N°.35° P^g-39 - Hemeroteca Digital

Anuncio
N°.35°
P^g-39
SEMANARIO D E SALAMANCA.
MARTES 19 UE JULIO DE 1796.
JLJa qualidad de buen bebedor ha sido respetada en mucha»
«aciones, porque supone una firmeza grande de espíritu,
qual conviene á un General, á un gefe ó un combatiente:
por esta razón los pueblos belicosos han hecho aprecio particular de esta propiedad, que supone una constitución vigorasa, y las opiniones que á primera vista nos parecen mas
ridiculis suelen á veces estar apoyadas en razones sólidas,
que no se escapan á un espíritu observador. Los amantes
del vino suelen ser por lo ordinario fuertes, brabos, y sobra
todo francos: esto ha podido contribuir á formar la opinión
ventajosa ás gran bebedor ^ que se mira dotado de la firmeza y valor propios para la victoria. En un gran banquete que dio Alejandro á sus oficiales propuso varios premios
para los que se señalasen mas en beber. Promacho, el héroe
principal de esta lid, ganó una corona de oro; pero murió
á los tres días, acompañándole á poco los que le habían disputado la gloria de este singular combate.
Amurat IV. Sultán de los Turcos se paseaba muchas voces disfrazado entre sus vasallos, para averiguar de
este modo por sus ojos lo que ignoraría seguramente no
saliendo de su palacio. Un día de estos reparó entre un
moiuon de gentes un borracho, que lo hubo de caer al pajar, según balanceaba á uno y otro lado con el vino. Como no había visto hasta entonces esta casta de hombres,
preguntó á los circunstantes qué tenía el borracho. Mustafá
(que así se llamaba el borracho) viéndole pjrado y en actitud da contemplarle , le dixo : buen amigo ñ^ue tu camino',... no gusto de que me miren con tanta curiosidad.Los SaF
49
beranos se disfrazan con dificultad tanto que puedan disimular mucho tiempo sin darse á conocer de un modo ó de
otro. Qué dices tú miserable; replicó el Sultán, no sabes
que yo soy tu Gran Señor "i pues yo soy Becri Mustafd, dice el borracho, lo entiendes^ Si gustas de venderme aConstantinopla, te la compro; y tu seras entonces BecriMusta/dy yo el Sultán. Amuái({iiedó nuevamente soiprtndidocon
este discurso y mas quando le aseguraron que bastaiian algunas horas para volver á su juicio el borracho: y deseoso de saber qué pensaria ó qué haría este hombre, quando vuelto á
lu sentido, se acordase délo que habia dicho á su mismo Sultán, lo mandó conducir á su palacio, lo llevaron al instante
al Serrallo, y lo dexaron eu un quatto hasta que dotmiese
Ja zorra.
Abre por fin los ojos nuestro Becri Mustafá y queda
sorprendido al reconocer el sitio en que se halla, le recuerdan su aventura y la promesa, que habia hecho al
Sultán; delira y se estremece sucesivamente; y ya se cree
peidido sin remedio, conociendo el carácter de Amurát. No
obstante procura recobrar la seredidad y presencia de su ánimo y pide ansiosamente y como última gracia una botella
de vino, que se le concede ; hace que bebe, pero la guarda con cuidado debajo la ropa.
Entra en esto el Emperador; pide la suma qué (según
su palabra) debia pagarle en cambio deConstantinopla. El
intrépido Mustafá sin alterarse nada, saca debajo del brazo
su bütelLi.y dirigeal Empeíadórenlas razones: Aquel precio
ineaimable y capaz de satiíacer todo el valor de tu magnífica Capital, se contiene en esta botella: en ella está el tesoro
que yo poseía, y es superior á todos los tronos d« 1 Universo.
De vos pende únicamente haceros tan rico (omo yo era
ayer. Cómo ha de ser eso, dixo Amnrái;= bebiendo este
divino htor, que me h^ce superior á todos lo;, Riyes.
Amurát quiso probarlo, y el efecto fué rápido en una
cabeza, que recibía por primera vez los espuituosos vapo-
41
res del fruto de las viñas. Púsose algo alegre, y para alargar la duración de esta nueva y deliciosa situcion, volvió
otra vez á su botella, y se emborrachó perfectamente. El
capricho no dexó de costarle su buen dolor de cabeza ; pero este se fué, y gustó después repasar en su imaginación
el estado ó situación de su embriaguez. Otra botella le procuró situaciones mas deliciosas que su misma corona: y encantado de este gran descubrimiento, quiso aprovecharloj,
y emborracharse todos los dias en compañía de Becri Musr
tafá , que fué en adelante su primer favorito y gozó de u a
crédito imponderable.
