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El lenguaje y lo femenino en el lenguaje… ¿sexismo?
Prof. Bartolomé Yankovic Nola (Marzo, 2012)
En más de alguna ocasión pensamos que
la batalla por hablar y escribir bien es absurda y que está
perdida. Hay quienes sostienen que la pelea es ficticia,
porque no hay contrincantes y que - además -, el tema
parece interesar a muy poca gente.
Una cosa es cierta: el lenguaje es una
herramienta fundamental para el desarrollo personal,
para "vivir la vida", para conocer el mundo... y, por cierto,
para el trabajo del profesor. Nadie puede expresar ideas
y conceptos; reflexionar, comprender, discutir, motivar,
acoger, describir emociones, etc., si sus habilidades
lingüísticas son precarias. El amor, una emoción cognoscitiva superior, ¿se podrá
expresar con un vocabulario mediocre, de lugares comunes? Concedamos que también
se puede manifestar gestualmente, pero todos sabemos que en algún momento hay que
hablar.
Quienes tengan escasas habilidades lingüísticas ni siquiera se darán
cuenta que el mundo de la información y del conocimiento les pasará de largo. En
palabras de Vargas Llosa, serán fácil presa de los vendedores de aceite de serpiente y
otros ungüentos para curar el asma, transformar grasas en proteínas, eliminar las arrugas,
etc. Serán fácil presa de embaucadores, demagogos y populistas. ¡Compre usted la
pulserita de los once poderes!
Humberto Maturana afirma que el hombre `se hizo' humano, evolucionando
hacia el Homo sapiens, cuando desarrolló el lenguaje: lo intrínsecamente humano se
vincula con el lenguaje.
Ochocientas palabras, ¿cachái?
Un estudio reciente revela que los chilenos entre 18 y 65 años tienen un
vocabulario que no supera las ochocientas palabras y que el 65 % de ese grupo no
entiende lo que lee. Con los resultados de la prueba PISA dan ganas de llorar. Los
profesores no podemos eludir nuestra responsabilidad escudándonos en el anecdotario,
por irresistible que sea.
-
El equipo puede ganar conmigo o sinmigo;
-
La señora Marta y suija llegarán más tarde, etc.
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En los últimos años ha surgido una nueva amenaza. Aunque parezca
increíble proviene de una fortaleza casi inexpugnable: el Ministerio de Educación. Nos
referimos al tema del "género": la idea, plausible, es evitar tanto a nivel de discurso como
de imágenes la transmisión de mensajes sexistas. Esto tiene relación con los textos de
estudio, y con la vida cotidiana en las aulas, donde la figura de la mujer aparece
frecuentemente disminuida, casi siempre en los roles materno y doméstico, y, a veces,
subordinada al hombre. Entonces, en la pasada década, el planteamiento del Ministerio
de Educación y del Servicio Nacional de la Mujer, fue proponer cambios, ampliando - en
los textos de estudio - los escenarios donde se desenvuelve la mujer, y modificando su
lenguaje icónico y verbal.
Patricia Araneda, junto a Josefina Guerra y Marcela Rodríguez, publicaron
un Manual para la producción de textos escolares no sexistas: Lo femenino visible, Cepco
Impresores, Santiago, 1997. El lenguaje, para las autoras, "cumple un rol primordial en
nuestra comprensión del mundo, la construcción de la identidad de género y la
determinación del rol social" (Pág. 35). En este contexto, puntualizan, "es posible influir,
desde el ámbito educativo, en el uso del lenguaje. Por modesto que sea este influjo, los
esfuerzos en este sentido contribuirán a un cambio progresivo de ciertas estructuras
lingüísticas y por ende, de las estructura mentales" (Pág. 35).
