritu del Señor que nos guía en el devenir de la historia.
2ª. En la Nueva Etapa Evangelizadora
Una vez que el Concilio Vaticano II ha rescatado el profetismo y el testimonio como una
dimensión eclesial, no pueden estar ausentes en los rasgos de la Nueva Etapa Evangelizadora
a la que nos han convocado Aparecida y Evangelii Gaudium.
La Iglesia no puede perder de vista la centralidad de Jesucristo al considerar su ser y su
quehacer. Es Él quien nos ha llamado y enviado; de nuestro encuentro con Él nace nuestro
discipulado y en favorecer el encuentro con Él radica nuestra misión; de su tesoro nos
enriquecemos y hacia su novedad orientamos a quienes servimos; Él es nuestro modelo
para anunciar la Buena Nueva, y su proyecto del Reino de Dios es nuestro proyecto último.
La acción evangelizadora que favorezcamos en cualquiera de los ámbitos en los que nos
desempeñemos dependerá del concepto y de la experiencia de Iglesia que tengamos y que
decidamos desarrollar. El trasfondo eclesiológico en el espíritu del Concilio es fundamental
para el profetismo y testimonio del discípulo misionero de Jesucristo.
El Evangelio nos invita siempre a correr el riesgo del encuentro con el rostro del otro, con su
102
presencia física que interpela, con su dolor y sus reclamos, con su alegría que contagia en
un constante cuerpo a cuerpo (Cfr. EG 88). No se desarrollará un profetismo y testimonio
auténticos si no se asume la realidad del interlocutor de la evangelización. Resulta
impostergable avanzar en el discernimiento de los signos de los tiempos, lo cual exige
favorecer el desarrollo del pensamiento crítico y creativo. “…es preciso esclarecer aquello que
pueda ser un fruto del Reino y también aquello que atenta contra el proyecto de Dios” (EG 51).
3ª. Desde las notas eclesiales de la comunión y de la caridad
Puesto que “En el corazón mismo del Evangelio está la vida comunitaria y el compromiso
con los otros” (EG 177), solamente reflejando la comunión entre quienes conformamos la
Iglesia, en sus diversas manifestaciones, y haciendo presente la caridad eficaz con los demás,
particularmente con los más necesitados, seremos auténticos discípulos misioneros,
profetas y testigos de Jesucristo.
4ª. Desde las diversas vocaciones específicas
La vocación específica de cada miembro de la Iglesia tiene su origen en el misterio de
Jesucristo. La Iglesia recibe la Luz del Sol naciente, Jesucristo (Lc 1, 78); ella es como la luna,
que no tiene luz propia, sino que proyecta a la humanidad a Aquel que es “la Luz del
mundo” (Jn 8, 12). Cuando la Iglesia en su conjunto, o alguno de sus miembros, de acuerdo
a su propia vocación específica, cree que tiene luz propia pierde la luminosidad que irradia
Cristo y, como la luna oscura, manifiesta sólo desierto, soledad y esterilidad.
Para concluir la conclusión
Hemos abordado nuestro tema desde una perspectiva específica y en campos bien
delimitados, ello nos ha permitido aproximarnos al discípulo misionero, profeta y testigo
de Cristo desde diversos ángulos y, sin haberlos agotarlo, hemos recordado los elementos
fundamentales para seguir creciendo en su comprensión y, sobre todo, en el compromiso
de nuestra vida.
Estamos aún en el proceso de recepción del Concilio Vaticano II y, desde la dinámica de la
Iglesia que peregrina en nuestro Continente, estamos llamados a asumir creativamente el
proceso iniciado por Aparecida e impulsado a dimensiones universales por la proyección
que le ha dado el Papa Francisco en Evangelii Gaudium. La Iglesia de América Latina y El
Caribe está comprometida, de un modo especial, a responder con ímpetu y audacia a la
propuesta de Francisco, primer Papa latinoamericano.
El canto del Magnificat muestra a María como mujer capaz de comprometerse con su
realidad y de tener una voz profética ante ella (DA 451). Muy bien recoge el Papa Francisco
los elementos que hemos considerado en la oración con la que concluye su exhortación.
De ella hago cita de un fragmento para cerrar esta presentación:
103
Estrella de la Nueva Evangelización
ayúdanos a resplandecer en el testimonio de la comunión,
del servicio, de la fe ardiente y generosa,
de la justicia y el amor a los pobres,
para que la alegría del Evangelio
llegue hasta los confines de la tierra
y ninguna periferia se prive de su luz.
104
Desafíos, prioridades y
tareas de la misión en
América
P. Estêvão Raschietti, sx
Misionero xaveriano, profesor de
teología. director del centro cultural
misionero de brasilia - brasil
La narración de los peregrinos de Emaús es bien conocida: siempre sirvió a la Iglesia como
modelo de discernimiento y de reencuentro consigo misma. De hecho, al igual que los
discípulos que estaban tristes, también nosotros somos muy lentos para captar el mensaje
vital del Evangelio en los signos de la historia. Ni siempre tenemos la mirada de la fe que
nos da claves de lectura esperanzadoras de la realidad, aparentemente melancólica y
terriblemente desafiadora. No siempre se sabe leer en la ambigüedad de los tiempos que
vivimos, la presencia de Dios que guía la historia, desconfiando de antemano de la eficacia
de la acción del Espíritu en medio de la humanidad.
Existe el riesgo de vernos solamente desde el lugar de los dos discípulos que necesitan
de consuelo, en un camino sufrido de revisión de nuestras prácticas y nuestras creencias.
Los interlocutores de la misión, los pobres y los otros que se encuentran en el camino, no
1
El texto fue elaborado por el Equipo Ejecutivo del Consejo Misionero Nacional (COMINA), para
convertirse en un subsidio de la Iglesia de Brasil sobre animación misionera. Fue adaptado para
la reflexión en este encuentro, quitando algunas redundancias y algunos complementos que
pudieran hacerlo demasiado extenso. En América hoy se presenta la necesidad de tener, ante todo,
una visión integrada de misión en sus fundamentos trinitarios, en la exigencia de una conversión
interior, en la claridad de horizontes y en la osada acción evangelizadora. La Pastoral misionera en
la comunidad, la acción evangelizadora en la sociedad y la misión ad gentes como compromiso
de participación en la misión universal, son elementos estrechamente relacionados. Su distinción
operativa puede generar serias anomalías. El compromiso de cooperación misionera surge como
elemento fundante para una auténtica Iglesia misionera, y por eso, debe ser explicitado por medio
de un programa entrelazado, eficaz y definido en sus objetivos.
105
están particularmente interesados en los problemas eclesiásticos (el número de bautizos,
el número de parroquias, el número de seminaristas, el número de iglesias, el número de
obras). Tienen otras cosas mucho más importantes para pensar. Si por un lado, el problema
de la misión somos nosotros, por otro, hay que admitir que la humanidad espera de la
Iglesia una luz, una dirección, una esperanza.
Los hombres y las mujeres de nuestro tiempo esperan una palabra de consolación, de
cercanía, de perdón y de alegría verdadera. Somos llamados a llevar a todos el abrazo de Dios,
que se inclina con ternura de madre hacia nosotros: consagrados, signo de humanidad plena,
facilitadores y no controladores de la gracia, bajo el signo de la consolación (Alegraos , 8).
La óptica propiamente misionera del texto de los discípulos de Emaús nos invita a
identificarnos con el papel de Jesús en la narración, no en la tristeza narcisista de los
discípulos. Al convertirnos en Jesús para los demás, salimos definitivamente de nuestra
auto-referencialidad y del letargo de la angustia, para abrazar por fin la misión de Dios
como camino, como encuentro, como compartir y, finalmente, como alegría incontenible.
Esta es la idea expresada por el Concilio Vaticano II cuando describe a “la Iglesia peregrina”
como “misionera por naturaleza” (AG 2): esa es su vocación propia, su identidad más
profunda (cf. EN 14), su razón de ser, la esencia que la forma y su servicio a la humanidad (cf.
DP 1145; RM 2). De hecho, la unidad constitutiva de la Iglesia con el misterio de Dios Amor,
atestiguada por la santidad de vida de una comunidad cristiana, es fundamentalmente
católica, o sea, universal, abierta a todos, y, por ser llamada esencialmente apostólica,
“enviada” y “misionera”. Por lo tanto, la Iglesia está llamada a estar “en salida” como su Señor
que “sabe ir al frente, tomar la iniciativa sin miedo, ir al encuentro, buscar a los alejados y
llegar a las encrucijadas de los caminos para invitar a los excluidos” (EG 24). Decir Iglesia
es decir misión: “la Iglesia nace de la misión y existe para la misión: existe para los otros y
necesita ir a todos” (Directrices Generales de la Acción Evangelizadora, DGAE 2011, 76).
Desafíos contemporáneos de la misión
El mandato misionero que la Iglesia recibió del Resucitado, a lo largo del tiempo asumió
formas y modalidades siempre nuevas conforme los lugares, las situaciones y los periodos
históricos. La tarea misionera continúa siendo la misma confiada por Jesús a los discípulos,
en la montaña de Galilea (cf. Mt 28,16). Entre tanto, el anuncio del Evangelio parece mucho
más complejo hoy que en el pasado, porque la humanidad está viviendo una época de
profundas transformaciones socioculturales que afectan de manera estructural a la propia
percepción de la realidad (cf. DGAE 2011, 25; EN 17).
Mientras tanto, las luces y las sombras de esa travesía de la familia humana (cf. GS 2) se
presentan como signos de los tiempos que nos invitan a la escucha y al discernimiento
sobre lo que “el Espíritu dice a las Iglesias” (Ap 2,29). Los escenarios actuales nos llevan a
106
repensar en una misión que abarque la realidad toda, para que sea sustentada por: (1) una
apropiada reflexión teológica, (2) una conversión interior, (3) una claridad de horizonte y
(4) una osada acción evangelizadora.
