Juliá 1 EL PROTAGONISTA EN LAS NOVELAS DE EDUARDO MENDOZA: UN AJUSTE DE CUENTAS CON EL LECTOR MERCEDES JULIÁ Villanova University Cuando en l975 apareció La verdad sobre el caso Savolta, primera novela del entonces desconocido autor Eduardo Mendoza fue acogida con verdadero entusiasmo, siendo galardonada con el prestigioso premio de la Crítica. Las siguientes novelas de Mendoza, El misterio de la cripta embrujada ( l979) y El laberinto de las aceiturnas (l982), aunque muy distintas en tono y estructura, continuaron con temas similares dentro del género policíaco, e igualmente obtuvieron un éxito rotundo. Entonces se pensó que la enorme y rápida aceptación de estas obras se debía especialmente a las originales aportaciones de Mendoza al género detectivesco, y por lo tanto dichas novelas se agruparon junto a las de otros escritores como Manuel Vázquez Montalbán y Juan Benet que asimismo habían contribuído al género con obras como Asesinato en el Comité Central (Montalbán, l98l) y El aire de un crimen (Benet, l980). Se exploraban así otras avenidas que ofrecían frescura y originalidad a la novela neorrealista del momento. María Elena Bravo en un artículo dedicado a la novela de esos años concluía: Los elementos policíacos ofrecen un enriquecimiento de las técnicas narrativas y una plataforma inusitada para contemplar la sociedad. . . Podemos concluir que la novela española de los años ochenta ha sabido servirse bien de estos recursos, contribuyendo al mismo tiempo a expandir la capacidad expresiva del género (l3). A las novelas de Mendoza arriba citadas siguieron otras, también ganadoras de premios importantes, como La ciudad de los prodigios de l986, La isla inaudita (l989), Sin noticias de Gurb (l99l) y El año del diluvio (l992). Textos que ya no eran detectivescos y que revelaron lo que se intuía desde el comienzo, que la acogida de las novelas de Mendoza se debía sobre todo a su genialidad narrativa. Registros sorprendentes del lenguaje, novedad de las estructuras novelescas (en un pastiche donde cabe la narración gótica, la picaresca, el folletín, y hasta el comic), y una trama llena de sorpresas y peripecias, ofrecían Juliá 2 al lector un texto que por encima de todo era entretenido. Como Cervantes, Mendoza devolvía a la novela algo que los lectores modernos estaban olvidando: que antes que nada la lectura debe deleitar. La complejidad narrativa de Mendoza, como la de los mejores escritores, podía ser apreciada en varios niveles, agradando tanto al lector modesto, como al crítico más exigente. El estudio de las técnicas de composición de este autor requerirá el esfuerzo de la crítica en años venideros. En este breve ensayo quisiera concentrarme en un aspecto de su obra que llamó mi atención desde el comienzo, y es el tratamiento del protagonista, pues como tal encierra la clave de la novela entera, y en su relación con el lector puede observarse la fuerza y originalidad de la obra de este escritor. El protagonista de Mendoza, aunque muy distinto en cada uno de los textos, es siempre un individuo cuyo desarraigo le hace sobresalir por exceso o defecto del resto de las personas de la sociedad. Son solitarios que no saben cómo ajustarse a las normas establecidas, y por consiguiente mantienen inicialmente una distancia con el lector, pues éste no puede solidarizar con tales extravagancias. A medida que se lee la novela, sin embargo, estos personajes consiguen la estima y el apoyo absoluto del lector. Aún más sorprendente es que el lector que es afín al protagonista de La verdad sobre el caso Savolta, un simple oficinista que no sobresale en nada, simpatiza también con Onofre Bouvila, el personaje central de La ciudad de los prodigios, granuja y criminal que ha logrado ser el hombre más rico del mundo; o con el protagonista de El misterio de la cripta embrujada (Loquelvientosellevó), un loco salido del manicomio, a quien se le ha encomendado resolver un caso detectivesco. Examinaremos aquí a estos tres personajes, por ser los más entrañables en la narrativa de Mendoza, con el fin de apreciar y entender, siguiendo a Booth, la retórica del personaje principal con respecto a los lectores. Las técnicas narrativas de la primera novela de Mendoza son variadas y funcionan