Veamos algunas recomendaciones de las autoras del manual:
En lugar de decir:
Decir:
Los marineros
La gente de mar
Los alumnos
El alumnado
Los ancianos
Las personas mayores
Ellos bailan muy bien
Ellos y ellas bailan muy bien
En la década de los 40 los parlamentarios
En la década de los 40, las mujeres
chilenos concedieron derecho a voto a la mujer
chilenas chilenas conquistaron el derecho a voto
Compañeros
Compañeros y compañeras
Nosotros somos
Nosotras y nosotros somos
Se prohíbe a los alumnos jugar en el parque
No jugar en el parque
Los vecinos, los electores
El vecindario, el electorado
Por cierto, hay recomendaciones razonables y otras, no tanto. ¿Conoce Ud.
a alguna marinera? (*) ¿Encuentra Ud. que se destaca a la mujer en las expresiones "el
alumnado; las personas mayores; no jugar en el parque; el vecindario"?
(`) Una blusa o un baile...
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Como diría un castizo, no hay que rizar el rizo... Hoy leemos en
documentos oficiales del Ministerio de Educación, repetidas hasta el cansancio,
expresiones como las siguientes:
1. Los alumnos/as; los profesores y las profesoras...
2. El (la) profesor (a)... Los (las) profesores (as)...
3. Señor (a) supervisor (a): Los alumnos y las alumnas serán capaces de:
4. Los hombres y las mujeres, ya en la prehistoria…
¿Cómo se leen las tres primeras líneas? ¿Será necesario escribir así para
rescatar y destacar el papel de la mujer en la sociedad actual? El lenguaje, ¿podría ser
una ayuda efectiva para lograrlo? No creemos que la mujer de hoy necesite que alguien la
rescate de nada; sólo demanda más respeto, equidad e igualdad de oportunidades.
Aparentemente el problema parece de fácil solución si se trata de describir
el papel de la mujer en la sociedad actual... pero hay dificultades cuando se usa un
lenguaje - oral y escrito -, con ruidos, reiteraciones y, en ocasiones, majadería. La
redacción plomiza, repetitiva, no sólo incomoda: termina por fastidiar.
Aun aceptando que el lenguaje sea importante para "rescatar a la mujer"...
¿habrá que hacerlo a costa de la lengua, deteriorándola? No parece prudente ni
aceptable torcer o modificar su naturaleza. Obviamente, no es esa la intención ministerial
ni de las autoras del manual ya citado. Pero el tema no sólo se ha desdibujado; se ha
salido de madre.
La RAE a la ofensiva
En marzo de 2012, la Real Academia Española de la lengua ha rechazado
textos y manuales normativos que proponen remplazar la expresión “los españoles” por
“la población española”… La publicación por la RAE del informe de Ignacio Bosque
“Sexismo lingüístico y visibilidad de la mujer” ha provocado reacciones. La RAE lo apoya
ampliamente.
Según la RAE, es obvio que existe discriminación contra la mujer, pero las
guías españolas que fijan normas para fomentar el lenguaje que no discrimine a la mujer,
parten por suponer – equivocadamente - que “el léxico, la morfología y la sintaxis deben
hacer explícita la relación entre género y sexo… de tal forma que las manifestaciones
verbales que no garanticen la visibilidad de la mujer, serán automáticamente sexistas”.
Entonces, debiéramos decir, por ejemplo: los niños y las niñas; los profesores y las
profesoras; el hombre y la mujer en la Prehistoria; los funcionarios y funcionarias de la
Contraloría… etc., etc.
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Citan – como ejemplo – un párrafo de la Constitución de Venezuela: “Solo
los venezolanos y venezolanas por nacimiento y sin otra nacionalidad podrán ejercer los
cargos de Presidente o Presidenta… Vicepresidente o Vicepresidenta… magistrados o
magistradas del Tribunal Supremo de Justicia”, etc. Para cerrar la cita habría que agregar
unos siete cargos más con sus respectivas formas masculinas y femeninas.
Estos manuales normativas – según los especialista de la RAE – no están
hechos por lingüistas y muchas recomendaciones contravienen las normas del lenguaje y
el sentido común. En Chile, Alfredo Matus, miembro de la Academia Chilena de la
Lengua, adscribe completamente al documento de la RAE: “no hay ninguna duda, recalca,
que nadie quiere discriminación de ningún tipo; las lenguas son verdaderos termómetros
de las culturas de los pueblos. El sexismo no es un producto del lenguaje”.
