La Horda del Diablo. El oráculo de Estépal. Libro V

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Antonio Martín Morales
Ilustración de cubierta
María Espejo
A mi padre José
ÍNDICE
Capítulo 1. El muerto .................................................................3
Capítulo 2. La espada misteriosa ...............................................13
Capítulo 3. Huida hacia el sur ...................................................20
Capítulo 4. Un barco para la reina ............................................28
Capítulo 5. Infranqueable ..........................................................36
Capítulo 6. Luz del día ...............................................................42
Capítulo 7. En aguas peligrosas .................................................49
Capítulo 8. Tradiciones ..............................................................58
Capítulo 9. La decisión de Sala ..................................................69
Capítulo 10. Regreso al valle de Lavinia ....................................74
Capítulo 11. Vida de perro ........................................................84
Capítulo 12. Los secretos en lo oscuro ......................................96
Capítulo 13. Consejo Real ..........................................................110
Capítulo 14. Terror en la biblioteca ...........................................123
Capítulo 15. El economato de la guerra ....................................131
Capítulo 16. Bancarrota .............................................................141
Capítulo 17. La conjura en la sombra ........................................146
Capítulo 18. Reunión secreta .....................................................151
Capítulo 19. Un lugar más allá de las tinieblas ..........................161
Capítulo 20. El viaje de Ziben ...................................................179
Capítulo 21. La fuente de las Aguas Venideras .........................191
Capítulo 22. Coronación ............................................................205
Capítulo 23. Noche de rituales ..................................................214
Capítulo 24. Náufrago ................................................................221
Capítulo 25. Camino a Venteria .................................................230
Capítulo 26. Sopa caliente.......................................................... 234
Capítulo 27. Encuentro fortuito ................................................241
Capítulo 28. Flecha en la oscuridad ..........................................245
Capítulo 29. El rey en peligro ....................................................252
Capítulo 30. La bahía de Banloria .............................................263
Capítulo 31. Política en las alturas .............................................268
Capítulo 32. Cena en la torre vacía ............................................275
Capítulo 33. El templo misterioso .............................................287
Capítulo 34. Lo que emerge del cosmos ...................................304
Capítulo 35. Dame mi espada ....................................................310
Capítulo 36. El niño ...................................................................317
Capítulo 37. Represalias .............................................................321
Capítulo 38. Operación de castigo ............................................330
Capítulo 39. Expresión de poder ...............................................344
Capítulo 40. Planes nuevos ........................................................352
Capítulo 41. El irreductible Remo, hijo de Reco ......................360
Capítulo 42. Sala y Tomei ..........................................................371
Capítulo 43. Extraños ................................................................376
Capítulo 44. Regresos .................................................................385
Capítulo 45. La prueba de fuego ...............................................398
Capítulo 46. La trama de Lord Dérebalt ...................................404
Capítulo 47. Historias alrededor de la hoguera ........................413
Capítulo 48. El periplo de Lorkun ............................................425
Capítulo 49. El oráculo de Estépal ............................................431
Capítulo 50. Interrogantes .........................................................444
Capítulo 51. Visita inesperada ...................................................454
Capítulo 52. Lluvia y contrabando ............................................469
Capítulo 53. La víspera ..............................................................477
Capítulo 54. El túnel ..................................................................482
Capítulo 55. La madrugada rebelde ..........................................490
Capítulo 56. Tropas divididas ....................................................495
Capítulo 57. El final del pasadizo ..............................................499
Capítulo 58. Sin escapatoria ......................................................507
Capítulo 59. Preso del mal .........................................................512
Capítulo 60. Falsas experiencias ................................................519
Capítulo 61. Mecanismo de defensa ..........................................522
Capítulo 62. Lasartes entra en combate ....................................531
Capítulo 63. De poder a poder ..................................................540
Capítulo 64. Lasartes al descubierto ..........................................542
Capítulo 65. El zarpazo del Lince ..............................................545
Capítulo 66. Fuerza liberada ......................................................549
Capítulo 67. Refuerzos ...............................................................554
Capítulo 68. Un hombre desesperado .......................................560
Capítulo 69. Colosos enfrentados ..............................................566
Capítulo 70. Canciones y despedidas ........................................591
Capítulo 71. El regalo de Remo .................................................605
Preludio. La primera vez ............................................................611
capítulo 1
El muerto
Una pareja se acercó al cauce
del arroyo, con la intención de bañarse en las termas. El
aire gélido mecía los arboles sujetos a los peñascos que coronaban la poza. El sonido del agua no cesaba, se descomponía en matices burbujeantes cuando se extendía en el
claro del bosque. Los cortinajes de vapor hacían presagiar
la calidez de aquellas aguas termales. La muchacha dejó
un petate que venía abrazando todo el camino en el regazo. Extrajo de él un mantel y lo extendió primorosamente
sobre la hierba húmeda, después lo cubrió con una manta
de pieles mullidas.