Los cambios de época llevaron a la Iglesia a una profunda revisión de sí misma y de su
misión, en la realización del Concilio Vaticano II, a través de un decidido retorno a las
fuentes y de un diálogo ecuménico, interreligioso y abierto a todos los sectores de la
sociedad contemporánea. En ese proceso, la presencia misionera de la Iglesia en medio de
los pueblos fue fuertemente cuestionada.
De hecho, ¿cuál sería el sentido de anunciar a Jesucristo “como el mediador y la plenitud de
toda revelación” (DV 2), delante de la pluralidad de las diferentes religiones y del derecho
de libertad religiosa en el mundo de hoy? ¿Por qué motivo debemos sostener la necesidad
de pertenecer a la Iglesia Católica2, si las personas pueden conseguir la salvación igualmente
fuera de ella, pudiendo “de varias maneras ordenarse al pueblo de Dios”? (LG 16). ¿Por qué
invitar a recibir los sacramentos como medios que “confieren la gracia” (SC 59), cuando
no son canales exclusivos, dado que elementos de “verdad y gracia ya están presentes en
medio de los pueblos, fruto de una secreta presencia divina”? (AG 9). ¿Por qué hablar aún de
“tierras de misión”, de “misioneros” y de “misión ad gentes”, cuando las personas, animadas
por el avance del progreso, pasan con mucha facilidad a negar a Dios o la religión (cf. GS 7),
sobre todo en los países de antigua tradición cristiana, haciendo así del mundo todo una
inmensa “tierra de misión”?
Delante de estas y otras cuestiones, la Iglesia necesitaba repensar su acción evangelizadora
en el mundo, sin perder su dinamismo misionero fundamental y, principalmente, sus
motivaciones esenciales. De hecho, la dimensión universal del anuncio del Evangelio está
basada en la proclamación de un único y verdadero Dios para todos, y en la adopción de
medios específicos para la salvación, como los sacramentos y la pertenencia a la Iglesia. En
torno a la afirmación de esos dos conceptos claves, la misión ad gentes encuentra su razón
de ser (cf. RM 9), eso, entre tanto, “no significa que la salvación se destina sólo a aquellos
que, de manera explícita, creen en Cristo y entran en la Iglesia” (RM 10). Entonces, ¿cómo
reafirmar esas convicciones evitando cualquier fundamentalismo o exclusivismo, frente a
un mundo secularizado y pluricultural que nos desafía a ese respecto?
Redescubrimiento de los fundamentos trinitarios de la misión
La respuesta a esas preguntas vino con una renovada visión eclesiológica y misionológica,
2
“Fundado en la Escritura y en la Tradición, enseña que esta Iglesia, peregrinante es necesaria para la
salvación. El único mediador y camino de salvación es Cristo, quien se hace presente a todos nosotros en
su Cuerpo, que es la Iglesia. El mismo, al inculcar con palabras explícitas la necesidad de la fe y el bautismo
(cf. Mc 16,16: Jn 3,5), confirmó al mismo tiempo la necesidad de la Iglesia, en la que todos entran por el
bautismo como por una puerta” (LG 14).
107
inaugurada hace mas de 50 años por el Concilio Vaticano II y sus Constituciones Lumen
Gentium y Gaudium et Spes y por el Decreto Ad Gentes. A través de estos documentos, el
Concilio afirma que la misión es una esencia que tiene origen en el “Amor Fontal” del Padre,
un amor que no se contiene, que se derrama, que se comunica y sale de sí por su propia
naturaleza misionera (cf. LG 5; 8; 17; AG 2; DA 129; 347). El “amor Fontal” es la “caridad de
Dios Padre, que es Principio sin principio” (AG 2), trinitario en su divinidad y tridimensional
en su apertura a la creación, redención y glorificación. La misión, con sus raíces en el “amor
Fontal”, exige de nosotros una entrega generosa. Pero, “sería un error considerarla como
una heroica tarea personal, dado que ella es, primeramente y por encima de todo lo que
podamos sondear y comprender, obra de Dios” (EG 12).
En suma, Dios es misión: la misión viene de Dios porque Dios es amor; dice respecto a lo
que Dios es, y no, primeramente, a lo que Dios hace. La misión revela la esencia de Dios
de comunicarse y de crear relación. Por eso, la misión no tendría de suyo, en principio,
un porqué, no surgiría primeramente de una necesidad histórica, sino que es un impulso
gratuito, de dentro para fuera, y de un modo de ser que tendría como origen y fin la vida
divina (cf. DA 348).
Esta misión de Dios se manifestó de manera definitiva con el envío del Hijo amado, el Verbo
hecho carne (cf. Jn 1,14) “que por nosotros se hizo pobre, enriqueciéndonos con su pobreza”
(AG 3). Jesús anuncia una visión completamente nueva, presentándonos un Dios que no
vino a ser servido, sino a servir (cf. Mt 20,28). El “quiere comunicarnos su vida y ponerse
al servicio de la vida” (DA 353) aproximándose a todos para libertar de las ataduras de la
opresión, de los prejuicios y de la exclusión. Dios revela en Jesús su rostro profundamente
humano en la aproximación a cualquier condición humana, porque el anuncio de la Buena
Nueva tiene un destino universal: “su mandato de caridad abraza todas las dimensiones de
la existencia, todas las personas, todos los ambientes de la convivencia y todos los pueblos”
(DA 380).
Jesús invita a cualquier persona, pueblo, sociedad a repensar a Dios y la vocación humana a
partir de Él mismo, de su vida y misión llena de compasión y misericordia, gratuidad y perdón,
como Hijo de Dios e Hijo del Hombre; “Jesucristo es la respuesta total, sobreabundante y
satisfactoria a las preguntas humanas sobre la verdad, el sentido de la vida y de la realidad,
la felicidad, la justicia y la belleza (DA 380).
Para realizar su plan de amor, la misión de Dios se revela sobre todo, en el dinamismo, en
la efusión y en el protagonismo del Espíritu Santo, que “ya actuaba en el mundo antes de
la glorificación de Cristo” (AG 4)3. En efecto, el envío del Espíritu revela siempre la voluntad
3
El Espíritu de Dios se manifiesta en la creación (cf. Gn 1,2), suscita los jueces (cf Jc 3,10), mueve los profetas
(cf. Is 61,1), permanece sobre el rey (cf. 1Sm 16,13), desciende sobre el Mesías (cf. Is 11,2), reposa sobre los
miembros del pueblo (cf. Nm 11,25-26).
108
gratuita de Dios de entrar en relación con la humanidad para que ella participe de la vida
divina. Presente en la vida de Jesús desde su concepción (cf. Lc 1,35), durante todo su
ministerio (cf. Lc 4,18), hasta ser entregado por el Resucitado a los discípulos (cf. Jn 20,22), es
el Espíritu que suscita la fe (cf. 1Cor 12,3), descendiendo también sobre los paganos (cf. Hech
10,47) y dirigiendo la misión de la Iglesia a los pueblos (cf. Hech16, 6-7).
El Espíritu sopla donde quiere (cf. Jn 3,8), “posee una imaginación creadora, propia de la
mente divina” 4, hace salir a la Iglesia transformándola en anunciadora de las maravillas de
Dios y ya está presente en la historia, en las culturas y en las religiones de los pueblos (cf.
RM 28; DA 374). Por eso, “debemos creer que el Espíritu Santo ofrece a todos, de un modo
que sólo Dios conoce, la posibilidad de ser asociados al misterio pascual” (GS 22). Al mismo
tiempo, “Él es el alma de la Iglesia evangelizadora” al cual pedimos incesantemente “que
venga a renovar, sacudir, impulsar a la Iglesia en una audaz salida fuera de sí misma a fin de
evangelizar a todos los pueblos” (EG 261).
Necesidad de una conversión eclesial
A partir de estos fundamentos trinitarios adquirimos, de hecho, otra visión: la misión se
vuelve para la Iglesia no una actividad más entre otras, sino participación en la vida divina
que le confiere su identidad. “La Iglesia es por su naturaleza misionera” (AG 2): la Iglesia “es”
al ser enviada, ella se edifica en orden a la misión. Por lo tanto, no es la misión que procede
de la Iglesia, sino es la Iglesia que procede de la misión de Dios. Los Hechos de los Apóstoles
muestran con claridad que la Iglesia se constituye en la medida en que, poco a poco, asume
la misión ad gentes5.
La misión genera a la Iglesia. Por eso, la Iglesia “nació en salida” 6 (cf. EG 17ª; 20; 24: 46)
en el momento en que, orientada por el Espíritu, entra en contacto con los otros, y se
reencuentra a sí misma todas las veces que sale de sí y se abre: la comunidad cristiana
debe su propio origen al anuncio del Evangelio, y la propia vitalidad a la continua y
valiente transmisión de este anuncio por todo el mundo.
Por consiguiente, “la Iglesia necesita una fuerte conmoción que le impida instalarse en la
comodidad, el estancamiento y en la tibieza, al margen del sufrimiento de los pobres del
Continente” (DA 362). La conversión pastoral y la renovación misionera de la cual habla
4
5
6
Juan Pablo II. Audiencia General de 24 de abril de 1991.
Al comienza, había un grupo judío que aguardaba ansioso la restauración del reino de Israel (cf. Hech
1,6). En Pentecostés, con la venida del Espíritu sobre la comunidad reunida, Pedro proclama con valentía
la Buena Nueva, pero sólo a los judíos. (cf. Hech 2,5). Desde este momento en adelante los discípulos de
Jesús comienzan a tomar conciencia de ser llamados más allá de sí mismos, a ir a todos los pueblos, al paso
que el Espíritu los empuja a incluir a los samaritanos (cf. Hech 8,17), los prosélitos (cf. Hech 8,37), los que
temen a Dios (cf. Hech 9,42), los paganos merecedores (cf. Hech 10,45), en fin, los paganos en masa (cf.
Hech 11,21).
FRANCISCO. Mensaje para el Día Mundial de las Misiones 2014.