apoyándose y reforzándose las unas a las otras. La que cobra mayor relieve es el relato en primera persona de Javier Miranda. Este va unido a diálogos de distintos personajes y a otros documentos (cartas, fichas policiales, transcripciones de declaraciones de Miranda y del comisario encargado) que van a ser usados en un proceso jurídico, donde va a decidirse qué seguro debe cobrar María Rosa Savolta. La característica fundamental de estos trozos narrativos es el estar escritos por varios personajes y por lo tanto establecer una múltiple perspectiva con respecto al relato principal. El tercer tipo de narración es en tercera persona por un Juliá 3 narrador que alardea de omnisciencia y que cuenta lo que falta a la narración principal (aquello que no recordaba Miranda). Es esta voz la que, junto a los diálogos, aclara lo contado por Miranda, y por lo tanto proporciona una versión más completa y compleja de los hechos. Aunque contada diez años después, la acción de la novela se sitúa en Barcelona entre l9l7 y l9l9, años en los que se está preparando uno de los momentos históricos más importantes en la ciudad: la huelga obrera y la caída de la bolsa. Si el conocer las causas de este momento histórico es interesante, a medida que transcurre el relato, el lector encuentra aún más fascinante la vida de este personaje limitado, idealista y tontorrón, que es el narrador. Miranda, un joven que en la sociedad moderna es considerado un perdedor (oficinista que gana poco y trabaja muchas horas), es el elegido para representar el drama del ser humano en el mundo actual. Las virtudes de este personaje son las que Mendoza admira por considerarlas ya perdidas. Así lo explica el autor en otro texto donde habla de la Barcelona de su niñez: Como el país atravesaba por una etapa de extrema pobreza, se vivía con muy poco y, en cambio, las posibilidades de enriquecerse por medio del trabajo eran nulas; lo cual, si bien se piensa, no fomentaba la furia laboral. Quizá por esta razón, porque no los movía la codicia, aquellos trabajadores eran gente honrada, modesta, respetuosa, tres virtudes que hoy son desdeñadas y tenidas por flaquezas ("Barcelona", l46). Honradez, modestia, respeto y yo añadiría, bondad, son las virtudes del protagonista de esta novela, quien para todos, incluso para sí mismo, es un pobre don nadie. Si el lector al comienzo de la obra no puede por tanto identificarse con él, pues hacerlo sería sucumbir a unos valores que no son los que hemos ido adquiriendo en estas últimas décadas, a medida que avanzamos en la lectura, la verdad sobre el caso Savolta será menos importante que la verdad sobre Javier Miranda, que equivale a decir la verdad del individuo bueno y honesto frente a una sociedad viciada. La novela de Mendoza gradualmente va revelando las virtudes de Miranda (y simultáneamente acercándolo al lector), al ir contrastándolas con la crudeza y maldad del mundo de las instituciones y de los seres humanos que le rodean. Expectativas sorprendentes y continuas se dan de alta en el texto, pues el que cuenta la historia tratando de esclarecer la verdad de un caso jurídico, no conoce todos los detalles de lo que está pasando, y más Juliá 4 aún, no sospecha que su vida privada está implicada asimismo en el asunto. Así, casi al final de la novela nos enteramos con asombro, que la mujer de Miranda es nada menos que la querida del famoso André Lepprince, su jefe, y que su mejora laboral se debe a este hecho. Toda Barcelona conoce los detalles y desprecia a Miranda creyéndole un ser sin escrúpulos, que se casó con ella para aprovecharse de esta situación y ascender. El momento cumbre de la novela es cuando descubrimos, a la par que Miranda, lo que le está pasando: -Ay, Perico, hoy -empecé- me han dado un disgusto de muerte. -¿ Y eso? -He sabido que mi mujer está liada con otro. -¿Tu mujer? ¿Quieres decir María Coral? -Naturalmente. -Vaya, hombre, ¿y ésa es la causa de tu tristeza? -¿Te parece poco? Me miró como si estuviera viendo un aparecido. -No, chico, es..., es que yo creí que lo sabías. -¿Que sabía el qué? -Eso..., lo de tu mujer y Lepprince. -¡Atiza! ¿Lo sabías tú? -Bueno, Javier, lo sabe todo Barcelona. -¿Todo Barcelona? ¿Y cómo no me lo dijiste? -Creíamos que tú lo sabías cuando