¿Abreviar?
Además, abundan otras expresiones y comunicaciones lamentables... Hay
gente que se refiere a sus propios lugares de trabajo con siglas como "mineduc", "cpeip",
"seremi", "minsal"...
No hay que extrañarse tanto cuando vemos que proliferan, en documentos
oficiales, siglas como OFT, OFCMO, UTP, etc. El uso ocasional no es dañino; el uso
permanente termina por atragantar. Por cierto, hay algunas siglas de significado conocido
y de uso frecuente, aceptadas. Por ejemplo, UNESCO, CEPAL, ADN, FACh.
El profesor Felipe Alliende, Miembro de Número de la Academia
Chilena de la Lengua, ha puesto las cosas en su lugar en el tema del "género".
Presenta sus argumentos en un artículo de la Revista de Educación Nº 303, Santiago,
abril de 2003.
Los géneros gramaticales:
LO FEMENINO EN EL LENGUAJE
La gran dificultad que presenta el uso del género gramatical es la escasa
presencia de la mujer en el lenguaje. En la actualidad, en numerosos países y en diversas
lenguas se están haciendo esfuerzos para hacer visible esta presencia. Abordaremos este
problema.
DE CÓMO SE PUEDE MARCAR LA PRESENCIA DE LA MUJER EN EL LENGUAJE
El problema. Como es bien sabido, el género gramatical en la mayoría de las lenguas, no
coincide con el género biológico. En nuestra lengua castellana, los desfases entre ambos
géneros son notables.
En el caso de los animales, tanto el género gramatical masculino como el
femenino son inclusivos para lo nombrado. Así hablamos de: el tordo, la jirafa. Para
aclarar de qué sexo biológico se trata se suele agregar las expresiones macho y hembra.
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Por otra parte, en nuestra lengua, los sustantivos y los adjetivos pueden
dividirse en tres clases
- los que terminan en - o o en – a
- los que terminan en - e,
- y los que terminan en consonante.
Existe también un pequeño número de nombres sustantivos terminados en
- i, - u (ají, tabú), los que no causan mayores problemas con su género gramatical.
Conviene recordar que los adjetivos no tienen género, sino terminaciones,
los hay de una terminación en - e y en consonante; y de dos terminaciones: en - o, - a.
El género gramatical de los sustantivos se conoce sólo en concordancia
con el adjetivo y, en la mayoría de los casos, por el artículo que los precede. Es, por lo
tanto, una convención, algo arbitrariamente fijado.
Los nombres sustantivos terminados en -o tienen normalmente un género
gramatical masculino con pocas excepciones (mano) y algunos nombres femeninos
(Tránsito, Consuelo). En el caso de nombres con terminaciones - o, - a, hay muchos que
admiten diferenciación para el hombre y la mujer (amigo - amiga). Pero muchos nombres
en - a son comunes para hombres y mujeres, y sólo se pueden reconocer con seguridad
por su concordancia con el adjetivo y el artículo (artista, atleta, ortodoncista, pediatra,
etc.).
En los nombres en - o se está produciendo un cambio. Muchos de ellos no
se usaban en sus formas femeninas; se utilizaban como inclusivos (ministro, odontólogo,
médico, abogado).
Muchas mujeres profesionales, o con cargos de importancia se molestaban
cuando se usaba la forma femenina. Esta tendencia cambió, y hoy se han hecho comunes
las formas en - a (tecnóloga, abogada, decana, ministra). Este cambio respeta
perfectamente la índole del español.
Por otra parte, los nombres en - e, - es, en general, tenían una sola
terminación, y su género gramatical sólo se podía conocer por concordancia con el
adjetivo y el artículo (el fuerte, la suerte). Sin embargo, en el caso de adjetivos o
participios usados como sustantivos (presidente, gerente) se ha empezado a producir un
cambio. Muchos mantienen una sola terminación (estudiante, docente, vidente). Otros, en
cambio, han empezado a admitir la terminación - a (presidenta, gerenta).