109
el Documento de Aparecida, se refiere sustancialmente a reencontrar una salida atrevida
contra todo tipo de acomodación: “se trata de salir de nuestra conciencia aislada y de
lanzarnos, con valentía y confianza a la misión de toda la Iglesia” (DA 363), abandonando
estructuras caducas (DA 365), transformando a las personas (cf. DA 366), asumiendo
relaciones de comunión (cf. DA 368), adoptando prácticas pastorales misioneras (cf. DA
370), proyectándose más allá de las fronteras (DA 376). Esta es la belleza y el reto de la
vocación cristiana; madurar en la fe reinventándose y desinstalándose continuamente,
saliendo al encuentro de los otros hasta los confines de la tierra, dejándose interpelar por
las nuevas situaciones, nuevos pueblos, nuevas culturas y nuevas problemáticas.
Por eso, el envío misionero es expresión de una sorprendente y alegre disposición, apertura,
libertad, más allá de todas las barreras. Un modelo de Iglesia excesivamente rígido, cerrado
y autorreferencial no es apto para la misión. Muchas veces, en nuestras comunidades,
“se impone una conversión radical de mentalidad para hacernos misioneros” (RM 49).
En otras palabras, necesitamos ser evangelizados de nuevo para llenarnos de ímpetu y
audacia evangelizadora (cf. DA 549); la Iglesia vive esta misión comenzando cada vez para
evangelizase a sí misma. Paradójicamente, el tema de la conversión, antes de ser dirigido
a los destinatarios de la misión es señalado como exigencia fundamental para la propia
Iglesia y a todos sus agentes.
Es necesario partir de Cristo, con la humildad de los discípulos, conocerlo y reconocerlo
de nuevo por los caminos de Galilea, en el encuentro con cualquier situación humana,
y dejar que Él caliente y transforme nuestro corazón (cf. Lc 24,32). En efecto, en su
seguimiento nos hacemos huéspedes en las casas de los otros y compañeros de los
pobres, aprendiendo así a percibir la realidad del punto de vista de las víctimas, de los
crucificados, de los agraviados, de los adeptos a otras religiones. En este camino, vamos
adhiriéndonos gradualmente a un proyecto de mundo más justo, fraterno, solidario y
plural, significativamente “otro” en relación a lo que tenemos delante de los ojos.
Los ámbitos y los frentes de la misión hoy
Los horizontes de aproximación son siempre geográficos y escatológicos: los confines
de la tierra y el fin de los tiempos. Creer en el Evangelio y en la misión es creer que no
existen fronteras irreductibles para encontrar a las personas. Si la misión fuera geográfica,
cultural, étnica, social o eclesialmente limitada y se dirigiera sólo a “nosotros”, ella se volvería
excluyente. Al contrario, la pasión por el mundo, propia de la vocación cristiana, se expresa
en el sentir, en el vibrar profundamente por la humanidad entera, y en ser capaz de realizar
gestos atrevidos y concretos de solidaridad, de saber compartir y de aproximación a
las personas y a los pueblos. Sólo así la Iglesia se torna un signo profético de una nueva
humanidad mundial, fraterna y multicultural.
110
La misión, como elemento estructural de la identidad y de la actividad de toda la Iglesia, se
expresa hoy en un cuadro complejo de situaciones y de interlocutores que no permiten
más interpretarla unilateralmente. Ante todo, indica una dinámica paradigmática en la cual
poner en clave misionera toda la actividad habitual de las Iglesias (cf. EG 15).7 En segundo
lugar, se desdobla en proyectos y campos que dependen de contextos y circunstancias
específicas: “las diferencias no se originan en la naturaleza íntima de la misión, sino en las
condiciones en que esa misión se ejerce” (AG 6).
Mirando el mundo de hoy, y considerando la sobreposición de conceptos en los
documentos del Concilio8, optamos, a la luz del magisterio de la Iglesia, por la distinción de
tres ámbitos esenciales de misión:
a)La pastoral, que tiene como interlocutores a los cristianos militantes y a las
comunidades eclesiales constituidas;
b)La nueva evangelización, que tiene como interlocutores a los cristianos que están
alejados de la vida de la comunidad, como también a los que no creen en Cristo,
en el conjunto de la sociedad secularizada donde cada Iglesia local está inserida9;
c)La misión ad gentes, que tiene como interlocutores a aquellos que no conocen a
Jesucristo, en medio de otros pueblos y sociedades donde la presencia de la Iglesia
no está suficientemente estructurada (cf. RM 33: EG 14).
7
Cf. FRANCISCO. Discurso del Santo Padre a los obispos responsables del Consejo Episcopal LatinoAmericano en ocasión de la Reunión General de Coordinación, 28 de julio de 2013.
8
El Vaticano II describe las tareas específicas de la misión como “primera evangelización”, “misión ad
gentes”, “evangelización propiamente dicha”, “evangelización parroquial”, “pastoral misionera”, “apostolado
de la evangelización”, “misión ecuménica”. En los documentos, la “primera evangelización”, unas veces, es
“misión ad gentes” y la “evangelización propiamente dicha” puede ser la segunda etapa de la misión ad
gentes y, al mismo tiempo, “evangelización y catequesis parroquial”. La “pastoral misionera” estructurada en
parroquias y diócesis puede ver sólo una “nueva evangelización” doméstica, animada a través de “misiones
populares” aun no contempladas por el Concilio, como puede ser también el núcleo inicial de una “misión
más allá de las fronteras”.
La XIII Asamblea General Ordinaria Del Sínodo de los Obispos en Roma, que tuvo como tema “La Nueva
Evangelización para la transmisión de la Fe Cristiana”, así como la V Conferencia General del Episcopado
Latinoamericano en Aparecida, que lanzó la “Misión Continental (cf. DA 362. 551), dejaron bastante claro
que el “campo” de la nueva evangelización no son solamente “las personas bautizadas que no viven las
exigencias del bautismo”, sino también “los que todavía no creen en Cristo en el espacio de su propio
territorio y responder adecuadamente a los grandes problemas de la sociedad en la cual (la Iglesia) está
inserida” (DA 168; cf. Propositio 5). De esta manera, situaciones que la Redemptoris Missio designaba como
misión ad gentes (p. ej. los nuevos fenómenos sociales, los modernos areópagos, etc. – cf. RM 37), ahora
vienen a hacer parte de la nueva evangelización, como acción de la Iglesia en la sociedad donde ella se
encuentra.
9
111
Sobre este último campo es un deber recordar que: “sin la misión ad gentes, la propia
dimensión misionera de la Iglesia quedaría privada de su significado fundamental y de su
ejemplo de acción”, y por eso, “es necesario evitar que (…) se vuelva una realidad diluida
en la misión global de todo el pueblo de Dios, quedando, de ese modo, descuidada u
olvidada” (RM 34).
Tenemos también otros importantes criterios para discernir prioridades y urgencias
misioneras en el mundo:
a) El primero es la falta o necesidad de un primer anuncio del Evangelio en un
determinado contexto, al cual corresponde un servicio profético de la Iglesia;
b) El segundo elemento puede ser representado por la falta o necesidad de la
presencia de una comunidad cristiana en un área o territorio, al cual corresponde
un servicio sacerdotal de la Iglesia que celebra la Eucaristía;
c) El tercer factor para definir una urgencia misionera es la falta o necesidad de una
transformación social por los valores del Evangelio en la vida concreta de las
personas y de los pueblos (cf. EN 29), al cual corresponde el servicio de la caridad
de la Iglesia (cf. DA 386).
En fin, el compromiso misionero de una comunidad cristiana se articula en tres frentes al
mismo tiempo:
a) El frente religioso, con el anuncio inculturado del Evangelio, el diálogo ecuménico
e interreligioso;
b) El frente socio ambiental, con el compromiso en causas de transformación de la
sociedad en la promoción de la dignidad humana, de la justicia, de la paz, de la
reconciliación entre los pueblos y del cuidado con la creación;
c) El frente cultural, en el diálogo con los areópagos de las comunicaciones, de las
ciencias, de la política, de la economía, de las relaciones internacionales, etc. (cf.
RM 37).
Las tareas de la Iglesia Misionera
Teniendo como referencia principal los tres ámbitos para la misión evangelizadora de la
Iglesia hoy –pastoral, nueva evangelización, misión ad gentes- podemos distinguir tres
líneas de acción fundamentales en orden a esa misión.
a) La primera se refiere a la animación pastoral de la comunidad cristiana; se trata
de animar “por el fuego del Espíritu, a fin de incentivar los corazones de los fieles
que frecuentan regularmente la comunidad, y que se reúnen en el día del Señor
112
para alimentarse de su Palabra y del Pan de vida eterna” 10. Objetivo esencial de
esta tarea es formar la comunidad eclesial como sujeto vivo de acción misionera,
para que sea fermento en el mundo, comenzando por evangelizarse a sí misma
(cf. EN 15) y dando extensión y vigor a la propia evangelización (cf. DP 364). La
comunidad representa la gran propuesta que la Iglesia hace al mundo con su
misión. La salvación no pasa por la simple distribución de sacramentos, sino por la
respuesta a un llamado de discipulado misionero que se realiza en una intensa vida
de fraternidad. La vida cristiana debe, ante todo, ser saboreada en la participación
a pequeños núcleos fraternos, que tengan como objetivo un compromiso
misionero y que forman una asamblea junto a las otras comunidades en la
celebración de la Eucaristía. De esta manera la parroquia se vuelve “una red de
comunidades” (DA 172), que hace sentir a la comunidad de base la pertenencia a
una comunidad mayor11.
b) La segunda tarea es la acción evangelizadora de la comunidad eclesial en la
sociedad como “signo más claro de madurez de la fe” (RM 49): se trata de pasar “de
una pastoral de mera conservación para una pastoral decididamente misionera”
(DA 370); de una pastoral de socialización cristiana espontánea a una pastoral
de iniciación cristiana; de una pastoral de acogida de aquellos que están en la
Iglesia a una pastoral de ir al encuentro de cuantos no conocen, rechazan o son
indiferentes al mensaje evangélico; de una pastoral de afirmación de la doctrina
y de la práctica sacramental a una pastoral inculturada capaz de actualizar
y contextualizar los contenidos de la fe (cf. EG 116); de una pastoral eficaz y
organizada a una pastoral de acompañamiento y de escucha de las personas (cf.