te casaste. ¿Quieres decir que no te has enterado hasta hoy? ¿Lo dices en serio? -Te lo juro por mi madre, Perico . . .debo ser el hazmerreír de todos los corrillos. -No tanto, Javier. La mayoría te tiene por un sinverguenza y nadie sospecha que ignorabas la verdad. Juliá 5 -Menos mal (36-37). Miranda prefiere ser chulo a ser tonto. Hay humor, pero también existe compasión y ternura, con lo cual se consigue un alto grado de involucración del lector, quien comienza a interesarse más por el bienestar y destino del narrador, que por las causas de la historia Savolta. Como la Benina galdosiana, y tantos otros protagonistas inolvidables, Javier Miranda encontrará serenidad de espíritu al aceptarse, asumiendo su situación y perdonando a su mujer y a todos los que han querido destruirlo. Al igual que Dostoyevski, que aprovecha una trama detectivesca en Crimen y castigo para ahondar en el alma humana, Mendoza se vale de esta trama interesante y compleja para indagar en última instancia en la personalidad del protagonista, restableciendo al mismo tiempo unos valores sin los cuales el mundo carece de sentido. En el texto de Mendoza la gloria no está relacionada con el poder, sino con la grandeza de espíritu capaz de compasión y perdón. El narrador apocado del comienzo ha sufrido una transformación a los ojos del lector, quien lo considera al final de la novela la única persona con cualidades dignas de ser emuladas. Puede que se conozcan más tarde las causas del caso Savolta, pero el interés por estos hechos se ha dejado de lado. Lo que se inició como la búsqueda de una verdad, fue cambiando hacia otra más profunda, en un texto que sirvió más que para desentrañar las causas y motivos de un proceso jurídico, las de la condición humana . Pero así como las estrategias narrativas de esta novela parecen superponerse como en una serie de cajas chinas, del mismo modo la constitución de los seres humanos presenta una complejidad que parece desplegarse en múltiples posibilidades, imposibles de aunar en un solo personaje. Mendoza sabe esto y por eso cada novela va a presentar aspectos distintos del ser con los cuales el lector podrá identificarse. "Como un puzzle al que le faltaran piezas", explica Joé María Marco, "la verdad está siempre más allá de lo expresado. La historia que se cuenta queda incompleta, rota. Esa es su esencia, su necesidad. De esos fragmentos surgirán las sucesivas novelas de Mendoza" (49). Las siguientes novelas de este autor, El misterio de la cripta embrujada y El laberinto de las aceitunas, tienen, igual que la anterior, una trama detectivesca, que utiliza principalmente en su construcción el pastiche literario y el humor. Su estructura es simple: en ambas novelas un tal comisario Juliá 6 Flores pide a un loco que le ayude a resolver un caso detectivesco. Una vez resuelto éste, el loco es devuelto al manicomio. Con total indiferencia por los métodos legales establecidos, este detective sale a buscar pistas y descubre un mundo caótico donde cualquier tipo de sinvergonzonería y crimen es aceptado y legalmente excusado. "El orden" queda restaurado en ambos textos devolviendo al manicomio al más inocente. Riéndose como Cervantes del tipo de novela que está escribiendo (de caballerías en el caso del Quijote, de detectives en éste), Mendoza cuestiona precisamente el orden institucional en lugar de apoyarlo, parodiando de esa forma los fines la novela detectivesca, y por extensión los de la sociedad en los que estos se sustentan. Si en la novela anterior el perdedor resultaba ser a fin de cuentas el ganador; el ganar y el perder son tratados con ironía y humor en estas obras, donde, como explica Compitello, caos y orden parecen ser conceptos sinónimos: "The order that is chaos or the chaos that is order has once again been established, and the reader is left to marvel at the way the novel's form problematizes the difference between them" (l88). Así, aunque el mundo donde se desarrolla la novela es el de la ciudad moderna, el espacio novelesco parece irreal por el desconocimiento del caso en cuestión por parte del protagonisa y de todos en la novela. Y aunque el detective tiene muy buenas intenciones, sus actos sólo muestran su impotencia ante unos hechos imposibles de