La Suiza es sin contextacion uno de los países en qu»
se bebe mas vino : y la qualidad de gran bebedor es todavía apreciable en varios de sus Cantones. Aun se acuerdan los Suizos con admiración de un Embaxador de Francia , que despidiéndose de los Diputados de los Cantones»
y diciéndole uno de ellos que no los debia abandonar sin haber primi-To bebido el trago del extrivo: el trago delextrivo se
debe beber por la bota, les dice, y quitándosela inmediatamente, la llena y vacia en un instante de una sola alentada^
se la vuelve á calzar, monta á caballo, y sigue su viage,
dexando sorprendido á todo el pueblo, que aun celebra ea
sus fastos esta acción memorable. Sin embargo de quanto
va dicho, yo no quisiera pasar por panegirista déla embriaguez, que creo un vicio capital y tanto mas peligroso, quanto mas difícil es señalar los limites del buen uso del
vino y su exceso, y mas siendo este uno de aquellos vicios de que los adolecidos suelen hacer gala, y por lo mismo muy dificultoso de curar. El filósofo Anacharsis se halló en Corinto en un banquete, á donde lo convidaron con
muchas instancias; poco acostumbrado á tales mesas fué el
primero, que se resintió del demasiado beber: con este motivo pi^lió á los camaradas le adjudicasen el premio, pues
los habia aventajado en la prontitud. Decíales que en las
carreras de caballos era premiado el que primero llegaba
4*
á la raya señalada. Pero en esta generación sedienta el honor
Se reserva pard quien devora maym cantidad de vino, y se
inianíiéne ¿riñe hasta que los compamusros queden tendidos
ceibo marranos, ó seconfiesen ya borrachos- Dias pasados me
encontré con un amigo que tiene esta gracia, y gloriándose
dfe s'ü gran habilidad, fué echando cuenta del vino que habia
corisu'mido en los últimos veynte años, y juntamente de
«'guSirdieñte y otros licores; y me hizo ver palmariamente
qüJ'ígual cantidad seria bastante para abastecer una plaza
iodo el-tieiÉpo de un sitio regular. Apenas puedo dud.¡r de
la multitud de jóvenes ambiciosos por este estilo, que ocuríiráhá'misleetdrss, tan vanos en el particular como mi amigo.
- Varios filósofos son de opinión que nuestro globo no
ji^tíÓac© ya substancias tan vigorosas, tan baUámicas, como«ff tóí •anfetíióí'dsf y^ quieren.atribuic esta decadencia á la
ebritinüa reproducción de tds vegetales, que incorporan en
sil' >í>Í5»>o ser muchos flüidoí,-qite'no vuelven á recobrar
#ti^flh>éra natowfeza^peio estos señores debían connr tam-.
bíéWfeéfl''el prodigiüH) numero:de seres racionalrts-:, qué gus-tSh de-hicer su alimento'íavorito délos Irqwidus,.) dcvorají
ai cabío'de'sus dias una ehonñccaotid^dv.y. mu:JW jn;» sienáo los hombres ios que roas bebefn naturalmente á propor*;
t i e n d e su cuerpo.
^
•' Digaín 4o que qtiieí*n los protectores de la embriaguez,es iiná to§a incontestable qua no hay carácter mas nions-'
truoso, mas feo, ni mas despreciable á los ojos de un hombre sensato, que el de un borracho.
El célebfe Bonaso, que llegó átcnsr parte en el Imperio Romano, padecía este achaque:: p^roió una batalk decisiva, y se ahofcó de ün árbol de pesadumbre. Las tropas,
quanidói le reparáíon en esta situación melancólica, lejos d«
compadecerla y mostrar sentimiento por la pérdida de un
Gefc, que se habia portado con todo valor y destreza en
la acción, se decian unos á otros riéndose es una botella la
que cuelga'de a^elarbífl.
. ;•
43
Este vicio produce fatales efectos sobre el alma , cuerpo, y bienes de los que se le rinden.
.
'
Por lo que hace al alma descubre y realza todos sus defectos. En la sobriedad podemos contener y aun emendar
nuestras malas inclinaciones por el uso que solemos hacer
de nuestra razón ; al contrario el vino hace ver tal qual es
el fondo é inclinaciones del que lo ama con demasía ; pone
las pasiones furiosas dándolas vigor por medio de imágenes vivas que nuestra fantasía acalorada forma de los objetos
propios para irritarlas. Quejándose un dia cierto joven á ua
lilóí.ofo de edad y esperiencia de que su muger no era ni
bonita ni giacioba, le aconíejó este que aguase bien el vino
d.' que se servía, y que seguramente descubriría en su muger las prendas, que antes echaba de menos. El vino trueca
la indiferencia en amor, el ameren zelos, y los z¿los en
rabia. Qtras veces muda en mal genio un buen natuial, y
un hombre colérico en un ases.ino. Dá incremento al resentimiento, líace inaguantable la vani\-¡;id , y en una palabra
descubre lotl.is lavdebilkladesy dcfoimidadesdenuestra alma
con los coleras mas vivos y mas p:c píos para aumentarlas.