EG 46; 82; 171). La toma de conciencia de la misionariedad debe proporcionar
un proceso de salida: no podemos esperar a que las personas vengan a nosotros,
necesitamos ir a su encuentro y anunciarles la Buena Nueva allí mismo donde
ellos están. Ese proceso se expresa en una práctica eclesial enfocada en el “primer
anuncio” (cf. EG 164), realizada por todo el Pueblo de Dios (cf. EG 114), en la
auténtica opción por los pobres (cf. EG 198) y en la constante salida para las
periferias (cf. EG 30). Quien determina, por tanto, la cualidad profética de esa
práctica son los dos últimos criterios, los pobres y las periferias: “la propia belleza
del Evangelio no siempre la conseguimos manifestar adecuadamente, pero hay
un signo que nunca debe faltar: la opción por los últimos, por aquellos que la
sociedad desecha (cf. EG 195). Eso dice respecto a la esencia evangelizadora:
“la nueva evangelización es una invitación a reconocer la fuerza salvífica de sus
vidas (de los pobres) y a colocarlos en el centro del camino de la Iglesia. Estamos
llamados a descubrir a Cristo en ellos” (EG 198).
10
11
BENEDICTO XVI. Homilía durante la Misa conclusiva de la XIII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de
los Obispos, 28 de octubre de 2012. AAS 104 (2012), 890.
Ese asunto fue largamente tratado por el documento de la CNBB: CONFERÊNCIA NACIONAL DOS BISPOS
DO BRASIL (CNBB). Comunidade de comunidades: uma nova paróquia. Brasilia: Ediciones CNBB, 2013.
113
c) La tercera línea de acción esencial para una Iglesia en estado permanente de
misión es la cooperación misionera. Esta última tarea se refiere a la misión ad
gentes, a todos los pueblos. Se trata de la participación de cada Iglesia local en
la misión universal, y de la fundamental solidaridad de cada comunidad con los
otros pueblos y con las otras iglesias repartidas por todo el mundo: “el Evangelio
tiene un criterio de totalidad que le es inherente: no termina de ser Buena Noticia
hasta que no es anunciado a todos” (EG 237). De ninguna manera, la misión y
la pertenencia eclesial pueden ser pensadas solamente dentro de perímetros
parroquiales, diocesanos y nacionales: “sería un error dejar de promover la
actividad evangelizadora fuera del Continente con el pretexto de que todavía hay
mucho por hacer en América” (EA 74). La universalidad es el alma de la misión y del
seguimiento discipular, pues la Iglesia fue constituida como “sacramento universal
de salvación” (LG 48. AG 1), o sea, “signo e instrumento de unión íntima con Dios
y de la unidad de todo género humano” (LG 1). En una época de globalización
como la nuestra, no es posible pensar sólo en nosotros mismos. Hoy, el cristiano,
es llamado por vocación, más que cualquier otra persona, a ser universal, o sea,
una persona que tiene responsabilidad no solo sobre sí y su comunidad, sino
sobre el mundo entero a través de sus opciones, sus actitudes, su conciencia y sus
compromisos.
La dimensión universal de la misión
La misión de la Iglesia hoy se mueve en torno a estos tres compromisos: animación pastoral
orientada a la conversión eclesial; acción evangelizadora dirigida al testimonio profético
de los cristianos en la a la sociedad; cooperación misionera, enfocada a la participación de
cada Iglesia local en la misión universal, ad gentes. Es de suma importancia comprender
estas tres líneas de acción como íntimamente entrelazadas.
Sin una adecuada animación pastoral tendremos una misión colonizadora, realizada por
una Iglesia autosuficiente y autoreferencial (cf. EG 8. 95), convencida de ser suficientemente
evangelizada, que se considera Maestra y no discípula, al mismo tiempo. Sin una acción
evangelizadora significativa, probablemente tendremos una misión alienada, realizada
por una Iglesia que sueña evangelizar al mundo viviendo “en un universalismo abstracto y
globalizante” (EG 234), sin tener los pies en la tierra. En fin, sin una generosa cooperación
misionera tendremos, como resultado, una misión cerrada, realizada por una Iglesia que
piensa sólo en sí y en su medio, que no extiende sus horizontes, perdiendo así su identidad
católica y su referencia al designio de Dios (cf. EN 62).
Sobre este último aspecto de la cooperación misionera, necesitamos detenernos un poco
más. La III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano realizado en Puebla, México,
en febrero de 1979, tuvo palabras de fuerte compromiso con la trayectoria misionera del
Continente: “Finalmente, ha llegado para América Latina la hora de intensificar los servicios
114
mutuos entre Iglesias particulares y de proyectarse más allá de sus propias fronteras, ad
gentes” (Puebla 368).
Hace más de tres décadas, sin embargo, los pasos que fueron dados en la dirección
apuntada por el Documento citado, fueron por demás tímidos e insuficientes. Las Iglesias
del Continente, preocupadas con sus propios problemas, no supieron retribuir siquiera, lo
que siempre recibieron de otras Iglesias, a pesar de los impulsos y de los proyectos llevados
adelante por algunas instancias. El llamado a la misión ad gentes, fue poco recordado por
los documentos del magisterio ordinario de las Iglesias locales.
No obstante eso, Aparecida renovó una vez más el compromiso de Puebla, ansiando una
nueva primavera de la misión ad gentes en América Latina (cf. DA 379): “el mundo espera de
nuestra Iglesia latinoamericana y caribeña un compromiso más significativo con la misión
universal en todos los Continentes. Para no caer en la trampa de encerrarnos en nosotros
mismos, debemos formarnos como discípulos misioneros sin fronteras dispuestos “a
ir a la otra orilla”, aquella en la que Cristo no es aun reconocido como Dios y Señor, y la
Iglesia no está todavía presente” (DA 376). Para que eso suceda de manera significativa
son necesarios estímulos y vínculos que hagan continuamente memoria del gran mandato
del Señor (cf. Mt 28,19) y despierten motivaciones. La universalidad evangélica es una
dimensión indeclinable de fe, a ser vivida por los discípulos misioneros donde estén, en
distintas formas mundialmente solidarias, en la continua donación de sí, en comunión con
todas la Iglesias y pueblos del mundo.
Conclusión
La palabra “misión”, hoy en día, no puede ser más utilizada de manera exclusiva para
referirse a una acción evangelizadora entre los no cristianos (cf. DA 375), aun si “el nombre
de misiones se da generalmente a aquellas actividades características con que los heraldos
del Evangelio enviados por la Iglesia cumplen, yendo por todo el mundo, el deber de
predicar el Evangelio e implantar la Iglesia entre los pueblos o grupos humanos que todavía
no creen en Cristo” (AG 6).
Manteniendo firme esa declaración conciliar, todavía, el uso del término en singular fue
progresivamente apuntando hacia un cambio radical en la Iglesia (cf. RM 49) en todo su
ser y en toda su acción, tan profundo que invierte también la propia misión ad gentes
en una transformación significativa. De hecho, no podemos entender su relevancia con
la vida eclesial, si no fuera bien relacionada a la pastoral y a la acción evangelizadora. Por
otro lado, el compromiso de la cooperación misionera con otras iglesias y otros pueblos,
tiene un enfoque específico que nunca se debe perder de vista (cf. RM 34). La cooperación
misionera ad gentes dice respecto a algo esencial y referencial para la renovación misionera
de la Iglesia.
115
Sin duda esa dimensión no podrá ser desvinculada de un largo proceso de maduración y
de personalización de nuestras comunidades locales. Se abre ad gentes una Iglesia que está
consciente de su propia identidad y de los valores que puede entregar a los otros como
contribución propia. Mientras una Iglesia no llega a esta experiencia personalizante de su
propio ser y de los contenidos que puede transmitir, delega su compromiso ad gentes a la
esfera de las cosas que se aceptan, pero no se viven. Es verdad también lo contrario: una
conversión personal y comunitaria puede ser ocasionada por el deseo o por un impulso
de una apertura a esa dimensión y a ese llamado. La misión es parte esencial de un camino
discipular: no es una meta (cf. DA 278e).
Por este motivo, no podemos olvidarnos de ese compromiso: sin hacer humildemente
memoria de él, nunca nuestras Iglesias llegarán a cumplirlo. Y si no cumplen esta
evangelización para con los otros pueblos nunca serán verdaderamente Iglesias, pues la
esencia del Evangelio es un anuncio de un Reino que no tiene confines.
Para la reflexión en grupo
1. Hacer una lluvia de ideas sobre los desafíos, las prioridades y las tareas de la misión
en el continente americano hoy. ¿Cuáles son estos desafíos y prioridades que
deben tener nuestras Iglesias?
2. Clasificar estos desafíos y prioridades en tres columnas: Pastoral, Nueva
Evangelización, Misión Ad Gentes, donde cada uno se ubique mejor. Miramos al
conjunto, el todo. ¿Cómo es la relación entre las tres áreas de la misión? ¿En cuáles
debemos centrar más nuestra atención?
3. Cada uno haga un ejercicio y compártalo: si hoy tuviera que apuntar
concretamente sólo tres desafíos y prioridades para nuestra parroquia o diócesis
¿cuáles elegiría y explique por qué? ¿Cómo ellas podrían cambiar con el tiempo?
4. Para la síntesis: lo que este debate sobre los desafíos, prioridades y tareas hizo
emerger en nuestro grupo. ¿Cuáles son nuestros intereses? ¿Cuál es nuestra
percepción de la realidad? ¿Qué caminos vamos a seguir? Concretamente, ¿Cómo
poner en práctica la misión Ad Gentes en el orden del día de nuestras iglesias?