Los nombres terminados en consonante se dividen en tres grupos:
-
Los que siempre han admitido una terminación femenina exclusiva (directora, señora,
Juana, actriz, gobernadora);
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-
Los que normalmente se usaban con una sola terminación inclusiva (juez, general), y
que se han empezado a usar en sus formas femeninas (jueza, generala, bachillera);
-
Los que siguen teniendo una sola terminación inclusiva, pero que se pueden
distinguir por el artículo y el adjetivo (fiscal, alférez, magíster).
En resumen, dadas estas características del español, se ve que en esta
lengua, para designar a las personas:
-
Hay una gran abundancia de nombres con género común, que
se utilizan sin producir mayores confusiones;
Muchos nombres tienen una forma exclusiva para la mujer, lo
que es algo que los hombres no tienen;
Se puede ir avanzando en la creación y uso de nombres
sustantivos exclusivos para la mujer.
Nota: Esta situación difiere de la del inglés, donde el 99% de los nombres son comunes
(child, fríend, etc.), lo que ha obligado a usar una serie de recursos que el español no
necesita.
ALGUNAS SOLUCIONES INADECUADAS
A continuación examinaremos algunas soluciones que nos parecen
inadecuadas para destacar a la mujer, ya que van contra la índole del español, y
propondremos algunas que no atentan contra nuestra lengua.
Soluciones que van contra la índole del español
Para destacar la presencia de la mujer se ha pensado en la conveniencia
que ésta aparezca en todo momento y en todo lugar, y que los nombres inclusivos:
-
simplemente no se utilicen y desaparezcan completamente;
-
se marquen siempre con el artículo o la terminación femenina.
De acuerdo con el primer intento, por ejemplo, se insiste en que no se
hable de los derechos del hombre, sino de la persona humana; al hablar del hombre, en
general, se indica la necesidad de preferir términos como la humanidad o el género
humano; frente a voces como los profesores o los niños, se prefiere el personal docente,
las personas en edad infantil. Estas soluciones, aunque no van en contra de la índole de
la lengua, transforman a los hombres y las mujeres en ideas abstractas. Son
completamente aceptables, pero no cumplen con el objetivo de destacar a la mujer.
Otra solución, que está más de acuerdo con la índole de la lengua, consiste
en utilizar los nombres de ambos géneros: los amigos y las amigas; los hijos y las hijas.
Esta solución, sin embargo, también se vuelve particularmente ruidosa cuando se la
reitera una y otra vez, como una exigencia rígida de la lengua, limitándola en sus
posibilidades de expresión.
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Termina por producir un efecto contradictorio en los receptores: el deseo de
que dejen de considerarlos incapaces de entender un simple y poderoso recurso
lingüístico como es la existencia de un género inclusivo.
MODOS DE DESTACAR A LA MUJER SIN ATENTAR CONTRA LA ÍNDOLE DE LA
LENGUA
Las consideraciones anteriores no implican negar que la lengua española,
en numerosos casos, oculta la presencia de la mujer y que, por lo tanto, es necesario
buscar modos de superar esta limitación. Esto se puede lograr sin violentar la índole del
español. Algunos de los procedimientos que se pueden utilizar son los siguientes:
o
Usar moderadamente las formas dobles. Esta se justifican
sobre todo en situaciones presenciales. Este uso está
fuertemente arraigado en la tradición: (señoras y señores;
amigos y amigas) y constituye un modo de cortesía.
o
Emplear las formas femeninas cada vez que sea del caso (la
presidenta, la tecnóloga médica, la señora jueza, etc).
o
Incorporar nuevas formas femeninas para las palabras en - e
y consonante. Esto hará que terminen por ser aceptadas
voces como: tenienta, dirigenta, infanta, que aún no son de
uso general.
o
Fijarse más en el fondo del problema que en las triquiñuelas
lingüísticas: destacar a la mujer en las múltiples presencias
que tiene en la sociedad, en la vida diaria y en la actividad
cultural artística.
Conclusión: es perfectamente posible destacar la presencia de la mujer en
el español sin violentar la lengua, sin majaderías innecesarias, pero con una real
preocupación por hacer presente a la mujer en todas las ocasiones en que sea
conveniente o necesario.
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