—¡No mires!
La chica se alarmó cuando escuchó la advertencia. No
le hizo caso, miró. En la poza, entre las nieblas provocadas
por las aguas calientes que bullían en el ambiente escarchado, una figura humana permanecía inmóvil, opaca y tenebrosa entre los vapores. Era un hombre de tez gastada,
grisácea, macilenta, muy quieto, demasiado oscuro.
—¿Está muerto? —preguntó la joven con un hilo de
voz.
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—Creo que sí, está cocido en las aguas, desangrado.
Gela se tapó la cara mientras su prometido se acercaba
con tiento a las aguas humeantes. El muerto flotaba inmóvil junto a la pequeña estatua de Eboé y Faldo.
—Cuánta sangre habrá salido, mira las piedras del cauce —advirtió Calerio señalándolas.
La poza contenía las aguas gracias a algunas rocas apiladas que hacían de presa. El agua se derramaba a favor de
la pendiente suave que guiaba el rumbo de un arroyo que
nacía en otras piedras donde era reunida y seguía un curso hacia el interior del bosque. En la ribera del riachuelo,
varias manchas rojas advertían del paso de grandes cantidades de sangre.
—¿Quién será? ¿Cuánto tiempo llevará así?
—No lo sé, pero deberíamos avisar a los del pueblo, vámonos —susurró Gela con un miedo reverencial expreso
en sus ojos.
—Se ha suicidado.
Calerio no dejaba de mirar la espada que el hombre
había usado para quitarse la vida. Intentaba no toparse
con sus ojos, uno más abierto que otro, de un verde seco
y blanquecino, que sobresalía entre los vapores. Tenía una
expresión desafiante en el rostro aquel muerto. Su espada era una visión mucho más agradable. Desde pequeño
siempre lo habían fascinado las armas. Aquel hombre
parecía un mercenario, un pirata, tal vez. Si lo hubiera
descubierto solo, Calerio le habría quitado la espada sin
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problemas. Estaba seguro de que Gela gritaría si tocaba
al muerto. Calerio pensó que tal vez, si avisaba y ofrecía
ayuda a los hombres del alguacil, lo recompensaran de
alguna forma. Pensaba más allá, que esa espada sería una
buena recompensa. A Gela no le dijo ni una palabra, ella
se opondría.
—Avisemos al alguacil.
Gela asintió aliviada de que a Calerio no se le hubiera
ocurrido hacer tonterías.
—Espera. Si lo dejamos así, cualquiera que venga por
aquí podría robarle la espada. Quizás incluso tiene oro en
sus bolsillos. Si viene alguien con peores intenciones que
nosotros, lo saqueará.
—Siempre me dices que nadie viene ya a esta poza…
Eso le decía porque ella no quería desnudarse. Esa
era la verdad sin disfraces. Cuando se citaba con ella a
las afueras del pueblo, cuando cogía su mano y echaban
a correr hacia dentro de la espesura, él la deseaba. Gela
era muy hermosa y tenía la esperanza de poder hacerle el
amor antes de la boda. Faltaban todavía tres años para el
casamiento. Calerio estaba todavía reuniendo la dote para
construir la casa donde vivirían. Ella lo besaba y le permitía
ciertos tocamientos por encima de la ropa. Calerio se moría por verla desnuda, por eso la llevaba a la poza. Como
la joven debía estar de vuelta en casa antes del anochecer,
debían ser muy cuidadosos en sus encuentros. Estaban
prometidos oficialmente y no era decoroso que se vieran a
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escondidas. Acudir a la vieja poza que Calerio descubriera
en las conversaciones furtivas de los operarios del taller de
su padre había significado la aventura más provocativa a
la que jamás se hubiera enfrentado. Gela accedía siempre
a regañadientes. Lloraba en el camino de ida y se quejaba
cuando después de bañarse tenía que secar su pelo con
vehemencia para que nadie sospechase. Lloraba por los
nervios, por su inseguridad y su falta de aplomo para ser
feliz sin estar al abrigo de lo que sus familiares aprobaban.
—Me llevaré su espada —sentenció Calerio, cada vez
más seguro de que se le escaparía una oportunidad de oro
si no se quedaba con la espada.
—¿Estás loco?
—Si vienen los hombres del alguacil seguro que se la
quedan ellos. No te puedo dejar sola aquí, y tampoco puedes ir tú a ver al alguacil.
—¿Por qué?
—Porque le contaría a tu padre que vienes aquí conmigo y se pensarían lo peor… ni siquiera te quitas el camisón
para bañarte y ellos me enviarían al templo a hacer penitencia pensando que venimos aquí a otra cosa.