descifrar. El protagonista se nos presenta al comienzo de la novela como un D. Quijote moderno que siente seguridad en lo que es y hace (recordemos la frase de D. Quijote, "Yo sé quien soy"). El misterio de la cripta embrujada abre con las siguientes palabras del narrador: "Habíamos salido a ganar, podíamos hacerlo". Aún sin saber todavía quien habla, el lector queda atónito ante tamaña declaración, sintetizadora de las metas modernas, y que sólo un loco podría pronunciar con tal seguridad y desparpajo. Unas líneas después averiguamos que el que narra es efectivamente un loco y que se trata de un partido de futbol que juegan los enfermos en el patio del manicomio (partido que, por cierto, pierden). Relato éste autobiográfico como el de Javier Miranda, aunque aquí no encontramos otras perspectivas con las que contrastar la narración del protagonista, ni hay progresión con respecto a la vida o al carácter del mismo. Lo que sí hay es una visión pesimista y sarcástica acción llena de sorpresas y peripecias. de la sociedad, que va ampliándose gracias a una Juliá 7 La relación entre lector y protagonista/detective es una marcada por la ironía, y contra lo que afirma Booth1, inicialmente también por la distancia, pues obviamente el lector no quiere identificarse con un loco, "un homeless" de la sociedad actual. El alto grado de ironía se manifiesta en todos los niveles: en el lenguaje, en las acciones y en el personaje mismo, creando así un texto complejo y rico en contrastes y humor.2 Por ejemplo existe gran incongruencia entre las tonterías que dice el loco y el lenguaje culto que emplea para expresarse, aún siendo analfabeto. A la manera picaresca se dirige al lector contándole su vida y aventuras, en un habla reminiscente de la prosa culta renacentista, pero donde se incluyen también expresiones populares actuales, canciones y hasta chistes. Asimismo, intercalados en el discurso hay ecos de los clásicos y citas de Manrique, Unamuno, y Cela entre otros, que producen risa por la situación ridícula en las que éstas se insertan. Si bien el lector se ríe continuamente a lo largo de la novela, siente a su vez ternura y compasión por este pícaro, víctima de una situación familiar brutal y de un mundo indiferente. Sus actos dejan apreciar sus virtudes que son las mismas que las de otro loco entrañable como es D. Quijote, pues este hombre es igualmente bueno, generoso, valiente e inteligente. El lector que inicialmente se había sentido superior al protagonista, comienza pronto a cuestionarse su superioridad. Especialmente cuando notamos que éste es capaz de afrontar situaciones difíciles de forma genial e inusitada, y de conocer a las personas mejor que el lector. Como por ejemplo cuando después del relato entrañable de Mercedes Negrín, personaje a quien el lector ha creído a pies juntillas, el detective exclama: Estaba cansado. Me acosté sin desvestirme, apagué la luz tal como me habían enseñado a hacerlo y me quedé como un tronco cuando intentaaba dar una explicación plausible a la sarta de mentiras que aquella mujer extraña acababa de contarme (l0l). 1In the Rhetoric of Irony, Booth mantiene que la ironía ofrece un acercamiento entre autor y lector al hacerlos cómplices del significado escondido y generalmente opuesto que ofrece el texto irónico. 2Para un estudio detallado de las técnicas humorísticas utilizadas por Mendoza en esta novela , consúltese el artículo de Leo Hickey, "Deviancy and Deviation in Eduardo Mendoza's Enchanted Cript ", Anales de la literatura española contemporánea, l5 ( l990) : 5l-63. Juliá 8 Taylor, refiriéndose al impacto que otro ser produce en la personalidad propia concluye: "The irruption of the other sends the subject into an exile from which there is no return" (28). Eso mismo ocurre en esta novela, pues aunque se trata de un loco, los lectores querrán, una vez asumida la personalidad de éste, aprender a reirse del mundo como él, y a liberarse de las ataduras sociales. Si en la novela anterior de Mendoza el interés lectorial había cambiado de un caso judicial, a un personaje; igualmente aquí la pesquisa detectivesca no importa tanto como la actitud del narrador ante los hechos. En ambas obras el narrador es mero espectador de lo que ocurre