116
Aporte de
los FOROs TEMÁTICOs
FORO Temático
MISIÓN Y ECOLOGÍA
P. Jaime Carlos
P. Camilo Pauletti
1. SEÑALA TRES APORTES IMPORTANTES RESCATADOS POR EL
GRUPO A PARTIR DE LO PLANTEADO POR LOS EXPOSITORES
1. Concientización del correcto uso y disposición del agua.
2. Concientización “todo está relacionado”- Casa común, espiritualidad ecológica
integral.
3. Educación y formación en el manejo de desperdicios sólidos (basura).
2.Destaca TRES ASPECTOS DEL CONTEXTO DE AMÉRICA
ANALIZADOS POR EL GRUPO QUE INCIDEN EN el TRABAJO
MISIONERO
1. Económico: El sistema capitalista y del modelo neoliberal.
2. Abuso, explotación sin límites ni control de los Recursos Naturales – caso minería.
3. Cultural: respeto, protección de la tierra (uso y derecho de pueblos indígenas).
4. Teológico: “Todo está interrelacionado” Ecología humana y ambiental.
117
3.Indica CUATRO EXPERIENCIAS QUE RESPONDAN AL CONTEXTO
ACTUAL (VER), QUÉ PRINCIPIOS LOS INSPIRAN PARA REALIZAR
SUS ACCIONES (JUZGAR) Y CÓMO LO APLICAN EN LA PRÁCTICA
(ACTUAR)
SUGERENCIAS E
INSUMOS PARA SEGUIR
EXPERIENCIA FUNDAMENTOS
REFLEXIONANDO EN
LOS PAÍSES
Caminata a
Laudato Si.
Convocatoria civil
Reflexión y acción sobre
favor del agua
eclesial (ecuménica e cambio climático.
(Uruguay).
interreligiosa).
ACCIONES
REALIZADAS
“El agua nuestra Padre Nuestro.
de cada día”
(Chile).
Defensa del agua
Conciencia sobre su
uso.
Defensa de la Derecho a la vida. Parroquias
áreas indígenas.
organizadas para
la defensa. Lideres
incidan en las
políticas públicas.
EXPERIENCIA FUNDAMENTOS
ACCIONES
REALIZADAS
Extractivismo (minería) vs.
Contaminación del agua.
Áreas indígenas frente a la
explotación de los RR.NN.
Los contratos empresas
multinacionales y el
impacto en la población
indígena.
SUGERENCIAS
E INSUMOS
PARA SEGUIR
REFLEXIONANDO EN
LOS PAÍSES
Toso está interrelacionado.
Las 3 R: rehusar, Génesis (Caín y
reducir,
Abel).
reutilizar.
(Venezuela).
Dar la vida para que
otros vivan
Incluir en los
procesos de
catequesis.
No usar
desechables.
Promueven reciclaje Cultura del reciclaje.
y uso de materiales
orgánicos.
Los capuchinos
(en decisión
capitular) han
decidido no usar
desechables.
118
FORO Temático
MISIÓN Y FAMILIA
P. Pedro Brassesco
1. SEÑALA TRES APORTES IMPORTANTES RESCATADOS POR EL
GRUPO A PARTIR DE LO PLANTEADO POR LOS EXPOSITORES
1. La familia evangelizada es capaz de evangelizar a otras familias.
2. Muchas familias misioneras surgieron del acompañar a niños/adolescentes de la
IAM.
3. En las parroquias que atienden a las familias aumentan los matrimonios.
2.Destaca TRES ASPECTOS DEL CONTEXTO DE AMÉRICA
ANALIZADOS POR EL GRUPO QUE INCIDEN EN el TRABAJO
MISIONERO
1. Desintegración familiar y pérdida de valores.
2. Aumentan familias indiferentes y absorbidas por la materialismo y consumismo.
3. Hay familias que son testimonio a pesar de la influencia social y cultural.
3.Indica CUATRO EXPERIENCIAS QUE RESPONDAN AL CONTEXTO
ACTUAL (VER), QUÉ PRINCIPIOS LOS INSPIRAN PARA REALIZAR
SUS ACCIONES (JUZGAR) Y CÓMO LO APLICAN EN LA PRÁCTICA
(ACTUAR)
EXPERIENCIAS
FUNDAMENTOS
ACCIONES
REALIZADAS
SUGERENCIAS
E INSUMOS
PARA SEGUIR
REFLEXIONANDO EN
LOS PAÍSES
Como Iglesia hay buscar
enfrentar este tipo de
estado.
Cuba – niños.
Influye ideología.
Buscan
adoctrinarlos.
México.
kerigma.
Impulsan
compromiso.
Surgen familias
misioneras.
Uruguay.
Formación.
Acciones en
misiones, van por
los pueblos.
Asisten donde hay
necesidad.
119
FORO TEMÁTICO
MISIÓN Y EDUCACIÓN
Lic. Limber Ayarde
1. SEÑALA TRES APORTES IMPORTANTES RESCATADOS POR EL
GRUPO A PARTIR DE LO PLANTEADO POR LOS EXPOSITORES
1. Ha faltado más compromiso eclesial en la pastoral educativa.
2. La educación está en crisis a nivel mundial y se está aislando a la Iglesia.
3. ¿Qué hacer para que la parroquia se vincule eficazmente en el camino educativo?
2.Destaca TRES ASPECTOS DEL CONTEXTO DE AMÉRICA
ANALIZADOS POR EL GRUPO QUE INCIDEN EN el TRABAJO
MISIONERO
1. La secularización de los estados influye enormemente en los modelos educativos.
2. Si la parroquia se involucra en las instituciones educativas, mayor será su acción
evangelizadora.
3. Rol de los medios de comunicación: educativo y formador en la sociedad.
3.Indica CUATRO EXPERIENCIAS QUE RESPONDAN AL CONTEXTO
ACTUAL (VER), QUÉ PRINCIPIOS LOS INSPIRAN PARA REALIZAR
SUS ACCIONES (JUZGAR) Y CÓMO LO APLICAN EN LA PRÁCTICA
(ACTUAR)
EXPERIENCIAS FUNDAMENTOS
Colegio María
auxiliadora –
Montevideo.
La escuela inserta
en su realidad.
ACCIONES
REALIZADAS
Vinculación
de ex alumnos
voluntarios
Formación
sacramental.
120
SUGERENCIAS
E INSUMOS
PARA SEGUIR
REFLEXIONANDO EN
LOS PAÍSES
Hacer mucho con pocos
recursos
Servicio comunitario de la
escuela.
SUGERENCIAS
E INSUMOS
ACCIONES
EXPERIENCIAS FUNDAMENTOS
PARA SEGUIR
REALIZADAS
REFLEXIONANDO EN
LOS PAÍSES
Colegio Divina
Ver el mundo
Conocer la realidad Animación de la
Providencia.
exterior, abrir la
de los Continentes comunidad con los niños.
escuela.
Domingo Universal
de las misiones:
DOMUND
Acciones de
cooperación para
las misiones.
Parroquias
Colegio como
Charlas,
Trabajo social de la escuela
lugar de misión.
animaciones,
con ayuda de la parroquia.
de Zipaquirá,
Colombia.
retiros, por grados
escolares gratuitos.
Sensibilización,
Vincular a los responsables
Caminar
Ofrecimiento
de la pastoral educativa.
penitencial de los charlas, misiones
Penitencial
con estudiantes.
Juvenil OMP
jóvenes por los
misioneros.
Puerto Rico.
121
FORO TEMÁTICO
MISIÓN Y CATEQUESIS
P. Eduardo Mercado Guzmán
1. SEÑALA TRES APORTES IMPORTANTES RESCATADOS POR EL
GRUPO A PARTIR DE LO PLANTEADO POR LOS EXPOSITORES
1.
Hay que recuperar la dimensión de proceso y la pastoral de conjunto.
2.
Contenidos y formas de catequesis, donde debe estar presente la dimensión
misionera.
3. Una catequesis kerygmática y mistagógica
2.Destaca TRES ASPECTOS DEL CONTEXTO DE AMÉRICA
ANALIZADOS POR EL GRUPO QUE INCIDEN EN TRABAJO
MISIONERO
´La formación religiosa y de fe es un fenómeno social, anclado a una ritualidad
social, tiene límites y oportunidades
´La formación teológica en la catequesis no debe ser meramente doctrinal, hace
falta formación teológica en todos los ámbitos
´Retos para la catequesis en contextos multiculturales: un modelo intercultural
3.Indica CUATRO EXPERIENCIAS QUE RESPONDAN AL CONTEXTO
ACTUAL (VER), QUÉ PRINCIPIOS LOS INSPIRAN PARA REALIZAR
SUS ACCIONES (JUZGAR) Y CÓMO LO APLICAN EN LA PRÁCTICA
(ACTUAR)
EXPERIENCIA FUNDAMENTOS
La catequesis y
Crear
en general toda la comunidades
pastoral en Brasil. pequeñas de
creyentes.
ACCIONES
REALIZADAS
Insertar en
los procesos
formativos
la idea de
comunidad. No al
individualismo.
122
SUGERENCIAS O
insumos PARA PAÍSES
El objetivo es crear pequeñas
comunidades, en el marco
de la catequesis misionera.
Familia misionera La familia
en Paraguay.
misionera no es un
servicio pastoral,
es un movimiento
que tiene
afinidades con la
pastoral familiar.
Trabajo articulado
“Escuelas con
Jesús “ en la
con los niños,
Argentina.
Aplicando una
nueva pedagogía
de aprendizaje.
De una Iglesia de Se exigen
mantenimiento sacramentos
a una Iglesia
como una fábrica
misionera.
y en el menor
tiempo posible.
En la catequesis,
se hacen
encuentros entre
padres e hijos,
con orientación
misionera.
En el proceso de formación
de los catequistas pueden
ayudar a grupos y
movimientos eclesiales.
Formación,
encuentros ,
retiros.