—Venimos aquí a otra cosa, Calerio.
Gela se puso colorada. Le daba miedo que Calerio le
quitase la espada a ese cadáver, pero mucho más la aterraba el que alguien pudiera descubrirlos.
—Yo he encontrado a este hombre y esa espada si se la
va a quedar alguien… debo ser yo.
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Se subió al borde de la poza. Gela no se opuso más.
—Ten cuidado.
—Está muerto, no seas estúpida. Si aguanto la peste,
esa espada es mía.
Gela odiaba cuando Calerio se comportaba así, cuando
se obsesionaba con algo. A veces la humillaba, y cuando
algo le salía mal o su padre lo reprendía por desatender el
taller, Gela pagaba las consecuencias de su malhumor.
Calerio agarró la hoja de la espada que sobresalía del
agua y tiró de ella. Había imaginado que sería fácil sacársela de la mano al muerto. Su familia tenía un negocio
de confección y jamás en su vida había ido más lejos del
puerto de Aligua. Ir a las cantinas del puerto y escuchar
los relatos de los marinos era lo más parecido a viajar para
Calerio. Cuando comprobó que la espada estaba trabada
en los dedos del cadáver, pensó que igual el tipo no estaba
fiambre. Se asustó en el instante en que sintió un tirón que
le impidió sacar del agua la espada. Con el susto estuvo a
punto de caer.
—¡Te vas a matar, ten cuidado! —le gritó Gela mientras lo sostenía para impedir que cayera.
—¿Lo has visto?
No pretendía asustar a Gela, pero ella se retiró varios
pasos cuando entendió que la pregunta se refería al cuerpo inerte. Calerio lo miró. Se estaba moviendo. Su cara se
hundía en el agua caliente mientras que la espada emergía
hasta vérsele la mano. El cadáver no estaba anclado en
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las rocas como al principio pensó Calerio, flotaba simplemente y cualquier cambio o fuerza lo desplazaba en su inmersión. La espada quedó más a la vista. La empuñadura
estaba modificada. Tenía un adorno un poco tosco pero
que subía el valor del arma. Una piedra ahora cubierta de
sangre oscura por la acción de las aguas.
—¡Estás robándole a un muerto!
El grito cogió a la pareja por sorpresa. Calerio perdió la
estabilidad. Esta vez su cuerpo se venció hacia el interior
de la poza. El equilibrio le hacía presagiar que caería dentro y tuvo que poner un pie hacia allí intentando buscar
un apoyo. Sumergió su pierna en el agua y acabó cayendo
entero. Olía peor que antes y pensó con horror que estaba
cerca del cadáver. Sacó la cabeza del agua de inmediato
para ver quién era el intruso.
—Eres un inepto, Calerio.
Pese a las vaharadas de vapor que emergían de las aguas
ahora más revueltas, Calerio reconoció perfectamente a
Nefred y dos de los hombres del alguacil. Nefred era de
la misma edad que Calerio, pero aparentaba más años por
su corpulencia.
—¿Con este hombre te vas a casar, Gela?
Nefred siempre miraba a Gela con avaricia. Calerio sabía que sus padres lo habían intentado casar con ella, pero
la joven había preferido a Calerio. Nefred tenía fama de
conflictivo, de meterse en peleas y problemas. El alguacil
lo había reclutado para las patrullas de vigilancia. Calerio y
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la mayoría sabían que era una forma de darle al muchacho
una oportunidad que lo alejase de las cantinas y las malas
compañías. El puesto había provocado en Nefred una
prepotencia y la envidia velada de Calerio.
—Sal de ahí…
Calerio no aceptó la ayuda de Nefred para salir de la
poza. Sin mirar al muerto, se aupó en el murete resbaladizo y consiguió subir al poyete rocoso.
—Apestas más que el muerto.
Gela fue rápidamente a ayudarlo a salir.
—Lo acabamos de encontrar ahora…
—Ya veo —dijo Nefred mientras inspeccionaba el cadáver—. ¿Qué opináis, podría ser un pirata?
Sus dos acompañantes eran de la capital, de Aligua. Las
patrullas se montaban en todas las localidades cercanas;
los alguaciles trataban de ponerles las cosas difíciles a los
saqueos constantes que sufrían por algunos clanes de piratas que acosaban los alrededores de los grandes puertos:
fondeaban en las playas cercanas o hacían pasar sus bajeles
por embarcaciones honradas, cometían el robo y levaban
las velas zarpando con viento favorable.
—No parece un pirata —afirmó el más alto.
—¿Lo has matado tú, Calerio?
La pregunta de Nefred parecía seria. Calerio comenzó a
sentir miedo; su novia lo miró desconcertada.
—Ese hombre se ha cortado las venas. Míralo tú mismo. Lleva días muerto.
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Nefred rio como si todo se tratase de una broma.