Mii^has veces no para aq'u: no> liacj eoiirrahür y arrastrar
á deslices, de que naturalmínte nos sabríamos librar.
M:s giacia parece que tiene que solidez aquel dicho de
Séneca : que el vino no produce malas inclinaciones , sino que
descubre las que se tenían ya. La experiencia afcredita lo contrario: el vino saca á uno de su carácter ordinario, é infunde
en el alma qualidades, que lo eran cstrañssen los momentos
de sobri'-dad. El que se sienta á la mesa y se emborracha, se
puede asegurar no es el rrii^mo después que ha despachado
la tercera botella. En esta máxima se funda aqiíel diiho filosófico y bello, que se atribuye á Publio Siró; Qui ebrijtm
ludiflcat, leedit ahsentem : El que se burla de íin borradwf
injuria a un ausente.
L.i embriaguez obra pues, di,iinetrjlm;rite opuesta á
nuestra razón, cuya función principal es desarraigar del al-
44
ma todos los vicios ya contraicíos, y preservarla de los que
cada instante quieren penetrar en su recinto, y dominarla.
Pero ademas délos malos efectos, que produce este vicio
en la persona actuulmente adolecida> su maligna inñuencia
se estiende aun á los momentos de sobriedad. Debilita la
memoria, desordena el entendimiento, y estos defectos se
hacen habituales por los freqüentes excesos.
Otra vez se dirán los malos efectos, que produce sobre
nuestro cuerpo,
F Á B U L A S DEL A L E M A X
HAGESOKN.
I.
El Cuco, y la Alondra.
Doña Alondra á Don Cuco preguntaba.
Como tantos países visitaba
La Cigüeña, y mas que ellos no sabía?
Y Don Cuco con ceño respondía:
Porque tan tonto fuera
£1 tonto con viajar, como antes era.
lí.
Lá Fuina, la Zorra, y el Lobo.
Una astuta Fuina
Dexó sin sangre la mejor gallina:
La Fuina fué presa de una Zarra,
Y la Zorra del Lobo.
Así no ahorra
Nunca el grande al pequeño, y se sustenta
De su sangre, hasta que harto al fin rebienta.
CANTINELA
A CELIA.
Ya el alma no resiste.
Ya tu piedad imploro.
Ay Celia! yo te adoro:
Piedad, por Dios piedad:
Ten lástima de un triste,
Que tienes ya rendido,
Y que por tí ha perdido
Sosiego y libertad.
Yo quise conocerte,
Quandj»burlaba un día
De todo el que quería
Lograr tu dulce amor:
Pero encontré mi muerte
Donde pensé jugarme:
Corrí á precipitarme
En unrfunesto ardor.
Yo vi tus dulces ojos,
Y o vi tu risa amable,
Yo vi tu genio afable.
Yo en fin te vi bailar:
Y al punto tus despojos
Quedaron mis sentidos:
¿Quántos tristes gemidos
N o tube que acallar?
Tan mísero tormento
Podrá explicarse acaso?
Ni el fuego en que me abraso,
N i lo que püía en mí?
Quando tíi nombre mient'v
Mi coruzon S2 agita,
Y el pecho me palpita
Quando oigo hablar de tí.
45
4<5
Si al suejío estoy rendido
Mi Celia me enagena.
Llenándome de pena
A un tiempo, y de placer:
Y luego que despido
Al sueño lisongero.
Mi Celia* es lo primero
Que me hace padecer.
Yo triste, y afligido
A tú presencia luego
Me acojo ; así del fuego
Creyéndome librar:
Y entonces impelido
Por el amor ardiente,
Qiial rápido torrente
Me siento arrebatar.
En vano con risadas
Disimular porfió.
Que mientras mas me rio
Mas me atormenta amor:
Las llamas ocultadas
Por mi interior se estienden,
Y en mis entrañas prenden
con ímpetu mayor.
Ay ! sino te enojaren
Mis míseros desvelos;
Siquiera esos ojuelos
Los vuelvas acia mí:
Y que ellos me declare*
Qual suelen dulcemente,
Si mi pjsion ardiente
Halló piedad en tí.
Descargar