Los sacramentos son una
parte del aprendizaje, no el
fin.
Formación de
catequistas
y agentes
pastorales.
La formación es un tema
fundamental para pasar a
ser una Iglesia misionera.
123
FORO TEMÁTICO
NUEVAS FORMAS DE COOPERACIÓN
MISIONERA
P. Guillermo Morales
1. SEÑALA TRES APORTES IMPORTANTES RESCATADOS POR EL
GRUPO A PARTIR DE LO PLANTEADO POR LOS EXPOSITORES
1. Hoy existe más conciencia misionera en la Iglesia Universal.
2. Buenas iniciativas de promoción misionera.
3. La necesidad de conocer a quien se evangeliza.
2.destaca TRES ASPECTOS DEL CONTEXTO DE AMÉRICA
ANALIZADOS POR EL GRUPO QUE INCIDEN EN el TRABAJO
MISIONERO
´El individualismo que dificulta la cooperación misionera
´El creciente fenómeno de la migración
´La política, enfocada desde una ideología “izquierdizante”.
3.Indica CUATRO EXPERIENCIAS QUE RESPONDAN AL CONTEXTO
ACTUAL (VER), QUÉ PRINCIPIOS LOS INSPIRAN PARA REALIZAR
SUS ACCIONES (JUZGAR) Y CÓMO LO APLICAN EN LA PRÁCTICA
(ACTUAR)
SUGERENCIAS E
ACCIONES INSUMOS PARA SEGUIR
EXPERIENCIAS FUNDAMENTOS
REALIZADAS
REFLEXIONANDO EN
LOS PAÍSES
Los CAMs.
La esencia de la Iglesia Compromisos Seguir luchando para que
es misión.
locales,
sea una sola América.
regionales y
continentales.
Los grupos de
Abrirse a la
Van de
Seguir promoviendo el
convivencia
colaboración inter- parroquia a
laicado.
gentes.
parroquia
común.
misionando.
124
EXPERIENCIAS
FUNDAMENTOS
Los grupos de
renovación
eclesial.
La Iglesia se formó
en las primeras
comunidades.
La fuerza de la
juventud.
El despertar de la
Iglesia está en ellos.
SUGERENCIAS E
ACCIONES INSUMOS PARA SEGUIR
REALIZADAS
REFLEXIONANDO EN
LOS PAÍSES
Emaús
Apoyarlos y procurar
Carismáticos
acompañarlos, ellos son
Catecúmenos grandes promotores.
Cursillistas.
Los jóvenes
misionan a los
jóvenes.
125
Se perfila mejor el trabajo
con la juventud misionera.
FORO TEMÁTICO
EL ROL DE LAS OMP EN IGLESIAS
LOCALES
P. Anastacio Gil
1. SEÑALA TRES APORTES IMPORTANTES RESCATADOS POR EL GRUPO
A PARTIR DE LO PLANTEADO POR LOS EXPOSITORES
1. Las OMP son un don del Espíritu a su Iglesia a modo de signo sacramental de la vida
eclesial. No son simplemente estrategias de cooperación.
2.
La Iglesia es sujeto portador de la misión puesto que prolonga la misma misión
de Cristo y cumple su mandato como sacramento universal de salvación. La iglesia
existe para evangelizar (RM 62). La misión rejuvenece y revitaliza a las diversas Iglesias.
3. Necesidad de insertar en el interior de la pastoral diocesana el carisma fundacional
de las OMP que junto con el servicio de las respectivas Comisiones Episcopales de
Misiones hacen posible la animación y la cooperación misionera en las comunidades
cristianas (RM 66 y 66 78, 83; AG 29 y LG 38).
4. Entre todos los servicios de animación misionera destacan tres: la Diócesis misionera,
las Instituciones misioneras y las OMP. Es necesario coordinar esfuerzos para no
marginar la labor de los demás.
5. La formación y animación misionera son un deber indelegable de la Iglesia particular
y no pueden ser contempladas como algo periférico, sino como una de sus
dimensiones esenciales. Para cumplir con esta responsabilidad el Obispo se sirve de
un delegado diocesano o episcopal que atiende la animación y formación misionera
de la Diócesis. Se está implementado en la Iglesia local la Comisión Episcopal de
Misiones y el Consejo diocesano de misiones.
2.Destaque TRES ASPECTOS DEL CONTEXTO DE AMÉRICA
ANALIZADOS POR EL GRUPO QUE INCIDEN EN el TRABAJO
MISIONERO
1. Las Iglesias locales están llamadas a vivir y expresar su fe como servicio a la misión
universal, superando todas las tendencias al narcisismo o la absolutización de sus
propios problemas.
2. Las llamadas Iglesias más jóvenes necesitan la fuerza de las antiguas, mientras que
estas tienen necesidad del testimonio y del empuje de las más jóvenes (ChL 35).
3. No basta con prestar ayudas, sino que es necesario el compromiso personal y el
comunitario para la misión (RM 79),
126
3.Indica CUATRO EXPERIENCIAS QUE RESPONDAN AL CONTEXTO
ACTUAL (VER), QUÉ PRINCIPIOS LOS INSPIRAN PARA REALIZAR
SUS ACCIONES (JUZGAR) Y CÓMO LO APLICAN EN LA PRÁCTICA
(ACTUAR)
SUGERENCIAS O INSUMOS
PARA LOS PAÍSES SEGUIR
REFLEXIONANDO EN LOS
PAÍSES
Conformación Presencia de las OMP
de comisiones y en todas las Iglesias locales.
delegados.
ACCIONES
EXPERIENCIA FUNDAMENTOS
REALIZADAS
Presencia
de las Obras
Misionales
Pontificias.
Congresos.
Crece
conciencia
misionera en
los agentes
pastorales.
Colaboración
Iglesia
local.
Comunión
espiritual.
Nacional
regional
local.
Periodicidad
Realización.
Urgencia de la
misión.
Animación
Formación
Participación
Colaboración.
Capacitación.
EXPERIENCIA FUNDAMENTOS
Colaboración
económica.
Subsidios
existentes
Redes sociales.
Obras de
misericordia
universalidad de
los bienes.
Nuevos métodos
de evangelización.
Promoción
vocacional.
Ad gentes.
Familias
misioneras.
Iglesia domestica.
ACCIONES
REALIZADAS
Colectas
campañas.
Literatura
Audiovisuales
Pedagogía
Metodología.
Acompañamiento
grupos juveniles
seminaristas.
Misiones
Campañas de
solidaridad.
127
SUGERENCIAS O INSUMOS
PARA LOS PAÍSES SEGUIR
REFLEXIONANDO EN LOS
PAÍSES
Nuevas formas de
colaboración.
Compartir actualización.
Motivación para ser futuros
sacerdotes.
Integración en las Iglesias
locales.
CONCLUSIONES DEL II
SIMPOSIO INTERNACIONAL DE
MISIONOLOGÍA
EN CAMINO AL V CONGRESO AMERICANO MISIONERO
Diócesis de Canelones, Pando, Uruguay
29 de febrero a 2 de marzo de 2016
Del 29 de febrero al 2 de marzo de 2016 se realizó el II SIMPOSIO INTERNACIONAL
MISIONERO en la ciudad de Pando, departamento de Canelones, en el URUGUAY. El
II Simposio, que tuvo como temática “EL EVANGELIO DE LA ALEGRÍA IMPULSA LA
MISIÓN”, es complemento del primero realizado en Puerto Rico en 2015 sobre el tema;
“EL EVANGELIO FUENTE DE RECONCILIACIÓN Y COMUNIÓN”. De este modo se quiso
completar la reflexión en preparación al V Congreso Americano Misionero cuyo tema es
“LA ALEGRÍA DEL EVANGELIO, CORAZÓN DE LA MISIÓN PROFÉTICA, FUENTE DE
RECONCILIACIÓN Y COMUNIÓN”, con el lema: “AMÉRICA EN MISIÓN, EL EVANGELIO
ES ALEGRÍA”.
El simposio tuvo como marco introductorio el testimonio de vida de Mons. Jacinto Vera,
primer Obispo de Montevideo, quien fue ejemplar en su generosidad pastoral así como
en la entrega misionera que le llevó a recorrer varias veces el Uruguay entero. Acompañó
también el testimonio de la Bienaventurada Nazaria Ignacia, quien inició su vida misionera
en Oruro (Bolivia); destacando en ella su espiritualidad de comunión con la Iglesia, su
dedicación y amor a los pobres, su compromiso en la superación de la marginación de la
mujer y su pasión por el Anuncio del Evangelio.
Junto a estos ejemplos de vida, compartimos con agentes pastorales y misioneros de
las Iglesias locales las reflexiones teológico-pastorales a través de las cuatro ponencias
desarrolladas en estos días.
A la iluminación siguió el diálogo en los grupos y los foros temáticos que expresaron la
diversidad de desafíos y contextos así como las variadas acciones misioneras en nuestra
América. En el contexto del año de la Misericordia y desde la invitación permanente de
Jesucristo a llevar la Buena Noticia a todos los pueblos, reafirmamos nuestra vocación de
“Iglesia en salida” misionera que anuncia con el testimonio de vida que el Evangelio es alegría.
128
En los diálogos espontáneos de los participantes, se subrayó fuertemente la razón de
los Congresos Americanos Misioneros que apunta a mantener viva la misión ad gentes,
a buscar estrategias e iniciativas para implementarla a partir de una renovada pastoral
misionera, el compromiso por la nueva evangelización y fruto de la cooperación misionera
entre las Iglesias locales.
Síntesis de las ponencias.
“La alegría de Cristo Resucitado”: (P. Luca Pandolfi)
El camino de los discípulos de Emaús (Lc. 24, 13-18) fue el núcleo de la reflexión para enfocar
el tema de la alegría que lleva a Cristo resucitado a sus discípulos. Jesús en persona “se
acercó”: es el punto de partida para que el evangelista narre la encarnación del Hijo de Dios
que se acerca y se hace prójimo. Jesús se acerca, escucha, dialoga y transmite su mensaje no
solo con la Palabra sino con el lenguaje del cuerpo. Al caminar junto a los discípulos el Señor
presenta y explica lo que las Escrituras decían “sobre Él” (Lc 24, 27).