—Vais a tener que dar muchas explicaciones cuando el
alguacil os interrogue. Pero me divertiré más cuando vea
la cara de tu madre, Gela, en el momento en que le expliques que andabas a solas con Calerio. ¿Qué diablos ibais
a hacer aquí solos?
Ahora sus acompañantes miraron a los jóvenes y rieron.
—¿Ibas a explicarle de dónde vienen los niños, Calerio? —preguntó Nefred agarrándose obscenamente sus
partes.
Calerio sintió que se le aceleraba el pulso. En su mente
se le dibujaba la idea de sacar la espada del agua y hundirla
en el abdomen de aquel estúpido engreído en el que se
había convertido Nefred.
—Quiero su espada —afirmó como si no hubiera escuchado a Nefred.
—Y una mierda.
Ni siquiera Nefred y sus chicos tenían armas como
aquella. Ellos llevaban dagas y un garrote con punta de
hierro. Su trabajo no era más que el de vigilar y advertir al
alguacil de cualquier persona forastera o comportamiento
sospechoso. Los secuestros de los piratas se habían cobrado muchas víctimas y aquellas patrullas servían para alertar
a las autoridades con rapidez y evitar muchas desgracias.
Nefred tardó lo indecible en decidirse a dejarlos marchar. Calerio corría tirando de Gela por el bosque. Le hacía daño para obligarla a ir más deprisa. Tenía la sospecha
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de que, si tardaba demasiado, Nefred robaría el arma nada
más que para fastidiarlo. Avisaron al alguacil e inventaron
una excusa para explicar a sus familias lo sucedido.
—Madre, le estoy hablando de un muerto y me seguís
preguntando por…
—¡Es una vergüenza que te vean con él a solas! ¡Despídete de la fiesta de la luna de verano!
—¡A los dioses pido que la primavera sea larga entonces!
—¡Vete a tu habitación y de ahí no te atrevas a salir!
¡Como vuelvas a escaparte con él, romperé tu compromiso!
Así fue en casa de Gela. Calerio tuvo más suerte, pues la
noticia del muerto llegó antes a su casa que la circunstancia de estar acompañado por Gela en el bosque. Su padre
se interesó por las ropas del cadáver. Sabía que más tarde
o más temprano vendría la reprimenda por lo otro, pero
Calerio se entregó al relato sobre el cadáver flotante con
energía para intentar que su padre se centrase en esa parte
del suceso.
—Tenía una capa de viaje.
—Esos carroñeros seguro que lo dejan en cueros.
—Padre, ¿podría pedirle al alguacil que me dé su espada? Lo he encontrado yo, merezco algo a cambio.
—No. No mereces más que una regañina por andar con
Gela por donde no debías, Calerio. ¿Es que quieres que
esa familia piense mal de ti y se rompa el compromiso?
Ahora Calerio sintió calor en las mejillas.
—Padre, esa espada debiera ser mía…
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—Debes quitar de tu cabeza esas tonterías de espadas y
duelos; en la vida real, en la vida que tú vas a vivir, debes
preocuparte por aprender de tejidos, como tu padre. En
toda mi vida jamás usé un arma contra otro hombre. Deja
de pensar en estupideces que no comprendes.
—Ya sé todo sobre tejidos.
—Todo… idiota, siempre hay que aprender más, siempre hay que mejorar. Las espadas son para caballeros y
soldados que viven veinte años. Con la que hay liada en
Vestigia, estoy seguro de que se harán levas pronto y entonces desearás no haber deseado jamás tener esas ilusiones de hazañas y estúpidas aventuras.
—Me habría gustado vivir en Nirtenia. Allí podías
llegar a ser caballero como en Vestigia, sin ser hijo de un
noble.
—¡Eres un iluso, hijo, un iluso!
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Antonio Martín Morales
Foto Estudio Ernesto
Nació en Granada en
1978. Desde edad temprana sintió inquietud por lo literario. Participó en revistas y fue columnista del periódico Ideal de Granada durante cuatro años. Ha publicado
cuatro novelas de géneros tan dispares como el terror y
la ciencia ficción. Es un autor versátil, de escritura muy
visual. Influenciado en su juventud por la obra de Tolkien
y referencias clásicas, aborda ahora una colección de fantasía épica, intentando enfocar su estilo desde un punto de
vista actual, refrescando las técnicas narrativas usuales en
este género.
Para más información puedes visitar:
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Twitter: @hordadiablo
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Carretera León-La Coruña, km 5 - LEÓN (España)
© del texto, Antonio Martín Morales
© de las ilustraciones, María Espejo
Dirección editorial y coordinación editorial: Editorial Everest, S. A.
Diseño de cubierta: Editorial Everest, S. A.
Reservados todos los derechos de uso de este ejemplar. Su infracción
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