alrededor, manteniéndose al margen de la acción, porque no puede, o no sabe hacer otra cosa en un mundo en el que encuentra poco sentido. La ropa en El misterio funciona como metáfora de la libertad, ya que vivir de cara a la sociedad significa, entre muchas cosas, llevar traje respetable y adecuado para cada ocasión. Riéndose de la sociedad establecida, el autor hace que este personaje, además de ir sucio y mal vestido, se transforme continuamente con atuendos ridículos, convirtiéndose incluso en "en un auténtico personaje del TBO a manera del Mortadelo de Francisco Ibañez" ( Bravo l2), y prefiriendo la mayor de las veces ir desnudo. Veamos el siguiente trozo a modo de ejemplo: Como primera providencia, me encaminé a un callejón cercano a la calle Tallers en el que una clínica adyacente amontonaba sus basuras y donde esperaba encontar, rebuscando entre éstas, algo que permitiera disfrazar mi identidad, como, por ejemplo, algún residuo humano que pudiera yo aplicar sobre mis rasgos con objeto de alterarlos ligeramente. No tuve suerte y hube de conformare con unas hilas de algodón en rama no demasiado sucias, con las que y mediante un cordelito compuse una barba larga y patriarcal que no sólo dificultaba mi identificación, sino que me confería un aspecto repetable y aun imponente (55). Escena ésta reminiscente del primer capítulo del Quijote, cuando está preparando celada de encaje, etc. para salir en busca de aventuras. Como Cervantes, para Mendoza uno de los fines de la ficción es perfilar la realidad y hacernos conscientes de ella; la ficción puede asimismo crear otra realidad distinta en la que vivir mejor, y eso dependerá sobre todo de la actitud que personajes y lectores adopten ante la Juliá 9 misma. El lector de esta novela ha sufrido una transformación al solidarizar con el protagonista: se siente ahora más ligero, más modesto, pues ha reconocido que el mundo es complicado y cruel, pero por otra parte es mejor no tomarse las cosas tan en serio y reirse de uno mismo y de cualquier situación. Un paso más y estamos ante el reto mayor de Mendoza, reto que demostrará sus magistrales dimensiones como novelista, pues Onofre Bouvila, el protagonista de La ciudad de los prodigios, es un ser sin escrúpulos: malo, ambicioso y criminal, que ha logrado ser el hombre más rico del mundo. El autor controla las técnicas narrativas tan asombrosamente, que el mismo lector que antes se había identificado con Miranda, el pobre víctima de esta sociedad, llega asimismo a admirar a Bouvila, el equivalente de Lepprince en La verdad sobre el caso Savolta, personaje cuya meta es alcanzar el poder a toda costa y encarnación del triunfador moderno. El narrador, aquí en tercera persona, enfoca en el protagonista, cuya vida conoceremos desde sus comienzos por medio de flash backs. La trama empieza cuando Onofre llega a Barcelona a buscarse la vida en el año l886, año en el que igualmente comienzan los preparativos para la Exposición Universal. Sin dinero y sin trabajo, el protagonista desde su entrada en la ciudad pasa por una serie de peripecias que lo llevan a conocer los antros más diversos de la sociedad. Distribuye panfletos subversivos, vende crecepelos, compra terrenos, y está dispuesto a cualquier cosa con tal de sobrevivir. Inocente primero, pronto aprende, como buen pícaro, las mañas para ganarse la vida y enriquecerse. Su ambición desmesurada le lleva siempre a querer más y a cometer mayores atrocidades para adquirir riqueza y poder. La narración, que desde el comienzo de la novela había enfocado en el personaje principal, gradualmente comienza a interesarse igualmente por la sociedad que le rodea, en cuanto que aquella se ve afectada por la intromisión del poder y del dinero de éste. Este texto parece moverse a la inversa de los anteriores, pues si en aquellos el lector acababa inclinándose por el protagonista y desechando a la sociedad injusta que le rodeaba; en esta novela el lector empieza conociendo la vida de un pobre infeliz y acaba interesándose asimismo en la sociedad que rodea a éste, transformado ahora en un triunfador sin escrúpulos. Y aunque Onofre Bouvila continúa ocupando siempre el centro de la narración, el narrador se limitará a contar sólo aquellos detalles de su vida