La metodología de Jesús desarrollada en siete etapas (hacerse prójimo, caminar juntos,
caminar preguntando, narrar la historia, indicar el camino hacia la libertad, compartir con
signos concretos y utilizar el lenguaje de la re-expresión participativa) es modelo para que
nosotros, discípulos misioneros, anunciemos la Buena Noticia, la alegría del Evangelio con lo
que ya hemos experimentado y que ha inflamado nuestro corazón, que nos involucra con
Cristo, con la palabra, gestos y signos concretos.
“La alegría de las Bienaventuranzas”: (P. José Cervantes)
Jesús el Señor, como el nuevo Moisés, proclama sobre “el monte” (Mt 5, 10) la dicha de ser
Bienaventurado y anuncia a la multitud (Mt 4, 3) la Buena Noticia de que también ellos
pueden vivir las bienaventuranzas, paradoja del ser cristianos. Cristo, el Señor se presenta
como aquel que es dichoso porque es el “pobre que se hace pobre”, el perseguido por ser
constructor de la paz, el afligido que sufre por el Reino.
Así las Bienaventuranzas, proclamadas en el Evangelio de Mateo, al mismo tiempo que son
una autobiografía velada de Cristo, se vuelven propuesta y programa de vida para todos
los discípulos. En ellas el discípulo entiende el sentido verdadero de lo que significa la
afirmación “hay más alegría en dar que en recibir” (Hech 20, 35). En esta óptica, la opción
preferencial por los pobres es una opción evangélica que se deriva de la fe cristológica para
que los cristianos puedan vivir como gracia las Bienaventuranzas y ser paradójicamente
dichosos en el sufrimiento, dolor y persecución. Con este modelo paradigmático de Cristo
que se hizo pobre (2Cor 8,9), el cristiano está llamado de manera singular a vivir la alegría
que viene por la participación en la salvación que le trae Cristo.
129
“El discípulo misionero, profeta y testigo de Cristo”
(P. Andrés Torres)
(DA 11) Las razones y motivaciones de la llamada a ser discípulos misioneros se encuentran
en la vocación de ser profetas y testigos de Cristo, que nace del bautismo.
El tema “El discípulo misionero, profeta y testigo de Cristo” fue desarrollado en cuatro
partes, a partir de los documentos del magisterio de la Iglesia universal y de América latina:
• El amplio horizonte de la Evangelización: documentos desde el Concilio
Vaticano II hasta Santo Domingo
• Nueva etapa evangelizadora: elementos fundamentales de la Evangelización
y su identidad, el profetismo como tarea evangelizadora
• Desde las notas eclesiales de la comunión y la caridad
• Desde las diversas vocaciones específicas
La nueva tarea evangelizadora del cristiano se desarrolla en cinco etapas y se caracteriza
por las categorías de comunión y caridad; en ella los discípulos misioneros descubren las
vocaciones específicas.
El bautizado ejerce su profetismo y el testimonio centrado en Jesucristo; la comunión
eclesial es también el espacio donde el discípulo vive la comunión con Dios.
El profetismo como propuesta evangelizadora nace de la contemplación de Dios y se
manifiesta con el testimonio de vida.
“Ámbitos, prioridades y tareas de la misión en América”
(P. Estevao Raschietti)
El relato de Emaús es paradigma para que el discípulo misionero se identifique con el papel
de Jesús, el caminante que sale de su auto-referencialidad y va al encuentro del otro.
La Iglesia, mirando a su Señor, debe estar en actitud de salida, tomando la iniciativa de ir sin
miedo al encuentro del otro, buscando a los más alejados (CFR EG 24).
La realidad contemporánea representa desafíos tan grandes a la tarea del misionero que
despierta preguntas sobre el sentido de anunciar a Cristo hoy. Por eso la Iglesia necesita
repensar la misión sin perder el ardor y dinamismo misionero.
Los documentos del Concilio Vaticano II presentan a Dios Padre como el fundamento de
la misión que toma la iniciativa de comunicar y derramar su amor (LG 5,8,17). Dios Padre es
130
quien envía a su Hijo amado para hacernos partícipes de la vida divina, con el dinamismo
y protagonismo del Espíritu Santo que ya “actúa en el mundo antes de la glorificación de
Cristo”. (AG 4)
Desde estos fundamentos trinitarios, hoy la Iglesia debe emprender un camino de
conversión, ser una Iglesia en salida, al encuentro y al servicio a los creyentes, los alejados y
los que no conocen a Cristo. El anuncio del Evangelio se dirige a esos tres sectores:
• Animación pastoral de la comunidad cristiana,
• Acción evangelizadora como comunidad eclesial para dar en la sociedad
un testimonio de fe
• La cooperación misionera al servicio de la Misión Ad gentes.
Aporte de los grupos
Recogemos los aportes de los grupos a la luz del texto der los discípulos de Emaús (Lc 24, 13-35)
1.VER
Dos de los discípulos iban a un pequeño pueblo,
llamado Emaús… con el semblante triste…
Reconocemos que la Iglesia mantiene viva y se hace creíble en su misión profética a través
de la voz del Papa Francisco y sus pastores, de muchos agentes de pastoral y laicos que
sienten y viven su vida como “misión”. Es una Iglesia que dialoga con el mundo, construye
relaciones fraternas con instituciones públicas, religiosas y culturales al servicio de la paz.
Es una Iglesia que no tiene miedo a denunciar la violencia, las injusticias y desigualdades,
de manera especial hacia los pobres, los pequeños y las mujeres. Es una iglesia que se hace
voz de los marginados y acompaña el proceso de la dignificación y afianzamiento de los
pueblos indígenas.
La voz de los mártires, al mismo tiempo que es presencia profética fuerte y testimonio eficaz
del evangelio, sigue interpelando a nuestra Iglesia en América para que sea más autentica y
comprometida en la construcción del Reino del Padre.
Se constata un mayor protagonismo de los laicos en la acción misionera, testimonio de una
Iglesia que quiere vivir “en salida”, en atención a la gente alejada, aunque nos damos cuenta
que el proceso evangelizador es todavía superficial y merece mayor dedicación de tiempo
y agentes pastorales formados.
Sin embargo, el anuncio del misionero encuentra obstáculos en la falta de testimonio de
los creyentes, las incoherencias de los miembros de la Iglesia, cuando acomodan sus vidas
131
de discípulos al estilo del mundo y no al estilo de la conducta de Jesús, opacando la alegría
de la Buena Noticia.
Las tendencias del secularismo e individualismo, el distanciamiento y/o oposición de la
cultura y sociedad actual es otra fuente de desánimo para el misionero cuando no asume
actitudes de rechazo y confrontación hacia la sociedad. Esta tendencia y realidad del
mundo actual ha puesto en evidencia la inadecuada e insuficiente acción evangelizadora.
La pastoral misionera transmite, a veces, en forma parcial y demasiado racional el Evangelio
de Cristo, que no comunica el entusiasmo y la alegría del creyente.
Persisten barreras personales, culturales y pastorales que tienden a homogeneizar la acción
evangelizadora, impidiendo iniciativas y propuestas creativas al servicio de una comunidad
misionera en salida y al servicio de los más alejados.
Por otro lado, contrasta gravemente con la misión del evangelizador los anti testimonios
de indiferencia ante el sufrimiento de los pobres y marginados, o las posturas de reducirlos
simplemente a una categoría sociológica. La opción preferencial y evangélica por los
pobres es una opción teológica fundada en Cristo que se hizo pobre y sigue mostrándose
en el rostro de los pobres.
Agradecemos y valoramos la acción de animación, formación y cooperación misionera en
las Iglesias locales, a través de las OMP, instrumento privilegiado en el caminar misionero.
2.JUZGAR
Y comenzando por Moisés y los profetas…. Les
interpretó en todas las Escrituras lo que se refería a Él.
La Palabra, pronunciada por Jesús, hace arder el corazón y la vida de los discípulos; hace que
descubran el verdadero sentido de la pasión y muerte de Jesús.
Al estilo de los discípulos de Emaús, el discípulo misionero acoge la Palabra, la profundiza
y la hace vida en la comunidad. Es así que la buena noticia se anuncia y se cultiva en los
contextos familiares, en las comunidades eclesiales de base y otras pequeñas comunidades
de fe donde se experimenta la comunión fraterna y la alegría de Cristo resucitado.
La apertura, la escucha y meditación de la Palabra de Dios, hace leer la historia personal y social
con los ojos de Dios que cambia la manera de valorar y asumir la realidad que nos rodea. Así,
se orienta la adhesión libre a la verdad plena que da sentido a la persona como hijo de Dios.
La Palabra de Jesús, ofrecida ayer y hoy a sus discípulos, es fundamental para la vida del
misionero en su salida al encuentro con los hermanos. La misión es encuentro, supera la
132
tentación de “conquistar el otro” y hacer adeptos porque transmite la alegría del encuentro
con Cristo vivo, presente en la historia.
A la luz de la pasión y resurrección de Jesús, se supera la paradoja de las bienaventuranzas,
de la dicha de los pobres, de la felicidad en el dolor. La experiencia de la dicha (felicidad
que permanece) no es sentimiento, es don, es participación del misterio de Cristo y de la
misericordia de Dios. La misericordia de Dios y la alegría no es fruto del esfuerzo humano, es
gratuidad. La comunidad eclesial que primerea y se involucra con el sufrimiento humano es
el mejor testimonio de la alegría paradójica de las Bienaventuranzas.
Dios sigue hablándonos hoy a través de los escritos de los Padres de la Iglesia y la enseñanza
de nuestros pastores en los documentos eclesiales (ver, Concilio Vaticano II, Aparecida…),
que la hacen actual y siempre novedosa, capaz de iluminar la realidad y responder a los
problemas actuales.
