Homilía del 7 de Augusto de 2016 Jesús dijo a sus discípulos: «No temas, rebañito mío . . . .» Mi primer pensamiento fue, “No sé de tiempos cuando hemos necesitado más oír lo que Jesús nos está diciendo. No sé cuando he oído a tanta gente hablando, incluso gritando, el uno sobre el otro, con nadie escuchando porque todo el mundo está hablando al mismo tiempo. Ese fue mi primer pensamiento. Entonces recordé un tiempo que, para mí, comenzó más de hace sesenta años cuando yo asistía la universidad–el movimiento de Derechos Humanos en la parte sureña de los Estados Unidos. Recuerdo el miedo de la gente blanca, pero aún más recuerdo su odio, odio que resultó en el asesinato, hasta asesinato de niños. No olvidaré nunca las caras contorsionadas de gente, algunas de las cuales eran mis parientes, gente que siempre yo había creído eran buenas y bondadosas. Ahora, una vez más, veo y oigo el miedo y odio, esta vez en la televisión nacional, miedo y odio de dos personas, una de quienes será el próximo presidente de los Estados Unidos. ¿De Donde brota tal miedo y odio? Oigo y veo miedo de la falta de poder, miedo de la falta de control, miedo de «los otros», miedo de lo desconocido . . . y el odio de aquellas personas, reales o imaginadas, que ellos relacionan con su miedo. Citaré algunos ejemplos de sus declaraciones: «El sueño americano está muerto, y la pesadilla americana acaba de comenzar. Creo que es de esa forma. Creo que los blancos no saben el terror que está a punto de sucedernos». «Nuestro país está en serios problemas. Nosotros no ganamos nunca más.» «Hay una falta de respeto para nosotros». "Hay gente que solo entra en nuestro país y lo toma por fuerza». «Tengan miedo, mucho miedo aunque ustedes no vean la amenaza». Pero Jesús dice, «No temas, rebañito mío, porque tu Padre ha tenido a bien darte el Reino». No por un momento crean que Jesús no entendió. No por un momento crean que él era desvinculado y estaba hablando desde una nube. No por un momento crean que no entiende lo difícil que la vida puede ser. Recuerden que es Jesús que se asoció con los pecadores, las prostitutas, y los publicanos–los marginados de la sociedad de su época. Recuerden que su país había sido vencido y estaba controlado por los romanos. Hubo entonces como hay ahora mucho que ellos y nosotros podemos temer. Pero Jesús dice, «No temas, rebañito mío, porque tu Padre ha tenido a bien darte el Reino». El reino. ¿Qué reino? Es el reino de Dios, dice Jesús, que el Padre nos da. ¿Cómo puedo decir eso? ¿Notaron ustedes lo que Jesús dijo acerca de el señor que regresa de la boda y encuentra a sus criados esperando y listos por su regreso? Jesús dijo, «Yo les aseguro que [el señor] recogerá la túnica, los hará [los criados] sentarse a la mesa y él -1- Homilía del 7 de Augusto de 2016 mismo les servirá». El apóstol Pedro, como usual, interrumpe a Jesús con una pregunta: «Dices esta parábola sólo por nosotros o por todos?» Noten que Jesús les responde a él y a todos con otra parábola: «Supongan que un administrador, puesto por su amo al frente de la servidumbre, con el encargo de repartirles a su tiempo lo alimentos, se porta con fidelidad y prudencia». Si el amo regresa y encuentra a este siervo responsable, entonces el amo «lo pondrá al frente de todo lo que tiene». Todos nosotros–niños, jóvenes, y adultos–hemos sido puestos encargados de algo o alguien. Todos nosotros somos administradores. ¿Recibimos azotes por descuidar nuestra responsabilidad, o seremos puestos «al frente de todo lo que tiene"–su reino? «No temas, rebañito mío, [nos dice Jesús] porque tu Padre ha tenido a bien darte el Reino». ¿A qué parece su reino? Un reino de paz, armonía, cooperación, libertad, y seguridad con todos trabajando juntos en amor y generosidad. Como escribió el Padre Demetrius Dunn, «Es precisamente porque dependemos de amor y generosidad más que control y violencia que somos elegible de este regalo más precioso del ‹reino›, es decir, libertad última y felicidad». Quiero usar una parte de una carta que una feligresa me dio que su madre escribió acerca de la respuesta de Jesús a la Samaritana. En su carta ella hizo la pregunta, «Cómo habría abordado Jesús [el miedo y el odio que he estado oyendo este año]?» Luego responde a su propia pregunta: Yo sé no con odio, pero ¿cómo? Jesús habría amado a [aquella gente] en la manera que Él solamente ama, con amor [incondicional]. No acusaría o condenaría sino Su gracia superaría todas ofensas como supera las mías cada día. Mientras escribo esto, desahogando, me doy cuenta de que Dios continuamente me perdona, así ¿cómo tengo yo el derecho de acusar a cualquiera o odiar a cualquiera? Todo lo que puedo hacer es orar para nuestro país y orar que la mejor persona sea elegida. ¿No es sorprendente como sin juzgar a cualquiera [Jesús] fue capaz dejar ir a [los acusadores de la Samaritana] y les hizo estar avergonzados de lo que estaban por hacer? En esta historia Jesús no condena a nadie sino hace que la gente se juzgue a si mismos. Lo amo. Leer eso me hace sentir avergonzada del sentimiento que tengo . . . . «No temas, rebañito mío, porque tu Padre ha tenido a bien darte el Reino». -2-