que de alguna manera dejan ver el prodigio de su ascenso. Como en las novelas anteriores, el Juliá 10 narrador recurre a documentos para apoyar lo contado, creando así la impresión de narrar un momento histórico (en este caso los preparativos para la Exposición Universal en Barcelona). Una vez más hay parodia, pues los documentos en los que se apoya la narración son sólo opinión de otros, y el narrador omnisciente no es fiable, alterando la historia cuando y como quiere, y presentando asimismo datos ficticios como si fueran verdaderos. Mendoza en esta novela más que contar lo que pasó, cuenta lo que quisiera que hubiera pasado, en un texto donde protagonista y ciudad acaban convirtiéndose en entes fabulosos e irresistiblemente atractivos. Desde luego Onofre Bouvila es mucho más listo y hábil que ninguno de los que leen el relato novelesco, y los prodigios narrados sobrepasan con mucho cualquier expectativa. Pero al igual que Javier Miranda era víctima de una sociedad injusta y cruel, Onofre Bouvila con toda su riqueza y poderío es un pobre hombre, solitario y marginado. Su ambición es igualmente producto de una sociedad indiferente, en donde si no pisas, te pisan, y por ende donde perdedores y ganadores se encuentran igualmente atrapados. Casi al final de la novela el protagonista lo explica de la siguiente manera: No son mis actos lo que me reprochan, no mi ambición o los medios de que me he valido para satisfacerla, para trepar y enriquecerme: eso es lo que todos queremos; ellos habrían obrado igual si les hubiera impelido la necesidad o no les hubiera disuadido el miedo. En realidad soy yo quien ha perdido. Yo creía que siendo malo tendría el mundo en mis manos y sin embargo me equivocaba: el mundo es peor que yo (343). La lectura de un texto literario, según Iser, conlleva un proceso de identificación en el que el lector descubre verdades sobre sí mismo que o ignoraba o no recordaba. Las cualidades diversas emblematizadas en los protagonistas de Mendoza son representativas de las múltiples facetas del ser. Hay además algo que tienen todos ellos en común y que los hace entrañables, y es precisamente su marginación en la sociedad moderna, y por consiguiente su libertad; pues estos personajes han asumido su soledad y su despegue de toda atadura material o emotiva: lo mismo tienen como no tienen. En el texto de Mendoza esto es posible gracias a una narración donde lo creíble y lo increíble forman parte de una realidad novelesca, que al revelarnos las maldades e ironías del mundo, nos invita a sentir compasión por la Juliá 11 totalidad de los individuos que lo componen, ya sean buenos o malos, y a seguir viviendo con una sonrisa a lo Chaplin. OBRAS CONSULTADAS Booth, Wayne. The Rhetoric of Fiction. Chicago: U of Chicago P., l970. ---. A Rhetoric of Irony. Chicago: The U of Chicago Press, l975. Bravo, María Elena. "Literatura de la distensión". Insula, Madrid, l986 Mar., 4l:472, l, l2-13. Compitello, Malcolm Alan. "Spain's nueva novela negra and the Question of Form". Revista Monográfica. Odessa, TX, 3. l987, l82l9l. Hickey, Leo. "Deviancy and Deviation in Eduardo Mendoza's Enchanted Cript" . Anales de la literatura española contemporánea Boulder, Co. l5, l990. 5l-63. Iser, Wolfgang. The Act of Reading. Baltimore: The Johns Hopkins UP, l980. ---. Toward an Aesthetic of Reception. Minneapolis: U of Minnesota P.,l982. Marco, José María. "El espacio de la libertad". Quimera, l990. 66-67,48-52. Juliá 12 Marín, Paco. "Un constructor por libre". Quimera Barcelona, l990. 66-67, 36- 38. Mendoza, Eduardo. La verdad sobre el caso Savolta. Barcelona: Seix Barral, l975. ---. El misterio de la cripta embrujada. Barcelona: Seix Barral, l979. ---. El laberinto de las aceitunas. Barcelona: Seix Barral, l983. ---. "Barcelona". El paseante. Nos. l8-l9, l985. ---. La ciudad de los prodigios. Barcelona: Seix Barral, l986. ---. La isla inaudita Barcelona: Seix Barral, l989. ---. Sin noticias de Gurb. Barcelona: Seix Barral, l99l. ---. El año del diluvio. Barcelona: Seix Barral, l992. Roy, Joaquin. "La ciudad de los prodigios de Eduardo Mendoza: Una meditación cultural sobre Barcelona". Hispanic Journal. l2:2, Fall l99l, 23l-246. Taylor, Mark C. Altarity. Chicago: U of Chicago Press, l987.