Se trata de reconocer y poner en evidencia que la Palabra de Dios es “Verbum mundi” (cfr.
Verbum Domini, 3ª parte) y, por lo tanto, de recordar que la misión de la Iglesia es anunciar
la Palabra de Dios al mundo (VD 90-98)1
3.ACTUAR
En ese mismo momento se pusieron en camino y
regresaron a Jerusalén.
Jesús se acerca primero a nosotros, aunque no lo reconozcamos. La fuente de la alegría del
discípulo misionero está en descubrir, acoger y vivir el encuentro con Jesucristo vivo, con su
mensaje de esperanza.
En la tarea evangelizadora es importante que el misionero, desde su conocimiento y
experiencia personal con Jesús, comparta su alegría y ofrezca oportunidades para que los
destinatarios puedan vivir ese encuentro que lleva a la conversión. Además el misionero
tiene que estar consciente de que Dios lo precede y está presente en la vida del pueblo: en
su cultura y valores humanos auténticos.
Junto a la experiencia personal y mística de Jesús, los discípulos deben formarse pastoral y
teológicamente para anunciar en plenitud la persona y mensaje de Jesús. Es una formación
1
Esta interpretación de la situación, esta iluminación e inspiración que viene de la Palabra permitirá
destacar el papel de la Palabra de Dios en relación con el compromiso en el mundo (VD 99-108) y, en
particular, con las culturas (VD 109-120). Tal como nos lo urge el Papa Francisco en Evangelii Gaudium,
esta interpretación a la luz de las escrituras, prueba que requiere la personalización de la Palabra (EG 149151) y que la evangelización para la profundización del kerigma se tiene que hacer fundados en la Palabra
de Dios (EG 174-175). P. Jaime Alfonso Moza.
133
integral, que permea todas la dimensiones de la formación (bíblica, teológica, eclesiológica,
litúrgica, etc.), necesaria en su etapa inicial y permanente de los sacerdotes y agentes de
pastoral. Hay que insistir que en los seminarios se dé una solida formación misionera de
los candidatos al sacerdocio introduciendo la materia de misionología, proponiéndoles
experiencias diferentes de misión y cultivando la pasión por la misión ad gentes como
parte de su propia vocación sacerdotal.
El enfoque misionológico de la formación y acción misionera debe tener en cuenta los
diferentes ámbitos de la pastoral misionera, la Nueva Evangelización y la misión Ad
Gentes: las tres dimensiones son intrínsecamente ligadas y se sustentan mutuamente. El
compromiso de la misión ad gentes, de manera especial, hace viva la identidad misma de la
Iglesia que nace de la misión y vive para la misión.
Es necesario mantener vivo el espíritu misionero y el desafío de una Iglesia en estado de
misión planteado en Aparecida que nos ha invitado a la conversión pastoral, a un cambio
de mentalidad y del corazón, a “desinstalarse” de comodidades.
La nueva Evangelización implica también mantener vivo el ardor misionero, renovar los
métodos y expresiones al servicio del anuncio del Evangelio de Jesús en el mundo marcado
por el secularismo y el relativismo.
La acción evangelizadora debe estar abierta a los nuevos interlocutores, a su realidad, así
como a los nuevos lenguajes y signos que vehiculan sus necesidades y anhelos más íntimos
y profundos.
La Iglesia misionera está llamada a vivir una espiritualidad de comunión y solidaridad,
expresión del Dios misericordioso con todos sus hijos, de manera especial con los más
pobres y necesitados: impulsar los distintos ministerios, educar al trabajo en equipo, al
espíritu de servicio gratuito, a la comunión y a la caridad.
Reconocemos la importancia de la familia, Iglesia doméstica, y sacramento de Dios
amor: es urgente su formación y acompañamiento constantes al servicio de la fidelidad
y perseverancia para que sean también experiencia anunciada y testimoniada de la
comunión del Padre, del Hijo y del Espíritu con su vida.
Los medios de comunicación, si bien a veces deforman a la persona y promueven
antivalores, tienen el gran potencial de anunciar la verdad sobre la persona humana y de
ser educadores de los valores de la convivencia humana. Merece una atención particular la
oportunidad de poner al servicio de la pedagogía y sensibilización misionera el apego de
los jóvenes a las redes sociales.
134
a.
ACTUAR (ACTITUDES)
¿No ardía a caso nuestro corazón, mientras nos
hablaba en el camino?
En el proceso evangelizador hace falta estar abiertos al otro, despojarnos de prejuicios,
salir al encuentro de las personas concretas, meterse en su situación y problemas, siendo
misericordiosos y compasivos y dando así testimonio de Cristo, misericordia del Padre.
Es necesario implementar un camino de evangelización paciente y perseverante para
acompañar el ritmo existencial de nuestro pueblo. Para eso son necesarias actitudes
de cercanía, escucha activa y profunda, gestos y expresiones que nos hagan cercanos –
prójimos a nuestros hermanos.
La tarea evangelizadora de la Iglesia se tiene que desarrollar a través de procesos misioneros
que lleven las personas al encuentro con Cristo y se comprometan en la construcción del
Reino del Padre, reino de justicia y de paz y superar la tentación de los resultados inmediatos.
b.
ACTUAR (DESAFIOS)
Hombres duros de entendimiento, ¿cómo les cuesta
creer todo lo que anunciaron los profetas?
Es urgente tomar consciencia del compromiso de una Iglesia en estado permanente de
Misión y de la necesidad de una conversión personal pastoral que pase por el testimonio
del discípulo misionero, por su vida coherente y fiel y por la vivencia de la familia misionera,
primera transmisora y educadora en la fe.
Tanto la conversión personal como la comunitaria implican el abandono de estructuras
caducas y la implementación de la dimensión misionera en todas las pastorales específicas.
Promueve así mismo la reciprocidad vocacional y carismática en el caminar de la misión
compartida, fomenta el surgir de ministerios laicales y valora el rol de la mujer en la Iglesia.
Es importante retomar el compromiso pastoral por las Comunidades Eclesiales de base,
con su potencial y experiencia evangelizadora, como vía para revitalizar la presencia de la
Iglesia en el territorio. Su misión es anunciar y testimoniar la alegría del Evangelio “de persona
a persona”, celebrar la vida y prestar atención solidaria a las necesidades de los pobres.
Desafía hoy hablar de Dios al mundo de la política, de la economía, de la cultura por su
enfoque secularizado, consumista e individualista. Es preciso el protagonismo testimonial y
profético de los laicos en la vida de cada día: su presencia y acción en los nuevos areópagos
de la evangelización debe entenderse como semilla lanzada y dará fruto a su tiempo. Para
135
eso toda la comunidad eclesial debe estar atenta y responder a las voces y necesidades de
los movimientos populares que expresan su deseo de justicia y esperanza en un mundo
más justo, solidario y fraterno.
De manera especial, el mundo juvenil urge estrategias y métodos creativos y cautivantes
para que acojan la persona y mensaje de Jesús. La catequesis, la pastoral juvenil y vocacional
deben promover y formar líderes capaces de dialogar con los lenguajes propios de sus
coetáneos.
Es importante valorar y mantener vigentes los diálogos inter-religiosos, culturales,
generacionales para el compromiso común de la construcción de un mundo mejor
inspirados en la ética y los valores humanos universales.
La pastoral vocacional tenga en cuenta todas las vocaciones presentes en la Iglesia,
fomentando la toma de conciencia de su misión específica al servicio del pueblo de Dios.
136
DELEGACIONES PARTICIPANTES
1.
Antillas
2.
Bolivia
3.
Brasil
4.
Canadá
5.
Chile
6.
Colombia
7.
Costa Rica
8.
Cuba
9.
Ecuador
10.
El Salvador
11.
Estados Unidos
12.
Guatemala
13.
Haití
14.
Honduras
15.
México
16.
Nicaragua
17.
Perú
18.
República Dominicana
19.
Uruguay
20.
Venezuela
21.
Puerto Rico
Participaron 98 delegados, de los cuales, 35 eran de Puerto Rico y 63 estuvieron representando
a 21 países y 5 invitados de África, 14 obispos, 2 representantes del CELAM.
137
138
ORACIÓN DE PREPARACIÓN AL
V CONGRESO AMERICANO
MISIONERO
La dulce y confortadora
alegría de evangelizar
Padre bueno, creador de todas las cosas,/
concédenos tu misericordia,/ que borre de nosotros
la tristeza egoísta/ que brota de un corazón cómodo
y avaro,/ de una vida enfermiza de caprichos/ y de la
conciencia cerrada a los demás.
Que siempre podamos encontrarnos con tu Hijo
Jesucristo,/ que Él cautive nuestro corazón,/ de modo
que su mirada serena lo fortalezca en la fe/ y lo
abra a los hermanos,/ y, a pesar de nuestros límites,/
seamos capaces de mostrar al mundo/ el gozo de
una vida nueva,/ la que surge de su divino Corazón.
Que tu Iglesia, inundada por la dulce y confortadora
alegría de evangelizar/ y fecundada con nuevos hijos,
pueda contemplar agradecida/ cómo se expande,
arraiga y desarrolla la bondad, la verdad y la belleza/
con la fuerza renovadora de tu Espíritu Santo.
Que la Virgen María, Estrella de la nueva
evangelización,/ nos haga descubrir la fortaleza de
la humildad y la ternura,/ y, en los momentos áridos
y difíciles,/ su materna intercesión nos conforte,/
enseñándonos a poner en Ti toda nuestra confianza/
y a sostenernos los unos a otros con la oración.
Amén.
139
“EL EVANGELIO
DE LA ALEGRÍA
IMPULSA LA MISIÓN”
CONFERENCIA EPISCOPAL BOLIVIANA
OBRAS MISIONALES PONTIFICIAS – BOLIVIA
La Paz – Calle Potosí, nro. 814.
Casilla 11932 – Tel. y Fax 2406817
E-mail: [email protected]
www.boliviamisionera.com
140
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